Argentina es la tercera economía más grande de América Latina, con
un Producto Interno Bruto (PIB) de aproximadamente US$640 mil
millones.
HISTORIA
Argentina indígena
La población del actual territorio argentino a la llegada de los españoles a principios del siglo XVI
sumaba unas 330.000 personas agrupadas en una veintena de grupos étnicos. Los habitantes del
Noroeste, de las Sierras Centrales y de la Mesopotamia practicaban la agricultura, mientras que el
resto del territorio estaba ocupado por grupos de cazadores-recolectores. Las culturas más
extendidas fueron los diaguitas al Noroeste, los guaraníes, los tupíes, los tobas y los guaycurúes en
el Noreste, los pampas en el centro y los tehuelches, mapuches y onas en el Sur.
Conquista y colonia (1492-1776)
En 1536 Don Pedro de Mendoza fundó Santa María de los Buenos Ayres, la primera ciudad
argentina. La miseria y el hambre doblegaron a Mendoza y su gente y Buenos Aires quedó
despoblada hasta su segunda fundación por Juan de Garay en 1580. Las ciudades argentinas fueron
fundadas por conquistadores que provenían de distintas zonas de América. La corriente pobladora
del este, llegada desde España, tomó como base de operaciones la ciudad de Asunción y fundó las
ciudades litorales. La que vino desde el Perú ocupó el Tucumán, como se llamaba entonces a todo
el Noroeste argentino. Las ciudades cuyanas fueron fundadas por la corriente proveniente de Chile.
Virreinato (1776-1810)
Lo que hoy es la Argentina perteneció al virreinato del Perú hasta que en 1776 el rey Carlos III creó
el Virreinato del Río de la Plata, cuyo primer virrey fue Pedro de Ceballos. La capital, Buenos
Aires, se convirtió en un gran puerto comercial y se incrementó notablemente la exportación de
cueros, tasajo y de la plata proveniente de las minas del Potosí. El sistema de monopolio impuesto
por España prohibía comerciar con otro país que no fuera la propia España. Esto encarecía
notablemente los productos y complicaba la exportación al tiempo que fomentaba el contrabando a
gran escala. En 1806 y 1807 se produjeron dos invasiones inglesas, que fueron rechazadas por el
pueblo de Buenos Aires, alistado en milicias de criollos y españoles. En cada milicia, los jefes y
oficiales fueron elegidos democráticamente por sus integrantes. Las milicias se transformaron en
centros de discusión política.
Independencia (1810-1820)
Las invasiones inglesas demostraron que España estaba seriamente debilitada y que no podía ni
abastecer correctamente ni defender a sus colonias. La ocupación francesa de España por
Napoleón, la captura de del Rey Carlos IV y su hijo Fernando VII y la caída de la Junta Central de
Sevilla decidieron a los criollos a actuar. El 25 de mayo de 1810 se formó la Primera Junta de
gobierno presidida por Cornelio Saavedra, que puso fin al período virreinal. Mariano Moreno,
secretario de la Junta, llevó adelante una política revolucionaria tendiente a fomentar el libre
comercio y a sentar las bases para una futura independencia.
Entre 1810 y 1820 se vive un clima de gran inestabilidad política. Se suceden los gobiernos
(Primera Junta (1810), Junta Grande (1811), Triunviratos (1811-1814) y el Directorio (1814-1820)
que no pueden consolidar su poder y deben hacer frente a la guerra contra España. En esta lucha se
destacaron Manuel Belgrano, José de San Martín, llegado al país en 1812, y Martín Miguel de
Güemes. Las campañas sanmartinianas terminaron, tras liberar a Chile, con el centro del poder
español de Lima. El 9 de julio de 1816 un congreso de diputados de las Provincias Unidas proclamó
la independencia y en 1819 dictó una constitución centralista que despertó el enojo de las
provincias, celosas de su autonomía.
Era de Rivadavia (1820-1829)
A partir de 1819 en el país se fueron definiendo claramente dos tendencias políticas: los federales,
partidarios de las autonomías provinciales, y los unitarios, partidarios del poder central de Buenos
Aires. Estas disputas políticas desembocaron en una larga guerra civil cuyo primer episodio fue la
batalla de Cepeda en febrero de 1820, cuando los caudillos federales de Santa Fe, Estanislao López,
y de Entre Ríos, Francisco Ramírez, derrocaron al directorio. A partir de entonces, cada provincia se
gobernó por su cuenta. La principal beneficiada por la situación fue Buenos Aires, la provincia más
rica, que retuvo para sí las rentas de la Aduana y los negocios del puerto.
Época de Rosas (1829-1852)
En 1829 uno de los estancieros más poderosos de la provincia, Juan Manuel de Rosas, asumió la
gobernación de Buenos Aires y ejerció una enorme influencia sobre todo el país. A partir de
entonces y hasta su caída en 1852, retuvo el poder en forma autoritaria, persiguiendo duramente a
sus opositores y censurando a la prensa, aunque contando con el apoyo de amplios sectores del
pueblo y de las clases altas porteñas. Durante el rosismo creció enormemente la actividad ganadera
bonaerense, las exportaciones y algunas industrias del interior que fueron protegidas gracias a la
Ley de Aduanas. Rosas se opuso a la organización nacional y a la sanción de una constitución,
porque ello hubiera significado el reparto de las rentas aduaneras al resto del país y la pérdida de la
hegemonía porteña.
Buenos Aires y la Confederación (1852-1862)
Justo José de Urquiza era gobernador de Entre Ríos, una provincia productora de ganado como
Buenos Aires que se veía seriamente perjudicada por la política de Rosas, que no permitía la libre
navegación de los ríos y frenaba el comercio y el desarrollo provinciales. En 1851, Urquiza se
pronunció contra Rosas y formó, con ayuda brasileña, el Ejercito Grande con el que derrotó
definitivamente a Rosas en Caseros el 3 de febrero de 1852. Urquiza convocó a un Congreso
Constituyente en Santa Fe que en mayo de 1853 sancionó la Constitución Nacional. Pero aunque ya
no estaba Rosas, los intereses de la clase alta porteña seguían siendo los mismos y Bartolomé Mitre
y Adolfo Alsina dieron un golpe de estado, conocido como la «Revolución del 11 de Septiembre de
1852». A partir de entonces, el país quedó por casi diez años dividido en dos: el Estado de Buenos
Aires y la Confederación (el resto de las provincias con capital en Paraná). La separación duró casi
diez años, hasta que en septiembre de 1861, el líder porteño Bartolomé Mitre derrotó a Urquiza en
Pavón y unificó al país bajo la tutela porteña.
Organización nacional (1862-1880)
Luego de la batalla de Pavón se sucedieron los gobiernos de Bartolomé Mitre (1862-68), Domingo
F. Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880), quienes concretaron la derrota de las
oposiciones del interior, la ocupación del todo el territorio nacional y la organización institucional
del país fomentando la educación, la agricultura, las comunicaciones, los transportes, la inmigración
y la incorporación de la Argentina al mercado mundial como proveedora de materias primas y
compradora de manufacturas.
República liberal (1880-1916)
En 1880 llegó al poder el general Julio A. Roca, quien consolidó el modelo económico
agroexportador y el modelo político conservador basado en el fraude electoral y la exclusión de la
mayoría de la población de la vida política. Se incrementaron notablemente las inversiones inglesas
en bancos, frigoríficos y ferrocarriles y creció nuestra deuda externa. En 1890 se produjo una grave
crisis financiera en la que se cristalizaron distintas oposiciones al régimen gobernante. Por el lado
político, la Unión Cívica Radical luchaba por la limpieza electoral y contra la corrupción, mientras
que, por el lado social, el movimiento obrero peleaba por la dignidad de los trabajadores desde los
gremios socialistas y anarquistas.
La lucha radical, expresada en las revoluciones de 1893 y 1905, y el creciente descontento social,
expresado por innumerables huelgas, llevaron a un sector de la clase dominante a impulsar una
reforma electoral para calmar los ánimos y trasladar la discusión política de las calles al parlamento.
En 1912, el presidente Roque Sáenz Peña logró la sanción de la ley que lleva su nombre y que
estableció el voto secreto y obligatorio.
Primeros gobiernos radicales (1916-1930)
La aplicación de la Ley Sáenz Peña hizo posible la llegada del radicalismo al gobierno. Los
radicales gobernaron el país entre 1916 y 1930 bajo las presidencias de Hipólito Yrigoyen (1916-
1922) (1928-1930) y Marcelo T. de Alvear (1922-1928), e impulsaron importantes cambios
tendientes a la ampliación de la participación ciudadana, la democratización de la sociedad, la
nacionalización del petróleo y la difusión de la enseñanza universitaria. El período no estuvo exento
de conflictos sociales derivados de las graves condiciones de vida de los trabajadores. Algunas de
sus protestas, como la de la Semana Trágica y la de la Patagonia, fueron duramente reprimidas con
miles de trabajadores detenidos y centenares de muertos.
Década infame (1930-1943)
El 6 de septiembre de 1930 los generales José Félix Uriburu y Agustín P. Justo encabezaron un
golpe de estado, apoyado por grupos políticos conservadores, y expulsaron del gobierno a
Yrigoyen, inaugurando un período en el que volvió el fraude electoral y la exclusión política de las
mayorías. En 1933 se firmó el Pacto Roca-Runciman con Inglaterra, que aumentó enormemente la
dependencia Argentina con ese país. Se sucedieron los gobiernos conservadores (el general Uriburu,
entre 1930 y 1932; el general Justo, entre 1932 y 38; Roberto Ortiz, entre 1938 y 1942, y Ramón
Castillo, entre 1942 y 1943), que se desentendieron de los padecimientos de los sectores populares y
beneficiaron con sus políticas a los grupos y familias más poderosas del país.
Ascenso y auge del peronismo (1943-1955)
En 1943 un grupo de militares nacionalistas dio un golpe de estado y derrocó al presidente Castillo.
Dentro de este grupo se destacó el coronel Juan Domingo Perón, quien, desde la secretaría de
Trabajo y Previsión, llevó adelante un política tendiente a mejorar la legislación laboral y social
(vacaciones pagas, jubilaciones, tribunales de trabajo). El apoyo popular a Perón lo condujo al
gobierno en las elecciones de 1946. Durante sus dos presidencias (1946-1952 y 1952-1955) Perón,
que ejerció el poder limitando el accionar de la oposición y censurando a la prensa, impulsó una
política que combinaba el impulso de la industria, el empleo, las comunicaciones y los transportes,
con la acción social desarrollada por Eva Perón a través de la construcción de hospitales, escuelas,
hogares para niños y ancianos, y ayuda económica para los más pobres.
“Revolución libertadora” (1955-1958)
En 1955 un golpe militar con amplio apoyo político y social derrocó a Perón, quien marchó al
exilio. Tras el breve interregno de Lonardi, militar de corte nacionalista y católico, un nuevo golpe
de comando puso al Ejército, representado por Pedro Eugenio Aramburu, y a la Marina,
representada por Isaac Rojas, a la cabeza de un gobierno, cuyo objetivo medular era eliminar al
peronismo de la vida nacional, apuntando fundamentalmente al movimiento obrero. El decreto 4161
y los fusilamientos de junio de 1956, máxima expresión de la reacción, se combinaron con la
reforma de la constitución (1957) y la implementación de un proyecto económico liberal ideado
por Raúl Prebisch, que buscaba desmontar el modelo peronista y lograr la “estabilización”
económica con el respaldo del FMI. En este marco de violenta persecución, comenzó la
denominada “resistencia peronista”, que se extendió también a numerosos sectores populares no
peronistas. No sin oposición interna, el régimen militar concedió una apertura electoral que creyó
controlar y que dio paso al período de las democracias condicionadas encabezadas por gobiernos
radicales.
Frondizi e Illia (1958-1966)
En 1958 el líder de la Unión Cívica Radical Intransigente, Arturo Frondizi, llegó al gobierno tras
sellar una alianza con Perón. Sin embargo, su política desarrollista, llevada a cabo mediante la
contratación de empresas extranjeras para la extracción de petróleo y la gestión de un crédito del
FMI, condicionado a la implementación de medidas liberales, no tardaron en granjearle la hostilidad
del peronismo. Para hacer frente a las manifestaciones de descontento, el gobierno puso en marcha
el “plan Conintes”, que otorgó al Ejército la facultad de arrestar, detener e interrogar a gremialistas
y opositores. Su política exterior y el triunfo del peronismo en las elecciones de 1962 precipitaron
un nuevo golpe de estado. Procurando salvar la institucionalidad, asumió el presidente del Senado,
el radical José María Guido, cuyo gobierno estuvo tutelado desde las filas castrenses. Las elecciones
presidenciales de 1963, con proscripción del peronismo, llevaron a la presidencia a Arturo Illia, de
la Unión Cívica Radical del Pueblo. La anulación de los contratos petroleros, la Ley de
Medicamentos y un aumento en la inversión en salud y educación cosecharon hostilidad en el
empresariado. El peronismo, especialmente su base sindical, y la prensa llevaron adelante una fuerte
campaña contra el líder radical, dejando el terreno libre para que, una vez más las Fuerzas Armadas,
asestaran un nuevo golpe a la democracia. El 28 de junio de 1966, Juan Carlos Onganía asumió de
facto el mando del país. Contaba, una vez más, con amplio apoyo político y social.
La “Revolución argentina” (1966-1973)
El general Juan Carlos Onganía aplicó, con apoyo del FMI, un fuerte programa liberal orientado a
satisfacer los intereses de los grandes grupos económicos, al tiempo que, bajo los auspicios de la
Doctrina de la Seguridad Nacional impulsada por Estados Unidos, convirtió la persecución del
peronismo en la del comunismo y de las guerrillas. Implantó una rígida censura, que alcanzó a toda
la prensa y a todas las manifestaciones culturales, incluyendo la intervención de las universidades y
la expulsión de profesores opositores, que derivó en lo que se conoce como la “fuga de cerebros”.
Sin embargo, las movilizaciones estudiantiles, las insurrecciones populares (como el Cordobazo) y
la organización guerrillera debilitaron al gobierno provocando un golpe interno. En junio de 1970
asumiría Roberto Levingston, de corte nacionalista, que no lograría contener las protestas populares
y la actividad guerrillera. Una segunda manifestación popular en Córdoba, conocida como el
“Viborazo”, dio por tierra con este nuevo gobierno. En marzo de 1971, asumió Alejandro Agustín
Lanusse, quien propugnó una política conciliatoria, a través del GAN (Gran Acuerdo Nacional),
permitiendo el regreso de Juan Domingo Perón y convocando a elecciones nacionales sin
proscripciones para el peronismo. En marzo de 1973, el triunfo sería para los candidatos de esa
fuerza, Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima.
Vuelta de Perón (1973-1976)
Entre 1973 y 1976 gobernó nuevamente el peronismo con cuatro presidentes (Cámpora, 1973;
Lastiri, 1973; Perón, 1973-1974; e Isabel Perón 1974-1976), quienes intentaron retomar algunas de
las medidas sociales del primer peronismo, como el impulso de la industria y la acción social, el
mejoramiento de los sueldos y el control de precios. Pero los conflictos internos del movimiento
peronista y la guerrilla, sumados a la crisis económica mundial de 1973, complicaron la situación,
que se agravó aún más con la muerte de Perón en 1974 y la incapacidad de su sucesora, Isabel
Perón, de conducir el país. Esta crisis fue aprovechada para terminar con el gobierno democrático y
dar un nuevo golpe militar, que contó una vez más con un amplio respaldo civil.
El regreso del peronismo al poder en 1973, no fue solo un hecho politico, tambien fue
profundamente significativo para el pais pues marcaba el fin de la dictadura militar que duró 7 años,
se continuo con la politica universitaria plurlista de puertas abiertas.
Dictadura (1976-1983)
La dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1983 contó con el decisivo respaldo de los
grandes grupos económicos nacionales y el financiamiento permanente de los grandes bancos
internacionales y los organismos internacionales de crédito, como el Banco Mundial y el FMI. El
saldo de su gestión fue el de miles de muertos y desaparecidos, centenares de miles de exiliados, la
derrota del Ejército argentino en Malvinas, la multiplicación de la deuda externa por cinco, la
destrucción de gran parte del aparato productivo nacional y la quiebra y el vaciamiento de la
totalidad de las empresas públicas a causa de la corrupción de sus directivos y de la implementación
de una política económica que beneficiaba a los grupos económicos locales y extranjeros.
Raúl Alfonsín (1983-1989)
El 10 de diciembre de 1983, después de casi veinte años, el radicalismo volvía al gobierno tras el
triunfo de Raúl Alfonsín. Empujado por la fuerza de los organismos de derechos humanos que
nacían tras la feroz represión militar, el líder radical abrió las puertas a las denuncias y a una
primera investigación sobre los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura, que se
reflejó en el informe de la CONADEP y que permitió que fueran juzgadas las cúpulas militares en
el Juicio a las Juntas. Aunque insuficiente para algunos organismos, la política de derechos
humanos de Alfonsín fue severamente atacada por amplios sectores militares, que produjeron el
movimiento carapintada, los retrocesos hacia las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y el
último intento guerrillero que culminó en la masacre de La Tablada. Pero lo que había cambiado
sustancialmente eran las bases económicas. Con el creciente poderío de los grupos financieros y un
mecanismo de endeudamiento externo incontrolable, Alfonsín cedió ante las recetas liberales y no
logró reencauzar una economía desindustrializada y anémica. Con escaso apoyo social, frente a un
peronismo conspirativo y con los grupos económicos en contra, la hiperinflación obligó a Alfonsín
a renunciar antes de tiempo. Vendría el tiempo del “menemato”.
Carlos Menem (1989-1999)
La caída del Muro de Berlín y el fin de la era del mundo bipolar se combinaron con el avance de
Estados Unidos hacia la región latinoamericana, cuya formulación más emblemática en materia
económica fue el Consenso de Washington, una serie de medidas que establecían la aplicación en
América Latina de un proyecto de corte neoliberal. Carlos Menem, el candidato peronista que
accedió a la presidencia en 1989, procedió paradójicamente a implementar este programa, que se
encontraba en las antípodas de su prédica electoral y de los postulados históricos del peronismo. La
privatización de empresas estatales, como YPF, Aerolíneas Argentinas, Entel, Gas del Estado, entre
otras, fue acompañada por una apertura indiscriminada del mercado a los productos y capitales
extranjeros y por una política de “relaciones carnales” con los Estados Unidos. El proyecto se
completó con el Plan de Convertibilidad monetaria impulsado por Domingo Cavallo y las
renegociaciones de la deuda externa, que provocaron una mayor dependencia y endeudamiento. El
modelo suscitó el apoyo de los sectores medios, que inicialmente se vieron beneficiados por la
política monetaria y de importación. Pero pronto comenzaron a hacerse visibles los efectos
devastadores en términos sociales y culturales, con una explosión de la desocupación y de la
pobreza, y con la visibilidad e impunidad de la corrupción a gran escala. A ello se sumaba una
política de “reconciliación” plasmada con los indultos a las cúpulas militares que implementaron el
Terrorismo de Estado y también a las guerrilleras. El descontento social no se hizo esperar y
algunos estallidos populares (Santiagueñazo y piqueteros en CutralCó y General Mosconi) fueron
acompañados por la convergencia política de amplios sectores en lo que terminaría conformando el
crítico y progresista espacio del FREPASO y la posterior moderada Alianza en 1997, que con
Fernando de la Rúa a la cabeza, pondría fin al gobierno menemista en 1999, pero no al modelo
neoliberal implementado.
Entre fines de los años 90 y 2003 se desarrollaron al menos cinco procesos de
respuestas populares a esta crisis. Surgieron y se expandieron grupos de
desempleados para exigirle al Estado trabajo y planes de empleo y para
garantizar su subsistencia cotidiana. Estos potentes movimientos de trabajadores
desocupados protestaban bloqueando rutas y puentes con piquetes, y por eso se
los conoció como «piqueteros». Surgieron nodos de redes de trueque, que
buscaban paliar la carencia de dinero necesario para el mercado a través del
intercambio de bienes o saberes, en un circuito informal que en su auge involucró
a dos millones de personas. Se expandieron los comedores populares que,
obteniendo insumos del Estado y eventualmente de donaciones, garantizaban un
plato de comida para niños y adultos al borde de la indigencia. Surgieron
asambleas barriales, generalmente en barrios de clases medias, cuya movilización
no respondía solo a una necesidad económica de los propios asambleístas (no
eran necesariamente ahorristas estafados, ni indigentes, ni desempleados), sino
básicamente a la crisis político-institucional de representación. También ha
habido unos dos centenares de empresas recuperadas por sus trabajadores
después de su quiebra, cierre o abandono por parte de sus anteriores propietarios.
Estas respuestas surgieron en distintos momentos y frente a diferentes conflictos.
A partir de la crisis de diciembre de 2001 se organizaron asambleas de vecinos.
Las organizaciones de desocupados se remontan a la segunda mitad de la década
de 1990 –en el Gran Buenos Aires comienzan a aparecer en 1997–. Los
comedores populares surgieron a fines de la década de 1980, durante la crisis
hiperinflacionaria a partir de la cual se restringieron planes alimentarios del
Estado. Los nodos de trueque se iniciaron a mediados de los años 90. Numerosas
fábricas fueron tomadas y recuperadas por sus trabajadores desde fines de 2001,
como respuesta colectiva ante el cierre de fuentes de trabajo en un contexto
desolador.
Si bien todas estas reacciones populares tuvieron su auge en la crisis de 2001-
2002, las asambleas y el trueque fueron las menos perdurables. Los comedores
populares se consolidaron, aunque su uso disminuyó con el descenso posterior
del desempleo. Muchas empresas recuperadas siguen existiendo, pero perdieron
potencia como movimiento, en su momento tan idealizado por Naomi Klein y
algunos intelectuales autonomistas. Y, por último, el movimiento piquetero fue
perdiendo fuerza, ya sea por el crecimiento del empleo, por políticas sociales más
robustas o por la fluida relación de algunos sectores con el gobierno desde 2003.
Al mismo tiempo, en estos últimos años algunos movimientos se han incorporado
a la nueva Central de Trabajadores de la Economía Popular (ctep). Esta central
agrupa a todo tipo de trabajadores excluidos del trabajo formal y, por esa razón,
habitualmente no reconocidos por el sindicalismo tradicional: desde
cooperativistas hasta vendedores ambulantes, recicladores, cartoneros, artesanos
o campesinos.
2016-2017
Al comparar brevemente estas tres grandes crisis argentinas, se plantea al menos
una certeza y una pregunta. La certeza es que no se puede explicar el ciclo de
protestas sociales de 2016 y 2017 sin comprender la diversidad de actores,
identidades sociales y repertorios de acción surgidos en las crisis precedentes.
Las respuestas han sido sumamente disímiles, aunque al mismo tiempo fueron
conformando un repertorio de posibles acciones populares. Deseables para unos,
temidas por otros. La pregunta remite al significado del término «crisis» y a
cómo operan las dimensiones económicas, políticas y culturales.
Argentina atravesó un año de recesión con alta inflación en 2016. Las políticas
económicas, laborales, sociales y de derechos humanos del gobierno de Macri
tuvieron como respuesta un ciclo de protesta que se abrió en marzo de ese año y
que aún no se ha cerrado. Los organismos de derechos humanos tuvieron un
fuerte protagonismo en estos años. Al momento de escribir este artículo, en
noviembre de 2017, cabe destacar la lucha por la liberación de la dirigente social
Milagro Sala –considerada presa política por gran parte de la oposición y por
quien han planteado demandas de liberación varios organismos internacionales–
y las movilizaciones por la desaparición de Santiago Maldonado cuando apoyaba
una protesta mapuche en la Patagonia 5.
Las acciones de la Confederación General del Trabajo (cgt) expresan, con una
composición social muy diferente, una extensa tradición gremial, presente en la
crisis de 1982-1983 y en todos los años posteriores, pero muy fortalecida por el
crecimiento del empleo y de los sindicatos entre 2003 y 2015. De todos modos,
las clásicas divisiones en el sindicalismo argentino entre sectores más
confrontativos y más «negociadores» han imposibilitado hasta ahora un plan de
lucha. La cgt realizó acciones aisladas pero no conduce las respuestas populares
al ajuste.
Otra movilización muy impactante en 2016, que se repitió en 2017, fue la que
tuvo lugar el día de San Cayetano, el patrono del trabajo. Históricamente, cada 7
de agosto una multitud se dirige a la parroquia y al santuario de San Cayetano,
ubicados en el barrio porteño de Liniers. Pero en 2016, tres organizaciones con
diferentes orientaciones políticas promovieron una movilización que fue desde
ese sitio hasta la Plaza de Mayo, recorriendo la ciudad de oeste a este. Si en las
movilizaciones de derechos humanos hay una masiva presencia de amplios y
heterogéneos sectores medios, con participación de sindicatos y organizaciones
sociales, en las movilizaciones gremiales los sectores medios no sindicalizados
son una excepción. En cambio, la movilización de San Cayetano expresa a los
trabajadores no registrados, que ahora se autodenominan parte de la «economía
popular» y que en gran medida engrosaron las movilizaciones de «trabajadores
desocupados» o «piqueteros», especialmente entre 2000 y 2002.
Cabe mencionar asimismo grandes movilizaciones docentes, tanto en 2016 como
en 2017, la movilización universitaria, la protesta de científicos que llegó a tomar
por cinco días el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y
numerosas protestas contra el cierre de empresas y la pérdida de fuentes de
trabajo. A esto se pueden agregar otras movilizaciones que ha habido en
diferentes provincias, con menor repercusión en los grandes medios. Esto incluye
protestas por crisis de economías regionales, demandas ambientales y
movilizaciones indígenas. Y todavía hay que mencionar que desde 2015 se viene
organizando el movimiento «Ni una menos» contra los femicidios y la violencia
de género, que ha producido movilizaciones de decenas o centenares de miles
cada año, además del primer paro de mujeres.
En Argentina el Índice de Precios al Consumidor cerró con 211,4% en 2023 con
un gran impacto del mes de diciembre, donde superó el 25%, según el Instituto
Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
En enero y febrero de 2024, Argentina tuvo superávit fiscal por
primera vez en muchos años. La inflación también está comenzando a
descender, pero aún se mantiene en niveles altos. El riesgo país
también se ha reducido, pasando de 2.100 puntos en enero a 1.432
en marzo de 2024. Sin embargo, continúa siendo uno de los más altos
en la región.
GOBIERNO
Forma de Gobierno
La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma Representativa, Republicana y Federal.
Es Representativa porque gobiernan los representantes del pueblo.
Es Republicana pues los representantes son elegidos por el pueblo a través del sufragio y porque
existe la división de poderes (Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial) y se adopta
una Constitución escrita.
Es Federal porque los Estados Provinciales conservan su autonomía, a pesar de estar reunidos bajo
un gobierno común (Gobierno Nacional).
Los tres Poderes se controlan unos a otros para garantizar la descentralización del poder.
Posee un régimen democrático y sistema de gobierno presidencialista.
La Constitución nacional fue sancionada en 1853 y reformada en 1860, 1898, 1957 y 1994.El tipo
de sufragio es universal y obligatorio a partir de los 18 años de edad.
Acerca de los Tres Poderes
Organización Política
La República Argentina es un estado federal constituido por 23 Provincias y una Ciudad Autónoma.
Cada provincia y la ciudad de Buenos Aires elige por sufragio directo a sus gobernantes y
legisladores; asimismo, los estados provinciales organizan y sostienen su administración de Justicia.
Acerca de los Estados Provinciales
Fiel guardiana del bienestar de sus habitantes, la Argentina posee instituciones que ayudan a
garantizar el correcto ejercicio de los poderes y los derechos de su pueblo.
Acerca de Otras Instituciones de Estado
Para conservar el patrimonio y la seguridad del país es que existen quienes se forman con el fin de
contribuir a la defensa nacional protegiendo y garantizando la soberanía e independencia, la
integridad territorial, la capacidad de autodeterminación, la vida y libertad de los habitantes y los
recursos de la Nación.
La Constitución argentina
La Constitución argentina es una ley escrita.
La Constitución argentina está dividida en tres partes: preámbulo, primera parte, segunda parte.
El preámbulo resume los objetivos de la Constitución.
La primera parte habla de declaraciones, derechos y garantías.
Las declaraciones son los principios fundamentales de la organización del país. Los derechos tienen
que ver con nuestro desarrollo como personas. Las garantías son reglas para asegurar el respeto de
nuestros derechos.
La segunda parte habla de las autoridades de la nación.
La Constitución argentina es una ley escrita.
La Constitución argentina nos organiza políticamente como país.
La organización política del país tiene que ver con: los derechos de los ciudadanos,
el reparto del poder político.
Todos los ciudadanos tenemos derechos.
El poder político en nuestro país está repartido en tres: Poder Ejecutivo: presidente,
Poder Legislativo: diputados y senadores, Poder Judicial: jueces.
La Constitución argentina hace de nuestro país un Estado.
Un Estado es un país organizado políticamente.
La Constitución argentina se creó en el año 1853 y se modificó varias veces.
La Constitución argentina se modificó por última vez en el año 1994.
DIVISIÓN DE PODERES
¿Cómo se dividen los Poderes del Estado según la Constitución Nacional?
Se dividen en: Poder Legislativo, Poder Ejecutivo y Poder Judicial.
¿Quién ejerce el Poder Ejecutivo Nacional?
Está a cargo de un ciudadano con el título de “Presidente de la Nación Argentina” y representa a
nuestro país ante los demás Estados. Es elegido por el pueblo. Dura 4 años en su cargo y puede ser
reelegido cuando termina su mandato. Luego, ya no puede ser vuelto a elegir hasta que pasen al menos
4 años.
¿Quién ejerce el Poder Legislativo Nacional?
El Congreso de la Nación, que está compuesto por dos Cámaras: una de Diputados de la Nación y otra
de Senadores que representan a las provincias y a la CABA. Son elegidos por el voto del pueblo.
¿Quién ejerce el Poder Judicial?
La Corte Suprema de Justicia de la Nación y los demás tribunales inferiores (cámaras de apelaciones,
tribunales orales, jueces de primera instancia, etc.) Los jueces no son elegidos por el voto popular sino
por un sistema especial en el que interviene el Consejo de la Magistratura.Los jueces de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación son elegidos por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado.
Conservan sus cargos mientras dure su buena conducta.
MONEDA
El peso argentino (cuyo símbolo es $) es la moneda de la República Argentina. Comenzó a circular
el 1 de enero de 1992 como divisa independiente, pues anteriormente su valor dependía del dólar.
Los billetes argentinos actuales son de 10, 20, 50, 100, 200, 500, 1000 y 2000 pesos. Sin embargo,
los cuatro primeros ya no se fabrican: simplemente siguen en circulación los ejemplares emitidos
entre 1997 y 2018. Los más nuevos son de papel y tienen elementos de seguridad. Actualmente, las
monedas de Argentina son de 1, 2, 5 y 10 pesos, así como de 1, 5, 10, 25 y 50 centavos. El centavo
es la centésima parte de un peso.
TERRITORIO
Argentina es uno de los países más australes del mundo. Se sitúa en el extremo sur del continente
americano y se expande además sobre una porción del continente antártico, cuya soberanía se
reclama.
Argentina limita al oeste con Chile, al norte con Bolivia y Paraguay, al este (de norte a sur) con
Brasil, Uruguay y el Océano Atlántico, y al sur con el Pasaje de Drake. El país también tiene acceso
al Océano Pacífico a través del Estrecho de Magallanes.
Superficie:
Argentina tiene una superficie de 2.795.677 km2 en el continente americano, la cual se extiende
3.694 kilómetros de norte a sur y 1.423 kilómetros de este a oeste.
De esa superficie, 2.780.400 km2 corresponde a territorio bajo soberanía efectiva. El resto
corresponde a las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, cuyo ejercicio de soberanía se
reclama, puesto que en la actualidad están ocupadas por el Reino Unido .
Pertenece a la familia neoromanista