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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Contenido

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Introducció n.

Expresión de las emociones


I
II
Erizamiento de los apéndices cutá neos

Desarrollo humano de los gestos y actitudes

¿Qué son las emociones?


Las emociones como respuesta
La expresió n facial como gesto o respuesta emocional
La experiencia emocional.
Otras características de la experiencia emocional
Las emociones como fenó menos sociales
Las emociones como ayuda en casos de situaciones críticas
Motivació n emocional
Las emociones como acompañ amiento de los motivos
Tipificació n fisioló gica de la respuesta emocional
Experiencia emocional profunda y reacciones del organismo
Tamañ o de la pupila como indicador de las emociones
Diferenciació n fisioló gica de la emoció n
Tipos de reacciones psicosomá ticas
Desarrollo sociomaduracional e innatismo emocional
Expresiones emocionales gesticulares en niñ os sordomudos y ciegos
Medio sociocultural y las emociones

[1]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Estudio experimental de la personalidad y las emociones


La entrevista con presió n psicoló gica

Expresión de sentimientos, tensión nerviosa y depresión


Controlar los sentimientos o contarlos
Los sentimientos se demuestran
La expresió n fisiognó mica o gestual de las emociones a través del rostro

Tensión nerviosa
Có mo responde el cuerpo ante la tensió n nerviosa tensió n y emociones
La depresió n
La depresió n afecta tu organismo
Diagnó stico elemental
Causas má s frecuentes de la depresió n
Psicoprofilaxis de la autoafirmació n
Algunos momentos críticos
¿Qué empeora la depresió n?
¿Una pastilla para tus problemas?
Qué hacer: decá logo antidepresivo
Cambia tu estilo de vida

Algunos iconos de gestos y/o ademanes utilizados comúnmente en la cotidianidad del


quehacer humano

Conclusiones
ANEXO. BREVE COMPENDIO SOBRE ACTITUDES

Actitudes psicológicas, sociales e históricas

Una nota de humor

Glosario de términos

Bibliografía

A Bapu Gandhi

[2]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Protocolo del editor




Los buenos libros se presentan solos, por lo que esta obra no requeriría presentació n;
sin embargo, despué s de leerla, es difícil substraerse al placer de referirse a ella.
El tema de las emociones, actitudes y el lenguaje no verbal es de gran actualidad, y
Cé sar Á lava lo analiza en forma minuciosa y original; lo presenta con un estilo ameno, á gil
que el lector percibirá desde el comienzo de la obra, como lo afirma Ramó n Leó n,
intelectual peruano.
Hace mucho tiempo, los cavernícolas, que desconocían el lenguaje escrito u oral, se
comunicaban mediante sonidos guturales u onomatopé yicos y, bá sicamente, por medio de
mímica. Los gestos o ademanes (actitudes) má s expresivos eran los que tenían una carga
considerable de emoció n. Este lenguaje no verbal -gené tico o culturalprevalece hasta
nuestros días, en todas las civilizaciones o culturas (con algunas diferencias, por
supuesto), y es entendido en el mundo entero.
Existe una larga tradició n de investigaciones sobre el tema que muestran có mo una
compleja comunicació n inconsciente que utiliza el lenguaje del cuerpo es bá sica para el
funcionamiento armó nico de la interacció n social (la simpatía y el afecto se expresan por
lo general de este modo).
Hay culturas (como la inglesa) que pregonan que es preferible controlar los
sentimientos, a expresarlos; que es mejor reprimir el entusiasmo, las lá grimas o la ira. ¿Es
correcta esta aseveració n? ¿Qué pasa con los sentimientos que no se expresan? Muchas
personas sostienen que no desaparecen sino que siguen existiendo bajo la superficie, a
"flor de piel", o se almacenan en el subconsciente para luego brotar inesperadamente,
alterando las pautas reactivas e incluso la conducta exterior.
¿La ira que no se expresa puede volverse en contra de nosotros? ¿Los temores que
callamos pueden volvemos tímidos? Tambié n solemos preguntamos: ¿Es posible tener
una apariencia desafiable, pero interiormente sentir miedo y ansiedad? ¿Las agresiones
y las decepciones por las que nunca hemos llorado nos vuelven desconfiados?
Las respuestas a las preguntas anteriores, y a muchas otras, las encontraremos en este
libro que abarca los aspectos má s interesantes de la comunicació n no verbal.
Al ser uno de los pocos libros latinoamericanos que abordan el tema, se convierte en
una obra de gran utilidad para quienes se interesen en conocer con mayor profundidad
las emociones, gestos y actitudes.

[3]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Introducción

Los individuos nerviosos, aprietan muchas veces los dientes,
los maxilares, y sus manos se contraen. Las personas inquietas
fruncen la frente en señal de atención.
BENSABAT, SOLY

Desde la aparició n del gé nero de nuestra especie -hace miles de añ os ya humanes


(Mosterín) u homínidos y/o el ser paleolítico o habitantes del interior de las cavidades
subterrá neas (cuevas): cavernícolas, que en su modo de supervivencia, desconocían
medios de comunicació n escrita u oral o lenguaje gramatical, comunicá ndose por lo
general a través de sonidos guturales u onomatopé yicos y bá sicamente por medio de
gestos, mímica o ademanes (actitudes), siendo las má s expresivas aquellas cargadas de
emoció n e ira o agresió n: lenguaje no verbal que por cierto pareciera un modo ancestral
-«gené tico»o cultural que se viniera transmitiendo por generaciones enteras e inclusive
hasta hoy, sostenidas en el espacio-tiempo e historia propia de la humanidad, en todas
las civilizaciones o culturas socioeconó micas o sistemas geosociopolíticos si se quiere.
Claro está , con algunas diferencias o matices pero entendidas casi universalmente; por
ejemplo: mostrar un puño cerrado con fuerza concordante con un rostro nada
apacible, seguramente significará un tipo de agresió n hacia alguien o algo como
respuesta psicofísica provocada o no; de no ser así, se tendría que interpretar como
cierta conducta inadecuada o patoló gica quizá .
Un rostro adusto, rígido y circunspecto, es señ al de que el paso de los añ os ha escrito
en é l sus má s duras penas o fracasos acaecidos; gestualmente podríamos decir entonces
que estamos frente a una persona seria, responsable, preocupada o amargada.
Lo antes dicho no debe confundirse e interpretarse cuando igualmente observamos una
fisonomía gé lida con el ceñ o fruncido y la mirada fija (semejante a un «rostro auricular»),
en estos casos só lo estamos ante un ser en actitud reflexiva, en plena atenció n al
interlocutor o estímulo respectivo.
Pero estos gestos que muchas veces suelen ser tá citos, no son propiamente de
cavernarios o antropoides; tambié n en culturas civilizadas o desarrolladas son una
muestra de un lenguaje taxativamente establecido -y lo que es má s grave son empleados
en medios de elevada cultura e inteligencia, pero de un modo peyorativo e incluso agreste
e incisivo. Es un lenguaje no verbal, propio no só lo de los seres comunes, delincuentes e
indigentes, elevadas personalidades o grandes líderes mundiales. He aquí una de las
razones bá sicas del presente estudio.

[4]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Penetramos aú n má s en el conocimiento de lo que pudiera ser explícito en la


procuració n de una mejor y correcta interpretació n gestual para anteponemos a una
respuesta má s asertiva sin dudas ni titubeos en la implicancia del pensamiento y
comportamiento humano. Esta es otra de las razones fundamentales de la necesidad de su
aprendizaje o repaso.
El presente trabajo está compuesto sobre la base de una psicología comparada
darwiniana, ó ptica de D. Morris, así como en investigaciones de otros estudiosos
(Whittaker, Merani, Bensabat, etc.), y por supuesto tambié n sobre la base de nuestros
estudios y experiencia. Queda abierta la invitació n para contrastar o superar lo que aquí
vertimos (salvo error u omisió n) si el lector estima pertinente.

[5]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

La expresión de las emociones




I
Empecemos admitiendo que la fisiología cumple una funció n concreta de efecto-causa o
reacció n de manera mecá nica; y que el poder conductor de las fibras nerviosas crece con
la frecuencia de su excitació n, ante el estímulo e intensidad correspondientes.
La especie humana nos da ejemplos aná logos en la herencia de ciertas costumbres o de
determinados gestos inusitados.
Segú n la observació n de Gratiolet", el hombre, al rechazar ené rgicamente una
proposició n, cerrará casi siempre los ojos y volverá la cabeza. Si, por el contrario, accede a
lo que se le pide, inclinará afirmativamente la cabeza abriendo mucho los ojos. En este
ú ltimo caso, obra cual si viera claramente la cosa misma y, en el primero, como si no la
viese o no la quisiera ver.
Cuando se mueven bruscamente las miradas hacia un objeto, o se pasean en derredor,
se elevan siempre las cejas de modo que se puedan abrir pronto y lo má s posible los ojos.
En la mayoría de los casos precedentes, podemos comprender Có mo los movimientos
asociados han sido adquiridos por la costumbre, pero en algunos individuos, ciertos gestos
extrañ os y movimientos se han mostrado unidos a determinados estados de espíritu o de
animosidad por causas completamente no explicables, y que pudieran ser hereditarias ...
Cuando los niños aprenden a escribir, suelen sacar la lengua y menearla de un modo
visible, siguiendo los movimientos de sus dedos. Esto guarda total relación con el
homúnculo de Penfield: el hombre es ante todo lengua, labios y dedos (como queriendo
indicar un elevado grado de sensitividad en éstos o clara correspondencia de coordinació n
viso motriz, atenció n o intelectividad).
Muchas de estas acciones reflejas son expresivas, y algunas llegan a confundirse con los
actos o gestos producidos por la costumbre y pueden apenas ser distinguidas. La tos y el
estornudo son ejemplos familiares de acciones reflejas. En los niñ os, el primer acto
respiratorio suele ser un estornudo, no obstante exigir los movimientos coordinados de
muchos mú sculos. La respiració n es, en parte, voluntaria, pero es sobre todo refleja, y sin la
intervenció n de la voluntad se cumple del modo má s natural y regular.
Es fá cil ver la diferencia que existe entre los movimientos reflejos y los movimientos
voluntarios. Los niñ os, por ejemplo, son incapaces -segú n E. Horlandde ejecutar ciertos actos

[6]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

má s o menos aná logos al estornudo y la tos. No pueden sonarse la nariz (es decir, de oprimirse
la nariz y de soplar violentamente a través del orificio disminuido) y desembarazar su
garganta de la saliva. Es menester enseñ arles a cumplir estos actos, que les será n, cuando sean
mayores, casi tan fá ciles como acciones reflejas. Sin embargo, el estornudo y la tos tal vez no
dependen nada de la voluntad, mientras que los actos de rascarse la garganta y de limpiarnos
la nariz son enteramente voluntarios.
Cuando tenemos conciencia de la presencia de una partícula irritable en nuestras fosas
nasales o en nuestras vías respiratorias (conciencia que nos es transmitida por la excitació n de
las mismas células nerviosas sensitivas), por medio del estornudo y de la tos podemos
expulsar voluntariamente ese cuerpo extrañ o empujando aire con fuerza a través de esos
conductos. Pero la acció n de nuestra voluntad no tiene tanta energía, rapidez y precisió n
cuando interviene la acció n refleja.
La violencia de un estremecimiento parece depender en parte de la vivacidad de la
imaginación, y en parte del estado habitual momentá neo del sistema nervioso.
El estremecimiento causado por un ruido sú bito, cuando el estímulo es transmitido por los
nervios auditivos, va acompañ ado siempre en el adulto del guiñ o de los pá rpados.
Cuando un hombre se estremece, los movimientos de su corazó n elevan violentamente su
pecho (y se abren las fosas nasales), en lo cual se puede decir tenemos el ejemplo de un ó rgano
que nunca se ha encontrado bajo la influencia de la voluntad y que toma parte en los
movimientos reflejos generales de la economía (o del menor esfuerzo, para evitar consumir
energía propia; ergonomía).
Los gestos opuestos de afirmació n y negació n (empleados lentamente en el aprendizaje de
los sordomudos), como el de agachar la cabeza y el de moverla lateralmente, fueron tal vez
naturales en su origen. Del mismo modo, la agitació n de la mano, de derecha a izquierda,
movimiento del que se valían algunos salvajes para decir no, fue quizá s producto de la
imitació n del movimiento de la cabeza.
En la especie humana, el mejor ejemplo que podemos citar de gestos directamente opuestos
a otros movimientos y que se producen naturalmente en un estado de espíritu contrario, es el
encogimiento de hombros. Expresa la impotencia o negativa; significa que una cosa no
puede hacerse o es imposible evitarlo (resignació n). Este gesto es a veces empleado
premeditada y voluntariamente, pero es muy improbable que haya sido creado sú bitamente, y
fijado en seguida por la costumbre, porque no só lo se encoge de hombros el niñ o bajo la
influencia de los estados de espíritu mencionados (negativa, sorpresa o indiferencia), sino que
el movimiento de que se trata va acompañ ado de diversos movimientos accesorios de los que
ni un hombre por cada mil tiene conciencia, a menos de haberse ocupado especialmente del
asunto.
Si un hombre o un niñ o encolerizado grita a otra persona ¡vá yase... vete... sal de aquí...!,

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

generalmente extiende el brazo como para rechazarle, aun cuando su adversario esté lejos
de él y aun cuando sea completamente inútil confirmar la palabra con el gesto.
Por el contrario, cuando deseamos vivamente que una persona se aproxime a nosotros,
hacemos el gesto de atraerla a nuestro lado (indicamos con la mano hacia adentro, nos
apuntamos).
Con seguridad que, si de alguna utilidad le son al hombre o a cualquier otro animal, los
gritos inarticulado s (o lenguaje incomprensible), pueden también emplearse
voluntariamente; con lo cual la costumbre (há bito) de emplearlos se fortifica. Pero, sean
o no ú tiles como medio de comunicación -razonando por analogía o inferencia-,
bastaría la tendencia a cumplir movimientos opuestos bajo la influencia de sensaciones o
emociones inversas (e inclusive por efecto de la presió n ecoló gica o del medio
sociocultural) para hacerlos hereditarios después de un largo uso (como
genéticamente ha habido un aprendizaje por influencia de su há bitat); muchos
movimientos expresivos debido al principio de la antítesis (reacció n al frío-calor, gusto-
disgusto, etc.) son hereditarios.
Ciertos actos o gestos que reconocemos como expresivos de tales o cuales estados del
espíritu resultan directamente de la constitució n misma del sistema nervioso, y han sido,
desde el origen, independientes de la voluntad y en gran parte también independientes
de la costumbre.
Cuando el sensorio es fuertemente excitado, la fuerza nerviosa engendrada en exceso
se transmite en direcciones que dependen de las conexiones de las células nerviosas; y si
se trata del sistema muscular, de la naturaleza de los movimientos que son habituales. En
otros casos, la influencia de la fuerza nerviosa parece, por el contrario, interrumpirse.
Es indudable que el organismo no ejecuta ningú n movimiento que no sea determinado
por la constitució n del sistema nervioso. Mas no se trata aquí de los gestos ni de los actos
cumplidos bajo el imperio de la voluntad o de la costumbre, ni de los que derivan del
principio de la antítesis. El asunto que abordamos está lleno de obscuridad.
Por otra parte, nunca resultó inú til al hombre formarse una justa idea de su ignorancia.
El caso má s terminante que cabe citar de esta influencia del sistema nervioso -caso por
otra parte raro y anormal la decoloració n de los cabellos que se ha visto suceder a un
terror o a un dolor excesivo.
Un ejemplo típico es el relativo a un hombre que siendo conducido al suplicio, en la
India, el cambio operó con tal rapidez, que la mirada podía seguir sus progresos
(involutivos). Otro buen ejemplo es el temblor muscular (ante el temor, miedo o pá nico a
veces), que es comú n a la mayoría de los hombres. Este temblor no tiene ninguna
utilidad, hasta es perjudicial en ocasiones. Con seguridad no se produjo en su origen

[8]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

voluntariamente bajo el imperio de una emoció n cualquiera, para en seguida asociarse a


ella por la influencia de la costumbre. En circunstancias que hubiese provocado en el
adulto el temblor excesivo, segú n testimonio digno de toda confianza, el niñ o no tiembla,
sino que es presa de convulsiones (y/o vó mitos, diarrea o micciones o algú n trastorno
genitourinario-gastrointestinal).
El temblor se produce, en diversos individuos, en grados muy distintos y causas má s
variadas. Nadie ignora que de todas las emociones, la má s adecuada para provocar el
temblor es el espanto. Sin embargo, una có lera violenta, viva o agresiva, causa a veces el
mismo efecto.
¿Có mo encontrar, entre causas físicas o emociones de naturaleza tan diferente, un
cará cter general, que pueda explicar ese efecto comú n llamado temblor? Segú n J. Piaget
ésta es una de las cuestiones má s obscuras. Es presumible que toda la excitació n enérgica
del sistema nervioso interrumpe el flujo regular de la fuerza nerviosa en el sistema
muscular.
La manera como las secreciones del canal alimenticio y de ciertas glá ndulas -hígado,
riñ ones, mamasson impresionadas por emociones violentas, es también un ejemplo
excelente de la acció n directa del sensorio sobre estos ó rganos, fuera de toda
intervenció n de la voluntad o de cualquier costumbre ú til asociada.
Otro hecho que merece resaltar, y acerca del cual Claudio Bernard (fisió logo) ha
insistido muchas veces, es que cuando el corazó n se halla impresionado, afecta al
cerebro. El estado del cerebro obra a su vez sobre el corazó n por mediació n del nervio
neumogá strico, de manera que bajo la influencia de una excitació n cualquiera se
producen acciones y reacciones recíprocas multiplicadas entre estos dos ó rganos.
El sistema vasomotor que regula el calibre de las pequeñ as arterias sufre también la
influencia directa del sensorio, como lo prueba el rubor de la vergü enza. Sin embargo, en
este caso particular podemos encontrar en parte en la acció n de la costumbre, una
curiosa explicació n de esta brusca supresió n del flujo nervioso que dilata los vasos del
rostro.
Cuando se es torturado, el sufrimiento se desahoga generalmente con horribles
contorsiones. Si tiene costumbre de hacer uso de la voz deja escapar gritos penetrantes o
gemidos sordos. Casi todos los mú sculos del cuerpo entran vigorosamente en acció n. La
boca se contrae fuertemente. Los latidos suelen acelerarse, los dientes se aprietan
(algo similar sucede durante el sueñ o, cuando se tienen lombrices intestinales) o se
frotan ruidosamente unos contra otros. Se ha dicho que hay en el «infierno»
rechinamientos de dientes.
Al hombre de pronto lo vemos abrir los ojos de un modo desmesurado, como
ocurre en el estupor, y después contraer con fuerza las cejas. El cuerpo está

[9]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

bañado en sudor, el rostro también. La circulació n y la respiració n se han modificado


profundamente, las ventanas de la nariz se hallan dilatadas y tiemblan a menudo. En
ocasiones la respiració n se detiene…
Cuando el sufrimiento es muy intenso y prolongado, todos estos síntomas se
transforman en una postració n extrema, acompañ ada de desfallecimiento y
convulsiones.
Cuando un nervio sensitivo sufre una excitació n, transmite una impresió n a la cé lula
nerviosa de la cual procede.
Segú n la observació n de Herbert Spencer, se puede considerar como una verdad
indiscutible que, en un momento cualquiera, la cantidad de fuerza nerviosa que produce
en nosotros un misterioso mecanismo, el estado que llamamos sensació n, debe
forzosamente gestarse de cierto modo, debe engendrar en alguna parte una
manifestació n equivalente de fuerza. Así, cuando bajo la influencia de una violenta
excitació n del sistema cerebroespinal, un exceso de fuerza nerviosa es puesto en
libertad, puede gestarse en sensaciones intensas, en pensamientos rápidos, en
movimientos desordenados, en un aumento, por ú ltimo, de actividad glandular.
Sostiene también Spencer que «un flujo de fuerza nerviosa, no dirigido, seguirá
evidentemente en su origen las vías habituales. Si é stas no le bastan, se desbordará . Por
consiguiente, los mú sculos faciales y los mú sculos respiratorios, que son los de juego
má s frecuente, estará n primeramente dispuestos a entrar instantá neamente en acció n.
En seguida accionan los mú sculos de los miembros superiores, luego los de los
miembros inferiores, y por fin los del cuerpo entero».
Cuando una emoció n no ha sido habitualmente acompañ ada de un acto voluntario
encaminado al alivio o a la satisfacció n que responde a su naturaleza, tiene poca
tendencia, por fuerte que pueda ser, a provocar movimientos de un orden cualquiera.
Cuando, por el contrario, se producen estos movimientos, su naturaleza es, en amplia
medida, determinada por los que la voluntad ha dirigido frecuentemente con un fin
definido bajo la .influencia de la emoció n de que se trata.
Los mú sculos del pecho y los ó rganos de la voz, cuyo empleo es tan frecuente, son
eminentemente susceptibles de entrar en acció n, de donde resultan gritos agudos,
roncos y prolongados.
Hay todavía un principio que ha debido contribuir por su parte, aunque en menor
grado, en la fortificació n de la tendencia a una acció n violenta bajo la influencia de un
sufrimiento excesivo.
Un hombre no puede a la vez reflexionar profundamente y poner con vigor en juego
su poder muscular. Cuando los dolores se hacen sentir simultá neamente, segú n una

[10]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

observació n que se remonta a Hipó crates, el má s vivo ahoga al otro.


En el encantamiento de sus é xtasis religiosos, ciertos má rtires parecieron insensibles
a las má s horribles torturas. Se ve a veces a los marinos condenados al castigo del lá tigo,
meterse un pedazo de plomo entre los dientes y morderlo con todas sus fuerzas, a fin de
soportar má s fá cilmente los golpes. La mujer, durante el parto, da algú n alivio a sus
dolores contrayendo sus mú sculos con toda la energía de que es capaz.
Resumiendo lo anterior, de modo ordenado podemos manifestar que la radiació n no
dirigida de la fuerza nerviosa de las cé lulas que han recibido la primera impresió n, la
larga costumbre de una lucha penosamente sostenida para escapar de la causa del dolor,
(la conciencia), y la acció n muscular que en sí misma es un alivio, son los tres elementos
que probablemente han concurrido, segú n acabamos de ver, a producir esa tendencia en
los movimientos violentos, casi convulsivos, que provoca un extremo sufrimiento hasta
en los ó rganos de la voz, y que son, en concepto universal, la manifestació n expresiva
má s perfecta de ella.
Cuando un hombre es torturado, el sudor suele correr por su rostro.
En los sistemas característicos del furor, el rostro enrojece, se vuelve purpurino, a
causa de la retenció n de la circulació n retornante. La respiració n es laboriosa, el pecho
se levanta, las ventanas de la nariz se dilatan y tiemblan. Se eleva la voz. Los dientes se
aprietan o se frotan unos contra otros, y el sistema muscular es generalmente excitado a
cualquier acto violento, casi frené tico.
Pero los gestos del hombre que se encuentran en tal estado, difieren por lo comú n de
las contorsiones desordenadas y sin objeto de aquel a quien se tortura. En efecto,
representan casi perfectamente el acto de pegar o de luchar contra el enemigo.
Todos estos síntomas del furor probablemente se deben en gran parte a la acció n
directa del sensorio excitado. Algunos hasta parecen no reconocer má s que esta causa. Sin
embargo, los animales de todas las especies, y de todas las é pocas, han respondido a la
amenaza o al ataque de un enemigo desplegando toda su energía para combatir y
defenderse.
Así es como una costumbre hereditaria de esfuerzo muscular ha debido asociarse al
furor. Esta costumbre afecta directa o indirectamente a diversos ó rganos, casi de igual
manera que lo hace un gran sufrimiento físico.
El corazó n es, sin duda alguna, impresionado en un modo directo. Tambié n segú n toda
probabilidad, por efecto de la costumbre, tanto má s cuanto que no se halla sometido a la
intervenció n de la voluntad.
Así es que todo ejercicio, aun inmoderado, tenderá a obrar sobre el corazó n. En virtud
del principio de la asociació n, podemos tener por cierto o casi cierto que toda sensació n o

[11]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

emoció n, tal como el sufrimiento o el furor que ha provocado habitualmente actos


musculares, deberá ejercer en seguida su influencia sobre el flujo de la fuerza nerviosa
hacia el corazó n, aun cuando estos actos no se produjeran en tal momento. El corazó n es
impresionable por las asociaciones habituales, ya que no se halla sometido a la
intervenció n de la voluntad (y la ansiedad subsecuente).
El hombre medianamente irritado y hasta furioso, puede mandar sobre los
movimientos de su cuerpo, pero no puede impedir los latidos rá pidos de su corazó n
(taquicardia), ni su «nerviosismo» .
El pecho se elevará tal vez muy poco, las ventanas de la nariz temblará n apenas, porque
los movimientos de la respiració n son en parte voluntarios. De igual manera, los
músculos del rostro, que obedecen al menos a la voluntad, serán los únicos en
revelar en ocasiones una emoción ligera y fugitiva. Las glá ndulas son aun
completamente independientes de la voluntad, y el hombre que sufre puede mandar a
sus facciones, mas no puede impedir siempre que las lágrimas inunden sus ojos. Un
individuo hambriento, colocado ante un manjar apetitoso no revelará tal vez su hambre
con algún gesto, pero no podrá impedir la secreció n de la saliva o de un «rugir» del jugo
gá strico en demanda de aminoá cidos o nutrientes. En los sentimientos de alegría o de vivo
placer se manifiesta una tendencia muy marcada a diversos movimientos sin objeto y a la
emisió n de sonidos variados, a veces pueriles. Es lo que se observa en los niños, en su
risa ardiente, sus palmoteos, sus saltos de alegrías, sus cabriolas, etc.
La alegría precipita la circulació n que estimula el cerebro, el cual obra a su vez sobre la
ergoeconomía entera. Estos movimientos sin objeto y esta actividad exagerada del
corazó n deben ser atribuidos principalmente a la excitació n del sensorio y al flujo
excesivo y no dirigido de fuerza nerviosa que de é l resulta, segú n la observació n de H.
Spencer.
Digno es de hacer notar, que es principalmente el gusto anticipado de un placer, y no el
placer mismo, el que provoca esos movimientos extravagantes y sin objeto, esos sonidos
variados. Es lo que observamos en nuestros hijos, cuando esperan algú n placer o alguna
fiesta.
Má s aú n, el simple ejercicio de los mú sculos, despué s de un reposo prolongado y una
larga reclusió n, constituye por sí mismo un
placer.
En virtud de este ú ltimo principio, tal vez só lo se podría esperar, inversamente, que un
vivo placer pudiese manifestarse por movimientos musculares.
La ternura profunda con que una madre rodea a su dé bil niñ o puede no manifestarse
por ninguna señ al, o só lo por los ligeros movimientos acariciadores, acompañ ados de
dulce sonrisa y tierna mirada. Pero si se hace voluntariamente dañ o a un niñ o, se verá qué

[12]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

transfiguració n la de la madre. Será una madre con aire amenazador, ojos brillantes,
rostro coloreado, con los senos levantados, las ventanas de la nariz dilatadas, el
corazón palpitante. Son manifestaciones, no del amor maternal, sino de la có lera, que ha
sido en efecto la verdadera causa que las ha provocado.
El amor recíproco de ambos sexos no se asemeja en nada al amor maternal. Cuando
dos amantes está n en presencia uno de otro, su corazó n late, la respiració n se acelera, el
rostro enrojece (al menos el de uno de ellos). Es que este amor no es inexpresivo, como
el de la madre por su hijo.
Un hombre puede tener el alma devorada por la sospecha, el rencor, la envidia o los
celos sin que estos sentimientos provoquen por sí mismos algú n acto, sin que se revelen
por algú n signo exterior, aun cuando su duració n sea generalmente má s o menos
prolongada. Todo lo que puede decirse es que é ste no parece, con seguridad, ni alegre,
ni de humor agradable. Si se ve que tales sentimientos estallan en excesos exteriores es
que el furor los ha reemplazado, traducié ndose desde este instante por sus modos de
expresió n ordinarios.
Con frecuencia se han dividido las emociones en dos categorías: las que excitan y las
que deprimen.
Cuando todas las funciones del cuerpo y del espíritu -movimiento voluntario e
involuntario, percepció n, sensació n, pensamiento, etc.-, se cumplen con má s energía y
rapidez que en estado normal, puede decirse que el hombre está excitado. En caso
contrario puede decirse que está deprimido. Entre las emociones excitantes, la có lera y
la alegría figuran en primera línea. Provocan, naturalmente -la primera sobre todo-,
ené rgicos movimientos que obran sobre el corazó n, y por su mediació n, sobre el
cerebro.
Una prueba de la naturaleza excitante de la có lera es que en ocasiones se ve que un
hombre rendido de fatiga, se irrita por ofensas imaginarias, con el fin inconsciente de
reanimar sus fuerzas.
Muchos otros estados del espíritu que parecen excitantes, se tornan en breve
deprimentes en el má s alto grado. Mírese a una madre que acaba de perder sú bitamente
a su hijo. Ciertamente cabe considerarla como presa de cierta excitació n. Se le
contempla loca de dolor. Corre al azar y siempre adelante, se arranca los cabellos,
desgarra sus ropas, se tuerce las manos. Este ú ltimo gesto deriva tal vez del principio
de la antítesis, descubriendo un sentimiento íntimo de debilidad y de la inanidad de
todo esfuerzo. Respecto a los otros gestos desordenados, pueden explicarse en
parte por el alivio que procura la acción muscular, y en parte por la influencia de
la excesiva fuerza nerviosa y sin direcció n que emana del sensorio sobreexcitado.
Agreguemos que uno de los primeros pensamientos que comú nmente se presentan en

[13]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

nuestro espíritu, frente a la imprevista pérdida de un ser querido, es: era posible hacer
algo má s para salvarle.
Bajo el imperio de tales pensamientos, fuertemente grabados en el espíritu, debe
producirse, en virtud del principio de la asociació n principal, una tendencia muy
marcada a una acció n ené rgica de cualquier naturaleza.
Pero en cuanto en el alma desolada se deja ver la convicció n íntima de que no había
ningú n recurso, este dolor frené tico cede el lugar a la desesperació n o a una sombría
tristeza. Entonces, el infortunado se sienta, inmó vil, o con un ligero balanceo. La
circulación sanguínea se hace más lenta, la respiración es casi insensible, y el
pecho exhala hondos suspiros. Este nuevo estado obra sobre el cerebro. Pronto llega
la postració n, los mú sculos se cansan, los pá rpados se entorpecen. La asociació n habitual
no provoca ya ningú n acto. Entonces es cuando los amigos intervienen, excitá ndolo a
cumplir cualquier acto voluntario en lugar de absorberse en un dolor mudo e inmó vil.
Este ejercicio estimula el corazó n, que obra sobre el cerebro y ayuda al alma a soportar
el triste peso que se le ha impuesto.
Un vivo sufrimiento trae muy pronto una depresió n o una postració n extrema. Al
principio obra como un estimulante e incita a la acció n. Produce rá pidamente una
postració n completa que se tomaría por una consecuencia de esfuerzos prolongados
hechos con objeto de escapar del peligro y que en efecto pueden obedecer a esta causa,
aunque esos esfuerzos no hayan sido ejecutados por vía de asociació n. Un espanto
extremo obra con frecuencia primeramente como un poderoso estimulante.
Todos sabemos primeramente que el hombre o el animal impulsado a la
desesperació n por el terror adquiere una fuerza prodigiosa y se hace peligroso en el má s
alto grado.
En la determinació n de un gran nú mero de expresiones, es menester atribuir una
elevada influencia al principio de una acció n directa del sensorio sobre la economía,
acció n debida ú nicamente a la constitució n del sistema nervioso, y desde el principio
independiente de la voluntad. El temblor de los mú sculos, la transpiració n de la piel, las
modificaciones de las secreciones del canal alimenticio y de las glá ndulas, se manifiestan
bajo la influencia de las diversas sensaciones o emociones.
Todo acto que ha sido frecuentemente de una utilidad directa o indirecta en ciertos
estados del espíritu, para procurarse ciertas sensaciones, satisfacer ciertos deseos, etc.,
se cumple, aun en circunstancias aná logas, por efecto de la sola costumbre, incluso
cuando se ha tornado inú til. Encontramos combinaciones de este gé nero, al menos en
parte, en los gestos frenéticos que inspira el furor, en las contorsiones que provoca
el sufrimiento extremo, y tal vez tambié n en la sobreactividad del corazó n y de los
ó rganos respiratorios. Cuando estas emociones o sensaciones, u otras varias, se

[14]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

producen aun en un grado muy dé bil, existe todavía una tendencia a actos semejantes,
debido a la fuerza de la costumbre largo tiempo asociada, y aquellos actos menos
sometidos a la intervención de la voluntad son, en general, los que por más tiempo
persisten.

II

El uso de la voz ha debido asociarse a la emoción de la cólera y se ha debido


tomar un modo general de expresió n de este sentimiento, cualquiera que sea la causa
que lo excite. Ademá s, ya vimos que un vivo dolor provoca de igual modo gritos
violentos, que procuran por sí solos una especie de alivio (catarsis). ¿Por qué las
diversas sensaciones y emociones provocan la emisió n de sonidos extremadamente
distintos? En una interesante obra sobre la música, Spencer ha estudiado los
caracteres que revisten la voz humana bajo la influencia de diversas emociones. Y
ha demostrado que la voz se modifica mucho, segú n las circunstancias, bajo las diversas
relaciones de la fuerza y la calidad, es decir, de la intensidad y el timbre, así como la
altura y la extensió n. Escú chese a un orador o predicador elocuente escú chese a un
hombre que habla encolerizado o que expresa una viva sorpresa y se quedará
ciertamente sorprendido ante la exactitud de la observació n de Spencer. Resulta curioso
ver hasta qué punto la entonació n de la voz se muestra expresiva en las criaturas.
Spencer ha demostrado ademá s que el lenguaje apasionado tiene relaciones íntimas,
desde todo punto de vista, como se acaba de indicar, con la mú sica vocal, y por
consiguiente con la mú sica instrumental. Ha tratado de explicar las cualidades
respectivas que las caracterizan por razones fisioló gicas, es decir, que todo sentimiento
es un estímulo incitador de una acció n muscular.
La costumbre de emitir sonidos musicales se desarrolló al principio como medio de
expresió n entre los ascendientes primitivos del hombre y se halla asociado así a las
emociones má s enérgicas que pudiera experimentar como el amor, la rivalidad, el
fracaso, la victoria, etc.
Un mono gibó n, cosa notable, produce una octava completa de sonidos musicales,
subiendo y descendiendo la escala por semitonos. Se puede decir que é l es «el ú nico
mamífero que canta». Este hecho y la analogía han inducido a creer que los antecesores
del hombre comenzaron probablemente por emitir sonidos musicales antes de adquirir
la facultad de articular lenguaje, de donde se deduce que, cuando la voz humana es
puesta en juego por una emoció n violenta, debe tender a revestir, en virtud del principio

[15]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

de asociació n, un cará cter musical. La persona que se queja de un maltrato o de un


sufrimiento ligero, habla casi siempre en tono elevado (quebradizo, entrecortado);
gemidos sordos y gritos agudos expresan igualmente la angustia del sufrimiento.
La risa es tan pronto alta como baja. Una antigua observació n debida a Hallen, en el
hombre adulto, afirma que el sonido de la risa participa de los caracteres de las vocales O
y A -pronunciadas en alemá n-o En el niñ o y en la mujer, por el contrario, recuerda má s
bien las vocales E, I, que son como Helrnholtz ha demostrado, má s altas que las
anteriores. A pesar de esta diferencia, expresa igualmente bien, en uno y otro caso, la
alegría o el placer.
Un grito, para pedir auxilio, es naturalmente fuerte, prolongado y agudo, a fin de que
pueda oírse a lo lejos. Efectivamente, a causa de las dimensiones de la cavidad interna de
la oreja y del poder de resonancia que de ella resulta, las notas elevadas producen en el
hombre -como Helrnholtz lo ha demostradouna impresió n particularmente violenta.
Por el contrario, los sonidos destinados a atemorizar al enemigo será n naturalmente
roncos y desagradables. ¿Los sonidos producidos bajo la influencia de diversos estados
del espíritu determinan la forma de la boca, o viceversa? El niñ o, cuando llora, abre la
boca cuanto puede, lo que es evidentemente necesario para la emisió n de un gran volumen de
sonido. Pero a la vez el orificio bucal toma una forma casi cuadrangular, a consecuencia de una
causa completamente distinta; ademá s, se cierran enérgicamente los pá rpados y, como
consecuencia, se eleva el labio superior.
Se verá también, que bajo la influencia del desprecio o del disgusto, hay una tendencia,
inexplicable, a soplar por la boca o por la nariz y a producir de este modo un sonido
análogo a «puf» o «psh»,
El temor que hace temblar todos los mú sculos, produce, naturalmente, el temblor de la
voz. Ésta se torna al mismo tiempo ronca, a consecuencia de la sequedad de la boca
(ansiedad), que produce la detención del funcionamiento de las glándulas salivales.
Todos los sonidos que hemos tratado hasta ahora, está n bajo la dependencia de los ó rganos
respiratorios, pero existen mecanismos completamente distintos y que tienen también su
valor como medios de expresió n.

ERIZAMIENTO DE LOS APÉNDICES CUTÁNEOS


Tal vez no haya movimiento expresivo tan general como la erecció n involuntaria de los
vellos (cutis anserino o «piel de gallina»). del pelo o de los cabellos, y demá s apéndices
cutá neos.
Estos apéndices se erigen bajo la influencia de la có lera o del terror, y má s especialmente
cuando dichas emociones se asocian o suceden rá pidamente una a otra. Su acció n sirve, por

[16]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

otra parte, para dar una apariencia má s imponente y má s terrible en presencia de terceros o
rivales, por lo general acompañ ada de diversos movimientos voluntarios encaminados al
mismo fin, y con la emisió n de sonidos onomatopéyicos cuasisalvajes. (Todo el mundo ha visto
erizarse el pelo en el perro, en el cuello y el lomo; y en el gato el cuerpo entero y
principalmente en la cola. En este ú ltimo, só lo el espanto parece dar lugar al fenó meno).
El mecanismo de este fenó meno ha sido revelado por un interesante descubrimiento de
Kalliker: el de los pequeñ os arrectores pili mú sculos lisos, involuntarios, que se adaptan a los
folículos de los pelos. Por la contracció n de estos mú sculos, los pelos pue den enderezarse
instantá neamente, al mismo tiempo que son atraídos un poco fuera de sus folículos, para
bajarse inmediatamente después. En ciertos casos se ve unirse a su acció n la de las fibras
estriadas y voluntarias del panículo carnoso subyacente. En el hombre se erizan los pelos de la
cabeza.
La contracció n de los arrectores pili no se produce ú nicamente bajo la influencia de las
emociones, sino también por efecto del enfriamiento. Comprobamos el mismo fenó meno de
cutis anserino («carne de gallina»), que se produce en nosotros durante el temblor precursor
de un acceso de fiebre (escalofrío). De los hechos que preceden resulta evidente que la
erecció n de los apéndices cutá neos es un acto reflejo independiente de la voluntad cuando se
produce bajo la influencia de la có lera o del espanto; se considera no como una facultad
adquirida con un fin ú til, sino como un fenó meno accesorio resultante, por lo menos en gran
parte, de la acció n directa del sensorio impresionado.
Sin embargo, es notable ver la facilidad con la que se manifiesta en ocasiones por efecto de
la má s ligera excitació n.

[17]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

DESARROLLO HUMANO DE LOS GESTOS Y ACTITUDES

Usted como ser humano que es, puede comunicarse conmigo de muchas maneras. Yo puedo
leer lo que usted escribe, escuchar las palabras que pronuncia, oír su risa y su llanto, mirar la
expresió n de su rostro, observar las acciones que realiza, oler el perfume que lleva, y sentir su
abrazo. En lenguaje vulgar, podemos referimos a estas interacciones diciendo que
«establecemos o mantenemos contacto»; sin embargo, só lo la ú ltima -sentir su
abrazoinvolucra un contacto corporal, ya que las demá s se realizan a distancia. Es como si
aceptá ramos automá ticamente que el contacto corporal es la forma má s fundamental de
comunicació n.
La explicació n es bastante sencilla. En la primera infancia, antes de que supiéramos hablar o
escribir, el contacto corporal fue un tema dominante.
Ahora, es importante recalcar que en el momento de nacer, el niñ o aparece flá cida, como de
goma blanda y mojada; pero casi inmediatamente bloquea y absorbe su primer aliento.
Después de unos cinco o seis segundos, empieza a llorar. Mueve la cabeza, los brazos y las
piernas con creciente intensidad, y, durante media hora, sigue protestando, con irregulares
sacudidas de los miembros, jadeos, muecas y gritos, hasta que queda generalmente en un
profundo y largo sueñ o. Pero cuando el niñ o despierta es cuando el abrazo uterino tendría que
ser reemplazado por el abrazo maternal, de modo que la superficie del cuerpo del niñ o
establezca con el de la madre el mayor contacto posible, sin dificultar su respiració n; dando así
cumplimiento a la acció n primero amor luego libertad, algo fundamental en el hombre.
Pero en la actualidad, só lo subsisten algunos restos de los ancestrales hábitos prensiles
(cogimiento reflejo o voluntario con las extremidades superiores) del recién nacido,
rudimentarias huellas de su remoto pasado en el curso de la evolució n, pero que de nada le
sirven en la actualidad. Duran poco má s de dos meses a partir de su nacimiento y reciben el
nombre de reflejo de asimiento y reflejo de Moro.
El reflejo de asimiento se produce muy pronto; el feto de seis meses lo experimenta ya de
un modo muy intenso. Después del nacimiento, un estímulo en la palma de la mano hace que
ésta se cierre con tal fuerza que permite al adulto levantar el cuerpo del niñ o con todo su peso,
acció n que dura poco y que no puede prolongarse por mucho rato.
El reflejo de Moro puede observarse si subimos y bajamos rápida y bruscamente al
niño unos centímetros (como si lo dejá semos caer) sosteniéndole por la espalda. (Los gestos
y actitudes en esta etapa suelen ser naturales, no así en los adultos, que se observan só lo ante
algú n evento exabrupto o de sorpresa, a veces de susto; «manchari», en el argot popular de la
selva). El pequeñ o extiende inmediatamente los brazos y abre las manos y los dedos. Después
cierra los brazos de nuevo, como para agarrarse de algo.

[18]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

En cada fase desde la infancia hasta la adolescencia, existen importantes formas de


intimidad, de contacto corporal y de crianza, que deberían producirse entre padres e hijos si se
quiere que éstos pasen venturosamente por las diversas etapas. Si la intimidad brindada por
los padres en cada fase particular se adelanta o retrasa demasiado en relación con lo
adecuado, pueden surgir ulteriores complicaciones (conflictos estereotipias de
comportamiento, identidad no apropiada hacia los progenitores, etc.).
Las condiciones del niñ o tienen sus propias y nuevas formas adicionales de satisfacció n.
Entre éstas figuran las caricias, los besos y las palmaditas de la madre, y la limpieza de la
superficie del cuerpo del niñ o mediante cuidadosas manipulaciones, como el lavado y otras
fricciones suaves.
El niñ o requiere también algo má s que un simple abrazo. Ademá s de la presió n envolvente
de los brazos, la madre suele dar rítmicas palmaditas al pequeñ o. Esta acció n se limita casi
siempre a ~na regió n del cuerpo del niñ o, la espalda. En ella se observa un ritmo característico
y un vigor peculiar, ni demasiado débil, ni demasiado fuerte. Siempre que el niñ o parece
necesitar un poco má s de alivio, la madre enriquece su sencillo abrazo con unas palmaditas, en
la espalda. Con frecuencia, añ ade un poco de balanceo simultaneo y unos murmullos cerca de
la cabeza del pequeñ o, al parecer reclamado en la edad adulta como una forma de
reconocimiento o aprobació n de lo que hace.
Tal es así que cada palmadita de la madre es como si dijera: «Mira, así te apretaré de fuerte
para protegerte del peligro, así que, descansa, no tienes nada que temer». Cada palmada repite
la señ al y contribuye a sosegar al niñ o.
De ahí que la importante acció n de repetir las palmadas con detenciones intermedias,
aparte de significar lo ya mencionado, se diría tambié n «No temas, no hay peligro, si lo
hubiese te agarraría má s fuerte». Por consiguiente, las palmadas repetidas son
doblemente tranquilizadoras conjuntamente con el beso.
Otra nueva e importante forma de intimidad posuterina es el ofrecimiento del pezó n
para que el niñ o lo succione. La boca de é ste siente entrar una forma suave, tibia y
elá stica de la que pueda extraer un líquido dulce y caliente. Su boca siente el calor: su
lengua gusta el dulzor y sus labios perciben la suavidad. Una nueva y bá sica satisfacció n
(una intimidad primaria) ha entrado a formar definitivamente parte de su vida. Y, bajo
muchos disfraces, reaparecerá má s tarde, en la vida adulta (besuqueas, mordiscos,
succió n de senos, etc.).
Durante esta primera fase, la ú nica acció n realmente positiva de contacto del niñ o es
chupar, con lo cual emite dos señ ales vitales: el llanto y la sonrisa, con las que anima a
la madre a realizar acciones de intimidad y de estrecho contacto. El llanto es para
iniciar el contacto, y la sonrisa, para mantenerlo. Al llorar dice: «ven», y al sonreír:
«qué date, por favor».

[19]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

El llanto es, a veces, mal interpretado. Como el niñ o llora cuando tiene hambre, se
siente incó modo o le duele algo, se presume que é stos son los ú nicos mensajes que
transmite. De ahí que cuando el niñ o llora, la madre saca la conclusió n de que se ha
planteado alguno de estos tres problemas; pero esto no es necesariamente cierto. El
mensaje dice solamente: «ven», no dice por qué; esto puede interpretarse que desea
iniciar un contacto, o tiene necesidad de algo.
Otra señ al importante es la sonrisa, la cual es una facultad ú nica en el niñ o humano y
la utiliza para atraer a la madre.
Tanto el llanto como la sonrisa está n respaldados por señales secundarias.
Durante las primeras semanas despué s del nacimiento, el niñ o llora sin lá grimas (llanto
seco o quejidos); pero pasado este período inicial, las lá grimas se suman a la señ al vocal.
Má s tarde, en la vida adulta, las lá grimas pueden fluir aisladamente, por sí solas, como
una señ al muda; pero en el niñ o, el llanto es por esencia un acto combinado. Por alguna
razó n, la singularidad del hombre, como primate que vierte lá grimas, ha sido raras veces
comentada; pero salta a la vista que esto debe tener alguna significació n concreta para
nuestra especie (ya que el hombre es el ú nico animal que ríe y llora). En primer lugar, es,
desde luego, una señ al visual, acrecentada por las mejillas lampiñ as, donde las lá grimas
pueden brillar y rodar ostensiblemente.
Es importante recalcar, que a diferencia de la orina, las lá grimas no sirven para
eliminar impurezas del cuerpo. Cuando la secreció n es escasa, limpia y protege los ojos;
pero cuando es abundante, su ú nica funció n parece ser la de transmitir señ ales sociales o
catarsis como descarga de emociones fuertes reprimidas, lo cual justifica una
interpretació n a base ú nicamente del comportamiento. En el caso de la sonrisa, la
invitació n a la intimidad parece ser su principal objetivo.
Y pasando a otro período, la comunicación táctil debe ceder paso a una
comunicació n visual cada vez má s sensible. El niñ o debe reemplazar el restringido y
engorroso refugio del abrazo y de los mimos por el menos restrictivo artificio del
intercambio de expresiones faciales. El abrazo recíproco cede terreno a la sonrisa y a
las risas compartidas, y a las demás actitudes faciales de que es capaz el ser
humano. La cara sonriente, que antes invitaba al abrazo, ahora lo sustituye; la
sonrisa se convierte en un abrazo simbólico, que opera a distancia.
El abrazo es propio del niñ o «pequeñ o». La creciente necesidad de exploració n, de
independencia y de identidad individual y separada, amortigua el deseo de ser sostenido
y abrazado; pero esta acció n no tiene que ser exagerada, pues el niñ o no sentirá que es
protegido, sino magullado (generando a posteriori una conducta de aversió n o rechazo
frente a lo que se parezca a ello).
Este contacto corporal no desaparecerá por completo. En momentos de dolor, de

[20]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

disgusto, de temor o de pá nico, el abrazo será bien recibido o deseado, e incluso en


momentos menos dramá ticos pueden producirse algú n contacto de relaciones
interpersonales. El abrazo total y apretado se transforma en parcial. Y empiezan a
aparecer el abrazo a medias, el abrazo que rodea los hombros, la palmada en la cabeza y
el apretó n de manos.
Luego, con la llegada de la pubertad surge un nuevo problema.
El contacto corporal con los padres se restringe aú n má s. É stos descubren que sus
hijas son, de pronto, menos juguetonas. Los hijos muestran cierta timidez en sus
contactos con la madre. En la fase que sigue a la primera infancia, empieza a
manifestarse la acció n independiente; pero ahora, en la pubertad, se intensifica esta
necesidad que introduce una nueva y poderosa exigencia: la reserva (un cierto mutismo
e indiferencia a su entorno y alejamiento, a veces, de los suyos).
Cuando somos muy pequeñ os, nuestro reducido tamañ o y nuestra impotencia incitan
poderosamente a los adultos a tendernos los brazos y establecer un contacto amistoso
con nosotros.
Si de adultos enviamos señ ales parecidas de impotencia o de dolor, como cuando
estamos enfermos o somos víctimas de un accidente, provocamos una reacció n
seudopaternal de naturaleza semejante. También cuando realizamos el primer
intento de contacto material, en forma de un apretón de manos, solemos
acompañar nuestra acción con una sonrisa. Así el zoo humano entra en una nueva
esfera de señ ales de contacto característicos en esta especie.
La boca es, con mucho, la más importante, y transmite muchas señales de
equivalencia igualmente fantasiosa o no a los genitales, durante los encuentros
amorosos. Dependiendo a quié n, en qué lugar y circunstancias.
Las piernas, anató mica mente la parte exterior de los muslos femeninos, tiene mayor
cantidad de grasa que la de los varones, y, en determinados períodos se consideró
eró tica la pierna rolliza. Además de su anatomía, la posición de las piernas puede
transmitir señales sexuales. En muchas sociedades se enseña a las niñas que no es
correcto permanecer de pie o sentadas con las piernas separadas. Hacerlo
equivale seguramente a una provocación y/o «apertura» de los órganos genitales,
y, aunque éstos sean invisibles, el mensaje sigue siendo fundamentalmente el
mismo (o quizá también podría significar una actitud feminista, o tosca imitació n viril).
Por consiguiente, la «niñ a bien educada» tradicional sigue manteniendo las piernas
juntas; pero tambié n es peligroso exagerar esta actitud y mantener esas extremidades
demasiado apretadas. Si se hace esto o las cruza con fuerza, es como si «protestase
excesivamente», provocando una nueva clase de comentario sexual. Como ocurre con
todas las actitudes puritanas, revela con ello que piensa demasiado en el sexo, que tiene

[21]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

ideas fijas u obsesivas al respecto.


Ahora, el ojo, el ó rgano má s importante de los sentidos humanos, aparte de ver todas
las señ ales que hemos descrito, tambié n transmite otras por su cuenta. Todos
establecemos y rompemos contactos en nuestros encuentros cara a cara, mirando a las
personas para comprobar sus cambios de humor, y desviando la mirada para no parecer
insolentes. En cambio, entre los enamorados, la mirada fija puede prolongarse sin ser
desconcertante ni agresiva. Bajo la influencia de fuertes emociones agradables, nuestras
pupilas se dilatan de un modo extrañ o, y el puntito oscuro del centro del ojo se convierte
en un gran disco negro. Inconscientemente, transmite una poderosa señ al al ser amado,
indicá ndole la intensidad del amor sentido por el de la pupila dilatada.
Otro cambio que se produce en los ojos, cuando la emoció n es fuerte, es un ligero
aumento de la producció n de lá grimas. En un intenso estado amoroso esto no suele
traducir se en un caudal de lá grimas que brotan de los ojos, sino que en la superficie de
é stos aparece un brillo mayor que de ordinario. Son los ojos brillantes del amor, que,
combinados con la dilatació n de la pupila, no dejan la menor duda sobre el estado del
que emite las señ ales.
Tambié n diversos movimientos de los ojos invitan a la intimidad. Aparte del conocido
guiño, se dice que el giro de los ojos es, en ciertas sociedades, una invitación
sexual DIRECTA. La mujer que baja modestamente los párpados transmite
también un mensaje, y el varón que los entorna ligeramente da con ello una
muestra de interés.
Las cejas fueron consideradas como un medio de evitar que el sudor se introduzca en
los ojos, pero su función básica es señalar cambios de humor. Se levanta para
expresar miedo o sorpresa, se baja para indicar furor, se juntan como expresión
de angustia y se arquean sobre una mirada interrogativa. Como prueba de
amistad, suben y bajan rápidamente una sola vez.
"El estudio fisiognó mico de la cara es, sin duda alguna, la regló n má s expresiva del
cuerpo humano, capaz de transmitir mensajes increíblemente variados y sutilmente
emocionales. Contrayendo y relajando mú sculos especiales, y en particular los que
rodean la boca y los ojos, podemos expresado todo, desde alegría y sorpresa hasta
tristeza y furor.
Una cara suave y sonriente, o alerta y provocativa, nos atrae vivamente. Un rostro
triste y desesperado, o angustiado, puede estimular tambié n el acercamiento o el
consuelo. Si es tenso, duro o enfurruñ ado, produce el efecto contrario.
En lo que se refiere a nuestras expresiones faciales, podemos hablar de caras «
amañ adas» y de caras «libres». La cara amañ ada es la que empleamos en nuestras
relaciones sociales. Si queremos mostramos amistosos, adoptamos una expresió n dulce y

[22]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

sonriente. Por el contrario, en ocasiones graves, hacemos una mueca o adoptamos un


gesto solemne. Sin embargo, cuando no nos ve nadie, dejamos a nuestros rostros en
libertad. En este caso, la cara adopta por sí misma la actitud típica de nuestro humor a
largo plazo. Entre lo dicho se resalta por ejemplo cuando una persona se encuentra
emocionada o deslumbrada por el sexo contrario, suele expresarlo apretando ligeramente
los labios o haciendo un gesto con los mismos, como si fuera a dar un beso, pero
imaginariamente. (En el argot popular se usan expresiones como las de «piquito»,
«trompita», besito, etc.).
Al descubrir su personalidad, el niñ o, alrededor de los 10 añ os, en pleno desarrollo,
empieza a rechazar el dulce abrazo de la madre. El joven adulto se yergue solo. De
pequeñ o, su confianza con la madre era ilimitada; su intimidad, total. Ahora, en la
madurez, sus relaciones e intimidades con otros adultos está n severamente limitadas;
mantiene distancia.
Esto no quiere decir que desaparezca el interé s, sino que empieza a realizar otras
actividades, a perseguir objetivos y alcanzar posiciones. Pero, ¿a dó nde fue a parar el
amor total? El amor era un acto de entrega, entregarse uno mismo a otra persona sin
reservas; y las relaciones entre adultos son muy distintas. Para entender esto con mayor
sencillez, tomaremos a una pareja de «enamorados típicos» para poder explicar algunas
de sus actitudes y gestos:
 Mirada a los ojos. Mientras miramos a otros, é stos nos miran a su vez. Cuando nuestra
mirada se cruza con la de otra persona, tendemos a mirar inmediatamente a otra parte
rompiendo el contacto visual; pero en cambio, si nuestra mirada se cruza con la de
otra persona conocida, se dan señ ales mutuas de saludo, una sonrisa sú bita, una
elevació n de las cejas, movimiento de brazos, etc.
 El brazo en el hombro. Es el mé todo má s empleado, realizado generalmente por el hombre
para atraer a su pareja. Es la iniciació n má s sencilla del contacto de los troncos, ya que
tambié n se produce en otros contextos, entre simples amigos, como acto de
compañ erismo desprovisto de sexualidad.
 El brazo en la cintura. Se produce cuando el brazo se desliza alrededor de la cintura. Es
algo que el varó n no haría con otros hombres, por mucha que fuese su amistad; por
consiguiente, es como una declaració n directa de intimidad amorosa.
 La mano en el cuerpo. La mano empieza a explorar el cuerpo de la pareja, dá ndole
palmadas, apretá ndolo o acariciá ndolo. El avance consiste en la manipulació n por el
hombre en los senos de la mujer. Estos actos producen una mayor excitació n
fisioló gica, motivo por lo cual muchas jó venes exigen su interrupció n.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Estas son algunas de las etapas típicas en el proceso de formació n de la pareja; y en las
cuales los gestos y ademanes tienen mucha implicancia.
Estudiar la intimidad social humana es, en contraste, observar las restricciones de un
contacto cauteloso e inhibido, mientras las opuestas exigencias de apego y de reserva, de
dependencia y de independencia, luchan en el interior de nuestro cerebro.
La necesidad de intimidad es fundamental, ya que origina comprensió n, y la mayoría de
nosotros, a diferencia del ermitañ o, queremos ser comprendidos al menos por unas pocas
personas. Esta comprensió n es de tipo emocional, y a este respecto, un solo contacto
íntimo corporal será má s beneficioso que todas las bellas palabras del diccionario. La
posibilidad que tienen las sensaciones físicas de transmitir sentimientos emocionales es
realmente asombrosa. Es importante recalcar que en el presente siglo, los adultos de
ambos sexos y con ambos sexos, han encontrado cada vez má s difícil realizar contactos
corporales sin dar la' impresió n de que su acto lleva inherente un elemento sexual. Esta
situació n se ha acentuado en los ú ltimos añ os, ya no gozamos de libertad para abrazarnos
cuando nos invade la alegría, o para llorar en los brazos de otro cuando estamos afligidos.
Tambié n es importante señ alar el abundante empleo del aplauso como medio de
recompensar una actuació n. El violento choque de una mano con otra parece una acció n
casi agresiva, lo mismo que el fuerte ruido que produce. Sin embargo, el aplauso significa
todo lo contrario de agresividad pues, llena de satisfacció n al aplaudido.
Las palmadas se emplean tambié n para llamar a un sirviente; pero en este caso no son
la típica acció n repetida y rá pida propia del aplauso, sino solamente una o dos secas
palmadas. En este aspecto, se parecen mucho má s a la acció n del bebé que saluda a su
madre. «Acé rcate má s» se convierte en igual petició n del adulto al servidor.
Esta señ al de agitar la mano es algo corriente, pero a la vez tiene elementos
inesperados que vale la pena señ alar.
Parece evidente que agitamos la mano para saludar o para despedimos, porque, dada la
instancia, nos hacemos má s visibles. Tambié n lo hacemos cuando tratamos de parar un
taxi o autobú s, o cuando intentamos realizar un contacto visual en medio de una
muchedumbre, con otra persona que aú n no ha logrado vernos; pero aquí no se agita la
mano en la forma acostumbrada, sino se levanta rígidamente un brazo y se empieza a
moverlo de un lado a otro, con un movimiento que parte del hombro, y si la tensió n es
mayor, se levantan los dos brazos. En cambio, si nos despedimos de alguien, o si recibimos
a alguien que ya nos ha visto pero está aú n fuera de nuestro alcance, no solemos agitar los
brazos. Levantamos el brazo pero agitamos la mano. Otra segunda forma del acto de
agitar la mano revela una modificació n tendente a la visibilidad: en vez de mover la mano
arriba y abajo, se agita de un lado a otro, con la palma vuelta hacia afuera. La rapidez es
aproximadamente la misma, pero la acció n se aparta un poco má s del primitivo

[24]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

movimiento de dar palmadas. Esta manera de agitar la mano es má s propia de los adultos
que de los niñ os, que parecen preferir la primera forma.
El tercer modo parecerá extrañ o, pero es comú n en Italia, aunque, segú n se dice
tambié n, se produce en otros países como China, India, Paquistá n, etc. Parece una acció n
de llamada, pero no lo es, ya que suele emplearse como señ al de despedida. La primera
forma es un movimiento de arriba abajo; pero esta vez el movimiento empieza desde
abajo, con la palma hacia arriba (como pidiendo limosna), y la mano se eleva
repetidamente en direcció n al cuerpo del que la agita. Una vez má s, vemos que es
movimiento de palmea, pues en la verdadera acció n de dar palmadas en la espalda, la
mano adopta muchas veces esta posició n, con los dedos apuntando hacia arriba, cuando el
codo está en posició n baja y angulada. DoS movimientos especiales de la mano guardan
relació n con este ú ltimo: los saludos del Papa y el saludo real inglé s. En ambos casos y por
alguna razó n, el movimiento no parte del hombro, como en el saludo con el brazo, ni de la
muñ eca, como en el palmeo corriente. En general, el Papa emplea los dos brazos al mismo
tiempo y levanta despacio los antebrazos y las manos, rítmica y repetidamente, con las
palmas hacia arriba, en una serie de movimientos de abrazo intencional. Pero esto no es
tan sencillo, porque los brazos no se doblan directamente sobre su pecho. No estrecha
sobre é ste a la multitud. El arco que describen sus brazos va en parte hacia dentro y en
parte hacia arriba, como en una acció n compleja, abrazando a la muchedumbre en parte
sobre su cuerpo y en parte hacia los cielos, donde todos esperan ser recibidos algú n día
(metá fora).
En cambio, el saludo inglé s parte tambié n del codo, pero suele realizarse con una sola
mano y con los dedos apuntando hacia arriba. La palma está vuelta hacia dentro,
señ alando el cuerpo real y recalcando el cará cter de abrazo de la acció n, y el antebrazo
gira lenta y rítmicamente, acentuando la rotació n en su fase interna. De esta manera, de
un modo sumamente estilizado, la reina abraza a sus sú bditos y los tranquiliza con una
formal palmada en la espalda.
El contacto humano a travé s de sus diversas variantes, vistas anteriormente, trata de
demostrar que las viejas y tan conocidas pueden verse bajo una nueva luz. La necesidad
que tenemos los adultos de establecer contactos recíprocos es fundamental y poderosa,
pero, raras veces se expresa plenamente. En vez de esto, se manifiesta en formas
fragmentadas, modificadas o disfrazadas, en muchos de los gestos, ademanes y señ ales
que nos hacemos los unos a los otros en nuestra vida diaria.
Otro tipo de contacto es el abrazo del hombre. Aquí una persona pasa el brazo sobre la
espalda de otra, de modo que la mano se apoya en el hombro má s distante. Este acto es
predominantemente masculino. La razó n es sencilla: los hombres son má s altos ~ue las
mujeres, y la mujer tiene que mirar al hombre desde abaJO, sean cuales fuesen sus
actitudes en otros aspectos. Así tambié n, se puede emplear entre varones, en situaciones

[25]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

casuales y amistosas, sin que el contacto tenga el menor matiz sexual. Pero este eará cter
«seguramente masculino» no puede atribuirse a otros tipos de abrazo parcial, como pasar
el brazo alrededor de la cintura del compañ ero. Dado que es fá cil de realizar por ambos
sexos y que se supone un mayor acercamiento a la regió n genital, siendo raro que se
produzca entre varones.
El brazo en el brazo se convierte en un simple entrelazamiento, aquí se experimenta un
cambio curioso; en vez de aumentar, la proporció n del contacto entre varones disminuye;
y ¿por qué , siendo una forma menos íntima de contacto corporal, los hombres se sienten
menos inclinados a realizado entre ellos que con las mujeres? La respuesta es que esta
acció n es bá sicamente femenina, ya que es la mujer quien enlaza su brazo con el del
hombre.
La mano en la mano es un acto mutuo, si se toma de la mano a alguien, é ste tambié n agarra
la mano de la otra persona. Como esto ocurre frecuentemente entre un varó n y una mujer,
y como ambos realizan la acció n, el acto adquiere un cará cter que no es masculino ni
femenino, sino má s bien heterosexual: acció n que se realiza como signo de amistad,
afinidad o simpatía, o de brindar seguridad a alguien.
El beso es derivado importante del abrazo primario. Se cree que es un acto sencillo. Se
besa a la amante en la boca, a una vieja amistad del sexo contrario en la mejilla, a un niñ o
en la cabeza o en el rostro; si un hijo se corta el dedo, se le besa «para que se cure»; si es
un jugador besa el dado antes de arrojado; si es padrino de una boda besa a la novia, etc.
Como se puede observar, el beso no es materia sencilla.
La funció n de los labios se inicia con el acto de succionar el pecho de la madre, que
proporciona, además de alimento, una satisfacción táctil (de contacto o calor
humano).
El beso directo de boca a boca siguió un curso diferente. En diversas é pocas y lugares
fue empleado, hasta cierto punto, como saludo no sexual entre amigos íntimos; pero esta
unió n de dos orificios del cuerpo pareció , en general, un acto demasiado íntimo, incluso
entre buenos amigos, y, hablando en té rminos generales, su uso fue cada vez má s exclusivo
de los novios, có nyuges, amantes o similares. Obviamente que el beso y su acció n
interpretativa está n relacionados con los diferentes medios socioculturales que hay en el
mundo.
Pero lo que má s universalmente puede considerarse es que el beso es una invitació n a
la intimidad, aunque no necesariamente sexual.
Por otra parte, otra de las observaciones actitudinales o gestuales es el cuerpo en sí
mismo, por ejemplo, la reverencia (o cortesía) no es má s que un movimiento intencional
de genuflexió n. Se echaba ligeramente una pierna atrá s, como si la rodilla fuese a bajar y
tocar el suelo, y, despué s ambas rodillas empezaban a doblarse, pero sin llegar nunca al

[26]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

nivel del suelo. Entonces, se inclinaba el cuerpo hacia adelante. Con la llegada de la
reverencia, se redujo aú n má s la actitud del servilismo, y la genuflexió n sencilla empezó a
desaparecer, reservá ndose exclusivamente para la realeza.
En el siglo XVII, los sexos se dividieron: los hombres doblaron el cuerpo por la cintura,
mientras que las mujeres siguieron haciendo reverencias. Ambas acciones rebajaban el
cuerpo frente al individuo dominante, pero lo hacían de un modo completamente distinto,
reducié ndose la amplitud de los movimientos.
El apretón de manos se generalizó hace ciento cincuenta añ os; pero esta acció n ya era
conocida desde mucho tiempo atrá s. En la antigua Roma se empleaba como un
compromiso de honor, y siguió su funció n primaria durante casi dos mil añ os.
En la primera mitad del siglo XIX cambió la situació n. Aunque el apretó n de manos
seguía empleá ndose despué s de hacer una promesa de cerrar un contrato, como para
refrendado, se empleó por primera vez en las salutaciones corrientes, invadiendo así la
esfera social. Gradualmente, sustituyó a las otras formas de saludo, y en la actualidad es
un acto que se realiza en todo el mundo, no só lo en los encuentros entre iguales, sino
tambié n entre subordinados y superiores.
Como se puede ver, la comunicació n gestual, los ademanes y ciertos contactos físicos
son significativos en el ser humano, invitan a compartir afectividad recíproca e íntima. .
El mundo humano adulto está lleno de tensiones y de desconocidos; por lo mismo
buscamos alivio en nuestros seres queridos. Si, debido a su indiferencia o a sus
preocupaciones por las Complejidades de la vida moderna, no responden a nuestra
llamada, corremos el peligro de vemos privados del sedante primordial del contacto
corporal.
Si no encontramos amor dentro de la familia, no tardamos en buscarlo fuera de ella.
La mujer desdeñ ada busca un amante; el marido una «querida»; floreciendo de nuevo las
intimidades corporales. Desgraciadamente, estos sustitutos no siempre se suman a lo
que queda de intimidad en la vida familiar, sino que compiten con ella y quizá s la
sustituyen del todo, creando así diversos grados de desastre social. Se puede encontrar
una alternativa menos perjudicial, recurrir a contactos con especialistas
autorizados para tocar nuestro cuerpo, con la ventaja de que éstos no compiten
con las relaciones internas de la unidad familiar. Las grandes intimidades del
masajista, con tal que se apliquen con sentido estricto y profesional, no pueden alegarse
como causa de divorcio. Incluso el profesional, por muy válida que sea su excusa
oficial para tocarnos, es un ser adulto fisiológicamente capaz y, como tal, es
inevitablemente considerado como una amenaza sexual en potencia, pero esto
rara vez es admitido (siempre y cuando la calidad profesional competente y la otra
parte así lo requieren por ser necesario en el proceso terapé utico). Por ejemplo, si uno

[27]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

va a un baile, no es para tocar otros cuerpos, sino «para divertirse bailando y


conversando». Uno va al médico, debido a un virus y no a un alivio tá ctil. Uno va a la
peluquería para que le arreglen el cabello, no para que le acaricien la cabeza, etc. Estas
funciones oficiales son vá lidas e importantes. Tienen que serlo para disimular el hecho
de que algo má s ocurre al mismo tiempo, a saber, la bú squeda de un contacto corporal
amistoso.
Sin embargo, inconscientemente, todos advertimos el juego que se desarrolla, y de
este modo atamos indirectamente las manos (o alguna otra mano) que
quisiéramos que nos acaricien. Lo hacemos aplicando convencionalismos y
normas de conducta que mitigan nuestros temores e inhibiciones sexuales.
Entonces ¿a dó nde acudir? Si nuestros seres humanos má s íntimos no pueden
proporcionarnos lo que necesitamos, y si es peligroso buscar intimidad en los extrañ os,
podemos dirigimos a la tienda de animales má s cercana y comprar, por poco dinero, una
pieza de intimidad animal; como una descarga afectiva equivalentemente sublimal, entre
otras alternativas aná logas.

[28]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

¿QUÉ SON LAS EMOCIONES?


Todos sabemos algo acerca de los sentimientos y de las emociones por nuestra propia
experiencia. A nadie necesita decírsele que la có lera, el temor y la alegría son emociones
humanas típicas. Vivimos tambié n conscientes de la importancia de tales sentimientos
en nuestra conducta, porque lo que hacemos, con frecuencia es motivado por ellos. Y sin
embargo, a pesar de que tenemos cierta familiaridad personal con las emociones, su
estudio científico nos ayudará a sistematizar nuestro conocimiento. Aumentará nuestra
conciencia de la importancia de la vida humana, nos ayudará a conocer mejor su
naturaleza y nos proporcionará algú n conocimiento íntimo de nuestra propioceptividad
y emociones. La palabra «emoción» se deriva de la palabra latina emovere que
significa remover, agitar o excitar. Las emociones con frecuencia dependen de la
conciencia que tiene el organismo de la importancia de una situació n y de esta manera
intervienen los procesos cognitivos de percepció n y pensamiento. Las emociones se
reflejan tanto en la conducta psicofísica como en la experiencia subjetiva del organismo.

LAS EMOCIONES COMO RESPUESTA


Dos clases de respuestas reflejan con frecuencia la emoció n. La primera es una
respuesta externa o declarada que se hace al medio ambiente. Ésta puede tomar la
forma de cambios en la expresión facial, tales como la sonrisa, el enojo, el puchero,
la risa, o el llanto, como se ilustra en las fotografías siguientes. O puede hacer intervenir
manifestaciones de agresió n declarada como golpear a un adversario, patear una silla o
maldecir.
El segundo tipo de respuestas que acompañ an a la emoció n es interno y fisioló gico.
Cuando la emoció n es intensa, sobrevienen cambios muy extensos dentro del organismo.
El corazó n late rá pidamente, se libera azú car a partir del hígado, las pupilas se dilatan
(midriasis), se transpira en forma fisiognó mica, axilar o palmar, etc.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

LA EXPRESIÓN FACIAL COMO GESTO O RESPUESTA EMOCIONAL

Las diferencias de la expresió n facial son quizá la respuesta declarada má s obvia que se
hace al medio ambiente (cará cter o particular manera de reaccionar frente a las
estimulaciones externas.) Las respuestas mostradas en estas dos fotografías reflejan
claramente diferentes estados emocionales.

LA EXPERIENCIA EMOCIONAL
Existen por lo menos tres dimensiones de la experiencia emocional consciente, que son
ú tiles para comprender la naturaleza de la emoció n. É stas son: tensió n-relajació n, agrado-
desagrado y atenció n-rechazo (Schlosberg, 1954).
Las emociones varían de intensidad desde los estados moderados, tales como variaciones
ligeras del cará cter hasta las pasiones intensas que desintegran y desorganizan la conducta.
Podemos estar brevemente coléricos o contrariados, o llegar a estar tan intensamente
coléricos que perdemos el control de nuestra conducta. Por tanto, podemos decir que las
emociones varían mucho segú n el grado de tensió n o permeabilidad que interviene. Cuando
las emociones varían en la dimensió n de agrado-desagrado, se le conoce Como «tono
hedó nico», que es simplemente el tono del sentimiento asociado con la emoció n.
Generalmente experimentamos emociones tales como la alegría, el orgullo, el contento y el
amor, que son agradables: mientras que el dolor, la vergü enza y el miedo, el remordimiento y
la culpabilidad son relativamente desagradables.
Finalmente, las emociones abarcan desde aquellas que provocan volver la cabeza o
volverse de espaldas (por disgusto, temor o desprecio) hasta aquellas que comprenden que
la atenció n de la persona sea llamada sobre algo (ya sea por sorpresa o curiosidad, incluso el
temor puede ser variable de aná lisis sobre la atenció n). Esta dimensión se refleja en las
expresiones faciales.

[30]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

OTRAS CARACTERÍSTICAS DE LA EXPERIENCIA EMOCIONAL


Otro aspecto de la emoció n como experiencia consciente es aquel al que algunas veces nos
referimos como el nombre de selectividad. Cualquier emoció n fuerte provoca concentració n
sobre ciertos estímulos, mientras excluye otros estímulos que compiten. Por ejemplo, el refrá n
que dice «el amor es ciego», se refiere a lo difícil que es que la persona enamorada vea las
faltas o fallas del otro. La emoció n fuerte del amor enfoca la conciencia del individuo en los
atributos que le atraen y omite aquellos que no le parecen de su admiració n o simpatía.
Otro efecto característico de las emociones fuertes es el dominio de la emoció n sobre las
experiencias conscientes. Una persona aterrorizada só lo puede pensar en su propio miedo.
Sufre de anorexia e insomnio, no come ni duerme o tiene mucha dificultad para conciliar el
sueñ o, y no puede llevar a cabo sus tareas normales cada día.

LAS EMOCIONES COMO FENÓMENOS SOCIALES


Una perturbació n emocional que se presenta en una sola persona Con frecuencia es
trasmitida a un grupo, y en ocasiones a toda una nació n. Este fenó meno es al que con
frecuencia se refieren algunos como «histeria de masas» o neurosis colectiva. Es uno de los
aspectos poco comprendidos de las emociones y al mismo tiempo uno de los que mejor se
deben entender (es el caso de las pandillas deportivas», «barras bravas», etc.).
Sabemos que por lo menos dos factores son importantes: la ambigü edad o falta de
claridad en la situació n, y los rumores (cabe agregar tambié n, la estructura de
personalidad o característica biopsicosocial que adolece la persona, el grupo, pueblo o
nació n: pero que estos factores referidos obren con fuerza).

LAS EMOCIONES COMO AYUDA EN LOS CASOS DE SITUACIONES CRÍTICAS


Las emociones fuertes nos ayudan a enfrentamos con las situaciones emergentes, de la
siguiente manera: utilizamos el má ximo de nuestro esfuerzo durante períodos cortos;
podemos ayudar en actividades solidarias durante un tiempo má s largo que lo
ordinariamente posible y la emoció n intensa disminuye la sensibilidad al dolor.
Todos conocemos casos en que un individuo carga algú n objeto pesado para sacarlo de su
casa durante un incendio, que en condiciones normales no lo haría. Las emociones fuertes,
tales como el temor y có lera, permiten al organismo utilizar al má ximo su fuerza. Cuando
la emoció n fuerte cesa, las fuerzas físicas del organismo se reducen en proporció n.
Ademá s de aumentar las fuerzas físicas, las emociones fuertes tienden a facilitar mayor
actividad (vigía en estado de ·alerta) durante períodos prolongados, sin la presencia
natural de la fatiga. Una persona que experimenta gran preocupación o temor puede

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

permanecer largo tiempo sin dormir (con la subsecuente alteració n endocrina u


hormonal y física). Es capaz de sostener rudos trabajos físicos sin experimentar fatiga. Al
hombre que encuentra su casa en llamas, le impele una" fuerza interior, rescata a los
suyos, puede aú n sacar cosas pesadas que está n a su alcance y ademá s ayudar a los
bomberos a extinguir el fuego, sin mayor fatiga.
Las emociones fuertes nos ayudan tambié n para enfrentamos a las situaciones de
urgencia reduciendo la sensibilidad al dolor. Un individuo lesionado en un accidente de
automó vil puede no percatarse en absoluto de la lesió n hasta algú n tiempo despué s que el
accidente ha ocurrido. Ocasionalmente hemos oído de casos en que las personas se han
roto las piernas o han sufrido otra lesió n grave, sin percatarse del dolor físico de ninguna
especie en el momento del accidente.
Si bien las emociones intensas pueden en muchos casos ayudar a enfrentarse a las
situaciones emergentes, también pueden retardar la acción eficaz. El individuo presa
del pá nico puede sentirse inmovilizado en el lugar en que se halla, incapaz de actuar de
cualquier forma, o de tomar decisió n alguna. El equipo de futbol que llega al juego má s
importante del torneo puede estar tan intensamente ansioso acerca del resultado, que
dejaría de funcionar como un equipo o unidad.
Parece existir cierto grado de relació n entre la intensidad de las emociones y la eficacia de
la acció n Las emociones fuertes pueden ayudar para enfrentarse a las situaciones críticas,
pero las emociones má s fuertes pueden inhibir la acció n efectiva. La persona que va a
hablar ante un grupo, con frecuencia lleva mejor su cometido si se encuentra en cierto
grado de tensió n acerca de su discurso que si estuviera en un completo estado de calma.
La tensió n emocional lo hace má s enfá tico, má s convincente, y lleno de mayor resolució n
para presentar sus puntos de vista al auditorio. Si la tensión aumenta todavía más, sin
embargo, puede comenzar a dar signos psicofísicos de desorganización, tales como
percepciones falsas, temblores digitales o corporales, sequedad de la boca y de la
garganta y respiración rápida. Y a la vez estos signos físicos pueden hacerle olvidar su
discurso o parte de é ste, consultar sus notas con frecuencia y hablar detenié ndose
continuamente. Si la tensió n aumenta todavía má s, el orador se desorganiza por completo.
Debe emplear tremenda energía para mantener su control; se concentra en el auditorio y
en la reacció n que é ste muestra acerca de lo que dice, ya sea supuesta o imaginaria.
Todavía bajo mayor tensió n emocional, el individuo pasaría de balbuceante hasta la
incapacidad para hablar.

MOTIVACIÓN EMOCIONAL
El hecho de que las emociones puedan ser de cará cter motivador es bien conocido.
Muchos filó sofos han sostenido durante mucho tiempo que buscar el placer y evitar el

[32]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

dolor son las dos finalidades principales de la vida.


Los «marketeros» (quienes aplican la mercadoté cnica -estudio de mercado- para que el
producto tenga má s demanda) y los fabricantes realizan investigaciones minuciosas para
descubrir qué le gusta al pú blico.

LAS EMOCIONES COMO ACOMPAÑAMIENTO DE LOS MOTIVOS


Virtualmente todos los motivos tienden a matizarse con algú n acompañ amiento
emocional. El hambre y la sed son relativamente desagradables desde el punto de vista
emocional. Casi siempre es imposible para nosotros pensar en motivos de esta especie
como cosas esencialmente neutrales o agradables.
Las emociones agradables no só lo van asociadas a la satisfacció n de los motivos; con
frecuencia experimentamos emociones agradables cuando estamos en el proceso de
satisfacer algú n motivo. La persona que va de vacaciones para visitar a los seres
amados goza anticipadamente con los preparativos, y tolera horas molestas de
viaje para alcanzar este objetivo aunque después suceda alguna riña con aquéllos.
La có lera es un acompañ amiento desagradable de los motivos en muchos casos. La
có lera puede llegar a ser un motivo en sí misma, y conducir a una conducta dirigida
(instigada) contra la fuente de la có lera misma; empero, la có lera aparentemente
comienza con mayor frecuencia como acompañ amiento emocional de una conducta
motivada que es interrumpida.

TIPIFICACIÓN FISIOLÓGICA DE LA RESPUESTA EMOCIONAL


El modo má s objetivo de estudiar las emociones es por medio de la investigació n de los
cambios fisioló gicos que se presentan cuando el individuo es trastornado o perturbado
emocionalmente. La mayor parte de nuestros datos experimentales relativos a la emoció n
proviene del estudio de indicios fisioló gicos. Por todos es conocido que dentro del
organismo humano se dan ciertos cambios cuando estamos perturbados emocionalmente.
Muchas veces cuando alguien está deslumbrado con alguien, pierde el apetito, tiembla
cuando se encuentra frente a é l o la voz se le torna ronca o quebradiza, hay tartamudeo, e
incluso llegaría hasta la mudez en presencia del estímulo que hormonalmente le está
acelerando su sistema respiratorio, laringotraqueal, cardiovascular, etc.
El soldado que está en combate por primera vez, siente que su corazó n se agita o
golpea fuertemente dentro de su pecho, suda frío o tiene escalofríos, y experimenta una
sensació n de vacío en el estó mago. El estudiante que se aproxima al momento de exponer
su clase, siente «palpitaciones», ondulaciones o vibraciones en el epigastrio, pone tensos
sus mú sculos, está nervioso y sobresaltado. Todos hemos experimentado estas y otras
sensaciones emocionales en diversas ocasiones.

[33]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

EXPERIENCIA EMOCIONAL PROFUNDA Y REACCIONES DEL ORGANISMO


1. Ocurren respuestas galvánica-cutáneas (RGC); es decir, cambios en la resistencia
elé ctrica de la piel. Se mide por medio de electrodos colocados en las palmas de las
manos.
2. Se eleva la presión arterial y se altera el volumen sanguíneo de varios ó rganos.
3. Taquicardia (aumento de frecuencia cardiaca), y en casos excepcionales, el individuo
puede experimentar agudos dolores alrededor del corazó n.
4. Aceleración respiratoria.
5. Presenta midriasis (dilatació n de las pupilas), de manera que entra má s luz en la
retina.
6. La secreció n salival disminuye, y por lo tanto existe sequedad de la boca y de la
garganta.
7. Respuesta pilomotora (cutis anserino o «piel de gallina»).
8. Hipomotilidad o detención del aparato digestivo.
9. Los músculos se ponen duros, tensos y tiemblan.
10. La composició n de la sangre cambia. El cambio má s notable es la elevació n del azú car
sanguíneo.
11. Incontinencia esfinterial (sensació n de miccionar o micció n involuntaria; de defecar
o descontrol genitourinario y anal).
12. Labilidad emocional, desbordar en llanto exabruptamente.
13. Secreción de adrenalina a la sangre por la médula suprarrenal (que es la parte no
endocrina de las glá ndulas suprarrenales, se cree que es la base del ESTRÉS). La
adrenalina eleva el azú car de la sangre, ayuda a ésta a coagularse má s rá pidamente, y
aumenta la presió n arterial (cuando uno está asustado o enojado, o cuando
experimenta alguna emoció n intensa, la divisió n del simpá tico activa estos cambios
de la fisiología del cuerpo. A medida que la emoció n cede, el organismo gradualmente
vuelve a lo normal a través de la acció n opuesta o antagó nica de la divisió n
parasimpá tica del sistema nervioso autó nomo).

TAMAÑO DE LA PUPILA COMO INDICADOR DE LAS EMOCIONES


Los aumentos del tamañ o de la pupila acompañ an la contemplació n de estímulos que
poseen tonalidades emocionales (Hess y Polt, 1960).
Conforme al experimento realizado, a determinadas personas se les mostró una serie
de fotografías de prueba: una madre con un bebé, só lo un bebé, un desnudo masculino y

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

uno femenino, y un paisaje; se observaron las pupilas de las personas cuando veían cada
uno de estos cuadros. Los resultados fueron:
Las pupilas de la mujer aumentan má s que la del hombre, cuando ve a una madre con
su bebé o só lo un bebé.
Las pupilas de la mujer aumentan má s que las del hombre, ante el desnudo masculino.
Las pupilas del hombre muestran mayor diá metro cuando ven un desnudo femenino.
El paisaje mostrado resultó ser de menor interés -pupila poco o nada dilatada- para la
mujer que para el hombre.
Lo anterior nos lleva a colegir que el valor del interés se refleja en el tamaño de la
pupila, o a la inversa (el tamañ o de la pupila refleja el valor e interés que tenemos en
determinado asunto).
Experimentos má s recientes han llegado incluso a demostrar que es posible descubrir
la homosexualidad en los seres humanos empleando esta técnica.

DIFERENCIACIÓN FISIOLÓGICA DE LA EMOCIÓN


Un experimento que arroja cierta duda sobre la teoría de que los cambios fisioló gicos
deben preceder a la experiencia consciente de la emoció n, se refiere al efecto de inyectar
adrenalina en la sangre cuando el individuo no está emocionalmente perturbado.
La adrenalina produce algunos de los trastornos fisiológicos que se encuentran en
las emociones fuertes. Normalmente, esta substancia es secreta da y pasa a la
circulació n desde la médula suprarrenal, y actú a para aumentar la presió n sanguínea, la
frecuencia de los latidos cardiacos y la respiració n.
Sobre la base de este experimento y de muchos otros, se ha ce aparente que los
cambios fisiológicos normalmente asociados a la emoción no son en sí mismos
suficientes para producir una experiencia emocional real.
Algunos cambios fisioló gicos pueden ser inducidos experimentalmente, pero la
experiencia resultante es de «emoció n fría» má s que el estado emocional realista
genuino.
Las emociones, por tanto, comprenden la totalidad del organismo, incluso cerebro y
vísceras, y todos estos factores deben ser subrayados para que pueda desarrollarse una
teoría vá lida de las emociones.
Empero, al parecer, los factores cognoscitivos desempeñ an un papel muy importante
en las emociones. Si uno se encuentra en una situación en la que espera
experimentar una emoción específica (predisposición), interpreta los signos de
alteración fisiológica de acuerdo con esa emoción particular.
Un investigador ha llegado a la conclusión de que «con frecuencia es más

[35]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

importante saber qué clase de paciente tiene la enfermedad, que conocer qué clase
de enfermedad tiene el paciente» (Dunbar, 1943). Es decir que los trastornos mentales
y/o emocionales (predisponibilidad) en cierto modo han contribuido a la enfermedad del
paciente.
El Sistema Nervioso Autónomo (SNA) actúa para aumentar a frecuencia del
latido cardiaco, la presión arterial y la respiración. En una persona bien
ajustada, los estados emocionales fuertes pasan rápidamente, y el cuerpo
gradualmente vuelve a lo normal; sin embargo, en algunas personas, esta
norma autónoma de descarga queda constantemente alta, y las
concomitantes fisiológicas de la emoción no ceden. Es casi como si la
persona estuviera continuamente colérica, asustada o ansiosa.
El hombre no só lo reacciona a los objetos y a los sucesos inmediatamente
presentes, sino también a los símbolos de estos sucesos u objetos que lleva en su
mente. Por tanto, no necesita encontrarse presente un estímulo de miedo o de
có lera para crear emociones intensas en el hombre; una idea o un recuerdo
pueden ser tan eficaces como algún estímulo visible o concreto, para
producir la emoció n. Una persona que se pone colérica o miedosa en la oficina
puede continuar estando colérica o llena de miedo cuando está en su hogar.
Puede continuar reaccionando como si los estímulos productores de có lera o de
miedo se encontraran todavía presentes y esta reacció n puede persistir durante
días o meses. Por tanto, es propio de la capacidad del hombre simbolizar objetos
(abstracció n, conceptualizació n) y sucesos de la naturaleza, lo que constituye la
base de las enfermedades psicosomá ticas: y es esta capacidad la que aumenta o
disminuye el potencial para estas enfermedades en el hombre. Y como ya
referimos, la actividad autó noma queda constantemente elevada en los
individuos propensos a presentar tales enfermedades.
Las personas incapaces de reaccionar agresivamente (explosionar), entonces,
cuando se ven frustrados, presentan un alto nivel de tensió n interna.
Después de un período suficientemente largo, el resultado puede ser una
enfermedad psicosomá tica, como una ú lcera gá strica o duodenal, por ejemplo.

TIPOS DE REACCIONES PSICOSOMÁTICAS


Segú n Coleman (1956), las reacciones psicosomá ticas son clasificadas de acuerdo
con la parte afectada; se agrupan en diez tipos:
1. Reacciones cutáneas, como el eczema alérgico pruritó geno o no, casos de urticaria
y acné: inclusive algunos casos de dermatitis.
2. Reacciones esqueléticas, tales como dolor de espalda, calambres musculares y
ciertos tipos de reumatismo.

[36]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

3. Reacciones respiratorias, inclusive algunos tipos de asma, rinitis espá tica y


bronquitis asmatiforme de repetició n.
4. Reacciones cardiovasculares: bradicardia o taquicardia, presió n arterial elevada y
dolores de cabeza tipo migrañ a o jaqueca.
5. Reacciones sanguíneas y linfáticas (exudació n con cierto hedor o sin él).
6. Reacciones gastrointestinales: ú lcera duodenal, colitis, estreñ imiento, pirosis y
anorexia.
7. Reacciones genitourinarias: trastornos menstruales, micciones dolorosas,
«prostatismo» y constricció n dolorosa de la vagina (vaginismo) que
interviene en algunos casos de «frigidez».
8. Reacciones endocrinas u hormonales, hipertiroidismo o hipotiroidismo,
leptosomatismo («flacucho») u obesidad, respectivamente; trastornos en que
los factores afectivos/ emocionales son la causa primitiva.
9. Reacciones del sistema nervioso, reacciones de ansiedad («nerviosismo»), pérdida de
fuerzas con fatiga (psicastenia), y dolores musculares y reacció n miotó nica.
10. Reacciones de órganos sensoriales, inclusive conjuntivitis cró nica, inflamació n de la
delicada membrana que recubre los pá rpados: hipoacusia, etc.

Por ú ltimo, cabe remarcar que todos estos trastornos físicos no Son
necesariamente resultado de perturbaciones emocionales, en cuyo caso
estaríamos hablando de psicologismo; es decir, el hecho que ciertos trastornos
sean psicosomá ticos no implica de ninguna manera que sean meras creaciones de
la imaginació n de la persona o que existan só lo en su «mente». En el caso de la
presió n arterial elevada o hipertensió n, por ejemplo, algunos trastornos
orgá nicos
La expresió n de las emociones pueden ser exclusivamente la causa. Una infecció n renal
provoca con frecuencia elevació n de la presió n arterial, y muchos otros trastornos
orgá nicos pueden producir presió n elevada de la sangre. Las ú lceras pueden ser
psicosomá ticas, pero también ser resultado de alguna insuficiencia orgá nica. El asma
también suele ser causada por una alergia bien definida (se sabe incluso, que existe un
á caro microscó pico -su excretació n- que provoca esta reacció n asmatiforme).
La etiología de una reacció n psicosomá tica, funcional o biomédica, dependerá de un
acucioso examen clínico integral.

DESARROLLO SOCIOMADURACIONAL E INNATISMO EMOCIONAL


Desde el nacimiento perinatal, el hombre adquiere temores, sentimientos religiosos,

[37]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

patriotismo, lealtad de grupo, etc., y otros sentimientos o valores.


Los niñ os muestran una conducta que parece ser emocional casi desde el momento de
nacer: el lactante llora, sonríe, se agita, teme a los reptiles, a los insectos, roedores,
perros, al juego, a la obscuridad, a personas extrañ as, y así sucesivamente, lo que nos
permite deducir que todas estas emociones son innatas o instintivas.
Para el creador del behaviorismo -Watson- había tres emociones bien definidas e
identificables presentes en el momento del nacimiento: el miedo, la có lera y el amor.
Estos sentimientos son innatos «pertenecen a la naturaleza original, fundamental, del
hombre». Para él, el miedo comprende «… suspensión de la respiración, agarrar
inconscientemente las manos, oclusión de los párpados, contracción de los labios
y luego llanto lábil». En la cólera «... el cuerpo se pone rígido, movimientos de
golpear con las manos Y los brazos, los pies y piernas levantados, respiración
acelerada o entrecortada y congestió n de la cara». El amor vendría a expresarse con
la exteriorizació n sensible de cierta labilidad emocional (llanto-sonrisa y afabilidad).
Watson encontró en sus experimentos que el miedo puede ser ocasionado por un ruido
e impacto estruendoso repentino o la pérdida de algú n apoyo significativo: la có lera,
provocada por la restricció n de los movimientos corporales, no capacidad de
desplazamiento o libertad y pensamiento coaccionados; el amor producido por las
caricias o manipulació n de las distintas regiones del cuerpo. Es obvio que hay
diferentes corrientes psicoló gicas para explicar lo dicho desde otro á ngulo. Cabe
remarcar ademá s que el desarrollo emocional y sus mú ltiples respuestas, parecen ser
una funció n tanto de la maduració n biopsicosocial como implícitamente del
aprendizaje. Sobre el particular y paradó jicamente podemos referimos por ejemplo al
desarrollo emocional de los niñ os sordomudos y ciegos. É stos no han tenido la
oportunidad de observar las emociones de otras personas. No podrá n haber oído la
risa, ni observado las distintas expresiones faciales de la emoció n; sin embargo,
muestran las respuestas emocionales que son en muchos aspectos semejantes a las
personas normales.
Goodenough (1932) relata el caso de una niñ a de diez añ os que era sordomuda y ciega
de nacimiento. No había tenido ninguna oportunidad para observar la expresió n
emocional en otras personas, excepto por medio del tacto; «en circunstancias que
tenderían a provocar miedo, có lera o placer, su expresió n facial de llanto, de risa,
gestos o mohínes y actitudes que acompañ aron a éstos concordaban todos muy bien
con las descripciones clá sicas de la conducta emocional».

[38]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

EXPRESIONES EMOCIONALES / GESTICULARES EN NIÑOS SORDOMUDOS Y


CIEGOS

La niñ a que se observa en la presente ilustració n aprende a comunicarse con la


técnica del sentido de las vibraciones tá ctiles (digital, cenestésica, kinestésica, etc.).
Se puede llegar a la conclusió n de que las formas características de la emoció n y
muchos de los gestos y actitudes que nos indican la emoción se desarrollan
muy temprano en la vida a través de la maduració n (biopsicosocial, y/o má s
enfá ticamente del telencéfalo). Sin embargo, a medida que crecemos, las
posibilidades del aprendizaje aumentan, y se hace cada vez má s difícil averiguar
qué proporció n de la expresió n emocional puede ser atribuida a la maduració n y
qué proporció n al aprendizaje en sí (la maduració n biofisioló gica, desempeñ a un
papel inicial de la conducta emocional y el aprendizaje biopsicosocial, psicofísico
y/o «funcional» es causa del desarrollo emocional-gestual-actitudinal a posteriori
o ulterior).

MEDIO SOCIO CULTURAL Y LAS EMOCIONES


La manera en que se expresan las emociones es determinada en gran parte por la
cultura en que vive el individuo. Los hombres de nuestra cultura poco o rara vez
lloran, mientras las mujeres son mucho má s lá biles emocionalmente. Así mismo,
por ejemplo, los franceses e hindú es lloran má s fá cilmente que los mexicanos.

[39]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Los niñ os criados en nuestra cultura, con frecuencia muestran su desagrado


sacando la lengua. Sin embargo, un chino puede indicar sorpresa por esta
conducta. Aplaudimos cuando estamos contentos (tal como lo hacen los simios)
o cuando mostramos respeto; el chino aplaude o golpea las palmas de las
manos cuando se ve preocupado o desilusionado. De esta manera, cuando
consideramos diferentes culturas encontramos que algunos de los signos visibles o
extremos de las emociones son aprendidos (el comportamiento agreste u hostil de
las denominadas «barras bravas» de cierto fanatismo por un club deportivo, es
consecuencia de una conducta alienada.
En un estudio de Ekman, Soreson y Friesen (1969), se utilizaron 30 fotografías de
caucá sicos de ambos géneros, que mostraban las emociones de felicidad, sorpresa,
miedo, có lera, disgusto-desprecio y tristeza. Cada fotografía fue mostrada a sujetos
de Estados Unidos, Brasil, Japó n, Nueva Guinea y Borneo; la tarea consistió en
elegir una sola palabra entre una lista de seis vocablos, que pudiera ser usada para
describir la emoció n manifestada.
El resultado del estudio demostró alto grado de acuerdo y precisió n entre los
sujetos para reconocer las emociones que mostraban, y particularmente entre los
sujetos que vivían en culturas desarrolladas. Entre los sujetos de países
subdesarrollados, el acuerdo fue un poco menor, pero aun en tales casos hubo alto
grado de correlació n, de aceptació n o acuerdo en los rasgos fisionó micos o rostros
retratados (fotos) en expresiones gesticulares emocionales de felicidad, có lera y
miedo; y relativamente elevados en el caso de los otros mohínes o gestos.
Los sujetos que pertenecían a las culturas de países tercermundistas quedaron
incluidos en este estudio porque, si no hubiera sido así, las expresiones faciales
podrían haber sido atribuidas a la familiaridad con las demostraciones faciales de
las emociones manifestadas en las películas cinematográ ficas o de TV. Por tanto,
esta investigació n revela que es posible juzgar con un grado relativamente
elevado de precisió n las emociones manifestadas por las expresiones faciales. El
conocimiento de la situació n que despierta la emoció n puede ayudar para
identificada, pero no es un factor crucial. La investigació n antes referida, colíge
también que los movimientos musculares de la cara, asociados a ciertas
emociones primarias, pueden ser cosas no aprendidas y relativamente constantes
de una cultura a otra. Al respecto cabe señ alar aquí que hace mucho tiempo Ch.
Darwin aseveró que ese era el caso.
El aprendizaje naturalmente no determina las circunstancias en las cuales se
muestran las emociones en particular o los estímulos que despiertan ciertas
emociones. El aprendizaje influye en la forma en que las emociones se muestran
en el sentido de saber si la emoció n es intensa o queda enmascarada.
Las ocasiones que despiertan emociones son influidas por el aprendizaje, y
aprendemos a expresar diversas emociones por medio de diferentes expresiones

[40]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

y gestos faciales. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que


muchas de las expresiones faciales se ven poco influidas por el aprendizaje.

[41]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

ESTUDIO EXPERIMENTAL DE LA PERSONALIDAD Y LAS


EMOCIONES

Disociación. En 1954, Skinner, Solomon y O.R. Lindsley describieron un método


por medio del cual podría analizarse la conducta «anormal» (disociació n,
estereotipia, psicó tico, neuropatía, etc.) y comparada con la de la persona
«normal» o no psicó tica (para el caso en cuestió n).
Las observaciones advirtieron que estos casos revelaban frecuentemente
iteración en el caminar, alucinaciones audiovisuales e incoherencias en el
habla, así como gesticulaciones que no guardaban relación ni dimensión
con lo expresado, manifestado o realizado. Los pacientes má s desorganizados
o con mayor deterioro mental, muestran comportamientos cínicos o rígidos o de
movimientos má s lentos o pausados.
Pruebas de situación. Consiste en predecir la ejecució n de un sujeto en
situaciones futuras. Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, las pruebas
de ejecució n fueron ideadas para la selecció n de personal destinado a la Oficina
de Servicios Estratégicos. El personal de la Oficina de Servicios Estratégicos se
dedicaba de manera principal a actividades de espionaje y de sabotaje detrá s de
las líneas enemigas, y el objetivo de los procedimientos de estudio, naturalmente,
era predecir el éxito de estas actividades. Cada candidato era calificado segú n
varios rasgos, tanto en situaciones de entrevistas estructuradas como en no
estructuradas o de presión psicológica; en el que se observaban los gestos,
mohínes, expresiones, posturas, etc.

LA ENTREVISTA CON PRESIÓN PSICOLÓGICA

[42]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

El estímulo empleado, incidencia de rasgo de luz sobre el rostro del sujeto, con el
fin de incomodado (no se le permitía volver la cabeza ni cubrirse los ojos),
añ adiéndose a su vez frases o cuestionamientos verbales con cierto grado de
hostilidad. Obsérvese el rostro rígido o circunspecto que denota nerviosismo y/o
preocupació n.

Reacciones psicológicas probables del sujeto sometido a presión u


hostilidad
El sujeto sometido a presió n psicoló gica en diversas modalidades ya sea de
entrevista, de amenaza o castigo físico, opta por las siguientes respuestas:
1. Conducta de abandono, relajamiento o displicencia (ante la saturació n de lo
indicado en el epígrafe).
2. Comportamiento tendencioso, malicioso o paranoide (cuando se da el factor
indicado en el titular de modo sistemá tico).
3. Conducta de entrega, de sumisió n, delatora, o de responder cualquier sugerencia
a petició n de terceros (cuando se ve amenazada su integridad física y
psicoló gica, o haberle causado un temor angustioso hasta el pá nico).
Estas características se pueden dar principalmente dependiendo del tipo de
personalidad, endeble o fuerte, y del tipo de motivació n o causa que justifique sus
principios u objetivos, su razó n de existir; dependiendo también ademá s por
ú ltimo del grado de hostilizació n, tensió n-agresió n o sutil manipulació n; siendo
este ú ltimo un trabajo má s elevado, sistemá tico de mediano a largo plazo.
Finalmente, cualquiera de las condiciones ejercidas bajo sometimiento, presió n u
hostilidad ejercidas sobre el hombre, está en contra de todo principio ético, moral
y profesional; que ante los valores judiciales o legales carece de alguna validez.

EXPRESIÓN DE SENTIMIENTOS, TENSIÓN NERVIOSA Y DEPRESIÓN


Cuando algo te perturba o estimula, se produce a menudo una reacció n física.
Algunos signos pueden ser evidentes:
 Te sonrojas cuando te enfadas, avergü enza s o excitas.
 Cuando te asustas, tiemblas o te sientes mal.
 Te pones tenso o gritas de ira.
Las emociones también pueden producir síntomas de «enfermedad», y entre las
má s comunes, que surgen como resultado de alteraciones o problemas
emocionales, está n las cefaleas o dolores de cabeza (también llamadas jaquecas o
migrañ as), prurito o comezó n, vó mito, diarrea, dolor de muelas, constipació n

[43]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

esfinterial o estreñ imiento, desmayos, parestesias, hemiplejías o pará lisis de algú n


miembro, tos seca o «escurrimiento» nasal.
Por supuesto, los síntomas antes señ alados también pueden tener una causa
física y/o ú nica. En ocasiones un tras tomo físico empeorará , a causa de
perturbaciones emocionales, y no es raro observar que los síntomas físicos son la
reacció n (y consecuencia) a problemas emocionales.

CONTROLAR LOS SENTIMIENTOS O CONTARLOS


Existen culturas (la inglesa, por ejemplo) donde se pregona que es bueno
controlar los sentimientos, que 10 mejor es reprimir tanto el entusiasmo, como las
lá grimas, o la ira, y ante todo es mejor ser racionales. ¿Esto es realmente así?, ¿qué
pasa con los sentimientos que no se expresan? Muchas personas sostienen que no
desaparecen así como así, sino que siguen existiendo bajo la superficie, a «flor de
piel» o se almacenan en el subconsciente para luego brotar inesperadamente; y
alteran las pautas reactivas e incluso la conducta exterior.
La ira que no se expresa puede volverse en contra nuestra. Los temores que
callamos pueden volvemos tímidos o timidones para todo. Podemos tener una
apariencia desafiante, pero interior mente sentir miedo y ansiedad. Las agresiones
y las decepciones por las cuales nunca hemos llorado, pueden hacer que nos
protejamos contra cualquier otro posible dañ o, y seamos parcos, retraídos u
hostiles y/o demasiado cautelosos en cuanto a acercamos a los demá s, al grado de
comportamos evasivamente.

LOS SENTIMIENTOS SE DEMUESTRAN


En seguida mostramos algunos sentimientos que son comunes a todos nosotros
y/o algunas de las formas en las que las personas reaccionan a ellos. Dichas
reacciones pueden ir desde la expresió n espontá nea y directa del sentimiento,
hasta encontrar algú n modo de negar rotundamente su existencia (inhibició n o
represió n).
 Cuando sentimos ira, generalmente levantamos la voz o gritamos a la persona
con la cual nos enfadamos.
 Cuando nos sentimos tristes, deprimidos o molestos, tratamos de contá rselo a
alguien (con lá grimas en los ojos, o las reprimimos); o queremos estar solos y/o
lloramos a solas.
 Cuando nos asustamos, temblamos, nos estremecemos (o lloramos) mientras se
lo contamos a alguien, tratamos de inculcamos valor y decimos que en realidad
no estamos asustados (racionalizamos) o que realmente no hay nada por qué

[44]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

asustamos o por qué preocupamos.


 Cuando nos sentimos avergonzados, turbados o confundidos; reímos de
perplejidad (nerviosismo), mientras tratamos de explicar la causa de la
turbació n o vergü enza (a veces ponemos en juego mecanismos psicoló gicos de
«parquesividad» o fingimos que no sentimos la menor confusió n o vergü enza; y
ponemos una cara arrogante o petulante).
 Cuando nos sentimos alegres, sonreímos (o reímos a quijada batiente), y
tratamos de comunicar a alguien lo contento que estamos y nos trasladamos de
un sitio a otro como queriendo compartir nuestra efusividad.
 Cuando sentimos asco, repugnancia o desagrado, hacemos mohínes despectivos
con la cara o torcemos el rostro extendiendo semilabialmente con los dientes
visibles, haciendo gestos mientras se dice lo que se siente. A veces se finge que
nada ha pasado e ignoramos las cosas o a las personas que nos produjeron estos
sentimientos (represió n).
 Cuando sentimos simpatía, afecto o inclinació n hacia alguien, pretendemos
estrechar lazos e intimar, tocar, abrazar o besar a la otra parte. También se da el
caso contrario de no expresar nuestros sentimientos de afinidad por temor a
que pudieran lastimamos (que pudiera estar ocultando inseguridad en uno
mismo). A veces racionalizamos diciéndonos que es un fatuo sentimentalismo
y/o negamos estos sentimientos que pudieran terminar en una actitud
adusta/rígida, circunspecta y algo sociopá tica.
 Hay veces que adoptamos una actitud reiterativa como «tics» cual epilepsia
psicomotora.

[45]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

LA EXPRESIÓN FISIOGNÓMICA O GESTUAL DE LAS EMOCIONES A


TRAVÉS DEL ROSTRO
1 2 3

Estas fotografías muestran la


expresió n de seis emociones Comprueba ahora tus respuestas:
diferentes. La séptima, en el centro, En la fotografía 1, la mujer muestra
muestra una expresió n neutral que sorpresa.
sirve de comparació n. Los En la 2 su expresió n es de ira.
investigadores han descubierto que En la 3 muestra asco.
estas seis expresiones son bá sicas en En la 4, la expresió n de su rostro es de
la mayor parte de las culturas. En ellas miedo.
se muestran la felicidad, la tristeza, la En la 5 muestra felicidad, y en la
ira, el miedo, el asco y la sorpresa. fotografía nú mero 6, su expresió n es
¿Puedes ver cuá l corresponde a cada de tristeza.
una de estas emociones? 7

4 5 6

TENSIÓN NERVIOSA

Sientes que tu corazó n late má s fuerte y tu estó mago se revuelve. Tu rostro está
rojo y sudas. Te irritas con facilidad. Tu cuerpo está tenso.
A menudo la tensió n nerviosa, crea conflictos sociolaborales y/o familiares o
relaciones conflictuales interpersonales o de pareja. Veamos por ejemplo la

[46]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

siguiente secuencia y su ilustració n:


 Siempre está s haciéndome observaciones.
 Me incomodas y haces que me sienta harto.
 Espero que sea la ú ltima vez que me haces quedar mal.

Como se puede observar, él se dirige a ella en actitudes de queja (obsérvese las


manos en la cadera en posició n hegemó nica y mirada incisivamente fija; ella se
recoge, procura cubrirse el rostro con la mano y agacha la cabeza oclusionando los
ojos). Esta postura muchas veces permeable de la mujer suele ser lo bastante
inteligente para controlar o apaciguar la ira (non sancta) del varó n.
 ¡Deja de fastidiarme!
 Me avergü enzas y hasta me desconciertas.
 Eres una buena para nada, una inepta.

[47]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

La expresió n gestual agridulce puede ser observada en la actitud inquisitoria


del hombre; paradó jicamente las manos expresan un pedido de mayor
comprensió n a la otra parte. Ella se protege con los brazos cruzados en postura de
cierta «indiferencia» dá ndole la espalda.
 ¡Largo de aquí!
 Vete con tus brillantes ideas a otra parte.
 Contigo no se puede hablar porque no entiendes.

El sujeto se muestra má s colérico, en abierta actitud agresiva: el rostro expresa


enfado y está encendido: se observa una vena dilatada en el cuello (casi siempre
cuando está presente la ira, a punto de explosió n, hay mayor aceleració n del ritmo

[48]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

cardiaco y subsecuente bombeo sanguíneo hacia arriba...): nó tese ademá s, el índice


incriminador y los puñ os. En suma, plena actitud gestual visible, globalmente
manifiesta, cuasi violenta
Ella, en postura algo rígida con la mirada de frente pero de desconcierto a la vez,
con la palma de las manos hacia arriba, se pregunta perpleja: ¿Pero... por qué?, yo...
(y en silencio conciliador o de «yo no fui»).
Ella:  Si no me prestas atenció n, te daré la espalda.
 Eres un odioso petulante.
Él:  Le diré a mis amigos y familiares que te alejen de mí si continú as
molestando con lo mismo.
 Creo que está por demá s seguir con esto.
 Creo que se me fue la mano.

El rostro del sujeto se ve ahora algo apacible, como si se hubiera dado cuenta de
que se excedió ; los brazos distendidos hacia abajo perpendicularmente, las manos
sin oprimir y la postura menos rígida que la secuencia anterior.
Sin embargo, ella revela una fisonomía cuasi consternada (como si estuviese
dolida u ofendida y quisiera llorar), con una mirada hacia el infinito parece buscar
un punto de apoyo; sus brazos aú n continú an cruzados (como en la primera y
segunda escenas), señ al de que todavía las cosas no está n claras, no hay
penetració n a su interior, la armadura o la guardia se mantienen.
Ambos se encuentran de espalda, paso previo a la reconciliació n del «me culpa»
o a la disolució n.

[49]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Hay ausencia de palabras o expresiones hostiles, de gestos, mímicas o ademanes


hirientes. Casi siempre hay una pausa o silencio reflexivo, así como gestos o
actitudes má s asequibles o asertivos...

Los rostros de ambos se ven má s apacibles, tolerantes, con las miradas


tendientes a la meditació n; los mú sculos de la cara se encuentran aflojados (no
duros, ni rígidos), la posició n o postura en un solo plano de horizontalidad
(«hombro a hombro»).
Ella con las manos ligeramente sobre las caderas, ahora en posició n casi
hegemó nica y con la mirada algo fija pero no incisiva.
É l, cruzando los brazos «atado psicoló gicamente» a la altura de las muñ ecas en
imaginaria o subjetiva posició n de declive o de crucifixió n.

CÓMO RESPONDE EL CUERPO ANTE LA TENSIÓN NERVIOSA


El cuerpo reacciona ante cualquier demanda, prepará ndose para actuar. Si se
trata de algo aterrador o excitante, la reacció n es mucho mayor que cuando se
trata de algo ordinario. Si de repente nos espantamos, podemos sentir la reacció n
de alarma de nuestro cuerpo, que nos prepara para enfrentamos al «peligro»
(lucha), o alejamos de él (escape). El cuerpo necesita má s oxígeno (está
«hipoxiado»), entonces empezamos a respirar agitadamente. Nos disponemos
a emplear má s energía, de modo que el alimento almacenado pasa a la sangre en
forma de gotitas de glucosa y lípidos; éstos deben ser llevados rá pidamente a las
partes del cuerpo que má s lo necesitan.
El corazó n late má s aprisa para bombear la sangre con mayor rapidez por todo
el cuerpo. Los vasos sanguíneos de la piel y del estó mago se contraen a fin de
llevar má s sangre al cerebro, poniéndonos en un mayor estado de alerta, y a los

[50]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

mú sculos prepará ndolos para la acció n física. La sangre se prepara para coagular
en caso de alguna herida. La piel comienza a sudar para refrescamos, etc.
(Todos estos cambios son controlados por una sustancia química, por una
hormona, que se libera desde alguna parte del cerebro). El cuerpo ya está listo
para saltar fuera de la acostumbrada trayectoria o rutina, o para comenzar a
reponerse si somos derribados por un golpe.
Hay muchas ocasiones de nuestra vida diaria, durante las cuales nos vemos
amenazados o excitados por algo de lo cual no podemos alejamos y contra lo cual
no podemos luchar. Cuando un congestionamiento de tránsito nos atrapa
camino al trabajo, nos enfadamos con nuestro có nyuge, nos preocupa llegar
tarde a algú n lugar, y/o al trabajar todo el día con alguna má quina muy ruidosa,
surge en nuestro cuerpo la reacció n de alarma una y otra vez. Es imposible
recurrir a alguna medida física ú nicamente para libramos de la tensió n. Está en
nuestro propio cuerpo y sus defensas se vuelven en contra de él mismo. Si las
exigencias son demasiadas, el cuerpo puede sufrir dañ o: ataques cardiacos, angina
de pecho, hipertensió n arterial, ú lceras pépticas, cefaleas, asma, depresió n e
insomnio y accidentes.
Cuando nos sentimos ansiosos o aterrados, podemos sentir ná useas o sufrir
diarrea. Si estamos irritados o frustrados, podemos terminar con dolor de cabeza,
indigestió n, estreñ imiento o con los mú sculos tensos y .adoloridos. Estos
malestares son muy comunes y todos los padecemos alguna vez.
¿Có mo puede la tensió n provocar una enfermedad psicosomá tica?
Las ú lceras pépticas (la enfermedad universal del Tercer Milenio), por ejemplo,
pueden ser resultado de una sobreproducció n de á cido por parte del estó mago, en
un momento de ansiedad o de preocupació n fija.
La depresió n puede ocurrir cuando las exigencias impuestas a una persona son
continuas: ciertos individuos siempre se encuentran bajo tensió n, y aparentemente
nunca tienen un momento de respiro, se van acabando poco a poco, hasta que no
soportan má s, renuncian (abatidos) a seguir adelante y entonces surge la
depresió n (los sujetos maniacodepresivos, suelen comportarse similarmente, só lo
que éstos se manifiestan en períodos cíclicamente regulares).
La tensió n también hace que seamos: competitivos (nunca te permites la
oportunidad de descansar); relajados o displicentes (para tu vida las exigencias
son demasiado grandes, te resulta má s fá cil o có modo abandonarte -evasió n- o no
sabes cuá l es la mejor manera de enfrentar tus problemas); o independientemente
de que la tensió n sea mucha o poca, tienes la capacidad resolutiva y/o asertiva de
seguir tu propio ritmo de vida.

[51]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

TENSIÓN Y EMOCIONES
Las emociones intensas pueden ser má s tolerables si nos consolamos comiendo,
bebiendo, fumando o con calmantes. Pueden funcionar como medidas a corto
plazo, pero se pueden convertir en há bitos que finalmente dañ ará n tu salud, y a la
larga no te ayudará n a enfrentar te a tus problemas.
Si no sabemos qué sentimos (sentimientos de ambivalencia, indecisiones e
inseguridad) y tratamos de vencer los problemas con pastillas, tabaco o alcohol,
no deberá sorprendemos el hecho de que en alguna ocasió n nos tornemos ansiosos
o deprimidos, o maniaco-depresivos. Aunque no existe una línea divisoria entre la
salud y la enfermedad mentales, la ansiedad y/o depresió n son características
psicoló gicas marcadamente notorias, que suelen apartarse del promedio adecuado
del comportamiento humano, y deben ser atendidas.

LA DEPRESIÓN
Por lo regular, só lo nos deprimimos a ratos; nuestro á nimo se serena o nos
sucede algo agradable, que nos hace sentir mejor. La depresió n desorganiza
nuestra vida y nos causa problemas cuando dura mucho tiempo o empeora.
Por desgracia, es muy frecuente que la ayuda que busquemos asuma la forma de
píldoras antidepresivas. En ocasiones, las pastillas en cuestió n son muy
importantes en el control de la depresió n. Sin embargo, aunque las necesitemos, no
debemos sentarnos tranquilamente a esperar que surtan efecto.
Debemos pensar qué forma de vida puede estar causando nuestros problemas, y
có mo podemos ayudamos a nosotros mismos a levantar nuestro á nimo y evitar la
depresió n, en el futuro. Sin embargo, la depresió n puede manifestarse de muchas
maneras distintas, como las oscilaciones del á nimo, o diversos signos físicos. El
individuo está carilargo, los hombros se doblan y las actitudes suelen mostrar
desgano.

[52]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

La depresión afecta el estado de ánimo


Te sientes:
 Abatido, melancó lico o triste: «La vida es tan aburrida».
 Desesperado: «No tengo salida alguna».
 Desvalido: «No puedo hacer nada».
 Culpable: «Me culpo a mí mismo».
 Avergonzado: «Nunca pensé que sería capaz de comportarme así».
 Vacío: «Ya no suelo tener sentimientos duraderos».
 Solo: «A nadie le preocupo».
 Inú til: «He tenido tantos problemas en la vida, que me gustaría estar
muerto».
 Carente de cariñ o e indeseable: «No tengo a nadie por quien vivir».
 Irritable: «Me exaspero por cualquier cosa».
 Sin interés hacia el sexo: «Me he vuelto absolutamente frío».
Tienes:
 Indigestió n y gases.
 Estreñ imiento o diarrea.
 Mayor o menor apetito (aumento o disminució n de peso).
 Palpitaciones (aumento en la fuerza de los latidos del corazó n), y dolores
en el pecho.
 Problemas de sueñ o (insomnio o dificultad para levantarse).
 Dolor en las articulaciones.
 Dolores musculares.
 Fatiga (siempre está s cansado).
 Dolores de cabeza.
 Agitació n (inquietud y nerviosismo, o una terrible pesadez de
movimientos y al hablar).
 Piel seca y agrietada.

LA DEPRESIÓN AFECTA TU ORGANISMO


Todos los síntomas señ alados pueden depender de enfermedad física. De ser así,

[53]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

los signos será n otros, y se podrá n efectuar otro tipo de pruebas, las cuales
permitirá n el diagnó stico de alguna enfermedad real por parte del médico. No
obstante, si tienes varios a la vez (con o sin cambios en tu estado de á nimo),
probablemente se deban a la depresió n.
¿Puedes recordar haber tenido un estado anímico semejante a los mencionados?
Probablemente dirá s que «sí», pues todo el mundo tiene sus ratos de depresió n. Sin
embargo, es posible que jamá s te hayas percatado de que la depresió n se
manifiesta en la forma de enfermedades físicas. Si tienes varios síntomas a la vez
(con o sin cambios en tu estado de á nimo), probablemente se deben a la depresió n.

DIAGNÓSTICO ELEMENTAL
1. Te sientes desdichado en cualquiera de las formas ya enumeradas en la
columna «Te sientes».
2. Tienes por lo menos cinco de estos problemas:
- Mal apetito y pérdida de peso.
- Dificultad para dormir (insomnio o demasiado sueñ o durante la mayor
parte del día).
- Pérdida de energía.
- Agitació n (sobresalto).
- Poca capacidad para pensar o concentrarte o preocupació n constante...
- Pérdida de tu interé s usual en el trabajo, pasatiempos o sexo.
- Sentimientos de autorreproche o culpabilidad.
- Pensar continuamente en el suicidio.
3. Te has sentido así durante un mes, y no presentas ninguna enfermedad física
grave.

La depresió n a menudo es parte de alguna enfermedad física, como la diabetes o


la mononucleosis. Muchas infecciones producidas por virus, incluyendo los
resfriados, la gripe y la hepatitis infecciosa, van seguidas de depresió n.
También puede constituir un efecto adverso, por tomar demasiados calmantes o
píldoras anticonceptivas.

[54]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

CAUSAS MÁS FRECUENTES DE LA DEPRESIÓN


Pérdida reciente. La depresió n forma parte del pesar normal que sentimos
cuando perdemos a un ser querido, ya sea por separació n o por muerte. También
podemos sentir ese pesar si perdemos o nos roban algo de valor sentimental. Es
muy importante que seamos capaces de expresar nuestro dolor, a fin de aprender
a aceptarlo.
Un pesar interminable. La etapa depresiva del luto en ocasiones perdura por
mucho tiempo. Tal vez esto se deba a que en algú n lugar de tu inconsciente, está s
amedrentado, pues no sabes qué pasaría si permitieras la manifestació n de tus
sentimientos.
Si padeces un «pesar interminable», que no acabó en el momento indicado,
puedes sufrir una depresió n muy honda, por mucho tiempo. Es muy probable que
te deprimas al escuchar sobre la muerte de alguien. Ademá s, quedas en situació n
vulnerable, de modo que cualquier pérdida ulterior, por insignificante que sea,
puede causar una depresió n aú n mayor. Tal vez necesites ayuda para eliminar
estas reacciones residuales, pues está s, por así decirlo, retrocediendo y
experimentando el dolor que nunca dejas aflorar en el momento mismo de la
pérdida.
Poca autoestima. Durante la niñ ez alimentamos nuestra autoestima por medio
de abrazos, besos y caricias. En la edad adulta con frecuencia tenemos que
conformamos con la reafirmació n del valor que podamos tener mediante las
opiniones de las demá s personas.
Ira contenida. Reprimir o negar la ira puede conllevar un alto consumo de
energía. Hablamos de «tragamos nuestro coraje». La depresió n ha sido definida en
ocasiones como una ira dirigida contra nosotros mismos.
La ira no se vuelve contra nosotros mismos si somos capaces de autoafirmamos,
cuando así lo sentimos.
Debemos ser capaces de decir a los demá s cuá n enfadados nos encontramos. No
tenemos que tragamos nuestro coraje, si llega a explotar en forma de violencia
física.

PSICOPROFILAXIS DE LA AUTOAFIRMACIÓN
1. Mírate en el espejo. Si te puedes «identificar» en esta primera etapa, posees la
capacidad de acabar con tu depresió n constante. ¿Cuá l es la expresió n de tu
rostro? ¿Cuá l es la postura de tu cuerpo?
2. Ahora endereza los hombros y levanta la cabeza. Cierra los ojos y piensa qué
sientes.

[55]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

3. Emplea cualquier frase de ira que te venga a la mente. Si te sirve para reconocer
la ira, repítela varias veces en voz cada vez má s alta.
Si este ejercicio te es ú til, deberá s tener una idea má s clara para saber si detrá s
de tu depresió n ocultas tu ira, y cuá les son las causas de esta ú ltima.
Un momento crítico en la vida. Hay ciertos momentos durante los cuales se
produce algú n cambio importante en nuestra forma de vivir. El cambio puede ser
favorable, pero, independientemente de lo emocionante y divertida que resulte
esa nueva vida, aú n tenemos que sobreponernos a la «pé rdida» de nuestro viejo
estilo. Muchos experimentamos la depresió n en tales momentos.

ALGUNOS MOMENTOS CRÍTICOS


 El paso transitorio de la niñ ez a la incomprendida y fugaz adolescencia, y de esta
metamorfosis hacia el adulto responsable.
 Abandonar el hogar por razones de trabajo
 Cambios de empleo
 Estar desempleado
 Contraer matrimonio
 Divorciarse
 Cambio de domicilio
 Nacimiento del primer hijo (dejaste de ser un adulto «sin obligaciones» ).
 Renunciar al trabajo para hacer tareas domésticas
 Los hijos se ausentan de la casa
¿Podrías pensar en otros momentos críticos que te produzcan depresió n?
En tales momentos resulta muy normal atravesar por cierta fase de depresió n.
Estos suelen ser los momentos en que la gente nos dice: «no tienes por qué
deprimirte, tienes un bebé , casa, empleo, có nyuge adorable», etc.

¿QUÉ EMPEORA LA DEPRESIÓN?


Cuanto má s pensamos en nuestra depresió n, tanto má s nos deprimimos. Existen
cuatro há bitos comunes que ayudan a mantener la depresió n.
1. Pensar en el pasado. Las personas deprimidas tienden a remontarse a las
malas épocas pasadas. Guardan objetos que les recuerdan dichas épocas y
visitan los lugares donde fueron desdichados.
2. Pensar en el futuro. Los sujetos afectados consideran al futuro como «una

[56]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

gigantesca depresió n». Si tienes un buen día, probablemente no lo toman en


cuenta, al pensar: «¡Ah, pero no durará mucho!».
3. Deprimirse uno mismo. Al hacer comparaciones desfavorables.
4. La gente deprimida puede desesperarse ante cualquier mala noticia que oye.
En los diarios y en la televisió n constantemente se mencionan accidentes,
incendios, desamparo y guerras.

¿UNA PASTILLA PARA TUS PROBLEMAS?


Hay pacientes que obligan a sus médicos a que les receten algunas pastillas; y
ciertamente algunos pacientes esperan esto de los psicó logos. De no ser así,
inclusive suelen autorrecetarse, pues en las farmacias hay cantidad de pastillas al
alcance de todos.
Es vá lido tener presente que no siempre estaremos llenos de energía; cuando el
cuerpo está cansado, necesita descansar.
¿Es buena idea tomar un tranquilizante cuando las señ ales de peligro
producidas por la tensió n excesiva nos advierten que debemos cambiar nuestro
ritmo de vida?
¿Pastillas contra alguna crisis? Tal vez sí, pero ¿diariamente para superar los
problemas de la vida cotidiana? Definitivamente NO. Porque después de cierto
tiempo no habrá otra manera de enfrentarse a ellos.
No tratamos de decides que nunca tomen medicinas cuando tengan algú n
problema; hay ocasiones en las cuales tomar una pastilla tal vez parezca má s fá cil
de identificar que enfrentarse a las causas de un problema.

[57]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

T.V «Nada alivia má s rá pidamente que Aspiran»


Sujeto: «... entonces por qué no tomar nada?

[58]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

QUÉ HACER: DECÁLOGO ANTIDEPRESIVO


Los medicamentos modernos pueden ser ú tiles, pero muchos antidepresivos
producen efectos secundarios muy desagradables, también pueden producir la
sensació n de que lo ú nico que hace falta es seguir tomando pastillas, y que no es
necesario aprender a ayudarse uno mismo.
Los consejos que se indican a continuació n pueden ayudar a muchas personas,
pero no constituyen la solució n de todas las depresiones:
1. Levántate, lávate, vístete. Permanecer en la cama o andar en pijamas en
realidad puede deprimirte aú n má s.
2. Imponte pequeñas metas que puedas alcanzar. Ve de compras, escribe una
carta, arregla un poco el jardín; llama a algú n amigo. Todas esas pequeñ as
tareas te dará n una sensació n de «realizació n». En un día malo tal vez
necesites una nueva meta cada media hora, poco má s o menos.
3. Identifica tus hábitos depresivos (mencionados en el presente tema).
4. Trata de ya no pensar en los malos momentos; sería mejor que acabes con
todo lo que te los recuerde; deja de leer las noticias perturbadoras; no acudas a
los lugares a donde solías ir con alguien a quien perdiste. Debes detectar los
agridulces recuerdos que te acosan. Esto se parece un poco al moretó n
presionando para ver si todavía duele. En esta primera etapa es má s fá cil
detenerse.
Estas sugerencias pueden parecer triviales, pero ciertas personas deprimidas
«acumulan» depresió n a base de elementos tomados de todas partes. Cada
sentimiento perturbador adicional, que la desesperació n va arrastrando,
refuerza su depresió n.
5. No te hagas daño a ti mismo. Las conversaciones con uno mismo, durante las
cuales te criticas sin cesar o te comparas desfavorablemente con los demá s
(soliloquios), pueden minar la confianza en ti mismo. Puedes hacer que estos
pensamientos se desvanezcan poco a poco.
6. Enséñate hábitos nuevos. Si te encuentras deprimido sería mejor que
recordaras los momentos felices, para evocar puntos que puedas agregar a tu
lista. Usa esa lista y escoge diariamente cuatro o cinco «cosas placenteras» y
llé valas a cabo. Cuando una persona se encuentra deprimida, puede asaltade
fá cilmente la idea de que no merece ningú n tipo de placer. Así pues, cuenta a
diario estos «placeres» y asegú rate de obtenerlos (recuerda que «la mente
desocupada es taller del diablo»: o lo que vale también decir «desorden y
suciedad son primos hermanos, y la pereza la tía o la madre»).
7. Cuida tu dieta. Las personas que se ponen nerviosas y se irritan cuando se
deprimen, tienden a beber café en exceso (como necesidad de un estimulante

[59]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

alcaloide para «ponerse la pila»), comer desmedidamente, fumar, etc., la mayor


parte del día. El otro tipo de depresió n, cuando uno se siente abatido y con
sueñ o, provoca la falta de interé s por los alimentos (anorexia). Es necesario
tratar de comer regularmente y mantener una dieta equilibrada.
8. Haz ejercicio en forma regular. Existen pruebas de que la prá ctica del
ejercicio cambia ciertos elementos químicos que se producen y acumulan en
las células del cerebro, cuando las personas se deprimen (ademá s se eliminan
toxinas y oxigena apropiadamente al SNC). El ejercicio también ayuda a calmar
a las personas nerviosas. Sin embargo, los individuos deprimidos que se
sienten abatidos también, descubren que el ejercicio regular renueva su tono
muscular, de manera que se sienten má s alerta.
9. Solucionar tus problemas de insomnio o demasiado sueño. También en
esto ayudan el ejercicio y la relajació n; probablemente necesitas aprender
nuevos há bitos para dormir, sobre el particular es conveniente la asesoría de
un facultativo.
10. Dedícate como mínimo una vez por semana a una actividad socio-cultural,
recreativa, de esparcimiento, o grupos de amigos determinados (que te
permitan un desarrollo interpersonal diná mico) y/o alguna actividad de
voluntariado, de servicio a la comunidad humanitario.
Un empleo fuera de casa, por ejemplo, mejora la autoestima y proporciona
amistades de diverso tipo.
Si no puedes conseguir un empleo, podrías intentar el ingreso a algú n club social.

CAMBIA TU ESTILO DE VIDA


El aislamiento social aumenta la posibilidad de sentirnos deprimidos.
 Las personas recientemente viudas tienen una mayor probabilidad de
deprimirse. Esto no só lo es parte natural de su pesar, sino también se retraen
de sus amigos y se aíslan.
 Las esposas se aíslan cuando sus esposos trabajan todo el día, traen trabajo
adicional a casa, y pasan las semanas absortos en sus pasatiempos, o cuando
tienen que trabajar tiempo extra, o al salir del trabajo se van de juerga.
 Buscar un empleo o cambiado, puede ser ú til. No tiene que ser un trabajo
necesariamente remunerado. El trabajo voluntario suele ser ú til desde el
punto de vista social, y hace que uno se sienta querido y apreciado por los
demá s. Se entablan nuevas amistades y también se incrementa la autoestima;
dependiendo de las circunstancias y edad correspondiente.

[60]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

 También es muy importante cuidar las amistades. Muchos se encuentran


terriblemente ocupados con la educació n de sus hijos, el cuidado del hogar y
con su trabajo, pero después de los cincuenta añ os de edad no tendrá n
absolutamente nada que hacer, y para esa época los amigos se alejaron porque
la amistad languideció por falta de interés, y el resultado es la soledad,
incidiendo en lo comportamental, gestual, psicofísico y/o actitudinal.

Ve el siguiente diseñ o de flujos sobre guía prá ctica de orientació n biopsicosocial.

[61]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

GUÍA PRÁ CTICA DE ORIENTACIÓ N BIOPSICOSOCIAL

Algunas
organizaciones
altruistas ofrecen
 Te sientes desesperado y
un amigo con quien
necesitas decirselo a alguien
hablar ademá s de
que ayudan a
conocer a otros.
Comunicate con
ellos.

Consejero
 ¿Crees que tu depresió n se matrimonial. Puedes El psicólogo clínico
relaciona con problemas en consultar a cualquier te puede ayudar a
tus relaciones (no es necesario estar aprender nuevas
interpersonales casado) él sabe si es formas de conducta.
convenientte enviarte
con algun especialista.

Acaso:
 ¿Desconoces la forma de
comunicarte con alguien Tu médico puede
que te ayude? ayudarte o enviarte
 ¿Te preocupa alguna con quien pueda
posible enfermedad física? hacerlo
 ¿Te sientes tan deprimido
que tal vez necesitas algú n
medicamente o ayua El psicólogo clínico
especializadapara resolver
El psiquiatra puede te puede ayudar a
problemas má s complejos?
hacer que recibas en aprender nuevas
el caso necesario, el formas de conducta.
tratamiento
adecuado en un
hospital. Puede
Acaso: ayudarte o enviarte
 ¿Tienes problemas con alguien que te
econó micos con la renta de ayuda a solucionar
tu casa? La trabajadora los problemas que te
 ¿Tienes dificultad con el social conoce la
cuidado de tu casa? perturban.
ayuda que necesitas
 ¿Deseas cambiar de
para solucionar tus
trabajo o quieres aprender
algo nuevo? problemas sociales y
 ¿Quieres saber de algú n ambientales.
grupo social o de alguna
organizació n de
voluntarios?

[62]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

ALGUNOS ICONO S DE GESTOS Y/O ADEMANES


UTILIZADOS COMÚNMENTE EN LA COTIDIANIDAD DEL
QUEHACER HUMANO
(Ver el grá fico de la pá gina 87)

1. Manos entrelazadas en forma horizontal. Modo formal de saludar como inicio y/o
despedida de coloquio; una de ellas oprime con el pulgar e inclinació n absorbente o
posesiva. Usado con frecuencia en relaciones interpersonales de poco acercamiento
e intimidad.
2. Mano e índice visible. Cuando se señ ala algo o a alguien; señ alizació n explícita (a
veces inquisitorial e incriminadora...); si el índice oprime la mano emotivamente con
fuerza, está expresando peyoratividad o agresividad potencial, cuasi anticipo de un
acto violento. Permite percatamos del advenimiento de un acto o hecho, norma o
regla; que indica el camino. Preludio poco coloquial. Pedir la palabra; estar presente.
3. Manos con las palmas agitándose entre ellas. Para llamar la atenció n de alguien
por el ruido que causa chocar ambas (una de las funciones exclusivas de las manos
para expresar un llamado de atenció n, de un servicio, etc.; el chasquido de los dedos
para suplir esto, es a veces tomado de manera peyorativa). También suele usarse
para felicitar reconociendo la labor u obra excelsa de alguien: aplaudir.
Gesto considerado ganancioso si só lo se friccionan sutil y suavemente ambas palmas,
só lo que esta actitud tiene las manos má s recogidas interiormente.
4. Las palmas hacia arriba. Señ al de ser transparente en lo que estamos diciendo
(como queriendo expresar: «es todo lo que tengo», «no tengo má s...», «yo no fui»,
«no te estoy mintiendo», etc.). Gesto de alabanza o de plegaria, o de entregarse
enteramente; a veces considerado como acto de agradecer o solicitar, pedir algo o
mendigar, só lo que esta actitud es expresada casi siempre con una de las manos.
5. Mano recogida interiormente con el pulgar levantado. Significa haber
conseguido o logrado algo, victoria, muy bien, O.K., todo conforme, aceptació n,
asertividad, etc.
6. Manos entrelazadas en V u oblicuas. Usado generalmente cuando se saluda
fraternalmente, o de mayor acercamiento entre las personas (al encontrarse o al
despedirse). Expresa un grado emocional má s íntimo.
7. Mano tomando el mentón o cubriendo parte del labio superior. Actitud reflexiva
o señ al de preocupació n e intriga; perplejidad o duda. Por supuesto, este gesto
tendría este significado si, y só lo si, hay una concordante correspondencia con

[63]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

la expresió n del rostro, la direcció n de la mirada («medio ida»), la angularidad


de la cabeza y postura del cuerpo (demá s detalles que el buen observador ha
aprendido en el derrotero de su vida).
8. Mano recogida interiormente indicando el pulgar hacia abajo. Usado para
negar o rechazar algo o a alguien; también para finiquitar categó ricamente un
hecho, dando a entender su negació n. Dar fin. Terminar. Eliminar. Muy usado
en el Circo Romano en la é poca de los gladiadores (ad gladium: hombres que
luchaban por su vida; el vencedor tenía que matar al vencido, si el emperador -
por ejemplo Julio César- inclinaba su pulgar hacia abajo; el saludo inicial o
clá sico era «Salve César, los que van a morir, te saludan»).

1 Saludando 5 Aceptando

2 Señ alar algo o alguien, 6 Confraternidad


pedir la palabra; estar presente

3 Aplaudiendo 7 Dudando

4 Alabando, pidiendo, agradeciendo 8 Rechazando, negando

[64]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Conclusiones
  

1. Cuando los niñ os aprenden a escribir, suelen sacar la lengua y menearla de un


modo visible, siguiendo los movimientos de sus dedos; esto guarda total
relació n con el homú nculo de Penfield: el hombre es ante todo lengua, labios
y dedos (como queriendo indicar un elevado grado de sensitividad en é stos o
clara correspondencia de coordinació n visomotriz, atenció n o intelectividad).
2. Cuando tenemos conciencia de la presencia de una partícula irritable en
nuestras fosas nasales o en nuestras vías aé reas -conciencia que nos es
transmitida por la excitació n de las mismas cé lulas nerviosas sensitivas-,
mediante el estornudo y la tos podemos expulsar voluntariamente ese cuerpo
extrañ o empujando aire con fuerza a través de esos conductos. Pero la acció n
de nuestra voluntad no tiene nunca tanta energía, rapidez y precisió n como
cuando interviene la acció n refleja.
La violencia de un estremecimiento parece depender en parte de la vivacidad
de la imaginación y en parte del estado habitual o momentá neo del sistema
nervioso.
3. Ciertos actos o gestos que reconocemos como expresivos de tales o cuales
estados del espíritu resultan directamente de la constitució n misma del
sistema nervioso, y han sido -desde el origen- independientes de la voluntad
y en gran parte también independientes de la costumbre.
4. Cuando se es torturado, el sufrimiento se desahoga generalmente con
horribles contorsiones. Si el atormentado tiene costumbre de hacer uso de la
voz, deja escapar gritos penetrantes o gemidos sordos. Casi todos los
mú sculos del cuerpo entran vigorosamente en acció n. La boca se contrae
fuertemente. En ocasiones, los latidos suelen acelerarse, los dientes se
aprietan (algo similar sucede durante el sueñ o cuando se tienen lombrices
intestinales) o se frotan ruidosamente unos contra otros. Se ha dicho que en el
«infierno» hay rechinamientos de dientes.
5. Un hombre no puede a la vez reflexionar profundamente y poner con vigor en
juego su poder muscular. Cuando dos dolores se hacen sentir
simultá neamente, segú n una observació n que se remonta a Hipó crates, el má s
vivo ahoga al otro.

[65]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

6. Las glá ndulas son aun completamente independientes de la voluntad, y el


hombre que sufre puede mandar a sus facciones, más no puede impedir
siempre que las lágrimas inunden sus ojos. Un individuo hambriento,
colocado ante un manjar apetitoso tal vez no revelará su hambre por ningú n
gesto, pero no podrá evitar la secreció n de la saliva o de un «rugir» del jugo
gá strico en demanda de aminoá cidos o nutrientes.
7. La ternura profunda con que una madre rodea a su débil niñ o puede no
manifestarse por alguna señ al exterior o só lo por los ligeros movimientos
acariciadores, acompañ ados de dulce sonrisa y tierna mirada. Pero si se hace
voluntariamente dañ o a un niñ o, la madre se transfigurará : tendrá aire
amenazador, ojos brillantes, rostro coloreado, senos levantados, las
ventanas de la nariz dilatadas, su corazón palpitante. No son
manifestaciones del amor maternal, sino de la có lera, que ha sido en efecto la
verdadera causa que las ha provocado.
8. Un vivo sufrimiento trae muy pronto una depresió n o una postració n extrema.
Al principio obra como un estimulante e incita a la acció n. Produce
rá pidamente una postració n completa que se tomaría por una consecuencia
de esfuerzos prolongados hechos con objeto de escapar del peligro y que, en
efecto, pueden obedecer a esta causa, aunque esos esfuerzos no hayan sido
ejecutados por vía de asociació n. Un espanto extremo obra con frecuencia
primeramente como un poderoso estimulante. Todos sabemos que el hombre
o el animal impulsado a la desesperació n por el terror adquiere una fuerza
prodigiosa y se hace peligroso en el má s alto grado.
9. El uso de la voz ha debido asociarse a la emoción de la cólera y se ha
debido tomar un modo general de expresió n de este sentimiento, cualquiera
que sea la causa que lo excite. Ademá s ya vimos que un vivo dolor provoca de
igual modo gritos violentos, que procuran por sí solos una especie de alivio
(catarsis). ¿Por qué las diversas sensaciones y emociones provocan la emisió n
de sonidos extremadamente distintos?
10. La persona que se queja de un maltrato o de un sufrimiento ligero, habla casi
siempre en tono elevado (quebradizo, entrecortado); gemidos sordos y gritos
agudos expresan igualmente la angustia del sufrimiento.
11. Se verá también, que bajo la influencia del desprecio o del disgusto, hay
una tendencia, inexplicable, a soplar por la boca o por la nariz y a
producir de este modo un sonido análogo a «puf» o «psh».
El temor que hace temblar todos los mú sculos, produce, naturalmente, el
temblor de la voz. Ésta se torna al mismo tiempo ronca, a consecuencia

[66]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

de la sequedad de la boca (ansiedad), que produce la detención del


funcionamiento de las glándulas salivales.
12. El reflejo de Moro puede observarse si subimos y bajamos rápida y
bruscamente al niño unos decímetros (como si le dejá semos caer),
sosteniéndolo por la espalda (gestos y actitudes en esta etapa que suelen ser
naturales, no así en los adultos; que se observan só lo ante algú n evento
exabrupto o de sorpresa, a veces de susto «manchari» en el argot popular de
la selva). El pequeñ o extiende inmediatamente los brazos y abre las manos y
los dedos. Después cierra los brazos de nuevo, como para agarrarse de algo.
13. Otra nueva e importante forma de intimidad postuterina es el ofrecimiento
del pezó n para que el niñ o lo succione. La boca de é ste siente entrar una
forma suave, tibia y elá stica de la que puede extraer un líquido dulce y
caliente. Su boca siente el calor: su lengua gusta el dulzor y sus labios
perciben la suavidad. Una nueva y bá sica satisfacció n (una intimidad
primaria) ha entrado a formar definitivamente parte de su vida. Y, bajo
muchos disfraces, reaparecerá má s tarde, en la vida adulta (besos, mordiscos,
succió n de senos, etc.).
14. Es importante recalcar, que a diferencia de la orina, las lá grimas no sirven
para eliminar impurezas del cuerpo. Cuando la secreció n es escasa, limpia y
protege los ojos; pero cuando es abundante, su ú nica funció n parece ser
transmitir señ ales sociales o catarsis como descarga de emociones fuertes
reprimidas, lo cual justifica una interpretació n a base ú nicamente del
comportamiento. En el caso de la sonrisa, la invitació n a la intimidad parece
ser su principal objetivo.
15. También cuando realizamos el primer intento de contacto material, en forma
de un apretó n de manos, solemos acompañ ar nuestra acció n con una sonrisa.
16. La boca, es, con mucho, la má s importante, y transmite muchas señ ales a los
genitales, durante los encuentros amorosos, dependiendo a quié n, en qué
lugar y circunstancias.
17. Las piernas, anató micamente la parte exterior de los muslos femeninos,
tienen mayor cantidad de grasa que las de los varones, y, en determinados
períodos, se consideró eró tica la pierna rolliza. Además de su anatomía, la
posición de las piernas puede transmitir señales sexuales. En muchas
sociedades, se enseña a las niñas que no es correcto permanecer de pie
o sentadas con las piernas separadas. Hacerlo equivale seguramente a
una provocación y/o «apertura» de los órganos genital es, y, aunque
éstos sean invisibles, el mensaje sigue siendo fundamentalmente el

[67]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

mismo (o quizá también podría significar una actitud feminista, o tosca


imitació n viril). Cuando las mujeres cruzan las piernas, debe tenerse en
consideració n si visten falda o vestido, ya que se observa en algunas
ocasiones que algunas suelen sentarse sin cruzar las piernas cuando traen
pantaló n. En tiempos pasados no era comú n el uso de esta prenda de vestir,
en la actualidad es bastante popular en casi todas las culturas y niveles
sociales.
El hombre, cuando se sienta, usualmente lo hace con las piernas abiertas y los
tobillos entrecruzados angularmente a unos 300 aproximadamente; ¿se diría
que esta posició n es por su comodidad?, ¿es una postura típicamente
machista, o un modo de ocultar su «indecencia» prosaica de viril fatuo o
timorato?
18. Por consiguiente, la «niñ a bien educada» tradicional sigue manteniendo las
piernas juntas; pero tambié n es peligroso exagerar esta actitud y mantener
esas extremidades demasiados apretadas. Si hace esto o las cruza con fuerza,
es como si «protestase excesivamente», provocando una nueva clase de
comentario sexual. Como ocurre con todas las actitudes puritanas, revela con
ello que piensa demasiado en el sexo, que tiene ideas fijas y obsesivas al
respecto.
19. También diversos movimientos de los OJOS invitan a la intimidad. Aparte del
conocido guiño, se dice que el giro de los ojos es, en ciertas sociedades,
una invitación sexual DIRECTA. La mujer que baja modestamente los
párpados transmite también un mensaje, y el varón que los entorna
ligeramente da con ello una muestra de interés. Si la mirada suele hacerse
de un modo casi continuado o aparentemente discreto.
20. Las cejas fueron consideradas como un medio de evitar que el sudor se
introduzca en los ojos; pero su función básica es señalar cambios de
humor. Se levantan para expresar miedo o sorpresa. Se bajan para
indicar furor, se juntan como expresión de angustia, y se arquean sobre
una mirada interrogativa. Como prueba de amistad, suben y bajan
rápidamente una sola vez.
El estudio fisiognó mico o de la cara es, sin duda alguna, la regió n má s expresiva del
cuerpo humano, capaz de transmitir mensajes increíblemente variados y
sutilmente emocionales. Contrayendo y relajando mú sculos especiales, y en
particular los que rodean la boca y los ojos, podemos expresado todo, desde alegría
y sorpresa hasta tristeza y furor. (Ver "La expresió n fisiognó mica o gestual de las
emociones a través del rostro", en la pá gina 65).

[68]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

21. La cara adopta por sí misma la actitud típica de nuestro humor a largo plazo. Entre
lo dicho se resalta por ejemplo cuando una persona se encuentra emocionada o
deslumbrada por el sexo contrario, suele expresado apretando ligeramente los
labios o abultá ndolos como si fuera a dar un beso. (En el argot popular se usan
expresiones como las de «piquito», «trompita», besito, etc.).
22. Las siguientes son algunas de las etapas típicas en el proceso de formació n de
la pareja, en las cuales los gestos y ademanes tienen mucha implicancia:
- Mirada a los ojos. Mientras miramos a otro, éste nos mira a su vez.
Cuando nuestra mirada se cruza con la de otra persona, tendemos a mirar
inmediatamente a otra parte rompiendo el contacto visual; pero cuando
nuestra mirada se cruza con la de otra persona conocida, se dan
señales mutuas de saludo, una sonrisa súbita, una elevación de las
cejas, movimiento de brazos, etc.
- El brazo en la cintura. Se produce cuando el brazo se desliza alrededor de
la cintura. Es algo que el varó n no haría con otros hombres, por mucha que
fuese su amistad; por consiguiente, es como una declaració n directa de
intimidad 'amorosa.
- La mano en el cuerpo. La mano empieza a explorar el cuerpo de la pareja,
dá ndole palmadas, apretá ndolo o acariciá ndolo. El avance consiste en la
manipulació n por el hombre en los senos de la mujer. Estos actos producen
una mayor excitació n fisioló gica, motivo por el cual muchas jó venes exigen
su interrupció n.
23. Parece evidente que agitamos la mano para saludar o para despedimos,
porque, dada la distancia, nos hacemos má s visibles. También lo hacemos
cuando tratamos de parar un taxi o un autobú s, o cuando intentamos realizar
un contacto visual en medio de una muchedumbre, con otra persona que aú n
no ha logrado vemos; pero aquí no se agita la mano en la forma
acostumbrada, sino se levanta rígidamente un brazo y se mueve de un lado a
otro, con un movimiento que parte del hombro y si la tensió n es mayor se
levantan los dos brazos. En cambio si nos despedimos de alguien, o si vemos
a una persona que ya nos ha visto pero está aú n fuera de nuestro alcance, no
solemos agitar los brazos. Levantamos el brazo pero agitamos la mano.
24. Agitar la mano es observado en otros países de manera distinta, como por
ejemplo Italia, China, India, Pakistá n, etc., donde la acció n de llamado no lo es,
ya que suele emplearse como una señ al de despedida. La primera forma es un
movimiento de arriba abajo; pero esta vez el movimiento empieza desde
abajo, con la palma hacia arriba (como pidiendo limosna), y la mano se eleva

[69]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

repetidamente en direcció n al cuerpo del que la agita. Una vez má s, vemos


que es movimiento de palmeo, pues en la verdadera acció n de dar palmadas
en la espalda la mano adopta muchas veces esta posició n, con los dedos
apuntando hacia arriba, cuando el codo está en posició n baja y angulada.
25. Inclinar el cuerpo hacia adelante es un saludo de reverencia o respeto, propio
de sociedades como la de Japó n, y filosofías religiosas como la budista, la
cató lica, etc.; pero su uso como saludo ordinario es restringido a todo aquello
que nos evoca hacia un saludo reverencial total o de respeto (similarmente
de modo breve se hace una venia o inclinació n de la cabeza oscilando hacia
abajo).
26. El contacto corporal en todas sus modalidades, cuerpo a cuerpo, rozamiento
s, cara a cara, o de modo má s sutil, el contacto a través de las manos, como
cuando vamos a la peluquería, o al masajista, etc.; pero de ningú n modo debe
ser considerado como una acció n que podría ser un trabajo profesional
vá lido, como excusa oficial para tocar, ya que el ser humano adulto
fisioló gicamente capaz y como tal, es inevitablemente considerado como una
amenaza sexual en potencia, pero esto rara vez es admitido (siempre y
cuando la calidad profesional competente y la otra parte así lo requieran por
ser necesario en el proceso terapé utico). Por ejemplo, si uno va a un baile, no
es para tocar a alguien, sino «para divertirse». Uno va al mé dico, debido a un
virus y no en busca de un alivio tá ctil. Uno va a la peluquería para que le
arreglen el cabello, no para que le acaricien la cabeza, etc.
Estas funciones oficiales son válidas e importantes. Tienen que serlo
para disimular el hecho de que algo más ocurre al mismo tiempo, a
saber, la búsqueda de un contacto corporal amistoso.
27. Las emociones como respuesta. Dos clases de respuestas reflejan con
frecuencia la emoció n. La primera de ellas es una respuesta externa o
declarada que se hace al medio ambiente. Ésta puede tomar la forma de
cambios en la expresión facial, tales como la sonrisa, el enojo, el
puchero, la risa o el llanto. O puede hacer intervenir manifestaciones de
agresió n declarada, como el golpear a un adversario, patear una silla o
maldecir. El segundo tipo de respuestas que acompañ an a la emoció n es
interno y fisioló gico. Cuando la emoció n es intensa, sobrevienen cambios
muy extensos dentro del organismo. El corazó n late rá pidamente, se libera
azú car a partir del hígado, las pupilas se dilatan (midriasis), la transpiració n
es fisiognó mica, axilar o palmar, etc.
28. Otro efecto característico de las emociones fuertes es la dominació n de las

[70]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

experiencias conscientes por la emoció n. Una persona aterrorizada só lo


puede pensar en su propio miedo. Sufre de anorexia e insomnio, o tiene
mucha dificultad para conciliar el sueñ o, y no puede llevar a cabo sus tareas
normales cada día.
29. Las emociones fuertes nos ayudan a enfrentamos con las situaciones críticas,
de la siguiente manera: utilizamos el má ximo de nuestro esfuerzo durante
períodos cortos; podemos ayudar en actividades solidarias durante un
tiempo má s largo que lo ordinariamente posible: y la emoció n intensa
disminuye la sensibilidad al dolor.
30. Una persona que experimenta gran preocupación o temor puede ser
capaz de permanecer largo tiempo sin dormir (con la subsecuente
alteració n endocrina u hormonal y física). Puede ser capaz de sostener rudos
trabajos físicos sin experimentar fatiga. El hombre que encuentra su casa en
llamas, le impele una fuerza interior, rescata a los suyos, puede aú n sacar
cosas pesadas que está n a su alcance, y ademá s ayudar a los bomberos a
extinguir el fuego, sin mayor fatiga.
31. Las emociones fuertes nos ayudan tambié n a enfrentarnos a las situaciones
de urgencia reduciendo la sensibilidad al dolor. Un individuo lesionado en un
accidente de automó vil puede no percatarse en absoluto de la lesió n hasta
algú n tiempo despué s que el accidente ha ocurrido. Ocasionalmente hemos
oído de casos en que las personas se han roto las piernas o han sufrido otra
lesió n grave, sin percatarse del dolor físico de ninguna especie en el
momento del accidente.
32. Si bien las emociones intensas pueden en muchos casos ayudar a enfrentarse
a las situaciones emergentes, también pueden retardar la acción eficaz. El
individuo presa del pá nico puede sentirse inmovilizado, incapaz de realizar
cualquier acció n, o de tomar decisió n alguna.
33. Si la tensión aumenta todavía más, puede comenzar a dar signos
psicofísicos de desorganización, tales como percepciones falsas,
temblores digitales o corporales, sequedad de la boca y de la garganta y
respiración rápida.
34. Durante una experiencia emocional profunda, el hombre reacciona
psicofísicamente de la siguiente manera: respuesta galvá nica-cutá nea,
elevació n de la presió n arterial, taquicardia, aceleració n respiratoria,
midriasis, respuesta pilomotora, hipomotilidad del aparato digestivo, temblor
y tensió n muscular, incontinencia esfinterial, labilidad emocional y secreció n
de adrenalina; estas reacciones se presentan en algunos individuos con

[71]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

mayor fuerza e intensidad, dependiendo de circunstancias, formació n y


personalidad.
35. Empero, al parecer, los factores cognoscitivos desempeñ an un papel muy
importante en las emociones. Si uno se encuentra en una situación en la
que espera experimentar una emoción específica (predisposición),
interpreta los signos de alerta fisiológico de acuerdo con esa emoción
particular.
36. Cannon llegó a la conclusión, después de una completa investigación de
los relatos de casos de muerte por vudú, que tales fenómenos existen.
Consideró entonces la cuestión de cómo un estado ominoso y de miedo
persistente puede dar fin a la vida del hombre.
La muerte es consecuencia del estado de choque causado por una
secreción hormonal continua de adrenalina. Por lo tanto, los individuos
«embrujados» respirarán rápidamente, tendrán con toda probabilidad
el pulso más rápido y aumento de la frecuencia de los latidos cardiacos,
hasta que finalmente mueren de insuficiencia cardiaca (u otro tipo de
embolia cardiovascular, cerebral, apoplejía e hipoxia).
37. Para el creador del behaviorismo -Watson- hay tres emociones bien definidas
e identificables en el momento del nacimiento: el miedo, la có lera y el amor.
Estos sentimientos son innatos «pertenecen a la naturaleza original
fundamental, del hombre». Para é l, el miedo comprende «suspensión de la
respiración, agarrarse inconscientemente las manos, oclusión de los
párpados, contracción de los labios y luego llanto lábil». En la cólera «…
el cuerpo se pone rígido, se hacen movimientos de golpear con las
manos y los brazos; se levantan los pies y las piernas, la respiración se
acelera y se congestiona la cara.
38. Se puede llegar a la conclusió n de que las formas características de la
emoció n y muchos de los gestos y actitudes que nos indican la emoció n, se
desarrollan muy temprano en la vida a través de la maduració n
(biopsicosocial y/o má s enfá ticamente del telencéfalo). Sin embargo, a
medida que crecemos, las posibilidades del aprendizaje aumentan y se hace
cada vez má s difícil averiguar qué proporció n de la expresió n emocional
puede ser atribuida a la maduració n Y qué proporció n al aprendizaje en sí (la
maduració n biofisioló gica desempeñ a un papel inicial de la conducta
emocional y el aprendizaje biopsicosocial, psicofísico y/o «funcional» es
causa del desarrollo emocional-gestual-actitudinal a posteriori o ulterior).
39. En un estudio de Ekman. Soreson y Friesen (1969), se utilizaron fotografías

[72]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

de ambos géneros y caucá sicos, que mostraban las emociones de felicidad,


sorpresa, miedo, có lera, disgustos, desprecio Y tristeza. Cada fotografía fue
mostrada a sujetos de Estados Unidos, Brasil, Japó n, Nueva Guinea y Borneo;
la tarea consistió en elegir una sola palabra entre una lista de seis vocablos,
que pudiera ser usada para describir la emoció n manifestada.
El resultado del estudio demostró alto grado de acuerdo y precisió n entre los
sujetos para reconocer las emociones que mostraban y particularmente entre
los sujetos que vivían en culturas desarrolladas. Entre los sujetos de países
subdesarrollados, el acuerdo fue un poco menor, pero aú n en tales casos
hubo alto grado de correlació n, de aceptació n o acuerdo en los rasgos
fisionó micos o rostros retratados (fotos) en expresiones gesticulares
emocionales de felicidad, có lera y miedo; y relativamente elevados en el caso
de los otros mohínes o gestos.
40. La investigació n antes referida, colige tambié n que los movimientos
musculares de la cara, asociados a ciertas emociones primarias, pueden ser
no aprendidos y relativamente constantes de una cultura a otra.
41. Al respecto cabe señ alar aquí que hace mucho tiempo, Carlos Roberto Darwin
aseveró que ese era el caso. El aprendizaje naturalmente no determina las
circunstancias en las cuales se muestran las emociones en particular o los
estímulos que despiertan ciertas emociones. El aprendizaje influye en la
forma en que la emoció n se muestra y en saber si es intensa o que- da
enmascarada.
42. Las ocasiones que despiertan emociones son influidas por el aprendizaje, y
aprendemos a expresar diversas emociones por medio de diferentes
expresiones y gestos faciales. Sin embargo, investigaciones recientes han
demostrado que muchas de las expresiones faciales se ven poco influidas
por el aprendizaje.
43. Casos que revelan disociació n o psicosis, muestran frecuente iteración en el
caminar, alucinaciones audiovisuales e incoherencias en el habla, así
como gesticulaciones que no guardaban relación ni dimensión con lo
expresado, manifestado o realizado. Los pacientes má s desorganizados o
con mayor deterioro mental, muestran comportamientos cínicos o rígidos o
de movimientos má s lentos o pausados.
44. Los sentimientos deben ser expresados o demostrados con el propó sito sano
de equilibrar la vida afectiva: reprimirlos o inhibirlos puede crear una serie
de perturbaciones psicofísicas; así por ejemplo cuando nos sentimos írritos,
avergonzados, turbados o confundidos mostramos una risa perpleja o

[73]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

nerviosa, conocida tambié n como el paroxismo de la risa; entre otras


manifestaciones (modo incorrecto de interpretar esto).
45. Cuando nos sentimos ansiosos o aterrados podemos sentir ná useas o sufrir
diarreas. Si estamos irritados o frustrados, terminar con dolor de cabeza,
indigestió n, estreñ imiento o con los mú sculos tensos y adoloridos. Estos
malestares son muy comunes y todos los padecemos alguna vez.
¿Có mo puede la tensió n provocar una enfermedad psicosomá tica?
Las ú lceras pépticas (la enfermedad universal del Tercer Milenio) por
ejemplo, puede ser resultado de una sobreproducció n de á cido por parte del
estó mago, en un momento de ansiedad o de preocupació n fija.
46. La tensió n también hace que seamos competitivos (nunca te permites la
oportunidad de descansar); relajados o displicentes (para tu vida las
exigencias son demasiado grandes, te resulta má s fá cil o có modo
abandonarte -evasió n- o no sabes cuá l es la mejor manera de enfrentar tus
problemas); o independientemente de que la tensió n sea mucha o poca,
tienes la capacidad resolutiva y/o asertiva de seguir tu propio ritmo de vida.
47. Si no sabemos qué sentimos, si tenemos sentimientos de ambivalencia,
indecisiones e inseguridad; y tratamos de vencer los problemas con pastillas,
tabaco o alcohol, no deberá sorprendemos el hecho de que en alguna ocasió n
nos tornemos ansiosos o deprimidos, o maniacodepresivos.
Aunque no exista una línea divisoria entre la salud y la enfermedad mental; la
ansiedad y/o la depresió n son características psicoló gicas marcadamente
notorias, que suelen apartarse del promedio adecuado del comportamiento
humano, y deben ser atendidas.
48. Las personas que se ponen nerviosas y se irritan cuando se deprimen tienden
a beber café en exceso (como necesidad de un estimulante alcaloide para
«ponerse la pila»), comer desmedidamente, fumar, etc., la mayor parte del
día. El otro tipo de depresió n, cuando uno se siente abatido y con sueñ o,
provoca la falta de interé s por los alimentos (anorexia).
49. Una de las cosas importantes que inciden en nuestro comportamiento
gestual, psicoló gico, y/o actitudinal es la soledad (cuando é sta no es bien
manejada, proporcional y debidamente como sano esparcimiento recreativo
o reflexivo). Muchos se encuentran terriblemente ocupados con la educació n
de sus hijos, el cuidado del hogar y/o el trabajo; etc.; pero mucho después de
los 50 añ os de edad no tendrá n absolutamente nada que hacer, y para esa
é poca los amigos se habrá n alejado porque la amistad languideció por falta

[74]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

de interés, motivaciones, etc.


50. Las actitudes, expresiones gestuales o ademanes, así como las posturas
corporales, pueden ser ampliamente analizadas y comprendidas. Si tomamos
como base los estudios que tratan sobre el tema, así como el presente libro,
está demá s remarcar que casi todos los lineamientos vertidos en este estudio
y sus correspondientes significados, guardan una estrecha relació n con un
patró n de comportamiento gestual tipo o bá sico, circunscritos en nuestra
sociedad y cultura, y en la ó ptica y perspectiva de nuestra investigació n y
experiencias conjuntas.
51. «La mejor y eficaz manera de interpretar objetivamente la Psicología de las
emociones y actitudes (lenguaje no verbal: gestos y mohínes), está sujeto a
una sincronizada o sistemá tica observació n de dos o má s gestos que guardan
una relació n coherente entre sí».

[75]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Anexo.
Breve compendio
sobre actitudes

[76]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Actitud psicológicas, social históricas·


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PSICOLOGÍA SOCIAL
La psicología social comprende diversas teorías que pueden ser clasificadas como
teorías del equilibrio. Son las que se ocupan, tanto teórica como
prácticamente, de cómo y por qué cambian los individuos sus actitudes. Si,
por ejemplo, una audiencia escucha un discurso de una persona considerada
respetable, normalmente esperan ideas con las que estén de acuerdo. Si este no
es el caso, la audiencia pasará a desestimar al orador, o cambiará de actitud y
participará de las ideas expresadas. En suma, los oyentes modificarán sus
actitudes hacia el orador o hacia sus ideas, buscando el equilibrio. Del
mismo modo, las personas tienden a equilibrar o reconciliar sus propias ideas
con sus acciones. Al margen de este tipo de cuestiones, la psicología social
también ha estudiado, entre otros temas, el comportamiento de las masas o de los
fenó menos grupales.

Áreas interdisciplinarias
La subá rea interdisciplinaria má s antigua de la sociología es la psicología social,
considerada una disciplina independiente que atraía a estudiosos tanto de la
sociología como de la psicología. Mientras que los soció logos estudian
principalmente normas, roles, instituciones sociales y estructuras de grupo, los
psicó logos sociales se concentran en su impacto sobre la personalidad del
individuo. Los psicólogos sociales formados en la sociología han estudiado las
interacciones en pequeños grupos informales, la distribución de creencias y
actitudes en la población, y la formación del carácter y de las aspiraciones
bajo la influencia de la familia, el colegio, las amistades y demás
instituciones de socialización. Las ideas psicoanalíticas derivadas del trabajo de
Sigmund Freud y de otros psicoanalistas posteriores, han influido también en el
á rea de la psicología social.
La sociología histó rica comparada, determinada por las ideas de Marx y Weber,
había causado gran interés. Muchos historiadores se han guiado por conceptos
procedentes de la sociología, mientras que algunos soció logos han realizado
estudios de historia comparada a gran escala. Las barreras, antes claras entre

[77]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

historia y sociología, hoy han desaparecido, sobre todo en á reas como la historia
social, el cambio demográ fico, el desarrollo econó mico y político, la sociología de
las revoluciones y los movimientos de protesta.
La psicología social estudia có mo el entorno social influye, directa o
indirectamente, en el comportamiento de los individuos. Los psicó logos sociales se
interesan por el pensamiento, emociones, deseos y juicios de los individuos, así
como por su comportamiento externo. Los fenó menos psíquicos internos pueden
deducirse a partir de ciertas peculiaridades del comportamiento externo. La
investigació n ha demostrado que el individuo es influido por los estímulos sociales
tanto si está o no en presencia de otros y que, en la prá ctica, todo lo que un
individuo experimenta está condicionado en mayor o menor grado por sus
contactos sociales previos o actuales.
La psicología social surgió de las primeras indagaciones intelectuales hechas por
el hombre en sus relaciones con la sociedad. La mayor parte de los problemas que
Ocupan a la actual psicología social fueron ya reconocidos como problemas por los
filó sofos sociales mucho antes de que las cuestiones psicoló gicas formaran parte
del campo de la ciencia. Las premisas formuladas por Aristó teles, el italiano
Nicolá s Maquiavelo, el inglés Thomas Hobbes y
Anexo. Breve compendio sobre actitudes otros pensadores políticos, a lo largo de la
historia siguen hoy vigentes, aunque esté n enunciadas de muy diversas formas.
La historia reciente de esta disciplina comienza en 1908 con la publicació n de dos
libros que llevaban en su título el término 'psicología social' y que examinaban el
impacto de las variables sociales en el desarrollo y el comportamiento de los
individuos. El primero estaba escrito por el psicó logo inglés William McDougall, y
el segundo por el soció logo estadounidense Edward Alsworth Ross. McDougall
esbozaba una teoría controvertida sobre los instintos humanos, concebidos como
amplias tendencias finalistas emergentes del proceso evolutivo. Por su parte, Ross
se ocupaba de la transmisió n del comportamiento social de persona a persona,
similar al contagio emocional que sucede en las masas, o a la sucesió n de modas y
caprichos sociales.
Otro libro de psicología social, publicado en 1924 por el psicó logo estadounidense
Floyd H. Allport, que tuvo una importancia decisiva en el desarrollo de la
psicología social como especialidad de la psicología general, extendía los
principios del aprendizaje asociativo a un amplio espectro de comportamientos
sociales. Se evitaban tambié n las referencias a las misteriosas fuerzas sociales
propuestas por Ross y a las elaboradas disposiciones instintivas empleadas por
McDougall y sus seguidores para explicar el comportamiento social. En el resto de

[78]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

esa década, la psicología social continuó dedicá ndose a discusiones y


controversias entre los diferentes puntos de vista, mientras que el trabajo
empírico -basado en la experiencia y la observació n- de relevancia prá ctica o
teó rica, era escaso.
En la década de 1930 el trabajo empírico de la psicología social se enfocó en un
principio en materias como el comportamiento animal social, la resolució n de
problemas, las actitudes y la persuasió n, los estereotipos nacionales y étnicos, la
transmisió n de rumores o el liderazgo. El psicó logo alemá n Kurt Lewin subrayó la
necesidad de realizar aná lisis teó ricos antes de lanzarse a investigar
empíricamente un problema, para que la investigació n tuviera una finalidad clara:
determinar la validez de las hipó tesis formuladas sobre los mecanismos
explicativos del comportamiento objeto de estudio. La teoría debía proponer una
explicació n de cierto comportamiento social que permitiera al investigador
predecir con ella las condiciones específicas en las que tal comportamiento iba a
ocurrir o no. El investigador diseñ aba entonces experimentos en los que las
condiciones apropiadas variaban metó dicamente y la frecuencia de un
comportamiento podía ser observada y medida. Los resultados permitían así
refutar, modificar o extender la teoría propuesta.
En 1939 Lewin, junto con dos de sus estudiantes de doctorado, publicó los
resultados de un experimento de importancia histó rica: los investigadores habían
entrenado a varios adultos para que interpretaran diferentes roles como líderes
de grupos de niñ os. Los adultos trataban de establecer climas determinados en
funció n de un liderazgo autoritario, democrá tico o absolutamente permisivo y se
observaban cuidadosamente las reacciones de los grupos infantiles, tomando nota
detallada del tipo de interacció n social que surgía de cada forma de liderazgo.
Aunque el experimento presentaba numerosas deficiencias, demostró que algo
aparentemente tan confuso como crear un clima social democrá tico podía darse
bajo condiciones de laboratorio controladas.
La originalidad y el éxito de esta investigació n tuvo un efecto estimulante sobre
otros investigadores, que al final de la Segunda Guerra Mundial se lanzaron a la
realizació n de investigaciones experimentales en las que se manipulaban
ambientes sociales coyunturales en condiciones de laboratorio. Al mismo tiempo,
hubo importantes avances en la investigació n de campo, no experimental, de la
psicología social. De ese modo se perfiló el estilo de la actual psicología social, má s
como un estudio objetivo de comportamientos sociales muy determinados que
como un estudio especulativo de diná micas sociales má s amplias.
La psicología social comparte muchas á reas de estudio con otras disciplinas,
especialmente con la sociología y con la antropología cultural. Las tres ciencias

[79]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

difieren, sin embargo, en que el soció logo estudia los grupos sociales y las
instituciones, el antropó logo las culturas humanas, y el psicó logo social centra su
atenció n en có mo los grupos sociales, las instituciones y la cultura afectan al
comportamiento del individuo. Las principales á reas de investigació n en
psicología social son las siguientes:

Socialización específico-
Los psicó logos sociales que estudian el fenó meno de la socializació n -proceso de
adaptarse o formarse para un medio social específico-está n interesados en có mo
los individuos aprenden las reglas que regulan su comportamiento para con los
demá s en la sociedad, los grupos de los que son miembros y los individuos con los
que entran en contacto. Las cuestiones sobre có mo los niñ os aprenden el lenguaje,
los roles sexuales y los principios éticos y, en general, el comportamiento adaptado,
han sido objeto de intensas investigaciones. También se han estudiado
ampliamente los métodos por los cuales los adultos aprenden a adaptar sus pautas
de comportamiento cuando se enfrentan a situaciones u organizaciones nuevas.

Cambio de actitudes
Las actitudes suelen considerarse como predisposiciones aprendidas que ejercen
una influencia y que consisten en la respuesta hacia determinados objetos,
personas o grupos. Las actitudes son normalmente consideradas como productos
de la socializació n y, por tanto, como algo modificable. Debido a que el
comportamiento de una persona hacia los demá s se corresponde a menudo con
sus actitudes hacia ellos, la investigació n sobre có mo se forman las actitudes,
có mo se organizan en la mente y có mo se modifican ha sido considerada de gran
importancia tanto teó rica como prá ctica.
El descubrimiento de que las actitudes siguen a los comportamientos, y viceversa,
emerge de la suposició n, ampliamente demostrada, de que los individuos desean
preservar la consistencia ló gica en sus puntos de vista sobre ellos mismos y sobre
su entorno. Algunas teorías sobre la consistencia cognitiva han llegado a ser
importantes en el pensamiento psicosociológico, al subrayar la idea de que
los individuos prefieren pensar que sus acciones son coherentes con sus
creencias, y que si perciben inconsistencia entre ambas (disonancia
cognitiva) tratan de reducida (lógicamente, cambiando las creencias antes
que las acciones).
A travé s de la investigació n empírica, los psicó logos sociales intentan comprender

[80]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

las condiciones bajo las que las personas descubren la disonancia y en las que
intentará n reducida mediante el cambio de actitudes bá sicas. Los estudios que
apoyan la teoría de la disonancia predicen que las actitudes de un individuo hacia
un grupo social pueden modificarse si se induce a aquél a modificar su conducta
hacia el grupo; el cambio de actitudes representa los esfuerzos que el individuo
hace para que sus ideas sobre ese grupo coincidan con el modo en que se ha
comportado con sus miembros.

Afiliación social, poder e influencia


Los factores que determinan con quién y de qué modo se relacionan los individuos
-si es que lo hacen-, o si intentará n ejercer una influencia sobre los demá s o ser
influidos por otros, tienen gran interés para los psicó logos sociales.
Los investigadores han determinado, por ejemplo, que si las personas no está n
seguras de có mo se sentirá n o có mo responderá n en una situació n nueva o
indeseable, buscará n la compañ ía de otras que puedan aportarles esa informació n.
Los psicó logos sociales han observado también que los primogénitos e hijos
ú nicos son normalmente má s propicios a unirse a grupos durante su vida que los
que han nacido después.

Estructura y dinámica de grupos


Los psicó logos sociales han estudiado también en profundidad có mo el individuo y
el grupo se influyen mutuamente, estudio en el que se han tratado temas como el
del liderazgo, sus funciones, sus estilos y su efectividad. Tambié n se han
investigado las condiciones en que los grupos humanos resuelven sus conflictos de
forma cooperativa o competitivamente y las mú ltiples consecuencias de estos
modos globales de resolució n de conflictos. También se ha estudiado có mo el
grupo induce la conformidad y có mo actú a con los miembros disconformes.

Personalidad y sociedad
Ciertos psicó logos sociales está n especialmente preocupados por el desarrollo y
las consecuencias de las diferencias individuales estables. Las diferencias en el
grado de motivació n hacia el logro, por ejemplo, han resultado mensurables y
tienen una importancia decisiva para saber có mo se comporta una persona en
diferentes situaciones sociales. Los tipos de actitudes hacia la autoridad, así como
la noció n de personalidad autoritaria, está n relacionadas con las actitudes hacia
las minorías é tnicas o hacia ciertos aspectos del comportamiento social. El

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

síndrome de personalidad conocido como 'maquiavelismo' -del filó sofo político


italiano Nicolá s Maquiavelo-, puede explicar y predecir el grado de manipulació n
hacia los demá s en las interacciones sociales y la capacidad del individuo para
dominar ciertas situaciones interpersonales.

PSICOLOGÍA SOCIAL APLICADA Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN


Existen numerosos sistemas y té cnicas de investigació n en psicología social,
aunque el método basado en la teoría sigue siendo el má s empleado. En los
ú ltimos añ os se han utilizado modelos matemá ticos cada vez má s rigurosos que
son proyecciones del comportamiento social en un posible sistema de relaciones
sociales.
Otras té cnicas incluyen cuestionarios y entrevistas ampliamente utilizados en las
encuestas de opinió n pú blica y estudios de preferencias de los consumidores
(dentro de los estudios de mercado). Estos dos mé todos son un desafío para los
investigadores, ya que el tipo de control del entorno posible en el laboratorio no lo
es en la investigació n de campo, y los efectos de variables sutiles que pueden
controlarse y apreciarse con facilidad en los experimentos controlados son
fá cilmente enmascarados bajo los efectos de otras variables propias del entorno
natural.
Con frecuencia, el comportamiento en los entornos naturales se observa
sistemá ticamente o se programa en equipos informá ticos para su simulació n.
También se usan té cnicas específicas para el aná lisis de estadísticas y otros datos,
así como para la medició n de las actitudes, la elecció n social y el atractivo
interpersonal. También es importante en esta especialidad la medició n
psicofisioló gica -de variables psíquicas a travé s de variables fisioló gicas
probadamente relacionadas-o Las investigaciones comparativas entre diferentes
países y culturas proporcionan informació n que permite no só lo la comparació n
de los comportamientos sociales en diferentes naciones o culturas, sino también la
validació n intercultural de los resultados obtenidos.
En el estudio del comportamiento social de los animales, el ambiente del
laboratorio permite el control experimental, que supone tener en cuenta las
variables ambientales y también la historia previa de cada especie. Las acciones
simples de un comportamiento, como el picoteo de una paloma sobre un objeto,
pueden ser aisladas y se puede implantar un inventario de refuerzo (repetició n de
estímulos para mantener o incrementar el comportamiento). Las investigaciones
psicosociales con animales han conducido al desarrollo de nuevas técnicas para su
adiestramiento.

[82]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Los principios desarrollados en el laboratorio y en la investigació n de campo en


psicología social han sido aplicados a la resolució n de diferentes problemas en
situaciones reales. Los asesores y los investigadores de la psicología social han
trabajado para mitigar los problemas en las relaciones étnicas, internacionales,
laborales e industriales, en el comportamiento econó mico y político en la
educació n, la publicidad y la salud mental comunitaria. Las industrias,
organizaciones, escuelas y grupos de trabajo de diversa índole recurren
regularmente a los servicios de los psicó logos sociales para mejorar las relaciones
interpersonales, aumentar la comprensió n de las relaciones entre los miembros de
los grupos en conflicto, y diagnosticar y ayudar a corregir los problemas en la
productividad del grupo y la organizació n.
Los especialistas se han interesado también por las relaciones de amistad y de
amor, mostrando, por ejemplo, que las relaciones duraderas responden a pautas
típicas de reglas y comportamientos que se modifican segú n su duració n. Distintas
teorías han tratado de explicar el balance de costos-beneficios que se da en estas
relaciones. El éxito de las relaciones personales está , ademá s, ligado a la salud
física y mental.
Los psicó logos sociales consideran el lenguaje y la comunicació n como algo central
en la organizació n de la vida social. Hay una larga tradición de investigaciones
sobre comunicación no verbal que muestran cómo una compleja
comunicación inconsciente que utiliza el lenguaje del cuerpo es básica para
el funcionamiento armónico de la interacción social (la simpatía y el afecto
se expresan en general de este modo). Recientemente, se ha dado en la
psicología social un interé s creciente por el discurso. El papel del lenguaje en la
construcció n del mundo social es examinado utilizando métodos provenientes de
la crítica literaria y la lingü ística.
La cognició n social ha sido el enfoque dominante en la psicología social desde la
década de 1970: se ocupa de las percepciones y creencias de los individuos sobre
el mundo social. Las principales á reas abarcan el estudio de có mo las personas se
explican su propio comportamiento y el de los demá s, los estereotipos que se
forman sobre los sucesos sociales, la concepció n de ellas mismas y el rol que
interpretan en el mundo social al que pertenecen, y en qué se ocupan en las
diferentes situaciones sociales. La cognició n social también estudia el efecto de
todos estos procesos en el pensamiento y la motivació n.

[83]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

RELACIONES FAMILIARES
Las actitudes, valores y conducta de los padres influyen sin duda en el desarrollo
de los hijos, al igual que las características específicas de éstos influyen en el
comportamiento y actitud de los padres.
Numerosas investigaciones han llegado a la conclusió n de que el
comportamiento y actitudes de los padres hacia los hijos es muy variada, y
abarca desde la educació n má s estricta hasta la extrema permisividad, de la
calidez a la hostilidad, o de la implicancia ansiosa a la má s serena
despreocupació n. Estas variaciones en las actitudes originan muy distintos
tipos de relaciones familiares.
La hostilidad paterna o la total permisividad, por ejemplo, suelen relacionarse con
niñ os muy agresivos y rebeldes, mientras que una actitud cá lida y restrictiva por
parte de los padres suele motivar en los hijos un comportamiento educado y
obediente. Los sistemas de castigo también influyen en el comportamiento. Por
ejemplo, los padres que abusan del castigo físico tienden a generar hijos que se
exceden en el uso de la agresió n física, ya que precisamente uno de los modos má s
frecuentes de adquisició n de pautas de comportamiento es por imitació n de las
pautas paternas (aprendizaje modelado).

ACTITUDES E INTERJECCIÓN
Sirve para expresar sentimientos, actitudes y sensaciones del hablante y como
llamada de atención al oyente. Expresa estados sú bitos de á nimo, alegría, dolor,
pena, sorpresa..., pero sólo tiene su significado en relación con el contexto, ya que,
aislada, una interjección no comunica más que la actitud del hablante y puede ser
aplicable a mú ltiples situaciones. La entonació n es la que marca los diferentes valores
significados de las interjecciones.
La interjecció n y las oraciones exclamativas, tanto en su significado como en la
entonació n, está n a veces muy pró ximos; en ejemplos como ¡Vá lgame la Virgen!, es una
oració n exclamativa, si se toma como una petició n a la Virgen en una plegaria; pero si el
hablante expresa esta frase sin la intenció n de implorar el auxilio mariano, sino como
só lo una exclamació n de asombro, se convierte en una interjecció n. Lo mismo sucede
con algunos insultos o expresiones soeces.
¡Hombre!, indica objeció n o asentimiento: ¡Hombre, lo dice así! ¿Te gusta? ¡Hombre! Los
nombres religiosos: Jesús, Dios mío, Virgen Santísima, indican asombro, extrañ eza, temor:
¡Jesú s, Jesú s! Qué accidente. ¡Virgen Santísima! ¿Qué ha ocurrido?
El adjetivo bueno se usa como fó rmula de relleno: ¡Bueno, lo hice! Bravo expresa á nimo,

[84]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

aplauso: ¡Bravo, bravo!, gritó el pú blico. Claro expresa asombro con un matiz
afirmativo: ¿Eso es así? ¡Claro... !
Las formas verbales del imperativo pierden su valor significativo al adoptar un matiz
apelativo o encarecedor: ¡Anda, qué listo! ¡Vaya, qué suerte! ¡Venga, apá rtate!
También pueden usarse varios adverbios como interjecciones: ¡Aquí! ¡Arriba! ¡Pronto!
¡Bien!
El sintagma nominal mi madre se puede aplicar en cualquier sentido: ¡Mi madre, qué
susto!
Atendiendo a su significado y funció n comunicativa, se ha clasificado la interjecció n en:
a) Onomatopéyica: expresa adaptaciones fonéticas de ruidos y acciones, que realizan una
funció n lingü ística. El hablante puede crearlas, aunque siempre tiene que adaptarse
a las reglas de la combinació n fonética de la lengua, llegando algunas a ser usadas
con tanta frecuencia que se convierten en sustantivos: El tictac del reloj. El
guauguau. y ¡catamplum!, se cayó . Chac... chac, el tren se alejaba. Tras... tras,
escondido estoy. ¡Paf!, maté al mosquito. El grifo goteaba y sonaba pías... pías... pías.
¡Zas!, ¡zas!, toma, te lo ganaste. Rin... rin, riiiin sonaba insistente el teléfono.
b) Apelativa: sirve para llamar la atenció n o imponer algú n comportamiento al oyente,
también se pueden incluir las fó rmulas de saludo: ¡Hola! ¡Chao! ¡Abur! ¡Eh! ¡Ey! ¡Ea...
ea! ¡Hala! ¡Chitó n! ¡Chisti! ¡Eh, tú !, ¿qué haces? ¡Hala, halal, ¡qué escá ndalo! ¡Chist!,
habla bajo, ¡chitó n! Só lo hablo yo. ¡Ey, Carmen! Espérame. ¡Ea, ea! Juana se enfada.
c) Sintomática o anímica: expresan el estado de á nimo del hablante. Su sentido concreto
depende del significado del contexto y de la situació n, son las má s abundantes: ¡Ah!,
pueden expresar comprensió n y se utilizan en respuestas o también señ alan algo
que uno percibe o se le ocurre de repente: Iré luego a tu casa. ¡Ah! Bien; ¡Ah! Se me
olvidaba, te han llamado por teléfono: ¡Ah!, ¡no! No puedo hacerla.
¡Ay!, indica dolor, sobresalto, protesta lamento: ¡Ay! ¡Qué dolor! ¡Ay, qué gran sorpresa!:
¡Ay, qué pesada eres! ¡Ay, de mí!
Bah manifiesta lo contrario a lo expresado anteriormente, desdén, rechazo,
incredulidad: Yo lo diré. ¡Bah!, no puedes: ¿Odio?, ¡bah!
Cá, quiá señ alan negació n o incredibilidad ante lo expresado previamente: ¿Está s triste?,
¡cá ! ¿Está s triste? ¡Quiá ! Caramba, caray marcan la sorpresa o enfado y sustituyen a
expresiones malsonantes: ¡Caramba, qué golpe! ¡Caray, es terrible!
Ea denota la conformidad con lo dicho:' ¡Ea! Ya está .
Guay es una interjecció n anticuada que se conserva en algunos países de América, para
significar una sorpresa irrisoria: ¡Guay lo que dices! Hoy, entre los jó venes, se usa para

[85]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

expresar alegría: ¡Qué guay! Iremos de excursió n.


Hola se usa como saludo, pero también tiene matiz apelativo y Sorpresa: ¡Hola, hola!
¿Hay alguien? Huy, uy indican sorpresa o extrañ eza, con intenció n ponderativa: ¡Huy!, la
que se armó . ¡Uy, qué cariñ oso está s!
la, ja es una onomatopeya que expresa risa o carcajada, mediante la reiteració n: Pero,
¡qué tonto!, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja! Oh puede indicar temor, decepció n, sorpresa, tristeza, alegría...
depende del contexto: ¡Oh, no!, no puede ser. Ojalá se usa para marcar el deseo intenso
o añ oranza, va en construcciones sintá cticas con subjuntivo: ¡Ojalá acierte la quiniela!;
¡Ojalá , volvamos al pueblo!
Olé sirve para jalear, indica entusiasmo, aplauso: ¡Olé!, y ¡olé!; ¡Olé, tu salero! Así se
torea. Psh, pché, manifestació n de indecisió n, indiferencia, desprecio: ¿Te gusta?, ¡psh!,
todo ha sido mentira. Pché, ya lo veo. Puf puaf expresan asco, repugnancia: ¡Qué sucio
está todo! ¡Puaf!, tengo náuseas, ¡Puf qué asco!
Uf expresa diferentes actitudes del hablante, cansancio, dolor, angustia, alivio... ¡Uf!,
¡gracias a Dios! ¡Uf!, ¡qué agotamiento! ¡Uf, qué calor! ¿Había mucha gente? ¡Uf,
muchísima!

OPINIÓN PÚBLICA Y MERCADOTECNIA


Opinión pública, actitudes, tendencias y preferencias de una sociedad hacia
sucesos, circunstancias y cuestiones de interés mutuo. La forma típica de evaluar la
opinió n pú blica es mediante muestreo o sondeo.

Formación de opinión
Los agentes que forman la opinió n pú blica son las circunstancias relativamente
permanentes y las influencias transitorias. Entre las primeras se encuentran las ideas
que caracterizan a una cultura en un determinado lugar y momento concreto. En
Occidente, por ejemplo, la cultura de finales del siglo XX orientada a la juventud
influye en las actitudes hacia el envejecimiento y hacia las personas mayores.
Otras circunstancias permanentes son el origen étnico, la religió n, la localizació n
geográ fica, la posició n econó mica y el nivel de educació n, y todas ellas pueden influir
en la opinió n que una persona o un grupo de personas se forme sobre ciertos temas.
Algunos factores transitorios también afectan a la opinió n pú blica. Entre ellos se
encuentran el impacto de los sucesos actuales, las opiniones de personas influyentes o
con autoridad, el efecto de los medios de comunicació n y las campañ as de los
profesionales de las relaciones pú blicas.

[86]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Historia
La medida sistemática de la actitud pública es un proceso que surgió en la década
de 1930. A pesar de que con anterioridad ya se habían realizado algunos sondeos de
opinió n, por lo general no eran ni sistemá ticos ni científicos, ya que manejaban
muestras no representativas o utilizaban métodos que discriminaban a sectores de la
població n.
Los muestreos de opinió n pú blica mejoraron cuando las organizaciones empresariales
y educativas comenzaron a desarrollar métodos que permitían la selecció n
relativamente imparcial de participantes y la recogida sistemá tica de datos entre un
amplio y variado sector del pú blico. Segú n el está ndar actual, estos sondeos resultaban
primitivos, pero sus resultados eran en cierta manera ú tiles. Entre los pioneros en este
sector se encuentra el analista estadounidense George Horace Gallup, inventor del
sondeo que lleva su nombre.
A partir de 1948 las técnicas de opinió n pú blica mejoraron de forma considerable.
Actualmente los objetivos son hacer una selecció n equilibrada de los participantes,
mejorar la calidad de los cuestionarios y formar entrevistadores capaces Y fiables.

Áreas de aplicación
Los sondeos de opinió n son aceptados como una herramienta ú til por empresas,
organizaciones políticas, medios de comunicació n y gobiernos, así corno por los
investigadores científicos. Cientos de agencias de sondeos de opinió n pú blica operan
en todo el mundo y los resultados de las má s conocidas: Gallup Poll, Mari Poll, aparecen
publicados de forma regular en los principales medios de comunicació n.
En el á mbito empresarial, los sondeos se utilizan para comprobar las preferencias del
consumidor y para descubrir cuá l es el atractivo de un determinado producto. Los
resultados de las encuestas comerciales ayudan a planificar las estrategias de
mercadotecnia y publicidad, y a modificar los productos para incrementar las ventas.
En política, los sondeos se utilizan para obtener informació n sobre la opinió n de
los votantes acerca de temas de actualidad, para promocionar candidatos y
planificar campañ as. Hoy las empresas de sondeos también predicen con cierto
éxito los resultados de las elecciones. El sondeo a los electores en el momento de la
votació n permite a menudo predecir el ganador, incluso antes del cierre de las
mesas electorales.
Perió dicos, revistas, radio y televisió n son clientes importantes de las agencias de
sondeos, especialmente en lo relativo a la informació n política para predecir el
resultado de elecciones o medir la popularidad de gobernantes y candidatos. Existe

[87]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

una creciente demanda de informació n sobre la actitud del pú blico hacia diferentes
cuestiones sociales, econó micas e internacionales.
Los gobiernos utilizan los sondeos para conocer la opinió n pú blica sobre
cuestiones de interés. Ademá s, las empresas gubernamentales emplean estas
técnicas para determinar los índices de desempleo y de criminalidad y otros
indicadores sociales y econó micos.
También son ú tiles en la investigació n científica, especialmente en las ciencias
sociales, donde aportan datos de interés para estudiar la delincuencia, la
socializació n, las actitudes políticas y el comportamiento econó mico.

Factores determinantes de la mercadotecnia


Una de las ideas má s importantes a tener en cuenta es el continuo y rá pido cambio
de gustos e intereses. Los consumidores son cada vez má s exigentes. Tienen má s
educació n, leen má s perió dicos y revistas, ven má s la televisió n, las películas de
cine, escuchan má s la radio y viajan má s que las generaciones precedentes.
También tienen má s relaciones sociales. Sus demandas, por tanto, son má s
exigentes, y sus gustos varían con mayor rapidez. Ademá s, se defienden de las
técnicas agresivas del mercadeo gracias a las organizaciones de defensa de los
derechos del consumidor, y de publicaciones dirigidas a ellos en las que se analizan
los pros y contras de los diferentes productos disponibles en los mercados. É stos
cada vez aparecen má s segmentados, y cada segmento del mercado exige que las
características del producto se adapten a sus gustos. El 'posicionamiento' del
artículo, es decir, la determinació n del segmento al que se dirige, exige un aná lisis
serio y una extensa planificació n.
La competencia en los ú ltimos añ os se ha endurecido, a medida que aumentaba el
nú mero de empresas que fabrican un mismo producto, aunque cada una intenta
diferenciar el suyo del de sus competidores. Los má rgenes de beneficio, es decir, el
porcentaje de ganancias que se obtiene por unidad de producto, disminuye de
forma constante. Mientras que los costos aumentan, la competencia tiende a
reducir los precios. El resultado es una reducció n de la diferencia de la relació n
precio-costo y la necesidad de aumentar cada vez má s la cantidad vendida para
poder mantener los beneficios.
Los movimientos en defensa del consumidor son cada vez má s fuertes y conocidos,
analizan la calidad de los bienes y servicios y recomiendan los mejores. Tanto estos
grupos de consumidores como las instituciones gubernamentales han aumentado
los estudios y aná lisis de los productos, regulando el diseñ o de los mismos, así
como los términos del contrato de garantía y las técnicas de promoció n.

[88]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Estas instituciones estudian con especial cuidado las clá usulas de convenios de
garantía. Asimismo, se han promulgado nuevas leyes para ampliar las
responsabilidades del productor.
La preocupació n por el medio ambiente también afecta al diseñ o del producto y a
las técnicas de mercadeo, sobre todo porque el gasto adicional para modificar las
cualidades y características del artículo eleva los costos. El profesional de la
mercadotecnia debe tener en cuenta todos estos factores a la hora de diseñ ar sus
estrategias de mercadeo.
Incluso las reacciones de la empresa ante cambios políticos y sociales resultan
importantes. Las grandes corporaciones ya no pueden argumentar que sus
decisiones internas son asuntos privados. La opinió n pú blica contraria a las
actuaciones de algunas empresas ha logrado disminuir las ventas de éstas; de igual
forma, la opinión pública favorable a determinadas actitudes ha
incrementado las ventas de las empresas que han emprendido campañas de
mejora de su imagen pública.
Prejuicio. Juicio u opinió n preconcebida y arbitraria que tiene por objeto a una
persona o a un grupo y puede ser de naturaleza favorable o adversa. Actualmente
este término indica, en la mayor parte de los casos, una actitud desfavorable u
hostil hacia personas que pertenecen a un grupo social o étnico diferente. La
característica diferenciadora de un prejuicio es que se basa en estereotipos
relativos al grupo contra el que va dirigido En la historia abundan los ejemplos de
prejuicios. En la mayoría de los casos este tipo de actitud mantenida por un grupo
étnico dominante contra una minoría o grupo marginal de la misma sociedad da
lugar a diferentes formas de discriminació n. El tipo má s sofisticado de
discriminació n es la segregació n (aislamiento de diferentes grupos étnicos
apoyados por la ley o la costumbre, o por ambos a la vez). Entre los ejemplos de
segregació n formal se encuentra el confinamiento de judíos en guetos en la Europa
medieval y la legislació n de estricta separació n de razas mantenida por la política
de apartheid recientemente abolida en Á frica del Sur. Pero el término de segregació n
también puede aplicarse a la prohibició n informal a miembros de una minoría de
acceder a clubes sociales, a ciertos tipos de trabajo o a oportunidades de educació n.
La integración puede llevar a la rá pida desaparició n de los prejuicios segú n la
teoría de que el contacto prolongado entre las personas destruye los estereotipos.
Existen pruebas de que la mezcla entre miembros de diferentes grupos sociales o
étnicos puede reducir los prejuicios, pero en algunos casos este progreso queda
limitado al á mbito en el que tiene lugar el contacto. Por esta razó n, en la prá ctica,
los prejuicios de una sociedad resultan extremadamente difíciles de erradicar, aun
cuando la legislació n apoye la integració n de sus diferentes grupos.

[89]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

La propaganda es la difusió n de ideas e informació n con el fin de inducir a


intensificar actitudes y acciones específicas. Dado que la propaganda con
frecuencia va acompañ ada de distorsiones de los hechos y de llamamientos a la
pasió n y a los prejuicios, a menudo es considerada como falsa o engañ osa. Sin
embargo, este punto de vista es relativo. A pesar de que algunos propagandistas
pueden distorsionar los hechos de forma intencionada, otros los presentan de
forma tan fiable como cualquier observador objetivo. El alegato de un abogado
puede ser tan propagandístico como el anuncio de una valla publicitaria. Incluso la
educació n, cualquiera que sea su objetivo, podría ser considerada en ú ltimo
término como una forma de propaganda. La principal diferencia reside en la
intención del propagandista, al intentar convencer a una audiencia de que
adopte la actitud o acción que él representa.
La propaganda puede ser difundida para o por personas, empresas, minorías
étnicas, organizaciones religiosas o políticas y gobiernos a cualquier niveL Miles de
grupos con intereses específicos difunden propaganda: sociedades patrió ticas,
ligas antialcohol, comités de prevenció n de accidentes y de seguridad vial,
asociaciones que promocionan la conservació n del medio ambiente o que
defienden los derechos de los animales, sindicatos y cá maras de comercio. Sea cual
sea su objetivo, intenta la persuasió n a través de los sentimientos o de la razó n. El
uso eficaz de los medios de comunicación es una herramienta fundamental
en este sentido. El nivel de éxito de una acció n propagandística está en relació n
directa con la dificultad que tengan aquellos a los que va dirigida, de acceder a una
informació n alternativa.
La propaganda puede utilizarse en contextos muy diferentes. Así, la propaganda
religiosa ha sido muy difundida a lo largo de la historia, como cuando san Pablo
ejerció el apostolado de la nueva religió n y estableció las primeras iglesias
cristianas en Asia Menor, Grecia e Italia. Algunos libros, incluso novelas, también
han sido utilizados como vehículo para la propaganda. Entre las novelas famosas
de propaganda literaria se encuentran Los viajes de Gulliver (1752) del escritor satírico
y panfletista político Jonathan Swift, que atacó la vanidad e hipocresía de la política
de su tiempo, o La cabaña del tío Tom (1852) de Harriet Beecher Stowe, que al
describir la esclavitud en los estados sureñ os de Estados Unidos, contribuyó al
desarrollo del movimiento abolicionista. Una forma habitual de propaganda
política es la denominada propaganda 'blanca', cuyo objetivo es crear una opinió n
favorable sobre una organizació n, grupo o gobierno específico, como la que
difundían los nazis en la década de 1930 para destacar la supremacía y la
prosperidad de su país. De forma aná loga, la propaganda política, denominada con
poco acierto propaganda negra, intenta fomentar la intranquilidad y la

[90]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

superstició n con respecto a las acciones o intenciones de otra entidad. Un ejemplo


de este tipo de propaganda es la difundida durante la guerra fría a través de las
emisoras de radio, donde cada país cantaba sus excelencias y atacaba a sus
enemigos. Los avances tecnoló gicos de los medios de comunicació n, especialmente
los electró nicos, está n ampliando los canales de propaganda y es probable que en
el futuro tengan un enorme impacto.

ARGOT
Palabras y frases de cará cter expresivo que emplean en la conversació n personas
de igual rango o condició n, cuyo origen má s frecuente suele ser la asociació n con
otras palabras o la yuxtaposició n de imá genes; generalmente tienen una vida má s
corta que las expresiones habituales del coloquio. Es frecuente contraponer el
argot a la jerga (vocabulario que emplea un determinado grupo o toda una
profesió n) y al lenguaje de la delincuencia o germanía, es decir, el caló de Mé xico, la
replana de Perú o el lunfardo de Argentina. Como los límites que las separan son a
menudo confusos y los estudios lingü ístico s no han abordado la delimitació n de
estos conceptos, hay quien emplea indistintamente los términos argot y jerga.
El argot suele ser el fruto de la actividad de un subgrupo social y cultural que está
socialmente integrado, 10 que 10 distingue de la germanía. Grupos profesionales,
como policías, profesionales de la medicina o de la informá tica, el deporte o el
periodismo son candidatos a crear tanto un argot como una jerga; sin embargo,
aparece un argot con má s frecuencia entre minorías sociales diferenciadas como
los soldados, los jó venes, los drogodependientes, los gitanos, los integrantes de
cualquier sociedad secreta o secta, e incluso entre los miembros de una confesió n
religiosa (por ejemplo, los cató licos crean el término cardenal para nombrar las
manchas moradas de la piel, por ser del mismo color que las ropas que lleva ese
alto cargo eclesiá stico). Las actitudes y el sistema de valores del grupo creador
de un argot se ven reflejados perfectamente en sus expresiones, por lo que
supone un elemento aglutinador y a la vez sirve para identificar quiénes son
y cómo piensan las personas que dieron lugar a tales expresiones. Antes de
que una frase o una expresió n sea considerada argot, es preciso que la adopten
todos los integrantes del grupo o, al menos, sus miembros con mayor influencia.
En esto tienen el mismo comportamiento la jerga y el argot. Si el grupo en cuestió n
está en contacto con la cultura socialmente aceptada, sus creaciones, aunque
reconocidas como argot, se incorporan al lenguaje diario e incluso pueden llegar a
ser admitidas en el lenguaje normativo. Por ejemplo, 'chaval' (como sinó nimo de
chico), 'canguelo' (miedo), 'camelo' (mentira, exageració n), y 'cañ í (gitano) son
gitanismos, pero hoy son frecuentes en el españ ol peninsular e incluso han

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

traspasado la lengua hablada y asimismo son conocidos en otras zonas


hispanohablantes. Lo mismo sucede con tele, de televisión. Esto prueba que el argot
no es obra ni pertenece en exclusiva a una zona delimitada.
Las creaciones del argot pueden tener una aceptació n tan amplia que se desgasten
rá pidamente, o bien incorporarse a la lengua en su acepció n original (mili, que
procede de milicia), o alterar y matizar el significado inicial para poder usada. Hay
otras expresiones que perviven durante siglos en su registro inicial de argot (como
melopea por borrachera en Españ a; pelado por persona pobre y sin linaje, fregar por
molestar, o chamba por trabajo en América). En el siglo XX el argot incluso se ha
traducido y con ello ha traspasado la barrera de las lenguas, como consecuencia de
los viajes, los medios de comunicació n, la televisió n y el cine, como por ejemplo
cinco de los grandes, que puede entenderse como cinco mil pesetas o cinco mil dó lares,
dependiendo del contexto. Ese es el caso de algunas expresiones que han
popularizado frases y palabras procedentes del lenguaje de la delincuencia,
difundidas por las novelas, las películas y las series de televisió n). Los cambios
sociales suelen ayudar a la propagació n de una determinada expresió n que
pertenece al argot. Entender el significado de gris, azul o tamarindo como sinó nimo de
policía era un hecho frecuente dentro del argot juvenil en la dé cada de 1960;
hoyes una denominació n olvidada por el cambio de color del uniforme de los
policías. En Puerto Rico, Panamá , Mé xico y Cuba se daba el nombre peyorativo de
fotingo al automó vil de marca Ford que se consideraba barato y de mala calidad.
Dejó de usarse cuando salieron otras marcas al mercado, aunque en Perú sigue
empleá ndose como sinó nimo de coche viejo y desvencijado.
El argot es un có digo que pueden utilizar de forma excepcional otras personas que
no pertenecen al grupo originario, para conseguir un efecto inesperado en quien
10 escucha; así ¿lo pescas?, para asegurar la comprensió n en un coloquio informal;
existen muchas expresiones disponibles para la valoració n subjetiva, como por
ejemplo estar para comérselo o comérsela o ser un mango, en Mé xico para valorar la belleza
de una persona; estar de uñ as para manifestar el enfado; ser un gallina, para
denominar a una persona acobardada; ser una mierda en Españ a, o un mugre en
México, para valorar muy negativamente una situació n; estar hecho o hecha polvo, estar
hecho una breve (Españ a), dejarlo a uno hecho un talco (México) o estar fané (Argentina)
para describir la tristeza o la indefensió n; empleando un tono iró nico como por
ejemplo irse a hacer puñetas una cosa, por romper algo de forma involuntaria.
El argot proporciona infinidad de sinó nimos para lo má s cercano al individuo en
su vida comú n y corriente, por ejemplo, el dinero (duros, poros, talegos, pelas, lana,
morlacos, pasta o plata, parné, tela, quita, marmaia, mosca, pipiolo, cuartos, reales, pachocha), las
partes del cuerpo (cabeza: coco, cholla, melón, coca, calabaza, chola, casco, tatema, calamorra,

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

chirimoya), o la comida (papa, pipirin, manduca, pitanza, condumio).


Las palabras y expresiones del argot se forman de acuerdo con las reglas que
presiden todo el conjunto social. Desde el punto de vista morfoló gico, se acude al
apó cope y a la abreviatura para las palabras con má s de dos sílabas; así profe por
profesor o profesora, mates por matemá ticas, súper por superior, y por
supermercado. En la derivació n se emplean los sufijos despectivos para renovar
las palabras desgastadas, como -ata, -ora, y -acá y de ahí bocata por bocadillo, drogota
por drogodependiente y paraca por paracaidista. Desde el punto de vista léxico, los
neologismos surgen a partir de los pré stamos de otras lenguas o de las
onomatopeyas; así esnifar por viñ etas y tiras có micas: chistar y chista que proceden de
chis, el signo de silencio, ya está n incorporadas a la lengua literaria.
En la formació n de frases cortas que contengan valoraciones, suelen estar
presentes determinados recursos estilísticos como la metá fora menudo churro para
calificar algo defectuoso, o la comparació n más raro que un perro verde. Un término
cualquiera puede cambiar el significado y pasar a tener una ú nica acepció n que
después se generaliza, como rollo por aburrido, o cará cter: también puede ocurrir
lo contrario, tío pasa a ser sinó nimo de cualquier persona de género masculino.
Semá nticamente, uno de los campos que ofrecen mayor rentabilidad es el sexual,
del que se suelen derivar las significaciones valorativas positivas o negativas.
Desde el punto de vista fonoló gico existen unas pautas diferentes en la entonació n,
para marcar también así que se trata de un registro lingü ístico concreto y
definidor del grupo que 10 emplea.
Una de las causas del cambio lingü ístico y de la renovació n de cualquier lengua es
el argot, cuyas formaciones coloristas y creativas enriquecen el coloquio diario. En
el pasado se le condenaba por vulgar, aunque en el siglo XX ha conseguido un
mayor grado de respeto. No obstante, Cervantes empleaba términos de este origen
que consagró en su obra para reproducir el lenguaje coloquial de las clases
populares, así registra canario por delator, gurapas por galeras y patochadas por
tonterías. A partir del costumbrismo del siglo XIX, muchos autores incorporan
giros y palabras del argot en sus obras, aunque está presente en todas las épocas y
en todas las lenguas. En sá nscrito se daba el nombre de kapala (plato, fuente) a la
cabeza de una persona; en latín, como en el españ ol de finales del siglo XX, pasa a
ser testa (olla) que se convierte en palabra de uso corriente y de ella derivan las
palabras que nombran la cabeza en francés y en italiano, iéte y testa,
respectivamente. De la raíz sá nscrita que es una formació n del argot, procede la
palabra caput, que se acepta como forma culta, de donde derivan las voces cabeza,
cabeca, cabessa, del castellano, portugués y catalá n respectivamente. Entre las
lenguas occidentales son particularmente ricas en argot el españ ol, el francés, el

[93]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

italiano, el alemá n, el inglés y la lengua de los gitanos.

[94]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

LOS COMIENZOS DEL PSICOANÁLISIS

El primer trabajo publicado de Freud sobre psicopatología, Sobre la afasia, apareció en


1891; era un estudio de este trastorno neuroló gico en el que la capacidad para
pronunciar palabras o nombrar objetos comunes se pierde como consecuencia de una
enfermedad orgá nica en el cerebro. Su ú ltimo trabajo sobre neurología, el artículo,
'Pará lisis cerebrales infantiles', fue escrito para una enciclopedia en 1897 só lo por la
insistencia del editor, porque en aquel momento Freud estaba má s ocupado en las
explicaciones psicoló gicas de las enfermedades mentales que en las fisioló gicas. Sus
trabajos posteriores se inscriben enteramente en ese terreno, que él mismo había
bautizado como psicoaná lisis en 1896.
Esta nueva orientació n de Freud se dio a conocer por vez primera en su trabajo Estudios
sobre la histeria (1893), elaborado en colaboració n con el médico vienés Josef Breuer, que
dos añ os después se publicaría con mayor extensió n. Se consideraban los síntomas de
la histeria como manifestaciones de energía emocional no descargada, asociada con
traumas psíquicos olvidados. El procedimiento terapéutico consistía en sumir al
paciente en un estado hipnó tico, para forzarle a recordar y revivir la experiencia
traumá tica origen del trastorno, con lo que se descargarían por catarsis las emociones
causantes de los síntomas. La publicació n de esta obra marcó el comienzo de la teoría
psicoanalítica, formulada sobre la base de las observaciones clínicas.
Durante el período de 1895 a 1900, Freud desarrolló muchos de los conceptos
posteriormente incorporados tanto a la prá ctica como a la doctrina psicoanalítica. Poco
después de la publicació n de los estudios sobre la histeria, Freud abandonó el uso de la
hipnosis como procedimiento catá rtico, para reemplazarlo por la investigació n del
curso espontá neo de pensamientos del paciente -llamado asociació n libre-, como
método idó neo para comprender los procesos mentales inconscientes que está n en la
raíz de los trastornos neuró ticos.
En sus observaciones clínicas, Freud halló evidencias de los mecanismos mentales de la
represió n y la resistencia, describiendo la primera como un mecanismo inconsciente
que hace inaccesible a la mente consciente el recuerdo de hechos dolorosos o
traumá ticos; y la segunda como la defensa inconsciente contra la accesibilidad a la
conciencia de las experiencias reprimidas, para evitar la ansiedad que de ella se deriva.
Freud propuso seguir el curso de los procesos inconscientes, usando las asociaciones
libres del paciente como guía para interpretar los sueñ os y los lapsus en el lenguaje
(ademá s de chistes, actos fallidos, etc.). Mediante el aná lisis de los sueñ os llegó a sus
teorías sobre la sexualidad infantil y el complejo de Edipo, que explicaría el apego del
niñ o al progenitor del sexo contrario, junto con los sentimientos hostiles hacia el del

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

propio sexo (considerado -en principio- un rival). Estos planteamientos, que hacían
hincapié en la base bioló gica del comportamiento humano particularmente el sexo y la
agresividad-, fueron muy controvertidos.
En estos añ os, desarrolló también la teoría de la transferencia, proceso por el que las
actitudes emocionales, establecidas originalmente hacia las figuras de los padres
durante la infancia, son transferidas en la vida adulta a otros personajes
(maestros, autoridades, jefes, el propio psicoanalista, etc.). El final de este periodo
viene marcado por la aparició n de su obra má s importante, La interpretación de los sueños
(1900 primera edició n, que posteriormente el mismo Freud ampliaría). En ella analiza
(ademá s de algunos sueñ os de sus pacientes, amigos, hijos, e incluso de personajes
famosos) muchos de sus propios sueñ os, registrados durante tres añ os de auto aná lisis
iniciado en 1897. Este trabajo expone todos los conceptos fundamentales en que se
asientan la teoría y la técnica psicoanalítica.
En 1902 Freud fue nombrado profesor titular de la Universidad de Viena. Este honor
no era, sin embargo, debido al reconocimiento de sus aportaciones, sino como
resultado de los esfuerzos de un paciente con influencias. El mundo médico todavía
contemplaba su trabajo con hostilidad, y sus siguientes escritos, Psicopatología de la
vida cotidiana (1904) Y Tres ensayos para una teoría sexual (1905), no hicieron má s que
aumentar este antagonismo. Como consecuencia, Freud continuó trabajando
virtualmente solo, en lo que él mismo denominó «una espléndida soledad».
Sin embargo, hacia 1906, Freud contaba ya con un reducido nú mero de alumnos y
seguidores destacando los psiquiatras austriacos William Stekel y Alfred Adler, el
psicó logo austriaco Qtto Rank, el psiquiatra estadounidense Abraham Brill, y los
psiquiatras suizos Eugen Bleuler y Carl Jung, ademá s del hú ngaro Sá ndar Ferenczi,
que se unió al grupo en 1908.
Mecanismos de defensa, procedimientos que el yo pone en marcha para evitar la
realizació n de impulsos internos o protegerse de estímulos externos que siente
como amenaza. El psicoaná lisis, y en general las escuelas diná micas de psicología,
entienden la estructura psíquica como un sistema de fuerzas, equilibradas, en
parte, por los mecanismos de defensa.
La instancia yoica (del yo) necesita realizar un trabajo permanente para mantener
el control sobre el conjunto del aparato psíquico y su capacidad de acció n. Con ese
fin, las defensas actú an sobre los impulsos instintivos de naturaleza inconsciente
procedentes del ello, modificá ndolos, así como sobre los afectos displicentes
resultantes del contacto con el mundo exterior.
Las defensas se suelen dividir en: exitosas, que consiguen el cese del impulso o afecto
que se rechaza; e ineficaces, que obligan a una repetició n o perpetuació n del proceso.

[96]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

En realidad, la línea de demarcació n entre unas y otras es muy sutil. Mientras que
en las primeras el impulso inconsciente es modificado por la acció n del yo, en las
segundas dicho impulso irrumpe bajo la forma deformada contra la voluntad del
yo, por el cual no es reconocido. Las defensas patógenas constituyen la base de las
neurosis. Sin embargo, conviene precisar que entre los mecanismos de defensa
propios de un yo sano y los síntomas reactivos del neuró tico no existe una
separació n tajante.
Las defensas exitosas reciben el nombre genérico de sublimaciones. Abarcan
diversas fó rmulas en las que, bajo la influencia yoica, el fin o el objeto del impulso
se modifica sin producir por ello un bloqueo de la descarga impulsiva. En la
sublimació n el impulso originario desaparece porque pierde su energía en
beneficio de la carga o catexis de su sustituto.
Por el contrario, en las defensas denominadas pató genas, la libido del impulso
originario só lo puede ser mantenida a raya mediante una carga opuesta o
contracatexis. En consecuencia, los instintos rechazados no se transforman en algo
diferente, sino que su descarga es bloqueada, con lo que se mantienen en el
inconsciente inalterados y desconectados del resto de la personalidad.
Entre tales mecanismos de defensa cabe incluir la negació n, la proyecció n, la
introyecció n, la represió n, la formació n reactiva, la anulació n, el aislamiento y la
regresió n.
La negació n designa la tendencia a desconocer las realidades displicente s en
virtud de la vigencia del principio del placer. Dicha tendencia encuentra como
adversarios naturales las funciones normales de la percepció n y la memoria. Un
ejemplo comú n son las afirmaciones tajantes del neuró tico previniendo de
antemano sobre 10 que 'no' significa determinado síntoma.
La proyecció n constituye un derivado de la primera negació n infantil, la que
consiste en 'escupir' -poniendo distancia entre la fuente de displacer y el yo-o En la
proyecció n, el impulso censurable, en lugar de ser percibido en el propio yo, es
atribuido a otra persona. También las amenazas que se perciben en el interior se
transforman imaginariamente en peligros de naturaleza externa. De manera
inversa, la introyecció n consiste en la incorporació n de algo exterior como si
perteneciera al yo.
Para la teoría freudiana, la represió n constituye el mecanismo clave de la
estructura psíquica. Designa el olvido o la supresió n de las representaciones
ideacionales de impulsos internos o hechos externos asociados de modo simbó lico
a exigencias instintivas censurables. Cabe destacar que, debido a los mecanismos
asociativos inconscientes, el objeto de la censura represiva lo constituyen no só lo

[97]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

los impulsos indeseados, sino todo elemento psíquico susceptible de convertirse en


una alusió n a los mismos (represió n secundaria). Un ejemplo típico es el olvido
tendencioso de un nombre o una intenció n. Para el paciente, excluir de la
conciencia tales datos tiene el propó sito de aminorar sus efectos reales, así como el
dolor que supondría darse cuenta de ellos. No obstante, lo reprimido continú a en
vigor, manteniendo su acció n desde el inconsciente. Esto da origen a conflictos
siempre que aparezcan experiencias nuevas que posean alguna vinculació n con 10
reprimido, generando, por un lado, ideas y sentimientos de cará cter compensatorio
a los que el neuró tico se aferra con obsesió n (recuerdos encubridores), o lagunas
en la memoria por efecto de la represió n. Como ésta só lo es posible mediante
continuas contracatexis, disminuye las energías del sujeto para cualquier otra
actividad: el neuró tico consume sus fuerzas en mantener sus represiones (fatiga
neuró tica).
La formació n reactiva designa ciertas actitudes constreñ idas y rígidas que dominan el
conjunto de la personalidad y que aparecen en oposició n a impulsos contrarios cuya
realizació n tratan de evitar. Como ejemplo, el afá n compulsivo de limpieza y orden,
cuya índole reactiva se delata tanto por su obsesividad como por la ocasional irrupció n
de episodios opuestos de desorden y suciedad. En cuanto a la anulació n, son acciones
que conjuran real o simbó licamente un acto anterior, como en los síntomas que figuran
una expiació n. En el mecanismo del aislamiento, el sujeto no ha olvidado sus traumas
pató geno s, pero ha perdido la huella de sus conexiones con el conjunto de la
personalidad y su significado emocional. Finalmente, la regresió n y la fijació n hacen
referencia a la tendencia a retornar a fases del desarrollo psicosexual en apariencia
superadas.
Aunque el descubrimiento de los mecanismos de defensa se debió a los trabajos
seminales de Sigmund Freud, la tematizació n clá sica de los mismos tiene su mayor
desarrollo en autores como Otto Fenichel, Anna Freud y los llamados 'psicoanalistas'
del yo. Hay que insistir en que distintas escuelas de psicoaná lisis hacen valoraciones
dispares en cuanto al grado de salud o patología implicado por el uso de estos
mecanismos, que son comunes a todos los individuos.

ADLER
Otro discípulo de Freud que creó escuela fue el psicó logo austriaco Alfred Adler, quien
también trató de minimizar la importancia de las pulsiones sexuales en el
comportamiento humano. Para él eran la pequeñ ez y la indefensió n de los niñ os recién
nacidos lo que producía en ellos sentimientos de inferioridad, a los que se trataría
de responder con una actitud de superioridad que se convertiría en un elemento

[98]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

vital. Esta bú squeda constante de poder y significació n constituiría lo que él llamó


interés social, y englobaba también la empatía y la identificació n con otros seres
humanos. Segú n Adler, los trastornos psicoló gicos provienen de un modo de vida
equivocado, que supone la adopció n de opiniones y metas erró neas, por un escaso
desarrollo del interés social. En consecuencia, desde este enfoque se considera que el
trabajo del terapeuta es reeducar a los pacientes haciéndoles ver sus errores y
animá ndolos a desarrollar un mayor interés social.

CARL ROGERS
La má s clá sica de las terapias humanistas es la psicoterapia centrada en el paciente. El
psicó logo estadounidense Carl Rogers sostenía que los individuos, así como todos los
seres vivos, está n dirigidos por una tendencia innata a sobrevivir y reafirmarse que les
lleva al crecimiento personal, a la madurez y al enriquecimiento vital. Cada persona,
creía Rogers, tiene una capacidad para el autoconocimiento y el cambio constructivo
que la acció n del terapeuta, que reunirá una serie de cualidades personales esenciales,
debe ayudar a descubrir.
Rogers daba así más importancia a las actitudes del terapeuta que a su capacidad
o a su preparación técnica. Utilizaba el término' cliente' en vez de paciente para
subrayar que su método de tratamiento no era manipulador ni médico, sino que se
basaba en una comprensió n adecuada y sensible de sus experiencias y necesidades. La
segunda cualidad importante del psicoterapeuta es la aceptació n incondicional
positiva, sin juzgar lo que el paciente dice o relata. La autenticidad o ausencia de
simulació n era la tercera cualidad que él consideraba esencial.
Rogers describió el proceso del tratamiento como la reciprocidad entre las
actitudes del cliente y del terapeuta. Precisamente porque el terapeuta escucha
incondicionalmente, el cliente aprende a escuchar incluso sus pensamientos má s
temidos, hasta alcanzar un estado de auto aceptació n donde son posibles el cambio y el
crecimiento.

TEORÍAS EVOLUTIVAS O DEL DESARROLLO


Una teoría del desarrollo debe reflejar el intento de relacionar los cambios en el
comportamiento con la edad cronoló gica del sujeto; es decir, las distintas
características conductuales deben estar relacionadas con las etapas específicas del
crecimiento. Las leyes que regulan las transiciones entre estas diferentes etapas del
desarrollo también deben identificarse. Las principales teorías evolutivas son la teoría
freudiana de la personalidad y la de la percepció n y cognició n de Piaget. Ambas

[99]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

explican el desarrollo humano en la interactividad de las variables bioló gicas y


ambientales.
La teoría de Freud sostiene que una personalidad sana requiere satisfacer sus
necesidades instintivas, a lo que se oponen el principio de realidad y la conciencia
moral, representados desde una perspectiva estructural por las tres instancias de
la personalidad: el ello (fuente de los impulsos instintivos), el yo (instancia
intermedia, que trata de controlar las demandas del ello y las del superyó
adaptá ndolas a la realidad) y el superyó (representació n de las reglas sociales
incorporadas, especie de conciencia moral).
El centro fisioló gico de los impulsos se modifica con la edad, y los períodos de los
diferentes centros se denominan etapas. El 'ello' de los recién nacidos, por ejemplo,
alcanza la má xima satisfacció n al mamar, actitud que define la etapa oral, primera
etapa de las cuatro que permiten llegar a la sexualidad adulta. Freud integró así en
sus teorías las variables bioló gicas y las ambientales.
Por su parte, Piaget basa sus teorías sobre el supuesto de que desde el nacimiento
los seres humanos aprenden activamente, aun sin incentivos exteriores. Durante
todo ese aprendizaje, el desarrollo cognitivo pasa por cuatro etapas bien
diferenciadas en funció n del tipo de operaciones ló gicas que se puedan o no
realizar.
En la primera etapa, la de la inteligencia sensomotriz (del nacimiento a los 2 añ os
aproximadamente), el niñ o pasa de realizar movimientos reflejos inconexos; al
comportamiento coordinado; pero aú n carece de la formació n de ideas o de la
capacidad para operar con símbolos.
En la segunda etapa, del pensamiento preoperacional (de los 2 a los 7 añ os
aproximadamente), el niñ o es capaz ya de formar y manejar símbolos, pero aú n
fracasa en el intento de operar ló gicamente con ellos, como probó Piaget mediante
una serie de experimentos.
En la tercera etapa, la de las operaciones intelectuales concretas (de los 7 a los 11
añ os aproximadamente), comienza a ser capaz de manejar las operaciones ló gicas
esenciales, pero siempre que los elementos con los que se realicen sean referentes
concretos (no símbolos de segundo orden, entidades abstractas como las
algebraicas, carentes de una secuencia directa con el objeto).
Por ú ltimo, en la etapa de las operaciones formales o abstractas (a partir de los 12
añ os, aunque, como Piaget determinó , la escolarizació n puede adelantar este
momento hasta los 10 añ os incluso), el sujeto se caracteriza por su capacidad de
desarrollar hipó tesis y deducir nuevos conceptos, manejando representaciones
simbó licas abstractas sin referentes reales, con las que realiza correctamente

[100]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

operaciones ló gicas.

EL SENTIDO DEL ARTE E INFLUENCIAS


CONTEMPORÁNEAS

Cuatro filó sofos de finales del siglo XIX Y principios del XX han sido las influencias
bá sicas en la estética de nuestros días. En Francia, Henri Bergson definió la ciencia
como el uso de la inteligencia para crear un sistema de símbolos que describa la
realidad aunque en el mundo real la falsifique. El arte, sin embargo, se basa en
intuiciones, lo que es una aprehensió n directa de la realidad no interferida por el
pensamiento. Así, el arte se abre camino mediante los símbolos y creencias
convencionales acerca de la gente, la vida y la sociedad y enfrenta al individuo con
la realidad misma.
En Italia, el filó sofo e historiador Bendetto Croce también exaltó la intuició n, pues
consideraba que era la conciencia inmediata de un objeto que de algú n modo
representa la forma de ese objeto, es decir, la aprehensió n de cosas en lugar de lo
que uno refleje de ellas. Las obras de arte son la expresió n material de tales
intuiciones; belleza y fealdad, no obstante, no son rasgos de las obras de arte sino
cualidades del espíritu expresadas por vía intuitiva en esa misma obra de arte.
El filó sofo y poeta estadounidense de origen españ ol Jorge Ruiz de Santayana
razonó que cuando uno obtiene placer en una cosa, éste puede considerarse como
una cualidad de la cosa en sí misma, má s que como una respuesta subjetiva de ella.
No se puede caracterizar algú n acto humano como bueno por sí mismo, ni
denominarlo bueno tan só lo porque se apruebe socialmente, ni puede decirse que
algú n objeto es bello, porque su color o su forma lleven a llamarlo bello.
John Dewey, el pedagogo y filó sofo estadounidense, consideraba la experiencia
humana como inconexa, fragmentaria, llena de principios sin conclusiones, o como
experiencias manipuladas con claridad como medios destinados a cumplir .fines
concretos. Aquellas experiencias excepcionales, que fluyen desde sus orígenes
hasta su consumació n, son estéticas. La experiencia estética es placer por su propio
interés, es completa e independiente Y es final, no se limita a ser instrumental o a
cumplir un propó sito concreto.

Marxismo y psicoanálisis
Los dos poderosos movimientos, el marxismo en los campo de la economía y la política y el de

[101]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

las doctrinas freudianas en psicología, habían rechazado el principio del arte por el arte y
reiterado la dimensió n prá ctica del arte. El marxismo trataba el arte como una expresió n de las
relaciones econó micas subyacentes en la sociedad, y aseveraba que el arte es importante só lo
cuando es «progresista», es decir, cuando defiende los valores de la sociedad en la cual se crea.
Por su parte, Sigmund Freud creía en el valor del arte para usado de forma terapéutica: por
este medio, tanto el artista Como el pú blico pueden revelar conflictos profundos y descargar
tensiones. Fantasías y ensueñ os, al intervenir en el arte, son transformados de este modo
desde un escape psicoló gico hasta plantear diversas formas de concebir la vida. En la pintura y
la poesía surrealista, el subconsciente se utiliza como una fuente creativa. La técnica de ficció n
de la corriente de conciencia, sobre todo en los textos del escritor irlandés James Joyce, se
derivaba no só lo de la obra de Freud sino también de Los principios de la psico-logía (1890) del
filó sofo y psicó logo estadounidense William James y de las novelas de Edouard Dujardin,
donde nació el monó logo interior.

Existencialismo
El filó sofo y escritor francés Iean Paul Sartre abogaba por una modalidad de existencialismo
en el que el arte fuera una expresió n de la libertad del individuo para elegir, y de este modo
demostrar la responsabilidad individual de su elecció n. La desesperació n, reflejada en el arte,
no es un fin sino un principio porque erradica las culpas y excusas por las que la gente comú n
sufre, y abre el camino para la libertad auténtica.

El expresionismo
Aunque el término expresionismo no se aplicó a la pintura hasta 1911, sus características se
encuentran en el arte de casi todos los países y períodos. Parte del arte chino y japonés resalta
las cualidades esenciales del sujeto por encima de su apariencia física. Los artistas de la
Europa medieval exageraban sus figuras en las catedrales romá nicas y gó ticas para intensificar
la expresividad espiritual. La intensidad expresiva creada mediante la distorsió n aparece
también en el siglo XVI en las obras de los artistas manieristas, como el pintor españ ol El Greca
y el alemá n Matthias Grü newald. Sin embargo, los auténticos precursores del expresionismo
vanguardista aparecieron a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en especial el pintor
holandés Vincent van Gogh, el francés Paul Gauguin y el noruego Edvard Munch, que utilizaron
colores violentos y exageraron las líneas para conseguir una expresió n má s intensa.
El grupo expresionista má s importante del siglo XX apareció en Alemania de la mano de los
pintores Ernst Ludwig Kirchner, Erich Heckel y Karl Schmidt-Rottluff, quienes en 1905
fundaron un grupo en Dresde denominado Die Brücke (El puente). A ellos se unieron en 1906
Emil Nolde y Max Pechstein, y en 1910 Otto Mü ller. En 1912 expusieron sus cuadros junto a un
grupo de Munich denominado Der Blaue Reiter (El jinete azul), integrado por los pintores
alemanes Franz Marc, August Macke y Heinrich Campendonk, el suizo Paul Klee y el ruso
Wassily Kandinsky. Esta primera fase del expresionismo alemán estuvo marcada por la

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

visión satírica de la burguesía y el fuerte deseo por representar las emociones


subjetivas. Die Brücke se disolvió en 1913, un añ o antes del comienzo de la Primera Guerra
Mundial (1914-1918). El grupo de los fauves (fauvismo), así como el pintor francés Georges
Braque y el españ ol Pablo Picasso, influyeron y posteriormente recibieron la influencia del
expresionismo alemá n.
La siguiente fase del expresionismo se llamó Die neue Sachlichkeit (nueva objetividad)
y surgió de la desilusión subsiguiente a la Primera Guerra Mundial. Fundado por atto
Dix y George Grosz, se caracterizó a la vez por su pesimismo existencial y por una
actitud ante la sociedad sumamente satírica y cínica. Mientras tanto, el expresionismo se
había convertido en un movimiento internacional, y la influencia de los alemanes ya se podía
apreciar en los trabajos de artistas forá neos, como el pintor austriaco Oskar Kokoschka, los
franceses Georges Rouault. Chaím Soutine, el bú lgaro nacionalizado francés Jules Pascin y el
estadounidense Max Weber.
Representante destacado en Latinoamérica es el ecuatoriano Oswaldo Guayasamín quien,
influido por los muralistas mexicanos, utilizó una técnica expresionista al tratar temas
indigenistas de su país. En Españ a, el expresionismo se volvió hacia las representaciones de
significado social. Destaca sobre todo José Gutiérrez Solana, Benjamín Falencia, Pancho Cossío,
Francisco Mateos Rafael Zabaleta y Eduardo Vicente.
El expresionismo abstracto apareció en Estados Unidos al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Entre sus mejores exponentes destacaron Mark Rothko, Willem de Kooning, Franz Klíne y
Jackson Pollock, que intentaron representar las emociones bá sicas mediante la pintura
abstracta. Para ello utilizaron colores vivos, formas atrevidas y métodos de trabajo
espontá neos como el dripping (chorreado de pintura sobre la tela puesta en el suelo).
La escultura expresionista hunde sus raíces en el siglo XIX, en la obra del francés Auguste
Rodin, que expresó las emociones a través de sus esculturas. La línea experimental de Rodin
influyó en la obra de su Antoine Bourdelle, el escultor croata Ivá n Mestrovic, el britá nico Jacob
Epstein y el alemá n Ernst Barlach. La obra de todos ellos ofrece diferentes formas de
distorsió n, exageració n y estilizació n a grandes escalas de la figura humana.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Controversias académicas
Las controversias académicas del siglo XX han girado sobre el sentido del arte. El crítico y
semá ntico britá nico I. A. Richards afirmaba que el arte es un lenguaje. Sostenía que existen
dos clases de lenguaje: el simbólico, que transmite ideas e información, y el emotivo, que
expresa, evoca y estimula sentimientos y actitudes. Consideraba el arte como un
lenguaje emotivo que da orden y coherencia a la experiencia y actitudes, sin contener
significados simbólicos.
La obra de Richards fue también importante por usar técnicas psicoló gicas en el estudio de
reacciones estéticas. En Crítica práctica (1929) describía experimentos que revelan que
también la gente muy culta está condicionada por su educació n, por las opiniones de los demá s
y por otros elementos sociales y circunstanciales en sus respuestas estéticas. Otros escritores
han hablado de los efectos condicionantes de la tradición, la moda y otras presiones
sociales, notando, por ejemplo, que a principios del siglo XVIII las obras de William
Shakespeare se consideraban como bárbaras, y el arte gótico, como vulgar.
El interés creciente en la estética se revela por la aparició n de varias publicaciones, como
Journal of Aesthetics and Art Crititicism, fundada en Estados Unidos en 1941. Revue
d'Esthétique, creada en Francia en 1948, y a la British Journal of Aesthetics, fundada en 1960.

Eurípides en el tiempo
A diferencia de Esquilo y Só focles, Eurípides representaba los nuevos movimientos morales,
sociales y políticos surgidos en Atenas hacia finales del siglo V a.e. Fue éste un período
enormemente fructífero en el plano intelectual durante el cual el conocimiento era
considerado como el mayor de los logros terrenales. Anaxá goras acababa de demostrar que el
aire era un elemento y que el Sol no era una divinidad, sino pura materia. Se establecían
nuevas verdades en todos los campos del saber y Eurípides, sumamente receptivo a todas
ellas, introdujo una nueva conciencia en la tragedia. Se interesó ante todo por el pensamiento y
las experiencias del ser humano ordinario, má s que por las figuras legendarias del pasado
heroico.
Si bien bebió en las fuentes de la mitología antigua, Eurípides trataba a sus personajes de un
modo realista: ya no eran símbolos idealizados y ajenos a la vida normal, sino que se
comportaban como sus contemporá neos atenienses.
Eurípides compartió el escepticismo intelectual de su época y arremetió en sus obras contra
los dogmas morales y religiosos del pasado, que aú n gozaban de cierto crédito entre el pueblo
llano. Su actitud y su estado de ánimo se movían entre ambos extremos, a veces incluso
dentro de una misma obra. Era capaz de demostrar la corrupción y la debilidad
humanas con amargura y hondo realismo, y al mismo tiempo de reflejar en sus obras un
profundo respeto por el heroísmo humano, la dignidad y la pasión. Eurípides asignó un
lugar destacado en su obra a los personajes femeninos y el protagonista de sus dramas era con
frecuencia una heroína del crimen o la virtud.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

SOCIOLOGÍA Y A. COMTE

Augusto Comte (1798-1857), filó sofo positivista francés y uno de los pioneros de la sociología.
Nació en Montpellier el19 de enero de 1798. Desde muy temprana edad rechazó el catolicismo
tradicional y también las doctrinas moná rquicas. Logró ingresar en la Escuela Politécnica de
París desde 1814 hasta 1816, pero fue expulsado por haber participado en una revuelta
estudiantil. Durante algunos añ os fue secretario particular del teó rico socialista CIaude Henri
de Rouvroy, conde de Saint-Simon, cuya influencia quedaría reflejada en algunas de sus obras.
Los ú ltimos añ os del pensador francés quedaron marcados por la alienació n mental, las crisis
de locura en las que se sumía durante prolongados intervalos de tiempo. Murió en París el 5 de
septiembre de 1857.
Para dar una respuesta a la revolució n científica, política e industrial de su tiempo, Comte
ofrecía una reorganizació n intelectual, moral y política del orden social. Adoptar una actitud
científica era la clave, así lo pensaba, de cualquier reconstrucció n.
Afirmaba que del estudio empírico del proceso histó rico, en especial de la progresió n de
diversas ciencias interrelacionadas, se desprendía una ley que denominó de los tres estadios y
que rige el desarrollo de la humanidad. Analizó estos estadios en su voluminosa obra Course of
Positive Philosophy (1830-1842) Curso de filosofía positiva, 1853). Dada la naturaleza de la
mente humana, decía, cada una de las ciencias o ramas del saber debe pasar por «tres estadios
teoréticos diferentes: el teoló gico o estadio ficticio: el metafísico o estadio abstracto; y por
ú ltimo, el científico o positivo». En el estadio teoló gico los acontecimientos se explican de un
modo muy elemental apelando a la voluntad de los dioses o de un dios. En el estado metafísico
los fenó menos se explican invocando categorías filosó ficas abstractas. El ú ltimo estadio de esta
evolució n, el científico o positivo, se empeñ a en explicar todos los hechos mediante la
aclaració n material de las causas. Toda la atenció n debe centrarse en averiguar có mo se
producen los fenó menos con la intenció n de llegar a generalizaciones sujetas a su vez a
verificaciones observacionales y comprobables. La obra de Comte es considerada como la
expresión clásica de la actitud positivista, es decir, la actitud de quien afirma que tan
sólo las ciencias empíricas constituyen la adecuada fuente de conocimiento.
Cada uno de estos estadios, afirmaba Comte, tiene su correlato en determinadas actitudes
políticas. El estadio teoló gico tiene su reflejo en esas nociones que hablan del Derecho divino
de los reyes. El estadio metafísico incluye algunos conceptos tales como el contrato social, la
igualdad de las personas o la soberanía popular. El estadio positivo se caracteriza por el
aná lisis científico o «socioló gico» (término acuñ ado por Comte) de la organizació n política.
Bastante crítico con los procedimientos democrá ticos, Comte anhelaba una sociedad estable
gobernada por una minoría de doctos que empleara métodos de la ciencia para resolver los
problemas humanos y para imponer las nuevas condiciones sociales.
Aunque rechazaba la creencia en un ser trascendente, reconocía Comte el valor de la religió n,
pues contribuía a la estabilidad social. En su obra Sistema de Política Positiva (1851-1854;

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

1875-1877), propone una religió n de la humanidad que estimulara una benéfica conducta
social. La mayor relevancia de Comte, sin embargo, se deriva de su influencia en el desarrollo
del positivismo.
Generación (sociología), intervalo de tiempo entre el nacimiento de los padres y el
nacimiento de sus hijos, que suele establecerse en 30 añ os. Todos los hijos de una pareja de
padres son considerados como miembros de una misma generació n, aunque a veces pueden
tener una diferencia de edad de bastantes añ os.
En antropología, el término generació n se refiere a un grado en la línea de ascendencia de un
determinado antepasado. Cuando se dispone de registros, los antropó logos pueden
determinar la descendencia de varias ramas de un grupo étnico a lo largo de muchas
generaciones.
En sociología, los miembros de una sociedad nacidos en una misma época son considerados
como de una misma generació n. Por esta razó n los soció logos intentan explicar los patrones de
conducta de una determinada generació n estudiando las costumbres y acontecimientos de esa
época. A menudo se encuentran grandes diferencias entre generaciones. Durante la guerra de
Vietnam (1959-1975), mientras que los jó venes adultos de Estados Unidos y de otros países
tenían una fuerte tendencia pacifista, la generació n anterior compuesta por muchos ex
combatientes de la
Segunda Guerra Mundial, era mucho má s conservadora con respecto a la guerra, al menos
durante los primeros añ os. Estas diferencias en actitud y creencias causan a menudo
incomprensiones y dificultades entre generaciones. Las desemejanzas entre ellas en
cuanto a valores morales, modas, conductas y estilos de vida conforman el denominado salto
generacional.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Actitud hacia las personas mayores


En muchos sentidos las personas mayores se encuentran en desventaja tanto por el culto a la
juventud existente en nuestro tiempo como por la tendencia de la sociedad occidental a
rechazar la muerte. Aunque a las personas mayores se les suelen aplicar los estereotipos de
débiles y dependientes de las generaciones má s jó venes para tomar sus decisiones, a menudo
tienen un gran nivel de moralidad, satisfacció n de la vida y autoestima. Antiguamente, las
personas mayores gozaban de gran respeto (como todavía ocurre en países como China y
Japó n), por cuestiones educativas o morales y también por aspectos má s interesados, ya que
eran ellos los propietarios de bienes que podían ser heredados. En algunas sociedades
gozaban de poder político (consejos de ancianos) y decidían incluso la actuació n de los
miembros del grupo familiar o tribal. Sin embargo, en la mayoría de las sociedades
modernas los jóvenes son independientes y sus actitudes ante la vida no dependen
tanto de sus familiares o allegados mayores.
Las sociedades modernas tienen la obligació n de garantizar a las personas mayores que
tengan cubiertas sus necesidades bá sicas y que dispongan de los recursos suficientes para
seguir viviendo de forma ú til y satisfactoria dentro de la comunidad.
Asimilación (sociología), proceso por el cual una persona o grupo minoritario se integra y
adopta la cultura del grupo social dominante.
El término asimilació n se utiliza generalmente en relació n con la inmigració n. Los inmigrantes
adquieren nuevas costumbres y actitudes a través del contacto y la comunicació n con los
habitantes del país anfitrió n. Sin embargo, la transferencia de costumbres no es un proceso
unilateral. Cada grupo de inmigrantes aporta parte de sus rasgos culturales a la nueva
sociedad.
Por lo general, la asimilació n implica un cambio gradual llegando' a alcanzar diferentes
niveles. Es total cuando los nuevos miembros de una sociedad no pueden ser distinguidos de
los má s antiguos. El proceso por el que las sociedades transfieren sus rasgos culturales en
situaciones de contacto se denomina aculturació n.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

CREENCIAS JUDÍAS Y CRISTIANAS

En el primitivo Israel, el Día de Yahvé se concebía como algo venidero, en el que se establecía
una batalla que decidiría el destino de la gente. A pesar de que ésta lo esperaba como un día de
victoria, profetas como Amos, aseas, Isaías, Miqueas, Sofonías y Jeremías temieron que pudiera
traer la completa o casi completa destrucció n, asociá ndolo a la creciente amenaza militar de
Asiria. Para Jeremías, el pronó stico del juicio era el criterio de la verdadera profecía. Má s
tarde, en los libros que contenían sus declaraciones se intercalaron profecías de prosperidad,
que constituían signos significativos de esperanzas escatoló gicas. El libro de Daniel expresaba
la esperanza de que el reino del mundo sería dado a los santos del Má s Alto, el pueblo judío.
Después de la destrucció n de la bestia representada por los reinos helénicos del Pró ximo
Oriente, se promete que un representante del cielo, acaso el arcá ngel Miguel, descenderá de las
nubes y recibirá el imperio del mundo. No aparece ningú n Mesías en esta profecía. La primera
aparició n clara de este libertador se encuentra en la Canció n de Salomó n.
Después de la conquista de Palestina por el general romano Pompeyo el Grande en el 63 a.C.,
los judíos anhelaron un descendiente de la línea de David, rey de Israel y Judea, que rompería
el yugo romano, establecería el imperio de los judíos y gobernaría con un rey justo sobre las
naciones sometidas. Este deseo llevó finalmente a la rebelió n que se produjo en los añ os 66-70
d.C., y que supuso la destrucció n de Jerusalén. Cuando Cristo proclamó la llegada del reino del
cielo, resultó natural, por lo tanto, que a pesar de su negació n, algunos consideraran que
reclamaba ser rey de los judíos, sus discípulos. Es poco probable que el juicio final y la llegada
de la muerte fueran concebidos como potestades o atributos del Mesías por un adepto de la fe
judía.
En la doctrina cristiana, la escatología engloba la segunda venida de Cristo o parusía, la
resurrecció n de la muerte, el juicio final, la inmortalidad del alma, la idea del cielo y del
infierno, y la culminació n del reino de Dios. En la Iglesia cató lica apostó lica romana, la
escatología comprende, ademá s, la visió n beatífica, el purgatorio y el limbo de los justos.
Aunque los grandes credos de la cristiandad afirman la fe en un regreso del Hijo de Dios para
juzgar a los vivos y a los muertos, y en una resurrecció n de lo justo y de lo injusto, el
cristianismo ha mostrado a lo largo de los siglos grandes variaciones en su interpretació n de la
escatología. La creencia conservadora ha insistido en resaltar el destino de una persona
después de la muerte y el modo en que la creencia en una vida futura afecta a la actitud ante la
vida terrenal. Algunas sectas han vaticinado el fin del milenio, el inminente fin del mundo.
El islam adoptó del judaísmo y del cristianismo la doctrina de un juicio venidero, la
resurrecció n de la muerte, y los castigos y premios eternos. Má s tarde, el conocimiento del
pensamiento persa enriqueció mucho la escatología islá mica. De especial importancia era la
creencia en la reencarnació n de algú n gran profeta del pasado, una y otra vez el mundo
islá mico se ha visto agitado por la esperanza de la llegada del Mahdí, el Mesías musulmá n, que
revelara la verdad y llevara a los fieles a mejores condiciones sociales en la vida terrenal. En

[108]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Irá n y Á frica proliferaron numerosos movimientos con estas características.

Actitudes actuales
El pensamiento cristiano liberal ha resaltado la relació n entre el alma y el reino de Dios,
considerando má s a menudo que se manifiesta de forma terrenal en cada individuo (puesto en
evidencia por lo que se creía que era el constante progreso de la humanidad) má s que en un
acontecimiento apocalíptico del final de los tiempos. El pensamiento teoló gico del siglo XX ha
tendido a rechazar lo que muchos eruditos han creído que era una identificació n de la
escatología cristiana con los valores de la civilizació n occidental. En la segunda mitad del siglo
XX la escatología ha sido comparada por algunos teó logos con la esperanza cristiana, al incluir
no só lo interpretaciones sobre el fin del mundo, sino también la esperanza en sí misma y su
influencia revolucionaria sobre la vida en el universo. El representante má s importante de esta
versió n de la escatología es el teó logo alemá n Jü rgen Moltmann.
En el judaísmo moderno, el regreso de Israel a su tierra, la llegada del Mesías, la resurrecció n
de los muertos y la recompensa o castigo eternos son todavía esperados por los ortodoxos,
pero los má s liberales basan la misió n de Israel en la regeneració n de la especie humana y en
la esperanza en una vida inmortal independiente de la resurrecció n del cuerpo.

El regreso a Jerusalén
En 539 a.C., el fundador del imperio persa, Ciro II el Grande, conquistó Babilonia. Al añ o
siguiente, publicó un edicto en el que otorgaba la libertad a los judíos. Aproximadamente
42000 miembros de la comunidad babiló nica prepararon su regreso a Palestina, llevá ndose
todos sus bienes, ademá s de las donaciones de los que se quedaron en Babilonia y, tal como
dice la tradició n con regalos del propio emperador. Liderados por un príncipe de la casa de
David llamado Zorobabel, la expedició n se dirigió a Jerusalén. El país aú n estaba desolado
debido a los estragos causados por las guerras caldeas y los inmigrantes se sintieron
desfallecer ante la enorme empresa que tenían ante sus ojos. La actitud de apatía de los
recién llegados fue superada gracias a la labor de dos líderes religiosos, los profetas
Ageo y Zacarías quienes sostenían que la máxima realización del hombre está en la
recompensa de una vida espiritual, tal y como había predicho Ezequiel antes que ellos. Los
judíos se concentraron en la reconstrucció n del Templo, hecho que consumaron en el añ o 516
a.C. Para la tradició n judía, el añ o en que finalizó la construcció n de este segundo Templo se
considera como la fecha del verdadero fin del exilio babiló nico, cuya duració n fue de setenta
añ os (586-516 a.C).
El Sumo Sacerdote fue elegido gobernante de la provincia de Judá o Judea, que desde entonces
se transformó en una teocracia. Las labores de reconstrucció n fueron realizá ndose con
lentitud, y aproximadamente en el 445 a.C., Nehemías (protegido del rey Artajerjes I de Persia,
quien reinó entre 465 y 425 a.C.) recibió la autorizació n expresa para reconstruir la ciudad.
Bajo su direcció n Jerusalén volvió a ser una gran ciudad. Durante este período, la comunidad

[109]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

babiló nica, habiendo oído noticias referentes a la falta de disciplina religiosa, decidió enviar a
Esdras, un famoso maestro y escriba para que introdujera las reformas religiosas necesarias. A
mediados del siglo IV Judea se había convertido en un país organizado segú n unas estrictas
doctrinas religiosas, y dominado por una clase sacerdotal muy fuerte. La Torá (o 'Ley' es decir,
el Pentateuco) rigió la vida cotidiana de los judíos; durante este tiempo los escribas y los
maestros de la Ley dieron su forma definitiva a las Sagradas Escrituras. Judea fue prosperando
cada día má s, de modo tal que, gracias a su capacidad para adaptarse a unas circunstancias
adversas, los judíos en un lapso de 150 añ os, se transformaron de una entidad política, en un
pueblo casi ú nicamente motivado por la religió n.

[110]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

DEPORTACIONES ANTISEMITAS

Las deportaciones que se llevaron a cabo en toda la Europa ocupada por los alemanes
generaron multitud de conflictos políticos y administrativos. Dentro de la propia Alemania se
produjo un fuerte debate sobre el destino de los mischlinge, a los que finalmente se respetó . Se
emprendieron negociaciones diplomá ticas para efectuar deportaciones en algunos de los
países aliados con Alemania, como los estados satélite de Eslovaquia y Croacia. El gobierno
francés de Vichy, que ya había puesto en vigor algunas leyes antisemitas, comenzó a
encarcelar a los judíos incluso antes de que los alemanes lo solicitaran. El gobierno
fascista italiano se negó a cooperar con los nazis hasta que Italia fue ocupada por
fuerzas alemanas en septiembre de 1943; la misma actitud adoptó el gobierno húngaro,
por lo que los alemanes invadieron el país en marzo de 1944. Rumania, pese a haber sido
responsable de varias ejecuciones en masa de judíos en los territorios ocupados de la URSS,
también se negó a entregar su població n judía a Alemania. En la Dinamarca ocupada,
numerosos daneses colaboraron para salvar de una muerte segura a los judíos que se
encontraban en el país y les enviaron a Suecia, que era un estado neutral, en miles de
pequeñ as embarcaciones.
Los alemanes se apropiaban de todas las posesiones de los deportados siempre que les era
posible. En Alemania se confiscaron las cuentas bancarias y propiedades de los judíos, y el
mobiliario de los pisos de familias judías de la Francia ocupada, Bélgica y Países Bajos se envió
a Alemania para ser distribuido entre las personas cuyas casas habían sido bombardeadas.
El transporte de víctimas a los campos de la muerte solía hacerse por ferrocarril, y la policía
tenía que abonar al sistema ferroviario alemá n el precio de un billete de ida de tercera clase
por cada deportado. Cuando se había cargado a mil personas en un tren, se aplicaba una tarifa
de grupo por la cual só lo era preciso pagar la mitad del importe. Los trenes, formados por
vagones de mercancías, se desplazaban lentamente siguiendo horarios especiales. Los
enfermos y los ancianos solían fallecer durante el trayecto.

LA GRAN DEPRESIÓN
El período de desempleo masivo má s generalizado, depresivo y serio de los tiempos modernos
fue la Gran Depresió n que siguió al crack de Wall Street en 1929. Esta depresió n produjo
catorce millones de desempleados en Estados Unidos, seis en Alemania y tres en Gran Bretañ a.
En Australia la crisis fue especialmente dura, con má s de 35% de la fuerza laboral
desempleada a principios de la década de 1930 y muchas de estas personas siguieron sin
trabajo hasta la Segunda Guerra Mundial. Las distorsiones sociales, la migració n generalizada
en busca de empleo y el extremismo político se hicieron habituales y la muerte por
enfermedades relacionadas con la malnutrició n aumentó considerablemente en todo el mundo
industrializado.

[111]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

La Gran Depresión provocó importantes cambios en el comportamiento que se tenía


frente al desempleo; esta nueva actitud se expresaba en el New Deal (nueva política
económica) del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, quien introdujo en su
país durante su gobierno la seguridad social, el seguro de desempleo y programas de trabajo
pú blico para utilizar el excedente laboral. La recuperació n econó mica producida gracias a
estas medidas demostró que el desempleo, de hecho, empeoró la depresió n al reducir la
demanda, y que el pago del seguro de desempleo era una carga mucho menor para la
economía que la pérdida de poder adquisitivo que padecían los trabajadores desempleados. La
depresió n también inspiró a John Maynard Keynes que escribió su obra maestra, La teoría
general del empleo, el interés y el dinero (1936), en la cual establecía que una economía
deprimida continuará , a no ser que se revitalice gracias al gasto pú blico. De esta manera
persuadió a los gobiernos occidentales para que disminuyeran el desempleo mediante grandes
déficits presupuestarios.

POSICIONES EN EL MUNDO
Si se observa la realidad econó mica de los países menos desarrollados, se constata una amplia
variedad de situaciones. En el lado má s positivo se sitú an los países del sudeste asiá tico,
algunos países exportadores de petró leo de Oriente Pró ximo y unos cuantos países
latinoamericanos. En el lado opuesto se sitú an los grandes países de Asia meridional -
Bangladesh, Pakistá n y, en menor medida, la India- y la mayor parte del Á frica subsahariana.
¿A qué se deben estas diferencias? Desde luego, no a su situació n geográ fica: Corea del Sur,
uno de los países má s pró speros en la actualidad, era considerado un caso perdido en el añ o
1950. Argentina, en la década de 1930, tenía un nivel de vida y una estructura econó mica muy
parecidos al de Australia, y sin embargo, Australia es hoy un país má s pró spero que Argentina.
Mientras Australia era miembro de la Commonwealth, Argentina, basá ndose en principios de
soberanía econó mica, cultural y política, tuvo una posició n de resistencia frente a Estados
Unidos y su papel en la regió n. Muchos países africanos han experimentado retrocesos en sus
niveles de desarrollo durante las décadas de 1980 y 1990, Y en este momento está n peor
situados de lo que lo estuvieron en el pasado. El crecimiento de la població n de estos países, a
diferencia del resto del mundo, sigue siendo muy diná mico. Ninguna de las grandes teorías del
desarrollo puede explicar esta amplia variedad de situaciones, aunque todas ellas aportan
valiosas sugerencias.
El éxito de las economías del sudeste asiá tico ha influido mucho en las teorías del desarrollo
desde la década de 1970. Estos países no compartían el pesimismo del Tercer Mundo sobre la
exportació n. A pesar de las protecciones arancelarias de los países industrializados, lograron
ganar cuotas de mercado de bienes industriales, se especializaron en productos y mercados de
alta tecnología y lograron con ello un rá pido crecimiento econó mico, primero para los' cuatro
dragones' -Hong Kong. Corea, Singapur y Taiwá n- y luego para otros países de la zona como
Indonesia, Malaysia y Tailandia.
Era evidente que la dependencia no había impedido su desarrollo. De todos modos este

[112]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

crecimiento se realizó gracias al retraso de condiciones laborales y salariales, difiriendo en


gran medida de las condiciones sociales de países como Argentina o Brasil, donde la clase
trabajadora industrial y del sector servicios tiene un mejoramiento de vida.
En lugar de lograr un rá pido crecimiento, los países cuyos gobiernos intervenían de forma
decisiva en la economía, impusieron grandes barreras al comercio internacional; partían de
modelos de desarrollo autá rquico y a finales de la década de 1980 presentaban un cuadro
econó mico poco envidiable. La recesión mundial sacó a la luz sus puntos flacos: déficits
presupuestarios y de balanza de pagos insostenibles, altas tasas de inflació n, problemas de
deuda externa y escaso o nulo crecimiento econó mico. Todo ello hacía evidente la necesidad
de cambiar de políticas. El hecho de que las economías socialistas estuviesen
abandonando sus sistemas de economía planificada y aplicando reformas orientadas a
restablecer los mecanismos de mercado, también influyó en ese cambio de actitud.
Empezó a surgir un consenso mundial en torno a la creencia de que las fuerzas del mercado
ayudarían a acelerar los procesos de desarrollo en las economías menos industrializadas,
aunque sigue sin haber acuerdo respecto al grado de intervenció n que deben tener los
gobiernos en este proceso. Durante la década de 1980 y principios de la de 1990, cada vez má s
países, tan distintos como China, India, Brasil o Tanzania, imponían reformas orientadas al
restablecimiento del libre mercado. La experiencia de los países del sudeste asiá tico era
considerada, por algunos, como el triunfo de las economías de mercado; pero para otros no era
má s que la demostració n de poder combinar las ventajas de los mercados con una
intervenció n gubernamental efectiva, tal vez demasiado efectiva como para que pueda copiada
cualquier gobierno.
A mediados de la década de 1990 parece que casi todos los países de Asia y Latinoamérica han
emprendido un modelo de desarrollo má s só lido. Pero el fracaso del desarrollo del Á frica
subsahariana es motivo de preocupació n entre los expertos. La experiencia nos ha enseñ ado
mucho sobre los procesos de desarrollo, pero sin una intervenció n pú blica efectiva, sin unas
políticas de desarrollo bien diseñ adas y la ausencia de mano de obra sana, cualificada y de un
adecuado nivel de educació n, todo este aprendizaje no servirá de nada: la principal lecció n que
tiene que extraer la economía del desarrollo es que hay que otorgar mayor importancia al
factor humano y al desarrollo político
REFORZANDO Y AGREGANDO
La Gran Depresión, crisis econó mica mundial iniciada en octubre de 1929, a causa del
conocido crack de 1929, se prolongó durante los primeros añ os de 1930, extendiéndose
geográ ficamente desde Estados Unidos al resto del mundo capitalista. Durante la década de
1920, cuando los negocios prosperaban en Estados Unidos, la agricultura entraba en recesió n.
En lo que respecta a la situació n europea, la hiperinflació n se apoderó de la economía alemana
y ésta no pudo pagar las enormes reparaciones de guerra impuestas tras la Primera Guerra
Mundial. En otros países los conflictos sociales iban en aumento.
Cuando los precios de las acciones se desmoronaron en Wall Street en 1929, los bancos

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

estadounidenses empezaron a exigir el pago de los préstamos que habían concedido a otros
países, al igual que a personas individuales que no podían devolverlos. Al mismo tiempo, la
gente que tenía depositado el dinero en los bancos, perdió la confianza y empezó a retirado. Al
no tener dinero para devolver los depó sitos, muchos bancos comenzaron a quebrar. La escasez
de fondos implicaba que había menos dinero para invertir en las industrias y para comprar
productos agrícolas e industriales. En 1932 la mayor parte de los bancos de Estados Unidos
había tenido que cerrar.
La crisis provocó grandes tasas de desempleo y desocupació n: catorce millones de personas en
Estados Unidos, seis en Alemania y tres en el Reino Unido. En Australia, la tasa de desempleo
era incluso mayor que en Estados Unidos y el Reino Unido juntos. Se estima que la quinta parte
de la població n britá nica vivía por debajo del umbral de pobreza a mediados de la década de
los 30.
La elecció n para presidente de Franklin D. Roosevelt y el establecimiento del New Deal en
1932 permitió recuperar la confianza en Estados Unidos y marcó el principio del fin de la
Depresió n. Sin embargo, en Alemania, la desaparició n de la financiació n exterior, a principios
de la década de 1930, y el consiguiente aumento de las dificultades econó micas, dieron lugar a
la aparició n del nazismo y la llegada al poder de Adolf Hitler. En otros países, aparecieron
grupos políticos de tendencia fascista o totalitaria que acabaron por triunfar amparados
relativamente en la estela de la Gran Depresió n.
En muchos países la Gran Depresión provocó un cambio en las actitudes políticas y en la
actuació n de los gobiernos a favor de medidas promotoras del estado del bienestar. Pero la
Gran Depresió n también creó las condiciones para que estallara la Segunda Guerra Mundial.
Después de 1930, Heidegger volvió, en trabajos como Introducció n a la Metafísica (1953), a
la particular interpretació n de las concepciones occidentales del ser. Sentía que, en contraste
con la reverente concepció n del ser dominante en la Grecia clá sica, la sociedad tecnológica
moderna ha favorecido una actitud elemental y manipuladora que ha privado de
sentido al ser y a la vida humana, un estado que llamaba nihilismo. La humanidad ha
olvidado su verdadera vocació n, que es recuperar la má s profunda comprensió n de la
existencia lograda por los primeros griegos y perdida por filó sofos posteriores.

EL KLAN EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX


El nombre, rituales y algunas actitudes del Klan original fueron adoptados por una nueva
organización surgida en Georgia, en 1915. Fundada por el antiguo pastor metodista,
coronel William Simmons, su denominació n fue Imperio Invisible, Caballeros del Ku Klux Klan.
Se aceptaba como miembros a todos los blancos, varones y protestantes, a partir de los 16
añ os de edad; quedaban excluidos los negros, católicos y judíos, todos los cuales fueron
difamados y perseguidos por parte de la organizació n. Durante el período de depresión
económica que siguió a la Primera Guerra Mundial, el Klan se expandió en las á reas
urbanas y tuvo gran actividad en la mayor parte de los estados del Sur. En esta segunda etapa,

[114]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

el Klan cumplió sus objetivos, y ademá s de los negros, persiguió a cató licos, extranjeros,
liberales, sindicalistas y huelguistas, por considerarlos elementos subversivos para los valores
estadounidenses, manteniendo la simbología, actividades y actitudes coactivas del grupo
fundador.
Las revelaciones en la prensa de los crímenes y coacciones cometidas por el Klan condujeron a
una investigació n por parte del Congreso en 1921. Desde ese añ o, el Klan experimentó un
rá pido incremento de sus integrantes y su influencia política abarcó todo el país, alcanzando la
cifra de 3 millones de miembros en 1924.
A mediados de la década de 1920, los conflictos internos y la inmoralidad y violencia del Klan
perjudicaron seriamente su reputació n, con lo que aumentó la oposició n política de sus
actividades. Hacia 1929, y tras ser conminado por el Tribunal Supremo a respetar la
legislació n relativa a la prohibició n de asociaciones secretas, la organizació n quedó reducida a
unos cuantos miles de miembros. Durante la depresión económica de la década de 1930,
el Klan actuó principalmente contra los sindicalistas de los estados del Sur. También
amenazaba con castigar a los negros que ejercieran su derecho al voto. En 1940 el Klan
colaboró con la Liga Estadounidense (organizació n financiada por el gobierno de la Alemania
nazi).
Con la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, redujo sus actividades. En
1944 se disolvió formalmente cuando no pudo pagar los impuestos que debía al gobierno
federal. El resurgimiento de sus actividades después de la guerra despertó un sentimiento
pú blico masivo de rechazo, y el Klan se escindió en numerosos grupú sculos.
A partir de 1980 se ha prestado una gran atenció n a la educació n especial en los países
desarrollados. En esta década se operó un cambio radical en las actitudes profesionales y
pú blicas hacia las necesidades especiales que marcó el comienzo de un gran movimiento hacia
la integració n de las personas con necesidades educativas especiales dentro de las escuelas
ordinarias. Los padres se han ido involucrando activamente en la evaluació n y en la revisió n
de las necesidades educativas de sus hijos y cada vez muestran con má s interés su preferencia
(limitada a ciertas condiciones) a que sus hijos se eduquen en escuelas ordinarias. La
ampliació n de servicios sociales y de salud ha contribuido a valorar mejor las necesidades
educativas especiales que permitan identificar los puntos fuertes y los débiles de cada alumno
con el fin de asegurarle la educació n má s apropiada dentro de un amplio abanico de
necesidades educativas especiales. En la prá ctica, las buenas intenciones no siempre culminan
en logros satisfactorios. En cualquier caso, hay que constatar que este proceso de cambio en la
mayor parte de los países de Europa y del mundo en general ha contribuido a que las familias
afectadas y las escuelas demanden a los poderes pú blicos leyes y métodos de aprendizaje que
garanticen el derecho a una mayor integració n en las escuelas y centros de formació n de las
personas con necesidades especiales.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

DESARROLLO DE LA FENOMENOLOGÍA
Husserl se refutó a sí mismo en su obra Investigaciones ló gicas (1900-1901), considerada
como una vigorosa polémica en contra del psicologismo en la ló gica y una reorientació n
radical del pensamiento puro. Un filosofar radical que nos permite el acceso a la conciencia
trascendental y a la subjetividad pura. «La conciencia de ser conciencia en algo».
Para Husserl, la labor del filósofo es la superación de las actitudes naturalista y
psicología mediante la contemplación de las esencias de las cosas, que podían ser
identificadas de acuerdo con las leyes sistemá ticas que rigen la variació n de los objetos en la
imaginació n. Admitió que la conciencia está permanentemente dirigida hacia las realidades
concretas y llamó intencionalidad a este tipo de atenció n. La conciencia, ademá s, posee
estructuras ideales invariables, que llamó significados, que determinan hacia qué objeto se
dirige la mente en cada momento dado.
La tarea del fenomenó logo, escribió , es «el examen sistemá tico de los tipos y de las formas de
experiencia intencional y la reducció n de las estructuras a las intenciones elementales, 10 que
debe enseñ amos la naturaleza de lo psíquico y hacemos comprender el ser de nuestra alma».
Durante sus añ os de estancia en la Universidad de Catinga (1901-1916), Husserl atrajo hacia
sus teorías a muchos estudiantes que fundaron la escuela fenomenoló gica y escribió su obra
má s influyente: Ideas: una introducción a la fenomenología pura (1913), en la que introdujo en
el lenguaje filosó fico el concepto de reducció n fenomenoló gica o epogé, abstenerse de tener en
cuenta cualquier afirmació n del sentido comú n o de la ciencia; de tal modo que el yo, en su
sentido cognitivo, se convierte en observador desinteresado de sí mismo, lo que le permite
reconstruir tanto la propia conciencia como el mundo externo que aparece en ella como
fenó meno. «Una descripció n de las estructuras de la conciencia trascendental, fundada en la
intuició n de la esencia de esas estructuras».
Su método concede absoluta primacía a la conciencia, a partir de la que se construye tanto el
mundo objetivo como la intersubjetividad, basada en la experiencia de los otros.
«La fenomenología es un idealismo que no consiste má s que en la auto explicitació n de mi ego
como sujeto de todo posible conocimiento, llevada a cabo de modo consecuente en la forma de
una ciencia egoló gica sistemá tica y esto con respecto al sentido de todo lo que es, que debe
poder tener justamente un sentido para mí, el ego».
Aportó asimismo aná lisis detallados de las estructuras mentales implicadas en la percepció n
de objetos particulares; describiendo de modo muy minucioso, por ejemplo, la forma en la que
captaba un manzano en su jardín. Así, aunque la fenomenología no asume la existencia de
nada, no es sin embargo una disciplina descriptiva; de acuerdo con Husserl, la fenomenología
se dedica, no a inventar teorías, sino a describir las «cosas en sí mismas».

[116]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

EL HUMANISMO
En filosofía, es la actitud que hace hincapié en la dignidad y el valor de la persona. Uno
de sus principios básicos es que las personas son seres racionales que poseen en sí
mismas capacidad para hallar la verdad y practicar el bien. El término humanismo se usa
con gran frecuencia para describir el movimiento literario y cultural que se extendió por
Europa durante los siglos XIV Y XV. Este renacimiento de los estudios griegos y romanos
subraya el valor que tiene lo clá sico por sí mismo, má s que por su importancia en el marco del
cristianismo.
El movimiento humanista comenzó en Italia, donde los escritores de finales de la edad media
Dante, Ciovanni Boccaccio y Francesco de Petrarca contribuyeron en gran medida al
descubrimiento y a la conservació n de las obras clá sicas. Los ideales humanistas fueron
expresados con fuerza por otro estudioso italiano, Giovanni Pico della Mirandola, en su
Oración, obra que trata sobre la dignidad del ser humano. El movimiento avanzó aú n má s por
la influencia de los estudiosos bizantino a llegados a Roma después de la caída de
Constantinopla a manos de los turcos en 1453, y por la creació n de la Academia plató nica en
Florencia. La Academia, cuyo principal pensador fue Marsilio Ficino, fue fundada por el
hombre de Estado y mecenas florentino Cosme 1 de Medici. Deseaba revivir el platonismo y
tuvo gran influencia en la literatura, la pintura y la arquitectura de la época.
La recopilació n y traducció n de manuscritos clá sicos se generalizó , de modo muy significativo
entre el alto clero y la nobleza. La invenció n de la imprenta de tipos mó viles, a mediados del
siglo XV, otorgó un nuevo impulso al humanismo mediante la difusió n de ediciones de los
clá sicos. Aunque en Italia el humanismo se desarrolló sobre todo en campos como la literatura
y el arte en
Europa central, donde fue introducido por los estudiosos alemanes Johannes Reuchlin y Philip
Melanchthon, el movimiento penetró en á mbitos como la teología y la educació n, con lo que se
convirtió en una de las principales causas subyacentes de la Reforma.
Uno de los estudiosos má s importantes en la introducció n del humanismo en Francia fue
Erasmo de Rotterdam, que también desempeñ ó un papel principal en su difusió n por
Inglaterra. Allí, el humanismo fue divulgado en la universidad de Oxford por 10E estudiosos
William Grocyn y Thomas Linacre, y en la Universidad de Cambridge por Erasmo y san Juan
Fisher. Desde las universidades se extendió por toda la sociedad inglesa y allanó el camino
para la edad de oro de la literatura y la cultura que llegaría con el período isabelino.

EL SEXISMO
Prejuicio basado en el sexo, es decir, conjunto de actitudes y comportamientos que niegan los
derechos a la libertad y a la igualdad de las personas de un determinado sexo.
En la mayor parte de los casos el sexismo se aplica al comportamiento de los hombres hacia
las mujeres. Los que rechazan el sexismo afirman (tal y como se observa en el mundo

[117]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

moderno) que una persona puede triunfar desde el punto de vista político, profesional, laboral
o doméstico independientemente del género y del sexo, y pretenden hacer neutros muchos
roles sociales que en el pasado han sido relacionados con un determinado género.
El sexismo es un conjunto de ideas, símbolos y há bitos arraigados en el intercambio social.
Dado que las mujeres son a la vez iguales y diferentes de los hombres, la dificultad reside en
afirmar qué es lo que constituye esa diferencia y esa similitud. Probablemente habrá que
comenzar por aceptar la diferencia entre sexo, que es bioló gica y relativamente fija, y género,
que es social y relativamente variable.
Hoy día vivimos una etapa de experimentació n de la asimilació n y diferenciació n entre ambos
conceptos. Los cambios en el modo de vida tienden a asimilar a la mujer con el papel que antes
era propio del hombre en el á mbito de su trabajo, política y aficiones. La maternidad es cada
vez menos frecuente y se limita a una etapa má s corta y tardía de la vida de la mujer. Al mismo
tiempo, en cierto modo, la forma de vida del hombre se está desplazando hacia
actividades hasta ahora propias de la mujer (cuidado de los niñ os, tareas domésticas,
horario de trabajo má s corto y jubilació n má s temprana). Pero, en conjunto, es evidente que
la mujer ha cambiado más que el hombre, por lo que muchas han tenido que
compaginar el trabajo doméstico tradicional con el trabajo fuera de casa.
Se critica que se ha dado má s atenció n a las palabras que a los aspectos má s tangibles de la
vida cotidiana en este amplio cambio social. Por ejemplo, en inglés cada vez es má s frecuente
utilizar Ms en vez de Miss ('señ orita') o Mrs ('señ ora'). Aunque aparentemente trivial, este
cambio muestra el desacuerdo de muchas mujeres con un uso del lenguaje que indica que para
la sociedad la mujer casada es propiedad de su esposo. El aumento de las parejas y el
debilitamiento del nú cleo familiar tradicional (con el hombre como cabeza de familia) indican
un cambio má s profundo que abarca el modo de vida y al conjunto de la sociedad.
Rara vez se cuestiona que ambos sexos sean igualmente competentes para el desempeñ o de
una profesió n como la de profesor, abogado o funcionario de Estado; sin embargo, sí es má s
problemá tico el caso de una obrera manual o un enfermero. El sexismo se esconde, de forma
directa o indirecta, detrás de la desigualdad en las expectativas o condiciones de
salario. Son numerosos los casos que nos revelan nuestra ignorancia sobre hasta qué punto
está arraigado el sexismo y cuá nto se debe a la informació n socioló gica objetiva. La
distribució n laboral en la mayor parte de los países, la composició n por sexos de los
Parlamentos y organismos electivos, la expansió n de la cualificació n educacional y el mayor
salario medio de los hombres en relació n con el de las mujeres, son testigos de una historia de
patriarcado, que es la historia particular del sexismo en la especie humana. La parcialidad en
la interpretació n de las capacidades del hombre y de la mujer puede ser algo inconsciente; se
le puede llamar sexismo institucional y es paralelo al racismo institucional. Las costumbres y
la tradició n pueden distorsionar la apreciació n objetiva de estas capacidades. Por otra parte,
cualesquiera que sean los modelos heredados, es igualmente importante estar atento a otros
factores que contribuyen a una ausencia de mujeres en cargos superiores como consecuencia,
por ejemplo, del permiso que muchas mujeres se toman para cuidar a sus hijos recién nacidos

[118]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

en una etapa altamente competitiva de sus carreras.


Un ejemplo ilustrativo del sexismo en el trabajo se obtiene comparando la proporció n por
sexos actual y la estimada en la població n mundial. El economista indio Amartya Sen ha
estimado que faltan 100 millones de mujeres en el mundo, lo que equivale al volumen anual de
crecimiento actual. Este déficit tan grande es probablemente el mejor indicador del alcance del
sexismo en todas sus formas de que disponen los científicos.
Es discutible la base utilizada para el cá lculo de esos 100 millones de mujeres de déficit. La
proporció n de nacimientos es de alrededor de 105 mujeres por cada 100 varones. Existe una
mayor proporció n de mortalidad en los hombres y la esperanza de vida de la mujer es
aproximadamente seis añ os mayor que la del varó n. Por lo tanto, la expectativa es que habrá
má s mujeres que hombres en el mundo. Sin embargo, este cá lculo só lo es cierto para Europa,
América y los países má s ricos de la costa asiá tica como Japó n, Taiwá n, Australia y Nueva
Zelanda. Otros países como Pakistá n, China, algunos estados de la India y algunas partes de
Á frica tienen má s hombres que mujeres, es decir, lo contrario a lo esperado dada la herencia
evolutiva y la tecnología médica y medioambiental disponibles en el mundo contemporá neo.
La explicació n de este fenó meno es mú ltiple: desde el infanticidio de niñ as recién nacidas en
los casos extremos, al impacto de la negació n a que las mujeres dispongan de los servicios y
oportunidades que sí disfrutan los hombres.

HOMOSEXUALIDAD
Preferencia y atracció n sexual por personas del mismo sexo, en contraposició n a
heterosexualidad (preferencia por el sexo opuesto) y bisexualidad (atracció n por ambos
sexos). Las homosexuales femeninas reciben el apelativo de lesbianas (del nombre de la isla
griega Lesbos, hogar de la poetisa Safo que vivió en el siglo VII a.C.); a los homosexuales
masculinos se les llama 'gays', y a menudo a cualquiera de los dos se les denomina 'gay'. La
actitud hacia la homosexualidad ha variado a lo largo de las diferentes épocas y entre los
diversos grupos y subgrupos culturales, oscilando entre la aceptació n (en la Grecia antigua), la
tolerancia (en el imperio romano) y la condena absoluta (en muchas sociedades occidentales).

Actitud Actual
En algunas sociedades como la de Aranda en Australia central, la homosexualidad está
prá cticamente generalizada. Algunas naciones como, por ejemplo, Gran Bretañ a y Alemania
han legalizado las relaciones homosexuales entre adultos. Sin embargo, en muchos países el
hecho de ser homosexual o de practicar la homosexualidad puede provocar la pérdida del
trabajo, la discriminació n en la concesió n de la vivienda, el rechazo social e incluso la cá rcel.
Durante los ú ltimos añ os, los grupos a favor de los derechos de los gays han trabajado para
conseguir una mayor aceptació n de la homosexualidad por parte de la opinió n pú blica y en la
legislació n. El nivel de aceptació n alcanzado en la década de 1970 disminuyó durante la
década siguiente debido a la reacció n pú blica negativa respecto a la propagació n del síndrome

[119]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

de inmunodeficiencia adquirida (SIDA o AIDS, en inglés), que afecta en mayor proporció n a la


sociedad homosexual masculina. Este hecho condujo al rechazo social y a un prejuicio
creciente contra los homosexuales.

Actitud profesional
Gran parte de la incomprensió n y de los juicios existentes contra la homosexualidad proceden
de su clasificació n como enfermedad en el siglo XIX. El neuropsicó logo alemá n Richard von
Krafft-Ebing la consideró una «degeneració n neuropá tica hereditaria» que supuestamente se
agravaba por una masturbació n excesiva. El psiquiatra austriaco Sigmund Freud postuló la
existencia de una predisposició n constitutiva, aunque también destacó el efecto determinante
de experiencias durante la infancia (como, por ejemplo, la falta de un progenitor del mismo
sexo con el cual poder identificarse) y la frecuencia de experiencias homosexuales masculinas
durante la adolescencia.
Un estudio clá sico llevado a cabo en 1957 en la Universidad de California, en Los Á ngeles
(Estados Unidos), rebatía la hipó tesis de la enfermedad. Pruebas psicoló gicas realizadas a
homosexuales y a heterosexuales mostraron que entre ellos no había aspectos patoló gicos
diferenciadores. Aunque existen algunas evidencias (en estudios entre gemelos y mellizos)
que sugieren que los genes pueden ser un factor en la orientació n sexual, otras teorías afirman
que es má s probable que los factores determinantes sean las experiencias durante la infancia.

FORSTER E INGLATERRA
Forster, Edward Morgan (1879-1970), novelista y ensayista inglés cuyas novelas, escritas en
un estilo caracterizado por su concisió n y fluidez, exploran las actitudes que crean barreras
entre las personas.
Nació en Londres el primero de enero de 1879 y estudió en el King's College de la Universidad
de Cambridge, donde le eligieron para formar parte de un grupo de debate -Los apó stoles-, en
el que conoció a miembros del que sería el Grupo de Bloomsbury. Después de vivir cierto
tiempo en Italia, volvió a Inglaterra para dedicarse por entero a escribir. Su primera novela,
Donde los ángeles no se aventuran (1905), que se publicó cuando tenía 26 añ os, pone de
manifiesto un estilo sorprendentemente maduro. Después publicó El viaje más largo (1907) y
Una habitación con vistas (1908). La construcció n de estas tres novelas supuso una reacció n
contra la larga y tediosa forma de argumentar de las novelas victorianas. En parte
autobiográ ficas, también expresan un tema recurrente en los ensayos de Forster: la necesidad
de combatir el materialismo de la clase media a través de una mayor atenció n por las cosas de
la mente y la imaginació n. Este tema lo aborda má s directamente en su obra maestra, La
mansión (1910), y en la última novela que escribió, El paso a la India (1924) que analiza
el conflicto entre las culturas desde la relación personal ambigua entre un viajero inglés
y una mujer india en tiempos del gobierno británico, y pone de manifiesto su aversión
por el imperialismo.

[120]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Publicó dos libros de relatos de vida, El autobús celestial (1914) y El momento eterno (1924).
La novela Maurice (1971, escrita entre 1913 y 1914) Y La vida futura (1924, libro de cuentos
escritos a lo largo de su vida) tratan ambos de la homo-sexualidad, y no se publicaron hasta
después de su muerte.
Forster expresó sus pensamientos y opiniones en los libros de ensayos Abinger Harvest (1936)
y Dos vítores por la democracia (1951), así como en sus libros de viajes La colina de Devi
(1953), un relato de su estancia en la India en el que se basó para El paso a la India, y
Alejandría, historia y guía (1922 revisada en 1961), este ú ltimo basado en las funciones civiles
que desempeñ ó mientras vivía en aquella ciudad durante la Primera Guerra Mundial (1914-
1918). Forster también dirigió durante algú n tiempo, después de la Primera Guerra Mundial,
el Daily Herald, un perió dico del partido laborista, y escribió el libreto para la ó pera Billy Bud
(1951) del compositor inglés Benjamín Britten, así como un importante libro de crítica
literaria, Aspectos de la novela, basado en las clases que dio en la Universidad de Cambridge en
1927. Fue miembro activo del PEN y en 1928 luchó contra la prohibició n de El pozo de la
soledad, de Radclyffe Hall; má s adelante, en 1960, se pronunció en defensa de El amante de
lady Chatterley, de D. H. Lawrence.
Miembro honorario del King' s College de la Universidad de Cambridge, residió allí desde 1946
hasta su muerte en Coventry, Inglaterra, el 7 de julio de 1970. Su reputació n como crítico sigue
vigente, y el interés por sus novelas se ha visto incrementado a raíz de su reciente adaptació n
al cine.

VICTORIA PÍRRICA
Pirro (c. 318-272 a.C.), rey de Epiro (307-302 a.C.; 297-272 a.C.).
Accedió al trono siendo menor de edad, en el 307 a.C., aunque má s tarde lo perdió y le fue
restituido en el 297 a.C. Aumentó sus territorios, añ adiendo las zonas occidentales de los
reinos vecinos de Macedonia y Tesalia. También ayudó a derrocar al rey de Macedonia
Demetrio I Poliorcetes. Sin embargo, Pirro fue expulsado de sus nuevos territorios,
aproximadamente en el 286 a.C., por su antiguo aliado Lisímaco, rey de Tracia, quien se·
convirtió en rey de toda Macedonia.
En el 281 a.C., el pueblo de Tarentum (la actual Tarento), una colonia griega en el sur de Italia,
en aquel momento en guerra con los romanos, solicitó ayuda a Pirro. A principios del 280 a.C.
desembarcó en Tarentum al frente de 25000 hombres y 20 elefantes, y ese mismo añ o derrotó
a los romanos en Heraclea, en la provincia romana de Lucania. En el 279 a.C. de nuevo derrotó
a los romanos en la batalla de Ausculum, en la provincia romana de Apulia. Sin embargo,
ambas víctimas supusieron graves pérdidas en su ejército, de aquí la expresión
«victoria pírrica».
Pirro se dirigió a Sicilia para ayudar a los griegos sicilianos en su lucha contra los cartagineses,
pero despertó la mala voluntad de los griegos con su actitud despótica. Regresó a Italia en
el 276 a.C. y al añ o siguiente fue derrotado por el có nsul romano Manió Curio Dentato en la

[121]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

batalla de Benevento, por lo que hubo de volver a Epiro con só lo una tercera parte de su
ejército. En el 273 a.C., sin embargo, tras atacar y derrotar a Antígono I Gonatas, tomó posesió n
de una gran zona de Macedonia. En menos de un añ o, Pirro libró una guerra con Esparta en la
que fracasó . Posteriormente huyó a Argos, donde fue asesinado.

PIRRONISMO
Pirrón (c. 360-c. 272 a.C.), filó sofo clá sico griego, introdujo el escepticismo puro dentro de
la filosofía griega y creó la escuela conocida como pirronismo y por ello se le considera el
fundador del escepticismo filosófico. Nació en Elide y estudió con el filó sofo griego
Anaxarco, un discípulo de Demó crito. Pirró n acompañ ó a Alejandro III el Magno en su
expedició n al Este, y supo de las enseñ anzas de los magos persas y de los brahamanes hindú es.
Pirrón pasó gran parte de su larga existencia retirado del mundo. No dejó escritas sus
doctrinas que son conocidas sobre todo a través de las palabras de su seguidor Timó n el
Siló grafo, filó sofo y escritor de sá tiras. Pirrón pensaba que la naturaleza real de las cosas
no puede ser en verdad comprendida, y por ello es imposible alcanzar el conocimiento
objetivo. Mantenía que la actitud correcta para el filósofo es la imperturbabilidad y la
suspensión total del juicio, y que en esta actitud se asienta la libertad de la pasión, la
calma de la mente y la tranquilidad del alma, que constituyen las cualidades humanas
más altas y meritorias.

EL SABIANISMO
Mandeos (del arameo manda, conocimiento), secta gnó stica fundada en Irak, en un á rea al sur
de Bagdad y cercana a Irá n. La secta cuenta con unos 6000 seguidores. El nombre mande o, en
arameo significa gnó stico. Los mandeos también reciben el nombre de sabianos (bautistas).
En un principio se pensó que esta secta había surgido en algú n lugar de Mesopotamia o de
Persia, antes del siglo IV d.C. Hoy en día se cree, má s bien, que llegó allí desde la regió n de Siria
y Palestina, donde probablemente se originó durante el siglo I o II d.C. o incluso durante el
período precristiano. Tanto en los ritos como en los textos mandeos se pueden ver reflejadas
influencias persas, judías y cristianas.
Las principales enseñ anzas de los mandeos derivan de la antigua doctrina esotérica del
gnosticismo. Los mandeos creen que el alma humana, cautiva del cuerpo y del universo
material, se puede salvar só lo a través del conocimiento revelado, de una vida éticamente
estricta, y de la observancia de ciertos ritos. También creen en la mediació n de un redentor
que vivió en la tierra, donde triunfó sobre los demonios, quienes lo dominaban y trataban de
mantener el alma cautiva. Por eso, só lo él puede ayudar en el ascenso del alma a través de los
mundos y esferas celestes, hasta que al final logre reunirse con el Dios supremo. En un
principio, la idea de los mande os de aguardar la venida de un redentor, debió estar inspirada
en la imagen cristiana de Jesucristo, y lo mismo que en otras sectas gnó sticas, debió comenzar
como una rama herética del cristianismo. Sin embargo, desde el período bizantino, los

[122]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

mandeos han mantenido una actitud de hostilidad hacia el cristianismo, considerando


incluso a Jesús un falso mesías. En cambio veneran a Juan Bautista, poniendo énfasis en la
importancia de repetir frecuentemente el bautismo, pues, para ellos, representa un rito de
purificació n. A diferencia de otras antiguas sectas gnó sticas, los mandeos siempre han
considerado el matrimonio y la procreació n como una importante obligació n moral. Los
monjes mande os reciben el nombre de nasoreos (observadores de los ritos) y forman una
casta separada de los laicos.

LA VIDA DE MANI
Mani nació en el seno de una aristocrá tica familia persa del sur de Babilonia (actual Irak). Su
padre, un hombre muy piadoso, lo educó en una austera secta bautista, posiblemente la
de los mandeos. A la edad de 12 y luego a los 24 añ os, Mani creyó haber tenido apariciones,
en las que un á ngel lo nombraba el profeta de una nueva y ú ltima revelació n. En su primer
viaje misionero, Mani llegó a la India, donde recibió la influencia del budismo. Bajo la
protecció n del nuevo emperador persa Shapur I (quien reinó entre 241 y 272). Mani predicó
en todo el imperio, e incluso envió misioneros al imperio romano. La rápida propagación del
maníqueísmo provocó una actitud hostil por parte de los líderes del zoroastrismo
ortodoxo. Cuando Bahram I sucedió en el trono al emperador anterior (entre 274 y 277), lo
convencieron de que arrestara a Maní, culpá ndolo de herejía. Al poco tiempo Mani murió , no
se sabe si en prisió n o ejecutado.

EL ANTIRRACISMO
A principios del siglo XX tuvo lugar una toma de conciencia internacional del fenó meno del
racismo. Los procesos de Nurernberg a los criminales de guerra nazis crearon una situació n
psicoló gica y política decisiva en la voluntad de las naciones para erradicar el racismo. Sin
embargo, en la sociedad actual aú n perduran numerosas formas de racismo, a pesar de las
exhortaciones de los organismos internacionales y especialmente de los acuerdos alcanzados
respecto a los derechos de las minorías y de las personas. El apartheid en Á frica del Sur ha
ignorado estos acuerdos sistemá ticamente hasta 1990. La masacre de la minoría tutsi en
Ruanda en 1993 y la 'limpieza étnica' emprendida por los serbios en la antigua Yugoslavia a
partir de 1991, son claras violaciones de los acuerdos internacionales.
Aunque el racismo no se haya erradicado, la ideología en la que se basa ha sido sometida a una
crítica radical en la segunda mitad del siglo XX. La ciencia ha rechazado el concepto de raza
poniendo en evidencia su cará cter subjetivo, basado en prejuicios. Antropó logos, bió logos,
genetistas y soció logos han demostrado que la noció n de raza carecía de sentido en la medida
en que el género humano es uno e indivisible.
Organizaciones antirracistas nacionales e internacionales luchan contra cualquier forma de
discriminació n. Las actitudes racistas que combaten numerosas organizaciones tienen en
buena medida razones psicológicas. Se fundan en reacciones de miedo ante la diversidad y

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

la incomprensió n de lo desconocido, que engendra sentimientos de odio y una violencia


muchas veces mal dirigida. Debido a la complejidad del fenó meno, el racismo es difícil de
combatir.

SÁTIRA DEL SIGLO XVIII


A principios de este siglo comienza en Inglaterra la llamada edad de oro de la sá tira. Una de las
má s brillantes sá tiras sociales es La ó pera del mendigo (1728), de John Gay, que inspiró la
adaptació n realizada en 1928 por Bertolt Brecht y Kurt Weill: La ó pera de cuatro cuartos.
Destacan también los novelistas Henry Fielding, Jane Austen y Jonathan Swift, cuyo
apasionado interés por el ser humano individual lo coloca paradójicamente en la
actitud de misántropo. El francés Voltaire, en su obra Cá ndido, realiza una defensa de los
principios de El siglo de las luces, lo que le valió una enérgica reacció n oficial por su crítica de
las ideas religiosas y sociales dominantes. En Españ a, el padre jesuita José Francisco de Isla, en
la historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, critica la tendencia a la
palabrería hueca en los sermones Y propone uno, por ejemplo, llamado «ciencia de la
ignorancia en la sabia ignorancia de la ciencia». Tomá s de Iriarte consigue, con sus Fábulas,
atenuar el rigor moral mediante la gracia de sus rimas y la oportunidad de sus dardos
satíricos.

EL EXISTENCIALISMO
Jean-Paul Sartre (1905-1980), filó sofo, dramaturgo, novelista y periodista político francés, es
uno de los principales representantes del existencialismo.
Sartre nació en París el 21 de junio de 1905; estudió en la Escuela Normal Superior de esa
ciudad, en la Universidad de Friburgo (Suiza) y en el Instituto Francés de Berlín (Alemania).
Enseñ ó filosofía en varios liceos desde 1929 hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial,
momento en que se incorporó al Ejército. Desde 1940 hasta 1941 fue prisionero de los
alemanes; después de su puesta en libertad, dio clases en Neuilly (Francia) y má s tarde en
París, y participó en la Resistencia francesa. Las autoridades alemanas, desconocedoras de sus
actividades secretas, permitieron la representació n de su obra de teatro antiautoritaria Las
moscas (1943) y la publicació n de su trabajo filosófico más célebre El ser y la nada (1943).
Sartre dejó la enseñ anza en 1945 y fundó , con Simone de Beauvoir entre otros, la revista
política y literaria Les temps modernes, de la que fue editor jefe. Se le consideró un socialista
independiente activo después de 1947; crítico tanto de la Unió n de Repú blicas Socialistas
Soviéticas (URSS) como de Estados Unidos en los añ os de la guerra fría. En la mayoría de sus
escritos de la década de 1950 están presentes cuestiones políticas, incluidas sus
denuncias sobre la actitud represora y violenta del ejército francés en Argelia. Rechazó
el Premio Nobel de Literatura que se le concedió en 1964, y explicó que si lo aceptaba
comprometería su integridad como escritor.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Las obras filosó ficas de Sartre conjugan la fenomenología del filó sofo alemá n Edmund Husserl,
la metafísica de los filó sofos alemanes Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Martin Heidegger, y la
teoría social de Karl Marx en una visió n ú nica llamada existencialismo. Este enfoque, que
relaciona la teoría filosófica con la vida, la literatura, la psicología y la acción política
suscitó un amplio interés popular que hizo del existencialismo un movimiento mundial.

ANTIDOGMATISMO
Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592), escritor francés que introdujo por primera vez el
ensayo como forma literaria. Sus Ensayos, que abarcan un amplio abanico de temas, se
caracterizan por un estilo discursivo, un tono coloquial y el uso de numerosas citas de autores
clá sicos.
Montaigne nació el 28 de febrero de 1533, en el Chá teau de Montaigne (cerca de Libourne). Su
familia gozaba de una buena posició n y Montaigne estudió en Cuyenne. Posteriormente cursó
estudios de leyes probablemente en Toulouse. Su primera empresa literaria fue una
traducció n, publicada en 1569, de la Theologia Naturalis, obra del-teó logo españ ol Raimundo
de Sabunde.
En 1571 Montaigne heredó las propiedades de la familia, entre las que figuraba el Chá teau de
Montaigne. Allí pasó el resto de su vida, entregado a las actividades propias de un hacendado,
estudiando a sus autores clá sicos favoritos y escribiendo los Ensayos, que constituyen su gran
colecció n. Los dos primeros tomos de esta obra vieron la luz en 1580. Posteriormente
Montaigne viajó a Alemania, Italia y Suiza. A su regreso fue alcalde de Burdeos (1581- 1585).
Escribió un tercer tomo de ensayos que se incluyó en la quinta edició n de Ensayos en 1588.
Los ú ltimos añ os de su vida los pasó recluido en su propiedad, con la excepció n de algú n viaje
ocasional a París y Rú an. La ú nica obra que escribió ademá s de sus Ensayos es un relato de sus
viajes publicado en 1774.
Como pensador, Montaigne destaca por su análisis de las instituciones, opiniones Y
costumbres, así como por su oposición a cualquier forma de dogmatismo carente de una
base racional. Montaigne observaba la vida con escepticismo filosó fico Y puso de relieve las
contradicciones e incoherencias inherentes a la naturaleza y la conducta humanas. Sin
embargo, su moral tendía básicamente hacia el epicureísmo, revelando las actitudes
propias de un humanista que rechazaba la esclavitud de las pasiones y los deseos. El
má s extenso de sus ensayos, "Apología de Raimundo de Sabunde", es un estudio de la
capacidad racional y las aspiraciones religiosas del ser humano.
En algunos momentos su visió n del mundo es conservadora.
En literatura y filosofía admiraba a los autores de la antigü edad, Y en materia política defendía
la monarquía como la forma de gobierno má s adecuada para garantizar la paz y el orden. En lo
que respecta a la educació n, Montaigne se interesó por la formació n del aristó crata Y sostuvo
la necesidad de enseñ ar a los alumnos el arte de vivir. Este arte se adquiere a través de la
capacidad de observació n y conversació n mediante los viajes. La lectura debería servir para

[125]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

ayudar a emitir juicios correctos Y no só lo para desarrollar la facultad de la memoria.


Montaigne insistió en la importancia de practicar con rigor y asiduidad el ejercicio físico, como
parte indisociable del desarrollo integral de la persona.

LA COSA EN SÍ
Arthur Schopenhauer (1788-1860), filó sofo alemá n conocido por su filosofía del pesimismo.
Nació en Danzig (ahora gdansk, Polonia) el 22 de febrero de 1788; estudió en las
universidades de Cotinga, Berlín y Jena. Se instaló en Frankfurt del Main, donde llevó una vida
solitaria y se volcó en el estudio de las filosofías budista e hinduista y en el misticismo.
También estuvo influido por las ideas del teó logo dominico, místico y filó sofo ecléctico alemá n
Meister Eckhart, del teó sofo y místico alemá n Jakob Boehme, y de los eruditos del
renacimiento y de la Ilustració n. En su obra principal, El mundo como voluntad y
representación (1819), proponía los elementos éticos y metafísicos dominantes de su filosofía
atea y pesimista. Schopenhauer, en desacuerdo con la escuela del idealismo, se opuso con
dureza a las ideas del filó sofo alemá n Georg Wilhelm Friedrich Hegel, que creía en la
naturaleza espiritual de toda realidad. En su lugar, Schopenhauer aceptaba, con algunas
reservas, la teoría del filó sofo alemá n Immanuel Kant, de que los fenó menos existen só lo en la
medida en que la mente los percibe como representaciones. Sin embargo, no estaba de
acuerdo con éste en que la «cosa-en-sí» (Ding an sich), o realidad ú ltima, exista má s allá de la
experiencia. La identificació n por su parte con la voluntad experimentada. No obstante, la
voluntad no está limitada a una acció n voluntaria previsible; sino que toda la actividad
experimentada por la personalidad es voluntad, incluidas las funciones fisioló gicas
inconscientes. Esta voluntad es la naturaleza innata que cada ser experimenta y adopta en el
tiempo y el espacio como apariencia del cuerpo, que es así su representació n. Partiendo del
principio de que la voluntad es la naturaleza innata de su propio cuerpo como una apariencia
en el tiempo y en el espacio. Schopenhauer llegó a la conclusió n de que la realidad innata de
todas las apariencias materiales es la voluntad, y que la realidad ú ltima es una voluntad
universal. Para Schopenhauer la tragedia de la vida surge de la naturaleza de la voluntad, que
incita al individuo sin cesar hacia la consecució n de metas sucesivas, ninguna de las cuales
puede proporcionar satisfacció n permanente a la actividad infinita de la fuerza de la vida, o
voluntad. Así, la voluntad lleva a la persona al dolor, a la muerte y pone remedio al
sufrimiento; conduce a un ciclo sin fin de nacimiento, muerte y renacimiento, y la actividad
de la voluntad sólo puede ser llevada a un fin a través de una actitud de renuncia, en la
que la razón gobierne la voluntad hasta el punto que cese de esforzarse.
Schopenhauer tuvo esta concepció n del origen de la vida en la voluntad gracias a un
planteamiento que partía de la concepció n de la naturaleza de la conciencia como impulsora.
Mostró una fuerte influencia budista en su metafísica y un logrado sincretismo de ideas
budistas y cristianas en sus reflexiones éticas. Desde el punto de vista epidemioló gico, las
ideas de Shopenhauer pertenecen a la escuela de la fenomenología.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

PICASSO
Durante la Primera Guerra Mundial, Picasso viajó a Roma para realizar los decorados de los
ballets rusos de Sergei Diá guilev. Conoció allí a la bailarina OIga Koklova, con la que se casó
poco después. Dentro de un estilo realista, figurativo, en torno a 1917 Picasso la retrató en
varias ocasiones, al igual que a su ú nico hijo legítimo, Pablo (por ejemplo en Pablo vestido de
Arlequín, 1924, Museo Picasso, París), ya sus numerosos amigos. A comienzos de la década de
1920 pintó una serie de cuadros con figuras robustas, pesadas, escultó ricas, dentro del que se
ha denominado estilo ingresco, como por ejemplo Tres mujeres en una fuente (1921, Museo de
Arte Moderno) Y obras inspiradas en la mitología como Las flautas de pan (1923, Museo
Picasso. París). Al mismo tiempo creó también extrañ os cuadros de bañ istas inflados e
informes, con cabezas muy pequeñ as y grandes cuerpos, así como retratos de mujeres en
actitudes violentas, convulsas, indicando a menudo con ellas sus propias tensiones
vitales. Aunque siempre declaró que no era surrealista, en muchos de sus cuadros se pueden
apreciar cualidades y características propias de este movimiento artístico, como en Mujer
durmiendo en un sillón (1927, Colecció n Privada, Bruselas) Y Bañista sentada (1930, Museo de
Arte Moderno).

PESIMISMO
Charles Marie Leconte de Lísle (1818-1894), poeta francés nacido en la isla de la Reunió n,
en el océano Índico, aunque se educó en Rennes (Francia). En 1846 se trasladó a París, donde
se dedicó a escribir y trabajó como ayudante de bibliotecario en el Museo de Luxemburgo.
Leconte de LisIe se convirtió en uno de los principales poetas parnasianos, conocidos por su
férrea disciplina poética. Su obra se caracteriza por su corrección estilística, de corte
clásico, su frialdad y una actitud pesimista Y desdeñosa hacia la vida. Cabe destacar los
volú menes Poemas antiguos (1852), Poemas y versos (1854), Poemas bárbaros (1862) y
últimos poemas (1899); y la tragedia en verso, basada en una antigua tragedia griega, Las
erinias (1872). Su visió n parnasiana del arte por el arte perdió peso con la llegada de Charles
Baudelaire y los simbolistas. En 1886 fue elegido miembro de la Académie Française.

MISILES DE CUBA
Importante confrontació n de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unió n de Repú blicas
Socialistas Soviéticas (URSS) por las instalaciones de misiles proporcionadas por los soviéticos
a Cuba. En mayo de 1960, el primer ministro soviético Níkita S. Kruschef prometió que la
Unió n Soviética defendería el recién creado gobierno revolucionario de Fidel Castro y en
seguida inició proyectos para suministrar a Cuba misiles balísticos de medio e intermedio
alcance, los cuales situaban al este de Estados Unidos dentro del alcance de un ataque cubano
de misiles. Kruschef creyó que este país no adoptaría ninguna acció n. Hacia el verano de 1962,
Estados Unidos supo que la Unió n Soviética había comenzado los envíos de misiles; aviones

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

espía que sobrevolaron Cuba habían fotografiado los trabajos de construcció n dirigidos por los
soviéticos hacia el 29 de agosto y el primer misil balístico fue descubierto el 14 de octubre.
Después de una semana de consultas secretas con sus asesores, durante las que se barajaron
las opciones de invasió n, ataques aéreos, bloqueo y diplomacia, el 22 de octubre el presidente
estadounidense John Fitzgerald Kennedy anunció su intenció n de realizar el bloqueo naval de
Cuba para evitar la llegada de má s misiles. Kennedy requirió que la Unió n Soviética
desmantelara y se llevara las armas, declarando que las fuerzas navales estadounidenses
interceptarían e inspeccionarían los barcos con rumbo a Cuba para determinar si llevaban
misiles. Estados Unidos fue apoyado por otros miembros de la Organizació n de Estados
Americanos.
Las naves soviéticas con rumbo hacia Cuba regresaron para evitar la zona controlada,
mientras que el diá logo entre Kruschef y Kennedy se abrió a través de canales diplomá ticos.
Tras varios días de negociació n, durante los cuales muchos temieron la posibilidad de una
guerra nuclear, Iruschov acordó , el 28 de octubre, desmantelar el emplazamiento de los
misiles y llevar las armas de nuevo a la Unió n Soviética, ofreciendo a Estados Unidos realizar la
inspecció n del emplazamiento como garantía para que no invadiera Cuba. Kennedy
proporcionó las garantías, levantó el bloqueo y también prometió en secreto retirar los misiles
estadounidenses recientemente situados en el territorio de su socio en la Organizació n del
Tratado del Atlá ntico Norte (OTAN), Turquía. Cuba se negó a permitir la prometida inspecció n,
pero el reconocimiento aéreo estadounidense reveló que las bases se estaban desmontando; la
actitud de rechazo de Castro por la retirada soviética fue infructuosa. La aparente
capitulació n de la Unió n Soviética en la suspensió n del proyecto fue fundamental para la
destitució n de Kruschef en 1964.

GLASNOST
En ruso 'apertura' o 'transparencia'. Política llevada a cabo junto a la perestroika por Mijail
Gorbachov, dirigente de la Unió n de Repú blicas Socialistas Soviéticas (URSS) desde 1895 hasta
1991. Mientras que la perestroika se ocupaba de la reestructuració n econó mica de la Unió n
Soviética, la glasnost pretendía atenuar las políticas restrictivas que impedían la libertad de
expresió n y la libre circulació n de las ideas. Permitió el debate pú blico sobre cuestiones
políticas, alentando por tanto las críticas a la política y a la sociedad soviética. Los medios de
comunicació n obtuvieron mayor libertad para expresar opiniones que antes hubiesen sido
condenadas. Permitió conocer tanto los errores del gobierno soviético, como el accidente
nuclear de 1986 en Chernobil.
Gorbachov también autorizó la liberació n de cierto nú mero de prisioneros políticos y la
emigració n de algunos refuseniks (disidentes). El objetivo de la glasnot era crear un debate
interno entre los ciudadanos soviéticos y alentar una actitud positiva y el entusiasmo
por las reformas en la unión Soviética. Sin embargo, la política se mantuvo por su propia
inercia al empezar la gente a hablar con má s confianza cuando los problemas de la sociedad

[128]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

soviética se hicieron evidentes y el programa de reformas econó micas empezó a fallar. En


1991, tras un golpe de Estado fallido, Gorbachov abandonó el poder y, una vez disuelta la
URSS, Boris Yeltsin se convirtió en el má ximo dirigente de la Federació n Rusa.
Las libertades de prensa y de discusió n en Rusia en la actualidad son mucho mayores que bajo
el comunismo, pero el futuro a largo plazo de los medios de comunicació n y de la opinió n
pú blica sigue siendo incierto.

LA PRIMERA INTERNACIONAL
En 1864 representantes de los obreros fabriles ingleses y franceses fundaron, en Londres, la
Asociació n Internacional de Trabajadores, que aspiraba a acabar con el sistema capitalista.
Karl Marx, que vivía en Londres por esos añ os, fue elegido miembro del Consejo General
provisional de la Internacional y se convirtió en la figura predominante en el seno de la
Internacional, redactó sus estatutos y un discurso inaugural muy cuidadoso concebido para
salvaguardar la unidad de los objetivos.
Sin embargo, desde el principio, los anarquistas de Pierre Joseph Proudhon y Mijail Bakunin se
opusieron al modelo de Marx de un Estado centralizado dominado por los trabajadores.
Bakunin precipitó una crisis en la organizació n al denunciar la actitud despó tica de Marx y
hacer un llamamiento para crear una Internacional «antiautoritaria». En el Congreso de la
Haya de 1872, Marx salió victorioso y Bakunin fue expulsado de la internacional. Tras la
ruptura entre marxistas y anarquistas, sin embargo, se tomó la decisió n de trasladar el
Consejo General a Estados Unidos, donde tuvo una existencia gris hasta que fue formalmente
disuelto en 1876. A pesar de que la Primera Internacional provocó inquietud en los círculos
políticos de la derecha europea, nunca contó con má s de 25000 miembros.

LA REVOLUCIÓN DE 1848 y LA AUSGLEICH


Los grupos progresistas de Hungría obtuvieron una victoria decisiva en las elecciones a la
Dieta celebradas en 1847. Al principio, el gobierno austriaco ignoró el mandato de los
votantes, pero cuando se vio amenazado por la revolució n liberal que estalló en Viena en 1848,
cedió a las demandas de los nacionalistas hú ngaros y autorizó la formació n de un gobierno
hú ngaro, con Batthyá ny como primer ministro. Segú n los términos de la legislació n decretada
en marzo de 1848, Hungría rompía prá cticamente todos los lazos con Austria. El nacionalismo
magiar extremista, que se vio compensado por el decreto que hacía del hú ngaro la lengua
oficial del Estado, separó rá pidamente a los grupos no magiares de la població n, por lo que
estallaron revueltas entre los rumanos y croatas. Cuando en noviembre fue derrotado el
movimiento revolucionario, el ejército austriaco también intentó restaurar la soberanía de los
Habsburgo en Hungría, pero resultó un fracaso. En abril de 1849, la Dieta hú ngara proclamó el
destronamiento de la dinastía de los Habsburgo y la independencia de Hungría.
Sin embargo, un mes después el emperador de Austria, Francisco José I acordó una alianza

[129]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

militar con Nicolá s 1 de Rusia, y los ejércitos austriacos y rusos sometieron a los hú ngaros, que
se rindieron en agosto de 1849. El 6 de octubre de 1849 (todavía considerado hoy un día de
luto nacional), Batthyá ny y otros 13 dirigentes revolucionarios fueron ejecutados. Esta y otras
severas represalias inauguraron un período de dominio austriaco centralizado que se extendió
má s de una década. Después de la derrota austriaca en 1859 durante el proceso de unificació n
italiana, el régimen imperial sufrió una sucesió n de derrotas diplomá ticas y militares.
Francisco José I se vio obligado, en consecuencia, a adoptar una actitud conciliadora
hacia sus súbditos húngaros. El nacionalismo magiar, há bilmente conducido por Ferenc
Deá k, resurgió gradualmente como una fuerza importante en Hungría. En 1865, el gobierno
imperial sancionó el proyecto de una nueva Constitució n para la nació n hú ngara. Antes de que
este documento fuera completado, Prusia derrotó a Austria en la guerra austroprusiana, un
desastre que fortaleció ampliamente la posició n de los hú ngaros. Por las provisiones del
Compromiso (Ausgleich), que se adoptó en marzo de 1867, Austria y Hungría se convirtieron
en una monarquía dual, bajo un solo soberano que sería emperador de Austria y rey de
Hungría. La Constitució n otorgó a Hungría plena soberanía en la direcció n de los asuntos
internos y paridad con Austria en la direcció n de la defensa nacional, asuntos exteriores y otra
serie de asuntos. El 8 de junio de 1867, el emperador Francisco José fue coronado rey de
Hungría. La monarquía dual imperio Austro-Hú ngaro tuvo vigencia hasta su derrota en la
Primera Guerra Mundial.

LOS AÑOS DE NKRUMAH


El partido político dominante en el nuevo país de Ghana era el Partido de la Convenció n del
Pueblo (CPP), encabezado por Kwame Nkrumah, el primer ministro y líder carismá tico del
movimiento pan-africanista. Sin embargo, había una gran disensió n entre el CPP y varios
grupos políticos opuestos. El deseo de Nkrumah de crear un Estado centralizado y no
federado, fue una de las primeras causas de resentimientos. El gobierno tornó duras
represalias contra los críticos; en octubre de 1957 seis grupos de la oposició n formaron una
coalició n conocida como el Partido Unido.
El Acta de Enmienda Constitucional de Ghana de 1958 hizo posible que la Asamblea Nacional
alterara la Constitució n por mayoría simple. Se redactó el borrador de una nueva Constitució n
para la repú blica a principios de 1960 que fue aprobada por el electorado. Al mismo tiempo el
primer ministro Nkrumah fue elegido como el primer presidente. El país fue proclamado
repú blica el 1 de julio de 1960.
Durante los siguientes añ os Nkrumah tuvo una actitud cada vez más dictatorial. La
oposició n vio severamente limitada su libertad de acció n, los líderes del Partido Unido fueron
encarcelados sin un juicio previo, y la difamació n de Nkrumah se consideró un delito. El
gobierno decretó el estado de emergencia en 1961, y de nuevo en 1962. A finales de 1963
Nkrumah comenzó a limitar la actividad judicial, y en 1964 se introdujo un sistema de partido
ú nico.

[130]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

NACIONALISMO
Los inicios del nacionalismo moderno se remontan hasta la desintegració n al final de la edad
media, del orden social feudal y de la unidad cultural (en especial la religiosa) de varios
estados europeos. La vida cultural estaba basada en la herencia común de ideas y
actitudes transmitidas a través del latín, el idioma de las clases con formación. Todos los
europeos occidentales profesaban entonces la misma religió n: el catolicismo. El derrumbe del
sistema social y econó mico dominante, el feudalismo, vino acompañ ado del desarrollo de
comunidades má s grandes, interrelaciones sociales má s amplias y dinastías que favorecieron
los valores nacionales para conseguir apoyos a su dominació n. El sentimiento nacional se vio
reforzado en algunos países durante la Reforma, cuando la adopció n del catolicismo o del
protestantismo como religió n nacional actuó como fuerza de cohesió n colectiva adicional.

CHOVINISMO
Nacionalismo excesivo y enaltecimiento de la convicció n propia o de un grupo que suelen ir
acompañ ados de una actitud beligerante y agresiva. El término procede del nombre de un
soldado francés, Nicolá s Chauvin que continuamente ensalzaba los logros de Napoleó n, incluso
después de su derrota en Waterloo en 1815. La admiració n de Chauvin por su ídolo le
convirtió en el blanco de las burlas. El chovinismo, considerado por lo general un fenó meno, ha
sido asociado con frecuencia al imperialismo y al militarismo exacerbado.

ACTITUDES FRENTE AL SUICIDIO


El suicidio es ilegal en muchos países y está fuertemente condenado por la sociedad en otros,
especialmente con mayoría de població n cató lica. En el extremo contrario se encuentran otros
países que honran ciertos tipos de suicido. Antiguamente los japoneses, por ejemplo,
respetaban el harakiri, prá ctica en la que una persona avergonzada compensaba un fallo o el
incumplimiento de un deber clavá ndose una daga. También en la India, hasta finales del siglo
XIX; se llevaba a cabo el suttee, que consistía en que la viuda del fallecido debía inhumarse en
la pira funeraria de su marido. Durante la Segunda Guerra Mundial, los pilotos kamikazes
japoneses consideraban corno un gran acto de honor llevar a cabo misiones suicidas de
bombardeo estrellando sus aviones contra el objetivo enemigo.

SADISMO
Nombre que se le da a la asociació n de placer sexual con el dolor físico o moral infligido a
otros. Habitualmente se da junto al masoquismo, en el que el placer sexual proviene,
paradó jicamente, del dolor. La combinación de ambas actitudes se denomina
sadomasoquismo. El sadismo puede llegar a implicar conductas humillantes, de extrema
crueldad. Una de las causas probables de esta actitud es quizá la escasa autoestima que
presenta el sá dico desde su infancia, por lo que intenta mostrar su superioridad a través de la

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

agresió n al pró jimo. El término sadismo, derivado del nombre del marqués de Sade, hace
referencia en un sentido genérico a aquel que se deleita en la crueldad, aunque no sea de
cará cter sexual.

SEXUALISMO
Virginia Eshelman Johnson (1925- ), psicó loga estadounidense, responsable junto a William
H. Masters de los famosos estudios estadísticos sobre actitudes sexuales, conocidos como
'Informe de Masters y J ohnson', y que también serían pioneros en la terapia sexual.
Nacida en Springfield, Missouri, y formada en la Universidad de Washington, concretamente
en la Escuela de Medicina de Sto Louis, contribuyó a diseñ ar instrumentos que permitieran
registrar las respuestas fisioló gicas durante la actividad sexual, como el polígrafo. Publicó
Respuesta sexual humana (1966), Incompatibilidad sexual humana (1970) y Homosexualidad en
perspectiva (1979), obras que intentaron modificar las ideas populares sobre la sexualidad a
partir de datos experimentales, todos ellos escritos junto a Masters, con el que se casó en
1971.
Masters y Johnson concluyeron que, precisamente porque el sexo suele ser una actividad en
pareja, era necesario tratar a la pareja y no al individuo aislado, perspectiva desde la que
desarrollaron técnicas terapéuticas de comunicació n sexual que permitieran a las parejas
resolver sus problemas sexuales. Coincidiendo con la invenció n de los sistemas de
contracepció n efectivos, sus obras fueron muy populares a principios de la década de 1970,
dando base científica a la noció n del sexo como placer para ambos miembros de la pareja, y
facilitando la construcció n de clínicas especializadas por todo el país para tratar los problemas
sexuales, que pronto se extenderían a las naciones má s avanzadas.

REHABILITACIÓN
Cualquier ejercicio o instrucció n de mejora programada dirigido a personas con una
discapacidad física, mental o social. Este término también se aplica a la ayuda econó mica
destinada a refugiados O a víctimas de catá strofes naturales, y a veces a programas de
rehabilitació n urbana. Rehabilitació n suele ser sinó nimo también de terapia, como la que es
patrocinada por programas oficiales o pú blicos. En todos los casos el objetivo de la
rehabilitació n es enseñ ar o restituir a una persona determinadas habilidades o actitudes
positivas para permitirle una integració n má s amplia y enriquecedora en la sociedad.
En política, el término ha sido utilizado para indicar el desagravio (en muchos casos a título
pó stumo) por parte de regímenes comunistas, a víctimas de las purgas estalinistas en Europa
oriental y en Rusia; también es un término utilizado en la Repú blica Popular China.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

ILUSIÓN
Percepció n sensorial anó mala de un estímulo real. Puede ser patoló gica o fisioló gica. La ilusió n
patoló gica puede tener diversas causas. La má s frecuente es una irritabilidad anormal de los
centros sensoriales de la corteza del cerebro por intoxicació n por fá rmacos o drogas, por
supresió n de fá rmaco s o drogas o por falta de sueñ o. Las ilusiones patológicas también se
llaman ilusiones activas, y suelen estar basadas en hábitos, actitudes, sugestiones y
motivaciones inconscientes. En las ilusiones activas, un fenó meno externo es deformado en
la mente enferma, por ejemplo exagerá ndolo, como cuando un golpe en la puerta es
interpretado como un trueno.
Las ilusiones fisioló gicas son alteraciones de la percepció n provocadas por peculiaridades
estructurales o funcionales del propio sistema de la percepció n. Estas ilusiones, también
llamadas ilusiones pasivas, son normales y necesarias, no patoló gicas. Las ilusiones fisioló gicas
má s importantes son las tá ctiles y las ó pticas. Las ilusiones pasivas ó pticas son muy estudiadas
por psicó logos y fisió logos, siendo la má s conocida. la aparente convergencia de las líneas
paralelas y la persistencia en la visió n de la ú ltima imagen; en esta ú ltima se basa el cine. Para
comprobar las ilusiones en la percepció n visual se ha diseñ ado un gran nú mero de figuras
geométricas simples llamadas ilusiones ó pticas geométricas.

AGRESIÓN ENTRE HUMANOS


La experiencia es un determinante importante de la conducta agresiva en el hombre. Los tipos
de agresió n, como los insultos personales y las amenazas, y el uso de armas son formas
aprendidas de conductas agresivas. Con frecuencia, estas actitudes se recompensan y por
consiguiente, es probable que se repitan. Los niñ os aprenden que la agresió n puede
proporcionarles el control de bienes del medio, como los juguetes o la atenció n de sus padres.
También aprenden a ser agresivos al observar a otros comportarse con agresividad. La
conducta violenta de algunas pandillas de adolescentes predispone a sus miembros má s
jó venes a adoptar modelos de actuació n agresiva. Los niñ os sometidos a una disciplina que
emplea la fuerza física tienden a utilizar má s esta forma de agresió n cuando se relacionan con
otros, y los padres que maltratan a sus hijos a su vez sufrieron malos tratos por parte de sus
padres. La influencia que ejercen los medios de comunicació n, especialmente la televisió n,
favoreciendo la conducta agresiva, aú n no está bien definida, aunque algunos estudios indican
que la contemplació n de programas violentos por los niñ os está ligada a una agresió n
subsiguiente.

DESARROLLO EMOCIONAL
El vínculo consiste en una unió n psicoló gica entre el niñ o y la persona que lo cuida, por lo
general su madre. El llanto y la risa ponen en contacto a los niñ os con quienes los cuidan. Este
vínculo proporciona una base emocional segura, a partir de la cual se desarrollan las
relaciones maduras. Las investigaciones demuestran que un vínculo inadecuado impide el

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

desarrollo social y emocional a lo largo de la vida; por ejemplo, si un niñ o es separado de su


madre y tras esa situació n no establece un vínculo seguro, se perturbará su desarrollo
posterior.
Es probable que sucesos traumá ticos que se producen durante la infancia, tales como los
abusos físicos o la malnutrició n, afecten al desarrollo y al comportamiento en una forma
negativa. Experiencias menos extremas también tienen su influencia, pero sus efectos pueden
ser temporales y menos llamativos. Se ha demostrado que las primeras experiencias influyen
en las actitudes hacia el proceso de aprendizaje, en el concepto que el niñ o tiene de sí mismo, y
en la capacidad para formar y mantener relaciones sociales y emocionales en el futuro.

EL FUNCIONALISMO
Es la escuela psicoló gica que subraya el estudio de la mente como una parte funcional,
esencialmente ú til, del organismo humano. La actitud funcionalista fue consecuencia ló gica de
la propagació n del darwinismo y su doctrina de la «supervivencia de los má s aptos». El
funcionalismo psicoló gico insistía en la importancia de técnicas como las pruebas de
inteligencia, y las experiencias controladas para medir la capacidad de los animales para
aprender y resolver problemas. Este tipo de investigació n representaba una clara ruptura con
los métodos introspectivos utilizados por los primeros psicó logos del siglo XIX. Entre los
representantes má s destacados de esta corriente se cuentan los filó sofos William James y John
Dewey, los primeros que enseñ aron formalmente la doctrina funcionalista. Desde 1890 hasta
1910, el funcionalismo fue el movimiento má s importante en la psicología académica
anglosajona y, en muchos sentidos, el precursor del conductismo. El funcionalismo no ha
continuado como una doctrina psicoló gica independiente: sus puntos de vista han sido
incorporados a la corriente general del pensamiento psicoló gico contemporá neo, sobre todo a
la psicología aplicada, y en concreto a la medida de la inteligencia y las aptitudes bá sicas.

LAS GUERRAS HUSITAS


Incluso antes de que Segismundo, el emperador del sacro imperio romano Y rey de los
hú ngaros, fuera coronado rey de Bohemia en 1419, los husitas ya habían logrado la virtual
independencia de Bohemia. Segismundo se propuso eliminado, pero cuando el papa Martín V,
con el consentimiento del emperador declaró una cruzada en contra de la secta, los husitas
lograron detener a las fuerzas imperiales con una estruendosa victoria en las guerras husitas.
En un principio liderados por John Zizka, los husitas desarrollaron una guerra má s bien
defensiva. Con el fin de reunir y de afianzar su posició n. Zizka eliminó cualquier vestigio de
disidencia que se manifestara por Bohemia, expulsando del país a miles de alemanes
contrarios a sus ideas. Tras la muerte de Zizka, sus seguidores cambiaron de nombre de la
comunidad por el de Hermandad de los Huérfanos. Bajo el Liderazgo de Procopio el Grande,
sucesor de Zizka, los bohemios ganaron muchas y muy decisivas batallas, utilizando una
actitud más ofensiva para combatir. Atacaron los baluartes cató licos de Eslovaquia y Silesia.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

LA DICTADURA DE VICTORIANO HUERTA


General y político mexicano, presidente de la Repú blica (1913-1914). Nació en 1845 en
Colotlá n, Jalisco, y estudió en la Academia Militar de Chapultepec. Sirvió en el ejército
mexicano y fue ascendido al grado de general de brigada por el presidente Porfirio Díaz en
1902. Permaneció en el Ejército durante el gobierno de Francisco Ignacio Madero, que le
nombró gobernador militar de la Ciudad de México, pero en febrero de 1913, Huerta se unió a
los sublevados en contra de Madero y lo mandó aprehender junto con el vicepresidente,
obligá ndoles a dimitir. Madero y el vicepresidente Pino Suá rez murieron asesinados días má s
tarde, y Huerta se convirtió en presidente provisional. Su llegada al poder estuvo envuelta en
complicadas y confusas maniobras políticas y diplomá ticas, en las que intervino decisivamente
el embajador de Estados Unidos. Francisco (Pancho) Villa y sus seguidores se sublevaron en el
norte y, en plena efervescencia militar Huerta disolvió el Congreso, lanzó su candidatura y fue
elegido presidente, a finales de 1913. A Villa se unieron los militares constitucionalistas
liderados por Pablo Gonzá lez y Alvaro Obregó n. Finalmente, la actitud hostil de Estados
Unidos frente al régimen de Huerta, el incidente entre Estados unidos y México en Tampico
(durante el cual se produjo la aprehensió n de los miembros de la tripulació n de un buque
estadounidense) y la creciente presió n ejercida por los grupos opuestos a su régimen
dictatorial, obligaron a Huerta a dimitir en julio de 1914. Estuvo en el exilio en Europa y má s
tarde en Estados Unidos, entre 1914 y 1916, Y fue detenido en dos ocasiones en este ú ltimo
país, por ser sospechoso de estar en contacto con agentes alemanes. Murió en 1916 en El Paso,
Texas, Estados Unidos, cuando se hallaba cumpliendo la condena impuesta por la justicia
estadounidense, tras reunirse con su familia debido a una grave enfermedad.
EL RÉGIMEN DE JUAN BAUTISTA GILL
Político paraguayo, presidente de la Repú blica (1874-1877). Nació en Asunció n (1840). Tras la
ocupació n de Paraguay por los ejércitos de la Triple Alianza (1870), Gill fue ministro de
Hacienda en el primer gobierno constitucional del presidente Cirilo Antonio Rivarola (1870).
Acusado de malversació n de fondos, en 1871 fue enjuiciado y destituido por el Congreso. Al
añ o siguiente fue elegido senador y presidente del Senado. Su actitud contra el gobierno pro
argentino le valió la cá rcel y el destierro. En 1874 fue elegido presidente de la Repú blica.
Durante su mandato firmó la paz con Argentina en el Tratado de Machaín-lrigoyen (1876) y
logró la salida del país de las fuerzas de la Triple Alianza. En cambio, su desacertada política
econó mica y sus actitudes dictatoriales provocaron una insurrecció n Y en 1877 fue asesinado
en las calles de Asunció n.

EDUCACIÓN y SEGURIDAD VIAL


En este campo no son tan obvias las pruebas de la reducció n de lesiones, ya que las medidas
correctivas son a largo plazo y resultan má s difíciles de evaluar. No obstante, hay claras
indicaciones de la conveniencia de programas escolares en los que participen los padres y de
las ventajas de incluir en el plan de estudios la educació n para la seguridad vial. Hay iniciativas

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

má s recientes con un nuevo enfoque de la educació n Y la formació n de los conductores jó venes


puesto que hoy se reconoce que la formació n basada en el conocimiento no es suficiente:
formar para percibir los peligros (prevenir) y cambiar las actitudes se consideran elementos
importantes para conseguir unos conductores Y peatones má s prudentes.

INDULGENCIA
En la prá ctica cató lica, remisió n total o parcial ante Dios de un castigo temporal por pecados
que han sido perdonados. Se concede por la autoridad eclesiá stica Y se considera una forma
especial de intersecció n que se realiza por el conjunto de la Iglesia, a través de su liturgia y
oraciones, para la reconciliació n de uno de sus miembros, vivo o muerto.
En la Iglesia cristiana primitiva el sacerdote o el obispo local imponía severas penitencias a
todos los que hubieran sido culpables de graves pecados. Se creía que los pecados debían ser,
en parte al menos, expiados en este mundo por quien lo hubiera cometido en lugar de hacerla
en el otro. Las obras de expiació n consistían en ayunos, peregrinajes, flagelaciones y otros
castigos de mayor o menor severidad, impuestos durante un período específico. Las
autoridades eclesiá sticas las sustituyeron de forma paulatina por obras menores de devoció n
(oració n o limosna), acompañ adas de indulgencias equivalentes a los períodos propios de
penas má s severas.
Hasta el siglo XII la reflexió n teoló gica no se ocupó de las indulgencias. Al principio hubo cierta
oposició n a su prá ctica, pero a finales del siglo XII la actitud de los teó logos se fue haciendo
má s favorable. Al mismo tiempo, la concesió n de indulgencias se fue convirtiendo en una
prerrogativa del Papa.
En la edad media la concesió n de indulgencias estuvo rodeada de abusos. Su venta, con lo que
parecían ser beneficios espirituales inmediatos, provocó la ruptura de Martín Lutero con la
Iglesia cató lica oficial, lo que le llevó , junto con otros dirigentes de la Reforma protestante, al
abandono má s completo de esa prá ctica.
La Iglesia cató lica romana todavía concede indulgencias, aunque esta prá ctica se ha
simplificado desde 1967. En ese añ o se introdujeron reformas limitando las ocasiones para
obtener indulgencias y reduciendo los plazos equivalentes de tiempo.

LA TUMBA DE JULIO 11
Con anterioridad a la bó veda de la Sixtina, en 1505, Miguel Á ngel había recibido el encargo del
Papa Julio II de realizar su tumba, planeada desde un primer momento como la má s magnífica
y grandiosa de toda la cristiandad.
Pensada para ser emplazada en la nueva Basílica de San Pedro, entonces en construcció n,
Miguel Á ngel inició con gran entusiasmo este nuevo desafío que incluía la talla de má s de 40
figuras, pasando varios meses en las canteras de Carrara para obtener el má rmol necesario. La

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

escasez de dinero, sin embargo, llevó al Papa a ordenar a Miguel Á ngel que abandonara el
proyecto en favor de la decoració n del techo de la Sixtina. Cuando, añ os después, retornó el
trabajo de la tumba, la rediseñ ó a una escala mucho menor. No obstante, Miguel Á ngel pudo
terminar algunas de sus mejores esculturas con destino a la tumba de Julio II, entre las que
destaca el Moisés (c. 1515), figura central de la nueva tumba, hoy conservado en la Iglesia de
San Pablo in Vinculis, Roma. El musculoso patriarca aparece sentado en actitud vigilante
dentro de un nicho de escasa profundidad, sosteniendo las Tablas de la Ley y con su
larga barba entrelazada en sus poderosas manos. Parece una figura distante, en
comunicació n directa con Dios, y con una mirada que resume a la perfecció n la terribilidad
miguelangelesca. Otras dos magníficas estatuas destinadas a esta tumba, el Esclavo moribundo
y el Esclavo rebelde (c. 1510-1513, Louvre, París) demuestran claramente los modos
miguelangelescos de abordar la escultura. Concibió las figuras como seres atrapados en el
bloque marmó reo, que al ser tallados van liberando sus formas. Aquí, como en muchas otras
esculturas suyas, deja las formas inacabadas (nonfinito), algunas veces por considerar que esa
era la forma deseada y otras por haber abandonado el proyecto durante su realizació n.
EL PAPADO
Durante los ú ltimos 100 añ os, el papado ha crecido en prestigio e importancia, incluso fuera de
los círculos cató licos. Empezando con la Encíclica Rerum Novarum (1891) escrita por el Papa
Leó n XIII (1878-1903), ha tomado una serie de actitudes de amplia visión y largo alcance,
relativas a las implicaciones morales sobre cuestiones sociales y económicas. El papado
se opuso abiertamente al marxismo, pero después de la Segunda Guerra Mundial intentó
establecer acuerdos con los regímenes comunistas en la Europa del Este. Tuvo mucho éxito en
Polonia y en la antigua Yugoslavia, donde la Iglesia operó con alguna libertad, incluso antes de
la caída de los regímenes comunistas.
La atractiva personalidad del Papa Juan XXIII (1958-1963) ganó para el papado un inmenso
respeto mundial. El Concilio Vaticano II (1962-1965) convocado por el Papa Juan enfatizó las
funciones del episcopado en el gobierno de la Iglesia, sin negar los decretos del Concilio
Vaticano 11, y al mismo tiempo adoptó una actitud má s conciliadora hacia las iglesias
protestantes y ortodoxas. El concilio también tendió a favorecer un estilo de gobierno por
parte de la Iglesia má s participativo y menos autoritario. En parte como respuesta a tales
iniciativas, las iglesias protestantes y ortodoxas empezaron a reconsiderar el papel del papado
en la Iglesia y a mostrar má s simpatía hacia esta institució n que ha aguantado tantos embates.
El Papa Juan Pablo 11 (elegido en 1978), el primer papa no italiano en má s de 400 añ os, ha
dado gran importancia a la naturaleza mundial de la Iglesia viajando con frecuencia y
visitando todos los continentes, excepto la Antá rtida.

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PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Glosario de Términos


1. Actitud. Disposició n de á nimo manifestado exteriormente hacia una experiencia


planteada, que puede ser positiva o negativa.
2. Ademanes. Movimientos con que se manifiesta un afecto del á nimo.
3. Ansiedad. Angustia, aflicció n.
4. Ascaris lumbricoide. Tipos de pará sitos, lombrices u otros aná logos.
5. Asertivo. Afirmativo. Comportamiento flexible, dú ctil, etc.
6. Behaviorismo. Conductismo. Teoría debida a Watson, dada a conocer en 1913.
Circunscribe el campo de la psicología al estudio del comportamiento, mediante métodos
objetivos, experimentales y de observació n, de las respuestas motrices o glandulares a
estímulos conocidos.
7. Cenestesia. Sentimiento que tenemos de nuestra existencia, gracias a la sensibilidad
orgá nica vaga y débilmente consciente en estado normal, que deriva de todos nuestros
ó rganos y tejidos, comprendidos los ó rganos de los sentidos.
8. Depresión. Estado mental que se distingue por aflicció n y desconfianza, acompañ ada
generalmente por ansiedad.
9. Disociación. Acció n de disociar. Separar una cosa de otra unidad. Conducta fraccionada e
incoherente.
10. Displicente. Que desplace y disgusta. Desabrido, malhumorado o malcriado, irresoluto.
11. Epilepsia psicomotora. Se refiere a un tipo de ataque reiterativo que puede ser
manifestado entre breves o regulares períodos, cuya expresió n involuntaria es casi
siempre no consciente; semejante a los tics. Para S.A.K. Wilson es muy similar a la
epilepsia refleja, que son los casos en los cuales el ataque sea de cualquier cará cter, fue
provocado por una excitació n exterior (extrínseca).
12. Ergonomía. El estudio de las relaciones entre el hombre y el ambiente de trabajo, fundado
sobre el concepto bá sico de que el ambiente de trabajo debe adaptarse al hombre que en
él actú a; maximizar resultados con un mínimo de esfuerzo (equilibrar la demanda de las
exigencias con la de los resultados u ofertas... ).
13. Exudación. Exudar. Salir un líquido fuera de sus vasos o continentes propios.
14. Fatuidad. Falta de entendimiento. Dicho o hecho necio. Presunció n, vanidad ridícula.
15. Gestos. Expresiones con que se muestran los diversos estados de á nimo. Rasgos notables
del cará cter o de conducta de una persona.

[138]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

16. Hipoxia. Falta de oxigenació n en el SNC, producido por agentes externos o medios
químicos y/o a veces provocado por una hiperventilació n.
17. Inanidad. Futilidad, vacuidad. Estado de agotamiento causado principalmente por una
prolongada privació n de alimentos.
18. Iteracción. Acció n de iterar. Repetir.
19. Kinestesia. Movimiento. Los componentes del conjunto sensorial propioceptivo que
informan sobre las actividades musculares.
20. Magullar. Causar a un cuerpo orgá nico contusió n, pero no herida, comprimiéndolo o
golpeá ndolo violentamente.
21. Manía. Síndrome caracterizado por sobreexcitació n general y permanente de las
facultades intelectuales y morales.
22. Maniaco. Se dice de un enfermo atacado por manía.
23. Metamorfosis. Transformació n de una cosa en otra.
24. Miccionar. Orinar.
25. Mohínes. Muecas o gestos.
26. Morro. Saliente que forman los labios abultados o gruesos.
27. Oclusión. Fonema que tras ser detenido en su marcha hacia el exterior sale
violentamente, produciéndose una breve explosió n. Obstruir un conducto o cavidad del
cuerpo organizado (obliteració n).
28. Onomatopeya. Imitació n del sonido de una cosa en el vocablo que se forma para
significarla.
29. Opúsculo. Obra científica o literaria de poca extensió n.
30. Paroxismo. Cuando los síntomas morbosos alcanzan intensidad má xima. A veces, aunque
es incorrecto, se emplea este término para indicar accesos sú bitos o violentos de ira o de
otras emociones.
31. Propioceptivo. Interoceptor. Terminació n nerviosa sensitiva (receptor sensitivo) que
recoge las excitaciones que provienen del interior del cuerpo.
32. Prosaico. Vulgar, anodino, falto de elevació n e interés.
33. Purpurino. Sustancia colorante roja del grupo del antraceno, extraída de la raíz de la
rubia. Polvo de bronce o de metal blanco, que se aplica a las pinturas para dorarlas o
platearlas.
34. Psicastenia. Indecisió n del espíritu, tendencia a la duda, a las aprensiones instintivas e
irracionales, que termina en la locura de la duda, en las diversas fobias, impulsiones o
abulia. Débil.

[139]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

35. Psicosomático. Perturbaciones psíquicas de orden afectivo y de los trastornos viscerales


que constituyen su manifestació n corporal.
36. Psicotismo. Adjetivo que se refiere a lo que concierne a la psicosis. Nombre genérico que
se da a todas las enfermedades mentales.
37. Reiterativo. Repetir una cosa; volverla a decir o ejecutar.
38. Tensión. Capacidad del individuo para elevarse en sus acciones a talo cual grado en la
jerarquía de sus tendencias. .
39. Tic. Movimiento convulsivo habitual y consciente, que resulta de la contracció n
involuntaria de uno o varios mú sculos del cuerpo, y que por lo comú n reproduce, pero de
manera intempestiva, algú n gesto reflejo o automá tico de la vida ordinaria; a veces
causada por algú n tipo de excitabilidad o emoció n endó gena o exó gena.
40. Timorato. Tímido, indeciso, encogido. Persona que se escandaliza de acciones o
costumbres disconforme s con la moral tradicional.
41. Trasuntar. Copiar o trasladar un escrito. Trascender un pensamiento e ideas

[140]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

Bibliografía


1. Á lava Curto, C: Drogas: una visión global. Lima, Ed. San Marcos, 1994.

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8. Whittaker, James O.: Psicología. México, Ed. Interamericana. 2a Edició n, 1971.

9. Enciclopedia Encarta (CD-ROM).

[141]
PSICOLOGÍA de las emociones y actutides

A BAPU GANDHI
«De repente todo es como antes,
como el tiempo sin principio ni fin:
como la noche que precede al día
o a la inversa, no hay diferencia.
Todas las cosas son y parecen ser,
nunca habrá una definición exacta.
No importa de dónde vienes o dónde
hayas estado, porque vamos con
destino a ninguna parte:
Ya que todo espacio ganado o
camino recorrido siempre será corto,
insuficiente o inútil.
Todo lo que cuenta es perennizar
palabras e ideas u obras para generaciones
venideras. Que tu generación te recuerde,
ya que somos sólo eso: RECUERDOS.
Pero sobre todo: ¡SIENDO TÚ MISMO!
Sin copia ni calco de nada ni nadie.
Así no habrá tiempo que te gane ni
espacio que te sobre.
La paradoja de todo es la AMNESIA.
De repente un chispazo de luz o fuego
como la sublime palabra de aliento,
en la obscura ignorancia que nos hallamos y,
de vuelta a la esencia de las cosas:
¡LA VIDA MISMA!»

S.v.O.

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