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La Sofística y Sócrates: Introducción

Los sofistas eran maestros ambulantes que enseñaban retórica y oratoria a los hijos de la aristocracia a cambio de dinero. Sócrates se diferenciaba de los sofistas en que no cobraba por enseñar y usaba el método mayéutico de hacer preguntas para guiar a sus discípulos a descubrir la verdad por sí mismos. El imperativo socrático más importante era 'Conócete a ti mismo'.

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La Sofística y Sócrates: Introducción

Los sofistas eran maestros ambulantes que enseñaban retórica y oratoria a los hijos de la aristocracia a cambio de dinero. Sócrates se diferenciaba de los sofistas en que no cobraba por enseñar y usaba el método mayéutico de hacer preguntas para guiar a sus discípulos a descubrir la verdad por sí mismos. El imperativo socrático más importante era 'Conócete a ti mismo'.

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La sofística y Sócrates

Introducción
La filosofía presocrática llegaría a su fin obviamente con la aparición de Sócrates y con él el
primer gran pensamiento humanista de la antigüedad. Pero, antes se suscita lo que podría
llamarse un periodo de transición con los sofistas, los primeros pensadores que cobraron por
enseñar. A continuación, nos adentraremos a estas ideas donde cobra relevancia la reflexión
sobre el hombre.

1. La sofística
La palabra sofista deriva del griego sofos que significa sabio, y así, se designaba a los maestros
que se dedicaban a la enseñanza como profesión. Los sofistas eran profesores ambulantes que
iban de pueblo en pueblo enseñando a los jóvenes, pero -y por eso son fuertemente atacados por
Sócrates- enseñan únicamente por dinero, aunque nadie niega su excelencia filosófica y su
capacidad como oradores y retóricos.
Lucas se pregunta: ¿a quiénes enseñaban los sofistas?

A los maestros de escuela.

A los ciudadanos de la polis.

A los hijos de los aristócratas.

Al surgir la democracia griega, los hijos de los aristócratas necesitaban una nueva formación para
intervenir en política y eran los sofistas quienes les enseñaban la oratoria y la retórica.

Los sofistas tuvieron gran influencia en la cultura griega porque fueron los primeros maestros de
la palabra; para ellos, nada era más eficaz, por medio de la palabra, se puede persuadir al
ignorante y confundir al más sabio. Esta convicción lingüístico-filosófica convirtió a los sofistas en
los primeros filósofos del lenguaje, entre los sofistas más importantes podemos citar a Hipias,
Protágoras y Gorgias.

En las últimas décadas del siglo V a.C. la reflexión filosófica deja de lado los problemas
cosmológicos y físicos y se centra en el hombre y en lo humano; pero lo esencial para los sofistas
era la retórica, el arte de hablar, de escribir y de presentarse, exactamente lo que necesita un líder
político, y de ahí su principio de que el buen orador debe ser capaz de hacer que triunfe su causa,
no necesariamente esclareciendo la verdad, sino con la simple persuasión.

Fueron relativistas culturales, opinaban que todas las culturas eran válidas y que las leyes son
productos de convenciones entre los hombres. Para ellos no existe la verdad, y si existiera, no se
podría conocer, y aunque se pudiera conocer, no se podría comunicar, como solía decir Gorgias
(483-375 a.C.). O, como opinaba uno de los más conocidos de ellos, Protágoras (hacia 481-411
a.C.), todo es relativo, subjetivo, según la posición de cada uno.
Así, los sofistas se esforzaban en mostrar por todos los medios posibles lo relativo de las normas
jurídicas, de la moral o de la religión. Según ellos, nada es “por naturaleza”, es decir, eternamente
valedero, si no todo proviene de una convención humana. Decían que es ley de la naturaleza, es
que el más fuerte domina al más débil, tal era el derecho natural, por tal razón los débiles deben
convenir normas para sobrevivir ante los más fuertes.

Al plantear esas mismas cuestiones sobre los asuntos de la convivencia, formulan la alternativa
decisiva para la reflexión sobre la moral y el derecho: ¿existen por naturaleza normas o reglas
con validez universal para todas las personas y todos los tiempos, o son solo producto de
convenciones, lo que nos llevaría al relativismo y el escepticismo moral?

Protágoras resume ese relativismo en su famosa frase: “El hombre es la medida de todas las
cosas; de las que son, en cuanto que son, y de las que no son, en cuanto que no son” (Hoffe,
2003, p.36).

2. Sócrates
“Este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco
creo saber” Sócrates, en Apología.
Sócrates (470-399 a. C.) no escribió nada, lo que sabemos de él es a través de Platón que fue su
alumno y algunas otras fuentes como las de Jenofonte.
Coincidía con los sofistas en su interés por las cuestiones políticas y morales, dejando en un
segundo plano todo lo relacionado con la ciencia natural, objeto de estudio preferente por parte de
los filósofos anteriores, que conocemos con el nombre de "presocráticos". A diferencia de los
sofistas no cobraba por sus clases, debatía sus ideas en la plaza pública. Sostuvo que el alma, y
no tanto el cuerpo, constituye la realidad primordial del hombre, en consecuencia, alentó a sus
discípulos a preocuparse por los bienes del alma.

En los últimos años de su vida fue acusado de corromper a la juventud e introducir nuevas
divinidades, en vez de creer en los dioses tradicionales. En el diálogo platónico de la Apología
(defensa ante los tribunales), Sócrates rechaza enérgicamente la acusación. Sin embargo, fiel a
su principio de sufrir la injusticia antes que causarla, se niega a fugarse con ayuda de sus amigos
y prefiere morir bebiendo la cicuta (veneno que debían beber los condenados a muerte).

La mayéutica: rumbo a la verdad.


1
El método socrático consistía en interrogar a las personas sobre sus propias ideas, de tal
manera que el sujeto interrogado se viera en la necesidad de definir claramente lo que entendía
con la idea expresada; para ello, utilizaba siempre preguntas cortas y precisas, aptas para
provocar la reflexión de sus oyentes y llevarlos al conocimiento de la verdad. Para Sócrates la
verdad se encuentra en el interior del hombre, entonces, es menester darla a luz, por eso llama a
su método la mayéutica, o arte de hacer parir verdades o conocimiento; el término proviene de la
palabra griega mayeuta, partera (que era la profesión de su madre).

Veámoslo por partes:

En un primer momento, debemos relacionar a la mayéutica necesariamente a la ironía


socrática, que es un engaño intencional, y la primera depuración del pensamiento de
prejuicios. Consistía en hacer preguntas que, bajo la apariencia de tener en alta estima al
saber expuesto por el interlocutor, mostraban, en realidad, la inconsistencia del mismo y
ponían al interlocutor en la posición de tener que reconocer su ignorancia. Con la ironía,
Sócrates intentaba minar el obstáculo para la verdad que representa la seguridad con que el
hombre común se apoya en las ideas triviales. A esta operación se creía con derecho
Sócrates, ya que él mismo partía reconociendo su ignorancia; es famoso su “Solo sé que no
sé nada”, según se cuenta en la Apología de Platón, cuando, preguntado el oráculo sobre
quién era el más sabio de los griegos, respondió que Sócrates.
Y Sócrates lo interpretó en este sentido: que él no era arrogante, que él era el único que
reconocía su ignorancia. La ironía es lo contrario de lo que hacían los sofistas: estos
cobraban un dinero a cambio del saber que ofrecían; Sócrates no cobraba nada y
empezaba por quitarte el saber que creían tener.

En un segundo momento, a través del razonamiento se da a luz (mayéutica) a la verdad, que en


griego es aletheia. En definitiva, la mayéutica es el camino a la verdad.

Figura 1: La mayéutica

Fuente: elaboración propia.


1
Término griego que significa “camino hacia” y en sentido amplio significa el conjunto de pasos para llegar a un fin

3. El imperativo socrático: “Conócete a ti mismo”


En griego, la frase “conócete a ti mismo” se escribe γνῶθι σαυτόν (gnóthi sautón), y se encontraba
inscrita, según diversos testimonios, en la entrada del templo de Apolo, sitio en la ciudad griega
de Delfos, lugar donde se encuentra el oráculo; y es interpretada como el saludo que el dios
dirigía a los visitantes de su templo deseándoles sabiduría. La frase, entonces, previene al
hombre en relación con el camino cierto de la sabiduría: primero deberás conocerte a ti mismo,
para a continuación acceder a grados mayores, más complejos y profundos de conocimiento. Y
para Sócrates la filosofía no es una doctrina, es más bien un método, un arte, el arte por medio
del cual se llega a descubrir la verdad que reposa en el interior de cada uno de nosotros, por esto,
la máxima por excelencia es “conócete a ti mismo”.

Figura 2: Oráculo de Delfos


Fuente: [imagen sin título sobre el oráculo de Delfos], (s. f.). https://bit.ly/3LW8ndE

Figura 2. Oráculo de Delfos: fue un recinto sagrado en las faldas del monte Parmaso al que los
antiguos griegos acudían para preguntarle sobre su futuro o alguna duda.

Conocerse a sí mismo supone el camino del perfeccionamiento, de hacerse mejor y adquirir


conocimiento sobre la propia naturaleza y limitaciones, pues no podemos desarrollar nuestra
naturaleza si no sabemos cuál es. De este modo, el autoconocimiento es un paso previo para la
asunción de cualquier tarea o labor de importancia que conduzca a la sabiduría.

Así, el componente ético de la filosofía socrática radica en que existe una íntima relación entre el
saber y la virtud (arete), en el sentido de que el hombre sabio actuará también con rectitud.
Sócrates afirma que nadie obra mal a sabiendas, no hay hombres malos, solo hay ignorantes; la
principal necesidad de una persona para acceder a la sabiduría filosófica es el autoconocimiento,
lo que lo llevará necesariamente a obrar bien y alcanzar la felicidad. Concluyendo que el hombre
virtuoso es feliz y la felicidad como estado del alma requiere saber.

“Conócete a ti mismo”, entonces, es la obligación de cada individuo de comprenderse, de estudiar


la propia alma, que es el verdadero objeto de conocimiento de una persona, pues solo así el
individuo podrá orientar su propia vida y sus acciones de acuerdo con sus propósitos e intereses y
alcanzar la felicidad, que es el fin último del hombre.

El filósofo francés, Michel Foucault, al respecto dice que el precepto griego del famoso oráculo de
Delfos “Conócete a ti mismo” estaba en la Antigüedad Clásica ligado al precepto de la inquietud
de sí, entendiéndola como una actitud general, una manera determinada de atención, de mirada
sobre lo que se piensa y lo que sucede en el pensamiento; e implica también acciones que uno
ejerce sobre sí, mediante las cuales se hace cargo de sí mismo, se modifica, se transforma y
transfigura en un sujeto ético. En síntesis, es una actitud con respecto de sí mismo, con respecto
a los otros, y con respecto al mundo; y de asumirse limitado en cuanto uno no es un dios.
“Conócete a ti mismo”, sería el principio según el cual hay que recordar sin cesar que,
después de todo, uno no es más que un mortal y no un dios, y, por lo tanto, no debe
presumir demasiado de su fuerza ni enfrentarse con las potencias que son las de la
divinidad. (Foucault, 2002, p. 19)
Para concluir, veamos en un cuadro comparativo con los principales caracteres del pensamiento
de los sofistas y el de Sócrates:

Tabla 1: Comparación entre los sofistas y Sócrates

LOS SOFISTAS SÓCRATES

Buscan el éxito social. Busca la verdad.

Cobran por enseñar. No cobra por enseñar.

Enseñan retórica. Enseña la mayeútica, buscar la verdad dentro de uno.

Pronuncian largos discursos. Dialoga.

Son relativistas morales. Cree en la existencia de valores universales.

El derecho natural del más fuerte. El hombre obra mal por ignorancia.

Fuente: elaboración propia.

Referencias
[Imagen sin título sobre el oráculo de Delfos], (s. f.). https://www.freepik.es/foto-gratis/ruinas-
ciudad-antigua-imagen-generada ia_45138733.

Foucault, M. (2002) La hermenéutica del sujeto. Fondo de cultura económica.

Hoffe, O. (2003). Breve historia ilustrada de la filosofía. El mundo de las ideas a través de 180
imágenes. Península.
Platón (1971). Obras completas (2.da ed.). Ed. Aguilar.

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