La inteligencia emocional según Daniel Goleman
La inteligencia emocional es la capacidad de reconocer las emociones – tanto propias como
ajenas – y de gestionar nuestra respuesta ante ellas. La podemos definir como el conjunto
de habilidades que permiten una mayor adaptabilidad de la persona ante los cambios.
También tiene que ver con la confianza y seguridad en uno mismo, el control emocional
y la automotivación para alcanzar objetivos. Comprender los sentimientos de los
demás, manejar las relaciones y tener poder de influencia es básico para conseguir
cambios positivos en el entorno.
Una emoción provoca una acción, una respuesta. Habitualmente, ante determinadas
emociones, nuestra respuesta suele ser automática, o lo que es lo mismo: una reacción ante
un estímulo. Lo que dice la inteligencia emocional es que es posible responder en lugar de
reaccionar. Es decir, introduce el concepto de gestión de la respuesta ante un estímulo.
Una emoción se produce como respuesta ante algo que nos sucede. En primer lugar, nos
damos una explicación de lo que ha pasado (pensamiento) e inmediatamente tenemos
una reacción fisiológica (emoción).
No podemos elegir tener o no una emoción, ya que es algo que pasa al margen de nuestra
voluntad. Lo que sí podemos decidir es lo que queremos hacer con ella. Las
emociones tienen una carga energética considerable, lo cual nos impulsa hacia la acción.
Podemos decir que las emociones son el puente entre el pensamiento y la acción. Y nuestras
acciones determinan nuestros resultados, configurando estos nuestra vida. Por lo tanto, si
somos capaces de elegir nuestras acciones, es más que probable que obtengamos
resultados diferentes.
La inteligencia emocional también resulta útil para mejorar nuestras relaciones con los
demás. Y a mejores relaciones, mejor vida. Está demostrado que las personas con una
inteligencia emocional elevada tienen una vida más satisfactoria.
Goleman sostiene que las competencias emocionales se dividen en dos categorías:
intrapersonales e interpersonales. Las primeras se refieren a la relación que establecemos
con nosotros mismos y la segunda a las relaciones que tenemos con los demás. Todo
empieza por uno mismo. Es difícil de creer que alguien que se lleva mal consigo mismo
pueda tener buenas relaciones con los demás.
El aprendizaje se basa, principalmente, en la repetición de asociaciones entre conductas y
resultados que nos han beneficiado en el pasado, evitando aquellas negativas.
Este modelo de aprendizaje es esencial para la supervivencia de cualquier especie y, en el
caso del ser humano, fundamental en sus primeros años de vida. Para modelar su
conducta, los adultos utilizarán la recompensa o el castigo.
En muchas empresas también se emplea la motivación externa. Por ejemplo, se puede
incentivar a los empleados para que alcancen sus objetivos a través de una bonificación
salarial. De esta forma, siguiendo el pensamiento causa-efecto, si la conducta (A) del
empleado le lleva a alcanzar resultados (B), obtendrá una compensación (C). Si la persona
no llega a los resultados planificados, no obtendría compensación.
En este contexto, la complejidad del ser humano en un entorno globalizado y
tecnológico ha desestabilizado este sistema lineal de estímulo-respuesta. Esto ha
provocado que disciplinas como la psicología o la neurociencia hayan dirigido su interés
hacia lo que nos provoca conflicto (el cambio) y su catalizador: las emociones.
Las emociones tienen una gran trascendencia en nuestro día a día e influyen en la mayoría
de decisiones que tomamos. Por ejemplo, a la hora de elegir pareja o de escoger empleo.
Unas personas tienen mucho más desarrollada la faceta emocional que otras. Por eso, es
necesario prestar atención a esta clase de habilidades emocionales, ya que pueden marcar
nuestra vida y nuestra felicidad tanto o más que nuestra inteligencia.
La creatividad, la empatía y el pensamiento sistémico es fundamental para adaptarse a un
mundo cada vez más cambiante donde la innovación, los negocios y las humanidades van
de la mano.
En este nuevo pensamiento integrador la motivación está alineada con la autonomía, el
talento y el propósito de la persona. Se da paso a empresas responsables que tienen en
cuenta la individualidad de las personas, sus valores y motivaciones, provocando que se
comprometan por sí mismas con sus tareas y resultados.
Componentes de la inteligencia emocional
En este sentido, la inteligencia emocional según Daniel Goleman tiene cinco elementos
clave:
Autoconocimiento
Autorregulación
Automotivación
Empatía
Habilidades sociales
1. Autoconocimiento
Uno de los elementos clave de la inteligencia emocional según Daniel Goleman es el
autoconocimiento. Es importante saber cómo responder ante las cosas que me suceden. Si
quiero cambiar algo, primero tengo que saber qué es lo que hago y así poder hacer algo
diferente. Si somos conscientes de nosotros mismos, siempre conoceremos nuestras
emociones, además de la forma en la que nuestras acciones pueden afectar a las personas
que nos rodean.
La clave es comportarse con humildad. No importa cuál sea la situación: siempre podemos
elegir cómo reaccionamos ante ella.
2. Autorregulación
En segundo lugar, tenemos que aprender a deshacer los automatismos de la respuesta
emocional. Lo que decíamos antes de responder en vez de reaccionar. Los buenos líderes
se regulan a sí mismos y no atacan verbalmente a los demás. Además, tampoco toman
decisiones rápidas ni emocionales, ni estereotipan a las personas o comprometen sus
valores. La autorregulación tiene que ver con mantener el control.
3. Automotivación
La inteligencia emocional también tiene en cuenta la motivación. Si quiero cambiar algo,
tengo que saber qué es lo que me impulsa a ese cambio. ¿Qué es lo realmente importante
para mí? Hay personas que saben automotivarse y que trabajan para cumplir sus objetivos
con estándares extremadamente altos en cuanto a la calidad de su trabajo.
Cada vez que nos enfrentemos a un desafío o incluso a un fracaso tenemos que intentar
extraer algo positivo de la situación. Puede ser algo que de primeras nos parezca poco
relevante, como un contacto nuevo, o algo con efectos a largo plazo, como una lección.
¡Siempre hay algo positivo!
4. Empatía
Para los líderes, tener empatía es fundamental a la hora de administrar un equipo u
organización. O, lo que es lo mismo, contar con la capacidad de entender las emociones del
resto y ponernos en su lugar. Tiene que ver con la capacidad de ayudar a desarrollarse a las
personas de su equipo, desafiando a quienes actúan de forma injusta o hacen comentarios
constructivos. Además, escuchan a quienes lo necesitan.
5. Habilidades sociales
El último elemento que compone la inteligencia emocional según Daniel Goleman son las
habilidades sociales, como comunicarse eficazmente, influir, persuadir y gestionar
conflictos.
Los líderes que desempeñan bien las habilidades sociales de la inteligencia emocional son
excelentes comunicadores. Están tan abiertos a escuchar malas noticias como buenas. Son
expertos en lograr que su equipo les apoye y se entusiasme con una nueva misión o
proyecto. Los líderes que tienen buenas habilidades sociales también son buenos para
gestionar el cambio y resolver conflictos de forma diplomática.
Es importante señalar que la inteligencia emocional se puede entrenar. Es cierto que hay
personas que parecen tener cierta facilidad para ello, como si fuera una capacidad innata,
aunque todos podemos desarrollarla en mayor o menor medida si nos lo proponemos.
Contenidos de la educación emocional
Los contenidos de la educación emocional tienen el propósito de lograr unos objetivos que
se derivan del marco teórico que hemos presentado en otros apartados. Recogiendo todo
lo que antecede podemos decir que lo que sugieren las investigaciones es que para
aumentar la felicidad lo que se puede hacer es: mejorar las relaciones sociales, encontrar
un trabajo que sea intrínsecamente satisfactorio, mantener buenas relaciones con los
compañeros de trabajo, aprovechar el tiempo libre de forma satisfactoria. Y por supuesto
hacer todo lo posible por conservar la salud.
Para mejorar las relaciones sociales suele ser efectivo el desarrollo de habilidades sociales.
Lo cual puede tener una incidencia sobre la vida familiar, el matrimonio, los amigos,
compañeros de trabajo, vecinos y relaciones sociales en general. Todo ello son fuentes
importantes de bienestar.
El trabajo satisfactorio es otra fuente de felicidad. Una orientación profesional que
considere a la persona humana en su globalidad y complejidad puede ser un factor
importante en la satisfacción profesional.
Lo mismo podemos decir del tiempo libre. Hoy en día la orientación en el tiempo libre y la
pedagogía del ocio son vías de intervención con grandes perspectivas de futuro.
La salud casi se puede considerar como un requisito «sine qua non» para el bienestar
emocional. Por eso la salud debe estar presente, como un elemento esencial, en la
educación emocional.
Las habilidades de vida (life skills) y las habilidades para afrontar situaciones de conflicto
(coping skills) deben considerarse como recursos que toda persona debería dominar para
superar las crisis y conflictos que la vida depara. En este marco tiene cabida el
entrenamiento asertivo, el cambio de atribución causal, la relajación, la reestructuración
cognitiva, etc.
El dar sentido a la vida es otro factor positivo. Las aportaciones de la logoterapia de V.
Frankl, utilizadas en una dimensión preventiva y de desarrollo, pueden ser altamente
sugerentes para potenciar esta dimensión.
Entre los componentes que deberían incluirse en un programa de educación
emocional están las siguientes:
1. Dinámica de grupos.- La habilidad esencial del líder implica iniciar y coordinar los
esfuerzos de un grupo de gente.
2. Negociar soluciones.- Prevenir conflictos, solución de conflictos sociales y hacer de
mediador son funciones esenciales en las relaciones interpersonales.
3. Conexión personal.- Las propuestas de Carl Rogers, con la empatía en primer lugar,
facilitan los encuentros de amigos, familiares, laborales, etc. Para los educadores es una
habilidad indispensable.
4. Análisis social.- Ser capaz de detectar y tener una visión de los sentimientos,
motivaciones y preocupaciones de los demás, ayuda a intimar y mantener buenas
relaciones.
Goleman cita siete ingredientes de la capacidad de aprender, todos ellos relacionados con
la inteligencia emocional (p. 193-194):
1. Autoconfianza.- Un sentido de control y manejo del propio cuerpo y del comportamiento
que se deriva; sentir que es más probable el éxito que el fracaso en lo que vaya a
emprender; paralelamente sentir que los adultos son de ayuda.
2. Curiosidad.- Sentir que buscar y conocer cosas es positivo y satisfactorio.
3. Intencionalidad.- El deseo y la capacidad de tener un impacto; y actuar en esta dirección
de forma persistente. Esto se relaciona con un sentido de competencia y de ser efectivo.
4. Auto-control.- La habilidad de modular y controlar las propias acciones, de forma
apropiada a la edad. Un sentido de control interno.
5. Relaciones.- La habilidad de implicarse con otros, sentirse comprendido y comprender a
los demás.
6. Capacidad de comunicar.- El deseo y la habilidad de intercambiar ideas, sentimientos y
conceptos con otros.
7. Cooperación.- La habilidad de equilibrar las necesidades personales con las de los demás
en una actividad de grupo.
Otros aspectos a tener presentes son la introspección, relajación, meditación, mindfullness,
respiración, imaginación emotiva, reestructuración cognitiva, cambio de atribución causal,
simulación, entrenamiento de habilidades, role playing, dinámicas de grupos, juegos, etc.
En resumen, los contenidos de la educación emocional giran en torno al conocimiento de
las propias emociones, el manejo y control emocional, el conocimiento de las emociones de
los demás, la utilización de las emociones como factor para automotivarse; la prevención
de los efectos perjudiciales de las emociones negativas, la potenciación de las emociones
positivas, la aplicación de estos conocimientos en las relaciones interpersonales, en el
trabajo, en la vida social, en los momentos de conflicto, etc.
EMOCIONES
Las emociones se pueden definir como respuestas psicofisiológicas que se desencadenan
en nuestro cuerpo en respuesta a estímulos internos o externos. Son reacciones
automáticas que nos permiten adaptarnos y sobrevivir en nuestro entorno.
Las emociones son reacciones psicofisiológicas que representan modos de adaptación del
individuo cuando percibe un objeto, persona, lugar, suceso o recuerdo
importante. Psicológicamente, las emociones alteran la atención, hacen subir de rango
ciertas conductas guía de respuestas del individuo y activan redes asociativas relevantes en
la memoria.1 Los sentimientos son el resultado de las emociones, son más duraderos en el
tiempo y pueden ser verbalizados (palabras). Fisiológicamente, las emociones organizan
rápidamente las respuestas de distintos sistemas biológicos, incluidas las expresiones
faciales, los músculos, la voz, la actividad del SNA y la del sistema endocrino, pudiendo
tener como fin el establecer un medio interno óptimo para el comportamiento más
efectivo.2
Los diversos estados emocionales son causados por la liberación de neurotransmisores (o
neuromediadores) u hormonas, que luego convierten estas emociones en sentimientos y
finalmente en el lenguaje.
Conductualmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a
nuestro entorno, y nos impulsan hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas y nos alejan
de otros. Las emociones actúan también como depósito de influencias innatas y aprendidas.
Poseen ciertas características invariables y otras que muestran cierta variación entre
individuos, grupos y culturas (Levenson, 1994).3
Emociones básicas
Los modelos de emociones básicas proponen la existencia de emociones atómicas o
discretas, a veces permitiendo que varíen en intensidad y que se combinen para generar
emociones más complejas y matizadas.
Paul Ekman y colaboradores (1983) propusieron patrones para seis emociones básicas que
parecen ser biológicamente básicas y universales en todas las culturas:
sorpresa (surprise)
asco (disgust)
tristeza (sadness)
ira (anger)
miedo (fear)
alegría / felicidad (happiness)
Esta lista de emociones básicas se convirtió en la propuesta con mayor aceptación,
recibiendo el nombre de Las Seis Grandes Emociones ("The Big Six") (Prinz, 2004). Se
consideraron básicas en dos formas: 1. psicológica y 2. biológicamente, debido a que no
contienen otras emociones con prelación, y a que son innatas. Ekman y colaboradores
(1983) influyeron en la investigación subsecuente, en la búsqueda de patrones de la
emoción con diferentes respuestas en el sistema nervioso autónomo, que dieron soporte
al punto de vista de las emociones básicas. Sin embargo, estudios posteriores señalan que
el grado de especificidad del sistema nervioso autónomo puede ser dependiente del
contexto, por lo que persiste el debate, incluso acerca la existencia misma de emociones
básicas (Barrett, 2006).
Los resultados de un metaanálisis sugieren que las emociones negativas y positivas pueden
ser diferenciadas en el sistema nervioso autónomo, pero no necesariamente emociones
específicas (Cacioppo et al., 2000, en Friedman, 2010). En contraste, otro metaanálisis
mostró una considerable especificidad autonómica del miedo frente a la ira (Stemmler,
2004, en Friedman, 2010).
PILARES BASICOS DE LAS EMOCIONES
En primer lugar, percibir lo que siento. En segundo, comprender lo que siento. En tercero,
regular lo que siento. Este tercer punto implica percibir, ponerle etiqueta, asignarle un
nombre, otorgarle palabra a aquello que estoy sintiendo.
Por un lado, se encuentra la postura clásica sobre la existencia de 6 emociones básicas que
incluye miedo, enojo, sorpresa, alegría, tristeza y asco (Matsumoto y Ekman, 2009;
Damasio, 2000
¿Cuáles son los pilares de la inteligencia emocional según Goleman?
Nuestra inteligencia emocional determina la capacidad potencial de que dispondremos
para el aprendizaje de habilidades prácticas basadas en uno de los siguientes cinco
elementos: la conciencia de uno mismo, la motivación, el autocontrol, la empatía y la
capacidad de relación
¿Qué son los agentes emocionales?
revisa las situaciones que le provocan cambios en su cuerpo, piensa en dichos cambios y en
las acciones que generan las emociones básicas.
¿Cuáles son los componentes de la educación emocional?
¿Cuáles son los principales componentes de la inteligencia emocional? De acuerdo a lo
anterior, veamos los componentes de la inteligencia emocional divididos en cinco campos,
siendo estos: autoconocimiento, autorregulación, empatía, motivación y habilidades
interpersonales.
¿Cuáles son los ejes de la educación emocional?
Por habilidades emocionales entendemos los cinco ejes constitutivos de la Inteligencia
Emocional: conocimiento de uno mismo, autorregulación, empatía, motivación y
habilidades sociales.
¿Cuáles son los 4 tipos de inteligencia emocional?
Se compone de cuatro partes:
Autoconsciencia. Implica entender lo que sientes y por qué. ...
Autocontrol. Es saber gestionarte a ti mismo y motivarte, seguir tus metas, superar los
obstáculos y saber manejar el estrés. ...
Conciencia social y empatía. ...
Habilidades sociales.
En las últimas décadas, la educación viene experimentando un interesante cambio de
paradigma. Mientras que en los años noventa se orientaba fundamentalmente al desarrollo
cognitivo y la adquisición de conocimientos, actualmente ha reconocido la enorme
necesidad de concebir al ser humano como un todo integrado; es decir, por los aspectos
cognitivos, afectivos y morales que interactúan permanentemente con el entorno.
En la práctica pedagógica cotidiana, la educación cobra un rol cada vez más necesario e
integral. La actual crisis de valores, el aumento de conductas violentas, la falta de disciplina
y motivación en los estudiantes, así como el incremento de actitudes discriminatorias e
intolerantes, permiten repensar la función de los profesores y replantear los objetivos
globales del sistema educativo.
Estas necesidades fueron claramente reflejadas en el informe de Jacques Delors de la
UNESCO (1996), que propuso que la educación respondiera a las demandas sociales y fuera
un mecanismo de prevención del conflicto humano. Este trabajo manifestaba la enorme
preocupación por la incapacidad de las personas de convivir y tolerar las diferencias.
Dicho informe planteó cuatro pilares fundamentales en el desarrollo de la persona:
1. Aprender a conocer: el dominio de las formas o métodos que permiten adquirir,
comprender y descubrir conocimiento, y derivar un aporte significativo a la
sociedad. Comprende “aprender a aprender” para aprovechar las oportunidades
que ofrece la educación a lo largo de la vida.
2. Aprender a hacer: la adquisición de competencias generales que incluyan las
destrezas personales necesarias para la productividad (creatividad, trabajo en
equipo, toma de decisiones, etc).
3. Aprender a convivir: aprender a descubrir progresivamente a los demás,
reconocerse como seres interdependientes de otros, desarrollar la capacidad de
resolver conflictos, y respetar los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz.
4. Aprender a ser: el desarrollo máximo del potencial humano de la persona y el logro
de un pensamiento autónomo.
La educación emocional, entendida como el desarrollo planificado y sistemático de
programas educativos que promueven la inteligencia emocional, aparece como una
respuesta consecuente y acertada a las necesidades planteadas. Es un complemento
indispensable de desarrollo cognitivo y una herramienta fundamental en la prevención de
problemáticas sociales.
La inteligencia emocional
En el contexto social de los años noventa, surgió el concepto de inteligencia emocional. Esta
explicó ciertos aspectos del comportamiento humano asociados a la inteligencia, pero que
no respondían exclusivamente al aspecto cognitivo, sino que implicaban también a las
emociones.
En 1990, Mayer y Salovey fueron los primeros en acuñar el término de “inteligencia
emocional”, definiéndola como “la forma de inteligencia social que implica la capacidad de
supervisarse a uno mismo y a otros, sus sentimientos y emociones, para diferenciar entre
ellos y utilizar esta información para conducir el pensamiento y la acción”.
En otras palabras, la inteligencia emocional se entiende como una habilidad para reconocer,
percibir y valorar las propias emociones, así como para regularlas y expresarlas en los
momentos adecuados y en las formas pertinentes.
Ya Howard Gardner, en 1983, había planteado la no existencia de una inteligencia única
fundamental para el éxito en la vida. Postulaba un amplio espectro de inteligencias con siete
variedades claves, entre las que se incluían las inteligencias “intrapersonal” e
“interpersonal”. Las tesis de Gardner abrieron, en cierto modo, el desarrollo de una línea
que afirmaba la importancia de los elementos afectivos, emocionales y sociales en el
desarrollo de la persona, así como en el éxito que pudiera obtener en su interacción con el
entorno.
En 1990, Salovey incluyó las inteligencias personales de Gardner en su definición básica de
inteligencia emocional. Señaló, asimismo, cinco capacidades fundamentales:
1. Conocer las propias emociones: reconocer un sentimiento mientras ocurre.
2. Manejar las emociones: manejar los sentimientos para que sean los adecuados.
3. Encontrar la motivación: ordenar las emociones al servicio de un objetivo mayor,
desarrollando la capacidad de “automotivarse”.
4. Reconocer las emociones de los demás: la empatía.
5. Manejar las relaciones: manejar las emociones de los demás dentro del contexto
interpersonal y social. Estas habilidades se relacionan al liderazgo y la eficacia
interpersonal.
Posteriormente, en 2002, Goleman propuso un modelo de inteligencia emocional que
incluyó cuatro aptitudes agrupadas en dos grandes tipos de competencias: la personal y la
social. La primera impactaría directamente en el tipo de relación que uno entabla consigo
mismo; en la segunda, la competencia social definiría el tipo de vínculos que se establecen
con los otros. De forma esquemática, se presenta a continuación el contenido de cada uno
de estos dominios:
1.- Competencias personales:
a. Conciencia de uno mismo: comprender profundamente las emociones, fortalezas y
debilidades, valores y motivaciones. Se sustenta en el desarrollo de tres habilidades: la
conciencia emocional, la valoración personal y la confianza en uno mismo.
b. Autogestión: regular los afectos y emociones para actuar con lucidez y claridad, según las
demandas de cada situación. En tal sentido, además de la capacidad de regular la expresión
de las emociones, se necesitan habilidades como la transparencia, la capacidad de
adaptarse a entornos cambiantes y responder con iniciativa y optimismo, y la orientación
hacia el logro a través del esfuerzo.
2.- Competencia social:
a. Conciencia social: ser capaces de comprender los sentimientos ajenos y tomarlos en
cuenta durante el proceso de toma de decisiones. Se resalta el rol de la empatía, pero se
requiere también del desarrollo de habilidades complementarias, como la facultad de
tomar conciencia en la organización de los grupos humanos y la actitud de servicio.
b. Gestión de las relaciones: regular las emociones de las otras personas; inspirarlas y
movilizarlas en la dirección adecuada. Para ello, resulta indispensable ser capaz de
establecer vínculos auténticos y duraderos, gestionar los conflictos, y trabajar en equipo en
favor de los cambios deseables.
La educación emocional y el rol del docente
Siendo la finalidad de la educación formar estudiantes emocionalmente competentes
(capaces de reconocer y manejar sus emociones), y, por lo tanto, de relacionarse con los
demás de forma adecuada y pacífica, surge el planteamiento de una educación emocional
como forma de implicar al proceso educativo en la búsqueda de este logro.
La educación emocional comprende la promoción del desarrollo de las competencias
emocionales antes planteadas, a través de una programación sistemática y progresiva, de
acuerdo a las edades de los alumnos que, idealmente, se traslapen con la currícula y
acompañen al aprendizaje de conocimientos y habilidades. En los colegios, dicha
aproximación se hace necesaria desde el nivel muy elemental hasta el egreso de los
estudiantes; es decir, en todos los niveles de la educación y en todas las etapas de
desarrollo.
Esta intervención, enfocada al desarrollo afectivo y mediada por la educación, ya no debe
circunscribirse a actividades aisladas, como las realizadas en la “hora de tutoría”.
Corresponde, más bien, al acto educativo en sí. Resulta transversal a la práctica docente,
por lo que ya no son solo los tutores los encargados de trabajar los temas afectivos, sino
también todos los maestros que interactúen con alumnos.
El docente emocionalmente inteligente es, entonces, el encargado de formar y educar al
alumno en competencias como el conocimiento de sus propias emociones, el desarrollo del
autocontrol y la capacidad de expresar sus sentimientos de forma adecuada a los demás.
Para que el profesor se encuentre preparado para asumir este reto, es necesario, en primer
lugar, que piense en su propio desarrollo emocional: solo entonces estará apto para
capacitarse y adquirir herramientas metodológicas que le permitan realizar esta labor. Se
sabe que es imposible educar afectiva y moralmente a estudiantes si no se cuenta con una
estructura de valores clara, además de un cierto dominio de las propias emociones.
El desarrollo de los recursos emocionales del docente debe ser el primer paso para
emprender este cambio educativo. El maestro emocionalmente inteligente debe contar con
los suficientes recursos emocionales que acompañen el desarrollo afectivo de sus alumnos.
Con ello, establece un vínculo saludable y cercano con ellos, comprende sus estados
emocionales, y les enseña a conocerse y a resolver los conflictos cotidianos de forma
conciliadora y pacífica.
En 2004, Vivas de Chacón realizó una investigación sobre las competencias socio-
emocionales del docente, con el fin de sugerir un programa de formación del profesorado.
A partir de información, recopilada en un conjunto de entrevistas a profundidad, plantea
un modelo que identifica cuatro tipos de necesidades que los docentes entrevistados
consideran como competencias pendientes de desarrollo:
Conocimientos sobre inteligencia emocional: sobre las emociones y su relación con
los procesos cognitivos, así como el papel que juega la I.E. en la adaptación y
establecimiento interpersonal de las personas.
Habilidades interpersonales: para identificar las emociones de sus alumnos, percibir
sus estados de ánimo, escuchar, ser empático, tomar decisiones, resolver conflictos,
tener liderazgo y habilidad para dirigir y persuadir, descubrir las fortalezas de los
demás, y ser justo y equitativo.
Habilidades intrapersonales: para controlar, manejar e interpretar las propias
emociones, de modo que se pueda reaccionar de forma coherente con ellas.
Habilidades didácticas para la educación emocional: nuevas competencias
profesionales para un modelado más efectivo, para estimular el desarrollo armónico
de los alumnos y atender los problemas emocionales; fomenta el desarrollo de
competencias didácticas creativas que promuevan escuelas emocionalmente
inteligentes, que construyan ambientes propicios y estimulantes para el desarrollo
afectivo.
Por otra parte, es necesario recordar que las emociones juegan un papel central en las
interacciones sociales, así como en el comportamiento en todos los entornos. Por ejemplo,
en el aula, tanto el maestro como los estudiantes experimentan diversas emociones:
alegría, cólera, tristeza, miedo, vergüenza, impotencia, satisfacción, aburrimiento, etc. Es
decir, el flujo de los afectos es constante y refleja el mundo interno de los estudiantes, así
como su estado anímico y su disposición para el aprendizaje.
Un maestro emocionalmente inteligente debe percibir este movimiento afectivo para
dirigirlo de forma provechosa para el aprendizaje, basándose en su capacidad interpersonal
y liderazgo. Un maestro motivador, conciliador y con buen sentido del humor tendrá un
impacto positivo en sus alumnos. Por el contrario, un maestro poco tolerante, rígido y con
escaso manejo anímico puede afectar negativamente el clima del aula.
Definitivamente, convertirse en docentes emocionalmente inteligentes es un reto. No solo
demanda espacios y tiempos de capacitación y trabajo; también implica un compromiso
que trasciende el plano laboral, comprendiendo el plano afectivo y personal. El mundo
interno del maestro se mueve: debe crecer como persona, conocerse a sí mismo, y
enfrentar sus miedos y conflictos. Esta experiencia, en algunos casos, podría evaluarse
como “amenazadora” y ser desarrollada con angustia, alimentando las resistencias. Pese a
ello, resulta indispensable dar el primer paso.
En tal sentido, el objetivo de este taller ha sido generar un espacio que favorezca al
desarrollo de las aptitudes emocionales en los docentes, condición necesaria para asumir
con éxito el rol de modeladores de sus alumnos. Para llevar a cabo este objetivo, se ha
fomentado a cada participante a mirarse sí mismo para adquirir herramientas que le
permitan evaluarse e identificar el grado de desarrollo de cada una de sus competencias.
Posteriormente, deberá focalizar la mirada sobre aquel otro protagonista del aula: el
alumno. Empleando diversos instrumentos, se logrará así una comprensión más profunda
de los estudiantes: sus fortalezas y debilidades en términos de madurez emocional,
tomando en cuenta las características derivadas del ciclo evolutivo y otras particularidades.
Finalmente, se han proporcionado estrategias que permitan la intervención oportuna, en
función a las necesidades y características de cada contexto específico.
LA INFLUENCIA DE LAS EMOCIONES EN EL APRENDIZAJE
Es importante indicar que la amígdala y el hipocampo son las dos regiones cerebrales más
relevantes para el aprendizaje. Ayudan a decidir el carácter de las reacciones (positivas o
negativas) ante la información que ingresa al cerebro a través de cualquier estímulo.
Se ha encontrado que las emociones ayudan a fomentar el aprendizaje, ya que pueden
estimular la actividad de las redes neuronales, reforzando las conexiones sinápticas. Por lo
tanto, se ha evidenciado que los aprendizajes se consolidan de mejor manera en nuestro
cerebro cuando se involucran las emociones.
Sin embargo, hay que aclarar que las emociones “positivas” como la alegría, son las que se
relacionan con un aumento y mejora en la consolidación del aprendizaje. Por lo tanto,
cuando el ambiente es positivo en el aula, el cerebro emocional recibe de mejor manera los
estímulos externos. En consecuencia, los conocimientos se adquieren con más facilidad y lo
aprendido se mantiene en el tiempo.
Por el contrario, cuando el aprendizaje se acompaña de emociones “negativas” como rabia
o miedo o frustración, el efecto es contrario. En este caso, el proceso se retrasa y se vuelva
más complicado aprender. Teniendo el efecto contrario en los procesos educativos y siendo
imprescindible evitar este tipo de emociones en el aula.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA EDUCACIÓN
Las emociones son vitales en el aprendizaje. Por lo tanto, el conocer cómo se manejan y qué
beneficios tienen en los procesos de educación es fundamental para la neuroeducación.
En este caso la inteligencia emocional se define como la capacidad para razonar aspectos
relacionados con las emociones y entender el potencial que tiene para guiar y mejorar
nuestros pensamientos. Como resultado, se tiene una estructura de pensamiento flexible,
alta autoestima y adaptación de pensamiento hacia múltiples situaciones que ayudan a
tener relaciones gratificantes.
Para la inteligencia emocional, existen varios modelos explicativos, pero sin duda, el más
conocido es el modelo de Goleman. Para él, la inteligencia emocional es la clave para
resolver problemas vitales. Este modelo se conforma de 4 partes:
Conocimiento de uno mismo: se enfoca en el autoconocimiento emocional, aprendiendo a
atender, reconocer y expresar nuestros propios sentimientos y emociones.
La autorregulación: se centra en la capacidad para manejar las emociones y tener
beneficios de las mismas. Se integran aspectos como adaptabilidad, optimismo, etc.
Conciencia social: conformado por la empatía y la conciencia de las organizaciones sociales,
siendo vital para desarrollar buenas relaciones interpersonales.
Regulación de las relaciones interpersonales: abarca competencias de liderazgo, manejo
de conflictos y trabajo en equipo.
Por lo tanto, el desarrollo y manejo de estas habilidades ayudarán a que el aprendizaje sea
mucho más adecuado. En otras palabras, el control de la emoción permite que se encamine
hacia un aprendizaje mucho más profundo y significativo. Como resultado, se promueve la
autorregulación y manejo adecuado de las emociones y sentimientos. Convirtiéndose así en
una vía que permita los aprendizajes de manera más profunda.
Lo que llamamos “educación emocional”, responde a las necesidades sociales y
emocionales en la educación de las personas. Esto ayuda en el desarrollo personal y puede
prevenir trastornos como la ansiedad y la depresión. Asimismo, desarrollará estrategias
para resolver conflictos personales y sociales. Por lo tanto, es de gran importancia la
implementación de este tipo de educación en los ámbitos escolares.
En este aspecto, el aprendizaje de las emociones y la aplicación y enseñanzas de conceptos
como la inteligencia emocional, va a darles muchas ventajas a los estudiantes a nivel
educativo y personal. Con la comprensión de sus emociones adquieren herramientas que
pueden ayudarles en situaciones que se presentan con otras personas, o inseguridades
personales que se puedan dar. También, ayudará en el aprendizaje de los conceptos
enseñados en la escuela, ya que podrán cambiar las actitudes o manejar las emociones
frente a los problemas. Por lo tanto, el aprendizaje será mucho más profundo y adecuado.
Sin embargo, varias investigaciones han encontrado que los docentes también deben recibir
esta “educación emocional” debido a sus mejoras significativas a nivel profesional y
personal. Específicamente, hablamos de una mayor conciencia emocional que da como
resultado un pensamiento más regulado y respuestas más resolutorias. De esta manera, se
promueve una mejora en las estrategias aplicadas y un aumento en las habilidades sociales.
En consecuencia, se podrán manejar de manera más asertiva diferentes tipos de problemas
que se presenten dentro del aula. Por tanto, su aplicación se produce tanto en las actitudes
de los alumnos frente a los profesores, como en la mediación de conflictos que se puedan
presentar entre los estudiantes. Es decir, se promueven herramientas tanto en aspectos
sociales como del mismo aprendizaje de la temática que se enseña.
La inteligencia emocional en el contexto educativo
El coeficiente intelectual (CI) y su medición se ha convertido en nuestra sociedad en un
referente de éxito académico, de modo que el alumnado con mayor puntuación en los test
de CI se relacionan con la consecución de mejores calificaciones en la escuela. Sin embargo,
en el siglo XXI comienza a analizarse dicha situación llegando a la conclusión de que la
inteligencia académica no es suficiente para lograr el éxito profesional y tampoco garantiza
el éxito en la vida cotidiana. Es en este contexto cuando surge la inteligencia emocional
como una alternativa al CI.
COMPETENCIAS SOCIALES Y EMOCIONALES
El concepto de inteligencia emocional (IE) como tal fue propuesto por Salovey y Mayer en
1990, a partir de las inteligencias intrapersonal e interpersonal de Gardner. Según estos
autores la inteligencia emocional está formada por metahabilidades que se clasifican en
cinco dimensiones que se constituyen como habilidades innatas en todas las personas, ya
sea en mayor o menor grado:
El concepto de inteligencia ha ido siempre evolucionando y cambiando de acuerdo a las
tendencias de cada momento, aunque siempre ha existido una marcada predisposición
hacia su medición. De acuerdo a los intereses de los investigadores, podemos establecer la
siguiente clasificación de los modelos de inteligencia (Salmerón Vílchez, 2002):
La importancia de la educación emocional
La educación emocional es un proceso integral que abarca el desarrollo de habilidades
emocionales, la comprensión de las emociones y su impacto en nuestras vidas, así como la
promoción de un bienestar emocional saludable. Profundizar en la educación
emocional implica explorar varios aspectos clave que contribuyen al crecimiento
emocional y al bienestar general de las personas.
En primer lugar, la educación emocional se centra en el desarrollo de habilidades
emocionales, como la conciencia emocional, la regulación emocional, la empatía y las
habilidades sociales. Estas habilidades nos permiten reconocer, comprender y manejar
nuestras propias emociones, así como comprender y responder de manera empática a las
emociones de los demás. Al cultivar estas habilidades, podemos mejorar nuestra capacidad
para relacionarnos de manera efectiva con los demás y resolver conflictos de manera
constructiva.
Además, la educación emocional se enfoca en la comprensión de las emociones y su papel
en nuestras vidas. Esto incluye explorar temas como la naturaleza de las emociones, cómo
se forman y se expresan, y cómo influyen en nuestro pensamiento, comportamiento y
bienestar. Al comprender mejor nuestras emociones, podemos aprender a utilizarlas como
guías útiles en nuestras vidas y tomar decisiones más conscientes y alineadas con nuestros
valores y objetivos.
La gestión emocional
La gestión emocional es un aspecto fundamental de la educación emocional que merece
una atención especial. Se refiere a la habilidad de reconocer, comprender y regular nuestras
propias emociones de manera efectiva. Profundizar en la gestión emocional implica
explorar diversas estrategias y técnicas que nos permitan manejar nuestras emociones de
manera constructiva, en lugar de dejar que nos controlen.
Una parte importante de la gestión emocional es el autoconocimiento emocional. Esto
implica tener la capacidad de identificar y etiquetar nuestras emociones, así como
comprender qué las desencadena y cómo nos afectan. A través del autoconocimiento
emocional, podemos ser más conscientes de nuestras reacciones emocionales y tomar
decisiones más informadas sobre cómo manejarlas.
Otro aspecto clave de la gestión emocional es el desarrollo de habilidades de regulación
emocional. Esto implica aprender a manejar nuestras emociones de manera saludable, sin
reprimirlas ni dejar que nos desborden. Podemos cultivar la regulación emocional mediante
prácticas como la respiración consciente, la atención plena y la expresión emocional
constructiva.
La gestión emocional también incluye la capacidad de manejar el estrés y la adversidad de
manera efectiva. Esto implica desarrollar habilidades de afrontamiento y resiliencia que nos
permitan enfrentar los desafíos de la vida con calma y determinación. Aprender a manejar
el estrés y la adversidad de manera constructiva es esencial para nuestra salud mental y
bienestar emocional a largo plazo.
La inteligencia emocional en el ámbito de la educación
La educación de la inteligencia emocional ha de convertirse en uno de los principales
Objetivos del ámbito educativo, proponiendo la formación en IE que de forma explícita y
curricular, a través de materias que contengan y resalten las habilidades como vía para
mejorar el desarrollo emocional del alumnado. La práctica y el entrenamiento se convierten
en la metodología más propicia para la educación de la IE.
En este sentido el profesorado no debe centrarse únicamente en la enseñanza de modelos
de conductas correctas, sino que además ha de prestar atención a los sentimientos y
emociones. Se trata de comprender el comportamiento del alumnado desde el punto de
vista de las emociones y no solo de las conductas; también se trata de enseñar una forma
inteligente de sentir, de entrenar la IE.
En el contexto educativo los docentes se convierten en los principales líderes
emocionales del alumnado lo que implica el hecho de actuar como ejemplo y modelo a
imitar. El profesorado capaz de captar, comprender y regular las emociones de su grupo
conseguirá el equilibrio emocional del mismo. Necesitamos de una formación del
profesorado que complete esa carencia formativa en el desarrollo de habilidades para
gestionar nuestros pensamientos, emociones y sentimientos, competencias a la se le ha
dado una menor importancia y que su adquisición conlleva a comprender mejor nuestra
realidad, a mejorar nuestras relaciones personales y profesionales y en definitiva a ser
capaces de ser más asertivos y felices en nuestras vidas. Como definición Salovey y Mayer
en 1990, definen la IE es: “una forma de inteligencia social que implica la habilidad para
dirigir los propios sentimientos y emociones y los de los demás, saber discriminar entre
ellos y usar esta información y la propia acción”.
Cómo vincular emociones y aprendizaje
Para comprender cómo vincular emociones y aprendizaje, es esencial explorar el papel
del sistema emocional en el proceso educativo. El sistema emocional del cerebro juega un
papel crucial en la formación de recuerdos, la toma de decisiones y la motivación, lo que lo
convierte en un componente integral del proceso de aprendizaje.
Las emociones y el aprendizaje están intrínsecamente relacionados debido a la influencia
del sistema emocional en la cognición y el comportamiento. Cuando los estudiantes
experimentan emociones positivas, como el entusiasmo y la curiosidad, su sistema
emocional se activa de manera que facilita el procesamiento y la retención de la
información. Por otro lado, las emociones negativas, como el estrés o la ansiedad, pueden
interferir con la capacidad de concentración y el rendimiento académico.
Para vincular de manera efectiva las emociones y el aprendizaje, es importante crear un
ambiente de aprendizaje que fomente emociones positivas y proporcione estrategias para
manejar las emociones negativas. Esto puede incluir prácticas como el fomento de un clima
emocionalmente seguro en el aula, el uso de técnicas de regulación emocional y el diseño
de actividades de aprendizaje que sean relevantes y significativas para los estudiantes.
Además, los educadores pueden integrar deliberadamente experiencias emocionales en el
proceso de aprendizaje para aumentar la motivación y la participación de los estudiantes.
Esto puede implicar el uso de narrativas emocionalmente evocadoras, el fomento de la
expresión emocional a través del arte o la música, y la conexión del contenido del currículo
con las experiencias emocionales de los estudiantes.
Al vincular emociones y aprendizaje de manera efectiva, los educadores pueden crear
experiencias educativas que sean más significativas, relevantes y estimulantes para los
estudiantes. Al comprender y aprovechar la influencia del sistema emocional en el proceso
de aprendizaje, podemos ayudar a los estudiantes a alcanzar su máximo potencial
académico y emocional.
La influencia de la memoria emocional
La memoria emocional tiene una poderosa influencia en el alumnado, ya que las
experiencias emocionales intensas tienden a ser recordadas con mayor claridad y detalle.
La memoria emocional se refiere a la capacidad del cerebro para codificar, almacenar y
recuperar recuerdos que están asociados con experiencias emocionales significativas.
Cuando los estudiantes experimentan emociones fuertes, ya sean positivas o negativas, es
más probable que esas experiencias queden grabadas en su memoria emocional. Estos
recuerdos pueden influir en su comportamiento, sus actitudes y sus decisiones futuras, así
como en su rendimiento académico.
Por ejemplo, los estudiantes que tienen una experiencia emocional positiva en el aula, como
recibir elogios por un trabajo bien hecho o participar en una actividad emocionante, es más
probable que recuerden esa experiencia de manera positiva y estén motivados para
participar activamente en futuras actividades de aprendizaje.
Por otro lado, los estudiantes que experimentan emociones negativas, como el miedo, la
ansiedad o la vergüenza, pueden desarrollar asociaciones negativas con ciertas situaciones
o temas de estudio. Estos recuerdos emocionales pueden interferir con su capacidad para
concentrarse, aprender y recordar información en el futuro.
Es importante tener en cuenta la influencia de la memoria emocional al diseñar
experiencias de aprendizaje en el aula. Los educadores pueden utilizar estrategias para
crear un ambiente emocionalmente seguro y positivo que promueva el aprendizaje y el
bienestar de los estudiantes. Además, pueden ayudar a los estudiantes a procesar y manejar
emociones difíciles para que no interfieran con su rendimiento académico y su desarrollo
personal.
Implicaciones de la Inteligencia emocional en el alumnado
El estudio de la influencia de la IE en el equilibrio psicológico y el bienestar personal del
alumnado ha sido de gran interés en los últimos años. Gran parte de dichos estudios toman
como referencia la propuesta de Salovey y Mayer (1997) que definen la IE atendiendo a
cuatro componentes (Fernández-Berrocal y otros, 2002):
1. Percepción: una buena percepción implica saber leer nuestros sentimientos y emociones,
etiquetarlos y vivenciarlos. Con un buen dominio para reconocer cómo nos sentimos,
establecemos la base para posteriormente aprender a controlarnos, moderar nuestras
reacciones y no dejarnos llevar por impulsos o pasiones exaltadas.
2. Asimilación: las emociones y los pensamientos se encuentran fusionados y, si sabemos
utilizar las emociones al servicio del pensamiento, nos ayudan a razonar de forma más
inteligente y tomas mejores decisiones. Dominar nuestras emociones y hacerlas partícipes
de nuestros pensamientos favorece una adaptación más apropiada al ambiente.
3. Comprensión: para comprender los sentimientos de los demás debemos empezar por
aprender a comprendernos a nosotros mismos. Si reconocemos e identificamos nuestros
propios sentimientos, más facilidades tendremos para conectar con los del prójimo.
4. Regulación: una de las habilidades más complicadas de desplegar y dominar es la regulación
de nuestros estados emocionales. Consiste en la habilidad para moderar o manejar nuestra
propia reacción emocional ante situaciones intensas, ya sean positivas o negativas. La
regulación emocional se ha considerado como la capacidad para evitar respuestas
emocionales descontroladas en situaciones de provocación o miedo, aunque este campo se
está ampliando a la autorregulación de las emociones positivas.
El aprendizaje emocional del alumnado
El aprendizaje emocional del alumnado es un proceso fundamental que influye en su
desarrollo personal, social y académico. El aprendizaje emocional se refiere a la capacidad
de los estudiantes para reconocer, comprender y gestionar sus emociones en el contexto
del proceso de aprendizaje.
El aprendizaje emocional implica no solo adquirir conocimientos académicos, sino también
desarrollar habilidades emocionales que les permitan a los estudiantes enfrentar los
desafíos de la vida escolar y más allá. Esto incluye aprender a identificar y expresar sus
emociones de manera adecuada, así como a manejar el estrés, la ansiedad y otras
emociones difíciles que puedan surgir durante el proceso de aprendizaje.
El aprendizaje emocional también juega un papel importante en la motivación y el
compromiso de los estudiantes con el aprendizaje. Cuando los estudiantes se sienten
emocionalmente seguros y apoyados en el aula, están más dispuestos a participar
activamente en las actividades de aprendizaje y a asumir riesgos en su proceso de
aprendizaje.
Además, el aprendizaje emocional contribuye al desarrollo de habilidades sociales y de
relación en los estudiantes. A medida que aprenden a comprender y manejar sus propias
emociones, también desarrollan empatía y habilidades de comunicación que les permiten
relacionarse de manera efectiva con sus compañeros y maestros.
Docentes e Inteligencia emocional
La IE se establece como un predictor importante del funcionamiento social y personal de
toda persona y se encuentra relacionada con un menor número de conductas desajustadas
y con un mayor comportamiento adaptado. Como ya hemos mencionado anteriormente,
la inteligencia emocional se relaciona con una serie de habilidades como son la percepción,
la valoración y expresión de de las emociones, el acceso y generación de sentimientos, la
comprensión de emociones o la regulación de las emociones. En el caso de los docentes,
podemos hablar de una relación entre la IE y el ajuste personal y bienestar.
Actualmente nos encontramos ante un proceso de cambio de normativas relacionadas con
la educación y de objetivos a conseguir en la etapa de escolarización. Asimismo, la
afectividad y las emociones comienzan a convertirse en temas importantes a tener en
cuenta en todo proceso de enseñanza y aprendizaje. El sistema educativo comienza a
considerar las competencias sociales y emocionales de los estudiantes como objetivos a
alcanzar, pues constituyen aspectos primordiales en su desarrollo y además se relacionan
con el éxito académico.
No obstante, para que los estudiantes desarrollen habilidades emocionales y afectivas
relacionadas con la IE, precisa de un docente que se convierta en su educador emocional.
En este sentido, la competencia social y emocional del profesorado resulta imprescindible
para llevar a cabo procesos de enseñanza y aprendizaje efectivos en cuanto a la consecución
de dichos objetivos se refiere. Por tanto, se trata de promocionar la inclusión socio-
emocional en nuestras aulas, siendo conscientes de que el profesorado se consolida como
el referente principal en relación a actitudes, comportamientos, emociones y sentimientos,
para sus alumnos y alumnas en el aula.
Ello implicaría la inclusión de nuevos campos de trabajo relacionados con la inteligencia
emocional como son la percepción, comprensión, regulación de las emociones, relaciones
interpersonales, comunicación, etc. formando a docentes conscientes del papel que las
emociones juegan en el aula.
Esta nueva incorporación conlleva implicaciones positivas en los resultados del trabajo
diario de los docentes que afectan a los procesos de aprendizaje, a la salud mental y física,
a la calidad de las relaciones sociales y al rendimiento académico y laboral que puede
contribuir a generar un buen clima de aula, a disminuir el nivel de estrés propio de esta
profesión, a la mejora de las relaciones interpersonales con el alumnado, etc. Se trata de
proyectar durante su labor diaria una personalidad comprensiva que va más allá de la
visualización de las conductas de los estudiantes, pues se ha de profundizar en las
emociones que llevan implícitas dichas conductas, a la comprensión, a la creación de un
clima de diálogo y entendimiento, escucha activa, etc.
La formación «emocional» del profesor
La formación para el profesorado inicial ha de ir encaminada, entre otros aspectos, a
preparar un profesorado capaz de crear entornos de aprendizajes positivos que fomenten
el desarrollo, aprendizaje y bienestar del alumnado, a fin de ser el contexto educativo un
precursor del reflejo más positivo que una sociedad debe demandar.
Un clima adecuado se relaciona con un desarrollo psicológico ajustado, un desarrollo
saludable, un aprendizaje óptimo, la disminución de conductas disruptivas, buenas
relaciones grupales y empatía emocional. Cuando somos capaces de desarrollar en nuestro
alumnado estas competencias emocionales básicas, será fácil establecer otras capacidades
como su autonomía, responsabilidad y actitud crítica.
Cuando el equipo docente sabe educar emocionalmente, el alumnado disfrutará más en la
escuela, construirán más fácilmente su propia autoestima, tendrá un mejor rendimiento
académico y una mejora de la creatividad, transcendiendo a ellos las cualidades humanas
del profesorado y originándose una disminución de los problemas relacionados con la
disciplina y favoreciendo un ambiente escolar menos agresivo (Dueñas Buey, 2002).
Aun así, nos encontramos en un momento de descubrimiento de la relevancia e influencia
de la emoción en el trabajo en el aula en el que muy pocos centros escolares tienen
establecidos contenidos y Objetivos relacionados con la inteligencia emocional.
La responsabilidad del desarrollo socio-afectivo del alumnado partirá como todo proceso
educativo de la concordancia y armonía entre la familia, pues es el modelo emocional
básico y conforma el primer espacio de socialización y educación emocional y por otro lado
el ámbito formal educativo, donde el profesorado, con respaldo de las leyes educativas,
conformarán contextos educativos emocionalmente inteligentes.
CONCIENCIA EMOCIONAL
La conciencia emocional es la capacidad de percibir las propias emociones, es decir, el
autoconocimiento de lo que sentimos. Conocer y controlar las emociones es imprescindible
para poder llevar una vida satisfactoria. Si no hiciéramos caso de nuestras emociones,
tomaríamos decisiones erróneas continuamente, de ahí la importancia de reconocerlas,
para después gestionarlas adecuadamente.
La canalización de las emociones es una parte fundamental en las terapias psicológicas que
realizo en mi consulta. Muchas veces, las personas que sufren problemas emocionales
intentan reprimir estos sentimientos y pensamientos asociados, lo que puede evitar
afrontar el problema en ese momento, pero a la larga puede generar un sentimiento de
bloqueo emocional. Por ello es importante detectar dichas emociones, entender que
quieren decirnos, comprenderlas, para poder actuar en consecuencia.
Las emociones son una herramienta que nos facilita la respuesta adecuada al entorno,
siempre y cuando no las interpretemos erróneamente, ya sea por tener creencias
irracionales o por un trastorno psicológico.
Existe una amplia diversidad de emociones, y cada una de ellas puede variar en intensidad
dependiendo de qué lo provoque. Conocer de dónde vienen y qué nos quieren transmitir
es la clave para responder adecuadamente al entorno y tomar mejores decisiones.
Si tenemos una mayor conciencia de nuestras emociones, podremos defendernos mejor de
aquello que no nos agrada, es decir, responder asertivamente en lugar de reprimirse o
dejarse llevar, conllevando un perjuicio en nuestra salud, calidad de vida o autoestima.
Claves para mejorar la conciencia emocional
La introspección, el autoconocimiento, la regulación emocional, etc. son conceptos que
seguramente has oído muchas veces, pero que a veces no queda demasiado claro a qué se
refieren exactamente. Todos ellos hacen referencia a conocerse mejor a sí mismo, para
saber por ejemplo qué es lo que quieres y lo que no quieres en tu vida.
A continuación, te describo brevemente los tres conceptos fundamentales que conforman
la conciencia emocional:
1. Autoconocimiento
El autoconocimiento es la habilidad de ser introspectivo, de conocerse a sí mismo y por lo
tanto, ver las similitudes y diferencias que tienes respecto al resto de individuos.
El autoconocimiento también es la capacidad de identificar nuestro estado emocional:
saber si estoy enfadado o melancólico, rabioso o celoso, decepcionado o triste.
Cada emoción tiene una función diferente, por lo que distinguir unas emociones de otras
nos ayudará a tomar decisiones acertadas como respuesta al entorno.
2. Autorregulación
La autorregulación es la capacidad de controlar las propias emociones. Una vez que
detectamos nuestros sentimientos, debemos gestionarlos adecuadamente.
La reflexión acerca de un estado emocional no siempre es sencillo, pero el hecho de pensar
acerca de estado emocional en el que estamos, puede ayudarnos a generar distintas
alternativas para controlar nuestra reacción.
Ante una situación estresante, pero en la que no corremos un serio peligro, si actuamos
como si fuéramos a morir, seguramente nuestra respuesta será desproporcionada e
ineficaz.
3. Automotivación
La automotivación es la capacidad de motivarse a sí mismo. Cuando eres constante y pones
todos tus esfuerzos en conseguir algo, sin que nadie de obligue o te premie por ello, estás
haciendo uso de la automotivación. Para desarrollar esta capacidad debemos aprender a
fijar objetivos a corto, medio y largo plazo.
Un objetivo no es un deseo: en el objetivo trabajamos para conseguir algo que es posible y
que no depende del azar o de la suerte, sino de nuestra actividad y esfuerzo.
Si no somos conscientes de por qué hacemos lo que hacemos, difícilmente podremos ser
consistentes en nuestra tarea, pudiendo perder la motivación al no encontrarle sentido a
aquello que estamos haciendo. De ahí la importancia de marcarse no solo objetivos a largo
plazo.
La conciencia de uno mismo
La conciencia de uno mismo es fundamental para responder adecuadamente ante las
demandas del entorno. Conocer nuestros puntos fuertes y débiles nos ayudará a saber
cuándo necesitamos ayuda y cuando no, y lo más importante de todo, nos ayudará a
establecer objetivos realistas y tomar mejores decisiones.
Si no nos conocemos realmente, si nos sobrevaloramos o infravaloramos, o si no
ajustaremos nuestros objetivos a nuestras capacidades, seremos demasiado ambiciosos (lo
que puede conllevar a continuos fracasos o pérdidas) o seremos demasiado conformistas
(dejando escapar cualquier oportunidad de mejora laboral, personal, o creativa.)
Ser consciente de uno mismo implica darse cuenta de quién soy, cómo me relaciono con mi
entorno y por qué hago lo que hago, permitiéndome aceptarme a mí mismo.
Todas las personas tienen virtudes y defectos. Comprender y definir estos conceptos te
ayudará a mejorar aquello que peor se te dé o más dificultades tengas para desarrollar, y
aprovechar el potencial y las ventajas de las cosas que se te den mejor.
COPETENCIAS SOCIALES, EMOCIONALES Y EDUCACION EN VALORES
¿Cuáles son las competencias emocionales y sociales?
Los principios o competencias emocionales básicas en una adecuada inteligencia emocional
son: el autoconocimiento, autocontrol, automotivación, empatía, habilidades sociales,
asertividad, proactividad y creatividad en la forma de afrontar y resolver problemas (García-
Fernández y Giménez-Mas, 2010).
¿Qué es la educación emocional y en valores?
Relacionar la educación en valores con la educación emocional supone enfatizar la idea de
que la educación consiste en ofrecer respuestas desde la institución escolar a todas las
dimensiones de la persona: cognitivas, conductuales y afectivas -el pensar, el hacer y el
sentir-.
¿Qué son las competencias emocionales en la educación?
¿Cuáles son las 4 competencias emocionales?
identifican cinco dimensiones básicas en las competencias emocionales: cooperación,
asertividad, responsabilidad, empatía, autocontrol.
Por su parte, las Competencias Emocionales son un derivado procedimental de las
habilidades incluidas en la Inteligencia Emocional, y son entendidas como el conjunto de
estrategias que una persona posee para identificar, comprender, expresar, regular, y usar
o administrar sus propias emociones
¿Cuáles son los 5 grupos basicos de competencias sociales y emocionales?
Salovey y Sluyter (1997) identifican cinco dimensiones básicas en las competencias
emocionales: cooperación, asertividad, responsabilidad, empatía, autocontrol.
¿Por qué es importante el aprendizaje social y emocional en la escuela?
Cuando los niños no cuentan con las habilidades necesarias para manejar sus emociones y
tomar buenas decisiones, se suelen meter en problemas en la escuela. Por eso
muchas escuelas enseñan SEL. Los estudios demuestran que el SEL tiene un efecto positivo
en el éxito académico y personal de los estudiante
¿Qué importancia tiene la educación emocional en el aprendizaje?
La educación emocional promueve el desarrollo de habilidades sociales, esenciales para el
éxito en la vida. Los estudiantes que son capaces de expresar sus emociones y entender las
de los demás tienen una mejor capacidad para resolver conflictos, trabajar en equipo y
comunicarse efectivamente
¿Cómo trabajar las competencias emocionales en el aula?
Dejar que los estudiantes expresen sus sentimientos y emociones y, como adulto, escuchar
y expresar las propias. El autoconocimiento y la autoconciencia, capacidad de saber qué
está pasando en nuestro cuerpo y qué estamos sintiendo, son dos de los pilares
fundamentales para desarrollar la Inteligencia Emocional.
¿Cuáles son las 7 habilidades emocionales?
¿Cuáles son las habilidades socioemocionales?
Empatía. La empatía nos da la capacidad de ponernos en el lugar de los demás y entender
sus sentimientos. ...
Comunicación efectiva. ...
Resolución de conflictos. ...
Colaboración. ...
Autoconciencia. ...
Regulación emocional. ...
Toma de decisiones informadas
¿Cuáles son las 10 principales habilidades socioemocionales?
10 habilidades sociales básicas en los jóvenes
Empatía. La empatía es la capacidad de comprender el sentir de los demás desde su
perspectiva. ...
Comunicación eficaz. ...
Resolución de conflictos. ...
Tolerancia y respeto. ...
Trabajo en equipo. ...
Asertividad. ...
Resiliencia. ...
Habilidades de liderazgo.