Una Aproximación A La Noción de Fantasma en La Psicosis
Una Aproximación A La Noción de Fantasma en La Psicosis
RESUMEN ABSTRACT
En este texto nos hemos propuesto llevar adelante un In this paper we propose an approach to the theme of the
trabajo aproximativo en torno a la cuestión del fantasma ghost in psychosis. This combination: ghost in psychosis,
en la psicosis. Esta combinación: fantasma en la psicosis, can be found in Lacan’s formulations of the first half of
no se encuentra en las formulaciones del Lacan de la the 1950s. However, in our analytical milieu, only the
primera mitad de la década de 1950. Sin embargo, en concept of delusion has been left for psychosis, and ghost
nuestro medio analítico, solo se ha dejado para la psicosis for the field of neuroses. The work of separation and
el concepto de delirio, y el fantasma para el campo de las distinction of the phantom in a subjective position and in
neurosis. El trabajo de separación y distinción del fantas- the other, is extensive, so here we will dedicate ourselves
ma en una posición subjetiva y en la otra, es amplio, por only to carrying out a first approach.
lo que aquí nos dedicaremos solo a llevar adelante un
primer acercamiento. Keywords: Ghost, Psychosis, Jouissance, Paranoia.
1
Universidad de Buenos Aires (UBA). Facultad de Psicología. Licenciado en Psicología, UBA.
Universidad de Buenos Aires (UBA). Facultad de Psicología. Docente e investigador de “Clínica Psicológica y Psicoterapias: Clínica de Adultos
Cátedra: 1”. UBA.
Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano (EPFCL). Miembro del Foro Analítico del Río de la Plata
E-mail [email protected]
Buenos Aires, Argentina
FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA | REVISTA UNIVERSITARIA DE PSICOANÁLISIS (2023, Nº 23), pp. 75-83 | ISSN 1515-3894 ‹ 75 ›
UNA APROXIMACIÓN A LA NOCIÓN DE FANTASMA EN LA PSICOSIS
Por Santiago Candia
En el medio analítico era bastante habitual escuchar Con Freud sabemos que ese trabajo es posible a partir
hablar del fantasma, de la estructura del fantasma, de sus de un significante, que será sometido a una serie trans-
vacilaciones, de los atravesamientos, de las travesías; formaciones que darán lugar a los fantasmas paranoicos,
pero rápidamente quedaba al descubierto que esa noción erotómanos, celotípicos, megalomaníacos, pero que en
estaba supeditada al campo de la neurosis. Es decir que primera instancia reintroduce un lazo al Otro bajo la
la neurosis nos fue presentada durante mucho tiempo célula elemental: Yo lo amo (Freud, 1911; 1910).
como propietaria del fantasma, a pesar de que no faltaban Las fantasías encabalgadas en el ser pulsional del
referencias teóricas y clínicas que pongan de relieve que sujeto empuja al estallido del cuerpo del que la esquizo-
tanto la psicosis, como la perversión, no son posiciones frenia nos otorga un vivo testimonio. Fragmentación
subjetivas exentas de cuestiones fantasmáticas. Por el corporal que suele ser correlativa de la dispersión signi-
contrario, gran parte de su padecimiento se anuda con el ficante, o que hace su aparición bajo la forma de una
goce que acompaña la actividad de la fantasía. No es metonimia incesante desprovista de punto de capitón.
nuestra intención poner de relieve las coordenadas histó- Sin ese punto que resignifica lo dicho por el sujeto, el
ricas que dieron pie a que en la comunidad analítica haya analista no encuentra la brújula que orienta la escucha,
predominado este llamativo fenómeno que parte las pues el discurso se presenta como un estado de deriva,
aguas, dejando en las costas de la neurosis al fantasma y de errancia, sin significanción. No siempre esa expan-
en las de la psicosis el delirio. sión discursiva se dirige hacia la coagulación de una
A pesar de esa tradición, aquí nos abocaremos a frase fantasmática que haga las veces de artificio, de
rodear la idea fantasma en la psicosis, leyéndolo desde marco, que progresivamente le permita al sujeto encon-
un doble movimiento, como un intento del sujeto, por trar un empalme que logre contener el exceso de la
encauzar y sofrenar por la vía del significante, los desbor- pulsión. Ante una carencia, que no es un déficit, sino un
de que acompañan la irrupción del acontecimiento de lo efecto del acontecimiento de lo real, el sujeto tiene por
real. En este sentido, el fantasma viene a reintroducir una delante el difícil trabajo de crear una nueva realidad en
lógica que reestructura el campo vital del sujeto, sus la que se integre lo que de gozoso tiene su ser sexual,
modos del vínculo social, su relación al deseo, al cuerpo. aunque este escape de los surcos de la normalidad que
Pero hay un tiempo primero en que el fantasma emergen instituye en Nombre-del-padre.
inesperadamente ante ciertas coordenadas de la vida,
entrando en conflicto con la realidad del sujeto, construi-
da -nos dice Freud- a partir de valores morales, juicios y El cuerpo
representaciones. Esta disonancia confronta al sujeto con
una encrucijada, que, cuando se trata de la psicosis, Si pusiéramos en relación los fenómenos corporales
puede desencadenar una ruptura con la realidad. En ese con los tipos clínicos encontraríamos con rapidez una
caso, el desgarramiento de los ligamentos que unían al homología, un territorio compartido. Por un lado, se
sujeto con la misma trae aparejado un estado de catato- puede poner en relación, de una forma clásica, a la histe-
nia, de perplejidad, que hace que alguien se meta en la ria con la esquizofrenia; y por el otro, entre la neurosis
cama por tiempo indeterminado. obsesiva y la paranoia. Esta clasificación, distinción y
La clínica testimonia de ese estado de desvanecimien- agrupamiento apresurado solo puede explicarse por el
to de la realidad, que se presenta como una suspensión lugar en el que aparece el cuerpo en cada estructura clíni-
de las significaciones fantasmáticas que aportaban un ca. O más bien, por el lugar en el que queda ubicado el
orden de sentido al mundo, suscitando una suerte de cuerpo, puesto que, si la histeria padece de su cuerpo, la
colapso de la relación del sujeto con la realidad, en la cual neurosis obsesiva lo hace del cuerpo de sus pensamien-
no puede significantizar qué es lo que está sucediendo a tos. Mientras que algo similar y correlativo sucede entre
su alrededor. Un mundo en el que predominan los ruidos, la esquizofrenia y la paranoia, cuando el sujeto experi-
las frases cortadas, los murmullos, desconectados de menta los pensamientos como provenientes de alguna
cualquier atribución de sentido, y que, por algún oscuro instancia externa, de Otro que emite significantes sueltos,
designio, el sujeto tiene la profunda certeza, de que ese distorsionados, imprecisos en su contenido, y que,
cosmos de fenómenos invasivos, que se suceden a su muchos que los padecen, suelen llamar asertivamente:
alrededor, tiene una relación íntima con su persona. pensamientos involuntarios. La voluntad es del Otro que
A ese tiempo, en el cual el sujeto es sorprendido por los objetaliza para gozar de ellos con sus frases cortadas,
una frase fantasmática que produce el desencadenamien- insultantes, descalificadoras, que se inmiscuyen entre los
to, le seguirá una suerte de reparación de los lazos que pensamientos que pueden provenir desde algún lugar
ligan al sujeto con el mundo, mediante la reconstrucción externo, pero que otras veces simplemente los habitan,
de una ficción fantasmáticas capaz de retribuir una signi- desconociendo su grado de participación en la producción
ficación simbólica al mundo. Eso que Colette Soler (1988) de estas; pues, el significante retorna desde lo real.
llama el trabajo de la psicosis, que no sería otra cosa que En primer lugar, es necesario subrayar que el cuerpo
la atribución significante que introduce un nuevo orden de la histeria se diferencia del cuerpo de la esquizofrenia
allí donde se presenta el desorden pulsional, levantando o de la hipocondría, por varias razones. Una de ellas es
una suerte de dique a lo real, que haga del mundo un que en la histeria la erogenización de un órgano, de una
lugar menos inmundo para habitar. zona del cuerpo, es resultado de un efecto metafórico que
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hace existir una escena inconsciente que permanece una determinada zona. Esta estasis libidinal es experi-
velada al sujeto histérico que, a la vez nos permite captar mentada como una fragmentación corporal, que rápida-
la estructura del síntoma corporal mostrando la forma en mente se desplaza a otro objeto, y que retorna a la reali-
que queda anudado un significante aun informulado en dad del mundo por alguno de los mecanismos que Freud
el cuerpo. Mientras que, por el lado de la hipocondría, el atribuye a la paranoia en el apartado Acerca del mecanis-
padecimiento que acompaña a un órgano no se encuentra mo paranoico del historial de Schreber (Freud, 1910).
asociado con un significante reprimido de la cadena signi- El exceso que acompaña el acontecimiento no entra
ficante, es decir, con una escena que permanece incons- en el circuito discursivo que permite una tramitación
ciente como sucede en la histeria. En la hipocondría se simbólica. Por el contrario, se sucede una suerte de ruptu-
trata de una relación directa con el cuerpo sin la soldadu- ra donde la angustia hace su aparición bajo esta forma
ra -diríamos con Freud- de una fantasía sexual inconcilia- trastocada que llama angustia hipocondríaca. Allí, Freud
ble para el yo, cuya satisfacción paradojal se localiza en no se está refiriendo exclusivamente a los síntomas
una zona privilegiada del cuerpo. Lo que se nos presenta francamente hipocondríacos, que los hay y en los que
en la hipocondría es una serie de sensaciones corporales podemos contrastar el padecimiento que acompaña al
penosas y dolorosas, pero sin la alteración del órgano, los sujeto cuando tiene la convicción de que uno de sus
cuales pueden adquirir un carácter ciertamente enigmáti- órganos está enfermo, sino que, a lo que alude es a esos
co que, luego será significantizado con la ayuda de algún modos de presentación corporal hipocondríaca, que no
discurso que permita producir un saber sobre ese real que tienen nada de ruidosa, sino que se presentan silenciosa-
amenaza la integridad del cuerpo. mente, manifestándose de forma sutil.
Para Freud la hipocondría es una forma de la manifes-
tación de la angustia, no siempre la nombra como tal,
pero en ciertas oportunidades no vacila en asociar una La angustia corporal
con la otra, llamándola “la angustia hipocondríaca”
(Freud, 1914, 81). Tomemos entonces a la hipocondría En la paranoia se presentan estos fenómenos aun
como un índice de angustia, o como un índice singular de cuando el cuerpo paranoico pareciera no ser más que un
su manifestación, puesto que no es experimentada por el cuerpo construido como una armadura lógica, hecho de
sujeto como un afecto, sino más bien, como la afectación significantes al servicio de testimoniar sobre las persecu-
dolorosa de un órgano sin causa orgánica. Tal vez uno de ciones que el sujeto padece, siempre inocente ante la pura
los ejemplos más emblemáticos del modo de manifesta- maldad del Otro, siempre víctima de algún perjuicio,
ción de la angustia hipocondríaca sea aquel que, el mismo alguna injusticia, que en algunos casos lo obliga a pasear-
Freud enuncia durante su veintiseisava conferencia de se por los pasillos de los juzgados buscando quien acoja
introducción al psicoanálisis, donde se encarga de descri- su testimonio. Sin embargo, hay un cuerpo afectado,
birnos un cierto acontecimiento en el cuerpo de un sujeto angustiado. El cuerpo fantasmático, hecho de razona-
paranoico bajo la forma de la hipocondría. Allí relata mientos que proliferan sin punto de capitón, que hace su
cómo un joven, tras su primer encuentro sexual con una ingreso en escena en un tiempo segundo respecto del
mujer, en el que ella lo toma en sus brazos y le susurra al surgimiento de la angustia hipocondríaca, de un cuerpo
oído unas palabras tiernas; lo que inmediatamente provo- que podríamos llamar primario. Este tiempo segundo no
ca, en lugar de una respuesta condescendiente, algo que aparece exento de padecimiento, pero aquí las razones
nos deja atónitos, ya que “él sintió un enigmático dolor son bien claras para el sujeto: es el Otro el responsable de
(el destacado nos pertenece) que le corría como un filo todos aquellos martirios que sufre a diario. Con lo que
agudo en torno de la calota craneana” (Freud, 1926, 387). nos encontramos es con una superposición de angustias,
Pero dejemos por un momento las razones por la cual este una angustia que reviste a otra angustia. Una angustia de
sujeto experimenta el afecto de angustia, para resaltar el la que el sujeto solo podrá dar cuenta por el fantasma,
modo en que tal afecto se experimenta, dado que más más o menos delirante, que lo habita, y del que da testi-
adelante volveremos sobre este fragmento clínico. monio en el diálogo con el clínico. Se trata de una angus-
tia que envuelve a otra angustia que permanece en las
sombras, para quien ya ha hecho del otro un Otro, y que
Explicación estructural de la hipocondría en Freud hace de su cuerpo un objeto de goce, del que el sujeto va
a hallar los índices de su presencia en cada detalle de su
El encuentro inesperado con algún acontecimiento de vida cotidiana, tal y como muestran los psiquiatras clási-
la vida, experimentado por el sujeto como un llamado cos. Se trata de una angustia que ha pasado por el trata-
articulado al fantasma, produce como respuesta un retiro miento que el sujeto procura darle por la vía del lazo
libidinal de la realidad y de los objetos que la constituyen, social, pero que de todas formas falla.
para plegarse y replegarse sobre el cuerpo; hace que este Esta angustia, que he llamado angustia primera, se
aparezca recortado, limitando un órgano o una zona corresponde con aquella experiencia del cuerpo que
específica del mismo. Podemos decir que la angustia Freud pone el nombre de angustia hipocondríaca, una
irrumpe en una parte del cuerpo que queda disociado del angustia directamente relacionada al encuentro con el
conjunto de significantes que lo constituyen, produciendo deseo del Otro, que como una flecha hace blanco en el
lo que Freud llama “estasis libidinal” (Freud, 1914, 83) en cuerpo del sujeto, en su talón de Aquiles. Ese encuentro
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incalculable con el deseo despierta la profunda sensación Dado que su amigo era especialista en anatomía patológi-
de que la unidad del cuerpo ha quedado afectada. El ca, poco a poco descubrió que sólo él podía haberle envia-
órgano hipocondríaco actualiza la fragmentación corporal do a esa mujer para tentarlo. Desde ahí abrió los ojos para
inaugural, que la fase del espejo viene a constituir como las otras persecuciones (Freud, 1917, 387).
una imagen acabada; “la armadura por fin asumida”
(Lacan, 1949, 103). Pero el deseo como la flecha de París Aquí se hace presente una restitución, no ya de un
que impacta en Aquiles da en un blanco que ninguna pequeño otro, sino de un Otro que tiene una intenciona-
armadura es capaz de recubrir y que el sujeto, en lugar lidad, que el sujeto desconoce y que produce una suerte
de sentirla como angustia, lo experimenta como un dolor de despertar a una realidad pesadillezca donde las amena-
enigmático. Posteriormente interpretado como un ataque zas se presentan por doquier, en gestos mínimos, en
sostenido que permite la restitución de una realidad en la sensaciones corporales, en palabras recortadas y resigni-
que el prójimo, adopta la forma de un otro que no hace ficadas. Sin entrar de lleno en la estructura que más tarde
más que estar allí para perjudicarlo bajo cualquiera de las se desplegará en un armado persecutorio, vayamos a un
formas, que Freud describe en el tercer apartado del histo- tiempo anterior, ese que es marcado por esas palabras
rial de Schreber (Freud, 1911). Es así como la fantasía tiernas y de agradecimiento que le dirige la mujer que
delirante sostenida en una frase fantasmática produce e yace en el lecho junto a él, y que no tiene ningún pudor
introduce un enganche entre S1 y S2, que lleva al sujeto en mostrar los signos de su deseo. Resulta palpable que
a un ordenamiento del discurso que permite la (re) es la manifestación de ese deseo lo que produce un
construcción de la realidad. acontecimiento corporal que con Freud llamamos ´angus-
tia hipocondríaca´, pues la angustia como afecto no es
experimentada como tal por el sujeto, no así ese fenóme-
Hacia la clínica no específico y sutil que se suscita al nivel del cuerpo,
todavía desprovisto de la atribución de significación.
Suspendamos por un momento la articulación que Mientras que un segundo tiempo, dará pie al desarro-
venimos haciendo para poder aproximarnos a lo que llo delirante sostenido en el fantasma persecutorio. Se
sucede a nivel de la experiencia, para eso retomaremos el trata aquí de un exceso en el cuerpo que no encuentra la
caso que Freud trabaja en la conferencia titulada: La vía de tramitación inconsciente como acontece en la
teoría de la libido y el narcisismo (Freud, 1916), de la que histeria, cuyo sentido será aportado por el Otro.
hemos hecho referencia más arriba. Se trata de un joven Tiempo 0: Hay una relación de sostén con el amigo.
médico que había amenazado de muerte al hijo de un Tiempo 1: Encuentro sexual. Ella le dice que lo ama.
profesor universitario, lo que tuvo el alto costo de que lo [Encuentro con el deseo del Otro]
expulsaran de su ciudad natal. Esta amenaza de muerte Tiempo 2: Dolor en la calota craneana. [Aparece el
resulta ser la consecuencia de un temor que padecía con afecto-angustia en el cuerpo]
quien hasta entonces había sido su mejor amigo. En el Tiempo 3: Emerge la idea del amigo anatomista. Inicio
análisis del caso, tras ubicar una primera escena sexual de la persecución. [Yo no lo amo, pues él me odia] [identi-
entre el joven paciente y la pareja de este, Freud escribe: fica el goce en el campo del Otro, comienzo de la paranoia]
cuando ella lo abrazó, agradecida y rendida, él sintió de Tiempo 4: Se produce una resignificación de los
pronto un enigmático dolor que le corría como un filo tiempos anteriores.
agudo en torno de la calota craneana1. Será cuestión de Tiempo 5: Se produce el intento de asesinato. [Pasaje
tiempo para que interprete esa sensación como si una al acto]
autopsia le hubiera hecho el corte para exponer el cerebro
(Freud, 1917, 387).
Si tomamos lo subrayado de la cita, reconocemos una Del autismo hipocondríaco a la restitución del Otro
sensación corporal inespecífica pero bien localizada, en
un caso la calota craneana. Solo más tarde se produce una En el síntoma conversivo se trata de un significante
primera subjetivación de la experiencia, bajo la forma de encarcelado en el cuerpo, el cual porta una verdad del
ese “como si una autopsia le hubiera hecho el corte para sujeto que se desplegará en la articulación significante,
exponer el cerebro”, movimiento hecho de palabras que mientras que esa operación no suceda resulta palpable la
permite reintegrar en lo simbólico aquella parte del afectación de la funcionalidad del cuerpo, hecho que
cuerpo, que se ha desprendido de la unidad corporal, que encontramos ya desde los primeros historiales freudianos.
es capaz de proveerle la imagen totalizante que devuelve El caso emblemático resulta ser el de la joven Elizabeth
el espejo. En esa atribución de significación reconocemos Von R (Freud, 1893), que sufre de una parálisis motriz sin
con Freud la nervadura de lo que luego será el floreci- ningún tipo de correlato orgánico que le imposibilite
miento de una fantasía, cuya configuración es la vívida ponerse de pie, y dar algunos pasos en relación con aquel
experiencia de una persecución despiadada. deseo que entra en conflicto con la realidad del mundo
Sigamos un poco más el texto de Freud, pues es verda- que habita. Un deseo que se drena en significantes anuda-
deramente apasionante: dos en el cuerpo. Para que el desciframiento del síntoma
corporal acontezca, es necesario que la afección adquiera
para el sujeto el estatuto de un enigma o como diríamos
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con Freud de una extrañeza (Freud, 1926). Por la que vale ponerse en sus partes, devolviendo al cuerpo a la fragmen-
la pena que el sujeto sude, puesto que “hay que sudar tación inaugural que el estadio del espejo viene a remediar.
para hacer algo juntos, que la cosa no va a andar si de
algún modo no se llega hasta lo que displace, no al analis-
ta, sino lo que displace profundamente a cualquiera: Un esfuerzo de significación
hacer un esfuerzo” (Lacan, 1975). Ese esfuerzo asociativo
no puede hacer más que poner en relación el S1 incrus- Antes de que Freud inaugurara el siglo XX con la
tado en el cuerpo con el S2 del saber, para que advenga publicación de la Traumdeutugn, escribe a su amigo Fliess
aquella verdad que no puede decirse toda. una carta en la que describe la existencia de un mecanis-
Mientras que el S1 de la hipocondría no remite al S2 mo que permite al sujeto llevar a cabo una tramitación
que en la neurosis permanece bajo la censura de la repre- psíquica del acontecimiento suscitado en el cuerpo. En
sión, sino que el mecanismo interpretativo que aporta la ese escrito lo llamará abuso del mecanismo de proyec-
significación, introduce al Otro bajo la intencionalidad del ción. De modo que la proyección no es un mecanismo
perjuicio, aportando la fijeza de una certidumbre entre un propio de la psicosis, sino que es ese plus, ese más, lo que
acontecimiento experimentado en el cuerpo y su compac- haría a lo propio de la psicosis paranoica. Más allá del
ta interpretación, cuya estrecha unión resulta tan fuerte o exceso o defecto del mecanismo que procura restituir el
más fuerte que la soldadura entre el síntoma y la fantasía lazo, y que más tarde ubicaremos con Lacan, como un
en la neurosis. cambio de vía en el momento en que la iniciativa viene
del Otro. A partir de ese instante, “entramos a todo trapo
en el dominio de una intersubjetividad, de la cual todo el
Momento clave en la diacrónia de la psicosis. problema está en saber por qué es fantasmática. Pero en
nombre del fantasma, atentos como estamos a su signifi-
En el paciente presentado por Freud existe una cación, olvidamos la estructura, a saber, que se trata de
afección corporal cuyo sentido permanece suspendido de significantes, de significantes en tanto tales, manejados
una temporalidad que vendrá a clausurarse en un tiempo por un sujeto con fines significantes, tan puramente signi-
segundo, en que el sujeto se dirija al campo del Otro, para ficantes que la significación a menudo permanece proble-
construir las razones que puedan explicar la sensación mática” (Lacan, 1956, 275).
que lo aqueja en su cuerpo. Se trata de un movimiento La salida de ese momento, que he llamado de autismo,
imperceptible en el tiempo, que le permite al sujeto salir es por la vía fantasmática, donde el sujeto queda someti-
del autismo producido por el acontecimiento que desga- do por una suerte de coagulación a convertirse en el
rra las ataduras y las determinaciones del lazo social en objeto del goce caprichoso del Otro. Sin embargo, la
las que había logrado amarrarse a la realidad compartida. presencia del Otro, como aquel que toma la iniciativa, no
Es claro que no se trata aquí de sujetos autistas, sino de es puramente un efecto fantasmático, sino una respuesta
un tiempo de autismo, que en nuestra tradición lacaniana estructural del sujeto que luego quedará revestida por los
ha quedado coagulado bajo el sintagma de ´cadena rota´, ropajes de la fantasía. El fantasma se presenta como un
en el que un significante permanece cortado, separado del tratamiento, una suerte de revestimiento imaginario y
yo, un S1 que retorna desde lo real imponiéndose. Podría- simbólico ante un Otro que se impone de manera compac-
mos decir que una parte del cuerpo ha quedado cortada ta, excluyendo la barra de la inconsistencia, como recono-
del campo de representación del sujeto, aislada de la ceremos en el caso de las neurosis.
“función unificante de la imagen total del cuerpo” (Lacan, Si el Otro es el que toma la iniciativa, es el sujeto quien
1958, 162). Momento de perplejidad en el que las coorde- trabaja para completar la significación, es él quien aporta
nadas del mundo quedan suspendidas en una temporali- los complementos de una frase que se presenta interrum-
dad más o menos variable que va desde la fugacidad, solo pida en su significación, de cuyo paradigma podríamos
posible de ser percibida por el relato del sujeto, hasta la hacer a las voces. Es notable observar, fenómeno del que
más paralizante de las catatonias. ya se habían percatado los psiquiatras clásicos, cómo el
Es necesario partir de lo que no hace enlace, o más sujeto modula con su boca en el momento mismo en que
bien de lo que desenlaza, y eso no sería otra cosa que lo las palabras le provienen de una voz externa, de la que
real; lo real fuera de lo simbólico, un real que escapa al ignora su significación.
orden discursivo, y que los sujetos no cuentan con el Al faltar el Nombre-del-Padre que viene a aportar un
recurso discursivo y no discursivo, que les permita trami- significado al enigma del deseo del Otro materno, queda
tar aquella irrupción, el efecto de avasallamiento que a cargo del sujeto el producir una significación diversa a
produce el retorno de lo real, que acaba por arrasar con la la significación del falo que trae consigo el Nombre-del-
realidad, cuyo ejemplo paradigmático son esos ruidos, Padre. El Nombre-del-Padre recubre un agujero, que años
esas voces de las que el sujeto no puede dar cuenta hasta más tarde Lacan dirá que es el agujero mismo de la no
un tiempo ulterior. El impacto subjetivo que desplaza al relación sexual. Esa x que acompaña al Deseo Materno es
sujeto del discurso del orden que le proveía estabilidad en un enigma en tanto falta un significante, que pueda ser
la vida, rompe la integridad del cuerpo. Un cuerpo que metaforizado por el Nombre-del-padre bajo la significa-
queda de ahí en más bajo amenaza, que puede disolverse ción fálica, lo que permite al sujeto identificarse con
para regresar al polvo del que venimos, que puede descom- alguno de los dos sexos, sea por el lado del tenerlo o de
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serlo. Si seguimos la lógica para que el sujeto asuma una este punto trabajado por Lacan hacia el final del semina-
posición sexuada tanto como hombre o como mujer, el rio Las formaciones del inconsciente, y se pregunta ¿Cómo
Nombre-del-Padre debe no solo estar presente en el lugar se presenta entonces el enigma del deseo del Otro cuando
del Otro, como batería significante, sino que el sujeto tuvo este no ha sido simbolizado por el Nombre-del-Padre? Y
que haberlo afirmado. se responde: Es lógico que se presente como una volun-
tad, más que como un deseo. Es con este Otro que el
sujeto psicótico se ve confrontado (Soler, 2004, 162). Esto
N-d-P DM . s x implicaría suponer, tal como ella lo afirma en la misma
DM x falo página, que existiría un Otro distinto para el sujeto psicó-
tico y para el sujeto neurótico; no es nuestra posición;
puesto que no acordamos con proponer que ese Otro sea
Si el sujeto rechaza al padre que viene a aportar una distinto, especialmente cuando se trata del lugar del
significación al deseo del Otro, este agujero permanece lenguaje. Lo que distingue al Otro en la neurosis y en la
como un enigma que podríamos escribir: psicosis, no es el lugar en sí sino aquel que le es provisto
por la fijeza del fantasma psicótico. Una fijeza de la que
Lacan da cuenta a través del pegoteo significante que
produce la holofrase. La relación del sujeto al Otro como
lugar del lenguaje está determinada por la falta de inter-
valo significante, la cual instituye un modo de relación al
Otro que elimina de cuajo la ambigüedad propia del
Puesto que el sujeto se ha visto atravesado por ´la significante provocando una fijeza, un congelamiento en
insondable decisión del ser´, y a elegido por la forclusión la posición subjetiva.
de hecho, por razones que tendrán que reconstruirse en La pregunta radica entonces en el modo en que el
la diacronía de un análisis, a la manera que lo hace Colet- sujeto simboliza ese deseo que no ha sido simbolizado
te Soler con Joyce (Colette Soler, 2017). Será el sujeto por la operación paterna que instituye el falo (-φ). Ahora,
quien cargará con la ineludible tarea de aportar con su ser ¿solo el falo puede ser lo que introduce una simbolización
la significación a la palabra del Otro que ha quedado al enigma del deseo del Otro, la disyunción entre el lugar
suspendida en su simbolización. El sujeto que ha despla- del Otro y el goce?
zado su elección hacia un no querer saber nada radical
acerca de ese significante primordial, se ha orientado s
“hacia esa trampa del destino que lo engaña respecto de
una libertad que no ha conquistado, no formulo nada más
que la ley de nuestro devenir, tal cual la expresa la fórmu-
la antigua: Γενοι’, οιος εσσι” (Lacan, 1946, 168). Esa toma de posición inaugural que rechaza la incor-
Este esfuerzo de significación será el costo que el poración primitiva del Nombre-del-Padre, trae aparejado
sujeto tendrá que pagar por ocupar el lugar de la función sus efectos a nivel de la significación, instituyendo un
fálica, que como dice Lacan (1971-1972) en su seminario campo en el cual la relación del sujeto con el Otro respon-
...O peor la función fálica viene a ubicarse donde no hay de a coordenadas diversas a las que se suceden en la
más que un agujero. Ese agujero ya presente en la metáfo- neurosis. Puesto que “nada de la organización simbólica
ra paterna escrito con x debajo del deseo materno, es la destinada a mandar al Otro allí donde debe estar, es decir
forma en que Lacan, en ese entonces, ubica cómo el a su inconsciente, nada así se ha realizado” (Lacan, 1958,
lenguaje socava en lo real, para que allí advenga un ser 491). De forma que -como hemos dicho hace un momen-
hablante. En ese agujero irá a instalarse un significante to- el lugar desde el cual el Otro habla al sujeto, responde
con el que el sujeto entrará en relación por la función a una espacialidad diversa dado que el mensaje no le llega
fálica, es lo que Lacan escribe Φx; donde el sujeto tiene desde su inconsciente, bajo cualquiera de sus formacio-
relación a la x vía de Φ. nes: síntomas, sueños, lapsus, chistes... sino que se
Esto deja al sujeto psicótico con su ser como respues- presenta en una superficie en la que todo se sonoriza, por
ta anticipada frente a la pregunta “¿qué es lo que quiere, eso el clínico no debe sorprenderse de que eso hable, y de
ésa?” El neurótico se respondería: me encantaría ser yo lo que hable bien alto, o que lo haga de la formas más varia-
que quiere, pero está claro que no solo me quiere a mí das y sutiles, dirá Lacan. Se trata de pequeños movimien-
(Lacan, 1958, 179), pero como no es él o ella, no le queda tos y aun de aquellas sensaciones corporales a las que nos
más que identificarse con aquello que le aporta significa- hemos referido con la ´angustia hipocondríaca´, que
ción a esas idas y venidas. Si este significante “es recha- posteriormente quedará sobreinvestidos de significación.
zado -verwerfung primitiva- no entra en el ciclo de los Allí donde el delirio adjudica la iniciativa como vinien-
significantes, y por eso también el deseo del Otro, especial- do del Otro, podríamos hacer una corrección diciendo que
mente de la madre, no está simbolizado” (Lacan, 1958, para el sujeto psicótico no es tanto el delirio lo que ubica
490), por lo que el psicótico quedará anclado como al Otro como Otro que quiere hacer del sujeto un objeto
epicentro de las significaciones. de goce, sino que esa, ya es una respuesta por parte del
En La Querella de los diagnósticos Colette Soler retoma sujeto; que es representada en fantasías más o menos
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UNA APROXIMACIÓN A LA NOCIÓN DE FANTASMA EN LA PSICOSIS
Por Santiago Candia
delirante. Ubicamos como matriz la experiencia de que el Esta frase no designa simplemente al fantasma del perse-
Otro pretende someterlo a una posición en la que el sujeto guidor que consiste en representarse a sí mismo y vivirse
tiene la viva experiencia de que es anulado en tanto tal. como la víctima de Otro gozador que quiere perjudicarlo
y que goza perjudicándolo. El fantasma de Otro gozador
no es lo propio de la paranoia, y por otra parte, no hay
La identificación del goce ningún fantasma que sea propio de una estructura clínica.
Los fantasmas, en el sentido de las representaciones imagi-
Ahora bien, la posición subjetiva de la psicosis narias de la relación con el Otro, son trans-estructurales
paranoica es la de un sujeto que experimenta que el (Soler, 2009, 145).
mundo, ese pequeño mundo que habita, pero que se
vuelto inmundo por las persecuciones que vive a diario, En primera instancia esta lectura parece contradecir la
produce una realidad hecha de decorados poblados por afirmación de Lacan, sin embargo, no es por esta razón
perseguidores anónimos y conocidos, que se inmiscuyen que la traemos a colación, sino porque pone al descubier-
en los actos más insignificantes de su vida tornándola to que la psicosis no está excluida de la envoltura imagi-
invivible. Pero no todos se encuentran inmersos en esas naria que es capaz de aportar el fantasma y sus fantasías
condiciones, por el contrario, aparecen modos mucho concomitantes. Por tratarse de significaciones comparti-
más sutiles en que se presenta estas persecuciones, que das, la distinción de los tipos clínicos no puede sostener-
pueden pasar prácticamente inadvertidos cuando el se con exclusividad en las fantasías de un sujeto, eso nos
sujeto lleva una vida perfectamente acomoda con la hundiría en complejos laberintos. Sin embargo, no
normalidad social. Se trata de sujetos en los que el lazo podemos obviar que el fantasma en la psicosis tiene una
con el partenaire, cualquiera este sea, adquiere un tinte estructura que se encuentra a cierta distancia del fantas-
imposible de soportar, pues no localiza un fantasma que ma de la neurosis, se trate de una neurosis obsesiva o
pueda frenar las “investidas” del Otro, aunque estas sean histérica. El no hacer la distinción en la estructura fantas-
puramente potenciales. mática puede llevar al clínico a perderse en pasillos imagi-
El modo en que el sujeto entra en relación con el otro narios cargados de las representaciones que configuran el
se define por el tratamiento del goce que hace ese sujeto, mundo que habita un sujeto.
promoviendo una de organización del mundo, y de su Sabemos de esa tendencia en la psicosis, a no produ-
propia posición que lo hace pasar de un polo hacia el otro, cir una separación entre el campo imaginario y el simbó-
aquel que va del sujeto del goce al sujeto del significante. lico en el esquema L, y el predominio que adquiere el eje
a-a´, por un efecto de aplanamiento en la relación imagi-
La temática que medimos por la paciencia que exige el naria con el pequeño otro. Desde esta perspectiva podría-
terreno donde la tenemos que hacer escuchar en la polari- mos decir que existe una continuidad entre los dos regis-
dad, la más reciente en ser promovida allí, del sujeto del tros, pasando del esquema Z desplegado a una forma
goce y del sujeto que representa el significante para un compacta. En esta última, se instituye una relación de
significante siempre otro, ¿no es eso lo que nos permitirá indistinción entre el otro y el Otro como lugar del signifi-
una definición más precisa de la paranoia como identifi- cante. Movimiento que permite aproximarnos, desde los
cando el goce en ese lugar del Otro como tal? (Lacan, primeros seminarios de Lacan, al modo en que el sujeto
1966, 233). identifica al Otro como lugar de goce.
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y que, deja al sujeto frente a un agujero desprovisto de posición de plena inocencia- es su participación en el
significación. Que lo real quede recubierto en la relación modo en el que se configura el conflicto del que padece.
con el otro, hace que el goce del Otro aparezca en el El no creer en la falta del Otro es una toma de posición
cuerpo del sujeto, como un exceso sin límite que pone de decidida, respecto de que el Otro al igual que el sujeto no
manifiesto la no operación de castración que traería consi- se encuentra atravesado por la castración estructural. Al
go que no acontezca la pérdida del objeto condensador rechazar decididamente la creencia, forcluye la posibili-
de goce. Esto mismo podríamos traducirlo en el grafo del dad de poner en entredicho el lugar al que queda ligado
seminario 11 (Lacan, 1964): en la relación con el Otro, adviniendo allí la certeza de
que las cosas son tal y como él las testimonia. Cuanto más
firme sea su posición más culpable es el perseguidor, más
ha identificado el goce en el campo del Otro, aun cuando
este Otro no pueda ser localizado con precisión; sino que
puede ser toda una institución, un discurso, una raza de
hombres como muestra Antonio Quinet al construir el
caso Hitler. Se trata de alguien que jamás cree que el otro
tenga razón o que crean que ellos se han equivocado, por
eso no piden disculpas, no rectifican su posición, pues él
nunca es responsable; pues es víctima de Otro en quien
se identificó el goce.
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