Cien Años de Miseria en Santo Domingo1600-1700
Cien Años de Miseria en Santo Domingo1600-1700
Editorial CENAPEC
Calle Bonaire No.209, Ens. Alma Rosa
Teléfonos: 596-8385 • 596-0646
Santo Domingo, República Dominicana
INDICE
PAOS.
PROLOGO 9
CAPITULO 1.
Llegada de Extranjeros a Territorio Domi
nicano 1630—1635 15
CAPITULO 11.
Hacia el Predominio Francés en el Oeste
1636-1652 31
CAPITULO III.
Pérdida Definitiva de la Tortuga
1653-1674 41
CAPITULO IV.
Intervención Indirecta de la Corona Francesa
en el Oeste de Santo Domingo 1656-1674 53
CAPITULO V.
El Estado Francés se Apodera del Oeste:
Acuerdo Fronterizo 1674—1682 67
CAPITULO VI.
Política Poblacional y Administrativa
de la Colonia 1682-1690 81
CAPITULO VIL
Problemas Fronterizos, Tratado de Ryswick
y Situación Poblacional 1691-1700 91
CAPITULO VIII.
Desarrollo de la Actividad Económica en la
Tortuga y en el Oeste 1630-1655 105
CAPITULO IX.
Predominio del Tabaco y el Añil 1660-1700 113
territorio
ESPAÑOL DE LAISLA
CAPITULO X.
Entrada ala Crisis Económica 1580-1608 129
CAPITULO XI.
E c m i n m h a c i a una
onomia de Subsistencia 1609-1680 157
CAPITULO XII.
Cambio auna Sociedad de Cazadores y
Recolectores 1680-1700 j9j
CAPITULO xin.
Extranjera 1^hblicos
1608-1630se Pagan con Ayuda 223
CAPITULO XIV.
Déficits en el Presupuesto yReinado
de un Prestamista 1630-1660 241
CAPITULO XV.
Dificultades del Gobierno para Saldar
Deudas ySueldos Acumulados 1661-1680 269
CAPITULO XVI.
Testamento del Usurero más Rico de la Colonia
y Pobreza de las Instituciones 1681 —1700 287
BIBLIOGRAFIA 3J3
dedicatoria
12
PRIMERA PARTE
EL OESTE,
TERRITORIO FRANCES
DE LA ISLA
Ék
CAPITULO I
16
Santo Domingo en carta al gobernador Osorio, de fecha 25 de
agosto de 1604, repitió la advertencia que en el año 1577
había hecho Jerónimo de Torres. Entre otras cosas decía el
cabüdo: "quedando los pueblos marítimos despoblados y sien
do, como son, de tan buenos puertos y disposición, los ocupa-
rán los enemigos'* (8).
A pesar de todos los obstáculos que se le presentaron, el
gobernador Osono, por mandato real, llevó a cabo las devas
taciones en los anos 1605 y 1606. Fueron destruidas cinco po
blaciones: Monte Cristi, Puerto Plata, Bayajá, Yaguana y San
Juan de la Maguana.
A lo largo del siglo XVII, al observar que el oeste de la isla
iba siendo ocupado por extranjeros, personajes importantes fue
ron dándole forma a la tesis de que el Oeste se perdió por culpa
del gobernador Osorio y las devastaciones; así, el capitán Ga
briel de Rojas, en fecha 12 de junio de 1655, expresa: '*Lo que
esta ysla a padezído después de su despoblazion en la parte
del oeste y banda del norte es manifiesto" (9).
En el año 1683 el señor Juan Antonio Martínez de Quija-
no escribió al rey haciendo alusión al mismo tema. Decía éste
que, como consecuencia de las devastaciones "se fueron entre
metiendo (en la isla) . . . Franceses pirata y ladrones" (10).
El alférez mayor de la ciudad de Santo Domingo, señor
Francisco Franco de Torquemada, estando en Madrid en el año
1691, escribió una representación a nombre de la capital de la
colonia de Santo Domingo, y en ella le decía al rey que con las
despoblaciones se consiguió "no solo la perdida de dichas ciuda
des, y sus vezinos, sino que quedando aquellas partes desiertas,
y en ellas gran cantidad de ganado mayor y menor (porque ni
aun el tercio del que tenian pudieron sacar al tiempo de la des
población) comenzó el enemigo Francés a poner el pie en
17
1
aquellas costas, haziendo en ellas grandes cantidades de coram
bre, y carnajes" (11).
Dos años después, por carta del 10 de enero de 1693, el ar
zobispo de Santo Domingo, Fernando Carvajal y Rivera le ex
presa al presidente del Consejo de Indias, Sr. Marqués de los
Vélez, que por efecto de las despoblaciones los franceses se
adueñaban de parte del territorio dominicano. Veamos: "Por
queja de que comerciaban los vecinos de las ciudades, Puerto
de Plata, Bayaxa, Monte Christi, y la Yaguana, mandó el Con
sejo (que mal) que se despoblase. . . halló puerta franca el
Francés, entróse en ellas, nuestro descuido y mal gobierno los
dejó multiplicarse y extenderse" (12).
Nuestros historiadores, no piensan que la pérdida del oeste
de la isla se debió básicamente a la debilidad del irnperio español
y a la lucha que tuvo que librar con potencias enemigas, como
Hqlanda, Inglaterra y Francia; han analizado dicho fenómeno
desde la perspectiva de los analistas sociales del siglo XVII; es
decir, enfatizando que la pérdida de parte de nuestro territorio
y el surgimiento de una colonia francesa en el oeste de la isla de
Santo Domingo, fue un resultado del mal gobierno de Antonio
Osorio y a las despoblaciones ejecutadas por éste (13).
18
A partir de las despoblaciones, aventureros de varias nacio
nes realizaron esfuerzos para adueñarse del Oeste; según carta
del gobernador español de Santo Domingo, Diego Gómez de
Sandoval, de fecha 3 de febrero de 1623, "en la Vanda del
Norte" estaban anclados barcos extranjeros. Entre aventure
ros y españoles se produjo una gran pelea, saliendo muertos
"quarenta y cinco de los forasteros, entre los cuales había ho
landeses e ingleses (14).
La isla de San Cristóbal (hoy Saint Kitts), que obtuvo su in
dependencia del gobierno inglés el 19 de septiembre de 1983
(15), es parte importante de todaesta historia. Para el año 1620,
era colonia de España, así cómalas demás islas del Caribe.
Para el año 1623 un grupo de ingleses tenían ocupadas las
zonas de las Guayanas y "la boca del Amazonas" (16); esos in
gleses fueron atacados por soldados españoles a principios del
año 1624 y tuvieron que huir hacia otros puntos de las Antillas.
Un grupo de los fugitivos, con su jefe Thomas Warner, fueron a
parar a la islita de San Cristóbal "el 28 de enero de 1624' (17).
San Cristóbal está muy cerca de Puerto Rico (18), y sus dimen
siones son de 30 kilómetros de largo y 10 de ancho (19).
Dom°
w T !?ChSCTobc?"HUtoria de la Ida Española ode Santo
'Pags. 135-36.
It' F Mnv'p PáSS. 135-36.
26. Ibidem. Ademas, J. Bosch: "DeCristóba.. . págs. 189-90.
20
sesenta esclavos" negros (27); y reunió en la isla *'400 hombres
de mar" (28).
En ese mismo año de 1626 regresaron a Francia los señores
Fierre Belain d'Esnanbuc y Urbain de Rossey y al llevar desde
San Cristóbal tanta riqueza en tabaco y maderas preciosas "cau
saron envidia a todo el mundo". Así, altos funcionarios del
gobierno francés, como numerosos hombres de negocio, planea
ron la fundación de una compañía financiera, para establecer
una colonia en la pequeña isla del mar Caribe (29).
La compañía se fundó el 31 de octubre de 1626, con un
capital de 45,000 libras (30). El primer ministro del Estado de
Francia, cardenal Richelieu, principal promotor de la empresa,
aportó 10,000 libras en acciones.
La formación de la Compañía de San Cristóbal implicaba
varias cosas: una colonia, cuyos beneficios serían propiedad de
los asociados; y por otra parte, la tierra no sería de la corona,
sino de la empresa. De manera, que el poder del rey de Fran
cia quedaba excluido; así, hasta los gobernadores serían nom
brados por los miembros de la Compañía (31).
Para 1635 Richelieu consideró que la Compañía de San
Cristóbal tenía fines muy limitados, y por eso la corona pro
cedió a disolver la pequeña empresa; al mismo tiempo, fundó
el 12 de febrero de 1635 una nueva asociación con el nombre de
Compañía de las Islas de América (32). El acta de constitución
de la compañía tenía 16 artículos que se pueden resumir así:
La compañía debía tratar de conquistar las demás Antillas; se
concederían las tierras a perpetuidad a los asociados, así
como a sus herederos; los socios debían presentar candidatos al
rey, para el nombramiento de los jueces y los gobernadores; el
comercio sería ejercido exclusivamente por la compañía duran
te 20 años; los socios podían repartir tierras y nombrar los ca-
27. R. Pattee; Op., cit., pág. 60.
28. Gustavo Adolfo Mejía Ricart "Historia de Santo Domingo", vd. VI, págs. 67-
68.
29. R. Lepelletier de Saint Remy: Op., cit., 1.1, XXX.
30. Ramiro Guerra y Sánchez: Op. cit, pág. 104; G. A. Mejía Ricart: Op.cit.,vol.
VI, págs. 66-67.
31. M. A. Peña Batlle: Op. cit, pág. 233. Oscar Gil Díaz: Op. cit, pág. 194. R.
Lepelletier de Saint Remy: Op. cit., 11, pág. XXX.
32. R. Guerra y Sánchez: Op. cit, pág. 104.
21
pitanes o la gente de guerra; y, por último, los asociados tenían
estos dos deberes: rendir homenaje al rey, como fieles vasallos
y durante 20 años llevar a las islas del Caribe unas 4,000 perso
nas (33).
La Compañía de' las Islas de América estuvo funcionando
hasta 1664, año en que fue sustituida por la Compañía Francesa
de las Indias Occidentales (34).
Como habíamos dicho, a principios de 1626 el capitán
Wamer regresó a San Cristóbal con la comisión, de parte de una
compañía inglesa, de poner la islita bajo el dominio de la Gran
Bretaña (35). Al poco tiempo de regresar Wamer, los señores
D'Esnambuc y De Rossey desembarcaron en San Cristóbal con
'*nuevos colonos'* y varios navios. Los dos capitanes franceses,
acordaron poner en marcha el encargo de la Compañía de San
Cristóbal: hacer de la isla una colonia bajo el amparo de la ban
dera de Francia (36).
El reencuentro de Warner, D'Esnambuc y De Rossey no de
sembocó en un gran conflicto, pues ingleses y franceses, en el
año 1627, concertaron unirse para acabar con los indios caribes
y, a la vez, firmaron un tratado de repartición territorial: los
ingleses ocuparían "los dos extremos de la isla, hacia el noroes
te y hacia el sur", y los franceses "el centro" (37). Entre 1627
y 1629 la colonia anglofrancesa alcanzó un gran desarrollo eco
nómico y poblacional; la economía iba viento en popa, con una
producción básica de tabaco y maíz. El nivel demográfico alcan
zado en la islita se deduce con sólo decir que la población ingle
sa era de "unos 3,000" individuos (38).
La primera mitad del siglo XVII fue un período en que las
potencias europeas mantuvieron una larga guerra contra el im
perio español; el escenario principal de batalla era la zona del
Caribe. En esa época aventureros enemigos causaron enomies
33. M. A. Peña BatUe: Op. cit, p^. 233. R. Lepelletier de Saint. Remy: Op. cit,
11, págs. XXX-XXXIV.
34. G. A. Mejía Ricaxt: Op. cit, vol. VI, págs. 192-93.
35. Ibídem, pág. 66-67.
36. Lepelletier de Saint Remy: Op. cit, 11, págs. XXX y XXXL
37. J. Bosch: "DeCristóbal.. pág. Í91.
38. J. Bosch: "Conferencias y Artículos", pág. 78.
22
catástrofes a varias colonias españolas de América y llegaron a
apresar flotas enteras de barcos españoles.
Con la intención de que sus flotas de navios comerciales
pudieran realizar en paz los viajes al Nuevo Mundo, la corona
española decidió, en 1629, fundar la llamada Armada de Bar
lovento, poniéndola bajo las órdenes del almirante Fadrique AF
varez de Toledo (39).
Ese mismo año de 1629, la corona envió al almirante Al-
varez de Toledo, al mando de la referida armada, al Brasil, con
el fin de expulsar a los holandeses y portugueses (40). El pode
río militar reunido era enorme; se contaba con treinta y cinco
galeones y catorce navios mercantes (41).
A pesar de que algunos escritores hablan del año 1629, nos
vamos a decidir por aceptar que, fue en 1630 cuando el almi
rante Fadrique de Toledo, con su armada, atacó la isla de San
Cristóbal o Saint Kitts (42); obteniendo éste un aplastante triun
fo; las plantaciones de tabaco y maíz "fueron arrazadas y que
madas" (43), muchos de los aventureros se escondieron en mon
tes y montañas, la mayoría de los ingleses y franceses se rindie
ron, y otros pudieron huir a distintos puntos de las Antillas
Menores, como San Martín, Monserrate, Anguila, San Barto
lomé y Antigua (44).
Un pequeño grupo de los aventureros ingleses y franceses
que huyeron de San Cristóbal decidieron no quedarse cerca del
lugar; más lejos, por aguas del Caribe, "fueron a dar a un paraíso
del trópico que tenía una ventaja sobre el bíblico: cientos de
miles de reses y cerdos vagaban por praderas de ricos pastos y
23
entre bosques cruzados por ríos cristalinos. Era la parte occi
dental de la Española" (45).
De manera, que esos hombres errantes llegaron a la isla de
la Tortuga en 1630, desde allí pasaron al noroeste de la isla de
Santo Domingo, y se quedaron asombrados, porque en ambos
lugares no encontraron una sola persona, y en el oeste de la isla
de Santo Domingo (llamada por ellos La Grande Terre) había
una enorme fortuna en animales salvajes, especialmente vacas,
cerdos y caballos (46).
La Tortuga está ubicada en la costa noroeste de Santo Do
mingo (47); sus dimensiones son un tanto pequeñas: "tiene
ocho leguas de largo de Este a Oeste y dos de ancho", y la dis
tancia que la separa de la costa de la isla de Santo Domingo
son dos leguas (48).
Fue, en los primeros años, la capital y cuartel general de los
ingleses y franceses que llegaron de San Cristóbal, porque es
como una especie de castillo natural. Toda su costa norte es
inaccesible, y en su costa sur "no hay más que un solo puerto...
y la entrada se puede defender con facilidad" con cañones en las
colinas (49). Estos aventureros que llegaron a la Tortuga no se
rían desalojados jamás permanentemente, "pues si los españoles
Domingo", voL I, pág. 269; Gustavo Adolfo Mejfa Ricarfc "Historia^
Domingo", vol. VI, págs. 34 y 35; Cayetano Armando Rodríguez: Geo^afia
de la Isla de Santo Domingo y Reseña de las Demás Antillas , pág. IJy; Carlos
Comielle: "Proceso. . pág. 96; Carlos Federico Pérez: "Histona diplomáti
ca. . pág., 39; Carlos Augusto Sánchez: "Curso de Derecho Intemacicmal
Público Americano", t. I, págs. 111 y 170; Pedro Troncoso Sánchez: Estuco
de Historia Política Dominicana", págs. 114—15; Samuel Hazard; Santo Do
mingo, Su Pasado y Presente", pág. 72.
43. F. Moya Pons: Idem, pág. 161. . . ,
44. J. Bosch: "De Cristóbal. . .", págs. 192-93; M. A. Peña Batlle: Historia de la
Cuestión...", 11, pág. 64.
45. J. Bosch: Idem, págs. 192—93.
46. M. A. Peña Batile: "La Isla. . .", pág. 119; M. L. Moreau de SaintMéry: Idem.,
pág. 7.
47. J. Bosch: Idem, pág. 197; G. A. Mejte Ricart: Idem, voL VI, pág. 63. ^
48. Antonio Sánchez Valverde: "Idea del Valor de la Isla Española , pags. 119—
120; Manuel A. Machado Báez: "La Domínicanización Fronteriza Dominico-
Haitiana", pág. 63; Andrés Núñez de Torra: "Relación Sumaria del Estado Pre
sente en que se Halla laIsla Emanóla, y la Ciudad de Santo Domingo", pag. 67.
49. P.F.J. de Charlevoix: Op. cit., t. U, pág. 6; J. Bosch: Idem, pág. 195;y Compo
sición. . pág. 69; Virtió Díaz Órdoñez: "La Política Exterior de Trujillo",
pág. 15; Jean Price Mars: "La Rqjúbllca de Haití y la República Dominicana",
L I. pág. 16; A. Sánchez Valverde: Idem, pág. 120.
24
(de Santo Domingo) los atacaban y les causaban numerosas
bajas, siempre habría otros que volverían a ocupar los estable
cimientos momentáneamente perturbados, pues los españoles
no dejaban allí guarniciones fijas y permanentes" (50).
Los fugitivos de San Cristóbal al llegar a la Tortuga por
1630, al decir de Hazard, se dividieron "en tres clases sociales"
(51). Aunque sería mejor decir, que estos aventureros se dividie
ron en tres grupos, en base al modo de vivir que adoptaron (52).
Ellos son: el bucanero, el filibustero y el habitante (53).
Los bucaneros, que en los primeros años eran la mayoría,
se dedicaron a la caza de animales en la Tortuga y, principal
mente, en el oeste de la isla de Santo Domingo (54); escogieron
ese modo de subsistencia al notar que en los bosques y monta
ñas del oeste de Santo Domingo había centenares de miles de
vacas, cerdos, mulos y caballos sin dueño alguno. Los bucane
ros, según Bertrand d'Ogeron, preferían vivir en el oeste de San
to Domingo, y no en la Tortuga. Se agrupaban en número de
dos, tres, cuatro o seis y hasta diez; nunca reconocieron a nadie
como jefe político (55); tan libres eran, que ni siquiera propie
dad privada establecieron. Cuando moría un bucanero, sus com
pañeros, comunitariamente, se apropiaban de los bienes que de
jaba (56).
Se internaban en los.bosques hasta por un año con el obje
tivo de matar animales (57); acostumbraban llevar "una jauría
de quince a veinte perros", y "usaban una larga escopeta" (58).
Casi nunca tenían mujeres e hijos, y era bien difícil encontrar en
ellos "algunos rasgos de culto religioso" (59). Incluso, abando-
25
naban hasta el nombre y apellido de sus familiares, pues los sus
tituían "con apodos o nombres de guerra, la mayoría de los cua
les pasaban a los descendientes" (60).
El bucanero mataba las vacas cimarronas, casi, por obtener
la piel; en cambio al cerdo o jabalí, principalmente por la carne
(61). La carne se comía asada al humo (62), pero antes de ahu
marse, se preparaba con "pimienta y un poco de jugo de na
ranja", lo que le proporcionaba "un sabor maravilloso" (63).
La vida de los bucaneros era un tanto paradójica. No traba
jaban para acumular riquezas; reunían grandes cantidades de
cueros y carne ahumada, luego iban a las costas de Santo Do
mingo y a la Tortuga a vender esos productos. Con el dinero ob
tenían pólvora, armas de fuego, perdigones, balas y lo que
les hiciera falta para iniciar otra cacería en el Oeste, o en la isla
de la Vaca, al suroeste de Santo Domingo (64). Gastaban el di
nero que les quedaba en aguardiente, vino, brandy, y para
acostarse con alguna prostituta, de la cual casi siempre adqui
rían una enfermedad venérea (65). Obtenían esos placeres, en la
Tortuga, así como en las costas de la "tierra grande" o Santo
Domingo.
El grupo de los filibusteros, contrariamente a lo que hicie
ron los bucaneros, eligió como guarida principal la isla de la Tor
tuga; y su medio de vida era el asalto y el robo de poblaciones
y barcos. Aunque atacaban los barcos sin distinción, los de los
españoles fueron siempre su objetivo principal (66).
Tenían costumbres muy parecidas a las de los bucaneros:
eran hombres libres y, en casos excepcionales (como en una
expedición de asalto) aceptaban un jefe, pero por tiempo limi
tado. Las riquezas, generalmente, las repartían entre todos con
cierta igualdad; casi nunca tenían mujeres, y ' De religión, no les
quedaba en el fondo ninguna huella en el corazón (67). "Su
60. S. Hazaidddem, pág. 34.
61. Ibídem, pág. 74.
62. J. G. García: Idem, pág. 147.
63. P.F.J. deCharlcvobc Op. cit., t. II, págs. 35 y 36. ^
64. A. O. Exquemelin; Op. cit, pág. 44; J. Bosch: "Composición. . . »Pág- '2.
65. A. O. Exquemelin: Idem; S. Hazan Op. cit, pág. 75; P. F. J. de Cliarlevoix:
Idem, t II, pág. 36.
66. Ibídem, pág. 43.
67. Ibidem, pág. 44.
26
deporte favorito era el tiro al blanco y sus vicios el juego y la
bebida"; los Juegos preferidos el de "naipes y de dados" (68).
Los piratas o filibusteros no pensaban en la estabilidad eco
nómica futura. Robaban para divertirse en lo inmediato. Dila
pidaban el dinero en breve tiempo, especialmente en la Tortuga;
lo gastaban en el juego, y en las tabernas, donde siempre apa
recía alguna ramera. De manera, que "Sus orgías duraban días
y semanas, hasta cuando se les agotaba el producto de sus pi
raterías" (69).
El tercer grupo, el de los habitantes, era minoritario. Su
medio de vida fue la agricultura. Cultivaban la tierra, tanto
en Tortuga, como en el oeste de la isla grande. Su cultivo
principal era el tabaco, el cual vendían a mercaderes de diver
sas naciones europeas que se presentaban regularmente con sus
barcos en las costas de Santo Domingo, las islas de la Vaca y
de la Tortuga (70).
Más adelante, los tres grupos de aventureros (bucaneros,
filibusteros y habitantes) se hicieron acompañar de sirvientes
que llamaban engagés. Los engagés eran reclutados entre la po
blación pobre de europa; los capitanes de barcos acostumbraban
traer Individuos a América sin cobrarles los pasajes ni los gastos
de alimentación del viaje. En la Tortuga y el oeste de Santo
Domingo, el capitán los vendía en calidad de vasallos, por tres
años, a los bucaneros, filibusteros y habitantes.
Durante esos tres años los amos compraban los servicios en
"cuerpo y alma" de los engagés (7 1). Estos últimos "eran trata
dos con extrema creueldad" (72), es decir, a un nivel similar al
de la esclavitud (73). Exquemelin, quien fue engagé en la Tor
tuga, señalaba que si el engagé o comprometido quedaba vi
vo al final de su cautiverio de tres años, entonces, obtenía la li
bertad, y libremente podía dedicarse a cualquiera de los tres
modos de vida habituales. (74).
68. A. O. Exquemelm; ldem,págs. 90 y 209.
69. Ibfdem, pág. 209; P. F. J. de Charlevoix: Idem, t. II, pág. 43.
70. A. O. Exquemelin: Idem, págs. 44 y 45.
71. S. Hazard Op. cit, pág. 456.
72. C. A. Rodríguez: Op. cit pág. 456.
73. Ramón Marrero Aristy: "La República Dominicana. Origen y Destino del Pue
blo Cristiano ma's Antiguo de Ame'rica"; 1.1, pág. 149.
74. A. O. Exquemelin: Op. cit, pág. 23.
27
En 1630, al saber las autoridades españolas de la ciudad de
Santo Domingo, que el Oeste y la Tortuga estaban ocupados por
ingleses y franceses, prepararon una expedición militar para in
vadir la Tortuga. Al llegar allí, los soldados españoles lograron
expulsar los extranjeros; sin embargo, para noviembre del mis
mo año las tropas españolas volvieron a Santo Domingo, que
dando así despoblada la Tortuga (75).
"Del 1630 al 1654 fuerzas españolas de Santo Domingo ata
caron en cinco oportunidades la islita de La Tortuga y cuatro
veces los intrusos fueron expulsados aunque sólo por corto
tiempo**. Los referidos ataques ocurrieron en los años 1630,
1635, 1638, 1643 (los españoles en esa oportunidad fracasa
ron) y en 1654 (76).
Al quedar la Tortuga, de nuevo, sin gente, para 1631 un
grupo de los aventureros que habían sido expulsados por Fa-
drique de Toledo, el año anterior, de San Cristóbal, y que fue
ron a parar a "Providencia, pequeña isla situada frente a Car
tagena, organizaron una expedición para tomar la Tortuga,
lo cual lograron sin esfuerzo, y rebautizaron la isla con el nom
bre de Association Island'* (77).
Con los recién llegados vino el señor Anthony Hilton, quien
había sido gobernador de la isla de Nevis, muy próxima a San
Cristóbal. Pues bien, los aventureros eligieron como gobernador
de la Tortuga al capitán Hilton (78). Algunos autores opinan
que el gobernador Hilton instaló una colonia típicamente in
glesa, dizque porque su empresa estaba financiada por la lla
mada "Compañía de Providencia" (79). Pero, somos de opi
nión que la colonia fundada por él en la Tortuga, por 1631, era
un establecimiento en "tierra de nadie*' o sin patria; es decir,
gobernaba a un grupo de individuos de distintas nacionalidades,
y por lo tanto, políticamente, la Tortuga no dependía de nin
gún Estado (80).
81. Colección Lugo: "Boletín del Archivo General de la Nación", número 24-25,
pág. 396 (en lo adelante citado como Col. Lugo: B. A. G. N.).
82. J. M. Indiáustegm: "Doc. A. G. I.- A. G. S. 1616-1635"; "Reales Cédulas
y Correspondencia de Gobernadores de Santo Domingo", t IV, págs. 1194
y 1199 (en lo adelante citado como "Reales Cédulas. ..").
83. J. M. Incháustegui: "Doc. A. G. I.—A.G.S. 1651-1660".
84. G. A. Mejfa Ricart Op. ciL, t VI, págs. 58-59; Cipriano de Utrera: "Noticias
Históricas de Santo Domingo", vol. III.
85. J. M. Incháustegui: "Doc. A. G. I.-A. G. S. 1616-1635. Emiliano Tejera: "Go
bernadores de la Isla de Santo Domingo. Siglos XVI-XVH", inserto en B. A.
G.N., núm. 18, pág. 372; E. Tejera. "Docmnentos Antiguos", inserto en "La
Cuna de América", núm. 9-18, pág. 80.
86. F. Moya Pons.: Op. cit, pág. 162.
87. C. N. de Moya: Op. ciL, 11, pág. 206.
29
y Peralta, expresaron al Rey de España que la expedición a la
Tortuga fue exitosa (88); que los españoles mataron 195 aven
tureros, ingleses y franceses, incluyendo a! gobernador; que to
maron 39 prisioneros blancos, **entre ellos tres mujeres" y ade
más capturaron "entre treinta o cuarenta negros". La misiva da
constancia de que los enfrentamientos armados se produjeron
entre el 21 al 28 de enero, y de que el resto de los extranjeros,
que antes de llegar Fernández de Fuenmayor eran unos 500,
huyeron en lanchas a la costa noroeste de la isla de Santo Do
mingo (89).
La ofensiva de las autoridades españolas no sólo se limitó a
incursionar en la Tortuga, sino que además fueron enviadas tro
pas a la penísula de Samaná, las cuales destruyeron los caseríos
que allí habían construido ingleses y franceses, como consta en
carta del gobernador de Santo Domingo, de fecha 11 de junio
de 1635 (90).
El trabajo realizado por Fernández de Fuenmayor a princi
pios de 1635, la expulsión de extranjeros de la Tortuga, resultó
una pérdida de tiempo, de vida y de dinero, pues así como ocu
rrió en 1630, ya a mediados de 1635 lo -Idados de Santo Do
mingo dejaron desierta la Tortuga. Y, entonces, empezaron
a volver inmediatamente los bucaneros y filibusteros. Esto úl
timo lo contó al Rey, por carta del 27 de junio de 1651, el
señor Juan Morfa Geraldino: "yo me halle en el desalojo de
dicha isla", pero "apenas estubimosen Santo Domingo de buel-
ta con la artillería prisioneros y los demás despojos de dicho
enemigo quando le bolvieron a poblar" (91).
Antes de terminar el año 1635 llegaron a la Tortuga "unos
300 ingleses que procedían de Nevis", y nombraron como go
bernador al inglés Nicolás Riskinner (92).
88. Col. Luga B. A. G. N., núm. 24-25, págs. 393-95; J. M. Incháustegut "Reales
Cédulas. . t IV, págs. 1185-1187; J. M. Incháustegui; "Doc. A,G.I.-A.G.S.
1616-1635".
89. Ibídem; J. Bosch; "Composición. . pág. 68; C. E. Deive: Op. cit, t. I, pág.
128.
90. Julio González: "Catálogo de Mapas y Planos de Santo Domingo", pág. 22.
91. J. M. Incháustegui:'"Doc. A. G. I.-A. G. S. 1651-1660".
92. J. Bosch: "De Cristóbal . pág. 199* G. A. Mejía Ricart: Op. cii., Ví
pág. 68. Col. Lugo: B. A. G. N., núm. 24-25, pá? ?96.
30
CAPITULO n
31
quedó un ser viviente que no fuera de nacionalidad española (6).
Pero, así como en 1630 y en 1635, los soldados españoles
de Santo Domingo volvieron a dejar abandonada, y por supues
to, sin guarnición, la isla de la Tortuga en el año de 1638 (7).
Entonces, los ingleses y los franceses que vivían en la costa no
roeste de Santo Domingo regresaron a la Tortuga; se reunió allí'
un grupo de alrededor de 300 personas (8).
A pesar de haberse formado un grupo de personas con ideas
divergentes en lamayoría de los casos de dos nacionalidades (in
gleses y franceses), a fines de 1638, decidieron tener un gober
nador común; fue elegido el inglés Roger Flood (9).
El gobernador Flood, sin embargo, no pudo "mantener en
armonía" los intereses de los dos grupos" (10); por eso, para
1639 los residentes en la Tortuga "eligieron como líder" (11)
y gobernador al inglés conocido como Willis. Este personaje,
de antecedentes un tanto oscuros, "desde hacía tiempo ejercía
el oficio de bucanero" en la banda norte de la isla grande, o sea,
Santo Domingo (12). Como provenía del grupo de los bucane-
J^os, pudo con "su valor y prudencia" (13) ejercer su mandato
tanto en la Tortuga como en las costas del noroeste de Santo
Domingo; incluso, extendió su radio de acción política hasta la
península de Samaná, enviando allá un grupo de colonos y caza
dores de animales salvajes (14).
En el año 1637 la penetración francesa en la zona del Cari
be era apreciable; ocupaban, aparte de San Cristóbal, "Martini
ca, Guadalupe y otras islas menores"; todos esos territorios te-
lo:
12 . M.
M A. Fena BatUe: Op. cit, pág. 133;Manuel Ubaldo Gómez: "Resumen de His-
tona de Santo Domingo", pág. 36.
13. M. U. Gómez: Idem. pág. 36.
14. M. L. de Saint Méry; Op. dt, pág. 9.
32
nían como gobernador general al señor D'Esnambuc (15). Ese
mismo año D'Esnambuc murió y por eso el cardenal Richelieu,
director general del comercio y navegación de Francia, escogió
como sustituto en 1638 al señor Lonvilliers de Poincy (16).
El señor De Poincy llegaría a América con numerosos tí
tulos: caballero de la Orden de Malta y de la Orden de San Juan
de Jerusalén, gobernador general de todas las islas francesas en
el Caribe (con asiento en San Cristóbal), y teniente general del
rey de Francia en las islas de América (17).
Aunque algunos escritores han dicho que el caballero
De Poincy ejerció su autoridad en América a nombre de Fran
cia, es decir, en representación del rey y el Estado franceses
(18), lo cierto es que vino al Caribe como empleado al servicio
de la Compañía de las Islas de América, fundada en 1635, y
que más tarde se conocería (a partir de 1664) como la Compa
ñía de las Indias Occidentales (19). De manera, que será mucho
más tarde cuando la corona francesa va a intervenir directamen
te en los gobiernos de San Cristóbal, Tortuga y demás islas fran
cesas de la región.
De Poincy asumió formalmente su cargo de gobernador
general cuando llegó en 1639 a la isla de San Cristóbal (20),
y gobernó durante 21 años, pues murió en 1660.
Como habíamos dicho, en 1639 estaba gobernando en la
Tortuga el inglés Willis. Su gobierno fue siempre inestable, pues
la población francesa era mayoritaria respecto a la inglesa (21).
Para mantenerse en el poder, asumió una actitud de déspota
contra los individuos que no eran de su nacionalidad (22).
Disgustados los franceses, enviaron un mensajero a la isla
de San Cristóbal, para que le expresara al gobernador De Poney
15. Carlos Esteban Deive: "La Esclavitud del Negro en Santo Domingo 1492-1844V
t. I, pág. 129.
16. M. A. PeñaBatUe: Op. cit., pág. 137.
17. R. Lepelletier de Saint Remy: Op. clt, t. I, pág. XXXV; M. A. Peña BatUe:
Idem; e "Historia de la Cuestión Fronteriza Dominico-Haitiana", t. I, pág. 64;
M. L. Moreau de Saint Méry: Op. cit., pág. 9.
18. Juan Bosch: "Composición. .págs. 75-77.
19. M. A. Peña BatUe: "La Isla...", pág. 152.
20. J. Bosch: "De Cristóbal..pág. 219; M. A. Peña BatUe: Idem, págs. 137-39.
21. S. Hazard: Op. cit, pág. 79; Otto Schoenrich: "Santo Domingo, Un País con
Futuro", pág. 22.
22. M. L. Moreau de Saint Méry: Op. cit, pág. 9.
33
que tratara de derrocar a Wülis, y pusiera, además, un goberna
dor francés en la Tortuga (23). De Poincy, a nombre de la Com
pañía de las Islas de América, eligió como gobernador de la
Tortuga al capitán Levasseur (24).
El ambiente caribeño le era muy familiar al señor Levasseur,
pues había estado en San Cristóbal, en 1620, en 1623 y en
1625 (25). Hasta cierto punto, De Poincy eligió a Levaseur,
para que fuera a expulsar a los ingleses de la Tortuga, porque
Levasseur constituía un problema en San Cristóbal; era proble
mático, porque era un hugonote, es decir, protestante calvinis
ta (26).
A mediados del año 1640 Levasseur, con un buen grupo de
aventureros en San Cristóbal, todos protestantes, partió para la
Tortuga, a expulsar de allí a los ingleses e instalar un gobierno
protestante (27). Antes de arribar en la Tortuga, se detuvo alre
dedor de tres meses en la costa noroeste de Santo Domingo,
más bien en Puerto Margot; allí, se le adhirieron unos 50 buca
neros para ir a atacar el gobierno del inglés Willis (28).
Levaseur, desde Puerto Margot, a principios de agosto, hizo
llegar al gobernador de la Tortuga un ultimátum para que dejara
el gobierno y se marchara. Luego, junto a unos 100 seguidores,
llegó a la Tortuga el 14 de agosto de 1640 (29). Al llegar, en
contró que la mayoría de los habitantes eran franceses, como él;
todos ellos le brindaron un entusiasta apoyo (30).
31. S. Hazard; Op., cit. pág. 79. Manuel Machado Báez: "La Dominicanizadón
Fronteriza", pág. 60.
32. M. A. Peña BatUe: "La Isla..pág. 141.
33. G. A. Mejía Ricart: "Historia de Santo Domingo", voL VI, págs. 69—70;0scar
Gil Díaz: "La Naturaleza Histórica de la Sociedad Dominicana", pág. 196:
Antonio del Monte y Tejada: "Historia de Santo Domingo", t III, págs. 34—35.
34. M. A. PeñaBatUe: Idem, pág. 140.
35. J. Bosch: "Composición..pág, 77; M. A. Peña Batlle; Ibidem, pág. 139.
36. Casimiro N. de Moya: "Bosquejo Histórico dd Descubrimiento y Conquista de
la Isla de Santo Domingo", t, I, pág. 208; J. Bosch: Ibídem, pág. 77.
35
tos a cualesquiera "operación de compra y venta que se realizara
en la Tortuga" (37). Exigía el diez por ciento de todas las mer
cancías que los piratas reunían en sus asaltos a ciudades y colo
nias españolas; impuso el cobro de altos gravámenes a la
venta de cueros de vaca, de carnes saladas y de frutos que buca
neros y agricultores del noroeste de Santo Domingo llevaban a
vender a la Tortuga. Además, los comerciantes europeos que
traían sus naves repletas de manufacturas, tenían que ofrecerle
un tributo (38).
Tal fue la riqueza acumulada por el gobernador Levasseur,
que vivía como un príncipe, pues "comía en vajilla de plata" y
siempre era "asistido por una servidumbre numerosa" (39). Bajo
su mandato, la Tortuga alcanzó su máximo explendor; en el
período 1640-1652, ese terruño se convirtió en la plaza militar
más importante de los filibusteros de todo el Caribe y el gran
Golfo de México. Tanto en la Tortuga como en la banda del
norte de Santo Domingo se fomentó la fundación de poblados,
agricultura, y se prohibió la vagancia (40).
A mediados del siglo XVII el dominio de los franceses en la
Tortuga y en el oeste de Santo Domingo se había solidificado
bastante. Según declaración del aventurero inglés Nicolás Sti-
mens, quien estuvo en la Tortuga en esos días, en dicha isla ha
bía unos "dozientos hombres", aparte de"los esclavos negros. . .
y yndios" (41). La penetración poblacional de los extranjeros
en la banda noroeste de Santo Domingo aumentó también; por
eso Alcocer, en su relación escrita en 1650, manifiesta que ir a
cazar reses, caballos y cerdos al oeste de la isla resultaba un
nesgo, porque los enemigos andan por aquellas partes" (42).
Juan Morfa Geraldino, confirma lo mismo, cuando en carta del
de junio de 1651, expresa, que todos los días los franceses
38" C
uk Idem, t. I.. pág. 209; J. Bosch: "Composición. . pág. 77;
J-Bosch: De Cristóbal.pág. 200.
4? Cn?' cit. LI., pág. 149;C. N. de Moya: Idem, t. I. pág. 209.
' "Boletín del Archivo General de la Nación", núm. 24-25, pág.
4U4;J Marino Incháustegui:"Doc. A. G.I.- A. G. S. 1651-1660".
• Jerónimo Alcocer: "Relación Sumaria del Estado Presente de la Isla Es
pañola , pag. 211.
36
intentan avanzar terrítorialmente en la isla de Santo Domingo
"dies y doze leguas la tierra adentro aciendo carne corambre y
cortando palo bracilete y robando los ganados de los vezinos"
dominico-españoles (43).
Según Charlevoix, el capitán Levasserur, al asumir el man
do político en la Tortuga, se caracterizó por ser un hombre
"prudente, moderado, circunspecto", y sobre todo, "generoso"
(44). Sin embargo, después de derrotar la invasión española
en 1643, y sintiéndose todopoderoso, se hizo "altanero, violen
to, cruel, avaro, desconfiado", y "las faltas leves las castigaba
con penas atroces" (45).
Incluso, Levasseur decidió convertir la Tortuga en una socie
dad de religión calvinista, y para eso llegó a quemar el templo
católico que allí había, y expulsó a un padre capuchino de ape
llido Maras. En fin, tirano de pie a cabeza, "Se proclamó Gober
nador General", esdecir, independiente del caballero DePoincy,
y de la Compañía de las Islas de América (46).
Levasseur tenía dos íntimos amigos y compañeros; los seño
res Martín y Teobaldo; ambos fueron declarados por Levasseur
herederos futuros del gobierno y de los bienes del gobernador.
Martín era considerado en la Tortuga, como el hijo adoptivo del
gobernador. A principio del año 1652, a la orilla del mar, en el
único puerto de la islita, Martín y Teobaldo asesinaron al señor
Levasseur; quedando éste muerto por efecto de un tiro de ar
cabuz y varias puñaladas (47). Inmediatamente, los dos asesi
nos se proclamaron jefes de la Tortuga, apropiándose de la for
tuna dejada por el asesinado.
A mediados de 1652, el gobernador general de San Cris
tóbal, el caballero De Poincy, no estando enterado deque el ca
pitán Levasseur había muerto, pensó destituirlo del gobierno
de la Tortuga.
53. R. Maneto Aristy: Op. cit., t. II, pág. 148; P.F.J. de Charlevoix: Op. cit.,págs.
15-16; A. del Monte y Tejada; Op. Cit. t. III, págs. 33-37; G. A. Mejía Ri-
cart: Op. Cit., vol. VI, págs. 72-75.
54. P. F. J. de Charlevoix: Op. Cit., t. II, pág. 16.
55. Archivo Incháustegui: "A. G. I., Patronato, Leg^'o 273, Ramo 7".
56. Col. Lugo: B. A. G. N., núm. 24-25, págs. 403-404. Paréntesis F. P. P.
39
mas o menos con mujeres hombres y muchachos y chicos y
grandes y que ay franzeses y yndios y negros*' (57).
El señor Armón, inglés, aseguró que para el año 1652, en
"la ysla de la Tortuga tendrá como quatrocientas o quinientas
personas con mugeres y chicos y grandes y questa poblada de
franceses negros y yndios" (58).
En fin, se puede deducir que la población extranjera, con
asiento en la Tortuga y en el oeste de Santo Domingo, para el
año 1652 debía ser de alrededor de 2,000 personas; y decimos
eso dejándonos llevar por una declaración ofrecida en 1653 por
los oficíales de la Real Hacienda de Santo Domingo. En carta
del 10 de diciembre de 1653 los señores Diego de Soria Pardo
y Pedro Izquierdo, comunicaron al monarca que según prisio
neros extranjeros que habían vivido en Tortuga y en la banda
noroeste de Santo Domingo, sólo en la "tierra grande , el no
roeste de la Española, había " más de mil hombres, en veinte y
dos poblaciones", y que en la Tortuga los hombres de armas
eran unos "doscientos y cincuenta", aparte de que había un
número indeterminado de "Indios y negros" (59).
41
romano" y "Vino de franzia a la Tortuga donde estubo un
año" y de allí "Vino con otra gente francessa a esta isla (de
Santo Domingo) a matar carne para comer", así como lo hacen
otros extranjeros, quede la Tortuga "baxan a Monte Cristy a ha-
zer carne todos los días porque alia no tienen que comer" (3).
También declaró que en el Oeste los extranjeros tenían 27 pue
blos, los cuales observó en su estadía de "cinco años" en esas
tierras. De ellos, señaló la cantidad de hombres que había en
diecisiete, y dijo que desconocía cuántos componían los diez
restantes.
PUEBLOS HOMBRES
Jatibonito 50
Yaguana 40
Siete Ríos 40
Puerto Cruz 30
Juan Ravelo 30
Barradelos 30
Caimito 30
Río Nisao 25
Guabalachica 17
Jama 16
Plataforma 14
Isla de Vaca 14
Puerto Caimán 10
Bombón 9
Manoy 8
Neiba 7
Puerto Pacomo 7
Puerto Francés
Carritón
Guanaibo
San Marcos
Cajayo
Jaragua —
Aricón
Miguanos
Puerto Mosquito
Tama —
TOTALES 27 377
3. Ibídem. Paréntesis F. P. P.
42
Aunque es lógico pensar que en los diez pueblos, al final de la
precedente tabla, había residentes, no nos atrevemos a hacer su
posiciones sobre su población, de manera que dejamos intacta
la declaración, tres veces centenaria, del bucanero Thomas Vroz
(4). El señor Vroz sólo habla de hombres. Eso es así, pues en el
Oeste no había indios, niños ni mujeres; estos últimos eran co
munes en la Tortuga para esa época.
El 4 de noviembre de 1653 el gobernador Montemayor de
Cuenca convocó a una iunta de guerra a los principales milita
res del presidio de la ciudad de Santo Domingo y a los miem
bros de la Real Audiencia, y les rindió un informe donde se
mencionan menos poblaciones bucaneras, además de mayor can
tidad de aventureros residentes en el Oeste, que los señalados
por Thomas Vroz.
Esta es la relación leída por el señor Montemayor ante la
junta: Ha "puesto pie el enenmigo en esta isla con tal Ucenzio-
so desahogo que oy sin reparo ni resistenzia alguna se alia dueño
de VEINTE Y DOS POBLACIONES que tiene en ella a la banda
del norte en los mejores puertos. . . corriendo la tierra rovando
las estancias y atos extemando los ganados y frutos de la isla
con la mucha carne y coranbre que saca y lleva a los enemigos
que residen en las islas del contorno desta y exoezialmente a la
Tortuga. . . mas de MIL HOMBRES tengo entendido que ay en
estas poblaciones (sin el número que puede ser de los que no
savemos)" (5)
Un mes después, Montemayor reitera su apreciación, cuando
en carta al rey, del 8 de diciembre de 1653, expresa que los in
gleses y franceses "no contentos con llevarse la carne cueros y
frutos de la banda del norte desta ysla, an llegado con atrevida
livertad a poblar en las costas del sur y norte con mas de veinte
poblaziones" (6).
46
soberano, el 10 de diciembre de 1653, los oficiales Diego Soria
Pardo y Pedro Izquierdo (21).
Ciento ochenta soldados salieron hacia Puerto Plata en "cin
co grandes navios" y 'Varias barcazas llenas de ... proviciones"
(22). Alli se les unieron hombres armados reclutados en todo el
cibao.
El día 4 de diciembre de 1653 partió la expedición desde la
ciudad de Santo Domingo (23), llevando como jefes a los maes
tres de campo Gabriel de Rojas Valle de Figueroa y Juan de
Moría Geraldino (24). Cuenta Andrés Núñez de Torra, quien era
uno de los participes de la expedición, que de Puerto Plata sa
lieron para la Tortuga unos 400 hombres (25).
Las tropas llegaron a la Tortuga "el 10 de enero" (26), y
de inmediato trabaron pleitos con los franceses, durante varios
días. A pesar de que los sacerdotes J. Mosquera, Diego de Soto,
Bartolomé de Santiago, Rodrigo Zapata, Gonzalo Piñeiro y Die
go Lorenzo, por carta del 30 de marzo de 1654 al rey, mani
fiestan que en la batalla ningún español murió (27), lo cierto es
que murieron hombres de ambos bandos (28).
El lunes 19 de enero de 1654 el gobernador Chevalier de
Fontenay y su hermano Hotman se rindieron. En esa circunstan
cia los jefes militares españoles acordaron dejar partir a los fran
ceses para su país (29).
Al momento de rendirse el caballero De Fontenay, la pobla
ción europea en la Tortuga era de unas 500 personas: 330 pi
ratas, 55 soldados traídos de Francia, y el resto mujeres y niños
(30). Además, había una considerable población de esclavos in-
dios y negros (31).
21. Ibidem, págs. 401-^02.
22. P. F. J. de Charlevoix. "Histona de la I d a . . t II, pág. 18.
23. Col. Lugo: B. A. G. N.,núni. 24-25, págs. 401-2.
24. C. N. de Moya:"Bosquejo Histórico..11, pág. 214.
25. A. Núñez de Torra: Op. cit, pág. 68.
26. Antonio del Monte y Tejada: "Historia de Santo Domingo", t III, págs. 37-
38; F. F. J. de Charlevoix: Op. cit, t II, pág. 17.
27. Col. Lugo: B. A. G. N., núm. 23, págs. 320-21.
28. P. F. J. de Charlevoix: Op. cit, t. II, pág. 18, J. F. Monttmayor de Cuenca:
"Relación de la Victoria..."
29. G. A. Mejía Ricart: Op. cit, vol. VI, págs. 113-15.
30. Ibfdem, págs. 113 y siguientes.
31. Col. Lugo: B. A. G. N., núm. 26-27, pág. 114; J. Boech: "De Cristóbal. .
Pág. 201.
47
En una relación escrita por el oidor Fernando Araujo y Ri
vera en el año 1699, se apunta que, de la invasión a la Tortuga
en enero de 1654, los españoles lograron reunir '"un gran teso
ro" con el cual se costearon todos los gastos, y se pudo pagar
muy bien a los militares. Además, sobró riqueza para llenar "las
Cajas (Reales) de Santo Domingo" de mucha "plata" y frutos
(32).
El tesorero de la Real Hacienda de Santo Domingo, Diego
de Soria Pardo, en carta al rey español, de fecha 15 de marzo
de 1655, dice que en el ataque a la Tortuea a los españoles les
fue bastante bien en lo material, pues consieuieron "86 pie
zas de Artillería, algunos esclavos, cueros, tavaco, y otras co
sas. . . El despoio, señor, fueron setenta y nueve esclavos, 1, 144
cueros, 271 arrobas de tavaco, siete vageles, cobres, campanas,
y otros peltrechos" (33).
El día 20 de enero se les permitió a los vencidos salir de la
Tortuga; se acordó que se irían para siempre, y se les entreeó
dos naves pequeñas: una a los asesinos de Levasseur, Teobaldo
y Martín, con todas las mujeres y niños y la otra al señor De
Fontenay y su hermano, el señor Hotman (34).
Las autoridades españolas dejaron en la Tortuga una guarni
ción permanente, de 150 soldados, cuya jefatura quedó en ma
nos del capitán Baltazar Calderón Espinosa (35). En lugar de
irse a Francia, como lo prometió, el caballero De Fontenay se
fue a Puerto Margot, al noroeste de la isla de Santo Domingo,
lugar que llamó Puerto Refugio (36).
Allí, el señor De Fontenay fue organizando un plan para
atacar la guarnición española en la Tortuga. Para principios de
agosto de 1654 tenía en su poder un barco, arrebatado a comer-
48
ciantes holandeses; adema's consiguió que muchos bucaneros y
filibusteros se le unieran para atacar Tortuga (37).
El ataque se produjo en ese mismo mes, y durante los pri
meros días les iba muy bien a los franceses; aparentemente la
toma de la Tortuga sería una empresa fácil (38). Sin embargo,
de una manera sorpresiva llegó a la islita, desde Santo Domin
go, un "refuerzo de doscientos hombres", lo que obligó a De
Fontenay a regresar "a Puerto Margot, donde varias de sus
gentes tomaron partido, unos con los bucaneros, otros con los
filibusteros"; al verse sin fuerza militar suficiente, De Fontenay
"pasó a Francia, donde murió a poco de su llegada" (39). Así,
pues, la Tortuga siguió bajo el poder español.
En 1653 gobernaba a Inglaterra, Oliverio Cromwell. Este
concibió el plan de adueñarse de toda la región del Caribe, y lue
go conquistar para el Estado inglés los más ricos territorios de
América: Cartagena, Perú y México (40). Con ese propósito
organizó una flota, que, al partir de Europa, contaba con "34
navios de guerra y 8 auxiliares (41). En estos propósitos del jefe
de Inglaterra estaban envueltos aspectos políticos, religiosos,
pero sobre todo, económicos; mediante su poder marítimo In
glaterra les disputaba a otros países del Continente el comercio
exterior.
La expedición tenía dos jefes: el almirante William Penn,
de marina, y el general Robert Venables, de las fuerzas de tierra.
Ya en la mar, Penn y Venables decidieron atacar en primer lu
gar la isla de Santo Domingo, pero antes pasaron por Barbados,
Antigua, Nevis y Saint Kitts para reforzar con más hombres la
armada inglesa, que al decir del gobernador Bemardino de Me-
neses Bracamente y Zapata, conde de Peñalva, era la mayor
flota naval que había recorrido los mares americanos, pues el
número de barcos llegaba a 56, y el número de soldados se ele-
42. J. M.Incháustegui: "Doc. A. G.I.-A. G.S. 1651-1660"; Juan Bosch: Op. cit.
pág. 227; E. Tejera: "Gobernadores..pág. 374.
43. Cd. Lugo: B. A. G. N.,núm. 32-33,pág. 169;núm. 23,pa'g. 321.
44. Manuel Ubaldo Gómez: Op. cit., pág. 37; J. Bosch: Op. cit., pág. 226.
45. • J. Bosch: Op, cit, pág. 227.
46. J. M.Incháustegui: Op. cit.
47. Femando Arturo de Meriño: "Elementos..pág. 178.
48. A. del Monte y Tejada: Op. cit, t III, pág. 40.
49. Luis Alemán "La Catedral de Santo Domingo", pág. 29.
50. A. del Monte y Tgada: Op. cit, t III, pág. 40.
'51. J. M. Incháustegui: Op. cit
52. P. F. J. de Charlevoix: Op. cit, t II, p^. 21.
50
ya, por su lado, sostiene que los extranjeros perdieron 2,500
soldados entre muertos y heridos (53). Los propósitos de Lord
Cromwell se desvanecieron respecto a la isla de Santo Domingo.
Penn y Venables, en fecha 14 de mayo de 1655, dieron orden
de retirada (54), y dirigieron sus barcos hacia Jamaica, que
arrebatada a España, pasó a ser colonia de Inglaterra desde ese
momento (55).
Como hemos dicho, en enero de 1654 la Tortuga fue toma
da por los soldados españoles de Santo Domingo, y desde en
tonces se instaló allí "una guarnición de 150 hombres" (56). El
rey, mediante cédula del 13 de septiembre de 1654, ordenó al
gobernador que retirara dichos soldados a la ciudad de Santo
Domingo. Parte de la real cédula decía que "se demuelan todas
las fortificaciones. . . sin dejar piedra sobre piedra, y que se re
tire a Santo Domingo toda la Artillería" (57).
El gobernador Montemayor, quien había dado la orden de
instalar la guarnición, hasta el final de su gestión, que duró has
ta el 10 de abril de 1655, se opuso a dejar sin protección mi
litar la Tortuga (58). El nuevo gobernador, el conde de Pefíal-
va, debido al ambiente de temor que dejó la frustrada invasión
de Penn y Venables (59), sí le hizo caso a la orden real.
Amparado en la real cédula del 13 de septiembre de 1654, el
conde de Peñalva convocó, después de la invasión inglesa, a una
junta de guerra, para que se deliberase si convenía o no el des-
mantelamiento de la Tortuga (60). A la misma se presentaron
los personajes e instituciones más notables de la colonia: el arzo
bispo, el ayuntamiento, todos los oidores y casi todos los altos
militares.
61. G. A- Mqía Ricart Qp, cit., vol. VI, págs. 162-64; F. de Nolasco: Op. cit.,
pág. 370.
62. Ccá. Lugo; B. A. G. N., niim. 32-33, pág. 160.
63. Ibídem, pág. 161. paréntesis F. P. P.
64. J. M. Incháustegui; Op. cit; G. A.Mejía Ricart Op. cit., vol. VI, pág. 167.
65. G. A. Mqia Ricart Op. cit, vol. VI, pág. 167; Cipriano de Utrera; "El Tapa
do deMéxico", pág. 62; Jian Bosch: "DeCristóbaL . .", pág. 201.
52
CAPITULO IV
53
llegando muchos aventureros ingleses y franceses. Hay noticias
de que la Tortuga bajo la jefatura de los ingleses llegó a tener
cerca de ciento cincuenta personas (7).
La presencia de extraños en la Tortuga alarmó tanto al go
bernador de Santo Domingo, conde Félix de Zúñiga, que en fe
cha 3 de diciembre de 1656 le comunicaba por escrito al rey de
España que la orden dada por el conde de Peñalva a mediados
del 1655 fue un "Desazierto", pues, "apenas saUó nra (nuestra)
gente (de la Tortuga) quando ala vista della, luego por otro par
te entró por el puerto un lanchon" de bandoleros, "y oy sé a
savido que la tiene (la Tortuga) ocupada, cultivada con nuevas
sementeras y muy fortificada y lo que es peor con nras (nues
tras) mismas Armas y pertrechos", abandonados por agosto de
1655, cuando las tropas retornaron a Santo Domingo a toda
prisa (8).
Se ha escrito bastante con el propósito de fijar cuándo la
corona francesa intervino en la colonización del oeste de la Es
pañola y la isla de la Tortuga (9). Somos de opinión que hasta
1656 el rey de Francia no influyó en los nombramientos de
gobernadores en la Tortuga. Levasseur y De Fontaney, por
ejemplo, ejercieron el poder de facto, designados en sus respec
tivos cargos no por la corona, sino por el caballero De Poincy,
lugarteniente del rey en las islasdel Caribe. Jeremías Deschamps,
Caballero du Rausset, nacido en Perigord, comunidad de Fran
cia (10), estuvo en la Tortuga durante el gobierno del señor
Levasseur, y fue de los franceses que huyeron hacia Puerto Mar-
got en enero de 1654, cuando tropas de la ciudad de Santo Do
mingo asaltaron la Tortuga (11). Se presentó ante el rey francés,
Luis XIV, el cual lo nombró propietario de la Tortuga en
diciembre de 1656 (12). Muchos historiadores opinan, que el se
ñor Du Rausset fue el primer gobernador en tierra dominicana
7. G. A. Mejía Ricait: Op. cit,vol. VI, pág. 183; J. Bosch: Ibídem, pág. 202.
8. Colección Lugo: "Boletín del Archivo General de la Nación , num. 32—33,
págs. 184—85; F.Moya Pons: "Historia Colonial de Santo Domingo , pág. 182.
9. J. Bosch: "Composición..págs. 76-78. G. A. Mejía Ricart: Ibídem, pág. 75.
10. M. A.PeñaBatUe: "La Isla de la Tortuga", pág. 277. ^
11. Manuel A. Machado Báez; "La Dominicanización Fronteriza", pag. 66.
12. Casimiro N. de Moya: "Bosquejo Histórico del Descubrimiento y Conquista
de la Isla de Santo Domingo", 1.1, pág. 224.
54
en representación de la corona francesa, pero, están errados,
pues Du Rausset gobernó a título personal, ya que el rey lo que
hizo fue, mediante decreto, entregarle la Tortuga como propie
dad privada al que sería el nuevo gobernador (13).
Aunque se le nombró en 1656, Du Rausset ocuparía su car
go de gobernador en el año 1659, ya que "no podía presentarse
en La Tortuga a tomar posesión de ella con un nombramiento
de Luis XIV, puesto que quien mandaba en la pequeña isla era
un inglés, no un francés" (14). Debido a ese inconveniente, Du
Rausset "necesitó cerca de tres años para comenzar la empresa
de retomar a La Tortuga. . . Hasta 1659 no pudo reunir unos
treinta sujetos, con los que se embarcó en La Rochelle" (15).
Con el nombramiento del 1656, Du Rausset no partió con
rumbo al Caribe, sino que "Se fue a Inglaterra a obtener que se
le reconociera como gobernador de la Tortuga ofreciendo a
cambio que gobernaría a nombre de Inglaterra" (16). De Ingla
terra vino a Jamaica, colonia inglesa, donde se entrevistó con el
gobernador de allí, el coronel Dosley, demandándole lo autori
zara a gobernar la Tortuga a nombre de la bandera inglesa (17).
Dosley aprobó la solicitud de Du Rausset, y le otorgó el tí
tulo de gobernador de la Tortuga. Surgió así una rara situación
política: Du Rausset, de buena a primera se convirtió en gober
nador en nombre de dos potencias europeas antagónicas: In-
glererra y Francia (18).
Du Rausset logró reunir "unos quinientos o seiscientos"
aventureros, y con ellos partió a adueñarse de la Tortuga, en el
año 1659. Consiguió destituir al gobernador inglés, y se procla
mó gobernador a nombre de Inglaterra, a pesar de que la mayo
ría de las personas reunidas en la referida isla eran franceses
13. Ramón Marrero Aristy: "La República Dominicana Origen y Destino del Pue
blo Cristiano más Antiguo de América", t. I, págs. 154-55; P. F. J. de Charle-
voíx: "Historia de la Isla Española o de Santo Domingo", t II, págs. 28, 37 y
38; F. Moya Pons; Op. cit, pág. 182.
14. Ramiro Guerra y Sánchez; "Manual de Historia de Cuba", pág. 109; J. Bosch:
Ibídem, pág. 79.
15. M. A. Peña BatUe: Op. cit., pág. 227.
16. J. Bosch: Ibídem, pág. 79.
17. J. Bosch: "De Cristóbal. .pág. 203; M. A, Peña BatUe; Ibídem, pág. 227.
18. 0. A. Mejía Ricart: Op. cit, vol. VI, págs. 183-84.
55
(19). Al correr el tiempo, el gobernador Du Rausset tuvo serios
problemas con la población inglesa; por eso, y siendo francesa
la mayoría de la gente, en 1661, decidió proclamarse gobernan
te a nombre de la corona francesa (20).
Cuenta Andrés Núñez de Torra, en relación fechada en
1662, que bajo la gestión del caballero Du Rausset los franceses
lograron ubicarse en una amplia zona geográfica. Apunta, que
aparte de la Tortuga, los intrusos ocupaban toda la banda nor
te de la isla de Santo Domingo, llegando a tener poblaciones al
rededor de Santiago; y por el Sur instalaron villas en el Cabo Ti
burón, en la isla de la Vaca y, además, tenían bajo su dominio
toda la "costa de Pedernales, muy áspero de murracas, y arreci
fes" (21).
En 1662 Du Rausset partió para Europa; ya en el Viejo Con
tinente, partiendo del criterio de que la Tortuga era su propie
dad, se puso al "habla con los ingleses, a quienes ofreció entre
gar el gobierno de la Tortuga a cambio de seis mil libras ester
linas. Cuando el gobierno francés se enteró de eso metió a Du
Rausset en la Bastüla; de donde no pudo salir sino" hasta 1664
(22).
Es importante puntualizar que el caballero Du Rausset, ha
bía dejado como encargado del gobierno de la Tortuga a su so
brino el señor Federico Deschamps, caballero de la Place (23).
Se ha dicho que Bertrand d'Ogeron fue el fundador de la colo
nia francesa de Saint Domingue, en el oeste de la isla Española,
pero no es cierto, fue el señor de la Place quien inició la coloni
zación sistemática de la costa de Santo Domingo" (24). Esto
último es tan cierto, que entre 1663 y 1665 el gobernador de la
Place reconstruyó la villa del antiguo Bayajá, a la que dió el
nombre de Puerto de Paz, y allí instaló su principal residencia.
Durante esos tres años Puerto de Paz, convertida en la capital
19. F. MoyaPons: Op. cit.pág. 182; M. A. PeñaBatUe: Op. cit., pág. 227.
20. Juan Bosch: "De Cristóbal... pág. 203; "Composición. . pág. 81.
21. Andrés Núñez de Torra: "Relación Sumaria. ..", págs. 69—70.
22. J. Bosch: "Composición..pág. 81.
23. P. F. J. deCharievoix: Op. cit, 1.11, pág. 28; Antonio del Monte y Tejada: "his-
"Historia de Santo Domingo", t. III, págs. 43 y 342.
24. M. A. PeñaBatUe: Op. cit, pág. 238.
56
política y militar de la colonia francesa en el oeste de Santo
Domingo, le iba quitando primacía a la Tortuga (25).
Por hechos que ocurrirían en Francia, De la Place sólo go
bernaría hasta 1665. Para el año 1664 la influencia política del
cardenal Richelieu resultaba un tanto limitada, pues había
llegado la época del binomio del rey Luis XIV y su ministro
Colbert. El 17 de abril de 1664, por iniciativa de Colbert, se
reunió el Consejo de Estado, con el propósito de enjuiciar los
alcances de la Compañía de las Islas de América, fundada por
Richelieu en 1635. El juicio finalizó con la siguiente resolución:
a partir del 17 de abril de 1664 la referida Compañía o Asocia
ción quedaba disuelta, en razón de que era muy pequeña y, por
tanto, incapaz de expandir lo suficiente el área de influencia
geográfica de la corona francesa.
Colbert tenía razón, pues con esa Compañía no se podía
competir con las demás potencias a nivel mundial; dicha Com
pañía nació en 1635 con un capital de 45,000 libras y en "nin
gún momento evolucionó. . . con más de 135,000 libras, que era
muy escaso capital" en la segunda mitad del siglo XVII (26).
Eliminada la Compañía, Colbert, por insinuación del rey,
empezó a dar los pasos necesarios para fundar una nueva empre
sa colonizadora. El 28 de mayo de 1664 se creó una asociación
con el nombre de Compañía Francesa de las Indias Occidenta
les, reglamentada por un contrato que constaba de cuarenta y
tres artículos (27).
Más de la mitad del capital de la nueva compañía fue sus
crito por la corona. Por un período de cuarenta años, la Com
pañía Francesa de las Indias Occidentales "mantendría el mono
polio del comercio. . . de la navegación" y del derecho de pro
piedad de las tierras", ya no sólo en el Caribe, sino en regiones
más lejanas (28); "la extensión de las tierras que eran objeto de
25. J. Marino Incháustegui: Op. cit., t I., pág. 202; M. L. Moreau de Saint Mcr>.
"Descripción de la Parte Española de Santo Domingo', pag, 10; M. A. Macha
do Báez; Op. ciL, pág. 78; R. Mañero Aristy: Op. cit., t. i, pag. 155.
26. M. A. Peña BatUe: Op., cit., pág. 233.
27. R. LepeUetier de Saint Remy: "Santo Domingo Estudio y Solución Nueva de la
Cuestión Haitiana", t I, pág. XXXV; G. A. Mejía Ricart: Op. cit., vol. VI. pags.
40-50.
28. G A. Mcjía Ricart: Op. cit., vol, VI, pág. 193.
57
esta concesión, era una de las más vastas que la mente pudiera
concebir" (29), pues se obtuvo el derecho a dominar sobre las
Antillas, Canadá, Tierra Firme (desde el Amazonas al Orinoco),
Islas de Terranova, Virginia, Florida y la Costa de Africa (desde
Cabo Verde hasta el Cabo de Buena Esperanza).
Los socios obtuvieron de parte de la corona "el privilegio
excepcional de nombrar los gobernadores de los territorios fran
ceses" en cualquier parte del mundo (30); por tanto, en lo
adelante nombrarían los jefes de gobierno en la Tortuga, como
en el oeste de la isla de Santo Domingo.
La Tortuga, sin embargo, presentaba un serio inconveniente,
ya que era propiedad de Jeremías Deschamps, caballero Du
Rausset, desde el año 1656, preso en París (31). El rey y el mi
nistro Colbert presionaron a Du Rausset para que vendiera sus
derechos contractuales sobre la Tortuga. Incluso, le prometieron
liberarlo a cambio de que vendiera su isla del Caribe.
El señor Du Rausset accedió, vendió la Tortuga a la Compa
ñía por la suma de 15,000 libras francesas. Por otra parte, se
acordó que la empresa diera una gratificación de cien monedas
al gobernador interino de la Tortuga, Federico Deschamps, se
ñor de la Place, sobrino del señor Du Rausset (32), lo cual se lle
vó a cabo el 15 de noviembre de 1664 (33).
En el mes de febrero de 1665 los directivos de la Compañía
de las Indias Occidentales (no el rey, como afirman muchos es
critores) decidieron nombrar como gobernador de la Tortuga
y el oeste de Santo Domingo a Bertrand d Ogeron, señor de la
Boüere (34). Algunos califican a D'Ogeron como bucanero (35);
sin embargo eso no responde a la verdad. El nuevo gobernador
era hijo de un francés ennoblecido y, a la vez, rico mercader,
cuyo nombre era también Bertrand d'Ogeron, señor de la Boüe-
60
De Moya sostiene que en el Oeste había para 1665, una pobla
ción cercana a la cifra de siete mil: 3,000 bucaneros, 3,000 pira
tas, y unos mil agricultores (50). Charlevoix declara también
que los bucaneros eran unos 3,000 (51).
No sabemos en qué fuente histórica ambos escritores obtu
vieron esos datos demográficos; pero nos lucen exagerados. Al
mes de haberse juramentado como gobernador, Bertrand D'Oge-
ron, el 20 de julio de 1665, escribió una carta en la que asegura
que la población francesa en la isla de Santo Domingo no pasa
ba de 800 individuos. Parte de la carta decía así: "es tierra muy
grande, con unas trecientas leguas de contorno y muy poco
habitada, causa de que de setecientos a ochocientos franceses se
hayan acomodado a lo largo de las costas de la dicha isla" (52).
En razón de que en la Tortuga en ese mismo^ño vivían unos
250 a 300 extranjeros (53), se deduce que la población france
sa en la Tortuga y Santo Domingo era aproximadamente de
1,100 individuos. Aparte de la escasa población existente en la
colonia francesa, había dos problemas demográficos más: la
falta de negros esclavos y de mujeres (54). D'Ogeron, compren
diendo que con esa exigua población la colonia francesa jamás
sería estable, solicitó a la corona que fuesen enviadas muchas
personas a residir en el Oeste y en la Tortuga. El ministro
Colbert se comprometió a enviar "cada año a la colonia de mil
a mil doscientas personas, cuya tercera parte serían niños" (55).
Durante los once años del gobierno de D'Ogeron, la inmigra
ción desde Francia y el Caribe hacia Santo Domingo fue consi
derable. Hubo momentos en los que en dos años llegaron 2,000
inmigrantes (56). La política inmigratoria ayudó al gobernador
francés en su objetivo de sedentarizar a los bucaneros, y estable
cer una colonia más sóhda en base a la agricultura. Mucho con
tribuyó a convertir a los cazadores de animales en colonosagrí
colas, la importación de mujeres desde Europa. En el año 1666
62
antes de 1665, llegó a ser una población de bastante progreso"
(63).
A partir de ese año se dio inicio a un plan de fundación de
pueblos, como Cabo Francés, Grand y Petit Goave, Nippe,
Samaná y otros (64). Aparte de fundar poblaciones, D'Ogeron
dio importancia a la construcción de fortalezas en la banda nor
te de la Española, con el objetivo de adueñarse de toda la isla
(65); esto último lo denunció la reina de España en cédula en
viada al gobernador de la ciudad de Santo Domingo, de fecha
30 de marzo de 1669 (66).
La población francesa en la isla de Santo Domingo creció
en el período 1665-1674; aunque parece un tanto exagerado
el dato, el gobernador español Pedro Carvajal y Cobos, me
diante carta al rey del 14 de agosto de 1668 señala, que los
habitantes franceses de la Española se elevaron a la cifra de
siete mil" (67). También en la Tortuga la población experi
mentó un sensible aumento, pues en 1665 sólo podían locali
zarse unos 300 individuos, y para 1669 alrededor de 1,500
personas, según un memorial enviado por D'Ogeron a Colbert
(68).
Tan grande se fue haciendo la población extranjera, que la
Real Audiencia de Santo Domingo se vio en la obligación
de escribir una carta al rey, de fecha 6 de mayo de 1671, para
decir que, el francés "enemigo. . . tiene poblada mas de la mitad
de la ysla", y si la corona española no actúa en contra de esa
situación "el enemigo. . . quedará por dueño" de la isla (69).
Para 1672, según el pirata Exquemelin, las vacas y los toros
en el oeste de la Española eran muy escasos, tan escasos que los
cazadores tuvieron que adaptarse a comer carne de caballo (70).
La escasez de ganado, junto al aumento de la población, provo-
64
por carta a la reina española del 13 de agosto de 1672, solicita
ron que la referida institución fuera trasladada a Caracas, por
que está "poblado de enemigos. . . casi toda (la) ysla" (75). La
reina negó tal petición por cédula del 31 de mayo de 1673, di
ciendo que estando la Audiencia en Santo Domingo se frenaría
con más eficacia la entrada de enemigos.
Habiendo triunfado los franceses de Samaná, cuando los
soldados españoles de la ciudad de Santo Domingo atacaron en
1674 la península, y pensando el gobernador francés que la co
lonia que representaba en la isla era más poderosa que la es
pañola, se propuso colonizar toda la isla de Santo Domingo (76).
Así, en ese mismo año Bertrand d' Ogeron decidió ir a Francia
para proponerle al ministro Colbert que fuese atacado el este de
la Española. Antes de irse a Europa, D'Ogeron designó dos go
bernadores interinos, uno con asiento en la Tortuga, el señor
Tarin de Cussy, y el otro, el señor De Pouancey, con asiento en
la llanura de Cul de Sac, en el suroeste de la isla de Santo Do
mingo. De Pouancey era sobrino del señor D'Ogeron (77).
71
podía disponer para invadir el este de la isla de una '*arma-
da. . . diez y seis baxeles y quatro mil hombres para benir por
mar y tierra". Y termina expresando, que es tanta la población
extranjera en el oeste de la isla, que los dominico-españoles que
residían en "los lugares de asua, san Juan, y Guava", así como
en Santiago, vivían afectados por el terror (29).
El historiador Charlevoix habla de "el censo" que se realizó
en el Oeste para el año 1679, y dice que se computaron en la
colonia francesa "7,000 personas, entre las cuales se podía al
menos contar con 3,000 para las expediciones" armadas (30).
Suponemos que el referido censo sólo habla de personas blan
cas, dejando a un lado la cantidad de negros esclavos.
Y nuestro supuesto se fundamenta en testimonios de per
sonas que vivían en la isla en esos días. En fecha 22 de julio de
1680 el gobernador español en Santo Domingo, envió una carta
al rey, donde dice que las poblaciones de extraños en el Oeste
ocupaban los mejores lugares de la isla, aparte de que el rey
francés "Ymbia de hordinario muchas familias que ban poblan
do. . . costas"; termina afirmando "que según las noticias que
tengo ay oy (en el oeste de la Española) mas de seis mil hom
bres" blancos, capaces de portar armas (31).
Por otra parte, el licenciado sacerdote Juan Bautista Escoto,
que estuvo de visita en la colonia francesa del Oeste por agosto
de 1680, testificó el día 20 de septiembre del mismo año, que
pudo enterarse que los franceses tenían sus "poblaciones. . •
con tanta gente que pasan de diez mili hombres de armas (32).
A pesar de que la población francesa en la isla aumentó, era
muy notorio la falta de mujeres blancas, como consta en una
carta del 30 de enero de 1681 que De Pouancey envió al minis
tro de Francia, Colbert. La carta decía textualmente: hay gran
"necesidad de mujeres y sacerdotes honestos (33). El lamento
del gobernador francés tuvo buenos resultados, pues según
cuenta el gobernador español, Francisco de Segura Sandoval,
29. Ibídem.
30. P. F. J. de Charlevoix: Op. dt., t. II, pág. 101.
31. J. Marino Incháustegui: Op. dt
32. Ibídem.
33. Colección TrujUio, vol. 13,pág. 98.
72
en documento fechado el 26 de junio de 1681, a mediados de
ese año llegaron al Oeste "catorze Naos y la una de mugeres
para aumentar sus poblaciones sobre mas de 10 mil franceses
que abitan ya en esta Isla" (34).
El 4 de mayo de 1681 el gobernador De Pouancey envió
una correspondencia a Colbert, y en ella le informa haber
realizado un censo, que arrojó la cifra de 6,645 personas en la
colonia francesa de Santo Domingo (35); de todas ellas, según
la comunicación, 2,970 individuos eran capaces de usar armas,
y unos 1,200 eran filibusteros (36).
En el censo se hace constar que la colonia estaba compues
ta de once poblaciones. Veamos la distribución demográfica en
los mismos:
PUEBLOS POBLACION
TOTALES 11 6,645
TOTALES: 6,645
74
diplomáticos de Francia y España, en la ciudad de Nimega (Ho
landa), firmaron un acta, comprometiéndose ambas coronas a
hacer las paces. Por disposición del artículo VII del referido do
cumento, se acordó que se les devolverían a Francia y España
los territorios que eran suyos antes de iniciarse la lucha armada
(42).
Ahora bien, aunque algunos han pensado que en las dispo
siciones del Tratado de Nimega estaba incluida la cuestión de la
isla de Santo Domingo, la verdad es que en el mismo no se tra
tó nada respecto a América y mucho menos, respecto a la Espa
ñola (43). Sin embargo, el ambiente de paz reinante en el Viejo
Continente, entre Francia y España, se reflejaría casi inmedia-
-tamente en el Caribe, especialmente entre los ocupantes del
Oeste y del Este de Santo Domingo (44).
Peña Batlle asegura que ni la paz ni el Tratado de Nimega de
1678 llevaron a España a reconocer "diplomáticamente la ocu
pación del Oeste por parte de Francia" (45); pero somos de opi
nión diferente. La corona española aprovechó la coyuntura
para ceder parte de la isla a Francia, como quedará demostrado
a continuación.
A los tres meses de firmarse la paz, el 21 de diciembre de
1678, el rey francés Luis XIV, comunicó por escrito al goberna
dor francés De Pouancey que las dos coronas dueñas de la isla
acordaron la paz, la cual debía ser aprovechada para anular los
enfrentamientos con los dominico-españoles (46). A su vez,
el rey español, por cédula del 6 de julio de 1679, expresó al
gobernador de la ciudad de Santo Domingo, Francisco de Se
gura Sandoval y Castilla, que comunicara a De Pouancey la paz
acordada entre los dos monarcas, para que así los franceses y los
españoles convivieran en paz en la isla y, al mismo tiempo, pu
dieran practicar la actividad comercial. Veamos un estracto de
la real cédula:
47. Colección Trujillo, vol. 13, pág. 92; Manuel A. Machado Báez: Op. cit., pág.
82; M. A. Peña Badle: "Historia de la Cuestión. . t. I, pág. 75; mayúsculas
F. P. P.
48. J. MarinoIncháustegui; "Doc. A. G. I. —A. O. S. 1661 —1680".
49. J. Gabriel García: Op. cit, 1.1, págs. 164—66.
76
en toda esta Isla y mandadome asi mesmo se le de cumplimiento
por lo que toca a estos vasallos, me a parecido ser de mi obliga
ción avisar a Vuestra señoría sea executado assi y que esta bue
na unión subsista y se consigue el puro affecto que ambas Ma-
gestades han sollisitado para vien de los DOMINIOS DE CADA
UNO; es preciso que Vuestra señoría reprima et contenga a los
subditos de Francia que abitan la Tortuga prohviendoles no
pasen de ella a estas Costas de esta isla Espagnola a hacer sem
brados y corambres. . todo lo cual reconocerá Vuestra señoría
le incumbe por los despachos que lleva el Lizenciado don Juan
Baptista Escoto a quien é encargado esta diligencia y que passe
con toda brevedad a esa isla de la Tortuga y me traiga la respues
ta que espero de Vuestra señoría, a quien asseguro no fallarán
los Espagnoles a lo que deven en atención á la justa observancia
de lo pactado en esta unión, que Dios nuestro señor conserve
y a Vuestra Señoria guarde summa felicidad. Santo Domingo de
la Española y julio 10, 1680. Besa la mano de Vuestra Señoría
su servidor don Francisco de Segura Sandoval y Castilla" (50).
El gobernador francés le respondió también por escrito al
gobernador de la parte este de la isla. La carta de De Pouancey
tiene fecha 27 de julio de 1680; fue traída por Escoto a la
ciudad de Santo Domingo, y traducida el 19 de septiembre por
el Lic. Semillán Campuzano (51). En ella, De Pouancey se
define como gobernador tanto de la Tortuga como del oeste
de Santo Domingo y propone un proyecto fronterizo. Esta es la
carta:
"Caballero:
He recibido la carta que usted se ha tomado la molestia de
escribirme, conjuntamente con las cláusulas de paz firmada en la
ciudad de Nimega por los plenipotenciarios del Rey mi Señor y
los del Rey Católico, y NO HE ENCONTRADO EN DICHO
DOCUMENTO ARTICULO ALGUNO CONCERNIENTE A
LOS ASUNTOS DE ESTE GOBIERNO. Yo había visto la poca
disposición hacia la paz de parte de los subditos del Rey de
España establecidos en esta isla por lo que había llegado a creer
50. Colección Tmjillo, vol. 13, pág. 93; mayúsculas F. P. F.; M. A. Machado Báez:
Op. cit., pág. 83; M. A. Peña Batlle: Op. cit., 1.1, pág. 76.
51. J. Marino Incáiáustegui: Op. cit.
77
que ellos permanecerían en esta oportunidad en el mismo
estado que en las otras paces precedentes. He recibido con
agrado la inclinación que Vuestra Señoría testimonia para la
ejecución del tratado de paz, y os aseguro que por mi parte
corresponderé a tal ejecución en todo lo que fuere de justicia y
de razón, y ahora prohibiré a los habitantes de mi gobierno
penetrar en los lugares poseídos por los españoles, lo mismo que
matar en esos lugares todo animal; pero yo no puedo librarme
de permitirles preparar carnes en aquellos puntos en que ellos
han acostumbrado hacerlo, POR SER TIERRAS QUE NOSO
TROS POSEEMOS DURANTE LARGUISIMO TIEMPO POR
DERECHO DE CONQUISTA. Me he explicado más amplia
mente con el señor Juan Bautista Escoto sobre estas materias,
a fin de que él informe sobre ellas a Vuestra Señoría, quien ten
drá a bien admitir que os exprese que no posee un conocimien
to de la manera como las cosas están establecidas en las costas
del Norte de la Isla de Santo Domingo, donde los súbditos del
Rey, después de un LAPSO DE ALREDEDOR DE 40 AÑOS,
han hecho valer la agricultura y sus habitaciones. Esto no impe
dirá, sin embargo, QUE SE PUEDA DICTAR UN REGLA
MENTO a fin de que los unos no hagan daño a los otros, sobre
lo cual puedeVuestra Señoría expresarme sus pareceres.
Como quiera que el señor Conde d'Estrés, Vice-Almirante
de Francia, se encuentra en estos mares y tiene que venir a esta
costa, no dejaré de comunicarle lo que pasa, y de igual manera
lo informaré todo también a Los Ministros del Rey mi señor,
a fin de que éstos y aquél dén cuenta de todo a su Majestad.
Mientras tanto, yo por mi parte haré aquí las cosas de manera
que Vuestra Señoría no tenga motivo de queja de mi gobierno,
y espero que por vuestra parte usaréis igual conducta. Por hoy
me complazco en rogar a Dios se sirva colmaros de gracias, beso
vuestras manos y soy, caballero, vuestro humilde servidor" (52).
Después del intercambio de cartas entre los gobernadores,
De Pouancey notificó lo sucedido al ministro Colbert por carta
52. M. A. Machado Báez: Op. cit, págs. 84 y 85. Mayúsculas F. P. P.. Colección
Trujillo, vol. 13, pág. 94.
78
del 25 de septiembre de 1680, que decía así:
""Monseñor:
A fines del julio último el señor Gobernador de la ciudad de
Santo Domingo me envió un sacerdote con un oficio contenti
vo de las estipulaciones de paz entre Francia y España. Envío a
Su Señoría copia de dicha carta que exige cosas fuera de razón.
Sin embargo, mientras tanto, yo no he rechazado los ofreci
mientos que hace dicho gobernador, a condición de permane
cer nosotros en poseción de las tierras que ocupamos y en las
cuales nuestros habitantes tienen costumbre cazar" (53).
Cuenta el historiador francés Moreau de Saint Méry, que a
pesar del contenido de la carta que el gobernador español le
envió al gobernador francés, en la reunión sostenida por el sacer
dote Escoto y el señor De Pouancey en Cabo Francés, en julio
de 1680, acordaron trazar una línea de demarcación fronteri
za entre las dos colonias en la isla de Santo Domingo. Según e!
escritor, en el Cabo se redactó una acta donde se aceptó que
fuera el río Rebouc o Guayubín el punto que dividiera las po
sesiones territoriales francesas y españolas (54).
Peña Batlle acepta como buena y válida la versión dada por
Moreau de Saint Méry, al decir que ""Se había trazado, pues, ofi
ciosamente, la primera línea fronteriza en la isla de Santo Do
mingo. . ., de este modo, quedó definitivamente consagrada, si
nó propiamente en derecho, a menos en principio, la eficacia
de la ocupación francesa" (55).
En cambio, Machado Báez rechaza la tesis del autor francés;
y expresa que "'No tiene fundamento de verdad una especie que
echó a rodar Moreau de Saint Méry y que han recogido en su
mismo errado sentido primigenio numerosos escritores: que
Segura Sandoval y Castilla envió al padre Juan Bautista Escoto
adonde De Pouancey a notificarle la paz y a proponerle fijar los
límites entre las dos NACIONES. Nada más alejado de la verdad
histórica, cuya única fuente aquí es, concluyentemente, la carta
53. Caños Federico Pérez; Op. cit, pág. 46. M. A. Machado Báez: Op. cit., pág.
86.
54. M. L. Moreau de Saint Méry: Op. cit., pág. 11; C. N. de Moya: Op. cit, t I,
págs. 236—37.
55. M. A. Peña Batlle: Op. cit, 11, p^. 77.
79
del gobernador Segura Sandoval a De Pouancey a La Tortuga".
Por tanto, "documentalmente, no hay en ninguna parte una de
mostración de que se ejecutase tal acuerdo" (56).
A pesar de haber dicho lo anterior, Machado Báez agrega lo
siguiente a manera de hipótesis no demostrada: *'Si Juan Bautis
ta Escoto. . . acordó con el Gobernador de la Tortuga algún re
glamento, o regla, o arreglo, sobre '^fronteras", es evidente que
traspasó los límites de su mandato y actuó fuera de los ceñidos
poderes dados por la autoridad. . . ahora bien, cuando fuere
cierto que Escoto firmara aquel acuerdo, tuvo que ser subordi
nando sus disposiciones al proceso jurídico de rigor del referén
dum, sometiendo aquello a la sanción del Poder Soberano, no e!
Gobernador de la Colonia, sino La Corona Real, depositario
único de la soberanía. . . El Gobernador mismo por sí, no podía
ni reconocer la ocupación ni en todo ni en parte, ni menos aún
negociar un desmembramiento de la soberanía del Reyno (57).
El tema reviste un gran interés histórico y es merecedor de
una exhaustiva investigación. De todas maneras, el gobernador
De Segura Sandoval, por carta del 26 de junio de 1681, comu
nicó al rey de España que había entrado en conversación con el
gobernador francés, y el monarca, a su vez, por cédula del 24
de junio de 1682, le dice al gobernador español: se le da "las
gracias por lo que executo en los avisos que dio al
bemador) de la Tortuga de las pazes ajustadas con Francia (58).
Como se ha visto, Santo Domingo vino a ser como un botín
sujeto a repartición de acuerdo al equilibrio entre fuerzas euro
peas (España y Francia), sobre todo, y según las condiciones
intemas en que se encontraba la isla, que en este caso fueron
determinantes para que la parte Oeste pasara a ser francesa, de
hecho y de derecho.
82
puesta, pues no le era posible "marcar los límites. . . que . . . de
ven ocupar las dos naciones. . . Pues para un casso tan irregular
como este" es- "menester" la orden del "Rey Nuestro Señor"
(12). Por otra carta al señor De Cussy, también de 1684, el go
bernador De Robles expresó que estaba muy molesto debido a
"que los franceses usurpaban terrenos" dominicanos, que esta
ban más allá de los límites que se acordaron en 1680 entre los
gobernadores de ambos lados de la isla (13).
Al año siguiente, 1685, estaban de visita de inspección en el
oeste de Santo Domingo los señores Saint Laurent y Begon,
quienes eran administradores generales de las islas francesas en
el Caribe. Desde allí enviaron una carta al gobernador español,
con fecha 26 de mayo, proponiéndole trazar "una nueva línea"
fronteriza "que partiendo del río Rebouc por un lado, termina
ra en el Cabo Beata por otro" (14).
De Robles, según Peña Batlle, "se negó rotundamente a
aceptar semejante propuesta" (15), pero en lugar de responder
a los señores Begon y Saint Laurent, redactó una corresponden
cia con fecha 9 de julio de 1685, dirigida al gobernador Tarin de
Cussy, que decía así: "Y en quanto a demarcar la tierra, yo e
dicho a Vuestra Señoria otra bez que no tengo orden para to
mar tal resolución; Vuestra Señoria de orden se esten essos havi-
tadores en la linea de sus poblaziones, sin alargarse a las tierras
destos vasallos del Rey, nuestro Señor, pues assi se conserbara
la paz, sin romper la guerra. . . y assi podrá Vuestra Señoria dar
orden se detengan en sus límites los que ocupen esse pedazo de
tierra, que yo daré horden a estos naturales que hagan lo mis
mo" (16).
Haciendo referencia a esta carta, Peña Batlle apunta, que a
pesar de negarse el gobernador Andrés de Robles a trazar una
nueva frontera "Es digno de notarse sin embargo,que desde el
pacto de El Cabo (entre el gobernador De Pouancey y el sacer-
12. Ibidem. _
13. M. L. Moreau de Saint Méry: "Descripción de la Parte Española de Santo üo-
mingo", pág. 11.
14. J. G. García: Op. cit., 1.1, pág. 168. . „
15. M. A. Peña Batlle; "Historia de la Cuestión Fronteriza Dominko-Hajtiana ,
1.1. págs. 78-79.
16. Colección Trujillo, vol. 13, págs. 117-18.
83
dote Juan Bautista Escoto, en 1680) la ocupación francesa no
era discutida sino en el caso de que sobrepasara los límites con
venidos, reconociendo los gobernantes españoles de un modo
constante la soberanía francesa dentro de las demarcaciones
establecidas en 1680" (17).
De manera, que R. Pattee no tiene razón al decir, que para
1685 "la situación jurídica de la colonia (francesa) estaba lejos
de consolidarse" y que "para los españoles, la colonia en la par
te occidental era simplemente una cuña en su propio territorio,
sin ninguna base reconocida" (18).
En el período 1685—1691 hubo grandes enfrentamientos
entre los habitantes de las dos colonias: los franceses siempre
intentaron sobrepasar la línea fronteriza acordada en 1680, y
hasta llegaron a invadir ciudades españolas, como sucedió en
Santiago de los Caballeros en 1690. Frente a la actitud agresiva
de los franceses, las autoridades españolas en la isla siempre
respondieron con similar violencia. Por ejemplo, los dominico-
españoles llegaron a la crueldad de querer aniquilar todo el ga
nado vacuno, para que los extranjeros tuvieran que emigrar por
necesidad. En otras ocasiones, salían a cazar negros esclavos de
la colonia del Oeste, y fusilaban o descuartizaban a todo francés
que agarraban en los alrededores de la frontera (19).
La razón de esos enfrentamientos era el tema fronterizo, no
la legalidad de la posesión francesa en el Oeste, como queda de
mostrado en una cédula del monarca español del 27 de junio de
1687, en que dice al gobernador Andrés de Robles Caballero:
que las autoridades españolas en la isla tienen que estar prepara
das para "resistir las imbasiones de enemigos (y). . . con fuerzas
bastantes para castigar a los franceses que habitan en la Vanda
del Norte si intentaren ESTENDER SUS POBLACIONES y no
se CIÑEREN a MANTENERSE en los TERRITORIOS QUE
AN POSSEHIDO" hasta la fecha (20).
84
Al año siguiente, los gobernadores de ambos lados de la
isla intercambiaron cartas, y por ellas quedó bien claro que el
Oeste era territorio francés; el 4 de septiembre de 1688
monsieur De Cussy manifestó al gobernador español, que estaba
disgustado debido a que el gobierno de la ciudad de Santo Do
mingo no respetaba la paz entre las dos colonias, pues los es
pañoles robaban muchos negros. El 3 de octubre el gobernador
De Robles contestó de la siguiente manera: "Yo observo y e ob
servado la paz y unión que las dos Coronas tinen tratado y
como V.S. se este en los LIMITES QUE AN (XIUPADO hasta
aquí no tendremos diferencia ni disputa" (21).
Para 1684, aunque la colonia francesa tenía un gobernador
puesto por la corona, era una sociedad envuelta en un gran de
sorden, pues las reglas que sirven de cohesión y coacción a todo
pueblo no estaban bien definidas; se vivía bajo el imperio de los
caprichos, y cada quien hacía lo que le viniera en gana.
El derecho de propiedad no estaba regido jpor ningún có
digo, el gobernador ejercía su poder de manera caprichosa (22),
era inexistente una religión oficial, no se había creado un cuer
po policial y, mucho menos, un ejército profesional (23); los
tribunales judiciales eran una quimera, y la confusión reinante
era casi intolerable para muchos, debido al libertinaje de los fili
busteros.
Con el propósito de hacer del Oeste una de las colonias
"más florecientes del Nuevo Mundo" (24), destruir la sociedad
filibustera (25), incentivar la agricultura, organizar la judicatura,
crear una burocracia, etc. (26), el rey Luis XIV envió a Santo
Domingo a los caballeros Begon y Saint Laurent (27).
Los comisionados franceses llegaron a la isla en 1684, y de
inmediato trabajaron conjuntamente con el gobernador Tarin de
Cussy, para tratar de crear una adecuada organización de la co-
86
rey español que los franceses "nos exceden**, pues "con el
tiempo han crecido en tanto número, que oy tiene diez y siete
poblaciones. .. y muchos esclavos y esclavas** (35).
Para 1687, mediante memorial al rey, el señor Gregorio Se-
millán manifiesta que el número de pueblos franceses "en esta
Isla por la banda del Norte** son "muy numerosos (pues) . . .
son diez y seis** (36). Es probable que el pueblo que falta, res
pecto al año de 1683, sea Samaná.
En años anteriores los franceses tenían fundada una villa en
la península de Samaná, centro poblacional que fue destruido
totalmente por el orden del gobernador Ignacio Zayas. Sin em
bargo, los franceses volvieron a fundar su villa en dicho lugar,
provocando que el gobernador Andrés de Robles, en marzo de
1687 enviara un ejército compuesto por 120 soldados para arra
sarla de nuevo (37).
Al llegar las tropas dominico-españolas desde la ciudad de
Santo Domingo, encontraron un poblado compuesto de 26 fran
ceses, de los cuales dos fueron matados, catorce apresados, y
el resto huyó a los montes. Antes de retirarse, los dominico-
españoles destruyeron todos los sembrados y los bohíos (38).
Dos años más tarde, el 19 de marzo de 1689, el rey de España
dio las gracias al gobernador De Robles "por haber desaloxado
de la ensenada de Samana a los franceses q. la poblaron" (39).
Según el memorialista SemiUán Campusano, en 1687 los
franceses poseían "la mitad" de la isla y, al mismo tiempo, los
terrenos "más fructíferos'* (40). Pero, una comisión de vecinos
de la villa de Bánica (antes villa de Guaba), por carta al rey del
25 de abril de 1688, opinaban que los franceses poseían mayor
territorio que los españoles, ya que aparte de "otras poblacio
nes", tenían fundados pueblos en* "Puerto de Plata, bayaja el
guarico monte christo puerto pe el pitiguava, (y) la yaguana"
(41).
35. J. Marino Incháustegui: "Doc. A. G. I.- A. G. S. 1681-1690".
36. Gregorio Semillan Campuzano: "Memorial, Santo Domingo, 16 de agosto de
1687", pág. 280.
37. E. Rodríguez Demorizi: "Samaná, Pasado y Porvenir",pág. 14.
38. Colección Lugo: B. A. G. N., núm. 6, pág. 165.
39. Ibídem, núm. 17, pág. 261.
40. G. Semillán Campusano: Op. cit, pág. 273.
41. J. Marino Incháustegui: Op. dt, paréntesis F. P. P.
87
El rey de España, según cédula del 12 de febrero de 1684,
era de opinión, que en el oeste de la isla había "más de diez mil
franceses que llaman vocamieres" (42); y por la existencia de
tantos extranjeros, de sexo masculino y raza blanca, los comi
sionados señores Saint Laurent y Begon enviaron un memorial
al monarca francés señalando, que lo que más hacía falta en la
colonia era "el envío de mujeres y negros" (43).
Resulta extraño, que al año siguiente el gobernador Tarin
de Cussy se opusiera al envío de mujeres y esclavos negros. En
carta ai marqués de Seignelay, del 18 de octubre de 1685, el
gobernador "señala como un peligro para el porvenir de la colo
nia la gran cantidad de negros existentes", pues son tantos, que
huyen en grupos muy grandes al territorio español de la isla.
Además, asegura "que la población aumentó mucho con la
traída de muchachas, pero que ya no hay necesidad de otras,
por existir criollas" (44).
Y decimos que es extraña la aseveración del gobernador
francés, pues en esos días permitió que una "caballería france
sa" penetrara en los alrededores de la ciudad de Santiago, con
el propósito principal de "robar mujeres pues estaban faltos de
ellas" (45).
A pesar de que el gobernador De Cussy se oponía al envío
de más mujeres al oeste de la isla, el memorial del señor Semi-
llán Campusano, de 1687, hace constar que en el período
1685—1687 "cada año" llegaron desde Francia "muchas" em
barcaciones trayendo "ocho, diez, doce y veinte familias a pro
bar esta Isla" (46).
El memorialista, además, opinaba que la población france
sa para 1687 estaba compuesta por "mas de siete mil perso
nas" (47). Gaspar Rodríguez de Albornoz, secretario del cabil
do de la ciudad de Santo Domingo, era de opinión que los fran
ceses eran más de siete mil; en una acta del 10 de noviembre de
42. Ibídem.
43. Colección TnijlUo, voL 13, pág. 113; Manuel A. Machado Báez: "La Dominica-
nización Fronteriza", pág. 96.
44. Colección Txujilio, voL 13, pág. 121.
45. C. de Utrera: Op. cit., pág. 286.
46. G. Semillán Campusano: Op. cit., pág. 286.
47. Ibídem, pág. 280.
88
1687 escribió lo que sigue: "de diez años a esta parte se han au
mentado en tal manera las poblaciones que tiene el franzes en
las costas del Norte, Oeste y sur de esta Isla que se cree ay en
ella de ocho a diez mil hombres y mugeres** (48). Ese creci
miento demográfico se debió, en parte, a que los franceses, en
los años 1687 y 1688, intensificaron la cacería de indios en
Campeche (península de Yucatán) y en Tierra Firme (parte no
roeste de América del Sur). Esto último consta en carta del go
bernador Andrés de Robles, del 3 de octubre del año 1688 (49).
11. M. A. Machado Báez: Op. cit., págs. 72-73; Pedio Troncoso Sánchez; "Estu
dios de Historia Política Dominicana", págs. 120-21.
12. C. N. de Moya: Op. cit., t I. pág. 249; P. F. J. de Chailevoix: Op. cit., t. II,
págs. 183-85; G. A. Mejía Ricait: Op. cit., voL VI, pág. 280.
13. A. del Monte y Tejada; Op. cit, t. III, págs. 69-70.
14. J, Marino Incháustegui: "Doc. A.G.I.-A.C.S. 1691-1699".
.15. M. A. Peña Batlle: "La Isla de la Tortuga", pág. 260; J.C. Dorsainvil: "Manual
de Historia de Haití, pág. 25.
16. Carlos Sigüenza y Góngora: "Trofeo de laJusticia Española..." págs. 17 y 19.
93
(17). Es decir, que se regían de acuerdo a medios de control
social e instituciones cohesivas.
En razón de que el filibusterismo estaba en decadencia, el
gobernador Du Casse era de opinión que la Tortuga fuera despo
blada, para de ese modo darle mayor fortaleza a la colonia fran
cesa en el oeste de Santo Domingo (18). Con ese objetivo envió
una carta a monseñor Pouchartrain, primer ministro de Fran
cia, de fecha 28 de noviembre de 1692, y en ella propone que
los habitantes de la isla de San Cristóbal, Saint Croix y la Tortu
ga fuesen llevados a Saint Domingue, y que todos los "quartiers"
(es decir, los pequeños poblados) del Oeste fueran eliminados,
para luego concentrar la gente en las más importantes ciudades
(19).
Sin esperar la respuesta del primer ministro, en 1692 el li
cenciado Du Casse, con el interés de conservar la colonia y
fortalecer la administración pública, ordenó que todos los habi
tantes de la Tortuga pasaran a la isla grande; al mismo tiempo
trasladó el asiento del gobierno a Cabo Francés, procediendo a
fortificar este lugar que había sido casi destruido en 1691 (20).
El nuevo gobierno en el Oeste llegó a ser ma's poderoso, en
lo militar, que el gobierno español en la parte este de la isla;
por ejemplo, y según carta del arzobispo Carvajal y Rivera del
29 de noviembre de 1695, sólo en Puerto deiPaz había una for
taleza másgrande que la existente en la ciudad de Santo Domin
go, pues tenía *'80 piezas de artillería, una casa fuerte. . . pólvo
ra y balas en suma, víveres para todo un año, 400 o más hom
bres dentro" (21).
El poder militar permitió al señor Du Casse llevar una polí
tica agresiva contra los dominicanos, y contra las posesiones
españolas en el Caribe. En 1692 capturó un barco que salió de
la ciudad de Santo Domingo hacia Caracas en busca de "fru-
94
tos..., especialmente harina" (22). El arzobispo Carvajal, refi
riéndose al peligro que representaban los franceses del Oeste,
decía en una correspondencia: "poseen lo mejor de la isla.
Roban nuestras haciendas y monterías; no sé qué veces entraron
en Guaba, una en Azua, otra en Cotuí, matando los que pueden,
por los puertos y bahías se entran a lo mismo. . y desde sus
parajes han salido para los robos de Panamá, Portovelo, la Vera-
cruz, Campeche, Cuba, la Margarita, Cumaná, la Trinidad de
Barlovento, La Guaira, y Maracaibo" (23).
Los dominicanos-españoles, muchas veces, también, respon
dieron con gran agresividad. En 1693, las autoridades del este
de la isla enviaron una expedición a la villa francesa de Samaná.
Los invasores, después de destruir todos los sembrados y las vi
viendas, procedieron a "degollar a los franceses en una noche,
sin distinción de edad, ni sexo, pillándoles todo lo que poseían"
(24).
Después del ataque a Samaná, monsieur Du Casse inició la
reorganización burocrática y política de la colonia; trasladó el
asiento principal del gobierno a la región suroeste, es decir, a
la ciudad de Petit Goave y, al mismo tiempo, nombró dos dele
gados en la banda norte de la isla. El teniente del rey, monsieur
de Graffe, se encargó del gobierno en Cabo Francés, y monsieur
Lecler de la Boulage quedó como administrador político en
Puerto de Paz (25).
Por más de diez años un grupo de países se mantuvo en
guerra contra Francia y Luis XIV; el grupo formó la llamada
Liga de Augsburgo, constituida por Holanda, España, Alema
nia, Baviera, Suecia y varios "ducados o principados" (26). La
guerra envolvió a casi todo el Viejo Continente, y al final de la
misma Francia resultó ser la potencia más importante de la
época.
22. F. Carv^al y Rivera: "Carta al Marqués de los Velez. Santo Domingo, febrero 8
de 1693", pág. 108.
23. F. Carvajal Rivera: "Carta. . . al Sr. Marqués delos Velez, ... a 10deenero de
1693", pág. 108.
24. M. L. Moreau de Saint Méry: Op. cit, págs. 189-91.
25. C. N. de Moya; Op. cit., 11, pág. 251.
26. J. Bosch: "De Cristóbal . págs. 279, 281 y 303-304; "Composición Social
Dominicana", págs. 84-5 y 101.
95
La contienda llegó a su fin al firmarse el Tratado de
Ryswick, el 20 de septiembre de 1697, en la villa holandesa del
mismo nombre, a tres kilómetros de la Haya (27). La mayoría
de nuestros historiadores y algunos extranjeros han afirmado,
desde hace mucho tiempo, que mediante el referido Tratado,
España cedió oficialmente el oeste de la isla a la corona france
sa (28); y caen en esa confusión, pues al firmarse la paz se acor
dó que Francia se quedaría con los territorios que le pertene
cían antes de iniciarse la guerra, como Estraburgo y las ciudades
imperiales de Alsacia (29), a su vez Francia se comprometió a
devolverle a España los que ésta había perdido en la misma con
tienda.
Al respecto dice el escritor Incháustegui: las "investiga
ciones más recientes han demostrado que el tratado de Ryswick
en nada mencionó la Isla Española, y que por lo tanto no hu
bo" cesión del oeste de Santo Domingo a Francia (30). Asimis
mo, Cipriano de Utrera, en nota al libro de Sánchez Valverde,
apunta que "No hay en dicho tratado palabra que toque a seme
jante materia", puesto "que el Tratado de Riswick es ajeno a la
historia de la isla Española" y, por supuesto, es también ajeno a
la historia de América (31).
El artículo nueve del Tratado es el que ha llevado a esta po
lémica, por no darse cuenta algunos autores de que el mismo
sólo se refiere a territorios comprendidos en el continente eu
ropeo. Este es el artículo reproducido al pie de la letra: "El
dicho señor Rey cristianísimo (es decir, el rey de Francia) ha
rá también restituir a S. M. C. (el rey de España) todas las ciu
dades, plazas, puertos, castillos y puestos que sus ejércitos han
27. C. Armando Rodríguez: "Geografíade la Isla de Santo Domingo y Reseña de
las Demás Antillas", pág. 457; M. A. Machado Báez: Op. cit., págs. 69 y 73;
Antonio Domínguez Ortiz: "El Antiguo Régimen. Los Reyes Católicos y los
Austrias", pág. 405.
28. Vicente Tolentino Rojas: "Reseñas Geográfica, Histórica y Estadística de la
República Dominicana", págs. 40-43; "Historia de la División Territorial
1493-1943", pág. 37; José Gabriel García: "Compendio de la Historia de San
to Domingo", t I, pág. 176; Jean Price Mars: "La República de Haití y la
República Dominicana", t I, pág. 64; G. A. Mejía Ricart: Op. cit., vol. VI, pág.
313.
29. M. L. Moreau de Saint Méry; Op. cit, pág. 229.
30. J. Marino Incháustegui: "Historia Dominicana", 1.1, pág. 204.
31. Antonio Sánchez Valverde: "Idea del Valor de la Isla Española", pág. 128.
96
ocupado o podrían haberse ocupado hasta el día de la paz, y
aun después de esta, en cualquier lugar del mundo que estén
situados, como igualmente la dicha Majestad Católica (el rey
español) hará restituir a S. M. M. C.* (al rey francés) todas las
plazas, fuertes, castillos y puestos, que sus ejércitos podrían
haber ocupado durante esta guerra hasta el día de la publicación
de la paz y en cualesquiera lugares que estén situados" (32).
Polemizar respecto al tema resulta un tanto inútil, por dos
razones: en el Tratado no había necesidad de hablar sobre la
isla, y ha quedado demostrado en el capítulo cinco de esta
obra, que desde 1680 ambas coronas llegaron al acuerdo de que
el oeste de la Española era propiedad exclusiva de Francia (33).
Al no ver ningún artículo referente a Santo Domingo en el
Tratado de Ryswick, y quizá por no saber nada de los acuerdos
fronterizos de 1680, el gobernador francés licenciado Du Casse
escribió al primer ministro monseñor De Pouchartrain, en fecha
10 de diciembre de 1697, para expresarle que: "sed servido
Vuestra Excelencia examinar si es de interés del Rey ser recono
cido soberano de las tierras ocupadas (en Santo Domingo) an
te de la guerra, abarcadas por esta posesión", pues nuestra si
tuación "hace creer a los pueblos que nosotros somos cierta
mente usurpadores, y esta presunción constituye un gran obs
táculo para el establecimiento de familias". Más adelante dice:
"Si Su Majestad juzga de su interés y del bien de sus subditos
comprender esta posesión en el tratado de paz, no tiene más
que insertar una cláusula por cuyo medio se consigue que cada
cual permanecerá en poder y gozará pacíficamente en las tierras
y de los puertos que poseyere ante de la presente guerra, sin po
der ser turbado ni inquietado, que las tierras de caza serán li
bres —cada uno en su dependencia—, que los subditos del uno y
del otro Rey vivirán en unión y concordia como buenos ami
gos" (34).
97
El rey español, por cédulas del 27 de noviembre y 9 de di
ciembre de 1697, comunicó al gobernador Gil Correoso Catalán
la firma del Tratado de Ryswick, y que por eso debía "publicar
(en la isla) el Tratado de paz ajustado con Francia" (35). Por
su lado, Juan Bautista du Casse, después de haber recibido la
notificación de la paz de parte de la corona, y habiéndosele or
denado acabar con la piratería, fomentar la agricultura, poblar
el Oeste y no pretender avanzar geográficamente (36), por carta
fechada el 29 de enero de 1698, entre otras cosas, comunicó al
gobernador español que debido a la paz acordada entre las coro
nas, "las ostilidades An de Zesar En la hamérica", por lo que se
debía vivir en Santo Domingo dentro de una "buena Unión y
Yntelijenzia" y que "esclavos huidos de una y otra parte sean
devueltos y los barcos puedan navegar sin temor", además se de
bía "restablecer el comercio de ganado y mercancias entre las
dos colonias" (37).
Esa correspondencia fue oportuna, pues con ella surgió
la paz entre el este y oeste de la isla, y los dominicanos-es
pañoles desistieron de seguir atacando con las "cincuentenas"
(grupo reducido de soldados montados a caballo) la colonia
francesa, como ocurrió en años anteriores (38). El 25 de febrero
de 1698 el gobernador Du Casse notificó por escrito al primer
ministro de Francia, monseñor De Pouchartrain, que había pro
puesto la paz a lasautoridades del este de la isla (39).
Al no recibir respuesta del gobernador español, Du Casse
volvió a escribirle el 4 de marzo de ese año, y aprovechó la
ocasión para informarle que había ordenado sacar de la cárcel
a todos los prisioneros españoles-dominicanos, y por eso espera
ba que los prisioneros franceses también fueran liberados. En
abril el gobernador Gil Correoso Catalán contestó a Monsieur
Du Casse, que se alegraba de la propuesta de paz, y que la
35. Cipriano de Utrera; "Noticias Históricas de Santo Domingo", vol. IV, págs.
242 y 269; paréntesis F. P. P.
36. A. del Monte y Tejada: Op. cit, t. III, pág. 74.
37. Colección Lugo: B. A. G. N., núm. 7 pág. 294; Carlos Esteban Deive: "La
Esclavitud del Negro en Santo Domingo 1492-1844", 1.1, pág. 134.
38. A. del Monte y Tejada: Qp. cit., t. III, pág. 73; P. F. J. de Charlevoix: Op. cit.,
t. II, pág. 289.
39. Colección Trujillo, voL 13, pág. 333.
98
misma sería respetada por los pobladores del Este. Pero, que no
podía liberar los prisioneros franceses hasta tanto no recibiera
una notificación oficial de la corona española respecto a la paz
de Ryswick (40).
El 27 de abril se presentó en el puerto de la ciudad de Santo
Domingo, con el barco La Catalina, el señor Duquemont. pro
curador general del Consejo Soberano de Francia. Este había
sido enviado por el señor Du Casse ante las autoridades españo
las para que presentara una relación de proposiciones, entre
las cuales estaban: Entrega de los prisioneros franceses, devo
lución de los negros esclavos huidos del Oeste, permitir que bar
cos franceses entraran al puerto de Santo Domingo en caso de
huracanes, dilimitar muy bien la frontera y no invadir territorios
del otro.
La relación escrita fue examinada el día 28 por la Junta de
Guerra de la ciudad de Santo Domingo, la cual determinó que
fueran entregados a Duquemont treinta prisioneros franceses, y
que las demás proposiciones serían atendidas después de recibir
órdenes del rey (41). En el período abril-agosto de 1698 se pro
dujeron algunos enfrentamientos entre dominicanos y franceses
debido, en parte, a que se nombró en el Este un nuevo goberna
dor, don Severino de Manzaneda. Por eso, el 20 de agosto Du
Casse escribió a De Manzaneda para decirle, que no siguiera re
teniendo prisioneros franceses, como la señora De Graffe, pues
to que existía paz entre las coronas (42).
El 20 de septiembre el gobernador español escribió al titu
lar del gobierno de la colonia francesa para decirle, que había
recibido orden del rey para que ''publique las pazes en esta ysla
y los tratados dellas", y por eso le estaba enviando a la prisione
ra señora De Graffe; que no lo había hecho antes por "no hallar
me hasta aora con las ordenes de mi Rey y Sr.". Por tanto, en
la isla se debía "conservar las amistades de nros. (nuestros)
Reyes", y esto se lograba siempre y cuando los franceses no si
guieran robando ganado en hatos españoles, y no tratando de
llevar sus limites territoriales hasta "el río de Bayaha término
43. Colección Lugo: B. A. G. N.. núm. 75, pág. 403; Colección TrujiUo, vol. 13,
págs. 343-46; paréntesis F. P. P.
44. F. Araujo y Rivera: "Descripción de la Isla Española, o de Santo Domingo",
pág. 314.
100
•i 3"
101
que poseen", y usted está "advertido deque todo lo que obréis
en esta materia, ha de ser OCULTANDO QUE TENEIS ORDEN
PARA ELLO. . pues jamás se les ha CONFESADO JURIS
DICCION LEGITIMA en ninguna capitulaciones de paces" (49).
El criterio del Consejo Real no constituía una nueva visión
del problema, pues el rey español antes de morir autorizó la
confección y publicación de un mapa de la isla, "hecho por el
geógrafo del rey. . . que, para simplificar la cuestión (fronteriza)
trazaba una línea recta de Puerto Plata a la embocadura del
(río) Neiva" (50).
Cuenta el dominicano Francisco Franco de Torquemada, en
relación escrita en Madrid en 1691, que la población francesa
en la isla sobrepasaba en mucho a la de la parte Este, o domini
co-española; que aquéllos sólo en hombres de armas contaban
con la cifra de "más de catorze mil" (51).
Ahora bien, en el período 1691 —1693 se produjo un gran
descenso demográfico en el Oeste, debido, principalmente, a la
derrota sufrida por los franceses en la Batalla de la Limonade.
La derrota fue tan desconcertante para los franceses, que en
masa empezaron a emigrar hacia otros puntos del Caribe. El
nivel de emigración fue tan alto, que a la llegada del nuevo go
bernador en octubre de 1691, monsieur Du Casse, "encontró la
colonia casi despoblada. ..ya los filibusteros casi extinguidos"
(52).
A partir de 1694, Du Casse trataría por todos los medios po
sibles de incrementar la población. Por carta del 30 de marzo,
solicitó al gobierno de Francia que se enviaran a la isla más hom
bres, incluso "un buen número de niños de 12 a 13 años" para
trabajar como agricultores, además, enfermos internos en "los
hospitales de Francia" (53).
En ese mismo año, Du Casse organizó una expedición mili
tar a la islita inglesa de Jamaica, compuesta por unos 1,500
hombres y 22 barcos. Los franceses lograron asolar la colonia
105
constituido por esclavos, de raza blanca o negra. El esclavo
blanco o engagé era generalmente francés; se le traía de Europa
y al llegar a América debía laborar para un amo durante tres
años, con el propósito de pagar el pasaje en base a trab^o for
zado (5). Cuenta Núñez de Torra, en relación escrita en 1662,
que muchas veces la esclavitud del engagé duraba cinco años
(6). El esclavo blanco podía estar bajo autoridad de un buca
nero, un agricultor o de un filibustero. Al negro esclavo, general
mente, se le traía de Africa, y se le trataba mejor que al engagé,
pues aquél era una pieza muy cara (en la primera mitad del si
glo XVII era vendido "por veinte o treinta pesos"), y tenía un
período de vida muy corto (7).
En los primeros meses de 1630 el trabajo agrícola era terri
ble para los recién llegados, pues el oeste de la isla Española,
deshabitado durante unos veintitrés años, se había convertido
en una gran selva. Por tanto, había que realizar una labor gigan
tesca de desmonte (8).
Por esos inconvenientes, los primeros conucos puestos a
producir fueron ubicados en la costa de la banda norte, de fren
te a la Tortuga (9). En los primeros meses se desarrolló una
agricultura de subsistencia. Entre los primeros cultivos estaban:
legumbres, papas, plátanos, yuca, guineos, habas, judías, etc.
(10).
Después de tener asegurados los "frutos necesarios al sus
tento de la vida humana" (11), a fines de 1630, los aventureros
establecieron una economía de plantaciones, con el cultivo de
tabaco en grandes extensiones de tierra (12). El padre Juan Bau-
13. M. A. Peña Batlle; "La Isla de laTortuga", pág. 132; J. Marino Incháustegui:
"Doc. A. G. I.-A. G. S. 1681-1690".
14. J. Marino Incháustegui: "Doc. A. G. 1. - A. G. S. 1651-1660 .
15. Ibídem. ... _ . ,
16. A. OUvierExquemelin:Op. cit.,pág. 18;J. Bosch: Composición Social
Dominicana", pág. 67, y "De Cristóbal Colón aFidel Castro , pag. 197.
17. Julio González: "Catálogos, Mapas yPlanos de Santo Domingo", pag. 22.
18. A. OUvierExquemelin: Op. cit, pág. 20.
19. J.Marino Incháustegui: Doc. A G. I. -j A. G. S. 1616-1635".
20. P. F. J. de Charlevoix: Op. cit, t II, pág. 7.
107
ría de "grandes gastos", según la opinión del pirata Exque-
melin (21).
A partir de 1631 los bucaneros agregaron a la cacería de re-
ses y cerdos una nueva actividad económica: el corte de made
ras. La madera les sirvió, entre otras cosas, para la fabricación
de barcos y muebles; para esos fines explotaban a los negros
esclavos y engagés (22). Los cortes se realizaban en el oeste de
la Española, así como en la Tortuga, cubierta de "altos bosques"
(23). Entre los árboles preferidos estaban: "el sándalo amarillo
(y). . . palo santo" o guayacán (24), caoba, cedro y el palo bra
sil (25).
Muchos escritores opinan, que el principal artículo de co
mercialización, entre 1630 y 1635, era la piel de animales. Sin
embargo, y según el testimonio de un prisionero irlandés que
vivió en la Tortuga en aquellos días, los dos productos princi
pales del comercio, que realizaban bucaneros y agricultores,
eran el "palo de brasil y tavaco" (26).
Aparte de la abundancia de animales, maderas preciosas y
tierras sin dueños, estimuló bastante a los ingleses y franceses
a permanecer en la isla de Santo Domingo en 1630, el que mu
chos comerciantes holandeses prometieron comprarles los
artículos que produjeran (27).
Los ingleses, franceses y holandeses escogieron como prin
cipal centro comercial la isla de la Tortuga (28), aunque se da
ban algunas transacciones en la costa noroeste de la isla grande.
En los primeros tiempos, los bucaneros, agricultores y piratas
negociaban principahnente con holandeses, pero al transcurrir
los años el comercio se hizo más libre e internacional; venían
barcos desde Portugal, Francia, Inglaterra, Holanda, Italia,
etc.
21. A. OlivierExquemelin: Op. cit, pág. 45.
22. J. Bosch: "De CristóbaL .pág. 198.
23. F. Moya Pons: Op. cit., págs. 161-62.
24. A. Oliviei Exquemelin: Op. cit, pág, 18.
25. Colección Lugo; B, A. G. N., núm. 24-25; A. del Monte y Tejada: Op. cit.,
t. III, pág. 33.
26. J. Marino Incháustegui: "Doc. A. O. I. - A. G. S. 1616-1635".
27. F. Arturo de Merino: "Elementos de Geografía Física, Política e Histórica
de la República Dominicana", pág. 59.
28. S. Hazard: Op. cit, pág. 76; J. Marino Incháustegui: "Doc. A. G. I.-A. G. S.
1681-1690".
108
El comercio se hacía, principalmente, a base de trueque;
piratas, agricultores y bucaneros de las dos islas cambiaban sus
productos (carne ahumada y salada, cueros, sebo, maderas, ta
baco, joyas, etc.) por artículos manufacturados en Europa
(zapatos, armas, pólvora, licores, peines, botones, cuchillos,
etc.). Del Monte y Tejada, dice que hubo momentos en que en
las dos islas corría la moneda portuguesa como "la moneda
corriente" (29).
Los bucaneros llevaban "cerdos desde Santo Domingo" a
la Tortuga, con fines de crianza, y por eso, cada día los po
bladores de la Tortuga recurrían menos a la cacería en la isla
grande o Santo Domingo (30). Sin embargo, en los años cin
cuenta la crianza de animales se descuidó tanto, que según do
cumentos de la época, en la Tortuga no aparecía un solo ani
mal.
Durante la gestión de gobierno del señor Levasseur, que
abarcó el período 1640—1652, la colonia extranjera se fortale
ció porque la economía creció en cantidad y diversidad (31)- No
sólo eran importantes para el comercio las maderas, el taba
co y los cueros, sino que fueron de interés el aguardiente, la
manteca, la sal, las habichuelas, el queso y la cañafístola.
Además, se dio inicio a la construcción de ingenios de azúcar
(32). .
El comercio adquirió tal nivel de importancia, que el ingles
Guillermo Armón, residente en la Tortuga, declaró que al mo
mento de salir hacia la isla grande, vio en la Tortuga dos barcos
que estaban siendo cargados de mercancías; y que ambas naves
tenían capacidad "de ochenta a nobenta toneladas , una era
de Francia y la otra propiedad del gobernador. Armón agregó,
29. A. del Monte y Tejada: Op. cit, t. III, págs. 33 y 45; M. A. Peña BatUe: Op.
cit, pág. 161. •* A
30. Casimiro N. de Moya; "Bosquejo Histórico del Descubrimiento y Conquista ae
la Isla de Santo Domingo", t I, pág. 205; P. F. J. de Charlevoix: Op. cit., t. II,
pág. 7.
31. M. A. Peña BatUe: Op. cit, págs. 154-55.
32. Luis Gerónimo Alcocer: "Relación Sumaria del Est^o Presente de la I^
pañola", pág. 209; Colección Lugo: B. A, G. N., núm. 24-25, pags. 401^ 5,
M. A. Peña Batlle; Op. cit, págs. 146, 154-55; Carlos Esteban Deive: 'La
Esclavitud del Negro en Santo Domingo 1492—1844", t. I, pág. 129; Archivo
Incháustegui: "A. G. 1.,Patronato, Leg^o 273, Ramo 5".
109
que existían "tres o quatro lanchas que ban y bienen a esta
ysla (de Santo Domingo) a llevar carne y cueros a la Tortuga**
(33).
De la declaración del señor Armón, se colige que el puerto
más importante del oeste de Santo Domingo, usado por los in
gleses y franceses para actividades comerciales, era el puerto de
Manzanillo (34). Otro residente en la Tortuga, Bartolomé de
Aprén, declaró el día 29 de agosto de 1653: "suelen benir cada
año asta dos o tres navios de Franzia y Olanda con mercan
cías que las truecan por tavaco y dinero y cueros (35).
Como se habrá notado en el último testimonio, en la Tortu
ga y en la banda noroeste de Santo Domingo el comercio se
realizaba utilizando dos formas de intercambio, el de un artícu
lo por otro, y la venta de productos mediante el uso de mone
das. Esto lo confirman, además, otros individuos: El prisionero
francés Pablo Ober, el 5 de mayo de 1652, declaró que parte
de la producción de cueros, tabaco, frijoles, queso, yuca, carne,
etc., se cambiaba por "ropa y vino y pólvora y Balas'* (36). Por
su parte, el negro esclavo procedente de la Tortuga, Francisco
Acosta del Brasil, düo en agosto de 1653 que indios capturados
en las costas eran vendidos en la Tortuga por dinero y por ta
vaco" (37).
Ningún documento de la época habla respecto a que en el
Oeste y en la Tortuga se acuñaron monedas; por eso considera
mos que las monedas circulantes en ambos lugares debían pro
ceder de los asaltos piratas en el área del Caribe. Es casi seguro
que el comercio de los aventureros ingleses y franceses tuvo un
ritmo mayor al descrito por los testigos citados hasta ahora; lo
que nos hace pensar así es la declaración ofrecida por el
gobernador de la Tortuga a principios de 1654, quien asegura
que en el año antecedente (1653) se avian despachado. . . para
33. Archivo Incháustegui; "A. G. I., Patronato, Legajo 273, Ramo 5", paréntesis
F. P. P.
34. Ibídem; Colección Lugo: B. A. G. N., núm. 24-25, pág. 403.
35. J. Marino Incháuste^i; "Doc. A. G. L-A. G. S. 1651-1660".
36. Colección Lugo: Ibídem: J. Marino Incháustegui: Ibídem.
37. J. Marino Incháustegui: Ibídem.
110
comerciar y piratear. . . de aquella isla (de la Tortuga) 23 vege
tes para diferentes partes" (38).
Del testimonio ofrecido por el ciudadano francés Juan Bre-
man, el 5 de noviembre de 1653, se deduce que para la época,
los cueros de vaca ya no eran el principal producto de exporta
ción de la colonia francesa, sino el "tavaco que lo llevan a Fran
cia" (39). En los treinta y tres años transcurridos desde que lle
garon los fugitivos desde San Cristóbal a la Tortuga y al noroes
te de la Española, los bucaneros casi habían extinguido el gana
do vacuno. Tan difícil era conseguir carne, que el 8 de diciem
bre de 1653 el gobernador de la ciudad de Santo Domingo,
Francisco Montemayor de Cuenca, decía al rey español por es
crito: son tantas las vacas sacrificadas por los extranjeros "ca
da año. . . que cada día va esta. . . ysla caminando a toda prisa
a ^u ultimo fin y despoblación" (40).
Dos años más adelante, el 12 de junio de 1655, Montema
yor de Cuenca, en calidad de oidor de la Real Audiencia, vol
vió a tocar el tema de esta manera: por "las grandes sacas que a
hecho (el enemigo del Oeste y la Tortuga) de carne, cueros y
sebo con que a extenuado. . . el ganado de esta ysla española
que siendo en esto la más abundante que avia en las indias se
hallan oy las monterías tan exhaustas y los hatos tan pobres
que dificultosamente puede cumplirse con el hordinario abasto
de las Carnicerías", y por eso hubo que "mandar que los sava-
dos no se vendiese carne por ahorrar con esto a los hatos mil
y doscientas sinquenta reses en cada un año" (41).
Para 1653 los dos renglones básicos en la economía de la
colonia francesa eran las "maderas para fabricas de navios",
especialmente el palo de brasil, y la caña de azúcar (42). Elúni
co ingenio existente estaba en la Tortuga, y era propiedad del
gobernador De Fontenay (43). Cuenta el gobernador Montema
yor de Cuenca, que el ingenio era bastante grande, pues aparte
38. Ibídem.
39. Ibídem.
40. Ibídem.
41. Ibídem. Paréntesis F. P. P. ,
42. Colección Lugo: B. A. G. N., núm. 26-27, pág. 114; Archivo Incháustegui:
"A. G. I., Patronato, Leg^'o 273, Ramo 7".
43. Colección Lugo: Ibídem, págs. 110 y 111.
111
de su casa principal, estaba equipado "con todas las oficinas ne
cesarias. . . algunos buxios, y un gran cañaberal" (44).
No podemos asegurarlo, pero al leer varios documentos de la
época, suponemos que probablemente el comercio más activo
realizado por los pobladores de la Tortuga y el noroeste de San
to Domingo, no era con la metrópoli, sino con las demás islas
poseídas por Francia en el Caribe. Los oficiales de la Real Ha
cienda de la ciudad de Santo Domingo, en un informe de! 10 de
febrero de 1654, dicen que entre todas las islas que hacían co
mercio con la Tortuga, ocupaba un puesto importante la de San
Cristóbal (45). Respecto a este comercio, el gobernador Mon-
temayor de Cuenca notificó por escrito, el 12 de junio de 1655,
que los aventureros de las "costas de la vanda del norte y oeste"
"hazen sus rrancherías sementeras de tavaco y xengibre y cazve,
(casabe) cargando de caña fistola cueros y sebo, con quebaste-
cen (que abastecen) la demás islas enemigas. . . y piratas (como)
San Cristóbal" (46).
114
do, es que en el período 1668—1670 los agricultores del Oeste'
vendían al exterior "anualmente (no menos de) veinte o treinta
mil rollos (andullos)" de tabaco (11). En 1675, "el volumen
de las exportaciones. . . alcanzaba ya al millón de libras", es de
cir, 10,000 quintales (12), y en 1678 la exportación a Francia
alcanzó la impresionante cifra de dos millones de libras (13). En
los años setenta, muchos hacendados empezaron a darle impulso
al cultivo de la caña y la bija, con el propósito de poner a am
bos productos en el mismo sitial de importancia que ocupaba
el tabaco (14).
En la década 1680-1690 se presentó un conjunto de fac
tores, que incidieron negativamente en la producción de tabaco,
principal renglón de la economía en la colonia francesa. Con la
instalación de la Compañía del Senegal en la isla, y la introduc
ción de negros, un gran número de hacendados empezó a dedi
carse a producir otros renglones de exportación, como caña y
algodón. De esa manera, el tabaco resultó afectado por la com
petencia de las nuevas plantaciones (15).
Otro factor desfavorable al tabaco, resultó ser el monopolio
comercial ejercido por la Compañía del Senegal; los plantadores
estaban obligados a vender su producto a dicha empresa a
cambio de precios muy bajos o "muy módicos", como señala
Charlevoix (16). Al ser tan reducidas las ganancias, a partir de
1682 los agricultores acordaron "no producir más de doce
andullos de tabaco por cabeza", para de ese modo poder dedi
carse a producir artículos más rentables, como azúcar, algodón,
añil, cacao y ganado (vacas, ovejas y cabras) (17).
Entre 1685 y 1689 la producción tabacalera se redujo casi
a cero (18), como consta en una memoria del gobernador De
U. A. OlivierExqucmelm: Op. cit, págs. 50,51 y 116;paréntesis F. P. P.
12. F. Moya Pons: "Historia Colonial de Santo Domingo", pág. 209.
13. J. Bosch: "Composición Social Dominicana", pa'g. 84; "De Cristób^ Colon a
Fidel Castro", pág. 261; Antonio Llubercs: "Las Rutas del Tabaco Dominica
no", pág. 3.
14. A. del Monte y Tejada: "Historia de Santo Domingo", t. III, pág. 52.
15. M. A. Peñ:. Batlle; Op. cit, págs. 254-55. ^ .
16. P. F. i. (k Charlevoix: Op. cit, t II, págs. 98, 99 y 103; Colección TrujiUo,
vol. 13, pág 100.
17. F. Moya Pons; Op. cit., pág. 190.
18. Antonio Llubercs: Op. cit., pág. B.
115
Cussy, del 23 de abril de 1689. En ella se dice: en la colonia im
pera la ''miseria (pues). . . el año pasado no han hecho tabaco
(los) petits habitans" (19). La gente se inclinó por producir en
otras áreas económicas, debido a que el tabaco de Saint Domin-
gue no estaba siendo solicitado por "su mala calidad" (20); ade
más, "el mercado de venta de tabaco en Francia se saturó y los
precios empezaron a declinar" (21). Esto último fue confirmado
en septiembre de 1682 por el gobernador De Pouancey, cuando
en misiva a Colbert dijo: aquí en la isla hay grandes "complica
ciones. . . por el exceso de producción de tabaco", y por eso los
agricultores están dándole mayor importancia a los hatos (22).
Al asumir el cargo de gobernador el señor Du Casse, a fines
de 1691, la economía en el Oeste estaba inmersa en "un estado
deplorable" según Hazard (23). Aunque los súbditos franceses
producían añil (índigo) en algunas islas americanas, como Mar
tinica, Inglaterra era quien ejercía casi un monopolio en la co
mercialización de esa planta colorante, pues la corona poseía
inmensas plantaciones en la India (24). Du Casse, viendo al taba
co encaminarse hacia la ruina, prometió la ayuda necesaria a
quien deseara producir añil. El gobernador perseguía con su de
cisión, afectar el comercio inglés y aprovechar los buenos pre
cios del añil en los años noventa (25).
El proyecto de Du Casse, de tratar que el añil pasara a ser el
principal renglón de la economía, recibió el visto bueno de parte
de la corona. El primero de septiembre de 1693 el rey decretó,
que todo "el añil proveniente de Santo Domingo (quedaba)
exento de todo derecho (impuesto)" de exportación (26). El
gobernador, por su lado, hizo esfuerzos extraordinarios para im
pulsar las nuevas plantaciones. Por ejemplo, en 1694, tratando
de conseguir esclavos negros para laborar en las haciendas de
118
mercial en la Tortuga y en el oeste de Santo Domingo. Esto im
plicaba, que en lo adelante los residentes en esas dos regiones
eran súbditos de la referida empresa, y sólo con ella podían co
merciar (38). Sin embargo, toda la producción de la colonia no
iba a parar a Francia pues bucaneros, agricultores y piratas se
las ingeniaban para trocar artículos producidos en las dos islas
por manufacturas traídas en barcos ingleses u holandeses (39).
Los ingleses y los holandeses vendían las mercancías mucho
más baratas (40); en cambio, la Compañía Francesa, aparte
de vender caro, introducía en las transacciones el cobro de di
versos impuestos. De manera, que la Compañía, por un lado, ex
plotaba a la masa de trabajadores, y por otro, beneficiaba a la
oligarquía, compuesta por un reducido grupo de intermediarios.
Esto último lo confiesa el gobernador Bertrand d'Ogeron, al
expresar en carta del 22 d'e mayo de 1670, que la empresa repre
sentada por él obtenía beneficios anuales ascendentes a la suma
de "sesenta a ochenta mil libras", mientras que en la colonia la
mayoría de los trabajadores eran "extremadamente pobres",
y un grupo que no pasaba de 20 individuos era muy rico (41).
En 1670, el gobernador D'Ogeron se trasladó de la Tortuga
hacia el suroeste de Santo Domingo, y al llegar a Petit Goave
encontró a muchos agricultores y cazadores trocando tabaco,
cueros, algodón, etc. por artículos traídos por holandeses;
D'Ogeron procedió de inmediato a castigar y ahorcar a varios
colonos. Era un modo de mantener el monopolio comercial de
la Compañía (42). Esta acción produjo tal indignación, que casi
todos los residentes en el oeste de Santo Domingo se levantaron
en armas. Cuenta el propio D'Ogeron en una carta, que buca
neros y agricultores le dispararon "más de mil tiros", y al no te
ner más alternativa, huyó hacia la Tortuga (43).
38. A. Olivier Exquemelin: Op. cit, págs. 48-49.
39. M. A. Peña BatUe: "U Isla de la Tortuga", pág. 241 ; C. N. de Moya; Bo^
quejo Histórico del Descubrimiento y Conquista de la Isla de Santo Domingo ,
1.1, págs. 230-31.
40. P, F. J. de Charlevoix: Op. cit, t. II, págs. 68 en adelante.
41. Ctáección Trujillo, voL 13, págs. 61 en adelante; F. Moya Pons: Op. cit, pág.
184.
42. S. Ha^aid: Op. cit, págs. 82-83.
43. Colección Trujülo, vol. 13, págs. 61-62; J. Bosch: 'De Cristóbal . pág.
206; C. Esteban Deive: "La Esclavitud del Negro en Santo Domingo", t. 1,
pág. 131.
119
En 1671 el monarca francés ordenó al gobernador declarar
una amnistía para todos los rebeldes y mantener el monopolio
comercial de Francia en Saint Domingue, utilizándose si fuera
necesario la fuerza militar del imperio. Pero quedó establecida
la siguiente regulación: en lo adelante, todos los habitantes de
la colonia podrían vender y comprar mercancías no sólo a la
Compañía de las Indias Occidentales, sino además a cualesquie
ra barcos de súbditos franceses, pero debiendo pagar a la Com
pañía un impuesto de importación-exportación igual a un cinco
por ciento (44).
Como en 1678 se firmó el Tratado de Nimega y en la isla
hubo un acuerdo fronterizo en 1680, entre las dos colonias
se produjo un ambiente de paz propicio al comercio. El goberna
dor francés De Pouancey, en carta enviada al ministro Colbert
el 25 de septiembre de 1680, decía que era necesario incentivar
el intercambio comercial con los dominicanos residentes en el
este de la isla, y asf aprovechar la paz reinante (45).
A partir 1678 se dio inicio a un intenso programa de inter
cambio entre el Este y el Oeste (46). El comercio se basó en el
sistema de trueque (47). Los dominico-españoles daban artícu
los que los franceses necesitaban, "ganado en pie" (48) (como
vacas y caballos), cueros, carne salada, etc., y recibían mer
cancías elaboradas en Europa, como telas, jabón, zapatos, pa
pel, cuchillos, etc. (49).
A partir de 1682 el comercio entre el Este y el Oeste empe
zó a perder fuerza, pues entre las dos colonias hubo enfrenta-
mientos armados. Esta situación se la describió el gobernador
De Pouancey al ministro Colbert, en carta del 25 de septiembre
de 1682, al decirle que "el comercio con los españoles no es
todo lo satisfactorio que podía esperarse (pues). . . éstos preten
dían contra (nosotros). . . actos de fuerza" (50).
44. P. F. J. de Charlevoix: Op. cit., t. II, pági 68-77; Colección TrujAlo, vd. 13.
pág. 68.
45. Colección TrujUlo, vol. 13, págs. 96-98.
46. A. del Monte y Tejada: Op. cit, t. III, pág. 56.
47. C. Esteban Deive: Op. cit, 11, págs. 132 y 138.
48. M. L. Moreau deSaint Méry: Op. cit.,págs. 362 y siguientes.
49. M. Rosario Sevilla Soler "Santo Domingo Tierra de Frontera (1750-1800)",
pág. 342.
50. Colección TrujUlo, vol. 13, pág. lOóipaiéntesisF. P. F.
120
A tal grado llegó el deterioro de las relaciones políticas en
tre los dos gobiernos de la isla, que en fecha 9 de mayo de 1685,
el gobernador español Andrés de Robles contestó por escrito
una carta del gobernador Tarín de Cussy, y le decía: "y en
cuanto al trato i comercio que Vuestra Señoría dize, bien save
vuestra Señoría que estas partes es totalmente prohibido, yn-
dispensablemente" (51). Después de recibir la misiva del gober
nador español, De Cussy informó de la misma al marqués De
Seignelay, y señalaba que él trataría de proseguir "los negocios
con los españoles" (52).
A pesar de la negativa del gobernador Andrés de Robles, du
rante los cinco años comprendidos entre 1685 y 1690 se incre
mentó hasta niveles no imaginados un activo comercio a través
de la frontera, en forma de contrabando (53). Las necesidades
de los hombres que vivían a ambos lados de la frontera tenían
más fuerza que las disposiciones legales. Según documentos de
la época, para 1690 los poblados españoles cercanos a la fronte
ra, especialmente Santiago, suplían de carne de cerdo a los fran
ceses, a cambio de manufacturas (54). Por esa realidad, el mo
narca español, en cédula del 21 de marzo de 1690, dice al go
bernador de la ciudad de Santo Domingo, tener conocimiento
de que las autoridades, los religiosos y los civiles de la ciudad de
Santiago estaban realizando contrabandos con los franceses de
la isla; y, por tanto, se debía terminar con esa práctica, además
de castigar a todo el reincidente en ese grave delito (55).
Aunque funcionaba el comercio interno, enmarcado dentro
de la geografía de la isla, el gran comercio realizado por los fran
ceses era con metrópolis europeas. En 1677 Luis Jaret, quien
huyó de! Oeste, declaró ante el gobernador Juan de Padilla
Guardiola: los franceses tenían "mucho comercio y que el año
pasado (de 1676) salieron desta Isla cargados de cueros y taba
co diez y seis naos de Francia grandes", aparte de los barcos
de holandeses que se llevaron el resto de los productos. Luego
121
añadió monsieur Jaret: en 1677, antes de huir del territorio
francés, habían venido de "Francia. . . diez Naos. . . cargadas de
lienzo, vino, aguardiente, cerbesa, armas y municiones", para
venderse y reportar muchos impuestos al rey (56).
En 1680 el sacerdote dominicano Juan Bautista Escoto
estuvo en la colonia francesa durante siete días; del 4 al 10 de
agosto sostuvo conversaciones con el gobernador De Pouancey
en la ciudad de Cabo Francés. Al regresar a la ciudad de Santo
Domingo, manifestó que al llegar al Cabo le hizo "salva (de
cañón) un navio de guerra que alli estava (y) era del rey de
Francia y asimismo le hicieron salva otros honce navios mercan
tiles que estavan surtos en dicho puerto", y el gobernador De
Pouancey le dijo, en un "español muy claramente", que en las
demás poblaciones "avia mayor numero de navios y mas gente
que en aquella y mas riquesa" (57).
En otra parte de su testimonio. Escoto proporciona el si
guiente dato; durante el año de 1680 (hasta agosto, natural
mente) habían tocado y llegado a los puertos (de las). . . po
blaciones (francesas). . . ochenta navios (y). . . que en siete
dias que el declarante estuvo en dicha población (de Cabo Fran
cés) llegaron a aquel puerto quatro navios uno de las costas de
guinea cargado de negros y los tres navios mercantiles que ve
nían de Francia cargados de ropa y todos géneros de Regalos
todo lo cual vio" (58).
Parece que Escoto no exageró en su informe, pues más ade
lante varios testigos ofrecerán datos parecidos. Por ejemplo, una
mulata escapada de la colonia francesa en 1681 manifestó al
gobernador Francisco de Segura Sandoval, haber visto llegar ese
año a un puerto francés "catorze Naos. . . de mercaderes" (59).
El señor Joseph de Veytía Linaje, en relación remetida al Con
sulado de Sevilla el primero de octubre de 1681, declara que
sólo de un puerto poseído por los franceses en la banda norte,
que *llaman Sta. Cruz. . . salen todos los años cargados para
64. Ibídem.
65. Colección Trujillo, voL 13,pág8. 175-76.
66. G. Semillán Campuzano: "MemoriaL Santo Domingo, 16 de agosto de 1687'
págs. 286 y 289.
67. J. Malino Incháustegui; "Doc. A. G. I. - A. G. S. 1681-1690".
124
Oeste tienen 'Hin comercio tan grande (con). . . la Francia y
provincias del Norte (que). . . todos los años cargan en esta
(isla) setenta y ochenta navios grandes de los frutos" (68).
Tres años después, el ritmo comercial se mantuvo en los mis
mos niveles. Esto lo confirma Francisco Franco de Torquemada,
cuando en una memoria escrita en 1691 señala: "oy se hallan
los dichos franceses tan arraygados en la tierra, con haziendas
tan pingues de ganado, ingenios, y otros frutos, y con un comer
cio tan grande. . . con la Francia, y Provincias del norte, que to
dos los años cargan en ella (en la isla) setenta, y ochenta Navios
grandes de los frutos referidos" (69). El arzobispo Femando
Carvajal y Rivera, refiriéndose a ese acelerado comercio, decía
en 1693: "ellos tienen continuo comercio, y salen navios carga
dos muchos cada año para Francia con rico añil, azúcar, cacao,
cañafístola, algodón, corambre, y tabaco", y, por eso, en la co
lonia francesa de la isla "nada les falta (y abundan los) regalos,
la plata y alhajas" (70).
Al firmarse el Tratado de Ryswick en 1697, sobrevino un
ambiente de paz entre las dos colonias; en esas circunstancias
el comercio entre los franceses y los dominico-españoles, mer
mado en los últimos años, se hizo más intenso y menos conflic-
tivo. Cuenta el licenciado Sebastián de Cereceda, oidor de la
Real Audiencia de Santo Domingo, en carta del 5 de abril de
1700, que los franceses no sólo comerciaban a través de la fron
tera, sino que además enviaban barcos cargados de manufactu
ras europeas a la capital de la colonia española, la ciudad de San
to Domingo; y para avalar su información, el oidor afirma que
a fines del siglo el gobernador Jean Baptiste du Casse envió al
procurador fiscal de la colonia francesa, señorDuquemont, a la
capital dominicana; éste trajo un barco lleno de mercancías, per
maneciendo "muchos días" en la ciudad, y sin ser molestado
por el gobernador Severino de Manzaneda, trocaba manufac-
125
1
turas por cueros, y en otros casos fiaba artículos a los vecinos
para volver a cobrarlos en momentos más oportunos (71)
La paz, también, sirvió para lograr una mayor seguridad al
traficar por el Caribe. El gobernador De Manzaneda, en carta
del 10 de julio de 1700, informa al rey de España, que la calma
reinante en la zona de las Antillas tal vez a quienes más favore
ció fue a los colonos del Oeste, al poder incrementar sus ventas
en las demás islas, como Martinica, Guadalupe y Curazao (72).
126
SEGUNDA PARTE
EL ESTE,
TERRITORIO ESPAÑOL
DE LA ISLA
CAPITULO X
129
les en forma de contrabando, práctica común en las costas de
siertas de la banda noroeste.
Debido al contrabando, en el año 1582 sólo salieron por el
puerto de Santo Domingo hacia Sevilla, habiéndose pagado las
imposiciones arancelarias, 1,500 cajas de azúcar, 30,000 cueros
y 15,000 ducados de oro, plata y perlas (2).
En 1598, el dominicano Baltasar López de Castro se encon
traba exiliado en Madrid, España, pues se le había suspendido
del oficio de secretario de la Real Audiencia de Santo Domingo
(3). Mientras trataba de recuperar su cargo, el 20 de noviembre
de ese año, redactó dos memoriales con la finalidad de informar
a los miembros del Consejo de Indias, acerca de la situación eco
nómica de la isla y hasta qué grado se había desarrollado el co
mercio ilegal.
En el primer memorial reseñaba el hecho de que, a pesar de
que nunca se cultivó la quinta parte de los terrenos de la isla,
"llegó a tal punto la riqueza (producida), que sólo por el puerto
de la ciudad de Santo Domingo (se exportaban) cada año para
estos Reinos (es decir, España) más de un millón (de ducados, o
sea, un millón 375,000 pesos) en cueros, azúcar, genjibre, y de
más frutos". Y a seguidas expresa que para la época no se llegó
a exportar ni siquiera el cincuenta por ciento de la cifra señala
da; éstas son las palabras del memorialista: "Esta riqueza y pros
peridad ha venido en tan gran disminución que no valen hoy los
aprovechamientos de la isla la CINQUENTENA PARTE DE LO
REFERIDO" (4).
Cuenta López de Castro en el mismo documento: los portu-
^eses, ingleses, franceses y holandeses sacaban de contrabando
todos los años de ochenta mil cueros vacunos arriba. . ., y oro,
plata, perlas, azúcar, gengibre, azul, pimienta, tavaco, palo de
guayacan y otras cosas que hay en la isla, que todo vale en Es
paña más de (800,000 pesos; por eso) es muy poco lo que se
2. Ibídem, pág. 57, G. A. Mejfa Ricart: "Historia de Santo Domingo", vol. VI,
pa'g. 454.
3. Cipriano de Utrera: "Sor Leonor de Ovando", inserto en B. A. O. N.,núm. 68,
págs. 121-22.
4. Emilio Rodríguez Demorizi: "Relaciones Históricas de Santo Domingo", vol.
II, pág. 167; paréntesis y mayúsculas F. P, P.
130
carga (se exporta) por el puerto de la ciudad de Santo Domin
go'* a fines del siglo, y por el contrabando, añade el testigo, cada
año se evaden en impuestos unos 280,000 pesos, pues sólo los
ingleses sacaban mercancías por valor de 18,000 ducados (5).
El gobernador Antonio Osorio, mediante carta al rey espa
ñol del 8 de julio de 1605, dice que los datos de López de Cas
tro, respecto a los cueros, se quedaron cortos pues, antes de
fializar el siglo XVI, estaban saliendo de contrabando *'de cien
mil cueros para arriba", y en cueros y frutos estaban exportán
dose ilegalmente productos-por un valor cercano a un millón
400,000 pesos (6).
El rey de España, por su lado, tenía un presupuesto mayor
con relación a la salida de pieles en forma clandestina; dice el
monarca, en cédula del II de mayo de 1588, que, en los tres
años anteriores, se habían matado unas 600,000 vacas en Santo
Domingo, y que los cueros fueron llevados subrepticiamente a
Europa por '*los erejes" en doce barcos (7).
Los pobladores de la isla preferían el contrabando por tres
razones importantes: por ley, el único puerto hábil para realizar
intercambios comerciales con el exterior, era el de la ciudad de
Santo Domingo; debido a eso, la gente que residía lejos de la
capital prefería vender lo producido a cualquier comerciante
extranjero que se presentara frente a sus pueblos. Al no existir
en la isla una industria desarrollada, la población dependía de
las mercaderías elaboradas en el Viejo Continente, como vino,
aceite, tela, zapatos, etc. Como en la mayoría de los casos pasa
ban los años, y no se presentaba un barco español, los vecinos
trocaban sus productos por manufacturas que llegaban en bar
cos de naciones enemigas de España. En los años ochenta, los
dominicanos entregaban cuarenta o cincuenta cueros por un
esclavo, o un cuero por tres o cuatro varas de tela (8). Según
el gobernador Osorio, hubo años en que entraban a la isla, por
AÑOS CUEROS
1581. . . 27,545
1583 22,380
1584 49,656
1585 31,530
1587 23,978
1589 16,319
1593 8,126
1594 3,277
TOTAL: 182,811
132
El contrabando, además, afectó las exportaciones legales del
azúcar. Estas son las cantidades de azúcar llegadas anualmente a
Sevilla desde la capital dominicana (13);
AÑOS AZUCAR
(arrobas)
1580 86,790
1581 44,630
1583 31,110
1584 42,150
1585 180
1587 7,632
1589 10,350
1593 810
1594 2,100
1596 5.000
TOTAL: 230,752
VALOR
AÑOS AZUCAR JENGIBRE
MONETARIO
1583 18,666,000 38,808,000 Maravedíes (*)
>>
1587 71,007,000 90,750,000
1589 6,105,600 10,444,800
133
Algunos escritores opinan que la quiebra de la industria azu
carera dominicana se debió, entre otras causas, a la competencia
del jengibre; pero si aceptamos esa tesis, deberíamos aplicar la
misma a otros renglones económicos, como la cañafístola, la
zarzaparrilla y el palo brazil. En el año 1587, estos tres artículos
alcanzaron el siguiente nivel de exportación legal (16):
ARTICULOS ARROBAS
134
partes eran el ejemplo de la pobreza. Sólo vivían con cierta
opulencia, según la expresión del arzobispo Agustín Dávila Pa
dilla, en carta del año 1601, una oligarquía residente en la ciu
dad de Santo Domingo, compuesta "toda en dos o tres paren
telas (o familias)", que viviendo del contrabando evidenciaban
el más fiel ejemplo de parasitismo social, de "ociosidad y hol
gazanería" (20).
Con el propósito de atenuar la pobreza generalizada en San
to Domingo, y de que las exportaciones legales aumentaran,
en 1595 la corona determinó, que por un período de cinco
años, los dominicanos no pagaran el impuesto conocido como
alcabala; por tanto, se podrían enviar a Sevilla cuero, caflafísto-
la, azúcar, jengibre, madera, etc. sin pagar los derechos arance
larios (21).
La exoneración del cobro de la alcabala no pudo detener el
empobrecimiento progresivo en la isla. Eran tan pocas las cosas
que se podían importar, que, según testimonio de Baltasar Ló
pez de Castro, del 1598, la iglesia no podía comprar harina de
trigo en España, y por eso era común la inexistencia de "ostias"
para celebrar la misa (22). Por su lado, la Real Audiencia, en
documento del 7 de noviembre de 1599, aclara: "por la pobreza
y falta de vestidos de muchos parrochianos. .. dexan muchos de
oyr misa" 023).
Para evadir la crisis económica que les había caído encima,
la mayoría de las instituciones, en especial las religiosas, or
ganizaron un ambicioso plan para pedir limosna a la corona.
Cuenta el padre Luis de la (^uadra, en un documento de la épo
ca, que para el año 1600, las monjas del convento de Regina, es
tablecido en la capital de la colonia, regularmente "no se sen
taban a la mesa por no tener que comer", y por eso la gente de
la ciudad les regalaba los alimentos que podía (24). Para aliviar
20. E. Rodríguez Demorizi: Op. cit, vol. II, pág. 192; Flérida de Nolasco: "Vibra
ciones en el Tiempo, Días de la Colonia", pág. 42; paréntesis F. P. P.
21. E. Rodríguez Demorizi; "Apuntes y Documentos", inserto en la revista Clío,
núm. 108, pág. 166.
22. E. Rodríguez Demorizi: "Relaciones..vol. II, pág. 168.
23. Colección Lugo: B. A. G. N., núm. 23, pág. Hl; Abelardo Vicioso: "Santo
Domingo en las Letras Colcmiales 1492-1800", pág. 181.
24. Cipriano de Utrera; "Sor Leonor de Ovando", pág. 487.
135
la penuria de estas monjas, el rey, por cédula del 29 de octubre
de 1600, autorizó una ayuda de 1,500 ducados (25).
En ese mismo afio, la corona decidió, también, aprobar la
entrega de 600 ducados para las monjas del convento de Santa
Clara, repartidos en dos años (26). A pesar de funcionar en
Puerto Plata, según declaración del procurador de los padres do
minicos, fray Luis de San Miguel, un convento de su orden que
"valía 50,000 ducados", fruto del comercio contrabandista (27),
el cabildo se vio precisado, en 1600, a solicitar una limosna a
la corona "para sostener el hospital" y poder pagar "un cura y
un sacristán" en la iglesia parroquial de la ciudad (28).
Mediante carta del 19 de febrero de 1601, los miembros del
cabildo capitalefío dicen al rey: "las cosas de esta zuidad de San
to Domingo" están en un nivel "miserable", por lo que resulta
necesario el "socorro del poderoso braso de vuestra magestad,
(lográndose) que buelva (la) antigua felicidad", y esta "ziudad
e ysla (no) se acabe y tenga fin" (29). En 1591 un huracán se
llevó el techo de la iglesia de Santa Bárbara, y al ser los vecinos
de su alrededor tan pobres, todavía en 1600 la edificación pre
sentaba el mismo aspecto; por eso el 29 de agosto de 1601 el
Consejo Real aprobó se le entregaran 1,000 ducados al mayor
domo de Santa Bárbara, para su reparación (30).
En 1600 existían dos catedrales en la isla, una en Santo
Domingo y otra en La Vega. Al presentar un aspecto tan
deplorable la primera, el arzobispo solicitó al monarca el re
galo de "200 esclavos libres de derechos (impuestos), para ven
derlos y comprar ornamentos" con los cuales embellecer el altar
(31). El 8 de octubre de 1600, el arzobispo Dávila Padilla expre
só al rey: la capital de la colonia era un pueblo tan pobre que
no aparecían ni libros para cantar la misa en su catedral, y por
25. Cipriano dé Utrera; "Noticias Históricas de Santo Domingo". Vol. I, pág. 340.
26. Ibídem, págs. 165 y 333.
27. Ibídem, pág. 48.
28. Ibídem, págs. 29 y 33.
29. J. Marino Incháustegui: "Reales Cédulas y Correspondencia de Gobernadores
de SantoDomingo", t. III, págs. 781-82; parénteás, F. P. P.
30. C. de Utrera; "Noticias..vol. I, págs. 334-5., vol. II, pág. 165.
31. Fradique Lizardo; "Cultura Africana en Santo Domingo", pág. 51; paiénteás
F. P. P.
136
eso "se canta lo mas de memoria que no puede yr muy biencon-
certado y es lastima beresto en una metrópoli primada de las
Indias". El prelado termina su misiva proponiendo la supre
sión del arzobispado de la isla con estas palabras: "Por descar
go demi conziencia digo que si esta pobreza no se rremedia con-
biene que aqui no aya arzobpo. Sino qe (que) basta un cura",
pues no se puede mantener un arzobispo dentro de un estado
general de pobreza (32). El año siguiente, 1601, Dávila Padilla
se inclinó en proponer la eliminación de la catedral de La Vega.
En carta del 31 de julio dice que por la miseria imperante en la
región del cibao el título de ciudad le queda grande a La Vega;
y a seguidas agrega: "ay una yglesia en esta ysla que llaman ca
tedral de la vega", pero debido a "la pobreza de ambas yglesias
(se refiere a las catedrales de La Vega y Santo Domingo)", es
preferible que se elimine el título de catedral a la vegana, pues
"es grande yndecencia que persevere con (dicho título)" (33).
Entre 1609 y 1613 la referida catedral fue desmantelada, y sus
libros y ornamentos fueron trasladados a la de Santo Domingo
(34).
En los primeros meses del siglo XVn, aparte de generalizar
se la pobreza, se desató un vigoroso proceso inflacionario en los
artículos de consumo de primera necesidad. En el último año de
la centuria anterior, el deán de la catedral de Santo Domingo
confirmaba, en carta al rey, que la mayoría de las fincas ganade
ras se habían convertido en montes, y por eso "el sustento de
la tierra, que es vaca cazave (está) muy caro", además de que
está "subido de punto la ropa de Castilla y la que viene de otras
partes" (35). El 8 de octubre de 1600, el arzobispo Dávila Pa
dilla decía, mediante carta al monarca, algo parecido: "Señor.
En esta isla hay dos cosas muy dignas de remedio. . . La pobreza
32. Colección Lugo: B. A. G. N., núm. 36-37, págs. 374-75; paréntesis F. P. ?.:
C. de Utrera: "El Concilio Dominicano de 1622", pág. 4; Néstor Contín Aybai:
"Historia de la Literatura Dominicana", 1.1, pág. 132.
33. A. Lugo: Op. cit, pág. 379; paréntesis F. P. P.
34. F. de Nolasco: Op. cit., pág. 308.
35. C. de Utrera; "El Concilio. . pág. 4; Antonio Valle Llano; "La Compañía
de Jesús en Santo Domingo Durante el Período Hispánico", pág. 132; parénte
sis F.P. P.
137
de la tierra (y un). . . excesivo precio de las cosas de Castilla"
(36).
En 1602, el recién nombrado gobernador, Antonio Osorio,
manifestó al Consejo Real que, para ir a ocupar su cargo en San
to Domingo, necesitaba la concesión del privilegio de llevar con
sigo suficiente mercancías, sin pagar los debidos impuestos,
pues, según tenía entendido, en la ''ysla balen las cossas que lle
van destos reinos a muy subidos precios" (37). Por cédula del
23 de mayo, el rey ordenó se permitiera a Osorio embarcar
anualmente, "2,000 ducados en cosas libres de derechos (o im
puestos)" (38).
Por comprender la difícil situación que atravesaba la mayo
ría de la gente, y tratando de disminuir la inflación, el rey deter
minó; a partir de mayo de 1600 se prorrogaría, por cinco afíos
más, la orden de no pagar en la isla el impuesto de alcabala;
además, el impuesto conocido como almojarifazgo del quince
por ciento, quedaba reducido a un siete por ciento (39).
Desde antes de finalizar el siglo XVI, muchos personajes im
portantes de la sociedad dominicana analizaron supuestas causas
relacionadas con la crisis económica presente en la Española y,
al mismo tiempo, elaboraron proyectos con la esperanza de salir
de la pobreza. Baltazar López de Castro, dominicano de naci
miento, como era de opinión que el deterioro económico se de
bía al contrabando, propuso una acción para eliminar el negocio
ilegal.
La propuesta de López de Castro que se encuentra en el se
gundo de dos memoriales, fue escrita en el año 1598; según éste,
el contrabando era posible erradicarlo con la destrucción de
todos los pueblos existentes en la banda noroeste de la isla,
como Puerto Plata, Montecristi, Bayajá y Yaguana. Estas son las
palabras del memorialista: "Estos. . . lugares que están en la
banda del Norte, siendo V. M. (vuestra Majestad) servido, se han
139
El 6 de noviembre de 1600, el capitán Bartolomé Hernán
dez Frías, vecino de Puerto Plata, opinó en presencia del alcalde
Diego Villafañe y el escribano Juan Dalba, respecto a cuál para
él era la solución a la crisis: La ciudad debía ser fortificada, para
que la gente se pusiera a trabajar la tierra y la ganadería, al sen
tirse militarmente segura; de ese modo *'todos los años sadrían"
legalmente hacia España *'diez o doce mili queros", quedando
eliminado el contrabando "con flamencos, franceses, yngle-
ses" (42), Al otro día, 7 de noviembre, el señor Martín López
de la Carraga expresó ante los mismos dos funcionarios públi
cos, que estaba de acuerdo con la propuesta del capitán Hernán
dez; la fortificación, pues, según sü parecer, "se podían cargar
diez o doce mil quexos cada año para España y gengibre y otras
mercaderías de azúcar de dos yngenios que están el tennino de
esta villa" (43).
En carta del 8 de octubre de 1600, el arzobispo de Santo
Domingo dice al rey que a la pobreza en la isla le ve dos sali
das. Primero, que se le entregen a cada ingenio 500 negros, y
así los que "muelen cien arrobas" de azúcar, aumentarían
su producción a mil, y de esa manera se elevarían "las rentas
de la corona (y se) compensaría el costo de los esclavos, y algo
más" (44). Segundo, en razón de que los cueros, en su mayo
ría, salían de contrabando, y el jengibre se dañaba "en las
bodegas de los barcos en. . . Sevilla. . ,. el porvenir de la isla
estriba en las minas de oro" (45).
Atendiendo la segunda sugerencia del arzobispo, el rey,
por cédula del 30 de mayo de 1602, ordenó al virrey de Mé
xico, conde de Monterrey, el envío de "algunos mineros que
quieran yr ala Ysla española", pues, según el monarca, en San
to Domingo se "han descubierto minas de Plata" (46). El 30 de
agosto de 1603, el rey dio licencia al gobernador Antonio Oso-
140
rio "para beneficiarpor su quenta una de las minas que aUi se an
descubierto por agora" (47).
En 1601, el arzobispo Agustín Dávila Padilla volvió a referir
se al tema de la crisis de la economía y al contrabando, pero en
esta ocasión con "una visión democrática de la economía" (48).
El padre Dávila envió una carta al rey con fecha 20 de no
viembre de 1601, en la que expresaba que era un desatino pre
tender seguir el mantenimiento del monopolio del puerto de la
ciudad capital y realizar el comercio con España sólo por esa
vía. Comentando la visión del sacerdote, decía Peña Batlle: "To
davía hoy (años 1950—1951), con la facilidad de la carretera y
del ferrocarril a nadie se le ocurriría pensar que el comercio
de. . . Puerto Plata, Montecristi y otros puertos. . . del norte
dominicano, pudiera hacerse por el único puerto del Ozama.
Esto sería, simplemente, una monstruosidad comercia! y econó
mica" (49).
En la misiva, Dávila presenta dos planteamientos para reme
diar o eliminar el contrabando y la crisis de la economía. En
primer lugar, se debía permitir "que vengan de Sevilla na
vios de derecha descarga para la banda del norte, surgiendo en
Puerto de Plata o Bayaba, los quales, carguen alli de frutos y
queros de los vecinos de aquella banda" (50). Decía el autor de
la carta que hacía esa primera propuesta, porque si un habitan
te del norte decidía traer sus frutos y cueros a la capital, "la
trayda (o viaje por selvas y montañas)" le saldría "altres doble
délo que. . . valen" los frutos y cueros (51).
En segundo lugar, el arzobispo propone el remedio siguien
te: La declaración de todos los puertos del norte de la isla co
mo zonas abiertas al tráfico internacional. La idea de Dávila,
en sus propias palabras, decía así; "El segundo remedio es con
ceder V. M. (Vuestra Majestad) a los puertos de aquella banda
(del norte de la Española) el COMERCIO LIBRE, como lo tie-
141
nen en San Lucas y en canarias las naciones extranjeras" (52).
Respecto al destino que se le dio a la carta, don Emiliano Teje
ra opinó que "El sabio parecer del arzobispo de Santo Domingo
se lo llevó el viento. Si hubiera sido atendido, como lo merecía,
Santo Domingo se habría salvado económicamente; i si se hubie
ra concedido el comercio libre a toda la isla i al resto de la
América, el mundo de Colón se habría engrandecido".
Para el año 1602, los grupos sociales mas influyentes en la
ciudad de Puerto Plata seguían con el criterio de que la vía
más segura para el pueblo dominicano (y, por supuesto, Puer
to Plata) salir de la crisis económica, era el endeudamiento
externo. En los meses de enero y febrero, el padre Hernando
de San Pedro Martri y los señores Alonso Méndez Barga, Am
brosio Rodríguez, Simón del Río y Baltasar Deviera se presen
taron en varias sesiones del cabildo puertoplateño, para presen
tar un plan económico que, según su parecer, sacaría a la ciu
dad de la miseria. Todos opinaron que la solución a la crisis era
reactivar la industria azucarera y, por consiguiente, la corona
debía prestar a cada uno de los dosdueñosde ingenios, que esta
ban en funcionamiento, 10,000 ducados, o sea, 13,750 pesos.
Asimismo, se debía prestar la misma suma, a un plazo de diez
años, a quienes estuvieran dispuestos a reedificar los tres inge
nios que habían desaparecido en esa región (53).
En un memorial del cabildo de la capital, enviado al monar
ca en 1604, se dice que el gran comercio realizado en la isla es
el contrabando, y el sistema de pago, en las transacciones tan
to legales como clandestinas, era el trueque. En el documento
se enuncia el siguiente proyecto, para, supuestamente, aumen
tar las recaudaciones fiscales y sanear la economía: la elimina
ción del monopolio del puerto de la ciudad de Santo Domingo
y el de Sevilla. AI mismo tiempo, que se dé "Licencia para co
merciar con toda España (y). . . que vengan a la isla, a los puer
tos más acomodados de ella, navios de sus reinos. . . cargados de
mercaderías y vestimentos (para trocarlos por). . . los frutos (y)
52. Tejera: Gobernadores de la Isla de Santo Domingo. Siglos XVI—
XVII . 369, C. de Utrera; "Univerádades de Santiago de la Paz y de Santo
Tomás de Aquino..pág. 83;paréntesis y mayúsculas F. P. P.
53. E. Rodríguez Demorizi: "Nueva Fundación.. pág. 409-413.
142
. . . haciendas (de los vecinos, pues) no hay otro GENERO DE
PAGA en la isla" (54).
De todas las recomendaciones al Consejo Real y al rey, para
mejorar la situación material de los pobladores de la isla, se eli
gió la del señor Baltasar López de Castro. En el año 1603, el
rey hizo redactar varias cédulas, mediante las cuales se ordenaba
la destrucción de los pueblos situados al noroeste de Santo Do
mingo (55). Estos reales decretos llegaron a la ciudad capital
en agosto de 1604, y entre 1605 y 1606 el gobernador Antonio
Osorio procedió a ejecutar las devastaciones: se destruyeron las
ciudades de Montecristi, Puerto Plata, Yaguana, Bayajá y San
Juan de la Maguana. Con los habitantes de los dos primeros pue
blos se fundó, muy cerca de la capital, la ciudad de Monteplata,
y con los pertenecientes al tercero y al cuarto, la ciudad de Ba-
yaguana (56).
De acuerdo con varias fuentes de la época, en los años se
senta del siglo XVI, había en la isla más de 30 ingenios (57). El
deán de la catedral de Santo Domingo, sin embargo, en carta al
rey del 10 de octubre de 1600, asegura que en los años finales
del referido siglo la cifra de ingenios se elevó por encima de se
senta; pero, para la época en que escribe, la mayoría de estas
fábricas se han "deshecho", y por eso "han venido los diezmos
(de la iglesia) en tanta disminución" (58).
La información del déan, parece confirmarse con la decla
ración ofrecida por el señor Antonio de Villafafle Quirós, en
memorial del 6 de noviembre de 1600, al decir que sólo en
Puerto Plata hubo "diez ingenios de azúcar". La información
del alcalde Villafañe, sin embargo, es cuestionada en la declara
ción ofrecida por el anciano Alonso Méndez de Bargas. El 4
de enero de 1603 Méndez testimonió, ante una comisión del
cabildo, lo que sigue: Había residido en Puerto Plata durante
cuarenta años, y en todo ese tiempo sólo vio funcionar "cinco
143
ingenios de moler caña de azúcar"; tres desaparecieron y los dos
restantes se redujeron a ser trapiches movidos por caballos, pro
duciendo anualmente de ''quince o veinte mili arrobas de azú
car blanco", por lo que imperaba la pobreza en la ciudad (59).
Al iniciarse el año 1605 quedaban funcionando en toda la
isla, diecisiete ingenios, y en 1606 la cifra se redujo a doce, pues
Osorio destruyó cinco, durante el proceso de devastación. Las
cinco fábricas demolidas habían estado ubicadas en Puerto Pla
ta, Yaguana y San Juan de la Maguana (60); una de ellas, el in
genio San Pedro, instalado en la Yaguana (61), estaba valorado
en una alta suma de dinero. El cabildo del lugar, en memorial
de octubre de 1604, asegura que "El yngenio de esta ciudad.. .
vale más de cinquenta mil ducados sin los negros", o sea, más
de 69,000 pesos (62). Los negros aludidos, eran unos 1,500
(63).
Esta es la lista de los doce ingenios existentes en 1606, con
sus respectivos dueños y lugares de ubicación (64).
DUEÑOS LUGARES
59. E. Rodríguez Demorizt Op. cit, págs. 393, 397, 410,411 y 413.
60. R. Cassá: Op. cit, 1.1. pág. 95; F. Peña Pérez: Op. clt, pág. 170.
61. E. Rodríguez Demorizi: "Relaciones..voL 11, pág. 320.
62. CoL Lugo: B. A. G. N., núm. 36-37, pág. 366; A. Lugo; Op. cit., pág. 143.
63. C. Esteban E)eive: Op. cit., L I, pág. III.
64. Emiliano Tejera: "Documentos Antiguos", revista La Cuna de América, núm.
34—35; F. Peña Pérez: Op. cit., pág. 170.
144
En 1599, el contador Diego de Ibarra declaró: Por la no lle
gada de barcos españoles al puerto de Santo Domingo, los "fru
tos de la tierra" dominicana se pudren y, al mismo tiempo, es
difícil encontrar mercadería importadas desde Europa (65).
A pesar de decir los miembros del cabildo de Santo Domingo,
en memorial fechado el 25 de agosto de 1604, que a la isla,
desde España, "sólo viene un Navio o dos quando mas en el año
y aun en algunos ninguno" (66), durante la administración del
gobernador Osorio (1603 —1608), el comercio legal de exporta
ción-importación mejoró (67).
En relación del año 1606, Baltasar López de Castro cuenta
al rey que, finalizada la labor de destrucción de los pueblos de
la banda noroeste de la isla, "en dos meses, poco más o menos,
entraron en (el puerto del Ozama) de diferentes partes, más de
veinte navios cargados de moneda, negros, vinos y otras cosas"
(68).
Por su parte, el gobernador Osorio, en fecha dos de enero de
1608, rindió un informe escrito al rey, en el que asegura que,
durante su gestión de gobierno, el promedio anual de barcos,
que salieron cargados de mercancías desde la capital hacia Espa
ña, fue de once. Esta es la estadística de las naves que partieron
desde Santo Domingo hacia Sevilla, entre 1603 y 1607 (69):
145
isla. Según el gobernador, éstas fueron las exportaciones legales
registradas hacia España (70):
146
no producía al año ni siquiera 1,500 ducados (unos 2,062 pe
sos). Por eso, terminaba diciendo el sacerdote que prefería per
manecer fuera de Santo Domingo, en su ''plaza de inquisidor"
(72).
Ante la negativa del inquisidor, el rey nombró al dominico
Domingo Valderrama Centeno como cabeza de la iglesia isleña.
Valderrama aceptó el cargo, pero al sentir los rigores de la cri
sis económica en Santo Domingo, se las ingenió para que en
1606 el gobierno español le prestara 1,375 pesos (73). Después
de recibir el dinero, y al empezar el año 1607, el arzobispo re
nunció a su silla. De inmediato la corona escogió como susti
tuto a Fray Diego Bravo, pero, al igual que Alonso de Peralta,
no aceptó el nombramiento argumentando que la Española era
una isla de pobres (74).
La pobreza existente en el seno de la iglesia es confirmada
por el padre Tomás de Blánez en carta al rey, fechada en Santo
Domingo el 13 de octubre de 1606. Decía el sacerdote: "Lo
que mas me a afligido el alma es un monasterio de ochenta
monjas que ay fundado enesta provia (provincia) y ciudad lla
mado Regina Angelorum que por su extrema pobreza y necesi
dad" han relajado la moral y las reglas del convento. Por ejem
plo, continúa explicando el sacerdote, desde fuera los familiares
de las religiosas envían "el vestido y calzado y aun la comida
alas que no tienen caudal alguno qe (que) no son pocas"; "a las
enfermas no se les da medico ni botica ni comida mas de un
muy poco de vaca"; las monjas usan criadas mulatas y negras es
clavas, dejándolas salir por la ciudad "de día a ganarles dinero
(en la prostitución), y de noche, vuelven y duermen en el con
vento"; por eso, según el testigo, no es raro ver "criadas preña
das y criarse los hijos dentro del monasterio".
Al final, el padre Blánez manifiesta lo que sigue: Si la coro
na no está dispuesta a eliminar la "extrema necesidad (de las
147
religiosas, con una) gran limosna, (lo mejor sería) se lleve más
de la mitad de estas monjas a Espafla*' (75).
La limosna sugerida se hizo realidad; en octubre de 1607,
el rey y el Consejo Real acordaron otorgar a las monjas un re
galo de 2,750 pesos; además, se determinó conceder una limos
na a los padres dominicos de 687 pesos anuales, en un perío
do de tres.
Las despoblaciones en el litoral noroeste contribuyeron, en
cierto sentido, a acentuar la pobreza ya existente, pues por ellas
se produjo una importante fuga de capitales. Muchos individuos
que sacaban pingües beneficios en el comercio contrabandista,
decidieron emigrar a lugares donde el contrabando tenía gran
auge, como era el caso de Cuba (76).
Antes de finalizar 1606, la corona decidió ordenar algo que,
también, contribuyó a debilitar la ya de por sí anémica econo
mía dominicana. En los primeros años del siglo XVII, el cibao
se había convertido en una importante zona de cultivo de ta
baco, pero casi todo salía de contrabando por los puertos de la
banda del Norte (77). Por cédula del 26 de agosto de 1606, el
rey se refiere al tema en estos términos: "Presidente y oidores
de mi real audiencia de la ysla española. . . se a entendido que
a dibersas partes y puertos de esas yslas de barlovento (Cuba,
Puerto Rico, Margarita, Nueva Andalucía y Cumaná) acuden
de ordinario muchos navios de rebeldes olandeses yngleses y
franceses a rescatar (hacer contrabando) tavabo de que ay
grande abundancia por ser la principal grangeria que los natu
rales tienen. . . siendo muy estimado y buscado de las dichas na
ciones sin que aya sido posible que mis gobernadores pongan re
medio en ello" (78).
El monarca terminó la correspondencia con esta contun
dente orden: "me a parecido conveniente proybir el sembrar
75. C de Utrera: "Sor Leonor. . pág. 142; C. deUtrera: "Noticias..vol. III,
págs. 9 y 11; CoL Lugo: B. A. G. N., núm. 23,págs. 313—14; Flérica de Nolas-
co: "Vibraciones..págs. 405-6: paréntesisF. P. P.
76. José Gabriel García: Compendio de la Historia de Santo Domingo", t. I, pág.
142.
77. Antonio Sánchez Valverde: "Ideadel Valor delaIsla Española", pág. 65.
78. J. Marino Incháustegui: "Reales Cédulas. . t. 111, pág. 836; "Doc. A. G. I.-
A. G. S. 1601-1610";paténtesisF. P, p.
148
tavaco en las dichas yslas por tiempo de diez años (y así los ve
cinos de Santo Domingo se dedicarán más a la minería y al cul
tivo do) otras grangerias (de) beneficio para ellos y mis rentas y
derechos reales". Al gobernador y oidores les señala: "os en
cargo que tengáis muy particular cuydado y bigilancia en saver
como se cumple mi mandato y hazer que se guarde y cumpla
ynviolablemente" (79).
Antes de tenninar el año, el cabildo de la ciudad de Santo
Domingo comunicó al rey que la orden de no sembrar tabaco
era un contrasentido económico. También los miembros del ca
bildo de la catedral manifestaron que la referida prohibición
haría mucho daño a la Real Hacienda y a la mayoría de los ve
cinos, pues estos últimos dependían en gran manera de la siem
bra del tabaco para su "sustento y conservación"; veían ilógica
la orden real, al considerar al tabaco de la isla muy "floxo y de
menos fuerza (de peor calidad)" en relación al que se sembraba
en "tierra firme y otras partes (por lo que ningún extranjero)
lo apetece ni lo busca", y por eso toda la producción de la isla
iba sólo a España (80).
Preocupado por las correspondencias de los cabildos, el
rey, mediante cédula del 2 de agosto de 1608, dijo al gober
nador Diego Gómez de Sandoval que le comunicara si la prohi
bición perjudicaba la Real Hacienda, para entonces la corona de
terminar "lo que mas convenga" (81). El gobernador envió su
respuesta por escrito, el 12 de mayo de 1609: Se debía jevo-
car la prohibición pues, según él, en la isla no había asomo de
contrabando después de las devastaciones realizadas por Oso-
rio (82).
En el período 1606—1608, otros renglones económicos en
traron en fase de deterioro. Por cédula del 20 de septiembre
de 1607, el rey solicitó al arzobispo de Santo Domingo, tratara
de estimular a los vecinos poseedores aún de alguna fortuna para
79. Ibrdem, pág. 837; Col. Lugo: B. A. G. N., núm. 17, pág. 238; paréntesis F. P. P.
80. C. de Utrera: "Noticias Históricas..vol. II, pág. 50; vol. V, págs. 150-51; pa
réntesis F. P. P.
81. J. Marino Incháustegui: "Reales Cédulas. . Lili, págs. 910—11; "Doc. A. G.
I. -A. G.S. 1601-1610".
82. A. Sánchez Valverde: Op. cit., pág. 65; J. Bosch: "Composición..pág. 66.
149
que se dedicaran a "explotar minas de oro y plata". El monarca
terminaba su correspondencia diciendo: Si se desea el progreso
y sacar "adelante" la colonia, los vecinos acomodados deben
abandonar los huertos y encausar sus dineros en la producción
de metales, logrando mayor "aprovechamiento para ellos" (83).
En 1608 varias personas describieron un panorama sombrío
sobre la economía minera de la isla. En agosto, el sacerdote
Alonso de Hurretay el capitán Rodrigo de los Olivos explicaron
ante los miembros de la Real Audiencia "Que al presente en esta
ysla no se labra mina de oro ni plata", pues en tiempo del gober
nador Osorio un señor intentó labrar una de oro, pero la dejó
abandonada (84). En cambio, el licenciado Lorenzo Bemaldez
de Lorca declaró, en la misma reunión, que una mina de plata
situada entre La Vega y Jarabacoa (había sido de su propiedad)
estaba en producción, pero sus dueños pensaban abandonarla al
ser más altas "las costas que el provecho" (85).
A principios del año 1606, el gobernador Antonio Osorio,
interesado en impulsar la minería, pero sobretodo el cultivo de
añil, solicitó al rey el envío de mil negros para "darlos fiados
por algunos años", a quienes estuvieran interesados en hacer
producir las minas y las estancias de plantas colorantes (86). En
la reunión, convocada en agosto de 1608 por la Real Audiencia,
varios individuos, aparte de aportar datos de la minería, ofrecie
ron informaciones sobre el añil.
Según el parecer del licenciado Lorenzo Bemaldez, "la gran-
xeria del añil en esta ysla (para 1608) es de muy poquito pro-
(puss el producido) naze. . . sin sembrarse. . . la tierra
(debido a la escazes de negros, que) questan a doscientos duca-
pesos) y ay pocos (vecinos) que los puedan com
prar (87). El sacerdote Pedro de Bardecí Mella opinó: En la is
la la granxeria del añil. . . no es de ningún provecho", aunque
la situación no se debía a la escasez de negros, pues se empezó
a sembrar la planta en una finca del rey, "teniendo negros suyos
83. J. Marino Incháustegui: "Reales Cédulas. . t . 111 Dáe 843- "Doc. A. G. I.-
A. G. S. 1601—1610"; paréntesis F. P. P. ' * '
84. IbCdem, págs. 894—95.
85. Ibrdem, págs. 892, 898 y 900.
86. Ibídem, pág. 833.
87. Ibí'dem., pág. 892; paréntesis F. P. P.
150
en el dicho" proyecto agrícola, y se abandonó "por el pocho
provecho y mucho gasto" (88). El señor Pedro Serrano Caste
llanos, en cambio, veía otras razones en la ruina del cultivo.
Dijo ante el gobernador: "esa granxeria no es para esta ysla sino
donde ay indios que son los que la labran, (aparte de que) los
tiempos aqui no son ziertos, (o sea, las temporadas climáticas
no son estables, para sembrar con cierta seguridad)" (89).
La ganadería experimentó descenso, también, tras las devas
taciones. En el período 1600—1605 había mucho más ganado
vacuno y caballar en el Oeste de la isla, pues era la gran zona del
contrabando. En el memorial firmado por Bartolomé Capero y
Gaspar de Xuara en 1608, se asegura que en los cuatro pueblos
destruidos por Osorio, entre 1605 y 1606, había unos 120 hatos
con más de 110,000 vacas mansas, y más de 14,000 caballos
(90). Es prudente aclarar que en los montes del Oeste, en esa
época, pastaba una cantidad inmensamente superior de anima
les salvajes o cimarrones.
En 1607, al no existir pueblo alguno en la banda noroeste,
el gobernador Osorio ordenó realizar un censo, para determinar
cuántas vacas había en la parte habitada de la isla, es decir, el
Este. El censo arrojó la cifra de "ochenta y seis mili y quatro-
cientas (86.400) rreses bacunas mansas de rrodeo". En el Este,
a un año de la destrucción de los pueblos, había menos anima
les, pues de las más de 110,000 vacas mansas existentes en la
banda noroeste, sólo fueron sacadas unas ocho mil, y como fue
ron perdiéndose y muriéndose en el trayecto una gran cantidad,
llegaron en pie a los alrededores de la capital unas dos mil
(91).
El regidor Rodrigo de los Olivos, el 7 de agosto de 1608,
declaró ante la Real Audiencia: "y ansi mesmo están cassi aca-
vados y destruyóos las crianzas de cavallos y yeguas mansos que
son el avio y servicio de todas las haziendas. . . y es cosa averi
guada que de tres años a esta parte faltan en la manera suso
dicha más de diez mili cavallos de milla e requa" (92). Lo mis-
151
mo aseguró el sacerdote De Bardecí Mella (93) y el memorial
de Cepero y Xuara (94).
Para 1608, pues, se presentó en la ciudad de Santo Domingo
una situación no vista desde el primer tercio del siglo XVI: la
carne de vaca empezó a ser escasa respecto al monto de la pobla
ción. En ese sentido existen diversos testimonios. En agosto de
1608, el señor Pedro Serrano Castellanos dijo que por dejarse
abandonada en la zona despoblada la mayoría de los animales,
"en las carnizerías (de la ciudad de Santo Domingo hubo que
recurrir a salar la carne) cosa que jamás se pensó ( (ocurriría)
en esta ysla (pues antes la carne era tanta que se echaba) a los
perros, (y ahora, hasta la misma carne salada es difícil de con
seguir)'* (95), Al final de su declaración, el señor Serrano agre
gó: Por la escasez de carne de vaca, de oveja y "aves caseras (co
mo la gallina, todo se obtiene) por doblado precio de lo que
solia valer'* (96).
El licenciado Lorenzo Bernaldez de Lorca informó, en la
misma fecha, lo que sigue: El ganado ha sufrido tan gran dismi
nución, que "la mitad del año no se a pesado carne faltando (en
la capital de la colonia) aun en las pascuas y fiestas mas princi
pales de el año de que a resultado la ambre y pestilenzia que a
abido en esta ziudad. . . Y en quanto a el ganado obexuno lo
que abia antes de la mudanza (las devastaciones) se a muerto y
menoscabado tanto que de ninguna manera se a pessado carne
m ay aun para los pobres de los ospitales de que a suzedido
grandes daños. . . porque los ospitales de aqui no tienen renta
para poder sustentar los pobres con gallinas o pollos" (97).
El padre Pedro de Bardecí Mella, en su comparencia ante la
eal Audiencia, avaló la declaración del licenciado Bernaldez
con estas palabras: "la mitad del año no se pessa carne y los días
que se pessa no es con la abundancia que de antes (y) faltando
la carne de baca falta de todo punto de mantenimiento porque
las demás carnes de carnero y puerco y abes. . . se comen como
152
regalo muy pocas vezes y esto la GENTE RICA y que tienen
algún caudal" (98).
Los miembros del cabildo de Santo Domingo tenían su ver
sión de la repentina escasez de ganado; para éstos, la merma del
ganado se debía, en gran medida, a la llegada de más de tres mil
personas a los alrededores de la capital, desde los pueblos des
truidos en 1605 y 1606. Según los regidores, los "mas de tres
mil comedores" recorrían todas las fincas del alrededor para ma
tar y robar las vacas, los caballos, los carneros y las aves (99).
Ante la escasez, el gobernador Diego Gómez de Sandoval
decretó algunas medidas que debían ser cumplidas por la po
blación: Todo dueño de hato, en lo adelante, debía tener una
"quadrilla de perros (amaestrados) que cada día salgan a correr
(o sea, a perseguir los perros salvajes o) cimarrones (por los)
notables daños en el ganado" que estos últimos producen; y el
dueño de hato que no cumpla con la orden podría ser condena
do a cien ducados o "doscientos azotes" (100). Se ordenó, ade
más, no vendercarne "los sábados en mucho tiempo" (101).
El 17 de septiembre de 1608, el gobernador hizo público un
decreto mediante el cual se ordenó, que "de oy en adelante en
esta. . . ysla ninguna persona de qualquier estado e calidad sea
osado de matar ni conseguir que se maten rezes bacunas
ni terneras aunque sean machos so pena a el dueño de hato que
las matare. . . de cinquenta ducados. . . por cada una res o terne
ra (y) a los mayorales o baqueros. . . que las mataren. . . y al
rromanero del matadero si consintiere que se maten en el se le
pone de pena doscientos azotes y quatro años de (trabajo for
zado) de galeras (y) privación de sus oficios e mas cinquenta
mili maravedis (a los) alguaziles e otros ministros de justicia
que sepan de alguna matanza y no la denuncien (102).
El gobernador Diego Gómez de Sandoval, al llegar a la isla
en 1608, ordenó realizar un censo de todas las reses y cerdos
155
nuquera, pues surgió el predominio de la pequeña estancia, pro
duciéndose especialmente jengibre.
En 1606 sólo había 196 hatos (116), que utilizaban 550
esclavos (117). Las estancias eran 430, de las cuales 102 se
dedicaban exclusivamente a producir jengibre; el resto, 328,
producían conjuntamente jengibre y otros frutos, como maíz y
yuca (118). La totalidad de estos conucos usaba la fuerza la
boral de 6,742 esclavos (119). En cuanto a los terrenos comu
neros, se utilizaban antes de las despoblaciones. Terrenos de
propiedad colectiva eran los montes donde pastaba el ganado
salvaje. Se puede afirmar que había más terrenos colectivos an
tes de 1606, pues al terminar Antonio Osorio su obra de exter
minio de pueblos, y haber trazado una frontera desde Santiago
hasta Azua, más de la mitad del territorio de la isla quedó clau
surado para los habitantes de Santo Domingo.
156
CAPITULO XI
1. Carlos Esteban Deive: "La Esclavitud del Negro en Santo Domingo 1492-
1844", 11, pág. 119.
2. J. Marino Incháustegui: "Doc. A. G. I.— A. G. S. 1610—1615"; "Reales Cé
dulas y Correspondencia de Gobernadores de Santo Domingo", t. IV, pág.
• 1058.
157
pesos) para que pueda irse (de España) a S Domingo" (3). No
sólo la catedral estaba inmersa en dificultades materiales; la cri
sis era una realidad en todos los conventos. Cuenta Fray Juan
de Vivanzo, en documento de esos días, que las 80 monjas del
convento de Santa Clara, en el año 1614, estaban padeciendo
hambre y necesidades, pues eran "muy cortas las limosnas" (4).
En marzo de 1614 el rey, consciente de la ruina manifiesta
en la orden de los padres dominicos, otorgó una merced de
"500 ducados (687.5 pesos) en cada uno de los tres años veni
deros. . . para los reparos del convento e iglesia" (5). Al año
siguiente, los padres franciscanos solicitaron al Consejo de
Indias una ayuda de 5,500 pesos; la merced fue aprobada a
razón de 1,000 pesos durante cada uno de los cuatro años veni
deros (6). En 1616, las monjas de Santa Clara, también, hicie
ron una solicitud de ayuda para la reparación de su convento,
por el monto de 3,437 pesos. El 4 de diciembre, el Consejo re
solvió dar la limosna, pero por la suma de 1,375 pesos (7). Se
gún el poeta y sacerdote Tirso de Molina, quien estuvo en Santo
Domingo entre 1616 y 1618, en la iglesia dominicana haci'an
falta religiosos capacitados y de buenas "letras", y era así por
que, debido a "la suma pobreza. .(los) prelados (más) impor
tantes" se iban a las zonas más ricas de América, como Perú
y México. En Santo Domingo, pues, se quedaban "sólo los (sa
cerdotes) inútiles", de acuerdo con el poeta (8).
Como se manifestó en el capítulo anterior, el jengibre vino
a ocupar la posición cimera en la economía dominicana al ini
ciarse el siglo XVII. Pero el cabildo de la ciudad capital, en
carta del 6 de febrero de 1614, informa del "descaecimiento. . .
del jengibre" en el período 1610-1614, debido, según dicha
institución, a la no llegada de barcos desde España (9). A pesar
de estar estancado el comercio de importación-exportación, y
3. Cipriano de Utrera; "Noticias Históricas de Santo Domingo", vol. I, pág. 45.
paréntesis F. P. P. '
4. Ibfdem, vol. II, pág. 240-41.
5. Ibfdem, vol. I, pág. 47; paréntesis F. P. P.
6. Ibfdem, pág. 47.
7. Ibfdem, pág. 46.
8. Antonio Valle Llano: "La Compañfa de Jesús en Santo Domingo Durante el
Período Hispánico", 137-38. Paréntesis F. P. P.
9. C.deUtrera: "Historia Militar de Santo Domingo", t. III, pág. 438.
158
como una burla a los habitantes de la parte dominicana de la
isla, el rey ordenó por cédula del 20 de febrero de 1610, que las
mercaderías llegadas de Sevilla no debían exportarse a otros
puntos de América, pues debían utilizarse "exclusivamente
para el consumo doméstico" (10).
Cada día la crisis económica aumentaba. Por eso, el cabildo
eclesiástico de la ciudad de Santo Domingo solicitó al rey, en
1610, "q. se derogue la R. O. (real orden) que prohibe sembrar
tabaco en aquella isla y que se permita a sus vecinos sembrarlo
libremente" (11). Atendiendo la sugerencia de la iglesia, el rey,
por cédula del 20 de octubre de 1614, levantó la prohibición de
cultivar tabaco, vigente desde agosto de 1606. El monarca acla
raba en su nuevo decreto, que levantaba la prohibición por ser
el tabaco "la principal grangeria" en la isla, porque la prohi
bición convirtió a "todos en muy pobres y necesitados", y los
impuestos reales habían experimentado merma.
La real cédula terminaba con esta enérgica sentencia: "he
resuelto que por agora se alze la prohibición. . . y es mivoluntad
que todo el tavaco que aya de salir y no se huviese de consumir
(en la isla) venga rregistrado y de derecha descarga a la dicha
ciudad de sevilla (y todo el que haga trato de tabaco con extran
jeros incurrirá) en pena de la vida y perdimiento de susbienes
(12). Al ser tan precarios los ingresos fiscales, porreal cédula de
ese mismo año, se ordenó trasladar 100 soldados del presidio de
Santo Domingo —que constaba con 200— a Cuba, para poder
pagarles los sueldos (13).
En el período 1614—1617, el cultivo del cacao alcanzó un
auge considerable, y la gente empezó a consumirlo mucho en
forma de chocolate (14). Muchos pensaron que este cultivo sa
caría del marasmo a la economía dominicana. Pero, sorpresiva
mente en 1618 se presentaron varias plagas y un huracán que
destruyeron casi todas las plantaciones. Al presentarse tantas
10. Gustavo A. Mejía Ricart: "Historia de Santo Domingo", vol. VI, pág. 18.
11. Colección Lugo: B. A. O. N.,núm. 38-39. pág. 72. Paréntesis; F.P.P.
12. J. Marino Incháustegui: "Doc. A. G. I.-A. G. S. 1610-1615 ; Reales Cédu
las. . t. IV, págs. 1083-85; Antonio Lluberes: "Las Rutas del Tabaco Do-
minicano", págs. 7 y 8. Paréntesis F. P. P.
13. J. Marino Incháustegui: "Reales...", t. IV,pág. 1082; "Doc..
14. M. R. Sevilla Soler "SantoDomingo Tierra de Frontera (1750-1800)", 100.
159
necesidades*', el cabildo capitaleño, mediante carta del 26 de ju
nio, solicitó al rey la creación de 100 plazas de soldados, para
darle empleo a los jóvenes de la ciudad (15).
Decía en 1619, el señor Luis Narváez Valdelomar que hacía
dos años que no iba a Santo Domingo un barco español, y que
era común no encontrar los artículos propios de la temporada
de cuaresma (16). Por esa razón, según declaración de los ofi
ciales reales de la Audiencia, comer en base a artículos impor
tados era un lujo propio de un grupo reducido de personas, pues
"los bastimentos. . . se han subido" de precio (17).
Al no llegar regularmente desde España trigo, vino, aceite, y
otras mercancías, entre 1620 y 1635 los dominicanos crearon
lo que podríamos denominar la dieta nacional, compuesta bá
sicamente por plátanos, casabe, frijoles, arroz, manteca y carne.
Las primeras cepas de plátano fueron traídas a la isla en 1516,
por Fray Tomás de Berlanga, y se sembraron en Puerto Plata
(18). En la relación escrita entre 1628 y 1629, por Antonio
Vásquez de Espinosa, se informa que para la época había aquí
gran abundancia del referido fruto (19).
Las medidas decretadas por el gobernador Diego Gómez de
Sandoval, a partir de 1608, produjeron un notable aumento de
las reses y los cerdos. El mismo gobernador, en carta del 3 de fe
brero de 1623, hace constar lo siguiente: Cuando llegué a Santo
Domingo en 1608 la colonia no estaba "abastecida y abundante
de mantenimiento. . . en espezial de ganados assi bacunos como
e cerda, (pero con mis) hordenes (se ha producido) muy gran-
e acrecentamiento (de ambos artículos, que son) el principal,
y casi total sustento desta República (y) los ay sobrados, tanto
que se pesan. . . en las carnecerias todos los días y salbados y en
la cantidad que todos y cada uno a menester". Además,
señalaba al rey: con el aumento de "la crianza. . . de ganados (se
han incrementado) los diezmos que de estos ganados perteneze
a la Santa, iglesia y los Reales Derechos que de la corambre
15. C. de Utrera: "Noticias Históricas.vol. III págs 267-68
16. Ibídem, pág. 281.
17. C. de Utrera: "H Concilio Dominicano de 1622", pág 7
18. Migud Angel Monclús; "Historia de Monte Plata", pág. 23.
19. A. Vásquez de Espinosa: "Compendio y Descripción de las Indias Occidentales"
pág. 42.
160
(es decir, cueros) pertenecen a la Real Hacienda**. Y, por últi
mo, reconocía no haber tenido éxito en la crianza de ovejos,
tan necesarios en los hospitales (20).
El alguacil mayor Francisco Ruiz y el señor Pedro Serrano
y Rengifo hicieron declaraciones, en 1622, para avalar la apre
ciación del señor gobernador. Según estos dos personajes, '*el
ganado de cerdo a ydo en crecimiento en tal manera que no solo
oy ay en esta (ciudad de Santo Domingo) el necesario para gas
tar en ella sino que por veneficio de los que lo crian se le permi
te que lo saquen (lo exporten) a otras partes. . ., como se saca
para la ciudad de Cartagena" (21). Por su parte, el ex-escribano
de la Real Audiencia, Gaspar de Azpicheta, escribió el 26 de
agosto de 1622 lo siguiente: "entiendo (que) el principal. . .
sustento desta ciudad e isla es la carne de vaca y del ganado de
cerda" (22).
En los años treinta y cuarenta todos los sectores sociales
tuvieron, en contra de su voluntad, que acostumbrarse a tener
en la mesa, todos los días, el casabe como sustituto del pan. Con
relación al tema del casabe, el padre dominico Juan Miguel, en
memorial fechado en 1632, ofrece algunos datos sobre su con
vento. Estas son sus palabras, que denotan un sentimiento de
amargura: "Las camas. . . son mantas. . . sobre una tabla. En
este convento de Santo Domingo. . . no comen pan de trigo,
centeno u otro grano, sino unas raíces que llaman yuca, como
las batatas de España. Estas rayadas en rayos, parecen aserradu
ras de palo, bastantemente húmedas se hacen al fuego unas tor
tas. . . grandes y ES NECESARIO TENER AGUA EN LA ME
SA POR EL RIESGO DE AHOGARSE CON ALGUN BOCA
DO, SEGUN ES ASPERO EL PASAR" (23).
El gobernador Alonso de Cereceda, mediante carta al mo
narca del 20 de febrero de 1635, mostrará su disgusto, por tener
que comer casabe, en forma más clara. Decía De Cereceda: Por
20. J. Maiúio incháustegui: "Doc. A. G. I.—A. G. S. 1616—1635 . Parénteás F.PP.
21. Ibídem; paréntesis F. P. P.
22. Ibídem.
23. Flérida de Nolasco: "Tirso de Molina en Santo Domingo , inserto en la revista
CIfo, núm. 33, pág. 18; "Vibraciones en el Tiempo. Días de laColonia", pág.
428. Ciriaco Landolfi: "Introducción al Estudio de la Historia de la Cultura Do
minicana", pág. 198. Mayúsculas F. P. P.
161
los pocos barcos que acuden a la isla desde tierra firme y Espa
ña, aquí "falta el vino para dezir misa y aun el pan (por falta de
harina, y para los que) NOS CRIAMOS CON EL (pan) ES SU
MA DESVENTURA" (24).
A pesar de ufanarse, muchas veces, porque su administra
ción mejoró la economía de Santo Domingo, aumentó la gana
dería, y se estaban exportando "veinte mil cueros mas de los
que se solía (vender) en otros tiempos" (25), es probable que el
gobernador Diego Gómez de Sandoval (1608—1623) mintiera
siempre al rey español; aquél murió en la Española en agosto de
1623, y el 2 de enero de! año siguiente el oidor Martínez Teno
rio decía en una carta: "Murió tan pobre (como la isla, y la he
rencia dejada no alcanzó para pagar) deudas por valor de 4,000
ducados (unos 5,500 pesos), de los cuales 2,000 correspondían
al rey" (26).
La afirmación del oidor fue ratificada en una carta del 5
de octubre de 1624; al llegar, el nuevo gobernador Diego de
Acuña escribió para el rey estas palabras: al desembarcar en la
isla "he hallado esta ciudad (de Santo Domingo) pobrísima en
todo y tanto que me ha echo gran conpación (y por todas partes
y) caminos veo mil necesidades" (27).
Dos años después la crisis económica se mantenía firme. Por
carta del 6 de septiembre de 1626, el arzobispo Pedro de Ovie
do manifestó al Consejo de Indias que llegó a tal grado el estan
camiento comercial en la isla que era común observar, cada día,
podrirse los frutos, y por eso, al arzobispo de la Primada de las
Indias debía otorgársele el título de "Padres de los pobres" (28).
El rey, en cédula del 16 de enero de 1627, dio respuesta a la in
quietud del sacerdote. Decía que el no envío de barcos a la Es
pañola se debía, en gran manera, a que "los fletes. . . de diez
años a esta parte se ha triplicado en su monto a como eran an-
29. Ibídem, vol. III, pág. 74. Manuel Moreno: "El Ingenio", págs. 116-17.
págs. 116-17.
30. G. A. Mejía Ricart: Op. cit., vol. VI, pa'g. 37. Colección Lugo: G. A. G. N.,
nún, 17, pág. 243. Paréntesis y mayúsculas F. P. P.
mayúsculas F. P. P.
31. J. Marino Incháustegui; "Doc. A. G. I. - A. G. S. 1616-
paiéntesis F. P. P.
32. Colección Lugo: Op. cit., pág. 242. G. A. Mejía Ricart!
Op. cit pág. 37. Paréntesis F. P. P.
163
barcos para enviar mercancías a España, y en una oportunidad
le dejaron en las manos "cien quintales. . . de genjibre" (33).
Como el comercio fue cayendo en los niveles más bajos, la
miseria en la población era cada día mayor. El 20 de febrero de
1626 el cabildo de la ciudad de Santo Domingo, preocupado
por la suerte de los munícipes, solicitó a la corona la elimina
ción total del pago de alcabala, pues, según su entender, "la
isla (estaba inmersa en una) pobreza general" (34). Este impues
to había sido rebajado para los dominico-españoles al dos por
ciento en 1608, por un período de 20 años. El rey Felipe IV,
mediante cédula del 30 de enero de 1628, prorrogó dicho privi
legio por ocho años más, partiendo "desde el dia que se cum
plieran los dichos veinte años, en adelante" (35).
A pesar de la prórroga, el cabildo volvió a solicitar, por carta
del 27 de octubre de 1630, la eliminación de la alcabala (36).
Ante la insistencia de los regidores, el rey intentó contentar a
los pobladores de la Española, dictando varias resoluciones: a
partir de junio de 1632, y durante un período de cuatro años,
los dominicanos podrían importar "herramientas, hierro y aze-
ro. . . para los yngenios de azúcar", sin pagar los aranceles. Asi
mismo, quedaron exonerados de impuestos las importaciones
"del bestuario para la gente" (37). Y por cédula del 23 de fe
brero de 1633 se ofreció a los dominicanos la merced, durante
seis años, de exportar mercancías "a las demás Islas (del Caribe)
y provincias de las Indias (sin pagar los) derechos de almofa-
rifazgo" (38).
Como es lógico suponer, la crisis económica se dejó sentir
en el seno de la iglesia. En los años veinte, la gente que había
sido rica observaba cómo sus roperos se quedaban vacíos, y
cómo su vanidad cada día rodaba por el suelo. Incluso las escla
vas y las mujeres que siempre fueron miserables, no se atrevían
a presentarse a una fiesta por falta de prendas y buenas ropas,
164
y la mayor parte del tiempo vivían escondidas en los montes
para no dejarse ver de los hombres cubiertas de harapos (39).
En carta al rey del 12 de febrero de 1625, el arzobispo
Pedro de Oviedo relata las penurias sufridas por él debido a la
falta de ropa en la mayoría de la población. La misiva empeza
ba así; "Quando entre en esta ciudad por arzobispo (en el año
1622) halle un abuso y era q. (que) las misas se dezian algunas
horas después de medianoche como si cada dia. . . lo fuera de
navidad, y lo ordinario era dezirlas dos horas antes del x pusculo
(crepúsculo) de la mañana cosa prohibida en los derechos". Se
gún el prelado, las misas en horas nocturnas servían de estímu
lo para cometer inmoralidades dentro de los templos pues en
'Mas misas de madrugada. . . los hombres. . ., situándose de fren
te a (las mujeres) y de espaldas al altar. . . convertían los lugares
sagrados en paraje de citas y de indecoro, al amparo de la escasa
luz".Y, agregaba el arzobispo, que al ver esta profanación "man
de luego que hasta que saliese el alva y fuese dedia no se dixese
misa. Cumplióse pero las mas de la gente desde entonzes no iva
a misa. . . diziendo las mujeres que no tenian mantos, y algunos
hombres que no tenían vestido, espere mucho tiempo para que
se vistiesen decentemente han passado muchos años y no ay en
mienda. . . la causa es mucha banidad porque si no es con
mucha seda y ostentación no quiere nadie ir a la yglesia"; por
eso, "creo que es más de la media ciudad la que no oye missa,
y de mugares no son veinte de las principales las que oyen
sermón".
En la misma carta, don Pedro de Oviedo solicitó la expedi
ción de una real cédula, en la que se contemplara una serie de
castigos para los que no asistiesen a misa de día, castigos que
pudieran abarcar desde "multa con pena pecuniaria (hasta)
castigar con destierro". Entre finales de 1622 y principios de
1623, se celebró un concilio provincial en Santo Domingo, y,
por insinuación del arzobispo, la asamblea de sacerdotes prohi-
165
bió en forma "absoluta. . . las misas de madrugada (e hizo del
tema) caso de inquisición" (40).
Las enmiendas deseadas por el arzobispo y el concilio no se
hicieron realidad, pues la precariedad económica se impuso a los
valores morales. La miseria era más que notable en los claustros
religiosos; por ejemplo, en 1638 las misas eran celebradas en la
catedral con el auxilio de una sola vela (41). Por carta de Junio
de 1640, el nuevo arzobispo ofrece constancia de estarse reali
zando los oficios religiosos en horas de ia noche. Decía Facundo
de Torres al rey: Teniendo "setenta años con muy poca salud
(me encuentro) aquí con mi pobreza y achaques. . . enseñando
la doctrina de las quaresmas todas a las ocho déla noche porque
dedia no acude nadie" (42). El padre Nouel, en su obra publi
cada en 1911, dice que la misa de madrugada se convirtió en una
práctica más común en la segunda mitad del siglo XVII, y que
dicha actividad siguió siendo "costumbre. . . hasta nuestros días
(es decir, hasta los primeros años del siglo XX)" (43).
Para 1634, el comercio doméstico en la capital de la colonia
se había casi extinguido; sólo quedaban funcionando desde
hacía mucho tiempo seis pulperías (44). En 1632, con la espe
ranza de reanimar la vida comercial de la ciudad, el rey dio
"facultad (a dieciocho individuos) de poder tener tiendas
de pulperías, (debiendo) pagar cada año a S. M. diez pesos de
plata" (45).En 1637 declaró el señor Juan Bautista Jiménez que
el negocio del ramo no era gran cosa, pues las referidas tiendas
nunca fueron instaladas (46).
En cierto modo es verdad que hubo una merma en la recau
dación fiscal, "debido a las rebajas de impuestos de exportación
166
que durante más de veinte años había otorgado la Corona para
favorecer a los vecinos de Santo Domingo*' (47), pero la razón
de peso de la disminución fue la paralización del comercio ex
portador; esto último se infiere al decir el gobernador Alonso de
Cereceda, en carta al rey del 20 de febrero de 1635, lo siguien
te: por la no llegada de barcos, esta isla está "con necesidad de
todas las cosas (de uso diario; y por la misma circunstancia no
pueden sacarse de la Española) mucha abundancia de frutos
cueros de baca xengibre azúcar y tabaco en tanto grado que
aunque carguen diez navios quedara para otros tantos" (48).
La mayoría de los productores, en los años treinta, empeza
ron a experimentar un grave inconveniente con relación al
comercio de exportación. Al venir, regularmente, pocos barcos
de España, un reducido grupo de comerciantes, muy ligado al
sector oficial, llegó a ejercer un monopolio en el negocio de en
viar mercancías fuera de la isla. Por tal razón decía el capitán
Juan de Quesada y Rivera, en 1637, que poseyendo un ingenio,
tenía dos años sin exportar azúcar y otros frutos, pues los bar
cos sólo admitían los embarques a través de un grupo monopo
lista. Por tanto, agregaba el capitán, aunque el propietario de un
negocio deseara exportar mercancías, pagando los debidos im
puestos, no lo podía hacer sino era por medio de nombres aje
nos (49).
Un grupo de vecinos, en cierta oportunidad, comunicó al
rey que el monopolio ejercido por unos cuantos comerciantes
capitaleños les peijudicaba, también, en otro sentido: la oligar
quía comercial compraba a los campesinos sus cosechas a ínfi
mos precios, y luego las revendían en el extranjero a precios más
que provechosos. Debido a esa denuncia, la corona, en la prime
ra parte de la década de los años cuarenta, ordenó a la Real Au
diencia ejecutar lo siguiente: en todo barco que salga cargado de
la isla, la mitad del espacio debe estar reservado para que "los
particulares. . . carguen sus frutos, y la otra mitad para los co
merciantes" (50).
51. Ibídem.
52. Luis Geróninio Alcocer: Rdación Sumaria del Estado Presente de la Isla Es
pañola. . pa'gs. 205—6.
53. Colección Lugo: B. A. G. N., núm. 17, pág. 246; paréntesis F. P.P.
168
al rey que si deseaba acabar con el cuadro de pobreza, era nece
sario enviar "dos navios de registro que traigan (a la banda del
norte) ropas. . . y que lleven frutos y corambres" (54). La pro
puesta se la llevó el viento y la crisis siguió en aumento. Cuen
ta el gobernador Juan Bitrían, en carta del 6 de agosto de 1643,
que por la no existencia de monedas y retraso en los sueldos,
durante los años 1640—1643 el gobierno obligaba '"alosmerca
deres. . . a que (dieran) de vestir a los soldados (para poder sa
lir de los castillos donde estaban desnudos) a hacer las guardias"
(55).
Tratando de evadir los apuros económicos del momento, el
cabildo de Santo Domingo solicitó al Consejo de Indias, en
1638, la anulación del impuesto de exportación al jengibre (56).
El rey, en fecha 14 de septiembre de 1641, prorrogó por dos
años la merced de pagar sólo el dos por ciento de impuesto de
las mercancías traídas de España a la isla (57). En el período
1640—1645 se pusieron a producir dos minas; una de cobre con
un rendimiento de "cassi a cinquenta por ciento", y la otra de
azogue (58).
La minería no pasó de ser un experimento. El comercio es
taba atravesando uno de sus peores momentos. Los miembros
de la Real Audiencia, mediante carta del 16 de enero de 1647,
decían que en la isla los frutos se dañaban "por falta de vage-
les. . . de algunos años a esta parte (pues no ha) benido en cin
co (años) mas de tres navios de rexistro, (dato fácil de confir
mar a través del) contador de la Real Hazienda" (59). Cuatro
días más adelante el señor Francisco Talagrano testimonió que
en 1641 salieron del puerto del Ozama "seis navios cargados de
frutos (para España, y fueron atrapados por los portugueses),
con que an quedado (los habitantes de la isla) en suma pobreza,
(y tienen) necesidad a causa de no aver tenido salida de sus fru-
169
tos de seis años a esta parte por falta de Vageles en que navegar-
los a esos Reynos (de España)" (60).
Como se ha visto, la política de rebajar los impuestos no
contribuyó a mgorar en nada la economía en Santo Domingo.
Sin embargo, los miembros de la Audiencia, en carta al rey del
16 de enero de 1646, reiteran su concepto de que las cosas me
jorarían dándosele de nuevo merced a los dominicanos de pagar
el dos por ciento en las exportaciones e importaciones (61). El
señor Talagrano, en misiva del 20 de enero de 1647, manifestó
al rey estar de acuerdo con la opinión de la Audiencia. Estas son
sus expresiones: una manera de salir de las necesidades y, al mis
mo tiempo, lograr que los frutos tengan salida al mercado euro
peo, es que "se cobre (de impuestos a las mercancías proceden
tes de España) tan solamente dos y medio por ciento en lugar de
los que se cobran, que son diéz por ciento de las mercadurías y
quince por ciento de los vinos" (62).
El rey vio con beneplácito la sugerencia del señor Talagrano,
y el 16 de noviembre de 1647 ordenó que se pagara en la isla
sólo el dos y medio por ciento de los aranceles correspodientes
al almojarifazgo, es decir, de las importaciones. Por consiguien
te, el cobro del siete y medio por ciento por ese concepto que
daba derogado. La merced era válida por un período de cuatro
años (63).
Entre 1645 y 1647 el rey experimentó tres fracasos con re
lación a su propósito de nombrarle arzobispo a la colonia de
Santo Domingo. A principios de 1645 se nombró cabeza de la
iglesia en la isla al padre Francisco Bugueiro de Purga, pero éste
no aceptó venir a ocupar su cargo, al estar enterado de la crisis
económica imperante en la primera colonia fundada en Améri
ca. Por la renuncia de Bugueiro, el rey nombró arzobispo al Dr.
Juan Diez de Arce. . . el 6 de abril de 1646 (y desde México,
mediante) carta de 30 de marzo de 1647, declinó". Ante esa
170
realidad, el rey optó en nombrar arzobispo al padre Valderas,
pero el "fraile de la Merced, no aceptó" el cargo (64).
En 1649 llegó a la isla una comisión de la Compañía de
Jesús, compuesta por los padres Damián de Buitrago y Andrés
de Solís. Los comisionados, debían rendir un informe a sus su
periores respecto a si convenía instalar un colegio en la ciudad
de Santo Domingo (65). Buitrago y Solís redactaron el informe
en 1650, cuyo manuscrito está depositado en el Archivo Gene
ral de los jesuítas en Roma. En el mismo se habla del aumento
de la pobreza dominicana. Por la miseria, según consta en el
referido documento, la gente seguía prefiriendo la misa noctur
na. Al respecto, los dos jesuítas describen con gran amargura el
siguiente cuadro: "El apetito de la vanidad está muy en su pun
to, porque se precian comúnmente todos de muy nobles, des
cendientes de los primeros conquistadores deste nuevo orbe.. .
(por vivir eternamente) para el ocio. . . vienen a pagar su descui
do en manos de una miserable pobreza. Las mujeres se encierran
en sus casas y no salen sino a misa muy de madrugada; y si co
mienza a ser de día. . . dejan (la misa) en el estado en que les co
ge la luz y se ban huyendo della, como pudiera un malhechor.
En esta conformidad no confiesan sino de noche, desde la ora
ción hasta las nueve o las diez, para lo qual están abiertad las
iglesias y prevenidos los confesores por parte de sus penitentas.
El color que dan a este abuso es la pobreza que anda divorciada
con el pundonor; dicen no tienen para salir conforme a su cali
dad. Razón frivola, porque dado caso que aya personas en quie
nes tenga lugar, en otras muchas sólo es pretexto (pues) por lo
menos quinientas (mujeres) tienen muy bien con que salir, y no
es posible hacerlas venir a iglesia a sermón, confesar y comulgar
de día. . . lástima es ver los templos solitarios en los días más
festivos. Sólo acuden hombres viejos y una docena de mula
tas" (66). Ocho años después, 1658, el cabildo de la catedral
daba cuenta de que el colegio y convento para los jesuítas no
73. Andrés Núñez de Torra; "Relación Sumaria. . pág. 72; F. MoyaPons: Op.
cit, pág. 203.
74. A. Valle Llano: Op. cit., pág. 326.
75. F. Moya Pons: Op. cit., pág. 203.
76. L. J. Alcocer Op. cit, pág. 204.
77. Col. Lugo: B. A. G. N., núm. 32-33, pág. 145.
78. L. J. Alcocer: Op. cit., pág. 201 y 239.
173
torio para la época "la gran baja (de producción en) el xenjibre
y cacao que eran los fructos mas considerables" (79).
Después de recibir la correspondencia del arzobispo de San
to Domingo, el rey ordenó lo siguiente: la Real Audiencia debía
mandar a labrar monedas de cobre '*para el mexor (desarrollo)
del comercio y alivio de mis Basallos y el aumento de mis reales
derechos" (80). Y por cédula del 14 de diciembre de 1655 se
estableció que durante seis años, y en cada uno, "vayan dos na
vios a la isla. . para que los vecinos se alienten" (81). Esto úl
timo era una respuesta a un documento redactado por los miem
bros del cabildo de la capital de la colonia, el 14 de marzo del
mismo año, en el que se dice que las personas de esta ciudad
"están en miserable estado (y han perdido) los pocos frutos, y
(están) faltos de que vestir (por) no averse despachado del
(puerto) de Sevilla en tres años ningún baxe!" (82).
En 1647 el rey había hecho merced a la isla Española de só
lo pagar el dos por ciento de los derechos de alcabala y almoja
rifazgo. En 1652, atendiendo una solicitud de la ciudad de San
to Domingo, el monarca prorrogó por cuatro años más el referi
do privilegio. Este es el texto de la i"''al cédula del 23 de
noviembre: "Y aora por parte de la dicha Ciudad se me a supli
cado que atendiendo a que el tiempo de la merced referida se a
cumplido y. . . la grande necesidad en que se hallan losvezinos
de aquella Ciudad y Ysla fuese servido de prorrogarles esta mer
ced por quatro años mas. . . lo he tenido por vien y por la pre
sente hago merced a la dicha Isla Española de prorrogarla por
otros quatro años mas. . . y es mi voluntad que de las merca
derías y frutos que de ella se trujeren a estos Reynos. . . no pa
gue mas de a dos por ciento de. . . Almojarifazgo y Alcavala en
la Ciudad de Sevilla de las mercaderías y frutos que se trajeren
o embiaren de la dicha Isla a estos Reynos" (83).
No conforme el cabildo con esta cédula real, solicitó a la
corte una prórroga de ocho años en el pago del dos por ciento;
79. Col. Lugo; B. A. G. N., núm. 23, pág. 335 ¡C. de Utrera: "Nuestra Señora de AI-
tagracia", pág. 63.
80. J. Marino Incháustegui; "Doc. A. G. I.—A. G. S. 1651—1660"; paréntesis F. P.P.
81. C. de Utrera: "Noticias Históricas..vol. IV, pág. 152.
82. J. Marino Incháustegui: "Doc..." ; paréntesis F. P. P.
83. Ibídem.
174
el monarca, mediante decreto del 21 de marzo de 1654, hizo
válida la prórroga, pero sólo por cuatro años a partir de la fe
cha (84). El 14 de marzo de ese año, el cabildo había solicita
do Ja exoneración total del pago de alcabala con relación al co
mercio de la isla con las colonias americanas. La solicitud fue
atendida por un período de doce años, con Ja cédula del 25 de
octubre de 1655 (85).
El poco comercio con España y la inflación contribuyeron,
en gran medida, a que se consolidara la formación de la dieta
nacional en el transcurso de los años cincuenta. En su informe
de agosto de 1650, los sacerdotes Solis y Buitrago ofrecen varia-'
dos datos al respecto. Decían que en la ciudad de Santo Do
mingo resultaba difícil vivir, pues hasta el agua de uso diario no
era fácil obtenerla. En referencia al líquido escribieron: *'No
hay fuentes dentro de la ciudad sino algibes y pozos muy pro
fundos, y no todos buenos para beber" (86). Y para demostrar
la gran inflación existente, hicieron esta relación de precios vi
gente en la capital de la colonia:
(*) Un real era igual a 17 cuartos; un cuarto valía 4 maravedís; un real, pues, equiva
lía a 68 maravedís. Un pesoera igual a 8 reales.
176
El padre Alcocer, en el año 1650, habla también del costo
de la vida y de la dieta de los dominicanos. Según su parecer, los
artículos importados, como "el lienzo y seda. . . el pan, vino, y
aceite" costaban en la isla "tres veces mas que en Castilla", y
por eso "una libra de cera" valía hasta 24 reales de plata, "el
pan ordinario es casave. El de trigo falta. .. aun para hacer hos
tias para decir missas. . todas las cosas de vestuarios que se
traen de España valen a excesivos precios por lo qual es muy
costoso el sustentarse en" Santo Domingo (87).
A seguidas el cronista apunta: Por la escasez y altos pre
cios de los artículos importados, los pobladores del este de la
isla han tenido que olvidarse del aceite, "para aprovechar la
manteca que es la que se gasta (se consume) en esta Ysla", de
bido a la abundancia de cerdos salvajes.. Y agrega Alcocer: los
dominico-españoles, para 1650, no se preocupan de cultivar la
tierra con mira a la exportación; sólo "se coge lo que basta para
los moradores" vivir, como "casave, mais, arros, habas, frixoles,
millo, batatas, yautías, maní, lerenes. . . plátanos, auyamas, ca
labazas, melones, pepinos y pastillas o zandias" (88).
Al transcurrir el tiempo, los alimentos producidos en la isla
se pusieron difíciles de conseguir para el grueso de la pobla
ción. En dos cartas enviadas al rey en agosto y noviembre de
1653, el arzobispo Francisco Pío Guadalupe y Téllez expresa:
"El miserable estado de esta ciudad (de Santo Domingo) y
ysla española" parece un "grande. . . catigo que dios embia a
esta ysla" pues hay que consumir el "estéril casabe, pan ordi
nario", además, es "hambre grande" la que soporta la gente
(89).
El hambre aludida por el arzobispo era una realidad. El doc
tor Juan Francisco Montemayor y Cuenca, en carta de junio de
1655, dice que al tomar el cargo de gobernador en 1653 avia
tanpoco bastimento que el casave se recojia. . . . los savadosde
todas las semanas" para poderse distribuir a la población los
90. J. M. Incháustegui; "Doc.. CoL Lugo: B. A. G. N., núm. 32-33, pág. 144
91. J. M. Incháustegui; "Doc..
92. J. Melgarejo Ponce de León: "memorial.. pág. 289.
93. Ibídem, pa'g. 225; paréntesis F. P. P.
94. Col. Lugo; B. A. G. N., núm. 24-25, págs. 370-73
95.
0<
Ibídem.,
TKf/laT.,
pág. 386.
-iOC
178
nez de Amileta expone al rey la pobreza imperante, al decir:
esta "tierra (es) tan pobre y necesitada continuamente délo ne-
zesario y los negocios son tan pocos o ningunos de calidad qe.
(que). . . esta Re chancilleria (Real Audiencia). . . no tiene Rela
tor ni alguacil ni otros Ministros ni aun quien lo quiera ser*'. Por
tanto, agregaba el oidor, sería conveniente quitar o mudar la
audiencia, para así no estar pagando sueldos en una isla que no
deja provecho a la corona (96).
La crisis socioeconómica por la que estaba atravesando la
isla, sería enfrentada por la corona por la vía ya acostumbrada,
la rebaja en los impuestos. Por cédula del 6 de noviembre de
1660, el rey decía al gobernador de Santo Domingo que en abril
de 1656 se concedió el privilegio a los pobladores de la isla de
sólo pagar el dos por ciento de alcabala y almojarifazgo, durante
cuatro años, y como tenía noticias de que los "vecinos se hallan
en necesidad y menoscavos de sus Haciendas", la corona prorro
gaba el referido privilegio "por otros seis años mas" (97).
A pesar de haberse rebajado los impuestos, al año siguiente,
1661, el gobernador Balboa de Megrovejo escribió al monarca
que "tengo avisado a V. Mgd. que necesita de negros esta Isla y
que por su falta perece y que su principal granjeria es cacao, que
las imposiciones (impuestos) que tiene son exorbitantísimas y
no puede sacarse útil (ganancias) de él pagándolas" (98). Los
escasos beneficios obtenidos de las exportaciones quizás no
se debían al pago de los aranceles, pues eran muy bajos, sino al
lento ritmo comercial. Decía Núñez de Torra en 1662 lo
siguiente: antes salían de aquí "16 navios (hacia) España, Is
las de Canarias, Nueva España y Cartagena (cargados de cacao,
azúcar, tabaco, jengibre, cueros, cañafístola, palo brasil, etc.,
pero hoy la isla) ha quedado muy arruinada (pues) tassada-
mente se puede aviar de carga en dos años un navio" (99).
En la relación de Núñez de Torra se da constancia de la
existencia de una enorme cantidad de ganado, al decir "es tanta
179
la muchedumbre de ganado bacuno y de cerda, alzados, y sin
dueño, caballos, muías y jumentos" (100). Como muy bien lo
señala el cronista, casi todo el ganado se había convertido en
cimarrón, pues los hatos fueron desapareciendo. De ahí que el
gobernador Pedro Carvajal y Cobos, en carta del 28 de mayo
de 1662, decía con relación al ganado: "Aún falta para susten
tarse el abasto común de la ciudad (de Santo Domingo), y
cuando de ordinario se mataban en ella cada día cuarenta va
cas, hoy no se pueden conseguir que sean veinte, y cada año irá
menos" (101).
Por la escasez del ganado de corral, la dieta de la mayoría
se fue haciendo más reducida y pobre. El mismo Núñez de
Torra explicaba por escrito, en 1662, que la comida del común
de la gente se componía básicamente de "El pan de muy poca
sustancia. . , asimismo abundancia ay para los pobres, y regalo
para todos, de una fruta llamada plátano, que sirve de pan, y
es general: porque se come verde, maduro en guisados, y en di
ferentes dulces que se hazen dallos" (102).
Ese mismo año, el arzobispo Francisco de la Cueva y Maldo-
nado se encargó de comunicarle al rey que la iglesia en la isla no
había podido evitar que la miseria imperante le tocara. En
carta del 22 de mayo decía el prelado: son "tan pobres (las igle
sias en) la tierra dentro desta isla que me han dado mucho que
hacer. . . en muchas partes (hace). . . cinco años que no (es
cuchan) misa ni (tienen) administración de sacramentos. . .
(hay) gran falta entoda la isla en enseñarles la doctrina chris-
tiana (pues). . . en los poblados no (saben). . . ni aun las oracio
nes de el Padre nuestro, y ave Mana" (103). En carta del 12 de
agosto, agregaba: "hace cinco meses qe. (que) me estoi susten
tando con cmco Rs (*) de limosna de la, misa que digo por
que. . . estoy con la miseria que Dios save" (104). Y en otra
misiva, el arzobispo decía alrey: por primera vez en mi ministe-
180
rio, tengo que "celebrar misa por estipendio**, por paga, debido
a la pobreza imperante en la isla.
A partir de la mitad del siglo XVII surgieron en la isla, co
mo una especie de castigo divino, un conjunto de epidemias, hu
racanes y terremotos, que en gran manera afectaron la ya mal
trecha economía en el este de Santo Domingo. El año más cé
lebre en ese sentido es el 1666, conocido como el año de los
"seises**.
Ese año se dejó sentir una epidemia de viruela, matando a
casi todos los negros esclavos (105), y en agosto, según carta de
la Real Audiencia, se presentó "una tormenta.. . la cual arruinó
las labranzas, derribo las mas de las casas y algunas iglesias y
mató alguna jente con que todos los vecinos quedaron en mi
serable estado" (106). El capitán Manuel González Pallano, en
carta de la época, decía que en el 1666 se diseminó en el terri
torio dominico-español de la isla un "influjo**, secando casi
todas "las arboledas de cacao. . . el principal ingreso de que se
componía el comercio'*. La plaga, al decir de González, "duró
siete años", dejando en la ruina a la mayor parte de los "ha
cendados**, como le sucedió a él (107). Por cédula de diciem
bre de 1665, el monarca solicitó a los vecinos y funcionarios
"un donatibo general*', pero al quedar casi paralizada la econo
mía en 1666, por las razones ya planteadas, sólo "los Minis
tros de V. Mgd.**, según expresión del gobernador Pedro de Car
vajal y Cobos, en septiembre de 1666, pudieron entregar a la co
rona 2,300 pesos, distribuidos así:
FUNCIONARIOS PESOS
Gobernador 1,000
Arzobispo 400
Oidor 200
Oidor 200
Fiscal 200
Tesorero 150
Contador 150
TOTAL; 2,300
181
En 1668 se produjo otro huracán, desatando una hambruna
en la mayor parte de la población. Al respecto, la Real Audien
cia reportó al rey lo siguiente; "por agosto (de 1668) embio la
magestad divina una tormenta que arrasó los campos dexando-
los como si ubiera pasado fuego por ellos y destroncado al suelo
los montes y arboledas. . . de forma que quedaron los vecinos
por muchos meses sin el sustento hordinario de casave y pláta
nos y otras menudencias con que se alimentan" (108).
Después de pasar el "influxo" de 1666, secando casi toda la
siembra del cacao, muchos vecinos volvieron a cultivarlo. Pero la
Real Audiencia envió una carta al monarca, notificándole esta
trágica noticia: en 1669 se presentó una nueva "epidemia. . . (y)
passó a las plantas y arboledas de cacao principalmente. . . (y)
no quedo ni de nuebos ni viejos árbol alguno que no se secase.
Con algún engaño pues algunas veces florecían y con aguas que
parecen que avian de mexorarse se secaban y hasta oy (6 de ma
yo de 1671) tres años a durado esta esperanza sin que se coxa
un grano deste genero siendo assi que es lo principal para el co
mercio y assi a faltado y no ay navio que venga a este puerto
por esta causa" (109).
En carta del 20 de julio de 1669, el gobernador Pedro Carva
jal y Cobos hablaba del mismo tema al rey. Este es un fragmen
to de la corresponda: "A esta Ciudad Señor por mis pecados y
os suyos la a castigado nuestro señor con todas las desdichas y
calamidades. . . pues los frutos principales de ella que eran los
acaos se an secado de suerte que es necesario. . . embiar fuera
para hacer semilla y bolver asembrar de nuebo después de haver
esta o esperando tres años sin frutos la mexora de las arboledas
quedado destruidos y el comercio aca-
vado (110).
Las semillas fueron importadas, y en varias regiones co-
menzaron a Horecer los cacaotales. Sin embargo, en 1672 y en
1673 se produjeron dos hechos naturales, haciendo desaparecer
por completo el cultivo del cacao. Mediante carta del 26 de
182
mayo de 1673, el gobernador Ignacio de Zayas Bazán decía al
rey de España: La isla está "en la última miseria (por haberse
presentado el 26 de septiembre de 1672) un temporal (que) des
truyó las yucas de que se haze el Cazave que es el pan desta
tierra y todos los platanales sustento del jentio y un numero
grande de arbolitos de cacao" (111). En alusión a la referida
carta, el Consejo Real de Indias, en documento del 23 de sep
tiembre de 1673, manifestó a la reina que debido a "losUraca-
nes, tormentas, y epidemias que de pocos años a esta parte a
padecido aquella Isla. . . (ha) FALTADO TOTALMENTE el
fruto del CACAO" (112).
Por cédula del 4 de octubre del mismo año, la reina se
da por enterada de las correspondencias del gobernador y el
Consejo, al decir, entre otras cosas, que "en 26 de Sbre. de 1672
sobrevino un terremoto (el terremoto ocurrió el 9 de mayo de
1673) tan violento que destruyó las yucas de que se hase el
cazave que es el pan de aquella tierra y todos lo platanales de
que sustenta el Gentio de la Isla y mucho numero de Arboles
pequeños de cacao que hera en lo que los naturales tenian pues
ta la esperanza de su remedio" (113). La desaparición definitiva
del cultivo del cacao sería confirmada unos años mas adelante
por el arzobispo de Santo Domingo. En 1680, fray Domingo
Fernández Navarrete explicaba el problema así: "El cacao de
que tanto abundó (en) esta Isla no hay (nada, y). . . en faltando
de Tierra firme de donde se trae en algunos barcos no se bebe"
(114).
Se puede decir, sin temor a equivocación, que la economía
dominicana entre 1666 y 1673 entró en una etapa de subsis
tencia, en la que el primer renglón de producción era el casabe,
y el segundo la cacería de vacas cimarronas. Para comprobar la
hipótesis externada, sólo hay que leer lo expresado por la Junta
de Guerra^del Consejo de Indias, en comunicación del 4 de
111. Ibfdem , paréntesis F. P. P.
112. Ibídem , paréntesis y mayúsculas F. P. P.
113.CoL Lugo: B. A. G. N., núm. 36-37, págs. 325-27. C. de Utrera: "Nuestra
Señora de las Mercedes", págs. 31—32; "Sto. Dgc. Dilucidaciones. . t. I,
pág. 360. J. G. García: "Compendio..11, pág. 160; paréntesis F. P. P.
114. D. Fernández Navarrete: "Noticias de la Isla. . pág. 23. C. de Utrera "Noti
cias Históricas. .vol. 111, pág. 305;parénteás F. P. P.
183
mayo de 1673. Refería el documento que desde "el año 1668
(la isla ha ido aumentando su proceso de) miseria. . . por haver
acavado del todo el comercio del xengibre siembra del tavaco,
crianza de ganados y frutos de azúcar y cacao" (115). En la
década de los años setenta, pues, la sociedad dominicana lle
garía al punto más alto la ruralización de la cultura, apoyán
dose, naturalmente, en una economía conuquera o de pequeñas
estancias; por consiguiente, la mayoría de la "gente se con
tentó con holgar y jugar gallos, rezar y cocinar. . . cazar gana
do" y consumir una dieta básica de "plátano y carne, frijol..
casabe, yuca y batata y sancocho. (Casi) todos olvidaron que al
guna vez sus antepasados habían tomado vino o vestido sedas"
(116).
Con la quiebra del cacao y de los demás productos básicos
de exportación, gran parte de los dueños de fincas quedaron
cargados de deudas", según carta del cabildo capitaleño
del 12 de septiembre de 1673 (117); los pocos que se mantuvie
ron ran un capital relativamente importante, empezaron a dili
genciar su salida de la isla para invertir sus dineros en otros luga
res, como el señor Francisco Mudarra, quien solicitó licencia a la
^rona para irse a México y "poder comerciar con su caudal".
El rey, por cédula del 29 de agosto de 1672, autorizó "se le de
cencia para que salga de la Isla y se vaya a vivir a donde quie
ra , siempre y cuando "no deba nada a persona alguna" (118).
La crisis económica llegó a un nivel tan preocupante que,
sorpresivamente, los miembros de la Real Audiencia, mediante
^rta del 13 de agosto de 1672, solicitaron el traslado de lare-
fenda institución "a la ziudad de Caracas", ofreciendo como
razones e tal pedido "la falta de esclavos y cacao. . . yque los
pey os que dentro de ella (la Audiencia) se ofrezen son muy
pocos. . . la falta de embarcaciones (y). . . por haberse pobla-
con ^dula del 31 de mayo^de 1673,^ así:
^eina
"a rechazó
parecido ladeciros
petición,
qe.
(que) en el estado presente no conviene hazer semejante
119. J. Marino Incháustegui; "Doc. . Col. Lugo: B. A. G. N., núm. 17, pág. 258;
paréntesis F. P. P.
120. J. Marino Incháustegui: "Doc.. paréntesis F. P. P.
121. Ibídem: paréntesis F. P. P.
122. Ibi'dem; J. G. García; "Compendio. . t. I, pag. 150; C. de Utrera*. "Noticias
Históricas. . vol. III, pág. 277; vol. IV, pág. 101.
123. E. Rodríguez Demorizi: "Apuntes y Documentos", pág. 168.
185
En septiembre de 1670, la reina doña Mariana escogió para
el cargo de arzobispo de Santo Domingo al licenciado Francisco
Gutiérrez; pero éste, teniendo informes de la enorme pobreza
existente en la primera colonia española de América, se negó a
ocupar el cargo (124). Ante esa realidad, la reina optó por nom
brar cabeza de la iglesia en la isla Española al señor Juan de
Escalante y Turcios, quien desempeñaba en esos momentos el
cargo de deán en Yucatán (125). El nuevo arzobispo ocupó
su cargo a mediados de 1674, y al notar que las rentas de la ca
tedral eran insignificantes determinó subir, en grado sumo,
los precios de los servicios religiosos, como el matrimonio y el
bautismo. Esto último provocó una gran protesta en la mayo
ría de los pobladores; así, éstos que estaban pasando graves pe
nurias, agarraron al prelado en 1676, lo metieron en un barco
y lo expulsaron de la isla (126). Pero De Escalante y Turcios no
salió con los bolsillos vacíos, pues según su sucesor en el cargo,
de mil seiscientos pesos entregados por la corona para adornar la
catedral, "600 los tomó para sí" (127).
En 1677 ocupó el cargo de arzobispo en la Española Domin
go Fernández Navarrete (128). Ese mismo año escribió al rey
variasveces, notificándole las penurias por las que atravesaba; en
una de las misivas explicaba: "Aunque tengo escrito a V. M. y
dado quenta de algunos puntos, en esta me veo obligado a darla
del estado miserabilísimo desta cathedral, primada de las
Indias. . . nos vemos faltos de vino, pan y cera para celebrar
(misa), que es lo más sensible. . . Represento a la piedad de
V. M. estas lástimas, para que se compadezca dellas. . . (y) para
salir de tanto aprieto" (129). En otra cárta el arzobispo decía
algo similar: "El primer año (1677) que goberné esta iglesia no
189
1
CAPITULO xn
192
y terremotos que los an infestado" (6). Asimismo, el goberna
dor explicaba que faltando las "haziendas de cacao y otros fru
tos", el pueblo pasó a depender básicamente de dos artículos,
"yuca para el ordinario sustento del cazabe que es el pan deste
país y. .. ganado con arta estrechez" (7).
193
go Fernández Navarrete en 1681 hace notar, que viviendo en la
capital de la colonia'977 españolas, "la tercera parte de estas
no oyen misa por falta de vestidos" (11). Según el prelado, la
situación era similar o peor en el interior. De la ciudad de San
tiago señalaba: en la "hermita de la Señora Santa Ana. . . acu
den allí a misa de madrugada la gente pobre, que es mucha"
(12). Y de la recién fundada villa de Guaba, muy cerca de la
frontera, escribió estas lamentaciones: "en todas partes adver
tí y reparé que la mitad de la gente oía misa por la parte de
afuera de las iglesias, por falta de vestido: que me causaba
gran lástima" (13).
De acuerdo con las memorias del sínodo efectuado en la isla
en 1683, hubo "mujeres, que siendo de noble generación, fre
cuentaban la iglesia solamente antes de la salida del sol para
cumplir con el precepto, por no tener vestido aparente con que
presentarse a la vista de los demás". En 1685 se celebró otro sí
nodo diocesano, y los participantes en el cónclave escribieron, a
manera de memorias y conclusiones, lo siguiente: "Y porque
somos informados que así en esta ciudad (de Santo Domingo)
como en los lugares de la tierra adentro hay muchas mujeres es
pañolas tan pobres que, para cumplir con los preceptos de la
Iglesia, se valen de pedir vestidos prestados, y les es difícil
hallarlos la Semana Santa y la de Pascua siguiente, por usar en
tonces sus dueños de ellos, de que se sigue no poder muchas
cumplir con dichos preceptos" (14).
Como hemos dicho, para 1683 el cuero y el casabe eran los
productos básicos de la economía en el este de la isla. Pero, la
venta del primero casi no producía entrada de dinero, pues las
pieles, en su mayor cantidad, se trocaban por otros artículos a
través de la frontera. Por orden real, se empezó a fomentar el
cultivo del tabaco, aunque tampoco ese renglón producía entra-
196
a cultivar las tierras si quiera para sembrar cazave y plátanos
(principales alimentos de la época, según carta del 25 de abril de
1688 dirigida al rey por una comisión de la villa de Bánica) y
otros frutos, (y) los pocos frutos de Corambre y tavaco que pue
den veneficiar los vecinos no tienen salida (porque los barcos
españoles) dilatan tres y quatro años (en venir) a este Puerto,
(y al ser) único (es decir, un solo barco) el que aparece (compra
los artículos). .. por el precio que quiere" (25).
Siendo tan difícil el mantener un buen ritmo comercial con
España, los habitantes de la parte oriental de la isla intensifica
ron el comercio ilegal y clandestino a fines de los años ochenta,
actividad realizada con los franceses residentes en el occidente
de la española, con ingleses y holandeses. Esto último fue infor
mado al monarca por el gobernador de Santo Domingo, median
te carta de julio de 1687, al decirle: "los basallos" españoles
mantienen "trato y comercio. . . por los Rios. . . con el enemi
go" inglés, holandés y francés, "sin que Yo lo pueda remediar
poque estanta la falta que tiene de rropa por aver casi tres años
que no viene navio de rexistro (español) a esta plaza (y por eso)
... en parte los disculpo". Además, decía el gobernador Andrés
de Robles, debido al contrabando era muy difícil encontrar en
los hogares dominicanos "cuchara ni joya" pues esas cosas eran
trocadas por mercancías traídas por los extranjeros; por eso,
termina explicando, los naturales de la isla "oy se hallan sin
dinero sin prendas y sin caudal alguno" (26).
El comercio practicado por los dominico-españoles con los
franceses era el de mayor intensidad. Por eso, decía el goberna
dor de Santo Domingo, en carta del 24 de marzo de 1688, que
se vio precisado a "poner guardias de Infantería" como centi
nelas de los puertos del Sur, desde el río Soco hasta el puerto de
Neyba, para evitar que los dominico-españoles siguieran reali
zando "los comercios" con los franceses del Oeste (27).„En
el trueque, los pobladores del Este vendían sus artículos a bue
nos precios. De acuerdo a una carta del gobernador Francisco de
198
tenuada por la miseria" (32). En 1606, de acuerdo al censo de
Osorio, probablemente había en la capital de la colonia sólo
catorce personas con tiendas instaladas. En los demás pueblos
no aparecía siquiera un comerciante (33). Ochenta y tres
años más adelante, en 1689, el número de tiendas en la ciudad
de Santo Domingo era menor, pues había once, además de algu
nas "tabernas y pulperías" (34).
El 6 de septiembre de 1689 el gobierno, por medio de una
comisión, procedió a hacerle una auditoría a las once tiendas,
con el fin de determinar si tenían mercancías contrabandeadas
con los franceses. Dicha comisión estuvo compuesta por el oidor
Femando de Araujo, el alguacil García de Carvajal, los fiscales
Gregorio Semillán y Baltasar de Pebres y el escribano Antonio
de Ledesma. El inventario de todos los negocios se pudo hacer
en un solo día, lo cual indica el estado de pobreza de los mis
mos.
203
Mediante real cédula del 15 de abril de 1690 se hizo la mer
ced de que los dominicanos no pagaran los impuestos reales
de sus labranzas y crianzas hasta el año 1700 (49). En febrero
el rey había ordenado a las autoridades de las islas Canarias,
enviar a Santo Domingo, cada año, 150 toneladas de frutos
(50). Ambas medidas tendían a darle respuesta a una situa
ción muy especial presente en la Española: la agricultura y la
ganadería habían sido abandonadas por la mayoría de la pobla
ción. Para comprobar esto último, usaremos las declaraciones
de un testigo visual de lo que estaba ocurriendo, el arzobispo
de Santo Domingo.
En una larga relación redactada en 1690, el padre Fernando
Carvajal y Rivera describió la miseria del pueblo dominicano
con estas palabras: la Española o Santo Domingo "es la más des
dichada que hay en el universo. Pobre siendo rica, sin frutos
pudiendo tenerlos, sin plata ni oro, criándolos; sin pescado y
sin maderas teniéndolos. . . no hay lo necesario para el alimen
to porque no hay (esclavos que trabajen)" (51).
Más adelante, 1693, en varias cartas el arzobispo dirá que la
sociedad, casi en su totalidad, se volvió salvaje, donde la gente
abandonó el cultivo y se acostumbró a comer los frutos produci
dos por los montes de manera natural. Veamos sus reiteradas
denuncias.
En febrero decía: "como está (esta isla) no sirve a S. M. (al
rey) más que de gasto. . . Los frutos de esta Isla son muy nobles,
añil, tabaco, cacao, azúcar, corambre rica, algodón, maderas
para todas embarcaciones y sebo. . . Agradece su cultivo, y al
presente nada dá, porque no hay quien lo haga. . . es enojoso
a Dios, tener a unos vasallos como estos faltos de todo, susten
tándose de FRUTAS SILVESTRES, los mas desnudos" (52).
En mayo escribió: las mayorías "están en extrema necesidad,
sus haciendas perdidas las más, y las que restan casi acabadas. . .
ni comen pan. . . por carecer de un real para comprarlo, frutas
silvestres son su sustento" (53). Y en otra misiva de mayo decía
49. Ibídem.
50. C. de Utrera: "Noticias Históricas..vol. V, pág. 209
51. F. Carvajal yRivera: "Noticias de la Isla Española"; paréntesis F. P. P.
52. Carta al Rey. Sto. Dgo., Febrero 8 de 1693"; paréntesis y mayúsculas F. P. P.
53. "Carta a Don Francisco Camargo. Sto. Dgo., mayo 31 de 1693?
204
algo parecido; que los diezmos o entradas económicas de la igle
sia se habían reducido a "casi nada. . . porque. . . no hay quien
cultive. . . La vianda (es decir, la comida) de los más, son muy
silvestres frutas'* (54). En cierta ocasión el prelado llegó a pre
guntarse, "¿es esta la Isla de los pobres?", pues según su
parecer, la mayoría de los pobladores del este de la isla, aparte
de que "su sustento. . . son silvestres frutos. . . Habitan en los
montes, como salvajes, por no tener qué vestirse, ni con qué
comprarlo" (55).
De las correspondencias del arzobispo se infiere, que la ma
yor parte del ganado, sino todo, se hizo salvaje, cuando los due
ños dejaron abandonados los hatos. Según el sacerdote, al ir de
sapareciendo la crianza de vacas en corrales, la mayoría de los
vecinos "con no pequeño riesgo logran (para 1693) a punta de
su lanza" la carne. En otras cartas añadía: "La Carne en unos
si no la adquiere su lanza, no la ven, y en otros muchas veces les
falta. (Por tanto), es impiedad. . . que unos vasallos. . . se sus
tenten. . . de came" buscada en los montes, muchas veces a
riesgo de la vida (56).
El descuido en la agricultura y la crianza de animales produ
jo lo que debía de esperarse, la escasez de alimentos. Decía en
mayo de 1693 el padre Carvajal y Rivera, que "a estos desdi
chados y infelices (pobladores de Santo Domingo) les falta. . .
todo, y al presente el pan de palo (es decir, casabe) cotidiano de
los menos (porque los mas por no tener un real, no pueden com
prarlo) no se halla"; además, "les falta.. . ya la came, ya la man
teca. . . y velas para alumbrarse, vino", etc. (57).
Al bajar la producción de alimentos, el plátano, "manjar de
esclavos, considerado como despreciable, subió de categoría", y
pasó a ser el elemento fundamental de la dieta del pueblo (58).
54. "Carta a Don Antonio Ortiz de Otalora. Sto. Dgo., mayo 9 de 1693.
55. "Carta al Conde de Canalejas. Sto. Dgo.,Junio 11 de 1693"; "Carta aDon Luis
de Cerdeño. . ."
56. /'Carta alConde deCanalejas.. "Carta aDonTomás Jiménez dePantoja..
Carta a Don Antonio de Argüelles; Sto. Dgo., Junio 12 de 1693".
57. "Carta al Conde de Canalejas. . ."; "Carta a Don Antonio Ortiz de Otalora..
paréntesis F. P. P. y autor de las cartas.
58. Ibídem; además Pedro Mir: "La Noción de Períodos en la Historia Dominicana",
vol. 1, pág, 148.
205
Para el arzobispo Carvajal y Rivera, la distancia que venía se
parando a las clases sociales en Santo Domingo, desde el decu
brimiento y conquista de América, desapareció, por lo menos,
en el hábito de comer, fenómeno que podía palparse en el con
sumo de plátano.
En 1690 el procurador Francisco Franco de Torquemada
era de opinión, "que en la Isla (había) falta de personas nobles"
(59). Lo mismo expuso el prelado al rey, al decir, también en
1690: Santo Domingo es una colonia con una "caterva de po
bres, asi nobles como plebeyos (y) clero mendigo" (60); tres
años más adelante escribió a un amigo: "Y aun el (pan) de palo
(el casabe). . . ha faltado aquestos días IGUALANDO a los que
tienen un real para cómprale y a los que nunca lo comen por no
tenerlo, supliendo su falta los plátanos" (61).
En fin, para el sacerdote la sociedad dominicana, en los años
noventa, era prácticamente un cadáver, y así la describió en
1695, diciendo; "esta Isla(está), casi ya boqueando (muriendo)
... El estado en que se halla ahora es el más desdichado que
puede entenderse y puede explicar la lengua, porque solo vién
dolo, se puede hacer juicio de su suma miseria" (62).» El caos
social aludido por Carvajal y Rivera no era una exageración ni el
fruto de unjuicio interesado. La Real Audiencia, mediante carta
al rey de fecha 15 de noviembre de 1695, ofreció un testimonio
probatorio de que el prelado nunca fabuló al analizar la crisis
económica. Los miembros del referido tribunal escribieron lo
siguiente: es tal "la summa pobreza que ay, en todos (los) veci
nos (de esta ciudad de Santo Domingo), que los padres a sus
recien nacidos los ponen (los abandonan) en las Iglesias, donde
están tres y quatro dias sin haver quien los recoja para criarlos y
alimentarlos, (por lo que es necesario construir un centro de
niños expósitos con un capital de seis mil pesos)". AI año si
guiente, 1696, el Consejo de Indias, haciéndose eco de la carta
de la Audiencia, decía estar de acuerdo con la construcción del
207
pasando tres, y quatro años sin este recurso, como sucede siem
pre, se pone aquella Isla en suma calamidad, y miseria".
Quinto: "Se sirva V. Magestad de conceder licencia, y facul
tad para que en el número de la guarnición (es decir, el ejército
de la colonia). . . puedan tener Plaza (empleo y cabida) treinta,
o quarenta hijos de vezinos, que sean hombres honrados, y
procreados de Españoles".
Sexto: como la "Isla Española ha descaecido en gran mane
ra de su antiguo lustre, y nobleza" por la constante emigración
de familias ennoblecidas, según vayan produciéndose vacantes
en los cargos importantes del gobierno, como "Sargento Ma
yor. . . capitanes. . . Alcayde. . . Tesorero, y Contador de la
Real Hazienda, y el de Relator de la Real Audiencia", los mis
mos deben entregárseles a "personas Nobles, Hijos dalgos noto
rios, y naturales desíos Reynos (es decir, España)".
Séptimo: la corona, por su cuenta, explote en "la Villa de
el Cotuy. . , una mina grande de cobre de el mejor que se ha
descubierto en el Mundo", y para el proyecto sólo son nece
sarios cinquenta Negros esclavos, y el provecho que rendirá,
será muy considerable".
Y octavo: "asimismo se ha de servir V. Magestad de hazer
inerced a la dicha Ciudad de Santo Domingo, y a todos los ve
zinos de aquella Isla Española de prorrogar por otros diez años
la merced, que V. Magestad Ies ha hecho, para que no paguen
derechos (impuestos) algunos, ni alcabalas de los frutos que
comerciaren, y vendieren, y que comienze a correr desde el
día en que feneciere la última prorrogación (el período abar
cado por la última merced, de rebajar los impuestos al dos por
ciento, era de 1683 hasta 1693), para que en todo experimente
aquella Isla el alivio de la Real piedad, y grandeza de V. Mages
tad" (64).
En varias correspondencias monseñor Carvajal y Rivera se
manifestó contrario a la política de puerta cerrada mantenida
por la corona en Santo Domingo. En una carta del 29 de mayo
de 1693 dijo, que en gran medida la miseria de la colonia se
debía a la oposición del Consejo Real de Indias y la Casa de
64. Feo. Franco de Toiquemada: "Representación. . págs. 82-90; paréntesis F
P. P.
208
Contratación de Sevilla a que los dominico-españoles se ejerci
taran en el comercio libre con las demás naciones europeas
(65). El sacerdote se opuso, además, a que la corona enviara
donativo en dinero para tratar de atenuar la pobreza. En 1690
decía al rey: "V. M. gasta en la conservación (de la isla) más
de 80,000 pesos cada año sin sacar utilidad. . . y así. Señor,
pues V. M., de tener esta isla en este estado (de miseria), no
saca más que gastar. . ., o bien la abandone enteramente sacan
do los naturales de aquí para otras partes, que en todas se
necesita de gente. . . y remidirá V. M. este continuo censo (es
decir, evitar el envío de dinero). . ., o bien la ponga en forma
que le sirva de algo, le aproveche, escasee gastos y aumente su
Real Hacienda" (66). En 1694 escribió para reiterar su posición,
y expresó: "Por las leyes de la razón de Estado, hallamos que no
hay monarquía que conserve tierras sin algún útil, o de embol
so. . . Nada de esto consigue el Rey en el estado que se halla esta
Isla. Embolsa, no, antes desembolsa el (envío de dinero anual
mente)" (67).
En carta al marqués de los Vélez, presidente del Consejo
Real, manifestó que por el "impropio comercio de Sevilla" y
el poco envío de barcos, había "mucha abimdancia por allá
(es decir, por España), muchas sobras, y aquí (en Santo Do
mingo) que no se alcanza de muchos un poco de pan. . . para
su sustento. . . Y. . . si hubiera. . . comercio, hubiera muchos
frutos, no se vieran estas miserias, no faltara harina para hostias
ni vino para celebrar, que hubiera con que vestirse la gente. . .
y no hubiera tantos pobres, porque el trato (el comercio) en
riquece" (68).
Según el arzobispo Carvajal y Rivera, si se lograba establecer
en la colonia "El comercio continuo", sobrevendrían los siguien
tes beneficios: vendrán "más vecinos, unos que se han ido por
no tenerle, y otros que vendrían por ser mejor esta tierra que
las que habitan"; "habrá mucho añil, tabaco, cacao, algodón,
65. "Carta a Don Luis de Cerdeño. . Abelardo Vicioso: "Santo Dwningo en las
LetrasColoniales 1492-1800", pág. 234.
66. "Noticias de la Isla Española", págs. 80-83; paréntesis F. P. P.
67. "Carta a Don Martín de Solís y Miranda.paréntesis F. P. P.
68. "Carta al Marqués de los Vélez. Sto. Dgo., Febrero 8 de 1693"; paréntesis
F. P. P.
209
corambre, sebo, azúcar, gengibre y otros frutos", y se podrá la
brar "moneda del cobre rico que abunda con cuño general para
España, y todas estas costas, y Islas. .. y ... el rey en parte o
en todo (el envío de dinero a Santo Domingo). . . ahorrará"(69).
En dos cartas de mayo de 1693 Carvajal y Rivera hace una
propuesta formal, que de acuerdo a su pensar, sacarían la colo
nia de la pobreza. En la primera expuso este criterio: como de
Sevilla no se envía gran cosa, y en la isla todo está carísimo;
como los ingleses y holandeses introducen en la colonia sus mer
cancías con permiso o sin él, sería conveniente establecer legal
mente relaciones comerciales con Holanda (él usa la palabra
Flandes), para ver a Santo Domingo abarrotada de ropa, "por
que la abundancia siempre abarata los géneros", debiendo los
holandeses registrar sus naves a ida y a vuelta en el puerto de
España que se les señalase". En la segunda misiva propuso, que
aparte de establecerse "El comercio de Flandes", era "preciso
para que se restaure esta Isla" la importación de 6,000 familias
flamencas, y si no era posible llevar a cabo las dos propuestas,
terminaba diciendo el arzobispo, la mejor solución sería el aban
dono para siempre de Santo Domingo (70). El prelado termina
ría su ministerio en la colonia en 1698 sin que el rey hiciera
caso a sus ideas.
En las tantas cartas redactadas por el arzobispo Fernando
Carvajal y Rivera, entre 1690 y 1693, se encuentra un impor
tante diagnóstico de la situación socioeconómica por la que es
taban atravesando la iglesia y la mayor parte del pueblo en la co
lonia de Santo Domingo: gran cantidad de viviendas estaban
caídas. . ., sin haber medios para su reparo"; "casi todas las
haciendas (estaban) perdidas" y permanecían "las tierras bal
días por no haber (suficiente) gente, ni negros" (71). Era co-
mún ver en las calles a los soldados "descalzos", y los civi
les, los más (andaban) desnudos, unos en los montes, como
salvajes, y otros en las ciudades encerrados en sus casas o bohíos,
212
días y al rey, manifestó no tener suficiente fortaleza espiritual
**para poder aguantar tanta caterva de pobres de todos estados,
calidades y sexos", pues él con el cargo de arzobispo no podía
"ni aun. . . mantener un criado" en una isla donde no aparecía
un rico "que pudiera ayudarle". Al monarca escribió este gran
lamento: "Que diré del Arzobispo sin poder sustentar, ni paje
ni Capellán precisos, y aun esto por lo que toca a mi poco im
porta, que con estarme en casa me contento. . . (y) Que hará el
pobre (arzobispo) sin renta, casi sin cuartos. . . y sin manos por
que en donde todos son pobres, es no tenerlas. Ya pasará por
que por lo que toca a mí, pues poco importa que me echen a
perros, roto ando y remendado. .. Pero la común miseria de to
dos y las extremas necesidades de mucho es un tormento into
lerable" (83).
Según las fuentes de la época, entre 1695 y 1700 la situa
ción económica empeoró para los dominicanos. Habiendo soli
citado el rey a los pobladores de Santo Domingo, mediante cé
dula del 9 de febrero de 1694, un donativo para cubrir parte de
los gastos del ejército español con permanencia en Europa, acla
rando se exceptuara a "los pobres", recibió, a través de una car
ta del 17 de octubre de 1695, la siguiente respuesta de parte del
gobernador Ignacio Pérez Caro: por la miseria imperante, no se
atrevió solicitar el referido donativo a los más pudientes, pues
apenas se hubiera podido recoger "a lo sumo de 600 a 800 pe
sos", no sirviendo esa cantidad para gran cosa; que más adelante
tal vez se recogerían "quatro mili pesos para aiuda de los creci
dos gastos de las guerras de la Europa", con la venta en pública
subasta de "los Esclavos Negros apresados en las Poblaciones
franzesas" del oeste de la isla (84).
En cartas enviadas al rey y al presidente del Consejo Real de
Indias, conde de Adanero, el arzobispo Carvajal y Rivera afirma
que para los años 1696 y 1697 la pobreza era mayor en relación
a 1690. Al monarca expresó textualmente: a pesar "que habien
do mas de seis años que estoy clamando", escribiendo, para ate
nuar el hambre y las penurias en la isla, hoy la economía "está
83. "Carta al Rey. Sto. Dgo. Febrero 8 de 1693"; "Carta al Marqués de los Vélez;
febrero 8 de 1693; paréntesis F. P. P.
84. J. Marino Incháustegui: "Doc. A. G. I. - A. G. S. 1691-1699".
213
en peor estado. . . que antes" (85). Según el sacerdote.para la
época la mayor parte de la población vivía "como fieras en los
montes, y como bestias en los campos. . . De dia se ven por las
calles Adanes y Evas, antes y después del pecado. De noche. . .
salen los harapos. . . Los dias de Precepto, salen las mugeres a
oir las misas de madrugada, cubiertas con trapos. ... o pedazos
de sabanas viejas, y si tantico clarea la Aurora, de modo que
puedan ser conocidas, se buelven a sus casas, sin oirías". Por
eso, termina diciendo, "Los Sermones, y Procesiones son de
noche" (86).
La crisis económica en los años noventa se reflejó, como es
natural, en el proceso educativo dominicano. Carvajal y Rivera
escribió al respecto, que en 1697 "el idiotismo es grande porque
ios padres no tienen forma de sustentar a los hijos ni para la
escuela, porque en ningún lugar o ciudad de la tierra adentro
(es decir, del interior) la ay"; y agregaba: en "esta Ciudad
(de Santo Domingo, escuelas) las ay. (pero con) pocos (alum
nos) que si van dos meses (al aula es bastante), por la (falta) de
zapatos. . . como sucede en el seminario de Gramática" (87).
Debido a la pobreza imperante en la isla en la última década
del siglo XVII, el arzobispo Femando Carvajal y Rivera protago
nizó lo que un escritor ha definido como "Un Episodio Increí
ble de la Historia Dominicana" (88). Este personaje estaba ocu
pando su cargo en la isla para 1690 (89). y desde entonces hasta
1692 se dedicó a escribir una gran cantidad de cartas a impor
tantes funcionarios de la corona, tratando de que se le pusiera
freno a la crisis económica. Al no recibir respuestas satisfacto
rias por sus súplicas y lamentaciones, el arzobispo presentó
renuncia al cargo, petición que no fue aceptada por la corona.
En la segunda mitad del año 1692, angustiado, "trastorna
do. . . o despechado muy apasionadamente por la miseria" (90),
planeó algo muy inusual. En carta del 19 de octubre dirigida al
85. "Carta al Conde de Adanero. Sto. Dgo., febrero 14 de 1697"; "Carta a Su Ma
jestad. Sto. Dgo., Junio 30 de 1696".
86. "Memorial. Madrid, 1699", págs. 247-48.
87. Ibidcm; "Carta al Conde de Adanero.. paréntesis F. P. P.
88. Juan Bosch: "Un Episodio. . .".
89. E. Rodríguez Demorizi; "Relaciones Históricas.. vol. III, pág. 67.
90. C. de Utrera: "Episcopologio.. .", pág. 329.
214
señor Luis de Varada, residente en Cádiz, propone se le saque
disfrazado de Santo Domingo, para permanecer oculto en Cura
zao o en Jamaica y más tarde pasar a Madrid (91). El plan era
aventurero y riesgoso, pues desde mediados del siglo XVI la co
rona española había prohibido "terminantemente a los Obispos
y Arzobispos de Indias el ausentarse de sus diócesis sin la expre
sa licencia de la majestad real" (92).
No teniendo esperanza de salir clandestinamente de la colo
nia, Carvajal y Rivera dedicó gran parte del año 1693 a hacer di
ligencias con el objetivo de que el rey le aceptara la renuncia o
se le permitiera ir a Roma a exponer al Papa las vicisitudes por
las que atravesaba su diócesis (93). El 4 de enero escribió al
marqués de la Granja solicitándole hiciera una buena labor de
cabildeo en el Consejo Real, para que se le permitiera la salida
de la isla y, al mismo tiempo, se le aceptara la renuncia al cargo
de arzobispo (94); en junio redactó estas líneas al arzobispo de
Málaga: "Ya he suplicado a V. S. I., que se sirva de empeñarse
en que se admita la renuncia de este Arzobispado, porque ni
salud, ni medios (dinero) tengo. . . Suplico a V. S. I. que se sirva
de sacarme de aquí, o admitiéndome la renuncia o con licencia,
para ir a España" (95). En noviembre de 1695 el arzobispo men
cionó el mismo asunto al nuevo presidente del Consejo, dicien
do: "suplico a V. S. I, se sirva por paisano y de caridad sacarme
de este cautiverio" (96); y al señor Solís y Miranda, miembro
del mismo organismo, manifestó: "Sor (señor) mío y mi ami
go. . . ciérranse las puertas para todo cuanto se ha de pensar
bien. Suplicóle que no se cierre la de su voluntad y cariño anti
guo pues me ha ofrecido su ayuda para mi salida de esta tierra"
(97).
Cansado de escribir a los altos funcionarios de la corte es
pañola, proponiendo soluciones a la pobreza de los domínico-
91. "Colección Trujillo", vol. 13, pág. 231.
92. Carlos Nouel: "Historia Eclesiástica..1.1, pág. 237.
93. P. F. J. de Charlevoix: "Historia de la Isla..t U, pág. 199.
94. Colección Lugo: B. A. G. N., núm. 75, pág. 404.
95. "Carta a Fray Alonso de Santo Tomás..paréntesis F. F. P.
96. "Carta al Conde de Montellano, Presidente del Consejo de Indias. Sto. Dgo., No
viembre 29 de 1695".
97. "Carta a Don Martín de Solís, y Miranda. Sto. Dgo., Noviembre 16 de 1695";
paréntesis F. P. P.
215
españoles, así como su renuncia al cargo de dirigente principal
de la iglesia en Santo Domingo, el arzobispo se dedicó a fines
de 1697, sin la ayuda de ninguna autoridad, a preparar su huida
de la colonia. Para que la gente de la ciudad capital se acostum
brara a no verlo muy a menudo, el padre Carvajal se retiró a
vivir al campo durante los últimos cuatro meses del año, y visi
taba la ciudad de Santo Domingo sólo en ocasiones que la igle
sia tuviera fiestas y ceremonias importantes (98).
El sábado 4 de enero de 1698, por fin, el arzobispo huyó
en un barco, permaneciendo oculto en varias islas del Caribe.
Más tarde pasó a Francia, y de ahí a Madrid (99). De manera, se
gún expresión de Lugo, al padre Carvajal y Rivera "se le ha de
contar con el número uno y único de los arzobispos que se es
caparon furtivamente de la isla" (100). El 22 de mayo el gober
nador Gil Correoso Catalán denunció la fuga del sacerdote, ex
presando al monarca mediante carta lo siguiente: he sido infor
mado de "la ausencia de (esta). . . Ysla en navio extraño del Ar
zobispo Dn. Fr. Ferdo. de Carvajal (y se marchó porque), . .
estava muy pobre y sin posivilidad de dar limosna por la cor
tedad" de los dineros que le entraban a la iglesia (101).
Según el historiador del Monte, al momento de huir, el ar
zobispo era muy rico, pues poseía "grandes haciendas y bienes
considerables" (102). Pero es posible que del Monte esté equivo
cado. El arzobispo salió de la isla con sólo un real de plata, sin
saber que lo tenía en los bolsillos (103). Decía el arzobispo, en
memorial escrito en 1699, que siendo tan grande la pobreza en
la isla, se vio precisado a huir de allí para España, "debiendo en
la Ciudad (de Santo Domingo) mas de ochocientos pessos"
(104). A pesar de habérsele aceptado su renuncia del arzobispa
do de Santo Domingo, en octubre de 1699, otorgándosele una
pensión de 1,500 ducados (105), el caritativo sacerdote murió
98. J. Bosch: Op. cit.jC. deUtrera: Op. dt., pág. 329.
99. CoL Lugo: B. A. G. N., núm. 6, pág. 167.
100. A. Lugo: "Historia de Santo Domingo", pág. 233.
101. CoL Lugo: B. A. G. N., núm. 23, pág. 295.
102. Antonio del Monte y Tejada: "Historia de Santo Domingo", t III, págs, 47 y
342.
103. J. Bosch: Op. cit.
104. F. Carvajal y Rivera: "Memorial, Madrid, 1699"; paréntesis F. P. P.
105. C. de Utrera: "Noticias Históricas...", voL I, pág. 70.
216
pobrísimo en 1701, y "sin haber podido pagar a su hermana
3,000 pesos que ella le prestó para. . . pasar a Santo Domingo"
en 1690, según lo confirma su compañero de hábito Andrés
Forter, quien estaba al lado del arzobispo a la hora de su muerte
(106).
El mismo año de la huida del arzobispo, 1698, el rey conce
dió de nuevo la merced para que los dominicanos pagaran sólo
el dos por ciento de los impuestos de alcabala y almojarifazgo,
por un lapso de diez años (107). Como siempre había ocurrido,
ese tipo de medida sólo vendría a beneficiar a un reducido gru
po de personas. Esto último lo denunció el gobernador Ignacio
Pérez Caro a principio de la década de los años noventa, en un
informe enviado al rey. Según el gobernador, con la rebaja de
los impuestos salían beneficiarios exclusivamente los dueños de
barcos, pues éstos en lugar de rebajarle a las mercadurías lo que
dejaban de pagar por derechos arancelarios, lo que hacían era
venderlas a los pobres a "excesivos precios", sintiéndose los na
turales de la isla, más que beneficiados por la corona, "damnifi
cados" por la mano real (108).
En los tres últimos años del siglo XVII la situación económi
ca en la Española era un verdadero desastre, y los dos medios
más comúnmente utilizados para subsistir eran el contrabando y
comer frutos y animales silvestres (109). De acuerdo al informe
del 28 de marzo de 1699, enviado al rey por Juan Nieto Valcár-
cel, la pobalción no sacaba "beneficio" del jengibre, añil, cacao,
etc., pues "en esta Ysla no se Hallan personas que quieran trava-
xar á jornal para" poner a producir las minas y las haciendas, y
la mayoría se contentaba con estar viva (110).
En 1699 y 1700 el gobernador Severino de Manzaneda es
cribió al monarca para denunciar el contrabando. Según su pa
recer, todos los "Puertos y Costas" de la isla de S'anto Domin
go estaban "infestados de el yntruso comercio de embarcacio-
217
nes estrangeras"; los franceses residentes en el Oeste acostum
braban introducir su "ilicito comercio por la villa de Guaba san
Juan, y Azua", llevándose "los ganados vacunos y cavallares".
En cambio, decía el gobernador, las naves procedentes de In
glaterra, Holanda y Francia se presentaban en toda la banda
norte y sur de la isla, y muchas veces sus tripulantes hacían co
mercio en el puerto de la capital, a la vista de todos, entregando
ropas, sombreros, bacalao, cerveza, vino, harina, negros, etc. a
cambio de monedas y cueros. Por último, el gobernador expre
só, que tratando de evitar siguieran saliendo clandestinamente
"quarenta o sinquenta mil cueros en cada" año, él expidió
"patente de corzo" a varios dominico-españoles (111). Lo que
nunca el gobernador de Manzaneda comunicó al rey, como es
natural, es que él era uno de los principales contrabandistas en
la isla. El contador de la Real Hacienda de Santo Domingo, Juan
de Soria Pardo, mediante carta al monarca del 17 de mayo de
1699, hizo esta denuncia: el gobernador Severino de Manza
neda ha estado "executando los mismos comercios ylicitos q.
(que) su antecesor (el gobernador Gil Correoso), y con mor.
(mayor) escándalo por ser mas repetidos, (muy a menudo, y
en combinación con el capitán Manuel de Abrego, enviaba
clandestinamente) corambre pa. (para) la isla de curasao"
(112).
El licenciado Femando Araujo y Rivera, oidor de la Audien-
ci de Santo Domingo desde 1686, redactó un largo informe en
1699 para uso del rey, el cual constituye una importante eva
luación de la sociedad dominicana de entonces (113).
Para finalizar este capítulo haremos un resumen del referi
do documento:
220
la, etc. También estaba de acuerdo el proponente, conque "al
guna Compañía, o Compañías" importaran a Santo Domingo
"el aguardiente" fabricado en Galicia, para trocarlo por "Cue
ros, Tavaco, y otros frutos", pues, según su parecer, "este licor
(es) un género que tiene grande estimación en las Indias, assf
por la virtud que tiene para diferentes Medicamentos, como
por usar mucho de el todo género de gentes hasta las que se
precian de muy damas, que le apetecen mas que el Vino, y otra
qualquiera especie de bebida, atribuyéndole mas virtud de la
que tiene para usar de él á todas horas; porque ya la hacen ne
cesaria para cortarlas flemas en ayunas;ya para refrescar" (116).
221
CAPITULO xm
223
dula del 16 de julio de 1595, otorgó permiso para que en Santo
Domingo se recogieran todas las monedas viejas y, durante un
plazo de cinco años, se acuñaran nuevas monedas de vellón o
cobre (2).
Los impuestos cobrados por el gobierno colonial, a fines del
siglo XVI, pueden ser clasificados como anémicos, y esto era
así, porque el gran comercio realizado por los dominico-españo
les era en forma de contrabando. Baltasar López de Castro,
quien nació en la ciudad de Santo Domingo, opinó en 1598 que
de la isla estaban saliendo anualmente, en forma clandestina,
cueros y otras mercancías con un valor global de un millón de
ducados, es decir, un millón 375,000 pesos (3).
Al salir la mayor parte de la producción de la isla en forma
de contrabando, dejándose de pagar los impuestos de lugar, lo
poco que se exportaba legalmente por la ciudad capital no pro
ducía los ingresos fiscales necesarios para cubrir los gastos del
gobierno (4). Consciente el rey de que era muy difícil encon
trar dinero en las arcas delgobierno de Santo Domingo, al nom
brar al licenciado Marcos Núñez de Toledo oidor, ordenó a la
Casa de Contratación de Sevilla, mediante cédula de marzo de
1601, que sin dilación. . . prestara (al referido funcionario)
400 ducados (550 pesos) a cuenta de su salario", a fin de que
el oidor pudiera emprender viaje hacia la capital dominicana
(5).
Para 1604, las instituciones públicas de la colonia llegaron
a un grado extremo de pobreza. En ese año, el ayuntamiento de
la ciudad capital se vio en la necesidad de enviar ante la corte
española al señor Diego de Ibarra, en calidad de procurador
general, para solicitar algunas ayudas o "mercedes" para el ca
bildo. En la carta que le fue entregada al señor De Ibarra para
presentarse ante el rey (*), los regidores dan constancia de que
224
para cubrir los gastos de viaje del procurador hubo necesidad de
obtener "dinero prestado de ios vecinos; pues el Cabildo estaba
pobre" (6).
Todo el siglo XVII fue un período de gran escasez de mone
da en Santo Domingo (7). A pesar de haber ordenado el rey
en 1595 que se hicieran nuevas monedas en la isla, durante un
lapso de cinco años, la orden cayó en el olvido. En documento
fechado el 27 de octubre de 1604, Manuel González de Meló,
escribano mayor de minas y registros con asiento en la ciudad
de Santo Domingo, declaró que desde hacía 24 "años a esta
parte no se a labrado en esta ciudad. . . moneda de vellón. . . y
la que oy ay es muy poca, por causa de que como no se labra
se a ydo consumiendo la que abfa, y por abella llevado el inglés
(Francis Drake) cuando saqueó esta ciudad (en 1585) y sacán
dola della otras personas para Puerto Rico, Xamaica, y escon-
dídola los negros, y se mueren, y queda escondida" (8). Bosch
dice de manera intuitiva: "No hay información al respecto, pero
es casi seguro que en esa etapa (por los años de 1604-1608) la
población estuvo viviendo mayormente del trueque" (9). Esa
suposición es confirmada por el cabildo de Santo Domingo. En
un memorial de dicha institución, del año 1604, se asegura que
todo el comercio realizado en la isla, tanto el de contrabando
como el legal, era en base al intercambio de mercancías, pues
"no hay otro género de paga en la isla" (10).
A pesar de existir un sistema económico basado, en lo fun
damental, en el trueque, los empleados públicos eran castigados
por la inflación en los precios de los productos de consumo dia
rio.
Un soldado raso ganaba nominalmente 132 pesos anuales,
o sea, once pesos mensuales (11). Sin embargo, hay constancia
de que en el año 1604 sólo se le pagaba a un "soldado llano o
225
raso*' dos reales por día, que sumaban al mes 7 pesos y medio
(12). El sueldo del gobernador de la colonia era 52 veces mayor
que el de los soldados de baja graduación, pero éstos últimos en
todo el siglo XVII no recibieron aumento salarial (13). Un sar
gento mayor tenía en nómina un sueldo de 990 pesos al año,
es decir, 82.5 pesos al mes (14).
Hubo un número reducido de funcionarios que tuvieron la
suerte de recibir aumentos salariales a lo largo de la centuria. El
factor, el tesorero y el contador de la Real Hacienda de Santo
Domingo, manifestaron al monarca por vía de carta, que por la
mucha pobreza existente, por estar la agricultura en el suelo, "y
carestía de todas cosas" necesarias para la vida (15), ellos nece
sitaban un sustancioso aumento de sueldo. Por real cédula del
3 de mayo de 1604 se les aumentó los jornales del nivel de
200,000 maravedíes (*) hasta 250,000 (**).
El 15 de mayo de ese año la Real Audiencia solicitó, de nue
vo, aumento de salario para los referidos tres funcionarios. El
rey accedió al pedido, pero bajo la siguiente condición: elimi
nó el cargo de factor, y al contador y al tesorero les llevó sus
sueldos al nivel de 300,000 maravedíes (16). En lo adelante, la
corona seguiría eliminando cargos, a fin de ir quitándole cargas
salariales algobierno colonial. Por real cédula del 25 de septiem
bre de 1604, se ordenó a la Real Audiencia cancelar dos de los
cuatro alguaciles que prestaban sus servicios en dicha institu
ción, y que se hicieran los estudios necesarios para eliminar todo
cargo "superfluo" (17).
El cargo de gobernador era el de mayor jerarquía en Santo
Domingo. Ejercer ese puesto implicaba, al mismo tiempo, ser
presidente de la Real Audiencia y capitán general de la colonia.
El sueldo de los gobernadores con asiento en Santo Domingo
226
permaneció estático en todo el siglo XVII (18). En 1560 el go
bernador licenciado Alonso Arias tenía un sueldo de 2,000 du
cados. En 1566, siendo gobernador el licenciado Diego de Vera,
el salario fue subido a 3,666 ducados. En el año 1587 fue nom
brado en la presidencia de la Real Audiencia el señor Lope de
Vega Portocarrero, y como éste opinaba que el sueldo de 3,666
ducados no le alcanzaba para vivir, en dos cartas (19) expresó al
rey lo siguiente: que su salario era muy bajo por "la caristia
desta tierra" y por la ínfima calidad de las pocas monedas que
circulaban en la isla; que por esas dos razones su sueldo no le
rendía ni la mitad de lo que le rendiría en España, con buenas
monedas de oro y plata, y que, por consiguiente, él vivía "con
mucha limitación", sin poder "bivir al qontador", sino com
prando al fiado.
Finalmente, De Vega Portocarrero solicitó al monarca que le
aumentara su salario en 1,000 ducados más, para llegar a la
suma anual de 4,666 ducados. El rey, en fecha 5 de julio de
1589, contestó la primera de las cartas, y le dijo al presidente
de la Audiencia de Santo Domingo: "En lo que toca a la con
signación de vuestro salario y forma de la paga del se va miran
do, y brevemente se os responderá" (20). Diez años después,
1599, el sueldo de los gobernadores de Santo Domingo dio el
salto de 3,666 hasta 5,000 ducados, o sea, 6,875 pesos (21). Por
tanto, el siglo XVII se inició para los dominicanos con un jefe
de gobierno, el licenciado Antonio Osorio (22), ganando al año
5,000 ducados, según consta en la real cédula de nombramiento
del 19 de septiembre de 1601 (23).
Mientras Osorio ganaba la suma indicada en el período
1601—1608, la corona pagaba mejores salarios anuales a gober
nadores que desempeñaban sus funciones en otros lugares; pero
227
se debe aclarar que había gobernadores ganando mucho menos.
Según la lista de salarios depositada en el Archivo General de
Indias, en el año 1605 el sueldo del gobernador de Santo Do
mingo ocupaba el tercer lugar entre todos los sueldos de los go
bernadores españoles, como se nota en el cuadro siguiente (24):
LUGAR SUELDO (*)
Manila 9,600
Charcas 6,000
Santa Fe 6,000
Chile 6,000
Santo Domingo 5,000
Guatemala 5,000
Quito 4,000
Panamá 4,000
Guadalajara 3,500
229
los servidores del gobierno; que tal situación se debía, en gran
parte, a que las entradas fiscales se habían reducido bastante
después de las devastaciones. Además se decía en la carta: an
tes de las despoblaciones se cubrían los sueldos, pues se cobra
ban muchos impuestos por las importaciones de negros, se im
ponían muchas multas a los contrabandistas, y se apresaban nu
merosos barcos extranjeros cargados de mercancías. En cambio,
a partir de 1606 la Real Hacienda fue "enflaqueciendo", al mer
mar todo lo que antes llegaba a la isla en gran abundancia (35).
El 10 de enero de 1608, el gobernador Osorio redactó una
carta de gran significación para la historia de la economía domi
nicana. En élla decía al rey, que se hacia necesario terminar la
muralla de la ciudad de Santo Domingo, obra de un costo de
más de 275,000 pesos; y se debían enviar de España un maestro
constructor y "media dozena de canteros", pues en la isla sólo
había dos albañiles de poca consideración". Además, explicaba
el gobernador, en la "caxa (Real de la colonia) no ay para pagar
los salarios ; por eso, la corona debía ordenar que el gobierno
de México, en lo adelante, hiciera "la paga de los duzientos sol
dados que al presente sirven en esta isla" y cubra el costo de la
muralla, que pasaría "de duzientos mili ducados" (36).
Ese mismo año el rey de España ordenó al virrey de México,
así como a los oficiales de la Real Hacienda de esa jurisdicción,
enviar dinero a la ciudad de Santo Domingo para cubrir algunas
de las necesidades del gobierno dominicano (o domínico-espa-
nol, si se prefiere dicho término). A este envío de dinero se le co
noce con el nombre de SITUADO.
En nuestra historiografía existe gran confusión en relación
a la suma de dinero con la cual se inició el situado, qué áreas de
la administración pública cubría, y qué tiempo permaneció
en vigencia (37).
Santo Domingo", t I, pág. 284; C. Esteban Deive: Op. cit., t. I, pág. 120; F.
Moya Pons: "Historia Colonial . pág. 139 y 144; J. Marino Incháustegui:
"Doc. A. G. I. - A. G. S. 1681-1690"; José Moiinaza: "Historia Crítica del
Teatro Dominicano 1492-1844", t. I, pág. 223; E. Rodríguez Demorizi:
"Relaciones Geográficas. . voL I, págs, 62-3; Roberto Cassá: "Historia So
cial y Económica de la República Dominicana", 1.1, pág. 101.
38. J. Marino Incháustegui: "Doc. A. G. I.-A. G. S. 1651-1660"; "Reales Cé
dulas. . .", t rv, págs. 1081—82; C. de Utrera: "Documentos para la Histo
ria. . t. I, pág. 447; "Historia Militar. . t. III, págs. 438-39; paréntesis
F. P. P.
39. J. Marino Incháustegui: "Reales Cédulas..t III, págs. 874—75.
(*) Es decir, unos 18,382 pesos.
(**) Igual a 8,535 pesos con 77 maravedíes.
231
34,935 pesos con 77 maravedíes, repartidos en dos partidas:
26,400 pesos para cubrir sueldos en el ejército, y 8,535 pesos
con 77 maravedíes para el pago salarial de los burócratas.
Con el avance del tiempo, el monto anual del situado fue au
mentando, y esto por varias razones: la crisis económica de la
colonia se agudizaba con los años, el número de soldados se fue
incrementando, y cada año que pasaba el dinero enviado desde
el exterior tendía a cubrir nuevas necesidades, como manteni
miento del clero, ayuda especial a conventos, reparaciones de
edificios públicos, celebración de fiestas populares, etc. (41).
Varios historiadores han tratado de encontrar el significa
do que tuvo para Santo Domingo la instauración del situado.
Para Lugo, la medida convirtió al "pueblo isleño en zángano
colectivo y mendigo de la metrópoli", y en otro sentido, "Es
paña se convirtió prácticamente, trastocando los términos, en
colonia de la Española, sustentándola de un todo, sin exigir
beneficios" (42). García dice al respecto: en el siglo XVll la
isla entra en un estado de ruina de "sus poblaciones, decaido
su comercio, paralizada su industria", y por eso tuvo que estar
atenida á un mezquino situado que de los sobrantes de México
le daban en clase de socorro". Yañade: la fundación del situado
en 1608 indica que la isla "ya no tenía vida propia, pues el pro
ducto de sus rentas no cubría sino parte de sus gastos, estando
atenida, puede decirse así, al situado que de real orden le era
enviado de México todos los años" (43).
Sánchez Valverde, el envío de caudales desde México
significa que una Isla que había sido y podía ser fuente de las
riquezas del Estado (español), viniese a servirle de gravamen" a
la metrópoli (44). Mir es de opinión, que haber "creado un si
tuado de México (implicaba). . . mantener artificialmente la apa-
40. C. de Utrera: "Historia Militar.. r, t. III, pág. 366; J. Marino Incháustegui: "His-
tona Dominicana , 11. pág. 196
41. A. Siichez Op i, _ ^ ^ .
op. cif.,pág. 235; R.Cassi Op. dt, t. I.pag. 101
42. A. Lugo: Op. cit, pág. 237 y 504.
43. J. Gabriel García: "Memorias para la Historia de Santo Domingo", 11 pág 24-
"Compendio..11, pág. 147. • r-e .
44. A. Sánchez Valverde: Op. cit., pág. 114; paréntesis F. P. P.
232
riencia de una Colonia" (45). Sevilla Soler repite el concepto
con otras palabras: "la falta de dinero propio en las Cajas Reales
de Santo Domingo (y) su dependencia del exterior derivada de
aquélla, (anunciaba) la existencia (en la isla) de una economía
pública ficticia, totalmente artificial, al basarse en esa aporta
ción externa (46). Bosch y Cassá, en cambio, son de opinión
que con el situado España evitó se paralizara definitivamente la
ya débil economía dominicana y, al mismo tiempo, la misma
"no se redujera totalmente a nivel de trueque" (47).
233
casi perennemente fue impuntual (51). El padre Sánchez Val-
verde, quien nació y vivió en Santo Domingo en el siglo XVIIÍ,
y, por tanto, es testigo confiable, cuenta que la dilación del si
tuado constituía la noticia más dolorosa para los dominicanos,
pues ese hecho elevaba al máximo la consternación pública, la
pobreza y el hambre en la generalidad de la población (52).
Mediante cartas del 8 de mayo, 20 de agosto, 20 de octu
bre y 30 de diciembre de 1609, el gobernador Diego Gómez de
Sandoval manifestó al rey que había "dilación de la traida de lo
que esta consignado en la caxa de México para los salarios de
los ministros" de la Audiencia. El rey procedió a dar respuesta a
las misivas. Con cédula del 10 de julio de 1610 expresó al go
bernador que, por la aludida dilación, se había ordenado al Con
sejo Real estudiar la conveniencia de enviar, permanentemente,
a la isla los situados con un año de adelanto (54). El supuesto
interés del rey, de anticipar los envíos de dinero desde México,
no pasó de ser una ilusión.
234
iniciaba, junto a los animales, una larga procesión hasta el cen
tro de la ciudad, y en todo el trayecto se observaban a casi to
dos los individuos enarbolando ramos de palmas, cantando y
bailando al ritmo de diversos conjuntos musicales.
En fin, la fiesta solía durar hasta más de una semana; en
otras palabras, hasta que el dinero desapareciera del ambiente,
pues con la llegada de las monedas los prestamistas procedían
a cobrar con compulsión (55).
No tenemos el dato a mano, pero es probable que el primer
situado llegara a la isla en 1610. Según carta de las autoridades
de Santo Domingo, del 14 de enero de 1611, a los soldados del
presidio de la capital se les veía por las calles hambrientos y se-
midesnudos, pues hacía "seis meses que no se les ha (bía) dado
un maravedí", y, por eso, en los recintos militares reinaba un
ambiente de protesta (56). Al no haber dinero suficiente para
cubrir la nómina de los empleados públicos, los regidores del ca
bildo capitaleño enviaron en 1611 una carta al Consejo Real de
Indias; en élla propusieron que no se crearan nuevas plazas de
trabajo, y en cuanto al número de regidores, ante que aumen
tarlo, que sólo se le ofreciera a alguien ese tipo de labor en caso
de muerte o renuncia de algunos de los regidores en funciones
(57).
El 13 de agosto de 1611, el rey envió una cédula a la Real
Audiencia, y en la misma pedía un informe en que se explicara
si el cobro de impuestos en Santo Domingo había aumentado,
pues el Consejo Real, de acuerdo al monarca, pretendía eliminar
el situado al término del período de cuatro años, para el cual
fue creado (58). La respuesta, como era de esperarse, fue nega
tiva.
55. A. Sánchez Valverde: Op. cit, págs. 114—16; M. L. Moreau de Saint Mery:
"Descripción de la Paite Española de Santo Domingo", pág. 157; C. Nouel:
Op. cit., t. I, pág. 284; J. G. García: Op. cit., t. I. pág. 147; Flérida de No-
lasco: "Vibraciones en el Tiempo. Días de la Colonia", pág. 53;F. Moya Pons:
Op. cit, pág. 212; J. Bosch: "Composición...", pág. 92.
56. C. de Utrera; "Noticias Históricas..vol. tV, pág. 133-, paréntesis F. P. P.
57. Ibídem , vol. II, pág. 62.
58. J. Marino Incháustegui: "Reales Cédulas. . t IV,pág. 1073; "Doc. A. G. I.-
A. G. S. 1610-1615".
235
En 1614 la corona puso en ejecución medidas más enér
gicas en relación a la situación económica dominicana. Por real
cédula del 3 de junio, se ordenó al gobernador Diego Gómez
de Sandoval reducir a la mitad la guarnición de Santo Domingo,
es decir, que "ymbieis en la primera ocasión a la Havana, (Cuba,
cien soldados y) desde el día que los (envíes) en adelante se les
an de pagar allá sus sueldos". Los argumentos dados por el rey
para llevar a la práctica esa acción fueron los siguientes: a) "no
haver crezimiento en las rentas" del gobierno de Santo Domingo
desde 1608, b) disminuir el situado o "gasto a mi real hazien-
da de México, c) con la "benta de 2 navios y pertrechos" exis
tentes en la isla, se podría conseguir "la paga de los sueldos de
los 100 soldados que an de quedar, y ch) con 100 soldados y
la ayuda de los civiles era suficiente para proteger la isla del con
trabando, ataques de naves extranjeras y "algún alzamiento de
negros" (59).
Con real cédula de la misma fecha, 3 de junio de 1614, se
ordenó a los oficiales reales de México enviar, en lo adelante,
a Santo Domingo la mitad del dinero del situado; es decir, la
cifra de 19,200 ducados sería disminuida a 9,600, cantidad que
en valor de pesos era igual a 13,200 (60). La reducción debió
resultar una noticia bien desagradable, pues, siendo tan poco di
nero, se hacía difícil enviar a buscar la remesa. El situado nunca
venía directamente desde México hasta Santo Domingo; era
traído desde Nueva España a La Habana, y las autoridades do
minicanas debían mandarlo a buscar con algún dueño de barco,
que casi siempre obtenía dicho encargo participando en un re
mate o pública subasta (61). A pesar de no estar incluido en el
presupuesto del situado, irlo a recoger a Cuba costaba una alta
suma. Por ejemplo, en 1616 un dueño de barco cobraba, por
buscar el situado, la cantidad de 3,437 pesos (62).
59.
(*) En nuestra época, 1985, a este tipo de ^'trabajadores" se les conoce como
"botellas".
63. Ibídem , vol. II, pág. 267.
64. Ibídem., vol. IV, pág. 127; paréntesis F. P. P.
65. Ibídem , vol. III, págs. 32Í-22.
66. Ibídem , págs. 267-68.
237
Martínez Tenorio presentó a la corona la misma propuesta enar-
bolada por el cabildo seis años atrás, y también fracasó en sus
deseos (67).
El 5 de octubre de 1624, el gobernador Diego de Acuña
planteó por escrito el mismo tema. En carta al rey manifestó:
"la rreal caxa" de esta isla "esta tan pobre" y tiene tan grande
"necesidad. . . de dinero", que no aparecen los recursos suficien
tes para pagar regularmente los salarios, reparar los fuertes de la
ciudad de Santo Domingo y, mucho menos, para equipar la co
lonia de armamentos, pólvora, salitre, plomo y mechas incen
diarias. Y, finalmente, externó el criterio de que para él la solu
ción del problema era, que se aumentara la asignación del situa
do y, además, el presidio pasara a ser una institución de 200
soldados (68).
De acuerdo con una carta del mismo gobernador, para el 31
de febrero de 1625 la situación seguía igual en la isla, en cuanto
a la falta de dinero y la cantidad de soldados (69). El 20 de no
viembre de ese año, la Audiencia envió al señor Julián Felipe a
buscar a México el dinero del situado, y se produjo un hecho
muy singular; en lugar de pagársele al señor Felipe alguna suma
por el servicio que iba a realizar, éste, antes de embarcarse, pres
tó al gobierno 4,000 pesos (70). En 1626 la corona, por fin, en
vió a Santo Domingo 80 soldados con el propósito de que cir
culara más dinero en la colonia. Por eso, con real cédula del 10
de noviembre del mismo año, se autorizó a las Cajas Reales me
xicanas enviar a la Española dinero suficiente con qué cubrir los
salarios de los militares aludidos (71).
Es probable que el situado no llegara a la isla en el período
1624—1630, pues fue un período en que la lucha entre las po
tencias europeas se trasladó al Caribe con gran fuerza. El pintor
Pedro Pablo Rubens, diplomático al servicio de la corona espa-
238
ñola, en carta enviada al intelectual francés P. Dupuy, fechada el
12 de noviembre de 1626, describe fielmente la situación que se
estaba viviendo en el Nuevo Mundo. Decía Rubens en la epís
tola: "Todavía no hay ninguna noticia de la flota (española)
del Perú, sino la de que ella trae veinte millones en oro, de los
cuales ocho solamente son del Rey. Esta enorme cantidad de
oro no debe sorprender, porque habiéndose suspendido (el
envío de) los navios anteriores por el temor de los (barcos) in
gleses, éste de ahora se ha duplicado, y por eso no pudo llegar
al término que se le había fijado. En esta flota viene la fortuna
de España, porque todos los pagos han sido reenviados por su
llegada y, por tanto, nosotros hemos empeñado hasta la camisa
(72).
El rey Felipe IV, en cédula del 3 de mayo de 1627, tocó el
tema así: el ambiente en el Caribe, o islas de "Barlovento", es
de gran tensión por la presencia de "Corsarios Holandeses".
Por tal razón es difícil "el comercio de unas partes a otras", es
decir, entre la Española, Puerto Rico, Cuba, "Benezuela, la
Florida, La Margarita y Jamayca". Entre 1624 y 1625 los pira
tas asaltaron "mas de veinte navios", reuniendo un botín de
"mas de setecientos mil ducados" (73). En 1628, el corsario
Piet Heyn, representante de la Compañía Holandesa de las In
dias Occidentales, asaltó en la bahía de Matanzas (Cuba) la flota
de galeones que partió de México para España. Con este asalto
los socios de la Compañía, que había sido fundada en 1621 con
un capital de siete millones de florines (74), obtuvieron un be
neficio de 50 por ciento en relación al monto de sus inversiones
(75).
El año 1629 no podía empezar peorpara la colonia de San
to Domingo. En carta de principios del año, el cabildo de la
72. M. A. PeñaBaÜle: "U Isla de la Tortuga", pág. 113; paréntesis F. P. P.
73. J. Marino Incháustegui: "Doc. A. G. I. - A. O. S. 1616-1635"; "Reales Cédu
las. . L rv, pág. 1148.
74. F. MoyaPons: Op. cit, pág. 160.
75. J. Bosch; "De Cristóbal Colón a FidelCastro", pág. 242. El botín c^twado por
Heyri ha sido valorado de distintas maneras. Para Bosch (Op. cit, págs. 241-
42), valía quince millones de guilders; para Peña BatUe (Op. cit., pág. 93), OTce
millones 509, 524 florines holandeses; para Ant. Domínguez Ortiz ( ElAntiguo
Régimen. . .", pág. 422), seis millcnes de ducados, es decir, 8,250,000 pesos-,
para F. Moya Pons (Op. cit., pág. 160), 15 millones de florines.
239
capital decía a los miembros del Consejo Real, que para poder la
colonia tener "un procurador (o representante) en la Corte", el
gobierno isleño, al no tener dinero para cubrir los gastos de via
je del referido funcionario, se había visto en la necesidad de
enviarle frutos en barcos que iban a Sevilla (76). Por su parte,
los oficiales de la Real Hacienda de Santo Domingo, por medio
de carta del 4 de marzo, manifestaron al rey que había mucha
dificultad "de poder cumplir" con el pago "de los salarios" pú
blicos, por las razones siguientes: los gastos militares habían
aumentado; el comercio era muy débil, a tal punto, que en los
dos primeros meses del año sólo había llegado de España un
barco "de 200 toneladas"; y los impuestos recaudados por con
cepto de alcabala y almojarifazgo eran insignificantes, pues por
real orden sólo se podía cobrar el "dos y medio por ciento", y
no el "diez que se cobra en otras partes de las Indias" (77).
La crisis económica de la isla llegó a extremos tan alarman
tes, que en carta del 20 de junio de 1630, los miembros de la
Real Audiencia denunciaron que al portero del edificio donde
funcionaba la institución, señor Luis de Tafalla, quien ganaba
anualmente 220 pesos, no se le "podía pagar el sueldo, al no ha
ber los fondos suficientes", y por no estar incluido dicho cargo
en el "dinero situado en México" (78).
Cabo 13.7
Artillero 13.7
Mosquetero 12.3
Arcabucero 11
16. J. Diez de la Calle: "Memorial y Noticias Sacras y Reales del Imperio delas In
dias Occidentales", pág. 62. ^
17. J. Marino Incháustegui: "Doc. A. G.I.-A. G. S. 1651 - 1660 :paientesisF.P.P.
18. Archivo Incháustegui: "A. G. I., Patronato, Legajo 273, Ramo 4 , A. S^chez
Valverde: Op, ciL, pág. 115;C. de Utrera: "ElTapado... ,pags.71-77; Noti
cias Históricas...", vol. VI, pág. 301.
19. J. Marino Incháustegui: "Doc...".
20. Ibídem.
245
tería una paga después que estoy aquí, sino el Real (*) de cada
dia para el sustento y molestando a los vecinos como también a
los mercaderes OBLIGANDOLES a que den de vestir a los sol
dados (para poder salir de los castillos donde estavan desnudos)
a hacer las guardias'* (21).
A pesar del retraso en los envíos de dinero, se mandó por
real cédula del 12 de mayo de 1643 que, durante 1643 y 1644,
todos los altos funcionarios residentes en la isla hicieran un
donativo, para ayudar a sustentar las tres Ordenes Militares exis
tentes en España, es decir, la de Santiago, Alcántara y Calatrava.
El empleado debía dar de su sueldo un real por cada ducado de
vengado (**). El aporte fue descontado de los salarios del
gobernador, del fiscal, de! alcaide, del alcalde mayor, de los
oficiales de la Real Hacienda, de capitanes de compañías, entre
tenidos, guardamayor y el guarda del río. La suma recaudada
"montó. . . 34,343 reales y un sexto de real", o sea, unos 4,229
pesos (22).
En 1646 el gobernador Nicolás de Belasco envió a la provin
cia de Cartagena al señor Antonio de Heredia para recoger los si
tuados provenientes de Panamá, correspondientes a los años
1643, 1644 y 1645, y que hacían un total de 86,936 pesos. Pe
dro de Ursúa, capitán general de laArmada Real de las Indias, se
negó a entregarle al señor De Heredia los situados aludidos,
con prexto de que traía poca plata para" España (23). De
acuerdo con real cédula del 15 de noviembre de 1647, el déficit
en el situado de Santo Domingo, a fines de 1645, ascendía a
173,147 pesos, divididos así: Panamá tenía un atraso de 86,936
pesos, y había "atrazado (en) la caxa de México ochenta y seis
mili dozientos y once (86,211) pesos". Al final del decreto, el
monarca manifestó: "E tenido por bien de dar la pressente
por la qual mando a los ofiziales de mi real hacienda de la
ziudad de Panama que con todo efecto paguen aquí adelante al
246
dicho precidio (de Santo Domingo) lo que corriere de su situa
do hordinario... y que lo atrazado del se lo libren y paguen en
dos o tres años de forma que con efecto se le de entero y
cumplida satisfacción de todo que assi es mi voluntad" (24).
En 1649 salió hacia Cartagena Antonio de Ledesma con el
propósito de recoger ehsituado,.pero "hallóse la novedad de no
estar el situado completo" pues sólo le entregaron 58,000 pesos
(25). En esos días la corona estaba en medio de una gran crisis
financiera, debido a las continuas guerras que se estaban esceni
ficando en Europa. La crisis era de tal magnitud, que ni los suel
dos de los embajadores españoles se pasaban a tiempo. Alonso
de Cárdenas, embajador de España en Londres, en carta del 29
de octubre de 1649 decía al rey lo siguiente; "he representado
a su A. la falta de medios con que me hallo para poder dar satis
facción de lo mucho que aquí devo a causa de no haverseme
acudido con lo vencido de mi sueldo, como V. M. lo tiene man
dado por diferentes decretos y estarse oy deviendo del cerca de
tres años. . . con que me ha sido forzoso buscar dinero a Ínteres
para sustentar mi casa y familia y para los gastos de esta embaja
da. . . necesito tanto de la satisfacción de mi sueldo que me
hallo obligado a suplicar a V. M. se sirva de mandar se me pa
gue" (26).
Mediante cédula del 25 de octubre de 1649, el rey ordenó al
gobernador de la isla, Luis Fernández de Córdoba, que "pidie
se un donativo a los vecinos y moradores de (la) Isla para ayuda
a los grandes gastos a que obliga la conservación de los exercitos
que tanto conviene mantener por las continuas guerras que los
enemigos hacen a la Real Corona de V. M." (27). Unos cuantos
meses más adelante, el gobernador informó al monarca que pro
cedió a solicitar el donativo. Entre otras cosas, Fernández de
Córdoba dijo lo que sigue: "algunos lo dieron otros no como
fue la ciudad de Santiago de los Cavalleros (por) su gran pobre
za. . . lo que han dado los vecinos a sido más por amor y deseo
de servir a V. M. que caudal que ellos tengan porque esta muy
24. Ibídem; paiéntesis F. P. P.
25. C. de Utrera: "El Tapado...", pág. 59.
26. J. Marino Incháustegui:: "Doc. A. G. I. -A. G. S. 1647-1654'
27. J. Marino Incháustegui: "Doc. A.G.I. -A.G.S. 1651 -1660".
247
pobre la tierra (y) los Derechos Reales (impuestos) bienen a me
nos (lo recaudado ascendió a) treinta y tres mil ochocientos cin-
quenta y seys (33,856) reales de plata (*) que hice meter en esta
Real Caxa con orden a los oficiales Reales los remitan en los
galeones (y) consignados al Presidente y Jueces de la casa de
(Contratación de) Sevilla" (28).
La suma recaudada se obtuvo de los siguientes estratos de
la sociedad: el arzobispo Francisco Pío de Guadalupe, a nombre
de la iglesia, aportó 6,168 reales. El número de civiles que apor
tó dinero debió de ser muy reducido, pues de acuerdo con el
informe redactado por los jesuítas Andrés de Solís y Damián de
•Buitrago, en agosto de 1650, en la sociedad dominicana de la
época eran muy pocos los hombres con haciendas que le propor
cionaran "diez y doce mil pesos de renta" al año, y no pasaban
de "cincuenta familias (con) caudales. . . moderados de año y
año" (29).
En documento fechado en la ciudad de Santo Domingo, el
15 de 1650, los señores Luis de Soria Pardo y Juan de Cable-
des decían al rey que el situado tenía un atraso de 129,000 pe
sos; México debía 86,000 y las Cajas de Panamá 43,000. Y tam
bién informaban que varios de "los vezinos de la ciudad" capi
tal estaban presionando a fin de que se les pagaran los préstamos
que "abian hecho. . . a esta RI (Real) Caxa para socorrer la yn-
fantería" (30).
Se puede asegurar, pues, que el gobierno de la isla, para
1650, dependía casi por completo de las decisiones y deseos de
un grupo reducido de usureros, pertenecientes al pequeño nú
mero de familias poseedoras de algún caudal económico, y que
constituían una oligarquía, como lo pudieron comprobar los
padres jesuítas Solís y Buitrago ese mismo año. Entre todos los
prestamistas dominicanos del siglo XVII, sobresalió en fama un
"enigmático y cínico personaje" llamado Rodrigo Pimentel
(31). Como la economía y la política del gobierno colonial es-
249
bispo Francisco Pío Guadalupe y Téllez. Y era el hombre mejor
protegido; se le veía por las calles bien resguardado por *'ar-
cabuceros y lanceros", así como por esclavos, pandilla que a ve
ces era usada tanto para cobrar deudas como para mandar a ma
tar a individuos que se enamoraban de mujeres que le gustaban
al señor Pimentel.
La fortuna acumulada por don Rodrigo llegó a ser enorme.
De acuerdo con testimonio del arzobispo Domingo Fernández
de Navarrete (37), aquél "fue siempre (el) padre de la Patria" en
la colonia, "en cuyas Reales Cajas llegó a tener (prestados) de
cincuenta y cinco mil pesos arriba" (38). En un juicio llevado a
cabo en los tribunales judiciales, entre los años de 1658 y 1660,
el doctor Diego González de Bonilla estimó el caudal econó
mico de Rodrigo Pimentel en más de 400,000 ducados (39).
En 1650, la Real Audiencia de Santo Domingo envió al ca
pitán Felipe Deliñan a buscar el situado procedente de Panamá.
El capitán experimentó una experiencia un tanto enojosa, pues
el general de galeones, Juan de Echaverri, decidió retener
60,000 pesos del situado dominicano, con el pretexto de que
ese dinero se necesitaba más en España. Asi, Deliñan regresó a
la Española con una ínfima suma de dinero. En tales circunstan
cias, el gobernador licenciado Francisco Pantoja de Ayala escri
bió al rey para decirle que el general Echaverri había cometido
un crimen al llevarse el dinero, "habiendo tanta pobreza en la
isla", y en donde se vive "de molestar a los vecinos pidiéndoles
préstamos" (40). En cédula del 25 de febrero de 1651, el rey
calculaba el déficit en el situado de la isla en más de 140,000
pesos. Decía el monarca: "se deven a la caxa de Santo Domingo
mas de ziento y quarenta mili pessos", pues sólo de México
hay atrasados 80,000 y el año pasado el general de galeones
retuvo 60,000 procedentes de Panamá, vía Cartagena (41).
250
Cuenta el gobernador Andrés Pérez Franco, en carta del 26
de agosto de 1652, que ese año envió a Cartagena al señor Die
go de Mosquera a recoger el situado del año 1651, ascendente
a 125,000 pesos, para pagar "los salarios y sueldos desta Real
Audiencia y Presidio". Ahora bien, de acuerdo con una corres
pondencia de los oficiales de la Real Hacienda en la isla, el gene
ral de galeones Pedro de Ursúa, conde de Jerena, restó al situado
dominicano "Veinte mili pessos. . . para Poder socorrer el Pre
sidio de San Juan de Puerto Rico con nobenta y siete mili pe
sos", de 245,000 pesos que se le debían. Por esa circunstancia,
a la Española llegaron 105,000 pesos (42).
A principios del año 1653, desde Panamá se envió a Carta
gena el situado de la isla correspondiente al año 1652; el monto
era de 68,265 pesos. Los oficiales de la Hacienda dominicana,
Gerónimo de (Juezada y Francisco Jiménez, fueron a buscar
la remesa, y estando en Cartagena escribieron al rey (*) para de
cirle, que sólo les entregaron 50,000 pesos, pues el general dé
galeones Martín Carlos de Mengos retuvo la eantidad de "dies y
ocho mili ducientos y sesenta y cinco pesos y medio", con la ex
cusa de pagar "el situado de puerto rico". Se elevó el déficit del
situado de la Española, por los descuentos hechos por generales
de galeones en 1651 y 1652, hasta la suma de 38,265 pesos y
medio (43).
50,000 pesos no daban para cubrir la nómina de empleados
públicos, y esto por varias razones: en 1652 se enviaron más
soldados para el presidio de Santo Domingo, desde México y
Puerto Rico (44). El 23 de marzo de ese mismo año, llegó a
la isla el gobernador Andrés Pérez Franco y trajo consigo 80
soldados, y llegó a tener la guarnición colonial 300 plazas (45).
Estando prohibido, por real cédula del 18 de septiembre de
1618, se nombrarn como soldados "a criados deministros de la
Real Audiencia, ni a naturales (46) vecinos de laCiudad e Isla ,
42. Ibídem. Aichivo Incháustegui: A. G. L, Patronato, Legajo 273, Ramo 4 .
(*) Carta del 8 de abril de 1653.
43. Ibídem.
44. C. de Utrera: "Noticias Históricas...", vol. I, pág. 31.
45. Ibídem, vol. III, pág. 242; vol. VI, pág. 301.
46. Naturales eran los españoles nacidos en la isla, es decir, dominicanos de naci
miento.
251
el rey tuvo que ordenar, en 1653 (47), a los oficiales reales de
Santo Domingo borrar de la nómina del presidio a los "criados
y extranjeros y portugueses" amigos del gobernador. Y como
colofón de la real orden, se decía que si algunos sueldos ya se
habían pagado a los aludidos militares, dichos salarios debían
ser recuperados de los bienes del gobernador Pérez Franco (48).
Este gobernador, en carta del 26 de agosto de 1652, certificó
que el presupuesto del gobierno ascendía a 66,389 pesos, dividi
dos en dos partidas; 52,230 pesos para sueldos de los militares,
y 14,159 pesos para gastos de la Real Audiencia (49).
Según lo confirman las fuentes de la época, el comercio legal
en la isla, entre 1650 y 1655, era casi inexistente. Al respecto,
el arzobispo Francisco Pío Guadalupe expresó al rey, mediante
carta (50), lo siguiente: que hacía "tres años y medio que no
a entrado de España sino es dos naos", las pocas monedas en cir
culación tenían el menor valor", y por ello "todo se vende por
excesibos precios y . . . está casi zerrado el comercio, y con la
gran baja que a dado el xenjibre y cacao. . ., no adeaver naos
de España ni aun destas Yndias que quieran venir aqui" (51).
La coyuntura de un comercio legal en bancarrota fue muy
bien aprovechada por el gran prestamista de la colonia, don Ro
drigo Pimentel. En 1649, la Audiencia envió al escribano Anto
nio de Ledesma a buscar el situado que debía enviar el gobierno
panameño vía Cartagena. Antes de partir, don Rodrigo entregó*
a su compinche, el señor De Ledesma, 20,000 pesos para com
prar en el exterior mercancías, y luego las hiciera entrar en la
isla en forma clandestina. El mensajero cumplió el mandato, y
durante todo el año de 1650 el comerciante Pimentel vendió el
cargamento de manufacturas, fiando la mayor parte al ejér
cito y a los altos funcionarios a cuenta de futuros situados.
Como Pimentel se negó a darle la mitad de las ganancias en el
52. J. Marino Incháustegui: "Historia Dominicana", 11, pág. 163;C. deUtrera: "El
Tapado..." págs. 59-60.
53. Co!. Lugo : B-. A. G, N., núm. 23, págs. 336-38; paréntesis F. P. F.
54. Archivo Incháustegui: "A. G. I., Audiencia de Sto. Dgo., Legajo 57";parénte8Í!
F. P. P.
253
goviemos pasados a sido dispuesto por un don Rodrigo Pimen-
tel vecino rico y poderoso en Santa manera que quantas merca
derías entran en esta provincia aunque sean vestimentas y ios
vinos los compra y ataxa con el poder que tiene hendiéndolos
después en tiendas y távemas publicas, (y todas las cosas que se
hacen aquí son) echuras suyas** (55).
Los ataques a este personaje abarcaron todos los aspectos
de la vida de un ser humano. Por ejemplo, en una carta del 19
de abril de 1653 el arzobispo Francisco Pío Guadalupe y Téllez
elaboró una extensa lista de los más célebres personajes de San
to Domingo que supuestamente vivían en '^concubinatos públi
cos", y entre los "principales concubinarios" citados por el
prelado estaba don Rodrigo (56).
Cansado el monarca de recibir, por escrito, tantas acusacio
nes del señor Pimentel, con cédula del 23 de noviembre de
1652, ordenó al gobernador Pérez Franco, tratar a dicho sujeto
"con la ygualdad (con que se tratan) todos (los) vassallos de
essa ysla" (57). En 1653 la Audiencia dio fin al juicio que por
1650 el señor Antonio de Ledesma incoara a Rodrigo Pimentel.
Probándose que el señor Pimentel había incurrido en el delito
de realizar contrabando, el alto tribunal lo condenó (*) al pago
de 10,000 pesos e irse desterrado a España. El dinero fue depo
sitado en las Cajas Reales, y el condenado desapareció de la
ciudad capital (58).
Rodrigo Pimentel se burlaría de la referida sentencia en un
tiempo relativamente corto. Se fue a Puerto Rico, vía Higüey,
y allí, a base de dinero, interceptó toda la documentación en re
lación con su proceso, que desde Santo Domingo fue enviada
a la corte de España. Habiendo dejado la plaza de Santo Domin
go el gobernador Andrés Pérez Franco y pasando a ocupar el
puesto interinamente el gobernador Juan Francisco Montema-
yor de Cuenca, don Rodrigo se presentó en la isla a fines de
59. Col. Lugo: B. A. G.N. núm. 23, pág. 339; núm. 24 - 25, pág. 357.
60. Col. Lugo: B. A. G. N. núm. 32 - 33, pág. 149.
61. J. Marino IncháusteguL *Doc. A. G. 1. - A. G. S. 1651 - 1660",
255
cossa alguna de la situación en lo venidero, pues faltando este
medio, no es posible que tengan seguridad estos presidios" (62).
Y en carta del 5 de junio de 1655, el tesorero Diego de
Soria Pardo informó a la corona que por las retenciones hechas
a los situados, en los años 1651, 1652 y 1653, por los generales
de galeones Pedro de Ursúa, Martín Carlos de Mengos y el
marqués de Villa Rubia (*), las Cajas Reales de Panamá le de
bían al gobierno de Santo Domingo "setenta y cinco mili du-
cientos y veinticinco (75,225) pesos" (63). Además, decía el
informante: "y. . . aunque se a buelto a pedir (el dinero reteni
do a los funcionarios reales de Panamá), Responden necesitan
de nueba orden de Vuestra Magestad porque ya ellos cumplie
ron con Remitir cada año las situaciones enteramente. Suplica
mos a vuestra magestad se sirba mandar se nos despache su Real
Cédula para que los dichos oficiales Reales de Panama buelban a
dar los dichos 75,225 pesos, . . , para que se pueda dar satisfa-
sion de los salarios y sueldos. . . en esta Real audienzia y Pre
sidio" (64).
Los recortes en los situados provocaban graves inconvenien
tes a la hora de pagar los sueldos públicos, y quienes más se per
judicaban eran los empleados que prestaban sus servicios en el
interior de la isla. Decían los padres del Convento de las Mer
cedes en la ciudad de Santiago, en correspondencia del 3 de
enero de 1655, que al llegar el situado de 1653, en noviembre
de 1654, recortado en más de la mitad, los funcionarios pú
blicos de dicha ciudad no pudieron cobrar sus salarios. En
su relación de enero, escribieron los sacerdotes: por "la miseria
y estado de aqueUa tierra (no ha sido posible) pagarle su sueldo
a Don Andrés Núñez de Porra alcalde mayor de aqa. ciudad".
Por consiguiente, rogamos "se le honre con puesto donde pueda
sustentar su familia con decencia" (65).
El hecho de que sólo llegara, a fines de 1654, la suma de
30,880 pesos, representaba para la Audiencia una situación casi
62. Ibídem.
256
insostenible, pues desde enero de ese año el doctor Montema-
yor de Cuenca, en calidad de gobernador interino, dejó una
guarnición permanente de 150 soldados en la isla de la Tortuga,
la cual tenía un presupuesto estimado "amas de veinte y tres
mili (23,000) pesos" (66). En 1655 el rey decidió cambiar prác
ticamente todos los altos funcionarios en la Audiencia de Santo
Domingo. El 8 de abril, los nuevos titulares eran: gobernador,
Bernardino de Meneses Bracamente y Zapata, conde de Peñal-
va; oidores, Lic. Andrés Caballero, Lic. Gaspar Vélez Montilla,
Lic. Diego López de la Puerta, Lic. Andrés Martínez de Amileta;
y fiscal, Lic. Bernardo Trigo de Figueroa. Atendiendo una real
orden, las Cajas Reales de la isla tuvieron que erogar una alta
suma de dinero. A cuenta de sus salarios, y a fin de que "ins
talaran y pusieran sus hogares", al conde de Peñalva le prestaron
2,176 ducados, y a cada uno de los oidores que llegaron con
él se le entregó 997 ducados con 125 maravedíes (67).
257
esperarse, en toda la segunda parte del siglo, la mencionada li
mosna casi nunca fue repartida (69).
La alegría producida por la victoria contra los ingleses dura
ría muy poco. En cartas de junio de 1655 el conde De Peñalva
decía: "notizias. . . ay de que no ha de venir este año situado
(y) muy pocas esperanzas (existen) de que benga. . . por dezirse
se a perdido la capitana de Galeones con toda la plata, si bien
dizen la sacaran" del mar. Por consiguiente, "sera fuerza el pedir
prestado para el sustento de esta Infantería" (70). En tales cir
cunstancias, el conde y gobernador de Santo Domingo, a través
de una misiva de! 27 de junio, mandó al gobernador de la Tor
tuga, Baltasar Calderón Espinosa, desalojar la pequeña isla, ex
plicándole, al mismo tiempo, el porqué tomó esa importante
decisión. Decía el conde De Peñalva: las "RS. Arcas (de Santo
Domingo se hallan con tan poco dinero que aun no ay para el
socorro ordinario de la ynfantería deste pressidio y con muy
poca esperanza de que benga el situado. . . y por estar estas cos
tas tan ocupadas del enemigo con que será fuerza el pedir pres
tado (dinero). . . mire Vm. quan inpusibilitado me hallo de po
der socorrer esa plaza (de la Tortuga) por las razones dichas"
(71).
Al llegar el conde De Peñalva a la isla, en abril de 1655, tra
jo consigo "200 infantes arcabuceros" desde España, según sus
palabras. Y "aliando 170 (hombres) q. (que) pudieron tomar
armas", el presidio se elevó al número de 370. Empero, el gober
nador expresó en esa oportunidad, que para una buena defen
sa de la colonia eran necesarios 800 soldados (72). Después de
pasar la invasión de Penn y Venables, el rey,con cédula de! 20
de diciembre de 1655, decidió convertir a Santo Domingo en
259
Al aumentar el número de soldados en la colonia, el rey quiso
llamar la atención en relación a la mala administración del dine
ro público en Santo Domingo, al decir que era una realidad
"que los pagamentos de los soldados de los Presidios, an andado
en mucha quiebra (pero eso se debía, entre otras razones,) a la
mala administrazion y distribuzion del dinero de los situados
por los Gobernadores y ofiziales reales. . y perdidas que tan-
vien a havido en las conduziones por la mar como porque de
años a esta no se an pagado enteramente los situados en mis
cajas reales donde están consignados y también porque los
Generales de Galeones y flotas an traido a España algunas canti
dades de plata pertenezientes a dichos situados" (77).
En 1656, el almirante inglés Blake capturó la casi totalidad
de la flota de Nueva España (78), y por ello el situado no llegó
ese año a la isla. El 30 de julio el gobernador de la colonia se
lamentaba por esa situación. Decía el conde Félix de Zúñiga, en
carta al rey, que siendo Santo Domingo una plaza de armas en
el Caribe, era una lástima que "para el sustento de ochocientos
soldados están estas Arcas sin un Real por falta de las zituazio-
nes y rezagos (o atrasos)" (79).
En medio de las estrecheses económicas del momento, ha
bía un personaje que estaba haciendo buenos negocios; este
era don Rodrigo Pimentel. Esa situación provocó que gran parte
de los altos funcionarios públicos iniciaran un plan de ataque
a dicho individuo. El doctor Juan Francisco Montemayor de
Cuenca, ex-gobernador, en carta enviada al rey el 2 de abril de
1656, manifestó que Pimentel hacía sus negocios sucios en
estrecha combinación con el gobernador de turno, y por eso "la
voz común del Pueblo, de algunas personas en particular. . .
dicen que Don Rodrigo Pimentel arregalado (ha regalado) al
presidente y a su mujer. . . algunos Yntereses considerables es
pecificando una rica cama colgada". En carta del 8 de abril,
el Dr. Montemayorvolvió al ataque, diciendo que el gobernador
se ha entregado "aun vecino Rico llamado Rodrigo Pimentel su-
261
compañía restituyendo (enviando) los soldados de ella a. . .
donde se sacaron'* (84).
El año siguiente, 1658, el rey puso en ejecución una medida
económica nunca antes vista en Santo Domingo: se rebajaron
los sueldos de cada militar a la mitad. En cédula del 12 de julio,
dirigida al conde De Zúñiga, el monarca aclaraba que deseaba
no "aumentar la situación de dinero del que tiene al presente
esa plaza consignado. . . que como saveis son sesenta y ocho
mil (68,000) pesos en que se yncluien vuestro sueldo y los
oidores fiscal y otras personas que me sirven en essa ysla". Y
finalizó su real decreto con esta orden: "mi yntento y voluntad
es que ... se les haga pagamento de la mitad de los sueldos que
cada uno (de los oficiales menores) goza" (85).
En 1658 se envió al socio de Rodrigo Pimentel, Antonio de
Ledesma, a buscar los situados correspondientes a los años 57
y 58. Según una correspondencia del gobernador, conde De
Zúñiga, a Cartagena sólo llegó el dinero de 1658 (86). Esa re
mesa tuvo una historia muy singular. Panamá envió el dinero a
la ciudad de Coro; al llegar el señor De Ledesma allí, se empezó
a cargar un barco con los cajones de monedas, y todavía que
dando parte de los cajones en tierra un pirata asaltó la nave, y
se llevó parte del dinero que pertenecía a la Real Hacienda de
Santo Domingo. Así, pues, Antonio de Ledesma partió hacia la
Española con el resto del situado, y al llegar al puerto de Santo
Domingo, antes de que las autoridades inspeccionaran su navio,
echó en tierra cuatro cajones llenos de barras de plata sin re
gistrar , valorados en unos 5,000 pesos (87). El robo se supo
más adelante, y el visitador Sancho de Ubilla condenó al ladrón
al pago de cierta cantidad de dinero, pero la multa la saldó el
cómplice de este último, don Rodrigo Pimentel.
A los pocos días de haber llegado el reducido situado de
1658 no se veía una moneda en circulación, pues Rodrigo Pi
mentel y el arzobispo, a través de sus guardaespaldas y matones.
262
procedieron a cobrarles a todos los civiles y militares que ante
riormente habían tomado al fiado ropas o habían obtenido
algún préstamo en efectivo (88). Según una carta del fiscal de
la Audiencia, Bernardo Trigo de Figueroa, para 1658 "las Rs.
Caxas estavan en poder de D. Rgo. Pimentel", quien obligó al
gobernador y presidente, conde De Zúñiga, a nombrar contador
de la Real Hacienda al señor "D. Alonso Jaques Carbajal casado
con una hermana del dho. D. Rodrigo y escribano a franco fa
cundo hechura suya y hermano del mesmo contador" (89).
Habiendo llegado tantas quejas al Consejo Real de Indias,
en relación con la persona de Rodrigo Pimentel, el rey deaetó
en mayo de 1658 que un nuevo oidor, quien iba a la isla con
rango de visitador, hiciera un juicio de residencia al gobernador
saliente conde Félix de Zúñiga, le enbargara bienes y salarios;
y enviara, en el primer barco que saliera para España, "al Dho.
D. Rodrigo Pimentel remitiéndole ala casa de la Contron. de
Sevilla- notificándole q. luego q. desembarque en qualquier
Puerto de España se presente en dha. casa de la Contratación
donde estara hasta q. el consejo disponga" (90). Antes de don
Rodrigo enterarse de la orden de deportación, un sacerdote
declaró algo muy grave. El padre dominico Antonio de Fi
gueroa, quien había estado como visitador "de losconventos de
Santo Domingo", se presentó en Madrid, y ante los miembros
del Consejo Real de Indias, los días 5 y 6 de agosto de 1658, de
claró lo siguiente: que el gobierno de Santo Domingo en manos
del conde Félix de Zúñiga era una ficción, pues "todo quanto
se hace de govierno lo dispone y govierna el dho. D. Rodrigo
Pimentel y que llega a tanto que vido este testigo y leio (leyó)
en la pared del palacio un letrero que decía: NO AY MAS LEY
NI MAS REY QUE DON RODRIGO PIMENTEL, lo qual es-
tava escrito en la pared con letras de Almagre" (91).
88. M. A. Peña BaÜle; "La Isla...", págs. 193 - 96; C. de Utrera: "Documentos para
la Historia...", pág.447; F. de Nclasco: "El Capitán...", pág. 134; F.MoyaPons:
"Historia Colonial...", págs. 148-49, 212-13.
89. Col. Lugo; B. A. G. N., núm. 24 - 25, pág. 379.
90. Ibfdem, pág. 375.
91. Ibídem, pág. 372; C. de Utrera: "ElTapado...", pág. 68;F. de Nolasco: 'ElCa-
pitan...", pág. 135; mayúsculas F. P.P.
263
El 31 de marzo de 1659, el rey envió una cédula al oidor de
la Audiencia de Santo Domingo, Lic. Sancho de Ubilla. El
monarca, a través del documento, anunciaba tener informes
de que en el gobierno colonial se estaban cometiendo **excesos*'
o fraudes en los gastos de los fondos públicos, y que el goberna
dor conde Félix de Zúñiga, en combinación con Rodrigo Pi-
mentel y los oficiales de la Real Hacienda, estaban incurrien
do en las irregularidades siguientes: permitían la entrada de bar
cos enemigos al puerto del río Ozama, vendían bienes públicos
para repartirse el botín, hacían pagos salariales de supuestos
soldados, y se hacían reparaciones a construcciones públicas
(como la fortaleza, la muralla y fuertes}, sacándose de la "Real
hazienda. . . cantidades" de dinero por encima de los gastos ver
daderos. Al final, el monarca decía al oidor De Ubilla que le
daba "el poder facultad y comisión. . . que. . . se requiere y es
necesario" para averiguar si "a havido excesos contra mi Real
hazienda, (y si en verdad cometieron fraudes el) Pressidente D.
Félix de Zúñiga y ofiziales Reales y Don Rodrigo Pimentel y
demás personas" (92).
Durante la primera mitad del año 1659, Antonio de Ledes-
ma condujo a la isla el dinero del situado, el cual desapareció de
las manos de la gente en pocos días. En certificación firmada
por los oficiales de la Real Hacienda, del 14 de agosto, se dice
que al llegar el nuevo gobernador (*), Juan de Balboa Mogro-
vejo, sólo encontró como reservas del gobierno la suma de "mili
y ochenta (1,080) pesos. . . de las situazíones conqe. (con que)
llegó a esta ciudad este presente año Anto. (Antonio) de Le-
esma (93). El gobernador, por su lado, en carta al rey del 7 de
noviembre de 1659, ratifica la certificación dada por los oficia
les, y aporta datos importantes en torno a los pagos de salarios,
diciendo: al llegar a la isla hallé en la Hacienda Real la suma de
mil y ochenta y un (1,081) pesos. , . a la infantería se le está
debiendo infinitas pagas, no obstante qe (que) mi antecesor (go
bernador Félix de Zúñiga) a costa de sumo travajo la a socorrido
92. J. Marino Incháustegui: "Doc. A.G.I. - A.G.S. 1651 - 1660"; paréntesis
F. P.P.
(*) Llegó el 9 de agosto de 1659.
93. Col. Lugo: B. A. G. N., núm. 24-25, pág.
377; paréntesis F. P. P.
264
con un Rl. (real) cada dia de ordio. (ordinario) y a sus cavos con
cien Rs. (reales) cada mes cosa quem.e aparecido milagro recono
ciendo lo caro délos bastimentos desta ciudad, . . . (a los oido
res) se les deve a unos tres años y a dos de sueldo". El gober
nador Balboa finaliza su misiva con esta sincera explicación;
"Confieso que si (hubiera) llega (do) a saver (d) el estado mise
rable de esta (colonia y) milicia y que havia de venir a Gover-
narla. . . (habría) suplicado con la boca por tierra a V. M. (a
Vuestra Majestad) no se me sacara del Govierno de las Armas de
Gibraltar" (94).
Los apuros por los que estaba pasando el gobierno de Santo
Domingo se pueden inferir por estos datos; en carta del 16 de
junio de 1659, el conde De Zúñiga comunicó al monarca espa
ñol que la corona tenía una deuda acumulada, en relación con el
situado de la isla, por la cantidad de "trezientos y treinta y tres
mili ciento y treinta (333,130) pessos. . estando deviendo esta
Rl (real) caja muchas cantidades y (salarios), conque se ha (ve
nido) sustentando la infantería y . • • otros gastos prezisos (a
base de préstamos)" (95). Por haber llegado el situado de 1659,
la Real Audiencia se animó a mandarle hacer nuevos uniformes al
ejército; el encargo se le dio a los señores Francisco Bueno de
Bohorques y Martín de Cortabarria, quienes gastaron de su di
nero 30,553 reales (**) en la confección de los trajes. De acuer
do con una real cédula del 28 de noviembre de 1668, todavía
en esa fecha los sastres no habían podido cobrar el dinero y el
trabajo invertidos (96).
En 1660, el gobernador Juan de Balboa calculaba el déficit
del situado dominicano en medio millón de pesos. Estos son
algunos párrafos de una carta enviada por el gobernador al mo
narca, de fecha 8 de agosto de 1660: en verdad un gobernador
en la isla pasa calamidades, pues a pesar de ser los sueldos. . .
cortísimos para los grandes gastos. . . se cobran de dos a dos
años"; por la tardanza del situado "he dejado de cobrar mucha
parte de mi sueldo para que tengan los soldados yministros al-
94. Ibídem, paréntesis F. P.P.
95. Ibídetn, pág. 376; paréntesis F. P. P.
(*•) Igual a 3,819 pesos.
96. C. de Utrera; "Noticias Históricas...", vol.V, pág. 75.
265
gún sustento" con los escasos fondos que puedan tener las cajas
reales. Debiendo "quinientos mili (pesos) las Caxas de Panama",
los generales de "los Galeones (suelen llevarse el) dinero a Es
paña sin reparar en las necesidades de Sto. Dgo.". Como la Ha
cienda de la Española debía "mas de duzientos mili (200,000)
pessos" en sueldos y préstamos, se mandó a buscar en Cartage
na Ciento y setenta mili (170,000) pessos", enviados por las
autoridades panameñas, pero allí los generales de galeones re
tuvieron unos sesenta mili", y estando todavía en tierra el res
to del dinero, piratas extranjeros robaron unos "cinquenta mili
y tantos, llegando a esta plaza (de Santo Domingo sólo) cin
quenta mili escasos" pesos (97).
Como hernos explicado, en 1658 el oidor y visitador Sancho
de Ubilla inició un juicio de residencia contra el gobernador Fé
lix de Zúniga y Rodrigo Pimentel. De Ubilla demostró en el
juicio que ambos personajes se habían enriquecido participando
conjuntamente en el comercio de contrabando; así. De Ubilla,
después de tener arrestado a Pimentel durante diez meses, ei
e agosto de 1660 "dictó auto de deportación a España con
tra. . . don Rodrigo" (98).
Estando en España, Pimentel inició un intenso cabildeo po
ico a fin de evadir la condena de destierro, objetivo que obtu-
tiempo. Por cédula del primero de julio de
, el monarca ordenó al gobernador Pedro Carvajal y Cobos
ejar entrar a la isla adon Rodrigo, pero manteniéndolo a "qua-
tro leguas. . . en contorno" de la ciudad de Santo Domingo
durante un período de "quatro meses", y pasado ese tiempo
se le permitiera entrar ala capital de la colonia, yse le devolvie
ran todos sus bienes anteriormente confiscados (99). Entre las
razones expuestas en la real cédula, para otorgarle el perdón al
influyente usurero, estaban: haber contribuido "con su persona
y sus bienes (7,000 pesos)" para vencer a los ingleses en 1655
cuando la invasión de Penn y Venables; haber desempeñado im
portantes empleos como capitán, regidor, etc., "y últimamente
haber dado algunos ducados para las urgencias de la corona"
97. J. Marino Incháustegui "Dpc. A. G. I. -A.G.S. 1651-1660"; paréntesis F. PJ
98. C. de Utrera; El Tapado...", pág. 66.
99. Col. Lugo: B. A. G. N., núm. 17, pa'g. 252.
266
(100). El 20 de diciembre de 1661, nuevamente estaba Rodri
go Pimentel residiendo en su ciudad natal, Santo Domingo.
267
CAPITULO XV
271
empezó a gestionar la manera de cómo ingresar al sacerdocio
de nuevo (10). Muchas personas notables se opusieron a tal pro
pósito, manifestando sus preocupaciones ante la Audiencia y
el arzobispo y escribiendo a la corona. Por ello, el señor Joseph
Luna y Peralta, alcalde de Sevilla, en calidad de juez de la Casa
de Contratación, inició un juicio contra don Rodrigo en 1663,
con el propósito de que el usurero no ingresara al sacerdocio
(11). Ese nuevo pleito judicial, demuestra, una vez más, que Pi-
mentel era el hombre más poderoso en la sociedad dominicana
de entonces, y por eso el oidor y juez Sancho de Ubilla decía,
por escrito, en aquellos días, que en la isla "No ay materia
que. . . no se comunique entre D. Rodr. Pimentel Arzobispo y
Presidente, siendo (el primero) pa. muchos el instrto (instru
mento) princl. (principal)" (12).
En los años sesenta, los soldados del presidio de Santo Do
mingo, al enfermarse, eran enviados al Hospital de San Lázaro.
Los directivos del centro se quejaban, muy a menudo, porque
los pacientes permanecían recluidos sin poder cubrir sus cuerpos
con alguna ropa nueva y limpia, y porque las camas, al igual
que los enfermos, estaban casi todo el tiempo desnudas. Aten
diendo esas quejas, el rey ordenó a la Audiencia ir en auxilio del
hospital (13), pero, como tantas veces había ocurrido, esta fue
una orden que cayó en el olvido. Al finalizar el siglo, por ejem
plo, de la merced autorizada por la corona, en 1669, para ayu
dar la mencionada institución, se debían 2,322 pesos con 6 rea
les (14).
Cuenta el cirujano Juan de la Iglesia, que en sus prácticas
médicas en los años 1665 y 1666, dentro de la fortaleza princi
pal de la colonia, aparte de ayudar a curar a los enfermos, se
veía en la necesidad de "ponerles las medicinas necesarias con
dinero de él", y muchas veces "dio de su hacienda para vestir
la infantería que se hallaba de guarnición en la ciudad de San
to Domingo" (15). En esos mismos días, el señor Francisco de
10. Ibídem , págs. 69-70.
11. CoL Lugo: B. A. G. N., núm. 17, págs. 254-55.
12. Ibídem., núm. 38-39, pág. 24; paréntesis F. P. P.
13. Real Cédula del 18 de abril de 1664.
14. Real Cédula del 21 de mayo de 1701.
15. C. de Utrera; "NoticiasHistóricas de Santo Domingo", vol. 111, págs. 218-19.
272
Oya escribió al Consejo Real de Indias, exponiendo la siguiente
queja: A pesar de tener el empleo de portero de la Real Audien
cia, durante un período de 10 años, mostrando buena conduc
ta, puntualidad en sus servicios, y teniendo mujer e hijos, se le
debía una "infinidad" de sueldos (16).
En 1666 llegó a la isla un juez de la Casa de Contratación
de Sevilla, señor Rodrigo Navarro, para terminar el juicio que
en 1663 había iniciado Joseph Luna y Peralta contra Rodrigo
Pimentel. El funcionario condenó a Pimentel a vivir a 50 le
guas de la ciudad de Santo Domingo. Sin embargo, el rey, mas
adelante, ordenó (17) al mismo "Navarro que permita a D. Rgo.
Pimentel esté en lugar adequado a sus achaques y vejes aunque
sea a 12 ó 20 leguas menos de las 50 q. se le señalaron", aunque
se debía "estar a la mira de los actos de D. Rgo. Pimentel, cléri
go de menores" (18).
A principios de 1667, la Audiencia envió al capitán Diego de
Arce a buscar el situado en Cartagena (19), pero la remesa no
llegó a Santo Domingo, pues cuando el navio que traía el di
nero (*) pasaba cerca de la isla Saona fue asaltado por el famoso
pirata Francisco L'OIonnais (20). Por ese incidente, el goberna
dor Pedro de Carvajal y Cobos comunicó al monarca (21), que
en la colonia se estaban pasando grandes apuros, teniéndose que
"vivir de prestado, como sucede oy", al no recibirse el situado y
habiendo la corona mandado 246 soldados, para aumentar la
guarnición.
Durante el período de nueve años, que abarcó 1660 y 1668,
llegaron a la isla sólo tres situados (**). Según una correspon
dencia del gobernador Carvajal y Cobos, en septiembre de 1668
se trajo de Cartagena la última remesa (22); en élla el presidente
16. Por real cédula del 16 de mayo de 1665 se manda a la Audiencia resolver ese
conflicto.
17. Reales Ce'dulas del 17 de febrero de 1667, y 8 de noviembre de 1670.
18. Col. Lugo: B. A. G. N.,núm. 17, págs. 255—57.
19. J. Marino IncháusteguL "Doc. A. G. I. - A. G. S. 1661-1680".
(*) En la carga había, además, 7,000 libras de pólvora y unagran cantidad de mos
quetes.
20. A. O. Exquemelin: "Piratas de América", pág. 78.
21. Carta del 19 de septiembre de 1667.
(**) El de 1660 fue de 50,000 pesos, y el de 1661 de 179,338.
22. No se menciona el monto del dinero.
273
de la Audiencia informa, que "por estarse deviendo cantidades
considerables a los forasteros y vecinos. . . no se pudo dar a la
ynfanteria mas de dos pagas (es decir, dos mensualidades) y
a los Ministros de esta Real audiencia y a mi la mitad de los
sueldos vencidos, . . . (y por ello) a sido necesario para los
socorros de todos los meses que ymportan cerca de 3 mil pesos
cada mes bolber a sacar prestamos" (23). Al mes de haberse re
cibido las cajas de monedas. Carvajal y Cobos, en otra carta a la
reina española, decía que "las caxas Reales de" Santo Domingo
estaban en "empeño" para pagar los salarios de los 560 soldados
de puesto en la colonia, "por falta de los zituados", y por eso
él deseaba que el "Pressidente de Panama. . . pagara enteramen
te (el situado) y remitiera lo . . . que pueda por quenta de (los
dineros) atrazados" (24).
El 30 de septiembre de 1668, desde Maracaibo se le avisó
al gobernador de Santo Domingo que la ciudad de Portobelo
había sido "tomada por el enemigo ynglés". Mediante la carta,
el gobernador de Cartagena pedía ayuda para liberar la ciudad
capturada. El 6 de octubre, todos los miembros de la Audien
cia dominicana se reunieron en junta de guerra, y como casi to
do el dinero del situado había ido a parar a los bolsillos de los
prestamistas, se determinó ir en "búsqueda (de dinero) prestado
a crédito. . . hasta la cantidad que fuese necesaria dando libran
za a las personas que lo dieren", y así poder cubrir "los gastos
este sorarro" a Portobelo, consistente en 130 soldados, 32 ca
ñones y 'demás pertrechos necesarios" (25).
Según expresión del gobernador Pedro Carvajal yCobos, ca-
a año que transcurría, el monto del situado "se hacía corto pa
ra cubrir todas las obUgaciones del gobierno. Por eso, cobrar
te. difícilMpara
Audiencia, se fue convirtiendo
los comerciantes, en pensionados
prestamistas, una lucha bastan
yju-
bilados públicos. Existen pruebas documentales de que, a partir
de 1668, los acreedores del gobierno casi nunca esperaban el
situado eh la isla, y se iban a Cartagena a, prácticamente, secues-
trar las remesas provenientes de Panamá. Esa práctica provocó
23. J. Marino Incháustegui: "Doc.. paréntesis F. P.P.
24. Carta del 9 de octubre de 1668;paréntesis F. P. P.
25. J. Marino Incháustegui: "Doc..
274
tal escándalo en la corte, que en varias ocasiones el Consejo Real
de Indias prohibió a los "acreedores ir a cobrar fuera" de San
to Domingo (26).
En el período de gobierno del conde de Peñalva (1655—
1656), el alférez Pablo de Aramburu prestó a la Audiencia
3,875 pesos, para cubrir la nómina salarial del presidio de la
capital. De Peñalva se comprometió a saldar la deuda cuando
llegara el primer situado; el compromiso, como era de esperarse,
no se cumplió. Unos años más adelante, el prestamista cedió el
dinero aludido al sargento mayor Lucas Berroa, y éste empezó
a presionar al gobierno colonial para que le devolvieran los
3,875 pesos. La reina, por cédula del 2 de junio de 1668, orde
nó al gobernador de turno en la Española, pagarle al señor Be
rroa. En carta del 26 de junio de 1681, Lucas Berroa informó a
la corte que todavía le adeudaban los "31,000 reales (*) de di
ferentes préstamos que ha hecho" (27).
Lucas Berroa logró su jubilación del ejército con disfrute de
pensión anual de 700 ducados (**). Antes de 1665, se le adeu
daba por ese concepto la suma de 6,725 pesos, es decir, siete
años de salarios. Por reales cédulas de ese año y de 1668 se or
denó a la Real Hacienda de Santo Domingo pagar el total de
dicha pensión, montante a 53,804 reales. En 1670 el gobierno
pagó a Berroa cierta cantidad, aunque no sabemos qué ocurrió
con la suma restante (28).
Casos parecidos al del señor Berroa, los vivieron otros per
sonajes de la colonia. Juan Rodríguez Manzanilla, quien había
servido en el presidio de Santo Domingo durante 40 años, de
sempeñando los cargos de soldado raso, cabo de escuadra, sar
gento, alférez y ayudante de sargento mayor, manifestó por es
crito, a fines de 1678, que se le debían en salarios atrasados 18,
197 reales (es decir, 2,274.6 pesos). La corte, en 1680, autorizó
pagarle al señor Rodríguez Manzanilla con dinero del situado
26. Ibídem.
(*) Equivalentes a 3,875 pesos.
27. C. de Utrera: "Noticias Históricas..vol. V. págs. 53 y 66.
(**) 700 ducados, equivalían a 962.5 pesos; Berrea sirvió en la milicia durante 52
años.
28. C. de Utrera: Op. dt., vol. III, págs. 291 y 296; vol. V, págs. 76-75.
275
(29). No sabemos si la orden real se cumplió. Juan de los Reyes,
habiendo terminado de prestar servicio en el presidio durante un
lapso de 22 años, expuso sus quejas, también en 1678, porque la
Audiencia le tenía retenidos sueldos atrasados por valor de
13,508 reales, o sea, 1,688 pesos. Como el señor de los Reyes
escribió al rey diciendo, que "estaba en gran necesidad", por cé
dula real del 22 de febrero de 1680 se autorizó al gobernador y
oidores de la Española pagar los salarios atrasados del soldado
jubilado (30).
A pesar de haber llegado el dinero del situado en 1668, al
año siguiente no estaba circulando una sola moneda en toda la
colonia (31). En carta del 20 de julio de 1669, el gobernador Pe
dro de Carvajal y Cobos describió al monarca la real situación
de Santo Domingo, redactando las siguientes ideas; Ofrezco
quenta a V. M. del estado tan miserable en que se halla esta
Isla. . . de ninguna manera se hallan estas Caxas con que susten
tar la Infantería y Ministros de esta Real Audiencia. . . siempre
se (está) pidiendo prestado así a los vecinos como a los foras
teros, (y lo más) ESPANTOSO (es que a veces hay que) SACAR
POR FUERZA (esos préstamos a los vecinos) pues es preciso
hacerlo porque el sustento ordinario no admite dilación en la
gente de Guerra. (Siendo esta isla plaza de armas del Caribe) se
podría quedar desierta (pues los soldados, no soportando la
miseria y la no puntualidad de los salarios) se juyen (no sólo al
exterior, sino) también a los montes" (32). Por la pobreza impe
rante, la fiesta del 14 de mayo, mandada a celebrar por la coro
na en recordación por la victoria contra las tropas inglesas de
Penn y Venables, no se pudo efectuar desde 1669 hasta 1683
(33).
En 1670 llegó un nuevo situado valorado en 86,156 pesos
(34). Al año siguiente, en correspondencia del 6 de mayo, los
29. Ibídem , vol. III.
30. Ibídem, pág. 293.
31. F. MoyaPons: "Historia Colonial " pág 205
32. J. Maimolncha^ustegui: "Doc.. .•';mayúsa.lasy paréntesis F. P. P.
33. C. ^ Utrera. Op. ciL vol. III, pág. 271. Supuestamente, cada 14 de mayo se
tenía que sacar de la Real Hacienda 500 pesos, para ümosna de las personas
mas pobres. ^
34. J. Marino Incháustegui; "Doc. .
276
miembros de la Audiencia se quejaban al rey, manifestando lo
siguiente: Existe un gran "defecto de los zituados. . . porque ha-
viendo (en la isla) seiscientas plazas (de soldados) como oy ay
solo se embia (dinero) para trecientas y esto no viene todos los
años sino cada tres de que resulta no poderles dar (a cada unos
de los militares) mas que un corto socorro cada mes (y lo peor
es que) ya no ay. . . vecinos que puedan socorrer prestado por
que con lo que an socorrido no se les a podido satisfacer (*) ni
lo tienen (y el mes que viene no habrá fondos para el socorro
de los soldados), y a esta causa la milicia esta descontenta y se
huien (**) lo mas que pueden (al exterior o a los montes de la
isla)" (35).
En la misma carta de la Audiencia, se da constancia de que
el déficit en el situado, desde 1660 hasta 1670, se incrementó
en más de 200,000 pesos, pues en élla se puede leer el siguien
te párrafo: "lo que se deve a estas Cajas Reales (es) cantidad
considerable quando pasan de setecientos mili (700,000) pessos
lo que se esta deviendo a esta plasa" (36).
El Consejo Real de Indias,considerando válidas las quejas de
la Audiencia, de que el situado resultaba pequeño para cubrir las
necesidades de una plaza de 600 soldados, en comunicación al
monarca del 31 de octubre de 1671, recomendó "acrecentar"
la ayuda monetaria anual de la isla de Santo Domingo en
"veinte mili pesos mas para pagar el sueldo del mayor número
de" militares, se ordenara a Panamá pagar puntualmente el "si
tuado antiguo y los 20 mili pesos, que aora se acrecientan. . .
año por año", y que los generales de galeones "no toquen (la
remesa enviada) sino que le hagan entregar cabalmente a la per
sona que fuere a cobrarla" (37). El rey, atendiendo la sugerencia
del Consejo, ordejó al gobierno panameño (38) aumentar el si
tuado dominicano, que era de 41,000 pesos, hasta 71,000 pesos,
277
**pa. pagar el sueldo del mayor numo. (número) de gente qe. al
pte. ay en el'* presidio (39).
Los miembros de la Junta de Guerra del Consejo Real, en
certificación fechada en Madrid el 22 de septiembre de 1672,
comunicaron a la reina, que se hacía necesario terminar la mu
ralla de la ciudad de Santo Domingo, por el lado que comunica
ba a Haina y Nisao, y así poder proteger la capital de los ataques
ingleses y del avance de los franceses, dueños del oeste de la isla.
Como del situado, agregaba la Junta, se debían más de "seys-
cientos mili pesos'*, era impresindible que "demás del sueldo (es
decir, el situado) ordinario.. cada año se remitan fijamente de
las Cajas de Panama veinte o treinta mili pesos** de los dineros
atrasados, para "que se vaya haziendo la dicha zerca (que en)
cinco o seis años. . . podrá acavarse** (40).
Por cédula del 13 de octubre de 1672, la reina mandó al
gobernador de Tierra Firme, con asiento en Panamá, enviar a
Santo Domingo, durante cinco o seis años, "veinte mili pesos
(a) quenta de mas de seiscientos mil pesos se supone se están de
biendo del situado de aquel Pressidio" (41). En otra cédula de
la misma fecha, la reina expresó al virrey de México : Debido a
que^ el situado de Santo Domingo tiene un atraso "demás de
seizientos mili pesos", las Reales Cajas del virreinato mandarán
a la isla, a cuenta del referido atraso, "cada año veinte mili
pesos (por un período) de cinco o seis años", para poder termi
nar la muraUa de la capital de la colonia (42).
A pesar de las reales órdenes, Panamá no entregó el situado
correspondiente al año 1672. Las autoridades de Santo Domin
go enviaron un navio arecoger la suma de 95,829 pesos, pero el
barco regresó sin una moneda. Por eso, la reina escribió a los
oficiales de la Real Hacienda de México (43), para "que de qual-
quier efectos que ubiere en la Caxa Rl. dessa ciudad. . . remitie
ran al Presidio de Sto. Dgo. quince mili pesos. . . a quenta de lo
LO ENVIADO LO RECIBIDO
279
to Domingo. El 30 de mayo sugirió enviar alguna partida de
dinero para terminar la muralla (48). El 15 de junio se ordenó la
entrega de 15,000 pesos "por quenta de lo que se devía del si
tuado" de Panamá "en cada uno de los quatro años siguientes
para que la infantería pueda ser socorrida" (49). Tres meses
después, el 4 de octubre, expresó al virrey, que por haber "muy
poco caudal en. . . Santo Domingo para pagar la Ynfanteria",
se debía ayudar la colonia, durante cuatro años, con "otros
quince mili pesos (para que los soldados no se huyesen" a los
montes y fuera de la isla (50).
Desde 1664, la corte tenía asignada en el situado una corta
partida de dinero al Hospital de San Nicolás, para que allí se
atendieran a los militares enfermos. El 31 de julio de 1673, los
directores del centro médico escribieron al monarca diciendo,
que la institución estaba en ruinas, entre otras razones, por el
temblor de tierra de 1672, y porque el gobierno no le entregaba
la asignación del situado. Según la carta, a fines del 1672 se le
adeudaban al Hospital 4,394 reales (51).
En 1675, la Audiencia envió al capitán Bernardo Ferrer
Espejo a México, para traer un socorro de 46,500 pesos, que de
bía ser distribuido del siguiente modo: 20,000 pesos para ter
minar la muralla, 15,000 para la infantería, y 11,500 para re
parar las Casas Reales y el Fuerte de San Diego. Al llegar a Nue
va España, le fueron entregados al señor Ferrer sólo 35,000
pesos y para colmo de males, cuando el barco regresaba a Santo
Domingo fue apresado y rovado" por piratas, perdiéndose to
do el dinero (52). El 30 de enero de 1676 se dió poder al capi
tán Julián Felipe para ir a buscar el situado panameño, ascen
dente a 105,000 pesos (53), pero en Cartagena le entregaron
280
únicamente 77,496 pesos (54).
El dinero del último situado desapareció rápidamente, pues
^'mientras. . . los tramposos ideaban planes para gozar de la
vida como si nada debiesen, ... los acreedores por la suya ajus
taban sus cuentas" (55). El 24 de agosto de 1677 el gobernador,
doctor Juan de Padilla Guardiola, se quejaba por escrito porque
no aparecían los fondos necesarios con qué cubrir
las pagas mensuales de los soldados (56). Y el 7 de noviembre,
el arzobispo Domingo Fernández de Navarrete escribió al rey,
diciendo que al no haber dinero en las arcas del gobierno, don
Rodrigo Pimentel, con fondos propios, mandó a reparar el cam
panario de la catedral y la sala del cabildo eclesiástico (57).
El gobernador Padilla Guardiola, en carta del 12 de junio de
1678, describió al monarca el siguiente panorama socioeconó
mico: "Desde veinte y ocho de Jullio (de 1677) que entré a
governar esta Isla española por muerte del (gobernador) Don
Ignacio de Zayas Bazan hasta oy que se quentan once meses.. .
no han entrado en las Reales Cuajas maravedís algunos pertene
cientes a V. M. lo qual me a tenido con grandes aogos porque el
socorro (es decir, los sueldos) de la ynfanteria está en costumbre
el darlo cada mes y los vecinos que lo suplían están muy necesi
tados. . . (sólo se consiguió) un empréstito de once mili pesos...
(pero el vecino que lo otorgó exigió la devolución de su dinero)
en la nueva españa, (México, y no) en estas Cajas (de Santo Do
mingo)" (58).
Antes de terminar el año 1678, el gobierno se vió en la ne
cesidad de sustraer las limosnas de las iglesias y conventos, para
aplacar un poco las presiones recibidas de parte del grupo de
prestamistas de la ciudad capital. El gobernador Francisco de
Segura Sandoval y Castilla, quien sustituyó a Padilla Guardiola
a fines de ese año, narró al rey por escrito parte de esa historia.
Contó, al respecto, lo siguiente: "los empeños q. tenían estas
59. CoL Lugo: B. A G. N.. núm. 34-35, pág. 277; J. Marino Incháusteguí: "His
toria Dominicana , 1.1, pág. 165;paréntesis. F. P. F.
60. Coi. Lugo: B. A. G. N., núm. 38-39, pág. 30; paréntesis F P F
61. C. de Utrera; "Noticias..vol. I, pág. 86.
62. F. MoyaPons: "HistoriaColonial. .págs. 214-15.
282
puesto que la mayoría de la población, "aun para vestirse no
tienen y la jente principal (es decir, rica) se va a vivir a los Cam
pos por no poder parecer (no dejarse ver) en la Ciudad (Por
consiguiente), lo he suspendido hasta que llegue a esta plaza
alguna situazion y aya algunos medios y esperanzas de que den
algo, pues los vezinos que pudieran contribuir alguna corta can
tidad todo su caudal lo tienen dado en enprestito a estas Caxas
para el socorro desta plaza" (63). A pesar de lo expresado por el
gobernador, en ese mismo año la Audiencia pudo obtener 'Va
rios empréstitos con don Rodrigo Pimentel y uno de 1,700
pesos con" el arzobispo, con la obligación de pagar réditos
(64).
En abril de 1679, el señor Jorge de la Mar Nerverana. secre
tario del gobernador Francisco de Segura, partió hacia La
Habana en busca del situado de Santo Domingo. Segtln el padre
Utrera, el enviado regresó a la isla en mayo de 1680 sin una
moneda (65). Pero, hay constancia de que en 1679 llegó un
situado por un monto de 78.785 pesos (66). El señor Joseph de
Veytía Linaje, en informe fechado en España el primero de
octubre de 1681, para consulta del Consulado de Sevilla, esai-
bió lo siguiente: con el situado del "año de 1679.. . se le dio a
cada soldado de paga a 18 psl/2 (que no alcanzó) ni aun para
zapatos. . . pues. . . al que menos se le devia era 36 y 37 MESES
y a muchos soldados viejos 6 Y 7 AÑOS", y, por eso, los mili
tares cuando podían "se huyan" a otros puntos de América,
para no seguir "andando desnudos y muertos de hambre" (67).
También, el arzobispo Ferna'ndez de Navarrete confirma la lle
gada del situado, al decir en una carta de 1679: "rindoaV. M.
postrado a sus Reales plantas mil gracias por la limosna que fue
283
servido hacerme de 1,800 pessos la qual cantidad me entregaron
los oficiales Reales luego que llegó el situado" (68).
Aparte de quedar mal parada la Audiencia con el presidio, al
no poder pagar todos los sueldos vencidos, se desentendió de
otros compromisos importantes. A fines de 1679, por ejemplo,
los padres del Convento Dominico escribieron al rey, denun
ciando que el gobernador Francisco de Segura, con la llegada del
dinero desde La Habana, se negó a pagarles 5,181 pesos corres
pondientes a los servicios de CapeDanía que ellos prestaban a
la guarnición (69).
En 1680 llegó otro situado ascendente a la suma de 180,464
pesos (70). El manejo de tanto dinero, por parte del gobernador
Francisco de Segura, parece que fue un tanto fraudulento. El
señor Andrés de Robles (*), en carta del 6 de octubre de 1686,
denunció que su antecesor en el cargo de gobernador de la isla
cometió acto de corrupción administrativa, pues haciéndose una
auditoría a la lista de los gastos y pagos a prestamistas hechos
con el situado de 1680, se demostró "no ser Zierta una partida
de nuebe mili ochozientos y nuebe ps. (pesos)" (71).
Mientras algunos altos funcionarios se la ingeniaban para
robarse los fondos públicos, sacrificaban a muchos vecinos, de
jándoles de pagar deudas verdaderas. Por eso, el señor Gabriel
de Rojas fue a España solamente por conseguir la orden de
pago . Ante los miembros del Consejo y la Corte planteó el
siguiente caso: que su padre, siendo capitán, fue jubilado, y al
morir se le debían en sueldos atrasados 106,815 reales (**);
que después de su muerte, la familia había luchado para recupe
rar el dinero, pero la Audiencia nunca quiso pagar nada. Conjun
tamente con la denuncia, Gabriel de Rojas solicitó a! rey le
^ Magestad. . . 18 de
284
pagaran a él la referida suma de dinero, alegando tener que "sos
tener a su madre y tres hermanas". El monarca, por cédula del
29 de enero de 1680, ordenó al gobernador Segura Sandoval
"que procure que se vaya pagando a don Gabriel Rojas lo que se
le debe*' (72).
285
1
CAPITULO XVI
(pesos)
—Junio 28 de 1680 2,000
—Octubre 3 de 1680 1,800
—Septiembre 4 de 1681 2,000
—Diciembre 15 de 1681 4,522
Total; 10,322
289
podían pagar los sueldos de la "ynfanteria de este pressidio
(debido a ) los rezagos (es decir, tardanzas) del situado de Pa
namá", y por eso el gobierno tenía que vivir "valiéndose de
préstamos de los vezinos de esta ciudad, molestia ynescusable",
por las necesidades que estaba soportando la mayoría de los po
bladores de la capital, tanto así, "que no tienen ya que presttar
y los más ni que comer". Los oidores terminaron su misiva
expresando: "no vemos medios ningunos para nuestro socorro
llegándosenos a dever a los..,, que esttamos en estta audiencia
dos años y más de salarios" (14).
El oidor licenciado Juan Garcés de los Faios, en carta pri
vada al monarca, ratifica lo dicho por la Audiencia, al decir
que, en 1683, resultó imposible para el gobierno "pagar las
deudas" a los particulares con la ayuda mexicana (15). En esas
circunstancias, y de acuerdo con una correspondencia de los
oficiales reales de la Hacienda dominicana (16), todos los
conventos de la ciudad de Santo Domingo empezaron a pre
sionar para que se les pagaran siquiera los réditos de los dineros
entregados, en calidad de préstamos al gobierno (17).
Según una acta del cabildo capitaleño, la casi totalidad de
la sociedad dominicana estaba, para 1683, inmersa en un siste
ma económico y comercial fundamentado en el trueque, no pu
diéndose localizar, fácilmente, en toda la colonia "nueve mil pe
sos" (18). En esos días,hubo poderosos terratenientes a los que
muchas veces les fue imposible reunir en efectivo 50 pesos, para
pagar alguna deuda o efectuar una transacción comercial (19).
Por la escasez de monedas, pues la iglesia autorizó a los fieles,
a partir^ de 1683, entregar sus ofrendas y pagar los servicios de
bautismo, entierro, misa, etc. "en especies cualesquiera", como
carneros, pieles y frutos (20),
donaciones cantidades
-"en bienes raices al Convento (Pesos)
de Santa Clara" 20,000
26. Col. Lugo: B.A.G.N., núm. 38-39. Paréntesis y mayúsculas F PP
27. J. Manno Inchaustegui; "Doc...."; paréntesis FPP^ "
28. C. de Utrera: '*La Inmaculada.." pág 78 ""
n Cartas del 26 de agosto de 1683, y28'de junio de 1684.
29. Col. Lugo: aA.G.N num. 38-39, págs, 34-35 y 37; Flérida de No-
asco. La Catedral de Sto. Dgo. , pág. 56; "El Capitán...." pág. 137;
Vibraciones. p^. 314;C. de Utrera: "Santo Domingo. Düuci-
daciones.... , t.I, pags. 196-97.
292
—"para doce doncellas que
quisieran entrar (a ser) reli
giosas" 12,000
—Para celebración de misas 4,000
—Para el Convento de Merced 4,000
—Para ser repartidos entre pobres
por el arzobispo 2,000
—Al Hospital San Nicolás 1,000
—Al Convento de Santo Domingo 300
—Ai Convento Regina Angelorum 300
—Para la iglesia de Higüey 250
—Para la iglesia de Santa Bárbara 100
—Para la iglesia de Azua 100
—A cada una de las demás parro
quias de la colonia 50
—Al Hospital de San Andrés 25
—Muchas limosnas en pesos, "los
que corrieron por otras manos"
—"Otra cantidad gruesa que perdonó
de empréstitos que avia hecho" ?
CARGOS PESOS
Oidor 40
Teniente General 25
Sargento Mayor 25
Capitán 20
Alférez 10
Sargento 8
Soldado raso 2
294
Después de demostrarse que el gobernador saliente, Fran
cisco de Segura, había participado en una gran cantidad de
actos ilícitos, como el contrabando de ropa, el recién desig
nado presidente de la Real Audiencia y gobernador de Santo
Domingo, don Andrés de Robles, hizo preso al primero, confis
cando todos sus bienes, los cuales fueron vendidos por 2,626
pesos (33). He aquí una lista de algunos de los enseres y prendas
que fueron subastados:
ARTICULOS PRECIOS
296
para ir cubriendo parte de las deudas a particulares (37). De
acuerdo con unas memorias escritas en España, en 1699, porei
arzobispo Fernando Carvajal y Rivera, sólo una vez fueron en
viados los "ocho mil pessos extra del situado para ir pagando
(los) débitos" (38).
Los 20,000 pesos prestados en 1684 por Pérez Caro no
pudieron detener la crisis financiera en que se encontraba in
merso el gobierno colonial. Por eso, a principios de 1685,
la Real Hacienda tomó a rédito varios empréstitos, por el
monto de 25,847 pesos (39); y aún así, el cabildo de la ciudad
capital se apresuró a escribirle al Consejo Real que se hacia
necesaria la creación de cien nuevas plazas de soldados para
poner a trabajar a los "hyos de vecinos, en razón de... la pobre
za de la Isla, y otras calamidades.... (y) para que con esta
merced se puedan ir remediando algunas familias" (40).
En mayo de 1685 el virrey de México envió, vía La Habana,
66,500 pesos, reduciéndose el situado dominicano en 27,500
pesos, pues el monto de éste ascendía a 94,000 pesos, cuando
estaba consignado a las Reales Cajas de Panamá (41). El señor
Diego de Peñalver Angulo, oficial real de la Hacienda de La Ha
bana, en certificación del 15 de mayo de 1685, dio cuenta de
que al llegar a Cuba el pago de Santo Domingo, un grupo de
prestamistas cobró a la fuerza 62, 882 pesos, pudiéndose man
dar a la Española sólo 3,618 pesos. Esta es la relación de pagos
hechos por el gobernador de La Habana:
297
—Capitán Tomás de Uravairo,
representante de la familia
del difunto Rodrigo Pimentel 8,000
—Capitán Cristóbal de Palacios,
residente en La Habana 3,365
—Capitán Juan del Castillo 3.269
62,882
Después de recibir la Real Audiencia la irrisoria suma de
3,618 pesos, el presidente de la institución y gobernador de
Santo Domingo, Don Andrés de Robles, se quejó por escrito
(*) al rey, expresando que el gobernador de Cuba "se hizo
arvitro del situado" de Santo Domingo, permitiendo a los
acreedores cobrar, sin autorización debida, lo que se les debía.
Por ello, según De Robles, en lo adelante, sería muy difícil
hallar enla isla Española "quien preste un real" al gobierno,
viéndose llegar desde Cuba situados "tan recortados" (42).
Por ese incidente, y porque se sospechaba que desde hacía
muchos años se estaban cometiendo actos de corrupción en el
gobierno colonial, el rey mandó, por medio de una cédula del
13 de diciembre de 1685, que se realizara una exhaustiva in
vestigación de todos "los pagos hechos" a prestamistas porpar
te de los anteriores gobiernos, y así poder "saber si dichos pa
gos son ciertos, quésuma se hapagado, aquienes, y por qué"(43).
El 4 de octubre de 1686 el gobernador Andrés de Robles
volvió a comunicar a la corte que la colonia estaba sumergi
da en un "miserable estado... por la falta de situado (y) que
veinte^ y ocho meses" que él estaba sirviendo como goberna
dor (**), "se avian gastado cinquenta y ocho mili (58,000)
pesos (de los cuales) se devian tres mili setecientos y ochenta
y uno (3,781)" (44). Luego, en carta del 24 de abril de 1687,
informó a la Junta de Guerra del Consejo Real de Indias que
por no haber llegado el situado y estar las Cajas Reales de la
(*) Carta del 1 de julio de 1685,
42. Ibídem.
43. C. de Utrera: "Noticias Históricas...", vol. III pág 249
(*♦) Había Uegado ala isla el 9de junio de 1684, tomando posesión del
cargo el día 12.
44. J. Marino Incháustegui; "Doc...";paréntesis F.P.P.
298
isla sin un solo real, habla decidido disolver las dos compañías
de soldados existentes en el interior, que tenían como obliga
ción tratar de no dejar avanzar territorialmente a los france
ses residentes en el oeste de la isla. La compañía del Norte,
integrada por 13 hombres, tenía su sede en Santiago; la del Sur,
compuesta de 18 soldados, tenía su asiento en Guaba. En la
misma correspondencia, el gobernador De Robles explicó
que en cierto momento intentó fundar, nuevamente, las dos
compañías, pero que aún habiendo en Guaba y Santiago
"tantos hombres ociosos", se negaron a formar los dos contin
gentes (45).
El licenciado Gregorio Semillán Campusano, fiscal de la
Real Audiencia, redactó un memorial el 16 de agosto de 1687,
destinado al rey de España. En el documento, el memorialista
aseguraba que las Cajas Reales de Santo Domingo estaban
"debiendo a los vecinos y militares. . . más de un MILLON
(***), así de situaciones como de diferentes ramos de Real
Hacienda", y, por consiguiente, él opinaba que la corona
debía "remitir lo que valieren cuatro situaciones atrasadas
para que con ellas se vayan pagando... a los vecinos que han su
plido a V.M. de sus haciendas para socorros y otras operaciones
de este presidio" (46).
En dos cartas de marzo de 1688, el gobernador Andrés
de Robles informó al rey que el 18 de agosto de 1687 llegó
un situado "con ciento y veinte y dos mil (122,000) pesos,
(lo que constituyó) un día feliz para esta plaza porla necesidad
en que estava (y) el 10 de septiembre se empezó (a pagar
los salarios) de los oficiales reales, los ministros de la Real
Audiencia, capitanes y soldados, (además, se saldaron las deu
das de los difuntos, en las personas de sus herederos, así como
los atrasos) de los vezinos... que avian prestado, (por lo que)
las reales caxas quedaron sin ningún empeño (pues) pagado to
do con gran puntualidad, (quedaron de fondo) 40 mil pesos
300
Según las correspondencias de! presidente de la Audiencia,
se hicieron, además, los siguientes pagos de salarios:
FUNCIONARIOS SUELDOS
(pesos)
—El gobernador 21,000
—Oidor Fernando Araujo 2,124
—Fiscal Bruno González
de Sepúlveda 2,124
—Oidor Josepli de Salazar 1,208
—Oidor Fernando de la Riva 1,207
—Monja Antonia Calderón 156
27,819
303
con el dinero del situado se hiciera, en la isla, un proyecto
reproductivo de riquezas materiales. En 1690, Antonio Pichar-
do Vinuesa, capitán de la costa norte, presentó por escrito ante
la Audiencia una enérgica protesta, pues "desde 1685 no se le
pagaba el sueldo" correspondiente a sus funciones militares (59).
El 12 de julio de 1690 partió desde el puerto de Veracruz la
Armada de Barlovento. En uno de sus barcos venía el situado de
la Española. Según el gobernandor Severino de Manzaneda, el
9 de noviembre llegaron a la ciudad de Santo Domingo "setenta
mili (70,000) pesos en 23 cajones nuebos de madera de zedro
con tres mili pesos, cada uno, y un cajón restante" con mil (60).
En carta del 30 de mayo de 1691, el gobernador Ignacio Pérez
Caro comunicó al rey lo siguiente: con los "70Mps. dio tan sola-
mte. (solamente) 4 pagas (es decir, cuatro mensualidades)
a la Infantería y dos a los ministros de la Audiencia", pues,
según el gobernador, la suma remitida por el virrey de Nueva
España resultó bastante pequeña para los enormes compromisos
del gobierno dominico-español (61).
Aunque el situado llegó el 9 de noviembre, para navidad
de 1690 era casi imposible encontrar una moneda circulando.
Por tal razón, el arzobispo Fernando Carvajal y Rivera asegura
que en esos días los dominicanos o criollos (*) vivían en una
sociedad caracterizada por la práctica del trueque. En refe
rencia al cobro de los impuestos, escribió en 1690: "es paten
te.... que han bajado las rentas eclesiásticas y seculares por
FALTA DE MONEDAS: y V.M. (el rey) no ha ganado pues ha
cobrado y cobra, partes de sus Rentas Reales en ESPECIES
y FRUTOS, en que ha tenido notables pérdidas" (62). Fran
cisco Franco de Torquemada ratificó lo expresado por el
arzobispo, al escribir en 1691 lo siguiente: llegando los situados
cada dos, o tres años se veen obligados los Presidentes Gober-
304
nadores.... a sacar por via de prestamos en FRUTOS, y dinero
de los vezinos la porzion necessaria para el socorro de la Infan
tería en cada mes (y ayuda) de los Ministros de la Audiencia"
(63).
En otra ocasión, Carvajal y Rivera hizo las siguientes pun-
tualizaciones: los criollos, incluso los soldados que ganan suel
dos en monedas del situado, "no tienen moneda ni más metales
que el ganado cimarrón que matan con riesgo notorio... unos
son toros, otras vacas (La salvación de la colonia es labrar
moneda de cobre) enviando la corona 200 negros (para tra
bajar en las minas, y sacando de las demás Antillas) los reos
que merecieren muerte (pues) los muertos no sirven de nada
(si se hace eso), los situados de esta isla (de Santo Domingo)
y de las islas de Puerto Rico, Margarita, Cuba Trinidad.... y
tierra firme de Cumaná (se pagarían con esa moneda, y la plata
de México se iría) a España" (64).
El 21 de enero de 1691 se produjo la Batalla de La Limo-
nade, una de las más famosas contiendas entre los habitantes
del Este y el Oeste de la isla. En la misma, los dueños del occi
dente de la Española fueron humillantemente derrotados, que
dando en los terrenos del campo de batalla, según un testigo de
la época, "trescientos y veinte y siete" franceses muertos, in
cluyendo al gobernador Tarín de Cussy (65). De acuerdo con
el prelado Carvajal y Rivera, los soldados dominicanos fueron
al frente de batalla "de lejos parajes a pie, y muchos, o los
mas, descalzos". Y por la pobreza de estos hombres, según
el cronista Sigüenza y Góngora, se apoderaron de "los vesti
dos, de que .despojaron a los cadáveres (franceses), pero casi
de ningún uso, por los golpes de lanza con que murieron sus
dueños" (66).
305
En memorial escrito en 1691, en calidad de representante de
la colonia de Santo Domingo ante la corte de Madrid, Francisco
Franco de Torquemada explicó que el gobierno de la isla debía
importantes sumas de dinero "a vezinos (que) desde el año seis
cientos y cincuenta y cinco (1655), en que el Enemigo Inglés
invadió aquella plaza, (se desprendieron de sus caudales para
socorrer la infantería y la Audiencia)". Y agregó: Desde hacia
tiempo la Audiencia se fue apoderando de las entradas econó
micas de varias órdenes de sacerdotes y religiosas, y como no se
amortizaban "ni aun lo réditos" de las sumas tomadas a la
fuerza, "las pobres Religiosas" estaban pasando hambre, pues el
gobierno les adeudaba 25,000 pesos. Finalmente, Franco de
Torquemada redató, a manera de petición, lo siguiente: Sería
un gran alivio "el que V. Magestad se sirva de mandar (a la isla)
cincuenta, o sesenta mil pesos, para que con ellos se pague todo
lo que se debiere a los vezinos... assi para socorro de la Infan
tería, como para ayuda de las fortificaciones" (67).
Gaspar Franco de Viera, escribano mayor de la Real Hacien
da de México, certificó el 9 de octubre de 1691 que en agosto
le fueron entregados al almirante de la Armada de Barlovento,
Antonio de Hastina, 75,000 pesos como situado de Santo
Domingo; 70,000 para gastos corrientes y 5,000 para repara
ción de la muralla de la ciudad capital. Más adelante (*), el go
bernador Pérez Caro confirmó la llegada de la remesa (68).
Con la llegada de los 75,000 pesos el gobierno no pudo ha
cer gran cosa, a fin de paliar o detener la galopante crisis en
que estaba sumergida la sociedad dominicana. No se pudieron
pagar todos los salarios ni tampoco saldar las deudas públicas,
a parte de que las monedas, para las navidades de 1691 y prin
cipios de 1692, prácticamente habían desaparecido. Por ello,
Antonio de Arguelles, quien era miembro del Consejo Real
de Indias, en carta al Consejo (**) opinó que en Santo Domin
go, en el transcurso del año 1692, era muy difícil encontrar
"caudal y joyas para comprar negros", pues las prendas y "la
67. F. Franco deTorquemada: "Representación....", paréntesis F PP
(*) Carta del 20 de junio de 1693.
68. J. Marino Incháustegui: "Doc. A.G.I.- A. G. S. 1691 - 1699".
(**) Carta del 12 de Junio de 1693.
306
plata labradas de los floridos tiempos, se las llevaron los regis
tros (es decir, los barcos comerciales) en pago de la ropa".
La apreciación del arzobispo Carvajal y Rivera era más
trágica que la del connotado miembro del Consejo Real. Según
el prelado, en septiembre de 1692 fueron enviados a la isla
114 soldados, y al poco tiempo de estar en Santo Domingo un
buen número de ellos murió "de hambre", y el resto mitigaba
sus penas "sustentándose con frutas silvestres". Además, escri
bió el sacerdote, que él veía a diario a los soldados "andando
por las calles, pidiendo limosna, hinchadas las piernas... enfer
mos y inútiles... sin tener más que harapos para vestirse , por
lo que la mayoría deseaba "volverse a España, o sanar o a mo
rir en su tierra" (69). En otra carta, el jefe de la iglesia de la
colonia anotó lo siguiente: En marzo de 1693 imperaba tan
ta miseria, que hacía doce meses, que los vecinos de sus pobres
caudales socorrían la infantería por no haber un solo real en
las cajas" del gobierno (70).
A fines de 1693 el virrey, conde de Calve, remitió a la isla
70,000 pesos. Después de recibir el situado, el gobernador
Ignacio Pérez Caro notificó al virrey la llegada de 70,000 pe
sos, aclarando al mismo tiempo que en los libros de contabili
dad del gobierno de Santo Domingo se había hecho constar
que el situado era de sólo 62,000 pesos, pues en el envío total
estaban incluidos 8,000 pesos para ir saldando una deuda con
particulares, deuda que a principios de 1685 ascendía a 83
mil y tantos pesos" (71).
Juan de Soria Pardo, contador de la Real Hacienda de la
Española, certificó (*) que con los 62,000 pesos se procedió a
saldar los sueldos del presidio y de la Audiencia, dejándose
un "resto de trece mil ciento y sesenta y dos(13,162) pesos con
tres reales" que servirían para los futuros salarios de la Audien
cia y el ejército, así como para darle alguna prebenda o soco
rro" al arzobispo. De diciembre de 1693 hasta primero de fe-
69. F. Carvajal y Rivera; "Carta al Marqués de los Vélez, Febrero 8de 1693:"Cax-
ta a Don Luis de Cerdeño, Mayo 29 de 1693'. . . . . -,0-"
70. "Carta al Gobernadorde SantoDomingo, Noviembre 26 de 1695 .
71. J. Marino Incháustegui: "Doc...".
(•) Certificación del primero de febrero de 1694.
307
• brero de 1694, de ese "resto" se gastaron en "sueldos y soco
rros onze mili trescientos y ochenta y tres (1 1,383) pesos con
seis Reales", y esto había ocurrido, de acuerdo con contador
Soria Pardo, porque el 15 de enero de 1694 la corona mandó
a la isla un contingente de 201 soldados.
Sintiéndose preocupado con la llegada de tantos militares, el
gobernador Pérez Caro le escribió apresuradamente al rey (**).
Decía el gobernador que veía bien difícil que se pudieran cubrir,
en el futuro, los sueldos fijos del gobierno, pues habiendo una
nómina salarial de "101 mil (pesos) de los soldados que estaban
acá", con la llegada de 201 soldados más, el situado "importa
rá más de 133 mil pesos cada año".
La nómina elaborada por la Junta de Guerra del Consejo
Real, para cubrir los sueldos anuales del nuevo pelotón estaba
configurada así:
SOLDADOS SUELDOS
(Pesos)
308
bierno de Santo Domingo gastaría sólo 99,777 pesos, que
dando un fondo en la Hacienda Real de la isla igual a 10,223
pesos (72).
El gobernador Ignacio Pérez Caro, no conforme con la
misiva de! conde Galve, le escribió el 2 de septiembre de 1695
que sus cálculos no eran realistas, por las razones siguientes:
con la llegada del situado de 1693 sólo quedaron como fon-
dosenlas Cajas Reales 13,162 pesos con tres reales. Como
"en los 18 meses" transcurridos entre la fecha del depósito
del aludido fondo hasta la llegada del siguiente situado (mayo
de 1695), el gobierno incurrió en gastos por la suma de "60
mil pesos para... mantener la Infantería', resultaba imposible
cubrir, con 110,000 pesos, los gastos referidos, "pagar Minis
tros y dar quatro pagas" a los soldados, y que sobren los 10
mil pesos... para gastos de guerra" (73).
El día 22 del mismo mes y año, Pérez Caro le hizo al virrey
de México el siguiente análisis: que los 13.162 pesos con tres
reales, sobrantes del situado del año 1693, más los 110,000
pesos recibidos el" 8 de mayo de 1695 hacían un total de
123,162 pesos con tres reales. Como "en los 22 meses desde
primero de Diciembre de 93 hasta primero del presente mes
de septiembre de 1695, la Audiencia ha gastado 116.269
pesos con seis reales, "para la manutención de esta plaza ,
quedaron depositados "en estas caxas reales , del total de
123,162 pesos con tres reales, sólo 6,892 pesos con cinco
reales, siendo esta última cifra muy pequeña para atender
las obligaciones del gobierno hasta el día en que volviera el
próximo situado. El gobernador finalizó su correspondencia
diciendo que habiendo llegado al puerto del río Ozama un
"Navio de Registro el día 5 del corriente mes de septiem
bre, tuvo la necesidad de solicitar al capitán del barco un prés
tamo de 20 mil pesos "en dinero y ropa... para quatro
pagos a la Infantería para que con ellas se vitiesen , pero el
capitán únicamente accedió en "dinero y ropa hasta la canti-
74. Ibídem.
75. Ibídem.
76. Col. Lugo: B.A.G.N., núm. 23, pág. 296.
77. Ibídem,núm. 34-35, pág. 279.
78. J. Marino Incháustegui: *'Doc.A.G.I.-A.G.S. 1700-1710"
(*) "Desde 14 de junio del presente año... a 31 octubre".
79. Ibídem.
310
se repartido el dinero, el gobernador expresó, en otra carta
de octubre de 1698, que era enorme "la pobreza que padecen
estos naturales y soldados", y, por consiguiente, el ejemplo de
Santo Domingo "no lo e bisto... en todos los exercitos de
vuestra magestad donde e militado".
El licenciado Femando Araujo y Rivera, quien había sido
oidor de la Audiencia de Santo Domingo desde 1686, atestigua
que en 1699 era casi imposible localizar una moneda en la isla,
pues la plata de los situados era sacada por los Extrageros que
concurren á comerciar con los Españoles por las bocas de los
rios extraviados de poblaciones " (80). Para él, la solución
a la pobreza y despoblación de la colonia debía basarse en obli
gar a los soldados a casarse en la isla, y en lugar de darles sala
rios en metálico, lo conveniente sería entregarles, por el Suel
do devengado, ó parte de él", tierras para cultivo. Así, según
el licenciado Araujo, "el rey tendría un Soldado sin pagarlo
para cualquier función que se ofrezca de Guerra .
En memorial redactado ese mismo año, 1699, el arzobispo
Fernando Carvajal y Rivera describe la amarga situación del
pueblo con estas palabras: las hijas y mujeres de soldados vi
ven "en estrema necesidad, y cubren sus carnes con trapos ,
al no pagarle el gobierno, con puntualidad, al presidio. Ade
más, "las caxas Reales (no pagan a los) infelices vezinos de la
Isla... que han prestado" sus caudales, lo cual se debe a que el
situado no alcanza "para tanto" (81). Comprendiendo los apu
ros por los que estaba travesando la colonia, el virrey conde de
Montesuma envió a Santo Domingo, el 4 de octubre de 1700,
la suma de 100,000 pesos, llegando el dinero al puerto del Oza-
ma el 8 de febrero de 1701. El 22 de este último mes, el gober
nador Severino de Manzaneda le ofreció al rey las siguientes
explicaciones con relación al situado del año 1700: se pagaron
de préstamos atrasados "de vesinos" 23,966 pesos con medio
Real". Con los sueldos de ministros de la Audiencia "y quatro
pagas atrasadas" de los soldados hubo una erogación de 58,886
pesos con cuatro reales. Por consiguiente, quedaron como fon
do de las Cajas Reales 13,147 pesos con tres reales y medio,
80. F. Araujo y Rivera; "Descripción de la Isla Esptóola...", pág. 324.
81. F. Carvajal y Rivera: "Memorial, Madrid, 1699'.
311
para gastos de guerra futuros, a pesar de estar el presidio '*en
suma desnudes y atrasos" y estándose debiendo grandes sumas
a la catedral y a los conventos, desde los años de 1680 y 1681
(82).
312
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