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El Combate de Top Malo House

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LA GESTA DE MALVINAS

ACCIONES COMANDOS
(EL COMBATE DE TOP MALO HOUSE)

Por el Capitán de Infantería D HORACIO LOSITO (*)

A
l llegar la Compañía de Comandos 602 a la Isla SOLEDAD, el 27 de Mayo a las 18,
luego de un fallido intento, difícil resultaba imaginar para los integrantes de la Primera
Sección que, en el lapso de cinco días, íbamos a vivir prácticamente todas las expe-
riencias que puede tener un soldado de campaña: soportar un intenso cañoneo de fuego
naval esa misma noche, realizar una peligrosa infiltración helitransportada a 40
kilómetros de PUERTO ARGENTINO, ser sorprendido en la peor de las circunstancias por el
ataque de un enemigo cuatro veces superior en número (sin evaluar el armamento individual,
apoyo a fuego y movilidad), combatir hasta el agotamiento físico y del material, ver morir
camaradas heroicamente en combate, ver herida a la mayoría de la patrulla, causarle a los ingleses
numerosas bajas, sufrir la humillación de la derrota y la presión de la inseguridad por ser
prisioneros de guerra capturados dentro del dispositivo enemigo.

LOS ACONTECIMIENTOS

A la noche siguiente, después de haber llegado a la Isla SOLEDAD, y luego de un agotador día
de entrenamiento, el Jefe de Compañía (Mayor RICO) comunicó a nuestra patrulla que habíamos
sido agregados al Comando de la Brigada de Infantería Mecanizada Xma, a los efectos de
ejecutar una misión de exploración. El Jefe de Sección (Capitán VERCESI), aproximadamente a
las 18, se dirigió al Puesto Comando de la Brigada a recibir una orden de operaciones. Mientras
tanto, el resto de la patrulla comenzaba los preparativos de rigor.
A las 9 de la noche, regresó el Jefe de Sección con las órdenes, que en términos generales, nos
imponían realizar, a las 6 de la mañana del día 29, una infiltración helitransportada hacia el
MONTE SIMONS; desde allí, ejecutar exploración sobre el enemigo, buscando la mayor
cantidad de datos posibles y, eventualmente, realizar emboscadas aéreas con los misiles
BLOWPIPE.
De inmediato se conformó una pequeña Plana Mayor, e iniciamos el planeamiento de la
operación, que si bien nuestra intención fue hacerlo lo más detallado posible, el mismo estuvo
condicionado por una serie de factores externos propios de la guerra, que impidió que se
aproximara a lo ideal.
Nuestra mayor preocupación se concentró en tres factores fundamentales:
— La falta de información mínima indispensable sobre el enemigo.
— La preparación del armamento y material, ya que parte del mismo aún no había arribado a la
Isla.
— La falta de conocimiento recíproco entre los integrantes de la Sección, factor fundamental para
emprender cualquier operación de comandos.
El personal que no tenía responsabilidad de planeamiento, luego de preparar su equipo, pudo
descansar aproximadamente dos horas. A las 14 y 30, el Jefe de Compañía Comando 602 nos
pasó la revista final, concluyendo la misma, como es su característica, con una arenga, por medio
de la cual nos infundió ánimo, nos dio confianza, y acrecentó aún más el deseo de tomar contacto
con el invasor inglés. La sección se dividió en dos partes que fueron transportadas por mitades, en
camiones, hacia los lugares de embarque (MOODY BROOK y el hipódromo).
El día se presentaba frío y lluvioso, con una neblina que impidió a los helicópteros salir a las 6,
hecho que se logró recién a las 8, cuando la claridad del día ya se notaba. Si bien la sección era
conciente de lo riesgoso de la misión, creíamos evidenciar indicios de que esa peligrosidad era
relativa, ya que:
— No se había detectado actividad inglesa en la zona del MONTE SIMONS, según lo comuni-
cado oportunamente.
— La aproximación se realizaría en dos helicópteros y de día.
— Nos recuperarían en helicópteros cerca de la zona, tres días después.
La realidad fue muy diferente a lo apreciado. El enemigo había comenzado su aproximación a
PUERTO ARGENTINO por dos ejes de avance, habiendo sobrepasado la altura hacia donde nos
dirigíamos. La patrulla penetraría en terreno controlado por los británicos, sin saberlo.
Iniciamos el vuelo a muy baja altura, tratando de familiarizarnos con las principales caracte-
rísticas del terreno, en previsión de un repliegue a pie hacia nuestra Base. El piloto del helicóptero
que transportaba la fracción a mis órdenes mostró seguridad en lo que hacía, y dominio sobre la
máquina y sus nervios, ya que —supongo que por el mayor tiempo de permanencia en las islas y
el haber vivido la triste experiencia de las bajas sufridas hasta el momento por el Batallón de
Aviación—, vivía más la realidad de la situación que nosotros, quienes todavía estábamos
sumergidos en un estado de ánimo muy especial, lindante con la fantasía, propia del soldado que
está realizando una acción para la cual se preparó, quizás, la mayor parte de su vida, sin saber si
se concretaría algún día.
A las 10 de la mañana, aproximadamente, desembarcamos con rapidez de los helicópteros, a unos
pocos kilómetros del MONTE SIMONS. Vimos cómo se alejaban las máquinas desde nuestra
posición de seguridad, hecho que nos hizo tomar conciencia de que estábamos solos, a 40
kilómetros de la propia tropa, sin ninguna posibilidad de apoyo de cualquier naturaleza, librados
pura y exclusivamente a la habilidad personal para resolver situaciones y a la unión espiritual de
los integrantes de la sección, acción que concretamos espontáneamente en pocas horas, asediados
por las exigencias que la realidad nos imponía.
Iniciamos la aproximación hacia el monte, que se vio dificultada por los numerosos lechos de
piedras de los ríos secos, donde el agua que corría por debajo los tornaba resbaladizos, lo que
creaba un problema de seguridad, al quedar expuestos durante su cruce a un ataque, sin disponer
de cubierta alguna y con poca capacidad de reacción.
A las 13 instalamos la seguridad en la cresta del monte y procedimos a fabricar refugios, aprove-
chando las salientes de las rocas, porque se avecinaba una fuerte tormenta.
Los movimientos dentro de la Base eran los mínimos indispensables, ya que el MONTE
SIMONS es una altura dominante, fácilmente visible desde cualquier dirección.
A las pocas horas de haber llegado, un centinela dio la alarma convenida, pues había visto, con
sus anteojos de campaña, helicópteros enemigos en vuelo. Inmediatamente, la sección ocupó sus
puestos de combate, y pudimos ver con claridad que los helicópteros se dirigían en la dirección
general SAN CARLOS - PUERTO ARGENTINO, a unos 20 kilómetros de donde nos encon-
trábamos.
El corredor aéreo parecía importante, ya que los helicópteros transportaban cargas externas, entre
las cuales pudimos identificar algunas piezas de artillería, colgando de los helicópteros tipo
CHINOOK.
El radio operador de la sección intentó infructuosamente comunicarse con PUERTO ARGEN-
TINO por medio del equipo de radio THOMPSON (la causa la desconocemos). Arbitramos todos
los medios a nuestro alcance para cumplir el propósito de nuestra misión: “informar”, pero con
resultados negativos.
La necesidad de transmitir a toda costa la importante información que disponíamos, nos hizo
vulnerar algunos principios de la seguridad de las comunicaciones, siendo esto —probable-
mente— la causa de la detección de nuestra patrulla, por parte de los elementos de guerra
electrónica del enemigo. Durante el resto del día y de la noche nos mantuvimos en escucha,
abrigando la esperanza de poder comunicarnos con la propia tropa.
La única comunicación que detectamos fue la de un parte que transmitía otra sección de la
Compañía de Comandos 602, donde informaba sobre un enfrentamiento con el enemigo y de las
bajas producidas. Todo esto nos llevó a pensar que esa sección estaba cerca de SAN CARLOS, ya
que no veíamos actividad enemiga en la zona, salvo el corredor aéreo. En realidad, esa sección se
había enfrentado con el enemigo en MONTE KENT, en la puerta misma de PUERTO ARGEN-
TINO.
Durante la noche del 29 al 30 de Mayo, se registró la mayor nevada y menor temperatura de toda
la campaña. El cansancio acumulado y la falta de aclimatación al medio obró en contra de
nosotros, impidiéndonos, nuevamente, el descanso.
Al amanecer, el Jefe de Sección resolvió iniciar el repliegue hacia FITZ ROY, donde se
encontraba una fracción de ingenieros, con la intención de utilizar sus medios de comunicación
para transmitir lo visto, ya que habíamos perdido la esperanza de utilizar nuestra radio.
Durante los preparativos, me propusieron conformar una patrulla para ejecutar una emboscada
aérea con los misiles en el corredor aéreo detectado. La proposición me pareció acertada, ya que
al recibirnos en PUERTO ARGENTINO, se nos comunicó que cualquier daño a los helicópteros
enemigos, le causaría al enemigo un problema de proporciones, ya que no podrían repararlos
fácilmente porque el ATLANTIC CONVEYOR, que había sido hundido recientemente, trans-
portaba una gran cantidad de repuestos para mantenimiento de helicópteros.
Al proponerle al Jefe de Sección la operación, éste se negó, pues se trataba de una operación de
mucho riesgo, que se apartaba de la finalidad de nuestra misión principal, recordándonos que las
misiones de exploración debían desarrollarse eludiendo el contacto con el enemigo. Lo que en
realidad nos había ocurrido era que el deseo de entrar en combate no nos dejaba ver con claridad
"por qué" estábamos en ese lugar.
Cerca del mediodía comenzamos el descenso del monte hacia FITZ ROY, protegidos por la
neblina reinante. En seis horas de penosa marcha, habíamos recorrido nada más que 5 Km.
Se hacía de noche y se aproximaba un frente de tormenta, que según los antárticos que disponía la
patrulla, podía ser viento blanco. Continuamos la marcha y nos encontramos frente al arroyo
MALO, que debíamos cruzar, mojando prácticamente todo el equipo.
Ante esta situación, el Jefe de Sección, luego de consultar la carta, resolvió pasar la noche en un
puesto abandonado que se encontraba a unos 200 metros del arroyo, llamado TOP MALO
HOUSE, a efectos de secar el equipo y resguardado de la tormenta. La casa era toda de madera,
de dos plantas, pero muy chica. Instalamos la seguridad, colocando las armas pesadas en el piso
superior. El personal trató de descansar infructuosamente, ya que había un alto grado de tensión
por el riesgo que corríamos, pero sabíamos también que el camino mojado en medio de la
tormenta hubiera producido irremediablemente algunas bajas, sin posibilidad de evacuación, por
la distancia que nos encontrábamos de FITZ ROY.
La noche transcurrió sin mayores sobresaltos, salvo la visión de una bengala y fogonazos de
explosiones esporádicas hacia PUERTO ARGENTINO. Poco antes del amanecer comenzamos a
equiparnos para seguir la marcha. Algunos preparaban algo caliente para desayunar; otros se
intercambiaban algunas prendas secas que les quedaban, cuando se escuchó al parecer ruido de
helicópteros.
El ruido era cada vez más nítido. En un momento, creímos que eran los helicópteros que nos
tenían que rescatar, o alguna otra patrulla argentina que se dirigía a cumplir otra misión. Hasta
que un centinela advirtió que los helicópteros no tenían la franja amarilla que caracterizaba a
nuestras aeronaves.
Todo esto transcurrió en unos pocos segundos. Al instante, el Tte ESPINOZA, que se encontraba
en misión de seguridad en el piso superior dio la voz de "AHI VIENEN", abriendo inmediata-
mente el fuego. En forma casi simultánea, el enemigo, del cual desconocíamos absolutamente
todo, abrió un impresionante volumen de fuego sobre la casa, utilizando todo tipo de armas. El
primer impacto fue de un cohete antitanque CARL GUSTAV, que hizo temblar la casa. El fuego
siguió luego con granadas, explosivas e incendiarias, y con fusiles automáticos y ametralladoras.
La casa se había transformado en un verdadero infierno: explosiones, incendio, balas que
atravesaban las paredes de madera, gritos, confusión... Era necesario reponerse de la acción
psicológica paralizante que habían causado la sorpresa y el golpe de fuego.
En el piso superior, el Tte 1ro BRUN le ordenó al Tte ESPINOZA el repliegue, y éste le contestó
"repliéguense ustedes, que yo los cubro", mientras tiraba sin descanso. Dos granadas entraron por
la ventana, pegando una de ellas en el pecho del Teniente, lo que le produjo la muerte instan-
táneamente y la segunda explotó cerca del otro oficial, ocasionándole ocho heridas por esquirlas,
además de recibir sobre sí la caída del primer piso, a causa de la onda expansiva. Al intentar
recuperarse, recibió un impacto de fusil en la pierna. No obstante, logró ponerse a cubierto, luego
de un gran esfuerzo.
Simultáneamente, los que nos encontrábamos en la planta baja, tratamos de salir rápidamente por
la única puerta disponible. Al ganar la salida, una granada pegó en el marco de la puerta,
ocasionándome una herida por esquirla en la parte posterior de la cabeza, a la vez que la onda
expansiva me provocó una caída, la que me sumió en un estado de aturdimiento general.
Por causa de ese acontecimiento, perdí en ese instante, el contacto con el resto de la patrulla.
Habré permanecido pocos segundos boca abajo, tratando de recuperarme; la herida sangraba
mucho. En el momento de incorporarme, observé a no más de 15 metros a los ingleses que
arrojaban las granadas, parados sin cubierta alguna, oportunidad que aproveché para abrir fuego
con mi FAL, causándoles, al parecer, dos bajas.
Los ingleses no esperaban ningún tipo de reacción por parte nuestra, dado que el "golpe de mano"
se estaba realizando seguramente como ellos lo esperaban. Por el volumen de fuego desatado,
aprecio que su misión era de aniquilamiento. No obstante, la sección reaccionó mucho mejor de
lo que la situación suponía.
Inicié el repliegue hacia el arroyo que habíamos cruzado la noche anterior, queriendo ganar la
altura de segunda orilla, sin saber que la misma también estaba ocupada por los ingleses. No
recuerdo el tiempo que habré tardado en recorrer los 200 metros que mediaban entre la casa y el
arroyo, pero me pareció muchísimo, ya que no había donde cubrirse y sentía que estaba haciendo
toma y cambio de posición en un cancha de polo, donde la única cubierta me la proporcionaba mi
propio fuego.
Durante el repliegue murió el Sargento Primero SBERT, que cubría con su fuego el repliegue del
Sargento Primero MEDINA. Una explosión produjo su muerte, hecho que al ser advertido por
MEDINA, quien ya había sobrepasado al Sargento Primero, hizo que volviera a socorrerlo, sin
reparar que el enemigo ya estaba cerca, como consecuencia, fue herido por una bala en la pierna,
que le produjo una fractura expuesta, con fuertes hemorragias.
Mientras tanto, el Teniente MARTINEZ había logrado una cubierta próxima a la casa, desde
donde disparaba al flanco del enemigo que avanzaba ordenadamente, desatando un impresionante
volumen de fuego. El Teniente estaba herido en un pie, producto de un disparo, pero sólo reparó
en ello después de que terminó el combate.
Durante el repliegue, intenté establecer el contacto especialmente con el Jefe de Sección para
recibir órdenes, pero no veía a nadie, lo único que veía eran piques de proyectiles y explosiones
en todo el campo.
Pocos metros antes de llegar al arroyo, el que pensaba cruzar, vi una zanja con agua, y resolví
ocuparla para continuar el combate desde esa posición. De no haber visto la zanja, y al intentar
cruzar el arroyo, probablemente no hubiera llegado a la orilla opuesta, porque los ingleses que
estaban en la altura, tenían precisamente como misión, impedir el cruce del arroyo.
Al aproximarme a la cubierta, sentí el impacto de una bala en el muslo derecho, que me provocó
la caída de espaldas dentro de la zanja. Traté de incorporarme. Curiosamente no me dolía mucho,
pero sí la sangre brotaba a borbotones por el orificio de entrada y salida. En ese instante, y
presintiendo el final, no hice otra cosa que recordar a mi familia y rezarle a la Santísima Virgen.
Intenté hacer un torniquete con un pañuelo, pero al asomarme para poder ver qué era lo que
estaba pasando y tratar de tomar contacto con alguien de la patrulla, me di cuenta de que no había
tiempo para el torniquete; el enemigo estaba muy cerca.
Continué disparando, con poca eficacia. De a ratos sentía mareos, debidos posiblemente a la
pérdida de sangre. De pronto, sobre mi costado izquierdo, escuché la voz del Tte 1ro GATTI que
me transmitía la orden de rendición impartida por el Jefe de Sección, diciéndome que no tirara
más, que estábamos totalmente rodeados.
Una rendición en esas circunstancias me pareció un suicidio, además de los efectos morales que
esto provocaba. Por lo tanto, le grité al Tte 1ro GATTI que siguiera disparando. En ese instante,
advertí que dos ingleses venían por mi oblicuo derecho, disparando continuamente. Acomodé el
fusil como pude, y abrí fuego. El más alto cayó agarrándose el estómago, pero cuando intenté
dispararle al compañero, perdí las pocas fuerzas que me quedaban, y caí de rodillas. No había
perdido el conocimiento, pero sí el dominio total del cuerpo. El inglés llegó hasta mi posición, vi
cómo me apuntaba con su arma. Esperé el final, con una providencial tranquilidad propia de la
resignación, o característica de quien, por reiteradas situaciones límites, superó ya su capacidad
de miedo y comprensión de la realidad.
Nuevamente, Dios hizo uso de su atribución de dar y quitar la vida. El inglés me ordenó "¡Up
your hands!" (¡Arriba las manos!), pero al ver que no me podía mover, me sacó del pozo, me
desarmó, paró la hemorragia con un torniquete y rápidamente me inyectó morfina en el muslo
izquierdo.
Mientras tanto, me preguntaba sobre la existencia de campos minados y a cada rato me decía "No
problems, it's the war" (No es problema esto, así es la guerra). Aún no salía de mi asombro.
Parecía que todo lo que me estaba ocurriendo era parte de una película. Y en realidad no sabía
muy bien qué era lo que había pasado. Se acercaron algunos ingleses con dos oficiales de la
sección, trasladándome a un lugar próximo a la casa que se estaba terminando de consumir por el
fuego. Fue en ese lugar donde se reunió lo que quedaba de la patrulla. De los trece integrantes
habían muerto dos, y seis estaban heridos.
Es digno de destacar el proceder del Sarg 1ro enfermero PEDROZO, quien intentaba curar, con
los pocos remedios que disponía —ya que el botiquín había quedado en la casa—, a todos los
heridos. Recuerdo que en su desesperación por calmar mi temblor me abrazó para darme un poco
de calor, mientras seguía impartiendo directivas para la atención del resto.
El enemigo, que resultó ser un elemento de la Tercer Brigada de Comandos (Cuadros para la
guerra de Montaña y el Artico), de los 30/50 efectivos que nos atacaron, sufrieron dos muertos y
un número no determinado de heridos, pero que seguramente superaban los cinco.
La sección combatió hasta el límite de sus posibilidades, con la masa del personal herido en el
primer golpe de fuego inglés. El enemigo nunca esperó reacción alguna, y tal como se dejó
entrever en las distintas publicaciones inglesas que hacen mención de este episodio reconoció
reiteradamente el esfuerzo realizado hasta la inevitable rendición.
El combate no duró más de 25 minutos...

(*) En MALVINAS con el mismo grado, se desempeñó como integrante de la Compañía de Comandos 602.

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