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Gabriele Amorth Mas Fuertes Que El Mal

Este documento discute la distinción entre enfermedades mentales y posesión demoníaca, señalando que a menudo los síntomas se superponen y que un exorcista debe estar atento a distinguir entre ambos. También analiza casos en los que aparentes enfermedades mentales podrían estar relacionadas o agravadas por la influencia demoníaca.

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Gabriele Amorth Mas Fuertes Que El Mal

Este documento discute la distinción entre enfermedades mentales y posesión demoníaca, señalando que a menudo los síntomas se superponen y que un exorcista debe estar atento a distinguir entre ambos. También analiza casos en los que aparentes enfermedades mentales podrían estar relacionadas o agravadas por la influencia demoníaca.

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¿Enfermedad de la mente
o mal del alma?

Una vez mi amigo, el padre Fausto Negrini, durante un exorcismo le dijo


al diablo:
—«Posees poca gente. Nadie sabe siquiera que existes».
El respondió:
—«¿No te basta con ir a los manicomios para ver a cuánta gente yo
poseo?».
Satanás esta derrotado, expulsado, echado fuera, pero logra arrastrar
consigo a muchas personas. En este sentido, el problema de los presuntos
internos psiquiátricos es muy serio. Los psiquiatras no se dan cuenta.
Mientras la medicina del cuerpo ha dado pasos agigantados, con enormes
progresos en la comprensión y curación de las enfermedades, en lo que
respecta a conocimiento de la psique, la causa y la curación de las
enfermedades psíquicas, las investigaciones todavía están muy atrasadas.
Puede decirse que en la mayor parte de los casos los psiquiatras dan golpes
de ciego. Entre ello s hay quien me asegura que mas o menos el 70% del
trabajo de un psiquiatra se origina en la necesidad de remediar los
tratamientos errados de otro psiquiatra. He colaborado a menudo con
ellos, aunque es difícil encontrar alguno creyente, porque casi siempre
tienen en Freud a su dios. Muchas veces sus conocimientos resultan
fundamentales. Sin embargo, hay muchos casos en que la enfermedad
parece psiquiatrita, pero realmente no lo es; en otras, la enfermedad
psiquiátrica está fuertemente agravada por la enfermedad demoníaca.
Es interesante la observación del teólogo Walter Farrell en “Guía de la
Suma Teológica”, cuando asocia la inspiración diabólica de la obra de

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Nietzsche a «aquellas turbaciones del intelecto que en los años siguientes
harían caer progresivamente al filósofo en el abismo insondable de la
locura». Resulta espontáneo pensar en un vínculo, aunque no necesario
de causa y efecto, más que en un simple nexo de casualidad.
Sobre estos temas he hablado a menudo con un amigo mío psiquiatra,
que también ha venido a muchos exorcismos y ha notado cuáles pueden ser
los efectos demoníacos también sobre la psique humana. Al principio no
quería creer en el diablo, pero luego debió admitirlo. El fue quien me
permitió tener un encuentro con sesenta psiquiatras de alto nivel, con
quienes tuve una interesantísima discusión, de la cual nació un libro. Me
hicieron las preguntas más difíciles que jamás me hayan hecho, pero pude
responderlas todas. Expuse mis razones, llevé mis ejemplos, la experiencia
de décadas de trabajo en este campo y ellos no pudieron hacerme
objeciones convincentes. En cierto sentido hemos definido los 2 ámbitos de
interés con cierta precisión.
Por lo demás, en el Evangelio se ponen a menudo las 2 cosas juntas.
Jesús curaba a los enfermos y expulsaba a los demonios. El padre Cándido
en esto era extraordinario. Tenía carismas excepcionales. Muchas veces
dejó pasmados a los médicos, a hospitales enteros. Nunca se equivocó en
sus diagnósticos y mandaba a los psiquiatras de confianza a algunos
pacientes. En los demás casos hacía exorcismos u oraciones de sanación.
Para un exorcista es fundamental, además de ser extremadamente difícil,
saber distinguir un mal maléfico de un mal psíquico. Los síntomas en que
se basan los psiquiatras y construyen su diagnóstico son completamente
diferentes de los que interesan a los exorcistas. Cada uno debe permanecer
en su campo, y entonces los unos son útiles a los otros.
Entendámonos: un exorcista está muy atento a la sensibilidad de la
persona, al agua bendita. Es significativo un caso que le sucedió al padre
Cándido. Estaba haciendo un exorcismo y encontrándose sin agua bendita,
mandó a su ayudante a que trajera un poco. En cuanto el hombre vuelve
con el agua y el aspersorio, el demonio al que el padre Cándido estaba
interrogando dice a través de la persona exorcizada: «Con esa agua sólo
puedes lavarte la cara». En efecto se trataba sólo de agua corriente, porque
había sido cogida del grifo de la sacristía. El demonio de inmediato había
captado la diferencia.
Muchas veces basta rociar agua bendita y el demonio que está dentro de
la persona rociada comienza a gritar: «Basta, basta, me quema».
Precisamente por esta resistencia del diablo hay casos en que resulta
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fundamental darse cuenta de la sensibilidad para distinguir el agua bendita
de la normal. A veces pido a los familiares que hagan una prueba para ver si
la persona que ellos señalan tiene verdaderamente un problema demoníaco.
Hace poco tiempo me sucedió un caso de estos con una chica de 20 años.
Por lo que la madre me había contado, tenía yo fuertes sospechas. Entonces
le aconsejé que preparara secretamente con el agua bendita una comida
que a su hija le gustaba mucho y la llevara a la mesa para toda la familia.
La mujer decidió hacer una sopa. Nadie conocía el experimento, todos la
comieron tranquilamente menos la chica, que la puso aparte encontrando
una excusa: «No tengo ganas de tomarme la sopa». Al día siguiente, la
mujer repitió la prueba poniendo el agua bendita en otro alimento y el
resultado fue el mismo.
También la aversión a lo sagrado es un signo importante. Recuerdo a un
joven que tiraba y destruía las imágenes sagradas que encontraba. Si
llegaba a casa el sacerdote para la bendición de Pascua o por otro motivo,
él sin dar la cara se encerraba en su habitación. Le aconsejó al padre rezar
mentalmente una oración en su presencia, escogiendo un momento normal
de la vida familiar.‐ En la mesa el padre comienza a decir mentalmente el
Padrenuestro y el hijo, de repente, con violencia, se levanta ordenándole
que no continúe.
Son tantas las personas que tienen realmente necesidad de ayuda, pero
no para todas son necesarios los exorcismos, antes de dar una cita hago
una gran selección y pido una serie de informaciones. Como primera cosa
me sirve un diagnóstico médico respecto a los trastornos que los afectan.
Luego, pregunto si normalmente la persona lleva una vida de oración, desde
cuándo está afectada por esta alteración y si la primera manifestación tuvo
lugar con relación a un acontecimiento especial. Pregunto cómo se
manifiesta la alteración, si es furiosa, si hay gritos, estrépitos, espasmos,
movimientos incontrolados. Pregunto que reacciones tiene a las
bendiciones. En muchos casos envío cuestionarios con preguntas. Si al leer
las respuestas no encuentro lo que llamo «síntomas sospechosos», evito
recibir a la persona para dedicarme a otros casos, porque, repito, son
muchas las peticiones. Casi a diario encuentro el contestador telefónico
lleno.
Por otro lado, el exorcismo es lo último que se debe hacer cuando todo lo
demás no ha surtido efecto. Para muchas personas a menudo es suficiente
sentirse espiritualmente acogidas y guiadas, basta escucharles sus
necesidades, orar con ellas, enseñar a orar también por quien es la causa de
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su problema, guiarlos a prepararse para una buena confesión. Luego,
también hay muchas personas con fijaciones, paranoias, con la manía de
estar endemoniados, perseguidos por el diablo y así por el estilo.
Un método infalible son también las liturgias comunitarias de sanación
y de liberación. Si no hay reacciones y síntomas específicos en estos casos
tampoco los habría con el exorcismo. Naturalmente, también se necesita
discernimiento en cuanto alo que sucede en las misas de sanación y
liberación. Puede suceder que alguien se ponga a gritar, se desespere, se
eche por tierra o se ponga violento. Pero muchas veces se trata de
problemas de histeria o de sugestión. Otras veces ya sabemos cuáles son las
personas a quienes debemos no perder de vista, porque ya han sido
señaladas. Por ejemplo, algo así me sucedió una vez con Milingo, cuando
hacía misas de sanación y liberación los primeros lunes de cada mes. Había
una enorme cantidad de personas. Muchos eran los fenómenos de histeria y
sugestión. Antes de la celebración, Milingo me advirtió de la presencia de
un endemoniado que iba a presentar ciertos síntomas, como de hecho
sucedió luego.
¿Milingo? Sí, le conozco, he oído hablar de él a las personas que lo
frecuentan, participé en su celebración. AI final de todo esto he tenido la
sensación de que se presentan bellas ocasiones que luego se van
perdiendo. ¿Se trata de un exorcista que se dejó encadenar por el
demonio?
Su historia es muy triste. Somos amigos. De vez en cuando me llama.
Viene a buscarme. Hablamos. Oro por él todos los días. Pido que el Espíritu
Santo le dé la gracia de la humildad, la cual es fundamental; sin esta no
puede haber arrepentimiento, no se pueden reconocer los errores cometidos
ni tener el valor de revisar el propio comportamiento. No hay duda de que
con él se cometieron injusticias, pero él se sobrepasó en la protesta y en la
oposición a la Iglesia. A su vez la Iglesia ha hecho mucho para volverlo a
acoger con los brazos abiertos. Ciertamente necesita un baño de humildad.
Y luego, conocimientos erróneos, influencias erróneas, el reverendo Moon,
la mujer que lo tiene aferrado a sí, los insondables misterios del alma
humana... También Judas expulsaba los demonios como todos los
apóstoles, y después entró en él Satanás. Una cosa es el poder de expulsar a
los demonios y otra cosa las opciones y la vida personal.

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