LA VIOLENCIA DE LA INTERPRETACIÓN Piera Aulagnier
LA VIOLENCIA DE LA INTERPRETACIÓN Piera Aulagnier
”
En tanto el discurso del Otro se impone a la psique en construcción del infans y las
demandas del portavoz que sólo puede responder a las necesidades del Ñ con la pretensión
de “saber” algo de lo que, en realidad, no tiene conocimiento alguno.
Piera Aulagnier
1) CUERPO → Conjunto de funciones sensoriales que son tmb vehículo de cierta informac
continua que no puede faltar porque es condición para la supervivencia somática, además
porque constituye la condición necesaria para una actividad psíquica que exige que sean
libidinalmente catectizado tanto el informado como el informante.
2) SITUAC DE ENCUENTRO → Lo que caracteriza al ser viviente es su situac de encuentro
contínuo con el medio físico-psíquico que lo rodea. Este encuentro será la fuente de tres
producciones cuyos lugares de inscripción y los procesos que los producen delimitan tres
«espacios-funciones»; o modos de funcionamiento; o procesos de metabolización:
A) Lo originario y la producción pictográfica;
B) Lo primario y la representac escénica (la fantasía);
C) Lo secundario y la representac idéica (la puesta en escena como obra del Yo).
La realidad es cambiante, la historia de la relac del analista con la teoría es, como toda
historia, un proceso dinámico cuyas grandes líneas pasadas es posible trazar, del que es posible
entrever algunos aspectos del presente pero predecir muy poco acerca del futuro.
➔ Como plantea la autora, la actividad psíquica está constituida por tres procesos de
metabolización (modos de registros):
Para cada sistema solo puede existir una representación que ha metabolizado al objeto
originado en los espacios exterior a la psique, transformándolo en un objeto cuya estructura se ha
convertido en idéntica a la del representante.
Los elementos que no fuesen aptos para sufrir esta metabolización no pueden tener un
representante en el espacio psíquico y, por lo tanto, carecen de existencia para la psique.
Estos tres procesos no están presentes desde un primer momento en la actividad psíquica,
se suceden temporalmente (se tiene que dar una cosa para que luego se dé la otra) y su puesta
en marcha es provocada por la necesidad que se le impone a la psique de conocer una
propiedad el objeto exterior a ella. La instauración de un nuevo proceso nunca implica el
silenciamiento del anterior.
➔ Para la psique no puede existir información alguna que pueda ser separada de lo
denominado una “información libidinal”. La autora considera que todo acto de representación
es coextenso con un acto de catectización, y que todo acto de catectización se origina en la
tendencia característica de la psique de preservar o reencontrar una experiencia de placer.
Define la cualidad del afecto presente en
un sistema psíquico (siempre y cuando este
último haya podido realizar su meta)
➔ Toda “puesta en representación” implica una experiencia de placer, ya que, dicho placer es
la primera condición necesaria para que haya vida, es decir, para que haya catectización de
la activ de representac. La autora se refiere a un placer mínimo necesario para que exista
la activ de representac, como así tmb, representantes psíquicos tanto del mundo externo
como del intrapsíquico. Asimismo, al referirse al “placer mínimo indispensable para que haya
vida” menciona a la dualidad presente desde un primer momento, es decir, a la energía en
acción en el espacio psíquico que pueden denominarse:
A) Amor (o Eros): Movimiento que lleva a la psique a unirse al objeto; posee un propósito
globalizador, unificador y centrífugo. Da forma a la imagen de un mundo en el que todo
objeto tiende y confluye hacia su complemento, se une con él para reencontrar una
totalidad perfecta.
B) Odio (o Tánatos): Movim que lleva a la psique a rechazar y a destruir al objeto. Su fin
será la aniquilación del deseo y de su búsqueda; tiende a odiar a todo aquello que, al
presentarse como complemento necesario de la satisfacción, demuestre la dependencia
de la zona en relación con el objeto, y recordará así que la psique podría descubrirse en
estado de falta, verse obligada a desear lo que no está presente, presentarse ante sí
misma como carente de poder frente al placer, como capacidad de sufrimiento y de
espera.
Piera plantea que el placer y el displacer se refieren, en este texto, a las dos
representaciones del afecto que pueden producirse en el espacio psíquico: el placer designa
el afecto presente en toda ocasión en que la representación da forma a una relación de
placer entre los elementos de lo representado; y el displacer designará el estado presente
en toda ocasión en que la representación da forma a una relación de rechazo entre estos
mismos elementos y, así, a una relación equivalente entre el representante y la
representación.
➔ Estas dos representaciones inaugurales de las dos experiencias afectivas, que ocurren en
forma sucesiva en la psique, constituyen la infraestructura responsable de lo que se
reproducirá en la escena imaginaria a lo largo de toda la vida.
El término ”originario” define una forma de actividad y un modo de producción que son los
únicos presentes en una fase inaugural de la vida. La relación que existe entre la energía en
acción y su producción tiende al mantenimiento de un estado estático/de quietud.
Primera e inaugural experiencia de placer: Encuentro entre boca y pecho (punto de partida).
Tal encuentro original desencadena la actividad psíquica.
que solo existen uno a
Zona y objeto primordiales
BOCA: Representante, pictográfico y metonímico de las activ del conjunto de las zonas.
audible, visible, táctil, olfativo, alimenticio y, así, dispensador de la totalidad de los placeres.
Este fragmento desencadena la actividad del sistema sensorial y de la parte del sistema
muscular necesaria para el acto de succión.
Representación pictográfica:
- Caracterizada por la DUALIDAD (amor / odio; placer / displacer).
- Es la representación que la psique hace sobre sí misma como actividad representante; ella
se re-presenta como fuente que engendra el placer erógeno de las partes corporales,
contempla su propia imagen y su propio poder en lo que engendra, es decir, en lo visto, en lo
oído, en lo percibido que se presenta como autoengendrado por su actividad (el agente
representante considera a la representac como obra de su trabajo autónomo).
Aparece una sensación de que la psique trabaja de forma autónoma, pero no trabaja. Por
eso es por lo que la psique se considera poderosa creyendo que puede controlar los
elementos de afuera.
Condiciones de la representación del encuentro para ser una fuente de placer o de displacer:
- Placentera: La psique descubre el placer cuando a la representac la acompaña una
experiencia de satisfacción real (que no se reduzca a calmar la necesidad).
Tal experienc genera dicho placer cuando puede representarse como aportando
excitación a dos entidades: Objeto – Zona.
La prima de placer, como meta de la representac, se encuentra relacionada con la
posibilidad de poner en escena la unión del representante y el del objeto que representa.
OMNIPOTENCIA:
• Creencia de la psiquis que puede responder a los estímulos que vienen de afuera, por
vía de los órganos de los sentidos (está determinada por el uso de estos y se sirve
solamente de ellos).
• “Poder” de la mente.
• No se separa objeto de sensación: catectización – descatectización/tomar – rechazar. Lo
que le gusta lo toma y si no lo rechaza, se maneja en el orden de estos dos sentidos,
porque no hay posibilidad de pensamiento en este proceso (por eso la psique se maneja
en términos de dualidad).
Al acceder al lenguaje, los sentidos -la vista, el oído, el gusto y el tacto- se encuentran bajo
el apoyo de un enunciado que decidirá acerca del mensaje afectivo que el informado (infans)
y la voz informante (función materna) esperan y reciben uno de otro. La instrumentación del
mensaje sobre el objeto sensible determinará que lo que decida acerca de la relación de la
experiencia sensorial y el objeto sensible con el placer y con el displacer, con lo lícito y lo
prohibido, será lo enunciado por el mensaje.
Para concluir, la autora plantea que lo que se origina en este primer encuentro, en el registro
de la sensibilidad, consiste en una “espera” del objeto que tiene un poder de excitabilidad y
una “necesidad” de información que explica que la actividad de las diferentes zonas
sensibles posea la propiedad de acompañarse con lo que designa como placer erógeno
(producto de lo catectizado por la libido).
En efecto, toda información sensible solo es tal en la medida en que dispone de una
representación en el espacio psíquico: “excitación, erogenización, representación”,
forman un trinomio indisociable y designan las tres cualidades que un objeto debe
necesariamente poseer para que pueda existir ante la psique.
El placer o el displacer que este “espacio” puede experimentar se presentará como el efecto
del deseo del Otro de una reunificación entre los dos espacios separados, o a la inversa,
como el efecto de su deseo de rechazo. Infraestructura del esquema relacional
Masoquismo primario → Se trata de una interpretación proyectada sobre el deseo del Otro.
La autora plantea que el considerar el displacer (experiencia inevitable que el S vivirá en
algún momento), como provocado por el deseo del Otro, ello puede convertirse en fuente de
placer, ya que al experimentarlo se tiene la certeza de adecuarse a lo que el otro desea.
La falta de placer, por ej., es interpretada como el deseo de Otro de su no placer. Es
decir, se interpreta al mundo como la intensión del deseo del otro (el S está sometido).
Piera nos dice que la primer interpretación escénica que tiene lugar en este momento es la
puesta en escena de la intensión supuesta del pecho.
Una vez reconocida la existencia de este objeto primordial, ya no será posible concebir
su presencia o su ausencia como un efecto azaroso, sino que, por y en la fantasía, la
presencia y la ausencia serán interpretadas como consecuencia de la intención del pecho
de ofrecer placer o de imponer displacer, hasta que la sustituya la intención del deseo de
la madre.
La meta acorde con el deseo de la psique será siempre y exclusivamente el deseo de placer.
Para ella, la falta de placer es el efecto de un deseo, y solamente puede imaginar este deseo
como el de un Otro cuyo objeto sería su no placer.
La existencia del deseo del Otro es el punto nodal para la psique y representa el postulado
a partir del cual puede instaurarse el conjunto del sistema. Es decir, a partir de estos reconoc,
se instaura la infraestructura de tres elementos de toda organización fantaseada: una mirada
que experimenta un afecto de placer o de displacer (desde el pto del vista del infans) hacia
la relación puesta en escena entre el representante del Otro (madre) y este ”otro lugar”
(padre/pareja). Esta estructura es la que permitirá los fenómenos de inversión, de
sustitución, de cambio de meta, que definen al juego pulsional.
La certeza de la existencia y del poder del deseo del Otro constituye una necesidad lógica
para la actividad fantaseada, el único camino que le permite plantear la existencia de Otro y,
más tarde, de los otros y, de ese modo, la existencia de una realidad.
Lo primario crea prototipos que lo secundario hereda y transforma, ya que sin ellos la psique
no podría tener acceso a lo que se convertirá en la tercera representación de su relación con
el mundo. Tales prototip. corresponden a la realidad, al Yo (identificatorio), a Edipo y a la
castración.
La realidad del Otro es aquella que existe entre el deseo de la madre y el del infans.
REALIDAD Tal realidad constituye el primer tope que encuentra el princip de placer, es el más
duro y muy difícil de evitar.
El prototipo identificatorio es el resultado de la reflexión de la actividad de lo primario
sobre sí misma que hace el fantaseante. Tal reflexión da lugar al:
Sujeto del inconsciente → Es la autopresentación en y mediante la cual el fantaseante
YO (PROT.
IDENTIF.) se reconoce como respuesta que se da al deseo proyectado sobre la madre. Es decir,
se identifica con una respuesta: es por ello por lo que siempre remite a la puesta en
escena de una relación que existe entre el deseo de la madre y el placer del Ñ.
Tiene lugar a partir del momento en que el Ñ plantea al deseo de la madre como
diferente del propio. Mientras puede considerarse objeto exclusivo del deseo materno
y conserva la certeza de que lo desea como único objeto de su placer, ella sigue
deseando exactamente lo que él desea. A esto deberá renunciar cuando se dé cuenta
de la posibilidad de un deseo del Otro (madre) referido a ese “otro lugar” (representante
de un atributo paterno) que lo desaloje de esa posición de objeto exclusivo del placer.
En esta figuración escénica (edípica) la psique infantil comienza a percibir que cerca
EDIPO de la madre se encuentra ese otro sujeto responsable de que se quiebre la exclusividad
de la relac madre – Ñ. Este otro sujeto tiene algo que decir, y a menudo lo dice gritando;
y tmb puede ofrecerle placer corporal, acariciarlo, cantarle canciones de cuna y demás
(tareas que antes solo cumplía la voz materna).
Así, el placer del cuerpo de un Ñ aprende a descubrir un “otro sin pecho” / padre (que
puede brindar placer al conjunto de sus zonas – funciones erógenas) quien perturba
con su presencia y es el responsable del displacer porque es quien representa lo que
debe reprimirse; la prohibición; el límite.
Después del Edipo puede resurgir el temor de perder repentinamente el objeto del
goce, pero este miedo ya no es vivido como una mutilación mortífera ni como un
despedazamiento del propio cuerpo.
Es posible decir que, a través de la renuncia al goce, el neurótico se autoriza a vivir
CASTRACIÓN
como un cuerpo unificado; lo que sacrifica es su sexo como instrumento y lugar de
placer, para conservar una imagen corporal no despedazada, logrando así proteger
una forma unificada de la imagen de su espacio corporal, condición necesaria para que
pueda preservar, de su propio espacio psíquico, la imagen de una superficie de la cual
la psique de otro no ha arrancado y tomado un fragmento.
Como atributo paterno se debe entender a todo objeto corporal que pueda relacionarse con
el cuerpo erogeneizado de la madre, objeto que ya no es fantaseado como un apéndice
propio de este mismo cuerpo, sino como un objeto que viene “de otro lugar” para completar
ese cuerpo, agredirlo, darle algo o despojarlo de un pedazo.
Imagen de palabra → Constituye un puente de pasaje entre un antes que el sujeto nunca
conocerá (y conservará su “mismidad”) y un después que se constituirá al apoyarse en él y
que se separará al reprimir ese primer material que ha sido parte esencial de su propia carne.
La imagen de palabra, al unirse con la imagen de cosa, dará lugar a producciones que
muestran que lo primario asumirá la tarea de adecuar a su postulado el sistema de
significación que le impone el discurso.
Esta imagen se origina a partir del papel desempeñado por el portavoz que le exigirá al Ñ
que se ajuste a una imagen de él que ocupaba la cuna mucho antes de que lo hiciese su
cuerpo. En otras palabras, dicha imag se origina en ese “pecho – leche que habla” (lo hace
a través de los gestos, la palabra, los sentimientos).
“…La diferencia entre una representación inconsciente y una representac del preconsciente
(idea) consiste en el hecho de que la 1ra se vincula con materiales que no son conocidos,
mientras que 2da (la preconsciente) estaría asociada a una representación verbal”.
A su vez, los factores que marcarán el destino de la psique del infans-niño son:
1. El portavoz y su acción represora, efecto y meta de la anticipación característica del
discurso materno.
2. La relación de la madre con el “saber-poder-pensar” del niño.
3. El redoblamiento de la violencia, es decir, la serie de enunciados que designarán a
las vivencias y que transformarán al afecto en sentimiento.
4. Aquello que, desde el discurso parental, retorna sobre la psiquis del niño para
constituir los primeros rudimentos (nociones) del Yo. Estos “objetos” exteriores y ya
catectizados por la libido son los que darán nacimiento al Yo al designarlo como el que los
codicia, posee, rechaza, los desea.
5. El deseo del padre.
La diferencia entre el proceso primario y el secundario es que en el primario aún no hay un
Yo. Existe el “sujeto del inconsciente” que sería la manera que tiene el fantaseante de
representarse a sí mismo y de reconocerse como respuesta al deseo de la madre. Luego, el
Yo aparece formado por un conjunto de enunciados que le permiten hablar de la relación
que la psique mantiene con los objetos del mundo a los que a catectizado. A partir de allí
aparecerán representaciones de palabras que son las que posibilitan la puesta en
funcionamiento de las exigencias del proceso secundario.
Portavoz
Es una función reservada al discurso de la madre en la estructuración de la psique
(protege, catectiza, libidiniza).
Desde que el infante nace, la madre comenta, predice y acuna el conjunto de las
manifestaciones de su hijo. Es decir, a través del discurso que dirige a y sobre el Ñ, elabora
una representación idéica de él, con la que lo identifica desde su comienzo al ser del infante;
y satisface una serie de necesidades del hijo ya que éste no puede ocuparse en forma
autónoma. O sea, el Ñ no viviría sin la presencia de un otro para cubrir las necesidades tanto
físicas como psíquicas.
No hay aleatoriedad (no es al azar) en quien cumpla la función de portavoz. Existen tres
condiciones para llevar adelante dicha función:
1. Sistema de parentesco: “Linaje” → Debe existir un orden de jerarquía que sea claro
dentro del sistema de parentesco. Solo se puede tener en claro si se atravesó la
castración.
2. Estructura lingüística: Implica haber aceptado el orden cultural y el lenguaje que
nos atraviesa. Es lo que nos fue impuesto (códigos, costumbres y usos en común
para comunicarnos).
3. Consecuencias del discurso: Como se marcan/significan lo que se va a considerar
importante y lo que no, la manera de actuar.
Otorga un indicie libidinal (sentido a determ cosas) → Para que los objetos ejerciten su
poder de representabilidad y figurabilidad, se requiere que hayan sido marcados, de un modo
u otro, por la actividad de la psique materna. Algo se metaboliza solo si la madre le da
sentido.
La función de prótesis de la psique materna permite que la psique del infans encuentre una
realidad ya modelada por su actividad y que, gracias a ello, esta sea representable y
remodelable. En otras palabras, en el momento del encuentro infans – madre, ésta última
ofrece un material psíquico que es estructurante sólo por haber sido ya remodelado por su
propia mente, lo que implica que ofrece un material que respeta las exigencias de la
REPRESIÓN. Es así como el Ñ recibe este alimento psíquico y lo reconstruye tal como era
en su forma arcaica.
Las producciones psi de la madre son los enunciados mediante los cuales habla del niño y
le habla al niño.
La sombra proyecta deseos, anhelos, idealización sobre el objeto (lo que se pretende que el
hijo llegase a ser) pero esto no anula la contradicción que pueda imponer el objeto (el sexo,
por ej. puede marcar una contradicc con la sombra hablada; como así tmb todo aquello que
en el cuerpo pueda aparecer bajo el signo de una falta/de una carencia -falta de sueño, de
crecimiento, de movim., de fonación e inclusive la falta de “saber pensar”-).
De ese modo, la madre asigna a las funciones corporales un valor de mensaje, veredicto
de lo verdadero o de lo falso del discurso mediante el cual ella le habla al infans.
Ese “saber acerca del cuerpo” se lo observa, en forma conjunta, en las defensas maternas
contra el retorno de lo reprimido propio y, constituye, además, el instrumento privilegiado de
la violencia primaria.
El discurso de y por la sombra es el que permite a la madre ignorar el ingrediente sexual
inherente a su amor por el Ñ; así, ese discurso intenta impedir el retorno de lo que debe
permanecer en lo reprimido, lo que da lugar al atributo funcional unido a todo aquello que en
el contacto corporal participa de un placer cuya causa debe ser ignorada: se acuna al niño
porque así se logra hacerlo dormir, y dormir es bueno; se lo lava porque es higiénico o porque
la ley lo prescribe; se lo alimenta de acuerdo con un modelo instituido de buena salud, etc.
En el discurso materno todo aquello que habla el lenguaje de la libido y del amor es dedicado
a la sombra. Se es tierno, severo, se recompensa o se castiga en nombre de lo que, según
se supone, la sombra expresa mediante el cuerpo.
La sombra está constituida por enunciados (formulaciones del deseo humano) que
representan el anhelo materno referente al niño. El conjunto del discurso de la sombra puede
situarse bajo la rúbrica de los anhelos: para el infans se anhela un ser, un tener, un devenir;
este anhelo representa aquello a lo que se ha tenido que renunciar, lo que se ha perdido o
lo que se ha olvidado haber anhelado. Sueño de una recuperación narcisista; sueño lícito.
A través de la voz de la sombra hablada la madre se enuncia, y enuncia al niño, las
prohibiciones que inicialmente proyectó allí; de ese modo, le significa una prohibición que se
anticipa a su propio deseo. Se establece así una relación de reciprocidad funcional, al
convertirse el infans y la madre, uno para otro, en agentes al servicio de la represión.
El Yo de la madre construye y catectiza esta sombra, este fragmento de discurso, para evitar
que la libido se desvíe del niño actual y retorne hacia el de otro tiempo y lugar. La sombra
preserva a la madre del retorno de un anhelo que, en su momento, fue perfectamente
consciente y que luego fue reprimido: tener un hijo de su padre; y tras él se encuentra
precediéndolo un deseo más antiguo cuyo retorno sería mucho mas grave: tener un hijo de
su propia madre (ley de prohibición del incesto). La sombra es lo que el Yo pudo reelaborar,
reinterpretar a partir del segundo anhelo reprimido, logrando así la preclusión del primero.
En otras palabras, el Ñ es quien en la escena de lo real da testimonio de la victoria del Yo
de la madre sobre lo reprimido.
El infans se convierte en un soporte/apoyo al servicio de
sus defensas; pasa a ser el dique que protege a la madre
del retorno de lo reprimido.
El deseo edípico retorna bajo una forma invertida: que este niño pueda, a su vez, convertirse
en padre o madre, que pueda desear tener un hijo.
En la escena del proc. secundario, mediante los anhelos que se expresan en los enunciados
del discurso, el Yo materno da un sentido a su relación identificatoria y libidinal con el niño
que ocupa un lugar determinado.
Para la madre, la “bella inteligencia” se convierte en el último fruto esperado de este cuerpo
alimentado, acunado, educado, con la esperanza de que ofrezca a la actividad de pensar el
soporte óptimo. Esto solo puede conservarse en la medida en que la madre tenga la certeza
de que la “capacidad de pensar” del Ñ responda a la NORMA (que sea igual a los demás
niños, que haga todo aquello lo que se espera de su edad) y, de ser posible, la supere.
Ello permitirá la confirmación de la madre sobre el ÉXITO o FRACASO de su función
materna (verificar que el niño piense).
En los casos, en los que la madre no ha sido culpable de un exceso, se comprueba que el
comienzo de la actividad de pensar del infans provoca en ella tres respuestas constantes:
1) Pase del registro funcional (corporal) al libidinal: Esta nueva actividad es una
continuación de funciones corporales a las que la madre había otorgado, desde un primer
- Están en el orden de la necesidad.
momento, una significación que les permita pasar del registro funcional al registro
libidinal.
- Son puramente simbólicas
➔ Aparato Psíquico:
Funciona a partir del placer/displacer
Necesidad → Tensión → Acción del Otro → Satisfacción
∞ Ese “otro lugar” deseado por la madre es el que representa el padre en la escena, y es
ese deseo el que le confiere su poder.
∞ Ocupa el lugar de quien tiene el derecho a decretar lo que el hijo puede ofrecer a la
madre como placer y lo que le está prohibido proponerle. A su vez, esa madre hace
referencia al padre (por medio del discurso) quien se presenta como el agente de su goce
y de su legitimidad (él desea a la madre).
Por esta doble razón, el padre será visto simultáneamente por el niño como:
OBJETO Esperar convertirse en lo deseado por el padre; esperar desempeñar el mismo rol que
POR la madre en el registro de deseo. Se pasa de una OMNIPOTENCIA (proc originario) a la
SEDUCIR RENUNCIA (todo no; algo sí).
Esta fase del encuentro es sucedida por la necesidad de reconocer la diferencia de los
sexos, el carácter no absoluto del poder materno y el poder que ejerce la voz prohibidora
OBJETO del padre; voz a la que la propia madre tmb parece obedecer. Quien encarna esta voz dará
DE ODIO sentido en la escena de lo real (al permitir encontrar su causa en lo “exterior a si”) al odio
sin objeto y lo indecible de un deseo de no deseo que invade repetitivamente el campo
psíquico.
∞ Inscribe al Ñ como sujeto diferenciado (con deseos autónomos -porque ordena-) y ofrece
objetos sustitutos (de las primeras experiencias de placer.
∞ Puede representarse encarnada: *En el HACER (taxista, médico, carpintero, etc.) Activ.
Prácticas - *A través del RELATO de su origen (historización)