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Epistemologia y El Reino Magico

Este documento presenta la teoría del determinismo estructural de Humberto Maturana y discute sus implicaciones para la terapia familiar. Maturana sostiene que los sistemas vivos están determinados por su estructura y que no existe un mundo objetivo independiente, sino solo perspectivas creadas a través del lenguaje. Esto cuestiona nociones como la del terapeuta como agente de cambio.

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Epistemologia y El Reino Magico

Este documento presenta la teoría del determinismo estructural de Humberto Maturana y discute sus implicaciones para la terapia familiar. Maturana sostiene que los sistemas vivos están determinados por su estructura y que no existe un mundo objetivo independiente, sino solo perspectivas creadas a través del lenguaje. Esto cuestiona nociones como la del terapeuta como agente de cambio.

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EPISTEMOLOGIA y EL REINO MAGICO

Jay Efran y Michael D. Lukens

Jay Efran, Ph.D., es profesor en el Departamento de Psicología, de la Temple University, Philadelphia.


Michael D.Lukens, M.A., es graduado del Departamento de Psicología, de la University of Connecticut, Storrs. CT

Casi lodos los que visitan Disneylandia comentan que: 1) les gusta, 2) están sorprendidos por
lo que ven y 3) desean que otros tengan algunas de sus experiencias. Evidentemente los
propietarios de Disneylandia han ingeniado un servicio de entretención que funciona.
Disneylandia proporciona lo que la gente quiere; mejor aún, se lo da incluso antes de que
sepan que lo desean- o al menos antes de que sean capaces de articular sus deseos con algún
grado de detalle. Así, aunque los visitantes no vayan allí necesariamente diciendo que desean
ver el espectáculo de los "Piratas del Caribe”, la mayoría tiene claro, cuando termina, que ese
era exactamente el tipo de experiencia que deseaba tener.
Una buena terapia funciona más o menos en la misma forma que Disneylandia, y Ia teoría del
determinismo estructural (1980) del biólogo chileno Humberto Maturana, nos explica porque
esto es así (y debe ser así). En pocas palabras, la gente Disney (y Maturana) comprenden que
uno no cambia los organismos --uno diseña un medio ambiente en el cual los organismos se
desarrollan, responden y se cambian a sí mismos. Por ejemplo, los operadores de Disneylandia
se percataron de que la gente está menos intranquila cuando las filas de espera se mueven
que cuando permanecen inmóviles (aún cuando el tiempo de espera sea exactamente el
mismo). Esta es la razón por la que las entradas a muchas atracciones de Disney están
diseñadas, ya sea para que la gente se mantenga en movimiento, o bien para que se inicie el
proceso de "entretención" mientras esperan. Los diseñadores de Disneylandia no instalaron
carteles diciendo, “Por favor, no esté de mal humor" (o desordenado o impaciente). En vez de
eso; incorporaron en su diseño el mal humor, de modo que todos pudieran participar más
plena y generosamente. Como resultado de lo anterior, la gente lo visita masivamente y se
auto educa en el proceso de ser ella misma. Los diseñadores de Disneylandia parecen saber
algo acerca de cómo crear un ambiente que provea la oportunidad de tener experiencias
placenteras para las cuales la gente esté preparada -vale decir, con la cual su estructura sea
congruente.

Confusiones actuales
Cuando uno habla con terapeutas que están a la vanguardia –gente que realmente ve familias
todo el día- uno se da cuenta de que "algo" anda mal con la terapia, en cuanto a su práctica
corriente. Aún cuando estos profesionales puedan tener la impresión de que la terapia
“funciona” a veces, generalmente tienen tanta dificultad en contabilizar sus éxitos como sus
fracasos y, por consiguiente, ni siquiera los éxitos ofrecen un sentido tranquilizador de
predictibilidad o consistencia. Esta impredictibilidad frustrada constituye una contribución
esencial al agotamiento prematuro de los terapeutas. (Si Walt Disney estuviera vivo y tuviese
una proporción acierto/desacierto como la nuestra, también experimentaria “agotamiento” y

Epistemología y el Reino Mágico 1


probablemente reacondicionaría completamente su operación o se saldría del negocio para
siempre).
La evidencia de investigación, cuando existe –y en terapia familiar es raro que así sea- es casi
un motivo de celebración. Estudios recientes publicados, que usan refinadas técnicas
comparativas, continúan sugiriendo que las diversas terapias funcionan igualmente bien -o
igualmente mal (e.g., Miller & Berman, 1983; Shapiro & Shapiro, 1982; Smith, 1982; Smith &
Glass, 1977). Además, los paraprofesionales parecen ser tan eficientes como los más
entrenados (Hallie, Sharpley & Rogers, 1984), y los métodos mediante placebo producen
éxitos similares a los tratamientos que son supuestamente ideados a partir de una mayor
reflexión (Prioleau, Mudrdock & Brody, 1983). Las terapias estratégicas y breves –enfoques
que muchos alguna vez esperaron que mostraran niveles de éxito superiores- parecen no
haber sido mejores que otras, a pesar de que los terapeutas estratégicos puedan aducir que
ellos pierden menos tiempo en llegar al meollo del asunto (Weakland, Fishch, Watzlawick &
Brodin, 1974).
Es contra este trasfondo de hallazgos ambiguos que sostenemos que los conceptos generales
de la terapia, incluyendo enfoques sistémicos y familiares, yerran el blanco. Más aún,
sugerimos que la teoría del determinismo estructural de Maturana ayuda a identificar el
blanco. Su trabajo pone en tela de juicio nociones tan familiares como la creencia de los
terapeutas de que son “agentes de cambio” que mejoran las habilidades comunicacionales o
descubren los verdaderos propósitos de sistemas e individuos.
En contraposición, Maturana plantea que el terapeuta no controla ni puede controlar o
cambiar directamente a nadie, que la comunicación (en el sentido convencional del término)
no existe y que ni los sistemas ni los individuos elaboran propósitos por descubrir.

Determinismo estructural: lineamientos generales


Antes de considerar algunas de las implicncias del trabajo de Maturana para la terapia
familiar, es importante que reseñemos brevemente algunos aspectos centrales de su teoría. (1)
Nuestra estrategia consiste en, primeramente, dejar establecidos lisa y llanamente los seis
postulados más importantes de su teoríaa, y luego, intentar descubrir el significado de cada
uno. La comprensión de estas seis ideas (que son un poco engañosas) es esencial para obtener
una apreciación inicial del punto de vista de Maturana.
1. Los sistemas vivos están “estructuralmente determinados” –su operación es una
función de cómo están construidos, ordenados y unidos.
2. Los sistemas vivos son “sistemas de información cerrados”. Sus organizaciones
autónomas no pueden ser descritas como simplemente “causadas” o directamente
“instruidas” por fuerzas externas.
3. Los organismos sobreviven acoplándose entre sí y con otros aspectos del mediante
circundante –es decir, devienen “estructuralmente acoplados”. Cuando el
acoplamiento del organismo y su medio es insuficiente, hay desintegración –en
nuestro lenguaje más usual, el organismo “muere”.
4. El curso de un sistema vivo consiste íntegramente en una “deriva” sin propósito

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determinado en un medio. Existen continuos cambios en respuesta tanto a
modificaciones del medio externo como a perturbaciones internas, hasta llegar al
punto de desintegración, que puede ocurrir en cualquier momento.
5. Los seres humanos son sistemas observadores, que describen, distinguen y diseñan en
palabras y símbolos (lenguaje). Sin el observador, nada existe.
6. No percibimos un universo objetivo. Los objetos que pensamos, vemos y estudiamos
son producto de las actividades de nuestro propio sistema nervioso. No hay
objetividad; sólo hay “objetividad entre paréntesis”.

¿Dónde está la familia?


Veamos ahora si podemos trasladar tales postulados a la vida. Empezaremos por el final –con
los postulados Nro. 5 y 6- que son los más difíciles de captar, pero también los más
fundamentales.
La posición de que la gente comprende los sucesos desde distintas perspectivas no es algo
nuevo para los terapeutas familiares. Sin embargo, la visión de Maturana es esta materia es
más nítida, audaz y radical- y está enraizada en la biología, no en la filosofía. De hecho, esta
teoría puede considerarse un intento por alinear a la biología (y, si lo deseamos, la terapia)
con la así llamada “participación del observador” de la física moderna (ver Overbye, 1981).
Maturana sostiene que no se trata solamente de que tengamos visiones o perspectivas
diferentes acerca de un acontecimiento dado, sino que el hecho en sí no tiene existencia
separada de su distinción en palabras y símbolos. (Recordemos que la palabra existi significó,
originalmente, “destacarse de”).
El lenguaje crea ilusión de podemos mirar afuera y “ver” un mundo exterior separado. De
hecho, nunca abandonamos realmente el dominio de nuestra propia actividad o interacción.
En esta epistemología, no existe realmente un “objetivo” de estudio independiente. Dado que
no hay objetivo, tampoco hay nada subjetivo. Hay sólo “objetividad entre paréntesis”
(Maturana, 1984).
En otras palabras, en terapia familiar se presentan varios individuos, cada uno de los cuales
tiene a una familia en mente. Hay tantas familias en le consultorio como descripciones de
observadores de familias haya. Cada miembro tiene su propia familia, y cada una es
totalmente diferenciada y legítima, aunque puedan existir puntos de intersección entre
algunas de estas “familias”. Pero la visión de una persona no es la distorsión de alguna
interpretación supuestamente correcta. En lugar de un universo objetivo, que espera ser
descubierto o descrito correctamente, Maturana propone lo que él denomina un “multiverso”,
donde coexisten muchos “versos” de observadores, cada uno válido por derecho propio.
Es crucial observar que la descripción de familia que presenta un terapeuta no es más objetiva
o real que las familias que existen en los patrones de lenguaje de cada uno de los miembros
de la familia. Además, las palabras y los símbolos que cada uno de ellos usa para describir
familias (y otros hechos) no son sólo abstracciones, sino herramientas que se usan para
coordinar pautas de acción complejas en dominios sociales. Pero, a menos que seamos
cautelosos, tendemos a caer presos de una ilusión común: a medida que se logra el consenso

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social en un dominio –es decir, la gente de un mismo “club” empieza a hablar de manera
similar- pensamos que se ha descubierto algo objetivo. Por esta razón, sería útil que los
terapeutas familiares y otros especialistas de salud mental dejaran de hablar de “test de la
realidad” y en su lugar hablaran del “test del consenso”, que es más preciso. Y aún cuando
comúnmente se cree que a medida que avanzamos en la vida delineamos representaciones;
cada vez más precisas de una realidad externa, todo lo que hacemos es crear nuevas y
diferentes formas de coordinar nuestras acciones con los demás. Del mismo modo, un
terapeuta familiar ofrece a los miembros de una familia oportunidades para jugar juntos en
nuevas y diferentes formas –como lo hace Disneylandia. El terapeuta no puede revelar “la
verdad” sobre las relaciones de los miembros de la familia entre sí. Sólo puede proponer u
ofrecer otros conjuntos de distinciones –por ejemplo, interesando en el backgammon a un
grupo acostumbrado al ajedrez.
Para decirlo de otro modo, podríamos argumentar que Freud tuvo mucha razón en la
importancia que le atribuyó al fenómeno de la transferencia, aunque, aparentemente, no
llegara muy lejos. Lo que no vio es que no hay nada sino transferencia, de modo que no se
trata exactamente de algo que se pueda curar o superar. Si pudiésemos apartarnos de esto,
¿dónde nos encontraríamos? Tan sólo en una transferencia más ampliamente compartida. En
ese sentido, la terapia le enseña a la gente a adoptar formulaciones mas convencionales en
lugar de idiosincráticas –cambiando las ilusiones relativamente privadas o públicas.

Causas y tópicos relacionados


Las otras proposiciones de Maturana están estrechamente ligadas entre si y pueden discutirse
en forma conjunta. Medularmente, el determinismo estructural, como esquema explicativo, es
una versión moderna del concepto de “causa formal” de Aristóteles (Rychlak, 1977).
Sobresimplificando, esto implica que los “tostadores” tuesta y que las “lavadoras” lavan,
debido a como está construido o estructurado cada artefacto. Además, aún cuando todo
sistema (sea vivo o no) existe en un medio, el medio no determina exactamente lo que va a
suceder después. Conectamos la electricidad y el tostador persiste en tostar mientras que la
lavadora persiste en lavar. Como la estructura de cada aparato es distinta, cada uno responde
en forma diferente a prácticamente el mismo gatillamiento ambiental. Algunos artefactos
domésticos ni siquiera se molestan en notar si la corriente eléctrica está conectada, o no, ya
que sus estructuras no son susceptibles a las perturbacions del suministro eléctrico
doméstico, funcionan con baterías.
A diferencia de los enfoques que le dan mayor importancia a las relaciones entrada/salida o a
las simples contingencias de reforzamiento, el determinismo estructural nos lleva a apreciar
mas integralmente al organismo como una unidad o entidad “organizacionalmente cerrado”
implica que una persona sencillamente no “recibe” información desde el exterior. Es se hace
obvio al estudiar ya sea el sistema nervioso (o a los adolescentes. En un sistema nervioso, los
nervios interactúan entre sí como un sistema organizado- es decir, como un todo. Ni toman
“fotos” en un mundo externo ni reciben “información” literal del exterior.
Aún cuando los humanos son bastante más complejos que los tostadores o las lavadoras, los
principios comprendidos en nuestras respectivas operaciones son muy parecidos. La gente
hace lo que hace debido a como está constituida, y lo hace en relación al (pero no por

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instrucciones precisas del) medio en el cual existe, el que incluye otra gente. Francamente,
usted no está hora leyendo nuestro artículo –usted está usando las palabras que nosotros
escribimos para hablarse a si mismo en una forma que está determinada por – y es
congruente con- su estructura particular. Usted utilizará lo que hemos escrito para sus
propios “fines”, y no hay nada en absoluto que podamos hacer al respecto. No podemos
“instruir” directamente su sistema. De hecho, estamos escribiendo solamente a partir de
nuestras propias estructuras y en relación a los “clubes” de los que somos miembros.
Lo que la visión de Maturana no permite es cualquier forma de explicación lineal cuasa/efecto
(del tipo bola de billar). Ciertamente en su mayoría, los terapeutas familiares ya se han vuelto
suspicaces frente a tales formulaciones. Sin embargo, muchos no han visto todavía la
necesidad de considerar la causalidad circular y las explicaciones (el así llamado
“determinismo recíproco”) con un escepticismo similar. Más aún, cuando los terapeutas
familiares adhieren a esos modelos que sugieren que los sistemas hacen que la gente actúe en
determinadas formas, son culpables de deificar los “sistemas” como si fuesen cosas o fuerzas
que están “realmente allá afuera”. Como lo señala Ossorio (1978), todos los tipos de
pensamiento causa/efecto son sólo fórmulas verbales que usamos para darle sentido a
nuestra experiencia. Mientras las fórmulas causa/efecto pueden parecer funcionar bien en
segmentos estrechamente definidos de nuestro mundo, sería un error pensar que vivimos en
un universo que es verdaderamente gobernado por causas y efectos. Con excepción del
lenguaje, no hay puntos de partida o de detención, comienzos o fines, causas o efectos. El
curso de nuestras vidas en este planeta es exclusivamente una función de cómo nuestras
estructuras se acoplan con las estructuras que nos rodean (la vida es una sucesión de
“acoplamientos estructurales”. Todos los momentos sucesivos “cuentan”). Solamente en el
lenguaje (en nuestras historias acerca de nosotros mismos) existen sucesos trascendentales y
sucesos insignificantes. Por lo tanto, podemos dejar de perder el tiempo en buscar causas
definidas o discretas, ya que no las encontraremos.
Para ilustrar este punto, consideremos dos familias “amalgamadas” similares. La hija de una
familia es bulímica. En la otra, la hija gana becas y novios. Por más exhaustiva que sea,
ninguna investigación revelará de alguna manera concluyente el factor que da cuenta de esta
diferencia. Somos siempre buenos para explicar tales asuntos post hoc, pero es bastante
distinto ser capaz de predecir precisamente donde y cuando se desarrollará la bulimia o,
inversamente, cuando ésta desaparecerá. Lo que produce bulimia es la suma total de la co-
deriva de la existencia de ese individuo en relación a todo lo que le ha sucedido antes y todo lo
que le está sucediendo ahora en su universo, incluyendo el último rock de moda que toca la
radio.
Cuando pensamos que conocemos la causa de la bulimia, nos engañamos al considerar
erróneamente una historia de vida artificial e incompleta como “la cosa real”. Estas son
convenciones explicativas a la que adherimos. Ellas cambian en el transcurso del tiempo y a
través de las culturas. En Rusia, el capitalismo bien podría ser considerado la causa de la
bulimia, y esa es una explicación tan válida y útil como aquellas que gozan de credibilidad
contemporánea en los círculos de terapia familiar. Preferimos nuestros propios esquemas
explicativos pero somos incapaces de comprobar que son correctos. Podemos ser honestos
sobre este punto si seguimos el consejo de Maturana y ponemos la objetividad entre
paréntesis.

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Si aceptamos cualquiera de los postulados como razonables (y, ya hemos sugerido que o
podemos “obligarlo” a ello) toda una serie de nociones apreciadas y cercanas a los terapeutas,
tales como “propósito”, “agente de cambio”, la “función de los síntomas”, etc. pueden
observarse como atributos del observador mas que como caracterizaciones certeras de la
operación de sistemas. Estos atributos tienen actualidad sólo en el domino del lenguaje en el
que fueron construídos. Tenga a bien observar que cada dominio de lenguaje es separado y
tiene “reglas” separadas. El ajedrez es un domino de lenguaje como también lo es la biología,
las matemáticas, la política, el matrimonio, la terapia familiar estructural, etc. Estos dominios
son marcos lingüísticos para la formulación y respuesta de preguntas (para llevar a cabo
acciones especificables. Aún cuando los dominios puedan tener intersecciones, y por lo tanto,
aparecer relacionados (un jugador de ajedrez puede estar casado y estudiar matemáticas) las
acciones de un dominio no reemplazan ni toman precedencia sobre las acciones en otro. La
teoría que proponen los terapeutas familiares no reemplaza a las teorías de los miembros de
la familia. Esto es verdadero aún si todos los miembros del equipo terapéutico concuerdan en
una interpretación o intervención particular.
Una madre piensa que su hijo es “estúpido”, pero para el terapeuta el comportamiento del hijo
puede ser sólo evidencia de “estar enredado”. Nosotros los terapeutas hemos sido un poco
imperialistas al suponer que el “enredo” existe realmente, y que precede a la “estupidez”. Es
como insistir en que la pieza con la que se está jugando Parchesi debe ser “coronada” cuando
llega a una casilla dada, como si las reglas de las damas pudieran aplicarse a otros dominios.
Aún si una familia prosigue y decide jugar el juego “enredo/desenredo”, o el del
“triángulo/atajo”, eso no les confiere un status especial -siguen siendo sólo juegos. Entre otras
cosas, esto significa que el terapeuta no provoca “cambio” en una familia, aún cuando un
observador pueda notar que los “juegos” que los miembros de la familia aparecen dispuestos
y son capaces de jugar con ella, podría ser diferente de aquellos que estuvieron jugando con
otros, o podrían haber admitido que otra persona hubiera participado. Tanto el terapeuta
como los miembros de la familia se atrapan entre si y derivan conjuntamente, en formas
peculiares (y parcialmente impredecibles), al menos, o hasta que el “acoplamiento” se
desintegre. Esto no es causalidad lineal ni circular – es co-deriva.

Los Propósitos de la Vida


Términos como “propósito” forman parte de un intento, por parte del observador de dar
significado a un pasado y un futuro de un “ahora”. Son descripciones parciales de nuestras
actividades. Tendemos a pensar y a hablar de nuestras vidas en términos de tales historias. La
vida, dentro y fuera de si misma, no tiene propósito. “Propósitos”, “funciones” y otras
denominaciones similares son adscripciones hechas por un observador. Stephen Jay Gould, el
conocido paleontólogo, ha comentado frecuentemente nuestra predilección por pensar que
hemos descubierto significados y mensajes morales en la naturaleza (1980). Sin embargo,
resulta que tales interpretaciones parecen ser agregados nuestros (la naturaleza permanece
silenciosa respecto de estos asuntos). En este contexto, resulta razonable recordar la
caracterización de El extranjero, de Camus, respecto de la “benigna indiferencia” del universo.
Dado que Maturana es un biólogo más que un terapeuta familiar, también se acerca a nuestro
trabajo con cierta indiferencia benevolente. Esto puede ser una ventaja importante para

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aquellos de nosotros que buscamos una nueva perspectiva en este campo. Como biólogo que
trata de definir la vida y el gol del lenguaje, Maturana tiene poco interés en la forma que
nuestra práctica clínica adopte en el futuro, y poca preocupación respecto a si acaso algo
llamado “terapia familiar” sobrevivirá en la próxima década. Puede hablar sin ningún
compromiso previo con los supuestos de “salud mental”, dejando que las astillas caigan donde
sea. Algunas de las astillas parecen estar cayendo incómodamente cerca de casa, pero muchos
de nosotros intuimos que la mayor claridad que se hace disponible con el sistema de
Maturana amerita soportar la incomodidad profesional (y personal) que suscita la
consideración seria de su teoría.

Implicancias clínicas
Habiendo delineado los hechos básicos, examinaremos las implicancias adicionales de la
posición de Maturana para el trabajo clínico. Hemos indicado que uno no se puede unir a una
familia, reparar una familia o tan siquiera definir objetivamente a una familia. También
afirmamos que los síntomas no tienen funciones o propósitos, y que los terapeutas tienen
plena responsabilidad por lo que están haciendo en la sala, y no pueden traspasar parte
alguna de esta responsabilidad extrayendo conclusiones sobre lo que los miembros de la
familia presumiblemente necesitan o quieren. Recuerden, Disney no tenía obligaciones con su
público potencial y virtualmente todos sus consejeros (y banqueros) le advirtieron que el
público no necesitaba otro parque de diversiones, especialmente uno con pocas
entretenciones tradicionales. El construyó Disneylandia a partir de su sueño (basado en su
propia historia y estructura) y si hubiera fracasado esto no hubiese podido ser considerado
como una “resistencia” o sabotaje del sistema por parte del público. Se las ingenió para que
“funcionara” para la gente porque eso formaba parte de su sueño, no porque hubiese
contraído un compromiso con nadie.

¿Cuál es el problema?
Una implicancia bastante directa de la posición de Maturana es que todos los problemas
están en el lenguaje. Un problema no existe hasta que no es “lenguajeado”. Maturana plantea
que, “Todo lo dicho, es dicho por un observador”. Dado que los problemas son cosas dichas,
siempre deben ser dichas por alguien, a alguien (incluso si el segundo alguien es uno mismo).
Se infiere que sólo la persona que habla de un problema puede tener ese problema. La
persona puede implicar a otros (como, por ejemplo, la hija de un delincuente) en su definición
del problema. Pero aunque la hija pueda tener problemas propios, son los problemas de la
madre (en conexión con su hija) los que el terapeuta está oyendo. Del mismo modo, no existen
tales (no tienen bocas). En realidad, como nos explayamos anteriormente, ni siquiera
“existen” más allá de lo que los observadores hablan de ellas. Aunque todos los miembros de
una familia puedan estar abordando sus problemas aproximadamente al mismo tiempo, cada
persona está trabajando en un escenario propio, en concordancia con su estructura particular.
En cada escenario se desarrolla una coreografía que contrasta con el telón de fondo para la
acción que los otros proporcionan. Un observador (cliente, terapeuta o espectador),
apreciando las cosas desde su palco según sus ubicación, puede distinguir “características del

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sistema” particulares en la coreografía. Pero esto de ninguna manera obligados a hacer lo que
están haciendo por una especie de fuerza sistémica. El que un zorro sea importante para la
ecología no impide que no lo mate. Tampoco altera el equilibrio natural el que comamos
conejos.
La coreografía es una descripción desde arriba y no una serie de promesas, obligaciones o
certidumbres. Progresa porque todos los participantes continúan dispuestos a desempeñar
sus roles. Si un bailarín cae, olvida, se rebela o se enferma, la coreografía cambia. Ha existido
una tendencia a reificar el pensamiento sistémico en el campo familiar, lo que sugiere que los
individuos estarían impedidos de obrar autónomamente; Maturana señala que la autoridad es
creada por la concesión. Las agrupaciones sociales (incluyendo las familias) son agrupaciones
compuestas que deben su identidad a las maneras en que interactúan los diferentes
miembros. A medida que los miembros individuales hacen cosas diferentes, cambia la
naturaleza del sistema social. Las sociedades no nos determinan a nosotros (son nosotros).

Encontrando soluciones
Un terapeuta familiar no puede hablar a familias. Puede pensar acerca de “familia” mientras
habla con una o varias personas. Nuestra interacción con una persona gatilla cambios
estructurales en esa persona que, a su vez, puede operar de manera diferente en otra parte. El
cambio de sistema es la función del cambio individual y no viceversa (Dell, 1982a).
Si uno no puede hablar a una familia, evidentemente no puede unirse a ella. Una nueva
criatura define una nueva familia. La criatura no puede integrarse a una vieja. De la misma
manera, el terapeuta puede “crear” una familia de la cual él es temporalmente miembro, pero
es diferente a pensar que de alguna manera se ha “integrado” a una familia (objetiva)
preexistente. El asunto se torna aún más confuso cuando el terapeuta familiar habla de
“integrarse” (como una operación estratégica) en un momento, mientras que al momento
siguiente sostiene que los terapeutas están realmente fuera del sistema familiar y en
consecuencia no están sujetos a sus reglas. Se produce una mezcla total de niveles.
Manteniendo la objetividad entre paréntesis, puede evitarse mucha de esta confusión
conceptual. No existe familia; no tiene reglas y no se puede estar tanto dentro como de la
misma unidad definicional al mismo tiempo.
Nótese, además, que la forma de un problema (el dominio en el cual existe) determina la
forma de su “cura”. La manera de plantear una pregunta establece el tipo de respuestas que
pueden formularse. Cuando el “reencuadre” demuestra se efectivo, puede deberse a que el
dominio en que ocurre el problema ha cambiado, y aparecen nuevas respuestas disponibles y
aceptables.
Si una esposa infeliz ya no está disgustada con la relación marital, se ha logrado una “cura”, ya
sea que la persona esté o no teniendo relaciones sexuales más a menudo y que la pareja de esa
persona siga teniendo o no amoríos extraconyugales. ¿Por qué? Porque las personas así lo
dicen. Aunque otros criterios puedan fascinar al investigador o al terapeuta, son irrelevantes,
a lo menos o hasta que la persona los adopte por si misma. (2)
Incluso en el campo familiar, todavía tenemos una fuerte tendencia a conceptualizar
“problemas” como deficiencias objetivas, de las que tenemos como tarea averiguar,

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diagnosticar y solucionar. Diagnosticamente, la mayoría de los terapeutas familiares parecen
haber simplemente cambiado de nivel –pasando de diagnosticar deficiencias individuales a
deficiencias sistémicas. De esta manera, en lugar de individuos histéricos u obsesivos
encontramos familias amalgamadas o separadas. Palabras como “psicopatológico” han sido
simplemente reemplazadas por términos mas democráticos y de mejor sonido operacional,
tales como “disfuncional”. Sin embargo, un problema es siempre una discusión en el lenguaje a
favor o en contra de una posición particular. Estos argumentos se modifican a través del
tiempo y las tradiciones. No hace mucho, el interés en el sexo oral era considerado evidencia
de un problema serio, pero en la actualidad la ausencia de ese interés puede ser considerada
motivo de alarma. Inicialmente se consideró que la masturbación era un pecado, pasó a ser
una “enfermedad” para ciertos sectores y ahora es considerada por algunos una estrategia de
tratamiento terapéutico (Szasz, 1980). Mientras que los terapeutas individuales suponen que
los defectos se albergan en el cuerpo y psiquis de la persona, los terapeutas familiares
consideran que los defectos provienen de la jerarquía familiar, las pautas generales
intergeneracionales, etc. Ninguna de estas perspectivas toma suficientemente en serio que los
síntomas son planteamientos de valores y tradiciones socialmente ubicados.

El rol del terapeuta


¿Qué tiene que ver todo esto con la práctica de la terapia? De acuerdo a nuestra concepción, la
psicoterapia no es un “tratamiento”, algo que se aplica como una mascarilla de belleza a un
organismo pasivo que está a la espera de que algo ocurra. George Kelly (1955) acostrumbraba
advertir contra el término “paciente”, ya que este sugiere a alguien que se sienta,
“pacientemente”, a esperar que le ocurra algo o se le haga algo. Las familias no comienzan a
cambiar en la oficina del terapeuta. Están cambiando siempre, y la visita a la oficina del
terapeuta es simplemente el paso siguiente de su proceso. Cuando los individuos de una
familia buscan servicios terapéuticos, podría parecer que salen “fuera” de su tradición. No es
asi. Como destaca Maturana, toda historia de vida es conservadora, la persona está siempre
continuando una discusión más que interrumpiéndola, aunque en sus intentos de prolongar
una discusión, a menudo recurra al recurso político de hablar en el lenguaje del “cambio”. La
declaración que le gusta escuchar a todos los terapeutas, “Deseo ser diferente”, es desde este
punto de vista, sólo un poco más de lo mismo. Sin embargo, esto no es “resistencia”, como
algunos terapeutas familiares se inclinan a concluir, sino sólo cuestión de hacer lo que surge
naturalmente (Dell, 1982a).
Nunca se enfatizará demasiado que la persona es un sistema de información cerrado. Desde la
perspectiva de los clientes, la terapia es un medio para sostener tipos particulares de
“conversaciones”, a las que es invitado el terapeuta. La decisión de iniciar una terapia puede
ser considerada como evidencia de que las discusiones de los clientes con sus suegros,
parejas, hijo o amigos no puede continuar satisfactoriamente. De otro modo, no existiría
motivación para buscar al terapeuta. Después de todo, una persona no se da el trabajo de ir a
Disneylandia, haciendo grandes gastos, sólo para ver la TV local. Debe anticiparse la
ocurrencia de algo único para hacer que el viaje valga la pena. En todo momento, es el cliente,
y no el terapeuta, quien “controla” el proceso. (Puede decirse que el terapeuta controla su
propio proceso, pero eso es otra historia). Disney reunió algunas atracciones, pensando que
podrían gustar a la gente, pero es el consumidor quien compra allí o decide comprar en otra

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parte.
Es arrogante pensar que “controlamos” las vidas de otras personas. Incluso a los casos
asignados por las cortes o a los llamados clientes “renuentes”, no podemos venderles algo
contra su voluntad. Dado que las estructuras de las personas cambian constantemente
mientras pasamos el tiempo interactuando con ellas, parece como si nos hubiesen comprado
algo que era incompatible con sus creencias. Lo que adquirieron puede haber sido
originalmente incompatible, pero en el momento de la venta por definición, no pueden existir
incongruencias. Ni los vendedores ni los terapeutas venden nunca a sus clientes algo que
éstos no desean. Comprar es desear. Cualquier otro juicio es emitido desde otras perspectivas,
en domino de discurso alternativos.
Al discutir con terapeutas familiares las implicancias de la posición de Maturana, hemos
advertido que ellos a veces imaginan que el terapeuta ideal (en este modelo) es pasivo,
“respetuoso” y no intrusivo. Nada puede estar más apartado de la verdad. Tal como Disney
usa toda la tecnología disponible para producir efectos impresionantes, sorprendentes,
nosotros hacemos lo mismo. Los clientes desean ser confrontados, increpados, que se les
hagan demostraciones asombrosas, y que se les introduzca a nuevas y audaces
conceptualizaciones y formulaciones. De otro modo, ¿Por qué no quedarse en casa o continuar
hablando con sus interlocutores habituales?
Nuestros turistas Disneylandia tienen el propósito de ser sorprendidos, aunque, por supuesto,
sólo de ciertas maneras. Insisten en asegurarse de que la “Casa Encantada” sea segura y si se
empiezan a atemorizar demasiado, simplemente cierran los ojos hasta que el paseo termine
quizás lanzando unos gritos eficaces en el camino. Los clientes reconocen lo que es una buena
terapia para ellos exactamente de la misma manera que nuestra gente Disneylandia responde
ante su atracción favorita. Aún cuando ellos no hubiesen sido capaces de sentarse a diseñar tal
tipo de exhibición (que, de todas maneras mataría su valor sorpresa) si “responden”. Debido
al ajuste entre ella y sus estructuras. Los diseñadores de Disney tuvieron que conjeturar que
atracciones funcionarían. Las montañas rusas, carruseles u otras entretenciones que van
dejando de funcionar o que tienen que rogar que vengan los clientes, nos informan de sus
errores de cálculo. Los terapeutas también formulan conjeturas sobre como producir
respuestas y, aunque se les puede permitir que cometan unos pocos errores, a menos que
produzcan respuestas que lleven al cliente a un movimiento de auto-conversación, puede
llegar una llamada a la central de reparto para que se haga un reemplazo (Emery, 1977).

Terapia Familiar y Alcohólicos Anónimos


El funcionario de Alcohólicos Anónimos (AA) ilustra lo que estamos exponiendo aquí. No se
trata de que toda la terapia familiar deba adoptar la misma forma que AA, pero el modelo de
AA resulta instructivo, quizás debido a que no fue desarrollado bajo la egida de una disciplina
profesional. De este modo, evitó algunos de los peligros ocultos de que somos presa el resto
de nosotros. En AA existe poca soberbia respecto de su capacidad para cambiar o curar a las
personas, y la distinción entre la presunta suficiencia del terapeuta y la presunta deficiencia
del cliente es tomada con mas reservas que reservas que entre los terapeutas familiares.
La mayoría de los miembros de AA sabe que no se puede “obligar” a la gente a hacer cosas

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como dejar de beber, incluso aunque uno tenga a su disposición poderes policíacos. En
cambio, AA proporciona un medio de un tipo especial, diferente a los otros entornos en que
operan los alcohólicos. Es un club diferente, por así decirlo, donde se juega un juego diferente
y existen distinciones alternativas. No se está obligado a permanecer en el club o a jugar de
acuerdo a sus reglas. Uno va allí cuando es capaz y está dispuesto a participar en esa forma
particular. Por eso, AA facilita pero no provoca. Los participantes van y vienen cuando lo
desean. Algunos miembros entran y salen muchas veces a medida que su “estructura” se
modifica continuamente. La participación en AA a través de los diferentes niveles, es el
“cambio” y no la causa del cambio. Tautológicamente, AA, como cualquier terapia, funciona
para aquellos que funciona.
Si AA desapareciera repentinamente, pero la cultura siguiera siendo aproximadamente la
misma, tendría que ser re-inventado. El nuevo AA, al tener una ontogénesis algo diferente,
podría diferir en los detalles de su estructura, pero mantendría una organización similar; es
decir, los alcohólicos (y los miembros de sus familias) harían reuniones para discutir en voz
alta las ventajas de la sobriedad y se brindarían compañía y apoyo mutuos para mantenerse
sobrios. AA encarna una tradición pero no es la “causa” de nada.

La forma de la práctica
Hablando de manera mas general, no existe una forma particular que la “psicoterapia” deba
adoptar. Ya sea que el terapeuta trabaje solo o como miembro de un equipo; que use un
teléfono y un espejo que permita la visión desde el otro lado; que los abuelos sean invitados a
las sesiones; que se reacomode la disposición de los asientos; que se den tareas para la casa;
que el cliente individual sea remitido a trabajar con su familia de origen –todas estas
consideraciones tienen importancia secundaria-. No es necesario buscar afanosamente
técnicas especiales o formular largas listas de consignas profesionales. Cualquier técnica
considerada ética por la comunidad es permisible. Más aún, creemos que cualquier técnica
que se convierta en standard, eventualmente va a fracasar. ¿Por qué pagar dinero para ir a
Orlando o a Anaheim si pueden encontrarse las mismas atracciones en cualquier espectáculo
en gira? Para ser productiva y “disruptiva” una interacción debe desarrollarse de acuerdo a
dimensiones diferentes de aquellas a las que las personas ya tienen acceso corriente. Como lo
insinúa Rabkin (1970), gran parte del impacto de las interpretaciones de Edipo ha
desaparecido ahora que la mayoría de nosotros “sabemos” y aceptamos que se supone que
tenemos deseos sexuales latentes hacia nuestros padres. Los diseñadores de Disney se agotan
inventando nuevos efectos. Debemos ser igualmente creativos si esperamos mantener una
clientela. Una filosofía de publicidad del tipo “la misma talla le queda bien a todos” no
funciona.
La esencia de la terapia, desde esta perspectiva, es participar activamente con los miembros
de una familia (sólos o en grupos), de manera tal que sus conversaciones con ellos mismos y
entre si puedan movilizarse en la dirección que prefieran. Como lo implica Maturana en otro
lugar de esta publicación, es útil descubrir que están tratando de conservar y participar en sus
intentos de conservarlo. Los miembros de AA afirman que quieren “conservar” la sobriedad, y
han formado un club que es compatible con su propósito.

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Desafíos futuros
Los terapeutas familiares fueron capaces de romper con la tradición del individuo como
unidad básica (esto los marcó como situados al filo de la emergencia de un vuelco en el
pensamiento). Fueron también de ver algunas de las fallas en la noción de causalidad lineal.
(Como lo hemos dicho antes, ha existido menos disposición a ver que la causalidad circular,
prima hermana de la causalidad lineal, tiene fallas similares). Ahora existen desafíos
adicionales que deben enfrentarse: difundir lo que Maturana ha llamado el “mito de la
interacción instructiva”, la noción de que instruimos, cambiamos, controlamos tratamos o
curamos directamente. Es interesante y paradojal que usualmente declaramos andar a la
búsqueda de nuevas teorías con vastas implicancias, y sin embargo, a menudo nos
encontremos avanzando milimétricamente, produciendo sólo alteraciones menores en la
práctica. Maturana sugiere que puede ser mejor iniciar la terapia preguntando a la familia que
es lo que desea conservar en lugar de qué es lo que desea cambiar.
Pensamos que esto merece un examen más profundo. La teoría de Maturana, con su énfasis en
una epistemología dependiente del observador, encaja bien con los recientes desarrollos de la
teoría del conocimiento y de la filosofía de la ciencia. Toma más plenamente en cuenta que los
enfoques anteriores, nuestro status como sistemas vivos recursivos que usan al lenguaje en la
formación de elaborados dominios de interacción social.
Como lo hemos esbozado, adoptar el punto de vista de Maturana significa abandonar algunas
de nuestras explicaciones y prácticas preferidas. Debemos empezar a pensar de manera más
humilde respecto a nosotros mismos como participantes que hemos sido invitados a una co-
deriva con miembros de familias, en vez de considerarnos “agentes de cambio”. Tenemos el
privilegio de desempeñar un rol en sus mundos, pero no tenemos el poder de cambiarlos o
controlarlos directamente. Disney abre las puertas de su creación al público, pero no arrastra
a la gente para que entre ni hace que les guste lo que ve. Debemos asumir la responsabilidad
de estar en este campo porque corresponde a nuestras estructuras, no porque nuestros
clientes tengan “derecho a” un conjunto particular de servicios. Nuestras nociones de que los
síntomas tienen significados objetivos o propósitos absolutos, y la idea relacionada de que los
individuos son simplemente “víctimas” de acontecimientos objetivos o de atributos del
sistema, deberá ceder el paso a una concepción que ponga énfasis en la naturaleza
dependiente-del-lenguaje de estas construcciones.

(1) Para otras discusiones de su teoría, ver Dell (1982a); (1982b); (1985); Maturana (1980); Maturana & Varela
(1980); Zleny (1981).
(2) Aunque esto simplifica los problemas de medición de resultados, existe una complicación: los clientes
pretenden a veces que están contentos con el fin de agradarnos. No están “curados”, pero les gustaría que asi lo
pensáramos. Sin embargo, este tipo de discrepancia –siempre un riesgo en la interacción personal- ni puede ser
resuelto tomando la presión sanguínea o reuniendo datos sociométricos.

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