PEDAGOGÍAS DEL SIGLO XXI
La grandeza de las escuelas multigrado
por
Jaume Carbonell
1 febrero, 2017
Un encuentro entre amigos me hizo evocar las conversaciones que
escuchaba a principios de los setenta entre los maestros de la Escuela Heura, un
centro barcelonés muy innovador que primero funcionaba como una cooperativa y
más adelante se integró en la red pública. Lo que me sorprendía era, sobre todo, el
conocimiento que tenía cualquier maestro de todos los alumnos y también de sus
familias. El secreto era muy sencillo: el tiempo que dedicaban a observar a los
pequeños en el jardín y otras espacios y actividades, y a hablar de ellos en las
reuniones; la proximidad y colaboración de padres y madres; y el tamaño reducido
del centro: solo existía una línea con ratios más que aceptables. Es evidente que
estas tres ventajas pedagógicas, que testifican la existencia de un equipo docente
y de una cultura de centro, se daban y siguen dándose en otras escuelas urbanas,
aunque son mucho más perceptibles en las escuelas rurales. Lo he comprobado en
mis numerosas visitas y reportajes por la geografía española y así lo atestiguan los
estudiosos de este modelo escolar. En este caso, al tamaño reducido del centro se
añade la organización del centro en aulas multigrado que suelen reunir,
respectivamente, a los pequeños, medianos y mayores -aunque las agrupaciones
son diversas en función de cada contexto específico-. En cualquier caso, se trata de
grupos de alumnos y alumnas de distintos grados que conviven y aprenden juntos
en ese lugar llamado aula, con un solo maestro y a veces con especialistas que
imparten algunas materias como inglés, música o educación física.
Estas escuelas muestran una especial preocupación por mantener el tamaño
reducido del centro -no solo por las ratios del grupo-clase- y la mezcla de edades
porque entienden que se trata de dos criterios de calidad que pueden reportar
diversas y poderosas ventajas educativas. Las oportunidades que brindan han sido
analizadas a fondo, entre otros autores, por Laura Domingo, Jordi Feu y Roser Boix,
quienes han realizado la tesis doctoral y publicado unos cuantos textos sobre esta
temática. Todos ellos coinciden, grosso modo, en estos factores potencialmente
ventajosos: la heterogeneidad del alumnado como factor de enriquecimiento
de las relaciones y aprendizaje; la experimentación didáctica y metodológica; la
integración o globalización de los diversos saberes y asignaturas; el clima más
familiar de aula y la convivencia; la flexibilidad en el currículo, tiempos y espacios;
el seguimiento y evaluación del alumnado; la relación con las familias y con el
entorno; la construcción de la identidad individual y colectiva, y la cohesión del
grupo.
Conviene detenerse en el cambio de rol del alumnado. La mezcla de edades
responde al orden natural de la sociedad. ¿Acaso en las distintas manifestaciones
y escenarios de la vida real se separa a la infancia y juventud por su edad? ¿Qué
importancia tiene preguntarles constantemente cuántos años tienen? La escuela
es la única institución que los agrupa por su estricta edad cronológica. ¿Qué
razones lo justifican cuando se sabe que los ritmos de crecimiento,
como evidencian numerosas investigaciones, muestran el valor pedagógico del
aprendizaje entre iguales y de las interacciones entre alumnos mayores y
menores? Ya no se trata únicamente de los razonamientos superiores y el mayor
caudal de experiencias que reciben unos, o del compromiso y aprendizaje que les
reporta a otros tener que ayudarles a entender un texto o a explicar un concepto de
forma clara y precisa, sino del amplio abanico de posibilidades que abre el conjunto
de interacciones cambiantes que se van sucediendo. ¡La de cosas que pueden
aprender unos de otros! Porque, siguiendo la estela de Vygotsky, la interacción
social favorece la mejora del aprendizaje. Sobre todo, cuando la cooperación
sustituye a la competición, otra de las singularidades de este proyecto educativo
multinivel.
También se modifica el rol del profesorado, que transita hacia un perfil más
polivalente y que le proporciona una visión más global de la educación. Por otro
lado, le exige una atención más personalizada del alumno para atender su
diversidad, respetando sus procesos madurativos, intereses y ritmos de
aprendizaje. El tipo de ayuda docente, que se traduce en una tarea de
acompañamiento y facilitación de las tareas, es clave para avanzar hacia la inclusión
escolar y social. En estas pequeñas escuelas se recupera la imagen del
maestro artesano de que nos habla Richard Sennett y que se ha popularizado,
con un registro un tanto idealizado, en novelas y películas de distintas geografías
protagonizadas por maestros. A la postre, se trata humanizar y hacer más
estimulante y cercano el trabajo docente.
En algunas escuelas urbanas innovadoras de Catalunya y de otras
comunidades autónomas, que tratan de mantener un crecimiento sostenible con
una sola línea, se va introduciendo la agrupación multi o internivel. En un par de
ellas, que he visitado recientemente, los grados de Infantil y Primaria se reparten en
tres grandes espacios -las comunidades de los mayores, pequeños y medianos-
donde el alumnado trabaja en grupo, por parejas o individualmente, compartiendo
proyectos o concentrándose en diversos espacios de aprendizaje tanto interiores
como exteriores. En Inglaterra y Estados Unidos -sobre todo en California con la
red AltSchool– ya hace tiempo que existen este tipo de centros, formando parte de
dos movimientos que se entrecruzan: el de las multiage classrrom y el de las small
schools. Las características son similares a las descritas anteriormente:
acercamiento al alumno; atención intensiva a la diversidad; currículum abierto,
integrado y flexible; concepción del profesor como orientador… Asimismo, el
referente teórico es Vigotsky, especialmente la noción de zona de desarrollo
próximo, entendida como la ayuda y el conjunto de interacciones sociales que
se producen entre personas adultas y menores y entre estos en un determinado
contexto. Para ello se prevén un montón de estrategias y recursos, con la pertinente
formación docente, para llevarlas a cabo. Este mismo movimiento de reforma e
innovación educativa se plantea en algunos países latinoamericanos.
Un par de reflexiones a modo de conclusión y para el debate. La primera
tiene que ver con el modelo educativo. Hemos hablado de las ventajas y
oportunidades que ofrecen estos centros pero siempre andan condicionadas a que
se fundamenten en una opción pedagógica para construir una escuela diferente de
futuro y no para perpetuar un modelo escolar de presente-pasado. Así, por ejemplo,
la mezcla de alumnos puede obedecer simplemente a razones meramente
estructurales y administrativas, y el tamaño reducido del centro a la baja matrícula.
La apuesta por el modelo multigrado innovador requiere una opción educativa a
favor de una de infancia que pueda crecer en libertad, autonomía y responsabilidad;
de un proceso de enseñanza que favorezca el protagonismo y la curiosidad del
alumnado por el aprendizaje; de una escuela que sea respetuosa y exigente con la
atención a la diversidad para allanar el camino hacia la equidad y la inclusión, y de
un profesorado debidamente formado y comprometido con esta manera de entender
la educación.
La segunda tiene que ver con edificios escolares enormes y masificados,
donde se instala el anonimato del alumno y la complicada relación y participación
democrática de los diversos agentes educativos. Estamos hablando de
macrocentros de hasta dos mil alumnos y más de un centenar de profesores, que
subsisten por tradición o que han sido construidos por necesidades urgentes de
escolarización. Quizás en algunos lugares y momentos sea inevitable en un primer
momento pero, como ha ocurrido también, más adelante puede atenderse a criterios
de calidad y partirse en dos o más centros. En sentido contrario, cabe señalar los
problemas que comportan a menudos las ampliaciones y fusiones de centros.
Algunos movimientos y expertos, al referirse a las escuelas pequeñas multigrado,
manejan cifras de entre 50 y 150 alumnos en el caso de las escuelas rurales y de
hasta 300-350 en el caso de las urbanas. Sin entrar en detalles numéricos, lo
realmente importante es poder convertir las oportunidades innovadoras en
realidades tangibles y sostenibles. Y eso es pertinente y necesario en cualquier
contexto. Porque es la escuela del futuro.