Socialismo evolutivo
Eduard Bernstein
Objetivo final y tendencia: Kant contra Cant (extracto)
[…]
El marxismo primero dio la vuelta, como hemos visto, y predicó (en vista de la ca-
pacidad potencial del proletariado industrial) la acción política como el deber más
importante del movimiento. Pero, por lo tanto, se vio envuelto en grandes contra-
dicciones. También reconoció, y se separó así de los partidos demagógicos, que las
clases trabajadoras aún no habían alcanzado la madurez requerida para su eman-
cipación, y también que no se daban las condiciones económicas preliminares para
ello. Pero a pesar de eso se volvió una y otra vez a tácticas que suponían que am-
bas condiciones preliminares estaban casi cumplidas. Nos encontramos con pasajes
en sus publicaciones donde la inmadurez de los trabajadores se enfatiza con una
agudeza que se diferencia muy poco del doctrinarismo de los primeros socialistas
utópicos, y poco después nos encontramos con pasajes según los cuales deberíamos
suponer que toda cultura, toda inteligencia, toda virtud, sólo se encuentra entre las
clases trabajadoras, pasajes que hacen incomprensible por qué los revolucionarios
sociales más extremos y los anarquistas de la fuerza física no deberían tener razón.
Correspondiente a eso, la acción política siempre se dirige hacia una convulsión re-
volucionaria esperada en un futuro inminente, frente a la cual el trabajo legislativo
durante mucho tiempo aparece sólo como un pis-aller - un dispositivo meramente
temporal. Y buscamos en vano una investigación sistemática sobre la cuestión de
qué se puede esperar de lo legal y qué de la acción revolucionaria.
Es evidente a primera vista que existen grandes diferencias en este último aspecto.
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Pero generalmente se descubre que son así: que la ley, o el camino de la reforma
legislativa, es el camino más lento y la fuerza revolucionaria la más rápida y radi-
cal1 . Pero eso solo es cierto en un sentido restringido. Que el método legislativo o
revolucionario sea el más prometedor depende enteramente de la naturaleza de
las medidas y de su relación con las diferentes clases y costumbres del pueblo.
En general, se puede decir aquí que la vía revolucionaria (siempre en el sentido de
revolución por la violencia) trabaja más rápido en cuanto se trata de remover los
obstáculos que una minoría privilegiada coloca en el camino del progreso social
que su fuerza radica en su lado negativo.
La legislación constitucional funciona más lentamente a este respecto por regla ge-
neral. Su camino suele ser el del compromiso, no la prohibición, sino la compra
de derechos adquiridos. Pero es más fuerte que el esquema de la revolución donde
los prejuicios y el horizonte limitado de la gran masa del pueblo aparecen como
obstáculos al progreso social, y ofrece mayores ventajas donde se trata de la crea-
ción de arreglos económicos permanentes capaces de durar; en otras palabras, se
adapta mejor al trabajo sociopolítico positivo.
En la legislación, el intelecto domina sobre la emoción en tiempos tranquilos; du-
rante una revolución, la emoción domina sobre el intelecto. Pero si la emoción es
a menudo un líder imperfecto, el intelecto es una fuerza motriz lenta. Donde una
revolución peca por exceso de prisa, el legislador de todos los días peca por dila-
ción. La legislación funciona como fuerza sistemática, la revolución como fuerza
elemental.
Tan pronto como una nación ha alcanzado una posición en la que los derechos
de la minoría propietaria han dejado de ser un obstáculo serio para el progreso
social, donde las tareas negativas de la acción política son menos urgentes que las
positivas, entonces el llamado a una revolución por la fuerza se convierte en una
1 En este sentido Marx habla en El capital, en el capítulo sobre la jornada laboral, de las “ventajas
peculiares del método revolucionario francés” que se habían puesto de manifiesto en la ley francesa
de las doce horas de 1848. Dicta para todos los trabajadores y todas las fábricas sin distinción el
mismo día laborable. Eso es correcto. Pero se ha comprobado que esta ley radical quedó en letra
muerta durante toda una generación.
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frase sin sentido2 . Se puede derrocar a un gobierno o a una minoría privilegiada,
pero no a una nación. Cuando las clases trabajadoras no poseen organizaciones
económicas propias muy fuertes, y no han logrado, mediante la educación en los
órganos de autogobierno, un alto grado de independencia mental, la dictadura del
proletariado significa la dictadura de los oradores y escritores del club. No quisiera
que quienes ven en la opresión y el engaño de las organizaciones de trabajadores y
en la exclusión de los trabajadores de la legislatura y el gobierno el punto más alto
del arte de la política política experimenten su error en la práctica. Lo desearía tan
poco para el movimiento de la clase trabajadora en sí.
No se ha superado el utopismo si se supone que hay en el presente, o se adscribe
al presente, lo que será en el futuro. Tenemos que tomar a los trabajadores como
son. Y no están tan universalmente empobrecidos como se estableció en El mani-
fiesto comunista, ni tan libres de prejuicios y debilidades como sus cortesanos quieren
hacernos creer. Tienen las virtudes y defectos de las condiciones económicas y so-
ciales en las que viven. Y ni estas condiciones ni sus efectos se pueden dejar de lado
de un día para otro.
[…]
2 “Afortunadamente,‘revolución’ en este condado ha dejado de ser algo más que una frase afec-
tada” - The Monthly News of the Independent Labor Party in England, enero de 1899.