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Taller Grupal N.3 de Relaciones Entre Panamá y Estados Unidos

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República de Panamá

ISAE Universidad

Integrantes:
Caroline Jiménez
José Griffith

Profesora:
Rodríguez Ballesteros, Sealy

Materia:
Historia de relaciones entre Panamá y estados unidos

Taller grupal N.3

Año lectivo: 2024


TALLER 3
ETAPA ABROGACIONISTA DEL TRATADO HAY-BUNAU-VARILLA
LA ETAPA NEGOCIADORA DE LOS TRATADOS TORRIJOS-CARTER
LOS TRATADOS TORIIJOS – CARTER

1. Establezca los puntos de coincidencia y diferencias que existían entre el


gobierno de Ernesto De La Guardia y los sectores populares en torno al tema
canalero

En la mañana de ese día miércoles 18, Pereira había recibido en su estación


radial en la Avenida Perú una visita inesperada, un grupo de hombres armados de
talante amenazador, entre los cuales reconoció a uno de los concejales del
municipio y a su hermano, ambos de apellido Velásquez.
Primero fueron contra la esposa y la hija de Pereira. Cuando este fue a
defenderlas, la tomaron contra él, lanzando improperios, propinándole golpes y
disparando sus revólveres al aire, mientras que los radioescuchas seguían en vivo
los sucesos.
Con la cara y la ropa llena de sangre producto de una herida en la cabeza, Pereira
corrió al micrófono y, sin amedrentarse, hizo un llamado emocionado a la
radioaudiencia, invitándolos a iniciar de inmediato una marcha hacia la alcaldía
para exigir la renuncia de los concejales. Para su sorpresa, al salir a la calle, ya lo
esperaban decenas de personas. Al avanzar hacia el municipio se le fueron
sumando cientos de otros simpatizantes.
Conforme avanzaba la tarde, el grupo de manifestantes instalado en la Plaza de la
Catedral iba aumentando. Al caer la noche eran ya unos 5 mil, de acuerdo con los
reportes de la prensa de la época.

LO QUE PASÓ DESPUÉS


En los días siguientes, ante la estupefacta ciudadanía, la Junta Municipal
Revolucionaria seguiría en el Palacio, expidiendo providencias y juramentando a
nuevos concejales nombrados por ellos mismos, informando de sus actos a la
población a través de reportes en Radio Mía.
Lo natural parecía que el grupo fuera desalojado del edificio de la alcaldía a la
fuerza, pero el presidente de la República, Ernesto de la Guardia, solicitó al
comandante de la Guardia Nacional, Bolívar Valllarino, que dejara a los
manifestantes tranquilos, probablemente por temor a repetir el ciclo de conflictos y
represiones protagonizados el año anterior por los estudiantes y la misma policía.
Azuzados por los oradores que se turnaban en la plaza, los ciudadanos rebeldes
hacían preparativos para una gran marcha. Mientras, los 15 concejales electos en
el año 1956 se reunían en un lugar secreto de la ciudad y daban a conocer un
comunicado en el que señalaban lo siguiente: ‘De acuerdo con el artículo 30 de la
ley 8 del primero de febrero de 1954, se constituían en sesión permanente fuera
del recinto del Palacio Municipal, intentando mantener la vigencia de la
constitución, las leyes y el orden público'.
Pero el favor popular estaba con la Junta Revolucionaria. Las asociaciones civiles,
los gremios y la ciudadanía así lo daban a conocer en sendos comunicados.
Todos exigían la renuncia de los miembros del Concejo Municipal para continuar
las investigaciones iniciadas.
En apoyo a los rebeldes, los comercios ubicados entre la Plaza Cinco de Mayo y
la Avenida Central aceptaron el llamado a un paro general y cerraban sus locales
comerciales.
La ciudad parecía a punto de colapsar, cuando, el viernes 20 de febrero, en horas
del mediodía, el presidente De la Guardia, se dirigió a la población en un discurso
radial para unirse al clamor popular: ‘Pido a los concejales y suplentes (electos en
1956), en aras de la tranquilidad pública, separarse voluntariamente de sus cargos
para crear un ambiente más adecuado a la continuación de las investigaciones',
señaló.
Por cuestiones de orden legal, su gobierno no podía intervenir en los asuntos del
municipio, pero el mandatario señalaba que ‘las posibilidades de un desenlace
satisfactorio no se han agotado todavía. Confío en que, con la ayuda de Dios,
pronto hemos de obtenerlo'.
Esas fueron sus últimas palabras. Al finalizar su discurso, pasado el medio día,
sus ayudantes lo pusieron al tanto de una triste noticia: mientras daba su mensaje,
su madre, doña Isabel Navarro de la Guardia, moría, producto de una trombosis
coronaria, haciendo guardia al lado de su esposo Ernesto ‘Neco' de la Guardia,
que reposaba en una cama del Hospital Panamá.
2. Señale lo establecido en el Acuerdo Chiari-Kennedy y relaciónelo con las
aspiraciones del pueblo panameño y el comunicado del gobernador de la Zona, el
30 de diciembre de 1963, sobre el tema de la bandera.
El problema de la soberanía de Panamá es sobre el área del Canal de Panamá,
era sumamente complicado y profundo por la actitud negativa y agresiva de los
residentes en la zona del Canal, que se oponían a la izada de la Bandera Nacional
en esa región del país. A pesar de que, desde 1960 en el gobierno de los Estados
Unidos había reconocido la soberanía titular de Panamá. y autorizaba a izar
nuestra bandera en el triángulo Shaler.
En la administración del gobierno del Presidente Roberto F. Chiari se logró el 13
de junio de 1962, en que el Presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy
redactara un comunicado conjunto, para que Panamá izara su bandera en la Zona
del Canal. En 1963, se acordó que en 17 lugares de la Zona del Canal se izasen
conjuntamente la bandera de los Estados Unidos y la bandera panameña.
Luego de la izada de la bandera panameña en el triángulo Shaler, el presidente
Roberto F. Chiari dirigió una carta el 8 de septiembre de 1961 a John F. Kennedy,
presidente de EUA, comunicándole la necesidad de revisar el tratado de 1903.
Este fue el primer contacto que tuvo el mandatario panameño con el
estadounidense en materia de relaciones entre los dos países. Desde este
momento Chiari fijó su posición referente al tema de la Zona del Canal y la manera
como él veía el conflicto entre los dos países cuando dijo: “Las cláusulas de esa
convención (1903) han sido, desde el momento de su firma, y seguirán siendo,
mientras tengan vigencia, motivo de constantes fricciones, desavenencias y
conflictos entre ambos Gobiernos y entre el pueblo panameño y la población
norteamericana que reside en la Zona del Canal”.
El 2 de noviembre de 1961, Kennedy responde a Chiari y destaca la buena
disposición de su Gobierno de resolver los problemas que existían entre los dos
pueblos. El 30 de abril de 1962, el mandatario estadounidense invita al panameño
para que visite EUA. El presidente Chiari aceptada la invitación el 17 de mayo de
1962 y visita Washington, del 11 al 16 de junio de 1962.
El 12 de junio, los dos presidentes se reunieron, junto con sus equipos de trabajo.
En esa cita hubo dos posiciones: una sostenida por la parte norteamericana que
decía que no se debía renegociar el tratado de 1903 porque el Congreso no lo
aprobaría, en los dos tercios que se necesitaba. Por el contrario, ellos insistían en
que se analizara la posibilidad de construir un canal a nivel y allí se podría discutir
un nuevo tratado. La posición panameña era que se identificaran las causas de
conflictos entre los dos países para buscar la solución. Para ello, había que
eliminar la cláusula de perpetuidad y poner un límite de, por lo menos, 50 años
para la salida de los norteamericanos de la Zona.
El 13 de junio, los presidentes firmaron la Declaración Chiari-Kennedy. Allí se
habló del enarbolamiento de banderas panameñas en la Zona del Canal. Se creó
una comisión para la discusión de estos temas y el 7 de enero de 1963 se aprobó
un comunicado conjunto por parte de la mencionada comisión. El primer punto
decía: “Se ha convenido que la bandera de la República de Panamá sea izada
junto con la de Estados Unidos de América en el territorio de la Zona del Canal en
aquellos sitios en que la bandera de Estados Unidos es izada por las autoridades
civiles”.
Las autoridades y estudiantes norteamericanos desconocieron estos acuerdos e
izaron la bandera norteamericana en esos sitios públicos, sin la bandera
panameña. Por esta razón, cuando se dieron los sucesos de enero de 1964, el
presidente Chari, le dijo al representante de EUA en Panamá, Thomas C. Mann,
que, “… nada se había avanzado desde hacía dos años cuando habló con el
presidente Kennedy y que el pueblo panameño estaba cansado de excusas,
posposiciones y particularmente la ciudadanía estaba cansada de escuchar a
Estados Unidos que “esta o aquella cláusula del tratado no era negociable.” (U. S.
Foreign Relations of the United States, 1964-1968. Document n° 372). Ya en la
mañana del 10 de enero le había dicho al presidente Lyndon B. Johnson que en
reunión con el presidente Kennedy se había llegado a acuerdos, pero que no se
había hecho nada para resolver los problemas entre los dos países y las
consecuencias se estaban viviendo con muertos y heridos. (U. S. Foreign
Relations, 1961-63, volumen XII).
Un análisis retrospectivo sobre la actuación del presidente durante los hechos
ocurridos antes, durante y después de los sucesos de enero de 1964, se puede
resaltar que este hombre, ubicado en unas circunstancias muy específicas, supo
entender el momento que se vivía en Panamá desde finales de la década del 50
del siglo XX, cuando la juventud panameña decidió poner en marcha un proceso
de reconquista de todo el territorio nacional. Él no tuvo temor de enfrentar a John
F. Kennedy y a Lyndon B. Johnson, a quienes les dijo cuál era el sentir del pueblo
panameño. Por esta razón, para algunos ciudadanos, Roberto F. Chiari es el
“presidente de la dignidad”.

Desde hace varios años he acariciado la idea de escribir sobre el 9 de enero de


1964, con el fin de narrar hechos de trascendencia para Panamá que pude
presenciar. No obstante, solía posponer la idea por diversas razones. Sin
embargo, durante los días patrios, medios de comunicación publicaron encuestas
que revelaban lo poco que conocían los jóvenes sobre los sucesos que forjaron
nuestra nacionalidad. Esta dolorosa observación, me indujo a rememorar mis
vivencias del 9 de enero. Desempolvé un viejo cuaderno de notas y me propuse
escribir estas líneas, con la esperanza de que el relato de lo ocurrido en la ciudad
de Panamá, esa aciaga noche, pudiera en alguna forma fortalecer la conciencia
nacional de las nuevas generaciones.
Es oportuno señalar los motivos por los cuales me encontré envuelto en los
sucesos antes mencionados. Mi vieja vinculación con la Cancillería fue una de las
causas, ya que desde el gobierno de Ricardo Arias Espinosa, había servido en
dicha dependencia en diversas posiciones y el 9 de enero desempeñaba el cargo
de asesor jurídico del Ministerio y además la Secretaría del Consejo de Relaciones
Exteriores. Pero el factor que determinó mi participación en la formulación de la
posición panameña fue la confianza depositada en mi, por el canciller Galileo
Solís, un viejo amigo a quien admiraba por su carácter siempre afable y en
particular por su lúcida mente legal, capaz de analizar con vivacidad y precisión
las más complejas situaciones jurídicas.

Los incidentes en Balboa


Conviene iniciar el relato con una breve descripción de los sucesos que motivaron
la confrontación entre los norteamericanos y panameños. La manzana de la
discordia que precipitó los acontecimientos, fue el cumplimiento de un acuerdo
conjunto entre los dos países, aprobado por los representantes de los presidentes
Chiari y Kennedy, incluido en un comunicado del 10 de enero de 1963 en el que
se reglamentaba el enarbolamiento conjunto de las banderas de Panamá y EEUU
en la Zona del Canal. El acuerdo contenía los siguientes puntos: Que la bandera
de Panamá sería izada junto con la de EEUU en todos aquellos sitios del territorio
de la Zona en que la norteamericana fuera izada por las autoridades civiles. Que
en las bases militares, solo sería enarbolada la enseña norteamericana al igual
que en las naves que se encontrasen en aguas del Canal de Panamá.
EEUU consideró que correspondía al Gobernador de la Zona del Canal determinar
cuándo y dónde deberían ser izadas conjuntamente las dos banderas. En algunos
sitios las autoridades zoneítas con el fin de no enarbolar la enseña panameña,
procedieron a eliminar astas. En 1a plaza de Gamboa un sargento de la policía,
llamado Carlton Bell, se negó a izar la bandera panameña desobedeciendo una
orden expresa del Gobernador. Las autoridades de las escuelas y particularmente
los estudiantes del Colegio Superior de Balboa, siguiendo el ejemplo del sargento
Bell se opusieron a que fuera enarbola- do el pabellón panameño. Estos hechos
de insubordinación de la policía y la actitud hostil de los zonians, publicados por la
prensa panameña, fueron las causas directas de que un grupo numeroso de
estudiantes del Instituto Nacional, formado por jóvenes de ambos sexos, le
pidieran al Rector les suministrara la enseña patria del Colegio con el fin de
dirigirse a la Escuela Superior de Balboa para izarla frente a dicho colegio.
Los institutores uniformados caminaron en forma ordenada hacia el Colegio de
Balboa, pero no pudieron acercarse al asta de la bandera por ser interceptados
por estudiantes norteamericanos hostiles quienes, acompañados de sus padres,
rodeaban el lugar. La policía les dio protección a los norteamericanos y obligó a
los panameños a empujones a retirarse del área. Fue en esa refriega cuando un
policía zoneita de un golpe de tolete, rasgó el pabellón que portaban los
institutores. Estos con su bandera ultrajada, fueron físicamente expulsados del
área por la policía y seguidos por autos radio patrullas hasta los límites de la
ciudad de Panamá en la arteria que hoy se conoce como la Avenida de los
Mártires.
La llegada de los institutores empujados y vejados por la policía y los estudiantes
zoneítas, como a las seis de la tarde, enfureció a sus compañeros que los
esperaban, así como a grupos de empleados y obreros que salían de sus trabajos.
Los panameños reaccionaron tratando de entrar a la Zona del Canal sin armas y
con el propósito de plantar banderas, pero fueron repelidos por la policía que abrió
fuego con sus revólveres calibre 38, reforzados por zoniansciviles armados de
escopetas de cacería. A las 8 de la noche, el Gobernador interino informó al Jefe
del Comando Sur del Ejército de EEUU que la policía no podía mantener el orden
y pidió que las fuerzas militares asumieran el control de la Zona del Canal.
Unidades norteamericanas entraron en acción a esa hora, protegidas en vehículos
de transporte de tropas y arreos de combate. Apostados en territorio de la Zona,
disparaban sus fusiles de guerra dando muerte a más de veinte civiles panameños
desarmados, e hiriendo alrededor de trescientos.

El Gobierno se reúne en la Presidencia


Sin tener conocimiento de lo que ocurría en la Zona del Canal la tarde del 9 de
enero, me retiré a mi residencia en Las Cumbres y al llegar recibí una llamada
para que fuera a la Presidencia. Partí de regreso a la ciudad y al llegar al sector de
Calidonia, escuché los disparos que provenían del área del Palacio Legislativo. Un
joven bombero dirigía el tráfico y me indicó que tomara por el mercadito de
Calidonia y la avenida Norte. Encontré el palacio presidencial iluminado y colmado
de personas de todas las capas sociales. Ministros de Estado, altos funcionarios,
amigos políticos y personales del Presidente, incluyendo a miembros de los
partidos de oposición, deseosos de manifestarle su apoyo al Gobierno y de en-
erarse de los acontecimientos que se desarrollaban en los límites de la Zona del
Canal.
Serían las 8 de la noche cuando localicé al ministro Galileo Solís, mi superior
jerárquico, quien me informó lo que hasta ese instante se sabía de la romería de
los institutores; que habían llegado al asta de la bandera frente a la Escuela
Superior de Balboa, donde se inició una refriega y fueron agredidos y rechazados
por la policía y los zoneítas, quienes habían dado muerte y herido a varios
panameños. Me manifestó el Ministro que el Gobierno tenía que hacer un fuerte
pronunciamiento sobre estos sucesos; pero que era muy prematuro para
determinar cuál sería la forma más apropiada, dado que se desconocía con
certeza lo que estaba ocurriendo y cómo culminarían los acontecimientos. Me
pidió que fuera pensando qué medidas podría tomar la Cancillería ante esta
insólita situación.
Me refugié en un lugar apartado del bullicio en los salones de Palacio y lo primero
que se me vino a la mente fue que tratáramos de lograr que el organismo
internacional competente condenara a EEUU por actos de agresión contra la
población panameña. Con criterio de abogado litigante, consideré que este hecho
no sería difícil de probar, por tratarse de un suceso público y notorio. Me pareció
que basándonos en los preceptos del Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca (que en lo sucesivo llamaremos el TIAR), Panamá tendría buena
oportunidad de que EEUU fuera condenado.
Ya que nos servimos del conflicto de Paraguaná como precedente, es oportuno
referirnos a él.

El incidente de Paraguana
En 1963 ocurrió un conflicto diplomático que en forma indirecta influyó en la
reacción de la Cancillería panameña en la noche del 9 de enero de 1964.
Después del fracaso de invasión en Bahía de Cochinos, crecieron los temores del
Gobierno norteamericano contra el régimen castrista y optó por la política de aislar
a Cuba tanto diplomática como económicamente del resto del continente. Bajo la
excusa de que en Venezuela se había encontrado un depósito de armas de origen
cubano en la península de Paraguaná y que agitadores cubanos en asocio de
elementos oposicionistas locales, habían participado en actividades tendientes a
subvertir el régimen democrático de ese país, el Gobierno de Caracas instigado
por los norteamericanos presentó denuncia de agresión contra Cuba ante la OEA,
con el propósito de aislar a Castro del resto de América y entorpecer su desarrollo
económico. La OEA designó una comisión investigadora que rindió un informe
contra los cubanos el 3 de diciembre de 1963. A principios de enero, el Canciller
indico que la Embajada norteamericana estaba presionando para que Panamá
apoyara la denuncia de los venezolanos y se condenara al régimen castrista por el
delito de agresión, con el propósito de rodear a la isla caribeña de un cordón tanto
diplomático como comercial, aplicándole los preceptos del TIAR. La denuncia
presentada por Venezuela para que se condenara al gobierno de Castro fue
aprobada por la OEA: pero con los votos en contra de México y Chile, por falta de
pruebas sobre la supuesta agresión.
Al meditar sobre las opciones que teníamos de una salida adecuada para Panamá
a nuestro 9 de enero, recordé el caso Paraguaná. No dude que contábamos con
pruebas contundentes de hechos de suma gravedad que nos permitirían, con
fundamento en las cláusulas del TIAR, solicitar que se declarara agresor a los
Estados Unidos. Dichas pruebas serían de mayor valía que las aducidas por
Venezuela y sus aliados norteamericanos para aislar al régimen de Castro del
resto de América. Consideré lo fácil que nos sería probar ante las Comisiones de
la OEA la existencia de las causales que requiere el TIAR para el rompimiento de
relaciones diplomáticas; y que, con un poco de suerte y habilidad, se lograría
condenar a los norteamericanos por el delito internacional de agresión contra la
población panameña y, como consecuencia, obligarlos a indemnizar a Panamá y a
las víctimas por los daños y perjuicios, así como a otorgar garantías ante la
comunidad internacional de que no volvieran a incurrir en tales desmanes contra
un pueblo indefenso como el panameño. Como abogado litigante, el aspecto que
me atraía del caso Paraguaná era la situación de indefensión en que dejaba al
Departamento de Estado, ya que era obvio que los actos de supuesta agresión
contra Venezuela que dicho Departamento le achacaba al régimen castrista,
carecían de gravedad comparados con los muertos y heridos causados par los
ataques a Panamá.

La decisión de romper relaciones diplomáticas


Como a las nueve de la noche conversé de nuevo con el Canciller, quien me
comunicó que según las últimas informaciones que se tenían, las fuerzas
americanas no pretendían avanzar a territorio bajo jurisdicción panameña. Esta
invasión habría sido una posibilidad que asustaba a muchos de los funcionarios
que se encontraban en la Presidencia. La orden dada al Ejército era impedir, por
cualquier medio, que elementos panameños ingresaran a la Zona, confirmó que
los iniciadores e instigadores de los incidentes habían sido los zoneítas.
Enfadado y con dureza el Canciller me recalcó que el Gobierno no podía de
ninguna manera tolerar pasivamente la forma como habían dado muerte y herido
de bala a tantos panameños. Agregó que el presidente Chiari se sentía igualmente
enfadado y con amargura a causa de los acontecimientos. Insistió en que había
que actuar cuanto antes, entre otras razones, para que en los diarios de la
mañana apareciera la noticia de la reacción del Gobierno conjuntamente con las
descripciones de los ataques en la Zona.
Le manifesté al Canciller que desde nuestra última conversación había estado
meditando sobre la endiablada coyuntura en que se encontraba el país, atacado
par una fuerza abrumadora y con escasas posibilidades de reaccionar. Le señalé,
que la medida más oportuna que se me había ocurrido era la ruptura de relaciones
diplomáticas. Le dije que había tenido muy presente el caso Paraguaná con el cual
ambos estábamos familiarizándonos; y cómo los gringos, a pesar de su poderío y
el terror que le tenían al comunismo, se habían visto obligados a recurrir a la
artimaña de valerse de Venezuela, para denunciar al régimen castrista ante la
OEA y pedir su aislamiento del resto de América. Le agregué que podíamos
basarnos con plenas pruebas en las causales para el rompimiento de relaciones
que contempla el TIAR, y que con habilidad diplomática se podría lograr que se
condenara a EEUU por el delito internacional de agresión contra la población
panameña y obligarlo a indemnizar los daños y perjuicios causados a Panamá y a
los familiares de los muertos y a los heridos.
Le insistí al Ministro que podríamos sustentar nuestra denuncia en los mismos
argumentos esgrimidos en el caso Paraguaná por los gringos y los venezolanos;
pero esta vez con pruebas de un ataque armado como hechos irrefutables de
agresión. Que teníamos una buena posibilidad de ganarnos la simpatía de los
gobiernos latinoamericanos en la OEA y arrinconar a los norteamericanos en las
negociaciones para sacarles alguna sustancial al igual que ellos hicieron con
Colombia en el incidente de La Tajada de Sandía. Al menos, los dejaríamos muy
mal parados ante la opinión mundial y ante el propio pueblo norteamericano. El
Canciller me respondió que estaba de acuerdo con presentar una denuncia ante la
OEA con el propósito de solicitar que EEUU fuera declarado agresor por los
ataques perpetrados por sus fuerzas armadas y los zoneítas. Me pidió que
preparara un proyecto de nota rompiendo relaciones, pero insistió en que
deberíamos dejar una puerta abierta y no meternos con indemnizaciones, que si
algo le sobraba a Panamá eran opciones para exigir reparaciones.

Me dediqué de inmediato a trabajar en el proyecto. No obstante, mientras las


acuciosas secretarias del Consejo de Relaciones Exteriores, Laura Kaled y Tota
de Méndez pasaban en limpio las numerosas copias me asaltó el terror de que
estuviéramos procediendo a la ligera en una cuestión que podría acarrear graves
consecuencias para Panamá. Recordé que, hasta donde tenía conocimiento, en la
historia ningún país había dado el paso de romper relaciones diplomáticas con la
poderosa nación norteña, y la reacción de sus gobernantes era impredecible. Solo
había tenido la oportunidad de cambiar ideas sobre el rompimiento de relaciones
con el Canciller y, tenía entendido, que éste únicamente había conversado sobre
la medida con el presidente Chiari. Por ello, cuando las secretarias me entregaron
las copias en limpio del proyecto de nota busqué al ministro de Educación, Manuel
Solís Palma, amigo de confianza con quien mantengo una relación que se
remonta a los años juveniles del Frente Patriótico. Contra mi acostumbrada
práctica de no revelar los asuntos de la Cancillería, le relaté aspectos del plan de
romper relaciones con la nación más poderosa del mundo y de la cual dependía
nuestra estabilidad económica. Para alivio de mis aprensiones Solís Palma leyó el
proyecto de nota y le pareció el rompimiento de relaciones una muy buena
reacción de Panamá. Me reconfortó al decir que los gringos sufrirían una gran
pérdida de prestigio internacional si después de la forma como nos estaban
atacando, se dedicaban a apretarnos las clavijas económicas.
Se aprueba el rompimiento de relaciones
Confortado por la reacción del Ministro de Educación me reuní con el Canciller a
quien le presenté copia del proyecto de nota rompimiento relaciones. Lo revisó con
cuidado, le efectuó un par de pequeñas modificaciones puliendo el punto de las
indemnizaciones por daños y perjuicios y me dijo “vamos a mostrárselo a Nino”.
Pasamos al despacho del Jefe del Ejecutivo a quien le entregué el proyecto de
nota.
Mientras lo leía observaba al Presidente. Me impresionó su rostro adusto y severo.
No dudé que la decisión de romper relaciones diplomáticas con EEUU, ya la había
tomado con anterioridad. Sin sugerir ningún cambio manifestó sencillamente que
el proyecto de nota le parecía bien, que procediéramos a convocar una sesión
conjunta del Consejo de Gabinete y del Consejo de Relaciones Exteriores, para
que consideraran su adopción. Hizo llamar al ministro de la Presidencia, Gonzalo
Tapia, y le ordenó reunir al Gabinete y me pidió que convocara a los miembros del
Consejo de Relaciones Exteriores.
La sesión conjunta del Gabinete y el Consejo de Relaciones Exteriores tuvo lugar
en el comedor del Palacio y fue presidida por el propio jefe del Ejecutivo.
El acto se inició las 11 de la noche revestido de grave solemnidad. El presidente
Chiari a la cabeza de la larga mesa; en el ala derecha, los ministros de Estado y al
lado izquierdo los miembros del Consejo de Relaciones Exteriores. Después de
breve alusión a la seria situación que confrontaba la República, el Presidente
anuncio que había convocado la sesión conjunta para considerar la conveniencia
de que Panamá rompiera relaciones diplomáticas con el Gobierno de EEUU. Acto
seguido, le cedió la palabra al canciller Solís para que explicara la coyuntura que
confrontaba el Gobierno y las consecuencias y peligros que implicaban el
rompimiento de relaciones con esa poderosa nación. Al terminar su intervención,
el Ministro me pidió que le diera lectura al proyecto de nota rompiendo relaciones
diplomáticas que teníamos preparada. Terminada la lectura, el Ministro de
Educación, Manuel Solís Palma, quien era el único de los Ministros y Consejeros
que estaba enterado de los proyectos del Presidente y la Cancillería, tomó la
palabra y en una atinada intervención explicó la desigual posición en que se
encontraba Panamá y las razones que aconsejaban el rompimiento de relaciones
diplomáticas por ser una de las pocas medidas dignas y factibles que podíamos
adoptar. El rompimiento de relaciones fue aprobado por unanimidad.

La revisión de los tratados condición para reanudar las relaciones


Terminada la reunión conjunta se procedió a celebrar una conferencia de prensa
con los numerosos corresponsales, tanto nacionales como extranjeros que se
encontraban en la Presidencia. La conferencia tenía la finalidad de informar a los
periodistas de la decisión que se acababa de adoptar de romper las relaciones
diplomáticas con EEUU.
La sesión fue iniciada por el Canciller, quien con su habitual habilidad expositiva
relató los aspectos más sobresalientes. Luego se les entregó a los representantes
de los medios copias de la nota de rompimiento de relaciones tanto en español
como en inglés. Iniciadas las interrogantes uno de los reporteros de nacionalidad
británica pregunto qué debería hacer EEUU para que Panamá restableciera las
relaciones diplomáticas. El Ministro sorteó la respuesta con algunas generalidades
que no dejaron plenamente satisfechos a los presentes. Pasado este incidente el
Canciller me pidió que continuara respondiendo las preguntas de los periodistas,
pues tenía que retirarse a una diligencia.

Finalizada la reunión con los miembros de la prensa, me dirigí a informar al


Canciller a quien encontré caminando rápidamente por uno de los pasillos de
Palacio. Me manifestó que el presidente Chiari había decidido condicionar la
reanudación de las relaciones diplomáticas a la derogatoria de los Tratados del
Canal. El ministro Solís me admitió que la flexibilidad que había tratado de
mantener sobre las causas para restaurar las relaciones diplomáticas ya no tenían
objeto; que por el contrario, para iniciar cualquier negociación con las
norteamericanos, sería preferible plantearles desde el comienzo el verdadero
objetivo de Panamá. Me comunicó que el presidente Chiari había decidido dirigirse
a la Nación por radio esa misma mañana con el objeto de anunciar que sólo si los
norteamericanos se comprometían a revisar los tratados vigentes, Panamá
aceptaría normalizar las relaciones con EEUU.

En efecto, el presidente Chiari pronunció una alocución por cadena nacional de


radio al mediodía del 10 de enero en la cual dio a conocer que había mantenido
una conferencia con el presidente Johnson de EEUU en la que le había informado
sobre “los hechos irresponsables de las autoridades de la Zona del Canal” y
manifestado claramente “que sería indispensable la revisión integral de los
tratados que rigen las relaciones de los dos países para encontrar soluciones
satisfactorias que eviten para siempre actos como los que lamentamos hoy todos
los panameños”. Al día siguiente, 11 de enero el presidente Roberto Chiari fue aún
más explícito y le declaró a los miembros de la Comisión Interamericana de Paz
enviada por la OEA, que se encontraba en Panamá, “que había llegado la hora
impostergable de que los tratados con EEUU, especialmente el de 1903, fueran
revisados porque son injustos y lesionan las intereses y dignidad de Panamá”.
Un monumento en honor de los mártires y de su bandera

No creo que existan panameños que al rememorar la agresión de que fue víctima
la población de la ciudad de Panamá, la trágica noche del 9 de enero, no
reconozcan que el alevoso ataque y la reacción de los istmeños constituyen un
auténtico hito popular de nuestro primer siglo republicano.

Es significativa la forma unánime, como todos los sectores de la población


respaldaron de inmediato la valentía y el patriotismo de los jóvenes institutores.
Desde la manera cuidadosa y sin ostentaciones como planearon su incursión para
izar el pabellón nacional en la Zona del Canal, hasta la forma como soportaron el
abucheo de los zoneítas y luego la desmedida arremetida de los norteamericanos.

Todos los medios de comunicación, así como importantes diarios de América


Latina, dedicaron durante varios días sus editoriales a repudiar el insólito ataque
norteamericano y la insidiosa actitud de los llamados zonians. Todo tipo de
organizaciones emitieron comunicados de condena al desproporcionado ataque y
de respaldo al Gobierno. Entre otras: La Academia Panameña de Derecho
Internacional con la firma de su presidente, Octavio Fábrega y el secretario José
M. Quirós y Quirós. La Cámara de Comercio con la firma de su presidente,
Guillermo Ford. Tanto los estudiantes como el Gobierno recibieron el apoyo de las
fuerzas vivas de la Nación. Fue este caluroso apoyo popular lo que permitió al
país sortear las incertidumbres y peligros que presagiaban el rompimiento de
relaciones diplomáticas con una nación tan poderosa y lograr su restauración en
forma honrosa y beneficiosa para nuestra patria. Panamá se ha distinguido por su
historia incruenta, lo cual ha contribuido a que sea una Nación con pocos mártires.
Por ello sería un infortunio que se borrase de la mente de nuestra juventud la
jornada patriótica del 9 de Enero.

Por otra parte, los incidentes de esa fecha giran en torno a nuestra enseña
nacional. Los panameños siempre habían resentido que no se les permitiera
enarbolar su bandera en la Zona del Canal. En las gestiones reivindicativas que
iniciaba el Gobierno siempre figuraba el derecho a enarbolar nuestro pabellón en
todo su territorio.

Como sabemos, fue la trifulca que tuvo como motivo central la izada de la bandera
del Instituto Nacional en el asta frente a la Escuela Secundaria de Balboa, el
hecho que desencadenó la serie de incidentes y los desmanes que causaron los
muertos y heridos del 9 de enero. En este conflicto también fue afectada la
dignidad de la enseña patria que portaban los institutores.

Una obra que contribuiría a preservar en la conciencia nacional, tanto la memoria


del 9 de enero como la majestad de nuestra enseña patria, sería levantar en el
mismo sitio donde se iniciaran los acontecimientos, frente a la Escuela Superior de
Balboa, un monumento dedicado a honrar los nombres de los veintitrés mártires y
una mención de los trescientos heridos causados por acción de las zonians y el
Ejército norteamericano. El mismo monumento podría servir de marco adecuado
para preservar y exponer el histórico pabellón del Instituto Nacional, que según me
han dicho, desde que fue entregado por los estudiantes al presidente Chiari
reposa guardado en el Palacio de las Garzas.

Existe una razón de justicia para que el recuerdo de los mártires de esta jornada,
sea perpetuado con un monumento. Estos panameños fueron doblemente
sacrificados: primero por las balas norteñas y luego por la desidia culposa del
Estado, que se abstuvo de exigir con la debida diligencia las indemnizaciones que
a éstos les correspondía. Los funcionarios de la época sabíamos que
postergábamos las reparaciones debidas a los mártires por obtener conquistas y
ventajas de carácter nacionales, como la derogación de los tratados existentes.
Los motivos de esa desidia fueran patrióticos, pero no éticos.

No obstante, la reacción del pueblo y el Gobierno al injustificado ataque de la


noche del 9 de enero de 1964, se convirtió en soporte de una nueva y agresiva
política orientada a lograr la reversión de la franja canalera y, finalmente, a la
devolución del propio Canal de Panamá.
3. Diga las razones que llevaron al gobierno de Roberto. F. Chiari a romper
relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.
El 10 de enero de 1964, el presidente de Panamá Roberto Chiari decide romper
relaciones diplomáticas con los Estados Unidos como respuesta a la ofensiva del
ejército estadounidense contra el pueblo panameño. Esta decisión sería vista, en
ese momento, como un hecho sin precedentes para un país latinoamericano. Para
comprender qué sucedió ese día, también conocido como el ‘’Día de los Mártires’’,
es necesario saber qué había sucedido anteriormente en el territorio de Panamá.
En 1903 se firmó el Tratado Herrán-Hay entre Estados Unidos y Colombia (en este
entonces Panamá aun no era territorio independiente, era un departamento
colombiano). Este tratado establecía que, por 100 años, se cedía el control de una
franja de 10 kilómetros en el istmo de Panamá para poder construir un canal entre
el Océano Pacifico y el Atlántico.
Cuando Panamá se independizó, su embajador en EEUU firmó con Washington el
tratado Hay-Bunau, que determinaba la ampliación del territorio del canal a 16
kilómetros y lo cedía a los norteamericanos a perpetuidad. A raíz de esta
situación, el país quedo dividido entre la zona del canal, gobernada por Estados
Unidos, donde residían los zoneítas y el resto del país. Esta situación llevó a que,
con el paso del tiempo, aumentara la tensión entre las dos comunidades, ya que
en el territorio del canal regían otras leyes, existían otras autoridades y se
despreciaba enormemente a los panameños.
El 2 de mayo de 1958 se llevó a cabo la conocida ‘’Operación Soberanía’’, que
consistió en un movimiento cívico, pacífico y patriótico, en la que un grupo de
jóvenes de la Unión de Estudiantes Universitarios, penetró en la zona del Canal y
colocó setenta y cinco banderas panameñas en lugares estratégicos. El 3 de
noviembre de 1959, se realizó una marcha patriótica en la Zona del canal, para
reafirmar así, la soberanía panameña en el lugar. Lo que comenzó siendo una
marcha pacífica, terminó de la peor manera cuando la policía irrumpió
violentamente con gases lacrimógenos. Esto derivó en una serie de disturbios y
enfrentamientos entre ambas comunidades.
La Marcha patriótica fue uno de los antecedentes más significativos, ya que en
base a ese antecedente, los panameños reafirmaron de manera elocuente su
determinación de lograr el reconocimiento de sus derechos soberanos.
En 1962, se iniciaron las negociaciones entre el presidente panameño Roberto
Chiari y el estadounidense John Kennedy, las cuales culminaron en un acuerdo en
el que se estipulaba que, en la zona del canal, debían ondear las banderas de
ambos países. Estas negociaciones tendrían una enorme trascendencia histórica
pues pusieron por primera vez a nivel presidencial, la revisión integral de los
tratados realizados sobre el Canal de Panamá.
Cuando llegó la fecha en la que debía entrar en vigor la medida (1 de enero de
1964), los zoneítas ignoraron el acuerdo y se negaron a izar la bandera panameña
junto a la de Estados Unidos. Las autoridades estadounidenses no pudieron hacer
nada para que ellos cumplieran con el acuerdo estipulado, lo que llevó a que los
panameños se enfurecieran y, el 9 de enero de 1964, 200 estudiantes decidieron
marchar pacíficamente hacia el Liceo Balboa con intenciones de izar la bandera
panameña en ese colegio. La policía tenía la orden de detener a los estudiantes
una cuadra antes de que llegaran al colegio, sin embargo, estos pudieron negociar
con la policía y les permitieron que seis representantes se acercaran a izar la
bandera panameña en el asta colocada frente a la escuela.
Pero los zoneítas no estaban dispuestos a permitirlo por lo que rodearon a los
estudiantes e intentaron impedir su cometido; la bandera que iban a izar terminó
rota en pedazos. Esta situación empeoró el escenario ya que los panameños
consideraron que su bandera había sido ultrajada. La noticia de lo sucedido se
extendió de inmediatamente y centenares de panameños acudieron a la zona del
canal. Como los policías zoneítas se habían visto doblados en número, pidieron
ayuda al ejército de los Estados Unidos, quién decidió disparar y utilizar gas
lacrimógeno contra los manifestantes. Estos disturbios se extendieron durante tres
días, no solo en la zona del canal, sino también en otros puntos del país. El
número de heridos y muertos creció enormemente.
Mientras tanto, el presidente Chiari había demandado que las autoridades
zonianas detuvieran la agresión contra el pueblo panameño, pero al no cesar esta
agresión armada el presidente de Panamá decidió romper las relaciones
diplomáticas con
Estados Unidos a través de un cablegrama firmado por su ministro de relaciones
exteriores. Horas después, el día 10 de enero de 1964, Roberto Chiari dio a
conocer esta decisión públicamente.
Así, Panamá se convertía en el primer país de América que rompía relaciones con
la primera potencia militar del mundo, Estados Unidos.
4. Diga las razones que llevaron a Panamá a buscar el apoyo internacional al
inicio de las nuevas negociaciones y qué estrategia utilizó nuestro país.
Los militares y el rechazo de los proyectos de tratados de 1967
En los ˙últimos meses de 1967 y en particular durante el 1968, se desencadenaron
una serie de eventos sociopolíticos que generaron un ambiente de desasosiego,
intranquilidad e inestabilidad en la sociedad panameña y crearon una situación
confusa y critica en el país. Tal clima de intranquilidad se agrava a raíz del golpe
de Estado perpetuado por la Guardia Nacional contra el presidente de la
República, doctor Arnulfo Arias Madrid, el 11 de octubre de 1968.
La ruptura del orden constitucional vino a agravar los problemas existentes y a
profundizar aún más la crisis política, pues la caída del líder histórico del
panameñismo desencadenó una tensa situación en la que privaron la persecución
y represión a dirigentes comunales principalmente de San Miguelito, del
movimiento estudiantil y a los partidarios del doctor Arias quienes habían
constituido el llamado Frente Cívico. En ese contexto de inestabilidad, se decretó
la suspensión de ciertos artículos de la Constitución Política, se restringieron las
libertades ciudadanas incluidas la libertad de movimiento y de reunión, se
censuraron y confiscaron medios de comunicación social, se decretó el toque de
queda, se allanaron propiedades, se llevaron a cabo diversos arrestos y
detenciones, se reprimieron las manifestaciones públicas e incluso se ordenó la
ocupación y cierre temporal de la Universidad de Panamá• y del Instituto Nacional.

Torrijos y la nueva estrategia negociadora con EE. UU.


A inicios de la década de 1970 y posterior a ella, la actitud tanto del gobierno de
Estados Unidos como la del pueblo estadounidense eran contrarias a los intereses
panameños en lo relacionado al asunto del canal y su zona adyacente. La opinión
pública estadounidense era reacia e indiferente a cualquier concesión sobre este
tema a Panamá•, además de que pensaban que porque Estados Unidos había
construido la vía interoceánica, Esta y todo lo que existía en la Zona del Canal, era
de su propiedad. Incluso, sobre este tema Richard Nixon había declarado en 1964,
que su país debía negociar con Panamá• aquellas pequeñas cosas que irritaban,
pero que no debía entregar el control del canal. Si Estados Unidos negocia una
pulgada al respecto, llegaremos a tener serias dudas sobre nuestras bases a
través del mundo, había sentenciado en aquella oportunidad. Y esa postura dura
inflexible se mantuvo durante las administraciones republicanas de la década de
1970.
La nueva concepción de la política exterior implica un cambio importante en la
estrategia a seguir por Panamá• en sus conversaciones con Estados Unidos,
respecto al problema del Canal de Panamá•. Para ello los lideres panameños,
civiles y militares, analizaron las experiencias negociadoras previas llevadas a
cabo por nuestro país y evaluaron las actitudes y maniobras del gobierno
norteamericano con respecto a las demandas panameñas para un nuevo tratado
que eliminara las causas de conflicto existente entre los dos países, llegando a la
conclusión de que era necesario cambiar el rumbo y la estrategia para tener Éxito
en el proceso negociador.
Una de las primeras acciones impulsadas con este propósito fue sacar las
negociaciones del marco de las relaciones bilaterales, emplear un lenguaje claro y
directo con Estados Unidos al abordar estos temas, mantener contactos al más
alto nivel evitando los intermediarios burocráticos, internacionalizar el problema
canalero a fin de que el mundo conociera de primera mano la situación colonial y
de discriminación que existía en la Zona del Canal, producto de la presencia de un
Estado extranjero dentro de otro Estado con sus leyes, normas, costumbres,
tradiciones y valores distintos al país anfitrión, así como también se redoblaron los
esfuerzos a nivel político y diplomático para lograr apoyo internacional a la causa
panameña
Definida esta estrategia, se procedió a dejar de lado los esquemas tradicionales
de negociaciones con Estados Unidos pues se determina que Estos no habían
dado los resultados esperados y más bien tendían a encasillarnos en la posición
que quería nuestra contraparte, es decir mantener el estatus quo, lo que implicaba
que las negociaciones debían abordar ˙nicamente aquellos temas y problemas
que le interesaban al gobierno estadounidense; que Estas debían realizarse en
territorio estadounidense exclusivamente (por lo general en las ciudades de
Washington y Nueva York); que las conversaciones debían llevarse en secreto,
hasta que no se terminasen y que las mismas debían desarrollarse en el marco de
las relaciones estrictamente bilaterales.
ingreso y posterior respaldo activo del movimiento de países no alineados y la
serie de resoluciones y declaraciones de apoyo emitidas por gobiernos y
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales a la causa panameña, las
cuales tendrán una gran resonancia en la comunidad internacional.
Antes de proseguir, es pertinente repasar el papel jugado por el general Omar
Torrijos Herrera, jefe de gobierno de Panamá•, en todo este proceso sociopolítico
que concluye satisfactoriamente en 1977-1978, cuando se firman y ratifican los
tratados del Canal de Panamá.
5. ¿Por qué fue valiosa para la causa panameña la resolución de apoyo del
Consejo de Seguridad, reunido en nuestro país, a pesar del veto de los Estados
Unidos?

Después de restablecida las relaciones entre Panamá y Estados Unidos en marzo


de 1964, el camino a un nuevo acuerdo que sirviera los intereses de ambas
naciones fue marcado por varios hitos de importancia histórica que merecen ser
observados en el marco de este cuadragésimo aniversario de los Tratados Torrijos
Carter.
El 15 de marzo de 1973, el gobierno panameño logra, mediante invitación formal,
convocar en ciudad de Panamá una reunión del Consejo de Seguridad de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) para discutir la causa panameña en
este foro. La resolución final de apoyo a la causa panameña fue respaldada
positivamente por 13 de los miembros del Consejo de Seguridad. Estados Unidos
votó en contra de la resolución y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del
Norte se abstuvieron.
Sobre la positiva imagen que generó para nuestro país a nivel internacional la
reunión en Panamá, además del claro apoyo a la causa panameña, el presidente
Richard Nixon, en un informe enviado al Congreso de Estados Unidos el 3 de
mayo de ese año, denunció “duramente” la reunión del Consejo de Seguridad en
Panamá, según escribe William J. Jordán (exembajador de Estados Unidos en
Panamá), en sus memorias. Pero el mismo informe de Nixon advertía que: “Otro
problema importante no resuelto es el del Canal de Panamá y la Zona circundante.
La operación del Canal por parte de Estados Unidos y nuestra presencia misma
en ese país están regidas por las cláusulas de un tratado firmado en 1903. El
mundo ha cambiado radicalmente durante 70 años de vigencia de ese tratado.
América Latina ha cambiado. Panamá ha cambiado. Y los términos de nuestra
relación deben reflejar de una forma razonable los cambios que han ocurrido”.
De allí en adelante, los actores principales y secundarios de la diplomacia de
ambos países iniciaron las discusiones que un año más tarde resultarían en la
firma de los acuerdos Tack-Kissinger que enumeraban, de manera clara y puntual,
las causas del conflicto que había mantenido distanciados y enfrentados a ambos
países desde el inicio del siglo XX.
6. Refiérase al contenido del Enmienda de Concini y a sus consecuencias A partir
del 1 de enero de año 2000.
La polémica modificación contractual incluye el derecho unilateral de los Estados
Unidos a intervenir el Canal
Dennis Webster DeConcini fue el senador demócrata, por el estado de Arizona,
que apoyó la difícil aprobación de los tratados sobre el Canal de Panamá en el
Senado de su país. Su voto favorable a los tratados fue condicionado a una
enmienda, no negociada entre las partes, que se conoce con su nombre. (En
inglés conocida como (DeConcini Reservation). Condicionaba su voto favorable y
sirvió para que otros colegas, se unieran al presidente Carter en la aprobación de
los tratados, en donde muchos senadores, opuestos a estos, sostenían que
Estados Unidos no debía ceder el Canal que ellos habían construido y era suyo.
Era lo que decía Ronald Reagan, posteriormente presidente de su país, y también
ha dicho Donald Trump.

La polémica modificación contractual incluye el derecho unilateral de los Estados


Unidos a intervenir el Canal, inclusive a través de la fuerza militar, en caso de que
la vía interoceánica sea cerrada para reestablecer su operación. Algo que nunca
se ha planteado, pero que podría estar latente a más de 40 años de firmados los
Tratados Torrijos - Carter.
A Torrijos le costó mucho aceptar esa denigrante enmienda. Hubo mucha
oposición a ella. Terminó aceptándola porque se podían malograr muchos años de
negociaciones, explicando que, para lograr la devolución del Canal, Panamá debía
poner su soberanía bajo ‘el paraguas del Pentágono'. Pocas veces se ha
recordado la nefasta reserva de aquel senador de Arizona... Hasta ahora.
No es mucho lo que se supo de la visita a Panamá del secretario de Estado Mike
Pompeo. Habló de China con Varela (en el balcón del Palacio de las Garzas, a
solas, para que nadie fuera testigo). Los orientales tienen que ver con el Canal por
aquello que Varela prometió darles cuatro hectáreas para que los chinos hicieran
su sede diplomática en las riberas del Canal. Con ello, lo primero que verían los
barcos al cruzarlo, sería la bandera china. Además, por las insinuaciones de los
norteamericanos de que para que Panamá, El Salvador y República Dominicana
establecieran relaciones con China Popular había corrido mucho dinero debajo de
la mesa. Adicionalmente, según se comenta, se habla de un gran puerto por
Veracruz, donde podrían estar incluidas las tierras en ese sector de Alberto
Vallarino, directivo del Canal, y que construirían, operarían y financiarían los
chinos. Los gringos no piden; advierten. Detestan que sus aliados les mientan. Así
manifiestan lo que quieren. Pompeo recordó a Varela la existencia de la Enmienda
DeConcini, aunque eso jamás se hará público por ninguna de las partes. Y es que
alrededor del Canal, además de lo de China, se ciernen otras amenazas, sobre
todo la corrupción existente en sus operaciones. ¿O es que los norteamericanos
no saben de los negocios que desde adentro del Canal se estimulan para
favorecer a directores como Alberto Vallarino? ¿O es que los gringos desconocen
los esfuerzos que en su oportunidad hizo Martinelli y ahora hace Varela para
controlar la directiva y el administrador de la ACP? ¿O es que ellos no sabrán los
detalles de las irregularidades de la concesión otorgada a Port of Singapore (PSA)
en Rodman?
¿O ignorarán los detalles de quienes estaban tras el puerto de Corozal? ¿Se
creerán que los gobernantes panameños son honestos y transparentes como
tanto repiten, cuando ven que en Perú, Colombia y Ecuador hay gente importante
tras las rejas y en el caso de Panamá y dominicana, a pesar de las evidencias por
el escándalo producido por Odebrecht, nada pasa? Los índices de Transparencia
Internacional indican que estamos a niveles parecidos a los de Venezuela.
El reciente caso de los capitanes de remolcadores tampoco puede ser ignorado
por nuestro principal socio comercial. No es un asunto solo local, sino
internacional por las poderosas afiliaciones sindicales que tienen los capitanes a
nivel mundial. El dar órdenes verbales e inconsultas a los capitanes de cambios
profundos en el desarrollo de sus funciones, como es el caso de dirigir los barcos
que cruzan el Canal Ampliado, fue algo premeditado por la Administración de la
ACP, para desprestigiar al gremio, ignorado desde que se convirtieron en
sindicato, a pesar de su negativa de admitirlo como tal. Le salió la criada
respondona; la culpa del supuesto cierre del Canal (no olvidemos DeConcini) se
ha comprobado, fue el producto del capricho de quienes hoy dirigen el Canal. De
allí, los diversos procesos penales contra directivos de la entidad.
Ningún panameño quiere que se repita la ignominia de la innecesaria invasión
norteamericana en Panamá en diciembre de 1989, lo cual podría en cierta forma
repetirse si los Estados Unidos aplican, con razón o sin ella, la Enmienda
DeConcini. Tampoco nadie quiere que el Canal de Panamá siga siendo manejado
bajo discrecionalidad política, atendiendo intereses económicos particulares. Es
nuestro principal recurso natural; por eso es de propiedad de todos los
panameños. ¡De más nadie!
A escasos días para que la República de Panamá grite soberanamente a la faz del
mundo, al medio día del próximo 31 de diciembre de 1999: el "Alcanzamos por fin
la victoria, en el campo feliz de la unión, con ardientes fulgores de gloria se ilumina
la nueva nación", tras llegar el fin del Tratado Canalero Torrijos - Carter, se cierne
una espada de dos filos sobre el Estado panameño, como lo representa ese
eslabón conocido como la enmienda De Concini, que para los historiadores
norteamericanos se constituyó en el verdadero triunfo de los Estados Unidos bajo
el gobierno de Jimmy Carter, tras la ratificación del Tratado Concerniente a la
Neutralidad Permanente del Canal y al Funcionamiento del Canal de Panamá, por
el Senado de los Estados Unidos, mediante Resolución del 16 de marzo de 1978.
Sin ánimo de causar daños ni ofensas a nadie, traigo a la memoria, al leer la
cláusula De Concini, (desde mi hamaca en el patio de mi casa, ubicada a 100
metros de las riberas del Canal de Panamá, allá en el ba-rrio de Santa Cruz de
Gamboa), las palabras del General de Brigada Omar Torrijos Herrera, quien murió
extrañamente el 31 de julio de 1981, cuando decía: "los Tratados, si son mal
interpretados, nos podrían colocar bajo el paraguas del Pentágono".
El tiempo ha transcurrido, de modo que muchas aguas -sucias y turbulentas- han
corrido por nuestro Istmo. Hace ya 22 años (7 de septiembre de 1977) que ambos
gobiernos, el de Estados Unidos y el de Panamá, firmaron tres Acuerdos en
Washington D.C.: El Tratado del Canal de Panamá, El Tratado Relativo a la
Neutralidad Permanente y Operación del Canal de Panamá, y el Protocolo del
Tratado Relativo a la Neutralidad Permanente y Operación del Canal de Panamá,
los cuales derogaron el Tratado Hay Buneau-Varilla de 1903, y todos los Tratados
anteriores, Convenciones y Acuerdos más Canjes de Notas entre los Estados
Unidos y la República de Panamá concernientes al Canal de Panamá.
Edmund Gaspar, en su obra titulada "La Diplomacia y Política Norteamericana en
América Latina", dice que el Presidente Carter, el 14 de octubre de 1977,
consideró necesario hacer otra aclaración, luego de recibir las críticas del público y
del Congreso Norteamericano, por la ambigüedad que encontraron ellos en esta
nueva relación (Tratado de Neutralidad) que se inicia el 31 de diciembre de 1999 a
las 12 a.m., e invitó al entonces Hombre Fuerte de Panamá, general Omar
Torrijos, a visitar Washington, para conversar nuevamente sobre la materia de los
"derechos norteamericanos para proteger la neutralidad del Canal", y hacer otra
aclaración después de la expiración del Tratado, produciendo un comunicado
conjunto después de la reunión que estableció inter-alia (entre partes): "Bajo el
Tratado Relativo a la Neutralidad Permanente y Operación del Canal de Panamá
(Tratado de Neutralidad)"; la interpretación correcta de este acuerdo: "Para
mantener el régimen de neutra-lidad establecido en este tratado en el artículo IV
del tratado significa que cualquiera de las dos partes del tratado puede, de
acuerdo con sus procedimientos constitucionales, tomar acción unilateral para
defender el Canal de Panamá contra cualquier amenaza, según lo determina la
parte que tome la acción".
Al citar a Edmund Gaspar, y traer a colación la frase "los derechos
norteamericanos" gestionado por Carter, en relación a la enmienda De Concini,
consideramos que esto nos puso en un punto de retroceso donde la lucha
generacional de todos los panameños se ve amenazada, por cuanto en una sola
frase de este acuerdo, se le da a los Estados Unidos la gabela de tomar por
delante una acción unilateral para defender el Canal de Panamá contra cualquiera
amenaza, según lo determine la parte que tome la acción. Esta frase dice así: (b)
2 "Nada en ese Tratado impedirá a la República de Panamá ni a los Estados
Unidos de América de acuerdo a sus respectivos procesos constitucionales,
concertar cualquier acuerdo o arreglo entre los dos países para facilitar, en
cualquier momento después del 31 de diciembre de 1999, el cumplimiento de sus
responsabilidades para mante-ner el régimen de neutralidad establecido en el
Tratado, incluyendo acuerdos o arreglos para el estacionamiento de cualesquiera
fuerzas militares estadounidenses o el mantenimiento en la República de Panamá
de sitios de defensa con poste-rioridad a dicha fecha, que la República de Panamá
y los Estados Unidos de América puedan considerar necesarios o apropiados".
Históricamente los Estados Unidos de América, ha ejercido su voluntad en todo el
hemisferio por defender lo que para ellos son sus derechos e intereses nacionales
y de seguridad hemisférica, pivote de su política exterior.
En otrora la Doctrina Monroe, reliquia histórica a finales del siglo XX, ha hecho que
los norteamericanos ejerciten instrumentos más sutiles de diplomacia, para
imponer su voluntad y ésta resulta ser ahora su política pacifista. Han sido
diferentes los presidentes de los Estados Unidos que en sus discursos de toma de
posesión dejan claramente establecida esta política, como lo dijo Nixon: "Los
Estados Unidos participarán en la defensa y desarrollo de sus aliados y amigos,
pero que la nación ni puede ni va a concebir todos los planes, idear los programas,
ejecutar todas las decisiones, ni echarse a cuesta todas la defensas de las
naciones libres del mundo. Daremos ayuda cuando ello signifique una verdadera
diferencia y cuando se considere que es en nuestro provecho".

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