Sentencia 836 de 2001 Corte Constitucional 230906 084235
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AUTORIDAD PUBLICA-LÃmites constitucionales/AUTORIDAD PUBLICA-Potestades constitucionales interpretadas a partir del complejo dogmático
JUEZ-Sometimiento al imperio de la ley/AUTONOMIA INTERPRETATIVA DEL JUEZ-Nivel/AUTORIDAD-Prerrogativas orgánicas sujetas a una razón
suficiente/PODER JUDICIAL-AutonomÃa e independencia como garantÃas institucionales/PODER JUDICIAL-Legitimación de autonomÃa e
independencia
Para interpretar correctamente el concepto de sometimiento de los jueces a la ley y establecer el nivel de autonomÃa que tienen para
interpretar el ordenamiento, el juez constitucional debe partir de la premisa de que las potestades y prerrogativas otorgadas a las autoridades
estatales en la parte orgánica de la Constitución están sometidas a un principio de razón suficiente. En esa medida, la autonomÃa e
independencia son garantÃas institucionales del poder judicial, que se legitiman constitucionalmente en tanto que son necesarias para realizar
los fines que la Carta les asigna.
La igualdad, además de ser un principio vinculante para toda la actividad estatal, está consagrado en el artÃculo 13 de la Carta como derecho
fundamental de las personas. Este derecho comprende dos garantÃas fundamentales: la igualdad ante la ley y la igualdad de protección y trato
por parte de las autoridades. Sin embargo, estas dos garantÃas operan conjuntamente en lo que respecta a la actividad judicial, pues los jueces
interpretan la ley y como consecuencia materialmente inseparable de esta interpretación, atribuyen determinadas consecuencias jurÃdicas a
las personas involucradas en el litigio. Por lo tanto, en lo que respecta a la actividad judicial, la igualdad de trato que las autoridades deben
otorgar a las personas supone además una igualdad y en la interpretación en la aplicación de la ley.
COLABORACION ARMONICA ENTRE ORGANOS DEL ESTADO-Labor compartida de creación del derecho
ORGANOS DEL ESTADO-Creación del derecho es una labor compartida/ORGANOS DEL ESTADO-LÃmites a creación del derecho/LEY-
Interpretación
Esta función creadora del juez en su jurisprudencia se realiza mediante la construcción y ponderación de principios de derecho, que dan
sentido a las instituciones jurÃdicas a partir de su labor de interpretación e integración del ordenamiento positivo. Ello supone un grado de
abstracción o de concreción respecto de normas particulares, para darle integridad al conjunto del ordenamiento jurÃdico y atribuirle al texto
de la ley un significado concreto, coherente y útil, permitiendo encausar este ordenamiento hacia la realización de los fines constitucionales.
Por tal motivo, la labor del juez no pueda reducirse a una simple atribución mecánica de los postulados generales, impersonales y abstractos
consagrados en la ley a casos concretos, pues se estarÃan desconociendo la complejidad y la singularidad de la realidad social, la cual no puede
ser abarcada por completo dentro del ordenamiento positivo. De ahà se derivan la importancia del papel del juez como un agente racionalizador
e integrador del derecho dentro de un Estado y el sentido de la expresión "probable" que la norma acuña a la doctrina jurisprudencial a partir
de la expedición de la Ley 169 de 1896. La palabra probable, que hace alusión a un determinado nivel de certeza empÃrica respecto de la
Sentencia 836 de 2001 Corte 1 EVA - Gestor Normativo
Constitucional
Departamento Administrativo de la Función Pública
doctrina, no implica una anulación del sentido normativo de la jurisprudencia de la Corte Suprema.
La fuerza normativa de la doctrina dictada por la Corte Suprema proviene (1) de la autoridad otorgada constitucionalmente al órgano
encargado de establecerla y de su función como órgano encargado de unificar la jurisprudencia ordinaria; (2) de la obligación de los jueces de
materializar la igualdad frente a la ley y de igualdad de trato por parte de las autoridades; (3) del principio de la buena fe, entendida como
confianza legÃtima en la conducta de las autoridades del Estado; (4) del carácter decantado de la interpretación del ordenamiento jurÃdico
que dicha autoridad ha construido, confrontándola continuamente con la realidad social que pretende regular.
DOCTRINA JUDICIAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA-Fundamento constitucional de la fuerza normativa/IGUALDAD ANTE LA LEY-Obliga al
juez/IGUALDAD DE TRATO-Obliga al juez
El fundamento constitucional de la fuerza normativa de la doctrina elaborada por la Corte Suprema se encuentra en el derecho de los
ciudadanos a que las decisiones judiciales se funden en una interpretación uniforme y consistente del ordenamiento jurÃdico. Las dos garantÃ-
as constitucionales de igualdad ante la ley ¿entendida ésta como el conjunto del ordenamiento jurÃdico- y de igualdad de trato por parte de
las autoridades, tomada desde la perspectiva del principio de igualdad ¿como objetivo y lÃmite de la actividad estatal-, suponen que la
igualdad de trato frente a casos iguales y la desigualdad de trato entre situaciones desiguales obliga especialmente a los jueces.
AUTONOMIA INTERPRETATIVA DEL JUEZ FRENTE A LA IGUALDAD ANTE LA LEY-ArmonÃa/AUTONOMIA INTERPRETATIVA DEL JUEZ FRENTE A LA
IGUALDAD DE TRATO-ArmonÃa/JUEZ-Realización de la igualdad material
Una decisión judicial que desconozca caprichosamente la jurisprudencia y trate de manera distinta casos previamente analizados por la
jurisprudencia, so pretexto de la autonomÃa judicial, en realidad está desconociéndolos y omitiendo el cumplimiento de un deber
constitucional.
La certeza que la comunidad jurÃdica tenga de que los jueces van a decidir los casos iguales de la misma forma es una garantÃa que se
relaciona con el principio de la seguridad jurÃdica. La previsibilidad de las decisiones judiciales da certeza sobre el contenido material de los
derechos y obligaciones de las personas, y la única forma en que se tiene dicha certeza es cuando se sabe que, en principio, los jueces han
interpretado y van a seguir interpretando el ordenamiento de manera estable y consistente. Esta certeza hace posible a las personas actuar
libremente, conforme a lo que la práctica judicial les permite inferir que es un comportamiento protegido por la ley. La falta de seguridad jurÃ-
dica de una comunidad conduce a la anarquÃa y al desorden social, porque los ciudadanos no pueden conocer el contenido de sus derechos y de
sus obligaciones. Si en virtud de su autonomÃa, cada juez tiene la posibilidad de interpretar y aplicar el texto de la ley de manera distinta, ello
impide que las personas desarrollen libremente sus actividades, pues al actuar se encontrarÃan bajo la contingencia de estar contradiciendo una
de las posibles interpretaciones de la ley.
DOCTRINA JUDICIAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA-No facultad omnÃmoda del juez para interpretar la ley/JUEZ-No facultad omnÃmoda de
interpretar la ley/JURISDICCION ORDINARIA-Interpretación y aplicación consistente de la ley
En su aspecto subjetivo, la seguridad jurÃdica está relacionada con la buena fe, consagrada en el artÃculo 83 de la Constitución, a partir del
principio de la confianza legÃtima. Esta garantÃa sólo adquiere su plena dimensión constitucional si el respeto del propio acto se aplica a las
autoridades judiciales, proscribiendo comportamientos que, aunque tengan algún tipo de fundamento legal formal, sean irracionales, según la
máxima latina venire contra factum proprium non valet. El derecho de acceso a la administración de justicia implica la garantÃa de la
confianza legÃtima en la actividad del Estado como administrador de justicia. Esta confianza no se garantiza con la sola publicidad del texto de
la ley, ni se agota en la simple adscripción nominal del principio de legalidad. Comprende además la protección a las expectativas legÃtimas
de las personas de que la interpretación y aplicación de la ley por parte de los jueces va a ser razonable, consistente y uniforme. En virtud de
lo anterior, el análisis de la actividad del Estado como administrador de justicia no se agota en el juicio sobre la legalidad de cada decisión
tomada como un acto jurÃdico individual, pues no se trata de hacer un estudio sobre la validez de la sentencia, sino de la razonabilidad de una
conducta estatal, entendida ésta en términos más amplios, a partir de los principios de continuidad y de unidad de la jurisdicción.
El artÃculo 1º de la Constitución establece que nuestro paÃs es un "Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria".
Esta forma de organización implica la unidad del ordenamiento jurÃdico, que se verÃa desdibujada si se acepta que la autonomÃa judicial
implica la facultad de interpretar el ordenamiento sin tener en cuenta la interpretación que haga la cabeza de la respectiva jurisdicción. La
consagración constitucional de una estructura jurisdiccional que, aun cuando desconcentrada, es funcionalmente jerárquica, implica que, si
bien los jueces tienen competencias especÃficas asignadas, dentro de la jerarquÃa habrá ¿en principio- un juez superior encargado de conocer
las decisiones de los inferiores. En la justicia ordinaria dicha estructura tiene a la Corte Suprema en la cabeza, y eso significa que ella es la
encargada de establecer la interpretación que se debe dar al ordenamiento dentro de su respectiva jurisdicción, de acuerdo con lo dispuesto
en la Constitución.
UNIFICACION DE JURISPRUDENCIA-Alcance
El principio de publicidad de la actividad judicial, que implica el derecho de acceso de la comunidad en general a sus decisiones, comprende la
obligación de las autoridades de motivar sus propios actos. Este deber incluye el de considerar explÃcita y razonadamente la doctrina judicial
que sustenta cada decisión. Esta garantÃa tiene como objetivo que los sujetos procesales y la comunidad en general tengan certeza, no sólo
sobre el texto de la ley y la jurisprudencia, sino que se extiende a asegurar que el ordenamiento está siendo y va a seguir siendo interpretado y
aplicado de manera consistente y uniforme. Sólo de esta forma pueden las personas tener certeza de que la interpretación y aplicación
consistente y uniforme del ordenamiento es una garantÃa jurÃdicamente protegida y no un mero uso sin valor normativo alguno, y del cual los
jueces pueden apartarse cuando lo deseen, sin necesidad de justificar su decisión.
Corresponde a los jueces, y particularmente a la Corte Suprema, como autoridad encargada de unificar la jurisprudencia nacional, interpretar el
ordenamiento jurÃdico. En esa medida, la labor creadora de este máximo tribunal consiste en formular explÃcitamente principios generales y
reglas que sirvan como parámetros de integración, ponderación e interpretación de las normas del ordenamiento. Sin embargo, esta labor no
es cognitiva sino constructiva, estos principios y reglas no son inmanentes al ordenamiento, ni son descubiertos por el juez, sino que, como
fuentes materiales, son un producto social creado judicialmente, necesario para permitir que el sistema jurÃdico sirva su propósito como
elemento regulador y transformador de la realidad social. Con todo, para cumplir su propósito como elemento de regulación y transformación
social, la creación judicial de derecho debe contar también con la suficiente flexibilidad para adecuarse a realidades y necesidades sociales
cambiantes. Por lo tanto, no se puede dar a la doctrina judicial un carácter tan obligatorio que con ello se sacrifiquen otros valores y principios
constitucionalmente protegidos, o que petrifique el derecho hasta el punto de impedirle responder a las necesidades sociales.
La sujeción de la actividad judicial al imperio de la ley no puede reducirse a la observación minuciosa y literal de un texto legal especÃfico,
sino que se refiere al ordenamiento jurÃdico como conjunto integrado y armónico de normas, estructurado para la realización de los valores y
objetivos consagrados en la Constitución.
Son la Constitución y la ley los puntos de partida necesarios de la actividad judicial, que se complementan e integran a través de la
formulación de principios jurÃdicos más o menos especÃficos, construidos judicialmente, y que permiten la realización de la justicia material
en los casos concretos. La referencia a la Constitución y a la ley, como puntos de partida de la actividad judicial, significa que los jueces se
encuentran sujetos principalmente a estas dos fuentes de derecho. Precisamente en virtud de la sujeción a los derechos, garantÃas y libertades
constitucionales fundamentales, estos jueces están obligados a respetar los fundamentos jurÃdicos mediante los cuales se han resuelto
situaciones análogas anteriores. Esta obligación de respeto por los propios actos implica, no sólo el deber de resolver casos similares de la
misma manera, sino, además, el de tenerlos en cuenta de manera expresa, es decir, la obligación de motivar sus decisiones con base en su
propia doctrina judicial.
JURISPRUDENCIA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA-Determinación de cuando los jueces se pueden apartar/JURISPRUDENCIA DE LA CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA-Forma como los jueces deben manifestar decisión de apartarse
Un cambio en la situación social, polÃtica o económica podrÃa llevar a que la ponderación e interpretación del ordenamiento tal como lo
venÃa haciendo la Corte Suprema, no resulten adecuadas para responder a las exigencias sociales. Esto impone la necesidad de formular
nuevos principios o doctrinas jurÃdicas, modificando la jurisprudencia existente, tal como ocurrió en el siglo pasado, cuando la Corte Suprema y
el Consejo de Estado establecieron las teorÃas de la imprevisión y de la responsabilidad patrimonial del Estado. En estos casos se justifica un
replanteamiento de la jurisprudencia. Sin embargo, ello no significa que los jueces puedan cambiar arbitrariamente su jurisprudencia aduciendo,
sin más, que sus decisiones anteriores fueron tomadas bajo una situación social, económica o polÃtica diferente. Es necesario que tal
transformación tenga injerencia sobre la manera como se habÃa formulado inicialmente el principio jurÃdico que fundamentó cada aspecto de
la decisión, y que el cambio en la jurisprudencia esté razonablemente justificado conforme a una ponderación de los bienes jurÃdicos
involucrados en el caso particular.
Ante falta de unidad en la jurisprudencia, los jueces deben hacer explÃcita la diversidad de criterios, y optar por las decisiones que interpreten
de mejor manera el imperio de la ley, a partir de una adecuada determinación de los hechos materialmente relevantes en el caso. De la misma
forma, ante la imprecisión de los fundamentos, pueden los jueces interpretar el sentido que se le debe dar a la doctrina judicial de la Corte
Suprema.
La fuerza normativa de la doctrina probable proviene (1) de la autoridad otorgada constitucionalmente al órgano encargado de establecerla,
unificando la jurisprudencia ordinaria nacional; (2) del carácter decantado de la interpretación que dicha autoridad viene haciendo del
ordenamiento positivo, mediante una continua confrontación y adecuación a la realidad social y; (3) del deber de los jueces respecto de a) la
igualdad frente a la ley y b) la igualdad de trato por parte de las autoridades y; (4) del principio de buena fe que obliga también a la rama
jurisdiccional, prohibiéndole actuar contra sus propios actos.
UNIFICACION DE JURISPRUDENCIA POR CORTE SUPREMA DE JUSTICIA-Fundamento/DOCTRINA PROBABLE DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA-
Carga argumentativa mayor del juez inferior para apartarse
La autoridad de la Corte Suprema para unificar la jurisprudencia tiene su fundamento en la necesidad de garantizar los derechos fundamentales
de las personas y esta atribución implica que la Constitución le da un valor normativo mayor o un "plus" a la doctrina de esa alta Corporación
que a la del resto de los jueces de la jurisdicción ordinaria. Ello supone que la carga argumentativa que corresponde a los jueces inferiores para
apartarse de la jurisprudencia decantada por la Corte Suprema es mayor que la que corresponde a éste órgano para apartarse de sus propias
decisiones por considerarlas erróneas.
DOCTRINA PROBABLE DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA-Variación por juzgar erróneas decisiones anteriores/CAMBIO DE JURISPRUDENCIA-
Fundamento explÃcito suficiente
La expresión "erróneas" que predica la norma de las decisiones de la Corte Suprema puede entenderse de tres maneras diferentes, y cada
interpretación da lugar a cambios jurisprudenciales por razones distintas. En primer lugar, cuando la doctrina, habiendo sido adecuada en una
situación social determinada, no responda adecuadamente al cambio social posterior. Este tipo de error sobreviniente justifica que la Corte
cambie su propia jurisprudencia. En segundo lugar, la Corte puede considerar que la jurisprudencia resulta errónea, por ser contraria a los
valores, objetivos, principios y derechos en los que se fundamenta el ordenamiento jurÃdico. En estos casos también está justificado que la
Corte Suprema cambie su jurisprudencia para evitar prolongar en el tiempo las injusticias del pasado, haciendo explÃcita tal decisión. En tercer
lugar, como resulta apenas obvio, por cambios en el ordenamiento jurÃdico positivo, es decir, debido a un tránsito constitucional o legal
relevante. Debe entenderse que el error judicial al que hace referencia la norma demandada justifica el cambio de jurisprudencia en los
términos expresados, pero no constituye una facultad del juez para desechar la doctrina de la Corte Suprema de Justicia sin un fundamento
explÃcito suficiente.
DECISION JUDICIAL-Parte que tiene fuerza normativa/SENTENCIA-Parte que tiene fuerza normativa
Si la parte de las sentencias que tiene fuerza normativa son los principios y reglas jurÃdicas, ello significa que no todo el texto de su motivación
resulta obligatorio. Para determinar qué parte de la motivación de las sentencias tiene fuerza normativa resulta útil la distinción conceptual
que ha hecho en diversas oportunidades esta Corporación entre los llamados obiter dicta o afirmaciones dichas de paso, y los ratione decidendi
o fundamentos jurÃdicos suficientes, que son inescindibles de la decisión sobre un determinado punto de derecho. Sólo estos últimos resultan
obligatorios, mientras los obiter dicta, o aquellas afirmaciones que no se relacionan de manera directa y necesaria con la decisión, constituyen
criterios auxiliares de la actividad judicial.
Los obiter dicta o dichos de paso, no necesariamente deben ser descartados como materiales irrelevantes en la interpretación del derecho. En
muchos casos permiten interpretar cuestiones jurÃdicas importantes en casos posteriores que tengan situaciones de hecho distintas, aunque no
necesariamente deban ser seguidos en posteriores decisiones.
Magistrado Ponente:
I. ANTECEDENTES
El ciudadano Carlos Alberto Maya Restrepo, en ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad consagrada en los artÃculos 241 y 242 de
la Constitución PolÃtica, demandó la inexequibilidad del artÃculo 4º de la ley 169 de 1896.
La Corte mediante auto de febrero dos (2) de 2001, proferido por el Despacho del magistrado sustanciador, admitió la demanda y dio traslado
al señor Procurador General de la Nación para que rindiera el concepto de su competencia.
Una vez cumplidos los trámites previstos en el artÃculo 242 de la Constitución y en el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte a pronunciarse
sobre la demanda de la referencia.
"ArtÃculo 4. Tres decisiones uniformes dadas por la Corte Suprema, como tribunal de casación, sobre un mismo punto de derecho, constituyen
doctrina probable, y los jueces podrán aplicarla en casos análogos, lo cual no obsta para que la Corte varÃe la doctrina en caso de que juzgue
erróneas las decisiones anteriores."
III. LA DEMANDA
Considera el actor que la disposición acusada es contraria al preámbulo y a los artÃculos 1, 2, 3, 4, 5, 29, 228, 230, y 243 de la Constitución
PolÃtica.
2. Fundamentos de la demanda
Sostiene el escrito, que el artÃculo 4° de la ley 169 de 1.896, no se ajusta a los principios y valores de la Constitución PolÃtica de 1.991. El
demandante considera que la disposición es inconstitucional por dos razones principales.
En primer lugar, afirma que la disposición demandada resulta arcaica y que fue redactada en el contexto de un paÃs parroquial con una
población muy pequeña, y con un número bastante menor de conflictos sociales al que existe hoy en dÃa, lo cual explica la referencia a tres
decisiones uniformes respecto de un mismo punto de derecho. Con fundamento en jurisprudencia de la Corte Constitucional, afirma que la
uniformidad de la jurisprudencia ordinaria permite asegurar la efectividad de los derechos y la prevalencia del derecho sustancial. Estos
objetivos constitucionales son obligatorios para las autoridades estatales, y por lo tanto, resulta contrario a la Constitución, que los jueces en
sus decisiones puedan desconocerlos apartándose de la jurisprudencia. Afirma que los recursos de casación y de súplica, aun cuando son
diferentes en su naturaleza, tienen como objetivo unificar la jurisprudencia. Siendo ello asÃ, los jueces inferiores están constitucionalmente
obligados a seguir las decisiones de la Corte Suprema de Justicia, como juez de casación.
Por otra parte, el demandante esgrime un segundo motivo de inconstitucionalidad fundamentado en la posibilidad que tiene la Corte Suprema
de Justicia para apartarse de su propia jurisprudencia cuando la considere errónea. Al respecto dice:
"El art. 4º de la Ley 169 de 1.896 le otorga un poder discrecional a la Corte Suprema de Justicia, entre otras cosas para que varÃe la doctrina
en caso de que juzgue erróneas las decisiones anteriores."
"Por ello, viola la Constitución PolÃtica de 1.991, porque no asegura la efectividad de los derechos, porque no procura la exactitud, porque no
otorga seguridad jurÃdica, porque no le da prevalencia al derecho sustancial, porque no respeta el imperio de la ley, porque no señala una
fuerza vinculante de la Carta para los jueces de la República."
Dice, de manera general, que la vigencia de un orden justo en el cual prevalece el derecho sustancial implica un nuevo entendimiento del
sometimiento que tienen los jueces al imperio de la ley. Afirma que ya no se trata del sometimiento a la ley en sentido formal, sino que el
concepto de ley se debe entender, en este momento, en un sentido amplio. En particular afirma que la actividad de la Corte Suprema se
encuentra sujeta a la Constitución PolÃtica. En esa medida, la disposición deviene inconstitucional al permitirle a la Corte Suprema cambiar su
jurisprudencia cuando considere que esta es errónea.
Para mostrar las repercusiones que dicha potestad tiene narra cómo la Sala Laboral de la Corte Suprema de Justicia ha variado sustancialmente
su jurisprudencia respecto de la indexación de salarios y demás prestaciones laborales sin que para ello exista fundamento alguno y anexa un
listado de fallos en los que casos similares se han resuelto de manera distinta.
IV. INTERVENCIONES
El ciudadano José Camilo Guzmán Santos, actuando en representación del Ministerio de Justicia y del Derecho, y dentro de la oportunidad
procesal prevista, presentó escrito de intervención en defensa de la disposición demandada, solicitando en consecuencia la declaratoria de
exequibilidad de la misma.
Afirma el mencionado ciudadano, que la norma demandada plasmó de manera clara que las tres decisiones uniformes de la Corte Suprema de
Justicia, como Tribunal de Casación constituyen doctrina probable, es decir doctrina viable, aceptable, plausible y no una doctrina obligatoria
para el juez o funcionario, puesto que lo obligatorio en desarrollo de la ley es precisamente la ley emanada del legislador.
En éste mismo orden de ideas, argumenta el interviniente, la controvertida norma ¿artÃculo 4° de la ley 169 de 1896- contiene el vocablo
"podrán", es decir que como criterio o fuente auxiliar de derecho, se impone tan sólo en los eventos de vacÃos de la ley sustancial.
En consecuencia, a juicio del ciudadano, la norma atacada frente a los artÃculos 228 y 230 de la Constitución encuentra perfecta
correspondencia y armonÃa, pues si bien el primero de los artÃculos mencionados se refiere a la prevalencia del derecho sustancial, el artÃculo
atacado señala la doctrina probable de manera facultativa o discrecional y no de manera obligatoria. En cuanto a lo dispuesto en el artÃculo
230 superior, continúa el escrito, es allà donde se establece que los jueces sólo están sometidos al imperio de la ley, y que la doctrina es un
criterio auxiliar de la actividad judicial.
"Con base de (sic) esta concepción sistemática y jerarquizada del ordenamiento jurÃdico subyacen posiciones conceptuales de alguna manera
superadas por la Carta PolÃtica de 1991. El Estado Social de Derecho se estructura sobre valores y principios, en muchos caos diferentes a los
que dieron paso al estado liberal de derecho, dentro del cual nació la concepción normativa jerarquizadaque acaba de reseñarse. Este
modelo estatal, responsable de la obligación de sepultar para siempre el régimen absolutista, dio prevalencia a la posición del legislador
"De lo dicho se deriva la idea de que el juez, en el estado social de derecho también es un portador de la visión institucional del interés
general. El juez al poner en relación la constitución- sus principios y sus normas- con la ley y con los hechos hace uso de una discrecionalidad
interpretativa que necesariamente delimita el sentido polÃtico de los textos constitucionales. En ese sentido la legislación y la decisión judicial
son ambas procesos de creación de derecho."
Asà las cosas, concluye el mencionado ciudadano afirmando que la jurisprudencia y la doctrina son criterios auxiliares del juez, son optativos,
más no vinculantes, es decir no son fuentes obligatorias, ellos son un instrumento orientador.
El Procurador General de la Nación solicitó a la Corte Constitucional declarar la constitucionalidad de la norma demandada, dándole una
interpretación según la cual los jueces son autónomos en sus decisiones, lo que implica que si bien pueden separarse de los criterios
establecidos por los altos tribunales, deben justificar las razones por las cuales lo hacen, con el fin de racionalizar la administración de justicia y
garantizar el principio de igualdad frente a la aplicación de la ley.
Empieza el concepto planteando que el problema jurÃdico consiste en determinar si la doctrina probable, -la cual equipara al sistema de
precedentes- es contraria al imperio de la ley y a los principios de autonomÃa judicial y de prevalencia del derecho sustancial.
Posteriormente hace un recuento de la evolución del sistema de fuentes dentro del sistema jurÃdico colombiano, sosteniendo que una
concepción tradicionalista, como la que originó aquella que subyace a la disposición acusada, parte de la distinción entre fuentes materiales
y formales. Establece que dentro de las fuentes formales están la Constitución, la ley y los contratos, y que, dentro de las fuentes materiales
están "las circunstancias históricas, polÃticas, económicas, sociales y culturales que dan origen a la norma jurÃdica y que modulan la
interpretación de la misma". Sin embargo, dice, a pesar de que siguen estando vigentes algunos de los elementos que se sostenÃan en el
momento en que fue creada la norma, la importancia que se les asignaba antaño no parece ser adecuada a las actuales circunstancias jurÃ-
dicas y sociales de nuestro paÃs.
Afirma que un correcto entendimiento del artÃculo 113 lleva a concluir que si bien se debe preservar el valor del principio democrático que
subyace a la expresión "imperio de la ley", tampoco se puede desconocer que la finalidad de los poderes públicos como poderes constituidos
está en el logro de los fines del Estado, consagrados en el artÃculo 2º de la Constitución. Este razonamiento resulta aplicable a la rama
judicial, y fue consagrado expresamente en la exposición de motivos y en el artÃculo 1º de la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia.
Para realizar las finalidades constitucionales resulta imperativo armonizarlas con la autonomÃa judicial y en esa medida, estima necesario
ponderar nuestro actual sistema de fuentes y otorgarles un valor determinado a partir de los postulados constitucionales relevantes.
Después de hacer un recuento de las competencias normativas asignadas constitucionalmente a los diversos entes administrativos,
legislativos y autónomos, tanto nacionales como territoriales, pasa a decir que la producción de dichas normas, su interpretación y su
aplicación están sujetas a ciertos principios constitucionales como la dignidad, la realización de la igualdad, la responsabilidad, el debido
proceso, el derecho de acceso a la administración de justicia y otras, que se refieren a la forma en que se ejercen funcional y orgánicamente
las potestades del Estado, dentro de las cuales incluye la prevalencia del derecho sustancial, asà como la independencia y la autonomÃa de los
jueces.
Posteriormente sostiene que la independencia y autonomÃa de la rama judicial no se oponen a que en su interior haya una organización
administrativa jerarquizada. Estas caracterÃsticas de la función judicial tienen dos referentes básicos, el primero, que prohibe la interferencia
de las demás ramas del poder en las decisiones judiciales, y el segundo, que supone una independencia de los funcionarios judiciales respecto
de sus superiores. Esta autonomÃa de los funcionarios respecto de sus superiores está consagrada en aras de promover los derechos y garantÃ-
as de las personas y en particular, el principio de la doble instancia consagrado en tratados internacionales de derechos humanos.
Después de hacer un recuento de las decisiones de la Corte Constitucional que se relacionan con el valor normativo de las decisiones
judiciales, resalta aquellas instituciones jurÃdicas mediante las cuales esta Corporación ha extendido el valor interpartes de las decisiones
judiciales para darles el carácter de normas generales aplicables a casos similares. Dichas instituciones jurÃdicas, dice, están encaminadas a
realizar el derecho a la igualdad en la administración de justicia, garantizando la aplicación de la ley con los mismos criterios, con el objetivo
de erradicar la arbitrariedad de la actividad judicial.
Sostiene que el análisis sistemático de las normas y la jurisprudencia constitucionales determinan un sistema de fuentes con las siguientes
caracterÃsticas:
-Un sistema legal que logre su coherencia y plenitud mediante la integración de fuentes formales y materiales.
-La Constitución, como norma fundamental de ese sistema debe sujetar la actividad productora de derecho en todas las esferas, tanto públicas
o como privadas.
-El principio general de la sujeción a la ley no desvirtúa la aplicación directa de la Constitución, especialmente cuando sea necesaria para la
protección de los derechos fundamentales.
-La doctrina y la jurisprudencia constitucional del Consejo de Estado y de la Corte Constitucional son obligatorias en sus respectivo campos.
-Las interpretaciones que haga la Corte del texto constitucional, hacen una unidad con éste y son obligatorias para los jueces.
-Los altos tribunales unifican e integran el ordenamiento, garantizando la igualdad en la aplicación de la ley.
-Los jueces deben argumentar porqué se separan de las interpretaciones de los altos tribunales y estos a su vez, cuando lo hagan respecto de
su propia jurisprudencia.
Según la vista fiscal, las caracterÃsticas anteriormente mencionadas compaginan adecuadamente la autonomÃa judicial con los valores,
principios, fines y derechos constitucionales. Dicha autonomÃa, dice, no se puede entender como impermeabilidad total a la finalidad de los
altos tribunales como unificadores de la jurisprudencia nacional. La jurisprudencia determina las expectativas de la comunidad jurÃdica en torno
a la aplicación del ordenamiento y, en esa medida, es la forma como se realiza la seguridad jurÃdica, sin la cual se vulnerarÃa la igualdad frente
a la aplicación de la ley. Esto, sin embargo, no significa la adopción de un sistema de precedentes como el anglosajón, sino una revaluación
del papel de la jurisprudencia como mero criterio auxiliar facultativo de la actividad judicial. En esa medida, si el juez decide apartarse de la
jurisprudencia, lo puede hacer, pero tiene la carga argumentativa de fundamentarlas razones que lo llevaron a hacerlo. Señala el procurador
que del mismo modo, el juez puede apartarse de la ley, cuando no hacerlo sea abiertamente inconstitucional, pero, también en estos casos
tiene la carga argumentativa de mostrar porqué lo hizo.
Por otra parte, respecto del seguimiento de las propias decisiones, por parte de los altos tribunales, señala que estos pueden cambiar su
propia jurisprudencia, sin embargo, es indispensable que muestren explÃcitamente los motivos que los llevan a hacerlo. Es normal, prosigue,
que los cambios en la realidad social y jurÃdica sean tenidos en cuenta por parte de los altos tribunales.
Finaliza su escrito afirmando que tanto una concepción de la jurisprudencia como criterio auxiliar, como una que establezca la imperatividad
absoluta del precedente niega el carácter discursivo del derecho, y por lo tanto, reitera, la jurisprudencia debe seguirse prima facie, a menos
que haya elementos que justifiquen apartarse de ella.
V. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Competencia
De acuerdo con lo dispuesto en el artÃculo 241, numerales 4 y 5 de la Constitución PolÃtica, esta Corporación es competente para resolver la
demanda presentada contra la norma en comento, por hacer parte de un ordenamiento de carácter legal.
Fundamentos y Consideraciones
El demandante aduce dos cargos contra el artÃculo 4º de la Ley 169 de 1896. Según el primer cargo, la potestad de los jueces inferiores para
desviarse de la doctrina probable impide darle uniformidad de la jurisprudencia nacional y de ese modo hace imposible lograr los objetivos
constitucionales de eficacia de los derechos y de prevalencia del derecho sustancial. En segundo lugar, afirma que la norma demandada resulta
inconstitucional al permitir que la Corte Suprema varÃe su jurisprudencia cuando la considere errónea, porque otorgarle esta facultad para
cambiar su propia jurisprudencia con fundamento en errores cometidos anteriormente implica un alto grado de inseguridad jurÃdica, que impide
garantizar el ejercicio de los derechos subjetivos.
Los cargos presentados en la demanda ponen de presente que el artÃculo demandado contiene dos normas que otorgan la facultad de los
distintos jueces para apartarse de la jurisprudencia de la Corte Suprema. Una de tales normas que faculta a los jueces (inferiores) para apartarse
de la doctrina probable ¿tres decisiones uniformes de la Corte Suprema de Justicia como juez de casación sobre un mismo punto de derecho-,
y otra que permite que la Corte Suprema cambie su jurisprudencia cuando la considere errónea.
Antes de plantear los problemas jurÃdicos que debe resolver esta Corporación, resulta indispensable establecer el ámbito de aplicación y el
alcance que la disposición demandada tiene en la actualidad, dado que hace parte de una ley que fue promulgada a finales del Siglo XIX.
1. La figura de la doctrina legal más probable, como fuente de derecho fue consagrada inicialmente en el artÃculo 10º de la Ley 153 de 1887,
que adicionó y reformó los códigos nacionales, la Ley 61 de 1886 y la Ley 57 de 1887, establecÃa que "[e]n casos dudosos, los Jueces
aplicarán la doctrina legal más probable. Tres decisiones uniformes dadas por la Corte Suprema, como Tribunal de Casación, sobre un mismo
punto de derecho, constituyen doctrina legal más probable." Posteriormente, la Ley 105 de 1890 sobre reformas a los procedimientos judiciales,
en su artÃculo 371 especificó aun más los casos en que resultaba obligatorio para los jueces seguir la interpretación hecha por la Corte
Suprema y cambió el nombre de doctrina legal más probable a doctrina legal, estableciendo que "[e]s doctrina legal la interpretación que la
Corte Suprema dé a unas mismas leyes en dos decisiones uniformes. También constituyen doctrina legal las declaraciones que la misma
Corte haga en dos decisiones uniformes para llenar los vacÃos que ocurran, es decir, en fuerza de la necesidad de que una cuestión dada no
quede sin resolver por no existir leyes apropiadas al caso." A su vez, el numeral 1º del artÃculo 369 de dicha ley estableció como causales de
casación, la violación de la ley sustantiva y de la doctrina legal.1
Posteriormente, en el artÃculo 4º demandado, la Ley 169 de 1896 estableció la facultad de los jueces inferiores y de la Corte Suprema para
apartarse de las decisiones de éste última, y la institución de la doctrina legal fue remplazada por la de doctrina probable. Sin embargo, con
ello no se estaba avalando la plena autonomÃa de los jueces inferiores para interpretar la ley, pues la misma Ley 169, en su artÃculo 2º,
determinó que, como causal de casación, la violación directa de la ley sustantiva, podÃa surgir por "efecto de una interpretación errónea de
la misma", o por la "indebida aplicación de ésta al caso del pleito".
Por lo tanto, si bien la contradicción de la doctrina legal fue excluida como causal de casación, y se permitió a los jueces inferiores y a la Corte
Suprema apartarse de las decisiones de ésta última, las causales de casación por "interpretación errónea" y por "aplicación indebida de la
ley" debÃan entenderse como contradicciones con la interpretación y aplicación hechas por la Corte Suprema de Justicia como juez de
casación. Esto resulta evidente si tiene en cuenta que, en su artÃculo 1º, dicha ley dispone que los fines principales de la casación son
"uniformar la jurisprudencia" y "[e]nmendar los agravios inferidos a las partes".2
De tal modo, la Ley 169 de 1896 pretendió flexibilizar la obligación de los jueces de seguir la doctrina legal dictada por la Corte Suprema,3
abriendo la posibilidad de transformar el Derecho por vÃa jurisprudencial, sin que ello significara prescindir de la casación como mecanismo
para unificar la interpretación y la aplicación del ordenamiento jurÃdico, centralizando dicha función en la Corte Suprema de Justicia. El que
en el momento de expedición de la Ley 169 de 1896 la contradicción de la doctrina probable fuera considerada una "violación de la ley", y
constituyera causal de casación, pone de presente que, en su sentido originario, el concepto de ley al que hace referencia la norma iba más
allá de su acepción en sentido formal, y que interpretarla erróneamente o aplicarla indebidamente al caso concreto era contradecirla. Con
todo, posteriormente la Corte Suprema interpretó dicha expresión como una figura optativa para el juez, restringiendo de ese modo la causal
de casación por violación de la ley y descartando la contradicción de la jurisprudencia ¿en las modalidades de interpretación errónea o
aplicación indebida de la ley- como causales de casación, o de revisión.4
Por otra parte, sin embargo, al interpretar jurisprudencialmente el artÃculo 16 de la Constitución de 1886, la Corte Suprema fue incorporando
paulatinamente el principio de igualdad ante la ley.5 Con ello fue desarrollando sus diversas facetas, y dándole un carácter material, cuya
aplicación el juez está obligado a argumentar en sus decisiones, anticipándose al concepto de igualdad de trato en casos iguales, 6 que
quedarÃa posteriormente plasmada en el artÃculo 13 de la Constitución de 1991 como obligación para todas las autoridades del Estado.
Desde un punto de vista orgánico, es necesario tener en cuenta que para el año de 1896, la Corte Suprema de Justicia era la cabeza única de
la jurisdicción y que, a pesar de que el Consejo de Estado también contaba con un fundamento constitucional como cabeza de la justicia
contencioso administrativa, el ejercicio de esta competencia estaba supeditado constitucionalmente a que la ley estableciera dicha jurisdicción.
Posteriormente, en 1905, el Acto Legislativo No. 10 suprimió el Consejo de Estado, sin que jamás hubiera ejercido su función jurisdiccional. No
fue sino hasta el año de 1910, mediante el Acto Legislativo 03, desarrollado por la Ley 130 de 1913, que se dispuso la creación de la
jurisdicción de lo contencioso administrativo, restableciéndose el Consejo de Estado a través del Acto Legislativo 01 de 1914. Fue sólo
hasta entonces que se estableció en nuestro paÃs la dualidad de organizaciones jurisdiccionales.
En la medida en que el Consejo de Estado carecÃa legalmente de funciones jurisdiccionales en el momento en que fueron expedidas las normas
que crearon la doctrina legal y la doctrina probable, estas dos instituciones, y los grados de autonomÃa que conferÃan, resultaban aplicables a
toda la actividad judicial. Con todo, la regulación actual de los procedimientos judiciales ante las diversas jurisdicciones y de las facultades de
los jueces pertenecientes a cada una de ellas son independientes. A pesar de ello, y sin desconocer que la autonomÃa judicial varÃa
dependiendo de la jurisdicción y de la especialidad funcional, el análisis general de dicha prerrogativa es predicable de los jueces que integran
la administración de justicia, tanto los que corresponden a la denominada jurisdicción ordinaria, como a los que pertenecen a la justicia
administrativa y constitucional.
a) Si a la luz de la Constitución PolÃtica actual, los jueces inferiores que pertenecen a la jurisdicción ordinaria pueden apartarse de las
decisiones tomadas por la Corte Suprema de Justicia como juez de casación. En tal evento, es necesario determinar también, si dicha facultad
es constitucionalmente admisible en todos los casos, o si, por el contrario, es limitada. De tratarse de una facultad limitada, esta Corporación
debe establecer cuáles son y cómo se dan tales limitaciones. Es decir, qué parte de las decisiones de la Corte Suprema resulta obligatoria
para los jueces inferiores, y cómo están obligados a aplicarlas.
b) Si la Corte Suprema puede variar su propia jurisprudencia por considerarla errónea. Esto supone necesariamente el análisis del concepto de
error y, por consiguiente, de los casos en que la Corte puede considerar errónea su doctrina. Por otra parte, en caso de tratarse de una facultad
limitada y en la medida en que la Corte sà esté vinculada en algunos casos por su propia doctrina jurisprudencial, resulta indispensable
determinar qué parte de ésta resulta obligatoria y cómo está obligada a seguirla.
El problema jurÃdico planteado se relaciona directamente con el valor constitucional de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia en la
jurisdicción ordinaria: (1) para las decisiones de los jueces ordinarios inferiores ¿llamado "precedente vertical"- y (2) para las futuras
decisiones de esa misma Corporación ¿precedente horizontal-. En particular, el problema se relaciona con las condiciones en que, tanto los
jueces inferiores, como la misma Corte, pueden apartarse de las decisiones de ésta, en virtud de la función uniformadora de la jurisprudencia
que tiene el recurso extraordinario de casación.
3. El fundamento constitucional de respeto de la propia jurisprudencia, por parte de la Corte Suprema de Justicia
El artÃculo 230 de la Constitución establece que los jueces, en sus providencias, sólo están sometidos al imperio de la ley, y que la
jurisprudencia, los principios generales del derecho y la doctrina, son criterios auxiliares de la actividad judicial. Por otra parte, el artÃculo 228
establece que la administración de justicia es una función pública, cuyas decisiones son independientes y cuyo funcionamiento es autónomo.
Es necesario preguntarse entonces, ¿cuál es el sentido que debe darse al sometimiento de los jueces al imperio de la ley, y a su autonomÃa
para interpretar y aplicar el ordenamiento jurÃdico? Para responder a dicha pregunta se debe tener en cuenta, a su vez, que: (1) el artÃculo 113
de la Carta establece que los diversos órganos del Estado tienen funciones separadas pero colaboran armónicamente; (2) que están
constitucionalmente encaminados a garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución y a asegurar
la vigencia de un orden justo; (3) que la Constitución garantiza la prevalencia del derecho sustancial y; (4) que el principio de igualdad
consagrado en el preámbulo de la Carta, en armonÃa con las diversas manifestaciones constitucionales de la igualdad ¿como derecho- tienen
como presupuestos la igualdad frente a la ley, y la igualdad de protección y trato por parte de las autoridades del Estado (art. 13).
1. La función judicial, y por lo tanto, también las atribuciones y potestades asignadas constitucional y legalmente para cumplirla deben
entenderse enmarcadas dentro de los lÃmites que establece la Carta. Si bien la Constitución debe considerarse como una unidad de
regulación, está compuesta por una parte dogmática, que comprende los valores, principios y derechos fundamentales, y por una parte
orgánica en la cual se establecen, entre otras, la estructura fundamental del Estado y las atribuciones y potestades básicas otorgadas a los
órganos y autoridades estatales para permitirles cumplir con sus funciones. En la parte dogmática de la Constitución, a su vez, se encuentra
el artÃculo 2º, que establece que el Estado está estructurado para cumplir determinadas finalidades y que sus autoridades ¿entre ellas las
que componen la jurisdicción ordinaria- están instituidas para proteger los derechos, deberes y libertades de las personas residentes en
Colombia.
Como finalidades constitucionales el Estado debe garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Carta. El
hecho de que la Constitución establezca en su parte dogmática que las autoridades del Estado están encaminadas a garantizar los principios
y derechos constitucionales tiene repercusiones fundamentales respecto de la interpretación constitucional del alcance de las potestades de las
autoridades estatales, y por lo tanto, también de la forma como dichas autoridades deben ejercer sus funciones.
La distinción entre las partes orgánica y dogmática de la Constitución permite establecer unos criterios de ponderación en la propia Carta,
que permiten interpretar los lÃmites constitucionales de las potestades otorgadas a las autoridades. En efecto, esas potestades constitucionales
deben ser interpretadas a partir del complejo dogmático de la Constitución. Este principio hermenéutico ha sido reconocido por esta
Corporación desde sus inicios:
"En sÃntesis, la Constitución esta concebida de tal manera que la parte orgánica de la misma solo adquiere sentido y razón de ser como
aplicación y puesta en obra de los principios y de los derechos inscritos en la parte dogmática de la misma. La carta de derechos, la
nacionalidad, la participación ciudadana, la estructura del Estado, las funciones de los poderes, los mecanismos de control, las elecciones, la
organización territorial y los mecanismos de reforma, se comprenden y justifican como transmisión instrumental de los principios y valores
constitucionales. No es posible, entonces, interpretar una institución o un procedimiento previsto por la Constitución por fuera de los
contenidos materiales plasmados en los principios y derechos fundamentales." (resaltado fuera de texto) Sentencia T-406/92 (M.P. Ciro Angarita
Barón)
A su vez, en otra Sentencia, esta Corporación estableció que el alcance de las prerrogativas otorgadas a las autoridades públicas debe estar
justificado en un principio de razón suficiente:
"Como antes se vio, la noción de poder público que se deriva del Estatuto Superior se fundamenta en una autoridad que la trasciende, toda
vez que sólo existe y se legitima a partir de su vinculación a los fines esenciales que, según la Constitución, el Estado está llamado a
cumplir."
"En consecuencia, como ya fue mencionado, para que una prerrogativa pública se encuentre adecuada a la Constitución es necesario exista
para cumplir una finalidad constitucionalmente legÃtima y que sea útil, necesaria y proporcionada a dicha finalidad." Sentencia C-539/99 (M.P.
Eduardo Cifuentes Muñoz)
Refiriéndose especÃficamente a los lÃmites del poder judicial para interpretar autónomamente el ordenamiento jurÃdico, a la luz de lo
dispuesto por la parte dogmática de la Constitución, la Corte Constitucional ha sostenido:
"23. Finalmente, debe esta Sala reiterar la prevalencia de la parte dogmática de la Constitución, (...) respecto de aquella que determina la
organización estatal, pues son éstos [principios y valores, en conjunto con los derechos fundamentales] los que orientan y legitiman la
actividad del Estado.7 En virtud de esta jerarquÃa, (...) la autonomÃa judicial y la libertad que tienen los jueces de interpretar y aplicar la ley no
puede llegar al extremo de implicar un desconocimiento de los derechos fundamentales de las personas, ni un incumplimiento del deber de
proteger especialmente a aquellas que se encuentren en situaciones de debilidad manifiesta, reduciendo el ámbito de aplicación y por ende la
eficacia de los mecanismos legales que desarrollen el objetivo constitucional de la igualdad." (resaltado fuera de texto) Sentencia T-1072/00
(M.P. Vladimiro Naranjo Mesa)8
2. Lo anterior supone que para interpretar correctamente el concepto de sometimiento de los jueces a la ley y establecer el nivel de autonomÃa
que tienen para interpretar el ordenamiento, el juez constitucional debe partir de la premisa de que las potestades y prerrogativas otorgadas a
las autoridades estatales en la parte orgánica de la Constitución están sometidas a un principio de razón suficiente. En esa medida, la
autonomÃa e independencia son garantÃas institucionales del poder judicial, que se legitiman constitucionalmente en tanto que son necesarias
para realizar los fines que la Carta les asigna.
3. Según lo establecen expresamente el preámbulo y los artÃculos 1º y 2º de la Carta PolÃtica, dentro de los propósitos constitucionales
que orientan la actividad de los jueces ¿como sucede con todas las autoridades públicas- están las de propugnar por la promoción y
protección de la dignidad de la persona, y por el respeto de la vida, la justicia, la libertad y la igualdad.
La igualdad, además de ser un principio vinculante para toda la actividad estatal, está consagrado en el artÃculo 13 de la Carta como derecho
fundamental de las personas. Este derecho comprende dos garantÃas fundamentales: la igualdad ante la ley y la igualdad de protección y trato
por parte de las autoridades. Sin embargo, estas dos garantÃas operan conjuntamente en lo que respecta a la actividad judicial, pues los jueces
interpretan la ley y como consecuencia materialmente inseparable de esta interpretación, atribuyen determinadas consecuencias jurÃdicas a
las personas involucradas en el litigio. Por lo tanto, en lo que respecta a la actividad judicial, la igualdad de trato que las autoridades deben
otorgar a las personas supone además una igualdad y en la interpretación en la aplicación de la ley.
La comprensión integrada de estas dos garantÃas resulta indispensable para darle sentido a la expresión "imperio de la ley", al cual están
sometidos los jueces, según el artÃculo 230 de la Constitución. En efecto, cualquier sistema jurÃdico, ético, moral y en fin, cualquier sistema
de regulación que pretenda ordenar la conducta social humana necesita reducir la multiplicidad de comportamientos y situaciones a categorÃas
más o menos generales. Sólo de esta forma puede dicho sistema atribuir consecuencias a un número indeterminado de acciones y
situaciones sociales. En un sistema de derecho legislado, estas consecuencias jurÃdicas se atribuyen mediante la formulación de normas
escritas, generales, impersonales y abstractas. Estas caracterÃsticas de la ley, si bien son indispensables para regular adecuadamente un
conjunto bastante amplio de conductas sociales, implican también una limitación en su capacidad para comprender la singularidad y la
complejidad de las situaciones sociales, y por lo tanto, no es susceptible de producir por sà misma el efecto regulatorio que se pretende darle, y
mucho menos permite tratar igual los casos iguales y desigual los desiguales. Para que estos objetivos sean realizables, es necesario que al
texto de la ley se le fije un sentido que le permita realizar su función normativa.
4. La Carta, en su artÃculo 113, establece que "los diferentes órganos del Estado tienen funciones separadas pero colaboran armónicamente
para la realización de sus fines." Con fundamento en este mandato constitucional, la creación del derecho en nuestro sistema jurÃdico es una
labor compartida en la cual participan diversos órganos estatales, que en el ejercicio de sus funciones están limitados por una serie de
condicionamientos materiales. El texto de la ley no es, por sà mismo, susceptible de aplicarse mecánicamente a todos los casos, y ello justifica
la necesidad de que el juez lo interprete y aplique, integrándolo y dándole coherencia, de tal forma que se pueda realizar la igualdad en su
sentido constitucional más completo.9 A este respecto, la Corte Constitucional ha resaltado que el ordenamiento jurÃdico, y dentro tal la ley,
tanto en sentido material como en sentido formal, requieren de la actividad del juez para darle sentido al ordenamiento jurÃdico:
"Lo primero digno de destacarse en la teorÃa de Cossio, es que subraya el hecho innegable de que el juez constituye un momento esencial del
derecho, puesto que la vocación inherente a las normas jurÃdicas generales es la aplicación. Más fácil se concibe un sistema jurÃdico sin
legislador que sin jueces, puesto que sin la posibilidad de proyectar la norma sobre el caso concreto, el derecho deja de ser lo que es. A
diferencia de las otras normas que simplemente se observan o no, las normas jurÃdicas se aplican, ha dicho Kelsen10 en su propósito de
discernir el derecho de los demás sistemas reguladores de la conducta humana. El juez no puede menos que fallar, halle o no en el
ordenamiento elementos que le permitan justificar su decisión. (...)" (Resaltado fuera de texto) Sentencia C-083/95
Especificando la labor de colaboración armónica entre las ramas del poder en nuestro contexto actual, es necesario reconocer que el papel
creador del juez en el Estado contemporáneo no se justifica exclusivamente por las limitaciones materiales de la actividad legislativa y el
aumento de la complejidad social. Tiene una justificación adicional a partir de los aspectos teleológicos y normativos, sustanciales del Estado
Social de Derecho. Esta ha sido la posición adoptada por esta Corporación desde sus inicios. Al respecto, la Sentencia T-406 de 1992 (M.P. Ciro
Angarita Barón), estableció:
"8. El aumento de la complejidad fáctica y jurÃdica en el Estado contemporáneo ha traÃdo como consecuencia un agotamiento de la capacidad
reguladora de los postulados generales y abstractos. En estas circunstancias la ley pierde su tradicional posición predominante y los principios y
las decisiones judiciales, antes considerados como secundarios dentro del sistema normativo, adquieren importancia excepcional. Esta
redistribución se explica ante todo por razones funcionales: no pudiendo el derecho, prever todas las soluciones posibles a través de los
textos legales, necesita de criterios finalistas (principios) y de instrumentos de solución concreta (juez) para obtener una mejor comunicación
con la sociedad. Pero también se explica por razones sustanciales: el nuevo papel del juez en el Estado social de derecho es la consecuencia
directa de la enérgica pretensión de validez y efectividad de los contenidos materiales de la Constitución, claramente señalada en su artÃ-
culo 228 ("Las actuaciones [de la administración de justicia] serán públicas y permanentes con las excepciones que establezca la ley y en
ellas prevalecerá el derecho sustancial")."
5. Esta función creadora del juez en su jurisprudencia se realiza mediante la construcción y ponderación de principios de derecho, que dan
sentido a las instituciones jurÃdicas a partir de su labor de interpretación e integración del ordenamiento positivo. Ello supone un grado de
abstracción o de concreción respecto de normas particulares, para darle integridad al conjunto del ordenamiento jurÃdico y atribuirle al texto
de la ley un significado concreto, coherente y útil, permitiendo encausar este ordenamiento hacia la realización de los fines constitucionales.
Por tal motivo, la labor del juez no pueda reducirse a una simple atribución mecánica de los postulados generales, impersonales y abstractos
consagrados en la ley a casos concretos, pues se estarÃan desconociendo la complejidad y la singularidad de la realidad social, la cual no puede
ser abarcada por completo dentro del ordenamiento positivo. De ahà se derivan la importancia del papel del juez como un agente racionalizador
e integrador del derecho dentro de un Estado y el sentido de la expresión "probable" que la norma demandada acuña a la doctrina
jurisprudencial a partir de la expedición de la Ley 169 de 1896.11 La palabra probable, que hace alusión a un determinado nivel de certeza
empÃrica respecto de la doctrina, no implica una anulación del sentido normativo de la jurisprudencia de la Corte Suprema.
6. La fuerza normativa de la doctrina dictada por la Corte Suprema proviene (1) de la autoridad otorgada constitucionalmente al órgano
encargado de establecerla y de su función como órgano encargado de unificar la jurisprudencia ordinaria; (2) de la obligación de los jueces de
materializar la igualdad frente a la ley y de igualdad de trato por parte de las autoridades; (3) del principio de la buena fe, entendida como
confianza legÃtima en la conducta de las autoridades del Estado; (4) del carácter decantado de la interpretación del ordenamiento jurÃdico
que dicha autoridad ha construido, confrontándola continuamente con la realidad social que pretende regular.
Este último fundamento de autoridad de las decisiones de la Corte Suprema, muestra porqué la norma dispone que la doctrina probable está
constituida por un número plural de decisiones judiciales (tres decisiones uniformes sobre un mismo punto de derecho). Precisamente para
permitir que la Corte Suprema, al confrontar reiteradamente la doctrina judicial con un conjunto más o menos amplio de situaciones sociales
concretas, pueda formular adecuadamente el alcance de los principios que fundamentan su decisión. Aun asÃ, dada la complejidad de la
realidad social, tres decisiones en un mismo sentido pueden no ser suficientes para dar certeza a los jueces respecto del alcance de los
principios formulados, y de ahà que la doctrina dictada por la Corte como juez de casación, sobre un mismo punto de derecho, se repute
probable. Sin embargo, el carácter probable de la doctrina no debe interpretarse como una facultad omnÃmoda para desconocer las
interpretaciones del ordenamiento jurÃdico hechas por la Corte Suprema.
7. El fundamento constitucional de la fuerza normativa de la doctrina elaborada por la Corte Suprema se encuentra en el derecho de los
ciudadanos a que las decisiones judiciales se funden en una interpretación uniforme y consistente del ordenamiento jurÃdico. Las dos garantÃ-
as constitucionales de igualdad ante la ley ...entendida ésta como el conjunto del ordenamiento jurÃdico- y de igualdad de trato por parte de
las autoridades, tomada desde la perspectiva del principio de igualdad ¿como objetivo y lÃmite de la actividad estatal-, suponen que la
igualdad de trato frente a casos iguales y la desigualdad de trato entre situaciones desiguales obliga especialmente a los jueces.
Si se aceptara la plena autonomÃa de los jueces para interpretar y aplicar la ley a partir ¿únicamente- de su entendimiento individual del
texto, se estarÃa reduciendo la garantÃa de la igualdad ante la ley a una mera igualdad formal, ignorando del todo que la Constitución
consagra además- las garantÃas de la igualdad de trato y protección por parte de todas las autoridades del Estado, incluidos los jueces. Por el
contrario, una interpretación de la autonomÃa judicial que resulte armónica con la igualdad frente a la ley y con la igualdad de trato por parte
de las autoridades, la concibe como una prerrogativa constitucional que les permite a los jueces realizar la igualdad material mediante la
ponderación de un amplio espectro de elementos tanto fácticos como jurÃdicos.
Sólo mediante la aplicación consistente del ordenamiento jurÃdico se pueden concretar los derechos subjetivos. Como se dijo anteriormente,
la Constitución garantiza la efectividad de los derechos a todas las personas y los jueces en sus decisiones determinan en gran medida su
contenido y alcance frente a las diversas situaciones en las que se ven comprometidos. Por lo tanto, una decisión judicial que desconozca
caprichosamente la jurisprudencia y trate de manera distinta casos previamente analizados por la jurisprudencia, so pretexto de la autonomÃa
judicial, en realidad está desconociéndolos y omitiendo el cumplimiento de un deber constitucional.
Sentencia 836 de 2001 Corte 11 EVA - Gestor Normativo
Constitucional
Departamento Administrativo de la Función Pública
8. Lo dicho hasta ahora justifica la actividad creadora del juez, para que éste atribuya los criterios materiales de igualdad establecidos en la
Constitución y la ley en cada caso. Sin embargo, aun cuando la consagración constitucional de la igualdad es una condición necesaria, por sÃ
misma no justifica la obligación de los jueces y de la Corte Suprema de seguir formalmente las decisiones de ésta última.
En efecto, si el objetivo constitucional de la realización de la igualdad fuera el único fundamento de su obligatoriedad, no serÃa suficiente para
que los jueces y, como tales, también la Corte Suprema de Justicia como juez de casación, estuvieran vinculados por la doctrina judicial.
BastarÃa con que atribuyeran materialmente los mismos efectos a los casos similares, sin necesidad de hacer explÃcita su adhesión, o las
razones para desviarse de sus decisiones precedentes. Sin embargo, la obligatoriedad formal de la doctrina judicial como tal, no se deriva
únicamente de la necesidad de preservar la igualdad.12
3.3 El valor normativo formal de la doctrina judicial es una consecuencia de la seguridad jurÃdica y de la confianza legÃtima en la
administración de justicia, cuya garantÃa resulta indispensable para el ejercicio de las libertades individuales
9. El derecho, como instrumento de ordenación social, pretende regular ciertos aspectos de las relaciones humanas, estabilizándolos.
Cualquier comunidad polÃtica que pretenda organizarse como tal a partir del derecho requiere para tal fin, que sus miembros tengan cierto nivel
de certeza respecto de los comportamientos aceptados dentro de la comunidad. En una sociedad altamente compleja como lo es el Estado
contemporáneo, caracterizada por un aumento en la intensidad y en la variedad de la actividad social, el nivel de certeza requerido respecto de
la protección social de determinadas conductas es mayor. Nuestra forma de organización polÃtico jurÃdica protege a todas las personas,
imponiendo a las autoridades la obligación de garantizar la efectividad de los derechos y deberes (C.P. artÃculo 2º), a través del derecho,
como sistema estable de ordenación social. Sin embargo, en un Estado contemporáneo, establecido como social de derecho, en el cual la labor
de creación del derecho es compartida, la estabilidad de la ley en el territorio del Estado y en el tiempo no son garantÃas jurÃdicas suficientes.
En nuestro Estado actual, es necesario que la estabilidad sea una garantÃa jurÃdica con la que puedan contar los administrados y que cobije
también a la interpretación y aplicación del ordenamiento jurÃdico. Sólo asà se puede asegurar la vigencia de un orden justo (C.P. art. 2º)
La certeza que la comunidad jurÃdica tenga de que los jueces van a decidir los casos iguales de la misma forma es una garantÃa que se
relaciona con el principio de la seguridad jurÃdica. Ahora bien, podrÃa afirmarse que la necesidad de preservar la seguridad jurÃdica no es una
finalidad constitucional que por sà misma justifique una limitación de la autonomÃa judicial para interpretar y aplicar el ordenamiento. En esa
medida, los jueces tampoco estarÃan constitucionalmente obligados a seguir formalmente la jurisprudencia de la Corte Suprema en virtud de la
necesidad de preservar la seguridad jurÃdica. Sin embargo, ésta tiene un valor instrumental indiscutible como garantÃa general para el
ejercicio de los derechos y libertades fundamentales de las personas.13
La previsibilidad de las decisiones judiciales da certeza sobre el contenido material de los derechos y obligaciones de las personas, y la única
forma en que se tiene dicha certeza es cuando se sabe que, en principio, los jueces han interpretado y van a seguir interpretando el
ordenamiento de manera estable y consistente. Esta certeza hace posible a las personas actuar libremente, conforme a lo que la práctica
judicial les permite inferir que es un comportamiento protegido por la ley. La falta de seguridad jurÃdica de una comunidad conduce a la
anarquÃa y al desorden social, porque los ciudadanos no pueden conocer el contenido de sus derechos y de sus obligaciones. Si en virtud de su
autonomÃa, cada juez tiene la posibilidad de interpretar y aplicar el texto de la ley de manera distinta, ello impide que las personas desarrollen
libremente sus actividades, pues al actuar se encontrarÃan bajo la contingencia de estar contradiciendo una de las posibles interpretaciones de
la ley.
Con todo, podrÃa decirse que la coherencia en cuanto al sentido y alcance de la ley está garantizada con el principio de la doble instancia, y los
demás recursos judiciales ante los jueces superiores. Ello es cierto. Sin embargo, el derecho de acceso a la administración de justicia implica la
pronta resolución de los litigios. De aceptarse la facultad omnÃmoda de los jueces para interpretar la ley, sin consideración de la doctrina de la
Corte Suprema, nada impedirÃa que los sujetos procesales hicieran un uso desmedido de los diversos recursos judiciales, sin tener elementos
para inferir la plausibilidad de sus pretensiones y de sus argumentos jurÃdicos. Mediante la interpretación y aplicación consistente de la ley
por parte de toda la jurisdicción ordinaria, en cambio, se impide el ejercicio desmedido e inútil del derecho de acceso a los diversos recursos,
que congestiona los despachos judiciales e impide darles pronto trámite a los procesos.
10. En su aspecto subjetivo, la seguridad jurÃdica está relacionada con la buena fe, consagrada en el artÃculo 83 de la Constitución, a partir
del principio de la confianza legÃtima. Este principio constitucional garantiza a las personas que ni el Estado, ni los particulares, van a
sorprenderlos con actuaciones que, analizadas aisladamente tengan un fundamento jurÃdico, pero que al compararlas, resulten contradictorias.
En estos casos, la actuación posterior es contraria al principio de la buena fe, pues resulta contraria a lo que razonablemente se puede esperar
de las autoridades estatales, conforme a su comportamiento anterior frente a una misma situación. Esta garantÃa sólo adquiere su plena
dimensión constitucional si el respeto del propio acto se aplica a las autoridades judiciales, proscribiendo comportamientos que, aunque tengan
algún tipo de fundamento legal formal, sean irracionales, según la máxima latina venire contra factum proprium non valet. En efecto, si esta
máxima se predica de la actividad del Estado en general, y se extiende también a las acciones de los particulares, donde ¿en principio- la
autonomÃa privada prima sobre el deber de coherencia, no existe un principio de razón suficiente por el cual un comportamiento semejante no
sea exigible también a la actividad judicial.14 El derecho de acceso a la administración de justicia implica la garantÃa de la confianza legÃtima
en la actividad del Estado15 como administrador de justicia.16 Esta confianza no se garantiza con la sola publicidad del texto de la ley, ni se agota
en la simple adscripción nominal del principio de legalidad. Comprende además la protección a las expectativas legÃtimas de las personas de
que la interpretación y aplicación de la ley por parte de los jueces va a ser razonable, consistente y uniforme.
En virtud de lo anterior, el análisis de la actividad del Estado como administrador de justicia no se agota en el juicio sobre la legalidad de cada
decisión tomada como un acto jurÃdico individual, pues no se trata de hacer un estudio sobre la validez de la sentencia, sino de la razonabilidad
Sentencia 836 de 2001 Corte 12 EVA - Gestor Normativo
Constitucional
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de una conducta estatal, entendida ésta en términos más amplios, a partir de los principios de continuidad y de unidad de la jurisdicción.
11. Con todo, podrÃa afirmarse que las decisiones de la Corte Suprema no vinculan a los jueces inferiores, pues se trata de autoridades
judiciales que ejercen sus funciones de manera autónoma. Según tal interpretación, las decisiones de dicha Corporación no podrÃan ser
consideradas "actos propios" de los jueces inferiores, y estos no estarÃan obligados a respetarlos. Ello no es asÃ, pues la administración de
justicia, y en general todo el funcionamiento de los órganos estatales está determinado por el tipo de Estado al que pertenecen. El artÃculo
1º de la Constitución establece que nuestro paÃs es un "Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria". Esta forma de
organización implica la unidad del ordenamiento jurÃdico, que se verÃa desdibujada si se acepta que la autonomÃa judicial implica la facultad
de interpretar el ordenamiento sin tener en cuenta la interpretación que haga la cabeza de la respectiva jurisdicción. La consagración
constitucional de una estructura jurisdiccional que, aun cuando desconcentrada, es funcionalmente jerárquica, implica que, si bien los jueces
tienen competencias especÃficas asignadas, dentro de la jerarquÃa habrá ¿en principio- un juez superior encargado de conocer las decisiones
de los inferiores. En la justicia ordinaria dicha estructura tiene a la Corte Suprema en la cabeza, y eso significa que ella es la encargada de
establecer la interpretación que se debe dar al ordenamiento dentro de su respectiva jurisdicción, de acuerdo con lo dispuesto en la
Constitución.
Esta Corporación se refirió al papel que cumple la unificación de la jurisprudencia para darle unidad al ordenamiento jurÃdico. Al declarar la
exequibilidad de la contradicción de la jurisprudencia como causal del recurso de súplica en la jurisdicción de lo contencioso administrativo
hizo explÃcita la similitud entre éste y el recurso de casación. Al respecto dijo:
"En efecto, si cada juez, al momento de interpretar la ley, le confiere en sus sentencias un sentido diferente a una misma norma, sin que el
propio ordenamiento consagre mecanismos orientados a tal unificación, habrá caos, inestabilidad e inseguridad jurÃdica. Las personas no
podrÃan saber, en un momento dado, cuál es el derecho que rige en un paÃs.
"Luego es indispensable para el normal funcionamiento del sistema jurÃdico jerárquico y único el establecimiento de mecanismos que
permitan conferirle uniformidad a la jurisprudencia.
"Asà lo ha establecido la Sala Plena de la Corte Constitucional a propósito de la unificación de la jurisprudencia de la acción de tutela, cuando
afirmó:
"Aun cuando los efectos jurÃdicos emanados de la parte resolutiva de un fallo de revisión solamente obligan a las partes, el valor doctrinal de
los fundamentos jurÃdicos o consideraciones de estas sentencias trasciende el asunto revisado. La interpretación constitucional fijada por la
Corte determina el contenido y alcance de los preceptos de la Carta y hace parte, a su vez, del "imperio de la ley" a que están sujetos los
jueces según lo dispuesto en el artÃculo 230 de la Constitución.17
"Por otra parte, la uniformidad no es un fin despreciable. Ella busca garantizar los siguientes altos objetivos:
1) Asegurar la efectividad de los derechos y colabora asà en la realización de la justicia material -art. 2° CP-.
2) Procurar exactitud.
3) Conferir confianza y credibilidad de la sociedad civil en el Estado, a partir del principio de la buena fé de los jueces -art- 83 CP-.
5) Permitir estabilidad.
7) Llenar el vacÃo generado por la ausencia de mecanismos tutelares contra providencias judiciales.
"El recurso de casación -arts. 365 CPC, 218 CPP y 86 CPT- y la súplica -art. 130 CCA-, bien que distintos, se establecieron con el mismo
objetivo: unificar la jurisprudencia." Sentencia C-104/93 (M.P. Alejandro MartÃnez Caballero)
12. Por otra parte, el principio de publicidad de la actividad judicial (C.P. art. 228), que implica el derecho de acceso de la comunidad en general
a sus decisiones, comprende la obligación de las autoridades de motivar sus propios actos. Este deber incluye el de considerar explÃcita y
razonadamente la doctrina judicial que sustenta cada decisión. Esta garantÃa tiene como objetivo que los sujetos procesales y la comunidad en
general tengan certeza, no sólo sobre el texto de la ley y la jurisprudencia, sino que se extiende a asegurar que el ordenamiento está siendo y
va a seguir siendo interpretado y aplicado de manera consistente y uniforme. Sólo de esta forma pueden las personas tener certeza de que la
interpretación y aplicación consistente y uniforme del ordenamiento es una garantÃa jurÃdicamente protegida y no un mero uso sin valor
normativo alguno, y del cual los jueces pueden apartarse cuando lo deseen, sin necesidad de justificar su decisión.
Al analizar la obligación que en materia penal tiene la Corte Suprema de Justicia de motivar de manera explÃcita y razonada sus propias
providencias con base en decisiones judiciales previas, esta Corporación, en Sentencia C-252/01 (M.P. Carlos Gaviria DÃaz) declaró
inconstitucional el artÃculo 10 de la Ley 553 de 2000, y consideró este problema tan crucial, que integró la respectiva unidad normativa
declarando inexequible también el artÃculo 214 de la Ley 600 de 2000, fundamentando su decisión en las siguientes consideraciones:
"Pues bien: las decisiones que toma el juez, que resuelven asuntos sustanciales dentro de un proceso -v.gr. una sentencia-, deben consignar las
razones jurÃdicas que dan sustento al pronunciamiento; se trata de un principio del que también depende la cabal aplicación del derecho al
debido proceso pues, en efecto, si hay alguna justificación en la base de las garantÃas que reconocen la defensa técnica, el principio de
favorabilidad, la presunción de inocencia, el principio de contradicción o el de impugnación ¿todos reconocidos por el artÃculo 29 C.P.-, ha
de ser precisamente la necesidad de exponer los fundamentos que respaldan cada determinación, la obligación de motivar jurÃdicamente los
pronunciamientos que profiere el funcionario judicial. Siempre será necesario, entonces, aportar razones y motivos suficientes en favor de la
decisión que se toma18, mucho más si de lo que se trata es de garantizar el derecho a la igualdad, acogiendo argumentos ya esbozados por la
jurisprudencia para la resolución de un caso."
"Buena parte de la eficacia de un sistema respetuoso de los precedentes judiciales radica en la necesidad de establecer un espacio de
argumentación jurÃdica en el que el funcionario judicial exponga razonadamente los motivos que lo llevan a insistir o cambiar la jurisprudencia
vigente, pues es él quien, frente a la realidad de las circunstancias que analiza, y conocedor de la naturaleza de las normas que debe aplicar,
debe escoger la mejor forma de concretar la defensa del principio de justicia material que se predica de su labor."
13. En efecto, corresponde a los jueces, y particularmente a la Corte Suprema, como autoridad encargada de unificar la jurisprudencia nacional,
interpretar el ordenamiento jurÃdico. En esa medida, la labor creadora de este máximo tribunal consiste en formular explÃcitamente principios
generales y reglas que sirvan como parámetros de integración, ponderación e interpretación de las normas del ordenamiento. Sin embargo,
esta labor no es cognitiva sino constructiva, estos principios y reglas no son inmanentes al ordenamiento, ni son descubiertos por el juez, sino
que, como fuentes materiales, son un producto social creado judicialmente, necesario para permitir que el sistema jurÃdico sirva su propósito
como elemento regulador y transformador de la realidad social.
Con todo, para cumplir su propósito como elemento de regulación y transformación social, la creación judicial de derecho debe contar
también con la suficiente flexibilidad para adecuarse a realidades y necesidades sociales cambiantes. Por lo tanto, no se puede dar a la
doctrina judicial un carácter tan obligatorio que con ello se sacrifiquen otros valores y principios constitucionalmente protegidos, o que
petrifique el derecho hasta el punto de impedirle responder a las necesidades sociales. Esto lleva necesariamente a la pregunta acerca de
cuándo tienen fuerza normativa las decisiones de la Corte Suprema.
4. La forma como resulta obligatoria la doctrina judicial dictada por la Corte Suprema de Justicia
4.1 ¿Cuándo resultan obligatorios para los jueces y para la Corte Suprema de Justicia las decisiones de ésta como tribunal de casación...
14. La sujeción de la actividad judicial al imperio de la ley, como se dijo anteriormente, no puede reducirse a la observación minuciosa y literal
de un texto legal especÃfico, sino que se refiere al ordenamiento jurÃdico como conjunto integrado y armónico de normas, estructurado para la
realización de los valores y objetivos consagrados en la Constitución. La Corte ha avalado desde sus comienzos esta interpretación
constitucional del concepto de "imperio de la ley" contenido en el art. 230 constitucional. Al respecto, en la Sentencia C-486/93 (M.P. Eduardo
Cifuentes Muñoz) dijo:
"PodrÃa continuarse la enumeración de consecuencias irrazonables que se derivarÃan de dar curso favorable a la tesis formulada. Sin embargo,
las esbozadas son suficientes para concluir que el cometido propio de los jueces está referido a la aplicación del ordenamiento jurÃdico, el cual
no se compone de una norma aislada - la "ley" captada en su acepción puramente formal - sino que se integra por poderes organizados que
ejercen un tipo especÃfico de control social a través de un conjunto integrado y armónico de normas jurÃdicas. El ordenamiento jurÃdico,
desde el punto de vista normativo, no puede reducirse a la ley. De ahà que la palabra "ley" que emplea el primer inciso del artÃculo 230 de la
C.P. necesariamente designe "ordenamiento jurÃdico". En este mismo sentido se utilizan en la Constitución las expresiones "Marco JurÃdico"
(Preámbulo) y "orden jurÃdico(Cart. 16)."
Por supuesto, esta no fue la intención del constituyente, quien, por el contrario, estableció explÃcitamente la prevalencia de la Constitución
sobre las demás normas jurÃdicas (art. 4º), permitiendo asà la aplicación judicial directa de sus contenidos. Sin embargo, esta jerarquÃa
normativa no requiere ser explÃcita ¿como cláusula positiva- para que la comunidad jurÃdica la reconozca, ni supone como única
consecuencia la aplicación directa de las normas constitucionales por parte de los jueces y de los demás operadores jurÃdicos. Implica,
además, que la ley misma, la ley en sentido formal, dictada por el legislador, debe ser interpretada a partir de los valores, principios, objetivos y
derechos consagrados en la Constitución. En esa medida, la Carta cumple una función integradora del ordenamiento, que se desarrolla
primordialmente dentro de la actividad judicial, y en la cual los más altos tribunales de las diversas jurisdicciones tienen una importante
responsabilidad.19
15. Son entonces la Constitución y la ley los puntos de partida necesarios de la actividad judicial, que se complementan e integran a través
de la formulación de principios jurÃdicos más o menos especÃficos, construidos judicialmente, y que permiten la realización de la justicia
material en los casos concretos. La referencia a la Constitución y a la ley, como puntos de partida de la actividad judicial, significa que los
jueces se encuentran sujetos principalmente a estas dos fuentes de derecho. Precisamente en virtud de la sujeción a los derechos, garantÃas y
libertades constitucionales fundamentales, estos jueces están obligados a respetar los fundamentos jurÃdicos mediante los cuales se han
resuelto situaciones análogas anteriores. Como ya se dijo, esta obligación de respeto por los propios actos implica, no sólo el deber de
resolver casos similares de la misma manera, sino, además, el de tenerlos en cuenta de manera expresa, es decir, la obligación de motivar sus
decisiones con base en su propia doctrina judicial, pues, como quedó sentado en la Sentencia C-252/01 antes citada, esto constituye una
garantÃa general para el ejercicio de los derechos de las personas y una garantÃa especÃfica de la confianza legÃtima en la administración de
justicia.
16. La sujeción del juez al ordenamiento jurÃdico le impone el deber de tratar explÃcitamente casos iguales de la misma manera, y los casos
diferentes de manera distinta, y caracteriza su función dentro del Estado social de derecho como creador de principios jurÃdicos que permitan
que el derecho responda adecuadamente a las necesidades sociales. Esta doble finalidad constitucional de la actividad judicial determina
cuándo puede el juez apartarse de la jurisprudencia del máximo órgano de la respectiva jurisdicción. A su vez, la obligación de fundamentar
expresamente sus decisiones a partir de la jurisprudencia determina la forma como los jueces deben manifestar la decisión de apartarse de las
decisiones de la Corte Suprema como juez de casación.
17. En principio, un cambio en la legislación motivarÃa un cambio de jurisprudencia, pues de no ser asÃ, se estarÃa contraviniendo la voluntad
del legislador, y por supuesto, ello implicarÃa una contradicción con el principio de colaboración armónica entre las ramas del poder (artÃculo
113) y vulnerarÃa el principio democrático de soberanÃa popular (artÃculos 1º y 3º).
18. Por otra parte, cuando no ha habido un tránsito legislativo relevante, los jueces están obligados a seguir explÃcitamente la jurisprudencia
de la Corte Suprema de Justicia en todos los casos en que el principio o regla jurisprudencial, sigan teniendo aplicación. Con todo, la
aplicabilidad de los principios y reglas jurisprudenciales depende de su capacidad para responder adecuadamente a una realidad social
cambiante. En esa medida, un cambio en la situación social, polÃtica o económica podrÃa llevar a que la ponderación e interpretación del
ordenamiento tal como lo venÃa haciendo la Corte Suprema, no resulten adecuadas para responder a las exigencias sociales. Esto impone la
necesidad de formular nuevos principios o doctrinas jurÃdicas, modificando la jurisprudencia existente, tal como ocurrió en el siglo pasado,
cuando la Corte Suprema y el Consejo de Estado establecieron las teorÃas de la imprevisión y de la responsabilidad patrimonial del Estado. En
estos casos se justifica un replanteamiento de la jurisprudencia. Sin embargo, ello no significa que los jueces puedan cambiar arbitrariamente su
jurisprudencia aduciendo, sin más, que sus decisiones anteriores fueron tomadas bajo una situación social, económica o polÃtica diferente. Es
necesario que tal transformación tenga injerencia sobre la manera como se habÃa formulado inicialmente el principio jurÃdico que fundamentó
cada aspecto de la decisión, y que el cambio en la jurisprudencia esté razonablemente justificado conforme a una ponderación de los bienes
jurÃdicos involucrados en el caso particular.
19. Es posible, de otro lado, que no exista claridad en cuanto al precedente aplicable, debido a que la jurisprudencia sobre un determinado
aspecto de derecho sea contradictoria o imprecisa. Puede ocurrir que haya sentencias en las cuales frente a unos mismo supuestos de hecho
relevantes, la Corte haya adoptado decisiones contradictorias o que el fundamento de una decisión no pueda extractarse con precisión. En
estos casos, por supuesto, compete a la Corte Suprema unificar y precisar su propia jurisprudencia. Ante falta de unidad en la jurisprudencia, los
jueces deben hacer explÃcita la diversidad de criterios, y optar por las decisiones que interpreten de mejor manera el imperio de la ley, a partir
de una adecuada determinación de los hechos materialmente relevantes en el caso. De la misma forma, ante la imprecisión de los
fundamentos, pueden los jueces interpretar el sentido que se le debe dar a la doctrina judicial de la Corte Suprema.
20. Con todo, como se dijo antes, la fuerza normativa de la doctrina probable proviene (1) de la autoridad otorgada constitucionalmente al
órgano encargado de establecerla, unificando la jurisprudencia ordinaria nacional; (2) del carácter decantado de la interpretación que dicha
autoridad viene haciendo del ordenamiento positivo, mediante una continua confrontación y adecuación a la realidad social y; (3) del deber de
los jueces respecto de a) la igualdad frente a la ley y b) la igualdad de trato por parte de las autoridades y; (4) del principio de buena fe que
obliga también a la rama jurisdiccional, prohibiéndole actuar contra sus propios actos. Por otra parte, la autoridad de la Corte Suprema para
unificar la jurisprudencia tiene su fundamento en la necesidad de garantizar los derechos fundamentales de las personas y esta atribución
implica que la Constitución le da un valor normativo mayor o un "plus" a la doctrina de esa alta Corporación que a la del resto de los jueces de
la jurisdicción ordinaria. Ello supone que la carga argumentativa que corresponde a los jueces inferiores para apartarse de la jurisprudencia
decantada por la Corte Suprema es mayor que la que corresponde a éste órgano para apartarse de sus propias decisiones por considerarlas
erróneas.
21. La expresión "erróneas" que predica la norma demandada de las decisiones de la Corte Suprema puede entenderse de tres maneras
diferentes, y cada interpretación da lugar a cambios jurisprudenciales por razones distintas. En primer lugar, cuando la doctrina, habiendo sido
adecuada en una situación social determinada, no responda adecuadamente al cambio social posterior. Como se analizó de manera general en
el numeral 18 supra, este tipo de error sobreviniente justifica que la Corte cambie su propia jurisprudencia. En segundo lugar, la Corte puede
considerar que la jurisprudencia resulta errónea, por ser contraria a los valores, objetivos, principios y derechos en los que se fundamenta el
ordenamiento jurÃdico. En estos casos también está justificado que la Corte Suprema cambie su jurisprudencia para evitar prolongar en el
tiempo las injusticias del pasado, haciendo explÃcita tal decisión. En tercer lugar, como resulta apenas obvio, por cambios en el ordenamiento
jurÃdico positivo, es decir, debido a un tránsito constitucional o legal relevante.
Esta Corporación se ha pronunciado sobre las anteriores dos posibilidades de variar la jurisprudencia, en los siguientes términos:
"44- El respeto al precedente es entonces esencial en un Estado de derecho; sin embargo, también es claro que este principio no debe ser
sacralizado, puesto que no sólo puede petrificar el ordenamiento jurÃdico sino que, además, podrÃa provocar inaceptables injusticias en la
decisión de un caso. AsÃ, las eventuales equivocaciones del pasado no tienen por qué ser la justificación de inaceptables equivocaciones en
el presente y en el futuro. O, en otros eventos, una doctrina jurÃdica o una interpretación de ciertas normas puede haber sido útil y adecuada
para resolver ciertos conflictos en un determinado momento pero su aplicación puede provocar consecuencias inesperadas e inaceptables en
casos similares, pero en otro contexto histórico, por lo cual en tal evento resulta irrazonable adherir a la vieja hermenéutica. Es entonces
Sentencia 836 de 2001 Corte 15 EVA - Gestor Normativo
Constitucional
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necesario aceptar que todo sistema jurÃdico se estructura en torno a una tensión permanente entre la búsqueda de la seguridad jurÃdica -que
implica unos jueces respetuosos de los precedentes- y la realización de la justicia material del caso concreto -que implica que los jueces tengan
capacidad de actualizar las normas a las situaciones nuevas-." SU-047/99 (M.P. Alejandro MartÃnez Caballero)
Debe entenderse entonces que el error judicial al que hace referencia la norma demandada justifica el cambio de jurisprudencia en los
términos expresados, pero no constituye una facultad del juez para desechar la doctrina de la Corte Suprema de Justicia sin un fundamento
explÃcito suficiente.
22. Si la parte de las sentencias que tiene fuerza normativa son los principios y reglas jurÃdicas, ello significa que no todo el texto de su
motivación resulta obligatorio. Para determinar qué parte de la motivación de las sentencias tiene fuerza normativa resulta útil la
distinción conceptual que ha hecho en diversas oportunidades esta Corporación entre los llamados obiter dicta o afirmaciones dichas de paso,
y los ratione decidendi o fundamentos jurÃdicos suficientes, que son inescindibles de la decisión sobre un determinado punto de derecho.20
Sólo estos últimos resultan obligatorios, mientras los obiter dicta, o aquellas afirmaciones que no se relacionan de manera directa y necesaria
con la decisión, constituyen criterios auxiliares de la actividad judicial en los términos del inciso 2º del artÃculo 230 de la Constitución. Por
supuesto, la definición general de dichos elementos no es unÃvoca, y la distinción entre unos y otros en cada caso no resulta siempre clara.
Sin embargo, la identificación, interpretación y formulación de los fundamentos jurÃdicos inescindibles de una decisión, son labores de
interpretación que corresponden a los jueces, y principalmente a las altas Cortes. La ratio decidendi de un caso, por supuesto, no siempre es
fácil de extraer de la parte motiva de una sentencia judicial como tal, y por lo tanto, su obligatoriedad no implica la vinculación formal del juez
a determinado fragmento de la sentencia descontextualizado de los hechos y de la decisión, aun cuando resulta conveniente que las altas
Cortes planteen dichos principios de la manera más adecuada y explÃcita en el texto de la providencia, sin extender ni limitar su aplicabilidad,
desconociendo o sobrevalorando la relevancia material de aquellos aspectos fácticos y jurÃdicos necesarios para su formulación en cada caso
concreto.
23. Con todo, los obiter dicta o dichos de paso, no necesariamente deben ser descartados como materiales irrelevantes en la interpretación del
derecho. En efecto, en muchos casos permiten interpretar cuestiones jurÃdicas importantes en casos posteriores que tengan situaciones de
hecho distintas, aunque no necesariamente deban ser seguidos en posteriores decisiones. AsÃ, puede ocurrir que carezcan completamente de
relevancia jurÃdica, que contengan elementos importantes pero no suficientes ni necesarios para sustentar la respectiva decisión, que sirvan
para resolver aspectos tangenciales que se plantean en la sentencia, pero que no se relacionan directamente con la decisión adoptada, o que
pongan de presente aspectos que serán esenciales en decisiones posteriores, pero que no lo sean en el caso que se pretende decidir.
24. Adicionalmente, el juez puede observar que a pesar de las similitudes entre el caso que debe resolver y uno resuelto anteriormente existen
diferencias relevantes no consideradas en el primero, y que impiden igualarlos, y en consecuencia, estarÃa permitido que el juez se desviara de
la doctrina judicial que en apariencia resulta aplicable. A contrario sensu, puede haber dos casos que en principio parezcan diferentes, pero que,
observados detalladamente, tengan un término de comparación ¿tertium comparationis- que permita asimilarlos en algún aspecto. En esa
medida, resulta adecuado que el juez emplee criterios de igualación entre los dos, siempre y cuando la equiparación se restrinja a aquellos
aspectos en que son equiparables, y solamente en la medida en que lo sean. En este caso, el juez debe hacer explÃcitas las razones por las
cuales, a pesar de las similitudes aparentes, los casos no merezcan un tratamiento igualitario o, a la inversa, debe argumentar porqué, a pesar
de las diferencias aparentes, los casos deben recibir un trato idéntico o similar. Tanto en una como en otra hipótesis, los criterios de
igualación o de diferenciación deben ser jurÃdicamente relevantes, y el trato debe ser proporcional a la diferencia en la situación de hecho.
Por lo expuesto la Sala Plena de la Corte Constitucional administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución, adopta
la
DECISIÃN
De declarar exequible el artÃculo 4º de la Ley 169 de 1896, siempre y cuando se entienda que la Corte Suprema de Justicia, como juez de
casación, y los demás jueces que conforman la jurisdicción ordinaria, al apartarse de la doctrina probable dictada por aquella, están
obligados exponer clara y razonadamente los fundamentos jurÃdicos que justifican su decisión, en los términos de los numerales 14 a 24 de
la presente Sentencia.
RESUELVE:
PRIMERO.- Declarar EXEQUIBLE el artÃculo 4º de la Ley 169 de 1896, siempre y cuando se entienda que la Corte Suprema de Justicia, como
juez de casación, y los demás jueces que conforman la jurisdicción ordinaria, al apartarse de la doctrina probable dictada por aquella, están
obligados a exponer clara y razonadamente los fundamentos jurÃdicos que justifican su decisión, en los términos de los numerales 14 a 24 de
la presente Sentencia.
Cópiese, notifÃquese, publÃquese, comunÃquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archÃvese el
expediente.
Presidente
Magistrado
Magistrado
Magistrado
Magistrado
Magistrado
Magistrado
Magistrado
Magistrada
Secretaria General
DOCTRINA PROBABLE-Condiciones en que el juez puede tomar decisión de apartarse de decisiones (Aclaración de voto)
PRECEDENTE JUDICIAL EN SISTEMAS DE DERECHO COMUN Y DE TRADICION ROMANO GERMANICA-Alcance (Aclaración de voto)
Se dice que la palabra "ley" en dicho inciso muestra que el juez sólo puede referirse a una fuente de derecho, v.gr., las leyes en sentido
material. Esta interpretación es insostenible. ExcluirÃa la ley superior, es decir, la Constitución que según el art. 4 de la Carta es norma de
normas. ExcluirÃa también los tratados que en virtud del art. 93, cuando se den las condiciones en él señaladas, prevalecen en el orden
interno. ExcluirÃa además los decretos que no tienen fuerza de ley, como aquellos que desarrollan las leyes marco o los decretos dictados en
ejercicio de la potestad reglamentaria ordinaria. Igualmente, excluirÃa los acuerdos municipales y las ordenanzas departamentales. Finalmente,
todas las demás fuentes de rango inferior a la ley dejarÃan de ser obligatorias para los jueces. De tal manera, que la palabra ley sólo puede
ser interpretada en el sentido de "derecho" para evitar contradicciones con otras normas de la Constitución.
Si bien no todas las partes de una sentencia ni mucho menos toda la jurisprudencia constituyen fuente formal de derecho, la ratio decidendi de
los fallos, por lo menos, tiene fuerza vinculante. Posteriormente se verá que dicha fuerza no es igual a la del derecho legislado pero ello no
significa que el precedente judicial carezca de valor normativo como fuente formal de derecho.
Como la Constitución es norma de normas el precedente constitucional sentado por la Corte Constitucional como guardiana de la supremacÃa
de la Carta tiene fuerza vinculante no solo para la interpretación de la Constitución sino también para la interpretación de las leyes que
obviamente debe hacerse de conformidad con la Carta. Las sentencias constitucionales interpretan la Constitución o pueden interpretar las
leyes, y en todo caso su lugar en el sistema de fuentes no es inferior al que ocupan las leyes. En principio, los jueces deben seguir la
jurisprudencia constitucional y cuando no lo hacen por razones del respeto al principio de igualdad, de seguridad jurÃdica, o de confianza legÃ-
tima deben indicar las razones que los llevaron a apartarse de la jurisprudencia.
PRECEDENTE JUDICIAL-Equilibrio entre evolución del derecho y consistencia jurÃdica (Aclaración de voto)
Demandante:
Magistrado Ponente:
Con el acostumbrado respeto, los suscritos magistrados aclaramos nuestro voto. Si bien estamos de acuerdo con la parte resolutiva de la
sentencia y con la mayorÃa de las consideraciones en que ésta se fundamenta, estimamos que es necesario presentar algunos argumentos
sobre la noción y la fuerza del precedente en un sistema de tradición romano-germánica, como el colombiano, y el valor de la jurisprudencia
dentro del marco de la Constitución de 1991.
En primer lugar, estimamos pertinente subrayar la importancia de la parte resolutiva de la sentencia que ha proferido la Corte Constitucional
sobre el artÃculo 4 de la Ley 169 de 1896.
Consideramos, además, que el condicionamiento introducido en la parte resolutiva con efectos erga omnes tiene un alcance trascendental. Por
ello, subrayamos a continuación los elementos del condicionamiento cuyas implicaciones son de la mayor magnitud, dice la sentencia:
"Declarar exequible el art. 4 de la Ley 169 de 1896, siempre y cuando se entienda que la Corte Suprema de Justicia, como juez de casación, y
los demás jueces que conforman la jurisdicción ordinaria, al apartarse de la doctrina probable dictada por aquella, están obligados a exponer
clara y razonadamente los fundamentos jurÃdicos que justifican su decisión, en los términos de los numerales 14 a 24 de la presente
sentencia"
Lo primero que queremos resaltar es que la sentencia define una obligación, no una facultad. Bien hubiera podido la Corte limitarse a señalar,
por ejemplo, que los jueces "podrán apartarse de la doctrina probable dictada por la Corte Suprema de Justicia como juez de casación, siempre
y cuando al hacerlo justifiquen la interpretación adoptada en ejercicio de su autonomÃa". No obstante, la Corte consideró que el
condicionamiento deberÃa ser distinto y de mayor alcance y, por lo tanto, ser formulado, no a partir de la facultad de apartarse o de seguir el
precedente, sino de la obligación del juez de considerar los precedentes existentes. Esta obligación es doble. Primero, comprende el deber
general de seguir el precedente, tema al cual nos referiremos posteriormente para mostrar la compatibilidad de esta posición dentro de un
sistema de tradición romano-germánica como el nuestro. Segundo, incluye la carga especial de argumentación que debe ser satisfecha para
que se cumplan las condiciones en las cuales existe una excepción a este deber general.
El segundo elemento que estimamos importante subrayar (tercero en la cita del condicionamiento) tiene que ver con la caracterización, a partir
de la norma acusada, de lo que hace el juez respecto del precedente: adopta una "decisión" relativa a seguir otra "decisión" anterior. La Corte
respeta, entonces, la manera como el legislador se refiere a las providencias judiciales y los aspectos de ellas sobre las que versa el artÃculo
4 ... "decisiones uniformes" y decisiones anteriores" -. AsÃ, el objeto referido por la norma acusada, al igual que el objeto del condicionamiento,
son las partes de las sentencias de la Corte Suprema de Justicia que constituyen una decisión sobre una regla jurisprudencial (ratio decidendi),
no una consideración general o descriptiva del derecho incluida en la parte motiva (obiter dicta) o la resolución especÃfica del caso concreto
adoptada en la parte resolutiva (decisum). Es decir, la Corte, con razón, acoge la distinción entre ratio decidendi, obiter dicta, y decisum, que
ha sido desarrollada en el ámbito del derecho constitucional en numerosas providencias tanto de constitucionalidad como de tutela. Sin duda,
Sentencia 836 de 2001 Corte 18 EVA - Gestor Normativo
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el tema del precedente, en particular la cuestión de su noción y el problema de su fuerza vinculante, se extiende del campo del derecho
constitucional a las demás ramas del derecho y cobija no sólo a la jurisdicción constitucional sino también a la jurisdicción ordinaria, y
aunque se trata de un asunto que tiene especificidades en cada una de las ramas del derecho, no le correspondÃa a la Corte Constitucional
pronunciarse en esta oportunidad sobre ellas, sino sentar un común denominador mÃnimo aplicable en todas las ramas del saber jurÃdico.
El tercer elemento que consideramos necesario resaltar (segundo y cuarto en el texto subrayado) tiene que ver con las condiciones en las cuales
el juez puede tomar la "decisión" de apartarse de "las decisiones" que constituyen doctrina probable. En la sentencia se establecen dos tipos de
condiciones. El primero, se refiere a las condiciones de exposición de los fundamentos jurÃdicos que justifican la decisión que define el
precedente. Tales fundamentos deben ser expuestos de manera "clara", lo cual significa que la determinación de no seguir el precedente crea
en el juez una carga de transparencia en la medida en que debe decir diáfanamente de qué precedente se está apartando y qué elemento
de éste está cambiando. El segundo, se refiere a las condiciones de motivación de los fundamentos jurÃdicos que justifican dicha decisión.
Estos deben referirse a las circunstancias especiales y excepcionales que hacen legÃtimo que un juez no siga el precedente, lo cual significa que
no cualquier razón es suficiente para apartarse del precedente puesto que el juez tiene una carga de argumentación en la medida en que debe
demostrar "razonadamente" que se cumplen los requisitos mencionados en los numerales 14 a 24 de la sentencia. De esta forma, se desarrolla
el concepto de error empleado en la norma demandada puesto que la propia Corte Suprema de Justicia, y con mayor razón los jueces
funcionalmente inferiores a ella, al variar su doctrina deben, como lo dice la norma demandada, "juzg(ar) erróneas las decisiones anteriores".
AsÃ, no basta el cambio de opinión, fruto de una reintegración del órgano judicial o de una evolución en el criterio de algunos de sus
miembros, ni tampoco la invocación de la autonomÃa del juez para aplicar la ley. La autonomÃa interpretativa del juez y su opinión jurÃdica
debidamente sustentada son suficientes para adoptar por primera vez una decisión sobre una determinada cuestión jurÃdica, pero no lo son
cuando ya existe un precedente "sobre un mismo punto de derecho", como lo dice la norma demandada; en este último evento la carga de
argumentación es más exigente, en los términos de la sentencia.
Cierto es que el enfoque jurÃdico dentro del cual se enmarca el condicionamiento acogido por la mayorÃa de los magistrados merece numerosos
comentarios y cada uno de los elementos tanto de la norma demandada como del condicionamiento podrÃa ser objeto de un amplio análisis.
Sin embargo, ello corresponde a los doctrinantes y no a la Corte Constitucional ni a la presente aclaración de voto. En esta oportunidad, nos
limitamos a poner de relieve los aspectos del condicionamiento que a nuestro juicio constituyen un significativo avance, pues representan, sin
duda, un paso de suma importancia en la evolución de nuestro derecho. Seguramente, después de éste habrá otros en los cuales se
puedan desarrollar los elementos de la noción y de la fuerza vinculante del precedente en la jurisdicción ordinaria y contencioso
administrativa. Obviamente, la Corte Suprema de Justicia como cabeza de la jurisdicción ordinaria y el Consejo de Estado como máxima
autoridad judicial de lo contencioso administrativo, tienen un papel preponderante en el rumbo y en el ritmo de esta evolución, asà como lo
tiene la Corte Constitucional en materia de derecho constitucional y en la jurisdicción constitucional.
Pasamos ahora a formular algunas consideraciones adicionales relativas a la noción y a la fuerza del precedente.
Procedemos a exponer algunos argumentos que, aunque pueden representar en ciertos aspectos matices o enfoques distintos respecto de los
esgrimidos en la sentencia, apuntan a complementar las consideraciones en que se fundó la Corte.
Los argumentos se refieren a cuestiones que tradicionalmente han gravitado, con mayor o menor fortuna alrededor del debate sobre la fuerza
vinculante de los precedentes en nuestro sistema jurÃdico. En particular, haremos alusión a los argumentos basados en (i) el derecho
comparado, (ii) el sistema de fuentes y el lugar de la jurisprudencia, (iii) la tradición jurÃdica colombiana, (iv) la integridad de un ordenamiento
jurÃdico donde la Constitución es norma de normas, (v) el equilibrio entre evolución del derecho y consistencia jurÃdica, y (vi) la teorÃa jurÃ-
dica sobre el precedente. En cada caso, nos limitaremos a esbozar las lÃneas básicas del argumento.
2.1 El acercamiento de las familias jurÃdicas: el valor del derecho comparado para superar barreras analÃticas
Uno de los argumentos más comunes contra el reconocimiento del valor y la fuerza jurÃdica que tienen los precedentes judiciales parte del
derecho comparado, o mejor, de una visión particular de las diferencias que existen entre el sistema de derecho común anglosajón y el
sistema romano- germánico o de derecho civil. Esta visión que tiende a subrayar las diferencias, no tiene en cuenta los desarrollos que se han
presentado en ambos sistemas o familias jurÃdicas durante el siglo XX, los cuales han acortado la distancia entre ellos, asà subsistan
importantes distinciones.
AsÃ, una de las principales diferencias sobre las cuales recaban quienes se oponen a reconocer el valor del precedente en nuestro derecho es
precisamente que el derecho común anglosajón es jurisprudencial, lo cual explica el valor que tiene el precedente en dicho sistema, mientras
que el derecho romano germánico es legislado, lo cual explica el lugar predominante de la ley. De esta constatación general se concluye que
otorgarle valor de precedente a las sentencias en nuestro ordenamiento jurÃdico serÃa extraño y contrario a sus rasgos esenciales.
Sin embargo, no puede perderse de vista que, principalmente, a partir de la segunda post-guerra mundial del siglo pasado, se ha presentado
una convergencia entre las dos familias jurÃdicas en punto a la importancia de la jurisprudencia y de la ley. La disminución de la distancia entre
ambas familias torna en inadecuada e incompleta la visión diferenciadora anteriormente descrita.
En efecto, en los sistemas de derecho común, en especial en los Estados Unidos, la ley ha incrementado significativamente su presencia y su
valor. Ello ha ocurrido en numerosos campos dentro de los cuales se destacan tres por su especial relevancia: a) el derecho constitucional,
puesto que la Constitución de los Estados Unidos es un texto normativo adoptado por una convención constituyente y puesto que a los textos
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que tradicionalmente han integrado la Constitución Británica se han sumado recientemente otros como una Carta de Derechos que incorpora
la convención europea de derechos humanos21; b) el derecho federal, por oposición al derecho de las unidades estatales federadas, que es
primordialmente un derecho legislado sobre todo en Estados Unidos22; y c) las ramas especializadas del derecho, respecto de las cuales, por su
novedad relativa y por otras razones que no viene al caso mencionar, el órgano legislativo ha definido y desarrollado sus contornos básicos
mediante leyes, conocidas como acts o statutes23. Por eso un magistrado norteamericano escribió un polémico ensayo intitulado "las cortes
de derecho común en un sistema de derecho civil: el papel de las cortes federales de los Estados Unidos en la interpretación de la
Constitución y de las leyes"24, en el cual fija su posición sobre esta nueva realidad jurÃdica consistente en que el derecho en su paÃs en ciertas
materias, pero cada dÃa en un mayor número de ellas, es derecho legislado y no derecho originado en la creación jurisprudencial, sin que ello
implique que las cortes dejen de realizar una tarea creativa. Lo sorprendente es que a los ojos de un anglosajón acostumbrado a estar atado
por los precedentes centenarios, dicha tarea creativa en la "aplicación" judicial de las leyes es bastante más amplia que la tÃpica en las áreas
tradicionales del derecho común.
En cambio, en los sistemas de tradición romano germánica, en mayor o menor grado según cada paÃs, se ha presentado el fenómeno
contrario: la jurisprudencia ha cobrado mayor importancia, en especial la de los órganos que se encuentran en la cúspide de sus respectivas
jurisdicciones25. El ejemplo más conocido se encuentra, paradójicamente, en la rama del derecho público donde hemos recibido en Colombia
la más grande influencia francesa. Se trata obviamente del derecho administrativo francés que, como es bien sabido, ha sido de creación
jurisprudencial bajo la égida del Consejo de Estado. Por eso, una autoridad en el tema anotaba sugestivamente que el Consejo de Estado era
la más anglosajona de las instituciones de Francia26. Otro ejemplo lo constituye el derecho laboral alemán cuya creación y desarrollo ha sido
obra de los jueces germanos27. Además, si se tomaran materias dentro de cada rama del derecho los ejemplos mostrarÃan que derecho
legislado y derecho jurisprudencial conviven y que en varias de ellas el lugar del juez ha sido más importante que el de la ley. Como esta
realidad no ha sido incorporada a la visión predominante en Colombia respecto de las caracterÃsticas de los sistemas jurÃdicos romano-
germánicos estimamos necesario señalar la percepción que respetados doctrinantes tienen sobre lo que está pasando en sus respectivos
paÃses.
La experiencia registrada por observadores académicos de la práctica judicial y de los criterios adoptados por los jueces en los paÃses de las
principales familias jurÃdicas demuestra que las sentencias judiciales distan mucho de tener un simple valor ilustrativo o ejemplificativo en los
sistemas jurÃdicos de tradición romano germánica. Si bien en algunos de éstos su valor no es el de un precedente obligatorio, en otros,
notablemente en Alemania, la fuerza jurÃdica de las sentencias se acerca a la que éstas tienen en los sistemas de derecho común. Subsiste,
claro está, una diferencia. El estudio comparativo más cuidadoso la resume asÃ: en un sistema de derecho común el juez inferior nunca
puede apartarse abiertamente del precedente sentado por un juez superior, mientras que en los sistemas romano germánicos ello si es posible
siempre y cuando el juez inferior cumpla unas condiciones, más o menos exigentes en cada paÃs y con consecuencias distintas en cada uno de
ellos, tal como lo ha señalado la Corte Constitucional en la presente sentencia.28 Por eso el balance general de la práctica del precedente en
Alemania, Finlandia, Francia, Italia, Noruega, Polonia, España, Suecia, Reino Unido, Estados Unidos (Estado de Nueva York), y la Comunidad
Europea fue sintetizado de la siguiente manera en el estudio más completo que se haya publicado sobre la materia:
"Dos grandes similitudes deben ser subrayadas. La primera es que el precedente juega ahora un papel significativo en el proceso de decisión
judicial y en el desarrollo del derecho en todos los paÃses y tradiciones jurÃdicas que han sido revisadas en este libro. Ello es asà sin importar si
el precedente ha sido oficialmente reconocido como formalmente obligatorio o como vinculante en algún grado por su fuerza normativa. Por
razones históricas, en algunos sistemas jurÃdicos se ha formalmente desestimulado o incluso descartado que los precedentes sean citados
abiertamente en las sentencias proferidas por las altas cortes. Pero aún en estos casos, el precedente juega en realidad un papel crucial. El
derecho francés contemporáneo, por ejemplo, serÃa incomprensible si no se hiciera referencia a los precedentes sentados por las altas cortes
para llenar vacÃos o para complementar los códigos y otras fuentes formales tradicionales del derecho. Y en Francia, aún el precedente que
interpreta estrictamente las leyes y los códigos, tiene significado normativo. La segunda gran similitud es que todos los sistemas han
encontrado una manera de acomodar cambios y evolución en los precedentes a través de la propia actividad judicial"29.
La conclusión, derivada de la observación de la práctica judicial contemporánea anteriormente citada conduce a analizar un segundo
argumento en contra de que en Colombia, por ser un paÃs de tradición jurÃdica romano germánica o de derecho civil, la jurisprudencia sea
considerada fuente formal de derecho, y no como usualmente ha sido clasificada, es decir, como fuente material de derecho.
En la presente sentencia la Corte Constitucional sostiene que el precedente es fuente formal de derecho y analiza las razones por las cuales ello
es asà dentro del marco de la Constitución de 1991 que introdujo transformaciones sustanciales y orgánicas que llevan ineludiblemente a esta
conclusión30. No viene al caso abundar en tales razones. Basta con resaltar que no existe un fundamento empÃrico para sostener que dichas
razones jurÃdicas de orden constitucional son contrarias a la naturaleza de nuestro sistema jurÃdico y a su sistema de fuentes.
Sin embargo, frecuentemente se invoca un artÃculo de la Constitución, el 230, para sostener que, asà la práctica judicial indique lo contrario y
asà existan poderosas razones para justificar la fuerza vinculante de los precedentes judiciales, dicho artÃculo de la Constitución estableció un
sistema de fuentes dentro del cual sólo es fuente formal de derecho la ley y el juez sólo está obligado a referirse a ella. En esta sentencia y en
otras citadas en el fallo se acoge una interpretación sistemática de la Constitución para mostrar que una interpretación literal y aislada de
este artÃculo es inapropiada.
Estimamos, en todo caso, que aún a partir de una interpretación simplemente literal y aislada de la norma no se deduce que el sistema de
AsÃ, del inciso primero del artÃculo 230 no se puede concluir que la ley es la única fuente formal de derecho. Este dice que "los jueces, en sus
providencias, sólo están sometidos al imperio de la ley". Este inciso define en qué consiste la independencia de los jueces, v.gr., en que sus
fallos no pueden responder a consideraciones extrañas a la ley como prejuicios, presiones, pasiones o intereses. También indica que el juez
debe someterse al imperio de la ley, lo cual plantea un lÃmite a la independencia del juez en la medida en que no puede fallar según su
opinión personal, ni mucho menos según su parecer o capricho. El juez es independiente para respetar el derecho no para apartase de él.
Se dice que la palabra "ley" en dicho inciso muestra que el juez sólo puede referirse a una fuente de derecho, v.gr., las leyes en sentido
material. Esta interpretación es insostenible. ExcluirÃa la ley superior, es decir, la Constitución que según el art. 4 de la Carta es norma de
normas. ExcluirÃa también los tratados que en virtud del art. 93, cuando se den las condiciones en él señaladas, prevalecen en el orden
interno. ExcluirÃa además los decretos que no tienen fuerza de ley, como aquellos que desarrollan las leyes marco o los decretos dictados en
ejercicio de la potestad reglamentaria ordinaria. Igualmente, excluirÃa los acuerdos municipales y las ordenanzas departamentales. Finalmente,
todas las demás fuentes de rango inferior a la ley dejarÃan de ser obligatorias para los jueces. De tal manera, que la palabra ley sólo puede
ser interpretada en el sentido de "derecho" para evitar contradicciones con otras normas de la Constitución.
La cuestión a determinar, es entonces, si la jurisprudencia está incluida dentro del concepto de derecho. Obviamente, lo ha estado y lo sigue
estando. Sin embargo, se dice que aunque la jurisprudencia es derecho, en virtud del inciso segundo del artÃculo 230 es derecho auxiliar, pues
dicho artÃculo señala que: "La equidad, la jurisprudencia, los principios generales del derecho y la doctrina son criterios auxiliares de la
actividad judicial." No obstante, cabe recordar que ni aún en la sentencia mediante la cual la Corte Constitucional declaró inexequible
parcialmente el artÃculo del Decreto 2067 de 1991 en el cual se decÃa que la doctrina constitucional enunciada en las sentencias de la Corte
Constitucional era criterio auxiliar "obligatorio" (artÃculo 23), la Corte sostuvo que las sentencias carecÃan de fuerza vinculante para los jueces
en casos futuros. En efecto, la Corte hizo una distinción entre obiter dicta y ratio decidendi con el fin de precisar el concepto de jurisprudencia
empleado en el artÃculo de la Constitución citado se refiere a las sentencias en general - y el de doctrina utilizado en el artÃculo del decreto
demandado se refiere al obiter dicta -. Se indicó, pues, que la ratio decidendi, e inclusive otros fundamentos de la parte motiva que cumplieran
ciertas condiciones, eran obligatorios: "los fundamentos contenidos en las sentencias de la Corte Constitucional que guarde relación directa con
la parte resolutiva, asà como los que la corporación misma indique ... en la medida en que tengan un nexo causal con la parte resolutiva, son
también obligatorios ..."31.
Esta sentencia fue reiterada y desarrollada en fallos posteriores y en especial en la sentencia mediante la cual la Corte Constitucional se
pronunció sobre el proyecto de Ley Estatutaria de la Administración de Justicia. La Corte declaró inexequibles las expresiones subrayadas de
la última frase del numeral primero del art. 48 que decÃa que "sólo la interpretación que por vÃa de autoridad hace el Congreso de la
República tiene carácter obligatorio general", y declaró exequible el resto de la norma bajo el entendido de que "la interpretación que por vÃ-
a de autoridad hace la Corte Constitucional tiene carácter obligatorio general". Igualmente, declaró exequible el numeral segundo de dicho
artÃculo de la Ley Estatutaria, sobre el alcance obligatorio de las decisiones judiciales adoptadas en ejercicio de la acción de tutela, el cual dice
que "su motivación constituye criterio auxiliar para la actividad de los jueces". Dicha exequibilidad, es necesario enfatizarlo, fue condicionada
"bajo el entendido de que las sentencias de revisión de la Corte Constitucional en las que se precise el contenido y alcance de los derechos
constitucionales sirven como criterio auxiliar de la actividad de los jueces, pero si éstos deciden apartarse de la lÃnea jurisprudencial trazada
en ellas, deberán justificar de manera suficiente y adecuada el motivo que les lleva a hacerlo, so pena de infringir el principio de igualdad"32.
En conclusión, si bien no todas las partes de una sentencia ni mucho menos toda la jurisprudencia constituyen fuente formal de derecho, la
ratio decidendi de los fallos, por lo menos, tiene fuerza vinculante. Posteriormente se verá que dicha fuerza no es igual a la del derecho
legislado pero ello no significa que el precedente judicial carezca de valor normativo como fuente formal de derecho.
Un tercer argumento en contra del reconocimiento del valor normativo de los precedentes judiciales es que ello es contrario a la tradición jurÃ-
dica colombiana. Según esta tesis la Carta de 1991 hizo distinciones sobre el sistema de fuentes aplicable al derecho constitucional, por un
lado, y a las demás ramas del derecho, por el otro. Por eso el precedente constitucional puede tener valor normativo, en los términos de los
fallos de la Corte Constitucional sobre el tema, pero en otras disciplinas jurÃdicas las sentencias carecen de dicho valor.
En el presente fallo, la Corte Constitucional se aparta del enfoque según el cual el derecho constitucional es especial y diferente en este punto.
Al reconocer la fuerza normativa del precedente al campo del derecho civil, laboral, comercial, penal, entre otros, la Corte no está yendo en
contra de la tradición jurÃdica colombiana. No es este el momento de hacer un recuento de los debates que se han presentado en Colombia
respecto a este punto ni una descripción de la evolución de nuestra tradición jurÃdica. Sin embargo, estimamos necesario recordar que la Ley
153 de 1887, cuya trascendencia fundante en nuestra tradición jurÃdica es indiscutible, difÃcilmente puede ser leÃda como un estatuto
inspirado en las posiciones más extremas de la escuela de la exégesis y del culto a la ley. Su tratamiento de las reglas de la jurisprudencia,
de la doctrina constitucional, y de las fuentes del derecho en general no se enmarca dentro de una filosofÃa reduccionista del derecho según la
cual el derecho emana de la ley y sólo de la ley.
Además, la idea de que una tradición no puede evolucionar es contraevidente. Las tradiciones jurÃdicas son esencialmente cambiantes, asÃ
las transformaciones se lleven a cabo gradualmente o inclusive imperceptiblemente33. Pero las tradiciones también evolucionan mediante
cambios notorios y radicales. El mejor ejemplo de ello es, nuevamente, la tradición romano germánica en la cual se inscribe nuestro sistema
jurÃdico. El derecho romano era esencialmente pretoriano, no legislado. No obstante, la codificación en Francia y en Alemania, en diferentes
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momentos históricos y por razones distintas en cada paÃs, le dio un lugar privilegiado a la legislación. Posteriormente, el precedente judicial
adquirió un papel crucial en determinados campos del derecho y, como se resaltó en la sección 2.1. de esta aclaración, ha pasado a jugar un
papel crucial tanto en Francia como en Alemania.
Lo anterior no significa que no existan diferencias entre paÃses ni entre ramas del derecho en punto a la fuerza normativa de los precedentes.
Entre nosotros, por ejemplo, uno de los aspectos donde el derecho constitucional tiene una especificidad en materia de precedentes, es el del
lugar del precedente constitucional dentro del ordenamiento jurÃdico y su función para preservar la integridad del mismo.
Como la Constitución es norma de normas el precedente constitucional sentado por la Corte Constitucional como guardiana de la supremacÃa
de la Carta tiene fuerza vinculante no solo para la interpretación de la Constitución sino también para la interpretación de las leyes que
obviamente debe hacerse de conformidad con la Carta. Las sentencias constitucionales interpretan la Constitución o pueden interpretar las
leyes, y en todo caso su lugar en el sistema de fuentes no es inferior al que ocupan las leyes. En principio, los jueces deben seguir la
jurisprudencia constitucional y cuando no lo hacen por razones del respeto al principio de igualdad, de seguridad jurÃdica, o de confianza legÃ-
tima deben indicar las razones que los llevaron a apartarse de la jurisprudencia. En sentencia T-321 de 1998 la Corte dijo: "3.4. Sin embargo, a
efectos de no vulnerar el derecho a la igualdad y el principio de seguridad jurÃdica (que tiene como uno de sus fundamentos, el que se otorgue
la misma solución dada a casos similares - precedentes -), el funcionario que decide modificar su criterio, tiene la carga de exponer las razones
y fundamentos que lo han llevado a ese cambio". No se olvide que la norma fundante del ordenamiento jurÃdico es la Constitución, según el
artÃculo 4 de la Carta, que la define como "norma de normas" y que, por lo tanto, como lo afirma un tratadista español, ya citado en la
sentencia C-104 de 1993, dice que "la Constitución vincula al juez más fuertemente que las leyes, las cuales sólo pueden ser aplicadas si son
conformes a la Constitución"34. Por eso, las sentencias de la Corte Constitucional son para un juez fuente obligatoria de derecho. En una
sentencia reciente, esta Corte de manera unánime subrayó que los funcionarios judiciales al aplicar las leyes deben respetar lo decidido por la
Corte Constitucional en lo sustancial y que dentro de las causales de casación, previstas en el artÃculo 365 del Código de Procedimiento Civil,
se incluye el desconocimiento de la cosa juzgada y de la doctrina constitucional35.
Finalmente, la integridad del ordenamiento jurÃdico sólo puede preservarse si hay coherencia entre la interpretación que fija el contenido
material de las leyes y la interpretación que fija el sentido de la Constitución. Por ejemplo, si una norma declarada exequible por la Corte
Constitucional es interpretada por los jueces de una manera contraria a la Constitución se rompe la integridad del ordenamiento jurÃdico. Por
esta razón la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia en el artÃculo 48 al que hacÃamos alusión dice que "la interpretación que por
vÃa de autoridad hace (la Corte Constitucional) tiene carácter obligatorio general".
Los planteamientos de la Corte Constitucional sobre el precedente han suscitado otra inquietud. Se dice que no es una buena polÃtica
reconocerle un carácter vinculante a los precedentes judiciales porque ello petrifica la jurisprudencia y obstaculiza la evolución del derecho.
No compartimos esta afirmación. En primer lugar, refleja una visión caricaturesca de un derecho común anclado en el pasado en contraste
con un derecho romano germánico que sà serÃa capaz de ajustarse a los nuevos tiempos y a las realidades cambiantes. La experiencia
observada en diferentes paÃses con el tratamiento de los precedentes muestra que ello no es asÃ. En los sistemas de derecho común los
jueces han desarrollado numerosos criterios y técnicas de interpretación de los precedentes para abrirle espacio suficiente a la evolución del
derecho y a la posibilidad de que éste responda a nuevas realidades y concepciones. Lo mismo ha sucedido en los sistemas de tradición
romano germánica con la interpretación judicial de los códigos puesto que en varias materias, dentro de las cuales se destaca la relativa a la
responsabilidad extracontractual, los jueces han impulsado la evolución del derecho de tal manera que el legislador o bien ha aceptado las
creaciones jurisprudenciales o bien ha optado por legislar para reaccionar a ellas lo cual también representa una evolución.36
En segundo lugar, la afirmación de que reconocerle fuerza vinculante al precedente impide la evolución del derecho contradice la tesis de que
los jueces no tienen una función creativa y por lo tanto sus decisiones no pueden ser consideradas fuente formal de derecho. En efecto, si el
derecho puede evolucionar por vÃa jurisprudencial es precisamente porque sus contenidos cambian a medida que los jueces ejercen su
actividad interpretativa, y si los contenidos jurÃdicos cambian es porque las sentencias en mayor o menor grado, de una u otra forma, son
fuente creadora de derecho.
En tercer lugar, afirmar la fuerza normativa de los precedentes no conduce a la petrificación del derecho. Por eso, no puede asociarse respeto
al precedente y conservadurismo jurÃdico, o, viceversa, apego exclusivo a la ley y progresismo jurÃdico. Quizás en otro momento de la historia
de la tradición romano germánica ello fue asà puesto que la ley representó un avance frente a las doctrinas predominantes en algunas
jurisdicciones. También significó una concreción, por lo menos en Francia, de una revolución democrática. No obstante, no se puede
trasladar automáticamente esa realidad histórica a la situación colombiana contemporánea ni convertir en axioma eterno que la ley es
progresista y el juez es conservador. Además, respetar el precedente no significa que es imposible apartarse de él. En esta sentencia como
en todas las demás en las cuales la Corte Constitucional ha abordado el tema37, se ha admitido expresamente que es posible no seguir el
precedente, siempre y cuando se cumplan unos requisitos sobre los cuales ha elaborado esta Corporación.
Pero esta cuestión exige abordar un último punto: el relativo a en qué consiste la fuerza normativa de un precedente. Esto nos lleva ha
hacer algunas consideraciones de teorÃa jurÃdica.
El debate sobre los precedentes y la función del juez, en especial sobre la discrecionalidad judicial, ha sido amplio, rico y sostenido en la teorÃa
jurÃdica. No le corresponde a la Corte, ni mucho menos a una aclaración de voto, resumir dicho debate o tomar partido por alguna de las
múltiples posiciones que han sido esgrimidas.
Sin embargo, desde el punto de vista de la explicación de lo que sucede teorÃas descriptivas del derecho ¿ no de la justificación de lo que
debe suceder teorÃas prescriptivas del derecho - se ha realizado una importante distinción entre el valor vinculante de la ley y el valor
vinculante de los precedentes judiciales, al cual es necesario referirse para responder a las inquietudes mencionadas anteriormente.
En efecto, un precedente judicial puede ser vinculante en varios sentidos. En primer lugar, puede obligar a todos los jueces en la medida en que
éstos deben decidir los casos futuros de una manera idéntica a como fueron decididos los casos anteriores. Esta primera modalidad de
vinculación es sólo concebible en abstracto y no se presenta ni siquiera en un sistema de derecho común ya que los jueces al decidir los
casos futuros pueden distinguir el nuevo caso del caso anterior y asà liberarse de fallar de manera idéntica a como fue decidido el
"precedente". Si los precedentes tuvieran esta modalidad de fuerza normativa, su carácter vinculante se asemejarÃa al de la ley ya que la regla
sentada por el juez anterior deberÃa ser aplicada también posteriormente como si fuera una regla contenida en la legislación.38
En segundo lugar, un precedente puede obligar a todos los jueces inferiores a la alta corte que lo sentó, a riesgo de que si un juez inferior se
aparta de él, la alta corte correspondiente revocará la sentencia de éste juez inferior. Es en este sentido que se dice que un precedente es
formalmente obligatorio en sentido estricto. Esto es lo que sucede generalmente en los paÃses de derecho común donde impera la regla del
"stare decisis".
En tercer lugar, un precedente puede ser obligatorio para todos los jueces inferiores a la alta corte que lo sentó, y aceptarse que un juez inferior
(i) después de hacer referencia expresa al precedente, y (ii) de resumir su esencia y razón de ser, (iii) se aparte de él exponiendo razones
poderosas para justificar su decisión. En este sentido se dice que el precedente es formalmente obligatorio, pero no estrictamente obligatorio.
En cuarto lugar, puede considerarse que un precedente es un referente obligado para los jueces inferiores pero éstos pueden apartarse de
él cuando lo consideren, en forma razonada, adecuado para resolver el caso. La alta corte que sentó el precedente podrá criticar la decisión
del juez inferior y podrá por lo tanto revocar su sentencia, pero el juez inferior conserva un amplio margen para interpretar el derecho. En este
caso el precedente no es formalmente obligatorio pero tiene cierta fuerza en la medida en que los jueces deben tenerlo en cuenta y referirse a
él en el momento de fallar39.
Las cuatro hipótesis anteriores también pueden ser formuladas desde una perspectiva horizontal, o sea, a partir de la relación de un juez con
sus sentencias anteriores.
Es posible concebir otras hipótesis relativas a los precedentes en las cuales éstos carecen de fuerza vinculante alguna. Su valor puede
consistir en suministrar apoyo adicional a la interpretación del juez inferior o, en el grado de importancia menor, un fallo anterior puede servir
de simple ejemplo.
En esta sentencia la Corte Constitucional no ha definido que la fuerza vinculante del precedente sea semejante al de una ley, lo cual como se
anotó serÃa extraño no sólo a nuestra tradición jurÃdica sino contrario a la experiencia observada aún en paÃses de derecho común.
Tampoco ha definido que su fuerza vinculante sea la de la segunda hipótesis anteriormente mencionada, la cual es caracterÃstica de los
sistemas de derecho común, con diferentes modalidades que hacen la cuestión más compleja pero sobre las cuales no es necesario
detenerse en esta oportunidad.
En esta sentencia la Corte ha definido la fuerza vinculante del precedente acudiendo a la tercera y cuarta hipótesis. La diferencia entre la
tercera y la cuarta para efectos de éste fallo surge de una distinción adicional entre precedente horizontal y precedente vertical. Este último
se predica de la situación de los jueces inferiores respecto de lo decidido por los superiores funcionales dentro de su jurisdicción. El primero se
predica de la situación de una corte respecto de sus propios fallos. En esta sentencia la Corte ubicó la fuerza vinculante del precedente vertical
en la tercera modalidad mencionada y la fuerza vinculante del precedente horizontal en la cuarta modalidad enunciada, lo cual reconoce a la
Corte Suprema de Justicia un margen mayor para modificar sus precedentes de manera razonada. Obviamente, las condiciones en las cuales es
posible apartarse en uno u otro caso de un precedente seguramente serán objeto de posteriores desarrollos jurisprudenciales. En materia
constitucional esta Corte ya ha precisado algunos criterios que no es pertinente resumir en esta oportunidad.
Fecha ut supra,
Magistrado
Magistrado
El carácter de doctrina probable que le atribuye a tres decisiones uniformes dadas por la Corte Suprema de Justicia, es congruente las
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previsiones del canon 230 Superior en virtud del cual "la equidad, la jurisprudencia, los principios generales del derecho y la doctrina son
criterios auxiliares de la actividad judicial". Entonces, siendo criterio auxiliar la doctrina probable no puede ser obligatoria para los jueces de
inferior jerarquÃa y menos aún para la propia Corte Suprema de Justicia que, como bien lo advierte el mandato acusado, puede variar su
jurisprudencia cuando juzgue erróneas las decisiones anteriores.
PRINCIPIO DE INDEPENDENCIA JUDICIAL EN LA DOCTRINA PROBABLE-Expresión razonada de causas para acoger criterio diferente (Salvamento
parcial de voto)
CAMBIO DE JURISPRUDENCIA-Carga argumentativa para todos los jueces (Salvamento parcial de voto)
Proceso D-3374
Respetuosamente discrepo de la decisión adoptada en la parte resolutiva del fallo en referencia, pues considero que el artÃculo 4° de la Ley
169 de 1896 ha debido ser declarado exequible por la Corte Constitucional, sin sujetar su conformidad con el Ordenamiento Superior a que se
entienda que la Corte Suprema de Justicia, como juez de casación, y los demás jueces que conforman la jurisdicción ordinaria, al apartarse de
la doctrina probable dictada por aquella, están obligados a exponer clara y razonadamente los términos jurÃdicos que justifican su decisión.
El precepto impugnado se adecua perfectamente a los dictados de la Ley Fundamental, por cuanto el carácter de doctrina probable que le
atribuye a tres decisiones uniformes dadas por la Corte Suprema de Justicia, es congruente las previsiones del canon 230 Superior en virtud del
cual "la equidad, la jurisprudencia, los principios generales del derecho y la doctrina son criterios auxiliares de la actividad judicial". Entonces,
siendo criterio auxiliar la doctrina probable no puede ser obligatoria para los jueces de inferior jerarquÃa y menos aún para la propia Corte
Suprema de Justicia que, como bien lo advierte el mandato acusado, puede variar su jurisprudencia cuando juzgue erróneas las decisiones
anteriores.
El condicionamiento impuesto por la Corte es a todas luces innecesario, toda vez que la obligación que tienen los jueces de motivar sus
decisiones dimana directamente de los preceptos de la Carta PolÃtica que establecen el debido proceso (art. 29), el acceso de toda persona a la
administración de justicia (art. 229) y la independencia de la función jurisdiccional (art. 230), principalmente.40
La exigencia de una motivación para efectos de poder apartarse de la doctrina probable sentada por la Corte Suprema de Justicia, lejos de
propender por la autonomÃa funcional de los jueces puede atentar contra la efectividad de este principio si se tiene en cuenta que según la
sentencia "una decisión judicial que desconozca caprichosamente la jurisprudencia y trate de manera distinta casos previamente analizados por
la jurisprudencia, so pretexto de la autonomÃa judicial, en realidad está desconociéndolos y omitiendo el cumplimiento de un deber
constitucional".
Parece que se quisiera invertir los valores y que so pretexto de hacer efectivos los principios de igualdad y de seguridad jurÃdica se sacrifique el
principio constitucional de la independencia judicial, olvidando que en una adecuada ponderación de estos principios lo justo y aconsejable es
que el fallador exprese razonadamente las causas que los llevan a acoger un criterio diferente. En esté sentido se ha pronunciado
contundentemente la jurisprudencia constitucional.41
Finalmente, no parece lógico sostener, como lo hace la aludida decisión, que en razón de la función unificadora que cumple la Corte
Suprema de Justicia como juez de casación, la carga argumentativa que corresponde a los jueces inferiores para apartarse de la jurisprudencia
decantada por ese alto Tribunal es mayor que la que le asiste a éste órgano para apartarse de sus propias decisiones cuando las considera
erróneas, puesto que la obligación de argumentar un cambio jurisprudencial es igualmente comprometedora para todos los jueces, sin
importar su posición en la jerarquÃa jurisdiccional.
Ciertamente, tanto el juez de inferior jerarquÃa como la Corte Suprema de Justicia están en el deber de sopesar las razones que los llevan a
cambiar de opinión en un momento determinado. En el primer caso, la Corte debe justificar el cambio jurisprudencial argumentando por qué
considera que incurrió en un error en anterior decisión; y en el segundo evento, el juez debe exponer las razones que lo llevan a apartarse del
precedente judicial sentado por la Corte Suprema de Justicia.42
Fecha ut supra
Magistrada
PRECEDENTE JUDICIAL-Separación en observancia de quien emana respecto del inferior (Salvamento de voto)
Con el respeto acostumbrado por las determinaciones de esta Corporación, me permito separarme de la decisión que en su parte resolutiva
condicionó la exequibilidad del artÃculo 4º de la Ley 169 de 1896, por las siguientes razones:
Porque en mi sentir se mezclan temas que deben mantenerse separados como son: a) respeto de las Supremas Cortes a su propio precedente
judicial y no el respeto del precedente por los jueces que se encuentran funcionalmente (no jerárquicamente) por debajo de las Supremas
Cortes.
En relación con el tema de si las Cortes Supremas quedan o no ligadas por su precedente judicial es claro que en nuestro sistema jurÃdico (y
asà lo consagra la norma que se examina) las Cortes se pueden separar del precedente. No sobra recordar que nuestro sistema de derecho no
es un sistema de precedentes, como el sistema norteamericano o el sistema inglés, sino de derecho legislado. Ni siquiera en esos dos
sistemas jurÃdicos (inglés y americano), las Cortes Supremas quedan ligadas a su propio precedente, pues no son obligatorios para el Tribunal
Supremo de Estados Unidos ni del Reino Unido; en el caso de los Estados Unidos la Corte Suprema Federal, ha declarado en muchas
oportunidades que no está obligada a seguir sus propios precedentes y en el caso del Reino Unido, el máximo tribunal judicial de ese paÃs,
que es la Cámara de los Lores, si bien declaró en 1898 que ella estaba obligada a respetar sus propios precedentes, el dÃa 26 de julio de 1966
declaró que de ahà en adelante no quedarÃa sujeta a sus propios precedentes, por lo que se volvió a la situación existente antes de 1898.
Como se puede observar ni siquiera en los sistemas jurÃdicos de precedentes, cuyos dos paradigmas son la Cámara de los Lores del Reino
Unido y la Corte Suprema Federal de Estados Unidos, están hoy en dÃa atados a sus propios precedentes y si ésto sucede en esos sistemas
jurÃdicos, con mayor razón nuestras Supremas Cortes pueden apartarse de sus propios fallos. Los magistrados que votaron el respeto por el
precedente de las Supremas Cortes trataron de ser más papistas que el Papa.
El problema de los fallos de las Supremas Cortes y cuándo éstos deben ser seguidos o no por los jueces en casos análogos, debe distinguirse
claramente del anterior y plantea el problema de la jurisprudencia como fuente del derecho y su valor para los jueces.
La existencia de la jurisprudencia trae una serie de interrogantes cuyos principales aspectos son los siguientes:
d. La obligatoriedad de la jurisprudencia
e. El cambio de la jurisprudencia
f. La unificación de la jurisprudencia
Si la jurisprudencia es o no fuente del derecho. Más exactamente, si es o no fuente general del derecho. Sobre este tema hay por lo menos tres
posiciones: las que sostienen que la jurisprudencia nunca es fuente del derecho, según esta concepción el juez se limita a la aplicación de la
ley (ley en sentido amplio) y en consecuencia la fuente del derecho es siempre la ley; la segunda posición es la de quienes sostienen que la
jurisprudencia es siempre fuente general del derecho, y la tercera la de quienes sostienen que la jurisprudencia es a veces fuente general del
derecho.
Quienes acogen esta última posición distinguen entre los casos previstos por la ley y los casos no previstos por ella, para concluir que en el
primer evento no es fuente y en el segundo si, pues al no existir ley que lo regule y existiendo, por otro lado, el deber que tiene el juez de fallar,
Si es creadora o no del derecho. La jurisprudencia crea o declara el derecho. Este problema está Ãntimamente ligado al anterior y respecto de
él existen por lo menos los siguientes criterios: El primero, que sostiene que la jurisprudencia y más exactamente la sentencia es siempre
declarativa, ya que el juez no hace más que declarar en el fallo lo que ya está en la ley; la segunda, que sostiene que la jurisprudencia es
siempre creadora del derecho, pues siempre aporta elementos nuevos a los ya establecidos en la ley y en el peor de los casos creará cuando
menos la cosa juzgada, que no contenÃa la ley; y la tercera posición que sostiene que la jurisprudencia es creadora, sólo cuando el juez llena
una laguna de la legislación.
Su importancia respecto de otras fuentes jurÃdicas. El tercer problema está Ãntimamente ligado a la diferencia entre los regÃmenes jurÃdicos
predominantemente legislados y los regÃmenes de precedente (o Common Law). En los primeros, la ley (en sentido amplio, incluida la
constitución) es la principal fuente del derecho y la jurisprudencia es una fuente subordinada a la ley; en los sistemas de precedente la
jurisprudencia es fuente general del derecho.
La obligatoriedad de la jurisprudencia. El problema a resolver es si la jurisprudencia de los altos tribunales es obligatoria para los jueces cuando
les toque fallar casos análogos.
Para resolver este interrogante hay que referirlo a una época y un paÃs determinado, ya que puede variar de un paÃs a otro, e incluso dentro
de un mismo Estado, en épocas diversas.
Sobre este tema sosn posibles dos soluciones: que el precedente judicial no sea obligatorio, cuando se trate de resolver casos similares; o
segundo, que sea obligatorio; bien porque lo establezca la ley, o porque haya surgido de una verdadera costumbre judicial, como sucede en el
Common Law. Es importante señalar que cada sistema jurÃdico determina cuando la jurisprudencia es fuente del derecho y si es obligatoria o
no.
En ciertos sistemas jurÃdicos se requiere, para que haya jurisprudencia, que haya más de una decisión sobre el mismo punto del derecho; por
ejemplo, en el caso de Colombia, por lo menos 3 decisiones (en el caso de México se requieren cinco decisiones); de tal manera que una
decisión o dos decisiones no hacen a la jurisprudencia fuente del derecho. En algunos sistemas jurÃdicos, como el mexicano, no basta cualquier
decisión, exigese además que se adopten por una cierta mayorÃa, de modo que las decisiones que no tengan esa mayorÃa no pueden
contarse dentro de las cinco que constituyen fuente del derecho.
Es importante señalar que, habiéndose producido el número suficiente de decisiones que le dan el valor de fuente del derecho, es posible
que la jurisprudencia deje de ser fuente del derecho y esto sucede cuando se producen decisiones distintas o contrarias a la jurisprudencia
anterior. En ese caso, la jurisprudencia deja de ser obligatoria, aun en los sistemas donde la jurisprudencia es obligatoria, de manera tal que los
jueces de inferior jerarquÃa ya no están obligados a seguir la jurisprudencia anterior. El efecto de una sola jurisprudencia contraria es que
deroga la jurisprudencia anterior y extingue su obligatoriedad general y para restablecer la jurisprudencia anterior se requieren las mismas
condiciones que para establecer una misma jurisprudencia.
Tema Ãntimamente ligado con el anterior, es el de la modificación de la jurisprudencia, ya que una decisión en contra produce el efecto de
derogar la jurisprudencia anterior y de quitarle su obligatoriedad, pero no crea necesariamente una nueva jurisprudencia, ya que para que exista
la nueva jurisprudencia como fuente del derecho se necesita observar las mismas reglas establecidas por la ley para su formación, y en el
ejemplo de Colombia se necesitarÃan por lo menos otras dos decisiones en el mismo sentido, para tener tres decisiones como mÃnimo que la
constituyan en fuente del derecho (la primera decisión que interrumpió la jurisprudencia anterior y otras dos idénticas sobre el mismo punto
del derecho).
Según la teorÃa pura del derecho de Kelsen, las normas jurÃdicas tienen más de una interpretación, ya que en realidad siempre hay un
marco interpretativo, con más de una posibilidad y todas ellas tienen el mismo valor jurÃdico; el juez puede dentro de la misma ley y sin salirse
de ella acoger una interpretación distinta a la que venÃa acogiendo; puede elegir otra de las posibilidades de la ley y de esta forma modificar la
jurisprudencia. Con esto queda resuelto el problema planteado del cambio de la jurisprudencia.
El otro interrogante es de si la jurisprudencia es obligatoria o no. Ya hemos visto cómo aun en los casos en que lo es, su obligatoriedad puede
interrumpirse por una decisión en contrario. En el caso de Colombia es claro que el legislador no la hizo obligatoria, ya que expresamente le da
el carácter de doctrina probable y señala que los jueces podrán o no aplicarla en casos análogos.
No sobra recordar que por mandato constitucional, en nuestro paÃs los jueces, para dictar sus providencias, sólo están sometidos al imperio de
la ley (artÃculo 230 de la Constitución). Esto no es más que la consagración positiva del principio fundamental del estado de derecho de la
independencia de los jueces. "Esta independencia es producto histórico de la lucha entre la nobleza y el monarca. La nobleza querÃa que el Rey
registrase las leyes que expedÃa ante los jueces y de esa manera tener seguridad en sus derechos. Poco a poco los jueces se van
independizando del monarca, llegando incluso a proferir fallos contra las decisiones de éste.
La función legislativa es el desarrollo inmediato de la Constitución. La función ejecutiva y jurisdiccional son desarrollo mediato de la
Constitución e inmediato de la Ley, ejecución de la Ley. Lo que diferencia estas dos formas de ejecución de la ley, es que en la rama
ejecutiva, el órgano de superior jerarquÃa puede darle órdenes al de menor jerarquÃa (la administración pública es jerarquizada), en cambio,
en la rama jurisdiccional lo tÃpico es precisamente lo contrario: que el órgano de superior jerarquÃa (el juez superior), no puede dar órdenes al
inferior, no puede decirle que aplique la ley de tal o cual manera. El juez sólo está atado a la ley: en el Estado de derecho el juez es
independiente en un doble sentido: en el sentido de que la rama jurisdiccional no está bajo las órdenes de otra rama del poder público y de
que el juez al fallar sólo está atado a la ley."43 Como se ve, por mandato constitucional en nuestro sistema jurÃdico los jueces de inferior
jerarquÃa no están sometidos a la jurisprudencia de los jueces de superior jerarquÃa. ¿Cuál es entonces el valor de la jurisprudencia en
nuestro sistema jurÃdico? El propio artÃculo 230 de la Constitución da la respuesta al señalar que la jurisprudencia no es más que un criterio
auxiliar de la actividad judicial, de modo que el juez de inferior jerarquÃa al momento de fallar estudiará esta jurisprudencia y la acogerá si la
encuentra razonable, pero podrá separarse de ella si la encuentra irracional, ya que no está obligado a seguirla.
Desde el punto de vista práctico, no es cierto que cuando la jurisprudencia de las altas cortes no es obligatoria, se presente una situación de
anarquÃa jurÃdica, de desigualdad o de inseguridad jurÃdica, como paso a demostrarlo:
Porque a pesar de no ser obligatoria la jurisprudencia, los jueces pueden seguirla voluntariamente;
Porque hay una tendencia psicológica a hacer lo más fácil, y lo más fácil es seguir la jurisprudencia de los tribunales superiores; mucho
más difÃcil es la de tener que pensar o reflexionar para apartarse del precedente;
Porque el sistema judicial está organizado en instancias y existiendo tribunales de apelación, el juez de apelación puede revocar la decisión
que se ha apartado del precedente y ajustarla al precedente, y finalmente porque existen ciertos procedimientos que buscan unificar la
jurisprudencia, como es el recurso de casación y con este último absolvemos también el punto final que habÃamos planteado.
En sÃntesis podemos afirmar que el sistema jurÃdico colombiano es diverso a los sistemas de precedente o del Common Law, que algunos
magistrados quisieron extrapolar a nuestro sistema jurÃdico; que por mandato constitucional nuestros jueces son independientes y que sólo
están atados a la ley y no al precedente judicial; que el precedente sólo tiene un criterio auxiliar de la actividad judicial, pero que jamás es
obligatorio y que por mandato legal aún cuando la jurisprudencia se haya constituido en fuente del derecho, porque existen tres decisiones
uniformes sólo constituye doctrina probable y que tampoco es cierto, desde el punto de vista práctico, que de no ser obligatoria la
jurisprudencia se esté creando un caos jurÃdico.
Fecha ut supra
Magistrado
Con el debido respeto por la decisión mayoritariamente adoptada por la Corte Constitucional, en virtud de la cual se declaró "exequible el artÃ-
culo 4 de la Ley 169 de 1896, siempre y cuando se entienda que la Corte Suprema de Justicia, como juez de casación, y los demás jueces que
conforman la jurisdicción ordinaria, al apartarse de la doctrina probable dictada por aquella, están obligados a exponer clara y razonadamente
los fundamentos jurÃdicos que justifican su decisión", según los términos expresados en el fallo citado, nos vemos precisados a salvar
nuestro voto, por las razones que a continuación señalamos:
1ª. En la sentencia C-836 de 9 de agosto de 2001, la Corte declara la exequibilidad del artÃculo 4 de la Ley 169 de 1896, pero agrega como
condición que cuando los jueces se separen de la jurisprudencia sentada por la Corte Suprema de Justicia como juez de casación, se
encuentran en el deber de exponer en forma clara y razonada los fundamentos jurÃdicos en que se basan para el efecto.
2ª. A nuestro juicio, la regla general contenida en el artÃculo 4 de la Ley 169 de 1896 en el sentido de que "tres decisiones uniformes" que
versen "sobre un mismo punto de derecho", provenientes de la Corte Suprema de Justicia como juez de casación, "constituyen doctrina
probable", en nada vulnera la Constitución PolÃtica.
Simplemente lo que ocurre es que el legislador, dada la alta jerarquÃa que como máximo tribunal de la justicia ordinaria se le asigna a la Corte
Suprema de Justicia, como expresamente se dispone por el artÃculo 234 de la Carta, le atribuye un valor especial a la jurisprudencia de esa
Corporación cuando ella se reitera, al menos, en tres ocasiones diferentes sobre el mismo asunto jurÃdico.
Esa jurisprudencia, entonces, de acuerdo con el artÃculo 230 de la Constitución, por voluntad del constituyente se erige como uno de los
"criterios auxiliares de la actividad judicial", en orden a que los tribunales y los jueces lo utilicen en el ejercicio de sus funciones al aplicar la ley a
los casos análogos concretos sometidos a su conocimiento, lo cual, en nada quebranta la Constitución PolÃtica. Al contrario, por la fuerza
misma de la argumentación que contengan los fallos proferidos por la Corte Suprema de Justicia al analizar el ordenamiento jurÃdico, resulta
Sentencia 836 de 2001 Corte 27 EVA - Gestor Normativo
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apenas obvio que sirvan de pauta, que obren como guÃa, que ilustren el criterio para la interpretación de la ley, lo que resulta de trascendental
importancia para los ciudadanos como destinatarios de las normas que les son aplicables por decisión del Estado.
La regla general establecida por el artÃculo 4 de la Ley 169 de 1896, se encuentra estrictamente ligada al concepto filosófico-jurÃdico sobre el
papel que se atribuye a la jurisprudencia como fuente de derecho, que, como se sabe, es distinto en el sistema anglo-sajón, al que se le asigna
en el sistema jurÃdico de estirpe latina.
Baste recordar para el efecto, que para el derecho británico y norteamericano, la jurisprudencia obra como principal fuente del derecho, de
manera tal que el juez, para decidir, necesariamente ha de consultar los antecedentes que sobre el particular existan en las sentencias
anteriores, al punto que en ese sistema jurÃdico el derecho se aplica por los jueces siguiendo los "casos precedentes", de cuya solución sólo
puede el juez apartarse en forma excepcional. Es decir, para el derecho anglo-sajón, la jurisprudencia es fuente principal, mientras la ley sólo
lo es de carácter secundario.
En el derecho de origen latino, como el nuestro, ocurre exactamente lo contrario, pues, como es de amplio conocimiento, aquà la fuente
principal es la ley y, la secundaria, la jurisprudencia.
Por eso, pretender que los ciudadanos se encuentran sometidos a la jurisprudencia y no a la ley, es tanto como invertir el orden que en nuestro
sistema jurÃdico se le asigna a las fuentes del derecho, lo que deviene, además, en la incertidumbre de los derechos de los ciudadanos, que, de
esa manera, se verÃan compelidos a seguir reglas establecidas jurisprudencialmente en forma principal, y sólo de manera marginal las
señaladas por el legislador.
3ª. La innovación que se pretende al declarar la constitucionalidad condicionada del artÃculo 4 de la Ley 169 de 1896, es ninguna. En efecto,
desde la iniciación misma de la vigencia de esa norma, y no por lo dicho en la sentencia C-836 del 9 de agosto de 2001, cuando los jueces asÃ
lo consideren podrán aplicar a los casos concretos la "doctrina probable" conforme a la jurisprudencia emanada de la Corte Suprema de Justicia,
por una parte. Y, por otra, tampoco es cierto que sólo a partir de la sentencia de la que discrepamos se establezca para la Corte Suprema de
Justicia el deber jurÃdico de explicar en forma debidamente fundamentada las razones por las cuales, en un momento determinado, juzgue
necesario abandonar la doctrina jurisprudencial anterior sobre un punto especÃfico de derecho, para adoptar un criterio nuevo, pues esa regla
siempre ha existido.
De esta suerte, a nuestro juicio, la decisión de la Corte deberÃa haber sido la de declarar exequible el artÃculo 4 de la Ley 169 de 1896, sin
condicionamiento alguno pues este resulta innecesario, y, por lo mismo, inane. No lo decidió asà la Corporación en votación mayoritaria,
razón esta por la cual salvamos nuestro voto.
Fecha ut supra.
1 AsÃ, la Corte Suprema de Justicia analizaba en cada caso, si la Sentencia objeto del recurso vulneraba la doctrina legal establecida por dicha
Corporación. Al respecto ver Corte Suprema de justicia, Sentencia de agosto 23 de 1891, p. 282 y Sentencia de septiembre 18 de 1891, p. 234.
2 Aun cuando hoy en dÃa la Corte Suprema acepta jurisprudencialmente la interpretación errónea como una violación de la ley, no refiere de
manera explÃcita la corrección de una interpretación a la jurisprudencia vigente, sino que acepta la autonomÃa de los jueces inferiores para
darle diversas interpretaciones a la ley, bajo la figura de la "presunción de acierto" de dichas sentencias. Ver Corte Suprema de justicia, Cas.
Civil, Sentencia de abril 23 de 1998, Exp. 5014 (M.P. Rafael Romero Sierra).
3 En aquel entonces, la obligatoriedad de la doctrina legal se extendÃa más allá de los jueces, pues a ésta "debÃan sujetarse también las
órdenes y demás actos ejecutivos del Gobierno expedidos en ejercicio de la potestad reglamentaria". Corte Suprema de Justicia, Auto de enero
2 de 1900, Unica Instancia No. 3957 (M.P. Gustavo Gómez Velásquez).
4 AsÃ, en 1924, la Corte estableció que "la violación a la doctrina probable no da lugar a casación porque la ley no ha tratado la doctrina legal
como obligatoria sino como doctrina probable". CSJ Sentencia de septiembre 26 de 1916, Tomo XXV, p. 461.
5 AsÃ, ya en 1950, la Corte Suprema de Justicia resaltó la importancia de analizar la igualdad a partir de los términos concretos y especÃficos
de la situación analizada, afirmando que: "el principio de igualdad ante la ley, no es una norma rÃgida y absoluta que pueda
indiscriminadamente aplicarse a todas y cada una de las personas o entidades a las cuales se dirige sino muy por el contrario, de naturaleza
relativa a las múltiples aptitudes de quienes deben contribuir al bienestar común, y a las necesidades que está llamado a satisfacer, para que
¿quien tiene mucho pague mucho, el que posee poco pague poco y el indigente no pague nada¿. Dentro de este concepto de relatividad en la
aplicación del principio, la ley inferior no puede reputarse incompatible con el contenido de aquél, sino cuando los términos concretos y
especÃficos de que se valga, consagren la desigualdad" (resaltado fuera de texto original).
7 Ver, entre otras, Sentencias T-474 de 1992, SU-327 de 1995 y, refiriéndose en particular a la prevalencia de los derechos fundamentales
Sentencia 836 de 2001 Corte 28 EVA - Gestor Normativo
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8 En esta Sentencia, la Sala Octava de Revisión concedió la tutela al demandante por considerar que la decisión de un juez ordinario en un
proceso ejecutivo habÃa interpretado y aplicado incorrectamente el ordenamiento jurÃdico, desconociendo una disposición del Código de
Comercio que ordena que para que la firma de los ciegos los obligue es necesario que un notario o un juez lea el documento a firmar y
autentique la firma. En esta sentencia la Corte revocó la decisión de tutela en segunda instancia, proferida por la Corte Suprema de Justicia,
que avalaba las interpretaciones judiciales independientemente de que se incumpliera el deber constitucional de reconocer la diferencia ¿fÃ-
sica en este caso- para realizar la igualdad promocional entre las personas.
9 En la Sentencia C-104/93 (M.P. Alejandro MartÃnez Caballero), la Corte estableció que el contenido del derecho de acceso a la administración
de justicia implica también el derecho a recibir un tratamiento igualitario. Dijo: "El artÃculo 229 de la Carta debe ser concordado con el artÃ-
culo 13 idem, de tal manera que el derecho a "acceder" igualitariamente ante los jueces implica no sólo la idéntica oportunidad de ingresar a
los estrados judiciales sino también el idéntico tratamiento que tiene derecho a recibirse por parte de jueces y tribunales ante situaciones
similares. Ya no basta que las personas gocen de iguales derechos en las normas positivas ni que sean juzgadas por los mismos órganos. Ahora
se exige además que en la aplicación de la ley las personas reciban un tratamiento igualitario. La igualdad en la aplicación de la ley impone
pues que un mismo órgano no pueda modificar arbitrariamente el sentido de sus decisiones en casos sustancialmente iguales."
11 Al respecto, la Corte ha dicho: "El hecho de que la ley consagre formas jurÃdicas de regulación de la conducta, originadas en fuentes
distintas de la propia legislación, plantea el clásico problema, axial dentro de la teorÃa del derecho: ¿hay lagunas en el ordenamiento? Como
no es la sentencia un espacio adecuado para la práctica de ejercicios escolares, deja de lado la Corte el examen de un sinnúmero de doctrinas
que al respecto se han elaborado, y responde desde la perspectiva que juzga correcta y pertinente para el caso que se analiza: en el derecho no
hay lagunas, porque hay jueces. La fina elaboración, hito sobresaliente en una larga cadena de propuestas que han enriquecido y
paulatinamente mejorado la teorÃa jurÃdica, pertenece al jusfilósofo argentino Carlos Cossio, quien la ha expuesto de modo persuasivo y
lógicamente impecable. Señalará la Sala los aspectos relevantes para el caso que se examina." SC-083/95 (M.P. Carlos Gaviria DÃaz)
12 Al respecto, la Corte en Sentencia SU-047/99 (M.P. Alejandro MartÃnez Caballero) estableció: "43- El respeto a los precedentes cumple
funciones esenciales en los ordenamientos jurÃdicos, incluso en los sistemas de derecho legislado como el colombiano. Por ello, tal y como esta
Corte lo ha señalado, todo tribunal, y en especial el juez constitucional, debe ser consistente con sus decisiones previas, al menos por cuatro
razones de gran importancia constitucional. En primer término, por elementales consideraciones de seguridad jurÃdica y de coherencia del
sistema jurÃdico, pues las normas, si se quiere que gobiernen la conducta de los seres humanos, deben tener un significado estable, por lo cual
las decisiones de los jueces deben ser razonablemente previsibles. En segundo término, y directamente ligado a lo anterior, esta seguridad
jurÃdica es básica para proteger la libertad ciudadana y permitir el desarrollo económico, ya que una caprichosa variación de los criterios de
interpretación pone en riesgo la libertad individual, asà como la estabilidad de los contratos y de las transacciones económicas, pues las
personas quedan sometidas a los cambiantes criterios de los jueces, con lo cual difÃcilmente pueden programar autónomamente sus
actividades. En tercer término, en virtud del principio de igualdad, puesto que no es justo que casos iguales sean resueltos de manera distinta
por un mismo juez. Y, finalmente, como un mecanismo de control de la propia actividad judicial, pues el respeto al precedente impone a los
jueces una mÃnima racionalidad y universalidad, ya que los obliga a decidir el problema que les es planteado de una manera que estarÃan
dispuestos a aceptar en otro caso diferente pero que presente caracteres análogos. Por todo lo anterior, es natural que en un Estado de
derecho, los ciudadanos esperen de sus jueces que sigan interpretando las normas de la misma manera, por lo cual resulta válido exigirle un
respeto por sus decisiones previas."
13 La Corte Constitucional ha aceptado desde sus comienzos la necesidad de que los cambios jurisprudenciales por parte de una misma
autoridad judicial obedezcan a razones fundamentadas explÃcitamente. En la Sentencia T-256/93 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz), dijo: "17. El
derecho de igualdad ante la ley abarca dos hipótesis claramente distinguibles: la igualdad en la ley y la igualdad en la aplicación de la ley. La
primera está dirigida a impedir que el Legislador o el Ejecutivo en ejercicio de su poder reglamentario concedan un tratamiento jurÃdico a
situaciones de hecho iguales sin que exista para ello una justificación objetiva y razonable. La segunda, en cambio, vincula a los jueces y obliga
a aplicar las normas de manera uniforme a todos aquellos que se encuentren en la misma situación, lo que excluye que un mismo órgano
judicial modifique arbitrariamente el sentido de decisiones suyas anteriores."
"La igualdad en la aplicación de la ley por parte de los órganos judiciales guarda Ãntima relación con el derecho fundamental a recibir la
misma protección y trato de las autoridades (CP art.13). En este orden de ideas, un mismo órgano judicial no puede otorgar diferentes
consecuencias jurÃdicas a dos o más situaciones de hecho iguales, sin que exista una justificación razonable para el cambio de criterio."
"La desigual aplicación de la ley se concreta, en consecuencia, no obstante existir una doctrina jurisprudencial aplicable a supuestos de hecho
similiares - término de comparación - el órgano que profirió el fallo se aparta de su criterio jurÃdico previo de forma no razonada o
arbitraria, dando lugar a fallos contradictorios y allanando el camino a la inseguridad jurÃdica y a la discriminación." (resaltado fuera de texto)
14 La Corte ha referido la prohibición de venirse contra el acto propio y el principio de la confianza legÃtima tanto a la autoridades estatales,
como a los particulares. Refiriendo este principio a la actuación de la administración, ver Sentencias T-475/92 (M.P. Eduardo Cifuentes
Muñoz), T-578/94 (M.P. José Gregorio Hernández Galindo), entre otras. Refiriéndolo a la actividad de los particulares ver: Sentencia
T-503/99 (M.P. Carlos Gaviria DÃaz), T-295/99 (M.P. Alejandro MartÃnez Caballero), entre otras.
15 La Corte ha definido el principio de la confianza legÃtima de la siguiente manera: "Este principio pretende proteger al administrado y al
ciudadano frente a cambios bruscos e intempestivos efectuados por las autoridades. Se trata entonces de situaciones en las cuales el
administrado no tiene realmente un derecho adquirido, pues su posición jurÃdica es modificable por las autoridades. Sin embargo, si la persona
tiene razones objetivas para confiar en la durabilidad de la regulación, y el cambio súbito de la misma altera de manera sensible su situación,
entonces el principio de la confianza legÃtima la protege." Sentencia C-478/98 (M.P. Alejandro MartÃnez Caballero).
16 Aplicando el principio de la confianza legÃtima en relación con las autoridades judiciales, ver Sentencia T-321/98 (M.P. Alfredo Beltrán
Sierra). Asà mismo, la Sentencia T-538/94 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz) estableció la aplicación de este principio respecto del servicio de
administración de justicia y de la actividad judicial diciendo: "El sindicado es sujeto procesal y no vÃctima procesal. Las consecuencias del error
judicial que enmienda y corrige el superior, no pueden gravitar negativamente en la parte procesal hasta el punto de que ésta pierda la
oportunidad de utilizar un recurso de defensa por haberlo presentado dentro del término que le indicó el juzgado de la causa con base en una
interpretación prima facie razonable, esto es, por haber conformado su conducta procesal a los autos y demás actos procedentes de dicho
despacho judicial."
"La corrección del error judicial por el superior, ha podido hacerse sin necesidad de colocar a su vÃctima en estado de indefensión, limitando la
función de enmienda al acto del juez, pero conservando para la parte la posibilidad de sustentar el recurso. Asà no se habrÃa castigado la
buena fe del apelante que libró su defensa con base en la contabilización oficial del término, más tarde desvirtuada. En estas condiciones,
la notificación de la desestimación de la apelación interpuesta, sin posibilidad de intentarla de nuevo, se hace en el momento en que la parte
se encuentra más impotente y desguarnecida procesalmente. La respuesta a la buena fe del sindicado, a quien no se le puede reprochar haber
conformado su actuación a la contabilización judicial del término, es la indefensión y la ejecutoria de la condena. A juicio de esta Corte,
objetivamente, esta consecuencia no puede ser de recibo. La administración de justicia, a través de las diferentes instancias, debe corregir
sus propios errores, pero no a costa del sacrificio del legÃtimo derecho de defensa de los sindicados y menos escarmentando la buena fe que
ellos razonadamente hayan puesto en los actos de las autoridades. Los dictados de la buena fe se ignoran al obrar con tan máxima severidad y
dar lugar a iniquidad manifiesta. En definitiva, para corregir el error judicial - falencia interna del servicio de administración de justicia - no era
necesario sacrificar de manera tan palmaria el derecho de defensa del sindicado (CP art. 29) y considerar falta suya el haber confiado
razonadamente en la autoridad pública (CP art. 83)."
18 Sobre la necesidad de presentar las razones y motivos que soportan el seguimiento o modificación de una lÃnea jurisprudencial pueden
consultarse las siguientes sentencias: T-175 de 1997. M.P. José Gregorio Hernández, T-123 de 1998. M.P. Alejandro MartÃnez Caballero, T-267
de 2000. M.P. Alejandro Martinez Caballero.
19 La Corte ha reconocido previamente que la responsabilidad que les compete a los órganos situados en el vértice de las respectivas
especialidades de la rama judicial es aun mayor, puesto que la labor de unificación de la jurisprudencia nacional implica una forma de
realización del principio de igualdad. Ver Sentencia T-123/95 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz), citada a su vez, en la Sentencia T-321/98 (M.P.
Alfredo Beltrán Sierra).
20 Sobre los conceptos de ratio decidendi y obiter dicta ver las siguientes providencias: SU-168/99, (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz), SU-047/99
(M.P. Alejandro MartÃnez Caballero), SU-640/98 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz), T-961/00 (M.P. Alfredo Beltrán Sierra), T-937/99 (M.P. Alvaro
Tafur Galvis), Auto A-016/00 (M.P. Alvaro Tafur Galvis), T-022/01 (M.P. Cristina Pardo Schlesinger), T-1003/00 (M.P. Alvaro Tafur Galvis)
21 Robert Blackburn and Raymond Plant. Constitutional Reform. Longman. New York. 1999.
22 Guido Calabresi. A Common Law for the Age of Statutes. Harvard University Press. Cambridge. 1982.
23 Idem.
24 Antonin Scalia. A Matter of Interpretation. Federal Courts and The Law. Princeton. New Jersey. 1997.
25 Guido Alpa. L¿Arte Di Giudicare. Biblioteca di Cultura Moderna Laterza. 1996. Louise Bélanger-Hardy et Aline Grenon. Ãléments de
Common Law. Carswell. Canadá. 1997. Adele Anzon. Il Valore del Precedente Nel Giudizio Sulle Leggi. Giuffré Editore. Milano. 1995.
26 Georges Vedel and Pierre Delvolvé. Droit Administratif. Presses Universitaires de France. ParÃs. 1958. L. Neville Brown and John S. Bell.
French Administrative Law. Clarendon Press. Oxford. 1993. Danièle Lochak. La justice administrative. Montchrestien. ParÃs.1998.
27 R. Alexi y R Dreier. Precedents in the Republic of Germany, en Neil MacCormick and Roberts S. Summers. Interpreting Precedents. Ashgate
Dartmouth ¿ Aldershot et al. ParÃs. 1997.
28 Neil MacCormick and Roberts S. Summers. ob. cit. 1997. pág. 538.
30 Este cambio no es un fenómeno exclusivo de Colombia. Como lo resalta un académico francés las transformaciones en el sistema de
fuentes responden a una evolución del Estado de Derecho hacia una concepción sustancial. Jacques Chevallier. L¿Ãtat de droit.
Montchrestien. ParÃs. 1992.
33 Alan Watson. Sources of Law, Legal Change and Ambiguity. University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 1984 y R.C. Van Caenegem.
Judges, Legislators & Professors. Cambridge University Press, 1987.
34 GarcÃa de EnterrÃa, Eduardo y Fernández, Tomás-Ramón, Curso de Derecho Administrativo, tomo 1, Cuarta edición, ed. Civitas, Madrid,
1988, pág. 100.
36 D. Neil MacCormick and Roberts S. Summers. ob. cit. 1997 págs. 519 y ss.
37 Por ejemplo, en la SU-995 de 1995 la Corte dijo: "El respeto al precedente es entonces esencial en un Estado derecho; sin embargo,
también es claro que este principio no debe ser sacralizado, puesto que no sólo puede petrificar el ordenamiento jurÃdico sino que, además,
podrÃa provocar inaceptables injusticias en la decisión de un caso. AsÃ, las eventuales equivocaciones del pasado no tienen por qué ser la
justificación de inaceptables equivocaciones en el presente y en el futuro".
38 Asà lo anotó un estudio clásico de derecho comparado. René David. Les grands systèmes de droit contemporains. Dalloz. ParÃs. 1982,
págs. 431 y ss.
40 En la Sentencia T-259 de 2000. M.P. José Gregorio Hernández Galindo la Corte dijo al respecto: "La función del juez radica en la
definición del derecho y uno de los principios en que se inspira reside en el imperativo de que, sin excepciones, sus providencias estén clara y
completamente motivadas. La obligatoriedad e intangibilidad de las decisiones judiciales proviene de la autoridad que les confiere la
Constitución para resolver los casos concretos, con base en la aplicación de los preceptos, principios y valores plasmados en la propia Carta y
en las leyes, y de ninguna manera emanan de la simple voluntad o de la imposición que pretenda hacer el juez de una determinada conducta o
abstención, forzosa para el sujeto pasivo del fallo. De modo que toda sentencia debe estar razonablemente fundada en el sistema jurÃdico,
mediante la aplicación de sus reglas a las circunstancias de hecho sobre las cuales haya recaÃdo el debate jurÃdico surtido en el curso del
proceso y la evaluación que el propio juez, al impartir justicia, haya adelantado en virtud de la sana crÃtica y de la autonomÃa funcional que los
preceptos fundamentales le garantizan".
41 En la Sentencia T-321 de 1998. M.P: Alfredo Beltrán Sierra la Corte hizo las siguientes apreciaciones: "3.1. En nuestro sistema jurÃdico, el
juez sólo está sometido al imperio de la ley (artÃculo 230 de la Constitución). Los precedentes (providencias adoptadas con anterioridad),
sólo cumplen una función auxiliar. Es decir, los jueces no estarÃan obligados a fallar en la misma forma a como lo han hecho en casos
anteriores. Sin embargo, el mandato del artÃculo 13 de la Constitución, según el cual "...las personas deben recibir la misma protección y
trato de las autoridades", aplicable por igual a los jueces, requiere ser conciliado en este esquema de administrar justicia. Por tanto, en
tratándose de las autoridades judiciales, este precepto debe interpretarse asÃ: al juez, individual o colegiado, no le es dado apartarse de sus
pronunciamientos (precedentes), cuando el asunto a resolver presente caracterÃsticas iguales o similares a los que ha fallado con anterioridad
(principio de igualdad). 3.2. Entonces, ¿cómo conciliar el mandato del artÃculo 230 de la Constitución y el principio de igualdad?
Sencillamente, aceptando que el funcionario judicial no está obligado a mantener inalterables sus criterios e interpretaciones. Propio de la labor
humana, la función dialéctica del juez, está sujeta a las modificaciones y alteraciones, producto del estudio o de los cambio sociales y
doctrinales, etc, que necesariamente se reflejarán en sus decisiones. Lo que justifica el hecho de que casos similares, puedan recibir un
tratamiento disÃmil por parte de un mismo juez. 3.3. Exigir al juez que mantenga inalterable su criterio, e imponerle la obligación de fallar
irrestrictamente de la misma forma todos los casos que lleguen a su conocimiento, cuando éstos compartan en esencia los mismos elementos,
a efectos de no desconocer el principio de igualdad, implicarÃa una intromisión y una restricción a su autonomÃa e independencia. Principios
éstos igualmente protegidos por la Constitución (artÃculo 228), y un obstáculo a la evolución y modernización de las decisiones judiciales,
en favor de los mismos administrados. 3.4. Sin embargo, a efectos de no vulnerar el derecho a la igualdad y el principio de seguridad jurÃdica
(que tiene como uno de sus fundamentos, el que se otorgue la misma solución dada a casos similares -precedentes-), el funcionario que decide
modificar su criterio, tiene la carga de exponer las razones y fundamentos que lo han llevado a ese cambio. No podrá argumentarse, entonces,
la violación del derecho a la igualdad, en los casos en que el juez expone las razones para no dar la misma solución a casos substancialmente
iguales. En razón a los principios de autonomÃa e independencia que rigen el ejercicio de la función judicial, el juzgador, en casos similares,
puede optar por decisiones diversas, cuando existen las motivaciones suficientes para ello". Se resalta.
42 En auto 013 de 1997 la Corte dijo al respecto: "Si bien el juez está sometido ante todo a la Constitución y a la ley al adoptar sus decisiones,
siendo la jurisprudencia apenas un criterio auxiliar que no por valioso resulta obligatorio, cuando ella se altera inopinadamente resultan creados
factores de inestabilidad del Derecho, por lo cual el juez que razonada y fundadamente precisa introducir modificaciones jurisprudenciales,
hallándose facultado para ello, resguarda mejor los derechos del conglomerado a la igualdad y a la justicia si hace explÃcitas las motivaciones
de su nuevo criterio y advierte acerca de las implicaciones de la innovación acogida. De ahà que la propia Carta PolÃtica reconozca la
autonomÃa interpretativa del juez y, por tanto, sus plenas atribuciones para modificar los criterios jurisprudenciales que lo han inspirado
anteriormente, con el fin de obtener progresos efectivos en la aplicación del Derecho. Pero los cambios de jurisprudencia no justificados o no
advertidos de manera franca corresponden en el fondo a una arbitrariedad del juez, que entonces deja irrealizada la igualdad de quienes se
encuentran en idénticas circunstancias frente a las mismas normas. En guarda de la seguridad jurÃdica y de la estabilidad que se espera de la
Sentencia 836 de 2001 Corte 31 EVA - Gestor Normativo
Constitucional
Departamento Administrativo de la Función Pública
aplicación del Derecho a los casos concretos por la vÃa judicial, tales modificaciones -que siempre serán posibles, salvo el obstáculo de la
cosa juzgada- exigen del juez, en especial el de constitucionalidad, la verificación razonada de los motivos que lo llevan a variar su
entendimiento del orden jurÃdico y la expresión clara e indudable de que, al decidir como decide, según los nuevos enfoques que adopta, lo
hace a plena conciencia y no solamente en razón del asunto singular objeto de su consideración, es decir, en virtud del sustento jurÃdico que
lo convence, en el plano interpretativo, para introducir mutaciones al rumbo jurisprudencial". Se resalta