CESCH Diplomado en Psicoterapia Sexualidad
Este texto está extraído del libro en edición “Apego y Sexualidad; bases
teóricas y clínicas desde la teoría psicoanalítica relacional” de los autores
Psi. Michelle Thomas y Dr. Christian Thomas.
VINCULO DE APEGO
Una de las preguntas que más frecuentemente aparece en la consulta y
entre los y las estudiantes de nuestros Diplomados de Sexualidad es si los
niños/as pueden tener más de un vínculo de apego. Y es una respuesta
que no es fácil de zanjar pero vamos a reflexionar aquello.
En general, lo que tendríamos que pensar es que nuestras vidas y
entornos consideran muchos vínculos y relaciones. En una familia hay
padres, hijos, hermanos, abuelos, tíos, amigos, etc. Y si bien tenemos más
o menos cercanía con cada una de estas personas podríamos decir que
no todos se constituyen siquiera como un vínculo afectivo. A veces son
solo vínculos familiares, con afecto pero que no alcanzan a tener real
profundidad emotiva. Vamos a entender vínculo afectivo como lo que Maite
Urizar (2012) llama un lazo especial de afecto que permite desarrollar
confianza y seguridad. El apego es sin duda un vínculo afectivo y es único
y especial porque implica mucho mas que afectos, implica formas de
regulaciones y patrones interactivos que no se desarrollan con otros
vínculos de afecto. Es un vínculo que se busca cuando hay apremio,
ansiedad y obviamente no recurrimos a cualquier vínculo cuando estamos
apremiados. En términos del desarrollo del bebé primero está el apego,
que es una relación especial con un adulto que permitirá actuar como
regulador psicobiológico, que se desarrolla en un período clave de los
primeros 18 meses de vida y luego está la posibilidad de desarrollar
vínculos afectivos.
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En ese sentido los bebés e infantes tienen varios vínculos afectivos (los
adultos también los tienen) pero esos vínculos no necesariamente son un
vínculo de apego. De la misma manera como se tienen variadas
posibilidades de relaciones desde las cuales pueden emerger vínculos con
más o menos afectividad.
El vínculo de apego es una relación única, especial y que está marcada
por la disponibilidad que da seguridad, la capacidad de regulación del
afecto y de tranquilidad que pueda ofrecer. Es una relación a la que el
niño/a recurre en caso de necesitar tranquilizarse, o sentirse contenido.
Por tanto tampoco se asiste a este vínculo en cualquier momento. No
todas las relaciones tienen estas características y por tanto, no podemos
decir que un niño/a tiene muchas relaciones de este tipo. Lo que sí
podemos decir son dos cosas: hay una jerarquía en las relaciones de
apego (son distintas a las otras) y tenemos muchas conductas relacionales
diversas a lo largo de nuestra vida y somos distintos en cada relación que
tenemos (aunque algo de nuestra mismidad aparece siempre) y por tanto a
veces eso es confundido con tener distintos tipos de apego. En verdad se
banaliza mucho el concepto de apego porque se confunde con estar cerca
de alguien, y si ese alguien es por ejemplo la pareja, entonces se tendría
apego. Pero ya hemos ido clarificando que no necesariamente es así.
¿Que significa que hay una jerarquía de apegos? Que cuando nuestra
figura de apego no está disponible recurrimos a otros vínculos que sí lo
están y que también pueden tener un orden de preferencia por parte del
bebé. Porque es bueno siempre recordar que quien elige su vínculo de
apego, su figura de apego es el bebé y no el adulto o cuidador. No importa
qué tanto tratemos de ser el vínculo de apego de un infante, si él o ella no
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nos elige, no lo seremos. Podemos ser su backup, su respaldo, pero no su
vínculo de apego.
En relación a las diversas conductas que tenemos a lo largo de la vida es
necesario hacer mención a esto.
El apego conlleva sentimientos, emociones, representaciones mentales y
también conductas. Por ejemplo, si una persona tiene un apego seguro
entonces sus representaciones mentales acerca del mundo, de sus
modelos operantes será la de disponibilidad emocional, relaciones de
confiabilidad, un mundo que contiene lo que necesita y al que puede
demandarle sus necesidades. Sus sentimientos van a ser mucho más
propensos a la amabilidad y a la calidez en las relaciones (sin dejar de
poder experimentar el abanico completo de las emociones) y sus
conductas serán más propensas a la autoregulación y a la búsqueda de
otros para solucionar las dificultades y compartirse. Pero esto no significa
que la persona en cuestión no sienta rabia u otras emociones, de hecho
las sienten y pueden manifestarla. Lo que queremos decir es que nuestras
conductas, si bien son una pauta para poder mirar y comprender nuestros
apegos, no nos determinan y podemos tener muchas conductas diversas y
esto dependerá de con quién estemos relacionándonos y las
circunstancias de la vida en un momento determinado.
En ese sentido un niño/a podrá tener un patrón de apego más definido
pero no significa que en un determinado contexto, por ejemplo, una
situación que sea intensa emocionalmente o que lo haga estar más alerta,
no se comporte mucho más dependiente, por ejemplo, en esas
circunstancias. De igual manera en las relaciones adultas vemos personas
que han desarrollado cierto estilo de apego en la vida, que al estar en una
relación de pareja modifican sus patrones de vinculación dependiendo del
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contexto de como se vaya dando la relación misma. Hemos visto personas
con apego seguro que se han emparejado con otra persona de apego
ambivalente muy demandante, que al primero/a de los sujetos el modo de
darse la relación lo desajusta y le hace perder muchas de sus habilidades
seguras con lo que se han dado más conflictos, discusiones, perdida de
seguridad, aparición de procesos ansiosos, etc. Sin embargo debemos
aclarar que tiende a ocurrir en contrario, es decir que en una pareja
segura-insegura, quien posee el patrón inseguro tiende a segurizarse por
la relación procedural que se va estableciendo con su pareja. Así lo
demuestran estudios de pareja midiendo estilos de apego al inicio de una
relación y a los cinco años después.
EL ADULTO SENSIBLE; el otro polo del apego
Toda relación vincular de apego implica que del otro lado del sistema de
apego debe haber un sistema de cuidado dado por un adulto. Sabemos
que en situaciones de mucha vulnerabilidad social, familiar, contextual,
pueden aparecer como figuras de apegos hermanos/as mayores, primos/
as e incluso la literatura universal nos ha dotado de casos de animales que
han funcionado como esa base de sobrevivencia en casos muy extremos.
Estas son excepciones a la regla general de la población y por supuesto
casi siempre no entregan las condiciones óptimas para ejercer la función
psicobiológica que se requiere para el bebé humano.
¿Cómo debería ser un adulto para poder entablar una relación de
confianza y constituirse como un vínculo de apego seguro en un bebé?
Se ha descrito mucho en la literatura sobre las características que debería
tener el adulto a cargo de un bebé. Debemos pensar que, desde algunas
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teorías, por ejemplo la teoría Self objetal (Heinz Kohut 1913-1981), el
adulto es el encargado de prestar su psiquis, ejecutando las interacciones
diádicas regulatorias, que el bebé no puede ejecutar por si mismo. Es
decir, el adulto hace con el bebé lo que se espera que en el futuro el bebé
haga consigo mismo. Estas son las regulaciones que no puede llevar a
cabo porque no tiene cómo realizarlas. El bebé no puede alimentarse solo,
ni mudarse solo, ni regularse emocionalmente (afecto) solo, requiere de su
cuidador, el que funcionará como un Self-objeto.
Entonces, ¿cómo podemos pensar que debería ser este cuidador?
Primeramente sensible, atento a las necesidades del bebé, a lo que pueda
surgir explícitamente e implícitamente. Un cuidador que sea capaz de
pensar al bebé como un otro, un otro distinto a sí mismo y que, por tanto,
puede tener necesidades distintas, gustos distintos, sensaciones distintas,
emociones distintas, y con el tiempo ideas distintas.
Un adulto disponible. Aquí se hace referencia a la disponibilidad física pero
sobretodo a la disponibilidad emocional. Esto quiere decir que el bebé
necesita a un cuidador que esté abierto a conectar y sintonizar con las
necesidades del bebé y que como ya reseñamos anteriormente esté
accesible para el bebé.
Idealmente y necesariamente, este adulto cuidador, debe ser capaz de
autoregularse primero y que no esté constantemente invadido por sus
propias emociones y obstruido en ellas. Que sea capaz de no saturarse
con la demanda y que provea de las herramientas que sean necesarias
para que el bebé vaya desarrollando sus propias capacidades de
regulación y con el tiempo aprenda a regular la frustración, que toda
relación nos deja. Podemos utilizar la metáfora de un salvavidas, que si el
adulto no sabe nadar no puede rescatar a ningún necesitado de ayuda del
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mar, lago o río. Por tanto es imperioso como cualidad la autoregulación del
cuidador. Otra metáfora útil es lo que nos dicen al ajustarnos los cinturones
al volar mientras nos dan las instrucciones. Nos recuerdan que en caso de
despresurización de la cabina, caerán máscaras de oxígeno desde el
techo del avión y que si viajamos con un niño o niña, primero deben
asegurarse los adultos su máscara para luego acceder a ayudar al infante.
Sin esta simple indicación se pone en riesgo al adulto y al infante. En lo
que nos atañe, la metáfora nos ayuda a entender que si un cuidador no
está regulado (primero la autoregulación), difícilmente podrá hacerlo con
su cría. Primero el cuidador se auto regula y luego está en condiciones de
regular.
Esto también implica saber cuando puede estar a disposición del bebé y
cuando no se puede. Cuando se necesita pedir ayuda y cuando necesita
un tiempo fuera del sistema de regulación. Porque estar a cargo de un
bebé es una tremenda tarea, muy intensa y demandante. Por eso es que
necesitamos más ojos, brazos, y cuerpos que sólo los del cuidador. Porque
se requiere de una sociedad que sostenga para criar a un niño/a y
proveerle el mínimo necesario para que se constituya en un sujeto con
ciertas habilidades que le permitan conectar con otros. Requerimos redes
sociales que apoyen la crianza porque es una tarea de la pareja humana
pero en la cual no está exenta la familia como un segundo círculo y luego
la sociedad con el Estado. Hemos derivado la crianza a una situación
individual con lo que hemos empobrecido el sistema y lo hemos hecho
fallar.
Se requiere de un adulto que pueda dar una respuesta contingente a la
necesidad del bebé. De esto habla la disponibilidad física y emocional. El
bebé requiere atenciones que son inmediatas y otras que no tanto, pero en
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un comienzo no lo sabe y entonces requiere de otra mente que este
pensándolo y que esté respondiendo a su demanda. Si el bebé está recién
nacido y busca el seno para alimentarse, temperarse, sentirse
perteneciente al cuerpo de la madre, no puede esperar. No debe esperar.
Necesita que esa demanda sea satisfecha con prontitud. Y es así como el
cuidador va dándole lo que necesita pero al mismo tiempo con la
sensación de que es el propio bebé el que va creando este mundo
disponible a sus necesidades. ¿Porqué resulta tan importante esto?
Porque la mente del bebé necesita que lo piensen pero que lo piensen en
la diferencia. Que lo piensen con capacidades y habilidades y que estas
vayan siendo incorporadas en el cotidiano. Que vaya sintiendo/pensando
el mundo a su medida, que sea el rey/reina del universo. Solo así podrá
enfrentar de mejor forma las frustraciones que inevitablemente vienen con
el correr del tiempo y el desenlace natural de la vida. El bebé tarde o
temprano deberá salir de su cómodo trono y reino para entrar a reinos con
tronos compartidos, donde se encontrará con otros reyes/reinas. Entonces
deberá cooperar, compartir y aprender la frustración de que no todo ocurre
cuando lo necesita ni cuando lo quiere, pero el aprendizaje de que eso ha
ocurrido ya está. Esta impregnado en su cerebro, en su cuerpo, en sus
vínculos. Ha sido lo más importante del mundo para otros, hoy puede
esperar, porque en algún momento, con tino, con amorosidad, le hicieron
esperar. Cuando no lo ha sido, la frustración es permanente o se vuelve
más de lo mismo. Dirá; “nunca hay para mi, o no hay suficiente. Entonces
no coopero, lucho por sentirme importante, o nunca dará esa batalla pues
ya la sabe perdida”. Se va internalizando en cada cría una re-presentación
de esa realidad vivida con los cuidadores, como realidad interna,
transformándola paulatinamente en modos narrativos y modelos de
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operación o de trabajo. Al mismo tiempo se elaborarán creencias, ideas,
pensamientos acerca de sí mismo y de los otros. Esto es a lo que
llamamos (MOI), Modelos Operativos Internos.
En este sentido la frustración es una experiencia común a todos y todas
que tiene a la base la rabia como emoción. La rabia es una emoción
primaria indispensable (por algo está allí por millones de años) que bien
canalizada le puede impulsar y mover, como un motor, o bien le puede
detener e inmovilizar en la protesta fútil. Debemos aclarar que cuando esta
frustración inducida con cuidado y cariño, con sincronía y atingencia se
logra, estamos regulando con un segundo sistema de regulación; la
mentalización. Al mismo tiempo la experiencia del bebé lo va alejando de
vivir la humillación y la vergüenza, emociones que están a la base de los
apegos inseguros.
Para manejar la frustración es esencial entender que esta es una
experiencia universal. Pero como el lector podrá deducir requiere de ser
amortiguada, metabolizada por el cuidador principal. Para ello es
importante comprender, como en todas las desregulaciones, que estas han
de ser reguladas de fuera hacia adentro, es decir del cuidador hacia el
infante y de abajo a arriba. ¿Qué significa esto?. Que los sistemas y
circuitos cerebrales maduran antes en las zonas más bajas de cerebro,
tronco cerebral, luego el cerebro medio y por últimos el cerebro superior o
corteza y neo corteza. Entonces las emociones que surgen en estratos
más abajo, en este caso que estamos analizando la rabia, deberá ser
modulada por la corteza cerebral, pero como esta va tardar muchos años
en madurar (cerca de 25 a 30 años), va requerir la modulación de afuera
hacia adentro, del cuidador hacia el niño/a, adolescente y el o la joven.
Solo a fuerza de repeticiones por largo tiempo se logra aprender a modular
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la rabia y la frustración que la acompaña. En este sentido, es necesario
aclarar que la frustración se entiende como un sentimiento y no una
emoción, pues en el sentimiento se enlaza la emoción al pensamiento para
constituir la frustración. Por ejemplo, un niño/a siente rabia por cualquier
hecho puntual, del cual tiene el legítimo derecho a sentir esa rabia, la
expresa y no es tomado en cuenta por sus padres (función fundamental de
quienes son cuidadores). Entonces a fuerza de repetición de esa emoción
y de no ser considerado va asociando su rabia al pensamiento de “nadie
me quiere, por eso no es importa lo que haga”, lo que lo llena de
frustración. Ahora la rabia se ha transformado en frustración y la frustración
puede desencadenar un nuevo eslabón asociado que es la impotencia
(que puede llegar incluso a paralizar las acciones). Si las rupturas
regulatorias no son reparadas e incluso la experiencia subjetiva de este
infante ha sido de sentirse expuesto ante sus cuidadores, entonces puede
aparecer la vergüenza, la que habitualmente está comandada por
interacciones implícitas, pequeños gestos, expresión de asco, rechazo,
vergüenza de los padres hacia su hijo/a .
Entonces ante las desregulación de un infante, el cuidador requiere
capacidad de autoregulación. Sin esto no es posible regular bien a otro y
es muy dependiente de las formas en que cada persona fue cuidada y
regulada, porque como vemos es un proceso que se va aprendiendo.
Solo cuando nos autoregulamos bien podemos regular a otro/a, en lo que
se conoce como heteroregulación. Y es esta última, la heteroregulación la
que se va aprendiendo gradualmente y a fuerza de repeticiones,
procedimental lo hemos llamado, y siempre considerando las edades del
niño o niña al cuidado. Decimos esto porque insistimos en entender que
los sistemas cerebrales tienen una triple gradiente de maduración;
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1-Son de abajo hacia arriba. Primero madura el tronco cerebral y al último
las funciones superiores.
2-Son desde atrás (posteriores) hacia adelante (anteriores). Primero
maduran las funciones más sensoriales, vista, oido, habla, etc., que se
ubican en porciones más occipitales o posteriores del cerebro.
3-Son de derecha a izquierda. Primero es el hemisferio derecho quien
lidera los aprendizajes especialmente en los dos primeros años y luego el
hemisferio izquierdo, por eso es tan fundamental la conexión vincular del
cuidador-madre con el bebé de manera implícita, no verbal, no simbólica,
que son atributos del hemisferio derecho. Destacamos aquí la importancia
en estos primeros años del entonamiento afectivo no verbal, gestual facial
(sistema de conexión social), la prosodia con la que se le canta o se le
habla al bebé, el canto, la música, la no presencia de elementos de alerta
en el rostro del cuidador, serenidad, tranquilidad, etc.
Comprender bien estos distintos niveles y como estos van madurando por
edades nos ayuda a regular de mejor forma las necesidades en la infancia
y al mismo tiempo los déficits que se pudieron producir por alteraciones en
las funciones parentales.
HISTORIA TRANSGENERACIONAL
Probablemente una de las variables más importantes al momento de
pensar en el tipo de apego o como se van a ir criando nuestros hijos/as es
que tengamos en cuenta que si sólo hacemos lo que sabemos hacer
vamos a heredarles nuestras estrategias y formas de funcionamiento con
lo positivo y lo negativo de ellas. Para hacerlo distinto hay que tener
consciencia de lo que se necesita hacer diferente, tomar la decisión,
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trabajar duro por hacerlo de otra manera. También se puede dar la
condición de tener la suerte de haber tenido relaciones interpersonales a lo
largo de la vida que fueran experiencias emocionalmente reguladoras y
que nos dieran más herramientas que las que teníamos, (memorias de
aprendizaje procedural distintas) o tal vez, tener una psicoterapia en donde
la persona dé cuenta de cuáles eran sus formas de funcionamiento y de lo
naturalizado que se tienen algunas formas de violencia y maltrato en las
relaciones y con mucha suerte, esas experiencias terapéuticas pudieron
cambiar en la base algo de sus patrones. Lo cierto es que los estudios nos
dicen que si nada de esto extraordinario pasa, cada persona tiene un 75%
a 85% de probabilidades de tener una correlación entre el apego infantil y
el apego adulto. Esto significa que si la persona tuvo la suerte de tener
cuidadores en función de sus necesidades, entonces generalmente
establecerá ese tipo de relaciones, seguras, desde la infancia y hasta la
adultez, si es que no hay acontecimientos que cambien mucho las cosas.
Lo que también significa que si tiene un apego inseguro en la infancia,
tendrá ese mismo porcentaje de posibilidades de mantenerlo en la adultez.
Mencionamos esto porque parece trascendente a la hora de elegir pareja y
tener hijos, que muchas personas se proponen hacer las cosas “distintas”
a las experiencias que ellos mismos tuvieron en la infancia y la verdad, no
es tan simple, pero no es imposible. Se puede, pero requiere
habitualmente ayuda terapéutica.
¿Porque no es tan simple? Porque lo que aprende cada individuo en los
primeros años de vida, especialmente en los primeros tres años, en una
relación con otro se queda grabado en lo que se denomina la memoria
procedural implícita (MPI), que es una memoria de cómo se hacen las
cosas. Es una memoria de cómo las cosas sucedieron, en cuanto a
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acciones relacionales. Así aprendemos, por lo que decimos en el CESCH
“cuidamos como nos cuidaron”. El individuo aprende a amar como lo
amaron, a sintonizar como lo sintonizaron, a regular y calmar como fue
calmado y regulado. Es en otras palabras, y en algo hemos hecho
referencia anteriormente, una memoria de procedimientos, de acciones,
por lo que se le denomina procedimental o procedural.
Todas estas acciones a fuerza de repeticiones quedan grabadas en una
especie de “disco duro”, si hacemos una alegoría, y va generando que se
desarrollen patrones de conductas, estrategias para relacionarse, formas
de enfrentar al mundo, maneras de verse a si mismo y a otros. Estas
formas, sean seguras, inseguras o desorganizadas van a ir pasando de
generación en generación. Uno de los problemas, si es que lo podemos
llamar así, es que en la clínica nos damos cuenta que el aprendizaje es
fundamentalmente implícito, es decir es un aprendizaje que ocurre fuera
de la consciencia, sin que el individuo se de cuenta y que su relación con
el nivel explícito es poco alcanzable. Esto presenta un enorme desafío
pues implica que reaprenderlo va a ocurrir en el mismo nivel, implícito.
Sin embargo, uno de los hallazgos muy interesantes de Mary Main, fue al
trabajar con la narrativa en las entrevistas de adultos cuidadores. Fue en
esa instancia donde apreció como la narrativa de sí mismo y del otro
(infante) daba cuenta del sistema de apego y de como también este nivel
denotaba y explicaba la transmisión transgeneracional. Entonces tenemos
hasta aquí, lo que se hace y lo que se dice.
¿Van cambiando estos patrones?. A veces. Probablemente podemos
pensar en las historias de abuso, violencia, abandono y negligencia que
vivieron muchos abuelos o sus padres, bisabuelas/os, y como eso ha ido
cambiando en el tiempo. Si, pero hay muchas formas de ser violento y
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negligente que finalmente terminan por estructurar las conductas de la
misma forma, aunque no se quiera. Quienes trabajamos en clínica de
psicoterapia, conocemos lineas familiares enteras del lado de mujeres o de
hombres que conservan iguales características por generaciones. A veces
son características muy positivas, otras veces muy negativas. Existe una
forma que se va transmitiendo una generación tras otra que incluso le da
cierta identidad a las familias. Pensamos en mujeres solas por ejemplo,
que se desarrollan sin apoyo de hombres en sus familias o que neutralizan
o invalidan a sus hombres, con todo el efecto positivo o negativo de
aquello. Hemos trabajado con hombres y mujeres que tienen líneas
transgeneracionales de cuidados negligentes, desaprensivos, en otros
casos violentos y maltratadores, como también hemos encontrado líneas
de generaciones que con esmero, cuidado, afecto y preocupación sacan
adelante a sus hijos e hijas. Mas allá de los casos puntuales parece existir
una tendencia a perpetuar la máxima; “Cuido como me cuidaron”
Pensemos en un caso clínico:
Andrea, 34 años. Consulta porque tiene mucha dificultad en sus relaciones
con hombres. Relata que ha estado en varias relaciones pero siempre le
pasa lo mismo, pierde el interés. La relación se vuelve monótona y ella
deja de tener ganas de estar ahí con todo lo que eso presupone. Por
supuesto esto va acompañado de sintomatología en la sexualidad y en el
plano de la vida sexual, pierde el deseo y comienzan a distanciar las
relaciones, baja su frecuencia sexual, hay mala comunicación, poca
intimidad, distancia emocional y sexual al mismo tiempo. Esto hace que
sus parejas varones se pongan demandantes y que la relación se vuelva
conflictiva y termine en hastío casi inevitablemente. Ya le ha ocurrido tres
veces con el mismo resultado. Hoy está comenzando una nueva relación y
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quiere saber qué puede hacer para que esto no ocurra nuevamente, o para
que en términos de lo que hemos conversado en este texto hasta aquí, no
se active esa memoria aprendida, memoria procedural, que la lleva a
distanciarse de quien entre en su mundo interpersonal.
Luego de un par de sesiones de investigar en su historia, hemos
descubierto que a Andrea le cuesta estar en las relaciones
vinculadamente. De hecho ella se entusiasma en un inicio, pero nunca
logra crear un vínculo (no solo una relación) de intimidad real con el otro.
No habla de sus cosas íntimas y personales, expone poco sus
sentimientos y emociones, no comenta cuando algo no le parece, se cierra
emocionalmente, evita tensionar la relación con sus necesidades, no
expresa lo que quiere y lo que no quiere. Esta es una experiencia muy
frecuente en los apegos evitativos, en la cual recuerden que expresamos
que la seguridad aprendida (la seguridad de sobrevivencia) fue la de no
contar con otros empáticos y disponibles y que por lo tanto su seguro para
estar a salvo es desconectarse. ¿Desconectarse de quien?. Tal como lo
hizo de pequeña Andrea, cuando era una cría de 1 año, aprendió a fuerza
de repeticiones de acciones que nada la hacía estar más segura y
tranquila que no confiar, que era preferible desilusionarse de sus
cuidadores (una gran herida narcisista), confiar solo en ella, desconectar
sus necesidades, no pedir, no desear, no necesitar y desconectada
además de los vínculos afectivos hacia otros allí afuera, entonces el estar
sola dolería mucho menos. Aprendió que era mejor no expresar nada,
callar, (expresar algo podría parecer molesto para sus cuidadores, fuera de
lugar, innecesario) por tanto podía aparecer retraída, tímida, poco sociable,
solitaria, pero al menos así no daba problemas (aunque tenía problemas,
no los manifestaba), así era un salvoconducto para estar tranquila e
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incluso sentirse querida (la imagen de la hija perfecta que no llora, no da
problemas, no pide, no reclama). Y aquí estamos en una paradoja muy
usual. Lo que le permitió solucionar un serio y grave problema en la
infancia y resolverlo bien con los recursos que tenía, se transforma en un
problema insolucionable años después cuando quiere hacer pareja, tener
sexo, cuidar a sus hijos, hablar con su pareja, etc. Hoy está entendiendo
en esta terapia que por no generar conflictos en su infancia (el conflicto fue
para sus cuidadores leer sus necesidades y todo lo que implicaba cuidarla)
y por su experiencia aprendida a fuerza de repeticiones de acción,
compartiéndose miles y miles de veces con su familia, hoy en las
relaciones deja de lado sus necesidades y no puede manejarlas de otra
manera que de esa vieja forma como la aprendió muchos años atrás y que
tanto éxito le dio.
En la historia infantil de Andrea hay un padre y una madre muy
preocupados de satisfacer las necesidades básicas de Andrea y sus tres
hermanos, padres que trabajaban mucho para dar buena educación,
buena salud, una linda casa y cosas materiales. En términos de la relación
con ellos, Andrea cuenta que siempre se sintió distante de su padre que
era muy amoroso pero infiel y que esto ocasionaba grandes discusiones
con su madre pero que siempre terminaban en un “borrón y cuenta nueva”.
Estas discusiones ocurrían desde que ella era pequeña y recuerda que en
esos momentos trataba de entretenerse junto a sus hermanos en algun
dormitorio o saliendo al patio. (así de este modo le bajaban la intensidad a
la tensión familiar). No recuerda que alguno de sus padres se hubiera
acercado a ver cómo estaban luego de estas discusiones. Así las cosas
sólo pasaban, sin hablarlas, sin preguntarse por los efectos de las
discusiones. No se hablaba de ello. No hubo cuidado en discutir en un
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ambiente de más intimidad entre sus padres o de reparar las
desregulaciones que estaban produciéndose en sus hijos. Pero a Andrea
le consta que sus padres los amaban y eso no está en discusión, solo que
una vez más podemos constatar que no basta amar a los hijos, se
requieren otras habilidades y recursos. Por eso es peligroso ese discurso
que aparece habitualmente en la sociedad y hoy en las redes sociales que
se basa en que lo fundamental es el amor incondicional a los hijos e hijas.
Para nosotros como divulgadores, terapeutas y educadores no es
consistente con la evidencia empírica y teórica. Se necesitan otros
recursos tanto o más importantes. Es peligroso al mismo tiempo porque
limita la acción de otros cuidadores, como profesores/as, personal de
salud, etc., que no tienen porqué “amar” a los hijos de otras personas pero
que si pueden hacer un trabajo enorme en funcionar como buenos y
positivos reguladores de los/las infantes. Por tanto no es la clave el amar
bien sino el cuidar bien.
Al mostrarle a Andrea como ella desde pequeña aprendió a solucionar sola
sus problemas, no compartirlos con nadie y tener que regularse sola en
momentos de angustia, es cuando ella nota que hoy hace lo mismo. Esto
le impide confiar en sus relaciones y abrirse por miedo al dolor, pero
también porque es lo que aprendió desde pequeña, a cuidarse de las
relaciones, a desconfiar, a tener recelo de ellas y del supuesto amor que
se profesaban sus padres. Ella reconoce que sus padres se esmeraron por
darles una situación distinta a la que ellos habían vivido, con mucha
precariedad económica y gran esfuerzo, pero que ninguno de ellos nunca
habló acerca de emociones y sentimientos con los hijos y que cuando se
sabía de emociones era en estas peleas que provocaban un profundo
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remezón pero que luego no existían, dejaban de ser importantes en el
ámbito familiar.
No se puede estar en un vínculo real con otro y dejarlas experiencias de
lado, no poner los sentimientos o necesidades. Si no se es capaz de
manifestar las necesidades, por miedo al rechazo de estas o porque ya se
sabe que no serán importantes para el otro, o que pueden ser un problema
para otro, ¿cómo se puede confiar y cómo se puede construir vínculos y no
solo relaciones?. ¿Como puede Andrea proyectarse en una relación sin
confianza?. Es natural que cada vez que ocurre algo que va contra sus
necesidades ella confirme que su pareja no la ve, que no está en sintonía
(que es lo acostumbrado) pero termina confirmando que no se puede
confiar en el otro, que lo mejor será velar sola por sus cosas, y en ese
sentido, el cuerpo lleva un registro y le pasa la cuenta, pone distancia,
baja el deseo (acercarse a compartirse con otro tanto en lo afectivo como
en lo sexual), porque el cuerpo a través de su memoria procedural le dice
que necesita ponerse a salvo, no distingue el pasado del presente, solo
actúa para ponerla a resguardo. La intimidad en ese sentido no es
estrictamente sacarse la ropa, es desnudar el alma ante el otro, pero para
desnudarse de esta manera se necesita abrir la puerta para que el otro/a
entre y confíe que al entrar esa persona no la va dañar. Esa experiencia
muy temprana en Andrea la dañó. Cuando era beba confiaba sin más y se
dio cuenta a poco andar, que dejó entrar en su mundo precoz, frágil y
desvalido a quienes decían quererla con todo el amor del mundo, pero que
a fuerza de vivir una y otra vez desilusiones, de no sentirse entendida, de
no sentirse tranquilizada, regulada, incluso violentada con esa clima
ambiental de violencia, rabia, gritos, discusiones, temor a ser abandonada,
etc., cerró su intimidad, cerró sus puertas para poder sobrevivir en esas
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condiciones, dejó de creer en el amor, transitó por el miedo y confió solo
en ella. Tantos problemas había entre sus padres que decidió no dar más
problemas aun, negar necesidades, distanciarse, dejar de confiar así sin
más. Hoy su historia le pasa la cuenta, porque estar con otro la estresa, le
retrotrae a su historia anterior, la pone en un estado defensivo de alerta en
donde no se conecta con la hiperactivación necesaria como sería dable
suponer, sino con la desactivación por degradación de su sistema
neuroceptivo. Ha desconectado circuitos de conexión social con otros, ha
desconectado sistemas de sentirse tranquila al estar con otros, porque
mientras está en un estado de supervivencia es muy complejo o casi
imposible conectar con el placer. En este sentido el sexo en pareja implica
desconectar las alertas de amenaza, las alarmas de temor, agresión,
defensa y permitir que una rama del sistema parasimpático, el ventral o
social, le permita conectar con tranquilidad con otra persona. Repetimos,
este es el sistema social o parasimpático ventral, que se da en mamíferos
que necesitan proximidad, pero para lograr aquello necesitan desconectar
la alerta de peligro. Esto no ocurre en Andrea y no tiene que ver con
voluntad, con ganas, con una especie de iniciativa propia. Hay sistemas
nerviosos, sistemas de neurotransmisores, sistemas endocrinos,
estructuras cerebrales y toda una organización de la experiencia que se lo
impide. El deseo sexual en estas condiciones es más una amenaza que
una invitación al placer.
Sus sistemas procedurales de apego funcionan al 100%, con eficacia y
muy eficientemente. Una estrategia elaborada con una inteligencia
maravillosa a la edad de un año le permitió salir adelante de las graves
negligencias de su entorno, se sobrepuso a todas las dificultades de su
matriz relacional, sorteó de la mejor manera posible con sus recursos el
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Trauma Relacional (falla en la matriz sostenedora, en el ambiente
maternal) que vivió y hoy el sistema sigue funcionando tan bien como ayer
solo que fuera de contexto. Ese es el drama del trauma, se vive en una
especie de atemporalidad, donde el pasado traumático está hoy presente.
Pero desgraciadamente para Andrea no le sirve para esta etapa de su vida
construir pareja y familia, desplegar su amor por alguien, sin perder ni
poner en riesgo su organización subjetiva mental.
Sexualidad
Concepto escurridizo y complejo que involucra tejidos relacionales intra e
interpersonales, labrados desde la más tierna infancia en la íntima relación
con los cuidadores, papá, mamá, familia cercana. Un papel fundamental
tiene la figura de apego, el regulador principal del afecto de cada infante,
pues será quien modere las necesidades de cinco áreas fundamentales en
el desarrollo infantil y que son la base del entramado llamado sexualidad.
1-Fisiología
2-Cuerpo
3-Emociones (afecto)
4-Afectividad
5-Sensualidad y erotismo
Son estas cinco áreas del desarrollo infantil las que articuladas en conjunto
las agrupamos bajo el concepto de SEXUALIDAD. En este sentido, como
verá el lector, este concepto va mucho más allá de las experiencias
sensoriales genitales habitualmente y reduccionistamente relacionados a
la sexualidad, porque para nosotros en el CESCH, la sexualidad es un
amplio paraguas de experiencias regulatorias de estas áreas ya
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mencionadas y que se constituirán en experiencias subjetivas
fundamentales.
La organización que se va logrando en las interacciones regulatorias de
cuidadores con cada infante van modelando subjetividades, porque estas
experiencias van dando origen a patrones corporales de regulaciones y
desregulaciones que gradual y progresivamente organizan los sistemas
nerviosos y la psique incipiente del infante y se prolongan el el adulto. La
separación académica que hacemos de mente y cuerpo no existe en la
realidad de los hechos y por eso nos parece que un buen concepto que
engloba ambas polaridades es el de SELF.
Es interesante reflexionar acerca de este constructo teórico que nunca ha
sido bien definido ni siquiera por autores que lo han utilizado en el pasado,
como Heinz Kohut o Carl Gustav Jung entre otros. Esto mismo habla de la
complejidad de este concepto abstracto pero que nos permite entender lo
que ocurre en las interacciones diádicas.
Tanto el cuerpo como la psiquis toda, SELF, se va organizando en la
experiencia con otro y esta experiencia global para nosotros es la
sexualidad.
Por tanto nos alejamos de sexualidad-sexo y nos adentramos en las
profundidades abismales de la identidad tanto como experiencia subjetiva
como experiencia sexual.
Estos sistemas de regulación a su vez están imbricados en una interacción
con el ambiente, con la cultura, con los momentos históricos, con los
modelos culturales, etc. Esto evidentemente está cruzado por aspectos
familiares, regionales, grupales, étnicos, tanto de valores, espiritualidad,
creencias, etc.
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En otras palabras la matriz de relaciones interpersonales de un infante con
sus cuidadores está muy entrelazada con la matriz amplia de la cultura y
sociedad en la que se despliega.
Lo que nosotros observamos en la clínica es que tanto hombres como
mujeres y el abanico de intergéneros e intersexos que puede existir, van a
tener mecanismos regulatorios aprendidos en la infancia que se van a
poner en juego en la adolescencia y luego en la adultez. Estos
mecanismos que involucran estas cinco áreas van a ser claves y
determinantes en la calidad de de las relaciones interpersonales
posteriores y en las formas intrapersonales de vincularse consigo mismo.
El acto sexual mismo está cruzado por estas cinco áreas ya descritas. La
reflexión que hemos ido construyendo en estos años en el CESCH, es
acerca de cual es el nivel de regulación de los afectos con los que un
sujeto enfrenta o aborda la vida sexual. En otras palabras, cuanto puede
mantenerse en la ventana de tolerancia y mantener la homeostasia interna
del organismo, pues el acto sexual implica desregulaciones intensas en
estas cinco áreas. Este hecho es en sí una paradoja, pues para que el
disfrute sexual con cierta intensidad se mantenga en el tiempo, requerirá
sostenerse la experiencia de la desregulación. (una especie de paradoja a
sostener; Para pasarlo bien debes sostener el pasarlo mal). La habilidad
aprendida o trabajada de sostener la creciente intensidad de la tensión
sexual que se traduce en desregulación del afecto, será clave en el tipo de
respuesta sexual y por supuesto en el tipo de respuesta vincular.
Paralelamente el sistema de apegos individual hará lo suyo en términos de
buscar la auto y mutua regulación (seguros), la hiperactiva respuesta de
regulación mutua (ambivalentes) o la respuesta de autoregulación vía
desconexión e hipo activación (evitadores). En tanto en apegos del tipo
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desorganizados los y las sujetos pueden experimentar experiencias
múltiples y diversas entre las que están el caos, la parálisis del
congelamiento, estados disociados de diversa intensidad,
desrealizaciones, despersonalizaciones,etc., todo esto dependiente de
cuanto trauma haya ocupado el espacio del Self y cuanta organización
esté comprometida.
Así podemos ir entendiendo la multiplicidad de interconexiones entre
apegos, sistemas de regulación del afecto, subjetividad, sexualidad, sexo,
intimidad corporal, intimidad afectiva-emocional, apertura al sí mismo,
experiencia self-objetal, etc.
Esperamos poder ir clarificando en el transcurso de este programa
formativo estas múltiples aristas que además se cruzan con las fallas en
los sistemas de sostén de las experiencias, lo que llamamos TRAUMA. De
eso y mucho más seguiremos desarrollando.
Psi. Michelle Thomas Vial
Dr. Christian Thomas Torres