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La Madre y El Desmadre - Hildebrando Pérez Grande

Pérez Grande, Hildebrando (2000). La madre y el desmadre. Yachaywasi, 8, 65-69. [Estudio sobre la figura de la madre en la poesía peruana del siglo XX].

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Pérez Grande, Hildebrando (2000). La madre y el desmadre. Yachaywasi, 8, 65-69. [Estudio sobre la figura de la madre en la poesía peruana del siglo XX].

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LA MADRE Y EL DESMADRE esde la retérica mundonovista de Abra- hham Valdelomar, en cuya obra descubri- amos la presencia del nécleo familiar: el padre, la madre, el hermano ausente en la cena pas- cual; pasando por la verbalizacién edipica, a ratos cul- _ posa, de Vallejo en relacién a su muerta inmortal; y : conmoviéndonos con la ternura de Oquendo de Amat cuando reinventa la imagen de la madre como un dul- ce recreo de nifios, hasta las mentadas de madre de Pablo Guevara, sin dejar de mencionar a las cartas filiales de Heraud y el llanto polifénico de Elqui Bur- gos ante el cadaver insepulto de su bienamada, los poe- tas peruanos, con una delectacién sospechosa, han dis- currido sobre un t6pico que en sus logros més felices nos han regalado textos estremecedores y mas de una vez algunas paginas patéticas que es mejor olvidar DEVUELVEME EL ROSARIO DE MI MADRE La madre en la poesia peruana no sélo es un pretexto: 8 realidad y deseo, libertad y cautiverio. El retrato pa- radigmatico que manejamos de la madre es un cliché convencional: generosa, protectora, piadosa, tierna y fuerte a la vez, omnipotente (pocas como ella se crece ante las adversidades). En culturas como la nuestra la madre es una institucin venerada. Es la inefable Ma- tet Admirabilis. ¥ por si fuera poco: la Dolorosa suftien- te. ¥ si ampliamos nuestro horizonte: la mitica Pasiona- tia. La madre es amor y sactificio. Ella es un fresco ar- coiris, para algunos. Para otros serd un bien perdido. Jildebrando Pérex Grande Exiscen tres tipos fundamentales de mujeres: la puta, la madre, 9 la puta madre. BIGAS LUNA. Sin duda alguna, existen corrientes secretas, vasos comunicantes, puentes invisibles entre la madre y el hijo. Es decir, una ardiente complici- dad. Este didlogo secreto, a veces se verbaliza; en otras ocasiones se plasma a través de otros lengua- jes. Cuando el poeta rompe el silencio y desata sus palabras, estamos frente a un texto intimo, celosa- mente guardado. Y su discurso es una flagrante re- velacién. La intensidad y la altura del poema, el lirismo y la cadencia de sus versos nos levaran de la mano a un universo que reverbera més alld de cualquier mascara. La hostilidad que predomina en el ambiente en el cual el ser es arrojado al mundo y la sobrepro- teccién inmediata de la madre, crearén, y reforza- rn obviamente, una dependencia en el hijo que marcard con fuego su relacién con la madre. Al trau- ma de ser arrojado a un tierra baldfa, se sumard, en el hijo, posteriormente la ausencia de la madre. Su muerte, por ejemplo, es asumida como un escénda- lo o una injusticia en la cual hay que sublevarse contra Dios. Es abrumadora (por no decir aterrado- ra), la cantidad de poemas de caracter elegiaco. La escritura en estos casos es un medio para exorcizar los demonios interiores. Se escribe para cerrar el duelo. Para mostrar al mundo el dolor mas insonsa- ble. Cada verso textimonia el “horror vacui”, el es- pacio vacfo, abandonado por la madre. Marco Au- relio Denegri, en un hicido articulo publicado en el diario “El Sol”, nos habla del ‘dolor vécui’. La escritura expresa, pues, la soledad césmica de un ser en orfandad, En la otra olla, la madre es la celebracisn de la vida, la imagen radiante de la fervilidad, el amuleto contra los infortunios. La madonna es un territorio sagrado. Y la poesfa la celebra, la idealiza. Incluso, en la multiculturalidad que compartimos no nos sorpren- de la vigencia de la mamapacha, o los milagros de Mamacha Cocharcas El discurso inaugurado por Valdelomar y Va- llejo, ha continuado a lo largo del Siglo XX. El con- trovertido poeta arequipefio Alberto Hidalgo (1897-1967), al discurrir sobre su biografia nos ofre- ce un texto atin no alejado del todo de las estriden- cias vanguardistas y del tono vallejiano. Hidalgo celebra la vida de la madre porque celebrindola él mismo se celebra. Haciéndole los honores a su ma- dre él mismo se honra, para alegria de su ego insa- ciable. Con una diccién transparente y resuelta el poeta canta: Mama La madre andaba ain en fantasias en premoniciones En las miradas que iban y volwian como preguntas y respuestas En el hijo formandose atin no en su vientre y sien sus pensamientos En las maneras de los cisnes para la suavidad de acaviciarlo En los arullos que aprendian a iiciarse en sus brazos En las dos timideces de su pecho La vio la poesia y hubo nupcias De eso nacié en genio y figura el softado Yo mismo Para ser arquitecto de si propio Y presidente de sus soledades FRAGMENTO (De: BloGRaFla DE YoMIsMo) Si en los versos de Valdelomar, la madre, segtin el sujeto del poema, “era tristely la alegrfa nadie me la supo ensefiar”, y si vemos que Vallejo acudiré pun- tualmente a ella para “mojarse en su llanto”, la mane- ra c6mo poetiza Hidalgo a su madre sonaré muy dife- rente (més all4, por cierto, de la grandilocuencia del poeta mistiano). Sin embargo, el duelo, la tristeza, el dolor, la impotencia ante lo imponderable, reaparecen en un texto conmovedor de Gustavo Valcércel (1921- 1992). El poeta vivfa en México, desterrado por el gobierno de Odria. Hizo las gestiones pertinentes para regresar al pais, pero hasta el consuelo de des- pedirse de ella le negaron. Valcércel, atento lector de Vallejo y otros poetas elegiacos de la tradicién espafiola como Jorge Manrique, nos estremeceré con su: Etegia 2 ta muerte de xi Madre Lathe visto llegar hasta mi celda adornada tan s6lo com sus ldgrimas en plena huelga de mi hambre. Lathe visto legar hasta el destierro trayéndome en su amor todo el Peri, ara que nos sintiéramos como en su antigua casa La he visto en la distancia con moribundo trae, cayéndose de mi. Quise volver a ela, y lo impidieron; pensé volar allé, pero me ataron; agrité, grité, mas nadie me escuch6; hasta que cierta noche legs un cable MAMA MURIO 1 dejé de ser hijo para siempre. FRAGMENTO (D:5 poemas sn fin) Sorteando con éxito el tono melodramstico que hubiese empafiado la intensidad del texto, Valcét- cel rememora a la madre y nos ofrece una nueva ima- gen: la madre no sélo comprende las taras libertarias del hijo si no que adhiere a esas batallas. La madre, ahora, también es compafiera, o para decitlo valle: jianamente: una camarada de huesos fidedignos. Esta imagen de la madre comprometida con los ideales sociales de su hijo, algunos afios después la volvere- mos a encontrar en un poema de Juan Cristébal (1941): Irene 1 Mi madre fue obrera En las martanas se vestia del color de los tgados Yen las noches lefa el corazén a todos los muchachos Jamés entregé sus suertos al canto de los pdjaros ‘Ni su vida a los drboles que morian como el hombre Con el humo de las fabricas Un dia La lluvia no distingui ls letras de sus manos Y la dej6 como una paloma acribillada En las ventanas de la calle FRAGMENTO (DE: POBLANDO LOS SILENCIOs) All donde Valdelomar y Vallejo aluden a la madre, ella se levanta como la columna vertebral del hogar y los trabajos domésticos. Ella hace mila- gros “para cuando no haya”, como sefiala el poeta de Santiago de Chuco. Para Oquendo de Amat la madre es un recuerdo blanco, y en los versos de Hidalgo es una Dios a que se desposa con la poesta En el poema de Jua nueva connoracién: Irene, ka m, | una obrera. Esto es: alos cc | refios, la madre agrega su fuerza de trabajo al siste ina econémico imperante. Pongamos atencién a un sélo detalle: el yo lirico seftala que la madre acom- | pafta a sus hijos en las mafianas o en las noches. Es | evidente que durante el dia ella tiene otras careas fuera del hogar. Ella consume su vida entre “el humo de las fabricas”, Para concluir con las imagenes de la madre su- frida y crucificada, leamos el mas reciente libro de Doris Moromisato (1960), quien, dicho sea de paso, también nos ha ofrecido memorables poemas inspira- dos en el padre: ese querido y “maldito mentiroso” Moromisato canta en varios poemas a la madre, y si bien es cierto que su texto recrea con fortuna el len- guaje cologuial, la huella de Vallejo es visible. Lea- mos: Cristébal, mos del poeta, es sabidos trabajos hi Madre uo canta mds splumaba ferozmente las gllinas He cuclillas, para evitar el ocio segin decia mi padre; aba las ollas, daba de comer a los hijos alas tres de la tarde, sin esperar que el sol implacable se irara del cenit, desyerbaba solitaria la huerta. ila observaba, balbuceando, deel corredor sin poder ayudar, | para refrescar por ls tades su frente apacible inientras dormia la siesta bajo las esteras del paio 5 Chambala, cubierta de sauces y cavia brava, se mecia Homo en una hamaca en el caliente sopor del verano. | Dos maneras tenia de quererme: una a miméndome orra clavdndose en mi desde lo alto de su mirada; odo era desamparo si en alguna mafiana cando por los rincones dela casa, no encontraba su vo. go juntaba las manos y movia los dedos asia que el tempo pasara, segundo eras segundo, legara la nocke luego el dia, esta que ella se fuera haciendo mas vieja sta que la muerte le Uegs de puro esperar Nada heredé de su pobreza, s6lo un catre viejo dlénde ta y mi padre soian hacer ls jos. FRAGMENTO DE: CHAMBALA ERA UN CAMINO) Acaso con cierto acento hiperrealista, Doris Moromisato tributa un homenaje a su madre. La tex- ura de sus imagenes nos revela la sensibilidad y el lenguaje desinhibido de nuestros dias. TAN ALA, TAN SALIDA, TAN CHE’SU Altono tristén que envuelve a la mayorfa de los tex- tos en donde se menciona a la madre, més alla de la figura arquetipica que se maneja de ella, incluso cuan- do suple la ausencia del padre (redoblando su traba- jo y su carifio), con cierta violencia verbal se le ha vuelto a nombrar. Con un estilo mas desenfadado, lejos de falsos pudores, los poetas expresan los con- flictos generacionales, la crisis de identidad, la nos- talgia del paraiso perdido y la falta de horizontes mas amables. La verbalizacién que se hace de la madre en tor- no a su presencia o ausencia, a su ternura 0 castigo, se ctistaliza desde una perspectiva iconoclasta, contes- tataria, irreverente, transgresora y iia. En los tiem- pos que corren, la sagrada familia ya no es, al parecer, ni tan sagrada ni tan familia. Como una institucién més de nuestra sociedad, la familia es victima de la didspora de la vida moderna. Y estas mutaciones la poesia las registra. El lenguaje coloquial tiene mucho que ver en la desmitificacién de la madre. El plano oral de la len- gua, esto es, digamos, vitalidad y frescura, se da en todo su esplendor en la calle, en el territorio sagrado de la adolescencia: la esquina del barrio. Desde alli surgen los dardos mas feroces (y més tiernos y més eréticos). En la esquina mueren todos los iconos sa- grados y ruedan las cabezas de los dioses falsos. Luis Hernandez (1942-1977), desconcierta primero y con- vence luego con su espléndida mencién a Ezra Pound como un viejo “che’su madre”. Un tiempo después, ampliaré las fronteras del lenguaje poético con un tex- to polémico: Ase Concha De Su madre Me lo evan al calabozo Entonces le dieron: Maestro gcwintas weces se perdona? Yel respondis 70 veces 7 Mataron a un robacarros que ellos heredaran La tiema Ese es un huevonazo Porque ellos verdn a A Dios. A ese concha de st FRAGMENTO (DE: LOS POEMAS DEL ROPERO) La virulencia verbal de Herndndez no se detie~ ne ante nada. Las convenciones sociales, los pruritos religiosos ya no cuentan para el poeta moderno. Y las menciones a la madre cada dia serin mas descarna- das, casi como agrediéndola. Veamos un poema de Mariela Dreyfus (1960), aquel que describe los pri- ‘meros placeres de la muchacha “al lado de su mucha- cho”. Al regresar a su hogar, ella teme que su madre descubra el perfume del pecado (como dita Martin Adan): Poot cactum El regreso a casa es solitario 4 debo esconder mis pasos, el olor que sorprenda a mi madre mil veces violada y todavia virgen. FRAGMENTO (De: MeMoRiAS DE ELECTRA) Hay cierta agresividad contra la madre. Obvia- mente a la madre sumisa, postrada, objeto sexual. El discurso feminista, el descubrimiento del cuerpo, los placeres prohibidos se abren paso en la poesfa perua- na. Ya era hora de escuchar la vor luminosa de la “mu- chacha mala de la historia” (Ver: Marfa Emilia Cor- nejo). La madre ya no es, pues, tan ala, tan salida, tan amor como lo consignara Vallejo. En su Kenacort.... Jorge Pimentel (1944), en el poema de largo aliento “Sinfonfa en Marlene”, aludi- ra también a la madre en medio de un torrente de palabras que describen y buscan a la amada: {Déude eatey? Aqui Aqui estds Marlene devuelta por los rajnes Al sur, un tico caso de desnutricién de los pueblos de los andes. Marcha el mundo auf en lainoamérica con la vox peregrina y el apostolado del CHE GUEVARA. ‘Aqui ests Marlene hacia el comienzo de una nueva década | Alnorte, el tpico caso del hambre, la desocupacién, el caos Al este, bordeando los dos mil aftos, la selva. Yat ce, este gran mar de pescadores «inch ubierta de algas y cochayuyos Yoncha tu madre FRAGMENTO (De: KENACORT Y VALIUM 10) El mismo Pimentel, en un poema inédito publi. cado recientemente en la Antologfa de Ricardo Gon zélez Vigil, nos ofrece un poema donde recrea algunos momentos compartidos con la madre. Lo més intere- sante del texto es la invasién que sufre el hogar. EL demonio de la poesfa ha ingresado rompiendo todas las puertas. (Dias vin madre) Los dias de mi madre eran barrer con un cepillo +ylustrar para que no entre el demonio, Pero el demonio ya habia entrado. Y me nacieron estas enormes manos Estas enormes manos que no cesan de escribir. FRAGMENTO (DE: POESIA PERUANA SIGLO XX) Una de las voces més prometedoras de la litica nacional es Lizardo Cruzado (1975). Al igual que los otros poetas que hemos visto, Cruzado, sin dejar de lado la ternura y la cuestién edipica, apela al humor, ala ironia cuando nos habla de la madre: Para MM. 0 ee, RE ee aoe eee) Decir que Marilyn Monroe no fue Mi Madre no es lo mismo que decir que Mi Madre no fue Marilyn Monroe. Fijo que suena. confuso como un sofisma; pero viendo bien, vigndola bien, viéndolas, ambas tienen ~parte del esqueleto lenuisimo y el erigado pellejo celeste el mismo parque de atardecer quebrado, unos cuantos suefios hechos mierda, forografias amarillentas cual marchitas magnolias— oluidadas bajo el colchén o los péxpados, unas ardientes ganas de ser amadas midas y apretadas chirimoyas 0 como higos. FRAGMENTO (De: ESTE Es si CUERPO) Hemos querido concluir este rosario de poemas en donde fa protagonista —jy agonista?— es la madre, con la sonrisa que despierta la palabra traviesa de Cru- sado. Para otra ocasién guardamos los poemas en don- de el poeta le presta su vor a la madre. Ella es quien toma la palabra, acaso para reivindicar su destino o testi oniar su holocausto. Con palabras de “sus hi victoria, Basta rc monios de la madre en de Antonio Cisneros, y la ver- on clesgarrada ¢ invicta de la madre en un memora ble texto de Samuel Cardich. De igual manera, la ver- sidn de la Madre Poeta ~pensamos en los textos dia- légicos de Blanca Varela y Giovanna Pollarolo~ la voz de la matriz ya vacta y que descubre al Otro, quedan por ahora, en el tintero. @ dar, para el caso, los test Ayacucho, en la

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