TÚ SERÁS MI CHICA DE LA PUERTA AZUL
Capítulo I ¿Por qué me meteré en estos líos…?
Desde su banco en la Iglesia vio salir a la guapísima novia con esa sonrisa
deslumbrante que lucían las mujeres vestidas de novias caminando por el bien
decorado pasillo nupcial, del brazo de su recién nombrado marido y con toda una
Iglesia admirando la pareja que formaban.
Sonreía al ver la imagen ante ella, otra amiga que se casaba. Otra amiga que
encontraba un hombre que acababa de declarar ante ella y ante el mundo que la
quería por encima del resto de mujeres del planeta, que la quería por encima de
todas las cosas y para el resto de su vida. O eso esperaba, claro.
Sonreía cuando, al llegar al lugar donde se celebraría la fiesta, se acercó a la
mesa en la que se hallaban las tarjetas que señalaban la ubicación exacta de cada
invitado en el salón, y, como siempre, su nombre estaba allí, en una pequeña
tarjeta de color marfil, escrito en letras de estilo gótico, solo, sin nombre alguno
de acompañante. Lo único escrito bajo su nombre era el número de su mesa.
Suspiró para su interior sin dejar de sonreír. No iba a ser ella la que estropease
un día especial para otros. Mantuvo su sonrisa cuando al llegar a la mesa se dio
cuenta de que era la única persona menor de sesenta años sentada a la misma,
tragándose una maldición destinada a la madre de la novia segura de ser ella la
que repartiese a los invitados en entre las mesas del salón. Incluso fue capaz de
mantener la sonrisa cuando en el discurso, el padrino la mencionó como la
causante de tan magnífica unión pues no parecer atractiva al novio, dijo, lo
condujo a su amiga, la afortunada novia.
Sonreía cuando la madre de la novia destacó, en varias ocasiones, en una breve
conversación, delante de los pocos solteros atractivos de la fiesta, que ella era no
solo la única amiga soltera de su hija, sino que era la única que jamás había
tenido novio. Y mantuvo aún la sonrisa cuando remató su humillación ante esos
atractivos desconocidos, diciendo que no todas las amigas de su hija podían ser
atractivas y encantadoras, pero que ella lo compensaba con creces siendo una
buena amiga.
Sonreía viendo a las parejas bailar, a solteros que buscaban parejas entre las
mujeres de la fiesta, menos ella, por supuesto. Sonreía cuando varias de sus
amigas destacaban las excelentes mesas en las que las habían sentado, con
algunos hombres “interesantes”, decían con esa sonrisa que implicaba que
interesante iba más allá de lo cotidiano. Sonreía, sonreía y sonreía.
Después de horas sonriendo, por fin llegó a su diminuto apartamento, de su
diminuta existencia para descargar allí su no tan diminuta frustración y deseos de
desaparecer bajo el edredón de su solitaria cama. <<Mañana será otro día>>, se
decía dejándose caer en el sillón tras ponerse su pijama de algodón dos piezas,
práctico y calentito, o lo que era lo mismo, lo menos erótico y atractivo del
mundo, pero dado que nadie la miraría, qué más daba…
<<Sí, mañana será otro día>>, se repetía justo cuando sonó el teléfono. Se
levantó sin mucho entusiasmo deseando que no fuere su madre preguntándole si
había conocido alguien interesante o lo que era peor, si había conseguido atraer
el interés de cualquier hombre. Suspiró antes de descolgar el teléfono y al otro
lado sonó la voz de Noelia, la feliz y radiante novia
- ¿Clara?
- ¿Noelia? ¿No deberías estar en un vuelo a Hawái ahora mismo? -preguntó
extrañada.
-Lo cogemos en unos minutos, pero necesito que me hagas un favor enorme.
¿Qué digo enorme? Gigantesco...
Por la mente de clara cruzaron distintas opciones: Se ha olvidado el pasaporte y
necesita que se lo lleve. Han perdido los datos de su reserva del hotel. Han
olvidado a alguna abuela con demencia senil en el lugar de celebración y quiere
que la recoja… suspiraba para sus adentros sabiendo que pidiere lo que pidiere,
acabaría por hacerlo…
-Verás. Acaban de llamar a Ron de un hospital del sur de Italia, su hermano ha
sufrido un accidente haciendo esquí acuático, de ahí que no haya venido a la
boda, ocurrió ayer por la tarde y no han podido localizar a Ron hasta hace un
rato.
-Vaya, cuánto lo siento, pero ¿se encuentra bien?
-Pues… su vida no corre peligro pero… verás… no me preguntes cómo, pero ha
sufrido una lesión en la cabeza y el golpe le ha provocado un pequeño derrame,
ya lo han solucionado, pero durante unas dos semanas habrá de permanecer con
los ojos vendados pues tiene inflamada la parte frontal de la cabeza donde están
los nervios ópticos, o algo así… el caso es que debe permanecer con los ojos
vendados y… necesitará ayuda… y… bueno… Ron y yo salimos ahora para
Hawái y no nos devolverían el coste del viaje a escasos minutos de embarcar…
hemos pensado que… en fin… si no recuerdo mal, tus vacaciones han empezado
hoy y… bien… el caso es que querríamos pedirte que fueras a ayudarle.
Clara permaneció unos segundos en silencio escuchando a su cerebro gritar <<di
no ahora, di no ahora mismo, ¡di no ya!>>.
-Espera, a ver si lo he entendido, ¿quieres que vaya a algún lugar del sur de Italia
a cuidar de un hombre que no conozco y que necesitará que le asistan
prácticamente para todo durante dos semanas? ¿Es eso? -preguntó después de
unos segundos atónita.
-Emm… sí, sí… Ron dice que te pagará los billetes de avión en primera y como
te quedarías en casa de su hermano… bueno no necesitarías hotel y eso… Clara
sé que suena a locura, pero estamos desesperados. Se lo he pedido a mi hermana
Cam, pero dice que tiene trabajo hasta dentro de unos días y mi madre sabes que
no vuela en avión y… ciertamente estamos desesperados…
-Pero… pero… ¿y ese hermano está de acuerdo con esto? - << ¿pero por qué
preguntas eso? ¿Te has vuelto loca? Di no, di no, di no ahora mismo…>>
-Creo que... si… si… claro.
Por la voz y la forma de decirlo Clara supo que de eso nada de nada. Ese
desconocido no estaría conforme con semejante idea descabellada.
- ¿Clara? Hola soy Ron.
La voz de Ron con el ruido de fondo del aeropuerto la sorprendió:
-Ah sí, sí, hola Ron… -Se limitó a balbucear.
-Clara, sé que es un favor enorme, pero como decía Noelia estamos
desesperados. Mi hermano no soporta las enfermeras y no está dispuesto a meter
una en la casa y el médico nos ha dejado claro que o permanece con los ojos
vendados o puede sufrir daños en la vista y que por ello necesitará ayuda tanto si
quiere como si no. Realmente es precipitado y del todo desesperado, pero hemos
de decidir qué hacer en los próximos minutos pues los pasajeros de nuestro
vuelo ya están embarcando… -se quedó en silencio unos segundos-. Te deberé
una enorme, de veras…
-Ron ¿no sería mejor que le cuidase un amigo o alguna de las personas que
estuvieren con él?
Ron suspiró al otro lado del teléfono lo que pudo escuchar con absoluta nitidez.
–Clara, a mi hermano no le gusta demostrar debilidad y menos ante personas que
conoce. No dejará que ningún conocido y menos aún un amigo le cuide,
especialmente en una situación en la que se convertirá en alguien tan indefenso o
dependiente al carecer de vista.
-Entiendo y presumo tampoco le hará gracia que le cuide su novia o con quien
tenga una relación.
Ron se rio:
-Novia, novia, creo que no ha tenido desde que era un muchacho, y en cuanto a
sus relaciones… bien, digamos que no es de los que gustan las relaciones
profundas o con mujeres con las que se pueda contar para este tipo de cosas, de
modo que presumes bien, no creo que le haga gracia que ninguna de sus amigas
le cuidase…
Tenía el no en la punta de la lengua, pero sin saber cómo respondió:
–Está bien… pero no sé si esto es muy buena idea, yo no he cuidado de nadie
enfermo en mi vida.
-Bueno... no está lo que se dice enfermo, sino solo temporalmente ciego… -
Señalaba Ron cada vez más animado-. Nos llaman, Clara, en serio te deberemos
una enorme. Te envío por mail todos los datos de mi hermano y el nombre de la
agencia de viajes. Dile a Rose, la directora, que tiene mi permiso para disponer
lo necesario para tu viaje… de verdad, Clara, gracias.
-Si… bueno… esto… Ron ¿cómo se llama tu hermano? -Fue lo único que se le
ocurrió preguntar ante tan absurda situación en la que había aceptado meterse
-Ah sí, Alex, mi hermano se llama Alex… esto, hemos de colgar… te
llamaremos cuando lleguemos…
Después de eso colgó dejándola con el teléfono en la mano y la cantinela
sonando en su cabeza de “eres idiota, Clara, no hay mayor idiota que tú en el
planeta”.
Tras unos minutos de desconcierto, seguidos de otros de autoflagelación por
meterse en semejante embrollo y otros más de pánico, respiró hondo y miró el
reloj de la pantalla del teléfono. Las siete de la mañana… tengo que llamar a la
mujer de la agencia de inmediato puesto que debería llegar lo antes posible…
-Llegar lo antes posible… -Empezó a hablar-. Pero llegar a dónde… a un lugar
desconocido, a cuidar a un desconocido, y para hacer algo desconocido. ¿Pero en
que estaba pensando? Cuidar de alguien que no puede valerse solo… Estoy loca,
loca de remate… pero si se me murió el cactus que me regalaron… cómo voy a
cuidar de un ser humano… -Suspiró-. Está bien. -Se dijo así misma poniéndose
en pie- Lo primero es lo primero.
Fue hasta su ordenador y abrió su correo y para su desconcierto y pánico había
un mensaje de Ron “datos de Alex” rezaba el texto del asunto. Respiró hondo, se
llamó tres veces idiota a sí misma más y abrió el mensaje.
-Estupendo. -Dijo en voz alta-. Dirección, nombre del médico que le atiende y
del hospital en el que se halla. Eso es todo. Pues qué bien… -Suspiró dejándose
caer en el respaldo de la silla-. Por todos los santos hasta las instrucciones de una
mesa de IKEA tiene más señas y una guía más detallada de qué hacer… -Gimió–
… no lo pienses más. -Abrió el buscador de Internet y se puso a mirar los mapas
de Italia-. Por Dios, pero si es una pequeño pueblecito turístico y pesquero… -
murmuró-. ¿Y si se pone enfermo… el hospital está a…? -Rebuscó en la página
web-. ¡Genial a 125 km…! ¡genial, genial…! Mejor que no se me caiga por las
escaleras ni que lo envenene con mis grandes dotes de enfermera sin experiencia
alguna en tratar seres vivos… -se levantó y dio varias vueltas a la pequeña mesa
de su salón-. Estoy loca, estoy loca, estoy loca… -Se decía una y otra vez-. Pues
claro que lo estás boba, llevas treinta minutos hablando sola ¿qué digo hablando
sola? Regañándome a mí misma ¿puede haber algún indicio más evidente de
locura? -Suspiró dejándose caer como un peso muerto en su sofá-. Esto no puede
traer nada bueno… Clara, acabarás encerrada en una cárcel italiana como la
asesina torpe de un pobre ciego… -miró su reloj suspiró y miró los datos que al
final del mensaje tenía de la famosa agencia de viajes.
- ¿Rose? -Habló nada más descolgarse el teléfono al otro lado de la línea.
-Sí, soy yo.
-Oh bien, me llamo Clara, Ron me ha dado tu teléfono para pedirte…
-Sí, si… -La interrumpió-. Precisamente estaba encargándome de eso ahora pues
de madrugada recibí un mail de Ron para darme algunos detalles…
-Oh bien… -Se mordió el labio- Y… bueno ¿podrías entonces informarme?
Verás, solo tengo la dirección del hermano de Ron, no sé dónde tengo que ir, si
he de tomar uno o varios vuelos y después supongo necesitaré un coche o algo…
Escuchó la risa al otro lado:
–Clara ¿te importa que te llame Clara? -Ni esperó a que la contestase-. Ya me ha
indicado Ron en el mensaje que debía ocuparme de todo menos de tu
alojamiento pues tienes previsto quedarte en casa de su hermano…
-Sí, sí, en principio así creo que es, pero te agradecería que me dieses una lista
de hoteles o casas rurales o lo que se suponga haya en el pueblo pues no sé si
acabaré necesitando un alojamiento distinto…
-Oh claro, por supuesto… aunque… -Escuchó unos segundos de silencio raro-.
Verás, es un pueblo al que va gente alquilando casas y… en fin… son… algo
caras, a decir verdad. Se trata de un pueblo pesquero, pero hace años vieron las
enormes posibilidades de sus calas privadas y de sus playas casi vírgenes y se ha
construido una especie de complejo lleno de casas y chalés de lujo para gente
rica que accede en barco o que hace submarinismo y ese tipo de deportes
náuticos, ya sabes…
<<Ya sé, claro… de gente rica que no sabe cómo gastar su dinero y entre la que
yo evidentemente, con mi mísero sueldo de contable, no puede ni codearme ni
siquiera compartir una cerveza pues me costará tanto como mi gasto del
supermercado de toda la semana…>>
-Esto… pues… en fin me quedaré en la casa del hermano de Ron, aunque si
encuentras en los alrededores alguna pensión o algo envíame los datos a mi
correo y por lo menos cuento con eso…
-Claro, lo buscaré y te lo enviaré… -Escuchó al otro lado el ruido inconfundible
del golpeteo de las teclas del ordenador-. Veamos… Ron me ha indicado en su
correo que te compre billete de ida y vuelta en primera, llegarás a Roma y de ahí
en avioneta a un pequeño aeropuerto cercano. Te alquilaré un coche para dos
semanas y que puedas moverte. Ron me indica que, como deberás ayudar a su
hermano a moverse, mejor te alquilo uno cómodo y fácil de manejar así que lo
incluiré en el paquete de Ron… bueno el regreso… te lo dejaré abierto… me
llamas dos o tres días antes de saber cuándo regresas y me ocupo de cerrarlo… -
De nuevo más tecleo y algunos murmullos-. ¿Clara?
- ¿Umm? -estaba distraída con su mantra particular de <<eres boba, Clara, eres
boba>>-. Sí, dime.
-Pues, me preguntaba… ¿necesitarás dinero de mano? Porque puedo hacer que la
persona que te recoja en Roma y te lleve hasta la avioneta te entregue una
cantidad para que puedas moverte unos días antes de tener que sacar la tarjeta…
-Esto… no… no… no te apures…
-Bueno, es que Ron me indica que te hará transferencia para los gastos pero
también que te entreguemos bonos de viaje para los gastos de diario, ya sabes,
por si acaso…
Clara suspiró:
-No sé… yo no creo que…
-Clara, permite un consejo de alguien que está acostumbrada a viajar, es mejor
tenerlos, aunque sea por si acaso. Mira te propongo una cosa. Le digo a Alfredo,
que es como se llama el chico que te recogerá, que te entregue un sobre con
varios cheques de viaje y si no los usas me los traes de vuelta y ya está, sin
problemas.
-Bien, bueno, supongo que no está de más ser precavida… umm, Gracias…
-Olvídalo, para eso estoy aquí, si tienes mis datos por Ron, mándame un mail y
te envío un correo con toda la información y los códigos de los vuelos y demás
reservas.
-Si claro…umm… -Envió de inmediato el correo-. Ya está, ya lo tienes…
-Ah sí, ya, ya. Pues te envío todo enseguida. ¿Puedo hacer algo más por ti?
-Pues… me preguntaba… verás, puede que te parezca una tontería, pero estoy
mirando en Internet lo de hospitales cercanos y demás, pero ¿sabrías si hay un
médico, un dispensario o algo así en el pueblo? Lo cierto es que me preocupa
que mi inexperiencia en estas lides acabe por hacernos necesitar un médico a
mano a la primera de cambio.
Rose se rio al otro lado:
-Ay Clara, no te apures, con ese sentido del humor seguro que te las apañas bien,
y, no temas, le pediré a Alfredo que se informe y te indique lo que sea cuando te
recoja.
-Vaya, muchas gracias.
-Un placer, Clara, que tengas un grato viaje y una estancia… -Se rio
suavemente–… bueno, sin percances… suerte.
Clara colgó resonando en su cabeza que lo que ella entendía como sentido del
humor, realmente era pánico y ansiedad callada cubierto de humor amargo…
Esperó a recibir el correo de Rose haciendo la maleta lo que dado su nerviosismo
fue puro azar y grandes dosis de paciencia a la hora de coger y meter en la
maleta, sacar y guardar en el armario, volver a coger y meter en la maleta, sacar
y guardar en el armario… Este jersey ya lo he metido y sacado seis veces.
Lanzamiento encima de la cama y decisión drástica y definitiva de quedarse
fuera de la maleta… Ropa de invierno… no, no, es zona costera, pero estamos
en verano… ropa de verano y algo de abrigo… fuera esto y esto y esto y… Todo
fuera, a empezar de nuevo… ¿ropa para salir? No, no… voy a cuidar a un
desconocido y ciego… un vestido negro sencillo pero que pueda ponerme si
acaso para cenar y listo…uff… diez minutos sentada en el borde de la cama
viendo mi ropa esparcida por doquier… por todos los santos… ropa de dormir…
ropa interior… ¿bañador? Dos por si acaso… bien… ¿qué más? Bolsa de aseo.
Rebuscar en el baño productos de higiene, belleza, perfume… regreso al
cuarto…
-Maldita sea… -Suspiró cansada-. Esto no cerrará y si lo hace pesará tanto que
no podré arrastrarla… por favor que alguien me pegue un tiro y acabe con mi
sufrimiento…
Se dejó caer en la cama, o mejor dicho en el montón de ropa donde debiere
haber una cama. Diez minutos mirando al techo, cinco repitiendo su particular
mantra y suspiró para insuflarse valor y mirar el dichoso correo. Abrió el correo
de Rose y empezó a apuntar las horas para poder calcular los tiempos con los
que contaría:
-Salida a las 16.00 llegada a las 19.15 Roma salida a las 19.30 llegada a las
20.40…- “el doctor te espera en el hospital a las 21.00 para poder dar el alta hoy
a Alex”. Rezaba al final el mensaje que Rose había copiado de un mensaje que le
envió Ron desde su avión-. ¿Qué me espera? ¿A las nueve de la noche?... ¿tan
deseoso está de librarse del paciente? -Suspiró cansada y vencida por la
evidencia de que era idiota, idiota de manual.
Escribió un mensaje de respuesta a Rose dándole las gracias y otro a Noelia y a
Ron informándoles de todos los detalles del viaje, prometiendo escribirles una
vez conociese al famoso Alex y se instalaren tras llevarlo desde el hospital a la
tranquilidad de su casa, o al menos eso esperaba ella en su fuero interno.
La llegada al aeropuerto fue un caos, un atasco, el enfado del taxista porque no
tenía cambio y tuvo de pagar con la tarjeta, correr hasta la terminal para
embarcar y, para rematar, la mala cara de la azafata cuando se dio cuenta de que
al ser de primera clase debía pasarla antes que algunos que llevaban en la cola de
la entrada del avión un buen rato, pero que debían esperar a la pesada de primera
que llegaba tarde y cuyo billete le daba preferencia a todos ellos a pesar de ser
una petarda incapaz de llegar a su hora… puso cara de resignación ante las
miradas furiosas de esos pasajeros y de disculpa sentida a esa “auxiliar de vuelo”
que de haber tenido un cuchillo se lo habría clavado.
<<En fin, al menos ya estoy dentro…>>, pensaba una vez sentada.
El vuelo fue como cualquier otro, aunque… decir que fue como cualquier otro
sería algo alejado de la verdad y menos cuando ella no había viajado en primera
clase en su vida, en un asiento amplio, sin nadie molestando, con una bebida
espumosa en la mano y una auxiliar de vuelo pendiente de los pasajeros.
<<Definitivamente, ir en primera clase tenía sus ventajas>>, sonrió sin querer al
pensarlo antes de cerrar los ojos y dejarse llevar por una pequeña siesta.
Al llegar a Roma tomó su maleta de la cinta transportadora y salió a toda prisa
por la puerta exterior pues, según su horario, tenía poco más de diez minutos
antes de salir para reunirse con el tal Alfredo y tomar la avioneta. Miró desde la
puerta de salida y un cartel con su nombre sostenido por un hombre de unos
cuarenta años con barba y aspecto despreocupado le esperaba. Le agradó de
inmediato por esa sonrisa abierta y porque al acercarse le tomó la maleta sin
preguntar.
-Señorita Clara… -decía, con ese marcado acento italiano de alguien que ha
pasado un tiempo en España, echando a andar por el aeropuerto-. Disculpe las
prisas, pero tenemos el tiempo justo para llegar a la avioneta. Tengo un coche
esperando.
-Por supuesto, no se apure. Le sigo… -Decía ya con su bolsa de mano y su
pequeña bolsa del portátil colgando del hombro. Y, desde luego, lo siguió por
todo el aeropuerto sin detenerse ni para tomar aire. Llegaron hasta la zona de los
coches donde un hombre se les acercó de inmediato nada más ver a Alfredo y le
ayudó con la maleta y seguidamente se montaron en un bonito mercedes que
claramente iría destinado a visitas más augustas que la de Clara, pero no sería
ella la que se quejare. Una vez arrancó con Alfredo y ella sentados en el asiento
trasero, le miró con una sonrisa espontánea de quién se sabe si no un hombre
guapo al menos sí resultón.
-De veras, lamento estas prisas, pero si perdemos la avioneta deberá esperar en
Roma hasta mañana por la tarde y Rose me ha explicado que es importante que
llegue al hospital antes de la nueve.
Clara le sonrió asintiendo.
-Eso creo, pues tengo entendido me espera el médico y, por favor, tutéame,
puede que no sea una quinceañera, pero aún me gusta pensar que puedo permitir
que me tuteen guapos italianos.
Alfredo se rio.
-Certo, certo… No has de preocuparte. -Sacó una cartera de cuero y la puso en el
regazo de Clara-. te he incluido, además del sobre con los cheques de viaje que
me pidió Rose, el mapa de la zona y he señalado los sitios de referencia que creo
debes conocer. El hospital, un pequeño dispensario que hay en el pueblo,
algunos sitios para comprar comida y lo necesario para unos días, algunos sitios
interesantes para comer y cenar… te he apuntado los teléfonos que necesitarás,
no solo el mío, el del médico y el hospital, sino de algunos sitios que creo le
conviene tener. Farmacia, policía…
Clara se rio:
-Me temo que serán otros los que acaben llamando a la policía porque una torpe
extranjera ha atentado contra la integridad física y mental de un pobre ciego al
que debería cuidar…
Alfredo estalló en carcajadas al igual que el conductor.
-Rose me dijo que eras divertida y me alegra comprobar que no se equivocada.
No temas, todo te irá de perlas y si necesitas algo ya sabes que los italianos
somos muy dados a meternos en la vida de los vecinos, no dudes en pedir ayuda,
aunque no los conozca.
-Interesante…. ¿me ayudarán a escapar cuando sea acusada de maltrato o de
intento de asesinato de un turista?
De nuevo estalló en carcajadas:
-Mejor fingiré no haber escuchado tales palabras por si luego me llamasen a
declarar en el juicio… -Se reía negando con la cabeza-. Aunque, ahora que lo
pienso, quizás testifique como cómplice puesto que soy el que te va a
proporcionar el coche con el que te moverás y posiblemente huirás… -Clara se
rio-. Lo tienes esperándote a pie de la pista nada más aterrizar y las llaves las
tienes en esa bolsa junto con los papeles. Es un pequeño utilitario. Supuse que
preferirías un coche fácil de aparcar y del que poder despreocuparse si lo dejas
en la calle…
Clara asintió sonriendo.
-Ahhh han hablado con mi madre y les ha dicho que suelo olvidar con mucha
asiduidad dónde aparco y luego me paso horas dando vueltas hasta encontrar el
coche… muy inteligentes…
Los dos se rieron
-Al menos tiene GPS por lo que dentro de él no te perderás… -Alfredo sonreía
dedicándole una mirada compasiva-. Como llegarán un poco tarde a la casa tras
la parada en el hospital y no sabía si su amigo estaría bien provisto de víveres, en
el maletero encontrarás una pequeña compra para, al menos, un día. Le encargué
algunos productos básicos a la chica de la agencia de alquiler y ha prometido que
los dejaría en el coche antes de aparcarlo para ti.
-Vaya, creo que una podría acostumbrarse a que la cuiden así de bien… -Lo miró
sonriendo-. ¿Estás casado, Alfredo? -Preguntaba burlona riéndose y el pobre no
pudo sino reírse con ella.
Llegaron en un santiamén a un pequeño aeródromo donde enseguida tomaron
sus bolsas y la dejaron al pie de una avioneta. Se despidió de Alfredo
prometiéndole que le llamaría en cuanto se instalasen o si necesitase algo.
Sentada en la pequeña avioneta junto con un matrimonio inglés de mediana
edad, claramente adinerado y un joven con aspecto de dandi sacado de un libro
de Byron y rostro de hombre experimentado en cualquier materia a pesar de su
edad y de estar de vuelta de todo, Clara pensó rápidamente en las horas
anteriores intentando recapitular la información. Repasó la documentación y las
cosas de la bolsa que le había entregado Alfredo sin evitar una pequeña sonrisa
al recordarlo. Realmente era un hombre muy agradable y divertido. Grabó en su
móvil todos los teléfonos importantes, incluido el de ese desconocido Alex al
que iba a cuidar o si la diosa fortuna estaba de mal humor, matar. Suspiró cuando
anunció el piloto de esa pequeña pero lujosa cafetera a la que llamaba avión, que
en apenas unos minutos aterrizarían. Aún era de día y contaba, por lo que veía en
el mapa y si no se perdía, con tiempo para llegar bien al hospital. Tras sacar las
cosas de la avioneta miró en derredor de esa pequeña pista y tras balbucear
cuatro palabras en italiano consiguió que un par de operarios le indicaren donde
estaría el coche estacionado. Con la llave pulsó el mando a distancia del coche y
cuando saltaron las luces de un pequeño Opel, nuevo y con pinta de no tener más
que pocos kilómetros, se acercó. Abrió el maletero, dejó su maleta junto a dos
bolsas de plástico y una pequeña nevera portátil en la que supuso estarían esos
víveres y después se sentó en el coche dejando a un lado su bolso y la bolsa de
cuero que le había entregado Alfredo.
-En fin… -Se decía siendo consciente de que estaba en aquél embrollo sola sin
que hubiere vuelta atrás-… seamos prácticos. Lo primero es lo primero… -miró
el salpicadero y el GPS prendido en él-. Bien… veamos cómo funciona esto… -
Diez minutos después había logrado por fin ajustarlo al español y tras conseguir
grabar la dirección del hospital y de la supuesta casa de ese desconocido
arrancó-. Bien, ahora…
Miró el GPS una vez más, el teléfono que llevaba en el asiento del copiloto y
finalmente salió de ese pequeño aeródromo. No tardó en llegar tanto como
esperaba, tras un par de confusiones en un par de salidas que rápidamente
consiguió reconducir, se vio aparcando a las puertas del hospital que, aunque
grande y aparentemente moderno, no obstante, no parecía tener en exceso
movimiento de personas. Suspiró apagando el motor.
-Quizás sea porque haya terminado las horas de visitas… -murmuró para sí.
Tomó su bolso tras sacar los datos del médico y guardar la bolsa de cuero con los
documentos y finalmente salió del vehículo. Revisó ligeramente su aspecto con
los reflejos de la ventana del coche:
-Pero… ¿qué estás haciendo? -Se reprendió a sí misma de inmediato-. Si no va a
poder verte y aunque lo hiciere, solo vienes a cuidarlo, así que qué más da el
aspecto que tengas…
Tras lograr encontrar la planta donde se suponía se hallaba el pobre enfermo al
que iba a someter a sus cuidados, una enfermera, que la miraba como si fuere
otra loca extranjera que no sabe moverse lejos de su país de origen, la llevó hasta
un médico algo mayor, pero de excelente aspecto que enseguida la recibió
amable, o por lo menos con una sonrisa cordial y que la saludó en un perfecto
español
-Buenas noches, señorita Fernández. Soy el doctor Julio Carelli y espero no la
moleste pasemos directamente a explicarle la situación.
Clara tras eliminar su cara de sorpresa inicial porque le hablase en español
asintió.
–Por supuesto, doctor, comprendo que es tarde…
La sonrió.
–Lo cierto es que para mí es temprano, soy el médico de guardia esta noche y mi
turno acaba de empezar… -La guio por un pasillo y le indicó, una vez abrió la
puerta de lo que parecía una sala de reuniones, una silla para sentarse-. He
hablado con el hermano de señor Alexander O`Sullivan -<<vaya, por fin se el
apellido de Ron, curioso…>> pensó distraídamente-. Como le he informado a él,
su hermano solo requiere vigilancia y especialmente alguien que se asegure de
que toma las medicinas, que hace las curas de su herida y, más importante aún,
que no se quita los vendajes hasta que haya pasado el tiempo suficiente para que
se haya recuperado el globo ocular de la pequeña hemorragia de la que aún no
sabemos las secuelas. Pueden no ser nada o quizás requieran medidas
posteriores, pero, en cualquier caso, es imperativo que no intente utilizar la vista
antes de tiempo.
-Entiendo… -Le pasó un sobre bastante abultado.
-En este sobre le he detallado en líneas generales lo que debe hacer y también la
rutina de medicinas y curas que ha de seguir los próximos días hasta la siguiente
revisión en la que podremos hacer una primera valoración del estado del señor
O`Sullivan y, sobre todo, de la recuperación o no sin mayores complicaciones de
su vista. El especialista oculista será el que le revise, más yo estaré presente para
hacerles de intérprete dado que es italiano y tengo entendido que usted no lo
habla.
Clara sonrió negando con la cabeza
-Me temo que no, aunque no puedo decir lo mismo de usted y el castellano que
habla la perfección, por lo que escucho.
El doctor Carelli sonrió
-Es lo bueno de haber estudiado unos años en su país y más el estar casado con
una española.
Clara se rio suavemente.
–Creo que al menos yo puedo agradecer esa coincidencia…
El doctor se puso en pie y, además del sobre, le entregó una bolsa con
medicamentos, vendas y algunas cosas para las curas.
-Le llevaré junto al señor O`Sullivan. Debe entender que se encuentra un poco
tenso y aún dolorido del golpe, sin mencionar que, el pasar a depender de otras
personas por completo, no debe resultar agradable incluso aunque le digan a uno
que será solo temporal.
Con esa frase comenzarían las tres peores semanas de convivencia que Clara
recordaría jamás.
Alex, el hermano de Ron, era, con diferencia, el hombre más guapo que había
visto en su vida. Durante la primera semana no pudo verle los ojos y aun así
pensaba que realmente no es que fuere atractivo es que era exageradamente
guapo incluso teniéndolo tan cerca para poder comprobar que no era un
espejismo. Denso pelo negro, cuerpo claramente desarrollado por el deporte y
seguro algunas horas de gimnasio a la semana, pero en la medida justa para que
se le considerase de cuerpo fibroso y músculos marcados, sin llegar a ser un
musculito que resulta demasiado forzado. Además, era grácil incluso con la
movilidad limitada por la falta de la vista. Tenía los rasgos del rostro marcados,
unos labios carnosos y bonitos y unos dientes de anuncio, además de esa voz
profunda y sensual que, por momentos, lograba atontarla. Pero si algo tenía que
quitase el aliento eran sus ojos. Clara no llegó a verlos abiertos hasta pasada la
primera semana y dio gracias a los Dioses que él no pudiere ver bien del todo, en
ese momento, porque se quedó obnubilada por unos instantes. Azules, muy, muy
azules, pero de un color tirando a violeta que se oscurecían solo en la parte
externa, en el contorno. Podría haber pasado por hijo de Elisabeth Taylor sin
problemas. Realmente no era solo atractivo, sino que era un tipo de anuncio.
Pero todo lo atractivo que tenía en el exterior, desaparecía con su carácter y su
forma de tratarla. Pasó por todos los estados posibles. Irascibilidad, desagrado y
rudeza al principio. Luego, aunque suavizó su trato cuando comenzó a recuperar
poco a poco la vista, tampoco podría decirse que la tratase de un modo amable,
sino que se limitaba a tratarla como si estuviere a su servicio, dándole órdenes
constantemente como a una criada a la que podía mangonear con solo chasquear
los dedos. Pero, en ocasiones, en contadas ocasiones, parecía mostrarse más
relajado y amable, pero solo en muy contadas ocasiones… Incluso en una de
esas escasas ocasiones, pareció sentirse culpable o agradecido por lo que ella
había hecho por él y le prometió llevarla, justo antes de que regresase a España,
a un carísimo restaurante por el que ella sentía curiosidad y casi una atracción
insana como cuando se paraba ante el escaparate de una tienda de lujo a ver esos
glamurosos vestidos que sabes que aun pudiendo permitírtelo, no podrías llevar
porque dónde podría lucir un vestido de noche como aquél o un top tan escaso
sin mencionar que tampoco es que le pudiere quedar bien porque ella no era de
esas afortunadas con curvas de anuncio o figura de modelo muerta de hambre.
Así que, suponiendo que lo encontrase de tu talla y que pudiere permitírselo y no
pagar facturas varios meses para costear su precio, amén de que, si se armare de
valor para llevarlo por la calle, acabaría siendo detenida por escándalo público y
por no poder lucir semejante prenda por carecer del cuerpo necesario para ello…
Capítulo II Tenía que pasar tarde o temprano. Despertar a la más cruda
realidad…
En aquélla tienda de Roma se había sentido como una versión cutre de Pretty
Woman. Sin el cuerpo, la cara o la sonrisa de Julia Roberts, ni un galante
millonario que abonase el resultado final de su sesión compulsiva de compras,
con su sonrisa y una tarjeta de crédito cargada de millones. Aun así, fue una
sesión estupenda, pensaba al salir con su bolsa apenas pesada por el vestido y
sus zapatos nuevos y su tarjeta de crédito muy, pero que muy, muy menguada de
valor.
Sonreía al subir al coche para regresar al pueblecito. Había sido divertido poder
entrar en una tienda de lujo, con la idea clara y definida de gastarse algo dinero
en un carísimo diseño para lucir sin importarle que con el costo de esa sesión y
lo que había gastado en el vestido pudiere vivir dos meses con el alquiler, gastos
de luz, agua, internet, comida y transporte incluidos. No importaba. Por una vez,
iba a disfrutar de su dinero ahorrado en algo alejado de la cordura. Se había
gastado sus ahorros destinados para las vacaciones y para el robot de cocina que
quería comprarse desde hacía muchos meses, en un vestido que solo luciría esa
noche y en ocasiones especiales, pero estaba contenta. Era un capricho, un
capricho loco, caro y del todo ajeno a la sensatez, pero aun así… En fin, quería
lucir bonita esa noche, o todo lo bonita que pudiere lucir alguien como ella.
Disfrutar de una cena en un carísimo restaurante, vestida para sentirse como si
fuere una diosa, aunque no lo fuere realmente y comerse el mundo por unas
horas antes de volver a su vida de siempre o por lo menos a lo que sabía le
esperaba al regresar a casa.
Cantaba cuando llegó a la casa y cantaba mientras se arreglaba pensando en la
reserva del restaurante y en lo mucho que deseaba fingir por unas horas que
podía ser como otras mujeres con más mundo y experiencia a sus espaldas.
Cuando salió de la habitación arreglada esperó unos minutos en el salón. Quería
que todo fuere como en una cita, recordaba habérselo dicho a Alex, y para ello lo
mejor sería que se encontraren en el restaurante y así poder disfrutar de la
experiencia de la misma como si fuere de verdad una cita normal. Dio algunas
vueltas por el salón esperando que pasaren unos minutos antes de marcharse, no
quería llegar demasiado pronto al restaurante, no quería parecer ansiosa, aunque
lo estuviere, y tampoco quería hacerle sentir violento ante las expectativas que
ella tenía. Era evidente que ella no tenía mucha idea de todo ese ritual de las
citas. No tenía mucha experiencia en ellas, pero sabía, por las constantes quejas
de los novios de sus amigas, que las mujeres siempre llegaban tarde o que nunca
estaban listas cuando iban a recogerlas, pero estaba muy nerviosa y desde que
había comprado el vestido estaba deseando lucirlo y sentirse guapa, elegante y
especial, aunque solo fuere en esa ocasión.
Miró el móvil por si Alex le hubiere dejado algún mensaje, pero no había
ninguno. Frunció el ceño, a lo mejor el no recibir ningún mensaje era tan malo
como recibir uno cancelando la cita… suspiró, <<Dios mío, soy peor que una
quinceañera…>> se reprendió a sí misma. Tomó la chaqueta y el bolso, guardó
en móvil y sacó las llaves y, sin más, se encaminó hacia el restaurante. Puso
música en el camino para intentar suavizar sus nervios y desde que, días atrás,
hubo sintonizado el canal de música italiana con canciones de los años sesenta,
setenta y ochenta principalmente, y alguna suelta de los noventa, reconocía el
placer de encender el aparato y dejarse llevar por esa música pegadiza, fácil de
comprender y seguir y muchas de ellas cargadas de la vitalidad mediterránea de
la que los italianos eran un exponente fabuloso. Llegó hasta la plazoleta donde
estaba el restaurante agradeciendo sobremanera que contase con servicio de
aparcacoches porque la idea de callejear buscando un sitio donde dejarlo no le
hacía especial gracia no solo por perderse entre tanta calle estrecha, sino porque
no podía decirse que fuera la persona más ágil sobre unos tacones de modo que
el verse libre de esa posible caminata era de por sí una bendición.
Llegó hasta el maître y sonriendo dijo intentando no parecer en exceso mojigata:
- “signor McDean... He quedado aquí con il signor Alex McDean”.
El elegante maitre vestido con un traje hecho claramente a medida la miró unos
segundos y la sonrió:
- Por supuesto. -Contestó en un perfecto castellano con marcado acento italiano-
“el señor Mcdean aún no ha llegado, quizás prefiera esperar en la barra, aunque
ha reservado una de las mesas ubicadas en la terraza con una bonita vista del
mar, es posible que le gustase esperarle allí”.
-Me encantaría, gracias. -Sonrió amable.
-En ese caso, por favor, sígame. -Dio unos pasos delante de ella –el señor
Mcdean reservó también el menú de la cena previamente, pero mientras espera,
¿le gustaría que le sirviéremos algún coctail o una copa de champagne o vino?
-Pues... se lo agradezco, pero creo que esperaré a que llegue.
-Bien, en ese caso...
Se giró cuando llegaron a un bonito lugar de la terraza situado más esquinado
cerca de la barandilla externa con vistas a toda la playa que ahora lucía oscuro y
tranquilo entre la sombra de las farolas del paseo marítimo-
-Permítame… -Decía ayudándola a desprenderse de la chaqueta-. Si desea
cualquier cosa, Lucio es su camarero esta noche. -Señaló con un suave gesto de
cabeza a un camarero elegantemente uniformado que no sabría decir de dónde
había salido ni cuándo.
-Muchas gracias. -Sonrió al sentarse de cara a la hermosa vista nocturna.
Una vez se quedó a solas observó la terraza y el interior del restaurante. Era un
lugar francamente bonito, decorado con gusto, discreto, pero con detalles
exquisitamente elegidos. En el centro del salón había una especie de pequeño
escenario circular donde un pianista ya tocaba unas agradables melodías. Suaves,
que alientan la conversación y el ambiente íntimo, pero no demasiado
soporíferas. Había también un micrófono por lo que supuso que, en ocasiones,
también debía haber alguna persona acompañándolo cantando. De nuevo centró
la vista en la terraza, había mesas esparcidas por ella, a bastante distancia, lo que
hacía más agradable y privado cada espacio. Ya estaban ocupadas por parejas o
por grupos muy pequeños, el máximo era una mesa alejada de seis personas y
cada una con su camarero. Supongo, pensó, que aquí caro y exclusivo sí
significa, con absoluta seguridad, el mejor servicio. Miró de nuevo en dirección
a la playa para no incomodar a nadie o que pensaren que los observaba de un
modo descortés. Llevaba casi veinte minutos esperando cuando decidió llamar a
Alex. Sabía que era en exceso puntual, lo que al principio fue el origen de su
primera discusión y ahora se tornaba una virtud que deseaba que siguiere al pie
de la letra pues empezaba a sentirse un poco estúpida sentada allí sola sin nada
que hacer o nadie con quién hablar.
-Contestador... -murmuró con el móvil en la oreja–. Sí, hola, ¿Alex? -Habló en
cuanto saltó el buzón de voz-. Soy... Clara, estoy... estoy en el restaurante y
como sé que te gusta mucho la puntualidad... estoy preocupada... por favor,
cuando escuches esto llámame... esto... estoy en una mesa de la terraza... emm...
bien... llámame, por favor...
Colgó sin saber muy bien que le había dicho pero decidió ponerle un WhatsApp
“Alex soy Clara estoy en el restaurante, por favor, si estás de camino o te ha
surgido algún percance, llámame o envíame un WhatsApp o ... no sé, empiezo a
preocuparme...”.
Cuando el camarero le hubo preguntado ya tres veces si quería algo de beber o
un aperitivo mientras esperaba supo que Alex no iba a ir. A la cuarta visita del
camarero, miró el reloj, las 12.06 de la noche. Suspiró. <<Menudo plantón,
pensó, y yo como una idiota esperando...>>
-Creo... creo, que será mejor que me dé por vencida. -Dijo al pobre camarero que
hacía ya al menos dos horas que la miraba con pena-. Supongo le habrá surgido
una urgencia o... -suspiró-. En fin, mejor me marcho...
El camarero la sonrió intentando parecer amable-. Le traeré la cuenta de
inmediato... -Se giró sin dar tiempo a Clara a reaccionar.
<<la cuenta... oh Dios, claro, reservó el menú... Dios mío, espero tener bastante
saldo...>> hizo un cálculo mental de lo que le quedaba en su tarjeta tras la
compra del carísimo vestido <<poco más de 4.000 euros...>> sacó la tarjeta del
bolso mientras rezaba para que no costase más que eso. En ese momento no
sabría calcular cuánto costaría un lugar como ese. Después de haber visto a Alex
gastarse mil euros por botella de vino y comprar de una tacada seis sin inmutarse
ni despeinarse, podría esperarse cualquier cosa <<por Dios que tenga bastante,
que tenga bastante...>> rezaba mentalmente. Le trajo la cuenta en un bonito
estuche de cuero y la abrió rezando aún << 2.900 euros>> suspiró para su
interior depositando la tarjeta en el estuche pero en cuanto el camarero se giró
para marcharse a cobrar, empezó a ser consciente de lo que acababa de hacer
<<por Dios bendito, acabo de pagar 2.900 euros por permanecer tres horas,
sola, bebiendo agua, en una terraza mirando una playa de noche... Dios mío,
Dios mío, voy a pasarme los próximos seis meses a base de cereales y café...>>
Suspiró y pensando que no quería sentirse aún más inferior aún a todos esos
millonarios que la rodeaban, al menos dejaría una buena propina, sacó su
billetero y dejó cincuenta euros al marcharse tras darle las gracias al camarero
sintiendo, sin embargo, en el fondo que esa propina para ese hombre seguro sería
una minucia en comparación a lo que le dejarían a diario, pero una vez sentada
en el coche y con la cabeza apoyada en el volante y los ojos cerrados, solo
pensaba en el saldo final de su humillación << 1.540 euros el vestido, 115 los
tacones, 2.950 euros sentarse a beber agua en una terraza, 20 euros al
aparcacoches.... ¡por todos los santos! ¡Se había gastado más de 4.000 euros
para pasar tres humillantes horas rodeada de gente guapa, rica y que se lo
estaba pasando genial...! >> gimió.
Tras no supo cuánto tiempo mortificándose a oscuras dentro del coche, arrancó y
regresó a la casa con la decisión de regresar al día siguiente a su casa. La idea
estúpida que tuvo por la mañana de llamar a Rose y pedirle que retrasare su
vuelo del día siguiente unos cuantos días, no la llevaría a cabo. Regresaría a su
casa y, como una muesca más en su desafortunada vida social, intentaría olvidar
esa olvidable noche.
Nada más cruzar la verja de la entrada se topó con la realidad. Su noche
desastrosa no había acabado. Alex estaba dando una fiesta y debía estar a rebosar
de gente por el número de cochazos que había a la entrada. Aparcó en el garaje
de atrás y entró por la puerta de acceso a la cocina. <<Genial>> pensaba viendo
gente por doquier, música alta, bebida y comida por todos lados para los
invitados <<empiezo a ser consciente que en ningún momento tuvo intención
alguna de venir a cenar conmigo>> meditaba por el pasillo que comunicaba con
el salón principal <<ha llamado a un servicio de catering y todo...>> Se decía
viendo a varios camareros con bandejas pasando cerca de ella en dirección a la
cocina
-Pero…- jadeó al verlo. Se detuvo en seco.
Estaba con un grupo de seis personas de las que reconocía a cuatro de ellas. Dos
eran esas dos modelos que vivían en la enorme casa de ese diseñador de software
de la cala más al norte y él también estaba, era un guapo diseñador millonario
gracias a los juegos que había hecho y del que nunca recordaría su nombre, pero
a quién le iba a importar, nunca tendría oportunidad alguna de volver a verlo.
Junto a Alex, a la que él rodeaba la cintura mientras se reían de algo, estaba esa
guapísima chica que la llamó sirvienta o criada o algo así en francés. Se quedó
un par de minutos mirándolos. Al menos, pensaba, podría haber cogido el
teléfono y responder a una de mis llamadas o mensajes y simplemente decirme
que no iría. Suspiró y sin esperar a verse objeto de burlas, se giró para tomar el
pasillo de las habitaciones rezando para que ninguno de los presentes en esa
fiesta hubiere tenido a bien ponerse amoroso en su habitación ni en ese momento
ni en ninguno anterior. Abrió y encendió la luz casi cerrando los ojos por si se
encontraba a alguien en situación comprometida, pero estaba vacía. Entró y
cerró la puerta echando, además, el pestillo. Se oía la música, las voces, el ruido
casi tanto como en el salón. Se dejó caer en el sillón de la esquina quedándose
mirando la cama.
-Eres boba, ¿qué digo boba? Eres imbécil redomada, Clara. -Se reprendía a sí
misma–. Te pasas casi tres semanas cuidando de un hombre para el que vales
menos que una secretaria que te endosan para un trabajo concreto y encima te
crees que te va a llevar a cenar a un restaurante caro solo porque sí… -Dejó caer
la cabeza entre sus manos siendo consciente de la locura que había cometido ese
día, <<4.000 euros, se había gastado más de 4.000 mil euros… todos los que
estaban en esa casa podrían gastarse eso en un bolso, unos zapatos o lo que
creyesen conveniente, pero ella no podía, no podía…. Perder tres semanas de las
cuatro de sus vacaciones cuidando a un, ahora comprendía, completo
desconocido que se revelaba tan poco agradecido o incluso incapaz de apreciar
su esfuerzo de esos días era una estupidez más que sumar a su larga lista de
estupideces. Pero gastarse ese dinero en un vestido para estar bien ante él, y
después gastarse 3.000 euros en una cena… bien, bueno… eso no es una
estupidez es una locura carente de todo sentido incluso para una boba como
ella.>>
Alzó el rostro y tomó aire. Tenía que irse de allí o se pondría en una situación
más ridícula. Tomó su portátil, abrió el correo y buscó entre los mails de Rose.
–Mi vuelo sale a las 16.00 desde Roma… umm… ¿y la avioneta?... ahh, aquí, a
las 12.00 -Le escribía el itinerario pidiendo disculpas por tener que esperar en el
aeropuerto de Roma tres horas. Se puso en pie dejando el portátil en la mesilla-.
Bien, eso me da tiempo para salir temprano, despedirme de Tomasino y su
mujer, dejar el coche en la agencia de alquiler, y tomar la avioneta con tiempo de
sobra para no tener que correr… -Miró en derredor-. La maleta, he de hacer la
maleta.
Dicho y hecho. Metió todas sus cosas en su maleta incluido ese vestido y esos
tacones que había pasado de adorar a odiar con fuerza en un periquete, pues eran
la prueba evidente, palpable y clara de su inconsciencia. Una vez con todo
recogido, con su maleta y el bolso de viaje, listos, se puso los vaqueros, la
camiseta amplia, las romanas cómodas y su chaqueta y decidió ir a pasear por la
playa lejos del ruido de la fiesta, lejos de todo. Podría despedirse de esa playa, de
esa calita en la que había visto amanecer los últimos veinte días con una taza de
café en la mano y la sensación de paz de las primeras luces del alba reflejadas en
ese bonito trozo del mar mediterráneo. Salió disimuladamente por la cocina,
cruzó la terraza trasera y bajó la escalera de madera para, de inmediato, sentir el
agradable tacto de la arena fría en sus pies colándose por sus romanas. Se
descalzó y caminó hacia la oscuridad.
Caminó un buen rato sin rumbo para acabar finalmente sentándose, sin darse
cuenta, en el sitio en el que durante esas semanas se había encontrado a Josh
pintando sus extrañas acuarelas. Se rodeó las rodillas con los brazos
pegándoselas al pecho y se quedó mirando el cielo y las estrellas por encima del
mar que bajo esa oscuridad era un mero lecho oscuro con un agradable olor a
salitre y el resonar de las olas romper un poco más lejos contra las rocas. No
supo cuánto hubo pasado pero la voz de Josh a su espalda la sacó de su
ensoñación
-Buenas noches, mi sirena.
Se giró y vio, acercándose hacia ella, la sombra de Josh creada por la luz de la
terraza de su casa quea lo lejos perfilando su contorno.
-Oh Dios mío, Josh… -decía poniéndose de pie-. No, no me había dado cuenta
de que había llegado hasta tu casa. Disculpa si te he despertado o importunado.
-Siéntate, sirena. Tómate un café conmigo. Ya que ambos estamos desvelados no
creo que nos despierte un capuchino… -decía colocándose a su lado y
ofreciéndole una taza que ella asió de inmediato dedicándole una agradecida
sonrisa.
-Gracias… Umm qué agradable -Murmuraba rodeando con las manos la taza
caliente sentándose de nuevo.
- ¿Y bien? ¿Qué te trae por estos Lares? -la miró frunciendo el ceño-. Creí que a
estas horas aún disfrutarías de esa cita que tanto esperabas.
Se quedó callada unos segundos mirando la oscuridad del mar:
-Pues esperada o no, ha sido un completo desastre… mejor dicho no ha sido sin
más.
- ¡Vaya! Lo siento. -La miró fijamente unos segundos-. ¿Qué ha pasado? ¿Se ha
comportado como ese machito machista que parece ser?
-Umm… no sé… supongo que sí pues ni siquiera ha aparecido ni ha contestado a
mis llamadas o mensajes… -Intentó dibujar una sonrisa sin mucho éxito-. ¿Eso
es lo que hace un machito machista?
Josh resopló.
–No, querida, eso lo hace un cabrón… -frunció el ceño mirando el mar. Tras
unos segundos preguntó-. ¿Quieres hablar de ello? Te está permitido llamarle de
todo.
Clara sonrió.
–Gracias, pero no creo que soltar una ristra de insultos me haga sentir mejor… -
Suspiró-. Aunque me guardo el ofrecimiento para más adelante.
-Para cuando quieras, querida, no tiene fecha de caducidad…
Clara rio suavemente. Al cabo de unos minutos y con la vista fija en la taza
preguntó:
–Josh ¿te importaría que siguiéramos hablando por internet? Creo que me gusta
mucho tu visión de las cosas y quizás con ello pueda empezar a relajarme a la
vida… como tú lo llamas…
- ¡Claro! Soy yo el que me he acostumbrado a hablar contigo de todo sin tener la
necesidad de justificarme por lo que pienso o digo.
Clara se rio.
-No te ofendas, pero me cuesta imaginarte justificándote ante nada ni ante
nadie… si acaso reprendiendo a todo el mundo por ser tan obtusos para no darte
la razón sin más.
Josh sonrió divertido.
–El mundo sería mucho más fácil para todos si no se empeñaren en llevarme la
contraria… -La miró unos segundos– ¿He de deducir por tu pregunta que te
marchas mañana?
Clara asintió.
-Mi vuelo sale a las 12.00 y como ya tengo la maleta hecha, contaré con tiempo
suficiente para venir a despedirme, pasar, camino al aeropuerto, a despedirme de
Tomasino y Gina y dejar el coche en la agencia de alquiler.
Josh la miró y después en dirección a la casa de Alex.
–Por las luces se diría que están dando una fiesta.
Clara asintió y se limitó a contestar un sí.
- ¿Por qué no pasas la noche aquí? Bueno lo que queda de ella. Podríamos ver
películas antiguas y me servirías de excusa para atiborrarme de dulces sin tener
después un ataque de remordimientos. Te acompañaré por la mañana y me
dejarás hacerte una escena lacrimógena a lo Hollywood en el aeropuerto alzando
la mano con un pañuelo al aire húmedo de mis lágrimas, despidiéndome de tu
figura que se aleja poco a poco por el corredor de embarque mientras grito,
como un estúpido sentimental, que te echaré de menos y que nos reuniremos
cada noche al mirar a la misma hora la luna que se nos muestre desde puntos
distintos del mundo.
-Bien, bueno, suena genial, pero te has olvidado la música de Puccini de fondo y
un par de besos apasionados justo delante del guardia que vaya a cachearme para
cerciorarse que no llevo pistolas ni objetos punzantes.
-Hombre afortunado ese guardia… -dijo poniendo cara de compungido.
Clara se rio.
-Hablando en serio, no hace falta que te molestes tanto por mí, de veras.
Se puso en pie y enseguida tiró de ella para enderezarla.
-No es ninguna molestia, tonta, más bien una forma de cerciorarme que cuento
con un motivo para que te sientas lo suficientemente agradecida para que me
dediques tu tiempo cuando vaya a visitarte.
Clara se rio
-Para eso no necesitas que te esté agradecida, de hecho, si no vienes a visitarme
lo que estaré es enfadada contigo… no, no, colérica.
-Oh bien, en tal caso, me libraré de los idus de tu cólera asegurándote que iré a
verte y habrás de enseñarme los rincones más interesantes y escandalosos.
Clara se rio.
-Deberé llamar a mi escandalosa amiga Silvia para que nos los enseñe a ambos.
Josh enredó su brazo en el suyo y tiró de ella para su casa.
-En ese caso, seremos dos a los que nos deban hacer de cicerón escandaloso e
indecente tu amiga Silvia. Mientras, puedes ir preparándome uno de esos ricos
pasteles de crema de café que te ha enseñado Tomasino a hacer y recuerda,
cuanto más café y más azúcar mejor para adormecer nuestros descerebrados
cerebros.
Clara se rio.
–Hecho, y mientras tanto selecciona un par de esas películas locas de los años
dorados de Hollywood donde las estrellas parecían de otro mundo, uno perfecto
en el que todos eran extraordinariamente bellos, sabían cantar, bailar, actuar e
incluso vestir fabulosos trajes con la misma comodidad de quien lleva un pijama
de algodón.
Josh se rio
- ¿Ves, querida? Delante de ti no he de justificar que me gusten esas películas ni
por qué… lo entiendes a la perfección.
-En este caso… -decía ya entrando por la terraza-…. La justificación es simple
Josh ¡Glamour, querido, Glamour…! -dijo con un tono teatral
Clara agradeció desde lo más profundo de su corazón la forma en que Josh la
distrajo. Comieron bizcocho, golosinas, bebieron licores de frutas, vieron
películas antiguas y después, una vez dieron las siete de la mañana y tras una
rápida ducha, ella fue a recoger su maleta y el coche antes de recogerle para
marcharse.
De nuevo entró por la cocina y salvo por el montón de botellas vacías que había
en el cubo de la basura de atrás, nadie diría que aquella noche había tenido lugar
una fiesta. El servicio de catering debía ser una maravilla a tenor de la limpieza
de la casa. Con cuidado de no hacer ruido, fue a su habitación, tomó su maleta y
su bolso y las dejó en el coche. Volvió a entrar para dejar una nota en la nevera
que tardó unos minutos en escribir sentada en el taburete de la isla de la cocina
para finalmente poner simplemente “aún dormías cuando me he marchado y no
podía esperar o perdía el vuelo. Buena suerte, Clara”
-Menuda nota de despedida más aséptica…
Reconocía para sí mientras apretaba el botón para que se abriere la puerta
mecánica de garaje.
-. ¿Pero qué iba a poner? No te despierto para despedirme so pena de que me
encuentre con un tropel de mujeres desnudas en tu cama, o, como no pensabas
llevarme al aeropuerto o despedirme, pensé que mejor ni me molestaba en
despertarte, o, resultado contable de mi estancia en tu casa, beneficios, 0, gastos,
umm… casi todos mis ahorros… -murmuraba mientras sacaba el coche del
garaje.
Giró la rotonda de salida y cruzó la verja. Paró el coche y miró la bonita casa con
el mar de fondo. Tres semanas antes esa imagen le había dejado sin respiración y
ahora solo le producía una sensación de vacío, de pérdida de tiempo y energía
para nada… suspiró y de nuevo se puso en marcha. Bajó la rampa hasta la casa
de Josh y enseguida se pusieron camino de la cafetería de Tomasino donde él y
Gina ya estaban en pleno trabajo. Tras tomar un café con ellos y meter en su
bolso de viaje la enorme bolsa con algunos bollos, galletas y esos ricos
picatostes salados de queso que hacían y que se empecinaron que debía aceptar a
como diere lugar, se despidió de ellos prometiéndoles mantenerse en contacto y
mandarles algunos productos de su tierra para cocinar. Finalmente tomó el vuelo
tras entregar a Alfredo intacto y sin abrir, como había avisado en un correo a
Rose, el sobre con los cheques de viaje que le entregó al llegar, y los justificantes
de la entrega del coche y demás documentos que pudiere necesitar.
Se despidió de Josh de un modo divertido, como era evidente él pretendía,
riéndose, burlándose de sí mismos y cuando se abrazó a él le dio las gracias de
corazón por ser tan buen amigo. Ya antes de haber tomado el vuelo en Roma,
había recibido su primer correo de él exigiéndole que, en cuanto llegase a casa,
se conectara por Skype para ponerse al día del vuelo, de si había o no auxiliares
de vuelo masculinos interesantes o si, por el contrario, le tocaron sosas auxiliares
femeninas, como él escribió en su mensaje, tras lo que no pudo evitar que se le
dibujare una ligera sonrisa al cerrar el correo.
Al llegar a casa, agotada y deseando meterse en la cama y dormir directamente
hasta el día siguiente, simplemente abrió el correo, se conectó al Skype y llamó a
Josh. Se rio nada más verlo. Tenía el pelo alborotado, la cara con manchas de
pintura y entre los dientes un regaliz que caía por su boca. Parecía un niño
travieso, algo barbudo y canoso pero divertido, siempre divertido.
-Hola, extranjero. -Le saludó riéndose.
-Hey, ¿cómo ha ido el vuelo? ¿Estás en casa?
-Sí, acabo de llegar, solo he abierto maleta y decidido que prefiero dormir antes
que limpiar y recoger. Ya me ocuparé de eso mañana.
-Sabia decisión… -Sonrió-. Supongo que no has metido a ningún guapo auxiliar
en el bolsillo de tu maleta al llegar.
Clara sonrió.
–En realidad he tenido que conformarme con… -salió uno segundos de la
pantalla y volvió corriendo-. Esto… -le enseñó tres pequeñas botellas de
champagne y tres chocolatinas. Los dos se rieron-. Así que pienso meterme en la
cama, encender la televisión, conectar el canal clásico y beber y comer mi botín
aéreo hasta que decida que es hora de soñar con Cary Grant y James Stewart
peleándose por mis encantos…
Josh se rio.
-Bien, en ese caso, yo soñaré con Cliff Montgomery y Dean Martin.
-Umm… interesante… Dean Martin cantándome algo romántico solo para mí…
-Ni se te ocurra, pequeña bruja, tú ya has elegido los tuyos…
Clara se rio
-Está bien, está bien… hay muchas noches por delante… -Se rieron-. Oye, dales
un beso de mi parte a Tomasino y a Gina, creo que tengo dulce suficiente para
subsistir a base de azúcar durante varios días. Te dejo que sigas pintando antes
de que se seque tu próxima obra de arte. Hablamos, un beso, Josh.
-Que disfrutes de tu botín, querida. Hablamos mañana.
Desconectó la pantalla y Clara sonrió haciendo lo mismo.
A la misma hora Alex se empezaba a preguntar dónde se había metido Clara. Se
había despertado tarde y tras despedirse de Loretta, salió a correr por la playa. A
pesar de que ella parecía querer pasar el día con él, Alex no estaba de humor
para pasar otro día a su lado. Era divertida, guapa y, no se podía negar, muy
ducha entre las sábanas, pero era la clase de chica que es divertida en fiestas o
momentos de puro ocio pero que, más allá de esas horas, resultaba vacía. No se
imaginaba el día a día con ella, acabarían discutiendo o peor, él enfadado y ella
con una rabieta monumental. Tras regresar de correr subió a ducharse y vestirse
relajadamente, pensando que, quizás, a Clara le apetecería ir a la cafetería de
Tomasino y cenar con calma y relax y después, a lo mejor, pasear tranquilos por
la playa y así despejaba la mente de manera calmada y ver una película relajados
al llegar invitando a Josh a que les acompañase. Seguro que si era clásica se
apuntaba, al parecer él y Clara sentía predilección por ellas porque las pocas
veces que los encontró en casa de Josh se encontraban viendo una película
antigua encantados. Bajó al salón y después a la terraza, miró a la playa y aún
seguía sin verla. Fue a la cocina y vio la nota prendida del frigorífico.
“Aún dormías cuando me he marchado y no podía esperar o perdía el vuelo.
Buena suerte, Clara”
– ¡Vaya! -se quedó unos segundos mirando la nota–. Así que al final ya se ha
marchado…
Frunció el ceño recordando la conversación en la que le había dicho el día en el
que se marchaba, pero no cayó en la cuenta de que era ese precisamente. Subió a
su habitación donde había dejado el móvil, desde que salió a hacer
submarinismo con Hamilton y su nuevo invitado, la tarde anterior. Al ver la poca
batería que le quedaba lo conectó al cable antes de ponerse a mirar las llamadas
y mensajes.
Cuatro llamadas pérdidas de Clara la noche anterior. Cuatro mensajes de voz.
Marcó para escucharlos.
-Sí, hola, ¿Alex?... soy... Clara, estoy... estoy en el restaurante y como sé que te
gusta mucho la puntualidad... estoy preocupada... por favor, cuando escuches
esto llámame... esto... estoy en una mesa de la terraza... emm... bien... llámame,
por favor...
-Mierda. -Gruñó–. Se me había olvidado... Mierda... -escuchó los otros tres
mensajes de voz a distintas horas en los que simplemente le pedía que, por favor,
le llamase–. Mierda, mierda, mierda. -Repetía una y otra vez.
Abrió el WhatsApp y cuatro mensajes “Alex soy Clara, estoy en el restaurante,
por favor, si estás de camino o te ha surgido algún percance, llámame o envíame
o WhatsApp o ... no sé, empiezo a preocuparme...”. Tras ese otros tres en los que
solo le pedía que le contestase
–Mierda, mierda, mierda... -se sentó en el taburete–. Se me olvidó la reserva...
¡Maldita sea!... -Se quedó un par de minutos sin saber qué hacer. Llamarla para
disculparse, o para preguntarle por el viaje o ... para darle las gracias por
ayudarlo...–. Maldita sea. Debe pensar que soy el peor cabrón desagradecido
sobre la faz de la Tierra... -se levantó y cogió una cerveza.
Caminó hasta la terraza intentando recordar cuando la vio por última vez. Se
sentó en uno de los sillones mirando hacia la playa y el mar. El día anterior. Sí,
por la mañana, se despidió de él diciendo que lo vería esa noche. Acababa de
llegar Loretta, había ido a buscarlo para invitarlo a almorzar en casa de Hamilton
y fue entonces cuando, sintiéndose violenta, se despidió de él cuando Loretta le
preguntó si no tenía algo que hacer o que limpiar. Suspiró. Ni siquiera tuvo la
cortesía de pedirle que los acompañase, de decirle que podría ir sin problemas
como su amiga o como su invitada... ¡Qué desastre! Y para rematar la deja
plantada en el restaurante. Se terminó la cerveza sin darse ni cuenta. Miró en
dirección a la casa de Josh. Seguro que antes de marcharse se había despedido de
él. Dejó el botellín vacío en la barandilla de madera y bajó las escaleras hasta la
playa. Caminó con las manos en los bolsillos hasta la casa de Josh que se hallaba
al otro lado de la cala. Conforme se acercaba se dio cuenta de que estaba en su
terraza pintando con la última luz del día. Subió las escaleras de madera y se
acercó a él sabiendo que ya lo había visto acercarse desde la playa.
-Hola, Josh.
-Alex. -Lo saludó sin entusiasmo alguno y sin dejar de mirar fijamente la pintura
mientras limpiaba un pincel con un trapo-. ¿A qué debo esta inesperada visita? -
Preguntó con esa voz neutra y aparentemente relajada tan propia de él.
-Venía a preguntarte por Clara. Supongo que vendría a despedirse de ti esta
mañana...
-Algo así, sí. -Respondía terminando de guardar los pinceles y paletas.
-Entiendo... -respondió mirando al mar fijamente-. ¿Estaba enfadada o molesta?
-Preguntó sin desviar su mirada
- ¿Enfadada? -lo miró frunciendo el ceño–. Ahh... por el plantón... -continuó
recogiendo y Alex lo miró–. Bueno, enfadada no, más bien... -hizo una mueca
con el labio-. No sé... supongo que la palabra es desilusionada, quizás, también
algo dolida... -Suspiró terminando de guardar en una enorme caja de madera las
cosas–. Si hubiere sido yo, hubiere irrumpido en tu fiesta hecho una hidra y te
habría llamado de todo delante de esos que llamas amigos, pero bueno, ahora da
igual, ya ha regresado a casa, a su vida. Podrá olvidar estas tres semanas en las
que un egoísta cabrón al que cuidó sin tener por qué hacerlo, ni siquiera ha
tenido a bien darle las gracias, de hecho, como muestra de toda su consideración
hacia ella la deja tirada en un carísimo restaurante al que prometió invitarla, la
noche antes de marcharse... pero oye -Lo miró- Tú, tranquilo... después de todo,
no era nadie... ¿cómo la llamó tu amiga? Sí, ya sabes, esa pelirroja delgaducha a
la que ni siquiera tuviste a bien corregir... Umm, sirvienta… No, no, criada...
Ahh, no, no... No es más que... ¿cómo la llamaste cuando llegó...? la amiga fea
de tu cuñada que gustó tan poco a tu hermano que este centró su atención en su
amiga...
Alex gruñó.
–Yo no... -recordó entonces que sí había dicho eso de ella delante de Josh pocos
minutos después de presentárselo Clara y que ella lo escuchó, pero que fingió no
haberlo hecho para no sentirse aún más humillada–. Bueno, no quise decir eso de
ella, había tenido un mal día y... Mierda, no puede creer que realmente pienso
eso de ella...
Josh se dio la vuelta con los cachivaches en las manos para entrar en la casa.
- ¿Y por qué no iba a pensarlo? Al fin y al cabo, la has tratado como eso y como
tu sirvienta personal, tu enfermera gratuita, tu cocinera, tu chófer y, para acabar,
como la boba de la que poder olvidarse cuando le conviene... -había seguido
hablando mientras entraba en la casa y Alex lo siguió. Soltó todos los chismes–.
No te preocupes, al menos tiene algunos recuerdos buenos de su paso por aquí.
Ha hecho algunos buenos amigos, que, aunque no sean nada interesantes como
lo sois tú y los tuyos, al menos han conseguido que tenga algunos momentos
divertidos. -Josh entró en la cocina y abrió una caja de metal de dónde sacó un
bizcocho a medio comer del que partió un par de trozos antes de ponerse a hacer
dos cafés con su máquina de capuchinos–. Por cierto, ¿me permites un consejo?
-Dejó lo que estaba haciendo y lo miró frunciendo el ceño–. La próxima vez que
invites a cenar a alguien y la dejes plantada en un carísimo restaurante, ten la
decencia de no pedir con antelación el menú, pues debes saber que, si lo haces,
la cuenta hay que pagarla, aunque tú no aparezcas. -Alex abrió mucho los ojos–.
Oh sí, hay que pagarla y puede que para ti y tus amigos una cena como esa, no
signifique nada, pero para alguien como Clara eso es mucho, pero que mucho
dinero...
-Joder... -se sentó en una silla–. No había caído...
-Claro que no... Eso habría supuesto pensar en algo o alguien más que no fueras
tú. Para tu consuelo te diré que ella no me lo ha dicho. No lo he sabido hasta que
uno de los camareros del restaurante, que resulta ser el novio de mi ayudante en
la floristería, me ha contado, al mediodía, que te estuvo esperando pacientemente
hasta más de las doce y que, para rematar su mala noche, tuvo que abonar la
cuenta de una cena que ni probó ni creo que hubiere podido siquiera probar
aunque lo hubiere intentado... Anoche pensé que eras un cabrón egocéntrico y
egoísta, pero hoy, sinceramente, solo pienso que eres un cerdo ingrato y
malnacido... -Añadía poniéndole el café y un pedazo del bizcocho delante–.
Anda come... Este bizcocho lo hizo Clara así que seguro te sabe a gloria pues te
aprovechas de los esfuerzos de los demás.
Josh se apoyó en el borde de la isla de la cocina mirándolo fijamente.
-Oye, Josh. -Decía poniéndose en pie con gesto malhumorado–. No creo que
seas justo. Además, tú no me conoces para insultarme de ese modo y...
-Tienes razón. -Se enderezó–. No te conozco ni tengo interés en hacerlo, más no
por ello puedes decir que no es justo lo que he dicho pues no ha habido nada que
no fuera cierto y te mereces mucho más que llamarte cerdo cabrón. Te has
aprovechado a conciencia de Clara, de su generosidad y de que es una buena
persona. Pero como no quieres ser juzgado, mejor regresas a tu casa y a tu vida y
así no tendrás que soportar ni mi opinión ni mis juicios. -Señaló la puerta con un
golpe de cabeza–. Por cierto, ya que pronto te marcharás a tu vida, hazle un
favor a Clara y pierde su número de teléfono, así cuando vuelvas a necesitar a
una enfermera o una criada, no podrás acudir a ella y aprovecharte de ella una
vez más.
De nuevo hizo un gesto de cabeza señalando la puerta manteniendo su gesto
ceñudo en el rostro. Alex lo miró entrecerrando los ojos sabiendo que no debía
replicarle pues él saldría mal parado de todas, todas. Salió y caminó de regreso a
su casa por la playa
–Joder… Si antes me sentía fatal, ahora me siento como el cerdo que decía
Josh... -Caminaba mirando sus pies hundirse ligeramente a cada paso en la arena
mojada de la orilla-. Desde luego reservar el menú y luego no presentarse no
solo es una torpeza sino una tremenda canallada... -Se detuvo a la altura de su
casa y se quedó mirando el mar-. Mierda. -Masculló antes de entrar de nuevo en
su casa. Encendió su iPad y abrió el correo y, de pronto, se quedó mirando el
correo nuevo abierto, en blanco, sin saber qué escribir, ni qué decir. Se dejó caer
en el respaldo del sillón mirando la pantalla–. Tendré que decirle que agradezco
su ayuda y que me dé una cuenta en la que ingresar lo que pagase en la cena... -
murmuraba–. Disculparme y pedirle el número de la cuenta... o... -suspiró
dejando a un lado el iPad y dejando caer la cabeza hacía atrás apoyándola sobre
el cojín-. Joder... -Maldijo furioso.
- ¿Con quién estás enfadado?
La voz de Loretta sonó a su espalda desde la puerta de cristal de la terraza
Alex se giró y la miró.
–Con nadie. Es solo que no sé cómo hacer una cosa... -Suspiró y se puso en pie.
La miró de arriba a abajo con ese mini vestido con lentejuelas parecía una Barbie
discoteca-. Por tu aspecto es de suponer que vas a salir...
Loretta sonrió y dio unos pasos dentro del salón.
–Y vengo, además, a buscarte para que te unas a nosotros, vamos a Roma a cenar
a un bistró y después... -Sonrió-… Bueno, lo que vaya surgiendo...
Alex frunció ligeramente el ceño.
–La verdad es que hoy no soy buena compañía...
Loretta se rio acercándose a él contoneando esa figura de modelo curtida en
pasarelas de medio mundo y, sobre todo, en los salones de millonarios de
cualquier lugar.
–Lo serás en cuanto te vistas para salir y te unas a nosotros... -Le rodeó el cuello
con los brazos–. Vamos, Alex... estamos de vacaciones... -dijo provocativa
siseando sus curvas en su cuerpo.
Alex suspiró ligeramente.
–Está bien... -Se separó de ella, tomó su iPad y se giró camino de su habitación–.
Dame unos minutos. Sírvete, si quieres, una copa mientras... -Al llegar al
dormitorio puso su iPad en la mesa y lo miró un par de minutos–. Cobarde. -Se
reprendió a sí mismo en un susurro.
Durante la siguiente semana, Alex se dedicó a no pensar en nada. Durante el día,
salía a hacer deportes en el agua con Hamilton y los constantes invitados que
pasaban por su casa y, por las noches, salían por los locales de moda de Roma o
por los alrededores del pueblo, llenos de turistas dispuestos a pasarlo bien y a
evitar preocupaciones. Aunque compartía la cama u otros lugares con Loretta, no
podía sino reconocer que era una chica de las que Ron y él siempre habían
llamado buscadoras de su marmita de oro particular y, mientras la hallaban,
pasaban de millonario en millonario, de marmita en marmita hasta dar la que
decidiese quedarse con ella. De esas chicas, Alex había tenido de todos los tipos,
gustos y colores, pero no era tan hipócrita como para no reconocer que le
gustaban precisamente por eso, porque sabía que para él se trataba de relaciones
cómodas de las que podría desprenderse cuando se cansare sin que ninguno de
los dos saliere mal parado pues ninguno ponía en riesgo nada más allá que su
tiempo.
Capítulo III El regreso a España
Para Clara, por el contrario, la semana transcurrió en el más absoluto
aburrimiento. Le quedaba una semana de vacaciones y no tenía ni ganas ni
dinero para hacer viaje alguno a ninguna parte y menos para ir a visitar a su
madre y sus hermanas a la pequeña casa en la playa de sus padres, pues le
acribillarían a preguntas sobre las que ellas creían habían sido una excelentes
vacaciones en un lugar casi paradisíaco de Italia. Bastante malas eran ya las
llamadas de su madre preguntando por ellas, por si había conocido a algún
soltero interesante y cuando tras la conversación se convencía que, de nuevo, su
hija pequeña no había conseguido atraer a hombre alguno, se limitaba a
preguntar por el tiempo y su salud. Para Clara, que quería mucho a su madre
pero que le resultaba frustrante el que solo le preocupase que encontrase un
novio y marido algún día, esas conversaciones acababan siendo agotadoras ya
que siempre acababa colgando el teléfono con la sensación de no llegar nunca a
conseguir hacer que su madre dejase de preocuparse por ella y se sintiere
mortificada y desilusionada por haber tenido una hija como ella, aunque
estuviera convencida de que su madre, como a todas sus hijas, la quería
muchísimo, igual que ella a su madre.
Se había propuesto practicar las recetas que había aprendido en el taller de
Tomasito y también algunas otras que había empezado a buscar por Internet y
páginas de cocina variada. Era asombroso lo de moda que estaba el tema de
cocinar pues no solo había varios programas conocidos e incluso canales
dedicados exclusivamente a ello, sino muchísimas páginas webs, enlaces e
infinidad de blogs sobre cada cosa.
Estaba llevando a cabo un pequeño experimento, unas mini pizzas de acuerdo a
la receta de Tomasino, pero con una especie de relleno dulce, como si fueran
unas mini pizzas calzones, pero rellenas de dulce, cuando sonó su teléfono fijo.
Pensó que sería su madre pues pocas personas la llamaban por esa línea. Se
limpió ligeramente las manos que las tenía cubiertas de harina y azúcar glas y
descolgó
- ¿Clara? -sonó de inmediato una voz femenina al otro lado.
A pesar del desconcierto momentáneo la reconoció.
- ¿Noelia? ¿Eres tú?
Se escuchó una risa al otro lado.
-Por Dios, no me digas que la vida de casada cambia la voz a las mujeres…
Clara se rio.
–La vida de casada no, pero tienes voz resacosa… creo que es por eso por lo que
te he reconocido…
Noelia se rio
-Touché… ¿qué tal? ¿Cómo estás?
-Bien, bien… ¿y tú? ¿Aún en Hawái?
-No, llegamos ayer a última hora, quizás por eso mi voz de resaca… -Se rio-.
Oye, llaman a la puerta, espero que no sea la pesada de mi madre… en fin, te
llamaba para invitarte esta noche a cenar a casa. Vendrán Amparo y Tomás y mi
hermana Camile. Ron dice que, si no puedes, haremos la cena mañana porque
quiere agradecerte personalmente el enorme favor que nos has hecho.
-Dile que no sea idiota, que ya me lo cobraré en el futuro exigiéndole que me
nombre madrina de vuestro primer hijo… -Se rieron las dos.
-Lo tendremos en cuenta, pero en serio ¿puedes venir hoy? Ron te ha traído un
regalo, que ya te advierto es espantoso, pero a él le encanta y está ilusionadísimo
con dártelo en mano y ver tu cara…
- ¡Ay Dios! Te recuerdo que soy pésima disimulando y menos con esa especie de
advertencia tuya… Está bien, iré y me pasaré un par de horas ensayando en el
espejo y rezando para que me guste porque mis caras de disimulo son un
horror…
Noelia se rio.
–Lo sé, lo sé, ¿por qué crees que nunca te pedía que me sirvieras de coartada con
mi hermana o con mis novios?
- ¡Ey! ¿A que le cuento a Ron la vez que te colaste en el colegio mayor de chicos
donde vivía aquel melenudo que tanto te gustaba…?
-Ay madre… es verdad… ¿te acuerdas? Estuve loca por aquél niñato durante un
par de meses… menos mal que pasaba de mí ¿te imaginas haber acabado como
la señora melenuda?
Las dos se rieron.
-De los hijos de ese matrimonio jamás habría pedido ser la madrina… -Decía
entre risas-. Os veo esta noche… ¿a qué hora quieres que vaya?
-Umm… vente a las ocho y charlamos un rato antes.
-Bien, eso haré… ¡oye! -dijo antes de colgar-. No hagas postre, te lo llevaré yo,
que estoy practicando algunas recetas y vais a ser mis conejillos de indias.
- ¿En serio? -Preguntó asombrada.
-En fin… es una larga historia de la que podemos hablar esta noche.
-Muy bien. Aloja.
Clara se rio ante la despedida bobalicona de Noelia. Era de las pocas amigas que
podía considerar de verdad merecedoras de haber encontrado un buen partido,
sobre todo, cuando era de las pocas que veían el matrimonio no como un modo
de hacerse con un marido que le mantuviere, sino como una forma de tener una
relación duradera y una familia, aunque durante mucho tiempo fue de las que
había preferido las relaciones de convivencia basadas en la confianza mutua y no
en un papel que le ligase a la otra persona. Siempre había sido la amiga
divertida, alocada e hilarante, pero, en lo importante, se podía contar con ella.
Noelia le pedía muchos favores, pero cuando era necesario siempre estaba ahí,
siempre sabía qué decir y cómo conseguir ayudarla lo que no era poca cosa con
alguien como Clara siempre parca en palabras en cuanto a sentimientos, en
cuanto a expresar lo que le afligía. Sin embargo, Noelia para eso era paciente y
una buena amiga.
Cuando llegó a casa de Noelia y Ron, éste fue de inmediato a recibirla con una
sonrisa y un abrazo.
-Hola, Ron. -Le saludó cuándo la soltó haciendo equilibrio con las dos bandejas
que tenía en las manos
- ¡Bienvenida! -La saludaba riéndose–. Anda, pasa y deja que te ayude, aunque
creo que he estado a punto de lograr que nos quedemos sin postre… -Le tomó
una de las bandejas
Clara se rio.
–Lo que yo te habría perdonado, pero dudo que Noelia fuere tan magnánima
cuando le dijeses que le habías privado de sus dosis de azúcar…
-No se lo habría perdonado nunca. -Sonó la voz de Noelia a la espalda de Ron y
los dos se rieron caminando hacia ella-. Hola… -Miró las dos bandejas-. Umm
creía que te había dicho cuántos éramos porque has traído postre para un
regimiento.
Clara se rio dándole un beso en la mejilla.
-En realidad, he traído dos postres, uno que me enseñó un encantador italiano
llamado Tomasino, un tiramisú tradicional italiano, nada de versiones de
extranjeros, como él decía, y el otro es uno de los experimentos de los que te
hablé, así si resulta ser incomible al menos podremos atiborrarnos de tiramisú.
Noelia se rio.
–Buena táctica. Primeros nos envenenas y después obtienes nuestro perdón a
base de tiramisú…
Clara se rio.
–Esa era la idea, sí…
Llegaron a la cocina y tras meter las dos bandejas en la nevera y puesto que todo
estaba listo, se sentaron en el salón a esperar a los demás. Ron les sirvió una
copa de vino. Clara los miró negando con la cabeza al tiempo que sonreía
maliciosa.
-Habéis tenido que pasaros el mes en la habitación, no estáis muy morenos.
Los dos se rieron e intercambiaron una significativa mirada.
-Bueno, no lo negaremos, pero también hemos tenido mala fortuna porque los
últimos diez días, poca playa y poco turismo hicimos pues nos pilló una de esas
tormentas tropicales en las que llueve como si fuere el diluvio universal, pero
aun así hace un calor horrible… -Dijo Ron.
-Recibí el mail que enviasteis por eso no me preocupé cuando los últimos días
no recibí ninguno más ni mensajes de móvil. -Respondió ella.
-Bien ¿y tú? Sé que Alex al final empezó a comportarse como es debido, sobre
todo, cuando se le pasó el miedo a que le quedasen secuelas… -dijo él serio.
-Ahh bueno, solo tenía que adaptarse, en realidad. No debía ser agradable verse
privado de la vista, de la intimidad de su casa y, además, sin saber seguro si al
final perdería parte de la visión. De todos modos, no se portó tan mal, no temas.
Además, tuve tiempo para ir a mis particulares clases y aprender de Tomasino
algunas recetas y para hacer un poco de turismo por la zona. Lo que por cierto os
recomiendo. Debierais ir allí, es un lugar precioso y los italianos son italianos, ya
sabéis, guapos, alocados, divertidos, amantes del vivir, así que lo pasareis bien…
sin mencionar que comeréis y beberéis como reyes…
Ron se rio.
–Suena a paraíso... comer, beber, playas bonitas, italianas despampanantes… -
Noelia le dio un golpe en el hombro-. Bueno, vale, italianas no…
Clara se rio.
-Puedes mirarlas, eso no hace daño. -Se rio y Noelia le dio esta vez un golpecito
a ella-. Bueno, vale, italianas no… -Puso los ojos en blanco-. Dios me libre de
las esposas celosas…
Se rio con Ron mientras Noelia bufaba. Ron se levantó.
–Te he traído una cosa, espero que te guste…- se giró un poco y miró de soslayo
a Noelia –aunque sé que a mi celosa esposa no le gusta nada…-
Clara se rio.
- ¿No? ¿De veras? -Noelia volvió a darle un golpecito refunfuñando un
“disimular mejor, torpe”-. En serio Ron, no tenías que traerme nada…
-Claro que sí, y no temas, te guste o no, también me pensaré eso de convertirte
en madrina de mi primer vástago…
Clara se rio mirando a Noelia.
-Bueno, no esperaba menos… -Ron se acercó y le entregó un pequeño paquete
bien envuelto-. Vaya, gracias. -Lo tomó y lo abrió-. Oh vaya, es un icono… -
observó con detalle la figura labrada toscamente-. Vaya, es precioso, Ron. -Decía
sin dejar de mirarlo-. Qué ligero es a pesar de ser madera… es madera ¿verdad?
-Dudó un momento
-Sí, si lo es. De unos árboles de la selva del interior de las islas ¿de veras te
gusta? -Preguntó interesado.
Clara alzó la vista y lo miró.
–Me encanta Ron, es de verdad precioso. Me gustan mucho las cosas artesanales
y esta es muy curiosa, tiene como muecas hechas en distintos lugares, es
francamente interesante… -Decía mirándola con detalle de nuevo
- ¿Ves? Desconfiada -Habló triunfal a Noelia mirándola sonriendo-. Sabía que
una mente curiosa como la de Clara apreciaría la rareza de estas figuritas.
Clara se rio y se puso en pie para abrazarlo.
–Gracias por partida doble, por apreciar mi mente curiosa y por la figura. De
veras, me encanta, la pondré en mi cómoda… -Miró a Noelia -. Menos mal que
no he tenido que poner mi cara de disimulo porque parecía que venía del
dentista.
Ron se rio.
-No te rías. -Dijo Noelia sonriendo-. Es cierto que es incapaz de disimular,
parece que la estén torturando, pone cara de vinagre.
- ¡Ey! -protestó ella y se giró a Ron-. Oye Ron, nunca te he contado la vez en
que Noelia asaltó un colegio mayor ¿verdad?
-Ni falta que hace… -tiró de ella Noelia para sentarla de nuevo en el sofá–.
Anda, cuéntame, ¿quién es ese Tomasino? ¿Es guapo…?
Clara se rio.
–Bien, debió serlo hace unos 40 años cuando era jovencito… -Se rio-. Además,
está casado con una encantadora italiana llamada Gina…
-Ahh las italianas… -Dijo Ron suspirando con una sonrisa en los labios mirando
a Noelia
-A que te echo pimienta en el tiramisú… -le dijo Noelia
-Déjalo… mientras solo suspire en la distancia no hay peligro -decía Clara
riéndose–. Pero ciertamente Gina tuvo que ser una mujer espectacular porque
incluso con sesenta años mantiene ese atractivo que solo puede tenerse cuando
has sido muy guapa de joven… además, hace unos guisos que son su mejor arma
de seducción. -Se rio-. Tomasino y ella tienen una especie de pequeña cafetería-
restaurante donde venden productos italianos artesanales, panes, dulces y ese
tipo de cosas, y hacen un capuchino al modo antiguo que después de una taza
acabas con los ojos como platos dos días… -Sonrió-. Y yo que pensaba que
Amparo hacía un café cargado… es agua sucia en comparación con el café de
Tomasino.
Noelia sonrió.
–No se lo digas a ella no vaya a ser que lo tome como desafío.
Clara se rio
-Lo prometo, me llevaré el secreto a la tumba… -Miró a Ron-. Por cierto, Rose
es un encanto y no puedo por menos que decirte que se ha ocupado de todo a la
perfección, me ha tratado estupendamente, ella y Alfredo, que trabaja con ella
por aquellos lares.
-Es la mejor. Siempre que viajo por negocios se lo confío a ella porque sé que se
ocupará de todo.
Noelia se rio.
- ¿Sabes que se encargó de decir en el hotel que nos avisasen varias veces antes
de cada excursión, aunque nos quejáramos de que insistieran tanto? -Se rio-. Por
lo visto, ambos tenemos fama de llegar siempre tarde.
Los tres se rieron.
- ¡Sorprendente! ¿Tarde? ¿Tú? ¿Qué lengua viperina puede haber dicho tal
falacia…? -Preguntaba Clara entre risas mirando a Noelia-. Aún recuerdo tener
que ir a recogerte antes de cada examen en la universidad para asegurarnos que
no llegabas cuando hubiere terminado… pero si me sabía mejor el horario de los
exámenes de pedagogía que los de mi propia facultad.
Noelia se reía.
-No te quejes que no eras tú a la que obligabais a salir medio en cueros de casa y
vestirse en el coche…-
-Bueno, ¡esto es grandioso! Si no hubiésemos hecho eso, jamás te habrías
licenciado, petarda, de hecho, no habrías conseguido aprobar ni una sola
asignatura.
Ron se rio.
–Me lo creo, Noe, me he pasado más tiempo en el último año esperando en este
sofá mientras terminabas de arreglarte que fuera de casa y eso que la mayoría de
las veces te decía que habíamos quedado una hora antes de la verdadera hora de
la cita.
Noelia resopló.
–Exageráis…
Clara y Ron estallaron en carcajadas.
–Ni por asomo- dijeron casi al unísono.
Pocos minutos después llegaron Amparo y Tomás. Amparo era una vieja amiga
del colegio de ambas que se marchó a estudiar la carrera de biología a Cádiz
donde al poco de llegar conoció a un encantador y divertido profesor
universitario gaditano, gran aficionado a los carnavales y a los deportes al aire
libre. Era un tipo francamente alegre y con un vívido sentido del humor que
conseguía en pocos minutos que todo el mundo se riese hasta de las cosas más
nimias. Enseguida se sentaron en torno a la mesa del salón y charlaron
animadamente con el vino y el queso para matar el hambre mientras esperaban a
Camile, la hermana de vida loca de Noelia que tardó pocos minutos más en
aparecer con un musculitos alemán que apenas decía dos palabras de español y
cuyo inglés era aún peor que el de Tomás y Clara.
Para cualquier otra persona el hallarse entre parejas siendo la única sin ella
podría resultar incómodo o violento, pero Clara estaba tan acostumbrada a que
sus amigos siempre tuvieren una u otra pareja y ella no que casi ni se molestaba
ya en pensar en ello. Demasiados años habían pasado desde esas primeras veces
en que se mortificaba por ello y buscaba excusas mucho antes de finalizar la
velada para escaparse cuanto antes. Había aprendido a no darle importancia y
simplemente disfrutar de la compañía de amigos pues de lo contrario nunca
saldría con ellos ni podría hacer nada.
Tras servir el primer plato Clara ayudó a Noelia con el segundo en la cocina
mirando a través de la pared de cristal que separaba la cocina del salón.
-Algún día tendrás que explicarme qué ve tu hermana en los hombres que
parecen inflados con esteroides. -Decía cortando la ternera para servir las
distintas raciones
-Pues supongo que debe gustarle acostarse con hombres que solo sean
musculatura dura porque solo son eso, músculos. Al menos el anterior podía
decir dos frases seguidas con cierto sentido, pero Gunter es del tipo silencioso
por necesidad no por timidez.
Clara sonrió.
–No debiéremos ser tan crueles, a lo mejor es un tipo simpático y con algo bajo
ese cabello rubio nórdico solo que somos tan analfabetas que no hablamos
alemán.
Las dos se miraron un segundo y estallaron en carcajadas
-Espero que no sean vuestras bromas las que os estén retrasando aquí… -decía
Ron entrando en la cocina-. ¿Necesitáis ayuda o queréis que me marche para
poder seguir despellejando a alguien…?
Las dos la miraron sonriendo.
–No, ven, ayúdame a partir la ternera. -Decía Clara cediéndole un cuchillo-. Y
para tu información, nos estábamos preguntando por el origen de la atracción de
tu cuñada por todo lo que tenga más de un metro y medio de contorno de duro
músculo. A mí, francamente, me dan un poco de repelús los hombres tan
hinchados.
Ron se rio.
–Pues imagínate a los hombres como yo. Cada vez que veo uno así en el
gimnasio me pregunto qué pasaría si les pinchase con una aguja ¿se desinflarían
como los dibujos animados y saldrían volando por toda la habitación?
Clara le sonrió.
–Y luego dicen que las mujeres somos crueles… La pregunta en realidad se
refería a qué puede gustarle de los hombres tan musculosos ¿no los hay con
cerebro o es que Camile simplemente se va a por los que son musculosos y
descerebrados?
Ron sonrió
-En realidad, Camile suele salir con un musculito y también con un hombre
normal -Los dos se giraron para mirar a Noelia que se encogió de hombros-. Es
verdad, suele salir a cenar y a hacer cosas normales con tipos como a los que nos
gustarían a cualquiera, de hecho, suelen ser muy atractivos, pero, y no me
preguntéis por qué, suele compaginarlo con algún musculito.
Clara la miró unos segundos.
- ¿Nos estás diciendo que Camile suele salir con dos hombres a la vez?
-Bueno, no siempre, pero desde luego lo ha hecho más de una ocasión, y dos y
tres…- suspiró-. Bastantes veces, sí -Sirvió un poco de verdura en los platos
mientras añadía-. Mi madre dice que es porque es una chica atractiva y algo
indecisa. Pero yo creo que es porque es incapaz de centrarse en nada en la vida y
los hombres no son la excepción. Supongo que habrá que esperar que algún día
siente cabeza en todo, incluido un hombre concreto.
-Vaya… -Terminó de poner un último pedazo de ternera en un plato-. Voy a tener
que pedirle a tu hermana algún truco o algo porque ella los atrae como moscas y
yo no lo consigo ni drogándolo.
Noelia la sonrió y la abrazó por la espalda.
–Eso es porque los hombres son idiotas, Clara. Un día el tipo adecuado llamará a
tu puerta y no te dejará escapar.
-Puff… pues creo que el mío ha perdido el mapa que le guiaba a mi puerta, o eso
o es ciego como un topo… -Suspiró teatralmente-. Umm… creo que debería
empezar a pensar en buscarme un GPS y un perro y entrenarlo como perro guía
para cuando el ciego de turno aparezca.
Ron se rio.
–Mientras no sea un descerebrado como nuestro buen amigo Gunter no debieres
preocuparte, podrá seguir solito las indicaciones del perro.
Los tres rieron tomando cada uno sendos platos para volver a la mesa.
Al llegar el postre sacaron las dos bandejas y el café y se sentaron de nuevo
cómodamente en los sillones. Mientras Noelia servía el café, Clara y Amparo
servían un poco de cada postre a cada uno.
- ¡Por Dios! ¡Qué rico está esto! -Exclamaba Camile con los ojos muy abiertos-.
Deberíamos haber empezado la cena con esto… -Miró a su hermana-. No te
ofendas, Noe. -Noelia se encogió de hombros sin darle importancia-. ¿Qué son?
¿Empanadillas?
Clara sonrió.
–En realidad, es masa de pizza casera, pero la he rellenado con dulce y la he
hecho un poco en sartén antes de terminarla al horno, como si fueran mini pizza
calzones dulces.
-Pues están de muerte, Clara, te pediría la receta, pero ya sabes que yo no cocino
ni un huevo frito… -decía dando otro bocado.
-Ah pues gracias. Habéis sido mis conejillos de indias. -Sonrió complacida ante
la indiferencia de los demás de ser usados como catadores involuntarios.
- ¿Esto te lo enseñó ese italiano del que hablabas? -preguntaba Amparo
devorando el tiramisú.
-El tiramisú sí, lo he hecho tal y como me enseñó. Lo otro… bueno, en parte sí,
en parte a lo Frankenstein, un poco de aquí un poco de allá…
- ¿Te ha enseñado más cosas? -preguntó Tomás dando otro bocado
Clara asintió.
–La verdad es que sí. Panes, masas y ese tipo de cosas y algunos trucos también.
Pero he empezado a encontrar recetas en viejos libros o internet que estoy
practicando y adaptando. Algunas ya directamente me las invento. Los españoles
comemos de maravilla, pero los italianos no andan a la zaga, de hecho, para
ciertas cosas nos superan. Además, allí todos parecen saber cocinar un poco
porque vas a un restaurante o una trattoría y desde el camarero hasta un
comensal de la mesa de al lado te dice que es lo que lleva tu plato, cómo hacerlo
e incluso dan consejo para cambiar este ingrediente por este otro o hacer una u
otra cosa, es como debatir sobre comida con extraños sin quererlo ni beberlo.
Ron se rio.
–Así que solo hace falta preguntar por un plato para encontrar amigos.
Clara se rio.
–Más o menos, sobre todo si eres extranjero… -Bebió un poco de café-. La
primera vez que fui al supermercado me fui a comprar lo normal, lo que conocía,
cosas básicas, ya sabes… pero no me preguntéis cómo en menos de un par de
minutos todo el supermercado iba dándome consejos. “No señorita, coja esta
pasta mejor que esa y la hace de este modo. No señorita, escoja este queso y lo
pone con este pan. No señorita mejor este vino para hacer esta carne…” -se rio–.
Al final salí con un carro lleno hasta los topes y mi libreta llena de notas para
hacer los mil productos que había comprado y que esperaba llegar a saber
cocinar…
Noelia se reía a carcajadas.
-Te estoy imaginando saliendo del súper con el carro y mirándolo con cara de
preocupación y preguntándote en qué diablos pensabas al comprar estos tomates,
ese queso de allí, aquél bote de no sé qué…
Clara se rio.
–Me conoces demasiado bien… además, miraba las indicaciones de los paquetes
o los consejos de algunos productos sobre cómo cocinarlos y como todo estaba
en italiano pensaba a ver si lo leo mal y en vez de un minuto pone diez o en vez
de un minuto es una hora… los iba guardando en los estantes y en la nevera
mientras sonreía pensando que en pocos días podría estar en la cárcel por
envenenar al hermano ciego de Ron o peor, por quemar la casa al hacer la carne
en una especie de barbacoa que tenía en la terraza que daba a la playa y que os
prometo parecía un platillo volante con tantos botones, instrumentos y chismes
sobresaliendo por todos lados…
Ron estalló en carcajadas.
–Eres una exagerada…
-Que no, que no… ¡espera! ¡Tengo una foto de la susodicha en el móvil!... sabía
que nadie me creería. -Se levantó de un salto y fue a por su bolso
- ¿De veras has ido a Italia y de lo único que haces fotos es de una barbacoa? -
Se reía Tomás mientras la veía correr hacia la entrada a por el teléfono.
-Porque os conozco a todos y sois unos incrédulos redomados… -regresaba
riéndose con el móvil en la mano buscando las fotos- ¡Ja! ¡Mirad, hombres y
mujeres de poca fe! -decía dando el teléfono a Tomás.
Empezó a reírse a carcajadas.
–Pues es verdad… sí parece una nave espacial… abróchense los cinturones que
vamos a hacer chuletones… -se reía pasándole el teléfono a Amparo-. Dime que
la probaste…-Decía mirando a Clara-. Por favor, dime que no perdiste la
oportunidad de sentirte como el capitán Kirk dirigiendo el Enterprise.
Clara se rio.
–Lo confieso, sí. No quería perder la oportunidad de probar aquello, bien es
cierto que la primera vez tardé casi una hora en encenderla… -Se reía-. Y para
colmo, cuando por fin logre poner aquello “en órbita”, empezó a llover a
cántaros…
Tomás se reía.
–No me lo digas… tenías el chuletón insertado en el tenedor de cocinar listo para
poner en la plancha y empezó a llover…
-Casi, las salchichas italianas picantes…
Clara se sentó riéndose en el sillón. Ron estalló en carcajadas mirando la imagen
del móvil.
– ¡Por Dios bendito! ¿Para qué demonios quiere el tonto de Alex semejante
barbacoa? Él, que no sabe ni pelar una patata…
Clara se rio.
–Creo que viene incorporada con la casa… Josh, mi amigo del otro lado de la
cala, tenía incorporada, en la casa que compró, una cocina de esas que hasta te
hablan… falta leche, le decía por las mañanas su nevera, solo le quedan seis
huevos… -imitó la voz que salía de la nevera–. Pero él que solo quería una
buena máquina de capuchinos y era lo único que no tenía la dichosa cocina. -Se
rio-. Se fue a Roma y, en un arranque de orgullo, se compró la máquina más
grande y aparatosa que encontró y la colocó en todo el centro de aquélla súper
cocina y cada vez que entraba en ella decía el muy bobo acariciando el tirador
¿Cómo está mi niña bonita…? -Se levantó mirando el reloj-. Uy esperad, si
queréis os lo presento.
Noelia se rio.
- ¿Está aquí?
-No, no, por Skype… nos conectamos todos los días…umm… Ron ¿me dejas tu
portátil o el iPad?
Ron se levantó de inmediato sonriendo.
–Claro, mejor el portátil que tiene la pantalla grande.
Salió del salón y tras un par de minutos Clara se conectó.
-Hey, hola extranjero… -Sonrió al verlo en la pantalla.
-Hola, sirena, ¿qué novedades me cuentas?
Clara sonrió.
–Pues… -se apartó un poco y dejó ver a todos los que estaban tras ella–… Josh
te presento a unos amigos… umm… de izquierda a derecha-… Gunter, Camile,
Amparo, Tomás, Noelia y Ron. Gente, saludad a Josh.
Todos se rieron. Clara se colocó junto a Ron.
-Oye ¿te estás peleando con tus pinceles o qué? Tienes pintura por todas partes.
Josh se rio.
–No, no, me he comprado un Chihuahua en un ataque de estupidez y ha asaltado
mis pinturas y mi material… -Suspiró-. Creo que no pensaba con claridad
cuando me lo he comprado… en las películas parecen animales más monos, este,
además de tener los ojos preocupantemente grandes y saltones, creo que está
poseído por Belcebú.
Clara se rio al igual que los demás.
–No seas malo, seguro que no es tan terrible.
-Clara, se ha meado en mi manta de angora ¡mi manta de angora!
Clara se rio
- ¿En la señora Dollitel? Vaya… sí que ha empezado con mal pie tu nuevo
compañero… ¿o debería decir pata? -Se giró y explicó que llamaba así a su
queridísima y carísima manta.
-No te burles que, además, creí que era macho y resulta que es una diva egoísta y
caprichosa… menudo negocio he hecho.
-No te quejes que seguro la pobre piensa que también le ha tocado la mayor diva
desde la muerte de Ava Gadner solo que sin el placer de encontrarse a Fran
Sinatra cantándole desde el baño o un torero guapo rondando su ventana.
Josh se rio.
–Está bien, está bien, me doy por reprendido.
-Creo que vas a tener que llevar a tu pequeña diva a entrenar y de paso te
entrenas a ti… ensayemos… Josh, la patita… -Dijo con sorna.
-Si no fuera porque rompería mi carísimo ordenador te tiraría algo a la cabeza…
-Está bien, no te enfades… -Decía Clara riéndose-. Creo que será mejor que te
dejemos recoger el estropicio formado por tu diva… -Sonrió-. Oye, ¿sabes? me
gusta es nombre para tú chihuahua, miss diva… -Sonrió traviesa-. Anda, ve a
darle mimos que, seguro que en un par de días te la has ganado, pero, por Dios,
no le des capuchinos o acabará trepando por las cortinas.
-Muy graciosa… -Murmuró Josh sonriendo.
-Dale un beso a Tomasino y a Gina de mi parte cuando mañana vayas a
desayunar temprano.
-De tu parte, sirena, un beso y encantado. -Decía saludándolos a todos.
Cuando apagaron el ordenador Noelia estalló en carcajadas.
- ¿Ese era tu vecino? Madre mía, si llego a ser yo, me instalo en su casa.
Clara sonrió.
–Pasé mucho tiempo allí, la verdad.
- ¿Qué hace un americano tan gay en esa parte de Italia? -Preguntó Ron después
de traer una nueva cafetera y servir licores a todos.
-Ahh… es una historia triste y alegre supongo… -Clara tomó la taza de café que
le ofreció Noelia-. A ver, brevemente. Era un artista bohemio del Soho de NY,
podéis imaginarlo, y se enamoró de unos de esos hombres de negocios rectos y
serios y, por supuesto, que no reconocía públicamente su condición sexual,
bueno, salvo a su hermana. Creo recordar que me dijo Josh que vivieron juntos
diez o quince años. Murió de cáncer hace cuatro años y Josh no quiso seguir
viviendo en NY así que compró una casa en un pueblecito de Italia en el que
pasaron un verano los dos juntos, con el dinero que le dejó. Fue justo antes de
empezar a correr la voz de que era un paraíso donde los ricos y sus
acompañantes podían hacer deportes acuáticos en playas casi vírgenes, pero con
todo lujo. Pero como no podía estar todo el tiempo ocioso, volvió a pintar y para
mantenerse, además del dinerito que aún le queda de lo que le dejó su rica y
generosa pareja, puso una floristería que gracias a esos ricos turistas y al gusto
de los italianos por las fiestas le va bastante bien, al menos para no gastar sus
ahorritos, como él los llama.
- ¿Le dejó mucho dinero su pareja al morir? -preguntó Amparo.
-Por lo que sé, era un hombre de negocios algo mayor que él al que las cosas le
fueron muy bien y murió antes de la crisis, así que es lógico suponer que le
dejase mucho dinero, pero él fue lo bastante honrado para solo aceptar una parte.
Se lo dejó todo, pero él creyó que la hermana debía recibir la mayor parte,
especialmente porque tiene cuatro hijos o algo así. También creo que es porque
Josh sentía verdadero cariño por ella. -Se encogió de hombros-. De todos modos,
según dice, con una súper casa y un negocio para qué necesita él ese dinero, en
cambio, a la hermana debe serle francamente útil. Hijos, colegios, universidad,
ya sabéis que en Estados Unidos esas cosas son muy caras. Además, creo que no
quería sentirse como alguien que sacó tajada de su relación-
-Pues si me casase con un millonario no les haría ascos a sus millones ni en vida
ni en la muerte…-dijo Camile sonriendo
Clara sonrió.
–Es una suerte que cierto alemán no pueda entenderte.
Hizo un gesto al aire de despreocupación.
-Bah, aunque me entendiese es pobre como una rata…
Todos se rieron.
–Tanta franqueza le dolería si no fuere porque no entiende ni media palabra. -
Decía Tomás riéndose-. Si hasta sonríe… pobre… OH bueno, quizás no,
afortunado por vivir en la feliz ignorancia… -Se volvió a Clara-. Antes de que se
me olvide y aunque sea una descortesía ¿puedo llevarme lo que ha sobrado de
tiramisú? Está delicioso.
-Por mí no hay problema, pero pregúntale a Noe no vaya a ser que te muerda por
robarle su azúcar.
Noelia sonrió.
–Está bien, pero esas pizzas se quedan aquí. -Dijo tajante mirando la bandeja
frente a ella en la mesa
Ron se rio.
–Teníais que verla en el buffet del desayuno era como un elefante en una
cacharrería no dejaba nada en su sitio.
Noelia se rio.
–Bueno eso es… -resopló-. Culpad al hotel, todo lo colocan en plan artístico y
no había forma de tomar un trozo de fruta o de algo sin que se desmoronasen las
fuentes… ¡por favor! Si las tortitas las colocaban en forma de pirámide, había
que ser ingeniero para servirse una…
Ron estalló en carcajadas.
-El colmo fue cuando una mañana intentó alcanzar unos gajos de frutas
tropicales que estaban más arriba de una especie de torre y, en vez de pedir al
eficiente camarero que se los alcanzase, no tuvo mayor ocurrencia que apoyarse
en una mesa con ruedas que salió disparada hacía una especie de fuente de
chocolate que volcó y después varios camareros comenzaron a patinar hasta
acabar tirando medio buffet intentando sujetarse a algo…
Noelia se rio.
–Fue un momento algo embarazoso… -Ron estalló en carcajadas-. No te rías que
diste muestra de no ser un buen marido porque saliste de allí a toda prisa como si
ni me conocieras.
-Ya te digo… -Se reía-. A ti no iban a hacerte nada aquellos camareros, pero a mí
me habrían molido a palos de haberles dado ocasión… eran como armarios de
grandes y después de hallarse cubiertos de chocolate y medio buffet no creo que
hubieren refrenado sus ansias de usarme como saco de boxeo.
-Miedo me da preguntar, pero ¿cómo saliste airosa de allí? -preguntó Amparo
riéndose
Ron se reía aún más.
-Pues prometiendo no volver a desayunar allí… desde ese día, pedíamos el
desayuno en la habitación.
Noelia suspiró.
–Pero no es lo mismo que poder recorrer un buffet y ver que te va apeteciendo
en el momento.
Todos se rieron.
–Pero seguro el resto de los clientes agradecieron que cierta asalta torres de
frutas no apareciere más por allí… -Añadía Tomás riéndose.
- ¡Ja!, el último día me desquité. -Contestó Noelia alzando la barbilla-. Desayuné
como si fuera mi última comida recorriendo aquel buffet varias veces y
tocándolo todo.
-Doy fe de eso. -Ron sonreía-. Cada vez que se acercaba, dos camareros la
rodeaban y se ofrecían efusivamente para servirle lo que gustase… pero la muy
cabezota no se dejó… cada vez que tomaba una pinza o una cuchara de servir
veías a los pobres abrir muchos los ojos.
Tras algunas bromas a costa de Noelia y sus peripecias en el viaje, acabaron
despidiéndose, prometiendo quedar para unos días más tarde.
Clara volvió al trabajo dos días después con la sensación de abatimiento y
absoluto aburrimiento que parecía haberse instalado en ella. Su trabajo la aburría
y lo encontraba carente de interés e incentivo. Su sueldo era deplorable y no
tenía perspectiva de mejorar y para rematar cada día encontraba más insípida su
aburrida, monótona y carente de interés, vida. Durante un par de semanas siguió
con sus rutinas. Salió en un par de ocasiones con sus amigas a cenar y a tomar
una copa y después regresaba a casa sola, como siempre. Hablaba casi a diario
con Josh y empezaba a plantearse la necesidad de dar un giro a su vida como
hizo él, pero ¿cómo? No tenía medios, ni posibilidad de obtenerlos, tampoco
contactos para lograrlos y… dar un giro para hacer ¿qué?
Sentada en la mesa de su cocina mirando la sopa que no dejaba de remover
distraída con la cuchara y que debía estar ya helada, sonó el ruido del ordenador,
el timbre del Skype y sonrió. Con suerte sería Josh y le alegraría un poco.
-Hola sirena. -La saludó nada más abrirse la ventana del ordenador.
-Hey, hola extranjero… -de inmediato tenía la sonrisa dibujada en el rostro.
- ¿Cómo van las cosas?
-Aburridas… -Suspiró
-Umm. Quiero contarte una cosa a la que llevo un par de días dándole vueltas,
pero que es un poco arriesgada, especialmente para ti.
- ¿Para mí?
-Primero, dime si realmente estás tan cansada de tu monótona vida como dices.
Clara suspiró.
–Sí, lo estoy. Creo que quiero hacer algo, pero no sé el qué o cómo, sin dinero,
sin una idea clara… no sé… -Negó con la cabeza suspirando.
-Clara… -Josh se puso serio-. Verás… esto… -tomó aire y la miró fijamente-.
Mira, lo diré sin más a ver qué te parece. Verás. Tomasino va a jubilarse justo
después de verano, le va a dejar la cafetería a su sobrino de Palermo que, por lo
que sé, es cocinero o algo por el estilo y… bien verás. He estado pensando que
podría regresar a Nueva York, al menos unos meses al año y poner la floristería
en el Soho, cerca de donde tenía mi apartamento. Pero no quiero que sea solo
eso. Quiero convertirlo en un local bonito, acogedor, una especie de trattoria
pequeñita por un lado y, luego, separada, pero siendo lo mismo, una floristería.
Verás, podría poner el dinero de la entrada y para empezar unos meses, pero no
sé nada de cocina y… Mira, lo que he pensado es que te vengas aquí conmigo
unos meses, hasta que Tomasino se jubile, aprendiendo con él y Gina sus recetas
y trucos. Trabajarías un año con ellos y cuando termine el verano y él por fin se
jubile, tú y yo hacernos socios en NY, tú pones esas manitas tuyas para la
trattoría y yo la inversión inicial y me ocuparía de la floristería.
-Dios mío, Josh, me encantaría… ¡espera, espera! Hay muchos inconvenientes
en tu plan, primero, yo no tengo dinero.
-Ya te he dicho que la inversión inicial la pongo yo y con suerte en unos meses
daría dinero, además, tú te podrías ocupar de la contabilidad también así que
pronto ambos estaríamos llevando el negocio como socios con ingresos.
-Umm… ¿y el papeleo para quedarme en EE. UU.?
-Bueno, primero te vienes a Italia y durante estos meses vamos haciendo el
papeleo con tiempo.
-Eres consciente de que mi inglés es peor que mi italiano ¿verdad?
Josh se rio.
–En unos meses hablarás como un neoyorquino más, no temas. Solo me
preocupa que has de abandonarlo todo sin seguridad de que esto resulte. Piensa
que dejarás ese trabajo que, por aburrido que sea, es un trabajo. Dejarás a tu
familia y amigos atrás, aunque te conviertas así en una excusa para visitar Italia
y NY.
-Igual que tú, Josh, si esto no resulta perderás tus ahorros…
-Tengo mi casa en Italia y una floristería siempre puedo montarla allí sin
problemas, tengo experiencia. -Sonrió-. Durante los primeros meses podríamos
vivir juntos en el apartamento en el Soho, sé que no te importan las pinturas
como a mí no me importará que inundes la cocina con dulces y guisos
deliciosos…
Clara se rio.
–Cuán generoso… -Se puso seria-. ¿Te importa que lo piense unos días? Creo
que haré una de esas estúpidas listas de pros y contras, aunque, de momento, veo
muchos pros en la sola idea de echarme las manos a la cabeza, lanzarme a la
aventura y dedicarme a algo que me gusta mucho contigo como copiloto.
-Ahh… no, no, no, yo de capitán como poco. ¡Con lo bien que me quedan los
galones!
Clara rio.
-Entonces ¿no te importa que lo piense?
-No, claro que no, lo contrario sería de locos… tómate el tiempo que necesites.
-Gracias. Pues entonces te llamo mañana y hablamos.
-Bien, mañana hablamos.
-Adiós, mi capitán. -Sonrió divertida.
Se quedó unos minutos sentada frente al ordenador. Miró por fin su reloj. Las
siete y media. Cogió su móvil y después buscó números. Sentía la imperiosa
necesidad de hablar con alguien de la conversación con Josh, miró Amparo,
Silvia, Noelia… ¿a cuál de las tres llamaba? Por fin optó por la lógica.
- ¿Noelia?
-Hola, Clara ¿Cómo estás?
-Bien, bien… esto… ¿estás en casa?
-Sí, acabo de llegar.
- ¿Tienes planes o algo que hacer?
- ¿Además de ponerme el pijama y asaltar la nevera a ver si encuentro algo? No,
no. Ron está fuera, en Barcelona, hasta el viernes.
- ¿Te importa que pase por tu casa?
-No, claro que no, ven. ¿Ocurre algo?
-No, no. Es solo que necesito hablar con alguien de unas dudas que tengo…
esto… te llevo algo de cenar, que me veo que en tu nevera no hay más que queso
y fruta pocha.
Noelia se rio al otro lado de la línea.
–Ni me molestaré en negarlo. Ron lleva cuatro días fueras así que…
Esta vez fue ella la que rio.
–Te llevaré la carne que he hecho hace un rato, petarda…
En media hora estaba en casa de Noelia y, efectivamente, estaba en pijama como
había dicho. Al verla se echó a reír
-Ay Noe, lo siento… -decía después de reírse-. Pero a veces cuando llego y me
pongo mis pijamas de algodón y mi bata, me siento lo menos sexy del mundo y
con ello el ejemplo perfecto de la solterona de la que mi madre habla cada vez
que le digo que sigo sin perspectivas amorosas… pero verte a ti- movió la mano
de arriba abajo frente a ella sonriendo- me ha devuelto de golpe la fe en la
humanidad… -rio alegremente mientras Noelia sonreía negando con la cabeza.
Pasaron directamente a la cocina-. Te he traído redondo, como el que hace mi
madre y un poco de crema de calabaza al curry. Vi la receta en un programa de
cocina y tras hacerla varias veces cambiando ingredientes y medidas he logrado
alcanzar una que me gusta, a ver qué te parece… -decía vertiéndola en un cazo
para darle un último calentón.
Por fin se sentó con ella en la bonita mesa de la cocina mientras Noelia cenaba.
-Por favor, esto está buenísimo… Deberías escribir un libro de recetas, Clara. Te
juro que tienes mano para la comida casera.
Clara sonrió.
–No creo que vendiese muchos, la verdad. Con internet eso ha quedado un poco
desfasado… -sonrió.
-Clara, ¿qué te preocupa? -la miraba entrecerrando los ojos.
-Sabes que desde hace mucho estoy cansada de mi trabajo. -Ella asintió-. No
encuentro nada que me permita cambiar de empleo y encima no parece que
tenga perspectivas en la empresa y mi sueldo es de risa…-
-En fin… a quién se lo dices…
Clara sonrió pues Noelia era profesora en una escuela y cada vez había más
recortes en ese sector
-Sí, bueno, pero tus padres siempre te han ayudado y ahora con Ron que…
bueno… no puede decirse que sea un muerto de hambre… -Noelia sonrió-. Pero
no importa, no es que te envidie… -sonrió-… más de lo necesario, claro… -
Noelia sonrió- sino que no sé cómo salir de este agujero en el que siento cada día
que me hallo… -suspiró- y hoy, hablando con Josh, me ha propuesto una idea
que me ilusiona sobremanera, a pesar de que tiene un punto de locura y riesgo
considerable porque si sale mal, me vería en paro, sin un duro y teniendo que
empezar de cero a mi edad.
-Clara, no somos unas ancianas.
-No, pero tampoco unas veinteañeras, Noelia, tengo treinta y dos y no es fácil
encontrar empleos desde cero. Te lo digo yo que echo currículos como si fuera
ya una especie de hobbies absurdo e inútil sin recibir respuesta alguna.
Noelia sonrió.
–Te entiendo, de veras, si pudiere me cambiaba a un colegio privado o a uno de
esos súper exclusivos de niños súper pijos… -Sonrió divertida y Clara también.
-Bien, bueno, entonces no he de explicarte lo del trabajo frustrante y sin
incentivos económicos… -Le pasó el plato de carne para que lo comenzase-. El
caso es que, como decía, Josh me ha sugerido una idea que se presenta
maravillosa, pero también aterradora. Mira, te la cuento y sin más me dices lo
que piensas y con ello quiero decir que me lo digas a lo bruto, sin aguas
templadas ni delicadezas… vamos a tu estilo…
Noelia sonrió.
–Te perdono porque es la primera vez que ceno bien en cinco días.
Clara se rio.
–Nunca entenderé cómo cocinando tu madre como cocina, no hayas aprendido ni
a freír un huevo… en fin, algún defecto tenías que tener… -Noelia se rio-. Bueno
pues…
Durante los siguientes minutos le fue contando la idea de Josh, lo bueno que le
veía pero también lo malo y cuando terminó Noelia la miraba fijamente en
silencio
-Clara ¿de verdad estás tan mal como empiezo a creer? -Preguntó con la voz y el
rostro muy serio.
- ¿Tan mal? - preguntó de pronto desconcertada
-Sí. Creo que estás muy triste… no sé cómo explicarlo, pero me da la sensación
de que estás a un tris de una depresión.
Clara sonrió.
–No, no… bueno, no es tan grave, pero reconozco que me siento algo triste…
siento añoranza, pero no por nada o nadie en concreto sino…-suspiró– no sé
cómo explicarlo… por una ilusión, por algo bueno de verdad y parece que ese
algo nunca llega. En realidad, creo que lo que estoy es desesperanzada. He
perdido la esperanza a que ese algo bueno aparezca.
-Entiendo. -Contestó meditabundo Noelia-. Y, sin embargo, ese alocado plan de
Josh, sí te hace ilusión o por lo menos la despierta en t.
Clara se dejó caer en el respaldo de la silla sin dejar de mirarla y manteniendo
los brazos apoyados en la mesa.
–Pues eso creo. No, sí, lo cierto es que sí. Me hace ilusión. Pero es una locura
desde cualquier punto de vista. Estaré en un país que no es el mío, del que de
entrada apenas hablo el idioma, montando un negocio con un amigo que asume,
en principio, el riesgo económico, pero que, hemos de ser conscientes, ha de dar
beneficios en pocos meses o nos quedaremos sin dinero. Además, ¿qué se yo del
negocio de la restauración? Saber cocinar más o menos bien y aunque aprenda
de Tomasino y su esposa recetas y trucos, eso no me convierte en restauradora de
la noche a la mañana.
-No, pero aprenderás no solo recetas de ellos, sino a llevar un negocio durante
esos meses. Además, eres contable, eso ayudará. De todos modos, empezarás
con un pequeño restaurante o cafetería no con uno enorme y poco a poco veréis
como adaptaros. En cuanto al idioma… bueno, en unos meses habrás aprendido
el inglés bien y, mientras, tienes la tranquilidad de que Josh estará a tu lado. Lo
difícil será arreglar los papeles para quedarte en NY y después el papeleo de un
negocio, pero tenéis muchos meses para arreglarlo antes de empezar y si no
podéis hacerlo a tiempo siempre puedes regresar.
Clara sonrió.
- ¿Por qué tengo la sensación de que intentas convencerme de que siga adelante
con esta idea sin más?
-Porque, Clara, te comprendo bien. Hasta que conocí a Ron, yo llevaba meses en
los que me pesaba sobremanera el trabajo. Llegaba muchos días abatida y
encima sabiendo que, para poder vivir cómodamente, de vez en cuando, tenía
que pedir ayuda a mis padres, lo que no me agradaba. -Clara asintió-. Ahora, es
verdad que cuento con Ron y la tranquilidad de que a él le van muy bien las
cosas, pero, a veces, me pregunto ¿qué habría pasado si no? Tarde o temprano
habría resentido muchísimo esa falta de incentivo en mi vida y de interés por el
día a día. A veces pensaba que me habría gustado ser como Camile,
despreocupada hasta decir basta, que no piensa en más allá del día de mañana,
pasado mañana no le importa porque para ella no existe. De verdad, Clara te
comprendo pero que muy bien. Si le contase esto a Ron o si tú se lo contases te
miraría como si fueras un marciano porque él jamás ha estado en esta tesitura,
pero, en mi caso… un trabajo cansado, monótono en la mayor parte de los días,
sin motivaciones profesionales… eso a la larga pasa factura en el estado anímico
hasta del más alegre. Por eso, Clara, si hay algo que te ha devuelto un poco ese
tipo de ilusión, aférrate a eso de inmediato, como a un clavo ardiendo si es
preciso-
-No quiero ni pensar en lo que dirá mi madre… o mis hermanas…
-No las escuches, Clara, aférrate a lo que quieres y, por una vez, no seas la
persona cabal, sensata y que siempre hace lo que se espera de ella… -Empezó a
reírse-. Piensa en el día que nos bañamos desnudas en el lago del campamento.
Clara se rio.
-Uy, no, calla, que nos pillaron a los dos minutos de meternos en el agua y con
tal de que no supieren quiénes éramos casi me ahogo…-Las dos se rieron-.
Aunque reconozco que mereció la pena solo por ver a Amparo buscando tanto su
ropa interior como la llave de su cabaña, entre los matorrales, a oscuras, desnuda
y llamándoos a Silvia y a ti roba bragas.
Estallaron en carcajadas
-Creo que nunca nos ha perdonado el que su ropa interior no apareciera, pero
juro que no la cogimos nosotras…
Clara se reía.
–Prefiero no imaginarme dónde.
Durante un par de días Clara, que seguía yendo a su trabajo como si nada, estuvo
meditando seriamente la proposición y cuanto más lo pensaba más era
consciente de que era ahora o nunca, de que tenía que aprovechar las pocas
oportunidades que le surgían o de lo contrario acabaría, como había dicho
Noelia, resintiéndolo en demasía o pasándole factura irremediablemente.
Al llegar a casa necesitó relajarse así que se puso a cocinar unos brioches que
tardaban bastante en hacerse porque la masa necesitaba cierto trabajo lo que le
daría un poco de tiempo para meditar con cierta calma la decisión que parecía
haberse tomado ya en su cabeza. No había terminado cuando sonó su teléfono
fijo. Solo podía ser su madre. Descolgó.
-Clarita, soy mamá.
Odiaba que la llamase Clarita, le hacía sentir como esa niña regordeta que se
sentaba con su trozo de tarta en un rincón de cualquier fiesta de cumpleaños,
viendo como todas las niñas de caritas bonitas y dulces, con sus cuerpecitos
delgados que hacían lucir graciosos y francamente adorables sus vestidos y lazos
jugaban y hablaban entre risas infantiles mientras que ella parecía más bien un
rollizo globo al que el lazo de su traje parecía darle aspecto de salchicha apretada
y al que sus enormes mofletes le deformaban tanto la cara que no dejaban
traslucir belleza infantil alguna.
-Hola, mamá ¿cómo estáis todos?
-Bien, bien. Clarita, quería preguntarte si vendrás a la fiesta de Julia. Tu hermana
me ha dicho que aún no le has contestado y espero que no faltes pues llevas sin
venir a vernos varios meses y no me vale ninguna excusa para que no asistas a la
fiesta…
Interrumpió a su madre o la acabaría volviendo loca.
–Mamá. Si voy a ir, no te preocupes. Mañana a mediodía llamaré a Julia y le diré
que cuente conmigo.
-Y supongo que le dirás que solo vendrás tú, claro.
Clara suspiró para su interior. Su madre no cejaría nunca de recordarle que era la
única de sus hijas que jamás encontraba pareja.
-Sí mamá. Iré sola -<<y aprovecharé para daros una noticia>>, pensó. De
repente no escuchó la réplica de su madre pues sabía que había decidido, que
tenía ya la decisión tomada. Al cabo de unos segundos no esperó a que su madre
terminase su perorata o su sermón, sino que la interrumpió de nuevo-. Oye,
mamá. Tengo que dejarte, llaman a la puerta, pero, de veras, mañana llamaré a
Julia y te veré en una semana. Un beso, cuídate mamá. -Y sin más colgó.
Metió la masa en la nevera que tenía que reposar y llamó a Josh. En cuanto salió
por la pantalla sonrió:
-Hey extranjero.
-Hola sirena.
-Josh, oye, quería decirte que, al final, no necesito pensarlo más pues, locura o
no, creo que quiero y necesito aceptar tu proposición. Le veo mucho riesgo y
tengo un poco de sensación de pánico, pero sé que es lo que quiero hacer, lo que
necesito y no me veo capaz de hacer con nadie que no sea contigo semejante
locura, de modo que, creo, mi respuesta es que sí.
Josh rio de repente.
–No me creas un arrogante, pero sabía que no me podías decir que no. Sentía
que no me dirías que no.
Clara sonrió.
- ¿Arrogante, tú…? -Josh sonrió con picardía-. Oye, creo que necesitaré al
menos quince días para arreglarlo todo. Ya sabes, decirlo en el trabajo, cancelar
el arrendamiento y los contratos de luz, agua y esas cosas y para el papeleo y
supongo que tendré que contratar un guardamuebles o algo, aunque quizás mi
madre me deje guardar las cosas en su casa de la playa.
-Clara, es solo una sugerencia, pero ¿por qué no contratas un conteiner para que
te lleves las cosas a NY? Bueno, cuando nos marchemos allí. Mira, deja las
cosas en un guardamuebles y, después, una semana antes de nuestro viaje a NY,
cuando regreses a despedirte de tu familia y a arreglar algún papeleo si fuere
necesario, contratas un conteiner y que lo envíen al puerto de NY, allí con un
camión lo recogeremos todo.
Clara sonrió.
–Te veo muy informado.
Josh rio.
–Bueno, piensa que me trasladé al otro lado del mundo hace cuatro años sin
saber muy bien lo que hacía ni cómo lo hacía.
Clara estalló en carcajadas.
–Y por lo visto estás creando escuela porque a mí me has convencido a hacer lo
mismo sin esfuerzo.
-Bueno, sirena, pero en esta ocasión nos tenemos el uno al otro.
-Cierto, cierto, lo que es sin duda un consuelo. Por cierto, ¿sabes que cuando le
conté tu idea a Noelia me dijo de inmediato que no lo pensara demasiado que me
aferrase a lo que parecía ser algo que me había traído de nuevo la ilusión? -
sonrió-. Y creo que tiene razón. Desde que parece que lo tengo claro, estoy más
animada… claro que solo ha ocurrido hace un rato, tampoco es que haya tenido
tiempo para tirarme de los pelos y llamarme inconsciente descerebrada.
Josh se rio.
-Creo que dejaremos que eso pase cuando me tengas por compañero de piso
pues te daré más de un motivo para querer asesinarme.
Clara suspiró teatralmente.
- ¿Por qué será que no creo que eso sea una broma sino más bien una advertencia
amenazadora? -Josh se encogió de hombros-. Al menos dime que miss diva está
amoldándose mejor a su compañero de piso.
Josh suspiró.
–Emm… sí, creo que ambos hemos hecho concesiones para una convivencia
pacífica. Ella no destroza la casa, y yo renuncio a miss Dollitel, ya puedo
considerarme “desmantado”.
Clara se rio.
–Dudo exista semejante palabra… en fin, míralo por el lado bueno, solo has
renunciado a una manta carísima en tu primera experiencia con una hembra. En
comparación con el resto de los hombres del planeta, considérate afortunado.
-Visto de ese modo… -hizo una mueca-. Oye, creo que mañana mismo hablaré
con Tomasino y le daré la noticia. Créeme, se volverá loco de contento. Él y
Gina estaban muy ilusionados de pasar sus recetas y trucos de toda una vida a
tus manos así que se van a llevar una enorme alegría.
-No tanta como la mía por pasar unos meses con ellos. A lo mejor te parece una
bobada, pero los añoro. Son como unos abuelos encantadores que te gustaría
visitar cada poco y achucharlos sin parar.
-Lo que le faltaba al pobre Tomasino, una española acosadora que unir a Gina.
Clara sonrió:
–Oh vamos… a Tomasino le encanta que las mujeres a su alrededor le miren
arrobadas.
Josh sonrió.
–Ni me molestaré en negarlo. Es un italiano seductor y coqueto… menos mal
que su esposa es, además de un bellezón, una mujer de armas tomar.
Clara sonrió cómplice.
–Josh, creo que voy a dejarte y empezar a hacer la lista de todas las cosas que he
de hacer en menos de diez días, aunque temo que lo más complicado será
explicar este fin de semana a mi familia mi decisión…
Josh sonrió.
–Ánimo, seguro no es tan malo como crees -Clara suspiró- Adiós sirena, estamos
en contacto.
-Vale. Un beso, y otro a miss diva.
Tres días tardó en hacer algo tan básico como dar de baja a partir de la fecha
calculada, los contratos de luz, agua, gas… el de arrendamiento, en encontrar un
buen guardamuebles que no fuere excesivo de precio y, lo más increíble,
presentar su carta de dimisión entregándola en mano al que había sido su jefe los
últimos cuatro años. Por alguna razón, el hombre se sorprendió tanto como si le
hubiere dicho que se iba al espacio o algo por el estilo, pero ahí estaba ella
intentando explicarle que solo quería dar un cambio a su vida y aceptar la oferta
de un amigo de montar un pequeño local sin dar demasiado detalle a ver si la
tomaba por la mayor loca de la historia.
Lo peor fue la reunión familiar. Su hermana Julia celebraba una fiesta en honor
de su novio, por su cumpleaños. Decía que, al ser su último cumpleaños del
soltero, pues se casaban en noviembre, quería darle una gran fiesta a la que
acudiesen sus amigos y familiares más cercanos, lo que la colocaba en la
obligación de acudir sí o sí.
Al llegar se comportó, o por lo menos lo intentó, con naturalidad obviando como
siempre las pullas de su madre, sus tías e incluso sus hermanas sobre que acudía
de nuevo sola. Aunque lo decían entre risas y bromas, no dejaba de tener su
fondo hiriente y de crítica directa. Esperó hasta el final de la fiesta para no solo
no aguársela a nadie sino también para evitar una escena pública que seguro
provocarían los gritos de sus hermanas.
Una vez en la cocina de la casa de su madre, donde Julia decidió celebrar la
fiesta, terminó de ayudar a recogerlo todo y sabiendo que apenas le quedaban
dos horas para soltar la bomba antes de coger el tren nocturno de regreso, ya que
cobardemente prefirió ahorrarse el dar tiempo a todos a meditar por la noche la
noticia y abalanzársele a la hora del desayuno, decidió darles a conocer la noticia
en el último momento. Se volvió desde la encimera donde había colocado una
fuente que acababa de sacar del lavaplatos y miró a su madre y su tía que
tomaban un café sentadas a la mesa y cerca de ellas, sus hermanas Alicia, que
miraba por la ventana a su marido que recogía algo de la mesa del jardín, y Julia,
junto a su novio, Carlos que guardaban algo en un bote de cristal.
-Creo que debería contaros una decisión que he tomado. -Dijo seria y esperó que
todos la mirasen. Una vez lo hicieron continuó-. Como digo es una decisión ya
tomada, digáis lo que digáis, no la cambiaré, es más, ya será tarde pues lo más
importante ya está hecho. -Mintió en parte pues sí se había despedido, pero aún
le quedaban muchas cosas por hacer. Su madre la miró frunciendo el ceño y
esperándose lo peor, estaba segura-. Me marcho unos meses a Italia y después
me mudo, con suerte, para siempre, a Nueva York.
Su madre se levantó de un salto:
- ¿¡Qué!?
-He dejado mi trabajo, voy a aprender de unos amigos cómo llevar una cafetería
y mi amigo Josh y yo pondremos en el Soho, cerca de donde él vivía, dos
negocios en uno. Una floristería y una pequeña cafetería restaurante
especializada en comida italiana y española.
- ¿Te has vuelto loca? -Preguntaba su madre en una especie de jadeo con la
mandíbula desencajada.
-Todo lo contrario. Estoy muy cuerda y muy segura de la decisión que he
tomado. -<< menuda falsa eres Clara, se decía a sí misma. Toda la seguridad
que destilan tus palabras no es más que una fachada>>– Antes de que digas
nada más, -Miró a su madre-, quiero que pienses dos cosas. La primera, llevo
demasiado tiempo ahogándome en una vida que me consume más y más y en la
que no veo ni perspectivas ni incentivo que me retenga en ella. Y la segunda, sé
sincera, mamá, ¿cuánto tiempo hace que no me ves no ya feliz sino meramente
contenta? O tomo cartas en el asunto o acabaré con lo poco que queda de mi con
ganas de luchar. -Se enderezó un poco intentando insuflarse un poco de valor–.
No hay vuelta atrás, he dejado mi trabajo, mi casa y todo lo que me ataba a esa
Clara que se ahogaba. Me marcho en menos de dos semanas. Viviré con Josh en
Italia y durante los primeros meses en NY también. Espero que no solo respetéis
mi decisión, sino que la apoyéis. Me encantaría que me visitarais y, con suerte,
veáis con vuestros propios ojos que he tomado la decisión adecuada.
Su madre se dejó caer en la silla de nuevo.
–Por Dios bendito… -murmuró sin dejar de mirarla estupefacta-. Realmente no
piensas echarte atrás.
-No, no lo haré- respondió sin más
Julia empezó a reírse.
- ¿Quién lo iba a decir? La hermana siempre correcta, que nunca levantaba la
voz, la tímida y callada y que nunca hacía nada fuera de lo que se esperaba de
ella, resulta que es la más intrépida… -Se acercó a ella y la abrazó-. Pues me
alegro. Un poco de aventura te vendrá bien. Si todo sale bien, bienvenido sea y si
no… -se separó para mirarla-… al menos tendrás una buena historia que
contar…” cómo perdí el oremus unos meses…” la podríamos llamar… -miró a
Carlos-, piénsalo de este modo… en el viaje de novios podremos visitar las
Cataratas del Niágara como querías y después desviarnos un poco para ver a mi
intrépida hermana en Nueva York.
Clara sonrió negando con la cabeza.
- ¿Es tarde para retirar mi oferta de visitas familiares?
Julia se volvió de nuevo a mirarla.
–Lo es, sin duda, lo es…- decía riéndose
-Pues a mí me parece una locura sin pies ni cabeza. -Decía seria Alicia-. ¿Qué
piensas hacer si sale mal? Estarás en el extranjero, sin dinero, sin trabajo, sin
familia.
-Pues si sale mal, regresaré. Volveré y decidiré qué hacer. -Dijo Clara
encogiéndose ligeramente de hombros-. Mira, Alicia, lo cierto es que respeto tu
opinión, pero es eso, tú opinión. Yo decido, de hecho, ya he decidido, solo os
informo. Es mi vida y decido yo. -Miró a Julia-. Como bien dice Julia, siempre
he hecho lo que se esperaba de mí -volvió a dirigir sus ojos a Alicia- y lo que he
conseguido de ese modo ni me llena ni me hace feliz, de hecho, me está
amargando la existencia. Me ha surgido una oportunidad que me hace ilusión.
Puede que acabe en desastre, pero puede que no sea así, y si no lo intento lo
lamentaré, así que… -miró a su madre- lo lamento, no pido permiso, ni siquiera
opinión o consejo, solo os doy a conocer mi decisión, lo que pienso a hacer y
esperar que tengáis al menos la deferencia que siempre he mostrado yo con los
demás. He respetado vuestras decisiones y, si he podido, os he ayudado. Bien, no
me ayudéis si no queréis, pero habréis de respetar mi decisión. Eso, creo, lo
merezco. Me lo he ganado.
El marido de Alicia, Bernardo, entró en ese momento y miró en derredor.
- ¿Qué me he perdido? -preguntó desconcertado.
-Será mejor que te lo cuente Alicia más tarde. Yo he de irme o perderé el tren. -
Miró a Carlos-. Felicidades, Carlos, espero no haberte amargado el final de tu
día. -Se acercó a Julia y la abrazó-. Voy a llamar a taxi. Gracias por todo.
Salió de la cocina y subió a su antiguo cuarto a coger su abrigo y su bolso.
Cuando supo que se había ido, Julia se volvió hacia Alicia:
- ¿A ti que puñetas te pasa? -preguntó ceñuda-. Es su vida y tiene derecho a
hacer lo que le salga de las narices. Este verano no vino a vernos por el viaje a
Italia, pero ya entonces decíamos que llevaba meses más triste y callada de lo
que es normal en ella y ahora que parece que puede haber encontrado algo que la
saque de ese letargo, te tiras a su cuello.
-Por Dios, Julia. Se va a Italia y a Nueva York sin seguridad alguna. No estamos
hablando que se cambie de apartamento o que decida cambiar de peinado. Esto
es una locura y puede dejarla mal parada. -Respondía Alicia furiosa.
-Pues si así resulta, la apoyaremos y ayudaremos en lo que podamos, como
hermanas suyas que somos, pero, desde luego, no tienes derecho a elegir como
ha de vivir su vida. -Insistió Julia.
Carlos miró a Bernardo que estaba aún descolocado sin saber lo que pasaba:
–Bernardo, ¿me dejas tu coche? Creo que lo menos que puedo hacer es acercar a
Clara al tren, Después de haber venido solo para mi cumpleaños y haberme
preparado mi postre preferido, es lo mínimo… -Miró a Julia-. ¿Vienes y te
despides de ella?
Julia le sonrió y asintió. Siempre había adorado la generosidad y buen corazón
de Carlos y, una vez más, no le fallaba. Avisó a Clara que la llevaban al tren y ya
en la estación se despidieron de ella con calma:
-Creo que haces bien, Clara. -Decía Julia mientras el tren entraba en el andén-.
Pero no quiero que te marches sin despedirte de nosotros.
Clara la sonrió:
-Vendré a verte uno o dos días antes de tomar el vuelo, no temas. Además,
siempre tendremos el Skype. Por mucho que la tecnología se te resista, eso sí
puedes manejarlo. Si yo he sido capaz, tú también.
Julia se rio y la abrazó una vez más:
–Una cosa es cierta. Para algo debía servir tu gusto por los fogones y las
sartenes…
Clara la miró con cariño:
-Para eso y para que no te murieses de hambre, petarda… -Se giró a Carlos-.
Gracias por traerme.
-A ti por venir y por la tarta de manzana. Ahora sé a quién pedirle que me la
haga cuando sienta añoranza de mi niñera americana.
Clara se rio:
-Para algo tenía que servirte a ti el gusto por los fogones y sartenes de tu cuñada.
Carlos se rio
–Te iremos a ver a ver a Italia. Ahora tenemos una excusa perfecta para pasar
fuera las vacaciones de semana santa.
-Y una casa a pie de playa, no lo olvides… -Respondió ella riéndose-. Os
quedaréis con Josh y conmigo en su enorme casa de lujo desmesurado. -Carlos
alzó las cejas-. Lo comprenderás cuando veas la casa y más importante aún, su
máquina de capuchinos es absurdamente cara y extravagante.
Carlos estalló en carcajadas:
-Ahora, definitivamente, hemos de ir a Italia.
Clara asintió y se montó en el tren sabiendo que no se había despedido de su
madre pues cuando salió de la cocina la miraba con fijeza sabiendo que estaba
deseando reprenderla y prohibirle hacer lo que quería. De niña, cuando la miraba
así y la reprendía, ella agachaba la cabeza y simplemente obedecía, a diferencia
de sus hermanas, que discutían y a veces lograban salirse con la suya. Pero
ahora, era adulta y le gustase o no a su madre era ella la que tenía el control de
su vida.
Ya era de noche cuando tomó el tren de modo que solo se sentó en su asiento y
decidió simplemente intentar dormir un rato, y por increíble que le hubiere
resultado creer, lo logró. Al llegar a la estación vio el reloj y siendo domingo era
demasiado temprano para llamar a Noelia o a Silvia para dar una vuelta y charlar
con calma. Solo le quedaba ese y el domingo siguiente y les había prometido
pasar un rato con ellas de ambos. Bajaba del tren decidiendo ir a casa, ducharse
con calma, preparar unas galletas y un bizcocho para invitarlos más tarde, tras el
almuerzo, a un café y un licor en su casa. A las once llamó a sus amigas y
quedaron para comer juntas y después reunirse con Ron y Camile en el mini
apartamento de Clara a tomar una merienda.
Una vez sentados ya solos Ron, Noelia y ella, tras marcharse los demás, Clara
sacó una caja de perrunillas que había hecho antes de marcharse y le pidió a Ron
que sirviese unas copas de vino dulce.
- ¿Entonces? -preguntó por fin Noelia mientras Ron se acomodaba en el sillón
con su copa y varias perrunillas en un plato de las que de inmediato dio buena
cuenta-. ¿Cómo ha ido en casa de tu madre?
Clara suspiró dejándose caer en el respaldo del sofá
-Digamos que solo Julia se ha alegrado. De hecho, ella y Carlos ya hacían planes
para ir a verme en semana santa.
-Uy ¡qué buena idea! -Exclamó Noelia de repente entusiasmada y miró a Ron-
¿no querías conocer ese famoso pueblo italiano? Podríamos aprovechar e ir
juntos a verte, Clara.
Clara sonrió
-Pues no creas que no me alegraría. De hecho, podríais organizar un viaje en
grupo. Podéis preguntar también a Amparo y Tomás. Estoy segura de que Silvia
y cualquier novio que tenga en esa época se animarán.
Ron se rio
–Reconozco que no entiendo cómo se cansa Silvia tan pronto de sus novios. En
cuanto le cogemos cariño a uno lo deja.
Clara y Noelia se rieron por su expresión “coger cariño” era lo mismo para Ron
que adquirir la suficiente confianza con quien fuere para burlarse a placer del
pobre novio en cuestión.
-Pues yo lo que no me explico es cómo los escoge tan sumamente pedantes,
prepotentes y engreídos. ¿Pues no que el último me preguntó cómo elegí una
profesión tan poco dignificante como el de profesora?
Clara abrió los ojos mucho.
- ¿Eso te dijo? Menudo cretino… espera ¿quién era? El arquitecto o él no sé qué
bursátil.
-Negociador bursátil. -Le ayudó Ron divertido-. Creo que era negociador bursátil
y estoy de acuerdo en que era un cretino. A mí me preguntó por qué conducía
una moto BMW si ganaba tanto dinero… -Las dos bufaron-. Al menos le dije
que prefería eso antes que parecer un chulito de playa conduciendo como
muchos nuevos ricos deportivos caros y sin gusto… y el cretino tenía un Porsche
de esos con alerón… hortera de libro, vamos.
De nuevo Clara y Noelia se rieron.
–Creo que Tomás tiene una teoría bastante acertada al respecto. -Dijo pensativa
Noelia-. Según él, elige hombres a los que le resulte fácil encontrar defectos
cuando se cansa de ellos para poder dejarlos sin remordimientos. Cuanto más
capullo, más fácil es después decirse “bah estoy mejor sin él”.
Clara empezó a reírse,
-Menudas joyas tengo por amigas… Camile se busca musculitos descerebrados y
Silvia gilipollas de manual… espero que esto no sea contagioso o me veo
poniéndole ojillos a todos los italianos chungos en kilómetros a la redonda.
Noelia la miró con ternura y Ron con diversión.
–Tú, por si acaso, -dijo él-, en cuanto veas un musculito o uno engominado sal
corriendo en dirección contraria.
-Señor, sí, señor. -Respondió ella saludando como un militar y viendo que
atacaba otra ronda de perrunillas le sonrió-. Ron te he hecho perrunillas y
pestiños para que te los lleves no hace falta que hagas acopio de ellos en el
estómago.
Ron se rio tras dar un enorme bocado a una.
–Lo tendré presente.
-Oye, Ron. Estuve pensando una cosa el otro día… -Se acordó entonces–…
probablemente necesitaré ingredientes españoles e italianos originales en NY y
me imagino que adquirirlos directamente allí saldrán carísimos ¿tú no conocerás
proveedores que puedan hacernos de proveedor a Josh y a mí?
Ron frunció el ceño mientras hacía memoria en su negocio de exportación y
exportación de divisas:
–Umm… tengo que pensarlo. Tengo un cliente que hace importación de
productos alimentarios europeos en EE. UU., pero ahora no sé si sería lo que
buscaríais. -Entrecerró los ojos-. Déjame que me informe. Seguro que encuentro
alguien que os sirva. No te preocupes porque en una cosa estás en lo cierto.
Comprarlo en almacenes allí directamente te saldrá carísimo.
-Eso pensaba porque cosas básicas aquí como el anís, los buenos vinos dulces o
el buen aceite y algunas especias, allí nos resultarán muy caras, en caso de
encontrar.
Ron a.
–Encontrarlas las encontrarás, pero algunas en tiendas gourmet. Para usarlas a
diario en ciertas cantidades no os resultaría rentables. -Clara asintió-. Déjalo en
mis capacitadas manos. -Añadió sonriendo con algo de arrogancia-. Considéralo
un pago por los dulces que me llevo.
Clara se rio.
-Pues sí que sales barato.
Ron estalló en carcajadas
- ¡Por Dios! no se lo digas a nadie o mi negocio se irá a pique.
Los tres se rieron y más tarde cuando le contó a Josh esa duda que le planteó a
Ron, le pareció acertado dejar que él que conocía mejor el mercado de la
importación y exportación se informase. Así ellos podrían concentrarse en cosas
como aprender bien el negocio, buscar local y arreglar el papeleo necesario.
Capítulo IV El interludio italiano…
Por increíble que a Clara le resultase, ocho días después aterrizaba en el
aeropuerto de Roma con solo un bolso de viaje, tras haber mandado sus cosas
por un servicio de mensajería internacional siguiendo la sugerencia de Ron, y
con una alegría e impaciencia pareja al miedo y la incertidumbre que no eran
nada desdeñables.
- ¡Benvenuto mia bella signora! -Fue lo primero que le gritó un alegre Josh
desde la puerta por donde salían los pasajeros de su vuelo.
Ella se rio de inmediato y corrió a abrazarlo.
-Buongiorno mio bel signore... -le respondió con idéntica alegría-. ¡Qué guapo
estás, canalla! -Lo abrazó de nuevo.
-En cambio tú estás hecha un asco... -Decía fingiendo examinarla.
-Vaya, muy galante. -Se rio.
-Estás muy bien, sirena. Se te ve... -La miró un segundo-. No sé… distinta.
-Será porque me siento distinta... feliz, contenta, animada, aunque aterrada y
espantada de lo que vamos a hacer, pero básicamente ilusionada.
Josh se rio.
-Menos mal, es un alivio saber que no soy el único, empezaba a sentirme como
un extraño ser con infinidad de estados de ánimo luchando a la vez por ver cual
gana la batalla... -decía tomando su bolsa y echándosela al hombro.
-Pues hoy, -decía ella echando a andar-, gana la ilusión y el buen humor.
- ¡Bien dicho, sirena, bien dicho! Vamos, te llevaré a casa y después comeremos
con Tomasino y Gina que están deseando verte.
-Es mutuo, créeme. -Miró en derredor-. ¡Un momento! ¿Y esa ratilla a la que
llamas perro?
Josh se rio.
–No te metas con miss diva... está en el coche, un guardia se me ha puesto
ceñudo y no me ha dejado entrar con ella.
-Pobre... tan joven y ya rechazada.
Josh sonrió.
-Bah, le ha bufado y después solo se ha enroscado en su sillón del coche y se ha
echado a dormir.
-Sabía decisión esa de ignorar a los hombres sin gusto ni buen juicio.
-Certo, certo… -Estalló él en carcajadas.
El recibimiento de sus amigos fue alegre, cariñoso y sobre todo loco como lo
eran adorablemente todos ellos. Hablaron de sus planes y de cómo sería mejor
afrontar la situación y finalmente pusieron un duro calendario de trabajo y
aprendizaje que Clara estaba deseando comenzar.
A partir de ese momento Josh y el iniciaron una agradable vida juntos cada uno
con sus rutinas y respetando el espacio del otro. Se compenetraban bien. Clara
con su carácter tranquilo, callado en ocasiones y muy ordenado y Josh alocado,
divertido, con su necesidad de pintar a veces a solas y otras de tener a alguien
como Clara que le calmase, con la que ver películas, conversar, pasear y ordenar
su cabeza y su vida.
Empezaba a entender por qué Josh se enamoró de un hombre recto, serio,
reservado y callado. Lo compenetraba, lo complementaba.
Clara acudía todos los días muy temprano a la cafetería donde elaboraba con
Tomasino principalmente los dulces. Al principio, lo ayudó aprendiendo poco a
poco sus trucos e ideas. Después fue cogiendo confianza y elaborándolos ya sola
e incluso probando algunas recetas nuevas. Gina le enseñó guisos italianos
salados de carne, el mejor risotto que había probado en su vida, algunos guisos
solo de verduras y cómo especiarlos desde el principio. Hacer cosas al horno, en
puchero o simplemente en frío. Ella empezó a hacer algunos guisos españoles e
incluso uno de los más pedidos era el salmorejo cordobés o una simple coca de
verduras resultándole extraño la buena acogida que tuvieron entre tanto italiano
acostumbrado a las pizzas con lo parecida que era a la pizza tradicional.
Ella descansaba los lunes y los miércoles por la tarde pues los fines de semana
parecían los más ajetreados. Comenzó pronto a comprender la necesidad de que
determinados productos se comprasen en una buena cantidad y otros solo en la
adecuada según se consumieran cada día, seleccionándolos personalmente.
También a llevar un control exhaustivo de ello, así como a mantenerlo en el
correcto estado de conservación. De modo que una semana después de empezar
a trabajar con Tomasino apuntaba recetas, tablas de ingredientes conforme se
consumían e indicaciones de lo que observaba cuando iba con él y con Gina a
los mercados a seleccionar cada producto. Josh la llamaba la niña de las libretas
de instrucciones y ella a él míster divo pues, a pesar de sus refunfuños iniciales,
había formado una gran pareja con esa especie de pequeño perro de
preocupantes ojos saltones.
Al cabo de seis meses Josh ya había viajado en tres ocasiones a Nueva York.
Durante esas fugaces visitas, hubo realizado muchas de las gestiones más
importantes para el comienzo de su negocio. Firmó el contrato para cuando se
marchasen en Octubre para el arrendamiento del local, escogió a varios
contratistas para las obras entre los que él y Clara seleccionarían finalmente una
vez se instalaren en Nueva York, obtuvo las licencias de apertura y obra del local
y solo estaban a la espera de la licencia de venta de alcohol que tanta tramitación
y espera conllevaba, e incluso hubo arreglado, junto con un abogado amigo de
Ron que trabajaba en un prestigioso despacho en la Gran Manzana, los papeles
de residencia y trabajo de Clara para cuando se mudasen definitivamente. Solo
estaban a la espera de firmar los contratos con los proveedores que les hubo
seleccionado Ron, dos de los cuales les esperarían cuando llegaren a Nueva
York, aunque ya habían mantenido con ellos contacto telefónico y por mails en
varias ocasiones.
Al final, el viaje que sus amigos esperaban hacer en la época de semana santa lo
retrasaron para el verano pues así podrían disfrutar todos de más días de asueto y
sobre todo de la posibilidad de viajar juntos por las zonas más cercanas.
Era la última semana de Julio cuando Josh y Clara se encontraban esperando en
el pequeño aeródromo al grupo de amigos que pasarían con ellos las siguientes
dos semanas entre los que se encontraban Noelia y Ron, Amparo y Tomás, Silvia
sin su nuevo novio, a decir de Ron y Noelia, gracias a los cielos porque era tan
petulante y cretino como los anteriores de su larga lista de cretinos. También los
acompañaba Camile y por supuesto Julia, la hermana de Clara, con Carlos y el
hermano de éste, Brendan, medio hermano de Carlos pues era hijo de su padre y
su segunda mujer que, tras divorciarse de su padre, poco después de nacer su
medio hermano, se trasladó a EE. UU., su país de origen, pero con el que Carlos
mantenía una excelente relación y verse casi solamente en fiestas o en periodos
vacacionales.
-Bien. -Comenzó a decir Josh riéndose mientras descendía la avioneta-. Creo que
esa avioneta que se escora por sobrepeso es la que trae a nuestro grupo.
Clara sonrió pues ciertamente debían ir algo apretados:
-Ya te he dicho que esas avionetas, por mucho asiento de cuero que lleven y por
mucho champagne que te ofrezcan durante el vuelo, no son más que cafeteras
con ínfulas de llegar a ser aviones. -Miró a Josh que sostenía entre los brazos a
su ratilla con pelo como la llamaba ella cuando quería chincharlo-. Te apuesto
diez euros a que Tomás no tarda más de un día desde que baje de ese avión en
decir que habrían ido más cómodos en el avión de Pedro Picapiedra.
Josh sonrió.
–Acepto, incluso aceptaría mi derrota si utilizare una expresión similar.
Clara se rio.
–Josh, eres un manirroto, así nunca harás carrera como tahúr.
En pocos minutos vieron descender uno a uno a todos los amigos mientras ellos
se acercaban a recogerlos
-Hola. -Clara corría abriendo los brazos cuando estuvieron lo suficientemente
cerca para comenzar a abrazarlos-. Benvenuto, amici. Che gioia è per noi avere
nel nostro Paradiso[i].
Julia empezó a reírse a carcajadas:
-Pero miradla, si es una italiana más.
Clara le dio un golpecito riéndose:
–“Ma naturalmente, nessuno può vivere circondato da italiani e non imparare ad
essere come loro... meravigliosamente felice e gioiosa”- decía moviendo las
manos como las mujeres italianas
Julia y Noelia junto a ella se reían:
–Estupendo, ahora traduce eso que has dicho, boba.
-He dicho, mujeres sin mundo ni cultura… “pues claro, no se puede vivir
rodeada de italianos y no aprender a ser como ellos... maravillosamente felices y
alegres”. -Se rio-. Esto de tener amigas incultas me convierte en alguien
demasiado prosaico.
Ron la abrazó:
-Certamente deplorevole mancanza di linguaggi di questo gruppo di spagnolo[ii] -
decía sin parar de reírse
Clara asintió –“ma come vero gentiluomo racchiudono queste parole”[iii].
-Queréis dejaros de estupideces vosotros dos, majaderos. -Refunfuñó Noelia
mirándolos indistintamente-. A ver, ¿Dónde está ese encantador Josh que va a
permitirnos invadir su casa de la playa?
Clara se giró riéndose y lo vio riéndose igual de divertido que ella:
–Ahí lo tenéis, unido a su inseparable ratilla.
-Mala bruja, no te metas con miss diva que luego te quejas porque no quiera
pasear contigo… -Decía sonriendo y acercándose para saludarlos a todos. Miró
bien a Tomás, Carlos y Ron y con una sonrisa dijo a Clara-. Definitivamente
debiéramos plantearnos poner el negocio en España si todos los españoles son
tan guapos como ellos.
-Ni lo pienses… -Decía riéndose ante el sonrojo de Carlos-. Además, estos ya
están pillados.
Josh suspiró.
–Pues por eso, sirena, debemos ir al lugar de dónde han salido estos… -Hizo un
gesto con la cabeza señalando a los tres.
Carlos sonrió y tiró de Clara:
–Anda ven, que tú aún no conoces a mi hermano Brendan. -Le situó junto a un
hombre un par de años más joven que Carlos muy parecido a él, aunque con el
pelo rubio y más alto y grande, casi como un jugador de esos de rugby
americano-. Brendan, esta es Clara, la hermana pequeña de Julia, Clara, mi
hermano Brendan quien, por cierto, está deseando probar tu tarta de manzana.
Clara sonrió.
–Encantada Brendan y no te preocupes, prometo hacértela al menos en una
ocasión mientras estés aquí…
Brendan se rio y enseguida los tres giraron tras ellos ante las carcajadas que
escucharon a su espalda para enseguida encontrarse a Josh dando órdenes como
si fuera Mussolini a los dos chicos que habían contratado para que cargasen los
dos coches que llevarían y todo bajo las carcajadas de los demás que no hacían
más que darles bolsas sin parar
- ¿Pensáis mudaros aquí? -Preguntaba Clara mirando la cantidad de equipaje que
llevaban.
Carlos gruñó.
–Cada una de las mujeres que ves trae al menos dos maletas y un bolso de mano,
lo que unido a lo nuestro… -hizo una mueca mirando los bultos-. Realmente
parecemos una caravana de nómadas.
-Menos mal que Julia decía que solo traíais lo imprescindible.
-Y solo traemos lo imprescindible… -gritó la mentada un poco más adelantada
de donde estaban ellos caminando hacia el resto del grupo.
- ¿A qué te alegra que solo haya una como ella? -Preguntaba Clara mirando a
Carlos mientras se reía
-Nunca sabrás cuánto… -suspiró poniendo los ojos en blanco devolviéndole la
sonrisa-. Pero empiezo a creer que nuestras hijas se parecerán más a ella que a su
pobre padre.
Clara se rio:
-Bueno, piensa que mejor a ella que a mi madre… -fingió un escalofrío antes de
señalar los dos coches-. Hemos traído el coche de Josh, que es el que usamos
habitualmente y hemos alquilado otro más, para movernos con más libertad… -
Ya habían llegado junto al resto del grupo-. Bien, os llevaremos a casa donde
comeremos en la playa y por la tarde iremos al pueblo y os enseñaremos algunos
de los lugares imprescindibles y cenaremos en el local de Tomasino y Gina que
os han preparado una pequeña fiesta de bienvenida con algunos de los vecinos
más memorables.
Josh sonrió.
–Y cuando dice memorables quiere decir pintorescos.
Clara se rio.
-O bueno, no quería decir que algunos son algo peculiares, pero sí, sí, os daréis
cuenta enseguida… -tomó la mano de Julia y la guio hasta uno de los coches-.
Bien, vamos, no os haré esperar más para que veáis la bonita playa, la enorme
casa de Josh y sobre todo su increíble máquina de capuchinos.
Josh alzó la barbilla.
–Ah… mi niña bonita… -Los miró a todos-. La adoraréis tanto como yo desde
que probéis una de sus creaciones.
-No tanto como esa nevera que os recordará cada dos por tres cuántos huevos,
cervezas o trozos de queso han salido de ella en el último día… es la pesadilla de
toda mujer que cuente calorías… -señaló Clara abriendo ya uno de los coches-.
Bien, yo llevaré este coche y Josh el suyo, pero después podéis conducir con
libertad, aquí se conduce bastante a lo loco, así que os sentiréis como en casa.
Amparo, Tomás, Camile, Silvia y Brendan ocuparon el coche conducido por
Josh y Julia, Carlos, Noelia y Ron el conducido por Clara.
Al poco de ir acercándose a la zona donde se hallaban las casas, Ron con su
perenne máquina de fotos colgada al cuello miraba a través del disparador.
-Este sitio es francamente bonito… -Sonó el clic característico de haber tomado
una foto a alguna de las calles del pueblo.
-Bueno, es un pueblecito costero que apenas ha sufrido cambios a lo largo de
estos años, salvo algunos negocios para turistas como tiendas de deportes, más
restaurantes o la floristería de Josh, pero en lo demás, prácticamente creo que no
debe haber cambiado y las playas siguen tan bonitas y en excelentes condiciones
porque, salvo los habitantes del pueblo o de otro cercano y los turistas que son
gente con mucho dinero y que, por lo tanto, no son los turistas que vienen en
masa, no las usa nadie más y casi ni las conoce nadie. Ya veréis lo mucho que os
gustan. Josh habló con uno de los que alquilan los barcos de recreo para deportes
acuáticos y viajes cortos y nos ha hecho un excelente precio por alquilarnos uno
grande con equipo para hacer de todo durante diez días e incluso nos llevará a
navegar por la costa para que la conozcáis. Es hijo de pescadores de la zona y un
tipo francamente guapo. -Miró por el espejo retrovisor a Noelia y a Julia que
iban sentadas detrás-. Y debe ganar mucho dinero con el negocio porque tiene
tres veleros y dos yates. Aunque a mí me da que es más de los de Josh que de los
nuestros.
Noelia se rio.
–Vaya por Dios… -La miró inclinándose un poco hacia delante-. ¿No hay ningún
italiano de estos contornos que te alegre las noches, los días o lo que se tercie?
Clara se rio.
–Más bien no. He estado muy liada, francamente. Pero, aunque no fuere así,
piensa que esto es un pueblecito muy pequeño, aquí todos son primos, hermanos
o algo de alguien, todos se conocen y nos conocen. Los pocos que pudieren
verme como algo más que la vecina española acogida por Tomasino y Gina, solo
lo harían con serias intenciones y saben que me marcho en unas semanas de
modo que no intentarían nada. Y los que se divierten con las turistas, jamás
intentarían nada conmigo porque ya no soy una turista más, así que… -se
encogió de hombros mientras hablaba sin dejar de conducir-. Ya ves, mi vida
amorosa no ha variado ni un poquito.
-Bah, tonterías… -sonrió Noelia dándole un golpecito en el hombro-. En estos
días nos divertiremos y te buscarás un rollito de verano que te alegre la mente y
el cuerpo.
Clara y Julia se rieron.
–Ay Noe… ni siquiera el matrimonio ha conseguido centrarte un poco- decía
Clara negando con la cabeza
Ron estalló en carcajadas.
- ¿Bromeas? Creo que cada día está más loca… ¡ay! -se frotó el brazo en el lugar
en el que su mujer le había dado un pellizco-. Alegato terminado, señoría… -
decía mirándola con la ceja alzada mientras los demás se reían-. Umm… Clara,
antes de que se me olvide, os he traído los contratos con los proveedores ya
firmados solo deberéis decirles, cuando lleguéis a NY y os instaléis, los
productos que necesitaréis y el flujo para su envío y ellos os los llevarán.
-Gracias Ron, eres un santo. Josh te llama su hombre milagro porque dice que
nos has hecho nuestro particular milagro, no solo buscándonos esos proveedores
sino logrando esos precios. Casi pagamos lo mismo que si los comprásemos aquí
o en España.
Ron sonrió.
–No tiene mérito, créeme. Llevarán lo vuestro en conteiner en los que tienen
espacio así que casi casi les hacemos un favor, porque ellos pagan por peso y
número de conteiner tanto si los llevan hasta arriba como si van medio vacíos.
Así al menos los viajes les saldrán redondos.
-Pues no le digas eso a Josh que te hemos comprado una cosa en Roma para
agradecer todo lo que nos has ayudado y que sabemos te va a encantar y hemos
tardado varios meses en encontrarlo. Ya verás, es una maravilla. Ya nos íbamos a
dar por vencidos cuando lo hemos encontrado… -Lo miró de soslayo con una
sonrisa triunfal-. Además, ha sido francamente divertido volver locos a todos los
anticuarios de Roma y Florencia rebuscando entre sus cachivaches para
hallarlo… imagínanos a dos mentes absurdas como Josh y yo rebuscando entre
las tiendas de anticuarios italianos y explicando exactamente lo que queríamos,
ha sido como si dos locos les hablasen a miles de personajes de los libros de
Asterix y Obelix, os lo juro.
Ron se rio.
–Bien, ahora ardo en deseos de conocer y ver ese presente y prometo fingir ante
Josh que vuestras gestiones han sido la peor de las pesadillas.
Clara se rio.
–Hombre, no exageres… Josh es un poco alocado, pero más listo que un zorro…
lo que me recuerda que ni se os ocurra intentar ganarle al póker, ya os advierto
que es imposible… -Miró a Ron-. Incluso tú serás desplumado, te lo aseguro.
Ron sonrió con una mirada petulante:
- ¿Me estás desafiando?
Clara se rio.
–Más bien te estaba advirtiendo, pero tú mismo… después le diré a Josh que
reparta ganancias conmigo por ser yo la que le proporciona unas víctimas tan
complacientes… -Lo miró alzando las cejas
-Ahh no… ahora has arañado mi orgullo… pienso jugar y vencer a ese falso
tahúr… -Giró el rostro y vio la verja que se habría delante del coche que iba
justo antes que ellos-. Vaya, ¿esa es la casa…? es…- atravesaron las puertas-.
Realmente es grande y muy mediterránea. No exagerabas cuando decías que era
un casoplón.
Clara asintió acercándose al garaje.
–Os lo dije y eso que la compró cuando aún no era un sitio para millonarios y
había pocas casas de este tamaño. Por dentro es preciosa porque todo da a la cala
y desde cada ventana se ve el mar. Me alegra que, pase lo que pase, Josh podrá
conservar esta casa. Es un alivio saber que no ha de desprenderse de ella.
Iba saliendo del coche y abriendo el maletero mientras seguía hablando con
ellos.
–Os hemos repartido entre las habitaciones de arriba. La mía os la he dejado a ti
y a Carlos. -Miraba a Julia-. Pensé que os gustaría tener el balcón que da a cala
ya que supongo sigues con esa nueva moda de hacer yoga.
Carlos suspiró poniendo los ojos en blanco.
–Sí, sí, no hay quien se la quite… -Decía con resignación tomando algunas
cosas-. Pues no que va y trae esa especie de esterilla que usa.
Clara se rio mirando a su hermana.
–Creía que estabas enganchada a eso, pero no tanto…-
Julia se rio –es francamente divertido, además, sirve para estar en forma, al
menos a mí me ayuda con la espalda.
-Oh vamos… para lo único que ayuda es para acabar descoyuntado fijo. -
Replicaba Carlos-. Esas posturitas son cualquier cosa, menos sanas para nadie
con huesos en el cuerpo.
Clara se reía tomando también un par de bolsas –bueno, pues… -Miró a Julia-…
podrás descoyuntarte en la terraza que da a la playa.
Julia sonreía negando con la cabeza.
–Sois los dos unos cazurros…
Clara y Carlos intercambiaron una mirada y empezaron a reírse echando a
caminar hacia la puerta de la casa tras los demás.
-En fin, seamos unos cazurros más cómodos con una cerveza y unos aperitivos
en la terraza…
-Oh vaya… - Julia abrió los ojos una vez dentro del salón principal con los
grandes ventanales abiertos a la playa y la brisa marina entrando por todos
lados-. Este sitio es precioso, parece una de esas casas de revistas de “casas de
ensueño”.
Josh se acercó por un lado y le dio un beso por sorpresa en la mejilla:
–Gracias… -la miró entonces con una brillante sonrisa-. Yo también creo que
debería salir en la portada de alguna… -se reía quitándole las bolsas de las
manos-. Vamos, os enseñaremos vuestras habitaciones para que saquéis solo lo
imprescindible y os pongáis ropa cómoda antes de reunirnos de nuevo en la
terraza... toca emborracharse.
Clara se reía ya camino de las escaleras.
–Y yo que creía que esperarías hasta esta noche para hacerles perder el sentido.
-Oh vamos, ¿para qué perder el tiempo de manera innecesaria? -se reía detrás de
ella-. Vamos, futuros borrachuzos, os enseñaremos vuestros aposentos… -Decía
con tono teatral mientras todos se reían
-Al menos sé glamuroso llámalos beodos o alegres achispados… -Se reía Clara
siguiéndolo–. Borrachuzo suena tan guiri de vacaciones.
-Está bien, está bien, tienes razón… -miró de soslayo al grupo-. Pues en unos
minutos toca achisparse hasta perder la noción de lo correcto e incorrecto…
además, cuanto más alegres estéis cuando os enseñemos el pueblo más bonito os
parecerá….
Clara se rio.
–Eso, eso… iremos con un grupo de españoles que apenas se tiene en pie
visitando la iglesia y el ayuntamiento… verás que buena imagen daremos.
Los fueron colocando en sus habitaciones y los dejaron mientras ellos iban a la
cocina a sacar las cosas para el almuerzo en la terraza
- ¡Vaya! -Tomás entró con Carlos unos minutos después en la cocina-. No
hablabas en broma cuando decías que la cocina era como si estuvieras en una
nave espacial…- miraba en derredor hasta pararse frente a la enorme máquina de
café y empezaron los dos a reírse mientras la inspeccionaban
–Realmente es como pilotar el Enterprise… -Decía Carlos sin dejar de reírse
-Os lo dije… -Respondía Clara entregándoles a cada uno un botellín de cerveza
riéndose-. Veréis después cuando la haga funcionar, solo falta que suene la voz
del capitán Kirk diciendo, “agárrense, saltamos al hiperespacio…”
Los tres se reían aun cuando regresaba Josh para tomar más bandejas:
- ¿Y bien? ¿Qué os parece mi niña? ¿No es lo más bonito que habéis visto? -
preguntaba sonriendo divertido mientras los tres se reían tomando algunas
bandejas y comida para ayudarles
-Bien, ciertamente es espectacular, eso es innegable… -señalaba Tomás-. De
hecho, seguro que volaría mejor que esa tartana en la que hemos venido desde
Roma.
- ¡Sí! -Clara saltó tras dejar la bandeja de pescado frío en la mesa y mirando a
Josh añadía sonriendo de oreja a oreja–: Págame.
Extendió frente a él la mano moviendo los dedos imperiosamente.
-Puff… hay hombres que son demasiado predecibles… -decía Josh poniendo en
su mano los diez euros
Tomás miró a Clara alzando la ceja y ésta, riendo, señaló:
–Habíamos apostado a que dirías algo de la avioneta tipo lo que has dicho… -le
dio un beso en la mejilla-. No te preocupes, yo pienso como tú, son cafeteras con
asientos de cuero.
Tomás sonrió negando con la cabeza.
–Al menos es un consuelo que no solo yo fuere algo asustado dentro de esos
bimotores tan poco prometedores en apariencia.
Clara sonrió, pero su respuesta quedó en el aire cuando escucharon unas risas en
la playa y al girarse vieron a Alfredo y Lorenzana acercándose.
–Oh, estupendo, os presentaré a unos amigos… -Miró a Ron que acababa de
incorporarse con los demás-. Es el hombre que trabaja con Rose, lo conocí el
pasado año cuando me ayudó en mi primer viaje. Ya veréis, Alfredo es
estupendo, a su mujer la acabamos de conocer, pero es la típica italiana alegre y
familiar. Están de vacaciones, viajando por la costa y de paso por aquí, así que
les he invitado a acompañarnos los tres primeros días que coinciden con su
viaje…
Al llegar a la terraza los presentó y empezaron a relajarse en torno a la mesa, la
comida y el vino.
-Eso es una mentira ofensiva… -Se quejó Clara riéndose.
-Ni por asomo… -Contestaba Alfredo sin parar de reírse con su copa en la mano
desde el otro lado de la mesa-. Miré el recorrido del GPS y casi me da un infarto
de tanto reírme el día que me llegó el listado de la agencia de alquiler.
- ¡Por Dios bendito! -refunfuñó Clara sin mucha convicción-. La culpa de eso no
fue mía, lo juro. -Decía sin dejar de reírse-. Seguí las indicaciones de Tomasino
que, por cierto, eran contrarias a las de iba dando el GPS y claro entre las
indicaciones de uno, las de la dichosa máquina y las de aquel pobre hombre al
que paré a preguntar cuando me desesperé, acabé casi camino de España…
Empezó a narrar a todos su peripecia por llegar la primera vez a Roma, el día
que Alex le envió a buscar aquéllas botellas de vino que hubo comprado y que
estúpidamente se ofreció a ir a buscar cuando lo vio tan desanimado sin saber si
recuperaría la plena visión, detalle este que obvió delante de todos. Eso sí,
cuando narró el regreso y sobre todo el tener que explicar a los agentes que le
pararon en medio de aquélla carretera por qué llevaba una hora dando vueltas sin
un destino claro y encima cargada de una alarmante cantidad de botellas de vino,
todos entraron en un desenfrenado ataque de hilaridad
-Pero lo mejor del viaje, -Terminó- fue llegar al pueblo, atravesar todas las calles
hasta llegar aquí, seguida de cerca por un coche de policía, con lo que todos me
miraban conforme pasaba como si fuera a acabar presa de un momento a otro…
y para colmo, aquellos dos agentes, hasta que no hablaron con Alex
confirmándole mi historia, no me creyeron en absoluto. -Miró a Josh riéndose-.
Claro que en cuanto Josh vino en mi defensa, saliendo de la playa vestido de
neopreno rosa como si fuera la versión Gay del capitán Nemo, de nuevo me
miraron como si fuere un fenómeno de feria absurdo.
-Ahh no, pequeña ingrata… -le decía Josh moviendo un dedo frente a ella-. Te
miraron como si estuvieres loca cuando les dijiste que habías ido a buscar esa
cantidad de vino para poner de mejor humor al pobre ciego al que cuidabas y
que yo solo te estaba sustituyendo en sus cuidados mientras ibas a por el
cargamento de vino… -miró al grupo- claro, entre las casi seis cajas de vino que
portaba, lo que hacía pensar que iba a meter al ciego en la bañera para ahogarlo
con él y yo que realmente no tenía mucho aspecto de enfermera de reemplazo…
en fin... -Suspiró-… Realmente dimos una imagen poco creíble de la situación.
Julia estalló en carcajadas.
–Explícame porque estabas vestido de neopreno rosa…- miraba a Josh
-oh bueno, eso se debe a que solo había dos colores a elegir de mi talla en la
tienda de deporte, negro y rosa… y, ciertamente, querida, el negro no es un color
en el que se me vea demasiado rodeado de litros y litros de agua así que, si he de
meterme en el agua con glamur, he de hacerlo como mínimo con un color
vistoso y alegre…- decía Josh sonriente
-oh sí, Dios nos libre de que no se le vea a kilómetros incluso cuando está bajo el
agua… -Decía Clara riéndose y poniendo los ojos en blanco-. Eso sí, tranquiliza
saber que si hay un ataque de tiburón al primero que atacará será a la bombilla
rosa.
Josh le dio un golpecito en el hombro.
–Al menos seré una bombilla muy apetitosa.
Clara estalló en carcajadas.
–Desde luego tendrás un claro regusto a capuchino.
-Hablando de capuchinos… -Josh sonrió poniéndose en pie-. Es la hora de los
postres y mientras tú traes los deliciosos dulces preparados por esas brujeriles
manos, yo haré los cafés que conseguirán que todos estos incrédulos se
conviertan en creyentes de mi santa, de mi niña bonita, de mi virgen de los
capuchinos…
Clara también se puso en pie mirando a Ron, a Carlos y a Tomás:
-Deberíais venir a ver cómo se enciende la Enterprise… si no, jamás apreciaréis
en su justa medida a su niña bonita…
Los tres mencionados se ponían en pie riéndose.
-Cierto, cierto… ardo en deseos de ver esa extraordinaria máquina
funcionando… -Decía Ron entre risas-. Además- miró a Josh sonriendo- así
podrás convencernos de hacerte de pinches cuando gustes… pinches cafeteros
¿qué puede haber más glamuroso que eso?
Josh se reía ya entrando en la cocina delante de Clara:
–Tres pinches de cocina guapos y fuertes solo para mí… ya con eso ha merecido
la pena la invasión española.
Veinte minutos después salían los cuatro hombres de la cocina entre carcajadas y
con una bandeja llena de tazas de café y tras tomar asiento en la mesa, Ron miró
a Noelia
-Ya sé lo que quiero por Navidades. Una súper máquina de café… nada de
prosaicas cafeteras italianas tradicionales o de jarras eléctricas. Quiero una
Enterprise cafetera.
Clara se reía mientras Noelia ponía los ojos en blanco.
–Estupendo, metemos tu súper máquina de café y sacamos la nevera porque de
otro modo dudo que quepa en nuestra cocina.
Josh se reía.
–Pues si hay que sacar la nevera, se saca.
Noelia se rio mirándolo divertida.
–Más vale que esos capuchinos sean lo más delicioso de este mundo o ya puedes
empezar a correr antes de que te tire mi sandalia de diez centímetros de tacón a
la cabeza.
Clara sonrió –Bueno, en ese caso, tus sandalias y la cabeza de Josh están a salvo,
pues lo cierto es que su niña prepara unos capuchinos de la muerte… -decía
poniendo frente a ella una taza y un trozo de pastel de frutas
-Gracias, sirena… -Le daba un beso en la mejilla Josh unos segundos después
sonriendo orgulloso-. Y a cambio de tu certera adulación, diré que tus barquillos
de nata… -Sostuvo uno en la mano-… son mejores que los de Tomasino, aunque
nunca haremos tal comentario en su presencia.
Clara se rio.
-Más te vale o hará que el cura del pueblo nos excomulgue por blasfemos y
herejes.
Alfredo se reía mientras bebía de una taza, pero segundos después miró a Clara
con una enorme sonrisa.
–Dios mío, Clara, esto está riquísimo… realmente parece hecho por un
italiano…- mordió otro de los barquillos- mamma mía, son fantásticos.
Clara sonrió alzando la barbilla.
–Gracias, gracias… pienso convertirlos en una de las delicatesen de nuestro
pequeño rincón del dulce. -Miró a Josh-. Aunque confieso que es mérito de
Tomasino. He tardado varios meses en aprender a hacerlos bien de verdad y eso
que se ha mostrado tan generoso con ellos como con lo demás, dándome sus
recetas y enseñándome sus trucos con mucha paciencia… -Miró a Julia-. Cuando
aprendía de veras a hacer algo me tenía que dedicar durante un par de semanas a
hacer las raciones diarias de esa receta. Panes, tartas, dulces, galletas… lo que
fuera… ha sido una forma estupenda de aprender cómo hacerlas y tomar el pulso
según las demandas… -Sonrió-. Nunca había pensado en lo que supone cocinar
para público o clientela que, a pesar de tener unos gustos fijos, suele variar según
lo que le apetece cada día… cuando ves los productos en los expositores piensas
“umm hoy me apetece un baguette o no, no, hoy prefiero un croissant…” así es
difícil calcular qué hacer y en qué cantidad. Pero Tomasino me ha ido enseñando
poco a poco cada cosa y me ha obligado a aprenderlo del modo difícil para que
no lo olvide.
Josh estalló en carcajadas
-Oh sí, como ese día que te dijo que prepararas tres bandejas de medias noches
de crema y tu escuchaste tres docenas de bandejas…- miró a todos –se pasó la
noche haciendo aquellos bollitos y cuando Tomasino llegó a primera hora y se
encontró toda la cafetería, hasta arriba, llena de medias noches, casi le da algo…
y claro, para librarse de aquello no se le ocurrió mejor cosa que regalar con cada
pan o cosa que comprare todo el que entraba, tres o cuatro bollos y aun así
tuvieron que regalar los que sobraron por la tarde en el colegio cercano para los
niños de la escuela o si no se iban a echar a perder.
Clara suspiró.
–Dios, no sé en qué estaba pensando, pero juro que hice tantos bollos que acabé
por odiarlos… lo peor es que cuantos más hacía más pensaba que seguro había
entendido mal y aun con ello seguía y seguía… -Miró alrededor de la mesa-.
Haceos una idea. En cada bandeja de horno caben unos cincuenta bollitos de
modo que tres docenas eran unos mil bollitos… casi el doble que habitantes hay
en el pueblo.
Julia empezó a reírse a carcajadas:
-Pobre Tomasino... eres un negocio redondo.
Clara se encogió de hombros:
–Acabé con todos los huevos de esa semana en una noche.
Josh seguía riéndose:
–Y luego Tomasino me vino y me dijo muy serio con gesto de preocupación, “yo
que tú me aseguraba de que Clara sabe contar cuantos dulces hace o si no
arruinará el negocio en menos de una semana ...” -Miró a Clara sin dejar de
reírse-. Desde ese día cada vez que le decía qué hacer se lo escribía en una
pizarra que compró y colgó en la cocina solo para ella, detallando que cantidad
hacer de cada cosa.
Clara puso los ojos en blanco:
–Y además me obliga a contar cuando termino de hornear por si acaso… -
Suspiró–. Creo que lo hace porque le divierte que refunfuñe cada vez que se da
la vuelta… -Miró a Carlos-. Eso sí, siempre me pide que haga más tartas de
manzana de las necesarias pues se lleva una a casa el muy pillo.
Carlos sonrió:
–Lo comprendo… hay que reconocer que las tartas american’s pies te salen de
muerte.
Clara miró a Brendan:
–Eso es mérito de su antigua tata. -Señaló a Carlos-. Al poco de que Julia nos
presentase a Carlos, él nos invitó a mi otra hermana y a mí a su casa a tomar café
y su tata nos hizo una tarta que casi me tumba de espaldas. Al día siguiente me
presenté en la casa y le pedí con cara de perrito perdido que me enseñare a
hacerla y lo hizo a pesar de que yo hablo fatal inglés y ella apenas dice dos
palabras en español… iba enseñándome y yo aprendiendo a paso de tortuga,
pero al final lo conseguí… -Sonrió orgullosa-. Quemé mi primera tarta de
manzana… -Se rio-. Aquélla pobre mujer me miraba como si pensare “española
tenía que ser…”.
Brendan sonrió:
- ¿La señorita Stella sigue sin aprender a hablar español? Pero si lleva como
veinte años viviendo allí.
Carlos sonrió:
–Según ella, su trabajo era cuidarme y enseñarme a hablar inglés, de modo que,
solo debía hablar conmigo en su idioma, así que ¿para qué aprender un idioma
como el español que no debía usar con su pupilo?
Brendan sonreía negando con la cabeza:
–Era severa hasta decir basta… mi madre decía que incluso le daba miedo.
-Menos mal… -suspiró Julia-. Creía que yo era la única que siente un gélido aire
atravesarle cuando ella entra en la habitación… -Miró a Carlos alzando las cejas
Carlos se rio:
-Teniendo en cuenta que la primera vez que la viste la llamaste hurraca no
pretenderás que te trate con ternura.
Julia se rio.
–Dios… pero fue porque me dio un susto de muerte apareciendo de la nada con
esa piel tan blanca, vestida toda de negro y con esos ojos que parecen querer
atravesarte… -Miró a Brendan-. Perdí de golpe diez años de mi vida con el susto
que me dio.
Brendan se rio:
-Te entiendo, te entiendo… mi madre la llamaba Morticia, como la de la familia
Adams.
Clara rio:
-Pues Morticia prepara una tarta de morirse… -Se puso en pie-. Creo que será
mejor que nos refresquemos un poco antes de salir porque si seguimos
repanchingados en torno a la mesa, no nos moveremos en toda la tarde… -miró a
todos- ¿Por qué no subís, deshacéis las maletas y os cambiáis de ropa para que
os llevemos al pueblo? Josh y yo recogemos esto en un periquete y os haremos
de cicerones.
Josh asintió poniéndose en pie:
-Sí, sí, aunque si queréis dejad lo de deshacer la maleta para más tarde y podéis
daros un baño en la playa para relajar los músculos del viaje. Esta es la mejor
hora y contáis con tiempo para ducharos y cambiaros tranquilamente.
Todos miraron a la playa:
–Pues es una idea estupenda… -Miró Ron a Clara-. ¿Seguro que no quieres que
os ayudemos a recoger? Entre todos terminamos en un minuto.
Clara negó con la cabeza:
–No, no, solo escurrimos y lo metemos en el lavaplatos, te aseguro que no
tardamos nada. Antes de que os hayáis puesto el traje de baño habremos
terminado.
Dicho y hecho. En veinte minutos estaban todos bañándose en la playa y una
hora más tarde saliendo de la casa camino del pueblo. Aparcaron en el centro y
desde allí callejearon caminando. Julia se reía con Noelia y Amparo a costa de
Clara pues esta se paraba cada dos por tres a hablar con alguna vecina y le
decían que parecía una de esas marujonas de pueblo que comenta con las vecinas
cada cosa.
Acabaron la visita en la cafetería-restaurante de Tomasino y Gina que tras
recibirles efusivamente les invitaron a unas copas mientras iban llegando los
invitados para la cena y la fiesta que habían preparado para darles una grata
acogida. Fueron conociendo a todos los vecinos interesantes, como les llamaba
Clara, que los iba presentando. El alcalde borrachín y parlanchín, algunos
comerciantes de la zona que vivían allí desde siempre, algunos jóvenes que
había dejado el pueblo y regresado después… un poco de todo, como les
explicaban ella y Josh.
Clara, tras unas horas, sentada en un rincón con Ron, Tomasino, Gina, Julia,
Amparo, Tomás y Noelia departía sobre todo y nada:
- ¿Sabes? - Tomás se inclinó un poco hacia ella disimuladamente-. Este pueblo
es como cualquiera de los de Cádiz, pero invadidos por italianos.
Clara sonrió;
–Es como cualquier pueblo español, solo que en vez de hablar castellano hablan
italiano. No hay grandes diferencias entre los españoles y los italianos en las
cosas importantes… aunque a mí me siguen pareciendo más alegres, más… no
sé cómo explicarlo… más felices… aunque eso sí… son más cotillas… aquí
todos conocen todo de todos… -Se rio-. Mañana, todo el pueblo sabrá todo de
vosotros, os lo aseguro, incluso cosas que no sabréis cómo las han averiguado.
Tomás se rio:
–Y yo que creía que los gaditanos eran los reyes en ese campo.
Clara se reía.
-Nada, nada… -hacía un gesto con la mano al aire despreocupadamente –
aprendices, meros aficionados en comparación con mis convecinos.
Tomás se reía justo cuando Tomasino contaba el primer día que conoció a Clara
y su nefasto italiano… estallando todos en carcajadas especialmente en la parte
en las que contó que en el pueblo se hacían apuestas, cuando llevaba unos días
allí, sobre la cantidad de veces que era capaz de perderse al día.
-Juro por Dios… -Decía con su marcado acento italiano y moviendo las manos
como si estuviere recitando a Shakespeare-…. que nunca en mi vida he conocido
a nadie con peor sentido de la orientación. Se pierde caminando, en coche, en
bici… ni aún con un mapa en las manos y el camino marcado en fluorescente
llegará jamás de un tirón a ningún lugar.
Clara suspiró:
-Lo confieso, lo confieso… me pierdo con mucha facilidad… -miró a Tomasino
frunciendo el ceño-. Pero tampoco ayuda mucho a encontrar los sitios el que
cuando una pregunte no reciba una respuesta sencilla de todo italiano que se
cruza, sino una dotada de una grandilocuencia que parece que están describiendo
cómo llegar a la luna… los italianos dan a cualquier explicación demasiados
adjetivos y tienden a dar demasiados rodeos cuando hablan.
Tomasino se rio:
-No es que seamos grandilocuentes es que todos llevamos un poeta dentro que
clama por salir a la menor ocasión. -Contestaba elevando las cejas y con un tono
algo teatral
Clara suspiró:
–Eso es muy bonito, pero cuando una carece de sentido de la orientación el que
un poeta rococó sea el que le marque el camino no ayuda demasiado… de hecho,
ayuda poco pues acaba dando vueltas como una peonza… -Frunció el ceño-. ¡Un
momento! Acabo de caer en la cuenta… ¿has dicho que se hacían apuestas de
cuantas veces me perdía?
Tomasino estalló en sonoras carcajadas:
–Y era hilarante porque cuanto más te perdías un día, al siguiente nos
sorprendías más aún por increíble que resultare… -Miró en derredor-. En una
ocasión apostamos que no se perdería más de tres veces en una mañana y nos
equivocamos todos, tras, al menos, dos horas dando vueltas como si fuera una
cometa a la deriva, acabó pidiendo a un guardia que la llevase al mercado,
desesperada de recorrer las mismas calles una y otra vez mientras todos la
mirábamos asombrados y preguntándonos cuántas veces era capaz de pasar por
el mismo sitio en menos de una hora… -Se reía sin parar-… Y eso que había
estado al menos diez veces en ese mercado.
Todos se reían escuchando a Tomasino. Clara gimió:
–Bueno… en mi descargo diré que aquí no hay ni una sola calle en línea recta…
todas hacen extraños recorridos y una acaba sin saber si va hacia arriba, hacia
abajo, a la derecha o a la izquierda… es como entrar en el laberinto del
Minotauro.
Josh se acercó con Carlos riéndose y bromeando a costa de uno de los lugareños
más pintorescos. En unos minutos se encontraron todos los del local entonando
canciones italianas, españolas y mezclas de unas y otras entre risas y bromas.
A la mañana siguiente, Clara acudió como cada día al restaurante y regresó al
mediodía mientras todos estaban en la playa relajados y como auténticos turistas
displicentes
-Creía… -Decía sentándose junto a Josh y Ron en la arena con una cerveza-…
que iríais a navegar y conocer un poco los contornos.
-Hemos decidido dejar eso para mañana y hoy simplemente aclimatarnos. -
Respondía Ron sonriendo-. Además, hemos pensado que no estaría mal que tras
el almuerzo nos fuéremos a visitar esa famosa torre dónde está ese restaurante
del que nos habló Gina anoche. Así podríamos aprovechar y comprar un poco de
ese parmesano tan alabado que hacen en el pueblo del sur.
-Me parece bien. -Contestaba Clara mirando a los demás que estaban repartidos
en las distintas motos de agua y estaban divirtiéndose con los esquís y las motos-
¿Cuántas horas le ha costado a Julia ser capaz de sostenerse en los esquís? -
preguntaba sonriendo viendo a su hermana haciendo equilibrios sobre el agua.
Ron se rio:
-No han sido tanto las horas como los distintos grados de enfado que ha ido
sufriendo… la pobre tiene menos agilidad que un borracho por mucho yoga que
haga.
–Pobre… -Se reía viéndola de nuevo subirse tras caerse-. Al menos es constante
y lo intenta con ahínco.
Josh se rio.
–En realidad, creo que ha apostado con Noelia que sería capaz de aguantar más
que ella, y ahí están las dos dejándose las pantorrillas y la dignidad.
Ron estalló en carcajadas:
–Ciertamente son las dos unas patosas redomadas… menos mal que no le había
visto intentar esquiar sobre el agua antes de casarnos… me lo habría pensado
dos veces antes de unir mi vida a semejante ágil paloma… -Añadía con sorna.
-Mejor no hagamos ese comentario cerca de ella o nos molerá a palos. -
Contestaba Clara entre risas sin dejar de mirar a las dos mujeres que francamente
eran muy patosas sobre los esquís- Esperemos que el submarinismo se les dé
mejor, al menos en el agua no hay que hacer equilibrios.
Josh la sonrió:
-Lo dice la mujer que no se mete bajo el agua ni aunque su vida dependa de ello.
Clara suspiró:
–Ya sabes que yo y las profundidades marinas no nos llevamos bien, o mejor,
dicho nos llevamos muy bien. Ella me ignora y yo le tengo un miedo en la
distancia.
Ron giró el rostro y la miró:
- ¿De veras te da miedo el mar?
-No… no… -hizo una mueca-. Bueno, me baño en la playa cerca de la orilla,
pero no me pidas que lo haga más allá y menos que me meta a varios metros
bajo el agua. Eso de no saber lo que hay a mi alrededor… -hizo una mueca-…
Es como una especie de pesadilla… para mí la película tiburón es la expresión
de mis miedos, aunque no me imagine un tiburón de diez metros me imagino
todo tipo de cosas peligrosas rodeándome… pero en la playa o cerca, no hay
problema.
Ron la miró fijamente unos segundos:
–Vaya… no lo sabía….
-Bueno, tampoco es un miedo tan poco común, Silvia no llega tampoco a
meterse donde no toca pie y si no recuerdo mal, el padre de Carlos le tenía
pánico a los barcos y nunca se montaría en uno. Pero, irónicamente, te diré que,
en mi caso, me encantó lo del submarino… -Miró a Josh
Josh suspiró:
–Ni lo menciones, sirena, ni lo menciones… -Miró a Ron-. El sobrino de Gina es
capitán en un submarino americano y hace unos meses nos invitó a una especie
de jornadas abiertas al público, nos consiguió asientos en el submarino… -
Suspiró-. Incluso rodeado de tantos marineros rudos en un espacio tan reducido
para mí fui una pesadilla… era claustrofóbico.
Clara le dio un beso antes de ponerse de pie:
-Pero lo disimuló toda la mañana para no parecer un endeble y eso que realmente
lo pasó fatal. Se comportó como todo un machote. -Le sonrió divertida-. Yo me
divertí. Fue muy interesante a pesar de sabernos rodeados de todo un océano… -
Le sonrió y estirando un brazo a cada uno para tirar de ellos añadió-. Ayudadme
a poner la mesa para el almuerzo… os vais a chupar los dedos con el risotto que
voy a terminar de haceros.
Los dos se pusieron en pie:
- ¿Vas a hacer risotto? -Preguntó Ron ya caminando hacia la casa
Clara asintió:
–Ya he preparado la carne y una dorada enorme a la sal con una salsa para
acompañarlo y una ensalada de pimientos asados como los de casa de mi madre
y también un rico helado de caramelo y piñones de postre para acompañar la
tarta de fruta. El risotto hay que hacerlo justo antes de servirlo, pero ya verás que
rico con el parmesano, las setas y el caldo de cangrejo. Te chuparás los dedos.
Josh sonrió:
–Lo confirmo. Es el plato salado que mejor le sale junto con la ternera en salsa
de trufas… al principio le costó cogerle mano al risotto, pero con unas lecciones
y trucos de Gina ahora le salen de muerte.
Clara alzó la barbilla:
- ¡Por supuesto! -Movió las manos y los dedos frente a ella sin detenerse-. Estas
manos brujeriles hacen magia cuando están inspiradas.
-Sí, es cierto, aunque… cuando no lo están acaban con las reservas de harina de
Italia o con media cocina quemada…- decía Josh mirando de soslayo a Ron que
se rio a pesar de la mirada de falsa indignación de Clara.
Media hora después todos se sentaban en torno a la mesa y ella ponía en el
centro la fuente con el risotto:
–Bien, ya podéis relameros con esta maravilla. -Decía orgullosa-. Josh, haz los
honores y sirve, per favore… -Josh sonrió poniéndose servicialmente de pie y
sirviendo a todos los comensales-. Por cierto, el pan y los picatostes los he traído
de parte de Tomasino, que los ha hecho para vosotros… así que, después, cuando
pasemos por el pueblo le gritáis por las ventanillas un grazie y le prometéis
traerle una buena cantidad de parmesano a nuestro regreso.
Carlos se rio:
–Supongo que es un pequeño precio que pagar por estas delicias. Está realmente
está muy bueno.
-Os dije que en este viaje ibais a comer como reyes… -Se reía Clara tomando
asiento-. Así que será mejor avisar para que de regreso vengan a buscaros más
de una avioneta porque, con el sobrepeso, la cafetera de ayer ni siquiera llegará a
despegar.
- ¡Eso! -Exclamaba riéndose Tomás-. Porque otro viajecito como el de ayer y
moriré de un infarto siendo tan joven… ¡qué estoy en la flor de la vida, hombre!
No puedo morir en una de esas cafeteras.
Durante los siguientes días siguieron unas variadas rutinas. Clara regresaba al
mediodía y se unía a ellos en sus distintas actividades o si habían salido a
navegar o a visitar los distintos sitios para hacer turismo se reunía con ellos en
lugares determinados y siempre salían por las noches a cenar, bailar o a distintos
lugares incluyendo una noche en Roma y otra en un viñedo donde pasaron el día
todos juntos.
En el octavo día de la estancia de sus amigos y mientras Clara terminaba de
vestirse para ir al mercado con Gina, costumbre que realizaba a primera hora de
la mañana al menos tres veces por semana, Josh entró en el dormitorio que
compartía con Clara durante el tiempo que iban a tener ocupados el resto de
dormitorios, con un par de cafés recién hechos. Se sentó en uno de los sillones
mirando fijamente a Clara. Tras darle su café aguardó unos minutos
-Sirena… -Esperó que Clara alzara la vista desde el lugar donde se ataba las
cintas de sus zapatillas-. Dime una cosa… exactamente… ¿qué les contaste a
Ron y Noelia sobre lo ocurrido con Alex?
Clara frunció ligeramente el ceño y se enderezó para poder mirarlo bien:
–Nada… bueno… no mucho… pero desde luego nada de lo que estás pensando
si lo que preguntas. No les conté cómo se comportó conmigo o, mejor dicho,
como no se comportó.
-Umm… -La miró unos segundos pensativo -. Sí, sí… bueno, lo he supuesto por
algo que dijo ayer Ron… -Clara lo miró alzando las cejas para que lo aclarase-.
Bueno, ciertamente no creo que Ron sea como Alex, de modo que, no haría lo
que ha hecho de, simplemente, sospechar que te incomodaría o molestaría ya que
creo que te tiene aprecio por no decir que, según sus palabras, “te debe una
importante por cuidar de su hermano…”.
-Josh… -Murmuró para que abreviase evidentemente ansiosa por saber de lo que
hablaba
-Bien, pues me comentó, de pasada, como si no tuviere importancia, que Alex se
encuentra pasando unos días en el súper yate de lujo de uno de sus amigos
millonarios y que, puesto que merodeará por estas costas, le ha dicho que haga
un alto aquí y así pasar al menos un par de días con él y unos amigos suyos con
los que pasa estos días. -Josh alzó la ceja-. Imagino que solo le dijo que son unos
amigos de España, amigos suyos y de Noelia, sin especificar nada más, o eso
espero porque si el imbécil de Alex se presenta aun sabiendo que nosotros dos
somos los anfitriones de todos ellos es para darle una patada en el culo nada más
verlo.
Clara tardó unos segundos de más en reaccionar:
- ¿Me estás diciendo que vamos a tener que pasar al menos dos días con Alex? -
Gimió levemente-. Y además disimular… -Suspiró antes de mirar a Josh-. No les
dije nada a Noe y Ron para que no se sintieren mal como sabía se iban a sentir si
les dijere que ese gilipollas se comportó como eso, como un gilipollas.
Josh sonrió pues era la primera vez que realmente se mostraba enfadada con lo
ocurrido en vez de evadir el tema o no mencionarlo:
-Sí, bueno, eso es fácil deducirlo, sirena. La cuestión es… ¿qué vamos a hacer?
Obviamente mencioné, como si tal cosa, que suponía que Alex se quedaría en un
hotel o en el propio súper yate esos dos días ya que aquí estábamos completos…
al menos eso nos libra de tenerlo aquí si pensamos seguir callados. Pero aun
haciéndolo, Clara, sinceramente, ¿te crees capaz de disimular tan bien durante
dos días mínimo? Porque yo no estoy seguro de poder hacerlo, y aun estándolo,
¿quién te dice que ese “gilipollas” no hace algún comentario o algún gesto tan
propio de su egoísta cerebrito y te pone en una situación incómoda? -Clara
suspiró-. Lo malo es que creo que, de hacerlo, no solo te sentirás mortificada tú,
sino que también lo harán Ron y Noelia cuando sepan que por hacerles un favor
te trataron como lo hicieron ese cabrón insensible y los imbéciles de sus amigos.
Clara lo miró seria unos segundos sin decir nada y después tras inspirar y expirar
aire varias veces enderezó la espalda un poco:
-Sí, la verdad es que sí, es incómodo… sin mencionar que no me apetece lo más
mínimo no ya pasar dos días cerca de ese capullo o sus amiguitos esnobs, sino
que ni siquiera me apetece verlo… -Se puso en pie y se terminó de abotonar la
camisa-. Supongo que… -Sonrió de pronto ante la idea que le cruzaba la mente-
… Oportunamente deberé ir esos días a Roma, a la embajada española, a recoger
mis papeles ya sellados para mi estancia en Nueva York y también a la embajada
americana con igual fin. Y como tardaré una mañana en ir tendré que pasar allí la
noche y casualmente se retrasará el papeleo en alguno de esos dos lugares… y
puestos a pedir… -Sonrió encantadora a Josh-. Podría ser que en la embajada
americana hayan extraviado algo o me pidan algo concreto y como yo soy como
soy, necesitaré que me acompañes pues de todos es sabido que mi inglés aún es
nefasto y, además, tiendo a olvidar algunos detalles importantes en materia de
nuestra estancia en Nueva York o del negocio en el que trabajaré…-
Josh sonrió:
-Y, por supuesto, no importará que dejemos a todos dos días sin nuestra
compañía pues hay confianza con todos ellos y no pasa nada porque tú y yo
tengamos que ir a Roma a realizar ese papeleo y esas gestiones… muy
oportunamente, por supuesto- movió un dedo al aire delante de su cara-. Sirena
lista.
-Podríamos decir a Julia y Carlos que nos acompañen… me gustaría pasar un
poco de tiempo con mi hermana y Carlos antes de que se marchen y… bueno…
de todos modos, sí he de recoger los papeles y, una vez allí, les diremos que no
hemos que pasar todo el tiempo en la embajadas sino solo ir a recoger papeles o
firmar o entregar tal o cual cosa lo que nos llevará poco tiempo… podremos
hacer turismo con ellos, al fin y al cabo, tú y yo, somos las únicas personas que
no conocemos algunos de los monumentos más emblemáticos del país en el que
vivimos.
Josh sonrió con picardía:
–No es mala idea… les pregunto a ambos si quieren acompañarnos en algún
momento en que esté con ellos a solas antes de que vengas a almorzar y si dicen
que sí, haré las reservas del hotel por internet… ya sabes, uno en que admita
divas de cuatro patas… -Se rio.
Clara asintió:
-Si quieres llama a Alfredo a su móvil y le preguntas. Conoce los mejores sitios
y seguro nos aconseja no solo el hotel sino sitios divertidos donde cenar y
pasarlo bien.
Josh sonrió cómplice:
-Diles a Tomasino y a Gina que, si se cruzan con el capullo esos días, no le
hagan nada, al menos no estando Ron y los demás cerca. Ya sabes que ambos
tienen el peor concepto del capullo. Ya lo tenían incluso desde antes de que tú te
marchases.
Clara asintió.
–Se lo diré, aunque no me agrada tener que pedirles que hagan algo que no les
gusta o que les incomoda… no es justo.
Josh se levantó con su taza aún en la mano dejándola de inmediato en la mesa
cercana:
–Lo sé, lo sé, pero al menos avísales de que es posible que aparezca y que Ron
es su hermano, pues creo que no lo saben.
Clara suspiró:
–Sí, sí, bueno, eso sí… -Suspiró poniendo los ojos en blanco-. Ya podría el
capullo parecerse un poco más a su hermano.
Josh se rio.
–Creo que Ron rompió el molde de la familia, sirena, el hermano pequeño no
mejoró ni la especie ni la familia.
Clara se rio.
-Bueno, yo soy la pequeña de mis hermanas y no creo haber mejorado la línea
familiar. De hecho, mi madre bien podría haberse quedado en Julia… es guapa,
lista, cariñosa… y aunque sea patosa y dada a las cosas extrañas como el Yoga,
es la mejor de las tres y es la mayor, así que… -Se encogió de hombros
Josh le pasó el brazo por los hombros y empezaron a caminar hacia el salón
principal:
- ¿Cómo que no has mejorado la línea familiar? ¿Y estas manos brujeriles? -le
movió una de las manos efusivamente-. ¿Y ese buen gusto en cine y arte que te
hace valorar las buenas películas de la época dorada de mi glamoroso
Hollywood y el innegable talento oculto en mis obras pictóricas? -Clara se rio
negando con la cabeza-. ¿Y ese talento para lograr que miss diva te ladre incluso
antes de atravesar la puerta de la casa? Ya solo esto demuestra que tienes un…
no sé qué, qué sé yo, solo innato en ti… miss diva no le ladra así a nadie más…
-Certo, certo… incomparabile il mio talento... [iv]
-De cualquier modo, la madre de Ron podría haberse abstenido de intentar
mejorar su línea familiar. Con Ron bastaba y sobraba, en eso te doy la razón... -
Terminó por decir Josh. Le dio un suave empujoncito hacia la puerta-. Anda,
márchate, no hagas a Gina esperarte que sé que os encanta ser las primeras en
asaltar los puestos del mercado…
Clara se reía echando a andar:
–Nosotras no asaltamos los puestos, los asediamos hasta dar con lo que nos gusta
y después los conquistamos con fiereza... -cerró la puerta a su espalda con un
“addio, amore...”
Cuando regresó a media tarde, todos estaban en el barco atracado frente a la cala.
Clara supo enseguida que estarían haciendo submarinismo así que se cambió
apresuradamente tras darse un rápido baño en la playa donde encontró a Silvia
leyendo y con su iPod sonando a todo trapo a su lado y fue a la cocina a preparar
una rápida y fresca cena para cuando regresasen pues esa noche irían a la especie
de verbena del pueblo de la que tanto había oído hablar Clara el verano pasado,
pero que no tuvo ocasión de ver y a la que acudirían esa noche.
En la cocina, mientras Silvia terminaba de cortar algunas verduras para las
ensaladas, ella daba los últimos retoques al gazpacho.
-Oye, Julia me ha dicho que pasado mañana ella y Carlos os acompañarán a
Roma a Josh y a ti, así que supongo solo podrán conocer al hermano de Ron
cuando regreséis...-
Clara asintió suponiendo con desgana que eso significaba que el capullo se
quedaría tres días y no dos como ella y Josh esperaban desde el principio:
–Supongo que sí...- se limitó a contestar sin mirarla con la vista fija en lo que
estaba haciendo
- ¿Es tan guapo como Ron?
Clara se tragó un insulto y un suspiro de desgana:
–Físicamente, creo que... bueno... sí, sí. En una primera vista es más guapo que
Ron, eso hay que reconocerlo. Ojos azules, pelo oscuro ondulado y espeso, alto,
musculado, pero no de esos cachas que le gustan a Camile, más tirando a Ron o
a Brendan, y siempre viste muy bien, muy a la moda. Es justo reconocer que es
más guapo que Ron, al menos entra más directamente por los ojos, pero a mí me
gusta más Ron. Es más atractivo, más... no sé cómo decirlo... - <<simpático,
agradable, menos capullo, vamos...>> pensaba–. Ron, no sé, tiene una belleza
masculina más serena, menos animal o de atracción tipo película porno...
Silvia la miró con los ojos muy abiertos antes de prorrumpir en carcajadas:
- ¿De película porno? ¿De veras?
Clara suspiró:
-Ay no sé, no me he expresado bien... Es que es demasiado guapo, de esos tipos
que te giras para mirarlo bien para asegurarte, como para disfrutarlo en la
distancia, como los de las fotos de catálogos de Ralph Lauren... ya me entiendes,
innegablemente guapo, pero que asocias de inmediato a alguna modelo
despampanante pues de lo contrario no habría equilibrio.
Silvia se rio asintiendo:
–Sí, sí... entiendo.
-Seguro a Camile y a ti os encanta y estoy convencida que vosotras a él también,
sois demasiado apetitosas para no miraros... -Decía mirándola de soslayo con
una media sonrisa
- ¿Soy apetitosa? -preguntaba Silvia riéndose.
-Sí, vamos... ¡Qué sorpresa! -Exclamó con sarcasmo.
Silvia era, de sus amigas, la que solo tenía que batir las pestañas para que
cayesen en tropel los hombres a sus pies. Era muy delgada, tenía el pelo rubio y
unos impresionantes ojos verdes que eran los que hacían que todo hombre la
mirase sin parar. Aunque no tenía apenas pecho, ni caderas, era del tipo que
tanto se veía en las revistas de moda, así que no era extraño que consiguiere a
todo hombre en el que posare sus ojos. Claro que Silvia tenía un gran defecto,
posaba dichos ojos en los gilipollas de manual, como los llamaba Ron...
ummm... Clara la miró entrecerrando los ojos, pensándolo bien eso convertirá al
capullo en un tipo en el que se fijará seguro... guapo y gilipollas...
–Mira si lo pienso bien, seguro que te gusta... a ver si acabas de cuñada de
Noelia... -Empezó a reírse-. Sería como cerrar un círculo... En el fondo las dos
más guapas del grupo acaban con dos macizos y hermanos nada menos...
Amparo con Tomás que, sin duda, es el hombre más encantador y yo... -hizo una
mueca-. Bueno... yo acabaré con el mejor compañero y socio del mundo y su
ratilla, lo que no me disgusta tanto si lo pienso bien.
Silvia terminó de poner las nueces dentro de una de las fuentes de ensalada y
apoyando la cadera en la encimera la miró fijamente.
–No me gusta que digas eso, Clara. No has tenido mucha suerte en materia de
hombres, no me pondré a discutirlo inútilmente, pero, precisamente por eso,
acabarás con el mejor de todos. Ya lo verás, dentro de poco encontrarás a un
hombre inteligente y que por fin sepa lo que es una mujer de verdad y se postrará
a tus pies. Una mujer como tú no acaba sola, te lo aseguro. Eres demasiado
buena.
Clara la miró con una media sonrisa conmovida.
–Gracias. Prometo estar atenta y en cuanto me cruce con él, no esperaré que se
me postre a los pies. Me tiraré como un misil a su cuello y no lo soltaré...
Silvia se rio:
–Anda boba... -Le dio un rápido abrazo por la espalda–. Deja que te ayude a
servir el gazpacho en jarras y las dejamos en la nevera hasta que regrese esa
manada de lobos hambrientos... Y tú y yo mientras nos tomaremos una cerveza,
tranquilas, en la terraza.
Una vez las dos acomodadas en las dos hamacas con una cerveza Clara se
sorprendió de nuevo con Silvia
–¡Oye! acabo de caer en una cosa... -Silvia se removió quedando un poco de
perfil para poder mirar bien a su amiga–. Has dicho que me gustaría el hermano
de Ron, cuando estáis todos cansados de decirme que me atraen los... -Arrugó la
frente-. ¿Cómo los llama Noe? Gilipollas de libro.
Clara sonrió:
–De manual, Silvia, te gustan los gilipollas de manual y es Ron el que lo dice, si
bien no puedo negar que todos lo corroboramos.
Silvia resopló en protesta:
–Sí, bueno... al principio no parecen tan gilipollas... -sonrió vencida-. De todos
modos... -La miró fijamente–. Si crees que me gustará el hermano de Ron es
porque piensas que es un gilipollas de... de manual...
-Te gustará porque, como he dicho es muy guapo, tipo modelo masculino de
revista de moda... -Intentó zafarse.
-Ah bueno... -Se volvió a acomodar, pero unos segundos después volvió a
mirarla entrecerrando los ojos-. ¿Sabes de lo que me acabo de dar cuenta? -No
esperó a que contestase–. Has contado muy poco de tu relación con Alex, de
hecho, solo cuando Ron o Noe te preguntaban algo, contestabas sin más, pero,
en cambio, lo sabíamos todo de la gente del pueblo, de Josh, de Gina, de
Tomasino... -Fijó de nuevo unos segundos la vista en ella como si quisiere leerle
la mente–. No te agrada el hermano de Ron ¿no es cierto?
Clara la miró unos segundos callada y después miró a la playa para cerciorarse
de que aún el barco estaba lejos. Se enderezó y miró seria a Silvia
–No digas nada, Silvia, por favor. No le digas a Ron o a Noe que es un cabrón...
-Hizo una mueca–. Bueno no sé si lo es, pero conmigo se portó como uno... -
Silvia se enderezó y sacó las piernas de la tumbona para sentarse mirando a
Clara–. Es... bueno... es un poco largo de contar, pero basta decir que, al
principio, en los primeros días fue grosero, antipático, soez y brusco, lo que
achaqué a que estaba con una extraña, ciego y por ello debía sentirse indefenso
y, además, sin saber todavía si le quedarían secuelas. Después... -hizo una mueca
con el labio–. Bueno, fue más agradable, no es que fuera el hombre más amable
del mundo, pero al menos no era arisco o desagradable, sin embargo, me trataba
como si más que hacerle un favor, bueno a él no, a su hermano y solo por la
amistad que me unía a él y a Noe… en fin que me trataba como… como
estuviere a su servicio. -Silvia frunció el ceño pero permaneció en silencio–.
Después, cuando ya pudo quitarse las vendas y ver bien... en fin, era más
amable, al menos cuando no había nadie delante y por lo menos no me daba
órdenes secas y cortantes como al principio, pero con sus amigos delante... no sé,
nunca me invitó a ir con ellos, y cuando estos se referían a mí o me hablaban
solo si era estrictamente necesario y para pedirme algo como una botella de vino
o que fuere a llevarles alguna cosa, vamos que me trataban como si fuere la
criada o la enfermera de Alex y él nunca les corrigió. No tenía que haber dicho
que era su amiga, pues no tenía que considerarme como tal, pero al menos
podría... no sé... haber dicho que era amiga de su hermano, o que estaba allí
haciéndole un favor o solo como un favor... o ... yo que sé... algo... Sus amigos
eran unos esnobs y me trataban como si fuera una hormiga o se referían a mí
como si no estuviere delante... Y si me quedé hasta el final fue porque se lo
prometí a Noe y Ron, si no, le habría mandado a la mierda al segundo día… -De
nuevo hizo una mueca–. Bueno al segundo día no porque aún estaba con los ojos
vendados, pero en cuanto le quitaron las vendas y podía valerse solo…
- ¿En serio? -Chasqueó la lengua-. Menudo capullo...
-Silvia, por fa, no le digas nada a Ron, bastante culpable se sentía de tenerme
que pedir el favor y bueno... tampoco fueron unos días tan malos, al menos hice
amigos y pasados los primeros días, tuve un poco de tiempo libre y lo pasé con
Josh y los demás... en fin... creo que puedo recordar solo lo bueno. Además,
como no he de relacionarme nunca con él, no pienso mortificarme por aquellos
días. Frente a Ron disimularé si me lo encuentro y ya está. No pasa nada...
Silvia suspiró pesadamente y al cabo de unos segundos añadió:
–Al menos, te desquitarías antes de regresar a España. No hay nada mejor que
desquitarse cuando dejas una relación o cuando sabes que no volverás a ver a la
otra persona. Yo le habría dicho de todo antes de montarme en el avión... esa
espina no me la habría dejado...
Clara negó con la cabeza –No le vi. Verás, dio una fiesta la noche antes de irme
y, por supuesto, yo no sabía nada de ella, ya sabes, él hacía su vida con sus
amigos... Cuando regresé esa noche, la casa estaba llena de millonarios, modelos
y muchas chicas despampanantes colgadas del brazo de algún tipo con dinero o
con algo que ofrecer. Vamos muchos desconocidos para alguien como yo y.…
bueno... al final pasé la noche viendo películas antiguas con Josh y, cuando
regresé por la mañana, no lo vi, así que... -Se encogió de hombros ligeramente-.
Josh me llevó al avión y eso fue todo.
Silvia abrió la boca dejando caer la mandíbula:
- ¿Eso fue todo?... pero... ¡Menudo imbécil! ... ¡por Dios! Buena tendría que ser
la llamada o el mail que te enviase dándote las gracias por tu ayuda para que no
regresases solo para estamparle una sartén en la cabeza...
Clara se rio:
– ¡Dios mío Silvia! No quiero ni imaginarme lo que les haces a los tíos con los
que cortas... -Se reía negando con la cabeza y tras unos segundos la miró
sabiendo que esperaba que le dijere cómo fue esa supuesta llamada o mail.
Suspiró–. No volví a saber nada de él, Silvia. Desde el día antes de marcharme
no volví a verle, y tampoco he hablado con él ni recibido noticia alguna suya y,
siendo franca, lo prefiero. Paso de él, y si no fuera porque Ron le ha pedido que
haga escala aquí, nunca esperaría volver a encontrármelo. Lo que dicho sea de
paso sería estupendo... como dice Josh, un capullo como ese, bien merece la
ignorancia...
-Vaya... -murmuró–. Realmente es un gilipollas de los grandes. Te quedas sin
vacaciones para atender a un desconocido, le cuidas, aguantas su mal humor y
sus neuras y encima ni te lleva al avión, ni te da las gracias ni nada de nada... -
Negó con la cabeza–. A ver si va a ser cierto que me va a atraer porque empiezo
a comprender que es el gilipollas de manual por excelencia... -Resopló y
enderezó la espalda con una sonrisa maquiavélica-. ¿Pues sabes? Me parece que
no me privaré de darle con la sartén después de todo... En cuanto me dé la
espalda, sartenazo.
Clara se rio:
–Voy a esconder toda sartén, olla o instrumento puntiagudo que encuentre antes
de que llegue o Ron acabará como hijo único y tú rindiendo cuentas ante la
justicia italiana…
- ¿Por qué habrás de rendir cuentas a los italianos?
La voz grave de Tomás sonó a la espalda de ambas que dieron un respingo.
- ¡Por Dios bendito! ¿De dónde sales? -Lo miraba Silvia con los ojos abiertos y
poniéndose en pie con la mano en el pecho-. ¡Qué susto!… Te voy a comprar un
cascabel…
Tomás empezó a reírse:
–De la casa. Acabamos de llegar…
-Oh… -Clara miró en derredor-. ¿Y cómo no os hemos visto bajar de las barcas?
Tomás señaló el barco a lo lejos:
–Porque nos dejaron en la otra cala y hemos venido a pie rodeando la costa por
la playa. Josh nos ha enseñado la cueva dónde se dice se hacía contrabando…
Clara se rio:
–Dime que no os ha contado su teoría del Barba Negra italiano o me veré
obligada a renegar de él…
Tomás estalló en carcajadas:
–Oh por favor… Si es de lo mejor que he escuchado en relatos épico-fantásticos
en mi vida… Y eso que vivo en una tierra muy dada a la grandilocuencia y la
fanfarria a la hora de engrandecer las hazañas propias y de extraños…
Clara se rio:
–No digas eso de los gaditanos, mal hombre, son un pueblo muy circunspecto y
discreto… -Tomás, Silvia y ella estallaron en carcajadas–. Anda, ya que estáis
aquí, traigamos la cena que seguro estáis hambrientos… -Caminaba de la cocina.
-Pues la verdad es que sí… Josh dice que hagamos hueco para la verbena porque
comeremos y beberemos mucho, pero, al menos yo, necesitaré hincarle el diente
a algo porque si no, no llegaré en pie… -Decía él siguiéndola de inmediato
-Por eso he hecho una cenita fresquita que os quite el hambre pero que no se nos
haga pesada… de momento, he hecho gazpacho que sé que a todos nos pirra,
incluso a Josh desde que se lo di a probar el verano pasado… -Se giró mirando a
sus dos acompañantes sin dejar de caminar hacia la cocina de espaldas–. Aunque
sorprendentemente lo que le vuelve tarumba es ajo blanco… -Sonrió -. ¿Curioso,
no es cierto?
Tomás se encogió de hombros:
–No sé, como a mí me gusta mucho no te puedo decir que me resulte
sorprendente…
- ¿Qué no resulta sorprendente?
La voz de Josh mientras entraban en la cocina les hizo reírse a los tres.
-Nada, extranjero… -Se reía Clara acercándose a él–. Que te guste lo que yo
cocino… -Le dio un golpecito juguetón con la cadera colocándose a su lado–. Y
ya que hablamos de lo que cocino, ni se te ocurra darle un zarpazo a las tartas de
manzana que las he hecho para cuando regresemos a las tantas de la noche
medio borrachos, que seguro os da por atacar la nevera… -Le sonrió empezando
a sacar fuentes de las baldas tras darle un empujoncito para apartarlo de la
nevera.
Josh la sonrió travieso:
–Sirena, me preocupa que me conozcas tan bien… -Sonrió divertido mostrando
el tenedor que tenía en una mano–. Me disponía a hacer algún que otro daño
menor a esa delicia que veo por el rabillo de mi ojo… -Miró a la segunda
bandeja de la nevera donde estaban las dos tartas.
Clara, Tomás y Silvia se reían mientras éstos iban tomando las fuentes con la
cena preparada que Clara les entregaba:
–Se te pone cara de ansioso cuando piensas hincar el diente a un dulce… -Se reía
Clara–. Pareces un niño goloso frente al escaparate de una pastelería…
Josh suspiró teatralmente:
- ¿Qué puedo decir? Un jovenzuelo como yo aún necesita crecer y ponerse
fuerte…
Clara puso en sus manos sendas jarras de gazpacho:
–Bien, pues demuéstrame cuán fuerte llegas a ser, pequeño infante en edad de
crecer, y lleva eso a la mesa antes de que me dé por ponerte un vaso de leche en
vez de cerveza o vino…
Josh fingió un escalofrió moviendo los hombros y haciendo una mueca de
disgusto tras lo que caminó hacia fuera de la cocina con Tomás:
–Esta es una de las razones por las que creo que prefiero a los de tu especie antes
que a los de la suya… -Miró a Tomás sonriendo–. Una esposa mandona debe ser
el peor de los tormentos para un alma libre y artística como yo…
Tomás se reía
- ¡Vaya por Dios! Y yo que pensaba que te gustábamos más por nuestras bien
lucidas tabletas de chocolate y nuestro talento para orinar de pie…
Josh estalló en carcajadas:
–Dos argumentos de peso, sin duda, dos argumentos de mucho peso…
Tras la cena se marcharon a la verbena del pueblo, como ya se referían al día de
la patrona, había una orquesta en la plaza principal, todos los vecinos llevaban
algunos platos preparados por ellos, incluida Clara que había preparado tartas
heladas de piña y nata y sus famosas mini pizzas dulces que se habían convertido
en una de las recetas que vendían en la cafetería de Tomasino desde hacía
tiempo. Todo lo que se llevaba se vendía en una especie de barra enorme de la
que se ocupaban algunas señoras y al igual que los vinos, cervezas, licores y
refrescos que aportaban los bares y restaurantes. El dinero que se recaudaba se
destinaba a las fiestas infantiles de cada año. Ron y los demás se lo pasaron en
grande con las pruebas para hombres que se organizaban y en las que
participaron sin pensárselo dos veces, desde ver quien bebía más cerveza en dos
minutos, o se comía más tarta, hasta las pruebas físicas de dardos, pulsos entre
hombres o las carreras en las que los espectadores se dedicaban a tirar agua a los
corredores. Además, bailaron en medio de la plaza con lo que se lo pasaron
bomba haciendo bromas porque decían que se sentían como los abuelos que
bailaban pasodobles en las fiestas populares. Bebieron, comieron y departieron
con conocidos y desconocidos durante toda la noche. Regresaron cuando ya
había amanecido y, como Clara había predicho, todos fueron directos a hacer
acopio de comida y tras preparar súper capuchinos hicieron una especie de
picnic mañanero sentados en la arena tomando tarta, magdalenas y cafés.
-Oye, sirena, recuerda que mañana salimos temprano para llegar a Roma antes
del almuerzo… -La miró Josh semi tumbado con miss diva a su lado y un trozo
de pastel en la mano.
-Ah sí, sí. No te preocupes, Gina me ha pedido que le compre una cosa a
Tomasino en una tienda de caballeros antes de regresar. Creo que es uno de esos
sombreros de dandi que tanto le gustan.
Carlos que estaba a su lado sonrió:
–Pues ya que os acompañamos, no me importaría hacerme con uno. Me encantan
sus sombreros de gánster despreocupado…
Clara se rio a su lado:
–Gina me ha dado la dirección de la tienda, por lo visto es muy conocida así que
aprovecharemos para que salgas de allí vestido de mafioso-dandi-
mediterráneo…
-Eso, lo que le faltaba a Carlos es un sombrero para hacer alarde de chulería
masculina… -Decía Julia entre risas después de darle un beso al mentado que
empezó a reírse.
-Ignoraré el sarcasmo de fondo de ese comentario… Pero ya que nos ponemos
sarcásticos, cariño, recuerda que vamos a pasar dos días a Roma, de modo que
no es necesario que hagas acopio de enseres para tres meses, una maletita
pequeña bastará…
Julia resopló:
–Bien, tu ignora mi sarcasmo que yo ignoraré tu malicia…
-No, no… ni hablar… -Intervenía Clara sonriéndola–. No lo ignores y sigue al
pie de la letra el comentario. Piensa que cuantas más cosas lleves menos podrás
comprarte y traer contigo…
-Umm…. Interesante argumento… -Fingía meditar Julia–. Bien, bien, solo me
llevaré el cepillo de dientes y me veré obligada a comprar de todo… -Sonrió
triunfal.
-Hay un punto medio, pequeña… -Carlos ponía los ojos en blanco antes de
suspirar.
-Ahh, no… ahora que habéis creado una imagen en mi mente no podéis borrarla
sin más… -Miró a Clara- ¡Compras por Roma!
Clara se rio:
–Dios… hemos creado un monstruo… -Miró a Josh–. Pero pensémoslo desde el
punto de vista positivo, ahora tendrás a tu perfecta compañera de compras… una
que carece de sentido de la contención y la mesura…
- ¡Bravo! Por fin una mujer como Dios manda… -Contestó Josh entre risas
- ¡Ehhh! Ese comentario resulta ofensivo para mí… -Refunfuñó Clara–. ¿Es que
yo no soy una mujer como Dios manda?
-Sirena… lamento ser yo el que te abra los ojos, pero en lo referente a las
compras compulsivas, eres como un gatito asustado… No me sirves. Tú,
querida, eres una mujer demasiado sensata... Cuando vas de compras te guías por
la practicidad y eso nunca puede ser bueno, cabal y si me apuras sano… Las
compras están para perder el oremus, el dinero y toda cordura.
- ¡Amen! -gritó Noelia
- ¡Una gran verdad que debería escribirse en piedra o en las marquesinas de toda
tienda de trapos del mundo! -Gritó Silvia sentada frente a ellos.
-Creo que ese debería ser el principal mandamiento de toda mujer… Nada de
honrarás a tu padre y a tu madre o serás fiel a tu marido… -Se reía Camile con
cara de pícara.
Clara se giró hacia Carlos con cara de espanto:
–Esconde todas las tarjetas de crédito antes de salir, no las dejes al alcance de
estos dos -Señaló con un golpe de cabeza a Josh y a Julia- o te veo vendiendo a
tus futuros hijos para pagar lo que tu inconsciente novia comprará en una
mañana en Roma…
Carlos se rio:
–Las encontrará seguro… Es como un sabueso en lo que a esas tarjetitas de
plástico se refiere… No hay forma de ocultárselas…
-Un talento fantástico el mío… -Se reía Julia.
-Clara, voy a ser tu cliente preferido en Nueva York… -Dijo de pronto
Brendan–. Voy una vez al mes a ver a mi madre así que me pasaré por tu
cafetería sin dudarlo, aunque solo sea para probar esto… -Señaló su plato donde
tenía un trozo de tarta de manzana–. Carlos tenías razón…- miró a su hermano-
la mejor american’s pie del mundo… irónico que la haga una española…
Clara se rio:
–Gracias, gracias… solo por eso, prometo que cada vez que vayas te prepararé
una tarta y te la regalaré para que te la lleves a Boston.
-Definitivamente iré a veros una vez al mes… -Decía riéndose antes de meterse
un buen pedazo en la boca–. Entre esto, tus mini pizzas dulces y ese risotto, creo
que me pasaré el fin de semana que visito a mi madre metido en vuestra cafetería
haciendo acopio de comida… -Miró a Josh con una sonrisa–. Bueno, y también
le compraré flores a mi madre para que olvide que la abandono en favor de un
plato de comida… -Se reía
-Muy considerado…- se reía negando con la cabeza Josh
- ¿Tu madre vive en Nueva York? -Preguntó Camile a Brendan
Éste asintió:
–Su último marido vive allí… es el… -Frunció el ceño–. El cuarto.
- ¿Tu madre se ha casado cuatro veces? -Le preguntó Clara
-Cinco, pero con uno de ellos se casó dos veces…-Suspiró poniendo los ojos en
blanco–. No preguntes… -Miró a Carlos–. Pero salvo Carlos no tengo más
hermanos de sangre, aunque tengo una especie de hermana del tercer marido que
era muy pequeña, casi un bebé, cuando mi madre se casó con su padre y, aunque
no seamos hermanos sanguíneos, tenemos una relación como si lo fuéremos.
-La conoceréis en mi boda. -Intervino Carlos-. Jennifer es de la familia. Ha
pasado muchas vacaciones en casa de mis abuelos, con Brendan y conmigo, y mi
abuela casi que piensa en ella como su nieta preferida…
Brendan se rio:
–Sí, sí, a pesar de “su acento yanqui” -Imitó la voz de su abuela paterna–. Por
mucho que se queje, creo que le encanta escucharla decir cosas como paella,
fiesta o la mejor, espárrago….
Carlos y él estallaron en carcajadas:
– Sí, sí, es cierto. La abuela siempre se ríe cuando lo dice… creo que incluso
hace acopio de espárragos para poder escuchárselo decir en las comidas…. -
Miró a los demás–. Es jovencita, no os imaginéis a una veinteañera ni nada por
el estilo. Tiene catorce años y aunque la madre de Brendan y el padre de Jenny
estuvieron casados apenas dos años, Brendan y ella nunca dejaron de mantener
cercano contacto y, con él, nosotros.
-El padre de Jenny es un ingeniero de una empresa petrolera y pasa poco tiempo
en casa. Viaja mucho o tiene que estar en distintos enclaves de la empresa en la
que trabaja varios meses seguidos. De hecho, ella vive con su abuela paterna
todo el año y no tiene relación con la familia de su madre biológica, así que su
abuela y su único hermano, o sea yo, somos lo único estable que ha tenido desde
que era muy pequeña. La comprendía bien, porque mi madre cambia de
matrimonio como de camisa así que, prácticamente, he sido como los hijos de
los militares, en cuanto me hacía con una ciudad, un colegio y una familia nos
mudábamos… Pero, al menos, yo pasaba todo el verano y las fiestas con Carlos
y la familia de nuestro padre.
- ¡Qué raro tiene que ser crecer así…! -Meditó en alto Silvia–. Tantas personas
entrando y saliendo de tu vida siendo tan joven y cambiar de hogar y costumbres
constantemente.
Ron sonrió:
–Bueno, en España ahora hay más familias de padres separados o de uno aquí y
otro allí, pero en EE. UU. eso está muy a la orden del día desde hace muchísimo
tiempo. Mira a mis padres. Llevan casados 40 años, pero viven separados desde
que nació Alex. Cada uno hace su vida en puntas distintas del país sin rendir
cuantas a nada ni nadie y nosotros dos, en cuanto alcanzamos los dieciocho años,
nos fuimos a la universidad y llevamos vida independiente y separada en
adelante. Yo no he permanecido más de dos años en una misma ciudad desde
que terminé la universidad hasta que fui a Madrid y, aunque viaje por razones de
trabajo o en ocasiones esporádicas, es ahora cuando sé lo que es la familia tal y
como la conocéis vosotros. Es decir, estable, con unas costumbres que parecen
inamovibles, como las visitas a los suegros, las vacaciones y fiestas repartidos
entre estos y aquéllos familiares… en fin, lo que vosotros veis normal, para mí
no lo ha sido hasta que Noe y yo empezamos a vivir juntos.
Noelia se rio:
–Sí, sí, sin duda lo he tenido que reeducar en normas cívicas y familiares… Y lo
he domesticado…
Todos se rieron.
- ¿Y a ti quién te va a domesticar? -Preguntó Clara a Noelia riéndose
-Buena pregunta… -Intervino Ron mirando a su mujer sonriendo pícaro–.
Auch…- se tocó el brazo donde Noelia le dio un pellizco-. Sí, sí muy
domesticada estás tú…
-No creas… en el fondo Noe es la más formal y tranquila de la familia… -Decía
Camile sonriendo
Clara, Silvia y Julia estallaron en carcajada:
–Ni qué decir tiene que están todos muy mal si eso es cierto… -Decía Silvia
entre risas–. Claro que… -Miró a Camile alzando las cejas–… al ejemplo frente
a nosotros me remito… Camile no es que sea una fuente de serenidad y cordura
que digamos…
Camile inspiró fuerte:
-Me ofendería si no fuere del todo cierto… no estoy loca del todo, pero tampoco
soy un alarde de cordura y serenidad…
Todos empezaron a reírse fuertemente:
- ¿Tú? ¡No! -se reían-. Pero si eres la salud mental personificada, Camile.
-Bueno, bueno… no os regodeéis demasiado en mi confesión… -Decía Camile
poniéndose de pie y sacudiendo la arena de sus piernas–. Si no os importa, esta
loca confesa se va a dormir que entre bailar con todos los lugareños de cualquier
edad y condición y correr tras aquéllas ovejas inútilmente porque de nada me ha
servido… estoy que me caigo de sueño… Despertarme un rato antes de la
excursión de esta tarde “per favore” -Decía haciendo un gesto teatral con la
mano y girando para echar a andar hacia la terraza.
- ¿Ovejas? -Preguntó de pronto Julia desconcertada viendo a Camile alejarse
hacia la casa.
-Tú estabas en la parte de los tenderetes y te has perdido esa parte -Contestaba
Ron riéndose–. Había una especie de carrera de ovejas y tras ella salían los que
se animaban a participar. El primero que consiguiere quitar el cascabel a una
oveja ganaba y la temeraria de Camile se ha apuntado… Tenías que verla correr
como una desesperada entre un montón de niños intentando pillar a una oveja y
después, cuando la alcanzó, quitarle aquélla correa del cuello… ha sido
desternillante… especialmente porque se notaba que los críos estaban muy
duchos en el arte y la han superado todos…
Noe sonrió:
–Si en vez de una oveja le hubieren puesto a un cacha súper musculado y ciego
de esteroides, lo habría atrapado y descacabelado en un santiamén…
Clara se reía mirando a Josh aclarándole de inmediato:
–Camile siente una preocupante atracción por esos musculitos híper hinchados…
Pero no uno cualquiera, sino que tiene que estar inflado y, además, ser un
descerebrado.
Josh la miró y fingió un escalofrío.
- ¿De esos que ni siquiera puedes abrazar porque careces de largo de brazos para
abarcar tanto musculo desproporcionado?
- ¡Justo! ¡Esos! ¡Lo has pillado! -Se escucharon las exclamaciones mezcladas de
todos.
- ¡Qué horror! -Josh suspiró negando con la cabeza–. Un poco de musculo se
agradece, pero mucho… puag… Además, lo que agrandan por un lado lo
disminuyen por otro…
Lanzó una mirada significativa a la entrepierna y todos estallaron en carcajadas
-No pienso averiguar la certeza de tu afirmación Josh… Prefiero mantenerme en
mi feliz ignorancia… -Clara se reía casi ahogándose. Cuando consiguió contener
su ataque de hilaridad se puso en pie y tiró de Josh–. Será mejor que sigamos la
senda de la amante de los músculos esteroiditos y descansemos unas horas antes
de ir hacer un poco de turismo con el barco esta tarde o más de uno nos
caeremos por la borda dormidos… -Estiró el brazo y ayudó también a Julia a
ponerse en pie–. Recordad que esta noche cenamos en el restaurante con
Tomasino y Gina así que si nos da tiempo nos paramos en alguno de los
pueblecitos costeros y le compramos algo de alfarería, que les encantan esas
cosas…
-Pues no creas que es mala idea pararnos de todos modos, así le podríamos
comprar algo a mamá. -Señalaba Julia.
-Pues sí, sí, yo también le puedo comprar algo a mi madre. -Decía Tomás.
-Todos, si me apuras. -Añadió Silvia–. Así nos libramos de esa forzosa
obligación, todos nosotros…
-Pues no se hable más… Esta tarde turismo por la costa y parada para comprar
artesanía en algún pueblecito pintoresco… -Se reía Josh caminando con miss
Diva en las manos
A la mañana siguiente, muy temprano, Clara junto con Josh, Julia y Carlos, puso
rumbo a Roma en el coche de Josh, con la esperanza, o eso le dijo a Josh sin que
nadie le oyera esa mañana que Alex, finalmente, decidiere que solo
permanecería dos días por aquellos lares y cuando regresaren por la noche, dos
días más tarde, ya no estuviere o estuviere cenando fuera con Ron para
despedirse de él, ahorrándole la molestia de tener que encontrárselo.
Lo cierto, es que Josh y ella apenas recordaron ese posible incómodo encuentro
con Alex durante la noche y los dos días que estuvieron en la ciudad eterna pues
se lo pasaron en grande. Recogieron la documentación que Clara realmente iba a
necesitar para tener los papeles en regla antes de desembarcar en Nueva York y
que gracias al abogado amigo de Ron tenían ya listos y arreglados. Tras ese
pequeño trámite de dedicaron de lleno a divertirse. Hicieron turismo, comieron,
cenaron y fueron a los locales que les hubo recomendado Alfredo e incluso
perdieron el oremus en la segunda mañana con las compras o por lo menos lo
perdieron Josh y Julia que se lo pasaron en grande mientras Carlos y Clara no
pudieron sino dejarse arrastrar por su entusiasmo y desenfreno.
Regresaron a última hora de la noche del segundo día pues aprovecharon hasta el
último minuto que pudieron en Roma. Al llegar y tras dejar las cosas en sus
habitaciones, vieron que tenían una nota de Noelia informándoles de que estarían
en una de las terrazas del pueblo cenando y que si llegaban a tiempo se unieren a
ellos. Tras asearse a toda prisa y vestirse, fueron al pueblo y dejaron el coche
cerca de donde estaba ese pequeño restaurante famoso por el pescado que se
servía. Al llegar, lo primero que vieron, para disgusto de Josh y Clara que casi se
detienen en seco, es que Alex aún estaba por allí y que, además, estaba
acompañado de dos amigos y tres mujeres despampanantes que seguro eran
modelos o algo similar.
Josh miró de soslayo a Clara y le susurró:
–En fin, sirena, intentemos disimular y poner buena cara. Tú, tranquila, que no
pienso separarme de ti.
Clara le sonrió sin decir nada más. Al acercarse, Silvia, bendita fuera, se
apresuró a dejarles espacio a ella y a Josh a su lado que estaba en el lado opuesto
de la mesa de Alex y uno de sus amigos. Ron que se había levantado se acercó a
los cuatro recién llegados:
-Julia, Carlos, vosotros sois los únicos que no conocéis aún a mi hermano…- se
colocó junto a él y dijo-: Alex, ellos son Julia, hermana de Clara y su novio, casi
marido, Carlos. Chicos, él es mi hermano Alex.
Alex les dio la mano a los dos sonriéndoles amable y después saludó con una
sonrisa a Clara y Josh que ya habían tomado asiento y estaban indicándole a
Lorenzo, uno de los camareros del restaurante que conocían bastante de ir
algunas veces allí, lo que querían beber limitándose, ambos, a dedicarle un gesto
de cabeza y un mero “hola” y un “Alex” y por la mirada que les lanzó pareció
comprender bien el mensaje. “Seremos corteses pero indiferentes a tu
persona…”
Regresó a su asiento con Ron y dijo en voz alta los nombres de sus dos amigos y
de las tres mujeres que los acompañaban. Sí, sí, definitivamente modelos súper
Fashions parecieron decirse con la mirada Josh y Clara a los pocos minutos.
Silvia, cuando hubieron pasado unos minutos, se inclinó hacia ella y Josh y dijo:
–Alex es un poco frío y distante. Realmente no se parece mucho a Ron. Ha sido
educado, amable e incluso me ha parecido que quería caernos bien, pero a mí no
acaba de gustarme, me parece demasiado forzado… -Sonrió a Clara–. Claro que
reconozco que ya me caía mal de antemano, pero, aun así, comprendo lo que
decías de él y Ron. Sí, es guapo y atractivo tipo modelo de catálogo de ropa
masculina, pero Ron es más…
-Es más Ron. -Concluyó Clara en un susurro y con una sonrisa amable
Josh se inclinó hacia ambas y con una sonrisa divertida dijo también en voz baja.
–No le deis vueltas… es un capullo y un cabrón de campeonato, no hay nada
más que añadir…
Las dos se rieron suavemente
-Con las tres mujeres apenas si hemos intercambiado tres palabras en estos días.
- continuó Silvia-. No han venido con nosotros… está claro que no somos de su
interés, se han quedado en el yate tomando el sol o haciendo lo que fuere que
hagan y de los dos hombres, uno, el moreno con falsa barba de varios días, pero
que es evidente es un look cuidado tipo millonatis guay y sexy, es el dueño del
yate y es un esnob de cuidado. Te habla casi como si tuvieres que agradecer que
se digne siquiera a mirarte. El otro, el guapo del pelo castaño es un tipo
divertido, no habla español muy bien, pero más o menos lo entiendes. Nos ha
caído muy bien a todos y ha congeniado a las mil maravillas con Ron y Brendan.
Es un compañero de la empresa esa de inversiones donde trabaja el hermano de
Ron. Aún no sé exactamente a lo que se dedican. Creo que son abogados en
fusiones, inversiones empresariales o algo así… no sé. Solo he entendido que, al
igual que Alex, debe ganar un pastón y que se codea con millonarios como ese. -
Señaló al dueño del barco-. Y que vive y trabaja en Nueva York principalmente,
se llama Andy.
Josh y Clara suspiraron.
–Bueno, al menos uno de los tres se salva de la quema. -Aseveraba Josh
sonriendo burlón y Silvia asintió devolviéndole la sonrisa.
-Además, creo que no le hacemos puñetera gracia a las tres muñequitas porque el
millonatis mira mucho a Camile y el amigo de Alex, se ha unido a nosotros en
todas las cosas que hemos hecho.
Josh se rio:
- ¿Así que les habéis quitado uno de sus juguetes a las muñequitas…? Malos,
malos, malos. Sois unos niños malos… -Josh movía un dedo frente a Silvia que
se reía traviesa.
Tras eso intercambiaron algunos comentarios con Tomás y Brendan, sentados
cerca de ellos y les sirvieron la cena y aún se reía de algo que les había contado
Tomás cuando la voz de Amparo al otro lado, llamándolos, les hizo prestar
atención a aquél otro lado de la mesa
-Josh, dice Julia que eres mejor compañero de compras que Richard Gere.
Josh se rio:
–Lo soy, lo soy, sin duda. Aunque yo no pienso dejarle mi tarjeta de crédito a esa
manirrota. Yo que me creía un peligro para la economía de un país, ella me deja
a la altura de un principiante…
Julia empezó a reírse:
-Exageras y mucho, que tú no eres precisamente comedido en lo que a compras
se refiere…
Carlos carraspeó:
–Ninguno de los dos… Menudas pirañas hambrientas de trapos y cualquier cosa
brillante eráis ambos. Clara y yo íbamos detrás de vosotros con la lengua fuera y
el corazón en un puño… ¡Menudo par…! -empezó a reírse– ¡por Dios! Si le
gritasteis a un taxista de pronto que parase en seco el coche porque acababais de
ver a lo lejos el rótulo de Armani en una calle…
Clara se empezó a reír:
–El pobre taxista se llevó tal susto por los berridos de estos dos colgados que
paró de golpe con un brusco frenazo y Julia, Carlos y yo, que íbamos detrás,
acabamos estampados contra la mampara de seguridad y, encima, el pobre
hombre no hacía más que gritarnos después, con toda la razón, “stranieri folli
devono essere muniti di museruola”[v] -se reía negando con la cabeza.
Josh estalló en carcajadas:
-Pobre hombre, creo que tras nuestro alarido perdió varios años de vida.
-Esperad... ahora que lo pienso, no os pregunté que decía ese hombre tan
histriónico. -Se quejó Julia.
-¿Histriónico? -se rio Clara-. Oh vamos Julia, casi lo matas de un infarto. El
pobre tenía derecho a gritarnos, si no por eso, por casi provocar una colisión de
coches, motos y peatones en cadena en pleno centro de Roma con su frenazo
forzoso...
-Detalles, detalles... -movió la mano al aire restando importancia al comentario–.
Pero entonces ¿qué significaba eso que decía?
Clara sonrió.
“stranieri folli devono essere muniti di museruola” -repitió-. Significa “locos
extranjeros, deberían ir con bozal...”.
Julia se rio.
–Bueno... hay que reconocerle mucha verdad en esas palabras despúes del grito
que los dos dimos de repente...
-¿Comprastéis algo en la tienda de Armani? -preguntó Noelia sonriendo
interesada.
-Sí, sí, al menos nos dimos un capricho... -decía Julia riéndose–. Nos compramos
lo más barato de la tienda, un pañuelo de bolsillo...
Carlos estalló en carcajadas:
–Después del despilfarro de las horas previas, casi nos sentíamos culpables solo
con pisar la tienda, pero, bueno, finalmente los cuatro salimos con una tontería...
Clara puso los ojos en blanco –Eso sí, Josh y Julia no dejaron prenda sin
probarse... los pobres dependientes se nota que están curtidos y deben haber
visto a muchos como nosotros porque solo nos miraban con resignación pero nos
atendían amables... Estirados pero amables.
Josh estalló en carcajadas:
–Fue mala fortuna que fuere la última tienda en la que entramos, si hubiere sido
la primera, alguna loca compra habríamos hecho...
Carlos suspiró:
–Menos mal que era la última, si no, se habría cumplido aquélla predicción tuya.
-Miró a Clara- de que habría tenido que vender a mis futuros hijos para pagar las
compras de mi novia la manirrota...
Julia se rio.
–Y de nuevo exageráis... Solo me he gastado el sueldo de...-Frunció el ceño-.
Bueno, algunos meses...
Noelia se rio.
–Menos mal que yo no fui con vosotros. No quiero ni pensar la de hijos, órganos
y otras cosas que hubiere tenido que vender yo para pagar tal mañana de
descontrol consumista...
Ron se rio.
–Noe, no te preocupes, te lo habría pagado yo y me habría pasado al menos un
año sacándole partido a tu mañana descontrolada... -La miró alzando las cejas
-Es decir, que me exigirías comprar la máquina de capuchinos de Josh y no
quejarme bajo ningún concepto...
Ron sonrió.
–Interesante... -miró a Josh–. Podríamos acercarnos mañana a Roma y darle
oportunidad a ese imperioso afán cosumista que llevas dentro para salir y a mí
para comprar mi Enterprise cafetera... -Miró a Alex–. ¿Supongo que has visto la
especie de nave espacial que tiene para hacer café? -giró el rostro y miró a Josh-.
Uy, perdón, perdón.. a su niña bonita, la máquina que hace los mejores
capuchinos del mundo... -sonrió cuando Josh le hizo un gesto aprobatorio con la
mano–. Realmente dan ganas de comprarse una aunque solo sea por la
experiencia de levantarse por la mañana y poder decir en tu cocina “agárrense
que pasamos al hiperespacio”.
Carlos, Tomás y Brendan estallaron en carcajadas.
–Nos turnamos a primera hora de la mañana para poder hacer café... -decía entre
risas Tomás–. Incluso nos hemos hecho fotos haciendo capuchinos... Solo nos ha
faltado vestirnos con los uniformes de Star Trek y autoatribuirnos cada uno un
personaje para que nos puedan tildar, con razón, de locos sin cura ni remedio...
-Umm... Ahora que lo pienso... Josh -continuó Ron–. No te había preguntado
qué piensas hacer con ella cuando te marches a Nueva York ¿Te la llevarás?
Josh se rio.
– ¡Por supuesto! Mi niña bonita y mi diva vendrán conmigo sí o sí...
-Preguntále lo que le va a costar la broma de embarcar en el avión a su niña
bonita... porque, para vuestra información, no va en la bodega o con el
equipaje... No, no y no. Va en el compartimento de cabina... -decía Clara
mirando a Josh con las cejas alzadas–. Ha reservado el compartimento de cabina
destinado a cosas como instrumental médico u objetos de especial cuidado... El
compartimento que está tras donde se sientan la azafatas.
- ¿Bromeas? -preguntó Tomás conteniendo una carcajada.
-Oh no, no... no bromeo... Según él, no quiere separarse de su niña bonita ni seis
metros y menos dejarla abandonada y sujeta a los peligros de los maltratos del
equipaje... Vamos, que si no hubiere podido reservar ese compartimento estaba
dispuesto a pagarle un asiento... -decía Clara
- ¡Por supuesto!... -Repitió alzando la barbilla Josh–. Mi niña no puede quedar
en manos de brutos ni gente que pueda tratarla mal... -sonrió a Ron–. ¿Quién
sabe lo que le harían a mi súper nave cafetera...?
A partir de ahí de nuevo las conversaciones fluyeron en distintos grupos. Alex,
sentado cerca de Ron y sus dos amigos se dedicó a charlar con ellos y con las
modelos que apenas si abrían la boca, claro que una era rusa, la otra alemana y la
tercera americana y no hablaban palabra de español o si lo hablaban no daban
señales de ello, de modo que se dedicaron a hablar en inglés con sus
acompañantes y con Ron. Además, claramente no estaban muy interesadas en
los demás pues no eran millonarios o tíos de provecho como sus tres
acompañantes.
En un momento dado, Noelia se levantó de su asiento y se acercó a Clara y Josh
sentándose entre ellos y bajando la voz preguntó:
-¿Alguno de los dos va a decirme qué os pasa con Alex? Lo ignoráis sin ningún
reparo y no parecéis interesados en nada de lo que dice en cuanto abre la boca.
Puede que Ron no se percate de esas cosas, pero yo sí, especialmente contigo
Clara, te conozco demasiado bien. ¿Estás enfadada o molesta por algo?
Clara la miró seria.
–No nos pasa nada, Noe, es solo que, realmente, apenas si lo conocemos y de
todos modos tenemos muy poco en común con él...
Noelia la miró entrecerrando los ojos:
–Aparte del hecho de que te pasaste tres semanas cuidando de él sin tener
obligación alguna de ello...
Clara suspiró.
–Noe, no fue para tanto... Realmente solo tuve que cuidar de él diez o doce días,
hasta que pudo más o menos ver lo bastante bien para no tener a alguien
constantemente a su lado. -Josh la miró entrecerrando los ojos y claramente
mordiéndose la lengua de lo que le gustaría decir-. Y... bueno... tampoco es que
lo hayamos ignorado. Estamos en la otra punta de la mesa, no pretenderás que
nos pongamos a hablar a gritos y cortando todas las conversaciones cada dos por
tres...
-Vosotros dos… -los miró indistintamente–. No sabéis mentir, que lo sepáis. No
voy a insistiros ahora, pues no creo que sea el momento ni el lugar, pero mañana,
mañana, nosotros tres vamos a tener una conversación tranquila y vais a
contarme lo que ocurre y ni os molestéis en volver a decir que no pasa nada y
menos a insinuar que son imaginaciones mías… Si lo que queréis es que
prometa que seré discreta o que guardaré el secreto, lo haré. Pero no me trago
eso de que no tenéis nada en común y menos que estáis alejados en la mesa. A
ninguno de los dos le agrada Alex y vais a tener que decirme el por qué ya sea
porque haya ocurrido algo, ya que os haya hecho algo a alguno, ya por lo que
sea… -Miró a Clara fijamente–. Sabes que soy muy pesada cuando me lo
propongo así que no me obligues a sacar mi vena cansina o acabaréis teniendo
pesadillas conmigo… -Se puso lentamente en pie y añadió–. Y puedo ser muy,
muy de pesadilla…
En cuanto se alejó Josh miró a Clara y bajando de nuevo la voz preguntó:
–Se lo vamos a tener que decir ¿verdad?
Clara suspiró:
–Es como un pitbull. Si huele sangre no suelta la presa y a nosotros nos ha olido
en la distancia… -Suspiró de nuevo pesadamente–. Sí, sí. Se lo vamos a tener
que decir algo y se va a sentir fatal porque pensará que es culpa suya por
pedirme un favor sin saber realmente lo que me estaba pidiendo y lo que iba a
encontrarme… -inspiró y expiró otra vez lentamente–. Y mentir no es una
opción. En algo tiene razón, se nos da de pena a los dos…- miró fijamente a Josh
–. Quizás podamos ahorrarnos algunos detalles, al menos los más humillantes,
pero no creo que podamos eludir contarle algunas cosas, al menos por encima,
tampoco es necesario entrar en mucho detalle, aunque supongo insistirá.
Josh la miró fijamente unos segundos y después miró en general a la mesa.
–Supongo que tarde o temprano tenía que pasar, sirena. Por mucho que pretendas
no mortificar a Noelia y a Ron con el comportamiento del hermano de éste, lo
cierto es que no podías mentir mucho si lo tienes delante de las narices y como
bien dices se te nota cuando mientes…
Clara se dejó caer desgarbadamente en el respaldo de la silla suspirando.
–Sí… era inevitable… aunque si el capullo no hubiere tenido la ocurrencia de
aparecer nos habría ahorrado ese “inevitable momento” -miró a lo lejos a Noelia
y Ron–. No sé… quizás podamos contarles, no una mentira, sino solo una media
verdad… -miró a Josh–. No sé… tipo, no es él, eran sus amigos que eran unos
esnobs insoportables y al final preferí evitarlos…
Josh sonrió comprensivo:
–Ay sirena… un día tendré que decidir si empujarte hacia el infierno o pedir tu
canonización…
Clara se rio suavemente:
–Yo con alitas… interesante…
-Cielo, he dicho que te canonicen no que te eleven a la categoría de ángel.
Clara se rio:
–Ya no la dejan soñar a una ni con ser un ángel travieso… Este mundo cada día
merece menos la pena.
Los dos se reían cuando la voz de Ron llamándolos les hizo prestar atención al
otro lado de la mesa.
-Andy nos acaba de decir que planeaban ir a Roma alguna noche y que van a
aprovechar que su helicóptero. -Señaló con la cabeza al millonatis-. Se encuentra
hoy en el yate para ir a pasar la noche allí. Pueden ir diez pasajeros, eso deja
cuatro asientos libres y nos invitan a ocuparlos y acompañarlos… -sonrió. Clara
y Josh lo miraban, pero permanecían en silencio-. ¿Os animáis? Ya que habéis
sido todo este tiempo nuestros anfitriones… -añadió Ron divertido encogiéndose
de hombros
-Umm… -Clara intercambió una somera mirada con Josh–. Pues, la verdad Ron
es que deberíais ir tú, Noe y dos más que no hayan estado todavía en Roma.
Aunque el viaje en helicóptero no dudo sea muy divertido, no sé… nosotros
acabamos de estar allí, mejor darles la oportunidad a los demás. Además, yo
llevo dos mañanas sin ir a la cafetería y mañana es domingo, el día que más
ajetreo suele haber… No me parecería bien no aparecer sin darle tiempo a
Tomasino a saberlo… -miró alrededor de la mesa-. Camile, seguro que tú estás
deseando ir a los locales de moda de Roma.
- ¿Seguro? ¿No te importaría? -preguntó esbozando ya una sonrisa
-No claro, tonta, si no, no te lo ofrecería… -giró un poco el rostro hacia el amigo
millonatis–. Bueno, si es que al anfitrión de ese viaje no le importa, claro… y…-
miró de nuevo en derredor–. ¿Alguno de vosotros seguro se muere solo ante la
idea de ir en helicóptero…? -sonrió al ver la sonrisa de Brendan-. ¿Brendan?
El mencionado se rio.
–Lo reconozco, solo por ir de noche en helicóptero, creo que me animaría, sí… -
miró a Josh–. Pero, bueno… Clara quiere dedicarse a hacer bollos toda la noche,
pero ¿qué me dices de ti? ¿No te apetece?
Josh hizo un gesto despreocupado con la mano:
–No, tranquilo. Si de verdad quieres ir, aprovecha… Además, así mañana podré
utilizarte como mi particular esclavo en aras a compensar mi generosidad
anterior…
Brendan sonrió mirando a Clara:
-Qué entiende por esclavo?
-Que serás su camarero toooddddoooo el día… -dijo ella sonriendo–. Cada dos
por tres te pedirá que le lleves una cerveza, que le pongas tal o cual copa o
incluso que le cortes la carne en pedacitos pequeños pues ha de cuidar sus
delicadas manos de artista… -movió los dedos con sorna frente a ella
Josh estalló en carcajadas:
–Eso solo te lo obligué a hacer una vez y fue en castigo por pincharme las cuatro
ruedas del coche… -miró en derredor-. ¿Cómo se pueden pinchar a la vez las
cuatro ruedas de un coche? Un misterio del que nunca sabremos la verdadera
respuesta… pues, aunque ella cuente una historia del todo verosímil, resulta del
todo asombroso ser incapaz de no ruborizarse al contarla…. -Puso los ojos en
blanco mientras suspiraba teatralmente.
Tomás estalló en carcajadas:
– ¡Por favor, confiesa! ¿Cómo se pinchan de golpe cuatro ruedas? -preguntaba
mirando a Clara entre risas
Clara suspiró:
–Pues metiéndote en un parking por la zona de salida y no de entrada donde hay
pinchos de esos que se ponen en el suelo para evitar la entrada de coches en
cierta dirección… Digamos que no solo no los vi sino que no tuve los reflejos
para frenar a tiempo de dejar alguna rueda a salvo de ser sacrificada en el altar
de los torpes…
Tomás se reía negando con la cabeza:
–Bueno… de ser cierta esa historia resulta bastante increíble que hayas llegado
viva a tu edad sin más magulladuras y daños físicos permanentes… y de no ser
cierta, implica que la verdadera historia debe ser francamente hilarante y
humillante pues si admites eso para no contar la verdad, miedo da pensar cuál
puede ser tal verdad…
Clara alzó la barbilla y resopló:
–Me niego a seguir con esta conversación… -se llevó la mano al pecho
teatralmente–. Me siento herida en lo más profundo de mi orgullo y pundonor y
de seguir así me veré obligada a retarte en duelo con la primera luz del alba…
-Pagaría por ver de lo que eres capaz con un arma en la mano… -se reía Josh–.
Rétale, rétale… -miraba entre risas a Tomás–. Apuesto a que mañana acabamos
todos en la cárcel por delitos contra el medio ambiente ya que uno de nosotros
habrá matado a todas las gaviotas de la playa intentando disparar a un hombre…
¡Auch!... -se frotó el brazo–. Sirena… Eres muy bruta… -decía mirándose el
brazo en el que le había dado un golpecito–. Recuerda que soy un artista sensible
y atormentado… los malos modos no son buenos para un alma abrumada y
asolada como la mía…
Clara puso los ojos en blanco:
–Por favor… ni que fueras una diva en pleno ataque de neuras… según tu
definición, Josh, James Dean tenía que ser un jolgorio a tu lado… cuando todos
sabemos que, si te dieran la oportunidad, en un santiamén te lanzarías de cabeza
a ser la artista invitada en un show de cabaret y solo te contienes porque ahora
mismo te falta la boa de plumas para ello.
Andy el amigo de Alex se inclinó sin dejar de sonreír hacia Ron para decirle:
–Si no fuera porque es evidente que él juega en la liga de otro equipo, diría que
parecen un matrimonio de esos que llevan casados veinte años…
Ron estalló en carcajadas.
–Pues tendrías que verlos terminando el uno la frase del otro… Noe a veces los
pica para poder reírse con esa forma que tienen de hilar ideas y frases mutuas…
resulta hilarante y muy curioso verlos, como si llevasen toda la vida
haciéndolo…
- ¿Y no es así?
Ron negó con la cabeza.
–Se conocieron el pasado verano y llevan casi un año viviendo juntos, pero se
complementan de maravilla. Josh es alocado e inconsciente y Clara reservada,
callada y siempre medita todo hasta la extenuación, pero cuando están juntos se
compenetran de maravilla. -Señaló con la cabeza a Clara que seguía inmersa en
una conversación con los más cercanos a ella–. Cómo la ves ahora, es la Clara de
verdad, la que conocemos sus amigos, pero no se mostraría así, de modo
relajado, con personas desconocidas, si no estuviera Josh con ella y la picase sin
cesar. La verdad es que saber que el uno cuidará del otro nos tranquiliza un poco
a todos desde que dijo que se embarcaba en esa aventura de Nueva York… -
Andy frunció el ceño haciéndole ver que quería que le explicase más–. Pues…
Clara y Josh se mudan allí dentro de unas semanas. Van a poner un negocio
juntos en el Soho y bueno… ciertamente no deja de ser un riesgo elevado y más
para ella que lo deja todo atrás sin conocer nada ni nadie allí…
Andy miró a Josh y a Clara desde su sitio.
- ¿Y qué negocio es?
Ron sonrió.
–Bien, bueno, tú aún no has probado lo que Clara es capaz de cocinar, pero te
aseguro que logra auténticas maravillas. Pondrán una especie de doble negocio.
Una pequeña cafetería-trattoria con platos y dulces españoles e italianos y una
floristería. Clara se vino hace unos meses aquí, a vivir con Josh, para aprender
de Tomasino y Gina. La pareja de italianos que conocisteis ayer en esa terraza de
la plaza del pueblo -Andy asintió-. Noe dice que a Clara se le ha dado tan bien la
cocina no solo porque le gusta sino porque se concentra mucho en lo que hace y
eso logra que se emplee con dedicación en algo que requiere maña y, sobre todo,
apreciación por los detalles. Antes de marcharos mañana, deberías pasarte por la
casa de Josh y almorzar con nosotros. Podrás al menos probar alguna de las
cosas que hace… -se tocó la tripa–. Yo regreso con varios kilos de más por sus
panes, sus postres y esos risottos que hace… deberían estar prohibidos… -se rio
Andy de nuevo miró a la pareja.
–Pues, ciertamente, un negocio de restauración en Nueva York es arriesgado…
-Bueno, quieren algo pequeño, no un restaurante en plan local de moda de
Manhattan. Quieren un local agradable y en el que la gente se siente a comer
tranquilo o a tomar café con dulces relajados y dónde comprar pan y dulces de
esos que te apetece tomar sábados y domingos mientras lees el periódico con
absoluto relax… y a ser posible hacerse con un par de buenos clientes a los que
llevarles panes o dulces a diarios, como oficinas, restaurantes y eso.
- ¿En el Soho has dicho? -preguntó Andy.
Ron asintió.
–Es un buen sitio para probar, creo. Josh vivió allí antes de venir a Italia y
conoce bien la zona. Además, allí hay negocios de última moda, pero también
negocios más familiares… un buen sitio para poder comenzar…
-Y con muchos vecinos y oficinas que aseguran el flujo de posibles clientes si
está en una buena zona… -añadió Andy–. Sí, sí, supongo que, si han encontrado
un buen local en una buena ubicación, tienes razón, un buen sitio para
empezar…
-No recuerdo exactamente la dirección, pero sé que cuándo me la dijo Josh, hace
unos meses y lo busqué, me pareció que habían tenido suerte encontrándolo.
Creo que un viejo amigo de Josh, que es agente inmobiliario, le estuvo ayudando
durante semanas hasta que dieron con el local que él quería y, ciertamente, hay
que reconocerle a Josh su olfato comercial. Clara será una hormiguita
trabajadora como ella dice, estará en la cocina que es lo que le gusta realmente, y
Josh será las relaciones públicas por decirlo de algún modo. Además, Clara es
contable de profesión con lo que, al menos, lo importante lo llevarán al día y
controlado.
Andy asintió.
–Sí, sí, los peniques bien contados y en la caja siempre son lo más importante…
-los dos se rieron–. Pues creo que en cuanto se instalen y abran el local habré de
pasarme, aunque solo sea por saciar mi curiosidad… Además, me confieso
acérrimo defensor de la comida mediterránea, aún me relamo con las pizzas
dulces de ayer de esa cafetería…
Ron se rio.
–Pues podrás relamerte en Nueva York si gustas porque esa receta es de Clara... -
la miró-. Nos la hizo a Noe, a mí y a unos amigos en una cena el pasado
verano... como indicó, nos usó de conejillos de Indias...- sonrió -... Eran un
experimento que acababa de probar... Me pasé dos días alimentándome de ellas y
peleándome con Noe por cada una...
- ¿Por qué te peleabas conmigo? -preguntó Noelia incorporándose a la
conversación
-Por las mini pizzas dulces de Clara. -Le contestó sonriendo Ron-
-Oh sí... cada vez que las hace es una batalla campal... -sonrió– Claro que peor
es cuando hace la mouse de tres chocolates... entonces la cocina se convierte en
un infierno y nosotros en dos mercenarios sin moral ni límite.
Ron estalló en carcajadas.
–Habla por tí, mercenaria.
-En fin, aunque esté mal aprovechar así la circunstancia, creo que me veo en la
obligación de aceptar la invitación para el almuerzo que me has hecho. -Decía
Andy sonriendo–. Quizás así pueda probar algunas de esas delicias...
Noelia se rio.
–No temas, algunas probarás. Al parecer, Clara se ha propuesto cebarnos como
cerditos antes de permitirnos regresar a España.
Ron se reía negando con la cabeza.
–Ni que te apuntase con un arma para que comas... lo haces por tu propia mano...
-Oh, de eso nada. No puede pretender ponernos esas cosas delante de las narices
y que nos quedemos quietos en contricción y autoflagelación... Lo hace
llamando a los comilones que llevamos dentro... -decía Noelia sonriendo como si
tal cosa– y evidentemente mi comilona interior responde a la llamada de la selva
sin poder evitarlo.
-Madre mía... y luego dice que las mujeres no tienen talento para darle la vuelta
a las cosas a su antojo... -decía Ron sonriendo–. Solo te ha faltado añadir que
habría que condenarla por alimentarte.
-Interesante cuestión. ¿Me alimenta o me sobrealimenta? -preguntaba Noelia
alzando las cejas con una media sonrisa en los labios.
-No quiero ni pensar lo que enseñas a las jóvenes mentes de tu escuela en clase,
Noe... la próxima generación será terrorífica.
Al cabo de unos minutos Clara se despidió de todos aprovechando que iban a
pedir la última copa antes de separarse, y se marchó a la cafetería de Tomasino
para preparar algunos dulces para el día siguiente.
Al regresar pasadas las doce del mediodía a la casa estaban casi todos en la
playa, menos los que habían ido a Roma que en cuanto regresaron al amanecer
se acostaron.
-¡Ey! ¡Hola sirena! -La voz de Josh la hizo sonreír desde la terraza viéndolos a
todos tumbados en la arena o bañándose
-Hola... -se quitó las sandalías y caminó hacia ellos y al llegar se sentó junto a
Tomás, Amparo, Silvia y Josh que miraban a Julia y Carlos que se daban un
baño-. Os creía dormidos ya que dijistéis que os acercarías tras la cena al bar a
tomaros unas cañitas y bailar un rato.
-Lo hicimos, pero no nos quedamos hasta muy tarde porque Carlos y Tomás
quieren ir, nada más terminar de almorzar, a pescar con el sobrino de Tomasino.
-contestaba Amparo enderezándose de su toalla–. Podríamos aprovechar para ir
nosotras al pueblo a comprar algunos de esos trajecitos veraniegos que llevan las
jóvenes del pueblo. Bueno, si no estás muy cansada de la noche en vela.
Clara negó con la cabeza.
–No, no. La verdad es que me vendría bien, así esta noche no saldré con vosotros
si os acercáis al pueblo a tomar copas, y dormiré de un tirón.
Silvia sonrió.
- ¡Estupendo! Si nos acompañas nos harán descuento.
Clara sonrió.
–No os harán descuento, sino que no os cobrarán como si fuerais unas turistas
sin más…
-Bueno, eso… Me conformo… Precio de vecino… -se reía Silvia poniéndose la
camiseta sobre el bikini.
-Por cierto, os he traído los barrilitos que os había prometido Tomasino para que
os los llevaseis a España. -Miró a Tomás y a Carlos–. Bueno, he traído uno para
cada uno… -sonrió–. A este paso, las avionetas que os recogen dentro de tres
días os dejarán en tierra para poder transportar todo lo que lleváis de equipaje
extra…
-En realidad no. -sonrió Tomás–. Hemos seguido el excelente consejo de Josh y
hemos contratado un servicio de mensajería así que volveremos solo con la bolsa
de mano. Si lo llegamos a saber, en el viaje de ida hubiésemos hecho lo mismo y
nos habríamos ahorrado cargar y descargar maletas en Roma y Madrid y todo
por unos euritos de nada.
-Bueno, si lo pensamos bien, creo que nos saldría más caro pagar el sobrepeso
por persona que el mensajero. -Se rio Carlos que se secaba el agua de mar–.
Llevamos un montón de cosas.
-Pues no sería porque no os avisase antes de venir… -señaló Clara–. Umm… he
traído los postres y he hecho, mientras Tomasino horneaba pan, Ternera
Piamontesa. -Miró a Carlos–. Ya que te quedaste sin probarla en Roma por mi
culpa…
-Certo, certo… -respondió Carlos teatralmente
-Bueno, bueno, no exageremos, que solo se me pasó pedir ese plato porque me
estabais distrayendo…
Josh estalló en carcajadas.
–De eso nada. Lo que te distraía era el regimiento de marinos que pasó delante
de nuestra mesa en la terraza en ese momento.
Clara se rio y miró a Silvia y Amparo.
–Ya os digo… Una panda de marineros italianos uniformados pasando a medio
metro de nosotros… ¡cómo para no distraerse…! -miró a Josh –. Pero tú ni
hables, estuviste a un tris de ponerte a silbarles…
Josh estalló en carcajadas y mirando a las tres mujeres imitó a Clara.
-Ya os digo… -las tres se rieron–. Por cierto, Ron ha dejado una nota en la
nevera para avisarnos de que el amigo simpático de Alex vendrá a almorzar con
nosotros. -Clara intentó no fruncir el ceño y preguntar con desgana si el capullo
le acompañaría y se limitó a asentir–. Y hablando de almuerzo. Creo que antes
me pasaré por el pueblo para comprar algunas cosas, como más cervezas que
estos españoles borrachuzos no paran de consumir y consumir alcohol como
esponjas.
Carlos y Tomás se rieron.
–Habló el que siempre tiene un botellín en la mano. -Decía Tomás aupándose de
un salto y poniéndose en pie–. Pues este borrachuzo te acompaña al
supermercado italiano… que, dicho sea de paso, es de los pocos lugares que no
conocemos y tengo curiosidad por poner en práctica la teoría de Clara de que
todos te van aconsejando qué comprar y cómo hacerlo…
Josh se rio.
–No qué va, no aconsejan, te meten directamente las cosas en el carro y después
te dan “su consejillo de cocina” -Señalaba enderezándose y sacudiéndose la
arena de los pantalones.
-Pues ya que vas, tráeme espinacas y un poco de albahaca fresca. Voy a hacer
pizzas de primero y una ensalada caprese. -Clara miró a los demás aclarando de
inmediato -. De tomate y mozzarella…
- ¿Vas a hacernos pizzas? -Preguntó Carlos
-Pues sí… Tiene delito que llevéis dos semanas en Italia y aún no hayáis
probado una pizza casera como Dios y los italianos mandan que se hagan… os
haré tres distintas que fueron lo primero que me enseñó a cocinar Tomasino en
su horno de leña.
-Definitivamente regresamos con sobrepeso… -Intervenía Silvia también ya de
pie sacudiéndose la arena mientras Clara se reía.
-Sois mis conejillos de indias… He de tomar el pulso de lo bueno y lo malo…
Un par de kilos no os vendrán mal… Además, tú no has engordado ni un gramo
desde que tenías quince años para envidia eterna de tus amigas.
Amparo enredando el brazo en el de Clara y echando a andar hacia la terraza se
rio.
–Clara lo único que te prohibimos hacer es café… Ese es un arte que queda lejos
de tus talentos…
-Me ofendería si no fuere dolorosamente cierto… -Sonrió.
-Y de nuevo hete aquí otro motivo por el que es imprescindible que mi niña
bonita sea lo primero que hemos de llevar con nosotros a nuestro nuevo
apartamento… -se reía Josh subiendo ya las escaleras de la terraza
Clara miró a los demás.
–Rezad para que nuestro vuelo a Nueva York llegue sin percances pues si ha de
elegir entre salvarme a mí o a su niña, me veo nadando en medio del Atlántico
con solo un mísero chaleco salvavidas como compañero de tragedia…
-Oh no digas eso, sirena… -la miraba Josh–. Cogería tu chaleco para atárselo a
mi niña… por si acaso…
-Y de nuevo digo que me ofendería si no fuere dolorosamente cierto… -suspiró
poniendo los ojos en blanco–. Dios, dame paciencia…
-Y un chaleco salvavidas extra… -añadía Josh riéndose–. Vamos caballeros, será
mejor que huyamos antes de que ciertas damas quieran tirarme una piedra a la
cabeza.
-Sí, sí, huid, pero ni se os ocurra regresar sin mi albahaca ni mis espinacas
frescas.
Dos horas después, Clara se reía metiendo las pizzas en el horno mientras
escuchaba a Carlos, Tomás y Josh contadles su experiencia en el supermercado
sentados en los taburetes en torno a la isla de la cocina con Silvia, Julia y
Amparo desternilladas de risa.
- ¿Así que ahora podéis, por fin, haceros una imagen de mi primera compra al
día siguiente de llegar aquí y mi desconcierto una vez fuera del súper con ese
carro hasta los topes y preguntándome en qué demonios pensaba?
Tomás se reía negando con la cabeza.
–Lo mejor ha sido en la sección de los quesos… casi me ahogo de risa mientras
veía a Carlos rodeado por un grupo de “lugareñas” que veían a ese pobre joven
extranjero perdido y desatendido y consideraron necesario guiarlo en el profuso
mundo de los lácteos nacionales.
-Menos retintín que creo que Josh y tú, como consecuencia de ese ataque sin
contención ni contrición de “esas lugareñas”, vais a tener que comer queso de
aquí hasta el día del juicio final… -se reía Carlos–. Aunque eso sí, ahora sé
distinguir el provolone de cualquier otro queso con los ojos cerrados.
-Umm… ¿Qué huele tan bien? -preguntaba Noelia entrando en la cocina
-Pues supongo las pizzas que empiezan a hornearse… -le contestó Clara–.
Bueno, cuéntanos… por tu cara de sueño es fácil deducir que os lo pasasteis
bien.
Noelia miró para atrás asegurándose que no tenía a nadie detrás y después miró a
todos alrededor de la mesa.
–Pues la verdad, hubo momentos que estuvieron bien y otros no tanto… -miró a
Clara fijamente–. Tengo el peor concepto del mundo del amiguito millonatis y
sus tres lobas… Menudos imbéciles han resultado ser… Antes no eran
simpáticos, pero anoche…
La miraban mientras se sentaba y Josh le ponía entre las manos un trozo de pan
con queso y un zumo frío que ella agradeció con una sonrisa antes de beber un
poco.
- ¿Por qué? ¿Ocurrió algo? -le preguntaba Josh con cautela
Noelia suspiró.
–A lo mejor es que no estamos acostumbrados a tratar con súper millonarios,
pero lo cierto es que ese tío me pareció un prepotente de cuidado. Por mucho que
disimulase, sé que Ron se sintió violento por el modo en que se dirigía a Camile,
Brendan y a mí… Ya sabéis, nos miraba y nos hablaba por encima del hombro y
como si el mero hecho de hablar con nosotros fuere un gesto de abrumadora
generosidad de una deidad como él. Al final de la noche, en uno de los locales,
nosotros cuatro y Andy, que he de reconocer es muy simpático y divertido, nos
apartamos de ellos y nos quedamos tranquilos y no nos fuimos porque el regreso
era en el helicóptero de ese cretino que si no… -puso los ojos en blanco–. Lo
siento por Ron, la verdad, porque era muy evidente que estaba incómodo por
cómo se comportaba su hermano, pero no podía decirle nada sin montar una
escena. No era tan pronunciado como el millonatis, pero desde que llegamos a
Roma estuvo seco, distante y muy… -hizo una mueca–… no sé cómo decirlo…
¿Crecido…? y ni hablo de las tres lobas esas… menudas lagartas.
Clara y Josh intercambiaron disimuladamente una mirada, pero Noelia no les
dejó escaparse sin más.
--¿Los amigos que conocisteis el pasado verano eran iguales?
Clara suspiró imperceptiblemente y miró a Josh que ya asentía mirando a Noelia:
–Bueno… es que tampoco los traté demasiado… o me ignoraban o me hablaban
como si fuere una mosca molesta por lo que procuraba no permanecer cerca de
ellos… no sé qué decirte, Noe… -se encogió de hombros.
-Puff… -suspiró Noelia–. Yo lo siento por Ron. Se sintió algo mortificado por
cómo su hermano actuó en algunos momentos, como un esnob de tomo y lomo.
Todos giraron el rostro hacía Clara.
- ¿Contigo se comportó así? -preguntó Carlos de pronto molesto.
Clara se encogió de hombros.
–Es complicado de explicar… -se giró para bajar la temperatura del horno, pero,
sobre todo, para evitar que la mirasen tan fijamente, aunque aún lo hacían
cuando se sentó de nuevo–. Al principio, estaba enfadado, preocupado y violento
al encontrarse al cuidado de una extraña, después… -de nuevo hizo un gesto con
el hombro–… dependía del momento. A veces era normal y otras… bueno… un
poco gilipollas, la verdad. -Miró un segundo a Josh–. Normalmente se
comportaba como dices cuando sus amigos estaban aquí o cuando se iba con
ellos.
-Lo que era siempre desde que recuperó la vista y antes fue un capullo arrogante
y un mierda prepotente que te trataba como si fueras su criada… y ni tuvo la
decencia de darte las gracias. -Añadió Josh serio mirándola fijamente.
Noelia se levantó del taburete y la miró fijamente:
- ¿Hizo eso? ¿Por qué no dijiste nada? -preguntó claramente molesta y
preocupada
-No sé, Noe… Estabais de viaje de novios, poco o nada podíais hacer desde
Hawái salvo interrumpir vuestra luna de miel y, además, de todos modos, alguien
tenía que cuidarlo hasta que al menos pudiere valerse solo y yo ya estaba aquí.
Era solo cuestión de llegar a un punto intermedio. Se comportó mejor cuando
casi lo mando a la mierda y bueno, lo de sus amigos… si lo pienso bien, me vino
de perlas porque mientras él salía con ellos, yo tenía tiempo a solas y mis
particulares vacaciones por libre. Y, ya puestos, Noe, no deberíamos decirle nada
a Ron, bastante mal se siente por haberme pedido el favor como para decirle que
tiene un hermano que es un gilipollas de manual y un capullo de los que
aparecen en los diccionarios… Me quedo con más cosas buenas que malas de
aquellos días y respecto de las malas, bueno, sinceramente, ni Alex ni sus
amigos me importan un rábano de modo que… -alzó su botellín de cerveza–.
¡Que les den!
Julia la miró unos segundos fijamente.
–Empiezo a entender por qué nunca hablabas de ese hermano al que se suponía
cuidaste.
Clara de nuevo se encogió de hombros
- ¿Para qué hablar de alguien que ni me va ni me viene…?
-Ay Clara… -Noelia se acercó y la abrazó por la espalda–. Lo siento, lo siento, lo
siento… Si llego a saber que era así nunca te habría pedido que vinieres a
hacernos el favor…
Clara la sonrió tras romper el abrazo y girarse para enfrentarla.
–Ya lo sé, boba y no empieces a mortificarte porque gracias a eso, conocí a
mucha gente que sí merecía la pena y ahora tengo a mi Josh y me marcho a
Nueva York con él, miss Diva y su niña bonita.
- ¡Amén, hermana! -Exclamó Josh con una sonrisa alzando su botellín para
rebajar la tensión que parecía haberse creado en unos segundos en los rostros de
todos y que pareció funcionar porque todos sonrieron–. Y, por cierto, sirena… -
señaló el horno–saca las pizzas antes de que acaben chamuscadas.
Clara saltó del taburete y miró por la ventana de los dos hornos y después a Josh
frunciendo el ceño:
–Oye, gallinita emplumado, no vuelvas a asustarme de ese modo… -se enderezó
y alzó la barbilla–. Quemárseme las pizzas… no lo verán tus ojos, mala víbora…
-miró a los demás sonriendo–. Pero estarán en un par de minutos… ¿Por qué no
sacáis el resto del almuerzo a la mesa y llamáis a los demás?
Como si también entendieren que mejor dejar pasar ese incómodo interludio,
todos obedecieron y unos pusieron la mesa mientras otros iban a por los
rezagados. Ya estaban Clara, Noelia y Julia poniendo en la mesa las pizzas
cuando Ron entró en la terraza seguido de Andy y Alex.
-Buenas tardes. Espero disculpéis el que me una sin más a la reunión. -dijo Andy
sonriendo a Josh y Clara con su marcado acento yanqui y alguna que otra
palabra trastabillada.
Josh le sonrió levantándose de su asiento y entregándole un botellín ignorando
muy claramente a Alex:
-No te preocupes. Ron nos dejó una nota avisándonos que comerías con
nosotros.
-Lo cierto es que huele de maravilla… -Se sentaba mirando las pizzas.
-Josh, anda, haz de buena anfitriona y ve partiéndolas mientras traigo el aliño
para la ensalada de tomate… -dijo Clara terminando de dejar la última pizza en
la mesa y guiñándole el ojo–. Además, aprovecharé para poner la olla de la
ternera a calentar con el calor del horno.
-Te acompaño y voy a por más cervezas que veo que las vamos a necesitar… -
señaló Silvia mirando a Ron y a su hermano.
En la cocina, mientras Clara metía las ollas en el horno y Silvia sacaba algunos
botellines de la nevera ésta le preguntó:
–No piensas contarle ni una décima parte a Noe y a Ron ¿verdad? -Clara la miró
alzando las cejas mientras tomaba el bote en el que había hecho su aliño-. Me
refiero a que esa somerísima descripción de antes no deja de ser más que una
ínfima parte de lo ocurrido y por la cara de Josh no hay que ser un genio para
saber que si le damos espacio cogerá el cuchillo de trincar la carne y se lo
clavará a ese capullo de diccionario, como lo has llamado.
Clara suspiró:
–Prefiero ahorrarle a Ron ese mal trago y a mí misma de paso. Además, haré
como anoche, pasaré de él y punto. Tampoco cuesta demasiado, ya has visto que
es bastante circunspecto con todos menos con Ron, así que.
-Sí, bueno, supongo que tienes razón. Para qué martirizar a alguien por un
familiar al que no puede cambiar ni tampoco del que poder renegar.
-Veo que lo entiendes… -sonrió pícara Clara–. Anda vamos o nos quedamos sin
ni un mísero trozo de pizza y, al menos, quiero un poco de la calzone… -
caminaban ya saliendo de la cocina.
- ¿Esa es la que esta doblada?
Clara se reía negando con la cabeza al llegar:
–Per favore, Josh, explícale a la paleta de mi amiga, qué es una pizza calzone.
Josh sonrió a Silvia:
–Ahhh mujer de poco mundo… no conocer la pizza calzone… pues eso no
puede ser… -Puso un trozo de la misma en un plato y se lo pasó de inmediato–.
Prueba y disfruta, pequeña inculta.
Silvia se reía antes de sentarse:
–No sé, no sé, paleta, mujer de poco mundo, inculta… Esta pizza me ha
granjeado muy duros insultos… Más vale que esté francamente buena… -Iba a
darle un bocado cuando Clara se la quitó de las manos con rapidez- ¡Ey!
-Uy no, espera… -la dejó en el plato–. Se me olvidaba que eres alérgica a la nata
entera… Umm… te quedas sin calzone, Scusa… Prometo hacerte una para ti
sola mañana con nata desnatada… -le puso dos trozos de distintas pizzas-. Hoy
te conformas con la de espinacas y mozzarella y la de pepperoni y berenjena.
Silvia se rio:
– ¿Así que seguiré ofendida hasta mañana? En fin… Haré acopio de paciencia…
-Oh sí, te elevaremos a los altares por tu generosidad sin parangón… -
refunfuñaba Clara antes de dar un bocado al trozo de pizza que le hubo quitado–.
Umm… aunque peque de inmodesta, está muy rica… -miró a Silvia–. Mala
suerte, pequeña inculta.
Silvia se rio:
– ¿Eres consciente de que tengo cerca tenedores, cuchillos y vasos con que poder
herir a arpías como tú?
-Bah… detalles menores… -miró a Carlos-. ¿Y bien? Como me digas que no
notas la diferencia con las pizzas que tomas normalmente, yo sí que te arrojo
todo lo que ella ha dicho… -señaló con un golpe de cabeza a Silvia
Carlos se rio:
–No hace falta, están de muerte, cuñadita… La mejor, la de espinacas… ¿quién
me lo iba a decir?
Julia y Clara se rieron negando con la cabeza:
–Tú y tus prejuicios con lo verde… hombre de cromañón… -decía Julia entre
risas–. Con la excusa de ser carnívoro… -puso los ojos en blanco
-Pues te podrás saciar con la ternera de después… -Le sonrió Clara antes de dar
un segundo bocado a su pizza–. Lo que me recuerda… -le pasó un bote de cristal
a su hermana-. Tú que estás más cerca. Echa el aliño en las dos fuentes de los
tomates.
- ¿Qué es lo que llevan? -preguntaba mientras obedecía
-Umm… veamos… una ensalada caprese tradicional… tomate en rodajas,
mozzarella, albahaca fresca, pimienta, perejil triturado al momento, aceitunas
negras y solo el aliño. No es nada del otro mundo, lo bueno, son los
ingredientes… aunque yo le rallo un poco de queso provolone para darle un
poco de más sabor… si Tomasino me viere frunciría el ceño.
Al otro lado de la mesa Andy se inclinaba hacia Ron:
–¿Todo lo hace ella? ¿La masa, el tomate y demás? -Preguntaba señalando la
pizza de su plato.
Ron sonrió:
–Pregúntale… -miró a Clara a la que alzando la voz llamó–. Clara, Andy
pregunta si todo lo que estamos comiendo lo haces tú.
Clara lo miró:
- ¿No… no te gusta?
-Al contrario, está buenísimo.
Clara le sonrió:
-Oh gracias… Pues… -miró lo que había en la mesa y después a él–. Excepto el
pan de ajo, que es de Tomasino, y esos picatostes especiados, que los ha hecho
Gina, sí, creo que lo que hay ahora en la mesa sí, lo he hecho yo…
-Pues, desde luego, era cierto lo que decía Ron. Cocinas realmente bien.
Clara le sonrió un poco ruborizada:
–Bueno, no creas… Tomasino y Gina me han enseñado con mucha paciencia.
-Sin mencionar, con mucho gasto de harina y huevos. -Se reía Josh y tras él los
demás.
-Yo sí que voy a gastar mucha harina y huevos horneándote como un capón
relleno, burro… -le señaló Clara con el cuchillo
Al cabo de unos minutos, Clara se levantó y con ayuda de Noelia y de Julia llevó
a la mesa la ternera en fuentes ya listas para servir y las patatas a lo pobre como
acompañamiento.
-Sin duda, soy carnívoro… -decía Carlos bromeando dando buena cuenta de su
plato
-Pues ayer eras un serio seguidor del pescado. No dejaste ni un pedacito de la
lubina de la terraza. –Decía Tomás riéndose
-En fin, un hombre ha de alimentarse con lo que Dios le provee… -sonrió
divertido.
-Buen principio, pero más te vale no llevarlo hasta las últimas consecuencias o
de tu salida de pesca de esta tarde regresarás sin nada porque algo habrás de
poner de tu parte, pescador de pacotilla… - Julia le daba un codazo suave a
Carlos.
-Sobre todo porque ya os advierto que el sobrino de Tomasino os dirá cómo
tenéis que pescar, pero no lo hará por vosotros. -intervino Clara–. El día que me
llevó a mí, a pesar de que era más que evidente que no pescaría ni un mísero
chanquete ni aunque saltare él mismo al barco, y aún después de horas sin pescar
nada de nada, de nada, se negó a salvar mi honor pescando uno para no volver
con las manos vacías.
-Esa noche cenamos una ensaladita muy rica de primero, de segundo y de
postre… - decía Josh entre risas-. No compres nada para la cena, me dijo por la
mañana, que yo pescaré lo que después cocinaremos… No te preocupes, verás
que regreso con algún súper pescado… -la miró alzando las cejas–. Ensalada de
primero, ensalada de segundo y ensalada de postre… Nada de súper pescado ni
siquiera de un pescadito pequeñito para compartir… -miró en derredor–. Seis
horas en alta mar y regresó sin nada, ni una gamba.
Clara suspiró:
–Si no fuere porque todo el pueblo se habría enterado, habría parado en el
mercado para comprar un pescado y fingir que era el resultado de mi salida
pesquera.
-De haber sido yo, me habría parado sin dudarlo y habría comprado un atún de
varios kilos si fuere necesario… -decía entre risas Amparo–. Aunque solo fuere
por evitarme las burlas.
-No creas que no era tentador, pero el pueblo es tan pequeño que antes de haber
llegado aquí con mí supuesta captura, todo el mundo, incluido Josh, sabría de mi
exitosa pesca… y las burlas habrían sido mucho peores.
Josh prorrumpió en carcajadas:
–De hecho, antes de que regresase ya me había llamado Gina para narrarme “la
excelente pescadora” que era Clara y lo bien que se lo pasó su sobrino
intentando que no cayere al mar cada vez que creía haber atrapado algo.
-Oh bueno… -resopló ella–. Lo confieso. Soy la persona más patosa del mundo
con una caña entre las manos y con peor coordinación manos, pies, ojos que
podría imaginar… -Se rio negando con la cabeza–. Hubo un par de ocasiones en
que el pobre tuvo que agarrarme con fuerza para no caer por la borda… Además,
regresé exhausta como si un tren me hubiere pasado por encima… desde
entonces tengo un enorme respeto por los pescadores.
Josh sonrió comprensivo.
–Dios no ha llamado a esas brujeriles manos por la senda de los pescadores,
sirena… después de todo, tienen un mejor propósito… -se metió un bocado de
ternera en la boca con una enorme sonrisa
-Certo, certo… ¡Alimentar a las masas! -Exclamaba alzando un dedo al aire
-No te pases. Con que alimentes a unos cien por día nos irá de perlas. -Se rio.
- ¡Sea! ¡Cien por día! -se reía ella asintiendo divertida
Unos minutos más tarde mientras degustaban los postres y el café entre risas
Camile miró seria a Josh:
–Llevo deseando preguntarte una cosa desde que te conozco, Josh -Josh la miró
fijamente-. ¿Por qué llamas a Clara sirena?
Clara se rio
- ¿Aparte de por mi mitológica belleza capaz de embelesar a marineros con solo
posar sus ojos en mí y cautivarlos al escuchar mi grácil e irresistible voz? -Miró
a Camile con una sonrisa divertida giró el rostro hacia Josh–. Pero, sí, sí,
cuéntales por qué me llamas así… No te cortes.
Josh empezó a reírse:
–Pues veréis… -miró divertida a Camile y de soslayo a Clara a la señaló con el
dedo divertido–. Clara llevaba tres días aquí y yo la había visto en la playa las
dos mañanas previas tomando una taza de café sentada en la arena muy
temprano mirando el mar, el sol nacer y demás cosas en bucólica melancolía
matinal… -hizo un gesto al aire como si quisiere expresar “etc. Etc. Etc…”-.
Pero ese tercer día la vi intentando tender sábanas y toallas en un tendedero
improvisado que había hecho.
-Un pequeño inciso. -Intervino ella-. Resulta que en la casa había secadora, pero
no conseguía encenderla, otro electrodoméstico tipo nave espacial. -Puso los
ojos en blanco-. Y tampoco conseguía encontrar dónde demonios estaba el
tendedero así que improvisé. Cogí dos palos grandes, una cuerda y ¡listo! Ya
tenía mi tendedero.
Josh empezó a reírse:
–A salvo el hecho de que no clavó demasiado bien esos dos palos en la arena y
cuanta más ropa tendía más endeble se veía aquello, y para rematar, era
temprano y corría la brisa de la mañana, con lo cual, se movía más y más como
si fuera una vela de un barco… -cada vez se reía más recordando la escena–. En
menos de cinco minutos la vi luchando por sujetar el tendedero, las prendas y a
sí misma de la fuerza del viento y veinte minutos después, tras, he de decir, unos
hilarantes minutos en los que parecía la versión absurda de los hermanos Hardy
y tras dar vueltas y vueltas sobre sí misma acabó envuelta en sábanas, toallas y
todo lo que se le enredó, de cintura para abajo. Cuando me acerqué estaba
tumbada en la arena, refunfuñando a los cuatro vientos y sin poder moverse
porque tenía las piernas enredadas y aprisionadas bajo esas capas de tela. Era
como una sirena malhumorada y con la cola menos glamurosa de la historia.
Clara se rio:
–Y para colmo no se le ocurrió mejor cosa que decirme que “¿Pero que nos ha
traído la marea en esta bonita mañana? ¿Un pescadito bonito?” -lo miró
sonriendo–. No sabía si sonreírle o tirarle algo a la cabeza.
-Bueno, optó por lo primero cuando me ofrecí a liberarle de su forzosa atadura.
-Lo que no fue fácil porque era una amalgama de ropa, toallas, el cordaje de ese
desastre de tendedero que monté y toda la arena que se pegó a la ropa mojada,
parecía una gamba rebozada más que una sirena.
Josh se reía sin parar:
–Era imposible que semejante desastre de mujer no me agradase. No después de
verla pelearse con la ropa, el tendedero, la arena, el viento e incluso consigo
misma.
-Sí, sí, ¿Qué puedo decir? Me encantan las presentaciones y las entradas llenas
de glamur. -Decía Clara riéndose–. Esther Williams envidiaría mi forma de
revolcarme cual sirena coja.
Josh estalló en carcajadas:
–Pero lo mejor de todo fue que cuando ya estaba libre de su prisión me miró y
extendiendo la mano dijo con un acento espantoso “buongiorno mi chiamo
Clara...” frunció el ceño y añadió “o algo por el estilo” -miró a Clara
sonriendo–. Definitivamente teníamos que ser amigos... Una mujer con
tendencia a ser más torpe que yo y no darle importancia... me dejaría bien en
cualquier situación... -Empezó a reírse mientras Clara le daba golpecitos en el
brazo
-Para... que no soy tan patosa.
-Sirena, durante todo el camino hasta aquí arrastrastes varios metros de tela y si
no llega a ser por mis reflejos felinos hubieres acabado desnucada en las
escaleras de esta terraza.
-¿Reflejos felinos? -Clara resopló–. Ya hay que tener desvergüenza para decir
eso sin atragantarse con tu propio ego... Reflejos felinos... -refunfuñó. Josh
sonrió inocente–. Además, yo no recuerdo esa parte.
-Veamos… -suspiró Josh–. Te traeré una imagen a la memoria… Tú inclinada
sobre varios botes de pintura con una mano de color verde y otra lila y un pie
dentro de mi cesta de pinceles.
Clara abrió los ojos unos segundos y estalló en carcajadas:
–Pues es verdad… Tiré… tiré… tiré… todas… tus pinturas… -se reía sin parar–.
No fue mi mañana más afortunada… realmente no fue mi día.
-Después de tirar el tendedero, enredarte con la ropa mojada y arrastrarla por
toda la playa ¿le tiraste las pinturas? -preguntaba Julia negando con la cabeza,
pero riéndose mientras Clara entre risas se reía asintiendo–. Clara, oficialmente
eres patosa… -miró a Josh–. Espero que tengáis la cafetería y el apartamento
asegurado ante toda posible adversidad. No sé, pide que incluyan una clausula
especial contra torpes sin remedio o algo por el estilo.
- ¡Ehh! -se quejó Clara–. No os paséis, de momento seguimos vivos y enteros.
Eso ya debe ser un punto a favor.
-No, Clara. Eso solo demuestra que estás agotando tu suerte a marchas
forzadas… -Decía Silvia alzando su taza de café–. O eso o que Josh va detrás de
ti todo el día apagando fuegos, evitando cortocircuitos y demás “accidentes”.
-Soy un bombero no remunerado… -decía Josh sonriendo y alzando la barbilla
-Pero, tendrá poca vergüenza. -Resoplaba Clara–. Si la mitad del día voy detrás
de ti recordándote las cosas porque eres un desmemoriado de cuidado. Un día
vas a perder la cabeza y ni lo sabrás. Bombero… bombero… sí, sí.
Al cabo de un rato Clara miró a Carlos:
–Si vais a iros a pescar será mejor que salgáis ya y que antes llaméis a vuestro
“patrón” para decirle que en unos diez minutos estáis en el puerto listos para
vuestra “pesca”.
Carlos asintió metiendo la mano en el bolsillo delantero y sacando su móvil:
–Lo cierto, es que deberíamos empezar a recoger e irnos mientras llamo a… -
Miró a Clara entrecerrando los ojos- “nuestro patrón”, como lo has llamado.
Clara se puso en pie –No, no. No recojáis. De esto nos ocupamos nosotras que,
en unos minutos, lo tenemos listo o si no empezaréis a hacer esto, aquello y se os
hará tarde.
- ¿Seguro? -preguntaba Tomás poniéndose también en pie.
-Sí, sí, idos. Así nosotras tendremos nuestra tarde de chicas. -Decía Amparo
entre risas–. Vamos a asaltar las pequeñas tiendas de las “lugareñas” como las
llamas tú.
-Pobres lugareñas… -decía suspirando Tomás y girando ya–. Oye Ron, recuerda
llevar la cámara de fotos, deberemos inmortalizar nuestros momentos de gloria.
Julia, Clara y Amparo intercambiaron una mirada:
-Espero que por momento de gloria entienda simplemente regresar porque no sé
si alguno de estos marineritos tiene madera de pescador… -Se reía Amparo
mirando a los hombres.
-Bueno… -empezó a decir Noelia recogiendo algunas cosas de la mesa-. Al
menos Ron va a pescar salmones al Sella.
Todos lo miraron:
- ¿Ah sí? -preguntó de pronto interesado Carlos-. ¿Cuándo has ido a pescar al
Sella?
-Todos los años desde que vivo en España. Me invita el tío de Noe y resulta
entretenido… Claro que también ayuda el que te pases casi todo el tiempo
bebiendo buen vino y comiendo productos de la zona… -los cuatro amigos se
rieron–. Alex -miró a su hermano que permanecía a su lado con las manos en los
bolsillos–. Si vosotros os marchabais ya, acompañadnos al pueblo y nos
despedimos allí.
-Claro. -contestó asintiendo con un golpe seco.
-Umm…- ¿me esperáis? -preguntaba Andy mirando hacia la cocina por donde
habían desaparecido las mujeres y Josh–. Voy a despedirme de todas y dar las
gracias a Clara y Josh por el almuerzo.
Ron asintió:
–Tranquilo, nosotros vamos a coger las cosas que necesitamos para nuestra
excursión de pesca y nos vemos en la puerta. Andy fue sin más a la cocina y en
cuanto se distanciaron, Ron miró ceñudo a su hermano-. ¿No vas a despedirte?
Alex se encogió de hombros:
–Sí, claro… -Respondía ya girándose sin mucho entusiasmo.
Al llegar a la cocina Andy estaba despidiéndose de todas las mujeres y de Josh
mientras Clara había desaparecido. Alex miró en derredor y ya empezaba a
fruncir el ceño cuando ella salió de la alacena con una especie de tartera y fue
directa hacia Andy.
-Bueno, no es que sean muchas, pero al menos te servirán para darte un pequeño
atracón de pizzas dulces ya que tanto te gustan. -Lo sonrió mientras él tomaba el
recipiente riéndose.
-O, dicho de otro modo, me veré obligado a soñar durante unas semanas con
poder probarlas.
Josh sonrió:
–Bueno, ya sabes dónde podrás encontrarnos a partir de mediados de octubre, si
todo va cómo hemos previsto, pero si te ves muy desesperado. Ya tienes nuestros
números. Llámanos cuando quieras y te invitaremos a cenar en casa, en
septiembre ya estaremos allí instalados así que, por lo menos, podremos cumplir
tu sueño en casa.
- ¡Claro! -añadió Clara riéndose mirando a Andy–. Considérame hacedora de
sueños… -se reía mirando a Josh de refilón-. Además, así podré despotricar de
Josh con alguien en español pues me temo que hasta que no mejore mi inglés me
veo haciéndolo delante de los bollos y magdalenas.
Andy se rio:
–Iré encantado. Te dejaré hacerlo cuanto gustes a cambio de que me alimentes
tan bien como hoy. -Le dio un suave abrazo–. Ha sido un placer conoceros a
ambos y podéis estar seguros de que os llamaré en cuanto os instaléis en Nueva
York.
-Te tomamos la palabra. -le decía Josh dándole la mano–. Que disfrutes del resto
del viaje y de la vuelta a casa.
Tras dejarle pasar, Alex se acercó a Clara y Josh y no tardó ni un poquito en
comprender que no les agradaba pues cambiaron al instante el gesto del rostro
tornándolo meramente serio.
-Bien, bueno, -decía extendiendo la mano hacia Josh–, yo también me despido.
Ha sido un placer volver a veros. -Josh se limitó a asentir mientras le apretaba la
mano un segundo. Alex se giró hacia Clara y un poco tenso dijo bajando un poco
la voz-. ¿Podría hablar contigo a solas un momento? por favor.
Clara miró por encima de su hombro sabiendo que todas estaban pendientes de
ellos tres y después giró el rostro y lo volvió a mirar:
–Umm, claro, vamos… -miró por encima del hombro de Alex–. Vamos a la
terraza.
Alex asintió y tras apartarse ligeramente le cedió el paso viendo del soslayo el
gesto ceñudo de Josh y también notando que tanto Noelia como sus amigas los
estaban mirando sin ningún rubor. Suspiró para su interior. “En fin, acabemos
con mi castigo”, pensó. Caminó hasta la barandilla y dejando a Clara a su
espalda con la cadera apoyada en el borde del respaldo de una de las tumbonas
de madera sacó el bolígrafo de su chaqueta de hilo y su chequera y tras hacer
unos garabatos se giró para mirar a Clara guardando todo en el mismo bolsillo al
tiempo.
-Esto, en fin. Creo que no había tenido aún oportunidad de agradecer los
servicios que me prestaste el pasado verano y… -dio dos pasos hacia ella
notando como había tensado la espalda y fruncido el rostro cuando empezó a
hablar, pero lo dejó a un lado y extendió el brazo ofreciéndole lo que sujetaba en
la mano–. He pensado que esto compensaría tu tiempo y tus esfuerzos, además,
no he olvidado que también te debo lo que pagaste de la cena a la que debía
invitarte.
Clara entrecerró los ojos antes de quedarse mirando su mano.
- ¿Eso es un cheque? -preguntó tirante extendiendo el brazo y tomando el cheque
casi por inercia.
-Bueno, creo que, en fin, es justo que recibas una compensación. Después de
todo, me estuviste asistiendo. -Carraspeó–. He creído que sería justo pagarte más
o menos lo que le pago a mi ayudante y un poco más por esa deuda de la cena
y…
Clara lo interrumpió extendiendo la mano con el cheque frente a Alex:
–En primer lugar, -Se enderezó a todo lo largo y lo miró enfadada-, yo no te he
prestado servicio alguno, capullo. -Alex entrecerró los ojos y abrió la boca para
protestar, pero Clara se adelantó–: Solo le hice un favor a unos buenos amigos, y
los favores no se cobran, al menos no del modo que tú pareces creer. Solo quería
ayudar al hermano de un amigo porque dicho amigo me lo había pedido. No
esperaba nada a cambio y el que no lo entiendas dice más de alguien como tú de
lo que tu comportamiento anterior ya había dejado claro. Guarda tu dinero y no
me ofendas más de lo que ya lo has hecho. Ni servicio ni pago. Bastaba con un
“gracias por tu ayuda”. -Le devolvió con brusquedad el cheque que Alex tomó
sin remedio. Clara se giró y comenzó a caminar hacia la puerta de la cocina
donde vio arremolinados a Josh y las demás escuchando y que también tenían un
gesto tenso. Se paró en seco apenas había dado un par de pasos y se giró-. ¡Qué
demonios! -caminó de nuevo hacia Alex que la miraba con claro gesto de enfado
y tomó el cheque de sus dedos con un golpe seco. Volvió a girarse y caminó a
zancadas hacia Josh y cuando llegó a su altura le dio el cheque diciendo en voz
alta para que Alex lo escuchase–. Después de todo, tendré ese segundo horno de
leña que quería y tú esas carísimas estanterías para el escaparate. Incluso nos
daremos una buena cena el primer día que estemos en Nueva York a costa de un
capullo de manual. -Dijo alzando la barbilla de espaldas a Alex antes de entrar
en la cocina dejando a sus amigas y a Josh en la puerta comenzando a esbozar
una sonrisa y mirando a Alex como diciéndole “Eah, ya puedes largarte,
capullo”.
Alex se giró y caminó sin más hacia la puerta de la terraza que comunicaba con
el salón principal para ir a buscar a Ron. Al pensar en él, mientras cruzaba las
puertas correderas, se alegró de que no hubiere estado delante unos minutos
antes porque si le hubiere escuchado y visto con Clara habría entrado en cólera,
especialmente por la reacción de ésta que no estaba molesta y enfadada, sino
algo más que colérica. Definitivamente no debía haber hecho la estupidez de
ofrecerle un cheque sino haberse disculpado con ella y darle las gracias por todo,
pero una vez lo había hecho y tras verle cómo le miraba comprendió no solo su
error, sino que ya era tarde para retirar sus palabras y su gesto. “Capullo de
manual”, le había llamado. Desde luego, se sentía como uno, pero más por haber
sido tan imbécil de hacer semejante estupidez y darle armas que arrojarle a la
cara. Suspiró malhumorado. Al menos, había aceptado el dinero, aunque era más
que consciente que lo había hecho como un gesto de rebeldía y de darle una
bofetada metafórica en la cara. Si lo pensaba bien, meditaba apoyado junto al
capó del coche de alquiler y mirando la puerta por donde saldría Ron, el gesto de
tomar el cheque y decir aquello a Josh y a sus amigas tenía gracia.
Josh y las demás entraron en la cocina donde Clara, con gesto de enfado,
terminaba de meter algunos platos en el lavavajillas.
-Esto… ¿sirena?... -Josh se acercó y le mostró el cheque-. ¿Quieres cobrarlo o
solo ha sido un gesto de pataleo y de “ahora te jodes, capullo”?
Clara tomó el trapo y se secó las manos mirándolo:
–Pues lo vamos a cobrar. Y vamos a comprar esas carísimas estanterías y vamos
a montar el segundo horno que queríamos y… -decía malhumorada. Suspiró
deteniéndose–. Mira, ha sido un segundo, pero cuando me he girado para irme
me he dicho ¡qué diantres! Me ha insultado y merece un castigo y si no puedo
pegarle al menos… -se encogió de hombros-. Con eso nos damos un capricho a
la salud del capullo y nos sabrá a gloria porque es un capullo, así que en
respuesta a tu pregunta; Sí, lo vamos a cobrar. -asintió con un golpe seco de
cabeza–. Menudo imbécil… “En pago por mis servicios…” ha dicho… pero
¡Será cretino! ¡Mis servicios! Pienso hacer unas deliciosas pizzas en ese horno…
a la salud y en recuerdo del capullo… -alzó la barbilla.
Noelia empezó a reírse a carcajadas:
- ¿Qué? ¿Mejor? ¿Ya has despotricado bastante?
Clara la miró y enseguida también prorrumpió en carcajadas;
–Pues, podría hacerlo un par de minutos más, pero, bueno, sí, sí, creo que me
siento mejor… -miró a Josh–. Pero lo de cobrar el cheque no es broma. Ahora ya
es una cuestión de orgullo.
-Di que sí, sirena… Ese horno y esas estanterías serán un monumento a tu
penitencia… -sonrió con picardía–. Y una oda a los capullos de manual… -alzó
teatralmente la mano al aire.
Clara le dio un empujoncito hacia la puerta con las dos manos en su pecho y
siguió empujándolo:
–Pues, ahora, nos vamos a cantar una oda consumista al pueblo y nos vamos a
comprar un par de trapitos que no por ser baratos dejarán de sentarnos de
maravilla y hacernos sentir como diosas mediterráneas… -miró por encima del
hombro a las demás sin detenerse ni dejar de empujar suavemente a Josh hacia la
puerta–. Tarde de chicas y después café en la cafetería de Tomasino y Gina… Ar,
Ar, señoras, que se nos hace tarde. Además, hoy invita el capullo al café. Lo
descontaremos de ese cheque, ¿eh Josh?
- ¡Estupendo! En ese caso, señoras, a por trapitos y café con aroma a capullo… -
decía ya andando delante de ellas que le seguían riéndose cruzando el salón.
Capítulo V Desembarco en Nueva York; ¿alcanzar el gran sueño americano?
Ocho semanas después Clara y Josh llegaban a su nuevo hogar instalándose en el
apartamento de Josh, una de las seis plantas de un viejo cuartel de bomberos que
fue reformado para convertirlo en seis Lofts independientes, muy espaciosos y
con un aire bohemio. La planta baja, la ocupaba una oficina cuya entrada se
encontraba en lo que eran las antiguas cocheras del parque mientras que el
acceso al resto de los pisos se encontraba en el lateral, a través de una bonita
escalera y unas puertas dobles estilo antiguo pintadas de azul que a Clara
encantaron desde que las vio por primera vez y se declaró enamorada de ellas.
En un piso vivían una anciana pareja de gays, Alonso y Trevor, ambos abogados
ya retirados especializados en pleitos sobre los derechos civiles y el activismo
del movimiento gay neoyorkino con los que Clara rápidamente congenió a pesar
de su escaso inglés pues eran una pareja francamente divertida. Todo lo
discutían, todo lo convertían en un debate intenso y profundo. Justo sobre su
apartamento vivía un joven matrimonio con un hijo pequeño de cuatro años,
David, aunque hacía a todos llamarle Dave. Rose, era policía y Owen, trabajaba
en la empresa de construcción de su familia junto a sus seis hermanos. Fueron
los que, finalmente, acabaron encargándose de las reformas de la cafetería-
floristería ya que por todo el barrio oyeron maravillas del trabajo de los
hermanos y se les consideraba muy honrados y cumplidores. En el ático, vivía
un antiguo concertista de violín inglés, Alister. En su juventud estuvo casado y
de ese matrimonio nació su único hijo, Joseph, que ahora estudiaba ingeniería en
la universidad de Columbia y solía visitar a su padre con cierta frecuencia. El
piso inmediatamente por debajo del ático de Alister estaba desocupado, así como
el de la segunda planta que pertenecía a la empresa de tecnología de la planta
baja que, ya antes de abrir la cafetería, se habían convertido en sus primeros
clientes neoyorkinos. Mientras terminaban la reforma en la cafetería, Clara
comenzó a dar forma a sus menús y a los dulces y bollería que tendría
permanentemente en la cafetería cocinando en la casa. A la semana de estar allí,
decidió dejar una cesta de distintos productos a todos los vecinos, no solo para
presentarse bien sino también porque ella y Josh era imposible que comieren
tanto. Así, el jefe de la oficina, gracias a las alabanzas de todos los que
trabajaban en ella, le encargó para todos los días sus primeros bollos. Así que
logró no solo un grupo de prueba y tanteo, sino, además, sus primeros clientes.
A mediados de octubre la cafetería estaba a punto de abrir sus puertas, habían
ido muy bien las obras gracias a que Owen y sus hermanos trabajaban con
seriedad y ahínco, como les habían asegurado todos. Los proveedores que Ron
les hubo conseguido parecían de fiar y competentes pues no solo les
suministraron todo lo que les encargaron, sino que respetaban los precios y
fechas de entrega. Todo parecía ir sobre ruedas e incluso el inconveniente de la
licencia de alcohol, que era lo único que les había estado dando problemas
serios, se acababa de solucionar gracias a que un antiguo amigo de Josh que
trabajaba en el ayuntamiento y a la hermana de Alonso que trabajaba en el
departamento de sanidad les hicieron de garantes. Faltaban solo seis días para la
apertura oficial, aunque había hecho un par de días abiertos al barrio para darse a
conocer, una idea de Josh que resultó bastante acertada a juzgar por el resultado
de que realmente parecían ser conocidos por los vecinos y comercios de la zona.
Clara estaba en la cocina del apartamento terminando de poner algunos entrantes
en las bandejas cercanas al mostrador para que las alcanzasen con libertad los
invitados cuando entró Josh con una cerveza en la mano.
-Vamos, sirena, ven a saludar a los recién llegados y deja que todos se sirvan
ellos mismos, es una cena informal y todo está perfecto, no has de agobiarte… -
le dio un beso en la mejilla rodeándole con un brazo por la cintura.
Clara estiró el brazo para atrapar casi al vuelo una botella de Rioja.
–Uy espera. Les había dicho a Alonso y a Trevor que les regalaría esta botella de
vino tinto para agradecerles su ayuda. La semana pasada lo alabaron mucho en el
almuerzo así que es lo menos que podemos hacer…
Caminaba ya con Josh hacia el espacio del salón y es que, en el apartamento,
excepto los dos dormitorios todos eran espacios abiertos entre sí.
-Le he mandado a la hermana de Alonso la cesta de panecillos y un enorme ramo
esta mañana para darle, también, las gracias, además, en cuanto pruebe tus
panecillos rellenos de jamón, la tendremos como adepta clienta…
Clara se rio:
–Muy listo y muy sibilina tu jugada… -Lo miró alzando la ceja.
Tras saludar a la pareja y entregarles la botella entre risas, Josh la tomó de la
mano de nuevo y tiró de ella.
-Ven, sirena, que te vas a alegrar al ver quién ha llegado hace un ratito…
La giró y la puso frente a un hombre con un traje de chaqueta muy elegante.
Alzó el rostro y por fin lo vio
- ¡Andy! -le dio dos besos-. ¡Vaya, que alegría…! no sabía que venías… -miró a
Josh frunciendo el ceño-. Este mal hombre me lo ha ocultado.
Andy se rio:
–Os llamé hace unos días y me lo cogió él. Estaba en Boston por trabajo y Josh
me dijo que dabais una pequeña cena a unos cuantos vecinos del edificio y que
me pasare, así que no podía perder la oportunidad de probar tus manjares… -
suspiró–. Aún sueño con esas delicias de mini pizzas.
Clara se rio:
–Hoy no las he hecho para la cena, pero sí el tiramisú que te gusta. De todos
modos, si no vives lejos puedes pasarte mañana por la cafetería a la hora que te
venga bien. Aunque no esté aún abierta yo ya preparo algunos encargos y te
prometo hacerte una buena remesa de pizzas dulces solo para ti…
-Eres un ángel que ha venido a traer felicidad a los hombres, ¿a qué sí? -Decía
teatralmente.
-A eso y a alimentar a las masas, no lo olvides… -se rieron los dos-. ¿Te ha
presentado este mal hombre a los demás?
Andy asintió:
-A algunos y me he llevado una sorpresa. Mis padres tienen varios de los discos
grabados por Alister Gryber en la ópera de Viena. -Lo señaló con la cabeza al
fondo de la sala-. Los debo haber escuchado, de pequeño, miles de veces los
domingos cuando mis padres se relajaban por las tardes leyendo y
escuchándolos.
- ¿De veras? -lo miró Clara con los ojos abiertos–. Yo confieso que a veces abro
las ventanas mientras cocino o amaso cosas para escucharlo cuando toca un poco
y me he quedado a veces con las manos quietas en una ensoñación. No entiendo
de música por lo que no puedo juzgar bien la técnica y demás, pero siempre me
resulta cautivador escucharlo.
Andy sonrió:
–Pues te aseguro que es uno de los grandes violinistas del siglo y desde luego de
su generación.
Clara sonrió:
–Su hijo tiene un grupo y a veces ensayan en la azotea, pero no tiene nada que
ver, es música electrónica y eso, aunque también me gusta porque no es tipo
Nirvana ni los Ramones sino más bailable…
Josh se rio:
–Oh sí, nunca podrás decir que lo has visto todo hasta que la veas a ella -la
señaló con un golpe suave de cabeza- cubierta de harina, azúcar y chocolate
bailando sola con las ventanas abiertas de par en par. Es toda una llamada de la
selva. La leona marcando territorio a ritmo de caderas…
Clara se rio:
-Bueno ¿qué quieres? Soy española, llevo el baile en la sangre. -Decía
exageradamente.
Andy se rio:
–Bueno, al menos veo que te has soltado con el inglés y que ya lo hablas con
cierta soltura…
-Bueno, he recordado lo que ya sabía y una vez perdida la vergüenza qué más
daba, pero no me pidas conversaciones muy técnicas o complicadas porque me
pierdo… o si me hablan muy deprisa…
-Clara.
Una voz profunda a su espalda la hizo girarse y encontrarse con Owen, Rose y
dos de los hermanos de Owen, Tim y Joshua.
- ¡Ey, hola! Me alegro de que hayáis venido… -les decía saludándolos uno a uno
con un beso.
-Además de ese acento tan marcado, me encanta esta costumbre española del
beso… -decía Joshua guiñando un ojo a Josh que se reía.
-Bueno, no se lo diré a tu mujer… -todos se rieron–. Sobre todo, porque la veo a
lo lejos… -Miró por encima de su hombro más allá.
-Dejaos de tonterías los dos que Tai es capaz de clavarme el tenedor en cuanto
me dé la vuelta… -decía Clara–. Uy… perdón. -Miró a Andy–. Creo que aún no
los conoces… Andy es un viejo amigo… y Andy, te presento a mis vecinos y
amigos Owen y Rose y estos dos gañanes. -Los tres hermanos se rieron-…
aprecia el hecho de que sé decir gañan en ingles… -sonrió a Andy antes de
seguir-… son dos de los hermanos de Owen, Joshua y Tim. Ellos y sus hermanos
se han encargado de la reforma del local, que ya verás lo bien que ha quedado…
y Tai es la mujer de Joshua. -La señaló a lo lejos–. Trabajará en la cafetería
conmigo junto con la hermana pequeña de estos tres, Mary, y la novia de Tim,
Odette, trabajará en la floristería ayudando a Josh… -se rio–. Creo que
expresado así suena un poco endogámico… -alzó la barbilla–. Toma nota que he
dicho endogámico en un perfecto inglés.
Andy se reía asintiendo favorablemente a sus progresos. Mientras Owen le daba
la mano a Andy se reía:
–Endogámico, no lo sé, pero a mis hermanos y a mí nos hacéis un favor
contratando a las mujeres de la familia… no hay nada más peligroso que una
mujer irlandesa desocupada, se le ocurren cosas muy, muy preocupantes… -Rose
le dio un codazo a su marido-. Y más aún a una que además siempre lleva una
pistola en el bolso…
Todos se rieron de la cara de Andy que miró a Rose con un poco alerta.
–Rose es policía, Andy, de ahí lo de la pistola, no temas que te dispare si comes
más tiramisú del que debas… -se reía Josh–. Pero el resto del día es la madre de
un terremoto de cuatro años que está enamorado de los dulces de Clara…
-Pues ya somos dos. -Afirmaba Andy sonriendo a Rose–. Yo llevo casi tres
meses soñando con las pequeñas pizzas dulces y con esas tartaletas de
chocolate… -puso los ojos en blanco.
Clara se rio:
–Dime que vives cerca porque de ser así tu estómago y tú seréis los que pagaréis
los sueldos de esas peligrosas mujeres irlandesas…
Andy se rio:
–No vivo muy lejos y te aseguro que pienso venir a menudo solo para darme
unos caprichos.
-Señores. -Dijo mirando a los tres hermanos y con una mano señalando a Andy
añadió tajante–. Saluden como corresponde a quién pagará los salarios de sus
hermanas, esposas y novias…
Los tres hermanos prorrumpieron en carcajadas.
-Señor. -Se inclinaron frente a él
-Oh estupendo... así que eso es lo que hace falta para que os mostréis sumisos…
-decía Josh sonriendo–. Bueno es saberlo… claro que… irlandeses sumisos…
interesante contradicción.
Rose y Clara se rieron:
–Josh te aconsejo que empieces a alejarte antes de que estos irlandeses nada
sumisos empiecen a enfurecerse… -decía Clara entre risas le agarró del brazo–.
Anda, acompáñame a sacar del horno las carnes para ponerlas en la mesa y… -
miró a los tres hermanos y a Rose-. Os encargo a Andy unos minutos, cuidadlo
bien, pero no me lo asustéis, recordad que nos interesa como cliente… -echó a
andar hacia la cocina escuchando las risas y los comentarios de los demás
Estuvieron departiendo con todos e incluso haciendo algunos planes para el día
de la inauguración del local, pues, Lorens, uno de los informáticos de la oficina
de la primera planta, se había ofrecido, a cambio de poder disfrutar de un café y
un bollo diario gratis “a perpetuidad” como había dicho entre risas, a hacerles
una página donde colgar algunas fotos, videos, noticias y demás como forma
para obtener publicidad y pensaban que podían colgar como inicio el video y las
fotos de esa inauguración. Andy se comprometió a pasar a la jefa de intendencia
de la empresa los datos de Clara junto con una cesta de bollos y flores variados
que recogería al día siguiente, para convencerla de que encargase varias veces
por semanas los bollos y flores de eventos especiales a la confitería,
prometiéndole Clara que si lograba eso él también tendría café y bollo gratis a
perpetuidad.
Ya era tarde cuando se despidieron del último invitado y como solían hacer en
muchas ocasiones ella y Josh acabaron sentados en torno a la isla de la cocina,
sentados en los taburetes tomando un capuchino de la niña bonita de Josh y algo
de lo que hubiese sobrado de la velada
-Pues creo que todo ha salido bien… -decía Clara echando un vistazo general al
salón–. Creo que Andy ha hecho buenas migas con Owen y sus hermanos y, si
no he escuchado mal, va a ir el domingo que viene con ellos al parque a jugar al
rugby.
-Futbol, sirena, aquí a lo que tú llamas rugby lo llamamos fútbol.
Clara puso los ojos en blanco:
–Bueno, eso… aunque… -frunció el ceño y miró seria a Josh–. Oye, dime una
cosa… ¿Andy es gay?
Josh sonrió mirándola tras su taza de café:
–Lo es. ¿No te habías dado cuenta? -Clara negó con la cabeza–. No es que lo
esconda, pero tampoco es que lleve un cartel de activista en el pecho… supongo
que, por su trabajo, pero ya te digo que no lo esconde, aunque tiene un aspecto y
un carácter bastante circunspecto de modo que es lógico que no se note, ¿por qué
lo preguntas ahora?
Clara hizo una mueca:
–A salvo el hecho de que hasta ahora no me lo había ni planteado porque
tampoco es que me preocupase lo más mínimo, por un comentario de Tai. Me ha
dicho que es una lástima que yo no pueda echarle el lazo. No lo entendí
entonces, pero después de unos minutos lo medité. No sé, no lo dijo en plan, es
demasiado bueno para ti o es del tipo al que le gustan las modelos o las que
parecen modelos, sino que lo había dicho más como un comentario… o quizás
haya sido la forma de decirlo más del tipo “lástima que sea de los que juega en
otra liga…”.
Josh sonrió más todavía:
–Sí, sí… de hecho… -dejó la taza encima del plato frente a él-. ¿Te importaría
que jugara en “esta liga”? -se señaló a sí mismo.
Clara frunció el ceño un poco desconcertada un segundo:
–Ahh ¿tú liga? Es decir, tú… -sonrió–. Pues lo cierto es que no veo por qué haya
de importarme. Es más, me cae muy bien y si congeniáis sería estupendo, sé que
me llevaré muy bien con él, especialmente porque le gusta lo que sale de mis
lindas manitas. ¿A ti te gusta? -le preguntó de pronto interesada.
Josh asintió:
–Creo que congeniamos bien y es muy atractivo, eso es innegable.
Clara se rio:
–Sí, sí, eso no hay quien lo discuta. Además, si lo pienso bien, haríais buena
pareja, el sensato y tú… -movió la mano de arriba debajo frente a él varias
veces-…. Bueno, tú eres tú… no hay más que decir…- ambos se rieron.
-Me tomaré eso como un halago… -la sonrió mientras apoyaba los codos en la
mesa–. Y ahora que ya vamos a poner el local en marcha y que estoy convencido
nos irá bien, pues solo con los encargos que ya tienes y los de mis flores
podemos empezar sin demasiados agobios o, por lo menos, sin el estrés de saber
si nos irá medianamente bien… quizás no nos hagamos millonarios, pero ¿quién
quiere eso? -los dos se rieron–. En fin, que con todo más o menos encarrilado
mejor de lo que nos habíamos imaginado hace unos meses ¿no crees que
debiéramos concentrarnos en conseguir un hombre innegablemente atractivo y
con el que congenies también para ti?
-Oh, pues claro… dime… ¿Dónde se encuentra ese milagro que me voy por agua
bendita y un enorme rosario para atraparlo al vuelo? -sonrió con socarronería.
-Oh venga… tampoco digas eso, Clara… que no te haya ido bien hasta ahora no
significa que no ocurra de ahora en adelante… de hecho, debiéremos empezar a
buscar bollitos que calienten tu horno… -Alzó las cejas con picardía
Clara estalló en carcajadas:
–Expresándolo de ese modo resulta una oferta irresistible… ¿así que bollitos
para calentar mi horno…? Cuando te pones gráfico eres muy, muy gráfico… -
miró el reloj situado en la encimera–. Oye… son casi las seis de la mañana, lo
que significa que deben ser más de las once de la mañana o por ahí de domingo
en España… ¿hacemos una llamada en grupo a todos a ver quién responde?
-Claro, claro… -saltó del taburete-. Ve encendiendo el ordenador y ni se te
ocurra incluir a Camile en el grupo que la última vez que la llamamos un
domingo antes de las tres de la tarde casi se muere de un infarto… -sonrió–.
Nunca entenderé que se pase casi todo el domingo en la cama.
Clara que ya andaba por el salón camino de la enorme mesa que usaban de
escritorio conjunto, se reía.
–Eso es porque nunca has salido de verdad de juerga con ella… es inagotable y
no regresa antes de las diez u once de la mañana, e incluso es posible que si la
llamamos ni siquiera haya regresado aún…
En un par de minutos estaban los dos frente a la pantalla y el primero en
contestar fue Tomás con una camiseta pegada al cuerpo y todo sudado.
- ¡Dichosos los ojos!… pero si son los yanquis. -Les sonrió
-Y tú vienes de correr por lo que vemos… -sonrió Clara.
-Es lo que tiene tener un cuerpo escultural como el mío… necesita
mantenimiento… -Sonreía petulante abriendo una botella de agua mientras Josh
y Clara se reían y de inmediato aparecieron tres pantallas de golpe con el rostro
de Julia y Carlos en una ambos en pijama, Silvia en otra y Ron con Noelia detrás
sujetando una taza de café.
-Buenos días, españoles… -decía Josh saludando con un gesto todos le
respondieron al unísono con holas y bromas.
-Acabamos de terminar nuestra cena y hemos tenido un invitado sorpresa…-
decía Clara sonriendo–. Andy.
-Ey… ¿cómo está? -preguntó Ron–. Hace un par de semanas que no tengo
noticias suyas.
-Ahh sí, sí… me ha pedido que te diga que le perdonases, pero ha estado en
Boston con un proyecto que lo tenía absorbido… -aclaró Josh–. Pero mañana… -
hizo una mueca-… bueno con la hora que es debiera decir hoy… vendrá a la
cafetería así que podemos hacer una llamada en grupo esta noche.
-Genial… -se escuchó de algunos.
-Oye, Carlos, antes de que se me olvide, quería pedirte la dirección de la madre
de Brendan para invitarla a la inauguración dentro de unos días. Brendan nos ha
dicho que vendrá y ya que estará ese fin de semana en casa de su madre,
invitarla es lo menos que deberíamos hacer.
Carlos asintió:
–Te la mando por mail en un rato, no te preocupes, y ya que estamos, te
expresaré por escrito y de modo formal mi queja porque mi hermano se atiborre
de tartas cada poco y yo me tenga que conformar con fotos suyas engullendo
como una piraña.
Clara se rio:
–Pues eso tiene fácil solución… veniros a vernos… prometemos alimentaros
bien. De todos modos, no te agobies, dentro de dos meses os veremos en tu boda
y prometo hacerte una allí, además, sigue en pie lo de veniros unos días del viaje
de novios ¿no es cierto?
- ¡Desde luego! -la voz de Julia al fondo que había desaparecido de la pantalla
unos segundos los sobresaltó y empezaron a reírse–. Josh me ha prometido
llevarme a las rebajas esas famosas del día después de navidad y no pienso
desaprovechar la oportunidad.
Carlos y Clara gimieron:
- ¡Qué cruz! -dijo Clara poniendo los ojos en blanco.
-Por cierto… -decía Josh sonriendo–. Hablando de cruz… ¿a que todos estáis de
acuerdo conmigo en que hemos de encontrar un churri para Clara?
Clara giró el rostro y miró a Josh:
– ¿Churri? Ni te preguntaré quién te ha enseñado semejante palabra… ¿Pero no
habíamos quedado en que sería un bollito para calentar mi horno?
Noelia escupió el sorbo de café que acababa de beber y estalló en carcajadas:
–Eso solo puede ser sugerencia de Josh… -decía sin dejar de reírse con las risas
de los demás de fondo…
-Amén, hermana, amén… -decía Josh sonriendo divertido.
-Bah. Lo que ocurre es que tiene cierto pesar… -miró a Josh por encima del
hombro–. Nos hemos visto todo el día rodeado de rudos y cachas obreros y todos
ellos o estaban cogidos por un lazo muy firme del matrimonio o a punto de ser
cazados por él y claro, eso deja un profundo pesar en los cuerpos y corazones de
estos dos desgraciados.
Josh se rio:
–Habla por ti, que este desgraciado no tiene reparos en por lo menos consolarse
mirando durante horas a esos cachas trabajando sin camiseta.
Clara se rio:
–Hasta que vio a Joe el oso… -miró a todos riéndose–. Es el electricista que
emplea la empresa de Owen y es un hombre… -hizo una mueca–… digamos
orondo y tiene pelos para hacer tres alfombras de seis metros.
Josh hizo una mueca:
–Sí, realmente verlo sin camiseta y con los pantalones caídos fue una
experiencia que debiera narrar a un psiquiatra a la menor ocasión… -todos se
reían y soltaban algunas bromas.
Silvia que estaba hablando por el móvil lo soltó:
–Oye, se me ha ocurrido una cosa… -decía dejándolo a un lado–. Acabo de
hablar con mi primo, dice que él y unos amigos suyos buscan gente para hacer
un viaje en grupo a Nueva York en Navidades, solo el avión, ya sabéis, después
cada uno se las apaña. Por lo visto, si consigue a treinta pasajeros los billetes
salen casi tirados yendo en preferente ¿qué tal si nos apuntamos? Supongo que
lo que nos ahorremos en el avión nos lo gastaremos en el hotel y en compras en
esa época del año, pero bueno…-
Josh sonrió.
–O podéis quedaros en plan ocupas en varias casas. Aquí dos o tres, en casa de
Andy otros, seguro que dice que sí. -Miró a Clara–. Podríamos pedirle también
un par de habitaciones a Alister y a Alonso y Trevor. Estoy convencido de que
nos harían el favor sin dudarlo.
Clara sonrió:
–Pues la verdad es que no es ninguna tontería. Solo con lo que os ahorrareis de
hoteles os saldrá una ganga el viaje. Además, podríamos ver esa bola enorme de
las pelis el día de fin de año, nuestra versión yanqui de las campanadas… tipical
USA, seremos turistas de libro… -se rio-. Vosotros hacéis turismo con libertad
mientras nosotros atendemos la tienda y después nos pateamos todos juntos las
calles de noche.
-Eso, eso, así le encontraremos el bollito que caliente el horno a esta díscola
española… -decía riéndose Josh que tras ello recibió un golpecito de Clara en el
hombro–. ¿Vas a ser una dominatrix? Porque si te da por pegar a tu bollito quizás
debamos llevarte a ciertos lugares para buscar a tales bollitos.
Por el ordenador se escucharon algunas risas.
–No le deis alas que se basta solito para sacarme los colores… -decía Clara
mirando la pantalla.
Tras unos segundos dijo Ron ya un poco más serio:
–Noe, ¿quieres pasar algunos días de las navidades en Nueva York?
-Sería estupendo, sí. Silvia ¿podrías hablar con tu primo y preguntarle fechas y
demás datos?
-Claro… -contestó-. Si queréis, ya que esta noche volveremos a hablar, os cuento
lo que me diga y decidimos. Supongo que es de esas ofertas que hay que cerrar
con antelación porque lo único que me ha dicho es que el vuelo es de Iberia, no
de una compañía de esas de bajo coste.
-Genial. -Dijo Tomás tras beberse media botella de agua de un tirón–. Creo que
si fuéremos todos podremos aprovechar para dividirnos y hacer cosas que nos
gusten a todos. Por ejemplo, no me importaría ver un partido de futbol o de
baloncesto en directo incluso de béisbol, aunque solo sea por curiosidad.
-Estupendo. -Dijeron al unísono Ron y Carlos mientras las mujeres ponían los
ojos en blanco.
-Bueno, nosotros iremos de compras con Josh… -se escuchó a Julia tajante.
-Creo que yo me iré con los hombres… -dijo Clara riéndose–. Aunque solo sea
por ahorrarme recorrer kilómetros y kilómetros de tiendas.
-Bueno… -sonreía Josh-… seguro que en una cancha de baloncesto o en un
campo de futbol encuentras más testosterona para calentar tu horno que en la
tienda de Prada de la Quinta Avenida.
Clara sonrió negando con la cabeza:
–Eres peor que Miss Diva cuando le traes un hueso de juguete nuevo… no lo
sueltas ni para coger aire… ¡qué cruz! -miró de nuevo la pantalla del
ordenador–. Bueno chicos hablamos esta noche, me voy a dormir un rato antes
de ir a la cafetería.
Tras despedirse de todos Josh y ella se fueron a descansar unas horitas y después
se marcharon a la cafetería y Josh a la floristería a terminar las cosas. Durante
unas horas Clara preparó las masas y hojaldres para los encargos que haría por la
noche para el lunes y tras hacer algunas cosas más se sentó en una mesa con Josh
para hablar del negocio.
-Bueno. -Dijo Clara mirándolo fijamente apoyando los codos en la mesa sobre el
montón de papeles que tenía frente a ella–. He pensado que como vamos a tener
doce mesas nada más, debería hacer una carta fija muy reducida y después
simplemente hacer menús para la semana. -Josh la miró alzando la ceja–. Verás,
pienso que debiera tener como platos fijos, las pizzas y los risottos que variarán
cada semana para no hacerlos pesados, un par de carnes, un par de pescados, dos
platos vegetarianos y dos o tres entrantes y junto a eso, todos los días, poner
además de los postres especiales que ponga en el mostrador, pues uno o dos
platos principales y uno o dos segundos cada día distintos que podrán elegir los
clientes, además de los de esa pequeña carta fija, así no se cansarán de los menús
y, como son pocas mesas, es fácil controlar los gastos de cocina y los pedidos.
Por ejemplo, junto a esos platos fijos de la reducida carta poner, hoy lunes hay,
además, pues sopa minestrone y crema de algo, de segundo ternera piamontesa y
salmón al horno y de entrantes… pues no sé, gazpacho español o tortilla
española e incluso paella algún día o pimientos rellenos, etc., etc., etc… ya sabes
y las ensaladas variarlas según la temporada, pero todo estilo mediterráneo como
la caprese, la campera, etc. Cartas muy reducidas como en los pequeñas
trattorias y restaurantes costeros, con una o dos especialidades que son las que la
gente recuerda y suele venir a degustar y luego platos del día según temporada.
-Me parece bien. Yo había pensado en lo mismo para las flores. Es decir, algunas
son imprescindibles tenerlas, como las rosas, las amapolas y esas típicas que
todos conocen, pero después ir haciendo selección por temporadas y demás. Pero
has de pensar sobre todo en lo que venderás para llevar. Ya sabes, los panes y los
bollos juntos con los cafés y té.
Clara asintió:
–Por eso he pensado, ya que Tai y Mary vendrán antes del amanecer a hacer el
horneado diario, que ellas hagan unos productos básicos que son lo que les estoy
enseñando. Baguettes, panes sencillos, bollos tipo magdalenas y hojaldres y yo,
durante el día, vaya haciendo las tartas y dulces más elaborados para vender ese
día o el siguiente. Las iré enseñando para que me ayuden, sobre todo a Mary
porque creo que Tai, una vez terminemos el primer horneado, preferirá atender a
los clientes. Creo que tiene don de gentes y atenderá muy bien las mesas
mientras Mary atiende el mostrador y a ratos entra conmigo dentro. En cambio,
con Odette creo que ocurrirá lo contrario, Josh. Ella es más como yo y tú
atenderás mejor a los clientes y les darás mejores ideas.
-Sí, sí, yo también lo creo. Rose dijo que era un poco tímida y ciertamente tiene
mano con las flores y las plantas y ojo a la hora de hacer centros bonitos, sobre
todo, para los encargos de despachos y eso, pero es muy callada.
-Ahora que dices lo de la empresa. He pensado que mañana debiéramos ir los
dos a la oficina de Andy y llevar en persona las cestas a la encargada de la que
nos habló, presentarnos y, bueno, ver cómo podríamos conseguir que piense que
somos la mejor opción, además, así conoceríamos la oficina y nos haríamos una
idea de las flores y de los bollos que necesitan según el entorno. He hecho
algunas cosas de antemano y mañana me levantaré más temprano para hacer
bollos distintos para ponerlos en la cesta. Creo que podemos dejarle claro que
nos especializamos en ciertas cosas, pocas, pero muy artesanales y sabrosas y
que podemos diseñarles centros de flores y diseño de jardín para su oficina en
concreto, pero que para eventos concretos o encargos puntuales podemos hacer
una carta y selección más amplia. ¿Qué te parece? -Josh asintió-. Creo que es
mejor ganarnos poco a poco cierta clientela con una carta reducida pero que deje
un recuerdo muy marcado tipo, el mejor risotto o los mejores canutillos de crema
o incluso ganarnos fama con una cosa sencilla como las minipizzas dulces o el
tiramisú casero y los centros de violetas tan bonitos que haces, como una seña de
identidad. Al fin y al cabo, lo que queremos es un negocio estable, empezar poco
a poco y, además, ninguno queremos algo que se nos acabe yendo de las manos
y nos arruine o al contrario que sea tan grande que no podamos ni vivir.
Josh asintió:
–Creo que con dos o tres encargos de oficinas más que den ingresos fijos diarios,
más una clientela fija que compre flores, aunque sencillas, pero con asiduidad y
panes y bollos, más tener la cafetería con gente más a menos constante nos irá
muy bien. Como dices, es mejor un pequeño negocio, pero rentable y controlable
que un monstruo que sea como un globo que luego no podamos sujetar o peor
que nos estalle. Además, desde el principio era lo que queríamos, pequeño y que
implica cierto trabajo, pero nos permita vivir sin agobios.
-Justo. Por eso, si tuviéremos el encargo de una oficina como la de Andy y dos o
tres más junto con las tres pequeñas que tenemos, al menos lo que es
mantenernos nos mantendremos y el resto es solo para mejorar y disfrutar. Sé
que tú ya echas de menos eso de relacionarte con los clientes por las mañanas y
departir con ellos dándoles ideas.
Josh se rio:
–Lo confieso, un poco sí. Después de hacerlo a diario en nuestro pequeño
pueblecito, se nota el no departir con clientes.
-Yo esa parte la disfrutaré, pero supongo que la dejaré sobre todo en manos tuyas
de Tai y de Mary… ahh por cierto, tenemos que hablar con el amigo del hijo de
Alister. El que estudia con una beca. Dice que le vendría bien un dinerito extra y
que trabajar entregando nuestros pedidos muy temprano le vendría de perlas
porque así no se pierde ni las clases ni la oportunidad de apuntarse a prácticas el
resto del día. Tendremos que decirle que, de momento, le pagaremos en función
de los pedidos que tenemos, pero que si, como esperamos, en un par de meses
tenemos esos clientes fijos que no serán más de diez o doce, pero sí unos que le
llevarán un par de horas mínimo de reparto, le podremos pagar más.
-Sí, sí, me parece bien, Alister dijo que era un buen chico así que no me
importaría que, si vamos bien, pagarle lo bastante para que no se agobie… oh y
me ha comentado Lorens que debiéramos poner el wifi en la cafetería porque así
quienes tomen café y un bollo se quedarán más y gastarán más.
-O se quedarán más tiempo con un solo café… ocupando una mesa que podría
ocupar otro cliente que consume… -alzó la ceja Clara.
-Umm… pues sí… pero para eso tendremos a Tai tentándolos con café y bollos
cada poco… Es tan sibilina y hábil como yo engatusando a incautos
comilones… -sonrió alzando la barbilla, orgulloso.
-Estupendo… tentar a la clientela… un excelente slogan para nuestro negocio…
-se rio Clara–. Ahh… antes de que lo olvide, he recibido el mail de Carlos con la
dirección de la madre de Brendan y le mandaré una invitación, pero he pensado
que, este finde, cuando él venga, le digamos los dos que se traiga a esa hermana
de la que tanto hemos oído a hablar y si no quiere poner en un compromiso a su
madre para que la invite a su casa, que Jennifer se quede los días de la
inauguración con nosotros. Aunque sea jovencita, sé que tú lograrás que se lo
pase en grande.
Josh se rio:
–Claro, no me importaría… una jovencita a la que moldear por mis artísticas
manos.
Clara se reía negando con la cabeza:
–Miedo me das cuando quieres moldear a alguien. Pero ya que estamos hablando
de moldear… -alzó la ceja con una risa maliciosa- dentro de un rato vendrá
Andy y mientras le enseñas el local y yo me aparto en algún momento para ir a
buscar los dulces que le he hecho, podrías invitarle a cenar y salir en esta
semana.
Josh sonrió:
–Eres bastante simplona para ciertas cosas ¿lo sabías? -Clara se rio–. Pero no
está de más seguir los planes sencillos…- sonrió divertido.
-Oh bien… esta simplona hará como que no ha oído semejante malicioso
comentario y obrará como una despistada amiga cuando venga Andy.
-Y por eso te queremos, sirena… porque eres la reina del despiste… -dijo
Josh poniéndose en pie y dándole un beso en la mejilla–. Anda, ven. Ayúdame a
terminar de elegir dónde colocar la pequeña mesita de las cestitas de flores secas.
Clara sonrió negando con la cabeza:
–Y de nuevo me haré la sorda ante tal halago.
Un par de horas después llegaba Andy y tras enseñarle el lugar y entregarle unos
dulces, quedaron con él para reunirse a media mañana con esa jefa de
intendencia como la llamaba Josh como si una oficina fuere una especie de
cuartel. Cenaban relajados los tres en el apartamento de Clara y Josh cuando
conectaron con todos por Skype incluyendo a Brendan
-Buenas a todos. -Los saludaba Andy español con su marcado acento y una
amplia sonrisa relajado sentado junto a Clara–. Veo que no falta nadie… -miraba
una a una las ventanitas. Se escucharon un montón de saludos descompasados
mientras Clara y Josh se reían intercambiando una broma.
-Noe. -Intervino Clara enseguida–. Por favor, dinos dónde has sacado semejante
camisa. -Decía ahogándose de risa por el atuendo de su amiga lleno de colores y
flores exóticas
Noelia se acarició divertida la manga de su camisa:
–No te metas con ella que es un recuerdo de nuestro viaje a Hawái -sonrió–. Se
la compramos a un vendedor ambulante cuando regresamos una noche al hotel.
-Supongo que no es necesario decir que ambos íbamos bastante pasados de esas
copas en que ponen frutas, sombrillitas y muuuuchoooo alcohol…
Noelia se rio:
–De hecho, no recordamos exactamente haberlas comprado. Nos levantamos por
la mañana y cada uno tenía una… -sonrió-. ¿Pero a que estoy la mar de
favorecida con tal gama de colores en una sola prenda? Me la he puesto para
escuchar los refunfuños de mi madre que ha venido a cenar a casa y solo por la
cara que ha puesto al verme, puedo declararla la mejor comprar de ese viaje.
-Bueno, bueno… no os distraigáis que como nos pongamos a largar todos con
batallitas no hablamos de lo importante. -Empezó a decir Silvia seria cuando
todos empezaron a hablar pisándose las frases y riéndose entre sí–. A ver, chicos.
Mi primo dice que el vuelo llega al JFK el día 23 de diciembre y el regreso es el
día 3 de enero, con lo cual podríamos pasar navidad y fin de año allí. -Miraba lo
que seguro sería una libreta mientras hablaba–. Me ofrecía la posibilidad de
intentar quedarnos todos en el mismo hotel que ellos, pero lo he mirado en
internet y como es época alta de turistas el precio no es muy bueno, además, está
un poco lejos de la zona interesante para movernos mejor.
-Por lo del hotel no os preocupéis. -La interrumpió Clara-. Alister ofrece uno de
los dormitorios de su casa y Alonso y Trevor dicen que pueden quedarse dos
parejas porque ellos, salvo el día de fin de año, pasan los días festivos en casa de
unos familiares de Alonso en San Francisco de modo que nos ceden el
apartamento. Es enorme pero solo tiene dos habitaciones por eso lo de las dos
parejas y luego aquí os podéis quedar sin problemas cuatro o cinco si pensamos
en el sofá como una opción factible. -Decía Clara.
-No es necesario- intervino Andy-. A mi casa pueden venir cuatro. Tengo dos
dormitorios de sobra.
Clara y Josh giraron el rostro y lo miraron con sorna.
- ¿Tienes un apartamento de tres dormitorios en pleno Manhattan? ¿Pero tú
cuánto ganas, hombre afortunado? -le preguntó divertido Josh.
-Sí, eso… dinos Andy ¿cuánto ganas? Lo pregunto para saber a cuánto podré
cobrarte los bollos… -preguntaba ya riéndose Clara.
- ¿Pero no habíamos quedado en que si Dory os encarga bollos y flores para
algunos días entre semana en mi empresa tendría café y bollos gratis a
perpetuidad? -miraba And a Clara con una sonrisa y elevando las cejas con
sorna.
-Vaya por Dios, para un cliente con los bolsillos llenos que tendremos, resulta
que no podremos cobrarle… menudo negocio… -resopló Clara mirando a Josh
riéndose.
- ¿Sois conscientes de que estoy aquí y que aún puedo pensarme lo de
presentaros a Dory? -preguntó Andy mirándolos a ambos.
-Bah… tengo un rico tiramisú en la nevera para chantajearte… -dijo Clara
moviendo la mano al aire restando importancia al comentario y de nuevo miró a
la pantalla del ordenador con una sonrisa divertida mientras escuchaba algunas
risas–. Bueno, entonces ¿os animaríais a veniros todos juntos? Pensad lo bien
que nos lo podemos pasar. Haremos una cena de navidad aquí y vosotros haréis
turismo como locos durante una semana y para rematar fin de año en NY…
como en las pelis, nos iremos a Times Square, con gorritos y pelucas absurdas y
nos haremos fotos que después tendremos que ocultar a nuestros conocidos y
parientes para evitar las burlas y la tortura que le seguirá de por vida.
-Sí, animaos… después de todo, solo se es joven una vez… -decía Josh
sonriendo–. Nos lo pasaremos de cine, ya veréis.
Carlos se reía:
–Bueno, nosotros ya tenemos cerrado lo del hotel y el viaje como última escala
de viaje de novios de modo que ya sabéis que nosotros estaremos por allí.
-Sí, pero… -intervino Julia– Clara, nosotros teníamos el regreso el día 30 para
pasar aquí fin de año, no hay problema por cambiar el vuelo de regreso, ya que
es un pack de esos ya cerrado para viajes de novios y eso, pero los días extra allí
tendremos que irnos a tu casa porque sí que nos saldría carísimo el hotel.
-Sin problemas. Vosotros dos esos días con nosotros. -Dijo tajante Josh-. Y los
demás ¿qué decís? Chicas, compras por Manhattan, la Quinta Avenida.
Silvia se reía:
–Desde luego no me perdería por nada del mundo verte con un ataque de fusión
tarjeta de crédito, Josh y encima en las famosas rebajas de NY… yo voy sin
dudarlo, además, buscarme un rollete americano navideño puede ser de lo más
interesante… -Decía con la mirada pícara.
-Así me gusta… -decía Josh sonriendo antes de girar el rostro a Clara–. Deberías
seguir la senda de esta buena mujer, sirena… compras compulsivas y bollito
festivo para calentar el horno.
Clara prorrumpió en carcajadas al igual que los demás:
–Sí, Josh, describiéndolo así suena al plan perfecto de cualquier mujer…
intentaré tomaros como modelos y hacer todo lo que vosotros esos días. -alzó la
mano–. Prometido.
- ¡Estupendo! Ya tenemos a una más en el viaje y a una conversa a la vida
divertida… -Sonrió Josh -. ¿Quién más?
-Bueno. -Intervino Amparo–. Tomás y yo íbamos a hacer un viaje en semana
santa, podemos cambiarlo por navidades… -Miró a Tomás que se reía.
-Sin dudarlo, prefiero a como dé lugar Nueva York que esa idea que se te había
metido entre ceja y ceja de ir a hacer el camino de Santiago… -hizo una mueca–.
No me apetecía mucho hacer kilómetros con un palo en la mano, una concha
atada a él y una cantimplora colgada al cuello que pretendía llenar de Ron con
Cola para soportar semejante tortura.
Se escucharon muchas risas y los refunfuños de Amparo:
–Bueno, pues sin duda nosotros también vamos. -Decía Noelia mirando a Ron
que asentía.
-Camile, tú te vienes. Te lo pago yo, considéralo tu regalo de Reyes. -Dijo Ron
enseguida.
- ¡Genial! Así no tendré disimular cuando Noe me entregue el regalo y después
tenga que ir corriendo a cambiarlo… -se rio divertida.
-Eso es porque eres una mala hermana que no aprecia los regalos buscados y
pensados con cariño por tu hermana mayor, petarda. -Respondía Noelia
mirándola ceñuda.
-Por favor, Noe, que el pasado año me regalaste un cacharro de esos de hacer
zumos…
-Una licuadora, burra. -Dijo Noelia–. Eres tú la que tomas litros y litros de zumo.
-Sí, pero me los compro hecho… -puso los ojos en blanco–. ¿Cuándo me has
visto tú hacerme un zumo…? de hecho, ¿de dónde sacas tú que yo sepa cómo se
hace un zumo?
Todos empezaron a reírse:
–Sí, sí, Noe, realmente era una idea algo estrambótica… -Decía Amparo
riéndose.
-Lo que habría pagado por verte utilizar una licuadora, Camile… -se reía Silvia
casi sin resuello.
-Oh está bien… -alzó los brazos al aire Noelia–. Quizás fui en exceso optimista
en cuanto a las dotes culinarias de Camile… en fin, al menos si Ron te paga el
viaje te ahorras el tener que devolverlo… -suspiró resignada.
-Pues entonces, hecho, Ron, Noe y esta consumidora de zumos ya hechos nos
apuntamos. -Decía Camile sonriendo satisfecha–. Gracias cuñado, eres el mejor.
Ron hizo un gesto con la mano asintiendo divertido.
–Bueno, pues entones ¿quién queda? ¿Brendan? -preguntó Clara.
-Siempre paso las navidades en España con Carlos, nuestro padre y abuelos, pero
supongo que este año con él por aquí… -pareció fijar la vista en la pantalla
donde saldría Carlos–. Llamaré a los abuelos y les diré que buscaré una semana
antes de semana santa y la pasaré con ellos allí.
-De todos modos, ibas a tener que venir a finales de febrero para la fiesta del
cincuenta aniversario de los abuelos así que no te preocupes… -le recordó él–.
Aunque… -hizo una mueca–… Jennifer… deberías llevarla a Nueva York…
-Oh sí, sí -intervino Clara–. De hecho, queríamos decirte que te la podrías traer
el fin de semana de la inauguración de la tienda, Brendan, y que se quedase con
Josh y conmigo. Además, así conocería a algunos de los vecinos. Seguro que
cuando salgamos de parranda en Navidad, Rose y Owen se quedarían cuidándola
por las noches sin problemas, con catorce años no podremos llevarla a ningún
club ni nada, pero salvo esos locales la llevaremos a todos lados, se lo pasará de
miedo con todos, ya verás.
-Umm… pues no es mala idea. Siempre me pide que la lleve algún fin de
semana a NY y la inauguración sería una excusa perfecta y, por supuesto, las
navidades. Le diré a su abuela que nos la deje en Navidad o en fin de año, seguro
que no hay problemas. Gracias.
-No las des tan pronto... -dijo Clara sonriendo–. Pues resulta que Josh quiere… -
lo miró-. ¿Cómo era? ¿Moldearla? No, no… ¿Qué eras lo que decías…? Ah sí…
que te iba a encantar tener a una jovencita a la que moldear por tus artísticas
manos.
Josh se rio:
–Y lo bien que quedará tras pasar por ellas. Será una señorita la mar de animosa,
glamurosa y llena de “saveur de la vie”.
-Mejor ni pregunto qué entiendes por eso… -lo miró Clara alzando las cejas–.
No vaya a ser que Brendan opte por llevarla al otro lado del país.
Josh estalló en carcajadas:
–Sirena, cuando te pones simplona estás adorable… -le tomó el rostro entre las
manos y la besó sin dejar de reírse.
Clara miró a Andy:
- ¿Ves lo que tengo que aguantar? Me llama simplona y lo arregla con un “estás
adorable” … entenderás por qué necesito alguien con quién despotricar de él. -
Señaló con la cabeza a Josh mientras él y Andy se reían–. Bueno, chicos. -Miró
de nuevo la pantalla-. Pues entonces solucionado. Decidnos cuando lo tengáis
todo cerrado, el día y hora de vuestra llegada y dejadnos a nosotros el recibiros.
Eso sí, por Dios, si pensáis arrasar en las tiendas tened piedad y no os traigáis
todo el armario para unos pocos días… -Se escucharon las risas de las mujeres y
varios “eso” o “escuchad bien lo que os dice” de varios de los chicos.
-Bueno, pues entonces listo, navidades neoyorkinas y de compras
compulsivas…- señaló Josh sonriendo triunfal.
Cerraron el Skype tras despedirse entre risas y, un rato después, de Andy que se
marchaba con toda una fuente de tiramisú y una buena provisión para la semana
de mini pizzas dulces. Clara se apartó un poco antes oportunamente sabiendo
que Josh querría quedar con él y no hacerlo con ella en medio, claro que en
cuanto escuchó la puerta cerrarse se lanzó a por Josh a preguntarle cómo y
cuándo quedarían lo que al parecer tenía buenos visos dada la sonrisa de Josh y
la mirada pícara que le lanzó.
Durante la siguiente semana estuvieron francamente liados no solo ultimando los
detalles de la inauguración y los problemas de última hora que salían antes de la
apertura con detalles tontos como que los de la empresa de menaje se habían
equivocado a la hora de imprimir los menús con el diseño elegido por ellos o las
tablillas para apuntar los platos o especialidades del día, o que las servilletas eran
muy grandes o que los lazos para las cestas de flores no eran de los colores y
telas elegidos por Josh… un sinfín de tonterías que les iban llevando de un lado
a otro durante esos últimos días finales. Además, la simpatía de Josh, las cestas
que llevaron a esa señora Willentong que Andy llamaba Dory y, sobre todo, la
influencia de este les permitió que la buena señora les hiciere un contrato de
aprovisionamiento de seis meses por tres días a la semana en flores y cuatro en
dulces para las salas de descanso del personal y también para las de reuniones.
Era un buen contrato en cuanto a beneficio para ellos, aunque implicaba que
Clara, durante cuatro noches, debía hacer más horas de horno y bollería, pero no
le importaba. Además, dado los clientes que tenía la empresa de Andy, con que a
varios de ellos les impresionasen sus bollos quizás le saliesen un par de clientes
más fijos de intendencia de oficina en pocas semanas lo que implicaba un buen
pellizco para el negocio.
La inauguración fue todo lo bien que se podía esperar. Invitaron a los conocidos,
pero sobre todo a la gente del barrio a una especie de merienda cena en la que
todos se llevaron una pequeña cajita con un par de bollos y un ramillete de lilas,
marca de Josh y, durante esas primeras semanas, comenzaron a tomarle el pulso
a los clientes, los encargos, las preferencias y demás cosas para saber qué era lo
más demandado, lo que más gustaba y sobre todo lo que debían fomentar.
Durante esas semanas, además, la idea de Clara de que Tai y Mary aprendieren a
hacer lo que de ordinario figuraba en la carta le permitía no solo llevar al día los
pedidos, sino tener el tiempo necesario para que ella elaborase los dulces que
dieren variedad y carácter propio, de productos caseros, de calidad y con
personalidad, a su pequeña trattoria. Ella elaboraba con ayuda de Mary los
almuerzos y las cenas pues como, desde el principio quisieron, solo contaban
con doce mesas de un máximo de cuatro comensales por cada una lo que
implicaba que podían manejarlo con trabajo, pero sin verse saturados. Aunque
eso sí, empezaron a necesitar a Jeff, el amigo del hijo de Alister, las horas que
habían estimado e incluso un poco más para atender los encargos diarios de las
oficinas y algunos pequeños restaurantes del centro que les encargaban tartas y
panes diarios y los centros de flores de Josh. Junto a él, contrataron a Jason, un
amigo suyo que hacía las veces de pinche en la cocina y que les ayudaba en los
almuerzos y comidas los fines de semana.
Tras ese primer mes desde que abrieron, Josh y Clara se encerraron juntos en la
trastienda tras echar el cierre esa noche de sábado para hacer números y ver si su
estimación por el flujo de gente y pedidos realmente era tan positiva como
esperaban.
Clara, que apuntaba en el libro de cuentas las últimas cifras, parecía concentrada.
- ¿Y bien, sirena? -le preguntaba Josh con una copa de vino en la mano y cara de
ansiedad-. ¿Cómo crees que nos ha ido este primer mes?
-Umm… pues veamos… creo que una vez terminemos de coger el pulso a los
pedidos que encargamos en cuanto a gastos de los proveedores y materias primas
y yo me maneje mejor en los mercados de abastos para poder ir una vez cada dos
o tres días a los mejores puestos… por ejemplo, a partir de ahora gastaré menos
en chocolate en polvo y mantendré la de cacao en tabletas y compraré la ternera
y el cerdo en el carnicero que me recomendó la madre de Owen en el mercado…
-le sonrió pícara–. Y tú, bueno, eso que decías de las rosas rojas, blancas y eso
de cambiarlas por flores más asequibles para los centros y así rebajar los
presupuestos de los dos locales cercanos a Central Park… en fin, ese tipo de
cosas que hemos de ajustar conforme le cojamos un poco de mano al día a día...
creo que disminuiremos un poco los gastos. Además, los gastos extras de Jason y
de Jeff realmente están compensados con el trabajo que nos ahorran cada día con
lo mucho que hacen… creo… -lo miró alzando el rostro sonriendo–… que, si
seguimos como hasta ahora y asentamos una clientela fija, en seis meses habrás
recuperado con creces tu inversión y en un año podremos tener beneficios para
permitirnos ciertos lujillos. No seremos millonarios si queremos tener solo
nuestro pequeño local, pero viviremos bien y haciendo lo que nos gusta.
- ¡Así se habla, sirena! -se rio entregándole una copa de vino y brindando–.
Aunque te confieso que ha sido un mes agotador y que, si seguimos como hasta
ahora e incluso, como parece que el boca a boca nos ayuda mucho, vamos a
tener clientes golosos y con buen gusto por las flores, podríamos contratar a
personas que nos dejen un poco de tiempo libre de vez en cuando.
Clara se dejó caer en el respaldo:
–Una semana durmiendo de un tirón toda la noche no sería mal acogida cada dos
meses…- dijo sonriendo –. Pero, de momento, no me quejo. Con Tai y Mary
creo que la cafetería va viento en popa y con Jason ayudando en los fines de
semana, no puedo quejarme en los servicios de almuerzo y cena… aunque tú
deberías contratar a alguien a tiempo parcial por las tardes para que te deje salir
un poco antes y poder pintar de nuevo que llevas semanas sin hacerlo… -alzó la
ceja–. Esto de tener un bollito como Andy que ocupa todo tu tiempo libre tiene
sus cosillas malas ¿ehhh? -empezó a reírse mientras Josh sonreía travieso.
-No diré que tiene cosas malas porque, de momento, nos va de lujo así que no
me lo gafes, sirena.
Clara se rio.
–Oh no seas bobo… se os ve tan monos juntos, él tan simpático y guapo y tú
tan…. Tú…- estalló en carcajadas.
-A que te tiro algo a esa cabeza obtusa… -le daba golpecitos Josh.
-Está bien, está bien… no lo gafaré, pero no estaría de más que buscases a
tiempo parcial una chica que os ayude a Odette y a ti, unas horas por semana
nada más, pero así podrías ponerte a pintar relajado y tranquilo en casa que hace
al menos un mes que no te pones a canturrear delante de un lienzo.
Josh asintió sonriendo:
–Lo pensaré… quizás alguna de las sobrinas de Owen o una compañera del hijo
de Alister que quiera ganarse un dinerillo extra mientras estudia… -dejó la copa
a un lado–. Y hablando de estudios. Carlos me llamó esta mañana porque no
conseguía localizarte, supuse que estabas concentrada preparando la hora de los
almuerzos y tendrías el móvil sin sonido. El caso, es que dice que Brendan
llegará un par de días antes de la boda a Cádiz y que si no nos importaría que
Jennifer viajase con nosotros en vez de con él. Le dije que, sin problemas, pero
acabo de caer en que hemos de hablar con las chicas para organizar esa semana.
Clara se enderezó:
–Para los pedidos no hay problemas, la mayoría son cosas que Tai y Mary saben
elaborar al menos para unos pocos días y excepto para el restaurante de Julius y
la empresa de Andy, todos tienen cosas que no requiere que les enseñe más y
para estos dos, había pensado ofrecerles entregarle el pedido sin los extras que
hago yo, quitándoles el coste de estos claro, pero incluyendo como
compensación unos dulces extra la siguiente semana.
Josh asintió.
–Haré lo mismo con las flores porque algunos centros y plantas requieren
conocer al cliente bien… ¿y para los almuerzos y cenas?
-Bueno, para eso es más complicado, pero creo que durante esta semana pondré
un plato y postre cada día que le enseñaré a Mary a realizar para que los elabore
esos días. De cualquier modo, no creo que pase nada porque durante unos días la
carta sea solo la que figura en la general, aunque no podrán elaborar ni los
risottos más complicados ni un par de platos, pero sí otras cosas porque las bases
de todas ellas se las dejaré elaboradas.
-Umm… supongo que está bien, lo importante para unos pocos días es la
cafetería y eso lo manejan bien…
-Sí, sí, no temas. Tai y Mary se las apañarán bien con la cafetería. Les he dicho
que esa semana les pagaremos el doble del sueldo pues me parece justo que si
van a trabajar más horas y encima a tener que soportar la carga de todo les
paguemos en consecuencia.
-Sí, sí. Es justo. Además, se han portado genial todo este tiempo y eso que
todavía estaban aprendiendo… Le diré a Owen que si quiere mande a uno de sus
hermanos a la hora del cierre para que no estén solas.
Clara sonrió
-Lo mismo dijimos Rose y yo ayer y habíamos pensado sobornarles diciéndoles
que durante la siguiente semana podrán cenar gratis y venir a por dulces, cafés y
bollos cuando quieran si cuidan de ellas esos días.
Josh se reía.
-Cómo se nota que tenéis bien aprendida la lección de que se conquista a un
hombre por el estómago… -se puso en pie–. Vamos, sirena -decía extendiendo la
mano–. Ya es tarde y mañana es domingo lo que significa que medio barrio
querrá su dosis de bollos y cafés para tomar en su día de asueto… no podemos
defraudar a los que nos van a llenar los bolsillos de dinerito.
-Eso, eso, que no se diga que no nos llenas los bolsillos… -se reía Clara–. De
todos modos, recuerda que mañana cerramos a la hora de cenar porque vienen
todos… que esta mañana te escuché hablando con Andy y parecías no recordar.
Josh se rio.
–La culpa la tiene él que me marea diciéndome los días por las fechas, no si es
lunes, martes o miércoles. Me ha dicho que viene un poco antes porque quiere
pedirte una cosa.
Clara que caminaba ya hacia la puerta lo miró.
- ¿Sabes qué es?
-Pues creo que va a pedirte que el lunes lleves en persona el encargo de la
oficina. Creo que quiere presentarte a alguien.
Clara giró de golpe y lo miró ceñuda
- ¿No estará haciendo de alcahueta como tú? ¿O quizás debiera decir alcahueta
forzada por cierto compañero pesadito y martilleante?
Josh se rio:
–No estaría de más que empezarais a obedecer sin oposición y no tendría que ser
insistente hasta la extenuación, pero no, no es eso. Creo que uno de sus
compañeros quiere preguntarte si puedes encargarte de la fiesta de cumpleaños
de su hijo pequeño o algo así.
Clara parpadeó desconcertada:
- ¿En serio?
-Al parecer, le encantan tus bollos e imagino querrá preguntar si podrías hacer
algo para el cumpleaños de su hijo, no sé… por escucharle no pierdes nada.
Clara que ya se ponía el abrigo asintió.
–Sí, claro, ¿por qué no? Supongo que mientras no me pida que elabore el menú
de una boda o algo así, no estará de más escucharlo. Pero vendrás conmigo,
¿verdad? Al fin y al cabo, el negocio es de ambos.
Josh se rio.
-Sí, sí, cobardica… te acompañaré. -La empujó suavemente una vez hubo
echado el cierre de seguridad y puesta la alarma–. Cualquiera diría que sigue
dándote miedo hablar con los desconocidos.
Clara suspiró.
–Si esos desconocidos me hablan en inglés, no creas que no me aterran aún,
especialmente si se pone a hablarme en plan técnico o muy deprisa… mi inglés
sigue siendo muy básico en algunas cosas.
Josh se reía negando con la cabeza.
–No tan básico, pero eres una cobardica de cuidado, sirena.
El domingo, una vez se hubieron marchado los clientes de la tarde y con la
tienda cerrada, Clara terminó de amasar los hojaldres para el horneado de la
mañana mientras Tai y Mary ponían la mesa para todos los que iban a pasarse a
una cena informal en el local, entre ellos Owen y sus hermanos.
- ¡Ey sirena…! -escuchó a su espalda y al girarse a mirar sonrió al ver a Andy
que se reía entrando en la enorme cocina del local. Clara empezó a reírse
negando con la cabeza.
-Andy, Josh es una peligrosa influencia para ti… -se secaba las manos
acercándose antes de abrazarlo y darle un beso-. ¿Cómo ocurre este milagro de
que llegues temprano?
Andy se rio tras extender el brazo y pillar un bocadito de queso metiéndoselo
rápido en la boca.
–Vengo con Owen y Joshua, acabamos de pasarnos por vuestro apartamento para
ducharnos tras el partido.
Clara se rio.
–Esto de tener a tres hombres guapos duchándose en mi apartamento y que yo no
esté para verlo es uno de esos castigos divinos que debiera poner en mi lista de
cosas que reprender a Dios cuando lo vea…
- ¡Ey! -la voz de Tai los hizo mirarla– que uno de esos hombres guapos es mi
novio, ¿a ver esos ojitos donde los diriges?
Clara y Andy se rieron.
-Por lo visto solo a las pizzas puesto que estaba aquí… -decía Clara mirándola
con picardía.
-Pues que no me entere yo que diriges tus ojos al pepperoni de mi novio. -
Añadía con las manos en jarras y una sonrisa socarrona mientras Clara y Andy
estallaban en carcajadas.
-Por favor, dime que en privado no le llamas así al pequeño Joshua…- decía
Clara sin dejar de reírse
-No tan pequeño, amiga, no tan pequeño. -Le contestaba Tai mientras le daba un
golpecito en la cadera al pasar a su lado con una bandeja en la mano mirándola
traviesa.
-Decir eso no es la mejor forma de hacer que mis ojos no quieran posarse en ese
pepperoni… -decía Clara riéndose.
Andy estalló en carcajadas mirando a Tai que estaba ya en la puerta de la cocina
a punto de salir.
–Estoy de acuerdo. No es un argumento para dirigir nuestros ojos a otro lado,
sino todo lo contrario.
-A ver si os voy a tener que dar con el cucharón. -Se reía Tai dando un golpe con
el trasero en las puertas de ala de la cocina abriéndolas y girando sin más
echando a andar por el comedor.
-Ahora no podré pensar en el pepperoni y verlo del mismo modo… -decía Clara
sonriendo mirando a Andy que suspiró poniendo los ojos en blanco.
-Espero que ninguna de las pizzas de hoy, sean de pepperoni o se me irán los
ojos a Joshua y seguro que Tai me tirará algo a la cabeza antes de darme cuenta.
-Creo que hoy saldremos, ambos, con varios chichones… -se reía Clara tomando
dos fuentes de ensalada y poniéndosela en las manos–. Anda, lleva esto fuera
que te sigo y te doy una copa de vino…
Andy suspiró.
–Así que hoy llegaré mal parado después de todo… sobrevivir a un partido de
futbol con los hermanos de Owen y caer a manos de novias celosas que tienen la
mala ocurrencia de alabar el pepperoni de su novio frente a nosotros… -suspiró
teatralmente con las dos bandejas en la mano y cediéndole el paso a Clara–.
¡Qué cruz…!
Una vez fuera saludaron a los amigos que iban llegando, entre ellos Alister y su
hijo Joseph que parecía venir de la guerra.
-Joseph tienes pinta de haber luchado en la Guerra de Troya. -Decía Clara
ofreciéndole un vaso de cerveza.
-Gracias. Pues no creas que no me siento así. Hoy he terminado el último
capítulo de mi trabajo semestral ingeniería y estoy agotado.
-En ese caso, solo relájate, come mucho. Prometo no reprenderte si te veo atacar
todo lo que tengas a tu alcance.
Joseph se rio.
–Te tomo la palabra… por cierto, no te había dado las gracias por contratar a
Jeff. El dinero de la beca no le daba para mantenerse demasiado bien y los
trabajos que encontraba no le dejaban tiempo para estudiar y encima dice que
gracias a vosotros come gratis todos los días y mejor que en casa.
Clara se rio –No me des las gracias. Créeme, se gana el salario. No debe ser fácil
recorrer Manhattan a primera hora y después irse a clase. Y lo de comer, bueno,
si soy sincera le he usado de conejillo de indias en más de una ocasión… y si no
pregúntale por la semana pasada. El pobre ha debido de comer más pollo que en
toda su vida porque estaba probando la receta de Tomasino de pollo al horno de
leña con verduras y él ha sido mi catador oficial.
Joseph se rio.
–Él y yo, que en cuanto llegaba a la residencia me iba directo a por las
fiambreras que le das… -Clara se rio–. Por cierto, me encanta esa cosa que haces
de tomate que se toma con trocitos de ese jamón español y esos panecillos que
haces.
- ¿El salmorejo? -le preguntó.
-Eso, eso… vaya nombrecito… -se rio–. Está de muerte… no lo había probado
nunca.
-Bueno, es un plato muy español, de un sitio concreto, de Córdoba.
-Pues, de veras, que me lo comí entero, no le dejé al pobre Jeff ni un poco.
Clara se rio.
–La próxima vez que lo haga para los platos del día, te reservaré un poco y le
diré a Jeff que te lo lleve o si no avísame cuando vayas a ver a tu padre y se lo
subo.
-Mejor eso último y así lo como yo también. -Sonrió Alister con esa sonrisa
cálida de hombre de mundo que tenía.
-Está bien, está bien. Prometo que lo haré como entrante alguno de los días de la
semana que viene y te lo subo. -Decía Clara sonriendo–. Es lo menos que puedo
hacer ya que vas a acoger a dos amigos estas navidades.
-Lo que me recuerda… -decía Alister sacando un papel del bolsillo de su
chaqueta–. Creo que me dijiste que uno de ellos vivía en Cadiz.
Clara asintió:
–Mi amiga Amparo y su novio Tomás.
-Pues… ¿les podrías pedir que me trajeren una cosa de una tienda de música de
allí, es un taller de guitarristas muy conocido, muchos artistas de flamenco
tienen instrumentos hechos por ellos.
-Claro. Te aseguro que estarán encantados ¿quieres una guitarra?
Alister se rio –No, no. Yo las guitarras se las dejo a él. -Hizo un golpe de cabeza
señalando a su hijo que se reía–. Pero sí que querría cuerdas para el violín de ese
taller. Un compañero me ha dicho que tienen algunas excepcionales.
-Pues claro, claro. -Tomó el papel–. Se lo diré, pero si quieres puedes hablar con
Tomás directamente e incluso mientras esté en la tienda que se comunique
contigo por Instagram o Skype y podrás ver el taller y demás casi, casi como si
estuvieres allí.
Joseph se rio.
–Eso tendría que verlo… mi padre usando la tecnología más allá del teléfono
para comunicarse en directo con la otra parte del mundo.
Clara sonrió dándole un golpecito en el hombro.
–Oye… no te metas con tu padre que solo por el talento que tiene con un violín
entre las manos se le ha de perdonar cualquier cosa.
Alister sonrió cómplice.
–Gracias… solo por eso tocaré a tchaikovsky esta semana mientras horneas o
cocinas.
Clara se rio y miró a Joseph.
–Lo dicho, hay que perdonarle lo que sea, y más cuando toca mi música
preferida.
El lunes a primera hora tras dejar las tres cestas que correspondían a la empresa
de Andy, la de los empleados, la de la sala de reuniones y la de la sala de
ejecutivos, Josh y Clara fueron juntos al despacho de Andy. Clara iba tirándose
por duodécima vez de las solapas de la chaqueta
-Clara estás muy bien, deja de ajustarte la ropa. -Le decía con una media sonrisa
Josh acercándose al despacho de Andy
-No sé… reconozco que una de las cosas buenas de trabajar en la cafetería era no
tener que vestir con trajes de chaqueta a menudo, como la mayoría de las veces,
en la oficina. Es una de las cosas que, te aseguro, no añoro en absoluto.
Josh sonrió.
–Bueno, tampoco es que vayamos muy formales. -Se echó una mirada a él y otra
a ella–. Vamos de yuppies con estilo.
Clara se rio.
-Ya me siento mejor, sobre todo porque los ejecutivos que nos rodean llevan
trajes que no bajan de los mil dólares.
-Pero no lucen tan geniales como nosotros, sirena… el estilo no se compra… -le
sonreía guiñándole el ojo.
-Si tú lo dices…
Murmuraba entrando en un despacho donde una señorita con un traje de
chaqueta demasiado ajustado pero que obviamente remarcaba su talle de casi
modelo junto con esos altos tacones los miró desde su mesa pegándoles un
rápido repaso evaluándolos de inmediato.
- ¿Puedo ayudarles? -preguntó con una sonrisa claramente ensayada de formal y
profesional cortesía.
-Veníamos a ver al señor Callem. Nos espera. -Dijo Josh sonriendo con
suficiencia.
- ¿Y sus nombres, por favor?
-Solo dígale que miss y míster pizza está aquí…
Clara tuvo que contenerse para no darle un codazo en las costillas, pero también
para no soltar una carcajada por la cara de desconcierto de la chica que
rápidamente fue sustituida por una de desdén mientras se ponía secamente en pie
con gesto adusto y giraba para rodear su mesa y entrar después en el despacho
contiguo.
-Josh. -Le reprendió Clara en un susurro–. Estás bobo… seguro que en cuanto
nos vayamos esta secretaria con cara de vinagre le suelta a todo el mundo lo de
miss pizza.
Josh sonrió, pero de inmediato lo hicieron los dos al escuchar una carcajada al
otro lado de la puerta que rápidamente identificaron como la de Andy y que,
segundos después, aparecía por la puerta por la que se había ido la chica,
riéndose claramente divertido.
- ¿Pero que ven mis ojos? pero si son miss y míster pizza… -se reía acercándose
a ellos.
-No le des cuerda a este pirado, por lo que más quieras… -le murmuraba Clara
en español mientras se dejaba dar un abrazo por Andy que aún se reía.
-Pasad al despacho mientras Lorraine llama a Arthur para comunicarle que estáis
aquí…
Los hizo pasar a su despacho y tanto Josh como Clara miraron en derredor el
enorme despacho que hacía esquina y estaba rodeado por enormes cristaleras
que además de dar una impresionante luminosidad a la estancia mostraban una
impresionante vista de la zona.
-Vaya… -decía Clara caminando hacia los ventanales–. Menudas vistas… -miró
de soslayo a Andy–. Realmente te pagan muy bien, ¿no es cierto? -Le dedicó una
media sonrisa maliciosa–. Pienso cobrarte por los bollos y los cafés después de
todo… menudo canalla.
Andy se reía.
–No seas bruja… sentaos ¿queréis un café? ¿Un bollo quizás? Resulta que desde
hace unas semanas en la oficina tenemos unos bollos de morirse… -se rio
divertido.
Clara miró a Josh mientras tomaban asiento.
–Josh definitivamente pienso empezar a cobrarle los bollos, aunque salga
contigo y aunque me caiga bien… es un descarado y encima forrado… esto no
puede ser.
Andy se rio negando con la cabeza.
–No me tires de la lengua que te saco los colores Clara.
-Bueno, bueno… está bien… lo dejaré pasar como un defecto perdonable… tan
poco es tan grave tener un amigo forradillo… -miró de soslayo a Josh que
sonrió–. Bueno, dime ¿quién es ese tal Arthur y realmente por qué quería
vernos?
Andy se sentó frente a ellos en una postura relajada.
-Arthur es uno de los tres grandes socios de la empresa. Te lo digo porque, a
pesar de que es joven, es uno de los tres que toma las decisiones así que si
quedas bien con él puede que te haga mucha propaganda entre gente con
dinero… -La sonrió divertido–. Aunque ya sé qué queréis seguir con un negocio
pequeño, pero rentable, nunca se sabe cuándo se pueden necesitar contactos.
-Ese es mi chico… astuto y sibilino… -decía Josh sonriendo.
-Calla, burro. -Le daba un golpecito en el hombro Clara riéndose.
-Bueno, lo que has de saber es que es divorciado, que tiene un hijo de seis años
bastante callado por lo que para Arthur todo lo que sea que haga amigos y se
relacione con niños es importante. Su madre vive al otro lado del país. Tuvieron
un divorcio de esos complicados. Arthur consiguió la custodia del pequeño por
lo que no debe ser un modelo de madre… -la miró alzando las cejas–. Arthur es
de origen italiano y se pirra por los dulces que incluyes de estilo italiano, sobre
todo esos canutillos de crema de mascarpone, los dulces de leche o los bizcochos
de café. -Se rio–. Creo que los dos los buscamos como dos perros de caza por la
oficina… preguntó a Dory quién se encargaba de suministrarlos y le habló de
vosotros y de que yo fui quién os recomendó, así que vino el jueves pasado para
preguntarme si podía concertar una reunión con vosotros para ver si podías
organizar una merienda para el cumpleaños del niño. Creo que quiere algo en
plan casero, ya sabes dulces, tarta, galletas y esas cosas para niños de seis años o
por ahí y si encima le pones cosas con sabor mediterráneo mejor que mejor.
Clara entrecerró los ojos.
-No sé, Andy. Preparar el catering de una fiesta infantil… si son muchos niños y
eso, no sé si estoy preparada…
-Tú escúchale. Si ves que no puedes, le dices que no y ya está, todo igual. Te
aseguro que seguirás teniendo el encargo de la empresa ya que todo el mundo le
ha dicho a Dory que le encanta el nuevo distribuidor… -sonrió divertido.
-Ya ves, sirena, no solo a los hermanos de Owen se les conquista con el
estómago.
Sonrió con sorna mientras Clara suspiró lentamente, pero después miró con una
sonrisa a Andy.
-Ahora sé por qué congenias tan bien con Owen y sus hermanos… tú también
tienes sangre irlandesa… ¿Callem? -lo miró alzando las cejas sonriendo
divertida.
Andy estalló en carcajadas:
–Y yo que creía que era por mi personal encanto y mi talento jugando al futbol.
Pero no se te ocurra decirles a esos irlandeses de pacotilla que provengo de un
linaje de la tierra de los tréboles como la llama Tim o cada vez que me vean me
obligarán a beber cerveza en cantidades para tumbar a un orangután.
Clara y Josh se rieron:
-Te guardaremos el secreto, al menos hasta que hagas algo que no nos guste… -
decía Josh mirándolo divertido.
-Eso… ahora tenemos algo con lo que chantajearte, que lo sepas… -se reía Clara
justo cuando llamaron a la puerta y entró la tal Lorraine con mirada pretenciosa
y ojos afilados.
-Señor Callum, el Señor Capirello recibirá a sus visitas en la sala de reuniones
contigua a su despacho.
Andy asintió sonriendo:
–Los acompañaré yo mismo, llame a la secretaria del señor Capirello y dígale
que vamos para allá.
Enseguida Andy los guio a través de la oficina hasta la planta de arriba:
- ¿Una preguntita? -Clara bajó la voz -. ¿Cuántas plantas tenéis?
Andy sonrió.
–En esta oficina solo estamos los que nos encargamos de las fusiones y la
gestión de empresas de nuevas tecnologías y proyección internacional. -La miró
divertido–. Tenemos tres plantas.
Clara lo miró entrecerrando los ojos:
–Empiezo a creer que deberíamos cobraros el doble por cada bocado que hincáis
en lo que mis brujeriles manos elaboran y lo que los artísticos dedos de Josh
crean.
Andy se rio:
–No seré yo el que afirme o desmienta semejante idea.
Josh sonrió.
–Yo la afirmo, sin duda, la afirmo.
Llegaron a una sala donde les recibió un hombre muy atractivo, de unos cuarenta
y cinco años, alto, de pelo castaño y rasgos muy mediterráneos, de buena planta
y muy elegante y con aspecto de hombre seguro, curtido, de mundo y excelente
educación que nada más entrar les sonrió amigable.
-Arthur. -Lo saludaba Andy adelantándose un poco–. Te presento a Clara León y
Josh Trever, los dos socios de los que te hablamos Dory y yo. Clara, Josh, -giró
para poder presentarles mientras el hombre se les acercaba ya extendiendo el
brazo ofreciéndoles la mano-, él es Arthur Capirello, uno de nuestros tres socios
senior y un ferviente seguidor de vuestros dulces.
-Y, sin duda, un acérrimo consumidor… -decía ya tomando la mano de Clara–.
Es un placer conoceros -Les señaló dos de los sillones en torno a una bonita
mesa de reuniones –. Por favor, siéntense.
Clara y Josh tomaron asiento mientras Andy les sonreía.
–Bueno, yo os dejo para que habléis tranquilos. Si queréis, pasad por mi
despacho antes de marcharos. -Clara y Josh asintieron–. Arthur. -Se despidió con
un golpe de cabeza.
Tras tomar asiento sin dejar de sonreírles amigables preguntó:
- ¿Quieren un café, un zumo o algo?
Clara y Josh negaron con la cabeza:
–No, gracias, muy amable. -Respondió ella con timidez.
-Andrew me ha dicho que ambos han vivido una temporada en Italia, si lo
prefieren podemos hablar en italiano. -Sonrió encantador o eso le pareció a Clara
que no hacía más que asombrarse de lo bonito que tenía los ojos pues eran de un
color casi ámbar, muy llamativo–. De algo tenía que servir que mis abuelos solo
nos hablasen a mi hermana y a mí en italiano pues, a pesar de emigrar a este país
hace muchísimos años, nunca aprendieron más que el inglés necesario para
poder entenderse con sus vecinos.
–Como prefiera, aunque puedo decirle que mi inglés es aún un poco de la
categoría de los turistas y mi acento horrible a juzgar por lo que dicen mis
amigos… aunque a veces dudo que lo sean…
Clara de pronto se sonrojó ¿desde cuándo ella era tan parlanchina con un
extraño? Pero aquel hombre a pesar de su puesto y su importancia parecía
amigable y agradable. Josh se rio al igual que él:
-Clara, siendo justos, solo tú y George Bush pronunciáis igual de mal… -Clara
miró a Josh y sonrió
-Bueno, al menos me has comparado con todo un yanqui de pura cepa.
De nuevo los dos se rieron:
–Bueno, eso no se lo discutirán los tejanos, el resto de los americanos… -Arthur
hizo una mueca y tanto Josh como Clara se relajaron de inmediato–. Bueno, en
fin, como sé que están ocupados y que hayan accedido a venir hasta aquí es un
poco trastorno para ambos, no les entretendré más de lo necesario. -Se inclinó un
poco hacia delante apoyando los codos en la mesa de un modo más relajado y
manteniendo aún la sonrisa–. Como bien ha dicho Andrew, soy admirador de sus
dulces y mi secretaria fue, a instancias mías, hace una semana, a comprar en
persona a su local algunos de sus productos y, francamente, quedé aún más
impresionado.
Clara sonrió:
–Gracias.
-El caso es que mi hijo, Bobby, cumplirá siete años dentro de dos semanas. Es un
chico estupendo. Es listo, bueno y cariñoso, pero muy tímido y reservado, y
ahora que empieza esa edad en la que se hacen amigos pues querría invitar a los
niños de su clase y a algunos vecinos de la zona en la que vivimos a una especie
de merienda. La idea es que haya juegos y algunas diversiones, pero querría que
los niños se lo pasen bien y que, además, coman de fábula. -Sonrió–. No hay
nada más feliz que un niño atiborrado de cosas que les gustan de verdad. Pero
me niego a poner simplemente fuentes de caramelos y golosinas. Por eso pensé
que, quizás, pudieren ofrecerme una alternativa. Pretendo que sea una merienda,
pero con cosas que seguro a los niños gustarán.
Tras unos segundos Clara, que lo miraba atenta, tomó aire enderezándose un
poco:
–No sé si Andy, Andrew, le habrá dicho que no hacemos caterings. Es decir, yo
nunca he preparado algo semejante.
Arthur asintió:
–Lo sé, lo sé, pero es precisamente eso lo que también me gusta. -Los miró
indistintamente–. Me explicaré. Quiero buena comida, pero con un toque
hogareño o casero. Tampoco es que vayamos a invitar a cien niños. Serían a lo
sumo treinta pues en el aula de Bobby hay veinte niños y vecinos cercanos, de
más o menos su edad, no creo que haya más de diez o doce. Realmente no sería
más de lo que elaboran para una mañana aquí, aunque sí tendría que ser más
pensado para niños y para una merienda de cumpleaños.
Clara miró un instante a Josh que le sonrió y después de nuevo a él apoyando las
manos en la mesa:
–Bueno, supongo que dicho así es fácil pensar que sería cuestión de reservar la
tarde anterior y la mañana del cumpleaños para elaborar todo lo necesario…
pero, creo que convendría que conviniésemos todo lo del menú. Por ejemplo,
¿qué es lo que más le gusta a su hijo?
Arthur se rio:
–Eso es fácil. Desde la semana pasada sus mini pizzas dulces.
Clara sonrió:
–Gracias… -miró a Josh que se reía–. Pero además de eso… no sé… elaborar
una merienda implicaría incluir cosas de dulce, pero también salado y supongo
que, aunque no quiera que toda la merienda sea eso, debiere pensar poner
algunas chucherías y gominolas también. Son niños pequeños y aunque solo sea
como premio en los juegos o en bolsitas de recuerdo al irse, debieren llevarse de
la fiesta alguna que otra gominolas y caramelo… es un cumpleaños después de
todo.
Arthur se rio:
–Supongo que sí… ¿ciertamente qué sería un cumpleaños infantil sin una buena
dosis de comida insana?
-Le propongo una cosa. -Intervino Josh–. Como bien ha dicho Clara, no hemos
hecho nunca nada similar, pero podría dejar en mis manos lo de elaborar bolsas
de regalos para los niños, me encargaré de que queden infantiles y divertidas y,
por supuesto, repletas de un buen atracón de caramelos y usted podría pasarse
mañana a lo largo del día y elaborar un menú para la merienda seleccionando
uno a uno los productos o adaptándolos.
- ¿Adaptándolos? -preguntó interesado.
Clara que vio a donde quería parar Josh sonrió:
–Bueno… por ejemplo… en lo referente a lo salado podemos elaborar pizzas
artesanales, pero no como las que hacemos en el restaurante en las que ponemos
espinacas o berenjenas sino hacerlas más sencillas para niños, jamón, queso,
pepperoni, salchichas. También podríamos poner en vez de los típicos
sándwiches de jamón y queso, algo más tipo hojaldres, croissants y algunos
bollos salados con formas divertidas. También podemos hacer, además de las
pizzas dulces, galletas y magdalenas de distintos sabores para completar lo
salado y, por supuesto, junto a los típicos refrescos poner zumos recién hechos.
Si hubiere algunos adultos podríamos hacer un par de cosas añadidas para ellos,
por supuesto.
Arthur se rio;
–Si me dice que hará para los adultos el tiramisú del que habla Andrew desde
luego no podré negarme. -Se rio–. De lo que son los juegos y demás se encargará
una empresa que he contratado especializada en animación infantil y, por
supuesto, contarían con el personal doméstico de mi casa para ayudarles en lo
que necesiten.
Clara y Josh intercambiaron una mirada.
–Seguro que Jeff y un par de compañeras harían de camareros encantados… -
decía Josh cómplice.
Clara se encogió de hombros:
–Creo que nos precipitamos… -miró a Arthur-. Lo mejor sería que se acercase a
nuestro pequeño negocio y viese en persona si podemos ofrecer lo que desea y es
que realmente no creo que si no prueba lo que de verdad se encontrará en la
fiesta no podrá estar seguro de que todo saldrá bien. De hecho, incluso si
seleccionase lo que le gusta podría llevarse una cesta para que su hijo pruebe y
también opine, pues creo que es el que más tendría que decir.
Sonrió amable a ese hombre que la miraba tranquilo y relajado. Tras unos
segundos sacó de su bolsillo una IPad de esos pequeños y lo encendió y tras
trastear unos segundos los miró de nuevo a Josh y a ella.
-Pues, si les parece, podríamos ir mañana cuando Bobby salga de la escuela. Iría
a recogerlo y lo llevaría directamente hasta allí.
Josh miró a Clara:
–Sería perfecto. Por la mañana elaboraré algunas ideas y muestras de lo de las
bolsas regalos o de premios y, así, con ellas delante, el pequeño podrá decidir y
aportar ideas o decir esto me gusta y esto no… además, con los dulces y bollos
delante podrá elegir mejor.
Clara asintió:
–Supongo que sí, claro… umm… -Frunció el ceño-. Le podría hacer algunas
ideas de lo salado antes de que lleguen para que lo prueben e incluso las pizzas
elaborarlas con él delante para que vaya eligiendo según le parezca.
Arthur sonrió:
–Seguro que si le da a elegir qué incorporar a cada cosa resultarán algunas
incomibles.
Clara se rio:
–Procuraremos ir guiándolo para obtener al menos algo que sea medianamente
digerible.
-Pues, en ese caso… -Sonrió suavemente mientras apuntaba algo en el IPad y
después rápidamente los miró comenzando a ponerse en pie–. Creo que
podremos cerrar los detalles mañana ya que no dudo que no solo podrán elaborar
este pedido sino realizarlo a la perfección… -se giró suavemente dándoles paso
hacia la puerta y abriéndola antes de extender la mano ofreciéndosela a ambos–.
Pues entonces, quedamos en vernos mañana con mi hijo y decidir con la vista
además del gusto lo más conveniente… -Clara y Josh asintieron–. Les doy las
gracias por venir.
-No ha de darlas. -Dijo Clara sonriéndole ligeramente–. Le prometo que le
esperaremos con algunas ideas.
-Sí, seguro que conseguimos al menos que su hijo salga del restaurante con un
buen atracón… -Se reía Josh tras darle la mano–. Hasta mañana, Señor
Capirello.
-Por favor, llámenme Arthur.
Josh sonrió.
–Bien, hasta mañana, Arthur.
Bajaron y de inmediato fueron al despacho de Andy y, como la vez anterior, esa
señorita Lorraine con aire de suficiencia profesional y acritud condescendiente
repitió lo que hizo la primera vez mientras Josh y Clara esperaban riéndose en el
despacho previo al de Andy que como antes salió a atenderles.
-Vamos. -Dijo caminando directamente hacia ellos–. Os acompaño hasta abajo y
me vais contando qué tal… -sonrió mientras con la mano en la espalda de Clara
ya los guiaba hacia la salida de la oficina.
-Oh pues creo que ha ido bien. Vendrá mañana al restaurante con su hijo y
elegirá el menú, si es que encuentra lo que quiere. -Le iba diciendo Clara.
-Nos habías dicho que era joven, pero lo cierto es que me lo imaginaba un
cincuentón o con un aspecto más de ejecutivo pasado de vueltas, pero… -le
sonrió con picardía bajando la voz–… es un bollito muy interesante.
Andy sonrió:
–Pero hetero, Josh, así que ni que se te pase por la mente… -se reía como si tal
cosa.
-Sois los dos unos burros… -les decía Clara apretando el botón de llamada del
ascensor mientras ellos se reían como si entre ellos hubieren hecho una broma.
-Bueno, bueno… pues a lo mejor podríamos considerarlo un bollito para el
horno de Clara… -decía Josh bajando más la voz y mirándolo travieso.
- ¡Ni se te ocurra! Que cuando te sale la vena casamentera eres un peligro,
Josh… recuerda que es el jefe de Andy y, además, está a punto de convertirse en
el nuestro, aunque solo sea temporal.
-Pues no sé… no sé… a mí me ha parecido que te ponía ojillos y que solo te
miraba y hablaba a ti como si yo casi ni estuviere.
-Josh, ni lo digas que sabes que no es cierto… -lo miró Clara ceñuda moviendo
el dedo frente a él–. Nos hablaba a ambos, estábamos frente a él, no te inventes
batallitas…
Josh se reía al igual que Andy
-Hum… hum…
Se reía divertido por la cara enfurruñada de Clara cuando las puertas del
ascensor se abrieron y salió un hombre con aspecto de inventor chiflado y tras él
Alex con su imponente aspecto de yuppie triunfador e indiferente al mundo. Al
verlos se detuvo nada más salir del ascensor.
-Andy. -Lo saludó con una media sonrisa–. Josh, Clara. -Les dedicó una sonrisa
como si nada, como si encontrarlos allí fuere lo más normal y cotidiano del
mundo.
-Alex. -Dijeron al unísono, pero Josh fue más rápido y giró dedicando una
sonrisa a Andy–. Andy, no hace falta que nos acompañes hasta abajo, seguro que
estás a tope de trabajo. Nos vemos esta noche si te quieres pasar a cenar.
Clara que notaba los ojos de Alex fijos en ella se había obligado a girarse
también para mirar a Andy. Lo abrazó como siempre:
–No te preocupes si llegas tarde, prometo hacerme la despistada… -lo sonrió–.
Bueno… -Se separó un poco de él-. Gracias por todo…
Josh y ella se giraron de nuevo hacia el ascensor –Alex…
Fue una despedida con evidente desgana, cediendo Josh el paso a Clara hacia el
ascensor de modo que obligaba a Alex a apartarse para dejarles entrar y Clara,
en cuanto vio por el rabillo del ojo que se echaba ligeramente a un lado, entró
presta en el mismo.
Tras cerrarse las puertas Alex le dijo algo a su acompañante que de inmediato se
dirigió hacia la zona de los despachos y después miró a Andy.
– ¿Así que ahora vienen a hacer el reparto a domicilio? -lo miró alzando las
cejas
Andy empezó a reírse negando con la cabeza:
–Qué poco sutil eres, Alex. -Comenzó a caminar de regreso al despacho con él a
su lado–. Han venido a hablar con Arthur. -Alex alzó las cejas en claro mensaje
de que continuase-. Por lo visto, -continuó relajado pero divertido ante el interés
de Alex-, le encantan los dulces de Clara y quería verla para preguntar si puede
encargarse del cumpleaños de su hijo. Le pedí que viniera por lo menos para
escucharlo.
Alex no dijo nada en unos segundos:
–Supongo que entonces las cosas empiezan a irles bien…
Andy sonrió metiendo de modo relajado las manos en los bolsillos sin detenerse.
–Bueno, sí. Josh dicen que no pueden quejarse, tienen algunos encargos fijos, la
cafetería suele tener clientela a las horas puntas y parece que el boca a boca por
el barrio y las zonas cercanas funciona porque suele pasarse bastante gente a
comprar panes, dulces y a tomar café relajados con un buen bollo y demás.
Como no quieren más que tener su pequeña cafetería y que ésta les proporcione
ingresos para vivir holgados, no puedo sino decir que les va bien, sí. Cierto es
que ambos le dedican mucho tiempo, pero parece que disfrutan en lo suyo, así
que no los oirás quejarse… -le miró con una sonrisa satisfecha–. Nosotros
sabemos mucho de eso ¿no crees? -Iba a girar hacia un pasillo en dirección a su
despacho–. Pero si tienes algún día tiempo o ganas de verlo, pásate por el local,
les ha quedado muy agradable y confortable, con ese aire de trattoria italiana y
de lugar casero que buscaban. Además, así probarás algunas de las delicias que
salen de las manos de Clara y sus dos ayudantes… aunque solo sea para comer
risotto o ternera en salsa una vez por semana ya merece recorrer la ciudad… -Se
reía caminando sin detenerse ni volverse a mirarlo.
Alex lo vio marchar con ganas de preguntarle un poco más. Las veces que
hablaba con Ron sospechaba que él evitaba hablarle de Clara lo que significaba
que Noelia, que estuvo presente la última vez que habló con Clara, le habría
contado lo ocurrido o por lo menos algo… no todo porque de lo contrario Ron le
habría gritado durante horas como un hermano mayor protestón, seguro…
Suspiró girando hacia su despacho. La verdad era que desde que unas semanas
atrás tomó uno de los panecillos de los nuevos proveedores y se enteró que eran
de unos amigos de Andy que los había recomendado, supo de inmediato que
eran de Clara. Además, durante esa primera semana toda la oficina no hacía más
que alabar los muffins y bollos que llevaban algunos días y solo tuvo que probar
los canutillos de hojaldre y mascarpone para reconocer la mano de Clara y la de
Tomasino detrás de ellos. En un par de ocasiones incluso pensó en acercarse a
comprar algo a esa cafetería, un cliente nunca les vendría mal y aunque no le
recibiesen con una sonrisa al menos sí serían corteses. Pero después de cómo se
había portado con Clara y la última vez que la vio, descartaba de inmediato esa
idea. Suspiró al recordar la mirada que le había lanzado Josh unos minutos antes
y también la de Clara, quizás ya no estuviere enfadada con él o quizás sí, pero de
cualquier modo no le caía nada bien y lo curioso era que ella a él sí y mucho. No
por como aguantó sus neuras los días en que le cuidó, por lo que deberían
elevarla a los altares, hasta él podría reconocerlo, sino porque era agradable,
cordial. Era demasiado reservada y callada a veces, pero él también así que, no
les resultaron incómodos los silencios entre ellos cuando estuvieron juntos
sentados leyendo o cada uno haciendo lo suyo. Y aunque no era una mujer guapa
en sentido estricto, no le resultaba nada desagradable, de hecho, incluso tenía su
atractivo sencillo, llano, falto de artificios. Lo que se veía era lo que había.
Delante del ascensor le pareció francamente atractiva, estaba riéndose con Josh y
Andy y parecía tan distinta a las chicas con las que salía y todas las mujeres que
le rodeaban en la oficina y en su día a día. Las ejecutivas estresadas y
competitivas y las secretarias o ayudantes siempre emperifolladas para intentar
cazar la atención de los hombres a su alrededor o, por el contrario, intentando
encontrar su oportunidad de hacerse un hueco en la empresa de modo que
siempre estaban tensas o a la espera de ese empujón. Sí, comprendía lo que
Andy había dicho de dedicar muchas horas al trabajo en algo que te gusta, a él le
gustaba mucho la competitividad y el desafío constante de su trabajo, pero
siempre estaba así, tenso, alerta y no cejaba cuando estaba fuera del trabajo ni
con las mujeres con las que se veía fuera de allí porque también eran casi una
especie de competición o unas relaciones en las que sabes que los dos esperan
cosas concretas del otro pero no lo que de verdad debiera ser la base de una
relación sentimental y menos amorosa. De cualquier modo, si Clara podía
dedicarse a eso que le gustaba y le iba bien, después de haberse arriesgado tanto,
se alegraba por ella… Suspiró antes de entrar en su despacho para despejar la
mente de nuevo y regresar a ese trabajo que le gustaba y se le daba tan bien.
Por la mañana, Clara se dedicó tras hacer los encargos de primera hora con la
ayuda de Mary y de Tai y tras preparar lo necesario para el almuerzo, a pensar y
elaborar distintas alternativas que presentar al jefe de Andy y a su hijo y,
mientras tanto, Josh, se dedicó a asaltar algunos grandes almacenes
especializados en alimentación donde hizo acopio de algunas chucherías y
caramelos para hacer también sus ideas. Después del almuerzo y con la cafetería
llenándose de nuevo solo de personas que iban a tomar café relajados o
simplemente a comprarlo para llevar con algún bollo o tentempié, se sentaron los
dos en una mesa que había preparado con algunas de las cosas que presentarían.
Clara se ría con las ocurrencias de Josh observando al detalle cada cosa.
-Josh, para ser alguien que no tiene niños y que no se encuentra rodeado de ellos
habitualmente, esto se te da genial… -observaba uno de los paquetes de regalo
que había elaborado.
-No creas, he sentado al pillo de Dave conmigo mientras las iba haciendo y a
salvo el hecho de ir comiéndose la mitad de las gominolas mientras debatía
sobre la conveniencia de una u otra, ha sido muy franco en lo que le gusta y no y
cuáles son sus preferidas y por qué.
Clara sonrió:
–Bueno, si Rose nos dice que ha tenido dolor de tripa pienso señalarte con mi
dedo acusador sin dudarlo.
Clara terminó de preparar lo necesario para que Jason y Mary pudieren ocuparse
de la cena si se retrasaba con sus invitados y nada más hacerlo salió a la parte de
la cafetería donde casi choca con Andy.
-Ey sirena, que vas despistada… -le sonreía tomándole de los brazos para evitar
que se cayere.
-Hola. -Lo saludó cuando se enderezó–. No sabía que vendrías… ¿quieres un
café y un croissant de serrano que sé que te encanta?
Andy se rio:
–Suena de maravilla.
-Siéntate en aquélla mesa y esperas con nosotros a tu jefe ya que estás aquí.
-De hecho, he venido por si necesitabais refuerzos.
Sonrió mientras Clara se reía empujándolo ya hacia la mesa.
-Mentiroso, has venido aprovechando la circunstancia para darte un atracón a
cuenta de hacer una cata.
Andy se rio travieso.
–Bueno, ese es un incentivo extra, malpensada.
-Siéntate y calla, liante, mientras, te traigo el café y el croissant y aviso a Josh de
que estás aquí. Puedes mientras cotillear un poco en lo que hemos dejado en la
mesa para el hijo de tu jefe.
Ya había dado buena cuenta de su croissant y del café cuando aparecieron Arthur
con un pequeño vestido aún con el uniforme de la escuela con su chaqueta azul
con el escudo en el bolsillo. A primera vista parecía un pequeño francamente
tímido y callado pues tras los saludos iniciales se sentó junto a su padre sin
necesidad de indicárselo y en completo silencio.
-Bueno... -dijo Josh sonriendo al pequeño–. Empecemos por lo importante,
Bobby ¿puedo llamarte Bobby? -El pequeño asintió con timidez–. Estupendo, tú,
espero, me llames Josh… veamos… -sacó varias cajas y bolsas con dibujos y
diseños infantiles–. Verás, te he preparado una selección de ideas y tú dirás si te
gusta o no o cómo querrías cambiar en cada caso.
Arthur tomó las bolsas y se las acercó al pequeño.
-Bien… ábrelas si quieres, Bobby, la mejor forma de verlas bien es abrirlas. -Le
instó Josh sonriendo.
El pequeño sonrió y empezó a inspeccionar bolsas tras bolsa, paquete tras
paquete, pero como parecía un poco cohibido de decir lo que pensaba ante
extraños, Clara tomó una de las gominolas y el regalito de una de las bolsas y
dijo;
-A mí de esta bolsa me gusta los dibujos de fuera y las chuches menos esta y este
muñequito, lo cambiaría por esto y esto… -decía tomando otras cosas esparcidas
en la mesa-. ¿Tú qué dices? ¿Qué es lo que cambiarías o lo que mejor pondrías
en vez de esto?
-Me gustan los coches de bomberos que traen regalices en la parte de atrás, pero
no mucho la cajita… -dijo mirando a Josh con pena.
Josh se rio:
–Estamos de acuerdo en que los coches de bomberos son estupendos… umm…
¿Dónde lo colocarías si no y con qué cosa te gustaría encontrártelos en una bolsa
de regalo? Puedes si quiere diseñar la caja o la bolsa como gustes, recuerda que
siete años no se cumplen todos los días.
-Umm… pues… -empezó a coger varias cosas y a mezclarla y a coger de aquí y
de allí–. Me gusta esta bolsa para los niños de mi clase ¿le podríamos dar una al
irse con esto? -miraba a su padre poniendo frente a él algunas cosas elaboradas
por Josh.
Arthur sonrió:
–Claro, claro… para eso estamos aquí para que elijas lo que quieras.
-Y podemos hacer pequeños paquetitos con regalos, para los juegos, como
premios… -Decía Josh sacando unas cajas–. Dentro pondremos algún regalo y
algún caramelo extra. Por ejemplo, los legos pequeños… -Le enseñó unos
cuantos–. A Clara y a mí nos encantan los legos que han salido de la Guerra de
las Galaxias.
Clara se rio.
–Bueno, yo lo soy seguidora de los de los Ewoks… -sacó de su bolsillo un
pequeño llavero con forma de lego que representaba a ese personaje de los
dibujos.
-Sí, sí… -Josh puso los ojos en blanco–. Las chicas siempre se van a por los
ositos tiernos y peludos… -sonrió mirando al pequeño–. A mí me van más los
soldados imperiales… -tomó un par de ellos.
-Me gusta mucho la Guerra de las Galaxias. -Dijo el niño sonriendo.
Arthur alzó la ceja mirando a Josh y este le dijo:
–Desde la sala de reuniones se veía la foto de la mesa de su despacho. Sale -
señaló al niño- disfrazado, supongo que en Halloween.
Arthur se rio:
–Sí, sí, es cierto, muy observador… -miró a su hijo que tomaba las distintas
figuras–. Entonces legos y juguetes de la guerra de Guerra de las Galaxias,
además de chucherías en las cajas de regalos y bolsas como esa. -Tomó la que
había apartado- ¿para cuándo la fiesta termine?
El pequeño asintió sonriendo.
–En ese caso, Bobby creo que lo que ahora procede es que te des un atracón de
bollos para que puedas decidir lo que más te gusta, pero debes prometerme que
dejarás hueco porque habrás de probar las pizzas que vamos a hacer… -decía
Clara poniéndose en pie y tomando al pequeño de la mano para llevarlos hasta el
mostrador de la bollería y tras pasarlo por detrás, tomó una bandeja y fueron
tomando todo lo que el pequeño quería probar y después regresaron a la mesa
con ella. Nada más sentarse Clara sonrió a Tai.
- ¿Podrías traer la bandeja que he dejado en la cocina para Bobby? -cuando Tai
asintió y se fue, Clara miró a Arthur y al niño–. Bueno, he pensado que algunas
cosas podemos mejorarlas para la ocasión… verás… -decía señalando y
poniendo frente a él una de las galletas que había elegido–. Seguro te encantan
las galletas con trocitos de chocolate… -el niño asintió–. Pues… -dejó espacio
ya que Tai regresó con lo que le había pedido–. Nosotros tenemos un amigo,
Dave, que dice que cuanto más chocolate mejor y por eso a veces le hago lo que
él llama su sándwich de galleta con doble chocolate… -tomó una cosa y la puso
frente al niño en el plato que había colocado delante de él. Se rio al ver la cara
del niño–. Como veras, son galletas con trocitos de chocolate formando un
sándwich, pero, y esto es lo importante, entre ellas tienen crema de chocolate…
había pensado que, ya que es tu cumpleaños, podríamos hacerlas como esa con
la forma de la B de Bobby y de 7 porque cumples siete años y… -puso frente a él
una magdalena, un bollo de canela relleno y una mini pizza dulce–. En todos los
dulces pondremos B y 7 de chocolates como esos… y puedes elegir el relleno de
las mini pizzas. Mi preferido es el de chocolate, pero hago uno de chocolate con
avellanas que cierto amigo… -miró a Andy alzando la ceja–… las come a dos
carrillos.
Andy se rio.
-Es que llevo un niño dentro.
El pequeño se reía empezando a probar de todo y escogiendo esto y aquello
divertido, especialmente porque Andy y Josh no paraban de pincharlo con
cambiar esto por aquello o esto por esto otro.
Clara miró a Arthur mientras los tres frente a ellos se lo pasaban bomba atacando
todo a su alcance:
–Había pensado hacerle una tarta un poco rustica… -empezó a decirle y
enseguida Arthur la sonrió y aunque se sonrojó un poco intentó no parecer en
exceso boba y continuar como si tal cosa–. Como le gustan los hojaldres y los
bocaditos rellenos supuse que sería buena idea hacer pizzas como principal de la
merienda para los niños, aunque entre los juegos picoteen de lo que sean bollos y
dulces. Pero para la tarta creí que sería mejor también seguir la senda del
almuerzo así que había pensado hacerle un bizcocho con rellenos de crema y un
baño de chocolate, pero en vez de tarta como siempre, hacerle un tronco de
chocolate… -sacó el IPad de Josh y le enseñó el dibujo-. Una cosa así…
Arthur lo miró con detalle:
–Me gusta…
-Pondríamos velas en cada uno de los troncos de los lados y el nombre de Bobby
en el tronco principal con chocolate blanco.
-Umm, está muy bien… Sí, me gusta y, desde luego, siendo de chocolate los
niños lo devorarán.
La miró sonriendo. Clara sonrió asintiendo
–Eso había pensado… Sé que aquí están muy de moda las tartas con pasta de
azúcar, pero, aunque son muy vistosas, luego no gusta tanto el baño a los más
pequeños.
Arthur se rio.
–Sí, sí, lo entiendo, lo entiendo. No todo lo que lleva azúcar gusta a los niños…
Clara asintió –Además… la tarta, había pensado, es lo último que comen
realmente y lo hacen sentados, más tranquilos, de modo que podríamos
organizarlo para que la tomen con batidos caseros como los que hacemos aquí…
que son de helados, leche y sirope sin nada más añadido.
- ¿Batidos? -se escuchó a Bobby de pronto.
Clara le sonrió asintiendo:
- ¿Te gustaría que hubiere batidos de helado para acompañar la tarta? -el niño
abrió los ojos de par en par–. Como aún has de probar las pizzas, si quieres,
después de ellas haremos los batidos de helados juntos y elegirás los que más te
gusten.
Josh estalló en carcajadas:
–Eso no lo podrás resistir, Bobby… los batidos de helados no se beben, se toman
con cuchara… No sabrás lo que es el cielo hasta que los pruebes.
Arthur se rio ante la cara ansiosa del pequeño.
–Bueno… como empiezan a llegar los clientes para la cena ¿Qué les parece si
pasamos a mi pequeño rincón privado de la cocina y nos ponemos a
experimentar con las pizzas? -Preguntaba Clara sonriendo a Bobby–. Te voy a
dejar que elabores las pizzas como gustes… Vas a hacer de pinche con gorro y
todo… -el pequeño se reía dejándose aupar por Josh que lo guio hasta la cocina
con Andy mientras Clara apuntaba las cosas en el IPad–. Creo, -decía mirando a
Arthur-, que solo nos quedaría concretar lo que sería la comida para los adultos
diciéndome, además, cuántos serían y algunos detalles de lo salado para los
niños… sé que a Bobby le ha encantado la tortilla de patatas y en España es,
posiblemente, lo que no falta en ninguna fiesta de cumpleaños, pero no sé si a
sus compañeros les gustará de igual modo. Si lo prefiere podemos hacer una
ensalada de patatas o algo similar.
Arthur que ya se levantaba para dejarle espacio para salir:
–Bueno… sinceramente, a mí también me gusta, no creo que sea necesario
cambiarlo. Respecto a la comida de los adultos… Creo que podríamos poner
también pizza, me encantan las que he visto en su carta, no veo por qué
cambiarlas para nosotros y con una ensalada y algo de carne fría estaría bien…
Al fin y al cabo, solo seremos unos pocos adultos y también será una merienda
no una cena formal ni nada similar…
Clara que caminaba a su lado asentía.
-Les podría preparar un rosbif con varias salsas para acompañarlas y si acaso
añadir algo especial de postre para los adultos, como el tiramisú o los canutillos
de crema de queso con ron o algo similar…
Arthur se rio de inmediato al entrar en la cocina y ver al fondo, en una zona que
era una especie de pequeño islote donde Clara solía cocinar tranquila con el
horno de leña extra que tenía detrás, a su hijo sentado en un taburete alto con un
delantal y el gorro de cocina ya colocado con Andy y Josh a su lado con sendos
mandiles.
-Presumo que mi hijo ya está listo para su sesión de cocina.
Clara lo miró sonriendo también.
–A lo mejor no se siente cómodo aquí, lo siento, no le había preguntado… -decía
ahora mirando a Arthur seria
-Al contrario. -Se quitaba la chaqueta sonriendo–. Aunque me parece que voy a
tener que pedirle también uno de esos delantales o me verá salir de aquí
embadurnado con todo tipo de cosas.
Clara sonrió extendiendo el brazo y tomando un delantal limpio para ambos y
guiándolo hasta un taburete alrededor de ese islote.
-Bien. -decía sacando la masa de las pizzas y entendiendo alrededor de un lado
del islote los ingredientes para hacerlo-, caballero… -miró a Bobby y dejando
frente a él varias bandejas con la masa de la pizza casera ya extendida y
preparada solo para poner los ingredientes–. Usted manda a partir de ahora… -
apoyó los codos sentada también en su taburete mirándolo-. Verá, señor mío…
El truco de las pizzas está en poner algunas cosas imprescindibles y después
todo lo que te pida el estómago–. Lo primero… -colocó entre ella y el pequeño
un bol con el tomate y le dio un cucharón–… hay que poner el tomate porque si
no queda seca y no sería una pizza de verdad… Se pone así… -cogió un
cucharón y extendió un poco sobre la que ella tenía frente a ella enseñándole y él
la imitó sonriendo–. Después, el queso, el magnífico queso italiano,
mozzarella… Umm… como descendiente de italianos no debes poner poco sino
mucho… -el niño se rio mientras lo ponía como ella–. Y ahora, toca que sea tu
estómago el que te diga lo que quiere comer… a ver… -fingió mirar los
ingredientes–. ¿Jamón? A lo mejor te gustan más de salchichas… o de
pepperoni… o… Umm… tienes cara de beicon… -le sonrió
-Me gusta de jamón y piña…
-Excelente elección. -Decía Clara poniéndole los dos cuencos cerca–. Yo creo
que pondré beicon y maíz.
-Ni se te ocurra… -decía Josh–. Bobby dile que ni hablar. Eso no se pone…
Bobby se rio:
–Salchichas… mejor, salchichas y eso… -Señaló el cuenco de la cebolla.
-Umm ¿salchichas y cebolla? -le sonreía Clara–. Me gusta, buena elección. -La
ponía sobre ella y con las dos pizzas frente a ellos lo miró.
-Un momento… -se rio Josh–. Yo quiero mi pizza de hamburguesas…
- ¿Hay pizzas de hamburguesas? -preguntó el pobre con los ojos como platos.
-Hay pizzas de lo que quieras. -Contestaba Clara riéndose–. Verás. A nuestro
pequeño amigo Dave, Josh y yo, a veces le hacemos en casa la pizza
hamburguesa que es su preferida… Tiene tomate, queso, beicon, un poco de
cebolla, pero lo importante es que tiene pequeñas hamburguesas… ¿Quieres que
probemos una? -el pequeño asintió de inmediato y la fueron haciendo entre las
risas del niño mientras Andy tomaba otra y hacía otra “por probar” decía
riéndose.
–Y ahora… -añadió la final Clara-. Falta el toque italiano de verdad… -lo miró
alzando las cejas–. El orégano. Falta el orégano fresco, aunque también es muy
italiano echar albahaca fresca en vez de orégano… -extendió un poco del
orégano picado sobre todas ellas ayudada por el pequeño–. Y ¡Listo!… -tomó
una pala de madera tras bajarse del taburete–. Hay que hacerlas bien… -abrió el
horno y enseñó al pequeño cómo introducirlas. En cuanto las metieron también
en el horno, Clara se llevó a Bobby al mostrador donde hacía los batidos caseros
y elaboraron varios para tomarlos con las pizzas regresando al islote donde
esperaban los tres hombres bebiendo cerveza y atacando sin piedad una fuente
de verduras a la plancha con redondo al vino tinto que, a buen seguro, Josh había
hecho a Tai ponerles frente a ellos.
-Ni preguntaré…
Clara lo miró con una sonrisa al acercarse dejando la fuente con los batidos
recién hecho en el islote. Andy se reía mirando la bandeja con ojos de niño
ansioso
–Clara, voy a tener que hacer sesiones extra en el gimnasio esta semana.
Clara se reía negando con la cabeza.
–Ni que te apuntase con un arma, glotón…
Tomó a Bobby y entre los dos sacaron las pizzas y las colocaron en el centro del
islote.
-Pizzas de hamburguesas… -mordía sin dejar de sonreír tras un bocado-.
¿Podríamos tener pizzas de hamburguesas en mi cumpleaños? -preguntaba a su
padre–. Es mí preferida…
-Claro… -miró a Clara–. Yo creo que de las cuatro… ¿sería posible?
Clara sonrió asintiendo:
–sí, sí, no habría problemas… las llevaré preparadas solo listas para colocar los
ingredientes y hornear en su casa.
Arthur sonrió.
–Perfecto.
-No saben igual que las de casa… -Meditaba el pequeño.
Clara sonrió.
–Bueno estas son caseras, pero, además, saben mejor cuando se hacen en este
horno… es de piedra.
-Ahhh… -lo miraba curioso.
-Llevaré una cosa para que cuando las haga en tu casa sepan igual… -le decía
Clara girando y tomando bajo el mostrador una piedra de pizza–. Mira… con
esto se hacen las pizzas. Me traje unas cuantas de Italia… Mi amigo Tomasino
decía “se per fare una pizza o ben fatto o non fatto” -decía moviendo la mano e
imitando la voz como Tomasino–. Que significa “si hay que hacer una pizza o se
hace bien o no se hace” - sonrió divertida al pequeño.
-Tomasino... ¿Es quién te enseñó a hacerlas? -preguntaba antes de dar otro
bocado a otro de los pedazos frente a él y beber de uno de los batidos.
Clara asintió:
–Un italiano de los de verdad. De los que solo hablan en italiano, beben cianti y
comen mucha pizza.
Josh estalló en carcajadas:
–Entre otras cosas... -miró al pequeño–. Es un italiano bonachón, pero muy
refunfuñón.
-No digas eso, pobre. -Se reía Clara–. Además, hace el mejor tiramisú del
mundo… - sonrió–. Y el mejor helado de caramelo… -miró a Bobby–. De esos
que comes y comes cuchara tras cuchara sin parar.
El pequeño se rio:
–Como los batidos… -metía la cuchara en el de fresa.
Josh se rio:
–Creo que tenemos un nuevo seguidor.
Tras un rato más consiguiendo que el pequeño les contase cosas para su
cumpleaños concretaron con Arthur los detalles de la merienda y los datos que
necesitaban sobre la casa y los invitados y al final se despidieron de los dos.
Clara y Andy se reían aún al regresar a casa a costa de las tonterías que Josh
había hecho con el pobre Bobby y las bromas de los dos.
-Te juro. -Decía Clara dejando el bolso en la entrada– que ha habido un
momento en que he dudado cuál de los dos era el mayor.
Andy se reía quitándose la chaqueta:
-Sobre todo cuando se han puesto a jugar con los legos.
Clara asintió:
-Bueno, yo me voy a la cama. -Anunció nada más descalzarse.
-Está bien… -Josh le dio un beso distraído–. Pero haznos un favor, Despiértanos
antes de marcharte a la cafetería para que Andy no llegue tarde y yo saque a
pasear a miss Diva que si no luego se me enfurruña.
Clara sonrió.
–Está bien, está bien… Buenas noches a los dos… -decía ya girándose y
moviendo la mano al aire.
Andy se reía viéndola tropezar con los muebles.
–Pareces una borracha coja, Clara, y eso que solo has bebido batidos.
- ¿A que no te dejo ningún bollo de canela antes de marcharme mañana?
Llamarme borracha coja… -refunfuñaba entrando en su dormitorio.
Josh tiró de Andy y le dio un beso más cariñoso que pasional.
–Creo que tenías razón. Ese Arthur es un bollito estupendo para nuestra Clara.
Andy se rio.
–Lo sé, lo sé… -giró empezando a caminar hacia el dormitorio riéndose–. A
veces me sorprendo de lo bueno que soy en todo… incluso haciendo de
alcahueta… A partir de ahora llámame San Andrew.
A la mañana siguiente, Andy fue llamado al despacho de Arthur, como en
muchas ocasiones, para tratar algún tema de trabajo, pero, en esta vez, Andy no
necesitó saber lo que el bueno de Arthur quería tratar. Sonreía incluso antes de
entrar en el despacho
-Buenos días. -Lo saludó sin mirarlo desde su asiento de cuero trasteando con
algún archivo en el ordenador colocado en su mesa junto a algunas carpetas de
expedientes–. Por favor, siéntate un momento mientras cierro esto que no me
gustaría perderlo por no guardarlo a tiempo… -Andy se sentó en uno de los
confidentes frente a él despreocupadamente–. Quería darte las gracias por la
recomendación. Bobby está encantado por primera vez con el tema de la fiesta y,
encima, parece haber congeniado muy bien con Clara y Josh. No recuerdo
haberlo visto tan dicharachero en la vida… -sonrió.
-Sí, bueno, Josh es muy bueno consiguiendo que los demás se rían por cualquier
cosa y Clara es demasiado buena y agradable como para que no se sienta uno
cómodo a su lado.
Arthur asintió:
- ¿Puedo preguntar si sale con alguien?
Andy contuvo una sonrisa.
-No. No tiene pareja. Desde que ha llegado ha estado centrada en montar y hacer
que funcione su pequeño negocio, sin mencionar que es bastante tímida en
cuanto a hombres se refiere.
-Umm… y no ha dejado a nadie atrás para instalarse aquí ¿En Italia? ¿En
España?
Esta vez sí elevó ligeramente las comisuras de los labios:
–Que yo sepa no, es decir, Josh siempre trata de emparejarla, pero ella procura
ignorarlo… -se rio–. Realmente es demasiado tímida, sobre todo, para los
hombres que le busca Josh… puedes hacerte una idea.
Arthur sonrió:
–Entiendo…- frunció el ceño ligeramente–. Creo que es posible que la invite a
cenar…- dijo como si quisiere bien que Andy le sugiriese algo o que
simplemente le facilitase las cosas
-Bueno, tienes su número, llámala si quieres… -señaló meramente con aire
distraído
Tras unos segundos en que Arthur le sostuvo la mirada con seriedad le preguntó
de pronto.
- ¿Tu padre sabe que eres gay? -Andy lo miró de pronto desconcertado–. Quiero
decir… -se removió incómodo del asiento consciente de que había sido algo
brusco o directo de pronto–. Bueno, a mí ni me va ni me viene, ya sabes que yo
tiendo a ignorar la vida privada de los demás y, sinceramente, si la pareja de otro
es un hombre, una mujer o todo un ejército, a mí no me importa. Pero confieso
que, hasta ayer, no sabía que lo fueras y, sinceramente, no creo haber siquiera
escuchado a tus padres mencionarlo en alguna ocasión o, ya puestos, a nadie a
mi alrededor y eso que llevamos trabajando juntos… -frunció ligeramente el
ceño-… ¿Cuánto? ¿Cuatro o cinco años? Eso por no decir que te conocía por tu
padre de antes, aunque solo fuere en alguna ocasión social.
Andy suspiró lentamente:
–Lo saben, Arthur, lo han sabido desde casi siempre. Pero al igual que otros, yo
no voy proclamando mi vida privada y, desde luego, no pienso convertirme en
estandarte de nada ni en esta oficina ni en ningún otro lugar. De cualquier modo,
tampoco lo oculto. Simplemente es que no voy con una bandera multicolor en el
pecho.
Arthur se encogió de hombros:
–Lo preguntaba para que no hacer, en un descuido o por pura inconsciencia,
algún comentario o gesto ante ellos cuando los vea en alguna ocasión… no
querría colocarte en un compromiso.
Andy asintió:
–No te preocupes. Lo saben y si les importa, desde luego nunca han dado
muestra de ello, y no lo ocultan tampoco, solo que, como yo, simplemente
consideran que a nadie más interesa si tengo una pareja u otra. Supongo que,
como cualesquiera padres, preferirían que no lo fuere, por eso de que se supone
es más sencillo, se forma una familia de un modo más fácil, se tienen hijos… al
menos de un modo más convencional. Pero, en ese sentido, mantienen reserva o
discreción, bien para no herirme bien para no aferrarse a lo que no ocurrirá.
-Sí, bueno, supongo que es lógico. Como padre, si Bobby me dijere que es gay,
supongo que me preocuparía o pensaría que todo le resultaría más difícil. O
¿quién sabe? en unos años quizás no… pero seguirá siendo mi hijo y desearé que
sea lo que desee ser siempre que sea buen hombre… -sonrió–. Aunque eso sí,
creo que mi padre se levantaría de la tumba para darme un golpe en la cabeza
por no haber sabido “enderezarlo”, estoy seguro de que diría… ya sabes
mentalidad y forma de ver la vida antigua…
Andy se rio.
–Clara me confesó que cuando nos conocimos no creyó que fuere gay, claro que
también reconoce que ni se plantea esas cosas cuando tiene a alguien delante,
bueno, salvo que sea tan evidente como con Josh… -sonrió cómplice–. Y, de
hecho, cuando se instalaron aquí fui a cenar a su casa, daban una cena para unos
vecinos y amigos y cuando acabó tuvo que preguntarle a Josh si yo era gay por
un comentario que le hizo una de las invitadas… supongo que le pasó algo
parecido contigo. No se lo planteaba, pero porque le importaba un rábano y
saberlo sigue importándole un rábano.
Arthur se rio.
–Es algo despistada para algunas cosas, pero, en cambio, parece muy centrada en
otras… es un poco contradictorio.
Andy se rio.
–Es contable ¿te lo dijo? -Arthur negó con la cabeza–. Pues lo es o lo era en
España. Dejó todo atrás para dedicarse a la restauración por sugerencia de Josh.
Supongo que es despistada en todo lo que es personal e incluso conduciéndose
por la vida, pero muy concentrada para el trabajo o cosas así importantes como
llevar las cuentas y ese tipo de cosas… -empezó a reírse–. Deberías escuchar las
anécdotas que cuenta Josh de las veces que se perdía en el pequeño pueblecito en
el que vivieron en Italia. Él temía sobremanera de lo que sería capaz
encontrándose en Nueva York. Había apostado con unos amigos de Clara que la
primera semana que estuviere aquí, se habría perdido al menos treinta veces solo
por su zona y que, de seguro, la policía acababa llamándole a diario para ir a
buscarla a tal o cual sitio… Pero la muy pilla lo primero que hizo fue instalar
una aplicación de GPS y de guiado que serviría hasta a la más torpe para llegar a
su destino y, aunque suele perderse en ocasiones, acaba regresando sana y salva
gracias a eso, y doy fe que lo acaba usando por pura desesperación. En el parque,
cuando hemos ido un par de veces a pasear o relajarnos, tiene que usarlo en
cuanto se separa unos metros de las personas con las que vaya, es increíble… -
sonrió y lo miró fijamente–. Clara es estupenda, Arthur, si te gusta no te lo
pienses, invítala a salir. Si congeniáis pues genial y si no pues, también, tendrás
una buena amiga de por vida… además, pareció que a Bobby también le gustó.
Arthur se rio:
–Teniendo en cuenta que lo alimentó con todo lo que le gusta… -asintió–. Pues
creo que la invitaré una vez termine lo del cumpleaños. No quiero que se sienta
obligada ni tampoco presionarla. Además, aún tengo ese viaje a Boston con lo de
la reunión con la junta.
Andy suspiró.
–Sí, tengo que entregarte todos los informes antes del viernes, si no he entendido
mal a Lorraine esta mañana.
Arthur asintió.
–Me gustaría que, mientras esté fuera, Alex y tú revisarais los acuerdos y los
datos de la empresa de tecnología, hay que tenerlos listos para la semana que
viene. Te enviaré los últimos datos a lo largo de la mañana.
Andy asintió poniéndose en pie.
–Los revisaré y me reuniré con Alex para confrontar ideas y demás. Lo bueno de
tener una pareja que trabaja los fines de semana o en horarios tan largos… -decía
ya caminando hacia la puerta– es que no te recrimina ni te demoniza por dedicar
tanto tiempo a tu trabajo.
En cuanto salió del despacho de Arthur, se dirigió al suyo y al terminar los
informes cogió los datos que le había enviado Arthur y los que ya tenía junto a
sus propias notas y apuntes previos y tras elaborar un dossier y un expediente fue
a ver a Alex.
- ¿Te molesto? -Preguntaba desde la puerta del despacho que estaba abierta.
Alex alzó la vista del ordenador y negó con la cabeza.
–Estaba mirando las cifras de Arthur… supongo que eso que traes en la mano
tiene algo que ver… -miraba la carpeta y el IPad de Andy que se sentaba frente a
él.
-Eso mismo… ya he terminado los informes para que Arthur se los lleve a
Boston de modo que voy a ponerme con esto, pero quiero confrontar ideas
contigo para la estrategia, aunque supongo esto nos llevará parte del fin de
semana e imagino deberemos ponernos de acuerdo para reunirnos.
Alex asintió.
–Supongo que no te importaría quedar en mi casa o en la tuya. Últimamente los
becarios de John trabajan sábados y domingos y son como una plaga, parecen
invadir la oficina.
Andy asintió riéndose.
–Lorraine dice que son como las termitas. La verdad es que no he coincidido
mucho con ellos porque últimamente suelo trabajar los fines de semana desde
casa.
-Perfecto, entonces. Si quieres hablamos más o menos de las ideas generales y él
viernes nos sentamos ya a redactar los contratos uno a uno porque, sinceramente,
los que tengo en mi poder más vale hacerlos desde cero que ponernos a
cambiarlos.
Andy asintió:
–Lo mismo pensé hace un rato. Los de reparto de acciones son un desastre… -
Comentaba abriendo sus notas en el IPad–. Empecemos.
Durante esa semana, la vida de Clara y Josh siguió con esa normalidad que se
había instalado entre ellos, la cafetería y los amigos y vecinos y, por supuesto,
con Andy yendo algunas noches a casa. A Clara le gustaba sentir que Andy vivía
con ellos. Era agradable saber a Josh feliz y relajado en su relación, a Andy
como alguien constante en su vida, no como el novio que entra y sale de vez en
cuando y a también verle como un hermano divertido pero no tan alocado como
Josh.
El sábado, terminaron de cerrar la cafetería tras la hora de la cena y aunque era
tarde solían salir muchas veces con Owen y Rose, si ésta no estaba de guardia y
con Tim y Odette, Joshua, Tai y otro de los hermanos de Owen, Calvin, a jugar a
los bolos o a salir por ahí.
Josh y Clara hicieron una parada antes de encontrarse con sus amigos.
– ¡Ey!… ¡Qué alegría! –Andy sonrió nada más abrir la puerta, cediéndoles de
inmediato el paso–. No os esperaba.
Josh sonrió caminando ya hacia el salón.
–Clara ha insistido en traerte comida de verdad. Hemos quedado en la bolera con
Owen y sus hermanos y nos pillaba de paso.
-Comida… -decía Andy con cara de ansioso librando a Clara de las bolsas
mientras caminaban hacia la cocina.
Clara se rio.
–A que te doy con esa comida en la cabeza, hombre de Cromañón. Ni siquiera te
molestas en disimular tu hambre.
Andy estalló en carcajadas sacando las fiambreras de las bolsas:
–Llevo todo el día aguantando con un mísero sándwich de máquina y estábamos
a punto de pedir comida china para no desfallecer.
Justo cuando Josh y Clara preguntaban al unísono mirándolo “¿Estábamos?”
apareció Alex tras el mostrador que comunicaba con el enorme salón y Andy dio
un golpe de cabeza hacia él señalándolo mientras ya tomaba un tenedor para
probar el primero de los recipientes que había abierto y Josh y Clara se volvían
para mirar a sus espaldas a quién se refería.
-Hola.
Alex los saludó con las manos metidas en los bolsillos de un vaquero desgastado
que llevaba puesto junto con una camisa celeste y zapatillas converse granates.
Cualquiera diría que era un millonario en su hora de asueto.
-Alex. -Dijo con indiferencia Josh antes de girar el rostro de nuevo hacia la
cocina al igual que Clara que no pudo evitar sonreír al encontrarse cara a cara
con Andy que comía a dos carrillos casi sin tomar aire.
-Andy, por lo que más quieras… respira… -empezó a reírse negando con la
cabeza–. A ese paso no llegarás ni a los canutillos de crema ni a la tarta de
manzana.
-Umm… tarta de manzana… -decía buscando entre los distintos recipientes.
-Por Dios… Andy… -Clara se reía quitándole los recipientes de las manos–.
Anda… ve a por platos… -lo empujó suavemente hacia una de las encimeras–.
Nosotros nos vamos que llegaremos muy tarde y luego Owen no nos deja
recuperar las partidas perdidas… Te dejo un poco de bizcocho y hojaldres en la
nevera para mañana… -abría la nevera mientras Josh sacaba el resto de los
recipientes de la bolsa–. Bueno, -Se giró para mirar a Andy–, pásate, si quieres,
mañana por la noche si has terminado o si solo quieres despejarte…
Le dio un beso en la mejilla y se apartó para salir de la cocina y para que él y
Josh hablasen tranquilamente.
Al rodear el mostrador ahí seguía Alex, casi en el centro del salón apoyado en el
respaldo del sofá con las piernas cruzadas a la altura de los tobillos, mirándolos.
- ¿Os dedicáis al reparto a domicilio? -preguntó con una media sonrisa.
Clara lo miró sin mucho interés mientras tomaba la bufanda y la chaqueta que
habían dejado apartada cuando llegaron.
–No, solo cuidamos de la familia. -Respondió secamente ya girando para
colocarse de espaldas a él y poniéndose el abrigo.
Alex la miró fijamente.
- ¿La familia? -giró entonces el rostro y observó unos segundos a Andy hablando
con Josh sonriendo–. Ahh, entiendo. No lo sabía.
Clara se mordió la lengua para no replicar <<claro, ¿cómo ibas a saberlo? Eso
habría significado que habrías mirado más allá de tu propio ombligo>> pero
simplemente se limitó a abrocharse los botones sin mirarlo.
-Huele de maravilla. -Decía apartándose del sofá-. ¿Puedo también participar de
esa cena?
Clara entonces sí lo miró y se encogió de hombros.
–Es la casa de Andy y su cena, deberás preguntarle a él. -Giró ligeramente para
tomar los guantes y el bolso y de nuevo miró hacia la cocina y alzando un poco
la voz dijo-: Josh, voy bajando para llamar un taxi. Nos vemos, glotón… -añadió
con una sonrisa mirando a Andy.
-Culpa tuya, sirena, culpa tuya. -Respondía riéndose–. Gracias. Prometo ir
mañana antes de que cerréis.
Clara le hizo un gesto con la mano al aire de despedida girando ya camino del
pasillo que daba a la entrada.
Alex la observó frunciendo ligeramente el ceño mientras llegaba hasta la puerta
de entrada. Tras unos segundos escuchó la voz de Josh camino también de la
puerta:
–Adiós, Alex. –Se despidió sin demasiado entusiasmo, ya de espaldas a él
elevando la mano al aire.
En cuanto la puerta se cerró, giró el rostro y vio a Andy echando en platos el
contenido de varios de los recipientes. Se enderezó y caminó hacia la cocina
rodeando el mostrador.
-No sabía que erais algo más que amigos Josh y tú. -Comentó distraídamente
tomando de la nevera un par de cervezas.
Andy apartó dos taburetes del debajo del mostrador sentándose en uno al tiempo
que tomaba la cerveza que le ofrecía.
–Bueno, supongo que era inevitable. -Sonrió divertido ante la cara de
incredulidad de Alex–. Josh es como los tornados, una vez que te acercas te
engulle sin remedio. -Se rio mientras tomaba uno de los platos que había dejado
sobre el mostrador–. De todos modos, desde un punto de vista de pareja, nos
compenetramos muy bien. Es muy fácil la vida al lado de alguien que no te
agobia ni te pide que cambies, sino que te acepta sin más. Eso sin mencionar que
ya estaba un poco harto de esas relaciones sin futuro desde el minuto uno en las
que lo sabes e incluso parece ser eso lo que buscas. La verdad, es que esa vida
que llevamos de cada semana un ligue distinto y solo entre horas de trabajo me
empezaba a dejar un poco cansado. No te rías, pero, ahora entiendo que echaba
de menos cosas sencillas propias de una relación de pareja de verdad, no una de
esas de discoteca, sexo casual y ya está. Y eso a pesar de que no recuerdo haber
tenido una relación seria en la vida. Pero resulta en extremo agradable e incluso
se agradece la más de las veces que te pregunten como ha ido el día al regresar a
casa, o tener una conversación relajada y sin preocuparte de si dices algo fuera
de lugar e incluso, simplemente, sentarnos cada uno en un sitio del salón o de la
cocina en silencio o dejándonos ocupar de nuestras cosas sin necesidad de dar
explicaciones- se rio tras dar un bocado –. Bueno, confieso que a veces eso lo
hago con Clara. Ella se pone en la cocina a hacer cosas o probar platos y yo
estoy en el escritorio trabajando relajado y, de vez en cuando, alguno dice algo, o
también lo de tomar un primer café por la mañana con un Josh totalmente
dormido y Clara y yo comentando tonterías.
-Sí, supongo que a ciertas cosas resulta fácil acostumbrarse. -Lo miró–. Pero
entonces ¿qué haces? ¿Sueles recorrerte media ciudad a diario para estar allí?
Andy se rio.
–No exageres, que no vivimos tan separados. -Bebió de su cerveza–. Pero sí,
confieso, que paso más noches en su apartamento que en este, por eso me
empezaba a plantear dejarlo y comprar el que hay libre en su edificio. Seguiré
pasando más tiempo en su apartamento, eso seguro, pero será más cómodo y
mantendría esa sensación de independencia o por lo menos de espacio propio. -
Sonrió alzando una ceja–. Llevo demasiados años acostumbrado a vivir solo, he
de ir paso a paso…- se rio
Alex lo miró unos segundos en silencio.
- ¿Tan en serio vais?
Andy se encogió de hombros:
–Hemos ido poco a poco, ya sabes, primero tanteando, viendo como
congeniábamos, pero supongo que, desde el principio, ambos sabíamos que no
era una relación más o pasajera.
- ¿Y Clara? -preguntó de pronto asombrándose a sí mismo de ello.
- ¿Qué pasa con Clara? -preguntó en respuesta relajada Andy como si nada.
-Bueno, no sé. Josh y ella viven juntos, tienen un negocio juntos, están muy
unidos.
Andy se rio.
–Ya. Es un extra, como dice ella entre bromas. -Sonrió poniéndose en pie y
tomando de la nevera rápidamente otros dos botellines–. Mira, la verdad, es que,
si pienso en mi relación con Josh, parte esencial en la ecuación es Clara. A ver, -
se sentó–, no es que seamos tres en la relación, sino que es como una hermana
cercana y agradable que quieres tener sí o sí en tu vida. Si fueran dos chicas y yo
hetero pues quizás podría ser un poco raro o no sé, extraño, eso de llevarte tan
bien con una amiga de tu novia con la que haces tantas cosas como con ella.
Pero siendo Josh y yo tíos, bueno, quiero decir… Nunca habrá atracción sexual
entre Clara y yo. -Se rio–. Y no solo por mi lado. Lo curioso es que Clara jamás
me ha mirado como tío. Quizás debiere sentirme ofendido, sobre todo porque no
supo que era gay hasta mucho después de conocerme bien. -Se rio.
-Pero si te pones a vivir con Josh ¿no crees que Clara acabará sintiéndose fuera
de lugar?
Andy negó con la cabeza:
–Lo cierto es que ambos habían decidido, desde el inicio que, pasado un año,
más o menos, y si las cosas les iban bien, vivirían en distintos apartamentos,
muy cerca eso sí. -Se rio–. Según Josh, Clara cocina de muerte, pero no sabe
preparar un café decente, de modo que necesitará un apartamento muy cerca del
suyo para tomar su café de primera hora. -Sonreía extendiendo el brazo por la
encimera para apresar otro plato–. Además, tarde o temprano, Clara encontrará
también a un buen hombre. Es demasiado buena para que eso no ocurra. -Lo
miró de soslayo–. Sobre todo, si Josh y yo nos salimos con la nuestra.
Alex lo miró serio.
- ¿Estás haciendo de alcahueta para Clara?
Andy se rio.
–Hombre, no diría tanto, pero no negaré que me resulta entretenido verla
refunfuñar cada vez que Josh se pone pesadito. -Se rio-. ¡Por Dios! Hace un par
de semanas intentó emparejarla con el hermano de un amigo suyo al que no
había visto y lo citó en la cafetería para que pareciere casual. Era uno de estos
tíos que se pasan el día preocupados con los alimentos sanos, las bebidas
energéticas, que lleva un pastillero lleno de pastillas de esas de hierbas y
vitaminas y obsesionado con la puesta en forma de todo ser vivo… -empezó a
reírse negando con la cabeza–. Tenías que haber visto la cara de Clara cuando,
tras entrar en la cafetería, y sin saber aún que Josh pretendía emparejarla con él,
el muy gilipollas suelta casi a voz en grito frente al mostrador de los dulces que
ni muerto se comería algo de allí puesto que lo llevaría a la tumba antes de
cumplir los cincuenta. -Empezó a desternillarse–. Creí que Clara y Tai saltaban
el mostrador y le daban una tunda con el rodillo de amasar. -Se reía sin parar–. Y
Josh, para rematarlo, no se le ocurre sino gritar “Corre, cretino, corre, huye o ni
siquiera llegarás a los cuarenta”.
Alex comenzó a reírse
- ¿A quién se le ocurre?
-Pues eso le dije yo. -Respondía aun riéndose –. Requisito básico es que sepa
apreciar un buen bollo, le decía Clara, después, mirándolo ceñuda resaltando el
doble sentido de lo de bollo porque desde hace meses Josh la pincha diciéndole
eso de “Clara necesitas un bollito para calentar tu horno”, de hecho, tu hermano
ya pregunta con sorna nada más conectarse al Skype “¿algún bollito nuevo en el
horizonte?” solo para poder escuchar a Clara llamarlos a los dos descerebrados.
-Ah claro, tú conoces a Ron, se me olvidaba.
Andy lo miró frunciendo el ceño ante la sorpresa por cómo lo decía como si
fuere del todo sorprendente.
- ¿No hablas mucho con tu hermano verdad?
Alex lo miró alzando las cejas.
–Pues lo cierto es que sí.
-Pues entonces es que no habláis de los amigos comunes.
- ¿Desde cuándo Ron y tú sois amigos?
Alex frunció el ceño y preguntó de pronto molesto. Andy lo miró alzando las
cejas:
–Pero ¿a ti qué te pasa?
Alex suspiró sintiéndose estúpido:
–Nada, nada, es que… -negó con la cabeza–. Supongo que es solo que me he
sorprendido, eso es todo.
Andy se encogió de hombros despreocupadamente tomando nota mental de
preguntar a Josh en algún momento por ese extraño interludio.
–Da igual. El caso es que sí que mantengo una relación con Ron y no solo a
través de Josh y Clara, sino que a veces nos mandamos mails y eso… también
con Brendan… ¿Recuerdas a Brendan? El hermano de Carlos, el futuro cuñado
de Clara.
-Sí, sí, lo recuerdo, español por parte de padre. Seguidor de los Celtics, cómo
para olvidarlo. -Sonrió–. Estoy seguro de que tu padre lo elevaría a los altares
solo por defender a su equipo de baloncesto.
-Sobre todo porque su propio hijo defiende con fiereza a los Nicks. -Se rio–. Lo
que me recuerda que he de comprar entradas para el partido de exhibición de
Navidad.
-No me digas que Josh es seguidor de baloncesto, porque eso sí que no me lo
esperaba.
Andy se rio.
–Pues entiende más de lo que le gusta admitir. -Sonrió tomando del fondo de la
encimera los dos platos en los que había puesto los dulces y poniéndolos entre
ellos–. Lo cierto es que he prometido a Ron, Tomás y Carlos llevarlos a ese
partido y supongo que organizaremos una salida de tíos nada más ya que las
mujeres han dicho que ellas se van a arrasar con la Quinta Avenida bajo la
experta guía de Josh… supongo que, además de Brendan, que refunfuñará por
verse en campo enemigo, también se animarán Owen y alguno de sus hermanos
de modo que preveo que terminaremos en algún bar irlandés bebiendo y
diciendo estupideces.
- ¿Esto también lo hace Clara? -señaló el pedazo de tarta de manzana del que
estaba dando buena cuenta-. Por favor, está de muerte.
Andy asintió.
–Clara cuenta que se lo enseñó la niñera de Carlos que era americana y que
gracias a eso consiguió que Tomasino no la considerase, en un primer momento,
una inútil redomada en la cocina después de que quemase el pan que hizo con él
la primera vez. -Se rio–. La american pie, las mini pizzas dulces y el risotto, sin
duda, son las señas de identidad de la cafetería, además de los panes y pizzas.
Creo que han encontrado la fórmula perfecta, pocos platos y algunos que por
semana se añaden según el día o los mejores productos del mercado, pero, sobre
todo, pocos platos y todos de calidad. Así empieza el boca a boca. -Sonrió –.
¿Quién sabe? a lo mejor en un año o dos empecemos a escuchar a desconocidos
preguntar ¿el mejor lugar de Nueva York para una auténtico Risotto o un
tiramisú italiano? Pues el del “Tomasino`s”
-Acabo de caer en la cuenta de que no sabía cómo se llamaba la cafetería-
restaurante.
Andy sonrió.
–Bueno es todo un mismo local pero como hace esquina y tiene dos entradas,
una al restaurante y otra la floristería, aunque formen un todo con un enorme
arco que los une, en la esquina de la floristería la marquesina pone Gina’s y en la
de la cafetería Tomasino’s. Es un bonito detalle, creo yo. Umm, me encantan los
canutillos, mañana tendré que levantarme a correr treinta minutos antes, pero en
fin… -se metió otro bocado sonriendo–. Será mejor que terminemos antes de que
nos de año nuevo con las cotizaciones sin revisar.
Alex asintió.
–Especialmente porque Arthur no vendrá muy contento de Boston después de
tener que perderse el cumpleaños de su hijo.
Andy negó con la cabeza.
-Es el domingo de la semana que viene, no este, así que no te preocupes. -Lo
miró fijamente–. Oye ¿puedo preguntar una cosa en confidencia? -Alex asintió–.
Tu padre llevó el divorcio de Arthur ¿no es cierto? -de nuevo asintió-. ¿Qué
ocurrió? Es decir, mis padres nunca me han dicho lo que le llevó no ya a
divorciarse sino a conseguir la custodia de su hijo de apenas dos años, aunque sé
que fue un divorcio largo y lleno de líos.
Alex suspiró –En realidad, eso es en parte por algo que Arthur supo por su
hermana y después por algo que yo le conté a mi padre y, a partir de ahí,
descubrieron bastantes cosas que facilitaron el divorcio. -Apoyó los codos en la
mesa –Verás. Arthur se casó con la chica con la que supongo todos esperaban se
casare. Ya sabes, buena familia, buena educación, dinero, guapa. Arthur esperó
hasta haber ascendido lo bastante alto para poder decirse que había alcanzado
ciertas metas antes de pensar en casarse- Andy asintió –. En cuanto se casaron, la
colmó de atenciones y cuanto capricho se le ocurría a ella pedirle mientras él
seguía trabajando y ascendiendo. Se quedó embarazada cuando empezaron a
tener problemas y era más que evidente que no eran muy compatibles, pero ella
sabía lo que hacía… y nació el pequeño, pero, ya entonces, se notaba demasiado
que no congeniaban y que aquello estaba abocado al fracaso.
-Bueno, yo a ella la recuerdo como una cursi estirada, una muñequita del
montón, pero refinada por el baño del dinero de la familia.
-El problema es que no era tan refinada como ella aparentaba ante los demás.
Arthur pidió el divorcio al poco de nacer su hijo porque aquello no funcionaba,
pero, sobre todo, porque la hermana de Arthur le dio el empujón que necesitaba.
Descubrió a su cuñada entrando en un hotel con un desconocido. Como
comprenderás eso tampoco es del otro mundo, salvo por el hecho de que cuando
mi padre me enseñó una foto de la esposa por pura casualidad la reconocí como
una mujer a la que conocí pocas semanas antes y con la que me había acostado
después de una noche de borrachera. -Andy abrió mucho los ojos–. Como
comprenderás es algo que nunca hemos contado a Arthur, pero a mi padre le
sirvió para entender que aquélla aventura que suponían había tenido no fue la
primera. Yo conocía a Arthur del trabajo, pero no a su mujer pues nunca
habíamos coincidido, así que enterarme que me había acostado con la mujer de
mi jefe… -hizo una mueca–. En fin, la investigaron y, al parecer, no solo se
dedicaba a buscar hombres en bares, sino que tenía un grave problema con las
drogas que la familia de ella conocía antes de casarse, pues de adolescente la
metieron en varios centros de desintoxicación de varias sustancias, y es un
detalle que todos obviaron… -Lo miró alzando las cejas–. Como no había dejado
de consumir ni siquiera durante el proceso de divorcio, fue fácil que le
adjudicaren la custodia a Arthur, lo que no lo fue tanto fue lograr la restricción
de visitas hasta que ocurrió lo del incidente.
Andy frunció el ceño:
- ¿Incidente?
Alex asintió:
–Bueno, quién dice incidente dice despropósito de una mente perturbada. ¿Sabes
que el hijo de Arthur es un poco reservado? A decir de todos es muy callado. -
Andy asintió- Arthur piensa, y no sin razón, que es porque durante los tres
primeros meses tras el divorcio debía pasar dos fines de semana al mes con su
madre y ésta… -hizo una mueca-… bueno, no soportaba el llanto de un niño de
poco más de dos años ni sus ruidos y tal, especialmente cuando estaba colocada
o borracha. Le empezó a pegar hasta que aprendía a mantenerse callado. Cuando
Arthur lo descubrió entró en cólera, comprensiblemente. Consiguió una orden de
alejamiento y que no se le permitiese ver al pequeño, pero, además, la denunció
por agresión y malos tratos y la metieron en la cárcel… solo unos meses. La
familia de su esposa tenía dinero y un buen abogado y el fiscal entendió que era
producto de su adicción… -suspiró cansino–. A cambio de no pedir una pena
más severa como acusación particular, Arthur llegó a un acuerdo con la familia
de la esposa en la que se comprometían a asegurarle que jamás permitirían que
se acercase al niño o a él y Arthur incluso los mantiene alejados del niño porque
sabían del comportamiento antes que él y no le advirtieron y podría haber
ocurrido una tragedia, pero a ellos solo les importaba que no saliesen a la luz los
problemas de su hija y no hicieron nada para detenerla y todo por evitar un
posible escándalo o más habladurías.
-Bueno, supongo que es una suerte que Bobby fuere tan pequeño y que pueda
dejarlo atrás, aunque aún sea un poco callado. -Meditaba Andy–. El otro día,
Clara y Josh consiguieron que se lo pasare en grande. No es que se convirtiere en
un parlanchín del golpe, pero sí pareció relajado después de un rato,
especialmente atiborrado de pizza casera y batidos… -al ver la cara de extrañeza
de Alex, Andy aclaró-. ¿Recuerdas que te dije que se encargarían de la merienda
del cumpleaños del niño?
-Ahh, sí, el día que fueron a la oficina.
-Pues insistieron en que llevasen al pequeño a elegir él mismo las cosas de su
fiesta y Arthur encantado, la verdad. Cuando entró en la cafetería con su
chaqueta del uniforme, tan tieso, tan callado, pensé que era un Arthur en
pequeñito. -Se rieron –. Pero después de que Josh le hiciere un par de bromas y
Clara le fuere guiando para que se olvidase que estaba rodeado de adultos,
pareció más un niño que un mini Arthur… -se empezó a reír a carcajadas–. Si
vieres a la salida al siempre formal Arthur luchando por sostenerse con las
manos llenas de cosas tras el pequeño, la bolsa de galletas, los caramelos, el
abrigo y, todo, mientras el niño se metía a la carrera en el coche con Josh
llamándolo entre risas pinche de pacotilla. Era desternillante.
-Supongo que lo de contratar a Josh y a Clara para esa fiesta fue idea tuya. -
Señaló Alex alzando la ceja
-Sí y no. Arthur me preguntó si hacían caterings y yo dije que no, pero, -sonrió
–, digamos que lo insté a conocerlos, ya sabes.
Alex lo miró fijamente.
- ¿Por qué se me está pasando por la cabeza que esa vena casamentera de la que
tanto renegabas hace un rato la has fijado en Arthur?
Andy sonrió –No lo niego. Más, de momento, solo parece que a Arthur le ha
gustado Clara, así que solo me sentaré a esperar cómodamente… -sonrió
divertido ante la cara de Alex–. Oh vamos, Alex, Arthur es un buen tío y si
congenian pues genial.
Alex se dejó caer ligeramente en el respaldo del taburete:
–Sí, claro, si congenian. -Respondió con fingida indiferencia–. Volvamos al
trabajo. - Señalaba enderezándose y recogiendo a prisa las cosas.
El miércoles por la tarde Clara quedó con Arthur y Bobby para que probasen y
viesen cómo quedaría todo lo que pondrían en la merienda. Josh se lo pasaba en
grande con Bobby sentado en una mesa atiborrándose de dulces mientras Clara,
en la mesa contigua, hacía la cata de los platos de los adultos con su padre.
-Esto está riquísimo. -decía Arthur probando un poco de la carne fría con las tres
salsas que Clara le había elaborado
Ella se rio.
-Gracias. Aunque no puedo atribuirme todo el mérito. Mary. -señaló al fondo de
la barra donde las dos mujeres atendían a varios clientes–. Hace la carne al horno
como le ha enseñado su madre. Creí que preferiría esta opción a la del horno de
leña, pero las salsas son las que habíamos hablado… -abrió una fuente–. Me dijo
que iba a invitar a un par de socios y sus esposas y quería ofrecerle también la
opción de incluir además del rosbif, pescado a la sal, acompañado de verduras y
salsa de azafrán o langosta a la plancha con salsa verde. Me preocupaba no dar
opción a quienes no tomen carne más que acudir a la ensalada o a los dulces.
Andy suele decir que muchos de los clientes con los que trata no toman carne o
solo comen verdura y también las mujeres o novias de algunos compañeros. No
querría que, por no ofrecerle la posibilidad, quedase mal con algunos de sus
invitados.
Arthur ya atacaba el pescado casi por inercia.
–Digo que sí a las dos cosas… -Masticaba desaforado
Clara se rio pasándole una servilleta:
–Creo que una de las dos opciones sería suficiente.
-Umm, pues no sé por qué. -Decía sin dejar de comer
-Porque… se trata de que los padres se queden un poco apartados y relajados,
pero no de que acampen en plena comilona… -se reía pasándole un poco más de
salsa-. No lo tomes a mal, pero ¿desde cuándo no comes?
Arthur estalló en carcajadas:
–Es por lo de las comidas y cenas de trabajo, uno acaba comiendo lo que le
ponen sin esperar grandes cosas y llega un momento en que evitas tomar
precisamente lo que le ponen sin ton ni son y picando cosas para salir del paso.
Clara asintió.
–Comprendo. -Miró a Bobby que se reía con Josh–. Parece ilusionado con la
fiesta.
Arthur sonrió –Incluso he tenido que llamar a los de la empresa de animación
para decirles que el tema central será la Guerra de las Galaxias. Desde que salió
de aquí empezó a interesarse por lo que haría. Lo de los premios, los legos y
hacerle participar en la elección de todo, ha sido una brillante idea.
-Me alegro. Realmente es un niño encantador. Estás haciendo un gran trabajo.
Arthur miró al pequeño.
–Eso espero. Trabajo demasiadas horas.
-En realidad, creo que importa más el tiempo que sí puede dedicarle que el que
no. Ya ha conocido al llegar a Rose cuando salía, ella tiene la misma
preocupación, supongo que es la fiebre de los padres trabajadores que quieren a
sus hijos. Bueno, pero ayuda tener a un conocido friki de los legos y de la Guerra
de las Galaxias como entretenimiento añadido… -miró a Josh que se reía a
carcajadas con el niño.
Arthur sonrió.
–Bueno, sí, supongo que eso es incuestionable.
-Clara, perdona, pero necesitaría que me acompañases un momento a la cocina. -
Los interrumpió Tai
-Oh sí, sí. -Decía poniéndose en pie–. Perdona Arthur, enseguida vuelvo. -Se
giró, pero reculó–. Pero una cosa, para de comer cuando llegues a la porcelana…
Eso es el plato.
Arthur se reía mientras ella se marchaba. Al regresar vio, de pie, junto a Arthur y
con una caja de dulces de la cafetería a Alex.
–Mierda. -Murmuró caminando ya hacia ellos. En cuanto la vio giró de todo el
cuerpo para poder saludar-. Hola Alex. -Lo saludó de inmediato.
-Hola Clara, me alegro de verte. -La sonrió.
Clara frunció el ceño.
–Sí, bueno. -Miró tras él a Josh que le lanzaba una mirada de “a mí no me mires
ni me preguntes…”.
-Alex me estaba diciendo que te conocía porque eres amiga de su hermano
mayor. - Intervino Arthur
Clara suspiró. No podían quedarse allí de pie como dos pasmarotes, así que miró
la silla y después a Alex que rápidamente pareció comprender de modo que se
apartó y se sentó tras ella:
–Sí, además de que somos amigos, está casado con una de mis mejores amigas
de toda la vida. -Respondió.
-Como el domingo me quedé con ganas de más de la comida que le llevasteis a
Andy, me he acercado a compraros algunas cosas ya que pasaba cerca de aquí…
-señaló Alex mirando la caja que había puesto en la mesa
-Ahh, bueno, pues gracias.
-Me gusta el local, realmente ha quedado agradable, y reconozco algunos de los
lugares de las fotos… -señaló las fotos de las paredes cercanas.
-Son un regalo de inauguración de Ron y de Tomás. Ambos sacaron fotos del
viaje a Italia y algunas de Cádiz y Madrid para regalárnoslas a Josh y a mí y
ponerlas en el local… -Le sonrió casi sin pensarlo.
-Son fantásticas. -La miró–. Ron siempre ha tenido buen ojo.
Comprendió que no podía ignorar a Arthur. Desde que Andy le habló de su idea
de emparejarlo con Clara estaba con la mosca tras la oreja sin saber por qué y al
oírle decir por teléfono esa mañana que iría al verla esa tarde le entró curiosidad
por verlos juntos y sin saber cómo se encontraba frente a la puerta del
restaurante sin excusa alguna.
-Creo que os he interrumpido, lo siento.
Arthur le sonrió.
–No, tranquilo, realmente me estoy pegando un atracón con una vana excusa de
probar lo que de antemano sé que estará riquísimo…- miró a Clara que le sonrió
agradecida ante el halago –. Lo que me recuerda, que espero que vengas el
domingo a casa. Es una fiesta infantil, pero ya que vienen Ronald y Howard y
que Andy me ha asegurado que se acercará con Clara y Josh, debieras acercarte
y podríamos, los cinco, en un momento, firmar los documentos del acuerdo que
el lunes presentaremos en la reunión, así no tendremos que preocuparnos por si
hay algún cabo suelto.
Si hubiere podido Clara habría gemido, pero solo se quedó cruzando los dedos
por unos segundos para que pusiere cualquier excusa que le impidiere ir:
–Claro. -Contestó Alex haciendo que resonase en su cabeza una enorme y soez
maldición-. ¿Alguna sugerencia para el regalo de Bobby? - miró la mesa
contigua.
Arthur sonrió.
–Pues viéndolo ahora te diría que cualquier cosa de la Guerra de la Galaxias,
pero como tú eres seguidor de los Nicks como él, regálale cualquier cosa de
éstos y le encantará.
Alex se rio.
–Hecho.
-Clara. -El pequeño se levantó de su asiento y se colocó junto a ella–. Josh dice
que me has hecho una tarta pequeña para que vea como queda y te diga lo que
no me gusta.
Clara se rio mirando a Josh:
–Menuda forma de influir a la juventud, mal hombre. En vez de decirle que
señalase lo que le gustaba tú vas y lo predispones para criticar.
- ¡Pues claro! -se rio Josh alzando la barbilla–. En ese tronco hay una deplorable
falta de soldados imperiales y muchos ositos tiernos.
-Se llaman Ewoks… -resopló ella poniéndose en pie–. Pero ya que estamos
belicosos hoy, no tardaré en daros municiones a vosotros dos, par de
descerebrados. -Señaló a Josh y a Bobby–. Esperad un momentito que te traigo
tu versión pequeña de tronco para que me lo destrocéis a conciencia. -Giró
haciéndose la ofendida–. Menudo par de monstruitos.
Josh tomó a Bobby y lo sentó en la mesa de su padre y él a su lado.
–Las niñas siempre son unas quejicas, ya te acostumbrarás. -Decía Josh
sonriendo–. Tienes toda una vida para amarlas y odiarlas a partes iguales.
Arthur se rio negando con la cabeza:
–¿Por qué será que no hay forma de corregir esa afirmación sin que salgamos
mal parados de uno u otro modo? -preguntaba mirando a Josh.
Alex miraba aún en la dirección tomada por Clara cuando Josh le preguntó:
–Supongo que debiéramos agradecer que contribuyas a llenarnos los bolsillos.
Alex lo miró y se encontró a Josh señalando su caja de dulces sabiendo que a
pesar de la sonrisa los ojos de Josh eran de querer clavarle el tenedor que tenía
junto a su mano
-Bueno, tanto como agradecer, más bien, me estoy dando un capricho. -Contestó
con la mejor de sus sonrisas y su encanto más desenfadado
-Sí, sí… hay hombres que solo se sienten bien cuando satisfacen sus caprichos
sin más… -añadió Josh con una media sonrisa y a pesar de que supo a Arthur
mirándolos estuvo a punto de decirle una barbaridad, pero por fortuna Clara
regresó y puso frente a Bobby el pequeño pastel.
-Veamos, hombre incrédulo. -Se agachó a su lado tras cortar un pedazo y
ponérselo en un plato-. Mira, es bizcocho con trocitos de chocolate, relleno de
crema y bañado en chocolate con avellanas. Dijiste que era tu preferido. -Bobby
asintió metiéndose la cuchara en la boca–. El día de tu cumple, como será más
grande pondremos tu nombre y todas estas figuritas. -Sacó de su lado una
bandeja con varios muñequitos de azúcar y chocolate -. ¿Ves? No hay tantos
Ewoks como ese mal hombre decía. Hemos puesto varios soldados imperiales,
personajes de varias películas, por supuesto un C3PO y un R2D2, que sé es tu
preferido pues tu padre me lo ha chivado, y... -apareció Tai con otra pequeña
bandeja–. Mary ha hecho esta nave de chocolate que pondremos aquí. -Le señaló
un sitio de la tarta.
Bobby asintió viendo todas las figuritas mientras seguía comiendo del pastel.
–Umm. Josh dice que tengo que decirte que falta Dark Vader.
Clara se rio mirando a Josh:
–Debería darte vergüenza.
-Debería, debería… -se reía asintiendo–. Más aún con ello falta el malo
malísimo. Eso es imperdonable.
-De eso nada. -Decía Clara sonriendo y tomando una figura–. El malo, malísimo,
como tú dices, Es el emperador. -Lo movió frente a él.
-Bueno, eso es verdad, el malo es el emperador… -decía Bobby encogiéndose de
hombros y mirando a Josh mientras Clara se enderezaba y miraba a su amigo
con arrogancia.
-Ya ves.
Sonrió petulante mientras Josh prorrumpía en carcajadas.
- ¿Así que te pones de su parte? Pequeño traidor goloso. Te vendes por un
pedazo de tarta, ¡Qué bonito!
-Bueno, esto es grandioso, decirle eso al pobre Bobby cuando tú te vendes por
un poco de mousse de chocolate. -Se reía Clara negando con la cabeza antes de
mirar al niño–. No le hagas caso, Bobby, está celoso porque sabe que eres más
listo y guapo que él.
Josh se reía:
–No puedo negarlo, sin duda es más listo y guapo que yo. -Miró a Bobby con
una sonrisa–. Está bien, está bien, me rindo. A ver hombre listo ¿Qué crees que
le falta o que te gustará tener en el tronco y que no hayas visto?
-Velas, si no soplo no podré pedir un deseo, eso dice mi profesora. -Miró con
pena a Clara que se rio.
-No te preocupes. Tendrás siete velas grandes en tu tarta como le corresponde a
un niño grande de siete añazos. No las hemos puesto en esta porque aún no es tu
cumpleaños. -Bobby asintió y empezó a esbozar una sonrisa–. Y cuando las
soples se las quitaremos a la tarta y te las daremos para que se las enseñes a tu
profesora y digas que las apagaste todas de golpe, tú solo y sin ayuda. -De nuevo
Bobby asintió.
- ¿Me la puedo llevar? -señaló lo que quedaba de tarta–. Así la podrá probar la
tía Joanna.
Clara miró a Arthur alzando ligeramente las cejas
-Mi hermana, llega esta noche de Houston para celebrar el cumpleaños de su
sobrino preferido. -Aclaró Arthur.
-Soy el único. -Decía Bobby encogiéndose de hombros.
Clara de nuevo se rio:
-Lo que te convierte en el más importante. Puedes llevártela, es tuya ¿recuerdas?
Al cabo de un rato Josh se disculpó pues tenía que atender a unos clientes en la
floristería y mientras ella se despedía de Arthur y Bobby hasta el domingo, creyó
que Alex se había marchado, sin embargo, se sorprendió al verlo aún sentado en
la mesa de la cafetería con un café frente a él. Suspiró casi de mal humor
acercándose a él que ya había levantado la vista hacia ella incluso antes de
hallarse frente a su mesa
-Bueno, Alex, yo vuelvo a mis cosas. Supongo que si vas a ir a la merienda nos
encontraremos allí, así que, hasta entonces.
Alex se dejó caer en el respaldo con el brazo aún estirado apoyado sobre la mesa
sosteniendo el café.
–Lo siento, Clara. -Dijo de pronto serio y en español sorprendiéndola, pero,
también, sorprendiéndose a sí mismo. Clara lo miró frunciendo el ceño–.
Lamento todo lo ocurrido. Fui, como bien me llamaste y dejaste muy claro, un
capullo. Realmente lo fui. Te pido disculpas y te doy las gracias, aunque tarde,
por todo lo que hiciste por mí y por lo mucho que, comprendo, tuviste que
soportar de un capullo egoísta y malhumorado que no tuvo mejor ocurrencia que
descargar sus iras y frustraciones con la persona que no debía.
Clara suspiró esta vez de verdad:
–A ver, Alex, acepto tus disculpas y tus gracias, pero te agradecería que dejares
de comportarte como si fuéremos amigos o conocidos más allá de un saludo de
cortesía porque no lo somos, como tú también dejaste muy claro. Además, no
debes sentirte mal o con remordimiento alguno. -Esbozó una media sonrisa de
satisfacción–. Pagaste con creces mis servicios, tengo un horno extra que lo
demuestra, así que puedes olvidar todo lo ocurrido porque doy muy buen uso a
tu sentido de la culpabilidad a diario. Hago unas pizzas excelentes en ella.
Alex empezó a reírse:
–Desde luego, te mostraste muy circunspecta durante el tiempo que estuviste en
la playa, supongo que te contuviste porque estaba herido y para tu desgracia, a tu
cuidado, pero me alegra comprobar que eres peleona y muy directa con quienes
te desagradan y tan evidentemente te caen tan mal.
Clara no pudo evitar elevar algo más las comisuras de los labios… maldito fuera,
borró rápidamente la sonrisa. Alex sabía bien cómo resultar simpático y
encantador cuando quería usando no solo esa sonrisa y esa mirada sino también
ese tonillo relajado que acompañaba tan bien su postura y su aparente
desparpajo.
-Sí, bueno, habría estado mal cebarme con quien carecía de armas para
defenderse sin olvidar que estabas ciego.
Alex de nuevo se rio:
- ¡Auch! Realmente eso ha sido muy directo.
-Tengo que irme. -Giró para echar andar, pero la voz de él de nuevo al detuvo.
-Nos vemos el domingo.
Cuando Clara lo miró, estaba sonriéndole tras su vaso de café como si nada. Esta
vez solo suspiró cansada y lentamente poniendo los ojos en blanco. Caminó a la
cocina mientras él se levantaba llevándose con él su café y su caja de dulces
saliendo de inmediato de la cafetería de pronto divertido por la cara
malhumorada de ella y también sorprendido no solo por haber ido hasta allí sino
por haber hecho lo imposible por permanecer todo ese tiempo sentado con ellos.
Debía tener un lado morboso o de autoflagelación pues, de lo contrario, no tenía
sentido su comportamiento de la última hora.
-Alex. -La voz de Josh a su espalda cuando ya caminaba por la acera lo detuvo y
lo hizo girar en su dirección. Lo vio acercándose y en cuanto llegó frente a él lo
miró con desgana como hacía cada vez que tenía a Alex delante–. No me dirás
que eso de presentarte hoy aquí ha sido una mera casualidad como has dicho ahí
dentro ¿verdad? -Alex alzó la ceja pero no contestó–. No sé qué morbosa o
extraña razón te ha impulsado a venir, pero, como ya dije en una ocasión, haznos
un favor a todos, y especialmente a Clara. Olvídate de ella y procura pensar en
otra persona para ayudarte en lo que sea que necesites ayuda. Le va muy bien sin
un capullo cerca que la manipule y se aproveche de ella a su antojo.
Alex lo miró serio unos segundos.
–Oye Josh. Fui un capullo, lo reconozco, me comporté fatal con Clara. Soy
consciente y le acabo de pedir disculpas y de darle las gracias como debiera
haber hecho en su momento… no soy tan malo, o al menos no tanto como
creéis… Además, no busco nada de Clara como pareces tan convencido con
semejante firmeza.
- ¿En serio? -preguntó Josh cruzando los brazos a la altura del pecho–. Pues
entonces ¿qué haces aquí? ¿De verdad quieres que me crea que has cruzado
media ciudad para hacerte con un par de panecillos y unos bollos?
-No. He tenido una cita a unas manzanas de aquí. -Mintió incómodo por cómo
Josh parecía considerarle un sapo sin escrúpulos-. Y ya que estaba cerca pensé
que no estaría de más contribuir un poco a “llenaros los bolsillos” como lo
calificaste antes, después de todo, estoy en deuda con Clara ¿no es cierto?
-No, no lo es. Clara les hizo un favor a unos amigos, no a ti. No le debes nada
como ella misma te dejó claro en el pasado, pero bueno, si lo que quieres es
comprar bollos, estupendo, compra cuantos desees… -giró el cuerpo para
empezar a andar de regreso a la tienda–. Pero puestos a pedir… ¿Por qué no
envías a tu ayudante la próxima vez? Seguro te hará muy bien los recados…-
decía ya sin detenerse
Alex volvió a suspirar. Debería aprender de una vez la lección, cada vez que se
ponía a discutir con Josh salía trasquilado.
El domingo por la tarde Alex llegó un poco más tarde de la hora convenida a
casa de Arthur, cuando los niños ya habían pasado gran parte de la tarde en la
fiesta y los pocos adultos invitados, además de algunos contados padres de esos
niños, comenzaban a llegar y podían relajarse y tomar un tentempié. La casa de
Arthur era un magnífico ático de tres plantas con vistas a Central Park que
contaba con una terraza por planta. Alex fue guiado hasta la terraza en la que se
encontraba el buffet y las mesas de los invitados que no llevasen pantalón corto
y se atiborrasen de caramelos, mientras los pequeños continuaban con su
particular fiesta en la terraza superior. Tras saludar a todos los conocidos, la
mayoría socios o ejecutivos de la empresa y departir con algunos durante un
rato, empezó a mirar en derredor esperando ver a Clara o a Josh, pero, por
alguna razón, no estaban por allí. Supuso que estarían liados en la cocina o en la
planta de los niños. Arthur iba y venía durante todo el tiempo, evidentemente
atendiendo también a los niños. Tras degustar una comida supo de inmediato
había encantado a Howard, uno de los socios principales de la empresa y a su
siempre exigente esposa por la insistencia que mostraron a Arthur para que más
tarde les presentasen a los responsables del catering, detalle que no pudo evitar
le hizo sonreír. Supo que la parte infantil de la fiesta había tocado a su fin no
solo por cómo se suavizó el jaleo de la parte superior sino porque los pocos
padres presentes también comenzaron a marcharse junto a sus hijos. Andy por
fin apareció y cuando se acercó a él señaló.
-Creí que llegarías antes…
Andy se rio:
–De hecho, he sido uno de los primeros en llegar, pero me he ido con los
pequeños y he estado a ratos en la cocina con Josh y Clara que, a pesar de estar
muy liados, curiosamente, se lo han pasado en grande y yo he ganado esto… -se
reía mostrando un muñeco de Joda en una pequeña cajita.
Alex se rio.
- ¿Compitiendo con niños de seis años?
-De siete y ocho… y no los menosprecie… son como pirañas cuando huelen
sangre…- se reía sin parar.
-Oh, por fin, Andy. Creíamos que íbamos a tener que mandar un equipo de
exploración para encontrarte… -dijo una voz femenina a su espalda y cuando
ambos se giraron se encontraron a Elizabeth, la siempre elegante y encantadora
madre de Andy–. Has desaparecido en cuanto nos has saludado.
Andy sonrió.
–Diría que lo lamento, mamá, pero mentiría, me lo estaba pasando en grande allí
arriba… -Señaló con el dedo a la terraza superior
Su madre negó con la cabeza sonriendo.
–Ni me molestaré en sorprenderme… Tu padre dice que Howard, Alex y tú os
reuniréis con él y Arthur en el despacho de éste antes de irnos. Espero no te
importe que os espere, así podrías después llevarnos al hotel e invitar a que se
tome una copa con nosotros a ese encantador Josh que nos has presentado.
Andy gimió –Mamá…
-Oh vamos, prometo que nos portaremos bien…
Andy puso los ojos en blanco mientras Alex lo miraba con una sonrisa divertida.
–Está bien. Le preguntaré si puede acompañarnos, pero solo si no ha de ayudar.
Te recuerdo que están aquí trabajando.
Su madre sonrió triunfal.
–Por supuesto, por supuesto…
Movía la mano al aire despreocupadamente cuando la voz de Ronald, padre de
Andy, los llamó a ambos para lo que suponían era la breve reunión que debían
tener.
Para cuando salieron del despacho en el salón ya solo se encontraban, entorno a
la mesa del café, Elizabeth con Julie la esposa de Howard, Joanna, la hermana de
Arthur y Josh y Clara tomando relajados una taza de café frente a los restos de la
tarta y de las bandejas de dulces, con un Bobby acurrucado en un sillón,
claramente vencido por el agotamiento.
Al acercase supo que Arthur o Andy ya habían presentado a sus padres a Clara y
a Josh, pero en cuanto Howard se colocó junto a su mujer, ésta le presentó a
Clara y se pusieron a hablar de la comida que según Howard había sido de lo
mejor que había comido en muchísimo tiempo. Aunque estuvo charlando con
Arthur y su hermana, pareció más pendiente de la conversación de Clara, lo cual
no dejaba de producirle malestar porque él jamás se interesaba por escuchar
conversaciones ajenas y menos de alguien con quién no le unía relación alguna.
Al cabo de unos minutos, Howard y Julie se despidieron y tras ellos Joanna
subió a un agotado Bobby a su cuarto que se despidió de todos entre bostezos.
-Bueno, creo que yo también me marcho pues la pobre señora Playet seguro
querrá recuperar por fin la tranquilidad de su cocina… -Intervenía Clara
poniéndose en pie–. Señor y señora Callem. -Extendía su brazo para darles la
mano–. Ha sido un placer conocerlos, especialmente porque ahora cuando Andy
presuma de alguna de sus, según él, incontables virtudes, podré decirle sin
sonrojo que no se atribuya mérito alguno, que es cuestión de genes y, por lo
tanto, mérito de sus padres.
Ronald y Elizabeth se reían amables mientras Andy estallaba en carcajadas.
-Sabes que te guardaré este ataque sin motivo a mi autoestima y que te lo
devolveré a la menor ocasión ¿no es cierto? -le decía de inmediato él mirándola
sonriente.
-Bueno… podrás hacerlo, pero implicará un posterior castigo en forma de
régimen severo sin probar nada de nada de lo que cocine y teniendo en cuenta
tus inexistentes dotes en los fogones, pasarás mucha, pero que mucha hambre…
-Clara sonrió triunfal.
-Nunca debí ayudarte a mejorar tu inglés, bruja desagradecida. -Movía un dedo
frente al rostro Andy sin dejar de sonreírla.
-Es posible, pero ahora es tarde para arrepentirse… -le dio un beso en la
mejilla–. Nos vemos mañana… -se giró a Josh y le sonrió–. No te preocupes,
que no te necesitamos para nada… pasáoslo muy bien.
Josh se rio:
–Me alegro de ser inútil e inservible, sirena… nos vemos en casa.
Clara asintió y giró hacia Arthur que rápidamente le cedió el paso con intención
de acompañarla lo que hizo de inmediato retirándose con ella camino de la
cocina. Al llegar al office, el ama de llaves, la señora Playet terminaba un poco
más allá a junto a Jeff y las dos chicas que Josh y Clara habían contratado para
servir a los niños, Arthur tomó a Clara del codo y la detuvo.
-Creo que he de daros las gracias efusivamente. Todo ha salido estupendamente
y Bobby se lo ha pasado en grande.
-Bueno, esa empresa de animación ha hecho un trabajo magnífico, los niños han
estado entretenidos todo el tiempo e incluso cuando estaban sentados con las
pizzas o la tarta tenían animadores haciéndoles reír.
Arthur sonrió.
–Sin mencionar a Andrew y Josh haciendo el tonto con los más pequeños.
Clara se rio.
-Creo que se sienten identificados con personas de su mismo nivel intelectual.
-No lo discutiré. -Decía él riéndose-. Le diré a mi chófer que os lleve de regreso
a casa.
Clara lo miró un poco sorprendida.
–Umm… vaya, eres muy amable, pero hemos venido en la furgoneta de Jeff. No
debes molestarte, aunque te lo agradezco de veras.
-No es ninguna molestia, al contrario, Josh y tú os habéis desvivido porque todo
saliere bien y es lo menos que puedo hacer.
Alex, que en cuanto vio a Clara y Arthur marchar no tardó mucho en seguirlos,
irrumpió en ese instante.
-Perdona, Arthur. -Dijo haciéndolos a ambos girarse–. Pero yo también me
marcho. -Le dio la mano–. Nos vemos mañana en la oficina. -Arthur asintió
mientras él giraba hacia Clara–. Clara, como siempre, me alegro de verte. -Clara
lo miró entrecerrando los ojos–. Ahora que Tomasino no puede oírnos, creo que
tu pizza es mejor que la suya.
La sonrió encantador mientras ella le sostenía la mirada incómoda y algo
violenta.
-Gracias, creo. -Murmuró desconcertada–. Esto… -se giró hacia Arthur–. Bueno,
no te entretengo más, seguro que Bobby deseará que subas pronto a abrir con él
sus regalos a pesar de estar exhausto.
Arthur asintió.
–De nuevo, gracias por todo.
Clara asintió sonriéndole antes de mirar a Alex.
-Adiós- respondió someramente antes de dirigirse sin más hacia Jeff y las dos
chicas que ya la esperaban.
Durante la siguiente semana Alex regresó a su trabajo y rutinas y el viernes
noche, antes de terminar y salir a cenar con un amigo y un par de las animadoras
de los Chicago Bulls que estaban grabando un anuncio con el resto del equipo de
uno de sus patrocinadores, la llamada del Skype se iluminó. Al ver el nombre de
Ron en el centro de la pantalla, sonrió y abrió
-Hola… -Ensanchó su sonrisa al ver a Ron despeinado con el pantalón del
pijama y sin la parte superior
-Hola, pequeño.
Alex sonrió.
–¿Te has levantado solo para llamarme?
-La culpa la tienes tú por no tener el mismo horario que yo… -sonrió–. De todos
modos, tenía que levantarme, Noe y yo cogemos un tren temprano para ir a la
costa. Vamos a la boda de unos amigos. -Bostezó–. Oye, te llamo para decirte ya
seguro las fechas en las que estaremos en Navidades. Salimos en tres semanas
así que salvo que estés planeando alguna escapada alpina con alguno de tus
amigos, esperábamos verte esos días… -de nuevo bostezó.
Alex sonrió.
–Claro. Me estaba planteando acercarme a ver al viejo a Boston, pero lo cierto es
que esperaba alguna excusa para no hacerlo. No soporto a Vivian…
Ron suspiró dejándose caer en el respaldo del sillón.
–Sí, bueno, es lo que pasa cuando se tiene un padre con el gusto en las mujeres
según cierta parte de la anatomía… -puso los ojos en blanco–. Yo, simplemente
le he dicho que Noe y yo iremos a verle a Londres en febrero ya que me dijo que
pasaría unos días con el tío Geoffrey para solucionar su último divorcio…
prefiero verlo en terreno neutral.
Alex se rio.
- ¿Y qué excusa le has dado a madre?
Ron se encogió de hombros.
–Ninguna, realmente, hace tiempo que deje de excusar mis actos con ella así que
¿para qué variar las buenas costumbres?
Alex sonrió.
–Bueno, pues entonces, supongo que me das un buen motivo para no ponerme a
hacer maletas.
-Le diré a Andy que te incluya en algunas de las cosas que planea para los tíos
en las fiestas ya que, al parecer, todas las féminas dan por hecho que las
dejaremos tranquilas, parte del viaje, mientras ellas dan rienda suelta a su vena
consumista…
- ¿En qué hotel os quedáis?
-Ahh… en ninguno… Julia, la hermana de Clara, Carlos, Noe y yo nos
quedamos en casa de Josh y Clara. Tomás y Amparo en casa de su vecino Alister
y Camile, Silvia y Jennifer, la hermana de Brendan, en casa de Andy, según dice,
en un ataque de estupidez ha aceptado que su casa se convierta en una casita de
muñecas… -se rio–. Brendan se queda en casa de su madre y su último marido,
así que vamos en plan ocupas. -Se rio–. Lo que por lo visto mi mujer considera
como el motivo que necesitaba para llevar maletas y maletas por doquier sin
preocuparse de si tendrá o no espacio bastante.
Alex se rio.
–Ya puedes ponerle coto porque si después le da por comprar todo lo que vea,
necesitarás fletar un avión para regresar…
-Intenta tu razonar con ella… y hablando de la reina de Roma, creo que por fin
se ha despertado… -Giraba ligeramente la vista a un lateral–. Será mejor que nos
pongamos en marcha porque si llegamos tarde a la boda, la madre de Clara nos
dispara…
- ¿La madre de Clara? -se interesó
- ¿Umm…? -volvió a mirar la pantalla tras un momento de distracción–. Ahh sí,
sí. Los que se casan son Julia y Carlos. Noelia y yo vamos de testigos, lo que
aquí significa chaqué y la obligación de no llegar tarde, lo que teniendo en
cuenta con quien voy yo, lo veo una especie de quimera… -sonrió–. La madre de
la novia todavía está enfadada desde que se enteró que ni Julia ni Clara pasarían
las Navidades en España así que cualquier excusa le vale para abrir las puertas
de su ira… -dijo en tono teatral–. Y como no consigue reprender a Josh porque
este finge no hablar español en su presencia, necesita nuevas víctimas para sus
idus… eso nos dijo anoche Clara. De hecho, ella ya ha proclamado que la madre
de la novia es la figura que evitar durante toda la fiesta… -se rio y de pronto
apareció tras él la figura de Noelia pasando somnolienta en camisón. Tras unos
segundos Ron volvió a mirar a la pantalla–. Y esa, Alex, es mi dulce mujer que
acude a la llamada del olor del café como medio para volver a ser un ser humano
con cerebro… -sonrió–. Te dejo que no puedo arriesgarme a perder el tren si
quiero llegar al próximo año con vida.
-Está bien. Llámame a lo largo de la semana para hablar tranquilamente… -Se
despidió tras lo que cortó la llamada y cerró el ordenador, tomando a
continuación la chaqueta y el abrigo para acudir al restaurante en el que había
quedado con su amigo.
Caminando hacia la salida de la oficina meditó sobre su hermano y lo diferente
que era su vida, no solo desde que se había casado, sino desde que inició su
relación con Noelia. Parecía centrado, satisfecho y feliz, incluso, parecía
complacido consigo mismo. Ron se había pasado toda su adolescencia y
juventud pasando de una novia a otra casi con la misma rapidez que se cambiaba
de camisa y durante los años inmediatamente posteriores a la universidad no
pareció cambiar demasiado, pero, ahora, realmente parecía encantado de
encontrarse con una vida estable. Le resultaba aún curioso verlo así, sobre todo
con los antecedentes familiares que ellos tenían. Unos padres que desde pocos
años después de casarse decidieron vivir cada uno su vida, pero sin dar el paso
del divorcio. Unos hijos que veían a sus padres solo de vez en cuando y en
ocasiones, en teoría, especiales, momentos sin embargo compartidos con las
constantes parejas que pasaban por la vida de su padre y una madre obsesionada
con mantener una agenda social lo más apretada posible.
-Ey, Alex, no sabía que quedase nadie aquí.
La voz de Andy a su derecha mientras pulsaba el botón de llamada del ascensor
lo hizo girar el rostro.
-Ah sí, tenía que revisar los dichosos acuerdos del pirado de los videojuegos…
será un genio en diseño, pero es un desastre en todo lo demás.
Alex se rio.
-Al menos consuélate. A mí me han adjudicado lo del proyecto de biomedicina y
no entiendo la mitad de los documentos que me han pasado.
- ¿No has ido a España con Josh? Acabo de hablar con Ron y salía en breve a
coger el tren para llegar a la ceremonia.
Andy sonrió.
–Julia y Carlos me llamaron para invitarme, pero no podía ir. Mañana es el
aniversario de mis padres y había prometido ir hace meses, no podía
escabullirme sin más. De todos modos, los veré dentro de tres semanas si es que
Julia sobrevive a unos días en las aguas del Caribe sin matarse… -se rio–. Carlos
no las tiene todas consigo.
Alex entró en el ascensor seguido de Andy y tras pulsar el vestíbulo lo volvió a
mirar.
–Voy a cenar con un compañero de la universidad y dos mujeres que ha
conocido. ¿Te animas?
Andy lo miró alzando las cejas riéndose.
–No te ofendas Alex, pero pasarme la cena con dos muñequitas elegidas con el
único propósito de acostaros con ellas, de las que os olvidaréis mañana a primera
hora y que tienen la misma conversación que una adolescente obsesionada con la
moda, los famosos y el dinero, no es muy tentador… -le dio un golpe en el
hombro–. Además, he quedado con Tai, Joshua, Mary y Tim para ir a un local a
bailar. -Se rio–. Resulta que encuentro en extremo divertido y entretenido
convertirme en objeto de deseo de dos jóvenes cuyos novios no son muy dados
al bailoteo.
Alex sonrió negando con la cabeza.
–Sí, bueno, es lo que tiene que ellos no se sientan amenazados por ti. Si fuera
otro el que buscaren para bailar con ellas, no creo que resultare entretenido verse
golpeado por novios posesivos.
Andy se encogió de hombros y sonrió travieso.
-Por cierto, quería pedirte un pequeño favor.
Alex lo miró asintiendo –Si está en mi mano.
-Quería que me dieres el número de aquélla productora con la que saliste.
Mostró mucho interés por mi apartamento y si consiguiere venderlo pronto
podría mudarme antes de navidades.
Alex lo miró.
- ¿Ya has alquilado el otro apartamento?
Andy asintió –El lunes, mi madre se acercó a la esquina, que es como llama
ahora Josh al negocio… comió con Clara y Josh y por la tarde conseguí que me
acompañare a ver el apartamento sin que se enterase Josh, lo que dicho sea de
paso es toda una proeza. En un abrir y cerrar de ojos firmé el preacuerdo de
compra, apenas requiere un par de pequeños cambios así que si vendiere rápido
el mío podría mudarme enseguida.
Alex frunció el ceño.
–Deduzco que a tu madre le agradó Josh.
Andy sonrió.
–Habría sido difícil que no ocurriere. Me preocupaba más mi padre que es más
circunspecto y discreto y aunque Josh no es que sea una reinona ni vaya en plan
orgullo gay, pero es más extrovertido que nosotros. Pero, al parecer, me
preocupaba en balde. Resulta que mi padre está encantado con él y con el
tándem Clara-Josh, así que… -salieron a la calle y comenzaron a caminar hacia
la avenida principal.
- ¿No te da vértigo ir tan deprisa en esa relación? Acabáis de empezar y ya casi
que vais a vivir puerta con puerta.
Andy se encogió de hombros.
–No sé. Supongo que cuando estás seguro de tu relación los pasos se van dando
solos… Ya me lo contarás tú cuando te canses de las muñequitas de polvo rápido
y empieces a fijarte en alguien con la que sabes podrás tener sexo, pero, sobre
todo, muchas cosas más aparte de eso. Conversaciones, cosas en común,
intereses, sentirse uno mismo y cómodo en tu propia piel en esa relación, unos
planes de futuro… En fin, lo que se dice una relación con un límite temporal
superior a una noche.
Alex alzó el brazo para llamar un taxi.
–Sí, bueno, cuando esa puerta se abra ante mí, creo que correré en dirección
contraria para no atravesarla… voy a la 14th ¿te acerco?
Andy negó con la cabeza.
–Voy a la esquina a recogerlos a todos tras el cierre… además, así aprovecharé
para picar algo mientras Tai y Mary recogen.
Se despidieron y Alex lo maldijo por la mañana con fuerza pues le echaba la
culpa de esas palabras. La cena había sido un calvario que de pronto le pareció
llena de conversaciones absurdas y ridículas solo soportables por la idea de que
la chica que su amigo le había endilgado era un bombón muy apetecible, claro
que se pasó la mitad de la noche intentando recordar su nombre sin resultado
alguno. Y para rematarlo, el sexo le resultó mecánico, aburrido y carente de
interés. En consecuencia, se largó de la habitación de su hotel en cuanto se
quedó dormida con una sensación de hastío considerable y con ganas solo de
darse una ducha y salir a correr al parque para quitarse esa sensación del cuerpo.
Pero si su estado de ánimo no mejoró el resto del fin de semana no ayudó el que
el martes, tras una reunión, Arthur le comentase de pasada que saldría a almorzar
con Clara el jueves, pues, al parecer, regresaban de su semana fuera de Nueva
York el miércoles noche. ¿Por qué demonios le importaba saber eso? Clara no
era nada suyo ni siquiera le gustaba en ese sentido… Sentado medio a oscuras
con las cajas de comida china abiertas frente a él viendo la nieve caer por el
ventanal del salón de su loft, meditaba malhumorado por ello. No, Clara no era
su tipo… claro que su tipo no era precisamente el de una mujer para una relación
sino más bien para tener breves y fugaces historias. En el último año había
tonteado bastante con Alana Lancaster, la hija de uno de los socios fundadores
de la empresa matriz creadora de su empresa, o lo que era lo mismo, uno de los
grandes dueños de su empresa. Empezó a tontear porque Alana llevaba mucho
tiempo dejando claro de su interés por él y porque además era una belleza
californiana prototípica, hija de millonario que trabajaba como relaciones
públicas de su padre. Se veían cada vez que ella iba a Nueva York, aunque era
consciente de que en las últimas veces había eludido verla. Algo fallaba en esa
posible relación que no se animaba a establecer de verdad. Sabía que ella lo
estaba deseando y en cuanto le diese una mínima señal ella la agarraría con
fuerza y se vería irremediablemente con el lazo puesto lo que no vendría mal
para su futuro y escalar puestos con rapidez a pesar de que siempre había
detestado a los trepas que ascienden sin méritos reales. De cualquier modo, no
acababa de encajar con ella. Era atractiva y el sexo con ella estaba francamente
bien, tenía educación, las relaciones adecuadas, pero algo fallaba. No sabía si en
ella, en esa posible relación o en él. No acababa de sentirse cómodo con ella, ni
conseguía realmente relajarse. Ron siempre le decía que era en exceso hermético
y reservado y que para ciertas cosas era como un témpano, pero aun
reconociendo en parte que no solía abrirse con los demás, no creía que ese fuere
el problema con Alana. Terminó de comer los rollitos y sin saber cómo se vio
observando en derredor por su apartamento. Maldito Andy ¿por qué había tenido
que meter últimamente todas esas ideas en su cabeza? Recordaba cuando le
había dicho que estaba cansado de las relaciones sin futuro y de paso, que había
echado de menos, sin saberlo, llegar a un sitio y que alguien te preguntase por tu
día o con quien conversar de cualquier cosa e incluso simplemente tener a
alguien cerca, aunque cada uno anduviese a lo suyo. Dio un trago a su botellín
de cerveza maldiciendo de nuevo a Andy. ¿Por qué le hacía pesar esas cosas?
Mañana era miércoles y podría llamar a Lille, sí, una noche de buen sexo le haría
relajarse y dejar todas esas neurosis. Sonó el teléfono y al mirar en la pantalla
vio el nombre de Andy, hablando de su particular torturador…
-Hola Andy.
-Ey… Oye siento molestarte si estás con alguna muñequita.
-No, no. Estaba terminando de cenar.
Lo interrumpió pues veía por donde acabaría el tonillo de sorna que empezaba a
poner.
-Bueno, bueno, mejor… oye, acabo de hablar con Ron y me ha dicho que te
apuntarás a algunas de las actividades de tíos estas navidades ¿es cierto?
-Bueno, sí… sé que me estoy colando sin invitación, pero, por lo que parece,
será el único modo de poder ver a Ron esos días.
-Ah, no, no, tranquilo. Te lo pregunto para conocer el número exacto de los que
seremos para las reservas y demás. Creo que voy a aprovechar para pedir a
Howard que me devuelva un pequeño favorcito que me debe y que me ceda,
para el partido de exhibición, su palco en el Garden.
Alex se rio.
–Ya puede ser algo más que un favorcito si quieres que te ceda el palco en
fiestas.
-No te preocupes lo conseguiré… quién dice un favorcito dice una deuda de
sangre… -Se rieron-. Ahh y, por cierto, gracias por darme el número de la
productora, ella no quería mi apartamento, pero sí uno de sus socios. Firmamos
los papeles el viernes, pero por Dios, guárdame el secreto. Ohh y para rematar la
utilidad de la llamada conseguí que tu ex me reservare una zona privada de uno
de los clubs de música tan de moda cercanos a Times Square para la noche de fin
de año. Los turistas, como ya llamo al grupo para carcajada de Clara cada vez
que lo oye, han decidido que, aunque solo sea por una vez, quieren ver caer la
bola en Times Square como en las películas y anuncios así que nos
sumergiremos en la multitud, gritaremos uno a uno los segundos finales, nos
abrazaremos y congelaremos el trasero bajo una lluvia de serpentina y papelitos
y después recuperaremos la dignidad yéndonos al club a perder el oremus y la
vergüenza como Dios manda, con una carísima copa en la mano y bajo focos de
neón de un antro cool.
Alex se rio.
–No es ninguna metáfora ¿verdad? Es precisamente lo que tenéis pensado hacer
la noche de fin de año.
-Incluso llevaremos diademas y gafas con los números del nuevo año… -se reía
Andy al otro lado de la línea–. Si hay que vivir la experiencia neoyorkina a tope,
pues se vive, con gafas horteras y todo.
Alex se rio negando con la cabeza.
–Pienso burlarme de Ron sin piedad por esto durante meses, que lo sepas.
El jueves por la mañana se encontró un poco más relajado pues, como había
decidido antes de la llamada de Andy, llamó a Lille y, al menos, sí disfrutó de
una buena sesión de sexo con ella sin ataduras ni compromiso. Sin embargo, su
mejora de ánimo se vino abajo en cuanto vio por el rabillo del ojo, mientras
estaba en una de las salas de reuniones, a Clara siguiendo a la secretaria de
Arthur, suponía que, hasta el despacho de éste, recordándole de inmediato que
habían quedado para almorzar. Frunció el ceño ligeramente y unos minutos
después se disculpó con sus dos ayudantes y salió de la sala camino del despacho
de Arthur. Al llegar vio la puerta abierta y a Clara mirando las vistas desde uno
de los laterales. No estaban ni la secretaria de Arthur ni el propio Arthur.
Aprovechó sin saber realmente ni lo que hacía ni por qué lo hacía.
- ¿Clara? -se hizo el despistado.
Clara se giró al oír su nombre y al verlo por un momento dudó.
–Hola.
-Umm… bueno… buscaba a Arthur, pero ya veo que no está.
-Su secretaria acaba de ir a buscarlo. Creo que ha dicho que estaba en… -frunció
el ceño–. La verdad, no sabría decirte dónde ha dicho, no la he entendido… -
suspiró.
Alex se rio –Es tejana. No te preocupes, tienen un acento muy cerrado para
quién no esté acostumbrado… -entró un poco más en el despacho–. Últimamente
pareces que vienes mucho a esta oficina.
Clara lo miró un segundo de más fijamente.
–De hecho, solo es la tercera vez que vengo.
- ¿Otro encargo? -preguntó intentando sonsacarle algo por lo que quiso darse una
patada mental ¿qué quería saber? ¿A él que le importaba qué hicieren Arthur y
ella?
-No, no. Solo espero a Arthur. -Se limitó a contestar.
-Está bien… -caminó hacia ella relajado y se fijó en las vistas colocándose a su
misma altura–. Este es de los pocos despachos desde los que se puede ver un
poco de Central Park a lo lejos. Creo que antes de ser de Arthur fue el de Ronald
durante el tiempo que estuvo montando esta delegación.
Clara giró ligeramente el rostro.
-Me sorprendí un poco al conocer a los padres de Andy. Suponía, al igual que
Josh, que debían tener algo de dinero y una buena posición social y profesional,
pero, sinceramente, no esperaba enterarme de que sus padres son algo así como
que… umm… bueno… no sé cómo decirlo…
- ¿Tan ricos como para no trabajar durante muchas generaciones, aunque
viviesen a cuerpo de rey? -la ayudó claramente divertido.
Clara gimió.
–Bueno, sí, sí… eso, más o menos…
Alex se reía. Era increíble lo incómoda que se sentía ante la gente con dinero.
Cierto era que los que conoció en Italia de su mano no eran precisamente un
modelo de millonario a seguir pues eran bastante superficiales en su mayoría, de
ahí que a él le divirtiesen tanto para las vacaciones. Buscaban divertirse sin más,
sin pensar en preocupaciones o sin pensar en problemas o en el día siguiente.
Pero reconocía que como en todo en la vida, había millonarios y millonarios…
-Vienen de una familia con pedigrí… -sonrió divertido–. Bueno, lo que los
americanos llamamos pedigrí, no así los europeos, es decir, con influencia
política, dinero antiguo mantenido y aumentado generación tras generación,
educación en los mejores colegios y las mejores universidades… pero bueno, en
líneas generales son muy normales.
Clara no pudo evitar reírse suavemente.
–Sí, sí… normalísimos… -miró de nuevo hacia la ventana–. Si quieres le digo a
Arthur que le buscabas en cuanto llegue, así podrás volver al trabajo, seguro que
estás muy ocupado.
-Vaya… ¿intentas pedirme que me vaya? -la miró alzando la ceja.
Clara giró el rostro y lo miró frunciendo el ceño.
–Pues nada, quédate. Haz lo que quieras…- refunfuñó.
-Te pido disculpas, Clara. Me he retrasado… -la frase de Arthur se quedó a
medio camino cuando vio a Alex-. ¿Alex?
-Perdona, Arthur -intervino rápidamente caminando hacia él–. Solo venía a
buscar las cifras del contrato de la venta de los videojuegos cuando me he
encontrado a Clara esperándote, al parecer.
Arthur caminó relajado a su mesa.
–Ahh, sí, sí, claro… Umm… -revolvió entre varias carpetas y sacó una–. Toma.
Estas son las actualizadas esta mañana… -extendió el brazo y se las entregó.
-Gracias… bueno… os dejo… -se giró y sonrió a Clara-… Me alegro de volver a
verte…
Clara se limitó a asentir de modo que solo pudo girarse y marcharse.
-De veras te pido disculpas por hacerte esperar e incluso por hacerte venir hasta
aquí… -escuchaba a Arthur su espalda.
-No importa, de hecho, me ha dado la oportunidad de tener un argumento para
que si alguna vez te quejas del trabajo pueda decirte con conocimiento de causa
“no te quejes tienes unas vistas fantásticas y una secretaria amable”.
Arthur se rio y ya se halló demasiado lejos para escuchar la réplica, pero sí los
vio pasar unos minutos después camino de los ascensores. Se fijó entonces bien
en Clara. No, no sería una modelo ni podría decirse que fuere en sentido estricto
guapa, pero tenía un aspecto bonito, agradable, carente de artificios. No, no era
una belleza, pero era de algún modo atractiva. Se removió en la silla y sacudió la
cabeza y el cuello <<deja de pensar estupideces, Alex…>> se decía para
centrarse de nuevo en sus asuntos.
Nada más cruzar la puerta de la cafetería se vio atropellada por un tren llamado
Josh que le preguntó:
- ¿Y bien? ¿Qué tal ha ido? ¿Dónde habéis ido? No te saltes detalles. -La
agarraba ya del brazo y la guiaba a la parte del final del mostrador mientras ella
veía por el rabillo del ojo a Mary y Tai riéndose.
-Vosotras dos no os riais que éste se crece en su afán interrogatorio… -Les decía
sin poder detenerse pues Josh seguía empujándola–. Josh eres consciente de que
estás a un paso de parecer un policía en busca de una confesión…
-Precisamente… le he preguntado a Rose esta mañana como apretarte las
tuercas.
Clara se paró y estalló en carcajadas.
-Y lo preocupante de esto es que te creo capaz de haberlo hecho… -se giró y se
sentó en un taburete y enseguida Josh se sentó a su lado con cara de ansioso.
- ¿Y bien? -insistió.
-Ay pues… no sé… a ver… mandó a su chófer a recogerme y me llevó hasta su
oficina donde el pobre se disculpó varias veces por hacerme esperar…
agárrate… la friolera de cinco minutos…
- ¡No! ¿Cinco minutos? ¡Qué cruel! Muy grandes debieron ser esas disculpas… -
decía Josh riéndose igual que ella.
-Creo que el pobre había tenido un contratiempo esa mañana, pero no querría
darme platón, aunque no lo dijere era fácil darse cuenta, así que solo por ese
detalle ya merecía considerarlo el más encantador de los hombres…
-Sin mencionar que envió un coche a recogerte… -intervino Tai que se colocó
frente a ellos con los codos apoyados en la barra-. Por eso tiene otro punto
extra…
Clara sonrió –Bien, bien. Cierto. Dos puntos extras… Ohh… y me dijo que
estaba muy guapa nada más llegar al restaurante. -Sonrió de oreja a oreja–. La
ceguera no puntúa, pero ser tan amable al menos deberíamos contarlo como dos
extras más…
-Dos más. -Convino Tai asintiendo tajante sonriendo divertida.
-Sí, sí… que más… -la instó Josh.
-Pues me llevó a un bonito restaurante de esos carísimos que solo por el agua
debían cobrar lo mismo que nosotros por toda una cena. De esos de comida
oriental… se notaba que él conocía bien los platos de la carta y eso, pero fingió
necesitar ayuda del camarero para que me los explicase a mí pues estaba todo
con los nombres en japonés, tailandés y eso… y no ponía que era cada cosa, así
que otro punto… Y bueno… la verdad es que es agradable hablar con él, me
preguntó por España, por Italia y después me habló un poco de sus padres, de su
hermana Joanna. No quise preguntarle por la madre de Bobby o su matrimonio
porque era evidente eludía el tema así que no debe ser cómodo para él. Como
sabía que estaba apurado de tiempo le insté a hacer un almuerzo corto, de esos
de ejecutivos y nos reímos un poco a costa de que el pobre estaba claramente
estresado…
-Pero… ¿te pidió volver a quedar o no? -insistió Josh
Clara asintió –Me preguntó si ya había conocido algunos de los lugares más
conocidos de Nueva York y al final confesé que aún no conocía el MOMA así
que se ofreció a hacerme de cicerone en el museo y a invitarme después a una
cena en el restaurante del museo...
-Umm… interesante… -murmuró Josh-. ¿Entonces te gusta?
Clara se encogió de hombros.
–Me agrada, es pronto para saber si me gusta… desde luego físicamente está
muy por encima de mí, eso es innegable. -Josh resopló y abrió la boca para
protestar, pero ella continuó-. Y decir que no me gusta en ese sentido sería una
mentira como un piano, pero no sé… Josh… ya sabes que yo de hombres
entiendo tanto como de moda y menos de relaciones así que solo puedo decirte
que sí, en principio es innegable que me gusta, pero no te pongas ya a organizar
la despedida de soltera que tú te lanzas al mar antes siquiera de llegar a ver la
costa.
Josh se rio.
–Bueno, sirena… ¿y cuándo será esa cita tan cultural?
Clara y Tai no pudieron evitar reírse por el modo en que la denominó y el tono
empleado.
–Pues, el lunes. Dice que el domingo es el mejor día para ir a visitarlo, pero que
como sabe que para nosotros es un día ajetreado no me pondrá en la tesitura de
elegir… - miró a Tai– ¿otro punto?
-No, no. Otro punto por ti y dos más por Mary y por mí que no tendremos que
estar la cena sin ti el domingo…
Clara se rio.
-Bien, bien, pues tres más… ¿Cuántos lleva?
-Más de cinco así que de momento nos gusta mucho… -afirmó tajante Tai entre
risas–. Además, tiene un crío que es un encanto y eso debe darle otro extra.
-Cierto, y hablando de Bobby. -Intervino de nuevo Clara mirando esta vez a
Josh–. Te recuerdo que le prometiste llevarle al cine a ver alguna película
divertida, comprarle un cajón enorme de palomitas, un refresco tan grande como
su cuerpo y regaliz rojo y Arthur me ha comentado que el día veinte se marchan
para pasar las navidades a Houston con sus padres y la familia de su hermana de
modo que más te vale cumplir tu promesa antes de ese día.
Josh alzó la barbilla con arrogancia.
–Para tu información, ya tengo una cita concertada con el pequeñajo y permiso
de su padre no solo para llevarlo al cine sino para llevarlo después a una partida
de bolos con el pequeño Dave, Owen y sus hermanos.
Clara se rio.
- ¿En serio? ¿Cuándo?
Tai resopló.
–Pues cuándo va a ser, el domingo que saben que es el día que nosotras no
podemos y que Rose tiene turno de patrulla.
Josh se rio.
–Una mera casualidad… solo eso, mera casualidad.
Tai y Clara resoplaron a la vez.
–Contigo las casualidades no existen, mala bruja… -murmuró Clara.
Josh estalló en carcajadas bajándose del taburete, caminando de regreso a la
parte de la floristería.
-Aun tienes que contarme cada pequeño detalle de la cita, de la conversación, de
todo, todo, todo… no pienses que esa ligera descripción te ha librado. -Añadía
sin detenerse.
El sábado a primera hora, Alex estaba de un humor de perros y no sabía el
motivo. Había salido a correr por el parque temprano para despejarse, con el frío
invernal rozando su cara a cada zancada, lo que siempre le sentaba bien, sin
embargo, en esta ocasión, se sentía aún entumecido y con la cabeza con una
nube negra sobre ella. Mientras tomaba una ducha recordó que tenía que llamar a
su padre para decirle que ese año no iría a pasar ni un solo día de las fiestas con
él, lo que suponía tampoco implicaría un enorme trastorno o cambio de planes
para el mismo puesto que se marcharía a Aspen como cada año con Vivian, o por
lo menos esperaba que Vivian todavía le durase como pareja, a pesar de que no
la soportaba, pero mejor era lo malo conocido que lo bueno por conocer sobre
todo en materia de mujeres y su padre.
Se vistió con vaqueros, botas cómodas y un chaleco de cachemira de pico oscuro
y después se sentó frente a la mesa de su estudio a llamarlo. Como esperaba
simplemente gruñó un poco, pero al final parecía indiferente a la noticia. Bien,
pensó poniéndose en pie, necesito un café. Al llegar a la cocina encendió la
cafetera eléctrica y se la quedó mirando mientras comenzaba a funcionar y sin
saber qué le impulsó, la apagó, tomó la cartera, el abrigo y las llaves y salió.
Una hora después entraba en la cafetería de Clara donde olía de maravilla, a los
primeros panes, bollos y magdalenas recién hechos de la mañana. Se sentó en la
barra y, tras pedir un café, eligió de la pizarra un croissant y un bollo de canela
caliente.
-Clara. -Se escuchó a la chica del fondo de la barra al meter la cabeza en el arco
que unía la parte abierta de la cafetería de la de las cocinas sosteniendo en una
mano el teléfono–. Josh dice que Jeff ha acabado con el pedido de la señora
Avernathy y que se marcha a llevar el resto de las cosas al centro, pero que él se
quedará para montar los centros de flores y los ramilletes y que después
regresará.
-De eso nada. -se escuchó la voz de Clara al otro lado–. No puedo dejar de
remover así que díselo tú, por favor. A ver, dile que no le quiero ver durante el
resto del día, que vaya a recoger a Andy y que salga por ahí. Como le vea por
aquí le pego con el rodillo y que ni se le pase por la cabeza llamar cada hora
preguntando. Odette y Lucy se bastan y sobran para la floristería y yo no le
necesito para hacer crema de mascarpone, así que lo queremos fuera, volviendo
loco a su novio que para eso lo tiene… Dile que es una votación unánime de
todos nosotros… queda expulsado de la esquina por el día de hoy.
Mary se reía.
–Clara, dice que te ha escuchado y que eres una mandona muy impertinente…Y
que solo por eso no te comprará un globo la próxima vez que salgáis por el
parque.
Se escuchó la risa al otro lado de la cocina.
–Tendré que vivir con esa pena.
Mary volvió a reírse.
–Dice que acabas de perder el globo con forma de conejito.
-Oh bueno… mientras no sea el de Mickey Mouse… -contestó desde el otro lado
riéndose.
Después la chica colgó el teléfono y volvió a sus cosas mientras él se tomaba el
café con la vista fija en la puerta de acceso a la cocina. Al cabo de unos minutos
apareció un chico con dos bandejas llenas de dulces y tras él Clara con otras dos.
-Tai. -Le iba diciendo a la mujer que fue a ayudarla de inmediato–. Voy a
acercarme un momento a la tienda del señor Collins y de la de Alfredo– quiero
comprar hinojo y albahaca fresca y un poco de vainilla. Queda poco y no quiero
que mañana nos veamos sin ellos… ¿Te encargas de vigilar los hojaldres que he
dejado en el horno? -la chica pareció asentir–. Cuando las tartas de manzana
terminen de atemperarse las dejas en la nevera. Aparta una en la nevera de
arriba, le dije a tu futura suegra que se la llevarías para la comida familiar de
mañana. -La chica abrió la boca–. Sí, sí, no se me ha olvidado el tiramisú, pero
es mejor no hacerlo con tanta antelación. No temas, se lo llevará Owen mañana.
-Recuerda que los hermanos de Joshua comen como si fuera su última cena…
Por favor, haz mucho para que el resto podamos, al menos, probarlo.
Clara, que estaba de espaldas a Alex y que aún no lo había visto se reía.
–Su madre me ha dicho lo mismo, aunque ella los llama termitas sin fondo…
Cuando giró un poco más allá fue cuando por fin lo vio y Alex pudo de
inmediato no solo notar su sorpresa sino su desconcierto. Por unos segundos la
supo dudando si acercarse a él.
–Esto… -murmuró incómoda–. Hola… -dijo tímidamente al colocarse frente a
él.
Alex la sonrió como si nada.
–Buenos días.
- ¿Qué haces aquí? -preguntó mirándolo con los ojos entrecerrados-
-Bien, bueno… -señaló el plato y el café frente a él –Creo que es evidente.
Clara frunció el ceño y se apoyó ligeramente en el mostrador que quedaba a su
espalda.
- ¿En serio? -suspiró-. ¿Vienes hasta el otro lado de la ciudad a por un café?
-Y unos bollos… -sonrió como un niño travieso.
-Por favor, Alex… -resopló.
-Está bien, está bien… -de pronto se le iluminó la bombilla-. En realidad, he
venido a hablar contigo de una cosa… -Clara lo miró alzando las cejas–. No sé si
Ron o Alex te han dicho que, tras hablar con Ron, me quedaré aquí las fiestas.
La verdad es que si no aprovecho para ver a Ron esos días pasará como siempre
y nos veremos solo por Skype. Pero como comprendo que estaréis casi todo el
tiempo todos juntos y sé que no soy tu compañía preferida, me gustaría que
intentáremos sentirnos más cómodos juntos.
Clara arrugó la frente.
–Alex no es que me incomode tu compañía es que no me caes bien… -<<vaya>>
pensó sorprendida <<desde luego para una vez que eres franca no te
cortas…>>.
Alex se rio.
-Bueno, vale… me lo merezco… -sonrió negando con la cabeza–. De todos
modos, no voy a imponer mi presencia constantemente, no te alarmes, pero, en
ocasiones, veré a Ron y como estaréis con él ¿no crees que sería buena idea
buscar un punto medio en el que puedas soportarme?
Clara lo miró unos segundos con fijeza.
–Tranquilo, no haré nada ni diré nada que incomode a Ron y me aseguraré de
que Josh tampoco. Y no has de preocuparte, nunca le diría a Ron que no me
agradas y Noelia no le ha dicho nada tampoco.
-Sí, bueno, no creo que Ron no se haya percatado que no soy tú persona
favorita… de cualquier modo, gracias, supongo.
Clara suspiró.
–A ver, Alex… realmente ¿qué pretendes? Por poco que me conozcas, sabes que
no haré ni diré nada que te deje mal ante tu hermano, no por ti, sino por Ron, así
que el venir aquí a cerciorarte de ello carece de sentido.
Alex sonrió dejándose caer ligeramente en el respaldo acolchado del taburete.
- ¿Y qué tal si lo que pretendo es que nos llevemos mejor? Después de todo,
parece que nuestros caminos están destinados a cruzarse de un modo u otro,
aunque solo sea algunas veces.
Clara suspiró antes de girar y tomar uno de los cafés que acababa de hacer Mary
y se lo puso frente a él.
–Alex, tengo que irme… -decía nada más dejar el café.
-En realidad. -Contestaba él tomándolo con una sonrisa y poniéndose de pie–.
Tenemos que irnos.
Clara lo miró y se encogió de hombros, entendiendo que él ya se marchaba,
antes de girar y tomar del fondo de la barra, su bolso y su abrigo y salió camino
de la puerta mientras le decía a Tai.
–Tardaré una hora a lo sumo, Tai.
-Tranquila, lo tenemos todo controlado…- le contestaba mientras metía en una
pequeña caja de cartón el pedido del cliente frente a ella
Al cruzar la puerta y girar se encontró a Alex con el hombro apoyado en el
cristal del escaparate y con su café en la mano.
–Bien ¿dónde vamos? -preguntó tan relajado
- ¿Perdón? -la desconcertó
- ¿Qué a dónde vamos?
Clara lo miró un segundo de más antes de contestar.
–Yo a hacer un par de recados, tú, a tú casa o a dónde se suponga tengas que ir o
a hacer lo que suelas hacer los sábados.
Alex se enderezó lentamente.
–Los sábados suelo trabajar, pero hoy no he de hacerlo así que estoy libre para
acompañarte en tus recados y que compruebes que no soy tan capullo como
crees. Un capullo, quizás, pero no uno tan grande.
Clara suspiró.
–Alex…
-Oh, vamos… Tan poco puede ser tan horrible que te acompañe.
-Voy a comprar hierbas frescas y especias, Alex, así que ¿por qué no te
entretienes con otro absurdo pasatiempo?
Alex se rio.
–No veo que otro pasatiempo me apetezca más.
- ¡O por el amor de Dios! -resopló Clara alzando los brazos al aire y dejándolos
caer–. Es como hablar con un niño descerebrado… -echaba andar casi
malhumorada calle abajo y al notarlo colocándose a su lado lo miró sin
detenerse–. Si vas a venir conmigo, al menos, promete comportarte como una
persona normal con las personas con las que nos crucemos.
Alex estalló en carcajadas.
- ¿Normal?
-Sí, bueno, ya sabes, sin mirarlos por encima del hombro ni hablarles como si
fueren hormigas…
Alex la detuvo poniendo la mano en su brazo.
- ¿Así fue como te traté? -preguntó mirándola serio.
Clara se soltó de su agarre.
–Tus amigos, seguro… ¿Tú…? Bueno… -echó a andar- depende del momento…
Era como si tuvieses múltiples personalidades y la mayoría asesinables, la
verdad. -Lo escuchó reírse ligeramente a su lado-. Arrogante y petulante y
comportándote como si el resto del mundo os debiere pleitesía cuando estabas
con tus amigos. Al principio, eras irascible, malhumorado, brusco y mandón…
lo que supongo era comprensible pues estabas a merced y dependiendo de una
completa desconocida… después te calmaste un poco, pero solo un poco… -lo
miró de refilón sin detenerse girando por una de las calles–. Tienes una tendencia
al nepotismo algo marcada, la verdad.
Alex sonrió ligeramente.
–No pude ser siempre tan malo…
Clara señaló una calle para que girarse antes de decir:
–Incluso cuando estás aparentemente relajado pareces en guardia, siempre
dispuesto a saltar… No es que seas agresivo ni nada de eso, pero… -se encogió
de hombros–. Quizás me esperaba a alguien más parecido a Ron, más relajado,
más… no sé… menos tenso o rígido o tan hermético incluso en lo más
sencillo… -Alex caminó un par de minutos en silencio–. Como no pasé tiempo
contigo y tus amigos no sé cómo te comportas con ellos o si eres más relajado o
abierto con ellos… -añadió después–. Pero creo que durante los días que estuve
contigo, no te escuché reír de verdad o sin una sonrisa meramente de cortesía o
forzada, más que un par de ocasiones, y hacías que me sintiese tensa solo al
entrar tú porque notaba como no te agradaba mi presencia y claro, enseguida me
entraban unas ganas tremendas de marcharme, dejarte solo que era lo que
parecía querías o pretendías conseguir… que te dejase tranquilo.
Alex se tragó una maldición.
–Bueno… desde luego no lo has pintado nada bien.
Clara sonrió y lo miró sin más-
–Sí, Alex, estar a tu lado es el infierno sobre la Tierra, para qué negarlo.
Alex estalló en carcajadas mientras ella se reía.
–Estupendo, deberé incluirlo en mis tarjetas de visita.
-Espera que he de parar un momento aquí… -decía parándose en una pequeña
tienda que parecía una imprenta pequeña–. Ven… -Clara entró decidida y al
verla el dependiente se enderezó pues estaba en el mostrador inclinado hacia
delante leyendo algo–. Buenos días. -Lo saludó–. Quería hablar con Harry si está
por aquí -El hombre asintió y gritó el nombre hacia la trastienda y enseguida
salió un hombre canoso y con aspecto de inventor loco de dibujos animados–.
Hola Harry.
-Ahh hola Clara… no te esperaba, tu encargo no estará hasta la semana que
viene.
-Lo sé, lo sé, es solo que quería pedirte una cosa para el mismo… verás.
¿Recuerdas la foto de la playa?, en la que aparece el grupo completo con los
pescados delante… -El hombre asintió–. Pues, verás… la querría en blanco y
negro con los marcos alrededor en sepia… he pensado que quedarían mejor que
en color, aunque no se vea el azul del mar…
Harry asintió.
–Si quieres te hago una prueba para revelarla en blanco y negro y mantener el
color del fondo del mar, quizás quede bonito el contraste… podemos probar y si
no resulta hacerlas enteras en blanco y negro.
-Umm… -lo miró un segundo–. Pues por probar… ¿Aunque te lo pida tan tarde
te daría tiempo?
-ah sí, sí. No te preocupes, los marcos y demás ya están hechos, el poner una
foto del mismo tamaño de un color u otro solo será un momento. -Tomó una
nota–. Te llamo el lunes o el martes por la mañana y te acercas un momento a
ver si te gusta cómo queda y decidimos sobre la marcha… -Clara asintió–. Pero
ya que estás aquí. Te enseño cómo ha quedado la otra… -desapareció por la
trastienda y enseguida regresó con un paquete que dejó encima de la mesa y le
mostró el contenido.
-Harry… -lo observaba Clara–. Ha quedado fantástica… Es preciosa…
–Me alegra que te guste. Creo que ha quedado mejor de lo que creía.
-Es una maravilla, Harry, les va a encantar, te lo aseguro… -le sonrió mientras él
hombre volvía a tapar el pequeño paquete.
-No te preocupes, te llamo en un par de días y miramos las pruebas… Tú
asegúrate de traerme un café y un bollo de mascarpone.
Clara se rio.
–Prometido.
Salieron de la tienda y de nuevo tomaron el mismo camino:
- ¿La foto es la de la boda de tu hermana?
-Sí, sí… -sonrió Clara–. Les hicieron, como a cualquier pareja de novios, un
montón de fotos con el chaqué y el traje de novia, pero las fotografías que más
me gustaron fueron las que les sacamos, en broma, Tomás y yo, más tarde, tras
terminar la fiesta estando todos agotados, tras marcharse el último de los
invitados. Julia y Carlos subieron a cambiarse para ponerse la ropa cómoda que
llevarían en el vuelo que tomaban en apenas unas horas, bajaron y tomaron café
y los restos del catering con nosotros, que he de decir atacamos como lobos
hambrientos. -Se rio–. Es lo que pasa después de algunas horas de bailoteo y
alcohol mezclados con distintos momentos bochornosos con miembros de la
propia familia… -se reía negando con la cabeza-. Tomás y yo, sacamos fotos sin
parar en ese rato, sin que se fijaren y algunas son un poco para no enseñar en el
futuro porque salimos con cara de borrachuzos después de una juerga. Pero,
entre todas, había algunas estupendas con todos riéndonos y relajados. La que
Harry ha ampliado y mejorado es una foto que apareció entre ese montón. Julia y
Carlos aparecen riéndose de una anécdota que escuchaban de Brendan y una de
las invitadas más mayores a la que llamó, sin querer, caballero creyendo que lo
era y el pobre cuando intentó arreglarlo y disculparse metía más y más la pata, la
señora y su marido casi le dan con una botella de champagne en la cabeza solo
para lograr que cesare su disculpa. Me gusta esa foto. Son ellos, salen como son
ellos, como es su relación… no sé… siempre hay complicidad entre ellos,
incluso cuando están enfadados por algo… Harry la va a enmarcar y se la
regalaré por Navidad.
- ¿Y la otra de la que hablabas?
-Pues es el regalo que Josh y yo les haremos a todos. Es del día que todos
salieron a pescar y aún hoy juran y perjuran que pescaron las piezas con las que
regresaron, pero yo lo pongo muy en duda… Creo que sobornaron al sobrino de
Gina y o los pescó él por ellos o los compraron antes de regresar con las manos
vacías.
Alex estalló en carcajadas.
- ¿No eres un poco incrédula?
Clara sonrió-
–Ni por asomo… ¿pues no que tu hermano va y aparece con un pescado de casi
diez kilos? -resopló–. No me creo que lo pescase él.
Alex de nuevo empezó a reírse:
–Quizás tuvo un momento afortunado… -la miraba sin dejar de reírse.
-Oh vamos… -refunfuñó ella–. Ni mil momentos afortunados dan como
resultado una pesca como aquélla… Además, Carlos apareció con otro más o
menos del mismo tamaño y Tomás con una enorme lubina… No, no, no…
Menudos fulleros… -Alex se reía negando con la cabeza–. Ahh, no… -le señaló
con el dedo Clara–. Ni me mires como si estuviere loca. Porque todas pensamos
igual, si no, pregúntale a Noe lo que piensa de su, sospechosamente, afortunado
marido el marinerito de tres al cuarto.
Alex de nuevo estalló en carcajadas.
–Por favor, no me digas que lo llama marinerito.
Clara abrió la puerta de una tienda con una enorme sonrisa y mientras entraba
decía:
–Lo estuvo llamando Popeye durante un tiempo… -Alex la siguió sin dejar de
reírse– Buongiorno, Alfredo… -dijo sonriendo al dependiente.
-Buongiorno, caro Clara- la saludó riéndose suavemente.
-Spero che tuo padre si sente meglio[vi].
-questo meglio, grazie[vii].
-che è buono, a lui i miei saluti e dirgli uno di questi giorni spero di fare un buon
cappuccino e tiramisù[viii] -el hombre se rio asintiendo amable. Al ver que había
más clientes en la tienda decidió hablar en inglés–. Alfredo, atienda a sus
clientes mientras tomo unas hierbas frescas, no se preocupe, no tengo prisa..
El hombre asintió señalando un rincón de la tienda.
-Mi hijo acaba de traerme esas de nuestro huerto, seguro querrás algunas de
ellas… La albahaca es de la que te gusta.
Clara asintió:
–Gracias.
Tomó una pequeña cestita de mimbre y caminó hasta la zona donde parecía
haber más especias y verduras mientras Alex la seguía mirando en derredor de la
pequeña tienda que parecía una tienda de barrio de productos básicos pero todo
fresco y por lo que podía ver a primera vista también muchos europeos,
irlandeses, italianos, algunos españoles.
- ¿Qué es esto? ¿Una tienda especializada? -preguntó bajando la voz
Clara que se encontraba mirando las distintas cestas de lo que parecían espinacas
y cosas similares, lo miró de soslayo mientras tomaba un par de manojos.
–Es un almacén de comida casera. Aunque sí, sí, podría entenderse que
especializada, sobre todo en productos frescos de huerta y pequeño cultivo y
después algunos que traen de Italia, España, Francia, Noruega… un poco
europea… -tomó otro par de racimos de algo–. Por esta zona hay muchos a los
que parecen gustarle la comida gourmet o de países europeos y buscan productos
para poder hacerlos de verdad. Alfredo y su familia empezaron con los italianos
y con su pequeña huerta y, ahora, tienen productos de otros países y un par de
tiendas más que llevan sus hermanos, una en el Village y otra más cercana a
Manhattan. Yo les suelo comprar las cosas frescas. Como la albahaca. -Le
enseñó la que acababa de tomar–. Pero… -bajó un poco la voz y se acercó a él-.
Los productos italianos y españoles como aceite, quesos, vinos, etc, me lo trae
un proveedor que nos encontró tu hermano. -Se volvió a enderezar y empezó de
nuevo a tomar algunas cosas y colocándolas en su cesta–. Pero ni siquiera en las
granjas ecológicas, tan de moda entre los americanos, encontrarías unas
hortalizas y unas verduras de huerto tan buenas como las de Alfredo. Su familia
tiene una huerta y un talento especial para ella, más si se trata de cosas
aromáticas, como el hinojo… -le enseñó un ramillete que le acercó para que lo
oliese–. O esa albahaca o el orégano… -se los mostró–. Se nota que vienen de
una familia con cultura y respeto por los productos de calidad… -giró y le señaló
unos cestos un poco más allá–. Mira esos tomates o esas calabazas. Yo, cuando
hago ensaladas, solo compro aquí los productos. Quizás en un gran almacén
comprándolo en grandes cantidades nos ahorraríamos unos dólares, pero como
Josh y yo, desde el principio, decidimos que no queríamos hacernos ricos, sino
simplemente poder vivir de lo que nos gusta, preferimos perder esos dólares de
beneficios que no estar contentos con lo que damos a nuestros clientes… Y no
debemos estar haciendo las cosas mal, porque de momento, no podemos
quejarnos… -sonrió caminando hacia esos cestos–. Mira, huele estos limones… -
le dio uno–. Son grandes, aromáticos, ácidos y, sobre todo, sabes cuándo lo
compras que es un buen limón… -tomó unos cuantos y los metió en su cesta-.
Esto era lo que más me gustaba de trabajar con Gina y Tomasino. Iba con ellos a
los mercados varios días por semana. Recorríamos los puestos y elegíamos
según lo que estuviese en su mejor momento… Aquí eso no puedo hacerlo. Voy
dos días por semana al mercado de abastos, pero no es lo mismo… -empezó a
reírse–. Aún hay días que regreso malhumorada, porque hay cosas que
compramos en nuestro proveedor, pero sigo mirando los precios de algunas
cosas y me sigo asombrando y escandalizando. A veces llego y le digo “¿no te lo
creerás, Josh?, venden una botella de aceite de menos de un litro por veinte
dólares” o “he visto una botella de vinagre de Jerez por casi treinta dólares ¿Qué
americano loco compra una botella de vinagre de Jerez por treinta dólares?”
Alex se rio.
-Todos, en realidad. Supongo que pensamos que si es de tal o cual país o viene
con la etiqueta del mismo ha de ser caro.
-Es un robo. Mucho impuesto ha de pagar ese vendedor o proveedor para tener
una excusa para poner esos precios. -Clara sonrió negando con la cabeza.
Alfredo le tomó la cesta.
- ¿Vas a necesitar algo más, cara?
-Vainilla fresca, al menos veinte vainas y doscientos gramos de canela en polvo.
-Le contestó ella antes de que desapareciere detrás de un mostrador.
- ¿Eso de encima de aquella estantería son ristras de ajo? -preguntó Alex.
Clara se rio.
–Sí, son ajos grandes. Yo hago el ajo blanco con esos ajos y aquéllas almendras.
-Señaló una cesta.
- ¿Ajo blanco? ¿Eso qué es?
Clara lo miró.
–Un plato español. Se toma en vasitos pequeños, como si fuere gazpacho o una
crema fría algo más suave. Aún no lo he incluido en la carta, pero creo que
cuando llegue la primavera lo pondré junto con el gazpacho y el salmorejo como
entrantes fijos.
-Veo que realmente te encanta lo que haces…
Clara asintió.
–Y cuando llevemos un poco más de tiempo y Tai y Mary se sientan más
seguras, voy a apuntarme a las clases gourmet que da el chef del Ritz y a las de
servicio de té del Carlyle. Quiero seguir haciendo comida casera y artesanal,
pero incluir algunos platos sofisticados de vez en cuando y… bueno… nunca se
sabe bastante de nada… -sonrió–. La madre de Andy me ha dado una receta de
sopa de tomate tradicional americana que estoy practicando y cuando sea capaz
de hacerla con los ojos cerrados la incluiré algunos días, sin mencionar el
dichoso pavo de navidad. Estoy practicando algunos de vuestros platos típicos
para ponerlos en la cena de navidad de este año junto con otros italianos y
españoles y el dichoso pavo es un horror… Tenéis mil variedades, mil recetas y
Andy y Josh no me ayudan nada, como se comen hasta una piedra, todos les
gustan… Como catadores no valen ni un penique.
Alex se rio.
–No me lo puedo creer ¿Los estas usando de conejillos para recetas de pavo?
Clara sonrió.
–De pavo y de todo lo que se tercie… Si enveneno a alguien, mejor que sea a
ellos… siempre puedo decir, “señoría, la culpa no es mía, murieron de
glotonería, por no esperar a que yo le diese el visto bueno al plato…”.
-Bueno, de momento, no los has envenenado.
-Pero como sigan sin ser capaces de distinguir un pavo relleno con setas de uno
con frutos y carnes juro que me lo plantearé seriamente.
Alex sonrió, pero se vio interrumpido por el regreso de ese simpático
hombrecillo que tras cobrar la compra la metió en una cómoda bolsa de tela que
llevaba Clara y que él se apresuró a tomar, a pesar de la cara de reproche de ella.
- ¿No deberías volver a tu vida normal ya? -le preguntó Clara tras caminar un
par de minutos de regreso.
Alex sonrió mirándola.
–Realmente te incomoda un poco mi presencia ¿no?
-No. Me incomoda no saber qué demonios quieres… -se paró mirándola
fijamente–. Tú no te relacionas con la gente como yo, Alex, y menos con
mujeres como yo, así que no me creo que pretendas que nos hagamos coleguitas
sin más.
Estalló en carcajadas sin poder evitarlo.
- ¿Coleguitas? ¿De verdad has dicho coleguitas? -preguntaba sin dejar de reírse y
ella se puso como una amapola.
-Sí, bueno, no ha sido la expresión más acertada… pero… ¿Quieres dejar de
reírte? -Lo miraba ceñuda mientras él se doblaba frente a ella sin dejar de
reírse–. ¡O por Dios! No seas crío.
Él empezó a reírse más.
-Bueno, es que soy un coleguita. -Decía entre risas.
-Bueno. Se acabó.
Tomó de un tirón la bolsa y empezó a caminar malhumorada de regreso aun
escuchándolo tras ella riéndose. Unos metros más allá la alcanzó.
-Vamos, no seas cría, Clara… -le quitó la bolsa sonriendo–. No es que me
burlase de ti… -ella resopló–. No más de lo necesario… -se corrigió sonriendo
divertido–. Está bien, está bien… ya paro… -se enderezó y movió la mano frente
a ella guiándola hacia delante como diciéndole “adelante, sigamos” Clara
suspiró y comenzó de nuevo a caminar. con él rápidamente colocándose a su
lado–. Te equivocas al pensar que todos mis amigos son millonarios
acostumbrados a la buena y despreocupada vida que no tengan mayor aspiración
en su día a día que pasárselo bien… -Clara resopló mostrándole su
incredulidad–. Tengo amigos de la época de la universidad muy normales, Clara,
y conservo algunos del colegio incluso, aunque vivan desperdigados por medio
país.
-Ya… claro… Y seguro que entre ellos se encuentran mujeres que no tengan
medidas perfectas y una conversación centrada solo en la vida glamurosa y loca
que lleváis.
Alex se rio.
–Te guías un poco por un cliché ¿no crees?
-Quizás, pero no lo has negado… De cualquier modo, lo que quiero que
comprendas es que yo no puedo ser un amigo tuyo de parranda, tampoco un
ligue de los que te gustan y con los que sales, no somos compañeros de trabajo y,
desde luego, no pertenecemos al mismo mundo así que, no entiendo ¿qué
diantres se supone que quieres…? -habló calmada–. Lo que quiero decir es que
podemos ser cordiales y amigables las contadísimas ocasiones que nos veamos
por coincidencia de Ron o, incluso si me apuras, de Andy, no hay problema, pero
aparte de ello, no veo como tú y yo encajemos en modo alguno en este universo.
Alex sonrió de pronto divertido pues comprendía que no es que le cayese mal del
todo, sino que simplemente no le conocía en absoluto, lo que no era extraño.
Pero incluso en aquello que había acertado sobre él, partía de una imagen
distorsionada, ligues, mundo tan alejados que no coincidían en aspecto alguno,
amigos solo de juergas… sí había un poco de eso, pero no era así pues había un
punto intermedio entre su imagen y vida real y la peor que pudiere tener.
-Clara, mi vida es más parecida a la de Ron de lo que te imaginas… -Clara lo
miró alzando las cejas–. Bueno, a la que llevaba antes de asentarse en una vida
estable, por decirlo de alguna manera. Quizás me deje llevar más que él en
algunas cosas y, desde luego, no soy tan… “abierto”, podría decirse, o quizás yo
sea más reservado o hermético, creo que me llamaste antes, pero, en lo esencial e
importante, somos muy parecidos.
- ¡Tía Clara!
La vocecilla a gritos de un niño al otro lado de la calle los hizo mirar y Clara
sonrió moviendo la mano.
- ¡Ey peque! -esperaron mientras la pareja cruzaba y se acercaba–. Hola, enanito.
¿Vienes detenido? ¿Qué travesura has hecho que te lleva a chirona, bribonzuelo?
-Se agachó y dio un beso al niño.
-Es mamá, tonta. -Se reía.
Clara fingió mirar al adulto:
–Ahh, es verdad. No la había reconocido con la visera del uniforme puesta. Hola
Rose.
-Hola, me viene de perlas encontrarte, iba a la esquina a dejaros a Dave hasta
que Owen vuelva. Me han llamado de comisaria, he de entrar un poco antes. ¿Te
importaría cuidármelo?
Clara se enderezó tomando la mano del pequeño.
–No, claro que no. Le daré un chocolate caliente y un buen desayuno, no te
preocupes.
-Gracias, la verdad es que solo me ha dado tiempo a vestirlo a toda prisa y darle
un poco de leche.
-Vete, no llegues tarde y no te preocupes, yo me ocupo de prepararle un buen
desayuno y de tenerlo entretenido hasta que llegue Owen.
-Estupendo. -Dio un beso al pequeño–. Pórtate bien y no enredes. -Se enderezó y
miró a Clara-. Nos vemos esta noche en la bolera.
Clara se rio.
–Sin duda, me toca tomarme la revancha.
Rose que ya andaba calle abajo de espaldas decía riéndose:
–Clara, no sueñes despierta que no es bueno para la autoestima.
-Porque vas armada que si no te lanzaba un limón a eso que llamas cabeza… -le
gritó mientras Rose se reía. Clara miró a Dave–. Vamos, peque. Tú y yo vamos a
andar un rato en los fogones volviendo locas a tía Tai y tía Mary.
- ¿Podemos preparar tortitas de risas?
-Por supuesto, y un poco de huevos como te gustan y pan con miel.
De nuevo se pusieron a andar y Alex carraspeó y cuando ella lo miró, él alzó las
cejas y lanzó una mirada al pequeño:
–Ahh, sí, sí. Dave, este es Alex un compañero de trabajo de Andy. Alex es el mi
encantador vecino Dave, aunque hay que tener cuidado, es un irlandés
pendenciero y delincuente reincidente.
-Encantado, Dave. -Sonrió al pequeño que caminaba de la mano de Clara
-Hola. -Miró a Clara-. ¿También va a desayunar con nosotros?
-Me encantaría. -Se apresuró a responder Alex mientras Clara lo miraba como si
quisiere trincharlo
- ¿No tenías que ir a algún sitio? -le preguntó mirándolo fijamente mientras él
sonreía satisfecho
-No, no. De hecho, estoy libre para averiguar que son las tortitas de risas.
-Son tortitas a las que les hacemos caras con el beicon o con nata o con el
caramelo o con las frutas. -Decía Dave caminando risueño–. Tía Clara me deja
ayudarla a hacerlas y me tuesta pan dulce y le ponemos miel, con el chocolate
calentito está muy rico.
Clara suspiró poniendo los ojos en blanco ante la cara triunfal de Alex:
–Peque esta mañana, me ha dicho Josh que os lleva al cine a ti y a un amigo
nuestro. -Dijo al cabo de un par de minutos para entretenerlo.
-Aja. -Asintió tajante-. Y después papi y los tíos nos acompañarán a la bolera.
-Pero no dejarás que papá te gane ¿verdad? Tienes que tirar más bolos que él.
El niño se rio.
–Lo haré. -Llegaron a la cafetería y enseguida el pequeño corrió a por las dos
mujeres.
-Mary es hermana de su padre y Tai la novia de su tío Joshua, también hermano
de su padre… -le aclaraba Clara mientras se quitaba el abrigo y la bufanda.
-Vaya, un negocio familiar sin duda… -sonrió Alex sosteniendo aún la bolsa que
ella se apresuró a quitarle de las manos
-Bueno, como te has colado en el desayuno de Dave… -lo miró alzando las cejas
mientras él se reía–. Será mejor que vengas… Verás… -le explicaba mientras
Dave se sentaba en un taburete frente a sus tías que atendían a varios clientes–.
Owen y Rose viven en nuestro edificio y resulta que la familia de Owen tiene
una pequeña constructora. Teníamos que decidir a quién contratar para la
reforma del local con todos los presupuestos y contratistas con los que Josh
había hablado, pero nos hablaron muy bien de Owen y los suyos y nos
decantamos por ellos tras conocer un poco a Owen. Lo cierto es que él y todos
sus hermanos trabajan juntos y al poco eran casi de la familia, como decía Josh.
Antes de abrir oficialmente, Joshua, el segundo de los hermanos, me habló de
Tai y de que quería un trabajo como este, así que no tuve problemas en
contratarla. Yo iba a necesitar ayuda y podría enseñarle algunas cosas poco a
poco. Owen también sugirió a su hermana Mary a la que le encantaba cocinar y
como Josh necesitaría ayuda en la floristería pues contratamos a Odette que es la
prometida de otro de los hermanos, Tim. -Decía ya poniéndose un mandil en la
cocina y cediéndole otro a Alex–. Conocíamos a toda la familia. Son gente
buena, honrada y como ves… -miró al otro lado de arco de acceso– somos todos
amigos, así que es fácil trabajar y sentirte a salvo, a pesar de que sean irlandeses
belicosos. - Sonrió sacando varias cosas y poniéndola es su islote. Miró un poco
más allá de la cocina donde Mary sacaba una hornada de pan, de empanadas y
hojaldritos –. Será mejor que te sientes en un taburete… lo que a Dave divierte
no es solo comerse todo lo que le entra por los ojos, sino trastear en la cocina y
hacer sus tortitas. -Se apartó y caminó al arco y se inclinó sobre él–. Peque, aquí
hay un tipo que dice que si nadie reclama tu mandil lo cogerá él y se quedará con
todas las tortitas.
En menos de tres segundos se abrieron de golpe las puertas de ala de la cocina
atravesándolas como un vendaval el pequeño que fue directo a un hueco
concreto del que sacó un pequeño mandil que enseñó presuroso a Clara.
-Átamelo, corre. -Ordenaba riéndose.
Tras eso, Clara lo aupó a un taburete junto al suyo.
-Bien, ¿preparado para empezar?
El niño asintió tajante tomando una cuchara de madera mientras Alex se reía.
- ¿Por qué presumo no es la primera vez que haces tortitas?
-He sido pinche muchas veces… -contestó orgulloso–. Tía Clara y yo hacemos
las mejores tortitas del mundo ¿A qué sí? -miró a Clara que ya vertía algunas
cosas en un cuenco.
-Las mejores. Ya sabes, peque, remover despacio. -Clara miró a Alex–. En esta
parte de la cafetería solo come el que cocina de modo que o haces algo o te
quedarás sin nada de nada.
Alex se rio.
-Bien, dame algo que hacer.
-Tiene cara de no saber hacer gran cosa ¿verdad? -Clara miró a Dave señalando
con un golpe de cabeza a Alex y el pequeño se rio travieso.
-Muy bonito. Sí, señor. Burlarse así de mí y en mi cara.
Clara lo miró alzando las cejas.
–Está bien, está bien, no seremos crueles. Te daremos algo sencillo que hacer… -
Alex se rio murmurando un “qué considerada”–. Harás el chocolate caliente y
mientras Dave hace magia con las tortitas, yo iré preparando los huevos y el
Bacon.
- ¡Muy crujiente! -exclamó el pequeño.
-No hay otro modo… -alzó Clara la mano al aire–. A ver… tú. -Miró a Alex-.
Has de poner leche a calentar con un poco de canela…
Alex empezó a obedecer al igual que el pequeño y durante un rato fueron
haciendo como que ayudaban a Clara, aunque era ella la que iba cocinando,
incluso mientras el pequeño montaba en la fuente las tortitas con caras. En pocos
minutos el pequeño se reía tomando su desayuno sentado junto a Alex, frente a
Clara y Tai en la barra de fuera.
-Las mejores tortitas del mundo… -le decía Alex a Dave que sonreía con azúcar
glas espolvoreada por toda la boca.
-Papi dice que he de robarle a tía Clara las recetas para que la abuela las cocine.
Clara se rio limpiándole la boca con la servilleta:
–Peque, el loco de tu padre te llevará por el mal camino. No debieras escucharlo.
Además, tu abuela ya tiene todas las recetas que quiere.
-Sin mencionar, enano, que como tu madre se entere de que le robas nada a
nadie, te dejará sin tele un mes entero… -añadía Tai sirviéndole más chocolate
en la taza–. Eso sin contar que te castigará sin tomar las galletas de tía Clara una
temporada.
Dave que abría los ojos como platos suspiró.
–Sí… y papá también estará castigado… -miró a Alex–. Es que mamá tiene
pistola, es policía, así que papi dice que siempre gana.
Clara y Tai estallaron en carcajadas al igual que Alex.
–Ay, si eso fuere verdad. -Decían las dos entre risas.
Unos minutos después Clara dejaba a Dave sentado en una mesa con un juego y
pinturas extendidas en ella mientras Mary y Tai lo vigilaban.
–Alex. He de hacer la preparación para el almuerzo. Debes irte ya. -decía
entrando en la cocina con el siguiéndole los talones–. Creo que ya te has
entretenido bastante.
Alex la tomó del brazo y la hizo girar para mirarlo.
–Me marcho porque sé que realmente has de trabajar, pero no he venido a
entretenerme, aunque confieso que me lo he pasado en grande… -extendió el
brazo y tomó su abrigo del perchero en que lo había dejado–. Supongo que, al
menos, puedo darte unas sinceras gracias por haberme atiborrado y por haberme
hecho pasar unas horas agradables.
Clara se encogió de hombros girando ya hacia las neveras.
–Pues de nada… supongo que nos veremos cuando lleguen Ron y los demás.
Alex giró para marcharse, pero reculó.
–Una pregunta… -Clara se volvió a mirarlo-. ¿Por qué no te fuiste al segundo
día de estar en Italia?
Clara frunció el ceño.
- ¿Cómo iba a hacer eso? Necesitabas ayuda, por Dios. Además, le dije a Ron
que cuidaría de ti.
-Umm… -meditó un segundo-. ¿Y después? -Clara lo miró desconcertada–
¿Cuándo ya empecé a ver más o menos lo suficiente para valerme por mí
mismo?
-Supongo que porque no estaba bien. El médico dijo que necesitabas una semana
más para recuperar toda la vista. Además, ¿qué iba a hacer? Obligar a Ron y Noe
a interrumpir su viaje para llegar cuando ya no fuere necesario y todo
preocupados y alertados innecesariamente y el único motivo para ello era decirle
a Ron “oye, que tu hermanito es un capullo inaguantable…” para unos días qué
más me daba… además, habías empezado a salir con tus amigos y aquella chica,
así que, prácticamente, solo tenía que asegurarme de que te tomases las
medicinas puesto que al final apenas te veía.
Alex que la escuchaba sin dejar de mirarla asintió:
–Sí, supongo que, visto así, era peor el remedio que la enfermedad.
-Sí, hijo. -Decía Clara riéndose–. Eras una enfermedad dolorosa, pero ni
contagiosa ni mortal. -Empezó a reírse agarrándose el costado, por un lado.
Alex al cabo de unos segundos viéndola desternillarse no pudo evitar reírse.
–Vaya, gracias… eres muy amable y toda una cura de humildad para el ego de
un hombre.
-Siempre dispuesta a ayudar… -decía sin dejar de reírse. Al cabo de un par de
minutos cuando ya recuperaron la compostura Clara lo miró-. De veras, Alex,
tengo que preparar el previo del almuerzo.
-Ahh sí, sí… Me voy, me voy… -giró de nuevo para marcharse mientras ella ya
se ponía a trastear por allí.
Alex le echó un último vistazo antes de marcharse por fin. Realmente no sabía
que había esperado al ir esa mañana hasta allí, pero seguro que eso no, meditaba
alcanzando la zona del comedor y tras despedirse de Tai, de Mary y de Dave, se
marchó por fin.
Por la tarde hizo una llamada por Skype a Ron. Tenía cierta curiosidad por los
planes que al parecer tenían en Navidad.
-Hola, pequeñín… -sonrió desde el otro lado con un botellín de cerveza en la
mano.
No pudo evitar sonreír.
–Te veo muy relajado.
Ron alzó ligeramente la cerveza.
–Más bien resignado. Noe, como siempre, tarda una eternidad en cambiarse, así
que mejor me tomo una cerveza y hago acopio de paciencia.
Alex sonrió.
–Entiendo.
-Además… -bajó un poco la voz–. Me he propuesto animarla, ha tenido una
semana un poco dura y lo de hoy ha sido el remate.
- ¿Ha ocurrido algo?
-Pues, llevaba escuchando desde hace unas semanas que los recortes del
Ministerio de Educación afectarían a varios colegios, pero no se sabía con
seguridad cuáles y esta semana supieron seguro que el suyo era uno de ellos y,
en febrero, la mitad de los profesores irá al paro y como ella no es de las más
antiguas en la escuela sabe casi seguro que será una de las que se quede sin
trabajo, así que está de bajón…
-Cuánto lo siento, ¡qué faena!
-Ya. Además, el tema de los profesores está difícil para encontrar un nuevo
empleo así que tiene la moral por los suelos… y su madre, para rematar la cosa,
esta tarde no ha hecho más que decirle “ah, pero eso es bueno, así podrás
quedarte en casa y tomaros en serio lo de tener hijos…” vamos que la ha
rematado.
Alex se rio.
–Sí, pobre.
-Pero, mira, yo le he dicho que no se agobie, que ya encontrará algo. Además, no
tiene que limitarse a buscar en Madrid. Yo puedo realizar mi trabajo desde
cualquier parte, así que puedo montar la oficina aquí o Singapur.
-Sí, supongo que eso le da más opciones… piensa si no en Clara.
Ron entrecerró los ojos unos segundos.
- ¿No le habrás hecho nada verdad?
-No sé de dónde sacas…
-Mira, Alex, que te conozco, y cuando te sale la vena de tempano mandón
puedes ser inaguantable y aunque ni Clara ni Noe han dicho nada y yo me he
hecho el ciego, sordo y mudo, estoy seguro de que no fuiste un dechado de
amabilidad con ella durante el tiempo que te cuidó. Clara tiene muchas virtudes,
pero, sobre todo, tiene un defecto, ni sabe mentir ni sabe disimular. Eres el único
al que no mencionaba del tiempo que estuvo en Italia, y mi sospecha se confirmó
cuando fuimos a visitarla. Hizo todo lo posible por evitarte de modo que, suma
dos y dos.
Alex suspiró cansino.
–Lo reconozco, fui un capullo y dudo que sea la persona que desearía como
compañero en una isla desierta, pero creo que, más o menos, hemos limado
asperezas. Me la he encontrado en un par de ocasiones y hoy la he visto así que
no has de preocuparte, ni le he hecho nada ni creo que ella acabe clavándome un
cuchillo por la espalda por ser un capullo.
-Más te vale… -dijo antes de dar un trago de cerveza–. Un momento… espera
¿os habéis encontrado un par de veces? ¿En Nueva York?... vamos, eso es más
difícil que te toque la lotería.
Alex se rio
–No, si tu compañero de trabajo sale con su compañero de piso… Han sido
encuentros fortuitos y breves… - <<menos el de hoy>> pensó mordiéndose la
lengua.
Sonrió –Andy me ha mandado un mail, dice que al final firmó ayer el contrato
del apartamento en el mismo edificio que el de Josh… -frunció el ceño-. ¿O fue
antes de ayer?... Umm no sé, con la diferencia horaria ahora estoy un poco
descolocado.
-La verdad es que parece contento, no puedo negarlo, pero a mí me da una
sensación de pánico tremenda, apenas lleva unos meses con Josh por mucho que
ahora diga que está cansado de relaciones esporádicas o sin interés por alargarse
en el tiempo.
Ron se rio.
–Eso es porque no lo entiendes, Alex. Yo tampoco sabía que estaba cansado de
esa vida hasta que supe que deseaba dejarla atrás y eso no ocurrió hasta que Noe
y yo ya salíamos y eso que cuando empecé a salir con ella sabía en el fondo que
no era una relación de “a ver cómo nos va…”.
-Sí, bueno, será eso… Por cierto, hablando de a ver cómo nos va. Intenta no
decirle a madre que te quedarás en casa de unos amigos en las fiestas. Le he
dicho que te quedas conmigo para que no se le ocurriese decirme que repartiese
parte de las fiestas en su casa… Creo que, al final, sí que se ha enredado con el
tío de los hoteles y ni muerto me acerco a ellos en vacaciones.
Ron estalló en carcajadas.
–Noe, me ha dicho lo mismo, pero no por cualquier novio de madre sino por ese
dechado de virtudes que es nuestra madre. Desde que le dijo, la noche previa a la
boda, que esperaba que nuestros hijos se parecieren a nuestra familia después de
ver cómo envejecían los hombres de la suya, Noe la evita como la peste.
-Sí, sin duda un comentario muy de nuestra madre… -se reía negando con la
cabeza–. Oye acabo de escuchar la voz de Noe. Será mejor que hablemos en otro
momento, creo que el que la saques y la animes un poco es labor de un marido
como Dios manda… claro que ¿qué sabré yo de eso?
Ron se rio.
–Sí, ¿qué sabrás tú de eso? -miró un momento más allá–. Te llamo a principios
de semana.
-Ok… -cerró el Skype sin haber averiguado nada de lo que quería, pero al menos
había hablado con Ron.
Se preguntó si Clara ya sabría lo del trabajo de Noelia. Seguramente no puesto
que acababan de saberlo Ron y ella. Fue a la cocina y tomó una cerveza antes de
encender la televisión para ver un partido de los Nicks y mientras esperaba a que
empezare pensó en las horas extrañas de esa mañana, especialmente en la tienda
con Clara. Pareció, por momentos, que se olvidaba que él no le caía bien y se
relajaba del todo como después lo hizo cuando cocinó con él y el pequeño Dave.
Y él se relajó en algunos instantes incluso en compañía del pequeño. En muy
pocas ocasiones había estado con niños y nunca de un modo tan directo con solo
otra persona haciendo de filtro entre un niño y él. La verdad es que nunca se
había planteado si le gustaban los niños o no, supuso que al no tratar con ellos a
menudo no podría juzgar. De todos modos, sí podía reconocer que se lo había
pasado en grande con algo tan sencillo como ver a Clara pelearse con él y con el
pequeño para que no convirtieren lo que hacían en el mayor de los desastres.
Aquella noche mientras terminaban de cerrar la tienda y encaminarse a la bolera
para encontrarse con sus amigos, Josh que había ido a recogerla, la miraba
desconcertado
-A ver si lo he entendido. -se enderezó separándose del cristal del escaparate en
el que había permanecido apoyado cuando empezaron a bajar las verjas de
protección–. Tai me ha dicho que un tío al que había servido un café y unos
bollos resultó ser compañero de Andy al que tú les presentaste más tarde, tras
regresar con él de la tienda de Alfredo ¿lo he comprendido correctamente?
-Correctamente…- -suspiró Clara girándose para mirarlo cuando sonó el clic del
cierre total–. Yo también me sorprendí y me desconcerté, más, cuando al salir
para ir a la tienda, ahí estaba, esperando, y, al parecer, sin mucho ánimo de
aceptar una negativa por muchas indirectas y directas que le lancé. Pero no has
de preocuparte, se comportó… no estuvo en plan capullo, aunque sigo sin saber
muy bien qué quiere… Decía que como vamos a vernos en navidades, no quería
hacerlo incómodo para nosotros o para Ron o crear una situación violenta o algo
así.
-Y tú, sin más, lo invitas a desayunar después e incluso a ayudarte a hacerlo… -
la miró entrecerrando los ojos.
-No, Josh. Fue Dave ¿Y qué iba a hacer? ¿Decirle “ni de broma te acercas de
nuevo a mi cafetería” con Dave delante y parloteando sin parar? Intenté de
nuevo que se marchase, pero, otra vez, no pareció dispuesto.
-Pues no sé… a mí no me da buena espina esa especie de renacimiento de
capullo a ser normal.
Clara se rio.
–Sinceramente, dicho así, suena fatal. Pero estoy como tú… Quizás no es que
desconfíe, pero sí que estoy un poco descolocada con todo esto… -se colocó
bien la bufanda acercándose más a la acera–. De cualquier modo, qué más da,
Josh. Las veces que lo veamos seremos normales con él, él lo será con nosotros,
pues supongo que ha comprendido que su faceta capullo no nos gusta, y ya está,
no hay que darle más vueltas.
-Sí bueno, bueno… -alzó el brazo cuando vio a un taxi acercándose–. Será mejor
que lleguemos pronto o Tim y Owen se pondrán en plan estrictos y no nos
dejarán recuperar partidas.
Clara sonrió.
–Recuerda hablar con el dueño de la bolera para que os reserve dos pistas para
mañana. Le diré a Owen que se pase por la cafetería antes de ir a recogeros al
cine y le daré una nevera con provisiones para los niños, vosotros podéis
atiborraros de nachos y cervezas… -Josh se rio.
El lunes, tras el almuerzo, Josh arrastró casi a la fuerza a Clara para llevarla a su
apartamento para que se preparase para su cita con Arthur. Tras sacar la mitad de
su armario y poner en sus manos varios modelitos para que se los probase, Josh,
sentado en la cama de Clara rodeado de su ropa le iba diciendo a través de la
puerta que comunicaba el baño con el dormitorio
-Clara, tienes una deplorable falta de vestidos sexys y de modelitos atrapa
hombres.
Clara se reía al otro lado de la puerta.
–Josh, esos modelitos solo funcionan si lo que contienen bajo ellos tiene los
atributos necesarios para hacer de cebo.
-Clara, no me obligues a darte azotes. Eres muy guapa así que deja de decir que
careces de nada para atrapar al hombre que desees sobre todo conmigo como
estilista asesor… sal a ver cómo te queda ese vestido.
Clara salió.
–A ver, Josh, se trata de una cita sencilla, sea lo que sea lo que eso signifique.
Josh se rio poniéndose en pie y haciéndola girarse.
–Umm… me gusta este vestido. Sencillo, elegante y nada pretencioso. Creo que
mejor te pones los tacones negros que te ha traído Tai y dejas esos que llevas en
el fondo de tu armario olvidados para siempre… -Clara sonrió poniendo los ojos
en blanco–. Y ahora dejarás que Odette te maquille sin quejas como una niña
buena… -la giró y la guio de nuevo al baño.
Clara aún refunfuñaba saliendo del apartamento con Josh, Tai y Odette a su
espalda dándole un sinfín de consejos. Arthur la recogió a la hora en punto y
como cada vez que lo veía le provocaba una sonrisa amable y una vista admirada
de su físico. La llevó al MOMA donde estuvieron paseando relajados y
tranquilos por el museo y después a un reservado del restaurante con la vista de
la elegante zona iluminada ya con las luces de la noche.
-Creo que Bobby acabará aficionándose a los bolos…- decía Arthur ya a lo largo
de la cena–. Sobre todo, si tiene un competidor como ese nuevo amigo suyo,
Dave, que aunque dice que es más pequeño que él parece que se divirtieron
juntos.
Clara sonrió.
–Eso creo. Josh y Andy regresaron encantados, riéndose de las trastadas de los
dos con los bolos así que no me extrañaría que los llevaren más veces con ellos.
Andy me contó que tendrás que regresar unos días solo, en las fiestas desde
Houston porque toda la delegación estáis liados con un asunto que se firma los
días antes de fin de año. A lo mejor tienes planes para entonces, pero si estás ese
par de días solo en casa y libre de compromisos, quizás te apetezca unirte a mis
amigos y a mí, cuando quedes libre del trabajo. Vamos a ir en plan turistas y eso,
pero seguro te apetecerá ir con Andy y los demás al Madison al partido. Mi
amiga Silvia y yo iremos esa noche mientras las demás se decantan por las
compras. Lo cierto es que ambas tenemos curiosidad por ver un partido de la
NBA en directo, aunque solo sea uno de esos de exhibición de estrellas-
-Pues, lo cierto es que no había pensado qué hacer esos dos o tres días mientras
tengan que estar aquí. Ciertamente me apetecería… gracias… -la sonrió
sirviéndole un poco más de vino-. ¿Silvia es la que está casada con el hermano
de Alex?
Clara sonrió.
–Sin conocerlos supongo que es un poco lioso escucharnos hablar de ellos. La
mujer de Ron es Noelia. En el colegio éramos cuatro amigas, bueno, y mi
hermana mayor, Julia, que siempre parecía estar con nosotras. Noelia, es
profesora en un colegio de niños de la edad de Bobby. Amparo, es bióloga
marina y da clases en la universidad para esa carrera. Y Silvia que es
investigadora científica en una aseguradora. Estudió medicina en la especialidad
de investigación, pero no quiso trabajar de forense como su padre ni como
médico de hospital, así que se decantó por la investigación médica para una
aseguradora. Según ella, es un trabajo mecánico, pero que requiere destreza y,
sobre todo, muchos conocimientos reales de medicina y farmacología que era lo
que a ella le gustaba. De todas nosotras es la que eligió una carrera que
realmente le reporta o puede reportarle dinero lo que sus padres desaprobaron de
inmediato.
- ¿No deberían alegrarse de que su hija eligiese una profesión con futuro?
-Sí, sí. No dudo que en el fondo se alegren o les de cierta sensación de
tranquilidad, pero los padres de Silvia son científicos de esos a los que poco les
importa el dinero más que el reportarles vivir dignamente. -Sonrió–. Supongo
que les comprendo bien. Quiero decir que, a mí, lo único que me importa del
éxito de la esquina es que nos permita vivir holgadamente a todos los que
trabajamos allí.
-Sí, lo entiendo, es la filosofía de quienes tienen la visión correcta de la vida,
como decían mis abuelos. Trabajar para vivir, no vivir para trabajar o para
hacerse millonarios… -sonrió–. Con suerte, tu trabajo, si te gusta y lo haces bien,
te reporta ser rico, pero no debiera ser ese el fin del trabajo.
-Es una filosofía no muy americana, supongo…
Los dos se rieron
-No, sin duda no es la filosofía del actual “sueño americano”. Pero es una buena
filosofía, no puedo negarlo, aunque mi día a día parezca que no la refrenda.
Clara se rio suavemente.
–Es la adaptación al medio, creo yo.
-Sí, eso… -se rieron–. Lo cierto es que la inmensa mayoría de las personas que
conozco practican la misma filosofía que parece regir mi vida. Trabajo duro,
ascender, triunfar, ganar suficiente dinero para que te consideren de los que está
en la parte superior de la escala social, económica y profesional… Llega un
momento en el que crees que es lo único que hay, lo único importante.
-Bueno, al menos tú tienes un hijo que te permite ver y experimentar las cosas
más importantes y mejores de la vida. Yo tengo a un compañero y socio loco y
su ratilla ladradora… -se rio–. Y a veces incluso no soy capaz de distinguirlos
con nitidez.
-No pienso repetir eso delante de Josh pues, me temo, correré el riesgo de
ganarme su ira.
Clara se rio.
-Mejor no te la ganes y menos los de su ratilla.
Tras la cena estuvieron tomando una copa relajados, Arthur le habló de su cena
de navidad en casa de sus padres y de cómo se volcaban con Bobby su, de
momento, único nieto. Clara le contó más o menos lo que planeaban para esos
días todos juntos y de sus amigos, a los que ya había quedado con él que les
presentaría esas dos noches que pasaría en la ciudad. Se despidieron temprano
porque Arthur tenía una reunión a primera hora y Clara los encargos que hacer.
Nada más atravesar la puerta se topó con Josh y Andy mirándola fijamente cada
uno desde un lado distinto del escritorio.
-Bueno, ¿qué tal? Cuenta… -inquirió Josh ansioso–. Ni te pregunto si ha habido
sexo dada la hora que es…
Clara puso los ojos en blanco.
–Como si no supieres que soy bastante lentita para eso.
-Sí, bueno, hija, algún defecto importante habías de tener… nadie es perfecto… -
se levantaba del asiento y caminaba hacia ella mientras Andy se reía dejándose
caer en el respaldo de la silla.
-No le hagas caso, Clara. Mejor ir despacio y con confianza que luego
arrepentirse. Tú, a tu ritmo. Arthur no creo que sea de los tipos que te presionen
para acelerar las cosas si tú no lo deseas… -la sonrió.
-Menos mal que uno de los dos es sensato, si no estaríais avocados a una muerte
prematura y seguro que de un modo bochornoso y absurdo… -decía Clara
mirándolo y dejándose caer en el sofá–. Por cierto, espero que no os moleste que
le haya invitado a que se una a nosotros los días que estará en la ciudad por esa
cosa que tenéis antes de fin de año en tu oficina.
Josh sonrió.
–Bien, bien… ¿Así que, introduciéndolo en la manada, Ehhh? Buena
estrategia…
Clara y Andy se reía negando con la cabeza.
–Salvo que la manada lo espante o peor, lo devore…. -se reía Clara.
-Espero que no os moleste que haya invitado a mi hermana. Sé que esta mañana
dijisteis que cuantos más mejor pero no sé… mi hermana es un poco alocada.
Josh y Clara se rieron y dijeron al unísono.
-Camile. -Clara miró a Andy–. De veras, no te preocupes y si solo es la mitad de
alocada de lo que dices, hará buenas migas con Camile. Se lo pasarán en grande
juntas, ya verás. Además, Camile, no es como yo. Su inglés es estupendo.
Andy se rio.
-Alabado sea el señor… -decía mirando al techo y alzando los brazos
- ¿A que al final acabo pegándote?
Josh la miró.
–Bueno, bueno… nos estás distrayendo… hablemos de lo importante. ¿Qué tal
la cita?
-Pues, teniendo en cuenta que no tengo mucho con lo que compararla, solo
puedo decir que, desde mi punto de vista, muy bien. Nos reímos mucho,
estuvimos relajados en la cena y tomando después una copa en un local muy
bonito que me ha dicho que pertenece a ese chef inglés famoso que sale en la
tele… umm… ya me acordaré del nombre… da igual. -Hizo un gesto
despreocupado con la mano–. Me he divertido ¿qué más se puede pedir?
Josh alzó las cejas:
–Ni me molestaré en contestar qué podría reportarte de más una noche.
Andy carraspeó.
- ¡Qué burro eres a veces…! -se reía Clara–. Y no descarto eso “de más” pero
más adelante… Soy lenta pero segura.
Josh suspiró dejándose caer desgarbado en el sillón.
–Está bien, está bien… tortuguita, tú, a tu ritmo, pero no pierdas la senda ahora
que por fin has echado a caminar por ella, ¿eh? Lentamente, pero por fin has
echado a andar… -miró a Andy por encima de su hombro–. Y hablando de esa
senda… tú, yo, Tai y Odette, mañana por la tarde, nos iremos al centro de
compras… Has de renovar urgentemente tu fondo de armario de citas, sirena,
ahora nadas en mar abierto y hay muchos peces que atraer a tu red y, sobre todo,
muchas barracudas contra las que luchar… necesitas un buen vestuario.
Clara gimió.
–Josh, no pienso ponerme vestidos de loba. Estaré ridícula con ellos así que ni te
lo plantees…
Escuchó las carcajadas de Andy al fondo y lo miró.
-Clara, hay un punto medio entre ir en plan bibliotecaria católica y loba… -se
reía desde el escritorio negando con la cabeza.
- ¡Ehh! Que yo no voy de bibliotecaria católica… -se miró por encima
frunciendo el ceño.
-No, pero tu vestuario se acerca más a eso que a la de una mujer a la caza de un
bollito que caliente tu horno… que al paso al que vamos, necesitarás leer de
nuevo el libro de instrucciones para saber siquiera cómo encenderlo… -decía
Josh alzando las cejas impertinentes.
-Eso es cruel… cierto, pero cruel… -refunfuñó ella mientras Andy estallaba en
carcajadas–. Me voy a la cama que dentro de pocas horas he de levantarme a
hornear los pedidos… -se ponía en pie mirándolos indistintamente.
-Mañana tarde de compras… -le decía Josh a su espalda–. No te vas a escapar.
Durante esa semana Clara, Josh y Andy ultimaron en los ratos libres los detalles
de las fiestas y la noche del viernes Arthur fue a la esquina a cenar con un
compañero de trabajo que estaba allí de viaje de negocios y que estaba deseando
tomar comida casera. Al final, cenaron Arthur, su amigo, Andy y Josh en la mesa
y Clara se les unió al final, durante el café. Al despedirse quedaron con Arthur
en que llevaría a Bobby por la tarde el domingo para despedirse pues el lunes
tomaban el vuelo a Houston y tras merendar en la cafetería todos ellos, Dave,
Owen y sus hermanos se irían a la bolera, como ellos decían, a pasar una tarde
libre de chicas.
El sábado por la mañana mientras Josh estaba haciendo el reparto de los
encargos de flores como le gustaba hacer los sábados, Clara terminaba de meter
la última bandeja de pan en el horno cuando Mary la llamó para que saliere.
- ¿Me necesitas?
Preguntaba de modo secándose las manos con un trapo y al mirar a Mary, ésta
señaló con la cabeza, sin dejar de atender a un cliente, al fondo, a una de las
mesas. Siguió la dirección marcada y se encontró a Alex con una taza en la mano
y un plato con bollos delante mirándola sonriendo. Tras suspirar caminó hacia él.
–¿Vas a tomar por costumbre venir? -preguntó un poco desconcertada mientras
él empezó a reírse.
-Buenos días a ti también.
Clara suspiró.
–Ay bueno… perdona… buenos días, Alex…
-No ha sido tan difícil ¿a qué no? -Clara resopló–. Anda, siéntate un momento…
-la sonrió.
Clara miró la silla y después a él.
–Umm… Espera tengo que sacar unas cosas primero… -suspiró resignada.
-No tengo prisa y sí un excelente bollo de crema así que, tómate el tiempo que
necesites… -le contestó sonriendo con cierta arrogancia.
- ¡Qué considerado!...
Alex se reía mientras ella echaba a andar hacia la cocina.
–Yo también lo creo… -Replicaba a su espalda sin dejar de reírse. Volvió unos
minutos después y se sentó frente a él alzando las cejas, inquisitiva–. Necesito
un consejo o más bien la visión de una mujer conocedora del tema. -Dijo sin
más.
Clara se reclinó en el respaldo y lo miró con una sonrisa.
-No, Alex, no todas las mujeres llevan tangas minúsculos de seda y comestibles.
Algunas llevan verdadera ropa interior… deberías asumirlo.
Alex estalló en carcajadas.
–Bueno es saberlo… -decía negando con la cabeza sin dejar de reírse–. Y yo que
pensaba regalarle eso a mi cuñada… -Clara alzó las cejas–. Quería que me
guiases un poco sobre el regalo de navidad de Noelia. Creo que le encargué a mi
secretaria el del pasado año y Ron me ha advertido que este año ni hablar.
Clara se rio.
–Ni preguntaré que le regaló para que Ron directamente la descarte como mano
para escoger tal presente… -negó con la cabeza–. Tendrás que preguntar a Ron,
Alex, yo soy un desastre con las compras, especialmente porque las detesto, así
que has hecho un viaje en balde. -Se encogió de hombros antes de enderezarse
apoyar los codos en la mesa y mirarle fijamente–. Lo que me lleva a darte un
consejo que sí es útil. Teléfono, Alex. Teléfono… Si lo usas te ahorras el paseo
hasta aquí.
Alex sonrió con complacencia:
- ¿Y perder la oportunidad de probar estas delicias o de que tú puedas
reprenderme enfadada?
-Yo no estoy enfadada, pero no negaré que estoy segura de que lograrás hacerme
enfadar en pocos segundos…
Alex obvió el comentario como si nada.
–Al menos dame una pista de lo que le gusta a Noelia…-
-No sé, Alex. Es una mujer normal, supongo. Divertida, le gusta salir con sus
amigos, le gusta trabajar con niños, la playa, viajar… yo que sé… lo normal… -
Alex sonrió divertido apoyándose en el respaldo de modo relajado–. Para cosas
de compras y eso… -seguía diciendo Clara habiendo girado el rostro hacia la
cocina al ver a Jordan sacar algunas bandejas–. Deberías preguntar a Josh, a mí
se me dan de pena.
-Ahora que has mencionado lo de que le gusta trabajar con niños. Ron me contó
el pasado fin de semana, lo del colegio de Noelia -Clara giró de nuevo el rostro
para mirarlo y asintió–. Ella tiene un buen nivel de inglés y Ron puede establecer
la base física de su trabajo en cualquier sitio. ¿Por qué no aprovecha el revés y se
anima a buscar empleo aquí? Podría dar clase de literatura, de español, de
muchas cosas.
Clara se encogió de hombros.
–Supongo… Lo cierto es que no he tratado con ella el tema con seriedad. Es
mejor darle unos días para asentar la situación y que, con frialdad, decida qué
quiere hacer según las opciones. Supuse que hablaría con ella con calma cuando
estén aquí, de modo que no he querido presionarla estos días, pero a mí desde
luego me encantaría tener a Noelia viviendo en Nueva York -abrió los ojos-.
¡Uy! Ya sé lo que puedes regalarle ya que nadas en la abundancia…
Alex estalló en carcajadas.
-Ese es el comentario más absurdo que te he escuchado…
Clara movió la mano al aire.
–Oh por favor, te vi gastar casi veinte mil dólares en vino sin despeinarte…
ahora no te pongas en plan “no sé de lo que hablas” … -suspiró como si tal
cosa–. En fin… ¿conoces el Hallett Nature Sanctuary? -Alex negó con la
cabeza–. Menudo neoyorkino de pacotilla estás tú hecho.
-Soy bostoniano, como lo es Ron, mi padre y Andy, ya que estamos… -se reía él.
-Puede, pero llevas un montón de tiempo en la ciudad… da igual… -movió la
mano al aire-. El caso es que es un jardín que hay dentro de Central Park, es
como un mundo natural en pequeñito. Por lo visto, es una especie de ecosistema
protegido, con plantas nativas, mapaches y cosas así, pero no está abierto al
público. Pero con dinero y un poco de influencias seguro consigues que la dejen
verlo.
- ¿Y Noelia quiere visitarlo porque…? -la instó él
- ¿Bromeas? ¿Un jardín secreto dentro del más famoso parque del mundo, lleno
de animalitos monos como mapaches, conejos y flores que no se dan en otro
sitio? -Alex se rio-. Noelia es una romántica empedernida. Desde que éramos
pequeñas, le gustaban los libros, las historias y películas con bosques con
leyendas, jardines escondidos, selvas y cosas llenas de leyendas cursilonas… y
el Hallet será irresistible para ella. Lo estuve investigando cuando nos dijeron
que vendrían, pero no había forma de conseguir verlo. Rose me dijo que, seguro
que conociendo a alguien y con dinero te dejan verlo, como algunos lugares en
teoría cerrados al público de Nueva York. Ella cuenta que, por su graduación en
la academia de policía, un amigo de sus padres les consiguió que les enseñasen
los sótanos del Metropolitan, aunque sus padres también tuvieron que pagar un
poco de dinero que reunió toda la familia para su graduación así que… ¿Te
imaginas cotillear por esos sótanos durante unas horas…? -Clara se rio–. Te
aseguro que si llevas a Noelia a Hallett será como una niña el día de Navidad
con su primera muñeca.
Alex se rio.
–A ver si lo entiendo. Das por hecho que tendré los contactos y el dinero para
conseguir que la dejen entrar en un jardín vetado dentro de Central Park.
-Bueno, no sé si tienes los contactos, pero seguro que puedes conseguirlos de
alguno de esos millonatis amigos tuyos y respecto al dinero… ¿veinte mil
dólares en vino? - lo miró significativamente alzando una ceja.
Alex se rio entre dientes negando con la cabeza.
–Ese detalle no lo olvidarás en la vida ¿no es cierto?
-Ni ese ni verte ponerte un sombrero de paja de diseño llevando un traje de
neopreno para hacer uno de esos deportes de agua y todo para no quemarte
mientras subías a esa barca que os llevaba al yate de aquel millonario… ¿Qué
clase de pijo absurdo y engreído hace semejante tontería? -Clara lo miraba
mientras se reía–. Estabas más ridículo que aquel amigo tuyo que tenía aquella
villa al final de la cala y que se empeñaba en llevar esos mini bañadores de
colores llamativos.
Alex prorrumpió en carcajadas.
–No podía estar tan ridículo como él.
-Es cuestión de opiniones… -le sonrió Clara antes de girar y mirar hacia la
puerta y empezar a reírse-. ¡Peque! ¿De nuevo detenido?
Dave se soltó de la mano del enorme policía que le llevaba y corrió a por ella
sonriendo.
–Hola… -soltó a los pies de Clara su mochila tras darle un beso y de inmediato
se aupó a la silla entre ella y Alex mientras Clara se ponía de pie para saludar al
hombre que se acercaba.
–Sargento Carusso ¿A qué debemos está agradable visita?
-Buenos días. -La sonrió–. Pues he venido a traer a este preso revoltoso… -miró
a Dave que se reía–. Y ya de paso, me sirve de excusa para comprar magdalenas
y algunos hojaldres para la comisaría. Si hemos de hacer el peor turno que sea
con deliciosos bollos…
Clara se rio.
–Solo por eso le regalo una cajita de los canutillos de mascarpone y café que le
gustan…
-Sabía que hacer de guardián de este pequeño irlandés peleón tenía que suponer
alguna recompensa.
Dave se rio travieso:
-Mami dice si puedo quedarme contigo hasta la cena, papá tiene que trabajar y la
abuela está con la tía Flora.
Clara sonrió.
–Me encantan los irlandeses peleones así que no puedo perder la oportunidad de
tener uno para mí sola todo un día. -Miró al sargento–. Dígale a Rose que no se
preocupe. Lo llevaré a casa antes de la hora de la cena y lo dejaré con Josh para
que lo vigile.
-Se lo diré…
Llegó Tai a su lado.
-Sargento, aquí tiene… -le entregó dos cajas grandes-. Luego dicen que la
imagen de los policías y los bollos son una exageración.
Clara se rio.
–Anda Tai, dale una caja de los canutillos que saqué hace un momento. Se lo ha
ganado.
Tras despedirse el sargento, Clara regresó a la mesa donde al parecer Dave
departía con Alex de baloncesto.
–Bien, peque… -se sentó de nuevo-, como has de hacer los deberes… -Dave
abrió la boca para decir algo, pero Clara se adelantó–. Ni se te ocurra enredarme
que sé que has de hacer un dibujo de alguna de las cosas y plantas que visteis el
otro día en la excursión del cole… -Dave suspiró–. Bueno, mientras tú te pones a
hacerlo yo te preparo un rico desayuno de sábado y, si te portas bien, te dejaré
que al mediodía hagas de pinche y prepares la pizza conmigo, porque estoy
segura de que dirás que quieres pizza y batido para comer.
Se rio divertido.
–La mitad de la pizza de jamón y piña y la otra de hamburguesas… -miró a
Alex–. A papá y a mí nos gusta de jamón y piña, pero mi preferida es la de
hamburguesa… y con batido de caramelo.
Sonrió encantado mientras Alex se reía ante la cara de pillo del pequeño.
-Bueno, pues… -Clara se agachó y tomó la mochila abriéndola y sacando las
ceras, y el cuaderno de dibujo y extendiéndolo en la mesa–. Te vas a quedar aquí
y Jordan vendrá a quedarse contigo, pero sé bueno porque él también tiene
deberes ¿vale? -Dave asintió–. Ahora te traigo un rico desayuno y, mientras, tía
Tai te dará una galleta de miel.
Clara le señaló a Alex con la cabeza el otro lado para que se levantase, lo que
hizo de inmediato, mientras ella tomaba la taza de café y el plato de la mesa.
–Alex, si quieres pregúntale a Ron que le parece lo del Hallett y si no, seguro
que te aconseja algo… -caminó hacia la puerta de acceso a la cocina–. Te dejo. -
Pero tras dar dos pasos se giró y lo miró–. Pero recuerda Alex. Teléfono… Te
sale más a cuenta una llamada que este paseo.
Alex se rio.
-Yo seré un neoyorkino de pacotilla, pero menudo instinto de empresario tienes
tú, decirle a un cliente que no se de ese paseo para llenarte los bolsillos.
-Umm…. Cierto… -giró y miró a Tai–. Tai, Alex quiere llevarse una tarta y
media docena de magdalenas… -miró a Alex sonriendo–. No te cobraremos
veinte mil dólares, no temas… -se reía girando y caminando hacia la cocina–.
Después de todo el cliente siempre tiene razón y si dice que he de ser una mejor
empresaria que así sea.
Alex se reía negando con la cabeza antes de girar hacia Tai:
–En fin, pues una tarta y media docena de magdalenas… -caminó hacia el
mostrador–. A este paso ni siquiera correr el maratón de la ciudad me permitirá
bajar las libras que voy a coger.
Tai sonrió tomando una de las tartas del expositor y metiéndola en una de las
cajas:
–Al menos no le ha dicho que se lleve una magdalena y media docena de tartas.
Alex se reía.
-No le des idea a ver si te oye que aún es capaz de cambiar de opinión.
De regreso a su apartamento seguía sin saber qué le había llevado esa mañana de
nuevo hasta allí, pero de nuevo volvía de buen humor. Esto empezaba a
convertirse en una costumbre peligrosa. Meditó de pronto.
El lunes, Andy sentado en una de las salas de reuniones tomando un café y uno
de los hojaldres de crema antes del comienzo de la reunión se reía terminando de
hablar por la pantalla del IPad con alguien sin darse cuenta, al llevar los
auriculares, que Alex se hubo sentado a su lado. En cuanto cerró la pantalla Alex
le preguntó:
- ¿Qué era eso tan divertido?
-Clara. -Contestó cerrando la pantalla–. Me había olvidado el pendrive en la
mesa y me ha mandado por mail un documento que necesitaba para ahora, pero
se ha puesto a pelearse con miss Diva. Para ser del mismo sexo no hay dos seres
que se lleven peor… -se rio–. Es como si Josh hubiese entrenado a su mascota
para hacerle ciertas cosas solo a ella y ver a Clara refunfuñando contra “la
ratilla”, como la llama, es desternillante, le dice barbaridades en español.
Alex sonrió.
–Oye. Te quiero pedir el teléfono de tu madre.
- ¿De mi madre?
-Sí. Si no recuerdo mal estaba relacionada con algunas de esas cosas de parques
y jardines nacionales o algo por el estilo.
Andy se rio negando con la cabeza.
–Es del comité de conservación de parques históricos… claro… -le apuntó
varios teléfonos en la tableta de Alex–. En alguno de esos números acabarás
dando con ella. ¿Puedo preguntar para qué o me hago el ignorante?
Alex sonrió.
–Es que quiero que me ayude con una cosa. Para el regalo de Noelia.
-Ah bueno… me haré el ignorante… -sonrió antes de ponerse serio–. Oye, Alex,
no conozco la historia de Josh, Clara y tú de hace un tiempo y no quiero saberla,
pero no me es difícil ver que a Josh no le agradas en demasía, por decirlo
suavemente, así que este jueguecito que se supone has empezado de rondar la
esquina por sorpresa y ver a Clara, no sé si es buena idea… Clara no es como las
chicas con las sales o con las que sueles relacionarte. -Al ver que Alex se tensaba
añadió–. No me refiero a que no sea como las chicas con las que te acuestas, que
obviamente no lo es, sino incluso con las que no. Lo que quiero decir, es que,
incluso yo veo raro que muestres interés en ella, y que quede claro que ni
siquiera insinúo que no sea lo bastante buena porque de hecho es lo contrario,
Alex. Es demasiado buena para que juegues con ella de cualquier modo.
Alex lo miró serio unos segundos.
– ¿Y no se te ha ocurrido pensar que simplemente quiero tener una relación de
amistad con la que es una de las mejores amigas de la mujer de mi hermano y
por extensión de él?
-No, no se me había ocurrido y tampoco se me ocurre ahora. -Le contestó igual
de serio sosteniéndole la mirada–. Alex, de veras, no lo tomes como un ataque,
pero tú llevas una vida, te relacionas con unas personas y te gusta un tipo de
vida, que no es, ni por asomo, el que lleva ni el que le gusta a Clara. Y lo que es
más importante, a ti no te gusta la vida y la forma de vivirla de Clara y los suyos,
al menos, eso es lo que me dijiste hace escasas semanas. No con esas palabras,
pero casi, ya que cuando te dije que era la que yo quería en este momento de mi
vida, dijiste algo así como que si te abriesen esa puerta ante tus narices saldrías
corriendo en dirección contraria.
Alex entrecerró los ojos recordando el instante preciso en que hablaron de ello.
–Sí, bueno, pero no quiere decir que no pueda relacionarme con personas que la
lleven. Te recuerdo que tú y yo no solo somos compañeros, también somos
amigos, y, cómo bien dices, ahora llevas esa vid.
-Sí, pero a mí no pues hacerme daño, Alex. Soy inmune a tus artimañas… -
sonrió con sorna.
La conversación quedó interrumpida por uno de los socios fundadores que se
unió a la reunión.
Esa misma noche en la esquina, Clara terminaba de preparar lo necesario para
dejar en la nevera las masas necesarias para los pedidos de la primera hora de la
mañana mientras Jordan terminaba de recoger las últimas cosas del día y Tai y
Mary terminaban también lo que elaborarían a primera hora del día siguiente
-Sirena. -La voz de Andy los hizo a todos mirar la puerta de la cocina–. Hoy te
acompaño de regreso a casa… -decía entrando y abriendo de inmediato una de
las neveras–. Umm… -sacó la cabeza de ella y después algo en cada mano–.
Muy rico esto ¿qué es?
Clara se rio negando con la cabeza.
- ¿Cómo demonios te mantienes con tan buen físico con lo mucho que comes?
-Antes corriendo y yendo dos veces por semana al gimnasio. Desde que os
conozco, corriendo más y yendo el doble al gimnasio… Sois perjudiciales para
la salud. -Dijo antes de dar un bocado a lo de una mano mientras las tres mujeres
se reían.
-No sé ni por qué me molesto en preguntar sandeces… -suspiró Clara -. ¿Cómo
has venido hasta aquí?
-Josh me ha llamado. Estaba liado con no sé qué de la casa y no quería que
regresares sola y ya que yo salía de la oficina he aprovechado para quedar como
un caballero de brillante armadura… -sonrió arrogante antes de terminar de un
solo bocado lo que comía.
-Sin mencionar que así atacabas sin rubor ni remordimiento la nevera. -Se reía
Mary mirándolo con sorna.
-Esa es la recompensa del buen servidor.
-Sí, sin duda… -sonreía Clara viéndole abrir de nuevo la nevera–. Tai, Mary,
Jordan, Marchaos ya. Yo cierro, no os preocupéis.
- ¿Clara? -la llamó Jordan y cuando esta se giró añadió–. Mañana vendré con
mis dos amigas y mi compañero ¿te parece bien?
-Claro, claro… ya decidiremos mañana los turnos. Pensadlo entre vosotros según
mejor os venga para estudiar y nos ajustamos a eso.
-Está bien. Gracias. -Decía Jordan tomando su chaqueta–. Y gracias por esto.
Sois los mejores… -enseñó el sobre que sostenía en una mano.
Clara sonrió.
–De eso nada. Te lo has ganado a pulso… ¿ehh? -lo llamó cuando se giraba para
marcharse–. No te olvides las fiambreras.
Jordan se rio.
–Sería imperdonable que regrese sin comida para llenar la nevera toda la
semana. Joseph me mataría.
-Vete ya o llegarás tardísimo a casa.
Tras despedirse de Tai y Mary. Clara con ayuda del glotón de Andy cerró todo y
fueron caminando de regreso a casa por las pocas manzanas que tenían que
recorrer
-Las dos amigas y el compañero de Jordan os van a ayudar finalmente en las
fiestas por lo que veo.
-Sí, una de ellas a Josh. Al parecer tiene muchos pedidos de adornos para las
casas y para regalos de última hora y su compañero y la otra chica nos ayudarán
a nosotras, porque ya hemos empezado a notar que viene más gente a la cafetería
a comprar café y dulces para llevar.
-Eso es estupendo, aunque tengáis que trabajar un poco más.
-Bueno, ¿vas a decirme por qué has venido a buscarme? Además de para asaltar
la nevera.
Andy sonrió.
-He sido muy transparente ¿eh? -Clara sonrió–. Es que quiero enseñarte el piso
antes de que lo vea Josh y venir a por ti me ha dado la excusa.
-No sé por qué aun no le has dicho que lo has comprado.
-Quería hacer la mudanza antes… llámame hombre de costumbres… y hablando
de costumbres… me han adjudicado un proyecto muy importante que requiere
que desde mediados de enero hasta finales de Febrero tenga que trabajar duro,
pero, si sale bien, a Alex y a mí nos pueden ascender.
-Oh vaya. Enhorabuena… -lo felicitó– ¿A ti y a Alex?
-Sí, sí, nos los han adjudicado a los dos y Arthur nos ayudará. Nos viene bien a
los tres, pero sobre todo a nosotros dos porque supondría un buen empujón ante
los socios.
-Pues entonces, durante esas semanas, tú te ocuparás de trabajar mucho, yo de
alimentarte como Dios manda y Josh de lograr distraerte de vez en cuando para
que no te vuelvas loco de tanto trabajo. Y como dentro de tres días llegan todos,
nos encargaremos de que te diviertas para que cojas las fuerzas necesarias antes
de empezar esa dieta de duro trabajo.
Andy se rio.
–Un excelente plan… a salvo el hecho que, presumo, estos días con todos aquí,
nos van a dejar a los tres para que nos lleven a un spa después a recuperar la
salud.
Clara sonrió.
–No lo descartaría.
Capítulo VI desembarco español
Tres días después, Josh y Clara acudían a media mañana a recoger a todos al
aeropuerto con un enorme cartel que ponía “Popeye y compañía”.
-Os voy a matar… -se reía Ron acercándose nada más pasar la aduana–. Espero
que ese cartel se refiera a mí como la compañía y Popeye sea Tomás o cualquier
otro.
-No te engañes, Popeye… -lo abrazó Clara riéndose.
-Hola, Josh, te veo muy bien… -le sonrió Ron–. El regreso al hogar parece que
te ha hecho rejuvenecer.
-Bueno, eso y el estar rodeado de mujeres en la tienda todo el día… -se rio–. ¿Y
los demás…?
-Pasando aún la aduana. Al ser americano a mí me ha sido más fácil o por lo
menos rápido.
-Andy ha ido a recoger a Julia y Carlos que llegaban por otra terminal, no
reuniremos con ellos en la furgoneta. Os dejaremos asearos un poco y
comeremos con unos amigos relajados. -Decía Clara–. Brendan y su hermana ya
están allí y también la hermana de Andy, Lucille. Te va a encantar. Es la versión
yanqui de Camile.
Josh se reía asintiendo.
–Incluso se ha puesto mechas azules solo para celebrar el año nuevo… es un
caso, uno loco y divertido pero un caso.
- ¡Hola! -un grito detrás de Ron los hizo reír de inmediato incluso antes de que
llegasen en tropel todos los demás. Los saludaron entre risas y estruendosos
gritos ya que, según Josh, los españoles son unos escandalosos terribles. Después
tomaron la furgoneta que habían contratado para llevarlos mientras se ponían
rápidamente al día ya con Julia, Carlos y Andy con ellos.
-Julia no puedo creer que de verdad hayas sobrevivido a las aguas del Caribe…
no salgo de mi asombro… -decía entre risas Clara.
- ¿A qué os tiro a todos por la ventana? Que sepáis que incluso he hecho
submarinismo entre tiburones…
Carlos estalló en carcajadas.
–Lo traduciré… nadamos entre rayas del tamaño de una dorada con un tubo de
esos que te permite nadar sobre la superficie…
-Las rayas son tiburones… y que sepas que es deber de un marido no discutir lo
que dice su mujer…. -decía Julia mirándolo alzando las cejas antes de que todos
de nuevo estallaren en carcajadas.
Un rato después todos entraban en el apartamento donde les esperaban los
vecinos junto a Brendan, Jenniffer y Lucille.
-Está francamente bien, Clara… -le decían Julia, Amparo y Silvia mirando en
derredor–. Verlo desde el ordenador no es lo mismo. Es más espacioso de lo que
parecía…
-La verdad es que es grande incluso aunque Andy se mudase aquí… después os
repartiremos entre los pisos, primero, comeremos y nos relajaremos y cuando
terminéis de deshacer las maletas os llevaremos a la esquina para que la
conozcáis y también a mis encantadores salvadores, Tai, Mary y demás.
-Estás estupenda, Clara. -Decía Noe abrazándola por detrás-. La vida yanqui te
sienta de maravilla.
-Me gusta vivir aquí, lo reconozco. Trabajo muchas horas, pero no me importa.
Me encanta lo que hago, ir a trabajar y la gente que me rodea.
- ¡Tía Clara! -El grito infantil desde el islote de la cocina les hizo mirar y
encontrarse a Dave agarrado a la pierna de Josh-. Tío Josh no me deja tomar mi
bollo.
Clara se acercó riéndose, con todas detrás siguiéndola viendo a Josh tomándole
el pelo al pobre.
–Deja a mi irlandés belicoso tranquilo, mal hombre… -le quitó lo que sostenía
en la mano antes de alzar al pequeño a la encimera y darle su bollo de jamón–.
Mira que llamo a su madre y le digo que te dispare…
Dave se reía
- ¡Eso!
Josh estalló en carcajadas:
–Menudo par… llamar a la policía por un bollo de nada… y tú, pequeño
canalla… no te hagas la víctima inocente… Di lo que estabas haciendo antes de
que te pillase.
Dave se rio.
–No sé…
-Ahhh no… eso sí que no. No pongas cara de no haber roto un plato en tu vida…
-Josh se enderezó todo orgulloso y miró a Clara–. Estaba robando un trozo de
cierto pastel que cierto mozalbete es incapaz de resistir ni aun teniendo entre sus
manos un bollo.
Dave se rio travieso.
–Es que me llamaba…
Clara prorrumpió en carcajadas.
–Definitivamente tu padre te llevará por el camino directo al infierno… -miró
más allá y llamó a Owen que se acercó–. Debería darte vergüenza. Estás
convirtiendo a este adorable irlandesito en un canalla sin precedente… ¿Así que
la tarta le llamaba?
Owen se reía mirando a Dave.
–Bueno… es como la llamada de la selva solo que cubierta de azúcar.
-La conozco… -intervino Andy sonriendo cerrando la nevera de donde había
sacado varios botellines de cerveza–. Yo la escucho a diario en cuanto cierta
mujer pone a funcionar ese horno que es la puerta al infierno o del cielo, según
se mire, de todo ser con gusto y paladar.
-Gracias. Creo… -decía Clara riéndose–. No sé si decir que eres un encanto o un
manipulador maquiavélico.
-Puedo ser un encantador manipulador…- sonrió triunfal.
Durante esa comida conocieron a Alister, a Alonso y Trevor incluso a Joseph
que se acercó con su novia y un par de compañeros de facultad de último curso.
Después los repartieron entre todos los pisos y mientras Ron, Noe, Julia y Carlos
se instalaban en casa de Josh y Clara, Andy bajó con cara de espanto.
-Lo declaro oficialmente, mi casa parece un loco colegio mayor de chicas.
Jennifer, Lucille, Silvia, Camile… Clara, tú duermes en mi casa y yo aquí… -se
dejó caer en uno de los sofás mientras escuchaba a lo lejos desde los dormitorios
a Ron y Carlos llamarle cobarde y rajado.
Cuando de nuevo se reunieron todos los llevaron a la esquina.
–Bueno, tomaremos café. -Les iba diciendo Clara-. Y Josh y Andy os llevarán de
turismo y a un restaurante del centro en el que han reservado en una terraza muy
cool, según dice Andy… -Clara miró a todos con cara de resignación mientras
estos se reían–. Y después me reuniré con vosotros tras la cena para tomar unas
copas. Nos acompañarán algunos de los hermanos de Owen así que seremos un
buen grupo.
Ron se rio.
–Más bien seremos una manada.
- ¡Aja! -gritó Josh–. Así es como os he definido yo… tengo talento para captar la
esencia de la gente.
Clara se rio.
–Mejor ni me molesto en discutir eso… -Señaló un poco más allá-. Bueno esa es
nuestra esquina…
Todos se pararon y miraron el local desde fuera y se fueron acercando
-Me encanta… -decía Julia–. Los escaparates son preciosos… -miró a Josh–.
Supongo que son obra tuya.
Josh asintió.
-Los vamos poniendo según las flores del día y los dulces que saca Clara. Se
trata de que se vea que es todo casero, hogareño, pequeño y acogedor.
-Además, tenemos pocas mesas, ya lo veréis. Solo doce. Lo que tenemos es una
amplia y larga barra para el café y tomar bollos y un enorme mostrador. -Ya se
acercaban a las puertas–. Y la parte de Josh es como si pudieres ver todas las
flores en un bonito escaparate desde que entras.
Entraron y tras enseñarles el local por completo y presentarles a todos, se
sentaron en un par de mesas para tomar café y algo dulce mientras Clara iba a
organizar la cena y ver cómo había ido la comida. Estando en la cocina entraron
Ron y Noelia.
- ¿Clara? -la voz de Ron la hizo girar y dejar de comentar una cosa con Jordan y
sus dos amigas que trabajaban los días de navidad con ellos.
-Sí, dime… -se acercó a los dos
-Oye verás… quería preguntarte una cosa, pero puedes negarte si no quieres, no
me pienso molestar ni nada… -decía Ron de pronto algo cohibido.
Clara lo miró.
-Ron, si es algo de Alex, no te preocupes, no pasa nada, no me molesta verlo y
eso, tranquilo… digamos que una vez se le deja claro que puede llegar a ser un
capullo arrogante, intenta controlarse…
Sonrió y tras unos segundos Ron estalló en carcajadas mientras Noelia la miraba
divertida.
-Bueno, vale, pues entonces… ¿te importaría que le dijese al capullo arrogante
que se venga a la cena de navidad? Vendrá con nosotros a veces, pero la cena es
en vuestra casa y eso.
-Sí, claro. No pasa nada. Seremos muchos, lo que me recuerda… -se giró y miró
a Jordan y las dos chicas–. Jordan, ya sé que os dije que el día 25 cerrábamos y
que el 24 no serviríamos en el comedor comida ni cena, sino que solo abriríamos
hasta las seis para vender café, bollos, cafés y sobre todo entregar los panes y
tartas que nos han pedido y supongo que habréis hecho planes para esa noche,
pero como sé que no podréis iros a casa, pensé que, a lo mejor, a ti y a Jeff os
apetecería venir a casa a la cena de Navidad. Sin compromiso, por supuesto. Es
decir, podréis quedaros a dormir, o iros más tarde o solo quedaros a la cena. Lo
que queráis.
Jordan sonrió.
–Bueno, ya le habíamos dicho a Josh que iríamos. Nos invitó el otro día…
Clara se rio.
–Estupendo, pero si os preocupa volver después a casa, ya sabéis que podéis
quedaros en casa de Andy o en la nuestra.
Jordan asintió y en cuanto se alejaron un poco Clara giró.
–Brendan nos va a matar. -Les decía a Noelia y Ron–. Dos bollitos universitarios
solos para Jennifer… Nos mata seguro…
Noelia se rio.
- ¿Por qué no van a casa en Navidad? -preguntó bajando la voz.
Clara se encaminó con ellos de regreso al comedor.
–Bueno, Jeff, al que ya conoceréis, solo tiene un medio hermano o algo así que
vive en Alaska y como no puede permitirse ir hasta allí y regresar, se queda en la
Universidad. -Miró a Ron–. Estudia en Columbia con una beca. Al parecer es un
prodigio en ingeniería.
-Bueno es saberlo para en el futuro tener un talento como amigo… -sonrió.
-Y Jordan… bueno, lo criaron los abuelos hasta hace dos años que murieron,
nunca habla de sus padres. Creo que murieron siendo él muy niño. Tiene la
pequeña casita de sus abuelos en Portland, es lo único que le dejaron, pero como
dice, aunque no la venda mientras aún pueda subsistir, tampoco le debe agradar
regresar a una casa vacía. Es un gran chico y los hermanos de Owen y Alister
parecen haberlo adoptado un poco, ya sabéis…
-Definitivamente Brendan os va a matar… -pensaba Ron mirando a lo lejos la
mesa en la que Jennifer estaba sentada con Carlos y la hermana de Andy-.
Dieciséis años y con la única vigilancia de su hermano… -se rio–. Si fuera mi
hermanita, te mato…
Clara se rio llegando a las mesas donde estaban todos.
–Bueno, salvo que alguno quiera regresar a casa a dormir… -todos la miraron
como si estuviere loca-… lo suponía. Ya podéis levantar esos culos vagos de las
sillas y recorrer Nueva York como buenos turistas paletos… ale, ale… -les iba
diciendo mientras se ponían de pie–. Nos vemos más tarde y, por Dios, tened
dignidad y no compréis camisetas de I love New York…
Tomás se reía.
–Oh vamos, eso es una crueldad, ¿cómo si no sabrán los yanquis que somos unos
turistas paletos? -preguntaba camino de la puerta.
Tai y Clara que estaban juntas se rieron.
–Lo sabrán. -Contestaron al unísono antes de empezar a reírse a carcajadas.
Por la noche, tras cerrar y cambiarse de ropa, Tai, Mary, Odette, Rose, Owen,
Joshua y Tim, junto con Clara se dirigieron a la zona cercana a Village donde los
habían llevado esa noche para reunirse con ellos. Al llegar al local nocturno se
los encontraron a todos ya con unas copas en las manos y algunos bailando en la
pista.
- ¡Ey, sirena!
El grito de Josh le llegó desde la pista haciéndole gestos para que se acercase y
al hacerlo ya con una copa que le hubo puesto Ron en la mano la rodeó con los
brazos y empezaron a bailar con Camile, Lucille y las chicas.
-No me puedo creer que el primer sitio al que hayáis ido sea China Town… -se
reía Clara de nuevo sentada en la mesa con algunos de ellos.
Ron puso los ojos en blanco.
–Ya ves… aquí cuando hay que hacer de turista paleto, se hace…
Carlos se rio a su lado -no sé por qué te quejas. Tú has entrado en todos los
locales a los que te ha dado tiempo…
-Pero solo por curiosidad… -se defendía él–. Confieso que durante los años de
Universidad no entré en el barrio rojo más que en un par de ocasiones.
-Ya, ya… -se reía Carlos–. Pues te manejabas muy bien en las tiendas esas de
medicina tradicional china.
Ron se reía como un niño cogido en falta.
–Los años de facultad me hicieron necesitar mucho ginsey.
Andy se reía negando con la cabeza porque si solo hubiere hecho la mitad de las
cosas que Alex y él en el barrio chino, además de comer en algunos de los
locales de comida de verdad china, habría ido a buscar alguna que otra diversión
en la juventud.
Durante los siguientes dos días, Clara y Josh acudían temprano a la tienda, al
igual que Andy a la oficina y, antes del almuerzo, Josh se reunía con ellos por
distintos sitios de la ciudad y los acompañaba haciéndoles junto a Ron de
cicerone. El tercer día, Clara dejó a Tai y Mary encargándose de la cena junto
con los tres ayudantes pues ella, Silvia y los chicos acudirían al partido en el
Madison Square y Josh se marcharía con las demás de compras. Al llegar al
estadio Andy las esperaba junto con Arthur en la puerta de uno de los accesos
vips.
-Hola Arthur. -Lo saludó Clara relajada–. Permite que te presente a mi amiga
Silvia. Silvia él es Arthur, creo que os hemos hablado ya de él.
Silvia le saludó.
–Claro, de él y de su hijo… encantada.
Camino del palco donde ya se encontraron los demás, Andy y Clara
intercambiaron una mirada como si hubieren entendido lo mismo de la forma en
que Arthur y Silvia se miraron y parecieron interactuar enseguida. <<En fin>>
pensó ella entrando ya en el palco <<al menos no había llegado lejos con
Arthur>>.
-Ey hola… -las saludaron todos. Estaban ya todos sentados, bebiendo cervezas y
refrescos, incluidos Owen y sus hermanos y Alex, al que Clara aún no había
visto.
Clara miró en derredor.
–Vaya… -miró desde la zona más abierta hacia abajo y al centro de la pista-.
¿Así que así es cómo los poderosos ven los partidos de baloncesto?
Andy se reía a su lado.
–Los poderosos y afortunados… sí…
Tomás, Carlos y ella empezaron a hablar y un rato antes del comienzo del
partido salieron del palco y desaparecieron por unos momentos y cuando
regresaron iban vestidos con la camiseta y la gorra de los Nicks riéndose a
carcajadas y cada uno con uno de esos enormes guantes de gomaespuma con un
dedo extendido.
-Por Dios bendito. -Estalló en carcajadas Ron–. No puedo creerlo… ¿de verdad
os habéis ido a la tienda a comprar eso? -señalaba las tres enormes manos que
los tres llevaban divertidos.
Clara, Tomás y Carlos intercambiaron someramente una mirada y prorrumpieron
en carcajadas.
–La de estupideces que se venden con un logo… -decía Tomás–. No podíamos
perder la oportunidad de comprar un súper dedo acusador… -lo señalaba.
-Exactamente… si hay que vivir la experiencia se ha de vivir de verdad…
camiseta, gorra y súper dedo… -lo alzaba Clara.
Carlos se reía en un ataque de hilaridad.
–Nos teníais que ver con el pobre dependiente… no hacíamos más que decir a
voz en grito “un dedo. Queremos un dedo…”, nos miraba como si nos quisiere
dar más que un dedo, vamos, mostrar uno, pero de su mano…
Clara se reía sentándose junto a Andy y a Tomás.
–bien, y ahora… Explicadnos cómo funciona esto…
Andy la miró como si estuviere loca.
–Clara, lo mueves y ya está… -decía moviéndole el brazo y haciendo que esa
enorme mano verde se moviere al aire.
-No, hombre… me refiero a que, si puedo moverlo y señalar a alguien en plan
“ey tú, matón, no toques a los jugadores de mi equipo” o solo se mueve cuando
tu equipo encesta…
Andy prorrumpió en carcajadas.
–Vale, vale… me lo merezco por mirarte mal…
-En realidad, me refería a que si hay que ser un poco más circunspecto en un
palco o nos podemos comportar como los cafres salvajes que llevamos dentro.
Tomás se reía.
–Vamos, como hinchas de esos que desearías que no estuvieran cerca de ti por
evitarte eso de la “vergüenza ajena”, las ganas de matar a los locos sentados a tu
lado o decir aquello de “no los conozco, estoy por aquí de paso …”.
Ron y Andy se reían negando con la cabeza –Nos pasa por traer turistas paletos
españoles a nuestro país…
Cuando Tomás se levantó para tomar una cerveza de la barra del palco, Alex
tomó su lugar junto a Clara.
-Hola. -La saludó relajado.
-Ah hola… -Miró un poco más allá–. No te había visto ¿llevas mucho aquí?
Asintió.
–He venido con Arthur desde la oficina.
-Ahh, por cierto, enhorabuena. Andy me dijo que os han dado un proyecto
importante.
Alex sonrió.
–Sí, la verdad es que es una excelente oportunidad si la sabemos aprovechar.
-Pues me alegro. Andy cree que tendréis que trabajar mucho durante las
próximas semanas pero que merece la pena, así que…
-Sí, la verdad es que…
Lo que fuere a decir se vio interrumpido por la voz de una mujer desde la puerta
llamándolo y al girarse se encontró, de pie, en la puerta de acceso al palco a
Alana Lancaster sonriéndole sobre sus largas piernas y su cuerpo trabajado en
gimnasio y a buen seguro más de un quirófano perfectamente resaltado en un
traje de diseño elegido precisamente para destacar entre la multitud. De
inmediato Andy y Alex se pusieron de pie y Clara vio por el rabillo del ojo a
Arthur ya caminando hacia la mujer con el brazo y la mano extendida.
-Alana ¡qué sorpresa verte! -intervino rápido Alex tras el saludo que le dedicaron
los tres hombres.
-Estaba en el palco cercano cuando te he visto en el palco de Howard. Estoy con
mi hermano y unos amigos… -Clara, supuso al igual que los demás que era una
forma de decirle por su lenguaje corporal, por las miradas que lanzaba a Alex y,
sobre todo, por la mano que mantenía en su antebrazo “ven a saludarlos y así te
tomas una copa con nosotros, o dos o tres…”.
Clara que los observaba enseguida notó que entre ellos había existido algo o aún
existía cualquiera sabía, de todos modos, su elucubración quedó interrumpida
cuando Alex se disculpó unos momentos y se marchó con la mujer. Arthur que
regresó junto a Silvia, cerca también de ella, aclaró.
-Era Alana Lancaster. La hija de uno de los socios de la empresa originaria
matriz de la nuestra…
-O lo que es lo mismo… -señaló Andy relajado–… Otra de las hijas súper cool
de nuestros jefazos jefazos…
Arthur se rio mirándolo alzando las cejas como diciendo “mira quien habla…”.
Al cabo de un rato empezó el partido y Clara, al igual que los demás, se olvidó
de la ausencia de Alex que, sin embargo, regresó un poco después de empezar el
segundo cuarto.
- ¡Sí! -saltó Clara de su asiento moviendo su dedo como una niña pequeña en
pleno ataque de euforia.
-Sabes que estás celebrando la canasta del equipo rival ¿no es cierto? -Le
preguntaba Owen entre risas.
Clara lo miró frunciendo el ceño.
–De eso nada. Han encestado en la canasta… -miró la cancha unos segundos y
abrió los ojos-. ¡Un momento! ¿Cuándo han cambiado de campo?
Ron, Owen y Tomás estallaron en carcajadas descontroladas.
–Cuando estabas en el baño… -se reía sin parar Tomás–. Estamos en el segundo
cuarto.
-Oh… -Bajó el dedo y los miró señalándolos uno a uno a los tres–. Pues eso de
avisa… - volvió a mirar la pista-. Ya decía yo que no recordaba que ese fuera el
uniforme de nuestros All Star…
Carlos tiró de ella por el otro lado y la sentó de un golpe.
–Clara, menos mal que no estamos en las gradas o nos habrían abucheado, tirado
de todo, o peor, haber hecho que nos echasen por traidores…
-Yo no tengo la culpa de que el cambio se haya producido sin yo verlo… -se
excusaba tomando el vaso que le entregaba Carlos–. Y vosotros sois unos
pésimos compañeros de animación por no avisarme.
- ¿Compañeros de animación? -preguntó Ron casi ahogándose de risa-. ¿Cómo si
fuéramos animadoras? Por favor, dime que no nos obligarás a llevar faldita
tableada y pompones.
-Umm. -Lo miró Clara sonriendo–. Interesante. Todos enseñando esas piernas
peluditas y dando saltitos acompasados.
Alex, que desde que hubo regresado se había sentado en los taburetes de la barra
se reía viéndolos y escuchándolos. Había pasado todo el primer cuarto en el
palco con Alan y su hermano, al que solo fue a saludar, pero Alana estaba muy
curtida y sabía cómo enredarlo y retenerlo un rato de modo que solo podría
librarse de ella siendo algo brusco o descortés, lo que por descontado no podía
hacer siendo quien era. Pero, desde luego, el ambiente en un palco y en otro era
bien distinto. El hermano de Alana había llevado a algunos amigos de la
universidad, pero eran tan esnobs como ellos. En cambio, viendo a Ron con sus
amigos y los de Clara y Josh, el ambiente era de completa complicidad, relajo y
buen ambiente. Ver a Clara saltando con esa mano verde en la mano mientras el
resto estallaba en carcajadas ante el despiste que parecía habitual en ella resultó
hilarante, al igual que ver a Andy y a Ron tomarles el pelo a Tomás y a Carlos
constantemente llamándolo turistas paletos mientras estos se reían indiferentes.
Se había fijado en que la amiga, Silvia, y Arthur parecían cómodos y apartados
un poco del grupo y a Clara no parecía importarle lo más mínimo. Se preguntó,
de pronto, si eso fue lo que ocurrió con ella y Ron cuando ella le presentó a
Noelia. Cualquiera otra se enfadaría o se molestaría, pero Clara no parecía darle
importancia, ni siquiera los miraba o si intercambiaba comentarios con ellos lo
hacía como si fueran dos más del grupo. “Curioso” pensó observando la escena
en global.
-Ey, hola, pequeñín. -Se le acercó Ron antes de tomar de un cubo con hielo un
botellín de cerveza –. Ya creíamos que te quedarías a ver el partido con tus
amigos.
Alex se encogió de hombros:
–Bueno, al menos tenía que acercarme a saludar al hijo de Lancaster.
-Sin mencionar tontear con el bombón de su hija.
Ron se rio entre dientes mirándolo significativamente mientras Alex lo miró
frunciendo el ceño.
-Déjalo, Ron. -Murmuró.
-Está bien, está bien, no digo nada…- sonrió –. Por cierto, espero que vengas a la
cena de Navidad mañana.
Alex lo miró un segundo.
- ¿A Josh y Clara les parece bien que me invites a su cena?
-Ah, sí, sí. Tranquilo. Clara nos ha dicho que una vez asumes que eres un capullo
arrogante sabes comportarte con normalidad. -Le decía con una sonrisa
socarrona y mirándolo alzando las cejas.
Alex prorrumpió en carcajadas:
–Sí, bueno, una vez dejo de lado mi faceta de capullo al parecer sé comportarme
como un ser aparentemente normal.
-Estaos quietos, panda de irlandeses descerebrados… -escucharon decir al otro
lado y vieron a Clara sujetada por Tim y por Joshua mientras Owen le colocaba
las manos de Carlos y Tomás en la mano libre y en la cabeza.
-Vamos, si has de animar qué mejor modo de hacerlo que bien pertrechada… -la
soltaron y la dejaron de pie en el centro con las tres manos y Clara empezó a
reírse sin freno al ver su reflejo en el espejo.
-Tomás, por favor, hazme una foto porque si le cuento esto a Julia no me
creerá… -Decía llorando del ataque de risa incontrolado–. No se puede estar más
ridícula.
A los pocos minutos empezó el tercer cuarto y de nuevo todos fueron
animándose y él se relajó con Ron, Andy y los demás.
- ¡Papá! -la vocecita infantil en la puerta los hizo a todos girarse y encontrarse a
Dave corriendo hacia su padre al que se lanzó de inmediato-. ¿Me has visto? He
estado hablando con el entrenador y los jugadores. Me han firmado mi camiseta.
-Decía estirándola para que la vieren.
Owen se reía.
–Sí, sí os he visto al abuelo y a ti volviéndolos locos.
Clara se acercó al padre de Owen y les fue presentando a todos.
–Solo quería despedirme. -Decía él ajado caballero acercándose a Andy–. Y
darte las gracias por las entradas. Eran estupendas y Dave se lo ha pasado en
grande.
-No podemos ver el final. Nos vamos a la fiesta de la comisaria de mamá. Papá
Noel trae regalos para los hijos de los policías. -Anunciaba el pequeño sentado
en las rodillas de Clara.
-Creía que solo les traía regalos a los niños buenos, no a los que están siempre
arrestados. -Lo miró sonriendo.
Dave se rio.
–Mamá ha sido buena así que me traerá regalo.
-Menudo canalla estás tú hecho, peque. -Le dio un beso en la mejilla y lo dejó en
el suelo enderezándose de inmediato para despedirse del abuelo del pequeño
mientras el padre y los tíos bromeaban con él. Clara miró a Owen –. Creía que la
fiesta era mañana por la mañana.
Owen se encogió de hombros.
–Votaron entre todos por cambiarla porque algunos tienen que viajar para llegar
a casa de la familia por la noche.
-Ah, claro… -sonrió –. Peque, ven… -en cuanto lo tuvo delante le puso su gorra
y le dio su dedo–. Ahora podrás llegar y decirle al sargento Carusso que no
podrá esposarte porque tienes las manos tan grandes como el increíble Hulk.
Dave se rio.
–Le diré que me han firmado todos los jugadores. se pondrá verde de envidia.
Clara se rio –Estupendo. Seréis dos hombres grandotes verdes. Dile a mamá que
la veré por la mañana y le llevaré lo que me pidió.
El pequeño asintió y salió corriendo a por su abuelo y enseguida se marcharon.
Owen la miró.
–¿Creía que Mary llevaría las tartas a media mañana a casa de mi madre?
Clara asintió.
–Sí, sí. Solo vamos a llevar algunos hojaldres y dulces para los que han de hacer
turno la noche de navidad en la comisaría. Todos llevan comida según me ha
dicho Rose. Vamos a llevarles pasteles de calabaza y de manzana y algunos
hojaldres rellenos.
-Ah. Un bonito detalle.
-Teniendo en cuenta que cada semana nos encargan un montón de bollos y
dulces, es lo menos que podemos hacer… -se reía ella–. Lo que me recuerda
que… -se giró y miró a los tres hermanos poniéndose con las manos en jarras –.
Este año, nada de regalarle margaritas y rosas a vuestra madre. Vais a llevarle
cada uno un bonito centro y unas coronas navideñas que Josh os hará y como me
enteré que sois tan descastados de presentaros con un burdo ramo de flores
pillado a toda prisa os dejo sin tiramisú durante tres meses.
Los tres se rieron.
–Mi madre no es buena influencia para ti, Clara.
-No ha sido ella la que me lo ha dicho, hijos ingratos, sino Mary.
-Otra mala influencia para cualquiera. -Se reía Joshua–. Las mujeres de nuestra
familia no son buenas para algunas cosas.
- ¿A qué se lo digo a esas mujeres y os veis obligados a comer un sándwich de
cena de navidad? Con lo bueno que está el capón relleno de vuestra madre.
Los tres alzaron las manos en signo de rendición.
–Está bien, está bien, mujer tirana… -se reía Owen.
Tras el partido todos se marcharon a un bar irlandés donde pronto se unieron las
mujeres tras su tarde de consumismo desaforado como lo llamaban Carlos y
Clara. Tras un rato Clara se despidió de todos dejándolos en plena animación y
tras tomar el abrigo salió junto a Andy para tomar un taxi.
-Andy, regresa que solo tengo que cruzar la calle para encontrar un taxi… -le
decía cerrándose la bufanda.
-De eso nada. No pienso dejarte andar sola por la calle.
-Andy… regresa. -La voz de Alex los hizo girar a la puerta del bar–. Yo la
acompaño. También he de marcharme o mañana no conseguiré dar una a
derechas.
Clara lo miró, pero no dijo nada.
- ¿Seguro? -preguntó Andy.
-Sí, hombre. -Respondía Alex cerrando su elegante abrigo–. Compartiremos un
taxi. De hecho, puedo aprovechar y dejarla en casa y así sé dónde viven para no
perderme mañana con las prisas.
Andy miró a Clara.
- ¿Te parece bien?
Clara se tragó una maldición.
–Sí ve, ve. Consigue que Josh y Owen no emborrachen más de lo necesario a esa
panda de borrachuzos. -Le dio un beso en la mejilla y lo empujó hacia la puerta
del local. En cuanto desapareció miró a Alex que se había colocado a su lado-.
¿Y este gesto de abrumadora caballerosidad?
Alex se rio negando con la cabeza.
–No es tal… Como he dicho, me gustaría saber dónde vives ya que mañana
cenaré en vuestra casa.
Clara empezó a caminar calle abajo.
–Y de nuevo me veo en la obligación de decir; Teléfono, Alex, teléfono… sirve
para muchas cosas como preguntar por una dirección.
Alex sonrió.
–Anda, vamos, quejica… -le puso la mano en la espalda, a la altura de la cintura,
y la hizo girar–. Mejor cruzamos que por la otra acera pasarán más taxis libres a
esta hora.
Clara se dejó guiar y durante un par de minutos caminaron en silencio hasta que
pararon un taxi y se montaron dándole ella la dirección al taxista.
–Creía que habías empezado una historia con Arthur. -Dijo de pronto sin saber
por qué.
Clara lo miró abriendo unos segundos los ojos, pero luego se contuvo. Volvió a
mirar por la ventanilla de su lado.
–Solo hemos ido a almorzar y cenar en dos ocasiones, no creo que pueda
considerársele una historia. -Respondió en voz calmada sin mirarlo.
- ¿No existe un código entre amigas o algo así? -insistió al cabo de unos minutos
y en cuanto las palabras salieron de su boca se enfadó consigo mismo no solo
por la curiosidad sino por el tono de su pregunta.
Clara suspiró
–A ver, Alex… -se removió en su lado del asiento y lo miró fijamente–. No sé
dónde quieres ir a parar, pero si lo dices porque Silvia y él parecen haber
congeniado bien, la respuesta es sencilla. No sé si existe un código entre amigas
o algo así. Respeto sí, pero ese código, no tengo ni idea. Pero tanto si existe
como si no, a mí no me importa que mis amigas les gusten a tíos estupendos y
buenos como Arthur y yo no tengo la exclusividad sobre otra persona por
conocerla antes, menos cuando uno no elige de quien se enamora o por quien se
siente atraído. Sí, puede que le guste un poco a Arthur o que le caiga bien, pero
si de verdad le gustase de un modo serio, no debería fijarse en nadie más, así que
no sé porque habría de molestarme que Arthur o cualquier otro hombre a quien
no le gusto en ese sentido, o no lo bastante, se fije en otra mujer, sea o no mi
amiga.
-Sí, bueno, claro, visto así… -se limitó a murmurar sin saber qué decir-. ¿Y a ti?
¿No deberían al menos respetarte a ti? Quizás a ti si te guste de verdad… -volvió
a darse una patada mental por su torpeza y por esa aparente incontinencia verbal.
Clara negó con la cabeza.
–Sigue siendo cuestión de si ellos se gustan. El que a alguien le guste una
persona sin ser correspondida es el día a día de millones de individuos del
planeta, bueno, supongo que de los que no somos como tú, claro.
- ¿Y eso qué quiere decir? -la miró ceñudo.
Clara suspiró.
–Ay no sé, no lo he dicho para molestarte, lo siento. Mira Alex, hay cosas que tú
no puedes comprender por mucho que te pongas en la piel de otra persona, como
yo tampoco puedo comprender otras por mucho que intente ponerme en la piel
de otros. ¿Cuántas veces te han dado calabazas en tu vida? Dime. De hecho,
¿alguna vez no has conseguido a la chica que te gustase o atrajese? -Alex abrió
la boca para hablar pero ella se adelantó–. Por mucho que intentare explicarte lo
que se siente cuando ocurre precisamente lo contrario o el que no consigas nunca
no ya alcanzar sino simplemente atraer la atención de alguien que sí te gusta,
sería imposible. Tú quizás podrías imaginártelo, pero no llegar a saber
exactamente cómo es. Yo puedo imaginarme lo que es estar en la piel de alguien
como Camile o como Silvia que pocas o ninguna de las veces en que les ha
gustado un hombre, no lo han conseguido. Puedo imaginármelo, especialmente
porque lo he vivido en numerosas ocasiones de cerca. Las he visto simplemente
sonreír a un hombre o charlar con ellos cinco minutos y tenerlos rendidos a sus
pies, pero una cosa es verlo desde fuera y otra estar en su piel. ¿Qué si ellas
deben abstenerse de ligar con hombres que me gusten? Si tuviere una relación
con ellos, desde luego. Por respeto a mí y a nuestra amistad, pero a la larga,
aunque mis amigas no llegaren a tener nada con esos hombres, mi relación con
ellos estaría abocada al fracaso si ellos sienten no una simple atracción o que
digan que son guapas o simpáticas o agradables, pues eso es innegable, sino que
las deseasen más allá, porque entonces es que no sienten eso por mí, de modo
que hagan o que no hagan mis amigas, el daño lo sufriría igual. Hombre, es
evidente que si ellas me traicionan podría sufrir de otro modo, pero no es el caso
y, además, estoy convencida que no lo harían, mis amigas no lo harían. Si Silvia
meramente sospechase, por lo que yo le hubiese dicho, que tenía una relación
con Arthur o que la estábamos empezando o, simplemente, sin que existiere esa
relación, si creyese que yo estaba perdidamente enamorada de él, jamás se habría
acercado más que con cordialidad. Pero Arthur y yo solo nos estábamos
empezando a conocer, nos agradamos y congeniamos, pero de ahí a más, hay
mucha distancia. ¿Que podría llegar a enamorarme de él?, pues seguramente.
Tendría que ser imbécil para no hacerlo, más alguien como yo que lo sabe muy
por encima de mí, pero eso no se va a producir, porque a mí no me ha llegado a
mirar cómo ha mirado a Silvia y porque tampoco yo le he mirado como Silvia a
él y preguntarse qué podría haber ocurrido en otro caso, es una estupidez por no
decir una forma de torturarse absurdamente. -Suspiró y volvió a moverse para
mirar por la ventanilla –. No le des vueltas a cosas que no necesitan ser siquiera
pensadas. Al menos yo no pienso hacerlo.
Alex miró su medio perfil vuelto hacia el otro lado en la semioscuridad del taxi
unos segundos y después miró por su propia ventanilla. Tras unos minutos en
que fueron en silencio dijo serio sin dejar mirar por su ventanilla.
–Arthur no está muy por encima de ti, Clara.
Clara lo miró un segundo antes de decir:
–Gracias, eres muy amable por decirlo, pero sí que lo está y creer lo contrario es
absurdo.
Alex la miró fijamente:
–Clara, no hay que tener el tipo de una modelo para lograr que un hombre se
considere el más afortunado llevándola del brazo.
Clara se rio.
–Lo dice el que solo lleva del brazo a mujeres que o son modelos o podrían
serlo. -Sonrió-. De todos modos, no es solo el físico, son muchas cosas. Pero no
importa. A veces quiero cambiar muchas cosas de mí misma, sobre todo cuando
estoy de bajón, pero, en líneas generales, no me paso el día llorando por las
esquinas por lo que no tengo, o lo que me sobra o no debería tener. Solo basta un
hombre que aprecie lo que tiene delante y que a mí me ocurra lo mismo con él.
Que salte una chispa, supongo. Después de eso ¿a quién le importan los demás
hombres del planeta o lo que les guste o no? Y si no llega a ocurrir ni esa chispa
ni nada similar, -se encogió ligeramente de hombros–, bueno, supongo que, al
menos, puedo intentar tener una vida lo más completa posible o una que me
guste.
Alex la observó mientras ella volvía a mirar por la ventanilla. Llevaba una vida y
veía la vida de un modo distinto a cómo él la vivía y parecía verla. Eso le había
dicho unos días atrás Andy y quizás había tenido mucha razón al decirlo. Pero
viendo y escuchando a Clara se planteaba si su vida era una vida completa, una
vida que le gustaba, como ella había dicho. Sí, su vida le gustaba, tenía algunas
cosas malas, pero muchas buenas y ¿completa…? bueno, quizás eso solo se sabe
cuándo se ha vivido la mayoría de ella, cuando se había recorrido la mayor parte
de esa vida.
-Clara. -Esperó que ella lo mirase-. ¿Podemos considerarnos amigos?
Clara alzó un momento las cejas y parpadeó casi de inmediato:
–Umm, supongo que sí. -Sonrió –. Pero seguiré cobrándote por las tartas y los
bollos.
Alex se rio:
–Bien, supongo que es justo.
- ¿Por qué lo preguntas?
-Pues no sé, la verdad, supongo que por curiosidad. -La miró sonriendo–.
Mañana le daré a Noelia su regalo y quizás te gustaría acompañarla a disfrutarlo,
aunque no seas tan romántica como ella.
Clara se removió para poder mirarlo mejor de frente;
–Espera. ¿Conseguiste lo de Hallett? -Alex sonrió –. No puedo creerlo.
-Bueno, solo cuatro pases y para un par de horas el día dos de enero.
- ¿En serio? Espera, espera. ¿A quién has sobornado? -preguntó sonriendo.
-En realidad, a nadie, y lo podrías haber conseguido también tú, siendo fiel a la
verdad.
- ¿Yo? ¿Cómo?
Alex se rio:
–Pidiéndole ayuda a la madre de Andy.
- ¿De veras? -lo miró entrecerrando los ojos–. Pero algo más, seguro.
Alex sonrió arrogante:
–Digamos que hay que, además de mover unos hilos, hacer una donación a la
fundación gestionada por el Comité para la conservación de los parques
históricos.
Clara se rio:
–Y no será una donación precisamente pequeña.
-Bueno, no es tan alta como tu febril imaginación puede llegar a suponer.
- ¿Febril imaginación? -se rio–. ¿Cuánto has bebido esta noche? No, no, espera,
no me lo digas, deja que mi febril imaginación elucubre. -Decía Clara sin dejar
de reírse.
Alex se reía mientras el taxi frenaba y paraba frente a un edificio. Clara tomó su
bolso y lo miró.
–Este es nuestro edificio. A los pisos superiores se accede por esta puerta azul.
Es lo que más me gusta de todo el edificio, su puerta antigua azul, como la de las
películas antiguas y las novelas de gánster. -Señaló la puerta grande de entrada
abriendo ligeramente la puerta–. Mañana llama a la tercera planta que es la
nuestra. -Miró a Alex–. Puedes venir a la hora que quieras, pero piensa que
nosotros no haremos la cena al horario americano de las siete u ocho de la tarde
sino un poco más tarde, pero antes habrá aperitivos, copas y eso.
Alex asintió.
–Te acompaño al portal.
-No, no, no seas tonto. Es tarde y aún has de cruzar media ciudad. -Salió y se
agachó con la puerta abierta–. Nos vemos mañana.
-Está bien, buenas noches. -Contestó antes de que ella cerrase la puerta
indicándole al taxista que esperase que entrase y cuando vio que la puerta se
cerró tras ella se marcharon.
El día veinticuatro, Clara, tras hacer los horneados de la mañana con Tai y Mary
y los dulces para el día, se dedicó a hacer muchos de los platos de la cena ya que
no había servicio almuerzo y cena en la esquina y Josh también estuvo bastante
enredado en la floristería. A las cinco cerraron la tienda llevando con Jeff y
Joseph todas las cosas ya preparadas y las que tenían que terminar directamente
en la casa una vez regresaren. Una vez en la casa, terminaron rápidamente todos
los preparativos. Josh se encargó, con algunas de las chicas, de poner la mesa
mientras otras montaban las fuentes con los aperitivos. Clara terminó de preparar
los últimos platos mientras todos iban regresando pues algunos de ellos se
habían desperdigado a lo largo del día.
-A ver, Camile, voy a ducharme y vestirme para la cena. -Le decía Clara en la
cocina con todos ya por el salón desperdigados con las copas y las primeras
bandejas con aperitivos–. Al primero que veas acercarse a todo lo que hay en las
ollas o en el horno le das con… -se giró, abrió un cajón y sacó una enorme
cuchara de madera–… con esto, fuerte, no te contengas. Especialmente si son
Andy y Josh que son capaces de comerse todo sin parar hasta llegar a la fuente.
- ¡Que te estoy oyendo! -le gritó Andy desde el otro lado.
-Mejor, así no atacarás hasta que estemos sentados. -Le sonrió Clara–. Ohhh y
cuando baje Amparo, dile que vigile la crema de marisco, y…
-Clara, vete de una vez. -Le empezaba a empujar Julia–. O si no te doy con esa
especie de garrote en forma de cuchara que ya me contarás de dónde lo has
sacado.
-Bueno, bueno, me voy. Tardo veinte minutos.
- ¿Noe? -gritó Ron desde donde estaba sentado junto a Alex-. ¿Has escuchado
eso? Hay mujeres que no tardan tres días en vestirse.
-Ron, cariño, no me hagas hablar de lo que otros hombres consiguen en mejores
tiempos. -Le respondió ella con una media sonrisa.
Ron estalló en carcajadas:
–Me lo tengo merecido por sacar un tema tan espinoso.
Una vez se duchó y mientras terminaba de peinarse, entraron Silvia, Amparo y
Noe sentándose en su cama.
–Oye, Clara, no te he preguntado si te molesta que Arthur y yo, bueno, que
estuviéremos hablando tanto rato y eso. - Preguntó Silvia mirando el
reflejo de Clara en el espejo.
-Para nada. Me encantaría que te gustase y, puestos a pedir, que tuviereis una
relación seria. ¿Quién sabe? A lo mejor te animas a venir a vivir aquí.
-No te lances, Clara, no te lances. -Se reía Silvia negando con la cabeza.
-Ron me ha planteado intentar buscar trabajo en algunas de las escuelas privadas
de aquí. No solo Nueva York, sino en otros lugares de USA… -Noelia se dejó
caer de costado en la cama–. Dice que en muchas escuelas privadas contratan
profesores nativos de otros países y que una profesora de literatura y que,
además, puede dar español, seguro interesa a alguna… -las miró a las tres–. Lo
cierto es que en España temo tardar mucho más que algunos meses en encontrar
trabajo o solo encontrar algunas sustituciones… y bueno… a ti te ha ido muy
bien… -miraba a Clara–… y Ron puede trabajar desde cualquier parte.
-Deberías hablar con Andy. Sus padres parecen tener muchas influencias y
quizás también con Arthur. Seguro que conoce colegios excelentes o incluso
podría recomendarte en el colegio de Bobby. -Le sugirió Clara mirándola
fijamente–. Me encantaría que te vinieres a vivir aquí. Lo pasaríamos en grande.
-Sonrió–. Imagina lo mucho que te divertirías saliendo de compras con Josh, ibas
a dejar en la ruina a Ron en menos de un mes.
Noelia se reía:
–¿Así que tu incentivo para que me decida a intentar encontrar trabajo aquí, es
que encontraría en Josh a mi perfecto compañero de compras?
-Reconoce que dadas las tendencias consumistas de ambos es un incentivo muy
poderoso. -Se reía Amparo tomando el vestido de Clara y lanzándoselo–. Y
hablando de tendencias, más te vale terminar de vestirte antes de que los
devoradores de todo lo que no se mueva o respire, nos dejen sin cena por tu
tardanza.
Clara se rio y se apresuró a cambiarse mientras sus amigas hablaban relajadas.
Al final salieron a tiempo de que más de uno empezare a atacar la cocina. Al
poco estaban todos sentados alrededor de las dos mesas que habían puesto
juntas, bebiendo, comiendo y riéndose de todo y de nada. Clara sentada entre
Josh y Carlos se lo pasó en grande con las locuras que Carlos contaba del viaje
de novios. Llegaron a la parte final de la cena y Clara se puso en pie:
-Bueno, bueno, a ver ¿Por qué no nos acomodamos en el salón y tomamos el
postre junto a la chimenea? Tomás, Carlos y Andy id sacando las botellas de
champagne y los licores y… -miró a Julia y a Amparo– ¿Ayudáis a Josh a
preparar café para los que quieran? Necesito un par de manos para que me
ayuden a llevar los postres.
-Yo te ayudo. -Decía Noelia poniéndose en pie como todos los demás–. Además,
sacaré la fuente de los turrones de la nevera.
-Menos mal que no habéis olvidado traerme turrones o no os habría dejado
entrar en casa. -Sonrió Clara–. Llevo semanas soñando con el Jijona de
Almendras y el de chocolate, creo que tenía mono.
- ¿Os ayudo? -la voz de Alex a la espalda de Noelia y de Clara que estaban
frente a las neveras los hizo mirarlo.
-Umm, sí, sí. -Clara se giró con dos tartas-. ¿Llevas esto a la mesa del salón, por
favor?
-Claro. -Las tomó–. ¿De calabaza y manzana?
Clara asintió.
–Y para los más golosos, de chocolate y otra de frutas. -Sacaba dos más y las
ponía en la encimera.
- ¡Clara! ¡Teléfono! -La llamó Andy alzando el brazo y moviendo al aire el
móvil–. Corre.
Clara atravesó la cocina y el salón y tomó el teléfono y enseguida empezó a
reírse.
–Locos irlandeses escandalosos. -Decía riéndose–. Feliz Navidad panda de
salvajes. - Decía haciendo una señal a Josh para que se acercase mientras ella
dejaba el teléfono en la mesa y ponía el manos libre–. Ahora peque, ya estamos
los tres.
- ¡Feliz Navidad! -gritó una voz infantil al otro lado y enseguida Andy, Clara y
Josh estallaron en carcajadas.
-Pero si es el delincuente número uno de la ciudad. ¿Has comido mucho, bribón?
-le preguntaba.
-Aja, me ha tocado la pata del pavo grande y mamá me ha dejado comer dos
trozos de tarta crujiente de la tía Clara. Papi dice que si sigo así tendré que
desabrocharme el botón del pantalón.
Todos estallaron en carcajadas:
–Ay peque, de veras que no debieres hacer caso al loco de tu padre… -le decía
Clara riéndose.
-La abuela dice que he de subir a la cama, pero mañana abriré vuestros regalos.
¿Me llamaréis cuando abráis los míos?
-Claro, trasto, ve a dormir, corre. -Le decía Clara riéndose–. Dile a mamá que os
llamaremos por la mañana.
-Vale, Feliz Navidad. -Se despidió con su vocecita infantil.
-Ese crío es un encanto. -Decía Julia riéndose.
-Y un trasto de cuidado. -Añadió Josh sonriendo–. De mayor va a ser peor que su
padre y sus tíos juntos.
-Y por eso convendrá instarlos a no seguir los pasos de su madre y hacerse
policía. Miedo da pensar lo que podría hacer con un arma de fuego en las
manos… -se reía Andy sirviendo las copas de champagne.
-A ver… -decía Ron poniéndose de pie–. Si todos tenéis ya las copas, creo que
procede un brindis, de mano de la cabeza visible de esta manada por supuesto.
-Si lo dices por cabezón, desde luego eres la cabeza más visible. -Soltó Tomás
alzando la copa.
-De hecho, con una coronita de puntas podrías hacer de estatua de la libertad…-
añadió Carlos entre risas–. A ver, Clara ¿qué tal si nos traes una sábana y se la
enrollamos para ver cómo le queda?
-Españoles cazurros. -Murmuraba Ron mirándolos ceñudo–. En fin, dejando al
margen a este par de mastuerzos, creo que podemos celebrar que estamos todos
juntos y que, con cosas buenas y malas, pero, en líneas generales, ha sido un año
interesante pero que más lo será el que viene, o eso esperamos.
-Y ahora a beber. -Le cortó Josh.
-Eso, eso. -Se reían todos–. Por todos nosotros. -Dijeron alzando las copas entre
risas y brindando.
A partir de ahí la noche transcurrió entre risas, copas, bromas y música.
Durante los siguientes días hasta fin de año, parecieron establecer de nuevo esa
especie de rutina en la que todos recorrían la ciudad o los alrededores, a veces
con Josh a veces también con Andy y Owen y sus hermanos mientras Clara
seguía son sus pautas diarias y se reunía con los demás a intervalos, al igual que
Alex que salió en varias ocasiones con ellos e incluso Arthur los dos días que
regresó a la ciudad tras la navidad fue a cenar en una ocasión con ellos y a tomar
unas copas y otro de los días con Silvia, aunque antes tuvo unas palabras con
Clara para asegurarse de que no se sentía molesta o traicionada. Clara, como en
alguna ocasión ya vivida en el pasado, sintió cierta punzada de pesar y quizás un
poco de envidia, pero no tuvo reparos en decirle con sinceridad que se alegraba
por ellos, tanto si funcionaba como si no, pues al menos se debían intentarlo, ya
que los había visto juntos y había una especie de flechazo entre ellos.
Alex, sentado en su despacho el día treinta uno por la mañana temprano,
terminaba de poner al día los últimos informes cuando su secretaria le anunció la
llegada de su hermano y tras decirle que le dejare pasar éste entró con su perenne
sonrisa.
-Buenas hermanito. -Miró en derredor–. Umm, bonito despacho.
Alex se rio poniéndose de pie y guiándole hasta los sillones frente a la mesa
auxiliar:
- ¿Te apetece un café o algo? Hay hojaldres de los de la tienda de Josh y Clara.
-Umm a eso no diré que no.
Alex le hizo un gesto a su secretaria mientras los dos se acomodaban en los sofás
e intercambiaban un par de comentarios.
-Bueno ¿vas a decirme a debo esta visita sorpresa? -preguntó dejándose caer
desgarbado en el respaldo del sillón orejero mientras su secretaria dejaba una
bandeja en la mesita.
Ron esperó a que saliere de nuevo y cerrase la puerta tras ella.
-Verás, estoy preocupado, Alex. -Su hermano lo miró fijamente–. Te conozco
muy bien, mejor de lo que crees. Te pareces mucho a mí. Eres más reservado y
cerrado con los que te rodean, pero, en lo esencial, eres demasiado parecido a
mí, salvo en una cosa. Que no estás preparado para dar un paso en cierta
dirección porque no lo deseas de verdad y, sabiendo esto, no me gusta que
rondes a Clara, aunque ella no se haya dado ni cuenta.
Alex se removió ligeramente en su sillón y enderezó la espalda:
–No sé de lo que hablas, Ron.
-Sí lo sabes. Te he visto cuando estás con nosotros. No has intentado enredarla ni
nada. No le has lanzado la caña como a cualquiera de tus ligues, pero la rondas,
Alex. Y lo sabes y… -enderezó la espalda e inclinándose ligeramente hacia
adelante apoyó los codos en las rodillas sosteniéndole la mirada a Alex–.
Conozco a Clara, Alex, es muy tímida y no se da el valor que tiene, por eso, si
Clara empezare a notarlo, lo primero que pensará es que eres inalcanzable para
ella, de modo que no lo creerá realmente. Pero pensemos que llegare a hacerse
ilusiones por algo que digas o hagas, la que acabará pasándolo mal es ella.
Noelia siempre la tacha de precavida y cuidadosa, pero yo creo que tiene
motivos para serlo porque nunca nadie le ha dado motivos para no hacerlo, para
sentirse tan querida como para saberse a salvo. -Lo miró unos segundos con
fijeza–. Y tú le puedes hacer mucho daño si empiezas algo para lo que no estás
preparado.
-Yo no he empezado nada, Ron. Me dijiste que fuera bueno con ella, amable y
que la tratase bien. Es lo único que he hecho. -Contestó tenso.
-Yo no te dije que la buscases con excusas que ambos sabemos te sacabas de la
manga, ni que cuando estás con nosotros estés pendiente de ella como si fueres
un novio celoso que la vigila en la distancia.
-Ron, te estás pasando. Yo no he hecho nada de eso.
-Está bien, no insistiré, pero no juegues con alguien como Clara, Alex. Le harías
daño y no se lo merece.
estuvieron hablando unos minutos de todo y de nada en realidad y Ron se
marchó a almorzar con los demás mientras él volvía al trabajo para terminar
temprano. Pero no pudo evitar pensar en muchas de las cosas que le había dicho
Ron. El no sentía que hubiere estado prestando demasiada atención a Clara,
pero, de cualquier modo, no podía alentar falsas ideas en ella o en nadie así que
decidió a última hora de la mañana llamar a Brooke, una de las chicas del grupo
de entrenadoras personales de su gimnasio e invitarla a la fiesta de fin de año de
Julius, su amigo de la facultad. Se había acostado con ella en alguna ocasión y
era una de esas chicas a las que les gusta el sexo sin compromiso con tíos a los
que conoce o trata durante tiempo, pero sin llegar a más allá. Era divertido,
cómodo y un acuerdo claramente satisfactorio para ambas partes. Después la
llevaría con él para unirse al grupo de Ron en Times Square y en el club. Eran
lugares en los que como el grupo era grande y además habría mucha gente,
música y jaleo alrededor, no sería incómodo que una extraña de última hora se
uniere a ellos.
Tras el almuerzo, Clara y Josh cerraron la tienda y se marcharon a casa para
prepararse para fin de año. Habían reservado una mesa en uno de los hoteles
cercanos a Times Square para poder llegar con tiempo a la cuenta atrás y no
tener que preocuparse por nada más que pasarlo bien.
Josh estaba ya medio vestido y se escuchaba el jaleo de todos fuera de la
habitación pues habían ido regresando poco a poco mientras Clara se duchaba,
salía de su baño cuando se encontró a Josh tumbado de costado en su cama y
frente a él una caja enorme con el logo y el nombre de Armani en la tapa. Clara
la miró y después a Josh alzando la ceja.
-Sirena, hoy es fin de año y vas a empezar el año con el propósito más
importante. Comerte Nueva York. -Se enderezó, quedando sentado sosteniendo
los dos lados de la caja–. Y para eso vas a necesitar una primera arma
devastadora… -levantó la caja dejando ver el contenido que se apresuró a alzar.
Clara se lo quedó mirando embobada.
- ¿Te has vuelto loco? Dime que no lo has comprado, Josh, por favor, dime que
no te has gastado una fortuna en ese vestido.
-En realidad. -Se iba poniendo de pie sosteniendo los hombros del vestido–. Nos
lo hemos gastado Andy y yo. Porque… -dejó el vestido en el borde de la cama-
… junto con… -sacó de la banqueta de los pies de la misma una caja de zapatos–
… estos zapatos, son nuestro regalo para ti.
-Josh… yo no… -miraba el vestido y después a él–. Ay Josh, no sé si pegarte o
abrazarte.
Josh se reía abriendo los brazos:
–Ven sirena. -tiró de ella y la abrazó–. No me importa lo que creas. Siempre
deberías llevar vestidos como este. Nadie se merece más que tú parecer una
preciosa diva consentida.
Clara se rio con la cabeza apoyada en su hombro y rodeándole por la cintura.
–Ay Josh. Deberías asumir que ni vistiéndome de oro lograrías convertirme en
una diva a la que todos miren.
-Hum hum… -abrió los brazos y la miró–. Puede que en Times Square estemos
abrigados con enormes abrigos para no morir congelados cuando recibamos el
año nuevo, pero te aseguro que en el hotel y, sobre todo, en ese club tan súper
cool, tú y tu vestido vais a lograr que la mitad de los hombres deseen a mi súper
Diva… la otra mitad me desearán a mí ya que de esmoquin luzco francamente
bien, soy como el muñequito de una tarta.
Clara estalló en carcajadas.
–Por Dios, dime que no has usado ese símil delante de Andy.
- ¿Qué es lo que no ha usado delante de mí? -la voz de Andy desde la puerta los
hizo girar a mirarlo.
-Ay… Andy. -Clara lo abrazó fuerte de inmediato–. Gracias, sois los mejores, un
poco locos pero los mejores. Gracias, me encanta. Es demasiado, pero creo que
dejaré mis quejas y refunfuños para mañana.
Andy la besó en la frente riéndose;
–Te recordaré lo de que somos los mejores cada día del próximo año cuando me
llames goloso sin fin, asalta neveras, asalta hornos, asalta fuentes…
Clara se rio dando un paso atrás:
–Está bien, está bien, asumiré que tienes rédito más que sobrado para todo un
año.
-Así me gusta, que asumas la verdad con facilidad sin oposición ni lucha. -Se
reía dejándose caer en la cama-. Bueno, a ver, y ahora esa loca de Camile hará
magia con tu pelo y tu maquillaje para que todo sea perfecto para esa
maravilla… -señaló el vestido–. Así que ponte algo encima de esa toalla y sube a
mi apartamento que las locas te esperan allí.
Mientras tomaba una bata y se cubría con ella los miró a ambos:
- ¿Por qué tengo la sensación de que me tomáis por vuestra particular muñequita
de esas de las de ponerles y quitarles vestidos recortables de los años cuarenta?
-Uy ¿te imaginas? ¡Qué divertido! -se reía Josh–. Nuestra propia muñeca lady
patrones.
La cena en el hotel fue todo un espectáculo digno del típico show “made in
USA” con el que se lo pasaron en grande sobre todo Camile y Lucille que
enredaron a dos chicos de la mesa de al lado y consiguieron que los
acompañasen a Times Square. Ya se encontraban en el vestíbulo del hotel con
los abrigos puestos, a punto de salir y caminar las pocas manzanas hacia Times
Square cuando Alex llegó con uno de sus muchos ligues, pensaron todos,
colgado del brazo. Tras saludarlos ligeramente y presentar a la chica como “su
amiga Brooke”, se marcharon por fin.
Conforme se iban acercando Josh sacó de una bolsa y fue entregando a todos
“sus complementos de año nuevo” lo que no hizo, sino que arrancasen todos en
un ataque de hilaridad conforme se iban poniendo las diademas, los gorros, las
gafas llenas de serpentinas o luces.
-No hay forma alguna de parecer digno con estas cosas. -Se reía Tomás
poniéndose unas gafas que parpadeaban.
Clara estalló en carcajadas:
–Creo que la dignidad la dejamos atrás hace un par de manzanas.
-De eso nada… -se quejaba Noelia alzando la barbilla consiguiendo que la
purpurina e su diadema brillase más–. Una es glamurosa y estilosa ya vestida
con cuero, pieles o algodón.
- ¡Di que sí! -se reía Josh–. Si no te lo crees tú misma nadie más lo hará.
Clara se reía sin parar, caminando apresurados con todos, bromeando y
burlándose los unos de los otros, mientras Alex un poco más rezagado caminaba
junto a Brooke:
-Sinceramente, Alex, comprendo que, para unos turistas como ellos, esto de ver
la bola caer sea una experiencia ¿pero no podíamos habernos unido a ellos más
tarde? ¿En el club? -Se quejaba.
-Vamos, tómatelo como una anécdota de la que poder burlarte más adelante.
Seguro que a pesar de ser neoyorkina nunca has experimentado esta tradición.
-Tampoco voy al desfile el día de San Patricio y no creo que sufra mucho por
morir sin haber vivido tales experiencias. Esto es demasiado ordinario incluso
para alguien ordinario.
Alex la miró alzando las cejas:
–Perdona, pero ¿tú no naciste y te criaste en Queens?
- ¿Me estás llamando vulgar?
Alex se tragó una maldición. Lo menos que le apetecía era tener una discusión
con alguien por una estupidez y menos sin fundamento y razón, por favor, se
estaba comportando como una princesita mimada del West Village cuando era
una chica de Queens que debía estar más que curtida… suspiró suavemente.
-Ni por asomo, Brooke. Pero podrías intentar divertirte un poco. Solo serán unos
minutos y después nos marcharemos a ese club donde te sentirás más cómoda-
<<y recuperarás ese glamur que tanto esperas …>> pensaba para sí mientras
echaba un vistazo, sin dejar de caminar, a Ron y sus amigos que se lo estaban
pasando en grande dejándose llevar por el espíritu y el momento ridículo que se
espera de esa experiencia y que era claramente lo divertido y lo que realmente se
espera de ello. Suspiró para su interior empezando a comprender que quizás su
idea de llevar a Brooke no era la más acertada…
Empezaron a moverse entre la multitud que se arremolinaba por la zona hasta
que vio a Josh alzando el brazo y saludando a alguien antes de guiarlos a todos
hasta allí y en cuanto se acercaron a un hueco aparentemente libre de
muchedumbre, por increíble que pareciere cerca de unas vallas, reconoció a
aquel policía que vio en la cafetería llevando al pequeños Dave.
- ¡Sargento! -Clara lo saludo con un fuerte abrazo y después Andy y Josh. Clara
le entregó la bolsa que llevaba–. Lo prometido es deuda. Le aseguro que lo van a
disfrutar, especialmente la tarta al güisqui. Tenía razón, en ese hotel tienen un
chef de primera.
El hombre y los dos policías que le acompañaban tras la valla baja que los
separaba y a los que Clara saludó, se rieron:
–Gracias, Clara.
-Ahh, pero esto tiene también su precio, sargento, no lo olvide. Ha de darme un
beso al dar las doce.
El hombre soltó una sonora carcajada:
–No solo no lo he olvidado, sino que es lo que está haciendo soportable la
guardia… -Se reía divertido.
-Adulador. -Le sonreía ella divertida–. Gracias por guardarnos este sitio.
Otro de los policías se rio:
–También tiene su precio, Clara. Deberás besarnos a los tres.
Clara se reía al igual que Josh:
–Mi sueño hecho realidad. Tres guapos hombres de uniforme solo para mí, nada
más empezar el año.
Alex que se hubo colocado con Brooke junto a su hermano y muy cerca de Josh,
Andy y Clara, escuchaba interesado la conversación y las bromas mientras
seguía el espectáculo a su alrededor de la música y las actuaciones sobre el
escenario montado sobre una plataforma.
Empezaron a anunciar la inminente llegada de las doce y el nuevo año y la
multitud rugió. Y sin saber cómo Alex se veía besando a Brooke mientras
sonaba la música del año nuevo y a su alrededor todos hacían lo propio. En
cuanto terminó de besar a Brooke en lo que le pareció un momento más
mecánico que otra cosa, vio a las personas que les rodeaban riéndose,
intercambiando besos y abrazos y solo quiso poder abrazar a Clara. De pronto
esa idea le dejó helado, aterrado y sorprendido. Abrazar y besar a Clara,
resonaba a lo lejos en su cabeza por encima del estruendo a su alrededor. <<Ay
Dios, no>>, pero su terror quedó momentáneamente aparcado por el abrazo que
le dio Ron y también Noelia deseándole feliz año. Durante la siguiente media
hora hizo lo posible por ni siquiera mirar a Clara, por alejarse lo más posible de
ella, hasta que llegaron al Club y los guiaron a su reservado donde los hombres
tras dejar sus abrigos pidieron champagne mientras las mujeres iban a dejar sus
ropas de abrigos en el guardarropa. Brooke que solo llevaba, además de ese
minivestido de lentejuelas una chaqueta corta de piel se quedó con ellos y ya
bebía champagne y departía con algunas personas de los reservados cercanos
cuando regresaron las demás entre risas.
-Ya tenemos la primera anécdota del año. -Decía Noelia entre risas mientras Ron
le entregaba una copa –. De verdad que si no lo veo no lo creo.
Josh que no podía parar de reírse movía la mano al aire.
-Solo a Clara le puede pasar algo así.
Se secó las lágrimas mientras todas las demás se iban acomodando y Alex
miraba preguntándose dónde demonios estaba Clara, tampoco estaba la hermana
de Andy ni Camile.
-Ay Dios. -Decía Julia controlando su ataque de hilaridad–. Es que era para
verla. - Miró a Carlos sentado a su lado–. Qué lástima no haber tenido la cámara
cerca y esa norma de dejar los móviles en la puerta es un fiasco.
-Bueno, ¿nos vais a contar de una vez que ha pasado? -preguntó Ron por fin.
Noelia se rio -Pues a grandes rasgos, que acabábamos de dejar los abrigos y
estábamos esperando a que Amparo y Silvia regresasen del baño y ya giramos
para volver cuando un hombre muy alto se colocó frente a Clara y la sonrió con
esa sonrisa que ponen algunos hombres que se saben muy atractivos para
deslumbrar. El caso es que coge y le dice a Clara “desde luego, este año parece
que me es favorable, me trae a la más bella mujer ante mis ojos”. Clara se le
queda mirando unos segundos y le dice toda seria “¿sabe que se parece a ese
modelo que aparece en la marquesina frente al rótulo luminoso de Sony?” El
hombre se rio yo creo que no sabía si por el hecho de que obviase su comentario
como si no lo hubiere oído o por la pregunta que le hacía.
-Era para troncharse, os lo aseguro. Ese hombre mirándola como si fuere un
pastelito a punto de ser devorado y ella como si estuviese mirando a otra. -Decía
Josh–. El caso es que el hombre sonriendo y con un más que evidente tono de
seducción coge y le dice “será porque soy yo, preciosa, pero no soy modelo sino
deportista”, y coge Clara y le contesta “ah, pues eso explica por qué no tengo ni
idea de quién es”. -Josh miró a Andy-. Sabes que cartel es, ¿verdad? El del
quarterback de los Dolphins.
- ¡Espera! -se enderezó Andy abriendo los ojos–. ¿Ese tío es el que ha intentado
ligar con Clara?
-Lo ha intentado y lo sigue intentando. Creo que le ha gustado más si cabe por su
despiste y por su absoluta falta de interés por saber de quién se trataba… -decía
Noe entre risas–. Ha invitado a Clara a su reservado, pero ella ha contestado que
ni hablar. -se reía sin freno–. Tenías que ver al pobre hombre que no pudo evitar
reírse y de verdad que juro que si pudiere se la hubiere echado al hombro sin
más. Pero bueno, Camile y Lucille se han ofrecido a acompañarla.
Amparo se rio:
–Os juro que se ha ido casi a la fuerza y no creo que se dé cuenta que ese
hombretón le estaba tirando los tejos de un modo más que descarado.
-No es por ser abogado del diablo, pero ¿os parece buena idea dejar a Clara en
manos de un jugador de futbol profesional en la noche que más locuras se hacen
a lo largo del año? -preguntó Carlos alzando las cejas–. Es como dejar a
Blancanieves en un estanque de pirañas.
<<Eso>> pensaba Alex algo molesto.
Josh sonrió:
–No te preocupes, en diez minutos iré a por ella o, por lo menos, a ver cómo
está.
Alex se tragó un exabrupto y miró a Ron al que le dijo al oído:
- ¿Sois conscientes de lo que puede pasar en diez minutos? Especialmente a
alguien como Clara en manos de un tipejo como el capitán de los Dolphins.
Ron lo miró entrecerrando los ojos:
–Están Camile y Lucille. Ellas no dejarían a Clara sola ni cinco minutos.
-A mí me encantaría poder ir a ese reservado. -Dijo tal cual Brooke-. ¿Podría
acompañarte? -miró a Josh.
Josh frunció ligeramente el ceño:
–Pues…
Alex aprovechó la oportunidad:
–Bueno, Josh, es que Brooke es entrenadora personal y conocer deportistas de
élite sería una oportunidad fantástica para ella, claro.
Josh suspiró:
–Bien, bueno, ¿por qué no? Podríamos intentar colarte.
Miró a Brooke y después a Alex en una clara señal de que no le gustaba que
interfiriese ni un pelo en aquello, lo que a Ron tampoco, comprendió, por la
mirada de advertencia que le lanzó, pero, por alguna razón no le importaba, el
caso era sacar a Clara de allí sin dilación, pensaba sin dejar de mirar el reloj
deseando que pasaren los diez minutos.
-Bueno, al final no va a hacer falta ir a ver cómo está. -El comentario de Andy le
hizo mirarlo y después seguir la dirección del dedo con el que señalaba un
lugar–. Está a vista de todos en la pista de baile con Camile y dos macizos, ahhh,
sí, sí… pues es verdad, es el quarterback… vaya, vaya, vaya con Clarita.
Definitivamente, a partir de ahora, nosotros le compraremos la ropa. -Miró a
Josh riéndose.
A Alex casi se le desencaja la mandíbula. <<Dios bendito>>, estaba espectacular
con ese vestido ligeramente ceñido que caía libre desde sus caderas hasta las
rodillas y que apenas si tenía dos finas tiras haciendo las veces de tirantes y
aunque no llevase escote acentuaba sus pechos de un modo que invitaba
irremediablemente a mirarlos. No sería modelo, pero estaba realmente apetitosa.
Pastelito, lo había llamado alguien. <<Madre mía>>, pensó cuando se dio la
vuelta y le vio la espalda al aire hasta justo el comienzo de la sinuosa curva
donde terminaba la espalda. Se tensó al ver como la mano grande de ese hombre
se posaba en su cadera y parte de la piel libre de su espalda y la cernía a él.
Inclinó la cabeza y pareció decirle algo al oído y vio como ella se rio
suavemente.
-Yo también quiero bailar.
Escuchó la voz de alguna de las mujeres a su lado y enseguida todas la
secundaron. <<Bendita fuere quien lo hubiere dicho>> pensó Alex porque se
puso en pie y tomó a Brooke de la cintura y le susurró:
-Bueno, si no en el reservado, seguro Clara no tiene inconveniente en presentarte
a ese hombre cuando salga de la pista.
–Fantástico. - Brooke le sonrió más que encantada.
Dos canciones bailaron antes de que viere a Clara ser guiada por ese hombre a
salir de la pista y ella se paró junto a Josh y Andy y los presentó. Alex aprovechó
entonces para también acercarse y enseguida Brooke forzó que Clara les
presentase a los dos hombres que estaban con ella y Camile.
Josh se giró a Alex y le dijo bajando la voz al oído:
–Eres un hijo de perra ¿tienes que plantar a tu muñequita delante de un hombre
interesado en Clara?
Alex lo miró frunciendo el ceño:
–Mi intención no es esa, Josh.
-Ya, claro. -Miró por encima de su hombro y sonrió–. Pues lo siento, pero no
parece funcionar, claro que a Camile le has hecho la pascua.
Alex miró hacia el grupo y se dio cuenta de lo que decía. Era el otro tipo al que
consiguió enganchar Brooke. <<Vaya>> suspiró. Realmente Camile iba a odiarlo
porque desde luego no se podía decir que Brooke no fuere directa.
Vio como ese tipo le decía algo a Clara al oído, ella asentía y después se iba
hacia el fondo del local, pero enseguida Clara aclaró a Josh que alzó las cejas
interrogativamente.
–Ha ido a saludar a algunas de las personas que han llegado de su grupo.
-Bien, sirena. -Intervino Andy cuando Brooke entró en la pista de baile con el
otro tipo y Camile se puso a bailar con otro–. No puedes decir que no es guapo.
Estás hecha toda una loba… -se reía Andy pasándole el brazo por los hombros
colocados en el borde de la enorme pista de baile.
-No te burles. -Lo miró–. No tengo la más remota idea de quién es y todo el
mundo parece saberlo. Bueno, ahora sé que es jugador de…- frunció el ceño-.
¿Los Dolphins? ¿Son buenos?
Andy se rio:
–Ay sirena, eso no importa. Solo has de pasártelo bien y disfrutar. Ya pondrás tu
cerebrito a funcionar mañana. -Le dio un beso en la mejilla–. Vamos a bailar
mientras regresa tu príncipe encantado.
Clara se rio.
-Con la suerte que tengo será realmente un sapo gordo y venenoso.
En cuanto se metieron en la pista de baile Josh se giró y miró a Alex que
mantenía los ojos en la pareja que se fundía entre las demás.
–No, Alex, no. -Dijo tajante logrando que él lo mirase–. Déjala tranquila. Clara
no es para ti. Tú céntrate en tu muñequita o si esta se te ha escapado, echa el lazo
a otra. No te costará ningún esfuerzo, pero deja a Clara tranquila.
-No he hecho nada, Josh.
-Pues sigue así. -Sacó las manos de los bolsillos y entró en la pista de baile.
Alex, de pie junto a la pista pilló una copa y observó a su alrededor hasta que vio
a ese jugador regresar e ir directo hacia donde estaba Clara, esta vez bailando
junto a sus amigos. Cada vez que se arrimaba a ella, se tensaba, así que decidió
que si ella quería ligar con aquel tipo era asunto suyo no de él. Volvió donde
algunos aún permanecían sentados charlando e intentó concentrarse un poco en
la conversación entre Carlos, Silvia y Tomás, pero, cada dos por tres, se le iban
los ojos hacia la pista y algo serio debió decirle Camile a Clara al oído porque
cambió el gesto del rostro y miró malhumorada a ese hombre y tras un par de
comentarios, que por la tensión de Clara no le estaba llamando guapo
precisamente, se volvió y caminó de regreso al reservado con Josh siguiéndola
en cuanto la vio.
-Menudo capullo. -Dijo malhumorada dejándose caer en uno de los sillones
acolchados y miró a Josh–. Lo dicho. Un sapo.
Silvia la miró.
- ¿De quién hablas? ¿Del macizo?
- ¿Macizo? Y una porra. -Le respondió Clara–. Pues no que me ha dicho Camile
que su amigo y él pensaban llevarnos a Camile y a mí a un hotel dentro de un
rato.
-Esto, Clara. -Intervino Josh con suavidad-. ¿No se supone que la noche de fin
de año está para pasárselo bien y hacer alguna que otra locura? -la miró alzando
las cejas con una media sonrisa traviesa.
-Sí, pero no con hombres casados, Josh. Yo no me lío con hombres casados.
- ¿Está casado? -Preguntó Silvia.
-Según me ha dicho cuando se lo he preguntado tras susurrármelo Camile, lo
está, pero ¡qué casualidad! su mujer y él se han dado un tiempo para reflexionar.
-Resopló–. ¿Así que a buscar a otras mujeres en clubs lo llaman ahora
reflexionar? Menudo sapo adúltero.
Josh de pronto estalló en carcajadas:
–Espera, espera, no me lo digas. Le has gritado sapo en medio de la pista de
baile…
Clara sonrió traviesa.
–Bueno, no. Le he llamado asqueroso sapo. -De pronto estalló en carcajadas–.
Menudo plan, para una vez que ligo.
Josh entre risas le pasó una copa de champagne:
–Bueno sirena, piénsalo desde el lado bueno. Nada más aterrizar, te llevas al
macizo del club- Clara abrió la boca, pero él se adelantó–: Bueno, sí, ha
resultado un sapo, pero al menos te has divertido un rato y ahora toca divertirse
más y dejar que otros macizos prueben suerte, ¿quién sabe? No iba a ser todo tan
fácil. -Tiró de ella y la puso de pie manteniendo ambos la copa de champagne–.
Vamos, movamos el esqueleto y permite a todos los presentes disfrutar de las
vistas. -La miró de arriba abajo.
-Ven, Silvia. -Clara giró el rostro en su dirección–. Tú también, que eres la única
que no está descoyuntándose al ritmo de Donna Summer.
Silvia se aupó de un salto:
–Sí, sí, vamos, vamos. Sapos para todas… -se reía.
Alex las vio seguir a Josh hasta el centro de la pista donde estaban casi todos y
casi expulsó de golpe el aire al saberla libre de ese tipejo. Frunció el ceño, ¿a ver
si se estaba comportando como un novio celoso como le había dicho Ron? Casi
dos horas después empezó a planteárselo seriamente porque no solo no le
importó ver por el rabillo del ojo que Brooke se marchaba con otro tipo, sino que
él se ponía tenso en cuanto la veía bailar con algún hombre.
Pasado un rato Clara regresó con Julia y las dos se sentaron cómodamente en
uno de los sillones.
-Creo que me quedo un rato tranquilita aquí. -Anunció Clara –. No es sano beber
tanto champagne.
Julia se rio:
–No sé si sano o no, pero es estupendo. -Miró a Carlos que enseguida se pegó
meloso a ella–. Nos estamos desperdigando, creo que se va a cumplir lo que
decía Josh y al final iremos regresando poco a poco.
Clara que dejó caer la cabeza en el respaldo dijo:
–Recordad lo del billete de 100 y la tarjeta, ¿eh?
Alex que aprovechó para sentarse a su lado le preguntó:
- ¿El billete de 100 y la tarjeta?
Clara giró el rostro y lo miró:
–Ah hola, creía que te habrías ido. Umm… Ron nos aconsejó, para que cada uno
regrese cuando quiera sin mayores percances, hacerlo siempre en parejas, llevar
un billete de 100 dólares y una tarjeta con la dirección siempre encima, así te
despreocupas por si pierdes el bolso, la chaqueta o a los demás y al menos
puedes llegar a casa.
-Un excelente consejo. -Sonrió–. Ni te ofrezco una copa porque pareces algo…
-No, no, algo no, muy mareada… -contestó Clara suspirando–. Es lo que tiene
no beber nunca que para una vez que lo haces…
Cerró los ojos tranquila. Alex sonrió viendo, por el rabillo del ojo, que Carlos y
Julia se ponían de pie y sin darse cuenta los dejaban solos.
-No te lo estás pasando muy bien, ¿verdad? -le preguntó Clara sorprendiéndolo
lo que hizo que la mirase-. ¿Es porque se te ha perdido Becky?
- ¿Becky? -Frunció un segundo los ojos antes de sonreír-. Ahh Brooke.
-Eso, eso, Brooke… uff, perdona, estoy algo atontada. Brooke, eso Brooke.
Alex se rio:
–Pues no, la verdad. Se fue hace horas. Pero no sé por qué dices que no me estoy
divirtiendo.
-Umm… no sé. No tienes cara de estar muy animado. ¿No te gusta el club?
-Sí, sí, claro que me gusta.
- ¿Entonces?
Se removió un poco para mirarlo mejor, pero permanecía acomodada en el sillón
y un poco hundida en los cojines de su espalda.
-Entonces nada, sí que me estoy divirtiendo… -la miró unos segundos–. Estás
muy guapa.
Clara sonrió:
–Gracias, pero es un engaño. Una ilusión. La magia del señor Armani. -Señaló
su vestido y sus tacones altos–. Me los han regalado Josh y Andy. Mañana
volveré a ser miss calabacita. -Se rio.
Alex se rio poniéndose en pie:
–Ven. -Extendió el brazo abriendo la mano con la palma hacia arriba–. Creo que
deberías tomar un poco el aire fresco para que se te pase ese mareo etílico.
Clara miró su mano y la tomó asintiendo dejando que él la aupase.
–No te diré que no o me amodorraré irremediablemente. -Suspiró ya de pie y se
apoyó en su brazo para equilibrarse–. Uy, creo que no debería hacer ese tipo de
movimientos de golpe.
Alex la rodeó con un brazo por la cintura:
–A ver, borracha de tres al cuarto. Un pie delante del otro…
Clara se rio:
- ¿Eres consciente que los tacones de aguja de diez centímetros se pueden usar
como armas letales?
Alex se rio.
–Lo tendré presente, gracias por el aviso.
- ¿Alex? Yo estaré algo achispada, pero vamos subiendo ¿no deberíamos bajar
para llegar hasta la puerta?
-Sí, si fuera a llevarte a la entrada para salir por allí, pero hay una especie de
terraza en la planta de arriba, supongo que no habrá nadie y podrás estar
tranquila.
Clara alzó la vista:
- ¿Conocías el club?
Alex asintió:
–Conozco a la productora de muchos de los artistas que suelen tocar aquí, así
que he venido en más de una ocasión.
-Ahh… tener contactos es importante e esta ciudad ¿verdad?
Sonrió divertido por la forma de resumir aquello, sobre todo porque realmente
estaba muy relajada, quizás por el cansancio, quizás por el champagne.
-Bueno, para algunas cosas…
La guio varias plantas arriba hasta que llegaron a una enorme puerta que él abrió
sin problemas dejándola pasar delante de él.
-Oh vaya…
Clara se paró en el centro y miró en derredor. Había un enorme sofá de diseño,
una mesa y una enorme especie de tulipa evitando que la nieve se filtrare y en el
centro de la misma una especie de estufa que calentaba ese rincón. Se acercó a la
barandilla y miró ligeramente hacia abajo donde había bastante gente en la calle.
- ¿Esa es la entrada del Club?
Alex que se había colocado a su lado miró al igual que ella:
–Creo que la que da al lado de Chill Out.
-No he entrado en esa parte porque no me gustaba la música, pero Camile y
Lucille han dicho que ponen cocteles de colores fluorescentes y que, aunque
parecen inofensivos, afrutados en apariencia, luego son fortísimos, bombas
etílicas creo que las han llamado. -Miró a Alex-. ¿Te importa que nos sentemos?
Tendría que haber cogido el abrigo. -Alex empezó a quitarse la chaqueta–. No,
no… te vas a congelar… -Le decía, pero él ya le pasaba su chaqueta por los
hombros y por un momento se quedó de piedra mirando sus enormes ojos azules
con desconcierto.
-Clara. -Susurró Alex bajando la cabeza al tiempo que le tomaba con ambas
manos el rostro.
- ¿Qué… qué… qué… estás haciendo…? -tartamudeó, pero sin moverse.
-Llevo, desde que te he visto con esa absurda diadema en la cabeza, queriendo
hacer esto.
Y sin más la besó, primero con suavidad, pero en apenas unos segundos con
fogosidad y casi hambre, abriendo su boca, paladeándola con los labios, la
lengua e incluso con todo él pues se cernió sobre ella de un modo posesivo y
reclamante. Clara no tardó en dejarse llevar. Aquello era del todo absurdo y
estúpido, pero por unos minutos mandó lejos su cabeza y cualquier pensamiento
racional. Se dejó caer dentro de su cuerpo casi por inercia y casi también por esa
inercia gimió tras unos minutos.
Alex supo que aquello era la mayor estupidez de su vida, pero lo fuere o no, no
había forma de evitarla, no desde que la tomó de la cintura, no desde que la
acercó a él al poner su chaqueta, no desde que se quedaron mirándose el uno al
otro unos extraños segundos en que todo desapareció.
<<Madre mía…>> resonaba en su cabeza incapaz de interrumpir ese beso,
incapaz de dejar de devorarla hambriento, <<quiero más, más, más…>> cuando
la escuchó gemir de placer sintiendo el peso y el calor de su cuerpo apoyado
dentro del suyo la fue guiando lentamente hacia atrás, hacia ese rincón
protegido, cálido, cómodo y antes de darse ni cuenta estaba encima de ella
tumbados en ese enorme sillón con él devorando esos labios, esa boca con sabor
a champagne y a algo dulce, muy dulce y delicioso. Sintió un triunfal placer al
notar sus brazos rodeándole el cuello y hundir los dedos de su mano en su pelo
mientras él se removía lento sobre ella y la iba acariciando a placer mientras
colocaba su endurecida entrepierna entre las caderas de Clara. Metió la mano por
debajo del borde del vestido recorriendo el muslo hasta el borde de la media
notando el tramo de piel cálida y suave, libre de la seda bajo la palma y los
dedos de su mano y cuando ella alzó la pierna ligeramente y deslizó su pie, ya
descalzo por su gemelo y parte de su muslo, su mano siguió camino hacia su
nalga deslizándose bajo su ropa interior de encaje. Ladeó ligeramente su rostro y
deslizó los labios por su rostro camino de su cuello notándola tan perdida como
parecía estarlo él en ese instante. Gruñó en su oreja tras unos segundos.
-Clara, si quieres que me detenga, vas a tener que decírmelo ahora porque… -
Alzó un poco el rostro y miró el de ella enrojecido y casi abotargado–. Clara…-
susurró acariciando su mejilla con una mano–. Vas a tener que ser tú la que nos
detenga.
Lo miró con esos enormes ojos marrones que a él le parecían tan cálidos y
acogedores y que ahora tenían el brillo de la pasión y la lujuria nadando en ellos.
–No voy a detenerte.
Sonó casi en un hilo de voz que fue para él como el mayor grito atávico de la
historia porque no solo sintió el brinco de excitación que dio su corazón, sino las
palpitaciones salvajes que su pene duro e hinchado avisando que ya era
incontenible, cualquier dique había volado en mil pedazos.
Se apoderó de su boca con un ansía y una necesidad tal que, pronto, ambos eran
volcanes en plena erupción e iban desnudándose sin dejar de besarse, sin dejar
de tocarse, sin dejar de explorarse. Le costó un esfuerzo ímprobo colocarse el
condón pues era incapaz de separarse de ella y para colmo tenía las manos casi
temblorosas de los nervios. Se volvió a colocar ansioso sobre ella y de nuevo se
apoderó de sus labios. Le acarició su intimidad, estaba tan caliente y mojada que
casi se pone a gritar en deseo animal, más cuando ella se abrió para él y lo dejó
excitarla a placer más y más mientras devoraba sus pechos, excitado, y esos
pezones endurecidos.
-Sí, oh sí… Estás tan mojada, preparada y ansiosa para mí… -susurraba lascivo
mientras se colocaba entre sus muslos y lamía la piel de su cuerpo en ascendente
sendero de caliente placer llegando a su cuello mientras ella apretaba sus manos
en su costado y en su trasero.
-Alex, ahora, ahora… -Le llamaba.
Empujó certero, firme y ansioso enterrándose por entero en ella y, por unos
segundos, se quedaron quietos, él con el rostro enterrado en su cuello y ella con
la cabeza echada ligeramente hacia atrás. <<Oh Dios>>, pensó de pronto
absolutamente desbocado sabiendo que o se movía o aquello terminaría antes de
empezar sintiéndose perdido en ella como un jovenzuelo inexperto que siente un
orgasmo con solo notar el calor de una mujer apretándolo. Pero Clara era tan
estrecha. La sentía tan suave, tan cálida… Era fantástico sentirla rodeándolo y
acunándolo. << ¡Madre mía… qué suave!>> Aún resonaba esa idea en su cabeza
cuando la sintió arquearse y abrir un poco más las piernas rodeándolo con ellas.
<<Oh por Dios, esto es, es…>> Se aupó ligeramente apoyando las palmas a
ambos lados de su rostro y en cuanto ella lo miró casi se corre de inmediato.
<<No, no, esto no puede pasar>>. Se retiró y empujó fiero disfrutando de cómo
las pupilas de Clara se dilataban anunciando que le gustaba, de igual modo que
lo hacían esos labios ligeramente abiertos que jadearon con suavidad. Se apoderó
de ellos antes de volver a embestir sintiendo un agónico placer hundiéndose en
ella hasta la empuñadura. Comenzó a moverse primero de modo lento, con
envites largos y plenos que le estaban llevando a gemir ronco más y más entre
besos y algún que otro suave mordisco en ese cuello cálido y terso, disfrutando
de como ella clavó sus dientes en su hombro un instante antes de comenzar a
azuzarlo y ahogarlo en su interior de una manera que, no solo le llevó a
comenzar a embestirla cada más y más profundo y pleno sintiéndose tan duro y
grande que no podía creerlo, sino que tuvo contenerse para no gritar salvaje. Con
una mano avivó ese botón mientras la embestía frenético, duro, posesivo como
nunca, reclamante de ese cuerpo y ese increíble placer y la besaba con un
hambre que no conocía, <<por Dios que es adictiva…>> llegó a cruzársele en la
cabeza en algún momento.
-Oh Dios.
Al cabo de unos gloriosos minutos echó la cabeza hacia atrás arqueando la
espalda buscando un ángulo más fiero para llenarla más y más, apretando sus
manos en su muslo y en su trasero. Y perdió todo control, todo dique de
contención. Cualquier barrera explosionó en ese momento perdiendo la razón y
toda capacidad pensar.
–Eres tan estrecha, oh por Dios, qué caliente estás. No pares… así… Sí,
Agárrame, pequeña, así… sí -jadeó con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás.
Notó los primeros temblores alrededor de su verga y supo que ella estaba a punto
de alcanzar el clímax. La miró. Quiso ver su rostro al llegar a ese placer.
-Alex… Alex… -jadeó antes de echar la cabeza hacia atrás arqueándose y
apretando las piernas a su alrededor mientras se mordía el labio.
-Sí, eso es, eso es… siente el placer, vamos, córrete, Clara, córrete para mí…-
jadeó en su oreja mientras la sentía vibrar de lujurioso placer por ese orgasmo.
Se arqueó más y comenzó a empujar frenético sintiendo la llegada de su propio
estallido y ella de nuevo empezó a acompasarlo, a apretarlo en su interior.
<<Dios bendito>> resonaba en su cabeza con fuerza mientras cerraba los ojos y
antes de empujar en unas embestidas compulsivas e intensas que le llevaron
finalmente al orgasmo cuando ella lo empujó hacia sí apretando sus nalgas con
ambas manos como si supiere que esa llamada final le haría perder el oremus.
Gruñó ronco en su cuello mientras sentía el enardecido frenesí final temblando
entre sus muslos y moviéndose un poco más en ella en ese rescoldo finito solo
de los mejores orgasmos. <<Cielo Santo>> el eco de una lejana voz surgía en el
fondo de su mente mientras aún temblaba dentro y fuera de ella, <<Dios, no se
te ocurra moverte… ha sido fantástico… ha sido fantástico>>.
Se quedó quieto sobre ella, ambos jadeando, ambos exhaustos y, por lo que a él
se refería, absolutamente desconcertado. Clara mantenía sus suaves manos en
sus costados y ese contacto se le antojó el más agradable del mundo. <<Oh Dios
mío>>, de pronto fue consciente de lo que habían hecho y sintió pánico y terror a
raudales… Se incorporó un poco y se apoyó en los codos y, en un instante, ese
terror, ese pánico, quedó en un segundo plano. Seguía ahí, seguía notando el
grito de miedo en el fondo de su cabeza, pero, de inmediato, no le pareció tan
importante porque vio lo mismo en los ojos de Clara y no quiso que ella lo
sintiera, no con él, no por él. Le tomó el rostro entre las manos y sin saber de
dónde salía ese pensamiento dijo:
-No vayas a arrepentirte ahora. ¿Me oyes? -Clara se mordió el labio inferior,
pero asintió lentamente. Alex la sonrió–. Bien, así me gusta, una calabacita no
discute.
Clara estalló en carcajadas:
–Por favor, no se te ocurra decirle nunca a nadie semejante majadería…
Alex sonrió y alzó una ceja e inmediatamente después, de modo suave, alzó un
poco su cuerpo para mirar hacia abajo el cuerpo desnudo de Clara de un modo
pecaminoso.
–Bueno, eres tú la que decía que sin el vestido serías miss calabacita. Pues he de
decirte que ahora no llevas el vestido, de lo que no me oirás quejarme.
Clara sonrió negando con la cabeza.
–Menudo conquistador estás tú hecho. Llamarme calabacita después de acostarte
conmigo. Nada de Diosa del sexo o bruja del placer o sacerdotisa de la lujuria.
Alex estalló en carcajadas:
–Si alguna vez te llamo eso, tienes mi permiso para darme con tu enorme
cucharón de madera… -alzó la ceja y la miró impertinentemente-. ¿Bruja del
placer? Si te hubiere dicho eso me habrías lanzado por la barandilla de un
empujón.
Clara se rio:
–Probablemente, pero calabacita no te aleja mucho de esa barandilla.
Alex sonrió –Está bien, está bien. Supongo que me lo merezco… -le acarició el
cuello con los dedos lentamente sin dejar de mirar la hipnótica curva de su
hombro. Era consciente que seguía dentro de ella, pero estaba francamente bien
allí–. Deberíamos volver antes de que noten que no estamos.
Clara asintió y sin moverse miró un momento más allá de la barandilla:
–Espero que en aquel viejo edificio de enfrente no haya nada ni nadie porque
creo que les hemos dado un buen espectáculo, especialmente porque ya está
amaneciendo…
Alex giró el rostro en la dirección de ella y sonrió:
–Supongo que ya es tarde para planteárselo y más para arrepentirse. -La miró y
la besó–. Regresemos no vaya a ser que no sean esos posibles mirones a los que
demos un espectáculo. Alguien puede tener la idea de subir aquí.
Clara sonrió y asintió.
–Sí, mejor regresamos.
Se separaron y Alex giró el rostro para que no se le notare la mueca de dolor que
supuso romper su unión. <<Sorprendente>>, pensó desconcertado, <<realmente
me sentía muy bien dentro de ella incluso en estado de puro agotamiento y
satisfacción sexual>>.
Se apresuraron a vestirse y cuando de nuevo Alex abrió la puerta la detuvo antes
de cruzarla, de pronto, con la necesidad y el deseo de asegurarse volver a verla,
aunque le hizo sentirse algo estúpido, pero, aun así.
-Vendrás al Hallet con Ron, Noelia y conmigo, ¿verdad? Te recuerdo que la
visita es para el día dos. -Clara asintió y estaba seguro de haberla sorprendido
con su petición–. Bien, podríamos después almorzar juntos en el Petrie Court
Café, siempre me ha gustado el café de Metropilitan Museum of Art, bueno,
salvo que tengas que regresar a la cafetería.
-Umm… -frunció un poco el ceño antes de mirarlo–. Supongo que puedo dejar
las cosas esenciales preparadas a primera hora. Tai, Mary y Brandon pueden
ocuparse del almuerzo por un día, pero después habré de regresar.
Alex asintió.
–Y yo volver al trabajo.
Clara abrió mucho los ojos.
- ¡Es verdad! Tú y Andy tenéis ese importante proyecto. No podéis perder esta
oportunidad.
Alex no pudo evitarlo se inclinó y la besó de nuevo pero esta vez lentamente,
paladeándola y disfrutando de tenerla así, relajada y confiada. <<Qué sensación
tan agradable>>, pensó extrañado sin detener ese beso y esa más que estupenda
conmoción que seguía corriendo a raudales aún por su cuerpo.
-Tenemos una cita con las ardillas, mapaches y conejos secretos, no lo
olvides…- Se rio travieso dándole un empujoncito para que entrase.
-Vaya, y yo que creía que ibas a decir, con el delicioso pastel de chocolate del
Petrie… soy una incomprendida.
Alex se reía a su espalda negando con la cabeza.
-Sí, qué error tan imperdonable el mío, pensar que te gustaría más un mapache
tierno y peludo que una tarta de chocolate.
Regresaron al reservado y en apenas unos minutos se sentaron con ellos Carlos,
Julia, Amparo y Tomás.
-Le dije a Josh que habías ido a tomar el aire porque estabas algo borrachilla. -Le
susurró Julia al oído.
Clara asintió.
–Estaba un poco mareada, la verdad. -Le susurró.
-Josh y Andy se han marchado. Han llevado de regreso a Camile y Lucille
porque estaban algo más que afectadas y Silvia los ha acompañado para ser ella
las que las meta en la cama. -Dijo Carlos riéndose.
- ¿Queréis que hagamos un alto en la esquina antes de volver a casa y tomamos
café, chocolate y croissants recién hechos? Prometo haceros los de chocolate y
los jamón y queso- preguntó Clara mirándolos –. Y a vosotros os dejo atacar
algunas de las tartas… -miró entonces a Brendan y a Tomás que se reían.
-Una excelente idea. -La voz de Ron los hizo mirarlo mientras rodeaba a Noelia
por la cintura–. Creo que hay tradiciones que no se deben perder, café y
chocolate después de una noche de parranda.
-Bien, entonces, vamos. -Clara se ponía en pie.
-Id a por los abrigos mientras Alex y yo pillamos algunos taxis. -Decía Ron de
camino a la salida del local. En cuanto estuvo fuera con él a solas, lo paró y lo
miró fijamente–. Te he visto llevarte a Clara fuera. Dime que no has hecho
ninguna locura.
Alex suspiró:
–Ron. Eres mi hermano, no mi padre, así que no me des lecciones. No. No he
hecho ninguna tontería. -Dijo ya dándole la espalda y caminando hacia la parte
ancha de la calle.
<<Mierda>> se reprendió a sí mismo, pero aun así y aun sabiendo que lo que
acababa de pasar podría ser la mayor de las locuras, en esos instantes no se
arrepentía. Le había dicho a Clara que no se arrepintiese y él tampoco iba a
hacerlo. ¿Cómo hacerlo? Ha sido increíble, la vocecita de su cabeza le torturaba.
Ron lo siguió y no añadió nada más, pero Alex sabía que, cuanto menos, tenía la
duda y, tarde o temprano, incidiría sobre ello, pero no lo haría esa noche, bueno,
ya ese día, ni probablemente pronto salvo que Clara se mostrase triste o
arrepentida.
Bien, reconocía Alex tres horas después camino de su apartamento, realmente no
se lo hubo pasado bien en el club, tenso como una cuerda de piano desde que
entraron, pero una vez se llevó a Clara a la terraza… Bien, pero que muy bien…
Desde entonces todo estuvo genial, en la esquina se sintió por fin relajado y a
gusto, bromeando y siguiendo la broma de todos, tomando café, los croissants
recién hechos que Clara les hizo, las tartas… Pero el sexo… Había sido
fantástico… vívido, intenso, real, apasionado y dotado extrañamente de una
ternura y una especie de explosión carnal, sexual y lujuriosa que no podría ni
describir… sí, había sido fantástico. ¡Qué demonios! Había sido soberbio. Se
preguntó con cuántos hombres podía haberse acostado Clara. No podían ser
muchos, de hecho, si tuviere que apostar, diría que con uno o dos. Era demasiado
estrecha. ¡Qué importaba! había sido magnífica, receptiva, una acompañante
presta enseguida y esa forma de aferrarlo y ahogarlo en su interior haciéndole
ver que disfrutaba de tenerlo dentro de ella y llevándolo a sentir idéntico placer,
por Dios que se hubo de contener en más de una ocasión para no correrse de
inmediato. Habían sido realmente dos volcanes. Sí, eso era. Había tenido un sexo
estupendo, de ahí su deseo inminente de volver a verla con prontitud.
Clara se acostó nada más llegar y unas horas más tarde Josh entró en su
dormitorio y la despertó tumbándose a su lado de inmediato.
–Sirena… Despierta dormilona… -Clara se rio y quedándose como estaba de
costado, tomó el brazo de Josh y lo pasó por cadera para que la rodease–. Sirena,
comprendo que es el primer día libre que tenemos en meses, pero ¿no
pretenderás pasártelo en la cama, cierto?
Clara gimió.
–No, no… solo unos minutos más… -tras un par de minutos dijo de golpe –Me
he acostado con Alex.
Josh se levantó ligeramente para apoyarse en un codo y poder mirarla bien
haciendo que ella girase un poco el rostro para mirarlo.
–Repite eso.
-Anoche me acosté con Alex. -Josh alzó las cejas indicándole que quería que se
explicase–. Umm… a ver… -se puso boca arriba para poder mirarlo bien–.
Reconozco que me entró pánico unos segundos después, pero fue muy amable,
dulce y tierno y no se comportó como un “aquí te pillo aquí te mato”, sino que
nos quedamos hablando un poco e incluso nos reímos y… no sé… de momento,
creo que no me arrepiento…
- ¿Y qué esperas ahora?
- ¿Esperar? ¿Quieres decir que si espero tener una relación con él o algo similar?
- Josh asintió–. Pues no sé… es decir… a lo mejor esto no se repite, o sí… no…
no me importaría desde luego… -Josh alzó las cejas–. Por Dios… no sé si fue el
vestido, que estaba bebido y no veía más allá de sus narices o qué, pero te juro
que fue fantástico. No sabía que el sexo podía ser tan fantástico… realmente fue
fantástico… -Josh se rio–. Bueno, no lo digas, ya sé que teniendo en cuenta mi
currículo, un vibrador me parecería fantástico, pero, de verás, lo fue. Fue
apasionado, sensual, evidentemente muy sexual y lujurioso, caliente, carnal y
tierno de alguna manera. -Alzó una ceja sonriendo–. Pero fue… intenso, Josh,
muy, muy intenso…
Josh la miró unos instantes y sonrió.
–En fin, pues me alegro de que al menos tuvieres buen sexo la noche de fin de
año… pero quiero que me prometas que incluso si volvéis a tenerlo, tendrás
cuidado… y no me refiero al sexo seguro, que también, sino a que... bueno, a
que te protegerás bien…
-Ay Josh. -Le rodeó con los brazos y lo abrazó–. Eres demasiado protector
conmigo… prometo ir con cuidado… -se separó y lo miró–. Si no pasa nada más
pues no pasa nada más y si sí… bueno, prometo ir con cuidado…
-Está bien, está bien… no me pondré en plan padre custodio ni novio celoso… -
se incorporó y se sentó en el borde de la cama mientras Clara se desperezaba. La
miró con una sonrisa traviesa–. Sienta bien el buen sexo ¿eh?
Clara se rio –Vete ya… que voy a ducharme…
-Sí, sí… quítate el olor de pecadora viciosa… -se reía camino de la puerta
cuando voló una almohada junto a su cabeza–. Y encima con instintos agresivos,
muy pura ha de ser esa agua… -se reía divertido.
Al día siguiente, por la mañana temprano, Clara, en la esquina, terminaba el
último horneado que debía dejar listo antes de la llegada de Tai y Mary que
empezarían a hacer los panes y algunos bollos, cuando sonó el móvil que tenía
colgado de una de las estanterías. Lo cogió sacudiéndose deprisa la harina de las
manos sin siquiera mirar la pantalla.
-Estoy fuera. Ábreme, por favor. -La voz de Alex la sorprendió.
Se inclinó sobre el islote para mirar a través del arco del comedor y lo vio al otro
lado del escaparate.
–¿Alex? Umm, mejor da la vuelta y entra por la puerta de la cocina…
-Vale. -Contestó someramente antes de colgar.
Clara dejó el móvil en la estantería y ni se molestó en mirarse para ver qué
aspecto tendría pues estaría llena de harina sin mencionar que olería a pan de
especias, galletas, magdalenas y mil cosas más. Abrió la puerta y enseguida
apareció Alex con su aspecto impoluto y relajado. Se apartó para dejarlo entrar y
de inmediato cerró la puerta.
-Alex ¿sabes que son las cinco de la mañana? ¿Qué haces aquí?
Alex sonrió echándole un vistazo de arriba abajo.
-Pues, al parecer, tú llevas varias horas ya despierta.
-Es que quería hacer más temprano el horneado para poder dejar los preparativos
del almuerzo… -caminaba de regreso al centro de la cocina-. ¡Espera! no me
enredes. -Se giró y lo miró–. No me has contestado.
-Yo también me he levantado muy temprano para dejar el trabajo adelantado ya
que pasaré toda la mañana fuera. He terminado antes de lo que esperaba y como
sabía que estarías aquí, sola, trabajando… -se fue cerniendo sobre ella hasta que
Clara, reculando hacia atrás, chocó con el islote y él le puso una mano a cada
lado encerrándola en medio–. Quería hacer algo… -se inclinó y la besó con un
beso lento, profundo, saboreándola, explorándola–. Umm… sabes a crema… a
canela… a dulce… -La volvió a besar cerniéndose más sobre ella, alzándola para
dejarla sentada en el borde del islote con él entre sus piernas–. Eres un pastelito
muy apetitoso… -le susurraba acariciándole el cuello bajando hasta su
clavícula–. Estás caliente, suave…- le iba susurrando.
-A…Alex… estoy… cubierta de harina… te voy a…
No llegar a terminar frase alguna cuando él deslizó su mano por dentro de la
cinturilla de su pantalón que había abierto sin ella darse cuenta moviéndola y
acariciándola de un modo que la desarmó. Después, de un tirón, le sacó los
pantalones dejándoselos caer por los tobillos mientras de nuevo la besaba y la
iba tumbando en la encimera antes de dejarse caer entre sus muslos y comenzar a
azuzarla con su boca y sus dedos y llevarla hasta un punto en que era imposible
resistencia alguna, pero cuando la lamió apenas si contuvo el gemido de caliente
y profundo placer que la recorrió por entero.
–Alex… -jadeaba tras alzar una de las piernas y ponerla en su hombro
empujándolo hacia ella–. Oh Dios… no pares… -se removía más y más bajo sus
manos, su boca, esa lengua lasciva y cuando estaba a punto de gritar no lo
soportó más y tiró de él–. Te quiero dentro de mí, Alex.
Sonrió arrogante mientras de un tirón abrió su pantalón y los bajó hasta sus
muslos dejando esa enorme y firme erección saludándola casi con una petulante
sonrisa. Clara le rodeó el cuello con un brazo y reclamó su boca mientras con
una mano tomaba esa dura virilidad y la empujaba hacia su entrada y de
inmediato él la empaló fiero. La miró con los ojos tan dilatados como supo
estarían los suyos.
–Tus deseos son órdenes para mí. -Se retiró y empujó de nuevo mientras ella lo
volvía a llamar y alzaba las piernas para cruzar sus tobillos tras su trasero
empujándolo más y más–. Eso… eso… eso es… déjate llevar… oh sí… qué
gusto… así pequeña. -Le susurraba ronco mientras se tomaban con fiereza en esa
isla.
Clara se arqueó y de inmediato él abrió su camisa tomando sus pechos con las
manos y besando y mordiendo la piel a su alcance mientras ambos iban al
encuentro del otro más y más.
-Por Dios, no te detengas… -jadeaba Clara más y más enfebrecida y excitada.
Alex apretó su boca en uno de sus pechos mientras con las manos apretó sus
nalgas empujándola frenético hacia él en cada embestida. Se desbocó. En algún
momento se desbocó porque casi perdió el sentido del tiempo y del espacio
comenzando a empujar frenético. La empalaba más y más, empotrándola contra
el mueble mientras devoraba esos magníficos pechos, ese cuello y esos labios. Y
lo halló. Encontró un orgasmo tan salvaje como increíble.
-Sí, sí… -empujó un par de veces ya ciego cuando habían estallado en mil
pedazos y se dejaba caer sobre ella jadeando, agotado y rendido a placer. <<Dios
bendito>> resonaba en la cabeza de Alex <<No puedo creerlo…, madre mía…
¡qué gusto!>>.
Tras un par de minutos Clara le acarició una mejilla mientras él mantenía la
cabeza entre sus pechos.
–Definitivamente, este islote no debería haber visto esto. -Dijo ella en casi un
susurro ahogado.
Alex se rio y alzó la cabeza:
–Pues, no sé, a mí me parece que me ha visto devorar un delicioso pastelito,
tampoco creo que sea nada extraño.
Clara se rio incorporándose:
–Eres un licencioso.
Negaba con la cabeza sin dejar de reírse mientras él se separaba emitiendo un
suave gemido que, por algún motivo a Clara le gusto en extremo. Comenzó a
abotonarse la camisa que él le había abierto por completo, pero, de pronto, cayó
en una cosa.
–Alex…
Lo miró mientras él se abrochaba el pantalón sonriendo y, por un instante, no
quiso hacerle ver que no habían usado condón. Rápidamente se dijo a sí misma
que no pasaría nada, que él seguro se hacía análisis periódicos y lo del embarazo,
sí, bastaba una sola vez, pero no iba a tener ella esa mala fortuna, no, no… no se
iba a comportar como una histérica y entrar en pánico. Alex la miró porque lo
había llamado y como se había quedado callada se acercó y se colocó entre sus
piernas abrazándola fuerte de inmediato. Clara suspiró para su interior, pero se
dejó abrazar gustosa.
–Supongo que ahora sí querrás que te dé un verdadero pastel y también un café
¿verdad? -preguntó alzando el rostro sonriéndole.
No, no pasaría nada y solo debía dejarse disfrutar por una vez. Alex la sonrió y
bajó el rostro acariciándole los labios con los suyos.
–Bollos y café, después de un festín muy carnal, creo que suena de maravilla.
¿La recompensa del fiero y vencedor guerrero? -la sonrió con petulancia.
Clara se rio.
–Menudo ego el tuyo, fiero y vencedor, y guerrero nada menos.
Le dio un empujoncito hacia atrás antes de bajar de allí y tomar sus pantalones
que se apresuró a ponerse. Lo miró por encima de su hombro mientras se
abrochaba el pantalón.
- ¿Sabes que Tai y los demás aparecen a las seis?
Alex se encogió de hombros.
-Te recuerdo que hoy vamos al Hallett de modo que tenía que venir temprano
por los tres.
Clara se giró y lo miró.
–Ya, pero eso es a las nueve y yo habré de ir antes a casa a arreglarme.
Alex la rodeó por la cintura y la sonrió tras darle un beso.
–No temas. Me iré antes de las seis para que no piensen que acoges hambrientos
perdidos a altas horas de la noche.
Clara se rio de nuevo negando con la cabeza y empujándolo suavemente hacia
atrás.
–Anda, siéntate en el taburete y si no te importa que haga algunas cosas mientras
tanto, daré de comer a un hambriento perdido en mi cocina.
-Sí, sí, por favor, alimenta a este hambriento pues resulta que se encuentra escaso
de energía debido al excesivo esfuerzo reciente.
Clara estalló en carcajadas mientras encendía la máquina de café que dejaban
preparada todas las noches antes de irse.
–Definitivamente eres un licencioso. -Lo miró mientras le ponía una taza y un
plato frente a él–. Aunque uno cubierto de harina. -Se rio negando con la cabeza
y rodeó el islote–. Espera, no te muevas. -Le sacudió el pelo y le fue quitando
harina de la cara y de jersey.
Alex la rodeó por la cintura y la colocó entre sus piernas sentado en el taburete.
–Hueles de maravilla. -Ladeó el rostro y lo hundió en su cuello–.
Definitivamente eres un pastelito muy apetitoso. -La besaba en el cuello y se lo
acariciaba con los labios atolondrándola.
-Alex, se bueno o no te doy nada, ni un mísero café.
Alex suspiró sobre su piel.
–Mujer cruel. -Alzó el rostro tras darle un beso en el cuello-. Conocer las
debilidades de un hombre te otorga demasiado poder sobre él.
Clara lo miró sonriendo:
- ¿En serio?
Alex se rio negando con la cabeza mientras la hacía girar.
–No me tientes que luego dirás que te distraigo y no te dejo trabajar.
Aliméntame, mujer, para que me mantenga ocupado y quieto mientras tú bailas
por la cocina… -le dio un empujoncito hacia la cafetera.
Clara se rio.
–¿Bailar por la cocina? Interesante, aunque también intrigante ¿un pastelito
puede bailar por la cocina? ¿Necesitará música o lo hace al ritmo que marca su
carameloso corazón?
-Clara, tus burlas no pienso tomarlas en consideración… Creo que has inhalado
demasiada canela y miel y ello no te permite razonar con claridad.
La miraba mientras ella ponía frente a él una bandeja con varios bollos y dulces
para que eligiese y se giraba resuelta para tomar la cafetera.
-Dime. -Empezó a hablar un par de minutos después mientras hacía juliana
algunas verduras frente a él y lo miraba ligeramente alzando la vista–. ¿Me
equivoco o nos has dormido en toda la noche trabajando en ese proyecto nuevo?
Alex sonrió –Bueno, esta tarde nos reunimos Andy, Arthur y yo y quiero estar
preparado y presentar algunas ideas.
-Eres muy bueno en tu trabajo ¿verdad? -preguntó, aunque en un tono que era
más una afirmación sin dejar de hacer lo que hacía.
-Eso creo. Supongo que hacer lo que a uno le gusta ayuda bastante en ese
sentido, no solo el trabajar duro y con empeño… Tú debes saberlo, eres muy
buena en esto…
Clara alzó la vista y le sonrió.
-Gracias… Nunca he sido buena en nada, realmente, ni siquiera en la carrera que
estudié. Lo hice casi por descarte. Es decir, siempre es bueno saber de números y
contabilidad ¿no? -decía volviendo a su labor–. Pero la verdad es que me
resultaba tedioso y francamente frustrante… le dije a Julia que Josh me había
salvado la vida y, por alguna razón, mi hermana me miró y asintió, como si lo
supiere, como si me entendiere bien.
Alex la miraba trabajar relajada, a gusto allí.
–Pues has encontrado no solo tu vocación sino tú talento…
Alzó un trozo de croissant relleno frente a él antes de devorarlo con una sonrisa.
–Ron me dijo que fuiste una especie de portento en los deportes y que cuando
llegó el momento no quisiste que tu padre te pagase la universidad, que aceptaste
una beca por no sé qué deporte y ya a los dieciocho eras completamente
independiente y libre de tus padres… Eso me da un poco de envidia. Yo nunca
les llevé la contraria, nunca hacia lo que quería o me gustaba sino lo que ellos
esperaban de mí. Especialmente mi madre. Bastaba que me mirase seria para que
hiciere las cosas… así que, en ese sentido, me parece admirable y, desde luego,
envidiable que tuvieres las agallas de decidir por ti mismo con esa determinación
y esa seguridad… Eres un capullo arrogante, pero no te falta algún que otro
motivo para serlo… -lo miró sonriendo moviendo de arriba abajo el cuchillo que
mantenía asido–. Pero solo alguno… no tantos como crees…
Alex estalló en carcajadas
-Lo tendré presente. ¿Qué les pareció a tus padres que vinieres aquí?
Clara lo miró alzando la barbilla.
–Mi madre se horrorizó… y más cuando no le pregunté o le consulté sino solo le
dije “me marcho a Italia y después a Nueva York a montar un restaurante con mi
amigo Josh” … aún resuena en mi cabeza el grito que pegó… -se rio.
- ¿Y tu padre?
Clara se encogió de hombros.
–Mi padre murió hace casi diez años, de un infarto. No sufrió, no se enteró, así
que, al menos, se fue en paz.
-Lo siento.
Clara negó con la cabeza y le sonrió.
–No, no. Julia, Alicia y yo siempre lo adoramos. Era un padre bueno y cariñoso
así que no lamentamos que se fuera sin sufrir y creyendo a su familia feliz
porque unos días antes celebramos el cumpleaños de Alicia y nos vio a todas
juntas, felices, unidas, riéndonos y disfrutando. No se te ocurra decirlo, pero
Josh me recuerda mucho a él, siempre animoso, siempre viendo el lado bueno de
las cosas, protector y cariñoso con las personas a las que quiere.
-Como Ron. -Los dos se miraron–. Era más un padre que un hermano, pero
cuando había de actuar como un hermano lo hacía. Veíamos poco a nuestros
padres, nunca juntos, pues decidieron hacer cada uno su vida cuando yo aún era
un bebé. De hecho, no he vivido nunca con ambos bajo el mismo tiempo.
Respeto a mi padre como abogado, pero no veo en él realmente una figura
paterna más allá de la que me dice mi sangre y mi conciencia que es mi padre. Y
mi madre… bueno, no es lo que se dice maternal, nos quiere, a su manera nos
quiere, eso lo sabemos.
-Bueno… no sé a quién debe Ron ser quien es, pero, desde luego, habría que
felicitarlo y respecto a ti… bueno… quitando algunos defectillos que una vez los
asumes pareces capaz de controlar… tampoco estás tan mal… -Alex se rio
alzando la ceja impertinente, pero ella lo ignoró-. Así que, después de todo, algo
debieron tus padres hacer bien, aunque solo fuere contratar a la persona que os
cuidó.
Alex asintió
–Supongo.
Clara sonrió.
–Anda, ven… ayúdame a trocear tomates… Gánate esos bollos que te has
comido.
Alex se reía poniéndose en pie.
–Creía que ya había hecho algo para ganármelos… -la besó en la mejilla al pasar
a su lado para rodearla.
Clara se rio.
–Y de nuevo, a flor de piel tu naturaleza licenciosa y tu capullo interior
asomando su cabeza… ¡Qué cruz de hombre! -se agachó y tomó un delantal de
cuerpo entero y se lo colocó y mientras se lo ataba por detrás añadió–. Mejor
protejamos este carísimo jersey… vanidoso, que eres un vanidoso.
Alex, riéndose, se giró deprisa y la atrapó.
–Y tú eres una refunfuñona… -la besó hasta que ambos quedaron de nuevo
jadeantes y algo desorientados–. Mejor… -alzaba el rostro y abría los brazos–.
Nos ponemos a trabajar que la chef es una tirana y puede darnos a ambos con la
cuchara de madera.
Clara se reía volviendo al trabajo. Un rato después, antes de que llegasen los
demás se despidió de él en la puerta.
–Espera, espera… -entró corriendo y regresó un par de minutos después con un
vaso tapado de café y una bolsita de papel–. Si no vas a comer nada hasta el
mediodía y vas a recorrer un jardín secreto, será mejor que vayas con energías
que luego dices que has hecho excesivo esfuerzo y estás desfallecido.
Alex se reía tomando el café y la bolsa mientras se agachaba y la besaba
lentamente en los labios cerniéndose sobre ella de modo que la empujaba
suavemente contra la pared. La besó de un modo que realmente parecía
devorarlo por dentro porque quería más y más de ella y no detenerse. Al cabo de
unos minutos, por fin interrumpieron aquellos besos.
Respiró hondo mirándola con picardía.
–Considéralo el pago por estas delicias… -se rio mientras ella resoplaba–. Te veo
más tarde, calabacita…
Se giró corriendo y comenzó a caminar hacia la calle principal.
- ¿A que al final sí te voy a dar con el cucharón de madera?
Escuchó la risa de Alex más allá entes de volver a entrar y cerrar la puerta tras
ella apoyándose en cuanto lo hizo. Suspiró.
–Debo estar loca de remate… -murmuró sin dejar de sonreír.
Alex abrió el coche que hubo aparcado más allá y tras sentarse miró a lo lejos el
escaparate de la tienda. Dios sabría lo que le habría impulsado a ir hasta allí,
pero fuere lo que fuere, no se arrepentía como tampoco de la noche en el club.
Aquello era una locura y por poco que lo meditase sabía que podía acabar muy,
pero que muy mal, pero aún con ello, aun sabiéndolo, no lograba arrepentirse.
Por Dios, había sido mejor que en el club, por increíble que le pareciere. Había
sido, en algunos instantes, puro sexo, carnal y lujurioso y en otros, apasionado,
juguetón, un poco lascivo y la sintió tan bien, tan sexual, tal sensual, tan tierna y
cálida… Por Dios que cuando se corrió fue fantástico, asombroso…
-Oh mierda… -murmuró–. Mierda… -repitió al ser consciente que no había
usado protección.–. No te pongas a lo peor, tus análisis salieron limpios no hace
ni una semana y Clara no es promiscua así que… y un embarazo… -negó con la
cabeza–. No, no. -muy pocas veces lo había hecho sin condón desde que empezó
a tener sexo con quince años y nunca hubo pasado nada–. Ni lo pienses- se dijo
tajante mientras arrancaba el coche–. Ni se te ocurra arrepentirte… -se volvió a
decir mirando el escaparate –. Han sido dos horas fantásticas… no lo estropees.
A las nueve, Ron abrió la puerta del apartamento de Josh y lo dejó pasar
guiándolo hasta la cocina donde estaban todos desayunando alrededor de la
enorme isla de la cocina. Todos alzaron la vista y lo saludaron
despreocupadamente.
-Clara está calzándose. Ha regresado con el tiempo justo, pero enseguida nos
vamos. ¿Quieres un café o algo? -le preguntó Ron
-No, gracias. Esta mañana he comido por tres… -miró al fondo y vio sobre uno
de los sofás, apoyados sobre los respaldos, varios marcos con fotografías de
paisajes y de animales marinos. Se acercó–. Vaya, son muy buenas… -decía
mirándolas con detalle
-Nos las han regalado Ron y Tomás, son suyas… -la voz de Clara lo hizo alzar el
rostro y sin pretenderlo ya sonreía–. Son fantásticas ¿verdad? A Josh le gusta
especialmente la del acantilado… -decía caminando hacia la cocina, pero
mirándolo a él–. A mí me encanta la de las tres señoras charlando en torno a una
mesa y jugando al dominó… me parece esencia de pueblo en estado puro…
-Amén, hermana, amén… -Tomás alzó la taza de café desde su taburete riéndose
con ella ya de pie a su lado.
-Bueno. ¿Nos vamos? -Preguntaba tomando la bufanda–. Decidle a Josh que no
se preocupe por la tienda y que se vaya con vosotros todo el día. Es vuestro
último día y debéis aprovecharlo. Me reuniré con todos esta noche y, recordad, si
veis a Owen y compañía haceros los ignorantes de lo de mañana… -miró a
Julia–. Tú mejor mira para el suelo y no digas nada.
-Ni me molestaré porque presumas que no tengo talento de actriz.
Carlos estalló en carcajadas:
–Eso es ser demasiado generosa… no tienes talento ni de actriz mala…
-Ey… -se quejó Julia mientras que Clara se reía junto a Noelia ya de pie
poniéndose los abrigos.
–Ni de actriz mala de culebrón… -añadió riéndose.
-Actriz mala de culebrón horrible venezolano o mejicano… -añadió entre risas
Noelia.
-U os vais o empiezo un asesinato en masa… -las miraba ceñuda Julia
-Está bien, está bien… -Noelia se giró y miró a Ron-. ¿Caballeros? -señaló la
puerta–. Mi bonito jardín secreto me espera.
-Por dios, te dejan visitarlo y ya te apropias de él… solo te falta plantar la
bandera de República de Noelia al llegar… -se reía Clara saliendo por la puerta
con ella, Ron y Alex siguiéndolas.
La visita guiada le dejó claro que Ron estaba loco por Noelia, bromeaban, se
tomaban el pelo, pero eran completamente cómplices todo el rato, pero en lo que
más se fijó es que podía pasarse media hora caminando con Clara hablando de
todo y de nada y otra media en silencio sin que ninguno se sintiese incómodo,
sin que ella le instase a entretenerla o hablarle por el hecho de estar a su lado,
como hacían la inmensa mayoría de las mujeres. De nuevo recordó cuando Andy
le dijo que le gustaba estar en la casa con Clara o con Josh cada uno haciendo
sus cosas, con la agradable sensación de saber a la otra persona allí, pero sin
forzar conversaciones o interrelacionar. Durante el almuerzo no pudo sino
reconocerse aún más cómodo que antes. Ron y él charlaban la más de las veces
de cualquier cosa que surgiese, de cosas importantes tonterías y a veces ellas
intervenían en la conversación o simplemente charlaban entre ellas. Al final se
despidieron y Ron y Noelia se marcharon para reunirse con los demás, Clara
partió a la esquina y él a su despacho, pero, en cuanto se separaron, quiso
encontrar el momento de mandarle un mensaje para volver a quedar con ella esa
noche, pero era la última de su hermana y sus amigos en la ciudad y no quería
ser un obstáculo para ella, pero sí decidió que al día siguiente la vería. Todos se
marchaban al mediodía como le hubo dicho Ron y podría encontrar entonces
momentos para verla o quedar con ella. Los dos iban a estar muy liados, más él
con el nuevo proyecto, pero quería verla, realmente quería verla. No lo pensó
más veces, mientras subía en el ascensor tomó el teléfono y abrió el WhatsApp
- ¿Nos vemos mañana cuando se hayan marchado todos?
- ¿Cuándo? -le contestó un minuto después.
-Trabajaré hasta tarde con Andy.
-Idos a trabajar a su apartamento. Prometo llevaros cena para que no
desfallezcáis.
Alex se rio leyéndolo. Clara tenía una especie de vena cuidadora muy arraigada.
–Ok, no trabajes mucho, calabacita.
-Te acabas de quedar sin la tarta de queso.
De nuevo él se rio.
–Mujer cruel.
-Es que conozco tus debilidades… eres fácil de doblegar.
Se reía entrando en la oficina sin mirar siquiera a su secretaria a la que
simplemente saludo con un gesto de cabeza mientras leía el mensaje.
Esa noche lo pasaron en grande en uno de los clubs de jazz que más conocía
Ron, e incluso se les unió Arthur que reconoció haber dejado a los dos
“esclavos” como llamaba a Andy y Alex desde que los iba a tener trabajando a
destajo por un tiempo, en la oficina, liados con informes, cifras y estimaciones.
Al día siguiente todos se reunieron en la esquina donde los hermanos de Owen y
los demás les despidieron con un tentempié antes de llevarlos al aeropuerto
donde Clara y Josh casi contenían las lágrimas a duras penas.
Por la tarde tras organizar la cena y antes de que esta empezare subió al
apartamento de Andy donde dejó en la isla de la cocina algunas cosas con
carteles riéndose sola mientras los dejaba y después dejó varias cosas en la
nevera y una olla. Después regresó corriendo a la cafetería para el servicio de
cena.
-Hola, Clara. -se encontró a Rose con Dave en la puerta.
-Hola, Rose. Hola, mi guapo irlandés… -le dio un beso al pequeño.
-Josh me ha dicho que cuidará a Dave esta noche, pero aún está montando las
flores de no sé qué señora en el Village, hasta que regrese ¿Te importaría que se
quede con vosotros? He de entrar en diez minutos en la comisaría.
-No, claro que no. ¿Quieres que le dé de cenar?
-Ay sí, gracias, porque si no Josh tendrá que recalentar un pollo en casa.
Clara se rio –Les daré de cenar a los dos, no te preocupes. Entra corriendo y pilla
algo para tu guardia, anda, que te veo comiendo una bolsa de patatas a las
tantas… dile a Mary que te ponga un poco de la sopa minestrones y algo de la
lasaña que son dos cosas que puedes calentar rápido en el microondas y seguirá
estando rico… No tendrás que esperar, lo he hecho hace un rato.
Rose se rio y dio un beso a Dave.
–Gracias, Clara, eres la mejor.
-Bien, mi pequeño irlandés… -decía tomándole de la mano y llevándolo dentro
de la tienda siguiendo a su madre que los había adelantado–. Espero que hayas
traído ese castillo de legos que me ha chivado un pajarito te ha regalado Papá
Noel y esperamos a que Josh regrese y entonces os daré una rica cena.
- ¿Puedo tomar lasaña como mamá?
-Claro. Y también un trozo de tarta de manzana con crema por encima de la que
te gusta… Y mientras regresa Josh, te voy a poner un zumo y una galleta.
Dave se rio mientras ella lo sentaba en la parte segura de la cocina con sus legos,
su vaso de zumo y su galleta. Josh llegó un poco después y cenó con el pequeño
en completa hilaridad como cada vez que estaban juntos.
Cuando se iban Clara lo llamó.
–Josh. Recuerda que hoy Andy trabajará en casa hasta tarde. Cuando regrese
Owen, si quieres sube. Les he dejado cosas para que piquen y cuando termine iré
a prepararles la cena en condiciones.
-Vale. Cuando este pequeñajo se duerma esperaré que regrese Owen y después
me iré a casa a pintar. Llámame cuando quieras que suba.
Clara asintió y tomó al niño en brazos.
-Dame un beso, comilón… y cuando te pongas el pijama, a la cama sin rechistar
y te prometo que, si obedeces, mañana, antes de venir a trabajar, dejaré dos
magdalenas y dos enormes galletas recién hechas solo para ti.
- ¿Magdalenas de chocolate? -Clara asintió riéndose–. Bueno, me pondré el
pijama y cuando Josh me lea el cuento cerraré los ojos y dormiré.
Clara se reía.
-Briboncete interesado… -decía depositándolo en el suelo mientras Josh le
tomaba de la mano.
Estaba terminando el servicio de la cena cuando le sonó el timbre de WhatsApp
del móvil. Lo abrió
-Andy y yo nos sentimos como dos niños chicos a los que mami les dice cómo
comer y cuantas veces masticar… eres una mandona.
Clara se rio.
–Más os vale obedecer o mami os dará azotes.
- ¿Lo prometes?
Clara prorrumpió en carcajadas.
–Licencioso… Podéis ir comiendo lo que hay en la isla mientras trabajáis,
después cenaréis como Dios manda… vuelve al trabajo.
-Lo que calabacita ordene.
-Llevaré mi cucharón de madera, avisado quedas.
Alex estalló en carcajadas cerrando el móvil sentado en la mesa del despacho de
Andy en su nuevo apartamento.
-Toma… -Andy le entregó una cerveza y dejó una bandeja con la comida fría
que había dejado Clara con empanadas, hojaldres salados, bocadillos. Tomó
asiento frente a él con los portátiles y las carpetas de documentos ya sobre la
mesa–. A esto me refiero con lo de tener a Josh y Clara en mi vida, Alex. -Decía
abriendo el portátil –. Se preocupan, te cuidan, se dejan cuidar y que te
preocupes por ellos. Y no has de justificarte por ello ni buscarle explicaciones o
razones… es así… -tomó una pieza de empanada–. Por cierto, Josh me ha dicho
que se queda pintando y que después sube. Ha estado cuidando al trasto de Dave
hasta que ha regresado Owen. El muy bribón se ha quedado dormido abrazando
a mi oso.
Alex alzó las cejas.
- ¿Tu oso?
-Clara me regaló un oso de peluche al poco de empezar a dormir en casa de Josh.
A veces nos quedábamos dormidos repartidos por los sofás y miss diva se subía
encima de Josh, Clara usaba un viejo gorila de peluche que tiene desde pequeña,
que la verdad da pena de lo viejo que es, pero a ella le encanta y se burlaba de mi
porque decía que estaba desangelado sin nada que abrazar, así que un día me
encontré en el sofá en el que suelo sentarme, un peluche del oso yogui. Según
ella tengo la misma capacidad de contención hacia la comida que yogui y el
mismo ilimitado fondo.
Alex se rio.
–Te ha calado muy bien.
-Sí, bueno… la culpa la tiene ella por prepararme estas cosas… -le dio un
bocado a otro saladito–. Será mejor que nos pongamos a revisar las cifras antes
de que nos de las tantas…
Alex asintió y se enderezó tomando al tiempo uno de los bocadillos de panes
caseros.
A última hora, Clara cerró la cafetería y Jordan la acompañó a casa antes de irse
a tomar el metro.
–Hasta mañana, Clara.
-Hasta mañana. -Respondía por inercia metiendo la llave en la cerradura, pero de
inmediato se giró–. Ey, ey… Jordan espera… -lo llamó y cuando giró de nuevo
para mirarla dijo–. Mañana ven solo a la hora del almuerzo y no te quiero ver ni
un solo día en la cena hasta que termines los exámenes.
Jordan sonrió.
–Gracias, Clara, pero necesito el dinero para el trabajo de fin de curso.
-Te pagaremos igual que si vienes en las cenas, no te preocupes. Tú céntrate en
los exámenes y despreocúpate de lo demás.
Jordan se rio.
–Me da la sensación de que me habéis adoptado un poco entre todos.
-No lo niego, pero como se te ocurra llamarme mamá te pego… hermana, sí,
madre, ¡ni hablar!
Jordan se rio saludándola con la cabeza.
–Hasta mañana.
Clara subió directa al piso de Andy y tras echar un ojo al despacho desde la
puerta y verlos a los dos concentrados se fue a la cocina en silencio y cacharreó
un poco hasta que lo tuvo todo listo. Mandó un mensaje a Josh para que subiere
y, mientras lo esperaba, puso la mesa en los sillones para estar más cómodos y
poder repanchigarse. Al oír la cerradura fue a la cocina y tomó las fuentes
–Abre una botella de vino. -Pidió a Josh al llegar a su lado -. Y después llévala al
salón, por favor. Voy a despegar a esos dos de sus listados y sus ordenadores… -
Dejó las fuentes en la mesa y se giró–. Oye, estás cubierto de pintura… -miró
sus ropas–. ¿He de entender que la musa te ha acompañado?
Josh sonrió.
–Pues no puedo quejarme. Creo que tengo imágenes en mi cabeza… así que o la
musa o me vuelvo esquizofrénico.
Clara se reía negando con la cabeza.
–Buenas a los dos. -Entró firme–. Cerrad las carpetas que tengáis abiertas,
asegurad lo que hayáis hecho y después apagad los portátiles. Es hora de cenar
como seres normales… -sonrió–. Repanchingados en el salón.
Andy se rio y miró a Alex que de pronto despertó de su concentración agotadora.
–Obedece porque no lo dice en broma. Guarda los archivos y apaga el
ordenador.
Alex sonrió.
–Está bien, está bien… mucha costumbre tenéis vosotros de mandar y luego me
acusaban a mí de tener tendencia al nepotismo… -miró a Clara alzando las cejas.
-Estás perdiendo tiempo innecesario protestando…. Vamos… venga… que Josh
ya ha abierto la botella de vino y se le ha de dejar respirar solo lo necesario.
Andy se reía pasando a su lado y dándole un beso en la cabeza caminando hacia
el salón:
–Espero que me hayas traído tarta. Necesito azúcar para recuperar las neuronas
que he ido dejando por el camino, muertas o agotadas.
Alex se sentó en el borde de la mesa y la miró unos segundos.
–Hola.
Clara se rio negando con la cabeza.
–He traído el cucharón.
Alex se rio estirando el brazo y tirando de ella hacia él para rodearla de
inmediato por la cintura mientras la colocaba entre sus piernas. La besó por
sorpresa en el cuello y se lo acarició.
–Dime ¿sigue en pie lo de darme azotes?
Clara se rio apoyando los brazos en sus hombros.
– ¿Pero se puede saber qué contienen esos informes? Cualquiera diría que lees
sobre perversiones en vez de sobre cuentas, estadísticas o lo que diablos
contienen esas carpetas.
Alex alzó el rostro y sonrió cara a cara con ella:
–Dame un beso, refunfuñona. -Susurró ronco sobre sus labios antes de
apoderarse de ellos hasta que ambos gimieron–. Vamos. -Ordenó al interrumpir
el beso enderezándose de inmediato–. Creo que al igual que Andy, necesito
activar mi cerebro con comida, además, algo huele de maravilla.
Clara sonrió apartándose de él.
–Sí, vamos antes de que ese pozo sin fondo de Andy acabe con todo… es como
tener una solitaria con patas.
Cenaron en completa relajación en el salón charlando de tonterías y Clara
contando la escena lacrimógena del aeropuerto con Ron empujándolos a todos a
la puerta de embarque abochornado por el espectáculo.
Después, Josh y ella recogieron las cosas mientras ellos dos regresaban al trabajo
y cuando terminaron, Josh se fue al dormitorio de Andy como la mayoría de las
noches, pues ya casi dormían a diario allí como cualquier pareja que vive junta,
pero hacían vida durante el día en casa de Josh. Clara tomó las llaves y cuando
ya se hallaba en el descansillo, Alex la agarró por la espalda y la empujó con
suavidad contra la pared besándola de inmediato rodeándola en un posesivo
abrazo.
-Clara… -le susurró al alzar el rostro–. Aún nos queda una hora más o menos… -
le acarició las mejillas con los pulgares-. ¿Puedo bajar después?
Clara asintió.
–Josh dormirá aquí… dejaré la puerta sin el cerrojo.
Alex la volvió a besar.
–Prepara la cuchara de madera… -le susurró provocativo antes de separarse de
ella mientras Clara se reía llamándolo licencioso.
Alex bajó algo más de una hora después tras decir a Andy que se marchaba a
casa. Tras cerrar la puerta echando el cerrojo, caminó hacia el salón y se
encontró a Clara dormida en un sofá abrazada a un gorila que, definitivamente,
había vivido tiempos mejores y con un pijama de algodón con dibujos de
banderas. Sonrió incrédulo. ¿Cuántas mujeres esperarían a su amante con un
pijama como aquél aferrada a un viejo gorila de peluche? Se desnudó dejando la
ropa en un sillón y se fue tumbando tras ella que, aún dormida, en cuanto notó
sus brazos rodeándola y abriéndole el pijama, soltó el gorila que cayó al suelo de
inmediato.
-Clara. -Susurraba besándole el cuello desde la espalda y abriéndole la parte de
arriba del pijama.
La escuchó gemir y se arqueó ligeramente cuando mesuró uno de sus pechos
empezando a endurecer su pezón con dos dedos de una mano mientras la otra la
deslizaba por debajo de la cinturilla elástica del pantalón.
–Despierta, quiero un bocado de mi pastelito.
Clara alzó su brazo y apresó el cabello de la nuca de Alex mientras giraba el
rostro para besarlo aun con los ojos cerrados. Alex no tardó mucho en tirar de
sus pantalones y ella, con un par de patadas, deshacerse de ellos sin dejar de
besarlo y él de acariciarla reclamante.
–Ábrete para mí. -jadeó en su oreja–. Ábrete. -Ordenaba mientras ella se
arqueaba y se dejaba penetrar por sus dedos mientras con una mano se
apresuraba a colocarse el condón a toda prisa con algo de dificultad.
Clara gimió deseosa, ardiendo y reclamando tanto como él. Alzó la pierna y la
puso sobre el muslo de él abriendo sus nalgas a esa dureza que ya vibraba tras
ella y empujó su trasero hacia él.
–Alex…
Alex abrió por completo la mano que mantenía en su triángulo y la empujó fiero
hacia atrás mientras la embestía certero desde atrás con un estoque profundo y
duro. Gruñó en su oído mientras ella se arqueaba más.
–Sí... qué gusto. -Gimió ronco de manera casi involuntaria en su oído al sentirla
aferrarlo antes de volver a moverse–. Eres tan fantásticamente estrecha, Clara…
tan suave… -Se retiró y esta vez empujó con más fuerza para enterrarse tanto
que se sintió endurecer más aún por absurdo que pareciere–. Así, eso es,
pequeña, ahógame… -murmuraba lascivo y excitado en extremo cuando notó su
punta aferrada en el interior de ella. <<Dios, qué gusto>> resonaba sintiendo un
extremo placer mientras ella le estrangulaba y cuando se retiró la siguiente vez,
Clara empujó sus nalgas hacia atrás al tiempo que él y se enterró tanto en ella
que Alex gritó de placer – ¡Sí! ¡Sí! -Enterró el rostro en su cuello cerrando fuerte
los brazos alrededor de Clara-. Oh Dios, vuelve a hacerlo, Clara, vuelve… a…
hacerlo… -jadeaba frenético enterrando su rostro en la nuca de Clara–. Eso es…
-gemía al volver a enterrarse en ella sintiéndose henchido, vibrando dentro de
esa estrecha y suave cueva.
Por Dios, Clara era pura seda, caliente y suave por dentro. Comenzó a embestirla
frenético en un sinfín de envites mientras la azuzaba y apretaba esos pechos que
llenaban su mano como turgentes melocotones. Nunca volvería a mirar a las
muñequitas de poco pecho o de pecho siliconado. Esas curvas blandas, suaves,
que llenaban sus manos… tan apetecibles y fantásticas eran una delicia. Clara lo
empujó hacia atrás cuando notaba sus primeros espasmos de placer y se desancló
haciéndolo rodar para quedar de espaldas en el sofá mientras Alex jadeaba de
puro dolor cuando se notó fuera de ella, tan duro como un monolito apuntando a
la Luna, pero Clara se giró y poniéndose a horcajadas tomó la verga y se empaló
en él. A Alex solo le quedó echar, como un resorte, la cabeza hacia atrás
buscando aire y gritar de placer salvaje su nombre casi como un desesperado
clama a la Luna. <<Dios mío, era puro fuego, Clara era puro fuego cuando por
fin se desinhibía>>. Se impulsó para apresar con la boca esos pechos, ciego,
hambriento, ansioso mientras ella se movía lentamente sobre él engulléndolo
hasta el fondo. Aferró sus nalgas con ambas manos y la ayudó empujándola
hacia él más y más en cada salvaje penetración.
–Sí, pequeña, eso es… trágame entero… -alzó el rostro y se apoderó de sus
labios y de sus gemidos de placer. Quería notarla jadeando en su boca–. ¿Lo
notas? Palpito dentro de ti, eso es… -la azuzaba tras deslizar una mano entre sus
cuerpos-. Vamos, vamos, córrete para mí.
Cuando estalló y gritó su nombre en febril frenesí, Alex la giró cayendo ambos
sobre la alfombra, él sobre ella y la empaló más y más y más hasta que de nuevo
ella volvió a sentir el frenético frenesí de un nuevo clímax y ambos alcanzaban
el orgasmo salvaje que a él lo llevó, en furioso estallido, a gritar el nombre de
Clara. Tras unos minutos, se aupó, aun jadeante, para liberarla de su peso y
quitarse el condón, pero, de inmediato, la abrazó tumbándolos a los dos de nuevo
sobre el sofá, con él bajo el cuerpo de Clara. Deslizó los dos brazos bajo la parte
superior de ese pijama que aún llevaba puesto, aunque abierto por completo, y la
abrazó abarcándola por entero. Clara se quedó quieta sobre él tras acomodar la
mejilla en su hombro.
Se quedó un buen rato recuperando el oremus, no solo la respiración y el ritmo
normal de los latidos del corazón. <<Por todos los Santos, nunca creí que
pudiere estallar así>> meditó de nuevo asombrado, de nuevo descolocado, de
nuevo desconcertado con Clara, con él, con ellos.
-Clara, -Susurró –. Si no quieres no contestes, pero ¿con cuántos hombres te has
acostado?
Clara alzó el rostro como un resorte aupándose:
- ¡Vaya! ¿Tan poco disfrutas conmigo?
Alex se rio acariciándole la mejilla.
–Oh sí, no tienes más que mirarme en este momento para saber lo poco que
disfruto contigo.
Clara por increíble que le resultase se sonrojó:
–Umm… entonces ¿solo es curiosidad? No sé, no sé… ¿con cuántas mujeres te
has acostado tú? -Alex sonrió–. Ay Dios, ¿no me digas que no las recuerdas?
Alex estalló en carcajadas:
–No he sido un angelito precisamente, pero te aseguro que soy capaz de recordar
a las mujeres con las que me he acostado.
Clara ladeó ligeramente el rostro y lo miró entrecerrando los ojos.
–En fin, supongo que es más de lo que podría esperarse de un capullo arrogante
como tú.
Alex se rio.
-No seas mala. -Le dio un pellizco en la nalga.
-Ay… -lo miró frunciendo el ceño–. Eso, señor, es una grosería. No se pellizca
los traseros de las señoritas. -Alex se reía acomodándola de nuevo dentro de sus
brazos. Al cabo de unos minutos Clara dijo sin mirarlo–. Soy tan prosaica que
solo puedo presumir de la increíble cifra de dos. Dos hombres.
Alex se removió ligeramente para poder mirarla a la cara.
- ¿En serio?
Clara con la cabeza aun apoyada en su hombro se encogió de hombros mientras
acariciaba y dibujaba con los dedos de una mano los músculos de sus bíceps.
–El primero fue en la facultad, en tercer curso. Supongo que decidí que había
llegado la hora, que no podía retrasar más lo inevitable, así que cuando un chico
con el que había estado tonteando pareció decirme que quería ir más allá, tomé
la decisión de hacerlo de una santa vez, como quien dice, pero estaba tan tensa
que no disfruté demasiado, de hecho, apenas recuerdo gran cosa, salvo que el
chico era poco hábil y que yo tuve que beberme dos coñacs para insuflarme
valor. Bueno, siendo justos a lo mejor no lo hizo muy bien porque yo tampoco es
que fuera muy receptiva. El segundo, fue mi novio nada más acabar la facultad.
Guille. Estuve saliendo con él dos años y siempre fue muy frío conmigo, pero no
desagradable, sino que mantenía siempre una especie de distancia. El caso es
que, al final, una de las chicas lo encontró en un chiringuito en una playa con
una chica que resulta le había presentado yo. Era una compañera de trabajo. El
muy impresentable llevaba meses viéndose con ella. Me dolió la traición, el
mentirme. Si me hubiere dicho “me gusta esta chica y querría salir con ella”,
pues no me habría importado o al menos no más que un tiempo, esas cosas
pasan, pero engañar, poner los cuernos por no dar la cara, por no decir la verdad,
por no enfrentar los hechos… Eso es lo que no se perdona.
Alex esperó meditando lo que le decía:
- ¿Y desde entonces?
Clara suspiró.
–Bueno, no sé, no es que tenga una especie de imán para los hombres que se
diga. Además, suelo ser bastante parada ante los extraños… -alzó el rostro y
apoyó las manos en el pecho de Alex y lo miró–. Verás, cuando estoy con Josh o
con mis amigas, me siento como protegida y suelo dejar que ellos lleven la
iniciativa al principio, hasta que empiezo a sentirme cómoda y más relajada.
Pero cuando estoy sola, me siento un poco… fuera de lugar en todas partes y,
claro, eso los demás lo notan y no se sienten cómodos conmigo.
Alex le acarició con un dedo la línea de la nariz.
–Pues yo me siento muy cómodo contigo. -La sonrió–. Y ahora… cuéntame la
historia de este ajado compañero.
Alzó junto a ella al pobre peluche. Clara se rio y estiró el brazo atrapándolo y
abrazándolo de inmediato.
-Mi pobre Rodolfo. -Sonrió mirando a Alex de soslayo–. Pues es el único premio
que puedo presumir haber ganado con una prueba de destreza. -Se rio divertida–.
Fue en una feria de esas de casetas y había una de tiro con escopeta… no
recuerdo qué adulto nos acompañaba a mis hermanas y a mí. Yo tenía siete años
y me empeñé en participar con Julia y Alicia y, no preguntes cómo, resulta que
en uno de los disparos di de lleno en aquél pato o pavo o ganso o lo que fuera…
-se rio–. Dudo que estuviere apuntando, pero solo por las caras de asombro de
mis hermanas mereció la pena decir y presumir que apuntaba al blanco y que fue
pura habilidad.
Alex se rio.
–Mentirosa.
-Puede, pero esa mentirijilla bañada en una tonelada de inmensa fortuna me
reportó muchas semanas de mirar con superior habilidad a mis hermanas y
supuso el extra de mi inseparable Rodolfo que me pareció el gorila más guapo de
la historia en cuanto aquel hombre me lo entregó… -Clara se sentó a horcajadas
sobre Alex, abrazada a aquel peluche–. Has de reconocer que King Kong no es
más que un gorililla malhumorado en comparación con mi Rodolfo.
Alex tiró de ella riéndose y la dejó de costado a su lado con su espalda apoyada
en su pecho.
–Creo que el muy anciano Rodolfo y yo necesitamos dormir unas cuatro horas
antes de volver a la vida de los primates fuertes y poderosos.
Clara giró el rostro y lo miró.
- ¿No prefieres dormir en la cama?
-No. Ahora mismo estoy muy a gusto.
-Bueno, pero… me levanto dentro de tres horas y trastearé en la cocina, Te
despertaré con el ruido.
-Salvo que explote la cocina, no has de preocuparte, tengo el sueño pesado… -la
besó en el cuello–. Pero más te vale despertarme pues he de ir a mi apartamento
a por ropa limpia antes de ir al despacho.
-Bueno, puede que, si Rodolfo me lo permite, te despierte con un café de la niña
bonita de Josh y algún bollo recién hecho.
Alex sonrió estirando el brazo y tirando de la manta que yacía en el respaldo del
sofá.
–En ese caso, duérmete ya, Clara, que tienes que madrugar para alimentarme.
-Vaya, primero Dave y ahora tú. En el mundo no hay más que hombres
interesados.
Por la mañana no supo bien dónde se hallaba cuando abrió los ojos tras escuchar
su nombre, pero en cuanto vio a Clara con un rastro de harina en la mejilla
mirándolo con una sonrisa y con una taza de café en una mano y un croissant en
la otra que parecía caliente por el olor que desprendía, de inmediato se le dibujó
una sonrisa.
-Anda. Enderézate para poder tomar esto mientras voy a sacar unas cosas del
horno…- le puso la taza y el bollo en cada mano mientras se ponía de pie–. Por
cierto… -Se agachó y le dio un rápido beso–. Buenos días. -Salió corriendo a la
cocina con un delantal cubriendo ese pijama que le parecía adorable ahora que lo
veía, como quién dice, en movimiento–. Ahh y salvo que quieras que Andy
primero y Josh después te encuentren desnudo en el sofá, más te vale espabilar,
dormilón.
Alex la miró por encima del respaldo del sofá, esperó a que sacase las dos
bandejas y cuando las dejó, él tras dar un par de sorbos al café y zamparse de dos
bocados el croissant la llamó:
–Clara ¿Me ayudas?
Clara lo miró y asintió sin preguntar y, de inmediato, fue hasta él. Cuando la
tuvo a su alcance tiró de ella que cayó sobre él. Clara se reía.
–¿Siempre te despiertas tan activo? -preguntó cuándo él deslizó las palmas
abiertas bajo el pantalón abarcando de inmediato sus nalgas y haciéndola notar
su dureza bajo ella.
Alex se rio.
–Verás, creo que me gustaría una ducha rápida, pero necesitaré que alguien me
enjabone las partes lejos de mi alcance.
Clara se rio.
–Presumo que no me has oído lo que he dicho de Josh y Andy.
-De hecho, esa es la razón de que no te devore aquí mismo. -Se aupó
sorprendiéndola porque la llevó con él y caminó sin más hasta su cuarto y
después al baño–. Tienes dos opciones. O te desnudas con prontitud o te meto tal
cual bajo el chorro de la ducha.
Clara se reía desprendiéndose apresuradamente de todo menos de los pantalones
porque él la mantenía con las piernas enlazadas a sus caderas. Los metió tras la
mampara y la depositó de pie en el suelo tras lo que la miró unos segundos antes
de extender el brazo y tomar el tirador del agua con una mano
–Tres segundos para quitarte esos molestos pantalones.
-Pero… -casi se los arranca y los pasa por encima de la mampara mientras él se
colocaba con una mano el condón sin dejar de mirarla excitado y divertido a la
vez –. Debería darte vergüenza…
Se reía sin parar incluso cuando abrió el agua sobre sus cabezas y de inmediato
la abrazó y la aupó pegándola de espaldas a los azulejos de mármol empalándola
con una única y presta embestida que los hizo jadear a ambos y a ella aferrarse a
sus hombros de inmediato y apretar las piernas en sus costados.
-Sí… -jadeó ronco en su cuello apretando su trasero–. Clara, tres segundos
despierto y me has puesto duro como una roca, pequeña… -jadeaba moviendo
las caderas en círculo–. ¿Lo notas? -Gruñó–. Me excitas y me llamas… -Gruñó
retirándose y empujando tan fuerte que chocó sus cuerpos en el mármol y el
grito de Clara al notarlo empalarla tan duro, le encantó.
La empezó a penetrar con ansia y con un anhelo desconocido. Envite tras envite,
fuerte, seguro, firme, hasta el fondo, hasta la misma empuñadura sin parar, sin
dejar de besarla como un adicto busca el objeto de su adicción y de apretar su
cuerpo y sus manos a sus curvas bajo el chorro caliente de agua que pronto los
envolvió en una nube de vapor. Fueron apremiantes, carentes de delicadeza y
contención, pero, cuando jadeantes, abrazados bajo aquella lluvia de agua, se
miraron no pudieron evitar reírse.
–Si este es el efecto que tienen un café y un croissant a primera hora, creo que
los haré con cierta asiduidad. -Se reía Clara deslizándose por su cuerpo hasta
posar los pies en el suelo de grafito de la ducha.
Alex se reía mientras la mantenía pegada a su cuerpo
–Creo que le has echado algo a ese croissant, confiésalo.
Le tomó el rostro empapado y enrojecido y se lo acarició unos segundos. La
besó antes de girarla y dejarla de cara a las baldosas comenzando a recorrer su
cuerpo una y otra vez con las manos después de enjabonarlas sin dejar de
saborear su piel mojada, sus labios y tras unos minutos volvió a necesitar con
urgencia enterrarse en ella. Era un adicto, pensaba mientras con una lentitud que
nunca hubiere imaginado le reportaría semejante placer, la empaló desde detrás
embistiendo sin parar lentamente, hasta el fondo en cada envite, apresando sus
pechos, recorriendo su cuerpo sin fin, besándola mientras ella se arqueaba y
ladeaba el rostro buscándolo. Sin romper su unión la aupó y la sacó de la ducha
llevándola hasta la cama donde la siguió tomando lentamente de un modo que lo
hacía gruñir de placer. <<Esto es el cielo>> resonaba sin parar en su cabeza
disfrutando de cada empuje que ella hacía buscándolo para llenarse más de él,
para que se empalase del todo, y esos jadeos, esos gemidos le hicieron perder el
oremus. Disfrutó de cada empuje, de cada caricia, de cada gemido y de la visión
del cuerpo de Clara, de su vara enterrándose una y otra y otra vez entre esas
curvas, bajo ese trasero. Al final, cuando estalló de nuevo en un sinfín de
estrellas tuvo que contener la respiración para no gritar cual cavernícola. La
encerró durante unos minutos en sus brazos. Ambos empapados, ambos
jadeantes y exhaustos y él mareado de la sensación de plenitud y saciedad de
todo su cuerpo. <<Que el mundo se detenga>>, suspiraba para su interior unos
minutos manteniéndola en su abrazo, disfrutando del calor de sus cuerpos y de
su, ahora, relajada saciedad. <<Que gran despertar>>, de pronto cruzó por su
cabeza.
-Alex… has de irte… no puedes llegar tarde… -lo besó lentamente antes de
suspirar y darle un pequeño empujón hacia atrás–. Te traeré tu ropa… -le decía
saliendo de la cama–. Y que conste que Rodolfo no aprobaría este
comportamiento como consecuencia de comer croissants… g-iró para entrar en
el baño a tomar sus ropas.
-No sé, un primate, fuerte y salvaje como Rodolfo, creo que aplaudiría
precisamente eso… -lo escuchaba decir entre risas.
Durante las siguientes seis semanas todos siguieron sus costumbres con la única
diferencia de que Andy y Alex solían ir, tras salir de la oficina, a trabajar a casa
de Andy donde Clara siempre les dejaba la nevera aprovisionada. En varias de
ocasiones, Josh y ella cenaron con los dos para que se despejaren, obligándoles
durante ese rato, a dejar de trabajar y relajarse charlando o viendo una película
que no paraban de comentar mientras cenaban, cualquier cosa para que durante
una hora dejaren los informes y cifras aparcados. Tras eso Andy y Alex
trabajaban un poco más y después Alex bajaba en lo que Clara denominaba su
clandestina incursión nocturna. Siempre se marchaba con el tiempo justo para
regresar a su apartamento y cambiarse. Algunos sábados Alex se animó a ir con
ellos y los hermanos de Owen, Rose y las demás, tras cerrar la esquina, a la
bolera y después a un bar a beber cerveza, jugar al billar y bailar un poco.
Cuando se despertó en su cama una mañana de domingo, la primera mañana en
que amanecía solo y en su apartamento tras más de un mes, por primera vez se
sintió extraño despertándose allí, no en la cama de Clara, y por unos instantes le
entró cierto pánico y una sensación de vértigo de estar yendo demasiado deprisa
con Clara. Quizás debía frenar un poco porque apenas si se acostaron cuando ya
estaban comportándose como una pareja sería. Tumbado boca arriba en su cama
miró el techo unos minutos, decidiendo que solo debía intentar recuperar algunas
de sus rutinas y sus costumbres y suavizar un poco la intensidad de esa relación.
Quizás se había lanzado de cabeza a la piscina demasiado deprisa, sin valorar lo
que podía perder por ello o lo que se perdería en el futuro. A finales de semana,
si todo salía como parecía, se firmaría el acuerdo de los Collier en el que tanto
habían trabajado Andy y él y con un poco más de tiempo libre volvería a
recuperar un poco las riendas de su vida. Sí, en una semana sería de nuevo más
él mismo. Vería a Clara y seguiría un poco con las cosas que desde hacía unas
semanas parecía haber dejado algo aparcadas. Tiró de golpe de la sábana y saltó
de la cama. Iba a correr un rato al parque y a despejarse, después trabajaría un
rato.
Al regresar a casa tras una carrera que le hubo sentado de maravilla, en su móvil
tenía una llamada de Alana Lancaster. Era más que posible que acompañase a su
padre al final de la semana cuando fuere a firmar los acuerdos junto con el resto
de socios y si Arthur estaba en lo cierto, sería más que probable que anunciaren,
tras ello, sus ascensos. Se duchó y vistió con unos vaqueros, una camiseta y un
jersey. Se sentó en el salón y tras pensarlo un poco decidió llamar a Alana
dejando a un lado la especie de nudo de culpabilidad que se le formaba. Se
enfadó al instante consigo mismo. ¿Por qué había de sentirse culpable? Él y
Clara se veían y se lo pasaban bien juntos, pero no es que estuvieren
comprometidos ni nada semejante… Volvió a mirar la pantalla del móvil con el
nombre de Alana en él.
–Oh vamos. -Murmuró para sí mismo– que no eres un hombre casado que deba
respetar unos votos, no le has prometido nada…
Tomó aire y tocó la pantalla para marcar la tecla de llamada.
- ¿Alex? -de inmediato la voz de Alana.
-Sí, hola, ¿cómo estás?
-Bien, bien. Aunque por lo visto no tanto como tú, “asociado junior”, o eso se
dice por aquí, que dentro de unos días lo serás.
-Sí, bueno, no vendamos la leche todavía. Primero ha de firmase el acuerdo.
Alana se rio.
–Oh vamos, sabes tan bien como yo que el miércoles ya serás asociado junior…
-se escuchó una voz al otro lado de la línea y a ella murmurar algo–. Oye, Alex,
estoy en Nueva York con mi padre. Nos vamos a almorzar a la bahía con un
grupo de amigos ¿te apetecería venir? Y antes de que digas nada, ten presente
que están algunos de los asociados juniors y unos algunos socios, ¿quién sabe?
Quizás te hablen de futuros proyectos.
Suspiró para su interior pues sabía que Alana lanzaba el sedal sabiéndolo
picando irremediablemente ante la posibilidad de departir en un ambiente
relajado, lejos de la oficina con los asociados juniors.
–. Esto… claro… ¿dónde quedamos?
- ¿Por qué no vas directamente al muelle del club y te unes a los demás?
Después podremos salir a cenar y tomar unas copas los dos solos.
<<Mierda, ahora no hay vuelta atrás>> pensaba de pronto enfadado consigo
mismo. Bueno, salir y unas copas no significa que me acabe acostando con ella,
no hay nada de malo en salir por ahí. Se quedó unos segundos helado ¿de verdad
estaba sopesando acostarse con una mujer como una traición a otra? ¿Cuándo
había pasado eso? ¿Cuándo sus decisiones y sus relaciones habían pasado a estar
en manos de otra persona, a depender de otra persona? No, él era un hombre
libre que veía a quién quería y cuándo quería y no tenía que disculparse y menos
sentirse culpable por ello.
-Claro. -Respondió de pronto tajante casi como si se reafirmase–. Me apetece
mucho.
Cuando colgó dejó el teléfono en la mesa y se dejó caer en el respaldo de la silla
de cuero. Miraba la pantalla del ordenador en el que bailaba una foto de Ron y
él, siendo niños cubiertos de barro durante un partido de fútbol en el patio del
colegio un día de lluvia y enseguida supo que acababa de cometer un error. Ron
le dijo que no la dañase y ella que ese novio que tuvo la dañó no por estar con
otra sino por ocultarse, por mentirla, dijo que, si quería estar con otras, ella le
dejaría libre sin rencores, pero mentir, engañar… De inmediato supo que tendría
que hacer eso porque la otra opción era plantarse frente a Clara y decirle que
quería ver a otras mujeres. Clara no era de las que salen con varios hombres ni
tampoco de las que tienen una relación con alguien que se acuesta con otras, así
que hacer eso implicaría poner punto final a toda posibilidad de volver a estar
con ella. No, no quería dejar de verla. Dios, no quería dejar de verla.
Definitivamente iba a tener que mentirla y cruzar los dedos para que no se
enterase.
–Mierda. -murmuró-. ¿Desde cuándo se me ha complicado tanto la vida?
El resto del día evitó mirar el móvil temiendo encontrar una llamada de Clara y,
cobardemente, evitó llamarla para decirle que no la iba a ver. Salió por la noche
a cenar a un nuevo local de esos híper modernos con Alana, su hermano y dos
amigos de éstos y después subió a la habitación del hotel con ella casi como algo
mecánico, poniendo el piloto automático desconectando el cerebro y así seguía
cuando llegó a su apartamento pasada la una de la madrugada con sensación de
cansancio y aburrimiento.
Clara esperaba ver aparecer a lo largo de la mañana a Alex en la cafetería,
sentarse como siempre a tomar un café, unos bollos leyendo el periódico y
departiendo a ratos con ella y con los demás. Al no verlo imaginó que como se
hubo marchado a última hora tras trabajar con Andy en algunos flecos de ese
proyecto que entregaban a mediados de semana, se habría quedado revisándolos
toda la noche. No le dio importancia. Sabía que para ellos era importante ese
trabajo y no iba a agobiarle con reclamos de mujer dependiente y posesiva.
Cuando cerró a última hora. Sentía un poco de tonta añoranza porque no le había
visto ni había hablado con él ni tenía noticias suyas, incluso se enfadó consigo
misma por sentirse como una adolescente embobada, así que decidió no
agobiarlo y dejarle un poco de espacio.
El martes a primera hora terminaba de sacar los panes que llevaría a la esquina
aun dándole vueltas al mensaje que recibió de Alex a media mañana del lunes
diciéndole que no iría esa noche pues quería repasar los detalles de todos los
informes que habían de presentar el miércoles a los socios y descansar bien por
lo que esos días se quedaría en su apartamento. Ahora, tras la noche en vela,
Clara se preguntaba si se habría cansado de ella, si ya no desearía verla más.
Comprendía que llegar hasta el apartamento de Josh para estar con ella y
regresar temprano al suyo le debía hacer perder mucho tiempo, pero se preguntó
si no podría haberle dicho que ella la que fuese a verlo esos días a su piso en el
que, de hecho, nunca había estado… Suspiró dejando la bandeja en la encimera
y tomando otra para meterla en el horno.
-Buenos días. -la voz de Andy la hizo mirar por encima de su hombro mientras
cerraba el horno.
-Hola. ¿Te da tiempo a comer algo o quieres que te lo ponga en una bolsa?
Andy la besó en la cabeza al pasar a su lado.
–Mejor me lo llevo porque quiero ver un par de cosas con Arthur antes de que
lleguen los demás.
-Vale… -tras ponerlo en la encimera para que lo tomase lo miraba de vez en
cuando mientras se tomaba el café.
-Suéltalo, Clara. -Dijo con una media sonrisa.
-Umm… -lo miró dudando, pero al final solo dijo–: Si quieres quedarte tarde
trabajando en la oficina ya que mañana tenéis esa reunión tan importante, puedo
decirle a Jordan que os acerque algo de cena caliente cuando regrese a casa.
Andy sonrió amable sabiendo que Clara estaba preocupada por no haber visto a
Alex y que no quería llamarlo ni ir a verlo para que el tonto de Alex no se
agobiase ni se sintiese presionado.
–Sirena, en cuanto empiecen a rugir mi estómago reclamando comida en
condiciones, ten por seguro que te llamaré.
Clara se rio suave y asintió.
–Vete si no quieres llegar tarde.
Andy sonrió y tras besarla en la frente se despidió de ella.
Alex llegó al despacho malhumorado consigo mismo, el lunes mandó un
mensaje a Clara excusándose pues, cobardemente, no quería tener que
enfrentarse a sus ojos y mentirla abiertamente y, para colmo, pasada la
medianoche, Alana se presentó en su apartamento medio desnuda bajo el abrigo
y ni siquiera reaccionó, solo supo que se despertó en su cama con Alana desnuda
a su lado. Dos aburridas noches seguidas con ella, pensaba entrando
malhumorado en el despacho.
- ¿Una mala noche?
La voz de Andy le hizo girar hacia la puerta en cuanto rodeó la mesa.
-Sí, bueno, las he tenido mejores. -Respondió esquivo.
-Arthur nos espera en su despacho para comentar la reunión. Howard, mi padre y
los tres restantes socios cenan esta noche en el Palace con él, yo me he excusado,
pero si quieres ir, debieras decirle a tu secretaria que llame a la de Howard
confirmándolo.
-Está bien.
-Mañana por la noche es la cena de los asociados, se supone que si nos nombran
será nuestra “presentación”, por decirlo de algún modo, pero yo no iré ya que me
marcho con mis padres tras la firma de los acuerdos. Ayer mi madre decidió que
ya era hora de que pasare tres días con ellos de modo que Josh y yo estaremos en
Boston hasta el domingo, pero a la cena puedes llevar pareja si gustas…
Lo miró alzando la ceja significativamente. Alex le devolvió la mirada unos
segundos, serio comprendiendo bien el mensaje.
–Andy ¿de veras? ¿Una cena con socios y esposas? Por favor, si hasta yo querría
no ir.
Andy sonrió.
–Bueno, no seré yo el que te diga que luzcas pareja del brazo pues yo nunca lo
he hecho ni creo que lo haga, pero bueno… -se encogió de hombros–. Vamos.
Andy mandó un mensaje a Clara a media tarde en el que ponía.
–SOS mi estómago ruge…
Clara que estalló en carcajadas preparó una bolsa grande con comida para Andy,
Arthur y Alex y envió a Jordan antes de la hora de la cena a la oficina de Andy.
Reconocía que deseaba recibir un mensaje o una llamada de Alex cuando Jordan
les dejare la cena, pero solo recibió uno de Andy dándole las gracias.
Cerró un poco más tarde porque parecía que ese día los clientes no querían
marcharse y al entrar en el apartamento se encontró el salón lleno de ropa de
Josh con una maleta abierta. Se rio inevitablemente.
-Josh, solo os vais tres días, no creo que necesites todo tu armario… -se dejó
caer en un sillón tomando algunas prendas que lo ocupaban antes que ella.
-Sirena, uno nunca va suficientemente preparado, además, Andy ha sido
enervantemente parco a la hora de decirme qué haremos esos tres días con lo que
no se sí poner ropa muy formal o no.
- ¿Y por qué no llamas a Elizabeth a primera hora y le preguntas a ella
directamente? Seguro que te dará una idea.
Josh la miró un segundo y se dejó caer en el sillón desgarbadamente.
- ¿Mono de Alex? -la miró fijamente.
Clara suspiró encogiéndose de hombros.
–Soy una imbécil, ya lo sé. Parezco una niñata con su primer novio que no puede
pasar ni un día sin colgarse de su cuello.
Josh la sonrió comprensiva.
–Bueno, piensa que mañana por la mañana firman ese acuerdo y que estará un
poco más relajado de trabajo hasta la semana que viene. Andy dice que les dejan
dos o tres días con poco trabajo e incluso días libres, como él se ha cogido… Si
fuera tú, mañana por la noche, dejaría a Tai y Mary encargadas de la cena y me
iba a su oficina y le diría que, para celebrar su éxito, lo invitas a cenar a un
bonito lugar… -alzó las cejas–. A ser posible su apartamento donde le daría una
rica y sustanciosa cena retozando desnudos en la cama… Eso sí, ve
deslumbrante, con uno de los vestidos que te compramos las chicas y yo y me
pondría uno de esos bonitos corpiños que podéis lucir las mujeres.
Clara sonrió.
- ¿No crees que estaría invadiendo su espacio si me planto en su oficina sin más?
-Cariño… A eso se le llama dar una sorpresa… Tranquila, te guardaré el secreto
y, sobre todo, no diré cuáles son tus impuras y licenciosas intenciones de fondo.
Al mediodía Clara y Josh recibieron un mensaje de Andy diciéndoles que todo
había salido a pedir de boca y que “a partir de entonces debían tratarle con el
respeto y el decoro que se merecía un asociado junior lo que suponía que debían
rendirle pleitesía sin más”. Tras el almuerzo con los socios y demás altos
ejecutivos, Andy recogió a Josh y marcharon al hotel de sus padres para partir
con ellos a Boston no sin antes susurrarle Josh al oído:
–Corpiño, tacón alto y a retozar en la cama.
Durante toda la tarde estuvo mirando el móvil sin parar esperando una llamada
de Alex o un mensaje contestando el que ella le dejó felicitándolo. Estaba tan
contenta por él que le había dicho a Josh que le “robaría” a Andy una de sus
carísimas botellas de champagne para bebérsela con Alex y brindar por su éxito.
Pero estaban a punto de empezar los turnos de la cena y seguía sin noticias suyas
así que decidió que podría, por una vez, ser impulsiva y seguir el consejo de
Josh. Se apresuró a ir a casa, arreglarse tomando un abrigo largo para cubrirse
bien, porque una cosa era sorprender a Alex y otra el resto del mundo, y tomó un
taxi a su oficina. Al subir a la planta y atravesar el vestíbulo se dio cuenta de que
no sabía cuál era el despacho de Alex, así que tomó la dirección del de Andy y
decidió seguir desde ahí pues no se escuchaba nada a esa hora y apenas si había
unas pocas luces en algunos despachos. Caminaba por un pasillo cuando de un
despacho se escuchaba la voz nítida de una mujer.
-Será mejor que nos vayamos ya, -S la escuchaba con absoluta claridad dado el
silencio reinante–. La cena debe haber empezado y ¿no querrás perderte
estrechar muchas manos como nuevo asociado junior?
Ese comentario la hizo girar y vio salir ligeramente de una puerta a una
explosiva mujer que tardó poco en reconocer de aquel día en el palco del
Madison. La vio alzar los brazos y alcanzar los hombros y el cuello de un
hombre que al tirar de él hacia ella pudo por fin dejarlo a su vista. <<Alex>> Lo
vio rodearla por la cintura y dejar que ella cerniese sus curvas a él.
- Si eres bueno, terminamos la velada en mi hotel… Me encanta el servicio de
habitaciones y en tu apartamento no tienes ni un mísero huevo en la nevera.
Clara se había quedado parada en estado de congelación al fondo del pasillo
como si no pudiere ni moverse ni reaccionar en modo alguno. Hasta que Alex
giró el rostro y la vio. De pronto se sintió como si fuere una invitada no esperada
ni bien recibida, o peor, la mirona de dos amantes. No dijo nada solo giró y
caminó lo más deprisa que pudo con esos tacones al ascensor que alcanzó a
duras penas y que solo deseaba que se cerrase mientras pulsaba frenética el
botón de bajada.
-Ciérrate, ciérrate… -murmuraba, pero una mano lo detuvo y enseguida un
cuerpo grande, un esmoquin perfectamente encuadrado en un cuerpo de hombre,
se hallaba frente a ella mientras se cerraban las puertas. No era capaz de alzar la
vista ni de decir ni una palabra solo quería desaparecer, desaparecer y que no la
viere.
-Clara. -La voz de Alex, grave, con un deje de tensión, le atravesó, pero siguió
sin moverse –. Clara, no deberías estar aquí.
En cuanto Alex se escuchó quiso darse una patada mental, <<Dios ¿es que no se
te podía ocurrir nada peor?>>. La vio alzar lentamente la mirada sin decir nada.
El mundo de pronto dejó de oírse a su alrededor cuando la vio de pie, a unos
metros, mirándolos a Alana y a él. Alana se hubo presentado antes para
acompañarlo a la cena de asociados decidida a ir de su brazo y él simplemente
no se negó, pero que Clara los viere…
-Ya me marcho, no te preocupes. -Dijo seria en apenas un susurro.
-No he querido decir… -suspiró pasándose los dedos de una mano por el pelo,
tenso e incómodo–. Yo no te he prometido nada, Clara, ni siquiera hemos
hablado de qué tipo de relación teníamos incluso si teníamos una relación… -
Clara bajó la vista y asintió lentamente–. Lo pasamos bien juntos, estamos bien
juntos, pero nunca hemos dicho que no podamos vernos con otras personas o no
sé… - <<Dios, deja de hablar>> se decía a sí mismo sabiendo que cada palabra
que salía de su boca la estaba dañando más y más–. Clara… -dio un paso hacia
ella, pero ella reculó y chocó con la parte de atrás del ascensor por lo que se
detuvo de inmediato–. Yo no he pretendido nunca hacerte daño… No quiero
hacerte daño… es solo… solo que… bueno… no sé… estábamos viéndonos
mucho… -ella alzó el rostro y lo miró con esos ojos marrones desconcertados,
dolidos–. Quiero decir que… estábamos… que todo estaba yendo muy deprisa.
La puerta del ascensor se abrió habiendo llegado al vestíbulo y Clara se apresuró
a salir y caminar hacia los ventanales de salida con él a unos pasos detrás de ella.
–Es cierto… -dijo con un hilo de voz deteniéndose, pero sin girarse a mirarlo–.
Tienes… tienes razón… nunca hemos hablado de esto ni siquiera de si había un
esto… Nunca me has prometido nada, ni ofrecido esperar nada… tienes razón…
sí… sí… tienes razón… -decía con un hilo de voz, sintiendo Alex que diciéndolo
en voz alta ella se estaba convenciendo a sí misma de la verdad de lo que él
había dicho–. Yo no debo estar aquí… yo no puedo estar en un sitio como este…
-la escuchó suspirar y veía el ligero temblor de su cuello bajo el abrigo y deseaba
estirar el brazo y abrazarla, pero ella empezó de nuevo a caminar–. Felicidades
por tu ascenso… -añadió con la voz rota-. Si tu acompañante pregunta quién era
y porqué la has dejado sola, dile la verdad, que soy una amiga de Andy y que me
había perdido por la oficina… -dijo sin detenerse dejándolo allí de pie mirando
la puerta del vestíbulo unos minutos tras marcharse ella.
Como si, además, fuere una burla final, cuando apareció Alana con el ceño
fruncido fue precisamente lo que usó de excusa para que se olvidase del asunto.
Clara se dirigió a ciegas a la avenida principal donde ni siquiera recordó haber
llamado un taxi ni darle la dirección de casa. Solo recordaba llegar al
apartamento quitarse esas ropas y meterse bajo la ducha de la que salió casi de
un salto en cuanto se le vinieron a la cabeza las imágenes de ella y Alex jugando
en ella.
Se acurrucó en la cama con el albornoz puesto y totalmente mojada intentando
no derrumbarse. Era verdad, él no le había prometido nada, no habían hablado de
su relación, ni siquiera se habían dicho te quiero y eso que ella había estado a
punto de decírselo en infinidad de ocasiones… Pero ese era el problema, ella,
ella había creado en su imaginación una relación que no existía cuando en
realidad, como había dicho él, simplemente lo pasaban bien juntos, se divertían
juntos. Ella había creado una relación de una mera diversión entre dos adultos,
libres, conscientes y capaces que pasaban por voluntad propia un poco de
tiempo, juntos. Solo ella era responsable de sentirse traicionada o
menospreciada. Él no le hubo prometido nada, no le hubo dicho qué debía
esperar nada de él. No conocía a sus amigos, ni a sus compañeros, nunca había
cenado o salido con él, ni siquiera conocía su apartamento. Esa chica… esa chica
sí parecía tener lo que ella creía les unía estúpidamente. La llevaba como su
acompañante ante sus compañeros y jefes, conocía su apartamento y era lo que
se esperaba de alguien que debiera estar junto a Alex. Elegante, sofisticada, con
mundo, dinero y relaciones y toda una belleza rubia despampanante. Te ha
mentido Clara, eso hasta ella era capaz de comprender que sí lo había hecho,
pero no la había engañado o traicionado, porque el engaño y la traición en una
pareja exige precisamente eso, una pareja, la existencia de una pareja y estaba
claro que ellos no lo eran
–No lo éramos… -murmuró–. Nunca lo fuimos y si yo me convencí de ello es
porque soy una tonta ilusa y una simplona que no es capaz de ver la verdad, la
realidad tal y como es… -cerró fuerte los ojos apretando a Rodolfo contra ella.
No durmió, no era capaz de cerrar los ojos sin ver el rostro de Alex, sonriéndola,
bromeando con ella y de inmediato la imagen quedaba sustituida por la de Alex
abrazado a esa rubia. Se fue a la cafetería y se dedicó a probar algunos platos e
ideas que tenía y después los encargos y las cosas de siempre. Durante los
siguientes tres días y dos noches actuó con normalidad o por lo menos puso todo
de su parte para hacerlo, especialmente mantener manos y mente ocupadas. El
domingo temprano, estaba en la cocina de la cafetería cuando llegó Josh
sonriendo y con aspecto de haber disfrutado por lo que se dijo a sí misma que
debía guardar para sí lo que le oprimía el pecho y que amenazaba salir a
borbotones desde el miércoles.
-Buenos días, sirena. -La abrazó.
-Josh te acabo de llenar de harina… -se rio al verlo al romper el abrazo.
-Razón por la que compensarás tu falta alimentando a dos hambrientos.
- ¿Dos?
-Andy está fuera cotorreando con Tai. Termina lo que estás haciendo y sal con
nosotros.
Clara asintió.
–Dile a Tai que os sirva del nuevo café a ver qué os parece. Al final elegí el café
que sugeriste, pero aún estamos a tiempo de cambiar el pedido del mes que
viene.
-Vale… -decía girando y caminando hacia el comedor, pero se volvió casi
enseguida y la hizo mirarlo poniéndose a su lado y tomando su barbilla para
observarla bien-. ¿Qué ocurre?
-Nada, creo que me estoy resfriando.
Josh miró un poco más allá. Jordan estaba empezando con las verduras y lo
básico del almuerzo y Mary amasando para horneados así que volvió a mirar a
Clara y bajando la voz le dijo:
–En casa.
Clara suspiró:
–Josh solo estoy un poco acatarrada.
-Vamos fuera. Tenemos una noticia.
Clara sonrió.
–Ve. Termino esto y ahora salgo.
Unos minutos después Clara se sentaba en la mesa junto a Andy al que dio un
beso:
- ¿Cómo lo habéis pasado?
-Mis padres, Lucille y Josh… una tortura, un calvario sin fin… -contestó Andy
sonriendo y Clara se rio.
-Sirena, Elizabeth te llamará mañana porque quiere que le elaboremos un
catering para una cena informal que dará dentro de dos sábados en su casa de
Manhattan para celebrar el nombramiento de Andy.
Clara miró a Andy:
- ¿De veras? ¿No preferiría que lo hiciere uno de eso catering tan chics de los
restaurantes de aquella zona?
-De hecho, me ha ordenado decirte que el viernes vendrá desde Boston solo para
reunirse contigo y con Josh para elegir y probar menú y las flores así que no
admitirá un no por respuesta.
Clara miró a Josh:
- ¿Para cuántas personas? -preguntó un poco dudosa aún.
-Serían unos sesenta. -Contestó Andy adelantándose
-Pero… -miró de nuevo a Josh–. No sé, puede que preparar los canapés y la cena
sí… pero el servicio, los camareros, el barman.
-Deja que de eso se ocupe mi madre, Clara. Tú solo has de preocuparte de la
comida, Josh de la decoración y mi madre del resto. No te asustes, ella te lo
explicará mañana por teléfono y el viernes cerráis los detalles. -Dijo
despreocupado dando un nuevo bocado a la tarta de frutas.
-Está bien, está bien. Me dejaré arrollar por dos trenes, el expreso Elizabeth y el
cercanías Josh.
Por la noche, Clara regresó de la esquina con el único deseo de meterse bajo la
ducha e intentar dormir un poco. Llevaba tres días sin apenas conseguir cerrar
los ojos. Se duchó, se colocó uno de sus pijamas calentitos y cómodos y se sentó
en el sofá con una película de Cary Grant de fondo. Sabía que Josh y Andy
estaban arriba porque cenaron en la cafetería temprano y, aunque Josh le hubo
dicho que hablarían, ella no quería subir, no tenía ni fuerzas ni ánimo de hacer
nada más que acurrucarse en el sofá e intentar dejar el cerebro un poco tranquilo
para no pensar. Tenía que hacer como siempre. Aprender una lección de sus
errores y seguir adelante, siempre adelante.
Notó enseguida cuando Josh llegó sin necesidad de alzar la cabeza y un minuto
después lo notaba tumbándose tras ella, abrazándola.
- ¿Qué te pasa, sirena? ¿Echas de menos a Alex porque no ha venido en todo el
día? -Clara apretó un poco más el peluche y escondió el rostro en él-. Clara ¿qué
pasa? -preguntó más serio.
-Pues… -murmuró sin moverse-. Seguí tu consejo.
Josh se apoyó en un codo para tomar un poco de altura y poder mirarla.
- ¿Clara? -la instó cuando se quedó callada.
-Soy tonta, Josh, definitivamente soy tonta… Nunca aprenderé a ver las cosas
como son y no cómo quiero verlas… -suspiró mirando la tele–. Los Cary Grants
del mundo no están al alcance de chicas como yo. Podemos verlos pasar,
podemos admirarlos, pero no tocarlos.
-Clara, ¿qué ha pasado?
Clara se encogió ligeramente de hombros y le contó lo ocurrido, lo que le dijo y
lo que ella por fin logró ver de lo sucedido durante esas semanas. Ella había
entendido lo que había querido, solo eso y ahora pagaba por su error.
Josh la escuchó en silencio dejando que se desahogare y dijese en voz alta lo que
a buen seguro llevaba días torturándola de ahí que la viese tan cansada y triste.
Al final se quedó dormida en el sitio y Josh permaneció abrazándola ya que era
evidente lo necesitaba para dormir. Vio por el rabillo del ojo llegar a Andy,
supuso que con curiosidad tras dos horas sin regresar ni dar señales de vida. Le
hizo una señal para que no hiciere ruido y permaneció abrazándola.
Andy se acercó y sentándose ligeramente en el brazo del sofá miró a Clara y
bajando la voz preguntó:
- ¿Qué le ha hecho? -no necesitó que le aclarase a quién se refería.
-Mejor te lo cuento mañana. Creo que me quedaré con ella. Estoy seguro de que
lleva días sin dormir.
Andy asintió.
–Me iré a tu cuarto. Llama si necesitáis algo.
Josh lo miró.
– ¿Pegarías a ese capullo por mí?
Andy sonrió.
–No, pero sí por ella… -señaló a Clara con la cabeza.
-Me conformo.
Clara se despertó después de haber dormido tres horas del tirón con la sensación
agradable de ser abrazada por Josh al que dejó dormir cuando se levantó, pero no
tardó mucho en unirse a ella en la cocina mientras amasaba y preparaba algunas
cosas.
- ¿Sabes? -le decía Josh acariciando a miss diva a la que mantenía en su regazo
sentado en el taburete en el islote con un café y trozo de bizcocho recién hecho–.
Aunque por una parte me alegro de que no les dijeses a las chicas que habías
empezado una historia con Alex… -Clara lo miró alzando las cejas–. O lo que
ese capullo crea que teníais, pero como decía, aunque por un lado me alegro, por
otro, creo que te vendría bien hablar con ellas, aunque sea por Skype, escuchar
sus consejos y sus bromas sobre el tema.
-No quiero ser la fuente de conflictos entre Ron y su hermano, Josh. -Lo miró de
soslayo–. Prefiero que siga sin saber nada y que Ron no asuma una culpa o un
sentimiento de responsabilidad que ni tiene ni le corresponde. Y por mucho que
Noelia intentare ocultárselo, si se lo dijere, tarde o temprano Ron lo averiguaría
y sería peor porque pensará que si se lo hemos ocultado es porque es peor de lo
que imagine.
-Sí, supongo que dicho así… -la miró y tras unos minutos le preguntó por
suavidad–. Clara, sabes que tú no has hecho nada malo, ¿verdad? -Clara lo miró
someramente y se encogió un poco de hombros–. No, Clara, tú no has hecho
nada malo, de hecho, es más bien lo contrario. Has sido muy buena con él,
aunque el gilipollas no sepa valorarlo.
-No lo sé, Josh, quiero decir que… cuando estaba con él no hablamos de si
éramos o no una pareja ni nada, pero yo creía que él estaba tan a gusto conmigo
como yo con él y que eso significaba que éramos más que meros compañeros de
cama, pero, ahora… ahora… -suspiró negando con la cabeza–. Si lo pienso bien,
creía que no me llevaba a su apartamento, ni me presentaba a sus amigos o
simplemente no salíamos con ellos, porque él y Andy estaban muy estresados,
con mucho trabajo y fechas límites, pero ahora… ahora… bueno… Tenías que
haberlo visto con esa mujer, con ella sí era una pareja… al verlos y después con
lo que dijo… no sé, Josh… ¿No he hecho nada malo? Soy yo la que ha visto
algo que no existía, la que se ha ilusionado con algo que no existía. No me
prometió nada, nunca me dijo palabra alguna que me hiciere creer lo que, al
parecer, yo solita he creído a pie juntillas.
-Eso no es cierto, Clara. Hay muchas formas de infundir en otros la creencia de
una cosa, la idea de la existencia de algo y aunque no te dijere con palabras que
fueseis pareja o un principio de ésta, sus actos infundían esa creencia y no solo
en ti, sino en las personas a tu alrededor. De modo que, si estabas errada, lo
estábamos todos y si es así, la culpa no es tuya sino de quien incita e infunde ese
error. -Se enderezó ligeramente y apoyó los brazos en la encimera-. ¿Qué él no te
llevó a conocer a sus amigos? No, no lo hizo lo cual estuvo mal y fue egoísta,
pero no por ello no existía algo entre vosotros porque él sí conocía a tus amigos
y durante este tiempo se ha integrado de buen grado con ellos, haciéndonos creer
a todos que había algo entre vosotros y disfrutando de lo que eso le reportaba.
Todos lo aceptaron porque lo creían algo más que un amigo de Andy o un
conocido nuestro y eso no lo infundiste tú ni les dijiste “tratad a Alex como algo
mío”, lo hicieron porque lo vieron sin más en sus actos y su forma de
relacionarse contigo. No lo inventaste, no lo imaginaste, no viste algo que no
existía. Lo que ha ocurrido es que ese cretino no ha sabido aprovechar lo mejor
que le ha puesto la vida delante y eso no es error tuyo sino suyo. Lo repito,
sirena, no has hecho nada malo.
Clara lo miró y asintió:
–Bueno, me convenceré de ello, no temas. Si quieres venir conmigo temprano
para montar los nuevos escaparates, será mejor que espabilemos. Pero mientras
me ducho y me arreglo, deberías llamar a Andy y darle un poco de café y
palmeritas de almendras, le encantan y hace mucho que no se las hacía… -giró
dejando en una cesta los panes especiados–. Y una cosa… como la madre de
Andy llamará a media mañana podríamos intercambiar ideas antes de menús y
demás… verás, se me ha ocurrido que como haces las cestitas y racimos de lilas
tan bonitos, podríamos ofrecerle a Elizabeth hacer y colocar, para después de la
cena, con los licores, el café y el té, en el que, sobre todo, las señoras se juntarán
en torno a las mesas y sillones, unas enormes bandejas o fuentes en las que
coloquemos tartaletas pequeñas de crema chantilly de vainilla y en el centro
racimos de vainilla que las señoras podrán llevarse, en otra fuente pequeños
bizcochos borrachos con aroma de azahar y colocar racimos bonitos de flores de
azahar y, por último, unas tartaletas de chocolate negro con brandy y encima nata
montada con lilas y en el centro los racimos de lilas. No solo colocar las típicas
pastas o pequeños bizcochos o dulces de té.
-Umm… me gusta… y decorar la casa con centros de flores con lilas, azahar y
vainilla… creo que me gusta mucho, sirena- sonrió
-Sí, pero ten cuidado, son las tres flores muy aromáticas y no queremos ahogar a
los invitados.
Josh se rio –Lo haremos por zonas y haré primero una visita a la casa… se lo
diré a ella a ver qué le parece. Además, si la cocina es tan grande como dice
Andy, podríais iros Tai, May y tú allí desde el mediodía y cocinar tranquilas. No
pasaría nada porque hiciereis la bollería y panes temprano y Jordan y una de sus
amigas se encargasen de vender simplemente café y bollos ese día y no hacer
servicio de almuerzo y cena. Además, Jordan podría ayudaros en la cena sin
problemas.
Clara asintió.
–Lo cierto es que podríamos directamente cerrar un día, no pasaría nada.
Podríamos hacer los encargos del día y después cerrar. Así tendríamos todo el
tiempo para la fiesta. Se trata de los padres de Andy y de celebrar su ascenso.
Josh sonrió.
–Cierto, lo que sea por nuestro Andy.
- ¿Qué vais a hacer por mí? -preguntaba entrando en la cocina despeinado y con
el principio de barba de la mañana.
Clara se reía rodeando la isla y saliendo de la cocina y tras darle un beso a Andy
se encaminó a su dormitorio:
–Yo me voy a duchar, que te lo diga miss Diva… no le preguntes a Josh que ya
sabes que es temprano para sus neuronas.
-Te aconsejo que corras a la ducha antes de que te azuce a miss Diva por ser
mala conmigo… -le decía Josh a su espalda.
En cuanto hubo desaparecido y ya con el café en la mano, Andy se apoyó en la
encimera y miró a Josh.
–Cuéntamelo.
Josh lo miró y suspiró.
–Nunca entenderé a los tíos como Alex, te juro que no lo haré. -Se dejó caer en
el respaldo del taburete y le contó lo que le dijo Clara esa noche y también la
conversación de esa mañana. Andy se sentó en otro de los taburetes cuando
terminó y asintió.
-Alana Lancaster. La mujer es Alana Lancaster. -Dijo serio mirándolo-. Suele
venir acompañando a su padre en algunas ocasiones y creo que lleva aquí desde
hace una semana o así que es cuando Alex dejó de llamar y venir a ver a Clara.
Realmente la chica es muy guapa, pero es tipo florero, lista y eso, pero por
mucho puesto de relaciones públicas o no sé qué que tenga en la empresa, no es
más que una niña de papá enchufada, esnob y que va de un lado a otro luciendo
tipo y divirtiéndose… -negó con la cabeza–. Muy del estilo de Alex desde luego.
Aunque dudo que él pretenda tener una relación seria con ella. Tendría que ser
rematadamente estúpido o desear un breve matrimonio avocado, fijo, al
desastre… -resopló apoyando los antebrazos en la encimera con la taza de café
entre las manos–. Aunque una cosa sí creo. Lo que le dijo a Clara es una
cobardía y una excusa, que no debería siquiera haberse atrevido a decir… ¿Qué
no habían hablado de qué tipo de relación tenían? Su comportamiento le daba
pie a Clara a imaginar que eran más que compañeros de sábanas. ¿Qué no le
hubo prometido nada? ¿Qué tal el no hacerle daño? Porque si no lo dijo, desde
luego, yo lo deduje cuando se lanzó de cabeza a por ella cuando todos le
Habíamos advertido que la dejare en paz, que no le hiciere daño.
Josh suspiró mirando el contenido de la taza que acababa de servirse:
–No está bien, Andy. Llevaba tres días sin dormir, torturándose seguro… Y va a
tardar tiempo en dejar esto atrás, por mucho que finja lo contrario ante los
demás.
Andy lo miró serio:
–Iremos poco a poco, Josh. De momento, necesita no estar sola porque se pondrá
a darle vueltas y vueltas y, como bien dices, a torturarse. Después ya iremos
viendo.
Josh asintió y sonrió:
–Será mejor que te apresures. Hoy tienes que acomodarte en tu nuevo despacho
y tienes tu primera reunión con los asociados. Recuerda comentarle a Arthur que
tu madre lo invitará a la fiesta, pero que este domingo Bobby está invitado a la
barbacoa en casa de los padres de Owen y que, después, iremos a la bolera con él
y con Dave.
Andy pasó a su lado y tras darle un beso dijo:
–Se lo diré. Tú no dejes que mi madre os enrede más de lo necesario. Incluso por
teléfono puede ser agotadora.
A media mañana, en la mesa de trabajo de Josh en la floristería, Clara y Josh
hablaban con el manos libres con Elizabeth y tras concretar algunas ideas
generales y asegurarles que ella se encargaría del servicio de barman y de los
camareros, concertaron una cita para el viernes en la que Josh y ella irían a ver la
casa primero y después almorzarían los tres juntos en la esquina degustando
algunos de los platos para decidir finalmente.
Tras estrenar su despacho, Alex se reunió con algunos de los ejecutivos que
pasaban a estar bajo su supervisión y regresó al mismo para revisar algunas
llamadas y mails. Llevaba media hora mirando la pantalla sin hacer ni lograr leer
ni una línea. Cuatro días y no conseguía quitarse la imagen de Clara, de espaldas
a él, conteniéndose para no llorar, con un ligero temblor y la voz dolida. Esa
noche ni siquiera terminó la cena, se marchó a casa temprano despidiéndose de
Alana con una mera excusa y con un deseo inusitado de ir a casa de Josh y verla.
Verla, abrazarla y dormir con ella. La añoraba y por mucho que dijere que no
tenían una relación lo cierto es que echaba de menos estar con ella. Quizás
simplemente es que se había acostumbrado a ella y era normal añorar aquello a
lo que se había acostumbrado, simplemente debía volver a sus rutinas a su vida
de siempre.
Andy entró en su despacho tras anunciarlo su secretaria y pensó, por unos
instantes, que llegaría recriminándole su comportamiento así que al verlo entrar
inspiró y decidió aceptar el chaparrón sin más.
- ¿Quieres sentarte?
-No, gracias. -Le dijo mirando la pantalla de su tableta antes de alzar la vista y
mirarlo tras caminar hasta su mesa casi sin mirar–. Solo venía a informarte que
me voy a hacer cargo del acuerdo de Voyd y que, por lo que he visto, hay un
poco de tema de patentes de tecnología y diseño de videojuegos por lo que,
quizás, deba consultarte algunas cosas en las próximas semanas. Voy a reunirme
con los hermanos Voyd para tantearlos un poco ya que Howard dice que fueron
muy vagos en sus deseos cuando se reunió con ellos.
Alex asintió:
–Lo que quieras.
Andy giró y volvió a mirar su tableta ya camino de la puerta:
- ¿Te parece que nos reunamos el viernes cuando haya estudiado la estrategia y
lo datos?
-Claro. -Respondió frunciendo el ceño y viéndole caminar hacia la puerta.
-Le diré a Lorraine que concierte una cita con tu secretaria… -ya había
alcanzado la puerta cuando Alex lo llamó y al girarse se quedó unos segundos,
serio, mirándolo–. Ni se te ocurra. -Dijo tajante tras unos segundos en los que
parecía intentando encontrar el modo de preguntarle algo–. Mira Alex. Tú y yo
seguiremos como siempre, pero Clara, su vida o cómo esté o deje de estar, es
algo de lo que ni vamos a hablar ahora ni lo haremos nunca. Ni me molestaré en
decir lo que creo. Pero si quieres que sigamos siendo amigos y tener, al menos,
una buena relación, no preguntes por ella y, lo más importante, no te acerques de
nuevo a ella, aunque tengo una curiosidad. -Lo miró serio-. ¿Alguna vez
escuchas a alguien que no seas tú mismo? -Lo vio enderezar la espalda y
tensarse–. Ignoraste a todos los que te dijimos que dejases en paz a Clara y todo
¿por qué? ¿Porque durante estas semanas te ha resultado cómodo acudir a ella?
La tenías a mano y ya está. Pasada esa comodidad, bueno, te vas a buscar lo que
de verdad te gusta. Mira, esta mañana he pensado que serías imbécil si te
enredases más allá de una cosa pasajera con Alana Lancaster o alguien similar a
ella, pero, ahora, creo que es lo que te mereces. ¿Te gustan las muñequitas? Pues
nada, disfrútalas, pasarás de una relación a otra sin fin, como te gusta, o acabarás
con un matrimonio con Alana o alguna similar y tendrás, precisamente, lo que te
mereces. No me preguntes nunca por Clara, no te acerques a ella, olvídate de
ella, no te resultará difícil, al fin y al cabo, solo os estabais divirtiendo juntos y
una vez que ya no te divertías, pues nada, a otra cosa mariposa… -giró y cruzó la
puerta del despacho sin darle tiempo a decir nada.
Alex suspiró, después de todo, había sido un rapapolvo muy suave, pero aun así,
se sentía como un canalla porque incluso ahora quería verla, quería decirle que
podrían verse y pasar tiempo juntos, <<¿Qué clase de miserable hace eso?>>, se
reprendía mientras no hacía más que decirse que el deseo de verla, de abrazarla,
de bromear con ella, y acostarse con ella, acabaría pasando. En unos días dejaría
atrás ese molesto cosquilleo en la piel y conseguiría volver a dormir de un tirón.
El viernes, Clara se reía con Josh y Elizabeth sentados en la mesa de la cafetería
tras degustar algunos de los platos que Clara quería servir en la cena.
-Bien, bien. -Sonreía Elizabeth tras una broma de Josh–. Me parece fabulosa la
crema fría de marisco, es realmente deliciosa y como bien dices, Clara, no tan
pesada para una cena y, también, me encanta la idea de poner en una fuente esos
redondos de ternera rellenos tan ricos y que los camareros lo sirvan en el mismo
comedor en el momento… -miró los platos frente a ella–. No me decido entre la
langosta y el salmón.
-Bueno, creo que el salmón es más bonito emplatado, pero la langosta es más
sabrosa y más suave con tantos platos, lo que me recuerda preguntarte si te
parece bien que pongamos entre cada dos comensales una cestita con pequeños
panecillos de distintos sabores y un poco de mantequilla especiada en platitos
pequeños entre ellos. Las señoras seguro que no los tomarán, que no así los
hombres, pero les gustará verlos, además el olor a pan recién hecho siempre abre
el apetito.
Elizabeth se rio.
–Bueno, no sé las demás señoras, pero lo que se refiere a mí te aseguro que
algún pellizco le daré a los panecillos… Y me encanta lo de un postre ligero, una
panacota suave y que después pongamos esas fuentes con dulce en el té y esas
maravillas que me diste a probar de vainilla, de lilas y ese bizcochito.
-Los borrachitos de azahar y vino dulce… -sonrió Clara mientras Elizabeth se
reía.
-Los centros son preciosos y decir que están inspirados en el menú me parece
muy bonito.
-Oh, se me olvidaba… -Clara se levantó–. Quería darte a probar una cosa, a ver
qué te parece. Se marchó y regresó unos minutos después con una bandeja y tres
copas servidas, ofreciéndole una a Josh y otra a ella–. Verás, de donde yo soy
hay una bebida que se toma mucho en las fiestas y celebraciones, el Fino o la
Manzanilla, muy frío. Esto es Manzanilla de Sanlúcar, un lugar del sur de
España, le he partido trocitos muy pequeños de manzana porque le da un sabor
extra al beberlo. Quizás te gustaría que, al pie de la escalera principal del
vestíbulo, justo antes de dónde los invitados pasan al salón, coloquemos un
camarero que ofrezca, nada más llegar, una copa a los invitados, en vez del
champagne que se servirá también después.
Elizabeth lo probó.
–Me gusta, me gusta mucho. Creo que había probado el Fino con Ronald cuando
viajamos a España, pero esta ¿Manzanilla, has dicho? -Clara asintió–. Creo que
es un poco más suave, y los trozos de manzana le dan un regusto dulzón y
fresco… me gusta mucho… sí, sí.
-Puedo encargar en el proveedor que nos suele traer las cosas de España que nos
haga el favor y le entregue cajas la semana que viene. Lo pondremos a enfriar a
primera hora de la mañana y lo prepararemos bien para que los dos bármanes
solo tengan que seguir unas sencillas instrucciones. -Señaló Clara.
Josh tomó la copa que Clara no había bebido:
–Esto está riquísimo, es como un champagne animoso… -se rio.
-También es más peleón… -lo miró Clara alzando las cejas–. Acabarás el día
borracho si te bebes mucho más… -lo miraba mientras él le cedía otra copa a
Elizabeth que se reía cómplice con Josh. Clara puso los ojos en blanco-. ¡Qué
par!
Una hora después llamaban a Andy que les cogió el teléfono entre risas al oír a
su madre y a Josh:
–Andy, lo lamento, pero tu madre y Josh están algo más que achispados, pero ni
se te ocurra echarme la culpa de esto… Soy del todo inocente… -le decía Clara
con el manos libre puesto.
-De eso nada, sirena, nos has facilitado el ingrediente necesario para…
¿Achisparnos ha dicho? -miró a Elizabeth.
-Ciertamente, ciertamente… De modo que nosotros somos los inocentes.
-Dios, líbrame de la forma de razonar de dos beodos… -decía Clara poniendo los
ojos en blanco mientras al otro lado Andy se reía.
-Madre, le recuerdo que no dejan subir borrachos a los aviones …
-Eso solo es en vuelos comerciales. Yo viajo en un vuelo privado… -contestó sin
más su madre
-Eso es interesante… -meditó sonriendo Josh–. Una ventaja para tener muy en
cuenta y que alegar en favor de los vuelos privados… -dijo con sorna.
-Andy, yo me lavo las manos ante estos dos seres inconscientes… -se reía Clara
mientras Josh y Elizabeth les daban otro sorbo a las copas.
-Déjalos, Clara, en el fondo son como niños.
-Sí, como dos niños beodos y traviesos… -se reía ella.
Alex que pasaba por la puerta de una de las salas de reuniones escuchó la risa de
Clara con absoluta nitidez y se paró en seco, en un primer momento, por la
impresión, pero, tras unos segundos, seguía allí parado queriendo escucharla
más. Era claramente su voz a través de la línea telefónica, pero no le importó,
quiso escucharla más. Y en cuanto Andy colgó el teléfono se apresuró a volver a
su despacho donde se dejó caer en el sillón de cuero cansado. Apoyó la cabeza
en el respaldo y cerró los ojos. La culpabilidad era un asco, pero añorarla de ese
modo… Salía a correr a diario de noche para quedar tan cansado que pudiere
dormir un poco. Llevaba toda la semana quedándose a trabajar hasta tarde y
hubo salido a cenar en dos ocasiones con Bill y dos de sus amigas y en ambas
ocasiones los dejó antes de acabar la cena sin muchas ganas de siquiera
esforzarse para intentar mantener sexo con ninguna de ellas.
Sonó el pitido de Skype de su ordenador, se levantó y cuando vio el nombre de
Ron en la pantalla casi temió contestar. Llevaba toda la semana evitando hablar
con él pues, aunque le constaba que desconocía su historia con Clara porque, de
lo contrario, ya le habría caído una buena, de todos modos, sentía como si le
hubiere fallado en algo que él le había pedido y sabía importante para Ron.
Suspiró y tomó are antes de abrir la llamada.
-Ey pequeño. -Lo saludó aparentemente animoso. Definitivamente no sabe nada,
pensó en parte aliviado en parte culpable.
- ¿Qué tal, Ron? ¿Y Noelia?
-Muy bien, muy bien… oye te llamo porque dentro de dos semanas, Noe y yo
nos vamos unos días para allá. -Alex alzó las cejas–. Noe va a hacer tres
entrevistas de trabajo, una en Boston y otra en Nueva York gracias a la
influencia de la madre de Andy y una más en el colegio del hijo de Arthur. Al
parecer, se enteró de la vacante de profesor de humanidades en el curso superior
al de su hijo y ha terciado en favor de Noelia ante el director, y debe tener buena
mano con él porque nos hemos informado y es uno de los colegios de mayor
reputación de la ciudad y debe tener un montón de candidatos para optar a esa
plaza.
-Vaya, me alegro, seguro que le va genial, ya verás.
Ron se rio.
–Eso espero porque desde navidades he estado pensando que me gustaría volver
a vivir en casa, ya sabes… y si Noe tuviere esa oportunidad sería el motivo que
necesitábamos.
-Pues razón de más para alegrarse.
-Sí, bueno. Por cierto, hazme un favor, ve a Tiffani’s y elige unos bonitos
gemelos para Arthur y algo para la madre de Andy y se lo mandas de nuestra
parte en agradecimiento. Pase lo que pase, desde luego se han portado
estupendamente.
Alex sonrió.
–Lo haré, pero a Arthur le compraré una pluma estilográfica, las colecciona.
Ron sonrió.
–Lo dejo en tus manos. Noe aún no ha llamado a Josh y Clara para contárselo
porque quiere que terminen de preparar lo de la fiesta de Andy ya que les está
dando mucho trabajo y como nos quedaremos en su casa a buen seguro, no
quiere que se preocupen antes de tiempo. -Alex simplemente asintió conteniendo
el gesto tenso que amenazaba con salir. Si se quedaban con ellos tarde o
temprano sabrían que algo pasaba con él, e incluso aunque Josh se contuviere a
duras penas de decírselo a Ron, acabarían notando que algo ocurría. <<Esto no
va a ser bueno>>, pensó antes de cambiar de tema y comentar algunas cosas
ajenas a ello, sin embargo, antes de cortar la conversación Ron le preguntó–.
¿Estás bien?
Alex lo miró frunciendo el ceño.
–Sí, sí ¿por qué lo preguntas?
-Porque pareces… distraído… no, no, pareces… ¿Ha ocurrido algo? ¿No es tan
estupendo el ascenso como creías o qué? Pareces algo desorientado, como si
hubieres perdido un poco de chispa… Hace unas semanas estabas saturado, pero
parecías encantado con el trabajo y demás.
Alex suspiró.
–Supongo que es el ligero bajón después de tanto trabajo bajo presión… ya
sabes.
Ron lo miró unos segundos, serio como si estudiare la verdad de su respuesta y
sus gestos.
–Sí, bueno, eso a veces ocurre… Umm… -miró a un lado -. Oye te dejo, tengo
que atender esta llamada.
-Ok, hablamos y dile a Noelia que no se preocupe que todo saldrá bien.
Ron asintió y cerró la pantalla. Alex se quedó unos instantes mirando el listado
de contactos hasta que encontró el que buscaba quedándose mirando unos
segundos el rostro de Clara junto a su nombre. <<Mierda, nunca debí haberle
mentido…>> murmuró.
Clara sabía que Josh y Andy se esforzaban por no dejarla sola y por mantenerla
ocupada en cuanto salía de la cafetería y debía de funcionar el saberlos con ella
porque había pasado de un resignado dolor a una simple resignación y empezaba
a notar que el paso de uno y otro y otro día ayudaba a no añorar tanto a Alex o
por lo menos a no quedarse sin aliento en algunos instantes. Él sábado de la
fiesta, Clara, Tai y Mary hicieron temprano los panes, dulces y bollos para la
cafetería y dejaron a Jordan y sus dos amigas en la cafetería con Joshua, que se
había lesionado una mano y no podría trabajar con herramientas durante unos
días, al frente de aquello. Se marcharon después, junto con Josh, al bonito ático
de los padres de Andy en Manhattan cuya cocina Clara había declarado su lugar
preferido en la Tierra. Era enorme y llena de todas esas cosas que cualquiera al
que le gustare cocinar tendría, incluida una cocinera y una ayudante servicial. Se
pusieron manos a la obra y ya antes de la hora del comienzo y de la llegada de
los primeros invitados, parecía que todo andaba sobre ruedas de modo que Clara
subió a la habitación que le hubo asignado la madre de Andy, pues dormirían esa
noche allí, y tras ducharse y ponerse ropa limpia, bajó para los últimos retoques
antes de empezar el trabajo final. La elaboración de la cena en sí y algunos
entrantes calientes. Hablaba con el barman para recordarle cómo servir las copas
de manzanilla cuando Andy la abrazó por la espalda y la llevó hasta el salón
principal.
-Ha quedado todo francamente bien.
Clara se rio.
–Debieras decírselo a Josh que es el que ha hecho eso… -se giró y lo miró–.
Como diría él, pareces un muñequito de una tarta… Estás muy guapo con
esmoquin… -le colocó bien la pajarita.
-Es que el que es guapo está guapo de esmoquin y con unas bermudas.
- ¡Qué modesto!
-Josh vigilará a los camareros y el servicio, así no tendrás que preocuparte más
que de poner esas brujeriles manos al servicio de los platos.
Ronald, el padre de Andy, se acercó a saludarla:
–Y aquí viene el que de verdad es el hombre más guapo de la familia -lo saludó
sonriendo.
-Ni me molestaré en ofenderme. -Refunfuñó Andy.
-He de confesar que me gusta mucho esto. -alzó ligeramente la copa de
manzanilla sonriendo–. No sé si debiera controlarme bebiéndolo porque puedo
acabar algo más que contento.
Clara se rio.
–No te preocupes, Ronald, un par no te harán daño e incluso tres si no te excedes
después.
-Siempre puedo ayudar a mi cuerpo a absorberlo con algunas incursiones de más
a la cocina… -sonrió travieso–. Me encantan los mejillones.
Clara se rio:
- ¿Ya has asaltado mi cocina? Para unos minutos que la dejo sin vigilancia.
- ¿Tu cocina…? -alzó la ceja–. Al parecer no era broma lo que decía Josh de que
has declarado la cocina como tu territorio en el que piensas incluso fijar tu
residencia legal. -Se rio Andy.
-Solo he de averiguar el código postal y será mía sin remedio. -Se rio y vio que
más allá empezaba a haber movimiento–. Os dejo que he de volver a la cocina.
Espero que disfrutéis de la fiesta y sobre todo que comáis y bebáis mucho.
-Nunca negaré sus deseos a una mujer hermosa. -Respondió Ronald sonriendo y
alzando su copa.
-Sobre todo cuando esos deseos coinciden con los suyos. Hombre listo. -Decía
Clara caminado a la cocina.
Ya habían llegado la mayoría de los invitados y todos parecían degustar y
disfrutar las bebidas y los aperitivos o eso le iba diciendo Josh que permanecía
en el office que lindaba la cocina con la otra parte de la casa haciendo de
perfecto Patón como lo bautizaron Andy y ella incluso antes de empezar, puesto
que arengaba y organizaba a las tropas. Andy entró en un par de ocasiones, pero
de inmediato volvía a la fiesta. En cuanto Andy vio llegar al señor Lancaster
supo que Alana haría de su acompañante por lo que fue directo a hablar con Josh
para ponerlo sobre aviso, pero antes incluso de salir del salón vio a Alex dejando
su abrigo y tomando una copa en el vestíbulo tras saludar a sus padres. Entonces
sí que se apresuró a hablar con Josh al que llevó un poco fuera del office para
que Clara no lo oyese.
-Josh, por favor, estate atento. Alex acaba de llegar y aunque estaré pendiente de
que no se acerque a esta zona, procura vigilar los accesos para que no se cruce
con Clara.
Josh asintió.
–Ni conmigo o le zurro aun estando en casa de tus padres… no te preocupes,
Clara no va a salir de la cocina hasta terminado el café y, entonces, procuraré que
suba directamente al dormitorio. Veré con ella una película antigua para que se
relaje y con suerte se duerma. Estará cansada después del día de hoy.
-Arthur quería saludaros, pero como no quería interrumpiros en plena vorágine
se pasará tras los postres. Le acompañaré para asegurarme que Alex no intenta
venir.
Josh asintió y justo al final del pasillo, tras dejarlo regresar a la cocina, vio a
Alex acercarse a esa zona que era la del servicio. Andy frunció el ceño y fue
directo hacia él.
–Ni lo pienses. -Dijo en cuanto se acercó a Alex que cambió de golpe el rictus.
-No voy a hacer…
-Me importa una mierda, Alex. No vas a hacer nada. Vas a volver a los salones,
vas a cenar con el resto de los invitados y no vas a acercarte más a esta zona y ni
me digas que buscabas el baño o lo que sea. No me importa y sea lo que sea que
buscas, más te vale que no sea ver o molestar a Clara. Entretente con Alana.
Seguro te echa de menos desde que has abandonado el salón.
Alex lo miró serio unos segundos:
- ¿No crees que podría intentar mantener una relación cordial con ella? Al fin y
al cabo, mi hermano viene unos días y residirá con vosotros.
-Tú no quieres una relación con Clara, Alex. De hecho, creo que ese era el punto
¿no? Os divertíais juntos, pero nunca hablasteis de qué clase de relación os unía,
ni siquiera de si existía esa relación, creo que dijiste, dejándole claro que no era
nada para ti.
-Eso no es justo. -Respondió tenso y enfadado–. Nunca he dicho que no me
importase.
-Como tampoco lo contrario, como tampoco que teníais una relación o que no la
teníais, como tampoco que no debía esperar que, al menos, no saltases de cama
en cama mientras te veías con ella. Pero los hechos son más claros que cualquier
palabra o cualquier conversación que no tuvierais. ¿No es cierto? Tranquilo,
Clara captó el mensaje cuando por fin hablaste.
-Bueno, ya está bien, Andy. Clara es mayorcita y sabía cómo era yo.
-No, no lo sabía realmente o al menos no de verdad y, desde luego, no es del tipo
de chica que pueda enfrentarse a alguien como tú. Pero eso tú sí lo sabías como
también cómo era ella y si no lo sabías, te lo dejamos claro y no una sino varias
veces y, como ahora, te enfadabas cuando te hacíamos ver, te pedíamos, que no
jugases con ella, que no te enredases con ella porque la que sufriría sería ella y
aun así nos ignoraste. Pues, como entonces, enfádate, pero ahora sí vas no solo a
escuchar sino obedecer. Aléjate de Clara, Alex, no me obligues a hacerte echar
de la casa de mis padres. Vuelve con Alana, seguro ella te entretiene y, desde
luego, ella puede afrontarte mejor que Clara. Esta curtida. -Lo miró inquisitivo.
Alex se giró y entró en el salón sabiéndose seguido con la mirada por Andy, se
acercó a la barra de las bebidas y pidió un coñac mientras se sentaba en uno de
los taburetes. No tenía humor alguno de socializar y menos después de no saber
qué demonios buscaba o esperaba encontrar yendo a las zonas donde sabía
estaría Clara. <<Maldita sea, solo quería verla para saber que estaba bien… o
quizás deseaba simplemente verla… ¡qué más daba! >>
-Pero si estás aquí… -la voz de Alana le hizo girar el rostro en su dirección–. Ya
creía que habías desaparecido. Esperaba que te sentares a mi lado en la cena.
Alex la miró alzando las cejas:
–Muchas cenas delante de socios en las que apareces de mi brazo… ¿No crees
que estás dando a entender más de lo que debieras?
Alana se rio provocativa.
- ¿Y tan malo sería que entendieran eso de más?
Alex la miró alzando la ceja:
–Alana… no creo que a ninguno de los dos nos convenga crear una relación
avocada el fracaso.
- ¿Y eso por qué? ¿Avocada al fracaso? -lo miró de nuevo con esa sonrisa tan
claramente provocativa y seductora –. Creo que hacemos una gran pareja
después de todo.
Alex entrecerró los ojos.
- ¿Después de todo?
-En fin, congeniamos, tenemos amigos comunes, nos movemos en el mismo
ambiente, aspiramos a las mismas cosas y tenemos intereses comunes.
A Alex, por un segundo, le parecía estar describiendo la fusión de dos
sociedades y un escalofrío recorrió toda su columna vertebral pensando además
que, si tenían, como ella decía, cosas en común, intereses y lo que era peor que
congeniaban no le gustaba el hombre insustancial y vacío en el que se debía
haber convertido pues, de pronto, aquello se le antojó el peor de los destinos. Ya
antes consideraba que pasar unas horas con Alana en las pocas ocasiones en que
ella viajaba a Nueva York o coincidían en Boston, estaba bien, pero solo unas
pocas horas y porque sabía que en uno o dos días cada uno volvería a su vida,
pero pasar a una relación seria con ella, o más aún, que todos los considerasen
pareja le parecía…
-Alana, no creo que sea ni el tiempo ni el momento para hacer semejantes
elucubraciones. -Dijo intentando ser lo más esquivo posible–. No olvidemos no
solo que cada uno vive en una punta del país, sino que precisamente nuestra
relación se basaba justamente en eso, en la ausencia de presión y de
compromiso.
Alana, tras unos segundos, le sonrió como si se conformase, de momento.
–Ciertamente, no debemos adelantarnos… -respondió haciendo que Alex
suspirase para su interior sabiendo que ella seguiría buscando ocasiones–. De
cualquier modo, sí que podemos compartir mesa y mantel… sin compromiso,
por supuesto.
No contestó cruzando los dedos para que los asientos estuvieren asignados. No
lo estaban. Maldijo no solo por eso sino porque a cada bocado que se echaba a la
boca notaba la mano y el sabor de Clara y casi era una tortura añadida echar
tanto de menos hasta eso. Sin mencionar que, la madre de Andy no tuvo reparos
en alabar las manos de quienes habían elaborado la cena pues durante ésta se vio
constantemente preguntada por quién le hubo organizado el servicio del catering,
la decoración, los dulces de después de la cena… Cada vez que la llamaba “la
encantadora amiga española de su hijo” y los que desconocían la condición
sexual de Andy, esbozaban una sonrisa complacida, quería dar más de un
puñetazo y gritar que Clara no era “la amiga de Andy”, ni de Andy ni de nadie
ya puestos…
Los padres de Andy brindaron por su hijo y le mencionaron a él también en un
gesto amable, pero que le recordó la importante diferencia que cada vez veía más
entre él y Andy y que, tras la tediosa cena junto a Alana, se le antojaba enorme.
Lo vio ya tarde dirigirse a la zona del servicio con Arthur y salir ambos riéndose
un rato más tarde. Se sintió cansado, aburrido y sin ganas de seguir
relacionándose por esa noche, así que se despidió de los padres de Andy y fue a
por su abrigo y justo a la altura del vestíbulo vio al fondo de uno de los pasillos a
Clara diciéndole algo a uno de los camareros y después entrar en el siguiente
recodo que parecía dar a una escalera auxiliar. Ya se dirigía como por inercia
hacia dónde estaba cuando la voz de Josh que le estaba diciendo algo a ella lo
hizo detenerse y darse cuenta de la estupidez que estuvo a punto de cometer. Por
Dios, Andy tenía razón, no escuchaba lo que se le decía, le había advertido que
no se acercare a ella y, él, ni caso. Se giró malhumorado y sin más se marchó.
Clara acabó dormida en la enorme cama de uno de los cuartos de invitados
viendo una película antigua con Josh mientras intercambiaban opiniones de
cómo había ido la noche. Habían esperado para retirarse hasta que se empezaron
a marchar algunos invitados y a ellos les pareció que salieron contentos y que los
padres de Andy también parecían satisfechos.
Capítulo VII Quizás un golpe en la cabeza sea lo que necesitaba para despertar
¿o mejor una bala?
Notó que Josh se retiró, supuso que, al dormitorio de Andy, en algún momento,
por lo que al despertar le dejó una nota para que supiere que, antes del amanecer,
se había marchado a la esquina para preparar temprano lo del día ya que los
domingos era el día que más gente solía ir no solo a comprar panes y bollos, sino
también ir en unos grupos más grandes a almorzar y cenar. Había terminado de
hornear y de preparar las tartas, sacó las magdalenas y los bollitos para
rellenarlos, comenzó a colocar las cosas en la vitrina y en las cestas tras el
mostrador cuando escuchó un fuerte ruido en la calle de varios golpes y ruido de
un frenazo y al mirar a través de la puerta de cristal que permanecía cerrada,
pero había levantado el enrejado de seguridad, solo notó un fuerte dolor en el
cuello mientras veía hacerse el cristal añicos.
- ¡Clara! ¡Clara! -una voz masculina cerca de ella la hizo abrir ligeramente los
ojos. Sentía un fuerte dolor en el cuello y algo se lo apretaba fuertemente–. Clara
¿me oyes? Soy el sargento Carusso. Te vas a poner bien, te vas a poner bien. Es
solo una herida superficial, la ambulancia ya viene en camino.
Solo notaba el dolor y un fuerte zumbido en la cabeza y enseguida escuchó las
voces de Tai y de Mary que le decían algo.
Se despertó en el hospital con un fuerte dolor de cabeza y una quemazón en el
lado derecho del cuello que le dolió cuando giró la cara haciéndole gemir.
-No te muevas sirena, no te muevas. -La mano de Josh apretó la suya mientras lo
veía colocarse en su campo de visión-. ¿Cómo te encuentras? ¿Quieres que llame
a la enfermera?
- ¿Umm? ¿Qué ha pasado? -Escuchaba varias voces de fondo.
- ¿No recuerdas nada? -le preguntó con suavidad.
Se incorporó un poco con ayuda de Josh que le colocó las almohadas para que
quedase más erguida:
–Me duele el cuello. Me quema.
-Es normal, cielo. -Dijo Andy que se colocó junto a Josh–. El médico ha dicho
que la bala solo te ha hecho una herida superficial, pero que te dejará una
pequeña quemazón un tiempo y una pequeña cicatriz… y el golpe de la cabeza
por el cristal no te ha causado daños graves.
-El cristal… -murmuró frunciendo el ceño unos instantes en que se quedó un
poco ida–. Lo recuerdo… estaba colocando las tartas en la vitrina… escuché un
fuerte ruido fuera, después unos golpes, unos frenazos y cuando iba a mirar por
el cristal estalló y después… la voz del sargento.
-Clara, verás. -Josh se sentó junto a ella con cuidado–. Anoche, dos patrullas
perseguían a dos ladrones cerca de nuestra esquina. Al parecer, salieron
corriendo tras disparar a los agentes, esas dos patrullas vieron a uno de ellos
intentando huir por nuestra calle y… -miró de soslayo a Andy y después de
nuevo a ella–. Bueno… un agente novato disparó varias veces, sin mucho
acierto, y una de sus balas atravesó la puerta de cristal la cafetería impactando
contigo.
- ¿Me ha disparado por error un policía?
Andy asintió.
–Fuera, esperando, está el jefe de la policía, el fiscal de distrito y algunos de los
agentes de la brigada. Querían saber que estabas bien y disculparse por lo
sucedido… Por supuesto, dicen que puedes presentar una reclamación contra el
cuerpo de policía por dispararte en tu local.
- ¿Están locos? -preguntó Clara abriendo los ojos tras unos breves instantes en
que se quedó atónita y en congelada estupefacción–. Solo ha sido mala fortuna,
ese agente estaba persiguiendo a un delincuente. No pienso quejarme porque
cumpliere su deber. Por suerte, no ha pasado nada… -hizo una mueca–. Aunque
no me importaría que me dieren algo para el dolor… -miró a Josh-. ¿Algo que
me quite este horrible estruendo en la cabeza?
Josh sonrió.
–Claro ¿quieres que les digamos que no te encuentras bien?
Clara negó con la cabeza tras lo que hizo una mueca y gimió.
–Recuérdame no hacer esto durante unos días. -Decía tocándose el cuello
vendado.
Tras hablar con esos hombres que se disculparon profusamente y tras darle las
gracias, más profusamente si cabía, cuando les dijo que no pensaba reclamar
nada y que si querían que firmase algo renunciando a cualquier posible
reclamación que se lo dieren, se marcharon y el médico la reconoció quedándose
con Josh, tumbada en la cama, algo más relajada tras darle algo para el dolor.
-Hola, Clara -entró Rose con su uniforme–. ¿Podemos pasar? -preguntaba
entrando con un ramo de flores en las manos, seguida del Sargento.
-Claro. Hola sargento, creo que he de darle las gracias por ayudarme.
El pobre miró de soslayo a Josh:
–Clara. Esto, verás… la pareja que efectuó los disparos estaba bajo mi
supervisión… así que…
Clara sonrió.
–Así que puede conseguirme por enchufe la bala para que pueda enmarcarla y
presumir “me dispararon una vez y sobreviví… Ni una bala acaba conmigo…”.
El sargento sonrió de pronto aliviado de veras:
–Prometo que cuando ya no sea una prueba, te la entregaré. -La señaló con el
dedo animado y tranquilizado–. Eres un poco morbosa.
Clara se rio.
–Bueno, es que no recuerdo lo que pasó de modo que necesito algo que pruebe
mi hazaña.
El sargento sonrió negando con la cabeza:
–No habéis de preocuparos, hemos mandado arreglar los desperfectos y no
tendréis que cerrar ni un solo día… -le dijo a Josh una vez fuera de la habitación
habiendo dejado a Clara adormilada–. Lo lamento mucho, Josh, no sabes
cuánto… podía haber…
Josh lo detuvo.
–Como bien ha dicho Clara, ha sido un accidente, solo mala suerte y no ha
ocurrido nada que debamos lamentar. Dígale a su compañero que no se torture
por ello. Solo ha sido un susto, solo eso.
El sargento asintió y después Rose abrazó a Josh:
–Si le dan de alta mañana. Avísanos para venir a recogeros. Y no os preocupéis
por la cafetería, Tai y Mary se ocuparán, por un par de días no pasa nada, aunque
se empeñe en lo contrario, dile que descanse.
Josh se despidió de ella y de los padres de Andy que habían permanecido allí
desde que recibieron la llamada de Rose contándoles lo ocurrido cuando aún
estaban en su casa. Hizo a Andy marcharse con ellos ya que él se quedaría con
Clara esa noche en el hospital.
- ¿Sirena? -susurró al entrar de nuevo en la habitación-. ¿Estás dormida?
-No, aun no. No te sientes en esa incómoda silla. -Le pidió cuándo lo veía
acercar la silla-. Ven, túmbate conmigo. -Esperó a que se tumbare–. No habrás
llamado a Julia o a mi madre, ¿verdad? Entrarían en coma en cuanto le dijese
que me han disparado y no escucharían nada más después de eso.
Josh sonrió acomodándose mejor a su lado mirándola:
–No, no las había llamado todavía. Para ser sincero, no tenía cabeza para
calcular la diferencia horaria.
-Mejor, creo que se lo contaremos las próximas navidades como una anécdota de
nuestra aventura americana, o quizás a nuestros nietos.
- ¿Te encuentras bien? ¿Te duele?
Clara sonrió.
–No, no, sea lo que sea que me ha dado ese médico tan encantador, no siento
nada. -Josh se rio–. Oye ¿de quiénes son estas flores? No me han regalado nunca
flores y ahora ¿me lo compensan con retraso?
Josh se rio:
–Bueno, nunca es tarde… -la miró–. Estabas inconsciente, pero no sabes la que
se ha liado cuando te han traído… Supongo que cuando se notificó en la emisora
de la policía que se había herido a una mujer en su tienda, por error, por un
disparo de policía, saltaron todas las alarmas del escándalo. Creo que a los
pobres les has ahorrado más de un suplicio calmándolos al decirles que no ibas a
denunciarlos ni nada.
Clara resopló e hizo una mueca:
–Recuérdame que tampoco haga esto. -Suspiró–. No recuerdo nada desde que
escuché al sargento decirme que venía la ambulancia.
-Perdiste mucha sangre. Al actuar deprisa no pasó nada, pero la bala te alcanzó
no sé qué vena o algo que te hacía perder mucha sangre y te desmayaste. -La
abrazó cariñoso–. No vuelvas a darme un susto así.
Clara lo miró y enseguida se acurrucó con él:
–Hagamos recuento. En lo que llevamos de año he vivido dos de las experiencias
que se supone todo aventurero ha de vivir en Nueva York. Celebrar fin de Año
en Times Square y vivir de cerca un altercado delincuentes-policía… para ser
extremadamente cautelosa he tenido muchas emociones…
Josh se rio.
–Sí, bueno, y yo un amago de infarto.
-Mañana podré volver a la cafetería ¿verdad?
-Sirena, durante un par de días, deja que se ocupen Tai y Mary.
-Josh, necesito vomitar…- decía girando y saliendo a toda prisa de la cama, pero
cayó redonda al suelo mareada y desorientada.
- ¡Sirena!
-Ay… -murmuró al enderezarse un poco en el suelo.
-Espera, espera, no te muevas… -le decía agachándose a su lado-. Llamaré a una
enfermera… -Clara empezó a vomitar-. ¡Enfermera! -gritó de inmediato
asustado.
Enseguida aparecieron dos enfermeras que la ayudaron y después la volvieron a
acomodar en la cama tras hacerle la cura de la herida del cuello que se le había
abierto.
-Ay Dios, Josh, realmente la comida de los hospitales es espantosa… -dijo
cuándo estaban de nuevo tumbados juntos.
Josh se rio:
-Bueno, no lo negaría si no fuera porque tú, sirena, no has comido nada en todo
el día.
-Oh… pues entonces lo retiro.
Aunque estuvo en un duermevela toda la noche cuando el médico entró por la
mañana a reconocerla le dijo que le daría el alta tras el almuerzo y en cuanto la
reconociese y hablase con ella. Josh aprovechó para llamar por teléfono e
informar a todos que le darían de alta tras el almuerzo
-Señorita Fernández. -Dijo el médico nada más saberse a solas con ella–.
Aunque no lo recuerde, al llegar ayer, le sacaron sangre y, además de los análisis
de rutina, se efectuaron otros de control para conocer el tipo de anestésicos y
analgésicos que podíamos administrarle, y uno de ellos ha revelado que se
encuentra usted estado.
Clara abrió mucho los ojos:
- ¿Perdón?
-Pues que se encuentra en las primeras semanas de un embarazo. -Repitió el
buen hombre paciente.
-Pero… pero… -de pronto balbuceó incrédula.
-Junto con la documentación del alta le incluiré los datos de un excelente
ginecólogo y tocólogo. Es pronto, pero le aconsejo acudir cuanto antes a una
revisión para que le explique cómo actuar, si es que es su primer embarazo,
además, conviene que tenga en cuenta durante unos días que ha perdido mucha
sangre y se encontrará un poco más débil de lo normal, pero no debe asustarse.
Clara asintió lentamente como una marioneta y después de eso lo supo
diciéndole cosas, pero ella ya no escuchaba y cuando salió de la habitación no
hacía más que murmurar:
–Ay Dios, ay Dios…
Josh regresó a la habitación donde ella permanecía sentada en el borde de la
cama murmurando sola y mirado el suelo:
- ¿Sirena? ¿Estás bien? -Ella movió la cabeza negando lentamente a pesar del
dolor con la vista fija en el suelo–. ¿Quieres que llame a la enfermera?
¿Necesitas analgésicos?
-Ay Dios, Josh, ay Dios… -lo miró alzando lentamente la cabeza–. El médico…
el médico ha dicho… -cerró los ojos–. Ay Dios…
-Clara, me estás asustando. -Dijo claramente tenso.
-Josh… estoy… estoy…
-Por Dios, sirena, dilo ya, me estoy asustando de veras. ¿Qué te ha dicho? ¿Te
pasa algo malo?
- ¿Además de ser una idiota redomada? -preguntó con pesar y volviendo a
mirarlo–Dios, Josh, estoy embarazada.
Josh la miró unos segundos asimilando la información:
–Clara… -decía acercándose a ella–. Pero eso es… bueno ¿no? Es decir… ¿No
quieres tenerlo?
-No lo sé… digo… sí -se corrigió tajante rápidamente–. Pero, pero… ay madre,
Josh, voy a tener un hijo sola… y el padre es, es… ay madre mía, es el menos
indicado para ser el padre de nadie… No, no puedo decírselo… No… No… No
estoy preparada para tener a alguien junto a mi hijo solo por obligación o peor
no estando… o estando y actuando con él como conmigo…y… y… no… no
puedo enfrentarme ahora a un embarazo y a los posibles problemas que me dé
Alex de saberlo… Tarde o temprano tendré que decírselo, claro, pero, pero… ay
Dios…
Josh la dejó balbucear y que tuviere ese frenesí de ideas y después la hizo
mirarlo y serio.
-Sirena, vamos por partes… Lo primero, tienes que descansar y recuperarte. Lo
segundo, ya enfrentarás a Alex cuando estés preparada, mientras tanto, lo
primero sois tú y el bebé. Lo tercero y más importante, sirena, tú y tu bebé no
estáis solos. De hecho, ese bebé es tan mío como tuyo… es el hijo de mi sirena,
mi pececito… no lo olvides. Tú eres mi familia, y, por lo tanto, nuestro bebé
también.
-Ay Josh... -lo abrazó–. ¡Cuánto te quiero!
-Lo sé, soy encantador e irresistible.
Clara suspiró aún abrazada a él.
-No salgo de un lío cuando estoy en otro.
-Sí, sí, has resultado en exceso aventurera.
Clara se rio rompiendo el abrazo:
–Josh, esto podría afectar a tu relación con Andy y no puedes permitir que lo
mío os afecte.
-Pues no sé, no tiene que afectarnos en modo alguno. Será uno más en la familia,
eso es todo.
-Sí, Josh, pero un bebé. Esto pondrá nuestra vida patas arriba hasta que no
amoldemos cuando parecía que la teníamos tan bien incardinada.
-Y seguirá estándolo. La esquina va bien, ambos seguiremos ocupándonos como
hasta ahora de ella y cuando estés muy redonda menguarás el ritmo dejando que
Tai y Mary te ayuden un poco más, eso es todo… Y cuando esté el bebé, como
dices, nos amoldaremos.
Clara suspiró.
–Un bebé. Dios, Josh, ¡qué miedo!
-Sobre todo si se parece a ti, sirena, se meterá en un lío tras otro.
- ¿Quién se va a meter en un lío tras otro? -preguntaba Andy entrando en la
habitación y los dos lo miraron de golpe.
- ¿No deberías estar trabajando como un hombre de bien? -Le preguntó Clara.
Andy se rio acercándose:
–Iba a preguntarte cómo estabas, pero esa impertinencia contesta por sí sola
cualquier pregunta… -la abrazó suavemente y le dio un beso-. ¿Y ahora vais a
decirme quién se meterá en líos?
Josh sonrió.
–Pues eso depende… -miró a Clara y después a Andy–. Resulta que la muy
casquivana se nos ha quedado en estado.
-Ey… -protestó ella.
Andy la miró fijamente.
- ¿Estás embarazada? ¿De veras?
-Eso me ha dicho el médico.
Andy sonrió.
–Vaya, eso, eso es… Una buena noticia, ¿no?
Clara suspiró.
–Terrorífica pero sí, sí, creo que sí.
-Así que voy a ser tío… Interesante… -la miró sonriendo.
- ¿No deberías mostraros más enfadados? ¿O en plan “cómo se te ha ocurrido”?
¿O preocupados? ¿O qué se yo? -preguntaba mirándolos–. No sé, algo menos
alegres.
Andy y Josh prorrumpieron en carcajadas:
–Bueno, si quieres nos enfadamos un poco y te mandamos a la cama sin cenar
durante un mes… -decía Andy.
-De eso nada, que tiene que alimentar al bebé, si acaso a la cama con cena
doble… -Insistió Josh.
-Vais a ser unos tíos terribles… -suspiró Clara mientras ellos se reían. Miró en
derredor-. ¿Me puedo llevar todas estas flores a casa? Para una vez que me las
regalan.
Andy se reía negando con la cabeza.
–Solo tú recibes una bala y la noticia de un embarazo en menos de veinticuatro
horas y lo único que te preocupa es llevarte las flores.
-Bueno, es que son bonitas. Aunque también quiero algo para el dolor, no lo…
ay Dios…
Se puso corriendo en pie y salió disparada tropezando hasta el baño. Al cabo de
unos minutos salió mojándose la cara con la toalla húmeda y se dejó caer en la
cama.
-Bueno, ahora sabemos por qué vomitabas ayer, sirena. -Miró a Andy–. No le
dan el alta hasta la tarde, Andy. Regresa al trabajo tranquilo y nos vemos en casa
esta noche.
-Sí, sí, Andy, ve. Estoy bien. Después llamaré a tus padres para tranquilizarlos.
- ¿Seguro? A ver si me voy y cuando vuelva me dais otra sorpresa.
Clara se rio.
–No creo que sea posible saber aun si son gemelos.
Andy se rio poniéndose de pie.
–Llámame si necesitas algo.
Clara asintió. Josh salió tras él cuando Clara le hizo un gesto para que lo
siguiese.
- ¿Andy? -Lo miró mientras lo acompañaba al ascensor-. ¿Te parece bien?
Quiero decir. Clara es la única familia que tengo y eso supondrá que tendremos
un bebé, y, en fin, que no te culparía por no querer verte de pronto con un bebé a
tu alrededor, aunque ejerzamos de tíos y eso.
Andy sonrió y señaló un banco al fondo del pasillo y al tomar asiento lo miró:
–Josh, soy consciente de que esto supondrá un enorme cambio para todos, pero,
de momento, todos los cambios han sido para bien y dudo que un bebé, por
mucho trabajo y mucho que cambie nuestras costumbres, no pueda considerarse
un buen cambio.
Josh sonrió.
–No te sabía niñero.
Andy se rio.
–Pues ya lo sabes. Los críos me encantan. Si no de qué iba a disfrutar tanto con
el trasto de Dave. Además, ese bebé será un poco nuestro también. Lo que me
lleva a preguntar ¿qué pasará con Alex?
-Clara, cuando se ha enterado, ha entrado un poco en bucle de pánico hasta que
ha ordenado ideas, pero lo que sí está segura es que no puede enfrentarse ahora
mismo a la vez a la idea del embarazo y a Alex o a la reacción de Alex, sobre
todo como actúe con el bebé como con ella. Saldrá corriendo en dirección
contraria a la velocidad del trueno. Ha dicho que se lo tendrá que decir, por
supuesto, pero cuando esté preparada y ¿sabes qué? Me parece lo más correcto.
Lo importante son Clara y el bebé. Ya nos ocuparemos del padre capullo cuando
llegue el momento.
Andy se rio:
- ¿Padre capullo? -negó con la cabeza–. No creo que pueda no reírme si lo veo.
-Hablando de ver. Por favor, dile a Arthur que venga mañana a tomar una copa a
casa y que traiga a Bobby. Habló ayer con tus padres para darles las gracias por
la invitación y le contaron lo de Clara. Estaba preocupado y aunque le llamé
cuando sabíamos que no era nada de importancia, me pidió que le
mantuviéremos informados. Le diría que viniese hoy, pero creo que entre el
dolor y el cansancio, a Clara le vendría bien una noche tranquila y presumo que
no lo será porque seguramente, Alister, Alonso y los demás se acercarán a verla.
Andy asintió poniéndose en pie:
–Se lo diré, aunque quizás debamos dejar que Bobby, durante el rato que esté
Arthur en casa, se entretenga con Dave. -Josh asintió –. No dejes que se ponga a
hacer nada. Tiene que estar agotada.
En cuanto llegó a la oficina dejó las cosas en su despacho y se encaminó directo
hacia el despacho de Arthur que preguntó en cuanto entró:
- ¿Cómo se encuentra Clara?
Andy sonrió:
–Muy bien, Arthur. Me han pedido que te de las gracias por preocuparte y que,
además, te invite mañana a tomar unas copas relajados, dejaremos que hoy
descanse un poco en la medida de lo posible- Arthur sonrió –. Tráete a Bobby,
seguro que se lo pasa en grande trasteando con Dave.
Arthur sonrió.
–Lo haré. ¿Realmente ya se sabe que fue un accidente?
-Sí, sí. Mala fortuna unida a la inexperiencia de un policía novato. Por suerte, no
ha sido más que un percance olvidable. -Sonrió–. Bueno, casi. Clara le ha pedido
al sargento la bala para enmarcarla como una prueba de “yo sobreviví a un
disparo” -se rio negando con la cabeza–. Absurdo incluso para una española.
Arthur se rio:
–Bueno, si lo pienso, yo también querría conservarla como prueba de mi
fortaleza o de mi descomunal suerte, quién sabe.
Cuando Andy se sentó en el sillón de su escritorio se sorprendió al ver a Alex
sentado en el sofá frente a la mesa de café:
- ¿Alex?
-Sé que dijiste que no te preguntase por Clara, pero voy a hacerlo ¿Cómo está? -
le preguntó mirándolo fijamente.
- ¿Cómo te has enterado de lo ocurr…? -se detuvo y lo miró entrecerrando los
ojos–. Espera ¿por qué me preguntas por ella?
Alex se puso de pie sin dejar de mirarlo:
- ¿Qué estabas diciendo cuando te has detenido? ¿Cómo me he enterado de qué?
-Alex ¿por qué me vuelves a preguntar por Clara? -insistió, aunque sabía de
sobra la respuesta por su cara y su comportamiento de los últimos días. El
estúpido la añoraba más de lo que reconocía.
Alex no dejó de mirarlo:
–Solo quiero saber cómo está.
-Lo cual no es asunto tuyo, como bien dejaste claro hace dos semanas, pero ya
que lo preguntas y sin que vuelvas a poder a hacerlo. Está bien.
Alex entrecerró los ojos:
–Sigues sin decirme de qué creías me había enterado.
Andy suspiró tras unos segundos sosteniéndole la mirada:
–Siéntate, Alex. Una vez te diga esto, será lo último que sabrás nunca de Clara
por mí y lo que es más importante, quiero que me prometas que la dejarás
tranquila. No puedes entrar y salir de su vida, alterándosela a tu conveniencia y
cuando a ti te dé la gana o te convenga. -Alex suspiró sin responder–. Está bien,
supongo que es posible que, tarde o temprano, te enterases así que ¿qué más da?
-enderezó la espalda y apoyó los codos en la mesa sin dejar de mirarlo–. Ayer
por la mañana, temprano, unos policías perseguían, cerca de la cafetería, a unos
delincuentes. Hubo varios disparos y uno fortuito alcanzó a Clara -Vio como el
rostro de Alex palidecía–. Está bien, solo ha sido una herida sin importancia. De
hecho, la llevamos a casa hoy. Solo ha sido un susto.
-Joder, ¿solo un susto? ¿Qué la disparen es solo un susto? -preguntó
levantándose como un resorte-. ¿Dónde la han herido? ¿En qué hospital está?
¿La están tratando buenos médicos? -empezó a preguntar tenso y de pronto
invadido por una sensación de pánico.
-Alex. Empieza por tranquilizarte. Ya te he dicho que está bien, que solo ha sido
una pequeña herida y la llevan a casa hoy mismo y, aunque por decencia te
preocupes por ella, te recuerdo que ella no es asunto tuyo.
- ¿¡Qué no es asunto mío!? ¡Cómo no va a ser asunto mío si se trata de Clara! -
gritó andando y removiéndose tenso.
Andy lo vio tan claro como el agua, estaba a punto de darse cuenta de lo
evidente para cualquiera con dos dedos de frente, pero necesitaba ciertos
empujoncitos.
–No es asunto tuyo precisamente porque se trata de Clara y el que esté bien o no
a ti ni te va ni te viene.
-Oye, Andy. -Lo enfrentó enfadado–. No se te ocurra decir que ni me va ni me
viene y que Clara no es asunto mío porque la quiero.
De pronto se quedó lívido, sin moverse ni reaccionar. Lo había dicho furioso, sin
pensar y con absoluta inconsciencia, pero… cuando la supo herida se le formó
una opresión en el pecho que apenas si conseguía hilar dos pensamientos
racionales… Alzó la vista encontrándose a Andy mirándolo serio y en silencio.
-Ay Dios. -Murmuró dejándose caer en la silla.
Andy elevó ligeramente las comisuras de los labios:
–Es la segunda vez hoy que escucho esa misma expresión.
Alex lo miró entrecerrando los ojos:
–Yo no… mierda… -se dejó caer en el respaldo desgarbado.
-Oh sí, eso es lo primero que debe pensar uno cuando se da cuenta de que quiere
a alguien “vaya estoy enamorado… mierda” -Alex le lanzó una mirada
furibunda–. De cualquier modo, Alex, como comprenderás, el que estés o no
enamorado en nada cambia las cosas. Le has demostrado a Clara que no te
importa ni la valoras lo bastante, sin mencionar que no estás interesado y, si me
apuras, preparado para tener una relación en la que ella pueda sentirse segura y
sin temer que cambiarás de opinión de nuevo en cuanto se te cruce otra
muñequita o, simplemente, te dé por pensar que no quieres una relación.
Además, suponiendo que decididas hacer algo al respecto, las cosas no son como
antes, han cambiado mucho y eso Clara lo tendrá muy en cuenta, no solo para
tener una relación contigo, sino siquiera para dejar que te acerques a ella. Ahora
ha de pensar en protegerse más y tú no eres, precisamente, el que le da una
sensación de seguridad en ningún aspecto, suponiendo que quieras tener
cualquier tipo de relación con ella, claro.
Alex lo miró serio unos segundos y se levantó de la silla y sin más se fue directo
a su despacho, cerró la puerta y se sentó en su sillón quedándose de inmediato
mirando la fotografía del Empire State Building del fondo de la sala. Había
dicho que la quería. En un arrebato de furia, de rabia, pero sobre todo de
preocupación. Había dicho que la quería, a pesar del terror que le provocaba
saberlo, no así sentirlo. ¿La quería de verdad? Dios, le encantaba hacer el amor
con ella, era sexo vívido, sensual, apasionado y a la vez tan intenso y real, pero
también le encantaba dormir con ella, siempre se había quedado a dormir con
ella. Le gustaba despertar con el olor de Clara a su alrededor impregnado con el
de los bollos, el del café. Tenía grabada, cómo no se había dado cuenta antes, la
imagen de Clara esa primera mañana que despertó en el sofá del apartamento de
Josh, sujetando un café y un croissant para él y le sonreía, relajada, amena,
cariñosa. Sí, Clara era cariñosa. Le gustaba eso de ella, le gustaba que besare y
abrazare a Josh y a Andy cuando los veía. Le gustaba cuando se ponía tierna con
Dave y, sin duda, le gustaba cuando se ponía tierna, cariñosa y dulce con él,
preguntándole cómo le había ido el día sin agobiarlo, dejándolo a su aire, pero
también haciendo leves gestos que le permitían saber que ella estaba allí si él lo
quería. Pensando en ello, jamás le hubo pedido nada. Ni atención, ni más
muestras de cariño, ni que la llevase por la ciudad. Ella, en cambio, estaba
pendiente de que si trabajaba mucho comiese, durmiese. Le despertaba para salir
a correr sin importarle que nada más levantarse la dejase sola. Sí que habían
tenido una relación, pero él tomaba y recibía más de lo que dio e incluso ofreció.
¿Quería una relación con ella? Sí, quería a Clara, lo cual era asombroso teniendo
en cuenta que nunca había amado a mujer alguna, pero ¿quería una relación seria
con ella? A esas alturas no servían las medias tintas, no podría tantear y ver qué
pasaba. Andy tenía razón, si quería una relación sería de verdad. La añoraba, eso
era innegable. Echaba de menos su compañía, sus bromas, poder relajarse sin
más. Extrañaba acostarse con ella de tal modo que era abrumador sentir el
cosquilleo de la piel constantemente y no conseguir saciarlo de ningún modo.
Por todos los santos si incluso se hubo despertado un par de noches buscando no
solo la cercanía de su cuerpo a su lado sino la de ese dichoso gorila en algún
lado de la cama.
-Mierda, mierda, mierda. -Se levantó de un salto y tomó rápidamente su abrigo y
su bufanda del perchero y fue directo al despacho de Andy-. ¿En qué hospital
está? - preguntó desde la puerta.
Andy lo miró.
-En el presbiteriano de Columbia -Alex giró para salir–. Alex. -Lo llamó y
cuando se giró para que lo mirase añadió–: Más te vale saber lo que quieres y
estar seguro de querer lograrlo porque ahora, Clara, necesita algo más que
palabras.
Alex lo miró entrecerrando los ojos antes de girar y salir raudo al hospital. Andy
tomó el móvil y llamó a Josh.
–Josh, no te alarmes, pero Alex va para allá y, por absurdo que parezca, ha dicho
delante de mí, o más bien, se le ha escapado, que quiere a Clara.
-Ya, pero una cosa es decirlo y otra demostrarlo. Más ahora.
-Sí, bueno, si Clara decide contarle lo del bebé, no sé cómo reaccionará, pero
desde luego puede esperarse que reaccione mejor si la quiere ¿no crees?
-Sí, supongo… uy espera… -se escuchó a Josh dejar el teléfono en algún sitio y
después apartarse para volver un par de minutos después–. Perdona, es la tercera
vez que vomita. El médico me ha dicho, después de ponerme pesado -Andy no
pudo evitar sonreír porque a buen seguro lo habría seguido por todo el hospital
hasta que contestase todo lo que quisiere saber– que es normal en los primeros
momentos del embarazo, sobre todo, tras perder tanta sangre como ella ayer…
compraré galletas saladas y gaseosa en cuanto la deje dormida en la cama.
-No, no. No la dejes sola. Ya lo llevo yo cuando regrese. Tú ocúpate de ella y
estate atento a Alex.
Menos de una hora después entraba Alex en la habitación en la que Clara
permanecía tumbada de costado y más relajada gracias a las pastillas que le
habían dado.
- ¿Puedo pasar? -preguntó con cautela antes de que Josh levantase la vista del
periódico desde el sillón y Clara abriese los ojos encontrándose a Alex desde la
puerta mirándola.
- ¿Cómo sabías…?
Clara se incorporó ligeramente quedando sentada en la cama.
-Josh. Necesito hablar con Clara. -Dijo serio con la vista fija en Clara.
-Pero ella no está en condiciones de que la molesten, Alex.
-No haré nada que la altere o perjudique.
-Cómo si tu palabra valiese algo.
- ¿Podríais al menos tener presente que estoy aquí?
Los miró indistintamente, aunque rápidamente hizo una mueca y se volvió a
dejar caer de costado. Alex no esperó que le dijere nada y tirando el abrigo que
sostenía en las manos en un lado, se sentó a los pies de la cama.
-Por favor, solo unos minutos. -Insistió mirándola.
Josh se acercó y se inclinó hacia el rostro de Clara:
–Iré a por un poco de ese repulsivo líquido que aquí tienen la osadía de llamar
café. Vuelvo en cinco minutos. -Le dio un beso en la mejilla y mientras se
incorporaba miró a Alex–. Si te dice que quiere que te vayas, te vas, que te
calles, te callas o que hagas cualquier cosa, lo haces. Está herida y no vas a
molestarla.
Alex lo miró entrecerrando los ojos, pero no dijo nada y esperó que Josh saliese.
- ¿Cómo te encuentras? -preguntó con cautela
-Alex ¿qué haces aquí?
-Quería ver cómo estabas. -La miró fijamente–. Necesitaba ver cómo estabas.
Clara suspiró.
–Estoy bien, así que ya puedes irte.
Alex tomó aire lentamente y se puso de pie decidido, tomó una silla y la colocó
cerca de ella a la altura de su cara inclinándose sobre la cama para apoyar los
brazos y las manos.
–Clara, lo siento. Siento lo que dije, siento cómo me he comportado y siento,
sobre todo, haberte hecho daño. No, no, no lo sabía. No sabía que estuviéremos
iniciando una relación o no quise saberlo, solo me dejé llevar. -Se inclinó un
poco más y acercó su rostro al de ella extendiendo los dedos de la mano para
acariciarle la mejilla–. Contigo es tan fácil dejarse llevar.
Clara empezó a notar rápido como esa leve caricia hacia estragos en ella y la
dejaba a su merced, de modo que alzó la mano y detuvo la de Alex retirándosela.
- ¿Qué quieres Alex? Sea lo que sea, no lo vas a encontrar conmigo. Yo no soy
cómo esas mujeres que te gustan y nunca lo seré y no quiero a alguien que esté
conmigo solo por descarte o peor, solo para algunos ratos privados mientras
tiene una novia de verdad. -Tomó aire lentamente–. Alex estoy mareada,
necesito cerrar los ojos. Vete, estoy bien, no me ha pasado nada que no se olvide
ni se deje atrás. Me recuperaré, de todo, me recuperaré. -Añadió indicándole
claramente que no solo se refería a la herida de la bala sino a las últimas
semanas.
-Clara, yo no quiero estar contigo por descarte. Quiero intentarlo. Quiero…
quiero estar contigo, que estemos juntos y ver dónde nos lleva… esto…
Se pasó la mano por el pelo intentando encontrar cómo explicar lo que ni
siquiera era capaz de explicarse a sí mismo.
-Alex, no quiero probar a ver qué pasa. Sí, se puede empezar una relación con
mucha seguridad y después no salir bien, eso ocurre, pero no quiero empezar
nada solo como experimento a ver si te sientes a gusto o cómodo o según si lo
que pase se ajusta o no a tu idea, porque, en cuanto algo vaya mal o discutamos,
saldrás corriendo y yo no puedo estar con alguien esperando o temiendo siempre
el momento exacto en que se canse de mí, o de lo que tenemos o que
simplemente se dé cuenta que ese experimento no es tan satisfactorio y que
necesita buscar lo que de verdad le gusta, le conviene y puede lucir dentro y
fuera de casa sin avergonzarse o sin sentirse inseguro. Yo no estoy preparada
para un “a ver qué pasa” y tú no estás preparado para una relación y menos una
tan poco excitante y alejada de tu vida como lo sería una relación conmigo.
Probaste mi vida y te cansaste enseguida y si necesitas otra prueba de que no
quieres una relación conmigo, piénsalo bien. No conozco a tus amigos, ni tu
apartamento, ni a tus compañeros, a salvo Arthur y Andy y no los conocí por ti.
Cuando querías a alguien para esos compartimentos de tu vida, acudiste a lo que
realmente te gusta. Y eso es otra cosa. No seré gran cosa, Alex, pero al menos
me merezco un hombre que no tenga que compartir con otras mujeres, ni tener
que soportar mentiras o engaños. Tú no quieres una relación conmigo, no estás
preparado para una relación conmigo y, ahora, ni quiero ni puedo permitirme
simplemente tantear el terreno contigo temiendo, a cada paso que demos, que te
asustes y salgas corriendo. Ya no puedo hacer eso, ahora hay algo más
importante. -Se calló un segundo dudando si decirle lo del embarazo. Con ello
seguro se asustaría del todo y saldría corriendo a toda velocidad, pero podría
simplemente empeñarse en meterse en la vida del bebé y a saber de qué modo y
no estaba aún lista para lidiar con él y todo lo que se le avecinaba. Tomó aire y lo
miró seria–. Alex, yo solo quiero una vida tranquila y normal, quizás alguna
sorpresa de vez en cuando, que espero no impliquen balas nunca más, pero,
desde luego, está alejada de la vida que te gusta y que esperas y… y… Alex…
necesito… -se iba incorporando apresuradamente, empujándolo para que le
dejare espacio y a trompicones entró en el baño de nuevo a vomitar.
-Clara… Clara. -La llamaba desde la puerta, alarmado. Salió un par de minutos
después lívida y claramente desorientada–. Maldita sea. -La tomó en brazos sin
esperar que dijere nada y la llevó hasta la cama –. Clara, estás sangrando, la
venda la tienes… ¡Maldita sea!
Se giró corriendo y abrió la puerta de la habitación llamando a una enfermera a
gritos hasta que apareció una y fue hasta Clara.
-No se preocupe, es normal que se le abra la herida si hace esfuerzos con la
garganta o algún movimiento brusco. Salga, he de limpiarla y curarla… -le decía
la mujer mientras sacaba algunas cosas del kit que llevaba.
Alex permaneció, sin embargo, en la puerta, tenso y molesto y, en cuanto la
enfermera salió, miró a Clara que permanecía todavía pálida de costado con los
ojos cerrados. No, definitivamente no le gustaba verla mal. No importaba lo que
ella hubiere dicho, porque era consecuencia de cómo se había comportado antes
y se lo merecía con creces. No importaba porque ahora sabía que las semanas,
con ella, hacían sido fantásticas, las mejores de su vida, no quería que parasen.
¿Aburridas? ¿Carentes de emociones? Estaba muy equivocada. Rodeó la cama y
sin mediar palabra se tumbó junto a ella y la rodeó por la espalda antes de que
dijere nada.
-Alex, vete. No quiero discutir. No me encuentro bien.
-Yo tampoco quiero discutir y voy a quedarme contigo hasta que te encuentres
bien. -La besó en la sien al tiempo que la sujetaba firme para que no se
moviese–. Escúchame Clara, me gusta la vida a tu lado. Me gusta la relación que
tenemos y no me refiero solo al sexo que te aseguro me encanta acostarme
contigo. -Apoyó los labios en su oreja y le susurró–. Sueño cada noche con
devorarte, con sentirte aferrarme dentro de ti, con poder devorar esos pechos que
son mi debilidad y con verte llegar al orgasmo mientras te tomo. -La escuchó
resoplar ligeramente–. Pero es más que eso, Clara. Añoro cada momento
contigo, añoro bromear contigo, incluso por mensajes, añoro que me des órdenes
hasta, también, que me llames capullo arrogante.
-Alex, para. -Intentó moverse un poco solo lo necesario para mirarle a la cara–.
No quieres una relación conmigo, no estás preparado para una relación conmigo
porque las cosas han cambiado. Puede que podamos tener muchos momentos e
incluso días como aquéllos, pero todo eso, para mí, ha quedado atrás porque
cualquier relación conmigo pasa por algo mucho más importante que será lo que
prime sobre ti, sobre mí, sobre cualquier cosa a partir de ahora y tú no estás
preparado para ello, ni siquiera sé si desearías. -Suspiró y lo miró un par de
segundos antes de decir tajante–. Alex levántate. Tengo que decirte algo y
después deberás pensar muy bien las cosas.
Alex la miró frunciendo el ceño y asintió. Se enderezó con cuidado y finalmente
se sentó en el borde de la cama y vio como Clara giraba ligeramente el rostro
hacia la puerta y al mirar vio a Josh entrando.
-A ver, Alex, lo que voy a decirte no implica obligación alguna para ti si no
quieres, yo me podré ocupar sola. -Se escuchó un carraspeo justo detrás de él,
sabiendo que Josh se había sentado–. Bueno, con ayuda, pero, de cualquier
modo, no espero que hagas nada ni que digas nada y menos que no quieras.
-Sirena. -La instó Josh con suavidad a que abreviase
-Esto… Está bien… -tomó aire y miró a Alex-. El médico me ha dicho esta
mañana que estoy embarazada.
Vio como los ojos de Alex se dilataban de golpe y casi pudo sentir en su piel el
jadeo que soltó involuntariamente.
- ¿Estás embarazada? -preguntó casi en un susurro y Clara asintió ligeramente–.
Embarazada… -murmuró mirándola atónito.
-Alex, creo que deberías irte, pensar muy bien lo que pasa y decidir si quieres o
no formar parte de la vida del bebé de algún modo. Pero no puedes ni quiero que
estés conmigo por el bebé y tampoco puedes intentar una relación sin estar
seguro de en lo que te metes. No has sido capaz de llevar una relación sin el peso
y la presión de un embarazo y un bebé, así que no creo que estés preparado para
una relación conmigo y menos en estas circunstancias… Pero, aunque no lo
hagas, eso no ha de impedirte decidir sobre qué clase de relación quieres tener
con el bebé, si es que quieres tenerla. Vete, Alex. -Le decía seria-. Vete y no
regreses hasta que sepas lo que quieres. Yo no quiero simplemente probar a ver
qué pasa porque ya no puedo permitírmelo.
Alex la miró en silencio unos segundos y asintió serio, pero antes de levantarse
se inclinó y le tomó el rostro entre las manos.
–Esto… Esto… -le dio un beso lento, suave y sin apremio y luego la miró unos
segundos más.
Clara le puso ambas manos en el pecho y lo empujó suavemente:
–Vete, Alex, vete.
Alex se enderezó y se puso en pie girando de inmediato y rodeando la cama para
tomar su abrigo, pero al girar el rostro hacia la cama la volvió a encontrar de
costado, semi acurrucada y tan pálida como cuando hubo salido del baño y se le
encogió el corazón como nunca.
Salió de la habitación en silencio y atravesó todo el hospital hasta llegar al
parking cercano en que había dejado el coche, dándole vueltas a todo lo que le
hubo dicho Clara, pero, parado frente a la puerta de su coche aún cerrado, miró
su reflejo en el cristal del conductor. <<No le había dicho que la quería, no le
había dicho que, antes de ir a verla, supo la quería. No le había dicho que
pasare lo que pasare con el bebé, sus sentimientos por ella no venían de ese
bebé. ¿Pasare lo que pasare con el bebé? ¿Pero que estaba diciendo? Era su
bebé, su hijo, suyo. Él no podía ser un padre desapegado como lo había sido el
suyo. Él querría a sus hijos, los cuidaría, los vería crecer y con una madre como
Clara… no podía imaginarse una persona mejor con la que tener un hijo, su
hijo, de Clara y suyo>>. Levantó la vista y miró la puerta del hospital a lo lejos
frunciendo el ceño. << ¿Qué diablos había que pensar? No sabía nada de
relaciones, no sabía nada de niños, pero quería a Clara, Dios si que la quería,
se le encogió el corazón en cuanto la vio en la cama herida, y un hijo suyo, de
ambos…>>.
Cinco minutos después entraba de nuevo en la habitación del hospital y fue
directo a la cama de Clara que lo miraba asombrada, se sentó en un lado y la
aupó para abrazarla y acomodarla en sus brazos.
-No te he dicho que te quiero, Clara, pero te quiero. -Decía apretando su abrazo
con el rostro de Clara apoyado en el hueco de su hombro en el que la acomodó
sin que ella pudiere oponerse–. Lo he sabido en cuanto Andy me ha contado lo
que había ocurrido y todo desapareció a mi alrededor. Lo veía todo rojo por
saberte herida, por no haber estado contigo, cuidándote como debería. Te quiero,
Clara, y estoy aterrado porque nunca he estado enamorado, nunca he tenido una
relación, pero tampoco he querido nunca tenerla. Hasta ahora. Un bebé es más
aterrador aun, pero es mi hijo, nuestro hijo y entre los dos intentaremos hacerlo
bien. Voy… voy… -la fue inclinando y tumbando de nuevo en la cama
manteniéndose ligeramente inclinado sobre ella acariciándole el rostro con los
pulgares–. Escúchame bien. No sé lo que he de hacer, no sé lo que se supone he
de hacer, pero voy a estar contigo, y no por el bebé. Voy a estar contigo por él o
ella, por mí y por ti, pero sobre todo porque te quiero y aunque puede que suene
y sea aterrador, tú y yo ya somos una pareja y tú y yo vamos a tener un bebé,
juntos. Bueno con ese hombre que me atraviesa la nuca con la mirada. -Se
escuchó un “ni lo dudes” a su espalda–. Él no nos dejará hacer locuras o no más
de las precisas. Y, por cierto, sería un buen momento para que dijeres que me
quieres un poquito y que me perdonas por haberte hecho daño, por haberme
comportado como un asno y un cobarde y por no haber sabido antes decirte que
te quería y no las sandeces que te dije.
Clara suspiró.
–No sé. Debieras preguntarle a ese hombre que te atraviesa con la mirada.
Alex se rio entre dientes:
–No le caigo muy bien. Prefiero que me lo digas tú.
Clara se encogió de hombros.
–Bueno, un poquito.
-Me conformo. Dentro de poco me adorarás, haré que me adores. -Se rio y la
volvió a besar con suavidad-. Tengo tres días libres que acabo de decir a Arthur
me tomo de inmediato y voy a encargarme de que descansas. ¿Puedo llevarte ya
a casa?
-Después del almuerzo. -Se escuchó a su espalda.
Alex se rio y se enderezó poniéndose en pie y mirando a Josh repitió:
-Después del almuerzo la llevaremos a casa.
Josh suspiró y asintió:
–Clara, has de dormir. Recuerda que si no las pastillas no te servirán de nada.
Alex rodeó la cama y sin más se tumbó a su lado y la hizo apoyar el rostro en el
hueco de su hombro tras pasar por detrás de su cabeza el brazo.
–Clara, por hoy haré de Rodolfo.
Clara se rio:
–Rodolfo no lleva trajes hechos a medida ni corbatas de Hermes.
-Habrá que remediar esa imperdonable falta de estilo y elegancia del viejo
Rodolfo.
-Deja el peto a rayas de Rodolfo tranquilo que es su seña de identidad.
-Yo creía que era el pelaje envejecido, por utilizar un calificativo no muy cruel.
-Ese pelaje de gorila ajado le da carácter. Salvaje, rebelde, descuidado.
- ¿Te importaría dejar de hablar que has de dormir? -Sonreía.
Josh se acercó y lo miró:
–Voy al supermercado a comprar cosas que vamos a necesitar. No dejes que se
mueva y como me entere que la dejas sola será lo último que hagas como varón
y deberás empezar a pensar en cambiar tu nombre a Alexa.
Clara se rio ocultando el rostro en el pecho de Alex que sonreía:
–Mi anatomía y yo tendremos en cuenta la amenaza, no temas. -En cuanto salió
preguntó-. ¿Por qué será que creo que cumpliría la amenaza?
-Tiene unas enormes tijeras de podar, no lo olvides. -Le decía Clara
acurrucándose mejor–. Alex, voy a cerrar los ojos.
Alex la apretó contra él y mientras la notaba relajar el cuerpo le acariciaba la
mano que ella apoyaba en su costado
– ¿Clara?
- ¿Umm?
-No es por ponerte nerviosa, pero vas a tener que enseñarme muchas cosas. No
es que haya tenido el mejor padre del mundo y no sé lo que habré de hacer.
Además, trabajo mucho y…
-Iremos paso a paso, como has dicho. No tendremos que cambiar toda nuestra
vida de la noche a la mañana, solo tener en cuenta a uno más… yo no dejaré la
cafetería, no puedo, ni quiero y, bueno, creo que solo deberemos adaptarnos un
poco.
- ¿Sabes que sueño contigo? -Preguntó al cabo de un par de minutos–. Sueño con
la noche de fin de año, con la mañana en la cocina en que me castigaste a trocear
tomates, pero sueño, sobre todo, con el instante mismo de despertar en el sofá de
Josh y me sonreías con un rastro de harina en la mejilla. Me gusta cuando tienes
harina o azúcar en la mejilla, me dan ganas de acercarme y lamértela entera.
Clara se rio:
- ¿Lamerme la harina?
-Ya ves, al parecer la harina resulta un afrodisíaco muy poderoso.
Clara sonrió:
- ¿Le has robado su medicación a alguien cuando subías?
Alex sonrió:
–Clara, duerme un poco, estás muy paliducha.
- Ey, que me han disparado.
Alex le acarició el brazo y subió lentamente hasta el hombro:
- ¿Te duele mucho? -le señaló el cuello, sin tocárselo,
-Un poco, si lo muevo. Solo estoy débil por el golpe en la cabeza y que he
perdido sangre, pero me ha dicho el médico que en unos días apenas si me
quedará una cicatriz por lo que me he visto obligada a pedir al sargento que me
regale la bala como prueba de mi aventura.
Alex negó con la cabeza sonriendo:
–Eso es lo más macabro que he escuchado jamás.
Clara lo miró ligeramente:
–Sabes que no eres un candidato apto para novio ¿verdad?
-Pero tú me convertirás en uno estupendo ¿a qué sí?
-No sé, eres demasiado guapo para mi bien.
Alex sonrió y la besó en la sien:
-Y tú demasiado buena para el mío.
-Cierto. -Afirmó arrogante sonriendo.
-Si duermes un poco ni me molestaré en rebatir tal muestra de engreimiento.
En cuanto el médico le dio el alta la llevaron a casa y Andy, Rose y Owen la
mantuvieron relativamente entretenida en un sillón por la tarde para que no se
moviere mientras Alex, después de hablar con Josh, fue a su casa a buscar
algunas cosas para poder quedarse con Clara esos días, aunque ella se empeñase
en trabajar al día siguiente, ya se ocuparían ellos de que al menos se quedare en
casa ese día.
Alex regresó a media tarde y tras dejar sus cosas en la habitación de Clara,
escuchó la vocecita de Dave en el salón, salió y se lo encontró de pie frente a
Clara con la boca llena de azúcar glas, riéndose. Se acercó de inmediato y se
sentó junto a Clara.
-Hola. -lo saludó Dave–. Tía Clara me ha dicho que puedo venir y quedarme con
ella por la mañana mientras mami trabaja. Voy a hacerle un dibujo.
Alex sonrió,
–Ven. -Lo sentó en sus rodillas–. Confiesa, ladrón de dulces ¿qué has comido
que te ha dejado estas marcas? -preguntaba pasándole una servilleta por la boca
mientras él se reía–. Yo también quiero un poco.
Dave se reía travieso.
–He comido mis galletas nevadas. Tía Clara me hace para toda la semana y las
pone en mi tarro de cristal. Solo las como yo.
-Oh sí. -Decía Owen tras su enorme taza de café–. Si te pilla cogiendo una, llama
a su madre para que coja la porra. -Se reía mirando al pequeño que asentía
tajante.
-Porque las hace para mí, solo para mí.
Alex se rio mirando al niño cabezota y orgulloso de que solo le hiciera a él las
galletas:
–Si vienes temprano- le dijo mirándolo serio –. Sentaremos a Clara en un
taburete y le diremos que no se mueva mientras nosotros hacemos el desayuno y
ella nos va dando instrucciones.
- ¿Y haremos tortitas de risa?
-Y beicon y huevos. -Contestó él mirando de soslayo a Clara que lo miraba
incrédula –. Vamos, mujer de poca fe. Tú nos irás diciendo qué hacer.
-Uy sí… -decía Dave divertido–. Así ya no seré pinche, seré cocinero jefe.
Clara se rio.
–Peque, mucho te asciendes tú desde el puesto de pinche, ni siquiera cocinero a
pruebas o ayudante. Tú, directamente, cocinero jefe.
-Bueno, él será mi ayudante. -Señaló a Alex–. No sabe hacer mucho.
Clara miraba a Alex que estalló en carcajadas.
–En eso tiene razón. -Reconocía ella riéndose.
Owen se llevó al pequeño poco después a casa mientras Josh marchaba a la
esquina a ver si necesitaban algo por insistencia de Clara, y Andy había
regresado a la oficina prometiendo traer el portátil de Alex para que pudiere
trabajar desde casa esos tres días ya que Clara le dijo que no podía estar todo el
tiempo sin hacer nada que acababan de ascenderle y eso no estaba bien, que era
como hacer pellas… Alex se rio de aquello un buen rato, pero no protestó.
En cuanto Josh y Andy se marcharon se quedó con ella a solas en el
apartamento.
-Ven. -Le dijo tras regresar del dormitorio–. Vas a ponerte uno de tus calentitos
pijamas de niña buena. -Le sonreía con uno de sus pijamas en la mano.
Clara se rio.
- ¿No te gustan mis pijamas? Porque he de decirte que solo tengo un camisón
tipo picardía y no lo he estrenado. No están hechos para llevarlos puestos, son
incómodos.
Alex que le había levantado los brazos y le quitaba el traje que llevaba se reía.
–Creo que se trata de eso, calabacita. -La escuchó resoplar por llamarla así–. Se
trata llevarlos puestos muy poco tiempo.
Cuando le sacó por la cabeza el vestido dejándola sola con la ropa interior, lo
miraba entrecerrando los ojos:
–Pues para eso mejor no llevar nada…
Alex se cernió sobre ella sonriendo dejando caer el pijama a un lado, olvidado.
-Estoy de acuerdo. -Se acomodó con cuidado sobre ella y la besó lentamente–.
Te he echado muchísimo de menos. -Reconocía mientras le acariciaba el rostro
con los dedos muy despacio-. Cuando estés mejor voy a devorar cada pedacito
de este delicioso cuerpo.
-Alex… -susurró moviendo ligeramente las caderas y acomodando su
entrepierna–. Siempre me quedo dormida profundamente cuando me has
devorado un poco.
Alex sonrió.
-No sé si sentirme halagado u ofendido, pero, de cualquier modo, estoy muy
escandalizado, calabacita licenciosa.
-Puedes ser muy cuidadoso. Además, ¿qué puede pasar? ¿Qué me dejes
embarazada, mal hombre?
Alex se rio y después le miró la tripa aún intacta y se la acarició lentamente:
–Es un poco intimidante. Nuestro propio hijo.
-O hija.
Alex alzó la vista y la miró a los ojos:
–O hija. Una niña a la que mantendré alejada de canallas arrogantes.
-Pero mientras tanto, cierto canalla podría ser bueno y jugar conmigo.
Alex estalló en carcajadas:
–Definitivamente voy a adorarte embarazada si tu principal síntoma es la lívido
alta... -se aupaba hasta ponerse cara a cara con ella-. Tienes que prometerme no
mover la cabeza o te haré pocas travesuras.
Clara sonrió traviesa.
–Prometido.
-Pequeña licenciosa… -murmuraba besándola primero con deseo, luego con
hambre incontrolable que lo encendió de un modo asombroso, estaba duro como
una tabla con solo besarla. <<Dios bendito, cuánto, cuánto la había echado de
menos>>.
Le quitó las bragas sin dejar de besar, lamer y morder sus pechos, sus costillas,
su ombligo y le abrió las piernas ansioso, deseoso y, pronto, jadeante con solo
notar entre sus dedos lo mojada y caliente que estaba sin apenas azuzar esa
intimidad que pronto se convirtió en su manjar. Clara se aferró a él azuzándolo
más y más empujándolo a devorarla jadeando su nombre, reclamándolo,
llamándolo y en cuanto llegó al orgasmo, Alex se desprendió del pantalón con
fiereza, enloquecido de deseo por la única mujer a la que de verdad quería y
había querido alguna vez, y la penetró dejándolos a ambos, de pronto, quietos,
jadeantes y mirándose como si todo lo de alrededor hubiere desaparecido.
-Dios, Clara. -Se apoderó de su boca rodeándola por completo con sus brazos
mientras ella lo anclaba apresándole con las piernas–. Cuánto te he añorado. -
Murmuró sobre sus labios aun empalado en ella hasta la empuñadura, tan duro,
palpitante y con un dolor extremo de puro anhelo por ese cuerpo, esa húmeda
calidez rodeándolo y esa suave cueva encerrándolo.
-Alex… más… -Susurró deseosa y ansiosa notando como el cuerpo que la
invadía vibraba frenético por moverse, deseosa de notarlo hundirse una y mil
veces…
Alex se retiró y empujó y juraría que vio el cielo con la sensación que lo inundó.
–Oh Dios, Clara… -logró decir casi sin respiración, retirándose y volviéndola a
penetrar una y otra y otra vez en embestidas lentas y muy profundas.
<<Oh Dios mío>>, resonaba en su cabeza, <<cuánto deseaba hundirme en
Clara, en su terciopelo estrecho y con esa forma que tiene de acogerme y
engullirme>>.
-Oh sí, sí, sí… -jadeaba más y más.
<<La quiero, quiero a Clara, quiero a mi Clara>>, resonaba una y otra vez
como una cantinela fantástica, sintiéndose enfebrecido, eufórico y absolutamente
en la gloria comenzando una fiera y desesperada tanda de envites fuertes, fieros,
ansiosos y reclamantes. Cuando se derramó en ella aulló de placer, del orgasmo
brutal que nació en su cuello, recorrió su columna y acabó estallando en esa
verga traidora que le declaraba tan claramente como su siervo. Pero se supo
feliz. Clara era su pareja, sí, lo era. <<Dios mío, por fin estoy en casa, en mi
fantástica casa>>.
Se quedaron muchísimo rato sin moverse, así, unidos, mirándose, acariciándose,
besándose durante.
–Clara. -Susurró cuando quiso retirarse, pero ella gimió en protesta–. No quiero
hacerte daño. Estarás más cómoda si te libero de mi peso.
-No, aún podemos jugar más. -Susurró pícara–. Creo que el pequeño Alex
también quiere un poco más. -Sonreía traviesa al notarlo endurecerse dentro de
ella mientras él se reía–. Además, yo también te he echado mucho de menos.
-Calabacita, me parece que el pequeño Alex y tú estáis confabulados… -removió
las caderas juguetón–. Pero… dos contra uno, ganan… -se retiró y la embistió
certero– y ahora… me declaro el capitán de esta partida…
De nuevo la embistió con fuerza hasta la misma empuñadura hundiéndose en
ella hasta ese punto en que sabía ella lo apresaría con ansia, lo ahogaría,
reclamaría como propia su espada y estrangularía su punta de ese modo que lo
volvía loco, de ese modo que solo ella lograba aun sabiendo que ella lo haría de
modo inconsciente sin saber el efecto que provocaba en él y cómo lo sometía a
sus deseos y a su cuerpo.
-Así que obedece, marinero… -gruñó en su oreja al penetrarla y disfrutar de
como ella ahogaba su punta exprimiéndolo y sacando de él al ser salvaje que
dormitaba en letargo hasta que ella lo llamaba–. Así, eso… dale placer a tu
capitán… -Murmuró ronco y caliente en su oreja mientras la penetraba con fiero
deseo y ella lo acogía más y más y más–. Eso es… pequeña… oh Dios, Clara…
vas a hacer que me corra. -jadeó ahogado desesperado-… Dios, Clara, córrete,
cielo, córrete para mí… -alzaba el rostro atrapando el de ella entre las manos sin
dejar de moverse más y más–. Quiero verte, vamos, noto tus temblores. Sé que
estás a punto. Vamos, pequeña. Quiero correrme contigo, vamos Clara, por
favor… vamos… -jadeaba ahogado más y más mientras los dos se movían
acompasados y llamándose atávicos.
Clara apretó las manos en sus nalgas.
–Alex… más, más, te quiero más dentro… por favor.
Alex empujó fuerte, frenético y desbocado dentro de ella y la sintió apretarlo
tanto en respuesta a su orgasmo que él la siguió irremediablemente gritando
salvajemente su nombre mientras todo su cuerpo explotaba y temblaba.
-Santo cielo. -Jadeaba sobre los labios de Clara antes de besarla–. Eres peligrosa,
calabacita licenciosa.
-Alex. -Susurró aún atolondrada–. A partir de ahora pienso confabularme
siempre con el pequeño Alex y no te dejaremos tener opinión.
Alex sonrió salaz, aun jadeante, aun sintiendo el bombeo de su sangre en sus
venas, removió las caderas lentamente en pequeños círculos y en unos minutos
de nuevo estaba duro y excitado tanto como Clara:
–Creo… -susurraba sobre los labios de Clara– que un nuevo asalto demostrará…
-gruñó enterrando unos segundos el rostro en su hombro empezando a embestir
de nuevo lenta pero catárticamente porque hundirse en ella, sentirla rodearlo era
catártico, casi una necesidad vital–… un nuevo asalto, demostrará que el
pequeño… el pequeño Alex… -echo hacia atrás la cabeza buscando aire
desesperado sin dejar de tomarla y ella tomarlo a él con avidez–. Oh Dios,
pequeña… sí, sí… creo que también me… me… me hace caso a mí… ¡oh sí! -
gritó frenético de nuevo alcanzando un orgasmo salvaje.
La miró unos minutos después aún con la respiración forzada.
–Creo que el pequeño Alex nos hará caso a los dos. Pero sobre todo a este
cuerpo tuyo…- miró el cuerpo de Clara incorporándose ligeramente sobre los
codos sonriendo al ver el punto en que permanecían unidos, él hundido en ella
con irremediable placer–. Dios, cielo. Estoy agotado y no quiero separarme de ti,
pero si no lo hago en unos minutos volverás a hacerme perder el oremus y
volveré a tomarte sin freno.
Clara sonrió.
–¿Así que la calabacita licenciosa resulta que está emparejada a un capullo
licencioso?
Alex se rio:
–Somos dos licenciosos peligrosos.
Se reía separando un poco el rostro para poder mirarla bien mientras se retiraba
de ella lentamente disfrutando del roce en su pene de la suavidad de su interior
conforme se retiraba, de su calor acariciando su sensible piel, sonriendo
satisfecho ante la idea de que jamás volvería usar preservativo con ella, nunca
volvería a tener nada que lo separase de ella, su piel, su calor, su contacto. Con
ella, con su perfecta pareja, jamás llevaría nada que le privase de su más íntimo
contacto. Siempre la tomaría, siempre haría el amor con ella piel con piel,
sintiéndola plenamente como esa noche.
-Voy a meternos dentro de la cama y a dormir con mi pequeña licenciosa a la que
dejaré abrazar a ese gorila con el que compartiré cama.
-Solo hasta que nazca mi bebé. Entonces cuidará de él y se dejará abrazar por mi
pequeño.
Alex se rio:
- ¿No crees que podría comprarle a mi pequeño un gorila propio?
-Ahh, no, no, no, como el viejo Rodolfo ninguno.
Alex comenzó a besarla lentamente por el rostro:
–¿Así que renunciarás a Rodolfo por nuestro pequeño? -le preguntaba sin dejar
de recorrerle el rostro.
-Y tú tendrás que dejarme acurrucarme a tu lado para que no note su ausencia.
-Un acuerdo muy provechoso para ambas partes porque en cuanto te acurruques
pienso hacer muchas travesuras.
La penetró lentamente y empezó a mover ligeramente las caderas en círculo
creando una fricción dentro de ella que la hizo por pura inercia acompasarlo y
removerse para engullirlo más.
-Al parecer soy incapaz de resistirme… -echó hacia atrás la cabeza arqueando la
espalda jadeando en cuanto ella lo apretó de un modo tan perfecto–. Ah sí… -
empujó fiero con ese nuevo ángulo manteniéndola inmovilizada debajo él–. Ah
sí, eso, eso… no pares de hacer eso… Por lo que más quieras no dejes de… de…
oh sí… no dejes de aferrarme. -gruñó de placer–. Dios, me vuelves loco… -Se
apoderó de sus labios mientras parecían acoplarse en una perfecta armonía de
deseo y sexo tan perfecto, tan carnal y a la vez tan lleno de una perfecta unión de
algo más que esos rendidos cuerpos–. Así, así, Dios mío, Clara, te quiero, te
quiero… -susurraba ronco en su oído sabiéndose, perdido ante ella, rendido ante
el martilleo de un corazón que no solo bombeaba sangre, frenético, a su
enfebrecido cuerpo, sino que, con cada martilleo, le decía cuánto la quería.
Se despertó con los primeros rayos del sol entrando por la ventana con el ruido
de la calle de fondo, pues se habían dejado la ventana ligeramente abierta, y con
ese agradable calor del cuerpo de Clara encerrado entre sus brazos y sonrió,
inevitablemente sonrió. Se quedó quieto mirando a través de la ventana con la
suave respiración de Clara ligeramente ahogada por los ruidos lejanos de más
allá de esas paredes. << ¡Qué noche tan fantástica! >> Pensaba asombrado.
Sexo vívido, carnal, también dulce y tierno, sexo sensual y pícaro, pero siempre,
siempre, perfecto. Tan saciante, lleno, tan abrumador. Disfrutó jugueteando con
ella como antes, divirtiéndose y bromeando. Le gustó cuidar de ella e incluso
ponerle el pijama para que no pasare frío cuando empezaba a amanecer pues no
hubieron contenido ni su deseo ni su ansia el uno por el otro y estuvieron hasta
casi el amanecer tomándose sin freno. Le gustó ponerle ese pijama con ella
medio adormecida agotada dejándose llevar. Le gustó taparla protector, aunque
eso implicase separar su piel, esas nalgas y esos pechos magníficos de su propia
piel. Levantó la cabeza cuando vio el rabillo del ojo que la puerta del dormitorio
se abría y de inmediato entraba Josh que le miró y le hizo un gesto de cabeza
mientras rodeaba la cama para ir al lado más cercano a Clara.
-Umm… ¿cómo ha pasado la noche? -preguntó en voz baja mirando a Clara.
-Justo antes del amanecer empezó a dolerle un poco, pero enseguida le di la
pastilla y se durmió poco después. Creo que debería despertarla para hacerle la
cura. -Hablaba mientras se incorporaba ligeramente quedando apoyado en un
codo evitando incorporarse más pues estaba completamente desnudo, como
juraba para sí estaría siempre teniendo a Clara a su lado.
-Déjala dormir un rato más. Dentro de una hora bajará Dave para el desayuno
que cierto inconsciente le ha prometido. Ven a tomar un café. Andy se está
terminando de vestir para marcharse. Después la despertamos y uno de los dos la
vigila mientras se ducha.
Alex asintió incorporándose del todo tras taparla bien y ponerse los pantalones.
Salió del cuarto tras Josh que lo guio hasta la cocina.
–Me temo que, si no los hace Clara, no hay bollos a estas horas, aunque sí fruta.
Alex negó con la cabeza.
–Después desayunaré con ella y ese canalla de pantalón corto. -Josh preparó el
café mientras lo miraba de soslayo–. Suéltalo, Josh. -Le instó –. Mejor hacerlo
ahora antes de que revientes.
Josh suspiró y se apoyó ligeramente en la encimera que quedaba a su espalda y
lo miró.
- ¿No volverás a hacer otra de las tuyas? Me refiero a eso de “ahora me divierto
y me quedo, ahora no y me marcho…” Hay mucho en juego, empezando por el
corazón de Clara y la vida de un bebé de la que no puedes cambiar de idea
cuando te plazca.
Alex lo miraba mientras Josh giraba y tomaba los cafés pasándole uno a él.
–Josh, lo confieso, me muevo en un terreno desconocido, pero te aseguro que no
pienso irme, no podría ni, aunque me lo ordenase un ejército… Por increíble que
resulte incluso para mí, quiero a Clara, la quiero.
Josh se encogió de hombros.
–Te advierto que el bebé será mío también. Clara es mi única familia así que ya
puedes hacerte a la idea de que no dejaré que hagas daño a mis chicas, porque
quiero una niña. Aunque un niño podría ser una excelente diversión.
Alex suspiró.
- ¿Por qué tengo la sensación de que vamos a ir todos un poco a ciegas en ese
terreno?
Josh se rio.
–Bueno, yo no he tenido un hijo antes, así que.
-Acabo de caer en la cuenta de que no puedo seguir viviendo en mi apartamento,
pero Clara, el bebé y yo necesitaremos un lugar propio en el que vivir.
Josh asintió.
- ¿Quieres vivir con Clara?
Alex lo miró serio.
–Te lo he dicho, Josh, no pienso irme a ninguna parte y tampoco quiero que
Clara viva lejos de mí.
Tras un par de minutos Josh lo miró:
-Puedes comprar el piso que hay debajo este, pertenece a los de la oficina de la
primera planta, pero dudo que necesiten esa segunda planta. Podrías decirle a
Owen y sus hermanos que os la reforme e incluso que comuniquen este piso con
ese. Apartamentos independientes, pero también una misma casa.
Alex frunció el ceño. A Clara le encantaba vivir allí y él encontraba francas
ventajas a que tuvieren aquéllos vecinos, que ella tuviere la cafetería a solo unas
pocas manzanas y sin tener que recorrer media ciudad para ir a su casa antes del
despacho llegaría a este en escasa media hora todos los días.
- ¿Me lo venderían?
-Pregunta a ver qué dicen. Si no, bueno, pensaríamos en otra cosa… aquí viven
perfectamente bien tres personas, e incluso cuatro… -levantó la ceja–. Casi que
lo hemos hecho durante varias semanas… pero comprendo que cierta intimidad
es necesaria. Además, mi pececito necesita su espacio.
Alex alzó las cejas y preguntó desconcertado.
- ¿Tu pececito?
Josh sonrió.
–El hijo de mi sirena.
Alex negó con la cabeza.
- ¡Qué cruz!... no le digas nada a Clara de esta idea, hablaré con quién sea el
dueño de esa planta y si se aviene a mi propuesta hablaré con Owen… supongo
que a las mujeres embarazadas les conviene la tranquilidad y pocos sobresaltos.
Josh casi escupió el café deseando decirle que no lo diría por lo “amoroso” que
se puso esa noche.
–Hablando de tranquilidad. Anoche recibimos un mensaje de Ron confirmando
que llegan el domingo para las entrevistas de Noelia. Clara no quiere contar lo
del accidente para no alarmarlos, pero lo del bebé es algo que deberíais contar
ambos en cuanto tengáis oportunidad.
Alex asintió escuchando la voz a la espalda de Andy dando los buenos días antes
de rodear el islote para tomar un café.
–En este momento solo puedo decir que hay una deplorable ausencia de dulces
en esta cocina. O Clara se comporta o vamos a tener que reprenderla.
Alex sonrió negando con la cabeza y poniéndose de pie.
–Voy a despertarla antes de que llegue mi cocinero jefe.
Josh se rio a su espalda mientras lo veía desaparecer. En cuanto cerró la puerta
fue directo a tumbarse sobre Clara rodeándole con cuidado con los brazos.
–Buenos días, dormilona. -Le susurraba en el oído, pero antes incluso de alzar el
rostro, Clara le rodeaba los hombros y el cuello con los brazos–. Estás despierta.
-Depende… -Alex atrapó sus labios–. Umm… no estoy todavía muy despierta,
prueba otra vez. -Dijo cuándo el interrumpió el beso.
Alex se rio.
–Estamos caprichosa… -de nuevo la besó mientras le iba desabrochando los
botones de la parte de arriba del pijama antes de descender demorándose en
besar y lamer sus pechos–. Cariño, tienes que desnudarte y después ducharte… -
llegó hasta su estómago y tras besarlo apoyó la mejilla acomodándose en esa
postura. Clara lo escuchó reírse–. Creo que anoche te deje, además de exhausta,
muy hambrienta… Te ruge el estómago.
-Eso es muy poco galante… -enredó los dedos en su pelo–… aunque no puedo
negar que sí que tengo hambre… espero que sigáis mis instrucciones al pie de la
letra o nos veo yendo a la cafetería a que Tai nos alimente si no me dejas cocinar.
Alex se aupó sonriendo
Te alimentaremos nosotros… -la besó mientras con las manos deslizaba el
pantalón de su pijama hacia abajo-. Pero creo que podría darte un rápido
aperitivo antes… -susurró mientras tiraba de su propio pantalón desprendiéndose
de él dejando saltar libre su vara que se había endurecido con solo dejar caer su
cuerpo sobre el de Clara-. Abre las piernas, que quiero presentarte a alguien. -
Susurró malicioso sobre esa boca que ya devoraba.
Clara que se reía, enredó sus piernas tras los muslos de Alex empujándolo hacia
ella.
–Dame de comer. Has prometido hacerme el desayuno. Quiero mi primer plato.
Alex sonrió aupándose sobre los brazos antes de empujar certero y empalarla
comenzando a moverse dentro de ella en profundos envites que los hacían jadear
dentro de la boca del otro mientras se besaban e incluso se mordían haciéndolos
alcanzar un rápido orgasmo que los dejó agotados.
–Si pretendías sacarme de la cama, no lo haces muy bien. -Señaló Clara aun
jadeante.
Alex se rio acomodado entre sus pechos.
–No, definitivamente no parece que tenga talento para sacarte de la cama, pero
esa ausencia de talento no pienso corregirla. Será un defecto de carácter con el
que habrás de vivir… -Clara le acariciaba la espalda ociosa–. Si la vida de pareja
implica encontrarse así de bien por las mañanas, creo que empiezo a encontrarle
francas ventajas.
Clara se rio.
–Bueno, dentro de poco te levantarás al son del llanto de un niño que reclamará
atención y mimos entre otras cosas.
Alex suspiró.
–Hablando de niños. -Se aupó y la besó–. Vamos, antes de que entre como un
terremoto ese cocinero jefe que tiene aspecto de ser un dictador en potencia en
cuanto se vea con la cuchara más grande en sus manos.
Clara se reía levantándose poco a poco.
- ¿Te duchas conmigo?
Alex sonrió rodeándola por la espalda y guiándola hasta el baño.
–Pero solo te enjabonaré. Que te conozco y en cuanto veas mi impresionante y
varonil cuerpo mojado a tu alcance querrás devorarme.
Clara se reía abriendo la puerta del baño.
–Menudo creído, arrogante y engreído. ¿Así que en cuanto te vea mojado me
convertiré en una loba hambrienta? Lo que hay que escuchar.
Tras la ducha y vestirse, Clara dejó que Josh le limpiase la herida y le pusiere
una venda limpia y después se marchó a la esquina recordándoles que por la
tarde se pasarían a tomar una copa todos los amigos incluido Arthur con Bobby.
- ¡Tía Clara! -Dave entró como un terremoto en el apartamento buscando a Clara
llegando a la cocina donde ella y Alex lo habían dejado todo listo–. Hola. -Le
dio un beso y después otro a Alex–. Mami me ha dicho que esta tarde viene
Bobby a jugar conmigo. -Decía aupándose como si nada a un taburete–. Y que
podré enseñarle mi colección de cromos de baloncesto. -Miró a Alex–. La
empezó el abuelo y ahora es de papá y mía… Tenemos más de 3.000 cromos y
hay 500 firmados…
Alex sonrió mientras ponía frente al pequeño el vaso de leche con cacao que le
hubo dado Clara y que este apresó de inmediato llevándoselo a los labios.
–Impresionante.
-En navidad, me firmaron todos los del partido y el abuelito consiguió que el
entrenador le firmase un cromo antiguo de cuando era jugador… Y yo tengo mi
camiseta firmada… papi la ha enmarcado y colgado en mi cuarto.
-A ver, vosotros dos… Dejaos de líos y poneos manos a la obra… Tenéis un
desayuno que hacer. -Los miraba Clara indistintamente sentada en un taburete–.
Y tú… -señaló a Dave que sonreía con su bigote de leche perfectamente
dibujado–. Recuerda que has de seguir mis instrucciones y asegurarte que ese
ayudante torpón, nos obedece al pie de la letra… -señaló a Alex que estalló en
carcajadas.
-Si empezamos menospreciando mis dotes, mal vamos.
Durante media hora no pararon de reírse hasta que finalmente acabaron el
desayuno, más por las manos de Clara que de los dos supuestos cocineros, pero,
finalmente, pudieron desayunar con Dave y su verborrea inagotable haciéndoles
reír sin parar. Después, Alex sentó a Dave delante la mesa frente a un sofá y le
colocó todas sus ceras y su cuaderno de dibujo y le encendió la televisión con su
película de Harry Potter preferida mientras Clara y él se acurrucaban en el sofá
vigilándolo.
Alex la rodeaba por la espalda y le acariciaba el estómago disimuladamente bajo
la blusa.
–Si te encuentras mal me lo dirás ¿verdad? -le susurró al oído tras casi una hora
así.
Clara que no podía girar el cuello para mirarlo asintió enredando sus dedos con
los de él.
–Todo va a ir bien. Mi madre tuvo tres hijas, mi tía cuatro hijos, mi abuela dos
niñas y un niño sanos… En mi familia, al parecer, lo de tener niños no es
ninguna cosa del otro mundo.
Alex le besó la mejilla antes de posar de nuevo sus labios en la oreja:
–Bueno, de momento no lo hacemos mal… Dave está controlado, claramente
entretenido y bien alimentado… -Clara se rio suavemente por lo de “bien
alimentado”–. Y mi pequeño parece aún tranquilo en la tripa de su madre.
-Ey… que aún no tengo tripa… cuando esté como un tonel ya verás lo que
opinas de la madre de ese pequeño.
Alex tomó entre sus labios el lóbulo de Clara antes de soltarlo juguetón y volvió
a susurrarle.
–Pensaré que tengo más para devorar. Creo que vas a ser una embarazada lasciva
reclamante de mis atenciones y como hombre encantador que soy, te las daré con
placer.
-A ver si lo he entendido. Yo seré una embarazada lasciva y tú un hombre
encantador ¿lo he comprendido bien?
-Veo que el embarazo no ha alterado tu raciocinio… -se reía él entre dientes…
<<Por Dios que me encanta poder volver a bromear con ella y hacerla
rabiar>>, pensaba absolutamente maravillado de verse en tal tesitura.
-Lo que veo es que te vas a pasar los próximos meses a pan y agua y no solo en
sentido literal sino también en sentido metafórico… Umm… bueno no…
metafórico no, porque eso implicaría que yo también… Umm… pues solo te vas
a alimentar de pan y agua en sentido literal.
Alex estalló en carcajadas.
- ¿Ves cómo eres una embarazada lasciva? -le decía bajito al oído y ella
resoplaba.
-Pan y agua… nada de bollos, nada de risotto de setas del que te gusta, ni de la
ternera piamontese… nada de nada… ya lo sabes.
Alex se rio dándole un mordisco juguetón en el cuello.
–No podrás resistirte a alimentarme cuando me veas desfallecer, sobre todo si
eres tú la que me deja exhausto y al borde de la inanición con tus reclamos de
calabacita libidinosa.
Clara se empezó a reír:
–Debería darte con una sartén en la cabeza.
- ¡Ya está!
Exclamó Dave de pronto sobresaltándolos mientras él se enderezaba y se ponía
en pie sonriendo y con su cuaderno en las manos estiró los brazos ofreciéndoselo
a Clara orgulloso y en cuanto ella lo tomó, se encaramó al sofá dejándose caer en
la pierna de Alex para quedar junto a Clara que miraba el dibujo riéndose.
- ¡Pero si somos tú y yo en la bolera!
Alex miraba el dibujo maravillado de que sacase tal conclusión.
-Aja. -Dave se inclinó y señaló por toda su obra maestra–. El día que conseguí
mi primer pleno… ¿ves? Todos los bolos en el suelo…
-Umm… ¿Y dónde está tu batido de triunfador?, porque te recuerdo que exigiste
tu premio de victoria… -lo miró Clara alzando la ceja.
-Uy ¡es verdad!... espera… espera… tengo que dibujarlo… -saltó del sillón y
tomó su cuaderno y volvió a ponerse de rodillas frente a la mesa.
-Era de fresa, no lo olvides… -le decía Clara riéndose cuando tomó el color
marrón.
Dave se rio.
–Es verdad, y también la hamburguesa como la de papá.
Clara sonrió y dejando caer las piernas al suelo se sentó para poder mirar a Alex.
–Se pidió la hamburguesa más grande del local… con beicon, huevo, doble de
queso… una hamburguesa enorme.
-Porque ya soy un niño grande.
-Y glotón como su padre, sin duda…- sonrió. Clara que miró a Alex y bajó la
voz para decir–. Se la acabó comiendo Andy porque tras un par de bocados
enanos no podía más.
Alex sonrió mirando al pequeño que se mordía la lengua en gesto de
concentración.
-La semana que viene juegan los Nicks en casa ¿crees que tu padre y tú podríais
veniros conmigo y con mi hermano Ron a verlos? Podemos invitar a Bobby y a
su padre también.
Dave se giró y lo miró con los ojos muy abiertos.
- ¿De veras?
-Bueno, iba a comprar entradas de pista para Ron y para mí, si vamos los seis
nos divertiremos más.
-Uy, sí, sí.
Clara sonrió:
–Se lo preguntaremos esta tarde a papá, pero, mientras, termina mi dibujo,
Miguel Ángel de pacotilla.
El pequeño se reía mirándola divertido.
-Tendremos que hablar con Ron y Noe seriamente. Supongo que es mejor que lo
sepan ellos primero… -dijo al cabo de un par de minutos mirando a Alex que la
rodeó con un brazo y la acomodó en su costado.
-Creo que Ron entrará en estado de shock. Yo domesticado y por voluntad
propia. -Se rio.
Clara lo miró con los ojos entrecerrados:
–Creo que tú y yo vamos a tener que sentarnos a hablar muy seriamente sobre lo
que entiendes por domesticado.
Alex se rio y le pasó la yema de un dedo por la línea de la nariz.
–Pues ¿qué va a ser, refunfuñona? Atender los caprichos de mi dueña y señora,
caer rendido sin oposición ni lucha a su voluntad, obedecer sin rechistar sus
imperiosos deseos…
Clara se rio.
–Eso no te lo crees ni tú, loco. No harías tales cosas ni a punta de pistola.
-Mami tiene una pistola. -Se escuchó a Dave decir sin ni siquiera levantar la
vista de su dibujo–. Puedes decirle que te la preste, tía Clara.
Clara estalló en carcajadas.
- ¿Has oído, canalla domesticado? Tengo una pistola a mi alcance.
Alex que se reía desde que escuchó a Dave decir cómo si tal cosa lo de la pistola
estalló en un ataque de hilaridad incontrolado.
–Menudo par, empiezo a entender por qué Josh os declara una mala influencia el
uno para el otro.
Esa noche, Clara cerró el Skype antes de meterse en la cama tras haber hablado
con Julia a la que le hubo contado todo, menos lo del disparo, y aunque notó en
su expresión cierta preocupación se mostró con ella cariñosa y animosa. La tarde
noche, había sido divertida, pero agotadora con todos allí, por lo que decidió
meterse pronto en la cama y poder levantarse para volver a sus rutinas. De
costado, tumbada en la cama abrazada a Rodolfo notó hundirse el colchón tras
ella y de inmediato los brazos y el cuerpo de Alex rodearla.
- ¿Te encuentras mal? ¿Vuelves a tener náuseas? - preguntó suave posando los
labios en la oreja.
-No. -susurró–. Se me pasaron hace rato… -tomó la mano de Alex posada en
estómago y enredó los dedos con los suyos–. Solo pensaba.
- ¿En qué?
-No sé… en todo, supongo… -lo miró ligeramente-. ¿Sabes en lo que te metes?
Alex frunció el ceño.
–Sí. -Respondió tajante haciéndola girar para quedar de espaldas al colchón y
con él de costado para poder mirarla bien–. Clara, no voy a cambiar de idea, no
voy a arrepentirme y salir huyendo. Eso ya lo he hecho una vez y no funcionó.
Para que lo sepas, solo ha servido para descubrir que quiero a mi terca española
y que la necesito cerca para no convertirme en un canalla arrogante e
inaguantable… -Clara se rio-. Además… resulta que… -le empezó a abrir el
pijama– soy adicto a este cuerpo tuyo… -le deslizó la mano por debajo de la
cinturilla de su pantalón logrando que ella jadease de inmediato–. Especialmente
a este sedoso volcán… -Comenzaba a azuzarla lascivo mientras tomaba entre los
dientes y torturaba sus pechos–. Estas preciosidades serán mi perdición.
Su voz sonaba como un susurro ronco mientras ella tiraba de lazo que sujetaba la
cinturilla de sus pantalones del pijama que eran la única prenda que él llevaba e
introdujo la mano para sentir entre sus dedos su miembro duro, caliente y tan
vivo que la hizo gemir de placer junto con esa forma que él tenía de excitar su
intimidad. Comenzó a acariciarla al ritmo que él la azuzaba y lo escuchaba gemir
ronco y caliente entre sus pechos.
–Ah… sí, nena, no pares… -jadeaba al igual que ella desbocado.
Tras unos minutos azuzándose, ella detuvo con la otra mano la que él mantenía
en su intimidad y se la retiró y de un empujón lo dejó caer en el colchón y de
inmediato se colocaba entre sus muslos y tomaba no solo con sus manos sino
con su boca el miembro erecto de Alex que echó la cabeza hacia atrás buscando
aire frenéticamente en cuanto ella lamió la punta de su verga que temblaba bajo
su yugo. Se aferró con fuerza a las mantas a ambos lados de su cuerpo incapaz
de articular palabra. <<No pares, no pares…>> resonaba sin parar en su cabeza.
Esa lengua, esas manos, esa boca y eso que le hacía con los dientes
deslizándolos de un modo que cada terminación nerviosa de su cuerpo parecía
vibrar, lo estaban dejando a su merced. <<Oh Dios bendito… me va a matar>>
gruñó cuando se notaba a punto de estallar. La aupó y la sentó a horcajadas sobre
él empalándola desbocado y en cuanto la giró, frenético por encontrar la salvaje
liberación que sentía a punto de estallar, empujó ciego y descontrolado una y
otra y más veces con Clara aferrándolo dentro y fuera con la misma ansia y
necesidad. Estallaron en mil pedazos, al fin, en un grito atávico que Alex sintió
hasta la médula. Se dejó caer exhausto y casi incrédulo ante semejante estallido.
<<Dios bendito>>, resonaba en su cabeza sin parar. El sexo con Clara era
siempre tan intenso y vívido que lo dejaba agotado, pero tan satisfecho y
eufórico que no encontraba forma alguna de explicar sus reacciones. Giró
llevándola con él para dejarla sobre su cuerpo. No quería separar sus cuerpos por
nada del mundo. La abrazó deslizando sus manos por su espalda dejándolas de
modo distraído en sus nalgas cálidas y suaves.
-Definitivamente soy un hombre voluntariamente domesticado… -dijo con los
labios posados en la frente de Clara que parecía exhausta y completamente
entregada al letargo agotado de la plena satisfacción.
- ¿Te comportarás como un ser tan salvaje siempre que te auto declares
domesticado? Porque, en ese caso, cada día te recordaré que eres un hombre
supuestamente encantador y domesticado al que una embarazada lasciva le
reclama estas atenciones.
Alex se rio sin dejar de besarla por el rostro.
–Somos un par de lascivos, pero por suerte el objeto de mi lascivia es mi
calabacita libidinosa… -extendió un brazo y tiró del borde del edredón para
cubrirlos–. Adoro cómo huele tu piel después del sexo, cielo… -le decía
mientras la cubría de nuevo con su cuerpo girando para acomodarse sobre ella.
Clara se rio.
- ¿Cómo huele mi piel después del sexo?
-Hueles a ti, a mí, a los dos… -susurraba ronco mientras le acariciaba el rostro
con los labios–. Hueles a mía… a mi mujer… a mi Clara… -la besó con un beso
profundo, lento, apasionado–. Te quiero, Clara… aunque haya tardado en darme
cuenta creo que te quiero desde hace mucho tiempo... -despacio memorizaba sus
líneas–. Estás hecha para mí…
-Menudo petulante… -sonrió ella.
Alex alzó un poco más el rostro y la miró serio.
-Creo que deberíamos casarnos.
- ¿¡Qué!? -Clara abrió mucho los ojos mientras lo empujaba para quedar sentada.
Alex se sentó frente a ella.
–Piénsalo, Clara. Te quiero, incluso reconozco que más de lo que podría
imaginar posible. Aunque no me lo hayas dicho, tú también me quieres, aunque
sea un poquito. -La sonrió arrogante y encantador a un tiempo-. No pienso ir a
ninguna parte ni alejarme de ti y, además, dentro de poco tendremos nuestra
familia.
-Pero… pero… si ni siquiera llevamos viviendo bajo el mismo techo
veinticuatro horas y nuestra vida en unos meses puede ser un caos.
Alex se rio.
–Pero podría ser un caos como el de cualquier joven matrimonio que se enfrenta
a una vida en común, a una paternidad.
Clara se aupó ligeramente y le rodeó el cuello con los brazos apoyándose en su
torso:
–No sé… apenas hace unas horas te convencías de que tenías madera de posible
novio y ahora pasas al abismo del de marido… ¿No notas el suelo temblar bajo
tus pies?
Alex la rodeó con los brazos pegándosela un poco más.
–Ahora que lo mencionas… hasta ahora, pensaba que dar este tipo de pasos
debía ser no solo aterrador, que un poquito lo es, no voy a engañarte, pero no
siento ansiedad ni esa sensación de hallarme en un precipicio… por sorprendente
que me resulte… -le acarició los labios con los suyos–. Ayer todo el mundo
desapareció bajo mis pies cuando pensé que estabas herida, sin mí para cuidarte
como debería haber hecho y… bueno… ahora… tengo a mi deliciosa cocinera
en mis brazos, desnuda, con nuestro pequeño creciendo dentro de ella y solo
quiero que nada ni nadie me separe de ti, de vosotros…
-Vaya… eso es muy bonito… sobre todo viniendo de ese canalla arrogante al
que quiero.
Alex sonrió.
–Sabía que me querías… -la besó mientras la tumbaba de nuevo colocándose
entre sus muslos–. Creo que mi yo lascivo reclama a tu yo lujurioso. -Susurró
moviendo ligeramente las caderas entre sus muslos frotando su dureza en su
entrepierna.
Clara se rio deslizando el brazo entre sus cuerpos y tomando su miembro lo
colocó en su entrada.
-Creo que debieras darme un buen argumento para que nos casemos.
Alex empujó fiero sonriendo con la misma malicia que ella
–Este es uno… -la besó mientras se retiraba y volvía a empujar más fuerte–. Este
otro… y otro y otro…
Se volvieron a perder cayendo finalmente en un sueño agotador con Rodolfo
como único testigo de su desaforada necesidad.
Clara se despertó aun de noche y dejó a Alex dormido en la cama mientras ella
comenzaba a cocinar con sus rutinas y sus costumbres.
-Buenos días… -besaba el cuello y la nuca de Alex que permanecía boca abajo
cual Dios griego en pleno descanso–. Arriba Alex… -lo besó en la mejilla y
como no se movía dejó el café y el bollo en la mesita y se tumbó sobre él–.
Dormilón… si no te levantas te quedas sin café. -Lo escuchó reírse, pero no le
dio tiempo a reaccionar porque Alex giró deprisa y la dejó bajo su cuerpo.
-Esta no es forma de despertarme… -tiraba de la parte de arriba de su pijama
sacándosela de un tirón mientras ella se reía–. Mejor… -la besó en el cuello en el
lado contrario a la herida y después fue descendiendo–. Umm… Esto está mucho
mejor… estas sin son razones para despertar… -jugueteaba con sus pechos
mientras ella se reía.
-Alex… para… llegarás tarde.
Alex alzó la cabeza.
–Tengo tres días libres, solo he tomado uno.
-No, no… tú vas a trabajar porque si no, no me dejarás a mí hacerlo y no puedo
faltar tanto… además… si eres bueno, cuando salgas de trabajar te daré una rica
cena en la esquina y no tendrás que trocear tomates a cambio.
Alex se reía aupándose.
- ¿Qué entiendes por ser bueno?
-Pues… -Clara se sentó a horcajadas sobre él que había sacado las piernas por el
borde de la cama–. Verás… he pensado mientras amasaba… -le sonrió–. Ya te
acostumbrarás, mis mejores ideas surgen mientras amaso… -Alex se rio entre
dientes–. En fin, que he pensado, que podrías venir esta noche… cenar conmigo
tranquilos cuando todos se hayan ido… y podrías preguntarme de nuevo cierta
pregunta que no halló respuesta ayer debido a que cierto caballero me dejó tan
cansada y carente de pensamiento racional, que no pude formular respuesta
alguna.
Alex sonrió apretando sus brazos entorno a ella pegándosela del todo a su torso.
- ¿Me harás una cena especial para compensar esa falta de prontitud en tu
respuesta?
Clara sonreía con sus rostros pegados.
- ¿Qué querrías?
-A ti… -la besó girando y dejándola tumbada mientras la besaba a placer unos
minutos.
-Bueno, prometo convertirme en el postre si te portas bien en el cole, eres bueno
con tus compañeros, obedeces a tus profesores, haces tus tareas en clase y, sobre
todo, te comes la merienda que tu encantadora novia te ha preparado.
Alex se reía.
- ¿Merienda?
-Aja. -Lo besó con ternura–. Una empanada de carne y un hojaldre con crema de
mascarpone… no solo Andy iba a llevarse su merienda.
- ¡Loado sea el señor!
Se escuchó la voz de Andy en la cocina y Clara se rio negando con la cabeza
tomando y poniéndose la camisa del pijama, sentada sobre él que la sujetaba.
-Y hablando de ese glotón… -le dio un beso antes de ponerse de pie–. Anda,
tómate el café y el bollo y arréglate. Te esperamos en la cocina. -Dio un par de
pasos, pero reculó y se inclinó poniéndose a la altura de su cara–. Por cierto, -Le
dio un beso–. Te quiero, Alex.
Se enderezó, pero él la tomó de la mano y tiró de ella dejándola sentada de lado
en sus rodillas.
-Clara. -La miró serio–. Nunca creí que sería capaz de lograr tener esto con
nadie, pero… Te quiero, y sé que vamos a estar muy bien si estamos juntos… -se
escuchaba la voz al fondo de Andy y Josh riéndose y bromeando con el regreso a
la tierra de los pecadores de su santa pastelera–. Bueno, siempre que estemos
juntos con esos dos de ahí fuera… -sonrió negando con la cabeza al oírlos
llamarla a gritos para que fuese…-. Tendremos que establecer turnos de posesión
de mi cocinera.
Clara lo atrajo hacia ella.
–Bueno… piénsalo de este modo… tú me tienes y ellos solo me arriendan un
ratito.
Alex sonrió.
–Mía… mi chica de la puerta azul -susurró antes de besarla.
- ¿La chica de la puerta azul? -Se reía Clara divertida.
-Sí, eres mi chica de la puerta azul. Esa que tanto gusta a mi española de su
antiguo parque de bomberos ahora ocupado por un montón de personajes
peculiares, empezando por dos hermanos incordios, comilones y acaparadores.
Ron y Noelia llegaron una semana después con él sintiendo que el regreso a la
vida que llevaba en las semanas anteriores a su metedura de pata era el mejor
regalo del mundo. Cada cosa rutinaria, comprendía, era una muestra de que no
solo eran una pareja sino una excelente pareja. Se complementaban, se
compenetraban perfectamente y no solo en el sexo que pasaba de fantástico a
increíble a pasos agigantados pues el cuerpo de Clara y el suyo eran perfectos el
uno para el otro, un volcán en ebullición cuando se encontraban. También eran
perfectas las pequeñas cosas, los pequeños detalles. Regresar a un lugar en el
que la sabía a ella. La solía recoger en la esquina cada noche y si era temprano
cenaba con ella y con algunos de los que trabajaban allí, o, si era tarde, ya
cenaban juntos en casa los dos solos, pero regresaban charlando del día durante
el trayecto que duraba esas pocas manzanas. Adoraba que le despertase cariñosa,
adoraba quedarse abrazado a ella los instantes previos antes de dormir y que ella
le acariciase distraída hasta que se quedaba dormida. Por Dios, si incluso le
gustaba sentarse a tomar café con Andy y con ella y verla reprender a Andy
cuando atacaba sin piedad todo lo que había a su alcance o verla sentada en la
encimera junto a Josh mientras Andy y él se marchaban y, ellos, concentrados en
cosas e ideas para la esquina, apenas notaban que se iban si no fuera porque la
ratilla de Josh ladraba.
Eran casi la una de la madrugada y esperaban que se abriesen las puertas de
salida de pasajeros pues el vuelo de Ron y Noelia llegaba con retraso. Clara se
empezó a reír en cuanto vio a Ron con cara de desesperación arrastrando dos
enormes maletas mientras tras él Noelia iba con su bolsa de viaje tan pancha…
Clara miró a Alex:
–Definitivamente tu hermano se está ganando el cielo a pulso.
Alex sonrió acercándose de inmediato para ayudarlo:
–Trae, porteador de la Sabana… -le quitó una de las maletas antes de detenerlo y
darle un abrazo-. ¿Qué tal el viaje?
-Agotador… -dijo suspirando–. Hemos hecho tres absurdas escalas y en todas
teniendo que bajar para subir al mismo avión… No vuelvo a dejar en manos de
Noelia comprar billetes de ningún tipo.
Alex se rio negando con la cabeza.
-Hola. -Lo abrazó Clara después de saludar a Noelia que ahora se reía con Josh–.
No te preocupes, os llevamos a casa. Podréis cenar relajados repanchingados en
los sofás y después dormir hasta el mediodía.
Ron la volvió a tomar en brazos y la aupó.
-Cuánto adoro a las mujeres sensatas… -decía dándole un beso en la mejilla.
-Pues te has casado con una cabra montesa… -se reía ella cuando la depositó en
el suelo.
-Es lo que tiene la inconsciencia del hombre enamorado, que no ve más allá de
sus narices.
-A ver, vosotros dos, que la cabra os oye… -refunfuñaba Noelia mirándolos.
-Está bien, está bien. -Dijo Alex–. Andy está en el aparcamiento. Yo también he
traído mi coche porque no cabríamos todos en uno… ¿te vienes tú conmigo? -
miraba a Ron.
-Claro.
En el aparcamiento, Alex retrasó su salida esperando a que Andy se llevare a los
demás. Se apoyó en la parte trasera del coche dejando caer el peso de su cuerpo
en él y cruzando los brazos al pecho miró a Ron que hacía lo mismo con él,
aunque con gesto de desconcierto.
-Ron, estoy enamorado de Clara. Voy a casarme con ella y si todo va bien, en
unos meses tendremos un hijo… o hija.
Ron abrió ligeramente los ojos.
–Empieza desde el principio.
Alex se encogió de hombros.
–No sé cuándo, Ron, pero en algún punto, Clara me hizo algo… No cambiarme,
pero algo, porque la necesito y la quiero de veras. Incluso confieso que solo me
calmo cuando la tengo cerca. No sé si tiene sentido, pero es así. Reconozco que
estoy aterrado, no por lo del bebé, que también, pero ya lo estaba antes, cuando
me di cuenta de que la necesito, de que la quiero. Es mía, Ron, la siento mía,
parte de mí, igual que yo me siento parte de ella y, por alguna broma del destino,
me encanta saberlo. La quiero de un modo que me quita el aire y solo lo
recupero cuando está conmigo y no será porque no me haya resistido con ahínco.
Ron le miró desde su sitio junto a él en el coche:
–Pues me alegro, Alex. No hay nadie mejor que Clara. Es leal, cariñosa, sensata
y tiene un corazón enorme. Más os vale que mi sobrino o sobrina se parezca a
ella.
Alex se rio.
–Dios, ¿te imaginas? Yo, padre… y para colmo me ilusiona la idea.
- ¿Y qué tienes pensado?
Alex tomó aire recordando la sonrisa de Clara cuando le anunció que había
comprado el piso de abajo y que lo reformaría para ellos de modo que todos
vivirían en ese antiguo parque de bomberos reformado, con esos vecinos
alocados y esa puerta azul que a ella le encantaba pues, decía, le recordaba esas
películas antiguas en que salían las puertas de las casas de los barrios antiguos
pintadas de colores según el tipo de dueño que viviere en su interior,
declarándola con firme cabezonería “su chica de la puerta azul”.
-He hablado con el dueño de la planta de abajo del piso de Josh, es el doble de
grande porque, al parecer, las dos plantas inferiores eran más amplias al ser la
base de la estación de bomberos que contenía el edificio antiguamente. Ha
accedido a vendérmelo así que le he pedido a Owen y sus hermanos que lo
reformen y construyan una especie de unión entre nuestro apartamento y el de
Josh… por lo visto casarme con Clara, conlleva cargar con dos hermanos
comilones… -sonrió negando con la cabeza mientras Ron se reía–. Si os acabáis
mudando aquí, os cedo mi piso. No me interesa venderlo y, francamente,
prefiero que vivas tú en él que alquilarlo a otra persona.
- ¡Estupendo! vivir en Manhattan con una aficionada a las compras como mi
esposa, todo un infierno para mí y el paraíso para ella. Le encantará, sobre todo
cuando vea tu apartamento y esa especie de campo de futbol que llamas vestidor.
Alex se rio.
–Eres un exagerado.
-Por favor, hermanito, -se giraba ya para ir hacia la puerta de copiloto-, eres un
vanidoso… ¿No te alegra que Clara y tú os complementéis tan bien? Ella será la
sensata y cuerda y tú el vanidoso y necesitado de protección de ti mismo.
Alex se rio.
-Sí, creo que ella opina lo mismo… aunque no es a mí al que dispararon.
Ron lo miró sobre el coche con la puerta del copiloto ya abierta.
- ¿Perdón?
Alex hizo un gesto despreocupado con la mano.
–Pura mala suerte. Sube. Te lo cuento mientras conduzco.
Cuando llegaron al apartamento y tras dejar las maletas de Ron y Noelia se
acomodaron en el salón a cenar tranquilos con Noelia contándoles lo de las
entrevistas y el viaje, pero pronto ella y Ron se fueron a dormir y Josh y Andy
subieron al otro apartamento.
-Ven. -Alex tiró de Clara haciendo que cayera en el sofá con él–. Deja eso para
mañana. No pasa nada porque no recojas las tazas de café.
La acomodó de costado con él a su espalda. La besó en el cuello, en la pequeña
cicatriz que ya tenía y se quedaría en ella como recuerdo de su experiencia y,
para él, como recuerdo de su primer día de felicidad, y después la besó y le
acarició la mejilla con los labios.
-No has cenado ¿Tienes náuseas? -Preguntó preocupado.
-Se me pasaron hace un rato. -Giró un poco el rostro-. ¿Nos quedamos aquí un
rato más? -Alex la besó en los labios mientras estiraba el brazo dejando caer la
manta sobre ambos–. Sabes a vino y a manzana.
Alex se rio.
–Y tú a calabaza.
Clara sonrió divertida.
–Halagador.
-Cariño, quiero que ahora seas buena y no hagas ruidos… -Decía con los labios
posados en su oído mientras por debajo de la manta le alzaba la falda hasta la
cintura y tiraba del encaje de las braguitas rasgándoselas y desprendiéndole de
ellas.
-Eso ha sido una grosería. Me gustaba esa prenda… -se reía ella.
-Sshh… nada de ruidos… -Insistía suave al oído al tiempo que tiraba de su
pretina y se bajaba los pantalones de un tirón–. Ahora, sé una niña buena y
tómate la cena. -Empujó fiero en cuanto le abrió los muslos deslizando su mano
entre ellos por delante. Clara gimió mordiéndose el labio arqueándose en
respuesta involuntaria y empujando hacia él sus nalgas en cada envite–. Eso es…
cielo… Cómeme entero… -le susurraba lascivo enterrándose más y más entre
sus nalgas–. Así, así… -Clara giró el rostro mientras él cerraba fuerte un brazo
en sus pechos y masajeaba cada vez más fiero su intimidad con una mano
azuzándola y volviéndola loca de placer. La besó hambriento y ya desbocado
casi por necesidad y también para ahogar los gritos que amenazaban con salir de
la garganta de ambos.
–Clara… -susurraba, jadeante, minutos después apretando mucho su abrazo en
torno a ella–. Creo que me has dejado inservible para nada más que para ser
adicto a ti y servir a este cuerpo tuyo que me corrompe.
Clara se rio escondiendo el rostro en el cojín y después lo miró:
–Si alguien corrompe a alguien aquí eres tú… yo era una buena y decente
española sin mácula y tú me has llevado por la senda de las casquivanas perdidas
que solo buscan sexo en cualquier rincón.
Alex se reía contra su cuello enterrando el rostro en él.
– ¿Española sin mácula? Habrase visto tamaño despropósito… Fue cierta
calabacita libidinosa la que me tentó en la azotea de un club la noche de fin de
año convirtiéndome en siervo, casi en ese instante, de este pecador cuerpo.
Clara se giró retirándolo de su interior para quedar cara a cara con él y Alex hizo
una mueca.
–Eso ha sido algo cruel, con lo calentito que estaba dentro de este cuerpo de
pecado.
Clara se rio.
–Eso demuestra que no soy yo la que nos lleva por el mal camino sino tú,
licencioso peligroso.
-Es verdad.
Alex se rio y se aupó dejándola con destreza bajo su cuerpo penetrándola casi de
inmediato.
–Mucho mejor…
Comenzó a moverse ligeramente en círculo dentro de ella solo creando una
fricción que sabía volvía loca a Clara cada vez que la excitaba así y en apenas un
minuto volvieron a encenderse como ese volcán que eran juntos.
Alex le acariciaba bajo la manta un rato después mientras Clara permanecía boca
abajo abrazándolo desde su costado.
- ¿Cielo? -la llamó bajito.
- ¿Umm?
- ¿Quieres que nos casemos en España? -Clara levantó la cabeza y lo miró
frunciendo ligeramente el ceño–. Veras… -la miraba sonriendo–. Llevo un par de
días dándole vueltas a una cosa. Me gustaría que tuvieras una boda como la que
han tenido tus amigas, tu hermana y supongo que todos los que conoces, pero
podríamos casarnos por lo civil aquí. Podrías organizar una boda solemne y eso
en España, pero antes… en fin, una pequeña con nuestros amigos aquí.
-Aún a riesgo de provocarle un infarto a mi madre de un modo irreparable, lo
cierto es que no quiero una boda grande con docenas de familiares a los que solo
ves en ese tipo de eventos, además, lo de casarnos por la Iglesia podemos
hacerlo aquí también… aunque sí deberán venir mis hermanas y mi madre.
Alex se aupó para quedar sentados y después la acomodó sobre él para mirarla
cara a cara quedando sentada a horcajadas encerrada en sus brazos tras cubrirla
del todo con la manta.
–Clara ¿lo dices en serio?
Clara asintió.
-No lo había pensado nunca, pero ¿sabes lo que me gustaría? Casarnos de un
modo muy discreto y después dar una comida sin formalidades, familiar y casera
en casa o algún sitio pequeño.
Alex sonreía mientras le tomaba el rostro entre las manos.
–Clara. Te propongo una cosa. Yo me encargo de traer de España a tu madre,
hermanas y amigas y de arreglar los papeles para la boda y tú y Josh os encargáis
de organizar un almuerzo informal que podemos celebrar en la casa que mi padre
tiene en el West Village… ¿Qué te parecería en un mes?
- ¿Un mes? -abrió los ojos–. Desde luego no tienes medias tintas. O sales
corriendo de los compromisos o pierdes el oremus y te lanzas de cabeza a uno
sin siquiera tomar aire.
-Pequeña, eso es porque me has hecho perder el oremus. -Sonreía travieso antes
de darle un beso –. Entonces ¿Te parece bien? ¿Un mes?
Clara asintió.
–Da un poco de miedo… pero me parece bien.
-Mi calabacita pecadora ¿miedosa? -chasqueó la lengua negando con la cabeza
–. Creo que necesitas descansar porque te he dejado tan agotada que estás
temerosa del nuevo día y, además, necesitas recuperar fuerzas para poder
afrontar que, dentro de un mes, tendrás a este canalla arrogante como marido.
Clara se rio alzando los brazos y rodeándole el cuello.
–Bien, bueno, dicho así suena poco prometedor de modo que necesitaré mucho
descanso. ¿Me llevas a la cama?
Alex suspiró poniendo los ojos en blanco.
- ¿Así que miedosa y perezosa? -se aupó llevándola consigo en brazos camino
del dormitorio–. Quizás sea yo el que haya de tener miedo.
-Sé bueno y así mañana te recompensaré dejando que me devores un poquito tras
el café y los bollos, antes de ir a trabajar.
Alex se reía.
–Cielo, vamos a ser un excelente matrimonio. Tú me alimentas y me dejas
devorarte y yo te dejo comportarte como una calabacita pérdida y pecadora,
aunque ya te advierto que tu descanso de hoy queda postergado un rato porque
pienso hundirme en ti y marcar cada centímetro de mi calabaza licenciosa en
cuanto alcance la cama.
Epílogo: La vida tras la puerta pintada de azul
Apenas seis semanas después celebraban una boda con amigos, unos pocos
familiares y un Josh ejerciendo de orgulloso padrino.
Un par de semanas después de la boda, Ron y Noelia se mudaban al apartamento
de Alex en Manhattan ya que Noelia comenzaba a trabajar como profesora de
humanidades en el exclusivo colegio de Bobby y Ron instalaba su oficina en
plena zona bursátil de Nueva York, instaurando pronto, como rutina laboral y
práctica, viajar una vez al mes a Europa para atender algunos negocios en
Londres, Barcelona o Paris.
Alex y Clara no quisieron hacer un viaje de novios así que se quedaron todo el
fin de semana en un hotel de lujo donde Clara declaró oficialmente haber sido
devorada por un salvaje y es que Alex no paró de hacerle el amor durante esas
cuarenta y ocho horas con desenfreno, lujuria y pasión como no había conocido.
Desde el instante que oyó las palabras declarándola su esposa, todo su cuerpo se
declaró siervo de ella para siempre, por toda la eternidad y deseaba colmarla de
atenciones más allá de lo imaginable convirtiéndose en un volcán de imposible
extinción. Si esas fueron unas cuarenta y ocho horas de sexo intenso, fiero y
desinhibido, no lo eran menos los momentos de privacidad entre ellos. Él solía
bromear con ella antes de caer en un profundo sueño cada noche, declarándose
adicto a ella y aunque lo dijere en broma, en el fondo, se sabía por entero adicto
y necesitado de Clara, de su cuerpo, de su compañía y de la forma en que lo
amaba y él la amaba. No comprendía cómo en el pasado había llevado una vida
ajena a esos sentimientos y esa relación. Ahora le parecía inconcebible no estar
con Clara ni sentirse parte de ella y a ella parte de él.
Alex se reconocía, ya antes de la boda, feliz y absurdamente contento con su
estado de marido y padre. Regresaba cada día a los brazos de Clara
entusiasmado. No había día que no hicieran el amor antes de separarse para ir a
trabajar y al regresar. Alex se mostraba ansioso, anhelante y hambriento del
cuerpo de Clara con una perenne necesidad de ella, su compañía, su contacto y
su cercanía como no sabía se podía sentir. Pero también sentía anhelo y ansia por
los detalles cotidianos de la vida entre ellos, como salir a cenar, al cine o a pasear
por el parque, acompañarla a cada visita del médico, lo que había convertido en
prioritario en su agenda no queriendo perderse ningún detalle del embarazo.
Además, disfrutó como un niño diseñando con Owen y sus hermanos, el
apartamento y la reforma no dejando que Clara tuviere que hacer esfuerzos o
trabajo alguno, ni siquiera la dejaba acercarse al apartamento para verlo.
Clara se sorprendía cada día con él. Estaba siempre pendiente de ella, sus
necesidades, sus deseos. Se mostraba dulce, tierno y amable, pero también
apasionado, lujurioso y ardiente en cuanto se tocaban o rozaban. Clara le
llamaba su embarazado lascivo, porque el embarazo le había alterado sus
apetitos más que a ella, y él a ella la llamaba su insaciable calabaza. Si había un
momento que a ella le encantaba sobre todas las cosas, era el instante
inmediatamente después de desfogarse y desinhibirse uno en brazos del otro y,
exhausta y agotada con el cuerpo complacido y satisfecho, sentía lo brazos de
Alex atraerla más hacia él encerrándola por entero en sus brazos y su cuerpo al
tiempo de besarla en el cuello, el rostro o algún punto sensible de su cuerpo
murmurando un satisfecho y agotado “mi esposa”.
Alex la sorprendió organizando unas fabulosas vacaciones ese verano cuando
ella estaba de seis meses y con una tripa notable pero aún no pesada ni
incómoda. Estuvieron una semana los dos solos en un yate recorriendo la costa
de España y al final de la misma recogieron a sus hermanas, madre y amigos
para llevarlos a todos a su pueblecito costero italiano, donde estuvieron otras dos
semanas. Ocuparon la casa de Josh y la que en su día Alex había alquilado en la
que parecía otra vida. Owen y sus hermanos también viajaron hasta Italia
uniéndose al anterior grupo siendo el pequeño Dave, posiblemente, el que más
disfrutó del viaje y de la constante atención de todos, especialmente de los
mimos de Tomasino y Gina que se enamoraron enseguida de él.
Alex recordaba con nitidez asombrosa cada uno de los momentos de esos meses
junto a Clara. Disfrutaba como si fueran novedosos descubrimientos de todos los
momentos a su lado, de sus momentos de privada intimidad y de cómo su cuerpo
iba cambiando con el embarazo. La devoraba con ansia cada mañana y cada
noche y prácticamente cada vez que la tenía a su alcance. Le encantaba recorrer
cada centímetro de ese cuerpo, de su esposa, de su Clara. Pero también le
gustaba muchísimo estar pendiente de ella y darle sorpresas como ese viaje o
como el apartamento en el que se instalaron a los pocos días de acabar la
reforma. Clara decía que aquello era absurdamente enorme y él sonreía arrogante
diciéndole que no se lo parecería cuando lo llenasen de impertinentes medio
españoles. Además, se hubo asegurado de que la cocina, el office y la enorme
despensa del apartamento fueren lo que más gustasen a Clara e instaló desde
El nacimiento del bebé se produjo a finales de noviembre con una Clara a punto
de volverse loca por lo agotadoras que le resultaron las últimas semanas del
embarazo, pero, en cambio, Alex disfrutó de ese periodo muchísimo porque
tenía a Clara sometida a un forzado cuidado, suyo y de Josh, que la vigilaban
como halcones ya que se empeñaba en trabajar, pero, al tiempo obedecía los
mandatos de los dos cuando se ponían pesados refunfuñando solo un poco.
Además, Alex siempre lograba convencerla susurrándole lascivo en su oreja que
lo mejor del mundo era acostarse con su esposa embarazadísima, abrazarla y
notar cómo su pequeño se movía dentro de ella mientras su madre descansaba
tras haberla dejado saciada y agotada.
Cada vez que pensaba que sería padre, se sentía feliz y ansioso por partes
iguales, pero enseguida miraba a Clara y todas sus dudas se esfumaban. Si había
de ser padre, con nadie mejor que con ella.
Y por fin llegó el día. En la habitación de Clara, en el hospital, cuando todos se
habían marchado por fin para dejarla descansar y ella dormía agotada, él
permanecía con su pequeña hija en brazos mirándola maravillado y asombrado.
No quisieron saber el sexo del bebé ni cuando tuvieron que ponerse a decorar la
habitación en el apartamento. De hecho, el único que sabía el sexo era Josh
porque se había encargado, ya que así lo exigió, de decorar la habitación del
bebé donde no podían entrar ni Alex ni Clara hasta que él diese permiso. Cuando
el médico la alzó anunciando que había sido niña, sintió una extraña felicidad,
por absurdo que le resultase. De algún modo, le gustó saberla niña, como si de
ese modo los cielos le estuvieren diciendo que tendría una pequeña Clara suya,
solo suya. Esa tarde había ido al apartamento y visto por primera vez el
dormitorio del bebé quedándose completamente asombrado con aquéllas tres
estancias que ocupaban el espacio de su hija. Regresó casi de inmediato con las
cosas que iba a necesitar el bebé no queriendo dejar sola a Clara en ningún
momento.
-Nenita. -La arrullaba en voz baja sentado en la cama junto a Clara–. Mamá no
ha visto aún tu habitación, pero verás cómo le encanta igual que a ti. Tío Josh la
ha decorado por entero pensando en su pequeña Diva, aunque él te llama
pececito e incluso ha colocado encima de tu cuna un móvil con pececitos de
colores para que no olvides que eres tanto de mamá y papá como de tío Josh. Ha
pintado en las paredes la historia de mamá y papá. La cala italiana donde nos
conocimos, el pueblecito italiano donde mami se enamoró de papá, la esquina
donde, como yo, pasarás todo el tiempo posible disfrutando de los manjares que
prepara mami… Mamá y yo no hemos decidido aún tu nombre, pero a mí me
gusta Gina… ahh… ¿eso es una sonrisa o un bostezo…? Una sonrisa… sí, una
bonita sonrisa muy parecida a la de mamá… así que te gusta… sí, sí que te
gusta… -Se rio suave–. Ahora habremos de convencer a mamá.
-Me gusta Gina. -Escuchó a su lado y miró a Clara que lo observaba con la
cabeza apoyada en la almohada–. Es bonito, sencillo y adoro a la única Gina que
conozco.
Alex se inclinó un poco y la besó tierno.
- ¿Entonces nuestra pequeña se llamará Gina?
Clara asintió antes de darle otro beso y auparse ligeramente para ver el rostro de
la pequeña que esta vez sí bostezaba.
–Es muy tranquilita ¿verdad? Aunque bueno, después de haber pasado de mano
en mano de todos esos locos que han venido a conocerla…
Alex acarició suave la línea de la nariz del bebé como hacía mucho con Clara en
un gesto cariñoso y tierno.
–Es perfecta… la hemos hecho nosotros y es perfecta… -besó a Clara en la
frente–. Josh está eufórico porque dice que la va a convertir en una muñequita y
después en una súper Diva.
-Y Dave que tengo que enseñarle pronto a hacer muchos bollos y ricas comidas
para que se encargue de la cafetería en el futuro y él pueda casarse con ella.
–Mi pequeña se comerá el mundo, -se reía-, aunque confieso que, espero, ella o
cualquiera otro de nuestros hijos, herede las dotes de su madre en la cocina para
que cuando seamos unos ancianitos nos lleve ricas sopas y comidas blanditas
que sus desdentados padres puedan comer.
–Menudo panorama… desdentada. -Clara se reía ante el absurdo.
-Bueno… mira a mi niña, está aún sin dientes y es preciosa… -miró a Clara
picarón–. Serás tan bonita como ella, pero arrugada.
Clara se rio negando con la cabeza
-Eres único halagando a una mujer que acaba de pasar por diecisiete horas de
parto… y aun así no sé cómo logras que te quiera.
Alex la volvió a besar en la frente y se la acarició lentamente con los labios
manteniendo a su pequeña en los brazos.
–Eso es porque soy un encantador y domesticado canalla que quiere mucho a sus
dos preciosidades… -le dio otro beso–. Vamos, refunfuñona, duerme un poco
que, dentro de unas horas, esta preciosidad querrá que su mamá le dé de comer.
Clara se rio acomodándose en la almohada.
–Déjala tapadita en la cuna. Rodolfo le dará calor y la cuidará.
Alex sonrió girando ligeramente el cuerpo hacia la cuna de metacrilato que había
junto a la cama y en la que había colocado ya a Rodolfo. Depositó con cuidado a
la pequeña y la tapó antes de tumbarse junto a Clara con ambos, abrazados y
también, agotados, mirando hacia la cuna.
-Para ser un canalla arrogante y huidizo de los compromisos, lo confieso, cielo,
soy muy feliz… -besó en la frente a Clara que lo abrazaba agotada y mantenía la
cabeza apoyada en el hueco de su hombro–. Me encanta nuestra vida, con lo
bueno y con lo malo y me encanta saberte mi mujer. Te quiero y cuando sea un
anciano desdentado seguiré queriéndote y diciéndotelo.
-Pues es un alivio porque yo también te quiero, aunque me haya costado mucho
esfuerzo domesticarte.
FIN
AUTOR: CLAIRE PHILLIPS
[i]
Bienvenidos, amigos. ¡Qué alegría es para nosotros teneros en nuestro paraíso!
[ii]
En italiano es la traducción de “ciertamente lamentable falta de lenguas de este grupo de españoles”
[iii]
En italiano es la traducción de “pero qué gran verdad encierran esas palabras caballero”
[iv]
En italiano la traducción de “cierto, cierto, incomparable ese talento mío”
[v]
En italiano “locos extranjeros. Deberían ir con bozal”
[vi]
En italiano “espero que su padre se encuentre mejor”
[vii]
En italiano “está mejor, gracias”
[viii]
En italiano “eso es bueno, dele recuerdos de mi parte y dígale que le espero
cualquiera de estos días para tomar un buen capuchino y tiramisú”