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El Hijo Del Superhéroe - Ricardo Mariño

Novela infantil

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NO 4-044 X Florencia % Casale” EL hijo del superhéroe ardo Mario Franco es el hijo de Crashman, un superhéroe aque defiende la Tierra, Pero mientras el padre lucha contra teribles mutantes, Franco est solo con una sefora que lo cuida y.. js aburre :uchisimo! Un dia, se hace amigo de dos, chicos que trabajan en la calle y, entonces, comienzan las aventuras Ricardo Marifio presenta, a través de situaciones insélitas, las dificuttades que tienen tas Personas para comunicarse en ‘el mundo moderne. ‘www Loquelee.santiliana.com ecoccece 620, sso aso 2m 230204 acm SALAMA SA bene PS 2015, soon ALANA El hijo del ‘Lar Alon 720 0A) : Gnd Ane Boon ie Arpson superhéroe ISBN: 978-950-46-4328-9 Ricardo Marifio Ho dept qu mac ney 1.723 Drone de ance ik npc en Arps, Printed n Argnting einer en: cab de 2015 Pier reimpresi ener de 2017 Coda iter tinfy ved: Manta Feu MAQDIEINA Thsrahnes originales cla): Lacan NK icin de Arte: Jost Caro Rota Mant Proje gic: Manso Ds Bonzo, Rus Chunen.asyJuUA TEA [Faris Rarer | ie elope Read Jn Mar; tmede or Lacan ak 2424 rp: Clad cra Bre ir Suctlan257 | iofpst:20e16em- Olan panera nen “Todos los derechos reservados Eta publ o puede ser reproduc, nen todo nen parte, registra eno rane oun sites de reciperac de informacién en ningun forma por ninghn mdi, seamen. fotoquimie, loqueleo ‘leeéace, magna, dectadpie, pr foto, culgier ote. parm eo sore por esate dela dior. ESTA RIMERA REIMPRESION DE 2500 EJEMPLARLS $8 TERMINODE IMPROMIR [BUSLMES DE ENERO DE 2027 BY ARTES GRAPICAS COLOR BPE, PASO 392, AVELLANEDA, PROVINCIA DE BUENOS AIRES, REPUBLICA ARGENTINA. PR6LoGo. La vida del hijo de un famoso can tante, del presidente de un pais 0 de un alto empresario debe de tener sus desgracias particulares, Me cuesta pensar que alguien tan importante, que pasa el dia viajando de un lado a otro y atendiendo asuntos en los que Se ponen en juego grandes sumas de dinero, Pueda tener tiempo para jugar un partidito de fiitbol con el hijo en una plaza o partici- par de la reunién de padres del colegio, A alguien asi puedo imaginarlo com- Prando una enorme casa con cancha de fiebol incluida, » anotando a su hijo en la escuela més cara del pais, donde a los direc- tivos no se les ocurriria citar a padres que no dispusieran de una hora para algo asi. En €80 pensaba cuando empecé a escribir esta eccce 8 noyela que trata sobre la vida del hijo de un supethéroe. El chico se llama Franco, y el super- héroe es Crashman, alguien que defiende a la Tierra de los ataques mutantes extraterrestes. Franco vive rodeado de mufiecos “Crash- man’, figuritas “Crashman", armas de jugue- te como las de Crashman y cémics, peliculas Y programas que recrean las aventuras de su padre, quien, naturalmente, es una especie de {idolo de los niios. La historia que escribi arranca en el preciso momento en que Franco ya no puede divertirse con esos juguetes y la celebridad de su padre deja de importarle. La abundan- cia en que vive empieza a no significar nada en ‘comparacién con otras riquezas que cree ver en la vida de otros chicos. Franco hace un tiltimo esfuerzo por “recuperar” a su padre y, como fracasa, sim- plemente sale a la calle a vivir cualquier aventura que se le presente. @Y Crashman? A Crashman Jo ima- giné como a un soldado armado hasta los dientes con el equipamiento més sofistica- do. Esté preparado para volar por el espacio y combatir ataques de fuerzas podero’ pero al mismo tiempo es torpe, casi esti do, para desenvolverse en la vida cotidiana. Con su mente atenta a pasibles alarmas o lla- mados de los Administradores de la Tierra, no puede llevar a cabo actos tan sencillos como tomar un café 0 escuchar lo que su hijo le reclama. El tiempo en que esté situada esta historia es un poco impreciso. Se parece mucho al presente, pero, ala vez, hay una sola administracién para todo el planeta y presencias fantésticas como la de los mutan- tes 0 el mismo Crashman. Bueno, si mas 0 menos salié lo que yo queria, en el transcurso de esta novela de gaventuras?, tanto Franco como Crashman, se darin cuenta de un par de cosas de esas que sirven para vivir. Ojalé les guste. Ricarpo Mariso 1 Un chico triste Eoiages como cualquier chico: era hijo del famoso superhéroe Crashmali, quien defendia a la Tierra de los mutan- tes extraterrestres. A su pap4 lo veia muy Poco, no tenfa mamé, y, como vivia bajo medidas de extrema seguridad, no salia a la calle si no era para ir ala escuela acom- Pafiado por la sefiora que lo cuidaba y el chofer que el Gobierno le habia asignado a su padre, Ultimamente el humor de Franco era pésimo porque estaba cansado de que (Cashman dedicara todo su tiempo a luchar contra sus enemigos y no pudiera jugar un rato a Ja pelota,Ievarlo a un parque, o-aun- que sea cenar o ver televisién con él. La compafifa més habitual del chi- 0 era Catalina, una mujer increfblemente 12 gorda que se ocupaba de la limpieza de la casa, de hacer la comida y de casi todo. Franco pasaba mucho tiempo junto a ella y muy poco con su padre. El dia en que finalmente las cosas iban a cambiar, el chico se levant6 muy temprano para pedirle a Crashman que fueran juntos 2 la reunién de padres que se harfa esa tarde en colegio. ran las seis de la mafiana y el sol se vela muy rojo saliendo entre los edificios més altos de la ciudad. Franco fue hasta la habi- tacién de su padre y golpeé la puerta varias veces. Como no hubo respuesta pensé que su papé ya se habria ido 0 que tal vez esa noche no la habia pasado en casa, pero de todas for- mas entré. Crashman estaba tendido sobre las mantas, profundamente dormido. Tenia puesto el uniforme con partes metilicas, armas en Ja cintura y antebrazos, y altas botas con luces parpadeantes. Su traje humea- ba un poco y tenia manchas negras de. algo aceitoso, La expresién de Crashman era una 13 mezcla de cansancio y angustia, como si estu- -viera sofiando con algo terrible. Franco marcé la combinacién en el teclado de la ventana para abrir una de sus hojas y ventilar un poco la habitacién. Des- pués trajo una toalla humedecida del bafio y con delicadeza limpié la cara de su papd. Tavo que hacer mucha fuerza para quitarle las botas y después, cuidadosamente, le sacé las armas (més de quince) y las dejé al cos- tado de la cama. Su padre tenfa ahora una expresién un poco més distendida y el chico se acost6 a su lado, abrazindolo. En cierto momento el padre murmu- 16 “hijo”, aunque era evidente que segufa dormido. El nifio se acurrucé junto a él y de a poco se le fueron cerrando los ojos. De pronto sonaron varias alarmas y Crashman reacciond camo un resorte. En un instante estaba de pie y tenfa un arma en ‘cada mano, que autométicamente apunté a Franco. Crashman tardé un segundo més en entender dénde se encontraba. Al fin echd ‘una mirada a su alrededor y dejé las armas. « Hijo... —Papi, vine a decirte que... Franco no terminé la frase porque el padre ya habia salido de la habitacién, En tna sala lateral habfa una especie de mapa planetario luminoso, incomprensible para el chico, al que Crashman solia mirar a cada rato, cuando se encontraba en casa, Mientras observaba esa pantalla, Crashman cambié pequefias baterfas de sq traje, reemplazé partes de las armas y verfieg el funcionamiento de sus aparatos de comu. nicacién, Franco conocia la versién infantil de todo ese equipamiento, porque en las jugueterias vendian trajes de Crashman com. pletos, que emitian curioses sonidos y encen- dian cantidad de pequefias luces, —Necesito que vayas a una reunién de padres del colegio —dijo Franco, descontando que su padre no le prestaria atencidn, —iMe encantaré ir a esa reunién, hijo! Franco sonrié satisecho. Pero luego arriesg6 otra pregunta: 16 _ —ZHoy no habré ataque de los mutantes? —2Eh? Si, claro que habré. Sabemos que intentarn destruir nuestro sistema de satélites. —Entonces no podris ir ala reunion! —,Qué reuni jLa del colegio! —jHay una reunién en el colegio? ;Si, citaron a los padrest —;Para qué citaron a los padres? —No sé, cada tanto hacen una reu- nin con los padres de los alumnos. Es obli- gatorio que vayas, papa. —Claro, voy a ir. AY si los mutantes intentan des- tru los satdlites terrestres? —jImpediré que lo hagan, hijo! —Entonces no padrés ira la reunién de padres. No, daro que no, hijo. —jDios! Franco se senté en dl piso y se quads mirando a su padre, tratando de comprendedo. 7 CCrashman terminé de colocarse todas sus armas y equipos, dedicé una amplia sonrisa a su hijo, le acaricié la cabeza y le dijo: —jA desayunar, compafierito! 2 2 Accidente Fac esperd a que Catalina termi- nara de servir el desayuno para repetisle a su apd lo de la reunién. Por alguna razén lo avergonzaba hacer ese pedido delante de ella. Pero, en lugar de irse a la cocina como hacia siempre, esta vez Catalina se sirvié un café y se senté a desayunar. Eso era una verdadera nove- dad. Una odiosa novedad, porque delante de Catalina a Franco le iba a costar mucho més caigirlea su padre que fuera ala reunién, —Sefior Crashman —hablé Catali- na—, esta tarde habré una reunién de padres «n el colegio y usted tiene que asistit. So si, —Me encantarfa, Catalina, pero no puedo, Hay versiones de que los mutantes tra- tarin de dafiar radares vitales para las comuni- caciones terrestres. [El planeta est en peligro! 0 4 —Sefior Crashman —repitié Catalina espaciando las silabas, nerviosa—, no puede dejar de ira esa reunién sélo porque el planeta cesté en peligro. Creo. Catalina siempre agregaba “creo”, al final de sus frases. Adem4s hablaba con un cantito, intercalaba algunas palabras de su idioma indfgena y, cuando se ponia nervio- sa, refa sin motivo. Ahora mismo se estaba riendo. En ese momento se encendié la peque- fa pantalla de una especie de reloj que usa- ba Crashman, y se oy6 una sefal de alarma. Esa sefial se escuchaba muy seguido cuando CCrashman estaba en casa. —;Ven? No puedo —dijo Crashman—. jPero no fallaré en la préxima, querido! —agre- 6 gritando. Eso de gritar al decir cosas que no requerian elevar la voz era algo que a Franco no le gustaba y que los autores de un dibu- jito animado sobre Crashman habian imita- do a la perfeccién. El personaje gritaba para decir cosas intrascendentes y luego, en plena a lucha contra los enemigos, hablaba como si fuera la situacién més normal del mundo. —Algunos compafieros de colegio me dicen que no es cierto que mi papa sea Crashman —dijo Franco. —jLos convenceris: con unas cuan- tas trompadas! —grit6 Crashman, que ahora parecfa preocupado porque el café estaba tibio en lugar de muy caliente como le gustaba a 4. —No, papé, jc6mo voy a pegarles a mis amigos por esa tonteria? —Ah, claro. Es cierto, si. No hay que ser violento. Dios, no haga eso! —grité de pron- to Catalina, al ver que Crashman accionaba un rayo que le salfa del brazo y Jo apuntaba hacia la taza. Era un rayo muy potente con el que Crashman derrerfa puertas de acero 0 agu- jereaba naves extrarerrestres. Un par de veces Franco lo habfa visto calentar la comida oon ‘se rayo, com apenas enfocarlo un milisegundo sobre el plato. Papé, jquiero que esta vez vayas a la reunién! 2 « —Cémo? —pregunté Crashman—. eA qué reunién? Es pequetia distraccién hizo que el ayo evaporara el café, fundiera la taza, aguje- reara la mesa y quemara el piso. Catalina comenzé a protestar en su idioma indigena y Crashman se levanté, ‘molesto consigo mismo, mirando con despre- cio a su emisor de rayos. —Me voy, Franco. No puedo permitir que dafien nuestras comunicaciones, ;Debo defender a nuestro planeta! —dijo a continua- én, dindole un beso en la frente a su hijo. Con paso répido se ditigié hacia l bal- ©6n, salté y salié volando. Vivian en el piso ‘cuarenta y tres y siempre salfa por all. Solo que en esta oportunidad Catalina habia cerrado los ventanales porque empezaba a hacer fio, El estallido de los vidrios asusté a Catalina y a Franco, aunque los dos sabfan que eso no podia dafiar a Crashman, Casi nada podia dafiar a Crashman; Catalina tomé entre sus manos la masa sin forma y todavia humeante que | | | 8 antes habia sido taza, cuchara, café y plato, Jallew6 a la cocina y luego se puso a recoger Jos cristales rotos. En ese momento reaparecié Crashman ¥ desde afuera, mientras se mantenfa flotan- do, grits: : —;Que Franco no pase todo el dia mirando televisién, Catalina! iste, Franco? ‘Debes cuidar tu educacidn! —S{, papd e contesté Franco con desgano, mientras tomaba el control remoto del televisor. SSSCTCC CCC CCCS ecocce 3 Reunidh de padres L. reunién de padres se hizo en el salén de actos de la escuela. Franco quiso sentarse en la iitima fila, pero Catalina dijo gue desde alli no escucharfan a los maestros. El insistié en permanecer sentado en ese lugar porque le daba vergiienza estar alli con Catalina, que era tan gorda y vieja. Pero ella, que tenfa una fuerza increfble, lo tomé de la mano y lo arrastré hacia el frente. 'H odioso Mariano Emiliano Soriano, sentado en Ja pentiltima fila, lanzé una fuerte risotada y sefialé hacia el pasillo central para que todo el mundo se diera cuenta de que Franco estaba haciendo el ridiculo. Franco se puso colorado y traté de caminar a la par de Catalina, como si nada sucediera. | «Mariano Emiliano Soriano no solo habfa venido con su madre y su padre sino con el marido de su madre, la esposa del padre, su hermanito menor y la abucla, {Una fila para ellos solos! Para colmo de males Catalina quiso | sentarse en la primera fila justo delante de Julieta Ubieta, la chia que le gustaba y ante | 1a cual irremediablemente se ponia rojo de vergtienza y apenas podia hablar. “Esta bien", pensé Franco cuando | se acomodé en su asiento, “no tengo que | Pensar, ni respirar, ni mirar hacia atrés. Y | tampoco tengo que escuchar si Catalina le | hace una de sus preguntas al director de la _| escuela. No importa qué pregunta ridicula hhaga porque yo soy ciego y sordo”. | Sin embargo, un segundo después 1iré hacia ates y vio al padre de Julieta Ubie- ta. Cémo podia ser tan viejo el sefior Ubieta? Era viejisimo, arrugado y calvo iy hacia un ruido muy desagradable con stt dentadura postiza! —jHola, Franco! —le dijo Julicta. 7 —Ho... la —contesté Franco, mien- tras pensaba: “Pobre chica’, —Abuelo, es Franco, el hijo de Crashman —grité Julieta, “[Es el abuclo! :Y sus padres? Tal vez no tiene padres o silos tiene, no la quieren”, ens6 Franco entusiasmado. “Tal vez hayan muuerto en un accidente. Ojalé esté sola en el mundo y su abuelo sea un malvado, Pobre chica, seguro necesita un chico con quien hablar. El chico ideal para que ella pueda contar en confianza que sus padres mutieron en un acciente sin duda soy yo". No viene tu paps, Franco? —pre- gunté Julieta—. Me encantarfa conocerlo! Antes de que a Franco se le ocurriera algo para contestar, Julieta agregé: —+Aht vienen los mfos: Mama! ;Papé! Franco los miré: era un par de padres sspléndidos, sonrientes, bronceados, comple- ‘os. El padre hasta usaba maletin. ;Qué bue- no tener-un-padre-con maletin! (Qué lindo revisarle el maletin y a escondidas usar todo lo que lleve adentro! Debia de tener libretas, CESCCTCT CHS TOSCO CORO CODCCE 8 minicomputadora, lapiceras, carpetas, cal- culadoras, agenda electrénica, de todo. i¥ Julieta también tenfa madre! La madre de Julieta era muy bonita. Estaba vestida con ropa deportiva. Seguro que los sdbados esa mujer jugaba al tenis con su hija. {Como le gustarfa a él tener una madre! Pero su madre haba muerto hacia mucho. Su madre habfa muerto cuando él era recién nacido, asf que sélo la conocia por fotos. Y cen has fotos su mamé, que tenia nombre de nena ~Yanina-, cra muy bonita y se refa con. tuna espléndida risa. ‘Ase triste pensamiento él podia dete- netlo, Eso se lo habia ensefiado Catalina: un pensamiento muy triste podfa ser detenido haciendo fuerza con la mandibula. Eso le habfa ensefiado Catalina. Pero si se trataba de un pensamiento muy muy triste, mucho més triste que los pensamientos tristes comu- nes, era mejor dejarlo pasar, En ese caso lo mejor era entristecerse del todo y lorar como loco. Catalina sab{a cosas increibles y 4 queria mucho a Catalina porque al fin 2 yal cabo era como una enorme, gordisima, segunda madre, y por el tamafo hasta podia ser considerada como dos madres en una. Por suerte, este pensamiento sobre su madre muerta solo era muy triste, no muy muy triste, y eso tal vez se debia a que él no dejaba de mirar a Julieta y también pensaba en lo linda que era ella. En ese momento aparecié el maestro y comenzé la reunién. Hablé diez minutos y después fue el turno de los padres: todos opinaban que habia que duplicar las tareas de los nifios, de modo que en la casa no les quedaran muchas horas para mirar televi- sién. Ademés pedian més horas de inglés y de computacién para prepararlos para ser adultos importantes. Todos opinaban més 0 menos lo mismo pero sus voces se superpo- nian porque estaban muy ansiosos. Pero dé pronto una voz muy firme, dijo: —Ahora voy a hablar yo—era Catali- na, Franco se quedé paralizado de vergiienza y todos los padres hicieron silencio—. Digo yo: gpor qué no les ensefian un poco de educacién a estos nifios, ah? Para que Fran- | 0 se lave los dientes hay que pedirle por favor, a veces pretende engafiarme diciéndo- me que se baiié, pero yo sé que puede estar cinco dias sin bafiarse... Franco estuvo a punto de desmayarse mientras las carcajadas de sus compafieros, cn especial las de Mariano Emiliano Soriano, le taladraban el cerebro, Hasta Julieta Ubie- ta, sentada delante, se habia vuelto hacia él y parecia desarmarse de la risa. Y Catalina seguia: —Tampoco saluda a los vecinos en el ascensor, a veces hace chistes groseros por teléfono y cuando come frutas juega a embocar semillas en mi vaso de soda, —Bueno, bueno, gracias —dijo el maestro—. Muchas gracias por su aporte. | Ya veremos cémo podemos corregir esas cosas. ceo 4 Franco se escapa A la vuelta de Ia reunién Franco comié un octavo de milanesa y tres papas fritas y media, y después fue a su habitacién Y se asomé por la ventana. Los del Depar- tamento de Seguridad del Gobierno habian dispuesto que la combinacién para abrir las ventanas fuera secreta y solo la supiera Catalina, pero a la mujer le era imposible mangjar esos tecladitos, Ella misma le habia pedido a Franco que aprendiera a abrir las Ventanas y a la vez le habia prohibido ter- minantemente abrirlas si ella no se lo pedfa. Franco las abria a cada rato y por esa razon ély Caralina solfan discutir, Mientras miraba all abajo la inter- minable fila de coches que esperaba la aper- tura de un seméforo, se le ocurtié algo... eooeoce eoee 2 ‘Tomé un Crashman de plistico y lo lanaé al aire, Se qued6 mirando emo caia sobre el parque que estaba al otro lado de la calle. Segundos después arrojé otro Crashman con ‘moto espacial. Y después un Crashman dentro deuna nave y un Crashman luchando contra Jos mutantes.. ter ige dee minus ya habla tiado ‘unos seiscientos mufiecos Crashman, cin- cuenta libros ¢ historietas, muchisimos juegos dectrénicos, videos y una gran cantidad de trajes Crashman para chicos. Entre esas idas y ‘yueltas de los placares a la ventana reparé en tunos chicos que abajo se arriesgaban entre los autos para recoger los juguetes que él tiraba. Eran dos chicos que limpiaban para- brisas de coches a cambio de monedas. Los habia visto algunas veces cuando el chofer y Catalina lo Ievaban a la escuela. Pare Cian divertirse con lo que hacian, y debia de ser asi porque pasaban mucho tiempo en la calle. Tal vez fueran delincuentes, pero como quiera que fuese parecian evar una vida mds divertida que la suya. 33 Los chicos habjan formado dos montafitas de Crashman y ahora miraban hacia arriba esperando que cayera alguno mis. Franco se volvié hacia un mucble biblioteca y calculé que todavia le queda- ban algunos cientos més. Pero ya no tuvo ganas de seguir tirindolos y, en cambio, pensé que le gustarfa conocer a esos chicos, Total, si eran delincuentes siempre tendria la posibilidad de salir corriendo y meterse en su edificio, donde habfa cuatro guar- dias en la puerta. Ademés, él era el hijo de Crashman y cualquier cosa que le ocurriera su padre podria defenderlo. Alguna ventaja tenia que darle ser el hijo de Crashman. Claro que para conocer a esos chi- os tendria que escapar sin que Catalina lo notara. Franco entré en Ia cocina, donde Catalina estaba lavando los platos, se sir- vi6 un-vaso-de-jugo-y-con disimulo-tomé uun manojo de llaves. Al salir del ascensor al hall del edificio se colé entre tres sefioras gordas y asi logré pasar sin que los guardias lo yieran. Al salir a la vereda respiré hon- do y sintié que estaba iniciando una gran aventura. s En la esquina se quedé unos minu- tos mirando aun lado y a otro, y no encon- 6 a los chicos. Contra un drbol estaban el balde y los secadores que usaban, pero a eso ee ee por ningiin lado. Final- mente los vio parados ante un kiosco, a una cuadra, metiendo en dos grandes bolsas de residuos el montén de Crashman que cada uno habja recogido. ; ‘Minutos después regresaron ala esqui- na. No estaban tan sucios como Franco ima- sinaba. Dejaron las bolas junto al dbo y el més grande volvié a limpiar parabrisas mien- tras el mds chico se quedé custodiando el borin. Franco se acercé y los chicos lo miraron con desconfianza, como tratando de entender qué podia estar buscando. —(Quieren_que los. ayude?-—pre- gunté él al ver que dentro del balde queda- ba un juego de esponja y secador. 35 —iNo! —e dijo el més chico, con enojo. Al més grande parecié causarle gra- cia el pedido y le dijo a Franco que si queria ayudar lo hiciera, solo que tenia que datle a 4l las monedas que ganara. Franco tomé el limpiador, lo moj ccurrié caminé hacia el primer auto, un estupendo Alfa Romeo gris oscuro, —iMe salpicés el auto y te mato! = le dijo un hombre con cara de toro, A Franco le parecié que ya conocta ess cars desagradable... Era el sefior de la Secrera, Ambiente! ;El sefior Dante Meses atrés ese hombre habia reci- bido una condecoracién durante una fests en la que también Crashinian habia sido Premiado. Franco lo recordaba muy bien Porque Catalina lo habia obligado a mirar SS programa para que viera un poco a su Papd. Cuando aparecié en la pantalla ese eoccoe 6 hombre con cara de elefante marino, Franco yy Catalina se habfan reido muchisimo de que justamente Ie dieran un premio por defender a los pingiiinos empetrolados, las ballenas y los elefantes marinos. Mientras recordaba todo eso Franco se quedé mirando a Elefante Marino, que apenas se veia detris del vidrio oscuro de su hermoso coche. —jHacete a un lado, salame! —Ie grité Elefante Marino asomando su cabe- zota, porque Franco estaba parado delante del coche y no lo dejaba salir. —jCortete, tarado! —le grité el chi- co més grande. ‘Asi pasé el primer verde del seméfo- ro sin que Franco lograra hacer nada. En el segundo, Franco se dirigié a tuna cunioneta pero le fue imposible alean- zar el parabrisas porque era muy alto. Uno de los hombres que iban en ella le grité algo que Franco no entendié y estall6 en carcaja- das, Enseguida el semaforo se puso en verde y salieron disparados todos los autos. —Escé gastando derergente de gus to —dijo el chico menor, molesto. En la siguiente oportunidad, Franco no logré que ningiin automovilista acep- tara, salvo un taxista que luego se fue sin dejar una moneda, molesto por lo mal que habfa quedado su parabrisas. Recién a la quinta apertura del sem4- foro, Franco se dio cuenta de que el chico més grande iba directamente a los coches ‘manejados por mujeres. Durante el descanso, Franco pre- gunté si las tinicas que dejaban monedas eran las mujeres. —Las mujeres te dejan_monedas porque les da léstima ver a los chicos tra- bajando ajo el menor, —No, es porque nos tienen miedo dijo el mas grande—, Piensan que pode- mos robarles. —Es porque son més buenas, —Es porque son mis idiotas. Franco obtuvo su primera moneda cuando ya hacia media hora que estaba 39 alli. Se la dio un hombre con anteojos muy gruesos cuyo auro merecia el Premio Nobel al coche més sucio del mundo. —No tengo plata, querido —Ie dijo el hombre antes de que Franco empezara a lavarle el parabrisas. —Se lo lavo gratis Ie dijo Fran- co—. Usted ve menos que un gato de yeso y su parabrisas est4 recontrasucio, —iAcé encontré una! —avisé el hom- bre mostrando una moneda para Franco. El se quedé mirando la moneda y pensando en la frase “ve menos que un gato de yeso”, que se la habia escuchado a Catalina. En ese momento el chico grande se acercé a la carrera y de un manotazo le quité la moneda, Al rato, los dos chicos fueron a com- rar pan, flambre y una gaseosa grande. Se sentaron en una plaza, bajo el enorme caballo del monumento de Simén Bolivar, Y empezaron a comer, haciendo bromas sobre la posibilidad de que el animal tuvie- a ganas de hacer pis, eooce 0 _ Abrieron por la mitad los dos enor- mes panes y pusieron el fiambre en el medio, controlando minuciosamente que hubiera Ja misma cantidad para cada uno. Mientras los chicos devoraban los sindwiches con increfbles ganas, a Franco se le rerorcié el est6mago de hambre, Cuando ya estaba ter- minando, el chico grande arrancé un troz0 de sandwich y se lo ofrecié —No, no, gracias —dijo Franco, pero ante la insistencia del otro terminé aceptando. CComié con tantas ganas que ellos rieron. —Es un muerto de hambre —rio el més chico. —jQué va a ser un muerto de ham- bye! {No ves las zapatillas que tiene? —dijo el mis grande, sefialando los pies de Fran- co—. Valen ochenta délares. —;Ochenta? {Cien! —exclamé el menor, escandalizado. Y, ditigiéndose a Franco, le pregunté—: ;Cudnto valen? Franco no tenfa idea de cuénto podian costar. Es mis, le resultaba curioso que esos chicos supieran sobre precios de cosas que compran los padres. ;Quién le compraria a @ las zapatillas? Catalina, Pero no, no podia ser. Si Catalina fuera la encargada de comprarlas seguramente él estaria usando Jas zapatillas més horribles que hubiera. Qué raro. Quién le comprariaa él ropa, zapatillas, abrigos, todo eso? —? Cudnto valen tus zapatillas? —se impacienté el mas chico. —Cien —respondié él, para favore- cer precisamente al més chico, porque a ese le tenia un poco de miedo. —iQué dije yo! —dijo este—. Cudntos afios tenés? —Nueve. _—aNueve? —pregunté el mas gran- de, rigndose—. Mird, es més alto que yo. Se midieron los tres. Franco era més alko que el més grande y cas el doble que el mis chico. —Yo tengo diez —dijo ef mas chi- co—. ¥ al casi doce. “Si supieran que solo tengo och s 1g0 ocho. medio...”, pens6 Franco. : 2 2 —Vamos hasta alld —ordené el més grande, tomando el balde y sefialando la esquina opuesta de la plaza. Franco jamés habfa cruzado una calle solo pero le daba vergiienza agarraise de la mano del chico més grande, como hacla siempre con Catalina. Ellos cruzaron con toda naturalidad, pero é se fij6 tanto hacia un lado y al otro, y después corrié tan fuerte para llegar al otro lado, que Jos dos chicos se rieron a carcajadas. —2Es tonto o qué le pasa? —pre- gunté el mis chico. —No sé—le contesté el otro. —Na sé! —exclamé Franco de pronto. —iYa sabés qué? —pregunté el mas chico con fastidio. —No, nada —respondié Franco. Lo que acababa de “saber”, mejor dicho de dedu- cit, era quién le compraba a él la ropa. Era, seguro, una chica que todos los meses pasaba por la casa y le tomaba las medidas con un centimetro. El nunca le habia preguntado para qué lo hacia porque eso haba ocurri- do desde siempre. Una semana después de 2 la visita de la chica Iegaban a su casa un montén de cajas con ropas y zapatillas. En la esquina, los chicos se detuvie- ron ante una jugueteria. —iTenemos todos los Crashman que hay abi! ;Somos ricos! —grité el mas chico. —Yo también tengo... como cien —dijo Franco. —iMentira! —dijo el mas chico. —Verdad —se defendié Franco—. ‘Vamos a casa que se los muestro, zustedes no van a la escuela? —Vamos de mafiana. —Ahora es la mafiana. —Hoy es sibado, zno te enteraste? 5 Los nuevas amigas — LC so seaman uscdes? pr gunté Franco mientras subfan. —A &, le dicen Fideo —dijo el menor. —A dl, Enano —contesté el otro. Para entrar en el departamento tuvie- ron que tomar tantas precauciones como para centraren el edificio. Primero entré Franco para ver en qué parte de la casa estaba Catalina, y recién cuando comprobé que seguia en la cocina les hizo una sefa a los chicos para que pasaran. Era increible que nunca antes se le hubiera ocurrido escapar, pensaba Franco. —Juguemos con eso! —grité Enano, sefalando la estacién de juegos de Franco y la pila de CDs, no bien entré en la habitacién. En eso sf Franco era un verdadero supethéroe 46 y no habia en su curso un chico que pudiera ganarle. Pasaba fines de semana enteros jugan- do y en los dias de semana, cuando Catalina se iba a dormir, se quedaba jugando hasta las dos o tres dela mafana, Fideo se quedé mirando la habitacién, como si le costara aceptar que exis- tiese un lugar tan grande y lindo y con cosas tan fees un televisor gigante, filma- doras, equipo de miisica, revista, juegos clec- trdnicos, montones de juguetes, dos bicicletas, tuna pista de autos a control remoto que tenia como diez metros... de todo. De pronto se abrié la puerta e irrum- pié Catalina: —Te hice un postre de dulce de leche, Franco. Por lo menos comeme una porcioncita —dijo Catalina, dejando un plato sobre el escritorio del chico. Inctefblemente Fideo quedé oculto por la puerta y Enano se agaché detrés de un gran oso de pafio. =iNo, no quiero! —grité Franco y al instante se corrigié—: Si que quiero. Quiero otra porcién més. a Catalina sonrié y salié disparada hacia la cocina. Regresé con una gran fuente de postre y dijo, con una gran sonrisas —Comé todo lo que quieras, querido, Fideo y Enano, terminaron con el pos- te en segundos. Fideo usd una cuchara y Enano conté que vivian lejos y que al lado de la casa tenfan un terreno muy bue- Ro para jugar al fbol y un érbol muy alto ara trepar. i por qué se vienen hasta act a limpiar parabrisas? —Porque mi mamé trabaja en un Supermercado a cinco cuadras de acd. Sola. mente venimos los sdbados. Viajamos con cla @ la ida y a la vuelta nos vamos solos —explicé Fideo. —2Querés conocer nuestra casa? —pregunté Enano. —éEstés loco? —le dijo Fideo, dén- dole un golpe en la cabeza que derribé al @ooc0en 4 més chico sobre la cama. El pobre estaba tan acostumbrado a los golpes de su hermano que ni siquiera ‘se quej—. {No ves cémo vive é2 {Cémo va a ir a casa? —Me gustarfa conocer Ia casa de ustedes. No importa si es pobre. Si yo antes fai pobre. Mi papé era mendigo hasta que gané la loteria —dijo Franco, y se quedé tan satisfecho con su mentira que se le dibu- j6 en la cara una gran sonrisa. Los chicos lo miraron extrafiados. Gand la loteria? {Qué suerte! —dijo Fideo. Si, dos veces seguidas —agregs Franco. —jlncreible! —jlncreible! 6 Camino de aventuras E viaje fue interminable, Prime- ro en subte, después en colectivo y al final como quince cuadras a pie. Pero lo mejor fue que los chicos sabian viajar gratis. En el subte pasaron por debajo del molinete, sin poner ficha. Franco casi se desmaya al hacerlo, porque pensé que la policia comenzaria a perseguirlo. Al ten subieron gratis, dando todo un rodeo para llegar al andén por un terreno al ‘que daban las vias. En el colectivo, donde era imposible buslar al conductor porque miraba todos los que subfan, los chicos podian viajar gratis porque eran amigos de los choferes. —Esca aventura es mejor que las de Crashman —dijo Franco, cuando se habjan 50 acgmodado los tres en el iltimo asiento, Era la primera vez que andaba por alli la prime- ra vez que usaba transportes puiblicos, la pri- mera vez que no lo acompafiaba un adulto. —,Cémo se llaman ustedes? —pre- gunté—. Los nombres, quiero decir, no los sobrenombres. —Emanuel —dijo el mas chico, que nunca abandonaba su expresién de enojado. —Diego —dijo Fideo. Cuando se bajaron, Diego y Emanuel limpiaron gratis el parabrisas del émnibus. —Para que otra vez vuelva a llevar- nos —explicaron. A continuacién caminaron quince cuadras. Franco las hizo bastante temeroso. Eran caminos de tierra muy angostos que pasaban entre casas bajas donde, al parecer, vivia un montén de gente. En algunos tramas el camino pare- cfa meterse adentro de las casas o las casas estar construidas casi en medio del camino. Y continuamente salian a husmear perros de todos los tamafios que asustaban a Franco, 51 casi arrepentido ya de la “aventura” en que se habia metido, En cierto momento, los chicos deja- ron el camino y pasaron por adentro de una casa, diciendo “hola, abuela”, Franco se detu- Vo a mirar: en un rincén habia una sefiora ‘muy mayor, rodeada de gatos. De ahi los tres pasaron aun terreno lleno de basura. —2Es la abuela de ustedes? —pre- gunté Franco. Los chicos rieron. —No —dijo Emanuel—, Le deci- mos “abuela” pero no es nuestra abuela. Es tuna vieja ciega que siempre esti sentada alli, Pasamos por ahi para no pasar por la esquina, porque hay una barra de pibes que siempre nos agarra a piedrazos. —Ab. Luego pasaron por un basural, don- de habfa un olor horrible, humo y varias Personas sseogiendo cosas y levandolas a unos carros ti 1 caballos - banenlaaalle ocr Diego y Emanuel caminaron atentos, mirando al suelo por si habia alguna cosa eeeon 2 que valieta la pena. Sin embargo, fue Franco el que encontré algo bueno: un volante de auto oxidado. —jEstd buenisimo! —dijo Ema- nuel—. jLe sacamos el manubrio a la bici y le ponemos ese volante! —Si, esta bueno —dijo Diego. Emanuel tomé el volante con las dos ‘manos, lo puso a Ja altura de su cara, hizo ruido de motor con la boca y jugé a que iba en auto y manejaba. De pronto, cambié la expresién de Diego. — El Colorado! —dijo temeroso. Franco giré su cabeza y vio que a diez metros se acercaba un tipo cuyo aspecto resultaba temible. El Colorado debia de tener unos veinte afios y parecla muy fuerte, pese a su delgadez. Una gran cicatrz le cruzaba la tcjilla izquicrda, desde la oreja hasta la boca, dibujéndole una desagradable sonrisa. Cuando Franco se volvié hacia Diego para preguntarle quién era ese, los dos her- ‘manos iban corriendo a toda velocidad, sos- teniendo las bolsas con los Crashman. ss —jCorré, dale! le gritaron. Franco corrié tras ellos. —jEspérenme! Como en las pesadillas, sintié que las piernas no corrian tanto como él crefa que podian hacerlo. El Colorado tardé segundos en alean- zarlo, 7 El robo E. Colorado sélo tuvo que dar tunos pocos pasos a la carrera para alcanzar a Franco y trabarlo con un pie. Franco cayé rodando entre la basura y se detuvo al choca contra un enorme perro ‘muerto. Se aparté, asqueado, pero el Colorado Jo tomé por el cuello y lo hizo sentat. —;Basta de lloras, idiota! —le dijo, sonriendo, Franco no podia hablar. Querfa pro- testar 0 pedir socotro, pero no le salfan las Palabras y temblaba espantado. Su papi... emo necesitaba en ese momento a su apd. Crashman estaba luchando contra los mutantes y él no tenia la fuerza ni la decisi6n de un superhéroe para enfrentarse ‘ese tipo. 26 «A ver, “Dientes de alambre”. —e dijo el Colorado, riéndose de los apa- ratos fijos que usaba Franco—. Quiero ese reloj, la campera, las zapatillas. El nerviosismo trababa los movi- mientos de Franco, y eso alter un poco mis al otro, quien finalmente le arrancé de un tirén el reloj y le sacé Ia campera bru- talmente. —Ese pantaldn es de marca —agre- 6, sorprendido, mientras le indicaba con una sefia que se lo quitara. Franco negé con Ia cabeza. No queria quedarse sin pantalén cn ese lugar y no entendia cémo alguien podia interesarse en robar algo asi. En las series de television los malhechores no roban pantalones. El Colorado sonrié con desprecio. Parecia que acompaftaba cual- quier emocién con su insoportable sonrisa y-con las curvas que adopraba la profunda hhuella que le cruzaba la cara. Qué, no te gusta mi cicatriz? Dale, “Diente”, sacate el pantalén antes de que se me acabe la paciencia. 3 Como Franco se resistié a hacerlo, el Colorado le dio un fuerte cachetazo que volted al chico hacia el costado. Franco se incorporé de un salto e intenté correr pero el Colorado lo detuvo. —iVamos, tarado, quiero ese panta- én! Va justo para mi hijo. Sufriendo por el dolor en la cara y la humillacién, Franco se quité el pantalén y lo dejé en el suelo. El Colorado rio mientras junta- ba todo y luego se alejé silbando. Franco se quedé sentado, abrazando sus rodillas, muerto de miedo. Después miré hacia la direccién por donde se habfan ido sus ami- gos y se desesperé al no verlos. Un enorme perro se acercé a la carrera, Franco les temia a los perros y en esta situacién descontaba que este animal venia a atacarlo, Pero no tenia fuerzas para escapar. Mas bien estaba paralizado. Sin embargo el perro lo olfated detenida- mente, casi tocindole los pies, y después se alejé. Qué iba a hacer ahora? Ni siquiera sabfa dénde estaba. ;Cémo haria para vol- ver a su casa? 8 Gritas Bins caminé en cualquier direc: cién, como para salir de alli, tratando de Ro pasar por donde habia gente revolvien- do basura. Pero enseguida escuché unos gritos: eran Diego y Emanuel que lo llama- ban, mientras salian del pozo en donde se habjan escondido, Se acercaron a la carrera Y cuando estuvieron junto a Franco, este se eché a llorar abrazado a Diego. —Nosotros te vamos a conseguir ropa —le dijo Diego, y pegéndole un golpe a su hermano le ordend—: ;Dale tu pantalén! Emanuel dijo que no y se alej6 unos veinte metros. Diego parecié analizar la situacién durante un segundo y luego se puso a reco- ret el basural, tirando de restos de telas ~ que habia entre los monticulos de basura. Franco lo siguié casi pegado a él, sintién- dose muy desgraciado. ‘Al fin fue Emanuel quien encontrd algo que podia servir: un enorme pantalén roto y embarrado color amarillo con gran- des flores negras. Lo sacudié y logré sacarle los restos de barro. i loco me pongo eso! —protes- 16 Franco. —Ningiin problema. Andarés en calzoncillos —le dijo Diego. Franco se puso el espantoso panta- én y se lo cifé a la cintura con un hilo. —Vamos —dijo Diego. —Quiero volver a mi casa. Llévenme. —No podemos. Si que pueden! Yo no sé volver solo, —Es que pronto se va a hacer de noche y es peligroso. Mi mamé no nos deja andar solos de noche. Si te Ilevamos ahora, se nos va a hacer tarde para volver. 9 Otra familia Fea ts cas de Emanuel y de Dicgo vivian el abuelo, la madre de los chicos y tres perros. El abuelo estaba sentado en una silla, haciendo un sillon de mimbre, rodea- do de varillas, con una radio encendida y una pava humeante con la que estaba tomando mate, Los perros olieron a Franco, que soporté eso tratando de no poner cara de terror. —Es un amigo —explicé Diego—. El papé le dio permiso para que se quede a dormir en casa —el abuelo mird a Franco con cierta desconfianza. Franco pensé-que-era la casa mds fea que hubiera visto en su vida, si no fuera porque habfa visto otras mucho peores en el camino que acababan de hacer. Los chicos estuvieron discutiendo un rato a qué iban a jugar y ya lo tenfan decidido, cuando legs la madre. Era muy joven y linda pero venta con cara de enojada, —,Quién es este chico? —Es un amigo. Su papé le dio permi- so para venit —volvié a explicar Diego. —Denme las monedas —dijo la ‘madre, y los chicos le dieron un pufiado cada eal boksillo izquierdo... le dijo la madre a Diego. El chico se mostré molesto pero sacé otras tres monedas de ese boksillo, La madre sontié y dijo: —Y también de los bolsillos de atris. Diego sacé més monedas de alli. Mientras lavaban_parabrisas, Franco habfa observado que Diego guardaba mone- das de un peso dentro de las zapatillas. “Qué i «”, pensé, peg eee de que el padre le dio permiso? :Dénde vive este chico? i el padre le dio permiso, no seas o El abuelo Fhousaos por el abuelo, al que lla-« maban “Pereyra’, Emanuel y Diego ataron con alambre el volante de auto al manubrio de una bicicleta alta y vgjsima, Diego deter. miné que el primero en probarla seria Franco Porque era el invitado y después él, porque sta el mayor. Cuando le tooé a Emanuel, Diego le dio un golpe en la cabeza y le dio: —jAhora vos, tarado! Més tarde jugaron al fiitbol en la canchita con otros chicos vecinos, Franco ot6 que todos eran muy buenos jugando, que el mejor de todos era Emanuel y que, comparando, é era un desastre. Era una Vergiienza jugar tan mal. Fingié entonces que le dolia una pierna y después anun. 16 que haria de arquero. Pero como arquero spor cra peor que como jugador: pelota que iba al aco, entraba. Entonces, dijo que ya estaba aburrido de jugar y que iba a tomar agua. Le dijo al abuelo Pereyra que teni sed y el abuelo salié caminando y le pi que lo siguiera. Caminaron una cuadra y media, Vamos a una confiteria a tomar tuna gaseosa? —pregunté Franco. El abuelo rio a carcajadas. — Por qué te filtan los dientes?—qui-_| so saber Franco. Bs que soy viejo, Franco. —Comprate una dentadura postizal Catalina tiene varios dientes postizos. Ella no se compré una dentadura entera, sino dientes sueltos. Ah, qué bien. Es una buena idea. Cuando junte algunas billetes me compro tuna entera. Mird, es aqui. Colocate abt abajo ‘que yo voy a bombear. Era la mejor canilla que Franco hubie- ra visto en su vida, Para que saliera agua habia que subir y bajar una palanca! 6 LY no tienen una de estas en la casa? —pregunté Franco. “No, el agua no llega hasta alld. Somos pobres —dijo el abuclo. Ya veo! {Ni agua! AW quignes son tus padres, hijo? —Mami no tengo —explicé Fran- co—. Murié cuando yo era recién nacido, Y mi papé es alguien muy famoso. Tanto, que no te lo puedo decir. Es un secreto. Cuando sale a la calle nadie nota qué é es él porque sale disfrazado de persona normal. —Sies un secreto no hay que andar diciéndolo. Te voy a contar algo: a mi tam- bién se me murié mi madre cuando era muy chico. Pero igual me acuerdo de ella. —;Cémo te vas a acordar si sos recontraviejo? —Igual me acuerdo. Es lindo acor- darse. —Cuantos afios tenés? —Voy para setenta. En cualquier momento te moris. més —Bueno, espero aguantar unos afios —lgual te vas a mori antes que yo. —Eso si. —Es justo, yo soy més joven. —iNo te lo discuto! u ~ Crashman y los mutantes A Ia tarde, Catalina; desesperada, llamé a Crashman para decir. le que Franco habia desaparecido. Pero en se momento Crashman estaba en plena lucha contra sus enemigos y demoré bas- tante en poder dialogar con ella. Los mutantes eran seres de gelati- a que podian transformar su tamafio y aspecto, y para desplazarse iban adhirién- dose a las cosas. Su arma principal eran los chorros de dcido que escupian por la boca, capaces de destruir en un segundo a sus victimas. Generalmente andaban en naves individuales, aunque en algunas ocasiones Usaban transportes grandes equipados con armas mis peligrosas, e e ¢ ° e e e e e e e e e e e 6 No se sabfa mucho sobre el origen de los mutantes. La teoria més aceptada era que se habjan formado solos, en una estacién espacial abandonada, donde antes habfa funcionado un laboratorio de ensayos sgenéticos. Se suponia que por afios habrian estado evolucionado lentamente en la sole- dad del laboratorio, hasta que por azar la nave habria sido atraida por un pequefio planetoide con formas primitivas de vida acuatica. Segiin los cientificos, alli se habrfan cruzado con especies de renacuajos. En los tiltimos tiempos se habfa advertido que los mutantes se reproducian en gran escala y duplicaban su inteligencia y capacidad de agresién a ritmo alarmante. La Presidencia de la Tierra habfa formado patrullas y pequefios ejércitos para enfren- tatlos, y habia destinado al superhéroe Crashman a Ja tarea de impedir que los mutantes-afectaran los sistemas de comu- nicaci6n terrestre. Crashman tenia que enfrentarlos con un traje especial que no dejaba pasar el dcido y que al pelear cuerpo a cuerpo lo salvaba de quedar adherido a la gelatina. Pero los mutantes solian atacar en grupos grandes y se tiraban encima del supethéroe tratando de ahogarlo. Cuando soné el aviso de llamada, Crashman estaba Iuchando contra cuatro mutantes que intentaban ahogarlo. Se defendié dando golpes con un solo pu y us6 la mano libre para accionar el comu- nicador. Tartamudeando, nerviosa, Catalina Te conté que Franco habla desaparecido, Que no estaba en la casa ni por el barrio y tampoco habia dejado un mensaje. Crashman quedé petrificado y hasta los mutantes se sorprendieron. Solté al mutante al que le estaba oprimiendo su repugnante cuello de gelatina y, para asombro de sus enemigos, que nunca le habjan ganado una batalla, dej6 de defender el satéite y salié volando hacia la Tierra. 2 Una familia casi completa Coa cupada por Franco e insistia en preguntar si de verdad tenia permiso para quedarse. Emanuel y Diego le aseguraron cien veces que tenfa permiso del padre, pero ella no creia que fuese verdad. No querfa tener problemas con la policia. Pero para hablar Por teléfono a la casa del chico habia que caminar mds de veinte cuadras, y ya era de noche. —Esté bien, lo mejor es que Franco se uede a dormir —se resigné al fin—. Mana- Da voy a llamar al papé. Si no es cierto que le dio permiso, pobres de ustedes. Poco més tarde, mientras el abuelo cocinaba fideos, la mam —que se llamaba Elisa~ jugé con los chicos a las escondidas. eoece e e e o e e e e e a Era una sefiora muy divertida, aunque en rea- lidad parecia una chica, casi una hermana de Diego y de Emanuel, y no una sefiora. ‘Cuando Elisa se cans de jugar a las escondidas, Emanuel propuso jugar a Crashman. Fl serfa “Crashman”, Diego, un mutante y Franco, el “Presidente de la Tierra’, raptado por el mutante. Diego até a Franco a una silla y se quedé haciendo guardia por si llegaba “Crashman”. Y “Crashman” Ileg6 por sor- presa: Emanuel se tird desde el techo —que era muy bajo- y cayd sobre Diego, mien- tras gritaba “Crashmannnnnnnn al ata- queeeeeee”. Diego se enojé porque casi le rompe Ja cabeza y los dos se agarraron a trompa~ das verdaderas. Emanuel se puso a llorar y enceguida salié la madre, los reprendi6, y Jos mandé para adentro, donde ella podia vigilarlos. Franco quedé afuera, atado a la silla. —jEh! :Y yo? ;Piensan dejarme ara- do? —grit6. Todos rieron y Ja mama mandé a Diego y-a Emanuel a que lo desataran. Los chicos levantaron la silla y lo Hevaron en andas hasta adentro. ‘Mis tarde cenaron (los fideos estaban riquisimos aunque no habia gaseosas ni pos- tte), y cuando terminaron jugaron a las carts. A Franco tuvieron que ensefiarle cada juego y eso empezé a impacientar a Emanuel. Pero Franco aprendia répido y pudieron jugar un buen rato. Aquella era gente muy divertida y Franco estaba entrete- nido. Asi se hicieron las once de la noche y la mamé dijo que era hora de ir a dormir. Fue en ese momento cuando a Franco se le ocurrié empezar a hacer preguntas. Solia ‘ocurtirle que las preguntas se le amontona- ban y en algiin momento las largaba todas juntas. —,Por qué usan velas? No tienen luces? {Tan-pobres son?-{No-trabajan? ;O rabajan y ganan poquisimo? ;Esto es una villa miseria? ;Por qué todas las cosas que tienen son viejas y rotas? 4 2 ADiego parecié darle mucha vergtienza ue Franco hiciera esas preguntas. En cambio, Emanuel se enojé, quiso decir algo pero no le salié y al fin le dio una patada a Franco, Elisa empex6 a teiry el abuelo abrazé a Emanuel y a Franco, separindolos. —Tranquilos, chicos, tranquilos —dijo el abuelo, Franco olié el aliento a vino que salia de su boca y se retiré un poco—. Ustedes se tienen que llevar bien. Cierta ver, Jess. Parecia que el abuelo iba a empezar a explicar algo importantisimo, pero justo en ese momento se escuché un ruido muy fuer- te que provenia del piso, de abajo de la casa. El abuelo se quedé callado, con expresién de alarma, y enseguida pas6 algo terrble.. 3 Dos lagrimas N... ponia nervioso a Crashman; excepto lo que significara peligro para su hijo. Cruz6 el espacio a toda velocidad, atra- vesb la atmésfera y, como venta, enfilé hacia su edificio, Ent por la ventana de su casa a toda velocidad. Pero Catalina ya habla hecho cambiar los cristales asi que otra vez se hicieron trizas. El supethéroe cayé parado en medio del living y ahi encontré pélida a Catalina. La aferré por los hombros y la mujer perdié la pali- dez anterior: su cara se puso roja y redonda como una manzana. El superhéroe la esta- ba apretando tanto que la cabeza parecfa a Punto de explocarle. Queria saber hasta qué hora habia estado Franco en Ia casa, si habia e e e e e e e e e ® e e e e ° e e e e e e e 6 estado con alguien, si habfa recibido llama- dos telefénicos y mil detalles més. Era muy poco lo que podia decirle Catalina. Habia hecho las tareas de lim- pieza, habfa servido el almuerzo, después el chico se habia metido en su habitacién a jugar y, mis tarde, cuando fue a amarlo para la merienda, ya no estaba. Nervioso, Crashman hizo funcionar su detector de huellas y advirtié que en la habitacién de Franco habfa marcas de dos personas més. Con su brazalete electrénico rastreé a quignes pertenecian las huellas. Comprobé que esas personas no figuraban en su base de datos. “Deben de ser huellas de mutantes que adoptaron apa- riencia humana”, dedujo. Enseguida salié por la ventana y sobrevolé la ciudad a una velocidad incref- ble, tratando de ver algo que lo ayudara a encontrar a su hijo. Hasta para él aquello era un esfuerzo isco terrible, asi que tuvo que detenerse a descansar en la antena més alta de la ciudad. 7 ‘A.su lado habia una luz roja que se apagaba y se encendia; abajo, la ciudad con sus infinitas ces. Cada luz, un departamento y en cada departamento, un padre capaz.de jugar con su hijo cir a las reuniones de padres del colegio. Sintié un desagradable malestar en el estémago y mareos. Tuvo que aferrarse a la antena para no caer. Se sintié débil y desé graciado, Hacia meses que pensaba en pasar ‘més tiempo con su hijo, pero nunca encon- traba el momento adecuado para hacerlo. Franco le pedia que jugaran juntos o Jo lle- vara al cine y él siempre contestaba que no tenfa tiempo porque debia luchar contra los mutants. De pronto, noté que dos lagrimas le resbalaban por la cara. —,Donne esti, Franco? —grité ‘en medio de la noche y de la altura, donde nadie podia oirlo, 4 El desastre Y. casi eran las diez de la noche cuando Crashman vio desde muy arriba algo que podia ayudarlo en su biisqueda: jun chico atado con sogas a una sillat Ya se habfa alejado mucho de la ciudad y vio aquello en una zona muy apartada. Descendié a toda velocidad y, agu- zando su supervista, vio que en efecto... era Franco! Pero, cuando estaba por dirigir la mirada hacia sus captores, estos metieron a Franco dentro de la casa con silla y todo. “Deben de ser los mutantes que secues- ‘uaron a mi hijo para que yo deje de luchar contra ellos”, pens6 Crashman. “Y se busca- ron un buen escondite los malditos. Si son ellos, me detectarin con sus radares cuando POHOOOTH OCH SEHHOHLOHHODOSOOOHOOHOO® 20 ime acerque. Debo ser cauteloso para que no le pase nada malo a Franco”. ‘Al fin, Crashman opté por el plan més seguro: abrir un tdinel con sus pufios y avanzar por él hacia la casa, para burlar los derectores de los mutantes. Hacer el tiinel, de més de trescien- tos metros, le Ilevé un par de horas. Cuando lo tuvo listo y ya se encon- traba justo debajo de la casa, se tomé un minuto para recuperar fuerzas y luego, con toda la potencia que era capaz de reunir en sus mtsculos, irrumpié por debajo hacien- do explotar el piso de la casa. En segundos detect dénde estaba Franco y lo sicé por la ventana antes de que el chico alcanzara a sorprenderse. Lo dejé a unos veinte metros y volvi6 a la casa: la destruyé por completo, a trompadas y patadas, con la idea de dejar fuera de combate los sistemas de ‘comunicacién de los mutantes, antes de que pudieran uilizarlos para pedir refuerzos. No habfa pasado ni un minuto cuando Crashman ya tenia a los cuatro orwous 81 mutantes parados, indefensos, abrazados entre si, en el centro de los escombros. Estaba por aniquilarlos con su temible rayo cuando escuché algo que lo detuv ;Papal ;Son mis amigos! jNo los mates! Pero el rayo ya habja sido acciona- do, Lo tinico que pudo hacer Crashman fue mover ripidamente su brazo para torcerle el rumbo: un potentisimo haz de luz pasé por encima de las cabezas de los chicos, de la mamé y del abuelo a velocidad increible, y se perdié en el espacio. —jSon mis amigos, no los mates! —volvié a gritar Franco, llorando, Crashman se volvié hacia Franco, miré después a la gente que tenia delante y los escombros dispersos alrededor de ellos, zité el lanzador de rayos y nuevamente mird 2 Franco, con una rara expresién. —;Qué ests diciendo, hijo? Franco se acercé a su padre y este lo abrazé tan fuerte que hasta lo hizo coser. Tartamudeando, Franco le aseguré que era gente muy buena. Para entonces ya se habfan aproxi- mado muchos curiosos, que miraban tra- tando de entender lo ocurrido. Crashman, avergonzado, intents pedirles disculpas al abuelo y a la mama de los chicos, pero estos escaparon asus- tados. —iPensé que tenfan secuestrado a ‘mj hijo! —grit6 Crashman, pero ellos ya no podfan oirlo. Los vecinos, en cambio, comenza- ron a titarle piedras y a avanzar sobre él con palos. Crashman cubrié a Franco de las piedras, y dijo a gritos que ayudaria a reconstruir la casa. Pero los vecinos no le creyeron. Pensaban que era un loco disfra- zado de Crashman, y ya estaban por aga- rrarlo a golpes cuando intervino otra voz: —Déjenlo, que es Crashman. Es bueno, Yo lo conozco. Todas las cabezas se volvieron hacia Emanuel y él agregé: 8 Es el papi de mi amigo. Es un superhéroe. Siempre defiende a los buenos. Debe de haberse equivocado. Crashman retrocedié con Franco en brazos y cuando estuvo lejos de los furiosos vecinos salié volando. Esa noche, Emanuel y Diego con su mam y su abuelo tuvieron que dormir ert Ja casa de un vecino. SA e e e e e e e e e ° a 6 9 e e e e e e e e 5 Mala noticia Csticen y Franco sobrevolaron la ciudad y, en segundos, llegaron al edificio torre donde vivian. —;Papaaad! ja ventana! —alcanz6 a gritar Franco cuando Crashman estaba a punto de chocar contra el cristal. Catalina les abrié y abrazé llorando a Franco. — {Mi pequefiito, mi chiquito queri- do! —repitié una y otra vez. Pasados unos minutos 2 Franco comenzé a faltarle el aire, pero no era ficil zafar de ese abrazo. En ese momento, Crashman_repa- r6 en que su transmisor hacia rato que tenia una sefial de alarma. Lo encendid y se encontré con la cara del Vicepresidente ‘Adjunto del Cuerpo de Comunicaciones Eo para el Cono Sur, dependiente de la Subsecre- taria Colegiada del Ministerio Multinacional de Seguridad Planetaria afectada a Control de Agentes de Defensa, Seguridad y Policia de Zonas Espaciales Préximas a la Tierra. En fin, el tipo estaba enojadisimo porque Crashman habia abandonado su tarea poniendo en peligro la seguridad de la Tierra. El, en su cardcter de Vicepresidente Adjunto, etcétera, se vefa obligado a aplicar el reglamento y castigar a Crashman con el cese definitivo de sus servicios. En su tarea serfa reemplazado por un grupo de cien patrullas de la policia oSsmica, Hacia afios que el Vicepresidente Adjunto, etoétera, esperaba la oportunidad de poner en funcién al cuerpo de patrllas espa- ales que habia creado su esposa y habia sido equipado con armas de la fabrica de su cufia- do, naves répidas de las que vendia su herma- no y comunicadores disefiados por su primo. Yo. —intenté defenderse Crash= man, pero la pequefia pantalla del comuni- cador se apagé, 7 Crashman quedé enmudecido. Esta altemnativa, la de no tener que defender a la Tierra de los ataques de los mutantes, jams habia pasado por su cabeza. No importa, papé —lo consolé Franco—. Ya encontrarés otra cosa para hacer. Yo tengo algunas ideas, peecceeces eocoe eoccece 16 Una nueva vida ates fue un aia muy raro para Crashman, Se levanté a las ocho y desayu- 1né con su hijo. No se puso el atuendo de Crashman sino un pantalén comin y una camisa, que le resultaban incémodos por- que no estaba muy acostumbrado a ese tipo de ropa. Después de dejar a Franco en la puerta de la escuela compré un diario y se sent6 en un café a leerlo, El Papa viajaba a Tailandia; Boca le habia ganado a River 6 a 0; el Administra- dor de la Cindad no habfa podido jugar a las damas con su colega de Mauritania porque os mutantes habfan dafiado un satéli. Era lindo estar alli leyendo el diario, pero igual se sentfa extrafio. Hacia afios que no ppasaba un dia sin enfrentara los mutantes. Alla tarde, Crashman y Franco toma- ron el subte y un colectivo, y caminaron como quince cuadras por un caminito angosto. Cuando llegaron a una esquina, una patota de jévenes los agarré a piedrazos. Crashman estaba por entrar en accién, cuando Franco lo detuvo: —iNo, papa! Vamos por este lado. Franco, seguido por Crashman, pas por el interior de la casa de la “abuela’. jHola, abucla! —gritd al pasar. —,Cémo? No es tu abuela —dijo Crashman, —Ya sé, tonto. Salieron al basural y poco después, al mediodia, legaron a la casa de Emanuel y de Diego. Un grupo de vecinos estaba levan- tando la nueva casa del abuclo Pereyra. Los chicos también ayudaban. Cuando. vieron-legar-a-Franco-y-2 su papd detuvieron el trabajo y se quedaron mirdndolos. a Crashman y Franco no sabian qué hacer. Al fin a Franco se le ocurrié acarrear un balde imitando lo que estaba hacien- do Diego. Como apenas lo pudo levantar, Crashman lo ayud6 y ast se plegaron al tra. bajo, y los demés dejaron de miratlos como a extrafios. La fuerca de Crashman permitié que los trabajos se icieran mas répido, pero, como a ha vez era medio torpe, los vecinos ponian ciidado en dale indicaciones precisa. Casi a la noche, cuando ya dejaban de trabajar, leg Elisa, la mamd de los chi- os. Saludé a Franco déndole un beso en la frente y le preguneé: —zCémo estés, Franco? —Bien, Eli. Después Elisa dejé una bolsa en el sue- 4o, caminé resulta en direccién a Crashman } cuando estuvo junto a él, lo miré de abajo hacia arriba, como midiéndolo. Crashman era ‘medio metro més alto, Elisa buscé a su alrededor hasta que encontré un cajén. Luego se pard sobre el cajén y cuando estuvo cara a cara con Cfashman le dio una sonora y terrible bofetada, que dejé roja la mejilla del supethéroe. au Edueando a Crashman Gone muy bien cémo conducirse como un papé normal, y Franco tuvo que educarlo. Un dia, lo Iev6 al cine. Daban Crashman reconguista la Tierra. Primero Franco le ensefié que antes de entrar al cine hay que surtirse de golo- sinas. Luego, zapatear en el piso para que empiecen a proyectar la pelicula y, una vex que apagan las luces, gritar contra los malos y aplaudir al bueno. Crashman aprendia rodo con gran entusiasmo, pero algo sucedié por la mitad de la pelicula que avergonzé a Franco. En ese momento, los malos se habfa apodera- do de la Tierra y el principal de ellos casti- gaba a unos nifios y refa con sus repulsivas carcajadas. Crashman ~el verdadero~ salié volando del asiento y agarré a golpes la pantalla del cine. Se encendieron las luces y todos los chicos silbaron al tonto sefior de traje que tomé a golpes de pufio a la pantalla del cine. Franco tuvo que sacar de alli a Crashman antes de que llegara la policfa. Al dia siguiente, en la reunién de padres, hicieron otro papelén. Cada padre tenfa que hacer una propuesta para mejorar la escuela. Cuan- do le tocé el turno a Crashman, propuso reconstruir el edificio bajo tierra, insta- lar detectores de mutantes, convertit en obligatorio un uniforme con proteccién antidcida y sembrar de minas explosivas las calles y veredas cercanas al colegio, Todos rieron a carcajadas. Menos mal que algunos dijeron que el pap de Franco era un gran bromista. Y otro papeldn fue en la cancha de Boca. | | | | | 95 Estaban mirando el partido entu- siasmados en medio de la tribuna. Boca le ganaba a River 1 a 0 y ya terminaba el partido. En el tiltimo minuto hubo un tiro libre para River..., el delantero tir, la pelota estaba por entrar en el arco de Boca y clarquero no llegaba... De pronto, desde la tribuna de Boca salié un finisimo haz de luz que dio contra la pelota, a ilumi- né un instante como si fue- ra un Kimpa- ray luego... la pelota’ quedé desintegrada. Se armé un gran Lio. Todos pro- testaban, el refer{ no sabia qué hacer, los jugadores buscaban la pelota y la hincha- da de Boca festejaba. Franco y Crashman bajaron len- tamente la escalera de salida. Crashman iba mudo y coloradisimo de vergiienza, —Esté muy mal lo que hiciste, papé —le dijo Franco, aunque el suyo no era un tono de vor muy convencido. Evidentemente la educacién de Crashman no iba a ser tarea sencilla. oT) Invitacidn P... el domingo siguiente, con mucho trabajo, Franco “armé” una invita- cién a comer en la casa de Diego y Ema- uel: a Crashman le dijo que estaban invi- tados a comer pero tenjan que llevar asado y bebidas; a la madre de los chicos la llamé al supermercado y le dijo que su papa que- ria pedirle disculpas nuevamente y para eso queria pasar por su casa el domingo a la mafiana. El domingo, Franco y su paps llegaron a las once de la mafiana y, apenas saludé, Crashman se dispuso a encender el fuego para el asado, siguiendo las indicaciones que le habia dado Catalina. Pero algo fllé: Ja lefia_y el carbén no terminaban de encen- der y Cashman se puso nervioso, Finalmente se arremangé la camisa, descubriendo el rayo [Ser que levaba en el brazo derecho... —iNoooo00e! —grité Franco, y todos rieron. Después, Flisa le mostré a Crashman Jl nueva casa, que era tan pequefia como la anterior pero més linda, y Crashman se puso a darle indicaciones sobre oémo mejorarla: Vidsios blindados, sétano-refugio antiaéreo y cosas asi. Elisa se divirtié mucho porque crefa que Crashman bromeaba. EI asado tuvo que hacerlo el abuelo Pereyra. Los chicos jugaron con la bicicleta, hhasta que en cierto momento se acercaron al hombre para hacerle una consulta. —Queremos preguntarte algo —Ie dijo Emanuel. Vamos, Diego... —Dijimos que hablarias vos, tarado! —le respondié Diego, déndole un golpe en la smuca. —Es4 bien, hablo yo —dijo Fran- co—. Queremos saber tuna cosa... —Bueno, pregunten. —2Paede un sefior... viudo... 9 —~..casarse con una sefiora que no tie- ne marido? —Hum... —parecié dudar el abuelo, — io no? —se impacienté Emanuel, —Si zpor qué no ya a poder? No, no por nada —respondié Fran- co. Vamos a ju la pelotal —dj i Jugar a la pelotal —dijo Diego, y los tres se fueron corriendo, ~—Teual, hasta que mi viejo aprenda lo que le tiene que decir a tu mam, van a pasar meses —dijo Franco. =O aos! —agregs Diego, i EL abuelo Pereyra, con un chorizo ensartado en el tenedor, se quedé mirindolos on una mezcla de ternura y-asombro. 669 000 000000000000000000000 0000000000 000000000000000006000000 Ricardo Marifio ‘Autor El autor de este libro nacié analfabeto y con serias limitaciones para el habla, Tardé meses.en poder emitir nociones como “ta-ta". Con el tiempo adquiré la lectoescritura, habl6 normalmente, se hizo hincha de Boca, bostez6 en las clases de Len- guay se entusiasmé en las de Matemtica, estudié en una escuela industrial, admiré al Che Guevaray se fuea vivir a Buenos Aires. Se hizo escritor més © menos a los veinte afios y publicé titulos como CCuentos ritculos y La casa maldita. Convertido en padre, ante la mirada irénica de su hijo sufrié continuas y penosas derrotas en los jueguitos electrénicos. Afectado de locura senil, durante sus Ultimos afios aseguraba ser descendiente de Alvar Ntiez Cabeza de Vaca y perseguia a las chicas del barrio en su silla de ruedas con motor. Murié en 12242, alos ciento ochenta y seis afios. Indice Prologo x u 12, 13, 14, 1b, 16. 17. 18, Un chico triste . Accidente . Reunion de padres Franco se escapa Los nuevos amigos Camino de aventuras Elrobo Gritos . Otra familia 1. Elabuelo Crashman y los mutantes Una familia casi completa Dos lagrimas El desastre Mala noticia Una mueva vida Educando a Crashman Invitacion Biografia del autor 1 19 31 45 49 55 59) 61 63. 67 a 5 79 89 93 97 101

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