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OPINIÓN
FEBRERO 2023
¿La bancarrota del
multilateralismo?
Ummu Salma Bava
Los cimientos del sistema multilateral actual fueron el
resultado de la ecuación de poder planteada luego de la 🌓
Segunda Guerra Mundial. ¿Puede esa arquitectura global
soportar los cambios y las tensiones de esta era?
Los cimientos del sistema multilateral actual fueron
el resultado de la ecuación de poder planteada
luego de la Segunda Guerra Mundial y confirmaron
la negociación política consiguiente. Ha habido un
declive cada vez más pronunciado de la eficacia de
estas instituciones, con una mayor variedad de
actores y un incremento en la diversidad de
métodos de cooperación formales e informales.
Estos acontecimientos plantean un desafío para la
supremacía del sistema de las Naciones Unidas, al
tiempo que resaltan la forma en que se va
desarmando la cooperación internacional. Las crisis
en los acuerdos multilaterales existentes ya llevan
dos décadas y hoy se han agudizado. Se han firmado
menos tratados internacionales, hay países que se
han retirado de los acuerdos y la crisis de la acción
colectiva se profundizó aún más durante la
presidencia de Donald Trump, quien buscó el
unilateralismo y cuestionó las mismas instituciones
que su país había creado junto con otras naciones.
Incluso después de su participación en el acuerdo
nuclear con Irán, el retiro estadounidense
claramente debilitó los esfuerzos grupales para
regular y monitorear la actividad nuclear.
En parte, la construcción de redes informales por
fuera de la arquitectura existente de las
instituciones formales y de su creciente
fragmentación ha también debilitado el sistema de
las Naciones Unidas. Esta expansión de la cultura de
redes y diplomacia informal ad hoc no genera un
resultado formal, es más bien un ejercicio limitado
que sigue intentando restringir el proceso de toma
de decisiones a un grupo reducido. Se puede
sostener que el G-20 es una base ampliada de
cooperación, aunque este argumento no se traduce
todavía en un mandato global. La región indo-
pacífica es otro ejemplo de un enfoque ad hoc y de
la construcción de grupos en torno de intereses
seleccionados, como el Diálogo de Seguridad
Cuadrilateral entre Australia, la India, Japón y
Estados Unidos (QUAD) y el pacto de seguridad
trilateral entre Australia, Gran Bretaña y Estados
Unidos (AUKUS). Que Australia y Estados Unidos
sean parte de ambos grupos confirma que los
Estados están protegiendo sus apuestas mediante la
participación en varias agrupaciones para
garantizarse la mejor posibilidad de influir a su favor
en los resultados.
En conjunto con los cambios en el poder económico
de los diferentes Estados, que están produciendo
una creciente y compleja interdependencia, y con el
surgimiento de actores no estatales por fuera del
marco regulatorio, estos procesos están atrayendo
la atención hacia la transformación de la naturaleza
de la cooperación y la acción colectiva y hacia la
noción de bienes públicos globales. La toma de
decisiones se ha desconectado de los rápidos
cambios observados en el terreno, como lo reveló el
papel de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
durante la pandemia de covid-19. Se demostró que
la salud representaba la prioridad más baja en la
lista de bienes públicos globales, lo que dejó a
grandes sectores de la población mundial aún sin
recibir vacunas y vulnerables a la infección. Esto no
solo resaltó la crisis de cooperación en medio de la
pandemia, sino que además planteó preguntas
fundamentales sobre la mejor plataforma para
abordar los desafíos globales, construir
cooperación, reducir los costos de transacción,
crear estabilidad y minimizar la disrupción, dada esa
creciente pluralidad de actores.
La aparición de múltiples centros de gravedad y
teatros interconectados de confrontación, como se
vio en primer lugar en la guerra en Ucrania, que
colocó a Estados Unidos y Europa contra Rusia, y
luego en la creciente confrontación entre Estados
Unidos y China, todo apunta al hecho de que el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se ha
tornado más disfuncional, y los cinco miembros
permanentes no parecen compartir la misma
percepción política sobre la cooperación. El orden
basado en reglas ha privilegiado a unos pocos
Estados por encima de otros, lo que ha conducido a
una desintegración de la confianza, la fiabilidad y la
legitimidad.
La dispersión del poder económico, el cambio en el
poder material de ciertos Estados y el aumento de
los actores no estatales, en conjunción con el rol
transformador de la tecnología, está produciendo la
mayor disonancia y disrupción que se haya
experimentado en la arena global. La incapacidad
para abordar los cambios en el poder se muestra
ante los importantes desafíos que plantean el
cambio climático, la recesión global en el contexto
de la pandemia, la migración y una
interdependencia militarizada, todos fenómenos
que requieren de una acción colectiva. Pero este
cambio en el balance de poder no se refleja en la
arquitectura institucional actual.
El sistema de las Naciones Unidas, y en particular el
Consejo de Seguridad, que tiene la función de
mantener la paz y la estabilidad, ha fracasado en
emprender acciones contra los mismos Estados a
los que confió un lugar en la mesa de honor y que
violan el Estatuto. Ya sea Estados Unidos en Iraq o
Rusia en Ucrania, más allá de las resoluciones, no se
ha dado lugar a ninguna acción, lo que revela la
debilidad de las instituciones. Un enfoque
negociable sobre la violación o las transgresiones a
la soberanía ha dado a los Estados poderosos
impunidad para evitar el castigo por las violaciones
a la ley. Cada variable de cooperación en el nivel
internacional ha sufrido modificaciones debido a la
guerra de Ucrania, que ha resaltado enfáticamente
el retorno a la geopolítica y la articulación del
interés nacional. La respuesta de la Unión Europea
ha sido una exhibición selectiva de interés colectivo.
La crisis actual es aún más aguda debido al
surgimiento de interpretaciones divergentes sobre
la guerra en Ucrania en Occidente y el Sur global. El
retorno al equilibrio de poder y al creciente gasto
militar confirma que el multilateralismo trabaja
mejor cuando todos, sin distinción de poder e
influencia, enfrentan las mismas consecuencias por
violar los acuerdos. La base para la cooperación es
la adhesión, sin excepciones, de todos los Estados al
sistema multilateral, en tanto las excepciones
debilitan el objetivo mismo de la acción colectiva.
El orden multilateral modelado al estilo occidental
enfrenta en la actualidad el cuestionamiento de una
China en ascenso que está utilizando su influencia
económica para impactar en la globalización y
cambiar el statu quo. Por otra parte, el modelo
vigente de economía neoliberal y desigualdad en
aumento ha resultado en una desconfianza
creciente hacia las estructuras actuales. Las
consideraciones geopolíticas divergentes, las
percepciones políticas sobre los desafíos regionales
en aumento y la priorización de los intereses
nacionales han alterado los esfuerzos de
cooperación en los ámbitos político, económico y
de seguridad. A medida que las capacidades
materiales de los Estados no occidentales crezcan,
el desequilibrio de poder en la estructura actual se
volverá más agudo. Del mismo modo, a medida que
los costos de transacción de la cooperación se
vuelven desparejos, se torna más visible una
creciente resistencia política del Sur global. La
arquitectura institucional actual es incapaz de lidiar
con los cambios de poder y, en consecuencia, no
puede satisfacer a los poderes emergentes o
gestionar las transiciones del poder.
La guerra en Europa no es solo un retorno de la
historia, sino que también se trata de la
impugnación de ideas respecto a la creación y el
mantenimiento de las instituciones y regímenes
internacionales que definen la cooperación entre
Estados y regulan su comportamiento. El desafío en
curso ha puesto en primer plano que el liberalismo
no es la reserva de Occidente. La idea de que el
orden liberal está bajo amenaza también es una
perspectiva promovida por Occidente para que el
statu quo presente, que privilegia una visión
particular de la colaboración global, pueda
mantenerse. Hoy el multilateralismo se ha
convertido cada vez más en un campo de batalla
entre ideas sobre la cooperación. Cuál es la base
conceptual correcta para la acción colectiva y la
cooperación, una que sea inclusiva, equitativa y sin
excepciones, es la pregunta más importante que
está sobre la mesa.
Fuente: Progressive Post
Traducción: María Alejandra Cucchi
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