Palabras diarias de Dios: Las tres etapas de la obra
Dios realiza Su obra en todo el universo. Todos los que creen en Él
deben aceptar Su palabra, comerla y beberla; nadie puede ser
ganado por Dios mediante la contemplación de señales y
maravillas manifestados por Dios. A lo largo de las eras, Dios
siempre ha usado la palabra para perfeccionar al hombre. Por
tanto, no deberíais dedicar toda vuestra atención a señales y
prodigios, sino que deberíais buscar el ser perfeccionado por Dios.
En la Era de la Ley del Antiguo Testamento, Dios pronunció
algunas palabras, y en la Era de la Gracia, Jesús también habló
muchas palabras. Después de que Jesús acabara de decir todo lo
que dijo, los apóstoles y profetas que vinieron después hicieron
que las personas practicaran según las leyes y los mandamientos
establecidos por Jesús, e hicieron que experimentaran según los
principios hablados por Jesús. El Dios de los últimos días usa,
principalmente, la palabra para perfeccionar al hombre. No usa
señales y prodigios para oprimir o convencer al hombre. Esto no
puede manifestar con claridad el poder de Dios. Si Él sólo mostrara
señales y prodigios, sería imposible dejar clara Su realidad y, por
tanto, sería imposible perfeccionar al hombre. Dios no hace al
hombre perfecto con señales y prodigios, sino que usa la palabra
para regarlo y pastorearlo; después de esto se logra la completa
obediencia del ser humano y su conocimiento de Dios. Este es el
objetivo de la obra que Él hace y de las palabras que Él pronuncia.
Dios no usa el método de la demostración de señales y prodigios
para perfeccionar al hombre, sino que usa palabras y muchos
métodos diferentes en Su obra para tal menester. Ya sea el
refinamiento, el trato, la poda o la provisión de palabras, Dios
habla desde muchas perspectivas diferentes para hacer al hombre
perfecto y darle un mayor conocimiento de la obra, de la sabiduría
y la maravilla de Dios. Cuando el hombre sea hecho completo en el
tiempo en que Dios concluya la era en los últimos días, estará
cualificado para contemplar señales y prodigios. Cuando tengas
conocimiento de Dios y seas capaz de obedecerle, haga lo que
haga, verás señales y prodigios, porque no tendrás ningunos
conceptos sobre la realidad de Dios. Por el momento, eres
corrupto e incapaz de obedecer por completo a Dios; ¿estás
cualificado para ver señales y prodigios? El momento en que Él
muestra señales y prodigios es cuando castiga al hombre, y
también cuando se produce el cambio de era y, además, cuando la
era concluya. Cuando la obra de Dios se lleva a cabo de un modo
normal, Él no muestra señales y prodigios. Mostrar señales y
prodigios es sumamente fácil, pero no es el principio de la obra de
Dios ni tampoco el objetivo de la gestión divina del hombre. Si
este viera señales y prodigios, y si el cuerpo espiritual de Dios
tuviera que aparecérsele al hombre, ¿no creería todo el mundo en
Dios? Ya he dicho antes que un grupo de vencedores será ganado
del Este, vencedores que proceden de la gran tribulación. ¿Qué
significan estas palabras? Quieren decir que estas personas que
han sido ganadas sólo obedecieron de verdad después de pasar
por el juicio y el castigo, de ser tratados y podados, y de todo tipo
de refinamiento. La creencia de estas personas no es imprecisa ni
abstracta, sino práctica. No han visto señales y prodigios ni
milagros; no hablan de letras y doctrinas incomprensibles ni de
percepciones profundas, sino que tienen realidad y las palabras de
Dios, y un conocimiento verdadero de Su realidad. ¿Acaso no es
más capaz un grupo así de dejar claro el poder de Dios? Su obra
durante los últimos días es obra práctica. Durante la era de Jesús,
Él no vino a perfeccionar al hombre, sino a redimirlo y, por tanto,
manifestó algunos milagros para hacer que las personas le
siguieran. Y es que Él vino principalmente a completar la obra de la
crucifixión, y mostrar señales no formaba parte de la obra de Su
ministerio. Aquellas señales y prodigios fue algo que hizo para que
Su obra fuera más eficaz; era trabajo extra y no representaba la
obra de toda la era. Durante la Era de la Ley del Antiguo
Testamento, Dios también mostró algunas señales y prodigios,
pero la obra que Dios realiza hoy es obra práctica, y desde luego
no hará señales y prodigios ahora. Tan pronto como mostrara
señales y prodigios, Su obra práctica caería en el desorden, y Él
sería incapaz de hacer alguna obra más. Si Dios dijo que se usara la
palabra para perfeccionar al hombre, pero también mostrara
señales y prodigios, ¿quedaría claro que el hombre creyera de
verdad en Él? Dios no hace, pues, tales cosas. En el hombre hay
demasiado de religión; Dios ha venido durante los últimos días a
expulsar todos los conceptos religiosos y las cosas sobrenaturales
que hay en el hombre, y hacer que este conozca la realidad de
Dios. Ha venido a quitar una imagen abstracta y fantasiosa de Dios;
en otras palabras, una imagen que no existe en absoluto. ¡De
modo que ahora, lo único valioso es que tengas conocimiento de
la realidad! La verdad lo supera todo. ¿Cuánta verdad posees hoy?
¿Es Dios todo lo que muestra señales y maravillas? Los espíritus
malignos también pueden hacer señales y prodigios; ¿son todos
ellos Dios? En su creencia en Dios, lo que el hombre busca es la
verdad, lo que persigue es la vida y no señales y prodigios. Este
debería ser el objetivo de todos los que creen en Dios.
Palabras diarias de Dios: Conocer a Dios
(Génesis 19:1-11) Y dos ángeles vinieron a Sodoma al atardecer; y
Lot se sentó en la puerta de Sodoma y cuando los vio se levantó y
fue a su encuentro. Les hizo reverencia con su rostro hacia el suelo;
y les dijo: Mirad mis señores, os imploro entréis en la casa de
vuestro siervo y paséis la noche ahí; podréis lavaros los pies, y
levantaros temprano para seguir vuestro camino. Y ellos dijeron:
No, nos quedaremos en la calle toda la noche. Lot les insistió
mucho; y ellos accedieron a irse con él a su casa; y él les preparó
un banquete, les hizo pan sin levadura y ellos comieron. Pero antes
de que se acostaran, todos los hombres de la ciudad, incluso los
hombres de Sodoma, jóvenes y ancianos, todos rodearon la casa y
llamando a Lot y le dijeron: ¿Dónde están los hombres que
vinieron a tu casa esta noche? Tráelos acá afuera para que los
conozcamos. Lot salió a la puerta a atenderlos, y cerró la puerta
tras él, les dijo: os suplico, hermanos, no actuéis tan
malvadamente. Ved, tengo dos hijas que todavía no han conocido
hombre; permitidme, les imploro, que os las traiga, y podéis hacer
con ellas lo que os parezca, pero a estos hombres no les hagáis
nada, ya que ellos han venido a quedarse bajo mi techo. Y ellos
dijeron: Apártate —y seguidamente dijeron— Este sujeto vino a
quedarse acá, y ahora quiere ser el juez; ahora haremos peores
cosas contigo que con ellos. Los hombres se abalanzaron contra
Lot y casi lograron romper la puerta. Pero los hombres invitados
estiraron la mano y jalaron a Lot dentro de la casa, cerraron la
puerta. Maldijeron a los hombres que estaban a la puerta con
ceguera, a los pequeños y a los mayores, de tal manera que
tuvieron mucha dificultad para encontrar la puerta.
(Génesis 19:24-25) Luego Jehová mandó lluvia de azufre y fuego
del cielo sobre Sodoma y sobre Gomorra y destruyó esas ciudades,
toda la llanura, a todos sus habitantes y todo lo que crecía en estas
tierras.
Después de la resistencia y la hostilidad repetidas de Sodoma
hacia Él, Dios la erradica totalmente
Desde una perspectiva humana, Sodoma era una ciudad que podía
satisfacer plenamente el deseo y la maldad del hombre. Seductora
y cautivadora, con música y danza noche tras noche, su
prosperidad empujó a los hombres a la fascinación y la locura. Su
maldad corroía los corazones de las personas y los hechizaba hasta
la degeneración. Era una ciudad en la que los espíritus inmundos y
malignos corrían desbocados; rebosaba de pecado y asesinatos y
estaba llena de un olor sangriento y pútrido. Era una ciudad que
helaba a las personas hasta los huesos, una ciudad de la que uno
se retiraría. Nadie en esta ciudad —ni hombre ni mujer, ni joven ni
viejo— buscaba el camino verdadero; nadie anhelaba la luz o
apartarse del pecado. Vivían bajo el control, la corrupción y el
engaño de Satanás. Habían perdido su humanidad; perdido sus
sentidos, y habían perdido la meta original de la existencia del
hombre. Cometían innumerables pecados de resistencia contra
Dios; rechazaron Su guía y se opusieron a Su voluntad. Sus actos
malvados llevaron a estas personas, la ciudad y toda cosa viviente
en ella, paso a paso, por el camino de la destrucción.
Aunque estos dos pasajes no registran los detalles que describen
la medida de la corrupción del pueblo de Sodoma, registrando en
su lugar su conducta hacia los dos siervos de Dios después de su
llegada a la ciudad, una simple verdad puede revelar hasta qué
punto eran corruptos, malvados y se resistían a Dios las personas
de Sodoma. Con esto, también se ponen de manifiesto la
verdadera cara y esencia de los habitantes de la ciudad. No sólo no
aceptaron las advertencias de Dios, sino que no temieron Su
castigo. Al contrario, despreciaron la ira de Dios. Resistieron
ciegamente a Dios. No importó lo que Él hiciese o cómo lo hiciese,
su naturaleza viciosa sólo se intensificaba, y se oponían
repetidamente a Dios. Las personas de Sodoma eran hostiles a la
existencia de Dios, Su venida, Su castigo, y aún más, Sus
advertencias. No veían nada que mereciese la pena a su alrededor.
Destruían y lastimaban a todas las personas que podían ser
destruidas y lastimadas y no trataron de forma diferente a los
siervos de Dios. En cuanto a la totalidad de los hechos malvados
cometidos por las personas de Sodoma, hacer daño a los siervos
de Dios sólo era la punta del iceberg, y su naturaleza malvada que
esto revelaba equivalía realmente a poco más que una gota en un
inmenso mar. Por tanto, Dios decidió destruirlos con fuego. Dios
no empleó un diluvio, ni usó un huracán, un terremoto, un tsunami
o cualquier otro método para destruir la ciudad. ¿Qué simbolizó el
uso del fuego por parte de Dios para destruir la ciudad? Significó
la destrucción total de la ciudad; significó que la ciudad
desapareció totalmente de la tierra y de la existencia. Aquí,
“destrucción” no sólo se refiere a la desaparición de la forma y
estructura o el aspecto exterior de la ciudad; también significa que
las almas de las personas en ella dejaron de existir, habiendo sido
totalmente erradicadas. Simplemente, todas las personas,
acontecimientos y cosas asociadas con la ciudad fueron destruidos.
No habría un más allá o una reencarnación para ellas; Dios las
había erradicado de la humanidad, Su creación, de una vez y para
siempre. El “uso del fuego” simbolizó un alto al pecado, y significó
un final para el pecado; este dejaría de existir y propagarse.
Significaba que la maldad de Satanás había perdido su tierra fértil
así como el cementerio que le garantizaba un lugar para
permanecer y vivir. En la guerra entre Dios y Satanás, el uso del
fuego por parte de Dios es la marca de Su victoria con la que
Satanás está marcado. La destrucción de Sodoma es un gran
tropiezo en la ambición de Satanás de oponerse a Dios
corrompiendo y destruyendo al hombre, y es de igual forma una
señal humillante de un tiempo en el desarrollo de la humanidad en
el que el hombre rechazó la dirección de Dios y se abandonó al
vicio. Además, es un registro de una revelación verdadera del
carácter justo de Dios.
Cuando el fuego que Dios envió desde el cielo hubo reducido
Sodoma a nada más que cenizas, significaba que la ciudad llamada
“Sodoma” dejaría de existir, tal como lo haría todo dentro de ella.
Fue destruida por la ira de Dios; desapareció bajo la ira y la
majestad de Dios. Sodoma recibió su justo castigo debido al
carácter justo de Dios; recibió su justo fin debido al carácter justo
de Dios. El final de la existencia de Sodoma se debió a su maldad, y
también al deseo de Dios de mirar nunca más esta ciudad, así
como a ninguna de las personas que habían vivido en ella o
cualquier vida que hubiese crecido dentro de ella. El “deseo de no
mirar nunca más la ciudad” por parte de Dios es Su ira así como Su
majestad. Dios quemó la ciudad porque su iniquidad y pecado
provocaron que Él sintiese ira, repugnancia y aversión hacia ella y
desease no verla nunca más a ella ni a ninguna de las personas y
cosas vivientes en su interior. Una vez que la ciudad había
terminado de arder, dejando sólo cenizas tras ella, había dejado
verdaderamente de existir a los ojos de Dios; incluso Sus recuerdos
de ella desaparecieron, se borraron. Esto significa que el fuego
enviado desde el cielo no sólo destruyó toda la ciudad de Sodoma
y las personas llenas de iniquidad en su interior, ni tampoco
destruyó solamente todas las cosas que en ella fueron manchadas
por el pecado; aún más, este fuego destruyó los recuerdos de la
maldad y la resistencia de la humanidad contra Dios. Este fue el
propósito de Dios el quemar la ciudad.
Una humanidad se había vuelto corrupta hasta el extremo. No
conocía a Dios ni de dónde había venido. Si tú mencionabas a
Dios, estas personas te atacarían, difamarían y blasfemarían.
Incluso cuando los siervos de Dios habían venido a difundir Su
advertencia, estas personas corruptas no sólo no mostraron signos
de arrepentimiento; no abandonaron su conducta malvada. Al
contrario, hicieron daño descaradamente a los siervos de Dios. Lo
que expresaron y revelaron fue su naturaleza y esencia de extrema
enemistad hacia Dios. Se puede ver que la resistencia contra Dios
de estas personas corruptas era más que una revelación de su
carácter corrupto, del mismo modo que era más que un ejemplo
de difamación o burla que brotaba de una falta de entendimiento
de la verdad. Ni la estupidez ni la ignorancia causaron su conducta
malvada; no fue porque estas personas hubiesen sido engañadas, y
sin duda no fue porque hubiesen sido confundidas. Su conducta
había alcanzado el nivel del antagonismo flagrantemente
descarado, la oposición y el clamor contra Dios. Sin duda, este tipo
de conducta humana enfurecería a Dios, y enfurecería Su carácter
—un carácter que no debe ser ofendido—. Por tanto, Dios desató
directamente y abiertamente Su ira y Su majestad; esta es una
verdadera revelación de Su carácter justo. Frente a una ciudad que
desbordaba pecado, Dios deseaba destruirla de la manera más
rápida posible; deseaba erradicar al pueblo en ella y la totalidad de
sus pecados de la forma más completa, hacer que los habitantes
de esta ciudad dejasen de existir y que el pecado no se
multiplicase más en ese lugar. La forma más rápida y completa de
hacerlo era quemarla con fuego. La actitud de Dios hacia el pueblo
de Sodoma no fue una de abandono o desconsideración; en su
lugar, Él usó Su ira, majestad y autoridad para castigar, golpear y
destruir totalmente a estas personas. Su actitud hacia ellos no fue
sólo una de destrucción física sino también de destrucción del
alma, una erradicación eterna. Esta es la verdadera implicación del
deseo de Dios de que ellos “dejasen de existir”.