La Abuela Sol y Las Trece Rosas LUNES
La Abuela Sol y Las Trece Rosas LUNES
CRISTIAN: DIEGO
ALVARO: ARIEL
CINCO CHICAS JÓVENES CLARA (1), JANA (2), MARÍA (3), SOFÍA HUERTA (4), AMALIA (5)
OCHO MUJERES JÓVENES LUCIA RODRI (1), OLIVIA (2), LAURA (3), PAULA (4), SOFIA (5), LUCIA BAU.(6), SOFIA H. (7)
ADELINA CLARA
DIONISIA JANA
CARMEN OLIVIA
JULIA MARÍA
VIRTUDES SOFIA
MARÍA LAURA
QUINCE PRESAS JÓVENES CLARA (1), JANA (2), MARÍA (3), SOFÍA HUERTA (4), AMALIA (5) y (12), LUCÍA ROD. (6),
OLIVIA (7) y (14), LAURA (8), PAULA (9) y (15) y (13), SOFÍA (10), LUCÍA BAU. (11).
JUANA ¿?
ARACELI ¿?
REMEDIOS PAULA
PRESA 1 ELENA
PRESA 2 SARA
PRESA 3 GRETA
TRECE JÓVENES PRESAS CLARA, JANA, MARÍA, SOFÍA HUERTA, AMALIA, LÚCIA ROD, OLIVIA, LAURA, PAULA, SOFÍA,
LUCÍA BAU, LUCÍA MERLO y ANDREA
*En la división estructural cuando escribo “Antes”, “Durante” y “Después” debe sobrentenderse antes, durante, después de
la Guerra Civil española de 1936-1939.
HOY (I)
(Dos chicos jóvenes, Alvaro de unos quince o dieciséis años, CRISTIAN an, dieciocho o diecinueve. Son hermanos. Están en
casa y uno de ellos escribe en un cuaderno)
ALVARO: Hola.
CRISTIAN: ¿Escribiendo?
ALVARO: Tengo que escribir una obra de teatro para clase. Nos lo ha pedido el de Lengua. Las ideas tenemos que buscarlas
nosotros.
ALVARO: Ahora voy a verla casi todos los días. Además de enferma está muy triste, pasa demasiado empo sola. Ella dice
que es el peor momento de su vida, y eso que lo ha pasado muy mal. Me ha contado muchas historias. Vio morir a mucha
gente, estuvo en la cárcel. En la de Ventas, aquí, cerca de casa. Y luego en una de Tarragona, dirigida por unas monjas que
las trataban muy mal. Le he contado lo de mi obra de teatro y ella me está animando a que hable de ella, bueno de ella
no, de las jóvenes de su época, de su ilusión, de sus ganas de trabajar por la jus cia.
ALVARO: Pero ahora a ver cómo organizo todo lo que me ha contado y lo que seguirá. He decidido grabarla, para que me
sea más fácil.
ALVARO: Pensándolo mejor, yo también voy a salir un rato, me vendrá bien despejarme un poco. Ah, no te he dicho que
luego, a lo mejor, la obra la representará el grupo del taller de teatro del ins .
(Una niña de unos 12 años con un inmenso balde lleno de ropa. Lava en el río. Se la verá pequeña, ante las grandes sábanas
que manipula con dificultad. Llega también a lavar una joven algo mayor que ella, pero no mucho, unos 16 años.)
JOVEN DE 16 AÑOS: Pues ándate con cuidado. Yo estuve con ellos. Te hacen trabajar como una mula.
JOVEN DE 16 AÑOS: Es un dicho. Ay, cuánto enes que aprender. Seguro que no sabes leer.
JOVEN DE 12 AÑOS: ¿Leer? Pero si no he ido ni dos días con las monjas. En mi casa se necesita para comer.
JOVEN DE 16 AÑOS: Pero descansa un poco, niña. Por que pares un momento para hablar no pasa nada.
JOVEN DE 12 AÑOS: Ya, pero es que quiero terminar antes de que se haga de noche. Y mira toda la ropa que me queda. Si
no se lo dices a nadie, te cuento por qué quiero terminar antes de que anochezca.
JOVEN DE 16 AÑOS: Claro. Tienes que trabajar más despacio. Si no, cuando subas te mandarán otra cosa, y luego otra. Yo
sé cómo son. No les importa nada que seas una niña. Y ellos son ricos, ¿sabes? Claro, explotando a renacuajos como tú y
como yo… porque también tenía tu edad cuando estuve con ellos, por dos pesetas… Estoy harta de esta vida tan dura.
Para los que trabajo ahora, en el cruce de la carretera al santuario, son iguales. Pero yo ahora me las sé todas.
JOVEN DE 16 AÑOS: Sí, hago que trabajo mucho, pero cuando no se dan cuenta descanso, como ahora. O cojo fruta de los
árboles.
JOVEN DE 16 AÑOS: ¿Cómo me van a pillar? Bueno, y además no me importa que me echen. Estoy deseando. En cuanto
pueda me voy a Madrid a servir. Dicen que se gana más y se trabaja menos.
JOVEN DE 16 AÑOS: Sí. Mi hermana ya está allí. No para de decirme que me vaya con ella, pero mi madre no quiere. Dice
que soy joven para tanta mala gente como hay allí, en la capital. Pero yo le digo a ella qué sabe, que nunca ha salido del
pueblo. En el verano me voy. Lo tengo decidido.
JOVEN DE 12 AÑOS: ¿Y puedo ir con go? Creo que tengo una a en Madrid.
JOVEN DE 16 AÑOS: ¿Cómo te vas a venir conmigo? Así, sin hablarlo con tus padres.
JOVEN DE 12 AÑOS: Es verdad. (Empieza a lavar de nuevo) (Silencio. Las dos lavan)
JOVEN DE 16 AÑOS: Como tú, muy pocos días. Me ha enseñado mi padre. A mi madre también le ha enseñado. Mi padre
ene ideas polí cas. Y dice que le hubiera gustado que sus hijas estudiasen para así no tener que servir a nadie, pero como
no tenemos casi ni para comer… ¿Te gustaría aprender?
JOVEN DE 12 AÑOS: No sé, hasta ahora nunca lo había pensado. Pero sí me gustaría dejar de trabajar tanto.
JOVEN DE 16 AÑOS: Sabes, a par r de ahora, cuando venga a lavar al río, me traigo un libro que tengo en casa. Así, si has
venido tú también, te enseño lo que pueda entre sábana y sábana.
ANTES (II)
(Tres chicas en un baile. Tienen unos dieciséis años. Son las fiestas de cualquier barrio de Madrid de preguerra. En escena
miran a los posibles chicos que haya entre el público. Suena una canción de la época)
CHICA TRES: Seguro que viene la gente cuando nos tengamos que ir.
CHICA TRES: A mí no, mi padre ha dicho que como llegue más tarde de las nueve que no vuelvo a salir en un mes.
CHICA UNO: Yo también estoy harta. Cuando voy a trabajar no se preocupan tanto. Si supieran las cosas que me dicen en
la calle y en el bar…
CHICA DOS: Hay cada guarro suelto… Tengo ganas de conocer un hombre como es debido. Que lleve traje y sombrero.
CHICA DOS: Pues el otro día en el bar un señor de esos, con sombrero, me miró dos veces, mientras servía una mesa. Creo
que estuvo a punto de decirme algo.
CHICA TRES: Tú ándate con cuidado, seguro que no quiere nada bueno. Estará casado.
CHICA DOS: ¡Qué mal pensada eres! A lo mejor se quiere casar conmigo.
CHICA DOS: Pues yo con una monja no vengo al baile, entonces seguro que no se nos acerca ningún chico.
CHICA UNO: Si no se nos acercan de todas maneras, aunque has visto cómo nos miran esos tres niñatos.
CHICA TRES: Nos miran, nos miran, pero solo saben mirar.
CHICA DOS: ¿Vergüenza? Ahora verás. (Se acerca un poco más, tal vez baja las escaleras del escenario)
CHICA DOS: Eh, vosotros, ¿qué pasa, que solo sabéis mirar? (Se vuelve a sus amigas) Serán gallinas, se han ido corriendo.
CHICA UNO: Tú siempre tan echá palante. La próxima vez, ve con más delicadeza. (Se van. Música)
ANTES (III)
(Las dos chicas que vimos lavando en el río. Han pasado unos meses, están trabajando en una casa de comidas del centro
de Madrid. Están fregando una pila enorme de platos)
ROSA: ¿Y qué? ¿Y qué? Y nada. No pasa nada por descansar un poco. Todo trabajador ene derecho al descanso. Mira, no
es tan di cil. (Deja de fregar y se sienta en el suelo, cerca de la embocadura) ¿Ves? Y a ver si viene la jefa, que como me
diga algo se va a armar. (Sol sigue fregando) Y tú, niña ¿quieres descansar un poco?
SOL: No me puedo arriesgar a que me echen de otro si o. Mi a dice que no puede mantenerme y que como me quede
otra vez sin trabajo, me manda para el pueblo.
ROSA: ¡Que te va a mandar para el pueblo! Si eres su niñita mimada. Lo que pasa es que eres muy miedica.
SOL: Oye, ¿de dónde has sacado eso de que todo trabajador ene derecho al descanso?
ROSA: Eso lo sabe todo el mundo. La tarde que tengamos libre te voy a llevar a una reunión.
SOL: Y yo qué sé qué es eso. Mi a dice que tenga cuidado con meterme en polí ca, que están las cosas muy revueltas.
ROSA: Nosotros estamos más organizados cada día. Ahora, además de las charlas sobre nuestros derechos, estamos
preparando una campaña de propaganda para reunir a más jóvenes. (Sol deja de fregar y se sienta junto a Rosa)
SOL: Lo dice mi o. Que ha oído que los militares están preparando algo.
ROSA: ¿Y te lo ha dicho a ?
SOL: A mí no. Le oí que se lo decía a un amigo. Creo que mi o también está me do en algún par do…
ROSA: Ay, niña, cuánto tenemos que aprender. No sólo tú. Yo también. (Pausa) Pero con este trabajo… Tantas horas aquí…
No tenemos empo nada más que para trabajar. (Sol vuelve al trabajo. Rosa unos instantes después) La próxima tarde
libre te llevo a una reunión de las Juventudes para que se te contagie la ilusión. Sol, vamos a conquistar nuestra libertad,
la de los trabajadores explotados y casi analfabetos. (Pausa) Pero mientras llega ese momento, niña, tenemos que buscar
otro trabajo. Estoy harta de fregar.
SOL: Yo también.
DURANTE (I)
(Cinco chicas jóvenes situadas a dis ntas alturas dirán el siguiente texto en tono mi nero dirigiéndose al público, supuesto
auditorio)
UNA: Es urgente la defensa de la República. Porque gracias a ella y a nuestra lucha, las mujeres hemos conseguido el voto,
la capacidad de decidir.
DOS: Se ha legalizado el divorcio, para que podamos separarnos de quien quiera explotarnos en casa. Se ha legalizado el
aborto. Se ha iniciado la lucha contra el analfabe smo, que siempre ha pretendido anular la cultura de las mujeres.
TRES: Pero ahora no, en cualquier asociación, en cualquier ateneo, en cualquier taller, nosotras mismas nos organizamos
y aprendemos a leer y a escribir, aprendemos aritmé ca. Leemos libros hasta ahora prohibidos. Nos enseñamos
mutuamente lo que cada uno sabe.
CUATRO: ¿Y por qué quieren que todo vuelva a ser como antes? Porque las mujeres y también muchos hombres hemos
dicho no. Hemos dicho basta. Los poderosos, los ricos, los capitalistas, los curas, los fascistas, quieren que sigamos calladas,
pero nosotras hemos dicho hasta aquí hemos llegado.
CINCO: No más sumisión. Porque nosotras, aunque somos jóvenes, sabemos lo que queremos, por eso tenemos que
organizarnos y de cualquier manera, en el frente o en la fábrica, en el tranvía o en el taller, en el hospital o en el barrio,
asumir entre todos y todas la defensa de nuestras conquistas. Frente al fascismo. ¡No pasarán!
DURANTE (II)
(Silencio. Alternancia entre oscuro y luz tenue, durante breves segundos cada una de ellas. Las actrices, de una en una,
expresarán con su gestualidad el horror ante el sonido de las bombas que caen próximas. Al final, cinco segundos de música
triste rota por el estallido estrepitoso de una bomba. Oscuro)
DURANTE (III)
(Estación de metro u lizada como refugio an aéreo. Entran deprisa las tres chicas que veíamos en la escena de Antes
(II).)
CHICA UNO: Menos mal que nos ha pillado cerca del metro.
CHICA UNO: ¿Qué dices?, tú estás tonta. Esos locos, como tú dices, nos están defendiendo a todos. Están defendiendo la
República.
CHICA DOS: Y a mí qué me importa la República. Yo sólo quiero que esto termine. Que se rindan de una vez, no enen
nada que hacer.
CHICA UNO: Entonces no te importa que podamos ser más libres, que los trabajadores tengamos más derechos, que las
mujeres podamos votar y educarnos y…
CHICA DOS: Bah. Todo eso son palabras. Lo cierto es que nos están matando por culpa de esos rojos.
CHICA UNO: Eso no es así. Ellos son los que están defendiendo el gobierno legí mo.
CHICA TRES: (Fuerte) ¿Queréis dejarlo ya? Estoy harta de oír siempre la misma disputa. Odio la guerra. Quiero que esto
acabe. No me importa quién tenga razón. Así no se consigue nada. Ni unos ni otros. Deberían llegar a un acuerdo. (Silencio
incómodo y prolongado)
CHICA UNO: (Mirando a un lateral, fuera del escenario) Oye, ¿ese no es Manolo, el de la panadería?
CHICA TRES: Le habrá pasado algo. El otro día me lo encontré, le dije hasta luego y se me quedó mirando como si hubiera
visto un fantasma. Me miraba muy fijamente, totalmente inmóvil y no decía ni mu. Y yo: que soy la Inés, la amiga de la
Lola. Y él nada, así, como ido. Hasta que me harté, y le dije, bueno, ahí te quedas, rico. Y sí, ahí se quedó como una estatua.
Mirando hacia donde había estado yo.
CHICA UNO: Pues voy a hablar con él. Le habrá pasado algo. Como pasan tantas cosas… (Sale. Sus amigas mirarán hacia
donde ha salido. Al cabo de unos segundos, vuelve) Se ha ido corriendo. Le he dicho “hora Manolo”. Me ha mirado durante
unos segundos y ha salido corriendo como si le estuviera apuntando con un fusil. Ha subido las escaleras de dos en dos.
No sé qué hacer. Creo que voy a ir a buscarle.
CHICA TRES: (A Chica Dos): ¿Y tú has vuelto a ver al señor de sombrero que te rondaba?
CHICA DOS: Qué va. Creo que se ha ido al frente. Con lo formal que parecía, me han dicho que está pegando ros en la
sierra. Ya no quiero saber nada de él. Ahora no te puedes fiar ni de los que llevan sombrero.
CHICA TRES: Mi a la monja dice que hay que tener mucho cuidado con los hombres. Que el diablo se oculta en ellos.
CHICA UNO: Pues si encima de que tenemos miedo a las bombas también tenemos que temer a los hombres, estamos
listas.
CHICA DOS: Anda y a mí. (Mirando hacia el público) Fíjate ese chico cómo nos mira. Yo creo que me mira a mí. Porque no
es este un lugar apropiado, si no le decía algo. Bueno, pensándolo mejor, qué más da, aquí no caen bombas. (Se aproxima
a la embocadura)
CHICA DOS: Tú calla. Eh, tú. Sí, el de los ojos azules. ¿Qué pasa, que sólo sabes mirar? (Pausa) Bueno, otro que se va.
¿Pero qué les pasa a los hombres?
CHICA UNO: Que les asustas con tus ímpetus. Siempre te pasa lo mismo.
CHICA TRES: Anda, vámonos. Han debido pasar ya los aviones, ya sale la gente (A Chica Dos) Y tú, ándate con cuidado, que
te veo en el infierno.
DURANTE (IV)
(Sol y Rosa están cuidando a unos niños huérfanos de guerra. En sus brazos dos bebés. Cantan una nana, de pie los mecen)
ROSA: Tito no ene sueño. Mira qué ojos más abiertos. Parece que todavía ene miedo. ¿Qué sen rán estas criaturas
cuando oigan las bombas? Cuando no vuelvan a ver a quien les daba su leche con tanta ternura.
SOL: Qué mala suerte han tenido. Nacer en esta situación… (Pausa) ¿Te acuerdas cuando lavábamos en el río hace dos
años?
SOL: Si nos hubiéramos quedado allí, no habríamos visto llorar a estos niños.
ROSA: Ni les habríamos ayudado. Además, en nuestro pueblo a lo mejor también hay guerra.
SOL: Anda, no exageres, vamos a dormir a otros niños, que luego tenemos reunión.
(ALVARO pasea inquieta con un cuaderno en la mano. Su hermana CRISTIAN, está escuchando música. Esta, al ver a su
hermana tan nerviosa, deja la música y se dirige hacia ella)
ALVARO: ¿Qué dices? No puedo pasar. No es por la nota. Es por la abuela. Me ha contado tantas cosas…, pero no sé cómo
darle forma.
CRISTIAN: No te lo vas a creer, pero se me está ocurriendo una idea. Imagina una luz nebulosa, a lo mejor efecto de humo.
Y entre el humo, como de entre el pasado van apareciendo personajes jóvenes, que, en fragmentos cortos, pero directos,
van diciendo por qué empezaron. Se lo dirán al público muy cerca de ellos, pegados al borde del escenario. No sé cómo
se llama eso.
ALVARO: Embocadura.
CRISTIAN: Desde la embocadura. (Silencio. Durante el silencio. ALVARO piensa, parece imaginárselo)
ALVARO: Cris an, eres estupendo. No sé por qué dejaste los estudios. Eres, eres… un sol. Me gusta. Ya lo veo encima del
escenario. (Luz nebulosa o entre efecto de humo. Irán apareciendo varios personajes, mujeres jóvenes que dirán su texto
desde la embocadura. Lo dirán de forma directa, clara y emo va)
MUJER JOVEN 1: Yo trabajo de camarera en un salón de té al que acude gente adinerada del centro de Madrid. Yo no
en endo nada de polí ca, pero con dieciocho años empiezo a hacerme preguntas sobre las razones de tantas diferencias
sociales entre los clientes y mi familia.
MUJER JOVEN 2: Yo no quiero un hombre que me deje en casa y me haga un hijo detrás de otro, sin más horizonte ni
futuro. Quiero ser independiente. Sé defenderme sola y quiero decidir por mí misma. Por eso tengo que conocer mis
derechos y reclamarlos. Por eso me organizo, por eso me junto con otras mujeres.
MUJER JOVEN 3: Yo quiero formarme para conver rme en una mujer libre. Por eso voy al ateneo.
MUJER JOVEN 4: Me han enseñado desde bien pequeña a servir a los demás. A eso quiero dedicar mi vida. Para mí luchar
por la jus cia es servir a los demás.
MUJER JOVEN 5: Tengo dieciséis años. He llegado a este pueblo manchego desde Barcelona. Aquí no se ve a las mujeres.
Están me das en sus casas. Sin más horizonte que el padre o el marido, sin más oportunidad que obedecerles. Me rebelo,
necesito unirme a quienes quieren mejorar las condiciones de vida de la gente.
MUJER JOVEN 6: Estas y estos jóvenes libertarios que he conocido son para mí, en mi adolescencia, un mundo en el que
puedo par cipar. Una puerta abierta a mis ilusiones. Aquí me he enamorado por primera vez. Aquí he conocido a una
amiga que lo será para toda la vida.
MUJER JOVEN 7: Detesto esta estrechez del mundo para las mujeres. Las costumbres, la iglesia, la tradición… Mi amiga y
yo necesitamos libertad como el aire para respirar. Podemos cambiar el mundo, con nuestros diecisiete años queremos
hacerlo.
MUJER JOVEN 8: Solo quiero formarme, aprender, para ser una mujer libre. (Al terminar esta úl ma joven, las diez, que se
han ido dispersando por el escenario después de hablar, se unirán en la embocadura y, con el puño en alto, gritarán “No
pasarán”)
DESPUÉS (I)
(En la cárcel. Dos presas, Dionisia y Carmen. Las dos están cosiendo unas servilletas. Entra Adelina, la cartera de la cárcel,
que es también una presa)
CARMEN: En algo hay que entretenerse en esta maldita cárcel. Así el empo parece que corre más y de paso echamos una
mano fuera.
DIONISIA: Tú, con lo de las cartas…
ADELINA: Sí, es bonito repar r no cias de fuera. Aunque casi nunca son buenas, no se pierde la ilusión de estar pronto
con… (Deja de hablar al darse cuenta del entristecimiento de Carmen) No, hoy tampoco hay carta para .
DIONISIA: (A Carmen) En pocos días tendrás no cias. Les he dicho a mis padres que se pongan en contacto con Engracia.
Ya verás que no pasa nada.
ADELINA: Tengo que seguir con las cartas. Seguro que pronto te entrego una.
CARMEN: No, Dioni, seguro que todo va mal. ¿Cómo puede ir bien? Siempre ha ido mal. Tengo veinte años y trabajo desde
los doce sin descanso. Y todo para pasar hambre, para malvivir. Cuando parecía que una tenía esperanzas de que algo
cambiara, el maldito alzamiento de esos malditos…
CARMEN: Sí, bajaré la voz. No comemos, no nos lavamos, nos han humillado y torturado y no podemos hablar. Es para
volverse locas.
DIONISIA: Eso no, Carmen, eso no. Es nunca. No podrán con nosotras. Somos fuertes. Lo hemos demostrado y seguiremos
haciéndolo. Vamos a esperar, así, cosiendo. Vamos a esperar tu carta y nuestra libertad. Porque las dos van a llegar,
Carmen, ya verás. (Las dos se ponen a coser)
DESPUES (II)
NIEVES: Bueno.
NIEVES: Si no me vuelven a pegar. No sé nada de lo que preguntan. Se creen que yo era una dirigente, y yo no era nada.
Sólo pedía para el Socorro Rojo. Mi vecina me delató.
DESPUÉS (III)
ADELINA: Si no fuera por estas cartas, que huelen a libertad, no sé qué sería de nosotras.
JULIA: ¿Y por qué no? No hemos come do delito de sangre, y Franco ha dicho que quien no lo tenga no ene que
preocuparse.
ADELINA: ¿Y tú te as de Franco?
DESPUÉS (IV)
(Mª del Carmen: está sola, acurrucada en un rincón. Cabizbaja. Pasa un grupo de presas que se la quedan mirando,
comentan algo que no oímos y se van. Mª del Carmen parece empequeñecerse un poco más. Al poco pasa otro grupo y
sucede lo mismo. La chica mira a ver si viene alguien más. Hacia donde han salido dirige sus palabras rabiosas y tristes.)
Mª CARMEN: Tengo quince años y estoy aquí presa, como vosotras. Como vosotras paso hambre, estoy sucia y además
estoy sola. Me acusáis de delatora, de chivata. Pero cómo podéis estar tan ciegas. Cualquiera ha podido decir algo. ¿Por
qué pagáis conmigo vuestro dolor? Todas hemos sido brutalmente maltratadas. Pero yo también me la jugué como
vosotras. En mi casa, reuniones. Y luego, serví de enlace para las citas de los hombres. Para que la organización siguiera
viva. Para que la esperanza no muriera, como muero yo.
DESPUÉS (V)
(En la cárcel)
MARÍA: (Que está adormilada en un rincón) ¿Sabes lo que va a hacer Franco con los indultos? Limpiarse el culo si es que
llegan a sus manos.
MARÍA: ¿Dormir? Aquí no se puede dormir. Aquí no se puede comer, aquí no se puede estar limpia. (Con desesperación)
Todo esto es inhumano. ¿Por qué esta crueldad? Y vosotras pensando en la maternidad. (Julia se acerca a María)
JULIA: Tranquila. No te sirve de nada esa desesperación. Tranquila. Sabes que quieren eso. Quieren que desesperemos,
que nos tratemos mal, que nos gritemos, que nos enfademos. Quieren lo peor para nosotras. Pero no debemos caer en
eso. Si hemos de morir que sea con dignidad, con solidaridad entre nosotras.
MARÍA: Tienes razón, perdona, pero cada vez soporto peor esta espera. Seguid hablando. No os molestaré. (Julia vuelve
junto a Virtudes. Unos instantes de silencio)
JULIA: María ene razón. Con lo que estamos viendo, pensar en la maternidad parece absurdo. Están muriendo muchos
niños, aquí mismo. Es insoportable ver el sufrimiento de los niños y de las madres. Tanta suciedad. La falta de alimentación.
Las ratas. La sarna… ¿Cómo voy a pensar en ser madre si me parece lo más doloroso del mundo?
VIRTUDES: A pesar de todo eso yo quisiera serlo. Y quiero pensar que lo voy a ser. Aunque sea lejos de aquí. En algún país
donde los hombres no se maten por sus ideas. Un país donde no haya Francos, ni ejércitos, ni religiones, ni hombres
dominadores… ni chinches.
JULIA: Ni ratas.
DESPUÉS (VI)
(Cárcel. Día de visita para algunas reclusas. Un grupo de ellas en la embocadura del escenario. Alambrada imaginaria que
las separa de sus familias. Solo oiremos las voces de las presas que intentan hacerse entender. El desorden reinante deberá
ser constante durante toda la escena. Las presas al entrar buscarán con la mirada ansiosa encontrar al ser querido que las
visita cada quince días. Los personajes, cuando no digan su texto, mimarán la acción de hablar y escuchar con expresiones,
en general, de dolor.)
PRESA JOVEN 9: Madre, no llore, que estoy bien. La comida como siempre.
PRESA JOVEN 14: Pero madre, seguro que la comida se la quitan ustedes. No me vuelva a traer nada.
PRESA JOVEN 15: Madre, dígale a Engracia que se ponga en contacto con los padres de Carmen, que no sabe nada de ellos.
PRESA JOVEN 4: Y qué aspecto voy a tener, Mari, estoy en la cárcel. Esto es inhumano.
PRESA JOVEN 7: El ves do nuevo la próxima vez, por si me mandan a juicio, por ir decente.
PRESA JOVEN 11: Usted me oculta algo, madre, que se lo noto en los ojos.
PRESA JOVEN 13: Pero madre, grite más, que no la oigo. ¿Ha sabido algo de mi novio?
PRESA JOVEN 14: Que sí como, madre, poco, pero como. Cuídense ustedes y cuiden de los pequeños.
PRESA JOVEN 15: Sí, cuando sepa algo del juicio ya se lo escribo.
PRESA JOVEN 3: ¿Cómo no voy a estar sucia? ¡si casi no tenemos agua!
PRESA JOVEN 5: Ánimo a, no llore más, que pone más triste a madre.
PRESA JOVEN 10: Que ya verá como salgo pronto, que solo he pedido para el Socorro Rojo, que no hemos matado a nadie.
Ya verá. (Suena una sirena, la visita ha terminado. Oiremos casi al unísono expresiones similares como: adiós madre, o
adiós hermana, cuidaos, hasta dentro de quince días, cuida de los niños, acuérdate del ves do…)
DESPUÉS (VII)
JUANA: Yo también te amaré. Te amaré en esa eternidad de la nada. Te amaré en esa eternidad de la nada, mi querido
Eugenio. (A su hermana) Le han fusilado. Ya no existe. Pero sigue vivo, seguirá vivo en nosotras. (Su hermana la abraza)
Sé que algún día me preguntaré si mereció la pena su sacrificio, ¿sabré responder?, dime, Araceli. ¿Qué me diré? ¿Mereció
la pena su sacrificio?
JUANA: ¿Te acuerdas? No, tú eras más pequeña. No te acuerdas. Yo tenía quince años cuando le conocí, él dieciocho.
Quince años y ya tenía sed de jus cia. Ahora a mis vein trés, parece que todo ha pasado rápido. Aún me acuerdo cuando
nos subíamos a las farolas y a los bancos para dar aquellos mí nes relámpago. Hablábamos de la solidaridad con los
mineros, de la amenaza de la pena de muerte otra vez… Todas las mañanas, al amanecer, nos veíamos para repar r
manifiestos y pegar carteles con denuncias contra la tortura y tantas cosas… Cuando aún no había cumplido los diecisiete,
siempre llegaba tarde a casa. Nuestro padre, muchas veces, me esperaba para darme dos bofetones. El barrio era muy
chismoso y a mí me llamaban Juani la Comunista. A él no le gustaba. Pero no me importaba, Eugenio, tus besos hacían de
escudo y mamá era mi cómplice. Además había tanto que hacer: creamos en todos los barrios de Madrid la Agrupación
de Mujeres An fascistas. Teníamos que repar r a cientos de niños asturianos por las casas por la situación que allí se
vivía… (Se frena en seco, el relato debe decirse con emoción que será interrumpida bruscamente) Tus besos hacían de
escudo. Dieciséis años (Pausa) No sé por qué me acuerdo ahora del principio. Ahora, que como me dijiste la úl ma vez
que te vi vivo, me adorarás en la eternidad de la nada.
DESPUÉS (VIII)
(De nuevo en un baile de las fiestas de cualquier barrio de Madrid. Las tres chicas que vimos antes y durante la guerra.
Suena la música de la época durante el oscuro previo. Al terminar la música entran)
CHICA DOS: ¿Os acordáis cuando no nos dejaban llegar tarde a casa?
CHICA UNO: Sí, entonces no se veía a los hombres sin una pierna.
CHICA TRES: Ay, deja eso. (Silencio incómodo) ¿Has vuelto a ver a Manolo?
CHICA UNO: Sí. Le vi un día. Está de novio con una de su pueblo. Iba con ella de la mano. Me vio y se hizo el distraído. Pero
yo me acerqué a él y le dije qué, ¿no saludas? Se puso como un tomate.
CHICA UNO: Uno que trabajaba con él en la panadería me dijo que se quedó atontado cuando vio morir a una vendedora
de periódicos en un bombardeo. Era amiga de su madre. Por lo visto, a la señora una pierna le salió disparada por la
metralla y fue a caer junto a él. Le costó mucho trabajo superar la impresión.
CHICA TRES: Mi a la monja dice que esta guerra ha sido una desgracia para todos.
CHICA DOS: El otro día vi al señor del sombrero que me rondaba, ¿os acordáis?
CHICA DOS: Que no. Que no estaba casado. El que se fue al frente, a la sierra. Presencié como le detenían a la entrada del
bar, debe de estar en la cárcel. Me miró por unos momentos. No tenía ojos de miedo. Yo creo que quiso decirme algo.
Que me quería.
CHICA UNO: Sí, hay miedo. Yo lo noto en el bar. Ahora los hombres no hablan como antes.
CHICA DOS: Bueno, vamos a dejar de hablar de cosas tristes. Hemos venido aquí a diver rnos, ¿no? (Mirando al público
como en las escenas anteriores) Mirar a esos tres, qué guapos son.
CHICA TRES: ¿Guapos? No será el del medio.
CHICA DOS: Ese para , que no quieres nada con los hombres hasta que te cases. Los otros dos para nosotras.
CHICA UNO: Vamos a acercarnos con disimulo. Pero tú no digas nada. Que los asustas como siempre.
CHICA UNO: Pues yo hoy no me voy sin echar un baile en condiciones, que para eso trabajo todos los días como una mula.
(Empieza a sonar una música pegadiza. Las tres comienzan a bailar mientras salen de escena por el pa o de butacas,
mirando a los chicos.)
DESPUÉS (IX)
ROSA: Mi padre, Sol, le han detenido cuando intentaba salir de España. Le van a fusilar. Lo sé, le van a fusilar.
SOL: (Abrazándola) No digas eso, Rosa. No pueden fusilar a todos los detenidos. No pueden hacer eso. (Histérica) No
pueden, no pueden.
ROSA: (Ante la reacción de Sol) ¿Qué te pasa? Cálmate. Vaya una ayuda.
SOL: También han detenido a mi o. Y una compañera me ha dicho que nos vayamos de casa, que nos escondamos, que
también pueden ir a por nosotras. Que ya han detenido a algunas jóvenes de la organización.
SOL: Tenemos que escondernos. Por favor, Rosa, reacciona. Tengo miedo, no quiero ir a la cárcel. Tengo miedo. No tenía
que haber ido a aprender a leer. Ya sabía algo, con eso hubiese sido suficiente.
SOL: Sí, por favor, vamos a hacer algo. Yo quiero irme al pueblo con mis padres. Allí a lo mejor no irán a buscarme.
ROSA: Puede ser una solución, pero mientras, tal vez sea mejor que no durmamos en nuestras casas esta noche. (Baja la
voz) Voy a… (Es interrumpida por una llamada a la puerta. Las dos se miran con preocupación)
ROSA: No te muevas. (Vuelven a llamar. Miedo en el rostro de ambas. Permanecen en silencio mientras llaman con más
insistencia. Al cabo de unos segundos los golpes dejan de sonar)
ROSA: Yo creo que la casa de mi hermana es más segura. Esperamos a que venga tu a y nos vamos.
SOL: ¿Tú crees que pueden hacernos algo por aprender a leer o por cuidar niños huérfanos o solos porque sus padres
estaban en el frente? No puede ser, Rosa. Tiene que haber un error. Lo de mi o y lo de tu padre…, no está bien que les
hagan nada por pertenecer a un par do o a un sindicato, pero nosotras… (Vuelve a oírse una llamada en la puerta)
ROSA: ¡Calla! Otra vez. (Ahora junto a los golpes se oye una voz)
VOZ DE REMEDIOS: Sol, soy yo, Remedios, ábreme, por favor. (Sale Sol a abrir y entra con Remedios, excitadísima. Tiene
unos diecisiete años)
REMEDIOS: Hola Rosa, qué bien que te encuentro aquí. Tenéis que esconderos. Han detenido a varias de nuestro sector.
Es posible que las estén torturando para sacar información. Es muy di cil resis r y pueden hablar. Quieren nombres. Les
da igual lo que hayamos hecho. Quieren sembrar el miedo para frenar la resistencia.
SOL: (Casi llorando) Rosa, yo sólo quería leer, y quitar el miedo de los ojos de ese niñito rubio que llamaba a su madre. La
revolución parecía bonita, pero yo me conformaba con sumar, leer un libro y abrazar a esos niños con hambre de cariño.
ROSA: Tranquila, Sol. No podemos rendirnos ahora. Tenemos que escondernos. Y u lizar nuestra rabia para defendernos.
REMEDIOS: Yo puedo proporcionaros algunas casas seguras de momento. Sólo para unos días. El par do está preparándolo
todo para ayudarnos. No sé si podrán, pero lo están intentando.
ROSA: Espera, Sol, me gustaría que, por si me pasa algo, te quedases con esta pluma de recuerdo. Con ella me enseño mi
padre a escribir.
SOL: Bueno, pues quédate tú con esta medalla de mi abuela. Yo corro el mismo riesgo que tú. Es la virgen de la Esperanza.
(Se la da)
REMEDIOS: Vamos, tenemos que irnos. Es peligroso estar aquí. (Salen las tres.)
HOY (II)
(Las dos hermanas. ALVARO escribe en su cuaderno. CRISTIAN está tumbada en un sofá. Música triste de jazz)
CRISTIAN: Estoy hecho polvo. Creo que lo voy a dejar. Son muchas horas de pie.
CRISTIAN: No sé, buscar otra cosa. Hay un montón de trabajos asquerosos como éste.
ALVARO: ¿Sabes?, el otro día la abuela Sol me dijo algo sobre esto.
ALVARO: No sobre tu trabajo en concreto, sobre la vida, sobre nuestra ac tud ante la vida.
CRISTIAN: ¡Vaya con la abuela! Ahora resulta que es una filósofa de esas.
ALVARO: No es eso. Es que vivió mucho y nosotras casi no la conocemos, bueno, yo ahora un poco sí.
ALVARO: Sí.
CRISTIAN: Tal vez lo que no sepa es que a lo mejor no han cambiado tanto las cosas. Que hoy en los curros también lo
pasamos mal, sobre todo los que no hemos podido o querido estudiar.
CRISTIAN: No me veo, hermanito, con los libros en la mano. Pero, ¿sabes? A lo mejor voy a hablar yo también con la
abuela. Parece que sabe más de lo que aparenta.
CRISTIAN: (Coge una pluma vieja que ene ALVARO junto a su cuaderno) ¿Y está pluma? Parece una an güedad.
ALVARO: Lo es. Me la dio la abuela ayer. Dice que quiere que la tenga yo. Me contó que se la dio su amiga Rosa antes de
ser detenida. Rosa la había enseñado a leer ya a escribir. No se han vuelto a ver. Rosa pudo huir. No ha regresado a España,
pero todavía se escriben. A la abuela la cogieron cuando estaba a punto de reunirse con su amiga. Pasó tres años en la
cárcel. Lo pasó muy mal. Se le quedó grabado el fusilamiento de trece chicas jóvenes, la mayoría menores de edad a las
que acusaban de algo que no habían hecho. A la abuela la acusaron de auxilio a la rebelión, cuando los que se rebelaron
fueron ellos.
DESPUÉS (X)
(Durante esta escena, dos espacios paralelos en el escenario. En un lateral un grupo de tres presas. En el foro, trece jóvenes
presas en silencio, llevan las manos atadas por parejas, una a otra. Se dan ánimos, sin que oigamos lo que dicen,
especialmente a una de ellas que respirará muy nerviosa. Se oye alguna estrofa de la canción de la Joven Guardia. Al
terminar la canción, una de las presas recoge un crucifijo situado en el escenario, lo besa y lo tumba con mucho cuidado
en el suelo. Las trece jóvenes miran al frente con desa o y orgullo.)
PRESA 2: ¡Asesinos!
PRESA 1: ¡No quiero oírlo! (Se tapa los oídos) (Suena una ráfaga de disparos y las trece caen al suelo. Una de ellas aún se
mueve. Se oye un disparo seco y deja de moverse)
PRESA 2: (Sobresaltada) ¿Lo habéis oído? (Las tres se abrazan. Lloran calladamente. Silencio prolongado. Oscuro muy
lento)
HOY (III)
(ALVARO, sentado en un sillón, completamente ensimismado, mira el vacío. Entra CRISTIAN y se sienta a su lado)
CRISTIAN: ¿Sabes?, me das un poco de envidia por haber compar do esos momentos con la abuela. No sé lo que habrás
escrito, pero me gustaría leerlo.
ALVARO: No ene ni una pequeña parte del interés de lo que ella me contaba. Es di cil transmi r su emoción, el temblor
de sus palabras. La fuerza de su mirada triste. De su sonrisa mida. (Suena un móvil. ALVARO lo coge)
ALVARO: Sí mamá, ya vamos. (Cuelga) Vamos, Cris an, la abuela dice que quiere vernos. (Los dos jóvenes se quedan
inmóviles, como dos estatuas. Se oirá una voz en off, una voz débil, entrecortada, de una persona mayor a punto de morir)
VOZ DE LA ABUELA: CRISTIAN, ALVARO, es mi úl mo viaje. No estéis tristes. He sido muy feliz a mi manera. Y deseo que lo
seáis vosotras, muy felices, y que seáis libres. Si algún día, como yo, queréis o necesitáis cambiar algo, haced lo posible
para que la violencia y la guerra lleguen a ser impensables. Gracias por contar vuestros deseos de paz. ALVARO, CRISTIAN,
mirad vuestro futuro con ilusión, con alegría. Así no habitará el olvido.
FIN.