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Filosofia(s) de La Ciencia

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Índice

Introducción 13

Primera parte. La filosofía clásica de la ciencia


Presentación 23
Cap. 1. Nociones básicas de lógica 29
1. 1. El lenguaje lógico 30
1. 2. Tipos de proposiciones: contingencias, tautologías,
contradicciones 39
1. 3.Tipos de razonamiento: razonamientos válidos
e inválidos 42
Cap. 2. El confirmacionismo de Carl Hempel 95
2. 1. El análisis confinmacionista de la puesta a prueba
de hipótesis 59
2. 2. La estructura de una teoría empírica 64
Cap. 3. El falsacionismo de Karl Popper 71
3. 1. El análisis falsacionista de la puesta a prueba
de hipótesis 73
3, 2. El problema de la base empírica 76
Resumen 81
Referencias bibliográficas 83

Segunda parte. La filosofía historicista de la ciencia


Presentación 87
Cap. 4. Los problemas de la filosofía clásica de la ciencia
y las críticas del giro historicista 89
4. 1. La dificultad para distinguir entre descubrimiento
y justificación 90
4. 2. El holismo de la contrastación 95
4. 3. La carga teórica de la observación 98
Cap. 5. El desarrollo científico a través de revoluciones:
Thomas Kuhn 103
5. 1. Cambio de paradigmas: ciencia normal, crisis
y revoluciones 108
5. 2. Inconmensurabilidad 127
5. 3. El papel de los valores cognitivos en la decisión teórica 130
Cap. 6. El desarrollo científico y la competencia entre
programas de investigación: Imre Lakatos 135
6. 1. El falsacionismo sofisticado de Lakatos 136
6 .2. La racionalidad del cambio científico 139
Resumen 141
Referencias bibliográficas 143

Tercera parte. La filosofía política de la ciencia


Presentación a 147
Cap. 7. La filosofía política de la ciencia y sus críticas
a la versión clásica y a la historicista 151
Cap. 8. La influencia de los valores no cognitivos
en la investigación científica: la epistemología social
de Helen Longino ..... 157
Cap. 9. La influencia de los valores de sexo- género
en la investigación científica:la epistemología feminista
de Elizabeth Anderson. 163
9. 1. Sexismo en las teorías acerca de la fecundación
humana y de las conductas reproductivas de los primates 166
9.2. Sexismo en la evaluación de hipótesis. acerca
del control de la fertilidad. El desarrollo de la pastilla .
anticonceptiva femenina 173
Cap. 10. La influencia de los valores institucionales en
la investigación científica: la sociología de la ciencia
de John Ziman 187
Resumen 199
Referencias bibliográficas . 201

Cuarta parte. La comunicación pública de la ciencia


Presentación 207
Cap. 11. Ciencia, sociedad y comunicación pública de la ciencia | ¿214
11. 1. Modelos de comunicación pública de la ciencia
de Sarah Tinker Perrault 212
11.2. La relación ciencia-sociedad AAN 224
11. 3. Los roles de los comunicadores and . | 226
Cap. 12: El aporte de los enfoques críticos a la relación
ciencia-sociedad: un rol para la comunicación científica 231
12. 1. El contrato social tradicional y el nuevo contrato 233
12. 2. Aportes de la comunicación científica crítica 235
Resumen | 237
Referencias bibliográficas 239
Consideraciones finales 243
Introducción

Comenzamos a escribir este libro en pleno desarrollo de la segunda


ola de COVID-19. Dejamos atrás un año en el que la ciencia ha ofrecido
muchísima información acerca de esta enfermedad y de cómo comba-
tirla. A diferencia de otras pandemias, hoy la humanidad cuenta con
más herramientas para afrontarla, tanto en términos de conocimiento
científico teórico como aplicado. No solamente tenemos un mayor co-
nocimiento acerca de diversos virus y su transmisión, sino que conta-
mos con un mejor instrumental tecnológico que ha permitido desarro-
llar vacunas para disminuir la severidad de la enfermedad, así como el
riesgo de contagio.
Este recorrido no ha sido fácil ni lineal; han existido avances, pero
también algunos desaciertos. Por ejemplo, al comienzo de la pande-
mia la Organización Mundial de la Salud sostuvo que la enfermedad se
transmitía principalmente por contacto con elementos contaminados
con el virus, razón por la cual recomendó que las personas se lava-
ran frecuentemente las manos y desinfectaran los distintos elementos
que utilizaban. A medida que fue transcurriendo la pandemia distintos
equipos de investigación fueron recabando información y compartién-
dola con otros colegas y profesionales de la salud por medio de artícu-
los científicos o papers, Paulatinamente, se fue generando un consenso
robusto en torno a que la principal vía de contagio se daba por aeroso-
les, es decir, pequeñas partículas de saliva provenientes de personas
infectadas que quedan suspendidas en el aire.
Las investigaciones sobre la COVID-19 fueron muy importantes por-
que permitieron determinar con mayor precisión qué medidas debían
tomarse para prevenir los contagios. En una primera instancia se lle-
varon a cabo investigaciones que podríamos denominar “teóricas” en
tanto utilizaron como principales herramientas la' observación y el
perfeccionamiento de modelos conceptuales que permitieron explicar
la propagación del virus. Así fue como se determinó que las personas
tenían que utilizar mascarillas y mantenerse distantes, que los espa-
cios abiertos eran más seguros y que los ambientes cerrados debían
ventilarse el máximo posible para disminuir el riesgo de transmisión
de la enfermedad.
En paralelo a estos desarrollos teóricos se llevaron adelante investiga-
ciones “aplicadas” con el propósito de producir diversas vacunas que
posibilitaron inmunizar paulatinamente a la población y disminuir
progresivamente el avance de la pandemia. En muchos casos, estos de-
sarrollos fueron llevados adelante por empresas privadas y, a diferen-
cia de las investigaciones teóricas mencionadas más arriba, no se di-
vulgaron, sino que se protegieron por medio de derechos de propiedad
intelectual, lo que impuso restricciones a la producción y distribución
de vacunas. Al patentar las vacunas, solamente los laboratorios que po-
seen la titularidad de dichas invenciones pueden fabricarlas o, en su
defecto, autorizar a otros laboratorios que las fabriquen. Esto produjo
un importante cuello de botella en la producción de los inoculantes,
lo que perjudicó sobre todo a los países menos desarrollados, quienes
fueron los últimos en recibirlos.
De esta manera, la pandemia colocó en el centro del debate público
cuestiones en torno a la falibilidad del conocimiento científico: ¿son
las superficies o los aerosoles los responsables de los contagios? Y
también visibilizó la forma en que se construye consenso y por qué es
importante la revisión por pares: ¿un único artículo publicado en una
revista de renombre basta para que haya consenso científico? Con ello,
volvió a ponerse sobre la mesa un histórico debate respecto al acceso a
ciertos conocimientos y la protección de otros: ¿por qué se difunde lo
que se sabe respecto de las vías de contagio, pero no los componentes
de las vacunas?

Por otro lado -y no menos importante- también cobró singular rele-


vancia la necesidad de comunicar a las personas no científicas los ha-
llazgos de la ciencia. Las autoridades debieron tomar decisiones (polí-
ticas) basadas en la ciencia, decisiones que tuvieron apoyos y rechazos
por parte de la ciudadanía. Algunas apreciaciones críticas respecto
de ciertas decisiones que tomaron las autoridades fueron objetadas, de
manera impertinente, como anticientíficas, mostrando cómo muchas
veces se confunden las consideraciones políticas con cuestiones cien-
tíficas, la política con la ciencia. Los ciudadanos, sin importar si son ex-

14 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
pertos científicos o no, pueden legítimamente opinar sobre decisiones
políticas basadas en la ciencia, dado que dichas decisiones afectan la
vida de las personas. Hoy más que nunca, entonces, se hace imprescin-
dible comprender y analizar los distintos modos de producción y comu-
nicación del conocimiento científico. Es en este ámbito donde pueden
ayudarnos disciplinas como la filosofía, la historia y la sociología de
la ciencia, que toman a la ciencia como objeto de estudio.
A lo largo de la historia de la ciencia fueron emergiendo distintas ma-
neras de producir conocimiento, y con ello también se propusieron
distintos enfoques filosóficos que abordaron diferentes aspectos de la
investigación científica. Como una primera aproximación es posible
afirmar que la ciencia, tal como es entendida por la epistemología (fi-
losofía de la ciencia), es a la vez un proceso y un producto. La ciencia
es un proceso en al menos dos sentidos: uno individual y otro colecti-
vo. La ciencia entendida como proceso individual cobra la forma de
una investigación en donde los científicos formulan enunciados que
describen algún aspecto del mundo empírico -a los que denominamos
hipótesis- y las ponen a prueba por medio de la observación o la expe-
rimentación. Estos procesos no son del todo ajenos a los procedimien-
tos de evaluación de creencias que cualquier persona lleva a cabo co-
tidianamente. El siguiente ejemplo quizá pueda ilustrar esta relación.
Supongamos que nos encontramos en una plaza una tarde de verano
y notamos que nos están picando los mosquitos, por lo que una amiga
nos presta su spray con citronela. Al notar que los mosquitos nos dejan
de picar corroboramos el enunciado “La citronela ahuyenta los mos-
quitos”. Supongamos, ahora, que recordamos que en nuestra casa hay
una invasión de mosquitas de la fruta en la cocina y decidimos probar
si la citronela también las espanta. En ese caso podemos llevar adelan-
te un proceso que en cierta medida se asemeja a la investigación cien-
tífica: planteamos como enunciado conjetural o hipótesis “La citrone-
la espanta las mosquitas de la fruta” y seguimos una serie de pasos
para evaluar si este enunciado es correcto. Por ejemplo, encendemos
diariamente una vela de citronela en la cocina y esperamos que even-
tualmente las mosquitas desaparezcan. Si la situación anticipada por la
hipótesis se produce, corroboramos nuestra hipótesis o creencia; en el
caso contrario, descubrimos que es incorrecta, es decir, la refutamos
y seguimos buscando qué otros compuestos podrían ahuyentar a las
mosquitas.
Este procedimiento cotidiano de puesta a prueba, si bien nos sirve para
aproximarnos a la investigación científica, la retrata muy limitadamen-
te, ya que la investigación científica no se circunscribe a estas tareas
desarrolladas de manera individual. Por un lado, los científicos se for-
man en instituciones educativas; allí se les enseña cuál es el estado del
arte en su disciplina y aprenden a trabajar en equipos de investigación.

INTRODUCCIÓN 15
En su formación y entrenamiento adquieren un vocabulario que mu-
chas veces hace alusión a entidades y procesos que no son observables
a simple vista y registran cuáles son las explicaciones aceptables. Por
otro lado, al investigar, los científicos no solamente toman en cuenta
las teorías y los conceptos que propusieron otros científicos antes que
ellos, sino que pueden, incluso, proponer nuevos y difundirlos por me-
dio de publicaciones científicas que son sometidas a evaluación por
colegas que trabajan temas afines. Como fruto de este intercambio en-
tre pares, los científicos muchas veces modifican sus propias hipótesis
e investigaciones.
La ciencia es, entonces, un proceso -individual y colectivo- y, además,
es un producto en tanto el resultado de las investigaciones cobran la
forma de teorías científicas que se expresan en un lenguaje técnico y se
comunican en distintos tipos de publicaciones, como artículos y libros.
La epistemología ofrece una caracterización de la investigación cien-
tífica en tanto proceso, haciendo foco en cómo se producen y cómo se
ponen a prueba los enunciados y las teorías científicas.
Como la ciencia misma ha ido cambiando a lo largo del tiempo, los
abordajes filosóficos de la ciencia también fueron modificándose, y
dieron lugar a distintos enfoques epistemológicos. Dependiendo de
cómo los filósofos concibieron los procesos de validación científica,
y en última instancia a los científicos mismos, resaltaron en sus abor-
dajes algunas características del quehacer científico, dejando de lado
otras. Para la filosofía clásica de la ciencia, que comienza a desarro-
llarse en la primera mitad del siglo XX, en la evaluación teórica inter-
vienen preponderantemente la lógica y la evidencia empírica. Según
este enfoque, para saber si se debe adoptar o rechazar un determina-
do enunciado científico hay que evaluarlo empíricamente, haciendo
uso de procedimientos lógico-inferenciales. Así, podría pensarse que
esta perspectiva epistemológica concibe al científico como un suje-
to universal y transhistórico: sea cual fuera el momento en el que se
realiza una determinada investigación, los científicos llevan adelante
procesos idénticos de puesta a prueba, guiados únicamente por las re-
laciones lógicas que sus hipótesis entablan con la evidencia empírica
disponible. Presentaremos este enfoque en la primera parte del libro.
Para la concepción historicista de la ciencia, que comienza a emerger
en la década de 1960, en cambio, la decisión teórica excede la fórmula
lógica + evidencia empírica. Según este enfoque, de la misma manera
que las personas obedecen ciertas valoraciones morales que indican
cuáles son las maneras correctas de comportarse, los científicos, al
investigar, también respetan ciertas normas implícitas que determi-
nan qué constituye una buena teoría científica, y cuáles son los pro-
cedimientos y técnicas aceptables para desarrollarla. Estas valoracio-
nes internas a la ciencia -que denominaremos valores “cognitivos” o

16 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
“epistémicos”- permiten a los científicos comparar las distintas teorías
disponibles y en última instancia decidir qué marco teórico adoptar.
Por ejemplo, simplificando bastante, los científicos se inclinaron en
favor del enfoque copernicano, y en contra de la concepción ptolemai.-
ca, en virtud de que las tres leyes del movimiento planetario ofrecidas
por Kepler -formuladas en lenguaje matemático- eran más simples y
elegantes. También eran más adecuadas explicativa y predictivamente
hablando, en tanto eran capaces de dar cuenta de las observaciones
astronómicas con mayor exactitud. De esta manera, a diferencia del
enfoque clásico, el enfoque historicista concibe al científico como un
sujeto histórico, cuyas evaluaciones se encuentran guiadas por va-
loraciones propias de las comunidades científicas de las que forma
parte. Analizaremos las ideas centrales de este enfoque en la segunda
parte del libro.
La filosofía política de la ciencia, que encuentra su apogeo en la década
de 1990, da un paso más: sostiene que al decidir entre teorías, los cien-
tíficos no solo se ven influidos por valores cognitivos -como defiende
el enfoque historicista- sino también por valoraciones ajenas a la cien-
cia, es decir no epistémicas, provenientes del contexto sociocultural
del que proviene el investigador. Para esta posición epistemológica, al
realizar observaciones y al contrastar sus hipótesis y teorías, los cien-
tíficos se ven guiados por valores externos a la ciencia, tales como las
valoraciones provenientes de las instituciones que financian la inves-
tigación, o incluso las apreciaciones relativas al sexo o al género con
las que fueron educados. De esta manera, por ejemplo, si una cientí-
fica trabaja en una empresa probablemente se encuentre incentivada
a hallar conocimiento que mejore la rentabilidad de la organización y
lo proteja por medio de derechos de propiedad intelectual, como las
patentes o el secreto industrial. En cambio, si una científica trabaja en
una institución pública tendrá la oportunidad de enfocarse en el desa-
rrollo de conocimientos que den lugar a la resolución de problemas so-
ciales, y buscará divulgarlos a través de alguna publicación científica.
Asimismo, las valoraciones relativas al sexo o al género pueden influir
en lo que se investiga y en qué tipo de conocimiento se obtiene en esas
investigaciones. Por ejemplo, durante buena parte del siglo XX se tomó
a los individuos del sexo masculino como ejemplares típicos de la es-
pecie humana. Esto tuvo como consecuencia que las medicinas experi-
mentales se probaran casi exclusivamente en la población masculina,
para luego extender su uso, de resultar aprobadas, a la población fe-
menina. Al dejar de lado cuestiones que podrían influir en una admi-
nistración adecuada de dicha medicación -como un menor índice de
masa corporal o factores hormonales-, este sesgo androcentrista llevó
a que en muchos casos se sobremedicara a las mujeres. Teniendo en
mente este tipo de incidencia de las valoraciones contextuales, la filo-

INTRODUCCIÓN 17
sofía política de la ciencia -a diferencia de la epistemología clásica y
de la historicista- concibe al científico como un sujeto político, cuyos
valores no epistémicos afectan fuertemente la elaboración de conoci-
miento. Analizaremos esta posición en la tercera parte del libro.
Por último, dado que estas distintas maneras de concebir tanto a los
científicos como a la ciencia repercuten a su vez en la forma en que se di-
vulga el conocimiento científico, también es interesante analizar la dife-
renciación entre la ciencia misma y aquello que se difunde de la ciencia.
De la misma manera que cada propuesta epistemológica supone un
recorte del quehacer científico -analiza algunas características de la
investigación y deja de lado otras-, la comunicación de la ciencia tam-
bién selecciona en qué aspectos de las investigaciones hacer énfasis de
acuerdo con ciertas valoraciones en torno de la ciencia, los objetivos
de la comunicación y los perfiles de los destinatarios a quienes esta se
dirige. Analizaremos este punto en la cuarta parte del libro.
En cuanto al recorte y al alcance de este libro, es importante destacar
que nos centraremos en distintos tipos de reflexiones filosóficas acerca
de las ciencias fácticas, es decir, aquellas ciencias cuyas proposiciones
o enunciados versan acerca de estados de cosas o situaciones que se
dan en el mundo empírico (como la física, la astronomía, la biología,
la medicina, etcétera). Retomaremos los enfoques de diversos filósofos
y filósofas que se propusieron caracterizar la manera en que los inves-
tigadores desarrollan, validan y eligen entre teorías científicas fácticas
alternativas. Hemos decidido dejar de lado la filosofía de las ciencias
formales, como la matemática y la lógica, cuyos enunciados no brin-
dan información acerca del mundo empírico.
No quisimos que el carácter introductorio de este libro ocultara la di-
versidad de posiciones filosóficas acerca de la ciencia que conviven en
la actualidad. Intentamos ofrecer una presentación de los enfoques
epistemológicos relativamente pluralista -de allí la “s” en el título- y
retratar los aspectos centrales de cada uno de estos abordajes, pero
siempre teniendo en mente que los destinatarios de este libro no han
tenido una formación sistemática en epistemología. Quienes posterior-
mente se dediquen al estudio de la filosofía de la ciencia serán capa-
ces de enriquecer, profundizar y matizar muchas de las afirmaciones
aquí vertidas.
Quizás sea útil señalar de antemano que la caracterización de los dis-
tintos enfoques filosóficos que ofreceremos requiere identificar al
menos tres niveles discursivos: el objeto de estudio de la epistemolo-
gía, es decir, las afirmaciones y los procedimientos que llevan a cabo
los científicos al investigar; el análisis ofrecido por diversos pensa-
dores -filósofos, historiadores, sociólogos- acerca de dichas teorías
y prácticas científicas y, por último, nuestras propias apreciaciones

18 ENNQSNOCÍA(S1NE1A PIENPIA
filosóficas acerca de los enfoques adoptados por dichos pensadores,
sus tesis centrales, sus semejanzas y diferencias, sus encuentros y ten-
siones. Esperamos que a ustedes, lectores y lectoras, este recorrido les
resulte tan apasionante como a nosotras. ¡Allá vamos!

INTRODUCCIÓN 19
PRIMERA PARTE

La filosofía clásica
de la ciencia
Primera parte

Presentación

La Real Academia Española define ciencia como el “conjunto de cono-


cimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, siste-
máticamente estructuradosy de los que se deducen principios y leyes
generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmen-
te”.! Pero ¿qué es el conocimiento? En el lenguaje natural las palabras
conocer y saber se utilizan en distintos sentidos. Noten los siguientes
usos. )
(1) Conozco Mar del Plata.
(2) Sé manejar un auto.
(3) Sé que la citronela ahuyenta los mosquitos.
¿Es posible afirmar que en cada una de estas oraciones se utiliza saber
o conocer de la misma manera? Pareciera que no. Conocer en el sentido
de (1) alude a cierta familiaridad que se tiene con lo conocido, en este
caso, una ciudad. Acá conocer implica haber visto la ciudad, caminar
por sus calles, haber recorrido lugares típicos de ese lugar. Algo pareci-
do sucede cuando afirmamos conocer a una persona. Queremos trans-
mitir que la vemos seguido, charlamos con ella, sabemos qué cosas le
interesan, etcétera.

1 . Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23. ed., [versión 23.6 en
línea]. <https://dle.rae.es> [4 de mayo de 2023].
Saber en el sentido (2) alude a una habilidad, a saber cómo. Saber coci.-
nar, tocar la guitarra o jugar tenis constituyen habilidades que no pue-
den expresarse completamente por medio de una serie de enunciados.
Si las habilidades se redujeran a una serie de pasos o instrucciones po-
dríamos aprender a manejar, por ejemplo, simplemente memorizan-
do un procedimiento: 1) encender el auto, 2) presionar el embrague,
3) colocar la palanca de cambios en la primera posición, 4) soltar el
embrague y presionar el acelerador. Sin embargo, esto es imposible;
cualquiera que haya aprendido una habilidad motriz compleja nota
que recordar procedimientos ayuda, pero constituye una parte casi
insignificante de lo que se sabe. Saber cómo manejar -o en términos
generales, tener una habilidad- requiere muchas veces una cierta
coordinación motriz que escapa al plano meramente lingúístico.
Por último, cuando se utiliza conocer o saber en el sentido de (3) se asu-
me que se conoce una proposición (verdadera), es decir, el significado
de una oración que describe correctamente un determinado estado de
cosas.
Es importante no confundir las oraciones con las proposiciones: las
proposiciones no son las oraciones, sino lo que estas expresan. De ma-
nera que es posible tener distintas oraciones que expresen la misma
proposición, como “Juan persigue al perro” y “El perro es perseguido
por Juan”. También es posible encontrar ejemplos en los que una mis-
ma oración expresa proposiciones distintas, como “María alquila una
casa” para querer decir que María tiene una casa que es de su propie-
dad y se la alquila a otra persona o bien, algo bastante distinto, que
María alquila la vivienda que habita.
Mientras las oraciones “Juan persigue al perro” y “El perro es perse-
guido por Juan” expresan la misma situación en el mundo, es decir, su
significado es el mismo y por lo tanto la proposición que expresan será
verdadera o falsa de acuerdo con que una única situación se produzca
o no, las distintas proposiciones que puede expresar “María alquila una
casa” poseen condiciones de verdad diferentes, hay distintos estados
de cosas que hacen que cada interpretación, cada proposición, sea ver-
dadera. Para que la oración “María es dueña de una casa que alquila
a otra persona” exprese una proposición verdadera debe suceder que
María sea propietaria de una casa que ofrece en alquiler. Por el contra-
rio, para que sea cierta la proposición enunciada en “María alquila la
casa que habita, ya que no es propietaria de esa vivienda” deberá suce-
der que María no tenga un título de propiedad sobre esa casa y pague
un alquiler para vivir en ella.
Dado que en (3) lo que viene después del término que en la oración “Sé
que...” expresa una proposición, a este saber se lo denomina conoci-
miento proposicional o saber qué, en contraposición a las habilidades

24 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
o saber cómo expresadas por oraciones del tipo (2). El conocimiento
científico empírico puede considerarse como un tipo especial de cono-
cimiento proposicional, más específicamente, como el conocimiento
de enunciados o proposiciones que describen un determinado estado
de cosas en el mundo y que, como tales, puede determinarse sí son
correctos o no por medio de procesos que involucran la observación O
la experimentación.
Para los fines que aquí nos interesan, adoptaremos la concepción tri-
partita de conocimiento proposicional tal como es definida por Platón
(2006), es decir, como creencia verdadera justificada. De acuerdo con
este enfoque, para poder afirmar que alguien sabe una proposición p,
en primer lugar, esa persona debe creer que p. Sería raro que alguien
dijera: “Sé que la citronela ahuyenta los mosquitos, pero no lo creo”, es
por ello que tradicionalmente se afirma que para poder saber una pro-
posición en primer lugar el sujeto de conocimiento debe creer esa afir-
mación. En segundo lugar, del uso de la palabra conocer en el lenguaje
corriente también se infiere que la proposición que se afirma conocer
debe ser verdadera para poder considerarse conocimiento. Si bien po-
demos atribuir creencias falsas, a estas creencias no las consideramos
conocimiento propiamente dicho. Es por ello que, si bien tiene senti-
do afirmar “En la Antigiiedad creían que el Sol giraba alrededor de la
Tierra”, no consideraríamos aceptable la expresión “En la Antigiedad
sabían que el Sol gira alrededor de la Tierra”. Pero además de creer p y
que p sea verdadera tenemos que ser capaces de dar una justificación
de por qué p es verdadera. Que exigimos una justificación para atribuir
conocimiento queda de manifiesto cuando notamos que no solemos
atribuir conocimiento a personas que no pueden dar razones de por
qué creen algo, aunque eso en lo que crean sea verdad. Si alguien nos
dice “Sé que mañana voy a ganar la lotería” no lo tomamos muy seria-
mente, dado que muy difícilmente pueda ofrecer una justificación de
su conocimiento acerca del futuro. En todo caso asumimos que quiere
o cree que va a ganar la lotería.
Una buena parte de este libro intentará dar detalles acerca de cuáles
son los procedimientos que los científicos llevan adelante para justifi-
car las proposiciones que conforman las teorías científicas.
Como veremos con más detenimiento en los siguientes capítulos, la
filosofía clásica de la ciencia o concepción heredada sostiene que las
teorías científicas son conjuntos de enunciados o proposiciones rela-
cionados deductivamente. En este sentido, la verdad de algunas afir-
maciones (que, como veremos, reciben el nombre de hipótesis cientí-
ficas) se puede fundamentar en cierta medida a partir de la verdad de
otros enunciados que se desprenden de ellas. De acuerdo con este en-
foque epistemológico, una de las características centrales de la ciencia
está dada por la manera en que los investigadores ponen a prueba su

PRESENTACIÓN 25
conocimiento. Esto es, los científicos, al formular hipótesis o enuncia-
dos que dan respuesta a algún problema de investigación, llevan ade-
lante ciertas observaciones o experimentos que les permiten aceptar o
rechazar el enunciado en cuestión.
Ahora bien, ¿en qué consisten estos procesos de puesta a prueba? Sim-
plificando un poco, podría afirmarse que la forma en que los científi-
cos evalúan sus creencias no difiere demasiado de la manera en que
cualquier persona decide si una afirmación es cierta o no. Volvamos a
la situación en la que deseábamos averiguar si el enunciado “La citro-
nela ahuyenta las mosquitas de la fruta” es correcto. Para determinar si
la hipótesis es correcta o no tendríamos que llevar adelante un peque-
ño experimento. Así, por ejemplo, afirmaríamos que si nuestra hipóte-
sis es correcta entonces tendría que ser correcto un nuevo enunciado:
“Si enciendo una vela de citronela cerca de las mosquitas que vuelan
sobre las bananas de la cocina, las mosquitas desaparecerán”. Noten
que en esta instancia aún no estamos manipulando la citronela ni ob-
servando qué sucede con las mosquitas, sino que estamos formulando
un enunciado que describe una determinada situación y, asumiendo
que ese enunciado es correcto, derivamos un nuevo enunciado, una
predicción. Recién en una segunda instancia, si observamos que la
predicción se cumple, aceptaremos el enunciado hipotético y si no se
cumple, lo descartaremos como incorrecto. Lo que estamos haciendo
en cada caso, entonces, es formular una especie de argumento en el
cual asumimos que ciertos enunciados o proposiciones son ciertas y
a partir de ellas inferimos una conclusión. Así, para la aceptación de
nuestra hipótesis, tendríamos el siguiente argumento:
Si es cierto que “La citronela ahuyenta las mosquitas de la
fruta”, entonces “Al encender una vela de citronela cerca de
las mosquitas que vuelan sobre las bananas de la cocina, las
mosquitas desaparecerán”,
De hecho, es cierto que “Al encender una vela de citronela
cerca de las mosquitas que vuelan sobre las bananas de la
cocina, las mosquitas desaparecen”.
Por lo tanto, es probable que “La citronela ahuyente las mos-
quitas de la fruta”,
Mientras que para el rechazo del enunciado el argumento sería:
Si es cierto que “La citronela ahuyenta las mosquitas de la
fruta”, entonces, “Al encender una vela de citronela cerca de
las mosquitas que vuelan sobre las bananas de la cocina, las
mosquitas desaparecerán”,
No es cierto que “Al encender una vela de citronela cerca de
las mosquitas que vuelan sobre las bananas de la cocina, las

26 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
mosquitas desaparezcan”.
Por lo tanto, no es cierto que “La citronela ahuyenta las mos-
quitas de la fruta”.
Ahora bien, Hempel y Popper -dos de los principales representantes
del enfoque clásico cuyos abordajes estudiaremos en esta primera par-
te del libro- defienden que para poder entender con precisión en qué
medida está fundamentado afirmar o negar la hipótesis que se está eva-
luando en cada caso es necesario comprender cómo se relacionan ló-
gicamente los enunciados que componen estos argumentos y con ello
cuáles son las propiedades formales de ambos tipos de inferencias. De
modo que antes de entrar en más detalles acerca de cuáles son los pro-
cedimientos que, para estos filósofos, llevan adelante los científicos al
aceptar o rechazar sus hipótesis, tendremos que introducir algunas no-
ciones básicas de lógica que permitan determinar el tipo de relaciones
que entablan los enunciados entre sí al formular argumentos confir-
matorios o refutatorios. Con estos desarrollos de lógica estaremos en
condiciones de abordar en profundidad las tesis epistemológicas cen-
trales de la concepción clásica y con ello la caracterización que ofrecen
tanto del proceso de investigación científica como de su producto, las
teorías científicas.

PRESENTACIÓN 27
Capítulo 1

Nociones básicas de lógica

Para la epistemología clásica, la ciencia se concibe, por un lado, como


un proceso que permite aceptar hipótesis (una hipótesis es un tipo de
proposición) y, por otro, como una teoría, un conjunto de enunciados
verdaderos que se relacionan entre sí lógicamente. Para este enfoque,
tanto la puesta a prueba de hipótesis como la estructura
de las teorías
científicas mismas puede explicarse en términos de relaciones infe-
renciales entre los enunciados, esto es, es posible describir ambos as-
pectos de la investigación científica como la derivación de unos enun-
ciados a partir de otros enunciados que se consideran verdaderos.
Si queremos entender la caracterización clásica de la ciencia necesita-
mos, entonces, comprender qué son las proposiciones y también qué
tipos de relaciones pueden entablar entre sí, de manera tal que poda-
mos derivar algunos enunciados a partir de otros enunciados. La disci-
plina que desde la Antigiiedad se encarga de estudiar estos temas es la
lógica. Podemos decir que la lógica es una ciencia de carácter formal,
pero además es una herramienta fundamental para la concepción here-
dada, en tanto permite reconstruir la manera en que los científicos re-
lacionan enunciados entre sí y cómo relacionan las hipótesis aceptadas
al formular teorías científicas más amplias.
1.1. El lenguaje lógico
En un libro clásico, Introducción a la lógica, Irving Copi (1999: 17) defi-
ne esta disciplina como “el estudio de los métodos y principios usados
para distinguir el buen (correcto) razonamiento del malo (incorrecto)”,
Esto nos lleva a preguntar, entonces, ¿qué es un razonamiento? En po-
cas palabras, podemos decir que un razonamiento es un conjunto de
proposiciones que están unidas entre sí, de modo que una de ellas se
infiere o deriva de las otras. Pero entonces, para comprender qué es
un razonamiento, tenemos que precisar qué es una proposición. Una
proposición es el significado de un enunciado que informa algo; pue-
de ser verdadera (si la información que transmite es correcta) o falsa
(si la información que transmite no es correcta). Aquí nos interesarán
especialmente las proposiciones empíricas, esto es, las proposiciones
expresadas por aquellas oraciones que brindan información acerca del
mundo empírico y que se consideran verdaderas o falsas de acuerdo
con su correspondencia o su no correspondencia con los hechos.
Las oraciones que expresan proposiciones están compuestas por tér-
minos. Llamamos término a palabras, o conjunto de palabras, que se
usan para nombrar aspectos de la realidad. Los términos son las uni-
dades de significación mínimas e irreductibles del análisis lógico. En
ese sentido, los términos nombran entidades o situaciones, pero no
afirman ni niegan nada acerca de ellas, Por ejemplo, fiebre es un tér-
mino porque nombra algo, mientras que “Manuela tiene fiebre” es una
oración que expresa una proposición. Dependiendo del contexto, es
decir, de lo que ocurra en la realidad, esa proposición será verdade-
ra (si efectivamente Manuela presenta una temperatura mayor a 37,5
grados centígrados) o falsa (si no tiene una temperatura mayor a 37,5
grados centígrados). Dentro de los términos, podemos distinguir entre
términos descriptivos, que son los que mencionan o hacen referencia
a algún aspecto de la realidad, observable o no (lo que a su vez nos
permitirá más adelante distinguir entre términos observacionales y
teóricos), y términos lógicos, que son los que sirven para enlazar tér-
minos (y proposiciones) entre sí. Por ejemplo, en “El agua no se evapo-
$”, agua y se evaporó son términos descriptivos, mientras que no es un
término lógico.
Ahora bien, los enunciados o proposiciones no suelen darse aislados,
sino que aparecen entrelazados, formando estructuras más complejas:
1, Este recipiente contiene agua o alcohol.
2. Manuela tiene fiebre y dolor estomacal.
3. Si el agua hierve entonces se evapora.
4 No es cierto que Manuela tenga fiebre.

30 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
En cada una de estas oraciones pueden reconocerse partes que ex-
presan distintas proposiciones: “El recipiente contiene agua”, “El reci-
piente contiene alcohol”, “Manuela tiene fiebre”, “Manuela tiene dolor
estomacal”, “El agua hierve”, etcétera. A estos enunciados simples los
llamamos proposiciones atómicas, porque son las expresiones míni-
mas de las cuales puede afirmarse que son verdaderas o falsas, es de-
cir, que poseen valorde verdad. Además, aparecen expresiones tales
como“... y ..., “... O...) “Si... entonces...” “no es cierto que...”, las cuales
actúan de nexos entre esos enunciados simples y por ello reciben el
nombre de conectivas lógicas (también se los denomina operadores o co-
nectores lógicos), en los cuales nos detendremos más adelante.
A las expresiones resultantes de este tipo de composición en que una
o más proposiciones se ensamblan a través de conectores lógicos las
llamamos proposiciones moleculares o complejas. Una proposición
compleja puede estar compuesta por dos enunciados unidos por una
conectiva lógica, como en los ejemplos 1, 2 y 3, o bien por un enun-
ciado simple al que se le introduce el conector lógico de la negación,
como en el ejemplo 4. ' z : ]
Ahora bien, para establecer la verdad o falsedad de las proposiciones
moleculares será necesario conocer el significado de los nexos, así
como el valor de verdad de cada proposición atómica por separado.
Dado que la lógica es la que define formalmente el significado de los
distintos conectores que permiten vincular proposiciones entre sí, de-
bemos introducirnos al lenguaje formal de la lógica proposicional. El
lenguaje de la lógica proposicional nos permitirá traducir expresiones
del lenguaje natural eliminando su ambigiledad y vaguedad.
El lenguaje de la lógica proposicional está compuesto por dos elementos:
+ símbolos para representar las proposiciones y los conectores
lógicos, y signos de puntuación (paréntesis, corchetes, llaves),
que permiten eliminar posibles ambigijedades.
+ unconjunto de reglas que permiten relacionar estos símbolos,
a fin de que podamos formar con ellos estructuras más com-
plejas, es decir, fórmulas bien formadas en el lenguaje de la
lógica.
En cuanto a los símbolos utilizados para representar proposiciones
atómicas, utilizamos letras de imprenta minúscula de la letra p del al-
fabeto en adelante. Así, por ejemplo, podemos asignarle la letra p a
“Este recipiente contiene agua”, q a “Este recipiente contiene alcohol”,
r a “Manuela tiene fiebre”, s a “Manuela tiene dolor estomacal”, y así
sucesivamente.
Para formalizar los conectores lógicos que componen las proposicio-
nes complejas la lógica utiliza los símbolos siguientes.

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 31


» V representa la disyunción entre dos proposiciones. Una
disyunción es un enunciado complejo en el que se afirma que
se da una proposición o se da la otra o bien se dan ambas,
como cuando decimos “Este recipiente contiene agua o
alcohol”. La relación que se establece en una disyunción es la
de una alternativa entre dos posibilidades que se pueden dar
conjuntamente, es decir, para que se cumpla una disyunción
basta con que alguno de sus disyuntos (pueden ser ambos) sea
verdadero, En español la conjunción se manifiesta cuando se
utilizan o, o bien, etcétera.
* + representa una conjunción entre dos proposiciones, es decir,
una proposición compleja en la que se afirma que dos propo-
siciones se dan al mismo tiempo, como cuando afirmamos
“Manuela tiene fiebre y dolor estomacal”. En español la con-
junción se expresa en el lenguaje natural cuando se utilizan
las expresiones y, pero, aunque, etcétera.
* > representa el condicional material, es decir, un enuncia-
do en el que indicamos que la verdad de la proposición que
precede ala flecha (antecedente) garantiza la verdad de la pro-
posición que aparece después de la flecha (consecuente). Esta
conectiva aparece expresada en el lenguaje natural cuando
se formula una relación causal entre dos situaciones, como
cuando se afirma “Si el agua hierve entonces se evapora”. En
español el uso del condicional material suele representarse
con la expresión “si... entonces...” donde lo que viene luego
de la expresión si es el antecedente y lo que viene luego de
entonces, el consecuente. Noten que es posible formular un
condicional en lenguaje natural eliminando el entonces: “Si el
agua hierve, se evapora” expresa el mismo condicional que el
enunciado 3.
* representa la negación, es decir, un enunciado en el que
se invierte el valor de verdad de la proposición original. Así,
la expresión “No es cierto que Manuela tenga fiebre” es ver-
dadera cuando es falsa la proposición “Manuela tiene fiebre”
y a la inversa, es falsa cuando es verdadera la proposición
“Manuela tiene fiebre”. En español, la negación se representa
con las expresiones no, no es cierto que, es falso que, etcétera.
A continuación presentamos un cuadro con las diferentes conectivas,
el símbolo que las representa y las expresiones lingiiísticas que les
corresponden en el lenguaje natural:

32 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Conectiva | Signo Expresiones lingúísticas

, , y, pero, no obstante, sin embargo, "7, además


"'w

conjunción .
Ejemplo: Manuela tiene fiebre y dolor de cabeza.

0 o, O bien, o lo uno o lo otro


disyunción V
Ejemplo: Este recipiente contiene agua o alcohol.

"si... entonces”, “es suficiente que..”, “siempre


condicional > | que..', "basta que.. para que..
” n

Ejemplo: Si el agua hierve entonces se evapora.


“no es verdad que...”, “no es cierto que... , es falso
negación pl que”, “no es el caso de que...”, nunca”
Ejemplo: No es cierto que Manuela tenga fiebre.

Con estos elementos ya estamos en condiciones de traducir al lenguaje


lógico (también se dice formalizar) las oraciones 1 a 4.
1. “Este recipiente contiene agua o alcohol” se traduce al lenguaje
lógico como p V q. :
2. “Manuela tiene fiebre y dolor estomacal. se traduce al lenguaje
lógico cOmO p + 4.
3. “Si el agua hierve, entonces se evapora” se traduce al lenguaje
lógico como P>4-
4. “Noes cierto que Manuela tenga fiebre” se traduce al lenguaje
lógico como > p. !
Si bien podemos traducir oraciones del español al lenguaje lógico, para
comprender exactamente el significado de estas expresiones forma-
les tenemos que detenernos en el significado de las conectivas lógicas:
conjunción (+), disyunción (V), condicional material (>) y negación
(>), esto es, tenemos que determinar en qué condiciones es verdadera
o falsa cada una de las proposiciones complejas que incluyen estas
conectivas.
Observemos las siguientes tablas. Dadas dos proposiciones (p y q), am-
bas pueden ser verdaderas (primera fila de las tablas 1, 2 y 3), ambas
pueden ser falsas (última fila de las tablas 1, 2 y 3) o bien p puede ser
falsa y q verdadera (segunda fila de las tablas 1, 2 y 3) o a la inversa
(tercera fila de las tablas 1, 2 y 3).
En términos generales, para calcular la cantidad de filas (o renglones)
que tendrá una tabla de verdad de una determinada proposición de-
bemos efectuar el siguiente cálculo: 2 (por los dos únicos valores de

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 33


verdad admitidos en la lógica proposicional, verdadero o falso) elevado
a la n potencia, donde n es la cantidad de variables de enunciado que
posee la proposición que se desea representar en la grilla. Esquemáti-
camente, podemos presentarlo de esta manera:

N
Figura 1. Cálculo
Cálculo
para determinar
para determinar la la
cantidad de
cantidad de filas
filas en
en
una tabla
una tabla de
de verdad
N? de variables
(p, q, 1, etc.)

valores de verdad
v/F

Es importante tener en mente que para contabilizar el número de va-


riables solo hay que tener en cuenta aquellas que no se repiten. Si en
una misma proposición aparece dos o más veces la misma variable se
la cuenta como una sola. Un procedimiento práctico para la asigna-
ción de valores de verdad en las tablas, que nos garantice que la tabla
contemple todas las posibles combinaciones entre valores de verdad
de cada una de las variables de enunciado utilizadas, consiste en com-
pletar la columna correspondiente a la primera variable alternando de
uno en uno verdadero y falso, luego a la siguiente variable de enuncia-
do asignarle los valores alternando de dos en dos, en la siguiente de
cuatro en cuatro y así sucesivamente.
Pasemos, entonces, al significado de las constantes lógicas. La lógica
proposicional considera que una disyunción es verdadera cuando al
menos uno de sus disyuntos lo es. O, en otras palabras, una disyunción
es falsa cuando todas las proposiciones que las componen son falsas
(como en la última fila). Veamos las posibles situaciones en la Tabla 1.
Tabla 1

P V q
Y Y V
F V V
V Y F
F F F

En el caso de la conjunción, la lógica proposicional considera que es ver-


dadera cuando ambas proposiciones o conjuntos lo son. Podemos repre-
sentar el significado de la conectiva conjunción con la siguiente tabla.

34 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Tabla 2

p q
viv |v
FO F | v
Vol FEF
EOL E | F

En el caso de la conjunción, vemos que esta es verdadera únicamente


cuando las dos proposiciones de la conjunción son verdaderas (como
en la primera fila). O, dicho de otra manera, si una conjunción tiene al
menos una de sus dos proposiciones falsas, la conjunción será falsa.
Respecto del condicional material, la lógica simbólica considera que
un condicional es falso solamente cuando su antecedente es verdade-
ro y su consecuente falso (como en la tercera fila). En todo el resto de
las posibles combinaciones de valores de verdad entre antecedente y
consecuente, el condicional material se considera verdadero.
Tabla3

polos gq
Mocil Mi silo
Bole Micol
O
FO vo|F

A diferencia de las otras conectivas lógicas diádicas -es decir, que co-
nectan dos proposiciones- en el condicional material sí es relevante
el orden en el que aparecen las variables de enunciado, es decir, cuál
es la proposición antecedente y cuál es la proposición consecuente.
Al afirmar un condicional, no se afirma “p” o “q”, se afirma que “si p
entonces q”. Solo cuando p es verdadera y q es falsa el condicional se
considera falso.
Por último, la lógica proposicional establece que una negación es ver-
dadera cuando la proposición que niega es falsa y a la inversa, una
negación es falsa cuando la proposición que niega es verdadera,

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 35


Tabla 4

D Pp

F V

V F

Noten que, a diferencia del resto de las conectivas, la negación cons-


tituye una conectiva monádica porque afecta a una sola proposición
(simple o compleja). La negación tiene siempre el valor de verdad con-
trario al de la proposición que afecta, o sea que lo que hace es invertir
el valor de verdad de esa proposición.
Hasta aquí presentamos los distintos símbolos que utiliza la lógica pro-
posicional para representar proposiciones (p, q, T... 2) y para conectar
proposiciones entre sí (V, « , >,7). Vimos también cómo podemos
traducir oraciones del español al lenguaje lógico y revisamos cómo de-
fine la lógica cada una de las conectivas lógicas mencionadas. Ahora
nos queda analizar las reglas que permiten construir oraciones grama-
ticales en el lenguaje de la lógica, es decir, las reglas de formación de
fórmulas bien formadas en el lenguaje lógico. De la misma manera que
en español no toda agrupación de palabras constituye una oración, en
el lenguaje de la lógica no toda agrupación de símbolos lógicos cons-
tituye una fórmula bien formada.La expresión “Fiebre agua vapor”
no es una oración gramatical del español. Para que una secuencia de
símbolos lógicos sea una fórmula bien formada tiene que cumplir con
una serie de reglas sintácticas, al igual que sucede con las oraciones en
español. A los fines de los contenidos que desarrollaremos en este libro
esas reglas de buena formación de fórmulas lógicas son las siguientes:
* p,q,r...zson fórmulas,
* siAyBson fórmulas, entonces AVB, A +-B,A>By-A
también son fórmulas.
Aquí A y B son variables metalingiísticas que sirven para representar
no solo fórmulas simples como p y q, sino también fórmulas más com-
plejas como p » q, p V q. De modo que según esta última regla, (p + q) V
(r > s) también es una fórmula bien formada, donde Aesp.qyBesr>s.
Noten que, de acuerdo con estas reglas, la expresión p + q V r no repre-
senta una fórmula bien formada en el lenguaje lógico, Si introducimos
paréntesis sí podemos transformarla en expresiones gramaticales en
el lenguaje lógico:
5, (p:q)vr
6. p-(qVr)
36 FILOSOFÍA(S)
DELA CIENCIA: 10104:
Los paréntesis transforman cada secuencia de variables de enunciado y
conectivas lógicas en distintos tipos de proposiciones. En el ejemplo 5 te-
nemos una disyunción (A V B) entre la conjunción p - q (A) y la proposición
r (B) y en el ejemplo 6 tenemos una conjunción (A « B) entre la proposi-
ción p (A) y la disyunción q V r (B). Dado que 5 y 6 son una disyunción y
una conjunción, respectivamente, las condiciones que hagan verdaderas a
cada una de ellas serán diferentes, tratándose por lo tanto de afirmaciones
distintas.
¿Cómo podemos asegurarnos de que 5 y 6 son, efectivamente, dos enuncia-
dos diferentes? Realizando una tabla de verdad de ambos, es decir, repre-
sentando en una grilla todas las posibles combinaciones de los valores de
verdad de cada una de las proposiciones simples para luego ver qué valor
recibe la fórmula compleja que se forma en cada caso. Dado que en las pro-
posiciones moleculares 5 y 6 tenemos tres variables proposicionales: p, q y
r, la tabla deberá tener más filas que las tablas 1, 2 y 3, en la que representa-
mos los significados de las conectivas lógicas. Más específicamente debe-
rán tener un número de 2 elevado al cubo de filas (2 x 2 x 2), es decir, 8 filas.
En la Tabla 5 representamos la asignación de valores de verdad de las pro-
posiciones simples que componen la fórmula 5. Asignamos los valores de
verdad para p alternando un valor verdadero y uno falso. Luego asignamos
los valores de verdad de q de dos en dos y luego a r de cuatro en cuatro.
Tabla 5

(e / q) Y r
V LN il V
F v V
V F V

F F V
Y Ñ F
F V F

Y F F

F F F

Una vez asignados los valores de verdad a las variables de enunciado


resolvemos el paréntesis. Siempre hay que comenzar por resolver lo
que se encuentra al interior del paréntesis. En este caso, como el parén-
tesis incluye una conjunción, asignaremos el valor verdadero cuando

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 37


ambas proposiciones lo sean, en todo el resto de los casos la conjunción
será falsa,
Tabla6

(p : q) Y r
V V V V

FO OF | v v
Yo Tape V
di A 2 8 Y
Yoly y F
7 E EN F
Wole clio F
O F

Luego de resolver p - q, tomamos los valores de verdad resultantes


de dicha proposición y resolvemosla conectiva principal, es decir, la
disyunción. Recordemos que esta es verdadera cuando al menos uno
de los disyuntos es verdadero. De esta manera en la Tabla 7 podemos
observar cuándo la fórmula 5 es verdadera y cuándo es falsa.
Tabla 7

(p . g) Y r

V, V V V V

38 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
¿Tendrá la proposición disyuntiva 6 una asignación de valores de ver-
dad distinta a la proposición 5? Si realizamos el mismo procedimiento
para la proposición 6, obtendremos la Tabla 8.
Tabla 8

5 ld 200 (DO IS Jl E
V V V V V

MA 20 JE 00d [2
EOL 'F EOL F F

Al cambiar el orden de los paréntesis, cambia el tipo de proposición


y con ello las asignaciones de verdad de sus conectivas. Las tablas 7 y
8 representan dos enunciados distintos, dado que el orden de asigna-
ción de valores de verdad en la disyunción y en la conjunción son dis-
tintas. Estas proposiciones son verdaderas en condiciones diferentes:
mientras que la fórmula 5 es verdadera en las primeras 5 filas y falsa
en las últimas 3, eso no sucede con el enunciado 6 que es verdadero
solamente en la primera, tercera y quinta fila. Comparar estas tablas
sirve para darse cuenta de que cambiar de lugar los paréntesis en una
misma secuencia de variables y constantes lógicas altera el significado
de la fórmula compleja. Las fórmulas (p - q) Vr yp- (q V r) contienen
las mismas variables de enunciado y las mismas conectivas, pero los
paréntesis las transforman en proposiciones distintas que son verda-
deras o falsas en distintas situaciones.

1.2. Tipos de proposiciones: contingencias,


tautologías, contradicciones
En el apartado anterior vimos que, de acuerdo con las reglas de for-
mación de fórmulas bien formadas en el lenguaje lógico, existen cua-
tro clases de proposiciones complejas: la disyunción, la conjunción, el
condicional y la negación.

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 39


Como vimos en las tablas 1, 2, 3 y 4, las conectivas principales de estos
tipos de enunciados tienen una definición, un significado, que hace
que las proposiciones p V q, p +» q,p > qy > palgunas veces sean verda.
deras y otras falsas. Pero no todos los enunciados que pueden formu-
larse en el lenguaje lógico tienen una estructura formal que hace que la
proposición sea a veces verdadera y a veces falsa, es decir, que sea una
contingencia. Algunos enunciados tienen una estructura formal, un
ordenamiento de los símbolos, que hace que la proposición sea siem-
pre verdadera, Un enunciado que es lógicamente verdadero recibe el
nombre de tautología. Este es el caso de los principios lógicos que, sin
notarlo, utilizamos al definir las conectivas lógicas,
» El principio de identidad afirma que toda fórmula es idéntica
a sí misma. Este principio lógico se puede representar formal-
mente con la fórmula p > p. Las oraciones “Si Manuela tiene
dolor de cabeza entonces Manuela tiene dolor de cabeza”, “Si
el agua se evapora entonces el agua se evapora” son ejem-
plos en lenguaje natural del principio lógico de identidad. Si-
guiendo este principio establecimos que en la tabla de verdad
de una fórmula compleja, cada vez que una determinada pro-
posición es verdadera, en esa misma fila, esa misma propo-
sición deberá tener el mismo valor de verdad, ya que si esto
no sucediera no se trataría de la misma proposición. Cuando
realizamos la tabla de verdad del principio de identidad p >
p (Tabla 9) notamos que es una tautología dado que es una
proposición que siempre es verdadera.
Tabla 9

pl>lp
vivlv
papa ea

Dado que p puede ser o bien verdadera o bien falsa, y en tanto


el antecedente como el consecuente son la misma proposi-
ción, es imposible que este condicional tenga antecedente
verdadero y consecuente falso, es decir, es imposible que sea
falso, por lo cual el condicional p > pes siempre verdadero.
» El principio del tercero excluido indica que o bien un enun-
ciado es verdadero o bien es falso; no hay otra asignación
de verdad posible, “Manuela tiene fiebre o Manuela no tiene
fiebre”, “El agua hierve o el agua no hierve” son ejemplos en
lenguaje natural del principio del tercero excluido. En las
tablas de verdad de las fórmulas complejas del apartado an-

40 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
terior también utilizamos este principio al asignar siempre
alguno de los dos valores de verdad V o F a las proposiciones.
En las tablas de verdad nunca habrá casilleros vacíos o con
asignaciones de valores de verdad distintas a V o F, es decir,
respetamos el principio del tercero excluido. Al igual que el
principio de identidad, cuando realizamos la tabla del prin-
cipio del tercero excluido (Tabla 10) encontramos que es una
proposición tautológica dado que siempre recibe el valor de
verdad “verdadero”,
Tabla 10

p Y =p
V V F.

F V v

La proposición p puede ser o bien verdadera o bien falsa. Cada


vez que p es verdadera - p es falsa y a la inversa, cada vez que p
es falsa = p es verdadera. Al completar las columnas p y = p en
la tabla encontramos que en ninguna ocasión p y > pson ambas
falsas, por lo cual es imposible que el principio del tercero ex-
cluido p V =— p sea falso, es decir, es necesariamente verdadero.
El principio de no contradicción indica que una proposi-
ción y su negación no pueden ser ambas verdaderas al mismo
tiempo; en lenguaje lógico, = (p - > p). Como cuando se afirma
en lenguaje natural “No es cierto que el agua se evapora y no
se evapora” o “Nunca se da el caso de que Manuela tenga fiebre
y no tenga fiebre”. Teniendo en cuenta este principio, en las
tablas de verdad de las distintas proposiciones nunca asigna-
mos valores de verdad diferentes a:la misma proposición en
una misma fila, dado que de acuerdo al principio de no contra-
dicción una fórmula no puede ser verdadera y falsa al mismo
tiempo. Al confeccionar la tabla de verdad del principio de no
contradicción (Tabla 11) también observamos que es una pro-
posición que siempre es verdadera; es una tautología,
Tabla 11

> (p v00):0p)
Y Y F F
Y F F Y

FCAPÍTINO 1 NACINNFS RÁSINAS DELÓGICA di


Dado que p puede ser o bien verdadera o bien falsa, cada vez
que p es verdadera = p es falsa, y al revés, cada vez que p es
falsa = p es verdadera. Por ende, siempre sucede que al menos
una de las proposiciones que conforman esta conjunción es
falsa, lo cual hace que p + = p siempre sea falsa, es decir, sea
una contradicción. Ahora bien, la negación de un enuncia-
do contradictorio, es decir, de un enunciado que siempre es
falso, siempre es verdadero (tautológico). En este caso, como
la conjunción entre p y = p siempre es falsa, la negación de
esta conjunción siempre es verdadera. A continuación pre-
sentamos una tabla con los distintos tipos de proposiciones
que podemos identificar:
Tabla 12

Tipo de proposición Ejemplos

Contingencia pvq.p-q,p>Q,-Pp |

Tautología ci | | p>p,pV-p,-(p:-p) Ml

Contradicción | | p:=P

1.3. Tipos de razonamientos: razonamientos


válidos e inválidos
En los apartados anteriores vimos qué son las proposiciones simples,
cómo podemos combinar enunciados simples para formular proposi-
ciones complejas, cómo la lógica define las conexiones que podemos
realizar entre distintos enunciados (disyunción, conjunción, condi-
cional y negación) y cómo se clasifican las distintas proposiciones de
acuerdo con sus condiciones de verdad (contingencias, tautologías,
contradicciones). Partiendo de estas nociones estamos en condiciones
de analizar cómo es posible relacionar proposiciones entre sí de mane-
ra tal de formular un razonamiento, esto es, de derivar alguna propo-
sición -la conclusión- a partir de otras proposiciones -las premisas- y
determinar si estas relaciones inferenciales son válidas (correctas) o no.
Cuando razonamos, formulamos proposiciones. A la información de la
que partimos la denominamos premisas y a la información a la que lle-
gamos, a la afirmación que deseamos establecer, conclusión. Así, en tér-
minos generales podemos afirmar que un razonamiento es un grupo de
proposiciones en el que una o más de esas proposiciones, las premisas,
fundamentan o brindan apoyo a otra proposición, la conclusión. Por
ejemplo, supongamos que Manuela se siente mal y va a la guardia del

42 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
hospital donde una médica le diagnostica gastroenteritis. Si le solicitá-
ramos a la médica que nos explicara por qué piensa que Manuela tie-
ne gastroenteritis, ella formularía un razonamiento en el que algunas
proposiciones permitirían dar fundamento a su conclusión.
1. La gastroenteritis se presenta con fiebre, dolor estomacal y
vómitos.
2. Manuela tiene fiebre, dolor estomacal y vómitos.
3. Porlo tanto, es muy probable que Manuela tenga gastroenteritis.
Así, el enunciado que permite expresar el diagnóstico está fundamenta-
do, se deriva, surge, de otras proposiciones o enunciados que la médica
considera verdaderos.
Ahora bien, no todo conjunto de proposiciones es un razonamiento.
De hecho, la premisa 2 puede considerarse en sí misma un conjunto de
proposiciones dado que es una conjunción de tres enunciados: Manue-
la tiene fiebre (p), Manuela tiene dolor estomacal (q), Manuela tiene
vómitos (r). La premisa 2 es una proposición compleja, no un razona-
miento, dado que en ese conjunto de proposiciones (p - q) - r, no hay
algunas afirmaciones que permitan dar apoyo a otras, no hay un enun-
ciado que se derive inferencialmente de otro; es decir,en esta agrupa-
ción de proposiciones no es posible identificar premisas y conclusión.
Para identificar las distintas partes de un razonamiento expresado en
lenguaje natural debemos, entonces, familiarizarnos con ciertas ex-
presiones que sirven para indicarnos, por un lado, las premisas, y por
otro, la conclusión. Expresiones como “ya que”, “dado que”, “porque”
o “pues” cumplen la función de introducir las premisas, mientras que
“luego”, “por ende”, “por lo tanto”, “de modo que”, “se sigue que” son
» « ” «“ ” « ” «“

expresiones que anuncian y nos permiten identificar la conclusión.


Es importante tener en cuenta que la conclusión de un razonamiento
no necesariamente aparece al final del conjunto de proposiciones, es
decir, al final del razonamiento; puede estar tanto al principio como en
el medio. Así, la médica podría formular su razonamiento de cualquiera
de estas maneras:

“Es muy probable que Manuela tenga gastroenteritis dado que


la gastroenteritis se presenta con fiebre, dolor estomacal y
vómitos, y Manuela tiene fiebre, dolor estomacal y vómitos”.

“Manuela tiene fiebre, dolor estomacal y vómitos, por ende, es


muy probable que tenga gastroenteritis, ya que la gastroenteritis
se presenta con fiebre, dolor estomacal y vómitos”. '

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 43


En todos los casos, se trata del mismo razonamiento, pero presentado
de formas distintas. En el primer ejemplo, ofrecido más atrás, la con-
clusión aparece al final; en la segunda manera de presentar el razona-
miento, la conclusión aparece al comienzo, y en la última, la conclu-
sión se halla intercalada entre dos premisas. En cualquier caso, para
que un conjunto de proposiciones constituya un razonamiento, sus
enunciados deben mantener cierta relación, de manera tal que alguno
de ellos (la conclusión) reciba apoyo de otro o de otros (las premisas).
Teniendo esto en mente, podemos distinguir entre distintos tipos de
razonamiento de acuerdo con qué tan fuerte sea esa relación de funda-
mentación entre premisas y conclusión. Cuando la verdad de las pre-
misas de un razonamiento garantiza la verdad de la conclusión decimos
que se trata de un razonamiento válido o deductivo.
Por ejemplo, en el razonamiento
4. SiJuliana es pediatra, entonces es médica.
5, Juliana es pediatra.
6. Porlo tanto, Juliana es médica.
La verdad de las premisas 4 y 5 garantiza la verdad de la conclusión,
ya que si es cierto que “Si Juliana es pediatra, entonces es médica” y
es correcto que “Juliana es pediatra” necesariamente será verdadera la
proposición “Juliana es médica” (6).
En los razonamientos válidos o deductivos la relación entre premisas
y conclusión es la más fuerte de todas, en tanto es lógicamente im-
posible que un razonamiento deductivo tenga premisas verdaderas y
conclusión falsa. Lo característico de los razonamientos deductivos, en
tanto la conclusión se desprende necesariamente de las premisas, es
que transfieren la verdad de las premisas a la conclusión: en estos ra-
zonamientos, si todas las premisas son verdaderas, la conclusión tiene
que ser también verdadera. Ahora bien, en el caso de que un razona-
miento válido tuviera premisas falsas, la conclusión podría ser tanto
verdadera como falsa; pero lo que nunca puede pasar en un razona-
mieñito deductivo es que tenga premisas verdaderas y conclusión falsa.
Si la segunda premisa del razonamiento anterior “Juliana es pedia-
tra” fuera falsa, podría suceder que la conclusión 6 fuese verdadera
o falsa. Si Juliana fuera cardióloga, el razonamiento iría de premisas
falsas a conclusión verdadera, porque 5 sería falsa ya que Juliana no
es pediatra, Sin embargo, la conclusión sería verdadera, ya que aun-
que Juliana no es pediatra, es médica porque es cardióloga. En el caso
de que Juliana fuese directora de cine, el razonamiento válido tendría
premisas falsas y conclusión falsa. Pero sería imposible que el razo-
namiento tenga premisas verdaderas y conclusión falsa, dado que la

44 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
verdad de las premisas 4 y 5 garantiza la verdad de la conclusión 6. Por
el contrario, un razonamiento es lógicamente inválido, no deductivo,
si la verdad de sus premisas no garantiza la verdad de su conclusión;
es decir, si es posible que el razonamiento tenga premisas verdaderas
y conclusión falsa. Por esta razón, afirmamos que los razonamientos
inválidos no transmiten la verdad de las premisas a la conclusión, dado
que no siempre que las premisas son verdaderas la conclusión es ver-
dadera. En otras palabras, en los razonamientos inválidos es posible
observar cualquier posible combinación entre los valores de verdad de
las premisas y el valor de verdad de la conclusión.
Así, el razonamiento
7. Si Juliana es pediatra entonces Juliana es médica.
8. Juliana es médica.

9. Porlo tanto, Juliana es pediatra.


es un razonamiento inválido, ya que la verdad de las premisas 7 y 8 no
garantiza la verdad de la conclusión 9. Y esto es así ya que este razona-
miento podría tener premisas verdaderas y conclusión falsa. Si Juliana
fuera cardióloga el razonamiento anterior iría de premisas verdaderas
a conclusión falsa. La proposición 7 sería verdadera por definición, la
premisa 8 sería verdadera, ya que Juliana es médica porque es cardió-
loga. Pero la conclusión sería falsa porque Juliana no es pediatra, es
cardióloga.
Teniendo en cuenta estas consideraciones podemos resumir en la si-
guiente tabla todas las posibles combinaciones de valores de verdad
que pueden exhibir los razonamientos válidos e inválidos.
Tabla 13

Valor de verdad de pue premisas /


Tipo de razonamiento Valor de verdad de la conclusión

Deductivos (válidos) V/N, F/V, F/F

No deductivos (inválidos) V/V, V/F, F/V, F/F

Observen que mientras la verdad y la falsedad son propiedades que


pueden tener las proposiciones simples o complejas que componen un
razonamiento, el conjunto en sí mismo, la inferencia, no tiene la pro-
piedad de ser verdadera o falsa, ya que el razonamiento propiamente
dicho no describe un estado de cosas como las proposiciones toma-
das aisladamente. Decimos, entonces, que los razonamientos poseen
la propiedad de ser válidos (o no), correctos o incorrectos, de acuerdo
con el tipo de relación que sus proposiciones establezcan entre sí.

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 45


Otra cuestión que también conviene resaltar es que esta propiedad de
los razonamientos de transmitir la verdad de las premisas a la conclu-
sión es una propiedad estrictamente formal. Es decir, la corrección o
validez de un determinado razonamiento está dada por su estructura,
por la forma lógica del razonamiento, independientemente del valor
de verdad de cada tuna de sus proposiciones. Que un razonamiento sea
capaz de transmitir la verdad de las premisas a la conclusión está dado
por la forma en que se ordenan las distintas proposiciones entre sí y
por las conectivas lógicas que permiten ensamblar dichas proposicio-
nes, no por el valor de verdad de cada proposición que aparece en el
razonamiento. Por lo tanto, que un razonamiento tenga premisas ver-
daderas y conclusión verdadera no es condición necesaria ni suficien-
te para que el razonamiento sea deductivo, ya que los razonamientos
inválidos, como indica la Tabla 13, también pueden tener todas sus
proposiciones verdaderas.
¿Cómo podemos hacer, entonces, para determinar si un determinado
razonamiento transmite la verdad o no, si la verdad de las premisas ga-
rantiza la verdad de la conclusión en una inferencia dada? Tendríamos
que encontrar una manera de representar la combinación de todos los
posibles valores de verdad que podrían recibir las premisas y de todos
los respectivos valores de verdad que podría recibir la conclusión. Es
decir, nuevamente, tendríamos que acudir a las tablas de verdad. Así
como las tablasde verdad nos permiten determinar si un enunciado
es una contingencia, una tautología o una contradicción, también nos
permiten identificar si un razonamiento tiene una estructura formal
tal que transfiere la verdad de premisas a conclusión (o no). Para ello,
tenemos que seguir una serie de pasos.

« Formalizar, o sea, traducir al lenguaje lógico, el razonamien-


to del cual queremos averiguar si es deductivo o no deducti-
vo. Tomemos el razonamiento con el que estuvimos trabajan-
do la noción de validez: “Si Juliana es pediatra, entonces es
médica, Juliana es pediatra, por lo tanto, Juliana es médica”.
Si asignamos la variable de enunciado p a “Juliana es pedia-
tra” y q a “Juliana es médica”, la estructura en lenguaje lógico
de este razonamiento doidari

p>q
p/g
donde el símbolo “/” divide las premisas de la conclusión.
Luego, debemos elaborar una tabla asignando dos columnas:
una para las premisas y una para la conclusión. Dentro de la
columna de las premisas asignamos una columna a cada va-
riable de enunciado y a cada conectiva, y hacemos lo mismo
con la proposición que constituye la conclusión del razona-
miento en su respectiva columna. Asignamos los valores de
verdad a p y a q respetando en cada caso el mismo orden de
asignación, dado que se trata de la misma proposición. De
la misma manera que sucedía con las proposiciones com-
plejas, la tabla del razonamiento se calcula elevando 2 (por
los valores de verdad, verdadero falso) a la n (número de va-
riables de enunciado distintas que contiene el razonamien-
to). En este caso, al ser dos variables de enunciado, p y 4,
el número de filas sería 2 x 2 = 4. Completamos la columna
de p alternando los valores de verdad V y F de uno en uno,
y luego completamos la columna correspondiente a q inter-
calando los valores de verdad de dos en dos. De esta manera
garantizamos que se produzcan todas las combinaciones de
valores de verdad entre ambas proposiciones que componen
el razonamiento.
Tabla 14

Premisas ' Conclusión

(p + q) p q
V v | v vo
F V F V

V F V F

F F F F

A continuación, resolvemos el condicional material, es decir,


siguiendo la definición de la Tabla 3, asignamos debajo de la
flecha el valor falso solamente cuando el antecedente es ver-
dadero y el consecuente es falso. Posteriormente revisamos
qué sucede con la conclusión en cada ocasión en la que tanto
la premisa condicional p > q como la premisa p son ambas
verdaderas.

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 47


Tabla 15. Modus ponens (MP)

Premisas Conclusión

(p slo lo, q
V V V V V

F V V F V

V F F V F

ROL V | F F

La primera fila de asignaciones de valores de verdad es la única en la


que la premisa condicional p > q y la premisa pson ambas verdaderas
y, como puede observarse, la conclusión q también lo es. Así, la Tabla
15 permite representar formalmente la validez del razonamiento p >
4, P/ q. En esta tabla se contemplan todas las posibles combinaciones
entre valores de verdad de premisas y conclusión, y en ningún caso
esta estructura conduce de premisas verdaderas a conclusión falsa. Es
decir, la tabla muestra que cada vez que las premisas de este razona-
miento son verdaderas, la conclusión también lo es y, con ello, que este
razonamiento transmite la verdad de premisas a conclusión. De hecho,
esta estructura de razonamiento se utiliza frecuentemente en lógica y
por ello se le asigna un nombre: se la denomina modus ponens (MP).
Además del MP, otra estructura deductiva que nos resultará muy útil
poder identificar es el modus tollens (MT). Esta forma deductiva de
razonar también comienza con un condicional, pero, a diferencia del
MP, la otra premisa niega el consecuente para terminar concluyendo
la negación del antecedente: p > q, > q / 7 p. Si asignamos la ora-
ción “Juliana es pediatra” a la variable de enunciado p y “Juliana es
médica” a q, el razonamiento en lenguaje natural resultante sería “Si
Juliana es pediatra, entonces es médica, Juliana no es médica. Por lo
tanto, Juliana no es pediatra”.
Los razonamientos que tienen la estructura formal de un MT también
transmiten la verdad de premisas a conclusión, como puede verse en
su tabla de verdad.

48 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Tabla 16. Modus tollens (MT)

Premisas Conclusión

(p 2 |o q) [ig =p
V V V F F

F V V F V

V F F V F

F V F V V

Al igual que el MP, cada vez que un MT tiene premisas verdaderas (úl-
tima fila) su conclusión también lo es. O, dicho de otra manera, al asig-
nar todas las posibles combinaciones de valores de verdad entre las
proposiciones que componen un MT, notamos que es imposible que
esta estructura tenga premisas verdaderas y conclusión falsa.
Ahora bien, como es de esperar, la capacidad de transferir la verdad de
premisas a conclusión es una propiedad bastante excepcional de los
razonamientos. La gran mayoría de los razonamientos que utilizamos
no tienen esta característica tan peculiar. Es más, hay estructuras for-
males que se asemejan mucho al MP y al MT y en las que, sin embargo,
la verdad de sus premisas no garantiza la verdad de la conclusión, es
decir, estas estructuras son razonamientos no deductivoso inválidos.
Este es el caso de la falacia de afirmación del consecuente (FAC) y de la
falacia de negación del antecedente (FNA).
La FAC, al igual que el MP, también tiene una premisa condicional.
Sin embargo, como su nombre lo indica, la otra premisa de este razo-
namiento no afirma el antecedente sino el consecuente, concluyendo
la afirmación del antecedente: p > q, q / p. Este es el caso del razona-
miento en lenguaje natural “Si Juliana es pediatra, entonces Juliana es
médica. Juliana es médica. Por lo tanto, Juliana es pediatra”.
Por su parte, la FNA, al igual que el MT también tiene una premisa
condicional, pero en este razonamiento el otro enunciado no niega el
consecuente sino el antecedente, y luego concluye la negación del con-
secuente: p > q, > p/” q. Un ejemplo en lenguaje natural de esta mane-
ra de razonar estaría dado por “Si Juliana es pediatra entonces Juliana
es médica. Juliana no es pediatra. Por lo tanto, Juliana no es médica”.
Veamos las estructuras formales de estas formas de razonamiento y
analicemos sus tablas de verdad.

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 49


Tabla 16, Falacia de afirmación del consecuente (FAC)

Premisas "Conclusión

A A 0) 0 10 p
V V V V V

F V v V F

V F F F V

Ex F F

Observen que a diferencia del MP, la FAC no transmite la verdad de


premisas a conclusión dado que es posible que tenga premisas ver-
daderas y conclusión falsa, como sucede en la segunda fila, en la que
el condicional es verdadero y su corisecuente también y sin embargo el
antecedente, también afirmado en la conclusión, es falso. Así, el ra-
zonamiento “Si Juliana es pediatra entonces es médica; Juliana es
médica, por lo tanto, Juliana es pediatra”, que posee la estructura
formal de una FAC, no es deductivo.
Como vimos más arriba, es posible encontrar un contraejemplo de este
último razonamiento, es decir, un ejemplo en el queel razonamiento
tenga premisas verdaderas y conclusión falsa. Supongamos que conoz-
co dos Julianas, Juliana Pérez, que es pediatra, y Juliana González, que es
cardióloga. ¿Qué pasaría con este razonamiento en cada caso? Si se tra-
ta de Juliana Pérez, el razonamiento tendría ambas premisas verdade-
ras, dado que sería cierto que si Juliana fuera pediatra sería médica, por
definición digamos. También es verdadero que Juliana es médica, ya
que es pediatra. En esta primera interpretación la FAC tiene premisas
y conclusión verdaderas (como en la primera fila de la Tabla 16).
La situación cambia cuando hablamos de Juliana González, porque
ahora sucede que aunque las premisas sigan siendo verdaderas, la con-
clusión es falsa, Es cierto que si Juliana fuera pediatra sería médica
(por definición de pediatra), y es cierto que Juliana es médica, dado
que es cardióloga. Sin embargo, es falso que Juliana González sea pe-
diatra, porque es cardióloga. Este ejemplo nos permite mostrar dos
cosas: primero, que el hecho de que un razonamiento tenga todas sus
proposiciones verdaderas no implica que tenga una estructura válida.
Segundo, que los razonamientos no deductivos, aunque no siempre
tengan premisas verdaderas y conclusión falsa, tienen una estructura
formal tal que habilitan esta posibilidad, es decir, tienen una forma
lógica en la que la verdad de las premisas no garantiza la verdad de la
conclusión.

50 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Algo semejante ocurre con la FNA. Observemos su tabla.
Tabla 17. Falacia de negación del antecedente (FNA)

Premisas Conclusión

(p > q) =p q
V V V FO] F

F V V V F

V F F F Y
F V P V V

La FNA, a diferencia del MT, no garantiza la verdad de la conclusión


cuando las premisas son verdaderas, dado que es posible encontrar
situaciones en las que las premisas son verdaderas y la conclusión es
falsa, como sucede en la segunda fila. Veamos este ejemplo: “Si Juliana
es pediatra entonces es médica. Juliana no es pediatra. Por lo tanto,
Juliana no es médica”. Está claro que si razonáramos de esta manera,
podríamos equivocarnos aunque partiéramos de información correc-
ta, porque podría suceder que Juliana fuera cardióloga, y en tal caso la
conclusión sería falsa, porque sería médica aunque no fuera pediatra.
Además de las falacias formales (FAC y FNA) existen otros tipos de
razonamientos no deductivos que, a diferencia de los razonamientos
válidos, son ampliativos, es decir, la conclusión nos permite agregar
nueva información que no está contenida en las premisas: se trata de
los razonamientos inductivos. Como vimos, los razonamientos deduc-
tivos son capaces de transmitir la verdad de premisas a conclusión,
pero esto sucede justamente porque en la conclusión no afirman nada
que no esté incluido en las premisas, de modo que conservan la verdad
a costa de ser incapaces de ampliar el conocimiento.
Contrariamente, los razonamientos inductivos tienen la capacidad de
ir más allá de la información que contienen las premisas, pero eso los
hace menos confiables: ya no son capaces de transferir la verdad a la
conclusión. Esto es, si bien los razonamientos inductivos son útiles, nos
pueden conducir al error, dado que la verdad de sus premisas no garan-
tiza la verdad de su conclusión, es decir, son razonamientos no deduc-
tivos, inválidos. Además, los razonamientos inductivos son informales,
no tienen una estructura sintáctica formulable en un lenguaje lógico
como sucede con el MT y el MP, por ejemplo. A diferencia de lo que
ocurre con los razonamientos deductivos, para los cuales la validez no
depende del contenido, sino de su forma, la calidad de un argumento

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 51


inductivo está dada por su contenido, por el tipo de enunciados que
contiene y por lo que dichas proposiciones de hecho afirman. Podría-
mos ejemplificar una manera inductiva de razonar con el esquema de
argumento siguiente.
Todos los A hasta ahora observados tienen la propiedad B,
Por lo tanto, todos los A tienen la propiedad B.B,
Observen que este tipo de razonamiento se encuentra en la base de
muchas generalizaciones infundadas que realizamos a partir de muy
pocas observaciones. De hecho, muchos prejuicios racistas, xenófo-
bos e incluso sexistas tienen en su base esta manera de razonar, como
cuando se afirma “a todas las mujeres les gusta maquillarse” o “a to-
dos los hombres les gusta el fútbol”. Estas afirmaciones se concluyen
sobre la base de muy pocas observaciones sí se las compara con los
grupos que representan la palabra mujeres o la palabra hombres. Que
la mayoría de las mujeres que conozcamos se maquillen o que a gran
parte de los hombres con los que interactuemos les guste el fútbol no
permite inferir una conclusión que abarque a la mitad de la población
mundial. Las observaciones que hicimos,las personas que conoce-
mos, no constituyen una porción representativa del total de la pobla-
ción a la que pretendemos extender la generalización. Lo cierto es que
utilizamos estas inferencias quizás porque extraer patrones o elaborar
estereotipos nos da cierta seguridad (ficticia) que nos permite sentir que
navegamos nuestra vida social con mayor control.
Como sea, la prueba de que esta forma de razonar es incorrecta es que
el mundo constantemente nos sorprende y encontramos excepciones
a las conclusiones que extraemos de nuestras propias observaciones:
mujeres que no se maquillan y hombres a los que no les gusta el fútbol
(e incluso hombres que se maquillan y mujeres a las que les gusta el
fútbol).
En cierta medida la ciencia también utiliza este tipo de razonamientos.
La diferencia es que si la investigación está bien diseñada, las obser-
vaciones a las que se alude en las premisas suelen ser más extensas y
variadas, y con ello más representativas de la población a la que pre-
tende extender sus conclusiones, Pensemos en la situación en la que
se evalúa la eficacia de un medicamento, por ejemplo. El equipo de
científicos y científicas podría argumentar:
Observamos a la paciente A: tiene 60 años, presión arterial y
diabetes, atravesó una infección por estreptococo de la que se
curó con un tratamiento a base de penicilina.
Observamos al paciente B, un niño de siete años. Cursó una
infección por estreptococo y se recuperó con un tratamiento
a base de penicilina.

52 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Observamos a la paciente C, una mujer sana de 20 años.
Tuvo una infección por estreptococo y también se curó con
penicilina.
Observamos que n personas infectadas con estreptococos se
recuperan luego de administrarles penicilina.
Por ende, las personas que cursan una infección por estrepto-
coco se curan con un tratamiento a base de penicilina.
En este caso, también se trata de una generalización inductiva. Tam-
bién se parte del análisis o afirmación de distintos casos singulares y,
luego, en la conclusión, se intenta establecer un enunciado de tipo uní-
versal. Noten que por más que en el estudio se contemple una cantidad
numerosa de pacientes (es decir n sea un número amplio y variado de
casos), en el pasaje de premisas a conclusión se produce un salto, ya
que la conclusión afirma mucho más de lo que se afirma en las premi-
sas. Las premisas aluden a una cantidad finita de pacientes, cuando la
conclusión hace referencia a una cantidad indefinida, potencialmente
infinita, de pacientes: las personas que viven ahora y además todas las
personas que están por nacer de aquí en más. Esto hace que, aunque
todas las premisas fueran verdaderas, aun así la conclusión podría ser
falsa, ya que no está totalmente justificada por las premisas.
En otras palabras, es lógicamente posible encontrar algunas personas
que cursen una infección por estreptococo y que sin embargo no res-
pondan adecuadamente al tratamiento, algo que si bien es infrecuente,
de hecho sucede, no solo con la penicilina sino con numerosos me-
dicamentos. No obstante, podría afirmarse que a mayor cantidad de
casos observados, mayor será la probabilidad de que la conclusión sea
verdadera. En el mejorde los casos, entonces, la conclusión se des-
prende con mayor o menor probabilidad, pero no es necesariamente
verdadera a pesar de que sus premisas lo sean. De este modo, conven-
dría decir: “Es probable que las personas que cursan una infección por
estreptococo se curen con un tratamiento a base de penicilina”. Sin
embargo, queda claro que, en el caso de las inferencias ampliativas,
por más extenso y variado que sea el número de observaciones, no es
posible derivar deductivamente la conclusión a partir de las premisas:
sigue siendo lógicamente posible que las premisas sean verdaderas y
la conclusión sea falsa.
Con lo estudiado hasta aquí estamos en condiciones de abordar las
propuestas epistemológicas clásicas. En el siguiente capítulo analiza-
remos el enfoque de Carl Hempel, un abordaje que recibe el nombre
de confirmacionismo. La idea central de esta posición es que si bien no
existen procedimientos mecánicos para descubrir nueyas hipótesis,
los científicos pueden utilizar distintos tipos de inferencias a la hora
de evaluar sus creencias. Así, al evaluar empíricamente las hipótesis

CAPÍTULO 1. NOCIONES BÁSICAS DE LÓGICA 53


que se les ocurren, los investigadores buscan aceptarlas inductivamen
te o rechazarlas deductivamente, De la misma manera que nosotros
podríamos plantear la hipótesis de que “la citronela espanta las mns-
quitas de la fruta” y a partir de allí formular la predicción según la cual
"si encendemos una vela de citronela las mosquitas desaparecerán”,
los investigadores plantean hipótesis como intento de solución a sus
problemas de investigación. A partir de esas hipótesis derivan predic-
ciones, esto es, enunciados que describen situaciones del mundo em-
pírico fácilmente constatables que, de producirse, permiten formular
una inferencia que dé lugar a la aceptación de la hipótesis.

54 ENOCOrÍla(mMnria amara
Capítulo 2

El confirmacionismo
de Carl Hempel

Desde una visión ingenua de la ciencia, se cree que la principal carac-


terística de la investigación científica es que esta deriva de los hechos.
Esta postura, a la que podríamos denominar. sentido común epistemoló-
gico o inductivismo ingenuo, representa la tarea científica como la labor
de un individuo, generalmente solo en un laboratorio, llevando ade-
lante una serie de experimentos y tomando nota de los resultados ob-
tenidos. Esta concepción suele asumir que el conocimiento científico
se obtiene por medio de un procedimiento que parte de la experiencia
sensible para arribar a una serie de enunciados científicos muy gene-
rales. Dado que para este enfoque la observación es neutral, este pro-
cedimiento se erige sobre una base segura para derivar conocimiento.
Por ello, bajo esta visión, los científicos se rigen exclusivamente por la
observación y solamente toman por cierto aquello que puede percibir-
se por medio de los sentidos. Si la investigación científica tuviera las
características que señala el sentido común epistemológico, el método
científico abarcaría más o menos los pasos siguientes.
1. Observación y registro de todos los hechos. En esta fase se di-
señarían metodologías que permitirían la observación siste-
mática y reiterada de los fenómenos que se quieren estudiar,
de la forma más precisa posible. Para ello habría que diseñar
experimentos científicos consistentes y reproducibles, de ma-
nera tal que si fueran llevados a cabo por otros investigadores
o investigadoras se obtuviesen resultados similares, Por ejem-
plo, un investigador interesado en las propiedades de ciertos
materiales podría exponer a distintas situaciones trozos de
hierro, de madera, de cobre, etcétera,
2. Análisis y clasificación de todos los fenómenos observados,
Luego de analizar los hechos observados se procedería a ver
cuáles comparten ciertas características y cuáles no, de mane-
ra que se puedan agrupar entre sí. Siguiendo con el ejemplo,
el científico podría agrupar bajo el rótulo “metales” a aquellos
materiales que comparten ciertas características, tales como el
hierro y el cobre, que son fríos al tacto, brillan y conducen
el calor.

3. Elaboración de una hipótesis, es decir, de un enunciado que


describa adecuadamente los fenómenos observados y los ex-
plique. Dichas afirmaciones deberían de ser consistentes con
todos los datos recogidos. Por ejemplo, el investigador podría
observar que solamente el hierro y el cobre (metales) condu-
cen el calor y no la madera, y a partir de estas observaciones
derivar la hipótesis “Los metales conducen el calor”.
4, Evaluación empírica de las conclusiones obtenidas. En este
paso el investigador pondría a prueba la hipótesis, sometiendo
al calor nuevos metales, por ejemplo.
Como puede verse, el sentido común epistemológico considera la in-
ducción como parte fundamental del método de investigación cien-
tífica. Dado que la forma de obtener hipótesis o. leyes científicas es
realizar generalizaciones (paso 3) a partir del registro y análisis de las
observaciones (pasos 1 y 2), el científico utilizaríaun tipo de razona-
miento inductivo semejante al que presentamos en el capítulo anterior.
El cobre, que es un metal, aumenta su temperatura al expo-
nerlo al calor. |
El hierro, que es un metal, aumenta su temperatura al expo-
nerlo al calor, |

El bronce, que es un metal, aumenta su temperatura al expo-


nerlo al calor.
n materiales, que son metales, aumentan su temperatura al
exponerlos al calor.
Por lo tanto, los metales conducen el calor,
La idea central del inductivismo ingenuo, entonces, es que los cientí-
ficos descubren nuevos conocimientos al obtener generalizaciones a
partir de casos singulares que comparten ciertas propiedades. En el

56 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
libro Filosofía de la ciencia natural, Carl Hempel se detiene a analizar los
problemas que posee esta visión ingenua de la ciencia. En primer lu-
gar, respecto de los pasos 1 y 2, señala que es imposible reunir todos los
hechos porque son inabarcables. Por ello, los equipos de investigación
suelen utilizar alguna hipótesis, aunque sea rudimentaria, que guíe su
observación. Para Hempel, a diferencia de la concepción de sentido
común de la ciencia, las hipótesis no son simplemente enunciados que
intentan describir lo que se observa. Las hipótesis son enunciados con-
jeturales que se proponen para tratar de describir algún aspecto del
mundo o intentar establecer algún tipo de vínculo entre distintos fenó-
menos que no se habían relacionado con anterioridad.
En gran medida, las hipótesis planteadas por los científicos van más
allá de lo que puede observarse y de hecho suelen presuponerse en
la investigación. Sin una hipótesis el científico no sabría por dónde
empezar a observar, ni siquiera podría distinguir cuáles son los fenó-
menos relevantes que deben ser analizados. ¿Cómo sabe el científico
que tiene que tomar un trozo de hierro y cobre en lugar de escoger un
ratón o una manzana? El científico que nos imaginamos siguiendo el
método inductivista seguramente tendría alguna idea de qué clase de
materiales son los metales, por ejemplo, y antes de comenzar a recabar
información muy posiblemente asuma que los metales son materiales
fríos al tacto, brillantes, rígidos, etcétera. Es más, el investigador segu-
ramente se encontraría guiado por algún tipo de interrogante o proble-
ma, como por ejemplo: ¿existen materiales aislantes que nos protejan
del calor o materiales que conduzcan energía? Por ello Hempel afirma:

La máxima según la cual la obtención de datos debería realizarse sin


la existencia de hipótesis antecedentes que sirvieran para orientarnos
acerca de las conexiones entre los hechos que se están estudiando es
una máxima que se autorrefuta, y a la que la investigación científica
no se atiene (Hempel, 1966: 29-30).

De modo que para este autor es imposible partir de la mera observación


para formular una hipótesis; el científico ya debe tener alguna creen-
cia previa, un intento de respuesta a algún problema. Sin hipótesis
que guíe la investigación científica el investigador no sabría dónde
observar, qué tipo de datos reunir. De manera análoga, para analizar
y clasificar los hechos observados se necesita algún criterio previo,
ya que un conjunto de datos se podría analizar y clasificar de muy
diversos modos.
En segundo lugar, Hempel enfatiza que muchas hipótesis contienen,
además de términos que hacen referencia a objetos y situaciones
observables, términos teóricos, que aluden a entidades subyacentes
a los procesos que se estudian y que no se pueden percibir por medio
de los sentidos. ¿Cómo es que los científicos logran derivar enunciados

CAPÍTULO 2. EL CONFIRMACIONISMO DE CARL HEMPEL 57


acerca de fuerzas, estructuras moleculares, células, si en los enuncia-
dos observacionales no figuran estos términos? ¿Cómo es que infieren
la existencia de entidades inobservables a partir de la mera observa-
ción? Estas consideraciones llevan a Hempel a descartar que las hipó-
tesis sean el resultado de una inferencia inductiva a partir de la obger-
vación, es decir, que sea posible pasar de los hechos observados a las
hipótesis generales aplicando mecánicamente un conjunto de reglas.

Las hipótesis y las teorías científicas están usualmente formuladas


en términos que no aparecen en absoluto en la descripción de los
datos empíricos en que ellas se apoyan y a cuya explicación sirven.
Por ejemplo, las teorías acerca de la estructura atómica y subatómica
de la materia contienen términos tales como átomo, electrón, protón
[...] sin embargo esas teorías están basadas en datos de laboratorio
acerca de los espectros de diversos gases, trayectorias de partículas
en cámaras de niebla, etcétera, todos los cuales se pueden describir
sin necesidad de emplear estos “términos teóricos”. Las reglas de
inducción [...] tendrían, por lo tanto, que proporcionar un procedi-
miento mecánico para construir, sobre la base de los datos con que
se cuenta, una hipótesis o teoría expresada en términos de algunos
conceptos totalmente nuevos, que hasta ahora no se habían utilizado
en la descripción de los datos mismos. Podemos estar seguros de que
ninguna regla mecánica conseguirá esto (Hempel, 1966: 31).

En realidad, las hipótesis se encuentran presentes desde el comienzo


de la investigación y son las que organizan tanto la recolección de datos
como su posterior análisis. En ese sentido, para Hempel no hay reglas
inductivas que permitan pasar de los datos observados a una hipótesis
teórica. En realidad, el pasaje de los hechos a las hipótesis científicas
teóricas requiere de un salto creativo en que los investigadores inven-
tan nuevos términos y conceptos que permiten dar cuenta de los fe-
nómenos observables. La tarea científica se sostiene sobre una gran
cuota de creatividad, sobre todo, como señala Hempel, cuando “se des-
vía de los modos corrientes del pensamiento científico”, cuando logra
explicar los fenómenos de una manera novedosa. No importa cómo
surja una nueva hipótesis científica, ni qué tan descabellada parezca;
lo que determina su permanencia en el ámbito de la ciencia es que sea
capaz de sobrevivir a la puesta a prueba, sea capaz de obtener respaldo
empírico.
De modo que lo que caracteriza a la investigación científica para Hempel
no es tanto un método para descubrir nuevas hipótesis, ya que este
proceso no se encuentra sujeto a ninguna regla, sino los procedimien-
tos que permiten poner a prueba las hipótesis que se les ocurren crea-
tivamente a quienes investigan. En este sentido, la propuesta episte-
mológica de Hempel se asienta sobre la distinción, propuesta por Hans

58 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Reichenbach (1938), entre el contexto de descubrimiento o creación, y el
contexto de justificación o puesta a prueba de hipótesis. Al igual que Hans
Reichenbach, Hempel sostiene que es posible diferenciar dos momen-
tos de la investigación científica: el momento en que los científicos
idean una teoría o hipótesis y el momento donde las teorías se ponen a
prueba, es decir, son contrastadas empíricamente. Mientras que en el
contexto de descubrimiento o invención se proponen nuevas hipótesis
para explicar algún tipo de fenómeno, en el contexto de justificación
se busca ver si esas explicaciones son adecuadas, o sea si se ajustan O
no a los datos. Solo el contexto de justificación es susceptible de análi-
sis lógico para Hempel, es decir, solamente es posible reconstruir ra-
cionalmente la investigación científica cuando se toman como objeto
de estudio las inferencias que se utilizan al contrastar empíricamente
las hipótesis y teorías. En el apartado siguiente nos detendremos en el
análisis lógico de la puesta a prueba de hipótesis científicas que ofrece
Hempel. :

2.1. El análisis confirmacionista de la puesta


a prueba de hipótesis
A partir de las críticas al inductivismo ingenuo, Carl Hempel (1966)
propone una nueva forma de abordar la investigación científica. Por
un lado, sostiene que son las hipótesis, como vimos, las que guían la
investigación y no la observación directa de los hechos. En ese sentido,
Hempel descarta que la lógica pueda ofrecer herramientas para anali-
zar el proceso de creación de las teorías. Al sostener que no existe un
proceso racional para descubrir o crear una hipótesis, la epistemología
clásica de Hempel -y como veremos en el siguiente capítulo, de Popper
también- deja fuera de su análisis estos aspectos de la investigación
científica y concentra su interés únicamente en el contexto de justifi-
cación, o sea en la contrastación de las hipótesis. En síntesis, para el
enfoque de Hempel, que denominaremos confirmacionismo, el méto-
do científico no proporciona reglas que permitan enunciar leyes, sino
establecer, una vez formulada una hipótesis, en qué medida está justi-
ficada. Las científicas y los científicos, entonces, inventan sus teorías
usando la imaginación, proponen hipótesis como intento de solución a
un problema que quieren resolver y a partir de allí las ponen a prueba
en un proceso de contrastación empírica. Para poder precisar con ma-
yor claridad en qué consiste este procedimiento nos detendremos en
un ejemplo concreto, una investigación que fue clave para el desarrollo
de la medicina: el descubrimiento de la penicilina.
El descubrimiento en 1928 de la penicilina, por parte de Alexander
Fleming, es uno de los hallazgos más importantes del siglo XX, ya que
permitió salvar la vida a millones de personas. El descubrimiento de

CAPÍTULO 2. EL CONFIRMACIONISMO DE CARL HEMPEL 59


la penicilina dio lugar a la producción de un conjunto de antibióticos
para combatir infecciones causadas por diversos tipos de bacterias. Se
llegó a ella a partir de un hongo llamado Penicillium notatum. ¿Cómo
se produjo su descubrimiento? Podemos decir que el descubrimiento
de la penicilina constituye un caso claro de serendipia, es decir, un ha-
llazgo valioso que se produce de forma casual. El propio Fleming cuen-
ta que se encontraba estudiando bacterias de estafilococo (Staphylococ-
cus aureus) en su laboratorio y que, luego de ausentarse por un mes,
halló repletas de moho un grupo de placas de Petri con muestras de la
bacteria, El científico, en vez de descartarlas, las estudió con el micros-
copio y así observó que alrededordel hongo contaminante se había
formado un halo de transparencia -es decir, un sector en el que no apa-
recían bacterias- lo que tomó como un indicio de la destrucción del es-
tafilococo. Este descubrimiento accidental, producto de haber dejado
echar a perder el contenido de unas cápsulas de Petri, llevó a Fleming
a formular la hipótesis de que la penicilina provoca la destrucción
de la bacteria estafilococo.

A partir de allí se planteó una pregunta fundamental: ¿es posible y se-


guro utilizar este hongo en seres humanos? Luego de meses de investi-
gación, Fleming no logró aislar la penicilina como un compuesto tera-
péutico e invitó a otros investigadores a que continuaran trabajando en
su línea de investigación. Transcurrieron diez años hasta que un equi-
po de investigadores de la Universidad de Oxford, liderado por Ernst
Chain y Howard Florey, logró aislar el compuesto y comenzó la experi-
mentación con ratones. Habiendo liberado la penicilina de todo resto
de impureza, la administraron a un grupo de ratones infectados con
Streptococcus, y observaron que la infección bacteriana de los ratones
disminuía, lo cual indicaba que la hipótesis de Fleming era acertada.
Luego llegó la experimentación en seres humanos. El primer pacien-
te tratado padecía una infección muy severa, que al principio mejo-
ró. Debido a la dificultad para producir el medicamento a gran escala,
tuvo que suspenderse su administración, la infección se generalizó
y el paciente murió. Las siguientes pruebas en seres humanos fue-
ron exitosas, pero Inglaterra se encontraba en medio de la Segunda
Guerra Mundial y no contaba con los recursos para el desarrollo masi-
vo de este nuevo medicamento, Fue en Estados Unidos donde se llevó a
cabo la producción de penicilina que, finalmente, se utilizó en el cam-
po de batalla, Los resultados se vieron de forma inmediata, ya que la
mortalidad por infecciones durante la guerra disminuyó del 18 al 1%
en comparación con la Primera Guerra Mundial. En reconocimiento a
su tarea, Fleming, Chain y Florey recibieron en 1945 el premio Nobel.'

1. Para poner en perspectiva la idea de que el descubrimiento de Fleming haya sido


solo producto de la casualidad, es importante destacar que existen registros desde la

60 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Siguiendo a Hempel podemos destacar que el descubrimiento de la
penicilina no fue el resultado de un proceso metódico ni racional;
fue en cierta medida azaroso que apareciera el moho en las cápsulas
de Petri. Pero Fleming llevaba décadas estudiando el desarrollo de
bacterias y su posible neutralización. Y fue este conocimiento el que
lo llevó a prestar atención en esos sectores transparentes de las pla-
cas contaminadas y a formular posteriormente la hipótesis de que la
penicilina elimina las bacterias. Es el conocimiento previo que posee
el investigador el que lo conduce a dar ciertas explicaciones de los
fenómenos. Si una persona sin formación en bacteriología hubiera
observado las placas, no le habrían llamado la atención, no habría
tenido la oportunidad de formular ninguna hipótesis interésante. La
hipótesis de Fleming surgió como respuesta a un problema que se de-
seaba resolver, en este caso, por qué quedaron áreas transparentes en
las cápsulas contaminadas. La respuesta que se le ocurrió a Fleming
es que esos halos de transparencia se habían producido debido a que
la penicilina elimina las bacterias.
Detengámonos ahora en la inferencia que conduce a la aceptación de
esta hipótesis por parte de Chain y Florey.

Antigiledad del uso de moho para curar heridas. Asimismo, la primera observación cien-
tífica de que las bacterias no crecían en presencia del hongo Penicillium es de 1870 y
corresponde al británico John Scott Burdon-Sanderson. En décadas posteriores, otros
científicos de distintas partes de Europa estudiaron este fenómeno. Pero lo cierto es
que ninguna de estas investigaciones fue desarrollada y continuada con vistas a su uso
clínico. Dice Bill Bynum (2007): “El descubrimiento fue vieja ciencia, pero el fármaco en
sí requería nuevas formas de hacer ciencia”. Entre esas nuevas formas se encuentra el
desarrollo de medicinas experimentales y su fabricación, así como el trabajo en equipo,
muy alejado de la idea de un científico trabajando solo en el laboratorio (cabe destacar
que el equipo de Oxford estaba conformado por varias científicas mujeres: Ethel Florey,
Jane Orr-Ewing, Margaret Jennings y Mary Barber). Fue necesario, por ejemplo, que Louis
Pasteur desarrollara, a mediados del siglo XIX, la teoría microbiana de la enfermedad —la
idea de que un único microorganismo es el causante de una determinada enfermedad-
así como el surgimiento, a principios del siglo XX, de la teoría de la “bala mágica” de Paul
Ehrlich, que afirma que es posible eliminar al patógeno dentro del organismo, sin dañar al
paciente, para que luego pudieran empezar a estudiarse con detenimiento distintas bac-
terias. Si bien hubo otras sustancias antibióticas antes de la penicilina, ninguna resultaba
inocua para las personas. Desde fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, muchos
científicos europeos, de forma independiente, trabajaron sobre mohos capaces de aislar
o eliminar bacterias. Por otro lado, fue la Segunda Guerra Mundial y la competencia que
se estableció con Alemania, la que impulsó que los países aliados, en particular Estados
Unidos e Inglaterra, intentaran acelerar la producción de un medicamento capaz de curar
variadas infecciones. Así, podemos ver cómo nos alejamos de la imagen del científico
como un héroe o visionario aislado, para entender a la ciencia como una construcción co-
lectiva, producto del trabajo de varios científicos y científicas, y que depende de múltiples
factores, internos (propios de la ciencia), como externos (un contexto social y político
que colabore con el desarrollo tanto de las observaciones y experimentos, como con
la producción y circulación, en este caso, de un medicamento que resultó crucial para
extender la vida de los seres humanos). Profundizaremos en todos estos aspectos de la
investigación científica en la segunda y la tercera parte de este libro.

CAPÍTULO 2. EL CONFIRMACIONISMO DE CARL HEMPEL 61


Si la penicilina elimina las bacterias, entonces, al administrarle
penicilina a ratones infectados por estreptococo, la salud de
los ratones mejorará,
Al administrarles penicilina a los ratones, la salud de los
ratones mejora.
Por lo tanto, es probable que la penicilina elimine las bacterias.
Para poner a prueba el descubrimiento de Fleming, Chain y Florey ar-
gumentaron que si la hipótesis (H) “la penicilina elimina las bacterias”
fuera correcta, entonces se producirían ciertos fenómenos observables
(1) “al administrarle penicilina a ratones infectados por estreptococo la
salud de los ratones mejorará”, En términos generales, las contrasta-
ciones empíricas están basadas en un razonamiento que consiste en
afirmar que si H es verdadera, entonces también lo es 1, donde I es un
enunciado que describe los hechos observables que deben producirse
en ciertas condiciones específicas.
Este enunciado observacional I que se extrae a partir de la hipótesis y
que permite ponerla a prueba Hempel lo denomina “implicación con-
trastadora”. Recibe este nombre dado que es una implicación en dos
sentidos distintos: la 1 se deduce de la H, es decir, es el consecuente de
un enunciado condicional. Pero, además, ella misma es un enunciado
condicional o implicación conformada por la descripción de las condi-
ciones iniciales (CI) que tienen que producirse para que se dé un de-
terminado fenómeno observable o consecuencia observacional (CO).
Para Hempel, la I puede entenderse como un condicional en el que la
Cl es el antecedente y la CO el consecuente (CI > CO). De esta manera,
la 1 que permite poner a prueba la hipótesis “la penicilina elimina las
bacterias” se encuentra compuesta por la CI “se les administra penici-
lina a los ratones infectados por estreptococo” y la CO “la salud de los
ratones mejorará”.
Noten, sin embargo, que si lo afirmado por la I no se hubiera corres-
pondido con los hechos, la hipótesis habría sido rechazada. ¿Qué hu-
biera sucedido si los ratones no mejoraban, cómo hubiera sido el ar-
gumento que los hubiera llevado a descartar la hipótesis? Podríamos
reconstruirlo de la siguiente manera:
Si la penicilina elimina las bacterias, entonces, al adminis-
trarles penicilina a ratones infectados por estreptococo, la
salud de los ratones mejorará.
No es cierto que al administrarles penicilina a los ratones la
salud de los ratones mejora.
Por lo tanto, no es cierto que la penicilina elimina las bacterias.

62 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Si formalizamos estos razonamientos de acuerdo con el lenguaje de la
lógica proposicional que estudiamos en el capítulo anterior, obtendre-
mos las estructuras de razonamiento subyacentes.

Razonamiento de aceptación Razonamiento de rechazo

H>1 H31
| s |
(probablemente) H «H

Donde el enunciado que describe la hipótesis “la penicilina elimina las


bacterias” se formaliza como H, y la afirmación “al administrarles penicili-
na a ratones infectados por estreptococo, la salud de los ratones mejora-
rá” se formaliza como |.

Observen que estos dos razonamientos son bastante distintos: mien-


tras la aceptación se da sobre la base de un razonamiento no deductivo,
el rechazo se produce sobre la base de una inferencia deductiva. El
hecho de que la aceptación de una hipótesis sea no deductiva implica
que es imposible verificarla. Si dijéramos que H es verdadera porque
las proposiciones H > 1e 1 lo son, incurriríamos en una falacia de afir-
mación del consecuente (FAC), que es un razonamiento falaz, un argu-
mento inválido. En principio esto no sucede con el rechazo de la hipó-
tesis, en tanto se basa en una inferencia deductiva, que tiene la forma
de un modus tollens (MT). De modo que es posible mostrar la falsedad
de una hipótesis deductivamente, es decir, es posible falsar o refutar
una hipótesis por medio de un razonamiento deductivo. -
Llamamos asimetría lógica entre la verificación y la refutación a estas
diferencias entre los razonamientos de rechazo y aceptación de una
hipótesis. Como vimos en el capítulo anterior, los razonamientos invá-
lidos como la FAC no transmiten la verdad de premisas a conclusión,
de manera que aunque las premisas del argumento de aceptación sean
correctas, no garantizan la verdad de la conclusión, es decir, la ver-
dad de la hipótesis. Solamente en los razonamientos deductivos como
el MT, la verdad de las premisas garantiza la verdad de la conclusión.
Por ello, mientras la falsación o refutación de una hipótesis parece ser
concluyente, por estar basada en una inferencia deductiva, no sucede
lo mismo con el caso favorable, ya que no podemos hablar de una ve-
rificación de la hipótesis puesto que la verdad de las premisas de una
FAC no permite concluir la verdad de su conclusión.
El hecho de que un resultado favorable a la hipótesis no proporcione
Una prueba concluyente de su verdad, señala Hempel, no debe indu-
cir a pensar que se está en la misma situación que si no se la hubiera

CAPÍTULO 2. EL CONFIRMACIONISMO DE CARL HEMPEL 63


contrastado en absoluto, Se puede decir que la hipótesis, al pasar por
distintas pruebas con resultados positivos, queda confirmada, es decir,
que tiene evidencia empírica a su favor. Si bien las predicciones favo-
rables, las confirmaciones de distintas 1, no verifican la hipótesis -no
prueban que la hipótesis es verdadera-, sí le confieren cierto grado de
apoyo. El grado de esta confirmación dependerá de la capacidad de la
H de dar lugar a diversas I que se confirmen a lo largo del tiempo.
De modo que, a pesar de que para Hempel la inducción no sirve para
abordar el contexto de descubrimiento de las teorías, sí la considera
como una herramienta valiosa para analizar el contexto de justifica-
ción, en tanto sostiene que la reiteración de las confirmaciones au-
menta el grado de probabilidad de que una hipótesis sea cierta. En ese
sentido, la postura de Hempel se mantiene dentro del inductivismo, en
tanto reconstruye inductivamente la confirmación de las teorías. Por
este motivo, la concepción epistemológica de Hempel recibe el nom-
bre de confirmacionismo o inductivismo sofisticado. En el siguiente cua-
dro esquematizamos el análisis que ofrece Hempel de la contrastación
de hipótesis.

HIPÓTESIS FUNDAMENTAL (HF) < Figura 2.


Contrastacióné
| se deducen hipótesis segin
Hempel.
HIPÓTESIS DERIVADAS (HD)
se deducen

———> IMPLICACIONES CONTRASTADORAS (1)

colncide con no coincide con


la experiencia la experiencia

CONFIRMACIÓN DE HF REFUTACIÓN DE HF
— deducción de nuevas | formulación de una nueva HF —-

2.2. La estructura de una teoría empírica


Para Hempel la investigación científica comienza con la formulación
de una hipótesis que se ofrece como respuesta a un problema de in-
vestigación y a partir de la cual se derivan lógicamente implicaciones
contrastadoras que permiten decidir la aceptación o el rechazo de la
hipótesis. Una vez que la hipótesis es confirmada sucesivamente por
una serie de implicaciones contrastadoras y el equipo de investigación
decide conservarla, pasa a formar parte de una teoría,

64 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
De manera muy general, puede afirmarse que para Hempel las teorías
científicas son conjuntos de enunciados unidos por la deducción. Así,
las hipótesis confirmadas pasan a conformar una estructura en donde
es posible identificar una hipótesis fundamental muy general a par-
tir de la cual se derivan lógicamente otras hipótesis de menor nivel,
más específicas. Una hipótesis es considerada hipótesis fundamental
cuando no se deriva de otras hipótesis del mismo sistema, es decir, es
un enunciado lógicamente autónomo dentro del cuerpo teórico. Para
poder derivar hipótesis a partir de las hipótesis fundamentales, la ma-
yoría de las veces se requiere asumir la verdad de ciertos supuestos
auxiliares, es decir, se requiere aceptar otros enunciados previamente
confirmados conjuntamente con la hipótesis fundamental.
En síntesis, a partir de la hipótesis fundamental (HF) en conjunción
con ciertas hipótesis auxiliares (HA) se desarrolla el resto de la estruc-
tura teórica, es decir, se extraen lógicamente las hipótesis derivadas
(HD), que son enunciados intermedios entre la hipótesis principal y las
implicaciones contrastadoras. De las hipótesis derivadas, a su vez, se
infieren las implicaciones contrastadoras (1) cuya confirmación es la
que permite brindar apoyo empírico a la HF. La siguiente colección de
enunciados ejemplifica (simplificadamente) una teoría empírica.
(HF1) Las infecciones bacterianas pueden provocar septicemia.
(HA1) Los microorganismos Staphylococcus aureus y Streptococcus
son bacterias.
(HA2) La septicemia suele causar fiebre elevada prolongada,
aumento de las frecuencias cardíaca y respiratoria.
y
(HD1) Las infecciones por: Streptococcus pueden producir
fiebre elevada, aumento de las frecuencias cardíaca y respi-
ratoria en humanos. j
(HF2) La penicilina elimina infecciones por Streptococcus y
Staphylococcus aureus.
(HA3) Las infecciones por Streptococcus pueden producir
fiebre elevada, aumento de las frecuencias cardíaca y respi-
ratoria en humanos.
y

(11) El 5 de agosto de 1942,en el Hospital St. Mary, al admi-


nistrarles penicilina a 30 pacientes con infecciones por
Streptococcus, les baja la fiebre y se les normalizan las frecuen-
cias cardíaca y respiratoria.

CAPÍTULO 2. EL CONFIRMACIONISMO DE CARL HEMPEL 65


(12) El 20 de octubre de 1942, en el Hospital St. Mary, al admi-
nistrarles penicilina a otros 30 pacientes con infecciones por
Staphylococcus aureus, les baja la fiebre y se les normalizan las
frecuencias cardíaca y respiratoria.
Noten que cada uno de estos enunciados posee características diferen-
tes. Por ejemplo, no todos tienen el mismo grado de generalidad: mien-
tras que la HF, la HA y la HD son generales y aluden á un conjunto poten-
cialmente infinito de situaciones, la 1 es singular, ya que hace referencia
a un grupo finito y accesible de individuos que podemos inventariar (los
pacientes tratados con penicilina en el Hospital St. Mary los días 5/8/42
y 20/10/42). Además, no todos los términos de contenido de los enun-
ciados hacen referencia al mismo tipo de entidades: mientras que la HF
contiene términos que no hacen referencia a entidades directamente
observables, como bacteria y sepsis, muchos de los términos de conte-
nido de las I, como 30 pacientes del Hospital St. Mary, fiebre, etc., aluden
a objetos que pueden percibirse, Asimismo, HA2 y HD tienen tanto
términos observacionales como teóricos. Estas diferencias entre los
enunciados conducen a la epistemología clásica a realizar una clasi-
ficación que permite diferenciar los distintos tipos de proposiciones
que componen las teorías científicas empíricas y determinar cuál es
su función.
Los enunciados científicos pueden diferir tanto en su grado de genera-
lidad como en el tipo de términos que contienen. En cuanto al grado
de generalidad, los enunciados pueden ser universales, cuando aluden
a una cantidad ilimitada de entidades, o singulares, cuando hacen re-
ferencia a un número limitado y accesible de objetos. Es importante
aclarar que no todos los enunciados que incluyen o presuponen la pa-
labra todos son universales. El enunciado “(todas) las cápsulas de Petri
abandonadas en el laboratorio el día 23-de diciembre de 1928 están
contaminadas” parece un enunciado universal pero no los es, dado que
las cápsulas de Petri abandonadas pueden inventariarse, podemos con-
tarlas y hacer una lista, De manera que el enunciado hace referencia a
un conjunto finito y limitado de entidades. Además, teniendo en cuen-
ta sus términos de contenido, puede tratarse de enunciados teóricos
puros, mixtos u observacionales.
En primer lugar, en los enunciados teóricos puros todos los términos
de contenido son teóricos, es decir, todos los términos no lógicos ha-
cen referencia a entidades que, si bien se postulan para dar cuenta del
funcionamiento de los objetos observables, no se perciben por medio
de los sentidos. Las hipótesis fundamentales suelen ser enunciados
teóricos puros, hipótesis muy generales que permiten derivar hipótesis
más específicas para desarrollar la teoría en cuestión.

66 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
En segundo lugar, los enunciados mixtos tienen tanto términos teóri-
cos como términos observacionales que aluden a entidades observa-
bles. Al enlazar ambos tipos de términos, los enunciados mixtos tienen
una función muy apreciada en las teorías empíricas, ya que permiten
conectar la teoría con la observación; esto es, los enunciados mixtos
permiten darles contenido empírico a las teorías científicas.
Por último, los enunciados observacionales son aquellos cuyos térmi-
nos son todos observacionales; es decir, cada uno de sus términos no
lógicos hace referencia a situaciones u objetos directamente obser-
vables. Las implicaciones contrastadoras, como su nombre lo indica,
suelen ser enunciados empíricos en este sentido. Es decir, suelen con-
tener términos observacionales que hacen referencia a situaciones
empíricas singulares, fácilmente constatables. En términos generales
convenimos en considerar que todos los términos que refieren a situa-
ciones observables -tales como los términos que hacen referencia a
síntomas, como fiebre, presión sanguínea, inflamación, etcétera- son ob-
servacionales, mientras que las expresiones que nombran causas sub-
yacentes -como virus, bacteria, etcétera- suelen ser términos teóricos.”
Si combinamos el grado de generalidad de las proposiciones científicas
y el tipo de términos que contienen, podemos asignarles niveles a los
enunciados científicos de acuerdo a qué tan cerca o lejos se encuentren
estos enunciados de la observación: cuanto más bajo es el número del
nivel, más contenido empírico tiene el enunciado;a la inversa, cuanto
más elevado es el número del nivel, más contenido teórico tiene.
+ Nivel 1. Los enunciados empíricos básicos cumplen con dos
condiciones: todós los términos no lógicos que incluyen son
empíricos, o sea observacionales; por otro lado, hacen refe-
rencia a una situación particular, o sea que deben ser afirma-
ciones singulares. Las implicaciones contrastadoras (I) son
enunciados empíricos básicos, o sea enunciados de nivel 1.
» Nivel 2. Las generalizaciones empíricas cumplen con dos re-
quisitos: al igual que los enunciados empíricos básicos, sus
términos son todos observacionales (empíricos). Pero, a di-
ferencia de los enunciados del nivel 1, no son afirmaciones
singulares, sino afirmaciones generales que establecen regu-
laridades o uniformidadesen conjuntosamplios, que hacen re-
ferencia a una cantidad potencialmente infinita de entidades.

2. La distinción teórico/observacional ha suscitado una gran cantidad de objeciones.


En publicaciones posteriores el mismo Hempel ha propuesto reformularla. Sin embar-
go, mantenemos la distinción tradicional en tanto permite recoger la manera en que el
enfoque hempeliano inicial concibe los vínculos entre los distintos tipos de enunciados
científicos, tanto en el proceso de puesta a prueba de hipótesis como en la colección de
enunciados confirmados que conforma una teoría científica.

CAPÍTULO 2. EL CONFIRMACIONISMO DE CARL HEMPEL 67


Muchas hipótesis pueden ser generalizaciones de este tipo,
por ejemplo, “Las heridas profundas pueden producir fiebre,
elevación de las frecuencias cardíaca y respiratoria”.
» Nivel 3. Los enunciados teóricos cumplen con una única
condición: contener al menos un término teórico. En este
sentido, pueden distinguirse los enunciados teóricos puros,
como “Las infecciones bacterianas pueden provocar septice-
mia” de los enunciados (teóricos) mixtos como “Las infeccio-
nes por Streptococcus causan fiebre elevada y aumento de las
frecuencias cardíaca y respiratoria en humanos”.
En general, las hipótesis principales de una teoría científica corres-
ponden a este grupo; son enunciados de nivel 3, ya que contienen
términos teóricos. Esto es así porque, como vimos, la tarea científica
consiste en idear posibles explicaciones como respuesta a problemas
de investigación y esto requiere de un grado de inventiva teórica donde
es frecuente postular entidades inobservables para dar cuenta de lo
que puede observarse. Por otro lado, las hipótesis derivadas suelen ser
enunciados mixtos en los que se representan relaciones entre las en-
tidades teóricas postuladas en los enunciados puros (hipótesis funda-
mentales) y las entidades observables. En ese sentido, los enunciados
mixtos funcionan como un nexo, un puente, entre la teoría y la obser-
vación, por eso también se los denomina reglas de correspondencia, o
principios puente. Su función principal es dar contenido empírico a los
enunciados teóricos.

je
TEORÍA Figura 3.
Concepci
de teoría.
sistema de

ENUNCIADOS :

/
— CONTENIDO «—— sedistinguenpor ———> EXTENSIÓN —
términos descriptivos |

NIVELES

Nivel 3
L—> teóricos enunciados teóricos puros
enunciados mixtos ' generales «< |

Nivel 2
generalizaciones empíricas Z

5 empíricos < Nivel1


enunciados empíricos básicos 3 singulares que
K

68 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Carl Hempel concibe a la investigación científica como un proceso, no
de descubrimiento de nuevas teorías científicas, sino de justificación de
hipótesis. Lo que caracteriza a la ciencia es la forma en que los equipos
de investigación ponen a prueba sus creencias. Al contrastar sus hipó-
tesis, los científicos parten de enunciados teóricos que se proponen
como respuesta a ciertos problemas de investigación y derivan a partir
de ellos enunciados observacionales que permiten rechazar o aceptar
la hipótesis que se está evaluando. Al descartar sus hipótesis, los in-
vestigadores hacen uso de procedimientos deductivos, mientras que al
aceptarlas hacen uso de inferencias inductivas.
Luego de que las consecuencias observacionales de las hipótesis son
confirmadas en sucesivas ocasiones, las hipótesis de las que se derivan
pasan a formar parte del corpus de conocimiento científico; esto es,
pasan a considerarse regularidades, principios o leyes que componen
ciertas teorías científicas. De esta manera, la investigación tiene como
resultado la formulación de un sistema de enunciados en el que algu-
nas hipótesis empíricas se derivan lógicamente de otras más generales
y teóricas. Así es como las teorías científicas fácticas adquieren con-
tenido empírico, relacionando enunciados teóricos con enunciados
empíricos establecidos.
En el siguiente capítulo abordaremos otra propuesta epistemológica, el
falsacionismo, que a pesar de realizar una serie de objeciones al con-
firmacionismo, mantiene profundos acuerdos con el enfoque hempe-
liano. Si bien el falsacionismo descarta la inducción como herramien-
ta valiosa para abordar la puesta a prueba de hipótesis, comparte la
visión de que la epistemología debe ocuparse del análisis lógico tanto
de la puesta a prueba de hipótesis como de la estructura de las teorías
científicas, dejando de lado el estudio del contexto de descubrimiento
de nuevas teorías.

CAPÍTULO 2. EL CONFIRMACIONISMO DE CARL HEMPEL 69


Capítulo 3

El falsacionismo
de Karl Popper

Karl Popper (1980), al igual que Hempel, considera que la ciencia se


caracteriza por la manera en que los científicos ponen a prueba su
conocimiento y no por la manera en que descubren nuevas hipótesis.
Sin embargo, Popper argumenta que el rol que Hempel le asigna a la
inducción en la confirmación de hipótesis es inadecuado, ya que no
hay manera de justificar racionalmente la inducción, es decir, no hay
manera de determinar cuándo un' razonamiento inductivo es bueno.
Y es que para poder confirmar una hipótesis es necesario inferir un
enunciado universal, una regularidad, a partir de la confirmación de
ciertas implicaciones contrastadoras que, como vimos, suelen ser
enunciados empíricos básicos, es decir, afirmaciones singulares cuyos
términos no lógicos son observacionales. Por ejemplo, para poder con-
firmar la hipótesis “La penicilina elimina las bacterias” hay que confir-
mar una serie de enunciados observacionales o implicaciones contras-
tadoras del tipo “Al paciente 1 del Hospital St. Mary se le administró
penicilina y le bajó la fiebre”, “Al paciente 2 del Hospital St. Mary se le
administró penicilina y le bajó la fiebre”, y así sucesivamente.
El problema, afirma Popper, es que no hay manera de justificar lógica-
mente el pasaje de la descripción de hechos singulares a una regulari-
dad universal sin apelar a algún tipo de principio de la inducción que
permita dar ese paso. Tal principio de la inducción (también denomi-
nado principio de la regularidad de la naturaleza) debería afirmar algo
como “todo lo que ocurrió en el pasado ocurre en el presente y segui-
rá ocurriendo en el futuro” o “la naturaleza se comporta siempre de
la misma manera”, u otras formulaciones análogas, Pero entonces se
plantearía el interrogante de cuál es el fundamento de dicho principio
de la inducción que es en sí mismo un enunciado universal.
Este principio de la inducción no puede ser verdadero en virtud del sig-
nificado de sus palabras; es decir, no puede ser tautológico, tiene que
ser empírico, ya que su verdad depende de cómo funciona la natura-
leza. De modo que la fundamentación del principio de regularidad de
la naturaleza debería basarse en la observación, es decir, nuevamente
en enunciados empíricos básicos. Así, para fundamentar la verdad del
principio de la inducción habría que aludir a la última vez que se lo
utilizó y funcionó correctamente, En cuyo caso, nuevamente, surgirá
la pregunta de cómo se justificó en esa última ocasión el principio de
regularidad de la naturaleza y se recurrirá a la ocasión anterior en
que se lo utilizó. Se caería, así, en un regreso al infinito de sucesivas
fundamentaciones del principio de inducción, sin lograr justificarlo
adecuadamente.
El inconveniente, argumenta Popper, es que incluso aseverando que
en las inferencias inductivas las conclusiones se siguen con cierto gra-
do de probabilidad, las dificultades persistirán, dado que este tipo de
inferencias nuevamente descansaría en un principio de la inducción
modificado -que afirmaría, por ejemplo, que “lo que ocurrió en el pa-
sado probablemente ocurrirá en el futuro”- y su fundamentación vol-
vería a caer en un regreso al infinito de sucesivas fundamentaciones
de esta nueva versión modificada, ahora probabilista, del principio de
regularidad de la naturaleza, No hay, por lo| tanto, manera de justificar
el principio de la inducción y, en consecuencia, no hay manera de fun-
damentar el pasaje a una afirmación universal a partir de enunciados
observacionales o, en general, de cualquier confirmación de hipóte-
sis, La aceptación inductiva de hipótesis podría conducir al error, esto
es, podría llevar a retener hipótesis iincorrectas a la luz de enunciados
empíricos básicos confirmados,
Al afirmar que los científicos confirman sus enunciados de manera
inductiva, Hempel estaría caracterizando la investigación científica
como una actividad en gran medida irracional: si no hay manera de
distinguir entre buenos y malos razonamientos inductivos, los científi-
cos aceptarían sus hipótesis sobre fundamentos muy endebles, hasta,
podría afirmarse, de manera infundada. Estas dificultades que presen-
ta la inducción conducen a Popper a defender la idea de que la racio-
nalidad de la investigación científica no radica en la manera en que
los científicos confirman sus teorías, como señala Hempel, sino en la
forma en que las refutan. La ciencia avanza por medio de conjeturas
“an NN IIA
y refutaciones, es decir, por medio de ensayos y errores. Solamente
permanecen como conocimiento científico aquellas teorías que son
desafiadas por los investigadores y que se salvan de esa refutación. Así
la ciencia avanza exclusivamente por medio de la falsación, por me-
dio de procedimientos deductivos. El modus tollens permite descartar
racionalmente las hipótesis científicas.

3.1. El análisis falsacionista de la puesta


a prueba de hipótesis
Más allá de sus objeciones a la inducción, Popper comparte con el con-
firmacionismo la tesis de que en la investigación pueden distinguirse
al menos dos contextos: el contexto de descubrimiento y el contexto de
puesta a prueba de hipótesis. Para este autor, al igual que para Hempel,
el contexto de descubrimiento de las teorías queda fuera del análisis
epistemológico, en tanto las hipótesis no se obtienen a partir de la ob-
servación de los hechos, sino que son invenciones, conjeturas audaces
realizadas por los investigadores que se ocupan de dar respuesta a cier-
tos problemas. Es decir, Popper coincide con Hempel en que solamen-
te es posible analizar racionalmente los procedimientos de evaluación
y no los procesos de creación de nuevas hipótesis científicas.
De modo que el objetivo de la tarea científica es la resolución de proble-
mas, y para eso, los científicos proponen distintos tipos de hipótesis,
que luego se contrastan, se intentan refutar por medio de la deducción
de enunciados empíricos básicos.

De esta manera, se ve que las teorías son creaciones libres de nuestras


mentes, el resultado de una intuición casi poética, de un intento por
comprender intuitivamente las leyes de la naturaleza. Pero ya no tra-
tamos de imponer nuestras creaciones a la naturaleza. Por el contra-
rio, interrogamos a la naturaleza, como Kant nos enseñó; y tratamos
de obtener de ella respuestas negativas concernientes a la verdad de
nuestras teorías: no tratamos de probarlas o de verificarlas, sino que
las ponemos a prueba tratando de refutarlas.

De este modo, podemos controlar y atemperar con la autocrítica, con


los más severos test que podamos planear, la libertad y la audacia de
nuestras creaciones teóricas. Es por aquí, a través de nuestros mé-
todos críticos de ensayo, por donde el rigor y la lógica entran en la
ciencia empírica (Popper, 1983: 238).

En este sentido, Popper comparte el hipotético deductivismo de Carl


Hempel, es decir, al igual que él sostiene que las hipótesis surgen como
respuesta a un problema de investigación y a partir de ellas se deducen

CAPÍTULO 3. EL FALSACIONISMO DE KARL POPPER 73


hipótesis de menor nivel, enunciados empíricos básicos, que permi-
ten ponerla a prueba, Asimismo, coriserva la visión enunciativista de
las teorías científicas: para Popper las teorías científicas también se
pueden entender como colecciones de enunciados relacionados de-
ductivamente, Esta es lá razón por la cual agrupamos tanto el confir-
macionismo como el falsacionistmo dentro de la concepción heredada
(filosofía clásica de la ciencia).
Más allá de estas semejanzas, la novedad de la propuesta epistemo-
lógica de Popper consiste en reconstruir la lógica de la investigación
científica evitando cualquier forma de inducción, es decir, utilizando
exclusivamente procedimientos deductivos. La asimetría lógica entre
confirmación y falsación pone de manifiesto la necesidad de eliminar
la inducción y abre el camino hacia una epistemología basada en la
deducción, el falsacionismo. Según esta visión, la tarea de los cientí-
ficos consiste en intentar falsar deductivamente (refutar) sus teorías,
en vez de buscar confirmarlas inductivamente (que es lo que propone
Hempel). En ese sentido, es la teoría la que guía la observación, y no
al revés, Las teorías son conjeturas provisorias, creadas para resolver
problemas. Una vez formuladas deben ser puestas a prueba. Las que
no pasen las pruebas serán eliminadasy sustituidas por nuevas teorías.

Hemos visto que las teorías no pueden derivar lógicamente de las ob-
servaciones. En cambio, pueden chocar con las observaciones, pue-
den contradecirlas. Este hecho permite inferir de las observaciones
que una teoría es falsa. La posibilidad de refutar teorías mediante ob-
servaciones es la base de todos los test empíricos. Pues el test de una
teoría es siempre, como todo examen riguroso, un intento por mos-
trar que la candidata está equivocada, esto es, que la teoría implica
una afirmación falsa, Desde el puntode vista lógico, por lo tanto, to-
dos los test empíricos son intentos de refutación (Popper, 1983: 238).
Según Popper, entonces, una hipótesis o bien es falsada por los enun-
ciados observacionales que se deducen de ella (es decir, sus implicacio-
nes contrastadoras) y entonces se la considera refutada y se la deja de
lado, o bien se salva de la falsación y se la acepta provisoriamente. En
este sentido, las hipótesis no se verifican ni confirman, ni se les asig-
na algún grado de probabilidad cuando se producen sus implicaciones
contrastadoras. Al salvarse de la falsación las hipótesis quedan mera-
mente corroboradas, es decir, se aceptan hasta tanto sean falsadas. Pero
esto no quiere decir que la hipótesis posea algún grado de probabilidad
de ser verdadera, ni que este grado aumente progresivamente. A me-
dida que una teoría resiste más intentos de refutación, lo que hace es
mostrar su temple, o sea su capacidad de resistencia; eso no implica
ningún grado de confirmación, puesto que si fuera así se estaría vol-
viendo a utilizar algún tipo de lógica inductiva. Para diferenciarse de la

74 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
postura confirmacionista, Popper afirma, entonces, que la teoría que
pasa por distintas contrastaciones de forma satisfactoria simplemente
no ha sido refutada; eso es todo lo que se quiere afirmar cuando se sos-
tiene que una teoría ha quedado corroborada.
Llegados a esta instancia es importante distinguir entre falsación y fal-
sabilidad. Se habla de falsación cuando efectivamente se refuta una
hipótesis, es decir, cuando se demuestra su falsedad. En cambio, la
falsabilidad o refutabilidad es la posibilidad que tiene un enunciado
de ser refutado en algún momento por un enunciado básico (es decir,
por una implicación contrastadora). Noten que siguiendo este criterio
existen enunciados que son infalsables, en tanto o bien no se refieren a
hechos empíricos, o bien son tan imprecisos que pueden interpretarse
como aludiendo tanto a una situación como a su opuesta. En este senti-
do, no son falsables los enunciados probabilísticos, tales como “es pro-
bable que mañana llueva”. Tampoco se pueden contrastar enunciados
tautológicos, como por ejemplo “el agua se evapora o no se evapora”,
ni enunciados que contienen términos sin referencia empírica como
“los dioses hacen que el agua se evapore”, ya que en ninguno de estos
casos existe algún estado de cosas que permita desafiar la verdad de
los enunciados. En otras palabras: no se pueden derivar implicaciones
contrastadoras que permitan evaluar:empíricamente ninguno de es-
tos tipos de enunciados. En consecuencia, estas proposicioies quedan
fuera de la ciencia.

Todo test serio de una teoría es un intento por refutarla. La testeabili-


dad, por lo tanto, es lo mismo que la refutabilidad. Y puesto que debe-
mos considerar “empíricas” o “científicas” solo las teorías que puedan
ser testeadas empíricamente, podemos concluir que es la posibilidad
de una refutación empírica lo que caracteriza a las teorías empíricas
o científicas (Popper, 1983: 243),
De modo que la falsabilidad constituye un criterio de demarcación, es
decir, permite diferenciar los enunciados que son científicos de los que
no lo son. Para que sea científica una hipótesis tiene que ser falsable y
una hipótesis es falsable solo si es posible derivar implicaciones con-
trastadoras que de no producirse permitan refutar la hipótesis contras-
tada. Ahora bien, si el contenido empírico que tiene una hipótesis es lo
que la hace falsable, cuanto mayor sea el contenido empírico, las im-
plicaciones contrastadoras que permita inferir, más falsable será. Por
ejemplo, la hipótesis “todas las enfermedades infecciosas producen
fiebre” es más falsable que “la angina de origen bacteriano produce
fiebre”, porque la primera abarca más casos que la segunda, y permite
inferir una mayor cantidad de enunciados observacionales que permi-
tan falsarla. Mientras la primera hipótesis puede ser falsada en el caso
de que una persona tenga una enfermedad ocasionada por cualquier

CAPÍTULO 3. EL FALSACIONISMO DE KARL POPPER 75


tipo de germen sin presentar fiebre, la segunda solamente puede ser
refutada si una persona tiene una infección bacteriana que no produz.-
ca fiebre. Por otro lado, “la angina de origen bacteriano produce fie-
bre superior a 38,5 grados” es más falsable que “la angina de origen
bacteriano produce fiebre”, puesto que su predicado es más específico,
Hallar un paciente que curse una enfermedad bacteriana y presente
38 grados de fiebre permitiría falsar el primer enunciado pero no el
segundo, En ese sentido, los científicos deben buscar y preferir aque-
llas teorías que den lugar a una cantidad mayor de posibles intentos de
falsación.

Los falsacionistas como yo preferimos con mucho un intento de re-


solver un problema interesante mediante una conjetura audaz, aun-
que pronto resulte ser falsa (y especialmente en ese caso), a cualquier
recital de una serie de truismos [obviedades] improcedentes. Lo pre-
ferimos porque creemos que esa es la manera en que podemos apren-
der de nuestros errores; y que al descubrir que nuestra conjetura era
falsa habremos aprendido mucho sobre la verdad y habremos llegado
más cerca de la verdad (Popper, 1983: 231).

Para el falsacionismo, entonces, la ciencia progresa a través del ensayo


y el error, o sea por descarte o eliminación de teorías que resultaron
falsas. Se formulan hipótesis de todo tipo, luego se las pone a prueba
y se descartan las hipótesis que son falsadas, mientras que se conser-
van las que no lo fueron. En ese sentido, la ciencia no llega nunca a la
verdad. No se trata de un acercamiento gradual por acumulación de
hipótesis confirmadas como postularía el confirmacionismo. Lo máxi-
mo que se logra encontrar son teorías que sobreviven a los distintos
intentos de refutación, y que por ese motivo resultan ser las mejores
disponibles hasta el momento.
Es a través de la falsación de hipótesis que los científicos se embarcan
en un proceso racional de aproximación a la verdad, dado que las hipó-
tesis que no son refutadas son reemplazadas por otras más audaces y
con más contenido informativo y que, en este sentido, son superiores a
las anteriores, La característica distintiva de los enunciados científicos
es que son susceptibles de revisión, pueden ser sometidos a crítica y re-
emplazados por otros mejores. Para Popper, de esta forma se produce
el progreso de una disciplina científica.

3.2. El problema de la base empírica


De acuerdo con el falsacionismo, la ciencia se caracteriza por ser una
empresa racional y antidogmática: es racional en tanto utiliza única-
mente procedimientos deductivos para evaluar sus hipótesis; es anti-
dogmática en tanto no procura conservar a toda costa los enunciados
76 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
científicos. En efecto, la actividad científica busca poner a prueba cons-
tantemente el conocimiento por medio de la deducción de enunciados
empíricos básicos (1) que permitan falsar las hipótesis de las cuales se
desprenden. En este sentido, la investigación científica constituye una
labor eminentemente crítica.
Ahora bien, como en cierta medida anticipa el mismo Popper, la ima-
gen estrictamente falsacionista de la ciencia presenta algunas “tensio-
nes” internas, en tanto el antidogmatismo o la crítica no pueden darse
simultáneamente respecto de todos los enunciados que participan de
una refutación. Y es que la falsación de cualquier enunciado científico
depende en última instancia de la aceptación de un enunciado empí-
rico básico. Más específicamente: para poder refutar una hipótesis se
debe aceptar la verdad de la negación de una de sus implicaciones con-
trastadoras:
H=I1

=1

=H
Es decir, para descartar nuestra creencia “La citronela ahuyenta las
mosquitas de la fruta” debemos aceptar la verdad del enunciado empí-
rico básico “No es cierto que al encender una vela de citronela cerca de
las mosquitas que vuelan sobre las bananas de la cocina las mosquitas
desaparezcan”, Pero, entonces, toda falsación de una hipótesis requie-
re previamente del dogmatismo de una hipótesis de menor nivel, re-
quiere la aceptación de la negación del enunciado empírico básico que
se deduce de la hipótesis evaluada (- 1). Es decir que en toda contras-
tación empírica, el científico debe decidir entre ser crítico respecto de
la hipótesis evaluada, H, o bien ser crítico con respecto a la negación
de la implicación contrastadora, = I. Pero dudar de que = I sea cierta,
sería equivalente a afirmar que l es correcta, lo cual conduciría a salvar
a la H de la falsación. Escoger esta alternativa daría como resultado la
corroboración de la conjetura, y, por ende, implicaría ser dogmático
frente a la hipótesis evaluada. En última instancia, entonces, es el cien-
tífico quien decide qué hipótesis someter a revisión, es el investiga-
dor quien finalmente tiene que escoger entre ser crítico respecto de la
hipótesis principal (H) o de la hipótesis de menor nivel (= ]).
Esta situación nos conduce a revisar el estatus de los enunciados em-
píricos básicos, es decir, la base empírica de las teorías científicas. Si
toda falsación requiere de la corroboración de un enunciado básico
falsador =1, ¿cómo se aseguran los investigadores que esos enunciados
empíricos básicos son correctos? ¿Se pueden verificar los enunciados
empíricos básicos? Para Popper esto no es posible dado que los tér-
minos de un lenguaje, en especial los sustantivos que se utilizan para

CAPÍTULO 3. EL FALSACIONISMO DE KARL POPPER 77


nombrar objetos al formular oraciones -sea que refieran a algo obsor.
vable o no- al ser universales siempre realizan afirmaciones que van
más allá de lo que puede percibirse por medio de los sentidos.
Siguiendo con el ejemplo, cuando afirmamos “Esta vela de citrone.
la está encendida”, no hay ninguna percepción que empalme con el
término universal vela, ya que este término denomina un concepto y
ninguna experiencia única, irrepetible y circunstancial puede corres-
ponderse con un término general. Para que un objeto sea una vela es
necesario que tenga algunas propiedades específicas; si fuera de cerá-
mica y no se pudiera encender, aunque tuviera forma de vela no sería
una vela, Por otro lado, no cualquier cosa que se encienda es una vela;
para que un objeto sea una vela tiene que permanecer encendido por
cierto tiempo, etcétera, Pero además, para que algo sea una vela de ci-
tronela debe tener ciertos componentes, que hacen que despida cierto
aroma.
Todo esto muestra que al asignar nombres a las cosas de alguna ma-
nera asumimos que tienen algunas características y no otras, que en
ciertas situaciones se comportan de determinada manera, es decir,
que obedecen a ciertas regularidades. El mismo lenguaje que permite
describir lingitísticamente un determinado estado de cosas presupone
algún tipo de clasificación acerca de las entidades que pueblan el mun-
do y esta clasificación es en gran medida teórica, puesto que para que
a un objeto se le asigne un nombre el objeto debe tener ciertas carac-
terísticas, tiene que comportarse de forma específica. En este sentido
todos los enunciados científicos, incluso los enunciados empíricos bá-
sicos, trascienden las experiencias sensoriales,
Si las experiencias perceptivas no permiten justificar ni siquiera la
verdad de los enunciados empíricos básicos, ¿cómo se fundamenta su
aceptación? Popper defiende que los investigadores acuerdan conven-
cionalmente la aceptación de los enunciados empíricos básicos. Esto
es, guiados por la observación y la experimentación, los científicos de-
ciden adoptar como verdaderos ciertos enunciados observacionales.

No tratamos de justificar los enunciados [empíricos] básicos por me-


dio de [nuestras experiencias perceptivas]: las experiencias pueden
motivar una decisión, y en consecuencia, la adopción o el rechazo de
un enunciado, pero ningún enunciado básico puede quedar justifica-
do por ellas (...] Los enunciados [empíricos] básicos se aceptan como
resultado de una decisión, de un acuerdo, y desde este punto de vista
son convenciones (Popper, 1980: 101).
Si esto es así, los enunciados empíricos básicos también son contrasta-
bles y falibles al igual que los enunciados de tipo general. Por tal mo-
tivo, la observación o la experimentación dejan de ser el fundamento

78 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
absoluto, seguro y definitivo sobre el que se asienta una teoría. En ese
sentido, para Popper, todos los enunciados científicos, incluidos los
enunciados empíricos básicos, son conjeturas provisorias. Y si esto es
así, entonces la falsación de una teoría también deja de ser concluyente.

O bien los enunciados [empíricos] básicos son convenciones no fal-


sables y la “base empírica” de la ciencia es ella misma no-científica,
o bien son conjeturas falsables y el científico tiene tanto deber de
intentar refutarlos como de intentar refutar cualquier otra conjetura
científica. Pero [...] en cualquier caso en el que un enunciado básico
se use como premisa en una refutación, el deber de intentar refutar el
enunciado básico es equivalente al de intentar defender la teoría [...]
A pesar de la asimetría lógica entre verificación y falsación, todo caso
de falsación requiere una corroboración previa y una falsación no
puede ser más fuerte o final que una corroboración en ningún caso
particular (Brown, 1984: 96).

De manera que ni siquiera la refutación de una hipótesis es algo defini-


tivo, en tanto los enunciados empíricos básicos mismos que se utilizan
para corroborar o refutar una hipótesis son ellos mismos provisorios
y falibles. Es así como el poder de la falsación se debilita abriendo
la puerta a nuevos enfoques epistemológicos que abordaremos en la
segunda parte de este libro.

CAPÍTULO 3. EL FALSACIONISMO DE KARL POPPER 79


Primera parte

Resumen

En el comienzo de esta primera parte del libro caracterizamos la cien-


cia como conocimiento proposicional, más específicamente, como
creencia verdadera justificada. Establecimos que para justificar la ver-
dad de ciertos enunciados (la conclusión) debemos recurrir a otras
afirmaciones (las premisas), y formular un razonamiento.
Luego identificamos distintos tipos de razonamiento de acuerdo con
la relación que guardan las premisas con la conclusión. Haciendo
uso del lenguaje lógico, vimos que existen razonamientos que son de-
ductivos (o válidos) y no deductivos (o inválidos). Los razonamientos
deductivos poseen una estructura formal que hace que sea imposible
que tengan premisas verdaderas y conclusión falsa. O, lo que es lo mis-
mo, los razonamientos deductivos transmiten la verdad de premisas a
conclusión: cada vez que sus premisas son verdaderas su conclusión
también lo es. Los razonamientos no deductivos, en cambio, no tie-
nen esta propiedad, y la verdad de sus premisas no garantiza la verdad
de la conclusión. Por esta razón es posible encontrar razonamientos
inválidos que tienen premisas verdaderas y conclusión falsa.
Esta distinción entre distintos tipos de razonamientos nos permitió
analizar la contrastación de hipótesis científicas, Según la epistemolo-
gía clásica, los razonamientos que les permiten a los científicos aceptar
O rechazar enunciados científicos tienen propiedades formales distin-
tas. Existe una asimetría lógica entre la verificación y la refutación de
hipótesis. Mientras la verificación tiene la estructura de una falacia
de afirmación del consecuente, la falsación posee la estructura for-
mal de un modus tollens. Es decir que, si bien no es posible verificar
deductivamente hipótesis científicas, es posible falsarlas haciendo
uso de un razonamiento válido,
En la segunda parte de este libro veremos que la filosofía historicista de
la ciencia argumenta que los factores lógicos no tienen tanto peso en la
decisión teórica como defiende la concepción heredada. Para el histo-
ricismo, los científicos no aceptan o rechazan una teoría atendiendo
solo a la lógica y a la evidencia empírica. Es por ello que las teorías
pueden convivir con evidencia refutatoria. Es más, es posible encon-
trar teorías que a lo largo de la historia fueron aparentemente falsadas,
pero luego fueron adoptadas por la comunidad científica. Como estu-
diaremos con más detenimiento en lo que sigue, la filosofía historicista
de la ciencia plantea que al elegir entre teorías, los investigadores se
ven influidos por valores propios del quehacer científico -como la sim-
plicidad que puede exhibir una teoría y su capacidad explicativa, entre
otros- y no tanto por las relaciones lógicas que guardan las hipótesis
con su evidencia empírica.

82 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
SEGUNDA PARTE

La filosofía historicista
de la ciencia
Segunda parte

Presentación

En la primera parte del libro nos detuvimos en las tesis centrales de


la epistemología clásica. Vimos que este enfoque diferencia el contex-
to de descubrimiento del contexto de justificación de una hipótesis o
teoría científica, y que centra su análisis en este último, es decir, en el
proceso de puesta a prueba de hipótesis. Además, vimos que esta con-
cepción clásica (también se la llama concepción heredada) propone un
análisis lógico tanto de la evaluación de hipótesis como de la estructura
de las teorías científicas y concibe las teorías como conjuntos de enun-
ciados vinculados deductivamente. En esta segunda parte del libro ve-
remos un nuevo enfoque que surge como respuesta crítica al abordaje
clásico: la filosofía historicista de la ciencia. Si el enfoque clásico tenía
un carácter normativo respecto a la práctica científica (esto es, busca-
ba determinar cómo debería ser la ciencia, cómo debería funcionar la
investigación científica para ser idónea), el enfoque historicista adopta
un carácter más bien descriptivo. Esto es, presta atención a la historia
de la ciencia para ver cómo es que realmente se aceptan las teorías en la
práctica científica y qué factores de hecho han influido en la práctica y
en el desarrollo científico,
La premisa fundamental de este nuevo enfoque es que la historia de la
ciencia constituye una fuente de información imprescindible para
la filosofía de la ciencia. Al centrar su análisis en procesos de cambio
científicos más complejos, el denominado “giro historicista” muestra
que las relaciones lógicas entre una hipótesis determinada y sus con-
secuencias observacionales no son los únicos factores relevantes para
explicar cómo se produce el cambio y la permanencia de teorías en el
desarrollo histórico de la ciencia.
Antes de adentrarnos en la filosofía historicista de la ciencia comenza-
remos abordando algunos de los problemas más importantes que tra-
dicionalmente ha tenido que enfrentar el enfoque clásico: 1) la dificul-
tad para distinguir claramente entre el proceso de descubrimiento y el
proceso de justificación, 2) la imposibilidad de falsar hipótesis indivi-
duales y 3) la carga teórica de la observación. Luego, reconstruiremos
dos de los enfoques historicistas que emergen a partir de esta revisión
crítica de la concepción heredada: la teoría de las revoluciones cientí-
ficas de Thomas Kuhn y el falsacionismo sofisticado de Imre Lakatos.
Veremos cómo estas propuestas epistemológicas incorporan una serie
de elementos al análisis de la práctica científica que van más allá del
análisis lógico ofrecido por el enfoque clásico, con la intención de ofre-
cer una imagen más ajustada al tipo de procedimientos que los cien-
tíficos, de hecho, llevan a delante cuando formulan nuevas hipótesis
y escogen entre teorías.
Capítulo 4

Los problemas de la filosofía


clásica de la ciencia y las
críticas del giro historicista

En este capítulo nos centraremos en tres de las principales críticas al


enfoque clásico: la dificultad para distinguir tajantemente entre descu-
brimiento y justificación de una hipótesis, la imposibilidad de falsar hi-
pótesis individuales y la carga teórica de la observación. Es importante
destacar que algunas de estas objeciones surgieron originalmente en-
tre los mismos autores que propusieron y desarrollaron el enfoque clá-
sico. En un acto de verdadera integridad intelectual, muchos de estos
filósofos supieron señalar ciertos problemas que sus mismas posicio-
nes presentaban. En particular, destacaron la naturaleza holista de la
contrastación -la imposibilidad de falsar hipótesis individuales- (4.2)
y la carga teórica de la observación (4.3).
Fueron los autores del naciente enfoque historicista los que supieron
profundizar el análisis de estos problemas y señalar cómo sus conse-
cuencias traían grandes dificultades para el enfoque clásico. Debido a
todo esto, las críticas que se verán a continuación no deberían enten-
derse tanto como objeciones que el enfoque historicista realizó al en-
foque clásico (aunque ciertamente las aprovecharon y enriquecieron),
sino, ante todo, como problemas que permitieron el surgimiento y de-
sarrollo del enfoque historicista. De este modo, podríamos entender
el enfoque historicista como un intento de incorporar los elementos
mencionados en cada una de estas críticas dentro de una concepción
filosófica de la ciencia que refleje más adecuadamente lo que los cien-
tíficos de hecho hacen al investigar. A continuación presentaremos las
tres críticas que sirvieron de punto de partida para la filosofía histori-
cista de la ciencia.

4.1. La dificultad para distinguir


entre descubrimiento yjustificación
Podríamos afirmar que los autores de la concepción clásica -especial-
mente Karl Popper- parecen estar más interesados en identificar aque-
llo que los científicos deben hacer para validar el conocimiento científ-
co antes que describir cómo de hecho los científicos evalúan las teorías
científicas empíricas a partir de los enunciados observacionales que se
desprenden de ellas. En cambio, los autores del enfoque historicista,
como Thomas Kuhn e Imre Lakatos, cuyos abordajes presentaremos
más adelante en esta parte del libro, parecen hacer un énfasis mayor en
describir qué es lo que realmente hacen los científicos cuando investi-
gan, qué elementos involucra el cambio teórico a lo largo de la historia
de la ciencia.
La diferencia entre el carácter descriptivo del enfoque historicista (es de-
cir, centrado en lo que los científicos hacen), en contraposición del carác-
ter normativo (es decir, centrado en lo que deben hacer) del enfoque clá-
sico se refleja en la discusión acerca de los contextos de descubrimiento
y justificación. Como vimos en la primera parte, para la concepción he-
redada el contexto de descubrimiento es el momento de la investigación
científica en el que un científico o científica llega a concebir una nueva
idea, formular una nueva hipótesis, o plantear alguna regularidad antes
insospechada acerca de algún fenómeno que se estudia. Según el enfo-
que clásico, el contexto de descubrimiento representa el aspecto más»
creativo de la práctica científica y, en este sentido, no constituye un pro-
ceso estrictamente racional, susceptible de análisis lógico. Los descubri-
mientos pueden darse por mera casualidad, en un momento de inspira-
ción o por un golpe de suerte, como vimos que sucedió con la penicilina.
Para estos autores, lo importante no es cómo surgen las ideas, sino cómo
se justifican. Debido a ello, es en el contexto de justificación donde cada
hipótesis debe mostrar su temple frente a todo tipo de experimentos,
reconstruidos racionalmente bajo la forma de razonamientos contras-
tadores. Este contexto sí obedece a reglas, que darían una clara guía de
lo que los científicos deben hacer al aceptar o rechazar una hipótesis.
Por este motivo, el enfoque clásico sostiene que la filosofía de la ciencia
únicamente debe analizar lo que ocurre en el contexto de justificación,
sin atender a lo que ocurre en el contexto de descubrimiento.
El enfoque historicista cuestiona ambas ideas. Por un lado, pone en
duda que en los procesos de investigación reales puedan separarse tan

90 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
tajantemente el contexto de descubrimiento y el de justificación. Por
otro, rechaza que la filosofía de la ciencia deba ocuparse únicamente
de lo que ocurre en el contexto de justificación. En efecto, Kuhn (1962,
1969, 1977, [2006)) intenta mostrar que la distinción entre los contex-
tos no es tan clara y precisa como el enfoque clásico parece suponer,
y señala que los descubrimientos son procesos graduales, que pue-
den durar muchos años e involucrar a toda una comunidad científica
y no solo a un individuo. Más aún, no cualquier observación azarosa
se considera un descubrimiento, ni cualquier hipótesis. La historia
de la ciencia muestra que solo se identifican como “descubrimientos”
aquellas observaciones que son inesperadas originalmente, pero que
logran integrarse adecuadamente a alguna teoría. Elementos teóricos
relacionados con la explicación y la justificación parecen determi-
nar cuáles son los acontecimientos que normalmente se consideran
“descubrimientos”. Es decir, en la práctica, algo es calificado como un
descubrimiento solo a partir del momento en que es explicado satis-
factoriamente. Así, al intentar describir la práctica científica real, los
elementos creativos y racionales que el enfoque tradicional distingue
entre los dos contextos parecen mezclarse,
Más específicamente, Kuhn (1977) se opone a la idea de que el des-
cubrimiento y la justificación son procesos temporalmente distintos e
independientes, y que el científico propone una hipótesis o teoría pri-
mero y más tarde evalúa el enunciado o conjunto de enunciados. Para
este epistemólogo,la idea de que es posible, o incluso útil, distinguir
de esta manera entre el contexto de descubrimiento y el contexto de
justificación proviene de la enseñanza de la ciencia, a la que denomina
“contexto de la pedagogía”, porque es en los libros de texto de ciencias
donde las teorías científicas se presentan de manera simplificada y
acumulativa. En estas publicaciones usualmente se presenta el estado
del conocimiento en determinada área de estudio como una secuencia
de descubrimientos de distintos investigadores que se van añadiendo
unos sobre otros. Kuhn argumenta que esta idea del desarrollo cientí-
fico no surge del análisis histórico de la ciencia misma. Cuando se re-
visa la historia de la ciencia, suele ser difícil establecer si fue un único
científico quien realizó un determinado descubrimiento o incluso si
el descubrimiento se llevó adelante en un tiempo bien determinado.
Kuhn menciona varios casos de la historia de la ciencia para ejempli-
ficar esta cuestión. Uno de ellos es el descubrimiento de los rayos X
por parte del físico Wilhelm Róntgen en 1895. Kuhn comenta que el
proceso de descubrimiento comienza cuando Róntgen nota que una
pantalla brillaba inesperadamente durante una investigación habitual
acerca de los rayos catódicos. Al observar esto, se encierra durante sie-
te semanas en su laboratorio, hace todo tipo de pruebas hasta dar con
una explicación de qué ocurría, y luego anuncia su descubrimiento.
A la luz de esto, Kuhn se pregunta:

CAPÍTULO 4. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA CLÁSICA DE LA CIENCIA... 91


¿En qué punto de la investigación de Róntgen, por ejemplo, habría-
mos de decir que se descubrieron de hecho los rayos X? En cualquier
caso no en el primer instante, cuando lo único que se vio era una pan-
talla que brillaba, Al menos otro investigador había visto semejante
brillo y no descubrió nada en absoluto, para su posterior disgusto.
También está bastante claro que el momento del descubrimiento no
se puede postergar a algún momento de la última semana de investi-
gación, cuando Róntgen estaba explorando las propiedades de la nue-
va radiación que ya había descubierto. Lo único que podemos decir es
que los rayos X aparecieron en Wiirzburg entre el 8 de noviembre y el
28 de diciembre de 1895 (Kuhn, 1962 [2006]: 137-138).
El descubrimiento de Urano por William Herschel en el siglo XIX sirve
también como ejemplo: un brillo anómalo (que hoy se cree debió ser el
planeta) había sido reportado en el cielo estrellado por más de un siglo.
Cuando Herschel lo vio por primera vez, dio cuenta de sus movimien-
tos catalogándolo como un simple cometa. Sin embargo, el patrón de
tales movimientos no terminaba de adecuarse a la manera en que de-
bía desplazarse un cometa. No fue hasta que otro astrónomo, Anders
Lexell, le sugiere que su movimiento se'adecuaba más a una órbita
planetaria, que Herschel anunció haber descubierto un nuevo planeta.
Tanto Urano como los rayos X habían sido percibidos mucho antes de
su “descubrimiento”, y tanto Herschel como Róntgen solo reportaron
sus descubrimientos una vez que pudieron acomodarlos en una teoría.
Estos ejemplos muestran que sin entrenamiento, un investigador sería
incapaz de reconocer problemas significativos y sus soluciones. Solo
los científicos entrenados son capaces de realizar descubrimientos, ya
sea que se produzcan de manera azarosa o guiados por la propia teoría.
En ambos casos, el descubrimiento y la justificación están profunda-
mente interrelacionados. En el primer tipo de descubrimiento, al ha-
llazgo de un fenómeno sorprendente e inesperado le sigue un período
en el que los científicos intentan explicarlo y acomodarlo, a la luz de
una nueva hipótesis, Pero para afirmar que se ha realizado un descu-
brimiento, el científico debe saber exactamente qué se ha descubierto,
y para ello tiene que ofrecer una nueva teoría que explique los fenó-
menos novedosos e incorpore evidencia ya considerada importante
en el campo. En los descubrimientos guiados por la teoría, los nuevos
hallazgos son aquellos que son “justificables” en una teoría dada, y la
teoría ya establecida se corrobora a través del nuevo descubrimiento,
en contraposición al primer tipo de hallazgo, en el que se debe ofrecer
una nueva teoría o hipótesis que permita a los científicos comprender
el nuevo fenómeno. Los hechos y la teoría, nuevos y antiguos, se en-
trelazan en el descubrimiento de nuevas teorías y la forma en que se
evalúan, |

92 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
Descubrir un nuevo tipo de fenómeno es necesariamente un proceso
complejo que implica reconocer tanto que hay algo que se descubre
como qué es eso que se descubre. La observación y la conceptualiza-
ción, el hecho y la asimilación del hecho a la teoría, están insepa-
rablemente ligados en el descubrimiento de la novedad científica.
Inevitablemente, ese proceso se extiende en el tiempo y, a menudo,
puede involucrar a varias personas. Solo para los descubrimientos
[...] cuya naturaleza se conoce de antemano, el descubrir algo y el des-
cubrir qué pueden ocurrir juntos en un instante (Kuhn, 1977: 171).
Un ejemplo de un hallazgo guiado por la teoría es el encuentro
con Neptuno a través de las predicciones matemáticas de la teoría
newtoniana. Si bien en el año 1847 el planeta Urano había realizado
casi una vuelta completa alrededor del Sol desde su descubrimiento
por William Herschel en 1781, los astrónomos habían detectado algu-
nas inconsistencias en su órbita que no podían explicarse totalmente
por la ley de la gravitación de Newton. Estas irregularidades se ha-
brían podido resolver, sin embargo, si se postulaba la existencia de un
planeta desconocido que perturbaba su trayectoria alrededor del Sol.
En 1845 los astrónomos Urbain Le Verrier, desde París, y John Couch
Adams, desde Cambridge, comenzaron a hacer cálculos por separado
para determinar la naturaleza y la posición del planeta. Así fue como
Neptuno se predijo matemáticamente antes de ser observado directa-
mente por medio del telescopio. Como tan acertadamente afirmó el
astrónomo francés Francois Arago, Le Verrier había logrado descubrir
un planeta tan solo “con la punta de su pluma”.
Los descubrimientos de Urano, de los rayos X y también de la peni-
cilina son ejemplos, en cambio, del segundo tipo de descubrimiento:
fueron hallazgos inesperados, en los que un proceso relativamente
extenso llevó a identificar un nuevo fenómeno. El descubrimiento de
“aquello que altera la trayectoria de Urano” y el descubrimiento
de “Neptuno” se realizaron al mismo tiempo. Pero un intrincado pro-
ceso de observación y conceptualización separó el descubrimiento de
“esa área transparente en una placa de Petri donde los estafilococos no
crecen” y la penicilina.
Cuando se realizan descubrimientos genuinamente nuevos, el cientí-
fico debe ofrecer un nuevo vocabulario e hipótesis que permitan ex-
plicar los nuevos hallazgos. En este sentido, el desarrollo de nuevas
teorías y la experimentación van de la mano: no es posible afirmar ha-
ber descubierto algo hasta no dar una justificación, Solo es posible es-
tablecer de qué se trata el nuevo fenómeno cuando el científico puede
ofrecer nuevos conceptos y regularidades que ayuden a dar sentido a
la novedad; al mismo tiempo, cuando el investigador ofrece una teo-
ría para explicar los nuevos hallazgos, corrobora la teoría en cuestión.
El mismo proceso que le permite comprender lo que ha descubierto

CAPÍTULO 4. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA CLÁSICA DE LA CIENCIA... 93


también le permite “justificar” la teoría que posibilita dar sentido a los
nuevos hallazgos,
Kuhn argumenta, además, que en el proceso de justificación no actúan
exclusivamente factores racionales o lógicos como asume la concep-
ción heredada. Un claro ejemplo de que los científicos, al decidir entre
teorías, también se ven influidos por creencias externas a la ciencia
puede hallarse en la revolución copernicana. Como veremos con más
detalle en el siguiente capítulo, a partir del siglo XVI se da un proceso
de tensión entre dos teorías astronómicas diferentes: la milenaria teo-
ría geocéntrica de Ptolomeo, que ubicaba a la Tierra como el centro
inmóvil del universo, y la por entonces reciente teoría heliocéntrica de
Copérnico, que postulaba que la Tierra se movía alrededor de un Sol
inmóvil. Mientras duró la contienda entre ambas teorías, cada astróno-
mo tuvo que decidir cuál de las dos teorías utilizar y defender. Tal fue
el caso de Johannes Kepler, el astrónomo y matemático que finalmente
propuso el aparato formal que coronaríala teoría copernicana por so-
bre la ptolemaica.
Algo interesante que señala Kuhn (1962 [2006]: 271) es que Kepler no se
vuelve copernicano únicamente por la “fuerza de la evidencia” o por-
que la teoría rival fuese contradictoria o inconsistente. Hubo, de hecho,
algo mucho más personal e idiosincrático del propio Kepler que con-
tribuyó a que adopte el copernicanismo: esta concepción astronómica
era más acorde a ciertas creencias religiosas a las que Kepler adhería.
Como señala Edwin Burtt (1932 [1960]: 44-49), tanto Kepler como otros
astrónomos de la época tenían una devoción esotérica hacia el Sol. Este
culto, denominado hermetismo, no solamente exaltaba como divinas
las propiedades naturales del Sol (tales como la emanación de luz y
calor), sino que también buscaba entablar comparaciones alegóricas
entre sus propiedades cosmológicas y las propiedades que se atribuían
al Dios del cristianismo. El lugar privilegiado y central que el Sol adop-
ta en la teoría copernicana suele ser explícitamente mencionado por
Kepler como unas de las principales razones para adoptar su teoría
(más aún, es la primera de las razones que menciona en sus textos).
Como veremos, tanto la teoría copernicana como la ptolemaica eran
consistentes en sí mismas, y conseguían acomodar la evidencia dispo-
nible, Además, ambas funcionaban bien a fines prácticos (tales como
predecir el inicio de las estaciones, los movimientos del Sol, la ocu-
rencia de los eclipses, etc.). Lo que llevó a Kepler a adoptar el coper-
nicanismo no fue, por ende, el tipo de virtudes de la teoría (o fallas de
la teoría rival) que el enfoque clásico utiliza para explicar el cambio
de teorías en el contexto de justificación, En este sentido, para el en-
foque historicista, si la filosofía de la ciencia busca reflexionar acer-
ca de cómo los científicos efectivamente escogen entre teorías, cómo
se desarrolla la ciencia a lo largo de la historia, entonces la reflexión

94 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
filosófica no puede restringirse únicamente a analizar la validación de
hipótesis. Un análisis de la práctica científica real debe incluir estos
otros elementos, de corte más psicológico o sociológico, que permi-
tan explicar cómo se da esta relación tan Íntima entre descubrimien-
to y justificación. Incorporar estos elementos de análisis lleva a dejar
de pensar la ciencia en términos de meras teorías, entendidas como
enunciados vinculados deductivamente. El enfoque historicista propo-
ne adoptar, en cambio, una perspectiva más amplia de teoría, que en
el caso de Thomas Kuhn cobrará la forma de paradigmas científicos
que involucran, como veremos en el siguiente capítulo, no solo leyes
científicas, sino también compromisos de distintos tipos -metafísicos,
epistémicos, entre otros- orientados a la resolución de problemas de
investigación.

4.2. El holismo de la contrastación


El enfoque historicista no solamente argumenta que los procesos de
descubrimiento y justificación se solapan, se interrelacionan. También
remarca las dificultades que presenta la evaluación de las hipótesis tal
como es concebida por el enfoque clásico. Como vimos en la primera
parte del libro, ante la asimetría lógica que puede apreciarse en los
razonamientos de confirmación (inválidos) y de falsación (válidos), el
falsacionismo propone abordar la contrastación de hipótesis aludien-
do exclusivamente a procesos deductivos. Así, para el falsacionismo no
es posible confirmar inductivamente hipótesis, pero sí es posible des-
cartarlas deductivamente. Una primera dificultad que la historia de la
ciencia permite señalar es que ni siquiera la falsación es concluyente.
Tanto Lakatos como Kuhn argumentan que muchas teorías científicas
conviven con fenómenos refutatorios; es más, muchas veces incluso
es racional salvar una teoría de la falsación. Así, por ejemplo, cuando
Copérnico propuso que la Tierra se mueve con el resto de los planetas
alrededor del Sol, los defensores del enfoque geocentrista intentaron
refutar esta idea tan antiintuitiva para la época argumentando, entre
otras cuestiones, que si la Tierra se moviera los objetos deberían sa-
lir despedidos, al igual que sale despedida una piedra apoyada sobre
una rueda de carreta en movimiento. Dado que ni las personas ni las
cosas salen despedidas de la faz de la Tierra, concluyeron que no es
cierto que la Tierra se mueve (Chalmers, 1984 [2000]). Apelando a este
tipo de argumentos mecánicos y sumando otros argumentos de tipo
astronómico, los geocentristas creyeron haber falsado el enfoque he-
liocentrista. Sin embargo, el heliocentrismo sobrevivió a los intentos
de falsación. ¿Cómo puede explicarse este hecho? Si la estructura de
la falsación es deductiva, ¿cómo fue posible salvar una hipótesis de la
refutación? j

CAPÍTULO 4. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA CLÁSICA DE LA CIENCIA... 95


Revisemos con mayor detalle el argumento falsador geocentrista. Aquí
la hipótesis (H) que se evalúa sería “La Tierra se mueve”, mientras que
la implicación contrastadora (1) sería “Los objetos saldrán despedidos
de la faz de la Tierra (como sale despedida una piedra cuando se la apo-
ya sobre una rueda en movimiento)”. Ahora bien, para poder extraer la
la partir de H es necesario presuponer (al menos) un enunciado adi-
cional, al que denominaremos supuesto auxiliar (SA). Más específica-
mente, se debe presuponer el enunciado “Los objetos mantienen con
la Tierra una relación semejante a la que mantiene una piedra con una
rueda de carreta”, Pero si para extraer la 1 a partir de la H se requieren
algún SA entonces el modus tollens falsador se complejiza respecto del
que propone el enfoque clásico. Esquemáticamente:
(H.SA)>1
”]

“ (H. SA)

Al analizar este nuevo modus tollens es posible notar que en la conclu-


sión de un argumento falsador en realidad no se refuta la hipótesis
contrastada, sino que se refuta una conjunción conformada por la H y
el SA. A esta situación se hace referencia conel nombre de holismo de
la contrastación: cuando los científicos evalúan una hipótesis no lo ha-
cen de manera aislada, sino en conjunción con una serie de supuestos
auxiliares de distinto tipo. Estas asunciones -también conocidas como
conocimiento de trasfondo- pueden incluir una gran variedad de afir-
maciones, desde enunciados generales que pueden proceder de otras
teorías científicas, hasta enunciados singulares que describen condi-
ciones específicas en las que se debe llevar a cabo un experimento,
o establecen las “condiciones normales” que deben darse para que se
produzca una determinada 1, por ejemplo. Sin estos supuestos auxilia-
res no sería posible ni siquiera extraer implicaciones contrastadoras
que permitan evaluar una hipótesis,
Ahora bien, si para extraer una 1 se debe partir de la hipótesis en con-
junción con otros enunciados, entonces el argumento falsador no
concluye la falsedad de la hipótesis individual, sino la falsedad de una
conjunción de enunciados -la hipótesis (H) y los supuestos auxiliares
(SA)- y en tal caso podría suceder que la conjunción fuese falsa, no en
virtud de que H es incorrecta, sino en virtud de que los SA o alguno de
los SA lo sean,
El holismo de la contrastación permite apreciar lo que sucede con mu-
chas aparentes refutaciones, Los argumentos falsadores que ofrecieron
los geocentristas presuponían una física inadecuada. En particular, el
argumento en contra del movimiento terrestre asumía como supuesto
auxiliar que la masa de la Tierra y los objetos que se encuentran en ella

96 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
mantienen una relación semejante a la que se da entre una rueda de
carreta y una piedra que se apoya sobre ella. Hoy se sabe -gracias a los
avances de Galileo, Newton y Kepler- que este supuesto es incorrecto,
dado que la masa de los objetos es despreciable respecto de la masa
de la Tierra, mientras que la masa de la piedra no es despreciable res-
pecto de la masa de la rueda. Al presuponer creencias incorrectas se
produce una aparente falsación: lo único que se puede concluir es que
o bien la H (“La Tierra se mueve”) o bien el SA (“Los objetos y la Tierra
guardan una relación de semejanza con la piedra y la rueda”) son in-
correctos, pero no es posible decidir cuál de ellos lo es (o si ambos son
incorrectos).'
Es decir, lo que permite poner de relieve el holismo
de la contrasta-
ción es que cualquier hipótesis podría salvarse de la refutación mo-
dificando adecuadamente los supuestos auxiliares, indicando cuál de
las asunciones es incorrecta. A la negación de los supuestos auxiliares
se las denomina hipótesis ad hoc, en tanto tienen como función salvar
a la hipótesis evaluada de la refutación. Así, ante el argumento falsa-
dor geocentrista, la afirmación “No es cierto que los objetos y la Tierra
guardan una relación de semejanza con la piedra y la rueda” funciona-
ría como hipotesis ad hoc que permitiría salvar el enunciado “La Tierra
se mueve” de la falsación.
Contrariamente a lo que parece asumir Popper, los científicos frecuen-
temente acuden a estrategias ad hoc para salvar a sus hipótesis de la
falsación. Como vimos en el caso del descubrimiento de la penicilina,
cuando los investigadores no lograron curar la infección de su primer
paciente no interpretaron esta situación como una falsación, simple-
mente asumieron que algo en la puesta a prueba había fallado, alguno
de los supuestos auxiliares asumidos en la contrastación era incorrec-
to: la dosis administrada de penicilina no era la adecuada, el tiempo
que duró el tratamiento fue insuficiente, etcétera. De modo que un
científico siempre podrá culpar a algún supuesto auxiliar de una apa-
rente falsación y a partir de allí realizará las modificaciones necesa-
rias para poder volver a poner a prueba la hipótesis asumiendo nuevos
enunciados subsidiarios.
En síntesis, de acuerdo con el holismo de la contrastación, en una pues-
ta a prueba nunca es posible determinar el valor de verdad de la hipó-
tesis principal ni de las hipótesis subsidiarias en forma aislada. Incluso
cuando se razona válidamente a partir de un modus tollens, lo que se
obtiene como conclusión en un razonamiento falsador es la negación
de una conjunción de enunciados. Lo máximo que se puede afirmar

1. Recuerden que para que una conjunción sea falsa basta con que (al menos) unode los
conjuntos lo sea (ver Tabla 2 del capítulo 1).

CAPÍTULO 4. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA CLÁSICA DE LA CIENCIA... 97


es que alguno de los elementos del antecedente es falso, pero no es
posible determinar cuál (o cuáles) en particular. Crucialmente, no po-
demos saber con certeza que la hipótesis evaluada es falsa, tal como el
falsacionismo de Popper buscaba concluir. Esto resulta muy problemá-
tico para el enfoque falsacionista, que presenta el desarrollo científico
como una progresiva acumulación de conocimiento garantizada por la
naturaleza deductiva de las contrastaciones. Con la asimetría de la con-
trastación habíamos visto que los resultados favorables de una puesta
a prueba no permiten inferir deductivamente que la hipótesis es ver-
dadera. Ahora, con el holismo de la contrastación, vemos que tampoco
en el caso de una falsación es posible determinar con certeza que la hi-
pótesis principal es incorrecta, Es más, el holismo nos muestra que, en
el caso de obtener una falsación, los científicos siempre pueden hacer
uso legítimo de una hipótesis ad hoc para salvar la hipótesis principal.
De modo que no es posible probar concluyentemente ni la verdad de
una hipótesis ni su falsedad, y por ello los científicos pueden decidir
preservar su hipótesis ante evidencia empírica desfavorable.

4.3. La carga teórica de la observación


Más allá del holismo de la contrastación persiste aún otra dificultad
en el proceso de puesta a prueba de hipótesis, tal como es concebido
por la filosofía clásica de la ciencia. Y es que toda evaluación depende
en última instancia de la verdad de la implicación contrastadora, esto
es, de un enunciado empírico básico. Sea que una hipótesis se confir-
me inductivamente, como sostiene Hempel, o se refute deductivamen-
te, como defiende Popper, en cualquier caso el poder del argumento
que permite rechazar o aceptar una teoría depende de la verdad de
un enunciado empírico, es decir, se sostiene sobre la afirmación o la
negación de la implicación contrastadora.
Ahora bien, lo que hace que una implicación contrastadora sea un
enunciado empírico básico está dado principalmente por el tipo de tér-
minos que contiene, en tanto la concepción heredada los define como
enunciados singulares cuyos términos de contenido son todos obser-
vacionales, Es porque tienen todos sus términos empíricos que las im-
plicaciones contrastadoras son capaces de relacionar los enunciados
teóricos con la observación. Sin embargo, como vimos hacia el final
del capítulo 3, el mismo Popper reconoce que no es tan sencillo dis-
tinguir entre los aspectos teóricos y observacionales de un enunciado
científico, Al afirmar algo tan simple como “Este recipiente contiene
agua” estamos clasificando el contenido del recipiente como “agua” y
al hacerlo suponemos que ese líquido se comportará de cierta manera
específica dadas ciertas condiciones: a 0 grados se congelará, a 100 gra-
dos entrará en ebullición, etcétera. En otras palabras, los enunciados

98 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
observacionales contienen términos que refieren a clases (animal, mo-
lécula, planeta) y sostener que un elemento entra dentro de una clase,
es decir, clasificar una entidad, presupone que dicha entidad se com-
porta siguiendo ciertas leyes o regularidades. Los enunciados empíri-
cos, entonces, al contener términos universales presuponen una cierta
clasificación. Esta clasificación asume que los objetos tienen ciertas
características y exhiben algún tipo de comportamiento específico, y
en ese sentido incluso los enunciados empíricos dicen más de lo que se
puede percibir por medio de los sentidos, van más allá de lo meramen-
te observable. Es por ello que los hechos no pueden verificar un enun-
ciado básico. En todo caso, un experimento, o la observación, puede
motivar que se formule un enunciado observacional, pero lo que se
observa no permite verificar una descripción lingúística porque el len-
guaje va más allá de lo observable.
Ahora bien, Norwood Russell Hanson (1958) da un paso más en la crí-
tica contra la distinción teórico/observacional: no solamente los enun-
ciados observacionales'se encuentran cargados de teoría, el mismo
acto de percibir impone formas a lo que se observa, la observación
misma está cargada de teoría. Según Hanson, la experiencia perceptiva
que tiene una persona al realizar una determinada observación resulta
afectada por sus conocimientos previos, sus expectativas e incluso los
términos lingiñísticos que utiliza para referirse a las cosas. Por ejemplo,
una parte de la formación necesaria para ser un buen médico o una
buena médica consiste en “aprender a ver” ciertas manchas en una
radiografía como órganos y tejidos específicos. Este es, precisamen-
te, el tipo de situación que es relevante para determinar el valor de
verdad de las implicaciones contrastadoras en una contrastación. Para
Hanson, las teorías que los científicos aprenden durante su formación
académica los llevan a esperar que ocurran ciertos resultados en el la-
boratorio. Estas expectativas teóricas funcionarían como una suerte de
“carga” que “moldea” aquello que observan, de modo tal que se adecue
mejor a aquello que esperan observar. Debido a ello, Hanson denomi-
na a este fenómeno la carga teórica de la observación.
Hanson utiliza varios ejemplos para ilustrar en qué consiste la carga
teórica de la observación. En uno de ellos, propone imaginar a dos bió-
logas que observan una ameba utilizando un microscopio. Una de ellas
ve tan solo una célula simple, análoga a cualquier otra célula que pueda
observarse, excepto por el hecho de que esta tiene cierta independen-
cia. La otra bióloga, en cambio, no ve una célula simple, sino un animal
unicelular. Esto le permite ver que la ameba (como el resto de los seres
vivos) ingiere comida, se reproduce, y se mueve. Otro ejemplo parte de
imaginar a dos grandes figuras de la astronomía clásica, Tycho Brahe
y Johannes Kepler, observando el amanecer desde una colina. Kepler,
quien tiene una teoría astronómica similar a la nuestra, cree que en ese

CAPÍTULO 4. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA CLÁSICA DE LA CIENCIA... 99


momento la Tierra se encuentra girando alrededor del Sol. Brahe, en
cambio, retiene ciertas teorías astronómicas de los antiguos griegos:
considera que la Tierra está inmóvil en el centro del universo y que es
el Sol el que se desplaza cada día alrededor de la Tierra. Luego, Hanson
nos pregunta, ¿ven Tycho Brahe y Johannes Kepler lo mismo al obser-
var un amanecer? Según el autor, ellos ven algo distinto dependiendo
de a qué teoría suscriban: Kepler ve la Tierra moviéndose frente a un
Sol inmóvil, mientras que Brahe observa el Sol desplazarse sobre una
Tierra que no se mueve.
Ahora bien, es muy importante señalar que la carga teórica no se pro-
pone como una interpretación de lo que los sujetos perciben. En este
sentido, Hanson rechaza enfáticamente la idea de que las dos biólo-
gas que miran por el microscopio observan lo mismo, pero luego
interpretan lo que ven de modos diferentes. En contra de esta idea,
Hanson sostiene que no existe una experiencia neutral, carente de in-
terpretación. Toda percepción, desde las que tiene una persona cual-
quiera al caminar cotidianamente por una ciudad hasta las precisas
observaciones que llevan adelante los científicos en sus laboratorios,
se experimentan como ya interpretadas. Negar esto implicaría decir
que las percepciones se dan en dos pasos: primero tendríamos una
sensación y luego la interpretaríamos a partir de nuestros conocimien-
tos previos. Según Hanson, resulta bastante obvio que esto no es lo que
ocurre. Por ejemplo, no parece ser cierto que primero 'experimente-
mos una serie de manchas coloreadas y luego las interpretemos como
un gato. Más bien vemos, directamente, un gato (tal vez incluso algo
más específico, ¡nuestro gato!). Observemos la siguiente imagen:

Figura 4. Imagen
Imagen
ambigua. Este
ambigua. Este
dibujo puede
dibujo puede
interpretarse como
interpretarse como
un pato
un pato oo como
como un un
conejo de
conejo de acuerdo
acuerdo
con cómo
con cómo se se lo
lo
observe.

00 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
¿Qué vemos? ¿Un pato? ¿Un conejo? Si nuestra teoría se confirmara ob-
servando un conejo, ¿no estaríamos esperando ver un conejo? Algo se-
mejante ocurriría con las observaciones científicas. Al estar cargadas
de teoría, las observaciones mismas se experimentan a partir de los
conocimientos previos de quienes las realizan.
Dentro del enfoque historicista, autores como Kuhn (1962 [2006)) reto-
man las ideas de Hanson y utilizan ejemplos de la historia de la cien-
cia para destacar algunas consecuencias adicionales. En particular,
Kuhn enfatiza cómo la carga teórica no solamente moldea lo que los
científicos observan al hacerles percibir las cosas de cierta manera;
también moldea las observaciones de forma tal de que no se experi-
menten aquellos fenómenos que son considerados inesperados desde
el marco teórico que adopta el investigador. Por ejemplo, antes de que
Copérnico presentase su teoría en el siglo XVI, la astronomía de Europa
occidental partía de asumir ciertas ideas de Aristóteles y Ptolomeo se-
gún las cuales no era posible que cambiara el número de astros en el
cielo estrellado. Hoy se sabe que la cantidad de estrellas observables
desde la Tierra va cambiando constantemente, con nuevos astros “en-
cendiéndose” y otros viejos “apagándose”. Sin embargo, durante casi
dos mil años, no hubo en Europa occidental reportes astronómicos de
tales acontecimientos. Más aún, tales acontecimientos solo comenza-
ron a registrarse cuando se empezó a reemplazar la astronomía aris-
totélico-ptolemaica por la copernicana. Kuhn reflexiona al respecto:

¿Acaso podría ser accidental, por ejemplo, que los astrónomos de


Occidente vieran por primera vez cambios en los cielos, anterior-
mente inmutables, durante el medio siglo posterior a la propuesta del
nuevo paradigma copernicano? Los chinos, cuyas creencias cosmo-
lógicas no impedían los cambios celestes, habían registrado la apa-
rición de muchas estrellas nuevas en los cielos en fechas mucho más
tempranas (Kuhn, 1962 [2006]: 219-220).

La carga teórica de la observación tiene consecuencias bastante pro-


blemáticas para la epistemología clásica. Si las observaciones que rea-
lizan los científicos están moldeadas por la teoría, tales observaciones
no resultan confiables y en consecuencia los enunciados básicos que
motivan tampoco lo son. Por un lado, como muestra Hanson en sus
ejemplos, los científicos están predispuestos a observar aquello que
su teoría anticipa que ocurrirá. Por otro, como ilustran los ejemplos
de Kuhn, a los científicos se les dificulta registrar aquellos fenómenos
que contradicen su teoría. De modo que la observación no pareciera
constituir el “tribunal neutral” que permite determinar más allá de
toda duda si las consecuencias observacionales especificadas en una
contrastación son verdaderas o falsas. Y esto es problemático, ya que
la utilidad de la contrastación como reconstrucción racional de la

CAPÍTULO 4. LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA CLÁSICA DE LA CIENCIA... 101


práctica científica parte de suponer que los científicos pueden determi-
nar objetivamente si se obtuvieron las consecuencias observacionales
o no. Así, la carga teórica de la observación ataca de raíz un supuesto
fundamental para el enfoque clásico: la existencia de una observación
neutral y objetiva, idéntica en todos los investigadores, que permita
dirimir cuándo se debe conservar una hipótesis y cuándo se la debe
rechazar.
En síntesis, la historia de la ciencia no solamente permitiría mostrar que
los procedimientos de descubrimiento y justificación se entremezclan,
Además, los procedimientos mismos de evaluación no son concluyen-
tes, en tanto, por un lado, no es posible establecer de manera definitiva
ni la verdad de una hipótesis ni su falsedad, y por otro, la observación
está cargada de teoría, es decir, no existe un proceso de observación ob-
jetivo y neutral que motive a los investigadores a formular enunciados
básicos idénticos. En los capítulos 5 y 6 reconstruiremos dos de los en-
foques historicistas que intentan eludir estas cuestiones problemáticas:
el desarrollo científico por medio de revoluciones científicas de Thomas
Kuhn y el avance de la ciencia por medio de la sompetencia entre pro-
gramas de investigación de Imre Lakatos.

102 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Capítulo 5

El desarrollo científico
a través de revoluciones:
Thomas Kuhn

Thomas Kuhn fue, sin lugar a dudas, el autor más influyente del enfo-
que historicista en filosofía de la ciencia. Si bien no fue el único -de
hecho, cerraremos la segunda parte de este libro viendo los aportes
de Imre Lakatos, otro autor de esta tradición que tuvo varias diferen-
cias con Kuhn-, su libro La estructura de las revoluciones científicas suele
considerarse como el punto de inicio del enfoque historicista. En el
prefacio de ese libro, Kuhn propone que la filosofía de la ciencia debe
prestar una mayor atención a lo que la historia de la ciencia puede en-
señar. Y esto no debería sorprendernos: Kuhn mismo era físico y luego
se formó en historia de la ciencia. Como historiador investigó la revolu-
ción copernicana en astronomía y dictó clases acerca de la antigua físi-
ca de Aristóteles. Kuhn admite que durante sus primeros acercamien-
tos a las teorías del pasado, tales como la concepción aristotélica, no
podía sino pensar que eran un gran sinsentido, obviamente falso para
cualquier científico o científica que se detuviese a pensar al respecto,
Sin embargo, a medida que se adentraba más en estas teorías, y en las
creencias generales que las acompañaron durante su tiempo de auge,
Kuhn llegó a entender que resultaban perfectamente coherentes a la
luz de lo que se sabía en ese momento. Considerada desde el punto de
vista de un aristócrata griego del siglo IT a. e. c., la física aristotélica no
solo resultaba plausible, ¡sino que era altamente convincente! Es más,
la adopción de teorías físicas como las que se utilizan hoy en día habría
resultado fuertemente cuestionable, a veces por motivos que iban más
allá de lo que la teoría en sí misma afirma. Fue de este modo que Kuhn
comenzó a concebir la idea que sería su principal aporte a la filosofía
de la ciencia, la noción de paradigma.
Como primer acercamiento, podemos entender por paradigma un
conjunto de compromisos compartidos por los miembros de una de-
terminada comunidad científica. Estos incluyen no solo compromisos
teóricos, tales como creer que la Tierra o el Sol están en el centro del
universo, sino también compromisos que van más allá de lo teórico
(compromisos que llamaremos metateóricos), tales como aceptar el
uso de cierto tipo de instrumentos (por ejemplo, los telescopios) o va-
lorar determinados aspectos metodológicos (por ejemplo, la precisión
matemática al desarrollar una teoría).

Esta breve caracterización de qué entiende Kuhn por paradigma nos


acerca dos grandes elementos que distinguen el enfoque historicista
del enfoque clásico. El primero y más evidente es que no se concentra
únicamente en las teorías, ni las entiende como conjuntos de enuncia-
dos unidos deductivamente. Kuhn (1962 [2006]) propone, en cambio, la
noción de paradigma para adoptar una mirada más amplia que incluya
tanto compromisos teóricos como metateóricos. El segundo elemen-
to que distingue el enfoque historicista kuhniano consiste en poner el
foco en las prácticas de las comunidades científicas, en lugar de re-
construir racionalmente la tarea de hipotéticos científicos aislados en
sus laboratorios. Esto permite que el enfoque historicista apele a las di-
námicas sociales de estas comunidades para explicar ciertos aspectos
del desarrollo científico.
Vemos de este modo cómo la idea general de Thomas Kuhn.es que la
mejor forma de comprender el desarrollo del conocimiento científi-
co no es, como defiende el enfoque clásico, concentrarse únicamente
en las teorías entendidas como conjuntos de enunciados. En cambio,
es adoptar una mirada más amplia que abarque tanto lo que las teo-
rías afirman, como lo que las comunidades científicas hacen, tanto los
compromisos teóricos que los científicos adoptan, como los compro-
misos metateóricos que rigen sus prácticas concretas. Todos estos ele-
mentos formarán parte de lo que Kuhn entenderá por paradigma.
Aquí debemos detenernos en una pequeña digresión. Pues, como la
filósofa y lingiiista Margaret Masterman señaló, Kuhn fue un tanto des-
prolijo con su uso de la noción de paradigma en su fundacional libro La
estructura de las revoluciones científicas, Con gran diligencia, Masterman
(1965 [1970)) recopila veintiuna citas del libro de Kuhn en las cuales el
término paradigma se utiliza con sentidos diferentes. Según la autora,
estos sentidos pueden agruparse en tres categorías distintas. En primer
lugar, Kuhn usa la noción de paradigma como una serie de compromi-
sos o nociones metafísicas. Por ejemplo, cuando Kuhn (1962 [2006))

104 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


caracteriza el paradigma como una “especulación metafísica exitosa”
(p. 80) o como una “forma de ver el mundo” (pp. 220-228), parece estar
entendiendo los paradigmas como un conjunto de creencias acerca de
qué entidades y propiedades constituyen la realidad. En segundo lugar,
Kuhn también parece usar paradigma para referirse a ciertos hítos que
Masterman denomina sociológicos, Por ejemplo, al vincular los paradig-
mas con un conjunto de instituciones políticas (p. 187) o con logros re-
conocidos por la comunidad científica (p. 52), Kuhn parece estar consí-
derando los paradigmas como parte de la vida social de los científicos.
Masterman incluso sostiene que, bajo este uso sociológico del término,
paradigma puede referir a las prácticas o hábitos de los científicos, así
como a los efectos de estos (por ejemplo, qué instituciones políticas
proliferan en la vida académica o qué experimentos resultan de hecho
reconocidos como grandes logros entre los científicos). Finalmente y
en tercer lugar, Kuhn usa paradigma para referirse a lo que Masterman
denomina artefactos o constructos. Ejemplos de este uso son las veces
que el autor trata como paradigma un libro específico, tal como el
Almagesto de Ptolomeo, o los libros de texto contemporáneos (p. 70),
así como cuando identifica los paradigmas con los instrumentos que
se utilizan durante la experimentación (pp. 139-140).
Masterman reconoce que varios de los veintiún sentidos pueden estar
relacionados y que algunos de ellos incluso constituyen elucidaciones
o clarificaciones de los otros. Sin embargo, resulta inmediatamente
evidente que estas caracterizaciones de lo que es un paradigma son
muy diferentes entre sí y que, por lo tanto, el uso original de paradigma
no resulta del todo claro.
Kuhn (1969 [2006)) acepta esta objeción y, para reducirla ambigiiedad de
la noción, propone entender los paradigmas como matrices disciplinares
compuestas por cuatro elementos.
Generalizaciones simbólicas. Se trata de compromisos teóricos fácil-
mente formalizables, como pueden ser las leyes generales. Un ejemplo
típico es la segunda ley de la física newtoniana, f = m . a (fuerza es
igual a masa por aceleración). Se trata de generalizaciones sumamente
abstractas que cubren una gran cantidad de fenómenos (en este caso,
desde el movimiento de las bolas en un billar hasta el movimiento de
los planetas en el espacio). Pero que, crucialmente, no pueden ser apli-
cadas a ningún problema concreto en forma directa, sino que requie-
ren, en cada caso, una mayor elaboración y especificación. En nuestro
ejemplo, hace falta calcular los valores específicos de fuerza, masa y
aceleración, para lo cual puede ser necesario el uso de cálculos y leyes
adicionales según los aspectos específicos del problema en cuestión.
Debido a ello, el principal rol de las generalizaciones simbólicas no es
el de ofrecer herramientas para solucionar problemas, sino el de servir
como guía para la creación de leyes más específicas en el interior de

105
un paradigma. Este segundo tipo de leyes, creadas siguiendo la guía de
una ley general, se denominan leyes especiales (por ejemplo, la ley para
calcular el movimiento de los péndulos). Cuando Kuhn sostiene que las
leyes generales guían la confección de leyes especiales, busca señalar
que, en sentido estricto, las leyes especiales de una teoría no se dedu-
cen lógicamente de las generalizaciones simbólicas que se utilizan para
generarlas, Esto marca una gran diferencia con la concepción hereda-
da y el falsacionismo popperiano: si las leyes especiales no se deducen
de las generalizaciones simbólicas, entonces estas últimas no pueden
ponerse a prueba por medio de contrastaciones empíricas tal como las
conciben Hempel y Popper. Dicho de otro modo, no podemos estable-
cer una conexión lógica entre las consecuencias observacionales de
una ley especial y aquello que propone una generalización simbólica.
Esto implica que, en sentido estricto, las generalizaciones simbólicas no
pueden ser refutadas por medio de enunciados observacionales.
Compromisos metafísicos. Se trata de aquellas concepciones genera-
les acerca de la constitución del universo y de cuáles son sus compo-
nentes últimos con las que se compromete una comunidad científica,
como en el caso del compromiso de la antigua astronomía griega con
la metafísica aristotélica. Según Aristóteles, en el universo podían dis-
tinguirse dos ámbitos: aquel que se encontraba bajo la Luna (mundo
sublunar) y aquel que estaba más allá de la Luna (mundo supralunar).
Los elementos del mundo supralunar -en contraposición con los obje-
tos terrestres- eran perfectos, lo cual implicaba que no podían sufrir
modificaciones, es decir, eran considerados inmutables (pues en tanto
algo perfecto no puede mejorar, todo cambio lo haría menos perfecto).
En la antigua astronomía griega, la adopción de este principio metafí-
sico implicaba, entre otras cuestiones, que los cuerpos celestes eran es-
feras perfectas, y que, como tales, no podían aparecer ni desaparecer,
ni sus trayectorias podían cambiar de dirección o de velocidad (pues,
nuevamente, todo cambio las haría menos perfectas). A diferencia de
los griegos, como mencionamos en el capítulo anterior, los antiguos
astrónomos chinos no compartían este presupuesto metafísico y esta
diferencia impactó en el registro que cada comunidad científica ofre-
ció acerca del nacimiento y extinción de astros en el cielo estrellado.
Valores epistémicos o cognitivos (y de otros tipos). Aquí Kuhn incluye
toda una constelación de valoraciones de diferente índole que regulan
-muchas veces de manera tácita- la práctica científica como tal, y que
indican en qué consiste una buena teoría científica o una explicación
satisfactoria para un determinado paradigma. Por ejemplo, considerar
que las teorías deben adecuarse a la evidencia empírica y sus predic-
ciones deben ser lo más precisas posibles, que los principios teóricos
deben ser consistentes entre sí -es decir, que no deben realizar afir-
maciones contradictorias-, que las teorías deben ser lo más simples

106 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


posible -esto es, que deben dar cuenta de los fenómenos apelando a la
menor cantidad de principios- o que deben ser compatibles con otras
teorías vigentes. También constituye una valoración epistémica o cog-
nitiva considerar que cierto tipo de instrumento resulta adecuado y
confiable para su uso en la práctica científica (por ejemplo, que se debe
utilizar el telescopio para realizar observaciones astronómicas), pues
se encuentra relacionado con la adecuación empírica ya mencionada.
Kuhn destaca que algunos de estos valores suelen ser compartidos in-
cluso por investigadores de diferentes tradiciones, pero advierte que
cada uno de ellos podría disentir en cómo interpretar, jerarquizar y
aplicar dichos valores. Por ejemplo, dos físicos que trabajen bajo pa-
radigmas distintos podrían estar de acuerdo en que una teoría debe
satisfacer los criterios de adecuación empírica y simplicidad, pero
podrían estar en desacuerdo respecto a qué significa que una teoría
se adecue a la evidencia empírica y sea simple. Como veremos más
adelante en este capítulo, para Kuhn los valores cognitivos cumplen
una función muy importante en la decisión teórica, dado que los cien-
tíficos muchas veces tienen en cuenta estas valoraciones a la hora
de escoger entre paradigmas alternativos. Y el hecho de que no sean
aplicables de manera idéntica por los distintos investigadores hace
que los procesos de decisión teórica no sean algorítmicos, es decir,
que no exista un único método o procedimiento que le posibilite a un
científico decidir entre paradigmas. Además de los valores epistémi-
cos o cognitivos, en ciertos pasajes Kuhn parece admitir la influencia,
en menor medida y de manera menos determinante, de otros tipos
de valoraciones relacionadas con cuestiones de índole más personal
o social, con el contexto histórico más amplio en el que se desen-
vuelven los investigadores e investigadoras de un determinado para-
digma. Estas apreciaciones no cognitivas o no epistémicas, como las
creencias de Kepler vinculadas con la divinidad del Sol, pueden ser
un factor adicional que los científicos tienen en cuenta implícita o
explícitamente al elegir un paradigma.
Ejemplares. Kuhn alude con este término a los ejemplos prototípicos
de resolución de problemas en el interior de un paradigma. En parti-
cular, se trata de las soluciones a problemas concretos que figuran en
los manuales de texto y que los estudiantes encuentran al comienzo de
su educación científica, Los ejemplares tienen una función didáctica,
y apuntan a enseñar, mediante la solución de problemas concretos, el
tipo de prácticas o procedimientos que deberán ser luego adaptados
y aplicados a los problemas que el investigador o la investigadora en-
contrarán en su futuro desempeño científico. Aprender a resolver pro-
blemas de plano inclinado, o a calcular el movimiento rectilíneo uni-
forme de un cuerpo, podrían considerarse como ejemplares de varios
paradigmas en física,

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 107


Vemos entonces cómo, a partir de la crítica de Margaret Masterman,
Kuhn precisa la noción de paradigma en términos de una matriz discipli-
nar compuesta por cuatro elementos centrales: generalizaciones simbó-
licas, compromisos metafísicos, valores (epistémicos y de otros tipos) y
ejemplares. Crucialmente, es importante destacar que la mayoría de es-
tos elementos pueden ser adoptados por los investigadores de un modo
implícito o inconsciente. Si bien resultaría esperable que cualquier
físico o física pudiese formular las leyes de la mecánica newtoniana,
no esperaríamos que pudiese dar una lista exacta y exhaustiva de cada
compromiso metafísico o valor epistémico que caracteriza su para-
digma. En este sentido, la noción de paradigma busca ir más allá de
aquello que figura explícitamente mencionado en las teorías. Busca,
además, captar aquellos elementos psicológicos o sociales que carac-
terizan la práctica de las diversas comunidades científicas. Este es uno
de los aspectos centrales que diferencia la propuesta kuhniana de la
concepción heredada, y que, como veremos a continuación, juega un
rol fundamental en el proceso de cambio de paradigmas.
La idea, entonces, es que cada paradigma posee estos cuatro tipos de
elementos, pero que los distintos paradigmas los especifican en for-
mas diferentes. Por ejemplo, dos paradigmas pueden diferenciarse en
qué generalizaciones simbólicas utilizan o en cuáles son sus ejempla-
res predilectos. O pueden distinguirse en cuáles son sus compromisos
metafísicos subyacentes, o, incluso, diferir en todos los elementos se-
ñalados. Este tipo de diferencias son las que, para Kuhn, están en la
base del desarrollo histórico del conocimiento científico. Y, como vere-
mos en la siguiente sección, el cambio de un paradigma a otro no será
el producto del tipo de cálculo deductivo que la concepción heredada
utilizaba para explicar el cambio de teorías. Se tratará, en cambio, de
un proceso más complejo, ligado a las prácticas de la comunidad cien-
tífica, y propiamente revolucionario. |

5.1. Cambio de paradigmas: ciencia normal,


crisis y revoluciones
Si bien Kuhn es mayormente conocido por introducir la noción de
paradigma, este aporte no puede separarse de su uso para explicar el
proceso de cambio y desarrollo del conocimiento científico a través
de la historia. Para ello, Kuhn (1962 [2006)) propone un esquema de
desarrollo abierto de cambio científico, marcado por la sucesión de las
siguientes etapas: 1) período preparadigmático, 2) período de ciencia
normal, 3) crisis del paradigma, 4) revolución científica y 5) adopción
de un nuevo paradigma (que eventualmente tendrá su propia crisis, y
así sucesivamente). En esta sección abordaremos este proceso a par-
tir de la noción de paradigma, y lo ilustraremos utilizando uno de los

108 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


ejemplos históricos que más han interesado a Kuhn: el pasaje en la
astronomía occidental del paradigma geocéntrico-ptolemaico al para-
digma heliocéntrico-copernicano.

Período preparadigmático
Como mencionamos antes, Kuhn entiende la práctica científica a par-
tir de la noción de paradigma, que abarca el conjunto de compromisos
teóricos, metafísicos, valores y ejemplos típicos (tanto de problemas
como de sus respectivas soluciones) que comparte una determinada
comunidad científica. Durante extensos períodos, los paradigmas que
guían a las comunidades científicas ordenan el trabajo en sus respec-
tivas disciplinas, estableciendo no solo qué problemas hay que inves-
tigar, sino cómo deben realizarse las investigaciones. En este sentido,
decimos que en ciertos momentos históricos hay un paradigma domi-
nante en una determinada comunidad científica (por ejemplo, el para-
digma evolucionista-darwiniano en biología, o el paradigma cuántico
en la física de partículas). Sin embargo, Kuhn comienza su explicación
del desarrollo y cambio científico un paso antes de llegar a este punto.
Para este autor, podemos rastrear un período previo a que exista un pa-
radigma dominante que ordene la práctica de la comunidad científica:
el período preparadigmático o precientífico.
De acuerdo con Kuhn, durante el período preparadigmático “hay cien-
tíficos, pero no hay comunidad científica”. En su lugar, lo que encontra-
mos son una serie de escuelas o líneas teóricas que compiten entre sí
por establecer lo que será el primer paradigma que ordene la práctica
del naciente campo científico. Ahora bien, como veremos más adelan-
te, Kuhn considera que usualmente (incluso durante los períodos en
los que la práctica científica está regida por un determinado paradig-
ma) hay diversas líneas teóricas en pugna, explicaciones alternativas
para los fenómenos, e incluso científicos y científicas intentando tra-
bajar en campos nuevos.
¿Qué es lo que hace tan especial, entonces, al período preparadigmá-
tico? Que, a diferencia de lo que sucede en el período paradigmático,
no existe un paradigma dominante que delinee un consenso acerca de
cuáles son las leyes, valores y principios que definen la práctica cientí-
fica. Justamente lo que se discute es cuáles deberían ser esas leyes, qué
compromisos metafísicos adoptar, qué valoraciones hay que obedecer
en el marco de la nueva disciplina que emerge. Al no poder dar por
sentado un caudal de creencias compartidas, cada defensor de estas
escuelas que disienten en las creencias básicas tiene la obligación de
construir el campo por completo. De modo que es posible observar
que cada investigador sugiere su propio vocabulario para describir los
fenómenos considerados importantes en la disciplina. A falta de un

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 109


paradigma hegemónico, todos los hechos considerados pertinentes
para el desarrollo de una ciencia dada probablemente parezcan igual-
mente importantes. Además, al no tener un marco conceptual que
oriente la búsqueda de información, la primera reunión de hechos
queda limitada al caudal de datos del que se dispone. Las divergencias
desaparecen cuando alguna de las escuelas en disputa logra acaparar
la atención de la mayor cantidad de científicos, Esta nueva tradición,
basada en sus propias creencias y preconcepciones características,
hace hincapié solo en alguna parte especial del conjunto (demasiado
extenso) de fenómenos considerados relevantes.
Si consideramos el caso de la astronomía occidental, el período pre-
paradigmático podría ejemplificarse apelando a las discusiones que
solían tener los filósofos presocráticos, (aproximadamente, desde
los siglos VII al V a. e. c.). Las explicaciones que ofrecían estos filó-
sofos acerca de los fenómenos celestes diferían muchísimo entre sí.
Por sobre todas las cosas, cada uno apelaba a métodos, principios y
una visión metafísica del universo totalmente distinta. Por ejemplo,
tanto Tales de Mileto como Pitágoras reconocieron la naturaleza cícli-
ca de los eclipses y la aplicaron para predecir nuevos eclipses. Para
Tales, esa naturaleza cíclica se debía a que el fundamento del cosmos
era el elemento agua, que presenta cambios regularesy cíclicos (por
ejemplo, en las mareas o en la subida y bajada del caudal de los
ríos). Pitágoras, en cambio, atribuía la naturaleza cíclica de los eclip-
ses a cierta armonía matemática que gobernaría todos los aspectos del
universo. No fue hasta que la física y la metafísica de Aristóteles se
volvieron dominantes (como dijimos antes, entendían que el universo
estaba dividido en dos, el mundo sublunar y el mundo supralunar, cada
uno con sus propias reglas y leyes) que los científicos interesados en
estudiar los fenómenos celestes tuvieron un marco de presupuestos
en común para ordenar su tarea de investigación. Esto llevó rápida-
mente a la adopción del primer paradigma en la astronomía occiden-
tal, el paradigma geocéntrico de Ptolomeo (siglo 1 e. c.), y con ello al
pasaje a la ciencia normal.

Período de ciencia normal


El período de ciencia normal se caracteriza por ser una etapa en las que
existe un paradigma compartido por la gran mayoría de los miembros
de una comunidad científica. Gracias a ello, los científicos pueden rea-
lizar su trabajo “con normalidad”, siguiendo los lineamientos ofrecidos
por un único paradigma hegemónico (de ahí el nombre del período).
Entre otras cosas, el paradigma dominante establece -por medio de sus
leyes, compromisos metafísicos y ejemplares- cuáles son aquellos pro-
blemas que se consideran relevantes para el estudio científico dentro de

110 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


esa comunidad y, por omisión, cuáles son aquellos fenómenos que se
dejan de lado. Kuhn destaca que el paradigma no solo especifica qué
problemas tienen que ser resueltos, sino también cómo deben resol-
verse estos problemas, Así, Kuhn (1962 [2006)) identifica al menos tres
tipos de problemas típicos de la investigación científica empírica.
Determinación de hechos significativos. Primero se establecen los
hechos que el paradigma ha mostrado que son verdaderamente reve-
ladores (por ejemplo, movimientos de los cuerpos en el cielo y en la
Tierra, clasificación de los seres vivos). Al emplearlos para resolver
problemas, el paradigma hace que se intente determinarlos con mayor
precisión y en mayor variedad de situaciones (este es el fin de la crea-
ción de numerosos artefactos, como el telescopio y el microscopio).
Acoplamiento de hechos con la teoría. Los experimentos intentan
mostrar el acuerdo que existe entre la naturaleza y la teoría. Con fre-
cuencia, la teoría del paradigma se encuentra implicada directamente
en el diseño del aparato capaz de resolver el problema de investigación
(por ejemplo, las observaciones astronómicas de Galileo que permiten
mostrar que otros planetas, como Júpiter, son el centro de otros movi-
mientos celestes).

Articulación de la teoría. Se lleva a cabo un trabajo empírico en el


que las observaciones y experiencias permiten articular la teoría del
paradigma. En las ciencias de carácter más matemático, algunos de los
experimentos cuya finalidad es la articulación van encaminados a la
determinación de constantes físicas. Los esfuerzos para articular una
teoría pueden tener también como meta la formulación de leyes cuan-
titativas (por ejemplo, las leyes de Kepler y de Newton permitieron in-
tegrar las distintas regiones del espacio).
Debido a que los paradigmas ofrecen estas pautas que permiten dar so-
lución a los problemas de investigación, Kuhn (1962 [2006]) denomina
“rompecabezas” (o puzzles) a los problemas que los científicos resuel-
ven durante los períodos de ciencia normal. El nombre se debe a que,
así como al comprar un rompecabezas presuponemos que este debe
poder armarse, los científicos asumen que debe haber una forma de
solucionar aquellos enigmas sobre los que trabajan. Es decir, cuando
abordan algún problema de investigación presuponen que debe poder
resolverse con las herramientas que el paradigma suministra, ya que
el paradigma ofrece reglas que limitan tanto la naturaleza de las solu-
ciones aceptables como los pasos que es preciso dar para obtenerlas.
A partir del estudio de las tradiciones científicas normales Kuhn (1962
[2006]) identifica varias de estas reglas.
» Reglas conceptuales y teóricas, El compromiso más evidente
y probablemente más inflexible es el constituido por enun-
ciados explícitos de leyes científicas y acerca de conceptos y

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 111


teorías científicas. Mientras continúan siendo aceptados, esos
enunciados ayudan a determinar los problemas (o enigmas) y
a delimitar las soluciones aceptables.
* Reglas instrumentales, En la práctica científica es posible
identificar una multitud de compromisos acerca de los tipos
de instrumentación recomendables y también acerca de los
modos en que estos pueden utilizarse legítimamente.
» Reglas metafísicas y metodológicas. Estos son los compro-
misos de nivel más elevado. Por ser metafísicos indican qué
tipos de entidades existen en el universo; por ser metodológi-
cos indican cómo deben ser las leyes y las explicaciones.
De modo que para Kuhn (1962 [2006)) la investigación científica guiada
por un paradigma sugiere qué experimentos vale la pena llevar a cabo
y cuáles no, a la vez que pone fin a la reiteración constante de funda-
mentos característica de la etapa preparadigmática. Da confianza a los
científicos para desarrollar trabajos más precisos y rigurosos. En el de-
sarrollo de una ciencia, cuando un individuo o un grupo produce por
primera vez un enfoque capaz de atraer a la mayoría de los profesio-
nales, las escuelas más antiguas desaparecen gradualmente. Se fundan
revistas científicas, sociedades de especialistas y se conformán lugares
de reunión. Cuando un científico o científica puede dar por sentado
un paradigma, ya no necesita reconstruir completamente su campo ni
justificar el uso de cada concepto. Ciertos libros:=entre otras publica-
ciones- sirven como base para la formación de científicos en el área,
de manera que el investigador puede comenzar su indagación donde
terminan las investigaciones que ya conoce, y los nuevos desarrollos se
presentan en forma de artículos breves dirigidos a colegas que poseen
conocimiento del paradigma.
Crucialmente, y en contra de lo sostenido por Popper -y los defensores
de la concepción heredada- Kuhn defiende que cuando un científico
no consigue resolver un rompecabezas, esto no implica el abandono
del paradigma. Esto se debe a que los puzzles no ponen a prueba el pa-
radigma, sino a los investigadores que trabajan en ellos: si un científico
no consigue resolver un puzzle, no será el paradigma el que resultará
cuestionado, ¡sino la habilidad del investigador que ha fallado al solu-
cionarlo! Además, para Kuhn, la ciencia paradigmática es raramente
objeto de renovación, más bien es un objeto para una mayor articu-
lación y especificación, en condiciones nuevas o más rigurosas. Los
paradigmas obtienen su estatus dominante debido a que tienen más
éxito que sus competidores para resolver unos cuantos problemas que
el grupo de partidarios ha llegado a reconocer como importantes. Sin
embargo, que sea más exitoso no quiere decir que ofrezca una solu-
ción atodos los problemas. El éxito de un paradigma es al principio, en

112 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


gran parte, una promesa de éxito basada en ejemplos específicos, pero
en gran medida incompletos, de resolución de problemas. De manera
que la ciencia normal consiste en la realización de dicha promesa: la
investigación normal o basada en un paradigma consiste en resolver
determinados problemas de investigación en los que los científicos
parecen intentar hacer que la naturaleza encaje dentro de los límites
conceptuales que proporciona el paradigma.
En el caso de la astronomía occidental, las bases del primer paradig-
ma estuvieron asentadas en las obras de Aristóteles y Ptolomeo. Apo-
yándose en los movimientos celestes que podían observarse desde la
superficie de la Tierra a ojo desnudo, así como en ciertos postulados
de la Física de Aristóteles, Ptolomeo propuso en su libro Almagesto el
célebre sistema geocéntrico, Según este sistema, la Tierra se encuentra
en el centro del universo, con las “estrellas fijas” y los “planetas” (entre
los cuales se incluye a Venus, Marte, Júpiter y Saturno, pero también a
la Luna y el Sol) girando en órbitas circulares y a velocidad constante
alrededor de ella. Como mencionamos antes, Aristóteles consideraba
que todos los elementos que habitaban el mundo supralunar (entre
ellos, los puntos brillantes que se veían en el cielo estrellado) eran per-
fectos, lo cual implicaba que eran eternos e inmutables. Si los puntos
brillantes eran eternos e inmutables, sus movimientos también debían
ser “perfectos e inmutables”, Y, como los antiguos griegos considera-
ban que el círculo era la figura perfecta, y la esfera el cuerpo perfecto,
esto llevó a las dos leyes fundamentales de la astronomía clásica: los
cuerpos celestes son esferas perfectas y se desplazan en órbitas circu-
lares y a velocidad constante,
Este compromiso metafísico del paradigma ptolemaico rápidamente
dio lugar a una regla que influyó en la resolución de los problemas con-
cretos: si algún astrónomo deseaba calcular la posición de un cuerpo
celeste (para, por ejemplo, predecir un eclipse), sabía que debía reali-
zar tal cálculo apelando únicamente a movimientos circulares y que
mantuviesen una velocidad constante. Aquí vemos cómo un compro-
miso metafísico da lugar a ciertas generalizaciones o leyes, que termi-
nan dando las “reglas del juego” para que los investigadores resuelvan
los rompecabezas suministrados por su paradigma. En la astronomía
antigua, algunos ejemplos de tales rompecabezas podrían ser calcular
la fecha de los eclipses, la posición de estrellas y planetas en fechas
determinadas, y las fechas de los equinoccios y solsticios que marcan
el comienzo de las estaciones.
Antes de continuar debemos destacar algo que, al estudiar la astro-
nomía antigua, hoy puede parecernos sorprendente, Muy a pesar de
postular una imagen del cosmos que hoy no compartimos, y de afir-
mar que los planetas se mueven sobre la base de principios que hoy
consideramos inadecuados, para los fines prácticos y científicos de la

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO ATRAVÉS DE REVOLUCIONES... 113


época el sistema ptolemaico funcionaba. Con esto queremos decir que
conseguía responder con un alto grado de certeza aquellas preguntas
que caracterizamos antes como rompecabezas. Usando el aparato teó-
rico ofrecido por Ptolomeo, los astrónomos eran capaces de predecir
eclipses y determinar en qué fecha cambiarían las estaciones. Así, el
sistema ptolemaico fue el paradigma dominante de la astronomía occi-
dental por casi dos mil años. Durante este largo tiempo, el paradigma
ptolemaico fue una herramienta crucial y eficiente para la labor de in-
contables agricultores, navegantes, exploradores, sacerdotes y astró-
logos, militares y jefes de Estado. Sin embargo, los astrónomos nunca
pudieron resolver la totalidad de los problemas que este paradigma
planteó desde sus comienzos. Esto nos conduce al célebre problema
de las retrogradaciones y a la noción kuhniana de anomalía.
Como mencionamos antes, la principal fuente de evidencia en favor
del sistema ptolemaico y geocéntrico eran las observaciones que po-
dían hacerse a ojo desnudo desde la superficie de la Tierra. Por ejem-
plo, la idea de que el Sol gira en círculos alrededor de la Tierra resulta
plausible si se lo considera desde esta perspectiva. Dijimos también
que, gracias a los compromisos metafísicos, la astronomía ptolemaica
subscribía dos leyes fundamentales: los objetos celestes son esferas
perfectas y se mueven en órbitas circulares y a velocidades constan-
tes. Existía, sin embargo, un problema. Si bien casi todas las estrellas
(las llamadas estrellas fijas) respetaban estas leyes, había unos pocos
objetos celestes en el cielo nocturno que parecían desafiarlas: los pla-
netas. En un primer momento, los astrónomos intentaron explicar sus
movimientos apelando a las dos leyes clásicas, como hacían con los de-
más rompecabezas planteados por el paradigma. Sin embargo, esto no
funcionó: vistos desde la superficie de la Tierra, esos astros parecían
avanzar en ciertas épocas del año, luego detenerse o hasta retroceder
(retrogradar, para ser más específicos), como si estuviesen errando por
el cielo. Debido a ello recibieron su nombre -en griego antiguo planeta
quiere decir “errante”- y se transformaron en el problema principal a
resolver bajo el paradigma ptolemaico.
Desde la perspectiva kuhniana, el problema de explicar las retrograda-
ciones desde la teoría ptolemaica es un ejemplo típico de una anomalía
en el interior del paradigma. Una anomalía es un rompecabezas que,
pasado cierto tiempo y cierta cantidad de esfuerzos, sigue sin poder ser
resuelto totalmente en el interior del paradigma. Son aquellos casos
que el paradigma debería poder resolver y que, sin embargo, los cien-
tíficos no consiguen explicar satisfactoriamente. En el caso de las re-
trogradaciones, el mismo Ptolomeo ofreció el principal intento de so-
lución, postulando la noción de epiciclo (una órbita circular montada
sobre otra órbita circular). La idea básica era que los planetas o astros
errantes efectivamente se movían en círculos y a velocidad constante,

14 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
pero que tal movimiento era compuesto: el planeta giraba en una pe-
queña órbita circular que estaba, a su vez, apoyada sobre una órbita
circular alrededor de la Tierra. De este modo, el epiciclo explicaba por
qué el astro errante retrogradaba en su pasaje por el cielo estrellado,

¿00
A

Figura 5. Epiciclo

Cada pequeño desajuste entre el tipo de movimiento celeste postulado


por el enfoque ptolemaico y el movimiento observado era resuelto, en-
tonces, añadiendo nuevos movimientos circulares a los movimientos
circulares ya planteados, lo cual eventualmente conducía a compleji-
zar excesivamente el modelo de movimiento planetario. Esta estrate-
gia de resolución de desajustes entre teoría y observación se abando-
nó en el enfoque heliocéntrico: al suponer que la Tierra es un planeta
más, las retrogradaciones se entendieron como movimientos aparen-
tes producto de las distancias relativas de los planetas respecto del Sol
y del movimiento mismo de la Tierra, como veremos en el siguiente
apartado.
El rol que cumplen los epiciclos ptolemaicos en la historia de la astro-
nomía ilustra uno de los principales puntos de tensión entre Kuhn y la
concepción heredada. Para Kuhn, el problema de las retrogradaciones
muestra cómo los paradigmas conviven desde su nacimiento con sus
ejemplos refutatorios. Esto está en franca oposición a posiciones como
el falsacionismo estricto de Popper, según el cual una refutación bas-
ta para abandonar una determinada teoría. En cambio, Kuhn destaca
que los paradigmas pueden coexistir con sus respectivas anomalías.
Como mencionamos antes, si un determinado rompecabezas no con-
sigue resolverse, la desconfianza recae primero sobre el científico que

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 115


lo estaba trabajando y no sobre el paradigma en cuestión. Únicamente
si el rompecabezas sigue sin resolverse tras múltiples intentos se lo co-
mienza a considerar como una verdadera anomalía, e incluso en tales
ocasiones generalmente se aguarda con esperanza que algún investiga-
dor pueda solucionarlo en el futuro. En tales casos, el paradigma sigue
siendo aceptado y adoptado por los investigadores, quienes mantienen
su confianza en el poder explicativo de su marco teórico. Las anoma-
lías únicamente hacen tambalear un paradigma cuando se resisten a
una cantidad abrumadora de esfuerzos por resolverlas, o bien cuando
su resolución ha adquirido una importancia social crítica, o cuando
el número de anomalías se multiplica. En tales casos, los científicos
comienzan a perder la confianza en el paradigma en el que trabajan, y
comienzan a buscar otras formas de hacer ciencia que posibiliten re-
solver los problemas en cuestión. Cuando estos esfuerzos conducen a
plantear un nuevo enfoque que es capaz de dar respuesta a las anoma-
lías y comienza a ganar la atención de los investigadores, Kuhn afirma
que el paradigma ingresa en un período de crisis.

Período de crisis paradigmática


Durante el período de crisis, la comunidad científica sigue trabajan-
do bajo la tutela de un paradigma dominante, pero la confianza gene-
ralizada que este solía brindar durante el período de ciencia normal
comienza a debilitarse. Decepcionados por la incapacidad de resolver
adecuadamente una o más anomalías apremiantes, los científicos co-
mienzan a buscar nuevas formas de hacer ciencia y a considerar que
tal vez el problema no está, después de todo, en la pericia para resolver
las anomalías, sino en los componentes mismos del paradigma: sus
presupuestos metafísicos, las leyes que plantea, las formas ejempla-
res de solucionar rompecabezas, etcétera. Motivados por estas ideas,
científicos y científicas (frecuentemente jóvenes o novatos, que no han
estado tanto tiempo investigando bajo los lineamientos del paradigma
más antiguo) comienzan a trabajar en otros abordajes, probando
formas novedosas de resolver las anomalías. Kuhn (1962 [2006]) deno-
mina “ciencia extraordinaria” a estos esfuerzos por realizar ciencia por
fuera de lo establecido desde el paradigma dominante (por eso el nom-
bre: extraordinaria, o “más allá de lo común”).
A diferencia de cómo solemos usar el término crisis en el habla coti-
diana, las crisis científicas que interesan a Kuhn pueden (y suelen) ex-
tenderse en el tiempo. No siempre es fácil determinar con exactitud
cuándo comienza una crisis, pues lo que marca el estado de crisis es
una pérdida generalizada de confianza en el paradigma dominante y
no un evento o descubrimiento en particular. Por ejemplo, es posible
asegurar que el paradigma geocéntrico-ptolemaico estaba plenamen-

16 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
te en crisis cuando se publicó el libro de Copérnico, De revolutionibus
orbium coelestium, en 1543, Copérnico intentaba resolver las anomalías
del modelo ptolemaico, y no habría explorado otras teorías y realizado
investigaciones extraordinarias de haber estado satisfecho con ese pa-
radigma y confiado en su capacidad para resolver los rompecabezas.
La propuesta de Copérnico fue audaz: era el Sol (y no la Tierra) el que
estaba en el centro del universo. Este cambio, que podría parecer me-
nor, tiene una serie de consecuencias importantísimas. En primer lu-
gar, la Tierra pasa a ser un planeta más (como Marte o Júpiter) que
orbita en círculos alrededor del Sol. Esto modifica radicalmente el lu-
gar de la humanidad en el orden cósmico general, así como el tipo de
explicaciones que se pueden ofrecer de las retrogradaciones. Desde el
paradigma ptolemaico, los astrónomos buscaban refinar las explica-
ciones ofreciendo descripciones cada vez más precisas de los epiciclos
(que, en este momento de la historia, ya se distinguían en dos tipos: los
mayores, montados en la órbita planetaria, y los menores, montados
en otros epiciclos). Y, como dijimos, cada desajuste entre el paradigma
y la observación de los movimientos planetarios se solucionaba aña-
diendo nuevas combinaciones de movimientos circulares.

hacia el Este

Figura 6.
Explicación
ptolemaica de las
retrogradaciones.

Desde el paradigma copernicano, en cambio, se abre un tipo de ex-


plicación cualitativamente diferente: la incapacidad de acomodar las
retrogradaciones no se debe a un problema del movimiento de los
cuerpos celestes, sino a un problema de perspectiva. Copérnico aún
suscribía las leyes del movimiento planetario y pensaba que los astros
errantes efectivamente se mueven en órbitas circulares y a velocidad
constante. Pero al moverse la Tierra también en órbitas circulares alre-

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 117


dedor del Sol, lo que un observador puede ver desde la superficie de la
Tierra, señalaba, resulta afectado por la relación entre su movimiento
y el del astro errante que se observa. Por lo tanto, los planetas no retro-
gradan, no retroceden realmente como supone el sistema ptolemaico.
Para Copérnico, lo que ocurre es que al avanzar en la propia órbita
terrestre el observador se posiciona con respecto al planeta observado
de un modo tal que este se percibe como sí se retrasara. Así, las retro-
gradaciones, que eran movimientos reales en Ptolomeo, pasaron a ser
ilusiones ópticas en Copérnico.

Figura 7.
Explicación
Explicación
copemicana de
copernicana de las
las
Marte retrogradaciones

Este cambio cualitativo en la explicación copernicana también afecta


otros aspectos de la astronomía. Por ejemplo, el Sol ya no se mueve
realmente alrededor de nosotros como defiende Ptolomeo. El movi-
miento del Sol (y, por ende, la explicación astronómica de un fenóme-
no tan importante y corriente como puede ser la alternancia entre el
día y la noche) también es una ilusión óptica producida por el movi-
miento terrestre, No es el Sol el que gira alrededor de nosotros, somos
nosotros los que orbitamos alrededor del Sol. Esto afecta, a su vez, la
explicación astronómica de las estaciones del año. Para Ptolomeo, el
calor veraniego y el frío invernal se explican porque el Sol se acerca
y se aleja de nosotros en una serie de movimientos circulares. Para

118 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Copérnico, en cambio, el cambio de temperaturas en las estaciones se
debe a la inclinación del eje de rotación terrestre respecto del plano de
traslación, que genera que durante ciertos momentos del año distintas
regiones de la Tierra se encuentren expuestas a la luz solar por períodos
de tiempo más prolongados.

solsticio
de verano
Ñ
y

» equinoccio
/ A |
1 / y
dé]
/ Y /
7 A / 2”
/ / » rn, | solstí cio
/ E o, a MOE invierno
¡epñ.

Figura8.
Representación sombras
al mediodía
gráfica del
movimiento anual
del Sol en el sistema
geocéntrico.
ocaso

Figura9.
Representación
gráfica del Sol y la
Tierra en el sistema
heliocéntrico.
El movimiento
anual del Sol es
aparente.

Estos cambios cualitativos cuestionan implícitamente los compromi-


sos metafísicos del paradigma de Ptolomeo. La idea ptolemaica de que
la Tierra es el centro del universo no es fortuita, sino que se desprende
de la metafísica aristotélica (la misma que, como vimos antes, brinda

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 119


los fundamentos para las dos leyes de la astronomía). Según Aristó-
teles, los cuerpos del mundo sublunar están compuestos por cuatro
elementos (fuego, aire, tierra y agua), que tienen ciertos “lugares na-
turales” en el cosmos: el fuego y el aire se mueven naturalmente hacia
arriba, mientras que la tierra y el agua tienen una inclinación natural a
dirigirse hacia abajo, hacia el centro del universo. De esto se despren-
día que nuestro planeta, compuesto principalmente por tierra y agua,
debía estar en el centro del cosmos. Y, a su vez, que los puntos brillan-
tes que vemos en la noche no debían ser esferas de tierra y agua, sino
estar compuestas por otro elemento más ligero: el éter supralunar. Al
afirmar que la Tierra no está en el centro del universo, Copérnico efec-
tivamente estaba oponiéndose a los presupuestos metafísicos que ha-
bían apuntalado la astronomía occidental por casi dos milenios.
Es importante recordar que las crisis transcurren en períodos exten-
sos, y no en momentos puntuales. Si bien la obra de Copérnico suele
presentarse como superadora de la de Ptolomeo, no fue inmediata-
mente adoptada por la comunidad científica. Y, a diferencia de lo que
podría pensarse en un primer momento, esto no se debió a la ingenui-
dad o el espíritu oscurantista de sus opositores. Como Kuhn recuerda,
lo que distingue la ciencia normal de la ciencia en estado de crisis no es
la ausencia de anomalías (de hecho no existe investigación capaz de re-
solver absolutamente todos los problemas que se le plantean). Y eso no
era diferente para el naciente paradigma copernicano. Los ptolemai-
cos se preguntaban ¿por qué si la Tierra se mueve no percibimos nin-
gún movimiento? ¿No deberían los pájaros volar más rápido cuando lo
hacen en la misma dirección que el movimiento terrestre que cuando
lo hacen en la dirección contraria? Si la Tierra recorre tan enormes dis-
tancias alrededor del Sol, en forma permanente y a altísimas velocida-
des, ¿cómo es que puedo saltar en mi cuarto y caer en el mismo punto?
¿No debería haber adelantado o retrocedido, o chocado incluso contra
una pared? ¿No deberíamos todos salir disparados de la Tierra, por la
fuerza que genera tan tremendo movimiento? Estas preguntas consti-
tuían problemas legítimos que enfrentaba el paradigma copernicano,
y que se formularon como objeciones por parte de aquellos científicos
que preferían retener las herramientas teóricas que habían servido por
casi dos mil años.
También había otros problemas, de corte estrictamente astronómico.
En particular, la objeción del paralaje. Por paralaje se entiende la dife-
rencia aparente en las posiciones de los astros causada por un cambio
en la posición desde la cual se los observa. Copérnico propone explicar
las retrogradaciones de los astros errantes, básicamente, como casos
de paralaje. Pero, ¿qué ocurría con los otros astros, con las constela-
ciones (estrellas fijas)? Si la Tierra se mueve alrededor del Sol, y esto
genera un cambio en las posiciones aparentes de los objetos celestes,

120 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


¿por qué no se desarman las constelaciones? ¿Cómo es que las estrellas
fijas mantienen sus posiciones relativas a lo largo del todo el año? ¿Por
qué no retroceden del mismo modo que parecen retrogradar los plane-
tas? Este era un claro problema para la posición de Copérnico, quien lo
resolvió de la misma manera que cualquier otro científico: ofreció una
hipótesis ad hoc. Copérnico argumentó que debía existir un efecto de
paralaje, pero sostuvo que no lo podemos observar porque las estrellas
fijas se encuentran a una distancia tan grande que la diferencia en sus
posiciones aparentes se vuelve imperceptible. Sí bien esta respuesta
resultó ser correcta, es importante destacar que cuando Copérnico la
propuso no había forma de evaluarla empíricamente. Fue, en esencia,
una estrategia ad hoc para defender una teoría, principalmente, por la
confianza que este astrónomo tenía en el poder explicativo del para-
digma naciente.
El surgimiento de la teoría heliocéntrica de Copérnico nos permite
afirmar que el paradigma geocéntrico-ptolemaico se hallaba en crisis.
Durante un período de crisis los científicos (especialmente aquellos
menos acostumbrados a trabajar bajo la tutela del paradigma domi-
nante) comienzan a producir ciencia extraordinaria. Esto es, comien-
zan a investigar guiados por algún paradigma alternativo (en este caso,
el modelo heliocéntrico de Copérnico) incompatible con el paradigma
dominante. Un paradigma hegemónico solo entra plenamente en crisis
cuando los científicos comienzan a considerar otro paradigma oposi-
tor, novedoso, como una alternativa prometedora. Y, sin embargo, pue-
den pasar muchos años de desarrollos, discusiones teóricas y procesos
experimentales antes de que la crisis paradigmática se resuelva. En el
caso de la astronomía, el período de crisis duró cerca de doscientos
años. Fue luego de los aportes de Galileo Galilei, las precisas observa-
ciones realizadas por los hermanos astrónomos Tycho y Sophia Brahe
y, fundamentalmente, las leyes astronómicas y físicas propuestas por
Johannes Kepler e Isaac Newton, que la crisis finalmente se consumó
en un cambio de paradigma.

Revolución científica
Kuhn entiende la transición de un paradigma en crisis a otro nuevo
como una reconstrucción de un determinado campo científico a partir
de nuevos fundamentos, reconstrucción que cambia tanto las generali-
zaciones teóricas básicas como también muchos métodos y aplicacio-
nes del paradigma. Así, las revoluciones científicas son consideradas
como “aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en que un pa-
radigma es reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo
e incompatible” (Kuhn, 1962 [2006]: 149). Las revoluciones científicas
se inician con un sentimiento creciente de que el paradigma vigente

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 121


hasta el momento dejó de funcionar satisfactoriamente en la explo-
ración de cierta área de estudio. Así, para Kuhn, la elección entre pa-
radigmas en competencia resulta una elección entre modos irrecon-
ciliables de ejercer la práctica científica en determinada comunidad.
Para los científicos la mayoría de las diferencias aparentes entre una
teoría descartada y su sucesora son reales. Las diferencias entre para-
digmas sucesivos son necesarias e irreconciliables dado que ambos se
comprometen con distintos tipos de entidades y también asumen que
estos objetos se comportan de manera diferente. Dado que al apren-
der un paradigma el científico adquiere al mismo tiempo teoría, mé-
todos y normas (casi siempre en una mezcla inseparable), los paradig-
mas son la fuente de los métodos, problemas y normas de resolución
aceptados por cualquier comunidad científica madura, en cualquier
momento dado. Como resultado de ello, la recepción de un nuevo pa-
radigma frecuentemente redefine la disciplina científica y, por consi-
guiente, hay normalmente transformaciones importantes de los cri-
terios que determinan la legitimidad tanto de los problemas como de
las soluciones propuestas: “la tradición científica normal que surge
de una revolución científica es no solo incompatible, sino también a
menudo realmente incomparable con la que existía con anterioridad”
(Kuhn, 1962 [2006]: 166).
Así es como guiados por un nuevo paradigma, los científicos adoptan
nuevos instrumentos de observación y buscan información en lugares
nuevos. Durante las revoluciones los científicos observan fenómenos
novedosos y diferentes al mirar en lugares en los que ya habían busca-
do antes. Estos cambios de paradigma hacen que los científicos vean
el mundo de investigación de manera distinta, y esto es así dado que
lo que ve una persona depende tanto de lo que mira como de lo que su
experiencia visual y conceptual previa lo ha preparado a ver. Siguiendo
a Hanson (1958), Kuhn sostiene que lo que sucede durante una revolu-
ción científica no puede reducirse completamente a una reinterpreta-
ción de datos individuales y estables, dado que los datos no son inequí-
vocamente estables: al producirse un cambio de paradigma los datos
que reúnen los científicos son en sí mismos diferentes. El científico que
acepta un nuevo paradigma encuentra totalmente transformados los
mismos objetos que abordaba desde el antiguo paradigma. Ahora bien,
como ya hemos visto, la ciencia normal tiene como fin refinar, ampliar
y articular un paradigma que ya existe. En virtud del paradigma que
se asume, el científico sabe qué es un dato, qué instrumentos pueden
usarse para identificarlos y qué conceptos son importantes para su in-
terpretación, Dado un paradigma, la interpretación de datos es crucial
para la empresa de explorarlo. Pero esta empresa de interpretación
solo puede articular un paradigma, no corregirlo. En este sentido los
paradigmas no pueden ser corregidos por la ciencia normal.

122 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA 4


Si deseamos identificar los elementos históricos que concretaron
la revolución científica y el cambio de paradigma en la astronomía
occidental del siglo XVI, podemos señalar un par de hitos importantes.
En primer lugar, el trabajo prácticamente propagandístico que Galileo
realizó para extender las ideas de Copérnico, así como su acérrima
defensa del uso de un nuevo artefacto de observación: el telescopio.
Galileo diseñó el primer telescopio del que se tiene registro en la as-
tronomía occidental, y lo usó para hacer observaciones novedosas,
que corroboraron la posición de Copérnico. Por ejemplo, observó que
había valles, montañas y cráteres en la Luna (algo que iba en contra
de la cosmología aristotélica, que sostenía que la Luna -al igual que el
resto de los cuerpos celestes- debía ser una esfera perfecta de éter, sin
ninguna irregularidad). También pudo observar que Júpiter tenía sus
propias lunas, algo que daba apoyo a la posición de Copérnico según
la cual la Tierra no era el centro de todos los movimientos astronómi-
cos (y, además, iba en contra de la nociónde “lugares naturales” de la
metafísica aristotélica, si se aceptaba que los otros planetas estaban
compuestos por una sustancia similar a la tierra y no por éter). Por
último, pudo observar estrellas que no se veían a ojo desnudo, lo cual
apoyaba la hipótesis ad hoc que Copérnico había ofrecido para respon-
der al problema del paralaje: si esas estrellas solo podían verse con el
telescopio, eso se debía a que realmente estaban mucho más lejos de lo
que se creía hasta ese entonces.
Sin embargo, los defensores del paradigma ptolemaico siempre po-
dían objetar la fiabilidad del telescopio como instrumento. Y, además,
aún restaba todo el acervo de problemas astronómicos y físicos que
plagaban el paradigma copernicano en sus inicios. Aquí es donde las
figuras de Johannes Kepler, Galileo' Galilei e Isaac Newton se vuelven
cruciales. Sus aportes pueden organizarse en dos grandes hitos: la pro-
puesta de una física inercial por parte de Galileo y luego refinada por
Newton, y las tres leyes de la astronomía kepleriana (que, como vere-
mos, finalmente marcaban un abandono de las dos leyes de la astrono-
mía clásica). La idea básica de la física inercial es que los objetos que
se mueven juntos comparten la fuerza de su movimiento, incluso sin
notarlo. En este sentido, el movimiento, que en Aristóteles era absolu-
to y tendía a los lugares naturales de los cuerpos, en la física de Galileo
se vuelve inercial y relativo al contexto. ¿Por qué es que, si saltamos
en un tren en movimiento, caemos en el mismo lugar en vez de caer
un poco más atrás del lugar donde saltamos? Porque al saltar compar-
timos el movimiento inercial del tren, y nos desplazamos junto a él
en la misma dirección. Algo similar ocurre cotidianamente con todos
los movimientos que realizamos sobre la Tierra, y eso permite explicar
(físicamente) por qué no salimos disparados durante sus movimientos
de rotación y traslación.

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO ATRAVÉS DE REVOLUCIONES... 123


Las tres leyes astronómicas de Kepler constituyen el otro gran aporte.
En este punto es importante destacar que, a pesar de sus marcadas di-
ferencias con Ptolomeo, el enfoque de Copérnico seguía respetando
las dos leyes tradicionales de la astronomía. Es decír que, incluso si
desafiaba la metafísica aristotélica, aun así postulaba únicamente mo-
vimientos circulares y a velocidad constante para los astros celestes.
Kepler rompe con esta tradición. Según su primera ley, los planetas
se mueven en órbitas elípticas (y no circulares), con el Sol situado en
unos de los focos de la elipse. De acuerdo con su segunda ley, los pla-
netas se mueven de forma tal que barren áreas iguales de su elipse en
tiempos iguales. Podemos pensar la elipse como una especie de óvalo,
y esto implica que los planetas no se mueven a velocidades constantes.
Si los planetas barren la misma superficie en el mismo tiempo, deben
moverse más rápido cuando están más cerca del Sol y más lentamente
cuanto más alejados están de este. Por último, su tercera ley estable-
ce que hay una razón constante entre los “períodos” de los planetas
(cuánto tiempo tardan en dar una vuelta al Sol) y la distancia que los
separa de este. Básicamente, mientras más cerca esté su elipse del Sol,
menos tardarán en recorrerla. Utilizando estas tres leyes Kepler pudo
dar una respuesta matemáticamente precisa y cualitativamente satis-
factoria de las retrogradaciones, así como responder a las principales
objeciones de los ptolemaicos.
La ley de gravitación universal ofrecida por Newton, por su parte,
permitió dar una explicación cualitativa de las leyes keplerianas: las
distancias y las diferencias entre las masas del Sol y de los planetas
permitió explicar por qué los planetas giraban de acuerdo con las leyes
de Kepler alrededor del Sol. Gracias a estos aportes, y tras cerca de
dos mil años de supremacía del paradigma heliocéntrico-ptolemaico,
se produjo una verdadera revolución y cambio de paradigma en la as-
tronomía occidental.
Como indicamos más arriba, para Kuhn las revoluciones ocurren des-
pués de que un paradigma dominante entra en crisis y una vez que otro
paradigma alternativo e incompatible con el anterior consigue presen-
tarse como prometedor para la comunidad científica.En los capítulos
siguientes veremos que este último punto presenta toda una serie de
complicaciones adicionales (que, intencionalmente, no han sido pro-
blematizadas hasta ahora). Por ejemplo, ¿cómo deciden los científicos
qué paradigma adoptar? ¿Cómo comparan paradigmas rivales? De mo-
mento, lo importante es destacar que cuando un paradigma alternativo
consigue presentarse como superador del paradigma que actualmente
está en crisis, los científicos producen una suerte de éxodo masivo ha-
cia la nueva forma de hacer ciencia.
¿Significa esto, entonces, que el paradigma copernicano (con los ajus-
tes realizados por Kepler) es más verdadero que el ptolemaico? ¿Nos

124 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


acerca Kepler al conocimiento definitivo, objetivo y verdadero, al de-
mostrar la falsedad de Ptolomeo? Kuhn no parece acordar con este tipo
de afirmaciones. La ciencia, para Kuhn, efectivamente progresa a lo
largo de la historia, Se modifica y se desarrolla tanto en el período de
ciencia normal como con el paso de un paradigma a otro. Pero, en la
medida en que un paradigma nunca puede ser refutado y en la medi-
da en que todo paradigma convive con sus casos refutatorios, Kuhn
evita hablar de un “acercamiento progresivo a la verdad” o de una
“progresiva acumulación de conocimiento”. Lo que se desarrolla acu-
mulativamente es, en ciencia normal, la solución a los rompecabezas,
precisamente, aquellos aspectos reflejados en los valores cognitivos
intraparadigmáticos: la precisión de las observaciones, la variedad y el
alcance de las predicciones. Pero, al considerar cuestiones tales como
“el conocimiento” y “la verdad” en las revoluciones científicas, Kuhn
propone no pensar el cambio científico como algo que va “hacía” un
lugar (el conocimiento definitivo, la verdad), sino como algo que se de-
sarrolla “desde” una serie de compromisos adoptados por una comuní-
dad científica específica, en un momento dado. Como veremos en los
capítulos siguientes, esto nos llevará a analizar en mayor detalle los
dos tipos de valores que están en juego en tales cambios, sus diferen-
cias y su interacción.
Es importante reforzar esta idea de que el antiguo paradigma no se
abandona porque se lo refuta, o pierde vigencia porque se demues-
tra su falsedad. Los paradigmas, en tanto tales, son incontrastables.
Recordemos, por ejemplo, que los paradigmas incluyen elementos que
no brindan información empírica, como los compromisos metafísi-
cos y los valores cognitivos. Pero, además, las leyes especiales no se
deducen lógicamente de las leyes generales de los paradigmas. Estas
últimas solo ofrecen una “guía” sobre cómo generar leyes especiales
paradigmáticas. De manera que las leyes especiales no permiten poner
a prueba las leyes generalesde un paradigma, como sucede con las
implicaciones contrastadoras que se deducen de las hipótesis para Carl
Hempel y Karl Popper. A diferencia de lo que la concepción heredada
sostiene respecto de las teorías, la naturaleza misma de los paradig-
mas -los componentes que posee y la manera en que se relacionan
sus leyes- hace que no puedan ser puestos a prueba en forma directa.
Durante una revolución, el paradigma en crisis simplemente es aban-
donado por uno que se percibe como más fructífero y prometedor.
Por último, también es importante destacar que no todo cambio en
un paradigma implica una revolución. Kuhn distingue entre dos tipos
de cambios en el desarrollo científico de los paradigmas. Los cambios
conservadores son aquellos que se dan en el interior de un paradigma, y
que suelen consistir en realizar leves modificaciones que resulten com-
patibles con los presupuestos teóricos, metafísicos e instrumentales

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO ATRAVÉS DE REVOLUCIONES... 125


del paradigma. Los cambios revolucionarios, en cambio, son cambios
teóricos tan radicales que necesariamente implican el cambio de un
paradigma por otro. Agregar epiciclos “menores” encima de los “ma-
yores”, para describir más rigurosamente las retrogradaciones plane-
tarias, podría considerarse como un cambio conservador, Adoptar una
física inercial y las nuevas leyes astronómicas de Kepler, en cambio,
son ejemplos de cambios revolucionarios, en tanto implican abando-
nar los supuestos metafísicos y teóricos que dan sustento al antiguo
paradigma ptolemaico. Una vez que se produce un cambio revolucio-
nario, los científicos transitan un período de ciencia normal bajo el
nuevo paradigma dominante hasta tanto la acumulación o relevancia
de sus propias anomalías lleve a un nuevo período de crisis con su con-
secuente revolución.
En cualquier caso, para Kuhn queda claro que el estudio histórico del
desarrollo científico no se parece en nada a lo que propone el falsacio-
nismo; los rechazos de las teorías científicas no se producen por medio
de su comparación directa con la naturaleza. Esto no quiere decir que
los científicos no rechacen las teorías científicas o que la experiencia
y la experimentación no sean imprescindibles en el desarrollo cien-
tífico, sino más bien que el proceso que conduce a un investigador a
rechazar una teoría aceptada previamente se basa siempre en más de
una comparación de dicha teoría con el mundo. La decisión de recha-
zar un paradigma es siempre, simultáneamente, la decisión de adoptar
otro, y el juicio que conduce a esa elección involucra la comparación de
ambos paradigmas con la naturaleza y la comparación entre ellos, in-
cluyendo las valoraciones propias de esos paradigmas. No hay criterios
externos a los paradigmas que permitan decidir cuál adoptar.

[...] una vez que ha alcanzado la condición de paradigma, una teoría


científica solo se considerará inválida si hay un candidato alternativo
para ocupar su lugar. No hay ningún proceso que los estudios histó-
ricos del desarrollo científico hayan puesto hasta ahora de manifies-
to que tenga la menor semejanza con el estereotipo metodológico de
falsación por contrastación directa con la naturaleza. [...] La decisión
de rechazar un paradigma conlleva siempre simultáneamente la deci-
sión de aceptar otro, y el juicio que lleva a tal decisión entraña la com-
paración de ambos paradigmas con la naturaleza y entre sí (Kuhn,
1962 [2006]: 165-166).

126 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


5.2. Inconmensurabilidad
Acabamos de analizar el proceso de desarrollo científico a través de
las etapas preparadigmática, de ciencia normal, de crisis y de revolu-
ción científica; esta última seguida por sucesivos períodos de ciencia
normal, crisis y revolución. Sin embargo, hay una cuestión importan-
tísima que no abordamos en las secciones anteriores y que, posible-
mente, pueda suscitar más de un interrogante. Y es que calificamos
como “prometedor” un paradigma, sostuvimos que puede “inspirar
confianza”, y también vimos que los paradigmas nuevos intentan dis-
putar el lugar dominante del paradigma más antiguo cuando este en-
tra en crisis. Pero ¿cómo hacen los científicos para decidir entre los
paradigmas en disputa? ¿Cómo llegan a hacer esta transición? Parte
de la respuesta que ofrece Kuhn es que los científicos muchas veces
se niegan a adoptar el nuevo paradigma. La aceptación de un paradig-
ma en lugar de otro es una experiencia que no puede ser forzada. La
resistencia al cambio, sobre todo por parte de aquellos investigadores
cuyas carreras los han hecho comprometerse con una tradición, no
constituye una actitud irracional, más bien muestra la naturaleza de la
ráctica científica misma. Usualmente el motivo de resistencia reside
en la seguridad de que el paradigma más viejo finalmente resolverá to-
dos los problemas, y en la confianza en que la naturaleza podrá acomo-
darse eventualmente dentro de los marcos del paradigma. Esta misma
seguridad es la que hace posible la ciencia normal, Aunque a veces se
requiere de una nueva generación de investigadores para llevar a cabo
el cambio, las comunidades científicas usualmente transicionan a nue-
vos paradigmas. Las conversiones se producen gradualmente hasta
que los últimos en oponer resistencia mueren y toda la profesión pasa
a investigar bajo la hegemonía del nuevo paradigma.
Pensemos, por ejemplo, en el caso del telescopio. Como vimos, Galileo
utilizó esta herramienta para brindar apoyo empírico al paradigma co-
pernicano durante la crisis del paradigma ptolemaico. El modelo ptole-
maico hace uso de observaciones “a ojo desnudo”, en parte porque esa
era la manera de trabajar de los astrónomos que dieron origen a ese
paradigma. En contrapartida, Galileo introduce una herramienta no-
vedosa, prácticamente inventada por él, a la cual se le atribuye la capa-
cidad de brindar evidencias que desafían las creencias adoptadas por
la gran mayoría de los astrónomos durante casi dos mil años. ¿Cómo
reaccionarían esos astrónomos y astrónomas frente a tales evidencias
novedosas? ¿Cómo sería adecuado reaccionar?
Al considerar esta pregunta recordemos que el telescopio, que en la
actualidad se considera una herramienta inseparable de la astrono-
mía, era prácticamente desconocido en aquel entonces. A modo de
analogía, imaginemos que alguien dijera hoy que el cielo en realidad

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 127


es púrpura y, para demostrarlo, presentara un curioso aparatito que al
apuntarlo hacia el cielo hiciera que el firmamento se viera de ese color.
La mayoría de nosotros no creería (o, al menos, no en un primer mo-
mento) que estamos accediendo a datos empíricos novedosos, antes
ocultos para nosotros, Posiblemente creeríamos que alguien diseñó un
aparato extraño con el expreso propósito de engañarnos, pensaríamos
que es el dispositivo el que hace que veamos de color púrpura el cielo.
De un modo similar reaccionaron los astrónomos ptolemaicos frente
a la evidencia de Galileo. El punto que queremos señalar es que, des-
de una perspectiva kuhniana, tal resistencia no se debió a un espíritu
oscurantista, anticientífico o retrógrado. Se debió más bien a que los
astrónomos, como todos los científicos, organizaban su labor en base a
los preceptos implícitamente pautados por su paradigma. Y que entre
tales preceptos figuraban las técnicas adecuadas para obtener infor-
mación en cada campo, qué instrumentos eran “confiables” y, por omi-
sión, cuáles no, etcétera:
Ahora bien, esto nos lleva a un problema muchísimo más general que
el telescopio de Galileo. Y es el siguiente: si dos paradigmas pueden
disentir incluso en algo tan sensible para la evidencia empírica como
puede ser el uso de un telescopio, ¿cómo hacen los científicos para
comparar los paradigmas? ¿Cuál es la base de evidencia a la que apelan
para poder determinar cuál es mejor? La respuesta es que, en última
instancia, los paradigmas suelen ser inconmensurables entre sí. Con
esto queremos decir que simplemente no existe una base neutral, ob-
jetiva, desde la cual se puedan comparar dos (o más) paradigmas en
pugna. En esto, Kuhn retoma las críticas a la base empírica que ofrecen
autores como Popper y Hanson. Como vimos en el capítulo anterior,
tanto los enunciados que utilizan los científicos al describir lo que ob-
servan, como la observación misma, están cargados de compromisos
teóricos. Y esto no aplica solamente a las observaciones en que se uti-
liza un instrumento que no es aceptado por ambos paradigmas, como
sucedía con el telescopio. La observación realizada a simple vista está
cargada de teoría.
Volvamos al ejemplo de Hanson que mencionamos en la sección 4.3:
¿ven Tycho Brahe y Johannes Kepler lo mismo al amanecer? Brahe, que
aún se aferra al paradigma ptolemaico, verá el Sol moviéndose alrede-
dor de una Tierra inmóvil. Kepler verá, en cambio, la Tierra desplazán-
dose alrededor de un Sol estacionario. Y ambas observaciones se harán
a ojo desnudo, sin utilizar ningún instrumento. Otra forma de plantear
esta idea es que los paradigmas son inconmensurables porque no es
posible hacer observaciones científicas sin presuponer las pautas plan-
teadas por algún paradigma. Una vez más, eso se desprende de la mis-
ma propuesta kuhniana: si este tipo de observaciones son un producto
de la práctica científica, y toda práctica científica se desarrolla bajo los

128 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


lineamientos de un paradigma, no es posible observar sin adoptar los
compromisos de algún paradigma. Por ello no existe una base neutral,
objetiva, desde la cual comparar paradigmas. Siempre que se compa-
ran paradigmas, se lo hace presuponiendo una matriz disciplinar espe-
cífica (y, generalmente, desde uno de los paradigmas que están siendo
comparados).
Kuhn argumenta que la competencia entre paradigmas no es el tipo
de contienda que pueda resolverse por medio de la observación o de
pruebas experimentales. Los partidarios de paradigmas rivales sue-
len fracasar en el intento de hacer cambiar los puntos de vista de los
demás en tanto ninguno de los contendientes dará por sentadas las
asunciones no empíricas que necesita el otro para poder desarrollar su
argumento. Es decir, los partidarios de paradigmas en competencia no
consensúan cuáles son los problemas que el paradigma debe resolver,
tampoco cuáles son las reglas que deben seguirse para resolver esos
problemas, ni cuáles son las explicaciones satisfactorias.
En el nuevo paradigma, los hechos considerados relevantes entran en
relaciones diferentes unos con otros y si bien los nuevos paradigmas
nacen de los antiguos e incorporan ordinariamente gran parte de su vo-
cabulario y de sus artefactos, es raro que empleen esos elementos pres-
tados exactamente del mismo modo que el paradigma tradicional. De
modo que, concluye Kuhn (1962 [2006)), quienes defienden paradigmas
distintos investigan en mundos diferentes. Al practicar sus profesio-
nes en mundos diferentes, los grupos de científicos y científicas ven
cosas distintas cuando miran lo mismo. Esto no quiere decir que ven
lo que quieren ver; ambos miran el mismo mundo, pero en ciertos as-
pectos ven cosas diferentes y las ven en relaciones distintas unas con
otras. Por eso, para Kuhn, para que los científicos de paradigmas dis-
tintos puedan llegar a comunicarse deben aprender a ver el mundo de
la manera en que el nuevo paradigma lo presenta, experimentar esta
conversión en la que consiste el cambio de paradigma. Precisamente
porque es una transición entre enfoques inconmensurables, la tran-
sición no puede llevarse a cabo paso a paso, forzada por la lógica y la
evidencia empírica neutral.
¿Cómo logran, entonces, algunos científicos del nuevo paradigma
convertir a los partidarios del anterior? Probablemente el logro más
importante que plantean quienes proponen un nuevo paradigma es
la capacidad para resolver de manera más satisfactoria los problemas
que condujeron el paradigma anterior a la crisis. Además, si el nuevo
paradigma muestra una mayor precisión cuantitativa que la de su pre-
decesor o si permite predecir fenómenos totalmente insospechados,
muy probablemente tenga éxito en conseguir mayor cantidad de ad-
herentes, Pero Kuhn menciona otro tipo de consideración que puede
conducir a los científicos a rechazar un paradigma y convertirse a otro

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 129


nuevo. Son argumentos que raramente se formulan explícitamente y
que aluden al sentido que tienen los investigadores e investigadoras
“de lo que es apropiado y de lo estético: se dice que la nueva teoría es
“más neta, “más apropiada' o más sencilla' que la antigua” (Kuhn, 1962
[2006]: 241).

5.3. El papel de los valores cognitivos


en la decisión teórica
Ahora bien, si los paradigmas son inconmensurables, si es imposible
decidir unívocamente cuándo un paradigma es mejor que otro, ¿cómo
eligen los científicos un paradigma? ¿Cómo se producen, de hecho, las
revoluciones científicas? Este es uno de los puntos más complejos de la
propuesta de Thomas Kuhn, y uno de los que le valió una mayor canti-
dad de objeciones, tanto por autores de la concepción heredada, como
Popper, como por otros historicistas, como Lakatos. Dijimos que los
paradigmas no entran en crisis debido a algún experimento crucial o
a alguna predicción que no se cumple. Entran en crisis debido a que la
comunidad científica pierde la confianza generalizada en su capacidad
para resolver rompecabezas. Asimismo, las revoluciones científicas no
ocurren cuando tiene lugar un experimento crucial que brinda apoyo a
una teoría, ni cuando se lleva adelante algún descubrimiento especial-
mente importante. Estos fenómenos ocurren y sin lugar a duda pueden
ayudar a que se dé una revolución, pero, en sentido estricto, lo que
concreta el cambio paradigmático es la “confianza” que esa propuesta
genera (tal vez, gracias a los mencionados experimentos y descubri-
mientos). Desde un punto de vista histórico y sociológico, esto puede
parecernos bastante claro: la revolución se consuma cuando los cien-
tíficos comienzan a trabajar masivamente en'el nuevo paradigma, y
esta migración al nuevo paradigma se produce porque confían en su
potencial explicativo.
Desde un punto de vista lógico, si se piensa qué tan justificado está
el cambio de paradigma, esta explicación puede resultar problemáti-
ca. Pues, como de hecho le objetaron a Kuhn, podría decirse que lo
que termina propiciando las revoluciones científicas no son cuestiones
como la correcta justificación, el acercamiento a la verdad, o la bús-
queda del conocimiento. Lo que termina propiciando el cambio histó-
rico de la ciencia pareciera reducirse a una cuestión subjetiva, como
la popularidad de una teoría, o la “fe” que se tiene en un paradigma o,
incluso peor, la presión que ejercen los pares dentro de una comuni-
dad y hasta la mera psicología de masas (cómo los individuos cambian
su comportamiento de acuerdo al grupo que integran). ¿Basta acaso
con que unos cuantos investigadores prestigiosos sostengan que hay
que adoptar un paradigma dado para que todos los científicos jóvenes

130 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


comiencen a usarlo? ¿No termina siendo esta una concepción total-
mente “anticientífica” del desarrollo científico?
Kuhn responde a estas objeciones destacando las diversas razones
que pueden influir en la decisión de adoptar uno u otro paradigma.
Diferenciaremos esas motivaciones en dos tipos: “epistémicas” y “no
epistémicas”. Kuhn acepta que, en la historia de la ciencia, factores
no relacionados directamente con la práctica científica pueden tener
un rol importante en la adopción o abandono de un paradigma. Por
ejemplo, antes mencionamos que Kepler adopta la teoría de Copérni-
co por razones que podrían considerarse más personales que estricta-
mente científicas, En particular, ciertas creencias religiosas de Kepler
lo condujeron a considerar que el Sol debía atraer a los planetas, y que
debía hacerlo con base en proporciones matemáticas precisas y acce-
sibles al intelecto humano. Estas apreciaciones no cognitivas pueden
haber influenciado la decisión de Kepler de desarrollar su enfoque as-
tronómico adoptando el marco copernicano, más afín a su visión que
el modelo ptolemaico. Por otro lado, mencionamos al pasar que Galí-
leo difundió de manera propagandística las ideas de Copérnico. Sí bien
esta difusión incluía la presentación de evidencia empírica novedosa
obtenida con el telescopio, Galileo también acudía a la persuasión de
figuras prominentes en la política y la cultura de la época para que ha-
blasen en favor del paradigma copernicano. En contrapartida, el mero
peso y prestigio de la tradición, su aprobación por parte de las autori-
dades cristianas, así como el terror que generaban las condenas ecle-
siásticas que de hecho recibieron figuras como Copérnico o Galileo,
podrían considerarse como factores no cognitivos que beneficiaban al
paradigma ptolemaico.
Debido a la inconmensurabilidad entre los paradigmas, Kuhn acepta
que en los momentos de crisis pueden utilizarse métodos de persua-
sión basados en valoraciones que no emergen de la práctica científi-
ca, que no surgen de la forma de investigar de los científicos, sino que
constituyen apreciaciones externas a la ciencia, es decir, no epistémi-
cas. Ejemplos de este tipo de valoraciones podrían estar relacionadas
con las bondades de la popularidad o de la tradición (“es bueno inno-
var”, “es bueno preservar la tradición”), con la aprobación de cierto pa-
radigma por parte de figuras prominentes que no son de la disciplina
en cuestión (“se deben defender las concepciones promovidas por per-
sonas poderosas”), o incluso con la asociación de una idea novedosa
con algo peligroso o revolucionario (“no se deben adoptar teorías que
pongan en riesgo la vida social” en contraposición a “se deben adoptar
las teorías que permitan transformar la sociedad”), etcétera.
Respecto a esto último, el paradigma ptolemaico entra en crisis en
Europa durante el comienzo del Renacimiento, un período histórico que
tuvo lugar entre los siglos XV y XVI aproximadamente, y en el cual los

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 131


intelectuales de diversas áreas buscaron desafiar activamente los pre-
supuestos heredados por la tradición eclesiástica medieval.
Sin embargo, Kuhn también destaca que estos valores no cognitivos no
son los únicos ni, en general, los determinantes para la adopción de un
nuevo paradigma. Pues, como mencionamos al comienzo de este capí-
tulo, la investigación guiada por un paradigma presupone la aceptación
de una serie de compromisos, de un conjunto de valores internos a la
práctica científica misma, tanto dentro de una misma comunidad cien-
tífica como entre los miembros de diversas comunidades. Los valores
cognitivos presupuestos por una determinada matriz disciplinar cons-
tituyen apreciaciones metateóricas, más relacionadas con los criterios
que debe satisfacer un marco teórico para ser considerado buena cien-
cia en un determinado momento histórico. Algunos de estos valores
incluyen la idea de que las teorías deben ser precisas, consistentes y
lo más simples posible. También forma parte de los valores cognitivos
la idea de que una teoría debe predecir nuevos fenómenos y que debe
hacerlo de una forma específica. Asimismo, se consideran preferibles
aquellas teorías que resulten compatibles con otras teorías vigentes.
Los valores cognitivos, por lo tanto, dan algunas herramientas para
comparar paradigmas. En particular, Kuhn señala que, sin importar
la popularidad y apoyo externo que reciba un enfoque, los científicos
suelen apreciar aquellas teorías nuevas que son capaces de explicar
y predecir, en forma precisa y replicable, fenómenos que sus teorías
rivales no pudieron abordar, o propuestas novedosas que parecen in-
tegrar y unificar fenómenos que antes se consideraban inconexos, por
ejemplo. La revolución copernicana parece dar apoyo a esta idea: la
sustitución del paradigma ptolemaico por el copernicano se produce
con los aportes de Kepler y Newton precisamente porque ellos logra-
ron ofrecer una explicación matemática precisa y cualitativamente
sencilla del tipo de fenómenos que venían intrigando a los astrónomos
por milenios (tales como las retrogradaciones, y el movimiento de los
cuerpos en la Tierra).
Por otro lado, tanto la astronomía de Kepler como la física de Newton
unifican dos mundos que antes se encontraban disociados: el mundo
sublunar y el mundo supralunar. La teoría de la gravitación universal
no solamente permite fundamentar por qué los planetas se comportan
siguiendo las leyes keplerianas, sino también por qué los objetos se
comportan de manera específica en la Tierra. El mismo tipo de leyes
físicas -por ejemplo, la ley de gravitación universal- explican tanto el
movimiento de los objetos en la Tierra como de los cuerpos celestes.
De esta manera ya no hace falta postular dos sectores en el espacio, y
se pueden explicar los movimientos de los objetos de la región sublu-
nar y de la supralunar apelando al mismo tipo de principios. Así, la
adecuación empírica -la capacidad del paradigma para articular sus

132 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


afirmaciones con la naturaleza- y el poder de síntesis del enfoque co-
pernicano -es decir, su habilidad para integrar fenómenos que antes se
consideraban disociados seguramente fueron valores cognitivos con-
templados por los investigadores al optar por el modelo copernicano.
Para Kuhn, la influencia que ejercen las valoraciones en la decisión
teórica lo vuelve a distanciar fuertemente de la concepción heredada.
En primer lugar, a diferencia de lo que propone la epistemología clási-
ca con su análisis de la contrastación de hipótesis, el proceso que lleva
adelante un científico o una científica al escoger entre paradigmas en
disputa no es un proceso mecánico, no puede describirse como un pro-
ceso que obedece a reglas específicas independientes del investigador
y del contexto sociohistórico en el que se encuentra inmerso. Los cien-
tíficos no siguen una receta o algoritmo al momento de decidir entre
teorías dado que incluso aunque compartieran las valoraciones episté-
micas (y no epistémicas) podrían interpretar cada uno de estos valores
de maneras distintas o aplicarlos de manera diferente. Si no existe un
algoritmo universal, unívoco y objetivo que permita a un científico ele-
gir una teoría, el análisis lógico deja de ser una herramienta idónea
para abordar el desarrollo científico.
En segundo lugar, al sostener que en la decisión teórica los científicos
se encuentran guiados por valoraciones, Kuhn incorpora elementos
que el enfoque clásico intencionalmente dejaba fuera de la evaluación
de las teorías científicas empíricas. Y es que los enunciados normati-
vos, que expresan lo que es moral o cognitivamente bueno o deseable,
no tienen contenido empírico, dado que no describen situaciones del
mundo real y por lo tanto no es posible extraer consecuencias obser-
vacionales que permitan evaluarlos. Pensemos en los valores cogniti-
vos que mencionamos “se debe elegir la teoría más simple” o “se debe
elegir la teoría que prediga con mayor precisión los fenómenos”. Estas
valoraciones, como todos los enunciados normativos, no describen si-
tuaciones que suceden de hecho, más bien prescriben lo que es bueno
o deseable. No siempre los científicos eligen las teorías más simples
(¿es más simple la descripción de la célula que damos en la actualidad
que la que se ofrecía en el siglo XVIII?, ¿es más simple la concepción
del átomo que se defiende hoy en día en comparación con la noción de
átomo de Demócrito?). No siempre las teorías científicas exitosas rea-
lizan predicciones precisas (la teoría de la selección natural de Darwin
no es capaz de predecir qué adaptaciones tendrán los miembros de
una especie determinada, por ejemplo).
Los valores epistémicos describen lo que los científicos consideran de-
seable, no afirman que algo es de determinada manera, sino que sería
bueno o beneficioso que se dé cierto estado de cosas. La dirección de
la fundamentación de los enunciados normativos es exactamente la
inversa de la que se da en los enunciados descriptivos: mientras la re-

CAPÍTULO 5. EL DESARROLLO CIENTÍFICO A TRAVÉS DE REVOLUCIONES... 133


lación de fundamentación de las proposiciones empíricas va del mun-
do al lenguaje, el fundamento de las valoraciones, de los enunciados
normativos, va del lenguaje al mundo. Los hechos pretenden motivar
o fundamentar la verdad de los enunciados informativos, de las propo-
siciones empíricas, mientras que es el lenguaje el que ordena, el que
prescribe, cómo tiene que ser el mundo en el caso de las valoraciones,
En la tercera parte de este libro profundizaremos en estas cuestiones,
dado que la siguiente tradición filosófica que analizaremos cuestio-
na explícitamente esta dicotomía entre hechos y valores presupuesta
por la concepción heredada. Como veremos, la filosofía política de la
ciencia muestra cómo en muchas investigaciones científicas es posible
notar que más que una dicotomía existe una imbricación entre des-
cripciones y prescripciones, y que enunciados científicos pretendida-
mente informativos muchas veces incorporan elementos valorativos.
Por el momento basta con afirmar que la incorporación de elementos
normativos a la decisión teórica entra en conflicto con la concepción
clásica que describe los procesos de contrastación de hipótesis como
evaluaciones en las que el rechazo o aceptación de una teoría se realiza
sobre la base solamente de la lógica y la evidencia empírica (es decir,
de enunciados descriptivos). Contrariamente, para Kuhn, a falta de
una base empírica neutral, al decidir entre paradigmas! alternativos los
científicos tienen en consideración enunciados que carecen de conte-
nido empírico, enunciados infalsables, tales como las valoraciones. Ya
sean propias de la ciencia o externas a ella, las valoraciones que guían
la transición de un paradigma a otro carecen de fundamentación em-
pírica en tanto no son enunciados descriptivos, sino enunciados nor-
mativos, es decir, enunciados cuya corrección no puede ser evaluada
en relación con el mundo.

134 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Capítulo 6

El desarrollo científico
y la competencia entre
programas de investigación:
Imre Lakatos

Concluiremos esta parte del libro considerando las ideas principales


de otro filósofo historicista de la ciencia, Imre Lakatos. Al igual que
Kuhn, Lakatos (1970) considera que la historia de la ciencia muestra
que el desarrollo científico se produce por medio de la competencia de
enfoques rivales. Sin embargo, a diferencia de Kuhn, Lakatos comparte
con la concepción heredada -en particular con Karl Popper- la creen-
cia de que el cambio teórico es un proceso eminentemente racional,
es decir, que existen criterios objetivos que permiten a los científicos
decidir cuándo una teoría es mejor que otra. En este sentido, podría-
mos considerar que la propuesta de Lakatos busca combinar los mejo-
res elementos de estas dos posiciones. Por un lado, busca recoger los
aspectos históricos que Kuhn considera fundamentales para pensar el
desarrollo científico. Pero, por otro lado, busca incorporar el espíritu
racionalista del falsacionismo popperiano para evitar caer en el tipo
de problemas que mencionamos en la sección anterior. En particular,
Lakatos critica a Kuhn la incorporación de elementos subjetivos en su
explicación del desarrollo científico, tales como la fe o la psicología
de masas para dar cuenta de las revoluciones científicas. En contra-
posición a la noción kuhniana de desarrollo revolucionario, Lakatos
defiende la idea de que la ciencia avanza por medio de la falsación de
teorías científicas: aquellas teorías que tienen mayor contenido empí-
rico refutan a las más antiguas, con menor cantidad de consecuencias
observacionales corroboradas. Así, veremos que Lakatos adopta una
variante sofisticada del falsacionismo donde las hipótesis individuales
ya no son falsadas por enunciados básicos, como defiende Popper, sino
que son los programas de investigación los que se refutan entre sí a la
luz de la evidencia empírica.

6.1. El falsacionismo sofisticado de Lakatos


Para Popper, como vimos, un enunciado se considera científico cuando
es posible deducir de él una serie de consecuencias observacionales o
enunciados básicos que permitan falsarlo. Ahora bien, Lakatos (1970)
señala que si este criterio se adoptara al pie de la letra muchas de las
teorías más aceptadas y utilizadas dejarían de ser científicas dado que
las leyes científicas no siempre entran en conflicto con enunciados em-
píricos básicos. Por ejemplo, la física newtoniana no parece prohibir
ningún estado de hechos observable, no parece dar lugar a una impli-
cación contrastadora que permita falsarla indefectiblemente.
Para ilustrar esta cuestión Lakatos propone tratar de imaginar qué haría
un científico newtoniano ante la observación de un movimiento plane-
tario anómalo. El científico, al observar que el movimiento de un pla-
neta no se adecua a las leyes newtonianas, ¿interpretaría que la teoría
de Newton prohíbe que ese movimiento planetario se produzca, que el
comportamiento de dicho planeta refuta a la física newtoniana? Segu-
ramente no; pensaría, en cambio, que existe algún otro cuerpo celeste
que perturba la órbita del planeta observado, calcularía la masa y la ór-
bita de dicho cuerpo, y luego le pediría a un astrónomo experimentado
que trate de registrarlo. Pero quizás ese cuerpo sea tan pequeño que
no pueda ser observado con el telescopio disponibley entonces el as-
trónomo aplicaría a una beca para construir un telescopio aún más po-
deroso. Aunque el nuevo telescopio no permitiera observar el cuerpo
celeste perturbador, el científico no abandonaría la teoría newtoniana,
sugeriría alguna nueva hipótesis (ad hoc) que dé cuenta de lo sucedido,
por ejemplo, que una nube cósmica impide visualizar el origen de la
distorsión, y así sucesivamente.

Esta historia sugiere fuertemente que incluso la más respetada teoría


científica, como la dinámica y la teoría gravitacional de Newton, pue-
de fallar al prohibir algún estado de hechos observables. Es más, algu-
nas teorías científicas prohíben la ocurrencia de un evento en alguna
región espaciotemporal finita y específica (0 brevemente, un “evento
singular”) solo con la condición de que ningún otro factor [...] tenga
alguna influencia en dicho evento. Pero, entonces, tales teorías nunca
contradicen por sí solas un enunciado “básico”. [...] Dicho de otra ma-
nera, algunas teorías se interpretan como conteniendo una cláusula

136 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


ceteris paribus: en tales casos es siempre una teoría específica en con-
junción con esta cláusula la que puede ser refutada. Sin embargo, tal
refutación es inconsecuente para la teoría específica que está siendo
evaluada dado que, reemplazando la cláusula ceteris paribus por una
diferente, la teoría específica siempre puede ser conservada indepen-
dientemente del resultado de la evaluación (Lakatos, 1970: 101-102.
Nuestra traducción).
En otras palabras, retomando la objeción del holismo de la contras-
tación, toda teoría o hipótesis puede ser salvada de la falsación alu-
diendo a algún supuesto auxiliar, en este caso, a alguna cláusula que
establezca que “cierta consecuencia observacional se producirá siem-
pre y cuando la evaluación se produzca en “condiciones normales”. Si
esas condiciones no se dan, es racional que el científico o la científica
decidan llevar adelante un nuevo experimento, responsabilizando a las
condiciones de experimentación por la aparente falsación.
De modo que en un punto de acercamiento con Kuhn, Lakatos señala
que muchas teorías persisten y son defendidas incluso cuando hacen
predicciones erróneas o resultan incapaces de explicar fenómenos
relevantes (situación que ameritaría el abandono de la teoría para el
falsacionismo estricto popperiano). Lakatos vuelve a traer a colación
el hecho de que la astronomía copernicana logra sobreponerse a las
(aparentes) refutaciones del enfoque ptolemaico. Por ejemplo, a pesar
de no poder dar respuesta al problema del paralaje -esto es, el hecho de
quelas “estrellas fijas” "nocambiansusposicionesaparentesdelmodoque
deberían hacerlo si la Tierra se moviese- el heliocentrismo continuó
disputando la hegemonía al enfoque geocentrista. Si las comunidades
científicas de hecho conservan teorías a pesar de enfrentarse con di-
versos casos refutatorios, entonces el criterio de demarcación poppe-
riano no refleja adecuadamente lo que de hecho entendemos como
“científico”. Así, Lakatos propone que no se debe entender una falsa-
ción como un desacuerdo entre una hipótesis aislada y un enunciado
básico que se deduce de ella, sino en términos de competencia entre
programas de investigación. La falsación entonces ya no involucra una
relación diádica entre una hipótesis y su consecuencia observacional,
sino una competencia triádica entre teorías rivales y experimentación.

De hecho, no es difícil observar que al menos dos características del


[...] falsacionismo son claramente disonantes respecto del desarrollo
científico real que exhibe la historia de la ciencia: que (1) una eva-
luación es -o debe ser- una lucha de a dos entre la teoría y la expe-
rimentación, de manera tal que en la confrontación final solamente
estos dos elementos se enfrentan uno al otro; y (2) el único resultado
interesante de esa confrontación es la falsación (concluyente): ”[los
únicos genuinos] descubrimientos son las refutaciones de hipótesis

CAPÍTULO 6. EL DESARROLLO CIENTÍFICO Y LA COMPETENCIA... 137


científicas”. Sin embargo, la historia de la ciencia sugiere que 1) las
evaluaciones son luchas entre -al menos- dos teorías rivales y la ex-
perimentación, y 2) algunos de los experimentos más interesantes
resultan en, prima facie, una confirmación antes que en una falsación
(Lakatos, 1970: 115, Nuestra traducción).
A estas teorías científicas alternativas que compiten entre sí Lakatos
las denomina “programas de investigación científica” (PIC). Los PIC
están compuestos por dos elementos. Por un lado, el núcleo firme (o
núcleo duro, o central) que está conformado por las principales tesis
del programa de investigación. Se trata de aquellas afirmaciones que
no pueden modificarse sin abandonar la teoría y que son, en la prác-
tica, postuladas más que demostradas. En este sentido, las afirmacio-
nes nucleares son metodológicamente infalsables en tanto los científicos
deciden protegerlas de la falsación a toda costa. La tesis de que la
Tierra se encuentra inmóvil en el centro del sistema solar puede consi-
derarse una hipótesis nuclear del programa ptolemaico, mientras que
la afirmación de que el Sol es el centro del sistema solar constituye
una afirmación nuclear del programa copernicano. Por otro lado, el
núcleo de un programa de investigación se encuentra protegido por
un cinturón de supuestos auxiliares que, en sintonía con el holismo de
la contrastación, pueden modificarse las veces que haga falta cuando
no se cumplan las consecuencias observacionales. En este sentido, el
cinturón protector tiene una doble función: por un lado, dotar de con-
tenido empírico a las hipótesis nucleares por medio de la derivación de
consecuencias observacionales, y por otro, proteger al núcleo, es decir,
en el caso de que las consecuencias observacionales no se produzcan,
el cinturón posibilita realizar las modificaciones necesarias en los su-
puestos auxiliares que permitan rescatar las hipótesis de la falsación.
Recordemos la aparente falsación del enfoque heliocentrista men-
cionada en el apartado 4.2. La hipótesis de que el Sol es el centro del
universo y la Tierra se mueve a su alrededor fue desafiada por la idea
de que si la Tierra se moviera los objetos deberían salir despedidos,
al igual que sale despedida una piedra cuando la apoyamos sobre una
rueda de carreta en movimiento. Como vimos, esta creencia de que los
objetos mantienen con el planeta Tierra una relación semejante a la
que mantiene una piedra con una rueda de carreta funcionaba a modo
de supuesto auxiliar que permitía derivar como implicación contrasta-
dora que los objetos saldrían despedidos de la faz de la Tierra. Siguien-
do al falsacionismo sofisticado, los astrónomos heliocentristas pudie-
ron elegir modificar estos tipos de supuestos auxiliares que conforman
el cinturón protector de su PIC con el fin de proteger de la falsación a
las hipótesis nucleares, De esta manera, al negar que los objetos man-
tengan con la Tierra una relación semejante a la que mantiene una pie-
dra con una rueda -en tanto, por ejemplo, la masa de los objetos es

138 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


despreciable respecto a la masa de la Tierra- fue posible conservar la
hipótesis central de que la Tierra se mueve.

6.2. La racionalidad del cambio científico


Ahora bien, Lakatos plantea que al desarrollar sus PIC los científicos
obedecen a dos heurísticas, es decir, a dos estrategias de búsqueda de
información, de evidencia empírica. De acuerdo con la heurística po-
sitiva el científico debe nutrir el cinturón protector con los supuestos
auxiliares que hagan falta para extraer la mayor cantidad de conse-
cuencias observacionales que den contenido empírico al programa de
investigación, De acuerdo con la heurística negativa, cuando la heurís-
tica positiva da lugar a algún enunciado básico que entra en conflicto
con las afirmaciones nucleares, el investigador debe dirigir el peso del
modus tollens hacia las hipótesis auxiliares del cinturón protector (bási-
camente, utilizando alguna hipótesis ad hoc que responsabilice por la
falsación a alguno de los otros enunciados del cinturón protector). Es
decir, el investigador nunca debe modificar, refutar o considerar falsas
las tesis que forman el núcleo firme de un PIC. Por ejemplo, si las me-
diciones del paralaje parecen refutar el PIC copernicano, la heurística
negativa indicará a sus adherentes retener las tesis centrales del helio-
centrismo y responsabilizar por el resultado de la falsación a alguna de
las hipótesis auxiliares. Luego, la heurística positiva recomendará a los
investigadores proponer nuevas hipótesis auxiliares que resguarden el
PIC de este tipo de falsaciones (como de hecho hizo Copérnico, al soste-
ner que la lejanía de las estrellas fijas impedía que los instrumentos de
la época pudiesen registrar el paralaje). Vemos entonces cómo Lakatos
enriquece el análisis lógico de las contrastaciones que caracteriza la
concepción heredada, al mismo tiempo que suma las consideraciones
históricas que caracterizan la posición de Kuhn.
Lakatos considera que, dado un momento determinado del desarro-
llo científico, un PIC puede encontrarse en un estado progresivo o en
uno regresivo. Un PIC será progresivo cuando es capaz de dar lugar a
predicciones nuevas e inesperadas, es decir, a nuevas implicaciones
contrastadoras que permiten corroborar las hipótesis nucleares. Sin
embargo, cuando predicciones no se cumplen y conducen a realizar
continuamente modificaciones ad hoc de los supuestos auxiliares, es
decir cuando el programa es incapaz de aumentar su contenido empí-
rico, se considera que el PIC entra en una etapa regresiva. Podría afir-
marse que el enfoque ptolemaico se encontraba en una fase regresiva
cuando surgió el modelo copernicano, en tanto todo desajuste entre
la teoría y la observación se resolvía añadiendo nuevos movimientos
planetarios circulares sobre las órbitas que ya se habían postulado pre-
viamente para explicarlos.

CAPÍTULO 6. EL DESARROLLO CIENTÍFICO Y LA COMPETENCIA... 139


En contraposición a Kuhn, Lakatos considera que esta distinción
entre PIC progresivos y regresivos pueden utilizarse para dar lo que
para él constituiría una explicación más racional del cambio cientí-
fico. Cuando una sucesión de falsaciones hace que un programa de
investigación se vuelva regresivo y surge un nuevo programa progre-
sivo capaz de explicar los problemas de su competidor, los científicos,
señala Lakatos, comenzarán a trabajar masivamente en el enfoque
que sea progresivo. Asimismo, la propuesta de Lakatos pretende ha-
cer más abordable el problema de la elección entre teorías en com-
petencia, pues los PIC (a diferencia de los paradigmas kuhnianos) no
son inconmensurables. Los programas de investigación nuevos pue-
den falsar a los más viejos. Para Lakatos, no solamente es racional
que un científico salve una teoría prometedora de la falsación, sino
que las falsaciones se producen cuando aparece una nueva teoría con
mayor contenido empírico corroborado (es decir, capaz de dar lugar
a una mayor cantidad de implicaciones contrastadoras). De modo que
los investigadores escogen racionalmente entre teorías, y la ciencia
avanza por medio de la falsación del PIC: un programa P refuta a
otro programa P, cuando: 1) P” tiene un mayor contenido empírico
que P, es decir, predice nuevos hechos improbables a la luz de P; 2) P'
es capaz de explicar el éxito previo de P, es decir, incluye el contenido
no falsado de P y 3) algo del contenido empírico excedente de P', es
decir, la nuevas predicciones y observaciones a las que da lugar, se
encuentra corroborado (Lakatos, 1970)...
Sin embargo, Lakatos también advierte, en contra de lo que Popper y
otros defensores de la concepción heredada podrían considerar, que
la metodología de los PIC no ofrece una “racionalidad instantánea”.
En la medida en que la heurística negativa torna el núcleo firme como
irrefutable, los PIC nunca resultan estrictamente refutados, sino tan
solo abandonados. La comunidad científica puede demorar años en
reconocer que un PIC se ha tornado regresivo, e incluso en tales situa-
ciones Lakatos considera que puede haber cierta virtud intelectual en
intentar aferrarse a un PIC regresivo para intentar volverlo progresivo.
De este modo, busca combinar el tipo de análisis lógico característico
de la concepción heredada con los principales elementos del enfoque
historicista. Si bien acepta que la práctica efectiva de la ciencia des-
miente posiciones como el falsacionismo popperiano, critica como
“irracional” y “mitológica” la explicación ofrecida por Kuhn. Esto pue-
de verse principalmente en que, a diferencia de lo que este autor sos-
tiene, Lakatos se compromete con la idea de que la ciencia avanza en
una acumulación progresiva de conocimiento, precisamente gracias a
la sucesiva adopción de PIC progresivos.

140 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Segunda parte

Resumen

En esta segunda parte del libro vimos algunas de las objeciones que
recibe el enfoque clásico desde el historicismo. Más puntualmente,
vimos cómo la historia de la ciencia muestra que no es posible distin-
guir tan claramente entre contexto de descubrimiento y contexto de
justificación. Que los descubrimientos se consideran tales una vez que
los científicos logran dar una explicación de los nuevos hallazgos. Es
decir, el descubrimiento se produce una vez que hay una justificación
que da cuenta de las novedades encontradas. También vimos que no
es posible refutar hipótesis aisladas, que siempre es posible salvar una
hipótesis de la falsación y que en realidad muchas teorías conviven con
aparentes falsaciones. Además, remarcamos que todos los enunciados
científicos e inclusive las observaciones se encuentran cargadas de teo-
ría. Al realizar observaciones los científicos se encuentran guiados por
la teoría que adoptan al investigar, y es esta teoría la que hace que vean
el mundo de cierta manera.
Teniendo en mente estas objeciones, el historicismo pone de relieve
que el desarrollo científico no consiste tanto en una confrontación de
hipótesis con la evidencia empírica, sino, más bien, en una compe-
tencia entre teorías científicas. Así, para Thomas Kuhn el desarrollo
científico puede analizarse en términos de una secuencia de estadios,
partiendo de la etapa preparadigmática, pasando por la ciencia nor-
mal (guiada por un paradigma), luego el estadio de crisis y, seguido,
el período revolucionario. El progreso científico puede hallarse tan-
to de manera acumulativa en ciencia normal (en donde se acumulan
soluciones a los rompecabezas) como de manera no acumulativa, o
discontinua, a través de revoluciones (en las que se establecen nuevos
paradigmas, inconmensurables con los anteriores). En cuanto al abor-
daje de Lakatos, la ciencia avanza por medio de la competencia entre
programas de investigación. Un programa logra falsar'a otro cuando
supera la capacidad explicativa, predictiva y el contenido empírico de
su competidor.
En la próxima parte nos detendremos en la filosofía política de la
ciencia. Para este abordaje los científicos no solamente son sujetos
históricos, sino también políticos. En este sentido, al proponer hipó-
tesis o al escoger entre teorías científicas alternativas, los investiga-
dores no solamente tienen en cuenta valores epistémicos (tales como
capacidad para resolver problemas, simplicidad, elegancia, etcétera),
sino que también se encuentran guiados por valores propios de su cul-
tura, como las valoraciones de sexo o género propias de la cultura en
la que fueron educados o los valores propios de las instituciones que
financian sus investigaciones.

142 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


TERCERA PARTE

La filosofía política
de la ciencia
Tercera parte

Presentación

Repasemos brevemente el recorrido realizado hasta acá. En la primera


parte del libro vimos que la epistemología clásica defiende que la carac-
terística principal de la investigación científica está dada por la forma
en que los científicos (individualmente) ponen a prueba sus hipótesis.
Como vimos, la concepción clásica distingue al menos dos momentos
en la investigación: una etapa en la cual al científico se le ocurre una
nueva hipótesis, y el momento en el que la pone a prueba. La idea es
que estas etapas no solamente se diferencian temporalmente, sino que
tienen características distintivas: mientras que en el contexto de des-
cubrimiento el proceso es eminentemente creativo -es decir, no existe
un conjunto de reglas o algoritmo que permita descubrir nuevo conoci-
miento-, en el contexto de justificación sí existe un proceso lógico (ra-
cional) que permite evaluar hipótesis. De esta manera, más allá de que
existen importantes diferencias entre autores como Hempel y Popper,
ambos acuerdan en que lo que en última instancia determina que una
hipótesis se descarte o acepte es que se den ciertas relaciones lógicas
entre enunciados descriptivos o proposiciones.
Podría afirmarse, entonces, que la concepción clásica realiza un én-
fasis en la racionalidad de la puesta a prueba de hipótesis, en tanto
que en este proceso solamente intervienen la lógica y la evidencia em-
pírica. Al no contemplar otros aspectos que podrían influir en la ma-
nera en que el investigador pone a prueba sus hipótesis, sería posible
sostener que el científico se considera un sujeto en gran medida uni-
versal y transhistórico, Sea cual fuere el momento en que el investiga-
dor haya evaluado una determinada afirmación, los procedimientos
utilizados para evaluar sus creencias son exactamente los mismos:
formular una hipótesis, extraer de ella ciertas implicaciones contras-
tadoras y, luego, evaluar si tales hipótesis de menor nivel se confirman
(Hempel) o corroboran (Popper).
En la segunda parte vimos que los enfoques historicistas proponen que
los factores lógicos no son tan importantes como defiende el enfoque
clásico. Si la asimetría lógica entre confirmación y falsación pone de
manifiesto que solo es posible hacer uso de inferencias válidas al des-
cartar hipótesis, el holismo de la contrastación muestra que las hipó-
tesis nunca se evalúan de manera aislada, sino en conjunción con una
serie de supuestos auxiliares. De modo que si alguno de estos supues-
tos fuera falso podría producirse una aparente falsación de una hipó-
tesis correcta. Esto conduce a que sea racional para un científico in-
tentar salvar una hipótesis de la falsación en tanto que, al evaluar una
hipótesis por medio de sus implicaciones contrastadoras, no es posible
asegurar concluyentemente ni que la hipótesis se verifica ni que se la
refuta. O, dicho de otra manera, la lógica y la evidencia empírica por sí
solas no permiten asegurar ni la verdad ni la falsedad de una hipótesis
científica. De esta manera el desarrollo científico se complejiza: lo que
se evalúa son entramados de hipótesis más complejos. La ciencia avan-
za por medio de la rivalidad entre teorías entendidas en un sentido más
amplio (programas de investigación, paradigmas). Así, la evaluación
científica ya no involucra únicamente hipótesis individuales y sus im-
plicaciones contrastadoras, sino la competencia entre teorías distintas.
De esta manera, podemos afirmar que el científico, para la epistemo-
logía historicista, es un sujeto situado históricamente. El científico fue
entrenado en cierta cultura de investigación que considera aceptables
ciertas teorías y no otras, cierta manera de abordar y explicar algunos
fenómenos y no otros, y con ello asume que existen ciertas entidades
-como electrones, protones, átomos, moléculas, células, etcétera- y
no otras -dioses, espectros, fuerzas vitales—-. Al encontrarse inmerso
en cierta tradición, el científico también hereda ciertas maneras de
articular sus teorías con el mundo empírico. Al escoger entre teorías
rivales no solamente tiene en cuenta si la teoría es capaz de “salvar
los fenómenos” o resolver ciertos problemas. También guían su de-
cisión ciertos valores, preponderantemente epistémicos, propios del
quehacer científico, a los que ciertas comunidades científicas pueden
otorgarle mayor o menor importancia, como por ejemplo que las leyes
de la teoría puedan formularse de manera matemáticamente precisa,
que la teoría sea más simple y elegante -es decir, que pueda explicar
una mayor variedad de hechos haciendo uso de una cantidad menor

148 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


de principios o leyes-, que sea compatible con otros enfoques exito-
sos previamente aceptados, entre otras virtudes que puede exhibir una
teoría.
Pero además, para la concepción historicista, la competencia entre
distintas teorías científicas suele darse en un período extenso de tiem-
po. Como vimos en el caso de la revolución copernicana, puede lle-
var siglos desde que se comienza a cuestionar un enfoque hasta que
se produce la revolución científica propiamente dicha y se sustituye el
paradigma viejo por uno nuevo. De modo que la evaluación de un para-
digma no es un proceso individual, sino colectivo; es la comunidad de
científicos y científicas la que en última instancia confluye en aceptar
un enfoque y no otro, guiada por un conjunto de valores epistémicos
propios de su tradición de investigación. En síntesis, el análisis episte-
mológico del enfoque historicista -en contraposición a la concepción
heredada- se aleja de los aspectos lógicos y los procedimientos indivi-
duales de puesta a prueba de hipótesis, para realizar un énfasis en la
dimensión histórica y colectiva de la ciencia. Los científicos se forman
en una comunidad que les transmite tanto saberes teóricos como valo-
res y es el consenso construido entre los miembros de dicha comuni-
dad el que en última instancia determina que triunfe un determinado
enfoque por sobre otro.
En esta parte del libro nos adentraremos en una perspectiva episte-
mológica que, siguiendo a Ricardo Gómez (2014), podemos denominar
filosofía política de la ciencia. Helen Longino y Elizabeth Anderson la lla-
man epistemología social. Bajo estos nombres agrupamos una serie de
abordajes acerca de la ciencia que, como la epistemología feminista y
la sociología de la ciencia, conciben a los investigadores preponderan-
temente como sujetos políticos y que, en tanto tales, no dejan sus valo-
res personales en la puerta de entrada del laboratorio. Los científicos,
como cualquier otra persona, ven el mundo a través de una cosmovi-
sión en la que confluyen conocimientos y distintas valoraciones. Para
la filosofía política de la ciencia, al escoger entre teorías alternativas
el científico no solamente hace uso de valores epistémicos, sino que,
además, utiliza -conscientemente o no- valores no epistémicos y entre
ellos lo que podríamos denominar valores políticos, tales como valores
institucionales o valores de sexo-género.!

1. Si bien persiste una fuerte controversia en torno de estas nociones, aquí hablamos
de valoraciones de sexo-género para realizar un énfasis en el hecho de que la sociedad
y la cultura históricamente han asociado una serie de comportamientos estereotípicos
(género) a los machos y hembras de la especie humana (sexo). En este sentido, hay un
“deber ser” que se espera sea obedecido por las personas del sexo femenino en nuestras
sociedades. En muchas sociedades aún prepondera la idea de que las mujeres deben
ser dóciles, abocarse a las tareas domésticas, tener hijos, etcétera. A lo largo de la his-
toria muchas mujeres que desafiaron esos estereotipos fueron perseguidas y acalladas.
En gran medida gracias a ellas, muchas de nosotras hoy podemos realizar actividades

PRESENTACIÓN 149
Como veremos en el capítulo 7, para la epistemóloga feminista Helen
Longino (1990) los valores no epistémicos, que suelen formar parte
del bagaje conceptual de trasfondo a la manera de supuestos auxilia-
res, son los que permiten extraer las implicaciones contrastadoras
para evaluar hipótesis científicas y con ello dar forma al conocimiento
científico resultante. Asimismo, en el capítulo 8 veremos la influencia
que ejercieron los valores de sexo-género en distintas investigaciones
acerca del comportamiento sexual en primates y también acerca de la
reproducción humana. Por último, en el capítulo 9 nos detendremos
en la sociología de la ciencia de John Ziman (1996, 2003), que defiende
que las instituciones en las que trabajan los científicos influyen en qué
temas se abordan y la manera en que se los investiga. Antes de aden-
trarnos en estos abordajes, nos abocaremos en el siguiente capítulo a
revisar las principales objeciones que la filosofía política de la ciencia
plantea a los enfoques clásico e historicista.

antiguamente consideradas propias de las personas de sexo masculino, tales como es-
tudiar, escribir, ocupar cargos gubernamentales, incluso tener potestad sobre nuestros
hijos e hijas. Pero además, como veremos, muchas veces los científicos se encargaron
de reforzar o desafiar dicho vínculo entre el sexo y el género en sus investigaciones,
mostrando cómo en la ciencia misma también se reflejan esas valoraciones propias del
ordenamiento social.

150 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Capítulo 7

La filosofía política
de la ciencia y sus críticas
a la visión clásica
y a la historicista

La filosofía política de la ciencia cuestiona el supuesto clásico de que


existe una dicotomía clara entre las descripciones de hechos, por un
lado, y los valores, por el otro. El análisis del contexto de justificación
que ofrece la concepción heredada presupone que es posible diferen-
ciar tajantemente entre enunciados descriptivos (e. g. “Las plantas utili-
zan luz solar para desarrollarse”, “El agua disuelve la sal”) y enunciados
normativos (e. g. “Se debe proteger el medioambiente”, “Se debe utili-
zar el agua racionalmente”). Mientras los enunciados descriptivos ofre-
cen información acerca de situaciones comprobables empíricamente,
las valoraciones constituyen expresiones de deseo, consideran ciertas
situaciones como buenas o malas, por lo que no se corresponden con
un estado de cosas en el mundo.
Según la distinción tradicional entre hechos y valores, mientras los
enunciados que expresan hechos pueden considerarse verdaderos o
falsos -en virtud de que la descripción se corresponda o no con un de-
terminado estado de cosas en el mundo-, los valores se expresan en
oraciones del discurso normativo o directivo y no describen hechos
sino que los prescriben. Los valores no guardan una correspondencia
con alguna situación del mundo empírico sino que intentan regular el
comportamiento de las personas para que se produzca alguna situación
que se considera buena, deseable, conveniente, etcétera. Así, como
afirmamos en el capítulo anterior, suele sostenerse que la dirección de
fundamentación de los enunciados descriptivos va del mundo al lengua-
je, dado que es la situación del mundo empírico la que determina si la
proposición que la describe es satisfactoria (verdadera) o no. La verdad
del enunciado “El agua disuelve la sal” se fundamenta en el hecho de
que cuando se coloca sal en un recipiente con agua la sal se disuelve. En
cambio, en el caso de los valores, la dirección de fundamentación es la
inversa, va del lenguaje al mundo, porque el enunciado normativo pre-
tende cambiar lo que sucede, determinando qué es deseable o valioso.
Por medio del enunciado “Se debe utilizar el agua racionalmente” se
intenta valorar el consumo medido de agua y con ello lograr que las
personas no la desperdicien.
Tomando como base esta dicotomía, la concepción heredada recons-
truye tanto la puesta a prueba de hipótesis como la estructura de las
teorías científicas apelando únicamente a enunciados descriptivos: los
científicos plantean hipótesis que postulan algún tipo de correlación
entre entidades o propiedades del mundo empírico y extraen a partir
de ellas implicaciones contrastadoras -es decir enunciados descripti-
vos de menor nivel- que permiten decidir si hay que aceptar o rechazar
la hipótesis en cuestión. Una vez que la hipótesis se confirma (Hempel)
o corrobora (Popper) pasa a conformar una teoría científica. De modo
que ni en la contrastación ni en las teorías científicas hay lugar para
enunciados normativos. Para la concepción heredada, los científicos
únicamente utilizan enunciados descriptivos al evaluar y desarrollar
el conocimiento científico, ya que su único interés es ofrecer una des-
cripción adecuada del mundo (nunca una prescripción de cómo sería
deseable que fuese).
Esto tiene consecuencias importantes para la investigación científica y
lo que podemos esperar de ella. En “La ciencia y los valores humanos”,
Hempel defiende que la ciencia puede ayudarnos a lograr objetivos que
consideramos deseables, pero no puede determinar qué es moralmen-
te valioso y qué no. La ciencia nos puede brindar herramientas para,
por ejemplo, asistir la muerte de una persona que padece una enfer-
medad terminal y que se encuentra en una situación de profundo su-
frimiento. Pero el conocimiento científico por sí mismo no es capaz de
determinar si es inmoral o no ayudar a una persona a terminar con su
vida en ciertas condiciones puntuales. Por otra parte, para los filósofos
clásicos, el hecho de que los enunciados descriptivos y los enunciados
normativos no se mezclen entre sí en el transcurso de la investigación
científica garantiza cierta imparcialidad por parte de la ciencia: el cien-
tífico describe lo que percibe -o hipotetiza acerca de lo que subyace a
lo que observa- no enuncia lo que desearía que suceda.
La filosofía política de la ciencia sostiene que este ideal de investigador
desprejuiciado e imparcial, estrictamente “descriptivista”, raramente
se satisface en la investigación científica. En primer lugar porque, en

152 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


sintonía con lo que defiende el enfoque historicista, las y los científicos
utilizan valoraciones epistémicas al escoger entre distintas teorías (ta-
les como “se deben escoger teorías más simples”, “son mejores aque-
llas teorías que pueden formularse matemáticamente”). En segundo
lugar, porque la observación no solamente se encuentra influida por la
teoría -como sostiene Hanson (1958)-, sino que también se encuentra
influenciada por valoraciones. Como vimos en el capítulo 4, Hanson
argumenta que la observación se encuentra guiada por las asunciones
teóricas del investigador. El científico ve y reporta lo que la teoría le
dice que tiene que ver y reportar y, debido a ello, los enunciados que
utilice para describir lo que percibe utilizarán términos y conceptos
que se encuentran disponibles en la teoría que guía la observación.
Kuhn retoma los aportes de Hanson para dar fundamento a la incon-
mensurabilidad de los paradigmas: las y los científicos que trabajan
en paradigmas distintos y que, por ende, asumen distintas teorías, ven
el mundo de manera diferente. La observación, por sí sola, no per-
mite decidir entre teorías, dado que los enunciados observacionales
suelen utilizar conceptos pertenecientes a las distintas teorías que se
pretenden defender. Allí es donde los investigadores pueden acudir a
los valores cognitivos para decidir qué teoría escoger. Cuando dos teo-
rías son capaces de ofrecer explicaciones de fenómenos considerados
importantes por una comunidad científica, se terminará optando por
aquella que sea más simple, más elegante, que sea capaz de articular
fenómenos que antes se consideraban inconexos, más fértil en cuanto
a su capacidad explicativa, etcétera.
Ahora bien, las epistemólogas feministas argumentan que no solamen-
te existe una carga teórica en la observación, sino también una carga
valorativa, que involucra valores tanto cognitivos como no cognitivos,
propios del contexto político-social más amplio en el que se forman
los investigadores. En este sentido, la filosofía política de la ciencia da
un paso más que el enfoque historicista: los científicos no solamente
se ven influidos por sus teorías y su formación científica, sino también
por su propia cultura y socialización. Los científicos forman parte de
una organización social jerárquica, en la que -entre otras cuestiones-
algunos grupos de personas poseen más poder que otros y donde cier-
tas actividades se valoran más que otras. Estas valoraciones forman
parte del bagaje conceptual de trasfondo con el que un investigador
hace ciencia, y que difícilmente pueda dejar de lado. Al realizar ob-
servaciones los científicos ponen en juego las teorías y valoraciones
cognitivas que adoptaron al formar parte de cierta tradición de inves-
tigación, pero, además, son influenciados por ciertas valoraciones no
cognitivas, provenientes de la cultura más amplia en la que se encuen-
tran inmersos.

CAPÍTULO 7. LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE LA CIENCIA... 153


Esta carga valorativa de la observación pone en entredicho la dicoto-
mía entre hechos y valores presupuesta por la epistemología tradi-
cional. Epistemólogas y científicas como Nancy Tuana, Emily Martin
y Sarah Hrdy muestran que muchas de las supuestas descripciones
de fenómenos naturales, tales como el comportamiento sexual de las
hembras primate y el proceso de fecundación de un óvulo, en rea-
lidad se encuentran cargadas no solo de teoría, sino también de va-
lores de sexo-género. Para describir los hechos se utilizan términos
teóricos, pero también términos que tienen componentes valorativos
y no meramente descriptivos -como cuando se afirma “Las mujeres
contienen óvulos” para describir un fenómeno que se concibe como
pasivo en contraposición con “Los hombres producen espermatozoi-
des” para representar un proceso que se considera activo. A los tér-
minos que poseen tanto componentes descriptivos como normativos
Hilary Putnam (2002 [2004]) los denomina conceptos éticamente densos.
Su aparición en pretendidas “descripciones” científicas en gran me-
dida desafía la dicotomía entre hechos y valores presupuesta por la
epistemología clásica. Este filósofo sostiene que, más que una dicoto-
mía, existe una imbricación entre hechos y valores. Muchas veces los
enunciados que se utilizan para representar fenómenos del mundo
empírico -las descripciones y explicaciones científicas- en realidad
contienen solapados aspectos tanto descriptivos como valorativos. Al
hacer esto, dan información acerca de un estado de cosas en el mun-
do, al mismo tiempo que perpetúan y refuerzan valoraciones contin-
gentes de culturas y momentos históricos específicos, como veremos
en el capítulo 8.
Los valores contextuales no solamente influyen en la forma en que los
científicos describen el mundo. También tienen influencia en la ma-
nera en que ponen a prueba sus hipótesis. Como vimos en la segunda
parte, el enfoque historicista lakatosiano remarca el carácter holista de
toda contrastación. No es posible evaluar una hipótesis de manera ais-
lada, dado que para poder deducir implicaciones contrastadoras de las
hipótesis que se desean contrastar se requiere la aceptación de una se-
rie de supuestos auxiliares. La epistemóloga feminista Helen Longino
(1990) argumenta que entre esos supuestos auxiliares o conocimiento
de trasfondo, muchas veces se encuentran involucradas valoraciones
sociales de distintos tipos. En el próximo capítulo veremos cómo, para
esta filósofa, el funcionamiento mismo de la ciencia requiere interac-
ción con valoraciones externas a la ciencia, ya que sin esta interacción
no sería posible evaluar las hipótesis científicas mismas.
Al sostener que los hechos y los valores se encuentran imbricados y
que como tales pueden formar parte del bagaje conceptual de trasfon-
do que permite formular o evaluar una hipótesis o teoría científica,
la filosofía política de la ciencia no cuestiona solo la dicotomía entre

154 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


hechos y valores, sino también la idea tradicional de la autonomía y la
integridad de la ciencia.
De acuerdo con la tesis de la autonomía de la ciencia, la investigación
científica se desarrolla sin verse afectada o perturbada por los valores e
intereses de su contexto social y cultural, sino que es impulsada por sus
propias fuerzas internas. Por otro lado, según la tesis de la integridad de
la ciencia, las prácticas internas de la ciencia -observación, experimen-
tación, construcción de teorías- no se encuentran influidas por valores
contextuales. Para Longino (1990) estas tesis son claramente incorrec-
tas: la dependencia en la financiación proveniente de corporaciones o
de entidades gubernamentales de gran parte de la ciencia contempo-
ránea hace que la trayectoria de la ciencia sea altamente vulnerable a
los intereses provenientes de las instituciones que la financian. Según
Longino, la fascinación de la epistemología clásica por las teorías in-
dividuales hizo que se perdiera de vista que la investigación científica
es una actividad humana colaborativa. En tanto actividad científica, la
investigación tiene ciertos objetivos cuya realización o no determina
su éxito y el criterio con el cual medir el éxito. Como actividad huma-
na se encuentra organizada socialmente de cierta manera que afecta
tanto los objetivos como los criterios de éxito. Por último, se desarrolla
en un determinado contexto social y político con el cual interactúa de
manera dinámica.
Esto no quiere decir que el conocimiento científico sea entendido por
Longino como una mera construcción subjetiva. Para esta autora la ob-
jetividad ya no es concebida a la manera del enfoque clásico, como una
relación entre la evidencia empírica y la teoría, sino más bien como
una propiedad de los procedimientos científicos mismos, tales como la
publicación de los resultados de las investigaciones, la posibilidad de
reproducir las situaciones experimentales que dan apoyo a las teorías,
etcétera, que justamente se caracterizan por ser sociales y colectivos
antes que individuales. Al poner de relieve la influencia que ejercen
las valoraciones sociopolíticas en la formulación y evaluación de las
teorías científicas, la filosofía política de la ciencia da una nueva vuelta
de tuerca a la idea historicista de que la elección teórica es un proceso
social y colectivo antes que individual. La dinámica interna de la cien-
cia misma requiere interacción con valores externos a la ciencia y, a su
vez, el establecimiento de esas teorías científicas por medio de la críti-
ca racional de pares supone arribar a un consenso tanto respecto de las
relaciones evidenciales como del conocimiento de trasfondo cargado
de valores. En los capítulos que siguen nos detendremos en la influen-
cia que ejercen en la ciencia dos clases de valores: los de sexo-género
y los provenientes de las instituciones en las que las y los científicos
desarrollan sus investigaciones.

CAPÍTULO 7. LA FILOSOFÍA POLÍTICA DE LA CIENCIA... 155


Capítulo 8

La influencia de los
valores no cognitivos
en la investigación científica:
la epistemología social
de Helen Longino

En Science as Social Knowledge (La ciencia como conocimiento social)


Longino intenta desarrollar un enfoque acerca del conocimiento y ra-
zonamiento científicos que permita dar sentido a los debates que invo-
lucran ideología y valores además de los temas tradicionales acerca de
la evidencia y la lógica. Su objetivo es mostrar que no solo el contenido
y las prácticas científicas interactúan dinámicamente con las necesi-
dades y los valores sociales, sino que la lógica y las estructuras cogni-
tivas de la investigación científica requieren dicha interacción. Como
mencionamos anteriormente, Longino considera que el desarrollo de
conocimiento es un proceso necesariamente social más que una activi-
dad individual, y es el carácter social del conocimiento científico el que
al mismo tiempo lo protege y lo vuelve vulnerable respecto de los va-
lores e intereses sociales y políticos. La investigación científica es una
empresa colectiva en la que las teorías son adoptadas o legitimadas por
medio de procesos críticos que involucran una interacción dinámica
entre datos observacionales, experimentales y ciertas creencias subsi-
diarias (es decir las hipótesis auxiliares o, como lo denomina Longino,
“asunciones de trasfondo”). Longino intenta mostrar que estas asun-
ciones contextuales juegan un rol tanto en la contrastación como en la
formulación de hipótesis y que por ello la investigación científica es,
al menos en principio, permeable a valorese intereses externos a ella.
Esto sucede dado que el razonamiento contrastador -tanto el cotidiano
como el científico- es contexto-dependiente: para poder deducir las
implicaciones contrastadoras que permiten evaluar las hipótesis y teo-
rías científicas se deben asumir como correctas ciertas creencias que
no se cuestionan en esa misma puesta a prueba y que, muchas veces,
involucran valoraciones externas a la ciencia.
Como vimos en la primera parte de este libro, en muchos casos las
hipótesis científicas versan acerca de procesos subyacentes que invo-
lucran términos que aluden a átomos, neutrones, quarks, etcétera. Sin
embargo, la evidencia empírica no está constituida por reportes ob-
servacionales de átomos individuales, sino más bien por afirmaciones
acerca de cámaras de nube, líneas en una espectroscopía, etcétera.
Hempel considera que esto muestra que es imposible formular reglas
que permitan derivar nuevas hipótesis generales a partir de enuncia-
dos observacionales, como sostiene el inductivismo ingenuo. Tales re-
glas podrían encontrarse si los mismos conceptos que aparecen en las
hipótesis aparecieran en los enunciados observacionales, algo que no
sucede.
Ahora bien, Longino pone de relieve que las consecuencias de esta si-
tuación son igualmente nocivas con respecto al análisis de la confirma-
ción ofrecido por Hempel. Recordemos que para este autor la confir-
mación puede ser entendida como una descripción de la relación que
una hipótesis guarda con su implicación contrastadora o evidencia.
Ahora bien, las hipótesis que forman parte de la teoría atómica de la
materia no se encuentran evidencialmente soportadas por implicacio-
nes contrastadoras acerca de los átomos, por enunciados que contie-
nen los mismos términos que se encuentran en la formulación de la
hipótesis, sino por afirmaciones que contienen términos distintos. De
modo que Hempel estaba en lo cierto al afirmar que no es posible deri-
var hipótesis por medio de un proceso mecánico a partir del análisis de
la observación. Pero, por ello mismo, estaba equivocado al asumir que
por medio del análisis de la hipótesis es posible extraer mecánicamente
implicaciones contrastadoras que permitan confirmar la hipótesis.
Longino argumenta que si los datos observacionales no indican por
sí mismos a qué hipótesis ofrecen evidencia, y las hipótesis, por otro
lado, consisten en afirmaciones que siempre exceden a las afirmacio-
nes que describen los fenómenos que se observan, existe por lo tanto
una laguna lógica entre las hipótesis y las implicaciones contrastado-
ras. Aquí es donde entran en juego los supuestos auxiliares o creencias
de trasfondo que permiten mostrar por qué ciertos datos dan apoyo a
cierta hipótesis. Este conocimiento, muchas veces implícito, facilita y
restringe el razonamiento de una categoría de fenómenos a otra. Y lo
que es más importante: los valores contextuales pueden ser expresa-
dos o motivar ciertas creencias de trasfondo y también pueden afectar
las descripciones de ciertos fenómenos. :

158 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Las relaciones evidenciales, es decir, las relaciones entre una hipótesis
y sus implicaciones contrastadoras, no son autónomas, sino depen-
dientes del contexto sociohistórico en el que los científicos consen-
súan que cierta evidencia brinda apoyo a cierta hipótesis, a la luz de
ciertas creencias de trasfondo compartidas. Un estado de cosas singu-
lar, como, por ejemplo, la observación de un espermatozoide bajo un
microscopio o incluso el nivel del mercurio en un tubo de vidrio, no se-
ñala a ningún lado, no relacionamos a priori esas situaciones con nin-
guna hipótesis en particular. Lo mismo es cierto para un par de esta-
dos, tales como el nivel de mercurio en un tubo de vidrio en momentos
“sucesivos. Los estados de cosas no contienen etiquetas que indiquen
de qué hipótesis son evidencia. Lo que determina si alguien toma o no
un hecho e como evidencia para alguna hipótesis h no es una relación
natural (por ejemplo causal) entre el estado de cosas e y la descripción
ofrecida por h, sino las otras creencias que la persona posee respecto
de la conexión evidencial entre e y h. En otras palabras, los estados de
cosas se consideran como evidencia a la luz de ciertas regularidades
que se descubren, se creen o se asumen que se dan.
Las relaciones evidenciales en las que puede entrar un determinado
estado de cosas pueden ser tan variadas como las creencias que se ten-
gan respecto de sus relaciones con otros estados, o clases de estados.
Cómo determina alguien qué es evidencialmente relevante y por qué
toma un determinado estado de cosas como evidencia para una hipóte-
sis más que para otra depende de las creencias que esa persona tenga,
por ello estas creencias reciben el nombre de “supuestos” o “creencias
de trasfondo”. Por ejemplo, como vamos a ver en el capítulo que sigue
con más detalle, por mucho tiempo se creyó que la observación de lo
que hoy consideramos espermatozoides en el líquido seminal mascu-
lino constituía evidencia de que los hombres eran quienes daban la
forma (es decir, la organización) que propiamente hacía que el proceso
reproductivo tuviera como resultado un ser humano y no otro tipo de
ser vivo. Bajo esta concepción, los espermatozoides eran seres huma-
nos diminutos que en el vientre materno simplemente se nutrían hasta
adquirir el tamaño de un bebé y la mujer tenía una función meramente
pasiva en la reproducción.
Para que la existencia de los espermatozoides diera apoyo a la idea de
que el hombre era el (único) responsable de que se generara un nuevo
ser humano y que las mujeres solamente aportaban la nutrición y el
resguardo se tomaron como supuestos auxiliares a) el preformismo: la
hipótesis de que el desarrollo embrionario era eminentemente cuan-
titativo, es decir, el ser humano estaba completamente presente en el
espermatozoide y solamente aumentaba de tamaño a lo largo del desa-
rrollo, y b) el presupuesto sexista de que las mujeres eran seres inferio-
res alos hombres y como tales no podían contribuir brindando tanto la

CAPÍTULO 8. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES NO COGNITIVOS... 159


forma como el material al desarrollo embrionario. De esta manera, los
valores sexistas obstaculizaron por mucho tiempo el estudio de las fun-
ciones que cumplen las gametas femeninas en la reproducción huma-
na. Hoy en día se sabe que el desarrollo embrionario no es un proceso
meramente cuantitativo y que la fecundación requiere tanto el ADN
proveniente del espermatozoide como el del óvulo; no hay una game-
ta más importante que la otra, ambas son igualmente imprescindibles
para dar lugar al desarrollo de un nuevo ejemplar de una especie.
Así como los estados de cosas no entran en relaciones evidenciales úni-
cas con las hipótesis, tampoco existe una única descripción correcta
para un determinado objeto o situación. Un determinado objeto o esta-
do de cosas puede ser descripto correctamente de diferentes maneras
dependiendo del punto de vista y del objetivo de quien describe. Por
ello, dado un estado de cosas puede ser tomado como evidencia para
hipótesis contrarias cambiando sus descripciones y las correspondien-
tes creencias de trasfondo. Piensen, por ejemplo, en las descripciones
de la trayectoria del Sol a lo largo del día.
el) El Sol se mueve diariamente de este a oeste.

e2) Percibimos que el Sol se mueve diariamente de este a oeste.


Desde un enfoque geocentrista, estas dos afirmaciones describen el
mismo estado de cosas. Sin embargo solamente e2) es correcta para
el heliocentrismo. La observación de la trayectoria diaria del Sol en
sentido este-oeste por mucho tiempo se tomó como evidencia de que
la Tierra se encontraba inmóvil. Sin embargo, al tomar como supuesto
auxiliar que el movimiento del Sol es aparente y que es el resultado de
que nuestras observaciones las hacemos desde la Tierra en movimien-
to, el mismo estado de cosas pasa a ser evidencia de que la Tierra rota
sobre su propio eje en sentido contrario. El hecho es el mismo; sin em-
bargo, las descripciones el) y e2) son distintas, el geocentrismo y el he-
liocentrismo son capaces de hacer lugar a la misma evidencia bajo dis-
tintas descripciones, asumiendo distintos presupuestos de trasfondo,
tales como:
t1) El movimiento del Sol es real.
en contraposición a
t2) El movimiento del Sol es una ilusión.
Para Longino, el relativismo de las relaciones evidenciales es, por lo
tanto, completo: no hay forma de determinar qué se considera como
evidencia a favor de una hipótesis sin utilizar algún tipo de asunción
de trasfondo. De este modo, si un determinado conjunto de datos e se
toma como evidencia de una hipótesis h en virtud de ciertos supues-
tos de trasfondo t, no podemos determinar concluyentemente si la

160 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


asunción t es correcta examinando a su vez la evidencia a su favor,
dado que cualquier conjunto de nuevos datos e* que se tome como evi-
dencia a favor de túnicamente lo será gracias a alguna otra creencia de
trasfondo t”. De manera que no es posible eliminar los supuestos auxi-
liares de la corroboración de una hipótesis. Y, debido a ello, también
es imposible eliminar las posibles valoraciones contextuales que estas
asunciones podrían acarrear.
Ahora bien, reconocer la influencia del conocimiento de trasfondo y
las valoraciones contextuales en la investigación científica no implica
negar que la ciencia ofrezca conocimiento objetivo acerca del mundo,
pero quizás sí implica rever la concepción que se tiene de objetividad.
Bajo la concepción de Longino, la objetividad deja de entenderse como
un producto (la rigurosidad de una descripción) y pasa a entenderse
como un proceso de la actividad científica. La autora se opone a la idea
de que los enfoques provistos por la ciencia son objetivos porque cons-
tituyen una descripción rigurosa de los hechos del mundo tal como
son. No es que nos ofrezcan una visión correcta acerca de los objetos
del mundo y sus relaciones. Antes bien, atribuir objetividad a la cien-
cia es afirmar que sus teorías e hipótesis son alcanzadas haciendo uso
de métodos o procedimientos que no son arbitrarios ni subjetivos. La
objetividad de la investigación científica descansa así en su aspecto so-
cial y no tanto en su dimensión individual. Es la replicabilidad de los
experimentos, la revisión por pares de los resultados de tales investi-
gaciones, y el hecho de que todo lo que se tome como evidencia revis-
ta carácter público lo que produce, en última instancia, conocimiento
objetivo, en tanto es validado intersubjetivamente. La objetividad de
los individuos en este esquema consiste en su participación en la ne-
gociación colectiva de la discusión crítica y no en estar en una relación
especial con la observación. Este proceso comunitario asegura que las
hipótesis aceptadas o respaldadas por cierto conjunto de datos no re-
flejen las asunciones idiosincrásicas de un individuo singular acerca
del mundo.
Decir que una teoría o hipótesis es aceptada sobre la base de métodos
objetivos no nos compromete con sostener que es verdadera, sino más
bien que refleja el consenso alcanzado críticamente por la comunidad
científica. En este sentido, la objetividad no es un rasgo absoluto de
las teorías e hipótesis científicas, sino más bien gradual. Hay teorías
que son más o menos objetivas si se las compara con otras, en tan-
to dichos procedimientos de validación siguieron en mayor o menor
medida los pasos que les permitieron adquirir legitimidad. Una teoría
respaldada por publicaciones, cuya evidencia empírica es replicable,
etcétera, será más objetiva que otra que cumple en menor medida
con estos requerimientos.

CAPÍTULO 8. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES NO COGNITIVOS... 161


Capítulo 9

La influencia de los valores


de sexo-género en la
investigación científica:
la epistemología feminista
de Elizabeth Anderson

La epistemóloga feminista Elizabeth Anderson coincide con Longino


en que la investigación científica constituye una práctica eminente-
mente social dado que lo que cuenta como evidencia debe ser públi-
camente accesible y, en los casos experimentales, replicable. En tan-
to que los científicos utilizan las teorías y las herramientas diseñadas
por otros, confían en los estudios y testimonios de otros, las teorías
producidas en este contexto tendrán las marcas de las relaciones so-
ciales de los investigadores. Dado que los vínculos entre personas de
distintos sexos informan estas relaciones sociales, las concepciones
que una determinada cultura presuponga acerca de las característi-
cas de los distintos sexos influirá en las investigaciones que se lleven
adelante. Reconocer la influencia de valores de sexo-género no tiene
como objetivo que sean eliminados, dado que esto sería imposible de
lograr: los científicos no pueden dejar de ser sujetos políticos mientras
llevan adelante sus investigaciones. Sin embargo, si se garantiza diver-
sidad y equidad entre investigadores e investigadoras, esos valores o
sesgos individuales se revisarán confrontándolos con los de los demás
(Anderson, 1995),
En tanto la investigación científica es una práctica social más que in-
dividual, la filosofía política de la ciencia -o epistemología social- ten-
drá como propósito investigar la influencia de los factores sociopolíti-
cos específicos en la producción de conocimiento: ¿quién participa?,
¿quién escucha a quién?, ¿cómo se distribuye el prestigio? ¿cuáles son
las condiciones económicas y políticas en las que se lleva a cabo la in-
vestigación? son algunas de las preguntas a las que debe dar respuesta
la filosofía de la ciencia según esta perspectiva. Más específicamente, la
epistemología social defiende que hay que analizar la manera en que
las construcciones sociales de sexo-género influyen en la producción
científica: ¿cómo la ausencia de mujeres en la investigación afecta la
dirección y el contenido de la investigación en los distintos campos de
estudio? En este sentido, la epistemología feminista aborda cuestiones
empíricas que pueden ser contrastadas por medio de la observación de
las prácticas científicas mismas. Anderson (1995) sostiene que la tra-
dición feminista en filosofía de las ciencias ha permitido identificar al
menos cuatro maneras en que el sexo-género influye en el contenido y
las prácticas científicas.
Estructuras de género. En la práctica científica existen ciertos valo-
res que estructuran la división sexista de la investigación: las mujeres
son menos estimuladas a seguir carreras consideradas masculinas y,
si lo hacen, tienen menos reconocimiento. Pero no solo es más difícil
para las mujeres obtener este tipo de formación y publicar sus hallaz-
gos. Este fenómeno se inserta dentro de una estructura de género más
amplia en la que las autoridades epistémicas son, en su gran mayoría,
hombres. Esta situación obstaculiza el desarrollo científico en tanto,
en muchas ocasiones, se dejan de lado aportes valiosos realizados por
las mujeres. El tristemente célebre caso del descubrimiento de la es-
tructura del ADN permite ejemplificar esta cuestión. La cristalógrafa
Rosalind Franklin fue una de las pioneras en obtener imágenes de la
molécula del ADN producidas con la técnica de difracción de rayos
X. Sin embargo, la información tan valiosa que logró recabar acerca
de esta estructura no fue debidamente reconocida a pesar de haber
sido utilizada por los investigadores James Watson y Francis Crick, a
quienes luego se les atribuyó el descubrimiento. Sin ir más lejos, La
doble hélice -una crónica del descubrimiento escrita por Watson- está
plagada de comentarios infames acerca de Franklin, tales como “Cla-
ramente Rosy se tiene que ir o debe ser puesta en su lugar” o “El mejor
hogar para una feminista es en el laboratorio de otra persona”. Estos
testimonios muestran lo extendidas y aceptadas que eran este tipo de
apreciaciones acerca de la participación de las mujeres en la ciencia
(Gibbons, 2012).
Simbolismos de género. Se suelen concebir ciertos tipos de investiga-
ción u objetos de estudio como “masculinos” o “femeninos”. Como en
el caso de la distinción entre ciencias blandas (sociales) y duras (natu-
rales), en las que las primeras son consideradas más “femeninas” y las
segundas más “masculinas”. La gradación de estas disciplinas refleja
la jerarquía sexista entre los géneros. Justamente las ciencias duras,

164 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


“masculinas”, como la matemática, la ingeniería, la física, etcétera,
son consideradas “superiores” por ser valoradas como más racionales
y objetivas. Mientras que las ciencias blandas, “femeninas”, tales como
la sociología o la psicología, son consideradas “inferiores” por ser con-
cebidas como más subjetivas y emocionales.
Androcentrismo. La asunción de que el hombre es el parámetro de
la normalidad, mientras que la mujer es la desviación, subyace a mu-
chas investigaciones e influye en el contenido científico resultante. Por
ejemplo, recién a fines del siglo XX en Estados Unidos se comenzó a
exigir que los estudios clínicos incluyeran mujeres, puesto que hasta
ese momento los medicamentos experimentales se testeaban princi-
palmente en hombres. Es más, hoy en día en las fases preclínicas -con
animales- se continúa experimentando mayoritariamente con ratas
macho. Algunos científicos están comenzando a llamar la atención
en que este sesgo puede observarse incluso en las investigaciones de
dolencias que tienen una incidencia significativamente mayor en las
mujeres (Zucker y Beery, 2010; Beery y Zucker, 2011; Clyton y Collins,
2014). El androcentrismo en la biomedicina pone en riesgo la salud de
las mujeres y es responsable, en gran medida, de que las personas de
sexo femenino tengan mayor probabilidad de sufrir los efectos adversos
de los medicamentos, entre otras consecuencias indeseables.
Sexismo. El contenido de una teoría es sexista cuando afirma que la
mujer es inferior al hombre, o describe a la mujer con un doble están-
dar. En el apartado 9.1 desarrollaremos con un poco más de detalle
cómo la creencia de que la mujer es inferior al hombre influyó en las
descripciones ofrecidas acerca de la reproducción humana. También
se considera que una teoría es sexista cuando es aplicada de manera
que desestima los intereses de las mujeres o que refuerza su subordi-
nación al hombre; como en el caso del desarrollo de las pastillas anti-
conceptivas femeninas y masculinas, donde la disminución de la libido
se considera aceptable en las mujeres, pero no en los hombres, por
ejemplo. Analizaremos más detenidamente la influencia de las valora-
ciones sexistas en la invención de este anticonceptivo femenino en el
apartado 9.2.
Anderson (1995) concluye que identificando estos sesgos la episte-
mología feminista permite a) indicar maneras de reformar la prácti-
ca teórica, tales como la evaluación de los procesos de formación de
creencia (ofrece el mismo tipo de críticas que condujo a introducir el
doble ciego en los estudios experimentales,* por ejemplo); b) fomentar

1. Se denomina “doble ciego" en los estudios experimentales a las investigaciones en


las que se intenta mostrar la eficacia de un tratamiento separando a los sujetos en dos
grupos, un grupo al que se le administra el tratamiento cuya eficacia se quiere evaluar y
otro grupo (el grupo control) al que se le administra un placebo o tratamiento estándar.

CAPÍTULO 9. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 165


la generación y disponibilidad de modelos alternativos respecto de fe-
nómenos que la gente considera importantes. En tanto la importancia
es asignada de acuerdo con ciertas necesidades sociales, el sexo-gé-
nero del investigador influirá en el énfasis y la notoriedad que asigne
a un determinado fenómeno. Ambos tipos de aporte tienen como ob-
jetivo cambiar el trasfondo social en que se practica la ciencia, reve-
lando el sexismo y androcentrismo presentes en la investigación para,
al mismo tiempo, defender prácticas científicas feministas (es decir,
que contribuyan a la liberación de las mujeres y a la igualdad). En este
sentido, la epistemología feminista es una empresa política justificada
en valores epistémicos, busca mejorar la investigación científica ex-
plicitando los sesgos subyacentes a la investigación e intentando mi-
nimizar su impacto con el fin de contribuir a la mejora de la sociedad.
En lo que sigue, nos centraremos en la forma en que las valoraciones
sexistas han influido en la manera de concebir aspectos importantes
de la reproducción y del comportamiento sexual de los primates, tanto
humanos como no humanos.

9.1. Sexismo en las teorías acerca de la


fecundación humana y de las conductas
reproductivas de los primates
En “The Weaker Seed. The Sexist Bias of Reproductive Theory” (La se-
milla más débil. El sesgo sexista en la teoría de la reproducción) Nancy
Tuana muestra cómo las valoraciones sexistas influyeron en la formu-
lación de la teoría de la reproducción humana. Esta epistemóloga ar-
gumenta que desde Aristóteles hasta el siglo XVIII puede verse cómo la
creencia de que las mujeres son seres biológicos inferiores dio origen a
la teoría de que la mujer tiene un rol pasivo en la concepción.
Aristóteles compara el proceso de concepción con el de un carpintero
que fabrica una cama. Al igual que el carpintero da forma a las made-
ras para dar origen a una cama, es el hombre el que determina que
la procreación dé como resultado un ser humano. La mujer en este
proceso tiene un rol meramente pasivo, simplemente aporta el mate-
rial para que el ser humano se desarrolle, como el árbol que provee la
madera al carpintero.

Como dijimos, indudablemente podríamos establecer la hembra y el


macho como principios de la reproducción: el macho como posee-
dor del principio del movimiento y de la generación, y la hembra,

En este tipo de estudios tanto los pacientes como quien administra el tratamiento desco-
nocen cuáles son los individuos que reciben cada tipo de tratamiento.

166 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


del principio material [...]. Es macho aquello que puede engendrar en
otro [...] y hembra aquello que engendra en sí mismo y de donde nace
lo engendrado, ya existente en el engendrador (Aristóteles, 1994: 716,
a, Citado en Tuana, 1988, nuestra traducción).

Tuana (1988) remarca que si bien tanto la forma como el material


son aspectos importantes en la fabricación de un objeto, en la teoría
aristotélica de las causas la forma tiene el rol más importante, en tanto
la configuración u organización de una cosa es lo que determina su
esencia, es lo que hace que ese objeto sea lo que es y no algo distinto.
De modo que queda claro que la función de la mujer en la procreación
es la menos relevante. Es el hombre quien da forma y movimiento al
feto, y por ello el responsable de su generación.

Y siendo la causa del primer movimiento mejor y más divina por na-
turaleza, ya que ahí residen la definición y la forma de la materia [...]
para los seres que se generan, el principio del movimiento, que es el
macho, es mejor y más divino, mientras que la hembra es la materia
(Aristóteles, 1994: 732.a, citado en Tuana, 1988, nuestra traducción).

Como puede verse, para Aristóteles los seres humanos no se encontra-


ban preformados al momento de la concepción, sino que al mezclarse
los fluidos masculinos con los femeninos se originaba un proceso de
desarrollo en el que los componentes se iban transformando, es decir,
un proceso en el cual se iban produciendo las distintas partes del feto
hasta engendrar a un bebé. Mientras la configuración o la organiza-
ción -es decir, lo que hacía que el proceso tuviese como resultado un
humano y no otro ser vivo- la brindaba el hombre, la mujer solo apor-
taba el material con el que se producían los distintos componentes. De
acuerdo con Tuana (1988), esta visión epigenética del desarrollo fetal
es discutida en el siglo XVII por Swammerdam, quien afirmaba que no
hay cambios cualitativos en el proceso de gestación, sino simplemente
agrandamiento de partes. El desarrollo fetal consistía en el aumento de
tamaño de una pequeña persona que ya tenía todos sus rasgos desde el
comienzo. En este sentido, el proceso de concepción era cuantitativo:
el crecimiento del nuevo ser se daba solamente en tamaño y no en com-
plejidad. Esta primera versión del preformacionismo sostenía que en
la yema del huevo de gallina se encontraban preformadas todas las es-
tructuras esenciales del pollito, aunque las partes no podían observarse
dado que eran demasiado pequeñas.
El anatomista Malpighi dio apoyo a esta teoría observando el desarrollo
de embriones de pollo con la ayuda de lentes con aumento. Logró iden-
tificar distintas estructuras en sus estadios tempranos de desarrollo
tales como el corazón, el hígado y las vértebras, En particular, argu-
mentó que el corazón se encontraba completamente formado antes de
que comenzara a latir. Asimismo, cuando Anthony van Leeuwenhoek

CAPÍTULO 9. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 167


y su asistente observaron una muestra del líquido seminal masculino
concluyeron que los espermatozoides, o como ellos los llamaban, “ani-
málculos”, daban origen a los embriones y, en sintonía con el enfoque
aristotélico, argumentaron que la única función de las hembras con-
sistía en nutrir la semilla masculina. Nicolaas Hartsoeker, en 1678, fue
el primer científico que ilustró la apariencia del feto contenido en el
espermatozoide.

Figura 10.
Representación
gráfica de un
espermatozoide
según el
preformacionismo:

Incluso Erasmus Darwin (abuelo del célebre científico evolucionista


Charles Darwin), en 1794, insistía en que el macho proveía la forma
o rudimento al embrión, mientras que la hembra solamente proveía
los materiales tales como el oxígeno, alimento y resguardo. Para dar
apoyo a su posición, E. Darwin argumentaba que dado que el macho
es más grande en tamaño que la hembra debe realizar una aporte
igual o mayor al proceso de reproducción y, en tanto la hembra pro-
porciona los materiales no puede además proveer las partes porque
de esa manera su contribución sería mayor que la del hombre. De
allí E. Darwin (1794) concluye que “el macho produce el embrión y la
hembra el alimento y el nido” (Tuana, 1988).

168 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Podríamos pensar que estas descripciones sexistas del proceso de
concepción constituyen episodios aislados y anticuados, propios
del pensamiento antiguo. Sin embargo, la antropóloga Emily Martin
(1991) muestra cómo persiste esta clase de sesgos en las descripcio-
nes provistas por los manuales de biología actuales destinados a es-
tudiantes universitarios de ciencias de la salud. En “The egg and the
sperm” (“El óvulo y el espermatozoide”) esta antropóloga marca el
contraste entre los términos utilizados para representar la fisiología
reproductiva masculina y la femenina. La espermatogénesis involu-
cra justamente aquello que le falta a la menstruación: la producción
de algo considerado valioso. Dado que se describe al ciclo fértil de la
mujer como un proceso diseñado para la fecundación, la menstrua-
ción es vista como un fracaso: se representa la menstruación como
una desintegración caótica, descripta en términos de “muerte”, “pér-
dida”, “degeneración”, etcétera. Así la prosa pasa de ser heroica a ser
dramática.

Los mecanismos que guían la notable transformación celular [que da


lugar] a la maduración del esperma todavía se desconocen [...] Quizás
la característica más asombrosa de la espermatogénesis es su gran
magnitud: un adulto humano normal puede fabricar unos cuantos
cientos de millones de espermatozoides por día (Vander et al., 1980,
citado por Martin, 1991, énfasis suyo, nuestra traducción).
La producción de las gametas femeninas no ocasionan tanto entusias-
mo, mientras que los espermatozoides son “producidos”, “fabricados”,
los óvulos simplemente se “arrojan”, se “contienen”. En el caso de
los espermatozoides se omite la descripción de su muerte, en la de los
óvulos se la recalca.

Mientras que la hembra arroja un solo gameto cada mes, los túbulos
seminíferos producen cientos de millones de espermatozoides por día
(Mountcastle, 1980, citado por Martin, 1991, nuestra traducción).

Al nacer, los ovarios humanos normales contienen un estimado de un


millón de folículos, y no aparecen otros nuevos después del nacimien-
to. Por lo tanto, en marcado contraste con el macho, la hembra recién
nacida ya tiene todas las células germinales [...] Solo unas pocas, has-
ta 400, están destinadas a alcanzar la plena madurez durante su vida
productiva activa. Todas las demás degeneran en algún momento de
su desarrollo, de modo que quedan pocas, si es que las hay, cuando
alcanza la menopausia (Vander et al,, 1980, citado por Martin 1991,
énfasis suyo, nuestra traducción).
Esta antropóloga sostiene que mientras los hombres son considera-
dos “prolíficos” por producir millones de espermatozoides al día las

CAPÍTULO 9. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 169


mujeres son concebidas como “derrochonas” al desperdiciar la mayo-
ría de los óvulos que “almacenan”.

Durante los 40 años que dura la vida reproductiva de la mujer solo


entre 400 y 500 óvulos serán liberados [...] Todos los demás se habrán
degenerado. Todavía es un misterio por qué tantos óvulos se forman solo
para morir en los ovarios (citado por Martin, 1991, énfasis suyo, nuestra
traducción).

Martin (1991) también llama la atención sobre la forma en que casual-


mente el óvulo se comporta de manera esterotípicamente femenina,
en contrapartida a la masculinidad del espermatozoide de acuerdo con
estas descripciones. El óvulo es considerado pasivo, no se “mueve” ni
“viaja”, sino que “es transportado”, “arrastrado” hacia las trompas de
Falopio. Inclusive es descripto en estos libros de texto en términos re-
ligiosos o reales: tiene “vestiduras” (vestments) -palabra usualmente
utilizada para hacer referencia a trajes sagrados-, tiene una “corona”
y se encuentra acompañado por “células asistentes”. En contraste con
la tranquilidad del óvulo, el espermatozoide es concebido como un
guerrero agresivo que, por el contrario, tiene una “misión” que con-
siste en “moverse velozmente a través de los genitales femeninos” para
“entregar” sus genes y “activar el programa genético del óvulo”.
Pero las valoraciones de sexo-género no solamente influyen en las teo-
rías de la fecundación sexual humana, incluso se inmiscuyen al anali-
zar el comportamiento de las hembras y los machos de otras especies.
En “Rising Darwin's Consciousness” (“Aumentando la conciencia de
Darwin”) Sarah Hrdy muestra cómo muchas de las tesis tradicionales
acerca del comportamiento sexual de las hembras primate no se sos-
tienen y, en realidad, son creencias basadas más en valoraciones cultu-
rales acerca de las hembras humanas que en descripciones de hechos
propios de la naturaleza. Por ejemplo, para Darwin:

La hembra [...], con raras excepciones, se encuentra menos necesita-


da [de copular] que el macho [...] ella generalmente “requiere ser cor-
tejada', es tímida, y, a menudo, se la puede ver esforzándose durante
mucho tiempo por escapar del macho (Darwin, 1794: 273, citado por
Hrdy, 1996, nuestra traducción).

El célebre biólogo consideraba que la timidez era parte de una estrate-


gía femenina universal para asegurarse el apareamiento con el mejor
macho disponible. Sin embargo, la evidencia proveniente de la prima-
tología desmiente la hipótesis darwiniana en, al menos, dos sentidos.
Primero, porque hembras de diversas especies de primates -tales como
chimpancés, babuinos y macacos- se aparean con múltiples parejas
numerosas veces (Hrdy reporta el caso de una hembra de chimpan-
cé que durante un lapso de 12 días logra aparearse entre tres o cuatro

170 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


veces con trece machos distintos). Segundo, porque la promiscuidad
parece ser un comportamiento adaptativo en el caso de los babuinos y
los macacos, por ejemplo, en tanto reduce el número de infanticidios.
En estas especies de primate los machos matan a las crías ajenas para
lograr que las hembras vuelvan a ovular y por lo tanto a estar disponi-
bles para aparearse. Dado que los machos no matan a las crías de las
hembras con las que se aparean, las hembras, por medio de la pro-
miscuidad, aseguran su descendencia al evitar la violencia y, al mismo
tiempo, tener mayor cantidad de machos proveedores de seguridad
y alimento para sus crías.
Hrdy va más allá y muestra que no solo Darwin imprimió en sus des-
cripciones biológicas valoraciones que en última instancia provenían
de la sociedad victoriana de su época. Aún en la actualidad, psicólogos
evolucionistas formulan hipótesis que son consistentes con valoracio-
nes culturales, pero no tanto con la evidencia empírica disponible. Por
ejemplo, para explicar por qué los machos humanos (heterosexuales)
prefieren hembras de su especie más jóvenes como parejas a corto y
a largo plazo un psicólogo evolucionista contemporáneo argumenta.

Las mujeres jóvenes y hermosas son sexualmente atractivas para los


hombres ya que la belleza y la juventud se encuentran fuertemente
relacionadas con la fertilidad y el valor reproductivo. En la historia
evolutiva los hombres que fueron capaces de identificar y aparear-
se con hembras fértiles tuvieron el mayor éxito reproductivo (Buss,
1994, citado por Hrdy, 1996, énfasis suyo, nuestra traducción).

Hrdy (1996) sostiene que esta afirmación es bastante cuestionable dado


que en primatología no se ha reportado evidencia de que los machos
tengan una marcada preferencia por parejas jóvenes, más bien parece
ser la regla lo contrario: se priorizan a las hembras adultas con uno o
más descendientes. Esta preferencia se explica por tres razones incom-
patibles con la hipótesis de Buss: en primer lugar, los descendientes de
una hembra son indicio de fertilidad, en segundo lugar, en los prima-
tes las hembras adolescentes tienen más posibilidad de perder emba-
razos y, por último, los descendientes nacidos de madres primerizas
tienen mayor probabilidad de morir en comparación con las crías de
las madres experimentadas.
Por medio del análisis de estas distintas descripciones y explicaciones
puede observarse con claridad de qué manera hechos y valores se en-
cuentran entremezclados y cómo muchas veces pasan por descripcio-
nes de hechos lo que son, sobre todo, valoraciones propias de la cultura
en que se encuentra inmerso el investigador. En particular, para Hrdy,
la diferencia entre el comportamiento sexual de las hembras primate
y de las humanas descansa principalmente en la organización patriar-
cal de las sociedades humanas: el propósito del patriarcado consiste

CAPÍTULO 9, LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 171


en el control masculino de la (originariamente promiscua) sexualidad
femenina por medio del monopolio de los recursos necesarios para
la subsistencia, con el fin de garantizar la autenticidad y exclusividad
de la paternidad. En este contexto, la juventud, timidez y castidad de
las hembras pueden ser rasgos beneficiosos en las primates humanas
que, a su vez tendrán como correlato una competencia en la capacidad
de los machos para proveer, mantener y asegurar a sus descendien-
tes. En este sentido, para esta antropóloga, el comportamiento sexual
humano no es algo innato o biológico, sino cultural, es el resultado de
dinámicas propias de nuestra organización social. Los científicos que
intentaron ver timidez y selectividad en las hembras primate en reali-
dad estaban intentando describir este comportamiento sexual a través
de los esquemas valorativos propios de la organización cultural en la
que se desarrollaron. Sus propias valoraciones acerca de cómo se de-
ben comportar los hombres y las mujeres les hicieron pasar por alto fe-
nómenos importantes acerca del comportamiento sexual en distintas
especies de primates.
La identificación de la influencia de valores no epistémicos en distin-
tos ámbitos de la investigación científica por parte de la epistemología
feminista no pretende conducir a su eliminación. Lo que este enfoque
intenta poner de relieve es justamente lo inevitable de la injerencia de
los valores en la ciencia: los científicos son seres humanos, trabajan en
comunidades que se encuentran insertas en cierto contexto cultural y
social. Los valores propios de una época son inseparables del quehacer
científico. La función de la filosofía de la ciencia radica justamente en
explicitarlos. Y, en todo caso, la objetividad de la ciencia no descansa
en la eliminación de los valores contextuales, sino más bien en el plu-
ralismo valorativo de los sujetos que hacen ciencia. Cuanto más plural
sea el trasfondo valorativo de las personas que investiguen mayor será
la objetividad de la ciencia resultante, en tanto en los procedimientos
de formulación y puesta a prueba de teorías se confrontarán, no solo
diferentes hipótesis, sino también distintos valores de trasfondo. En
este apartado vimos cómo los valores de sexo-género pueden influir
en la observación y descripción del mundo; en el próximo apartado
veremos cómo las valoraciones sexistas pueden afectar los tipos de hi-
pótesis que se formulan a la hora de resolver un problema de investi-
gación e inclusive cómo estos valores se inmiscuyen en el proceso de
selección de dichas hipótesis.

172 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


9.2. Sexismo en la evaluación de hipótesis
acerca del control de la fertilidad.
El desarrollo de la pastilla anticonceptiva
femenina
En la sección anterior vimos de qué manera las valoraciones sexistas
influyeron en la descripción de la reproducción humana y el compor-
tamiento sexual en primates. Para ilustrar la manera en que los va-
lores de sexo-género, propios del contexto sociocultural en el que se
encuentran inmersos los científicos, influyen, además, en la formula-
ción y selección de hipótesis quizás sirva detenernos en un ejemplo
de investigación que tuvo un fuerte impacto en la vida de las personas
a partir de mediados del siglo XX: el desarrollo de la pastilla anticon-
ceptiva femenina. Este caso de investigación es muy interesante dado
que ejemplifica las múltiples influencias que pueden ejercer las valora-
ciones contextuales, en este caso de sexo-género, en diversos ámbitos
de la investigación científica, tanto en la manera en que restringen las
posibles hipótesis a ser testeadas como en la selección de una de ellas
en particular durante la investigación.
Revisemos primero cuál era el contexto sociocultural de los Estados
Unidos en el que emerge la idea de un método anticonceptivo feme-
nino de administración oral. Está claro que en el transcurso del siglo
XIX los estadounidenses hallaron una manera de limitar la cantidad
de descendientes; ello tuvo como resultado que hacia finales del siglo
la tasa de natalidad de este país se redujera a la mitad. En efecto, la
familia tipo de siete hijos pasó a tener un promedio de cuatro. Aun-
que existían diversos métodos de planificación familiar y su utilización
era relativamente frecuente, estos en su mayoría eran rudimentarios y
poco fiables, y no existía aún un acuerdo científico sobre su utilidad o
seguridad. Entre los procedimientos más utilizados se encontraban la
abstinencia y el coitus interruptus, métodos que recibían cierto grado
de aprobación religiosa.
Ya a comienzos de siglo, algunos pensadores como Thomas Robert
Malthus -el clérigo anglicano inglés, célebre por sus aportes económi-
cos y demográficos- comenzaron a plantear los problemas sociales que
podría acarrear el crecimiento indiscriminado de la población dado el
acceso limitado a los alimentos, lo que condujo a recomendar métodos
que restringieran la cantidad de hijos por matrimonio. Influenciado
por estas ideas, el médico estadounidense Charles Knowlton redactó
lo que podría considerarse como el primer manual de anticoncep-
ción, recomendando -entre otros procedimientos- duchas vaginales
poscoitales para evacuar los espermatozoides. Aunque sus opiniones
fueron consideradas obscenas por la ley vigente, su libro The Fruit of

CAPÍTULO 9. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 173


Philosophy: a Private Companion of Young Married Couples (El fruto de
la filosofía: un compañero privado para parejas jóvenes) vendió miles
de copias de manera clandestina y se consideró material de referencia
para las parejas hasta bien pasado mediados de siglo. El médico Frede-
rick Hollick, por su parte, propuso un sistema de ritmo, complementa-
rio a la abstinencia, basado en un cálculo del ciclo fértil de las mujeres.
La precisión de este método se discutió hasta 1930, cuando estuvo a
disposición una investigación más sólida sobre la ovulación.
Aunque los preservativos -hechos a partir de las membranas internas
de algunos animales- se utilizaban desde la antigiiedad, se fabricaban
en pequeñas cantidades en Francia y se exportaban a Estados Unidos
a un alto valor. El descubrimiento del caucho por Goodyear en 1839
hizo que el condón pudiera comercializarse masivamente a bajo pre-
cio y se convirtiera en un dispositivo anticonceptivo relativamente
accesible. También permitió la fabricación de pesarios en la década
de 1850. Aunque los pesarios se utilizaron originalmente para inser-
tar medicamentos en el útero, algunos médicos, como Edward Bliss,
pronto describieron su potencial anticonceptivo. Este método compar-
tía propiedades similares con los diafragmas modernos y el capuchón
cervical; sin embargo, su uso no estaba muy extendido. En esta época
la anticoncepción se publicitaba abiertamente en los periódicos y la
información sobre productos farmacéuticos se enviaba por correo a
jóvenes casadas bajo la etiqueta de “higiene femenina” o simplemente
“francés”. Sin embargo, los precios de los anticonceptivos se mantuvie-
ron relativamente altos en comparación con los ingresos familiares.
Una docena de condones reutilizables costaban 1,5 dólares, mientras
que el ingreso anual promedio de un hombre trabajador era de solo 600
dólares (Chesler, 1992).
Por otro lado, lo que hoy en día se consideran abortos voluntarios tem-
pranos en ese momento eran contemplados como un método más de
limitación familiar. Al no existir métodos eficaces de detección tempra-
na de embarazos, lo que sucedía era que los médicos no eran capaces de
distinguirlos de otras posibles causas de interrupciones del perío-
do, por lo que las mujeres podían solicitar que restauraran sus ciclos
menstruales bloqueados. Es más, los médicos de la época creían que
si la obstrucción de la menstruación no se trataba podría enfermar a
una mujer, por lo que el tratamiento de estos bloqueos era considerado
una buena práctica de la medicina. Dado que la manera para identifi-
car embarazos consistía en el registro de los primeros movimientos
fetales, se consideraba que la vida del feto como tal comenzaba en
ese momento, y la legislación solamente consideraba como un crimen
los procedimientos abortivos luego de la percepción de los movimien-
tos fetales, que suelen darse a comienzos del segundo trimestre del
embarazo. Antes de esta situación los procedimientos para restituir

174 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


los ciclos menstruales eran legales, frecuentes y bastante eficaces a
la hora de controlar la cantidad de hijos que una pareja deseaba tener
(Mohr, 1978).
De hecho, la mayoría de los manuales de medicina familiar de la épo-
ca, utilizados como material de consulta cotidiana para tratar dolen-
cias simples, solían contener capítulos específicos en los que se des-
cribían las distintas técnicas y recetas caseras que se podían utilizar
para tratar bloqueos menstruales. A mediados del siglo XIX existía una
amplia comercialización de productos y tratamientos para estos pro-
blemas femeninos. Era posible encontrar anuncios en los periódicos
donde se ofrecían diversos medicamentos, como hierbas y otros com-
puestos. También se publicitaban distintos procedimientos médicos
para tratar obstrucciones de los períodos menstruales de las mujeres.
Se estima que en la década de 1850 uno de cada seis embarazos en los
Estados Unidos era interrumpido voluntariamente. Incluso algunos
autores consideran que, dado que los anticonceptivos disponibles no
eran tan accesibles y no siempre eran usados correctamente, los pro-
cedimientos abortivos eran uno de los métodos más extendidos de li-
mitación familiar, utilizados por mujeres de diversas clases sociales,
estados civiles y grupos raciales. Existe cierto debate acerca de la segu-
ridad de los procedimientos de restablecimiento de la menstruación.
Si bien diversos autores consideran que eran relativamente seguros
para los estándares de la época, es igualmente cierto que la percep-
ción que se tuvo de su riesgo fue cambiando a lo largo del siglo XIX, en
gran medida debido a que la profesionalización de la medicina utilizó
la prohibición del aborto como estrategia para lograr mayor prestigio
y credibilidad. La fuerte campaña de las entonces nuevas sociedades
médicas en contra del aborto tuvo como resultado la prohibición y cri-
minalización no solamente del aborto, sino también de la distribución
de información y productos anticonceptivos en Estados Unidos hasta
mediados del siglo XX (Mohr, 1978).
Los médicos del siglo XIX en Estados Unidos no detentaban el pres-
tigio que poseen en la actualidad y por ello buscaban profesionalizar
la práctica de la medicina. Es más, los periódicos comúnmente de-
nunciaban e insultaban a la profesión médica. Por ejemplo, el diario
Reporter publicó quetodo el gremio médico era “una patraña estupenda”.
Además, en 1850, el editor del Cincinnati Medical Observer sostuvo “Se
ha puesto de moda hablar de la profesión médica como un cuerpo de
celosos, pendencieros hombres, cuyo principal deleite es la molestia y
burlarse unos de otros” (Johnson, 2017). Y es que a diferencia de lo que
sucede en la actualidad, la práctica médica del siglo XIX era bastante
desorganizada. Había pocas escuelas de medicina establecidas en esos
tiempos, y en ninguna de ellas existían regulaciones que establecieran
que los médicos debían asistir a la facultad de medicina para poder

CAPÍTULO 9. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 175


ejercer la profesión. De modo que en la práctica médica convivían mé-
dicos regulares, egresados de las academias de medicina, y médicos no
regulares que habían adquirido conocimientos del campo de manera
informal. La profesión médica era, de hecho, poco confiable en ese
momento ya que los médicos tenían dificultades para tratar incluso pa-
decimientos bastante simples. Algo llamativo, que incomodaba a los
médicos regulares de la época, era que su formación no los hacía mejo-
res médicos, no eran capaces de ofrecer mejores tratamientos a sus pa-
cientes que los médicos no regulares. Tampoco tenían ventajas econó-
micas frente a los aficionados y los pacientes se distribuían de manera
equitativa entre los médicos regulares y no regulares. Esta desorganiza-
ción condujo a que un selecto grupo de graduados, provenientes de las
más reconocidas academias estadounidenses, aunaran esfuerzos para
profesionalizar el ejercicio de la medicina, es decir, basarla en conoci-
mientos científicos rigurosos y al mismo tiempo establecer estándares
para la práctica, excluyendo a los aficionados que formaban parte del
campo. Este esfuerzo da origen en 1847 a la fundación de la Asociación
Americana de Medicina (AMA por su sigla en inglés). Con la fundación
de la AMA en 1847, los médicos con una formación académica formal
comenzaron a ganar terreno frente a los menos educados, muchos de
ellos mujeres, como las parteras (Mohr, 1978; Chesler, 1992).
Desde sus comienzos la AMA tuvo una clara posición antiabortista
guiada por motivos tanto morales como profesionales. En cuanto a las
razones morales, los médicos regulares, contrariamente al enfoque
que daba fundamentación a la legislación de la época, empezaron a
argumentar que la vida humana comenzaba a partir de la concepción
y no con los primeros movimientos fetales, y por lo tanto la interrup-
ción del embarazo en cualquier momento de la gestación era un acto
criminal. Como muestra una publicación de 1854 en el Boston Medical
and Surgical Journal, en la base de estas consideraciones se encontra-
ba también un profundo sentimiento de desaprobación por el hecho
de que los procedimientos abortivos estuvieran tan extendidos que
fueran utilizados incluso por mujeres casadas “cuya única motivación
para interrumpir el embarazo fuera escapar de los cuidados mater-
nos”. Existía una fuerte convicción sexista en esa época que conside-
raba que la función de la mujer era básicamente reproductiva y que su
distanciamiento de las labores domésticas pondría en riesgo la vida
social. Es más, el principal impulsor de la cruzada contra el aborto,
Horatio Robinson Storer, se opuso fuertemente a que las mujeres ob-
tuvieran jerarquías regulares en la práctica médica. De esta manera,
con el surgimiento de las asociaciones médicas estadounidenses, no
solo se fueron cercenando los derechos reproductivos de las mujeres,
sino que también logró postergarse su incorporación a la medicina
profesional (Mohr, 1978).

176 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


En cuanto a las razones profesionales, los médicos regulares - miembros
de la elite estadounidense de la época- observaban con recelo el hecho
de que los médicos no regulares -provenientes de las clases menos
privilegiadas- cobraran ingresos semejantes por las mismas labores,
a pesar de carecer de una formación académica. Así fue que los médi-
cos regulares -y las asociaciones que conformaban- encontraron en
la campaña antiabortista un aliado clave, en tanto la prohibición del
aborto permitiría reducir los significativos ingresos que los médicos
no regulares obtenían a partir de la administración de medicamentos
y procedimientos abortivos. Puede decirse que el primer gran logro
jurídico de la cruzada antiabortista de la medicina regular consistió
justamente en lograr que los distintos estados del país comenzaran a
prohibir publicitar procedimientos y materiales abortivos a partir de
1847 (Mohr, 1978).
Múltiples factores contribuyeron a que la medicina regular estadou-
nidense obtuviera el prestigio, el respeto y la confianza pública que
tanto se ansiaba, y con ello lograra fomentar la promulgación de le-
yes antiabortistas. Entre estos factores, Mohr (1978) señala, en primer
lugar, que la AMA logró influir en la opinión pública promoviendo la
publicación de notas sensacionalistas en los principales periódicos
de la época, como el New York Times, el New York Tribune o el Herald.
Los diarios pasaron de publicitar abiertamente todo tipo de artículos
y servicios anticonceptivos y abortivos a cubrir las muertes de muje-
res provocadas por abortos a manos de los no regulares de una forma
sumamente amarillista.
Asimismo, los médicos impulsaron a los representantes religiosos de
los distintos credos a comprometerse más fuertemente en la lucha
contra el aborto. Sorpresivamente ni las autoridades protestantes ni
las católicas habían asumido un papel central hasta ese momento, qui-
zás por considerar que las temáticas relacionadas con la sexualidad no
eran temas apropiados de discusión, en el caso de los católicos. En los
protestantes la evasiva a tratar el tema también podría haberse debido
a su adhesión a la idea tradicional de que no existía vida fetal antes
de la percepción de los primeros movimientos. En cualquier caso, las
asociaciones médicas reclutaron a las instituciones religiosas logrando
que la profesionalización de la medicina, y su campaña antiabortista,
tuviera bases no solamente científicas, sino sobre todo morales.

En tercer lugar, los desarrollos de Joseph Lister concernientes a la na-


turaleza de la sepsis, en 1865, sumados a los avances en bacteriología
permitieron mejorar los tratamientos de las infecciones y con ello, por
primera vez, los procedimientos de los médicos regulares comenza-
ron a ser más exitosos frente a los de los no regulares. Los médicos
que habían obtenido los conocimientos de avanzada provenientes de
Europa y habían sido entrenados formalmente en laboratorios logra-

CAPÍTULO 9. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 177


ron tener una marcada ventaja frente los practicantes que desconocían
las últimas investigaciones y las técnicas más novedosas, acaparando
progresivamente una mayor cantidad de pacientes. Esta situación tuvo
una consecuencia en gran medida paradójica: en el momento en que
la medicina fue capaz de contribuir con los conocimientos y procedi-
mientos más seguros, la interrupción temprana de los embarazos fue
considerada por la opinión pública como un procedimiento altamente
riesgoso (Mohr, 1978).
La campaña de las asociaciones médicas estadounidenses comenzó a
rendir frutos a partir de 1860, y logró la primera promulgación anti-
abortista, en la que se adoptó la visión de los médicos regulares. La
ley contenía cuatro secciones. La primera establecía la oposición del
Estado al aborto en términos generales, sin hacer referencia a los mo-
vimientos fetales de las legislaciones previas, y fijaba una condena de
hasta cinco años de prisión y una multa de 1000 dólares. La segunda
parte establecía que los practicantes que llevaran adelante los procedi-
mientos eran cómplices del delito cometido. La tercera dejaba asenta-
do que la mujer era considerada culpable por solicitar un aborto, por
permitir que otros le practiquen un aborto o por autoinducirse uno.
Por último, la cuarta sección multaba con montos entre 300 y 500 dó-
lares a quienes divulgaran materiales o información acerca de técni-
cas abortivas. La cruzada alcanzó su momento culminante en 1873, de
la mano del movimiento antiobscenidad, cuando Anthony Comstock,
quien contaba con el respaldo de la influyente Asociación Cristiana de
Hombres Jóvenes de Nueva York (YMCA por su sigla en inglés), logra
imponer la sanción de una serie de leyes que permitieron suprimir el
comercio y la circulación no solamente de procedimientos y productos
abortivos, sino de todo tipo de información o materiales considerados
obscenos, entre ellos, los relacionados con la anticoncepción.
Conocida como la Ley Comstock (por Anthony Comstock), esta le-
gislación federal prohibía el comercio interestatal de cualquier foto,
publicación escrita u objeto para la prevención o interrupción de los
embarazos, llegando incluso a prohibir hablar sobre el control de la na-
talidad. Su puritanismo concebía la anticoncepción, el aborto, la este-
rilización, la obscenidad y el vicio como amenazas a la moral pública.
Aunque no fueron los principales proponentes, tanto la Iglesia católica
como la protestante apoyaron tácitamente la Ley de Comstock. En todo
Estados Unidos, el vínculo legal entre la anticoncepción y la obsceni-
dad se mantuvo durante casi un siglo. De esta manera, Comstock en-
frió las actitudes públicas y profesionales hacia la anticoncepción. Esta
reticencia se reflejó en las políticas y prácticas de las instituciones de
salud, así como en los medios de comunicación: hasta 1959, por ejem-
plo, en el programa de televisión nacional estadounidense ni siquiera
se mencionó el tema del control de la natalidad (Mohr, 1978).

178 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Como resultado de la campaña de la AMA y la prohibición legislativa
a la que condujo, la reputación tanto del aborto como de la anticon-
cepción —cuyas diferencias, como mencionamos, no estaban tan cla-
ras- se vio sustancialmente dañada. Como consecuencia, a principios
del siglo XX todavía existía un marcado desconocimiento acerca de la
eficacia y seguridad de la anticoncepción en la comunidad médica de
Estados Unidos. En la conferencia inaugural de la Liga Estadounidense
de Control de la Natalidad en 1921, la médica que presidía el evento,
Lydia De Vilbis, afirmó que solamente sabía que los supositorios fun-
cionaban correctamente cuando se mezclaban con tóxicos químicos
para los espermatozoides. El acceso a información y suministros anti-
conceptivos siguió siendo particularmente difícil, especialmente para
las mujeres inmigrantes pobres. Un sondeo a un pequeño grupo de in-
migrantes que vivían en Nueva York en 1917 determinó que alrededor
de un tercio no conocía ningún método de planificación familiar que
no fuera el aborto (Chesler, 1992).
En este contexto adverso, Margaret Sanger luchó por establecer un re-
clamo central y revolucionario: que la procreación descontrolada era
peligrosa tanto para las mujeres como para la sociedad. Criada en una
familia numerosa, Sanger sabía en carne propia cómo la salud de su
madre -que padecía tuberculosis crónica- se había visto comprome-
tida por tener demasiados hijos. Al tener muchos hijos, las mujeres
no solo estaban arriesgando su salud, sino que se veían obligadas a de-
pender de los hombres para sobrevivir. Las mujeres no podían invertir
el tiempo en su propio desarrollo e independencia económica, eran
reducidas a una mera “máquina productora” que “abastece al mercado
de mano de obra barata” (Sanger, 1917).

Una vez que comenzó a trabajar como enfermera, Sanger reforzó


este sentimiento y descubrió que las mujeres muchas veces preferían
arriesgar su vida sometiéndose a abortos clandestinos antes que dar
a luz a niños que no podían alimentar ni cuidar. En particular, en su
biografía menciona a una paciente, Sadie Sachs, una joven inmigrante
judía que murió de septicemia como resultado de varios intentos de
abortos autoinducidos. Allí Sanger afirma que esta situación le hizo
darse cuenta de la ineficacia de los cuidados paliativos para dar solu-
ción alos problemas de salud reproductiva que enfrentaban las mujeres
y con ello tomar conciencia de la necesidad del cambio social.
La procreación ilimitada no solamente era peligrosa para las mujeres,
sino también para la sociedad: cientos de miles de bebés menores de
un año morían a causa de la pobreza y del abandono, y en las grandes
ciudades, los distritos ricos arrojaban una tasa de natalidad de un ter-
cio de la de los distritos pobres. Este último hecho evidenciaba que
los métodos anticonceptivos eran accesibles para las mujeres de altos
ingresos, mientras que a las mujeres de la clase trabajadora se las man-

CAPÍTULO 9. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 179


tenía deliberadamente en la ignorancia. Para Sanger, la ausencia de
una política de salud reproductiva mantenía a las mujeres de meno-
res ingresos esclavizadas a la par que empobrecía a la sociedad, cuya
desigualdad generaba mayor criminalidad, tornándola cada vez más
peligrosa. Esta situación la condujo a pasar buena parte de su vida lu-
chando por encontrar una forma efectiva de combatir los peligros de
la procreación excesiva por medio de la distribución de información y
productos anticonceptivos.
Margaret Sanger fue ferozmente combatida por su activismo, su-
frió una fuerte persecución protagonizada nada más y nada menos
que por el mismo Anthony Comstock, quien tenía la potestad de ha-
cer que la ley que llevaba su nombre se cumpliera. La redacción de
distintos panfletos y artículos con información sobre métodos an-
ticonceptivos -tales como What every girl should know (Lo que toda
chica debe saber), entre otros- así como la apertura de su primera
clínica donde, a falta de un médico licenciado, solamente brinda-
ba educación sexual junto con su hermana, la condujo dos veces a
la cárcel. Si bien en 1921 logró posicionarse como una de las prin-
cipales referentes en anticoncepción, luego de organizar la prime-
ra conferencia sobre el control de la natalidad, tuvo que enfrentar
muchas dificultades para poder encaminar su proyecto de instalar
una red de clínicas de salud sexual y reproductiva en diversas loca-
lidades de Estados Unidos. Sanger deseaba reproducir el modelo de
clínicas que había podido visitar en Holanda, que eran llevadas ade-
lante por médicas y enfermeras que brindaban tanto información y
anticonceptivos como contención y seguimiento a mujeres que de-
seaban controlar su fertilidad. Para ello, a lo largo de su activismo
logró recabar fondos provenientes tanto de pequeñas donaciones
de mujeres a quienes solicitaba dinero por medio del correo postal,
como de feministas de clase alta interesadas en la ampliación de los
derechos reproductivos de las mujeres. Además recibió apoyo finan-
ciero de organizaciones filántropas como la Fundación Rockefeller
que -muchas veces de manera anónima- financió varios de sus pro-
yectos (Chesler, 1992).
Entre los innumerables obstáculos para llevar adelante su plan se en-
contraban, como ya mencionamos, restricciones legales y profesio-
nales. Por un lado, si bien el control de la natalidad en sí mismo no
era considerado un delito, recién en 1936 se legalizó el transporte y
almacenamiento de anticonceptivos “para ser empleados concienzu-
da y competentemente por médicos, con el propósito de salvaguardar
la vida o promover el bienestar de sus pacientes”, Antes de esá fecha, la
distribución de anticonceptivos se realizaba de manera clandestina, y
su prescripción médica legítima estaba más orientada a la prevención
de enfermedades que a la anticoncepción propiamente dicha (aunque

180 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


en la práctica quedaran en gran medida a criterio del profesional
médico las condiciones específicas del paciente que ameritaban su
utilización).
Por otro lado, las asociaciones médicas eran reticentes a promover la
utilización de anticonceptivos alegando que no existían investigacio-
nes que respaldaran su seguridad y eficacia, razón por la que tampo-
co existían regulaciones que garantizaran la calidad de los productos.
Esta situación, de hecho, puso de manifiesto la necesidad de realizar
estudios acerca de los anticonceptivos que ya se comercializaban en
Estados Unidos. A este desconocimiento y desregulación se le sumaba
el temor, por parte de los médicos, de que algunos anticonceptivos en
realidad desencadenaran procesos abortivos, y de hecho esa fue una
de las razones por las que se retrasó la aprobación del dispositivo in-
trauterino (DIU), por ejemplo. A las restricciones legales y la reticencia
médica se sumó el sexismo propio de la época, imperante tanto en las
instituciones religiosas como en la comunidad médica y sus principa-
les asociaciones profesionales. Hacia comienzos de siglo XX los grupos
católicos ya lideraban el activismo tanto en contra el aborto como de
la anticoncepción. Uno de sus principales representantes argumentó
en la Federación de Clubes de Mujeres del Estado de Nueva York que la
utilización de métodos para la prevención de embarazos transformaba
alas mujeres en “prostitutas” al “separar el placer sexual de las respon-
sabilidades y sacrificios que acarrea”. Así fue como la Iglesia católica se
opuso atodos y cada uno de los intentos de reformas legales que impul-
saron las feministas de la época en favor de los derechos reproductivos
de las mujeres (Chesler, 1992).
En la comunidad médica también reinaba el sexismo. En esos momen-
tos se estima que de unas 400 personas que estudiaban medicina, sola-
mente 25 eran mujeres, quienes al finalizar sus estudios tenían serias
dificultades para insertarse laboralmente. En raras ocasiones obtenían
cargos en hospitales, razón por la cual muchas de ellas veían como una
salida laboral estimulante trabajar en las clínicas de Sanger, dado que
el desempeño en ese cargo les permitía aprender, adquirir experien-
cia en la práctica de la profesión y también les abría la posibilidad de
investigar en nuevas áreas como la reproducción y la anticoncepción.
Sin embargo, como era de esperar, esta salida profesional traía apare-
jada una serie de sinsabores. A las médicas que optaban por trabajar
con Sanger se les negaba el más mínimo respaldo institucional. En su
autobiografía, Sanger retrata los diversos impedimentos que tuvo que
sortear Hannah Stone, la médica que había contratado para que se ocu-
para de su clínica de Nueva York. Justamente, al no haber estudios que
respaldaran el uso de anticonceptivos, Stone se había propuesto llevar
un riguroso registro de las pacientes de la clínica con el fin de probar
que la utilización del diafragma junto con un espermicida -el método

CAPÍTULO 9. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 181


promovido por la clínica- era seguro y eficaz para prevenir embarazos.
Así y todo, no solamente no la admitían en las asociaciones de medici-
na, tampoco le permitían publicar los resultados de sus investigaciones
en las revistas del área (Chesler, 1992).

Estas dificultades, sumadas a las peculiaridades mismas de la utiliza-


ción del diafragma y el espermicida, volvieron muy difícil que se logra-
ra que este método anticonceptivo se utilizara de manera masiva para
el control de la fertilidad. En particular, la utilización del diafragma
no solo requería cierta pericia y disciplina para que fuera eficaz, sino
también acceso a condiciones higiénicas de las que no siempre dispo-
nían las pacientes. Además, era necesario realizar una revisión médica
regular de las mujeres con el fin de prevenir infecciones a partir de su
utilización inadecuada, lo cual generaba inconvenientes a la mayoría
de las pacientes, que finalmente terminaban dejando de asistir a las
clínicas (Chesler, 1992; Watkins, 1998).
Con el transcurrir de los años Sanger comenzó a notar que los resulta-
dos obtenidos eran relativamente magros en comparación con lo difí-
cil que resultaba la administración de la red de clínicas en el contexto
adverso de la época. Esta situación la impulsó a pensar en un método
de planificación familiar que fuera capaz de evadir gran parte de las
restricciones impuestas por la sociedad. Así fue como comenzó a con-
cebir la idea de un anticonceptivo femenino de administración oral. Al
ser un medicamento podría ser investigado, aprobado y avalado por
la comunidad médica profesional. Además, un método de estas carac-
terísticas, a diferencia del diafragma, no necesitaría de ningún tipo
de instrucción, condiciones higiénicas ni seguimiento periódico por
parte del médico. La pastilla anticonceptiva tampoco requeriría de la
colaboración de los hombres, como sucedía con el preservativo, y eso
les daría a las mujeres autonomía para decidir si querían tener o no
hijos y cuándo hacerlo. Sin embargo, la píldora anticonceptiva conce-
dió al sexismo de la época que fueran las mujeres quienes asumieran
los riesgos de la anticoncepción. El supuesto implícito era que dado
que las mujeres eran las que quedaban embarazadas ellas debían res-
ponsabilizarse por la planificación familiar, aun cuando esto implicara
arriesgar su propia salud. Sanger fue consciente de esta disyuntiva mo-
ral, sin embargo consideró que dada la coyuntura, era el precio que las
mujeres tendrían que pagar para poder lograr autonomía sexual y re-
productiva. Los posibles daños a las mujeres provocados por múltiples
embarazos superaban con creces los riesgos de tomar anticonceptivos
orales.

Sin embargo, se afirma insistentemente que, dado que las relacio-


nes sexuales son un acto de dos, la responsabilidad de controlar los
resultados no debe recaer únicamente sobre la mujer. ¿Es justo, se

182 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


pregunta, darle a ella, en lugar de al hombre, la tarea de protegerse
a sí misma cuando ella es, quizás, menos robusta físicamente que su
compañero y tiene, en todo caso, las molestias periódicas normales
de su sexo?

Debemos examinar este problema bajo dos luces: la del ideal y la de


las condiciones que trabajan hacia el ideal. En una sociedad ideal, sin
duda, el control de la natalidad se convertiría en una preocupación
tanto del hombre como de la mujer. El hecho duro e ineludible con
el que nos encontramos hoy es que el hombre no solo ha rechazado
tal responsabilidad, sino que ha buscado individual y colectivamente
evitar que la mujer obtenga el conocimiento mediante el cual podría
asumir esta responsabilidad por sí misma [...]. Las condiciones en lu-
gar de las teorías, los hechos, en lugar de los sueños, gobiernan el
problema. Lo colocan directamente sobre los hombros de la mujer.
Ella ha aprendido que cualquiera sea la responsabilidad moral del
hombre en este sentido, no la cumple. [...] La mujer debe tener [...]
la libertad fundamental de elegir si será o no madre y cuántos hijos
tendrá. Independientemente de cuál sea la actitud del hombre, ese
problema es de ella [...]. El control de la natalidad es un problema de
la mujer. Cuanto antes lo acepte como suyo y solo suyo, más pronto la
sociedad respetará la maternidad. Más rápido, también, se converti-
rá el mundo en un lugar adecuado para que vivan los niños (Sanger,
1920: 93-100, nuestra traducción).
Entre las décadas de 1930 y 1940, los biólogos que investigaban la endo-
crinología reproductiva habían logrado descifrar aspectos importantes
del ciclo reproductivo femenino al identificar la función de las diversas
hormonas, pero no se les ocurrió utilizar este conocimiento para con-
trolar la fertilidad. En la década de 1950, Sanger se reunió con Gregory
Pincus -un biólogo que había recibido financiación farmacéutica para
producir a gran escala una hormona esteroide utilizada para tratar la
artritis (cortisona)- con el propósito de evaluar la posibilidad de de-
sarrollar una píldora anticonceptiva. Con la ayuda financiera de una
amiga de Sanger, Katherine Dexter McCormick, lanzaron las investiga-
ciones. Las farmacéuticas se negaron a financiar estas investigaciones
por temor a violar la Ley de Comstock aún vigente. Si bien se sabía
que muchos esteroides inhibían la ovulación y la producción de esper-
matozoides en mamíferos, recién con las investigaciones de Pincus se
comenzaron a aplicar esos conocimientos al control de la natalidad.
Pincus y su equipo contemplaron como posibilidad estudiar el rol de
la progestina (progesterona sintética) como inhibidor tanto de la ovu-
lación como de la producción de esperma con el fin de hallar un posi-
ble anticonceptivo hormonal. Sin embargo, abandonaron esta última
posibilidad dado que no lograron reclutar sujetos experimentales para
realizar sus investigaciones.

CAPÍTULO 9, LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO... 183


Es obvio [...] que los estudios experimentales con hombres han sido
bastante limitados [...] Generalmente los hombres han llegado a la
observación experimental debido a problemas de esterilidad, el re-
cuento de espermatozoides ha sido una preocupación importante así
como los factores que lo afectan, frecuencia del coito, libido, ferti-
lidad, etcétera. A pesar de exhibir excelentes mediciones cuantita-
tivas de la fertilidad masculina [...] los voluntarios masculinos para
los estudios de control de la fertilidad pueden contarse en unos po-
cos cientos, mientras que las mujeres se han ofrecido como volun-
tarias para estudios similares por miles. En realidad, con el uso del
condón, el hombre es, con mucho, el practicante predominante de la
anticoncepción. Sin embargo, aparentemente tiene aversiones psico-
lógicas a experimentar con las funciones sexuales. En países donde
la vasectomía y el aborto están igualmente disponibles, esta última
supera abrumadoramente a la primera, e. g. Japón [...] a pesar de que
en las mujeres se trata de un procedimiento quirúrgico mayor y en
los hombres un procedimiento quirúrgico menor. Quizás los estudios
experimentales sobre el control de la fertilidad en los hombres debe-
rían realizarse mediante una investigación exhaustiva de las actitudes
masculinas (Pincus, 1965: 194, nuestra traducción).

A través de una intensa experimentación con conejas y ratas, Pincus y


su equipo lograron mostrar que la progestina detenía la ovulación en
estos animales sin afectar su fertilidad a largo plazo. Dado que Pincus
era biólogo y no poseía licencia para conducir pruebas experimentales
con personas, se asoció con un prestigioso obstetra y ginecólogo de
Harvard, John Rock, con el propósito de evaluar la función inhibito-
ria de la progesterona en mujeres. Pincus y Rock pudieron determi-
nar que una dosis alta de progesterona oral inhibía la ovulación, pero
no producía períodos menstruales cada 28 días, por ello desestimaron
esta alternativa. Luego de extensas investigaciones, descubrieron que
el uso de progesterona oral con un suplemento de estrógeno sí lograba
generar consistentemente la menstruación mes a mes en las mujeres
(Pincus, 1965; Watkins, 1998).
Detengámonos por un momento en las diversas hipótesis que Pincus
y su equipo fueron formulando a lo largo de la investigación. En un
comienzo él quiso evaluar dos hipótesis:
H1: La progestina inhibe la ovulación en las mujeres.
H2: La progestina inhibe la producción de espermatozoides
en los hombres.
Es decir, los investigadores quisieron estudiar a la progestina como blo-
queador tanto de la ovulación como de la producción de esperma. El
conocimiento sobre ambas capacidades inhibidoras de esta hormona,
que podría haber ayudado a resolver el problema de la planificación

184 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


familiar, estuvo disponible al mismo tiempo. Pero noten que al escoger
H1 sobre H2 se vieron involucrados no solamente valores cognitivos
-como por ejemplo realizar experimentos que puedan ser replicables,
publicar los resultados, no tergiversarlos, etcétera-, sino también valo-
raciones contextuales. La elección de una hipótesis por sobre su alter-
. nativa se produjo tomando como consideración valores sociocultura-
les sexistas acerca de quién puede o debe ser estudiado y quién puede o
debe ser objeto de intervención médica: la anticoncepción era un pro-
blema femenino; a diferencia de las mujeres, los hombres no arries-
garían su salud para controlar la cantidad de hijos que pudieran tener,
por ello había que dejar de lado H2 y abocarse a investigar H1. De esta
manera los valores contextuales impusieron importantes restricciones
al tipo de hipótesis que se podía formular (e investigar) acerca de las
bases hormonales de la anticoncepción, influyendo por lo tanto en el
tipo de conocimiento que pasó a evaluarse más adelante. Por otro lado,
H1 fue rechazada para pasar a evaluar y luego aceptar:
H3: Un compuesto oral de progestina y estrógeno inhibe la
ovulación en las mujeres.
En este caso, H1 no fue abandonada en virtud de que careciera de
respaldo empírico. Aunque esta hipótesis no era falsa, se la descartó
porque las menstruaciones a las que daba lugar eran consideradas in-
adecuadas. H1 entraba en conflicto con valoraciones extrínsecas rela-
cionadas con la naturaleza de la mujer; era incompatible con la idea
de que las mujeres debían tener períodos menstruales cada 28 días. De
hecho, el director de Searle Company, la corporación que proporcio-
nó a Pincus la progesterona para sus investigaciones, le advirtió ex-
plícitamente que no querían involucrarse con ningún compuesto que
interfiriera con el ciclo menstrual femenino. Creían que alterar la
menstruación regular de las mujeres equivaldría a “ir en contra de la
naturaleza” (McLaughlin, 1982). Por lo tanto, al escoger H3, Pincus y su
equipo no contemplaron únicamente valores cognitivos, una vez más
tuvieron en cuenta valores contextuales. Prueba de ello es que en la ac-
tualidad estas valoraciones dejaron de ejercer su influencia: hoy en día
existen métodos anticonceptivos femeninos eficaces que directamente
eliminan el sangrado menstrual mensual mientras se los utiliza.
Cuando sostenemos junto a la epistemología feminista que los valores
influyen en la formulación y evaluación de hipótesis acerca de la inhi-
bición de la ovulación, no estamos afirmando que dichas hipótesis no
representen objetivamente aspectos importantes del ciclo reproduc-
tivo femenino. Este conocimiento no constituye una forma arbitraria
de representar la realidad. Sin embargo, las hipótesis evaluadas dieron
lugar a un conocimiento incompleto y “sesgado”, en tanto siguen pre-
suponiendo aquellos valores contextuales que influyeron en su descu-
brimiento. Es decir, por un lado, H3 todavía presupone que la mujer

CAPÍTULO 9. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES DE SEXO-GÉNERO..: 185


debe ser la usuaria de anticonceptivos, por eso se investigó una versión
inicial de esta hipótesis, H1, en lugar de H2. Por otro lado, se seleccio-
nó la hipótesis H3 como conocimiento base del desarrollo de la píldo-
ra anticonceptiva, no porque la otra alternativa, H1, fuera incorrecta,
sino porque H3 era la única hipótesis coherente con los valores socio-
culturales extrínsecos relacionados con la naturaleza de la feminidad.
Dicho de otra manera, si la formulación de las posibles hipótesis al-
ternativas ya se encuentra influenciada por valoraciones contextuales
(algo que ya admite la epistemología tradicional) esta influencia no se
detiene en este momento de la investigación; los valores contextuales
continúan actuando en la evaluación empírica de las teorías. La hipóte-
sis que se decida evaluar será el resultado de las múltiples negociacio-
nes entre valores no cognitivos que tuvieron lugar en el momento del
descubrimiento. Y a la vez en el momento mismo de la evaluación de
la hipótesis los valores contextuales podrían jugar un papel al formar
parte de las asunciones de trasfondo que permiten extraer las impli-
caciones contrastadoras que den lugar al rechazo o la aceptación de
la hipótesis en cuestión. Es en esta influencia que ejercen los valores
no epistémicos en la evaluación empírica en la que más se distancia la
epistemología social de la clásica.
En este capítulo analizamos cómo los valores sexistas influyeron tan-
to en la manera de describir el proceso de concepción y el comporta-
miento sexual en primates humanos y no humanos, como en la formu-
lación y evaluación de hipótesis acerca de inhibidores de la ovulación
que dieron lugar al desarrollo de los primeros anticonceptivos hormo-
nales femeninos. En el siguiente capítulo estudiaremos cómo influyen
los valores institucionales en la producción y evaluación de distintos
tipos de conocimiento científico, esto es, cómo las instituciones en las
que se llevan adelante las investigaciones imponen sesgos al tipo de
conocimiento que elaboran y ponen a prueba los investigadores que
allí se desempeñan.

186 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Capítulo 10

La influencia de los valores


institucionales en la
investigación científica:
la sociología de la ciencia
de John Ziman

Si bien la epistemología social feminista suele centrar su análisis en la


influencia que ejercen en la ciencia los valores de sexo-género, otros
pensadores como Merton (1973), Gibbons et al. (1994) y John Ziman
(1996, 2000, 2003) profundizaron en la influencia que ejercen los valo-
res propios del contexto institucional en el que tiene lugar la investi-
gación científica como tal. Siguiendo a Ziman, es posible identificar al
menos dos grandes modos de producción de conocimiento científico
que coexisten en la actualidad, cada uno de los cuales posee sus pro-
pias normas implícitas de funcionamiento: la ciencia académica y la
ciencia posacadémica (también denominada tecnociencia).

La ciencia académica recibe este nombre dado que es el tipo de cono-


cimiento que el cuerpo docente suele producir en el ejercicio de sus la-
bores de investigación en las universidades. Los desarrollos teóricos de
científicos renombrados como Newton, Darwin y Einstein constituyen
ejemplos paradigmáticos de ciencia académica. En el colegio suelen
enseñarnos este tipo de ciencia, e inclusive, como vimos en la primera
y la segunda parte de este libro, tanto la filosofía clásica como la histo-
ricista toman como objeto de análisis los procesos y los productos pro-
venientes de este modo de producción de conocimiento científico. La
ciencia académica, para Ziman, en gran medida obedece a la cultura
de investigación identificada por Merton (1973). Merton sostiene que la
ciencia se ajusta a un conjunto complejo de valores y normas implícitas
que, a pesar de no encontrarse codificadas, son obedecidas por los
científicos. Estas normas se encuentran motivadas por los objetivos
que persigue la investigación científica, principalmente por la búsque-
da desinteresada de la verdad y su posterior divulgación. Dentro de
este conjunto de normas y valores propios del quehacer científico, al
que Merton da el nombre de ethos científico, destaca el rol crucial que
cumplen los siguientes cinco valores.
El comunismo, en el sentido de que existe un acuerdo por
parte de la comunidad de científicos de no apropiarse del
conocimiento descubierto sino de compartirlo, en tanto las
hipótesis y teorías científicas son el resultado de investiga-
ciones colaborativas. Raramente un científico o científica
comienza a investigar en un determinado campo desde cero,
en su inmensa mayoría trabajan insertos en una tradición
que tiene una cierta historia, donde ya existen conocimien-
tos que se consideran establecidos y a partir de los cuales
los investigadores pueden seguir realizando modificaciones
o avances. En este sentido los científicos no se apropian del
conocimiento generado, la afirmación por parte de un cien-
tífico de que cierto conocimiento le pertenece, a lo sumo se
reduce a nombrar algún descubrimiento, como en el caso del
sistema copernicano, de las leyes de Kepler, del teorema de
Tales, etcétera. De modo que la ciencia académica se carac-
teriza por una especie de competencia comunitaria, si bien
existe cierta rivalidad por parte de los científicos para descu-
brir nuevos conocimientos y ser reconocidos por sus aportes,
los resultados de esa competencia se hacen públicos para que
puedan usarse posteriormente como insumo para nuevas
investigaciones.
Los conocimientos de la ciencia académica pretenden ser
universales en el sentido de que su aceptación o rechazo es in-
dependiente de las características particulares o personales
de quienes llevaron adelante las investigaciones que los pro-
dujeron. Las hipótesis y teorías propuestas por los científicos
se confirman o rechazan no en virtud de la raza, nacionalidad,
religión o clase del investigador sino siguiendo métodos y pro-
cedimientos impersonales, que se aplican a todos por igual.
Guiadas por este valor, las instituciones científicas académi-
cas suelen tener pautas de acceso y permanencia meritocrá-
ticas. En este sentido, el libre acceso a las carreras científicas
constituiría un imperativo moral, dado que sería perjudicial
para la ciencia que se restrinja el acceso a la investigación
por otras razones que no sean la falta de calificación enel
área pertinente. Excluir a posibles científicas y científicos

188 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


talentosos y calificados retrasaría el avance de la ciencia, obs-
taculizando el descubrimiento de nuevas leyes y teorías.
+ Asimismo, la ciencia académica incluye el desinterés como un
elemento institucional básico. Los científicos no perciben re-
muneraciones monetarias como compensación directa por
sus descubrimientos y publicaciones. La mayoría de las veces
sus investigaciones son financiadas por las instituciones aca-
démicas en las que el investigador ejerce como profesor e in-
vestigador. La capacidad de generar conocimiento y de com-
partirlo por medio de publicaciones científicas hace que el
investigador gane prestigio a la vez que logra ir ascendiendo
de jerarquía en la carrera de investigador y también accede
a mejores cargos docentes que le permiten no solo difundir
su conocimiento, sino también formar nuevos científicos y
científicas que continúen con las líneas de investigación plan-
teadas. De manera que generar y publicitar el conocimien-
to producido permite a los investigadores obtener mejores
cargos que les posibilitan, a su vez, generar más conocimien-
to y ampliar su capacidad de difusión. Así, la remuneración
del investigador como contraprestación de sus cargos acadé-
micos pondera en mayor medida el avance del conocimiento
que el lucro individual,
* La ciencia académica promueve que los investigadores ofrez-
can nuevos abordajes; en este sentido se fomenta la origina-
lidad. Dado que la “moneda de cambio” de la investigación
académica se centra en el prestigio y la reputación que van
ganando los investigadores, la capacidad de los científicos
de generar nuevas hipótesis y teorías cobra una relevancia
central en la ciencia académica, en tanto constituye la prin-
cipal manera de generar reconocimiento por parte de los
colegas.
* — Porúltimo, la ciencia académica se caracteriza por la institu-
cionalización del escepticismo. La idea de que deben publici-
tarse los nuevos hallazgos va de la mano con la idea de que el
conocimiento es falible, incompleto y perfectible, y siempre
se encuentra sujeto a modificación. No existe ninguna hipóte-
sis o teoría científica que no pueda ser discutida sobre la base
de evidencia y abordajes teóricos adecuados, dando lugar a
un consenso científico robusto que produzca cambios en el
conocimiento.
El agrupamiento de los nombres de estos valores en inglés (commu-
nism, universality, disinterestedness, originality y skepticism) forma el
acrónimo CUDOS. En inglés la palabra kudos significa “prestigio”. Que

CAPÍTULO 10. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES INSTITUCIONALES... 189


el prestigio que puedan adquirir los científicos gobierna el ethos pro-
pio de la ciencia académica se manifiesta en el rol protagónico que
cobran las publicaciones científicas revisadas por pares en este modo
de producción de conocimiento. La publicación revisada por pares
encapsula cada uno de estos valores propios de la ciencia académica.
Cuando una científica o un científico publican los resultados de sus
investigaciones se satisfacen dos valores al mismo tiempo: el comu-
nismo de dar a conocer los nuevos hallazgos -y ponerlos a disposición
de otros investigadores quienes a su vez los pueden tomar como mate-
rial para nuevas investigaciones- y la originalidad, en tanto la ciencia
académica atribuye el descubrimiento al primer investigador que dé a
conocer sus hallazgos. Por otro lado, que las publicaciones sean revi-
sadas por pares permite garantizar la universalidad del conocimiento
que se descubre, constatar que el conocimiento es independiente de
la situación particular en que se realizaron los estudios y en muchos
casos, que esas investigaciones son de hecho replicables, y se pueden
llevar adelante nuevamente obteniendo idénticos resultados. Además,
que el científico no reciba retribución monetaria por publicar refleja el
desinterés de la ciencia académica; las publicaciones generan presti-
gio y este prestigio le permite al investigador mantener o mejorar sus
cargos como docente e investigador. El prestigio de publicar permite
tener mejores herramientas para hacer avanzar la ciencia. Por último,
que las publicaciones sean periódicas y constantemente se llame a pu-
blicitar el conocimiento alcanzado refleja el escepticismo de la ciencia
académica en el sentido de que siempre está abierta a novedades, a
modificaciones.
Es importante remarcar que sostener que CUDOS gobierna la ciencia
académica no implica defender que estos valores se cumplan a rajata-
bla y sin excepciones, sino más bien entenderlos como ideales regula-
tivos propios de este modo de producción de conocimiento. Sin dudas,
existen el fraude científico y el plagio (como en el caso de Rosalind
Franklin), pero la existencia de objeciones y sanciones en contra de los
comportamientos que se alejan del ethos científico muestra que estas
valoraciones funcionan como ideales que deben satisfacerse.
Por otro lado, en la actualidad está claro que el acceso alas publicaciones
científicas no es en absoluto irrestricto. El precio de las suscripciones
a las principales revistas científicas internacionales es elevado y difícil
de afrontar, incluso para instituciones académicas de renombre que
cuentan con amplios recursos. De hecho, las restricciones de acceso a
los artículos científicos es uno de los principales obstáculos que tienen
que sortear los científicos de los países periféricos a la hora de investi-
gar. Estas dificultades impulsaron la conformación de un movimiento
que reclama liberar el acceso a las publicaciones, es decir, que pro-
mueve el libre acceso al conocimiento científico a través de internet
con el único requerimiento de que los autores continúen teniendo el
control sobre la integridad de sus investigaciones y con ello que sean
reconocidos y citados cuando así lo amerite.
También el ideal de universalidad es difícil de alcanzar; es una pre-
rrogativa cuya interpretación y aplicación depende, en gran medida,
del contexto sociocultural. No es menor que el mismo Merton haya
concebido lo universal como independiente de la raza o la clase social,
eludiendo mencionar el sexo del investigador: la misma universalidad
tal como es descripta por Merton pareciera poseer un sesgo androcen-
trista. Como vimos en el capítulo 8, una de las principales objeciones
de la epistemología feminista remarca las limitaciones con las que se
han tenido que enfrentar las mujeres para que sus investigaciones sean
valoradas y difundidas a la par que las de los hombres, así como los
sesgos sexistas que en muchos casos exhibe el conocimiento produci-
do por hombres. Lo importante es que, en tanto ideal que se pretende
alcanzar -aunque no se lo logre completamente- es susceptible de ser
ampliado y resignificado a la luz de nuevas valoraciones contextuales
promovidas por distintos movimientos políticos y sociales. En este
sentido, más allá de las críticas que podamos formular a la posición
de Merton, la existencia de CUDOS permite retratar aspectos impor-
tantes de la forma en que los científicos producen conocimiento en las
instituciones académicas.
En contraposición a la ciencia académica, Ziman sostiene que, aproxi-
madamente a partir del siglo XX, comienza a emerger una nueva ma-
nera de producir ciencia cuyo ethos es significativamente diferente al
de la ciencia académica: se trata de la ciencia posacadémica. A diferen-
cia de la ciencia académica, la ciencia posacadémica se caracteriza por
encontrarse gobernada por un ethos en el que ya no se busca ampliar y
publicitar el conocimiento de cierto campo de estudio, sino más bien
resolver problemas específicos, sean estos sociales o comerciales. Así,
la ciencia posacadémica se lleva adelante en los laboratorios de inno-
vación y desarrollo de las empresas privadas, con el objetivo de diseñar
productos que permitan aumentar la rentabilidad de la firma. También
puede desarrollarse en instituciones gubernamentales que intentan
resolver algún problema social, como por ejemplo, evitar que alguna
parte de una ciudad se inunde. Al encontrarse guiada por un objeti-
vo distinto, la ciencia posacadémica se organiza obedeciendo una se-
rie de valoraciones en cierta medida contrapuestos a los de la ciencia
académica.
+ Laciencia posacadémica busca generar conocimientos tanto
codificables -en términos de teorías que puedan ser formula-
das en libros y artículos- como tácitos -es decir, habilidades
desempeñadas por sujetos o grupos- que permitan resolver
problemas sociales o técnicos específicos. En cuanto a la

CAPÍTULO 10. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES INSTITUCIONALES... 191


investigación financiada por empresas privadas, dado que
suele tener como propósito desarrollar conocimientos que
produzcan alguna ventaja competitiva frente a otras empre-
sas del sector, no es infrecuente que se busque alguna manera
de protegerlo como propiedad intelectual. Esto es, debido a
que las investigaciones de los laboratorios de investigación y
desarrollo de las empresas tienen como meta producir cono-
cimiento que permita incrementar las ganancias, los hallaz-
gos producidos suelen o bien patentarse -quienes quieran
utilizar los nuevos hallazgos deben pagar por hacerlo- o bien
ocultarse bajo la forma de secreto industrial. De modo que,
en contraste con la ciencia académica, la ciencia posacadémi-
ca al buscar conocimiento útil muchas veces termina dando
lugar a la privatización del conocimiento y no a su difusión.
La ciencia posacadémica, al estar orientada hacia la produc-
ción de conocimiento útil o redituable, en muchos casos
produce conocimiento particular más que universal. Al generar
conocimiento que se encuentra motivado y a la vez validado
por ciertas condiciones específicas de aplicación, no suele
proveer abordajes aplicables a una amplia variedad de si-
tuaciones. Las patentes o los secretos industriales están con-
formadas por aplicaciones de conocimientos teóricos o pro-
cedimientos específicos que se deben llevar adelante para
resolver problemas técnicos puntuales. En este sentido, la
ciencia posacadémica no busca dar origen a conocimiento
verdadero aplicable en cualquier tipo de circunstancia, más
bien busca conocimientos útiles para resolver problemáticas
idiosincrásicas.
La ciencia posacadémica, - claramente, no se encuentra
guiada por el desinterés. En este sentido es prosaica, no busca
generar conocimientos interesantes o sorprendentes para
dar lugar a explicaciones inesperadas de fenómenos aparen-
temente heterogéneos, que permitan ampliar nuestra visión
del mundo y nos ofrezcan abordajes universales, apropiados
para cualquier tiempo y lugar, independientemente de su
utilidad o rentabilidad. Es decir, la ciencia posacadémica no
se encuentra guiada por la curiosidad, sino que se encuentra
orientada al cumplimiento de una misión, tiene como meta
encontrar principalmente conocimientos o habilidades que
permitan resolver algún problema social recurrente o aumen-
tar las ganancias de una compañía, por ejemplo. De manera
que este modo de producción de conocimiento también es
parcial y pragmático dado que la búsqueda de nuevos conoci-
mientos o aplicaciones no tiene como propósito hallar nuevas

192 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


teorías verdaderas, sino generar conocimiento útil. Es decir,
la calidad del conocimiento se evalúa no tanto por su validez
empírica, sino, sobre todo, por su capacidad para resolver
ciertos problemas sociales, técnicos, productivos, etcétera.
» La ciencia posacadémica tampoco persigue necesariamente
la originalidad, puesto que lo útil y redituable puede hallar-
se en aplicaciones novedosas de conocimiento teórico tradi-
cional. En este sentido las innovaciones promovidas por el
capital privado no necesariamente implican la generación de
nuevo conocimiento teórico académico (aunque frecuente-
mente lo producen).
+ La ciencia posacadémica tampoco necesita nutrirse del es-
cepticismo y el análisis crítico como la ciencia académica.
No hará falta modificar el conocimiento mientras sea útil,
brinde soluciones que posibiliten resolver algún problema
social o permita aumentar la rentabilidad de la compañía que
financia la investigación.
En cuanto a su configuración cognitiva e institucional, la ciencia po-
sacadémica exhibe una organización notablemente más heterogénea.
Los equipos de investigación se encuentran compuestos por científicos
provenientes de instituciones académicas diversas, pero también por
funcionarios públicos en el caso de que la investigación sea guberna-
mental, o por empleados y directivos de las empresas cuando se trata
de investigaciones privadas. La investigación posacadémica es inter-
disciplinaria e incluso transdisciplinaria; intervienen en la resolución
de problemas investigadores e investigadoras de distintas disciplinas
científicas y, a la vez, la naturaleza del problema que debe resolverse
y del conocimiento generado, muchas veces excede a una categoriza-
ción propia de una única disciplina científica. Piensen en los cientí-
ficos a los que debería acudir un gobierno para lograr que una deter-
minada región deje de inundarse periódicamente. Los gobernantes
tendrían que conformar un equipo integrado por geógrafos, geólogos,
ingenieros civiles, antropólogos, sociólogos. Ninguno de ellos podría
aisladamente ofrecer una solución efectiva ante un problema social
tan complejo. Y al mismo tiempo, el conocimiento generado no podría
clasificarse como conocimiento propio de ninguna de sus disciplinas
tomadas individualmente.
En el caso de las investigaciones privadas ocurre algo parecido: si se
quiere producir un producto alimenticio que contenga ciertas propie-
dades dietéticas habrá que consultar a un ingeniero o ingeniera en ali-
mentos, pero también a un nutricionista, a un médico, etcétera. Esta
heterogeneidad no solo se manifiesta en los integrantes de los proyec-
tos de investigación, también en los lugares físicos en los que se lleva

CAPÍTULO 10. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES INSTITUCIONALES... 193


adelante la investigación, que ya no son solamente las universidades;
ahora se suman oficinas gubernamentales, laboratorios en fábricas,
etcétera (Gibbons et al. 1994).
Esta diversidad que exhibe la investigación posacadémica pone de ma-
nifiesto que, aunque es posible diferenciarla de la ciencia académica,
ambos modos de producción de conocimiento interactúan entre sí.
Las instituciones académicas forman los recursos humanos necesarios
para llevar adelante las investigaciones en ambos modos de produc-
ción, pero, además, cuando estas se realizan fuera de las universidades
también pueden motivar el desarrollo de investigaciones académicas.
De hecho, la capacidad de generación de recursos humanos califica-
dos es tan eficiente que, en la actualidad, la ciencia académica produce
muchos más investigadores e investigadoras de los que puede absor-
ber, razón por la cual muchos de ellos encuentran en la ciencia posa-
cadémica una genuina alternativa para su desarrollo laboral y profe-
sional. Así, los científicos han ido aprendiendo a traducir sus propios
intereses científicos al lenguaje apropiado de otras agendas, a encau-
zar sus investigaciones de modo tal que puedan servir al desarrollo de
soluciones sociales e industriales (Gibbons et al. 1994).

Más allá de los importantes méritos de la ciencia posacadémica, queda


claro que al modificar los propósitos de la investigación científica, este
modo de producción de conocimiento genera una nueva organización
que altera las características mismas del conocimiento científico. En
especial, la ciencia financiada por el capital privado, al correr el eje del
prestigio académico al rédito económico, de la publicación al patenta-
miento, produce un conocimiento que deja de ser un bien público, ya
no requiere ser avalado por pares ni desafiado constantemente por me-
dio de nuevos estudios experimentales; muchas veces se lo privatiza e
incluso se lo oculta. Es más, al enaltecer los aspectos utilitarios del co-
nocimiento, esta cultura de la investigación suele acompañarse de una
desvalorización de los aspectos no instrumentales, pero sumamente
valiosos, del conocimiento científico académico. El conocimiento ge-
nerado por la ciencia posacadémica carece de la mirada crítica ofre-
cida por la ciencia académica que, en muchos casos, no solo analiza,
sino que cuestiona el ordenamiento social y económico propio de las
sociedades capitalistas contemporáneas. Con ello, el conocimiento
pierde su capacidad de concientizar sobre las desigualdades sociales y
ofrecer abordajes que posibiliten remediarlas (Ziman 1996, 2003).
Es más, en esta configuración institucional heterogénea donde interac-
túan científicos formados en las universidades y directivos de empre-
sas que disponen de capital para financiar investigaciones clave para
el desarrollo de sus compañías es frecuente hallar conflictos de intere-
ses. Un ejemplo muy esclarecedor en esta línea es el reciente descubri-
miento de que la Sugar Research Foundation (Fundación de Investiga-

194 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


ción sobre el Azúcar, SRF) de Estados Unidos patrocinó un programa
de investigación en las décadas de 1960 y 1970 que tenía como propó-
sito arrojar dudas sobre los peligros del consumo de sacarosa al mis-
mo tiempo que promovía la grasa como el factor dietético culpable de
la enfermedad coronaria (Kearns et al. 2016). En un discurso frente a la
Sociedad Estadounidense de Tecnólogos de la Remolacha Azucarera, el
presidente de la SRF, Henry Hass, identificó una oportunidad estratégi-
ca para la industria azucarera: aumentar la participación del mercado
del azúcar haciendo que los estadounidenses sustituyan el consumo de
grasas por azúcar. En sus propias palabras:

Los principales nutricionistas están señalando la conexión química


entre la dieta alta en grasas [de los estadounidenses] y la formación
de colesterol que obstruye parcialmente nuestras arterias y capilares,
restringe el flujo de sangre y causa presión arterial alta y problemas
cardíacos... si pones [al hombre de mediana edad] en una dieta baja
en grasas, el colesterol en sangre tardará solo cinco días en llegar a
donde debería estar [...]. Si las industrias de carbohidratos recupera-
ran este 20 por ciento de las calorías en la dieta estadounidense (la di-
ferencia entre el 40 por ciento que tiene la grasa y el 20 por ciento que
debería tener) y si el azúcar mantiene su participación actual en el
mercado de carbohidratos, este cambio significaría un aumento per
cápita en el consumo de azúcar de más de un tercio con una tremenda
mejora en la salud general (Kearns et al., 2016: 2, nuestra traducción).
En 1962, la SRF comenzó a observar con preocupación la aparición
de estudios científicos que mostraban que una dieta baja en grasas y
alta en azúcar también podría elevar el nivel de colesterol en sangre.
Los estudios de un médico británico, John Yudkin, sugerían que el
consumo de grasas saturadas constituía una de las principales causas
dietéticas de la enfermedad coronaria; también remarcaba que otros
factores, incluido el consumo de sacarosa, eran al menos igualmente
importantes. Esto impulsó a la SRF a financiar investigaciones sobre
las causas dietéticas de la enfermedad coronaria, con el propósito es-
pecífico de objetar los artículos científicos que señalaban el azúcar
como causa de las afecciones cardíacas, es decir, detectar sus puntos
débiles, replicarlos con las correcciones apropiadas y luego publicar
los nuevos datos refutando a los detractores.
En 1965, la SRF le pidió a Fredrick Stare, presidente del Departamento
de Nutrición de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de
Harvard, que se uniera a su Scientific Advisory Board como miembro
ad hoc. Stare era un investigador experto en causas dietéticas de la
cardiopatía coronaria y había sido consultado por instituciones cien-
tíficas prestigiosas como la Academia Nacional de Ciencias, el Insti-
tuto Nacional del Corazón, entre otras. Ese mismo año la SRF aprobó

CAPÍTULO 10. LA INFLUENCIA DE LOS VALORES INSTITUCIONALES... 195


el Proyecto 226, una revisión de las investigaciones científicas sobre
los carbohidratos y el metabolismo del colesterol. En el marco de este
proyecto les pagaron a investigadores del departamento de Stare en
Harvard para que escribieran revisiones críticas de estudios que po-
drían amenazar las ventas de azúcar. Como resultado se publicó
una revisión de la literatura científica acerca del tema “Dietary Fats,
Carbohydrates and Atherosclerotic Disease” (Grasas dietéticas, carbo-
hidratos y enfermedad aterosclerótica), en el New England Journal of
Medicine en 1967. En esta revisión se cuestionó la calidad de los estu-
dios individuales que asociaban el consumo de azúcar con la enferme-
dad coronaria, incluido el trabajo de Yudkin, arguyendo que contenían
datos cuestionables o interpretaciones incorrectas. En general, la re-
visión se centró en los posibles sesgos de los estudios y de la eviden-
cia tomada individualmente, en lugar de resaltar la coherencia que los
distintos estudios mantenían, así como la concordancia entre la evi-
dencia epidemiológica, experimental y mecánica (es decir, relativa a
los procesos biológicos subyacentes que explicarían cómo la ingesta
de azúcar produce un aumento de colesterol en sangre). Además, en la
segunda parte de la revisión se exageró la importancia de los ensayos
clínicos aleatorizados en humanos que mostraban que la sustitución
de la grasa por sacarosa mejoraba los niveles de colesterol en sangre,
concluyendo que “no había duda” de que la única intervención dieté-
tica necesaria para prevenir la enfermedad coronaria era reducir el
colesterol en la dieta estadounidense (Kearns et al., 2016).
Lo notorio de este ejemplo de investigación posacadémica es que no
se trata de un caso de fraude científico. Los científicos de Harvard
no adulteraron los resultados ni defendieron hipótesis científicas fla-
grantemente incorrectas, es más, utilizaron las mismas herramientas
que le dan idoneidad a la práctica científica académica: la publicación
de artículos y la revisión por pares (en algún sentido podríamos afirmar
que sacaron provecho del escepticismo propio de la ciencia académi-
ca). Sin embargo, el interés mercantilista hizo que los científicos resal-
taran ciertos estudios y dejaran de lado otros, condujo a que realizaran
un énfasis en ciertos aspectos de la investigación científica que aunque
no fueran incorrectos eran claramente sesgados. Después de todo, sea
que el azúcar incremente el colesterol en sangre o no, sigue siendo
cierto que el consumo de grasas saturadas es uno de los principales
causantes de enfermedades cardiovasculares. Hacer énfasis en este
último tipo de investigaciones no sería epistémicamente incorrecto;
sin embargo si los científicos y científicas solamente se hubieran
abocado a profundizar esta trayectoria de la investigación se hubie-
ra ignorado que el alto consumo de azúcar también puede producir
enfermedades cardíacas.

196 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Finalmente, se requirieron investigaciones académicas cuya financia-
ción era independiente de intereses corporativos, para que se conti-
nuara investigando el rol que la sacarosa puede cumplir en el desarrollo
de cardiopatías coronarias, lo cual evidencia la clase de peligros que
representa el desarrollo de la investigación posacadémica sin el contra-
peso de la ciencia académica. Está claro que la ciencia posacadémica
en muchos casos nos brinda conocimientos y tecnologías valiosas para
el desarrollo económico y social. Sin embargo, muchas veces requiere
de las investigaciones de la ciencia académica a la hora de contrarres-
tar los posibles sesgos que impone a la investigación la búsqueda de
rédito económico. Como integrantes de la universidad pública, tanto
ustedes como nosotras, tenemos la obligación de defender y enaltecer
esta función tan importante que tienen las instituciones académicas
en el funcionamiento democrático. En este sentido, coincidimos con
Ziman en que la ciencia académica debe considerarse como un órga-
no de la sociedad civil al que podemos acudir cuando los conflictos de
intereses ponen en riesgo el bienestar de la ciudadanía. No es nuestra
intención demonizar la ciencia posacadémica, sino poner de relieve la
importancia del pluralismo en la investigación científica: así como las
investigaciones sexistas sobre la reproducción humana del capítulo an-
terior muestran la necesidad de un pluralismo de sexo-género, las in-
vestigaciones mercantilistas de la SRF sobre las causas de las enferme-
dades cardíacas remarcan la importancia de la diversidad institucional
a la hora de producir conocimiento científico de calidad.

CAPÍTULO 10, LA INFLUENCIA DE LOS VALORES INSTITUCIONALES... 197


Tercera parte

Resumen

En esta tercera parte del libro nos centramos en los aportes de la filo-
sofía política de la ciencia, también denominada epistemología social.
Frente a la concepción clásica, que presenta la investigación científica
como un proceso de selección de hipótesis guiado eminentemente por
la lógica y la evidencia empírica, la filosofía historicista de la ciencia
realiza un énfasis en el papel que juegan los valores epistémicos en las
elecciones teóricas, centrando su análisis en el desarrollo de la ciencia
alo largo de la historia. Por su parte, la epistemología social da un paso
más: muestra cómo la ciencia se encuentra influenciada no solamente
por valores epistémicos, sino también por valores contextuales pro-
pios de la cultura de la que proviene el investigador, e inclusive de los
valores de la institución para la que trabaja. Los científicos no pueden
dejar sus valores en la puerta del laboratorio; al hacer ciencia, sean
conscientes de ello o no, se encuentran influenciados por valores al
momento de describir lo que observan, de formular hipótesis e inclu-
sive al poner a prueba sus creencias acerca del mundo que los rodea.
Los valores no epistémicos inciden fuertemente en la forma que se
investiga, moldean el conocimiento científico resultante, reforzando
ciertas líneas de investigación y dejando de lado otras. Pero el contexto
sociocultural no solamente incide en la manera en que los investiga-
dores hacen ciencia; la ciencia a su vez afecta la vida de la gente y a la
sociedad misma. El caso de la pastilla anticonceptiva, por ejemplo, es
una muestra de cómo los avances científicos pueden tener un fuerte
impacto en la vida de las personas. Dada esta capacidad de transfor-
mación que posee la ciencia, a principios del siglo XX se comenzó a
afianzar la idea de que este tipo de conocimiento debía ser enseñado
en instituciones educativas y divulgado a través de publicaciones no
especializadas e incluso a través de medios de comunicación. Nos cen-
traremos en la difusión de la ciencia en la próxima parte del libro.

200 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


CUARTA PARTE

La comunicación pública
de la ciencia
Cuarta parte

Presentación

A lo largo del libro estuvimos viendo cómo la filosofía de la ciencia


pasa de considerar la investigación científica como una actividad en
gran medida autónoma que, al evaluar el conocimiento científico, esta-
blece sus propios criterios de racionalidad, a entender la ciencia como
una actividad inmersa en la sociedad y afectada por esta. En la tercera
parte del libro estudiamos cómo la epistemología social intenta mos-
trar que la investigación científica no solamente se encuentra influen-
ciada por valores epistémicos propios del quehacer científico —-por
ejemplo la simplicidad o la adecuación empírica-, sino que también se
ve influida por valores no epistémicos a la hora de describir el mundo,
de formular nuevas hipótesis e incluso al evaluarlas empíricamente.
Los valores de sexo-género que asuma el investigador pueden afectar
la manera en que se describen fenómenos del mundo, pero también
las hipótesis que formula y cómo las investiga. Como vimos, asumir el
presupuesto sexista, propio de la época, según el cual la planificación
familiar debía ser responsabilidad de las mujeres -en tanto eran ellas
quienes debían lidiar con las consecuencias no deseadas de tener múl-
tiples embarazos-, impulsó la investigación de métodos anticoncepti-
vos hormonales femeninos en lugar de masculinos. Pero no solamente
los valores de sexo-género del investigador influyen en la investiga-
ción, también los valores institucionales impactan en el tipo de cono-
cimiento que producen los científicos. Las investigaciones financiadas
por la Fundación de Investigación sobre el Azúcar de Estados Unidos
tuvieron claramente como propósito arrojar dudas sobre la incidencia
de la sacarosa en las enfermedades cardíacas. El conflicto de interés
resultante motivó la promoción de investigaciones provenientes de
otros tipos de instituciones que no se vieran influenciadas por valores
mercantilistas a la hora de identificar alimentos que podrían incidir
negativamente en la salud de las personas.
Esto muestra cómo la ciencia y la sociedad se interrelacionan. Por un
lado, los valores propios de una época y un determinado contexto socio-
cultural, e inclusive institucional, afectan lo que se decide investigar y
cómo. Por otro, dichas investigaciones científicas alteran la manera en
que viven las personas, cómo se relacionan y organizan en una socie-
dad. La pastilla anticonceptiva produjo importantes cambios en la vida
de la gente. A partir de estas investigaciones se pudo desarrollar un
método de planificación familiar que les permitió a las mujeres decidir
si deseaban tener hijos y, de ser así, cuántos y en qué momento tener-
los. Esta planificación les permitió contar con mayores posibilidades
de insertarse laboralmente y, con ello, lograr una mayor autonomía
económica, con todo lo que esta implica.
Ahora bien, la pastilla anticonceptiva trajo aparejados efectos adver-
sos que, en algunas mujeres, implicó poner en serio riesgo su salud.
La difusión de estos efectos negativos que fueron descubriéndose con
posterioridad dio origen a un arduo debate en el que se comenzó a in-
terpelar a los hombres: ¿por qué solamente se medica a las mujeres?
Este cuestionamiento al presupuesto sexista que dio origen a la píldora
femenina, en un nuevo contexto de avance de los derechos femeninos,
permitió comenzar a investigar nuevos métodos de planificación fami-
liar que no implicaran afectar el cuerpo de las mujeres, entre ellos la
pastilla anticonceptiva masculina actual, por ejemplo.
También las investigaciones sobre la influencia de la dieta en las en-
fermedades cardíacas tuvieron y continúan teniendo un importan-
te impacto en la vida de las personas. Tener conocimiento sobre qué
alimentos pueden afectar el correcto funcionamiento del corazón es
clave para prolongar y mejorar la calidad de vida de la gente. Notemos,
entonces, la importancia de contar con múltiples tipos de instituciones
que investiguen estos temas, más allá del rédito económico que pudiera
tener para una empresa productora de alimentos.
Aunque sea de manera simplificada, estas investigaciones y su impacto
social permiten ilustrar las complejas interacciones que mantienen la
ciencia y la sociedad. La ciencia es capaz de aportar soluciones pero, al
mismo tiempo, de generar nuevos problemas. La píldora anticoncep-
tiva les permite a las mujeres una mayor autonomía sobre su cuerpo,
pero en muchos casos tiene un impacto negativo en su salud (riesgo de

208 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


trombosis, falta de libido, aumento de peso, etcétera). En este contex-
to, surge una percepción algo ambigua de la ciencia por parte del pú-
blico general (Felt, 2000). Por un lado, se espera que la ciencia brinde
soluciones a los problemas ambientales, energéticos y de salud pública
que enfrenta la humanidad (como en el caso del desarrollo de la va-
cuna contra la COVID-19). Por el otro, se temen consecuencias nega-
tivas, incluso catastróficas, de las aplicaciones científico-tecnológicas
(por ejemplo, el cambio climático o el impacto nocivo en la salud del
consumo de alimentos con pesticidas). En tanto los desarrollos cientí-
fico-tecnológicos impactan en la vida de las personas, es necesario que
estas se informen acerca de sus avances y sus posibles consecuencias.
Es aquí donde la llamada “comunicación pública de la ciencia y la tec-
nología” (CPCT) desempeña un rol crucial, que involucra a científicos,
tecnólogos, políticos, empresarios, periodistas, editores, activistas y
ciudadanos.
Dado este creciente involucramiento de la ciencia en las esferas políti-
cas, económicas y sociales, en esta última parte del libro trabajaremos
la cuestión de la comunicación pública de la ciencia y la tecnología.
En el apartado 11.1, nos ocuparemos de caracterizar tres modelos de
CPCT identificados por Sarah Tinker Perrault (2013), que permiten or-
denar el panorama complejo de las distintas maneras de concebir la
comunicación de la ciencia: el modelo de la apreciación pública de la
ciencia y la tecnología (PAST, por la sigla en inglés Public Appreciation of
Science and Technology); el modelo del compromiso público con la ciencia
y la tecnología (PEST, de la expresión Public Engagement with Science and
Technology) y el modelo de la comprensión crítica de la ciencia (CUSP, por
su nombre en inglés Critical Understanding of Science in Public).
A continuación abordaremos las relaciones ciencia y sociedad en las
que se enmarcan las distintas maneras de concebir la CPCT y men-
cionaremos las distintas concepciones del rol de comunicador que se
asocian con estos modelos. En el apartado 11.2 abordaremos el modo
en que los modelos PAST y CUSP conciben la toma de decisiones en re-
lación con problemas de gran impacto social asociados a la ciencia. Se-
gún PAST, las decisiones las toman los expertos. De manera contraria,
según CUSP, las decisiones se toman democráticamente con la partici-
pación de todos los actores interesados. Ambas ideas suelen reflejarse
en contratos que establecen la relación entre la ciencia y la sociedad.
Finalmente, en el capítulo 12 mencionaremos un modo en que la CPCT
puede contribuir en la construcción de un nuevo contrato que refleje
los desafíos de las sociedades tecnocientíficas contemporáneas.

PRESENTACIÓN 209
Capítulo 11

Ciencia, sociedad |
y comunicación pública
de la ciencia

Como en parte se puede observar en el desarrollo de este libro, tan-


to la práctica científica como las concepciones de la ciencia fueron
cambiando a lo largo de la historia. Al cambiar la ciencia, también se
fueron transformando el vínculo de la ciencia con'la sociedad en su
conjunto, los alcances de la ciencia, las instituciones que hacen ciencia
o se vinculan con la ciencia, etcétera. Podría afirmarse que las relacio-
nes entre ciencia y sociedad comienzan a originarse en los siglos XVI
y XVII cuando empieza a emerger y afianzarse la ciencia (académica)
moderna y a institucionalizarse la práctica científica. Por ello, puede
afirmarse que la alfabetización científica se remonta al siglo XVIII,
cuando los científicos mismos, en su intento por legitimar sus descu-
brimientos, comenzaron a realizar actividades divulgativas en exhibi-
ciones populares, con la intención de hacer llegar su conocimiento no
solo a sus pares científicos, sino también al público no especializado.
Sin embargo, fue recién a mediados del siglo XX cuando el término “al-
fabetización científica” fue acuñado por Hurd (1958), en su intento por
revalorizar la educación científica en la formación escolar (Ballesteros
Ballesteros y Gallego Torres, 2021).
La enseñanza del conocimiento científico académico en los distintos
niveles educativos permitió despertar interés por la ciencia en los jó-
venes, muchos de los cuales luego se formarían como científicos en
distintas áreas, pero también fue posible promocionar la ciencia como
N
una forma de conocimiento útil y emancipador, que permite mejorar la
vida de las personas. En este contexto, comenzó a reflexionarse entorno
de la necesidad de difundir y comunicar el conocimiento científico al
público no especializado.
El concepto de “comunicación pública de la ciencia y la tecnología”
no es fácil de caracterizar. Se puede considerar como un campo disci-
plinario también conocido como “comunicación científica” (scientific
communication), o bien puede referir a un conjunto de prácticas (Broks,
2006; Trench y Bucchi, 2010). Aquí vamos a entenderla como una no-
ción amplia que abarca una gran cantidad de actividades relacionadas
con la ciencia y la tecnología en la sociedad. Estas actividades concier-
nen a la comunicación entre comunidades de científicos, grupos de
interés, funcionarios estatales y público general. Pueden considerarse
ejemplos de estas actividades las noticias de ciencia en la sección gene-
ral o en el suplemento especializado de un diario, los libros de divulga-
ción escritos por científicos para el gran público, los documentales de
televisión sobre temas científicos, los programas de radio dedicados a
la ciencia y la tecnología, los museos y las exposiciones con contenido
científico, los sitios web y blogs dedicados a la ciencia y la tecnología,
los manuales escolares de ciencias, entre otros.
Este amplio rango de actividades -producidas por múltiples agentes y
destinadas a audiencias heterogéneas en cuanto a sus niveles de alfabe-
tización científica, expectativas, intereses, creencias y valores- consti-
tuye un desafío para el estudio de la CPCT. En este capítulo veremos
cómo se fueron modificando los modelos de comunicación científica
a medida que la ciencia misma fue cambiando. El surgimiento de la
ciencia posacadémica, como vimos que es entendida por Ziman, trajo
aparejada nuevas maneras de entender la comunicación de la ciencia.
A continuación veremos que Sarah Tinker Perrault (2013) identifica
tres modelos de comunicación de la ciencia. Estos modelos se pueden
concebir como conformando un espectro continuo que abarca des-
de una relación unidireccional gestionada por la autoridad científica
hasta relaciones interactivas y críticas implementadas por expertos en
comunicación, que pretenden aglutinar los múltiples elementos que
participan de la ciencia en sociedad. Los modelos que se ubican en los
extremos del continuo son el PASTy el CUSP. En medio de ese continuo
se encuentra el modelo PEST.

11.1. Modelos de comunicación pública


de la ciencia de Sarah Tinker Perrault
Si bien los modelos de comunicación de la ciencia se presentan de ma-
nera separada como formas puras de comunicación, en la práctica a

212 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


menudo se pueden encontrar combinaciones de sus características,
Veamos en lo que sigue cuáles son las características centrales de estas
maneras de entender la comunicación de la ciencia y la tecnología.

El modelo de déficit (PAST)


Una primera manera de entender la comunicación pública de la cien-
cia consiste en abordar este proceso de difusión como conformado por
un emisor, un receptor y un mediador. Los científicos son los producto-
res del conocimiento genuino, el público es un cuerpo indiferenciado
de consumidores pasivos de conocimiento y los mediadores se limitan
al rol de traductores. El modelo PAST (Tinker Perrault, 2013), también
denominado modelo lineal o de déficit (Felt, 2000), implica una jerar-
quía según la cual el cuerpo de conocimiento científico se define como
superior y separado del conocimiento popular. La información fluye
en una única dirección, de los productores a los receptores. La ciencia
establece los estándares a los que el público tiene que aspirar (pero
que nunca alcanza) y los científicos tienen el monopolio del estatus
de expertos en el ámbito público. Así, la relación entre la ciencia y el
público resulta inevitablemente desigual. Tinker Perrault denomina
a esta manera de entender la comunicación de la ciencia “modelo de
apreciación pública de la ciencia y la tecnología” ya que, según los de-
fensores de esta concepción, hay que educar al público por medio de
información persuasiva para que logre apreciar el valor intrínseco de la
ciencia; en este sentido el público es considerado “ignorante y refrac-
tario”. Esta concepción deficitaria del público sugiere que el mundo
del conocimiento está dividido en dos categorías: la de los científicos,
que tiene el monopolio de la verdad acerca del saber, y la del resto del
público (Bensuade Vincent, 2001).

Figura 11. PAST.


la ciencia envía
conocimiento a la
Sociedad.

sociedad

CAPÍTULO 11. CIENCIA, SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA pate


En cuanto a la traducción del conocimiento científico puede ser lleva-
da a cabo de diferentes maneras, dentro de las cuales es posible iden-
tificar el periodismo y la divulgación científica. El periodismo especia-
lizado en ciencia se caracteriza por situar socialmente los contenidos
científicos y tecnológicos. En este contexto se busca enfatizar en la
dimensión social de los descubrimientos científicos y de las innova-
ciones tecnológicas. Se cubren asuntos que están relacionados con la
“actualidad”. A menudo lo practica un periodista y el público al que
está dirigido es muy heterogéneo. En cambio, la divulgación científica
se centra en hacer accesibles los contenidos científico-tecnológicos y,
en este sentido, los temas se consideran atemporales. Suele practicarla
un científico y su audiencia está conformada por personas previamen-
te interesadas, estudiantes o científicos provenientes de otras áreas del
conocimiento.
Así, el modelo lineal se asocia a la noción de “popularización” del siglo
XVIII. En sus orígenes, la popularización de la ciencia se definió como
un género narrativo que tiene el propósito de hacer accesible el conoci-
miento científico a las audiencias generales y no expertas. En muchos
casosestaba dirigido al público femenino al quese consideraba ignoran-
te, pero curioso. En esta misma época, surgen otros canales de popula-
rización relacionados con los hallazgos científicos que se presentan en
los diarios, los museos de ciencia, las conferencias públicas y las gran-
des exhibiciones y ferias. Entre los ejemplos tempranos de populariza-
ción se pueden mencionar Conversaciones acerca de la pluralidad de los
mundos (Entretiens sur la pluralité des mondes), de Fontenelle (1686), que,
con el formato de una serie de conversaciones entre el filósofo y una
marquesa, ofrece una explicación del modelo heliocéntrico propues-
to por Copérnico. Otros ejemplos son los clásicos Newtonianismo para
mujeres (Newtonianismo per le dame), de Algarotti (1739), y Astronomía
para mujeres (L'Astronomie des Dames), de Lalande (1785).
En la segunda mitad del siglo XIX, la popularización científica y los
divulgadores se ven beneficiados por cambios en el mercado editorial
y por el aumento de las audiencias lectoras. En esta época, aparece la
figura del divulgador científico que no solo escribe libros, sino también
brinda conferencias. El éxito de los divulgadores también prueba que
la ciencia se convierte en una fuerza cultural (Bucchi y Trench, 2014).
Entre los periódicos y revistas que procuran divulgar la ciencia en esta
época, algunos siguen publicándose hoy en día, como The Scientific
American, fundado en 1845, y el semanario británico Nature, fundado
en 1869,
En el siglo XX, el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945) condujo a un
mundo dividido en dos bloques de poder político y económico: el blo-
que occidental (capitalista) y el bloque oriental (comunista), liderados
por Estados Unidos y la Unión Soviética, respectivamente. Esta divi-

214 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


sión supuso un enfrentamiento social, político, económico, propagan-
dístico, ideológico y militar denominado “Guerra Fría”, El crecimiento
económico y la competencia que llevaron adelante las potencias en
esta guerra favorecieron la expansión del esfuerzo científico. En esta
época, la extraordinaria fe en la ciencia como la base del progreso tec-
nológico se consumó con el lanzamiento, en 1957, del Sputnik 1, el pri-
mer satélite artificial de la historia, que formó parte de un programa
con el mismo nombre que incluyó una serie de cuatro satélites puestos
en órbita por la Unión Soviética. Esta nueva geografía global y políti-
ca generó un cambio conceptual en la noción de popularización de la
ciencia, en particular, en Estados Unidos y Europa occidental.
En un informe de 1945, escrito por Vanevar Bush, asesor del presidente
de Estados Unidos, se redefine el rol social y político de la ciencia. Allí
se argumenta que el Estado debe invertir en investigación científica,
puesto que esta inversión redundará en riqueza económica, progreso
social y poderío militar.
Durante el siglo XX, con el surgimiento y apogeo de la ciencia posacadé-
mica, se espera que la popularización “venda” la ciencia y sus aplica-
ciones a la audiencia general para fortalecer el apoyo social y su legiti-
mación. Esto alimenta nuevas estrategias y canales de popularización,
que incluyen asociaciones entre instituciones científicas y de entre-
tenimiento, tales como los estudios de Hollywood (Bucchi y Trench,
2014). Muchos científicos ven en la consultoría una oportunidad para
contrarrestar la imagen negativa de la ciencia que comienza a exten-
derse luego de la Segunda Guerra Mundial y, con ello, intentan atenuar
la desconfianza que genera la ciencia producto de las consecuencias
negativas que muchas veces tienen los desarrollos tecnológicos. Por
ejemplo, la viróloga Anne Simon, consultora oficial de la serie Los ex-
pedientes secretos X y de su versión cinematográfica, afirma que no pide
honorarios por ninguno de sus trabajos porque “considera su trabajo
de consultoría como un servicio a la ciencia” (Kirby, 2003).
Las películas de divulgación científica tienen un rol importante en la
comunicación pública de la ciencia y la tecnología (Kirby 2003). Estas
influyen considerablemente en las estructuras de creencias de la gente
al moldear, cultivar o reforzar los “significados culturales” de la cien-
cia (Kirby, 2014). La alianza entre la ciencia y el cine resulta benefi-
ciosa para ambas partes. Por un lado, los cineastas se ven motivados
a recurrir a consultores científicos porque el conocimiento científico
ocupa un lugar de privilegio en la sociedad, y el experto científico se
utiliza a menudo para legitimar los propios puntos de vista. Al recurrir
a científicos como asesores, los cineastas pueden reivindicar la legi-
timidad de sus propias visiones de la ciencia. Los documentales Fed
Up y Nuclear Now, entre otros, pueden servir de ejemplo. En el prime-
ro de ellos se intenta mostrar de qué manera la industria alimentaria,
DE LA CIENCIA 215
CAPÍTULO 11. CIENCIA, SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN PÚBLICA
con su práctica de añadir azúcar y grasa a la inmensa mayoría de los
alimentos procesados, es en gran medida responsable de la epidemia
de obesidad en Estados Unidos. En Nuclear Now, Oliver Stone intenta
mostrar cómo, contrariamente a lo que se sugirió durante las últimas
décadas, la energía nuclear puede constituir una de las herramientas
más poderosas para combatir el cambio climático. En ambas películas
se entrevista a expertos en las áreas respectivas (nutrición y energía)
para dar un mayor respaldo a las ideas defendidas por los directores de
los documentales.
Otra práctica relacionada a la CPCT son las relaciones públicas. En
términos generales, las relaciones públicas se pueden concebir como
una actividad tendiente a establecer una comunicación recíproca en-
tre una organización y la opinión pública, con la intención de influir
en esta última. Se trata de persuadir al público para lograr consenso,
fidelidad y apoyo en acciones presentes o futuras, a la vez que se lo
informa y escucha.
En la actualidad, la ciencia depende cada vez más de recursos financie-
ros y humanos escasos, y de la aceptación social (la opinión pública,
los políticos y patrocinadores). Estas restricciones han llevado a que
la actividad de muchos científicos esté orientada hacia los medios de
comunicación. Así, resulta habitual que los científicos adopten herra-
mientas propias de las relaciones públicas para hacerse visibles en los
foros públicos, proyectando una imagen positiva de sí mismos y sus
actividades. Sobre todo, cuando los asuntos que los ocupan tienen un
gran impacto social y están sujetos a competición o controversia. Por
ejemplo, el Proyecto Genoma Humano,' un proyecto muy costoso fun-
dado en 1990 por agencias del gobierno de Estados Unidos, se propuso
cartografiar la secuencia de ADN que conforma el genoma humano.
Cuando se completó la secuencia en 2003, se generó un gran desplie-
gue publicitario que exageró su alcance. Si bien conocer esta secuencia
tiene importancia para los estudios en genética clínica y biomedicina,
porque permite, entre otras cosas, diagnósticos rápidos de enferme-
dades, no tiene el alcance con el que se la publicita. Básicamente, la
secuencia génica de un organismo no nos permite conocer el modo en
que esos genes se van a expresar (fenotipo).

1. El Proyecto Genoma Humano (HGP) comienza a principios de la década de 1990 y


concluye en 2003. Es coordinado por el Departamento de Energía y los Institutos Na-
cionales de Salud de Estados Unidos. El HGP tiene como objetivos: 1) identificar los
aproximadamente 20.000-25.000 genes del ADN humano; 2) determinar las secuencias
de los 3000 millones de pares de bases químicas que componen el ADN humano; 3)
almacenar esta Información en bases de datos; 4) mejorar las herramientas para el análl-
sis de datos; 5) transferir las tecnologías relacionadas al sector privado; y 6) abordar las
cuestiones éticas, legales y sociales que pudieran surgir del proyecto (Departamento de
Energía de Estados Unidos).

216 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


En la práctica, estas tres actividades de la CPCT se presentan combi-
nadas. Por ejemplo, en el periodismo científico pueden encontrarse
elementos de divulgación científica, y en las relaciones públicas de la
ciencia suelen utilizarse modos de comunicación propios del periodis-
mo y la divulgación científica. A su vez, no siempre quedan definidas
las intenciones que animan a quienes producen, informan, divulgan o
promocionan el conocimiento científico (Alcíbar, 2015).
Ahora bien, el modelo deficitario es problemático por las siguientes
razones,

Primero, tiende a considerar la ciencia como una “caja negra”


en la que ingresan hechos para producir como resultado ver-
dades sobre el mundo. Esta noción simplificada ignora que
la ciencia funciona como una institución social, en la que los
hallazgos novedosos son inciertos y los hechos bien estableci-
dos existen, pero se aplican en contextos sociales, culturales,
políticos y personales que son complejos.
Segundo, los roles que pueden asumir las personas están sim-
plificados: estas se limitan a ser científicos o no científicos.
De esta manera, se pasa por alto el hecho de que un cientí-
fico fuera de su área de experticia no es más experto que el
público general.
Tercero, se asume que el déficit existe solo del lado del
público. Para este modelo, la ciencia tiene mucho que ofrecer
al público, pero nada que aprender de él y, además, no nece-
sita reflexionar sobre sus propios procesos.
Cuarto, se adhiere a un modelo de comunicación lineal, en el
cual los científicos producen conocimiento, el conocimiento
se transporta en lenguaje y llega al público que lo absorbe
en su forma original. Según esta concepción, no hay lugar
para interacciones entre la ciencia y la sociedad, ni para un
público involucrado en la ciencia. Este modelo refleja y pro-
picia el enfoque clásico, que concibe a la ciencia como la bús-
queda racional de la verdad objetiva. El objetivo es rectificar
al público carente, y esta misión tiene éxito en la medida en
que el público incorpora correctamente los mensajes de la
ciencia y acuerda con el punto de vista científico. |
Quinto, el modelo no parece funcionar satisfactoriamente
porque no cumple con las expectativas de quienes lo pro-
mueven. En efecto, tras décadas de intentos de sensibilizar al
público mediante campañas informativas y programas edu-
cativos, no parece haber logrado incrementar la compren-
sión científica.

CAPÍTULO 11. CIENCIA, SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA 217


+ Sexto, si bien algunos científicos y gestores afirman que la
sociedad se resiste a apoyar la ciencia porque le ha perdido
la confianza, los estudios sobre la percepción social de la
ciencia y la tecnología muestran que este no es el caso (tal
como sugiere, por ejemplo, el “Compendio de indicadores de
ciencia e ingeniería 2012”, del Consejo Nacional de Ciencia
de Estados Unidos). El público no ha perdido el respeto, la
confianza o el interés en la ciencia en general. No obstante,
se observa cierta oposición de la gente a la ciencia, pero solo
cuando una línea de investigación o una aplicación especí-
fica la afecta de manera particular, por ejemplo, cuando se
instala una nueva planta nuclear en la ciudad o cuando las
poblaciones se ven afectadas por el uso de herbicidas en
las plantaciones cercanas. El modelo PAST no está capacitado
para dar cuenta de este fenómeno, ya que considera la ciencia
como el motor del progreso, y no hay lugar para una reflexión
crítica acerca delos alcances y límites del conocimiento y delas
aplicaciones científicas y tecnológicas.

El modelo del compromiso público con la ciencia


y la tecnología (PEST)
La crítica al modelo lineal y a la idea de popularización del conoci-
miento científico surge en la década de 1970, junto con una reflexión
sobre el rol de la ciencia en el desarrollo de la sociedad. En esta épo-
ca, la demarcación rígida entre el conocimiento genuino y popular co-
mienza a considerarse problemática. El concepto de popularización se
cuestiona en tanto encarna una concepción paternalista y difusionista
de la comunicación científica. Se comienza a sostener que los no ex-
pertos tienen sus modelos propios acerca del mundo y que estas con-
cepciones no pueden ser simplemente ignoradas o declaradas como
demasiado simplistas.
En sintonía con este cuestionamiento a la distinción tajante entre co-
nocimiento científico y popular, la antigua dicotomía entre textos cien-
tíficos y textos de divulgación abre paso a la idea de una continuidad
de textos. Se acentúa la idea de que tanto el acto mismo de la popula-
rización como el conocimiento popular van a alimentar la producción
de conocimiento y, por lo tanto, tendrán un impacto sobre las teorías
científicas mismas. La popularización empieza a dejar de concebirse
como un género narrativo que hace accesible el conocimiento científi-
co al público lego (modelo PAST) y comienza a ser entendida cada vez
más como una construcción de significado (Felt, 2000).

El modelo PEST subsana algunos de los defectos del modelo de défi-


cit (PAST) al concebir la comunicación de la ciencia en términos de

218 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


un diálogo. La comunicación se concibe como un flujo bidireccional
entre la ciencia y el público. El énfasis no está puesto en informar a
las personas, sino en promover y mejorar la comunicación entre los
ciudadanos, los científicos, los políticos, el gobierno y los periodistas
especializados. Según este modelo de diálogo, los científicos estarían
dispuestos a escuchar las preocupaciones del público, así como sus
prioridades y preguntas. Si bien constituye una mejora respecto del
modelo de déficit, el modelo de diálogo presenta, sin embargo, una
serie de problemas.
(

Figura 12. PEST. La


ciencia y la sociedad.
intercambian
información. sociedad

+ Primero, el modelo PEST separa ciencia y sociedad al mismo


tiempo que trata de acercarlas por medio del diálogo. Tinker
Perrault (2013) sostiene que la separación de ámbitos es
inapropiada. Para esta autora, al sostener que la ciencia y la
sociedad deben comunicarse se asume que la ciencia no es
un componente de la sociedad, como si fuera una entidad
independiente. Sería equivalente a analizar la función del
bazo sin tener en cuenta la función que cumple en el cuerpo,
o sin tener en cuenta cómo otros órganos del cuerpo afectan
su funcionamiento. La separación del bazo respecto del
resto del sistema corporal es una abstracción que puede
ser útil, por ejemplo, cuando un estudiante de medicina
estudia el órgano por primera vez. Pero esta idealización del
órgano es limitada porque si un médico quisiera tratar un
bazo dañado, por ejemplo, no podría hacerlo sin antes saber
cómo el bazo se relaciona con el resto del cuerpo humano.
De manera similar, un modelo que considera a la ciencia y
la sociedad como dominios diferentes no puede dar cuenta
del hecho de que la ciencia forma parte del sistema social
- (Tinker Perrault, 2013).
+ Segundo, este modelo continúa centrado en la ciencia. Las
discusiones sobre los conflictos entre ciencia y sociedad a
menudo suponen que el problema reside del lado de la so-
ciedad. La ciencia se considera una entidad hacia la que el
público debe acercarse. Si bien el modelo PEST asume que los
miembros del público son agentes activos que se empoderan
en sus interacciones con la ciencia, se supone que cualquier

CAPÍTULO 11. CIENCIA, SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA 219


cambio que sea necesario en esta relación debe darse del lado
del público. No se contemplan los modos en que la ciencia o
su interacción con la sociedad pueden cambiar.
+ Tercero, la ciencia se considera una institución incuestiona-
ble y, en este sentido, se replica la concepción del modelo
de déficit, de la ciencia como búsqueda de la verdad. Esta
sugiere que las preocupaciones del público se deben a una
falsa apreciación de la ciencia y no a problemas asociados a
la ciencia misma. Así, por ejemplo, si bien los defensores de
PEST promoverían el diálogo entre todos los agentes socia-
les involucrados en una controversia científica con impacto
social, evaluarían los temores o las reservas del público como
fruto de la ignorancia, y no como una postura basada en pre-
ocupaciones legítimas de salud pública, éticas o políticas.
Ahora bien, este cambio que ofrece PEST en la comprensión de la po-
pularización no puede darse por sentado, ya que hasta el día de hoy
las discusiones sobre la ciencia y la sociedad sugieren implícitamente
que es posible establecer una distinción clara entre el público lego y la
ciencia. La cuestión de la demarcación entre el público y el experto es
importante porque la ciencia está cada vez más involucrada en las es-
feras políticas, económicas y sociales. Así, esta separación se convierte
en una cuestión política y sensible en el debate de la CPCT: se pone en
juego la legitimación para reclamar experiencia. Trazando fronteras,
cerrando barreras al sistema científico y regulando el acceso a este, es
posible mantener el poder de la experiencia en manos de los científicos
y de algunos formuladores de políticas (Felt, 2000).
En este contexto, surgen los nuevos enfoques críticos, usualmente,
de la mano de los científicos y las científicas que abordan la relación
ciencia-sociedad, y que se suelen oponer a los que utilizan estrategias
comunicativas como recurso de poder. En lo que sigue veremos cómo
los enfoques críticos tratan de poner en evidencia que tanto el mode-
lo lineal como la separación entre ciencia y sociedad son constructos
sociales que sirven a determinados fines.
De la mano de estas ideas, se revisan las nociones tradicionales de exper-
to, de público lego y pasivo, de la supuesta no valoración de la ciencia por
parte del público, de la separación entre el conocimiento científico y el po-
pular, de la supremacía del conocimiento científico, de las decisiones con
impacto social que se dejan solamente en manos de expertos y gestores
de ciencia (tecnocracia). La novedad que aportan los modelos críticos es
resaltar la necesidad del involucramiento de los ciudadanos en las deci-
siones de políticas públicas en ciencia, así como en la toma de decisiones
para resolver problemas de gran impacto social ligados a la ciencia, como
por ejemplo el cambio climático (véase el capítulo 12).

220 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


La comprensión crítica de la ciencia y la tecnología
(CUSP)
En el otro extremo del continuo, el modelo CUSP intenta solucionar
los problemas de los modelos deficitario y de diálogo. El tipo de comu-
nicación de la ciencia que se propone pretende que se examinen los
diversos elementos de la ciencia en sociedad y sus interacciones: en
qué contexto se desarrolla determinado conocimiento, quién lo produ-
ce, cómo es financiado, a quién beneficia, qué efectos puede tener en
la sociedad, etcétera. La comunicación de la ciencia no se reduce a un
proceso lineal de difusión de información, sino que se concibe en su
carácter multidimensional y contextual. Este modelo también se cono-
ce como “modelo de deliberación”.

figura 13, CUSP. La


dencia forma parte
dela sociedad.
sociedad

Tal como vimos en el capítulo 8, Longino muestra cómo en el funciona-


miento mismo de la ciencia interactúan dinámicamente las necesida-
des y los valores sociales. La lógica y las estructuras cognitivas mismas
de la investigación científica requieren dicha interacción. La inves-
tigación científica es un proceso eminentemente social en el que las
teorías son aceptadas por medio de procesos críticos que involucran
una interacción dinámica entre datos empíricos y las asunciones de
trasfondo permeables a valores e intereses externos a la ciencia mis-
ma. Así el desarrollo de conocimiento es un proceso necesariamente
colectivo más que una actividad individual, y es el carácter social del
conocimiento científico el que al mismo tiempo lo protege y lo vuel-
ve vulnerable respecto de los valores e intereses sociales y políticos.
Para CUSP en esta interacción se ven involucrados distintos tipos de
agentes, con diferentes tipos de formaciones; todos ellos son capaces
de realizar aportes potencialmente interesantes a la hora de analizar
las consecuencias del desarrollo de productos científico-tecnológicos.
De modo que se pueden establecer dos diferencias fundamentales en-
tre CUSP y los dos modelos anteriores. La primera se relaciona con la
base epistemológica. Mientras en PAST y PEST subyace una concep-
ción clásica de la ciencia, CUSP entiende la investigación científica

CAPÍTULO 11. CIENCIA, SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA 221


más en sintonía con la epistemología social. Los defensores de CUSP
asumen que los hechos científicos aparecen y se mantienen en los fo-
ros públicos gracias a interacciones complejas entre las intenciones y
necesidades de los productores y consumidores de conocimiento, en
contextos sociales y culturales dados. Si bien el conocimiento y su di-
fusión se consideran importantes, el énfasis está puesto en cómo se
usa socialmente ese conocimiento. En este sentido, CUSP pone el foco
en el trabajo de construcción de significado al que dan lugar los pro-
ductos científico-tecnológicos más que en la exactitud con la que se
comunican los hechos científicos. La segunda diferencia concierne al
origen de los modelos. Mientras que PAST y PEST son implementados
por instituciones científicas o por organismos públicos dedicados a la
política científica, CUSP nace de la reflexión crítica propia del mundo
académico.
Puede afirmarse que el modelo CUSP presenta cuatro ventajas en com-
paración con los modelos PAST y PEST.
+ Primero, en lugar de centrarse en la ciencia, se pone énfasis
en las esferas de las ciencias particulares y de la sociedad que
interactúan entre sí y se afectan mutuamente. Se asume que
la ciencia no está separada de otras instituciones sociales y
se ponen en primer plano las interacciones relevantes. Vol-
viendo a las investigaciones sobre los efectos del consumo de
azúcar en la salud de las personas, la divulgación sobre infor-
mación nutricional que pueda hacer una empresa con fines
mercantilistas no va a ser la misma que la de un cardiólogo o
incluso un pediatra/nutricionista que investigue las posibles
causas de la obesidad infantil. Como dato científico aislado
podría afirmarse que el azúcar es necesario para el correc-
to funcionamiento de los órganos del cuerpo tales como el
cerebro y los músculos. Sin embargo, en un contexto social
en el que prima el sedentarismo y se observa un consumo ex-
cesivo producto de su utilización en la industria alimentaria,
este dato científico puede relativizarse. Así, la construcción
de sentido en torno al valor nutricional del azúcar refinado va
a encontrarse fuertemente relacionada con los objetivos que
se pretende lograr al realizar una determinada comunicación
acerca del azúcar y con el contexto sociocultural en que se
inserta su consumo.
» Segundo, la experticia se concibe como un constructo múlti-
ple y no unitario. La comunicación sobre la ciencia tiene lugar
entre grupos diversos sobre la base de lo que cada uno puede
aportar y todos tienen interés en el resultado de las delibe-
raciones y discusiones. Tanto las formas científicas como las
formas no científicas de generar conocimiento son valiosas.

222 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Pensemos en ciencias tan importantes en la actualidad como
la etnofarmacología, esto es, la disciplina multidisciplinaria
que se ocupa de la documentación del conocimiento médico
indígena, el estudio científico de las medicinas indígenas con
el fin de contribuir a largo plazo a una mejor atención de la
salud en las regiones de estudio, así como la búsqueda de prin-
cipios farmacológicamente únicos a partir de remedios indí-
genas existentes. Esta disciplina, que se origina en la década
de 1970 -y combina elementos de la antropología, la toxico-
logía, la química, la biología, entre otras disciplinas- parte
de un supuesto primordial: los pueblos originarios poseen
conocimientos valiosos acerca de plantas, hongos, animales
y minerales, y sus efectos biológicos y farmacológicos, que
les permitieron hacer frente a enfermedades y dolencias. El
conocimiento empírico de estas sustancias medicinales y su
potencial tóxico se transmitieron por tradición oral y, a veces,
se registraron en herbarios y textos sobre materia médica.
Muchos fármacos valiosos de la actualidad (por ejemplo, atro-
pina, efedrina, tubocurarina, digoxina, reserpina) surgieron
del estudio de remedios indígenas. Los químicos siguen uti-
lizando productos de origen vegetal como prototipos en sus
intentos de desarrollar más medicamentos eficaces y menos
tóxicos (Heinrich, 2001). Nada de esto hubiese sido posible
sin una revalorización de los conocimientos populares.
Incluso en disciplinas como la arqueología, habilidades como
la peluquería han demostrado ser muy útiles. Originalmente
se pensaba que los peinados romanos eran pelucas o hasta
invento de los escultores, sin embargo Janet Stephens, una pe-
luquera aficionada a los peinados antiguos logró mostrar que
estos eran confeccionados con el mismo pelo de las mujeres,
usando hilo y aguja. Luego de reconstruir una multiplicidad
de peinados antiguos en cabelleras de mujeres publicó varios
artículos con sus hallazgos (Stephens, 2008, 2013, 2020). Estos
son algunos de los múltiples ejemplos que permiten abonar
la idea de que la dicotomía entre conocimiento científico y co-
nocimiento popular no es tal y ambos tipos de conocimiento
se retroalimentan mutuamente. Ambos son muy valiosos.
Tercero, se enfatiza que la comunicación de la ciencia tiene un
deber doble: informar y educar al público sobre ciencia, pero
también indagar y cuestionar. En los modelos PAST y PEST el
rol crítico está suprimido. Contrariamente, CUSP sugiere que
las personas están alfabetizadas científicamente, a lo largo
de su educación fueron accediendo a la ciencia de diferentes
maneras que les permiten valorar el conocimiento científico

CAPÍTULO 11. CIENCIA, SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA 223


tanto en términos de sus alcances como de sus limitaciones, y
en este sentido cuentan con los recursos para afrontar y nego-
ciar la manera en que ciertos desarrollos científicos podrían
impactar en su vida diaria. La crítica no se concibe como un
sustituto de la información, sino como un complemento. El
conocimiento es importante, pero también lo es la capacidad
de actuar y reflexionar sobre ese conocimiento.
« Cuarto, CUSP se ajusta a la percepción pública de la ciencia
que parece combinar dos actitudes. Por un lado, un entu-
siasmo general por lo que la ciencia produce. Por otro, una
crítica hacia ciertas formas y aplicaciones específicas de la
investigación científica, que se perciben como una amenaza
para la calidad de vida humana y no humana. Por ejemplo, en
las últimas décadas se ha suscitado un fuerte debate respecto
de los efectos de la ingeniería agroquímica en la salud y el
medioambiente. Esta área de conocimiento es la que impulsó
la expansión de un modelo de producción agrícola consisten-
te en la venta de semillas genéticamente modificadas, cuya
siembra requiere la utilización de pesticidas como el glifo-
sato. Si bien las empresas agrotecnológicas insisten en su
inocuidad, diversas investigaciones en las que se vieron invo-
lucrados médicos rurales, ciudadanos e investigadores con-
cluyeron que el glifosato es tóxico para los seres humanos,
así como para cultivos no modificados genéticamente y diver-
sas especies de aves y anfibios (Aranda, 2010; Aranda, 2011a;
Carrasco, 2011). Este debate, de suma importancia en países
productores de alimentos como el nuestro, dio lugar a res-
tricciones en la aplicación del glifosato, e incluso la prohibi-
ción de su uso en algunos países de Europa (Aranda, 2011b;
Mansfield, B., Werner, M., Berndt, C. et al, 2023).
Este modelo de comunicación trata de alinearse con la percepción am-
bivalente que el público tiene de la ciencia en lugar de tratar de enmen-
darla de manera didáctica. La comunicación científica, entendida de
esta manera, puede elogiar a la ciencia cuando corresponda y desafiar-
la cuando sea necesario. Además, puede explicar la ciencia en térmi-
nos que permitan situarla en un contexto social, cultural y material. La
idea de CUSP es que un examen crítico permite mantener una imagen
de la ciencia proporcional a los beneficios que esta ofrece.

11.2. La relación ciencia-sociedad


Los científicos y las científicas sociales que examinan las relaciones
ciencia-sociedad sostienen que hay que distinguir entre las expresiones
“ciencia y sociedad” y “ciencia en sociedad”.
224 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA
La primera es una expresión clásica que alude a las relaciones que la
ciencia establece con la sociedad en su conjunto, Esta noción se asocia
con cierta política científica, Las políticas públicas son aquellos pro-
yectos que un Estado diseña y gestiona a través de un gobierno y la
administración pública en función de las necesidades sociales. La po-
lítica científica es el área de las políticas públicas que se centra en la
promoción de la investigación y el conocimiento científico.
En este caso, el tipo de política pública asociada ala noción de “ciencia y
sociedad” es una que demanda que la ciencia permanezca separada de la
sociedad para preservar su autonomía respecto de posibles injerencias
políticas y sociales (Felt, 2000; Broks, 2006).
Las instituciones que administran y gestionan las políticas científicas
conciben la comunicación como una herramienta al servicio de los
que toman decisiones y suelen elaborar informes en los que se descri-
be el tipo de relación que se mantiene entre la ciencia y la sociedad.
Por ejemplo, en las décadas de 1990 y 2000 en Gran Bretaña, institucio-
nes como el comité de la Cámara de los Lores sobre ciencia y tecnolo-
gía (The House of Lords Select Commitee on Science and Technology)
y el Consejo de Investigación en Biotecnología y Ciencias Biológicas -
(Biotechnology and Biological Sciences Research Council) elaboraron
informes que aseguraban que el tipo de relación entre ciencia y socie-
dad es de diálogo (Trench, 2008). Como sucede en Gran Bretaña, las
agencias gubernamentales que llevan adelante las políticas científicas
usualmente asumen que la ciencia y la sociedad son ámbitos distin-
tos e independientes, y que los esfuerzos se deben encaminar a tender
puentes entre uno y otro para que el ciudadano se identifique con los
propósitos de la ciencia.
Muchos académicos y académicas, sin embargo, señalan que la su-
puesta separación entre ámbitos no responde a la naturaleza de estos,
sino que se trata de un constructo social asociado a intereses políti-
cos especificos. La segunda expresión, “ciencia en sociedad”, se acuñó
más recientemente y pretende resaltar el hecho de que la ciencia es
una institución social y, como tal, forma parte de la sociedad. El tér-
mino institución social refiere a aquella área de la vida social que se
estructura a través de valores, reglas y pautas de comportamiento que
organizan la acción individual y colectiva en un contexto particular
(Fernández Esquinas y Torres Albero, 2009). En este sentido, la ciencia
no está separada de la sociedad ni es autónoma, y se intenta destacar
su interacción con el resto de las instituciones sociales.
Como vimos, estas dos maneras de plantear la relación ciencia-sociedad
están contempladas en los modelos de la CPCT. Las relaciones comuni-
cacionales entre científicos y no-científicos, sobre todo en PAST, se con-
cibieron como una mera transmisión lineal de conocimientos desde

CAPÍTULO 11. CIENCIA, SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA 225


la autoridad científica, que selecciona y difunde contenidos, hacía un
público lego que recibe información científica de manera pasiva, El
modelo de déficit se apoya en la concepción de la ciencia y la sociedad
como ámbitos separados.
Sin embargo, la CPCT resulta ser una actividad compleja muy depen-
diente del contexto, que engloba una gran variedad de contenidos, es-
trategias, formatos, valores, propósitos y funciones. En este sentido,
el modelo de déficit parece estar siendo reemplazado por estudios y
prácticas que promueven un modelo de diálogo, que concibe la ciencia
como parte de la sociedad y no como un ámbito separado (Trench y
Bucchi, 2010). Esto está en consonancia con la posibilidad de acuñar la
nueva expresión “ciencia en sociedad”. Diversos expertos y expertas en
CPCT cuestionan el alcance de este cambio y consideran que no puede
darse por sentado. En la práctica, se observa una convivencia del mo-
delo de diálogo con los supuestos y problemas del modelo de déficit
(Trench, 2008; Tinker Perrault, 2013). La propuesta de modelos comu-
nicacionales que analizamos en la sección anterior intenta dar cuenta
de este panorama, en el que conviven elementos del modelo de déficit
y de los modelos alternativos, que surgen para tratar de enmendar las
dificultades del primero.

11.3. Los roles de los comunicadores


Los comunicadores de ciencia conciben para ellos mismos roles que
reflejan la tensión entre las concepciones de PAST y CUSP. Según el
modelo que se adopte, el comunicador científico tendrá una concep-
ción distinta de su rol. Se pueden distinguir tres roles entre quienes
llevan adelante actos comunicacionales sobre la ciencia: promotores,
traductores y críticos.
Los promotores describen su rol y la ciencia en términos entusiastas.
La comunicación científica consiste en un acto de celebración de la
ciencia y una solución para cierta carencia que se percibe en el públi-
co. La ciencia es para ser admirada y celebrada. La comunicación cien-
tífica aliviará las supuestas fallas del público. Por ejemplo, remediará
la falta de interés, la ignorancia, la irracionalidad y el miedo. Esta acti-
tud hacia la comunicación implica una perspectiva que considera que
la ciencia es siempre beneficiosa y que cualquier falta de interés o des-
confianza en ella nunca nace de preocupaciones o razones legítimas.
Los promotores de la ciencia adhieren al modelo de déficit.
Este enfoque resulta problemático porque, en primer lugar, se asume
que el público tiene una actitud hostil y de desconfianza hacia la cien-
cia. Sin embargo, como hemos mencionado, los estudios sugieren que
la gente no está en contra de la ciencia de manera generalizada. Solo se

226 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


oponen a la ciencia cuando un área o aspecto específico afecta algún
interés personal. Al asumir que la ciencia se equipara a la búsqueda ra-
cional de la verdad objetiva (cientificismo), se obvian aquellos aspectos
y aplicaciones científicas que pueden ser perjudiciales en algún senti-
do. Esta no es una concepción realista de la ciencia. Aunque el propó-
sito de los promotores de la ciencia fuera brindar apoyo solo a aquellos
aspectos benéficos de la ciencia, en última instancia, esto genera una
expectativa sobre la ciencia que resulta nociva para su imagen, porque
no todos los resultados y productos científicos (las explicaciones que
ofrecen las teorías y sus aplicaciones, etcétera) son benéficos.
Los científicos no son los únicos que pueden usar los discursos gene-
rados por la popularización de la ciencia. Estos pasan a formar parte
del conocimiento que las personas usan para comprender y responder a
la ciencia, y el público no siempre los usa del modo que los promotores
de la ciencia desean. Retomando los ejemplos anteriores, es cierto que
el azúcar contribuye al buen funcionamiento de los órganos del cuerpo,
incluso puede ser cierto que el glifosato sea menos tóxico que los agro-
químicos que se utilizaban antes, sin embargo esto no invalida que en
ciertos contextos sean peligrosos para la salud. Las personas con dia-
betes u obesidad y quienes viven en regiones cercanas a cultivos trans-
génicos pueden utilizar el conocimiento científico divulgado por medio
de documentales, artículos periodísticos y libros para llamar la atención
sobre los problemas que ocasionan estas sustancias en su salud. |
Algunos comunicadores se distancian un poco de la ciencia y conciben
su rol como traductores. Justamente, este es el rol que muchos científi-
cos esperan que los comunicadores asuman, de modo que la comunica-
ción consista simplemente en transcribir los que los científicos sostie-
nen. Los traductores no solo comprenden la ciencia, sino que pueden
hacerla comprensible para otros, algo que también podrían hacer los
científicos con habilidades comunicativas. Sin embargo, no se supone
que esta capacidad forme parte de la experticia del científico. Traducir
la jerga científica, inaccesible para el que no es experto, muchas veces
se hace de manera tal que en el mismo acto de traducción también
se dan a comprender la función y el valor de la ciencia. La informa-
ción no es neutral ni vacía, sino que en muchos casos es retórica. Al
desempeñar esa función los traductores buscan en revistas científicas
investigaciones que según sus criterios podrían resultar interesantes y
las traducen a un lenguaje que pueda ser comprendido por el público
no especializado. Si estas investigaciones, por ejemplo, fueran acerca
de un suplemento dietario como el magnesio, que mejora la calidad del
sueño y los síntomas de ansiedad, el resultado podría ser un aumento
en la venta de este producto.
La noción de comunicador como traductor evita algunos de los incon-
venientes del rol de promotor, pero aun así es problemática. Aunque

CAPÍTULO 11. CIENCIA, SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA 227


no se adhiere a un rol completamente acrítico de exaltación de la cien-
cia, la metáfora de la traducción sugiere que el lenguaje permite trans-
mitir los contenidos de manera neutral. Sin embargo, la información
se genera y se usa de manera contextualizada, es decir, se origina en
circunstancias históricas particulares para que sea usada por indivi-
duos o grupos específicos. En este sentido, actuar como un traductor
acrítico puede equivaler a ofrecer publicidad para un producto, espe-
cialmente en el caso de las ciencias médicas, que se han convertido en
un ámbito sumamente comercializado.
Finalmente, en el rol de críticos, los comunicadores suelen poner
énfasis en dos funciones. Por un lado, la comunicación pública de la
ciencia debe cumplir una función de vigilancia. Esto es, debe promo-
ver una actitud precautoria en la que se asume que la ciencia no solo
aporta soluciones, sino que puede generar nuevos problemas, y por
ello indaga sobre la ciencia entendida en sentido amplio: en qué ins-
tituciones se genera, a quiénes beneficia, en qué contexto se produce,
cuál es su alcance, cuáles pueden ser sus consecuencias (deseadas y no
deseadas), etcétera.
La comunicación científica, por otro lado, debe encontrarse al servi-
cio del público, es decir, proveer a las audiencias la información que
necesitan para tomar sus propias decisiones. En este sentido, puede
afirmarse que los comunicadores críticos abordan los temas cientí-
ficos con interés y escepticismo. Este rol implica, por un lado, una
búsqueda escéptica y, por el otro, el empoderamiento del público. Este
tipo de actitud permite revelar casos de ética dudosa, de intereses co-
merciales y hasta, incluso, casos de mala investigación. Como vimos
en la tercera parte de este libro, esto se vuelve relevante en el ámbi-
to de la medicina, donde los conflictos de interés pueden dar lugar a
investigaciones sesgadas (recuerden las investigaciones sobre las en-
fermedades cardíacas financiadas por la Fundación de Investigación
sobre el Azúcar de Estados Unidos). También es posible observar estas
dificultades en el ámbito de la biotecnología, donde los vínculos finan-
cieros de los investigadores con las firmas biotecnológicas son comu-
nes. En este caso, un comunicador debería preguntar a un científico
si tiene intereses financieros en los resultados de la investigación que
lleva a cabo. Está claro que no se puede dejar a cargo de las grandes
empresas biotecnológicas las investigaciones acerca del impacto que
pudiera tener la producción de alimentos transgénicos en la salud de
las personas que viven cerca de las plantaciones, por ejemplo. Hace
falta que investigaciones provenientes de instituciones independien-
tes de dichos intereses estudien las posibles consecuencias, en los te-
rrenos y en las poblaciones, de los herbicidas y demás compuestos
químicos necesarios para el modelo de cultivo que promueven dichas
empresas.

228 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


El rol de crítico implica entonces que los comunicadores pueden hacer
juicios sobre el mérito y la validez de ciertas investigaciones. Esta actí-
tud escéptica no se relaciona con el hecho de asumir que se van a en-
contrar errores, sino con aceptar que cualquier estudio científico debe
estar sujeto a indagación crítica. Algunos comunicadores pretenden
dar un paso más allá y no solo incluyen sus juicios y evaluaciones, sino
también se proponen ofrecer a las audiencias la información necesaria
para tomar sus decisiones. Esta función de servicio puede poner en
evidencia la incertidumbre que es parte de la ciencia misma. Los co-
municadores que combinan estas dos funciones son los que adhieren
a un modelo CUSP.
El rol comunicacional crítico difiere de los roles de promotor y traduc-
tor de maneras que no solo conducen a CUSP, sino que son más realis-
tas acerca de cómo funciona la ciencia y cómo esta se acopla a la socie-
dad (Tinker Perrault, 2013). Por ejemplo, los críticos son conscientes
de que la apreciación de la ciencia no está garantizada por aprender
más sobre ella, ya que tener más conocimiento puede conducir a una
mayor indagación, a críticas e, incluso, al rechazo de ciertas aplica-
ciones científico-tecnológicas. El modelo de CUSP es consistente, por
un lado, con los estudios que señalan que tener mayor conocimiento
científico no conduce a brindar apoyo a la ciencia. Por otro, se opone
a la afirmación usual de los promotores de la ciencia (PAST) de que el
apoyo a la ciencia proviene de la comprensión que pueda tenerse de
esta. Según los defensores de CUSP, el apoyo a la ciencia está deter-
minado por los valores y por la evaluación de la utilidad potencial que
tenga la aplicación científica de que se trate. De esta manera, advierten
que el apoyo a la ciencia se relaciona con factores tales como la ética,
el tipo de aplicaciones en cuestión y los intereses de las partes involu-
cradas. Los comunicadores críticos (CUSP) señalan la importancia de
que, en los actos de comunicación, la ciencia se presente tal como es y
no se ofrezca una imagen positiva e idealizada de esta. Sobre todo por-
que brindar una imagen más realista de la ciencia podría promover un
nuevo contrato social ciencia-sociedad en el cual el público desarrolle
una confianza más cautelosa, comprendiendo cuáles son los alcances
y las limitaciones del conocimiento científico. Por supuesto, las prácti-
cas comunicacionales no pueden realizar este cambio por sí mismas,
pero pueden ayudar a generar una nueva relación entre la ciencia y la
sociedad.

CAPÍTULO 11. CIENCIA, SOCIEDAD Y COMUNICACIÓN PÚBLICA DE LA CIENCIA 229


Capítulo 12

El aporte de los enfoques


críticos a la relación ciencia-
sociedad: un rol para la
comunicación científica

Hemos visto que hay dos grandes perspectivas que dividen las aguas
entre quienes comunican sobre ciencia: los traductores/promotores y
los críticos de la ciencia.
Según los traductores/promotores, la comunicación científica
consiste en hacer relaciones públicas, y estas resultan exito-
sas cuando el público se alinea con las prioridades y preocu-
paciones de los científicos. La ciencia es “maravillosa” y el
público es ignorante por no darse cuenta de esto. El propósito
de la comunicación científica es promover la ciencia. En esta
perspectiva, aquellos que cuestionan la ciencia están actuando
desde el miedo, el fundamentalismo o siguiendo modas (por
ejemplo, las modas intelectuales que siguen los académicos
en lugar de pensar por sí mismos).
Los críticos, en cambio, tienen un rol que se asimila al de los
críticos en otras disciplinas (arte, historia, literatura), que
combina la apreciación de la ciencia con el análisis crítico
entendido constructivamente. El propósito de la comunica-
ción científica es el control democrático y compartido del uso
de herramientas científico-tecnológicas, para evitar posibles
daños y promover un escepticismo saludable respecto de
la ciencia. La comunicación científica no consiste en hacer
relaciones públicas, sino en promover el compromiso demo-
crático, en donde tanto los productores de la ciencia (insti-
tuciones científicas, laboratorios, industrias, etcétera) como
los usuarios sean tenidos en cuenta a la hora de evaluar las
consecuencias que ciertos desarrollos científico-tecnológicos
podrían acarrear.
En las sociedades tecnocientíficas contemporáneas, las personas cons-
tantemente toman decisiones acerca de cuestiones que afectan su vida
cotidiana, y que requieren información y evaluación de cuestiones
científicas. A nivel individual, las personas toman decisiones sobre
cuestiones vinculadas con la alimentación, por ejemplo. Sabiendo que
las frutas y las verduras se encuentran expuestas a pesticidas, investi-
gan qué procedimiento permite eliminarlos o bien optan por consumir
productos orgánicos que no poseen tales residuos. Si a un sujeto se le
diagnostica una enfermedad, puede informarse para conocer las dis-
tintas alternativas de tratamiento y evaluar cuál de ellas es más conve-
niente para su salud. Si, pongamos por caso, una persona tiene reflujo
gastroesofágico, ante la recomendación del médico de tomar un me-
dicamento o cambiar la dieta, puede analizar cuáles son los riesgos y
beneficios de cada alternativa e inclinarse por alguna de ellas sobre la
base de la información científica de que disponga. Las personas usual-
mente se informan acerca de qué método anticonceptivo tiene meno-
res efectos secundarios a largo plazo, qué ejercicios físicos son los más
apropiados para mantener la salud cardiovascular, y demás. Al com-
prar un automóvil también pueden reflexionar acerca de qué modelo
hace un uso más eficiente del combustible e incluso decidir qué com-
bustible es mejor. Además, a los ciudadanos se les puede consultar, por
ejemplo, si se debe seguir usando energía nuclear, y de ser la respuesta
afirmativa, en qué lugar deberían construirse las plantas nucleares y
dónde deberían desecharse los residuos nucleares, qué tipo de políti-
cas deberían implementarse para combatir el cambio climático, o si se
debe permitir o prohibir la perforación marítima para extraer petróleo,
entre otras cuestiones.
Estos ejemplos muestran que los promotores y los críticos de la ciencia
están en lo cierto al sostener que la ciencia permea nuestras vidas y
que los no expertos suelen tomar decisiones sobre cuestiones relacio-
nadas con la ciencia y la tecnología. Sin embargo, ambas perspectivas
tienen ideas distintas respecto de cómo se deben tomar esas decisio-
nes. Según los promotores, los expertos no solo deben informar, sino
que tienen que determinar las políticas en temas tales como la energía
nuclear, el uso de agroquímicos en los cultivos, etcétera, mientras que
los críticos sostienen que el modo adecuado para tomar decisiones im-
plica involucrar a una ciudadanía que esté comprometida y tenga una
actitud crítica.

232 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Los críticos promueven un modelo de compromiso con la ciencia (CUSP)
y los promotores un modelo de déficit (PAST). Esta tensión entre PAST y
CUSP refleja una tensión mayor respecto de la naturaleza de la relación
entre las esferas científica y pública. Esta relación a menudo se discute
en términos del ya mencionado contrato entre la ciencia y la sociedad
(por ejemplo, Gibbons, 1999; Trench, 2008; Tinker Perrault, 2013), que
es un contrato social en el sentido de que es un acuerdo realizado en el
interior de la sociedad respecto del rol social de la ciencia, sus objetí-
vos, sus instituciones y sus representantes. Esto supone personas que
adhieren a diferentes versiones del rol: algunas entienden la ciencia
como una institución autónoma e independiente de la sociedad, esen-
cialmente benéfica; otras asumen que la ciencia se encuentra inser-
ta en la sociedad, y que los productos científico-tecnológicos pueden
tener consecuencias tanto positivas como negativas. A continuación,
presentaremos los distintos contratos y las circunstancias históricas
que permiten comprender su aparición.

12.1. El contrato social tradicional y el nuevo


contrato |
El contrato tradicional está vigente desde la posguerra de la Segunda
Guerra Mundial, mientras que el nuevo contrato social tiene en cuenta
los cambios que han ocurrido en la ciencia desde entonces. El contra-
to tradicional toma forma con el reporte Vannevar Bush (1945). Este
reporte titulado “Ciencia: la frontera sin fin” describe el conocimien-
to científico como un reservorio del que fluye conocimiento hacia la
sociedad. Este contrato asume que la ciencia, con independencia de
sus objetivos, es inherentemente beneficiosa para la sociedad, porque
produce un conocimiento en continuo crecimiento del cual emergen
aplicaciones que la benefician. Además, la ciencia está separada de
la sociedad y esto resulta necesario para que lleve adelante su tarea
correctamente. Así, la sociedad debe proveer de recursos a la ciencia
y otorgarle autonomía; a cambio, la ciencia brindará conocimiento y
bienes de consumo a la sociedad.
Este contrato fue formulado en un clima de posguerra de extraordina-
ria fe en la ciencia como la base del progreso científico-tecnológico.
Tras la devastación producida en Vietnam y la crisis energética de 1973
surgieron movimientos sociales críticos y creció la desconfianza en la
ciencia. Una de las controversias políticas más fuertes durante este pe-
ríodo estuvo relacionada con las aplicaciones tecnológicas de la ener-
gía nuclear, vinculadas a las primeras bombas atómicas, que se agravó
aún más cuando se revelaron los efectos secundarios a largo plazo de
su utilización. |

CAPÍTULO 12. EL APORTE DE LOS ENFOQUES CRÍTICOS... 233


La apreciación de los peligros para la sociedad que encierran ciertos
desarrollos científico-tecnológicos tuvo como consecuencia una re-
ducción en el presupuesto público destinado a la ciencia en Estados
Unidos. Esta situación abrió paso a una transformación en la organi-
zación de la ciencia en la sociedad. El interés público en la física y la
astronomía se trasladó a los problemas medioambientales y a la com-
putación. Esto coincidió con un fuerte incremento de las empresas
privadas en la producción de conocimiento científico, lo que implicó
una casi privatización en muchos sectores, especialmente en áreas con
fuerte impacto social como las ciencias biomédicas y la biotecnología.
En el transcurso del siglo XX y a principios del XXI, la ciencia comien-
za a organizarse según los principios del mercado. Así, se conforma
la ciencia posacadémica a la que asistimos en la actualidad (Ziman,
2000). Como vimos, esto implica, por un lado, que el conocimiento es
propietario en lugar de compartido. Por otro, que la selección de pro-
blemas se lleva a cabo según estos ofrezcan soluciones potencialmente
comerciables, y no según su importancia social o conceptual. La cien-
cia posacadémica puede entenderse como un proceso de incremento
de subordinación a los intereses corporativos y políticos, que no nece-
sariamente valoran la producción de conocimiento según el beneficio
para la sociedad y que no siempre se consideran responsables ante el
público por su accionar.
Este proceso afecta la investigación en las universidades públicas. La
competencia por encontrar recursos económicos para sustentarse
implica que la energía de trabajo se traslada de la investigación a la
búsqueda de dinero para mantener la investigación. Estos cambios en
la manera de hacer ciencia encuentran modificaciones paralelas en la
actitud del público frente a ella. En las últimas décadas, la confianza
automática en la ciencia ha declinado y la gente ha comenzado a hacer
preguntas más críticas sobre la ciencia y a desafiar los supuestos que
subyacen al contrato tradicional.
Así, los vínculos entre la ciencia y el sector privado han socavado la
reputación de la asociación de la ciencia con la verdad. No solo la cien-
cia pierde su objetividad, sino que la credibilidad de los científicos se
tiñe de los errores de sus amos políticos y comerciales. Al conocerse
públicamente que se han llevado adelante investigaciones científicas
poco éticas comienzan a cuestionarse tanto el financiamiento de la
ciencia con fondos del Estado como la capacidad de la ciencia para
autorregularse.
La toma de conciencia por parte de la sociedad respecto de los costos
ambientales y para la salud asociados al supuesto progreso científico
desafía entonces la cosmovisión cientificista. El creciente escepticismo
en el progreso tecnocientífico se basa en preocupaciones razonables.

234 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Sin embargo, la confianza general en la ciencia no ha sido reemplazada
totalmente por una desconfianza. La ciencia mantiene una alta consi-
deración y el escepticismo aparece en áreas específicas, y con relación
a problemas particulares. De esta manera, en las últimas décadas, sur-
ge un clima más escéptico y con cuestionamientos sobre el valor pú-
blico de la ciencia. El enfoque promotor de la ciencia es una respuesta
al cambio de clima por parte, generalmente, de quienes adhieren al
modelo de separación ciencia-sociedad, donde la ciencia se ubica por
encima de la sociedad.
Otra respuesta a la revisión del rol de la ciencia para el desarrollo de
la sociedad es la que propone un nuevo contrato social, que se base en la
comprensión de la ciencia como una institución social (o un conjun-
to de instituciones) que debe ser responsable frente a la sociedad de
la que es parte. Se trata de la ciencia contextualizada socialmente, en
donde la validez interna de la ciencia no es menos importante que en el
modelo tradicional, pero se considera en un contexto mayor que es
aquel donde se utiliza el conocimiento científico y se enmarca el tra-
bajo científico (Trench, 2008). El reciente contrato social se basa en el
principio de conocimiento socialmente robusto, un conocimiento que
se produce de manera transparente y participativa (Gibbons, 1999), y
con la creencia en el compromiso público con las cuestiones científicas.
En esto consiste la adhesión al modelo CUSP.

12.2. Aportes de la comunicación científica


crítica
En este contexto, se sugiere que la CPCT puede contribuir a la cons-
trucción de un nuevo contrato. El conjunto de prácticas comunica-
cionales que dan lugar a la popularización de la ciencia (textos de
divulgación, artículos en diarios, conferencias, exposiciones y mu-
seos, blogs y sitios web con contenido científico) puede tener un rol
importante.
En particular, Tinker Perrault (2013) destaca un rol posible para la es-
critura de popularización científica. Este tipo de escritura es importan-
te porque hace un trabajo discursivo. Los discursos construyen conoci-
miento y relaciones de poder (Kalmer y Thompson, 2006). En términos
de información, la escritura de popularización científica les dice a los
lectores cuáles son los hallazgos científicos y cuál es la naturaleza y
el funcionamiento de las disciplinas científicas propiamente dichas. A
su vez, ayuda a los lectores (ya sean científicos, no científicos, o cien-
tíficos trabajando en otras áreas de experticia) a comprender cómo
un área de investigación específica afecta y se ve afectada por otras
instituciones sociales.

CAPÍTULO 12. EL APORTE DE LOS ENFOQUES CRÍTICOS... 235


La escritura es un discurso y los discursos también influyen en el modo
de hablar sobre el objeto de conocimiento y sobre las ideas que se po-
nen en práctica. Los textos que popularizan la ciencia proveen histo-
rias de cómo funciona la ciencia o cómo debería funcionar, cuál es la
relación de la ciencia con la sociedad o cómo debería ser esta relación,
quiénes son los que tienen opiniones válidas sobre la ciencia y quiénes
no, etcétera. Estas historias se convierten en los modos de hablar y
comprender la ciencia y las cuestiones científicas. Cuando estos mo-
dos de comprender la ciencia se traducen en acción, se solidifican en
prácticas sociales. Dado el poder discursivo de los textos que populari-
zan la ciencia, los expertos en comunicación acuerdan que la escritura
de popularización de la ciencia puede y debe contribuir al compromiso
civil. De esta manera, si la comunicación se lleva a cabo desde una con-
cepción crítica y comprometida con la ciencia puede permitir pasar a
una acción que conduzca a un uso democrático y compartido de las
herramientas y resultados científico-tecnológicos.

236 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Cuarta parte

Resumen

En esta cuarta parte presentamos la cuestión de la comunicación


pública de la ciencia y la tecnología, e intentamos caracterizarla aten-
diendo a su complejidad. Por un lado, estas actividades atañen a acto-
res con valores e intereses heterogéneos, como los de las comunida-
des de científicos, los grupos de interés, los funcionarios estatales y
los ciudadanos. Por otro, engloban una gran variedad de contenidos,
estrategias, formatos, propósitos y funciones. Pero, además, la CPCT es
una actividad compleja muy dependiente del contexto, y se la entiende
de distintas maneras según la concepción que se tenga de la ciencia, |
el público, el conocimiento, los procesos comunicativos y la relación
entre las esferas pública y de la ciencia. La propuesta de tres mode-
los (PAST, PEST y CUSP) presenta de manera sistemática las distintas
posturas que se toman frente a la CPCT. Si bien estos modelos surgen
en distintas épocas y asociados a distintos contratos sociales que orde-
nan las relaciones ciencia-sociedad, los académicos y las académicas
sostienen que el reemplazo de un modelo por otro no se puede asumir
simplemente. En la práctica, se observa que conviven elementos de
cada modelo.
Los tres modelos coinciden en el diagnóstico de las sociedades actua-
les. La ciencia permea la vida de las personas, y la gente, a diario, se ve
obligada a tomar decisiones en las que la ciencia está implicada. Fren-
te a esto, existen dos modelos contrapuestos de toma de decisiones
en cuestiones de impacto público asociadas a la ciencia. Según PAST,
deciden los expertos. Según CUSP, las decisiones tienen que tomarse de
manera democrática y los ciudadanos tienen que estar comprometidos
con la ciencia. Esto requiere no solo que los ciudadanos reciban la in-
formación necesaria para tomar decisiones, sino que también tengan
una actitud crítica frente a la ciencia. Esta actitud requiere una imagen
realista de la ciencia, que aprecie sus aciertos, advierta sus alcances y
limitaciones, y reconozca sus errores o consecuencias desfavorables.
Esta imagen forma parte de un nuevo contrato social, que representa a
la ciencia como una institución social, y no como un ámbito separado
de la sociedad.
En la construcción de este nuevo contrato, la comunicación pública
puede tener un rol importante. En particular, mencionamos el rol de
la escritura de popularización científica en su calidad de discurso. En
la medida que los discursos influyen en el modo de hablar sobre el
objeto de conocimiento y sobre las ideas que se ponen en práctica, la
comunicación de una concepción crítica y comprometida con la cien-
cia puede permitir pasar a una acción comprometida que conduzca
a un uso democrático y compartido de las herramientas y resultados
científico-tecnológicos.

238 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


Consideraciones finales

Dado que la ciencia se encuentra cada vez más involucrada en nuestra


vida diaria, en este libro propusimos introducirnos en el conocimiento
científico de la mano de propuestas epistemológicas ofrecidas por al-
gunos destacados filósofos y filósofas. De manera muy general, podría
afirmarse que partimos desde una idea clásica de la ciencia entendi-
da como un tipo de actividad que se caracteriza por evaluar el cono-
cimiento a partir de argumentos de aceptación y rechazo de hipótesis
que poseen propiedades lógicas diferentes: mientras la confirmación
es inductiva, la falsación es deductiva.
Luego pasamos a analizar enfoques que se centran en el desarrollo de
la ciencia, no ya en términos de una relación entre las creencias o hi-
pótesis científicas y su evidencia empírica, sino entendido como una
competencia entre teorías pensadas como paradigmas o programas de
investigación. En el marco de esta competencia, las comunidades cien-
tíficas escogen entre teorías rivales teniendo en cuenta —entre otros
elementos- valores cognitivos o epistémicos propios de las disciplinas
científicas en las que investigan, tales como la simplicidad o la mayor
adecuación empírica, etcétera.
Por último, nos detuvimos en una concepción de la ciencia que sos-
tiene que tanto en la observación como en la selección de hipótesis
y teorías se ven involucrados no solo valores epistémicos, sino tam-
bién valores no cognitivos, provenientes de la cultura o del marco
institucional en el que el científico lleva adelante sus investigaciones
-como, por ejemplo, valoraciones de sexo-género o valores mercanti-
listas-, Este recorrido nos permitió entender de qué manera la ciencia
influye y se ve influida por la sociedad en la que se inserta: la ciencia
no se encuentra separada de la sociedad, sino que forma parte de esta.
En este sentido, en la última parte de este libro nos centramos en cómo
un abordaje más realista de la ciencia contribuye a la formulación de un
nuevo contrato entre la ciencia y la sociedad. La divulgación de la cien-
cia debe permitirnos ser capaces de participar de los debates científi-
co-tecnológicos que nos atraviesan e interpelan de manera consciente
y crítica, teniendo en mente tanto las fortalezas y los consensos de la
ciencia como sus limitaciones y desacuerdos.
Más allá de los alcances propiamente epistemológicos o inclusive so-
ciopolíticos que pudieran tener las visiones retratadas en este libro,
quizás también valga la pena reflexionar brevemente acerca de las con-
secuencias más existenciales a las que-nos conduce la epistemología
contemporánea. Dado que frecuentemente nuestro comportamiento
se ve influenciado por distintos tipos de convicciones que muchas ve-
ces no nos detenemos a analizar de dónde provienen ni si se encuen-
tran justificadas o no, podríamos preguntarnos si la epistemología pue-
de aportarnos alguna respuesta a problemas o inquietudes de la vida
cotidiana.
Si consideramos que las hipótesis científicas son solo un tipo especial
de creencia que una persona puede tener, podríamos pensar, enton-
ces, en cuáles son las consecuencias más amplias acerca de los proce-
sos de aceptación y rechazo de creencias, en general, en la vida de las
personas, por ejemplo. Si hay algo que parece concluir la filosofía de la
ciencia acerca de las creencias es que son falibles. Si no hay manera de
tener la total seguridad de que una determinada afirmación es correcta
O incorrecta, entonces una de las grandes enseñanzas que pareciera
ofrecer la epistemología es que debemos guardar cierto grado saluda-
ble de escepticismo respecto de lo que creemos. Así el célebre dictum
socrático “solo sé que no sé nada”: cobra un nuevo sentido. Como vi-
mos, hasta las convicciones más arraigadas como “el Sol se mueve (al-
rededor de la Tierra)” fueron revisadas. La revolución copernicana es
un claro ejemplo de que puede existir más de una teoría que dé cuenta
de los mismos datos empíricos. Pensemos en las retrogradaciones pla-
netarias, el geocentrismo y el heliocentrismo, teorías incompatibles
entre sí fueron, en cierto sentido, capaces de dar cuenta de los mis-
mos fenómenos. Entonces un saludable escepticismo nos protege de

1. “Este hombre, por una parte, cree que sabe algo, mientras que no sabe [nada]. Por otra
parte, yo, que igualmente no sé [nada], tampoco creo [saber algo]”. Platón, Apología de
Sócrates.

244 FILOSOFÍA(S) DE LA CIENCIA


la necedad y, ante posibles desacuerdos con otras personas, nos obliga
a abrirnos a nuevas interpretaciones que, incluso cuando entren en
conflicto con nuestras convicciones, podrían ofrecernos abordajes in-
teresantes que permitan enriquecer nuestra propia visión. No hay una
única manera de ver las cosas, hay que estar dispuestas a abrir la men-
te e intentar ver el mundo de la manera en que lo ven quienes están en
desacuerdo con nosotras. En este sentido, esperamos que este libro
aporte su granito de arena en fomentar un espíritu crítico y, en cierta
medida, escéptico. No podemos estar seguras de que estamos en lo
cierto ni de que estamos equivocadas. No podemos evitar creer para
vivir, pero es necesario que esas creencias nunca se transformen
en dogmas irrebatibles que nos imposibiliten ver el mundo desde
otras perspectivas. En la discusión y en la búsqueda de consensos
con personas que tienen creencias y valores diferentes a los nues-
tros quizás hallemos una mejor manera de abordar el mundo y al
mismo tiempo logremos ir construyendo paulatinamente un mundo
digno de ser habitado.

CONSIDERACIONES FINALES 245

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