Gallego - La Polis Griega - Caps 5-6-7
Gallego - La Polis Griega - Caps 5-6-7
La pólis griega
Orígenes, estructuras, enfoques
Julián Gallego
ISBN 978-987-4019-65-3
© Facultad de Filosofía y Letras (UBA) 2017
Subsecretaría de Publicaciones
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Gallego, Julián
La pólis griega : orígenes, estructuras, enfoques / Julián Gallego. - 1a ed . -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Editorial de la Facultad de Filosofía y
Letras Universidad de Buenos Aires, 2017.
314 p. ; 20 x 14 cm. - (Libros de cátedra)
ISBN 978-987-4019-65-3
Agradecimientos 9
Introducción 11
Parte I 27
La ciudad antigua y la pólis griega
Capítulo 1
Problemas, itinerarios, modelos 29
Capítulo 2
Espacios rurales, espacios urbanos 55
Capítulo 3
La pólis y la ciudad-estado 79
Capítulo 4
Regímenes políticos, población y territorio 97
Parte II 115
La aldea en el surgimiento de la pólis
Capítulo 5
El campesinado, la aldea y la ciudad 117
Capítulo 6
La mirada de un aldeano 137
Capítulo 7
La aldea de Ascra y los aristócratas 155
Capítulo 8
Entre el parentesco y la política 179
Capítulo 9
Comienzos de la práctica asamblearia 215
Capítulo 10
La irrupción de la democracia 239
Conclusiones 259
Bibliografía 267
El autor 309
Capítulo 5
El campesinado, la aldea y la ciudad
1 Respecto de la idea de estado-pólis, cfr. Introducción; Cap. 3; Sakellariou (1989); Hansen (2006).
117
en segundo lugar, el testimonio de Hesíodo en Trabajos y
días sobre la existencia de una situación de dependencia
del campesinado. Examinamos para ello diversos análisis
de las condiciones históricas descritas por Hesíodo con el
objetivo de afirmar que el poema brinda testimonio sobre
los comienzos de la pólis y la inclusión de la aldea dentro
del ámbito político de la ciudad, sin que esto paralelamente
signifique el desarrollo de formas de subordinación de los
campesinos provenientes del grupo que el poeta beocio
viene a representar (cfr. Caps. 6-8). Por último, abordamos
las mutaciones que se producen a partir de la inclusión de
las aldeas dentro del espacio controlado por la pólis y su sub-
ordinación al poder político de la ciudad. En este marco,
analizamos los conflictos de la era arcaica que abren el ca-
mino a la participación política plena de los labradores en la
ciudadanía y que configuran a la aldea como una parte del
entramado organizativo de la pólis, esto es, una subdivisión
cívica de la pólis, aun cuando su estatus, evidentemente, pu-
diera variar de una ciudad a otra.
La noción de campesino
2 En las discusiones sobre el mundo campesino los seguidores de la perspectiva de Chayanov han
sobrevalorado el rol autónomo de la economía campesina, convirtiéndola en una entidad autó-
noma y autosuficiente en los planos de la vida económica, social y cultural. Cfr. Kerblay (1971)
y Thorner (1971); para visiones críticas: Patnaik (1979), Vilar (1980: 265‑311) e Izquierdo Mar-
tín (2001: 43-53); para intentos de conciliación con el marxismo: Tepicht (1967), Archetti (1981:
51‑66), Harrison (1977; 1980), Torres Adrian (1984: 21‑64) y Cortés y Cuéllar (1986).
3 Finley (1974: 132 y n. 2); para Grecia en particular, Morris (1991: 26). Sobre la dependencia habi-
tual del campesinado, Wolf (1971: 18-20) y Shanin (1971b: 296).
5 Foster (1965: 296): “Por ‘imagen del bien limitado’ quiero expresar que amplias áreas del compor-
tamiento campesino están modeladas de tal manera que sugieren que los campesinos perciben
su universo social, económico y natural —es decir su medio— como uno donde todas las cosas
deseadas en la vida, como la tierra, la salud, la riqueza, la amistad, el amor, la virilidad, el honor,
respeto y status, poder e influencia, seguridad y protección, existen en una cantidad finita y limita-
da y son siempre escasos. No sólo estas y otras tantas ‘cosas buenas’ existen en cantidades finitas
y limitadas, sino que además no hay manera posible, por parte de los campesinos, de incrementar
las cantidades disponibles. Es como si el hecho de la escasez de tierra en un área densamente
poblada se aplicara a todas las otras cosas que se desean. Un ‘bien’ como la tierra está ligado por
naturaleza a ser dividido y vuelto a dividir, si es necesario, pero no a ser incrementado” (destaca-
dos del autor).
6 Sobre la reciprocidad en las aldeas campesinas griegas: Murray (1981: 56-67), Millett (1984: 100-
103; 1991: 28-39, 45-52, 74-75), Gallant (1991: 143-158), Tandy (1997: 203-227) y Edwards (2004:
92-102).
7 Cfr. Starr (1986: 94-95), Hanson (1995: 108-126), Donlan (1997: 45-46) y Morris (2000: 109-191).
8 Campagno (2002) analiza el surgimiento del estado en el antiguo Egipto usando criterios seme-
jantes.
9 Cfr. Lintott (1982: 13-81), Finley (1983: 114-124) y Domínguez Monedero (1991: 150-153).
10 Para esta postura y para la que se consigna a continuación, cfr. Gallego (2009: 150-160).
11 Cfr. Hill (1965), Nussbaum (1960), Murray (1981: 37-67), Millett (1984: 104-106) y Hanson (1995:
91-126).
13 Se trata de un aspecto básico del funcionamiento del estado-pólis griego a partir de instancias de
menor jerarquía institucional y, por ende, definidas como partes de la pólis y subordinadas a ella,
que suelen comprenderse conceptualmente como municipios, circunscripciones, municipalidades
o subdivisiones cívicas. Al respecto, cfr. Jones (1987) y Gallego (2005: 30-32, 52-60, 107-110, 130-
131, 139-144).
14 Gallego (2003b: 163-174). Cfr. Hansen (1998: 52-81; 2000c: 165-170).
15 Cfr. Cap. 2; Lévêque y Vidal‑Naquet (1964: 63-89), Vernant (1965a), Vallet (1968) y Frost (1976).
16 Nagle (2006: 6, 181-182) afirma que la pólis promedio era una comunidad de tipo aldeano.
17 Hansen (1995b: 75): “Estamos probablemente, metafóricamente hablando, en la zona limítrofe
entre la ciudad-estado y la municipalidad. El término pólis se usa tanto para dependencias como
para ciudades-estado independientes, y kóme se usa tanto para ciudades-estado dependientes
como para municipalidades”.
137
partir de esto algunas diferencias con respecto a determi-
nadas hipótesis fundamentales del autor. Veamos.
2 Cfr. Francis (1945), Redfield (1956: 105-142), Éd. Will (1957), Detienne (1963: 15-27), Er. Will
(1965), Walcot (1970: 94-117), Hanson (1995: 95-126) y Tandy (1997: 132-135, 203-234; 2001).
Cfr. también Austin y Vidal-Naquet (1986: 65-68), Finley (1974: 141-150), Fernández Ubiña (1977:
86-91), Gschnitzer (1987: 73-81), Mossé (1984: 97-99) y Perysinakis (1986).
3 Cfr. Cap. 5. Se trata, en verdad, de la idea propuesta por Redfield (1956: 23-40; 1953: 34-35), al
conceptuar al campesinado como una “sociedad parcial” (part-society) y al analizar su relación con
la ciudad. Para una visión diferente de la condición campesina de Hesíodo, cfr. Millett (1984), que
se apoya en Foster (1965): la aldea de Ascra era una comunidad de campesinos independientes e
individualistas que convivían como vecinos aldeanos en el marco de vínculos reciprocitarios, los
cuales permitían consumar una sociedad en equilibrio.
4 Ver los reparos de Edwards (2004: 168 n. 8) a las críticas de Hansen (1995b: 52-61) con respecto a
la pertinencia de la Política de Aristóteles como fuente para el sinecismo y los orígenes de la pólis;
cfr. Gallego (2005: 28-30; 2009: 31-63).
5 Raaflaub (1993: 59-64) destaca que Hesíodo es parte de una pólis pero vive en una aldea; cfr.
Coldstream (1977: 313), Osborne (1998: 175) y Patterson (1998: 64-65). Sobre el desarrollo de los
sitios de Tespias y de Ascra, ver Bintliff (1996); cfr. Bintliff y Snodgrass (1985; 1988) y Snodgrass
(1991: 12-14). Para Edwards (166-173), el control de Tespias sobre Ascra sería posterior al período
de vida de Hesíodo, entre comienzos y mediados del siglo VII.
6 Cfr. Bravo (1985). Varios trabajos recientes han abordado el problema: Ndoye (1993: 89-90), Tan-
dy (1997: 205-220), Nelson (1998: 34-36, 152-153) y Thomas y Conant (1999: 144-161).
8 Según Donlan (1973: 150-154), en la era arcaica existiría una tradición anti-aristocrática cuyas re-
ferencias deben buscarse no sólo en los poemas hesiódicos sino también en la Ilíada y la Odisea, a
través de figuras como la de Tersites. Cfr. Farron (1979-80), Thalmann (1988) y, en especial, Tandy
(1997: 194-201), que no cree que Tersites exprese una tradición anti-aristocrática pero concede
que había una tensión anti-aristocrática revelada en privado, en los lugares de reunión (léskhai)
de miembros periféricos de la comunidad. Cfr. Jones (2004: 49-50).
9 Cfr. Farenga (2006: 38-46) respecto del carácter aldeano de las comunidades de la edad oscura y
comienzos de la era arcaica, incluyendo el caso de Ascra.
10 Que procederían de los basileîs, como a mi entender ha demostrado claramente Cantarella (2003:
136-137).
11 Cantarella (2003: 289-291); cfr. Gernet (1980c: 193), Nagy (1997) y Gagarin (2008: 16-19).
13 Edwards (2004: 82) toma de Sahlins (1977: 206-214, 230-239) los conceptos de reciprocidad gene-
ralizada (en el hogar) y balanceada (en la aldea) para caracterizar la situación aldeana planteada
en Trabajos y días.
14 Cfr. Cap. 5. Respecto de las controversias suscitadas en torno de la noción más conveniente para
categorizar a los labriegos helénicos, con más detalle, cfr. Gallego (2001a; 2007b; 2009: 181-192;
2012).
15 Para Wood, la redefinición constante a la que debe someterse la categoría de campesino no sig-
nifica un inconveniente para su uso, sino que remite a lo que constituye la diferencia específica
del campesino ático respecto de los campesinos de otras sociedades a partir de su excepcional
condición política y militar. La ciudadanía del pequeño propietario ateniense redujo realmente
la necesidad de intensificar el trabajo porque limitó la producción de excedentes de una manera
desconocida por otras sociedades campesinas (cfr. Wood, 1988: 51-63).
16 Cfr. Galeski (1971: 122; 1977: 45-131, 207-266); Bennett (1980); Ellis (1993: 3-16, 276-277). Para el
mundo antiguo, ver Finley (1974: 145), que cita a Galeski, y Wood (1983: 8), que sigue a Finley.
17 Cfr. Starr (1977: 123-128), Murray (1981: 48-67), Gschnitzer (1987: 53-58), Donlan (1997), Raaflaub
(1997; 2004a), Cantarella (2003: 120-142) y McInerney (2004).
18 Balot (2001: 70-73) plantea que, a diferencia de la codicia de la élite homérica, Hesíodo encarna
el ideal igualitario de los labradores medianos y expresa su crítica a los basileîs en Trabajos y días,
40: “No saben cuánto es la mitad (hémisy) más que el todo”. El autor destaca que “mitad” tiene
aquí un sentido similar a “parte igual” y que esto va a aparecer adaptado en la concepción de
Aristóteles de la distribución justa en el marco de la pólis.
155
justamente de una diferencia de tamaño que sería deter-
minante. Esta situación puede documentarse arqueológica
y literariamente para el caso de la pólis de Tespias y la aldea
(kóme) de Ascra, en el que la primera termina por absorber
a la segunda. En lo que sigue me concentraré sobre todo en
la evidencia que brinda el poema Trabajos y días de Hesíodo
respecto de la relación entre Ascra y Tespias en lo concer-
niente al papel de las formas de subordinación personal
del campesinado y la configuración del poder político de
la aristocracia durante el surgimiento de la pólis. En efecto,
en pleno arcaísmo, cuando Hesíodo compone sus poemas,
Ascra se hallaría inserta en un proceso de integración en el
espacio de influencia de Tespias, cuestión que trataremos
de dilucidar en lo que sigue.1
Una extendida interpretación de Trabajos y días ha insisti-
do en que Hesíodo daría cuenta de una crisis agraria a par-
tir de una situación de pauperización y endeudamiento de
los labradores, que a lo largo de la era arcaica terminarían
cayendo en dependencia con respecto a la aristocracia.2
Otra perspectiva ha hecho hincapié en que Hesíodo sería
el prototipo del agricultor hoplita cuya presencia implica-
ría un retroceso de la aristocracia ante el avance de la clase
de los labradores autónomos,3 que empezarían a reclamar
mayores prerrogativas dentro de las póleis nacientes.4 Pero
1 Sobre la evolución de las comunidades aldeanas griegas, cfr. Donlan y Thomas (1993), desde la
prehistoria hasta la edad del hierro. Ver asimismo van Effenterre (1983), Lévy (1986) y Hansen
(1995b).
2 Cfr. Francis (1945), Redfield (1956: 105-142), Éd. Will (1957), Detienne (1963: 15-27), Walcot
(1970: 94-117), Austin y Vidal-Naquet (1986: 65-68), Fernández Ubiña (1977: 86-91), Gschnitzer
(1987: 73-81), Mossé (1984: 97-99), Perysinakis (1986), Tandy (1997: 132-135, 203-234; 2001b) y
Thomas y Conant (1999: 144-161).
3 Aunque esto último no se observa claramente en Trabajos y días, esta es la suposición de diversos
autores, e.g. Bintliff (1994: 224; 1999c: 51), Osborne (1998: 176-177) y Edwards (2004: 76).
4 Cfr. Nussbaum (1960), Er. Will (1965), Murray (1981: 39, 48, 67), Bintliff (1994: 224-230; 1999c:
51-55) y Hanson (1995: 91-126).
5 Respecto de las ambigüedades de éris referidas a las contradicciones del mundo humano, cfr.
Gagarin (1990). Sobre la naturaleza de su duplicidad, cfr. Mezzadri (1989), Loraux (1997: 87-89) y
Martin (2004). Para Clay (2003: 6-8, 78) la existencia de dos tipos de éris obedece a una cuestión
de enfoques diferentes: desde el punto de vista de los dioses habría una sola; desde la pers-
pectiva de la humanidad habría dos. En su reciente y completo análisis sobre la éris en Hesíodo,
Thalmann (2004: 362-387) señala el carácter a un tiempo constructivo y destructivo que ella en-
traña, en la medida en que la rivalidad puede tanto integrar como fragmentar la sociedad. Zarecki
(2007) indica que, en Trabajos y días, Pandora y la buena éris cumplen una función semejante
ligada al advenimiento del trabajo como pauta de vida social y como forma de ganarse la vida, el
pónos ligado al érgon.
6 Cfr. Hesíodo, Trabajos y días, 31: éndon. Teofrasto, Caracteres, 4.6, parece indicar algo similar cuan-
do plantea que el rústico (ágroikos) tiene más confianza en sus criados y jornaleros que en los
amigos y parientes, dando a entender que existiría en él una preferencia por los lazos dentro del
oîkos en detrimento de lo externo.
7 Cfr. Walcot (1970: 87-92), Vernant (1977), Jones (1984; 2004: 56-57), Bravo (1985) y Hanson (1995:
99-102).
8 Sobre la reciprocidad en la aldeas campesinas griegas, cfr. Murray (1981: 56-67), Millett (1984:
100-103; 1991: 28-39, 45-52, 74-75), Gallant (1991: 143-158), Tandy (1997: 203-227) y Edwards
(2004: 92-102).
9 Teofrasto, Caracteres, 4.14; 10.13 (cfr. 27.10; 30.10), y Menandro, Díscolo, 456, 505, 914, 916, 922-
923, 928, también hablan del préstamo en el ámbito rural. Cfr. Nagle (2006: 35-36).
10 Una crítica semejante parece plantearse en Eurípides, Suplicantes, 894-895: el pendenciero suele
ser odioso para los ciudadanos así como para los forasteros.
12 Loraux (1997: 20) señala que Hesíodo traza una clara equivalencia entre agorá y neîkos, el lugar
del debate y el conflicto, respectivamente, ambos como encarnación lamentable de la mala éris.
Cfr. Clay (2003: 33).
13 Hesíodo, Trabajos y días, 29-30, 280, 402, 688: agorá, agoreúo; vv. 29-30, 33, 35, 332, 716: neîkos,
neikeío; vv. 189, 222, 227, 240, 269, 527: pólis.
14 Según Thür (1996), la base del sistema consiste en el juramento; cuando uno de ellos es incuestio-
nablemente aceptado la disputa termina. Los líderes tienen la autoridad exclusiva para pronun-
ciar las fórmulas correctas para los juramentos. Contra, Gagarin (2005: 86-90; cfr. 1986: 19-50): el
debate y el diálogo conducen gradualmente a clasificar y resolver el problema, con la satisfacción
o por lo menos la aquiescencia de todos los interesados. Así, aunque los litigantes plantearan
de entrada sólo una simple cuestión de hecho, es probable que otros temas pronto entraran
en el debate y que pudiera llegar a formularse una considerable variedad de propuestas para la
solución de una disputa. Ver Farenga (2006: 133-141) con respecto al juramento como modo de
prueba.
15 Cfr. Gagarin (1973; 1986: 19-35; 1992), Millett (1984: 91-92), Edwards (2004: 64-73) y Farenga
(2006: 162).
16 Sobre la thémis, cfr. Harrison (1912: 482-485), justicia de origen divino; Havelock (1978: 135-137),
derecho poco formalizado. Para un balance crítico de las diferentes perspectivas, cfr. Hammer
(1998: 16-19; 2002: 115-127).
17 Homero, Ilíada, 20.4-6; 11.807; Odisea, 2.68-69. Cfr. Harrison (1912: 482) y Tandy (1997: 142-144).
18 Hesíodo, Teogonía, 85: diakrínein; Trabajos y días, 35: diakrínein; 221: krínein.
19 Hesíodo, Trabajos y días, 224: nemeîn; 225: didónai.
20 Hesíodo, Teogonía, 86: itheîai díkai; Trabajos y días, 9: ithýnein thémistas; 36: itheîai díkai; 194:
mýthoi skolioí; 219, 221: skoliaí díkai; 225-226: itheîai díkai; 230: ithydíkes; 250: skoliaí díkai; 262,
264: skoliaí díkai; 263: ithýnein díkas.
21 Cfr. Liddell y Scott (1996): s.v. kydaíno; ver también Tandy y Neale (1997: 54, 68) y Clay (2003: 35).
22 Benveniste (1969: 57-74) y Chantraine (1968-80): s.v. kŷdos. Cfr. Collins (1998: 49-51) y Kurke
(1993: 131-133).
23 Cfr. Sahlins (1963) y Johnson y Earle (2000: 203-241); ver también Earle (1997): s.v. big-man society.
24 Cfr. Farenga (2006: 38-46; 1998). Ver también los análisis de Donlan (1982: 140-141; 1985: 303-
304) y Quiller (1981: 117-120). Asimismo, Drews (1983: 98-128), Carlier (1984: 135-230, 503-505),
Tandy (1997: 84-111), Thalmann (1998: 243-271), Whitley (2001: 77-101; cfr. 1991: 181-194) y Hall
(2007: 120-127).
25 Ver Donlan (1989; 1994; 1998). Cfr. van der Vliet (1988).
26 Cfr. Starr (1986: 15-33), Domínguez Monedero (1991: 78-86), Donlan (1997), Hall (2007: 127-131)
y Hawke (2011: 130-157).
27 Aun con el sesgo evolucionista de su enfoque, es interesante la visión de Polanyi (1977: 152): “La
estructura política tradicional de los asentamientos tribales había sido viciosamente distorsiona-
da por los ‘príncipes devoradores de regalos’, quienes ahora no cumplían en devolver la ley y la
justicia que eran su responsabilidad. Las formas vacías del cacicazgo permanecían; pero el sentido
y el contenido habían desaparecido. Las obligaciones tribales expresadas por esas formas se ha-
bían desvanecido”. Cfr. Donlan (1999: 29-31).
28 Sobre la posibilidad de que el sistema del big-man se asocie a formas de patronazgo, o al menos
al papel de los líderes como patronos: Throuwborst (1986: 52), Langlas y Weiner (1988: 81, 85) y
Power (1995: 96-97).
30 Hesíodo, Teogonía, 81-93: “A aquel que las hijas del poderoso Zeus honran (timésosi) y ven que
desciende de los basileîs vástagos de Zeus, le vierten dulce rocío sobre su lengua (glôssa) y pa-
labras (épea) suaves fluyen de su boca (stóma). Todo el pueblo dirige la mirada hacia él cuando
decide las thémistes con rectas sentencias (itheîai díkai). Y él hablando (agoreúon) de manera se-
gura resuelve rápida y hábilmente (epistaménos) incluso una gran disputa. Debido a esto, pues,
los basileîs son sensatos (ekhéphrones) porque a los hombres que sufren ofensas en el ágora
(agorêphi) les otorga fácilmente un acto de compensación, persuadiéndolos (paraiphámenoi) con
delicadas palabras (épea). Y cuando llega al lugar de la asamblea (agón), lo tratan como un dios
con suave reverencia, y él se distingue entre los reunidos en asamblea (agrómenoi). Tal es el don
sagrado de las Musas para los hombres”. Cfr. Gagarin (1992) y Farenga (2006: 111-117).