0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos) 432 vistas52 páginasEl Hijo Del Superhéroe - Ricardo Mariño
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NO 4-044 X
Florencia % Casale”
EL hijo del superhéroe
ardo Mario
Franco es el hijo de Crashman, un superhéroe
aque defiende la Tierra, Pero mientras el padre
lucha contra teribles mutantes, Franco est
solo con una sefora que lo cuida y.. js aburre
:uchisimo! Un dia, se hace amigo de dos,
chicos que trabajan en la calle y, entonces,
comienzan las aventuras
Ricardo Marifio presenta, a
través de situaciones insélitas,
las dificuttades que tienen tas
Personas para comunicarse en
‘el mundo moderne.
‘www Loquelee.santiliana.comecoccece620, sso aso
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2015, soon ALANA El hijo del
‘Lar Alon 720 0A) :
Gnd Ane Boon ie Arpson superhéroe
ISBN: 978-950-46-4328-9 Ricardo Marifio
Ho dept qu mac ney 1.723 Drone de ance ik
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einer en: cab de 2015
Pier reimpresi ener de 2017
Coda iter tinfy ved: Manta Feu MAQDIEINA
Thsrahnes originales cla): Lacan NK
icin de Arte: Jost Caro Rota Mant
Proje gic: Manso Ds Bonzo, Rus Chunen.asyJuUA TEA
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‘leeéace, magna, dectadpie, pr foto, culgier ote. parm eo
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AVELLANEDA, PROVINCIA DE BUENOS AIRES, REPUBLICA ARGENTINA.PR6LoGo.
La vida del hijo de un famoso can
tante, del presidente de un pais 0 de un
alto empresario debe de tener sus desgracias
particulares,
Me cuesta pensar que alguien tan
importante, que pasa el dia viajando de un
lado a otro y atendiendo asuntos en los que
Se ponen en juego grandes sumas de dinero,
Pueda tener tiempo para jugar un partidito
de fiitbol con el hijo en una plaza o partici-
par de la reunién de padres del colegio,
A alguien asi puedo imaginarlo com-
Prando una enorme casa con cancha de
fiebol incluida, » anotando a su hijo en la
escuela més cara del pais, donde a los direc-
tivos no se les ocurriria citar a padres que
no dispusieran de una hora para algo asi. En
€80 pensaba cuando empecé a escribir estaeccce
8
noyela que trata sobre la vida del hijo de un
supethéroe.
El chico se llama Franco, y el super-
héroe es Crashman, alguien que defiende a la
Tierra de los ataques mutantes extraterrestes.
Franco vive rodeado de mufiecos “Crash-
man’, figuritas “Crashman", armas de jugue-
te como las de Crashman y cémics, peliculas
Y programas que recrean las aventuras de su
padre, quien, naturalmente, es una especie de
{idolo de los niios.
La historia que escribi arranca en el
preciso momento en que Franco ya no puede
divertirse con esos juguetes y la celebridad
de su padre deja de importarle. La abundan-
cia en que vive empieza a no significar nada en
‘comparacién con otras riquezas que cree ver
en la vida de otros chicos.
Franco hace un tiltimo esfuerzo por
“recuperar” a su padre y, como fracasa, sim-
plemente sale a la calle a vivir cualquier
aventura que se le presente.
@Y Crashman? A Crashman Jo ima-
giné como a un soldado armado hasta los
dientes con el equipamiento més sofistica-
do. Esté preparado para volar por el espacio
y combatir ataques de fuerzas podero’
pero al mismo tiempo es torpe, casi esti
do, para desenvolverse en la vida cotidiana.
Con su mente atenta a pasibles alarmas o lla-
mados de los Administradores de la Tierra, no
puede llevar a cabo actos tan sencillos como
tomar un café 0 escuchar lo que su hijo le
reclama.
El tiempo en que esté situada esta
historia es un poco impreciso. Se parece
mucho al presente, pero, ala vez, hay una
sola administracién para todo el planeta y
presencias fantésticas como la de los mutan-
tes 0 el mismo Crashman.
Bueno, si mas 0 menos salié lo que
yo queria, en el transcurso de esta novela de
gaventuras?, tanto Franco como Crashman,
se darin cuenta de un par de cosas de esas
que sirven para vivir. Ojalé les guste.
Ricarpo Mariso1
Un chico triste
Eoiages como cualquier chico:
era hijo del famoso superhéroe Crashmali,
quien defendia a la Tierra de los mutan-
tes extraterrestres. A su pap4 lo veia muy
Poco, no tenfa mamé, y, como vivia bajo
medidas de extrema seguridad, no salia a
la calle si no era para ir ala escuela acom-
Pafiado por la sefiora que lo cuidaba y el
chofer que el Gobierno le habia asignado
a su padre,
Ultimamente el humor de Franco
era pésimo porque estaba cansado de que
(Cashman dedicara todo su tiempo a luchar
contra sus enemigos y no pudiera jugar un
rato a Ja pelota,Ievarlo a un parque, o-aun-
que sea cenar o ver televisién con él.
La compafifa més habitual del chi-
0 era Catalina, una mujer increfblemente12
gorda que se ocupaba de la limpieza de la
casa, de hacer la comida y de casi todo. Franco
pasaba mucho tiempo junto a ella y muy poco
con su padre.
El dia en que finalmente las cosas iban
a cambiar, el chico se levant6 muy temprano
para pedirle a Crashman que fueran juntos 2
la reunién de padres que se harfa esa tarde en
colegio.
ran las seis de la mafiana y el sol se
vela muy rojo saliendo entre los edificios més
altos de la ciudad. Franco fue hasta la habi-
tacién de su padre y golpeé la puerta varias
veces. Como no hubo respuesta pensé que su
papé ya se habria ido 0 que tal vez esa noche
no la habia pasado en casa, pero de todas for-
mas entré.
Crashman estaba tendido sobre las
mantas, profundamente dormido. Tenia
puesto el uniforme con partes metilicas,
armas en Ja cintura y antebrazos, y altas
botas con luces parpadeantes. Su traje humea-
ba un poco y tenia manchas negras de. algo
aceitoso, La expresién de Crashman era una
13
mezcla de cansancio y angustia, como si estu-
-viera sofiando con algo terrible.
Franco marcé la combinacién en el
teclado de la ventana para abrir una de sus
hojas y ventilar un poco la habitacién. Des-
pués trajo una toalla humedecida del bafio
y con delicadeza limpié la cara de su papd.
Tavo que hacer mucha fuerza para quitarle
las botas y después, cuidadosamente, le sacé
las armas (més de quince) y las dejé al cos-
tado de la cama. Su padre tenfa ahora una
expresién un poco més distendida y el chico
se acost6 a su lado, abrazindolo.
En cierto momento el padre murmu-
16 “hijo”, aunque era evidente que segufa
dormido. El nifio se acurrucé junto a él y de
a poco se le fueron cerrando los ojos.
De pronto sonaron varias alarmas y
Crashman reacciond camo un resorte. En
un instante estaba de pie y tenfa un arma en
‘cada mano, que autométicamente apunté a
Franco. Crashman tardé un segundo més en
entender dénde se encontraba. Al fin echd
‘una mirada a su alrededor y dejé las armas.« Hijo...
—Papi, vine a decirte que...
Franco no terminé la frase porque el
padre ya habia salido de la habitacién, En
tna sala lateral habfa una especie de mapa
planetario luminoso, incomprensible para el
chico, al que Crashman solia mirar a cada
rato, cuando se encontraba en casa,
Mientras observaba esa pantalla,
Crashman cambié pequefias baterfas de sq
traje, reemplazé partes de las armas y verfieg
el funcionamiento de sus aparatos de comu.
nicacién, Franco conocia la versién infantil
de todo ese equipamiento, porque en las
jugueterias vendian trajes de Crashman com.
pletos, que emitian curioses sonidos y encen-
dian cantidad de pequefias luces,
—Necesito que vayas a una reunién de
padres del colegio —dijo Franco, descontando
que su padre no le prestaria atencidn,
—iMe encantaré ir a esa reunién,
hijo!
Franco sonrié satisecho. Pero luego
arriesg6 otra pregunta:16
_ —ZHoy no habré ataque de los
mutantes?
—2Eh? Si, claro que habré. Sabemos
que intentarn destruir nuestro sistema de
satélites.
—Entonces no podris ir ala reunion!
—,Qué reuni
jLa del colegio!
—jHay una reunién en el colegio?
;Si, citaron a los padrest
—;Para qué citaron a los padres?
—No sé, cada tanto hacen una reu-
nin con los padres de los alumnos. Es obli-
gatorio que vayas, papa.
—Claro, voy a ir.
AY si los mutantes intentan des-
tru los satdlites terrestres?
—jImpediré que lo hagan, hijo!
—Entonces no padrés ira la reunién
de padres.
No, daro que no, hijo.
—jDios!
Franco se senté en dl piso y se quads
mirando a su padre, tratando de comprendedo.
7
CCrashman terminé de colocarse todas sus
armas y equipos, dedicé una amplia sonrisa
a su hijo, le acaricié la cabeza y le dijo:
—jA desayunar, compafierito!
22
Accidente
Fac esperd a que Catalina termi-
nara de servir el desayuno para repetisle a su
apd lo de la reunién. Por alguna razén lo
avergonzaba hacer ese pedido delante de ella.
Pero, en lugar de irse a la cocina como hacia
siempre, esta vez Catalina se sirvié un café y se
senté a desayunar. Eso era una verdadera nove-
dad. Una odiosa novedad, porque delante de
Catalina a Franco le iba a costar mucho més
caigirlea su padre que fuera ala reunién,
—Sefior Crashman —hablé Catali-
na—, esta tarde habré una reunién de padres
«n el colegio y usted tiene que asistit. So si,
—Me encantarfa, Catalina, pero no
puedo, Hay versiones de que los mutantes tra-
tarin de dafiar radares vitales para las comuni-
caciones terrestres. [El planeta est en peligro!0
4 —Sefior Crashman —repitié Catalina
espaciando las silabas, nerviosa—, no puede
dejar de ira esa reunién sélo porque el planeta
cesté en peligro. Creo.
Catalina siempre agregaba “creo”, al
final de sus frases. Adem4s hablaba con un
cantito, intercalaba algunas palabras de su
idioma indfgena y, cuando se ponia nervio-
sa, refa sin motivo. Ahora mismo se estaba
riendo.
En ese momento se encendié la peque-
fa pantalla de una especie de reloj que usa-
ba Crashman, y se oy6 una sefal de alarma.
Esa sefial se escuchaba muy seguido cuando
CCrashman estaba en casa.
—;Ven? No puedo —dijo Crashman—.
jPero no fallaré en la préxima, querido! —agre-
6 gritando.
Eso de gritar al decir cosas que no
requerian elevar la voz era algo que a Franco
no le gustaba y que los autores de un dibu-
jito animado sobre Crashman habian imita-
do a la perfeccién. El personaje gritaba para
decir cosas intrascendentes y luego, en plena
a
lucha contra los enemigos, hablaba como si
fuera la situacién més normal del mundo.
—Algunos compafieros de colegio
me dicen que no es cierto que mi papa sea
Crashman —dijo Franco.
—jLos convenceris: con unas cuan-
tas trompadas! —grit6 Crashman, que ahora
parecfa preocupado porque el café estaba tibio
en lugar de muy caliente como le gustaba a 4.
—No, papé, jc6mo voy a pegarles a
mis amigos por esa tonteria?
—Ah, claro. Es cierto, si. No hay que
ser violento.
Dios, no haga eso! —grité de pron-
to Catalina, al ver que Crashman accionaba
un rayo que le salfa del brazo y Jo apuntaba
hacia la taza. Era un rayo muy potente con el
que Crashman derrerfa puertas de acero 0 agu-
jereaba naves extrarerrestres. Un par de veces
Franco lo habfa visto calentar la comida oon
‘se rayo, com apenas enfocarlo un milisegundo
sobre el plato.
Papé, jquiero que esta vez vayas a la
reunién!2
« —Cémo? —pregunté Crashman—.
eA qué reunién?
Es pequetia distraccién hizo que el
ayo evaporara el café, fundiera la taza, aguje-
reara la mesa y quemara el piso.
Catalina comenzé a protestar en su
idioma indigena y Crashman se levanté,
‘molesto consigo mismo, mirando con despre-
cio a su emisor de rayos.
—Me voy, Franco. No puedo permitir
que dafien nuestras comunicaciones, ;Debo
defender a nuestro planeta! —dijo a continua-
én, dindole un beso en la frente a su hijo.
Con paso répido se ditigié hacia l bal-
©6n, salté y salié volando. Vivian en el piso
‘cuarenta y tres y siempre salfa por all. Solo que
en esta oportunidad Catalina habia cerrado los
ventanales porque empezaba a hacer fio,
El estallido de los vidrios asusté a
Catalina y a Franco, aunque los dos sabfan
que eso no podia dafiar a Crashman, Casi
nada podia dafiar a Crashman;
Catalina tomé entre sus manos la
masa sin forma y todavia humeante que
|
|
|
8
antes habia sido taza, cuchara, café y plato,
Jallew6 a la cocina y luego se puso a recoger
Jos cristales rotos.
En ese momento reaparecié Crashman
¥ desde afuera, mientras se mantenfa flotan-
do, grits: :
—;Que Franco no pase todo el dia
mirando televisién, Catalina! iste, Franco?
‘Debes cuidar tu educacidn!
—S{, papd e contesté Franco con
desgano, mientras tomaba el control remoto
del televisor.
SSSCTCC CCC CCCSecocce
3
Reunidh de padres
L. reunién de padres se hizo en el
salén de actos de la escuela. Franco quiso
sentarse en la iitima fila, pero Catalina dijo
gue desde alli no escucharfan a los maestros.
El insistié en permanecer sentado en ese
lugar porque le daba vergiienza estar alli con
Catalina, que era tan gorda y vieja. Pero ella,
que tenfa una fuerza increfble, lo tomé de la
mano y lo arrastré hacia el frente.
'H odioso Mariano Emiliano Soriano,
sentado en Ja pentiltima fila, lanzé una
fuerte risotada y sefialé hacia el pasillo
central para que todo el mundo se diera
cuenta de que Franco estaba haciendo el
ridiculo. Franco se puso colorado y traté
de caminar a la par de Catalina, como si
nada sucediera.|
«Mariano Emiliano Soriano no solo
habfa venido con su madre y su padre sino
con el marido de su madre, la esposa del
padre, su hermanito menor y la abucla,
{Una fila para ellos solos!
Para colmo de males Catalina quiso |
sentarse en la primera fila justo delante de
Julieta Ubieta, la chia que le gustaba y ante |
1a cual irremediablemente se ponia rojo de
vergtienza y apenas podia hablar.
“Esta bien", pensé Franco cuando |
se acomodé en su asiento, “no tengo que |
Pensar, ni respirar, ni mirar hacia atrés. Y |
tampoco tengo que escuchar si Catalina le |
hace una de sus preguntas al director de la _|
escuela. No importa qué pregunta ridicula
hhaga porque yo soy ciego y sordo”. |
Sin embargo, un segundo después
1iré hacia ates y vio al padre de Julieta Ubie-
ta. Cémo podia ser tan viejo el sefior
Ubieta? Era viejisimo, arrugado y calvo iy
hacia un ruido muy desagradable con stt
dentadura postiza!
—jHola, Franco! —le dijo Julicta.
7
—Ho... la —contesté Franco, mien-
tras pensaba: “Pobre chica’,
—Abuelo, es Franco, el hijo de
Crashman —grité Julieta,
“[Es el abuclo! :Y sus padres? Tal vez
no tiene padres o silos tiene, no la quieren”,
ens6 Franco entusiasmado. “Tal vez hayan
muuerto en un accidente. Ojalé esté sola
en el mundo y su abuelo sea un malvado,
Pobre chica, seguro necesita un chico con
quien hablar. El chico ideal para que ella
pueda contar en confianza que sus padres
mutieron en un acciente sin duda soy yo".
No viene tu paps, Franco? —pre-
gunté Julieta—. Me encantarfa conocerlo!
Antes de que a Franco se le ocurriera
algo para contestar, Julieta agregé:
—+Aht vienen los mfos: Mama! ;Papé!
Franco los miré: era un par de padres
sspléndidos, sonrientes, bronceados, comple-
‘os. El padre hasta usaba maletin. ;Qué bue-
no tener-un-padre-con maletin! (Qué lindo
revisarle el maletin y a escondidas usar todo
lo que lleve adentro! Debia de tener libretas,
CESCCTCT CHS TOSCO CORO CODCCE8
minicomputadora, lapiceras, carpetas, cal-
culadoras, agenda electrénica, de todo.
i¥ Julieta también tenfa madre! La
madre de Julieta era muy bonita. Estaba
vestida con ropa deportiva. Seguro que los
sdbados esa mujer jugaba al tenis con su
hija. {Como le gustarfa a él tener una madre!
Pero su madre haba muerto hacia mucho.
Su madre habfa muerto cuando él era recién
nacido, asf que sélo la conocia por fotos. Y
cen has fotos su mamé, que tenia nombre de
nena ~Yanina-, cra muy bonita y se refa con.
tuna espléndida risa.
‘Ase triste pensamiento él podia dete-
netlo, Eso se lo habia ensefiado Catalina: un
pensamiento muy triste podfa ser detenido
haciendo fuerza con la mandibula. Eso le
habfa ensefiado Catalina. Pero si se trataba
de un pensamiento muy muy triste, mucho
més triste que los pensamientos tristes comu-
nes, era mejor dejarlo pasar, En ese caso lo
mejor era entristecerse del todo y lorar
como loco. Catalina sab{a cosas increibles
y 4 queria mucho a Catalina porque al fin
2
yal cabo era como una enorme, gordisima,
segunda madre, y por el tamafo hasta podia
ser considerada como dos madres en una.
Por suerte, este pensamiento sobre su
madre muerta solo era muy triste, no muy
muy triste, y eso tal vez se debia a que él no
dejaba de mirar a Julieta y también pensaba
en lo linda que era ella.
En ese momento aparecié el maestro
y comenzé la reunién. Hablé diez minutos y
después fue el turno de los padres: todos
opinaban que habia que duplicar las tareas
de los nifios, de modo que en la casa no les
quedaran muchas horas para mirar televi-
sién. Ademés pedian més horas de inglés y
de computacién para prepararlos para ser
adultos importantes. Todos opinaban més 0
menos lo mismo pero sus voces se superpo-
nian porque estaban muy ansiosos. Pero dé
pronto una voz muy firme, dijo:
—Ahora voy a hablar yo—era Catali-
na, Franco se quedé paralizado de vergiienza
y todos los padres hicieron silencio—. Digo
yo: gpor qué no les ensefian un poco deeducacién a estos nifios, ah? Para que Fran- |
0 se lave los dientes hay que pedirle por
favor, a veces pretende engafiarme diciéndo-
me que se baiié, pero yo sé que puede estar
cinco dias sin bafiarse...
Franco estuvo a punto de desmayarse
mientras las carcajadas de sus compafieros,
cn especial las de Mariano Emiliano Soriano,
le taladraban el cerebro, Hasta Julieta Ubie-
ta, sentada delante, se habia vuelto hacia él
y parecia desarmarse de la risa. Y Catalina
seguia:
—Tampoco saluda a los vecinos en
el ascensor, a veces hace chistes groseros
por teléfono y cuando come frutas juega a
embocar semillas en mi vaso de soda,
—Bueno, bueno, gracias —dijo el
maestro—. Muchas gracias por su aporte. |
Ya veremos cémo podemos corregir esas
cosas.
ceo
4
Franco se escapa
A la vuelta de Ia reunién Franco
comié un octavo de milanesa y tres papas
fritas y media, y después fue a su habitacién
Y se asomé por la ventana. Los del Depar-
tamento de Seguridad del Gobierno habian
dispuesto que la combinacién para abrir
las ventanas fuera secreta y solo la supiera
Catalina, pero a la mujer le era imposible
mangjar esos tecladitos, Ella misma le habia
pedido a Franco que aprendiera a abrir las
Ventanas y a la vez le habia prohibido ter-
minantemente abrirlas si ella no se lo pedfa.
Franco las abria a cada rato y por esa razon
ély Caralina solfan discutir,
Mientras miraba all abajo la inter-
minable fila de coches que esperaba la aper-
tura de un seméforo, se le ocurtié algo...
eooeoce
eoee2
‘Tomé un Crashman de plistico y lo lanaé
al aire, Se qued6 mirando emo caia sobre
el parque que estaba al otro lado de la calle.
Segundos después arrojé otro Crashman con
‘moto espacial. Y después un Crashman dentro
deuna nave y un Crashman luchando contra
Jos mutantes..
ter ige dee minus ya habla tiado
‘unos seiscientos mufiecos Crashman, cin-
cuenta libros ¢ historietas, muchisimos juegos
dectrénicos, videos y una gran cantidad de
trajes Crashman para chicos. Entre esas idas y
‘yueltas de los placares a la ventana reparé en
tunos chicos que abajo se arriesgaban entre los
autos para recoger los juguetes que él tiraba.
Eran dos chicos que limpiaban para-
brisas de coches a cambio de monedas. Los
habia visto algunas veces cuando el chofer
y Catalina lo Ievaban a la escuela. Pare
Cian divertirse con lo que hacian, y debia
de ser asi porque pasaban mucho tiempo
en la calle. Tal vez fueran delincuentes, pero
como quiera que fuese parecian evar una
vida mds divertida que la suya.
33
Los chicos habjan formado dos
montafitas de Crashman y ahora miraban
hacia arriba esperando que cayera alguno
mis. Franco se volvié hacia un mucble
biblioteca y calculé que todavia le queda-
ban algunos cientos més. Pero ya no tuvo
ganas de seguir tirindolos y, en cambio,
pensé que le gustarfa conocer a esos chicos,
Total, si eran delincuentes siempre tendria
la posibilidad de salir corriendo y meterse
en su edificio, donde habfa cuatro guar-
dias en la puerta. Ademés, él era el hijo de
Crashman y cualquier cosa que le ocurriera
su padre podria defenderlo. Alguna ventaja
tenia que darle ser el hijo de Crashman.
Claro que para conocer a esos chi-
os tendria que escapar sin que Catalina lo
notara.
Franco entré en Ia cocina, donde
Catalina estaba lavando los platos, se sir-
vi6 un-vaso-de-jugo-y-con disimulo-tomé
uun manojo de llaves. Al salir del ascensor
al hall del edificio se colé entre tres sefioras
gordas y asi logré pasar sin que los guardiaslo yieran. Al salir a la vereda respiré hon-
do y sintié que estaba iniciando una gran
aventura. s
En la esquina se quedé unos minu-
tos mirando aun lado y a otro, y no encon-
6 a los chicos. Contra un drbol estaban
el balde y los secadores que usaban, pero a
eso ee ee por ningiin lado. Final-
mente los vio parados ante un kiosco, a una
cuadra, metiendo en dos grandes bolsas de
residuos el montén de Crashman que cada
uno habja recogido. ;
‘Minutos después regresaron ala esqui-
na. No estaban tan sucios como Franco ima-
sinaba. Dejaron las bolas junto al dbo y el
més grande volvié a limpiar parabrisas mien-
tras el mds chico se quedé custodiando el
borin.
Franco se acercé y los chicos lo
miraron con desconfianza, como tratando
de entender qué podia estar buscando.
—(Quieren_que los. ayude?-—pre-
gunté él al ver que dentro del balde queda-
ba un juego de esponja y secador.
35
—iNo! —e dijo el més chico, con
enojo.
Al més grande parecié causarle gra-
cia el pedido y le dijo a Franco que si queria
ayudar lo hiciera, solo que tenia que datle
a 4l las monedas que ganara.
Franco tomé el limpiador, lo moj
ccurrié caminé hacia el primer auto, un
estupendo Alfa Romeo gris oscuro,
—iMe salpicés el auto y te mato!
= le dijo un hombre con cara de toro, A
Franco le parecié que ya conocta ess cars
desagradable... Era el sefior de la Secrera,
Ambiente! ;El sefior Dante
Meses atrés ese hombre habia reci-
bido una condecoracién durante una fests
en la que también Crashinian habia sido
Premiado. Franco lo recordaba muy bien
Porque Catalina lo habia obligado a mirar
SS programa para que viera un poco a su
Papd. Cuando aparecié en la pantalla eseeoccoe
6
hombre con cara de elefante marino, Franco
yy Catalina se habfan reido muchisimo de que
justamente Ie dieran un premio por defender
a los pingiiinos empetrolados, las ballenas
y los elefantes marinos.
Mientras recordaba todo eso Franco
se quedé mirando a Elefante Marino, que
apenas se veia detris del vidrio oscuro de
su hermoso coche.
—jHacete a un lado, salame! —Ie
grité Elefante Marino asomando su cabe-
zota, porque Franco estaba parado delante
del coche y no lo dejaba salir.
—jCortete, tarado! —le grité el chi-
co més grande.
‘Asi pasé el primer verde del seméfo-
ro sin que Franco lograra hacer nada.
En el segundo, Franco se dirigié a
tuna cunioneta pero le fue imposible alean-
zar el parabrisas porque era muy alto. Uno
de los hombres que iban en ella le grité algo
que Franco no entendié y estall6 en carcaja-
das, Enseguida el semaforo se puso en verde
y salieron disparados todos los autos.—Escé gastando derergente de gus
to —dijo el chico menor, molesto.
En la siguiente oportunidad, Franco
no logré que ningiin automovilista acep-
tara, salvo un taxista que luego se fue sin
dejar una moneda, molesto por lo mal que
habfa quedado su parabrisas.
Recién a la quinta apertura del sem4-
foro, Franco se dio cuenta de que el chico
més grande iba directamente a los coches
‘manejados por mujeres.
Durante el descanso, Franco pre-
gunté si las tinicas que dejaban monedas
eran las mujeres.
—Las mujeres te dejan_monedas
porque les da léstima ver a los chicos tra-
bajando ajo el menor,
—No, es porque nos tienen miedo
dijo el mas grande—, Piensan que pode-
mos robarles.
—Es porque son més buenas,
—Es porque son mis idiotas.
Franco obtuvo su primera moneda
cuando ya hacia media hora que estaba
39
alli. Se la dio un hombre con anteojos muy
gruesos cuyo auro merecia el Premio Nobel
al coche més sucio del mundo.
—No tengo plata, querido —Ie dijo
el hombre antes de que Franco empezara a
lavarle el parabrisas.
—Se lo lavo gratis Ie dijo Fran-
co—. Usted ve menos que un gato de yeso
y su parabrisas est4 recontrasucio,
—iAcé encontré una! —avisé el hom-
bre mostrando una moneda para Franco.
El se quedé mirando la moneda y
pensando en la frase “ve menos que un
gato de yeso”, que se la habia escuchado a
Catalina. En ese momento el chico grande
se acercé a la carrera y de un manotazo le
quité la moneda,
Al rato, los dos chicos fueron a com-
rar pan, flambre y una gaseosa grande.
Se sentaron en una plaza, bajo el enorme
caballo del monumento de Simén Bolivar,
Y empezaron a comer, haciendo bromas
sobre la posibilidad de que el animal tuvie-
a ganas de hacer pis,eooce
0
_ Abrieron por la mitad los dos enor-
mes panes y pusieron el fiambre en el medio,
controlando minuciosamente que hubiera
Ja misma cantidad para cada uno. Mientras
los chicos devoraban los sindwiches con
increfbles ganas, a Franco se le rerorcié el
est6mago de hambre, Cuando ya estaba ter-
minando, el chico grande arrancé un troz0
de sandwich y se lo ofrecié
—No, no, gracias —dijo Franco, pero
ante la insistencia del otro terminé aceptando.
CComié con tantas ganas que ellos rieron.
—Es un muerto de hambre —rio el
més chico.
—jQué va a ser un muerto de ham-
bye! {No ves las zapatillas que tiene? —dijo
el mis grande, sefialando los pies de Fran-
co—. Valen ochenta délares.
—;Ochenta? {Cien! —exclamé el
menor, escandalizado. Y, ditigiéndose a
Franco, le pregunté—: ;Cudnto valen?
Franco no tenfa idea de cuénto podian
costar. Es mis, le resultaba curioso que esos
chicos supieran sobre precios de cosas que
compran los padres. ;Quién le compraria
a @ las zapatillas? Catalina, Pero no, no
podia ser. Si Catalina fuera la encargada de
comprarlas seguramente él estaria usando
Jas zapatillas més horribles que hubiera. Qué
raro. Quién le comprariaa él ropa, zapatillas,
abrigos, todo eso?
—? Cudnto valen tus zapatillas?
—se impacienté el mas chico.
—Cien —respondié él, para favore-
cer precisamente al més chico, porque a ese
le tenia un poco de miedo.
—iQué dije yo! —dijo este—.
Cudntos afios tenés?
—Nueve.
_—aNueve? —pregunté el mas gran-
de, rigndose—. Mird, es més alto que yo.
Se midieron los tres. Franco era més
alko que el més grande y cas el doble que el
mis chico.
—Yo tengo diez —dijo ef mas chi-
co—. ¥ al casi doce.
“Si supieran que solo tengo och
s 1g0 ocho.
medio...”, pens6 Franco. :2
2 —Vamos hasta alld —ordené el més
grande, tomando el balde y sefialando la
esquina opuesta de la plaza. Franco jamés
habfa cruzado una calle solo pero le daba
vergiienza agarraise de la mano del chico més
grande, como hacla siempre con Catalina.
Ellos cruzaron con toda naturalidad, pero é
se fij6 tanto hacia un lado y al otro, y después
corrié tan fuerte para llegar al otro lado, que
Jos dos chicos se rieron a carcajadas.
—2Es tonto o qué le pasa? —pre-
gunté el mis chico.
—No sé—le contesté el otro.
—Na sé! —exclamé Franco de pronto.
—iYa sabés qué? —pregunté el mas
chico con fastidio.
—No, nada —respondié Franco. Lo
que acababa de “saber”, mejor dicho de dedu-
cit, era quién le compraba a él la ropa. Era,
seguro, una chica que todos los meses pasaba
por la casa y le tomaba las medidas con un
centimetro. El nunca le habia preguntado
para qué lo hacia porque eso haba ocurri-
do desde siempre. Una semana después de
2
la visita de la chica Iegaban a su casa un
montén de cajas con ropas y zapatillas.
En la esquina, los chicos se detuvie-
ron ante una jugueteria.
—iTenemos todos los Crashman
que hay abi! ;Somos ricos! —grité el mas
chico.
—Yo también tengo... como cien
—dijo Franco.
—iMentira! —dijo el mas chico.
—Verdad —se defendié Franco—.
‘Vamos a casa que se los muestro, zustedes
no van a la escuela?
—Vamos de mafiana.
—Ahora es la mafiana.
—Hoy es sibado, zno te enteraste?5
Los nuevas amigas
— LC so seaman uscdes? pr
gunté Franco mientras subfan.
—A &, le dicen Fideo —dijo el
menor.
—A dl, Enano —contesté el otro.
Para entrar en el departamento tuvie-
ron que tomar tantas precauciones como para
centraren el edificio. Primero entré Franco para
ver en qué parte de la casa estaba Catalina,
y recién cuando comprobé que seguia en la
cocina les hizo una sefa a los chicos para que
pasaran. Era increible que nunca antes se le
hubiera ocurrido escapar, pensaba Franco.
—Juguemos con eso! —grité Enano,
sefalando la estacién de juegos de Franco y la
pila de CDs, no bien entré en la habitacién.
En eso sf Franco era un verdadero supethéroe46
y no habia en su curso un chico que pudiera
ganarle. Pasaba fines de semana enteros jugan-
do y en los dias de semana, cuando Catalina se
iba a dormir, se quedaba jugando hasta las dos
o tres dela mafana, Fideo se quedé mirando la
habitacién, como si le costara aceptar que exis-
tiese un lugar tan grande y lindo y con cosas
tan fees un televisor gigante, filma-
doras, equipo de miisica, revista, juegos clec-
trdnicos, montones de juguetes, dos bicicletas,
tuna pista de autos a control remoto que tenia
como diez metros... de todo.
De pronto se abrié la puerta e irrum-
pié Catalina:
—Te hice un postre de dulce de
leche, Franco. Por lo menos comeme una
porcioncita —dijo Catalina, dejando un
plato sobre el escritorio del chico.
Inctefblemente Fideo quedé oculto
por la puerta y Enano se agaché detrés de
un gran oso de pafio.
=iNo, no quiero! —grité Franco
y al instante se corrigié—: Si que quiero.
Quiero otra porcién més.
a
Catalina sonrié y salié disparada
hacia la cocina. Regresé con una gran fuente
de postre y dijo, con una gran sonrisas
—Comé todo lo que quieras, querido,
Fideo y Enano, terminaron con el pos-
te en segundos. Fideo usd una cuchara y
Enano conté que vivian lejos y que al
lado de la casa tenfan un terreno muy bue-
Ro para jugar al fbol y un érbol muy alto
ara trepar.
i por qué se vienen hasta act a
limpiar parabrisas?
—Porque mi mamé trabaja en un
Supermercado a cinco cuadras de acd. Sola.
mente venimos los sdbados. Viajamos con
cla @ la ida y a la vuelta nos vamos solos
—explicé Fideo.
—2Querés conocer nuestra casa?
—pregunté Enano.
—éEstés loco? —le dijo Fideo, dén-
dole un golpe en la cabeza que derribé al@ooc0en
4
més chico sobre la cama. El pobre estaba tan
acostumbrado a los golpes de su hermano
que ni siquiera ‘se quej—. {No ves cémo
vive é2 {Cémo va a ir a casa?
—Me gustarfa conocer Ia casa de
ustedes. No importa si es pobre. Si yo antes
fai pobre. Mi papé era mendigo hasta que
gané la loteria —dijo Franco, y se quedé
tan satisfecho con su mentira que se le dibu-
j6 en la cara una gran sonrisa. Los chicos lo
miraron extrafiados.
Gand la loteria? {Qué suerte!
—dijo Fideo.
Si, dos veces seguidas —agregs
Franco.
—jlncreible!
—jlncreible!
6
Camino de aventuras
E viaje fue interminable, Prime-
ro en subte, después en colectivo y al final
como quince cuadras a pie.
Pero lo mejor fue que los chicos
sabian viajar gratis.
En el subte pasaron por debajo del
molinete, sin poner ficha. Franco casi se
desmaya al hacerlo, porque pensé que la
policia comenzaria a perseguirlo.
Al ten subieron gratis, dando todo un
rodeo para llegar al andén por un terreno al
‘que daban las vias. En el colectivo, donde era
imposible buslar al conductor porque miraba
todos los que subfan, los chicos podian viajar
gratis porque eran amigos de los choferes.
—Esca aventura es mejor que las de
Crashman —dijo Franco, cuando se habjan50
acgmodado los tres en el iltimo asiento, Era
la primera vez que andaba por alli la prime-
ra vez que usaba transportes puiblicos, la pri-
mera vez que no lo acompafiaba un adulto.
—,Cémo se llaman ustedes? —pre-
gunté—. Los nombres, quiero decir, no los
sobrenombres.
—Emanuel —dijo el mas chico, que
nunca abandonaba su expresién de enojado.
—Diego —dijo Fideo.
Cuando se bajaron, Diego y Emanuel
limpiaron gratis el parabrisas del émnibus.
—Para que otra vez vuelva a llevar-
nos —explicaron.
A continuacién caminaron quince
cuadras. Franco las hizo bastante temeroso.
Eran caminos de tierra muy angostos que
pasaban entre casas bajas donde, al parecer,
vivia un montén de gente.
En algunos tramas el camino pare-
cfa meterse adentro de las casas o las casas
estar construidas casi en medio del camino.
Y continuamente salian a husmear perros de
todos los tamafios que asustaban a Franco,
51
casi arrepentido ya de la “aventura” en que
se habia metido,
En cierto momento, los chicos deja-
ron el camino y pasaron por adentro de una
casa, diciendo “hola, abuela”, Franco se detu-
Vo a mirar: en un rincén habia una sefiora
‘muy mayor, rodeada de gatos. De ahi los tres
pasaron aun terreno lleno de basura.
—2Es la abuela de ustedes? —pre-
gunté Franco. Los chicos rieron.
—No —dijo Emanuel—, Le deci-
mos “abuela” pero no es nuestra abuela. Es
tuna vieja ciega que siempre esti sentada
alli, Pasamos por ahi para no pasar por la
esquina, porque hay una barra de pibes que
siempre nos agarra a piedrazos.
—Ab.
Luego pasaron por un basural, don-
de habfa un olor horrible, humo y varias
Personas sseogiendo cosas y levandolas a
unos carros ti 1 caballos -
banenlaaalle ocr
Diego y Emanuel caminaron atentos,
mirando al suelo por si habia alguna cosaeeeon
2
que valieta la pena. Sin embargo, fue Franco
el que encontré algo bueno: un volante de
auto oxidado.
—jEstd buenisimo! —dijo Ema-
nuel—. jLe sacamos el manubrio a la bici y
le ponemos ese volante!
—Si, esta bueno —dijo Diego.
Emanuel tomé el volante con las dos
‘manos, lo puso a Ja altura de su cara, hizo
ruido de motor con la boca y jugé a que iba
en auto y manejaba. De pronto, cambié la
expresién de Diego.
— El Colorado! —dijo temeroso.
Franco giré su cabeza y vio que a
diez metros se acercaba un tipo cuyo aspecto
resultaba temible. El Colorado debia de tener
unos veinte afios y parecla muy fuerte, pese
a su delgadez. Una gran cicatrz le cruzaba la
tcjilla izquicrda, desde la oreja hasta la boca,
dibujéndole una desagradable sonrisa.
Cuando Franco se volvié hacia Diego
para preguntarle quién era ese, los dos her-
‘manos iban corriendo a toda velocidad, sos-
teniendo las bolsas con los Crashman.
ss
—jCorré, dale! le gritaron.
Franco corrié tras ellos.
—jEspérenme!
Como en las pesadillas, sintié que las
piernas no corrian tanto como él crefa que
podian hacerlo.
El Colorado tardé segundos en alean-
zarlo,7
El robo
E. Colorado sélo tuvo que dar
tunos pocos pasos a la carrera para alcanzar
a Franco y trabarlo con un pie.
Franco cayé rodando entre la basura
y se detuvo al choca contra un enorme perro
‘muerto. Se aparté, asqueado, pero el Colorado
Jo tomé por el cuello y lo hizo sentat.
—;Basta de lloras, idiota! —le dijo,
sonriendo,
Franco no podia hablar. Querfa pro-
testar 0 pedir socotro, pero no le salfan las
Palabras y temblaba espantado. Su papi...
emo necesitaba en ese momento a su
apd. Crashman estaba luchando contra
los mutantes y él no tenia la fuerza ni la
decisi6n de un superhéroe para enfrentarse
‘ese tipo.26
«A ver, “Dientes de alambre”.
—e dijo el Colorado, riéndose de los apa-
ratos fijos que usaba Franco—. Quiero ese
reloj, la campera, las zapatillas.
El nerviosismo trababa los movi-
mientos de Franco, y eso alter un poco
mis al otro, quien finalmente le arrancé de
un tirén el reloj y le sacé Ia campera bru-
talmente.
—Ese pantaldn es de marca —agre-
6, sorprendido, mientras le indicaba con
una sefia que se lo quitara. Franco negé con
Ia cabeza. No queria quedarse sin pantalén
cn ese lugar y no entendia cémo alguien
podia interesarse en robar algo asi. En las
series de television los malhechores no
roban pantalones. El Colorado sonrié con
desprecio. Parecia que acompaftaba cual-
quier emocién con su insoportable sonrisa
y-con las curvas que adopraba la profunda
hhuella que le cruzaba la cara.
Qué, no te gusta mi cicatriz?
Dale, “Diente”, sacate el pantalén antes de
que se me acabe la paciencia.
3
Como Franco se resistié a hacerlo,
el Colorado le dio un fuerte cachetazo que
volted al chico hacia el costado. Franco se
incorporé de un salto e intenté correr pero
el Colorado lo detuvo.
—iVamos, tarado, quiero ese panta-
én! Va justo para mi hijo.
Sufriendo por el dolor en la cara y la
humillacién, Franco se quité el pantalén y
lo dejé en el suelo.
El Colorado rio mientras junta-
ba todo y luego se alejé silbando. Franco
se quedé sentado, abrazando sus rodillas,
muerto de miedo. Después miré hacia la
direccién por donde se habfan ido sus ami-
gos y se desesperé al no verlos.
Un enorme perro se acercé a la
carrera, Franco les temia a los perros y en
esta situacién descontaba que este animal
venia a atacarlo, Pero no tenia fuerzas
para escapar. Mas bien estaba paralizado.
Sin embargo el perro lo olfated detenida-
mente, casi tocindole los pies, y después
se alejé.Qué iba a hacer ahora? Ni siquiera
sabfa dénde estaba. ;Cémo haria para vol-
ver a su casa?
8
Gritas
Bins caminé en cualquier direc:
cién, como para salir de alli, tratando de
Ro pasar por donde habia gente revolvien-
do basura. Pero enseguida escuché unos
gritos: eran Diego y Emanuel que lo llama-
ban, mientras salian del pozo en donde se
habjan escondido, Se acercaron a la carrera
Y cuando estuvieron junto a Franco, este se
eché a llorar abrazado a Diego.
—Nosotros te vamos a conseguir ropa
—le dijo Diego, y pegéndole un golpe a su
hermano le ordend—: ;Dale tu pantalén!
Emanuel dijo que no y se alej6 unos
veinte metros.
Diego parecié analizar la situacién
durante un segundo y luego se puso a reco-
ret el basural, tirando de restos de telas~
que habia entre los monticulos de basura.
Franco lo siguié casi pegado a él, sintién-
dose muy desgraciado.
‘Al fin fue Emanuel quien encontrd
algo que podia servir: un enorme pantalén
roto y embarrado color amarillo con gran-
des flores negras. Lo sacudié y logré sacarle
los restos de barro.
i loco me pongo eso! —protes-
16 Franco.
—Ningiin problema. Andarés en
calzoncillos —le dijo Diego.
Franco se puso el espantoso panta-
én y se lo cifé a la cintura con un hilo.
—Vamos —dijo Diego.
—Quiero volver a mi casa. Llévenme.
—No podemos.
Si que pueden! Yo no sé volver
solo,
—Es que pronto se va a hacer de
noche y es peligroso. Mi mamé no nos deja
andar solos de noche. Si te Ilevamos ahora,
se nos va a hacer tarde para volver.
9
Otra familia
Fea ts cas de Emanuel y de Dicgo
vivian el abuelo, la madre de los chicos y tres
perros. El abuelo estaba sentado en una
silla, haciendo un sillon de mimbre, rodea-
do de varillas, con una radio encendida
y una pava humeante con la que estaba
tomando mate, Los perros olieron a Franco,
que soporté eso tratando de no poner cara
de terror.
—Es un amigo —explicé Diego—.
El papé le dio permiso para que se quede a
dormir en casa —el abuelo mird a Franco
con cierta desconfianza.
Franco pensé-que-era la casa mds fea
que hubiera visto en su vida, si no fuera
porque habfa visto otras mucho peores en el
camino que acababan de hacer. Los chicosestuvieron discutiendo un rato a qué iban a
jugar y ya lo tenfan decidido, cuando legs la
madre. Era muy joven y linda pero venta con
cara de enojada,
—,Quién es este chico?
—Es un amigo. Su papé le dio permi-
so para venit —volvié a explicar Diego.
—Denme las monedas —dijo la
‘madre, y los chicos le dieron un pufiado cada
eal boksillo izquierdo... le
dijo la madre a Diego. El chico se mostré
molesto pero sacé otras tres monedas de ese
boksillo, La madre sontié y dijo:
—Y también de los bolsillos de atris.
Diego sacé més monedas de alli.
Mientras lavaban_parabrisas, Franco
habfa observado que Diego guardaba mone-
das de un peso dentro de las zapatillas. “Qué
i «”, pensé,
peg eee de que el padre le dio
permiso? :Dénde vive este chico?
i el padre le dio permiso, no seas
o
El abuelo
Fhousaos por el abuelo, al que lla-«
maban “Pereyra’, Emanuel y Diego ataron
con alambre el volante de auto al manubrio
de una bicicleta alta y vgjsima, Diego deter.
miné que el primero en probarla seria Franco
Porque era el invitado y después él, porque
sta el mayor. Cuando le tooé a Emanuel,
Diego le dio un golpe en la cabeza y le dio:
—jAhora vos, tarado!
Més tarde jugaron al fiitbol en la
canchita con otros chicos vecinos, Franco
ot6 que todos eran muy buenos jugando,
que el mejor de todos era Emanuel y que,
comparando, é era un desastre. Era una
Vergiienza jugar tan mal. Fingié entonces
que le dolia una pierna y después anun.
16 que haria de arquero. Pero como arquerospor
cra peor que como jugador: pelota que iba al
aco, entraba. Entonces, dijo que ya estaba
aburrido de jugar y que iba a tomar agua.
Le dijo al abuelo Pereyra que teni
sed y el abuelo salié caminando y le pi
que lo siguiera. Caminaron una cuadra y
media,
Vamos a una confiteria a tomar
tuna gaseosa? —pregunté Franco. El abuelo
rio a carcajadas.
— Por qué te filtan los dientes?—qui-_|
so saber Franco.
Bs que soy viejo, Franco.
—Comprate una dentadura postizal
Catalina tiene varios dientes postizos. Ella no
se compré una dentadura entera, sino dientes
sueltos.
Ah, qué bien. Es una buena idea.
Cuando junte algunas billetes me compro
tuna entera. Mird, es aqui. Colocate abt abajo
‘que yo voy a bombear.
Era la mejor canilla que Franco hubie-
ra visto en su vida, Para que saliera agua habia
que subir y bajar una palanca!
6
LY no tienen una de estas en la casa?
—pregunté Franco.
“No, el agua no llega hasta alld.
Somos pobres —dijo el abuclo.
Ya veo! {Ni agua!
AW quignes son tus padres, hijo?
—Mami no tengo —explicé Fran-
co—. Murié cuando yo era recién nacido,
Y mi papé es alguien muy famoso. Tanto,
que no te lo puedo decir. Es un secreto.
Cuando sale a la calle nadie nota qué é
es él porque sale disfrazado de persona
normal.
—Sies un secreto no hay que andar
diciéndolo. Te voy a contar algo: a mi tam-
bién se me murié mi madre cuando era muy
chico. Pero igual me acuerdo de ella.
—;Cémo te vas a acordar si sos
recontraviejo?
—Igual me acuerdo. Es lindo acor-
darse.
—Cuantos afios tenés?
—Voy para setenta.
En cualquier momento te moris.més
—Bueno, espero aguantar unos afios
—lgual te vas a mori antes que yo.
—Eso si.
—Es justo, yo soy més joven.
—iNo te lo discuto!
u
~ Crashman y los mutantes
A Ia tarde, Catalina;
desesperada, llamé a Crashman para decir.
le que Franco habia desaparecido. Pero en
se momento Crashman estaba en plena
lucha contra sus enemigos y demoré bas-
tante en poder dialogar con ella.
Los mutantes eran seres de gelati-
a que podian transformar su tamafio y
aspecto, y para desplazarse iban adhirién-
dose a las cosas. Su arma principal eran los
chorros de dcido que escupian por la boca,
capaces de destruir en un segundo a sus
victimas. Generalmente andaban en naves
individuales, aunque en algunas ocasiones
Usaban transportes grandes equipados con
armas mis peligrosas,e
e
¢
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6
No se sabfa mucho sobre el origen
de los mutantes. La teoria més aceptada
era que se habjan formado solos, en una
estacién espacial abandonada, donde antes
habfa funcionado un laboratorio de ensayos
sgenéticos. Se suponia que por afios habrian
estado evolucionado lentamente en la sole-
dad del laboratorio, hasta que por azar la
nave habria sido atraida por un pequefio
planetoide con formas primitivas de vida
acuatica. Segiin los cientificos, alli se habrfan
cruzado con especies de renacuajos.
En los tiltimos tiempos se habfa
advertido que los mutantes se reproducian
en gran escala y duplicaban su inteligencia
y capacidad de agresién a ritmo alarmante.
La Presidencia de la Tierra habfa formado
patrullas y pequefios ejércitos para enfren-
tatlos, y habia destinado al superhéroe
Crashman a Ja tarea de impedir que los
mutantes-afectaran los sistemas de comu-
nicaci6n terrestre.
Crashman tenia que enfrentarlos
con un traje especial que no dejaba pasarel dcido y que al pelear cuerpo a cuerpo lo
salvaba de quedar adherido a la gelatina.
Pero los mutantes solian atacar en grupos
grandes y se tiraban encima del supethéroe
tratando de ahogarlo.
Cuando soné el aviso de llamada,
Crashman estaba Iuchando contra cuatro
mutantes que intentaban ahogarlo. Se
defendié dando golpes con un solo pu
y us6 la mano libre para accionar el comu-
nicador.
Tartamudeando, nerviosa, Catalina
Te conté que Franco habla desaparecido,
Que no estaba en la casa ni por el barrio y
tampoco habia dejado un mensaje. Crashman
quedé petrificado y hasta los mutantes se
sorprendieron. Solté al mutante al que le
estaba oprimiendo su repugnante cuello de
gelatina y, para asombro de sus enemigos,
que nunca le habjan ganado una batalla,
dej6 de defender el satéite y salié volando
hacia la Tierra.
2
Una familia casi completa
Coa
cupada por Franco e insistia en preguntar
si de verdad tenia permiso para quedarse.
Emanuel y Diego le aseguraron cien veces
que tenfa permiso del padre, pero ella no
creia que fuese verdad. No querfa tener
problemas con la policia. Pero para hablar
Por teléfono a la casa del chico habia que
caminar mds de veinte cuadras, y ya era de
noche.
—Esté bien, lo mejor es que Franco se
uede a dormir —se resigné al fin—. Mana-
Da voy a llamar al papé. Si no es cierto que
le dio permiso, pobres de ustedes.
Poco més tarde, mientras el abuelo
cocinaba fideos, la mam —que se llamaba
Elisa~ jugé con los chicos a las escondidas.eoece
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a
Era una sefiora muy divertida, aunque en rea-
lidad parecia una chica, casi una hermana de
Diego y de Emanuel, y no una sefiora.
‘Cuando Elisa se cans de jugar a
las escondidas, Emanuel propuso jugar a
Crashman. Fl serfa “Crashman”, Diego,
un mutante y Franco, el “Presidente de la
Tierra’, raptado por el mutante.
Diego até a Franco a una silla y
se quedé haciendo guardia por si llegaba
“Crashman”. Y “Crashman” Ileg6 por sor-
presa: Emanuel se tird desde el techo —que
era muy bajo- y cayd sobre Diego, mien-
tras gritaba “Crashmannnnnnnn al ata-
queeeeeee”.
Diego se enojé porque casi le rompe
Ja cabeza y los dos se agarraron a trompa~
das verdaderas. Emanuel se puso a llorar y
enceguida salié la madre, los reprendi6, y
Jos mandé para adentro, donde ella podia
vigilarlos.
Franco quedé afuera, atado a la silla.
—jEh! :Y yo? ;Piensan dejarme ara-
do? —grit6.
Todos rieron y Ja mama mandé a
Diego y-a Emanuel a que lo desataran. Los
chicos levantaron la silla y lo Hevaron en
andas hasta adentro.
‘Mis tarde cenaron (los fideos estaban
riquisimos aunque no habia gaseosas ni pos-
tte), y cuando terminaron jugaron a las carts.
A Franco tuvieron que ensefiarle
cada juego y eso empezé a impacientar a
Emanuel. Pero Franco aprendia répido y
pudieron jugar un buen rato. Aquella era
gente muy divertida y Franco estaba entrete-
nido. Asi se hicieron las once de la noche y
la mamé dijo que era hora de ir a dormir.
Fue en ese momento cuando a Franco
se le ocurrié empezar a hacer preguntas. Solia
‘ocurtirle que las preguntas se le amontona-
ban y en algiin momento las largaba todas
juntas.
—,Por qué usan velas? No tienen
luces? {Tan-pobres son?-{No-trabajan? ;O
rabajan y ganan poquisimo? ;Esto es una
villa miseria? ;Por qué todas las cosas que
tienen son viejas y rotas?4
2 ADiego parecié darle mucha vergtienza
ue Franco hiciera esas preguntas. En cambio,
Emanuel se enojé, quiso decir algo pero no le
salié y al fin le dio una patada a Franco, Elisa
empex6 a teiry el abuelo abrazé a Emanuel y a
Franco, separindolos.
—Tranquilos, chicos, tranquilos
—dijo el abuelo, Franco olié el aliento a
vino que salia de su boca y se retiré un
poco—. Ustedes se tienen que llevar bien.
Cierta ver, Jess.
Parecia que el abuelo iba a empezar a
explicar algo importantisimo, pero justo en
ese momento se escuché un ruido muy fuer-
te que provenia del piso, de abajo de la casa.
El abuelo se quedé callado, con expresién de
alarma, y enseguida pas6 algo terrble..
3
Dos lagrimas
N... ponia nervioso a Crashman;
excepto lo que significara peligro para su
hijo. Cruz6 el espacio a toda velocidad, atra-
vesb la atmésfera y, como venta, enfilé hacia
su edificio,
Ent por la ventana de su casa a
toda velocidad. Pero Catalina ya habla
hecho cambiar los cristales asi que otra vez
se hicieron trizas.
El supethéroe cayé parado en medio del
living y ahi encontré pélida a Catalina. La
aferré por los hombros y la mujer perdié la pali-
dez anterior: su cara se puso roja y redonda
como una manzana. El superhéroe la esta-
ba apretando tanto que la cabeza parecfa a
Punto de explocarle. Queria saber hasta qué
hora habia estado Franco en Ia casa, si habiae
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6
estado con alguien, si habfa recibido llama-
dos telefénicos y mil detalles més.
Era muy poco lo que podia decirle
Catalina. Habia hecho las tareas de lim-
pieza, habfa servido el almuerzo, después
el chico se habia metido en su habitacién
a jugar y, mis tarde, cuando fue a amarlo
para la merienda, ya no estaba.
Nervioso, Crashman hizo funcionar
su detector de huellas y advirtié que en la
habitacién de Franco habfa marcas de dos
personas més. Con su brazalete electrénico
rastreé a quignes pertenecian las huellas.
Comprobé que esas personas no
figuraban en su base de datos. “Deben de
ser huellas de mutantes que adoptaron apa-
riencia humana”, dedujo.
Enseguida salié por la ventana y
sobrevolé la ciudad a una velocidad incref-
ble, tratando de ver algo que lo ayudara a
encontrar a su hijo.
Hasta para él aquello era un esfuerzo
isco terrible, asi que tuvo que detenerse a
descansar en la antena més alta de la ciudad.
7
‘A.su lado habia una luz roja que se apagaba y
se encendia; abajo, la ciudad con sus infinitas
ces. Cada luz, un departamento y en cada
departamento, un padre capaz.de jugar con su
hijo cir a las reuniones de padres del colegio.
Sintié un desagradable malestar en
el estémago y mareos. Tuvo que aferrarse a
la antena para no caer. Se sintié débil y desé
graciado, Hacia meses que pensaba en pasar
‘més tiempo con su hijo, pero nunca encon-
traba el momento adecuado para hacerlo.
Franco le pedia que jugaran juntos o Jo lle-
vara al cine y él siempre contestaba que no
tenfa tiempo porque debia luchar contra los
mutants.
De pronto, noté que dos lagrimas le
resbalaban por la cara.
—,Donne esti, Franco? —grité
‘en medio de la noche y de la altura, donde
nadie podia oirlo,4
El desastre
Y. casi eran las diez de la noche
cuando Crashman vio desde muy arriba
algo que podia ayudarlo en su biisqueda:
jun chico atado con sogas a una sillat
Ya se habfa alejado mucho de la
ciudad y vio aquello en una zona muy
apartada.
Descendié a toda velocidad y, agu-
zando su supervista, vio que en efecto... era
Franco! Pero, cuando estaba por dirigir la
mirada hacia sus captores, estos metieron a
Franco dentro de la casa con silla y todo.
“Deben de ser los mutantes que secues-
‘uaron a mi hijo para que yo deje de luchar
contra ellos”, pens6 Crashman. “Y se busca-
ron un buen escondite los malditos. Si son
ellos, me detectarin con sus radares cuandoPOHOOOTH OCH SEHHOHLOHHODOSOOOHOOHOO®
20
ime acerque. Debo ser cauteloso para que no
le pase nada malo a Franco”.
‘Al fin, Crashman opté por el plan
més seguro: abrir un tdinel con sus pufios y
avanzar por él hacia la casa, para burlar los
derectores de los mutantes.
Hacer el tiinel, de més de trescien-
tos metros, le Ilevé un par de horas.
Cuando lo tuvo listo y ya se encon-
traba justo debajo de la casa, se tomé un
minuto para recuperar fuerzas y luego, con
toda la potencia que era capaz de reunir en
sus mtsculos, irrumpié por debajo hacien-
do explotar el piso de la casa.
En segundos detect dénde estaba
Franco y lo sicé por la ventana antes de que el
chico alcanzara a sorprenderse. Lo dejé a unos
veinte metros y volvi6 a la casa: la destruyé
por completo, a trompadas y patadas, con la
idea de dejar fuera de combate los sistemas de
‘comunicacién de los mutantes, antes de que
pudieran uilizarlos para pedir refuerzos.
No habfa pasado ni un minuto
cuando Crashman ya tenia a los cuatro
orwous
81
mutantes parados, indefensos, abrazados
entre si, en el centro de los escombros.
Estaba por aniquilarlos con su
temible rayo cuando escuché algo que lo
detuv
;Papal ;Son mis amigos! jNo los
mates!
Pero el rayo ya habja sido acciona-
do, Lo tinico que pudo hacer Crashman fue
mover ripidamente su brazo para torcerle
el rumbo: un potentisimo haz de luz pasé
por encima de las cabezas de los chicos, de
la mamé y del abuelo a velocidad increible,
y se perdié en el espacio.
—jSon mis amigos, no los mates!
—volvié a gritar Franco, llorando,
Crashman se volvié hacia Franco,
miré después a la gente que tenia delante y
los escombros dispersos alrededor de ellos,
zité el lanzador de rayos y nuevamente mird
2 Franco, con una rara expresién.
—;Qué ests diciendo, hijo?
Franco se acercé a su padre y este lo
abrazé tan fuerte que hasta lo hizo coser.Tartamudeando, Franco le aseguré
que era gente muy buena.
Para entonces ya se habfan aproxi-
mado muchos curiosos, que miraban tra-
tando de entender lo ocurrido.
Crashman, avergonzado, intents
pedirles disculpas al abuelo y a la mama
de los chicos, pero estos escaparon asus-
tados.
—iPensé que tenfan secuestrado a
‘mj hijo! —grit6 Crashman, pero ellos ya no
podfan oirlo.
Los vecinos, en cambio, comenza-
ron a titarle piedras y a avanzar sobre él
con palos. Crashman cubrié a Franco de
las piedras, y dijo a gritos que ayudaria a
reconstruir la casa. Pero los vecinos no le
creyeron. Pensaban que era un loco disfra-
zado de Crashman, y ya estaban por aga-
rrarlo a golpes cuando intervino otra voz:
—Déjenlo, que es Crashman. Es
bueno, Yo lo conozco.
Todas las cabezas se volvieron hacia
Emanuel y él agregé:
8
Es el papi de mi amigo. Es un
superhéroe. Siempre defiende a los buenos.
Debe de haberse equivocado.
Crashman retrocedié con Franco en
brazos y cuando estuvo lejos de los furiosos
vecinos salié volando.
Esa noche, Emanuel y Diego con su
mam y su abuelo tuvieron que dormir ert
Ja casa de un vecino.
SAe
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5
Mala noticia
Csticen y Franco sobrevolaron
la ciudad y, en segundos, llegaron al edificio
torre donde vivian.
—;Papaaad! ja ventana! —alcanz6
a gritar Franco cuando Crashman estaba a
punto de chocar contra el cristal.
Catalina les abrié y abrazé llorando
a Franco.
— {Mi pequefiito, mi chiquito queri-
do! —repitié una y otra vez. Pasados unos
minutos 2 Franco comenzé a faltarle el aire,
pero no era ficil zafar de ese abrazo.
En ese momento, Crashman_repa-
r6 en que su transmisor hacia rato que
tenia una sefial de alarma. Lo encendid y
se encontré con la cara del Vicepresidente
‘Adjunto del Cuerpo de ComunicacionesEo
para el Cono Sur, dependiente de la Subsecre-
taria Colegiada del Ministerio Multinacional
de Seguridad Planetaria afectada a Control de
Agentes de Defensa, Seguridad y Policia de
Zonas Espaciales Préximas a la Tierra.
En fin, el tipo estaba enojadisimo
porque Crashman habia abandonado su
tarea poniendo en peligro la seguridad de la
Tierra. El, en su cardcter de Vicepresidente
Adjunto, etcétera, se vefa obligado a aplicar
el reglamento y castigar a Crashman con el
cese definitivo de sus servicios. En su tarea
serfa reemplazado por un grupo de cien
patrullas de la policia oSsmica,
Hacia afios que el Vicepresidente
Adjunto, etoétera, esperaba la oportunidad de
poner en funcién al cuerpo de patrllas espa-
ales que habia creado su esposa y habia sido
equipado con armas de la fabrica de su cufia-
do, naves répidas de las que vendia su herma-
no y comunicadores disefiados por su primo.
Yo. —intenté defenderse Crash=
man, pero la pequefia pantalla del comuni-
cador se apagé,
7
Crashman quedé enmudecido. Esta
altemnativa, la de no tener que defender a la
Tierra de los ataques de los mutantes, jams
habia pasado por su cabeza.
No importa, papé —lo consolé
Franco—. Ya encontrarés otra cosa para
hacer. Yo tengo algunas ideas,
peecceeceseocoe
eoccece
16
Una nueva vida
ates fue un aia muy raro para
Crashman, Se levanté a las ocho y desayu-
1né con su hijo. No se puso el atuendo de
Crashman sino un pantalén comin y una
camisa, que le resultaban incémodos por-
que no estaba muy acostumbrado a ese tipo
de ropa. Después de dejar a Franco en la
puerta de la escuela compré un diario y se
sent6 en un café a leerlo,
El Papa viajaba a Tailandia; Boca le
habia ganado a River 6 a 0; el Administra-
dor de la Cindad no habfa podido jugar a las
damas con su colega de Mauritania porque
os mutantes habfan dafiado un satéli.
Era lindo estar alli leyendo el diario,
pero igual se sentfa extrafio. Hacia afios que no
ppasaba un dia sin enfrentara los mutantes.Alla tarde, Crashman y Franco toma-
ron el subte y un colectivo, y caminaron
como quince cuadras por un caminito
angosto.
Cuando llegaron a una esquina, una
patota de jévenes los agarré a piedrazos.
Crashman estaba por entrar en accién,
cuando Franco lo detuvo:
—iNo, papa! Vamos por este lado.
Franco, seguido por Crashman, pas
por el interior de la casa de la “abuela’.
jHola, abucla! —gritd al pasar.
—,Cémo? No es tu abuela —dijo
Crashman,
—Ya sé, tonto.
Salieron al basural y poco después, al
mediodia, legaron a la casa de Emanuel y
de Diego.
Un grupo de vecinos estaba levan-
tando la nueva casa del abuclo Pereyra. Los
chicos también ayudaban.
Cuando. vieron-legar-a-Franco-y-2
su papd detuvieron el trabajo y se quedaron
mirdndolos.
a
Crashman y Franco no sabian qué
hacer. Al fin a Franco se le ocurrié acarrear
un balde imitando lo que estaba hacien-
do Diego. Como apenas lo pudo levantar,
Crashman lo ayud6 y ast se plegaron al tra.
bajo, y los demés dejaron de miratlos como
a extrafios.
La fuerca de Crashman permitié que
los trabajos se icieran mas répido, pero, como
a ha vez era medio torpe, los vecinos ponian
ciidado en dale indicaciones precisa.
Casi a la noche, cuando ya dejaban
de trabajar, leg Elisa, la mamd de los chi-
os. Saludé a Franco déndole un beso en la
frente y le preguneé:
—zCémo estés, Franco?
—Bien, Eli.
Después Elisa dejé una bolsa en el sue-
4o, caminé resulta en direccién a Crashman
} cuando estuvo junto a él, lo miré de abajo
hacia arriba, como midiéndolo. Crashman era
‘medio metro més alto,
Elisa buscé a su alrededor hasta que
encontré un cajén. Luego se pard sobreel cajén y cuando estuvo cara a cara con
Cfashman le dio una sonora y terrible
bofetada, que dejé roja la mejilla del
supethéroe.
au
Edueando a Crashman
Gone muy bien
cémo conducirse como un papé normal,
y Franco tuvo que educarlo. Un dia, lo
Iev6 al cine. Daban Crashman reconguista
la Tierra.
Primero Franco le ensefié que antes
de entrar al cine hay que surtirse de golo-
sinas. Luego, zapatear en el piso para que
empiecen a proyectar la pelicula y, una
vex que apagan las luces, gritar contra los
malos y aplaudir al bueno.
Crashman aprendia rodo con gran
entusiasmo, pero algo sucedié por la mitad
de la pelicula que avergonzé a Franco. En
ese momento, los malos se habfa apodera-
do de la Tierra y el principal de ellos casti-
gaba a unos nifios y refa con sus repulsivascarcajadas. Crashman ~el verdadero~ salié
volando del asiento y agarré a golpes la
pantalla del cine.
Se encendieron las luces y todos
los chicos silbaron al tonto sefior de traje
que tomé a golpes de pufio a la pantalla
del cine.
Franco tuvo que sacar de alli a
Crashman antes de que llegara la policfa.
Al dia siguiente, en la reunién de
padres, hicieron otro papelén.
Cada padre tenfa que hacer una
propuesta para mejorar la escuela. Cuan-
do le tocé el turno a Crashman, propuso
reconstruir el edificio bajo tierra, insta-
lar detectores de mutantes, convertit en
obligatorio un uniforme con proteccién
antidcida y sembrar de minas explosivas las
calles y veredas cercanas al colegio, Todos
rieron a carcajadas. Menos mal que algunos
dijeron que el pap de Franco era un gran
bromista.
Y otro papeldn fue en la cancha de
Boca.
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95
Estaban mirando el partido entu-
siasmados en medio de la tribuna. Boca
le ganaba a River 1 a 0 y ya terminaba el
partido. En el tiltimo minuto hubo un
tiro libre para River..., el delantero tir, la
pelota estaba por entrar en el arco de Boca
y clarquero no llegaba... De pronto, desde
la tribuna de Boca salié un finisimo haz
de luz que dio contra
la pelota, a ilumi-
né un instante
como si fue-
ra un Kimpa-
ray luego... la
pelota’ quedé
desintegrada.
Se armé un
gran Lio. Todos pro-
testaban, el refer{ no sabia qué hacer, los
jugadores buscaban la pelota y la hincha-
da de Boca festejaba.
Franco y Crashman bajaron len-
tamente la escalera de salida. Crashman
iba mudo y coloradisimo de vergiienza,—Esté muy mal lo que hiciste,
papé —le dijo Franco, aunque el suyo no
era un tono de vor muy convencido.
Evidentemente la educacién de
Crashman no iba a ser tarea sencilla.
oT)
Invitacidn
P... el domingo siguiente, con
mucho trabajo, Franco “armé” una invita-
cién a comer en la casa de Diego y Ema-
uel: a Crashman le dijo que estaban invi-
tados a comer pero tenjan que llevar asado
y bebidas; a la madre de los chicos la llamé
al supermercado y le dijo que su papa que-
ria pedirle disculpas nuevamente y para eso
queria pasar por su casa el domingo a la
mafiana.
El domingo, Franco y su paps llegaron
a las once de la mafiana y, apenas saludé,
Crashman se dispuso a encender el fuego
para el asado, siguiendo las indicaciones
que le habia dado Catalina. Pero algo fllé:
Ja lefia_y el carbén no terminaban de encen-
der y Cashman se puso nervioso, Finalmentese arremangé la camisa, descubriendo el rayo
[Ser que levaba en el brazo derecho...
—iNoooo00e! —grité Franco, y todos
rieron.
Después, Flisa le mostré a Crashman
Jl nueva casa, que era tan pequefia como la
anterior pero més linda, y Crashman se puso
a darle indicaciones sobre oémo mejorarla:
Vidsios blindados, sétano-refugio antiaéreo y
cosas asi. Elisa se divirtié mucho porque crefa
que Crashman bromeaba.
EI asado tuvo que hacerlo el abuelo
Pereyra. Los chicos jugaron con la bicicleta,
hhasta que en cierto momento se acercaron al
hombre para hacerle una consulta.
—Queremos preguntarte algo —Ie dijo
Emanuel. Vamos, Diego...
—Dijimos que hablarias vos, tarado!
—le respondié Diego, déndole un golpe en la
smuca.
—Es4 bien, hablo yo —dijo Fran-
co—. Queremos saber tuna cosa...
—Bueno, pregunten.
—2Paede un sefior... viudo...
9
—~..casarse con una sefiora que no tie-
ne marido?
—Hum... —parecié dudar el abuelo,
— io no? —se impacienté Emanuel,
—Si zpor qué no ya a poder?
No, no por nada —respondié Fran-
co.
Vamos a ju la pelotal —dj
i Jugar a la pelotal —dijo
Diego, y los tres se fueron corriendo,
~—Teual, hasta que mi viejo aprenda lo
que le tiene que decir a tu mam, van a pasar
meses —dijo Franco.
=O aos! —agregs Diego,
i
EL abuelo Pereyra, con un chorizo
ensartado en el tenedor, se quedé mirindolos
on una mezcla de ternura y-asombro.
669 000 0000000000000000000000000000000 000000000000000006000000
Ricardo Marifio
‘Autor
El autor de este libro nacié analfabeto y con
serias limitaciones para el habla, Tardé meses.en
poder emitir nociones como “ta-ta". Con el tiempo
adquiré la lectoescritura, habl6 normalmente, se
hizo hincha de Boca, bostez6 en las clases de Len-
guay se entusiasmé en las de Matemtica, estudié
en una escuela industrial, admiré al Che Guevaray
se fuea vivir a Buenos Aires. Se hizo escritor més
© menos a los veinte afios y publicé titulos como
CCuentos ritculos y La casa maldita. Convertido en
padre, ante la mirada irénica de su hijo sufrié
continuas y penosas derrotas en los jueguitos
electrénicos. Afectado de locura senil, durante sus
Ultimos afios aseguraba ser descendiente de Alvar
Ntiez Cabeza de Vaca y perseguia a las chicas del
barrio en su silla de ruedas con motor. Murié en
12242, alos ciento ochenta y seis afios.Indice
Prologo
x
u
12,
13,
14,
1b,
16.
17.
18,
Un chico triste
. Accidente
. Reunion de padres
Franco se escapa
Los nuevos amigos
Camino de aventuras
Elrobo
Gritos
. Otra familia
1. Elabuelo
Crashman y los mutantes
Una familia casi completa
Dos lagrimas
El desastre
Mala noticia
Una mueva vida
Educando a Crashman
Invitacion
Biografia del autor
1
19
31
45
49
55
59)
61
63.
67
a
5
79
89
93
97
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