Legitimación
La titularidad en materia de acciones para proteger los intereses difusos y
colectivos estuvo, bajo el imperio de la Constitución de 1961, concentrada por los
órganos estatales a los cuales les estaba atribuida su protección. Así, la
representación por intereses difusos y colectivos estaba atribuida de manera
genérica al Ministerio Público. En este sentido, el Ministerio Público tenía la
potestad de intervenir en cualquier supuesto violatorio de los derechos y garantías
constitucionales, representando así los intereses individuales, sectoriales y
colectivos10, por lo que hacía el papel del ombudsman a través de esas
atribuciones.
Además, durante ese mismo período, encontrábamos órganos estatales
especializados legitimados para esa protección (tales como el entonces INDECU),
así como organizaciones civiles, especialmente legitimados por ley para actuar,
como era el caso de las ya mencionadas asociaciones vecinales.
No obstante, con la entrada en vigencia de la Constitución de 1999, el papel
que antes desempeñaba el Fiscal General, compete hoy al Defensor del Pueblo,
quien, por atribución directa de la Constitución tiene el deber de velar por la
derechos e intereses legítimos, colectivos o difusos de las personas, contra las
arbitrariedades, desviaciones de poder y errores cometidos en la prestación de los
[servicios]” (artículo 281, numeral 2 Constitución).
Además de la atribución conferida al Defensor del Pueblo, y he aquí la nota
característica del artículo 26 de la vigente Constitución, se ha reconocido
expresamente la posibilidad de que la acción sea intentada por un particular en
representación del colectivo afectado o de la comunidad en general. Esta
posibilidad ha sido fundamentada por la jurisprudencia de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo, en que el vigente texto constitucional plantea un Estado Social
de Derecho y de Justicia cuya meta primordial es la protección de la sociedad que
lo conforma, con quien interactúa para la búsqueda de tal fin. Por ello, dado que el
Estado social dota “a todos los habitantes de mecanismos de control para permitir
que ellos mismos tutelen la calidad de vida que desean” se han abierto las puertas
de la legitimación procesal a todos los particulares afectados, capaces de poder
invocar la representación por intereses colectivos y difusos.
Sin embargo, tal y como sostiene MARÍA A. GRAU, “no por ello puede
afirmarse que se esté ante una acción popular [...] ya que en el artículo 26 se ha
otorgado a los ciudadanos un derecho procesal de accionar, lo que le impone, en
consecuencia, esgrimir el derecho subjetivo común, con invocación de la porción
subjetiva del interés colectivo o difuso en beneficio del cual se acciona”
(énfasis añadido)11. Así, tendrá el particular que invocar el interés por medio del
cual actúa y probarlo, desestimando así que en los procesos contenciosos de
nulidad se haya suprimido el requisito de acreditar el interés con el cual se actúa.
Este criterio fue sostenido por la Sala Político del Tribunal Supremo en sentencia de
fecha 8/05/01, (caso Pedro Germán Rondón vs. Ministerio de Justicia), revocando
el criterio del caso Fivenez, al señalar que “para solicitar la nulidad de un acto de
efectos particulares se requiere un interés legítimo, personal y directo, de
conformidad con el artículo 121 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia
[y] no encuentra la Sala que tales requisitos legales se hubieren cumplido en el
correcta prestación de los servicios públicos y de “(...) amparar y proteger los De modo que, en atención
a lo antes expuesto y como recapitulación,
podemos concluir que tienen legitimación en materia de intereses difusos y
colectivos:
1. El Defensor del Pueblo;
2. Los entes públicos especialmente designados por Ley a estos efectos;
3. Los particulares, siempre que demuestren su vinculación con el grupo
afectado y sufran las lesiones invocadas; y
4. Las formas organizativas privadas, legitimadas en casos particulares y
siempre que demuestren su vinculación con el interés que alegan, tales
como las asociaciones, los sociedades, las fundaciones, las cámaras, los
sindicatos y demás colectivos cuyo objeto sea la defensa de la sociedad.
iii. Procedimiento
Por medio de la decisión del 24/01/02 caso Asodeviprilara, el Tribunal
Supremo de Justicia en su Sala Constitucional, dejó sentado que en caso de que la
acción se interponga por la vía ordinaria, dicho órgano utilizará el procedimiento. Procedimiento
Por medio de la decisión del 24/01/02 caso Asodeviprilara, el Tribunal
Supremo de Justicia en su Sala Constitucional, dejó sentado que en caso de que la
acción se interponga por la vía ordinaria, dicho órgano utilizará el procedimientque estime más
conveniente, de conformidad con lo previsto en el artículo 102 de la
derogada Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia. Así, se reconoció en esa
decisión que “(...) si la acción se fundamenta en el resarcimiento de los daños
sufridos por los lesionados, o en la pretensión de cumplimiento de obligaciones,
entre otros, diferentes a la simple restitución de una situación jurídica particular, que
es la finalidad del amparo constitucional, la acción debe ser interpuesta por la vía
ordinaria, en el entendido de que esta Sala, por aplicación analógica al caso del
artículo 102 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, y de los principios
antes aludidos, utilizará el procedimiento que crea conveniente (...)”
18
Con la mencionada decisión la Sala Constitucional reconoció la existencia de
una especial acción cuyo fin es tutelar derechos o intereses colectivos o difusos, y
que se ejercerá a través de pretensiones de condena. Tal es, por tanto, la vía
ordinaria mediante la cual puede plantearse la tutela judicial de esos especiales
derechos o intereses. Ocurre sin embargo que ninguna disposición legal establece
el procedimiento aplicable a esa especial acción. En virtud de ello, la Sala dispuso
en la sentencia comentada, que se aplicaría “(...) a la acción planteada el proceso
establecido en el Código de Procedimiento Civil para el juicio oral, pero con
variantes destinadas a potenciar la oralidad, brevedad, concentración e inmediación
de esta clase de procesos (...)”
19
De este modo, el referido fallo, recordó que en anteriores oportunidades,
tales como en el caso José Amando Mejía, Corpoturismo, Servio Tulio León, las
normas previstas en la Constitución vigente, en especial, aquellas referidas a los
Derechos Humanos, resultan de aplicación inmediata. Es decir, dichas normas no
son de un contenido programático, antes por el contrario, no se precisa de la
legislación para que dichas normas puedan ser exigidas por sus beneficiarios.
Ante esa situación, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
como máximo intérprete y garante de la Constitución, conforme lo dispone su o