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Van Dun Derecho Natural y Derechos Naturales Tr. Rev. 2021

Este documento explica el concepto de derecho natural como el orden natural de las personas, específicamente seres humanos capaces de actuar racionalmente. También discute la teoría y la práctica del derecho natural, así como los principios básicos de este orden natural como el respeto por otras personas y su propiedad.

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Van Dun Derecho Natural y Derechos Naturales Tr. Rev. 2021

Este documento explica el concepto de derecho natural como el orden natural de las personas, específicamente seres humanos capaces de actuar racionalmente. También discute la teoría y la práctica del derecho natural, así como los principios básicos de este orden natural como el respeto por otras personas y su propiedad.

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Derecho natural y derechos naturales1

Frank van Dun

Sección I: Derecho natural2


1. El concepto de derecho natural
La palabra “derecho” significa orden, por lo tanto, el derecho natural es simplemente el orden
natural. En el sentido en el que el derecho natural es relevante para los juristas, éste es el orden
natural de las personas, específicamente el orden de las personas naturales: seres humanos
capaces de actuar racional y teleológicamente, de hablar y de pensar. En pocas palabras, el
derecho natural es el orden natural del mundo de los hombres.

Las leyes son los patrones de un orden. Por lo tanto, las leyes naturales son los patrones del orden
natural, y en el sentido jurídico relevante, los patrones de orden que hay entre las personas
naturales.

2. Teoría y praxis del derecho natural


Un estudiante del derecho natural estudia el orden natural del mundo humano. Su principal
objetivo teórico es descubrir e identificar las leyes naturales del mundo de los hombres, es decir,
responder a la pregunta: ¿cuál es el derecho natural? Claramente, este objetivo teórico no implica
ninguna valoración positiva o negativa de ese orden, su propósito no es argumentar que el
derecho natural debe ser respetado. El estudio teórico del derecho natural es una empresa libre de
valoraciones.

Obviamente, no sólo juristas sino también economistas, antropólogos y practicantes de otras


disciplinas científicas estudian los patrones de orden del mundo humano. Sin embargo, por
ejemplo, mientras los economistas se concentran en cómo surgen patrones ordenados de acciones
coordinadas en el mundo humano, los juristas se concentran en el orden de las personas en cuanto
tal. Se preocupan por las condiciones en las que las personas humanas pueden ser y son
distinguidas apropiadamente unas de otras, y de otras cosas. Esto implica que igualmente se
preocupan por las condiciones en las que las personas son o pueden ser confundidas unas con
otras, o con otras cosas.

El objetivo práctico primario del estudio jurídico del derecho natural es la de proponer reglas o
principios prácticos, los cuales, si fueran seguidos por los seres humanos, mantendrían,
fortalecerían y restablecerían el respeto del orden natural del mundo humano. Ellos son los
principios y reglas que constituyen la justicia. La palabra “justicia” significa literalmente aquello
1
Traducido por Luis Eduardo Zamorano Aragón (traducción original en 2005 y revisada en septiembre de 2021).
2
Tomado de <https://users.ugent.be/~frvandun/Texts/Logica/NaturalLaw.htm>. (16 de septiembre de 2021)
que conduce al ius. Al igual que la palabra “derecho”, ius denota el orden natural de personas que
son capaces de un hablar solemne (latín: iurare; español: jurar), de hacer y honrar compromisos y
acuerdos (que son llamados iura). En pocas palabras, la justicia es el arte de hacer que el derecho
(latín: ius) prevalezca.

Claro que el objetivo práctico del estudio jurídico del derecho natural presupone no solamente
que podemos conocer cuál es el orden del mundo humano, sino también que es un orden
respetable –que debe ser respetado por todos. En su aspecto práctico, el estudio del derecho
natural no es una empresa libre de valoraciones. Una parte significativa de la filosofía del
derecho natural trata del análisis y la evaluación de los argumentos que se proponen probar o
refutar la afirmación de que las personas deben respetar el derecho natural.

La razón obvia (y suficiente para la mayoría desde un punto de vista práctico) del porqué
debemos respetar el derecho natural implica primariamente el hecho de que el no hacerlo causa
usualmente un daño inmediato o una pérdida a alguna persona y a la larga termina siendo
perjudicial para muchas más. El daño resulta del hecho que, al no respetar el derecho natural, ya
no se puede distinguir apropiadamente entre las personas y las cosas, o entre una persona y otra.

Nótese, sin embargo, que la suposición acerca de la respetabilidad del derecho natural es
compatible con la suposición de que no respetar el derecho natural puede beneficiar, y
usualmente lo hace, a aquellos que lo irrespetan y quizás también a otros. En todo caso, a
diferencia de los filósofos utilitaristas, los juristas iusnaturalistas hacen una distinción, por una
parte, entre beneficios adquiridos justamente y daños sufridos justamente, y por otra, entre
beneficios adquiridos y daños sufridos como consecuencia de acciones injustas. Ellos pueden
hacer esto si la distinción entre personas y la distinción entre personas y otras cosas son objetivas,
lo cual es algo que pocos ponen en duda.

Los oponentes del derecho natural creen o que no hay un orden natural del mundo humano o sino
que no es respetable. Por lo tanto, ellos no ven ninguna razón de por qué deba alguien respetar las
distinciones que definen ese orden.

3. El derecho natural del mundo humano


No hay nada misterioso en relación con el derecho natural del mundo humano. Repitámoslo, es el
orden natural de las personas naturales, seres humanos que son capaces de actuar racional y
teleológicamente, de hablar y de pensar.

Cada uno de nosotros es por naturaleza un elemento del mundo humano y cada uno de nosotros
es por naturaleza capaz de hacer, pensar y decir cosas, independientemente de lo que los otros
están haciendo, pensando y diciendo al mismo tiempo. Esta independencia nos marca a cada uno
como una persona distinta de las demás. Es verdad, obviamente, que las personas dependen de las
otras para muchas cosas y que generalmente nosotros solamente podemos tener éxito en lo que
hacemos si contamos con la cooperación pasiva o activa de los demás. Sin embargo, esa
cooperación nunca es automática. Ella debe ser querida. Puede ser otorgada o negada. Implica
nuestra existencia como personas separadas, como personalidades individuales.

2
El carácter de separación de las personas humanas es el orden natural del mundo de los hombres,
el hecho fundamental que concierne a nuestra vida en cuanto seres racionales. Es fundamental
para la biología, la psicología y la praxeología, para nuestras vidas, pensamientos, sentimientos y
acciones.

Sin embargo, el hecho de que seamos racionales no garantiza que seamos personas razonables.
Tampoco garantiza que actuemos y hablemos justamente siempre. Podemos pensar, hablar y
actuar razonable y justamente, esto es, cuando se respeta el hecho fundamental de nuestra
existencia como seres separados. También podemos pensar, hablar y actuar de forma no
razonable e injustamente, esto es, cuando inadvertida o deliberadamente se irrespeta ese hecho.

Si no respetamos el hecho de nuestra existencia como personas separadas, entonces creamos


desorden en el mundo humano. Esto pasa, por ejemplo, cuando intentamos ocultar nuestra
identidad verdadera, haciendo que otros crean que lo que decimos o hacemos son las palabras o
acciones de otros. Pasa cuando intentamos ocultar la identidad verdadera de otra persona para
hacer creer a los otros que sus palabras o acciones eran realmente nuestras. Pasa cuando
unilateralmente tomamos el trabajo de otro y lo hacemos aparecer como si fuera nuestro. Pasa
cuando tratamos a otro como si no fuera una persona sino una cosa o un animal que nosotros
podríamos usar unilateralmente como un medio o un recurso para nuestros propios fines. Pasa
con mayor claridad cuando tratamos a otro como un simple objeto que podemos golpear o herir a
placer. También pasa, y a gran escala, en la mayoría de las sociedades políticas que practican el
arte de quitarles a algunos para darles a otros y de gravar o perjudicar a algunos para darles a
otros una “ventaja competitiva”.

Acciones de este tipo crean desorden en el mundo de los hombres porque hacen difícil, y a menos
que se las detenga y se las deshaga rápidamente, hacen imposible distinguir quién dijo, hizo o
produjo algo. Ellas nos impiden asignar correctamente la responsabilidad, el elogio o la culpa, al
hacer confusa la diferencia entre el productor y el parásito, el criminal y su víctima, el que actúa
y el que padece la acción, el culpable y el inocente, el deudor y el acreedor, etc. En pocas
palabras, ellas interfieren, algunas veces deliberadamente, con los datos que son esenciales para
el funcionamiento de nuestra “brújula moral”.

Estas acciones son llamadas correctamente injurias [inuriae] y también injusticias, ya que ellas
niegan o apuntan a negarle a otro lo que es rectamente suyo, en particular, obviamente, su
existencia e identidad como una persona. De hecho, los dos tipos principales de injusticias son,
en primer lugar, tratar a una persona como si no lo fuera, y segundo, tratarla como si fuera otra
persona diferente a la que es.

De otra parte, cuando respetamos el hecho fundamental de nuestra existencia como personas
separadas, mantenemos el orden del mundo humano en lo que hacemos y decimos. Ninguna
persona es confundida por una simple cosa o por un animal; ninguna persona es confundida con
otra. Entonces, podemos asegurarnos de que le atribuimos cada palabra, cada acción, cada

3
producto a su autor o dueño verdadero. Al hacer esto, estamos actuando justamente. En palabras
de un gran jurista romano, le atribuimos a cada uno lo que es suyo3.

Los patrones básicos del orden en el mundo humano son el respeto por las otras personas y su
propiedad (véase la sección II: Derechos naturales), y como consecuencia inmediata, la
responsabilidad personal por los actos propios ya sea que ocurran en el curso de la ejecución de
un acuerdo (contratos) o no. Las acciones humanas que son conformes a esos patrones evitan y
previenen la confusión acerca de las personas, lo cual es la esencia de la injusticia. Repitamos, la
justicia se ocupa del desarrollo de principios, reglas y métodos de acción, cuya aplicación
asegura esa conformidad o busca restaurarla cuando ha habido desviaciones.

Se sigue de lo anterior que así como la justicia exige que respetemos a las otras personas, también
exige que actuemos en contra de aquellos que por sus acciones injustas irrespetan a los otros.
Esto no significa que las exigencias de la justicia sean contradictorias. Una persona que
inadvertidamente o en un arrebato temporal viola el derecho natural, siempre puede
voluntariamente deshacer su transgresión o someterse a un proceso de arbitraje para determinar la
clase y la cantidad de restitución que le debe al otro. Ninguna acción violenta es necesaria contra
un agresor de este tipo.

En cambio, alguien que se rehúsa a deshacer su transgresión y en vez de ello, deliberadamente y a


sabiendas, retiene algo que pertenece a su víctima y busca “huir de la justicia”, anuncia, por lo
tanto, que quiere estar por fuera del derecho. Anuncia que no quiere ser parte del mundo de las
personas humanas y que quiere ser un criminal, una persona incapaz de hacer distinciones y que
se rehúsa a reconocer la existencia separada e independiente de su víctima. Mantiene una
situación en la que es imposible para la víctima (o sus justos herederos) tener y disfrutar lo que
con rectitud es suyo a menos que se use la violencia contra el criminal. Consecuentemente, las
víctimas (o los justos herederos) no cometen una injusticia cuando usan la violencia y la fuerza
en contra del criminal en la extensión necesaria para restaurar el respeto del derecho.

4. Naturaleza y convención
Ya que los principios de justicia se aplican a los seres humanos en cuanto tales, ellos son tan
válidos para aquellos que les acontece ocupar la posición social de un rey, un gobernante o un
político como para aquellos que les acontece ocupar la posición social de un súbdito, un sirviente
o un ciudadano. Generalmente, las exigencias de la justicia son independientes de la posición,
papel, o función social de cada cual. Ellas son exigencias a las personas naturales, cualquiera que
sea su estatus social, sea que tengan un estatus social o no. Además, las exigencias que la justicia
nos hace a cada uno son las mismas sin importar si las personas con las que estamos tratando son
miembros de algún grupo social al que pertenecemos o no, sin importar si son conocidos o
extraños.

En otras palabras, el derecho natural no es el orden de ninguna sociedad u organización social (en
latín: societas; en alemán: Gesellschaft; en holandés: maatschappij); no se ocupa de las

3
El jurista romano del que se habla es Ulpiano y la frase en latín es la siguiente: “Iustitia est constans et perpetua
voluntas ius suum cuique tribuendi”. (N. del T.)

4
complejas y normalmente sofisticadas distinciones sociales de estatus o posición, papel o función
que caracteriza este tipo de organización. En vez de esto, es el orden de convivencia
(literalmente, el orden de los que viven juntos; en holandés: samenleving).

Las condiciones de la convivencia son universales, independientes de tiempo y lugar, son las
mismas aquí y ahora que en la antigua China o la antigua Grecia. La razón de ello es que la
convivencia es una relación entre personas naturales, y la naturaleza humana no es diferente aquí
y ahora de lo que fue allá y en ese entonces. Obviamente, algunas y quizás la mayoría de nuestras
costumbres y regulaciones aquí y ahora son muy distintas de las costumbres y regulaciones de
esas civilizaciones antiguas en cualquier periodo de su existencia. También lo son nuestros
vestidos y herramientas. Pero ninguna de esas cosas tiene un peso determinante sobre el derecho
natural o las condiciones de convivencia que las reglas y principios de justicia apuntan a
preservar. Aquellas son cosas convencionales, no naturales, y como ya lo señalaron los sofistas
griegos de la antigüedad, es un error grave confundir lo natural y lo convencional, o las nociones
relativas de legalidad o conformismo social y la noción universal de la justicia. Tiene sentido
exigir que nuestras costumbres, regulaciones y convenciones se adecuen a los requisitos de la
justicia. Pretender que derivemos nuestra noción de justicia de nuestras convenciones sociales es
igual a insistir en que derivemos las proporciones de un cuerpo sano de la ropa en nuestro
vestuario.

A diferencia del derecho natural, que está en la naturaleza de las cosas y por lo tanto no se ve
afectado por el deseo o la opinión, los ordenes sociales son siempre convencionales. Ellos
reflejan al menos lo que algunas personas quieren, esperan y temen en un tiempo y lugar
determinados, y cómo piensan que pueden alcanzar sus metas y evitar lo que perciben como
peligros. Los que proponen un orden social determinado insistirán en un respeto general por las
convenciones de su sociedad, independiente de si estas están de acuerdo con los principios de la
justicia o no. Sin embargo, como lo revela rápidamente incluso un conocimiento mínimo de la
historia, pocas son las convenciones que resisten la prueba del tiempo. Con circunstancias,
conocimientos, tecnologías, fuentes de riqueza, ambiciones, opiniones y creencias cambiantes, no
sólo el apoyo sino la razón de ser de convenciones particulares puede crecer o menguar.
Evidentemente, los factores del cambio social pueden afectar también el apoyo que diversos
grupos de la sociedad le brinden a los principios de la justicia, pero ellos no afectan, ni pueden
hacerlo, la razón de ser de esos principios.

A través de la historia, muchas sociedades han perfeccionado el arte de la organización de la


injusticia al aplicar con habilidad las técnicas de la administración de los recursos humanos:
castigos y premios, intimidación, amenazas y promesas, propaganda y adoctrinamiento. Por lo
tanto, para la mayoría de los miembros de esas sociedades la injusticia de su vida convencional
está oculta a la vista; al menos es un tabú, el cual es peligroso cuestionar en público. Sin
embargo, aquellos que están por fuera de esas sociedades y las contemplan desde una distancia
segura en el tiempo o en el espacio, pueden ver con facilidad la injusticia de sus convenciones.
No necesitamos ser especialistas en la organización social de la antigua Roma para saber que la
esclavitud romana fue un paradigma de injusticia, pero a menos que tengamos algún
conocimiento del derecho romano, no tendremos ninguna manera de saber si era legal o no.

5
5. Desatención actual del derecho natural
Hoy en día el estudio del derecho natural ha sido virtualmente eliminado de la preparación de los
abogados. Lo que queda de él en el currículo académico de la mayoría de las facultades de
derecho no es más que un poco de “historia intelectual”, que comprende principalmente las obras
de unos cuantos escritores y filósofos antiguos, medievales y de la temprana modernidad.
Normalmente lo estudiantes tienen la impresión de que el derecho natural es algo que sólo puede
ser encontrado en libros (de la misma manera que la normas, los veredictos de las cortes y los
tratados internacionales son simples textos). Se les enseña a creer que el derecho natural no es
más que una colección de teorías iusnaturalistas. Como si el universo físico fuera simplemente
una colección de teorías físicas.

El ejercicio del derecho natural también ha sido prácticamente eliminado por los profesionales
del derecho. Es común que el estudio y el ejercicio del derecho natural sea despreciado si es que
no es ridiculizado.

Las razones para este desinterés en relación con el derecho natural son muchas. Una de ellas es
ideológica. Muchas personas están suscritas a una ideología que es virulentamente antihumana.
No creen que haya algo respetable en los seres humanos tal y como son. Usualmente combinan
esta creencia con la idea de que “la naturaleza humana puede y debe ser cambiada” de tal forma
que pueda conformarse a su propio ideal de Hombre. De ahí afirman que a hombres y mujeres
debe enseñárseles o forzárseles a no respetar el orden del mundo humano y a respetar, en vez de
este, el “orden normativo” imaginario que los ideólogos prefieren. Debe forzárseles o
enseñárseles a no respetarse los unos a los otros por los seres humanos que son, sino solamente
por el ideal “nuevo hombre” en que deberían convertirse.

Sin embargo, la razón más importante para esta actitud negativa es que el gremio de los abogados
ha descubierto que puede conseguirse mucho más dinero al tratar con un complejo altamente
politizado de sistemas de regulación social que cambian constantemente, del que pudiera soñarse
con obtenerse al estudiar y ejercer el derecho natural.

En la situación actual de nuestra civilización, las personas generalmente tienen mucho más que
temer de sus Estados que de los actos ocasionales de criminalidad o negligencia cometidos por
sus semejantes. En el curso de la historia los Estados han monopolizado el uso de la fuerza para
imponer el cumplimiento de sus normas al interior de sus territorios. No es de sorprenderse que le
hayan prestado mayor atención a la aplicación y obediencia de sus propias regulaciones que a la
aplicación de las reglas de justicia. Después de todo, el propósito de un Estado no es la aplicación
de las reglas de justicia sino la de hacer cumplir a las personas sus propias demandas y
regulaciones. Además, si los Estados tuvieran la intención real de erradicar la injusticia, entonces
realizarían la mayor parte de este propósito al erradicarse ellos mismos, ya que sea lo que sea que
los Estados acostumbran a hacer, respetar a las personas y su propiedad no hace parte de ello.

Por lo tanto, la justicia es sólo una preocupación accidental y usualmente marginal del Estado.
Por otra parte, la legalidad o la conformidad con las reglas que impone o que desea que sean
obedecidas es su preocupación central. La palabra “legalidad” viene de la latina “lex”, la cual

6
denota una orden general emitida por una autoridad pública, que originalmente fue una autoridad
militar.

Es comprensible, en estas circunstancias, que la gente esté dispuesta a pagar más por
asesoramiento en cómo quitarse de encima y mantener de su parte al Estado y a sus agentes que
por asesoramiento en la búsqueda de la justicia. A diferencia de los principios básicos de justicia,
los cuales cualquier persona con un módico sentido común puede descubrir por sí misma, las
regulaciones sociales son simplemente lo que otras personas dicen que son. La única manera de
conocer estas regulaciones es la de prestar mucha atención a lo que aquellas personas están
diciendo. Muy pocas personas tienen el tiempo o la inclinación para hacer eso, la mayoría
prefiere pagar por la información y el asesoramiento acerca de esas regulaciones cuando lo
necesitan.

Los abogados han respondido a esta situación abandonando el estudio y el ejercicio del derecho,
para convertirse en especialistas de las regulaciones sociales del momento. Sin embargo, en vez
de admitir lo anterior abiertamente, han preferido generalmente redefinir la palabra “derecho”
para que sea en la actualidad virtualmente sinónima de la regulación social impuesta o
sancionada políticamente4.

6. El derecho positivo
Hoy en día se entiende usualmente por “derecho” cualquiera de los sistemas nacionales de
regulación, esto es, un sistema de regulación social impuesto por los gobernantes de un Estado
nacional y adicionalmente coordinado por sus agentes y sirvientes. Por extensión, “derecho”
también se refiere en la actualidad a los sistemas de regulación que han sido acordados por los
gobernantes y los agentes diplomáticos de varios Estados nacionales. Todo esto cabe bajo la
etiqueta académica de “derecho positivo”, que cubre cualquiera de los muchos y particulares
sistemas de regulación impuestos por normas legales que encontramos en las diferentes
sociedades organizadas políticamente.

Los elementos de un sistema de este tipo constituyen el derecho positivo, por ejemplo, sus
órganos legislativos, ejecutivos, administrativos, judiciales, militares y de policía, sus agencias y
sus burócratas, las reglas que ellos siguen y aplican, y las decisiones que toman. Estos sistemas
no tienen una conexión necesaria con el derecho natural o la justicia. Ellos definen solamente lo
que es legal en una sociedad particular, no lo que es jurídico entre seres humanos.

El derecho positivo no es el orden natural del mundo humano. Es el orden artificial que alguna
gente poderosa (individuos y grupos) en una sociedad particular intenta imponer a otros. No es un
orden de relaciones entre hombres en cuanto tales, sino de relaciones entre posiciones, roles y

4
Resulta interesante caer en la cuente que en las lenguas latinas la palabra “ius” simplemente desapareció, es decir,
dejó de usársela, y se la reemplazó por “derecho” que como se verá más adelante tiene un significado original
diferente al que va naturalmente implicado en la expresión latina. En todo caso es importante resaltar que por un lado
hay un esfuerzo por mantener la ilusión de que la noción de derecho tiene una dimensión de justicia, y por otro, el
que para cualquier persona que haya tenido alguna relación con el mundo del derecho actual no cabe la menor duda
de que este se agota en las normas y decisiones de órganos estatales. (N. del T.)

7
funciones sociales. Por lo tanto, el derecho positivo de un país particular nos dice qué poderes,
inmunidades, derechos, obligaciones, deberes y responsabilidades tienen legalmente las
posiciones, los roles y las funciones sociales de un general, un ministro, un representante del
pueblo, un ciudadano, un extranjero registrado, un pensionado, un policía, etc. Exactamente de la
misma forma en que las reglas del ajedrez nos dicen qué puede hacer o no hacer el rey, la reina,
un caballo, un peón o cualquier otra pieza.

Como el rey o la reina en ajedrez, un general, un ciudadano o un oficial de policía no es una


persona natural, sino una posición o función en cierto tipo particular de juego (al que se suele
llamar de manera grandilocuente “sistema social”). Normalmente la posición es ocupada y la
función ejecutada por una persona natural, pero esto no tiene que ser necesariamente así. Es un
error grave confundir la posición con su ocupante. Sin importar qué sea lo que el derecho positivo
(de este o cualquier otro país) pueda decirnos acerca de lo que un ciudadano es, o de lo que puede
hacer o no, no nos dice nada acerca de lo que una persona a quien le acontece estar ocupando esa
posición en un momento dado es, o lo que puede hacer o no.

El derecho positivo, entonces, tiene que ver primariamente con “personas artificiales”,
posiciones, roles, y funciones sociales dentro de una organización social particular, especialmente
aquella que es impuesta por un Estado o grupo de Estados. Tiene que ver con seres humanos sólo
indirectamente, en la medida en que se supone que ellos realizarán el trabajo físico e intelectual
que esas posiciones requieren. En otras palabras, tiene relación con los seres humanos en cuanto
medios o recursos para organizar la actividad social.

Sin embargo, es concebible (en algunos casos es ya un hecho) que máquinas automatizadas
tomen el lugar de los hombres en la oferta de trabajo socialmente requerido. Es concebible que
una organización social pudiera desarrollarse de tal forma que fuera independiente de la
disponibilidad de personas humanas para la realización de ciertas tareas. Entonces los seres
humanos quedan reducidos al estatus de meros objetos a los que puede aplicarse la acción social.
Cuando esto pasa, si es que pasa, las relaciones entre los individuos humanos y la “sociedad” son
análogas a las relaciones entre un granjero y su ganado o entre un grupo de mascotas y quien las
cuida. Un resultado de este tipo es de hecho el deseo de socialistas [filosóficos], quienes aceptan
al menos una pero usualmente las dos proposiciones siguientes: 1) la sociedad es dueña de los
individuos por lo que tiene el derecho de hacerlos obedecer sus prescripciones; 2) la sociedad
debe cuidar a los individuos ya que ellos son incapaces de dirigir decentemente sus vidas y sus
asuntos.

Cuando el derecho positivo es llevado a su consecuencia lógica socialista, se convierte en el


esquema por medio del cual la “sociedad” administra sus recursos humanos y de cualquier otro
tipo, de forma análoga a los esquemas que usa un granjero en la administración o cuidado de sus
recursos humanos y de cualquier otro tipo.

Se sigue que el derecho positivo no tiene una conexión lógica o necesaria ni con la vida humana
ni con la acción. El concepto del “derecho positivo”, como ya se ha dicho, es el concepto de un
orden artificial, un orden de personas artificiales.

8
Sin embargo, no importa que tanta regulación pueda haber, mientras la naturaleza humana sea lo
que es y lo que siempre ha sido, la búsqueda del conocimiento y la comprensión del orden natural
del mundo humano permanece como un objetivo válido.

7. La caricatura del derecho natural de los positivistas


Lamentablemente los estudiantes de hoy en día reciben la mayoría de su información acerca del
derecho natural de positivistas, cuya comprensión del mismo es virtualmente nula. Para los
positivistas, tal y como hemos visto, el “derecho” denota un conjunto de normas legales,
veredictos judiciales y decisiones administrativas. El derecho positivo es un conjunto de normas
tal que consiste en aquellas que actualmente están puestas de manera efectiva, esto es, impuestas
y apoyadas por los gobernantes y sus seguidores en una sociedad dada. Consecuentemente, los
positivistas sólo pueden pensar en el derecho natural como otro conjunto de normas, veredictos y
decisiones, uno que no es impuesto por las autoridades de una sociedad determinada, sino por
alguna imaginaria autoridad mítica, sobrenatural o impersonal (Dios, la Naturaleza, la Razón, o
cualquier cosa que se quiera).

De ahí que los positivistas piensen que el derecho natural es un sistema alternativo de normas,
veredictos y decisiones que se aplicaría a las mismas cosas que el derecho positivo y que también
las regularía. Este es un error muy grave.

Normas, veredictos y decisiones son cosas que uno obedece o desobedece. En cambio, decir que
uno puede obedecer o desobedecer el derecho natural no tiene ningún sentido. El derecho natural,
como ya se ha anotado, es un orden de cosas, en particular un orden de personas. Un orden como
este no puede obedecérsele o desobedecérsele. Uno solamente puede respetarlo o irrespetarlo.
Ahora bien, respetar un orden de cosas no implica obedecer ese orden, de la misma forma que
respetar a una persona no implica obedecerla o que respetar a un antiguo edificio no significa
obedecerlo.

Repitamos, el derecho natural es el orden natural, el orden de convivencia de las personas


naturales. No tiene que ver con ningún orden artificial, por ejemplo, el orden de reyes, reinas,
caballos, peones, etc. en el “sistema social” del ajedrez, o el orden de presidentes, miembros del
gabinete, ministros, parlamentarios o ciudadanos en el “juego” de algún Estado.

El derecho natural y el derecho positivo no son sistemas alternativos de normas que se aplican a
lo mismo. El derecho natural es el derecho de personas naturales y el derecho positivo es el
derecho de personas artificiales. En este sentido, el derecho natural y el derecho positivo se
refieren a diferentes cosas. Por lo tanto, un conflicto entre el derecho natural y el derecho positivo
es concebible solamente porque las personas artificiales del orden positivo no son más que
posiciones, roles y funciones sociales que por el momento son ocupadas o ejecutadas por
personas naturales. Además, solamente hay un conflicto real para aquellos débiles intelectual y
moralmente cuya autoestima depende de la identificación con su posición social. Se supone que
un adulto maduro sabe la diferencia entre el mundo real y los juegos en los que la gente participa,
entre lo natural y lo artificial. Se supone que es capaz de mantener estas cosas en la perspectiva
adecuada.

9
8. Racionalizando la injusticia
Una definición antigua pero adecuada del derecho natural del mundo humano es la siguiente: es
el orden de la libertad entre semejantes. Los seres humanos son libres en el sentido de separación
e independencia del que se habló más arriba, y todos ellos son semejantes, en el sentido de ser
miembros de la misma especie natural.

El objetivo práctico del estudiante del derecho natural es el de inculcar el respeto por ese orden
de libertad entre semejantes, esto es, de inculcar el sentido y la práctica de la justicia. Obviamente
ese respeto tiene costos personales, pues en muchas circunstancias una persona o un grupo puede
obtener enormes beneficios al no respetar a otras personas o su propiedad. En muchas ocasiones,
el crimen, la deshonestidad, el fraude y el trasladarle la culpa a otro sí pagan, algunas veces
pagan muy bien, especialmente cuando están organizados a gran escala.

Es común que la justicia exija que uno no haga lo que está en nuestro poder hacer. De ahí que los
poderosos y los que tienen influencias, sean estos individuos, grupos u organizaciones, vean
usualmente en la justicia un obstáculo para la realización de sus designios. Lo mismo es cierto, en
un nivel teórico, para muchos ideólogos e idealistas. Ellos comprenden que la implementación de
sus ideas e ideales para “un mundo diferente y mejor” sería virtualmente imposible si tuviera que
ajustarse a los requisitos de la justicia, si tuvieran que respetar no sólo las diferentes ideas e
ideales de los demás sino su escepticismo.

Aquí podemos ver parte del sentido del famoso dicho de H. L: Mencken: “La injusticia es
relativamente fácil de sobrellevar, es la justicia la que produce escozor”. Si la justicia es
aplicada rigurosamente, priva a los poderosos, ideólogos e idealistas de muchas de las
posibilidades para realizar sus planes. Si la justicia es estimada como un valor objetivo, se erige
como un argumento poderoso en contra de la pretenciosa vanidad con que usualmente proponen
sus planes y proyectos.

Es claro que muchas personas tienen un fuerte interés en desacreditar la justicia, esto es, en
“racionalizar la injusticia”. Usualmente esta desacreditación adquiere la forma de una
“redefinición” de la justicia como algo distinto de lo que ella es, en efecto, muy pocos están
dispuestos a abandonar el prestigio que esta palabra ha acumulado a través de la historia.

Debido a que la justicia es el respeto por el orden de libertad entre semejantes, esta
desacreditación procede a través del ataque de la respetabilidad de la libertad o de la semejanza
(“igualdad”). Esto se hace en cualquiera de las dos siguientes formas:

1) argumentando que la libertad (la separación o independencia de las personas) o que la igualdad
(la semejanza de las personas) no existen, que son en el mejor de los casos una ilusión que puede
ser desechada adoptando un “sistema metafísico verdadero”, o
2) argumentando que la libertad o que la igualdad, aunque una propiedad real de las personas
humanas, no son una propiedad respetable, incluso quizás son una propiedad peligrosa.

10
En este sentido, Platón (y una larga cadena de pensadores después de él) decía que la semejanza
(igualdad) era un hecho, pero que a las personas debía enseñárseles que no, no fuera que se
rehusaran a aceptar los diferentes beneficios y cargas que acompañan las diferentes posiciones en
una sociedad políticamente organizada. Aristóteles, por otro lado, dijo que la semejanza no es
más que una ilusión superficial. Por lo tanto, enseñó que no hay una semejanza verdadera entre
griegos y bárbaros, y consecuentemente no hay nada malo en que los griegos superiores
mantengan a pueblos inferiores como esclavos.

Rousseau (y muchos socialistas después de él) mantuvo que la libertad humana era un hecho de
la naturaleza pero que debía enseñárseles a las personas que era peligrosa y que debían renunciar
a su naturaleza humana en favor de la condición artificial de ciudadanía. En esta condición, todos
son criaturas, no de la naturaleza, sino de las leyes promulgadas por el Estado, que no es más que
el nombre de la colectividad de ciudadanos. En pocas palabras, las personas naturales deben
convertirse en personas artificiales, esto es, ciudadanos, ya sea de manera consciente o
inconscientemente, voluntariamente o por compulsión legal.

Marx, de otra parte, apeló a la idea más radical del socialismo universal. Afirmó que ningún ser
humano es libre y que solamente la especie humana, en cuanto tal, puede serlo. En la medida que
la libertad se refiere a los individuos es una ilusión. De ahí que ella no pueda justificar ninguna
reclamación. En cambio, aquellos que se identifican a sí mismos con la humanidad como un todo
son individuos universales. Como “seres-especie”, que se saben idénticos con la raza humana,
ellos son los verdaderos comunistas. Como tales, representan una evolución superior de la
humanidad. No deben detenerse ante las ilusiones de moralidad y justicia de aquellos que todavía
están atascados por la falsa conciencia de su individualidad particular.

Los políticos y los buscadores de poder encuentran muy poca utilidad en los sistemas metafísicos
que suponen estos intentos por desacreditar el derecho natural y la justicia. Sin embargo,
normalmente están más que dispuestos a referirse al prestigio que aquellos sistemas gozan entre
los intelectuales para justificar la imposición de sistemas de regulación que violan flagrantemente
los principios de justicia.

Un motivo poderoso para desacreditar la justicia en el mundo occidental proviene del hecho de
que ésta es central para la visión cristiana de la condición humana. Con el nacimiento de los
movimientos anticristianos y anticlericales en Europa, muchas personas han creído que sus
críticas de las teologías cristianas y prácticas de la Iglesia, las cuales son válidas algunas veces,
deben extenderse a todo aquello que la tradición cristiana defiende, especialmente su compromiso
con la justicia como la virtud primaria de las relaciones humanas.

Algunas veces estas criticas van aun más allá, llegando a la destrucción de cualquier noción
moral, sea cristiana o no. En este sentido, muchos han sido persuadidos de apoyar la ideología
según la cual la humanidad debe liberarse de “las cadenas de la moralidad” y debe enseñársele a
vivir “más allá del bien y del mal” o más allá “de la libertad y de la dignidad”. El argumento
sugiere que esto sería para el bien del hombre, claro que no para su bien “moral” sino para su
bien “utilitario”, es decir, para la satisfacción de sus deseos.

Al hacer de la satisfacción del deseo el bien supremo del hombre, estas posiciones proveen la
justificación para la idea de que otros pueden ser sacrificados cuando se interpongan a la

11
realización de lo que uno cree que es deseable para el hombre, o para usar el eufemismo de moda,
se interpongan a los deseos del hombre expresados democráticamente. Sin embargo, debido a que
este “hombre” no es un individuo real sino una simple construcción estadística, estas teorías
tienden a reducir a los individuos humanos a una estadística para ser usada en algún cálculo
(usualmente no especificado) de maximización de la utilidad.

9. El derecho natural y la moralidad


Una de las principales críticas del positivismo a la teoría iusnaturalista es la de que confunde el
derecho con la moral. De hecho, hay una conexión cercana entre el derecho natural y la
moralidad, pero no es la que los positivistas suponen.

Como hemos visto, en su aspecto práctico, el estudio del derecho natural asume que las personas
deben respetar el orden natural y consecuentemente deben aceptar los principios y las reglas de
justicia. Según la crítica positivista esto supuestamente implica una confusión derecho y moral.
Pero esto no es verdad.

Al igual que con las convenciones y regulaciones sociales, tiene sentido exigir que la moralidad
de cada uno se ajuste al orden natural del mundo humano. No tiene sentido exigir que el orden
natural del mundo humano se ajuste a las convicciones morales de cada uno.

La verdad es que una cierta moral o teoría moral que no afirma el respeto del orden natural del
mundo humano condona necesariamente la injusticia y por lo tanto no puede pretender tener una
validez universal. Ladrones, asaltantes, conquistadores y políticos, por ejemplo, pueden
desarrollar una moralidad propia y sentirse orgullosos de ella, tal y como supuestamente hacen
los mafiosos respecto de su código de honor, pero uno difícilmente esperaría que sus victimas y
súbditos compartan los mismos sentimientos.

El respeto del derecho natural es una condición previa de la moral. Esto no significa que por el
hecho de haber solamente un derecho natural no pueda haber más de una moralidad. Al contrario,
puede haber muchas morales diferentes, todas las cuales serían compatibles con el respeto del
derecho natural.

Para entender esto, debe tenerse presente que el propósito de una moral es el de dirigir a una
persona en el vivir “una buena vida”. Obviamente, ninguna persona puede descubrir lo que es la
buena vida para sí misma sin la experiencia real de su vivir, su personalidad y sus circunstancias.
El conocimiento de estas cosas no es innato. Debido a su propósito una moral es relativa al
agente. Si es cuidadosamente construida de acuerdo con los hechos relevantes de una persona, su
vida y sus circunstancias, es válida objetivamente para esa persona, pero no necesariamente para
otra. Yéndonos al extremo, cada persona puede tener su “teoría moral” verdadera. Sin embargo,
todas esas moralidades tienen que presuponer la respetabilidad del mismo derecho natural, si es
que pretenden ser válidas. Es decir, una moral que no dirigirá necesariamente a una persona a ser
injusta hacia otras. De lo contrario, no puede ser una teoría moral respetable y, por lo tanto, no
podrá darle ningún peso a las exigencias y argumentos basados en ella.

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Además, el respeto del derecho natural es una condición necesaria para aprender cómo ser moral.
Nuestra experiencia personal por sí misma no nos dice si, o hasta qué punto, nuestras ideas de
cómo navegar el océano de la vida son compatibles con las ideas de otros. En este sentido, la
experiencia de una persona sólo es instructiva cuando el derecho natural es respetado, cuando hay
una cantidad razonable de orden en el mundo humano. Sólo entonces, los hombres pueden estar
razonablemente seguros de que asumen, y de que tienen que responder por las consecuencias de
todas sus palabras y acciones, y solamente por ellas.

En donde no se respeta el derecho natural, hay confusión acerca de quién hizo, produjo o dijo
algo. Entonces, las personas no tienen ninguna manera de saber si les está yendo bien al hacer el
bien o al hacer el mal, o si les está yendo mal a pesar de hacer el bien. Solamente la experiencia
puede enseñarles si les está yendo bien o mal, pero solamente cuando esas experiencias del vivir
no están contaminadas por la confusión acerca de quién dijo, hizo o produjo algo, pueden
aprender de los resultados de sus propias palabras, acciones y trabajo.

Por lo anterior, donde el derecho natural no es respetado, la responsabilidad y la imputación serán


dirigidas probablemente a las personas equivocadas. Consecuentemente, el mal comportamiento
(irresponsable y por lo tanto inmoral) generará recompensas inmerecidas, mientras que el buen
comportamiento (responsable y por lo tanto moral) no recibirá sus frutos. En estas condiciones,
ser una persona moral y responsable “no paga” mientras que la irresponsabilidad y la inmoralidad
son subsidiadas.

Las organizaciones sociales son diseñadas y establecidas usualmente con el propósito expreso de
desviar e incluso disipar la responsabilidad y la imputación. Esto es particularmente verdadero en
las sociedades políticas. Por ejemplo, en los Estados democráticos, la responsabilidad y la
imputación de las acciones y decisiones de los políticos que gobiernan son desviadas hacia algo
llamado “el votante”, “el electorado” o “el ciudadano”. Sin embargo, si intentamos asignarle
responsabilidad al “votante”, descubrimos de inmediato que las reglas del juego democrático no
nos permiten hacerlo. La responsabilidad y la imputación se disipan por completo. No hay nada
en las reglas del juego del votar que pueda disuadir a las personas de actuar irresponsablemente.
En sus roles políticos se les motiva a actuar como si no le debieran respeto a nadie.

Pongamos otro ejemplo: en la organización institucional actual, las decisiones de unos cuantos
miembros de los órganos directivos de los bancos centrales (la Reserva Federal Americana, el
Banco Central Europeo o el Banco del Japón) tienen repercusiones en las vidas y fortunas de
cientos de millones de personas. Sin embargo, ellos no son responsables de lo que hacen.
Mientras actúen de acuerdo con las reglas del juego, tienen la “excusa perfecta” de que “sólo
están haciendo su trabajo”. Por su parte, los políticos, quienes fueron en primer lugar los que
organizaron ese juego y crearon las posiciones de aquellos potentados monetarios, también tienen
la “excusa perfecta”: el banco central es “independiente”. El dinero que es el medio de
intercambio y la condición primaria para la coordinación entre grandes números de personas, al
ser socializado se lo divorcia completamente del derecho natural y por lo tanto de la vida moral.

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Sección II: Derechos naturales5
1. El concepto de los derechos naturales
Hablando etimológicamente la palabra “derecho” significa aquello que es regido, gobernado o
controlado por una persona; del verbo latino rego que es nuestro regir. En este sentido, mis
derechos son las cosas que controlo. Mis derechos naturales son aquellas cosas que por naturaleza
están bajo mi control: mi propio cuerpo, del cual puedo controlar directamente varias partes, las
cuales están conectadas natural u orgánicamente a otras y a otros órganos suyos.

También podemos decir que un derecho es el poder o facultad que tiene una persona y que un
derecho natural es el poder o facultad natural que tiene una persona. Sin embargo, esta es
posiblemente una manera confusa de decir las cosas. En estricto sentido, un derecho es un medio
de poder que al estar bajo nuestro control nos da la capacidad para hacer ciertas cosas y que de no
ser así no la tendríamos.

Usualmente, la palabra “derecho” connota respetabilidad: son los medios de poder respetables de
una persona. De ahí se dice que uno debe respetar los derechos de los demás. Sin embargo, en el
sentido estricto de la palabra, un derecho puede ser respetable o no. Por ejemplo, pocas personas
creen que los derechos del fuerte o los derechos legales sean respetables per se, aunque pocos
dudarían de que estos son derechos de verdad.

Estos “derechos”, entonces, están en la misma categoría que “el derecho”, que significa
simplemente un orden de cosas (por ejemplo, un orden de personas) pero también connota
respetabilidad. Al igual que con el derecho natural, es necesario distinguir claramente entre
intentar identificar los derechos naturales de las personas e intentar probar (o negar) que estos
derechos sean respetables.

Obviamente, el derecho natural y los derechos naturales son conceptos relacionados íntimamente.
En la medida que las personas naturales son los elementos básicos del derecho natural (en el
sentido jurídicamente relevante), también lo son sus derechos naturales. Consecuentemente,
podemos describir el derecho natural como el orden de las personas naturales y también como el
orden de los derechos naturales de estas personas. Los derechos naturales de las personas son
respetables si el derecho natural es respetable. Y de igual forma, el derecho natural es respetable
si los derechos naturales de las personas naturales son respetables.

En la actualidad es más frecuente hablar de “derechos a hacer” ciertas cosas que de ciertas cosas
materiales siendo derechos. Esta no es una diferencia fundamental. Un “derecho a hacer algo” es
un “uso jurídico de los derechos propios”. Una persona puede usar sus derechos de diferentes
maneras. Algunas de estas pueden ser justas, pues respetan el derecho natural y los derechos de
los otros, mientras que otras pueden no serlo. Claramente sería inconsistente desde el punto de
vista del estudiante del derecho natural, afirmar que los usos justos e injustos de los derechos
naturales propios son igualmente respetables. Por lo tanto, el que tu debas respetar mis derechos

5
Tomado de <https://users.ugent.be/~frvandun/Texts/Logica/NaturalLaw2.htm>. (22 de septiembre de 2021)

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naturales (mi cuerpo) no implica que debas permitirme usar mi cuerpo para destruir el tuyo, ni
tampoco para pisar tú jardín de vegetales.

Es aconsejable, entonces, tener presente que, aunque algunas cosas son mis derechos naturales,
de ahí no se sigue que tenga el derecho natural de hacer esto o aquello.

Hay una manera más fácil y elegante de formular este hecho. Dejemos la etimología de
“derecho” a un lado y usemos la palabra “propiedad” cada vez que queramos decir “aquello que
es controlado por una persona”. De la misma manera, usemos “propiedad natural” cada vez que
queramos decir “aquello que está por naturaleza bajo el control de una persona”. En este sentido,
el derecho de una persona a hacer algo es simplemente el uso jurídico de su propiedad. Su
derecho natural a hacer algo es simplemente el uso jurídico de su propiedad natural, o en un
sentido más amplio, el uso de su propiedad de tal manera que sea consistente con el derecho
natural.

2. Los derechos naturales de las personas


Los derechos naturales de una persona son su

* vida (en el sentido biológico);


* libertad (la vida en el sentido de la actividad propia de cada uno como una persona cuyo pensar,
actuar y trabajar es separado y puede distinguirse del de los demás);
* propiedad natural (el cuerpo propio, el cual es el asiento físico de la vida y la libertad de cada
uno).

Estas cosas están obvia y naturalmente (“por naturaleza”) bajo nuestro control directo o
conectadas natural u orgánicamente a cosas que están bajo este control. Ellas son realmente sólo
aspectos de uno mismo. En ese sentido, una persona es su propio derecho natural. Para decirlo de
una manera algo diferente, los poderes de autocontrol o autodeterminación de una persona
(estando literalmente encarnados en su cuerpo físico viviente) son sus derechos naturales.

Evidentemente es posible extender el control o poder propio a otras personas. Sin embargo,
siendo el mundo y la naturaleza humana lo que son, ese tipo de control es categóricamente
diferente del control de sí mismo. Este último es ejercitado de manera inmediata, sin necesidad de
tener que hacer algo primero. No requiere de amenazas, promesas, maquinaciones,
manipulaciones o intervenciones coercitivas.

Por ejemplo, para hacer que mi brazo se levante, yo simplemente lo levanto. No puedo hacer que
el brazo de otra persona se levante simplemente levantándolo. Para hacer que el brazo de otra
persona se levante, tengo que hacer primero otras cosas que pueden ser más o menos
complicadas. Puedo agarrar su brazo y forzarlo hacia arriba; puedo aplicarle un estimulo
sensorial de tal forma que sea probable que levante el brazo en un reflejo espontáneo; o puedo
hallarlo o ponerlo en una situación particular y confrontarlo luego con cierto número de
alternativas (que envuelven posibilidades de beneficios o daños), de manera que sea probable que
juzgue que el alzar el brazo es su mejor opción.

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3. El derecho natural y la propiedad
Asumiendo que los derechos naturales son respetables, entonces todos los otros derechos son
respetables si y sólo si son establecidos de una manera tal que no violen los derechos respetables
previamente existentes de alguien (sea naturales o establecidos). Este es el caso específico de las
obras de una persona, esto es, aquellas cosas que produjo por sus acciones propias. Tal como lo
resumió de manera conveniente John Locke: su vida, su libertad y su propiedad (su cuerpo y sus
obras) son los derechos de una persona bajo el derecho natural, los cuales son declarados
respetables por la razón.

Nótese que, hablando en estricto sentido, aparte de la propiedad natural de cada uno (el propio
cuerpo), toda otra propiedad (mi casa, mi carro, mi ganado, etc.) no es un derecho natural. Esto es
así porque no tenemos el control de estas cosas por naturaleza. Sin embargo, el control sobre
estas cosas puede alcanzarse de diferentes maneras:

* sin violar los derechos respetables de alguien; o


* violando o interfiriendo los derechos respetables de otro.

En el primer caso, el control se establece jurídicamente, justamente, sin injusticia hacia nadie, en
una manera que respeta el derecho natural. En el otro caso, los derechos son establecidos
injustamente, de una manera inconsistente con el derecho natural.

La propiedad adquirida justamente no es un derecho natural en sentido estricto, pero podemos


referirnos a este tipo de propiedad como un derecho dentro del derecho natural. En este sentido
lato, la propiedad adquirida justamente también es un derecho natural.

Se sigue de lo anterior que la justicia exige que respetemos no solamente a las otras personas y
sus derechos naturales, sino también su propiedad adquirida justamente. No nos exige que
respetemos la propiedad (o los derechos) injustamente adquirida de una persona.

4. Derechos y “derechos-a”
Hoy en día los derechos suelen confundirse con la noción de “derechos subjetivos”, a los que
estamos acostumbrados a referirnos como “derechos-a”6. Por lo anterior, muchos definen derecho

6
El autor quiere mostrar la confusión que se presenta en la actualidad respecto de la noción de derecho. Lo anterior
se revela con claridad en inglés cuando se nota el hecho de que right se entiende primordialmente como claim. En
nuestra lengua ocurre la misma confusión y si se quiere se padece una mayor. En efecto, entre nosotros se dice que
derecho puede entenderse en dos sentidos, por un lado, el derecho objetivo, es decir, el conjunto de normas creadas
por el Estado, y por otro, el derecho subjetivo, esto es, la facultad para exigir algo otorgada por el derecho objetivo.
Esto significa que atrás quedó la noción de derecho natural como el orden de los derechos naturales, pues ya el
derecho no se asocia con aquello que está bajo nuestro control y por lo tanto no tiene sentido la distinción entre
aquello que está bajo nuestro control por naturaleza y aquello que simplemente está bajo nuestro poder; ahora
derecho es, por una parte, el conjunto de normas que una voluntad poderosa impone, y por otra, la facultad legal para
exigir el cumplimiento de los deseos otorgados de acuerdo con ese sistema normativo. La distinción entre lo jurídico

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como “facultad para exigir” o como “exigencia justificada”. Esto lleva a malentendidos. Decir
que los derechos son derechos-a es sugerir que una casa es mía porque tengo un título legal que
me faculta para disponer, conservar, proteger y revindicar el dominio, como si la naturaleza
precisa de lo que justifica mi título fuera irrelevante.

Sin embargo, el hecho de que pueda producir alguna justificación para exigir X no prueba que yo
tenga un derecho a X. No prueba que X sea mi derecho. Supóngase, por ejemplo, que justifico mi
derecho a X mostrando que necesito o deseo fervientemente tener X, o que yo hubiera tenido X si
el mundo o la sociedad hubieran sido “mejores” de lo que son. En algunas circunstancias este tipo
de argumentaciones pueden ser apropiadas y convincentes. Por ejemplo, si quieres entregar parte
de tú propiedad a los necesitados, entonces, requerirías que aquellos que apelan a tu caridad
prueben de alguna manera su necesidad. Si quieres donar algo, entonces, muy probablemente
quieras asegurarte de que el beneficiario sea el más necesitado (quien da más valor a aquello que
va a ser entregado) de entre todos los potenciales receptores de tú benevolencia. Sin embargo, es
claro que sería un error decir que este tipo de personas tienen derecho a tú propiedad.

Hablando estrictamente, el “derecho a X” no es en sí mismo un derecho sino la facultad jurídica


para exigir X. Consecuentemente, la facultad para exigir X puede calificar como un derecho a X
sólo si X es mi derecho. Tengo el derecho a mi casa porque la casa es mi derecho, porque es mía
en el marco del orden jurídico.

En la confusión de hoy en día la relación se invierte. En vez de decir que yo tengo derecho a
aquello que justamente es mío, parece que debemos decir que la sociedad debe reconocer mi
“exigencia justificada” de algo al darme un poder legal sobre ello, sin importar si jurídicamente
pertenece a otra u otras personas.

La identificación falaz de “derechos” y “derechos-a” ha llevado a la llamada “explosión de


derechos” de la segunda mitad del siglo XX. Esta explosión se produjo luego de la adopción de la
“Declaración universal de los derechos humanos” por parte de la ONU en 1948. La Declaración
Universal hace una lista de un número enorme de cosas a las que supuestamente los seres
humanos tienen derecho. No importa si esas cosas existen o no, si las personas que
supuestamente tienen el derecho a ellas las han producido o incluso tienen la intención de
producirlas por ellos mismos. La Declaración simplemente presupone que son cosas que las
personas justificadamente pueden necesitar o desear, en otras palabras, que ellas son “cosas
buenas”.

Sin embargo, es evidente que no hay límite a las cosas que las personas pueden necesitar o
desear, simplemente porque de algún modo es preferible tenerlas a no tenerlas. Por lo tanto, no
hay límite alguno de los derechos-a que las personas pueden tener. Es obvio que con los derechos
naturales y con las cosas a las que tenemos derecho por nuestros derechos naturales, no es posible
una multiplicación de derechos de este tipo.

y lo legal ha sido borrada del todo y la manifestación de los deseos de los poderosos se encubre detrás de la
aparentemente inofensiva expresión “derecho-a”. “Derechos” tales como el derecho a la seguridad social, a una
vivienda digna o a la recreación no son más que peligrosos eufemismos para legalizar la violación sistemática de los
derechos naturales de los hombres por parte del Estado y de todos aquellos que se benefician de su actividad
depredadora. (N. del T.)

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5. El respeto de los derechos naturales
Que uno deba respetar los derechos naturales (y el derecho natural) implica que uno debe hacerlo
incluso cuando eso no sea beneficioso o cuando sea frustrante en vista de la satisfacción de los
deseos propios.

Como persona uno es capaz de entender y hacer la distinción entre lo que uno debe hacer por
respeto a uno mismo y a otros, y lo que uno hubiere de hacer para alcanzar el nivel más alto de la
satisfacción de los deseos. Una persona moral no sólo es capaz de entender y hacer esa distinción,
sino también de disponerse a controlar las maneras de satisfacer sus deseos, al examinarlas en su
compatibilidad con lo que debería hacer. Usualmente el “interés propio ilustrado” es un motivo
suficiente para inducir a una persona al respeto de los derechos de otro, pero hay muchas
ocasiones en que no lo es. El “interés propio ilustrado” te dice aquello respecto de lo cual puedes
esperar salirte con la tuya, y esto puede incluir asesinato, robo, asalto y fraude.

Todos los intentos de reducir “lo que se debe” a algún esquema de maximización de la utilidad
individual, sin importar que tan “ilustrados sean”, están destinados al fracaso. Puede ser verdad
que en general sería mejor, en términos de la satisfacción de necesidades propia y de otros, que
todos respetaran consistentemente los derechos naturales de los demás a que algunas personas en
ciertas ocasiones no lo hicieran. Sin embargo, eso no serviría de nada a menos que fuera verdad
que para ninguna persona en ninguna ocasión pudiera ser mejor el desconocimiento de los
derechos naturales de los demás.

Infortunadamente el mundo actual no está constituido de esa forma, pues provee amplias
oportunidades para los egoístas maximizadores de la utilidad de incrementar su propia “utilidad”
por medios injustos, con poco o ningún riesgo de ser tenido como culpable y de asumir la
responsabilidad por sus actos. El “interés propio ilustrado” significa simplemente que una
persona está mejor equipada para descubrir y explotar ese tipo de oportunidades. En todos los
tiempos, y quizás nunca tan claramente como hoy, las élites ilustradas han tenido éxito en la
violación severa de los derechos naturales por largos períodos de tiempos sin tener que asumir la
responsabilidad. Ellas han sido y son adeptas a explotar el hecho de que es probable que las
personas se sientan frustradas cuando otras se interponen en el camino de la satisfacción de sus
necesidades, especialmente cuando esos otros no son capaces de ofrecer una adecuada resistencia
a estas depredaciones.

Es claro que del hecho de que uno pueda tener éxito y quedar impune al violar los derechos
naturales de los otros, no se sigue que uno no deba respetarlos. Tampoco del hecho de que
algunos prefieren asumir que “lo que se debe” no tiene ningún significado excepto como un
inconveniente para la búsqueda de la maximización de la utilidad, prueba que no signifique lo
que cualquier persona que no asume un sentido utilitario sabe que significa. Si existiera un
mundo en el que nadie tuviera que temer ninguna posible frustración de las acciones de otras
personas actuando independientemente, entonces en ese mundo no habría necesidad de distinguir
lo que uno debe hacer y lo que maximiza mi utilidad. Repitámoslo, nuestro mundo no es así.

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