UNIVERSIDAD NACIONAL
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30
eee QUE ES ESA COSA’
PILAR LOPEZ MAREZ (Caps, 9-14 de la * ed.) LLAMADA CIENCIA?
‘EULALIA PEREZ SEDENO (1" ed.)
ALAN F. CHALMERS
~# Tercera edicién
i corregida y aumentada
e Q isca
SIGLOSIGLO
Espafia
México
Argentina
‘Todoslos derechos reservados. Probibidala reproduccién total
© parcial de esta obra por cualquier procedimiento (ya sea
alco, lectrénico, éptico, quimico, mecinico, fotocopia, et.)
¥ elalmacenamiento 0 transmisién de sus contenidos en
‘soportes magnéticos, sonoros, visuals 0 de cualquier otro ipo
sin permiso expreso de editor.
Benen en Epa, nero 1962
Segunda edicin en Espada, encro de 1984 (cvisada y ampliads)
‘Tetcera ediesn on Expat, snayo de 2000 (cevieada y ampbads)
Decimoctava eimpresion, junio de 2008
© SIGLO XX1 DE ESPARA EDITORES, 5.
‘Menénde2 Pidal, 3 bis. 28036 Madrid
wor sigloxieditores.com
© A.E Chalmers, 1976, 1982, 1999
Primera edicién en inglés, 1976
Segunda edicién en inglés, 1982
Tercera edicién en inglés, 1999
© University of Queensland Press
‘Titulo original: What is thi ding called science?
DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY
Impreso y hecho en Espafia
Printed and made ix Spaie
Disefio de cubierta: El Cubsi
ISBN: 84:323.04263
‘Deposit legal: M. 25.207-2006
Forocomposicién: EFCA, S.A
Parque Industrial «Las Monjas»
28850 Torrején de Ardoz (Madrid)
mpreso en CLosas-Oncoven, S. L. Poligono Igarsa
INDICE GENERAL
PREFACIO ALA PRIMERA EDICION. .
PREFACIO ALA SEGUNDA EDICION.
PREFACIO ALA TERCERA EDICION vs :
INTRODUCCION, a vn
1
LA CIENCIA COMO CONOCIMIENTO DERIVADO DE.
LOS HECHOS DE LA EXPERIENCIA.
LUNA OPINION DE SENTIDO COMUN AMPLIAMENTE COMPARTIDA
SOBRE LA CIENCIA sn
VERES|
EXPERIENCIAS VISUALES QUE NO ESTAN DETERMINADAS SOLO
POREL OBJETO VISTO.
1L08 HECHOS OBSERVABLES EXPHESALUS COMO ENUNCIADOS
BOR QUE DEBERIANLOS HECHOS PRECEDER ALA TEORIA? ce
LA FALIBILIDAD DE LOS ENUNCTADOS OBSERVACIONALES,
LECTURAS COMPLEMENTARIAS.
LA OBSERVACION COMO INTERVENCION PRACTICA.
LA OBSERVACION: PASIVA Y PRIVADA © ACTIVA ¥ PUBLICA.
GALILEO LAS LUNAS DE JUPITER
LOS HECHOS OBSERVABLES SON OBJETIVOS PERO FALIBLES
LLECTURAS COMPLEMENTARIAS,
ELEXPERIMENTO.. : se
NO SOLO HECHOS, SINO LOS HECHOS PERTINENTES..
LA PRODUCCION Y PUESTA AL DIA DE LOS RESULTADOS EXPERI-
MENTALES.
LA TRANSFORMACION DEL FUNDAMENTO EXPERIMENTAL DE LA.
(CIENCIA: EJEMPLOS HISTORICOS..
[EL EXPERIMENTO COMO BASE ADECUADA DE LA CIENCIA
LLECTURAS COMPLEMENTARIAS.... 2
LA INFERENCIA DE TEORIAS A PARTIR DE LOS HE-
CHOS: LA INDUCCION
INTRODUCCION. ee a
I
xv
XVII
XIX
10
2
4
u
18
18
20
B
24
25
B
a
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38
38LOGICA PARA BEBES,
{PUEDEN DERIVARSE LAS LEYES CIENTIFICAS A PARTIR DE LOS HE.
CHOS? nnn
(QUE CONSTITUYE UN BUEN ARGUMENTO INDUCTIVO?
(OTROS PROBLEMAS QUE PRESENTA EL INDUCTIVISMO ees
EL ATRACTIVO DEL INDUCTIVISNO.
LLECTURAS COMPLEMENTARIAS snore
5. INTRODUCCION DEL FALSACIONISMO..
INTRODUCCION,
UNA CUESTION LOGICA FAVORABLE AL FALSACIONISMO
LATALSABILIDAD COMO CRITERIO DE TEORIAS. ~
(GRADO DE FALSABILIDAD, CLARIDAD ¥ PRECISION.
FALSACIONISMO Y PROGRESO.
[LECTURAS COMPLEMENTARIAS...
6. EL FALSACIONISMO SOFISTICADO, LAS NUEVAS PRE-
DICCIONES Y EL DESARROLLO DE LA CIENCIA.
(GRAQOS DE FALSABILIDAD RELATIVOS EN VEZ DE ABSOLUTOS.
EL AUMENTO DE LA FALSABILIDAD Y LAS MODIFICACIONES AD
HOC
LA CONFIRMACION EN LA CONCEPCION FALSACIONISTA DE LA
CIENCIA ee
[AUDACIA, NOVEDAD ¥ CONOCIMIENTO BASICO.
(COMPARACION DE LAS CONCEFCIONES INDUCTIVISTA ¥ FALSACIO-
NISTA DELACONFIRMACION. sae
‘VENTAJAS DEL FALSACIONISMO SOBRE EL INDUCTIVISMO
LLECTURAS COMPLEMENTARIAS...
LAS LIMITACIONES DEL FALSACIONISMO
PROBLEMAS RESULTANTES DE LA SITUACION LOGICA.
SOBRE LA BASE DE LOS ARGUMENTOS HISTORICOS, EL FALSACIO.
[NISMO ES INSUPICIENTE.
LAREVOLUCION COPERNICANA.
INSUFICIENCIAS DEL CRITERIO FALSACIONISTA DE DEMARCACION.
‘Y RESPUESTA DE POPPER. 7 —
[LECTURAS COMPLEMENTARIAS,
8, LAS TEORIAS COMO ESTRUCTURAS. 1: LOS PARADIG.
MAS DE KUHN
LAS TEORIAS COMO ESTRUCTURAS
INTRODUCCION A THOMAS KUHN oon
LOS PARADIGMAS LA CIENCIA NORMAL,
Indice
Indice
10.
ML.
2,
(CRISIS ¥ REVOLUCION,
LAFUNGION DELA CIENCIA NORMAL Y LAS REVOLUCIONES.
‘MERITOS DE LA CONCEPCION DE KUHN DE LA CIENCIA...
AMBIVALENCIA DE KUBIN ACERCA DEL PROGRESO POR MEDIO DE
[REVOLUCIONES
ELCONOCIMIENTO OBJETIVO.
LLECTURAS COMPLEMENTARIAS. =
LAS TEORIAS COMO ESTRUCTURAS. 2: LOS PROGRA
‘MAS DE INVESTIGACION.
INTRODUCCION A IMRELAKATOS. =
LOS PROGRAMAS DE INVESTIGACION DE LAKATOS,
LA METODOLOGIA DENTRO DE UN PROGRAMA Y LA COMPARA.
CION DE LOS PROGRAMAS...
NUEVAS PREDICCIONES.
PRUEBA DELA METODOLOGIA FRENTE ALA HISTORIA...
_PROBLEMAS QUE PRESENTA LA METODOLOGIA DE LAKATOS,
LLECTURAS COMPLEMENTARIAS occ
LA TEORIA ANARQUISTA DE LA CIENCIA DE FEYERA-
BEND
RECAPITULACION.
ARGUMENTACION DE FEYERABEND CONTRA EL METODO
DEFENSA DE FEYERABEND DE LA LIBERTAD.
CRITICA DEL INDIVIDUALISMO DE FEYERABEND...
LECTURAS COMPLEMENTARIAS.
CAMBIOS METODICOS DEL METODO
EN CONTRA DEL METODO UNIVERSAL.
DATOS OBSERVADOS CON EL TELESCOPIO EN LUGAR DE LOS OBSER.
\VADOS A SIMPLE VISTA:UN CAMBIO DE NORMAG....
‘CAMBIO A TROZOS DE TEORIA, METODO Y MODELO...
UNINTERLUDIO DESENFADADO.
LECTURAS COMPLEMENTARIAS.
ELPUNTO DE VISTA BAYESIANO,
INTRODUCCION, =
EL TEOREMA DE BAYES
BAYESIANISMO SUBJETIVO... e
APLICACIONES DE LA FORMULA DE BAYES.
(CRITICA DEL BAYESIANISMO SUBJETIVO.
LLECTURAS COMPLEMENTARIAS....
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1761B.
M4
15.
16,
EL NUEVO EXPERIMENTALISMO.
INTRODUCCION. 2
EL EXPERIMENTO CON VIDA PROPIA
DEBORAH MAYO SOBRE LA PRUEBA EXPERIMENTAL RIGUKOSA.
APRENDIZAJE POR EL ERROR ¥ REVOLUCIONES DESENCADENAN-
TEs, :
[EL NUEVO EXPERIMENTALISMO EN PERSPECTIVA,
[APENDICE: ENCUENTROS FELICES ENTRE TEORIA Y EXPERIMENTO
LLECTURAS COMPLEMENTARIAS ron —
POR QUE EL MUNDO HABRIA DE OBEDECER LEYES?
INTRODUCCION.
1LASLEYES COMO REGULARIDADES.
LAS LEVES COMO REPRESENTACIONES DE POTENCIAS 0 DISPOST
CIONES... .
LA TERMODINAMICA ¥ LAS LEYES DE CONSERVACION...
[LECTURAS COMPLEMENTARIAS, ss
REALISMO Y ANTIRREALISMO..
INTRODUCCION...
ANTIRREALISMO GLOBAL: LENGUAJE, VERDAD Y REALIDAD
ANTIRREALISMO
[ALGUNAS OBJECIONES TIPICAS ¥ LA RESPUESTA ANTIRREALISTA.
REALISMO CIENTIFICO Y REALISMO CONJETURAL
IDEALIZACION,
REALISMO NO REPRESENTATIVO O REALISMO ESTRUCTURAL,
LECTURAS COMPLEMENTARIAS..
EP{LOGO. z a el
LECTURAS COMPLEMENTARIAS soso é :
BIBLIOGRAFIA
INDICEDENOMBRES.
Indice
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181
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BI
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Al igual que todos los jévenes,
me proponia ser un genio, pero
afortunadamente intervino la risa.»
Clea, La RENCE DURRELLPREFACIO A LA PRIMERA EDICION
Este libro pretende ser una introduccién simple, clara y elemental a
Jos modernos puntos de vista sobre la naturaleza de la ciencia. Al en-
sefiar filosofia de la ciencia, bien a estudiantes de filosofia o a cientifi-
cos que desean familiarizarse con las recientes teorias sobre la ciencia,
me he dado cuenta cada vez més de que no se dispone de un solo li
bro, ni siquiera de un niimero pequefio de libros que se puedan reco-
‘mendar al principiante. Las tinicas fuentes de que se dispone sobre las,
opiniones modernas son las originales. Muchas de estas fuentes son
demasiado dificiles para Jos principiantes, y de todos modos son de-
masiado numerosas como para que un amplio niimero de estudiantes
pueda acceder con facilidad a ellas. Este libro no sustituiré a las fuen-
tes originales para quien desce dedicarse al tema en serio, por supues-
to, pero espero que proporcione un punto de partida ttl y facilmente
accesible que por lo dems no existe.
Mi intencién de presentar las discusiones de una manera simple
result6 ser razonablemente realista en unos dos tercios del libro. En la
Epoca en que habia llegado a esa etapa y habia comenzado a criticar
Jos modernos puntos de vista, me encontré, con sorpresa, con que, en
primer lugar, discrepaba de aquellas opiniones més de lo que habia
pensado y, en segundo lugar, con que a partir de mi critica estaba sur-
giendo una alternativa bastante coherente. Esa alternativa aparece
bosquejada en los iltimos capitulos del libro. Seria muy agradable
pensar que la segunda mitad de este libro no solo contiene restimenes,
de Jas opiniones actuales sobre la naturaleza de la ciencia, sino tam-
bign un resumen de la futura,
‘Mi interés profesional por la historia y la filosofia de la ciencia co-
‘men26 en Londres, en un clima que estaba dominado por las ideas del
profesor Karl Popper. Mi deuda para con él, sus escritos, sus lecciones,
sus seminarios, y también para con el difunto profesor Imre Lakatos,
debe resultar evidente en el contenido de este libro. La forma que tie-xu Alan F. Chaleers
ne la primera mitad debe mucho al brillante articulo de Lakatos sobre
Ja metodologia de los programas de investigacién. Un rasgo notable
de la escuela popperiana era la insistencia que hacia en que se tuviera
una idea clara del problema en el que se estuviera interesado y en que
se expresaran las propias opiniones sobre él de una manera simple y
sencilla. Aunque debo mucho al ejemplo de Popper y Lakatos a este
respecto, cualquier habilidad que tenga para expresarme de un modo
simple y claro procede en su mayor parte de mi contacto con el profe-
sor Heinz Post, que fue mi supervisor en el Chelsea College mientras
trabajaba allf en mi tesis doctoral, en el Departamento de Historia y
Filosofia de la Ciencia, No me puedo librar de la incémoda sensacién
de que me devolvers su ejemplar de este libro con la peticién de que
redacte de nuevo los pasajes que no entiende. Entre mis colegas de
Londres —tengo una deuda especial con ellos—, la mayoria de los
cuales eran estudiantes en esa €poca, Noretta Koertge, que ahora se
encuentra en la Universidad de Indiana, me ayud6 considerablemente
Antes me refert a la escuela popperiana como a una escuela, pero,
no obstante, hasta que no llegué a Sidney procedente de Londres no
me di cuenta de en qué medida Inbfa estado en una escuela. Para mi
sorpresa, descubri que habia filésofos influidos por Wittgenstein, Qui-
ne o Marx que pensaban que Popper se habia equivocado en muchas
cuestiones y algunos que incluso pensaban que sus opiniones eran po-
sitivamente peligrosas. Creo que aprendi mucho de esa experiencia,
Una de las cosas que aprendi fue que en realidad Popper se equivoca
en un niimero de problemas importante, como se argumenta en las tilti-
mas partes de este libro. Sin embargo, esto no altera el hecho de que el
enfoque popperiano sea infinitamente mejor que el enfoque adoptado
en la mayor parte de los departamentos de filosofia que he conocido.
Debo mucho a mis amigos de Sidney que me ayudaron a despertar
de mi suefio. No quiero sugerir con esto que acepte sus opiniones en
vez de las popperianas. Ellos saben bien que no. Pero puesto que no
‘me gusta perder el tiempo con absurdos oscurantistas sobre la incon.
mensurabilidad de los marcos conceptuales (aqui los popperianos
aguzaran el ofdo), la medida en que me he visto obligado a reconocer
y contraatacar las opiniones de mis colegas y adversarios de Sidney me
ha levado a comprender la fuerza de sus opiniones y la debilidad de
las mias, Espero que no desconcertaré a nadie haciendo una mencién
especial a Jean Curthoys y Wal Suchting.
Prefacio la primera edicin on
Los lectotes afortunados y atentos detectarén en este libro Ia sin-
gular metafora procedente de Vladimir Nabokov y advertiran que le
debo algtin reconocimiento (o disculpas).
Concluyo con un célido saludo a aquellos amigos que no se han
preocupado del libro, que no quieren leer el libro y que me han aguan
tado mientras lo escribia.
Alan Chalmers
Sidney, 1976PREFACIO A LA SEGUNDA EDICION
‘A juzgar por las respuestas a la primera edicién de este libro, parece
que los ocho primeros capitulos del mismo cumplen muy bien la fun
cién de ser “una introduccién simple, clara y elemental a los moder-
nos puntos de vista sobre la naturaleza de la ciencia”. También parece
set bastante universalmente aceptado que los cuatro tiltimos no la
cumplen, Por consiguiente, en esta edicién revisada y ampliada he de-
jado los capitulos 1-8 précticamente intactos y he reemplazado los
cuatro iltimos por scis totalmente nuevos. Uno de los problemas de la
“ltima parte de la primera edicién es que habia dejado de ser simple y
elemental. He tratado de conseguir que mis nuevos capitulos sigan
siendo simples, aunque temo que no lo haya conseguido del todo al
tratar de las dficiles cuestiones de los dos iltimos capitulos. Pero aun-
que haya tratado de conseguir que el anilisis sea simple, espero no ha-
ber dejado por ello de ser polémico
Otro problema de la tiltima parte de la primera edicin es la falta de
dlaridad. Aunque sigo convencido de que la mayor parte de lo que me
proponia alli iba por buen camino, ciertamente no fui capaz de expresar
tuna postura coherente y bien argumentada, como han dejado claro mis
etticos. No todo esto puede ser atribuido a Louis Althusser, cuyas tesis
estaban muy de moda en el momento en que escribi este libro y cuya in-
fluencia puede todavia ser discernida en cierta medida en esta nueva
edicién. He aprendido la leccién y en el futuro tendré buen cuidado de
1no dejarme influir excesivamente por la tiltima moda de Paris
Mis amigos Terry Blake y Denise Russell me han convencido de
que los escritos de Paul Feyerabend son mas importantes de lo que
previamente estaba dispuesto a admitir. Le he concedido mas aten-
ci6n en esta nueva edicién y he tratado de separar el grano de la paja,
clantimetodismo del dadaismo. También me he visto obligado a sepa-
rar su sentido importante del “sinsentido oscurantista de la incon-
mensurabilidad de os marcos”.xv Alan F. Chalmers
Lares de este libro esta en deuda con las criticas de numero-
sos colegas, criticos y corresponsales. No intentaré nombrarlos a to-
dos, pero reconozco mi deuda y expreso mi agradecimiento.
Dado que la revision de este libro ha desembocado en un nuevo fi-
nal, el sentido original del gato de la cubierta se ha perdido. Sin em.
bargo, el gato parece tener bastantes partidarios, a pesar de su falta de
bigotes, por lo que lo he conservado, y simplemente pido a los lectores
que reinterpreten su sonrisa.
‘Alan Chalmers
Sidney, 1981
PREFACIO A LA TERCERA EDICION
Esta edicién representa una reelaboracién importante de la edicién
anterior. Muy pocos de los capitulos originales han quedado indem-
nes y muchos han sido reemplazados. Hay también varios capitulos
nuevos. Los cambios eran necesatios por dos razones. En primer lu-
gar, el curso introductorio de filosofia de la ciencia, que he tenido a mi
cargo durante los veinte afios siguientes a a escritura primera de este
libro, me ha ensefiado a hacer mejor mi trabajo. En segundo lugar, los
desarrollos importantes ocurridos en la tiltima década, 0 dos tiltimas
décadas, en la filosofia de la ciencia deben encontrar st lugar en todo
texto introductorio.
Una corriente actualmente influyente dentro de la filosofia de la
ciencia comprende el intento de erigir una concepcién de la ciencia
basada en el teorema de Bayes, un teorema del célculo de probabilida-
des, Una segunda tendencia, el “nuevo experimentalismo”, implica
dedicar més atencién que la prestada hasta hoy a la naturaleza del ex-
perimento y al papel que tepresenta en la ciencia. Los capitulos 12 y
13, respectivamente, contienen una descripcién y una valoracién de
«estas escuelas, Trabajos recientes, en especial el de Nancy Cartwright,
han destacado cuestiones acerca de la naturaleza de las leyes que apa-
recen en ciencia, y por ello se incluye un capitulo sobre este t6pico en
esta nueva edici6n. Igualmente aparece otro capitulo con el fin de pre-
sentar el estado actual del debate entre las interpretaciones realista y
antirrealista de la ciencia.
Sin pretender haber llegado a una respuesta definitva ala pregun-
ta que formula el titulo de este libro, he tratado de estar al dia en el de-
bate contemporaneo y de presentarselo al lector de un modo no de
masiado técnico. Al final de cada capitulo se pueden encontrar
sugerencias sobre lecturas complementarias que serén un punto de
partida Geil y al dia para aquellos que deseen estudiar estas materias
‘con mayor profundidad.av Alon F Chaleers
No haré el intento de nombrar a todos los colegas y estudiantes
que me han ensefiado cémo mejorar este libro. Aprendi mucho en el
congreso internacional que tuvo lugar en Sidney en junio de 1997,
“What is this thing called science? Twenty Years On” (¢Qué es esa
cosa llamada ciencia? Veinte afios después). Doy las gracias a los pa-
trocinadores del congreso, The British Council, la University of Que-
ensland Press, la Open University Press, Hackett Publishing Com-
pany y Uitgeverij Boom, y a los colegas y viejos amigos que acudieron
alas sesiones y participaron en ellas. La ocasi6n sirvié de mucho para
clevar mi moral y estimularme a emprender la considerable tarea que
suponia reescribir el texto. Una gran parte del trabajo fue realizada
durante mi estancia como investigador en el Instituto Dibner de His-
toria de la ciencia y Ia tecnologia del MIT, por Jo cual estoy muy agra-
decido. No podia desear un mejor ambiente de apoyo ni més adecua-
do a un trabajo que exigia concentracién. Agradezco también a Hasok
CChang'la cuidadosa lectura del manuscrito y sus provechosos comen-
tarios.
Ya no tengo idea clara de qué es lo que hace sonreir al gato, pero
creo detectar que persiste una cierta sefial de aprobacién, lo cual me
tranquiliza.
Alan Chalmers
Cambridge, Mass., 1998
INTRODUCCION
La ciencia goza de una alta valoraci6n. Aparentemente existe la creen
cia generalizada de que hay algo especial en la ciencia y en los métodos
que utiliza. Cuando a alguna afirmacién, razonamiento o investiga-
cidn se le da el calificativo de “cientifico”, se pretende dar a entender
que tiene algtin tipo de mérito 0 una clase especial de fiabilidad. Pero,
qué hay de especial en la ciencia, si es que hay algo? ¢Cual es este
“método cientifico” que, sein se afirma, conduce a resultados espe-
cialmente meritorios o fiables? Este libro constituye un intento de
elucidar y contestar preguntas de este tipo.
‘Tenemos muchisimas pruebas procedentes de la vida cotidiana de
que se tiene en gran consideracién a Ja ciencia, a pesar de que haya
cierto desencanto con respecto a ella debido a las consecuencias de las
que se le hace responsable, tales como las bombas de hidrdgeno y la
contaminacién. Los anuncios publicitarios afirman con frecuencia
que se ha mostrado cientificamente que determinado producto es més
blanco, més potente, mas atractivo sexualmente o de alguna manera
preferible a los productos rivales. Con esto esperan dar a entender
ue su afirmacién esté especialmente fundamentada e incluso puiede
que més alld de toda discusién. De manera similar, un anuncio de la
Ciencia Cristiana aparecido recientemente en un periédico se titula
ba: “La ciencia habla y asevera que se ha demostrado que la Biblia
ctistiana es verdadera”, y luego seguia contando que “incluso los pro-
pios cientificos Jo creen hoy en dia”. Aqui tenemos una apelacién di-
recta a la autoridad de la ciencia y de los cientificos. Bien podriamos
preguntar: “Zen qué se basa esa autoridad?”. El gran respeto que se
tiene por la ciencia no se limita ala vida cotidiana y alos medios de co
municacién populares. Resulta evidente también en el mundo acadé-
mico y universitario. Muchos campos de estudio son descritos por
quienes los practican como ciencias, presumiblemente en un intento
de hacer creer que los métodos que usan estan tan firmemente basa-x Alan F Chalmers
dos y son potencialmente tan fructiferos como una ciencia tradicional
como la fisica o la biologia. La ciencia politica y la ciencia social son ya
tépicos, Los marxistas insisten con entusiasmo en que el materialismo
histérico es una ciencia. Ademés, han aparecido en los programas uni-
versitarios Ciencia de la Biblioteca, Ciencia Administrativa, Ciencia
del Habla, Ciencia Forestal, Ciencia Léctea, Ciencia de los productos
cérnicos y animales ¢ incluso Ciencia Mortuoria*. Todavia esté activo
el debate acerca del rango dela “ciencia de la creacién” y es de sefialat
‘en este contexto que los participantes en ambos lados del debate su-
ponen que existe una cierta categoria especial de “ciencia”. En lo que
no estén de acuerdo es en la cuestién de sila ciencia de la creacién lle-
nao no los requisitos de una ciencia
‘Muchas de las lamadas ciencias sociales o humanas subscriben un
razonamiento que reza aproximadamente como sigue: “Se puede at
Duir el éxito indiscutible de la fisica en los iltimos tres siglos ala apli-
cacién de un método especial, el ‘método cientifico’. Por consiguien-
te, para que las ciencias sociales y humanas puedan emular el éxito de
Ia fisica sera preciso primero comprender y formular este método ¥
aplicarlo después a ellas.” Este razonamiento suscita las dos preguntas
fundamentales siguientes: qué es este método cientifico que se supo-
ne sea la clave de este éxito de la fisica? y ges licito transferir este mé
todo de la fisica y aplicarlo en otros campos?
‘Todo esto hace resaltar el hecho de que las cuestiones concernien-
tes ala especificidad del conocimiento cientifico, en cuanto opuesto a
ottos tipos de conocimiento, y a la identificacién exacta del método
cientifico, aparecen como fundamentalmente importantes y cargadas
de consecuencias, Sin embargo, como veremos, no es en absoluto sen-
cillo dar respuesta a las preguntas suscitadas. Un buen intento por re-
sumir las intuiciones que por lo general se tienen respecto de las res
ppuestas a estas preguntas es, quizés, la idea de que lo especifico de la
Ciencia es que se deriva de hechos, en vez de basarse en opiniones per-
sonales, Puede ser que asi se recoja la idea de que, mientras que pue~
den darse opiniones personales distintas sobre los méritos relativos de
las novelas de Charles Dickens y D. H. Lawrence, no hay lugar a dife~
rencias similares acerca de los méritos relativos de las teorias de la re-
~s La lista est tomada de un informe hecho por C. Trusedell, citado en J. R. Ravetz
(a971, p.3870).
Intrduecion on
Jatividad de Galileo y de Einstein. Se supone que los hechos determi-
nan la superioridad de la innovacién de Einstein sobre visiones ante-
siores de la relatividad y que, sencillamente, esté en un error quien no
lo aprecie asi
‘Como veremos, laidea de que el rasgo especifico del conocimien-
10 cientifico es que se deriva de los hechos de la experiencia puede
sostenerse sdlo en una forma muy cuidadosamente matizada, si es que
en verdad puede sostenerse. Tropezaremos con razones para dudar de
que los hechos obtenidos en la observacién y en la expetimentacién
sean tan directos y seguros como se ha supuesto tradicionalmente. En-
contraremos también que hay fuertes argumentos favorables a la afir-
macién de que el conocimiento cientifico no puede ser probado ni re-
chazado de forma concluyente por una referencia a hechos, aun en el
caso de que se disponga de esos hechos. Algunos de los argumentos
que apoyan este escepticismo se basan cn un anilisis de la naturaleza
de la observacién y en la del razonamiento légico y sus capacidades.
Otros tienen su origen en una mirada detenida a la historia de la cien
cia ya la practica cientifica contempordnea. Un rasgo caracteristico de
Jos desarrollos modernos en las teorias de ia ciencia es que se ha ido
prestando una atencidn creciente a la historia de la ciencia. Para mu-
chs filésofos de la ciencia, uno de los embarazosos resultados de este
hecho es que los episodios de la historia de la ciencia que, por lo gene-
ral, se consideran mas caracteristicos de los principales adelantos, ya
sean las innovaciones de Galileo, Newton, Darwin o Einstein, no se
corresponden con lo que las tipicas concepciones filosdficas de la
ciencia dicen que debieran ser.
Una reaccién ante la constatacién de que las teorias ciemtficas no
pueden ser probadas o refutadas de manera concluyente, y de que las
Feconstrucciones de los fil6sofos tienen poco que ver con lo que en
realidad hace progresar a la ciencia, consiste en renunciar completa-
mente ala idea de que la ciencia es una actividad racional que actiia de
acuerdo con un método especial. Una reaccién en cierto modo pareci
da llevé al filésofo Paul Feyerabend (1975) a escribir un libro titulado
Against method: Outline of an anarchistic theory of knowledge (En
contra del método: Esbozo de una teoria anarquista del conocimien-
to). De acuerdo con la tesis més radical que se puede leer en Jos escri-
tos més recientes de Feyerabend, la ciencia no posee rasgos especiales
que la hagan intrinsecamente superior a otras ramas del conocimientoa Alan B Chelrers
tales como los antiguos mitos o el vudii, El elevado respeto por la
ciencia es considerado como la religién moderna, que desempefia un
Papel similar al que desempens el cristianismo en Europa en épocas
anteriores. Se insinéa que la elecci6n entre distintas teorias se reduce a
unacleccién determinada por los valores y deseos subjetivos de los in
dividuos.
El escepticismo de Feyerabend respecto de los intentos de racio-
nalizat la ciencia es compartido por ottos autores de tiempos mas re-
cientes que escriben desde un punto de vista sociolégico o desde la
perspectiva llamada “posmoderna”.
Este libro se resiste ante este tipo de respuesta a las dificultades
que encuentran las concepciones tradicionales de la ciencia y del mé-
todo cientifico, Intenta aceptar lo que hay de vilido en los desafios de
Feyerabend y muchos otros, pero dando una justificacién de la ciencia
que recoja sus rasgos especificos y caracteristicos a la vez que tespon-
daa dichos desafios.
1, LA CIENCIA COMO CONOCIMIENTO DERIVADO
DE LOS HECHOS DE LA EXPERIENCIA
UNA OPINION DE SENTIDO COMUN AMPLIAMENTE COMPARTIDA
SOBRE LA CIENCIA
‘Me aventuré a sugerir en Ja Introduccién que la concepcién popular
del rasgo distintivo del conocimiento cientifico es captada por el lema
“la ciencia se deriva de los hechos”. Esta idea es sometida a un escruti-
ni eritico en los cuatro primeros capitulos de este libro. Encontrare-
‘mos que no se puede sostener gran parte de lo que comiinmente se su-
pone que esté implicado en dicho lema; no obstante, veremos que no
esté del todo descaminado e intentaré formular una versién defendi-
blede dl.
Cuando se afirma que la ciencia es especial porque se basa en los
hechos, se supone que los hechos son afirmaciones acerca del mundo
‘que pueden ser verificadas directamente por un uso cuidadoso y des-
prejuiciado de los sentidos. La ciencia ha de basarse en lo que pode-
‘mos ver, oft y tocar y no en opiniones personales o en la imaginacién
especulativa,Sise lleva a cabo la observacién del mundo de un modo
cuidadoso y desprejuiciado, los hechos establecidos de tal manera
constituiran una base segura y objetiva de la ciencia. Si, ademas, es co-
recto el razonamiento que nos conduce desde esta base factica a las
leyes y teorfas que forman el conocimiento cientifico, podra suponer-
se que el propio conocimiento cientifico resultante esté establecido
con seguridad y es objetivo.
Las observaciones anteriores son la esencia de un relato bien co-
nocido y que se refleja en gran parte de la literatura que versa sobre la
ciencia. “La ciencia es una estructura asentada sobre hechos”, escribe
J.J. Davies (1968, p. 8) en su obra sobre el método cientifico, tema
gue ha sido elaborado por H. D. Anthony (1948, p. 145):a Alon F Chelrsert
[No fue tanto las observaciones y experimentos realizados por Galileo lo que
originé la ruptura con la tradici6n, como su actitud hacia ellos. Para él, los he-
chos extraidos de ellos habian de ser tratados como hechos y no relacionados
con una idea preconcebida... Los hechos observacionales podian encajar ono
‘en un esquema admitido del universo, pero lo importante, en opinién de Ga-
lileo, era aceptar los hechos v construir una teoria que se ajustara a ellos.
Aqui, Anthony no sélo da expresi6n clara a la opinién de que el
conocimiento cientifico se basa en los hechos establecidos por la ob-
servacién y el experimento, sino que da un sesgo histérico a la idea,
algo en lo que no es en absoluto el tinico. Un aseveracién extendida
dice que es un hecho hist6rico que la ciencia modema nacié a comien-
208 del siglo xvit al adoptarse, por primera ver, la estrategia de tomar
en setio los hechos observacionales como base de la ciencia. Quienes
aprueban y explotan esta historia mantienen que los hechos observa-
bles no habjan sido tomados en serio como fundamento del conocer
antes del siglo xvi En vez de esto, asf reza el conocido recuento, el
conocimiento se basaba en la autoridad del filésofo Aristoteles y en la
de la Biblia, La ciencia moderna se hizo posible sélo cuando esta auto
tidad fue desafiada con una Hamada a la experiencia por precursores
de la nueva ciencia como Galileo. Capta bellamente esta idea la si-
guiente versién de las muchas veces contada historia de Galileo y la
torre inclinada de Pisa, debida a Rowbotham (1918, pp. 27-9),
La primera prueba de fuerza entre Galileo y los profesores de la Universidad
estaba relacionada con sus investigaciones sobre las leyes del movimiento,
ilustradas por la caida de los cuerpos. Un axioma aceptado de Aristoteles de
cia que la velocidad de los cuerpos en caida era regulada por sus pesos respec-
tivos: asi, una piedra que pesara dos libras caeria dos veces més répida que
‘una que sdlo pesara una libra, etc. Nadie parece haberse cuestionado lo co-
recto de esta regla hasta que Galileo la negé. Declaré que el peso no tenia
nada que ver en el fenémeno, y que ... dos cuerpos de pesos distintos ... alean-
zarfan el suelo en el mismo momento. Cuando los profesores se mofaron de la
declaracién de Galileo, éste decidi6 someterla a una prueba publica. Invite
como testigos del expetimento que iba a efectuar desde la torre inclinada a
toda la Universidad. La maiiana del dia fijado, Galileo, en presencia de las
gentes de la Universidad y de la ciudad subié a la cima de la torre levando
consigo dos bolas, una que pesabs cien libras y la otra sélo una, Balanceando
cuidadosamente las bolas en el borde del parapeto, las rod6 hasta que estu.
La cencia como conociiento derivedo de los hechor dela experiencia 3
vieron juntas; se las vio caer por igual, yal instante siguiente, con un fuerte
raido, golpearon juntas el suelo. La vieja tradicién era falsa y la ciencia mo-
derma, en la persona del joven descubridor, habia reivindicado su posicién
Empiristas y positivistas forman las dos escuelas que han intenta-
do formalizar lo que he llamado visi6n comtin de la ciencia, la que
afirma que el conocimiento cientifico se deriva de los hechos. Los em:
piristas ingleses de los siglos xvul y XVuIL, en particular John Locke,
George Berkeley y David Hume, sostenfan que todo el conocimiento
debia derivarse de ideas implantadas en la mente por medio de la per-
cepcién sensorial. Los positivistas tenian una visién algo mas amplia y
menos orientada hacia lo psicolégico de lo que significan los hechos,
pero compartian la opinién de los empiristas de que el conocimiento
debfa derivarse de los hechos de la experiencia. Los positivistas l6gi-
cos, una escuela filoséfica que se origin en Viena en los afios veinte
de este siglo, retomé el positivismo introducido por Auguste Comte
en el siglo xix € intenté formalizarlo, prestando mucha atencién a la
forma ligica de la relacién entre conocimiento cientifico y los hechos.
Empirismo y positiviamo comparten cl punto de vista de que el cono-
cimiento cientifico debe de alguna manera derivarse de los hechos al-
canzados por la observacién.
Hay dos aspectos bastantes distintos involucrados en la afirma-
in de que la ciencia se deriva de los hechos. Uno concierne a la natu-
raleza de esos “hechos” y cémo los cientificos creen tener acceso a
ellos. El segundo ataiie a cémo se derivan de los hechos, una vez que
han sido obtenidos, las leyes y teorias que constituyen el conocimien-
to. Investigaremos estos dos aspectos por separado, dedicando éste y
Jos dos capitulos siguientes a una discusién de la naturaleza de los he-
chos sobre los que, se alega, se basa la ciencia, y el capitulo 4 a la cues-
tién de cémo pudiera pensarse que el conocimiento cientifico se deri-
vade ells.
Se pueden distinguir tres componentes en la postura adoptada
por el punto de vista comtin respecto de los hechos que se supone son
Ja base de la ciencia, Estos son:
(a) Los hechos se dan directamente a observadores cuidadosos y
desprejuiciados por medio de los sentidos.
(b) Los hechos son anteriores a la teoria ¢ independientes de ella4 Alan F Chalmers
(©) Los hechos constituyen un fundamento firme y confiable para
el conocimiento cientifico.
Como veremos, cada una de estas afirmaciones se enfrenta con di-
ficultades y, en el mejor de los casos, slo puede ser aceptada de forma
muy matizada,
VER ES CREER
En parte porque el sentido de la vista es el que se usa de un modo més
extenso en la préctica de la ciencia, y en parte por conveniencia, res-
tringiré mi andlisis de la observaci6n al dominio de la visin. En la ma-
yotia de los casos no seré dificil ver cémo se podria reformular el argu-
mento presentado de manera que fuera aplicable a la observacién
mediante los otros sentidos. Una simple concepcién popular de la vis-
ta podria ser la siguiente. Los seres humanos ven utilizando sus ojos.
Los componentes mas importantes del ojo humano son una lente y la
retina, la cual actiia como pantalla en Ja que se forman las imagenes de
los objetos externos al ojo. Los rayos de luz procedentes de un objeto
visto van del objeto a la lente a través del medio que hay entre ellos,
Estos rayos son refractados por el material de la lente de tal manera
que llegan a un punto de la retina, formando de este modo una ima-
gen del objeto visto. Hasta aqui, el funcionamiento del ojo es muy pa-
recido al de una cimara. Hay una gran diferencia, que es el modo en.
que se registra la imagen final. Los nervios épticos pasan de la retina al
cértex central del cerebro. Fstos llevan informacién sobre la luz que
llega a las diversas zonas de la retina, El registro de esta informacién
por parte del cerebro humano es lo que corresponde a la visién del
objeto por el observador. Por supuesto, se podrian afiadir muchos de-
talles a esta sencilla descripcién, pero la explicacién que se acaba de
ofrecer capta la idea general.
E] anterior esquema de la observacién mediante el sentido de la
vista sugiere dos cuestiones que forman parte de la visién comiin o
empirista de la ciencia. La primera es que un observador humano tie-
ne un acceso mas o menos directo a algunas propiedades del mundo
exterior en le medida en que el cerebro registra esas propiedades en el
La ciencia camo conocimiento deizado de los hechos dela experiencia 5
acto de ver, La segunda es que dos observadores que vean el mismo
objeto 0 escena desde el mismo lugar “verdn” lo mismo. Una combi-
nacin idéntica de rayos de luz alcanzaré el ojo de cada observador,
ser enfocada en sus retinas normales por sus lentes oculares notmales
y dard lugar a imagenes similares. Asi pues, una informacién similar
viajard al cerebro de cada observador a través de sus nervios 6pticos
normales, dando como resultado que los dos observadores “vean” lo
mismo. En secciones subsiguientes veremos por qué este tipo de re-
presentacién es seriamente engafioso.
EXPERIENCIAS VISUALES QUE NO ESTAN DETERMINADAS SOLO POR
EL OBJETO VISTO
En su expresién més fuerte, la opinién comin mantiene que los he-
chos del mundo exterior nos son dados directamente a través del sen-
tido de la vista. Sélo tenemos que ponernos frente al mundo y regis-
trar lo que hay en él para ver. Puedo constatar que hay una lampara
sobre mi escritorio o que mi lapiz es amarillo con simplemente mirar
Jo que hay delante de mis ojos. Como hemos visto, una opinién tal
puede apoyarse en la descripcién de cémo funciona el ojo. Si esto
fuera todo, lo que se ve estarfa determinado por la naturaleza de lo
que se mira, y todos los observadores tendrian la misma experiencia
visual al enfrentarse a la misma escena. Sin embargo, hay muchas
pruebas que indican que, sencillamente, esto no es asi. Dos observa-
dores normales que vean el mismo objeto desde el mismo lugar en las
mismas circunstancias fisicas no tienen necesariamente idénticas ex-
periencias visuales, aunque las imagenes que se produzcan en sus res-
pectivas retinas sean practicamente idénticas. Hay un sentido impor-
tante en el que no es necesario que los dos observadores “vean” Jo
mismo. Como dice N. R. Hanson (1958), “hay més en lo que se ve
que lo que describe el globo ocular”. Algunos ejemplos sencillos ilus-
trardn la cuestién.
La mayorfa de nosotros, cuando miramos por primera vez la figu-
a 1, vemos el dibujo de una escalera en la que resulta visible la super:
ficie superior de los escalones. Pero no es éste el tinico modo de po-
derlo ver. También se puede ver sin dificultad como una escalera en la‘Alan F Chalmers
que resulta visible la parte inferio
el dibujo durante algiin tiempo,
tariamente, que cambia la visiGua
desde arriba a una escalera vista
te, parece razonable suponer qu
el observador sigue siendo el
de los escalones. Ademis, si se mira
Por lo general se encuentra, iavolun-
frecuentemente de una escalera vista
desde abajo y viceversa. Y, no obstan~
6, Puesto que el objeto que contempla
‘mismo, las imagenes de la retina no Vt
_ SE ¥ea como una escalera vista de i
8 1 desde abajo par .der de algo
rs que de la imagen que hay en la ering do niece en Soxpech©
que ningiin lector de este libro ha puesto en duda mi afismacion de
«ue Ia figura 1 parece una escaleta de alptn tipo. Sin embargo, 108 F°-
sultados de los experimentos realizados con miembros de varias triDUS
africanas, cuyas culturas no incluyen la costumbre de dibujar objetos
ttidimensionales mediante dibujos bidimensionales con persPect™,
a Se los miembros de estas tibus no habrian considerado QUE
la figura 1 es una escalera sino una disposicign bidimen: eas.
Presumo quel naturleza dela inser bidimensionl de Hoss
La cienci como conocimiento derivado de los bechos de la experiencia 7
Un rompecabezas infantil nos proporciona otro ejemplo; el pro-
blema consiste en encontrar e! dibujo de una cara humana entre el fo-
Ilsje en el dibujo de un arbol. Aqui, lo que se ve, esto es, la impresién
experimentada por una persona que ve el dibujo corresponde en prin-
cpio al érbol, con su tronco, sus hojas y sus ramas. Pero una vez que
se ha encontrado la cara humana, esto cambia. Lo que antes se veia
como follaje y partes de las ramas se ve ahora como una cara humana,
Denuevo, se ha visto el mismo objeto fisico antes y después de la solu
cién del problema, y presumiblemente la imagen que hay en la retina
del observador no cambia en el momento en que se encuentra la solu
cién y se descubre la cara. ¥ si se ve el dibujo un poco después, un ob:
servador que ya haya resuelto el problema podra ver ripidamente y
con facilidad la cara. Pareciera como si, en cierto sentido, lo que ve un
observador resulta afectado por su conocimiento y su experiencia.
Se puede sugerir la siguiente pregunta: “¢Qué tienen que ver estos
‘ejemplos artificiales con Ja ciencia?”. La respuesta es que no resulta di-
ficil proporcionar ejemplos procedentes de la prictica cientifica que
ilustren la misma cuestién, a saber, que lo que ven los observadores,
as experiencias subjetivas que tienen cuando ven un objeto 0 una cs:
cena, no est4 determinado tnicamente por las imagenes formadas en
sus retinas sino que depende también de la experiencia, el conoci-
miento y las expectativas del observador. Este aspecto esté implicito
en la constatacién indiscutible de que uno tiene que aprender para lle-
gar a ser un observador competente en ciencia. Cualquiera que haya
vivido la experiencia de tener que aprender a mirar a través de un mi-
croscopio no necesitaré que nadie le convenza de este hecho. Es raro
que el principiante discierna las estructuras celulares apropiadas al
:itar al microscopio el portaobjeto preparado por el instructor, mien
tras que éste no encuentra ninguna dificultad en distinguirlas cuando
mira el mismo portaobjeto en el mismo microscopio. Es significativo,
en este context, que los microscopistas no tropezaban con grandes
impedimentos a la hora de observar cémo se dividen las células bajo
circunstancias adecuadamente preparadas, una vez que sabfan qué te-
rnfan que buscar, mientras que, antes de este descubrimiento, la divi-
sién celular permanecié no observada, auunque sabemos ahora que ha
tenido que estar alli en muchas de las muestras examinadas al micros-
copio, con la posibilidad de ser observada. Michael Polanyi (1973,
. 101) describe los cambios efectuados en Ia experiencia perceptual de8 Alen F Chelrers
un estudiante de medicina cuando se le ensefa a diagnosticar median-
te el examen por rayos X.
ensemos en un estudiante de medicina que sigue un curso de disgnéstico
de enfermedades pulmonares por rayos X. Mira, en una habitacién oscura,
trazos indefinidos en una pantalla fluorescente colocada contra el pecho del
paciente y oye el comentario que hace el radiélogo a sus ayudantes, en un
lenguaje técnico, sobre los rasgos significativos de esas sombras. En un prin-
cipio, el estudiante esta completamente confundido, ya que, en la imagen
de rayos X del pecho sélo puede ver las sombras del corazén y de las costi-
Iss, que tienen entre si unas cuantas manchas como patas de aratia. Los ex-
ppertos parecen estar imaginando quimeras; él no puede ver nada de lo que
estin diciendo. Luego, segtin vaya escuchando durante unas cuantas sema-
ras, mirando cuidadosamente las imagenes siempre nuevas de los diferentes
casos, empezaré a comprender; poco a poco se olvidars de las costillas y co-
‘menzaré a ver los pulmones. ¥, finalmente, si persevera inteligentemente, se
le revelaré un rico panorama de detalles significativos: de variaciones fisiol6-
gicas y cambios patologicos, cicatrices, infecciones crénicas y signos de en-
fermedades agudas. Ha entrado en un mundo nuevo. Todavia ve sélo una
parte de lo que pueden ver los expertos, pero ahora las imagenes tienen por
fin sentido, asi como la mayoria de los comentarios que se hacen sobre ellas.
Frente a una misma situacién, un observador versado y experi-
mentado no tiene experiencias perceptuales idénticas a las de un no-
vato. Esto choca con una comprensién literal de la afirmacién de que
Jas percepciones se dan directamente a través de los sentidos.
‘Una respuesta usual a lo que estoy diciendo acerca de la observa-
cién, apoyado por la clase de ejemplos que he utilizado, es que los
observadores que ven la misma escena desde el mismo lugar ven la
misma cosa, pero interpretan de diferente modo lo que ven. Deseo
discutir este punto. En cuanto a lo que se refiere a la percepcién, con
lo tinico que el observador esti en inmediato y directo contacto es
con sus experiencias. Fstas experiencias no estan dadas de modo uni-
voco ni son invariantes, sino que cambian con las expectativas y el
conocimiento. Lo que viene unfvocamente dado por la situacién fisi-
a, y estoy dispuesto a admitir esto, ¢s la imagen formada en la retina
del observador, pero el observador no tiene contacto perceptual di-
recto con la imagen. Cuando los defensores de la opinién comin su-
ponen que hay algo univocamente dado en la percepcién, que puede
La ciencia como conocimiento derivado de los bechor dela experiencia °
interpretarse de diversas maneras, estén suponiendo, sin argumentar-
lo y a pesar de las muchas pruebas en contra, que las imagenes en la
retina determinan por si solas nuestras experiencias perceptuales. Es-
tn Ilevando demasiado lejos la analogia de la camara.
Una vez dicho esto, trataré de aclarar lo que no pretendo afirmar
en esta seccidn, para que no se piense que estoy defendiendo algo di-
ferente de lo que'pretendo defender. En primer lugar, no afirmo en
absolito que las causas fisicas de las imagenes en nuestras retinas no
tengan ninguna relaci6n con lo que vemos. No podemos ver precisa-
mente lo que queremos. Sin embargo, mientras que las imagenes de
nuestras retinas forman parte de la causa de lo que vemos, otra parte
muy importante de esa causa esté constituida por el estado interno
de nuestras mentes © cerebros, el cual dependerd a su vez de nuestra
educacién cultural, nuestro conocimiento y nuestras expectativas, y
no estaré determinado tnicamente por las propiedades fisicas de
nuestros ojos y de la escena observada, En segundo lugar, en una
gran diversidad de circunstancias, lo que vemos en diversas situacio-
nes sigue siendo bastante estable. La dependencia entre lo que vemos
y el estado de muestras mentes © cerebros no es tan sensible como
para hacer imposible la comunicacién y la ciencia, En tercer lugar, en
todos Jos ejemplos que se han citado aqui, los observadores ven en
cierto sentido la misma cosa. Yo acepto, y presupongo a través de
todo este libro, que existe un solo y tinico mundo independiente de
Jos observadbres. De ahi que, cuando unos cuantos observadores mi-
ran un dibujo, un trozo de un aparato, una platina de microscopio 0
cualquier otra cosa, en cierto sentido todos ellos se enfrentan y miran
Ja misma cosa y, por tanto, ven la misma cosa. Pero de esto no se si-
gue que tengan experiencias perceptuales idénticas. Hay un sentido
muy importante segin el cual no ven la misma cosa y en él se basan
algunas de mis reservas respecto de la opinién de que los hechos se
dan, directamente y sin problemas, al observador a través de los sen-
tidos. Queda por ver en qué medida esto socava Ia idea de que los
hechos adecuados para la ciencia puedan ser establecidos por los
sentidos, :10 Alan F. Chalmers
LOS HECHOS OBSERVABLES EXPRESADOS COMO ENUNCIADOS
El significado del término “hechos” es ambiguo en el uso normal del
lenguaje. Se puede referir tanto al enunciado que expresa el hecho
como al estado de cosas al que alude el enunciado, Por ejemplo, ¢s un
hecho que hay montafias y criteres en la Luna, Aqui, el hecho puede
tomarse como refiriéndose a las montaias y créteres mismos; altema-
tivamente, el enunciado “hay montafias y créteres en la Luna” puede
admitirse como lo que constituye el hecho. La segunda acepcién es
claramente la apropiada cuando se dice que la ciencia se basa en los
hechos y se deriva de ellos. El conocimiento acerca de la superficie lu-
nat no se basa en las montaifias y crateres de la superficie lunar, ni se
deriva de ellos, sino que parte de los enunciados facticos sobre monta-
fias y créteres
‘Ademas de distinguir los hechos, entendidos como enunciados de
Jos estados de cosas descritos por dichos enunciados, es .claramente
necesario diferenciar los enunciados de hechos de las percepciones
que puedan dar lugar a la accptacién de esos emunciados de hechos.
Por ejemplo, no hay duda de que Darwin encontré muchas especies
nuevas de plantas y animales durante su famoso viaje en el Beagle, y
fue por tanto sujeto de experiencias perceptuales nuevas. Sin embar-
80, de haberse limitado a esto, no habria hecho ninguna contribucién
significativa a la ciencia. Sélo al formular enunciados que describian
Jas novedades y ponerlos a disposicién de otros cientificos contribuyé
de manera importante al desarrollo de la biologia. En la medida en
gue el viaje del Beagle proporcioné hechos nuevos a partir de los cua-
les se podfa derivar una teoria de la evolucién, o a los que una teoria
de la evoluci6n podia referirse, eran enunciados los que constituian
los hechos. Quienes pretenden aseverar que el conocimiento se deriva
de hechos deben tener enunciados en la mente, y no percepeiones ni
‘objetos como montafias y crateres.
Hecha esta aclaracién, volvamos a las afirmaciones (a), (b) y (c)
acerca de la naturaleza de los hechos, con las cuales terminaba la pri-
mera seccién de este capitulo, Tal como estan, aparecen inmedia-
tamente como muy problematicas. Dado que los hechos que podrian
constituir una base adecuada para la ciencia deben ser en forma de
enunciados, comienza a aparecer bastante equivocada la afirmacién
Ls cencia como conocimiento derivado de las hechos dela experiencia u
de que los hechos se dan directamente por medio de los sentides.
‘Pues aunque pasemos por alto las dificultades destacadas en la sec-
cién anterior y supongamos que las percepciones se dan directamente
en el acto de ver, no es claramente verdad que los enunciados que des-
criben estados de cosas observables (los Hamaré enunciados observa-
cionales) sean dados al observador por medio de los sentidos. Es ab-
surdo pensar que los enunciados de hechos entran en el cerebro por
medio de los sentidos.
Antes de que un observador pueda formular y hacer valer un
enunciado observacional, debe estar en posesion del entramado con-
ceptual apropiado y debe saber cémo aplicarlo adecuadamente. Que-
da claro que esto es asi cuando contemplamos Ja manera como un
0 aprende a describir el mundo (esto es, a hacer enunciados facti-
cos sobre el mundo). Piénsese en uno de los padres ensefiando a un
nifio a reconocer y describir manzanas; muestra una manzana al nifio,
lasefiala y pronuncia la palabra “manzana”. El nifio aprende ensegui-
daa repetir, imiténdola, la palabra “manzana”. Duefo ya de esta babi-
lidad particular, quizas algrin dia después se encuentra con le pelota
de tenis de un hermano, la sefiala, y dice “manzana”. El padre inter
viene entonces para explicarle que la pelota no es una manzana, mos-
trandole, por ejemplo, que uno no puede morderla como una manza-
na. Nuevos etrores del nifio, como tomar un bombén por una
‘manzana, requerirén explicaciones algo mas complicadas de su padre.
Para cuando el nifio pueda decir con éxito que algo es una manzana si
en éfecto lo es, habra aprendido mucho sobre las manzanas. Parece-
tia, por tanto, que es un error suponer que debemos observar hechos
acerca de las manzanas antes de derivar conocimiento de esos hechos,
puesto que los hechos apropiados, formulados como enunciados, pre-
suponen una buena cantidad de conocimiento sobre las manzanas.
Pasemos del habla de los nifios a algunos ejemplos mas relevantes
para nuestra tarea de comprender la ciencia, Imaginemos a un exper-
to en boténica, acompafiado de alguien, como yo mismo, bastante ig-
norante de la botdnica, en un viaje de campo por el sotobosque austra-
liano, con el fin de recoger hechos observables acerca de la flora
nativa. No hay duda de que el boténico sera capaz de recoger hechos
mucho mas numerosos y con més discernimiento que los que yo pue-
da observar y formular. La razén es clara; el boténico puede utilizar un
esquema conceptual més elaborado que el mio, y ello es debido a quera Alan F Chalmers
sabe mas de botanica que yo. Conocimientos de botdnica son un pre-
rrequisito para la formulacién de enunciados observacionales capaces
de constituir una base de hechos.
Asi pues, el registro de hechos observables requiere algo més que
la recepci6n de estimulos en forma de rayos de luz que inciden en el
jo; requiere el conocimiento del entramado conceptual apropiado y
de cémo aplicarlo. En este sentido, los supuestos (a) y (b) no pueden
er aceptados tal y como estan. Los enunciados de hechos no se deter.
minan directamente por estimulos sensoriales y los enunciados de la
observacién presuponen un conocimiento, de manera que no puede
ser verdad que establezcamos primero los hechos y derivemos des-
pués de ellos el conocimiento.
ePOR QUE DEBERIAN LOS HECHOS PRECEDER A LA TEORIA?
He tomado como punto de partida una interpretacién bastante extre-
ma de la afirmacién que dice que la ciencia se deriva de hechos. He
supuesto que implica que los hechos deben establecerse previamente
a la derivacién a partir de ellos del conocimiento cientifico. Primero
establecer los hechos y después edificar la teorfa que se ajuste a ellos.
Tanto el hecho de que nuestras percepciones dependen en cierta me-
dida de nuestros conocimientos previos, y por tanto de nuestra prepa-
raci6n y nuestras expectativas (discutido antes en este capitulo), como
el hecho de que los enunciados observacionales presuponen el entra
mado conceptual adecuado (discutido en la seccién anterior) indican
que es ésta una exigencia que no se puede satisfacer. En verdad, si se
Ja somete a una inspeccién cuidadosa, ¢s una idea bastante tonta, tan
tonta que dudo que haya algiin filésofo de la ciencia dispuesto a de-
fenderla. gCémo podremos establecer hechos significativos acerca del
mundo por medio de la observacién si no contamos con alguna guia
respecto de qué clase de conocimiento estamos buscando 0 qué pro-
blemas estamos tratando de resolver? Para hacer observaciones que
supongan alguna contribucién significativa a la boténica, necesitaré,
para empezar, saber mucho de boténica. Atin més, no tendria sentido
Ja mera idea de que la adecuacién del conocimiento cientifico tendria
‘que set probada por los hechos observables si, en sentido estricto, los
=
La ciencia como conocimientoderioado de los bechos de a experiencia. B
hechos relevantes deben preceder siempre al conocimiento que pu
diera apoyarse en ellos. Nuestra busqueda de hechos relevantes nece-
sita ser guiada por el estado actual del conocimiento, que nos dice,
por ejemplo, que se consiguen hechos relevantes midiendo la concen-
tracién de ozono en varios lugares, mientras que no se logea nada mi-
diendo la Jongitud de los cabellos de los jévenes de Sidney. Asi pues,
abandonemos la exigencia de que la adquisicién de datos deba venir
antes que la formulacién de leyes y teorias que constituyen el conoci-
‘miento cientifico y, una vez que lo hayamos hecho, veamos qué pode-
‘mos salvar de la idea de que la ciencia se basa en los hechos.
‘Segiin nuestra nueva posici6n, reconocemos francamente que la
formulacién de enunciados observacionales presupone un cono.
miento significativo, y que la bisqueda de hechos observables rele-
-vantes se guia por ese conocimiento. Ninguna de las dos declaraciones
socava necesariamente la afirmacién de que el conocimiento tiene una
base factica establecida por la observacién. Consideremos primero la
cuestién de que la formulacién de enunciados observacionales signifi
cativos presupone el conocimiento del entramado conceptual apro-
piado. Advertimos que una cosa es la disponibilidad de los recursos
conceptuales necesarios para la formulaci6n de enunciados observa-
cionales, y otra la verdad o falsedad de esos enunciados. Al mirar mi
libro de texto de fisica del estado sélido puedo leer dos enunciados
observacionales, “Ia estructura cristalina del diamante tiene simetria
de inversi6n” y “hay cuatro moléculas por celda en un cristal de sulfu-
ro de zinc”. Es necesario un cierto grado de conocimiento acerca de la
estructura de los cristales y cémo se caracterizan para la formulacién
y comprensién de estos enunciados. Pero aunque uno no cuente con
‘ese conocimiento, podra ser capaz de reconocer que hay otros enun-
ciados similares que pueden ser formulados usando los mismos térmi-
‘nos, tales como “la estructura cristalina del diamante no tiene simetria
de inversién” o “la estructura cristalina del diamante tiene cuatro
moléculas por celda”. Todos estos enunciados son observacionales en
el sentido de que su verdad o falsedad puede ser establecida por la ob-
servacién, una vez que se dominan las téenicas apropiadas de observa
cién. Cuando se bace asi, slo los enunciados que extraje de mi libro
de texto se ven confirmados por la observacién, mientras que las alter-
nativas construidas a partir de ellos resultan refutadas. Esto sirve para
ilustrar que el hecho de que el conocimiento sea necesario para la for-“ Alan F Chalmers
mulacién de enunciados observacionales significativos deja abierta la
cuestién de cuales enunciados estan soportados por la observacién y
cuales no. Por consiguiente, la idea de que el conocimiento debe ba-
sarse en los hechos que resultan confirmados por la observacién no
resulta dafiada al reconocer que la formulacién de los enunciados que
desctiben dichos hechos dependen del conocimiento. Sdlo hay pro-
bblemas si uno persiste en la tonta exigencia de que la confirmacién de
hechos relevantes para un campo del saber deba preceder a la adquisi-
cién de todo conocimiento.
Por lo tanto, la idea de que el conocimiento cientifico debe basar-
se en los hechos establecidos por la observacién no tiene por qué re-
sultar perjudicada por el reconocimiento de que la biisqueda y la for-
mulacién de esos hechos depende del conocimiento. Si la verdad 0
falsedad de los enunciados observacionales puede establecerse direc-
tamente en la observacién, entonces, independientemente de la mane-
ta como se llegue a formular esos enunciados, pareciera que los enun-
ciados observacionales confirmados de este modo proporcionan una
base ftctica significativa para el conocimiento cientifico
LA FALIBILIDAD DE LOS ENUNCIADOS OBSERVACIONALES
Hemos hecho algunos progresos en nuestra biisqueda de una caracte-
tizacién de la base observacional de la ciencia, pero no estamos toda-
via libres de problemas. En la seccién anterior, nuestro anélisis presu-
ponia que los enunciados observacionales se pueden establecer con
seguridad por la observacién de un modo no problemético, Pero ges
licito tal supuesto? Hemos visto que pueden surgir problemas debido
a que observadores diferentes no tienen necesariamente las mismas
percepciones al ver la misma escena, y ello puede conducir a desa-
cuerdos acerca de los estados de cosas observables. La importancia
para la ciencia que tiene este punto se apoya en casos bien documen-
tados de la historia de la ciencia, tal como Ia disputa sobre silos efec-
tos de los Hamados rayos N, descritos por Nye (1980), son observables
© no, y el desacuerdo entre astrénomos de Sidney y de Cambridge,
descrito por Edge y Mulkay (1976), sobre cuales eran los efectos ob:
servables en los primeros aiios de la radioastronomfa, Hasta abora he-
Le cienca como conccimientoderioado de los bechos de la experiencia. 6
‘mes dicho poco que muestre cémo, en vistas de tales dificultades, se
puede establecer una base observacional segura para la ciencia. Otras
dificultades, en relacién con la fiabilidad de la base observacional de
Ia ciencia, surgen de algunas de las maneras en que se recurre al cono-
cimiento presupuesto para estimar la idoneidad de los enunciados ob-
servacionales y que pueden hacer que éstos sean falibles. Hustraré este
punto con ejemplos.
‘Atistoteles incluy6 el fuego entre los cuatro elementos de los que
cestin hechos todos los objetos terrestres. La suposici6n de que el fue-
goes una substancia distinta, si bien ligera, persistié durante cientos
de afios y sélo la quimica moderna fue capaz de derribarla. Quienes
trabajaban con este supuesto crefan observar el fuego directamente
cuando veian ascender las llamas en el aire, de modo que, para ellos,
“el fuego se elevaba” cra un enunciado observacional soportado fre-
cuentemente por la observacién directa. Hoy desechamos tales enun-
iados observacionales. La cuestién es que si es defectuoso el conoci-
miento que proporciona las categorias que usamos para describir las
observaciones, también lo serin los enunciados observacionales que
dan por supuestas estas categorias.
‘Mi segundo ejemplo se refiere al reconocimiento, establecido en
los siglos xvty xvn, de que la Tierra se mueve describiendo una 6rbita
alrededor del Sol y girando sobre su eje. Se puede decir que el enun-
ciado “la Tierra es estacionaria” era un hecho confirmado por la ob-
servacién antes de que las circunstancias hicieran posible dicho reco-
nocimiento. Después de todo, uno no la ve moverse, ni siente que se
mueva; si damos un salto en el aire, Ia Tierra no gira separandose de
nosotros. Sabemos, desde una perspectiva moderna, que el enunciado
observacional en cuestién es falso, a pesar de las apariencias. Com-
prendemos la inercia, y sabemos que, si bien nos movemos en direc-
cién horizontal a més de cien metros por segundo porque la Tierra
gira, no hay razén alguna por la que esto debiera cambiar si damos un
salto en el aire. Se necesita una fuerza para modificar la velocidad y no
hay ninguna fuerza horizontal actuando en nuestro ejemplo, de modo
que mantenemos la velocidad que compartimos con la superficie de
‘Tierra y aterrizamos donde despegamos. “La Tierra es estacionari
no queda establecido por la evidencia observable en la forma en que
en un tiempo se pens6, pero para entender esto en su plenitud necesi-
tamos comprender la inercia y esta comprensién fue una innovacién16 Alan F. Chalmers
del siglo xv. Tenemos aqui un ejemplo que ilustra la manera como el
juicio acerca de la verdad o falsedad de un enunciado observacional
depende del conocimiento que forma el trasfondo que hay detras del
juicio. Pareceria como si la revolucién cientifica llevara consigo no
s6lo una transformacién progresiva de la teorfa cientifica, sino tam-
bién juna transformacién en lo que se pensaba que eran los hechos
observables!
Un tercer ejemplo ilustrara de nuevo este tltimo punto. Se refiere
alos tamaiios de los planetas Venus y Marte, tal y como se ven desde la
‘Tierra en el curso del afio. Los tamafios aparentes de Venus y Marte
deberfan cambiar apreciablemente en el transcurso de un afio, como
consecuencia de la sugerencia de Copémnico de que la Tierra gira alre-
dedor del Sol en una érbita exterior a la de Venus e intetior a la de
Marte. Esto es debido a que la Tierra est relativamente préxima a
tuno de los planetas cuando se encuentra del mismo lado respecto del
Sol, mientras que esta relativamente lejana cuando se encuentra del
lado opuesto del Sol. Si se considera el asunto cuantitativamente, tal
como puede hacerse con la propia versi6n de Copémico de su teoria,
el efecto es apreciable, con un cambio predecible en el didmetro apa-
rente de un factor de aproximadamente ocho en el caso de Marte y de
mis 0 menos seis en el de Venus. Sin embargo, al observar cuidadosa-
mente los planetas, a simple vista no se aprecia ningtin cambio de ta-
mafio en Venus y no mis de un factor de dos en Marte. Por lo tanto, el
enunciado observacional “el tamafio aparente de Venus no se modifi-
caen el curso del afio” estaba confirmado directamente, y a ello se re-
feria el prefacio del tratado de Copérnico Sobre las revoluciones de las
esferas celestes, como a un hecho confirmado “por la experiencia de
todas las épocas” (Duncan, 1976, p. 22). Osiander, autor del prefacio
en cuestién, estaba tan impresionado por el choque entre las conse-
cuencias de la teoria copernicana y los “hechos observables”, que lo
utiliz6 para argitir que la teorfa de Copérnico no deberia tomarse lite-
ralmente. Ahora sabemos que son engafiosas las observaciones a sim-
ple vista de los tamafios de los planetas, y que el ojo és un aparato muy
‘poco confiable para estimar el tamafio de unas fuentes pequefias de luz
contra un fondo oscuro. Péro fue preciso que Galileo lo hiciera notar
‘y mostrara cémo se puede distinguir claramente el cambio de tamaiio
predicho si se miran Venus y Marte a través del telescopio. Tenemos
aqui un ejemplo claro de correccién de un error sobre hechos obser-
Le ciencio como conocimionto derivado de los bechos de l experienc ”
vables, posibilitada por los adelantos en el conocimiento y la tecnolo-
gia. El ejemplo es en si mismo poco notable y nada mistetioso, pero si
indica que toda opini6n al efecto de que el conocimiento cientifico se
basa en los hechos adquiridos por la observacién debe reconocer que
Jos hechos, al igual que el conocimiento, son falibles y esti sujetos a
correccién, y también que son interdependientes el conocimiento
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