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Leccion Nº14-Yo Hago Nuevas Todas Las Cosas

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Lección 14: Para el 31 de diciembre de 2022

“YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS”


Sábado 24 de diciembre_________________________________________________
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:3, 22; 1 Juan 3:2, 3; 1 Pedro
1:22; Isaías 25:8; Apocalipsis 22:3–5.
PARA MEMORIZAR:
“Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe;
porque estas palabras son fieles y verdaderas” (Apoc. 21:5).
Las Escrituras nos dan esta esperanza: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra
nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Ped. 3:13). Sin embargo, para algunos, la promesa de “un cielo nuevo y
una tierra nueva” (Apoc. 21:1) parece una fantasía, historias contadas por los poderosos que utilizaron la
esperanza de una vida después de la muerte para ayudar a mantener a las masas bajo control. La idea es: Aunque
ahora sea duro para ti, un día tendrás tu recompensa en el cielo, o algo similar.
Aunque algunos han usado de esa manera la esperanza futura presentada en la Biblia, ese abuso no cambia la
verdad de las promesas que tenemos con respecto a los cielos nuevos y la Tierra nueva. En los últimos días, los
burladores ridiculizarán nuestra bendita esperanza (2 Ped. 3:3–7). Pero sus burlas, tal como se predijo, podrían
considerarse una prueba más de que lo que dice la Biblia es verdad, porque se burlan como lo predijo la Biblia.
Durante esta semana reflexionaremos sobre la gloriosa promesa de un cielo nuevo y una Tierra nueva, incluyendo
el Templo celestial, la presencia de Dios, el fin de la muerte y las lágrimas, y el triunfo definitivo del amor de
Dios.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
El plan de Cristo es el único seguro. El declara: «He aquí, yo hago nuevas todas las cosas». Apocalipsis 21:5. «Si
alguno está en Cristo, nueva criatura es». 2 Corintios 5:17. El Señor no anima a nadie a pensar que él aceptará una
religión de remiendos. Tal religión no tiene valor ante su vista. Al principio puede parecer que hay algo de yo y
algo de Cristo; pero pronto se verá que no hay nada de Cristo. Los remiendos del egoísmo aumentan hasta que
todo el vestido queda cubierto de ellos…
Una religión formada según el modelo divino es la única que perdurará. Únicamente esforzándonos por vivir la
vida de Cristo aquí, podremos prepararnos para vivir con él a través de los siglos eternos (Nuestra elevada
vocación, p. 344).
Por el deseo de exaltación propia entró el pecado en el mundo, y nuestros primeros padres perdieron el dominio
sobre esta hermosa tierra, su reino. Por la abnegación, Cristo redime lo que se había perdido. Y nos dice que
debemos vencer como él venció. Apocalipsis 3:21. Por la humildad y la sumisión del yo podemos llegar a ser
coherederos con él cuando los mansos «heredarán la tierra». Salmo 37: 11.
La tierra prometida a los mansos no será igual a esta, que está bajo la sombra de la muerte y de la
maldición. «Nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva en los cuales mora la justicia».
2 Pedro 3:13…
No habrá contratiempo, ni dolor, ni pecado; no habrá quien diga: «Estoy enfermo». No habrá entierros, ni luto, ni
muerte, ni despedidas, ni corazones quebrantados; mas Jesús estará allá, y habrá paz (El discurso maestro de
Jesucristo, p. 20).
Antes de la destrucción del mundo antiguo por un diluvio, había hombres talentosos, hombres que poseían
habilidad y conocimiento. Pero se corrompieron en sus pensamientos porque dejaron de lado a Dios en sus planes
y consejos. Eran sabios en hacer lo que Dios nunca les había dicho que hicieran; sabios para hacer el mal. El
Señor vio que su ejemplo sería deletéreo para los que nacieran después, y tomó el asunto en sus manos. Durante
ciento veinte años les envió amonestaciones mediante su siervo Noé. Pero usaron el tiempo de gracia que tan
bondadosamente se les concedía para ridiculizar a Noé. Lo caricaturizaron y criticaron. Se rieron de él por su
extraordinario fervor e intensa pasión manifestados al hablar de los castigos que él declaró que Dios llevaría a
cabo con toda seguridad. Hablaban de la ciencia y de las leyes que rigen la naturaleza. Entonces tomaron a mofa
las palabras de Noé, llamándolo loco fanático. Se terminó la paciencia de Dios, y dijo a Noé: «He decidido el fin
de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la
tierra» (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 1, p. 1104).

Domingo 25 de diciembre________________________________________________
UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA
Para algunos seguidores de la filosofía griega, la idea de que algo sea físico significa que es malo. Por eso, para
ellos es inconcebible pensar en un cielo real con personas reales en el futuro. En este pensamiento, para que sea
cielo y para que sea bueno, debe haber un estado puramente espiritual, libre de las manchas que se encuentran en
este mundo físico. Afirman que si algo es material no puede ser espiritual; y si algo es espiritual no puede ser
material. En cambio, la Biblia habla del cielo en términos concretos, pero sin las limitaciones que impone la
presencia del pecado.
Lee Isaías 65:17 al 25; 66:22 y 23; 2 Pedro 3:13; y Apocalipsis 21:1 al 5. ¿Cuál es el mensaje primordial de
estos pasajes?
Isaías 65:17-25
17
Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá
al pensamiento. 18 Mas os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí
que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. 19 Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi
pueblo; y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor. 20 No habrá más allí niño que muera de
pocos días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años, y el pecador de cien años será
maldito. 21 Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. 22 No edificarán
para que otro habite, ni plantarán para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los días de mi
pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos. 23 No trabajarán en vano, ni darán a luz para
maldición; porque son linaje de los benditos de Jehová, y sus descendientes con ellos. 24 Y antes que clamen,
responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. 25 El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león
comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi
santo monte, dijo Jehová.
Isaías 66:22-23
22
Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así
permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. 23 Y de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo,
vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová.
2 Pedro 3:13
13
Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.
Apocalipsis 21:1-5
1
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía
más. 2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa
ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los
hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4 Enjugará
Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las
primeras cosas pasaron. 5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y
me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.
El libro de Isaías brinda vislumbres interesantes sobre cómo habría sido la Tierra si Israel, como nación, hubiera
permanecido fiel a su pacto con Dios (Isa. 65:17–25; 66:22, 23; comparar con Deut. 28). Todo el entorno, con sus
diversas expresiones de vida, habría crecido cada vez más hacia el plan original de Dios, es decir, previo a la
entrada del pecado.
Sin embargo, ese plan no se materializó de la manera esperada. Luego se estableció un nuevo plan, pero ahora por
medio de la iglesia, compuesta por judíos y gentiles de todas las naciones (Mat. 28:18–20; 1 Ped. 2:9). Por lo
tanto, debemos releer las profecías de Isaías desde la perspectiva de la iglesia (2 Ped. 3:13; Apoc. 21:1–5).
“En la Biblia se llama a la herencia de los bienaventurados ‘una patria’ (Heb. 11:14-16). Allí el Pastor divino
conduce a su rebaño a los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol
son para utilidad de las naciones. Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las
cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí las
vastas planicies alternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En esas
pacíficas llanuras, al borde de esas corrientes vivas, el pueblo de Dios, que por tanto tiempo anduvo peregrino y
errante, encontrará un hogar” (CS 654).
Muchos autores seculares que no tienen la esperanza de la Eternidad como la presentan las Escrituras, han
lamentado la falta de sentido de la existencia humana. Aunque están equivocados en cuento al futuro, ¿por
qué es difícil alegar en contra de su argumento sobre el sinsentido de la vida sin una esperanza futura?
Presenta tu respuesta a la clase el sábado.

ESPÍRITU DE PROFECÍA
El temor de materializar demasiado la herencia de los santos ha inducido a muchos a espiritualizar las mismas
verdades que nos permiten considerar que la nueva tierra es nuestro hogar. Cristo aseguró a sus discípulos que
había ido a preparar moradas para ellos. Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no serán totalmente
ignorantes acerca de las mansiones celestiales. Y sin embargo el apóstol Pablo declaró: «Cosas que ojo no vio, ni
oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman». 1 Corintios
2:9. El lenguaje humano es inadecuado para describir la recompensa de los justos. Solo podrá ser conocida por los
que la contemplen. Ninguna mente finita puede comprender la gloria del paraíso de Dios (La historia de la
redención, p. 450).
La vida en la tierra es el comienzo de la vida en el cielo; la educación en la tierra es una iniciación en los
principios del cielo; la obra de la vida aquí es una preparación para la obra de la vida allá. Lo que somos ahora en
carácter y servicio santo es el símbolo seguro de lo que seremos…
En nuestra vida terrenal, aunque restringida por el pecado, el mayor gozo y la más elevada educación se
encuentran en el servicio. Y en el estado futuro, libre de las limitaciones de la humanidad pecaminosa, hallaremos
nuestro mayor gozo y nuestra más elevada educación en el servicio: testificando, y mientras testificamos
aprendiendo de nuevo acerca de «la riqueza de la gloria de este misterio». «El cual es Cristo en vosotros, la
esperanza de gloria». Colosenses 1:27 (La maravillosa gracia de Dios, p. 362).
Antes de ascender al cielo, Cristo dio a los discípulos su comisión. Les dijo que debían ser los ejecutores del
testamento por el cual él legaba al mundo los tesoros de la vida eterna. Vosotros habéis sido testigos de mi vida de
sacrificio en favor del mundo, les dijo… Y aunque mi pueblo no quiso acudir a mí para poder tener vida, a pesar
de que los sacerdotes y gobernantes han hecho conmigo lo que querían, aunque me han rechazado, tendrán
todavía otra oportunidad de aceptar al Hijo de Dios. Habéis visto que recibo libremente a todos los que acuden a
mí confesando sus pecados. Al que a mí viene no lo echaré fuera de ninguna manera. Os encomiendo a vosotros,
mis discípulos, este mensaje de misericordia. Ha de darse tanto a los judíos como a los gentiles —primero a Israel
y entonces a todas las naciones, lenguas y pueblos. Todos los que crean integrarán una iglesia.
La comisión evangélica es la magna carta misionera del reino de Cristo. Los discípulos habían de trabajar
fervorosamente por las almas, dando a todos la invitación de misericordia. No debían esperar que la gente viniera
a ellos; sino que debían ir ellos a la gente con su mensaje (Los hechos de los apóstoles, pp. 22, 23).

Lunes 26 de diciembre___________________________________________________
EN EL TEMPLO DE DIOS
Algunos hablan del cielo propiamente dicho como el Santuario de Dios. Pero el libro de Apocalipsis alude a un
Santuario/Templo específico dentro de la Nueva Jerusalén, donde se encuentran el Trono de Dios y el mar de
vidrio (Apoc. 4:2–6; 7:9–15; 15:5–8). Allí, la gran multitud de santos de todas las naciones, tribus, pueblos y
lenguas adorarán a Dios para siempre (Apoc. 7:9–17).
Compara Apocalipsis 7:9 al 15 con 21:3 y 22. ¿Cómo podemos armonizar la descripción de la gran
multitud de los redimidos que sirven a Dios “día y noche en su templo” (Apoc. 7:15) con la afirmación de
que Juan “no vi[o] ningún templo” en la Nueva Jerusalén (Apoc. 21:22, NVI)?
Apocalipsis 7:9-15
9
Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y
pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con
palmas en las manos; 10 y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está
sentado en el trono, y al Cordero. 11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y
de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, 12 diciendo:
Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a
nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén. 13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que
están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me
dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la
sangre del Cordero. 15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está
sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
Apocalipsis 21:3 y 22
3
Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y
ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
22
Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.
El Santuario/Templo celestial siempre ha sido el lugar donde las huestes celestiales adoran a Dios. Pero, con la
aparición del pecado, ese Santuario se convirtió también en el lugar desde donde se ofrece la salvación a la
humanidad. “Cuando termine el problema del pecado, el Santuario celestial retornará nuevamente a su función
original. En Apocalipsis 21:22, Juan el Revelador informa que ya no vio un templo en la ciudad, porque el Señor
Dios todopoderoso y el Cordero son su templo. Pero ¿significa eso que ya no hay una casa de Dios donde sus
criaturas puedan ir a tener una comunión especial con él? ¡De ninguna manera!” (R. M. Davidson, “The
Sanctuary: ‘To Behold the Beauty of the Lord’ ”, p. 31).
El libro de Apocalipsis presta especial atención al Ser que recibe adoración y a quienes lo adoran. Esta adoración
celestial se centra en Dios y en el Cordero (Apoc. 5:13; 7:10). Como siempre, y como debe ser, Cristo es el centro
de la adoración.
Los adoradores son quienes “han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en
la sangre del Cordero” (Apoc. 7:14). Son un testimonio vivo del poder redentor y transformador de Dios. Cantan
alabanzas a Dios por quién es él y por lo que hizo por ellos.
Apocalipsis 21:3 dice: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán
su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. Estos versículos reflejan muchos otros pasajes (Jer.
32:38; Eze. 37:27; Zac. 8:8; Heb. 8:10). ¿Qué significa para nosotros ahora, que todavía estamos en la
Tierra, que Dios será nuestro Dios y nosotros seremos su pueblo? ¿Cómo vivimos esta asombrosa verdad
ahora?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
[Esta visión describe los eventos que ocurrirán cuando terminen los mil años después del segundo advenimiento
de Cristo.]
Encabezados por Jesús, todos descendimos desde la ciudad hacia esta tierra, sobre un monte muy grande…
El monte Sión se encontraba justamente frente a nosotros, y en él se alzaba un glorioso templo y alrededor del
monte había otras siete montañas, cubiertas de rosales y lirios. Vi a los niños subir a esas montañas si así lo
deseaban, usar sus alitas y volar a la cumbre de las montañas, y allí cortar flores que nunca se marchitaban. Había
toda clase de árboles alrededor del templo para hermosear el lugar, los bojes, los pinos, los abetos, los olivos, los
mirtos, los granados; y las higueras se inclinaban con el peso de los higos; todo esto hacía que el lugar se viera
magnífico. Y cuando estábamos por entrar en el templo, Jesús elevó su hermosa voz y dijo: «Solamente los
144,000 entran en este lugar», y todos exclamamos: «¡Aleluya!»
Este templo estaba sostenido por siete magníficas columnas, todas ellas de oro transparente y engarzadas con
perlas. No puedo describir las cosas hermosas que vi allí. Oh, si pudiera hablar en el lenguaje de Canaán, entonces
podría describir algo de la gloria del mundo mejor (Testimonios para la iglesia, t. 1, pp. 69, 70).
A los que entren en la ciudad de Dios se les colocará sobre sus cabezas coronas de oro. Será una escena de gozo
que ninguno de nosotros puede permitirse perder. Echaremos nuestras coronas a los pies de Jesús, y vez tras vez
le daremos gloria y alabaremos su santo nombre. Los ángeles se unirán en los cantos de triunfo. Tocando sus
arpas de oro llenarán todo el cielo con dulce música y cantos al Cordero (La segunda venida y el cielo, p. 148).
Se acerca el día cuando habrá terminado la batalla y la victoria habrá sido ganada. La voluntad de Dios ha de
cumplirse en la tierra como en el cielo. Las naciones de los salvados no conocerán otra ley que la del cielo. Todos
constituirán una familia dichosa, unida, vestida con las prendas de alabanza y de acción de gracias: con el manto
de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, en su incomparable belleza, ofrecerá a Dios tributo de alabanza y
adoración. El mundo quedará bañado en luz celestial. La luz de la luna será como la del sol, y la luz del sol siete
veces más intensa que ahora. Los años transcurrirán alegremente. Y sobre todo las estrellas de la mañana cantarán
juntas, y los hijos de Dios clamarán de gozo, mientras que Dios y Cristo declararán a una voz que ya no habrá más
pecado, ya no habrá más muerte (El ministerio de curación, pp. 404, 405).

Martes 27 de diciembre__________________________________________________
EN LA PRESENCIA DE DIOS
La Biblia dice que Dios “habita en luz inaccesible” (1 Tim. 6:16), y que “a Dios nadie le vio jamás” (Juan 1:18; 1
Juan 4:12). ¿Significa esto que los santos nunca verán a Dios el Padre en el cielo? En absoluto. Es evidente que el
hecho de no ver a Dios se refiere a los seres humanos después de la Caída, porque hay varios indicios en las
Escrituras de que los santos realmente lo verán en el cielo.
Lee Mateo 5:8; 1 Juan 3:2 y 3; y Apocalipsis 22:3 y 4. ¿Qué nos dicen estos pasajes acerca del privilegio
supremo de ver a Dios?
Mateo 5:8
8
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
1 Juan 3:2-3
2
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando
él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta
esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
Apocalipsis 22:3-4
3
Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4 y verán su
rostro, y su nombre estará en sus frentes.
El mismo apóstol Juan que declaró que “a Dios nadie le vio jamás” (Juan 1:18; 1 Juan 4:12); pero también declara
que “le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2, 3) y que “ver[emos] su rostro” (Apoc. 22:3, 4). Puede ser debatible si
estos pasajes se refieren a Dios el Padre o a Cristo. Pero, todas las dudas se desvanecen a la luz de la propia
declaración de Cristo: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mat. 5:8). ¡Qué
privilegio será para los redimidos adorar a Dios en su Templo! Pero el privilegio supremo de todos será ver su
rostro.
“El pueblo de Dios tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y con el Hijo. ‘Ahora vemos en un
espejo, confusamente’ (1 Cor. 13:12). Contemplamos la imagen de Dios reflejada, como en un espejo, en las
obras de la naturaleza y sus tratos con los hombres; pero entonces lo veremos cara a cara, sin velo que nos lo
oculte. Estaremos en su presencia y contemplaremos la gloria de su rostro” (CS 656).
Observa en algunos de los versículos de hoy el vínculo entre la pureza y el hecho de ver a Dios. “Los de limpio
corazón” verán a Dios; el que verá a Dios “se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:3). Lo que estos
versículos revelan es que Dios debe hacer una obra en nosotros ahora, que nos ayude a prepararnos para el cielo.
Aunque, en definitiva, la muerte de Jesús es la que nos garantiza el derecho al cielo, pasaremos por un proceso de
purificación aquí y ahora que nos ayudará a prepararnos para nuestro hogar eterno. Y el centro del proceso de
purificación es la obediencia a su Palabra gracias a la obra del Espíritu Santo en nosotros.
Lee 1 Pedro 1:22. ¿Cómo nos revela este texto el vínculo entre la obediencia mediante el Espíritu y la
purificación? ¿Qué tiene la obediencia, que nos purifica? Específicamente, ¿cómo dice Pedro que se
manifestará nuestra obediencia?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Al venir a morar con nosotros, Jesús iba a revelar a Dios tanto a los hombres como a los ángeles. Él era la Palabra
de Dios: el pensamiento de Dios hecho audible. En su oración por sus discípulos, dice: «Yo les he manifestado tu
nombre» — “misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad»… Pero no solo para
sus hijos nacidos en la tierra fue dada esta revelación. Nuestro pequeño mundo es un libro de texto para el
universo. El maravilloso y misericordioso propósito de Dios, el misterio del amor redentor, es el tema en el
cual «desean mirar los ángeles», y será su estudio a través de los siglos sin fin. Tanto los redimidos como los seres
que nunca cayeron hallarán en la cruz de Cristo su ciencia y su canción. Se verá que la gloria que resplandece en
el rostro de Jesús es la gloria del amor abnegado. A la luz del Calvario, se verá que la ley del renunciamiento por
amor es la ley de la vida para la tierra y el cielo; que el amor que «no busca lo suyo» tiene su fuente en el corazón
de Dios; y que en el Manso y Humilde se manifiesta el carácter de Aquel que mora en la luz inaccesible al hombre
(El Deseado de todas las gentes, p. 11).
«Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios». Mateo 5:8. Sí, como Moisés, podrán
soportar la visión de Aquel que es invisible… si veláis y oráis, y hacéis esfuerzos fervientes en la debida
dirección, estaréis cabalmente imbuidos del espíritu de Cristo. «Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis
para los deseos de la carne». Romanos 13:14 … Si queréis prestar atención a las instrucciones dadas en la Palabra
de Dios, podréis salir con un desarrollo de la fuerza intelectual y moral que dará ocasión de regocijo aun a los
ángeles, y Dios se gozará por vosotros con cántico. Bajo esta disciplina obtendréis el más pleno desarrollo de
vuestras facultades… Día tras día, revestíos de Cristo; y durante el breve período de vuestra prueba aquí en la
tierra, mantened vuestra dignidad en la fuerza de Dios, como colaboradores con los más altos agentes del cielo
(Consejos para los maestros, pp. 99, 100).
El Señor purifica el corazón de la misma manera como nosotros ventilamos una habitación. No cerramos las
puertas y las ventanas e introducimos alguna sustancia purificadora en ella; sino que la abrimos ampliamente y
dejamos que entre la atmósfera purificadora del cielo… Las ventanas del impulso, del sentimiento, deben abrirse
hacia el cielo, y el polvo del egoísmo y de lo terreno debe ser expulsado. La gracia de Dios debe invadir las
cámaras de la mente, la imaginación debe contemplar temas celestiales, y todo factor de la naturaleza debe ser
purificado y vitalizado por el Espíritu de Dios (Dios nos cuida, p. 238).

Miércoles 28 de diciembre_______________________________________________
NO MÁS MUERTE NI LÁGRIMAS
La teoría de un alma inmortal que sufre eternamente en un infierno siempre en llamas contradice la enseñanza
bíblica de que en el cielo nuevo y la Tierra Nueva “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto” (Apoc. 21:4). Si
fuera cierta la teoría de un infierno eterno y ardiente, entonces la “segunda muerte” no erradicaría el pecado ni a
los pecadores del Universo, sino que solo los confinaría en un infierno eterno de dolor y llanto. Es más: En este
caso, el Universo nunca se restauraría completamente a su perfección original. Pero ¡alabado sea el Señor, porque
la Biblia pinta un cuadro completamente diferente!
Lee Isaías 25:8, y Apocalipsis 7:17 y 21:4. ¿Qué consuelo y esperanza pueden traernos estos pasajes en
medio de las pruebas y el sufrimiento de este mundo actual?
Isaías 25:8
8
Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la
afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho.
Apocalipsis 7:17
17
porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
Apocalipsis 21:4
4
Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;
porque las primeras cosas pasaron.
La vida puede ser muy dura, injusta, cruel. El frío abrazo de la muerte violentamente nos arrebata a algunas
personas muy entrañables para nosotros; otras llegan sutilmente a nuestra vida, nos roban los sentimientos y luego
se van como si nada hubiera pasado. Qué terrible es ser traicionado por alguien a quien amamos y en quien
confiamos.
Hay momentos en los que, con el corazón roto, hasta podemos preguntarnos si vale la pena seguir viviendo. Sin
embargo, independientemente de nuestros pesares, Dios siempre está dispuesto a enjugar toda lágrima de nuestras
mejillas. Pero, algunas de nuestras lágrimas más profundas seguirán fluyendo hasta ese glorioso día en que la
muerte, el dolor y el llanto dejarán de existir (Apoc. 21:1–5).
Podemos confiar en que en el Juicio Final Dios tratará a cada ser humano con justicia y amor. Todos nuestros
seres queridos que murieron en Cristo resucitarán de entre los muertos para estar con nosotros por toda la
Eternidad. Los que no son aptos para la vida eterna finalmente dejarán de existir, sin tener que vivir en un cielo
para ellos “desagradable” o en un infierno que arda eternamente. Nuestro mayor consuelo proviene de la manera
justa en que Dios trata a todos. Cuando la muerte deje de existir definitivamente, los redimidos exclamarán con
júbilo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Cor. 15:54, 55).
El Señor prometió que, en el cielo nuevo y la Tierra Nueva que creará, “de lo primero no habrá memoria, ni más
vendrá al pensamiento” (Isa. 65:17). Esto no significa que el cielo será un lugar de amnesia, sino que el pasado no
socavará el gozo perdurable del cielo.
¿Quién no ha sentido aquí los injustos estragos de la existencia humana? Especialmente en esos malos
momentos, ¿cómo podemos aprender a confiar y, en lo posible, regocijarnos en la bondad y el amor de
Dios?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Después de su expulsión del Edén, la vida de Adán en la tierra estuvo llena de pesar. Cada hoja marchita, cada
víctima ofrecida en sacrificio, cada ajamiento en el hermoso aspecto de la naturaleza, cada mancha en la pureza
del hombre, le volvían a recordar su pecado. Terrible fue la agonía del remordimiento cuando notó que aumentaba
la iniquidad, y que en contestación a sus advertencias, se le tachaba de ser él mismo causa del pecado… Se
arrepintió sinceramente de su pecado y confió en los méritos del Salvador prometido, y murió en la esperanza de
la resurrección. El Hijo de Dios reparó la culpa y caída del hombre, y ahora, merced a la obra de propiciación,
Adán es restablecido a su primitiva soberanía.
Transportado de dicha, contempla los árboles que hicieron una vez su delicia —los mismos árboles cuyos frutos
recogiera en los días de su inocencia y dicha… comprende que este es en verdad el Edén restaurado y que es
mucho más hermoso ahora que cuando él fue expulsado. El Salvador le lleva al árbol de la vida, toma su fruto
glorioso y se lo ofrece para comer. Adán mira en torno suyo y nota una multitud de los redimidos de su familia
que se encuentra en el paraíso de Dios. Entonces arroja su brillante corona a los pies de Jesús, y, cayendo sobre su
pecho, abraza al Redentor…
Presencian esta reunión los ángeles que lloraron por la caída de Adán y se regocijaron cuando Jesús, una vez
resucitado, ascendió al cielo después de haber abierto el sepulcro para todos aquellos que creyesen en su nombre.
Ahora contemplan el cumplimiento de la obra de redención y unen sus voces al cántico de alabanza (El hogar
cristiano, pp. 489, 490).
Vi después un gran número de ángeles que traían de la ciudad brillantes coronas, una para cada santo, cuyo
nombre estaba inscrito en ella. A medida que Jesús pedía las coronas, los ángeles se las presentaban y con su
propia diestra el amable Jesús las ponía en la cabeza de los santos… Después vi que Jesús conducía a los
redimidos a la puerta de la ciudad… Jesús miró entonces a sus redimidos santos, cuyo semblante irradiaba gloria,
y fijando en ellos sus ojos bondadosos les dijo con voz rica y musical: «Contemplo el trabajo de mi alma, y estoy
satisfecho. Vuestra es esta excelsa gloria para que la disfrutéis eternamente. Terminaron vuestros pesares. No
habrá más muerte ni llanto ni pesar ni dolor». Vi que la hueste de los redimidos se postraba y echaba sus brillantes
coronas a los pies de Jesús; y cuando su bondadosa mano los alzó del suelo, pulsaron sus áureas arpas y llenaron
el cielo con su deleitosa música y cánticos al Cordero (Primeros escritos, p. 288).

Jueves 29 de diciembre__________________________________________________
SU NOMBRE EN SUS FRENTES
Lee Apocalipsis 22:3 al 5. ¿Cómo podemos tener la seguridad de que estaremos entre aquellos que tendrán
el nombre de Dios escrito en la frente? Es decir, ¿podemos estar seguros?
Apocalipsis 22:3-5
3
Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, 4 y verán su
rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni
de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.
Después de la rebelión de Lucifer y la caída de Adán y de Eva, Dios podría haber destruido a los dos pecadores.
Sin embargo, como expresión del amor incondicional por sus criaturas, Dios estableció un plan misericordioso
para salvar a todos los que acepten lo que él les ofrece. Esto es lo que se conoce como el “plan de salvación”, que,
aunque existía aun antes de la creación de la Tierra (Efe. 1:3, 4; 2 Tim. 1:9; Tito 1:2; Apoc. 13:8), la primera vez
que se dio a conocer fue a la humanidad en el Edén, inmediatamente después de la Caída. Luego se reveló aún
más en los tipos y las sombras del servicio del Santuario hebreo (Éxo. 25). Y posteriormente tuvo su máxima
expresión en la vida, la muerte y la resurrección de Jesús (ver Rom. 5).
En el centro del plan de salvación está la promesa de vida eterna, sobre la base de los méritos de Jesús, para todos
los que acepten, por fe, la gran provisión hecha en la Cruz. Antes de la Cruz y después de la Cruz, la salvación
siempre ha sido por fe, nunca por obras, por más que las obras sean una expresión natural de nuestra salvación.
Pablo escribió acerca de Abraham, quien existió mucho antes de la venida de Cristo, como un ejemplo de
salvación por la fe: “Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para
con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” (Rom. 4:2,
3). ¿Cómo nos ayudan estos versículos a entender de qué se trata la salvación por fe?
Entonces, podemos tener la seguridad de la salvación si aceptamos a Jesús, nos entregamos a él, reclamamos sus
promesas (incluyendo las de una nueva vida en él), y nos apoyamos totalmente en sus méritos y nada más.
Abraham creyó, y esto se le tomó en cuenta como justicia; con nosotros funciona igual.
Por consiguiente, esto es lo que significa tener su nombre escrito en nuestra frente. Si lo tenemos escrito allí en
este momento y no nos apartamos de él, entonces también estará escrito en los cielos nuevos y en la Tierra Nueva.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Para entrar en el cielo, el hombre debe tener a Cristo en su interior, la esperanza de gloria, y llevar consigo el
ambiente del cielo. Solo el Señor Jesús puede moldear y cambiar el carácter. Por falta de paciencia, bondad,
tolerancia, abnegación y amor, las revelaciones de los rasgos surgen involuntariamente cuando se está
desprevenido, y las palabras no cristianas, la falta de semejanza a Cristo de carácter estallan a veces para la ruina
del alma. «No se regocija en la iniquidad». Márcalo. El apóstol quiso decir que donde hay un cultivo de amor
genuino por las almas preciosas, será exhibido para aquellos más necesitados de esa paciencia que sufre mucho y
es bondadosa, y no estará lista para convertir una pequeña indiscreción o un mal incuestionable en una ofensa
grande e imperdonable, y no sacará provecho de las malas acciones de otros (Fundamentals of Christian
Education, p. 279).
En el mejor de los casos, el tiempo de que disponemos aquí es corto, y todos los movimientos que hacemos
debieran estar dedicados al fortalecimiento y al progreso de la causa de Dios… Clama a Dios: «Conviérteme hasta
lo más profundo de mi alma». Ruega al Señor que te otorgue el poder transformador de su gracia. Aférrate de tu
Salvador como Jacob, hasta que el Altísimo te muestre no solamente cómo eres tú mismo, sino que te revele quién
es él, y puedas ver en Jesús tu fortaleza y tu apoyo, un resplandor y un poder que nunca has experimentado
antes… Si por la fe te aferras tenazmente de las promesas, triunfarás. Esta es la victoria que vence al mundo,
nuestra fe (Cada día con Dios, p. 332).
El jactarnos de nuestros méritos está fuera de lugar. «No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se
alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en
entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra: porque estas
cosas quiero, dice Jehová». Jeremías 9:23, 24.
El premio no se otorga por las obras, a fin de que nadie se alabe; mas es todo por gracia. «¿Qué, pues, diremos
que halló Abraham nuestro padre según la carne? Que si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué
gloriarse; mas no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? Y creyó Abraham a Dios, y le fue atribuido a
justicia. Empero al que obra, no se le cuenta el salario por merced, sino por deuda. Mas al que no obra, pero cree
en aquel que justifica al impío, la fe le es contada por justicia». Romanos 4: 1-5. Por lo tanto, no hay motivo para
que uno se gloríe sobre otro o manifieste envidia hacia otro. Nadie obtiene un privilegio superior a otro, ni puede
alguien reclamar la recompensa como un derecho (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 331, 332).

Viernes 30 de diciembre_________________________________________________
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El conflicto de los siglos, “El fin del conflicto”, pp. 643-658; La segunda venida y el
cielo, “La Tierra renovada”, pp. 207-226; “La escuela celestial”, pp. 227-248; “El día se acerca”, pp. 249-260; “El
cielo puede comenzar ahora”, pp. 261-276; “La música del cielo” pp. 277-288; “Llamados a estar allí”, pp. 289-
299.
“La Cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la Eternidad. En el Cristo glorificado
contemplarán al Cristo crucificado. Nunca olvidarán que el Ser cuyo poder creó los innumerables mundos y los
sostiene a través de la inmensidad del espacio –el Amado de Dios, la Majestad del cielo, a quien los querubines y
los serafines resplandecientes se deleitan en adorar– se humilló para levantar al hombre caído; [nunca olvidarán]
que llevó la culpa y la vergüenza del pecado, y sintió el ocultamiento del rostro de su Padre, hasta que la
maldición de un mundo perdido quebrantó su corazón y le arrancó la vida en la Cruz del Calvario. Que el Hacedor
de todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejase su gloria y se humillase por amor al hombre
despertará eternamente la admiración y la adoración del Universo” (CS 632-633).
“El Gran Conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el Universo está limpio. Una misma
pulsación de armonía y júbilo late a través de la vasta Creación. Del Ser que todo lo creó manan vida, luz y
contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más
grande, todas las cosas, animadas e inanimadas, declaran, en su belleza sin mácula y en gozo perfecto, que Dios es
amor” (CS 657).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
 Muchos cristianos secularizados viven como si este mundo fuera a durar para siempre (Luc. 12:16–21).
¿Cómo podemos equilibrar nuestros ideales terrenales con nuestras prioridades celestiales? ¿Cómo
podemos protegernos de lo que Jesús nos advirtió en Lucas 12?
 Si el cielo comienza aquí, ¿qué debemos hacer para transformar nuestro hogar y nuestra vida personal en
pequeñas expresiones de los principios celestiales?
 Medita sobre la pregunta planteada al final de la lección del domingo. ¿Cuál es la lógica detrás del
pesimismo de quienes no creen en la vida eterna? Al mismo tiempo, también, algunas de estas personas
parecen llevar una vida bastante “feliz”, aunque no expresen ninguna esperanza futura. ¿Cómo crees que
lo logran? Es decir, ¿cómo pueden vivir hasta con cierta satisfacción sin haber abrazado la promesa de
algo más allá de esta vida?

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