EL TEATRO ESPAÑOL A PARTIR DE 1936 (HASTA 1975)
Tras la Guerra Civil se instaura la dictadura del general Franco, caracterizada por el hambre, la
pobreza, el aislamiento y las represalias de un régimen que acabó con la libertad de prensa y forzó el
exilio de muchos intelectuales y artistas. En los años CINCUENTA comienza la recuperación económica
e incorporación progresiva de España al contexto internacional. La muerte del dictador en 1975 inició
la transición a la democracia.
Durante la contienda se produjo una intensa actividad teatral y se siguen representando comedias
costumbristas andaluzas de los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, como Puebla de las
mujeres o El genio alegre, entre otras. Los años posteriores a la Guerra Civil son los más pobres del
teatro español, ya que había perdido a los dramaturgos más innovadores como Valle-Inclán, Lorca o
Unamuno. Este último muy aplaudido por el público antes de la guerra, estrenando durante la década
de los cuarenta obras de gran intensidad poética como La dama del alba, o Los árboles mueren de pie.
Tan solo tres dramaturgos de las generaciones anteriores continúan estrenando en España tras el
conflicto: Jacinto Benavente, José María Pemán y Enrique Jardiel Poncela. El teatro de los primeros
años de la posguerra se manifiesta en dos direcciones: mediante la comedia de evasión,
intrascendente y con alguna “dosis” de crítica más vertiente cómica, y el teatro ideológico, difusor de
ideas emanadas del nuevo régimen.
En cuanto a la comedia de evasión, su finalidad principal era agradar al público, hacerle olvidar
cualquier problema que le preocupara mínimamente. Este teatro presentaba una vertiente cómica en
la que aparecen nombres como Enrique Jardiel Poncela, con obras como Cuatro corazones con freno y
marcha atrás o Eloísa está debajo del almendro. Dramaturgo que intentó “renovar la risa”
apartándose de las convenciones vigentes, por lo que algunos lo han considerado precursor del “teatro
del absurdo”.
Otro de los autores es Miguel Mihura, que rompe los esquemas tradicionales del humor con obras
como Maribel y la extraña familia. Se basa en efectos cómicos mediante giros lingüísticos y respuestas
absurdas. Su obra más importante fue Tres sombreros de copa que, aunque fue escrita en 1932, se
estrenó en 1952. Respecto al teatro ideológico, cuyas características principales eran la exaltación de la
familia, el principio de autoridad, la división de la sociedad en clases, etc., sobresalen José Mª Pemán,
con Cuando las Cortes de Cádiz; Joaquín Calvo Sotelo, autor de La muralla y Luca de Tena en ¿Dónde
vas Alfonso XII?.
A FINALES de los años 40 surge el denominado “teatro de compromiso”, en la línea del realismo
social, que denuncia la situación de la España del momento y rechaza el teatro burgués. Muchas obras
fueron prohibidas por la censura. Antonio Buero Vallejo es uno de los autores más representativos del
teatro realista con Historia de una escalera, iniciando una impecable trayectoria que llegaría hasta los
primeros años de la democracia. Su mayor logro fue el denominado “efecto inmersión”, donde hacía al
público partícipe de los problemas y de la situación anímica de sus protagonistas. Otras obras
reconocidas son El concierto de San Ovidio o El tragaluz. Sobresale también Alfonso Sastre con
Escuadra hacia la muerte, un grito de protesta frente al exceso de militarización y a la sociedad que lo
produce, y La taberna fantástica.
Otros autores de importancia fueron Lauro Olmo, autor autodidacta que creó un teatro
reivindicativo destinado a las clases más populares con obras como La camisa o La condecoración;
José Martín Recuerda, autor de un teatro cuyos personajes “han de rebelarse siempre”, con obras
como El teatrito de don Ramón; José Mª Rodríguez Méndez, que se ciñe al realismo más reivindicativo
en obras como Los inocentes de la Moncloa; o Carlos Muñiz , con obras como El grillo o El precio de
los sueños. Paralelamente al teatro de protesta, que apenas llega a los escenarios, en los años 60 las
carteleras están ocupadas por autores jóvenes que siguen la línea del teatro convencional.
Encontramos nombres como Antonio Gala, con sus primeras obras como Los verdes campos del Edén
y, especialmente Alfonso Paso, aunque comenzó con un teatro comprometido en los años 50 con
obras como Una bomba llamada Abelardo.
La relajación de la censura permitió la aparición de un teatro vanguardista. Un claro ejemplo fue
Fernando Arrabal, cuya obra fue revolucionaria para la escena española. Primero integró influencias
como el surrealismo y la visión kafkiana del mundo, evolucionando después hacia el denominado
“teatro pánico” . Hasta los años 80 no pudo estrenar en España obras como Picnic, donde denuncia la
incoherencia de las guerras, o El cementerio de los automóviles , acerca de las tiranías que ahogan la
creatividad.
A finales de los 60 surge un movimiento de renovación teatral que supone una valoración del
teatro independiente y del teatro vanguardista frente al comercial. El teatro vanguardista lo cultivaron
Francisco Nieva con su obra El combate de Ópalos, José Ruibal con El hombre y la mosca o Manuel
Martínez Mediero, autor de El convidado. Por otra parte surge en los años setenta el teatro
independiente, al que le interesa el “teatro en sí mismo”, y sus principales características son el teatro
de cámara frente al teatro comercial y la concepción de la obra como un grupo. Surgen así los grupos
de Teatro Español Independiente (TEI) y de Teatro Español Universitario (TEU), que presentan grandes
innovaciones escénicas.
En los años de transición política ocurren hechos importantes que reavivan las artes escénicas a
finales de los 70 y en los años 80. También se representan obras que habían sido prohibidas por la
censura de autores como Francisco Nieva que estrenó en Madrid Pelo de tormenta. Sobresalen en
esta etapa Adolfo Marsillach con obras como Yo me bajo en la próxima y, ¿usted, Fernando Fernán
Gómez con Las bicicletas son para el verano, José Luis Alonso de Santos en obras como Bajarse al
moro, ambas llevadas al cine, o el valenciano José Sanchís Sinisterra y una de sus obras más
reconocidas, ¡Ay, Carmela!.
En conclusión, en el teatro, al igual que en los demás géneros, las obras se adaptan a las
circunstancias contextuales. Se persigue el entretenimiento mediante la evasión, la exaltación
ideológica dominante, la reivindicación o la denuncia social. Convivieron el teatro comercial con el
teatro innovador, el vanguardista y el independiente. Finalmente, obras censuradas durante el régimen
vieron la luz en las últimas décadas del siglo XX.