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Presidencialismo y democracia en América Latina
CAPÍTULO 1: REVISIÓN DE LOS TÉRMINOS DEL DEBATE
El argumento empírico contra el presidencialismo se basa mayormente en la experiencia
latinoamericana. Este argumento presenta dos problemas:
(1) la democracia presidencialista ha existido sobre todo en América latina, lo cual hace difícil separar
los obstáculos para la democracia en esa región que se derivan del tipo de régimen y los que se
originan en factores socioeconómicos o de otra índole;
(2) la democracia parlamentaria se presenta casi exclusivamente en Europa o en ex colonias
británicas, lo cual debería inducirnos a sospechar de los argumentos que sostienen que el
parlamentarismo funcionaría igualmente bien fuera de esos contextos.
Este capítulo se propone tres tareas principales:
Primero, definimos la democracia presidencialista en contraste con otros difundidos tipos de régimen,
en especial el parlamentarismo. Tener una definición concisa del tipo de régimen es un primer paso
crucial para poder distinguir variaciones entre regímenes presidencialistas.
Segundo, abordamos el debate acerca de la eficacia de los regímenes presidencialistas para la
supervivencia de la democracia. Al hacerlo, desafiamos el consenso existente, que se ha
concentrado en exceso en las fallas del presidencialismo y no ha hecho suficiente hincapié en el
contexto más amplio en que éste ha prevalecido.
Tercero, comenzamos analizando los factores que afectan marcadamente el funcionamiento y el
desempeño de las democracias presidencialistas. Muy a menudo, a nuestro entender, el
presidencialismo es tratado como un tipo homogéneo. Este libro muestra que esa suposición es
incorrecta: Identificamos variaciones en el tipo de régimen presidencialista.
Sostenemos que la "fortaleza" de los presidentes -su capacidad para ejercer influencia sobre
la legislación- descansa sobre dos categorías de poderes presidenciales: poderes
constitucionales y partidarios. La interacción entre los poderes constitucionales y partidarios
de los presidentes da forma al carácter de las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo y
determina en gran medida la capacidad de los presidentes para transformar en políticas un
programa legislativo.
Los poderes constitucionales permiten al presidente dar forma a los resultados de las políticas del
sistema sin importar que sean o no líderes de un partido de mayoría legislativa.
El poder partidario es la capacidad de moldear el proceso de confección de la ley en base a la
posicion del presidente ante el sistema de partidos. El presidente puede ser o no el lider indisputable
del partido mayoritario.
1. 1 Una definición de la democracia presidencialista
Optamos por una definición procedimental de la democracia. Específicamente, una democracia debe
satisfacer tres criterios.
En primer lugar, las democracias deben celebrar elecciones abiertas y competitivas que
determinen quién será el encargado de establecer la política pública. Deben contemplar la
alternancia en el poder, aunque de hecho no se produzca.
Segundo, en el período contemporáneo debe existir el sufragio adulto prácticamente universal.
Tercero, deben existir garantías básicas para los derechos civiles tradicionales, tales como la
libertad de palabra, la libertad de organización y el debido proceso legal.
¿Qué queremos decir con la expresión "democracia presidencialista"?
Los rasgos fundamentales del presidencialismo -cualesquiera sean las variaciones que existan entre
sus diversos tipos- son el origen separado y la supervivencia separada de el jefe de gobierno y la
asamblea.
Elección popular: En un sistema presidencial, el jefe de gobierno es electo popularmente.
Elección popular significa elección directa.
Mandatos fijos: Cuando nos referimos al régimen presidencialista tanto la asamblea como el
jefe del Ejecutivo ejercen mandatos fijos, queremos decir que la supervivencia de cada uno de ellos
en el cargo no depende del otro. Ni el presidente puede disolver el congreso, ni el congreso puede
relevar al presidente antes de finalizar el mandato.
Una nueva evaluación del desempeño del presidencialismo
El punto de partida de las críticas al tipo de régimen presidencialista, refiere a la sustentabilidad de la
democracia a lo largo de períodos prolongados. Es decir, parten de la observación que pocas de las
democracias que han sido estables por mucho tiempo han sido presidencialistas.
Los analisis que argumentan contra el presidencialismo pueden estar presos de cierta parcialidad en
la selección de casos.
Cuando se argumenta que la ruptura de la democracia puede ser atribuida puede ser atribuida al
presidencialismo, implicitamente se está argumentando que en ese mismo país un régimen
parlamentario podría no haber colapsado. Dada la ausencia de sistema parlamentarios en america
del Sur, no podemos estar seguros de que esos colapsos resultaran del presidencialismo más que de
las condiciones más generales que afligían a la democracia sudamericana.
Democracia, tipo de régimen y condiciones contextuales desde los años setenta
1) Un gran numero de microestados se independizaron de GB en los años setenta y ochenta y todos
ellos sistemas parlamentarios.
2) Se incrementaron los regimenes presidencialistas en categorías de ingreso bajo o medio-bajo.
- Los regimenes que no tuvieron rupturas democraticas se encuentran en Europa o en otros países
de altos ingresos.
- No hay sistemas presidencialistas en micro estados; muchos de los estados presidencialistas son
excepcionalmente grandes. El parlamentarismo cuenta con una ventaja simplemente porque sucedió
en Gran Bretaña, un sistema parlamentario, colonizo muchos estados pequeños.
- Las sociedades latinoamericanas tienen extremas desigualdades entre clases y regiones. La
desigualdad es adversa a la estabilidad de la democracia, el presidencialismo tiene una enorme
desventaja.
- El presidencialismo fue mayormente adoptado por países latinoamericanos y africanos. Mientras
que el parlamentarismo ha sido adoptado en la mayor parte de europa y en las ex colonias brítanicas
donde posiblemente las condiciones para la democracia sean en general más favorables.
El argumento en contra del presidencialismo
1. En primer lugar, los críticos del presidencialismo afirman que el mandato fijo del cargo presidencial
introduce una rigidez que es menos favorable a la democracia que la flexibilidad que ofrecen los
mecanismos parlamentarios de no confianza y disolución. Sostienen que el mandato presidencial fijo
provoca dificultades a la hora de hacer frente a crisis importantes.
No solo es díficil remover a los presidentes de sus cargos, sino que tampoco puede el jefe del
ejecutivo puede reforzar su autoridad ya sea mediante un voto de confianza o por medio de la
disolución del parlamento para convocar nuevas elecciones. Por consiguiente, el liderazgo
presidencial puede ser más débil que el que ejercen algunos primeros ministros. Las constituciones
presidencialistas manifiesta a menudo una contradiccón “entre el deseo de un ejecutivo fuerte y
estable y la sospecha latente hacis ese mismo poder presidencial”.
Así como el presidencialismo torna difícil el reemplazo de un jefe de gobierno democráticamente
electo que ya no goza de apoyo, generalmente impide la extensión del mandato de presidentes
populares más allá de los límites fijados constitucionalmente. Por consiguiente, los presidentes
cuentan con relativamente poco tiempo para llevar a cabo sus proyectos, y por lo tanto a menudo se
ven tentados de tratar de realizar demasiado en muy poco tiempo. Linz ha argumentado
persuasivamente que el deseo de restringir la reelección es en sí mismo un subproducto de la
concentración del Poder Ejecutivo en manos de una sola persona. Semejantes temores
forzosamente no emergen bajo el parlamentarismo y, en consecuencia, no se encuentran límites a
los mandatos en ningún régimen parlamentario.
2. Una segunda crítica de los sistemas presidencialistas es que presentan mayores tendencias al
inmovilismo que los sistemas parlamentarios, por dos razones principales. Primero, en comparación
con los sistemas parlamentarios, los sistemas presidencialistas son más aptos para engendrar
gobiernos de minoría y poderes ejecutivos débiles. Segundo, los sistemas presidencialistas son
menos capaces que los sistemas parlamentarios de manejar esos problemas cuando ellos surgen. A
veces resultan elegidos presidentes que disfrutan de un escaso apoyo en el Congreso, lo cual puede
fácilmente conducir a amargas luchas entre el Ejecutivo y el Legislativo.
Bajo estas díficiles circunstancias de paralisis en las relaciones entre el ejecutivo y legislativo y con
un calendario fijo, tanto los presidentes como la oposición se ven a menudo tentados de recurrir a
mecanismos extraconstitucionales para alcanzar sus objetivos. En las democracias presidencialistas,
el inmovilismo ha sido con frecuencia un ingrediente crucial de los golpes de Estado.
3. Una tercera crítica del presidencialismo es que éste incorpora una lógica en la que "el ganador se
lleva todo" que es poco favorable a la estabilidad democrática. En los sistemas presidenciales, la
elección popular tiende a imbuir a los presidentes de la sensación de que no necesitan enfrentar el
tedioso proceso de construir coaliciones y hacer concesiones a la oposición.
4. El lado negativo de las elecciones populares directas es que pueden resultar elegidas
personalidades ajenas a la clase política [outsiders] con escasa experiencia en política partidaria y
legislativa. En algunos países, los presidentes no necesariamente gozan de un apoyo seguro ni
siquiera dentro de sus propios partidos. En el peor de los casos, la elección popular directa puede
servir como incentivo para la demagogia y el populismo.
Las ventajas del presidencialismo
Mayor cantidad de opciones para los votantes
La elección directa del jefe del Ejecutivo otorga a los votantes dos opciones electorales en lugar de
una sola. La existencia de elecciones tanto para el Ejecutivo como para el Legislativo proporciona a
los votantes un abanico más libre de opciones. Ellos pueden dar su apoyo a un partido en el plano
legislativo y a otro para la jefatura del Ejecutivo.
Responsabilidad e identificabilidad electoral
El presidencialismo presenta algunas ventajas en términos de rendición de cuentas [accountability] e
identificabilidad. En función del principio de maximización de la rendición de cuentas directa de los
funcionarios electos hacia los votantes, el presidencialismo es superior al parlamentarismo en
contextos pluripartidistas porque el jefe del Ejecutivo es elegido en forma directa por el voto popular.
Los presidentes (cuando está permitida la reelección) o sus partidos pueden ser juzgados por los
votantes en elecciones subsiguientes.
La identificabilidad es elevada cuando los votantes peuden reconocer a quienes compiten por el
control del ejecituvo y pueden establecer una conexión lógica nmediata entre su candidato o partido
preferido y su voto óptimo. La identificabilidad es reducida cuando los votantes no pueden predecir
con facilidad cuál será el efecto de su voto en términos de la composición del ejecutivo.
En los sistemas parlamentarios pluripartidistas, aun cuando el ciudadano tenga una noción clara de
cuáles son los partidos que deberían ser considerados responsables por las fallas de determinado
gobierno, a menudo no resulta evidente que votar por cierto partido aumente la probabilidad de
excluir a otro de la coalición gobernante. La naturaleza del ejecutivo, muchas veces, depende de las
negociaciones postelectiorales. El votante raramente puede predecir el impacto de su voton en las
elecciones parlamentarias sobre la formación del ejecutivo.
Independencia del Congreso en cuestiones legislativas
Dado que los representantes parlamentarios en un sistema presidencialista pueden trabajar sobre la
legislación sin preocuparse sobre las consecuencias inmediatas que ello pueda tener para la
supervivencia del gobierno, cada asunto puede ser considerado según sus propios méritos más que
como una cuestión de "confianza" en el liderazgo del partido o la coalición gobernante. En este
sentido específico, los legisladores ejercen un juicio independiente sobre los asuntos legislativos. Por
supuesto, es precisamente esta independencia de la asamblea respecto del Ejecutivo lo que puede
generar el problema del inmovilismo. No obstante, allí donde los presidentes gozan de un apoyo
sustancial en la asamblea, la oposición legislativa a las iniciativas del Ejecutivo puede promover la
construcción de consensos y puede evitar que sean aprobadas leyes mal concebidas con el único
propósito de prevenir una crisis de confianza.
Mandatos fijos versus inestabilidad del gabinete
El presidencialismo eleva el umbral para la remoción del jefe del Ejecutivo; sus oponentes deben
esperar hasta el final de su mandato o promover gobiernos no democráticos. Puede haber casos en
los cuales este umbral más alto para el cambio de gobierno sea deseable, dado que se supone que
proporcionará mayor predecibilidad y estabilidad al proceso de toma de decisiones que los frecuentes
desmantelamientos y reconstrucciones de los gabinetes que aquejan a algunos sistemas
parlamentarios, y que podrían ser especialmente persistentes en las condiciones de inestabilidad
macroeconómica y escasez que afectan a buena parte del mundo menos desarrollado. El problema
de los mandatos fijos podría ser mitigado por la institución de mandatos más breves.
El presidencialismo puede impedir juegos en los que el ganador se lleva todo
Los sistemas parlamentarios con un partido mayoritario disciplinado son los que ofrecen menores
controles sobre el partido gobernante y, por consiguiente, promueven más que los sistemas
presidencialistas un enfoque donde "el ganador se lleva todo".
Dada la combinación de partidos disciplinados, distritos electorales uninominales en sistemas de
pluralidad simple y la atribución de disolver el parlamento en manos del primer ministro, los sistema
de tipo Westminster proporcionan escasos controles legislativos sobre el primer ministro.
El presidencialismo, en cambio, se basa en un sistema de frenos y contrapesos. Aunque
pueden ser criticados desde otras perspectivas, esos frenos y contrapesos inhiben las tendencias a
que "el ganador se lleve todo". Los frenos y contrapesos están diseñados, precisamente, para limitar
la posibilidad de que el que gana se quede con todo. Si pierde la presidencia, un partido o coalición
puede de todos modos controlar votos decisivos en el Congreso, situación que en la mayoría de los
países permitiría poner limites al presidente.
EL PODER DE LOS PRESIDENTES
Clasificamos a los presidentes en "fuertes" o "débiles" en base a la capacidad para poner su
propio sello sobre las políticas, o sea, para llevar a cabo su agenda. Hay dos medios principales
a través de los cuales los presidentes pueden tener esa influencia. Uno es poseer poderes
constitucionales inherentes al cargo de presidente que obliguen a que sus preferencias sean
tomadas en consideración a la hora de aprobar las leyes. Otra es que tengan control sobre sus
propios partidos y que éstos controlen una mayoría de escaños. Presumiblemente, esos dos factores
-a los que podríamos denominar poderes constitucionales y partidarios sobre la legislación-
interactúan para determinar el grado de influencia que tienen los presidentes sobre las políticas -y,
por lo tanto, su fortaleza-.
Tipos de poderes legislativos
Los poderes que permiten al presidente establecer un nuevo status quo pueden ser denominados
poderes proactivos. Los poderes que solamente le permiten al presidente defender el status quo
contra las tentativas de la mayoría de la mayoría legislativa pueden ser catalogados como poderes
reactivos.
Veto (e insistencia)
Los presidentes con poder de veto pueden firmar o vetar una ley enviada hasta su despacho por el
Congreso.Si es vetada, prevalece el statu quo a menos que el Congreso logre superar el veto. El
veto es un Poder Legislativo reactivo, en el sentido de que permite al presidente defender el statu
quo. El veto es un intrumento que permite al presidente obstaculizar el cambio. Una insistencia que
requiere de una mayoría absoluta -es decir, del 50% - es clasificada como “veto débil” y en presencia
de cualquier otro requisito más estricto el veto es considerado “fuerte”.
Veto parcial
En unas pocas constituciones los presidentes pueden vetar disposiciones específicas de una ley. En
el caso de un verdadero veto parcial -conocido como un veto de ítems, los presidentes pueden
promulgar los ítems o artículos de la ley con los cuales están de acuerdo, a la vez vetar y devolver al
Congreso para su reconsideración sólo las porciones vetadas.
Poderes de decreto
Consideraremos ahora los poderes proactivos. El poder proactivo es un poder que permite al
presidente establecer un nuevo statu quo. Si, por ejemplo, el presidente puede firmar un decreto
que se convierte en ley en el momento en que es firmado, ha efectivamente establecido un nuevo
statu quo.
Cuando la constitución le otorga al presidente poderes de establecer nueva legislación, permiten que
sean muy poderosos. Aun cuando una mayoría en el Congreso pueda rescindir un decreto, el
presidente sigue desempañando un papel fundamental a la hora de dar forma a la legislación por tres
razones inherentes al proceso que implica un decreto: 1) a diferencia de una ley aprobada por el
congreso, un decreto presidencial es ya una ley y no una mera propuesta; 2) los presidentes pueden
invadir la agenda del Congreso con una avalancha de decretos, tornado díficil para el Congreso la
consideración de las medidas antes de que tengan un efecto irreversible; y 3) un presidente puede
hacer uso estrategico de su poder de decreto. No pueden dominar el proceso legislativo, pero les
permite moldearlo poderosamente y obtener resultados buscados.
Es preciso distinguir el poder de decreto, como prerrogativa constitucional, de otros poderes como el
poder reglamentario o de administración. Si se considera que el poder autoriza al presidente para
imprimir una nueva dirección a la política, lo denominamos autoridad de decreto legislativo. Si se
considera que implica la suspensión temporaria de algunos derechos, lo denominamos poder de
emergencia. Hay decretos-ley que requieren la delegación previa del congreso para poder ser
emitidos. Estos últimos se denominan facultades delegadas. El congreso puede recuperar aquellos
que delega. El poder de decreto delegado es sustancialmente diferente al poder constitucionalmente
garantizado.
El poder exclusivo de iniciativa legislativa
Además de los poderes de veto y de decreto, varios presidentes latinoamericanos tienen también el
derecho de iniciativa exclusiva para las propuestas legislativas en ciertas áreas de políticas. Las
prerrogativas de introducción exclusiva se vuevle dpebiles si la mayoría legislativa puede corregir a
gusto la propuesta.
Sintesis de los poderes constitucionales de los presidentes en America Latina
Las constituciones latinoamericanas son clasificadas en cuatro categorías: potencialmente
dominante, proactiva, reactiva y potencialmente marginal.
Hemos calificado el poder de decreto como más fuerte que el poder de veto, puesto que un
presidente con poderes proactivos puede ignorar al congreso al hacer la ley, mientras que un
presidente con poderes solamente reativos solo puede evitar que el congreso altere el status quo.
Mediante el poder de decreto los presidentes pueden fijar la agenda y forzar al congreso a reacción
constantemente a grandes cantidades de decretos ejecutivos.
Los presidentes que tienen tanto poder de veto como poder de decreto son potencialmente
dominantes: capaces de emitir un decreto y vetar luego todo intento legislativo por introducir
modificaciones. En el extremo opuesto, los presidentes que son potencialmente marginales, que en
ausencia de apoyo legislativo podrían ser marginados en cuanto a la legislación más importante.
Si los presidente clasificados como potencialmente dominantes, tienen partidos altamente
fragmentados, su predominio se torna más potencial que real porque sus propios partidos estaban
tan fragmentados internamente que no les proporcionaban un apoyo legislativo consistente. El poder
de decreto sólo alcanza hasta determinado punto; llega un momento en que los presidentes
descubren que deben recurrir a la legislatura para la institucionalización de largo plazo de las
reformas realizadas por decreto. Los poderes constitucionales de los presidentes sobre la legislación
entran a jugar especialmente cuando ellos carecen de una base sólida de apoyo.
En otras palabras, los poderes legislativos constitucionales son una fuente importante de
variaciones en los sistemas presidencialistas; la forma en que esos poderes se traducen en
capacidad presidencial para moldear de hecho las políticas es una cuestión que varía con
otros factores tales como la relación de los presidentes con sus propios partidos y con la
mayoría legislativa.
CONCLUSIÓN: PRESIDENCIALISMOS Y SISTEMA DE PARTIDOS EN AMÉRICA LATINA
El presidencialismo presenta variaciones significativas. Desde nuestra perspectiva, la naturaleza del
sistema de partidos, en particular el número de partidos, establece una diferencia fundamental
en el modo como funcionan los sistemas presidenciales.
El número de los partidos afecta a la compatibilidad general entre el Parlamento y el
presidente. En un sistema multipartidista altamente fragmentado ningún partido tiene la mayoría, y
esta situación puede ser problemática porque el presidente tiene habitualmente dificultades para
formar coaliciones de gobierno confiables. La situación opuesta, en la que el partido del presidente
posee firmemente la mayoría, no es necesaria ni siempre deseable; pero el presidencialismo
usualmente funciona mejor si el partido del presidente dispone de un considerable contingente
legislativo.
El presidencialismo también es afectado por el grado de disciplina de los partidos. Los
partidos disciplinados proporcionan mayor previsibilidad, y facilitan las relaciones entre el Ejecutivo y
el Legislativo. Sin embargo, los partidos extremadamente disciplinados pueden obstruir las relaciones
presidente-parlamento cuando el presidente no tiene la mayoría, y pueden anular las ventajas del
presidencialismo cuando sí la tiene (relacionar con frenos y contrapesos).
La habilidad del presidente para implementar las reformas políticas a favor de las cuales haya hecho
campaña es producto de la interacción entre los poderes formales que éste posee y la posición que
ocupa con respecto a los partidos reperesentados en el parlamento.
Gobierno de mayoría bajo el presidencialismo
La lógica de los sistemas presidenciales depende de si un partido mayoritario o una coalición de
partidos es la que proporciona apoyo al presidente. El presidencialiemo tiende con frecuencia a
situaciones de “gobierno de minoría” en las que el partido del presidente no posee mayoría de
bancas en el parlamento, situación en la que el presidente puede formar un gobierno de coalición
para lograr aprobación de leyes.
Una fragmentación partidaria significativa es con frecuencia un problema para el presidencialismo
porque aumenta las posibilidades de una situación en la que el Poder Ejecutivo tenga poco apoyo
legislativo y, por tanto, se produzca un bloqueo entre el Ejecutivo y el Legislativo. En efecto, con una
fragmentación significativa del sistema partidario, el partido del presidente ni siquiera se acercará a
obtener una mayoría de bancas en el parlamento y, entonces, el presidente se verá forzado a confiar
en una coalición.
Las coaliciones interpartidarias tienden a ser más frágiles en los sistemas presidencialistas.
Estos problemas en la formación de coaliciones interpartidarias estables hacen que la combinación
del multipartidismo fragmentado con el presidencialismo sea problemática.
Cuando la fragmentación partidaria es menos pronunciada, la necesidad de formar coaliciones
interpartidarias disminuye. Aunque el presidente podrá no gozar de una mayoría parlamentaria, su
partido con certeza será uno de los principales, controlando una porción significativa de las bancas.
Los problemas de período fijo se ven mitigados con una fragmentación limitada del sistema de
partidos.
En general el sistema presidencialista tiende a funcionar mejor si la fragmentación del sistema
de partidos es moderada, puesto que los presidentes pueden encontrar un bloque
significativo de legisladores que apoyen sus iniciativas o sustenten sus vetos. De modo que
los presidentes no resultan marginales a la hora de legislar.
Ahora bien, si el presidente tiene poderes para legislar por decreto, tal como es el caso de la
Argentina y Brasil, puede parcialmente contrarrestar la falta de apoyo legislativo previniendo el
problema del inmovilismo. En efecto, los amplios poderes presidenciales son probablemente
incluidos en las constituciones donde precisamente los partidos son débiles.
Por otra parte, es difícil determinar si el gobierno de mayoría es la situación más deseada para los
sistemas presidencialistas. Por una parte, podemos esperar que las relaciones entre el Ejecutivo y el
Legislativo serán más fluidas cuando un presidente tiene mayoría legislativa que cuando no la tiene.
Por el contrario, una de las ventajas del presidencialismo, en relación con los sistemas
parlamentarios del tipo Westminster, es que brinda una mayor oportunidad para proporcionar un
freno al Poder Ejecutivo. Estos frenos y contrapesos son neutralizados en forma considerable si el
presidente y una mayoría disciplinada del mismo partido tienen un control unificado sobre el
gobierno. De esta manera, si bien argumentamos que los sistemas partidarios altamente
fragmentados tienden a ser problemáticos para el presidencialismo y que, por tanto, es
deseable tener un cierto grado de disciplina partidaria, el extremo lógico de una mayoría
unipartidaria disciplinada dañará los beneficios del presidencialismo derivados de la
existencia de ramas independientes de poder elegidas separadamente para un período fijo de
gobierno.
Disposiciones institucionales y el sistema de partidos
Si el evitar sistemas partidarios altamente fragmentados es deseable para el presidencialismo,
¿cuáles son los factores que más influyen en el número de partidos en las democracias
latinoamericanas? Obviamente las estructuras de clivaje y los factores históricos y culturales juegan
un papel. Sin embargo, hay correlaciones muy fuertes entre ciertas reglas y secuencias electorales
por un lado, y el número de partidos por otro. La adopción de un conjunto de instituciones, una vez
instauradas, condicionan el accionar de los políticos en el largo plazo y, por lo tanto, producen
resultados predecibles.
1. Si las elecciones legislativas se llevan a cabo al mismo tiempo que la elección
presidencial y el presidente es elegido por mayoría simple, es probable que el sistema partidario
esté dominado por dos grandes partidos (bipartidismo).
2. Cuando las elecciones legislativas no se llevan a cabo simultáneamente, se esperaría
que el número efectivo de partidos fuera tres o más, si se utilizan distritos de gran magnitud (o
sea, si un alto número de bancas fueran elegidas en cada distrito electoral), sin importar cómo se
elige el presidente;
3. cuando el presidente es elegido en segunda vuelta por mayoría absoluta, el número
efectivo de partidos sería tres o más, una vez más si se utiliza una gran magnitud de distritos, sin
tomar en cuenta el ciclo electoral.
En el grupo simultáneo mayoría simple (caso 1), un sistema partidario de "dos partidos y medio" es la
norma aquí. La RP, entonces, no necesariamente produce alta fragmentación en los sistemas
presidencialistas. En los sistemas con elecciones no simultáneas (caso 2), los sistemas de partidos
tendrían una tendencia hacia una mayor fragmentación con este ciclo electoral. Mientras tanto,
cuando el presidente es elegido en segunda vuelta por mayoría absoluta (caso 3), incluso en
elecciones simultáneas, el número de partidos es igualmente alto.
Los datos muestran que los presidentes elegidos por la mayoría simple, cuando el Congreso es
elegido al mismo tiempo (Caso 1), tienen más posibilidades de obtener mayorías que los
presidentes bajo los otros formatos institucionales. Estos presidente en general una proporción de
bancas como mantener un veto. Por el contrario, es mucho menos probable que los presidentes bajo
otras configuraciones institucionales tengan la proporción de bancas necesaria como para sostener
vetos. Las mayorías presidenciales son mucho menos frecuentes en los sistemas con elecciones no
simultaneas o cuando el parlamento es elegido de manera simultanea con una elección presidencial
en segunda vuelta por mayoría absoluta.
Cuando los presidentes no tienen el apoyo partidario suficiente para poder sostener sus vetos,
pueden fácilmente verse marginados en el proceso legislativo, y quizás tentados a actuar de manera
inconstitucional.
Presidencialismo y disciplina partidaria
Los partidos en los sistemas presidencialistas no necesitan ser altamente disciplinados, pero la
indisciplina frecuente hace más difícil establecer relaciones estables entre el gobierno, los
partidos y la Legislatura. Cuando la disciplina es débil, los líderes partidarios pueden negociar un
pacto, sólo para encontrar que los miembros legislativos del partido se negarán a cumplirlo. Los
presidentes se ven entonces forzados a confiar en bases de apoyo ad hoc más que en los líderes
partidarios que pueden brindar los votos de sus colegas legisladores. Ésta es una situación difícil
para los presidentes y fomenta el uso extendido del clientelismo y el patronazgo para asegurarse el
apoyo de los legisladores individuales.
Con partidos disciplinados, el presidente no tiene que negociar una nueva coalición ad hoc para cada
propuesta legislativa, con la resultante necesidad de distribuir patronazgo para lograr apoyo.
Creemos que es deseable que haya un gran núcleo de asuntos en tomo a los cuales el apoyo del
partido pueda darse por sentado. De esta manera los presidentes pueden negociar primordialmente
con líderes partidarios, reduciendo el número de actores
involucrados en las negociaciones, y simplificando así el proceso.
Con todo, hay peligros potenciales de una disciplina excesivamente severa. Hemos mencionado la
alteración de los frenos y contrapesos cuando los presidentes cuentan con una mayoría disciplinada
que los apoya. El parlamento puede no funcionar como un freno efectivo del presidente, sino como
un sello de aprobación automática a todas sus iniciativas si el presidente y el liderazgo del partido
están de acuerdo. Por otro parte, si el presidente se encuentra en una situación de “gobierno
dividido”, en la que un partido o una coalición estable de oposición tiene un mayoría de bancas en
ambas cámaras del congreso, entonces una disciplina partidaria le traera dificualtades para lograr
acuerdos interpartidarios.
Determinantes institucionales de la disciplina partidaria
Tres características que pueden determinar la disciplina partidaria: control de selección de
candidatos, control del orden en el cual los miembros son elegidos dentro de una lista
partidaria, y la repartición de los votos entre los candidatos de los partidos- que afectan
fuertemente el grado de influencia que tienen los líderes sobre los miembros rasos.
1) Si el liderazgo del partido controla la selección de los candidatos, a los miembros que se resisten a
los deseos del partido les puede ser negado el derecho a ser candidatos en el futuro. Por lo tanto, la
habilidad de determinar quiénes son los candidatos es una característica elemental de la cohesión
del partido.
2) Si los líderes partidarios controlan el orden en que sus miembros son postulados, pueden
selectivamente premiar o castigar a sus miembros rasos moviéndolos hacia arriba o hacia abajo en la
lista del partido.
3) Si los votos son compartidos entre todos los candidatos de un partido, el incentivo de los miembros
para cultivar la reputación colectiva de su partido es mayor que si cada candidato gana o pierde
solamente sobre la base de los votos personales que él o ella consigue. Los candidatos individuales
muy populares son así un crédito para los candidatos menos populares, ya que sus votos inflan el
apoyo del partido como un todo y así le ayudan a ganar más bancas. Si, por el contrario, los votos no
se comparten, entonces un candidato muy popular puede ser una carga, dado que sus votos no
pueden ser compartidos con sus colegas, los votos por sobre el número que el candidato necesitaba
para ganar son desperdiciados, y no pueden ayudar a elegir otros miembros.
En los sistemas con un limitado control partidario sobre las nominaciones u orden de listas, los
candidatos deben su elección en gran parte a sus propios esfuerzos. De esta manera, no se sientes
en deuda con el partido, y es menos posible que los candidatos exitosos sean legisladores leales a
un partido disciplinado que no le aseguró su victoria inicial.
Así pues, ¿cuál es el sistema electoral preferible para el presidencialismo?
En primer lugar, hemos enfatizado que el presidencialismo probablemente funciona mejor
cuando los presidentes tienen un bloque relativamente grande en bancas legislativas
confiables. Esto podría sugerir lo deseable de tener elecciones legislativas simultáneas con una
elección presidencial utilizando la mayoría simple, o al menos una segunda ronda con un umbral
menor que la mayoría absoluta para la victoria en la primera vuelta.
En segundo lugar, y a fin de dar a los miembros del parlamento el incentivo de responder a su más
amplio electorado más que a los jefes de cualquiera de los partidos o redes patrones-clientes,
aparecen como deseables los sistemas intermedios entre las listas cerradas con voto preferencial y
las cerradas y bloqueadas. Tales sistemas intermedios, en los que ni el orden de la lista establecido
por los líderes del partido ni la capacidad individual para obtener votos de los candidatos es el único
criterio para determinar el orden de elección. Los sistemas tomados del ejemplo alemán, en el que
cerca de la mitad de los miembros son elegidos de listas cerradas y bloqueadas de RP y el resto en
distritos uninominales también son algo promisorio. En estos sistemas, se esperaría que los
miembros elegidos de distritos uninominales atiendan la opinión local (sin tener que competir con
otros candidatos de otros partidos, tal como ocurre en los sistemas de listas cerradas con voto
preferencial), pero el componente de RP asegura que no domine ningún partido. Si así fiere,
entonces el parlamento estaría en mejor posición para cumplir con un rol político independiente, y por
lo tanto, su freno al presidente sería más significativo.
Conclusiones
El tema global de este artículo ha sido que el presidencialismo se estudia más fructíferamente en
relación con dos aspectos clave del sistema partidario.
1- El primer aspecto es el número de partidos o el grado de fragmentación del sistema de partidos.
Con un sistema partidario altamente fragmentado, o un gran número de partidos, los presidentes
probablemente estén en una situación de clara minoría en el parlamento (y probablemente también
en la sociedad). Esta situación puede hacer difícil que los presidentes lleven adelante sus agendas,
puede llevar a un impasse, y puede fomentar que los presidentes utilicen el patronazgo para lograr el
apoyo de (o para evitar) al parlamento y los partidos.
2- También hemos enfatizado que la disciplina partidaria o su ausencia afecta el funcionamiento del
presidencialismo. Con una débil disciplina partidaria, las negociaciones de los presidentes con los
legisladores individuales y/o los líderes partidarios regionales se convierten en algo crucial; con
partidos altamente disciplinados, los presidentes pueden negociar primordialmente con los líderes
partidarios nacionales. Como hemos enfatizado también, bajo el presidencialismo hay problemas
tanto con los partidos indisciplinados como
con partidos extremadamente disciplinados.