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1

La manzana
de la discordia

Fermín Vale Amesti


2

A todos los seres humanos, creyentes o incrédulos;


Sea cual fuere el color de su piel,
O el matiz de sus conceptos e ideas…

Fraternalmente
EL AUTOR
3

PREFACIO

Si una idea es verdadera, pertenece igualmente


a todos aquellos que son capaces de comprenderla.

RENE GUENON
La crisis del mundo moderno

La verdad no es una discusión perenne…,


Es verdad…

DOUGLAS AINSLIE

ESTE LIBRO es un simple intento de reflexión, un tanteo acerca de la


Causa de disensión, discrepancia, desavenencia de voluntades, diversidad de
opiniones, desacuerdos, inconformidades y odios que suscitan las creencias
religiosas, especialmente cuando las personas creen tenazmente que la religión
a cual pertenecen es la única verdadera y que las demás son falsas y carentes de
sentido…
Estamos exentos de toda intención polémica, proselitista o apologética.
Solo nos proponemos acercarnos sin temor a los conceptos, ideas, atisbos y
barruntos que el hombre, como ser pensante, ha tratado de proponerse a sí
mismo con miras a explicarse o justificar los hechos relacionados con la
experiencia, el saber y la expresión de la cultura.
Si recogemos el patrimonio cultural de nuestros lejanos antepasados,
englobando en él todas las actividades del espíritu, sus pensamientos y las
características propias de los problemas de su época, es con el fin de acercarnos
a la atmósfera mental y emocional que ellos «respiraban», y tratar de ver y
entender cómo ellos lo hacían, aceptando y ponderando sus puntos de vista, sus
aspiraciones y sus moldes conceptuales, su filosofía de la vida y su ideología.
Este libro está igualmente exento de pretensiones de infalibilidad, de
soluciones magistrales, de conclusiones salomónicas. Sólo intenta ofrecer
fragmentos de luz, no dogmas, porque en la luz todos los límites arbitrarios se
4

borran. Ofrece una reseña de informaciones y de opiniones concurrentes y


divergentes que permiten una confrontación con las ideas de muchos escritores
y pensadores que se han ocupado de hacer pensar al hombre. Como decía
Montesquieu: «No se trata de hacer leer, sino de hacer pensar».
No intentamos probar nada, sino hacer comprender, por ejemplo, que las
distintas iglesias, credos, dogmas, ritos, etcétera, sólo son cosas secundarias.
Que si en verdad son útiles porque ayudan de alguna manera al hombre a darse
cuenta de que no todo lo que le rodea en el mundo es despreciable, que hay algo
más importante que la vida simplemente animal; en fin, que existe algo superior
a todo cuanto imaginamos, y un camino de perfección para acercarse al
verdadero ser, sim embargo, ninguna religión es propietaria exclusiva o
detentora de la verdad entera.
El concepto estrecho de la religión enceguece del tal modo que no
permite ver o apreciar la parte de verdad que también hay en otras religiones; la
belleza, la profundidad de sus creencias. El fanático, el mojigato y el
monomaníaco religiosos son los fomentadores de la discordia, los sembradores
de odios, altercados y disputas.
Como el motivo religio se convirtió en el móvil principal de la vida de
los seres humanos, es precisamente la religión, por sus diversas variantes, la
causa u origen de la discordia. Justamente allí está la dificultas, por las pasiones
que fatalmente suscita…

Decía Heráclito ―el «filósofo llorón»―que

La discordia está en el origen de todas las cosas, aunque los hombres no


saben cómo lo que varía enriquece la compresión de los conceptos,
porque hay una armonía de las tensiones opuestas, como el arco y la lira.
La naturaleza ama los contrarios, y es con ellos y no con los semejantes
que produce la armonía.1

Abd Al-Karim Al-Jili, en su libro Al-Insan Al-Kamil, dice:

Todas las verdades contradictorias se unifican en la Verdad. Se trata


naturalmente de aspectos parciales correspondientes a perspectivas

__________________
1 Cf. Heráclito. Les fragmentos d′Héraclito (traducido por Roger Munier), Editions
Frata Morgana, Saint Clément (Francia), 1991.
5

diferentes y que se encuentran conciliadas en el no aspecto de la Verdad


total.2

La confrontación que coteja y esclarece la Verdad es deseable y


fecunda; ayuda a preservarla de posibles extravíos y hace brotar lo que hay de
verdad en todas las cosas; crea un clima distensión, de comunicación y de
tolerancia, y al considerar los diversos puntos de vista se logra una perspectiva
única. Como lo afirma el postulado de la Geometría Proyectiva: «Todas las
rectas de una plano se juntan en el infinito…» Analógicamente, «todas las
verdades contradictorias se unifican en la verdad…».

Ya que la palabra Dios fue inventada por el hombre, es simplemente


obvio que dicho vocablo contiene concepciones humanas diferentes: la
que cada quien tiene como su propio concepto de Dios. Sim embargo,
¡cuántos han sido (y continúan siendo) los conflictos, generalmente
sangrientos que estas variadas interpretaciones han provocado…! Aquí
tenemos el aspecto negativo de los dogmas contras lo que todo esfuerzo
de compresión o disuasión contra los que todo esfuerzo de compresión o
disuasión se estrella. Las condenas a muerte de los «herejes», de las
«brujas» y de los «infieles» fueron, junto con la Inquisición, los yerros
más profundamente irreligiosos que podía cometer una colectividad
religiosa…3.

Swami Vijoyananda, en una conferencia transmitida por radio en


Buenos Aires (Argentina), el 6 de junio de 1937, dijo, entre otras cosas:

La religión del hombre no es una marcha ciega de lo conocido hacia lo


desconocido; ni tampoco de lo desconocido a lo conocido. Es el ir de la
percepción a la realización, de lo que se siente a lo que se es; de los
experimentos al resultado, de la ignorancia al conocimiento, de la
reflexión a la sabiduría… La fe que no está basada en la experiencia
resulta efímera; de no ser así, nunca los cristianos hubieran peleado entre
ellos; jamás los mahometanos se hubiesen dividido en sectas, ni los
hindúes en tantas agrupaciones ni hubiera surgido tantas subdivisiones en

__________________
2 Cf. Abd Al-Karim Al-Jili, Al-Insan Al-Kamil, De L′Homme Universel, Editions
Dervy, Paris (Francia), 1990.
3 Baumer Iso, Hildegar Christoffels, Mainberger Gonsalve, Lo sagrado, sus luces y
sus sombras, Ediciones Marova S.S., Madrid (España), 1969, pp. 109-110.
6

la religión de Buddha que ni siquiera menciona a Dios. El hombre es un


ser encaprichado en experimentar. Es, en cierto sentido, muy egoísta,
puesto que no se contenta con ver disfrutar a otros. Puede ilusionarse
creyéndose muy universal, pero él mismo es el centro de su universalidad.
Por eso, primero experimenta consigo mismo y luego con el resto del
mundo… La religión del hombre cambia de continuo porque el hombre
aún está dentro de la Naturaleza y bajo su yugo… Mientras vivimos bajo
el imperio de la Naturaleza resulta difícil ser completamente religiosos…
Es muy natural que el hombre tenga que sufrir cambios para crecer, para
transformarse de personal en impersonal, de individual a universal.

El conflicto, la lucha y la discordia entre las diversas religiones surgen


por ignorancia o desconocimiento: para cada una, las equivocadas y las «falsas»
son las otras religiones; evidente prueba de que existe un velo que ciega sus
corazones. La misma etimología de la palabra señala el hecho: DIS-corde…
Todo lo contrario de CUM-cordis…
Si con nuestro libro podemos ayudar a salir a muchos lectores de la
estrechez mental, de la intolerancia y del pretendido exclusivismo de su propia
religión; si podemos acercarlos a sus hermanos de otras religiones y ayudarlas a
reconciliarse con ellos sin reticencias y sin temores, habremos logrado el
«milagro» de transfigurar al discordia en armonía y concordia espiritual, el odio
en amor fraternal.
Únicamente mediante la aplicación práctica y efectiva de la virtud vital
de la Concordia, podremos solucionar el problema del conflicto de voluntades y
el «pecado» de falso orgullo, tan arraigados en la personalidad humana. Esta
coincidentia oppositorum constituye por sí misma una viva experiencia
religiosa. La creencia en la factibilidad de la Unidad de Dios es el más
poderoso factor que puede realmente conducirnos a la única y verdadera
Unidad Ecuménica.
Estamos llegando al fin de este milenio (sic). El futuro de las religiones
del mundo está en juego. Especialmente las tres religiones del mundo
occidental: judaísmo, cristianismo e islam, deberán revisar sus múltiples
defectos, eliminar las discrepancias, actualizarse y llevar a feliz término las
viejas y frustradas tentativas de entendimiento y compresión reciprocas, o
comenzara su fatal desmembramiento y desaparición. Ello no significa una
ruptura con la tradición y los valores primordiales, sino una adecuación a las
circunstancias del mundo de hoy. Sólo mediante una profunda y armoniosa
confrontación podrá lograrse una exitosa y adecuada transposición de los
7

elementos que van a constituir, más que la religión que aún no ha «nacido», la
disciplina espiritual de la nueva Humanidad que habitara la Tierra, si la cordura
o el temor mutuo obliga al fin a las dos más poderosas naciones de nuestro
planeta, a cambiar sus bombas atómicas por arados… Ello sería el triunfo más
notable de la sensatez sobre la locura, de la razón sobre la fuerza, de la paz y el
amor sobre el terror y la violencia.
Las religiones, a pesar de sus aspectos negativos y del deterioro y la
descomposición, representan un inmenso recurso, un gran poder que ayuda al
hombre a encontrar caminos para alcanzar el ascenso hacia lo que hemos dado
por llamar Dios, La Divinidad, la experiencia de lo Trascendente, la Única
Realidad, etcétera.
En el mundo desacralizado, materialista e incrédulo en que estamos
viviendo, hace falta recordar a quienes lo hayan olvidado, como a los que
nunca lo sospecharon siquiera, que somos todos, sin excepción, recipientes y
portadores del espíritu. El mundo será tan «bueno» o tan «malo» como cada
uno de nosotros. Todos podemos ser verdaderos hermanos, por convicción y
por la acción consciente que nos conduzca hacia un destino previsible en el que
resplandezca la sabiduría y el amor a Dios y al prójimo.
Si este libro impugna las desviaciones y los errores que han cometido y
continúan cometiendo casi todas las religiones; si de hecho nos convertimos en
contestatarios, lo hacemos con la actitud constructiva de aportar soluciones que
pueden conducir a la paz y a la armonía entre todos los seres que pueblan
nuestro mundo. Lo hacemos, para tratar de reemplazar a la discordia por el
amor fraterno, que es el que debe reinar entre quienes somos hijos del amor
absoluto; Aquellos que muchos prefieren llamar Dios, o el Creador, el Padre o
la Causa de las Causas. Porque únicamente de ese modo podremos llegar a
logara un genuino ecumenismo sin reticencias y sin segundas intenciones…
Con o sin las iglesias constituidas, abramos nuestros corazones con el
amor de Dios derramado en ellos por el Santo Espíritu que no es dado y que
constituye muestra más genuina esperanza de la gloria de lo alto… ¡Que el
Espíritu de Dios que mora en nosotros actué, porque Él da testimonio a nuestro
espíritu de que somos sus hijos…! ¡Que el Espíritu nos ayude a vencer nuestras
flaquezas para ser reformados por la renovación de nuestro entendimiento!
¡Arrojemos, pues, las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la
luz, porque mejor es la sabiduría que las armas de la guerra…, mejor que las
piedras preciosas.
8

Mas no se trata de la sabiduría de los hombres sino sabiduría de Dios en


misterio. Porque, ¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino
el Espíritu del hombre que esta en él? Así tampoco nadie conoció las
cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el
espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que conozcamos
lo que dios nos ha dado (Cf. 1-Corintios, 2: 5,7,11 y 12).

El momento histórico nos está exigiendo, demandando urgentemente


que recapacitemos, que volvamos nuestros pasos y reconsideremos la
envenenada incomprensión que ha generado los odios fratricidas; que es
imperativo renunciar al fanatismos, al odio, a la incomprensión y a la
indiferencia por las opiniones y creencias diferentes a las nuestras. Aceptemos
los valores positivos de otros conceptos distintos a los nuestros pero que no por
ellos dejan de ser valores positivos, verdades que, aunque contradictorias, se
unifican en la verdad total… En fin, tendamos nuestra mano con disposición en
vez de señalar amenazadoramente con el dedo… A pesar del caos que reina en
nuestro alrededor, en este mundo brutalmente materializado, reflexionemos,
pensemos y démonos cuenta de que aunque el cuerpo esté harto de
satisfacciones corporales, el alma está hambrienta de alimento y satisfacción
espiritual…
Apliquemos la concordia contra la discordia… Empecemos a crear y a
consolidar un clima de distención. Consubstanciemos con el prójimo y dejemos
de actuar con las características de la medusa, que extiende la discordia en su
ambiente. Tratemos de hacer pensar a millones de personas que han convertido
a su religión en «ligadura de yugo» en vez de ser instrumento de unión con lo
divino.
Si el objetivo que debemos tratar de alcanzar es la reconciliación final,
lo sabio y justo es que la humanidad comience y a eliminar pasos a paso todas
las causas de división, de disensión y de discordia. Únicamente de ese modo
podremos lograr un mundo renovado, un regreso a la armonía y a la paz, en fin,
a un verdadero paraíso sobre la Tierra. Un mundo como el que profetiza Isaías:
«Morará el lobo con el cordero, y el tigre con el cabrito se acostará: el becerro y
el león y la bestia doméstica andarán juntas, y un niño los pastoreará». «Y la
vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león con el buey comerá
paja». «Y el niño de teta se entretendrá sobre la cueva del áspid, y el recién
destetado extenderá su mano sobre la caverna del basilisco…».
Esa obra en realidad no es nuestra sino pertenece a la humanidad.
Además, quien busca identificarse con el Ser no trata de erigirse en personaje.
9

Lamentablemente el mundo en el que hoy vivimos se interesa muchísimo más


en las individualidades que en las obras. Los eruditos de hoy sólo buscan brillar
ellos mismos, aunque lo que divulguen sólo sea penumbra, puara obscuridad o
flatus vocis. Sim embargo, en relación con las doctrinas tradicionales, y como
bien lo señala René Guénon: «Los individuos no cuentan para nada y deben
desaparecer enteramente…». Lo que cuenta es la Verdad misma y su
universalidad, no quién la dice ni cómo la dice. «Las cuestiones individuales no
deben intervenir para nada allí donde la Doctrina sola debe contar». El
pensamiento que expresa 3el autor no es suyo, pues él sólo hace el papel de
intérprete de algo que «pasa» a través de él, que procede de la fuente que
origina la transmisión de la doctrina que se actualiza en el ser que la percibe
como tradición viviente a partir de una posición sintética. Es así como, detrás
de la verdad tradicional se eclipsa el individuo. El hombre desparece detrás de
la doctrina tradicional. «La ideas puras y las doctrinas tradicionales nunca
constituyeron la propiedad de tal o cual individuo y las particularidades
biográficas de los que las expusieron e interpretaron son e importancia
mínima»4.
Con este libro aspiramos muy cordialmente a estimular a nuestros
lectores a estudiar, analizar y comparar su propia religión con las otras
religiones, a fin de evitar la ignorancia y el desconocimiento que nubla y
pervierte la razón y los convierte de hecho en peligrosos fanáticos y en semilla
de la discordia… Incitamos, especialmente judíos, musulmanes y cristianos,
que conforman la llamada cultura occidental y que se jactan de ser los ÙNICOS
adoradores del «Dios único y verdadero Dios»; que traten de escaparse del
antropomorfismo que los encadena al Ser cosmogónico (el hombre universal) y
dejen de confundir al hijo del hombre con el Ser universal…, que sólo un
intima minoría de verdaderos sabios, iniciados o adeptos han realizado por
propia experiencia espiritual. Nos dirigimos muy especialmente a los clérigos,
a los alima (teólogos y doctores de la ley canónica islámica) y a los rabinos o
doctores de la ley hebrea, que sin renunciar a su tan sobreestimada «erudición
humanística» (que es simplemente eso: humana…) les permita desinflar su
vano orgullo (hybris…) y acercarse con humildad los misterios y al espíritu que
vivifica…; que constituyen el núcleo que centraliza, unifica, y que convierte
―y traduce― los dogmas cristalizados en verdades metafísicas o universales…

__________________
4 Cf. René Guénon, Introducción al estudio de las doctrinas hindúes, Edit. Losada,
Buenos Aires (Argentina), 1945, cap. v.
10

pues sin pretender fungir de «profeta», insistimos en nuestra afirmación de que


si el judaísmo, el cristianismo y el islam no rectifican sus errores y revisan sus
múltiples defectos, antes de que finalice este milenio habrá comenzado la
«cuenta irreversible» de su desmembramiento y desaparición; al menos como
religiones de mayorías. Esto lo podrán comprobar nuestros hijos y nietos,
quienes ya habrán aprendido la «lección» y que serán, por consiguiente, menos
irreligiosos que la inmensa mayoría de las colectividades religiosas del pasado,
pues la decadencia y el debilitamiento de la religión conduce a la perversión
que es la inversión total de la intención y del sentido original, por degradación
continua. O lo que es lo mismo, la perdida de la autoridad espiritual por el
abuso del poder temporal… La religión del futuro estará basada en una fe
esclarecida, iluminada, en reemplazo de la fe ciega, la fe del carbonero. Si el
hombre, por su condición puramente humana es falible, también es capaz por su
ínsita condición espiritual de rectificar, corregir, mejor y poner orden en el
caos… ¡post tenebra lux!
El conde de keyserling en su libro El conocimiento creador afirmó:

El hombre de nuestro tiempo trata de arreglar la situación del mundo


acometiendo el problema en su aspecto externo; pero no consigue nada,
porque el caos externo no es más que la expresión de una crisis
constitucional interior del alma…5.

Como no tratamos de convencer a nadie de nada, está totalmente fuera


de nuestro propósito «maniobrar» hacia un disfrazado proselitismo, ya que,
como hemos dicho antes, nuestro principal objetivo es «hacer reflexionar»,
hacer pensar pro sí mismo a quienes lean nuestras propuestas reflexiones.
Tampoco propondremos a ningún tipo de «sincretismo», que sería tratar de
cambiar un disparate por otro mayor. Únicamente buscamos reconciliare,
armonizar, unificar los puntos de vista doctrinales que apuntan hacia el
Principio Supremos, hacia la Verdad, hacia el conocimiento trascendente del
ser total..
Quienes nos lean con la dispuesta actitud de compresión espiritual
podrán aportar una gran fuerza individual que,, sumada a tantas otras que
acojan nuestro sano y franco propósito de armonía y acuerdo sobre los

__________________
5 Hermann Keyserling, El conocimiento creador, Tall. Espasa Calpe, Madrid
(España), 1930.
11

principios, habrán iniciado ya ―al menos en el pensamiento― el más


importante jalón del arranque inicial, que abra los caminos del pensamiento a la
acción. Creemos, como Goethe, que «la actividad es lo que hace dichoso al
hombre…».
Que una nueva actitud, de miras más elevadas, de propósitos
trascendentes sea la expresión conjunta que nos impulse e inspire en el esfuerzo
común de encontrar la síntesis unitiva que habrá de forjar la nueva cultura del
hombre integral, ese prototipo de la Nueva Humanidad de florecimiento íntimo,
espiritual, verdadera aristocracia del espíritu. Únicamente de ese modo
habremos logrado realizar plenamente la unidad espiritual de todos los seres…,
porque el progreso en la evolución de los individuos, produce su efecto en la
evolución de toda la humanidad. Como bien lo señaló un Maestro sufí de
nuestro tiempo, Faquir Nur Muhammad Sarnari Qadiri, es necesario reformar
primero los corazones y las almas de los individuos para que una nación pueda
cambiar.
El devenir histórico nos ha enseñado la necesidad de «ventilar» las
ideas, los conceptos y las teorías que se han tenido por verdades absolutas. A lo
largo de las etapas que determinan la toma de conciencia de los pueblos del
mundo, hemos visto los seres humanos cómo ha podido ser esclarecida la ruta
de sus destinos histórico. Al cambiar la actitud de cada individuo, cambia
también la colectividad. La cristalización de los conceptos y las ideas conduce a
las «ideología opresivas», a la extinción de las libertades y hasta a la
exterminación de quienes no comparten tales ideas. El mundo es testigo de
infinidad de crímenes de lesa humanidad…
Cuando cada religión supervaloriza su doctrina como la única ortodoxa,
estigmatizada de hecho a las otras como heréticas… De esa actitud se origina la
persecución de «los herejes» y su «destrucción».
Como ya lo hemos afirmado antes, no negamos las virtudes de la
religión, ni subestimamos el valor original de lo sagrado, pero es necesario
analizar y ponderar la extraordinaria importancia del fenómeno religiosos, sin
que para ellos sea necesario descuidar el respeto que merecen las ideas y
opiniones diferentes, sin ironías y sin la fatuidad del «cinismo» que engendra es
escepticismo, que parece ser la «religión» de los cómodos.
El hecho religioso no se prueba: se vive. En todo caso, lo importante es
actuar honesta y sinceramente, con un profundo deseo de comprender a los
demás, sin que para ello sea necesario tener que aceptar o negar nada.
Simplemente, hay que colocarse frente al hecho religioso con actitud reflexiva
pero sin predisposición, con absoluta independencia de criterio y ponderar el
12

hecho de que si la expresión de lo Divino se centra en el hombre, es


simplemente natural que éste, con la diversidad conceptual que le caracteriza,
interprete las ideas religiosas de acuerdo a sus propias tendencias, costumbres y
tradiciones. Sin embargo, corresponde a cada hombre de cada religión tomar el
sendero que le permite su nivel cultural espiritual.
En una antigua plegaria indo-aria se dice:

Como las diferentes corrientes que tienen sus fuentes en diferentes


lugares, todas juntas sus aguas en el mar, asi, Oh Señor, los diferentes
senderos que los hombre toman debido a diferentes tendencias, torcidas
rectas, todas conducen a Ti…!6.

__________________
6 Tradición Oral.
13

CAPÍTULU I
EL ORIGEN FUNDAMENTAL DE LA RELIGIÓN

LA RELIGIÓN posee un origen no humano (apaurusheya, Como dicen


los hindúes); es decir, que «su principio se remonta más lejos y más alto que la
humanidad». No es una invención del hombre sino que está vinculada al
ancestro primordial y por la comunicación especial que se estableció al
principio entre el hombre y la preternatura (el universo dinámico) se vincula a
la eternidad; es decir, con el universo extraespacial y extratemporal de la
energía pura: la quinta esencia, El estado edénico primordial o Reino
Trascendente.
Según las tradiciones antiguas, el primer hombre fue constituido en el
estado de superhombre, iluminado por el esplendor de la preternatura: un
potencial mental superior o iniciación inicial que marco al hombre para siempre
con el sello divino o sagrado. Desde entonces, esa misma luz que ilumino
antiguamente a los hombres no ha dejado de brillar; ella es «la luz verdadera
que alumbra a todo hombre que viene a este mundo» (Juan, 1:9).
El hombre religioso procura rodearse de una atmosfera impregnada de
lo sagrado; es el deseo de vivir en la presencia divina; una «nostalgia de los
orígenes divinos» o «nostalgia de la perfección de los comienzos», de una
situación paradisíaca. Por eso el sentido innato que tiene el hombre de lo
sagrado es el distintivo de la religión y responde a algo profundo en la
naturaleza humana. Tal es la esencia de la religión y su fundamento
permanente.
Las doctrinas religiosas son las interpretaciones concebidas, formuladas
y adecuadas por cada organización, iglesia o comunidad, de acuerdo con sus
propias tendencias particulares como conclusiones o verdades propuestas a sus
fieles o devotos. Las doctrinas pertenecen a la esfera de la creencia. Sin
embargo, primeramente «religión» quiere decir conciencia de Dios o
realización (vivencia) de Dios, tanto íntimamente como fuera de nosotros. Sólo
secundariamente es un credo o creencia o una forma de adoración u
observación de ciertas reglas y preceptos.
La palabra «religión» deriva del verbo latino religare, que significa
«volver a atar, ligar, unir». Se trata de la unión del ser inferior (el no-yo) con el
14

Ser superior del hombre con Dios; unión que se va haciendo más completa y
perfecta a medida que la individualidad se disuelve en la universalidad. En la
misma proporción que crece el Ser verdadero, se desvanece el falso «yo»: «a él
conviene crecer, mas a mí menguar» (Mateo, 3:4). Antes de que la conciencia
crística (cósmica) se manifieste, es necesario que la mente animal (el hombre
inferior) despierte y se dé cuenta de que la persona o criatura humana es apenas
la externa manifestación de algo más alto y mejor. Es necesario que
experimente por vivencia el anhelo ferviente de encontrar y poner de manifiesto
«esa luz que no está no sobre la tierra ni en el mar…». Mas, una vez que el
alma despierta ha encontrado el Cristo (el ser verdadero), el hombre inferior
(Juan el Bautista) ha cumplido su tarea. Entonces, toda la autoridad es
transferida desde el centro intelectual hasta el centro del alma. El ser personal
da paso al Ser espiritual. Ese esfuerzo volitivo y consciente por acercarse a la
Divinidad, relacionarse con ella y finalmente lograr la plena manifestación de la
divinidad que llevamos dentro, eso, es una actitud religiosa, es religiosidad… es
religión en el verdadero sentido de la palabra… La religión es por lo tanto un
camino para alcanzar la Divinidad: «soy el camino, la verdad y la vida: nadie
viene al padre, sino por mí…» (Juan, 14:6). «En ÉL Está la fuerza…» (BHZ)1.
Paramhansa Yogananda, en su pequeño-gran libro La ciencia de la
religión, dice:

Si por religión entendemos únicamente las practicas, los credos


particulares, los dogmas, costumbres y convenciones, entonces si hay
razón para que existan tantas religiones; pero si por religión quiere decir,
primeramente, conciencia de Dios, o la realización de Dios, tanto dentro
como fuera de nosotros; secundariamente un cuerpo de creencias, credo,
dogmas, entonces, estrictamente hablando, no hay más que un religión en
el mundo, porque no existe más que un Dios.2

Los cristianos, en su gran mayoría, se han limitado a adorar la persona


histórica de Jesús, en vez de practicar los divinos principios que él demostró. La
religión es una cualidad íntima del alma, no las formas históricas en las cuales
cualidad se ha expresado como dogma, credo y culto. «Y no os conforméis a

__________________
1 «En Él está la fuerza», expresado con las tres letras hebreas.
2 Paramhansa Yogananda, La ciencia de la religión, Self Realization Publishing
House, Los Ángeles (EUA), 1951.
15

este siglo; mas reformaos por la renovación de vuestro entendimiento…»


(Romanos, 12:2). La infiltración del llamado «espíritu moderno» en la Iglesia le
ha producido una inmensa perdida: el « discernimiento de los espíritus». Los
sacerdotes son, en tal caso, simples «eruditos», «humanistas», teólogos muy
expertos en sutilezas dialécticas capaces de sostener lo que sea bajo el
entendido de que se trata de una «teología válida…». Todo queda reducido a
sus propios moldes y conveniencias dialécticos; conducta muy similar a los de
los marxistas y prueba evidente de lo que se ha dado en llamar el «laicismo
contemporáneo»… «¡Ay de vosotros, guías ciegos…!» (Mateo, 23). ¿Ciegos
conduciendo a ciegos? «Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de
Dios…» (Lucas, 20:25). Cuando la religión se olvida de lo trascendente para
dedicarse a fumisterías teológicas ha extraviado el rumbo que le trazan su
origen y fundamento…«Lo infinito no se deja circunscribir por los marcos
rígidos y limitados de nuestra definiciones», dice Robert Linssen3. Gerhard
Lenski, en su libro El factor religioso4, advierte con preocupación y acierto: «la
religión es un asunto demasiado importante para que se le ignore o se le trate
superficialmente».
Es obvio que no se puede abandonar «a la buena de Dios» el problema
de la verdad religiosa ni a ala simple y sinuosa actitud de quienes pretenden
convertirse en monopolizadores de esa verdad, y que, con su conocimiento
puramente intelectual y sus veleidades, con su racionalismo trivial y estéril,
sólo vienen a caer en pedantería, por la errada aplicación de los principios, y en
un incursionismo para el que no están calificados. Se trata de algo más que una
«verdad» del intelecto: es cuestión de realización espiritual, no de concepciones
teóricas y dogmáticas de carácter absolutistas que no admiten otras dimensiones
conceptuales sino la visión exclusiva y limitante de un solo aspecto del
problema. Estamos frente a una perspectiva superior, ante una finalidad
trascendente que no puede admitir sin perjuicio la realidad relativa de puntos de
vista muy pedestremente «humanos» e individuales, un dogmatismo literalista
que niega las realidades metafísicas y, por lo tanto, la «dimensión nuclear» de
la verdad religiosa. Como lo señala Frithjof Schuon en su magnífico libro De
las unidades trascendente de las religiones:

__________________
3 Robert Linssen. De l´amour humain à l´amour divin, Editions Derain, Lyon
(Francia), 1953.
4 Gerhard Lenski, El factor religioso, Editorial Labor, Barcelona (España), 1967,
p.13
16

La verdad absoluta no se encuentra más que fuera de todas sus


expresiones posibles; estas expresiones, como tales no podrán pretender
poseer los atributos de esta verdad; su alejamiento relativo respecto de
ésta se traduce por su diferenciación y su multiplicidad que las limitan
forzosamente5.

Como ya lo hemos dicho en el prefacio, está muy lejos de nuestra


intención alejar a los fieles y adherentes de todas sus religiones; por el
contrario, les proponemos buscar en las profundidades de su doctrina el
verdadero «hilo religante»; salirse del «Dios» de las «teologías» y de las
especulaciones racionales con su amasijo de contradicciones e incongruencias,
y volcarse en cordial apertura hacia lo trascendente, hacia la vivencia íntima y
profunda que es la que en verdad puede ayudarles a lograr la transformación
interior y el elemento de certidumbre que abre el ojo del corazón… porque sin
ese ojo, el hombre no puede cumplir con sus misión y función esencial de
reintegrarse al estado primordial de sus orígenes, a la fuente inmortalidad que
brota del centro del Jardín del Edén y cuya contraparte homóloga es el centro
del centro en el corazón del hombre.
El estrecho y rígido concepto ortodoxo de religión es uno de los
mayores obstáculos para el logro de la concordia entre los seres que se
consideran a la religión como una cuestión fundamental; algo que llevan
profundamente arraigado en su propia naturaleza. Los que se autotitulan
«ortodoxos» y «fundamentalistas» suelen ser gente con muy acentuado criterio
de estrechez mental, de tozudez e intransigencia; irrespetuosos del inalienable
derecho que tiene el ser humano a elegir con libertad los medios de desarrollar
sus posibilidades espirituales sin imposiciones dogmáticas y sin autoritarismos
infundados. Por eso, quienes con aparente ropaje de espiritualidad sólo aspiran
solapadamente a «manipular» al ser humano para alcanzar sus pretensiones
hegemónicas, sus ansias de poder temporal y de dominio, sólo buscan sojuzgar
a la comunidad humana desde la cúspide de un poder que ellos mismos se han
otorgado, sin que cuenten para nada los altos principios espirituales, las
libertades conscientes ni la justicia, que son el última instancia el fundamento
por su propia irreligiosidad, los únicos culpables de la pérdida de fe que se va
acrecentándose cada día más en el mundo… «El que no recoge, derrama»…
(Mateo, 12:30). El valor pragmático de la religión se manifiesta en la

__________________
5 Frithjof Schuon, De la unidad trascendente de las religiones, Ediciones
Anaconda, Buenos Aires (Argentina) 1950, p.39.
17

experiencia interna. Un «dios» vago, desconocido y lejano, resulta un dios


perfectamente inútil para nosotros. Sólo el Dios percibido en nuestros
corazones es conciencia del ser. Sólo «allí» se hace presente el Ser verdadero,
en la tranquila y amorosa experiencia íntima del ser humano y la prueba más
evidente de su existencia. «Aquiétate y conoce que Yo soy Dios» (Salmo,
46:10). La verdad se sitúa más allá de las formas…

Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan, 8:32).

Añadid a vuestra fe virtud; y la virtud conocimiento… (2-Pedro, 1:5).

El reino de Dios entre vosotros está… (Lucas, 17:21)

Conocer es Ser… El Yo verdadero, lo Sagrado, la Gracia, LA Presencia,


o como se le quiera llamar, siempre está allí: «Estoy más cerca de vosotros que
el aliento…». No es algo que hay que adquirir. Lo que se necesita es conocer su
existencia… «Volverse hacia el Ser y desear su gracia es la gracia misma…!»
(Sri Bhagavan Ramana Maharshi).
¡Venimos de Dios y a Él hemos de volver…! ¡Ésta es la única y legítima
Convertio… volver los pasos hacia el Ser Real, hacia el Ser Verdadero…! Tal
es el origen y fundamento de la religión… ¡Vale decir: el trato dinámico con lo
sagrado, lo divino o la divinidad…!
18

CAPÍTULU II
LOS TEXTOS, CÓDICES Y MANUSCRISTOS LLAMADOS
«LIBROS SAGRADOS»

EN LOS LLAMADOS «Libros Sagrados» de todas las religiones están


descritos los fundamentos de la ciencia sagrada que establece las relaciones que
religan al hombre con la Divinidad, el Creador a criatura. En sus páginas
encontramos, tanto la doctrina como sus efectos vivenciales. En ellos aparece
todo anotado, expuesto y descrito, si se tiene «ojos para ver».
La Biblia, libro sagrado de la tradición judeo-cristiana (Kitve Codesh),
recoge la «teoría» y la «praxis»: lo que describe Juan en su Evangelio, toma
cuerpo como resultado fenomenológico en el Libro de Revelación
(Apocalipsis). Alguien dijo que el hombre es incapaz de experimentar algo sin
expresarlo. El libro de la Revelación es la expresión simbólica de las
experiencias de lo sagrado vividas por el «Vidente de Patmos…».
¿De dónde vino el conocimiento, tanto develado como oculto bajo el
velo de la alegoría y el símbolo, de todas las Escrituras Sagradas que existen en
el mundo? Una respuesta nos la da Pablo en 1-Corintios, 2:7: «mas hablamos
de sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó
antes de los siglos para nuestra gloria».
En Romanos, 16:25 leemos: «la revelación del misterio encubierto
desde tiempos eternos…» La Antigua Sabiduría o la Sabiduría sin Edad es el
más estupendo, completo y cabal registro o testimonio acumulado e
ininterrumpido, desde los tiempos primordiales hasta nuestros días. Su
cosmogonía está recogida en signos, símbolos, glifo y alegorías; y su doctrina
ha sido, y continúa siendo, transmitida oralmente por los sabios, adeptos,
videntes y profetas, de una raza a la otra y confirmada por milenios de
experiencias, evidenciando la divina presencia en el hombre. «Porque Dios es el
que en vosotros obra así al querer como el hacer, por su buena voluntad»
(Filipenses, 2:13).
Sin embargo, debe tenerse mucho cuidado de no aplicar una
interpretación literal a esas Escrituras, porque precisamente, por estar ellas
doblemente veladas (es decir: re-veladas), deben ser interpretadas (de-veladas)
19

en su más profundo significado. Lo sabio es ir a la profundidad, a la esencia de


las Escrituras, porque es la verdad esencial la que «nos hace libres…».
Orígenes, el mayor teólogo de la edad antigua de la iglesia e insigne
escritor eclesiástico, discípulo de Ammonio Saccas y de Clemente de
Alejandría, al referirse al literalismo que mata, y específicamente al tema de la
supuesta creación del universo material, dice:

¿Qué persona inteligente podría imaginar, por ejemplo, que un primer,


segundo y tercer día, noche y día, sucedió sin sol, luna y estrellas; y el
primero, como llamamos, sin haber siquiera un cielo…? ¿Quién sería tan
pueril para suponer que Dios a la manera de un jardinero humano plantó
un jardín en el Edén hacia el Este, e hiciera allí visible y sensible un árbol,
de una manera que uno pudiera obtener el poder de vivir mediante el
hecho físico de comer de su fruto con los diente, o también poder
participar del bien y el mal alimentándose de lo que provenía de aquel
otro árbol….?1.

El Génesis no es la descripción de un proceso cósmico y biológico, sino


que su propósito es más profundo. Hay en él un conocimiento re-velado y
oculto bajo el velo de la alegoría y de los símbolos, que debe ser de-velado,
comprendido y aplicado en vivencia efectiva.
Lucas (11:52) pone en labios de Jesús estas palabras:

¡Ay de vosotros, doctores de la ley…! Que habéis quitado la llave de la


ciencia; vosotros mismos no entrastéis, y a los que entraban impedistéis...

Es indudable que la interpretación de las Escrituras al pie de la letra ha


hecho y continuara haciendo un inmenso daño a la humanidad. ¿Cómo
extrañarse entonces, cuando el hombre de hoy, más cerca del «dios» de la
ciencia y de la «diosa» razón que del Dios verdadero, con su pretendido y
orgulloso «conocimiento científico» acerca del proceso material del universo y
de la biología, considere al génesis como el producto de una mentalidad
ignorante? Como lo señala el refrán popular: «La culpa no es del ciego, sino de
quien le da el garrote…». En realidad la culpa es de los «ciegos conduciendo a
ciegos…».
La Antigua Sabiduría sin Edad es la tradición sagrada, la gran tradición

__________________
1 Cf, Orígenes, De Principiis, LV, 16
20

primordial, que se origina en el tiempo sagrado y fabuloso de «los comienzos»,


el «tiempo del origen», cuando «los dioses conversaban con los hombres»;
cuando estos últimos aún no vivían en el tiempo cronológico, «cuando todo era
distinto». Es en este tiempo (Momemtum) cuando el hombre recibe la
comunicación de esa gran tradición primordial. De allí parte eso que ahora
llamamos «religión» en su manifestación externa (exotérica) e iniciación en su
forma interior (o esotérica), y que en realidad es la búsqueda de Dios a través
del encuentro con nosotros mismos, a fin de poder reintegrarnos a la plenitud
del ser, al «Divino Pleroma», como lo llamaron aquellos adelantados
incomprendidos que fueron los gnósticos del pasado…
Las «Sagradas Escrituras» o «Libros Sagrados» son el fundamento
singular y superior de la doctrina de cada religión, pues en dichos libros se
encuentra contenido explícita o implícitamente el verdadero sentido de la
doctrina.
Las Sagradas Escrituras canónicas son igualmente las depositarias de la
autoridad espiritual última y permanente que representa la heredad doctrinal o
la transmisión de una revelación originaria. Sin que ello signifique en modo
alguno que se trata de una revelación única y definitiva, sino de una revelación
para un pueblo y para una época determinados. Por tal razón, ningún pueblo
puede pretender la «exclusividad» de único escogido como el instrumento de
una revelación única y definitiva. La falsedad de tal pretensión se evidencia en
el hecho de que casi todas las religiones que aún subsisten, están en pugna con
las demás, por considerarse detentoras del «credo exclusivo» de toda la
humanidad…
Las Escrituras son el sustituto de la Palabra (Logos); pues Dios, con la
ayuda de la palabra humana y en virtud de sus influjo divino en los hombres
inspirados, sabios, iniciados,, profetas y santos, les re-vela su palabra que éstos
acogen, transmiten y guardan como «la Palabra de Dios».
Los Libros Sagrados son considerados como el símbolo viviente del
secreto divino que debe ser de-velado, descubierto por el hombre; aunque son
muy pocos los que pueden «descorrer el velo», percibir y penetrar más allá de
las apariencias de la letra muerta, hasta el genuino sentido de las Escrituras…
La luz del espíritu… La mathesis, la raíz del verbo viviente… El verbo sagrado
«en el que reside toda ciencia…».
Quien es capaz de penetrar el velo de los símbolos y de las alegorías
puede acceder a la Sabiduría sin Edad que constituye la síntesis del más
elaborado de todos los sistemas que han conocido las generaciones, desde los
tiempos primordiales hasta nuestros días.
21

CAPÍTULU III
LOS PREJUICIOS CONTRA LAS EDADES PASADAS

ESTAN EN UN GRAN error quienes creen o suponen que la


humanidad del remoto pasado estaba muy cerca de animalidad, y que, por lo
tanto, sus conceptos acerca de la divinidad eran «primitivos». Tal ingenuidad
parece querer probarnos que la última glaciación habría «congelado» la
historia… Al menos, eso reflejan las simplistas suposiciones que muchos
«especialistas», eruditos y profesores de hoy, hacen sobre el sentido de las ideas
del hombre de remotas edades. Estamos por lo tanto muy alejados de las
coordenadas milenarias de las cogitaciones de aquellos lejanísimos
antepasados.
Los historiadores son muy proclives a reducir la verdadera antigüedad
de las civilizaciones extinguidas. Para muchos de ellos no es posible aceptar
siquiera que hayan podido existir. En cambio, aceptan como un hecho que
«todo se originó en Grecia». Es precisamente Platón, quien, en el Timeo, nos
refiere el relato de Solón que señala el prejuicio de considerar que los griegos
tuvieron el monopolio de los conocimientos de la Antigüedad. Dice platón:

Solón, según su propio relato, había viajado a Sais y lo habían recibido


con honores distinguidos. Durante su estadía allí, había tenido
oportunidad de consultar a loa sacerdotes expertos, acerca de la historia
antigua, y había descubierto que él mismo y sus conciudadanos helenos se
encontraban en un estado de ignorancia sobre el tema. En una oportunidad
trató de provocar una discusión con ellos sobre la antigüedad iniciando un
relato sobre las tradiciones más viejas de la Hélade relacionadas con los
llamados primitivos Foroneo y Niobe, de donde descendió al periodo
posterior al Diluvio, narró la legendaria historia de Deucalión y Pirra,
recito las genealogías de sus descendientes y trató de proveer una base
cronológica para fechar los acontecimiento de su historia. Esto provocó en
un sacerdote extraordinariamente viejo que estaba entre los interlocutores
de Solón, las siguientes palabras: «¡Solón, Solón! Ustedes los helenos son
siempre niños. Una cosa como ese viejo Heleno no existe». «¿Qué quiere
Ud. Decir?» ―replicó Solón―«Todos ustedes, ―continuó el anciano
Sacerdote― son jóvenes de mente. Sus entendimientos no contienen ideas
manejables desde la Antigüedad por la vieja tradición y ningún saber se
22

encanece con la edad. Hay una razón para esto, que yo le explicaré. Han
sobrevenido una serie de catástrofes en una variedad de formas, y
continuarán sobreviniendo sobre la raza humana, y las mayores se
producen por mediación del fuego y del agua, mientras que las otras, que
son de menos violencia, son producidas por una infinidad de causas
diversas. En la Hélade ustedes, tienen una tradición acerca del Faetón, el
hijo del Sol, que una vez preparó el carro de su padre pero resulto
incompetente para guiarlo a lo largo del camino habitual, con el resultado
de que quemó todas las cosas sobre la superficie de la Tierra antes de que
su carrera fuera detenida para siempre por un rayo. Aunque esta tradición
ha sido compuesta en una forma legendaria, conserva el hecho científico
que, a inmensos intervalos de tiempo, hay una declinación de la órbita de
los cuerpos celestes que dan vuelta alrededor de la Tierra y se produce una
catástrofe que pone en peligro la vida de este planeta en forma de una
vasta conflagración. Frente a este trance, los habitantes de las regiones
con relieve montañoso, gran altura o clima árido, pagan un tributo más
pesado que aquellos que viven en zonas marítimas o ribereñas; y en esas
ocasiones nosotros, en Egipto, estamos protegidos por el Nilo, nuestro
salvador infalible, de un aprieto al que él mismo es inmune. Existen otras
ocasiones en que los dioses lavan la Tierra con u diluvio de agua, y en
esas circunstancias los pastores y vaqueros de las montañas sobreviven,
mientras que los habitantes de las ciudades de Uds., en la Hélade, son
barridos al mar por los ríos. En Egipto, sim embargo, el agua nunca
desciende sobre las tierras altas ―ni aún en esas épocas pluviales― sino
que sube desde abajo por una ley de la Naturaleza que nunca varía. De
este modo, por las razones expuestas, las tradiciones guardadas en Egipto
son las más antiguas del mundo, siendo la verdad científica que en cada
localidad donde no existen extremos prohibitorios de calor o de frío, la
población humana está sujeta periódicos aumentos y disminuciones. Los
acontecimientos gloriosos o importantes o destacables en cualquier forma
en la historia de la Hélade o del mismo Egipto o de cualquier otra región
dentro de nuestro campo de conocimiento, son por consiguiente
registrados y preservados en nuestros sepulcros aquí en Egipto desde una
antigüedad remota. Por otra parte, la sociedad humana en la Hélade o en
cualquier otro lugar ha llegado siempre al punto de dotarse a sí mismo con
registros escritos y los demás requisitos de civilización, cuando, después
de un intervalo regular, las aguas que están encima del firmamento
descienden como una enfermedad periódica sobre una persona, y
solamente permiten sobrevivir a los miembros iletrados y rústicos de la
sociedad, con el resultado de que se vuelven como pequeños niños y
comienzan desde el principio sin ningún conocimiento de lo que sea la
23

Historia Antigua, ya sea de Egipto o en su propio mundo. Permítame que


le diga, Señor, que la genealogía que Ud., ha recitado por su cuenta acerca
de su pasado helénico se encuentra escasamente por encima del nivel de
los cuentos de Hadas para niños. En primer lugar, ustedes, han guardado
sólo memoria de un diluvio de la larga serie anterior, y en segundo lugar,
ignoran el hecho de que su país era el hogar de la raza más noble y alta
por la cual el Genus Homo ha sido jamás representada. Usted mismo y
toda su nación pueden sostener que esta raza es la de sus antepasados a
través de una fracción de la estirpe que sobrevivió una catástrofe pasada,
pero Uds., lo ignoran, debido al hecho de que, durante muchas
generaciones sucesivas, los sobrevivientes vivieron y murieron
iletrados…1.

Resulta un tanto «curioso» observar que el cristianismo asume, junto


con los hebreos, mucho de la cultura y tradición de los griegos, especialmente
la filosofía neoplatónica, pero no incorpora en su bagaje esta aleccionadora
experiencia que relata Platón sino que, por el contrario, persiste en considerar
los elementos espirituales provenientes de las tradiciones antiguas como
«escorias del paganismo», desconociendo el hecho indiscutible de que la
tradición primordial, anterior a todas las religiones conocidas, es la que permite
incorporar los elemento básicos que van a revivificarla de alguna manera en
cada nueva religión. Cuando Melkisedek, sacerdote y rey del Altísimo, acoge y
bendice a Abraham, está significando este hecho, es decir, que el verbo divino,
origen de los tiempos y de la creación, es aquel mismo que «encarna» al fin de
los tiempos para «renovar la faz de la tierra…»
La iglesia católica ha venido proclamando con sistemática insistencia la
afirmación de que «el mundo antes de la llegada del cristianismo estaba
envuelto en la más densa obscuridad pagana, y por lo tanto, jamás antes la
humanidad había disfrutado de la manifestación y proclamación de la verdad
divina, del verbo divino…». Sin embargo, las llamadas «Escrituras Canónicas»
de quienes se llaman «cristianos», así como el pretendido exclusivismo del
«mensaje supremo», no vienen a resultar sino la casi literal transcripción de
tradiciones anteriores, las cuales a su vez, han sido «trasegadas» de la gran
tradición milenaria cada nueva Era, desde lo más remotos tiempos que se
pierden en las brumas de la Historia.

__________________
1 Arnold Toynbee. El pensamiento histórico griego, Buenos Aires (Argentina).
Editorial Sudamericana, 1967, pp. 166, 169.
24

El nacimiento del cristianismo, como el nacimiento de cualquier otra


religión, es por lo tanto, un episodio más de la historia humana. En su
«revelación» encontramos las voces de «los viejos dioses» y los «ecos de las
viejas voces» de un lejanísimo pasado que vienen a construir «nuevos
documentos» reemplazando a los antiguos», o estos últimos cediendo el paso a
los nuevos… rey muerto, rey puesto… muerto el rey, viva el rey…
Eusebio de Cesarea (230-340), Padre de la Iglesia primitiva, afirma lo
siguiente:

La religión publicada por Jesucristo a todas las naciones no es nueva ni


singular. Pues aunque sin discusión, somos recientes, y el nombre de
cristianos es sin duda nuevo; sin embargo, nuestro modo de vida y los
principios de nuestra religión no han sido recientemente ideados por
nosotros, sino que fueron instituidos y observados, si así puedo decirlo,
desde los comienzos del mundo, por hombres dignos, aceptados por Dios;
proveniente de aquellas nociones naturales que están implantadas en las
mentes de los hombres. Esto lo expondré de la siguiente manera: es bien
sabido que la nación de los hebreos no es nueva, sino que se distingue por
su antigüedad. Ellos tienen escrituras contentivas de relatos de los
hombres antiguos; pocos sin duda en número, pero eminentes en piedad,
en justicia y en cada una de las virtudes. De los cuales algunos vivieron
antes del diluvio; otros después, hijos y nietos de Neo; particularmente
Abraham, quien es gloria de los hebreos como Padre fundador de su
Nación. Si alguien, antepasado de Abraham hasta el primer hombre
afirmara que todos ellos, quienes eran célebres por su virtud, fueron
cristianos en cualidad no de nombre, no estaría muy apartado de la
verdad. ¿Qué otra cosa puede denotar el nombre de cristiano sino por un
hombre que, por el conocimiento y doctrina de Jesucristo es llevado a la
práctica de sobriedad, rectitud, paciencia, fortaleza y el culto al Uno y
Único Dios sobre todos? Acerca de estas cosas ellos eran no menos
solícitos de lo que nosotros somos; pero no practicaban la circuncisión ni
observaban el Shabath más que nosotros; ni hacían distinción de carnes, ni
otras ordenanzas, las cuales fueron primero señaladas por Moisés. Por
consiguiente, es aparente que ellos tienen que ser estimados como la
primera y más antigua forma de religión que era observada por los
piadosos del tiempo de Abraham y que ha sido últimamente publicada a
todas las naciones bajo la dirección y Autoridad de Jesucristo2.

__________________
2 Eusebio de Cesarea. Historia eclesiátisca: History of the Cristian Church, traducido por
George Grayling, Valentín González, Editorial Clie, Terrassa (España), 1989.
25

Esta llana declaración del fundador del clericalismo cristiano confirma el


hecho de que Jesús no hizo sino volver a predicar la religión de los antiguos
patriarcas hebreos, y que no se trata por lo tanto de una nueva revelación. Pero
si esta clara y «contundente» afirmación de Eusebio de Cesarea pudiera parecer
poco para los recalcitrantes, veamos lo que el mismo Eusebio escribió en el
capítulo 17 del libro II de su famosa Historia eclesiástica, donde afirma lo
siguiente: «Estos antiguos terapeutas eran cristianos y sus escritos son nuestros
evangelios y epístolas…».

La prueba actual de que el cristianismo moderno no es sino una


supervivencia de la filosofía Ecléctica de los Antiguos Terapeutas y
esenios y de que las Epístolas de Pablo y los Evangelios de Mateo,
Marcos, Lucas y Juan eran muy viejos documentos tomados de las
bibliotecas Esenias e impuestas a un populacho crédulo como escritos
nuevos del siglo primero, la encontramos en los Manuscritos del Mar
Muerto, razón por la cual ha sido una «contra-ofensiva» tratando de
probar, mediante un gran aparato erudito de gran capacidad de
embotamiento, que los Esenios son un Mito y que por lo tanto jamás han
existido…3.

Daniel Ruzo, en su libro El testamento auténtico de Nostradamus, dice:

El cristianismo, como todas las religiones, se estableció sobre las


concepciones simbólicas anteriores y habiendo recibido la semana
presidida por esos genios, tenían que «cristianizarlos»4.

Por otra parte, la deuda que el cristianismo tiene con el Antiguo Egipto a
través de la religión de los judíos, la delinea Von Mosheim en su acreditada
Historia de los primeros siglos del cristianismo (vol. I, p. 383), que dice:

Muy precedente a la venida de Cristo, encontramos no solo entre los


egipcios, sino también entre los judíos, quienes se copiaron de los
egipcios (como queda demostrado sin lugar a dudas por los Esenios y

__________________
3 CF. H. del Médico, El mito de los Esenios, Taurus Ediciones, Madrid (España),
1960.
4 Daniel Ruzo, El testamento auténtico de Nostradamus, Editorial Grijalbo,
Buenos Aires (Argentina), 1997, p. 110
26

los terapeutas), así como entre otras naciones, ciertas personas quienes lo
convirtieron en sus estudio por medio de ayunos, labor, contemplación y
otros ejercicios ascéticos para liberar sus almas racionales, las cuales ellos
consideraban como la progenie de la deidad infelizmente confinada dentro
de prisiones corporales, para liberarlos de la carne y de los sentidos y
restituirlos a una ininterrumpida comunión con su Dios y Padre. Esta
disciplina surgió de la antigua filosofía de los egipcios, quienes
consideraban las almas racionales de la raza humana como las más nobles
partículas de esta divina naturaleza5.

Es un hecho incontrovertible que la Iglesia cristiana ha asumido desde


sus comienzos, los elementos espirituales básicos de tradiciones antiguas, a
pesar de ser consideradas por ella como «paganas», y los ha transpuesto o
transplantado a su propia tradición una vez que «cristianizó» con otros nombres
a santos, ángeles, lugares de culto, etcétera, al mismo tiempo que adoptó
también muchas de las prácticas ritualisticas y litúrgicas, especialmente las
provenientes de Egipto, de Caldea, de los celtas y de los romanos.
A pesar de todos los incontables esfuerzos hechos por las autoridades
dogmáticas de la cristiandad para tratar de borrar o de eliminar todas las
«trazas» posibles de la gran tradición primordial en sus múltiples
manifestaciones, sin embargo, las huellas están allí, a la vista de quienes «saben
ver» porque no están cegados por el fanatismo dogmático y autoritario que
invariablemente le ha sido impuesto a sus grandes masas desinformadas, con la
ayuda de los intelectuales comprometidos con la gran manipulación ideológica.
Respetamos profundamente todos los credos y religiones de la tierra,
pero a ninguno de ellos podemos atribuirle el pretendido monopolio de la
verdad. Afortunadamente en el mundo de hoy, específicamente en el llamado
«Mundo Occidental de la Cristiandad», la humanidad ha cesado de creer en
«cuentos de camino» y se encamina por un nuevo sendero de libertad plena de
conciencia, harta ya de soportar el arrogante autoritarismo religioso proveniente
de personas comunes y corrientes que, carentes de la genuina autoridad
espiritual, ya no les resta más que el absolutismo del poder temporal;
presunción que también, el tiempo y el «desgaste» por el abuso continuado,
terminarán por arrebatarles. Hoy son apenas simples poderes administrativos
articulados en una gigantesca maquinaria, pero totalmente desviados de su

__________________
5 Johann Lorenz von Mosheim, Historia de los primeros siglos del cristianismo,
s/ed., vol I, P.383.
27

verdadera misión espiritual, apresados como están en las redes de la


autoidolización de su propia obra y represados en el estancamiento y la
descomposición que son su gran debilidad, y que terminarán por causarles el
ocaso definitivo si no dan «marcha atrás» y se resuelven a rectificar su errada
conducta y propósitos. Las religiones que se «cristalizan» y «esclerosan»
desaparecen por «muerte natural»… La religión no puede quedar reducida
vanas especulaciones teológicas, a discusiones abstrusas e inútiles sobre la
naturaleza divina, el bien y el mal, etcétera, pues si en efecto, la idea de Dios es
una idea progresiva de la humanidad, sólo es mediante el proceso de realización
interior y el creciente perfeccionamiento del propio ideal divino que se miden
los pasos de la ascensión progresiva del hombre hacia Dios.
Decía Omar Khayyam:

No malgaste tu vida en vanas disputas


Ni sobre la verdad pleitees o discutas.
Argumentos, disputas sobre religión y usos,
Cambian al sabio en loco, al ignorante en bruto…6.

El mundo espera con ferviente anhelo que las tres grandes religiones de
Occidente vuelvan sus pasos hacia las grandes verdades primigenias que
permitan a la humanidad, aquí y ahora, una vida feliz, alegre, plena de libertad,
sin temores; una religión de amor y de sabiduría que mediante la vivencia
íntima de la doctrina, eleve al hombre a los estados superiores de conciencia y
convierta a su alma iluminada en un arpa viviente del Santo Espíritu.
Únicamente de ese modo, el Hombre puede realmente religarse con el ser
verdadero, vivir y trabajar en unión con Dios… eso, y no otra cosa es el
verdadero significado de la palabra «religión».

__________________
6 Edward Fitzgerald, Rubaiyat of Omar Khayyam, Shakespeare House editions,
New York (EUA), 1951.
28

CAPÍTULU IV
EL PUENTE DE LA COMUNICACIÓN FRATERNA

PARA PODER EXTIRPAR las profundas raíces de la discordia es


imprescindible que exista una comunicación plena entre los fieles y adherentes
de las religiones del mundo. Únicamente a través de la comunicación fraterna,
amplia y sin reticencias, todos pueden conocerse mejor, buscar todo cuanto los
acerca a la unión y al respeto mutuo, eliminar todo cuanto lo separa y es factor
de disensión. Ese espíritu de entendimiento podría acabar, por ejemplo, con la
tendencia antisemita que, consciente o subconscientemente parece estar
arraigada en gran parte de la cristiandad. Aprenderán que al pueblo judío deben
los cristianos la Biblia, el concepto monoteísta y buen número de
prescripciones rituales y ceremoniales. Fue precisamente en el seno del
judaísmo que surgió el cristianismo como una simple secta judía, tal como
puede verse en los «Hechos de los apóstoles». Como lo señala Claude
Tresmontant: «La Iglesia se separa de Israel como el niño de su madre. Fue
Pablo quien cortó, al menos en el plano teológico, el cordón umbilical»1.
¿Cómo puede justificarse la actitud que pretende arruinar el prestigio y
desacreditar a aquellos quienes se ha recibido gran parte de lo que hoy
constituye la propia tradición? ¿Por qué someter al «adversario» al odioso y
bajo recurso del desprecio? Es evidente que la ignorancia del verdadero origen
de las religiones es la causa de comportamientos semejantes. Por eso es
absolutamente necesario estudiar y comparar el origen de las religiones, para
«hacer luz» y eliminar crasos errores que sólo dan nacimiento a la confusión y
al desprecio de la verdad. Es absolutamente necesario, que a estas alturas del
progreso general del mundo, sean proscritos para siempre de la faz de la tierra,
los nefastos y criminales sentimientos inveterados de los prejuicios religiosos,
de los odios injustificables, del autoritarismo insostenible de la pretensión de
poseer la verdad exclusiva, etcétera, porque sencillamente, todos esos vicios y
errores conceptuales constituyen el más terrible azote, hijo del error y de la

__________________
1 Claude Tresmontant, «¿El cristianismo es realmente judío?». En revista Janus
(abril-junio), Buenos Aires (Argentina), Wrappers, 1965, p.35.
29

mentira, que la humanidad ha venido sufriendo desde hace milenios, ¡ya basta!.
Cuando finalmente los hombres religiosos se decidan a dar el primer
paso efectivo hacia la fraternidad y la paz comenzaremos a lograr el verdadero
propósito de la religión que es el de Re-novar las relaciones del «Cielo con la
Tierra» y de «la Tierra con el Cielo» que la trasgresión de la ley rompió. Todo
separatismo engendra reacciones de hostilidad, de odio, de incomprensión,
desconfianza y desprecio. Lecomte du Nouy afirma que «la unidad de las
religiones debe ser buscada en lo que es divino, es decir, universal, en el
hombre, y no en lo que es humano en las doctrinas…» Por su parte el Maestro
RamaKrishna decía:

Cuando seguimos las religiones, nos acercamos al fin único; pero cuando
los grupos, partiendo de puntos diferentes se reencuentran en vez de
unirse, buscan convencerse mutuamente de que han descubiertos el mejor
camino, y terminan a veces por lanzarse injurias y piedras. Ellos saben, a
pesar de todo, que un día, a condición de subir sin detenerse, ellos deberán
re-encontrarse en la cima de la montaña y que el camino para llegar
importa poco2.

Es indiscutible el hecho de que son más las cosas que pueden unir a los
hombres en el terreno de las creencias religiosas, que las que los separan. ¿Por
qué no establecer entonces una respetuosa comunicación fraternal como
verdaderos «hijos de Dios» y tender, de ese modo, el puente de la comunicación
fraterna?
El tema ofrece muchos aspectos para tratar acerca de ellos, pero
preferimos dejar apenas bosquejado el asunto con la idea que propone la
pregunta que formulamos en el párrafo anterior. Pongo todas mis esperanzas en
mis semejantes, basado en la convicción de que «una generación abre los
caminos por donde la generación siguiente pasará». Puente o calzada, poco
importa, lo que realmente cuenta es que se manifieste la voluntad de los
hombres por «Unir a Egipto con Asiria, para la mayor gloria de Israel», como
está simbólicamente señalado en Isaías 19: 23 a 25.

__________________
2 Jean Herbert, Lènseignement de Ráma Krishna, Editions Albin Michel, Paris
(Francia), 1972.
30

CAPÍTULU V
LA ACTITUD ECUMÉNICA CORRECTA

UNO DE LO MÁS graves errores que cometen quienes se consideran


los perfectos practicantes de la religión, es la actitud mezquina de considerar a
su propis religión particular, como la única de valor absoluto; falseando con sus
confesionalismo la esencia fundamental de la religión, que es la universalidad;
es decir, su ecumenismo, que constituye en verdad la única posibilidad de
unión.
Por cuanto el punto de vista religioso se basa en el conocimiento que el
creyente tiene acerca de una revelación determinada, es obvio que cada religión
«traduce» las grandes verdades universales en lenguaje dogmático; lenguaje
que no es accesible a todos en su verdad intrínseca, en sus dimensión interior y
trascendente. Pretender construir veleidades en verdades absolutas es inventar
«verdades» y por lo tanto es falsear la Verdad Integral.
La unidad, sea en el dominio iniciático o en el religioso, sólo es factible
cuando se realiza de manera íntima y espiritual, sin apego a las formas
particulares de la verdad, que sólo son divisiones conceptuales o aspectos
fragmentados de la verdad integral, porque únicamente en la universalidad se
resuelven todas las oposiciones y antinomias.
Es muy acertada la opinión del teólogo protestante Pasquier, cuando
afirma que cada tradición confesional debe centrarse nuevamente en la verdad,
y aceptar que cada una de ellas no refleja sino un aspecto complementario de
esa Verdad.
Creemos que tal ha de ser el verdadero espíritu ecuménico que debe
reinar entre todas las religiones, específicamente entre las tres principales
religiones, específicamente entre las tres principales religiones de Occidente;
sin pretensiones hegemónicas el «ecumenismo sui generis» de los católicos-
romanos, y sin la opinión de cierto Diccionario teológico (Teología
Dogmática)1 que afirma concluyentemente esta «joya» del «ecumenismo al

__________________
1 P. Parente, Diccionario de Teología dogmática, Editorial Litúrgica Española
S.A., Barcelona (España), 1955.
31

revés»: «Las confesiones protestantes y cismáticos son fragmentos


desprendidos de la verdadera y única Iglesia que es la Católica».
También en el seno del protestantismo se ha hecho manifiesto el
antiecumenismo, como es el caso del llamado «Consejo Internacional de
Iglesias Cristinas» (I.C.C.C) con su evangelismo agresivo y proselitista, como
fruto de las querellas doctrinales que entre ellos mismos ha producido la
generalizada escisión en grupos y sectas numerosos. No obstante, debemos
reconocer algunos esfuerzo, como el de la «Conferencia de Edimburgo», en
1910, cuando germinó la idea del «Congreso Ecuménico de las Iglesias
Cristianas»; Consejo que se consolidó en Amsterdam (Holanda) en 1948.
Un teólogo presbiteriano, John A. Mackay, define el ecumenismo en los
siguientes términos:

El advenimiento de la iglesia universal, ideológica y realmente, hizo nacer


en el seno de los círculos protestantes una ciencia nueva: el ecumenismo.
El ecumenismo es la ciencia de la Iglesia universal, de la naturaleza, de
sus funciones y relaciones, y de su estrategia. Corresponde en la esfera
religiosa a la geopolítica en el plano profano2.

Entre las fuentes del «ecumenismo católico» nacidas a raíz del decreto
sobre ecumenismo postconciliar, merece especial mención la idea del padre
Pablo Couturier (sacerdote francés, ya fallecido), quien fue el iniciador de la
tendencia hacia el llamado «Ecumenismo Espiritual» y su «Monasterio
Invisible» de oración por la unidad cristina. Las poderosas energías del anhelo
unitario en la oración unánime de las distintas comunidades católicas,
protestantes, ortodoxas, etcétera, son un maravilloso medio de realizar una
comunión fraterna de los fieles con Aquel Quien es La Verdadera y única
Cabeza, y el Mediador único de la Gran Ekklesia Universal. Esa gran
convergencia hacia la plenitud de la unidad es al mismo tiempo una conversión
(convertio…), y una renovación (metanoia) de los participantes, sin la cual no
es posible lograr el cambio en el modo de pensar y de sentir que es
indispensable para que, en la Tierra habitada (oikoumené), se establezca lo
Universal (oikoumenikos).
El profesor Skydsgaard, al saludar al Papa el 10 de octubre de 1963,

__________________
2 John A. Mackay, Ecumenics. The science of the Church Universal, Prentice
Hall, Englewood Cliffs, New Jersey (EUA), 1964, PP. 50-52.
32

A nombre de los observadores de las «Iglesias Separadas», en el Concilio


Vaticano II, dijo:

Nuestras expresiones dogmáticas de la verdad se oponen sobre puntos


importantes de capital interés, y no vemos hoy cómo se resolverán esas
divergencias fundamentales sobre la infalibilidad del Papa, el dogma
Mariano, y, sobre todo, sobre la autoridad de la Revelación en la Biblia y
la Tradición respectivamente. Y, sin embargo, amándonos en Cristo,
vivimos ya una unidad de la que Él es el Manantial y la garantía. En la fe
recibimos la certeza de que su oración por la unidad de sus discípulos será
escuchada. Y pedimos a Dios nos conceda Su Paciencia y Su Sabiduría,
porque se trata de una gigantesca tarea que se llevará a término cuando
Dios quiera y como Él quiera3.

Corinne Heline comienza su libro Mythology and the Bible con las
siguientes palabras:

La verdad, como un hilo dorado, liga juntas todas las religiones que han
sido dadas al mundo, haciendo de ellas un rosario de cristal a través del
cual brilla la Eterna Luz Blanca del Cristo Cósmico4.

Uno de los propósitos que nos anima e impulsa, al escribir este libro, es
el de ayudar a salir del impasse de la estrechez de criterio, del orgullo
confesional intolerante y dogmático, a la gran mayoría de personas que
pretenden ser religiones, incitándolas a que se replieguen hacia lo Íntimo para
tratar de encontrar allí el centro equilibrante del ser, y puedan ser penetrados
por el espíritu del amor impersonal por excelencia: el amor a Dios bajo su
aspecto más universal: la devoción (El Bhakti de los hindúes, el Mahabah de
los sufíes, etcétera). Y allí, en lo más hondo e íntimo de nosotros mismos,
despojados de todo prejuicio y arrogancia, atiza la pequeña chispa divina que
mora en cada uno, y tratar de acercarnos al encuentro con La Presencia de la
Realidad Sagrada que llamamos Dios; o, si se prefiere, una elevación a ascenso
hacia lo eterno… Si lo hacemos con la actitud correcta, podremos comprobar

__________________
3 K.E. Skydsgaars, ¿Qué nos separa de la Iglesia Católica?, Respuesta
protestante: «Concilium» 54, 1970.
4 Corrine Heline, Mythology and the Bible, New Age Press, California (EE UU),
1970, p. 3.
33

que le camino está abierto entre el hombre y lo sagrado; que la espiritualidad


está a nuestro alcance, mucho más de lo que imaginamos. Igualmente podremos
comprobar cuán vano es el Esfuerzo de represión de nuestros impulsos más
profundos, porque estamos religados a las Realidad Trascendente, de la que
nunca hemos estado separados totalmente. El esfuerzo de la relación del
hombre para con Dios tiene siempre su respuesta. Tal es la promesa que nos
transmite Isaías, 65:24 «Y será que antes que clamen, responderé yo, aun
estando ellos hablando, yo habré oído». Ciertamente, sin lugar a dudas, Dios
responde a quien le llama «Clama a mí, y te responderé, y te enseñaré cosas
grandes y dificultosas que tú no sabes». (Jeremías, 33.3)
La actitud ecuménica correcta debe estar fundamentada en la búsqueda
y logro de la unidad íntima con el ser verdadero, pues está dicho: «Buscad el
reino de Dios y su justicia y todo lo demás os será por añadidura». Que cada
uno cambie de actitud y el mundo también cambiará con nosotros…
Pierre Deloeuvre, el Maestro de Obra citado por Christian Jacq en su
libro Les trente trois degrés de la sagesse, dice, respecto a lo que significa
cambiar de estado, lo siguiente: «Cambiar de estado es pasar de verdad en
verdad sin fijarse a ninguna de ellas sin esclerosarse en un dogmatismo y sin
llegar a ser escèptico»5.

__________________
5 Cristian Jacq. Les trente trois degrés de la sagesse, Editions du Rocher, Mónaco,
1981, p. 19..
34

CAPÍTULU VI
TODO LO HUMANO ES CORRUPTIBLE

EN EL DEVENIR de la historia de las ciencias religiosas veos cómo la


forma viviente y espontánea de realidades experimentadas por la humanidad en
épocas remotas, después de convertirse en lo insólito, se transforma en
impostura y degenera en desvarío. Como es natural, todo lo humano está
expuesto a la corrupción; ésta da origen al purito sectario, al dogmatismo cerril,
al abuso, la arbitrariedad, la ambición y hasta la impiedad, pues, a pesar de que
la religión pertenece al carácter humano integral del hombre, cuando éste no
responde con su comportamiento a la tendencia de religiosidad o constitución
natural, impide que la esencia fundamental de la religión se manifieste; es decir,
que la relación del hombre con lo sagrado se lleve a feliz término
El abate Constant (Eliphas Levi) opina lo siguiente, respecto a la
religión natural (es decir, la que florece espontáneamente en el alma): «La
Religión, en efecto, existe aparte de toda discusión dogmática. Es una facultad
del alma humana, lo mismo que la inteligencia y el amor. Mientras haya
hombres, la religión existirá».
La desaparición de las religiones o el regionalismo no implica la
desaparición de lo religiosos o de la religiosidad, porque, como lo afirma Roger
Godel:

…ella está muy adentro del Hombre, en el centro de su Ser Verdadero, la


lejana e inmanente Consciencia de la Unidad Integral, ejerce
obscuramente sobre todo el ser su poder de nostalgia y de fascinacion1.

En el dominio especifico del esoterismo y de la iniciación, ya no se trata


de ninguna manera de religión, sino de conocimiento de la ciencia sagrada, ya
que lo sagrado no es un «monopolio» de la religión. La teología no es, como

__________________
1 Roger Godel, Ensayo sobre la experiencia liberadora, Editorial Hachete,
Buenos Aires (Argentina), 1955, p. 145.
2 Cf. R. Emmanuel, Pleins feux sur la Grèce antique, Editorial R. André, Paris
(Francia), 1963, p. 309.
35

muchos pretenden, una ciencia sagrada, sino una ciencia metódica y sistemática
hecha por el hombre, que se ocupa de discurrir y especular acerca de Dios.
Como bien lo señala R. Emmanuel: «Todas las religiones son hijas del Espíritu;
la desdicha viene de la letra primero, y de la razon»2.
El hecho de encasillarse con obstinación en los conceptos que se
conocen o se tienen acerca de Dios, además de construir una posición
intransigente y dogmática, revela evidente orgullo y ostentación. Creemos con
Paramhamsa Yogananda que

Cualquiera que sea la concepción que tengamos de Dios, si ésta no influye


en nuestra conducta diaria, si la vida cotidiana no encuentra una
inspiración en ella, y si no se reconoce universalmente necesaria, entonces
tal concepción es completamente infructuosa3.

Decía Lanza del Vasto:

La doctrina no es conocimiento sino instrumento que permite alcanzar el


conocimiento, siempre que se la maneje con prudencia y se aplique donde
hace falta4.

El sectarismo es hijo de la rigidez conceptual y del formulismo


convencional. En relación con el título de este libro, es lo que podríamos llamar
«la parte podrida de la manzana». La verdad sólo se puede alcanzar por íntima
realización personal, por medio de la experiencia profunda espiritual. La
conciencia de Dios es la directa aprehensión de la verdad. Ante esta realización
espiritual, ante esta vivencia, ¿en qué se convierten las creencias y las dudas,
los preceptos y las prohibiciones, las teorías y los dogmas? Sencillamente
desaparecen como se esfuman las tinieblas de la luz…
La verificación de una teoría descansa en su práctica. No vacilamos en
admitir, por lo tanto, la opinión de que «La religión en su más amplio sentido
quiere decir primeramente conciencia de Dios y secundariamente un cuerpo de
creencias, doctrinas, rituales», etcétera. Es únicamente el segundo aspecto (el
secundario) el que da origen a las diferentes denominaciones y sectas.

__________________
3 Paramhamsa Yogananda, La ciencia de la religión, Self Realization Publishing
House, Los Ángeles-México D.F., 1951, p. 2.
4 C.f Lanza del Vasto, Le pélerinage auz sources, Editions Denoël, Paris
(Francia), 1968, p. 95.
36

Un verso buddhista dice:

Cuando te interroguen con curiosidad tratando de saber que es Ello, no


afirmes nada ni niegues nada; pues cualquier cosa que se afirme no es
verdadera, y cualquier cosa que se niegue no es verdad. ¿Cómo podría
nadie decir con certeza lo que eso pueda ser mientras él mismo no haya
alcanzado plenamente lo que es? Y después de haberlo logrado, ¿qué
palabra se puede enviar desde una región en la que la carroza dela palabra
no encuentre huella sobre la que pueda correr? Por lo tanto, a sus
interrogatorios contesta solamente con el silencio, silencio… y un dedo
señalando el Camino…5.

El Señor de Compasión (el Buddha) dijo:

No creáis nada por la sola afirmación de los doctores y de los sacerdotes,


pero aquello que hayas verificado personalmente y experimentado, y al
final reconocido por verdadero, guárdalo y hazlo tu doctrina…6.

__________________
5 Tradición oral.
6 Tradición oral.
37

CAPÍTULU VII
DIFERENCIA ENTRE EL CONOCIMIENTO (GNOSIS) Y LA FE
(PISTIS)

LA PARTICIPACION directa y activa en el Conocimiento Divino


(gnosis), accesible a cada ser humano, difiere enormemente de la participación
indirecta y pasiva de la revelación y de la fe. El punto de vista del creyente
religioso se basa en lo que podríamos definir como una «traducción» o una
interpretación de las grandes verdades universales en el lenguaje de la fe y de
sus símbolos dogmáticos y rituales. Ya lo dice el viejo refrán italiano:
«Traduttore, traditore…». Nunca es muy confiable la habilidad traductora,
especialmente en asuntos y temas tan distorsionados a voluntad y a criterio del
«traductor»…
El dogmatismo, por su condición propia y su absolutismo, es
perfectamente incapaz de resolver las oposiciones y las aparentes
contradicciones de dos aspectos complementarios de una sola verdad. Por ello,
al establecer una comparación entre dos doctrinas, la que puede admitir la
coexistencia con la otra sin ser molestada, tiene indudablemente la ventaja, pues
ello prueba que posee todo lo que la otra posee de la verdad, pero con algo más
que la sobrepasa. Tal es, por ejemplo, lo que ocurre con el esoterismo, ya que
como en toda doctrina metafísica, las ideas que se formulas son comprendidas a
la vez según la tendencia teorizante o dogmática (la letra o el sentido literal), y
según la verdad interna (el Espíritu), sentido profundo, de dimensión interior y
trascendente. «Es en efecto por el esoterismo que se unifican las doctrinas
tradicionales, más allá de sus diferencias» (René Guénon).
Toda verdadera tradición es doble en su integridad: es metafísica o
esotérica y religiosa o exotérica. El aspecto exotérico está al alcance y la
compresión de todos; pero el aspecto esotérico sólo está al alcance de los
iniciados. Esoterismo y exoterismo son dos fases de una misma medalla. Todo
esoterismo tiene por base, esqueleto o «armadura», una tradición exotérica. Y a
su vez, el aspecto exterior de la tradición, tiene su expresión y su complemento
en el esoterismo de la misma. Por ejemplo, en el islam, la shariah tiene su
complemento en la tariqah (At-tacawwuf). En el judaísmo, la qabalah es el
complemento de la revelación (Sepher Tora). En el cristianismo, el
38

complemento es el Hermetismo, sin que por ello forme una parte del
exoterismo, sino que constituye una magnitud autónoma. Quien pretende cerrar
lo universal en visiones fragmentarias que no corresponden a la Verdad
Integral, incurre en el error de la visión inadecuada y exclusiva de un solo
aspecto de la visión, de un solo punto de vista y de un aspecto determinado.
39

CAPÍTULU VIII
CONOCIMIENTO METAFÍSICO Y FILOSOFÍA

EL PUNTO DE VISTA metafísico es universal e ilimitado. El punto de


vista teológico, por su misma «especialización» o naturaleza propia, está de
hecho limitado y su alcance restringido, e implica, como característica
fundamental, la presencia de un elemento sentimental predominante sobre la
inteligencia. El punto de vista teológico, por ser una particularización del punto
de vista metafísico, implica por ello una alteración, una aplicación y adaptación
a la sentimentalidad que es relatividad y contingencia. Por lo tanto, una doctrina
que se adapta a las exigencias de la sentimentalidad no puede estar identificada
con la verdad absoluta y total.
La metafísica es esencialmente el conocimiento de los principios de
orden universal, mientras que le punto de vista religiosos implica, como ya
hemos dicho, la intervención de un elemento de orden sentimental. En
metafísica no se trata como el la teología, de lo relativo y contingente, de
creencias, especulaciones y opiniones variables de acuerdo con el conocimiento
o la ignorancia de los hombres, porque la metafísica no participa de la
relatividad del conocimiento individual, sino que implica la certidumbre
absoluta, la certidumbre permanente e inmutable. «No hay conocimiento
verdadero y que valga, sino es el que tiene su raíz profunda en lo universal y en
lo «no-formal» ―afirma René Guénon»1.
En el oriente especialmente en la India, la tradición es puramente
metafísica en su esencia; en dicha tradición toda está subordinado al dominio de
los principios universales; lo que está más allá de todas las formas y de todas as
contingencias.

Para el hindú ―dice Jacques Masui― el conocimiento es ante todo un


medio de realización, un poder practico para el descubrimiento de las
cosas, en vista no solamente de nuestras virtualidades ocultas, sino del

__________________
1 Cf. René Guénon, capitulo «caracteres esenciales de la metafísica», en
Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes, Editorial Losada,
Buenos Aires (Argentina), 1945.
40

establecimiento definitivo del ser en aquello de donde extremos nuestra


realidad esencial. El yoga no es otra cosa que la experiencia total de la
vida humana. Es, además, el aspecto viviente, la aplicación experimental
del conocimiento revelado tradicional (veda). Todo hombre sigue una
determinada forma de yoga adaptada a sus calificaciones personales y a su
función. Forma que es educación del ser, propia para hacer viviente el
conocimiento teórico. En nuestros días, cuando todo está al revés, uno se
contenta con asimilar una teoría para no ir hacia su realización sino en
algunos casos excepcionales que aparecen del todo anormales, mientras
que los antiguos practicaban primero y especulaban después. La cultura
hindú se ha edificado así, segura de lo vivido, vehiculada primero por el
lenguaje de los mitos, seguidamente por las imágenes y los símbolos y,
mucho más tarde por las ideas. Contrariamente a lo que ha pasado en otra
parte, jamás se han impuesto dogmas esclerosados a su ciencia, ni
construcciones dialécticas impecables pero sin aire… El pensamiento
hindú permanece siempre abierto a la experiencia interior: las
especulaciones y los dogmas son verificados sin cesar gracias a la
inevitable necesidad de encontrar el Ser en sì y, al mismo tiempo, la
libertad2.

La palabra «yoga», que quiere decir «lo que religa», se refiere a las
técnicas y métodos mediante las cuales el practicante puede entrar en contacto
con los mundos trascendentes y con lo divino. Frithjof Schuon, en su libro
Images de l′esprit, define el yoga como

Un conjunto de medios técnicos que permiten realizar con la ayuda de


elementos intelectuales, corporales, morales y a veces emotivos, la visión
a través del éxtasis y el Samadhi. Es el arte de abrir ―sobre la base de
nuestra estructura cósmica― nuestra caparazón o carapacho de luz que
nos «rodea» infinitamente, pues el hombre está como sumergido en lo
infinito que es su Esencia3.

Mientras que para el oriental su tradición es una actitud que hay que
vivir (realizar), para el hombre occidental la religión es una creencia que hay
que profesar. Por eso no resulta acertado ni conveniente aplicar el término

__________________
2 Jacques Masui, Yoga, science de l′homme intégral, Cahiers du Sud, Paris
(Francia), 1953, pp. VII Y IX.
3 Frithjof Schuon, Images de l′esprit, Shinto Bouddhisme Yoga, Editeur Courrier
du Livre, Paris (Francia), 1993, pp. 178-180.
41

«religión» a las doctrinas tradicionales del Oriente, porque dicho término


corresponde al modo propio de la civilización occidental, representada por el
judaísmo, el cristianismo y el islam. Aunque en el judaísmo y en el islam, como
ya lo hemos señalado antes, la tradición presenta dos aspectos distintos, uno
exterior, religioso, al que se adhiere directamente el conjunto de las
instituciones sociales, y el otro interior, metafísico, exclusivo de una «elite»
intelectual y espiritual.
Entre los orientales la tolerancia religiosa es tan amplia que permite la
coexistencia o cohabitación entre diferentes religiones. Por ejemplo, el shinto
japonés puede coexistir sin inconvenientes con el buddhismo, así, entre los
orientales es muy frecuente practicar simultáneamente dos, tres y hasta cuatro
religiones diferentes. Las religiones semíticas, es decir, el judaísmo, el
cristianismo y el islam, forman una excepción en el conjunto de las religiones
del mundo, en el sentido de que ellas no aceptan, en principio, asociarse a otra
religión. De esta imposibilidad deriva el gran fracaso del cristianismo a través
de toda el Asia. No se encuentran verdaderas comunidades cristianas
importantes, más o menos mayoritarias, sino a los dos extremos de Asia, es
decir, en el Líbano y en las Filipinas. En otras partes, se trata de pequeñas
minorías, la mayor parte del tiempo sospechosa de complicidad con las
potencias coloniales. Las religiones no semíticas demuestran una inmensa
tolerancia hacia las otras y se entiende con ellas, mientras que no le está
permitido a un cristiano, por ejemplo, ser al mismo tiempo mahometano4.

Analizando un poco más a fondo la aparente razón de ser de esa loable


posibilidad de la coexistencia o cohabitación entre diferentes religiones en
Oriente, tomemos por ejemplo el caso de los Shintoístas japoneses que
generalmente pertenecen también al Buddhismo-Zen. Entre ellos no puede
haber oposición doctrinal alguna porque sencillamente ni el Buddhismo-
Zen ni el Shinto constituyen una doctrina. Ambos son una manera de
vivir, una disciplina, una tradición, una emoción, un sentimiento en
profundidad que forma parte de la idiosincrasia japonesa5.

__________________
4 Y tampoco lo contrario; es decir, un mahometano que se atreviera apenas a
persignarse o asistir a misa, seria ipso facto condenado como infiel o hereje
(Nota del autor).
5 Cf. Jean Herbert, «L′asie d′outre islam», en Introductions l′Asie, Editions Albin
Michel, Paris (Francia), 1960.
42

La aplicación experimental, vivencia, del conocimiento directo,


inmediatamente aprehendido, permite captar y comprender cabalmente el
elemento divino indeterminado de la naturaleza de las cosas, lo cual facilitra
obtener premisas básicas que son susceptibles de comprobación inmediata y
completa. Los hechos de la experiencia inmediata son accesibles a cualquiera,
sin necesidad de recurrir al santo, al profeta o la revelación de la autoridad
inspirada.
San Isaac de Sirián decía:

El alama, tal como el cuerpo, tiene dos ojos; pero mientras que los ojos
del cuerpo ven, el uno y el otro, las cosas de la misma manera, los del
alma ven diferentemente: uno contempla la Verdad en simbolo y en
imagen; el otro lo contempla cara a cara…6.

__________________
6 Fuente desconocida.
43

CAPÍTULU IX
LO QUE SE LLAMA RELIGIÓN EN OCCIDENTE

HEMOS VISTO que en el Oriente, especialmente en la India, la


tradición, aunque metafísica en su esencia, es doble en su integridad: esotérica y
exotérica. Señalado lo que distingue el pensamiento metafísico del pensamiento
teológico o filosófico (en el sentido occidental de esta palabra, vale decir,
largamente elaborado por la reflexión de los «técnicos» o «especialistas»),
veamos qué constituye lo que se llama religión en Occidente.
Tres son los elementos que la componen: un dogma, una moral y un
culto. El dogma es la parte intelectual, la doctrina religiosa, el pensamiento
teológico, cuyos criterios, creencias y concepciones son concebidos con una
matiz sentimental, afectivo o emotivo; un principio «consolador»: la
concepción de salud o la «esperanza de salvación anímica». Es la «verdad de
fe» propuesta por el cuerpo docente y promulga a los fieles y seguidores con la
obligación de creer en ella. Quien niega la fe es un «herejes». «Herejía» viene
del griego hairesis, que significa «elección». Generalmente, quienes «eligen»
otros caminos ―lo cual es el uso de la libertad volitiva― suelen ser personas
de facultades perceptivas e intelectivas que rechazan la obscura y simple
adhesión a la fe, porque aspiran a una certeza superior, a un asentimiento
basado en el conocimiento directo (La gnosis). Tal es la llamada pistis-sophia
de los gnósticos: una fe (pisitis) basada en el conocimiento (gnosis).
Aquí volvemos a encontrar la frontera entre lo que se entiende en
Oriente por «tradición» o «doctrina tradicional», y lo que se entiende por
«religión» en Occidente. Cuando se usa un sinónimo de la palabra «fe»,
generalmente se le substituye por la palabra «religión», y viceversa. Es el
término análogo, porque la fe es la literal descripción de lo que la religión
generalmente es en Occidente: fe y creencia. Existe un inmenso abismo de
diferencia entre la confianza puesta en meras persuasiones de fe y la íntima
convicción de la aplicación experimental, vivencial del conocimiento
inmediatamente aprehendido o conocimiento directo (La gnosis). El mismo
apóstol Pablo, que tanto predicó acerca de la fe, dice: «Añadid a vuestra fe
virtud; a la virtud conocimiento». (1-Pedro, 1:5). Es decir: la fe es buena, pero
no basta. El mismo Pablo lo confirma en Hebreos, 5:12 al 14, cuando dice:
44

Porque debiendo ya ser maestros a causa del tiempo, tenéis necesidad de


volver a ser enseñados cuales sean los primeros rudimentos de las
palabras de dios; y habéis llegado a ser tales que tengáis necesidad de
leche y no de manjar sólido. Que cualquiera que participa de la leche, es
inhábil para la palabra de justicia, porque es niño. Mas la vianda firme es
para los perfectos, para los que por la costumbre tienen los sentidos
ejercitados en el discernimiento del bien y del mal…

La moral es una especie de legislación religiosa; el conjunto de


consideraciones relativas y contingentes, cuyo fin y alcance son puramente
prácticos y preponderantemente sentimentales. Son las normas o convenciones
establecidas y observadas desde el punto de vista religioso; es decir, basada en
la doctrina religiosa, para regir el comportamiento libre del hombre. La moral,
es una religión de obediencia, puede llegar fácilmente a deformarse en
esclavitud o en hipocresía, y al infectarse con el falo criterio oportunista de que
«el fin justifica los medios…», esa adaptación utilitaria permite a la clase
clerical hacer y deshacer cuanto se le antoje, invariablemente justificado con el
famoso «lema» ad majorem dei gloriam…
Ese falso criterio permite «jugar» a una «moral de los débiles de
espíritu», a una «moralidad» innoble, plebeya y sórdida. El cristianismo, tanto
en su forma católico-romana como en la protestante, están señalados por la
historia como culpables de innumerables faltas graves a la Moral que pretenden
imponer a sus fieles. Por su parte, en el islam, los ulama han cometido crímenes
«legales» sin fin; tanto que preferimos no recordarlos para no lastimar antiguas
heridas que jamás han dejado de sangrar, y porque el objetivo que perseguimos
con nuestro libro es hacer reflexionar sobre los errores cometidos en el pasado,
y como resultado del propósito de enmienda, proseguir en la búsqueda sincera
de la concordia, la armonía, la paz y el amor entre todos los seres sin
distinciones ni discriminaciones de ninguna especie.
El culto es el elemento ritual. Los ritos religiosos son expresión
simbólica y sensible (analógica) de la doctrina. Es el signo externo, visible, que
sirve de vehículo o de sostén para la influencia espiritual (la eficacia
sacramental). Las ceremonias son los medios accesorios y convencionales ―no
esenciales― sobreañadidos al rito. Comportan un despliegue de pompa externa
según el caso particular y la ocasión. En toda civilización estrictamente
tradicional, todo tiene verdaderamente un carácter ritual, hasta las mínimas
acciones de la vida corriente. La palabra «rito» deriva del sánscrito rita, que
significa «orden», emparentada por su raíz a la palabra latina ordo (orden). Por
45

lo tanto, el rito es, etimológicamente, «lo que se cumple conforme al orden».


Los ritos son símbolos puestos en acción1.
El rito religioso ―el Dr. Víctor Massuh― comprende una serie de actos
que se cumplen con vistas a la actualización de cierta realidad sagrada. Los
distintos pasos de esta acción están fijados según normas rigurosas e
invariables; cada uno de ellos posee un valor simbólico. Por regla general, estos
actos repiten un hecho arquetípico protagonizado por un Dios en un tiempo
mítico divino. El misterio de la acción ritual, el encuentro del hombre con lo
sagrado sólo se produce cuando el creyente se ha incorporado al corazón del
rito y ha sido arrebatado por él. Desde «fuera» sólo observamos una acción
carente de sentido. El rito, a nuestro juicio, se justifica como una práctica, que
en algún instante puede transformarse en emoción. En suma, una repetición
que, intensificada, dejaría de serlo para convertirse ella misma en la novedad de
la experiencia religiosa2.
La palabra «culto» viene del latín colere: honrar. Corresponde
específicamente a la manifestación interna y externa hecha en honor del Ser
supremo (Latria). Según la Iglesia católico-romana, el culto tributado a los
santos se llama dulia (veneración), y el culto a la Virgen María se denomina
hiperdulía (veneración preferente).
Todo culto se rige por una liturgia, que es el culto oficial de cada
religión. En la iglesia católica la ley del culto es la ley de la fe (Lex orandi lex
credendi), no mera regla litúrgica; es la Iglesia un culto de adoración a Dios a
través de Jesucristo, que es el Summus Sacerdos de la liturgia; es decir, la
«Cabeza» de la Ekklesia. Tal es la «adoración al Señor Dios Todopoderoso, que
es el Templo e ella y el cordero (meditación ascendente. Cfr.: Apocalipsis,
21:22). También se considera parte de la liturgia el oficio divino contenido en
el Breviario (Oficio anejo), compuesto por salmos, antífonas, lecciones de las
Escrituras y escritos de los Padres de la Iglesia (sacrificium Iaudis). La liturgia,
según el concepto católico, abraza esencialmente la celebración del sacrificio
eucarístico, el oficio anejo o rezo del Breviario ―obligatorio para los clérigos
regulares y seculares― y la administración de los sacramentos. La iglesia, al
ofrecer a Dios el homenaje de adoración y alabanza (meditación ascendente),
comunica a las almas los dones de la gracia (meditación descendente).
__________________
1 René Guénon, Le règne de la quantité, Gallimard, Paris (Francia), 1945, nota 1,
p. 32.
2 Víctor Massuh, El rito y lo sagrado, Editorial Columba, Buenos Aires
(Argentina), 1965, pp. 7 y 9 (Las cursivas son del autor).
46

La ciencia litúrgica de la Iglesia católica es la más completa y acabada


de Occidente. Al menos lo era hasta que comenzó el ataque de la secularización
contra los excesos ritualistas de su liturgia. La iglesia reaccionó ante el espíritu
«antirritualista» y entonces comenzó el repliegue que, al ceder, si por una parte
logró purificar la liturgia de muchas expresiones no esenciales, como los
excesos de formulismos y minuciosas prescripciones, por la otra parte, pasó al
extremo opuesto por el exceso de afán revisionista. Magnifico el verdadero
problema que era eliminar lo superfluo, resultado de lo que alguien llamo
«inflación litúrgica» (Juan Llopis), y terminó por desechar también, elementos
valiosísimos, significaciones básicas del más puro simbolismo tradicional
ontológico y cosmológico, a cambio de un sospechoso halago a un auditorio
que, si antes no fue capaz de comprender el misterio (la sacralidad interna),
hoy, a pesar de los esfuerzos de la Iglesia por hacerlo accesible a todos, a un
«pueblo de Dios» (?) plenamente secularizado, sigue tan ausente en la
participación de la experiencia religiosa como en la respuesta a la gracia. Pero,
el daño está hecho: la liturgia fue despojada de símbolos con dimensión
profunda de expresión. Se deja ver muy a las claras que los teólogos (los
«técnicos») y demás «autoridades» que inventaron las nuevas fórmulas
experimentales, se han quedado prisioneros del «tecnicismo», como todos los
«especialistas», por lo cual, han resultado ellos mismos más irreligiosos que el
pueblo para el que pretendieron fabricar una nueva liturgia a expensas de los
sagrado y lo tradicional. Todo ello, simplemente, para «complacer» al pueblo y
al hombre de la calle, que continua tan ignorante e insensible como siempre
acerca de «aquello que le pertenece», porque no se le ha enseñado a descubrir
qué cosa real se esconde o subyace bajo el manto aparente del tiro. Confiamos
en que se comprenda que nuestro intento es expresar con toda sinceridad de
espectador desprejuiciado lo que opinamos acerca de lo que no dudamos en
considerar como una verdadera pérdida muy lamentable, a cambio de una
sustitución infructuosa y deformante. Nos obliga a recordar el pensamiento
taoísta que dice: «Cuando el hombre inadecuado utiliza los medios correctos,
los medios correctos trabajan al revés…».
Las misas ahora son «de frente al pueblo». ¿Pero es que la «adaptación»
ha logrado acaso que ese pueblo no continúe de espalda al sentido íntimo y
profundo de la liturgia? Nos atrevemos a afirmar que no; porque ni la liturgia
antigua ni la «retocada» ni secularizada se hallan a la medida de nadie que no
posea la capacidad de percepción, de sensibilidad espiritual y de captación que
sólo poseen muy pocos…
47

El verdadero progreso consiste, no en la insensata destrucción de los


antiguos valores, sino en manejarlos (si es que se puede…) y refinar todo lo
bueno que ha sido logrado a través del tiempo. Fue precisamente respecto a «la
huella de los Antiguos» que el gran san Bernardo dijo:

Somos enanos sentados en los hombros de esos gigantes; el que


percibamos más las cosas, y más alejadas, no se debe a la agudeza de
nuestra propia vista ni a la altura de nuestro cuerpo: son ellos quienes nos
levantan con su tamaño gigante3.

Y John de Salisbury, sucesor de Bernardo de Chartres, reconociendo el


valor de la antigua sabiduría, dijo:

Nuestro tiempo es servido por el beneficio de pasados días, y a menudo


conoce más que el mundo de ayer, pero no porque el espíritu de nuestro
tiempo es el más grande, sino porque descansa sobre los otros poderes y la
madura sabiduría de nuestros padres4.

¡Que diferente es la cháchara de algunos autores católicos y protestantes


«modernos» que pretenden sentar cátedra de doctos en la materia, pero que sólo
demuestran con sus «argumentos» que ellos mismos han alcanzado la máxima
cristalización secular. Sus palabras son similares a las de cualquier profano sin
ninguna relación con el genuino conocimiento de la ciencia sagrada tradicional.
Son múltiples eruditos, «profesores», persona «cultivadas» en lo libresco y
evidentes amantes del «hybris intelectual»; pretender hablar con «autoridad»
acerca de todo, especialmente de lo que más ignoran… Todo ello sin contar con
las evidentes manifestaciones de un rechazo consciente o inconsciente hacia
todo tipo de autoridad y a todo lo que tenga el más tenue viso de tradición…
Es de justicia reconocer el respetuoso y fiel apego a la tradición, que las
iglesias ortodoxa y copta han sabido guardar sin ceder un ápice en ningún
momento a las conveniencias «populistas» de simplificación y vulgarización de
lo sagrado. Evidentemente, el Oriente es menos permeable a lo secular y lo
profano, por eso siempre hemos admirado su vivo anhelo de encontrar un
sentido renovado de lo sagrado y el sano equilibrio que sabe guardar entre la
inteligencia y la extravagancia. Sin embargo, ese importante núcleo de

__________________
3 Tradición reservada.
4 Tradición reservada.
48

cristianos, que si bien ―y por «motivos de caridad, moderación y acercamiento


conviene llamarlos disidentes o hermanos separados»5, son considerados
cismáticos y heréticos por la Iglesia católica, y según el mismo autor antes
señalado: «Las Iglesias disidentes, en cuanto sociedades religiosas, no pueden
tenerse en modo alguno como miembros y partes integrantes de la Iglesia de
Cristo…»6.
Habría que preguntarle al buen Jesús de los católicos si este
desconocimiento de una parte importante del cuerpo de Cristo, es decir, el
«desgarramiento» del cuerpo místico que abarca a todo el género humano, fruto
de las especulaciones de la eclesiología católico-romana, debe prevalecer contra
las promesas de Dios.

Que ya no seamos niños fluctuantes, y llevados por doquiera de todo


viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para engañar,
emplean con astucia los artificios del error… antes siguiendo la verdad en
amor, crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza, a saber: Cristo
(Efesio, 4: 14 y 15).

__________________
5 Cf. Àngel Santos Hernàndez, s,j., Iglesias de Oriente, Editorial Sal Terrae,
Santander, España, 1959.
6 Ídem.
49

CAPÍTULU X
EL HOMBRE, RECIPIENTE
Y POTADOR DEL ESPIRITU

En Él estaba la vida, y la vida era la luz


De los hombres. Aquél era la luz verdadera,
Que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.
Juan, 1: 4 y 9

LAS IDEAS Y TENDENCIAS religiosas son innatas en el ser humano;


ellas se encuentran enraizadas en lo más profundo del alma; razón por la cual se
manifiesta en todos los pueblos de la Tierra, por más disímiles que éstos sean
en cuanto a cultura, civilización, raza, etc. Esa tendencia, aspiración, certeza
indefinida, noción indirecta y difusa que podríamos llamar la «evidencia
ontológica», es algo que nos viene de Dios; es la Verdad que nos trasciende; es
la facultad cognoscitiva del alma.
La religiosidad, es decir, los imperativos de la psique humana por dar
expresión sensible o exteriorización a la idea de lo divino, es algo que interesa
entrañablemente al hombre y que lo alienta a buscar la expresión de esa
tendencia no aprendida sino heredada; una condición básica de la propia psique,
connatural, sembrada por Dios mismo en la naturaleza del Hombre Primordial.
A pesar de que los «sabios» especialistas modernos, tan amigos de
«aguarle la fiesta» a todo el mundo con sus conclusiones, atribuyen a Jesús (por
la parábola del grano de mostaza) ignorancia de la Botánica, el contenido
simbólico, analógico y trascendente de la parábola que Mateo (13:32)
transcribe, ésta sigue teniendo perfecta validez:

El grano de Mostaza, la más pequeña de todas las simientes, cuando ha


crecido es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, que vienen las aves
del Cielo y hacen nidos en sus ramas.

Lucas, por su parte, lo reitera en el capítulo 13, versículo 18 y 19; y


Marcos, 4: 30 a 32. Según la tradición hindú, esa «simiente» corresponde al
50

«Purusha Oculto» el Atma; «el pájaro compañero inseparable de Jivatma»1. Y


en el mismo texto, I, 2:12, dice: «Él está establecido en nuestro Ser Secreto y
alojado en la caverna del Corazón». El Bhagavad-Gita, XV, 4 Y 6, DICE: «En
ese centro Vital, residencia de Purusha que es la luz, símbolo del Conocimiento
y fuente de toda otra luz que viene a ser su reflejo, en ese lugar que ni el Sol ni
la Luna, ni el fuego lo alumbra, allí está Su Morada Suprema»2.
En Apocalipsis, 21:23 se la describe como la Jerusalén celeste:

Y la ciudad no tenía necesidad de sol, ni de luna, para que resplandezcan


en ella: porque la claridad de Dios la iluminó, y el cordero era su
lumbrera.

Ese principio esencial es al que se refiere Juan (1: 1 a 21), y que el


Kena-Upanishad, 1er. Kanda, shrutis 5 a 9, define en los siguientes términos:
«Es por quien todo es manifestado y que el mismo no es manifestado por
nada». Él es el sol eterno espiritual que en su aspecto microcósmico brilla al
centro del Ser total. Corresponde a la ciudad misteriosa llamada «luz», la
«Ciudad Azul Safir», sonde El Ángel de la Muerte «no puede penetrar ni tiene
sobre ella ningún poder…». Es el «núcleo de inmortalidad» o «morada de
inmortalidad» en el ser humano.
Precisamente, es esa luz de lo real que Dios ha proyectado como un rayo
de su propia Luz divina en lo más íntimo y secreto del corazón del hombre, la
que permite a éste, elevar su alma y religarse a su ser trascendente. Es por ello
que la iluminación espiritual viene del íntimo, que es un reflejo de la luz
increada; razón por la cual, a todo iniciado se le llama «un Hijo de la Luz». Es
por ello, en fin, que el hombre es un ser religioso, pues aún sin saberlo, sin
darse cuente, sin realizarlo, lo más próximo que tiene es su verdadero yo:
«Estoy más cerca de vosotros que el aliento…».
Mientras el individuo (Jiva) ignora el estado prístino original de puro
ser, permanece desligado de la realidad trascendente, pues únicamente quien
realiza vivencialmente el ser real y verdadero (es decir: alcanza el estado de
realización espiritual), se relige con el Dios en nosotros (Emmanuel). Como
bien lo indica el Abnhaya Chaintanga (conocimiento intrépido): «Interiorízate
en tu yo, hermano; busca de verdad la hora silenciosa. Comprende que tu yo es
de la misma substancia que la verdad, la substancia de la Divinidad…».
__________________
1 Cf. Mundaka-Upanishad, 3m, 1k, sh. 1.
2 Bhagavad-Gita, XV, 4 Y 6.
51

Tal es el estado de visión de sabiduría, de inherencia en puro ser; la


sumersión de la mente en el Ser. Quien logra ese luminoso estado, puede
afirmar con el yogui hindú realizado: «Atman únicamente existe y es la paz».
Con el sufí «La Ilaha Illalah…!». Con el cabalista: «Eheieh…!».
Cuando el Ser resplandece, las tinieblas desaparecen, cesa la aflicción y
sólo permanece la bienaventuranza del arrobamiento (Hairat), la auténtica
felicidad. Y ante tal «desnudez, desechando todo lo que no es, se alcanza la
última jornada; tarea que para el hombre es fundamental y razón de ser de su
existencia. En esa plenitud del reino de la unidad (pleroma), el viajero podrá
exclamar con el poeta sufí Abu-Ali de Sind: «… y pues ya no soy yo, el alto
Dios es su espejo en mí…». El sueño ha desaparecido… El pensamiento de
esclavitud toca a su fin… Al religarse, el hombre ha vuelto a ser lo que siempre
fue, pero no estaba consciente de ello. Como el «ciego de nacimiento» que
refiere Juan, 9:25: «Sólo una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo».
Lo que realmente es de suprema importancia para el hombre, es
desarrollar ese impulso primordial que existe ya en lo más íntimo de su
corazón, e iniciar el camino, la ruta interior, donde aquello que llamamos Dios
está allí esperando que el hombre realice la unión, yendo de la percepción a la
realización, de lo que siente a lo que es…
Allí mismo, en su templo interior está el ser divino esperando
manifestarse: «He aquí que yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz
y abriré la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo» (Apocalipsis,
3:16).
«¿No sabéis que sois templo de Dios y que el espíritu de Dios mora en
vosotros?» (1-Corintios, 3:16).
«No temáis, que yo soy contigo; no desmayes, que yo soy tu Dios que te
esfuerzo: siempre te ayudaré: con la diestra de mi justicia» (Isaías, 41:10).
La tarea fundamental del hombre sobre la tierra consiste en realizar
conscientemente lo que siempre fue y que ahora debe saberlo; aquello que antes
sólo presentía y que ahora debe surgir a plenitud en la conciencia. Como lo
define el Swami Vijoyananda, en su libro La religión del hombre:

Y si ya eres consciente, si has dejado de soñar, si todas tus aspiraciones se


han derretido, combinado, diluido en una sola, entonces ya conoces tu
propia religión: ser lo que en realidad eres…3.
__________________
3 Swami Vijoyananda, La religión del hombre, Editorial Kier, Buenos Aires
(Argentina), 1971, p. 15.
52

Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de
la luz (Juan, 12:36).

Ciertamente espíritu hay en el hombre, e inspiración del


omnipotente los hace que entiendan… (Job, 32:8)

El espíritu de Dios me hizo. Y la inspiración del omnipotente me


dio vida (Job, 33:4).

Dios es espíritu y los que le adoran, en espíritu y en verdad es


necesario que adoren (Juan, 4:24).

Como nos lo indican estos dilatados y ricos menajes de esperanza, no


debemos desesperar cuando las «caídas» y el enemigo nos afligen…
respondamos con los infinitos recursos del Altísimo nos ha otorgado, a la
incitante sugerencia de los seres que como sus mensajeros nos asisten y cuyo
auxilio está expresamente significado en estas palabras: «¡Emite tu propia luz!
¡Busca tu propia verdad!, ellas te guiarán y conducirán hasta el monte santo y a
su tabernáculo!» (Salmos 42:3 – Protest., 43:3).
El Dios inmanente (Emmanuel) nos susurra al oído interior: «¡Apela a la
luz, a la verdad que late en ti!, ¡la verdad y la luz están en ti! ¡invenia occultum
lapide! (busca la piedra oculta) ¡brilla con luz propia!» (emmite lucem tuam…),
porque «Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, mas
tendrá la lumbre de la vida» (Juan, 8:12).
Tanto aquí en Occidente como en Oriente, las tradiciones sagradas están
acordes en afirmar la misma verdad que pregona la posibilidad que tiene el
hombre de tomar contacto íntimo con su esencia imponderable. Como lo
afirman, por ejemplo, los iluminados Rishis que escribieron:

Vosotros, hijos de la Inmortalidad, sabed que se ha encontrado El


Camino; existe un Sendero fuera de las tinieblas, que consiste en percibir
a Aquel que se halla más allá de las brumas, y no existe otro camino… No
existe otro camino…4.

Nuestro propósito no es abogar por una «nueva» religión. La verdadera


y única necesidad del hombre de hoy es la de revisar la heredad religiosa de la

_________________
4 Yajur Veda: Brihadaranayaka-Upanishad.
53

Antigüedad, y con una visión nueva, rectificada y ampliada en profundidad y en


trascendencia, estimular su propio crecimiento espiritual, libre de radicalismo y
fanatismos cristalizantes, que remodele el destino espiritual del mundo. En
consecuencia, la motivación, la intención y la tarea fundamental que se nos
presenta a loa seres que hoy poblamos la Tierra, es la de alcanzar el estado de
conciencia que nos permita vivenciar
la verdad que desde el fondo de las edades nos ha sido transmitida: «Dios está
en ti… busca y será encontrado…» «Cuando hayas eliminado lo que no es él,
als cosas aparecerán tal como son…» «Conocerás la verdad y la verdad os hará
libres…», etcétera.
Evidencia incontestable del conocimiento que tenías los grandes
iniciados y adeptos del remoto pasado acerca de la realidad del ser, podemos
apreciarlo en las palabras que el segundo Hermes egipcio (Thot o Theuth,
también llamado el «Tres veces grande» o «Trimegisto») quien, hace más de
cinco mil años, predicaba lo siguiente:

Oh, gente de la tierra, hombres nacidos y hechos de los elementos, pero


con el espíritu del hombre divino en vosotros, ¡levantaos de vuestro sueño
de ignorancia! Sed sobrios y reflexivos. Comprended que vuestro hogar
no es en la tierra si no en la luz. ¿Por qué os habéis entregado a la muerte,
teniendo poder de participar de inmortalidad? ¡Arrepentíos y cambiad
vuestras mentes! Apartaos de la obscura luz y rechazad la corrupción por
siempre. Preparaos a subir a través de los sietes anillos y a mezclar
vuestras almas con la luz eterna…!5.

Egipto tuvo sus hijos espirituales, cuya lista sería muy larga de
enumerar. Bastan dos nombres: Moisés y Pitágoras. «De Egipto llamé a mi
hijo» (Oseas, 11:1). Egipto «colocó Altar en medio de sus corazones» para que
la palabra fuese proferida en nuevos centros irradiantes de altísima
espiritualidad, donde los «hombres despiertos» pudiesen ser encontrados y
convertidos en eslabones de la eterna cadena que jamás se ha interrumpido. Que
sean las propias palabras de Hermes Trimegisto las que marquen el final de este
capítulo, exhortando a los que buscan:

_________________
5 Hermes Mercurius Trimegistus, Divine Pymander, Edited by Pachal Beverly
Randolph, Boston, EUA. 1871.
54

Buscad un piloto que os encamine hacia las puertas de la gnosis, donde


refulge la deslumbradora luz, limpia de tinieblas, donde nadie se
embriaga, donde todos son sobrios y vuelven sus miradas hacia el que
quiere ser contemplado, el inaudito, el inefable, invisible para los ojos de
la carne, visible para la inteligencia y el corazón…6.

En el Corán, 50:21 dice: «Hemos quitado el velo que te cubría los ojos.
Hoy tu mirada es penetrante».
Es la hierofanía de la luz… Levantar el velo de Isis es convertirse en
inmortal, porque el hombre que logra levantarlo, «ve el milagro de los
milagros: Él mismo…! Isis «vela » y revela al mismo tiempo. Corresponde al
adepto penetrar el velo y «tamizar» la luz para hacerla perceptible y acceder al
conocimiento trascendente. Tal
es el objetivo de la realización espiritual, la iniciación efectiva que «hace caer el
velo» (Kasp) que se interpone entre el buscador y su objeto, porque «es el
Hombre y no Dios, quien está cubierto por un velo».
«No hay peor ciego que el que no quiere ver», dice el viejo refrán
castellano. Ese tipo de «ciego voluntario» lo describe Pablo en 2-Corintios,
3:15 «El velo está puesto sobre el corazón de ellos». «Lo que el Dios de este
siglo cegó el entendimiento» (ibíd., 4:4).
«Los que siempre aprenden y nunca pueden acabar de llegar al
conocimiento de la verdad» (epignosis). (2-Timoteo, 3:7).

La verdad no sirve y no puede ser recibida por quien no se halla todavía


en condición de entenderla, o prefiere vivir en el error: todo esfuerzo que
hagáis para convencerlo se transmutará en vuestro personal perjuicio7.

La falta del conocimiento verdadero mantiene a la mente en un estado


de enceguecimiento, de obscuridad, de ignorancia de la verdad. Es un obstáculo
que no permite percibir la verdadera luz: «La luz verdadera, que alumbra a todo
hombre que viene a este mundo». Esa falta de conocimiento es una
imperfección que impide «oír la voz del Íntimo»: «El que es de Dios, las
palabras de Dios oye» (Juan. 8:47). «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco,
y me siguen. Y yo doy vida eterna» (Juan, 10:27 y 28).

_________________
6 Hermes Mercurius Trimegistus, ob. Cit., s/p.
7 Cf. Magister, Manual del Aprendiz, Editorial Kier, Buenos Aires (Argentina),
1946, p. 212.
55

Hasta tanto el sol del conocimiento verdadero comienza a brillar en el


«horizonte» de la conciencia, la mente humana permanece absorta en las
sensaciones y en el frío intelecto que mantienen la conciencia adormecida,
sorda y ciega a la inteligencia del ser interior, el Dios en nosotros: Emmanuel,
el ser verdadero, Aquello que realmente somos… «Buscad a Dios y vivirá
vuestro corazón» (Salmos, 69:32). «¡Despiértate, tú que duermes, y levántate de
los muertos y te alumbrará Cristo…!» (Efesios, 4:14). «Ya es hora de
levantarnos del sueño. La noche ha pasado y ha llegado el día: echemos, pues,
las obras de las tinieblas y vistámonos las armas de la luz» (Romanos, 13:11 y
12). ¿No despreciemos a Aquel que nos «ha sellado y dado la prenda del
Espíritu en nuestros Corazones!
¡Sursum Corda! (elevemos nuestro corazón…).
56

CAPÍTULU XI
LOS TRES SENDEROS DE LA TRADICIÓN HINDÚ

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,


así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado.
(Juan, 3:14).

Cuando hayas levantado al Hijo del hombre,


Entonces entenderás que yo soy, y que nada hago
De mí mismo; mas como el padre me enseñó, esto hablo.
(Juan, 8:28).

Y si yo fuera levantado de la tierra,


A todos traeré a mí mismo.
(Juan, 12:32).

CUANDO EL HOMBRE se decide voluntariamente a elevar su


conciencia más allá de los sentidos y de las sensaciones; cuando se esfuerza
para que los actos de su vida sean realizados con miras a la búsqueda del
Espíritu que mora en él, alcanza una extensión o exaltación de la conciencia
más allá del estado individual; es decir, una transformación más allá del estado
humano: la conciencia individual es transferida al estado supraindividual de la
conciencia verdadera. Esta «retirada» o abandono de los estados ordinarios de
conciencia, es el comienzo o inicio de la ruta o vía interior; el «estado de
Dragón Oculto», según el simbolismo extremo-oriental; el estado de «retorno al
estado primordial», estado «edénico», etapa necesaria e imprescindible en la vía
que conduce a la unión con el ser verdadero. Es la exaltación del reino de Dios
que menciona el Evangelio. Por eso, como decían los viejos latinistas: «Oportet
exaltare filium hominis…» (Conviene que el hijo del Hombre sea exaltado).
Pues, a menos de que no podamos trascender el cuerpo «darnos cuenta» y
contemplarnos como espíritu, no podemos acceder al estado de Espíritu
57

Universal. Ese reino está en nosotros mismos, como lo afirma Jesús, según
Lucas 17:21.
Mediante el abandono voluntario de las limitaciones producidas por la
identificación de la mente con el falso «yo», el hombre logra realizar su
verdadera y real condición de «Hijo de Dios». «Mi doctrina no es mía, sino de
aquel que me envió». «No he venido de mí mismo; más el que me envió es
verdadero, al cual vosotros no conocéis». «Yo le conozco porque de él soy, y él
me envió» (Juan, 7:15, 28 y 29).
La presencia y manifestación del Espíritu (Ruach Ha-Kadosh) hace
exclamar al hombre interior: «A él conviene crecer, más a mí menguar. Al
consumación es la unidad en el ser puro»:
«Para que todos sean una sola cosa; como tú, oh Padre, en mí y yo en ti,
que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me
enviaste». «y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa
como también nosotros somos una cosa». «Yo en ellos, y tú en mí, para que
sean consumadamente una cosa» (Juan, 17: 21-23).
Quienes fueron el pasado los celadores de la gran tradición
dijeron: «Para encontrar el camino que buscáis, seguid al guía (al yo soy), que
no es un ser terreno y que se encuentra en vosotros, aunque no lo conozcáis… y
la piedra oculta os dará la salud. Y podréis saltar más allá de la condición
humana…»
Cada quien se aproxima a la realización de la verdad en la medida de su
capacidad y compresión; es decir, en la medida de su desarrollo espiritual. Para
responder a ese despertar y al designio superior que constituye la heredad del
hombre, hay que abrir ese capullo cerrado que se oculta en el corazón de todo
ser viviente. Hay que retornar a lo eterno y desligarse del apego a las
apariencias que detienen la marcha hacia el ser real colocando una venda que
obscurece nuestro ojo interior.
Sin ánimo de «convencer» a nadie de nada, porque es imposible
convencer a quien no esté ya por sí mismo convencido, ponderemos las frases
de la doctrina hindú que afirman: «La puerta de la percepción sensitiva es como
un vaso de alabastro, blanco y transparente; allí dentro arde un sereno fuego
áureo, la llama del conocimiento supremo que irradia el verdadero yo…»
René Guénon, en su libro Introducción al estudio de las doctrinas
hindúes, dice:

La primera condición para poder interpretar correctamente una doctrina


58

cualquiera es, naturalmente, hacer un esfuerzo para asimilarla y colocarse,


tanto como sea posible, en el puntos de vista de los que la concibieron1.

Como las civilizaciones orientales han sabido hasta hoy, conservar,


mantener y difundir sus tradiciones sin interrupción y sin deformaciones, esas
civilizaciones constituyen, sin lugar a dudas, una verdadera autoridad espiritual.
Oriente, en su calidad de depositario fiel de la gran tradición primordial, nos
obliga a reconocer en él, querámoslo o no, el representante autentico del
verdadero espíritu tradicional.
Entre las naciones de Oriente, la India, además de ser también «la tierra
bendita de los charlatanes», por su proverbial tolerancia, aún con las más
disparatadas y aparentemente absurdas teorías, escuelas y creencias, es por
encima de todo, la digna heredera de una milenaria y viviente cultura, de una
civilización tradicional en el más amplio sentido de la palabra; civilización que
con toda dignidad y justicia, puede considerarse como una de las más
admirables de la Tierra, auténtico patrimonio de toda la humanidad.
Obviamente nos referimos a la India eterna, a la que está más allá de todas las
fantasías, el folklore, los exotismos y las «curiosidades»; la India que sólo se
entrega a quienes realmente la buscan y abordan con la correcta y sincera
actitud interior, pues quienes carecen de esa disposición verán pasar mil veces
lo que buscan, sin que sus ojos sean capaces de ver…
La sabiduría que nos transmite la India, induce a la búsqueda individual
del Conocimiento (VIDYA), sin tener que soportar, o sufrir el «dirigismo»
riguroso inspirado en el dominio temporal y en la defensa abusiva de dogmas
con pretensiones de infalibilidad; una sabiduría sin querellas ni palabreríos
teológicos y sin despotismos teocráticos. La tradición hindú, o lo que hoy se
conoce como hinduismo, es un amplísimo conjunto de diferentes aspectos de la
verdad. Vivas experiencias históricas que sintetizan el memorial imborrable de
pasadas y milenarias civilizaciones, cuyos aportes son elementos de mérito que
hoy conforman en un solo bloque la más sutil compilación de doctrinas
tradicionales que han permanecido intactas desde el fondo de los siglos. El
hinduismo es, pues, la sucesión de tres formas principales que ha tomado la
tradición a través de los siglos: vedismo, brahmanismo e hinduismo. En el
hinduismo se encuentran todas las soluciones espirituales posibles; soluciones a
las que el hombre aún puede aspirar.
_________________
1 Rene Guénon, «Prólogo» Introducción al estudio de las doctrinas hindúes,
Editorial Losada, Buenos Aires (Argentina), 1945.
59

Por cuanto la India es el país cuya cultura y civilización, por ser


esencialmente tradicionales, ha conservado el respeto a los principios y ha
mantenido la unidad de la doctrina tradicional, hemos preferido tomar la
tradición hindú como un excelente modelo o ejemplo de la más pura ortodoxia;
vale decir, la lealtad y constancia con los principios, así como por su compleja
y acabada conformación.
Presentaremos un resumen de los tres métodos fundamentales que
capacitan a sus practicantes para que «trascendiendo el cuerpo y
contemplándose como espíritu, puedan darse cuenta (realizar) de que realmente
son espíritu, y que pueden acceder al estado de Espíritu Universal»; aquello que
en Occidente llamaríamos «la bienaventuranza permanente», objetivo final de
lo que aquí se entiende por «religión». Y aunque la tradición hindú no es en
modo alguno de naturaleza religiosa, implica, sin embargo, una unidad de orden
puramente tradicional desprovista de toda organización exterior y de toda
autoridad dogmática representada por un individuo.
Los tres senderos espirituales, vías o margas fundamentales de la
tradición hindú son las siguientes:

Jnana-Marga o sendero del conocimiento trascendente (gnosis).


Bhakti-Marga o sendero de la devoción (adoración o reverencia).
Karma-Marga o sendero de la acción y de las obras.

Los ligeros comentarios que seguidamente ofrecemos a nuestros


lectores, son más que todo un intento de resumen informativo y, obviamente, no
tienen por objeto una descripción didáctica, sino simple y llanamente el deseo
de presentar esos tres senderos o métodos de transformación, de «despertar» o
de «liberación», para dar una idea aproximada de lo que ellos en realidad
representan. Cada uno de esos senderos o métodos corresponde a un aspecto
particular de la naturaleza humana.
Jnana-marga. Es el sendero del conocimiento supremo o divino.
También llamado «el camino del conocimiento directo». Es el conocimiento o
Sabiduría2 oculta a la cual se refiere Pablo en 1-Corintios, 2:7, y Santiago en la
Epístola Universal 3:17 «,Mas la sabiduría que es de lo alto, primeramente es
pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos
frutos, no juzgadora, no fingida».

_________________
2 No confundir con «sabiduría humana»
60

La palabra jñana o gnana, significa literalmente conocimiento, saber,


inteligencia, compasión, percepción, conciencia, etcétera. El jñana-.marga es el
sendero de la unión con la divinidad mediante el conocimiento trascendente o
conocimiento espiritual.
Jñani o gnani es el ideal de los que siguen el sendero del yoga de la
sabiduría. Es la vía del verdadero gnóstico (jñani o jñanin) de cualquiera de las
tradiciones de Oriente o de Occidente. No se trata de ningún caso de una
supuesta doctrina basada en el conocimiento que ofrecen las explicaciones
filosóficas de la fe, como lo que podría corresponder a cualquiera de las sectas
derivadas del llamado «gnosticismo». El intento de Clemente de Alejandría y
de Orígenes, de elaborar una «gnosis cristiana» no pasa de ser teología (la
ciencia al servicio de la fe), aunque se llame «sobrenatural» para distinguirla de
la teodicea.
La gnosis no es ni una religión ni una filosofía; no tiene nada que ver
con meros conceptos de la mente, porque la verdadera naturaleza de la gnosis es
metafísica; entendiendo esta palabra en el más puro sentido oriental del
término, donde se considera como el centro único de todas las doctrinas.
Obviamente, no tiene tampoco nada que ver con la llamada «metafísica» de los

Filósofos modernos, ni con la metaphisics de los mentalistas


norteamericanos. Se trata (como se entiende en la India) de un
conocimiento por excelencia; un conocimiento que está fuera y más allá
de las relatividades, el único conocimiento digno de ese nombre, el
conocimiento de los principios universales, de los cales derivan todos los
demás. Es el conocimiento efectivo, realizado por vivencia, directo,
inmediato, que tiene un carácter de absoluta certidumbre; que es
absolutamente estable, permanente, independiente de todas las
contigencias3.

El Taittiriyaca-Upanishad, 2.º Valli, 1.er Anuvaka, Shloka 1, dice:


Satyam Jñanam Anatam Brahma (Brahma es la verdad, el conocimiento, el
infinito).
Un discípulo de Sri Ramana Maharshi le inquirió acerca de la naturaleza
de jñana en estos términos: «¡Oh, Gran Sabio! ¿Qué es jñana? ¿Es acaso el
pensamiento: Yo soy Brahman, o Brahman Soy Yo, o Yo soy Todo, o es el

_________________
3 Cf. Rene Guénon, La metaphysique oriental, Editions Traditionnelles, Paris
(Francia) 1985.
61

pensamiento: Todo esto es Brahman o es jñana diferente de estos cuatros


pensamientos?». El gran gnóstico le respondió: «Todos esos pensamientos son
sin duda, meros conceptos de la mente. El sabio dice que el puro morar en El
Ser sólo es jñana»4. En La Vulgata5, Sapientia, 7:28. Leemos: «El señor no ama
sino a quien mora con la sabiduría».
La gnosis no es la vía abierta a todo el mundo, puesto que la inmensa
mayoría vive en las formas. La gnosis es para aquellos cuya inteligencia está
naturalmente inclinada hacia las esencias universales.
Bhakti-Marga. Es el sendero de la unidad con Dios por la devoción y el
amor impersonal, devoción y amor de lo divino. Es la reverente adoración de Dios
en su aspecto de creador o emanador del universo. La devoción a la que se
dedica de corazón el Bhakti, no es un sentimentalismo ni un culto de adoración
tributado a los santos, a imágenes, la impetración y, en fin, la superstición y el
fetichismo. El Bhakti une la compasión con el amor y jamás dañara a ningún ser
viviente. Ama a todos los seres humanos por igual porque reconoce en ellos la
verdadera naturaleza del alma; es pródigo en bondad y en cariño.
La tradición cristiana enseña: «Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí que yo soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso
para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga» (Mateo, 11:29 y
30). Es la invitación amorosa del Yo verdadero (el Yo Soy), al hombre
«cargado» por las ambiciones y los apegos, para que acepte gozosamente los
ideales ennoblecedores de la verdad y de la rectitud; para que se desprenda de la
«carga» que lo agobia y para que disfrute de una vida nueva transformada
mediante un «yugo» que borra todo cuanto causa desasosiego e intranquilidad
del alma. El yugo es el vínculo del amor. No es simple casualidad el que la
palabra «yoga» significa, precisamente «yugo», porque «yug» designa el acto
de unión, que en el Bhakti-yoga se alcanza «la humildad, la humillación del yo
ante la Gloria Divina»: «El que se humillare será ensalzado» (Mateo, 23:12).
«El que en mí cree, las obras que yo hago, también él las hará; y mayores que
éstas hará» (Juan, 14:12).
Creer y buscar el Dios en nosotros (Emmanuel), el divino morador
inmanente, es practicar el yugo de la unión del alma con Dios y «sumergirse en

_________________
4 Cf. Ramanagita, Chap, 4, Ist. question.
5 La Vulgata es una versión latina de la Biblia, escrita por san Gerónimo en
el siglo V.
62

las aguas sagradas del amor de Dios, es la vastedad de Su presencia para que
nos inunde con su divina luz…» (Yogananda). Como lo sugiere muy
pictóricamente Frithjof Schuon: «Es abrir, sobre la base de nuestra estructura
cósmica, nuestro carapacho a la luz que nos “rodea” infinitamente».
Con esa apertura hacia lo divino comienza «la transformación de
nuestras partes humanas en miembros divinos» y cuya perfección culmina con
el embeleso que produce el «toque» de lo divino, porque el corazón llega a
enamorarse de lo infinito en e éxtasis y el deleite que nos aguarda al final del
sendero de la devoción, como lo señala Sri Aurobindo Goshe en su obra más
completa: The synthesis of yoga 6.
Karma-marga. La palabra karma significa acción (derivada de la
palabra kri, en sánscrito, que significa «hacer»). En su sentido trascendente
representa la ley de causa y efecto o de «causación ética», la ley única
(universal) que gobierna el orden cósmico. La palabra marga significa «vía,
sendero o método». Karma-marga es, por lo tanto, la vía de la acción, de las
obras. Por ello, el lema del karma-yogin (el discípulo que sigue este Sendero)
es: «¡Obrad! ¡Despertad! ¡No es detengáis hasta alcanzar la meta!». Mas, debe
ser un obrar de manera totalmente altruista, exento de todo egoísmo, en todas
las circunstancia de la vida. Sin estar «ligado» a la obra que se hace. Sólo de ese
modo el hombre se libra de los frutos de la acción, del karma. Nuestro karma
determina lo que el Bhagavad-Gita dice con respecto al karma-yoga; que éste
«consiste en ejecutar el trabajo con habilidad como si fuera una ciencia».

Debéis recordar ―agrega― que la acción no es otra cosa que la


exteriorización del poder de la mente que ya existe en ella. El poder está
dentro de cada individuo, así como el conocimiento. Las acciones son
como golpes que los hacen surgir, que los despierta7.

El hombre debe ser activo para llegar a la perfecta calma: «Tras la


tempestad viene la calma…» y con la calma la serenidad y el autodominio. Por
tal razón, para la realización de nuestro destino humano y espiritual, nuestros
actos juegan un rol fundamental.

_________________
6 Sri Aurobindo Goshe, The synthesis of yoga, Sri Aurobindo Ashram,
Pondicherry (India), 1976.
7 Citado por Swami Vivekananda en su libro: Karma-Yoga, Editorial Kier, Buenos
Aires (Argentina), 1945.
63

Rabindranath Tagore decía:

El alma del hombre está siempre libertándose ella misma de sus propios
repliegues, mediante su actividad; de otra manera no habría podido hacer
trabajo alguno voluntario. Cuanto más el hombre actúa y vuelve a actuar
lo que en él estaba latente, tanto más «acerca» ese distante ser en potencia.
En esa actualización el hombre se está haciendo a sí mismo cada vez más
y más distinto, y viéndose él mismo más claramente bajo nuevos aspectos,
en medio de sus varias actividades, en la política y en la sociedad. Esta
visión contribuye a la libertad8.

El sendero del karma-yoga es el más apropiado para el hombre común


que no está calificado para seguir senderos superiores. El karma-yogin se limita
a «la practica del bien por el bien mismo, sin esperanza de premio ni temor de
castigo». De tal modo que, quien practica abundantes y frecuentes buenas
obras y mantiene su mente con buenos pensamientos, poco a poco irá
sintiéndose atraído hacia el bien, y llegará el momento cuando, aunque quisiera
hacer el mal pensará mal, su mente, por efecto del hábito, o de la tendencia
(llamada vasana por los hindúes), no se lo permitirá. La tendencia hacia el bien,
al robustecerse por el hábito permanente y la repetición, se convertirá en una
fuerza irresistible que constituye lo que podríamos llamar la afirmación del
carácter. Por el contrario, cuando las personas cometen repetidamente malas
acciones, se vuelven cada vez más perversas y malignas. El malhechor
degenera en cada instante porque sus acciones se intensifican. En resumen: el
karma-marga es un sistema de ética destinado a obtener la unión (yug) con el
yo divino por medio de las rectas acciones o buenas acciones. No precisa de
dogma ni de doctrina; su finalidad es la acción inegoísta, el fin conquistado
mediante la acción y el amor innato por la libertad, que es la meta de toda la
naturaleza.
Recordemos las palabras del Buddha: «Yo me preocupo en conocer
vuestras diversas teorías acerca de Dios. ¿De qué me sirve discutir sobre sutiles
doctrinas del alma? ¡Practicad el bien! Y ello os conducirá a la verdadera
libertad…».

_________________
8 Cf. Rabindranath Tagore. Sādhanā. The realisation of life, The Macmillan
Company, New York (EUA), 1916.
64

La verdadera libertad está más allá de los límites y trabas del bien y del
mal. Por ello, la liberación implica y exige entera libertad. Para poder alcanzar
esa entera libertad el hombre tiene que obrar y actuar como hombre libre; sin
dejarse dominar por ninguna clase de apegos ni ligaduras; tiene que actuar
como amo y señor, no como esclavo, pues únicamente así puede deshacer las
ataduras y el apego.
Ananda K. Coomaraswamy resume en intrépida conclusión su punto de
vista muy hindú acerca de la liberación de las formas, tanto interiores como
externas, y advierte:

Queda todavía un último paso donde el ritual es abandonado y donde las


verdades relativas de la teología son negadas. Así como el hombre es
destronado de la elevación de su primer estado por el conocimiento del
bien y del mal, es del conocimiento del bien y del mal, de la ley moral,
que él deberá ser finalmente liberado. Por más lejos que haya llegado,
queda un último paso a dar; paso que consiste en la disolución de todos
los valores anteriores. Una iglesia o una sociedad que no provoca el medio
d escapar a sus propias instituciones y que impide a sus miembros
liberarse de ella misma, reduce a nada su suprema razón de ser9.

Quien realmente quiere conocer la más alta verdad, sólo tiene un


medio de lograrlo: el de proporcionarse la prueba de ellos por su propia
experiencia (por realización espiritual íntima); algo muy diferente de la pura y
simple comprensión… Es la «penetración del misterio»…

_________________
9 Cf. Ananda K. Coomaraswamy, «L′Ordre Social», en Hinduisme et Boudhisme,
Editions Gallimard, Paris (Francia), 1949, Capitulo I.
65

La cruz Tau con la serpiente. Cruz de origen muy antiguo, que simboliza la necesidad
de levantarse por encima de la naturaleza de los deseos del cuerpo material, a fin de
que el espíritu prepare el camino de regreso hasta su Fuente…
66

CAPÍTULU XII
LOS TRES GUNAS O ATRIBUTOS FUNDAMENTALES DE LA
NATURALEZA ORIGINAL ACTIVA

SEGÚN EL VEDANTA las tres cualidades constitutivas, modos o


atributos de substancias de la naturaleza original activa que la tradición hindú
llama prakriti o pradhana, son las siguientes:
Sattva, que representa las cualidades de bondad, pureza, armonía, luz,
verdad, realidad, equilibrio, inteligencia, entendimiento, reposo en el
conocimiento divino o conocimiento puro. Es la causa de todo conocimiento e
iluminacion1. Cuando un hombre descubre en el alma inteligente un sentimiento
afectuoso, enteramente calmo, y puro como el día, que reconozca que es la
cualidad de perfección ascendente, eso es sattva: conformidad al Ser (sat)2.
Sattva es, pues, la conformidad a la esencia pura del ser, que está identificada a
la luz inteligible o al conocimiento representado como una tendencia
ascendente.
Rajas, representa la cualidad pasional, la acción o la actividad, la
impulsión expansiva. Sus efectos en el mundo objetivo son movimiento y
energía. En el mundo subjetivo se manifiestan como sufrimiento, dolor;
turbación, ansiedad, inquietud, agitación, tedio, disgusto, celos, envidia,
inestabilidad, confusión, ambición, deseo, pasión, amor, odio, malicia, afición,
a discordias y a maledicencia, desequilibrio, intranquilidad, desorden, violencia,
lucha, energía, esfuerzo y actividad3. Es, en fin, la cualidad que comunica
impulso y movimiento a las otras cualidades (sattva y tamas), que por sí solas
no pueden entrar en actividad, y por lo cual se ha dicho que «el sendero se
extiende desde tamas hasta sattva por medio de la lucha y la aspiración.
Tamas, representa tinieblas, impureza, inercia, ignorancia. Es
representada como una tendencia descendente. Es el aspecto inferior de los tres
gunas o cualidades fundamentales. En el mundo objetivo, Tamas se manifiesta

_________________
1 Cf. Bhagavad-Gita, XIV, 5 y ss.
2 Cf. Manavadharma Shastrayu.
3 Bhagavad-Gita, XIV, 7, 12.
67

como pesantez, inercia, densidad, tenacidad y tenebrosidad. En la naturaleza


interna (mundo subjetivo), se muestra como obstinamiento, temor, zozobra,
desconfianza, indecisión, indolencia, pereza, ignorancia, ofuscación,
ceguedad, ilusión, error, insensatez, apatía, displicencia, torpeza, sueño, letargo,
sensualismo desvergüenza, dureza de corazón, etcétera. Es la cualidad
predominante en los brutos y en los reinos vegetal e inorgánico.

Sabe que la cualidad de Tamas, nacida en la ignorancia lleva la ofuscación


todas las almas, esclavizándolas por medio del error, la desidia y el
letargo. La ceguedad, la inercia, el error y la confusión, nacen del
incremento de Tamas4.

Según la misma fuente de información antes citada, el Bhagavad-Gita


(XVIII, 20 Y 22):

La cognición que reconoce en todos los seres una Esencia única,


imperecedera, indivisible, aunque esparcida en los objetos separados,
procede de Sattva; mas, la cognición que, extraviada por la multiplicidad
de los objetos ve en todos los seres entidades diversas y distintas, procede
de Rajas. En cuanto a la cognición limitada que, sin remontar a las
Causas, se apega a un objeto particular como si èl fuera todo, procede de
Tamas.

Frithjof Schuon, en su libro Sentiers de gnose («Senderos de gnosis»),


dice respecto a las cualidades o atributos fundamentales, lo siguiente:

Hay que tener en cuenta aquí, las relaciones bajo las cuales las cosas son
consideradas: las tendencias cósmicas (gunas) no están solamente en el
espíritu del Hombre, ellas entran de plena evidencia también en sus
facultades de reconocimiento relativo y en los dominios que les
corresponden, si bien que la razón, no más que el ojo, no pueden escapar a
la diversidad; de resto, decir que tal cognición «reconoce en todos los
seres una esencia única», vuelve a afirmar que esos seres existen sobre su
plano. No se trata de admitir que no hay diferencias objetivas a nuestro
alrededor, sino que éstas no se oponen de ninguna manera a la percepción
de la unidad de esencia; la perspectiva «pasional» (Rajas) es censurada,
no porque ella percibe diferencias, sino porque ella les presta un carácter

_________________
4 Bhagavad-Gita, XIV, 81 13.
68

absoluto, como si cada ser es una existencia separada, lo que hace también
el ojo, en una cierta manera, precisamente porque èl corresponde
existencialmente a una visión «pasional», dado que pertenece al ego
imbuido de pasión. El intelecto, que percibe la unidad de esencia en la
cosas, discierne al mismo tiempo las diferencias de modos y de grados en
función de esta unidad, sin la cual la distinción entre lo Gunas sería
excluida5.

Siempre me ha llamado poderosamente la atención el subyacente


simbolismo del saludo hindú: pranam, que consiste en juntar ambas manos
colocándolas a la altura del plexo cardiaco (anahata), e inclinándose con
reverencia, se dirige la atención y el saludo a la persona que se tiene al frente.
Según el yoga, la energía cósmica, prana o «respiración universal», tiene su
localización física en el corazón, la garganta y las fosas nasales, y tiene como
función la respiración.
No hace falta mucho esfuerzo imaginativo para darse cuenta de que el
hindú al saludar está reconociendo en sus semejantes la unidad de esencia; es
como si dijera: «¡Tú y yo somos uno en el Ser…!». Elocuente, hermosa y
trascendente manera de saludar… Al unir sus manos está significando con ese
mudra (gesto simbólico) que unifica en sí mismo los diez mundos esenciales;
que reconoce en su prójimo la unidad de la esencia y que ambos están unidos
por el espíritu… (pneuma, ruach, flatus, halito, aliento, etcétera).

Llevas en ti mismo un amigo sublime que no conoces. Porque Dios reside


en lo íntimo de todo Hombre, pero pocos saben encontrarle. El hombre
que hace el sacrificio de sus deseos y de sus obras al ser de donde
proceden los Principios de toda cosa y por quien ha sido formado el
Universo, obtiene por tal sacrificio la perfección. Porque quien encuentra
en sí mismo la felicidad, su alegría, y en sí-mismo también su Luz, es uno
con Dios. Sábelo: EL Alma que ha encontrado a Dios se libra del
renacimiento y de la muerte, de la vejez y del dolor, y bebe el Agua de la
Inmortalidad… (Bhagavad-Gita).

El verdadero conocimiento (la gnosis) es para aquellos seres cuyas


inteligencia está naturalmente vuelta hacia las esencias universales. El mundo

_________________
5 Frithjof Schuon, Sentiers de gnose (Sendero de gnosis), Edition la Colombe,
Paris (Francia), 1957, p. 116.
69

de las formas le aparecerá como «transparentemente»; su inteligibilidad viene


de las esencias, no de las formas. La inteligencia ordinaria (tamásica) vive de
las formas; para ella, las esencias son «meras abstracciones»… Como lo define
Omar Khayyam en su Tratado de Metafísica:

El verdadero gnóstico es aquel que, además de buscar y amar el


conocimiento trascendente, hace al mismo tiempo el esfuerzo y sacrificio
de corregir su carácter, su ego pasivo y estático (tamásico), purificando su
alma (el ego activo y dinámico: rajásico) y liberando su intelecto de todos
los obstáculos que provienen de su naturaleza corporal (tamas). Cuando
esta substancia se presenta purificada ante la gloria divina, entonces los
modelos (intelectuales principales) de los conocimientos mentales,
manifestados, se revelarán ciertamente en ese otro mundo de la realidad
trascendente, metafisica6.

Los gnósticos griegos y alejandrinos consideraban a la comunidad


humana compuesta por sus tres grandes grupos, grados, tipos o estados de
conciencia: los hombres espirituales o pneumáticos, en los cuales el nous
(conciencia divina o mente superior en el hombre) es la fuente de sabiduría
superior que lo orienta y rige. «Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo
Alto, que desciende del Padre de las Luces en el cual no hay mudanza, ni
sombra ni variaciones» (Santiago, 1:17). Los hombres animales o psíquicos; el
hombre de los sentimientos, que se rige por la sabiduría inferior del alma
animal o terrestre. «Que no es Sabiduría que desciende de lo Alto sino terrena»,
como lo firma Pablo en 1-Corintios, 2:14: «más el hombre animal no percibe
las cosas que son del espíritu de Dios, porque le son locuras: y no las puede
entender, porque se han de examinar espiritualmente». Finalmente, los hombres
carnales (sarkikoi), es decir, el hombre de los puros instintos, de las reacciones
bestiales. «Porque los que viven conforme a la carne (sarkos), de las cosas que
son de la carne se ocupan; mas lo que conforme al espíritu, de las cosas del
espíritu» (Romanos, 8:5).
Cuando el hombre inicia su despertar y resuelve dejar de ser una
marioneta manejada por los «hilos» del ambiente, los hábitos y las costumbres
adquiridas, los intereses materiales y las circunstancias externas, comienza a
darse cuenta de que esos tres tipos de hombres que antes señalamos, viven en

_________________
6 Omar Khayyam. Tratado de la metafísica. Referencia desconocida (Los
paréntesis son del autor).
70

él. Ese darse cuenta es fruto de la introspección (visita interiore Terrae…), de


la ascesis (askesis) o practica interior que le permite seguir el consejo de la
famosa expresión grabada en el frontón del Templo de Apolo, en Delfos:
¡Gnoti Seauton! («Conócete a ti mismo). Esa introspección (El V.I.T.R.I.O.L.)
de los antiguos rosacruces habrá de conducir al Iniciado a una sensibilización
interior (inicialmente) y luego hacia un progreso definido, un cambio interno
(metanoia) que puede llegar a convertirlo en maestro de sí mismo, en dueño y
señor de sus propios actos…
¡Busca, pues, al guerrero (rajas) que llevas dentro y deja que él combata
en ti! Permite que la energía del espíritu que hay en ti, inicie la Guerra Santa
contra las tinieblas interiores ( tamas), al ignorancia, el error, la dureza de
corazón, para que la luz de la verdad, la inteligencia, el entendimiento, el
conocimiento divino (sattva) se establezca en ti con sabiduría, fuerza y belleza.
71

CAPÍTULU XIII
EL HOMBRE, UN SER TERNARIO

TAL COMO LO ES el universo, el hombre es un ser ternario que


comprende un mundo espiritual, un mundo psíquico y un mundo material. En el
hombre, el ternario o triada superior está integrada por los tres principios que
forman la individualidad imperecedera (espiritual), perenne e indestructible.
Esos tres principios son: 1) El yo superior o yo verdadero (el Ser), el Atma o el
reflejo del espíritu universal. 2) El intelecto o la razón pura (intelectus), la
facultad o potencia cognoscitiva espiritual, el conocimiento intelectual puro,
trascendente y metafísico, simultáneamente conceptual, discursivo, deductivo e
intuitivo. El buddhi de la tradición hindú, la facultad que está por encima de la
mente razonadora: el discernimiento espiritual. El principio mismo de la
sabiduría superior que corresponde al espíritu. 3) El manas de la tradición
hindú; la facultad mental que hace del hombre un ser inteligente y moral y le
distingue del simple bruto. Manas deriva de la raíz sánscrita han (pensar), es
decir, «aquello que en nosotros piensa» y nos permite el pensamiento
discursivo y «racional».
En el simbolismo masónico, por parte de la enseñanza heredad de la
escuela pitagórica, el teorema 47 de Pitágoras (mal llamado por algunos «la
proposición de Euclides») establece que: «en un triángulo rectángulo, el
cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados de los otros lados
del triángulo». Dicho teorema da la clave de la relación entre las tres partes
principales del hombre: espíritu (3), alma (5) y cuerpo (4). Ternario que la
tradición hermética distingue con los términos de azufre (), mercurio () y sal ():
«los Tres Principios que constituyen la substancia próxima de los seres y de las
cosas». «Son necesarias dos magnitudes para determinar la tercera». La
formación de la substancia en materia es el misterio del reflejo, es decir, el
fenómeno que es reacción. La reacción es efecto de la dualidad.
72

El proceso iniciático con su trabajo interior (intimo) permite al hombre


calificado para esa vía, lograr la unificación o alimentación de todos los
elementos del ser, a fin de que se opere el «descenso» de la influencia espiritual
en «El Centro del Centro» y la Divina Presencia habite en el templo interior no
hecho con las manos…
En el Antiguo Testamento, Éxodo, 25:8, dice:
«Y hacerme han un santuario, y yo habitaré entre ellos».
(We-shak-hanti bethokam shekinah). La palabra shekinah bno solo significa «la
gloria» que permanece suspendida sobre el arca en el Sano de los Santos como
reflejo del Absoluto (Zer Anpin), como «velo» de ain soph; es también «la
Gracia Divina», la Luz primordial, Luz eterna en el mundo del espíritu, la
substancia primordial emanada por la Luz infinita. Shekinah implica igualmente
la sinificacion de tranquilidad, calma, reposo e inmovilidad. Bajo la forma de
sakan, significa morar, habitar, residir. Es por esta acepción por lo que designa
exactamente «la divina presencia de paz». La palabra hebrea shekinah deriva de
shakan, correspondiente al vocablo sakah. Dios es llamado también shokhen-ad
por los hebreos, y quiere decir: «el que habita la eternidad». Y bajo su aspecto
Inmanente es shekinah. La palabra betokhah (residir, vivir, morar) puede
también traducirse por: «al interior de ellos mismos»; lo que indica «la
presencia divina en el corazón», y por extensión, en el ser entero del hombre…
Mateo 18:20, dice: «Porque donde estén dos o tres congregados en mi
nombre, allí estoy en medio de ellos».
Cuando el Hombre, consciente de sus capacidades, armoniza, afina y
unifica los tres principios que forman su individualidad imperecedera: espíritu,
alama y cuerpo, realiza la gran obra de religar la conciencia individual con lo
divino o universal. Vale decir, logra un «segundo nacimiento» mediante el cual
conquista la cualidad y condición de «Hijo de Dios». Como lo describe el gran
Vidente de Patmos: «Y oí una gran voz del cielo que decía: he aquí el
tabernáculo de Dios con los hombres; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios
será su dios con ellos» (Apocalipsis, 21:3). Ezequiel, 37:26, dice: «Y concertaré
con ellos pactos de paz; perpetuo pacto será con ellos: y los asentaré y los
multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre».
El «nuevo nacimiento», el cambio de conciencia carnal (de hombre
animal) en conciencia espiritual (pneumática) a través del «engendrante» y
vivificante poder de la palabra de verdad, abarca el hombre entero: espíritu,
alma y cuerpo, convirtiéndolo en una «nueva criatura» que tiene su mente en el
ser, y su cuerpo «como el cuerpo de su gloria». Por eso, el que estaba sentado
en el trono, dijo: «He aquí, yo hago nuevas todas las cosas», porque «las
73

primeras cosas son pasadas»; es decir, los elementos materiales que


corresponden al ser inferior han cumplido su propósito y han sido reemplazados
por un nuevo ciclo de evolución trascendente en gloria. La «obliteración» de la
conciencia personal, producto del nuevo nacimiento conduce al «afinamiento»
de la conciencia Individual que es universal y divina. «Y me dijo: escribe;
porque estas doctrinas arcanas son fieles y verdaderas» (Cf. Apocalipsis, 21:4 y
5).
«La corona del aceite de la unción de su Dios está sobre él y lo
santifica» (Levítico, 21:12). Como canta el salmista, arrebato en alas de la
inspiración carismática que vibra en su corazón como arpa del espíritu:

Unges con óleo mi cabeza:


Mi copa está rebozante.
La benignidad y la gracia me acompañaran
Todos los días de mi vida
Y habitaré en la casa del Señor
Por muy largos años….
(Salmos, 22:5 y 6).

Una vez que la conciencia humana se identifica con su centro, la


oposición entre los contrarios desaparece, porque su centro es también el del
universo y la armonía se reestablece entre los contrarios (la dualidad con sus
contrastes y oposiciones), que aparecen ahora bajo su verdadero aspecto
complementario2.
«El reino de los cielos está dentro de vosotros», dice Lucas, 17:21.
Quienes no viven sino afuera, al exterior de ellos mismos se extravían en las
tinieblas de la ilusión. «Más el que anduviere de noche, tropieza, porque no hay
luz en él» (Juan 11:10). El conocimiento de sí-mismo es la finalidad del hombre
sobre la tierra. «Quien se conoce a sí-.mismo (nafsahu), conoce a su señor (Al-
Huwiyah)», la ipseidad, según la expresión sufí.
Para que el hombre nazca a su propia luz; para que el lucero
resplandeciente de la mañana «salga en su corazón» (para que el maestro íntimo
se manifieste como «la verdadera luz que alumbra a todo hombre que viene a
este mundo), hay que reencontrarse por medio del recogimiento: reencontrarse
y escuchar la voz interior que instruye al discípulo en la medida de su
capacidad. «Aquiétate y conoce que yo soy Dios…»
_________________
2 Cf. Marguerite Senard,Le Zodiaque, Editions Traditionnelles, Paris (Francia),
1984, p.213.
74

Es allí adentro donde se encuentra el Sol eterno espiritual, el Sol


verdadero cuya luz hace desaparecer todas las sombras y fantasmagorías, todas
las ilusiones de los sentidos y todas las banales figuraciones de la mente
inferior… Es allí, dentro de sí-mismo, en contacto con la «tierra incógnita»,
donde el peregrino toma conciencia de la unicidad de sus tres aspectos, los tres
principios que forman su yo verdadero. En esa visita Interiore Terrae, en el
silencio y la soledad que el hombre puede alcanzar por su propio esfuerzo, allí,
y de ese modo, puede alcanzar la experiencia más extraordinaria y singular de
toda su existencia. Entonces, convertido en hombre nuevo y exaltado por la
ascensión y el contacto con la dimensión divina, exclamará con perplejidad y
temor reverencial: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro,
tu victoria?». Y comprenderá que el trabajo de reunir dos o tres en su nombre,
no es un trabajo en vano… «Y el que planta y el que riega son una misma cosa;
aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor» (1-Corintios,
3:8).
Según la opinión de muchos psicólogos, el hombre no sería más que «un
manojo de rasgos neuróticos cuya conducta vital es, en el más alto grado,
impulsiva y compulsiva». Obviamente, quienes opinan de ese modo es porque
desconocen ciertos valores del comportamiento anímico, y determinados
estados de conciencia superior que pueden conducir al hombre a la realización
empírica de su realidad plena…
Cuando el «yo falso» desaparece «diluido» en el Yo superior, el trabajo
(opus) está concluido. El hombre ha cumplido su misión…: volver a religarse
con la realidad…
Al Adepto, el fuego del Fénix lo ha restablecido en la unidad: el espíritu,
el alma y el cuerpo no están más divididos…
¡Ephpheta! ¡La unidad ha abierto el oído Interior…!
¡La Iniciación es el camino que conduce al centro del Ser; la más
grandiosa de todas las aventuras humanas…! La Obra esencial.
75

CAPÍTULU XIV
EL TRIPLE ASPECTOS DE LOS TEXTOS REVELADOS

Una revelación es una nueve colocada sobre la verdad:


Re-velar es lo opuesto a de-velar,
Como re-cubrir es lo opuesto a des-cubrir.

MATGIOI
La voie matephysique

TODA REVELACIÓN es un «descenso» del intelecto divino en lo


finito; es una unión a la contingente. El Verbo es a la vez pensamiento y
Palabra. La Palabra es la divinidad que se manifiesta substancialmente en lo
exterior. La revelación primordial es la irradiación de la Luz del Verbo en la luz
reflejada de la inteligencia humana. Es la palabra de Dios expresada en lengua
humana. «Porque Dios es el que en vosotros obra así al querer como él hace,
por su buena voluntad» 8Filipenses, 2:13). Su Luz compenetra la materia para
alcanzar al hombre y diversificarse en la creación aportando la redención. La
unidad se cubre con el manto de la multiplicidad.
Et verbum caro factum est – kai o logos sarz egeneto (y, el verbo «tomó
cuerpo», o «se hizo carne»). El Hijo de Dios se ha convertido en el Hijo del
Hombre. Se ha hecho «súbdito de la ley» (GÀLATAS, 4:4). La encarnación del
verbo re-establece LA LEY PRIMITIVA, RESTITUYE A LA LEY ETERNA
SU PREPONDERANCIA: «No penséis que he venido a destruir la ley o los
profetas: no vine a destruir, sino a dar cumplimiento» (Mateo, 5:17).

Las Escrituras reveladas se expresan como ley común (Shari´ah, en el


Islam), hablando de Dios de tal manera que la mayoría de los hombres
puedan interpretar el sentido más próximo, mientras que la élite llega a
comprender todos los sentidos, toda la significación que implica cada
apalabra, conforme a las regla de un lengua empleada1.
_________________
1 Muhyid-Din Ibn-Arabi: La Sagesse des prophètes, Editions Albin-Michel, Paris
(Francia), 1974, Capítulo sobre Noé, p.62.
76

Los Profetas se sirven de un lenguaje concreto porque ellos se dirigen a la


colectividad y porque se fían de la compresión del sabio que las
entenderá. Si ellos hablan en sentido figurado, es a causa del hombre
común y porque ellos conocen e grado de intuición de los que
comprenden verdaderamente. Es por eso que el profeta dice, hablando de
la liberalidad, que «no da nada a algunos que le son más queridos que
otros, por temor de que Dios no lo arroje en el fuego infernal». Él se
expresa así para el débil de espíritu que es esclavo de la avidez y de las
inclinaciones naturales. Igualmente, todo lo que los Profetas aportaran en
el conocimiento, está revestido de formas accesibles a la más comunes
capacidades intelectuales, a fin de que aquel que no va al fondo de las
cosas, se decida a ese vestido y lo tome por lo que hay de más bello,
mientras que el hombre de comprensión sutil, el buzo que pescas perlas de
la sabiduría, sabe indicar por cuál razón al verdad divina se reviste de tal
forma terrestre; él evalúa el vestido y el tejido del cual está hecho, y
reconoce todo lo que recubre, alcanzando así una ciencia que permanece
inaccesible a aquellos que no tienen conocimiento de ese orden.
Tal luego como los profetas, los enviados y sus herederos saben que el
mundo y en sus comunidades hay hombres que poseen esta intuición,
ellos se apoyan en sus demostraciones sobre un lenguaje concreto,
igualmente accesible a la élite como al hombre común, de suerte que el
hombre de élite obtenga a la vez lo que obtiene el hombre común y
todavía más, según la medida donde el término de «electo» (Khacc) se
aplica realmente a él y le distingue del ciego; y es por ello (por esa
comprensión intuitiva) que los sabios se distingue unos de otros2.

Las Escrituras o Tradiciones tal como la constitución del hombre, se


componen de un «cuerpo» un «alama» y un «espíritu». La escritura es su
«cuerpo visible» (la forma visible de la letra); su «alama» es aquello que es
percibido y comprendido (el sonido de la letra); y el «espíritu» es aquello que
está de acuerdo con la ideas primigenias o los «modelos arquetípicos», las
realidades suprasensibles que sólo pueden ser captadas o realizados por vía
intuitiva o suprarracional, es decir, el sentido secreto de la letra. Pitágoras
decía: «Tan solo el espíritu ve y comprende, pues fuera de él, todo el hombre es
sordo y ciego». Sin embargo, ya sabemos cómo es casi imposible hacer
comprender ese «oculto sonido» de las Escrituras a la gran masa, la mayoría

_________________
2 Muhyid-Din Ibn-Arabi, ob. Cit., capítulo sobre Moisés, pp. 178-179.
77

que conforma al hombre común en quien no han despertado aún los sentidos de
percepción espiritual. «No se puede pedir peras al olmo», dice un viejo refrán
castellano… Como lo afirma un verdadero gnóstico de nuestro tiempo, Barham
Elahi: «La verdad es como un espejo: cada uno no ve sino su propia imagen».
Henricus Madathanas (Conde Hadrianus A. Mynsicht, 1575-1639), en su
Interpretación de la Tabula smaragdina remedís, dice:

La Sal ha sido un cuerpo que es el último en el arte. El azufre por lo tanto


es el alma, sin el cual el cuerpo no puede hacer nada. El mercurio es el
espíritu de poder, sosteniendo juntos a ambos: cuerpo y alma; por lo tanto
es llamado un «médium», ya que lo que sea hecho sin él no tiene
estabilidad. Porque alma y cuerpo no pueden morir si e espíritu también
está con ellos… Éste es el significado del arte: el cuerpo da forma y
constancia, el alama lo tiñe y lo matiza, el espíritu lo hace fluido y lo
penetra. Y por lo tanto, el arte no puede existir en una de estas tres cosas
solas. Ni puede existir el grandioso secreto solo: debe tener cuerpo, alma
y espíritu. Y ahora ¿cuál es el cuerpo, del cual los tres se originan? Los
mismos nombres te enseñan…3.

Clemente de Alejandría, en Stromatas, hablando de su propia


experiencia, dice:

Sobre todo, la verdad parece más grande y más augusta cuando se la


descubre a través de un velo; ella es como esas frutas a través de la
transparencia del agua, o de esas formas de las cuales los vestidos marcan
e insinúan la gracia…4.

Maimónides escribió:

Cada vez que encuentres en nuestros libros un cuento cuya realidad te


parezca imposible, una historia que es repugnante a la razón y al sentido
común, entonces puedes estar seguro de que la historia contienen una
profunda alegoría velando una misteriosa y más profunda verdad; y
cuanto más grande es e absurdo de la letra, más profundo es la Sabiduría
del Espíritu…5.

_________________
3 Henricus Madathanas. Tabula smaragdina remedís
4 Clemente de Alejandría. Stromatas, V-9, 56, 5. S/d.
5 Fuente desconocida.
78

Patanjali, en sus Yoga-sutras (aforismos sobre el yoga) señala: «Las tres


clases de pruebas que conducen a la certeza o demostración de la verdad: la
revelación como autoridad o testimonio, la inferencia o deducción y la
percepción directa (prajña)6».
La Escrituras Sagradas o Libros Sagrados, por cuanto son el fundamento
singular y superior de la doctrina contenida explícita o implícitamente en ellos,
representan, al mismo tiempo, el «soporte» real de la transmisión de una
influencia espiritual, que ejerce su acción por medio de los ritos apropiados que
la «vehiculan». Por ello, toda tradición, para ser completa, debe estar
compuesta de los tres elementos básicos que constituyen su «cuerpo», «alama»
y «espíritu». Veamos con más detalle, y amanera de ejemplo, los elementos que
constituyen la tradición hebraica como un todo: el «cuerpo», el «comienzo», la
madre, es el Sepher Torah: «La Palabra que Adonai mandó para mil
generaciones» (Salmos, 105:8); es la revelación, la enseñanza doctrinal
integrakl de aspecto práctico y especulativo, ético-legal, recogida en cinco
libros (el Pentateuco), compuesto de Génesis (Bereshit), Éxodo (Shemat),
Levítico (Vayierá), Números (Bemidbar) y Deuteronomio (Devar), conocido en
la Biblia como formando parte del Antiguo Testamento. El Sepher-Torah es la
versión oficial de la ley. Aquí debemos aclarar que para el israelita, la ley no
tiene e sentido casi negativo que le damos en Occidente. El punto esenciual de
la Torah lo forman los diez mndamientos o «decálogo» (Aseret-Ha-Devarim, o
Hadivrot), diez preceptos grabados por Dios, según la tradición judía, en la
Tablas de la Ley y revelados a Moisés en el Monte Sinaí. Ley fundamental que
contiene la alianza de Dios con Israel, iniciada con los patriarcas y sellada por
Moisés. Tal es el aspecto o berit. La ley y los receptos van dirigida a la
voluntad del hombre pasional que opera por medio de sus tendencias
sentimentales. El Sepher Torah constituye la forma, la «osatura», que como
«velos» cubre el soporte doctrinal, moral y ritual de la tradición hebraica.
El «alama» es el Talmud (Estudio). Dos recopilaciones (pandectas)
enciclopédicas de leyes y de actividades espirituales compendiadas por varias
generaciones de sabios-maestros (tanaim), oradores e intérpretes (amoraim)
llamados meturgeman o turgeman, sucesores de los tanaim, que explicaban,
ratificaban y a veces agregaban opiniones al Talmud. De sus especulaciones
metafísicas nace la Mishna, interpretación complementaria de la Torah,
producto de la labor de varias generaciones de amoraim, cuyo texto amplía,

_________________
6 Patanjali, Yoga-sutras, aforismos, 1, 7.
79

Formando la Guemará (enseñanza, conclusión o estudio acabado). La Mishna


fue el producto de una elaboración continua por más de siete siglos y cuyos
antecedentes pertenecen a la tradición oral que se desarrolló paralelamente a ala
tradición escrita. Los soferim, Maestros de la Ley, antepasados de los tanaim o
tanaitas, decían que «la Torah es como el agua, pero la Mishna es como el
vino». Si la Torah son «los velos», el Talmud es «la transparencia de los
velos». La Torah es la forma, el Talmud es la esencia. El Talmud va dedicado a
la inteligencia del hombre contemplativo. Ayuda a la interiorización del
símbolo y de la doctrina. Es el método, la vía, el «mensaje indirecto», el soporte
estético contemplativo que opera por medio del discernimiento.Los comentarios
que en lenguaje inteligente y ameno, por medio de proverbios y parábolas,
homilías, aforismos y leyendas, constituyen un folklore muy variado y cuyo
valor didáctico y moral es indiscutible. Ese texto constituye la Agadá, parte
narrativa del Talmud.
El espíritu de la Torah es la qabbalah; en el sentido más general significa
«tradición». Etimológicamente, significa «recepción, situarse frente a algo que
transmite». Corresponde a la transmisión y recepción de los misterios divinos.
La qabbalah es específicamente la tradición esotérica hebrea; es decir, la
tradición hebrea misma; tal como el sufismo es la tradición esotérica del islam,
y el taoísmo es la cumbre espiritual de la tradición china. La qabbalah es, pues,
la tradición oral y viviente de la palabra divina: la gnosis hebraica, cuya meta es
la divina unión, la unificación «más allá de los velos». Es el sentido viviente de
lo sagrado, la conciencia de la presencia de Dios, la transparencia metafísica de
las cosas, el mensaje directo: «El Espíritu habla al espíritu…». La develación
que permite al hombre rasgar velos y alcanzar las más excelsas manifestaciones
teofanías.
A pesar de la calidad o condición oral de su tradición original, la qabbaah
ha codificado sus enseñanzas en varios libros como son: el Sepher Ha-Zohar
(«El Libro de los esplendores»), el Sepher Yetzirah («El Libro de la
Formacion»), Ma´asseh Bereshit (Doctrina secreta de la creación, o Genesis),
Ma´asseh Merkaba (El Relato del Carruaje), etcétera. En el cuadro sinóptico
que ofrecemos en la página siguiente, resumimos los elementos que constituyen
la tradición hebraica.
El esoterismo islámico (Taçawwuf) comporta tres elementos
indispensables: una doctrina, la shari´yah; una iniciación, la tariqh y un método
espiritual: Al-haqiqah. Shari´yah es el aspecto exterior, la «gran ruta» común a
todos; es la base o «armadura» exotérica fundamental. Tariqah es el aspecto
interior, esotérico; es la via o el sendero iniciático que conduce hacia haqiqah.
80

Shari´yah y tariqah son los medios, y haqiqah es el fin, el objetivo, el resultado


final. En el esoterismo islámico la tradición es doble: religiosa o exotérica
(Shari´yah) y metafísica (esotérica). La primera está a alcance de todos,
mientras que la segunda está reservada a una élite, porque exige «aptitudes» o
calificaciones para elevarse a su conocimiento. Corresponden ambas a dos caras
o aspectos de una sola y misma doctrina, porque el sufismo tiene en el Corán
sus principios directos. Sin embargo, existe una gran diferencia entre la
interpretación lógica y teológica de los ulama (los doctores de la ley) y cuya
competencia se limita al dominio exotérico (Shari´yah) o religioso (ez-zahir), y
el sentido profundo, trascendente, esotérico (Al-Ilm Al-Batin) que los iniciados
(irfan) descubren. La interpretación de los ulama es literal (tafsir); la
interpretación de los iniciados es alegórica, extrayendo el sentido interno,
oculto o esotérico (ta´wil o istinbat). Se trata de dos dominios netamente
diferentes, aunque, como dijimos antes, son dos caras o aspectos de una sola y
misma doctrina. El esoterismo islámico, como todo esoterismo verdadero, es
iniciático, por lo cual no tiene nada en común con el «misticismo» que
pertenece al dominio específicamente religioso.

Sepher Ha- Torah La enseñanza doctrinal de la Lectura


El cuerpo (Guph). ley; su versión oficial. Sentido literal
La revelación Los principios (exoterismo)
(La Torah escrita). Inicio-comienzo.

El Talmud Recopilaciones compendiadas. Estudio sentido


El alma (Nephesh). Interpretaciones de la Torah. Simbolista (Interno),
De-velacion Comunicaciones orales, esoterismo.
Comentarios y exégesis. El método, la ascesis,
(La Torah oral). La vía.

Qabbalah Recepción y transmisión de los Meditación


El espíritu (Ruach). Misterios divinos. Realización Espiritual.
Iluminacion Comunicación directa con la Metafísica.
Naturaleza real de las cosas.
Experiencia vivencial.
La Torah primordial.
La «sophia eterna ».
(La sabiduría divina).
81

El Sheikh Hadj Adda dijo:

Cada flor tiene su perfume y cada cual tiene su fuerza de olfatear. El que
niega que la flor exhala un perfume, sería más sabio si reconoce que es él
quien n tiene olfato…7.

Las verdades fundamentales de todas las tradiciones son en esencia las


mismas; las únicas diferencias que existen, han sido originadas por las
creencias de los hombres. Como bien señala Kant: «El enemigo de la verdad no
es el error si no la convicción». Por eso, las apariencias de la verdad o las pocas
verdades que maneja la mente especulativa del racionalista a ultranza, son
generalmente alteraciones de la verdad única, con apariencias de dogmas, y la
«armadura de plomo» del sentido literal, al caletre, de los libros o textos
sagrados, ahoga por completo toda esperanza de alcanzar el sentido má elevado,
espiritual.

Respecto al escrutinio y a al evidencia íntima o comprensión de los


libros sagrados, dice el Kitab Al-Diriyak:

El contenido de los textos sagrados es como una «tela de araña» que


implica interpretaciones múltiples; ella es simplemente «el mensaje»,
tejido a partir de lo que es interiormente transformado8.

Por ello, quien va en pos de la verdad comprende muy pronto que debe
practicar una lúcida desconfianza ante todas las creencias, ideas y opiniones
que, por defecto de los hombres inadecuados que pretenden su prédica, se
convierten en la antítesis de los valores primordiales que ellas representan.
Hay quienes se resignan a vivir como si estuvieran en un
compartimiento estanco, encerrados dentro de las cuatro paredes de su
estrechez mental. A tales personas les ocurre como a la ranita del cuento, que
vivía en un pequeño pozo o charca, y creía «a pie de juntillas» que sus hábitat
era el único en todo su alrededor; ignorando ―feliz o infelizmente― que no
sólo existen millones de pozos o charcas como el suyo, sino también ríos, lagos,
mares y océanos, esparcidos por el orbe.
Muy pocos son los que están capacitados para «salirse de su charca»

_________________
7 Tradicion oral.
8 Autor desconocido. Libro de los antídotos, siglo XIII, Kabul, Irak.
82

para poder trascender y usar la percepción interior. La inmensa mayoría es


prisionera de sus propias estructuras mentales, las cuales les han sido
«impuestas» por las «autoridades consagradas». Son millones de seres que
prefieren quedarse rezagados en las limitaciones simplistas de la vida ordinaria,
en la fe impuesta y en la «comodidad» aparente de «permitir que otros piensen
por ellos…».
Quienes sinceramente anhelan conocer la verdad, deben estar dispuestos
a replantarse los diferentes aspectos que conforman sus propias teorías,
conceptos o creencias, y abrirse paso hacia el estudio y la comparación de otras
ideas, de otro aspectos ignorados de la verdad, más allá del «pensamiento
instituido» por las «autoridades consagradas» y los poderes establecidos, con
sus dogmas y su letra muerta. En fin, con todo aquello que se nos ha querido
presentar como «la única y legítima verdad»; una «verdad» que teme a la libre
discusión, a la sana «ventilación» y al análisis. Respetemos todos los credos,
pero no permitamos que ninguno de ellos se atribuya el monopolio de la
verdad. Prosigamos con el anhelo de encontrar el sentido renovado de lo
sagrado. Que la intención de amar a Dios no ocasione la incapacidad de amar al
prójimo. Las discrepancias deben ser canalizadas con sabiduría y ponderación,
a fin de logar la equilibrante síntesis que, sin utópica aspiraciones a un
pretendido «integrismo», ofrezca al menos la mutua comprensión, el respeto a
las ideas ajenas y la actitud fraterna.
Esforcémonos todos porque desparezca la espesa y deformante «niebla»
a través de la cual «vemos» a nuestros hermanos de otras religiones,
confesiones o doctrinas. Nos dirigimos especialmente a quienes se consideran
cristianos, hebreos y mahometanos, para que depongan la aversión y el
desprecio contra los otros creyentes de religiones diferentes, a quienes,
peyorativamente llaman «paganas» o «infieles». Ambos términos han sido
totalmente deformados a través del tiempo por el mal uso, y han sido casi
siempre utilizados maliciosamente por quienes, interesados en confundir a los
inadvertidos, siembran de ese modo sospechas y «halan sardina para su
barca…». Quienes sistemáticamente han venido utilizando despectivamente el
infeliz termino de «pagano», deberían saber o recordar que dicha palabra vienen
del latín, paganus, y éste de pagus, que significa «distrito rural», «aldea». Fue
un término usado casi exclusivamente por la llamada «cristiandad» de la Edad
Media, para distinguir a los «aldeanos» de los «ciudadanos», ya que el
cristianismo triunfó antes en las ciudades que en las aldeas. El nombre de
«paganos» (aldeanos) reemplazó a los entonces llamados «gentiles», es decir,
los que aún profesaban las antiguas religiones. Sin embargo, con el tiempo, la
83

ignorancia y con la poderosa ayuda de la aversión, el desprecio y la intención


rencorosa y cruel, hábilmente manejados, el termino de «pagano» se convirtió
en sinónimo de «adorador de falsos dioses», «politeístas», «idólatras», y otras
expresiones peyorativas, xenófobas y fariseístas, con las que se pretende
agraviar y causar afrenta a millones de personas que con todo derecho creen y
viven las prácticas religiosas de su propia tradición. Volvemos al cuento de la
ranita del pozo: el «cristiano» que aún no ha rebasado esa mentalidad
«parroquial» con respecto a la valorización de la otras religiones del mundo, se
olvida de lo universal (catholikos) y planetario (planetes) y se «enclaustra» en
su propia «charca»…
En Juan, 10:16, leemos: «también tengo otras ovejas que no son de este
redil; aquellas también me convienen traer y oirán mi voz; y habrá un rebaño y
un pastor».
Sólo la ignorancia, la falta de claridad, la división de los espíritus y la
perversidad de los corazones, han sido la causa de separación entre los rebaños
del mismo pastor: el reparador eterno. Rebaños que formaron, desde los
orígenes, una sola familia, un solo pueblo, bajo la autoridad de un solo padre…
Ojalá que al fin, el «viento ecuménico» que hoy se ha producido, no se
limite a «meter la paja en el ojo ajeno», sino a disipar de una vez y para siempre
la espesa niebla que deforma la recta visión de las «ovejas de otros rediles».
Compartimos plenamente la opinión valiente, franca y sincera de Frai Paul
Collet (q.e.p.d.), en su libro Los paganos me hablaron de Dios, cuyas páginas,
como bien lo señala Carlo Carreto en la presentación, «Escribe como un
testamento de amor y de gratitud hacia los pueblos que le acogieron como un
hermano» (Japón, Ceylán, Camerún, etcétera). Dice Frai Pablo Collet lo
siguiente:
Hablar de la pretendida superioridad de nuestra fe (cosa muy frecuente
entre los cristianos) es comportarse de forma gravemente ofensiva.
Porque, hay que admitirlo, es muy difícil decidir, basándose en la práctica
concreta de una ciencia, qué religión es superior a la otra. La verdad
definitiva, que está presente de algún modo en todas las religiones, se
formula de distintas maneras, según el ambiente social y cultural, según el
modo de pensar y de actuar. La verdad única se refleja en formas
culturales y sociales distintas, porque ninguna es en sí misma suficiente,
dado que no existe la posibilidad de expresar humanamente La Verdad
Suprema9.
_________________
9 Paul Collet, Los paganos me hablaron de Dios, Ediciones Paulinas, Zalla-
Viscaya (España), 1972, 99. 9, 18 y 19.
84

Toca a cada quien develar el profundo sentido de sus propias Escrituras


Sagradas y reconocer el mismo valor en los libros sagrados de todas las demás
tradiciones. Mas, para poder acercarse al estudio de la sabiduría y del
conocimiento trascendente que está subyacente en esos textos, es
imprescindible despojarse de la actitud «parroquial», seccional y sectaria que,
como anteojeras conceptuales, reduce por completo e dilatado campo de la
visión universal, la que es común a todos por su propia naturaleza, y la que
constituye el «puente de esperanza» unificante y conciliador. ..

…por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo


lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si
hay virtud alguna, si alguna alabanza, en eso pensad. (Filipenses, 4:8).

Me pregunto qué sería del mundo si cada uno de nosotros fuera


escrupulosamente justo, cortés y despojado de reticencias al interpretar las
enseñanzas de otras religiones o doctrinas tradicionales; libre de fantasías
individuales, procediendo con deseo de comprender, con imaginación creadora,
bondad y simpatía; teniendo en cuenta que una religión no debe ser juzgada por
la conducta de quienes se rehúsan a obedecerle, sino exclusivamente por lo que
representan sus principios, sus leyes y sus instituciones; jamás por lo excesos de
los que deforman. Si actuáramos de modo tan encomiable, estaríamos haciendo
honor a la ley por excelencia: «porque toda la ley en aquesta palabra se cumple:
amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gálatas, 5:14).
En un poema compuesto por Rabindranath Tagore para la «Fiesta de las
luces» (diwali), el sabio poeta dice estas palabras: «Haré de mi cuerpo una
lámpara, mi corazón, será la mecha; la llenaré con el aceite perfumado de mi
amor. Arderá día y noche en Tu Santuario, ¡Oh, Señor..!».
El bardo andaluz Antonio Machado, con las cuerdas de su «Fides»
íntima, canta arrebatado en alas de la inspiración cordial:

Anoche cuando dormía, / soñé ¿bendita ilusión!, / que una Fontana fluía
dentro de mi corazón… / Anoche cuando dormía, / soñé ¿bendita
ilusión! / que un ardiente Sol lucía dentro de mi corazón… / Era ardiente
porque daba / colores de rojo hogar, / y era Sol porque alumbraba / y
porque hacía llorar… / Anoche cuando dormía, / soñé ¡bendita ilusión! /
que era Dios lo que tenía / dentro de mi corazón…10.
_________________
10 Antonio Machado, poema «Una voz», en Poesías completas, Ediciones Espasa-
Calpe, Madrid (España), 1984.
85

El corazón es el sol del alma como el sol es el ojo y el corazón del cielo.
Es con «el ojo del corazón» (el ayn-al qalb de los sufíes, el oculus cordis
de San Agustín) a través del espíritu (er-ruh), la esencia luminosa (en-nur) que
mora en el centro del centro, que el hombre puede «ver» la realidad divina en el
intelecto creado, suprarracional, vehículo del intelecto increado (reach ha-
kadosch). «Porque el espíritu todo lo escrudiña, aun lo profundo de Dios» (1-
Corintios, 2:10). «Bajo la lengua del poeta se esconde la Llave del Tesoro»
(Nizami).
Si con la letra de cuanto hemos dicho, lográsemos despertar las
reflexiones íntimas que estimulen la imaginación creadora y la intuición en el
alma de nuestros lectores, a buen seguro que por vía tan cierta, podríamos
lograr también el despertar de las resonancias profundas el espíritu.
Veni, sancte spiritus… repe cordis intima tuorum fidelium… («¡Ven,
Espíritu Santo! Inunda en resplandores el corazón del fiel…»). Pues, «sin tu
divino soplo (Afflatus), nada hay puro en el corazón del hombre…!»
Porque no es proveniente de una autoridad pontifical-dogmática, ni de
concilios, sino de la inspiración verdadera, la intelligentia spirituallis, que
proviene de la percepción que la hermenéutica espiritual (ta´wil), la percepción
espiritual de los símbolos (noesis), se establece, y cuyo «órgano» es la
imaginación creadora. Es la visión sintética del corazon, la que permite «rasgar
los velos» de toda revelación y liberarse de la esclavitud de la «sabiduría de
palabras». Ese «despojamiento» (kenosis) permite manifestarse al «Espíritu de
verdad» (El consolador).
(Sugerimos una detenida y ponderada lectura de 1-Corintios, 2:7 a 15 y
Romanos, 16:25 y 26.)
86

CAPÍTULU XV
A TRAVÉS DEL OJO DE LAS APARIENCIAS

QUIEN ÚNICAMENTE percibe lo visible, el lado sensorio de la


existencia, además de privarse de la mitad del Conocimiento de la realidad, es
al mismo tiempo une esclavo de la ignorancia, de las falsas nociones y de las
limitaciones. La subjetividad, las ideas preconcebidas, la emocionalidad y la
mentalidad incorrecta por causa del orgullo intelectual, son los ingredientes que
«sazonan» el inconfesado deseo de ver solamente aquellas cosas que se quien
ver.
A pesar de que el hombre está destinado a emanciparse de la tiranía de
sus instintos innatos, hasta tanto no abra su «ojo interior» y toma conciencia de
la servidumbre de los sentidos del organismo animal, las fuerzas inconscientes
lo mantienen privado de la dirección de aquello que es superior en él.
Sencillamente vive como un robot, a pesar de su presunción de ser conciente,
autónomo y libre…
Dice el maestro sufí Al-Hujwiri, en su libro Kashf Al-Mahjub
(Revelaciones de lo oculto): «Son tres las formas de la cultura: la mundana o
simple acopio de datos; la religiosa, que sigue determinadas reglas; la superior,
basada en el perfeccionamiento de uno mismo»1.
La Verdad total, la Verdad absoluta no existe sino en profundidad, no en
la superficie. No es por la reflexión y la especulación cómo se adquiere el
verdadero Conocimiento, sino esforzándose por aplicar «el tártaro que disuelve
los metales» del ego pasivo, estático, para corregir el carácter, pues sólo el ego
activo, dinámico, puede librar el intelecto de los obstáculos provenientes de la
naturaleza inferior que impiden acceder al mundo de la realidad trascendente.
El poeta sufi Mahmud Shabistari, en su libro Gulshan´i-Raz (El jardín
de la rosa del misterio), dice: «¡Deja del lado al mundo y sé un mundo dentro
de ti mismo…!»2.
_________________
1 Ali Bin Uthman Al-Hujwiri, The Kashf Al-Mohjub: The Oldest Persie
Treatise on Sufism, Taj Publishers, Mumbai (India), 1997. Traducido por
Reynolds A. Nicholson.
2 Mahmud Shabistari, The Secret Rose Garden of So´D Ud. Traducido por
Florence Lederer, Muhammad Ashraj, Lahore (Pakistan), 1969.
87

El nicho (Mishkat), símbolo del tabernáculo


del misterio divino en el hombre.

Llegaron una vez a la ciudad de Damasco, tres príncipes que andaban en


busca de la sabiduría. La fama del sabio Habib se había extendido por
todo Oriente. Su sabiduría era un manantial a donde acudían reyes y
poderosos señores para saciar su sed. En una humilde cabaña acompañada
sólo por una esbelta palmera, el sabio pasaba largas horas en profunda
meditación.
Sin hacer el menor ruido, poseídos de hondo respeto, lentamente, poco
a poco, los tres jóvenes se fueron acercando. Sin abrir los ojos, el sabio les
habló por sus nombres y les preguntó cuál era el objetivo de su visita.
«Queremos ―respondieron― ¡Oh, sabio!, que nos digas cóo vencer
el criterio tan opuesto de las gentes. Nos atormenta la idea del “qué diran”
de los hombres, ya que no podemos ser dichosos porque ellos interpretan
nuestra ciencia de diversos modos». Sin abrir los ojos, el sabio les
contestó: «Varias hormigas encontraron a un hombre dormido. Celebraron
consejo entre ellas y decidieron conocer al hombre. La más intrépida llegó
hasta los cabellos, otra hasta la frente, aquélla hasta la nariz, ésta hasta los
ojos y otra hasta la boca. Cuando concluyeron su exploración volvieron a
reunirse y se preguntaron “¿qué tal, cómo ha sido el hombre?”. La
primera respondió: “El hombre es simplemente un bosque de
enmarañadas plantas de color negro”. La segunda dijo: “No es verdad, el
hombre es un desierto árido. La tercera contradijo a las dos diciendo: “No
es cierto. El hombre es una alta montaña”. La cuarta replico: “No hay tal.
El hombre es dos mares de cristal”. Por fin la quinta, dijo: “Todas
vosotras estáis equivocadas. El hombre no es más que una profunda
quebrada de color rojizo”. Habéis escuchado, ¡oh príncipes!, esta
parábola, y por ella veréis que los hombres son como las hormigas en mi
cuento: sólo comprenden lo que piensan y piensan sólo según el grado de
conocimientos que posean».
88

El maestro sufí Hakim Sanai, de Afganistán, maestro de Jalal Ad-Din


Ar-Rumi (conocido como Mawlana), dijo: «Al hablar de verdades religiosas,
las palabras no sirven para nada, excepto en calidad de analogias»3. Los
verdaderos adeptos no son hombres de palabras sino de percepción interior;
ellos buscan la verdad completa; la verdad que sólo puede percibirse por «el ojo
del corazón». Ellos distinguen entre el conocimiento ordinario, externo y el
conocimiento íntimo de la realidad. Hay todo un abismo de diferencia entre el
Adepto iluminado (el hombre realizado) y el «doctor de la ley»; éste, con su
afirmación dogmática no admite otra manera de comprender las ideas sino bajo
un solo punto de vista que excluye todos los otros puntos de vista y aspectos d
una verdad. «Un velo está puesto sobre el corazón de ellos…».

Quien aplica con discernimiento el principio de complementariedad, verá


cómo las apariencias de la dualidad se resuelven espontáneamente en la
realización no dualista. Quien mira el oscilar de un polo a otro en sí
mismo y fuera de sí ―del péndulo de los contrarios― hallará sin mucho
esfuerzo el punto fijo donde está colgado. Subirá a lo largo del vástago
hasta el centro inmóvil. Pero debe liberarse de la inercia mental que lo
sujeta abajo. Se necesita incansable paciencia para que ceda la rigidez del
pensamiento, cautivo de sus condicionamientos en la experiencia bruta y
limitativa4.

Trascender los opuestos es liberarse del gran conflicto. Como lo afirma


Sankara ―para quien la finalidad de la vida es disipar las tinieblas que
encubren el Espíritu en nuestro interior y reconocer nuestra esencial identidad
con el Ser―:

en cuanto se eleva en nosotros la conciencia de la no-dualidad, el estado


de transmigración del alama individual y la virtud creadora de Ishvara se
desvanece al instante; toda la fenomenología de la pluralidad, cuya fuente
reside en la ignorancia, se disipa bajo el efecto del Conocimiento
perfecto5.

_________________
3 Hakim Sanai, The Walled Garden of Truth, Octagon Press Limited, Londres
(Gran Bretaña).
4 Roger Godel, Essais sur l´ experience liberatrice (Ensayos sobre la experiencia
liberadora), Editorial Hachette, Buenos Aires (Argentina), 1953, cap. VI.
5 Cf. Sankara, Jnanaikanivartiatvam: S.B. III, 2-4, Atmadha, VI, VII.
89

Precisamente la técnica del Köan de la escuela de Buddhismo-Zen


consiste en acosar hasta la desesperación el pensamiento discursivo, la
especulación racional del discípulo, hasta que éste logre borrar completamente
la distinción entre sujeto y objeto; y al «despertarse» de esa identificación se
produce el satori (la iluminación). Al apagarse el pensamiento dialectico, surge
el destello de intuición que ilumina un «territorio nuevo», por la ruptura de su
nivel de conciencia. Allí, en la integridad de su verdadera naturaleza, las
palabras son absolutamente inútiles…

Entonces, la visión de tu Señor te será otorgada, y viéndole a Él


contemplarás «el brillante», quien es tu propio Ser… En la plenitud de esa
bendita visión, serás restablecido, y así conquistarás todos los fantasmas
de ilusión y engaño… (Chokmah-Nistorah).

¡Emite lucem tuam! («Emite tu propio esplendor»…). ¡Busca tu propia


verdad y brillarás cn luz propia! ¡Disuelve el ojo de las apariencias con la luz
del ojo del corazón..! (Ayn Al-Qalb)… Iluminatos oculus cordis vestri…

Dios es la luz de los cielos y la tierra. Esa luz es comparable a un nicho


donde se encuentra una lámpara. La lámpara está colocada en un cristal; el
cristal es semejante a una estrella brillante; esa lámpara se enciende con el
aceite de un árbol bendito; de un olivo que no proviene ni de Oriente ni de
Occidente, el aceite brilla aunque el fuego no lo toque. Es luz sobre luz.
Dios conduce hacia esa luz al que quiere, y propone a los hombres
parábolas, pues lo conoce todo…6.

El sentido del libro se abre a quien lo vive. Para él es luz que penetra en
las profundidades del alma… Por eso, la hermenéutica por excelencia: Ta´wil,
es el criterio supremo de la experiencia.

En sus frentes reconocerás el brillo de la Felicidad… A ellos se les


permite beber de un Vino Puro, exquisito, lacrado con almizcle… Que los
que quieran luchar para conquistarlo, luchen. Este Vino está mezclado con
el Agua de Tasnim, la Fuente de la Esencia, que es La Fuente donde se
saciarán los que se acercan al Eterno…»7.

_________________
6 Corán, XXIV, 35: Sura de la Luz.
7 Corán, sura LXXXIII, versículos (Aleya) 24 a 28.
90

¡Qué tremendo contraste! ¡Qué diferencia de criterio!, cuando se compara


a esos seres iluminados, verdaderos sabios, de los que hemos venido hablando,
con ciertas «autoridades» como ―por ejemplo― un profesor de Santa Escritura
en el Seminario Regional de Salerno (Italia), sacerdote Settino Cipriani, cuando
afirma de modo decisivo que «Las explicaciones simbólicas (Filón, Clemente
de Alejandría, Orígenes, etcétera) no pasan de ser un parto de fantasía»8. Ése es
el criterio dogmático de quienes se consideran «intérpretes autorizados de la
verdad revelada», cuya tarea de enseñar,

Se la confió Dios a san Pedro y a sus sucesores, que para eso reciben el
don de ser infalibles (?), porque el fundamento de la Casa de Dios, que es
la Iglesia del Dios vivo, columna y base de la verdad, no puede errar (?)
sin que el edificio mismo se convierta en receptáculo y frente del error9.

Por su parte, las encíclicas Divino Afflante Spiritu (30-9-43) y Humani


Generis (12-8-50), de Pío XII, han «acomodado la hermenéutica sagrada al
progreso de las ciencias profanas, (sic), amparando la armonía perfecta entre los
derechos de la razón y los derechos de la fe»10.
Cerramos este capítulo con un pensamiento de un genuino representante
de la autoridad espiritual, cuyo dominio de la hermenéutica sagrada (Ta´wil) es
incontestable: «El hecho de sustituir el conocimiento mismo por la “teoría del
conocimiento”, es tal vez la más grande declaración de impotencia de la
filosofía moderna»11.

_________________
8 «Paraíso Terrenal», en Diccionario bíblico (2a ed.), Editorial Litúrgica, S.A.,
Barcelona (España), 1959, p. 445.
9 Ibíd., p. 259, «Hermenéutica», a cargo del profesor Francisco Spadáfora,
profesor de la Pontificia Universidad Lateralense, quien dirigió la versión
española sobre la segunda edición italiana por los monjes de la Real Abadía de
Samos.
10 P. Parente, Diccionario de teología dogmatica, Editorial Litúrgica Española,
S.A., Barcelona (España), 1955, p. 166.
11 Réne Guénon, La metphysique Orientale, Editions Traditionnelles, Paris
8Francia), 1985, p. 11.
91

CAPÍTULU XVI
LA LEYENDA DE LA MANZANA DE LA DISCORDIA

Todo mito es un drama humano condensado;


es por ello que todo mito puede tan fácilmente
servir de símbolo para una situación dramática actual.

GASTON BACHELARD
(Prefacio de su libro Le symbolisme dans
La mythologie grecque, por Paul Diel,
Payot, parís, 1952).

UNA DE LAS FABULAS mitológicas griegas acerca de la manzana de


oro (Khrisous melón) que fue la causa de la guerra de Troya. La leyenda dice
que Eris (Discordia), hija de la noche y hermana de Ares (Marte), fue expulsada
del Olimpo por Júpiter porque perturbaba la paz y la armonía reinantes, y según
se afirma, jamás cesó de esparcir la discordia en la Tierra. Eris es representada
con la cabeza repleta de serpientes, portando una antorcha encendida en una de
sus manos, y en la otra una cobra y un puñal. Tiene un color ennegrecido, ojos
alucinados, boca espumante y manos ensangrentadas.
Furiosa por no haber sido invitada a las espléndidas bodas de Thetis y
Poleo, decidió vengarse, aun estando ausente, introduciendo un elemento de
discusión entre los asistentes de la augusta celebración. Precisamente Eris no
había sido invitada por temor a que su presencia turbara la cordialidad y la
armonía de la fiesta, a la cual asistieron todas las divinidades grandes y
pequeñas, modestas o superiores. Todo el Olimpo estaba allí representado, sin
olvidar los dioses del infierno, de la tierra y de las aguas.
Conocedora Eris del poder de la vanidad femenina, a la que no escapan
ni las diosas más austeras, hizo lanzar sobre la mesa de las comensales una
manzana de oro con la siguiente inscripción: «¡A la más hermosa!». Como era
92

de esperarse, todas las diosas sin excepción se abalanzaron a coger aquella


manzana que era un premio a la belleza. Obviamente, la rivalidad alcanzó
niveles críticos y la disensión degeneró en disputa abierta. Zeus (Júpiter) tuvo
que intervenir y trató mediante varias estratagemas de liquidar el concurso por
eliminatorias. Como resultado de estas últimas, sólo quedaron tres opositoras:
Hera (Juno), Athena (Minerva) y Aphrodita (Venus), a quienes obliga a llegar a
un acuerdo mediante concesiones mutuas. Pero el acuerdo es imposible: cada
vez que se designa a una, las otras dos se enojan y se retirar inconformes.
Hermes (Mercurio), consejero fiel, le indicó a Júpiter la manera de
escapar de la responsabilidad de tal situación, sugiriéndole dejar el fallo a juicio
de un joven pastor a quien conocía desde hacía tiempo. Se trataba de Paris, hijo
de Príamo, rey de Troya, y de Hécuba, cuya crianza había sido confiada, por
razones muy especiales, a unos pastores del monte Ida. Por eso Paris creció
entre bueyes, terneros, cabras y ovejas, en la sana atmósfera campestre,
llegando a convertirse en el más vigoroso y gallardo de los adolescentes. Su
fama llegó al Olimpo y por ello fue escogido para servir de árbitro en la difícil
querella que había surgido entre las diosas. Su fallo fue conocido como «El
juicio de Paris».
Conducidas por Hermes, las tres diosas descendieron del Olimpo y
comparecieron ante el joven Paris en las faldas del monte Ida. Paris, educado en
la sencilla vida de pastor, inocente de toda perniciosa influencia y de las intrigas
de la vida palaciega, sólo conocía el sentimiento de la justicia. Por tal razón, se
esperaba que Paris emitiera su fallo y liberara a Júpiter de toda responsabilidad.
Sentado sobre el tronco de una haya, Paris apacienta sus corderos
mientras toca su flauta pastoril. Aparece Hermes con las tres diosas, sin revelar
aún sus nombres para evitar cualquier posible influencia en el veredicto, y le
entrega a Paris la manzana de oro diciéndole: «¡Para la más hermosa!».
París, sorprendido ante aquellas tres divinidades, y confuso por el
delicado papel que le tocaba jugar, llega a emocionarse cada vez que una de las
aspirantes se esfuerza y trata de convencerlo para ganar su voto. Hera le
promete la soberanía en Asia; Athena se compromete a hacerlo invisible. París
titubea, y está a punto de ofrecer la manzana de oro a las dos, cuando se le
presenta Afrodita sonriente y bella, esplendorosa y subyugante, totalmente
desnuda y sin más adorno que su hermosa cabellera dorada por los rayos del
Sol. Como si fuera poco, con la dulzura de sus ojos y la gracia sin par de su
persona, Aphroita le describe a la bella Helena y se ofrece para ayudarlo a
conquistarla. París resuelve finalmente adjudicar la manzana de oro a
Aphrodita, sin lugar a dudas, la Diosa de la Hermosura.
93

Afrodita, cumpliendo su promesa, secundada por Eros, se hace a la mar


con Paris y haciéndose recibir en el palacio de Menelao, rey de Esparta y
esposo de la bella Helena, logran raptar a ésta y luego la conducen a Troya.
Este rapto determinó a los griegos hacer la guerra a los troyanos, en cuya
empresa recibieron la valiosa ayuda de Hera, que o había perdonado a Paris por
su voto a favor de Afrodita. París, mortalmente herido, vuelve a sus esposa
ninfa Oenona, muy versada en curaciones a base de hierba; pero ésta, celosa por
la aventura de Paris con Helena, se niega a curarlo, por lo cual Paris no tarda en
morir. Más tarde Oenona, presa del remordimiento, puso fin a su vida».
Más adelante explicamos por qué escogimos L manzana de la discordia
como título de este libro.

UNA OJEADA AL SIMBOLISMO DE LA MANZANA

En el esoterismo, la manzana ha sido utilizada como futa simbólica del


conocimiento y de la libertad de elección. Para los iniciados,

comer la manzana significa abusar de la inteligencia para conocer el mal,


sensibilidad para desearlo y libertad para hacerlo. El hecho de que la
manzana contiene en el interior de su pulpa el pentagrama, símbolo del
Hombre-Espíritu, simboliza además, la involución del espíritu en la
materia carnal1.

Robert Ambelain, en su libro Dans l´ombre des Cathédrales, dice:

La manzana, también en nuestros días en las Escuelas Iniciaticas, es el


símbolo ilustrado del conocimiento, pues, al cortarla en dos (en el sentido
perpendicular del eje del pedúnculo), nos encontramos con un
pentagrama, tradicional símbolo del Saber, diseñado por la disposición
misma de las pepitas2.

Como puede verse en los dibujos que aparecen más adelante, si


tomamos una manzana y la cortamos en dos partes iguales, en el sentido del eje

_________________
1 Cf. Jean Chevalier et Alain Gheerbrant, Dictionnire des symboles, Editions
Robert Laffont, Paris (Francia), 1974, pp. 45-46.
2 Robert Ambelain, Dans l´ombre des Cathédrales, Editions Adyar, Paris
(Francia), 1939, p. 85.
94

horizontal («ecuatorial»), podemos observar las cápsulas cartilaginosas que


cubren las semillas, son cinco, y aparecen formando una estrella de cinco
puntas («pentalfa»). Si el corte lo hacemos sobre el eje vertical («solsticial»), es
decir, de arriba debajo de la manzana, veremos claramente destacada la figura
exterior del órgano genital-femenino (la vulva o yoni).

Corte sobre la horizontal

Las cinco semillas forman una «estrella pentagramática», emblema


del genio que eleva el alma a grandes cosas. Símbolo alquímico
del «hijo», según los filósofos herméticos.

Corte sobre la vertical

Misteriosa «puerta de la vida» y de la «muerte pequeña»…


Lugar de «pasaje» entre dos «estados»

Si el hombre, por la complacencia incontrolada de los deseos terrestre


(línea horizontal), se apega a lo exclusivamente material en lugar de la acción
espiritualizante (línea vertical), estará actuando en oposición a la vía de la
evolución progresiva. La manzana es por ello el símbolo del conocimiento que
permite escoger uno de los dos caminos: «descender» o «remontar» (Katabasis
o anabasis). Si en lugar de «remontar» (anabasis) a lo largo del árbol, «permite
que las energías se disipen por el hueco abierto de una herida», como la leyenda
95

del «talón de Aquiles», estará cambiando la conquista del reino divino por el
falso reino exterior. Como diría un cabalista: «Malkuth separado de Kether». Al
limitarse a la pura y simpe generación, estará despreciando la Manzana de Oro
de la regeneración y la recreación, que constituye su verdadero poder creador…
Según los hermetistas, «Coger las manzanas del Jardín de la
Herpérides», es «hacer el azufre de los filósofos». «Arrojárselas a Atlanta», es
«fijar lo volátil», y «adjudicársela a Venus» es «terminar (acabar) la primera
obra por la fijación de la parte volátil» para trabajar enseguida en la
composición de la piedra y el elíxir, representados por «el sitio y la toma de
Troya»3.
La tradición folklórica de «la manzana del Paraíso» no encuentra apoyo
en la Biblia. No se encuentra en ésta, nada que indique específicamente que el
Árbol de la ciencia del bien y del mal sea el manzano. Sin embargo, algunos
autores opinan que «comer el fruto del árbol» debe interpretarse como la
relación sexual; pero esto queda desvirtuado por el Génesis, 1:27, que dice:

y crió Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los crió; varón y


hembra los crió. Y los bendijo Dios; y díjoles Dios: creced y multiplicaos,
y henchid la tierra, y sujuzgadla y señoread en los peces de la mar, y en
las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

Cuando el hombre genérico-primordial sólo seguía los dictados del


instinto, no tenía ninguna responsabilidad; sencillamente cumplía con la ley
natural. Cuando «comió del Árbol del bien de y del mal», pudo comparar y
distinguir los hechos entre sì; es decir, comenzó a distinguir el bien del mal;
adquirió la facultad de comparar, juzgar y escoger consciente y
voluntariamente. Partir de esa nueva naturaleza en el hombre, éste adquiere la
libertad de actuar por su propia cuenta y riesgo: nace el Derecho natural. El
hombre comienza el proceso de individuación y corta sus vínculos con la
naturaleza. Más, no hay derechos sin deberes. La libertad implica
responsabilidad4. Antes, cuando actuaba por instinto, regía en él la fatalidad o a
espontaneidad de la ley natural; por lo tanto no era responsable de sus actos. El
uso de la libertad de acción a voluntad, a conciencia, es «el fruto prohibido»
que el hombre asumió decidida y voluntariamente al desarrollar las facultades

_________________
3 Cf. Antonie-Joseph Dom Pernety, Dictionnaire mytho-hermètique, Paris
(Francia), 1787.
4 La responsabilidad es la «contraprestación» de la libertad.
96

de adoptar, aplicar, comparar, juzgar y escoger: surgió en él la conciencia. Este


término viene del latín: cum (con) y scire (saber), Concientia: «el acto de
reconocimiento reflejo sobre lo que se ha hecho y lo que se debe hacer» (según
Santo Tomás), o «el sentido de conciencia judicativa de lo moral» (la sineidésis
de la filosofía popular griega; la syndéresis de la Escolástica).

Y llamó Dios al hombre y le dijo: «dónde estás tú?» y él respondió: «Oí tu


voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo; y escondíme». Y
díjole: «¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de
que yo te mandé no comiéses?» y el hombre respondió: «La mujer que me
diste por compañera me dio del árbol y comí». Entonces Dios dijo a la
mujer: «Qué es lo que has hecho?» y dijo la mujer: «la serpiente me
engañó y comí» (Génesis, 3:9 a 13).

Es interesante notar el proceso de «proyección» que ambos usan, como


intento de evadir la responsabilidad de la culpa: culpar a otros es un
«mecanismo de defensa» para disminuir la angustia. Tanto Adán como Eva
reaccionaron con sentimiento de angustia al darse cuenta de que no pudieron
cumplir con el mandato de Dios (el Superyó o Yo-Superior).
Adán, mientras está en el Jardín del Edén, es decir, cuando se adhería
fielmente a los designios de la Sabiduría Divina y actuaba de acuerdo con los
planes del Supremo Hacedor, disfrutaba de una conciencia armónica (la
situación armónica primitiva), porque Dios (el Espíritu) le insuflaba la
necesaria inspiración.
Dios creó al Hombre Primordial como un ser perfecto, con dones
sobrenaturales que le permitían «la amistas con Dios» y disfrutar de la
inmortalidad. Cuando «comió del árbol prohibido» (el conocimiento por la
experiencia), hizo uso de su libertad para desobedecer y para comparar, dentro
de la indispensable diversidad, lo que parecía útil, y poder decidir. Más, aquel
fue un acto irreversible: ya no podía volverse atrás. Al recibir Adán el obsequio
terrible de la libertad, le resultó como la «caja de Pandora», que encubría, junto
con todos los males, todos los goces y todas las humanas esperanzas de
felicidad (utopías), pero incluyendo también todos los peligros que su mala
aplicación acarrea, incluyendo el exceso mismo de la libertad.
Adán había sido advertido por las leyes ontológicas: «…mas, del árbol
de la ciencia del bien y del mal no comerás porque el día que de él comieres,
morirás». «La paga de infracción es muerte…» Adán se decidió por «el fruto»:
el deseo de la Creación en lugar del Creador le convirtió en esclavo de la
primera, y aparece el mal como elemento Existencial. Cortado de su arquetipo
97

(el Ser, la Naturaleza Divina), se refugia en su «ego» (el ente) y aparece la


muerte. Cambió su Túnica de Luz por la «túnica de piel»…
El Edén representa en este simbolismo, un estado de conciencia
fuera del contexto espacio-temporal; es un estado de identidad y de unidad con
el Ser, con lo real; un mundo radiante que podríamos definir como la
preternatura (natura naturans), o universo dinámico que forma la substancia de
las cosas. En ese mundo, que es el medio primitivo del hombre, Adán «conoce»
los seres y las cosas en su esencia intrínseca, esencia íntima; vale decir, que
todavía no «ve» las cosas atreves del velo de las percepciones de los sentidos
físicos.

Adán y Eva en el paraíso junto al Árbol del Conocimiento


(Hans Sebald Beham)

Como consecuencia del «comer el fruto prohibido» (el conocimiento),


Adán pierde el estado de conciencia original, primordial. Cortado del mundo
divino, termina por «nutrirse» de informaciones que ahora le vienen por la vía
de las sensaciones y los afectos. Puede decirse, usando una metáfora, que
«perdió la cabeza». Se privó de la esencia propia y del principio radical. La
«trasferencia» del centro de conciencia divina a la conciencia de las
impresiones sensibles que viene a constituir su única modalidad cognitiva, es lo
que constituye el «deslizamiento» de la preternatura a la natura naturata. Esto
es lo que suele ser denominado en el ámbito religioso como «el pecado
original», «la caída», etcétera. La escuela cabalística la define como «la
escisión de la esencia» o «la unidad primordial perdida». Por eso, el tercer
«dogma» cabalístico dice: pecatun adae fuit truncatio malchuth ab arbore
98

sephirotico («el pecado de Adán fue el truncamiento de las raíces del árbol
sefirótico ―el “árbol de su constitución”»). Tal es también el llamado
«síndrome paradisiaco», «inflación ontológica», «pérdida del equilibrio inicial»
o «ruptura con el Ser»; «desnivelamiento» que rebajó al hombre al rango de
«monstruo cósmico».
Al «gustar» Adán y Eva las delicias del fruto del «árbol de la ciencia»,
empezaron también a «saborear» las delicias y las amarguras del pensamiento, a
sufrir las consecuencias de la emancipación y la responsabilidad. Fue un
«trueque»: la adquisición de la independencia humana a cambio del gregario
espíritu anterior. Es el comienzo del predominio de lo mental sobre la
«astralidad gregaria» (percepción que hoy llamamos P.E.S)5. Comienza el
dominio de lo individual sobre el alama grupal del clan cuya fijación autoritaria
esteriliza la conciencia.
A todas aquellas personas ―que son legión― que únicamente entienden
el contenido de los Libros Sagrados como referentes a seres, lugares
geográficos, tiempos y cosas materiales, en lugar de mirarlos como medio de
exponer, mediante leyendas, mitos, parábolas, metáforas, analogías, etcétera,
las grandes verdades eternas acerca de las cosas espirituales, como el «drama
divino» de la historia espiritual del hombre, a todas ellas, exhortamos
cordialmente a reflexionar y a meditar acerca del contenido de los versículos 5
y 22 del capítulo 3 del Génesis, que dice:

Mas sabe Dios que el día que comiereis de Él (del fruto del árbol que está
en el medio del huerto) serán abiertos vuestros ojos, seréis como dioses
sabiendo el bien y el mal. (…) Y dijo Dios (Elohim…): He aquí el hombre
es como uno de nos, sabiendo el bien y el mal: ahora, pues, porque no
alargue su mano y tome también del árbol de la vida, y coma y viva para
siempre…

Recordemos que en Los misterios cristianos, el «Hijo de Dios»


desciende ad inferís para que «el hijo del hombre» se eleve. «Y nadie subió al
cielo, sino el que descendió del cielo, el hijo del hombre que está en el cielo»
(Juan, 3:13). Toda la evolución humana está fundamentada alrededor de dos
hombres: el primer Adán y el Adán postrero; el viejo hombre y el hombre
nuevo. Como lo señala Pablo: «Así también está escrito: fue hecho el primer

_________________
5 Percepción Extra Sensorial.
99

hombre Adán en ánima viviente; el postrer Adán en espíritu vivificante» (1-


Corintios, 15:45). El «hombre natural» es primero en la evolución: «Mas o
espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual». «El primer hombre
es de la tierra, terreno; el segundo hombre, que es el señor, es del cielo» (Ob.
Cit., 15:45 y 47).
Tanto la religión por su parte, como la iniciación por la suya, enseña el
camino para reacceder al universo radiante que constituye nuestra «patria
original». El «hombre viejo» es «suplantado» por el nuevo hombre que a
aprendido a morir para el mundo de las sensaciones, emprendiendo al revés el
camino de «la caída», viviendo el misterio de la muerte y la resurrección o
supervivencia… De esta manera, el hombre logra, aquí y ahora, restaurarse al
estad primordial, con todas sus virtudes, capacidades y prerrogativas originales,
reestableciéndose en la situación de origen y reincorporándose al reino de la
luz… El estado perfecto (final) porque «los opuestos» han vuelto a reunirse en
una síntesis autárquica.
Sugerimos la lectura y meditación del capítulo 27 del Génesis, sobre la
«astucia» o el «ardid» de Jacob, vistiendo la «falsa túnica de piel» para
«suplantar» a Esaú ante el viejo y ciego padre Isaac…
Veamos la interpretación que Anna Kingsford hace del drama de la
creación de la naturaleza humana en sus dos divisiones principales: Adán-Eva,
intelecto-intuición, cuerpo y alma, hombre y mujer:

Adán: el intelecto, la mente superior, manifestada en el hombre.


Eva: el alama, la intuición, la naturaleza emocional unida a la naturaleza
mental de la mente inferior del hombre.
La serpiente: el ser inferior (irreal); la causa de la diferencia entre el
hombre y la naturaleza.
El árbol de la vida: el centro, la eternidad, la voluntad central, la vida
divina.
Conocimiento del bien y del mal: el conocimiento de los dos polos: el del
ser verdadero y del ser inferior.
Dar el fruto a Adán: la transferencia del centro de conciencia (árbol de la
vida) desde el alma (Eva) hasta el intelecto (Adán).
La transgresión («el pecado»): el resultado de esa «transferencia. En
realidad es una regresión, una vuelta a etapas superadas, un regreso a
conductas primitivas o «infantiles».
Comer el fruto: el acto por el cual el alma (Eva) contempla los dos polos:
el del ser verdadero y el del ser inferior. Antes de comer el fruto,
permanecía en el primer estado; es decir, en el «estado natural»; no era
100

auto consciente (no se conocía a sí misma), por eso «no sabía que estaba
desnuda»; sólo veía un polo: lo apto, lo útil, porque la naturaleza no es
autoconsciente6.

El advenimiento dela conciencia es como el advenimiento de la luz: sin


ella nada puede ser visto. La conciencia es la luz que contrasta la obscuridad del
inconsciente. Por eso, desde el punto de vista del hombre encarnado, el
comienzo del mundo es el comienzo del desarrollo de la conciencia:

El alma angelical es creada pura, pero no es suficiente el que sea pura, ella
debe llegara a ser perfecta. Ella es creada pura, pero ignorante. Después
de haber habitado el cuerpo humano, ella debe volver a ser pura, pero esta
vez es también conocedora. Para progresar, el alma debe ser mezclada con
la materia; debe conocer la vida terrestre y habitar un cuerpo humano7…

Retornemos al simbolismo de la manzana: «el fruto hermoso a los ojos y


codiciable» es el deseo de conocimiento. «El conocimiento unitivo que puede
conferir la inmortalidad o el conocimiento distintivo, que es el que provocó »la
caída»8.
Conocer (yadoa, en hebreo), significa, en lenguaje bíblico: unirse, amar,
escoger, tocar. El Génesis, 4:1 dice: «Y conoció Adán a su mujer Eva, la cual
concibió y parió a Caín y dijo: adquirió he varón por Jehovah».
Eva no fue la «causa» de la caída de Adán, sino el «instrumento».
Mediante su conjunción a través del amor, ellos pueden destruir el aspecto
negativo de la «serpiente» (la atracción original), la causa de la transgresión.
Éste es un gran misterio: el misterio de la serpiente del Génesis; «la seducción
original, la avidez, el egoísmo, la pasión irresistible de toda la vida elemental, el
móvil inferior de la naturaleza», según las palabras de Stanislas de Guaita. Es el
secreto del uso correcto de la fuerza elemental de la vida por el hombre y la
mujer adecuados, con miras exclusivas a reconstruir el ser primordial, el uno, el
«andrógino». El Zohar, I, 55, b, dice: «El Santo, bendito sea, no elige domicilio

_________________
6 Cf. Anna Kingsford; Cf. Clothed with the Sun (Vestida de Sol), John M.
Watkins, London (Gran Bretaña), 1937, p. 128-129.
7 Bahram Elahi, La Voie de la perfection, Ed. Albin Michel, Paris (Francia), 1982,
p. 27.
8 Cf. Pierre Grison, Dictionnaire des symboles, Editions Seghers, Paris (Francia),
1974.
101

Donde el Varón y la Mujer no se unen». El esoterismo hebraico conoce la


técnica de la Alquimia divina. Aparece plenamente desarrollada en un pequeño
tratado, el Aesh Mezareph del judío Abraham (sigo XVI). Es el método para la
«purificación y exaltación» del alma humana, es el plano de la alquimia
Espiritual; en el empleo del ur-inferioris naturae (el «fuego húmedo») en la
operación a dos vasos, para lo cual «es imprescindible poseer una cualificación
excepcional, una »pureza de niño» y «dignidad» natural»9.
«Y conoceréis la verdad y la verdad os libertarà» (Juan 8:32). «Asì que,
si el hijo os libertare, seréis verdaderamente libres». (Juan, 8:36). Mas, ello
exige una «firmeza en la libertad» «no usar la libertas como ocasión de
carne…»
La palabra daath en hebreo significa «Conocimiento, Ciencia,
Inteligencia, Sabiduría»; vale decir: entendimiento unido con conocimiento de
causa y con destreza. Hay quienes son capaces de convertir «el árbol de la
tentación» en el árbol de la sabiduría y de la inmortalidad… «La libertad no es
un derecho, es una prueba», afirma Lecomte du Nouy.

Como El Manzano entre los árboles silvestres,


Así es mi Amado entre los mancebos.
Bajo la sombra del deseado me senté…
Y su fruto fue dulce a mi paladar…!
Sustentadme con frascos, confortadme con Manzanas».

(Cantar de los cantares, 2:3 y 5).

Quién es ésta que sube del desierto,


Recostada sobre su Amado?
Debajo de un amanzano te desperté:
Allí tuvo tu madre dolores,
Allí tuvo dolores la que te pario....

La pulpa blanca y jugosa de la manzana representa el signo del agua,


signo de la virgen madre. El agua de la pulpa evoca el éter formador apas,
elemento radical de la materia que rige la madre-principio. Fue de la gran
madre que cada semilla de la creación viene, el nacimiento de todos los cuerpos

_________________
9 Cf. Julius Evola, La tradition hermétique, Editions Traditionnelles, Paris
(Francia), 1962.
102

cósmicos…» (Sancho-Niathon: Philo Biblus)10.


La mitología escandinava menciona a la manzana como «un fruto que
imparte vida» (un tesoro…). Se trata de la leyenda de la diosa Idhunn, quien
guardaba en una caja «las manzanas de la inmortalidad». Era una fruta que los
dioses consumían para renovar su juventud, cuando se acercaban a la vejez.
Atraída hacia un bosque vecino por el pérfido Loki, Idhunn fue raptada junto
con su tesoro por un gigante disfrazado de águila. Los dioses, sintiendo que
envejecían, obligaron a Loki a transformarse en un halcón para ir a buscar a
Idhunn y recuperar su tesoro, aprovechando la ausencia de su raptor11.
Para cerrar el presente capítulo, consideramos necesario explicar a
nuestros lectores la razón por la que hemos tomado La manzana de la discordia
como título de este libro.
Se debe, ante todo, al simbolismo de la leyenda, en la cual, la divinidad
maligna de los griegos: «Eris» (La Discordia de la mitología romana), juega el
papel principal. Hermana de las Parcas, en cuyas manos estaba la suerte de los
mortales, y hermana también de la Muerte (Thanatos), raíz de toda disensión,
disputa, perversidad, falsedad, engaño, incomprensión, rencor, odio y oposición
a ultranza.
Como lo prueban los innumerables hechos históricos incontestables que
todos conocemos, las religiones del mundo han sido (y continúan siendo) u
poderosísimo fermento de discordia, cisma, secesión, violencia, opresión de
concie3ncias, persecuciones, guerras, odio9s y destrucción entre los seres
humanos. Con una excepción honorabilísima que es justo reconocer: El
buddhismo.
Si la verdadera religión es la unidad absoluta de nuestro Ser con el Ser
único; si el propósito de toda religión es el reconocimiento mutuo de la
fraternidad humana, el sentido viviente de unidad a través de la practica
efectiva de esa fraternidad, en pensamiento, sentimiento y acción, ¿Por qué
razón la mayoría de las creencias, la unidad, la armonía, la paz y el progreso
espiritual de la humanidad? Casi todas las religiones han sido y continúan
siendo la manzana de la discordia que se opone a los laudables propósitos que
generan y fomentan la discordia entre millones de seres que presumen o aspiran
a ser considerados como personas religiosas, inclinadas hacia la espiritualidad y

_________________
10 Sancho-Niathon: Philo Biblus.
11 Rasmus Björn Anderson, Mythologie scandinave, légendes des Eddas (trad. De
Jules Leclercq), Editions E. Leroux, Paris (Francia), 1886, p. 124.
103

a lo sagrado.
Consideramos que es indispensable adecuar la actitud y el
comportamiento, a un modo de ser que se encuentra más allá del egoísmo, de
las diferencias de opinión, de las convicciones personales y de las controversias
que provocan y aumentan la oposición, la contradicción y la discordia.
Lo que se «siembre» con esa adecuada actitud de buena voluntad será lo
que justifique que el espíritu en nosotros disponga, ordene y dirija el esfuerzo
unitivo, la armonía y la concordia, a través de lo cual, vamos a encontrar el
principio de unidad en la diversidad.
Con tal actitud, tan justa como humana, no tenemos nada que temer ni
nada que perder; por el contrario: tenemos la posibilidad de ganarlo todo.
La «aceleración de los tiempos», la evolución acelerada de los tiempos
actuales nos impone su ritmo. Debemos por lo tanto, apresurarnos a la acción
constructiva, unitiva, de un nuevo mundo, pues ha sonado ya la hora cuando el
hombre debe hacer su elección y optar por el único puente echado sobre el
abismo… Ojalá no nos sorprenda la aurora…

Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas;
porque en el sepulcro adonde tú vas, no hay obra, ni industria, ni ciencia,
ni sabiduría (Eclesiastés, 8:10).

Como acertadamente lo señala Rabindranbath Tagore: «La infinita


Personalidad del Hombre no puede ser realizada sin una grandiosa armonía de
todas las razas humanas». Con la discordia y contra la lucha, aportemos la
armonía, la concordia y la tolerancia dinámica, conscientes de que la tolerancia
exige paciencia y sufrimiento, porque toda purificación requiere dolor y
esfuerzo. La única manera de tolerar es cediendo con paciencia en muchas
cosas que cada uno debe ser capaz de soportar, aún en contra de sus propios
puntos de vista.
El mundo es como un gran laboratorio que vive y actúa mediante el
aporte constante de todos los seres que lo pueblan (oi-kumene). Por esa razón,
todo el mundo debería tender al pluralismo ideológico, ya que la diversidad de
opiniones es como la diversidad de matices: gradaciones o variantes de los
diversos colores… Cada quien sólo ve una aspecto de una verdad que está más
allá de la mente del hombre para entenderla en todas sus relaciones.
Consideramos que se impone efectuar un reexamen fundamental del
verdadero papel que juegan las religiones en el mundo, al fin de poder eliminar
las barreras que separan a las diversas tradiciones. Un reexamen con las miras
104

puestas en la necesidad de un acercamiento universal de todas las religiones, de


sus paralelismos y coincidencias, eliminando al mismo tiempo todo cuanto las
separa y las enfrenta.
Para que la multiplicidad de las apariencias desaparezca y la realización
del esfuerzo unitivo llene el vacío que divide esa multiforme apariencia, es
necesario que la buena voluntad elimine las barreras que estorban e impiden
resolver el conflicto ideológico de incompatibilidad aparente, generadora de
odios, de incomprensión y de antagonismo. En fin, lo que se anhela es la
conexión mutua de las verdades y virtudes concomitantes que entrañan sus
respectivos componentes doctrinales. Como los radios de un círculo, que se
unen en un solo punto, en la medida en que se aproximan al centro, también se
aproximan los unos a los otros, ya que únicamente en el centro dejan de ser
radios…
Hindúes, chinos, islámicos, cristianos, judíos, etcétera, todos, sin
excepción somos hijos de un solo Padre. Conjuguemos, pues, nuestras mutuas
aspiraciones espirituales para comprender ahora mismo la restauración de los
verdaderos valores espirituales que en nuestra época obscura e incierta parecen
estar a punto de fenecer. Hacemos nuestras las palabras de monseñor Guillermo
Emilio Willwoll, en su artículo aparecido en el diario local El Universal de
fecha 30 de abril de 1981, que dice:

El ambiente envenenado de incomprensión, rencor, odio o indiferencia,


necesita más la mutua comprensión, la sensibilidad tan rara a detectar
valores positivos también en otras visiones del mundo que la propia, el
alejamiento del fanatismo, la serenidad. Lo pide urgentemente el
momento historico12.

Precismante, lo importante en esta hora del mundo es hacer resaltar los


puntos comunes de las religiones y de las creencias, en lugar de sumergirse en
discusiones sobre sus diferencias y discrepancias. Las religiones son perfectas;
los defectos que se les atribuye son los defectos de sus componentes humanos,
los «hombres inadecuados», que al usar los medios correctos, hacen que éstos
trabajen al revés, como afirma el antiguo pensamiento taoísta.
Toda enseñanza que ha sido revelada por el espíritu debe ser asumida

_________________
12 Guillermo Emilio Willwoll (Monseñor). «¿Socialismo vs. Cristianismo?», en El
Universal, Caracas, Venezuela, 30 de abril de 1981, p. A-4.
105

por el hombre interior, porque, como lo señala San Agustín: in interiore


Homine hábitat Veritas (en el interior del hombre habita la verdad). Pues el
espíritu, el tercer elemento del hombre interior, es la relación y la juntura del
alma con Dios. Él es el que nos religa con el ser verdadero…
Dice el Isha Upanishad:

El hombre está en un cuerpo para realizarse por la acción. Él debe instalar


las riquezas del espíritu en el la materia y por la materia.

Sri Aurobindo Goshe, en su libro The ideal of human unity, dice:

Cuando el Alma pide libertad, es la libertad de sus autodesarrollo de lo


divino en el hombre, en todo su ser. Cuando pide igualdad, lo que está
pidiendo es esa libertad igualmente para todos y el reconocimiento de la
misma Alma, la misma Divinidad en todos los seres humanos. Cuando se
esfuerza por fraternidad, está cimentando aquella igual libertad de
autodesarrollo en un propósito común, una vida común, una unidad de
mente y sentimiento, asentada sobre el reconocimiento de otra unidad
interna espiritual.
Estas tres cosas son de hecho la naturaleza del Alma; porque la
libertad, la igualdad, la unidad, son los atributos eternos del Espíritu. Es el
práctico reconocimiento de esta verdad, es el despertar del Alma en el
Hombre y el intento de lograr vivir a causa de su Alama y no de su ego, el
verdadero significado interno de Religión, y es a eso lo que la Religión de
la Humanidad deberá llegar antes de que pueda realizarse en la vida de la
raza. En otras palabras, la Unidad de la Raza Humana, aunque se logre,
sólo puede ser asegurada y sólo puede ser hecha real, si la Religión de
benevolencia, que es por ahora el más alto ideal activo de la Humanidad,
se espiritualiza y se convierte en la ley interna general de la vida
humana…»13.

Reemplacemos las manzanas de la discordia por las manzanas de oro de


las espérides, las que Gea (o Tellus) obsequió a Hera en su boda con Zeus…
Esas manzanas son «el tesoro en el cielo» al que todos podemos aspirar, pues
ellas son el «fruto del espíritu».

_________________
13 Sri Aurobindo Goshe, The ideal of human unity, E.P. Dutton & Co. Inc., Nueva
York (EUA), 1950, pp. 315-316.
106

CAPÍTULU XVII
EL BUDDHISMO: LA ÙNICA
REFORMA ESPIRITUAL INCRUENTA

Una religión es valiosa para un pueblo,


Sólo en tanto que ella es lo más excelso
Que ese pueblo conoce.

J.N FARQUHAR
The Crown of Hinduism

CON ESTE CAPÍTULO deseamos rendir un sincero homenaje de


reconocimiento y de admiración al más grande reformador conocido hasta
nuestros días, así como a la doctrina tradicional que él enseño y transmitió a la
humanidad; la única doctrina absolutamente libre de «mancha de sangre»;
tolerante, bondadosa, exenta de todo tipo de persecución o de imposición;
encuadrada dentro de la más prístina ortodoxia de la gran tradición primordial.
El buddhismo original fue la manifestación del espíritu de la verdad,
apareció cuando los brahamanes pervirtieron las enseñanzas primigenias del
hinduismo. Como Gautama (el Buddha) dijo al respecto: «Cuando la pura
doctrina decae y la humanidad recae en la sensualidad del deseo y en las
tinieblas mentales,. Entonces nace un nuevo Buddha». Los buddhistas son
―guardando las distancias― los «protestantes» del hinduismo. Una protesta
con miras de altísima espiritualidad y trascendencia.
La escuela del señor Buddha está bien definida como la vía intermedia,
la que conduce a cada hombre a la liberación de los opuestos en todos los
niveles; la vía que trasciende toda dualidad, todo condicionamiento, hasta
alcanzar la beatitud de la pura conciencia: «Más allá de todas las maneras de
decir», como apunta el canon buddhista Suttanipata.
La Iluminación, «el despertar fuera del sueño», es la razón de ser del
buddhismo. De hecho, el término «Buddha» significa «el Iluminado». La
Iluminación es algo viviente que depende de la realización íntima de cada uno.
107

El señor Buddha tuvo siempre un especial cuidado de evitar toda «descripción»


de la Iluminación. Cuando se le preguntaba sobre los misterios, «guardaba un
noble silencio». En un verso buddhista leemos:

…Cuando te interroguen con curiosidad, tratando de saber qué es Ello, no


afirmes nada ni niegues nada; pues cualquier cosa que se afirme no es
verdadera y cualquier cosa que se niegue no es verdad. ¿Cómo podría
nadie decir con certeza lo que Eso pueda ser mientras él mismo no haya
alcanzado plenamente lo que Es? Y después de haberlo logrado, ¿qué
palabra se puede enviar desde una región en que la carroza de la palabra
no encuentre huella sobre la que pueda correr? Por lo tanto, a sus
interrogatorios contesta solamente con el silencio, Silencio y un dedo
señalando El Camino…

El conocimiento de la doctrina no es más que «el dedo que señala el


Camino». Si el conocimiento no va acompañado de la experiencia personal, es
superficial e intrascendente. Por eso se ha dicho que la sabiduría de los sabios
no reside en sus enseñanzas. No hay que confundir sabiduría con doctrina. Por
eso, el «Señor de Compasión» (Buddha) dijo: «No creáis nada por la sola
afirmación de los doctores y de los sacerdotes. Pero aquello que hayáis
verificado personalmente y experimentado, y al final reconocido por verdadero,
guárdalo y hazlo tu doctrina». Igualmente suyas son estas palabras: «Mi
enseñanza no es más que una balsa para cruzar un rio; cuando se ha alcanzado
la orilla opuesta, debe ser abandonada».
El «punto básico» que Buddha va a tomar de la práctica del yoga,
derivada de la tradición hindú, como «pivote» del sistema que hoy se conoce
como buddhismo, está descrito en el Dharm-Mapada, v, 372: «Sin
conocimiento (prajña) no hay meditación (dhyana), sin meditación no hay
conocimiento. El que tiene conocimiento y meditación está cerca del nirvana».
Hui-Neng (638-713), el sexto patriarca Chʼan de China, decía:

En mi enseñanza no hay distinción entre Dhyana y Prajña; Diana es el


cuerpo de Parjña, y Prajña es la función de Diana. Cuando tienes Prajña,
Diana està en Prajña; cuando tienes Diana, Prajña está en Diana. Ellos son
uno y no dos…1.

_________________
1 Daisetz Suzuki, The Zen Doctrine of No-Mind. The significance of the Sutra of
Hui-Neng (Wei-Long), Samuel Weiser Books, New York (EUA), 1991.
108

Hui-Neng estableció la escuela china del «Zen» (Chʼan), que es la


abreviatura china de Zenna o Chʼannna, equivalente a la palabra sánscrita
dhyana del hinduismo, que significa «meditación» o «contemplación». Aquello
que Patanjali define como: «La continua y prolongada corriente de pensamiento
dirigida a un objeto determinado hasta llegar a absorberse o unificarse con él»2.
Dhyana fue la «bellota» o «semilla» (Bija) que tomó el Buddha del
hinduismo para convertirla en «el roble» del budhismo, la obra acabada de su
trabajo, a través del ininterrumpido desarrollo que significó su propia
experiencia personal que lo convirtió en Tathagata (uno de los títulos de
Gautama Buddha y el más alto epíteto, porque significa: «El que sigue las
huellas de sus predecesores o de aquellos que llegaron antes de él»).
Con Hui-Neng, el Zen empezó a echar sus propias raíces, a
«aclimatarse» y a establecerse firmemente en China. Su escuela es conocida
como «Tun-Chiao» (Enseñanza Abrupta), en contraposición con la escuela
«Chien-Chiao» (Enseñanza Gradual), de Shen-Hsiu. La escuela de Hui-Neng es
la Escuela de Sur (Nan-Tsung), y la escuela de Shen-Hsiu es la Escuela del
Norte (Pe-Tsung).
El Buddhismo-Zen brotò del buddhismo nacido en um medio hindu y el
taoísmo; es una elaboración de la doctrina de la iluminación llevaba a cabo por
el desarrollo del buddhismo en China. De allí le viene el término que lo
distingue de las otras ramas: «Zen» (Chʼan).
Como resultado de los esfuerzos de «vulgarizacion» que han venido
haciendo algunos «profesores» y «eruditos», se ha producido en Occidente «la
moda» de un «budhismo-zen para tutti-quanti», en el cual pretenden moverse
con igual desenfado cierto tipo de «intelectuales», hippies, snobs, ocultistas y
curiosos de todo tipo; en fin, toda una «bandada» donde abundan, desde lo más
ingenuos y despistados ilusos hasta los más entusiastas diletantes del «satori sin
esfuerzo…» y miembros del disciplina tan ardua, laboriosa y exigente como es
el buddhismo- Zen, no es para satisfacer la vana curiosidad de algunos ilusos ni
la inocente puerilidad de los incautos.
La doctrina buddhista de las cuatro nobles verdades se complementa con
el Noble verdades se complementa con el Noble Óctuple Sendero.las cuatro
nobles verdades son:

1. La existencia de un finito y cambiante mundo de sufrimiento.


_________________
2 Patanjali, Aforismos sobre el yoga con el comentario de Vyôsa, Editorial
Doncel, Madrid (España), 1972, III, 2.
109

2. Sufrimos porque deseamos o anhelamos cosas.


3. La verdadera naturaleza del Ser no se encuentra tratando de
satisfacer nuestros deseos sino fortificándonos con valores que son
contrarios a esos deseos.
4. El cuarto noble sendero corresponde a los valores que expresan la
verdadera naturaleza del Ser que nos libera del sufrimiento a través
del Óctuple Sendero.

El Noble Óctuple Sendero es:

1. Recta comprensión
2. Recta intención o propósito
3. Recta expresión
4. Recta conducta
5. Recto medio de subsistencia
6. Recto esfuerzo
7. Recta atención
8. Recta concentración.

La Iluminación puede ser obtenida a través de las prácticas de reflexión,


de la meditación y de los «viajes» al Ser Interior. El modo de vida que
promueve el buddhismo está resumido en tres cortos axiomas:

Cesa de hacer el mal


Aprende a hacer el bien
Purifica tu propio corazón...

Se trata de una «puesta en orden» de la vida externa, ordinaria y común,


antes de pretender volverse hacia la vida interior. Son los primeros pasos que el
discípulo debe dar antes de intentar ir más adelante en el sendero iniciático.
Tales preceptos no deben ser tomados como un simple conjunto de reglas, sino
que deben ser ponderados con discernimiento y sabiduría, jamás por obediencia
ciega, porque el hombre debe ser responsable de sus propias decisiones y
escogencias.
El buddhismo no reconoce otra autoridad para la Verdad que la intuición
del individuo; y esa autoridad es únicamente para él mismo. Los monjes
buddhistas son Maestros y ejemplo, pero en ningún sentido pretenden ser
110

intermediarios entre la realidad y el individuo. El buddhismo aconseja y


practica la más grande tolerancia con todas las religiones, doctrinas y filosofías
porque considera que ningún hombre tiene el derecho de inferir en la jornada de
su prójimo hacia la meta…
¡Que diferencia cualitativa tan enorme, la que existe entre un Roshi del
Zen (Maestro zen) y el «consejero espiritual» de cualquier religión
occidental…! Quien ponga eso en duda, tendría que preguntar a sacerdotes
católico-romanos como Dom Alfred Graham, prior de la comunidad
benedictina de Portsmouth, Rhode Island, o mejor aún, disponerse a leer su
libro Zen-Catholicism3, o al padre católico irlandés William Johnston, quien
pasó veinte años en Japón, donde aprendió y practicó «Zen» «como un medio
de profundizar y ampliar su fe cristiana» (sic). Su libro Chrisitan Zen es por
demás elocuente. El capítulo I de dicho libro comienza con estas palabras:

Hace algunos años, Arnold Tonybee declaró que cuando los historiadores
dentro de mil años escriban la historia de nuestro tiempo, se preocuparán,
no por la guerra de Vietnam, ni por la lucha entre capitalismo y
comunismo, ni por la contienda racial, sino con lo que sobrevino cuando,
por la primera vez, cristianismo y buddhismo empezaron a penetrarse
profundamente uno al otro. Esta observación es extraordinaria.
Cristianismo y budismo se están penetrando mutuamente, se están
hablando mutuamente, aprendiendo mutuamente. Aun la testaruda vieja
Iglesia Católica, en sonrojo de humildad post-conciliar, siente que ella
tiene algo que ganar sentándose a los pies de los Roshi-Zen y absorbiendo
la antigua sabiduría del este. Indudablemente esto es progreso4.

Quizás, convencido por tan laudables perspectivas, el padre jesuita H.M.


Enomitya-Lasalle abrió un «Centro Zen-Cristiano» cerca de Tokio (Japon), llamado
Akikawa-Shin-meikutsu («Caverna de la obscuridad divina sobre el río del otono»). La
construcción del centro en cuestión comenzó en la primavera de 1969 y fue terminada
en diciembre de 1971. Está situado en una muy adecuada parcela de 16.000 yardas
cuadradas, separada del ruido de la capital, como a unos doce kilómetros de Itsukaichi,
un terminal ferrocarrilero al oeste de Tokio. Está rodeado de montañas, en un bello
valle en las cabeceras del río Otoño. Puede llegarse por transporte ordinario en unas

_________________
3 Alfred Graham, Zen-Catholicism, Harcourt, Brace World Inc., Nueva York
(EUA), 1963.
4 William Johnston, Beginning, Christian Zen, Harper & Ron publishers, Nueva
York (EUA), 1971, cap. I, p. 1.
111

dos horas y media desde el centro de Tokio. Fue diseñado por el arquitecto japonés
Togo Murano. Se espera, además, que dicho centro sirva también de lugar de
entrenamiento para Instructores «Zen-Cristiano». La mayor parte de los estudiantes son
japoneses entre 18 y 40 años, de diversas profesiones, aunque también concurren de
vez en cuando grupos de extranjeros. Esperemos los resultados que puedan alcanzar
estos laudables esfuerzos de algunos católicos de avanzada, buscadores y peregrinos de
la vía interior que por ahora actúa a manera de una corriente subterránea. Algo bueno
habrá de lograrse de esta especie de «fertilización por polinización cruzada» entre unos
cuantos granos de polen católico con el polen de los «protestante del Oriente».
A los católicos interesados en más detalles acerca de este asunto, les sugerimos
la lectura del libro del padre Enomita-Lasalle titulado Zen, Un camino hacia la propia
identidad5.
Ante propósitos tan laudables como el que acabamos de comentar, sólo nos
resta desear, de todo corazón, ¡que la cosecha sea abundante…! ¡Que la fraternidad y
la Concordia surjan como el verdor y las flores silvestres en el desierto, después de una
lluvia tardía…!
Un aspecto muy importante en este asunto del diálogo o el intercambio entre
católicos y budistas-Zen, es el aumento creciente de monjas católicas japonesas que
practican Zen y que podrán ser de incalculable ayuda para enseñar a los escolares
católicos, además del pensum de materias escolares, la práctica de la meditación.
Hemos sabido que en algunos conventos de monjas, en España, han
comenzado las prácticas de sesshin (restito, generalmente por sietes días,
dedicados a la meditación). Estos católicos-Zen «en agraz» comenzarían a ser
una renovación, por lo menos a nivel interior. Tal parece como si una
refrescante brisa de alta espiritualidad, comienza a soplar desde el Oriente…
Quizás un viento similar podría venir desde el desierto… ¡In Shaʼallah!
¡Que sople el Viento y que fluyan las Aguas de Vida! Mas, ¡cuidado con
pretender forzar el orden de los acontecimientos! (LI), pues no hay manera de
desviarse del fluir del Tao… Que las cosas sigan su camino espontáneo (Tzu-
Jan)… Tal es la armonía del Universo.
Antes de intentar la «edificación del Gran Templo Universal» es
imprescindible comenzar por la puesta en orden de nuestra vida. Hay que erigir
primero las murallas externas contra los embates brutales de la discordia, a fin
de que el poderoso sentimiento de conciliar los antagonismos apacigüe los
ánimos, para que el espíritu de fraternidad sea el fruto del acuerdo y la armonía.
Hace muchísimo tiempo que millones de seres están esperando que la

_________________
5 H.M. Enomitya-Lasalle, Zen, Un camino hacia la propia identidad, Editorial
Mensajero, Bilbao (España), 1975.
112

Iglesia católica-romana se decida finalmente a sustituir sus dogmas de fe por


una esclarecida doctrina capaz de satisfacer a la vez la razón y el sentimiento.
Si hasta hoy no lo ha hecho, quizás se deba a la fortísima reacción y resistencia
por parte de los componentes de la vieja y testaruda Iglesia que aún subsisten
dentro de su congregación y que están persuadidos de que transformarse y
evolucionar destruiría el mito de intangibilidad de sus dogmas. Sin embargo,
los tiempos están maduros y el progreso no espera a los rezagados. Recordemos
las palabras del profeta Isaías:
«Sus atalayas ciegos son, todos ellos ignorantes; todos ellos perros
mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir…» (56:10).
«¿Son acaso éstos los “guardas” puestos sobre los Muros de Jerusalén?»
(Ibíd. 65:6). Sería un suicidio involuntario para toda la Iglesia… Los
verdaderos «guardas» y «atalayas» de la Nueva Iglesia son hombres como el
padre Paul Collet (Q.E.P.D.), COMO Dom Henri Le Saux (Swami
Abhishiktananda), como Don Alfred Graham, como el padre William Johnston
y como el padre H.M. Enomiya-La Salle, para tan solo nombrar unos pocos de
toda una pléyade que intenta hacer renacer de sus cenizas al fénix de los
misterios cristianos; renacimiento que pueda de nuevo seducir al mundo de hoy,
como aquel cristianismo nacido en Grecia, heredero de un lejanísimo pasado
que se remonta a la gran tradición primordial. Tal sería el retorno de Cristo…
¿Qué habría sido de los Padres de la Iglesia sin la influencia
determinante de la filosofía griega? ¿Dónde se encuentra el primer trazado de
una teología trascendente del cristianismo sino es en el Evangelio atribuido al
Iluminado de Epheso en Ionia: Ioann el primer Episkopos del hogar espiritual
de Grecia y del mundo antiguo?
La renovación debe y tiene que ser hecha «sin anteojeras», aplicando el
profundo contenido de las parábola de Jesús a los fariseos y a los discípulos de
Juan: «Nadie echa remiendo de paño recio en vestido viejo, porque en tal
remiendo tira del vestido y se hace por la rotura». «Ni echan vino nuevo en
cueros viejos: de otra manera los cueros se rompen, y el vino se derrama, y se
pierden los cueros; mas echan el vino nuevo en cueros nuevos, y lo uno y lo
otro se conserva juntamente» (Mateo, 9:16 y 17).
Las posibilidades de un encuentro fructífero entre cristianos, hindúes,
buddhistas y musulmanes, únicamente puede darse en un plano elevado
(metafísico). Mientras la doctrina se circunscriba a los terrenos de la
apologética será inevitable la discrepancia y el «choque». Todo el esfuerzo del
acuerdo deberá centrarse en el pivote de los valores profundos, en al
experiencia suprema de lo real; experiencia transmitida desde hace milenios
113

―al menos en la India― que permanece siempre actual y viviente; un


conocimiento recóndito y arcano de las profundidades íntimas del corazón,
donde el misterio es develado al alma atenta y despierta a la luz de lo real:
pajña, godhi, gnosis, marifah, etcétera.
Sería totalmente inútil pretender forzar la situación hasta el punto de
discutir lo que es definitivo y lo que es cambiable en los viejos dogmas o en sus
formulaciones renovadas. El verdadero entendimiento y el acuerdo no puede en
ningún caso realizarse con base en las fórmulas conceptuales de los credos, ni
siquiera del estudio comparado de los mismos, sino despojándose por completo
de tales «ropajes» y elevándose al encuentro de lo trascendente, unidos en
espíritu a aquel que es camino, verdad y vida… No importa el nombre que se le
dé. Llamémoslo el Dios Vivo, porque la vivencia de lo espiritual sólo puede
tener lugar en el espíritu:

Él no puede ser aprehendido ni por discurso ni por mente. Sólo puede ser
comprendido por aquel que dice: Él es.

(Katha-Upanishad, II, 3, 12)

Porque el Señor es el espíritu; y donde hay el espíritu del Señor, allí hay
libertad.

(2-Corintios, 3:17)

Se trataría, por lo tanto, de ir al núcleo, al centro, existencialmente y


libre de las trabas de las teorías, de los conceptos de la «ortodoxia»; con el
ánimo dispuesto a realizar en comunión fraterna la sublime experiencia del
reencuentro con el ser. Ya no se trata de un objeto del pensamiento, ni de
conceptos, ni de imágenes, sino del vacío que trasciende el pensamiento en el
centro de la realidad, en lo más profundo y secreto (SIRR) del corazón del
hombre… Allí nadie tendrá al menor interés en lo que el otro pueda creer o no
creer, porque todos estarán allí «re-unidos en su nombre»… En concordiae
fratrum iucunditas («en la felicidad der la concordia fraterna»), aquella a la que
el salmista en alabanza enardecida canta: Ecce quam bonum et quam iucundum,
habiutare fratres in unum («Ven cuán deleitoso es habitar los hermanos»)
(Salmos, 132).
El sendero de las «reglas» y de la «ortodoxia» es el sendero de la
mayoría de la gran masa humana. Sin embargo, los que piensan por sí mismos
prefieren su independencia de criterio en lugar de las normas preestablecidas
114

por la enseñanza institucionalizada. El hombre que prefiere pensar por sí


mismo, anda en procura de un conocimiento que lo saque de la duda o que lo
confirme en sus conjeturas. Cada uno «ve» la verdad según los límites de su
capacidad. Sólo Dios es la verdad absoluta; todas las demás verdades son
limitadas y relativas. No hay un solo camino hacia la verdad, pero el hombre es
el vehículo, el medio, para intentar la búsqueda. La capacidad para ver y
entender la verdad es un raro tesoro; quien lo posee está calificado para percibir
el conocimiento más elevado.

La toma de contacto con las Tradiciones que se han conservado


integralmente cuyo espíritu subsiste siempre, es el único medio de
revivificar lo que aún puede ser revivificado, y la tarea de adaptación no
podrá ser obra más que de una elite intelectual fuertemente constituida. Si
llega a formarse una élite occidental, el conocimiento verdadero de las
doctrinas orientales le será indispensable para cumplir su función6.

Se entiende por élite intelectual, un reducido número de personas cuyas


calificaciones o aptitudes espirituales las constituye de hecho y de derecho en
«cabezas» de la sociedad humana; porque su autoridad espiritual es aceptada
como evidencia de una superioridad, de una cualidad que sobrepasa al hombre
común, al hombre del montón. Se trata de las minorías creadoras, tan concisa
como acertadamente define Arnold Tonybee en su Estudio de la Historia7.
Podría decirse que un hombre de élite espiritual es un elegido, en el más
completo sentido d esta palabra, porque el hombre que ha logrado llegar a la
realización de la identidad suprema es el hombre universal (Al-insan Al-Kamil,
Jivanmukta, Cheun-Jen). Es, en fin, «el Hombre prudente que edificó su casa
sobre la roca» (Mateo, 7:24). Sin embargo, cuán pocos son los hombres que
realmente buscan, practican y por ende realizan esta luminosa experiencia. Son
en cambio millones los que la esquivan o la temen…

_________________
6 Cf. René Guénon, La crise du monde moderne, capìtulo «LʼOpposition de
lʼOrient et de lʼOccident», Editions Gallimard, Paris (Francia), 1973.
7 «En los momentos de crisis de cualquier civilización, ciertos individuos se
vuelven del mundo exterior a la vida interior de la psique y descubren allí un
nuevo rumbo de vida, regresan al mundo exterior para formar una creativa
minoría que actúa como una levadura para la renovación de esa civilización».
Arnold Tonybee, «Las memorias creadoras», en Estudio de la Historia, Emecé
Edit., Buenos Aires (Argentina), 1959, vols. VII-X, pp. 374-376.
115

Concluimos este capítulo con estas tres perlas de sabiduría del Buddha:

El que conoce la infinita alegría que se encuentra más allá de los sentidos
y no se aparta de la verdad, se parece a una lámpara cuya llama no vacila
a impulsos de viento.

Sed lámparas para vosotros mismos; sed refugios para vosotros mismos.
No busquéis refugios exteriores. Manteneos firmes en la verdad como una
lámpara; manteneos firmes como un refugio para la verdad.

¡Qué difícil es encontrar a los que de verdad quieren aprender…!


116

CAPÍTULU XVIII
VISLUMBRE DE UNA POSIBLE
COMPLEMENTARIEDAD

ARNOLD J. TYNBEE, en su libro El Historiador y la religión resume


lo que bien puede ser el anuncio o el vislumbre de una esperanza y de una
posibilidad: «Puede llegar un momento en que las herencias locales de las
diferentes naciones, civilizaciones y religiones históricas se hayan unido en una
herencia común de toda la familia humana»1. La aguda penetración y
perspicacia de este historiador ya la habíamos apreciado en la cita del padre
William Johnston, transcrita en el capítulo anterior.
El nuevo punto de partida que habrá de iniciar ese próximo gran
capítulo de la historia de la humanidad, es la tarea que deberán llevar a cabo las
principales religiones del mundo: la «tarea de Criba». Desembarazarse de lo
que estorba; separar la paja del grano; las proposiciones no esenciales, de las
verdades y dictados esenciales. Con ese «aventar» comenzaría, desde un ángulo
nuevo y diferente del que hasta hoy ha sido trillado, un nuevo punto de partida
que podría dar feliz inicio a la evolución pacífica e imperceptible de la
unificación, el intercambio fructífero y el entendimiento fraternal entre las más
importantes y avanzadas religiones del mundo; más allá de los dogmas, del
orgullo y de las veleidades de sus componentes menos conspicuos. Hay que
despojar la esencia doctrinal que cada tradición ha recibido del saber y la
experiencia de los antepasados, de los «añadidos» que la deforman y que casi
siempre, por un aferramiento a esos «pesos muertos», se convierten en rémora
contra la posibilidad de la apertura hacia los acontecimientos que son la fuerza
configurada de las exigencias del presente y de lo venidero.
Estamos ante un nuevo comienzo; ya la época de transición culmino. La
tarea que las religiones tienen hoy por delante es la elaboración de las bases
mínimas de ese recomenzar que es parte de la Divina Ley que rige el principio

_________________
1 Arnold Toynbee, El historiador y la religion, Emecé Edit., Buenos Aires
(Argentina), 1958.
117

y el fin de toda existencia. «Yo soy el alpha y la omega, principio y fin, dice el
Señor, que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso». (Apocalipsis, 1:9).
«He aquí, yo hago nuevas todas las cosas» (Ibíd. 21:5).
Las fuerzas eficaces de lo que comenzó una vez deben ser transvasadas,
trasplantadas y adecuadas al ritmo inexorable de la historia y su tendencia de
apertura hacia el progreso que demanda cada época, la adaptación que requieren
las circunstancias; porque quienes se resisten obstinadamente a reformar lo que
ya no sirve ―los «detritus»― pasan a formar parte de la gran lesión de
rezagados de la Tierra…
Ya la época de los «remiendos» comprobó su ineficacia. No se puede
seguir viviendo de espaldas a la realidad cotidiana. Nos referimos
específicamente a la llamada «cristiandad», término que preferimos usar para
distinguirla del cristianismo original, primigenio, de las diversas iglesias,
comunidades, sectas y grupos que en el Occidente latino se denominan a sí
mismos como «cristianos». El cristianismo original es «la comunidad del
pueblo de Dios», «la posteridad de Abraham», «la simiente de Abraham», «los
hijos de la promesa», «los herederos», etcétera. Nos referimos al cristianismo
de la «edad apostólica», es la primera etapa del helenismo cristiano; o mejor
aún, la etapa de la construcción de la paideia cristiana (siglos III, IV d.C.); la
época de los llamados «grandes Padres de la Iglesia»: Clemente de Alejandría
(150-213 d.C.), Orígenes (185-285), san Atanasio (296-373), san Epifanio
(315-403), san Basilio de Cesarea (329-372), san Gregorio Nacianceno (329-
389), san Gregorio de Nisa (332-400), san Jerónimo (331-420), san Ambrosio
(340-397), san Juan Crisóstomo («Boca de Oro» o «el Agustín de los griegos»)
(347-407), san Agustín (354-430).
Entre los grandes Padres de la Iglesia, queremos hacer especial mención
a los llamados «cuatro padres apostólicos»: Clemente ―también llamado
«Clemente de Roma» (años 96-97 d.C.), Hermas de Cumas (siglo II), Policarpo
de Smirna ―mártir― (año 155 d.C.) e Ignacio de Antioquia ―mártir―,
sucesor de san Pedro de la sede Antioquia (siglos I y II). Eran llamados Padres
Apostólicos (Patres Aevi Apostolici) por haber vivido entre los años 80 a 140
d.C. pudiendo haber conocido directamente a los apóstoles. En todo caso, sólo
hay certeza de que conocieron a los apóstoles Clemente de Roma y Policarpo
(Ireneo dixit).
Es precisamente uno de esos Padres de la Iglesia, san Agustín, quien
afirma, sin ambigüedades ni fumisterías teológicas, lo siguiente:

Porque lo que en nuestros tiempos es llamada la religión cristiana fue


118

realmente conocida por los antiguos desde el comienzo de la raza


humana, hasta el tiempo cuando Cristo vino a la carne, por lo cual, la
verdadera religión, que había previamente existido, empezó a ser llamada
«cristiana»; y ésta en nuestros días es la religión cristiana, no por haber
dejado de existir en los tiempos antiguos, sino por haber recibido en
nuestros días ese nombre (cursivas del autor).

Eusebio de Cesarea (264-340), Obispo de Cesarea (Palestina), (también


llamado Eusebio Pánfilo), el primer historiador cristiano, admite que «lo que se llama
religión cristiano es nueva ni extraña sino que fue conocida por los antiguos»2. En la
misma Historia eclesiástica, hablando acerca de los terapeutas y esenios, hace la
siguiente aserción: «Estos antiguos Terapeutas eran Cristianos y sus Escrituras son
nuestros Evangelios y Epístolas»3.
Estas claras afirmaciones nos demuestran que los cristianos de los
primeros siglos no consideraban a su religión como si ésta hubiese sido ―como
pretenden algunos― «la portadora de la luz en un mundo sumergido en las
tinieblas paganas», sino como realmente fue: la restauración de una antiquísima
tradición, tal como lo fueron igualmente, en sus momento, la tradición de los
misterios egipcios, los caldeos, los griegos, el zoroastrismo, el hinduismo, el
buddhismo, el hebraísmo, etcétera. Todos ellos son «retoños» del árbol de «la
gran tradición primordial», existente desde el comienzo de la raza humana. Sin
embargo, durante los últimos dieciocho siglos, cada niño nacido en hogar
«cristiano», ha venido siendo indoctrinado con la inepta creencia de que el
cristianismo fue la única, la primera religión verdadera en la historia del mundo.
Al mismo tiempo se les afirma y enseña que todas las religiones previas son el
«producto de las mentes infantiles de los primitivos seres humanos…».
No es difícil imaginar cómo reaccionaría el fundador de la teología
cristiana (san Agustín), ante semejante falsificación de la verdad histórica.
¡Cuán diferente habría sido el curso de la historia del cristianismo, si ésta vasta
e intencional deformación de la verdad no hubiera sido convertida en dogma
para tantos crédulos, suplantando la verdad y la razón con los prejuicios, el
fanatismo y la simonía…!

_________________
2 Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, traducido por George Grayling,
Valentín González, Editorial Clie, Terrassa (España), 1989, Libro 2, Cap. v.
3 Eusebio de Cesarea, ob. Cit., libro II, Cap. 17.
119

La gran tradición primordial no tiene punto de partida asignado


históricamente porque ella no es la invención del hombre: su origen es no-
humano (Apaurusheya, según la tradición hindú): su principio se remonta más
lejos y más alto que la humanidad; está vinculado al ancestro primordial, y a
través del él, al mundo divino, universo trascendente o reino de la luz increada
(preternatura). La gran tradición primordial es patrimonio ancestral de la
humanidad como un todo.
Las razas, los hombres, las civilizaciones, cumplen sus ciclos y
desaparecen. Grandes cataclismos han trastornado al mundo, hasta el punto de
que hay civilizaciones que no han dejado ninguna huella o traza que permitía a
los arqueólogos elaborar alguna teoría o adelantar hipótesis que permitan
algunas explicaciones de esas antiquísimas civilizaciones desaparecidas.
Protohistoria, prehistoria, son apenas estimaciones aproximadas, simples
conjeturas, pero ningún descubrimiento «científico» puede hoy día probar la
existencia de civilizaciones muy evolucionadas, en épocas más allá de lo que
llamamos «la Antigüedad clásica». Pero en realidad, ¿no han existido otras
humanidades «pre-adánicas»? ciertamente no hay pruebas establecidas
«científicamente» que lo confirmen ―o lo nieguen… Todo queda reducido al
dominio de lo conjetural en lo externo y profano, y a la tradición oral con sus
leyendas y sus mitos, en el dominio iniciático. «No hay memoria de lo que
precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán
después» (Eclesiastés, 1:11).
En Deuteronomio, 32:7 a 9, leemos:

Acuérdate de los tiempos antiguos; considerad los años de generación en


generación: pregunta a tu padre (el «patros»), que él te declarará. A tus
viejos (ka-eld: los ancianos) y ellos te dirán cuándo el Altísimo hizo
heredar a las gentes, cuándo hizo dividir los hijos de los hombres,
estableció los términos de los pueblos según el número de los hijos de
Israel. Porque la parte del señor es su pueblo; Jacob la cuerda de su
heredad (Paréntesis y subrayado del autor).

Tal es la cadena ininterrumpida (la shelsheleth) de la chokmah nestorah,


la «heredad de la congregación de Jacob» (ibíd. 33:1), que remonta, desde el
Iniciado de hoy hasta la gran tradición primordial, la heredad-reliquia de un
remotísimo pasado que «se pierde en la noche de los tiempos…».
El origen de nuestra tradición iniciática occidental nos viene de Caldea
―el Ur-Casdim del Génesis― de la ciudad de «Ur» ―la Orchoe de Ptolomeo,
hoy Orfa, también llamada urrhoe por los árabes beduinos. Desde allí partió
120

Abram ―cuyo nombre seria posteriormente cambiado por Abraham (Génesis,


17:5) ― al frente de un numerosos pueblo, para obedecer el mandato divino y
establecerse en Palestina: «Y tomó Thare a Abram su hijo, y a Lot hijo de Aran,
hijo de sus hijo, y a Saraí mujer de Abram su hijo: y salió con ellos de Ur de los
caldeos y vinieron hasta Harán, y asentaron allí» (Génesis, 11:31). «Empero
Jehovah había dicho a Abram: vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de
tu padre, a la tierra que te mostrare». «Y haré de ti una nación grande, y
bendecirte he, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Y bendeciré a los
que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré: y serán benditas en ti
todas las familias de la tierra» (Génesis, 12: 1 a 3).
Así fue como desde Ur-Casdim (caldea) salió Abram como Patros y
«CABEZA» de la orden de los ortodoxos caldeos abramidas o kalkas, una casta
sacerdotal procedente del pueblo parso, los dorios neo- ramidas instituidos por
Ram. En su condición de gran sacerdote y llevando consigo el preciado tesoro
de la sagrada tradición ―tradición de «Los hijos de Seth»― Abram se dirigió a
la Tierra de Canaan…
El encuentro de Abram con Melkisedek, «Rey de Salem» y «Sacerdote
del Dios Altísimo», «Rey de la Justicia y de la Paz», se describe en Génesis,
14:18 al 20:

Entonces Melchisedec, rey de Salem, sacó pan y vino; el cual era


sacerdote del Dios altísimo, y bendíjole, y dijo: «bendito sea Abram del
Dios altísimo, poseedor de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios
altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano». Y diole Abram los
diezmos de todo.

Es evidente que Melkisedek es superior en jerarquía a Abram, puesto


que lo bendice, y Abram reconoce esa superioridad con el pago del diezmo.
Este encuentro ―según René Guénon― corresponde a una «investidura
espiritual y el punto de reunión de la tradición hebraica con la gran tradición
primordial».
Dice Pablo en sus Epístolas a los Hebreos, 7:1 a 8.

Porque este Melchisedec, rey de Salem, sacerdote del dios altísimo, el


cual salió a recibir a Abraham (sic) que volvía de la derrota de los reyes, y
le bendijo. Al cual asimismo dio Abraham: los diezmos de todo,
primeramente él se interpreta rey de justicia; y luego también rey de
Salem, que es, rey de paz; sin padre, sin madre, sin linaje; que ni tiene
principio de días, ni fin de vida, mas hecho semejante al hijo de Dios,
121

permanece sacerdote para siempre. Mirad pues cuán grande fue éste, al
cual aún Abraham el patriarca dio diezmos de los despojos. Y ciertamente
los que de los hijos de Leví toman el sacerdocio, tienen mandamiento de
tomar del pueblo los diezmos según la ley, es a saber, de sus hermanos,
aunque también hayan salido de los lomos de Abraham. Mas aquel cuya
genealogía no es contada de ellos, tomó de Abraham los diezmos, y
bendijo al que tenía las promesas, y sin contradicciones alguna, lo que es
menos es bendecido de lo que es más. Y aquí ciertamente los hombres
mortales toman los diezmos, aquel del cual está dado testimonio que es
viviente.

Merece especial consideración el hecho de que Melkisedec, siendo al


mismo tiempo rey y sacerdote no tiene genealogía (sin padre y sin madre), por
lo cual no debe su dignidad sacerdotal y real a «lazos de sangre» (antepasados).
Por otra parte, siendo su sacerdocio de carácter extratemporal, es por
consiguiente eterno. «Permanece sacerdote para siempre» (Hebreos, 7:3). Es la
misma razón por la cual se llama también a Jesús «sacerdote según el orden de
Melquisedek».
Melkisedek (o Melchisedec, Melquisedek, etcétera) es el gran sacerdote
de los Mlechas (europeos o protoíndicos, según los hindúes): Malachiit Sar
Adachi, representante de la gran tradición primordial, la cual, como ya lo
hemos dicho, «no tiene punto de partida históricamente, porque ella no es obra
de los hombres; su origen es no humano».
Hemos hecho esta larga digresión con miras a sustentar nuestra opinión
ya antes señalada de que lo que hoy se llama «cristianismo» (la cristiandad), es
algo totalmente diferente al cristianismo original, es decir, la religión que
subyace bajo las más diversas formas y apariencias que reclaman para cada una
de ellas el calificativo de «cristianas». Dicho de otra manera: en el seno de la
llamada «cristiandad» coexisten varias religiones distintas, y no existe un
cristianismo unificado, coherente y homogéneo, sino numerosas «formas de
cristianismo» que cada sociedad se ha dado a su convivencia, ha acomodado a
sus gustos y a sus necesidades, de acuerdo con sus propias características y a su
fisonomía particular, con los agregados que su creencia les impone y el rechazo
de todo cuanto difiera de ella.
Entre las numerosas formas del «cristianismo» occidental se pueden
citar como las más importantes en nuestros días, la Iglesia católica-romana, la
iglesia anglicana fundada por Enrique VIII y las otras denominaciones
protestantes cuyos grupos más importantes son el luterismo, el anabaptismo de
Juan de Leyden (1534-1545)―el ala izquierda de la reforma― y el calvinismo.
122

Todas ellas derivadas de la Iglesia católica como consecuencia de la Reforma,


que se originó como resultado de las costumbres corrompidas del clero y del
papado de la época; depravaciones que miraron la autoridad moral de la Iglesia,
debilitaron su unidad y produjeron lo que ésta «bautizo» como «la herejía
protestante», que en el fondo no era sino el deseo de corregir los abusos y
reestablecer la primitiva pureza de la Iglesia, pero a cuyos propósitos se le
«asociaron» los intereses políticos, económicos y los de algunos príncipes
alemanes.
Hay otras denominaciones del protestantismo, congregaciones
evangélicas como los adventistas, fundados por William Miller (1782-1849)
quien, basándose en sus propios cálculos apoyados en su interpretación
personal del apocalipsis, anunció el segundo advenimiento de Jesús que debía
de producirse entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844. Profecía
que desde luego no se cumplió.
En 1860 se fundó la Congregación de «Los Adventistas del séptimo
día», y en 1861 se fundó la «Iglesia cristiana adventista». Finalmente, en 1864
en Filadelfia (EUA) se fundó una organización que reúne a numerosas iglesias
adventistas autocéfalas, llamadas «iglesias de Dios».
La última de las congregaciones evangélicas, derivada del
congresionalismo es la de «los Testigos de Jehová», fundada por el pastor
Charles Taze Russel. El congregacionalismo fue un movimiento protestante de
orientación calvinista originado en Inglaterra a mediados del siglo XVI por la
negativa de algunos grupos de aceptar la autoridad de la Iglesia anglicana. Más
adelante ampliaremos detalles acerca de «los Testigos de Jehová».
Existe un gran número de sectas y cultos contemporáneos como «los
Niños de Dios» y la «Iglesia de la Unificación», creada y gobernada por el
reverendo Myung Moon («el mesías coreano»), cuyos designios han sido
analizados y expuestos por el periodista Jean François Boyer en sus libro El
imperio Moon. Dicha iglesia propone a sus adeptos la creación del «Reino de
Dios en la Tierra», mediante la toma del poder temporal a través del poder
económico y el poder político… dicho «proyecto» absorbe la actividad
cotidiana de esta secta. Sus relaciones estrechas con los militares y con la
ultraderecha son cuidadosamente cultivadas.
Todo este conjunto de «cristianos» de todos los matices y «para todos
los gustos», que se disputa la posesión de «la verdad cristiana» a su manera,
hace muy difícil poder acertar con una definición de qué es lo que en el mundo
de hoy constituye realmente el cristianismo. Si aceptamos como válida la
afirmación contundente de Charles Guignebert en su libro El cristianismo
123

antiguo, entonces el «cristianismo occidental» sale muy mal librado. Dice


Guignebert: «En rigor, los occidentales jamás han sido cristianos»4. La misma
opinión es sustentada por Alvin boyd Kuhn en su libro Shadow of the third
century (obscuridad del siglo tercero), cuando afirma

El mundo occidental no solamente jamás ha tratado de vivir su declarada


y dominante religión de cristiandad, sino que nunca en ningún momento
en su período histórico poseyó siquiera la verdadera religión a la cual le
ha sido asignado el nombre de cristianismo. El fracaso de la cristiandad
para aplicar en viviente operación su nominalmente aceptado
sistematismo religioso en sus siglos de vida histórica, no fue
principalmente debido a su carencia de vigor moral, sino que brotó, como
nuestro trabajo lo asevera, del simple hecho de que no poseía el
cristianismo que debería haber acompañado el nombre de tal. Cortando
muchos de los nudos gordianos del embrollado debate y cortando
igualmente una senda recta a través de la jungla de las conjeturas
teológicas, este trabajo empezará con la desnuda y osada declaración de
que el mundo occidental de Europa y América jamás ha tenido en su
posesión el verdadero Cristianismo, ni nunca ha tenido conocimiento de
él.

Quien analiza la Reforma con objetividad e imparcialidad está de acuerdo con


que los reformadores realmente pretendían de buena fe restaurar el Cristianismo
auténtico, o al menos como lo reclamaban los líderes que personificaban a tales
aspiraciones. Es igualmente evidente que Lutero sólo tuvo la intención de reformar la
Iglesia, no dividirla; pero una vez que los acontecimientos provocados no van más allá
de un extremo, las consecuencias producidas por la fuerza de las cosas pasan sobre el
extremo opuesto, y una vez abierta la «compuerta» es casi imposible detener el
«torrente»…
A pesar de todos los esfuerzos que ambas partes se hicieron para tratar de
llegar, si no al restablecimiento de la unidad cristiana, por lo menos al encuentro de
puntos de acuerdo común, a las verdades esenciales del cristianismo, no fue posible
lograr un entendimiento. Hasta las diversas tentativas de unir en una sola comunidad a
las diversas iglesias reformadas resultó una tarea estéril. Lo curioso es que todos creían

_________________
4 Charles Guignebert, El cristianismo antiguo, Fondo de Cultura Económica,
México, 1956, p. 206.
5 Alvin boyd Kuhn, Shadow of the third century, (obscuridad del siglo
tercero), Academy Press, Nueva Jersey (EUA), 1949, CAP. 1, P. 1.
124

―y creen aún― que existe una verdad Cristiana, pero como la ignoraban ―y
la siguen ignorando aún― se forjaron como su verdad las proyecciones
mentales que sus sentimientos, su imaginación, sus hábitos, cultura y
circunstancias les permitió. Fue de ese modo como, al suplantar el magisterio
eclesiástico de la Iglesia de Roma por la Biblia convertida en regla de fe y
norma de conducta «que todos pueden interpretar libremente» y a su guisa,
según el «sagrado» principio del libre examen, cambiaron la infabilidad de la
Iglesia por la infabilidad del Libro (la Biblia). El resultado práctico fue que
cada quien, a su «libre saber y entender» (¡vaya Ud. A saber qué era lo que
sabían y entendían de la verdad cristiana!), se «fabricó» su propia opinión,
reteniendo para su provecho personal lo que parecía verdadero o conveniente. A
partir de entonces los grupos se fueron «atomizando» más y más, víctimas de
los extravíos del individualismo religioso. Fue así como el protestantismo
liberal, o mejor dicho, los protestantismos, echaron por la borda el propósito
original y la intención reformadora que su fundador Lutero había tenido en
mente cuando se embarcó en semejante empresa titánica: la de intentar la
restauración del cristianismo a su más prístina pureza…
Confiemos, no obstante, en la capacidad de rectificar que tienen los
seres humanos de buena voluntad, para que después de haber sufrido la
aleccionadora experiencia que ya tiene su edad contada en siglos, renunciando a
todas las querellas que produjo La manzana de la discordia de los dogmas
religiosos, comprenderemos todos que la verdad absoluta sólo es patrimonio
exclusivo de la Divinidad; que los seres humanos apenas podemos vislumbrar
aquella parte de la verdad que nos permite nuestra propia capacidad de
comprensión y lucidez de espíritu. Confiemos en que el principio activo del
renacimiento religioso de contenido trascendente, surja de sus cenizas como el
ave Fénix…
Uno de los más grandes errores de todas las religiones que se llaman
«cristinas» ha sido el procedimiento de reclutar prosélitos. Es también justo
reconocer que después de muchos siglos de errores en dicho procedimiento,
algunas religiones parecen haber asimilado los golpes de la experiencia. Por
ejemplo, la Iglesia católica-romana, a través de la comisión redactor de la
Declaración Conciliar sobre la Libertad Religiosa, en el Concilio Vaticano II,
consideró al proselitismo religioso «un comportamiento que debe considerarse
como abuso del derecho propio y lesión al derecho ajeno». Igualmente afirma
que «debe ponerse un límite a la libertad religiosa cuando ésta perjudica los
derechos ajenos: el derecho de la persona humana de recibir y profesar
voluntariamente la Fe». Y concluye incitando a «Que se respeten con plena
125

sinceridad los supremos derechos y deberes del hombre para desarrollar


libremente su vida religiosa dentro de la sociedad».
Es obvio que la libertad de cada individuo se realiza cuando promueve
la libertad de sus semejantes. Por lo demás, el acto de la fe religiosa es libre,
personal y subjetivo. El respeto y la observancia de la libertad religiosa es al
mismo tiempo el respeto de las conciencias y su positiva consecuencia es la
tolerancia…
La Iglesia católica, durante la época de la conquista y colonización de la
América indígena, cometió el gran abuso de imponer con violencia la
conversión de los indígenas de las colonias españolas. Abuso, decimos, porque
ni la iglesia, ni nadie en este mundo tiene derecho alguno de imponer creencias
a quienes no las buscan, o a los que se niegan a recibir otra fe. Ni siquiera el
intento de ejercer presión para que los no creyentes acepten oír la predicación
de una fe que no es la suya, pues de hecho no faltan moralmente quienes no
aceptan obedecer la observancia de una creencia ajena, ya que el acto de fe
debe ser sincero, voluntario y libérrimo o no es ato de fe.
Otro error ―ya rectificado por la Iglesia católica― es la modificación
de algunos viejos conceptos. Hoy, por ejemplo, la tolerancia ya no es como la
consideración en el pasado: «permisión del mal». O como lo afirmaba en su
época con juicio «infalible» el papa Pío XII: «Porque las religiones falsas ―que
son todas menos la católica― son un mal». Es justo reconocer ―como ya lo
hemos dicho― los esfuerzos de revisión que permite a la Iglesia de hoy
catalogar como «imprudente y nocivo a la concordia social el proselitismo».
Estima que «la misión evangelizadora debe realizarse no con palabras sino con
luz de vida y calor de caridad». «En la predicación de su verdad, la Iglesia debe
proceder con sencillez, dulzura y caridad, con máxima comprensión y
prudencia para no repeler las almas en lugar de atraerlas, y tratando de cultivar
la Fe en las almas mediante una instrucción luminosa…».
La Iglesia católica, en estos últimos tiempos post-conciliares ha sabido
rectificar y corregir el rumbo de muchas cosas con habilidad, sin dejarse llevar
por la rigidez dogmática que en épocas pasadas la caracterizó. Podríamos decir
que se ha hecho más tolerante, más amplia y más adecuada a los tiempos que
estamos viviendo. Desafortunadamente, quienes fueron sus más tenaces y
aguerridos opositores en el pasado, hoy no han dado muestras ni señales de
progreso; continúan aferrados a sus marcos dogmáticos ya periclitados; su
«doctrina» es un permanente «rumiar» de lecturas bíblicas sin el menor
vislumbre de una exégesis trascendente; con una ignorancia profunda y
sorprendente acerca del misterio cristiano; la «predicación» se limita a una
126

monótona repetición de frases bíblicas que nunca van más allá de su significado
literal y de la simple aplicación moral. No parecen tener en cuenta que a estas
alturas del desarrollo de las ideas, la humanidad ya está cansada de las
discusiones bizantinas, de los dogmas de fe y de la oposición sistemática a todo
cuanto no sean las propias convicciones o creencias. Este tipo de «religión» es
precisamente el más irreligioso que puede existir, porque en lugar de ayudar al
hombre a encontrar el medio de acercarse a lo Divino, a vivir la experiencia del
encuentro con Dios, se limita a crear grupos de «elegidos», a juzgar por propia
cuenta al «bueno» y al «malo» (aunque los malos son siempre los del otro
bando), a detestar a las otras religiones y a «bautizar» con los más duros
epítetos a todos los que no participan de su fosilización ideológica.
Indudablemente, que no es precisamente este tipo y calidad de
componentes humanos con los que se pueden contar para intentar la renovación
y restauración de un cristianismo realmente cristiano; cristianismo de altura de
miras, con verdaderas metas espirituales, trascendentes, con amor y dedicación
al misterio cristiano y por lo tanto a la búsqueda de Dios en el corazón de cada
ser humano; no entre las hojas de la Biblia, ni en el hueco palabrerío de una
cháchara somnífera y estéril.
Esto no significa que muchísimas personas que forman filas dentro de esas
congregaciones no sean fieles observadores de una recta conducta moral.
Conocemos a muchas de ellas y nos sentimos honrados de contarlas entre
nuestras amistades. Pero sólo para practicar la moral no hace falta amarrarse a
ningún credo; para ello basta la inclinación natural hacia el bien y la disposición
de la voluntad para realizarlo.
En el capítulo nueve señalamos los tres elementos básicos que
componen lo que llamamos religión en Occidente: una parte intelectual (la
doctrina), la moral (leyes y costumbres de alcance práctico y sentimental que
rigen el comportamiento libre de los hombres) y el culto o el elemento ritual, es
decir, la expresión sensible y analógica de la doctrina.
Volvamos al tema del proselitismo. Ya hemos visto que de parte de la
Iglesia católica ha sido considerado como «abuso del derecho propio y lesión al
derecho ajeno». Haya hoy no tenemos conocimiento de que alguna otra de las
religiones occidentales opine y actué de manera igual o semejante.
Entre las congregaciones más tenaces y «agresivas», desde el punto de
vista de la acción proselitista, se encuentra «los Testigos de Jehová». Resultaría
raro encontrar alguna persona que no haya sido visitada siquiera una sola vez
por uno o varios de esos «ardientes» predicadores que van de puerta en puerta
con su Biblia en la mano, tratando de «convertir, o por lo menos de convencer,
127

con algunos de sus reiterados «argumentos», al resignado oyente, porque no


todos soportan la verborrea insistente de esos predicadores a domicilio; con las
abundantes citas bíblicas con sus respectivos comentarios que no pocas veces
irritan a los creyentes de otras religiones que se sientan, con razón, aludidos y
hasta agredidos…
Esa acción proselitista que ellos llaman «predicación», es su principal
medio de lograr nuevos adherentes que acrecienten la supervivencia de su
rebaño. Ellos «están en lo suyo»… ¡Pero alteran la paz…! Hay que vivir y dejar
vivir sin alterar la paz… otro aspecto negativo digno de mención es la
«motivación» que ellos suelen utilizar como «argumento de peso» para
impresionar a las personas indecisas y mal indoctrinadas por su propia religión,
respecto a la conveniencia de «convertirse» en «Testigo de Jehová» y «dejar de
ser inicuos» (sic).
Cualquiera organización, secta, grupo o religión que abusa de una
manera o de otra de la razón de ser del conocimiento, se convierte de hecho en
«tumba» de teorías y de palabras huecas, porque la «espada de dos filos» del
conocimiento, corta también en la otra dirección…
Una verdad doctrinal, aunque sólo encumbra un simbolismo, jamás
debe ser utilizada con fines calculados de amedrentamiento; especialmente
cuando se realiza a costa de la ignorancia de algunos seres humanos. Al menos
es una falta de caridad cristiana. Los Testigo de Jehová tratar de explotar en
provecho de su reclutamiento ideológico, el temor y la inseguridad que la gran
mayoría de los seres humanos padece, cuando se trata de todo aquello que se
relaciona con lo sagrado, lo desconocido, el «más allá», la muerte, etcétera.
Utilizar (entre otros) el «espantapájaros» del «Armagedón» es sencillamente
abusar de la inocencia o la ignorancia del prójimo. El «milenarismo», la
«resurrección» de los electos ―que según sus fantasías y literales
interpretaciones de la Biblia son apenas 144.000― viene a resultar un
«argumento en contra», porque si el restablecimiento de un «Paraíso» sobre la
Tierra apenas está reservado para unos pocos de ellos mismos (144.000 nada
más…), entonces ¿qué les va a ocurrir a los millones de Testigos de Jehová que
―según ellos mismos propalan― hoy forman parte de su comunidad esparcida
por el mundo?
Habría que preguntarse si algunos de esos ardientes «predicadores en
agraz» se habrán dado cuenta de que, a pesar de que están día por día tratando
de convencer a otras personas para que acepten un substituto de sus creencias,
ellos mismos están siendo víctimas conscientes o inconscientes de la misma
duda, el temor y la inseguridad que padecen muchos miembros de cualquier
128

religión o iglesia; porque en su mayor parte no son capaces de ver las cosas por
sus propios medios sino a través del «cristal» de la indoctrinación
condicionante y esterilizante, que, como «anteojeras conceptuales», se les
impone que sin que se den cuenta de ello, convirtiéndolos en seres pasivos y
aletargados, una verdadera «mistificación» fabricante de esquizofrénicos.
Sólo quienes son capaces de escoger libremente y lo que les puede
ayudar para salir del «atolladero» de las dudas y el temor a lo desconocido,
quienes rechazan cuanto no les sirve, son los capaces de liberarse de la
ignorancia, la inseguridad y el temor que los paraliza, tanto objetiva como
subjetivamente. Es indudable que la «sustitución» de una creencia por otra, de
una religión por otra, no va a resolver ningún problema, especialmente cuando
el «substituto» resulta tan inadecuado como lo que se pretende reemplazar. Esto
es lo que la sabiduría popular interpreta por «salir de Guatemala para entrar en
Guatepeor…».
Quienes piensan y actúan «manejados y condicionados» por la
indoctrinación que les ha sido inducida e impuesta, «yerran», porque su análisis
superficial de los seres y de las cosas, nos les permite penetrar con la superficie
profundad la naturaleza humana, tanto por mengua de una visión más profunda
de los misterios del universo, como por la falta de un ideal más elevado de lo
que el hombre debe hacer con su vida. Viven en u autoengaño inconsciente, que
la alta presión del indoctrinamiento dirigido y calculado que a diario reciben en
forma de charlas, lecturas y prédicas, nos les permite advertir. Además de todo
esto, hay que considerar también la fantasía de una supuesta «superioridad
espiritual» que se les va inculcando lenta pero progresivamente y que termina
por la inevitable «inflación del ego» , todo ello en contradicción flagrante con la
tan cacareada «humildad cristiana».
Y ¿qué decir de la idolatría de la Biblia? Las Escrituras entendidas e
«interpretadas» exclusivamente en el más pleno y «pedestre» sentido literal,
que por obra y gracia de su «hermenéutica sui géneris» convierte y reduce el
profundo contenido del apocalipsis en simple «futurología» y en aparente
justificación de sus «argumentos» contra quienes consideran como sus
adversarios. De allí se derivan muchas de sus vituperaciones contra todas las
organizaciones religiosas que no piensan como ellos. Por ejemplo, las demás
religiones ―particularmente la católica-romana― son «creaciones de Satán».
Roma es «la prostituta», y otras tantas infelices expresiones que no tienen nada
de «floridas», de fraternales ni de «cristianas», sino que demuestran un odio
visceral, casi satánico, contra los «hermanos de los rediles». Habría que
129

«exorcisarlos» diciendo: Sunt mala quae libas. Ipse venene bibas…! («son
cosas malas las que tú brindas. Bebe tú esos venenos»).
Por el «sadismo verbal y escrito» que suelen emplear, tal parece como si
aún vivieran en el pleno «fogueo» fanático y sectario del siglo XIV. Hasta la
«ONU» es también, según ellos, «una de las bestias del apocalipsis». No hace
falta mucha imaginación para darse cuenta de que esa actitud cerril, fanática y
agresiva está apenas a un paso de la opresión de conciencias, la propagación del
terror y hasta la persecución de sus oponentes. Así es como se «forma» el
«paranoico-contradictor», con la actitud primitiva de los rezagados en la
evolución.
Cegados por su fanatismo, que muchos de ellos consideran como prueba
de su fidelidad y apego a sus creencias, no alcanzan a comprender que un mero
conocimiento literal y caletero de la Biblia es muy poco o nada, comparado con
todo cuanto ignoran. Sus limitados conocimientos y enseñanzas no comportan
sino meras verdades provisorias, verdades a medias y hasta contradicciones de
la verdad, pues ésta no se alcanza con repetir tozudamente, ciegamente,
machaconamente cada día y a cada momento las frases de un libro, cualquiera
que éste sea, incluyendo la Biblia o cualquier otro libro sagrado, sino que se
trata de una conquista gradual del conocimiento, perseguida indefinidamente
por los hombres de buena voluntad, libres de prejuicios, de fanatismo
cristalizantes y de dogmas trasnochados; es decir, por seres despiertos al
llamado del espíritu.
La mejor forma de propagación de cualquier creencia religiosa es la del
ejemplo. Quien presume de «cristiano» tiene que vivir como cristiana: «amad a
vuestro enemigos» (Lucas, 6:27). «Sed pues misericordiosos, como también
vuestro padre es misericordioso» (Ibíd. 6:36). «No juzguéis y no seréis
juzgados: no condenéis y no seréis condenados: perdonad y seréis perdonados»
(Ibíd., 6:37). «Porque cada árbol por su fruto es conocido» (Ibíd. 6:16 y Mateo,
6:16 y 20), etcétera.
El afán de hacer prosélitos no es un factor de concordia, porque tiene
por efecto hacer irreductible la aversión y el desprecio mutuo que se dirigen,
como saetas envenenadas, unos creyentes contra otros, por causa de sus
opiniones y creencias diferentes. «Más violencia cubrirá la boca de los impíos.
el odio despierta rencillas: más la caridad cubrirá todas las faltas. En los labios
del prudente se halla la sabiduría» (Proverbios, 10: 11 al 13).
Como ya reconocimos más arriba, el protestantismo rindió un gran
servicio a la cristiandad en su momento oportuno y necesario, para detener los
excesos ya antes señalados. Sin embargo, una vez agotado su esfuerzo
130

iconoclasta y su acratismo, su rol de opositor a ultranza del catolicismo-romano


y de las «arbitrariedades papeles»; habiendo logrado derribar para los suyos el
muro de «la intercesión de la Iglesia entre Dios y el Hombre», comenzó a
perder las perspectivas, se extralimitó en su «poda indiscriminada» y cometió el
gravísimo error de eliminar el ritual. Con ello perdió también un
importantísimo aspecto de la fuerza interior de la religión. Al tratar de
reemplazar la religión plena por una simple inspiración sentimental, por el puro
y simple «moralismo», perdió también su razón de ser más profunda y se redujo
a una simple organización exclusivamente social, tal como eran las religiones
locales de los antiguos pueblos helénicos y posteriormente los romanos; o como
fue el caso del «confucianismo» entre los chinos, con la salvedad de una
honrosa diferencia en cuanto se refiere a la extraordinaria calidad de la doctrina
confuciana: el programa del yen o de la verdadera hombría para formar
individuos del élite.
Al protestantismo le ocurrió como a 2quien, queriendo arrojar el agua
sucia de la bañera, lo hizo arrojándola con el niño adentro. Hasta allí llegó el
fruto de la simplificación puritana. Simplificación que en el transcurso de pocas
centurias ha producido más de cuatrocientas nuevas y diferentes
denominaciones protestantes. Esta atomización amenaza con una progresión
indefinida de nueves sectas para todos los gustos. Ésta es una prueba evidente
de que, a pesar del individualismo que caracteriza exteriormente al
protestantismo, interiormente subsiste en él una vitalidad religiosa que rehúsa
ser suprimida, sofocada o aniquilada. Es digno de notar que ya no se trata de
protestantes contra católicos. Sino de protestantes contra el protestantismo. Los
radicales individualistas fundan cada vez nuevas comunidades. La falta de
unidad raya en la anarquía. En lugar de homologar criterios, los ideológicos
protestantes se convierten en «levadura» de secesión y cisma, de intransigencia
y dogmatismo.
La inmensa acumulación de experiencias que la cristiandad ha
producido, ya debería servir de ejemplo y de asidero a estas alturas de la
historia para hacer cambiar de actitud y de procedimientos a quienes hoy
deberían ser los más experimentados y capaces de conciliar en
complementariedad y en síntesis actualizada, lo que en épocas ya caducas
―pero aún no superadas― se consideró como válido, junto con lo que la
experiencia vivida ha demostrado ser el siempre sabio camino del término
medio, de la ponderación y del equilibrio aconsejable. Ya deberían terminar con
la arrogante y errónea posición de un «maniqueísmo» sui generis que millones
de seres humanos aún practican: «Confían en sí como justos y menosprecian a
131

los demás…». «¡Señor, te damos las gracias porque no somos como los otros
hombres…» (Lucas, 18: 9 a 11). Y así, de un solo «tajo», con la consabida
«pose de yo no fui», se colocan en el bando de los «buenos», arrogándose para
ellos todo lo bueno, mientras expulsan de su «edén» a los demás: los
«malos»…, los «paganos», los «infieles», porque no piensan como ellos.
Cuanto más decrépitas se hacen las creencias, más intolerantes y más
intransigentes se tornan. Por eso, del fariseísmo a la intolerancia no hay más
que un paso; y de ésta a la violencia, otro tanto. Tales son los «frutos» del
fanatismo farisaico…
Es realmente increíble que a estas alturas de un largo y doloroso
transcurrir de siglos, tanto millones de seres humanos se comporten de manera
tan pueril y tan ridícula; signo evidente de inmadurez espiritual, de ceguera,
ignorancia, ofuscación, torpeza y dureza de corazón.
Aquí vale la pena citar un ejemplo que ilustra la inmensa diferencia que
existe entre un fanático religioso del montón y un hombre realizado, pleno de
vida interior. Alguien a quien no vamos a nombrar para hacer aún más
impersonal su opinión, al preguntársele cómo un adepto del Zen describe la
esencia de la iluminación, respondió:

Habiéndose liberado del equivocado concepto acerca del Ser,


subsiguientemente debemos despertar nuestra recóndita sabiduría, pura y
divina, llamada «la Mente de Buddha» o Bodhi, o Prajña, por los
Maestros del Zen. Es la luz divina, el cielo íntimo, la llave de todos los
tesoros morales, el centro del pensamiento y la consciencia, a la fuente de
toda influencia y poder, el asiento de bondad, justicia, simpatía, amor
imparcial, benevolencia y compasión, la medida de todas las cosas.
Cuando esta recóndita Sabiduría es despertada a plenitud, somos capaces
de comprender que todos y cada uno de nosotros es idéntico en espíritu,
en esencia, en naturaleza, con la vida universal o Buddha, que Cada uno
siempre vive cara a cara con Buddha, que cada uno es adornado por la
gracia abundante del Bienaventurado, que Él eleva su naturaleza moral,
que Él abre sus ojos espirituales, que Él despliega su nueva capacidad,
que Él asigna su misión, y que la vida no es un océano de nacimiento,
enfermedad, vejez y muerte, ni el valle de lágrimas, sino el Santo Templo
de Buddha, la Tierra Pura, donde puede disfrutar de la bienaventuranza
del Nirvana....

Como puede apreciarse, en el buddhismo, donde tantas mentes


esclarecidas han trabajado por muchos siglos, el tiempo no ha transcurrido en
132

vano. Cuán diferentes es el comportamiento y la calidad de estos hombres


verdaderos, comparados con los seres cuya inmadurez espiritual parece que
habrá de permanecer estática, tal como están sus mentes y sus ideas:
«congeladas» en una rígida estructura de ideas rectificadas, fosilizadas, y sin la
menor esperanza de que alguna necesidad vital logre alterarlas. Viven ―es
decir: «vegetan»― dentro de un marco cuyos definitivos contenidos
conceptuales no pueden ser auxiliados desde afuera por ideas suplementarias
provenientes de otras organizaciones con más altos ideales y sentimientos,
porque con su «inmovilismo» se han hecho impermeables a toda posible
penetración o «polinización» que pudiera ayudarles a elevarse desde el fondo
de la sima a la que han descendido por el peso específico de sus propis valores.
Estamos en un momento de opción. Hay que hacer un deslinde entre una
serie de hábitos mentales, de prejuicios y hasta de ciertas tendencias heredadas
de nuestros antepasados y los genuinos valores que conforman el verdadero
sentido de lo sagrado, lo luminoso, lo divino; es decir, aquello que constituye la
experiencia espiritual y que causa un peculiar cambio o transformación radical
de la conciencia, junto con la certeza subjetiva vinculada a esa experiencia que
es la que corresponde a la relación del hombre con lo sagrado y el resultado o la
respuesta de la manifestación de lo sagrado en el hombre.
Seamos, pues, humildes. Reconozcamos limitaciones. Apliquemos la
excelencia de la caridad que

no es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa el mal, no se


huelga de la injusticia, más se huelga de la verdad. Porque sólo en parte
conocemos. Más, cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en
parte será quietado. Ahora vemos como por medio de un espejo, en
obscuridad; más entonces veremos cara a cara: ahora conozco en parte;
más entonces conoceré como soy conocido (Corintios, 13: 5:6, 9 y 12).

La cristiandad occidental tiene una grandísima experiencia en todo


cuanto se refiere a los esfuerzos por lograr un entendimiento, por conciliar
diferencias y por tratar de solucionar adecuadamente los problemas dogmáticos,
litúrgicos, canónicos, etcétera, que permitan llegar a una mutua y provechosa
inteligencia, a un «acomodo» a las condiciones y circunstancias del mundo de
hoy, que sirva de común estimulo, de incentivo, para alcanzar la unidad de la fe,
pero con el respeto a la vida autónoma de cada iglesia o comunidad. Ese
«espíritu» o deseo de conciliación y entendimiento ya fue expresado por el papa
Pío XI, quien aspiraba a «unir sin unificar, coordinar sin absorber, agrupar sin
133

identificar». Esa misma idea ya la expresaba el papa Gregorio Magno (540-


604), cuando afirmaba que «la diversidad de costumbres no daña en nada a la
iglesia con tal que haya en ella la unidad de una misma Fe». Y si a este esfuerzo
de unificación se suman todas las iglesias que conforman la cristiandad
occidental, entonces las cristiandades del mundo darían un vivo ejemplo de
sensatez, de inteligencia, tolerancia y madurez espiritual, al mismo tiempo que
una genuina muestra de ecumenismo.
Sobre esas sólidas bases se podría llevar a cabo la más completa y
autentica renovación, porque se trataría de una reforma sin la ferocidad, el
salvajismo y la barbarie que se desató entre ambos bandos durante todo el siglo
XVI, y cuyos efectos ―parece increíble―, todavía subsisten, aunque un tanto
«apagados», como las ultimas brasas en las cenizas de lo que fue una pira
gigantesca… Quienes lo duden, sólo tienen que observar cómo, hoy mismo,
casi a finales del siglo XX, los católicos y los protestantes irlandeses, continúan
matándose entre sí «cristianamente», socavando de ese modo irresponsable y
brutal, toda posibilidad de acabar, de una vez por todas, con tan inútil como
injustificado fratricidio. Una verdadera indignidad de quienes presumen de
«cristianos», pero como lo demuestran con los hechos, no so más que una
sórdida caricatura de «cristianos por ser», de seres que «practican» un
«cristianismo anticristiano» cuyo lema parece ser: «odiaos los unos a los otros».
Bien valdría la pena que esos violentos y radicales grupos de fanáticos
irresponsables, reexaminaran a fondo sus presunciones insostenibles de
cristiandad.
Lo que resulta verdaderamente inexplicable y sorpréndete en esta
«guerra no declarada» entre católicos y protestantes irlandeses, es la absoluta
indiferencia que ―a manera de manto de silencio― han observado las
jerarquías eclesiásticas de ambos bandos. Tal parece como si al callar
estuvieran consintiendo y apoyando la «carnicería fraterna», pues «quien calla
otorga», o quien no contradice da a entender que aprueba. Sería el colmo del
descaro y de la irresponsabilidad que tal fuese el propósito del silencio; silencio
que no los libra de la complicidad por omisión calculada.
Estamos plenamente conscientes de que no es de la gran masa o del
«grupo rebaño», de donde va a salir la «levadura humana» que dará inicio a la
gran renovación espiritual ductora de la unificación de la gran familia humana.
El «gran rebaño» requiere de guías, de «pastores» que sean ejemplo de
conducta para la gran masa humana… Guías y ductores, no ciegos conduciendo
a ciegos.
134

Afortunadamente, esos seres de excepcional calidad humana y de


aptitudes espirituales nada comunes, existen, están actuando calladamente,
humildemente, como minorías creadoras de un luminoso futuro para toda la
humanidad. Esos seres son los arquitectos ignorados de un Nuevo Mundo por
comenzar, de una nueva sociedad más justa, más humana, más espiritual y más
pacifica que habitara la tierra.
Que el loable sentimiento de unión y confraternidad se ayunten a la
firme idea y a la acción realizadora que le haga honor y que justifique el
significado real y verdadero de la palabra «religión» porque religión es todo lo
que liga, y lo irreligioso es cuanto desune y separa. Por ello, lo que realmente
constituye la más efectiva y religiosa ligadura o vinculación, es la que «religa»
al hombre con su verdadero ser.
El maestreo sufí Al-Ghazali dijo: «Quien persevera puede tener la
certidumbre de que al fin alumbrará en su corazón la luz de lo real». Roberto
Plá hizo al respecto el comentario siguiente

Esa luz es la certidumbre intuitiva (Yakin), un rayo de la propia luz


divina, que Dios ha proyectado en el corazón del hombre y por medio del
cual se refleja. De no ser así, el alma no podría alcanzar nunca la Unidad6.

La Biblia está plena de afirmaciones, incitaciones y estímulos para actuar,


obrar y proceder de acuerdo con los preceptos que conforman la doctrina cristiana:

Preparad el camino del señor (Juan, 1:23).

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida (Juan, 14:6).

Mejorad vuestros caminos y vuestras obras (Jeremías, 26:13).

Dichosos aquellos cuya senda es limpia, que caminan en la ley del señor
(Salmos, 118:1).

Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos serán ordenados


(Proverbios, 4:26).

¿Cómo se explica que muchísimos de aquellos que pretenden llamarse

_________________
6 Cf. Muhyid-Din Ibn-Arabi, Tratado de l Unidad (traducido y comentado por
Roberto Plá), Luis Cárcamo Editor, Madrid (España), 1979, p. 20.
135

«cristianos», hayan diseminado el mundo de cadáveres, escombros y ruinas?


Millones de víctimas claman desde lo profundo al Dios de amor, para que los
falsos cristianos se den cuenta al fin de su tremendo error, de que ya basta… de
crímenes, de guerras fratricidas, de persecuciones y de «quema de brujas»; que
ese antiguo orden de cosas ya se desmoronó y pasó tristemente a la historia de
los crímenes injustificables e inútiles. Que se den cuenta que ya, ahora mismo,
cada minuto, cada segundo que transcurre, el «viejo orden de cosas», de ideas
caducadas, se está hundiendo fatalmente bajo nuestros pies. Somos los últimos
testigos de un mundo que agoniza, del fin de una civilización que recibió el
«bautismo de sangre» de millones de seres inútilmente sacrificados en aras de
la superstición y el fanatismo. Una civilización que ya cumplió su «ciclo», que
tiene que perecer y extinguirse por decrepitud y por el bien de la humanidad. Y
una vez más el ave Fénix renacerá de sus cenizas para las nuevas generaciones
crezcan en sabiduría y en amor, como nunca antes había ocurrido entre los
hombres… ¡¡¡que así sea!!!
¡Ecce Judicate…!
136

CAPÍTULU XIX
LA NUEVA FUSIÓN ESPIRITUAL QUE VENDRÁ

Después me mostró un rio limpio de agua de vida,


Que salía del trono de Dios y del cordero.

APOCALIPSIS, 22:1

Y entonces aparecerá en los cielos la señal


Del hijo del hombre.

MATEO, 24:30

EL ESCRITOR NORTEAMERICANO William Walter Atkinson, más


conocido por su seudónimo de «Yogi Ramacharaka», refiriéndose a los grandes
cambios que comienzan a producirse en el mundo, dice:

Los millares de briznas de paja que vuelan por los aires indican la
dirección de dónde viene el viento y hacia dónde sopla. La brisa comienza
a sentirse; en poco tiempo se tornará más fuerte y después viene el
vendaval que arrancara muchas cosas, las cuales se pensó que habían sido
construidas para los siglos. Y luego de la tempestad el hombre construirá
cosas mejores, que persistirán. ¿No visitéis las señales, no sentistéis la
brisa? Pues, notadlo bien: la transformación final no vendrá del odio, de la
venganza y de otros motivos indignos; vendrá como resultado de un
grande y creciente amor, de un sentimiento que convencerá a los hombres
de que son la misma familia, que el sufrimiento de uno es el sufrimiento
de todos, que todos son uno solo. Y entonces aparecerá la edad de oro. El
guía y la salvación no vendrá de una cosa o de cosas: vendrá de
adentro…1.
_________________
1 Cf. Yogo Ramacharaka (seudónimo de William Walter Atkinson), Curso
adelantado sobre filosofíaYogi y ocultismo oriental, Editorial Kier, Buenos
Aires (Argentina), 1947.
137

El renacimiento del Ser verdadero en los seres humanos es esa edad de


oro anunciada por los adeptos y maestros desde hace muchos siglos. Entre los
hermetistas cristianos se le conoce como «el segundo advenimiento de Cristo
sobre la tierra». No se trata del «advenimiento» anunciado a principios del siglo
XIX por el norteamericano W. Miller, fundador del movimiento protestante
conocido con el nombre de «adventismo», quien, según cálculos muy
personales afirmó que el segundo advenimiento de Cristo habría de producirse
entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844. «Profecía» que no se
cumplió. Miller «tomó el rábano por las hojas» como le ocurre a todos los que
toman las Escrituras al pie de la letra y se olvidan del Espíritu.
Lo que se entiende espiritualmente por «el segundo advenimiento» no es
la aparición física de ningún ser, sea divino o humano. Se trata del
reconocimiento voluntario y consciente del Dios vivo, del dios personal,
inmanente, cuya morada está en lo más profundo del corazón humano. Es la
eclosión de la supraconciencia como fruto de la iluminación espiritual «la
esperanza de gloria»… (Colosenses, 1:27).
Ya están activos en el mundo los precursores de un nuevo y luminoso
amanecer, un Alba de Oro, para toda la humanidad. Ellos están
conscientemente activos preparando «lo que ha de venir», como la figura de
Juan el Bautista es su símbolo para la era de piscis que ya caducó. Las
religiones tienen que transformarse y adecuarse para cada era, o se vuelven
caducas. Como lo señala Paul Le Cour:

Las religiones son moldes sucesivos utilizando la misma substancia


metafísica, pero las antiguas forman deben ser destruidas para hacer sitio
a las formas nuevas mejor adaptadas a la evolución de la Humanidad2.

Pero no debemos hacernos falsas ilusiones ni creer en vanas utopías. Esa


preparación para que ocurra la tan esperada teofanía, es y tiene que ser
individual. Es la confirmación plena de las palabras que Lucas atribuye a Jesús:

Y preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les
respondió y dijo: el reino de Dios no vendrá con advertencia. Ni dirán:
helo aquí, o helo aquí: porque he aquí el reino de Dios entre vosotros está
(Lucas, 17:20 y 21).
_________________
2 Cf. Paul Le Cour, Hellenisme et christianisme, Editions Omnium Litteraire,
Paris (Francia), 1951, p. 5.
138

La nueva fusión spiritual que vendrá es el agua viva, el agua de vida que
viene de un rio limpio; es la inspiración del espíritu, que no tiene absolutamente
nada que ver con ningún tipo de psiquismo, ni de mediumnidad, es pura
manifestación del espíritu. Es el agua viva que Jesús menciona a la samaritana
(personificación simbólica de la naturaleza psíquica del alma): «Si conocieseis
el don de Dios, y quien es el que te dice dame de beber, tú pedirás de Él y Él te
daría agua viva». El «agua viva» es la gnosis, el conocimiento directo,
intuicional, suprarracional, «conocimiento por el Espíritu», la percepción
directa de la realidad trascendente en todo su esplendor. A esa pistis-sophia se
refiere Pablo en Efesios, 4:13, cuando dice: «Hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la
medida de la edad de plenitud de Cristo…». La expresión de «varón perfecto»
es equivalente a la expresión taoísta de Cheun-Jen (el hombre trascendente).
La tradición iniciática occidental ha venido anunciando la inminente
«llegada» de una poderosa infusión de fuerzas espirituales elevadoras que ya
han comenzado a dar sus frutos en las mentes abiertas al influjo de la luz
inmanente. Ese acontecimiento lo denomina dicha tradición «el retorno de
Henoch». Sin embargo, reiteramos, no debe creerse que se trata de la
«aparición» de un ser en forma antropomórfica. El retorno de Henoch es el
retorno a la tierra, entre los seres humanos, de la tendencia progresiva de la
evolución espiritual, que se va «polarizando» en cada ser humano a medida que
surge el «despertar» del hombre interior. Son seres de tal naturaleza los que van
a formar la necesaria estructura humana que habrá de impulsar la renovación y
revivificación de la tradición iniciática en la Nueva Edad que comienza; una
maravillosa edad en la historia de la humanidad.
Ese impulso espiritual de renovación creadora ya ha comenzado a
manifestarse en el mundo, de diversas maneras, y a medida que las espesas
tinieblas del ciclo que agoniza vayan desapareciendo, el mismo impulso o fiat
creador vendrá a restaurar la luz que la ocultación de la «Edad Negra» había
opacado. El retorno de Henoch es la «señal» de la resurrección de la gran
tradición iniciática: el renacimiento del ave Fénix; «Ardet ut vivat…» («Arde
para que vivas»). Es el cumplimiento de la antigua promesa: «¡post fata
resurgo…!». Esa resurrección es un fuerte brote de fuerza espiritual
bienhechora; es la manifestación de la Luz primordial infinita del Sol eterno
espiritual (el logos), que se hará sentir en cada corazón que se abra a sus
gloriosos rayos como se abre la rosa a la luz del sol físico que es su «signo
visible y simbólico»; como se abren las rosas sedientas al roció. Como diría san
139

Buenaventura: sicut rosa per rigus noctis clausa, solis ardore surgente, tota
aperitur… ita flos coeli3.
Las «señales anunciadoras» del retorno de Henoch fueron visibles en el
cielo, en las latitudes próximas al «cono Sur» entre los 16º y 18º grados Sur, la
víspera de la Navidad del año 1985, perfectamente visibles en Argentina, Chile
y Bolivia. Esas «señales en el cielo» (las mismas que según la leyenda fueron
visibles al nacimiento de Henoch: Martínez de Pasqually dixit), anuncian como
un hecho cumplido el retorno de Henoch, es decir, el inicio de una renovación
espiritual de la nueva Edad de Oro tan anunciada por los colegios iniciáticos de
la Antigüedad. Llámase «segundo advenimiento de Cristo» o «retorno de
Henoch», según la tradición religiosa o la tradición iniciática, poco importa el
nombre con el que se le defina; lo realmente importante es el hecho indiscutible
de que una nueva efusión espiritual ha comenzado a derramar su crátera de
agua viva sobre toda la humanidad, y que cada día se va haciendo sentir en los
corazones abiertos a su influjo…
Como dijimos antes, ya muchos de los «precursores» y «adelantados»
de la Nueva Edad que comienza, están conscientemente activos en el mundo;
aunque su acción parezca «quietismo» a los ojos de la mayoría que sólo juzga
lo externo. Sin embargo, como dice Lao-Tzu: «el Tao nada hace y, sin
embargo, nada queda sin hacer…». Así actúa todo «hombre trascendente»
8varon perfecto), el que realiza su vida sin ningún «tabú»; simplemente decide
lo que es correcto hacer por el momento (Li-Chi). Por eso se ha dicho entre
ellos que «sólo e hombre sabio que se mantiene más allá de las agitaciones, del
instante y de lo cotidiano, puede crear valores humanos incomparables para el
porvenir…

¡Afinémonos al fluir de la Gran Corriente…!

Sin moverse, está el viajero en el camino.


DHYANESWARI

Quien desea encontrar el Gran Sendero, debe mirar a su propia naturaleza


original. En el mismo caminar reside la Iluminación, pero no la
comprenderá antes de poseerla…
Apotegma Zen

_________________
3 Citado por Dant en La Divina comedia, Compañía Iberoamericana de
Publicaciones, Madrid (España), 1950, «Infierno» II, P. 126.
140

CAPÍTULU XX
EL ÍNTERIN

Cuando entréis en la ciudad os encontrará


Un hombre que lleva un cántaro de agua: seguidle...

LUCAS, 22:10

LA LEY UNIVERSAL que rige el cosmos, establece que, cuando el


trabajo de una era ha sido culminado, las escuelas de misterios deben ser
puestas «en sueño»; es decir, deben pasar a la actividad «sub-rosa» bajo el
horizonte de la vida corriente, hasta tanto se inicia la aurora de un nuevo ciclo o
era. Así como en el proceso de los cultivos agrícolas, que después de recogida
la cosecha hay que volver a rotular la tierra, dejarla reposar y luego sembrar de
nuevo la simiente de la próxima cosecha.
Pero en el ínterin, es decir, mientras llega el momento justo de la nueva
cosecha, la semilla debe permanecer enterrada para que se cumpla el proceso de
«morir como semilla» y de «renacer como planta»: el germen se convierte en
planta y ésta florece y fructifica.
Cada periodo intermedio permite, por una parte, que aquello que se
transmitió y se enseñó, sea asimilado convenientemente; y por la otra, permite
que se prepare la nueva síntesis de las grandes verdades eternas, adecuada a la
época por comenzar; la actualización y adecuación de la enseñanza para la
Nueva Edad, conducente a un nuevo equilibrio y al desarrollo progresivo de la
conciencia de unidad de la humanidad. Todo ello sin perder de vista la sana
armonía entre los viejos valores tradicionales y los nuevos; estos últimos no
son, en realidad, sino la aplicación de los frutos de la eterna sabiduría, en un
momento histórico determinado; la experiencia de las conciencias esclarecidas
e iluminadas de los adeptos y maestros en vigilante y esforzada acción de
pioneros de su época. Ellos son los que, en constante estado de alerta,
mantienen siempre en alto la transmisión del conocimiento iniciático como
141

antorcha prometeica. Ellos son la personificación de la palabra profética a la


que se refiere la segunda epístola de Pedro, 1:19, que dice: «Tenemos también
palabra profética más permanente, a la cual hacéis bien de estar atentos como a
una antorcha que alumbra en lugar obscuro hasta que el día esclarezca; y el
lucero del alba surja en vuestros corazones». (Vulgata: Et Lucifer oriatur in
cordibus vestris…).
Esos pioneros son los verdaderos justos que «resplandecen como
luminarias en el mundo». En «El Sermón de la Montaña», Jesús les dice:
«Vosotros sois la sal de la tierra». «Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo,
5:13 y 14). Y en el «Libro de la Sabiduría» encontramos: «Mas la senda de los
justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es
perfecto» (Proverbios, 4:18).
Ellos actúan como verdaderos «pontífices», pues sirven de puente que
«religa» la humanidad con el plan espiritual. Ellos se esfuerzan por
espiritualizar la existencia, contrabandeando la negativa influencia del
materialismo brutal que amenaza con el envilecimiento de las costumbres y la
destrucción de los valores que ennoblecen y elevan al hombre.
La obra de esos pioneros silenciosos del espíritu, es la acción del
espíritu divino en el hombre, que se convierte en ímpetu, en entusiasmo de
voluntad conscientemente dirigida hacia el bien, reflejo del sol interior, del «sol
íntimo» de los adeptos. El pentagrama de sus voluntad se convierte en estrella
flamígera que irradia el fulgor de una voluntad esclarecida en su «rol» de
«actuar con presencia» sobre las corrientes de pensamientos de un mundo que
los ignoran, pues su labor es silenciosa, humilde e impersonal.
Desde el punto de vista cosmológico, estamos en plena época de
transición (en el ínterin), hasta aproximadamente el año 2170, cuando terminara
la Era de Piscis; era de oposiciones y conflictos, de conquistas, de avances y de
retrocesos, tal como el propio grafismo del signo lo indica: dos peces atados, se
esfuerzan por nadar en direcciones opuestas, dado lo cual, la resultante en toda
clase de actividades humanas, tanto externas como internas, es un cumulo de
tumultos y conflictos.
La nueva tónica espiritual de la Era de Acuario viene a mediar la
esquizofrenia colectiva que ha caracterizado a la Edad de Piscis. Acuario es el
signo del justo equilibrio, de la libertad y la independencia en todos los órdenes.
Sea la edad de genuina fraternidad humana, del altruismo, del
cosmopolitanismo y de la universalidad. Todas las desigualdades de raza, sexo,
color, nacionalidad, religión y castas desaparecerán, porque el nuevo hombre de
la era acuariana, no sólo será ciudadano del mundo, sino ciudadano del cosmos.
142

Será la era del «culto a la amistad», de la consideración, el respeto y el amor al


prójimo; la época de la emancipación definitiva de la mujer: la mejor amiga y
compañera del hombre. Todo ello acarreara enormes cambios para mejorar,
para el progreso y la felicidad de los seres humanos.
Así como el alba no pertenece al día anterior sino que es el anuncio del
nuevo día que comienza, analógicamente, al inicio de una Nueva Era
comienzan a manifestarse las «primicias» de lo que ha de venir, y,
simultáneamente, declina la influencia del signo de la era anterior; es decir: el
día anterior ha terminado.
Desde principios de este siglo, que ya está próximo a expirar, se han
manifestado en el mundo las características del planeta de Urano (regente de
Acuario): revoluciones, motines, sublevaciones contra toda clase de autoridad,
luchas por emancipación, libertad e independencia en todos los órdenes de las
actividades humanas; todo ello, con miras a cambios profundos en la estructura
social, en las creencias, en la política y la ciencia.
Los cambios en la era acuariana serán radicales pero sin
constreñimientos, sin dogmas y sin violencia; serán obra de sabiduría más que
de conocimiento, obra de comprensión y de realización espiritual, sin abusos ni
excesos; obra, en fin, de pulcritud moral y evidente demostración de madurez y
despertar espiritual. Los intentos que por esa falta de madurez han «abortado»
en nuestro tiempo, se debieron a la prematuro de su eclosión y a la falta de
experiencia y de ponderación de toda una generación de jovenes que se
precipitaron en forma violenta a tratar de forzar una evolución que tiene su
tiempo y su tónica de manifestación; una evolución que requiere de, por lo
menos, una pléyade de «hombres despiertos» que deben servir como «canales»
para que la positiva impulsión de la Nueva Era pueda establecer bases firmes
sobre la Tierra. El verdadero cambio, como el que se avecina, no se logra con
alaridos, griterías y vano derroche de emocionalidad, sino con esfuerzo
consciente, voluntad, inteligencia y orden; hacer lo contrario es retornar al
caos…
La influencia estelar (cósmica) del signo que comienza es sentida,
captada e interpretada por los seres humanos de acuerdo con su capacidad
individual. Quienes son capaces de elevarse a la tónica espiritual requerida
actuarán en perfecta armonía con la tendencia natural que impulsa la influencia
estelar. Quienes no sean capaces de elevarse por encima del materialismo
esterilizante y la sensualidad hedonista, no podrán captar sino los aspectos más
bajos e inferiores de dicha influencia.
143

Un caso típico es el llamado «fenómeno hippie», originado en San


Francisco, California, en 1965, y que se extendió rápidamente por todo el
mundo, oportunistamente auspiciado por los interés crematísticos de los
«eternos vivos»: fabricantes de ropa «informal», «unisex», etcétera, que con sus
milmillonarias campañas de publicidad lograron «uniformar» con el blue-jean
a todos los jóvenes (y a muchísimos viejos también) del mundo. De tal modo
que, una juventud que presumía de libérrima, de contestaría y de desafiante de
toda imposición, moda o costumbre, se dejó «domar» de la manera más fácil y
sorprendente, por el poder de la publicidad al servicio de los intereses
mercantiles. Así fue como su aparente rechazo a los convencionalismos los
condujo como mansas ovejas al corral de los eternos explotadores de las
flaquezas y las debilidades humanas. La mass-media tratada como «perro de
Pavlov», a golpe de reflejos condicionados, moldeando y alternando el
comportamiento de millones de seres humanos, mediante el desarrollo de los
deseos inconscientes del consumidor, con el exclusivo fin de obtener provecho
para sus intereses económicos y mercantiles. Una autentica manipulación, de la
cual la casi totalidad de los «jovenes rebeldes» de nuestro tiempo no se han
dado cuenta. Son víctimas de una «esclavitud inconsciente» manejada con
habilidad mefistofélica.
Sin pretender herir susceptibilidades de minorías sinceras dentro de ese
movimiento, los hechos históricos nos demuestran que los hippies fueron una
«caricatura» de la espiritualidad. Aprovechándose de cierta juventud
atropellada por una sociedad decadente que se desmorona día por día, en lugar
de utilizar constructivamente ese «despertar» para instaurar un nuevo orden de
cosas aplicando su modo de pensar y de vivir ―cosa perfectamente
inobjetable―, se prefirió pasar al extremo: el libertinaje, la promiscuidad, el
abuso de drogas y del sexo; otros «filones» que han sido ―y son― especulados
por las poderosas organizaciones internacionales que hoy constituyen la más
nefasta red contra toda la humanidad.
A pesar de lo que muchos creen y piensan, esa «corriente» o
«subcultura» hippie no fue una límpida manifestación de espiritualidad;
representó de hecho todo lo contrario de lo que realmente es la genuina
espiritualidad tanto oriental como occidental, ya que las «aparentes» tendencias
«místicas» de muchos de esos grupos, constituyeron apenas deformaciones y
hasta aberraciones de doctrinas tradicionales muy legítimas y serias como el
yoga, el zen-buddhismo, etcétera.
El hecho de que «adoptaran» ciertas «poses» y características de alguna
costumbres orientales, no los convierte por ello en yogis o en buddhistas; como
144

tampoco son «vaqueros» (cowboys) reales y verdaderos por el simple hecho de


que se vistan con blue-jean. Si lo que desean es simplemente «disfrazarse de
gitanos», de cowboys o de lo que quieran, para lucir «exóticos» o
«extravagantes» y con ello arropar su postura antiestablishment, santo y bueno;
están en su derecho y nadie los critica por ello. Pero, como hemos visto, la tal
«rebelión» no es más que una «pose», una «moda», un «estar en algo», simple
«muchachada», pero nada de eso constituye alguna fuerza moral o espiritual
capaz de lograr que una sana juventud imponga al mundo sus nobles ideales de
paz, amor, libertad y rechazo a los convencionalismos del establishment…
Todo esto es prueba evidente de que hasta ahora, los ideales humanos no
han hecho más que «rozar» os niveles físicos y vitales de una humanidad que
prefiere colocarse la máscara de una supuesta intelectualidad y vivir el aspecto
caricaturesco de la espiritualidad, en lugar de recurrir a los verdaderos valores
del ser interior, el ser verdadero. Por el contrario, se recurre a la «maquinaria
humana» y a la mente externa, en vez de trabajar al menos con el alma de la
raza.
Los ideales, aspiraciones y metas de la humanidad sólo pueden
asegurarse cuando están fundamentados en un cambio profundo de la íntima
naturaleza humana y en el consiguiente modo de obrar y de actuar, pues sólo
cuando hay unidad de mente y sentimiento fundamentada en el reconocimiento
de la unidad intima del ser, todas las cosas comienzan a manifestarse como el
fruto del espíritu. Al reemplazar el «ego» por el ser verdadero, todas las cosas
que jamás soñamos, son posibles. No es otro el sentido de la sentencia bíblica:
«Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las cosas que
habéis menester os serán por añadidura» (Mateo, 6:3).
La cultura dominante de la Era de Piscis ha estado fundamentada
mayormente sobre estructuras mentales de orden sensorial, que sólo destacan el
aspecto inferior de la personalidad, olvidándose de las propiedades o
«potencias» superiores del ser humano. Según las teorías que conforman esa
«cultura», el hombre sólo sería el resultado de un simple impulso biológico, un
neurótico, un masoquista, en fin, un ser estúpidamente egoísta. Los resultados
de esa «creencia» están a la vista: psicosis y neurosis a granel; inconsistencia y
autocontradicción, fruto del antagonismo inconsciente con el nivel superior de
su conciencia, que debería ser el guía, el genio creador, la expresión de lo más
elevado que hay en el hombre.
Dice el Bhagavad-Gita: «Cuando nos hemos desprendidos de nuestro
yo, Dios toma posesión de nosotros».
145

Ibn-Arabi, en su libro La sabiduría de los profetas (cap. sobre


Abraham), dice:

La estación más elevada del alama no es un correlativo psicológico del


conocimiento, tal como la prudencia o la veracidad, sino que ella es el
amor integral, la absorción completa de la voluntad humana por la
atracción divina; es el prototipo del estado «prendado de amor»
simbolizado por Abraham1.

Los «alumbrados» españoles decían: «Si quieres contemplar la luz


divina, comienza por apagar tu propia vela…».
La Nueva Edad que ya comienza a manifestarse en las conciencias
despiertas, y que habrá de aflorar en cualquier individuo normal que no haya
permitido que las fuerzas inferiores del ego opaquen, sofoquen y hasta anulen a
su propio ser interior, su genio o ser creador, producirá un despertar, una
eclosión de los niveles más altos de la conciencia humana. Sólo ese despertar
permite percibir al ser verdadero como el centro de conciencia y reconocer a
plenitud la unidad espiritual de todos los seres…
Aprovechemos, pues, el ínterin para que uniendo nuestras aspiraciones
espirituales, podamos convertirnos en «canales» de ese «río limpio de agua
viva», de la linfa que «Ganímedes», el «Copero de los dioses», ha comenzado a
verter sobre la tierra que gime sedienta de paz, luz y amor para todas sus
criaturas.
¡Exsurgat Deus! («¡Que Dios se levante!»). Démosle sentido a la razón
de ser de la existencia. Seamos conscientes del porqué estamos aquí, y hagamos
la tarea que os corresponde, con conocimiento de causa. La verdadera unidad,
signo del mundo nuevo, será el fruto de la acción de «Dios en nosotros», el
despertar del germen divino en el hombre. La inmersión de la conciencia
personal en la gran conciencia universal del ser verdadero; la que borra toda
ilusión de separatividad y extirpar la noción de dualidad para siempre.

_________________
1 Cf. Ibn-Arabi. La Sagesse des Prophetes, Editions Albin Michel, Paris
(Francia), 1973.
146

CAPÍTULU XXI
LA RENOVACIÓN ETERNA Y EL DEVENIR CÍCLICO

Antes que Abraham fuese, Yo Soy.

JUAN, 8:58

Yo soy el que es y que era y que ha de venir.

APOCALIPSIS, 1:4 Y 8

LA RUEDA, como símbolo de la rotación de Todo lo cíclico, alude a la


famosa «rueda celeste», rueda que «fue puesta en movimiento por el Creador
para realizar su pensamiento según las leyes establecidas». La rotación
permanente de esa Rueda celeste o «Rota», constituye la vida cósmica y da
nacimiento a innumerables renovaciones. De su rotación nacen el espacio y
todas las divisiones del tiempo. Dentro de su amplio simbolismo, la rueda es
también una representación del mundo como símbolo de la transformación y de
retorno de las formas de existencia. La rueda es uno de los símbolos de la
emanación-retorno que expresa la evolución del universo y la evolución de cada
ser; la emanación del uno y el retorno de la circunferencia al centro, de la forma
a la esencia, de la apariencia a la realidad; el retorno a Dios, fase final del ciclo.
El tiempo infinito (Mahakala, según la tradición hindú), se encarga de producir
y disolver (abolir) todas las cosas, para que el progreso pueda sobrevenir. «He
aquí, yo hago nuevas todas las cosas» (Apocalipsis, 21:5). «Yo soy alpha y
omega, principio y fin, el primero y el postrero» (Ibíd., 22:13). Así se da origen
al cambio que produce nuevas formas de vida, nuevas fases de existencias.
El simbolismo es un luminoso medio para «expresar» sin palabras lo
que no es posible lograr con la inmovilidad del dogma y la tiranía de la letra
muerta. El buddhismo chino tiene a la «rueda de la ley, la verdad y la vida»,
como uno de los ocho emblemas de la «buena suerte». Ella expone la vía para
147

«huir del mundo» (de la rotación) y de las ilusiones de los sentidos, para
acceder al centro. Dice un texto taoísta:

El sabio perfecto es el que ha alcanzado el punto central de la rueda y


permanece unido al invariable medio, en unión indisoluble con el
principio, participando de su inmutabilidad e imitando su «actividad no-
actuante» (Wu-Wei, la «quietud motora»). Tal es la recompensa del
hombre que ha cumplido su misión sobre la tierra. «Recuerda, hijo de la
tierra, que el imperio del mundo pertenece al imperio de la luz y que el
imperio de la luz es el trono que Dios reserva a la voluntad santificada. La
felicidad es para el Mago, el fruto de la ciencia del bien y del mal; porque
Dios sólo permite coger este fruto imperecedero al Hombre bastante
dueño de sí mismo, capaz de aproximarse a él sin desearlo».

En Apocalipsis, 3:8 dice: «Yo conozco tus obras: he aquí que he puesto
delante de ti una puerta abierta, la cual ninguno puede cerrar». Y en el capítulo
22, versículo 14 dice; «Bienaventurados los que guardan sus mandamientos,
para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas de la
ciudad».
Esa puerta abierta a la vía iniciática, a través de la cual se logra el
acceso a la más alta naturaleza del alma. Como bien lo señala R.J. Campbell:
«En el corazón de cada hombre hay una puerta abierta a lo eterno, y a través de
esa puerta abierta, los mensajes de Dios pueden venir…»1.
En contraposición con esa puerta superior, abierta hacia lo alto, existe
otra inferior (ad-inferus…): la puerta abierta hacia los sentidos, hacia la ilusión
de lo aparente y la fantasía. Para que la puerta superior pueda permitir el libre
flujo espiritual de lo alto, es necesaria que la parte inferior sea cerrada. Como lo
dice Jesús en el «Sermón de la Montaña»: «Mas tú, cuando oras, éntrate en tu
cámara, y cerrada tu puerta, ora a tu padre que está en secreto (sirr…); y tu
padre que ve en secreto, te recompensará en público» (Mateo, 6:). Juan, 4:24
confirma esta misma idea cuando afirma: «Dios es espíritu; y los que le adoran,
en espíritu y en verdad es necesario que le adoren». También en el «Sermón de
la Montaña», Jesús advierte: «Entrad por la puerta estrecha: porque ancha es la
puerta, y espacioso el camino que lleva a perdición, y muchos son los que
entran por ella. Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la
vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo, 7:13 y 14).
_________________
1 J. Reginald Campbell, The song of ages, A.G. Amstrong &Son, New York
(EUA), 1905, p. 280.
148

SIMBOLISMO DEL ARCANO XXI: «EL MUNDO»

Ante todo, debemos aclarar que el uso iniciático del tarot no tiene
absolutamente nada que ver con el aspecto más bajo o «vil» que la mayoría de
las personas conoce: el aspecto supersticioso y «adivinatorio», que constituye la
involución peyorativo de su uso. El tarot es en realidad un conjunto de
ideogramas destinados a ayudar al hombre a captar intuitivamente a través de
sus símbolos la enseñanza arcana, la «clave» de las cosas que el ojo físico y los
sentidos no son capaces de «ver» y de «sentir». La palabra «tarot» viene del
sanscrito y significa «estrella fija», es decir, tradición inmutable. El tarot fue
específicamente diseñado para servir de apoyo en la meditación. La
significación de los símbolos se desarrolla con la meditación, y sus efectos se
realizan en el espíritu. El uso «profano» como «juego» y para fines
«adivinatorios» es posterior, y corresponde a la degeneración que sufren los
«medios correctos» cuando son usados por los «hombres inadecuados»:
trabajan al revés.
El tarot, con sus 22 arcanos mayores, es un Mutus Liber, un Libro Mudo
(sin palabras), que representa la quintaesencia del hermetismo: cada una de sus
«cartas» representa simbólicamente un estado de conciencia. Son imágenes
simbólicas que corresponden a ideas universales o «arquetipos». Los 22 arcanos
mayores corresponden en la cábala a las «22 vías de la sabiduría» y a las 22
letras del alfabeto hebreo. Son imágenes representativas del camino y el
proceso de la indicación, es decir, de los misterios iniciáticos. No es por simple
«casualidad» que la palabra nistarot significa «misterios» en egipcio antiguo, y
que la qabalah, que significa «tradición», tenga también la denominación
hebrea de Chokmah Nistorah… Respecto a la riqueza simbólica del tarot, Carl
Gustav Jung aseguró que «los 22 arcanos mayores contienen en sus figuras
todas las imágenes básicas que pueden moverse en el subconsciente humano,
por lo que, de su observación y manipulación puede salir el más completo
autoanálisis».
Con el tarot se pueden abrir tanto las puertas de arriba como las que
conducen a la acción de las fuerzas inferiores, las fuerzas anímicas instintivas
desordenadas y caóticas ―llamadas Klecas en sanscrito―, las fuerzas que atan
al hombre al mundo. A cada quien lo suyo. Quien degrada el uso del tarot se
invalida espiritualmente.
Concluida esta digresión necesaria, prosigamos con el simbolismo del
arcano 21. Esta carta es la síntesis delk taror, cuyas imágenes, como
acertadamente lo señala Oswald Wirth, «enseñan a descubrir la púdica verdad
149

que se esconde en el fondo del pozo de nuestro entendimiento»2. Sus imágenes


«mudas» nos permiten acceder, mediante el doble mecanismo de la intuición
que capta la verdad, y de la imaginación creadora, al flujo espontaneo e
ininterrumpido de imágenes evocadoras de la percepción de la realidad,
impenetrable por el simple método racional y discursivo, o la percepción
sensible. El tarot nos sugiere el «pensar sin palabras», el estar simplemente
imaginando y contemplando figuras, formas y colores, con el ojo interior.
En el Museum Hermeticum (1678), leemos: «Tú puedes concebir cosas
más grande, pues te hemos abierto las puertas…»3.«Asomándonos» primero, y
finalmente entrando dentro de lo más profundo de nosotros mismos, podemos,
mediante una «hermenéutica» a la medida de nuestras capacidades, descifrar
esos jeroglíficos de profunda sabiduría muda que es la Sabiduría sin Edad, y
discernir libremente, sin la esclavitud de los dogmas y las palabras, lo que
sugieren esa imágenes mudas, condensadoras de pensamientos inexpresables.
El fundamento de la meditación silenciosa es la evocación de símbolos que se
convierten en ventanas abiertas sobre el infinito, a través de las cuales podemos
acceder a estados de conciencias superiores. «Sea por medio del saber o del no-
saber, todas las cosas toman su realidad a través de quien las percibe»
(Karapatri. Sri Bhagavatitattva. Siddhanta. Vol. V.).
El tarot es, en resumen, un «libro» de texto en forma pictórica, de «la
sabiduría sin edad» (arcana), cuyas combinaciones, signos, letras y números,
revelan las ocultas armonías que los enlaza con la energía consciente universal
del mundo arquetípico, el mundo de las puras ideas. En esa, la más recóndita
naturaleza del universo, está la clave de la sabiduría de todos los tiempos.
Veamos ahora los componentes que generalmente se atribuyen al arcano
XXI. La figura central está representada por una mujer joven, totalmente
desnuda, en actitud danzante, que sólo toca la tierra con un pie; tiene una
bagueta o bastón de mando en cada mano (en la interpretación de Paul Foster
Case, la bagueta es reemplazada por espirales). Está rodeada por una guirnalda
en forma oval, hecha de hojas verdes en grupos de tres hojas (60 en total),
recogidas arriba y abajo y a los dos lados, por un adorno en forma de flor de
cinco pétalos, dispuestos en forma de cruz sobre la guirnalda. En otras

_________________
2 Cf. Oswald Wirth, Le tarot des imagiers du moyen-âge, Claude Tchou Editeur,
Paris (Francia), 1966.
3 Thomos Brown, Museum Hermeticum et Amblificatum, Frankfurt (Alemania),
1678.
150

interpretaciones, las cuatro flores están suplantadas por los «cuatro animales
tegramorfos» (los de «la visión de Ezequiel» - Ezequiel, 1:10) con la
ordenación espacial siguiente: el león abajo a la derecha del observador; el
hombre arriba a ala izquierda; el buey navajo a la izquierda y el águila arriba a
la derecha. El número que le corresponde como carta del tarot es el «21» y la
letra hebrea es la «TAV», cuyo valor es de 400; corresponde a la letra TAU del
alfabeto griego (la «señal de los siervos de Dios», según Ezequiel, 9:4 y 6, y
Apocalipsis, 7:3).
A pesar de que somos renuentes a «explicar» los símbolos con palabras,
por razones de excepción y más que todo como un simple ejemplo, damos
seguidamente un resumen de las opiniones más conocidas acerca de este
arcano.

Representa la perfección y el fin del cosmos, el secreto que está dentro de


él, el arrobamiento del universo cuando se comprende a sí mismo en Dios.
El estado del alma en la conciencia de la visión divina reflejada desde el
espíritu autoconsciente. El estado del mundo restaurado cuando la Ley de
la manifestación ha sido llevada a su más alto grado de perfección
natural4.

Esta clave significa «conciencia cósmica» o Nirvana. La bailarina


representa el absorberse de la autoconciencia con la subconsciencia y la
mezcla de estas dos con la supra-conciencia. El universo es la danza de la
vida. El ser inmortal, central, eso es el bailarín eterno5.

Yo soy TAV (TH Y V). TH: el fin, y VAV: el signo de continuación. yo soy el
fin y suma de todas las cosas, el fin que es sin fin, igual como el
comienzo. Yo soy el fin y la continuación. A través de todos los cambios
mudables de la existencia. Yo permanezco siendo yo mismo, y el ser que
yo soy es tu propio ser verdadero. Yo soy la joya de eternidad, la piedra
mágica del sabio, que da a su poseedor la parecida gracia de la
Inmortalidad6.

_________________
4 Cf. Arthur Edwars Wraite, Pictorial key to the tarot, Causeway Books, New
York (EUA), 1973.
5 Cf. Paul Foster Case, The tarot, Macoy Publishing Company, Richmond-
Virginia (USA), 1947.
6 Cf. Paul Foster Case, The book of tokens, Builders of the Adytum, Los Ángeles
(EUA), 1989.
151

El mundo es un torbellino, una danza perpetua donde nada se detiene;


todo gira sin descontinuar, porque el movimiento es el regenerador de las
cosas. La joven o diosa de la vida, danzando rodeada de una guirnalda de
verdor, el alama corporal del universo, vestal de la hoguera de vida que
arde en todo ser. Es la verdad manifestándose sin reserva, descartando el
velo de las apariencias, para comunicar el secreto de la esencia de las
cosas. Poseer ese secreto es disponer de la ciencia universal y del poder
ilimitado que de ella se deriva. Lo que distingue al sabio es que él no se
hace ninguna ilusión sobre la falsa realidad que recae bajo los sentidos.
Ante su vista espiritual todo se convierte en espíritu. El mundo le aparece
como un milagro de la cosa única de los hermetistas. Conservando la
unidad radical de lo que es, nos elevamos a la gnosis, recompensa
suprema de los esfuerzos consagrados a la búsqueda de la verdad. Una vez
que el è3xtasis intelectual hace desaparecer la materia ante nuestra
percepción mental, ningún obstáculo se opone a nuestra completa
iluminación. Penetrado por la luz divina, el hombre, definitivamente
realzado de su caída, deviene luminoso y culmina así el ciclo de su
reintegración7.

La figura de la Carta XXI del tarot puede ser considerada como un


símbolo del alma, como femenina, o del Espíritu, como andrógino. El
andrógino puede ser referido a la maquinaria del universo de Yesod. En
breve, la carta puede considerarse que representa el espíritu, que toma
forma en el bastidor del universo manifestado. En términos orientales:
Shiva Danzando8.

SIMBOLISMO DEL ARCANO XXI: «EL MUNDO»

Al contemplar las obras de arte oriental ―específicamente el arte


hindú― es imprescindible tomar en cuenta que el artista oriental expresa su
sentido de la belleza en plena concordancia con sus ideas, conceptos
espirituales y su propia idiosincrasia. Por eso, el arte oriental es
fundamentalmente abstracto: su propósito es más sugerir que representar. La
figura es apena un «vehículo» para representar y dar expresión simbólica del
concepto espiritual que se intenta comunicar. El arte asiático es una arte

_________________
7 Cf. Oswald Writh, Le tarot des imagiers su moyen-âge, ob. Cit.
8 Gareth Knight, A practical guide to qabalistic symbolism, Helio Books,
Toddington (Gran Bretaña), 1965, vol. 2, pp. 12-13.
152

hierático que evoca lo sagrado porque su basamento es esencialmente religioso


y metafísico. Es así como la figura humana, la imagen antropomórfica, es
transformada en representación suprahumana, en símbolos de poderes
espirituales y en expresión de lo sagrado. Para el artista oriental, toda obra de
arte debe producir, más que una expresión estética, una experiencia, un estado o
una emoción que rebasa lo puramente sensorial o material y se transforma en
una especie de contemplación realizadora, un sentimiento anímico, subjetivo,
que viene a ser la «comunión» del observador con el «alma» de la obra
contemplada. Obviamente, no todo el mundo posee la sensibilidad que se
requiere para aprehender o captar los conceptos metafísicos que la obra de arte
evoca, pues, como todo lo trascendente, ésta exige un esfuerzo al espectador;
esfuerzo que genera un estado de armonía y de identificación.
La bella estatuilla en broce de estilo dravídico del siglo XXI que
representa a Shiva bailando aparece ilustrada más adelante bajo el título de «El
maestro de la danza». Se trata de la «danza cósmica», donde aparece Shiva
rodeado de las «llamas de la vida» (la energía eterna) que despiertan las
energías dormidas que dan forma al mundo, y pisoteando al monstruoso ser que
personifica la ignorancia (Avidya). Según la tradición hindú, «desde la primera
pulsación del tiempo, el proceso irreversible de disolución y declinación
comienza; la historia del universo y su pasaje periódico de la evolución a la
disolución es como un proceso biológico gradual, inflexible, de deterioro,
desintegración y decadencia». Tal es el simbolismo de «La rueda» que gira sin
cesar y sin edad a través del tiempo, señalando el concepto según el cual «nada
es estático, nada es permanente, todo es una oleada o el tropel de un proceso
inexorable en el cual toda cosa toma nacimiento, crece, declina y desaparece en
el escenario ilusorio de Maya…».
Shiva, en su función de «rey de la danza» es Natarája, «El maestro de la
danza». La danza, como un acto de creación, simboliza la función cosmológica
del despertar de las energías durmientes que van a dar forma al mundo. Aquí
podemos ver que pesar de que el panteón hindú, Shiva (la tercera «Persona»
[aspecto] de la Trimurti: Brahma, Vishnú y Shiva), aparece como el dios
destructor, es decir, el que efectúa la disolución periódica de todas las cosas,
tiene en realidad una plenitud de funciones, cuyos aspectos se reducen a cinco:
la «benefica»: Anugraha-Murti; la «forma destructiva»: Samhara Murti; la de
«mendigo errante»: Bhikshatana-Murti; la de «maestro de danzantes»: Nritta-
Murti y la de «el gran señor»: Maheca Murti. De todas estas funciones, la más
conocida y «popular» es la función «danzante», quizás debido a la difusión de
153

la famosa estatuilla de bronce que antes mencionamos (Ver ilustración más


adelante).
La danza de Shiva simboliza la energía eterna y su fusión en la esencia
divina. Danza cósmica donde todos los trazos, todas las criaturas del mundo
viviente, se interpretan como reflejos momentáneos salidos de los miembros del
«Maestro de la Danza»: el fenómeno de la forma en crecimiento y expansión.
Pero al mismo tipo representa el aspecto de Kála-Rudra: el tiempo que devora
todo, que «engulle» todo lo que es creado. Tal es el aspecto rigurosamente
destructor de Shiva: el que produce la disolución periódica del universo. No
obstante, Shiva sólo destruye para regenerar en un pleno superior…
La danza sagrada es una forma antigua de magia. Entendiendo por
«magia», «el arte de efectuar cambios en la conciencia a voluntad». La danza
de tipo sagrado puede conducir a un éxtasis, la experiencia de la divino, y
eventualmente hasta la fusión con la esencia divina, a cualquier persona dotada
de sensibilidad o de poderes supranormales, porque la danza sagrada amplifica
esos poderes y se convierte en un «acto de creación» al suscitar en él o en la
danzante una «nueva personalidad» más alta como resultado del despertar de
las energías latentes.
La «danza de los derviches» es quizás la más espectacular de este tipo
de danzas sagradas, y como todas ellas presupone en quienes la practican, muy
buenas disposiciones interiores para poder alcanzar la «ascensión del alma»
hacia los estados superiores del ser. Obviamente que las danzas sagradas jamás
podrán compararse con las «modernas», deformaciones psicodélicas que las
grandes masas juveniles, amantes del rock y demás parodias y pantomimas
aullantes, estrepitosas y alienantes, «practican» con más deseos del «escape» y
«viaje» que les produce el «trance» conducente a lo más bajos niveles del
inconsciente…
La verdadera toma de conciencia de la genuina espiritualidad sólo se
logra cuando se rompen los enredos de las rutinas y los automatismos; cuando
el hombre se libera de los falsos conceptos y sólo presta oído a los sonidos de la
vida interior, al ser íntimo ( el antaratman de los hindúes). Sólo entonces el ser
humano puede moldearse a sí mismo y convertirse en una verdadera gema de
excelencia.
Como consecuencia de la danza cósmica, cada ciclo de existencia del
mundo decae en todos sus aspectos, especialmente en el orden moral (dharma o
lex aeterna), a medida que avanza hasta su final. El hombre realmente despierto
debe darse cuenta de la situación y reconocer el rol que le corresponde en el
juego de la existencia, cuya rueda gira sin parar. El hombre despierto está
154

consciente de la acción de los opuestos, por lo cual, procura permanecer en la


actitud ponderada del justo medio. Es la figura «clásica» del Cristo entre los
dos ladrones, según la imaginería cristiana; o la figura simbólica del iniciado en
los misterios, permaneciendo incólume «entre las dos columnas…».
El mundo se debate entre la obsesión intolerante y fanática de unos y el
delirio contestatario de los otros. Frente a los excesos contradictorios de
quienes sólo saben actuar como agreste intransigencia, está la serena actitud del
hombre verdadero, él que ha aprendido a conciliar el par de opuestos…
La diversidad de opiniones es la característica dominante en todas las
cuestiones humanas. Como todas las cosas, tiene sus ventajas y desventajas.
Ventajas: en la confrontación de las afirmaciones y las dudas surge el análisis y
la síntesis. Obviamente se requiere de la calidad humana y altura de miras.
Desventaja: las opiniones tajantes, arbitrarias y extremas de quienes carecen del
criterio suficiente, del conocimiento y de la ponderación, tienen que terminar en
conclusiones simplistas, elementales y empobrecedoras de las ideas, creando de
ese modo un indeseable ambiente de mediocridad, de presunciones
intelectualoides, de esquematismos huecos e inconsistentes; en fin, el «caldo de
cultivo» de los aspirantes a «sábelo-todo», lo que a muy duras penas sólo
alcanzan la máxima talla de la mediocridad.
Una de las señales evidentes de los efectos de la degradación general
que caracteriza la época que estamos viviendo, es la forma unidireccional como
opera la fuerza de destrucción o la disolución que está llamada a producir los
cambios en todos los órdenes de la existencia, pues «La danza de Shiva» tiene
un doble aspecto: uno destructivo y otro creador. Es decir, que al destruir algo,
transforma una situación que reordena el cambio. La desviación consiste en la
actitud degeneralizada que se manifiesta en la mayoría de las personas, por un
empeño en hacer «tabla rasa» a toda costa, a todas las ideas y las cosas que, a su
manera de ver, se han hecho «caducas», pero con una velocidad que no se
compadece con el ritmo interior del tiempo, que es lo que realmente rige la
dinámica de la existencia. Para esa mayoría de personas no cuentan para nada
los valores trascendentes de las grandes verdades ternas, que son los que dan
justificación a la vida que siempre ha de continuar, y las que sirven de modelo
para la conducta humana. Para tales personas, el tiempo es cualitativamente
diferente del tiempo sagrado o primordial, porque viven inmersas en la
duración cotidiana e irreversible del tiempo cotidiano, del tiempo profano, del
tan manido como impropio concepto del «devenir histórico»…
En su afán de premura, de su imperiosa necesidad de cambio continuo,
que es el reflejo de su psiquis dividida; en su empeño de «quemar etapas», y
155

acuciados por la manía de convertir en decrépito todo cuanto signifique


tradición y autoridad espiritual, que son los gérmenes del mundo futuro, todo es
considerado por ellas obsoleto o «pasado de moda», es decir: inútil. Se trata
simplemente de un igualitarismo por lo bajo, que se pretende imponer
«democráticamente» (!) al resto de la humanidad. Es algo así como un
imperativo visceral por lanzar a los cuatro vientos el bestial grito de «¡abajo el
espíritu! ¡Muera la inteligencia…!». Es la ley de la materia, la reacción del
exabrupto y de la fuerza ciega. Señales evidentes de un mundo que agoniza,
sumido en el tremedal espantoso de su propia descomposición.
Realmente estamos ya en el fin de los tiempos; no en el fin del mundo,
es decir, la destrucción física del planeta; sencillamente es el fin de una era, de
una época que le da paso a una nueva… Pues, cuando una época «muere», otra
le sucede. Tal es la ley que rige la vida y los acontecimientos que nos rodean.
La Era de3 Piscis encamina hacia el Poniente y su crepúsculo anuncia la
claridad de la aurora de la Nueva Era de Acuario que está por «amanecer».
Cuando el hombre despierto de la Nueva Edad logre despejar, aclarar y
establecer las afinidades que lo religan a la fuente única de la gran tradición
primordial, desaparecerá la confusión aparentemente inextricable que ha
enmarañado los diáfanos origines de los principios que rigen los valores
religiosos de la humanidad. Podrá, si lo desea y se esfuerza, acceder hasta el
uno sin segundo, la fuente perenne de nuestro íntimo «alimento»: el pan de vida
y paz, porque estará penetrado por la luz divina y habrá logrado reestablecerse
en su estado primigenio. En ese estado luminoso, habrá logrado el milagro de la
cosa única, que es el coronamiento de la gran obra.
En medio del inmenso torbellino y la incoherencia que nos rodea en este
mundo, comprendamos que «la danza de Shiva» debe proseguir; que

el «Sitro de Isis» nos está indicando, con su característico sonido, que las
cosas deben ser sacudidas y no cesar nunca en sus movimientos, para que
sean «despertadas» cuando adormecen y que cuando la corrupción las ata
y las lleva a la inacción por medio del moviemiento9.

Quienes están maduros espiritualmente sabrán encontrar el camino que


puede conducirles desde la periferia hasta el centro de su verdadero ser. Ése es
el camino de retorno, el que realmente religa al Dios verdadero. «No hay que

_________________
9 Cf. Plutarco, Isis et Osiris, Guy trédaniel Editionsw. Paris (Francia), 1990.
156

desesperar ―decía Georges Muchery―, solo hay que remontar la corriente


para vencer el destino». El devenir está en nuestras manos si comprendemos el
verdadero significado del arcano XXI…». «El que aspirar a gobernar la
naturaleza debe primero obedecer sus leyes…».

el «yo» humano no puede llegar a estar en armonía con la realidad


absoluta, a menos que se libere de su innato egocentrismo. Ésta es la
atarea más difícil que puede imponerse al hombre, pero si la cumple, la
recompensa será más que proporcionada al trabajo y al sufrimiento
exigido por la lucha espiritual. Al abandonar su egocentrismo, el hombre
sentirá como si fuera a perder la visa; pero al cumplir este acto de
autosacrificio, se percatará de que realmente salvó la vida, porque le habrá
dado un nuevo centro y ese nuevo centro será la realidad absoluta que es
la presencia espiritual que se halla detrás de los fenómenos 10.

Que el profundo simbolismo del arcano XXI («El Mundo»), base


conceptual de este capítulo con el cual concluye nuestro libro, pueda ser
aprehendido por todos aquellos de nuestros lectores y lectoras conscientes del
hecho trascendental que previamente hemos señalado: que la significación de
los símbolos se desarrolla con la meditación y sus efectos se realizan en el
espíritu…

El maestro de la danza
Shiva, el Yoguin divino, el modelo asceta supremo de los dioses

_________________
10 Arnold J. Tonybee, El historiador y la religión, Emecé Edit., Buenos Aires
(Argentina), 1958, p. 276.
157

Una representación de la carta del tarot correspondiente al arcano XXI


(«El Mundo»), símbolo de la danza perpetua, el torbellino donde todo
gira sin descontinuar… El Universo es la «Danza de la Vida», y El Ser
Inmortal (Central), es El Bailarín Eterno…
158

CONSIDERACIONES FINALES

CADA ERA, época o edad del mundo tiene su propia dispensación de


«los misterios». Es la reaparición renovada del misterio de la redención
universal. Misterio que, según la «Epístola a los romanos», 16:25, está
«encubierto desde tiempos eternos». En efesios, 3:9 y Colosenses, 1:26, queda
reiterada la afirmación.
La renovación, actualización y adecuación de las enseñanzas antiguas en
cada Nueva Era, es una reposición de la gran tradición primordial (proto-
paradosis), la gran Sabiduría sin Edad, eterna e inmutable en sus principios
fundamentales.
Las transformaciones cíclicas que expresan la evolución del universo y
de todos los seres que lo pueblan, es un proceso irreversible de diferentes etapas
transformadoras: nacimiento, crecimiento y muerte (o transformación), cuyo
simbolismo, como ya lo hemos visto antes, está representado simbólicamente
por «la danza de Shiva» y en «la rueda de la vida», según la tradición hindú. En
la representación alegórica de los signos zodiacales, Acuario simboliza el
principio de disolución del periodo de Piscis.
Así como el hombre en el transcurrir de su vida, pasa por las etapas de
la infancia, adolescencia y madurez, analógicamente, la humanidad como un
todo, transcurre igualmente por épocas que indican el estado de su desarrollo.
Si analizamos, por ejemplo, las características de los pueblos crueles,
turbulentos y barbaros que nos presenta el Antiguo Testamento, comprendemos
que debido a su etapa de rebeldía y «dura cerviz», el Dios adecuado a tales
pueblos tiene que ser un Dios «irresistible en sus cólera», quisquilloso, «varón
de guerra» (éxodo, XV:3) y terrible en sus venganzas: Jehovah, cuyo exotérico y
deformado concepto parecen haber adoptado quienes, como expresión de «edad
mayor» en el desarrollo de las ideas religiosas, deberían haber dado pruebas
menos infelices de sus «adolescencia espiritual», y le habrían ahorrado a la
Iglesia católica la vergonzosa y reprobable actuación como inquisidores
medievales, cuando, presumiendo y «fungiendo» de «cristianos ejemplares»,
con refinada astucia y amaños, forjaron dogmas a su conveniencia y discreción,
y acuciados por su fanatismo cerril que corría parejo con su extrema ignorancia
de la genuina tradición, «asesinaron judicialmente» a más de cincuenta millones
159

de seres humanos por el simple «delito» de ser fieles a sus propias doctrinas
religiosas; con el agravante del sometimiento a la humillación y a la esclavitud.
Fue de ese modo brutal como exterminaron a los cataros y albigenses, y
más tarde masacraron a incalculable número de indígenas de América; siempre
acusados del mismo «delito»: no querían aceptar una fe extraña a sus propias
creencias. Los mismos «cristianos» que, después de la horrible matanza de «la
Noche de San Bartolomé», entonaban él Te Deum al amanecer para celebrar la
carnicería contra sus «hermanos cristianos-protestantes»… Nos preguntamos
entonces: «¿Dónde estaba su “Dios de Amor”, de caridad, de benevolencia?»
«¿Cuál era (o es) en realidad el “dios” de seres tan depravados?».
Indudablemente un dios «terrible en sus venganzas…»
El Dios de Amor, el Soter, el Ieshuah, le Liberador de la humanidad que
debía reemplazar al Jove de Nysa (Dio-Nissos), el «Dios de la Ley» que era la
divinidad sinaítica de Moisés, es sencillamente un Dios ausente para quienes
siguen aplicando la «ley del talión» a sus propios semejantes… ¡Ley de
Muerte…! De esa manera, la nueva religión llamada «cristianismo» recibió una
pesada herencia del judaísmo venido a menos, totalmente ajeno a la genuina
tradición que había recibido del patriarca Abraham, el Hanifa, el «amigo de
Dios». Tradición que sólo guardaron los verdaderos israelitas, los que no le
dieron la espalda a la paradosis original.
Precisamente, por haber heredado esa pesada carga emocional y
conceptual, el «cristianismo» que hoy se conoce en el mundo, nació llevando
sobre sus espaldas, no el cordero –que era su heredad verdadera―, sino el
chivo, que fue la causa de que cometieran tan terribles «pecados contra el
prójimo». Por tal razón, deben soportar el cíclico tejido de «pelos de cabra»,
hasta tanto la nueva dispensación del Dios de amor, el Dios verdadero, quede
plenamente establecida en el mundo, aunque sólo sea a los finales de la era del
signo de piscis. No es, por lo tanto, una temeridad afirmar que el verdadero
cristianismo, aún no ha podido manifestar a plenitud en el mundo…
La Nueva Era está por comenzar, la Era de Acuario, con las aguas
vertidas por Ganímedes («El copero de los dioses»), nos traerá una nueva
efusión espiritual: la tercera dispensación del evangelio eterno… Y con ella
surgirá la manifestación del amor universal y la correcta aplicación del
sacrificio («Sacro-Oficio») que, al conducir al hombre a la plena expansión del
Yo verdadero (el Yo Soy), aportará la concordia, el entendimiento y la paz a
una nueva humanidad anímicamente superior, adulta por su madurez y
realización espiritual. Ésa es la humanidad que podrá contemplar el retorno de
Henoch y de Elías. El Graal de la gran tradición perdida, habrá de ser
160

nuevamente reestablecido, dando origen a una maravillosa síntesis adecuada al


signo naciente del aguador… que vendrá a apagar la sed de quienes pidan beber
el «agua viva» de la gnosis eterna. La «Sabiduría de Dios en misterio», la
«Sabiduría arcana», la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra
gloria». (1-Corintios, 2:7). Sabiduría que, en intima unión con el amor, que es
su complementariedad hierogámica, constituye el fruto del espíritu, el «Tesoro
del Cielo», la «manzana de oro de las Hespérides», la mejor ofrenda que los
seres humanos podemos y debemos hacer, para sustituir de una vez y para
siempre la manzana de la discordia, haciendo de la humanidad entera una sola
fraternidad, unida bajo la paternidad del Dios único, pues conocer y amar a
nuestros prójimos es conocer y mar a Dios, porque ellos son parte del mundo
que es «expresión manifiesta de la Divinidad».

El que no ama, no conoce a Dios; porque Dios es amor, nosotros amamos


porque Dios nos amó primero. Si nos amamos unos a otros, Dios está en
nosotros y su amor es perfecto en nosotros. En esto conocemos que
estamos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado su espíritu. Dios es
amor; y quien vive en amor, vive en Dios, y Dios en él. (Juan, 4:8 al 16).

Es precisamente lo divino en el hombre, lo que impele a amar a Dios y a


tratar de ser uno con Él, afirmaba Giordano Bruno. Como seres humanos,
debemos comenzar a conocer el amor divino a través del amor humano que se
deriva de aquella altísima fuente, y que un día podremos alcanzar mediante la
ejercitación volitiva y consciente de nuestro parentesco y comunión con ella.
Porque en la medida en que el hombre responde a través de su condición
humana a la prodigalidad del amor divino, se eleva a sí mismo hasta lo más alto
niveles de conciencia o estados superiores del ser: ya que el estado humano de
conciencia no es sino un estado de la manifestación, como todos los otros
estados en la jerarquía de los grados de la existencia.
Deseamos fervientemente que las reflexiones que hayamos podido
suscitar a nuestros lectores y lectoras, sean el aliento inicial que los motive a
una apertura cordial hacia el ser íntimo. Ello serían un paso efectivo en la
búsqueda y consolidación de la unidad, de un conjunto de seres humanos que se
enrumba en vía fresca evolución espiritual hacia la Nueva Era de iluminación y
de paz que está por comenzar. Y si en el pasado algunas religiones fueron
culpables de tantos crímenes y derramamiento de sangre; si apenas fueron
capaces de suscitar más odios que entendimientos, más sufrimientos que
consuelo a los seres humanos; si hasta hoy la discordia, los conflictos, cismas y
161

guerras han reinado en la plenitud del desorden, que puedan ahora la concordia
y la unidad fraternal, brindarnos la armonía y la paz a toda la humanidad, e
impulsar definitivamente el nuevo orden espiritual que todos anhelamos.
Que la fe, justificada en el Conocimiento (pistis-sophia), haga realidad
lo que aún parece una utopía… Que la esperanza en el ideal se convierta en el
propósito firme de alcanzar su plena realización, y que el amor impersonal
―que es la verdadera Charitas― nos transforme en verdaderos hijos de la luz,
nos eleve hacia lo trascendente y nos religue con la divinidad que mora en
nosotros; satisfaciendo de ese modo la más alta inspiración espiritual que anida
en el corazón de todo ser humano.
Si por una parte el hombre debe reconocer sus limitaciones, también
debe, por la otra parte, darse cuenta de las potencias que hay dentro de él y
utilizarlas, pues sus finalidad es lograr virtud de fuerza y no defectos de
impotencia para integrar sus energías creadoras en la dirección del ser íntimo y
la experiencia de unidad en todas las esferas de Ser.
Lucas, 17:20 afirma: «El reino de Dios está dentro de nosotros». Dios
está presente y viviente en el alma humana. Por eso le es posible al hombre
lograr el encuentro con Dios. Mas, para encontrar ese reino (que es un «estado
de conciencia» y no un lugar geográfico), el hombre tiene que llegar a ser
consciente de la mente divina y su reino de ideas divinas, y estar dispuesto a
adaptar sus pensamientos a las normas divinas, eliminando de la conciencia
todas las ideas inarmónicas que proceden de su «ego inferior». Por eso, cuando
la palabra de la verdad es «plantada» como una semilla en una mente apta y
receptiva, produce los frutos del espíritu: porque la palabra de verdad penetra el
espíritu, el alama y el cuerpo.
La frase del Génesis: «El hombre ha sido creado a imagen y semejanza
del creador», no significa que el hombre es Dios: más, si adquiere las
cualidades para ser «como Dios», es decir, imitar a Dios, puede alcanzar lo más
excelsos grados de elevación espiritual, y como Henoch, «andar con Dios» en
todos sus caminos. Ta es la calidad espiritual de lo que se conoce como el
hombre justo, el hombre verdadero, todo lo contrario del «hombre inicuo», al
que se refiere Isaías, 59:2: «más vuestras iniquidades han hecho división entre
vosotros y vuestro Dios».
Existen millones de personas en el mundo que no encuentran en su
religión la respuesta a las interrogantes que las inquietan; y sobre todo, que no
han logrado satisfacer su necesidad de enseñanza espiritual, de vida interior.
Por tal razón viven como «israelitas en espíritu»: en un exilio espiritual errante
de un lado a otro, desplazados y en la búsqueda de una comunidad solidaria que
162

los acoja y les imparta la instrucción luminosa adecuada a sus aspiraciones e


inquietudes; una comunidad, en fin, que las guíe y las unifique, sin tener que
soportar un intransigente fanatismo sectario ni la imposición de dogmas
inventados por los hombres…
Creemos firmemente que ha llegado el tiempo apropiado para que los
seres humanos, en lugar de unirnos unos con otros para la discordia, lo hagamos
para instaurar la reconstrucción del reino de Dios sobre la tierra, comenzando
por buscar en nosotros mismos la verdadera naturaleza de nuestro ser real, pues
mientras no logremos descubrir nuestra íntima y real naturaleza, no podremos
sobrepasar los límites de lo puramente humano. La división, la dicotomía que el
ser humano padece como resultado de lo que la gran tradición bíblica define
como «la perdida de la Gracia original» o el «estado edénico», no puede ser
resuelta sino mediante la recuperación de su integridad; es decir, cuando se
reconcilien entre sí las dos fuerzas del alma, las dos naturalezas que la discordia
convirtió en fuerzas antagónicas; cuando la luz del espíritu, actuando sobre la
naturaleza original (obscura), la convierta en naturaleza iluminada; cuando el
«casamiento químico», o las «bodas del Espíritu y el Alma» consuman la
sagrada unión (hierogamia); es decir, cuando «el Alma se entrega al Espíritu».
Al «morir» el antagonismo y la oposición, la discordia es extinguida…
Krishnamurti dijo:

Puesto que el Uno no podemos conocerlo en la gloria de su naturaleza


cósmica, no nos ocupemos de ello, pues sería una inútil pérdida de
tiempo. Lo que podemos conocer es a nosotros mismos, y es
estudiándonos y estudiando cómo se forma y se reforma sin cesar nuestro
«yo» ilusorio y cambiante, como podemos eliminar todos los
componentes perecederos, al mismo tiempo que las causas de su
renovación perpetua. De ese modo alcanzaremos a la raíz misma de
nuestro ser, la raíz de todo lo que existe, la realidad, el absoluto.

El nuevo orden que vendrá será preparado por los seres verdaderamente
despiertos, liberados de la «narcosis» que produce la fe ciega en las enseñanzas
impuesta desde la infancia, pues ninguna autoridad exterior puede prevalecer
jamás sobre la autoridad interior de nuestra conciencia, que «la luz de todo
hombre que viene a este mundo», y que constituye la fuerza del espíritu en el
hombre…
En el mundo hay millones de seres que son totalmente incapaces de
vivir sin el auxilio de las creencias impuestas por otros. Son seres
«condicionados» y adormecidos en la aparente comodidad de «dejar que otros
163

piensen por ellos», y por lo tanto, viven constreñidos moralmente a la


obediencia ciega que paraliza su pensamiento y que entraba su libertad,
sometiéndolos a un estado de servidumbre espiritual que constituye la antítesis
de lo que realmente se propone la verdadera religión, que es la activación y el
desarrollo de las potencias del espíritu que libere al ser humano de todo tipo de
servidumbre, de esclavitud y de comportamiento gregario y borreguil…
A cada religión que pretenda ser la única verdadera habría que aplicarle
la ingeniosa como astuta ocurrencia que el joven pastor Olimpo (Paris) utilizó
para poder juzgar con propiedad cuál de las diosas era en realidad la más
hermosa de todas. «¡Desnúdense!», les dijo. Y al contemplarlas en su completa
desnudez, totalmente despojadas de sus vestiduras, se decidió por dar su voto a
Venus, diosa del amor y de la belleza. Analógicamente si a cada religión que se
considera la única verdadera, la despojamos de los externos «ropajes» de sus
dogmas, que son los «velos» de las apariencias, sólo quedará a la vista la
verdad desnuda que permitirá juzgar la validez o nulidad de sus pretensiones.
Aquella que no esté dispuesta a «desnudarse» es porque carece de la verdad
íntima, cuya raíz se nutre de la gran tradición primordial. La perfección no teme
mostrar su «desnudez» porque no necesita ocultar sus imperfecciones bajo el
ropaje externo de las puras apariencias…
Las religiones que no sean capaces de dirigir en forma eficaz la
evolución espiritual de los seres humanos que las componen, morirán, porque
las religiones también mueren. Las religiones que subsistirán en el futuro, en la
Nueva Era, estarán constituidas por quienes, conscientes del yo real y
verdadero, «edificaran su casa sobre la roca», no sobre la arena; porque como
«piedras vivas» se han edificado a sí mismo «una Casa Espiritual», «Eterna en
los Cielos». «No hecha con las manos…».

Entonces, cuando el templo será consagrado, sus piedras muertas se


convertirán en piedras vivientes, el metal impuro será transmutado en oro
fino, y el hombre recobrará su estado primigenio1.

Amiga o amigo lector: no permitas jamás que la manipulación


interesada y el condicionamiento que la caracteriza, ese mecanismo mental que
deforma la inteligencia de los seres, te haga incapaz de percibir el fulgor de las

_________________
1 Robert Fludd, Tractatus theologo-philosophicus, Oppenhein, Londres (Gran
Bretaña), 1617.
164

grandes verdades ternas que han sido conservadas incólumes a través de los
milenios para todo aquel que tenga necesidad de más luz… Si la lectura ―y
mejor aún: la meditación― de este libro logra despertar en tu corazón los
íntimos ecos de un «llamado» que te invita a «dirigir tus pasos» hacia el centro
de tu propio ser, permite entonces que la gloriosa partícula de tu luz intima te
ayude a encontrar la puerta del templo interior donde mora aquel que es tu
propio y verdadero ser y te conduzca hasta Él con vívido entusiasmo y corazón
ardiente…! «¡Buscad y seréis encontrados…!.
165

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WRAITE, Arthur Edward (1973). Pictorial key to the tarot. Causeway Books,
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170

ÍNDICE

PREFACIO 1

Capítulo I
EL ORIGEN Y FUNDAMENTO DE LA RELIGIÓN

Capítulo II
LOS TEXTOS, CÓDICES Y MANUSCRITOS
LLAMADOS «LIBROS SAGRADOS»

Capítulo III
LOS PREJUICIS CONTRA LAS EDADES PASDAS

Capítulo IV
EL PUENTE DE LA COMUNICACIÓN FRATERNA

Capítulo V
LA ACTITUD ECUMÉNICA CORRECTA

Capítulo VI
TODO LO HUMANO ES CORRUPTIBLE

Capítulo VII
DIFERENCIA ENTRE EL CONOCIMIENTO
(GNOSIS) Y LA FE (PISTIS)

Capítulo VIII
CONOCIMIENTO METAFÍSICO Y FILOSOFÍA

Capítulo IX
171

LO QUE SE LLAMA RELIGIÓN EN OCCIDENTE

Capítulo X
EL HOMBRE, RECIPIENTE Y PORTADOR DEL ESPÍRITU

Capítulo XI
LOS TRES SENDEROS DE LA TRADICIÓN HINDÚ

Capítulo XII
LOS TRES GUNAS O ATRIBUTOS FUNDAMENTALES
DE LA NATURALEZA ORIGINAL ACTIVA

Capítulo XIII
EL HOMBRE, UN SER TERNARIO

Capítulo XIV
EL TRIPLE ASPECTO DE LOS TEXTOS REVELADOS

Capítulo XV
A TRAVÉS DEL OJO DE LAS APARIENCIAS

Capítulo XVI
LA LEYENDA DE LA MANZANA DE LA DISCORDIA

Capítulo XVII
EL BUDDHISMO: LA ÚNICA REFORMA ESPIRITUAL INCRUENTA

Capítulo XVIII
VISLUMBRES DE UNA POSIBLE COMPLEMENTARIDAD

Capítulo XIX
LA NUEVA FUSIÓN QUE VENDRÁ

Capítulo XX
EL ÍNTERIN

Capítulo XXI
LA RENOVACIÓN ETERNA Y EL DEVENIR CÍCLICO
CONSIDERACIONES FINALES
172

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