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UNIVERSIDAD EVANGÉLICA DEL PARAGUAY

FACULTAD DE TEOLOGÍA

LAS CONFESIONES DE AGUSTÍN DE HIPONA

Roxana Cabrera

TRABAJO MONOGRÁFICO PRESENTADO A:

Profesor: Lic. Isaac Bonet

EN CUMPLIMIENTO PARCIAL

PARA LA MATERIA HISTORIA DEL CRISTIANISMO

SAN LORENZO
MAYO, 2024
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN.............................................................................................................1

CAPÍTULO 1....................................................................................................................2

Historia de su vida y conversión........................................................................................2

1.1. Antecedentes Biográficos.....................................................................................2

1.1.1. La vida de San Agustín................................................................................2

1.1.1.1. Su conversión......................................................................................4

1.2. Los Escritos de Agustín........................................................................................7

2.1. Exposición de su Pensamiento..............................................................................9

2.1.1 La Teoría del Conocimiento:..............................................................................9

2.1.2 Dios...................................................................................................................10

2.1.3 La Creación.......................................................................................................10

2.1.4 El Tiempo.........................................................................................................10

2.1.5 El Mal...............................................................................................................11

2.1.6 El Libre Albedrío..............................................................................................11

2.1.7 El pecado original y el hombre natural.............................................................11

2.1.8 La Gracia y la Predestinación...........................................................................11

CONCLUSIÓN...............................................................................................................12

BIBLIOGRAFÍA.............................................................................................................13
INTRODUCCIÓN

San Agustín de Hipona es una de las figuras que más atractivo presenta desde

todas sus facetas: como hombre apasionado, como pensador agudo y brillante, como

fundador y como protagonista de la época histórica- la caída del Imperio Romano- que

le tocó vivir; y por supuesto como un Obispo Ordenado y Santo.

La personalidad de Agustín de Hipona es siempre actual; cada época ha

encontrado en él un modelo de acercamiento a la naturaleza humana y al misterio de la

gracia, que hace de él a la vez un hombre y un santo universal.

Este hombre experimentó en carne propia la agonía de la culpa y el gozo del

perdón; eso se puede ver en sus Confesiones; en sus pensamientos personales que

presenta al hombre que está lidiando con su pecaminosidad en la presencia de Dios.

Es muy cautivante como la historia de vida de Agustín recupera un género que

retrata a un santo como una persona de carne y hueso, con sus miserias y sus grandezas.

Un hombre con intenso sufrimiento por encontrar la verdad, lo que se observa en

Confesiones, su obra inmortal, que son en realidad un relato de su profunda experiencia

espiritual con su Señor.

En este trabajo se intentará relatar la vida, obra y legado de San Agustín a la

Iglesia. El ha tenido la mayor influencia en la teología de la cristiandad, luego del

Apóstol Pablo.

Y es digno de emular lo que se puede leer en sus primeras páginas de

Confesiones, esta famosa declaración: “Oh Señor, nos creaste para ti y nuestros

corazones no descansarán hasta hallar su todo en ti”.

1
CAPÍTULO 1.

HISTORIA DE SU VIDA Y CONVERSIÓN

1.1. Antecedentes Biográficos

1.1.1. La vida de San Agustín

Aurelio Agustino, conocido en la historia como Agustín, nació en la ciudad de

Tagaste, en África, actual Argelia francesa, el 13 de noviembre del 354 d.C. Su padre se

llamaba Patricio y su madre Mónica; fue ella quien se dedicó a su formación con

singular empeño en la educación cristiana. (Riesco O.S.A., 1954, pág. 14)

Su padre servía al gobierno romano en labores de administración, y no había

aceptado la fe cristiana de su esposa Mónica, quien soportaba sus abusos con ejemplar

paciencia y se dedicaba con ahínco a rogar por la conversión de su esposo y de su hijo

Agustín, peticiones que vio respondidas antes de morir. (González, Historia del

Pensamiento Cristiano. Desde San Agustín hasta la Reforma Protestante, 2002, pág. 12)

En Tagaste pasó los primeros años de su vida y en Madaura continuó sus

estudios, luego pasó a Cartago, a la edad de diecisiete años; allí se dedicó al estudio de

la retórica y llevó una vida desordenada que culminó en su unión a una concubina, de la

que un año después, nació un único hijo, Adeodato. (Riesco O.S.A., 1954, pág. 16)

La disciplina que Agustín estudiaba, la retórica, servía para preparar abogados y

funcionarios públicos. Su propósito era aprender a hablar y escribir de manera elegante

y convincente. Pero con las obras de Cicerón, Agustín se convenció de que no bastaba

con el buen decir, era necesario buscar la verdad, esa búsqueda fue lo que lo llevó ante

todo al maniqueísmo. (Viciano, 1992, pág. 680)

2
El maniqueísmo era una religión de origen persa, fundada por Maní en la

primera mitad del siglo III. Según Maní, la difícil situación humana se debe a que en

cada ser humano hay dos principios. Uno de ellos es espiritual y luminoso, el otro es la

materia; es físico y tenebroso. (González, Diccionario Manual Teológico, 2010, pág.

107)

En todo el universo hay dos principios igualmente eternos: la luz y las tinieblas.

De algún modo que los maniqueos explicaban mediante una serie de mitos, estos dos

principios se han mezclado y confundido, y la condición humana se debe a esa

confusión. (González, Diccionario Manual Teológico, 2010, pág. 110)

Agustín se hizo maniqueo, pero siempre le quedaban dudas, y por eso

permaneció como oyente del maniqueísmo por nueve años. Al parecer, lo que le inclinó

al maniqueísmo fue la promesa de que éste había de ofrecer una explicación racional del

universo, sin necesidad de recurrir a autoridad externa alguna. (Viciano, 1992, pág. 681)

Puesto que los maniqueos rechazaban buena parte del Antiguo Testamento, y

éste le había resultado siempre difícil de entender, Agustín tuvo otra razón para sumarse

a estos predicadores de la religión “espiritual”. (Viciano, 1992, pág. 681)

Por último, el problema del mal y su relación con el Dios bueno, problema que

siempre le había atormentado, parecía quedar resuelto con la afirmación de que había,

no un solo principio eterno, sino dos, y que ambos pugnaban en esta vida y este

universo. (Viciano, 1992, pág. 680)

Cuando por fin llegó el ansiado momento en que pudo conocer a uno de los más

famosos obispos maniqueos, Fausto de Mileva, la ocasión resultó en una decepción tan

grande de Agustín perdió su fe en el Maniqueísmo, y decidió marcharse a Roma. Allí se

inclinó mas bien al escepticismo de la Academia. (Vela, 1995, pág. 272)

3
Roma tampoco resultó ser un lugar conveniente para su carrera de retórica, lo

que le llevó a probar fortuna en Milán, donde había una posición vacante para un

maestro de retórica. Fue allí que Agustín conoció, primero, el neoplatonismo, y luego, a

través del obispo Ambrosio y su compañero Simpliciano, al Señor al que serviría por el

resto de su vida. (Vela, 1995, pág. 272)

1.1.1.1. Su conversión

La conversión de Agustín al cristianismo, que tuvo lugar poco después de su

descubrimiento del neoplatonicismo, combina elementos puramente racionales con

otros factores emocionales, y hasta podría decirse milagrosos. (Vela, 1995, pág. 273)

Cuando Agustín llegó a Milán, era obispo de esa ciudad el famoso Ambrosio,

hombre de grades dotes espirituales y de inflexible rectitud. Agustín fue a conocerlo y a

escucharlo como un profesional que visita a otro para juzgarle y quizá aprender algo de

su técnica. (Boer, 1981, pág. 172)

Agustín pronto descubrió que no sólo estaba escuchando el modo en que

Ambrosio hablaba, sino también lo que decía, sobre todo por cuánto éste ofrecía

interpretaciones alegóricas del Antiguo Testamento que resolvían muchas de las

dificultades que antes había impedido que Agustín creyese. (González, Historia del

Pensamiento Cristiano. Desde San Agustín hasta la Reforma Protestante, 2002, pág. 51)

Agustín no iba a hacerse cristiano a medias. Si decidía aceptar la fe de su madre,

lo haría de todo corazón, y le dedicaría la vida entera. Él estaba convencido que debía

renunciar a su carrera como maestro de retórica, a todas sus ambiciones, y a todo goce

4
de placeres sensuales. Este último aspecto era la dificultad que todavía lo detenía.

(González, Diccionario Manual Teológico, 2010, pág. 13)

Según el mismo lo menciona, su oración constante era: “Dame castidad y

continencia, pero no demasiado pronto”. Intelectualmente la decisión estaba hecha; pero

su voluntad se resistía aún. Angustiado profundamente por su incapacidad de tomar la

decisión definitiva, huyó al huerto y se tiró a llorar bajo una higuera. (Vela, 1995, pág.

173)

Seguía llorando con amarguísima contrición cuando de la casa inmediata oye

una voz “como de niño que cantaba y repetía muchas veces: “Toma y lee, toma y lee”.

Miró en la lejanía y no vio a nadie. Se levantó de aquel sitio, “no pudiendo interpretar

de otro modo aquella voz, sino como orden del cielo”; y volvió a toda prisa a tomar el

libro del Apóstol, lo abrió y leyó: “No en banquetes ni embriagueces, no en vicios ni

deshonestidades, no en contiendas ni emulaciones, sino revestíos de Nuestro Señor

Jesucristo, y no empleéis vuestros cuidados en satisfacer los apetitos del cuerpo”.

(Riesco O.S.A., 1954, pág. 50)

Esa sola sentencia infundió en su corazón un rayo de luz clarísima, disipando

totalmente las tinieblas de sus dudas. De allí se encaminó al cuarto de su madre,

contándole el suceso, quien no cabía en sí de gozo y de alegría. La obra de Mónica

estaba concluida, su misión de madre se ennoblecía al abrazar sobre su pecho al hijo

convertido. (Riesco O.S.A., 1954, pág. 52)

La conversión del huerto de Milán fue entonces la revelación y la recepción de

un poder capaz de vencer todos los obstáculos que se oponían a la vida contemplativa.

Tras su conversión, Agustín, su hijo Adeodato y su amigo Alipio recibieron el bautismo

5
de manos de Ambrosio. (González, Historia del Pensamiento Cristiano. Desde San

Agustín hasta la Reforma Protestante, 2002, pág. 54)

De allí decidieron regresar a Tagaste, y para ello se dirigieron al puerto de Ostia,

donde Mónica enfermó y murió, no sin antes haber tenido placenteros ratos de

conversación y comunión con su hijo. (Vela, 1995, pág. 53)

Agustín vendió las propiedades que había heredado de sus padres, dio a los

pobres el dinero recibido, y se dedicó a llevar, junto a Alipio y Adeodato, una vida

serena y retirada que combinaba algo de los rigores del monasterio con un ambiente de

estudio, meditación y discusión. (González, Diccionario Manual Teológico, 2010, pág.

15)

Después de la muerte prematura de Adeodato, Agustín visitó la ciudad de

Hipona, con el propósito de convencer a un amigo para que se sumara a la comunidad

de Tagaste. En el curso de esa visita el obispo de Hipona, Valerio, le obligó a recibir la

orden de presbítero y dedicarse a la tarea pastoral. (González, Historia del Cristianismo.

Desde la era de los Mártires hasta la Era Inconclusa, 1994, pág. 220)

En el 396 d.C. fue ordenado obispo de Hipona. Vivía una vida sencilla en un

monasterio que él mismo estableció. En el curso de los siguientes treinta y cinco años,

Agustín se constituyó en el centro teológico de la iglesia occidental. Especialmente por

sus escritos, ha ejercido una influencia que perdura hasta la actualidad. (Rabanal, 1957,

pág. 78)

Agustín murió en Hipona el 28 de agosto del año 430, mientras la ciudad estaba

rodeada por los vándalos. Unos meses más tarde la ciudad cayó y fue totalmente

destruida. Sólo la catedral y la biblioteca de Agustín escaparon. (Boer, 1981, pág. 158)

6
1.2. Los Escritos de Agustín

Los escritos de Agustín se recuerdan mayormente por cinco contribuciones que

hizo a la vida y el pensamiento de la iglesia. Las mismas se pueden encontrar en tres

libros separados y en sus escritos contra los donatistas y contra Pelagio. (Arias, 1956,

pág. 22)

El primero y mejor conocido es Confesiones. En el Agustín examina su vida

espiritual y confiesa sus pecados, pero solamente con el fin de confesar rectamente

alabanzas a Dios. (Rabanal, 1957, pág. 77)

Difícilmente se hallará, no ya en la literatura cristiana, pero ni aún siquiera en la

universal, un libro más bello y encantador, más emocionante y sugestivo, después de la

Sagrada Biblia, que las Confesiones de San Agustín. (Rabanal, 1957, pág. 78)

Agustín, un maestro insuperable y único en el arte de pintar las pasiones

humanas, así en sus manifestaciones violentas y cortes durísimos como en sus notas más

dulces y delicadas. (Custodio Vega, 1962, pág. 23)

Poeta de altísimos vuelos, filósofo por temperamento, analista sutil y penetrante,

escudriñador perpetuo de los más recónditos repliegues del misterioso corazón humano,

hombre de emociones hondas y de una fantasía oriental, alma vibrátil y de resonancias

múltiples, nos ha dejado en Confesiones el poema más grandioso y vibrante. (Rabanal,

1957, pág. 87)

Comenzando por la niñez y la edad viril, desde la duda y la fe, recuerda

pequeñas experiencias y expresa sus pensamientos más íntimos. Agustín el hombre, el

hijo, el amigo, el filósofo, y el teólogo, examina su vida y la vida de todos los hombres

7
a la luz de Dios. Es uno de los grandes libros de devoción cristiana. (Custodio Vega,

1962, pág. 25)

El segundo libro, La Ciudad de Dios, muestra el concepto de Agustín de la

historia y su significado. Fue escrito a raíz del saqueo de Roma, la ciudad más grande

del mundo, en el 410 por los visigodos de Alarico. (Flick & Alszeghy, 2006, pág. 245)

Agustín reconoce la grandeza de Roma y la fortaleza del carácter romano que

produjo la ciudad y el imperio. Pero aún las más grandes ciudades deben desaparecer.

No existe magnificencia que perdure para siempre. Por consiguiente, se debe mirar a la

Ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén que desciende del cielo. (Martín Perez, 1965, pág.

17)

Esta ciudad se está construyendo en la actualidad; es el reino de Dios, la Iglesia

de Cristo, y durará para siempre. Un día la ciudad del mal, el reino de los hombres,

desaparecerá totalmente, y la ciudad de Dios brillará en belleza eterna. (Martín Perez,

1965, pág. 20)

En su tercer libro, Sobre la Trinidad, Agustín desarrolla el concepto de la

Trinidad en su forma final, tal como se conoce en el mundo occidental. Desarrollo la

doctrina de la Trinidad en dos formas: primero enseñó la total igualdad del Padre, del

Hijo y el Espíritu Santo. (Custodio Vega, 1962, pág. 27)

Usando un ejemplo humano, Agustín ilustró la relación dentro de la Trinidad

refiriéndose al Padre como el que ama, el Hijo como el amado, y al Espíritu Santo como

el amor que los une. (Custodio Vega, 1962, pág. 29)

“Contra los Pelagianos”: en esta obra Agustín replicó a Pelagio, con relación a la

doctrina que propagaba y que contradecían las enseñanzas de las Escrituras como la

propia experiencia religiosa de Agustín. El monje irlandés sostenía que Dios daba a

8
cada hombre la posibilidad de vivir una vida sin pecado. Esta posibilidad es don de

Dios, el hombre no lo posee en sí mismo, esto creó una gran controversia teológica.

(Lutzer, 1998, pág. 169)

Agustín creía que Adán fue creado con la capacidad para no pecar, pero a causa

de la caída el pecado se había convertido en algo inevitable. A partir de ese momento

ningún hombre en sus propias fuerzas tiene la libertad para vivir de una manera recta

delante de Dios. Lo que es más obvio todavía es que el hombre no puede cambiar su

propio corazón. (Lutzer, 1998, pág. 169)

Sostenía Agustín que, si los hombres se salvan, solo es gracias a la intervención

directa de Dios. La regeneración del alma debe ser la obra exclusiva y sobrenatural del

Espíritu Santo. La salvación es sólo por gracia. (Lutzer, 1998, pág. 170)

En consecuencia, Agustín creía que los no convertidos carecían de libre albedrío,

en cambio los cristianos sí tenían por lo menos la capacidad para elegir hacer lo bueno.

Debido a que Dios les ha dado el Espíritu Santo, poseen la capacidad para hacer lo

bueno. (Lutzer, 1998, pág. 172)

CAPÍTULO 2.

EL PENSAMIENTO DE SAN AGUSTÍN

En este capítulo se presentará una exposición sistemática del Pensamiento

desarrollado por el Obispo de Hipona.

2.1. Exposición de su Pensamiento

2.1.1 La Teoría del Conocimiento:

9
En lo que respecta a esta teoría, dos fueron los problemas que más preocuparon a

San Agustín: si el conocimiento es posible y, dada su posibilidad, como se obtiene.

Inmediatamente luego de su conversión compuso la obra Contra los Académicos donde

refuta los argumentos de los escépticos mostrando la característica y final doctrina de

Agustín acerca de la Iluminación. (González, Historia del Pensamiento Cristiano. Desde

San Agustín hasta la Reforma Protestante, 2002, pág. 38)

2.1.2 Dios

Su concepto de la verdad lleva a desembocar directamente en la existencia de

Dios. Esta verdad absoluta o fundamento de toda verdad es Dios. El Obispo de Hipona

recalca que la mente percibe verdades inmutables, que no puede dudar ni cambiar, que

al mismo tiempo dan a conocer de manera indubitable y absoluta de la existencia de una

Vedad perfecta. (Arias, 1956, pág. 16)

2.1.3 La Creación

Este Dios Trino es el Creador de todo cuanto existe. Dios ha hecho el universo

de la nada. Introduce la noción de las razones seminales o causales, tomada de la

tradición estoica y neoplatónica. En todo caso, los seis días de la creación no han de

tomarse literalmente. (Flick & Alszeghy, 2006, pág. 248)

2.1.4 El Tiempo

Agustín afirma que el tiempo es una distención del alma según sus diversas

facultades. En cuanto al tiempo y la creación, el problema que se plantea es si Dios creó

el tiempo o no. Se postula la eternidad de Dios, creador del tiempo. (Martín Perez,

1965, pág. 18)

10
2.1.5 El Mal

El mal no es una naturaleza; no es algo; no es una criatura. El mal es una

privación del bien. Todo cuanto existe es bueno, pues tiene modo, belleza y orden. El

mal es la corrupción de la naturaleza. (Arias, 1956, pág. 13)

2.1.6 El Libre Albedrío

En esta cuestión del libre albedrío Agustín siente la necesidad de refutar el

predeterminismo de los maniqueos. Su respuesta fue: la voluntad; el carácter propio de

la voluntad es tal que hay que decir que es ella misma, y no un agente o factor foráneo,

la que origina sus propias decisiones. (Martín Perez, 1965, pág. 27)

2.1.7 El pecado original y el hombre natural

El hombre natural tiene verdadera libertad para escoger entre varias alternativas.

Sólo que dada su condición de pecador está sujeto a conscupiscencia, todas las

alternativas que realmente se le presentan son pecado. Por tanto, es justo decir que tiene

libertad para pecar, pero no tiene libertad para no pecar. El pecado original pasa a todos

los descendientes de Adán como una herencia. (Arias, 1956, pág. 13)

2.1.8 La Gracia y la Predestinación

El fundamento de la doctrina agustiniana de la gracia es que el hombre no puede

hacer bien alguno sin el auxilio de la gracia. La gracia es irresistible, no se puede

concebir que la voluntad se oponga a recibir la gracia que le ha sido dada, porque la

gracia actúa en la voluntad, llevándola a querer el bien. (Morán, 1958, pág. 7)

11
Según Agustín, la predestinación de algunos para la gloria es una verdad

indudable y un misterio inexplicable. Esta predestinación es tal que el número de

elegidos es fijo; es decir que los que han de entrar al Reino será siempre el mismo en un

acto de Soberanía de Dios y su primacía en la salvación del hombre. (Morán, 1958, pág.

9)

CONCLUSIÓN

Agustín era grande de corazón y grande de mente, y por sobre todo era grande

en la fe, en el amor y en la humildad. A consecuencia de ello ha sido por siglos el

teólogo más influyente de la Iglesia.

Toda la Teología presentada por San Agustín claramente se puede observar que

fue profundamente influida por la filosofía platónica griega, llamada neoplatonismo.

Antes de su conversión, Agustín se había convertido al maniqueísmo, cuya

principal enseñanza se basaba en el conflicto entre el eterno bien y el eterno mal.

En el nuevo platonismo, Agustín aprendió que el mal no tiene una existencia

independiente, que es solo la ausencia del bien, y que el mundo de la existencia real es

el mundo del espíritu.

Es a la luz de dichas ideas que Agustín leyó la Biblia e interpretó el pecado y la

gracia, y consideró la vida cristiana. Su larga conexión con el pensamiento oriental y

griego probablemente contribuyó a formar sus ideas sobre el celibato, el ascetismo y el

monasticismo.

12
Sin embargo, no debiéramos ser demasiados severos con la crítica de estas

tendencias, entendiendo que cada generación de cristianos se ve de alguna manera

influenciada por las ideas que exponen los pensadores de la época.

San Agustín imprimió con su pensamiento nuevos rumbos a las generaciones

que le sucedieron, e indudablemente permanecen en la actualidad como cimiento de

nuestra fe cristiana.

BIBLIOGRAFÍA

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Biblioteca de Autores Cristianos.

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Florida, EE.UU.: Logoi.

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Trad.) Salamanca, España: Sígueme.

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Riesco O.S.A., G. (1954). Retorno a San Agustín. Buenos Aires, Argentina: POBLET.

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14

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