La leyenda del maíz
Cuentan que antes de la llegada de Quetzalcóatl, los aztecas pasaban mucha hambre, sólo comían
raíces y animales que cazaban. No tenían maíz, pues este cereal tan alimenticio para ellos, estaba
escondido detrás de las montañas. Los antiguos dioses intentaron disolver o separar las montañas con
su colosal fuerza, pero no lo lograron. ¿Qué comerán? ¡Oh dioses! ¡Que descienda el maiz, nuestro
sustento!, ordenaron los dioses una vez creados los hombres. Los aztecas fueron a plantearle este
problema a Quetzalcóatl. -Yo se los traeré- les respondió el dios. Quetzalcóatl, el poderoso dios, no se
esforzó en vano en separar las montañas con su fuerza, sino que empleó su astucia. Se transformó en
una hormiga negra y acompañado de una hormiga roja, marchó a las montañas. El camino estuvo lleno
de dificultades, pero Quetzalcóatl las superó, pensando solamente en su pueblo y sus necesidades de
alimentación. Hizo grandes esfuerzos y no se dio por vencido ante el cansancio y las dificultades
Cuenta la leyenda que muchos siglos atrás, antes de la existencia del dios
Quetzalcóatl, el pueblo azteca solo se alimentaba de raíces y animales.
Sin embargo, detrás de las enormes montañas vecinas, yacía un tesoro imposible de
alcanzar; ese tesoro era el maíz. Otros dioses intentaron sin triunfo dividir las montañas
para que los hombres pudieran atravesarlas.
Fue entonces que apareció Quetzalcóatl.
Quetzalcóatl prometió a los aztecas que les entregaría el preciado maíz, pero no
mediante el uso de la fuerza, sino de la inteligencia. Fue así como se transformó en
una hormiga negra y acompañado de una hormiga roja que conocía el camino, se
marchó hacia las montañas.
En el recorrido encontró innumerables obstáculos, pero estos no lo detuvieron. Él
mantuvo en sus pensamientos las necesidades del pueblo azteca, y siguió avanzando.
Pasaron muchos días antes de que Quetzalcóatl llegara a cima de la montaña y
encontrara el maíz. Tomó un grano entre sus mandíbulas y emprendió el camino de
regreso. Al llegar, les entregó a los aztecas el grano de maíz prometido.
Desde ese día, el pueblo azteca prosperó bajo el cultivo y cosecha del maíz. Se
hicieron poderosos, llenos de riquezas y construyeron las más imponentes ciudades,
palacios y templos.
Y por esto, veneraron con fervor a Quetzalcóatl; el dios que les trajo el maíz