Nombre: José Miguel Tejada Núñez
Matricula: 22-1036
Escuela de: Derecho
Asignatura: Derecho Internacional Público
Facilitador: Hugo Álvarez
Fecha: 1/4/2024
Introducción:
El conflicto en Medio Oriente entre Israel y Palestina, arraigado en profundas raíces y
estrechamente ligado al mundo árabe, incluyendo a cristianos, es el verdadero origen del
conflicto entre ambas partes y los árabes. Este conflicto gira en torno al derecho sobre la
tierra santa y Jerusalén. Recientemente, la atención mundial se ha centrado en los actos
abominables perpetrados por el grupo terrorista Hamás en el sur de Israel el sábado 7 de
octubre del 2023. Estos actos han desencadenado una intensa batalla en las calles de Israel,
con el primer ministro Benjamín Netanyahu tomando medidas en el sur de Israel y en la
parte norte de Gaza para enfrentar a Hamás y evitar futuros ataques.
El conflicto también ha generado fuertes debates políticos y sociales en todo el mundo, con
algunos defendiendo a Israel y otros a los Palestinos. Las recientes marchas y altercados
han destacado la división de opiniones sobre quién tiene la razón en este conflicto y sobre
el derecho de Palestina sobre Jerusalén.
Es crucial comprender la verdad detrás de este tema tan sensible, que tiene raíces
espirituales profundas, especialmente considerando que tanto Israel como Palestina
comparten una ascendencia de Abraham, aunque bajo diferentes pactos divinos.
Este conflicto no comenzó en 1948, sino mucho antes, y su origen está arraigado en una
profecía espiritual que predice la enemistad entre los descendientes de Ismael y los de
Isaac.
Objetivo General
1. Abordar de manera clara, precisa y concisa sobre “El conflicto histórico entre Israel
y Palestina”.
Objetivos Específicos
1. Plasmar un buen análisis correspondiente al tema.
2. Buen uso de las palabras en el documento.
3. Ser preciso con las ideas.
Alcance del trabajo
No daré mi opinión sobre quien tiene la razón en el conflicto, solamente me enfoco en los
acontecimientos históricos y actuales.
El Origen del Conflicto entre Palestina e Israel
El conflicto en Medio Oriente entre Israel y Palestina tiene raíces que se hunden en
historias bíblicas, especialmente en la narrativa de Abraham y sus descendientes. Esta lucha
está enraizada en la disputa por la tierra santa y la ciudad de Jerusalén, considerada sagrada
por judíos, cristianos y musulmanes.
Comienza con la promesa que Dios hace a Abraham, el patriarca de Israel. En el libro del
Génesis, Dios le dice a Abraham que salga de su tierra natal hacia una tierra que Él le
mostrará, prometiéndole bendecirlo y hacer de él una gran nación. Esta promesa se repite
en varias ocasiones.
Abraham tuvo dos hijos principales: Isaac, nacido de su esposa Sara, e Ismael, nacido de su
sierva Agar. La Biblia relata que Dios prometió a Abraham que establecería su pacto con
Isaac, considerado el heredero de la promesa divina. Sin embargo, Ismael también fue
bendecido y se convirtió en el ancestro de los árabes.
La tierra prometida por Dios a Abraham y sus descendientes fue habitada por los israelitas,
descendientes de Isaac. Pero los descendientes de Ismael, que se establecieron en la región
que ahora es Palestina, también reclaman vínculos históricos y espirituales con la tierra.
La Biblia registra conflictos entre los descendientes de Isaac y los de Ismael. Por ejemplo,
en el libro del Génesis, se relata cómo Ismael se burlaba de Isaac, lo que llevó a Abraham a
enviar a Agar e Ismael lejos de su hogar. Esto simboliza la tensa relación entre ambos
grupos hasta hoy.
A pesar de los conflictos, la Biblia también contiene profecías de restauración para ambos
pueblos. Por ejemplo, en el libro de Isaías, se profetiza sobre la restauración de Israel y su
reunión con los exiliados, así como la bendición para los descendientes de Ismael.
Además de los relatos bíblicos, varios estudios históricos y arqueológicos respaldan la
conexión de los judíos con la tierra de Israel y Jerusalén desde tiempos antiguos. También
se han documentado los lazos culturales y religiosos de los árabes palestinos con la región.
El conflicto entre Israel y Palestina ha sido alimentado por disputas territoriales, políticas y
religiosas que se remontan a siglos atrás. Aunque tiene raíces bíblicas, el conflicto ha
evolucionado a lo largo de la historia moderna debido a factores políticos y sociales.
Evolución del conflicto contemporáneo al Imperio Romano.
El último reino independiente de los judíos fue el del Rey Herodes, Herodes el Grande, en
el siglo I antes de Cristo, que fue dividido entre sus hijos a su muerte e incorporado
progresivamente en el Imperio Romano a lo largo del siglo I. En ocasiones, de forma
violenta, como cuando Tito, el futuro emperador, hubo de poner sitio a Jerusalén en el año
70. Los judíos protagonizaron una nueva revuelta liderada por Bar Kojba en tiempos de
Adriano, entre los años 132 y 135. Sometidos los rebeldes, el emperador ordenó la muerte
de sus líderes y el exilio del resto de los judíos, considerándose este el momento del inicio
de la diáspora judía por todo el Mediterráneo.
Hay que señalar que esto de exiliar de sus tierras originales a las tribus derrotadas era una
práctica común en el Imperio Romano, como ocurrió, por ejemplo, tras las Guerras
Cántabras en el año 19 antes de Cristo, cuando Octavio hizo deportar a todos aquellos
cántabros que no habían sucumbido. Sin embargo, hemos de ser conscientes de que estos
exilios de la antigüedad no podían ser sistemáticos y si bien es cierto que, en el caso de los
judíos, muchas comunidades hebreas se instalaron por doquier tras la revuelta de Bar
Kojba, otras muchas quedaron viviendo en Palestina, donde se agudizó su helenización, es
decir, adquirieron la lengua y las costumbres griegas, como ocurrió con el resto del Imperio
Romano de Oriente. Más tarde, como Imperio Bizantino, el auge del cristianismo en el
siglo III también favoreció en cierta medida el del judaísmo, con lo que surgirían nuevas
comunidades hebreas no fruto ya de la diáspora, sino del contacto de judíos con cristianos.
En la época del Imperio Bizantino, desde el siglo IV hasta la conquista islámica en el siglo
VII, se consolidó una población judía importante, especialmente en Galilea, Samaria y
Judea, regiones que hoy en día conforman el Estado de Israel. Con la llegada del Islam en
el siglo VII, los judíos gozaron de cierta autonomía religiosa y administrativa bajo el
dominio musulmán. Sin embargo, durante la Edad Media, fueron objeto de persecución y
discriminación por parte de los cruzados cristianos en las Cruzadas y, más tarde, bajo el
dominio otomano.
Conflicto en el siglo XX
El 2 de noviembre de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, el ministro de Asuntos
Exteriores británico Arthur Balfour remitió una carta a los líderes de la comunidad judía
inglesa. Esta carta, conocida como Declaración Balfour, anunciaba el apoyo del gobierno
británico a la creación de un hogar nacional judío en Palestina. Con esta medida, los
británicos buscaban el apoyo de las comunidades hebreas, sobre todo las de Estados
Unidos, en contra de los Imperios Centrales y, muy especialmente, contra el Imperio
Otomano, quien controlaba Palestina desde el siglo XVI.
Dos años antes de la Declaración Balfour, en 1915, Henry McMahon, un alto comisario
británico en Egipto, había remitido una serie de cartas al jerife de la Meca, Husáin ben Ali,
con objeto de promover una Revolución árabe en contra del dominio otomano. Desde los
territorios de la Península Arábiga hasta Siria, territorios que, en su mayor parte, finalizada
la guerra, quedarían bajo el dominio de Husáin, incluida, por supuesto, la propia Palestina.
De esta forma, los británicos habían prometido a dos grupos diferentes, los judíos de
Rothschild por un lado y los árabes de Husáin por el otro, el mismo territorio para la
configuración de sus futuros estados. Sin embargo, el gobierno británico estaba dispuesto a
no cumplir con ninguna de sus promesas. Pues, en el año 1916, se firmó el acuerdo secreto
Sykes-Picot entre Francia y el Reino Unido, por el que estos dos países se dividían las
posesiones del Imperio Otomano en el Creciente Fértil, quedando la zona del Líbano y Siria
en manos de los franceses, mientras los ingleses se reservaban el gobierno de los actuales
Irak, Jordania, Palestina e Israel.
Todos estos acuerdos se hicieron públicos a finales de 1917. La Primera Guerra Mundial
concluyó un año más tarde. Francia y Reino Unido se dividieron el territorio como habían
pactado en el acuerdo Sykes-Picot. Pero tanto los árabes de Husáin como los judíos no
estaban dispuestos a perder lo que les habían prometido.
Es 1947 y falta un año para la creación del estado de Israel. El Exodus, un buque fletado en
Francia por la organización clandestina AG Ganá, lleva a 4500 inmigrantes judíos a bordo,
la mayoría supervivientes del Holocausto. Su objetivo es establecerse en Palestina, donde
antiguamente vivió el pueblo hebreo. La constitución de un estado para el pueblo judío tras
siglos de antisemitismo es la principal idea del sionismo, un movimiento político clave en
este conflicto. Sin embargo, en Palestina surgía un problema: en ese momento ya vivían allí
cientos de miles de árabes.
Eso no impidió el amplio flujo migratorio judío que había comenzado a finales del siglo
XIX y que se intensificó con la persecución nazi. El viaje del Exodus es solo el caso más
célebre. Cuando el buque se acercó a las costas palestinas, las autoridades del Reino Unido
le cerraron el paso. ¿Qué pintan aquí los británicos? Hasta la Primera Guerra Mundial,
Palestina formó parte del Imperio Otomano, pero con su partición pasó a ser administrada
por el Reino Unido.
Los británicos se convirtieron en los primeros en poner por escrito en un documento la
promesa de un hogar nacional judío en Palestina y durante un tiempo permitieron una
inmigración que creció con fuerza por el antisemitismo en Europa. La población judía en
Palestina pasó de 880,000 personas en 1922 a más de 600,000 en 1947. La mayoría de la
población, eso sí, seguía siendo árabe. La tensión migratoria desembocó en una espiral de
violencia que incluyó una revuelta árabe, episodios de represión de las autoridades del
Mandato y varios atentados perpetrados por árabes y también por judíos.
Pero volvamos al Exodus. El caos había obligado al Reino Unido a cambiar su política
migratoria y pasó a impedir la llegada de más judíos. Por eso, el barco acaba siendo
devuelto a Europa y sus pasajeros internados en campos para deportados, un escándalo que
salpicó a la administración británica. Aun así, tras una travesía que, muchos sí consiguieron
llegar al destino inicial. Pero antes pasan más cosas.
En 1947, el Reino Unido anuncia que abandonará el territorio. Ese mismo año, además, la
ONU aprueba una resolución para dividirlo en dos estados: uno judío y otro árabe-
palestino, mientras que Jerusalén quedaría bajo un régimen internacional. Donde había una
pieza, ahora tienen que caber dos. Los árabes rechazan el plan de partición y en 1948,
David Ben Gurión, una figura central del sionismo, declara el nacimiento del Estado de
Israel. Israel se define desde el principio como un estado judío, algo que condiciona el
conflicto para siempre.
Pero un día después, el nuevo país es atacado por las fuerzas armadas de los vecinos árabes:
Egipto, Líbano, Siria, Jordania e Irak. Israel gana esta Primera Guerra y el estado palestino
no se llega a crear. Son los años de la Nakba, que en árabe significa "catástrofe", es como
se conoce a la expulsión o huida de sus hogares de más de 700,000 palestinos, que se
refugian en otros países cercanos y cuyo regreso nunca permite Israel. El mapa se
reconfigura: Egipto pasa a controlar Gaza, mientras que Jordania se hace con Cisjordania.
Israel, por su parte, amplía sus fronteras y se queda con el 77% de la Palestina que había
estado bajo el mandato británico.
En 1967, Egipto, Siria y Jordania se habían movilizado para una nueva confrontación,
cuando Israel sorprende con un ataque preventivo que le lleva a una rotunda victoria. Es la
Guerra de los Seis Días y la primera demostración de su gran superioridad militar. En tres o
cuatro movimientos, el mapa queda así: Israel le arrebata la Península del Sinaí a Egipto y
los Altos del Golán a Siria, también ocupa Jerusalén Este y la totalidad de Cisjordania y
Gaza. Eso provoca más desplazados y que miles de palestinos, que hoy son millones, vivan
hasta la actualidad bajo un régimen de ocupación militar israelí.
Durante estos primeros años se produce un hecho crucial para entender el conflicto: tras la
Guerra de los Seis Días, Israel emprende casi de inmediato un proceso de colonización de
las tierras ocupadas. Empiezan esta política gobiernos laboristas y la impulsarán con
especial intensidad después ejecutivos derechistas. La paz no dura mucho en la región. El 6
de octubre de 1973, Israel es ahora el sorprendido por un ataque conjunto de Egipto y Siria
para recuperar los territorios que le habían sido arrebatados. Comienza la sangrienta guerra
de Yom Kipur.
Es una agresión que el estado judío no ve venir. La guerra del Yom Kipur desnuda las
alianzas: de un lado, los árabes están respaldados por la URSS; del otro, Israel cuenta con el
apoyo de Estados Unidos, lo que acaba siendo crucial para su victoria. Aun así, ya no
parece tanta su superioridad militar y eso influirá en las futuras negociaciones con sus
países vecinos. Esto cambia el equilibrio de fuerzas en la región y provoca un acercamiento
entre Estados Unidos y Egipto, que a cambio de recuperar el Sinaí, se convierte en el
primer país árabe en reconocer a Israel. Es algo que no gusta demasiado en los países de la
región y, en consecuencia, es suspendido de la Liga Árabe.
En esas fechas, por cierto, triunfa en Irán la revolución islámica, que se convertirá con el
tiempo en un actor relevante por su apoyo a la milicia libanesa de Hezbolá y por sus lazos
con Hamas. Prácticamente cada año la sangre tiñe el conflicto, pero en 1982 se produce
además una nueva confrontación de gran calado: Israel invade el Líbano para atacar a las
milicias palestinas. En 1987 se produce una de las imágenes más simbólicas de la lucha de
los palestinos: piedras contra tanques, niños contra soldados. Es la Primera Intifada, los
palestinos se rebelan contra la ocupación israelí y la política de colonización.
Ese año, además, nace Hamas, que son las siglas del Movimiento de Resistencia Islámica,
proviene de los Hermanos Musulmanes y compite por representar a los palestinos con
Fatah, el principal partido de la OLP, nacionalista y laico. Un inciso: la OLP son las siglas
de la Organización para la Liberación de Palestina, que nació en los 60 para representar al
pueblo palestino y contribuir a la lucha armada. Su líder más conocido fue Yasser Arafat.
En 1993 se abre una pequeña, inusual ventana a la paz: se firman los Acuerdos de Oslo, que
suponen el reconocimiento mutuo de Israel y la Organización para la Liberación de
Palestina. Esto supone la retirada parcial de las fuerzas israelíes, la creación de la Autoridad
Nacional Palestina y cierto autogobierno en las zonas ocupadas, que se dividen en tres
categorías según el grado de autonomía. La idea era que los pactos durasen 5 años y
negociar después una paz definitiva. Hamas se opone y la brecha con la organización de
Arafat aumenta.
Pero esa ventana de esperanza de paz se va cerrando rápidamente. Al menos cuatro factores
contribuyen a ello: la masacre de Hebrón, llevada a cabo por un colono israelí en 1994; una
oleada de atentados suicidas palestinos; el asesinato de Isaac Rabin a manos de un
ultranacionalista israelí en 1995 y la consistente expansión de los asentamientos. En el año
2000, se da inicio a la Segunda Intifada, la frustración por los escasos resultados logrados
por los acuerdos y una visita de Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas, uno de los
lugares más sagrados del islam, prende de nuevo la mecha de la protesta, que se vuelve más
violenta.
Las piedras de la Primera Intifada son ahora ataques suicidas y las fuerzas israelíes ejercen
una dura represión. En 2005, Israel decide salir de Gaza y evacúa a sus militares y colonos
judíos. Pero sigue controlando su espacio aéreo, frontera terrestre y costa. Así somete a la
franja a un desabastecimiento de suministros que impide el desarrollo. Para la ONU, sigue
siendo una ocupación, lo que no abandona es Cisjordania, donde siguen hasta hoy los
puestos militares de control, las redadas, el muro de separación, las carreteras segregadas,
los ataques de colonos, las demoliciones de hogares, todo con un régimen legal para los
palestinos (el militar) y otro para los israelíes (el civil).
En 2006, Hamas gana las elecciones palestinas. Hay un boicot diplomático internacional y
en la lucha interna por el poder en los territorios ocupados, expulsa a Fatah de Gaza, el
partido laico. Eso sí, se mantiene al frente de la Autoridad Palestina en Cisjordania. En ese
momento también estalla un conflicto a gran escala entre Israel y la milicia libanesa de
Hezbolá. En 2007, Israel impone un bloqueo a Gaza, con el que Egipto colabora.
Habitantes y mercancías solo entran y salen a cuentagotas. Los gazatíes se sienten en una
prisión al aire libre.
A partir de 2008, Hamas e Israel entran en un ciclo de enfrentamientos armados. Hay
conflictos de relieve en 2008, 2012 y 2014. En todo este tiempo, además, el estado judío
consolida su política de asentamientos ilegales. En los últimos 30 años, el número de
colonos en Cisjordania se ha cuadruplicado, hoy son ya medio millón y otros 200,000 en
Jerusalén Este. Los muertos bajo las bombas, además, se cuentan por miles. Por ejemplo,
en el conflicto de 2014, más de 2000 personas, la mayoría civiles, fallecieron en Gaza. Del
lado israelí murieron seis civiles y 67 militares.
La Corte Penal Internacional investiga a los dos bandos por posibles crímenes de guerra. En
2020, se produce un hecho de gran relevancia: son los Acuerdos de Abraham, suponen la
normalización de las relaciones de Israel con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y
Marruecos y la antesala de la última escalada de violencia. Son acuerdos que, por cierto,
ignoran completamente la aspiración palestina de tener un estado propio. En resumen, la
última década deja más enfrentamientos armados, la frustración de la opresión por la
ocupación, el bloqueo de Gaza, el aumento de colonos en Cisjordania y Jerusalén Este, un
cambio en las relaciones de los países árabes con los Acuerdos de Abraham y la perspectiva
de que Palestina pueda obtener un estado propio.
En ese escenario, Hamas lanza por sorpresa su ataque masivo el 7 de octubre, provocando
una brutal respuesta de Israel y agravando un conflicto eterno de dos piezas que no encajan.
Conclusión:
El conflicto entre Israel y Palestina ha sido moldeado por una compleja intersección de
narrativas bíblicas, disputas territoriales y eventos históricos y políticos que se remontan a
siglos atrás. Desde las antiguas promesas divinas a Abraham hasta las tensiones modernas,
este conflicto ha sido alimentado por promesas incumplidas, confrontaciones armadas y la
búsqueda de reconocimiento y autonomía.
La historia moderna del conflicto comienza con la Declaración Balfour en 1917, cuando el
gobierno británico prometió un hogar nacional judío en Palestina durante la Primera Guerra
Mundial. Sin embargo, esta promesa chocó con los intereses de la población árabe,
desencadenando tensiones y conflictos.
La partición propuesta por la ONU en 1947 buscaba crear estados judíos y árabes en
Palestina, pero fue rechazada por los líderes árabes, lo que llevó a la declaración de
independencia de Israel en 1948 y al estallido de la primera guerra árabe-israelí. Este
conflicto, junto con otros como la Guerra de los Seis Días en 1967 y la Guerra del Yom
Kipur en 1973, contribuyó a la configuración actual del conflicto, con Israel controlando
vastas áreas de tierra palestina.
La ocupación militar israelí de Cisjordania y Gaza, así como la construcción de
asentamientos ilegales, ha exacerbado las tensiones y dificultado los esfuerzos de paz. A
pesar de intentos de negociación como los Acuerdos de Oslo en 1993, la situación sigue
siendo volátil, con estallidos periódicos de violencia y represión.
El bloqueo impuesto por Israel a Gaza desde 2007 ha aumentado el sufrimiento de la
población palestina, mientras que la expansión continua de los asentamientos judíos en
territorio ocupado ha complicado aún más la posibilidad de una solución de dos estados.
El surgimiento del sionismo, un movimiento político nacionalista judío, en el siglo XIX
también jugó un papel crucial en el conflicto. Theodore Herzl abogó por la creación de un
estado judío en Palestina como respuesta al antisemitismo europeo, lo que llevó a un
aumento de la migración judía y tensiones con la población árabe local.
A pesar de los esfuerzos internacionales por lograr una solución duradera, el conflicto entre
Israel y Palestina persiste, marcado por guerras, intifadas, negociaciones de paz fallidas y
actos de violencia por ambas partes. Temas como los asentamientos judíos, el estatus de
Jerusalén y los refugiados palestinos siguen siendo puntos de conflicto clave. En última
instancia, la resolución de este conflicto sigue siendo esquiva, lo que resulta en sufrimiento
humano y tensiones en toda la región del Medio Oriente.