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"Ciudades Ordinarias" entrevista a Jennifer Robinson
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Garcia-Vargas, Alejandra, and Patria Roman-Velazquez. 2019. “"ciudades Ordinarias" Entrevista a Jennifer
Robinson”. figshare. https://hdl.handle.net/2134/38063.
“Ciudades
POBLACIÓN Ordinarias”. Entrevista
Y SOCIEDAD Nº a12/13,
Jennifer Robinson pp. 207-230
2005-2006,
“CIUDADES ORDINARIAS”
ENTREVISTA A JENNIFER ROBINSON*
Alejandra García Vargas **
Patria Román Velázquez ***
Traducción de Alejandra García Vargas
Jennifer Robinson es Professor de Geografía Urbana en Open University
(Reino Unido). Ha publicado numerosos libros y artículos1 y es coeditora
de la prestigiosa revista “Geoforum”.
En investigación, se ha dedicado a la relación entre poder y espacio,
especialmente en ciudades y considerando las políticas sudafricanas.
Ha escrito, además, sobre políticas feministas. Actualmente trabaja sobre
la Exhibición de Johannesburgo en 1936, como ejemplo de un espacio
de interacción interracial en ciudades sudafricanas.
* El Comité Editorial de Población & Sociedad agradece a la Dra. Ana Teruel sus gestiones para la
publicación de este trabajo.
** Con el apoyo del programa ALBAN, programa de Becas de Alto Nivel de la Unión Europea para
América Latina. Institución de origen: Universidad Nacional de Jujuy (Facultad de Humanidades
y Ciencias Sociales), Argentina. Institución de acogida: City University (Department of Sociology),
RU.
*** City University (Department of Sociology).
1
Al final de la entrevista, se incluye una selección de sus publicaciones más recientes.
203
Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
Si bien ha vivido y trabajado en Inglaterra por un largo tiempo –obtuvo
su doctorado en Cambridge– Robinson es sudafricana, y sostiene su
interés y compromiso de seguir investigando en su país de origen. Qui-
zá por eso su trabajo se orienta a pensar maneras de “postcolonizar” las
prácticas teóricas y empíricas de la Geografía.
En su último libro, “Ordinary Cities”,2 la geógrafa sostiene que los
estudios urbanos necesitan renovarse urgentemente si pretenden dar
cuenta de las ciudades contemporáneas. Robinson ofrece un marco de
análisis que supera etnocentrismos y atraviesa dialécticamente anti-
guas divisiones teóricas. Así, la autora propone considerar “ordinarias” a
todas las ciudades y ocuparse de ellas a partir de un fuerte trabajo
empírico que advierta las efectivas formas de ser urbanas de cada una,
para recién entonces proponer articulaciones teóricas o políticas verda-
deramente novedosas.
La entrevista, sobre el libro mencionado, fue realizada por Alejandra
García Vargas y Patria Román Velázquez en el Departamento de Socio-
logía de City University (Londres) el 12 de junio pasado.
Usted considera que las ciudades deben abordarse conjuntamente como
territorios y como flujos, ¿podría explicar el alcance de esta aproximación y
comentarnos por qué le parece tan importante y en qué medida se diferen-
cia de las producidas anteriormente?
Encuentro muy útil distinguir entre estas dos diferentes espacialida-
des, así que enfatizo la manera en la que las ciudades cobran forma
mediante conexiones que van más allá de la ciudad, o relaciones exter-
nas. Las ciudades de todo tipo se han vuelto mucho más integradas con
lo que podría denominarse “globalización”. Pero creo que gran parte de
los trabajos sobre ciudades y ciudades globales, ciudades-mundo y
demás han sido muy limitados en la clase de flujos de los que se ocu-
pan. Con demasiada frecuencia estos trabajos se detienen en los más
dinámicos, quizá los más visibles, los más poderosos, y en las ciuda-
des que aparentemente serían más importantes. Al hablar de la econo-
2
Robinson, Jennifer (2006): Ordinary Cities. Between Modernity and Development, London:
Routledge.
204
“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
mía global, del capital financiero global y esa clase de cosas, los tipos
de flujos que dan forma a muchas ciudades del mundo quedan fuera de
foco. Esto puede incluir flujos de industria manufacturera de larga dura-
ción, toda suerte de diversas clases de interacciones culturales que van
en toda clase de direcciones diferentes y que no quedan necesariamen-
te comprendidas en lo que se ha dado en llamar globalización o econo-
mía global. Yo expandiría la noción de redes globales para incluir la
diversidad de flujos que atraviesan a una ciudad. Observar flujos y redes
es un aporte de la bibliografía sobre ciudades globales que encuentro
muy provechoso, pero que realmente necesitamos multiplicar y diversi-
ficar para comprender a la mayoría de las ciudades del mundo. Lo que
hemos perdido, entonces, en el proceso en el que ese abordaje se ha
convertido en dominante, es la idea de la ciudad como un territorio. Lo
que necesitamos para re-imaginar una diversidad de ciudades es volver
a enfocarnos en la ciudad como un lugar. Por supuesto que una ciudad
es difícil de demarcar con precisión, así que la ciudad como territorio es
una especie de concepto desordenado pero que sin embargo ofrece la
idea de trabajar con una entidad distintiva: cada ciudad emerge como
única. De modo que la frase que estoy usando “ciudades ordinarias” no
implica que las ciudades no sean especiales. Al contrario, cada ciudad
es su propio, maravilloso, sorprendente, difícil, desastroso conglomera-
do de distintas cosas en marcha. Pensar sobre el territorio o el lugar de
la ciudad también ayuda a pensar a la ciudad como un lugar controversial
en el que ocurren muchas cosas diferentes. Así que la ciudad es una
arena para diferentes clases de acciones políticas, es una plataforma
para movilizar intervenciones en un ambiente más amplio (regional o
internacional), es un lugar donde puedes reclamar al gobierno local así
que también es un territorio político. Para mí, ambos tipos de espaciali-
dades –flujos y territorios– nos llevan a pensar en un registro amplio de
formas urbanas, de experiencias de ciudades.
¿Cuáles son las características de estas “ciudades ordinarias” y por qué
sostiene que todas las ciudades deberían pensarse de esta manera?
Una vez, una estudiante se quejó; me dijo que a nadie le gustaría
jamás la idea de ciudades ordinarias porque son aburridas. “Ya sabe –
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Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
sostuvo–, nadie que sea gestor o administrador urbano va a querer hacer
su ciudad ordinaria”. Quizá hay algo en la palabra “ordinaria” que le resta
impulso competitivo, pero pienso que es precisamente uno de los as-
pectos que me gustaría que fuera propagado. Pienso que gran parte de
los glamorosos epítetos para ciudades, como “ciudad global”, “ciudad
mundo”, “ciudad competitiva”, “ciudad de jerarquía mundial” y demás
han penetrado en las políticas de desarrollo urbano de tal manera que
frecuentemente es muy difícil para las ciudades, y que puede ser muy
contraproducente para el bienestar de la gente de esas ciudades y para
que encuentren sus propios modelos de crecimiento exitosos. Así que
hablar de “ciudades ordinarias” es un intento de cambiar alguna de esas
categorías y jerarquías e ideas sobre quién debería ser imitado, qué
hace a una ciudad exitosa (las ideas de que Kuala Lumpur necesita
crecer siguiendo el modelo de Nueva York, o de que Johannesburgo
desee verse como San Francisco en quince años). Lo que queremos es
lograr una apreciación de la diversidad de experiencias urbanas y ser
capaces de apreciar las formas particulares de ser urbanos que llegan a
producirse en cualquier lugar. La otra cosa que la fórmula “ciudades
ordinarias” me ayuda a hacer es superar la brecha entre trabajar sobre
ciudades occidentales ricas y trabajar sobre ciudades pobres, aquellas
que antes se denominaban ciudades del tercer mundo o ciudades del
Hemisferio Sur. Creo que una de las principales cosas a las que estoy
tratando de llegar con este libro es a transformar esa división académi-
ca, la división dentro de la cual nosotros aprendemos, teorizamos y
pensamos las ciudades de tal modo que frecuentemente la producción
de Occidente es la que tiene que ser citada y se la fuerza a enmarcar el
trabajo sobre otros lugares, mientras que la producción de lugares más
desfavorecidos es considerada irrelevante por la que se hace en los
sitios más beneficiados. Irónicamente, pienso que parte de esta división
surge de una tradición académica de estudios urbanos muy radical en
cuanto a teorías del desarrollo, algunas de las cuales se han originado
en Sudamérica. Pienso que uno de los efectos colaterales desafortuna-
dos de esta clase de aproximaciones ha sido fijar a las ciudades más
pobres o a las ciudades del tercer mundo como diferentes de las ciuda-
des occidentales; marcadas por la pobreza, por la informalidad, quizá
por diferentes clases de conflictos raciales, marcadas por el enorme
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“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
aumento de la población y el bajo crecimiento de la economía. Toda esa
clase de cosas que, si bien pueden ser aspectos característicos de la
mayoría de las ciudades de los países más pobres no las explican en su
totalidad y al mismo tiempo no son irrelevantes para las ciudades de los
países más prósperos. Así que lo que realmente me interesa es traer a
escena una tradición académica internacional que sería mucho más
apropiada para un mundo globalizado. De modo que tenemos cantida-
des y cantidades de flujos, experiencias transnacionales, migraciones,
economía global y movimientos de personas dando forma a las ciuda-
des y seguimos teniendo una tradición académica que no puede hablar
de Bombay y Londres o Lusaka y Nueva York al mismo tiempo o que
encuentra muy poco para aprender transversalmente de estas ciudades
diferentes. Realmente, nuestra tradición académica no alcanza a man-
tener el paso de estas experiencias globalizadas de la ciudad.
En este camino, uno de los temas que usted menciona en su libro proviene
de su intención de cambiar la idea de modernidad occidental pero usted
menciona además que no acuerda con la idea de modernidades alternati-
vas o plurales porque siguen priorizando, justamente, a la modernidad occi-
dental. Usted sostiene que desea abordar la modernidad de otro modo.
¿Cuál es ese otro modo y cómo piensa usted la modernidad?
Si, pienso que esa es una de las dificultades de investigar ciudades
en países más pobres. Las teorías de la modernidad urbana que hemos
heredado en el pasado de algunas líneas de la teoría internacional están
muy embebidas de las experiencias de ciudades más ricas y general-
mente occidentales. Estas teorías descansan en consideraciones so-
bre las experiencias urbanas que emergen en un momento muy particu-
lar de cambio económico. Me refiero a ciertos procesos de industrializa-
ción, procesos muy formales de gobierno y de edificación del ambiente
construido que los teóricos argumentaron que llevarían a sociabilidades
muy particulares en las ciudades. Para mi una de las cosas más cho-
cantes de leer a George Simmel, Robert Park o Louis Wirth es que su
registro de la ciudad es un relato de la alienación, de una actitud blasé
que reemplaza formas anteriores de sociabilidad y de solidaridad social.
Esto no coincide muy bien con mis propias experiencias de la vida en la
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Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
ciudad donde un saludo casual a aquellos que te rodean no es solamen-
te cortés sino agradable, una costumbre aceptada de buen grado, esa
clase de cosas. Cuando comencé a leer más sobre esto empecé a
darme cuenta de que había una generación completa de académicos
que habían trabajado en ciudades del mundo para los cuales esta hipó-
tesis de la indiferencia urbana había sido el mayor objeto de crítica.
Estos fueron antropólogos urbanos, tanto del Occidente y trabajando allí
como de otros países alrededor del mundo, que criticaron a gente como
Wirth, Park y Simmel por esta clase de análisis y dijeron no, nuestras
ciudades son lugares de sociabilidad y son lugares donde toda suerte
de diferentes clases de relaciones sociales sobreviven y siguen siendo
contemporáneas, son modernas y no arcaicas, no son sólo costumbres
folklóricas por las que haya que disculparse. Creo que dentro del con-
texto africano esto es políticamente peligroso porque decir que la cultu-
ra africana en la ciudad era tradicional y arcaica y no pertenecía a lo
urbano era participar de una política racista, era aceptar que el pueblo
africano no pertenece a la ciudad, que son no-urbanos o no-modernos.
Así que para mi, trabajar desde un contexto sudafricano fue realmente
muy importante para criticar ese aspecto de la reflexión sobre la moder-
nidad urbana.
Pienso que cuando estás trabajando en un contexto empobrecido es
muy importante pensar en una teoría de la modernidad que deje espacio
para la informalidad y la pobreza, que también son aspectos de la mo-
dernidad. Así que no se trata simplemente de construir enormes edifi-
cios o tener los últimos arquitectos (algo que por supuesto también ha
sido muy importante en lugares como Sudamérica, una región en donde
se ha originado buena parte de la inventiva arquitectónica internacional).
Pero quiero ser capaz de decir que incluso si no puedes mantener una
ciudad, incluso donde no puedes construir nada nuevo, eso no significa
que no eres capaz de ser creativo en ningún aspecto. Estoy muy intere-
sada en cómo la gente reutiliza los espacios físicos, los re-imagina, los
reconstruye de una forma que es interesante y moderna dentro de esos
contextos.
Creo que realmente necesitamos estar preparados para cambiar
mucho del legado de los estudios urbanos y para insistir en que éstos
pueden obtener una cantidad mucho mayor de recursos a partir de la
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“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
consideración de una cantidad más amplia de distintas ciudades, y que
esto les permitirá ajustar la teoría. Pero cuando se habla de modernida-
des alternativas o plurales, éstas siguen referenciándose en lo que pasa
en otro lugar. Así que el centro sigue siendo Occidente; algo viaja desde
allí hasta otra parte y es traducido, reinterpretado, hibridizado. Se deja
intacto al modelo original de la modernidad en el sentido de que cada
cosa que es moderna tiene que estar en relación con eso moderno. Lo
que me preocupa mucho de esto es que deberíamos ser capaces de
hablar de algo moderno que no tuviese como referencia a la modernidad
occidental o la supuesta modernidad original. De hecho, quiero quitarle
a Occidente la exclusividad del origen de lo moderno, sugiriendo en
cambio que lo que Occidente imaginó como moderno sobre si mismo
fue algo que fue creado en relación con otros lugares, que fue frecuente-
mente tomado en préstamo de otras partes. Así que de la misma mane-
ra en que podrías hablar de modernidad prestada o fuera de lugar en
algunos contextos (como Brasil) quiero poder decir lo mismo sobre la
modernidad urbana en lugares como Nueva York, que tomó prestados
muchos de los componentes de sus edificios, ambiente y horizonte fan-
tásticamente modernos de todas partes –de la arquitectura del Renaci-
miento Italiano, de los arquitectos de Chicago que diseñaron original-
mente el rascacielos (o que reclaman haberlo hecho), de muchas otras
culturas como las de Sudamérica, África y Asia que informan buena
parte de los diseños art decó de muchos edificios de las décadas de
1920 y 1930. Quiero quitarle a Occidente la propiedad exclusiva del
origen y hablar más bien de la modernidad como maneras culturales de
ser urbanos, como maneras de ser contemporáneos que circulan de un
lugar a otro sin tener necesariamente un origen específico. Y supongo
que eso influye en nuestro abordaje del Desarrollo en las ciudades por-
que si tenemos este modelo de ideas y prácticas circulando y de luga-
res que no tienen que mirar a otras partes como fuentes autorizadas,
entonces las ciudades individuales pueden sentarse a considerar su
propio y distintivo abanico de experiencias, actividades económicas y
reclamos políticos, en sus propios términos. Y, lo que es aún más im-
portante, así se redistribuye la creatividad de cada ciudad. Es por todo
esto que no veo la modernidad como proveniente de una fuente única o
de una región en particular.
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Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
¿Eso significa que la modernidad no excluye a las ciudades más pobres?
No, para nada, las incluye absolutamente. Diría que se puede enten-
der mucho de la modernidad de las ciudades más ricas observando a
las menos prósperas. Por supuesto que se aprenden muchas cosas,
pero la clase de cosas que deberíamos aprender es en qué medida ser
moderno en una ciudad se trata de las formas de vivir, las formas de
caminar por las calles, las formas de experimentar los lugares, las for-
mas de comprenderlos y las formas de recrear artesanalmente sus es-
pacios. Eso es algo muy urbano: tomar diferentes clases de piezas y
fragmentos y rediseñarlos hasta obtener algo distinto, algo original. De
hecho, en muchas de las antiguas teorías urbanas esto se resalta como
lo característico de la ciudad: la ciudad es creativa porque reúne una
gran cantidad de diferentes clases de cosas. Y eso es exactamente lo
que la gente de las ciudades más pobres tiene que hacer para lograr
sobrevivir. Para ganarse la vida ellos tienen que tratar de hacer esto, lo
otro, lo de más allá, alcanzar nuevas posibilidades dentro de la ciudad o
imaginar maneras de expandirse más allá de sus límites. Alguien cuyo
trabajo me ha inspirado mucho en este punto es Abdou Maliq Simoné,
cuyo libro “Por la ciudad que ya ha de venir”3 ha sido recientemente
publicado. Él habla mucho de la manera en que la gente reúne diferen-
tes alternativas para encontrar una forma de sobrevivir en situaciones de
crisis económica. El otro libro que encuentro interesante en este tema
es el de Karen Hansen,4 que ha trabajado en Lusaka y habla de cómo la
gente junta distintos estilos, tales como tendencias de moda urbana
llamativamente originales a partir de ropa de segunda mano para re-
imaginar formas de ser modernos. Una manera “a la Zambia” de ser
urbanos y modernos. Creo que si estás mirando un lugar como Londres
te pierdes demasiado si no prestas atención a este tipo de estilos infor-
males de creatividad que podrían estar más allá de los sectores forma-
les económicamente exitosos o de las construcciones formales y que
3
Simoné, Abdou Maliq (2004): For the City Yet to Come: Changing African Life in Four Cities.
Durham, NC and London: Duke University Press.
4
Hansen, Karen (2000): Salaula: The World of Seconhand Clothing and Zambia, Chicago, Ill.:
Chicago University Press.
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“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
sin embargo ayudarían a comprender mucho de la vida cotidiana de la
gente en esa ciudad.
¿En qué sentido su tesis sobre ciudades ordinarias y la manera en que las
vincula a la modernidad es diferente a las teorías de la ciudad global?
Lo que estoy sugiriendo es un panorama diferente acerca de cómo
teorizamos sobre lo que son las ciudades. Pienso que el problema con
el abordaje de la ciudad global es que éste las define a partir de una
cantidad muy limitada de ciudades, y generalmente considerando sólo
a aquellas que son muy prósperas, pero además lo hace sobre fragmen-
tos muy restringidos de esas ciudades. De modo que si estás hablando
de Nueva York la defines como ciudad global a partir de una proporción
muy pequeña de sus actividades económicas, y de una parte demasia-
do estrecha de su mundo físico. Las teorías de la ciudad global se inte-
resan en los sectores globalizados de la economía que han sido muy
exitosos y dinámicos. Luego, estos abordajes continúan explicando la
ciudad como una ciudad dual, donde el resto de la ciudad se caracteriza
rápidamente como el de los trabajadores de servicios que son extrema-
damente pobres. De modo que lo que te pierdes, entonces, es una am-
plia diversidad de aspectos de la ciudad; tipos de actividad económica
de larga data, clases muy ordinarias de vecindarios de clase media o
clase trabajadora, gente haciendo todo tipo de cosas en la ciudad. Esta
suerte de abordaje estilizado de la ciudad dual que emerge de la historia
de la ciudad global pierde mucho de lo que pasa en las ciudades. Lo que
me preocupa es que una debería ser capaz de mirar la totalidad de la
ciudad, o de tener una visión de la ciudad que nos lleve a pensarlas no
solamente a través de las lentes de los aspectos de la economía
exitosamente globalizados o de las de una ciudad dual o dividida. En
cambio, puedes ver a las ciudades como sitios en los que una amplia
diversidad de cosas están pasando y entonces comienza a ser posible
enmarcar a una ciudad como Nueva York junto con Johannesburgo, ya
que ambas tienen tanto elementos urbanos globalizados como otros
realmente pobres, además de muchos otros componentes diferentes.
Puedes prestar atención a los barrios contemporáneos, tanto a los sun-
tuosos y glamorosos, como a aquellos que se encuentran en decaden-
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Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
cia o a los más pobres en los que la gente está luchando para salir
adelante a partir de redes o emprendimientos de tipo informal. Pero ade-
más es posible observar toda una amplia gama de áreas de ingresos
medios y estratos de diferentes tipos de actividades económicas. Se
podría aprender un montón de cosas más sobre las ciudades y tener un
abordaje muy diferente no sólo de la modernidad de la ciudad sino tam-
bién de qué hace la investigación académica sobre y por la ciudad si se
considerase esta diversidad de todas las ciudades. También es impor-
tante pensar en las experiencias de muchos tipos diferentes de ciuda-
des, tomar en cuenta un mundo de ciudades, y no sólo a aquellas a las
que les ha tocado ser exitosas en términos de algunas actividades eco-
nómicas globales.
Usted mencionó críticamente ciertas tradiciones vinculadas al Desarrollo:
¿cómo se han aproximado a las ciudades y los procesos urbanos este tipo
de perspectivas y qué podemos capitalizar de estos aportes?
Podemos aprender de iniciativas recientes en políticas de desarrollo
urbano, lo que significa construir un panorama de la ciudad como diver-
sidad, una manera de pensar la ciudad a través de la variedad de sus
experiencias, pensar la totalidad de la ciudad en un abordaje amplio. El
objetivo es pensar estratégicamente en planes de desarrollo urbano para
el futuro, balanceando y apuntando a las necesidades de los pobres y
sosteniendo actividades económicas. Una vez más, puede ser difícil
analíticamente porque no puedes delimitar exactamente la ciudad esta-
bleciendo un comienzo y un fin claros pero a partir del territorio amplio
de la ciudad o la región de la ciudad, en términos de estudios del Desa-
rrollo se podría dar cuenta de una economía muy diversa. El dinamismo
de la ciudad depende no simplemente de un sector particular que pudo
haber privilegiado vínculos con el mercado global o logrado cierto alcan-
ce espacial en términos de expansión global, o donde la gente puede
tomar decisiones y administrar procesos a través de una cantidad de
husos horarios y en diferentes clases de contextos. Estoy muy intere-
sada en saber hasta qué punto el dinamismo y la efectividad de la eco-
nomía urbana descansa particularmente en la diversidad y no en secto-
res especializados o en un sector particular que conduce el crecimien-
212
“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
to. Así que no es que una ciudad crece porque tiene un sector financiero
global exitoso que la conduce en ese sentido, si no porque tiene toda
clase de industrias, de servicios, tienes una habilidad para atender am-
bientes residenciales, tiene varias clases de producciones manufacture-
ras, toda clase de cosas pasando en la ciudad que permitirán la genera-
ción de nuevos tipos de actividades.
El trabajo que me ha inspirado aquí es el de Gilles Duranton y Diego
Puga.5 Ellos sugieren que las grandes ciudades, a causa de su diversi-
dad, son en realidad ciudades incubadoras, ellas incuban innovación
económica. Así que independientemente del tipo de actividad que quie-
ras hacer, en una ciudad frecuentemente se puede encontrar lo necesa-
rio para generar una nueva clase de empresa (un argumento clásico
sostenido, por ejemplo, por Jane Jacobs). Creo que se transforma en
una presión muy importante para las ciudades más grandes, que pue-
den no estar necesariamente en la cresta de la ola de los sectores
innovadores más dinámicos. En términos políticos, se produce una gran
diferencia porque frecuentemente los consultores vienen y dicen: “Bue-
no, ustedes sólo tienen manufacturas arcaicas (o sectores informales o
empresas medianas o pequeñas), ninguna de las cuales está yendo a
ningún lado con la velocidad necesaria así que es necesario que gasten
una enorme cantidad de dinero desarrollando infraestructura específica
para este sector global en especial (que puede ser el financiero, el de
seguros o el que sea)”. En ese sentido, la ciudad de la que provengo,
Durban, tiene una base manufacturera extensa y muy diversificada cons-
truida a lo largo de muchos años, tiene un pequeño sector de activida-
des de innovación tecnológica relacionadas, algo de seguros y de finan-
zas, pero esto se ha levantado mayormente en conexión con Johannes-
burgo, que es algo más que un eje de esa clase de actividades. Durban
presenta además grandes transformaciones: un sector informal grande,
alrededor del cincuenta por ciento de la población económicamente ac-
tiva desempleada, el treinta por ciento de la población africana adulta
tiene SIDA. Hay una enorme demanda de recursos en la ciudad y los
consultores han venido y dijeron: “En realidad ustedes necesitan invertir
5
Duranton, G. and Diego Puga (2001): “Nursery Cities: Urban Diversity, Process Innovation and
the Life Cycle of Products”, American Economic Review 91: 1454-77.
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Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
en el rápido crecimiento de nuevos sectores de alta innovación o la ciu-
dad simplemente se deslizará hacia la nada”. Eso creó el consenso
político necesario para gastar una gran cantidad de dinero en inversio-
nes relacionadas con turismo de alto consumo que ni siquiera estaban
haciendo el trabajo de invertir en los sectores globalizados. Así que
discursivamente esa clase de narrativas son muy miopes porque, como
muchas otras ciudades, Durban tiene que enfrentar la complejidad de la
economía y pensar cómo podría facilitar el desarrollo de la totalidad de
sus distintos sectores, cómo podría invertir en infraestructura que se
enfrentaría no solamente a atender enormes necesidades sociales si no
también a facilitar la diversidad económica de la ciudad. Mi principal
convicción es que como investigadores urbanos necesitamos mejorar
un poco la generación de ideas para imaginar posibilidades futuras de
ciudades que no son contempladas por esta clase de agendas
globalizadas bastante destructivas. No significa que no deba haber apo-
yo para nuevos sectores pero sí que las grandes ciudades más pobres,
especialmente, necesitan un abordaje diferente y una ciudad como Nue-
va York también lo precisa. En lo que respecta a la diversidad económi-
ca creo que hay mucho para pensar en términos de una política para el
desarrollo.
El otro aspecto del desarrollo urbano que mencionaré brevemente es
la generación e implementación de políticas en si mismas. ¿Cómo cons-
truimos ideas sobre lo que deberían ser las ciudades? Tengo la sensa-
ción de que hay rastros de generación de políticas bastante diferentes a
nivel internacional, algunos de los cuales se ocupan del desarrollo urba-
no en países pobres que vienen a través de instituciones financieras o
agencias donantes que tienen cierta perspectiva sobre las ciudades y
se focalizan alrededor de cuestiones como la pobreza y el desarrollo
participativo. Y luego hay otro registro de generación de políticas que
trabaja en ciudades más prósperas y que enfoca las políticas urbanas
de manera diferente, quizá más sobre los detalles relativos a la promo-
ción del crecimiento económico y el diseño urbano. Hay superposiciones
e intervenciones en las que los consultores pueden atravesar ambos
tipos, por ejemplo cuando en los nuevos abordajes de estrategias de
desarrollo de la ciudad y a favor de las economías de los países más
pobres se toman prestadas experiencias de ciudades más prósperas
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“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
(especialmente de las norteamericanas). Lo que estoy sugiriendo es
que podríamos aprender mucho más de cada ciudad si miráramos a
través de las experiencias de ciudades prósperas y pobres –las ciuda-
des prósperas, por ejemplo, pueden aprender mucho de las políticas de
ciudades que enfrentan una gran cantidad de cambios con recursos
muy escasos–. Es realmente un llamado a los investigadores a ser más
creativos en la búsqueda de ideas y en cómo piensan sobre sus ciuda-
des, de modo que no tengamos dos registros mutuamente excluyentes
de investigación y de políticas.
Su perspectiva sobre las políticas urbanas para ciudades ordinarias incluye
una crítica a la era neoliberal, en la que enfatiza que los gobiernos locales,
en sus proyectos de transformación, acentuaron la privatización de servicios
en lugar de crear infraestructura. ¿Cuál es la situación contemporánea?
Creo que el hecho de que el neoliberalismo haya transformado la
mayoría de los lugares es una de las razones por la que necesitamos
aprender unos de otros cómo pensamos las ciudades. También necesi-
tamos tener mucha más interacción que atraviese la denominada diviso-
ria urbana Norte-Sur. Pero la historia del neoliberalismo es muy compli-
cada y es diferente en distintos lugares. En el contexto sudafricano de
los últimos diez años creo que ha habido una interacción muy fuerte
entre la sociedad civil y el gobierno, y un movimiento importante de la
gente de la oposición que quiere transformar las ciudades, que quieren
lograr algo. Hay una agenda muy progresista de cambio urbano pero
todavía el contexto más amplio tiende a abrazar una estrategia bastante
neoliberal vinculada a la auto-imposición de una política de ajuste es-
tructural para facilitar la confianza de inversores y ese tipo de decisio-
nes. El neoliberalismo es una estrategia amplia de provisión de servi-
cios, gobernabilidad y administración de la economía que es muy pro-
blemática, y en Sudáfrica aún está acompañada por ese sentimiento
muy esperanzado de cambio urbano que mucha gente conserva. Creo
que es realmente difícil imaginar nuestro mundo, y nuestra política urba-
na, por fuera de muchos de los cambios que se caracterizan general-
mente como neo liberales. Ciertamente las políticas que excluyen a los
pobres del acceso a los servicios y que imponen pago de tarifas para
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Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
necesidades básicas tienen severas consecuencias redistributivas. Por
otra parte, estoy convencida de que persiste una fuerte demanda para
imaginar una agenda política urbana progresista. No deseo adherir a
muchas de las estrategias del neoliberalismo, al contrario, deseo conti-
nuar imaginando un espacio para el cambio progresista que involucra a
las comunidades, que involucra a los gobiernos, que involucra procesos
formales de presupuestos participativos tanto como protesta informal.
Me gusta imaginar este espacio para el cambio progresista donde es
necesario enfrentar aspectos dañinos del neoliberalismo.
¿Pero es posible imaginar oportunidades para la invención y la creación de
políticas urbanas progresistas dentro de un contexto tan disciplinante como
el de un gobierno neoliberal?
Creo que esa es una de las cuestiones de la que los investigadores
necesitamos ocuparnos cuidadosamente. Más que decir que todo lo
que ha sido colocado bajo la bandera del neoliberalismo es una estrate-
gia apabullante y jamás debería haber estado allí, creo que tenemos la
urgencia de cuestionar varias experiencias de gobierno que se han ido
produciendo en la arena urbana y las maneras en las podrían hacérselas
funcionar mejor para los pobres o las maneras en las cuales tendrían
que abolirse porque son simple y fundamentalmente terribles. Esto ne-
cesita mucha más investigación y frecuentemente el debate está muy
polarizado. Sin embargo, me gustaría decir que incluso dentro de un
proceso neoliberalizante debería proponerse la discusión de una agenda
progresista de cambio urbano. Diría que ese es un punto de vista muy
sudafricano así que estaría muy interesada en cómo gente de diferentes
contextos podría estar más o menos desilusionada o tener diferentes
experiencias. Podríamos encontrar menos espacio para movilizar inter-
venciones creativas dentro del Estado en contextos diferentes y esta es
una gran área para investigación futura.
¿Cree que es adecuado pensar en ciudades, o sería mejor pensar en ciuda-
des regionales?
Creo que eso depende en gran medida de la ciudad en cuestión. La
ciudad-región global nos permite focalizar una entidad urbana que es
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“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
más amplia que la ciudad, y proviene de la experiencia de algunas ciu-
dades norteamericanas y algunas ciudades del Sudeste Asiático, don-
de la ciudad se ha expandido considerablemente y tiene un territorio
económico, que es mucho más regional que lo que ha sido histórica-
mente. Pero esto varía mucho a través de diferentes contextos. En tér-
minos de si la ciudad es mejor aprehendida en la escala regional –para
volver a la pregunta inicial– creo que es muy específico en diferentes
áreas del mundo y en diferentes ciudades. Si miramos a Johannesbur-
go, para entender a Johannesburgo tienes que extenderte a través de
tres áreas metropolitanas y se abarca la mayor parte de la provincia (la
región administrativa a través de la cual la totalidad del área económica
funcional es gobernada). Creo que la ciudad se dividió en fragmentos
más pequeños por razones políticas, porque de otra manera sería increí-
blemente poderosa. Pero en términos de qué es la ciudad y cómo pue-
des pensar en ella estratégicamente, creo que hay que pensar a través
de la región de la ciudad. De manera que Johannesburgo requiere un
tipo de abordaje de ciudad-región, pero una vez más pienso que el pro-
blema aquí es el intento de crear una teoría con pretensiones
universalizantes a partir de las experiencias de un grupo selecto de ciu-
dades. Es muy excitante escuchar hablar de ciudades-región, ciuda-
des-región globales y todo eso, pero creo que no es aplicable a todas
las ciudades y todas las regiones. Una vez más, una quiere tener un
estudio más complejo de las espacialidades que dan forma a las ciuda-
des; ya sea que se trate del territorio, o de interacciones dentro de la
ciudad, o de aquellas cuya influencia alcanza al interior del país, o al
continente, al globo, o a donde sea. De modo que debemos ser especí-
ficos al referirnos a estas conexiones espaciales, más que fijarnos en
una escala o un conjunto de conexiones espaciales como lo hacen fre-
cuentemente los abordajes de la de la ciudad-región global y de la ciu-
dad global.
La bibliografía sobre ciudades-región globales demuestra una de las
dificultades que he experimentado desde que era una estudiante de gra-
do: ¿cómo piensas sobre la ciudad en la que vives cuando los recursos
teóricos a tu alcance parecen provenir siempre de otro lado? Te planteas
¿estoy equivocada?, ¿es la ciudad equivocada?, ¿cómo puedo pensar
esta teoría dentro de este lugar? Ha habido un gran cambio pero me he
217
Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
sentido alentada por comentarios de unas pocas personas a través de
los años, que me han dicho “eres capaz de responder, tú puedes cam-
biar esa teoría”. Algo que en determinado momento se etiqueta como
“teorías urbanas” surge en contextos particulares. Pero aún cuando és-
tas sean valiosas y plenas de buenos recursos, o provengan de quienes
tienen todo el dinero para publicar y hacer oír sus voces en todo el
mundo, ¡no hay razón para creer que son relevantes en todas partes! Es
muy importante interpelar desde el propio contexto a eso tan amplio que
se denomina “teoría internacional” y hacerla específica, parroquializarla,6
nombrarla como algo que viene de alguna parte. La teoría de la ciudad
global o de la ciudad-región global surge en contextos particulares y es
necesario lograr sentirnos lo suficientemente poderosos como para res-
ponder y nombrar a esa experiencia como particular y específica, y como
sólo una parte de la diversidad de las experiencias urbanas. De otra
manera, te encuentras intelectualmente atrapada y es entonces cuando
chocas contra ideas políticas que justamente imponen realidades aje-
nas a contextos diferentes. Creo que podemos hacer mucho para crear
una manera de hablar de las ciudades que considere una gama más
amplia de experiencias urbanas. Creo que tenemos una responsabilidad
como investigadores. Mi sugerencia aquí es que como investigadores
tenemos la responsabilidad de permitir a las ciudades ser ordinarias, de
conocer la diversidad de las experiencias urbanas sin construir jerar-
quías (como las del tipo “ciudades alfa”, “ciudades beta” y bueno… “ciu-
dades realmente de porquería”) si no mirando un mundo de ciudades
diversas, para poder apreciar aquello que es distintivo de cada ciudad
individual y pensar creativamente respuestas estratégicas para diferen-
tes experiencias de ciudad. Como investigadores creo que tenemos la
responsabilidad de abandonar esas formas de categorías jerárquicas y
teoría parroquial. Esto es problemático no por el parroquianismo en sí, si
no porque termina proponiéndose a si misma como universal, porque de
algún modo las estructuras de producción del conocimiento permiten a
algunos investigadores y académicos hablar en nombre de todos, recla-
mar una suerte de relevancia universal y no ser capaces de interpretar
6
NdlT: “Parroquializar” en Reino Unido es equivalente a nuestro “provincializar”, ya que ambos
términos refieren a localizar en el entorno próximo procesos más amplios.
218
“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
experiencias que son diferentes, y que de ese modo frecuentemente se
simplifican bajo el rótulo de arcaicas o atrasadas. O, en otros casos, se
las generaliza como un futuro posible, ya que alguna gente sugiere que
aquellas ciudades que son completamente desastrosas en lo económi-
co y que se están partiendo físicamente en pedazos nos muestran el
futuro (sostienen que esa es la forma en que todas las ciudades van a
verse bajo el neoliberalismo). Así que de pronto las ciudades africanas,
por ejemplo, en lugar de ser el pasado se convierten en ejemplares ac-
tuales de un futuro urbano “noir”.
Usted argumenta que una forma más cosmopolita de teorización y genera-
ción e implementación de políticas es necesaria y que esos nuevos abordajes
deberían inspirarse de una variedad de contextos diferentes. ¿Cuáles son
esos contextos y qué interpreta usted por “perspectiva cosmopolita”? ¿Cómo
se relaciona este “cosmopolitismo” con los estudios urbanos post colonia-
les?
Para mí, una de las dificultades de usar el término “cosmopolitismo”
fue su tinte de universalismo, según el cual seríamos ciudadanos del
mundo, tomando un poco de cualquier lado porque tenemos el derecho
de pertenecer a todas partes. Adoptar esa posición de ser capaz de
entender y saber de todas partes es una suerte de megalomanía; creer
que podemos mirar desde una posición superior al resto del mundo y
poner a las ciudades de cualquier parte en un “tablero de la liga de
ciudades”. Esa clase de cosmopolitismo no es la que me interesa. Tam-
poco me interesa el cosmopolitismo de quienes, como tienen recursos
para estudiar ciudades, corren por todo el mundo y se convierten en los
que entienden cualquier sitio y nos dicen qué es una nueva teoría urbana
porque han hecho investigación en todas partes (Beijing y Tokio, Río de
Janeiro o Johannesburgo o cualquier otra parte). Lo que a mi me intere-
sa es una forma más modesta de teorizar y de generar e implementar
políticas que aprende de las experiencias y las investigaciones prove-
nientes de diferentes lugares. Personalmente, yo propondría una vincu-
lación intelectual respetuosa de diferentes maneras de comprender las
ciudades que se generan en contextos que también son distintos. Creo
que en las décadas de 1940 y 1950 cuando surge gran cantidad de
219
Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
estudios sobre urbanismo comparativo –un momento que debería ser
mucho más valorado en el canon de los estudios urbanos– había un
elemento de esta clase de cosmopolitismo con gente próspera del cen-
tro corriendo a las periferias para apropiarse de experiencias urbanas
novedosas para promover sus carreras o generar avances teóricos. Su-
geriría que más que este tipo de teoría urbana colonial, necesitamos
mayor compromiso mutuo y discusión entre las tradiciones académicas
de diferentes lugares. Así que lo que quiero decir con cosmopolitismo
es que cuando intentemos pensar sobre nuestra propia ciudad no mire-
mos exclusivamente dentro suyo como una experiencia auto-referencial,
tampoco atendamos solamente a las ciudades que son similares (las
que podrían estar en la misma región o las que son comparables en
términos de estar en la misma posición estructural económicamente).
En lugar de eso, podríamos pensar en el proceso que estamos explo-
rando y aprenderíamos a entender mejor nuestro lugar leyendo a inves-
tigadores de otras ciudades. De ese modo tenemos una aproximación
respetuosa que nos permite aprender, por ejemplo, sobre Londres mi-
rándola a través de Buenos Aires u observando experiencias relevantes
de Johannesburgo o Bombay y no simplemente teniendo en cuenta a
Barcelona o Toronto. Una podría aumentar la propia habilidad de pensar
creativamente las ciudades. En “Ordinary cities” hay un par de ejemplos
en los que he empezado a trabajar. Pienso que para quienes trabajamos
sobre las ciudades más pobres, desafortunadamente, se ha convertido
en un mandato probar y mostrar que es gracias a la producción de aque-
llos que trabajan en países más prósperos que emprendemos esta am-
pliación de los estudios comparativos porque creo que ellos se han vuel-
to un poco descuidados a la hora de brindar referencias apropiadas a la
denominada “literatura internacional” sobre ciudades. Es este tipo de
abordaje cosmopolita el que deseo promover, donde nuestros recursos
para entender las cosas que miramos provienen de una cantidad de
ciudades diferentes. Así, por ejemplo, pienso en la gente trabajando en
Gran Bretaña un sitio que se caracteriza por su confortable Estado de
Bienestar. Toda una serie de estudios recientes llegan a la conclusión
de que no hay relación entre cohesión social o bienestar social y
competitividad urbana y esto es porque todas las ciudades, exitosas o
no, siempre han contado con la posibilidad de apoyarse en el Estado de
220
“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
Bienestar. Así que no tenemos la misma clase de transformaciones
relevantes típicas de sociedades en crisis económica que las que ten-
dríamos en países que no tienen Estado de Bienestar. La misma rela-
ción en Johannesburgo se propone como prácticamente inexorable, se
dice que el crecimiento económico resulta profundamente comprometi-
do por lo que podríamos llamar falta de cohesión social, por elevados
índices de crimen, por educación insuficiente, todo tipo de dificultades
sociales que está teniendo efectos directamente mensurables en la in-
versión económica. Los investigadores de ciudades británicas limitan
sus posibilidades de entender su propia sociedad si no prestan atención
a lo que está ocurriendo en otras partes.
¿Podría explicarnos su interpretación de la “dialéctica en suspenso” de
Benjamin como fuente de inspiración para esta clase de perspectiva?
Creo que lo que es interesante de la idea de la dialéctica en suspen-
so es que ofrece oportunidades para pensar en el dinamismo. Dentro de
nuestra apreciación intelectual de las ciudades, la imagen de dialéctica
en suspenso es muy sugestiva acerca del dinamismo que se genera
cuando las diferencias coexisten. Básicamente, tenemos procesos eco-
nómicos globales poderosos al lado de experiencias más locales, quizá
más extendidas y mucho más informales, y demasiado frecuentemente
esto termina entendiéndose de manera dualista. Me arriesgaría a tener
esperanzas en que podremos reimaginar qué es lo urbano si nos permi-
timos pensar que estas dos cosas no se sientan simplemente una al
lado de la otra si no que realmente podemos verlas transformándonos
intelectualmente, en una dinámica dialéctica, interactuando potencial-
mente entre ellas y transformando las ciudades y lo que pensamos so-
bre ellas. En el libro, uso esta imagen de la dialéctica en suspenso para
reunir algunas teorías del urbanismo occidental en una interacción diná-
mica con diferentes clases de urbanismo provenientes de otros contex-
tos y para ver cómo juntas podrían cambiar la forma en que pensamos a
las ciudades. Así que Benjamin ve a la dialéctica como una fuente de
transformación, de cambio e innovación. Trabaja sobre todo con imáge-
nes de determinados edificios –los pasajes parisinos, por ejemplo, o
conjuntos particulares de cosas en la ciudad– y cómo esto puede cam-
221
Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
biarte, de golpe puedes notar que es extraño estar todos juntos en la
ciudad y de esa manera transformarte hasta llegar a pensar en una
forma diferente. Creo que eso es muy interesante.
¿La suya es una suerte de aproximación sincrónica a la dialéctica? ¿Cómo
se relaciona con los usos que hace Benjamin de la Modernidad y de la
Historia?
Bueno, pienso que para Benjamin la historia es profundamente im-
portante. Él ve cómo las utopías perdidas están embebidas de formas
urbanas, así que por ejemplo en el proyecto de los pasajes escribe
sobre grandes edificios de acero. Podríamos pensar en el Palacio de
Cristal, que ya no está pero que de una manera muy intensa continúa
siendo un ejemplo de cierta clase de visión de lo británico, del
internacionalismo, de la modernidad, desde 1851. Cuando hoy miramos
esta clase de ejemplos parecen una suerte de modernidad fallida pero
ellos nos devuelven una visión de lo que podría haber sido el modernis-
mo. Ellos nos muestran lo que podrían haber sido los sueños del futuro
y así quizá nos llevan a pensar en lo contemporáneo de una manera
diferente. Benjamin usa un ejemplo de la publicidad donde un fenómeno
muy moderno es formulado como un idilio rural, así que, conducidos por
el beneficio capitalista, estamos comprando el sueño de una utopía del
pasado más que una simple mercancía. Este pasado idílico no está
simplemente enmascarando la forma de la mercancía, si no que en el
aviso resuenan deseos que podrían estar destinados a transformar la
forma corriente de la mercancía capitalista. En cierto sentido, Benjamin
nos está pidiendo que cuestionemos el presente a través del pasado, ya
que para él los restos del pasado de y en la ciudad –y toda clase de
representaciones culturales del pasado– pueden propiciar un momento
de transformación. Con su dialéctica en suspenso, está afilando una
sensación de contraste y posiblemente inspirándonos a pensar de ma-
nera revolucionaria sobre algo. Lo que amo de Benjamin son sus escri-
tos sobre otras ciudades, que no son tan leídos. Porque él escribe sobre
Nápoles y Moscú junto con Berlín y París y encuentro que esto es muy
útil porque sus usos de la dialéctica y la imaginación histórica le permi-
ten reflexionar acerca de la especificidad de esas experiencias urbanas
222
“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
diferentes. Porque luego no termina proponiendo a sus experiencias en
Berlín y Paris como la norma contra la cual juzgar otras ciudades.
Benjamin sigue ofreciendo una manera muy sugestiva de empezar a
pensar la investigación urbana comparativa.
Qué hay de las ciudades pequeñas o intermedias, las que no son capitales
nacionales ni juegan un rol central a nivel regional ¿ellas también son “ciu-
dades ordinarias”?
Sí, y creo que es algo de lo que no he hablado lo suficiente. Las
ciudades en las que he trabajado podrían ser vistas en muchos contex-
tos como bastante pequeñas, una ciudad de tres millones de personas
en un contexto sudamericano es probablemente casi invisible, en cam-
bio en Sudáfrica estas son nuestras ciudades más grandes. Pero para
mi lo importante es la cualidad de la experiencia urbana y por supuesto
que creo que ésta variará entre las enormes ciudades de veinte millones
de habitantes y las de medio millón o menos, como el caso de las
ciudades europeas que son considerablemente más chicas que mu-
chas de las ciudades que miramos. Así que la gente que escribe sobre
Europa probablemente ofrece una diferente clase de experiencia urba-
na. Más que pensar en el tamaño en sí, diría que es la cualidad de la
experiencia urbana y de la diversidad de cosas que se juntan en la ciu-
dad lo que es importante. Así que ciudades pequeñas podrían tener más
posibilidades de creer en una comunidad política por oposición a una
ciudad realmente grande que posiblemente está más fragmentada. Pue-
de haber diferencias importantes a la hora de imaginar posibilidades de
intervención o de reclamos políticos. Obviamente habría diferencias en-
tre ciudades y esto permanece como una cuestión fundamental a tener
en cuenta. Con la perspectiva que elijo no querría sugerir que cada ciu-
dad es exactamente lo mismo o que puede ser abordada de la misma
manera, si no que se trataría de entender las diferencias entre las ciuda-
des más como diversidad que como categorías diferenciales. De ese
modo, cabe la posibilidad de pensar que una ciudad pequeña podría
tener mucho en común con algunas ciudades grandes en términos de
algunos procesos y quizá menos en otros. Así, más que decir que las
diferencias pueden ser mapeadas de acuerdo con categorías –ya sea
223
Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
ciudades globales o regionales o ciudades muy pequeñas y ciudades
muy grandes– se puede pensar en las diferentes cualidades de lo urba-
no como distribuidas a través de las ciudades de una manera más diver-
sa. De modo que no se trata simplemente de asumir las diferencias a
partir de categorías a priori, las cuales contribuyen a crear divisiones
conceptuales sustanciales entre diferentes clases de ciudades. Por
supuesto que deberíamos apreciar las diferencias que hay entre distin-
tas ciudades pero sería mejor no dejar de lado previamente nuestra pro-
pia habilidad para pensarlas.
¿Cuáles son las limitaciones que surgen de la aplicación de esta clase de
presupuestos en el análisis de distintas ciudades?
El tipo de categorías que hemos venido usando dentro de los estu-
dios urbanos realmente nos están retrasando a la hora de comprender
las ciudades en las que vivimos hoy y hacia dónde se dirigen. Así que
necesitamos interrogar esas categorías –especialmente la de ciudades
globales, la separación tajante de las ciudades del tercer mundo y las
diferenciaciones regionales– porque no son útiles. Ellas hacen parte del
trabajo de limitarnos en cuanto a qué podemos llegar a pensar sobre
esta apasionante cuestión de ser urbanos.
224
“Ciudades Ordinarias”. Entrevista a Jennifer Robinson
Selección de publicaciones recientes de la entrevistada
Robinson, Jennifer (2006): Ordinary Cities. Between Modernity and
Development, London: Routledge
Robinson, J. (2004) In the tracks of comparative urbanism: difference,
urban modernity and the primitive Urban Geography (in press).
Robinson, J. (2004) A World of Cities. Review Article for British Journal
of Sociology (in press).
Robinson, J. (2004) Cities Between Modernity and Development South
African Geographical Journal (in press).
Robinson, J. (2004) The Urban basis of Emancipation: spatial theory and
the city in South African politics in Loretta Lees (ed) Emancipatory
Cities. London: Sage.
Robinson, J. (2004) Communities to Come: Re-making cities in a new
South Africa in Edgar Pieterse and Frank Meintjies (Eds) Voices
of the Transition: The Politics, Poetics and Practices of
Development in South Africa. London: Heinemann.
Robinson, J. (2003) Political Geography in a postcolonial context. Political
Geography.
Robinson, J. (2003) “Postcolonialising Geography: Tactics and Pitfalls”
Singapore Journal of Tropical Geography. vol. 24, no. 3, pp. 273-
289.
Robinson, J. (2003) Cities as spaces of interaction: African Participation
in Johannesburg’s 1936 Empire Exhibition. Journal of Southern
African Studies. vol. 29, no. 3, pp. 761-791.
Robinson, J. (2002) Global and World Cities: A view from off the map,
International Journal of Urban and Regional Research, vol. 26,
no. 3, pp. 531-554.
Robinson, J. (2002) ‘Johannesburg’s futures: beyond developmentalism
and global success’ in Tomlinson, R., Beauregard, R. Bremner, L.
and Mangcu, X. (eds) Emerging Johannesburg, London, Routledge.
Robinson, J. (2002) ‘(Post-)colonial geographies at Johannesburg’s Empire
Exhibition, 1936' in Blunt, A. and McEwean, C. (eds) Post-colo-
nial Geographies, Continuum, Melbourne, Cassell.
Robinson, J. (2002) Section editor for ‘Beyond the West’ in Anderson,
K., Domosh, M., Pile, S. and Thrift, N. (eds) Handbook of Cultural
225
Alejandra García Vargas - Patria Román Velázquez
Geography, London, Sage; with contributions by Michael Watts,
Cheryl McEwan and David Slater.
Robinson, J. (2000) ‘Feminism and the spaces of transformation’,
Transactions of the Institute of British Geographers, vol. 25, no.
3, pp. 285-301.
Robinson, J. (2000) ‘Power as friendship: spatiality, femininity and “noisy
surveillance”’ in Philo, C., Routledge, P. and Sharp, J. (eds)
Entanglements of Power, London, Routledge, pp. 67-93.
Robinson, J. (1998) ‘Spaces of democracy: re-mapping the apartheid
city’, Environment and Planning D: Society and Space, vol. 16,
no. 5, pp. 533-48.
Robinson, J. (1998) ‘(Im)mobilising space - dreaming (of) change’ in Judin,
H. and Vadislavic, I. (eds): Architecture, Apartheid and After,
Rotterdam, NAi publishers (D7).
Robinson, J. (1997) ‘The geopolitics of South African cities: states,
citizens, territory’, Political Geography, vol. 16, no. 5, pp. 365-86.
Robinson, J. (1996) The Power of Apartheid: State, Power and Space in
South African Cities, London, Butterworth-Heinemann.
226