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La Guerra de Las Dos Virgenes

Este documento describe una rebelión indígena en Chiapas, México en 1699 que adoptó la devoción a la Virgen del Rosario como su bandera. Los frailes dominicos tenían la obligación de promover esta devoción mariana, pero trece años después estalló una rebelión en Cancuc bajo esta advocación que amenazó el régimen colonial.

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La Guerra de Las Dos Virgenes

Este documento describe una rebelión indígena en Chiapas, México en 1699 que adoptó la devoción a la Virgen del Rosario como su bandera. Los frailes dominicos tenían la obligación de promover esta devoción mariana, pero trece años después estalló una rebelión en Cancuc bajo esta advocación que amenazó el régimen colonial.

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INTRODUCCIÓN

Una rebelión en nombre de la Virgen

urante la época colonial los frailes dominicos de la provincia de San Vicente


de Chiapa tenían la obligación de reunirse con cierta regularidad para re-
visar la labor pastoral en los pueblos de indios que tenían a su cargo. Este
tipo de encuentro llevaba el nombre de “capítulo” y se celebraba generalmente en uno
de los conventos de la orden religiosa. Así sucedió que en 1699 unos cien religiosos
se congregaron en el pueblo de Cobán, cabecera de La Verapaz, para reflexionar
sobre el estado que guardaba entre la población indígena la devoción a la Virgen del
Rosario. La propagación de ese culto mariano era para ellos un asunto de primera
importancia, ya que constituía un encargo explícito de su fundador, Santo Domingo
de Guzmán. En efecto, éste había descubierto en el rezo del rosario un arma pastoral
particularmente eficaz en la lucha contra los herejes de su tiempo, en aquel enton-
ces, los cátaros. Según una fuente anónima del siglo XIV, hacía orar a la gente a la
usanza de los frailes iletrados medievales: repitiendo, una y otra vez, el avemaría,
que entonces se reducía a la primera mitad de la oración, es decir, la salutación de
Santa Isabel recogida por San Lucas en su Evangelio: “Dios te salve María, llena
de gracia/ el Señor es contigo/ bendita eres entre las mujeres/ y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.” La segunda parte —“Santa María, madre de Dios/ ruega por
nosotros pecadores/ ahora y en la hora de nuestra muerte”— se añadiría en el siglo
XVI y su uso no se generalizaría hasta entrado el siglo XVIL
Este rezo repetitivo recibió, por parte de Santo Domingo, el nombre de “rosario”,
porque, influido por la literatura caballeresca de su tiempo, él veneraba a la Virgen
como su Dama, digna de recibir las “rosas” de su devoción. Se acostumbraba ofrecer
estas “rosas” en “guirnaldas” de cincuenta o tres veces cincuenta avemarías, muy pron-
to con la ayuda de un collar compuesto de cinco decenas de bolitas que se desgrana-
ban en la mano derecha. Este instrumento, hecho de los más diversos materiales y
llamado también rosario, había sido introducido en tierras chiapanecas por los prime-
ros frailes misioneros, junto con el rezo mariano del cual era el vehículo. Y no cabe
duda de que rezar de esta manera el rosario ya era una práctica muy divulgada entre la
población indígena a principios del siglo XVI. Otros elementos importantes de la devo-
ción eran la representación de la Virgen con un rosario en la mano y la costumbre de
fundar cofradías bajo su advocación y protección.
20 ZO JAN DE Vos

Entre los congregados de Cobán se encontraba fray Francisco Ximénez, quien, en


calidad de cronista oficial de la orden, dejó constancia de las decisiones tomadas
entonces. Una de ellas fue el nombramiento de fray Gabriel de Artiga como “predica-
dor especial del Santísimo Rosario, para que lo fuese a predicar por todas las provin-
cias de aqueste reino [de Guatemala)”, con la misión adicional de fundar cofradías entre
la población indígena (Ximénez, 1999: 34). Motivo de ese fervor renovado era la insis-
tencia con la cual el presidente de la Audiencia en persona había recomendado a los
frailes que aumentaran dicha devoción, considerada por él como “asilo único y refu-
alto
gio de los pecadores” (Ximénez, 1999: 34). Y pecadores eran, para el devoto
funcionario, obviamente los habitantes de los más de 500 pueblos con que contaba
pudie-
la Capitanía General de Guatemala a finales del siglo XVII Ni él ni los frailes
ron prever entonces que trece años más tarde, en el pueblo tzeltal de Cancuc, estallaría
tanta
una rebelión bajo la advocación de la mismísima Virgen del Rosario y tomaría
de Los
fuerza que llegó a poner en serio peligro el régimen colonial en la provincia
En el
Zendales, uno de los seis distritos que componían la alcaldía mayor de Chiapa.
de
presente ensayo trataré de identificar las razones que llevaron a los rebeldes
la
Cancuc a apropiarse de esa devoción eminentemente dominica, a tal grado que
tanto
convirtieron en bandera de su alzamiento contra las autoridades españolas,
las civiles como las eclesiásticas.

Pocos episodios de la historia chiapaneca han sido tan estudiados como la rebelión
los
de Los Zendales. La razón principal es la abundancia de información que sobre
acontecimientos existe en fuentes tanto primarias como secundarias. El cronista
dominico Francisco Ximénez, contemporáneo a los sucesos, dedicó al tema no menos
a de
de diecisiete capítulos del sexto libro (del 57 al 74) de su Historia de la provinci
San Vicente de Chiapa y Guatemala de la Orden de los Predicad ores. Su versión
domi-
de los hechos es una copia más o menos fiel de un informe escrito por otro
o
nico, el ya mencionado fraile Gabriel de Artiga, quien en el momento de redactarl
era superior provincial de la orden y recorrió la provincia rebelde inmediatamente
y
después de su pacificación por las tropas gubernamentales. Es, pues, este último,
no fray Francisco, el responsable de la manera en que los acontecimientos llegaron
cró-
a los oídos de las autoridades guatemaltecas y españolas del siglo XVIII, y esta
nica clerical es la que sirvió de fuente principal para la elaboración de las primeras
LA GUERRA DE LAS DOS VÍRGENES Bn 21

historiografías sobre el levantamiento. Se trata, sin duda, de un texto excepcional,


aunque su autor no fue testigo ocular de los hechos narrados.
Así lo confesó fray Gabriel mismo, al indicar por qué y cómo había recopilado infor-
mación tan abundante y tan detallada:

Me pareció debía hacer una relación de lo que había sabido por cartas de los reli-
glosos que tenía en mi poder y muy puntuales, por haber mandado a los que anduvie-
ron en el ejército me diesen parte de cuanto iba sucediendo, y también para que
donde llegare la noticia de las barbaridades de los miserables no lleguen a bulto sino
con el orden que sucedieron, que aunque saldrán estas mismas noticias sacadas de
los autos que se formaron [...], no podrán [...] por lo muy dilatado de los autos Hlenar
el orden que aquí lleva (Ximénez, 1999: 227).

Dos de esas “cartas puntuales”, escritas por frailes que estuvieron directamente in-
volucrados en la pacificación de la región, aparecen en el texto copiadas tal cual. En
cuanto a los “autos” mencionados por fray Gabriel de Artiga, éstos documentan los
numerosos juicios a los cuales fueron sometidos los reos principales y que están aho-
ra a la disposición de los estudiosos en dos archivos, principalmente, el General de
Indias, en Sevilla (AGI), y el General de Centroamérica, en Guatemala (AGCA). Allí se
puede consultar también una cantidad nada despreciable de cartas y notas enviadas
a la Corona por personas particulares y públicas de Chiapa, Guatemala y México,
quienes de alguna manera estuvieron involucradas en la pacificación.
No es de extrañarse, pues, que la rebelión haya atraído la atención de tantos estudio-
sos, en su mayoría, por supuesto, historiadores. Pero también se han escrito sobre el
tema dos novelas, dos obras de teatro y hasta un guión de cine. Una lista exhaustiva
de lo producido aparece en la bibliografía, al final del presente libro. Aquí sólo quiero
E. mencionar los cuatro trabajos que considero como lectura indispensable para los que
E quisieran no sólo conocer los sucesos sino, sobre todo, entender la rebelión. En orden
3 cronológico, son: O messianismo maya no periodo colonial, de Antonio Porro (1977);
E Der Aufstand der Tzeltal (1712-1713). Analyse einer Revitalisationsbewegung im
E Kolonialen Mesoamerika, de Eveline Diirr (1991); Soldiers of the Virgin. The Moral
E Economy of a Colonial Maya Rebellion, de Kevin Gosner (1992), e Indios rebeldes e
E 4slólatras. Dos ensayos históricos sobre la rebelión india de Cancuc, Chiapas, acae-
E «ida en el año de 1712, de Juan Pedro Viqueira (1997). Es decir que el lector deseoso
E «de obtener un panorama completo de la sublevación de Los Zendales tendrá que ser
22 amo JAN DE VOS

alguien versado en cinco idiomas: portugués, alemán, inglés, español y... tzeltal, por-
que en esta última lengua circula —apartado del mundo académico pero no por eso
menos importante— el recuerdo oral que hasta hoy conservan vivo los descendientes
de los que tuvieron en 1712 la osadía de proclamar a los cuatro vientos que “ya no ha-
bía ni Dios ni rey.”
a-
Fue, sin embargo, un rechazo muy sui generis el que los sublevados protagoniz
decir,
ron, porque lo hicieron, precisamente, “en nombre de la Virgen del Rosario”, es
peculiar
de una virgen originalmente muy católica y muy española. Será este muy
de nues-
proceso de adopción-adaptación por parte de los indígenas rebeldes el objeto
no es tanto
tra atención en la primera parte de este ensayo. La pregunta a contestar
como ci-
por qué ellos eligieron esa particular representación de la madre de Jesús
du-
miento ideológico y estratégico de su rebeldía. No en vano habían sido instruidos
que implicaba,
rante siglo y medio por los curas dominicos en esta peculiar devoción
diariamente
además de la veneración de una imagen específica, la costambre de rezar
quisiera entender
en su honor el rosario y la letanía correspondientes. Más bien, uno
divina
mejor por qué escogieron precisamente la figura de María y no otra aparición
claro, uno
—cristiana o prehispánica— para dar sentido y fuerza a su alzamiento. Y,
adaptaron ese
quisiera formarse también una idea más razonada sobre cómo ellos
En efec-
símbolo religioso a las exigencias cada vez más complejas de su movimiento.
María no
to, la inicial congregación espontánea en torno a la aparición de la Virgen
io-
tardó en convertirse en una sociedad mesiánica dotada de estructuras sociorrelig
sas, económicas y militares muy propias.
gente
Los mayas de ayer y hoy son, igual que los demás pueblos mesoamericanos,
creencias y
profundamente religiosa. Esta religiosidad incluye, hasta la fecha, varias
cristiana.
prácticas prehispánicas, a pesar de casi quinientos años de evangelización
elementos
Sin embargo, en la mayoría de las etnias mexicanas y guatemaltecas estos
con los credos y ritos
mesoamericanos conviven, de manera relativamente armoniosa,
es sólo
introducidos por los misioneros católicos en el siglo XVI. Este arreglo religioso
autores iden-
un aspecto, aunque el más importante, de una adaptación cultural que sus
y tradiciones,
tifican como “la costumbre”. Se trata de un conjunto complejo de usos
de la Conquista y
construido con mucha paciencia e ingeniosidad a partir del trauma
mayas recrearon
a lo largo de la dominación colonial posterior. Por medio de ella, los
control ejer-
y mantuvieron una relativa autonomía sociocultural, a pesar del estrecho
evitar
cido en sus pueblos por los curas doctrineros. Éstos, por su parte, no pudieron
y miserable s
actuar, además de como defensores de los que solían llamar “pobres
LA GUERRA DE LAS Dos VÍRGENES E 23

indios”, como agentes de un gobierno que en derecho los protegía pero de hecho los
explotaba despiadadamente. Compartían este comportamiento ambiguo con las auto-
ridades indígenas que en cada pueblo ejercían su oficio privilegiado pero estaban igual
de divididas entre su lealtad hacia la comunidad a la que dirigían y el estatus que les
concedía el amo español. Entre aquéllas, figuraban, además de los gobernadores, al-
caldes y regidores encargados de la administración civil, los que en cada pueblo ayu-
daban a los padres curas en la labor pastoral. Se trata, en primer lugar, de los llamados
“fiscales”, colaboradores cercanos del cura, y por eso versados en la lectura y la escri-
tura, aunque a veces de manera muy rudimentaria. Los escalones inferiores eran ocu-
pados por los maestros de coro y sacristanes, adscritos a la iglesia parroquial de cada
pueblo, y los mayordomos responsables de las numerosas cofradías fundadas en ho-
nor a algún santo de especial devoción.
Además de los funcionarios nombrados por las autoridades españolas, existía un
tercer grupo, generalmente más numeroso e influyente que los otros dos, formado por
los “principales”, es decir, ancianos respetados por su trayectoria de servicio a la co-
munidad. Ellos formaban asimismo una élite que a menudo rivalizaba con los dignata-
rios civiles y eclesiásticos por el papel preponderante en el espacio sociopolítico del
pueblo. Durante su vida habían desempeñado varios oficios en la burocracia civil o ecle-
siástica, pero su posición de retiro honorífico les daba la posibilidad de representar de
manera más genuina las aspiraciones de la comunidad. Eran los depositarios por exce-
lencia de la sabiduría rescatada del pasado mesoamericano, de la medicina tradicio-
nal, de la celebración del ciclo agrícola y de la elección de los nombres calendáricos,
entre otras tradiciones. Difícilmente algo podía decidirse y hacerse en la comunidad
sin su consentimiento.
Era, pues, la llamada “república de indios” una sociedad muy diferenciada, en espe-
cial en el interior de la jerarquía que ejercía el poder en cada pueblo. Y no podemos
olvidar que estas élites pueblerinas mantenían también entre sí lazos de interés, más
allá de las fronteras de su propia influencia local. Había un intenso intercambio comer-
cial, cultural y político entre los diversos pueblos, no sólo en el nivel de estas autorida-
des sino también en el de los maceguales o comuneros.
Es necesario tener en mente ese cuadro complejo que presentaba la sociedad colo-
nial chiapaneca cuando se aborda el drama de la rebelión tal y como se deja recons-
truir a partir de las fuentes primarias y secundarias. Fueron muy diversos los actores
y muy particulares los intereses de los individuos o grupos involucrados. Asimismo, la
trama obedeció a una dinámica caracterizada por la velocidad con la cual los aconte-
24 TO JAN DE VOS

cimientos se precipitaron y por la variedad de los escenarios en los cuales se desarro-


llaron. Leyendo los documentos desde la óptica de la religiosidad indígena —que es la
nuestra en el presente ensayo—, los textos sugieren que el alzamiento se desarrolló en
tres etapas, cada una marcada por un nivel diferente de toma de conciencia y organi-
zación. En un primer momento (entre abril de 1709 y junio de 1712), nacieron varios
cultos alternativos a partir de alguna aparición milagrosa de la Virgen María; en un
segundo momento, muy corto, por cierto (entre julio y noviembre de 1712), uno de
ellos se transformó en un movimiento rebelde que se estructuró social y militarmente
en torno a una imagen de la Virgen, oculta pero hablante; y en un tercer y último mo-
varios
mento (entre diciembre de 1712 y junio de 1713), la rebelión se descompuso en
a un ídolo de fac-
focos de resistencia entre los cuales destacaba el culto clandestino
tura posiblemente prehispánica.

La Virgen de Zinacantán
entre
El escenario del primer fenómeno aparicional fue un paraje a medio camino
de Las Co-
Zinacantán y Chamula, dos poblados tzotziles pertenecientes a la comarca
el fraile
ronas y muy cercanos a Ciudad Real. El cura doctrinero del segundo pueblo,
dominico Joseph Monroy, tomó personalmente cartas en el asunto y relató después
su intervención en una misiva dirigida a su superior, fray Gabriel de Artiga. Dispone-
mos, pues, de una fuente en la cual habla un testigo ocular, aunque no necesariamente
objetivo, ya que por su condición de clérigo español identificó el milagro inmediata-
Chiapa
mente como “engaño diabólico”. El incidente ocurrió cuando el obispo de
Joseph Monroy
estaba haciendo una visita al templo de Chamula, un dato que fray
esta
no olvidó mencionar en su carta. Por un documento de archivo, sabemos que
voz,
visita terminó el 23 de abril de 1709. Escuchemos a fray Joseph en su propia
reduciendo el relato a la información esencial:

Un día como a las dos de la tarde llegaron los naturales del pueblo de Santo Domingo
de Zinacantlán, que dista del de Chamula como media legua, asustados y con mucha
un palo es-
turbación y me dieron relación que en el camino de dicho pueblo dentro de
imagen de la
taba un varón justo que exhortaba a penitencia y que se reconocía una
de sí,
Virgen Nuestra Señora que estaba dentro del mismo palo, la cual despedía rayos
a ofrecerles
que era bajada del cielo, dando a entender los naturales que venía de allá
la iglesia.
favor y ayuda, y que hablando dicho varón con ellos les decía que avisasen a
[...] Fui a registrar el palo, que era un roble cóncavo donde se había metido, cuya
LA GUERRA DE LAS DOS VÍRGENES RO 25

concavidad tenía cerrada con una tabla, la cual tabla tenía una pestañuela por la cual
recibía de comer de mano de los indios. [...] El concurso de los indios e indias era
mucho, los cuales idolatraban en él y le ofrecían algunas cosas comestibles y llevaban
braceritos con estoraque, y aunque el dicho no estaba dentro del palo, no obstante
daban culto al dicho palo, por cuya razón luego hice cortar y deshacer en trozos el
dicho palo. Luego tomé viaje para Chamula, llevándome al dicho con gran concurso
de indios. [...] Pasó luego por orden de Su Ilustrísima al convento de San Francisco de
Ciudad Real, donde estuvo y dio muy pocas señales de virtud, pues dicen le faltaban
las principales bases de sujeción y humildad (apud Ximénez, 1999: 223-224).

En efecto, año y medio más tarde, por el mes de mayo de 1710, el mismo ermitaño
volvió a aparecer en Zinacantán, pero al ser amonestado por fray Monroy, esta vez
respondió que los padres curas no tenían ningún derecho a juzgar su interior y modo
de obrar. Había hecho un oratorio que el cura de Chamula no perdió tiempo en ir a
registrar en compañía de su superior. Escuchemos de nuevo su testimonio:

Habiendo sabido que tenía una ermita hecha en el monte fuimos y la hallamos como
a cuadra y media del camino y paraje de a donde lo había sacado la primera vez. Sería
la dicha ermita como de ocho pasos, repartida en dormitorio y oratorio, con un altar
en donde tenía una imagen pequeña de la Virgen con candelas, cacao, huevos,
tortillas y otras cosas semejantes que le ofrecían los indios. Con todas conveniencias,
estaba la ermita muy adornada y forrada con petates muy aseados. [...] Habiendo
registrado la ermita tratamos de darle fuego y estando para ello [...] entendí que los
indios que nos seguían decían en su lengua que nosotros quemábamos las casas de
Dios y que comenzaban a quererse amotinar [...]. Sosegámoslos y luego dí fuego a la
ermita y por dentro de las llamas entraban los indios a sacar los petates y demás tras-
tos que había dentro. Remitimos el ermitaño a Su Ilustrísima a Ciudad Real, quien lo
tuvo preso. [...] Fue llevado al colegio de la Compañía de Jesús cuyos religiosos con-
vinieron que era hombre iluso y aún algo de endemoniado, por lo cual lo llevaron para
la Nueva España, de adonde era natural, mas no llegó allí por haber muerto en el
pueblo de Ocosocuautla (apud Ximénez, 1999: 224).

Hasta aquí, el relato de fray Joseph Monroy. Nótese que aparecen, por vez primera,
una serie de elementos que volverán a darse en los movimientos de culto posteriores:
1) el milagro se registra cuando la Virgen María aparece, diciendo que viene a ayudar a
26 30 JAN DE Vos

los indígenas; 2) la aparición ocurre en el monte, es decir,


fuera del ámbito geográfico
del pueblo y fuera del control de las autoridades civiles
y eclesiásticas; 3) el mensaje
es recibido y propagado por un médium facilitador; en
este primer caso, un ermitaño,
calificado como “varón justo” por el mismo cura; 4) la devoción
indígena por la imagen
milagrosa se expresa mediante símbolos católicos y no parece
diferir de la religiosidad
popular que probablemente existía entre los mestizos y mulato
s de Ciudad Real; 5) por
estar situado en un lugar neutral, el culto atrae una multit
ud de indios proveniente de
varios pueblos; 6) los adeptos del nuevo culto insisten en pedir
a las autoridades ecle-
siásticas que lo reconozcan oficialmente; 7) éstas, en vez de
ver en él otra expresión
más de devoción popular, lo tildan de idolatría; 8) los adeptos
, al ver su petición recha-
zada y condenada, buscan fortalecer el culto construyendo, siempr
e fuera del ámbito
físico y social del pueblo, una ermita; 9) las autoridades eclesiá
sticas castigan con
dureza a las personas responsables de crear el “falso milagro”;
10) de esta manera,
siembran en los ánimos de los adeptos un rencor que sólo puede
ir en aumento al re-
petirse la experiencia del rechazo.

La Virgen de Santa Marta


Dos años después de lo ocurrido en Zinacantán, por el mes de marzo
de 1712, la Virgen
volvió a aparecer, esta vez en el pueblo tzotzil de Santa Marta,
también perteneciente al
partido de Las Coronas. De nuevo fray Joseph Monroy es nuestra
fuente principal, gra-
cias a otra carta escrita a su superior, fray Gabriel de Artiga (Ximéne
z, 1999: 225-227).
Pero esta vez podemos complementarla —y corregirla, si fuera
necesario— con la
información detallada que proporcionan los autos del juicio
que se hizo después a
los dos instigadores del nuevo milagro.* Ahora se trataba de
una niña —Monroy le
calculó entre 8 y 10 años de edad— que afirmaba que la Virgen
María se le había apa-
recido. El padre cura de Chamula, al registrar la ermita que se había
erigido en el lugar
de las apariciones, encontró en el altar “una pequeña imagen de
la Virgen, revuelta en
un tafetán, que sería de dos cuartas, acabada de fabricar y hechura
de los indios de
Zinacantán”. Al interrogar a la indizuela, ella le respondió:

Yendo yo para mi milpa, hallé en ella sobre un palo que estaba


derribado a esta
Señora, la cual habiéndome llamado me preguntó si tenía padre
o madre, a que ha-
biendo respondido que no, me dijo que ella era “una pobre llamada
María, venida del

* AGÍ, Audiencia de Guatemala, legajo 293.


LA GUERRA DE LAS DOS VÍRGENES uno 27

cielo a ayudar a los indios” y que así fuese a decirlo a mis justicias para que a orilla del
pueblo le hiciesen una ermita pequeña en que vivir.

Desde el principio, fray Joseph Monroy se dio cuenta de que el milagro de Santa Marta
era un asunto mucho más difícil de manejar. El culto había recibido el respaldo de los
3 justicias del pueblo y éstos le pidieron con mucha insistencia que celebrara misa en la
ermita. Con la excusa de que necesitaba el permiso del obispo, les propuso que lleva-
ran la imagen y a la indizuela a Ciudad Real, invitando a las autoridades a acompañar-
E las, diciendo que “el fin de su señoría era darle culto y reverencia a vista de todos para
mayor crédito de la Virgen y suyo de ellos”. Convencidos de que su padre cura decía la
verdad, los naturales de Santa Marta finalmente aceptaron la oferta y llevaron la imagen
en procesión a Ciudad Real en medio de una congregación de alrededor de dos mil de-
votos. Allí, Monroy y el obispo consumaron el engaño poniendo la imagen en el nicho
de la Virgen del Rosario, en el templo de Santo Domingo, pero aprovecharon la noche
para retirarla de allí y esconderla en el palacio episcopal. Las autoridades de Santa Mar-
ta ya no la recuperarían, a pesar de sus reiteradas súplicas. Se retiraron desilusionadas
a su pueblo, mientras la indizuela y su marido fueron interrogados y condenados a ser
azotados por las calles de la ciudad, antes de ser desterrados de por vida a uno de los
castillos del Golfo de Honduras.
Al completar el relato de fray Joseph Monroy con los autos del proceso judicial que
se hizo a la pareja indígena propagadora del milagro, aprendemos varios datos nue-
vos. La mujer se llamaba Dominica López y su edad no era de 8 a 10 años de edad, sino
de 23, lo que parece más aceptable. En el interrogatorio sostuvo que la Virgen se le
había aparecido “en carne y hueso” y sólo después se había transformado en una ima-
gen de madera. Su marido, Juan Gómez, afirmó que él también había visto a la Virgen
en persona, pero que a petición de ella misma la habían envuelto en una manta y
transportado viva a la ermita. Allí, después de tres días, al quitarle el envoltorio,
apareció ya convertida en escultura de madera. Valiosa información adicional die-
ron varios españoles que habían estado de paso en el pueblo cuando el culto estaba
en su auge. La Virgen había prohibido mencionar su presencia a los españoles, ya
que había bajado del cielo para ayudar únicamente a los indígenas. Éstos recibieron
la promesa de ganar el cielo a pesar de sus múltiples pecados, siempre y cuando le
dieran limosnas y otro tipo de ofrendas. Además, obtendrían ya en esta vida muchos
hijos, maíz y frijoles. Este mensaje atrajo a Santa Marta una multitud de fieles, prove-
nientes de varios pueblos y hablantes de diferentes idiomas, ya que el poblado estaba
asc JAN DE VOS
28

Coronas colindaba con otras cinco co-


situado en un lugar donde el partido de Las
Zoques, Zendales, Llanos, Guardianía
marcas de la alcaldía mayor de Chiapa, a saber,
López habría confesado —según el obis-
y Priorato. Al dar su declaración, Dominica
“había sido persuadida por los alcaldes y
po que actuó como juez en el proceso— que
o que darían [como dieron] de limosna
otros indios con el fin de recoger mucho diner
ro”.*
todas las personas que concurrían al milag
de Santa Marta siguió más o menos la
De lo arriba expuesto queda claro que el culto
ces
dos años antes. Los diez elementos enton
misma trayectoria que el de Zinacantán,
se le añade uno más, el cual le da al desenlace
presentes vuelven a aparecer ahora, pero “ladi-
ro carecía. Se trata de la actuación muy
una dimensión de la que el primer milag raíz
y del obispo en su esfuerzo de sofocar de
na”, es decir, hipócrita, del fraile dominico
ría. Con el fin de apoderarse de la imagen,
lo que veían como un peligroso brote de idolat
autoridades y el común de Santa Marta,
no dudan en engañar en dos ocasiones a las venerada
el falso argumento de que allí sería
invitándolos a traerla a Ciudad Real con a-
en posesión de ella, desapareciéndola furtiv
con la solemnidad que merecía; y una vez e.
es del culto y castigándolos severament
mente, encarcelando a los indios responsabl
os no mencionan el rencor que tal comporta-
En sus respectivos informes, los dos clérig
ción indígena de Las Coronas. Pero pode-
miento debe de haber sembrado en la pobla la
entonces creado influyó fuertemente en
mos dar por seguro que el resentimiento
algunos naturales de Cancuc para lanzar
decisión que, unos meses más tarde, tomarían a.
vez, convertirlo en una rebelión armad
ellos también un culto a la Virgen y, esta

La Virgen de Cancuc de
que la imagen poseída por el ermitaño
Por una referencia en los autos, sabemos rada
sino la de la Soledad. En cambio, la vene
Zinacantán no era la Virgen del Rosario en fue
ad la del Rosario, puesto que su imag
en Santa Marta parece haber sido en verd
esta Virgen existía en el templo de Santo
colocada por el obispo en el altar que para ció en
la Virgen que, unos meses después, apare
Domingo en Ciudad Real. En cuanto a -
y la prueba más contundente son las convo
Cancuc, no hay duda: fue la del Rosario, fuero n
enviaron a los demás pueblos y que
catorias a la rebelión que los cancuqueros su re-
ocupación por las tropas españolas. En
encontradas en la ermita después de su una
las vio personalmente y en seguida copia
lación, fray Gabriel de Artiga afirma que
de ellas en calidad de muestra:

295, cuaderno 2, folio 215.


2 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo
LA GUERRA DE LAS DOS VÍRGENES Bo 29

Jesús, María y Joseph. Señores alcaldes de tal pueblo. Yo, la Virgen que he bajado a
este mundo pecador, os llamo en nombre de Nuestra Señora del Rosario y os mando
que vengais a este pueblo de Cancuc y traigais toda la plata de tu iglesia y los ornamen-
tos y campanas con todas las cajas y tambores y todos los libros y dineros de las co-
fradías, porque ya no hay Dios ni rey. Y así venid todos cuanto antes, porque si no,
seréis castigados, pues no venís a mi llamado. Y adiós. Ciudad Real de Cancuc. La
Virgen Santísima María de la Cruz (Ximénez, 1999: 229).

La última palabra de la convocatoria podría llevar a pensar que la Virgen de Cancue


apareció teniendo en las manos una cruz en vez de un rosario, pero la mención tiene
que ver con una confusión que se produjo al comienzo del milagro. En efecto, al mos-
trarse por primera vez a María de la Candalaria, la Virgen le había pedido erigir una
cruz en el lugar donde ella quería ver edificada su ermita. Varias fuentes confirman
este dato, aunque no coinciden en cuanto a los responsables de su factura. Según unas,
fueron el padre y el marido de María;? según otras, un carpintero, por orden de las jus-
ticias del pueblo (Ximénez, 1999: 228). Al principio, todos creyeron que fue esta cruz,
y no la Virgen, la que había bajado del cielo en señal de ayuda divina. Así lo dejó entre-
ver la comitiva que viajó a Ciudad Real para dar parte del milagro al señor obispo y
que declaró ante las autoridades civiles el 22 de junio de 1712 que “en nuestro pueblo,
a la media noche, vimos bajar de los cielos muchos resplandores a cierto paraje en
la orilla de nuestro pueblo; y habiendo ido a verlo hallamos ser una cruz que bajó
de los cielos; y así le fabricamos una ermita” (Ximénez, 1999: 228). Pero al ser interro-
gados nuevamente por el obispo, no tardaron en confesar que era hechura humana y
que sólo había servido para indicar el sitio donde, según la convicción de todos, había
aparecido la Virgen del Rosario para salvarlos.
El texto de Gabriel de Artiga es, sin duda, la fuente narrativa más importante que so-
bre la rebelión existe. Como ya dijimos, fue escrita poco tiempo después de los hechos
con base en las cartas que algunos curas, testigos oculares de los sucesos, le habían
enviado y en los autos de los procesos que se dictaron a lo largo de la pacificación contra
los principales reos. Éstos, en sus declaraciones, dieron una información que no siem-
pre concuerda con la del fraile dominico pero que debemos interpretar con mucho
cuidado, ya que varios acusados hablaron bajo la influencia de la tortura y otros movi-
dos por el afán de minimizar su responsabilidad. Pero también hubo casos de confesio-
30 JAN DE VOS
eno

eron dispuestas a decir su


nes más o menos serenas por parte de personas que estuvi
de Juan García, capitán gene-
verdad poco antes de morir en la horca. Una de ellas es la
en Cancuc;* y otra la de Agus-
ral de los rebeldes, ajusticiado el 13 de diciembre de 1712,
el 16 de septiembre de
tín López, padre de la vidente María de la Candelaria, ejecutado
de escasez sino el de abundan-
1716, en Ciudad Real.? En este caso, el problema no es el
debe someter a una crítica rigu-
cia de fuentes y cualquier estudioso de la rebelión las
cumplieron esta tarea con
rosa. Afortunadamente, los cuatro autores arriba citados
distinta y a veces muy original.
seriedad y elegancia, aunque cada uno desde una óptica
l, ahora historiográfico. De nue-
También se da, pues, la situación de exceso de materia
sino hacer una nueva lectura de las
vo, no quiero repetir lo ya dicho —y bien dicho—,
mejor cómo y por qué los rebeldes
fuentes desde mi muy particular interés en entender
dar alma y cuerpo a su lucha.
usaron el símbolo religioso de la Virgen María para
la aparición de Cancuc en el mes
Según la información disponible, es posible situar
los acusados del milagro de Santa
de mayo de 1712, es decir, en el momento en que
Ciudad Real. El acontecimiento es re-
Marta estaban siendo juzgados por el obispo en
ación de fray Simón de Lara, cura del
latado por Gabriel de Artiga con base en la inform
un alto al culto. Pero es más direc-
pueblo, quien en un primer momento trató de poner
en los juicios que se les siguieron
ta y completa la que algunos líderes rebeldes dieron
después de la derrota.
fue quien más detalles proporcio-
Agustín López, padre de María de la Candelaria,
confesión ocurrió más de cuatro
nó sobre los preparativos de la aparición, aunque su
que unos dos meses antes de que
años después de los hechos. De ella aprendemos
a su casa Gerónimo Saraos, fiscal y
su hija difundiera el milagro, vino a vivir junto
por las justicias y el cura. Saraos
escribano de Bachajón, desterrado de su pueblo
ñía de un indio de nombre Gabriel
comenzó a frecuentar la casa de su hija en compa
proponer la idea de una aparición.
Sánchez, probablemente el primero en concebir y
en casa de María, a las cuales invi-
Ambos empezaron a hacer reuniones clandestinas
junto a otros dos, de nombre Sebas-
taron también a Agustín López por ser su padre,
sido regidores años atrás y eran
tián García y Miguel Gómez. Estos últimos habían
Agustín López, fueron estos cinco
personas de mucha autoridad en el pueblo. Según
fingiera que la Virgen le hablaba.
hombres los que concibieron el plan de que María
s se unirían y eligirían a nuestro
“De esta manera —se decían—, todos los pueblo

t AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 293.


5 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 296.
LA GUERRA DE LAS DOS VÍRGENES 25 31

modo rey y ley nueva, matando a nuestros enemigos todos los españoles, con que ten-
dremos descanso de los trabajos que padecemos”, Al oír estas palabras, su hija habría
dicho que le parecía “cosa muy buena y que así lo haría y que no faltaría estando fuer-
te siempre en decir que la Virgen le aparecía y le hablaba y que diría y obraría con
nombre de la Virgen lo que ellos le dijesen y aconsejasen”. Le encargaron que no des-
cubriese el secreto a nadie, ni siquiera a su madre, marido o hermano. Pocos días
después, María comenzó a decir que la Virgen se le había aparecido. El común le creyó
porque veían que los más capaces y de autoridad creían. Todo lo que María de la Can-
delaria decía que mandaba la Virgen se lo decían primero los de la junta. Inicialmente,
su plan era remediar su pobreza por medio de las limosnas que iban a ofrecer los in-
dios de todos los pueblos, repartiéndolas entre los miembros de la junta. Después les
vino la idea de organizar una sublevación con el fin de matar a los españoles, quedar
hibres de ellos y dueños de las tierras.
Siempre según Agustín López, su hija tomó muy en serio la tarea que le habían en-
cargado. Empezó a decir que la Virgen se le había aparecido en una milpa, a orillas del
pueblo, y que le había hablado de esta manera:

—María, tú eres mi hija.


—Xí, Señora, y tú eres mi madre.
—Hija, haz una cruz en este lugar [señalándole en tierra], aquí es mi voluntad que
se haga una ermita para que yo viva en ella contigo y así mandarás a los alcaldes y
demás indios que lo hagan luego.

Su padre trató de desengañarla pero ella se mostró firme, repitiendo todos los días
lo mismo. Fue a ver al cura del pueblo para darle cuenta del milagro pero éste se enojó
y mandó darle a él y a su hija cuarenta azotes. Se juntaron entonces los alcaldes y
principales en su casa y decidieron construir sin tardar la ermita, obra que fue termi-
nada en sólo dos días. María López fue a vivir inmediatamente allí, llamándose desde
entonces María de la Candelaria, y mandó traer de la iglesia las imágenes de la Virgen
y de San Antonio. Al día siguiente, Gerónimo Saraos empezó a despachar convocatorias
a los pueblos, ordenándoles que trajesen las varas de justicia y las cruces, ornamentos
y demás alhajas de sus iglesias, que no diesen avío a los pasajeros y no obedeciesen a
nadie, porque “ya no había Dios ni rey”.*

$ AGL Audiencia de Guatemala, legajo 296.


JAN DE VOS
32 zas

la más detallada, sino también la más


Esta versión del comienzo del culto —no sólo
cuatro años en llegar a los oídos de las
creíble de todas las documentadas—, tardaría marzo
, Agustín López fue capturado apenas en
autoridades de Ciudad Real. En efecto
és. Muy al principio, la información sobre
de 1716 e hizo su confesión pocos días despu
manera fragmentada y poco fidedigna. Los
la rebelión llegó a la capital chiapaneca de al
primera vez de lo que pasaba en Cancuc,
españoles de Ciudad Real se enteraron por o les
séis principales del pueblo que el obisp
interrogar, el 22 de junio de 1712, a dieci Al
donde estaba haciendo su visita pastoral.
había enviado presos desde Chamula, diera
ión de los cancuqueros para que les
enterarse del milagro, y debido a la petic
ermita, el obispo había reaccionado con
permiso de venerar a su Virgen en la nueva l de
iva y mandado encerrarla en la cárce
suma dureza. Había arrestado a la comit n
idades civiles que los dos alcaldes fuera
Ciudad Real, donde consiguió de las autor ró inme-
de por vida de su oficio. Allí se nomb
azotados públicamente y destituidos des-
o por funcionarios que prometieron
diatamente un nuevo gobierno, compuest Simó n de
go, cuando, a mediados de julio, fray
truir cuanto antes la ermita. Sin embar tró con
o para averiguar la situación, se encon
Lara, cura de Cancuc, regresó al puebl día y
tud creciente de feligreses y custodiada
que la ermita era visitada por una multi -
a celebrar misa en la capilla porque hubie
noche por dos hombres armados. Se negó ejarl e
obligó a las nuevas autoridades a acons
ra significado legitimar el culto, lo que
se vieron
tara regresar. Pronto ellas también
que abandonara el pueblo y no inten de la
de la primera comitiva lograron escapar
amenazadas, cuando siete miembros
que se les
en el pueblo y reclamaron los oficios
cárcel de Ciudad Real, reaparecieron se a
io que seguir el ejemplo del cura y poner
habían quitado. No tuvieron más remed
salvo enfilando rumbo a Ciudad Real. ro de
de julio, principios de agosto—, el milag
En este preciso momento —a finales a la
congregación religiosa muy parecida
Cancuc, hasta entonces reducido a una con-
miento organizado y en abierta rebeldía
de Santa Marta, se convirtió en un movi en varios
hizo en un mínimo de tiempo y se dio
tra el régimen colonial. El cambio se diná-
co, el económico y el militar. La nueva
niveles: el administrativo, el eclesiásti en las
ias, escritas por Gerónimo Saraos,
mica empezó con el envío de convocator que sus
los pueblos a entregar toda la riqueza
cuales se llamaba a las autoridades de idos a
así darían prueba de que estaban decid
templos y cofradías poseyeran. Sólo su papel
n. El mismo Saraos informó sobre
participar activamente en la sublevació juicio
interrogado sobre esta actividad en el
de “secretario de la Virgen” cuando fue obede-
de la guerra. Los primeros pueblos en
que se le hizo en Ciudad Real después
LA GUERRA DE LAS Dos VÍRGENES asas 39

fueron Bachajón, Ocosingo y Sibacá, seguidos por los demás de Los Zendales
dianía. En cambio, de los pueblos de Los Llanos y Los Zoques no hubo res-
a siquiera. En cuanto a los pobladores de Las Coronas y Chinampas, no ne-
fesito ban recibir despachos porque ya se encontraban en Cancuc, adonde habían
Degado desde el momento en que supieron que la Virgen de Santa Marta, al no ser
conocida por las autoridades españolas, “se había trasladado a Cancuc”.
Es imposible saber con certeza cuántos pueblos estuvieron involucrados en la
Fsebelión, ya que sobre este asunto las fuentes difieren seriamente entre sí. Las pri-
arias ponen el número total entre treinta y treintaidós;' en cambio, la crónica de
E Ximénez lo reduce a veintiuno (Ximénez, 1999: 222), probablemente con base en las
É weimtiún cruces y mangas de plata que los españoles encontraron en la ermita al caer
E Cancuc en sus manos. Veintiuno son también los pueblos cuyos nombres aparecen en
E las portadas de los expedientes que documentan los juicios hechos a los reos. Tam-
E poco es posible saber qué porcentaje de la población de cada pueblo participó acti-
vamente en el levantamiento ni cuántas personas se encontraban físicamente en
: Cancue a la hora de la batalla. Sobre este último dato, la información oscila entre
. 6 000 y 7 000, o bien 8 000,* incluso 10 000," y también 15 000.!! Entre ellas, figuraban
' naturales provenientes de varios pueblos cuyas autoridades se habían opuesto a la re-
- belión, pero se encontraban allí probablemente por decisión personal. Éste es el caso
de algunos indios originarios de Chamula y Palenque, por ejemplo. También hubo, al
parecer, varias comunidades que no quisieron acatar la orden de llevar a Cancuc
los santos, tesoros y ornamentos de sus templos. Éste puede haber sido el caso de los
habitantes de Chenalhó, ya que éstos, dos meses antes, se habían resistido a entregar
la imagen de San Pedro a la Virgen de Santa Marta, con la excusa de que disponían
de un milagro propio.
En efecto, cuando fray Joseph Monroy, en marzo de 1712, regresaba de su viaje de
inspección, se había detenido en Chenalhó porque había sido notificado de que allí
también algo milagroso acababa de suceder. Las autoridades del pueblo le aseguraron
“que habían visto sudar a la imagen de Santiago y emanar extraños resplandores de la

7 AGÍ, Audiencia de Guatemala, legajos 294, 295, 296.


$ AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 295, folio 82r.
2 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 293, folio 42v.
10 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 294, folio 1r.
11 AGI, Audiencia de Guatemala, legajos 295, folios 85v, 86v; 296, folios 113v, 115v.
e JAN DE VOS
34

había erigido una ermita donde se


de San Pedro.'? En honor al primero, la comunidad
cia de que por sus pecados el fin
reunía para orar y hacer penitencia, en la creen
ino con la misma decisión que había
del mundo estaba por llegar. Fray J oseph interv
nte contra la nueva devoción y man-
mostrado en Santa Marta: predicó enérgicame
go, no logró entonces identificar con
dó destruir sin vacilar la capilla. Sin embar
como el verdadero responsable de la
la debida claridad al que después se revelaría
ca (Ximénez, 1999: 227, 237-238). Era
cadena de “milagros” producidos en la comar
tián Gómez, sin cargo oficial en el pueblo
éste un hombre ya mayor, de nombre Sebas
asiduo a las cosas de iglesia (Ximénez,
pero con fama de ser buen cristiano y muy
1999: 227, 237-238).
en Cancuc con una pequeña imagen
Un buen día, Sebastián Gómez había aparecido
y
«de la Gloria” porque había subido al cielo
de San Pedro en los brazos, apellidándose
Pedro, en su calidad de primer papa de la
conversado con San Pedro. AMí, decía, San
vicario, con el poder de ordenar sacerdotes
Iglesia católica, le había nombrado como su al
des aceptaron al mensajero y su discurso
en todos los pueblos de indios.* Los rebel
emente y ponía la imagen de San Pedro
ver que María de la Candelaria lo recibía amabl
Sebastián Gómez de la Gloria encabezó una
en el altar de la ermita. Pocos días después,
sacerdotes indígenas, entre ellos a Geróni-
celebración en la cual ordenó a los primeros
to de “vicario general y superior”, y la
mo Saraos, quien además recibió el nombramien
e. Condujo después a los nuevos curas en
orden de decir misa ante la comunidad rebeld
ellos vestidos con los atuendos litúrgicos
! solemne procesión por todo el pueblo, todos
se había puesto una capa que le había qui-
de rigor, menos María de la Candelaria, que
primera ordenación sacerdotal seguirían
| tado a una imagen de Santo Tomás. A esta
Gómez sino también por Gerónimo Sa-
| varias más, al parecer ya no sólo por Sebastián
Vásquez, nombrado “capitán general”
raos, en su calidad de “vicario general”, y Nicolás
en el verdadero líder de la rebelión.
por María de la Candelaria y pronto convertido
todo como sus predecesores españoles,
Los nuevos clérigos trataron de actuar en
s y exigiendo de sus feligreses el mismo
celebrando los sacramentos acostumbrado
los frailes dominicos. En su mayoría eran
trato reverencial que antes habían recibido
español y sabían leer y escribir, por haber
“indios ladinos”, es decir, hablaban algo de
de cura. Varios habían aceptado su nuevo
ejercido el oficio de “fiscal” o ayudante
que la Virgen había ordenado a través de
cargo sólo por temor a los severos castigos

folios 3v, 4r; Ximénez, 1971: 261.


12 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 293,
folios 159v, 200v-201r.
13 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 295,
LA GUERRA DE LAS DOS VÍRGENES Hs 35

la boca de María de la Candelaria, castigos con los que amenazaba también a los que
no les prestaran la debida obediencia. Los sermones, predicados diariamente en los
pueblos alzados, fueron el espacio principal para propagar los mensajes que María
de la Candelaria afirmaba recibir directamente de la Virgen en el aposento oscuro y
secreto de la ermita. Se puede reconstruir ese discurso a partir de las confesiones
hechas por los sacerdotes indios en los juicios criminales, después de ser captura-
dos por las tropas españolas. Escuchemos a uno de ellos, quien, al ser interrogado
sobre el tema, dijo:

Lo que predicaban y enseñaban era que ya no había Dios ni rey sino la Virgen San-
tísima que había bajado del cielo al pueblo de Cancuc, y [que] San Pedro y los Doce
Apóstoles los habían ordenado a ellos y que ya le había quitado la Virgen la corona al
rey de España y que mandaba que sus hijos los indios matasen a todos los españoles
con sus obispos y curas y atodos los ladinos, mulatos y mestizos, y que para acabarlos
les vendrían a ayudar los moros e ingleses, porque los ladinos eran judíos que no
creían en la Virgen de Cancuc, y que había resucitado el emperador Moctezuma, y que
las mujeres que quisieran se volverían a casar con otros maridos, porque no eran bue-
nos los casamientos que habían hecho los curas españoles, y que no negasen el apeti-
to sensual a los hombres porque lo mandaba la Virgen para que se aumentase el
mundo, y que todos fuesen a la guerra a pelear contra los españoles, que no había de
morir ninguno, y que el que muriese lo habría de resucitar luego la Virgen.**

La actuación de Sebastián Gómez de la Gloria lleva a pensar que él se consideraba a


Sí mismo como el nuevo papa de la iglesia autóctona, ya que derivaba su poder direc-
tamente de San Pedro. Sabemos que consagró obispo no sólo a Gerónimo Saraos de
Bachajón sino también a un anciano de 70 años de edad, de nombre Francisco de la
Torre y Tovilla, que había sido alcalde de Sibacá, aunque no sabía ni leer ni escribir.%
Con la misma facilidad, se tomó la libertad de coronar reyes a tres hombres, Jacinto
E - Domínguez de Sibacá, Agustín López de Cancuc y Nicolás Vásquez de Bachajón.!* Pero
todo indica que se trataba de títulos honoríficos obsequiados a gente cercana a él, que
no implicaban mayor poder real, aun en el caso de Nicolás Vásquez, quien llegó a reunir

Y 361, Audiencia de Guatemala, legajo 293, folio 261v.


% aGI, Audiencia de Guatemala, legajo 295, folios 213v-219v.
% xG1, Audiencia de Guatemala, legajos 295, folios 183v, 190r; 296, folios 6v, 11v.
z5n> JAN DE VOS

“ak
en su persona los nombramientos adicionales de “presidente”, “vicario general”,
” «

¿3
calde mayor” y “capitán general”.'” Nicolás Vásquez parece haber recibido estos últi-
mos cuatro cargos de María de la Candelaria y no de Sebastián Gómez, ya que éste |
|
había regresado a Chenalhó a finales de septiembre por razones desconocidas. IS Tam-
bién en estos tiempos, María de la Candelaria y Nicolás Vásquez tomaron la iniciativa
de otorgar el título de rey a Juan García, un joven cancuquero de 24 años de edad."
civil
Este cuarto rey no tenía mayores méritos en cuanto a experiencia en el gobierno
d de
o religioso de su comunidad pero fue probablemente escogido por su capacida
mando militar.
en su últi-
La coronación de Juan García debe haber ocurrido al entrar la rebelión
primeras se-
ma fase, la de los preparativos para la defensa de Cancuc, es decir, las
Gómez sobre
manas del mes de noviembre. En ese momento, la influencia de Sebastián
por la actuación
los rebeldes había tocado fondo, no tanto por su propia ausencia sino
a Cancuc con
prepotente de un hermano suyo, de nombre Domingo. Éste había llegado
ordenar sacer-
una carta de Sebastián que lo nombraba “primer vicario”, con poder de
los pies en
dotes en los pueblos que aún carecían de ellos.2” Exigió que se le besaran
no asistieran
señal de reverencia y mandó erigir una horca para ajusticiar allí a los que
tratado
a misa con regularidad. Pagó su insolencia con el castigo que él mismo había
de su corm-
de introducir: murió ahorcado por los cancuqueros, enardecidos a causa
que pretendía
portamiento y, además, porque no era natural de la comunidad a la
subyugar a sus intereses personales.”
los ánimos
El recelo hacia gente venida de fuera parece haber estado presente en
lo eran
de los cancuqueros desde el principio de la rebelión. La Virgen era suya, como
a las dos. Pero
también su portavoz, María de la Candelaria, y el culto nacido en torno
los pueblos
pronto el movimiento había sido acaparado por personas llegadas de
Saraos y Ni-
vecinos, el chenalhero Sebastián Gómez y los bachajontecos Gerónimo
cautela en
colás Vásquez, entre otros. Los tres aprendieron a maniobrar con mucha
previsible
medio de esa comunidad que no era la suya y que en el momento menos
e. Deben de
podía reaccionar con violencia contra cualquier “extranjero” prepotent

17 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 295, folios 67r, 68v, 71v.


18 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 295, folios 160r, 295r, 295v.
218v, 226r; 295, folio 8r; Ximénez,
19 AGI, Audiencia de Guatemala, legajos 293, folios 6v, 7r, 94v; 294, folios
1971: 306.
20 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 295, folios 160r, 295v.
21 AGL Audiencia de Guatemala, legajo 295, folios 105v.
LA GUERRA DE LAS Dos VÍRGENES Am 37

tenido siempre presente la ejecución del también bachajonteco Juan López,


había provocado el enojo justiciero de los cancuqueros al exigir para él y los
Estuyos la mayor parte de un botín de guerra recogido muy al principio del alzamiento.”
Juan López había sido nombrado capitán general de la milicia y aspiraba, junto con
sm paisano Nicolás Vásquez, al liderazgo militar del movimiento. Según las fuentes, su
E codicia lo perdió, pero no podemos excluir como posible motivo de su muerte la
Flecha por el poder entre cancuqueros y fuereños. Así lo insinúa fray Gabriel de Artiga
E euando dice que, a raíz del disturbio que terminó con la vida de Juan López, los can-
E aaqueros amenazaron con ir a Ciudad Real y hacer las paces con los españoles: a ver
E si los demás serían capaces de defenderse contra ellos sin el apoyo de “su” Virgen
E (Ximénez, 1999: 240).
De los otros líderes fuereños, Nicolás Vásquez parece ser el único que nunca tuvo
problemas con las autoridades y el común de la cabecera rebelde. Al contrario, en va-
rías ocasiones lo vemos actuar como el instigador principal de los castigos infligidos a
posibles rivales suyos, siempre con el visto bueno de los alcaldes de Cancuc. Logró, por
ejemplo, mandar azotar a Gerónimo Saraos, bajo la acusación de haber abusado de su
oficio de vicario general al exigir remuneraciones exorbitantes de sus feligreses. Pero
la verdadera razón parece ser el haber mandado azotar a un hermano de Nicolás Vás-
quez en Bachajón. Además del castigo a golpes, Gerónimo Saraos sufrió la destrucción
de su casa, la confiscación de todos sus bienes y, como corolario inevitable, la pér-
dida de toda la autoridad moral y política que había gozado anteriormente.” Otra vícti-
ma de los alcaldes de Cancuc, y de don Nicolás tras ellos, fue el vicario de Chilón, Lucas
Pérez, quien también recibió azotes por abusar de su ministerio y haber dicho misa sin
permiso.2 La creciente monopolización del poder en manos de Nicolás Vásquez bien
puede haber sido la razón de la retirada de Sebastián Gómez a su pueblo de origen.
¿Qué futuro tendría su autoridad frente a la de quien había logrado reunir en su perso-
na las prerrogativas acumuladas de rey, capitán general, presidente y vicario general
de la nueva república de indios?
Por cierto, la desmedida creación de nombramientos alternativos, tomados presta-
dos de la burocracia española, fue una actuación recurrente entre los rebeldes. Ya
vimos que las fuentes mencionan la existencia de por lo menos cuatro reyes y existe

1999: 240.
131v, 132r.
2 AGI, Audiencia de Guatemala, legajos 293, folios 14v, 16r, 22v, 30v; 295, folios 13v, 17v, 22v, 44r,
2 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 295, folios 142w, 143r, 161r, 161v.
38 > JAN DE VOS

otro documento que habla de siete obispos sólo en el pueblo de Sibacá.* El nuevo
reino autóctono recibió de los rebeldes el nombre de “Nueva España”; Cancuc, el de
“Ciudad Real," y Hueitiupán, el de “Nuevo Guatemala”, por haber sido escogido
como “Presidencia de los Pueblos”,? repartida, por cierto, entre varios “presidentes”.
En contraste, los españoles fueron identificados con los calificativos despectivos
de “judíos” y “demonios”” y su Ciudad Real de Chiapa, lógicamente, con el de
“Jerusalén”?! En el grupo de “infieles” se incluyeron también todos los mestizos, ne-
gros y mulatos contra los cuales valía asimismo la orden de la Virgen de matarlos
y destruir sus bienes. Así rezaba, por lo menos, el discurso oficial que se propagaba
desde la ermita, porque la realidad era otra, ya que en el ejército rebelde militaban
varios mestizos, a título personal algunos y otros formando una pequeña compañía
bajo el mando de su propio capitán.”
Este capitán no era otro que el ya mencionado Juan López de Bachajón, cuya con-
dición mestiza está confirmada por varios testimonios, entre ellos los de Agustín
Díaz y de Domingo de Encino, ambos vecinos de Bachajón.** Probablemente, también
Nicolás Vásquez lo fuera, aunque los documentos no lo señalan textualmente como
tal, sino como “criollo” de Tenango y residente en Bachajón por haberse casado allí.
Tomando en cuenta que Gerónimo Saraos asimismo era bachajonteco, llama la aten-
ción que tres de los máximos líderes del movimiento fueran oriundos de este pueblo
tzeltal. Según las fuentes, hubo en Bachajón un grupo más o menos extenso de indi-
viduos, todos apellidados López y calificados como mestizos. Juan López pertenecía
probablemente a este clan, cuya presencia en el pueblo sigue siendo un enigma, por-
que no sabemos más sobre el asunto. Debe de haber llegado a Cancuc junto con Nico-
lás Vásquez y los demás mestizos, y parece haber sido un hombre excepcionalmente
dotado para los asuntos militares, porque lo vemos actuar como el comandante en
jefe de las tropas rebeldes en la batalla de Huixtán. Además de los López de Bacha-

25 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 294, folio 444r.


2 AGI, Audiencia de Guatemala, legajos 293, folio 5r; 295, folios 138w, 202v.
27 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 294, folios 22v, 186r.
28 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 293, folio 178r.
2 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 296, folio 179v.
20 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 295, folios 8v, 9r, 203r.
31 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 294, folios 186r.
32 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 296, cuaderno 6, folios 771, 86r, 89r, 109v, 161v.
33 AGI, Audiencia de Guatemala, legajos 295, cuaderno 5; 296, cuaderno 6.
34 ací, Audiencia de Guatemala, legajo 295, folios 67r, 71v, 80r.
LA GUERRA DE LAS Dos VÍRGENES 0 39

pelearon allí varios mestizos más: Pedro Padilla,* Salvador de Roxas,** Diego
tinas y Juliano Ballinas. Los últimos dos jugaron un papel importante en el arma-
ento de los rebeldes porque fabricaron las lanzas de hierro que se utilizaron en la
erra ” Fueron también mestizos y mulatos los que manejaban los pocos fusiles que
seían las tropas rebeldes, entre ellos, obviamente, los dos capitanes de Bachajón.*
¿Jn la crónica de Ximénez, precisamente estos dos son los responsables de haber mata-
flo a balazos a fray Marcos de Lambur, religioso del convento de Ocosingo.
* No deja de ser un enigma la presencia de aquellos mestizos, en Bachajón primero y
Cancuc después. Y no cabe duda de que entre Nicolás Vásquez y Juan López existió
sde el principio una rivalidad por el poder, la cual se solucionó drásticamente a favor
el primero, con la temprana eliminación del segundo. En esta muerte, Nicolás Vásquez
e haber intervenido personalmente, si creemos en las fuentes,* igual que en varios
pusticiamientos posteriores, como ya vimos. Todo indica que él se hizo finalmente del
ando supremo de la rebelión, apartando con violencia a los que le habrían hecho som-
¿ma Para lograr tal objetivo contaba, sin duda, con el apoyo de María de la Candelaria y
los que formaban el pequeño círculo de incondicionales alrededor de ella.
disturbio que causó la actuación de Juan López y desembocó en su ejecución llevó
E aL dirigencia a reorganizar la repartición de los dineros y demás bienes traídos de los
¿pueblos o quitados a los españoles asesinados. Hasta entonces, los destinatarios del
botín habían sido sólo los capitanes, alcaldes y principales; ahora, éstos se vieron obli-
ados a repartir parte de él entre los soldados rasos de la milicia y entre los habitantes
de Cancuc. Es imposible establecer con precisión cuánto le tocaba a cada quien, por-
E que las fuentes difieren bastante entre sí sobre el tema. Pero parece que la mayor parte
E del dinero quedó resguardada en una petaca depositada a los pies de la Virgen, en el
E aposento secreto donde sólo María de la Candelaria y su padre Agustín López tenían
E derecho a entrar.
Pero, ¿era realmente la imagen de una Virgen la que se escondía detrás del petate
E que separaba aquel camerino del resto de la ermita? El historiador Juan Pedro Viquei-
E xa, quien ha dedicado todo un ensayo al tema (Viqueira, 1997: 95-163), sugiere cuatro
E posibilidades: una escultura al estilo católico español, una mujer-diosa, un ídolo pre-

' ac, Audiencia de Guatemala. legajo 295, folio 77v; 296, folio 114r.
* aG1, Audiencia de Guatemala, legajo 296, folio 81r.
, F aGí, Audiencia de Guatemala, legajos 295, folios 82v, 87r; 296, folios 72r, 91v, 106r, 108v, 109r, 114v.
E ac Audiencia de Guatemala, legajo 296, folios 72r, 91v, 106r.
* AG1, Audiencia de Guatemala, legajos 294, folio 303v; 295, folio 218v.
JAN DE VOS
40

religiosida j
reuniría en ella elementos de las dos
hispánico o una imagen sincrética que de ser algo ;
Su argumentación ingeniosa no deja
des, la mesoamericana y la cristiana. él mismo en ;
se deja reducir a la disyuntiva que
rebuscada, porque, a fin de cuentas,
algún momento formula:
rfecta, '
una imagen deforme, indecente e impe
¿Sería una imagen de la Virgen, tal vez a haber
n adorar? ¿O sería un ídolo, que podí
de las que los indios de Chiapas solía lo y cuya ¡
do ocult o desd e la llega da de los frailes en algún lugar cercano al pueb
esta ración, en es-
o de iniciados de generación en gene
memoria se transmitía entre un grup 124). ]
a sacarlo a la luz del día? (Viqueira, 1997:
pera del momento oportuno para volver
o confiesa ¡
r no logr a cont esta rla sati sfac toriamente, como de nuevo él mism
El auto ba detrás del ]
rgo, seguimos sin saber lo que esta
al final de su requisitorio: “sin emba s de los reos ;
n es obvia: los testimonios recogido
petate” (Viqueira, 1997: 145). La razó condiciones espe- ]
os, en buena parte debido a las
interrogados son confusos e imprecis siempre 3
que se dier on las conf esio nes: a veces sin conocimiento de causa,
ciales en
no necesaria- ¿
mediante intérpretes y escribanos
bajo amenaza de tortura, a menudo
mente capaces ni objetivos. —momento en
Can cuc, el 22 de noviembre de 1712
Mucho tiempo antes de la toma de autoridades es- .
ermita y revisar el aposento— las
que finalmente se pudo entrar en la
taba a los indios a
las habí an trat ado de aver igua r la identidad del oráculo que inci
paño noticias duran
to de 1712, recibieron las primeras
la desobediencia. A mediados de agos z, quien había 3
de Bachajón, de nombre Jacinto Pére
te el interrogatorio de un indígena iente: 3
días y dijo haber observado lo sigu
estado de paso en Cancuc por seis
cubierta
piedra que será de a vara de largo,
En la capilla de dicha ermita hay una cosa que los
rado, y que no se le puede ver otra
con un petate y sobre él un velo colo a piedra ¡
prieto con uñas naturales y que la dich
pies que tiene des eubiertos de color meri o, y ]
parada y le encienden luces y dan sahu
de día la tienen puesta en unas andas zuela que es de edad 3
de noche la acuestan en una mesa en dicha ermita con una indi
música, y que di- ;
rentes instrumentos están dando
suficiente para casarse y con dife lo, a la cual ado- *
a que está inme diatamente al pueb
cha piedra la sacaron de una cuev
ran, dándole título de ser la Virgen.*

o 296, folios 27v, 28r.


40 AGI, Audiencia de Guatemala, legaj
LA GUERRA DE LAS DOS VÍRGENES 2855 41

Este testimonio temprano, confirmado después por un espía enviado por las autoridades
de Ciudad Real," debe de haber sembrado desde el principio la confusión en las mentes es-
pañolas. Por un lado, daba la impresión de que se trataba de un ídolo de piedra, probable-
mente de factura prehispánica; por el otro, insinuaba que era más bien algún animal con
patas “de color prieto, con uñas naturales”. También existía la posibilidad de que animal y
piedra formaran un conjunto, ya que el todo estaba cubierto con una manta que impedía ver
mayores detalles. Así lo deja entrever, por cierto, otro testimonio, dado esta vez bajo ame-
naza de tortura por un muchacho de 12 años de edad, de nombre Felipe de la Cruz. Estas
dos condiciones —la juventud y la angustia— influyeron probablemente en la declaración,
La cual contiene varios elementos más bien fantasiosos. Pero el relato concuerda en lo esen-
cial con el de Jacinto Pérez, añadiéndole algunos detalles que impresionan por su precisión:

Estando en dicho pueblo [de Cancuc], Pedro Hernández Joté, natural de Ocosingo,
le enseñó a transformarse en ratón, dándole por nagual otro animal de la misma espe-
cie, en cuya forma entró una vez y vio detrás del petate que dividía la ermita de Can-
cue a María de la Candelaria sola y con ella un animal del porte de gato, la cara de la
forma de un gato, las narices chato, los bigotes largos, las orejas grandes y redondas,
los ojos grandes resplandescientes y colorados, los pies y manos de mono y las uñas
muy largas y corvas, la cola larga y amarilla y el cuerpo pintado con manchas ne-
gras y la piel amarilla, El cual animal estaba andando en dicho retiro y la dicha María
de la Candelaria estaba sentada, y dicho animal se refregaba con ella, a quien cogía la
susodicha y lo ponía encima de sí. Que en otra ocasión entró el declarante con otros
juntos en dicha ermita detrás de dicho petate donde estaba dicha María de la Cande-
laria y Lucas Méndez, donde vio un bulto del porte de tres cuartas, poco más o menos,
a modo de un sahumador tapado con manta blanca, dentro del cual el mismo animal
que vio cuando entró el declarante en forma de ratón en dicha ermita, al cual el dicho
Lucas Méndez, natural de Ocosingo, le alzaba dicha manta con que estaba tapado para
que los que entraran le besaran la mano a dicho animal, el cual la sacaba para dicho
efecto, al cual la besó el declarante una vez y todos los que entraban en dicha ermita,
y después de besarla se iba, lo cual hacían hincados de rodillas; al salir hincados de la
misma suerte le besaban la mano a la dicha María de la Candelaria, quien les decía que
si no entraban a hacer lo referido mandaría a sus capitanes los matasen.*

€ AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 295, folio 31r.


*£ AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 294, expediente 23, folios 807v-810v.
42 BRO JAN DE VOS

La misteriosa presencia de ese animal fantástico vuelve a ser mencionada en una


serie de testimonios hechos por indios capturados en Ocosingo durante el mes de
julio de 1713.% Después de la caída de la cabecera rebelde, el movimiento, en un últi-
mo intento de continuar vivo, se fragmentó ideológica y geográficamente. María de
la Candelaria se refugió hacia el noroeste de la provincia de Los Zendales, en compañía
de unos pocos familares y allegados. Otro grupúsculo, encabezado por un tal Geróni-
mo Morales, buscó amparo en la selva hacia el sureste de Ocosingo. Allí, en un paraje
nombrado Coilá, erigieron otra ermita, también provista de un aposento secreto en el
cual veneraban “una Virgen bajada del cielo” que hallaron en el monte inmediato a las
ruinas de la antigua ciudad maya de Toniná. Era ésta “un bulto tapado con manta de
tres cuartas poco más o menos”, al que sus seguidores empezaron a rendir culto al
estilo introducido en Cancuc: quemando copal, encendiendo velas y rezando avema-
rías. También aquí no faltaron los curiosos dispuestos a trasgredir la prohibición de
entrar en el camerino y ver a la famosa “Virgen” con sus propios ojos. Seis de ellos
confesarían, en los juicios que se les hicieron, haber cometido tal osadía y todos coin-
cidieron en haberse encontrado, en vez de la Virgen que esperaban ver, con un animal
cuya apariencia era, según una de ellos “del porte de un gato, de la hechura de un mono
la cara y manos, cuyos pies no vio por estar como sentado y tener un cotoncillo blanco
labrado con hilo jocoque con sus mangas, lo cual le tapaba hasta los pies, las uñas de
las manos largas y corvas”.** Otro testimonio, dado por un jovencito de 14 años de edad,
insinúa que este animal estaba vivo, ya que al tocarlo “lo sintió caliente y lo había visto
salir y volver a entrar del sahumador en que se encontraba”.*
Juan Pérez es, junto con Felipe de la Cruz —aquel muchacho de 12 años de edad
que había sido interrogado más de medio año antes—, el único en afirmar que se tra-
taba de un ser vivo. También en este caso nos inclinamos a descartar el dato, de nue-
vo por las mismas dos razones: la angustia del muchacho por las posibles torturas,
además de una tendencia, propia de una mente joven, a imaginarse cosas fuera de la
realidad, entre ellas un animal que combinaba rasgos de gato y mono. La solución del
enigma es, pues, optar por un objeto esculpido en piedra o madera, y además pintado,
que representaba un animal mitológico con rasgos preponderamente felinos, pro-
cedente de algun sitio prehispánico cercano o hecho recientemente a la imagen de

43 AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 294, expediente 23, folios 784-813.


4 Declaración de Ana Manuela, AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 294, folios 811v-813v.
4 Declaración de Juan Pérez, AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 293, folios 800-802w, 805v-807v.
LA GUERRA DE LAS Dos VÍRGENES 25nO 43

hellas representaciones antiguas. Así lo sugiere la declaración de Magdalena Vás-


bx, otra mujer de Ocosingo interrogada entonces, la cual dio la información más
ada sobre la “Virgen” de Coilá:

E En dicha ermita [...] tenían una división o retiro dentro del cual vio la declarante
ha a bulto a modo de un sahumador tapado con manta blanca y encima sartas de flo-
res, del porte de tres cuartas poco más o menos, el mismo que traía cargado dicho
¡ Morales, al pie del cual estaba una cruz y una candela encendida donde se hincó de
E rodillas la declarante con intención de hacer una confesión por entender era la Virgen
Ecomo decían. Y llevada de la curiosidad y viéndose sola alzó la manta en que estaba
envuelta y vio un animal dentro de dicho sahumador, un animal con la cara, orejas,
marices y bigotes al modo de los de un gato, con los ojos grandes y resplandecientes,
b cola larga, la piel amarilla con pintas negras, tapado con un pedazo de tafetán colo-
rado echado, cuyas manos y pies no le distinguió por estar echado, sí las uñas que las
tenía largas y corvas; de lo cual se horrorizó y tuvo miedo y se salió para fuera.*

:- Después de haber escuchado el testimonio de Magdalena Vásquez y visto cómo


E confirma los demás en casi todos los detalles, ya poca duda cabe de que detrás de los
E “petates de las dos ermitas —la de Cancuc y la de Coilá— nunca hubo una representa-
E ción de la Virgen María. No tiene caso, pues, preguntarnos si se guardaba allí una obra
E de arte sacro sacada de algún templo colonial o una imagen recién tallada por manos
E indias devotas aunque inexpertas. Toda la información disponible indica que, tanto en
E Cancuc como en Coilá, se escondía, en la oscuridad del aposento, un ídolo de piedra
- que representaba, esculpido y pintado, un jaguar (“con la cara, orejas, narices y bigo-
tes al modo de los de un gato, la cola larga, la piel amarilla con pintas negras, las uñas
brgas y corvas”) en posición acostada (“por estar echado”), y de tamaño más bien
reducido, ya que se guardaba dentro de un recipiente parecido a un brasero (“a modo
de un sahumador”), de alrededor de medio metro de largo (“de tres cuartas más o me-
nos”), tapado con una manta blanca o roja. Esta imagen debe de haber sido de factura
tan realista que dos testigos oculares, muy jóvenes por cierto, tuvieron la impresión
de que era un animal vivo, ya que afirmaron haberlo visto moverse.
Llama la atención la persistencia y la coincidencia de la información encontrada
en las fuentes: todas las personas interrogadas dijeron más o menos lo mismo, tanto en

$ AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 294, folios 788-791v.


BO JAN DE Vos

agosto de 1712 como en julio de 1713. Podemos, pues, aceptar con suficiente seguri-
dad que los rebeldes adoraron, desde el principio hasta el fin, junto a la Virgen del
Rosario, la imagen de un jaguar que provenía, probablemente, de algún monumento
prehispánico. Los líderes del movimiento parecen haber mantenido en secreto esta
doble identidad, haciendo creer a los demás que sólo se trataba de una Virgen toma-
da prestada de la devoción cristiana. Oficialmente, ella fue la que se le apareció, en
mayo de 1712, a María de la Candelaria en las orillas del pueblo de Cancuc y la que
fue encontrada después de noviembre de 1712 en el monte inmediato a Coilá; ella la
que empezó a hablar a través de la boca de la niña cancuquera y a dirigir así sus pa-
labras incendiarias a los seguidores del milagro. En nombre de ella fueron enviadas,
desde la ermita, las convocatorias que incitaban a los pueblos de la alcaldía mayor de
Chiapa a participar en el levantamiento. De ella emanaron todos los decretos referen-
tes a la organización religiosa, económica y militar de la nueva república de indios. Ella
fue la que mandó castigar a los desobedientes, hasta la muerte en la horca, y recompen-
sar los servicios de sus soldados y demás seguidores. Pero, detrás de ella, o junto a ella,
un jaguar guardaba silencio, inmóvil (¿?) e invisible (¿?), debajo de su manta blanca o
roja, pero poderosamente presente en la oscuridad del aposento secreto.
¿Qué significado habrá tenido para los rebeldes ese ídolo rescatado de un pasado
del cual los separaban ya casi dos siglos? Hallazgos y estudios arqueológicos han de-
mostrado la importancia del jaguar en la religiosidad prehispánica. Nos interesa aquí
particularmente la función que el jaguar tuvo entonces como atributo de poder, y la
iconografía rescatada no deja duda al respecto. En Mesoamérica en general, y en el
mundo maya en particular, los tronos de los mandatarios estaban recubiertos con la
piel del jaguar, como símbolo de poder. A veces, el pedestal del trono adoptaba la for-
ma del felino, como sucede con el jaguar bicéfalo en la famosa Lápida Oval de Palen-
que. La piel, las garras y los colmillos del jaguar a menudo formaban parte, junto con
otras cosas, del bulto ceremonial utilizado en la transmisión de poder de un gobernan-
te a otro. Muy ilustrativo al respecto es el dintel 26 de Yaxchilán; allí, la señora Puño
Pescado ofrece una cabeza entera del felino a su esposo Escudo Jaguar. Finalmente,
entre los mandatarios existía la costumbre de hacerse acompañar por cachorros vivos
del animal, de nuevo, como símbolos de poder. Así lo sugieren un vaso policromo pro-
veniente de Tikal y una escultura de piedra de El Baúl, Guatemala.
Pero sabemos muy poco sobre la supervivencia de este culto en la época colonial,
aunque sí nos consta que a lo largo de los siglos XVI y XVI, en Chiapas, los indios solían
seguir adorando a varias deidades antiguas. Lo hacían generalmente en cerros y cue-
LA GUERRA DE LAS Dos VÍRGENES BRO 45

E vas, es decir, en lugares apartados del posible control de los curas. A veces, incluso les
E rendían culto en sus narices, dentro de la iglesia misma de su pueblo, frente a una
É- imagen católica importada pero dirigiendo sus plegarias al ídolo escondido detrás de
; ella Así, en 1678, el obispo Francisco Núñez de la Vega había descubierto que los na-
F turales de Oxchuc llevaban años venerando a unas figuras de Poxlón e Ical Ahau, dos
' dioses prehispánicos, colocadas sigilosamente detrás de la imagen de Santo Tomás.
E ¿Estamos frente a un regreso a la religiosidad antigua, en el cual el santo católico sólo
E hubiera servido como máscara, o bien ante un intento de reunir, en una sola devoción,
E elementos tomados de dos cultos, antagónicos en apariencia pero reconciliados de
E alguna manera? Optamos por la solución sincrética, porque así acostumbraban actuar
E los indios en los demás niveles de su vida bajo el dominio español: adoptando, y a la
F vez adaptando, un sinnúmero de productos materiales y culturales introducidos por
- Jos españoles desde la lejana y desconocida Europa.
: Según nuestra interpretación, en Cancuc, el jaguar mesoamericano y la Virgen
E cristiana se fusionaron para formar una sola epifanía de lo divino, doblemente
poderosa por concentrar en ella los atributos masculinos y femeninos más signifi-
cantes de ambas religiones. Y no cabe duda de que los rebeldes hayan apreciado en
su Virgen, más que la celestial virginidad predicada por los misioneros, la maternidad
terrenal que de alguna manera la acercaba al culto que los antiguos mayas brindaban
al inframundo y su felino dios protector. Es, pues, una divina “Mujer jaguar”, con
apariencia y título de Virgen del Rosario, la que, en última instancia, encabezó y dirigió
la rebelión de Cancuc. A ella, invisible e inalcanzable detrás del petate, iban dirigidos
los rezos y cantos de los indios. Y con ella se comunicaban sus adeptos mediante los
rosarios que le pasaban a María de la Candelaria para que los metiera durante un
breve instante en el escondite y luego los sacara de allí cargados de bendiciones ma-
ternales venidas del más allá.
Esta consagración de los rosarios fue sólo uno de los arreglos que los indios re-
beldes le hicieron al ritual católico para acomodarlo a sus necesidades y aspiracio-
-nes nativas. Otros fueron el rito de paso que Sebastián Gómez de la Gloria impuso a
los candidatos al sacerdocio indígena y las misas y procesiones que María de la Can-
delaria solía ilustrar con su presencia. Sobre el primero, existen varios testimonios
que no siempre coinciden en los detalles pero que indican que se trataba de una mez-
cla de elementos tomados de la liturgia oficial y otros inventados para la ocasión por
quien se decía vicario de San Pedro. Los elegidos eran obligados a pasar una noche
entera en vigilia, hincados de rodillas, con una candela en la mano y rezando el ro-
E JAN DE Vos

sario. Uno de ellos, al ser capturado por las tropas españolas, relató así la ceremo-
nia de su ordenación:

El modo que tuvo [Sebastián Gómez] de ordenarle fue poner una mesa con cuatro |
candelas encendidas en la ermita donde se decía estaba la Virgen, delante del petate ¡
en que estaba escondida la Virgen, y de estas candelas le puso una en la cabeza el :
dicho Sebastián de la Gloria, teniéndolo hincado de rodillas y postrado en tierra, don- :
de lo aspergó de agua bendita y le dio a besar un bulto cubierto de un paño de raso
que no vio si era San Pedro, pero que el dicho Sebastián dijo serlo, y con esta ceremo- :
nia se entendió quedar éste ordenado de sacerdote.*

Más elaborada y, sobre todo, más rigurosa fue la consagración episcopal que Geró-
nimo Saraos recibió de manos del mismo Sebastián Gómez. Fray Gabriel de Artiga ]
afirma en su informe que el fiscal de Bachajón fue amenazado de muerte si no se so-
metía en todos los detalles al nuevo ritual. Éste comenzó con la obligación de pasar
tres días y tres noches encerrado en la ermita, permaneciendo todo este tiempo en ¡¿
ayunas. Después, el candidato a obispo tuvo que ponerse de rodillas ante el altar con
una candela prendida en la mano, posición que tuvo que aguantar hasta que la vela se 3
había consumido (Ximénez, 1999: 239). ,
No podemos subestimar la importancia que tuvieron estos sacramentos adaptados 3
para mantener la cohesión y el fervor de los rebeldes, pero no constituían la verdade-
ra fuerza inspiradora del movimiento. Ésta brotaba del oscuro aposento de la ermita
como “palabras de la Virgen”, validadas por María de la Candelaria, que anunciaban a los
indios que en adelante vivirían libres y felices, “sin Dios ni rey”. Este evangelio autóc- ]
tono no sólo prometía a los seguidores beneficios terrenales, sino también la resurec-
ción en caso de morir en las batallas. Pero, más allá de estos beneficios personales,
aseguraba un cambio estructural de la sociedad mediante la eliminación selectiva de
los españoles y el adevinimiento de un régimen formado exclusivamente por los natu- 3
rales de la tierra. No cabe duda de que los oyentes, entre ellos sobre todo los más le- :
trados, hayan interpretado ese mensaje libertario como un regreso a la independencia
prehispánica. Así lo demuestran varias referencias, en las declaraciones de los reos, a
un posible retorno de Moctezuma para encabezar la reconquista de sus territorios

*7 Confesión de Pedro Sánchez, vicario de Yajalón, AGI, Audiencia de Guatemala, legajo 293, expediente
10, folios 74v-79.
LA GUERRA DE LAs Dos VÍRGENES Asu 47

- mesoamericanos.* Tal vez sorprende esta supervivencia del emperador azteca en la


memoria de campesinos mayas del siglo XVII, pero semejante fenómeno es menos
extraño de lo que a primera vista parece. Existe la posibilidad de que el nombre de
Moctezuma, más que aludir al gobernante mexica histórico, haya sido utilizado aquí
como sinónimo de Quetzalcoatl, conocido como Kukulcán en Yucatán y como Kuku-
matz en El Quiché.
La reaparición de aquel gobernante tolteca legendario —divino y humano a la vez—
b era un elemento recurrente en la memoria oral y ritual de muchos pueblos indígenas
: de México. Tal vez su procedencia del altiplano y su condición real indujeron a los re-
E beldes de Cancuc a equipararlo con Moctezuma y recordarlo bajo ese nombre. Algu-
E nos de ellos lo deben de haber relacionado además con el último rey de Petén Itzá,
i Canek, quien apenas en 1697 había sido vencido y destronado por los españoles. Los
; mayas itzaes, recién sometidos, bien pueden haber decidido continuar la resistencia a
E escondidas y buscar alianzas con los ingleses, quienes en esta época ya estaban firme-
E mente instalados en la costa hondureña. Así lo sugieren por lo menos dos documentos:
E el primero reproduce el sermón de un sacerdote rebelde en el que éste predicaba “que
, les vendrían a ayudar los moros e ingleses [...] y que había resucitado el emperador
E Moctezuma”;* el segundo es una misiva enviada desde Cancuc por unos indios de Pa-
" Jenque al gobernador de su pueblo para animarlo a unirse a la rebelión con el argumen-
E to de que “ahora el Moctezuma del Itzá ya viene a hacer conquista”.*
E El retorno de Quetzalcoatl y la identificación de ese héroe cultural con Moctezuma
Ey Canek se verificarían de manera mucho más patente en la persona de Jacinto Uk, un
| maya yucateco de 30 años de edad, quien, medio siglo más tarde, en 1761, encabezó
ena rebelión en el pueblo de Cisteil. Originario de un barrio de la ciudad de Campeche,
. Jacinto Uk parece haber concebido la idea de su alzamiento en el Petén, donde había
b vivido durante dos años entre los pobladores insumisos de la montaña. Allí elaboró
-h simbología y la ideología que le dieron fuerza a su movimiento. Se adjudicó los
E mombres rituales —y con ellos también las prerrogativas— del rey Canek y del empe-
¿ rador Moctezuma, llamándose, en adelante, Jacinto Uk de los Santos Canek Chichán
E Moctezuma. Se hizo coronar con una diadema que había tomado prestada de una
E imagen de la Virgen María y utilizó parte de su vestimenta en la ceremonia. Sostuvo que

E 5 41 Audiencia de Guatemala, legajos 293, expediente 12, folios 203-210v, 2124-220v, 252-263, 318v-327v;
E 294. expediente 23, folio 188.
E *a Audiencia de Guatemala, legajo 293, expediente 12, folio 261v.
E 461, Audiencia de Guatemala, legajo 294, expediente 23, folio188.
48 a JAN DE Vos

él era la reencarnación de Quetzalcoatl y que, igual que aquel heroe cultural, prov Ñ
nía del Oriente con el fin de liberar a los indios del yugo español. Prometió a sul
seguidores que, en caso de caer en la batalla, ellos volverían a nacer en Maní, luga
que había elegido como capital de su nuevo reino y donde los conquistadores había
encontrado el último gran templo erigido a Kukulcán. Como preámbulo de la insta
ción de su reinado autóctono, ordenó quemar los templos católicos, apoderarse dl
las alhajas de culto, matar a los españoles y casar a sus mujeres con indios (véase Bn ¡
camonte y Sosa, 2004).

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