0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos) 17 vistas36 páginasApolo o de La Literatura
Ensayo sobre la literatura.
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APOLO O DE LA LITERATURA
1. SumartaMenre definidas las principales actividades del
espiritu, la filosofia se ocupa del ser; la historia y la cien-
cia, del suceder real, perecedero en aquélla, permanente en
ésta; la literatura, de un suceder imaginario, aunque inte-
grado —claro es— por los elementos de la realidad, ainico
material de que disponemos para nuestras creaciones. Ejem-
plos: 1°, Proposicién filosdfica, que se ocupa del ser: “El
mundo es voluntad y representacién.” 2°, Proposicién his-
torica: “Napoleén murié tal dia en Santa Elena”; el suceder
es real y perecedero, fenece al tiempo que acontece, y nunca
puede repetirse. 3°, Proposicién cientifica: “El calor dilata
los cuerpos”’, suceder real y permanente. 4°, Proposicién poé-
tica: “Como un rey oriental el sol expira.” No nos importa
la realidad del crepisculo que contempla el poeta, sino el
hecho de que se le ocurra proponerlo a nuestra atencién, y
la manera de aludirlo.
La literatura posee un valor semAntico o de significado,
y un valor formal o de expresiones lingiiisticas. El comin
denominador de ambos valores esta en la intencién. La in-
tencién semAntica se refiere al suceder ficticio; la intencién.
formal se refiere a la expresién estética. Sélo hay literatura
cuando ambas intenciones se juntan, Las Iamaremos, para
abreviar, la ficcién y la forma.
2. A la fiecién Hamaron los antiguos imitacién de la na-
turaleza o “mimesis”. El término es equivoco, desde que se
tiende a ver en la naturaleza el conjunto de hechos exterio-
res a nuestro espfritu, por donde se llega a las estrecheces
del realismo. Claro es que al inventar imitamos, por cuanto
sélo contamos con los recursos naturales, y no hacemos mas
que estructurarlos en una nueva integracién. Pero es prefe-
rible el término ficcién. Indica, por una parte, que afiadi-
mos una nueva estructura —probable o improbable— a las
que ya existen. Indica, por otra parte, que nuestra intencién
82es desentendernos del suceder real. Finalmente, indica que
traducimos una realidad subjetiva, La literatura, mentira
practica, es una verdad psicolégica. Hemos definido la litera-
tura: La verdad sospechosa.*
3, Algo mds sobre la ficcién. La experiencia psicolégica
vertida en una obra literaria puede o no referirse a un su-
ceder real. Pero a la literatura tal experiencia no le importa
como dato de realidad, sino por su valor atractivo, que algu-
nos llaman significado. La intencién no ha sido contar algo
porque realmente aconteciera, sino porque es interesante en
si mismo, haya o no acontecido. El proceso mental del his-
toriador que evoca la figura de un héroe, el del novelista que
construye un personaje, pueden llegar a ser idénticos; pero
la intencién es diferente en uno y en otro caso. El historia-
dor dice que asi fue; el novelista que asi se inventé. El his-
toriador intenta captar un individuo real determinado. El
novelista, un molde humano posible o imposible. Nunca se
insistira lo bastante en la intencién.
4. Respecto a la forma, sin intencién estética no hay li-
teratura; s6lo podria haber elementos aprovechables para
hacer con ellos literatura; materia prima, larvas que esperan
la evocacién del creador. Por de contado, cualquier expe-
riencia espiritual, filoséfica, histérica o cientifica, pueden
expresarse en lenguaje de valor estético, pero esto no es
literatura, sino literatura aplicada. Fsta se dirige al especia-
lista, aunque sea provisionalmente especialista. La literatura
en pureza se dirige al hombre en general, a hombre en su
cardcter humano. La forma, como el lenguaje mismo, es
oral por esencia, Escribir —decia Goethe— es un abuso de
la palabra. El habla es esencia; la letra, contingencia. Tén-
gase presente, para evitar la confusién a que conduce el
término mismo “‘literatura”, que es ya un derivado de “le-
tra”, de lenguaje escrito.
5. El contenido de Ja literatura es, pues, la pura expe-
riencia, no la experiencia de determinado orden de conoci-
mientos. La experiencia contenida en la literatura —como
por lo demas toda experiencia, salvo tipos excepcionales—aspira a ser comunicada. Para distinguir el lenguaje corrien-
te o prdctico del lenguaje estético o literario, se dice a veces
que el primero es el lenguaje de la comunicacién y el segun-
do el de la expresién. En rigor, aunque la literatura es ex-
presién, procura también la comunicacién. Aun en los casos
de deformacién profesional o de heroicidad estética mas re-
céndita, se desea —por lo menos— comunicarse con los ini-
ciados y, generalmente, iniciar a los més posibles. Es cosa
de parapsicologia el componer poemas para entenderse solo
y ocultarlos de los demas. En este punto, la erdtica puede
proporcionar explicaciones que son algo més que meras me-
taforas.
6. De aqui que algunos teéricos se atrevan a decir que
la cabal comunicacién de la pura experiencia es el verdadero
fin de la literatura. (Ya afirmaba el intachable Stevenson,
en su Carta a un joven que desea ser artista, que el arte no
es mas que un “tasting and recording of experience”). La
belleza misma viene a ser asi, un subproducto; o mejor, un
efecto; efecto determinado, en el que recibe la obra, por
aquella plena o acertada comunicacién de la experiencia pura.
Esta comunicacién se realiza mediante la forma o lenguaje.
La tradicién gramatical suponia que el lenguaje sélo era un
instrumento légico, lo que hacia incomprensible el misterio
lirico de la literatura.
No; el lenguaje tiene un triple valor:
1° De sintaxis en la construceién, y de sentido en los vo-
cablos: gramatica.
2° De ritmo en las frases y periodos, y de sonido en las
silabas: fonética.
3° De emocién, de humedad espiritual que la légica no
logra absorber: estilistica.
La literatura es la actividad del espiritu que mejor apro-
vecha los tres valores del lenguaje.
7. Es innegable que entre la expresién del creador lite-
rario y la comunicacién que él nos transmite no hay una
ecuacién matematica, una relacién fija. La representacién
del mundo, las implicaciones psicolégicas, las sugestiones
verbales, son distintas para cada uno y determinan el ser
personal de cada hombre. Por eso el estudio del fenémeno
84literario es una fenomenografia del ente fluido.* No sé si
el Quijote que yo veo y percibo es exactamente igual al tuyo,
ni si uno y otro ajustan del todo dentro del Quijote que sen-
tia, expresaba y comunicaba Cervantes. De aqui que cada
ente literario esté condenado a una vida eterna, siempre nueva
y siempre naciente, mientras viva la humanidad.
8. Propongo una convencién verbal. Cuando trate del fe-
némeno literario en general, le llamaré, indistintamente, li-
teratura o poesia, y al literato le llamaré poeta, Al hablar
asi, nos desentendemos de verso y prosa. Queremos decir
creacién literaria y creador literario. En los casos especia-
les, los llamaremos dramaturgo, novelista o lirico, segtin
corresponda. Después de todo, la literatura revela mejor sus
esencias en el rojo-blanco de la poesia. Evitaremos, de esta
suerte, muchos circunloquios, nos olvidaremos mejor de la
letra escrita que oscurece el sentido oral, y reivindicaremos
el noble significado de la “poiesis” o creacién pura de la
mente. Platén aprobarfa; aunque, preocupado por la edu-
cacién del recto ciudadano, haya sido insospechadamente
cruel con el poeta (Repiblica, Leyes), amén de demostrar-
nos que lo entendia tan bien (/6n, Fedro).
9. Discrimen esencial: no confundir nunca la emocién
poética, estado subjetivo, con la poesia, ejecucién verbal.
Este discrimen ha de seguirnos a lo largo de nuestro estu-
dio, plegdndose a todos sus accidentes. La emocién es previa
en el poeta, y es ulterior en el que recibe el poema. El poe-
ma mismo, la poesia, se mantiene entre las dos personas,
entre el Padre y el Hijo, igual que el Espiritu Santo, y
esta, como él, hecho de Logos, de verbo, de palabras. Para
los fines de la poesia zde qué me sirve la sola emocién si
no sé expresarla? zY de qué les sirve a los demis, si no
acierte a comunicarla, a transmitir hasta ellos la corriente
que, a su vez, los ponga en emocién?
10. Sustento de la poesia es el Logos, el lenguaje. Al
1 Para evitar confusiones con la moderna “fenomenologia” (Husserl), pre-
fiero usar este término, que tiene antecedentes mexieanos en la Logica de Por-
firio Parra (18561912; Nuevo sistema de Légica induetiva y deductive, Mé-
xico, 1903. Esta nota, agregada a la segunda edicion de la presente obra
(Buenos Aires, 1952), explica 1a correcciin del términa “fenamenologia” por
“fenomenografia” en La experiencia literaria, La critica en la edad ateniense
y El deslinde, en los ejemplares anotados por Reyes.)
85hablar de los tres valores del lenguaje (n° 6), ya se ha pre-
sentido que hay un desajuste entre la psicologia y el lengua-
je. Los estilisticos dicen que el lenguaje no esta acabado de
hacer. No lo estar4 nunca. En este sentido, afirma Valéry
que la poesia intenta crear un lenguaje dentro del lenguaje.
En este sentido, Ia poesia es un combate contra el lenguaje.
De aqui su procedimiento esencial, la catacresis, que es un
mentar con las palabras lo que no tiene palabras ya hechas
para ser mentado. Sea, pues, bienvenido el desajuste, al cual
debemos la poesia. Acepte su sino el poeta, que esté en
combatir, como Jacob, con el angel. Es la lucha con lo in-
efable, en la desolacién del espiritu: cuerpo de nube, como
Ixién. Sin posible ayuda, porque no aceptamos la precep-
tiva; como lucha Erasmo con la idea, a la luz de su lampara
solitaria.
11. Y¥ ahora, algo de fenomenograffa literaria. Elastica
y ancha, ya se entiende. Hay tres funciones; hay dos mane-
ras. Las funciones son —por gu orden estético creciente, sin
preocuparnos de la discutible serie genética o antropoldgi-
ca— drama, novela y lirica. Las maneras son prosa y verso.
Caben todas las combinaciones posibles, los hibridismos, las
predominancias de una funcién que contiene elementos de
otras. Lo que no acomoda en este esquema es poesia anci-
lar, literatura como servicio, literatura aplicada a otras dis-
ciplinas ajenas. Tampoco nos perturbe el que la poesia aca-
tree, en su flujo, datos que interesan accidentalmente a otras
actividades del espiritu. Lo que nos importa es la intencién,
el rumbo del flujo. La tragedia ateniense puede darnos ves-
tigios sobre el enigma del matriarcado, pero no es ése su
destino; el Wilhelm Meister, sobre la historia de los mufie-
cos anatémicos, pero no es ése su destino.”
12. Drama, novela, lirica: funciones, no géneros. Pro-
cedimientos de ataque de la mente literaria sobre sus obje-
tivos. Los géneros, en cambio, son modalidades accesorias,
estratificaciones de la costumbre en una época, predileccio-
nes de las pasajeras escuelas literarias. Los géneros quedan
circunseritos dentro de las funciones: drama mitoldgico, dra-
2 Ver, en El destinde, los desatrollos sobre el concepto de “lo ancilar”
Leap. m;'Obras Completas, XVI.
86ma de tesis, drama fantastico, drama realista; novela bizan-
tina, novela pastoral, novela celestinesca, novela picaresca,
novela naturalista; lirica sacra, lirica heroica, lirica amato-
ria, lirica elegiaca. El drama comprende tragedia y comedia
y todos los géneros teatrales. La novela comprende la epo-
peya antigua y moderna: la Jliada, el Orlando, la Araucena
y lo que hoy se Hama novela: Dickens, Balzac y Proust. La
lirica es lo que el lenguaje coméin Mama poesia, cuando no
sirve de vehiculo al drama o a la novela. Nos desentendemos,
por el momento, de la manera en prosa o en verso.
13, En la tragedia ateniense —animal perfecto— discer-
nimos facilmente las tres funciones: los héroes o “personas
fatales”, como decian los aristotélicos espafioles, son el dra-
ma mismo, representan acciones. Los prélogos o mensajeros,
que narran sucesos no escénicos, son la novela. El coro, que
expresa descargas subjetivas de la emocién acumulada, es la
lirica. Drama —aunque se escriba como se escribe la mi-
sica— es ejecucién de acciones por personas presentes, repre-
sentacién. Novela es referencia a acciones de personas au-
sentes y, en concepto, pretéritas, aunque la mente las edifique
en teatro interior, y aunque el relato, en cualquier tiempo
del verbo, las figure en presente. La lirica es desarrollo de
la interjeccién o exclamacién, aunque tenga que apoyarse en
acciones aludidas o relatadas; y es mas pura mientras me-
nos busca tales apoyos. De aqui la nocién de la Poesia
Pura, palabra de Tieck recogida primero por Edgar Alan
Poe y después por Baudelaire, y puesta en valor por Henri
Bremond, a propésito de Valéry.
14, Otra vez jen guardia contra todo equivoco entre la
emocién y la ejecucién! El drama —aparte de que acarree
elementos de narracién novelistica o de exclamacién lirica—
puede, sin dejar de serlo, causar una emocién novelesca o
lirica. La novela —aparte de que acarree elementos de dia-
logo dramatico o de exclamacién lirica— puede, sin desna-
turalizarse, causar una emocién dramitica o lirica. La lirica
se enturbia un tanto conforme aumenta su acarreo de elemen-
tos episédicos o narrativos, y no tanto por sélo producir emo-
cién dramitica o novelesca. En uno u otro trance, es exage-
rado declarar —como hoy lo pretenden algunos— que sufre
87un desmedro en su calidad estética sélo porque admita hi-
bridismo como funcién. Aunque la historia literaria abunde
mas bien en ejemplos contrarios, puesto que lo heroico es
lo raro, hay, sin embargo, un secreto instinto que anhela
para Ja Irica la mayor austeridad funcional.
15. El secreto instinto hacia la lirica pura es parejo de
aquel otro secreto instinto que tiende a repudiar la prosa
lirica y desea aseciat la lirica Gon el verso. gPor qué estas
exigencias heroicas? Segiin ellas, parece que la forma por
excelencia de la poesia (de la literatura si os empefidis) es
Ja lirica en verso. A la suma realizacién literaria se le pide,
asi, el sumo sacrificio de lo atil, de lo que se parece a |
prdctica mejor dicho, de lo que evoca las cosas de la exis-
tencia diaria. Ya, al seriar las tres funciones, he dicho que
las pongo en la serie estética creciente (n’ 11): el drama
todavia cuenta con el bulto humano, la escena, los ojos, el
espectéculo, el espacio reales; la novela sustituye con fan-
tasmas psicolégicos todo lo que no es el tiempo real; la Iiri-
ca 86lo deja ya la exclamacién y la voz, el ente angélico,
hermano etéreo de la idea.
16. Ahondemos m4s. Al definir las actividades del es-
piritu, podemos trazarlas como un circulo en que la filoso-
fia, el ser, se toca con el extremo lirico del exclamar o del
expresarse en pureza, Los otros segmentos de la curva em-
parientan la patética y perecedera historia con la ciencia
permanente y serena, dentro del suceder real. Luego viene
un hiato, tras el cual la poesia o literatura aparece, porque
ella no admite parentesco de suceder real, sino que se aparta
ariscamente, llevando en el seno su ficcién o suceder ficti-
cio. Pues bien, de modo semejante, dentro de la poesia las
funciones drama y novela se emparientan como funciones epi-
sédicas, en el suelo —sublimado ya, ciertamente, pero to-
davia suelo— de un acontecer fingido. Y sobreviene también.
un hiato, y he aqui que la funcién lirica se aparta de las
otras, porque parece alejarse ariscamente del mismo aconte-
cer fingido, para mejor solazarse en su aire raro, en la sus-
tancia neumatica y transparente que linda entre el suefio y
el pensamiento. Como al angel de Guyau, un solo étomo
material le desgarraria las alas.
8817. La lirica es, pues, libertad, puesto que asi se eman-
cipa de toda pesantez? Hay una palabra mas propia: es
liberacién. Libertad no, porque se obliga a las leyes mas
dificiles; leyes interiores, sin pauta material que las demar-
que y resguarde: porque inventa y crea de parte a parte su
carrera de obstéculos, y mas si se sujeta al verso, como lo
exigia aquel vago instinto estético antes denunciado (nims. 14
y 15). Es mas dificil andar que ir con andaderas; correr,
mas que andar; y mds todavia volar que correr, para el
hombre mortal, se entiende; y ain mas que volar, evapo-
rarse. La evaporacién, sumo sacrificio, imagen casi de la
plegaria, incienso; ley la mas sublime entre todas, como ver-
dadera transmutacién. Liberacién, no libertad: exigencia
suma que a si misma se impone cénones, sin necesidad prac-
tica alguna. Esta Poesia Pura es la Servidumbre Voluntaria.
18. Veamos ahora las maneras de la forma: prosa y ver-
so. Si partimos de la lingitistica, la prosa aparece primero
como modo del habla prictica, del coloquio. Si partimos
de la literatura, al verso toca una primacia aparente de sen-
tido estético, por ser la manera formal més distante del uso
practico. Esta diferencia de jerarquia estética sélo es apa-
rente, como veremos (n* 19). Por ahora, entre verso y prosa
hay una frontera indecisa que la ciencia apenas delimita por
aproximacién y tanteo. En esa frontera indecisa esta el ver-
siculo, acaso la primera forma literaria, la formula magica
en que la poesia es atin servicio de la tribu, atin no se des-
prende como objeto autonémico; presta funciones religiosas,
juridicas; establece, con el meteoro, con el dios o con el jefe
vecino, el misterioso vinculo del contrato. Al diferenciarse
las dos maneras, se tiende a depositar en el verso los usos
mis acentuadamente liricos; en la prosa, los mas acentuada-
mente discursivos. Hay largo camino desde los versos en
que algunos presocraticos exponian su sistema fisico hasta
el Organo de Aristételes. Después sobrevendran veleidades,
contaminaciones voluntarias, efectos de la curiosidad y de
la investigacién. La confusién parte de los polos hacia
el centro: en la prosa aprieta, y en el verso afloja los rigores
acisticos. Eso es todo. Simetrias ideolégicas, verbales, fo-
néticas, ritmos, rimas, se cifien o sueltan segin el caso. Si el
89verso sélo arrastra rupturas ritmicas conscientes la prosa
puede arrastrar versos involuntarios. Como precaucién Tra-
sitaco aconsejaba comenzar las frases en peanes; los cuales,
para su tiempo, habian dejado de ofrse o de usarse como
pies métricos.
19. Entre verso y prosa no hay diferencia de jerarquia
estética, La legitima diferencia se establece entre los distin-
tos usos de la lengua. Una es la lengua comin; otra es la
Jengua de intenciones estéticas. Y todavia, en el orden gené-
tico, Ia estilistica puede sostener que las informa el mismo
proceso psicolégico, metaférico y lirico. Pero en el estado
habitual, evidente, bien se las distingue, como se distinguen
el uso practico del cuerpo y los movimientos de la danza. El
libertador Simén Bolivar, en la carta sobre la educacién de
su sobrino, dice que “el baile es la poesia del movimiento”.
Invirtiendo, la poesia es el baile del habla. Ni verso ni
prosa literarios pueden confundirse oon el habla comiin. No
es verdad que Monsieur Jourdain hablara en prosa: hablaba
en coloquio, que es distinto. El abuso se ha introducido en
los habitos del portugués, que para decir: “Me agrada con-
versar con Fulano”, suele decir: “Gusto de su prosa.”” Pero
eso no es prosa. Tampoco dijo la verdad Juan de Valdés
al afirmar ligeramente: “Escribo como hablo.” Nadie hablé
nunca como él escribe. Al Iegar a la operacién literaria,
muda el régimen de conciencia como si nos acercdramos a
algiin oficio religioso. El ser expresive que somos bucea
entonces en el subsuelo del alma, dejindose aconsejar por
ritmos corpéreos, circulatorios, respiratorios, hasta ambula-
torios; alerta sus simpatias dindmicas, y sujetindose a aque-
Ila aritmética natural de la maquina humana, concibe pau-
latinamente la unidad, el nimero, el par, el impar, la serie, el
vaivén, los arranques y los remates. Lo mismo en el verso
que en la prosa. Lo que pasa es que la nocién de la prosa
como funcidén literaria distinta del coloquio no es una nocién
inmediata: supone un descubrimiento. En nuestra cultura
occidental lo debemos a Empédocles, a Gorgias, a los pri-
meros retéricos sicilianos.
20. Aunque nos llevaria muy lejos, conviene zecordar que
hay todavia otro uso del habla que ni es poesia ni es co-
90loquio. Tal es el lenguaje cientifico. Se ha dicho —con el
parangén de Ja quimica— que la ciencia es un lenguaje bien
hecho. El camino hacia la ciencia es el camino de las deno-
minaciones univocas. Descartes presintié que la matemética
es un modo de pensar que nace del lenguaje. El lenguaje
cientifico procura abolir el halo de indeterminacién subjetiva
que irradia la palabra, para poder mentar fijamente lo que
conoce. Porque el conocer es un traducir el concreto hetero-
géneo de la realidad en cortos discretos homogéneos: resolver
el rio en rosario de cuentas, diria Géngora. El lenguaje
cientifico quiere, pues, enjugar aquella fluidez, reducir aquel
desajuste psicolégico de que hemos tratado (n’ 10). Vico
més tarde, y ahora Vossler, piensan que, para la funcién
poética, el lenguaje busca otra manera de ajuste en otro
plano, en el plano de Ja fantasia, Para esto, ya lo sabemos,
la poesia empuja por todos lados la reacia orilla del len-
guaje. Pero mientras el lenguaje lirico queda prendido a la
forma, el cientifico la neutraliza en parte, en toda aquella
parte que queda fuera del tecnicismo. La parte no técnica
del lenguaje cientifico admite equivalencias miltiples, re-
cortes, extensiones, traducciones, traslados, como el mismo
coloquio. No sucede asi en la parte técnica del lenguaje
cientifico. La ciencia tiene cardcter tautolégico. De aqui
—observa Pius Servin— que su lenguaje, a través del tec-
nicismo, camine hacia la tipologia simbdlica, hacia el alge-
bra, Ni el lirico ni el técnico dejan nada a la casualidad: en
Jo cual se parecen. Pero aquél encarna en la lengua, y éste
se desencarna hacia el algoritmo. Y entre los dos polos, crece
y retumba la casualidad del coloquio, ahogando en sus ma-
rejadas a la pobre gramitica preceptiva, esfuerzo por jardi-
nar el mar.
21. Llegados al pice, bajemos de las abstracciones. Des-
pués de la fenomenografia, un poco de historia literaria. Esta
no puede ya trazarse como un proceso lineal: hay rayas
transversales, arborescencias intrincadas. La historia litera-
ria no cede a las particiones cronoldgicas, siquiera en el
sentido relativo en que la historia universal cede a ellas: An-
tigtiedad, Edad Media, Edad Moderna, etcétera, El orden.
temporal debe combinarse con e) espacial, la historia con la
91geografia. El mismo sentido politico importa menos que
el lingiiistico, y éste tanto como el cultural. Las literaturas
nacionales no se explican por si solas, fuera de aplicaciones
sociolégicas limitadas en que se las usa como testimonios
para fines no literarios. El concepto de literatura nacional
es una Convencién reciente: la Antigtiedad es un todo; la
Edad Media cristiana, un todo; el Renacimiento, un todo.
No bien se exacerban las nacionalidades, el desarrollo pla-
netario de las comunicaciones tiende otra vez a mezelar las
aguas. Es més real el criterio de los géneros, las escuelas,
los temas, las modas sucesivas. Y aun asi, el espiritu extra-
vasa linderos. Ni la frontera lingiiistiea, la mas prendida al
ser literario, se le resiste.
22. De aqui diversas nociones: 1° La literatura univer-
sal, catélogo teérico de todos los casos literarios existentes,
figura utépica. 2° Las historias literarias de épocas, tipos,
temas, corrientes mentales y aun nacionales como esquemas
econémicos de investigacién limitada. 3° La literatura com-
parada, que atiende a influencias, contaminaciones, paralelis-
mos: nocién del pasado siglo que ha fertilizado considerable-
mente el campo de estudio con sus técnicas propias. 4° La
literatura mundial, que decia Goethe y que él consideraba
como la tinica explicacién del pensamiento literario. Puede
figurarsela como un inventario de obras y hechos que afectan
a nuestra civilizacién, que estin vives todavia en la mente,
que han trascendido, que siguen operando. Nocién compa-
rable a la historia politica viva y efectiva, como Nietzsche
la entiende. Si Ja literatura universal es una integracién
cuantilativa, la literatura mundial es una integracién cualita-
tiva. En el concepto de literatura mundial hay, pues, una
nota antolégica, sociolégica, plebiscitaria, fundada en los
habitos, en los gustos dominantes. Y en gustos hay todo es-
crito. ¢Cémo computar los votos para sortear la deformacién
de los caprichos individuales? Los catedraticos norteame-
ricanos pierden el tiempo en levantar estadisticas de las
opiniones de los muchachos, juego de sociedad que a nada
eonduce. Sir John Lubbock, en 1885, pide a los hombres
autorizados una lista de obras y autores esenciales a nuestra
cultura. Spencer y Matthew Arnold se abstienen; Max Miil
92ler y William Morris contestan arbitrariedades; Ruskin, exal-
tados dislates.°
23. Y, sin embargo, es indispensable: todo estudio de las
literaturas presupone un indice de obras y nombres significa-
tivos. Pues jcomo, en efecto, se ofrece la literatura? La
poesia, un tiempo, se hablé, se la recitaba. Y Solén dictaba
leyes a los aedos y rapsodas para que declamaran en su
debida sucesién las partes del poema homérico. La epopeya
popular espafiola se contaba y cantaba por todo el camino
francés o de Santiago, rumbo a las romerias. En tales eta-
pas, la memoria sustituye a la biblioteca. Es la hora de la
balada, evocada admirablemente por Macaulay en su pre-
facio a los Layes de la Antigua Roma, pAgina intocable en
conjunto, aunque retocable en los pormenores eruditos. En-
tonces, para facilitar la memoria, el acervo de la experiencia
se confia a los versos. “En consecuencia —dice el viejo hi
toriador— la composicién métrica, que para una nacién
altamente civilizada es un mero lujo, para una nacién im-
perfectamente civilizada es casi una necesidad de la vida.
Tacito nos hace saber que las canciones eran el tnico reper-
torio que sobre su pasado histérico poseian los antiguos ger-
manos.”
24, Tras esta etapa viene aquella en que el poema se con-
fia a la notacién grafica. Se comienza a leer. Pero gracias
si por cada ciento lee uno. Epoca de los manuscritos precio-
sos, en que uno lee para varios. En el Troilo y Crésida, de
Chaucer, Pandaro llega al palacio de su sobrina, y la encuen-
tra acompafiada de sus amigas en un salén embaldosado, en
torno a una doncella que les lee la Historia Tebana.* El
poeta tiene conciencia de que es asi como su poema mismo
Mega hasta el publico, y de esta conciencia se descubren
rasgos en su estilo. El piblico es, ante todo, una audiencia,
y el poeta la interpela a veces: “Enamorados que aqui estdis,
sabedlo.” Pero la imprenta y la instruecién publica trans-
3 A. Guérard, Preface to World Literature, Nueva York, Henry Holt and
Co,, 1940.
4 En el Quijote, I, XXXIHM: “...cuando es tiempo de Ia siega, se reco:
gen aqui las fiestas muchos segadores, y siempre hay alguno que sabe leer.
rodeamos dé] mis de treinta...” [Nota corregida y agregada a la ediciin
de 1952.]
98forman el cuadro, y gradualmente lo sustituyen por una
escena silenciosa en que, a través de la lectura, del espacio
y del tiempo, un escritor tiene fascinado a un lector solita-
rio, ante una pagina con caracteres que no le era destinada.
Ya nuestra Sor Juana Inés echa de menos aquella lectura
compartida, y el no contar “con quiénes conferir y ejercitar
Jo estudiado, teniendo sdlo por maestro un libro mudo, por
condiscipulo un tintero insensible”,
25. Y concluimos que hoy la literatura se ofrece en for-
ma de lectura. En suma, que el conocimiento de la literatura
comienza por la bibliografia: 1° Los textos mismos, manus-
critos e impresos. 2° Los comentarios y monografias espe-
ciales. 3° Como guias de conjunto, los manuales y las his-
torias literarias. Para la literatura, el hombre es un lector.
Dejemos de lado al estudiante metédico, al universitario
que cuenta con otros auxilios. Lo mejor que puede hacer
el lector comtin es partir desde su propia casa; levantar su
lista de la literatura mundial de conformidad con su pre-
juicio,
Ya, al paso mismo de sus lecturas, la ird rectificando.
Ayiidese de manuales y tablas: los hay excelentes. No quie-
ra abarcarlo todo, Anote lo que le parezca de mas bulto, mas
ineorporado en la cultura que respira. Lleve indices aparte
para lo nacional y —en nuestro caso— lo iberoamericano, lo
hispano, lo europeo, lo universal; y dentro de todo ello, lo an-
tiguo y lo moderno, siempre atento a la supervivencia, y
relegando por ahora la mera curiosidad erudita. Sin este
sistema de departamentos, su sentido de las calidades no
podria abrirse paso. Si no conoce otras lenguas, use traduc-
ciones. Y emprenda, como pueda, el aprendizaje de las len-
guas, por lo pronto con miras a leer, si no precisamente a
hablar. Es mas primo aquello que esto para el cultivo espi-
ritual. El maitre @’hétel chapurra inttilmente todas las len-
guas y no lee ninguna: no pasa de ignorante.
26. Y luego, hay que saber leer, que no es un ejercicio
vulgar. Es un darse y un recobrarse: una aceptacién, si-
quiera instanténea y automatica, de lo que leemos, y un claro
registro de las propias reacciones. Sea una enumeracién pro-
94visional de dificultades, que son otros tantos avisos para la
Jectura: *
1* Lo primero es penetrar la significacién del texto. Esto
supone entender lo mentado y también la intencién con que
se lo mienta. El arcaismo y la riqueza lingiiistica del texto
acumulan obstéculos. Si dice Suarez de Figueroa: “Ser hon-
rado es tener cuidados”, percatarse de que no ha querido
decir que sélo es buena persona el que vive lleno de preocu-
paciones, sino que aquel que vive rodeado de grandes ho-
nores, en situacién eminente, vive también Ileno de moles-
tias. Géngora dice:
Que se precie un Don Pelon
le que comié un perdigén,
bien puede ser;
mas que la biznaga honrada
no diga que fue ensalada,
no puede ser,
Hay que saber traducir: “Bien esté que un pobre diablo
se jacte de que ha comido perdiz, pero el honrado monda-
dientes nos descubrir la triste verdad: que sélo ha comido
una humilde ensalada.” Y el mismo Géngora, con su famosa
estrofa undécima del Polifemo, no resuelta atin por los co-
mentaristas, nos da ejemplo de Ja necesidad y la dificultad
de construir en “sintaxis natural” un texto, para de veras
entenderlo,* como el estudiante de latin construye un pasaje
de César. Un declamador recitaba a Diaz Mirén, donde éste
‘compara con una lechuza a una mujer que huye arropada
en el manto. Y en vez de decir: “Mientes enorme lechuza™,
decia siempre “jMientes, enorme lechuza!”. El que no co-
nozca el significado de la frase adverbial “sin duelo” en el
siglo xv1, no podra nunca entender que Garcilaso haya dicho:
“Salid sin duelo, lagrimas, corriendo.”*
27. 2° La recta aprehensién sensorial: la oreja, la larin-
8 1_A. Richards, Pratical Criticism, Nueva York, Harcourt, Brace and
Con, 1939.
* [Véase “La estrofe reacia del Polifemo" en Obras Completas, VII, pa-
ginas 218-232, y El “Polijemo” sin lagrimas, Madrid, Aguilar, 1961, pp.'139-
165,
© Vasconcelos cita ¢l verso de la Epistola moral: “Iguala con le vida ed
pensamiento”, pero lo entiende al revés jy lo atribuye a Gracién! [Nota corre-
sida y agregada a la edicién de 1952.]
95ge, la lengua, aunque sélo se lea con los ojos, perciben in-
teriormente una repercusién fonética en las secuencias ver-
bales, un movimiento y ritmo. Hay uma vivacidad natural
que debe alertarse con la practica; hay que saber despertarla
a este sentimiento, sin el cual se habra perdido mucho.
4Cémo no advertirlo ante este fragmento del Arcipreste de
Talavera?
Donde por experiencia veras que una mujer... por un hue-
vo dara voces como loca y henchiré a todos los de su casa de
ponzofia: {Qué se hizo este huevo? ;Quién lo tomé? ;Quién
lo lev? ZA dé esti el huevo? Aunque veis que es blanco,
quizi negro sera hoy este huevo. ;Tal, hija de tal! Dime:
iquién tomé este hnevo? Quien comié este huevo, comido
sea de mala rabia! jAy, huevo mio de dos yemas, que para
echar os guardaba yo! Ay, huevo! jAy, que gallo y qué ga-
llina salicran de vos! Del gallo hiciera capén que me valiera
veinte maravedis, y la gallina, catorce. O quizd la echara, y
me sacara tantos pollos y pollas con que pudiera tanto multi-
plicar, que fuera causa de me sacar el pie del lodo. Ahora,
eatarme he como desventurada, pobre como solia, jAy, huevo
mio, de la majuela redonda, de la cdscara tan gruesa! ; Quien
me os comié? jAy, tal marica, rostros de golosa, que ti me
has lanzado por puertas! ;Yo te juro que los rostros te que-
me, dofia vil, sucia, golosa! ;Ay, huevo mio! ZY qué sera
demi? Ay, triste desconsolada! jJestis, amiga, y oémo no me
fino agora! jAy, Virgen Maria, como no revienta quien ve tal
sobrevienta! {No ser en mi casa, mezquina, sefiora de un hue-
yo! jMaldita sea mi vida! jY estoy en punto de rascarme o
de me mesar toda yo, por Dios! ;Guay de la que trae por la
mafiana el salvado, la lumbre, y sus rostros quiebra soplando
por la encender, y, fuego hecho, pone su caldera y calienta su
agua, hace sus salvados por hacer gallinas ponedoras, y que,
puesto el huevo, luego sea arrebatado! |Rabia, ser, y dolor
de corazén!
28. 3° Junto a estos estimulos auditivos habria que con-
tar los demas estimulos sensoriales que vienen con las ima-
genes, y singularmente los visuales, en que tanto difiere el
poder de evocacién de unos a otros hombres. Si hay textos
sobrios, hay otros que parecen eargados de aquellas “cafias
de pesear” o metdforas, que dice Ortega y Gasset, con que
alargamos nuestro corto brazo para llegar hasta el punto.
que queremos. Algunos lectores no sienten la imagen, y otros
96se fascinan con ella hasta perder el sentido. Cierto poeta
que yo conozco se entretenia en “no entender” a Géngora
para mejor recrearse en las imagenes. Y donde éste hace
decir a Polifemo: “me vi en el mar, me asomé y me reflejé
en esa playa azul que es el mar”,
Espejo de zafiro fue luciente
in playa azul, de la persona mia,
se conformaba aquél con repetirse a si mismo, como si hicie-
ra sentido, el verso destacado: “la playa azul de la persona
mia”. En esta transmisién de imagenes se descubre frecuen-
temente la falta de ecuacién entre lo que expresa el pocta y
lo que el lector recibe (n° 7).*
29. 4° Las asociaciones erraticas del lector, recuerdos
personales que se le atraviesan, perturban la atencién sobre el
texto al punto de desviar su sentido. Un cuarentén a quien
le robé la dama un joven poeta, no soportaba la Candida de
Bernard Shaw porque se sentia retratado en el Pastor. Tipo
de emocién pardsita que nada tiene de comin con la legitima
emocién literaria; mecanismo de las ofu! nes & que pue-
de verse arrastrada la critica ligera que, sin filtrarlas, erige
en dogmas las propias reaccioyes. Todos traemos un reper-
torio de respuestas ya hechas, que disparan como la pistola
de pelo a la mas breve provocacién, y lanzan nuestra mente
por zonas ajenas a la lectura, obrando ya por su solo auto-
matismo.
3. 5* La sentimentalidad y la inhibicién, la extrema fa-
cilidad o la extrema resistencia ante el movimiento que el
poeta trata de imprimir en nuestro dnimo, son errores més
frecuentes de lo que parece, que exageran o borran los ras-
gos de la figura literaria. Con estos errores de tipo intuitive
pueden compararse las predisposiciones intelectuales, doctri-
nales, en pro o en contra de la tesis declarada en el texto,
que empujan a ofr mas o menos de lo que se nos dice, a
sobrestimar o a desairar injustamente la calidad del texto.
Otro automatismo semejante, en pro y en contra, es lo que
laman los psicélogos “la predisposicién técnica”: si hemos
conocido el éxito de cierto procedimiento literario, nos re-
* (Obras Completas, VI, pp. 111, 193 y 231.)
7sistimos a aceptar otro diferente, y viceversa, nos negamos
a aceptar un acierto porque conocemos un fracaso de orden
técnico semejante. Es el caso del que niega valor a la psi-
cologia amorosa en Mérimée, porque se ha construido una
expectativa sobre la psicologia amorosa en Proust. La enu-
meracién puede prolongarse. Los casos estan al alcance de
todas las experiencias.
31. Mucho més habria que decir sobre la lectura, lite-
raria o no literaria. Un lector es cosa tan respetable como
un sujeto psiquico que lanza su alma a volar por otras
regiones. Muchas veces el joven San Agustin quiso consultar
sus dudas con San Ambrosio, pero se detenia porque lo
encontraba leyendo. “Cuando leia —dice—, sus ojos reco-
trian las paginas del libro, mientras su mente se suspendia
y concentraba para penetrar el espiritu de las palabras. En-
tonces descansaban su vor y su lengua. Mas de una ver pe-
netré a su cuarto, cuya puerta nunca estaba cerrada para
nadie, y adonde todo el mundo tenia acceso sin necesidad de
prevenir su visita, y siempre me sucedié encontrarlo leyendo
para si y en voz baja, pero jamas de otra manera. Y tras de
haberme sentado un rato, manteniéndome con respetuoso si-
lencio —porque gquién, al verlo tan atento, se hubiera atre-
vido a chistar siquiera?— me iba retirando poco a poco, te-
niendo por cierto que preferia usar los escasos ocios que le
dejaban en recobrar nuevo vigor, tras el mucho quebranto y
las desazones que por fuerza habian de causarle los negocios
del préjimo. ..”. Asi es como la literatura conforta y libera,
multiplicando, en otra zona mejor, nuestras idades de
existencia. Ya decia aquel goloso Graciin: “;Qué jardin del
Abril, qué Aranjuez del Mayo como una libreria selecta!”
32. Un nuevo medio de comunicacién humana, la co-
municacién radiofénica, ha hecho temblar a los amigos de
las letras escritas. Duhamel se pregunta, angustiado, si se
hundira una civilizacién con el libro. Ni creo que el libro
desaparezca, ni creo que padesca el sentido literario si re-
cobra sus contactos, algo descuidados, con el orden oral que
es como su medio nativo. Aunque carecemos de documentos,
sospechamos que algunos pusilénimes temblaron también por
la cultura cuando la democratica imprenta comenz6 a vol-
98carla a media calle. Aparecerén nuevos géneros. La mano
del hombre, algiin dia, domesticara otra vez a la maquina
que se le ha escapado. No perecerd la poesia, danza de la
palabra. Mientras exista una palabra hermosa, habra poesia.
[1940] *
Buenos Aires, diciembre de 1940 [afio 10, N° 75, ‘52-69, con el
titulo de “Sumario de le hese Nina tempat de A Ri.
99APOLO O DE LA LITERATURA
1. SumartaMenre definidas las principales actividades del
espiritu, la filosofia se ocupa del ser; la historia y la cien-
cia, del suceder real, perecedero en aquélla, permanente en
ésta; la literatura, de un suceder imaginario, aunque inte-
grado —claro es— por los elementos de la realidad, tinico
material de que disponemos para nuestras creaciones. Ejem-
plos: 1°, Proposicién filosdfica, que se ocupa del ser: “El
mundo es voluntad y representacién.” 2°, Proposicién his-
torica: “Napoleén murié tal dia en Santa Elena”; el suceder
es real y perecedero, fenece al tiempo que acontece, y nunca
puede repetirse. 3°, Proposicién cientifica: “El calor dilata
los cuerpos”’, suceder real y permanente. 4°, Proposicién poé-
tica: “Como un rey oriental el sol expira.” No nos importa
la realidad del crepisculo que contempla el poeta, sino el
hecho de que se le ocurra proponerlo a nuestra atencién, y
la manera de aludirlo.
La literatura posee un valor semAntico o de significado,
y un valor formal o de expresiones lingiiisticas. El comin
denominador de ambos valores esta en la intencién. La in-
tencién semAntica se refiere al suceder ficticio; la intencién
formal se refiere a la expresién estética. Sélo hay literatura
cuando ambas intenciones se juntan. Las Iamaremos, para
abreviar, la ficcién y 1a forma.
2. A la fiecién Namaron los antiguos imitacién de la na-
turaleza o “mimesis”. El término es equivoco, desde que se
tiende a ver en la naturaleza el conjunto de hechos exterio-
res a nuestro espfritu, por donde se llega a las estrecheces
del realismo. Claro es que al inventar imitamos, por cuanto
sélo contamos con los recursos naturales, y no hacemos mas
que estructurarlos en una nueva integracién. Pero es prefe-
rible el término ficcién. Indica, por una parte, que afiadi-
mos una nueva estructura —probable o improbable— a las
que ya existen. Indica, por otra parte, que nuestra intencién
82es desentendernos del suceder real. Finalmente, indica que
traducimos una realidad subjetiva. La literatura, mentira
practica, es una verdad psicolégica. Hemos definido la litera-
tura: La verdad sospechosa.*
3, Algo mds sobre la ficcién. La experiencia psicolégica
vertida en una obra literaria puede o no referirse a un su-
ceder real. Pero a la literatura tal experiencia no le importa
como dato de realidad, sino por su valor atractivo, que algu-
nos llaman significado. La intencién no ha sido contar algo
porque realmente aconteciera, sino porque es interesante en
si mismo, haya o no acontecido. El proceso mental del his-
toriador que evoca la figura de un héroe, el del novelista que
construye un personaje, pueden llegar a ser idénticos; pero
la intencién es diferente en uno y en otro caso. El historia-
dor dice que asi fue; el novelista que asi se inventé. El his-
toriador intenta captar un individuo real determinado. El
novelista, un molde humano posible o imposible. Nunca se
insistira lo bastante en la intencién.
4. Respecto a la forma, sin intencién estética no hay li-
teratura; s6lo podria haber elementos aprovechables para
hacer con ellos literatura; materia prima, larvas que esperan
la evocacién del creador. Por de contado, cualquier expe-
riencia espiritual, filoséfica, histérica o cientifica, pueden
expresarse en lenguaje de valor estético, pero esto no es
literatura, sino literatura aplicada. Esta se dirige al especia-
lista, aunque sea provisionalmente especialista. La literatura
en pureza se dirige al hombre en general, a Ihombre en su
cardcter humano. La forma, como el lenguaje mismo, es
oral por esencia, Escribir —decia Goethe— es un abuso de
la palabra. El habla es esencia; la letra, contingencia. Tén-
gase presente, para evitar la confusién a que conduce el
término mismo “‘literatura”, que es ya un derivado de “le-
tra”, de lenguaje escrito.
5. El contenido de la literatura es, pues, la pura expe-
riencia, no la experiencia de determinado orden de conoci-
mientos. La experiencia contenida en la literatura —como
por lo demas toda experiencia, salvo tipos excepcionales—aspira a ser comunicada. Para distinguir el lenguaje corrien-
te o prdctico del lenguaje estético o literario, se dice a veces
que el primero es el lenguaje de la comunicacién y el segun-
do el de la expresién. En rigor, aunque la literatura es ex-
presién, procura también la comunicacién. Aun en los casos
de deformacién profesional o de heroicidad estética mas re-
eéndita, se desea —por lo menos— comunicarse con los ini-
ciados y, generalmente, iniciar a los més posibles. Es cosa
de parapsicologia el componer poemas para entenderse solo
y ocultarlos de los demas. En este punto, la erdtica puede
proporcionar explicaciones que son algo més que meras me-
taforas.
6. De aqui que algunos teéricos se atrevan a decir que
la cabal comunicacién de la pura experiencia es el verdadero
fin de la literatura. (Ya afirmaba el intachable Stevenson,
en su Carta a un joven que desea ser artista, que el arte no
es mds que un “tasting and recording of experience”). La
belleza misma viene a ser asi, un subproducto; o mejor, un
efecto; efecto determinado, en el que recibe la obra, por
aquella plena o acertada comunicacién de la experiencia pura.
Esta comunicacién se realiza mediante la forma o lenguaje.
La tradicién gramatical suponia que el lenguaje sélo era un
instrumento légico, lo que hacia incomprensible el misterio
lirico de la literatura.
No; el lenguaje tiene un triple valor:
1° De sintaxis en la construceién, y de sentido en los vo-
cablos: gramatica.
2° De ritmo en las frases y periodos, y de sonido en las
silabas: fonética.
3° De emocién, de humedad espiritual que la légica no
logra absorber: estilistica.
La literatura es la actividad del espiritu que mejor apro-
vecha los tres valores del lenguaje.
7. Es innegable que entre la expresién del creador lite-
rario y la comunicacién que él nos transmite no hay una
ecuacién matematica, una relacién fija. La representacién
del mundo, las implicaciones psicolégicas, las sugestiones
verbales, son distintas para cada uno y determinan el ser
personal de cada hombre. Por eso el estudio del fenémeno
84literario es una fenomenografia del ente fluido.* No sé si
el Quijote que yo veo y percibo es exactamente igual al tuyo,
ni si uno y otro ajustan del todo dentro del Quijote que sen-
tia, expresaba y comunicaba Cervantes. De aqui que cada
ente literario esté condenado a una vida eterna, siempre nueva
y siempre naciente, mientras viva la humanidad.
8. Propongo una conyencién verbal. Cuando trate del fe-
némeno literario en general, le llamaré, indistintamente, li-
teratura o poesia, y al literato le llamaré poeta. Al hablar
asi, nos desentendemos de verso y prosa. Queremos decir
creacién literaria y creador literario. En los casos especia-
les, los llamaremos dramaturgo, novelista o lirico, segtin
corresponda. Después de todo, la literatura revela mejor sus
esencias en el rojo-blanco de la poesia. Evitaremos, de esta
suerte, muchos circunloquios, nos olvidaremos mejor de la
letra escrita que oscurece el sentido oral, y reivindicaremos
el noble significado de la “poiesis” o creacién pura de la
mente. Platén aprobarfa; aunque, preocupado por la edu-
cacién del recto ciudadano, haya sido insospechadamente
cruel con el poeta (Repiblica, Leyes), amén de demostrar-
nos que lo entendia tan bien (/6n, Fedro).
9. Discrimen esencial: no confundir nunca la emocién
poética, estado subjetivo, con la poesia, ejecucién verbal.
Este discrimen ha de seguirnos a lo largo de nuestro estu-
dio, plegdndose a todos sus accidentes. La emocién es previa
en el poeta, y es ulterior en el que recibe el poema. El poe-
ma mismo, la poesia, se mantiene entre las dos personas,
entre el Padre y el Hijo, igual que el Espiritu Santo, y
esta, como él, hecho de Logos, de verbo, de palabras. Para
los fines de la poesia zde qué me sirve la sola emocién si
no sé expresarla? zY de qué les sirve a los demis, si no
acierte a comunicarla, a transmitir hasta ellos la corriente
que, a su vez, los ponga en emocién?
10. Sustento de la poesia es el Logos, el lenguaje. Al
1 Para evitar confusiones con la moderna “fenomenologia” (Husserl), pre-
ficro usar este término, que tiene antecedentes mexieanos en Ia Logica de Par
firio Parra (1856-1912; Nuevo ma de Légica luctiva y deductive, Mé-
xico, 1903. Esta nota, agregada a la segunda edicién de la presente, obra
(Buenos Aires, 1952), explica In correccién del términa “fenomenologia” por
“fenomenografia” en La experiencia literaria, La critica en la edad ateniense
y El deslinde, en. los ejemplares anotados por Reyes.]
85hablar de los tres valores del lenguaje (n° 6), ya se ha pre-
sentido que hay un desajuste entre la psicologia y el lengua-
je. Los estilisticos dicen que el lenguaje no esta acabado de
hacer. No lo estard nunca. En este sentido, afirma Valéry
que la poesia intenta crear un lenguaje dentro del lenguaje.
En este sentido, Ia poesia es un combate contra el lenguaje.
De aqui su procedimiento esencial, la catacresis, que es un
mentar con las palabras lo que no tiene palabras ya hechas
para ser mentado. Sea, pues, bienvenido el desajuste, al cual
debemos la poesia. Acepte su sino el poeta, que esté en
combatir, como Jacob, con el angel. Es la lucha con lo in-
efable, en la desolacién del espiritu: cuerpo de nube, como
Ixién. Sin posible ayuda, porque no aceptamos la precep-
tiva; como lucha Erasmo con la idea, a la luz de su lampara
solitaria.
11. Y¥ ahora, algo de fenomenograffa literaria. Elastica
y ancha, ya se entiende. Hay tres funciones; hay dos mane-
ras. Las funciones son —por su orden estético creciente, sin
preocuparnos de la discutible serie genética o antropoldgi-
ca— drama, novela y lirica. Las maneras son prosa y verso.
Caben todas las combinaciones posibles, los hibridismos, las
predominancias de una funcién que contiene elementos de
otras. Lo que no acomoda en este esquema es poesia anci-
lar, literatura como servicio, literatura aplicada a otras dis-
ciplinas ajenas. Tampoco nos perturbe el que la poesia aca-
tree, en su flujo, datos que interesan accidentalmente a otras
actividades del espiritu. Lo que nos importa es la intencién,
el rumbo del flujo. La tragedia ateniense puede darnos ves-
tigios sobre el enigma del matriarcado, pero no es ése su
destino; el Wilhelm Meister, sobre la historia de los mufie-
cos anatémicos, pero no es ése su destino.”
12. Drama, novela, lirica: funciones, no géneros. Pro-
cedimientos de ataque de la mente literaria sobre sus obje-
tivos. Los géneros, en cambio, son modalidades accesorias,
estratificaciones de la costumbre en una época, predileccio-
nes de las pasajeras escuelas literarias. Los géneros quedan
circunscritos dentro de las funciones: drama mitoldgico, dra-
2 Ver, en El destinde, los desatrollos sobre el concepto de “lo ancilar”
Leap. m;'Obras Completas, XVI.
86ma de tesis, drama fantastico, drama realista; novela bizan-
tina, novela pastoral, novela celestinesca, novela picaresca,
novela naturalista; lirica sacra, lirica heroica, lirica amato-
ria, lirica elegiaca. El drama comprende tragedia y comedia
y todos los géneros teatrales. La novela comprende la epo-
peya antigua y moderna: la Jliada, el Orlando, la Araucena
y lo que hoy se Hama novela: Dickens, Balzac y Proust. La
lirica es lo que el lenguaje coméin Mama poesia, cuando no
sirve de vehiculo al drama o a la novela. Nos desentendemos,
por el momento, de la manera en prosa o en verso.
13, En la tragedia ateniense —animal perfecto— discer-
nimos facilmente las tres funciones: los héroes o “personas
fatales”, como decian los aristotélicos espafioles, son el dra-
ma mismo, representan acciones. Los prélogos o mensajeros,
que narran sucesos no escénicos, son la novela. El coro, que
expresa descargas subjetivas de la emocién acumulada, es la
lirica. Drama —aunque se escriba como se escribe la mi-
sica— es ejecucién de acciones por personas presentes, repre-
sentacién. Novela es referencia a acciones de personas au-
sentes y, en concepto, pretéritas, aunque la mente las edifique
en teatro interior, y aunque el relato, en cualquier tiempo
del verbo, las figure en presente. La lirica es desarrollo de
la interjeccién o exclamacién, aunque tenga que apoyarse en
acciones aludidas o relatadas; y es mas pura mientras me-
nos busca tales apoyos. De aqui la nocién de la Poesia
Pura, palabra de Tieck recogida primero por Edgar Alan
Poe y después por Baudelaire, y puesta en valor por Henri
Bremond, a propésito de Valéry.
14, Otra vez jen guardia contra todo equivoco entre la
emocién y la ejecucién! El drama —aparte de que acarree
elementos de narracién novelistica o de exclamacién lirica—
puede, sin dejar de serlo, causar una emocién novelesca o
lirica. La novela —aparte de que acarree elementos de dia-
logo dramatico o de exclamacién lirica— puede, sin desna-
turalizarse, causar una emocién dramitica o lirica. La lirica
se enturbia un tanto conforme aumenta su acarreo de elemen-
tos episédicos o narrativos, y no tanto por sélo producir emo-
cién dramitica o novelesca. En uno u otro trance, es exage-
rado declarar —como hoy lo pretenden algunos— que sufre
87un desmedro en su calidad estética sélo porque admita hi-
bridismo como funcién. Aunque la historia literaria abunde
mas bien en ejemplos contrarios, puesto que lo heroico es
lo raro, hay, sin embargo, un secreto instinto que anhela
para Ja Irica la mayor austeridad funcional.
15. El secreto instinto hacia la lirica pura es parejo de
aquel otro secreto instinto que tiende a repudiar la prosa
lirica y desea aseciat la lirica Gon el verso. gPor qué estas
exigencias heroicas? Segiin ellas, parece que la forma por
excelencia de la poesia (de la literatura si os empefidis) es
Ja lirica en verso. A la suma realizacién literaria se le pide,
asi, el sumo sacrificio de lo atil, de lo que se parece a |
prdctica mejor dicho, de lo que evoca las cosas de la exis-
tencia diaria. Ya, al seriar las tres funciones, he dicho que
las pongo en la serie estética creciente (n’ 11): el drama
todavia cuenta con el bulto humano, la escena, los ojos, el
espectéculo, el espacio reales; la novela sustituye con fan-
tasmas psicolégicos todo lo que no es el tiempo real; la Iiri-
ca 86lo deja ya la exclamacién y la voz, el ente angélico,
hermano etéreo de la idea.
16. Ahondemos m4s. Al definir las actividades del es-
piritu, podemos trazarlas como un circulo en que la filoso-
fia, el ser, se toca con el extremo lirico del exclamar o del
expresarse en pureza, Los otros segmentos de la curva em-
parientan la patética y perecedera historia con la ciencia
permanente y serena, dentro del suceder real. Luego viene
un hiato, tras el cual la poesia o literatura aparece, porque
ella no admite parentesco de suceder real, sino que se aparta
ariscamente, llevando en el seno su ficcién o suceder ficti-
cio. Pues bien, de modo semejante, dentro de la poesia las
funciones drama y novela se emparientan como funciones epi-
sédicas, en el suelo —sublimado ya, ciertamente, pero to-
davia suelo— de un acontecer fingido. Y sobreviene también.
un hiato, y he aqui que la funcién lirica se aparta de las
otras, porque parece alejarse ariscamente del mismo aconte-
cer fingido, para mejor solazarse en su aire raro, en la sus-
tancia neumatica y transparente que linda entre el suefio y
el pensamiento. Como al angel de Guyau, un solo étomo
material le desgarraria las alas.
8817. gLa lirica es, pues, libertad, puesto que asi se eman-
cipa de toda pesantez? Hay una palabra mas propia: es
liberacién. Libertad no, porque se obliga a las leyes mas
dificiles; leyes interiores, sin pauta material que las demar-
que y resguarde: porque inventa y crea de parte a parte su
carrera de obstéculos, y mas si se sujeta al verso, como lo
exigia aquel vago instinto estético antes denunciado (nims. 14
y 15). Es mas dificil andar que ir con andaderas; correr,
mas que andar; y mds todavia volar que correr, para el
hombre mortal, se entiende; y ain mas que volar, evapo-
rarse. La evaporacién, sumo sacrificio, imagen casi de la
plegaria, incienso; ley la mas sublime entre todas, como ver-
dadera transmutacién. Liberacién, no libertad: exigencia
suma que a si misma se impone canones, sin necesidad prac-
tica alguna. Esta Poesia Pura es la Servidumbre Voluntaria.
18, Veamos ahora las maneras de la forma: prosa y ver-
so. Si partimos de la lingitistica, la prosa aparece primero
como modo del habla practica, del coloquio. Si partimos
de la literatura, al verso toca una primacia aparente de sen-
tido estético, por ser la manera formal mAs distante del uso
practico. Esta diferencia de jerarquia estética sdlo es apa-
rente, como veremos (n’ 19). Por ahora, entre verso y prosa
hay una frontera indecisa que la ciencia apenas delimita por
aproximacién y tanteo. En esa frontera indecisa esta el ver-
siculo, acaso la primera forma literaria, la formula magica
en que la poesia es atin servicio de la tribu, atin no se des-
prende como objeto autonémico; presta funciones religiosas,
juridicas; establece, con el meteoro, con el dios o con el jefe
vecino, el misterioso vinculo del contrato. Al diferenciarse
las dos maneras, se tiende a depositar en el verso los usos
mis acentuadamente liricos; en la prosa, los mas acentuada-
mente discursivos. Hay largo camino desde los versos en
que algunos presocraticos exponian su sistema fisico hasta
el Organo de Aristételes. Después sobrevendran veleidades,
contaminaciones voluntarias, efectos de la curiosidad y de
la investigacién. La confusién parte de los polos hacia
el centro: en la prosa aprieta, y en el verso afloja los rigores
acisticos. Eso es todo. Simetrias ideolégicas, verbales, fo-
néticas, ritmos, rimas, se cifien o sueltan segiin el caso. Si el
89verso sélo arrastra rupturas ritmicas conscientes la prosa
puede arrastrar versos involuntarios. Como precaucién Tra-
simaco aconsejaba comenzar las frases en peanes; los cuales,
para su tiempo, habian dejado de ofrse o de usarse como
pies métricos.
19. Entre verso y prosa no hay diferencia de jerarquia
estética, La legitima diferencia se establece entre los distin-
tos usos de la lengua, Una es la lengua comin; otra es la
Jengua de intenciones estéticas. Y todavia, en el orden gené-
tico, la estilistica puede sostener que las informa el mismo
proceso psicolégico, metaférico y lirico. Pero en el estado
habitual, evidente, bien se las distingue, como se distinguen
el uso practico del cuerpo y los movimientos de la danza. El
libertador Simén Bolivar, en la carta sobre la educacién de
su sobrino, dice que “el baile es la poesia del movimiento”.
Invirtiendo, la poesia es el baile del habla. Ni verso ni
prosa literarios pueden confundirse oon el habla comiin. No
es verdad que Monsieur Jourdain hablara en prosa: hablaba
en coloquio, que es distinto. El abuso se ha introducido en
los habitos del portugués, que para decir: “Me agrada con-
versar con Fulano”, suele decir: “Gusto de su prosa.”” Pero
eso no es prosa. Tampoco dijo la verdad Juan de Valdés
al afirmar ligeramente: “Escribo como hablo.” Nadie hablé
nunca como él escribe, Al Hegar a la operacién literaria,
muda el régimen de conciencia como si nos acercdramos a
algin oficio religioso. El ser expresivo que somos bucea
entonces en el subsuelo del alma, dejindose aconsejar por
ritmos corpéreos, circulatorios, respiratorios, hasta ambula-
torios; alerta sus simpatias dindmicas, y sujetindose a aque-
Ila aritmética natural de la maquina humana, concibe pau-
latinamente la unidad, el nimero, el par, el impar, la serie, el
vaivén, los arranques y los remates. Lo mismo en el verso
que en la prosa. Lo que pasa es que la nocién de la prosa
como funcidén literaria distinta del coloquio no es una nocién
inmediata: supone un descubrimiento. En nuestra cultura
occidental lo debemos a Empédocles, a Gorgias, a los pri-
meros retéricos sicilianos.
20. Aunque nos llevaria muy lejos, conviene zecordar que
hay todavia otro uso del habla que ni es poesia ni es co-
90loquio. Tal es el lenguaje cientifico. Se ha dicho —con el
parangén de la quimica— que la ciencia es un lenguaje bien
hecho. El camino hacia la ciencia es el camino de las deno-
minaciones univocas. Descartes presintié que la matemética
es un modo de pensar que nace del lenguaje. El lenguaje
cientifico procura abolir el halo de indeterminacién subjetiva
que irradia la palabra, para poder mentar fijamente lo que
conoce. Porque el conocer es un traducir el concreto hetero-
géneo de la realidad en cortos discretos homogéneos: resolver
el rio en rosario de cuentas, diria Géngora. El lenguaje
cientifico quiere, pues, enjugar aquella fluidez, reducir aquel
desajuste psicolégico de que hemos tratado (n’ 10). Vico
més tarde, y ahora Vossler, piensan que, para la funcién
poética, el lenguaje busca otra manera de ajuste en otro
plano, en el plano de Ja fantasia, Para esto, ya lo sabemos,
la poesia empuja por todos lados la reacia orilla del len-
guaje. Pero mientras el lenguaje lirico queda prendido a la
forma, el cientffico la neutraliza en parte, en toda aquella
parte que queda fuera del tecnicismo. La parte no técnica
del lenguaje cientifico admite equivalencias miltiples, re-
cortes, extensiones, traducciones, traslados, como el mismo
coloquio. No sucede asi en la parte técnica del lenguaje
cientifico. La ciencia tiene cardcter tautolégico. De aqui
—observa Pius Servin— que su lenguaje, a través del tec-
nicismo, camine hacia la tipologia simbdlica, hacia el alge-
bra, Ni el lirico ni el técnico dejan nada a la casualidad: en
Jo cual se parecen. Pero aquél encarna en la lengua, y éste
se desencarna hacia el algoritmo. Y entre los dos polos, crece
y retumba la casualidad del coloquio, ahogando en sus ma-
rejadas a la pobre gramitica preceptiva, esfuerzo por jardi-
nar el mar.
21. Llegados al pice, bajemos de las abstracciones. Des-
pués de la fenomenografia, un poco de historia literaria. Esta
no puede ya tragarse como un proceso lineal: hay rayas
transversales, arborescencias intrincadas. La historia litera-
ria no cede a las particiones cronoldgicas, siquiera en el
sentido relativo en que la historia universal cede a ellas: An-
tigtiedad, Edad Media, Edad Moderna, etcétera, El orden.
temporal debe combinarse con e espacial, la historia con la
91geografia. El mismo sentido politico importa menos que
el lingiiistico, y éste tanto como el cultural. Las literaturas
nacionales no se explican por si solas, fuera de aplicaciones
sociolégicas limitadas en que se las usa como testimonios
para fines no literarios. El concepto de literatura nacional
es una Convencién reciente: la Antigtiedad es un todo; la
Edad Media cristiana, un todo; el Renacimiento, un todo.
No bien se exacerban las nacionalidades, el desarrollo pla-
netario de las comunicaciones tiende otra vez a mezelar las
aguas. Es més real el criterio de los géneros, las escuelas,
los temas, las modas sucesivas. Y aun asi, el espiritu extra-
vasa linderos. Ni la frontera lingiiistiea, la mas prendida al
ser literario, se le resiste.
22. De aqui diversas nociones: 1° La literatura univer-
sal, catélogo teérico de todos los casos literarios existentes,
figura utépica. 2° Las historias literarias de épocas, tipos,
temas, corrientes mentales y aun nacionales como esquemas
econémicos de investigacién limitada. 3° La literatura com-
parada, que atiende a influencias, contaminaciones, paralelis-
mos: nocién del pasado siglo que ha fertilizado considerable-
mente el campo de estudio con sus técnicas propias. 4° La
literatura mundial, que decia Goethe y que él consideraba
como la tinica explicacién del pensamiento literario. Puede
figurarsela como un inventario de obras y hechos que afectan
a nuestra civilizacién, que estin vives todavia en la mente,
que han trascendido, que siguen operando. Nocién compa-
rable a la historia politica viva y efectiva, como Nietzsche
la entiende. Si Ja literatura universal es una integracién
cuantilativa, la literatura mundial es una integracién cualita-
tiva. En el concepto de literatura mundial hay, pues, una
nota antolégica, sociolégica, plebiscitaria, fundada en los
habitos, en los gustos dominantes. Y en gustos hay todo es-
crito. ¢Cémo computar los votos para sortear la deformacién
de los caprichos individuales? Los catedraticos norteame-
ricanos pierden el tiempo en levantar estadisticas de las
opiniones de los muchachos, juego de sociedad que a nada
eonduce. Sir John Lubbock, en 1885, pide a los hombres
autorizados una lista de obras y autores esenciales a nuestra
cultura. Spencer y Matthew Arnold se abstienen; Max Miil-
92ler y William Morris contestan arbitrariedades; Ruskin, exal-
tados dislates.°
23. Y, sin embargo, es indispensable: todo estudio de las
literaturas presupone un indice de obras y nombres significa-
tivos. Pues gcomo, en efecto, se ofrece la literatura? La
poesia, un tiempo, se hablé, se la recitaba. Y Solén dictaba
leyes a los aedos y rapsodas para que declamaran en su
debida sucesién las partes del poema homérico. La epopeya
popular espafiola se contaba y cantaba por todo el camino
francés o de Santiago, rumbo a las romerias. En tales eta-
pas, la memoria sustituye a la biblioteca. Es la hora de la
balada, evocada admirablemente por Macaulay en su pre-
facio a los Layes de la Antigua Roma, pAgina intocable en
conjunto, aunque retocable en los pormenores eruditos. En-
tonces, para facilitar la memoria, el acervo de la experiencia
se confia a los versos. “En consecuencia —dice el viejo hi
toriador— la composicién métrica, que para una nacién
altamente civilizada es un mero lujo, para una nacién im-
perfectamente civilizada es casi una necesidad de la vida.
Tacito nos hace saber que las canciones eran el tnico reper-
torio que sobre su pasado histérico poseian los antiguos ger-
manos.”
24, Tras esta etapa viene aquella en que el poema se con-
fia a la notacién grafica. Se comienza a leer. Pero gracias
si por cada ciento lee uno. Epoca de los manuscritos precio-
sos, en que uno lee para varios. En el Troilo y Crésida, de
Chaucer, Pandaro llega al palacio de su sobrina, y la encuen-
tra acompafiada de sus amigas en un salén embaldosado, en
torno a una doncella que les lee la Historia Tebana.* El
poeta tiene conciencia de que es asi como su poema mismo
Iega hasta el publico, y de esta conciencia se descubren
rasgos en su estilo. El piblico es, ante todo, una audiencia,
y el poeta la interpela a veces: “Enamorados que aqui estais,
sabedlo.” Pero la imprenta y la instruecién publica trans-
3 A. Guérard, Preface to World Literature, Nueva York, Henry Holt and
Co,, 1940.
4 En el Quijote, I, XXXIHM: “...cuando es tiempo de Ia siega, se reco:
gen aqui las fiestas muchos segadores, y siempre hay alguno que sabe leer.
rodeamos dé] mis de treinta...” [Nota corregida y agregada a la ediciin
de 1952.]
98forman el cuadro, y gradualmente lo sustituyen por una
escena silenciosa en que, a través de la lectura, del espacio
y del tiempo, un escritor tiene fascinado a un lector solita-
rio, ante una pagina con caracteres que no le era destinada.
Ya nuestra Sor Juana Inés echa de menos aquella lectura
compartida, y el no contar “con quiénes conferir y ejercitar
Jo estudiado, teniendo sdlo por maestro un libro mudo, por
condiscipulo un tintero insensible”,
25. Y concluimos que hoy la literatura se ofrece en for-
ma de lectura. En suma, que el conocimiento de la literatura
comienza por la bibliografia: 1° Los textos mismos, manus-
critos e impresos. 2° Los comentarios y monografias espe-
ciales. 3° Como guias de conjunto, los manuales y las his-
torias literarias. Para la literatura, el hombre es un lector.
Dejemos de lado al estudiante metédico, al universitario
que cuenta con otros auxilios. Lo mejor que puede hacer
el lector comtin es partir desde su propia casa; levantar su
lista de la literatura mundial de conformidad con su pre-
juicio,
Ya, al paso mismo de sus lecturas, la ira rectificando.
Ayiidese de manuales y tablas: los hay excelentes. No quie-
ra abarcarlo todo, Anote lo que le parezca de mas bulto, mas
incorporado en la cultura que respira. Lleve indices aparte
para lo nacional y —en nuestro caso— lo iberoamericano, lo
hispano, lo europeo, lo universal; y dentro de todo ello, lo an-
tiguo y lo moderno, siempre atento a la supervivencia, y
relegando por ahora la mera curiosidad erudita. Sin este
sistema de departamentos, su sentido de las calidades no
podria abrirse paso. Si no conoce otras lenguas, use traduc-
ciones. Y emprenda, como pueda, el aprendizaje de las len-
guas, por lo pronto con miras a leer, si no precisamente a
hablar. Es mas primo aquello que esto para el cultivo espi-
ritual. El maitre @’hétel chapurra inttilmente todas las len-
guas y no lee ninguna: no pasa de ignorante.
26. Y luego, hay que saber leer, que no es un ejercicio
vulgar. Es un darse y un recobrarse: una aceptacién, si-
quiera instanténea y automatica, de lo que leemos, y un claro
registro de las propias reacciones. Sea una enumeracién pro-
94visional de dificultades, que son otros tantos avisos para la
Jectura: *
1* Lo primero es penetrar la significacién del texto. Esto
supone entender lo mentado y también la intencién con que
se lo mienta. El arcaismo y la riqueza lingiiistica del texto
acumulan obstéculos. Si dice Suarez de Figueroa: “Ser hon-
rado es tener cuidados”, percatarse de que no ha querido
decir que sélo es buena persona el que vive lleno de preocu-
paciones, sino que aquel que vive rodeado de grandes ho-
nores, en situacién eminente, vive también Ileno de moles-
tias. Géngora dice:
Que se precic un Don Pelon
le que comié un perdigén,
bien puede ser;
mas que la biznaga honrada
no diga que fue ensalada,
no puede ser,
Hay que saber traducir: “Bien esta que un pobre diablo
se jacte de que ha comido perdiz, pero el honrado monda-
dientes nos descubrir la triste verdad: que sélo ha comido
una humilde ensalada.” Y el mismo Géngora, con su famosa
estrofa undécima del Polifemo, no resuelta atin por los co-
mentaristas, nos da ejemplo de Ja necesidad y la dificultad
de construir en “sintaxis natural” un texto, para de veras
entenderlo,* como el estudiante de latin construye un pasaje
de César. Un declamador recitaba a Diaz Mirén, donde éste
‘compara con una lechuza a una mujer que huye arropada
en el manto. Y en vez de decir: “Mientes enorme lechuza™,
decia siempre “jMientes, enorme lechuza!”. El que no co-
nozca el significado de la frase adverbial “sin duelo” en el
siglo xv1, no podra nunca entender que Garcilaso haya dicho:
“Salid sin duelo, lagrimas, corriendo.”*
27. 2° La recta aprehensién sensorial: la oreja, la larin-
8 1_A. Richards, Pratical Criticism, Nueva York, Harcourt, Brace and
Con, 1939.
* [Véase “La estrofe reacia del Polifemo" en Obras Completas, VII, pa-
ginas 218-232, y El “Polijemo” sin lagrimas, Madrid, Aguilar, 1961, pp.'139-
165,
© Vasconcelos cita ¢l verso de la Epistola moral: “Iguala con le vida ed
pensamiento”, pero lo entiende al revés jy lo atribuye a Gracién! [Nota corre-
sida y agregada a la edicién de 1952.]
95ge, la lengua, aunque sélo se lea con los ojos, perciben in-
teriormente una repercusién fonética en las secuencias ver-
bales, un movimiento y ritmo. Hay uma vivacidad natural
que debe alertarse con la practica; hay que saber despertarla
a este sentimiento, sin el cual se habra perdido mucho.
4Cémo no advertirlo ante este fragmento del Arcipreste de
Talavera?
Donde por experiencia verés que una mujer. ,. por un hue-
vo dara voces como loca y henchiré a todos los de su casa de
ponzofia: {Qué se hizo este huevo? ;Quién lo tomé? ;Quién
lo lev? ZA dé esti el huevo? Aunque veis que es blanco,
quizi negro sera hoy este huevo. ;Tal, hija de tal! Dime:
iquién tomé este huevo? ;Quien comié este huevo, comido
sea de mala rabia! jAy, huevo mio de dos yemas, que para
echar os guardaba yo! Ay, huevo! Ay, qué gallo y qué ga-
llina salicran de vos! Del gallo hiciera capén que me valiera
veinte maravedis, y la gallina, catorce. O quizd la echara, y
me sacara tantos pollos y pollas con que pudiera tanto multi-
plicar, que fuera causa de me sacar el pie del lodo. Ahora,
eatarme he como desventurada, pobre como solia, jAy, huevo
mio, de la majuela redonda, de la cdscara tan gruesa! ; Quien
me os comié? jAy, tal marica, rostros de golosa, que ti me
has lanzado por puertas! ;Yo te juro que los rostros te que-
me, dofia vil, sucia, golosa! jAy, huevo mio! ZY qué sera
demi? Ay, triste desconsolada! jJestis, amiga, y oémo no me
fino agora! jAy, Virgen Maria, como no revienta quien ve tal
sobrevienta! {No ser en mi casa, mezquina, sefiora de un hue-
yo! jMaldita sea mi vida! jY estoy en punto de rascarme o
de me mesar toda yo, por Dios! ;Guay de la que trae por la
mafiana el salvado, la lumbre, y sus rostros quiebra soplando
por la encender, y, fuego hecho, pone su caldera y calienta su
agua, hace sus salvados por hacer gallinas ponedoras, y que,
puesto el huevo, luego sea arrebatado! |Rabia, ser, y dolor
de corazén!
28. 3° Junto a estos estimulos auditivos habria que con-
tar los demas estimulos sensoriales que vienen con las ima-
genes, y singularmente los visuales, en que tanto difiere el
poder de evocacién de unos a otros hombres. Si hay textos
sobrios, hay otros que parecen eargados de aquellas “cafias
de pesear” o metdforas, que dice Ortega y Gasset, con que
alargamos nuestro corto brazo para llegar hasta el punto.
que queremos. Algunos lectores no sienten la imagen, y otros
96se fascinan con ella hasta perder el sentido. Cierto poeta
que yo conozco se entretenia en “no entender” a Géngora
para mejor recrearse en las imagenes. Y donde éste hace
decir a Polifemo: “me vi en el mar, me asomé y me reflejé
en esa playa azul que es el mar”,
Espejo de zafiro fue luciente
in playa azul, de la persona mia,
se conformaba aquél con repetirse a si mismo, como si hicie-
ra sentido, el verso destacado: “la playa azul de la persona
mia”. En esta transmisién de imagenes se descubre frecuen-
temente la falta de ecuacién entre lo que expresa el pocta y
lo que el lector recibe (n° 7).*
29. 4° Las asociaciones erraticas del lector, recuerdos
personales que se le atraviesan, perturban la atencién sobre el
texto al punto de desviar su sentido. Un cuarentén a quien
le robé la dama un joven poeta, no soportaba la Candida de
Bernard Shaw porque se sentia retratado en el Pastor. Tipo
de emocién pardsita que nada tiene de comin con la legitima
emocién literaria; mecanismo de las ofu! nes & que pue-
de verse arrastrada la critica ligera que, sin filtrarlas, erige
en dogmas las propias reaccioyes. Todos traemos un reper-
torio de respuestas ya hechas, que disparan como la pistola
de pelo a la mas breve provocacién, y lanzan nuestra mente
por zonas ajenas a la lectura, obrando ya por su solo auto-
matismo.
3. 5° La sentimentalidad y la inhibicién, la extrema fa-
cilidad o la extrema resistencia ante el movimiento que el
poeta trata de imprimir en nuestro dnimo, son errores més
frecuentes de lo que parece, que exageran o borran los ras-
gos de la figura literaria. Con estos errores de tipo intuitive
pueden compararse las predisposiciones intelectuales, doctri-
nales, en pro o en contra de la tesis declarada en el texto,
que empujan a ofr mas o menos de lo que se nos dice, a
sobrestimar o a desairar injustamente la calidad del texto.
Otro automatismo semejante, en pro y en contra, es lo que
Iaman los psicélogos “la predisposicién técnica”: si hemos
conocido el éxito de cierto procedimiento literario, nos re-
* (Obras Completes, VIL, pp. 111, 193 y 231.1
97sistimos a aceptar otro diferente, y viceversa, nos negamos
a aceptar un acierto porque conocemos un fracaso de orden
técnico semejante. Es el caso del que niega valor a la psi-
cologia amorosa en Mérimée, porque se ha construido una
expectativa sobre la psicologia amorosa en Proust. La enu-
meracién puede prolongarse. Los casos estan al alcance de
todas las experiencias.
31. Mucho mas habria que decir sobre la lectura, lite-
raria o no literaria. Un lector es cosa tan respetable como
un sujeto psiquico que lanza su alma a volar por otras
regiones. Muchas veces el joven San Agustin quiso consultar
sus dudas con San Ambrosio, pero se detenia porque lo
encontraba leyendo. “Cuando leia —dice—, sus ojos reco-
trian las paginas del libro, mientras su mente se suspendia
y concentraba para penetrar el espiritu de las palabras. En-
tonces descansaban su vor y su lengua. Mas de una ver pe-
netré a su cuarto, cuya puerta nunca estaba cerrada para
nadie, y adonde todo el mundo tenia acceso sin necesidad de
prevenir su visita, y siempre me sucedié encontrarlo leyendo
para si y en voz baja, pero jamas de otra manera. Y tras de
haberme sentado un rato, manteniéndome con respetuoso si-
lencio —porque gquién, al verlo tan atento, se hubiera atre-
vido a chistar siquiera?— me iba retirando poco a poco, te-
niendo por cierto que preferia usar los escasos ocios que le
dejaban en recobrar nuevo vigor, tras el mucho quebranto y
las desazones que por fuerza habian de causarle los negocios
del préjimo. ..”. Asi es como la literatura conforta y libera,
multiplicando, en otra zona mejor, nuestras posibilidades de
existencia. Ya decia aquel goloso Graciin: “;Qué jardin del
Abril, qué Aranjuez del Mayo como una libreria selecta!”
32. Un nuevo medio de comunicacién humana, la co-
municacién radiofénica, ha hecho temblar a los amigos de
las letras escritas. Duhamel se pregunta, angustiado, si se
hundira una civilizacién con el libro. Ni creo que el libro
parezca, ni creo que padezca el sentido literario si re-
cobra sus contactos, algo descuidados, con el orden oral que
es como su medio nativo. Aunque carecemos de documentos,
sospechamos que algunos pusilénimes temblaron también por
la cultura cuando la democratica imprenta comenz6 a vol-
98carla a media calle. Apareceran nuevos géneros. La mano
del hombre, algiin dia, domesticara otra vez a la maquina
que se le ha escapado. No perecera la poesia, danza de la
palabra. Mientras exista una palabra hermosa, habré poesia.
[1940] *
* Sur, Buenos Aires, diciembre de 1940 [aiio 10, N° 75, pe con el
titulo de “Sumarie de In literature”. Nota manusoriia de A. R.
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