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Los Retos Actuales de La Politica en America Latina

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Revista Mexicana de Análisis Político y Administración Pública

Departamento de Gestión Pública y Departamento de Estudios Políticos y de Gobierno


Volumen II, número 2, julio-diciembre 2013
Pp. 9-30

LOS RETOS ACTUALES DE LA POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA

Manuel Alcántara Sáez

Resumen Abstract
La política en América Latina se encuentra en Latin America has been in a stage of demo-
una etapa de consolidación democrática en cratic consolidation given that polyarchy’s de-
la medida en que el avance de la poliarquía velopment has been constant in the last three
en las últimas tres décadas ha sido irrestricto. decades. Nevertheless, the differences bet-
Sin embargo, tanto las diferencias entre países ween countries in the region that manifest the
que no hacen sino expresar en buen grado el political capital accumulated through their
capital político acumulado a lo largo de sus history, and the different political solutions
historias como las diferentes respuestas polí- provided for various challenges across the re-
ticas dadas a los distintos desafíos, permiten gion, allows us to analyze the current situation
elaborar análisis sobre el momento actual que in Latin America. Therefore, this article ex-
vive la región. Por consiguiente este artículo plores the current challenges in the region: On
tiene una naturaleza descriptiva y exploratoria one hand, it analyzes the situation of politics
acerca de los problemas actuales que invaden in Latin America by the end of 2012, using
a la referida región: por una parte se analiza the generic perspective of the quality of demo-
el estado de la política en América Latina al cracy; on the other, given that there are subs-
finalizar 2012 sobre la base del enfoque gené- tantial differences across the region, it tries to
rico de los estudios acerca de la calidad de la find out explanations about those differences,
democracia y, toda vez que dentro de la región and the challenges for the region.
existen diferencias muy significativas entre los
distintos países que la componen y ello abre la Key Words: Quality of Democracy, Democra-
oportunidad de averiguar, al menos a guisa de 9
tization, Political Leadership, Political Ca-
hipótesis, cuales son los elementos explicativos reers, Politics Professionalization
de esa diferencia, el asunto de los retos confor-
mará la segunda parte de este artículo.

Palabras clave: calidad de la democracia, de-


mocratización, liderazgo político, carreras po-
líticas, profesionalización de la política.

Fecha de recepción: 07 de abril de 2013


Fecha de aceptación: 05 de agosto de 2013

Revista Mexicana de Análisis Político y Administración Pública. Universidad de Guanajuato.

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Introducción

Es un lugar común considerar que la política en América Latina se encuentra en una


etapa de consolidación democrática en la medida en que el avance de la poliarquía en las
últimas tres décadas ha sido irrestricto. Procesos electorales periódicos renuevan o rati-
fican a las elites en el gobierno como nunca antes en su historia se había dado, tanto en
términos de simultaneidad de la mayoría de los países como de perdurabilidad a lo largo
de un lapso tan dilatado. Estos procesos electorales además de generar legitimidad han
tenido una enorme capacidad incluyente de sectores sociales históricamente marginados.
Se podría decir que el sueño de las transiciones a la democracia se ha visto logrado en
la medida en que el poder está en manos de los civiles, habiéndose desterrado de la vida
política al que fue el primer actor durante medio siglo, las Fuerzas Armadas; las institu-
ciones políticas canalizan razonablemente las preferencias de los ciudadanos; la sociedad
está en mayor o menor medida presente en los procesos de toma de decisiones; y las nue-
vas democracias han sabido ir construyendo poco a poco esquemas de integración y de
cooperación política de geometría e intensidad variable fuera de la tutela de Washington.
Sin embargo, tanto las diferencias entre países que no hacen sino expresar en buen
grado el capital político acumulado a lo largo de sus historias como las diferentes res-
puestas políticas dadas a los distintos desafíos permiten elaborar análisis sobre el mo-
mento actual que vive la región. De hecho si el conflicto es inherente a los grupos huma-
nos y éstos responden al mismo de acuerdo con diferentes medidas e implicando a unos
actores en detrimento de otros, el estudio de la política cuyo eje de incumbencia es el
conflicto está obligado a plantearse permanentemente los retos a que ésta se ve sometida.
En este sentido, y ya con un lapso suficiente entremedias, es muy posible que a nivel
regional pueda establecerse el momento del cambio superador del periodo transicional
la primera mital de la primera década del nuevo siglo. Las transformaciones, aparición
de nuevos actores, en consonancia con el hundimiento del mundo de la política inme-
diatamente anterior, construyen el escenario que hoy vive América Latina que arrastra
10 nuevos retos para los nuevos tiempos que vive no solo la región sino el mundo.
El presente artículo se divide en dos partes. En la primera se hace una presentación
en la que se analiza el estado de la política en América Latina al finalizar 2012 sobre
la base del enfoque genérico de los estudios acerca de la calidad de la democracia y
considerando la variación de la misma entre 2006 y 2012. El hecho de que dentro de la
región haya diferencias muy significativas entre los distintos países da muestra de la gran
heterogeneidad que significan, políticamente hablando, los términos “América latina”,
pero también abre la oportunidad de averiguar, al menos a guisa de hipótesis, cuales
son los elementos explicativos de esa diferencia algo que conduce al asunto de los retos,
aspecto que conforma la segunda parte de este artículo. En ella se presta mayor atención
a tres aspectos de naturaleza muy diferente pero creo que complementaria que suscitan
particularmente más mi interés: el papel de las elecciones en los procesos de democra-
tización vividos a lo largo de las últimas tres décadas; la relación existente entre el lide-
razgo, las carreras políticas y la propia profesionalización de la política; y, por último, la

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inseguridad ciudadana. Por consiguiente este artículo tiene una naturaleza descriptiva y
exploratoria acerca de los problemas actuales que invaden a la referida región.

La calidad de la democracia en América Latina


en 2012 en perspectiva diacrónica

Como ya he puesto de relieve en otro artículo (Alcántara Sáez 2008), la década con que
se inicia el siglo XXI ha sido especialmente rica a la hora de producir estudios novedosos
teniendo como finalidad la medición del estado de salud de la política. Bajo el término
de “calidad de la democracia” se han abierto distintas líneas de investigación con un so-
porte teórico muy potente (Beetham 1994, O´Donnell el ali 2004, Diamond y Morlino
2005, Munck 2009, Levine y Molina 2011, Coppedge et ali 2012, entre otros) así como
mediante la creación de índices diferentes de los que seguidamente se da cuenta que han
aventurado lograr la medición en términos empíricos de la democracia. No es objeto de
este artículo revisar las aportaciones intelectuales de los primeros, pero sí usar algunos
de los índices existentes para ofrecer un panorama de la política en América Latina en
2012 así como su evolución a lo largo del lustro inmediatamente precedente.
En este sentido, el índice de Freedom House, que es el más veterano en su ejecución
dado que data de comienzos de la década de 1970 y si bien no es precisamente un ins-
trumento de medición de la democracia sino de exclusivamente dos componentes de
la misma como son las libertades civiles y los derechos políticos, refleja a lo largo de
estos años una gran estabilidad en el tiempo. Este índice se establece anualmente sobre
la base de opiniones subjetivas de expertos que evalúan el estado de la libertad global
según la experimentan los individuos. Por consiguiente no se trata de una evaluación del
rendimiento de los gobiernos per se sino de los derechos y de las libertades que gozan
las personas. El índice cuyo propósito es evaluar el grado de libertad, entendida como
oportunidad para actuar espontáneamente en una variedad de terrenos fuera del control
del gobierno y de otros centros de dominio potencial, se traduce en una escala de 1 a 7
con dos apartados bien diferenciados para los derechos políticos y las libertades civiles. 11
Los derechos políticos capacitan a la gente para participar libremente en el proceso po-
lítico, incluyendo el derecho a votar libremente por distintas alternativas en elecciones
legítimas, competir por cargos públicos, incorporarse a partidos políticos y a organiza-
ciones y elegir representantes que tengan un impacto decisivo sobre las políticas públicas
y que sean responsables ante el electorado. Las libertades civiles tienen que ver con las
libertades de expresión y de creencia, los derechos de asociación, el estado de derecho y
la autonomía personal sin interferencias desde el Estado.
Si se analiza el Cuadro I se constata la variación existente entre los distintos países, en
primer lugar, y, seguidamente, la estabilidad de la mayoría de los países de acuerdo con
el puntaje asignado. Al comparar la situación de los distintos países a lo largo del lapso
considerado se observa que tan sólo cinco países: Colombia, Honduras, México, Nica-
ragua y Venezuela han sufrido modificaciones en su calificación. En todos ellos, además,
la calidad de la democracia ha empeorado, siendo el caso más extremo el de Nicaragua.

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Cuadro I. Índice de Freedom House
Evolución
País 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2006-2012
Argentina 2 2 2 2 2 2 2 =
Bolivia 3 3 3 3 3 3 3 =
Brasil 2 2 2 2 2 2 2 =
Chile 1 1 1 1 1 1 1 =
Colombia 3 3 3 3,5 3,5 3,5 3,5 ↓ 0,5
Costa Rica 1 1 1 1 1 1 1 =
Ecuador 3 3 3 3 3 3 3 =
El Salvador 2,5 2,5 2,5 2,5 2,5 2,5 2,5 =
Guatemala 3,5 3,5 3,5 3,5 4 4 3,5 =
Honduras 3 3 3 3 4 4 4 ↓1
México 2,5 2,5 2,5 2,5 2,5 3 3 ↓ 0,5
Nicaragua 3 3 3 3,5 4 4 4,5 ↓ 1,5
Panamá 1,5 1,5 1,5 1,5 1,5 1,5 1,5 =
Paraguay 3 3 3 3 3 3 3 =
Perú 2,5 2,5 2,5 2,5 2,5 2,5 2,5 =
República 2 2 2 2 2 2 2 =
Dominicana
Uruguay 1 1 1 1 1 1 1 =
Venezuela 4 4 4 4 4,5 5 5 ↓1
Valores medios de los índices de derechos políticos y de libertades civiles
Fuente: http://www.freedomhouse.org/

A diferencia de Freedom House, el Índice de Desarrollo Democrático (IDD) de Polilat,


institución bonaerense vinculada a la Fundación Honrad Adenauer, y el Índice de De-
mocracia EIU, The Economist Intelligence Unit, experimentan una mayor variabilidad
12 en los datos si se compara el año 2006 con 2012.
El IDD (cuadro II) está compuesto por indicadores que miden los atributos de la
democracia formal sobre la base de elecciones libres, sufragio universal y participación
plena (dimensión I) y otros de la democracia real articulados en tres dimensiones: el
respeto de los derechos políticos y libertades civiles (dimensión II), la calidad institucio-
nal y la eficiencia política (dimensión III) y el ejercicio de poder efectivo para gobernar
(dimensión IV), escindida esta última en la capacidad para generar políticas que asegu-
ren bienestar y, en segundo término, eficiencia económica. Son, por tanto, indicadores
procedentes de percepciones subjetivas pero también de rendimientos empíricamente
cuantificables.
De los índices aquí incorporados es el único que estudia exclusivamente a los países
latinoamericanos con puntuaciones relativamente bajas. En términos generales, de los
dieciocho países considerados, tan sólo cuatro (Bolivia, Brasil, Perú y Uruguay) han
experimentado una mejora en el desarrollo democrático de sus países respecto a 2006.

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El resto parece haber sufrido una involución en el desarrollo democrático. Los países
donde la situación ha empeorado más desde 2006 son Guatemala, Panamá, El Salvador
y Costa Rica. Si bien, tanto Costa Rica como Panamá, siguen gozando de una demo-
cracia saludable.

Cuadro II. Índice de Desarrollo Democrático en América Latina


Evolución
País 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2006-2012
Costa Rica 9,70 9,71 9,71 9,70 9,25 8,50 10,00 0,30
Chile 10,00 10,00 10,00 10,00 10,00 10,00 9,96 0,04
Uruguay 8,40 9,38 9,38 9,26 9,73 8,91 9,61 1,21
Panamá 6,83 6,45 6,45 7,19 6,13 5,14 6,05 0,78
Perú 3,59 4,11 4,11 5,59 5,77 6,07 5,70 2,11
Argentina 5,33 6,12 6,12 5,85 5,66 4,99 5,66 0,33
México 5,92 5,57 5,57 6,49 5,46 4,93 5,37 0,55
Brasil 4,47 4,58 4,58 4,51 4,69 4,84 4,91 0,44
El Salvador 4,71 3,97 3,97 3,49 3,53 3,46 4,36 0,35
Colombia 4,36 4,78 4,78 4,05 4,31 3,69 3,97 0,39
Paraguay 3,75 3,88 3,88 3,86 3,62 3,64 3,81 0,06
Honduras 4,43 4,78 4,78 3,86 2,54 3,23 3,33 1,10
Guatemala 3,83 3,50 3,50 3,28 3,00 1,90 2,98 0,85
República 4,19 2,90 2,90 3,68 2,74 3,12 2,95 1,24
Dominicana
Nicaragua 3,15 2,73 2,73 3,80 3,04 2,93 2,89 0,26
Ecuador 2,24 3,21 3,21 3,48 2,93 2,07 2,85 0,61
Bolivia 2,73 3,28 3,28 2,59 3,08 3,33 2,73 =
Venezuela 2,72 2,85 2,85 3,59 3,35 2,47 2,42 0,30
Fuente: http://www.idd-lat.org/
13
En cuanto al índice de democracia de EIU (cuadro III) es resultado de la integración de
cinco variables que son: los procesos electorales y el pluralismo; el funcionamiento del
gobierno; la participación política; la cultura política y las libertades civiles. La principal
diferencia con los anteriores radica en la incorporación de la variable cultura política.
El índice clasifica y agrupa en cuatro categorías a 167 países, tiene, por tanto, una ca-
racterística muy relevante y es la de contextualizar a los países latinoamericanos en el
panorama mundial.
De acuerdo con este índice la balanza entre los países latinoamericanos que han mejo-
rado y han empeorado en términos de calidad de la democracia está bastante equilibrada.
Hay diez países que han mejorado sus índices de democracia: Argentina, Colombia, Cos-
ta Rica, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uru-
guay. Mientras que otros ocho, Bolivia, Brasil, Chile, Guatemala, Honduras, Nicaragua,
Panamá y Venezuela han obtenido peores calificaciones comparando 2006 con 2012.

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Cuadro III. El índice de democracia de EIU
País 2006 2008 2010 2011 2012 Evolución 2006-2012
Argentina 6,53 6,63 6,84 6,84 6,84 0,31
Bolivia 5,98 6,15 5,92 5,84 5,84 0,14
Brasil 7,38 7,38 7,12 7,12 7,12 0,26
Chile 7,89 7,89 7,67 7,54 7,54 0,35
Colombia 6,40 6,54 6,55 6,63 6,63 0,23
Costa Rica 8,04 8,04 8,04 8,10 8,10 0,06
Ecuador 5,64 5,64 5,77 5,72 5,78 0,14
El Salvador 6,22 6,40 6,47 6,47 6,47 0,25
Guatemala 6,07 6,07 6,05 5,88 5,88 0,19
Honduras 6,25 6,18 5,84 5,84 5,84 0,41
México 6,67 6,78 6,93 6,93 6,90 0,23
Nicaragua 5,68 6,07 5,73 5,56 5,56 0,12
Panamá 7,35 7,35 7,08 7,15 7,08 0,27
Paraguay 6,16 6,40 6,40 6,40 6,26 0,10
Perú 6,11 6,31 6,40 6,59 6,47 0,36
Rep. Dom. 6,13 6,20 6,20 6,20 6,49 0,36
Uruguay 7,96 8,08 8,10 8,17 8,17 0,21
Venezuela 5,42 5,34 5,18 5,08 5,15 0,27
Fuente: The Economist Intelligence Unit´s index of democracy. Londres. www.eiu.com

Otro índice que puede utilizarse y que está disponible desde 2008 es el denominado
índice de transformación de la fundación Bertelsmann (BTI) que analiza y evalúa cada
dos años el proceso de cambio hacia la democracia y la economía de mercado de 128
países en vías de desarrollo mediante el concurso de expertos nacionales que tienen en
consideración 12 criterios. El índice es el resultado de la agregación de los dos subíndices
que miden el estado de la democracia (integrado por cinco criterios: nivel de estatismo,
14 estado de derecho, participación política, estabilidad de las instituciones democráticas e
integración social y política) y el de la economía de mercado (integrado por siete crite-
rios: rendimiento económico, sustentabilidad, régimen de bienestar, propiedad privada,
estabilidad monetaria y de precios, organización del mercado y nivel socioeconómico).
Aplicado para el conocimiento de la realidad latinoamericana (Cuadro IV) los resul-
tados no son muy diferentes a los ofrecidos por los anteriores
A pesar de las diferencias entre unos y otros índices, a la hora de comparar la evolu-
ción de los países existen patrones que evidencian tendencias similares en uno u otro
índice. En términos de deterioro de la democracia hay cierta coincidencia de que entre
2006 y 2012 la democracia perdió calidad en Honduras, México, Nicaragua y Venezuela
y se registraron mejoras en Argentina, Brasil, Ecuador, Perú y Uruguay.
Ahora bien y como pone de relieve la Tabla I, con independencia de las diferencias
existentes entre los distintos índices utilizados, la correlación entre ellos es muy alta.

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El índice que mayor correlación tiene con los restantes es el de Bertelsmann por lo que
puede ser considerado como de mayor robustez.

Cuadro IV. El índice de transformación de Bertelsmann


País 2008 2010 2012 Evolución 2008-2012
Uruguay 8,90 9,25 9,30 ↑ 0,40
Chile 8,99 8,99 8,90 ↓ 0,09
Costa Rica 8,73 8,86 8,80 ↑ 0,07
Brasil 7,90 8,05 8,10 ↑ 0,20
Panamá 7,42 7,49 7,40 ↓ 0,02
El Salvador 6,99 7,14 7,20 ↑ 0,21
Argentina 7,34 7,25 7,00 ↓ 0,34
México 7,30 7,09 6,90 ↓ 0,40
Perú 6,60 6,74 6,90 ↑ 0,30
Rep. Dom. 6,80 6,78 6,70 ↓ 0,10
Paraguay 6,14 6,34 6,40 ↑ 0,26
Colombia 6,21 6,33 6,30 ↑ 0,09
Bolivia 5,75 5,98 6,20 ↑ 0,45
Honduras 6,09 5,88 6,00 ↓ 0,09
Nicaragua 6,08 5,63 5,60 ↓ 0,48
Ecuador 5,75 5,56 5,40 ↓ 0,35
Guatemala 5,43 5,55 5,40 ↓ 0,03
Venezuela 4,50
Fuente: Bertelsmann Transformation Index, http://www.bti-project.de/?&L=1

Tabla I. Correlaciones de Pearson de los distintos índices para 2012


Índice de Índice de
Índice de Desarrollo Democracia
Freedom Democrático (2011) 15
House (2012) de EIU (2011)
Índice de Freedom House 1
Índice de Desarrollo Democrático ,813 (**) 1
Índice de Democracia de EIU ,900 (**) ,916 (**) 1
Índice de Transformación ,908 (**) ,906(**) ,960**
de Bertelsmann (2012)
** La correlación es significativa al nivel 0,01 (bilateral)

Un ejercicio sencillo que vale la pena llevarse a cabo para integrar las cuatro mediciones
en un formato que permita señalar la existencia de distintas familias de países lati-
noamericanos en relación con su diferente grado de calidad de la democracia se puede
realizar mediante la técnica del HJ-Biplot. Se trata de una representación gráfica de
datos multivariantes. De la misma manera que un diagrama de dispersión muestra la
distribución conjunta de dos variables, un biplot permite representar simultáneamente

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individuos y tres o más variables. Para una mejor interpretación de los gráficos biplot
hay que tener en cuenta los siguientes aspectos: Las variables (índices de democracia) se
representan mediante vectores y los individuos (países) mediante puntos.
En cuanto a las variables, a partir del gráfico resultante se puede conocer:

• En primer lugar, la variabilidad de las variables observando la longitud de los vecto-


res y el ángulo que forman con los ejes factoriales. De forma que cuanto mayor sea
la longitud de una variable en el análisis y menor el ángulo que forma con el eje fac-
torial que lo representa (eje 1 o eje 2) mayor es la varianza explicada por esa variable.
• Y, en segundo lugar, la correlación entre las variables observando el ángulo que
forman entre ellas. Así, cuanto menor sea el ángulo entre dos variables mayor corre-
lación existe entre ellas y, viceversa, cuanto mayor sea el ángulo menor correlación
entre dichas variables.

La relación entre individuos y variables se obtiene a partir de la proyección perpendicu-


lar de los puntos sobre los vectores. La proximidad entre los puntos se interpreta como
similitud entre los casos.
En el gráfico 1 se observa que los índices con mayor variabilidad en el análisis son el
Índice de democracia de EIU y el de Bertelsmann de 2012, si bien los índices restantes
presentan también una alta variabilidad en el estudio. La correlación entre las variables
es alta, siendo el índice de de Desarrollo Democrático (IDD) y el de FH los que presentan
una menor correlación entre ellos.
Proyectando perpendicularmente cada uno de los puntos que representan a los países
sobre los vectores que representan a las variables obtenemos perfiles de países con ca-
racterísticas similares en los índices de democracia. Se han establecido cuatro grandes
grupos de países:

a) El grupo formado por Chile, Costa Rica y Uruguay, caracterizado por tener los ín-
16 dices de democracia más elevados de América Latina.
b) Un segundo grupo constituido por Panamá y Brasil, con unos índices de democracia
altos.
c) El grupo de países con índices de democracia medio estaría formado por Argentina,
México, Perú, República Dominicana, El Salvador, Paraguay y Colombia.
d) Y, finalmente, el grupo de países con los índices de democracia más bajos constitui-
do por Ecuador, Guatemala, Bolivia, Venezuela, Honduras y Nicaragua.

Si se observa ahora la evolución que han sufrido los países en su calidad de la democracia
comparando el año 2008 con el 2012 (Gráfico 2), en general los cambios experimentados en
esos cuatro años han sido reducidos. Los países donde las variaciones en el conjunto de los
cuatro índices analizados han sido mínimas son Brasil, Paraguay y Costa Rica. En cambio,
países como Nicaragua, Honduras, Perú e incluso Colombia, han experimentado cambios
más significativos en los índices de calidad de la democracia en estos cuatro años. En los

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casos de Perú y Colombia, lo que se observa es una mejora en la calidad de la democracia
respecto a 2008, mientras que en Honduras y Nicaragua lo que se da es un empeoramiento.

Gráfico 1: Perfiles de países según índices de democracia.

17

Gráfico 3: Perfiles de países según índices de democracia evolutivo 2008-2012.

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Un análisis de características más cualitativas pone de relieve que la última década ha
sido testigo de la consolidación de una tendencia que se vislumbraba en la primera mi-
tad de la pasada década y que era el ascenso de gobiernos de izquierda en buena parte
en el continente sur. El desastre de las políticas neoliberales que causaron un verdadero
trauma social e inspiraron procesos de movilización popular muy fuertes, fundamental-
mente en Argentina y Bolivia, más Ecuador -que sufrió además de una enorme inestabi-
lidad política con siete presidentes en apenas una década-, auparon gobiernos de natura-
leza diferenciada bajo un modelo común de “populismo rentista” (Mazzuca 2013). Este
modelo seguía el articulado por Chávez en Venezuela pocos años antes fortalecido una
vez superado el golpe de Estado y la huelga petrolera. Además, estos países a los que les
une en términos institucionales un hiperpresidencialismo plebiscitario supieron adoptar
un lenguaje común y pautas de accionar regional solidario. Al socaire del denominado
socialismo del Siglo XXI, los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y
Venezuela adoptaron estrategias comunes y fueron conformando un esquema novedoso
de articulación de los países bajo Unasur a los que se incorporó inmediatamente Brasil
y Uruguay y con mayor parsimonia Chile, Colombia y Perú, así como Paraguay, sobre
todo después del triunfo electoral de Fernando Lugo.
Este escenario ha servido para validar una vez más la heterogeneidad de América Latina
ya que si bien fue cierto que se registró un giro a la izquierda, especialmente en países del
sur, este tuvo un componente dual: de respuesta al fracaso del neoliberalismo, como ya se
dijo, pero también de culminación de un ciclo político electoral donde la alternancia era
una consecuencia natural del mismo. Poco a poco se fueron gestando diferentes modelos.
Por una parte, los procesos con vocación de cambio social y basados en una fuerte
transformación de la elite en el poder político están construyendo una mística propia
mediante la gestación de mitos, o la reinterpretación de los ya existentes —Bolívar—,
y también de un discurso nuevo. El socialismo del siglo XXI, que no cuenta con ningún
texto medianamente estructurado, funciona como una cobertura a la propuesta boliva-
riana que engloba viejas ideas, pero que siguen teniendo un componente identitario muy
18 fuerte: la patria grande, el antiimperialismo antinorteamericano, el Estado paternalista,
la mejora de las condiciones de vida de las clases más humildes con su incorporación a la
vida política y el caudillismo mesiánico dispuesto a inmolarse por el pueblo. Argentina,
Bolivia, Ecuador y Venezuela han generando un modelo basado en un fuerte liderazgo
con sólido apoyo popular y baja institucionalización partidista a la vez que cuentan con
oposiciones muy divididas. Además, la bonanza exportadora sobre la base de materias
primas con precios elevados posibilita una economía rentista beneficiosa para los ma-
yoritarios sectores populares. Sin embargo, Uruguay y Brasil, este último conformando
un gobierno de gran coalición que mitiga el izquierdismo de la presidenta Rousseff, se
inclinan por un perfil de izquierda más institucionalizada. Ahora bien, a diferencia de
la ola neoliberal, la ola rosa no descansa en un cuerpo de ideas coherentes y homogéneas
lo que produce proyectos diferenciados de alternancia política que constituyen cada uno
respuestas a los desafíos considerados como prioritarios en cada país. En este sentido la
visión de las dos izquierdas es reduccionista y superficial (Dabène 2012).

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Por otra parte, procesos también de institucionalización variopinta están alcanzado
logros exitosos tanto en el terreno socioeconómico como en el político en experiencias
que se inclinan claramente a la derecha en Colombia, Chile —tras 20 años de gobiernos
de centro izquierda— y Paraguay —tras el periodo equívoco, por su carácter coalicio-
nal, de Paraguay, mientras que el gobierno de Perú mostraba un carácter de notable
ambigüedad. Chile y Colombia —superadora del personalismo uribista y abriendo un
proceso negociador de la paz con la guerrilla— configuran dos escenarios de notable
madurez institucional, contrariamente a Perú y Paraguay que conforman contextos po-
liédricos con un sistema de partidos virtualmente volatilizado, el primero, y un notable
anquilosamiento oligárquico, el segundo. Un caso aparte que debe ser tenido en cuenta
es el de México y el regreso del PRI al gobierno que en los inicios del nuevo mandato
está sentando las bases para articular grandes acuerdos nacionales de profundo calado.
El periodo, que cierra un ciclo histórico como consecuencia de la muerte de Hugo
Chávez está, en otro orden de cosas, repleto de reformas constitucionales que han tras-
tocado el constitucionalismo clásico por formas originales en clave del neoconstitucio-
nalismo (Nolte y Schilling-Vacaflor 2012). La preocupación por el auspicio de derechos
de tercera generación, el reconocimiento del carácter multicultural y plurinacional de
los países latinoamericanos, la incorporación de criterios de democracia participativa,
pero también la reelección que tiende a ser ilimitada así como medidas que incrementan
el peso del presidencialismo, se han ido introduciendo de forma generalizada.
Esta visión de la democracia en América Latina en 2013 y de su evolución en los últi-
mos tiempos permite ahora abordar un diagnóstico de aquellos elementos que pudieran
ser factores explicativos de este escenario. Tanto en lo relativo a la existencia de los gru-
pos de países recién señalados como de la evolución registrada en términos de la calidad
de la democracia en el lustro que sigue a 2008, periodo para el que se tienen datos de los
cuatro medidores utilizados.

Los retos de la política en América Latina: de lo general a lo particular


19
La política en América latina ha logrado consolidar a lo largo de las últimas tres décadas
el patrón electoral como forma de legitimidad exclusiva de acceso y mantenimiento en
el poder de las elites gobernantes. Sin embargo, este escenario es protagonista del dile-
ma, para un buen número de países de la región, que supone la existencia de elecciones
en un marco de procesos de desinstitucionalización muy fuertes que, sin embargo, han
conducido a políticas exitosas de inclusión social. Este contexto tiene limitaciones a la
hora de ser sustentable y la política se convierte en algo incierto y arbitrario toda vez que
los garantes absolutos de la misma son los actuales líderes que han concentrado en torno
a su persona enormes dosis de poder avaladas por el veredicto de las urnas.
Los índices abordados en el epígrafe precedente giran en gran parte de su configu-
ración, aunque no solo, en torno precisamente al desempeño electoral. Los distintos
trabajos llevados a cabo sobre el comportamiento electoral (Alcántara y Tagina 2013)
han puesto de relieve cómo la desconfianza de la sociedad e incluso de la propia clase

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política en las elecciones así como en el desempeño de los organismos controladores y
organizadores no solo no se reduce sino que va en aumento. Este marco que tiende a
afectar a una gran mayoría de países incide negativamente en la configuración de los
índices. Sobre este aspecto regresaré en el epígrafe siguiente.

Retos generales de la política en América Latina

Sin embargo, hay retos que encara la región afectando dramáticamente el desempeño de
la política y que son de carácter general requiriendo cada uno de ellos por sí mismo de
una atención concienzuda que aquí no se contempla pero que no obstante se enuncian a
guisa de un guión para futuras investigaciones. Estos retos pueden concebirse como de
carácter endógeno, propios de la configuración y del desarrollo cotidiano de los sistemas
políticos, y de carácter exógeno, fruto de la imbricación de la región en un mundo que
sufre una transformación vertiginosa. De entre los primeros cabe referirse a los de com-
ponente político institucional y a los socioeconómicos. De entre los segundos su cariz
viene directamente influido por el presente proceso de globalización.
Los retos político institucionales se dan en ocho ámbitos: en la paulatina personaliza-
ción presidencial que se combina y alimenta con la política espectáculo implementada
(presidentes con acumulación de poder como nunca antes conectados permanentemen-
te con sus audiencias); en las complejas relaciones Ejecutivo-Legislativo (gobiernos en
minoría con dificultades de articular mayorías estables o gobiernos con cómodas ma-
yorías que ningunean a los congresos incapaces de controlarles); en el proceloso papel
de los partidos políticos incapaces de desarrollar tareas de intermediación y sumidos en
un fuerte proceso desinstitucionalizador); en la existencia de carreras políticas diseñadas
bajo precarios y a veces mediocres patrones de profesionalización política que se conju-
gan con la recurrente falta de iniciativa para articular servicios civiles de carrera; en el
activismo de las Cortes Supremas; en la tensión entre la democracia representativa y la
democracia participativa; en la falta de medidas de transparencia que faciliten tanto la
20 rendición de cuentas como la lucha contra la corrupción que sigue en aumento; y en el
nunca cerrado proceso de reformas constitucionales.
Los retos socioeconómicos son asimismo ocho y vienen derivados del permanente
contrate entre el creciente individualismo y la tradición comunitaria; de la presencia de
nuevos movimientos sociales que ponen de relieve el drama de la exclusión; del notable
incremento, acentuado en la última década, de la inseguridad ciudadana; de la opinión
pública en permanente configuración-confrontación con los medios de comunicación
social capturados o por corporaciones o por el oficialismo; de la lenta disminución de
la desigualdad a pesar del crecimiento acumulado; de la tensión que vive la región entre
las políticas de apertura y aquellas de nacionalismo económico; del impacto de políticas
de diseño top down donde no se deja espacio para la intervención de la sociedad civil
organizada; y, por último, del lento progreso de las políticas de reforma fiscal que se
traduce en índices de presión fiscal muy bajos.

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Finalmente los retos de carácter exógeno tienen que ver con el irregular y asimétrico
desarrollo de los procesos de integración regional especialmente en el sur del continente
con una vocación de articular esquemas donde no estén presentes los Estados Unidos.
Así mismo debe tenerse en consideración el impacto que en la región tendrán la crisis en
los países occidentales, las relaciones con los países asiáticos en un marco conjugado por
el espacio del Pacífico y el nuevo entramado de relaciones sur-sur.

Retos particulares de la política en América Latina

Dentro del elenco de desafíos enunciado hay tres sobre los que quiero centrar la atención
de manera más particular y que se refieren a tres ámbitos diferentes como son el institu-
cional, el de la elite gobernante y el societal. El primero se refiere al papel de las elecciones
en los procesos de democratización vividos a lo largo de las últimas tres décadas; el segun-
do tiene que ver con el liderazgo, las carreras políticas y la propia profesionalización de la
política; y el tercero es un asunto central analizado ahora mismo por el Programa de Na-
ciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) a través de la elaboración en curso de un Informe
de Desarrollo Humano para América Latina, el cual tiene como tema central la seguridad
ciudadana. Los tres suponen desafíos de naturaleza distinta pero sumamente pertinentes.

a) El papel de las elecciones


La política en América latina ha logrado consolidar a lo largo del último cuarto de siglo
el patrón electoral como forma de legitimidad exclusiva de acceso y mantenimiento en
el poder de las elites gobernantes. Con la excepción del caso de Cuba, no hay ningún
solo gobernante en la región cuyo origen no provenga de las urnas y ello ha sido así a lo
largo de los últimos tiempos. Cuando se ha visto interrumpida una presidencia (Pérez
Liñán 2009), cosa que ha ocurrido entre 1985 y 2003 en 17 ocasiones (de las que tres se
han centrado en Ecuador y dos en Argentina, Bolivia, Haití y Paraguay) se han activa-
dos los correspondientes mecanismos institucionales, considerándose unánimemente
solo tres casos como “golpe de estado” (Haití —2— y Honduras). De la misma forma, 21
de los congresos electos solamente fue disuelto en Perú bajo Fujimori en 1992.
Sin embargo, este escenario es protagonista del dilema, para un buen número de
países de la región, que supone la existencia de elecciones en un marco de procesos de
desinstitucionalización muy fuertes donde se ha llegado a producir la completa des-
composición del sistema de partidos. Además, las consecutivas reformas constitucio-
nales han amparado marcos de supuesta democracia participativa en las que se han ido
incorporando lentamente procesos democráticos a la hora de conformar las listas de
candidatos (Freidenberg y Alcántara 2009).
El escenario se complica más en la medida en que estos nuevos esquemas han con-
ducido a políticas exitosas de inclusión social. Pero este contexto tiene limitaciones a la
hora de ser sustentable y la política se convierte en algo incierto y arbitrario toda vez
que los garantes absolutos de la misma y de las políticas distributivas son los actuales

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líderes que han concentrado en torno a su persona enormes dosis de poder avaladas por
el veredicto de las urnas.
El componente electoral que centra la dinámica democrática —en algunos casos
debería decirse que la monopoliza— tiene a su vez dos limitaciones que se derivan de
la centralidad en los candidatos individuales y del auge de la sociedad espectáculo. Se
trata, en primer lugar, del vaciamiento de las ofertas electorales de cualquier esbozo
programático de manera que las elecciones no dan a cabida a que los electores se fijen
en programas de actuación política, éstos o no existen o son un compendio de lugares
comunes sin diferenciación alguna entre una oferta y otra (Alcántara y Cabezas 2013); y,
en segundo lugar, la concentración máxima de los esfuerzos en las campañas electorales
trae consigo que cada vez sean más ávidas de recursos tanto en clave monetaria, con el
consiguiente peligro de la entrada de dinero procedente de fines ilícitos, como de favores
de los medios de comunicación en clave de mejor tratamiento o de brindar a los candi-
datos espacios publicitarios a precios especiales, lo cual les hace terminar siendo grandes
árbitros de la liza electoral. La financiación de las campañas electorales ha entrado para
la mayoría de los países, a pesar de la supuesta preocupación existente por el tema, en
una vía muerta al mostrarse los Estados incapaces de controlar su financiamiento pri-
vado (Joignant 2013).
El peso de lo electoral ha supuesto también el énfasis en diferentes reformas políticas
que se han visto dominadas por una agenda en la que frente al paulatino desarrollo de
mecanismos de mejora democrática, como son la incorporación de las elecciones prima-
rias para la selección de candidatos o la apertura de las listas, se sitúa en otros casos la
pulsión reeleccionista, que lleva a que en abril de 2013 cinco presidentes hubieran sido
recientemente reelectos (Chávez, Ortega, Correa, Morales y Fernández de Kirchner, de
entre los que los tres primeros venían a estar ya en su tercer mandato).
Un último aspecto en este apartado recoge la calidad, en términos de rapidez, trans-
parencia e independencia de los organismos electorales responsables de la organización,
control y buena marcha de los comicios. En general, la actuación de estos organismos
22 viene siendo correcta, aunque en los casos recientes de Honduras y Nicaragua el cues-
tionamiento del órgano electoral fue notable, con críticas puntuales a algunas de sus
decisiones. Probablemente los dos escenarios más penosos en la última oleada electoral
se produjeron en Ecuador y en Colombia donde el recuento de votos y la proclamación
de diputados se demoraron varios meses. Se mantiene, no obstante, en buen número de
países la partidización de estos organismos con la consiguiente contaminación política
de sus decisiones, llegándose en México a la incapacidad del Congreso durante 2011 para
elegir a los tres consejeros electorales vacantes en el marco de un creciente interés de los
canales de televisión por influir en el proceso de elección.

b) La profesionalización de la política
En cuanto al liderazgo, las carreras políticas y la propia profesionalización de la política
debo señalar que en América Latina no sigue pautas muy diferentes a las de otros lugares
del mundo donde se encuentran asentados sistemas políticos democráticos (Alcántara

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Sáez 2012). Cierto es que el modelo presidencialista de gobierno y la discontinuidad
de la poliarquía han tenido efectos importantes, pero este último fenómeno también
aconteció en Europa. Sin embargo, las habilidades, valores, estrategias y las decisiones
que toman los líderes políticos son factores explicativos de la suerte de la democracia
en la región, de manera que un estilo de liderazgo político flexible, acomodaticio y de
consenso tendría mayor éxito a la hora de desarrollar y mantener la democracia que uno
de tipo militante, de confrontación, e intransigente. Las peculiaridades del desarrollo
político de cada país, sus mecanismos institucionales y su estructura socioeconómica
han contribuido asimismo a configurar carreras políticas específicas.
El origen canónico de un político en un contexto democrático se circunscribe fun-
damentalmente a su adscripción a un partido en el que desarrolla su militancia desde el
inicio y paulatinamente va escalando peldaños en la organización interna a la vez que
va adquiriendo mayor compromiso e incrementa su identidad con los propósitos del
partido. El semillero previo se encuentra en instancias de acción colectiva vinculadas
a movimientos sociales que se incardinan en el ámbito estudiantil, sindical o religioso,
principalmente, sin dejar de lado otros espacios de tipo cultural o deportivo. En oca-
siones el partido es utilizado como trampolín sin llegar a desarrollarse vínculo alguno,
en este caso es un mecanismo instrumental para la ambición del político. En otras, las
vías de acceso al poder dentro de los partidos son los lazos familiares o las lealtades co-
merciales o laborales. En los casos en que el partido se identifica con una persona es la
vinculación a ésta mediante lazos clientelares lo que define la vía de acceso.
En América Latina comienza a haber abundante evidencia empírica de las formas en
que se entra en la política tanto en el caso de los partidos a través de los estudios sobre
reclutamiento como en el de los legisladores, bien sea en proyectos de naturaleza nacio-
nal o en otros de carácter regional. Existe también una preocupación creciente a la hora
de introducir la variable género en distintos estudios (Alcántara 2012).
El Proyecto de Elites Parlamentarias (PELA) de la Universidad de Salamanca ha pues-
to de relieve cómo para los diputados latinoamericanos, los partidos siguen siendo las
principales plataformas de entrada en la política. Para la mayoría de los países, como 23
se recoge en el Cuadro V más de la mitad de los diputados en promedio en los últimos
años son personas que iniciaron su andadura política en los partidos. Este patrón es
relativamente estable a lo largo del tiempo, así como el hecho de que los semilleros
alternativos a los partidos como lugar de iniciarse en la política sean las asociaciones
estudiantiles, en primer lugar, seguidas de los movimientos sociales.
Ahora bien, analizando la situación por países se encuentran diferencias muy signifi-
cativas sobre todo en los países que quedan más alejados de la media como son Bolivia,
Ecuador y Brasil. Tres casos en los que los partidos desempeñan un papel menor en el
proceso de entrada en la política de los diputados. Por otra parte, merece destacarse el
hecho de que sean las organizaciones de estudiantes las que siguen en segundo lugar
de forma muy nítida como viveros de políticos frente al mundo sindical u otros actores
colectivos.

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Los legisladores latinoamericanos se encuentran vinculados mayoritariamente a par-
tidos políticos con los que mantienen nexos de diferente naturaleza en términos de iden-
tidad y de disciplina. Como se acaba de señalar, no siempre comenzaron su andadura en
un partido, pero en un momento concreto de su trayectoria ingresaron en uno en gran
medida por los imperativos institucionales que imponen que la participación política
debe canalizarse a través de partidos.

Cuadro V. El inicio en la política de los diputados


latinoamericanos (en %) de las legislaturas en 2010
Partido Organización Organización Movimiento
Gremio Sindicato Otros
político estudiantil social religioso
Argentina 49,9 30,3 8,0 3,0 1,5 - 7,7
Bolivia 20,6 19,6 12,4 19,6 5,2 1,0 21,61
Brasil 21,3 48,4 3,7 7,0 7,5 7,5 4,6
Chile 61,6 25,6 7,0 2,3 1,2 1,2 1,1
Colombia 71,2 7,6 1,2 1,4 1,2 1,3 16,12
Costa Rica 57,1 23,2 3,6 1,8 1,8 1,8 10,7
Ecuador 35,9 28,0 6,9 - 9,9 - 19,33
El Salvador 48,5 8,8 13,2 1,5 - 5,9 22,14
Guatemala 63,1 17,6 - - - - 19,35
Honduras 59,3 25,4 6,6 - 3,3 - 5,4
México 43,9 26,3 6,9 5,4 1,0 0,9 15,66
Nicaragua 65,2 11,6 4,3 - 2,9 1,4 14,67
Panamá 76,6 7,8 6,3 1,6 3,1 - 4,6
Paraguay 69,4 25,0 - 4,2 1,4 - -
Perú 54,9 20,0 3,7 6,9 2,2 2,2 10,1
R. Domi- 62,1 23,8 1,1 - 8,8 2,7 1,5
nicana
Uruguay 44,7 34,8 4,8 6,5 2,6 - 6,6
Pregunta: ¿Podría indicarme en qué tipo de organización inició su trayectoria política?
24 Respuesta abierta
1 7,2% en organización indígena y 3,1% en organización campesina; 2 9,9% en movimiento ciudada-
no; 3 4,2% en organización de mujeres y 2,7% en organización indígena; 4 8,8% en movimiento gue-
rrillero; 5 7,2% en movimiento ciudadano y 2,1% en movimiento guerrillero; 6 7,2% en movimiento
ciudadano y 5,7% en ONG; 7 4,3% en movimiento guerrillero y 2,9% en organización indígena.
Fuente: PELA (1994-2011).

Cuando se pregunta a los diputados sobre los motivos que les impulsaron a vincularse
a su partido político actual se encuentran resultados interesantes (Cuadro VI). Puede
no ser el primer partido en su trayectoria, pero parece evidente que las razones de la in-
corporación tienen un valor orientador. Hay cuatro tipos de factores que son explícitos,
los de carácter ideológico y programático, que pueden considerarse complementarios,
el sesgo socializador del entorno conformado por familiares y/o amigos, la cooptación
por parte de los dirigentes del partido y un factor de proyección más individual que su-
pone la búsqueda de un especio político para la acción. Los datos ponderados recogidos

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muestran el mayor tirón de la ideología como principal influencia a la hora de incorpo-
rarse al partido. Ello es así para todos los países sin excepción alguna, alcanzando los
valores más altos El Salvador y Costa Rica y los más bajos Colombia. El segundo factor
varía según países, se trata del programa en los casos de Ecuador y El Salvador; de la
influencia familiar o de los amigos para Uruguay y México; los restantes países reparten
el segundo factor entre aquellos que señalan el contacto con los dirigentes del partido
como el motivo que les llevó a su incorporación (Colombia, Honduras, Perú y Brasil)
y los que buscaban en el partido tener su propio espacio político (Bolivia, Costa Rica,
Panamá y Chile).

Cuadro VI. Factores que estuvieron presentes a la hora


de incorporarse al partido del que se es miembro*
Influencia Contacto dirigentes Ideología Programa Espacio
familiares o amigos del partido político
Argentina 22,6 18,1 84,3 24,2 44,2
Bolivia 8,3 40,4 66,1 20,3 57,8
Brasil 11,6 36,6 66,6 31,5 30,6
Chile 23,3 22,5 76,0 33,3 34,9
Colombia 27,2 45,4 60,9 23,8 30,2
Costa Rica 20,6 26,7 87,3 20,6 41,2
Ecuador 4,6 22,4 80,9 52,8 25,7
El Salvador 24,5 22,5 91,2 34,3 21,6
Honduras 36,6 42,5 66,7 30,0 23,4
México 38,8 22,0 75,7 23,1 33,4
Panamá 37,5 26,0 74,0 19,8 38,5
Perú 14,9 41,9 84,0 33,8 21,8
R. Dominicana 22,2 21,2 96,0 18,6 32,5
Uruguay 51,5 34,7 74,8 23,2 15,9
Pregunta: ¿Cuál de todos estos factores que le muestro a continuación cree ud. que tuvo mayor in- 25
fluencia en su decisión inicial de incorporarse al partido del que es miembro? ¿Y en segundo lugar?
* Suma de porcentajes de las respuestas de “en primer lugar” y “en segundo lugar” ponderando el
primer lugar por el doble de su valor.
Fuente: PELA (1994-2011). Entrevistas realizadas entre 2009 y 2011.

Para las otras arenas donde realizan su actividad los políticos la información existente
es más limitada aunque comienza a haber datos de los que ocupan los gobiernos na-
cionales y, en algún país, los que se encuentran en el ámbito regional así como en el
municipal. En estos espacios puede ser algo más frecuente y no se puede desdeñar el
salto a la política, bien sea en su lado colegiado representativo o en su función ejecutiva
más individual, desde plataformas no estrictamente partidistas. Es decir, se pueden usar
partidos pantalla como mero instrumento para el ingreso a la política como sucede en
aquellos ordenamientos institucionales que se exige concurrir a través de formaciones
partidistas, o se puede acceder sin esta instancia intermedia. En este sentido, los tecnó-

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cratas, en escenarios de corte elitista que priorizan la racionalidad económica, han sido
el contrapunto a orígenes políticos más clásicos en una clara tensión que se da entre los
procesos de democratización y los de tecnocratización y en la que los partidos pugnan
con sus propios esquemas formativos. Mientras que la primera tiende por naturaleza
hacia sistemas más inclusivos, participativos y busca una mayor equidad social, la se-
gunda se orienta hacia sistemas más cerrados, elitistas y con fuerte contenido cientifista-
economicista y no le preocupa tanto la inequidad social sino la productividad
Los ministros tecnocráticos en América Latina son menos vulnerables en términos
de críticas a su rendimiento, mientras que son más débiles políticamente hablando pues
tienen un ínfimo apoyo partidario. Los presidentes se benefician de la competencia
técnica de este tipo de personal cuando las cosas van bien, pero se deshacen de ellos
rápidamente en tiempos turbulentos que es el momento en que se convoca a ministros
de perfil más político.
Fuera del impulso partidista, la entrada en la política en América Latina ha tenido
históricamente seis tarimas institucionales como un vivero de gestación de políticos
desde las que el salto se ha podido dar con mayor éxito. Se trata del caciquismo, de la
masonería, del ejército, de la iglesia y, de los sectores empresarial y sindical. Incluso su
papel sigue siendo activo en el reciente periodo democrático donde los partidos han de-
sarrollado una función que linda con el monopolio del reclutamiento de la clase política.

c) La inseguridad ciudadana
El último punto señalado se refiere al flanco tan débil que tiene la región con relación
a la violencia, al crimen y a la inseguridad ciudadana de acuerdo con datos del Informe
de Desarrollo Humano para América Latina del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) en el apartado que específicamente dedica a la seguridad ciudadana.
Con intensidades diferenciadas entre países, la región sufre de una epidemia de vio-
lencia, acompañada por el crecimiento y difusión de los delitos, así como por el aumen-
to del temor entre los ciudadanos. Cada año, 200 millones de latinoamericanos son
26 víctimas de algún acto delictivo siendo las tasas de criminalidad más altas del mundo
(Díaz y Meller 2012). Entre 2000 y 2010 la tasa de homicidios de la región creció el 11
por ciento, mientras que en la mayoría de las regiones del mundo descendió. Si se con-
sideran los países de los que hay información entre 1980 y principios de 1990, en com-
paración con el momento actual los robos se han casi triplicado en el último cuarto de
siglo. Más aún, 1 de cada 10 robos se producen con violencia, en su gran mayoría a través
del uso de armas de fuego y 1 de cada 10 latinoamericanos han sido víctimas de violencia
intrafamiliar. En un día típico en América Latina 460 personas sufren las consecuencias
de la violencia sexual; la mayoría son mujeres (Muñoz 2013).
El deterioro de la seguridad no se ha dado de manera homogénea. Al desagregar los
delitos por países aparecen dos Américas Latinas: una en la cual la violencia letal es la
que más aqueja a la población, con países que sufren verdaderas espirales de violencia, y
otra en la que los niveles de homicidio son relativamente bajos, pero en la que el aumen-
to repentino y considerable de los delitos patrimoniales ha disparado la percepción de

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inseguridad en la ciudadanía. Al mismo tiempo, al interior de los países la situación es
heterogénea, con municipios y estados que tienen indicadores comparables a los países
de Europa y lugares en los que la violencia letal es incluso mayor a la de países en guerra.
En países como El Salvador, Guatemala, Honduras o Venezuela, la tasa de homicidios
sobrepasa los 40 por cada 100.000 habitantes, mostrando un fuerte crecimiento en la
última década. El fenómeno se extiende y agrava en territorios específicos dentro de
países como México, Brasil o Colombia. En los países considerados “seguros”, como
Argentina, Perú, Chile o Uruguay, la seguridad ciudadana está dentro de las principales
preocupaciones de los ciudadanos. E incluso en esos lugares, determinados barrios al
interior de las grandes ciudades presentan índices de temor y cifras de criminalidad
significativamente más altas que en el resto del país (Díaz y Meller 2012).
El citado informe regional del PNUD señala cuatro claves (Muñoz 2013) para res-
ponder a esta pregunta a las que se les pueden añadir una quinta. En primer lugar, a
los Estados latinoamericanos les siguen faltando capacidades en materia de justicia y
seguridad. Esto se refleja en índices de impunidad alarmantes y en la desconfianza de
la ciudadanía hacia las instituciones de justicia y policía. Es a la luz de estas carencias
que la privatización de la seguridad ha ido ganando fuerza, lo cual tiende a profundizar
la desigualdad en el acceso a la seguridad y deja sin resolver los retos que atraviesa el
Estado como principal garante de la seguridad ciudadana.
En segundo lugar, el informe constata que la región ha crecido más en cantidad que
en calidad, de manera que continúa teniendo empleos de baja calidad y muy precarios,
lo que impacta en la inclusión de los más jóvenes, crecimientos urbanos acelerados
acompañados de fracturas en el tejido social y de clases medias vulnerables.
En tercer lugar, los vínculos comunitarios como la familia, la escuela y la comunidad
han perdido su fuerza en algunos contextos como tensores sociales que permiten desa-
rrollar formas positivas de convivencia. La inseguridad ha reconfigurado el tejido social
en las sociedades latinoamericanas reduciendo los espacios de cooperación, confianza y
participación ciudadana y propiciando, en algunos casos, formas de organización dis-
torsionadas por el temor y la desconfianza como la llamada “justicia por mano propia”, 27
de manera que se registra una notable presencia del linchamiento como expresión de la
“justicia popular”. Esta agudización de las amenazas limita gravemente las capacidades
y libertades de los latinoamericanos.
En cuarto lugar, la multiplicación y agudización de las amenazas a la seguridad, tanto
en espacios privados como públicos, limitan gravemente las capacidades y libertades de
los latinoamericanos. Si bien el crimen organizado ha ganado notoriedad como dina-
mizador de la violencia y el crimen a nivel local y transnacional, la afectación cotidiana
de los ciudadanos revela que están expuestos a muchas otras amenazas como el delito
callejero, la violencia de género y la violencia ejercida por y en contra de los jóvenes, y
que dichas amenazas se entrecruzan y retroalimentan en la práctica.

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Finalmente, hay que tener en cuenta el deficiente papel de las cárceles, que lejos de
ser lugares de rehabilitación son incubadoras de la delincuencia.1 Las cárceles se en-
cuentran superpobladas como consecuencia de una combinación de incremento de la
delincuencia y de populismo penal (Díaz y Meller 2012) y a menudo bajo control del
crimen organizado que además utiliza las penitenciarías como lugares seguros para se-
guir delinquiendo. Las masacres en su interior, como consecuencia de peleas entre los
internos, protestas o por el mal mantenimiento de los espacios que conduce a fáciles
incendios son circunstancias que han sido habituales en prácticamente todos los países
de la región en el último lustro.
Estas cinco claves revelan la complejidad y multiplicidad de los problemas que sub-
yacen a la inseguridad ciudadana. Más aún, exigen pensar en respuestas integrales de
política pública, incluyendo el papel de los actores no estatales y de la comunidad inter-
nacional. De ahí que el objetivo más importante del referido Informe de Desarrollo Hu-
mano para América Latina 2013, sea contribuir a la creación de mejores y más efectivas
políticas públicas en aras de proteger a la ciudadanía de América Latina

Recapitulación

Si bien en perspectiva histórica la política latinoamericana ha logrado alcanzar una


notable cota de desarrollo democrático dejando atrás legados autoritarios y exclusiones
recurrentes el momento actual no deja de ser retador. La propia dinámica de la política
supone la construcción constante de nuevos escenarios ante los que los actores deben
reaccionar con cierta urgencia. Por otra parte, la propia evolución de la política está
dejando sentadas diferencias muy significativas de un país a otro. De ahí que si bien se
puede considerar la existencia de retos regionales los mismos tienen significados diferen-
tes en función del país en cuestión.
En el presente artículo se ha aportado evidencia empírica de las diferencias nacionales
existentes en términos de la calidad de la democracia. Una vez sentada esa base se han
28 señalado los retos de diferente naturaleza que hoy acechan a la política en la región.
La existencia de retos exógenos debe ser tenida en cuenta hoy más que nunca. No
solamente se trata de que América Latina esté reproduciendo un modelo de inserción
exportadora como ya hizo en el pasado sino de que el mundo ha abierto un escenario de
competencia ilimitado como nunca antes.
Los retos particulares que se abordan, cuya selección responde a la absoluta prelación
del autor, suponen un ejemplo tentativo del escenario complejo en que se mueve la he-
terogénea política latinoamericana.

1
A este respecto ver el informe de The Economist del 22 de septiembre de 2012:
< http://www.economist.com/node/21563288?fsrc=nlw|hig|9-20-2012|3524391|36443717 >

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Manuel Alcántara Sáez

Catedrático de la Universidad de Salamanca. Licenciado en Ciencias Políticas y So-


ciología (1976) y Doctor en Ciencias Políticas (1984) por la Universidad Complutense
de Madrid. Ha dictado cursos en distintas Universidades tales como: Autónoma de
Madrid, Autónoma de Barcelona, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, In-
ternacional de Andalucía, País Vasco, Santiago de Compostela, Valencia, Georgetown
University, Universidad de Belgrano, Universidad Católica de Quito, Universidad de
Costa Rica, Flacso-México, entre otras. Sus principales líneas de investigación giran en
torno al estudio de las elites parlamentarias, los partidos políticos y los poderes legisla-
tivos en América Latina. Entre sus principales publicaciones, se encuentran Goberna-
bilidad, crisis y cambio (México. Fondo de Cultura Económica. 2004); ¿Instituciones o
máquinas ideológicas? Origen, programa y organización de los partidos políticos latinoame-
ricanos (Barcelona. ICPS. 2004); Sistemas políticos de América Latina (Madrid. Tecnos.
3ª edición. 2003); Los dueños del poder. Los partidos políticos en Ecuador, 1978-2000 (con
Flavia Freidenberg. Quito. FLACSO. 2001); “Sistemas políticos de América Latina” (Ma-
drid. Tecnos. 2ª edición. 1999); Politicians and Politics in Latin America (Lynne Rienner
Publishers. 2007). Su última publicación es El oficio de político (Madrid, Tecnos, 2012).

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