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El Bosque Encantado

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El Bosque Encantado

Había una vez un bosque mágico en el corazón de un reino lejano. Sus árboles eran
altos y retorcidos, con hojas que brillaban como esmeraldas al sol. Pero lo que hacía
que este bosque fuera verdaderamente especial eran las criaturas que lo habitaban.

En las noches de luna llena, los duendes salían de sus escondites y bailaban alrededor
de los troncos. Sus risas llenaban el aire mientras tejían hechizos de buena fortuna para
los viajeros que pasaban cerca.

Los unicornios también eran visitantes frecuentes. Sus crines plateadas brillaban como
estrellas y sus ojos eran tan profundos como el océano. Se decía que si alguien lograba
ver a un unicornio, tendría suerte para siempre.

Pero el habitante más misterioso del bosque era el hada de las estaciones. Ella era
pequeña y delicada, con alas de mariposa y una sonrisa enigmática. Cada vez que
cambiaba la estación, ella aparecía para pintar las hojas de los árboles o esparcir flores
por el suelo.

Un día, un joven llamado Liam decidió aventurarse en el bosque. Había oído historias
sobre sus maravillas y quería verlas con sus propios ojos. Siguió el sendero de piedra y
pronto se encontró rodeado de árboles altos.

De repente, una risa aguda llenó el aire. Liam miró a su alrededor y vio a un duende
saltando de rama en rama. El duende se detuvo y lo miró con ojos traviesos.

“¿Qué haces aquí, humano?” preguntó el duende.

“Estoy buscando al hada de las estaciones”, respondió Liam. “Quiero verla”.

El duende se rió. “Ella no se muestra a cualquiera. Pero si eres lo suficientemente


valiente, sigue el arco iris hasta el claro en el centro del bosque. Allí la encontrarás”.

Liam siguió el consejo del duende y pronto vio un arco iris brillante que se extendía
entre los árboles. Siguió el arco iris y llegó a un claro lleno de flores de todos los
colores. En el centro, estaba el hada de las estaciones.

Ella lo miró con sus ojos brillantes y sonrió. “¿Qué deseas, viajero?”

Liam se arrodilló. “Solo quiero verte, hada. He oído hablar de tus maravillas”.

El hada asintió. “Eres valiente y sincero. Por eso te mostraré algo especial”. Extendió su
mano y tocó un árbol cercano. Las hojas se volvieron doradas y luego rojas, como si el
otoño hubiera llegado en un instante.
Liam estaba asombrado. “¿Cómo lo hiciste?”

El hada se rió. “Soy la guardiana de las estaciones. Puedo cambiarlas a mi voluntad”.


Luego, desapareció en un destello de luz.

Desde entonces, Liam visitó el bosque encantado cada temporada. Siempre encontraba
al hada de las estaciones, quien le mostraba los secretos del mundo natural. Y así, Liam
aprendió que la magia estaba en todas partes, si uno estaba dispuesto a creer.

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