Taller Grupal N.3 de Relaciones Entre Panamá y Estados Unidos
Taller Grupal N.3 de Relaciones Entre Panamá y Estados Unidos
ISAE Universidad
Integrantes:
Caroline Jiménez
José Griffith
Profesora:
Rodríguez Ballesteros, Sealy
Materia:
Historia de relaciones entre Panamá y estados unidos
El incidente de Paraguana
En 1963 ocurrió un conflicto diplomático que en forma indirecta influyó en la
reacción de la Cancillería panameña en la noche del 9 de enero de 1964.
Después del fracaso de invasión en Bahía de Cochinos, crecieron los temores del
Gobierno norteamericano contra el régimen castrista y optó por la política de aislar
a Cuba tanto diplomática como económicamente del resto del continente. Bajo la
excusa de que en Venezuela se había encontrado un depósito de armas de origen
cubano en la península de Paraguaná y que agitadores cubanos en asocio de
elementos oposicionistas locales, habían participado en actividades tendientes a
subvertir el régimen democrático de ese país, el Gobierno de Caracas instigado
por los norteamericanos presentó denuncia de agresión contra Cuba ante la OEA,
con el propósito de aislar a Castro del resto de América y entorpecer su desarrollo
económico. La OEA designó una comisión investigadora que rindió un informe
contra los cubanos el 3 de diciembre de 1963. A principios de enero, el Canciller
indico que la Embajada norteamericana estaba presionando para que Panamá
apoyara la denuncia de los venezolanos y se condenara al régimen castrista por el
delito de agresión, con el propósito de rodear a la isla caribeña de un cordón tanto
diplomático como comercial, aplicándole los preceptos del TIAR. La denuncia
presentada por Venezuela para que se condenara al gobierno de Castro fue
aprobada por la OEA: pero con los votos en contra de México y Chile, por falta de
pruebas sobre la supuesta agresión.
Al meditar sobre las opciones que teníamos de una salida adecuada para Panamá
a nuestro 9 de enero, recordé el caso Paraguaná. No dude que contábamos con
pruebas contundentes de hechos de suma gravedad que nos permitirían, con
fundamento en las cláusulas del TIAR, solicitar que se declarara agresor a los
Estados Unidos. Dichas pruebas serían de mayor valía que las aducidas por
Venezuela y sus aliados norteamericanos para aislar al régimen de Castro del
resto de América. Consideré lo fácil que nos sería probar ante las Comisiones de
la OEA la existencia de las causales que requiere el TIAR para el rompimiento de
relaciones diplomáticas; y que, con un poco de suerte y habilidad, se lograría
condenar a los norteamericanos por el delito internacional de agresión contra la
población panameña y, como consecuencia, obligarlos a indemnizar a Panamá y a
las víctimas por los daños y perjuicios, así como a otorgar garantías ante la
comunidad internacional de que no volvieran a incurrir en tales desmanes contra
un pueblo indefenso como el panameño. Como abogado litigante, el aspecto que
me atraía del caso Paraguaná era la situación de indefensión en que dejaba al
Departamento de Estado, ya que era obvio que los actos de supuesta agresión
contra Venezuela que dicho Departamento le achacaba al régimen castrista,
carecían de gravedad comparados con los muertos y heridos causados par los
ataques a Panamá.
No creo que existan panameños que al rememorar la agresión de que fue víctima
la población de la ciudad de Panamá, la trágica noche del 9 de enero, no
reconozcan que el alevoso ataque y la reacción de los istmeños constituyen un
auténtico hito popular de nuestro primer siglo republicano.
Por otra parte, los incidentes de esa fecha giran en torno a nuestra enseña
nacional. Los panameños siempre habían resentido que no se les permitiera
enarbolar su bandera en la Zona del Canal. En las gestiones reivindicativas que
iniciaba el Gobierno siempre figuraba el derecho a enarbolar nuestro pabellón en
todo su territorio.
Como sabemos, fue la trifulca que tuvo como motivo central la izada de la bandera
del Instituto Nacional en el asta frente a la Escuela Secundaria de Balboa, el
hecho que desencadenó la serie de incidentes y los desmanes que causaron los
muertos y heridos del 9 de enero. En este conflicto también fue afectada la
dignidad de la enseña patria que portaban los institutores.
Existe una razón de justicia para que el recuerdo de los mártires de esta jornada,
sea perpetuado con un monumento. Estos panameños fueron doblemente
sacrificados: primero por las balas norteñas y luego por la desidia culposa del
Estado, que se abstuvo de exigir con la debida diligencia las indemnizaciones que
a éstos les correspondía. Los funcionarios de la época sabíamos que
postergábamos las reparaciones debidas a los mártires por obtener conquistas y
ventajas de carácter nacionales, como la derogación de los tratados existentes.
Los motivos de esa desidia fueran patrióticos, pero no éticos.