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Deberes Esenciales Del Abogado Exposicion

deber del abogado

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Deberes esenciales del abogado.

El abogado debe actuar con la debida responsabilidad y honestidad. Nunca


debe aconsejar asuntos que vayan en contra de sus propios principios, la
prudencia y la moderación. Siempre debe actuar con la mayor objetividad
posible, aunque su cliente quiera impulsarlo a que actúe de otra manera.
Además de los principios que impone el Código de Ética, las normas legales y
sociales, el abogado debe tener sus propios principios, es decir, tener su propia
filosofía en el ejercicio del derecho.

El artículo 1 del Código de Ética de los Abogados, expresa: “Los deberes


esenciales que la profesión de abogado impone a todo profesional del derecho,
son la probidad, la independencia, la moderación y la confraternidad”.

Todo abogado debe actuar con irreprochable dignidad, no sólo en el ejercicio


de la profesión, sino en su vida privada. Su conducta jamás debe infringir las
normas del honor y la delicadeza que caracteriza a todo hombre de bien.251
Conforme al citado artículo el abogado tiene la obligación de manejarse con
rectitud, tanto en su ejercicio como fuera de él.

Esto es importante porque da a la sociedad una mayor confianza, ya que


ningún conocimiento debe utilizarse para hacer daño sino para servir a las
personas e instituciones que necesitan de él. Cuando se le da otro uso se
desvirtúa los fines perseguidos por la ciencia y particularmente por el derecho.

El artículo 2 del Código de Ética, es sumamente preciso cuando establece: “El


profesional del derecho debe ser leal y veraz y debe actuar de buena fe, por
tanto, no aconsejará ningún acto fraudulento ni hará en sus escritos citas
contrarias a la verdad. Para el profesional del derecho estará siempre antes
que su propio interés, la justicia de la tesis que defiende”.252 En toda actuación
siempre debe primar la buena fe. Esto engrandece al abogado, contrario a lo
que se quiera pensar, ya que se tiene la falsa creencia que en toda actuación
del abogado prima la mala fe, lo cual no debe ser así.

El hecho de que el abogado actúe de buena fe no quiere decir que está


abandonando los intereses de su cliente, lo que le impone el deber de sólo
aconsejar las cosas que tengan por objeto una actuación que responda a la
verdad y a lo justo, aunque sea el mismo cliente que le sugiera la actuación
fraudulenta en determinados casos.

El artículo 3 del citado Código de Ética, enfatiza los roles del jurista al
establecer que “En su vida el profesional del derecho debe cuidar con todo
esmero de su honor, eludiendo cuanto pueda afectar su independencia
económica, comprometer su decoro o disminuir, aunque sea en mínima
medida, la consideración general que debe siempre merecer. Debe por tanto
conducirse con el máximo de rigor moral. La conducta privada del profesional
del derecho se ajustará a las reglas del honor, la dignidad y el decoro,
observando la cortesía y consideración que imponen los deberes de respeto
mutuo entre los profesionales del derecho”.

Conforme establece el citado artículo, el ejercicio del derecho ha de ser digna.


Ser un profesional que actúe correctamente apegado estrictamente a los
principios morales que rige la sociedad.

Con el derecho se aspira a que los hombres y mujeres actúen correctamente.


Mal podría el profesional que ejerce el derecho y que pide justicia, obrar
contrario a las aspiraciones de la sociedad, por lo tanto debe tener una
conducta ejemplar digna de imitar.

Naturalmente, a diferencia de otros profesionales, el abogado trabaja


constantemente con conflictos. Esto hace que la persona perjudicada por la
actuación de un abogado, que su único pecado haya sido defender los
intereses de su cliente, tenga una percepción negativa de éste, porque su
actuación no le ha favorecido. Hay que tener presente siempre que existe un
conflicto que una parte que puede resultar afectada, y en consecuencia, no
quedará conforme.

En ese mismo orden, el artículo 4 contiene grandes principios rectores de la


profesión del jurista, el mismo establece “Los profesionales del derecho deben
respetar y hacer respetar la ley y las autoridades públicas legalmente
constituidas. El abogado como auxiliar y servidor de la justicia y colaborador en
su administración, no deberá olvidar que la esencia de su deber profesional
consiste en defender los derechos de su cliente con diligencia y estricta
sujeción a las normas jurídicas y a la ley moral”.
Es importante que el abogado siempre mantenga el respeto por la autoridad
pública, esto lo enaltece, y debe mostrarse siempre con una actitud de
colaboración para la buena marcha de la administración de la justicia, ya que
como auxiliar de la justicia debe estar interesado en que se aplique la justicia,
independientemente de todo.

Deberes de la ética profesional frente a clientes.


El abogado requiere observar un comportamiento digno en el ejercicio de su
profesión, frente a los sujetos a los que habrá de prestarles sus servicios
intelectuales. En ese sentido, “El abogado en el ejercicio de su profesión debe
obrar con pericia y veracidad, con honradez y fidelidad, con celo y diligencia,
aún en las más justas defensas, no debe usar de medios irregulares y
reprobables, como son, por ejemplo, aconsejar o sugerir a sus clientes que
usen de falsos instrumentos, que sobornen testigos, que se perjudiquen en la
absolución de posiciones, que promuevan artículos impertinentes o maliciosos,
o hagan otras cosas semejantes”.

Es importante mencionar algunos de los deberes morales de los abogados


frente a sus clientes, a saber:

El abogado faltaría a un claro deber de ética profesional si aceptara hacerse


cargo de un asunto para el que no posee la pericia indispensable que ha
menester para ser llevado a buen éxito.

Por tanto, el que se prepara para la abogacía debe tomar nota de la


importancia de una buena preparación que lo habrá de capacitar para ejercer
su profesión sin este tipo de cortapisas basadas en una impericia parcial.

El abogado tiene el deber moral, de ética profesional, de actuar siempre con la


verdad. La veracidad es un requisito sine qua non para todo profesionista
digno. El engaño al cliente equivale a una traición a éste y al propio abogado.
La base de este deber está en la actuación rectilínea del abogado en su
actividad profesional. El cliente deberá estar siempre informado, con estricto
apego a la realidad, sin vicios de falta de información, ni de información
alterada. El abogado ha de ser el más honesto de los profesionales. Su
intervención en asuntos cuantiosos y el manejo de sumas diversas, exigen que
su probidad sea más desarrollada para no incurrir en una interferencia
patrimonial.

Para que nunca se dude de su honradez es menester que sea muy ordenado
en el manejo de fondos ajenos y deberá extremar sus precauciones para que
no se ponga en tela de juicio su más elevada honestidad. El cliente le ha
depositado su confianza, le ha proporcionado datos que lo pueden colocar en
una situación de desventaja. Esa confianza depositada debe ser correspondida
con lealtad, con una fidelidad a toda prueba.

El abogado está al servicio de su cliente con toda su capacidad, con toda su


pericia, con toda su dedicación, con toda su responsabilidad, con todo su
cuidado y de esa manera responde a la confianza del cliente que le ha
encomendado su libertad, su patrimonio, su honra, su tranquilidad, sus
intereses.

El abogado ha de ser un profesionista diligente para el avance del


procedimiento a su cargo, para que no se produzca el más mínimo daño como
consecuencia de un descuido imperdonable. El esmero, el cuidado, el celo en
su actuación son imprescindibles. Los negocios ajenos se cuidan igual o más
que los propios. Ésta última es afirmación que puede ser adoptada como
norma ética de conducta en el ejercicio profesional jurídico. Varios caminos
pueden conducir al arreglo del asunto del cliente.

El abogado está obligado a elegir el que representa menos riesgos para el


patrocinado, el menos gravoso económicamente, el que ofrezca más
responsabilidad de éxito y, por supuesto, el más ventajoso para su cliente.
Además nunca deberá utilizar medios ilícitos o antiéticos.

El abogado deberá abstenerse de aconsejar la invocación de hechos falsos, la


presentación de documentos apócrifos o testigos prefabricados. Jamás deberá
poner en peligro la libertad de su cliente.Debe ser un individuo discreto que se
reserve para sí toda la información procedente del cliente.

Es aconsejable que el abogado extienda recibos de documentos que le sean


entregados por el cliente y, a su vez, exija recibo en caso de devolución de
documentos al cliente. Lo mismo se recomienda respecto de cantidades de
dinero entregadas al abogado o que el abogado entregue al cliente.

En las cuestiones de trascendencia es pertinente que el abogado tenga


constancia escrita de las informaciones que el cliente le ha proporcionado, así
como de las instrucciones que suele darle al cliente.

El abogado ha de abstenerse de realizar gestiones oficiosas que no han sido


autorizadas por el cliente o que no son totalmente imprescindibles en ausencia
de éste. Es de gran importancia destacar que el abogado debe redoblar sus
esfuerzos hacia un arreglo amistoso o extrajudicial de todo negocio que se le
plantee. A mayoría de razón no deberá provocar la iniciación o comunicación
de litigios si existen posibilidades de transacción.

Todo juicio implica un riesgo y dado que los resultados siempre llevan un matiz
de incertidumbre, el abogado deberá de omitir asegurar resultados favorables.
Por el contrario, deberá advertir de la existencia de imponderables y de la
discutibilidad propia de todo lo jurídico. El abogado debe ser poseedor de un
alto sentido de responsabilidad. Deberá tomar las precauciones necesarias
tendientes a eliminar el error, tan característico de la falibilidad humana. Su
pericia y dedicación serán los guardianes de su alto sentido de responsabilidad.

El título profesional del abogado puede convertirse en un escollo para el


desempeño de actividades propias de sujetos carentes de preparación
universitaria. No obstante, si la extrema necesidad ha arrojado a esa situación
a un profesional de la abogacía, esto no puede considerarse contrario a la ética
profesional y sí lo sería no tenderle la mano para ayudarle a superar esa
situación. Sería también contrario a la ética profesional formularle algún
reproche por tal situación en que la vida le ha colocado.

Somos de la opinión de que no es contrario a la ética profesional que un


abogado sea empleado, o administrador, o dependiente económico de un
cliente al que le patrocina juicios diversos, siempre y cuando mantenga el
respeto debido a su investidura de profesional del Derecho. Desde el punto de
vista de la ética profesional, el patrocinio del cliente por el abogado está sujeto
a una mantenida relación de confianza recíproca. Si sobreviniere un deterioro
en las relaciones abogado- cliente que les hiciera perder la adecuada armonía,
debe concluir la intervención del abogado y ceder el puesto a un colega elegido
por el cliente

Siendo que el abogado goza de absoluta libertad, no es contrario a la ética


profesional que el abogado pueda retirarse de un negocio cuando así lo estime
conveniente, sin más limitación que permitir al cliente que designe quien lo
sustituya. Dentro del margen de libertad que le corresponde al abogado, éste
puede seleccionar los asuntos que le interesa llevar de aquellos que le lleve al
cliente, sin estar obligado a llevar a todos.

Estimamos que no es contrario a la ética profesional que el abogado no realice


personalmente gestiones en el asunto que le han encomendado, si éstas las
realiza otro profesionista bajo la dirección del abogado o si las gestiones las
desempeña otra persona bajo el consentimiento del cliente. Es exigencia de la
ética profesional, que el abogado sea mesurado en lo que atañe a la
cuantificación de sus honorarios. Entre los deberes que emergen de la ética
profesional, está comprendido el de proporcionar, en la medida de las
posibilidades del abogado, servicio profesional gratuito. Delicada es la misión
del abogado, si partimos del supuesto que su alta investidura profesional le
exige conciliar su vida profesional con un decoro simultáneo en su vida privada.

En cuanto a ello, el abogado debe exigirse a sí mismo evitar cualquier aspecto


negativo que pudiera macularlo ante la sociedad a la que pertenece. La
confianza que deposita el cliente en el abogado, exige que el abogado sea
digno de esa confianza y la imagen del abogado no debe quedar deteriorada
ante el cliente. El respeto que el abogado le merece al cliente está influido por
la conducta aceptable o por el comportamiento objetable del profesional.

15-Del secreto profesional

El artículo 15 del Código de Ética del Abogado, establece que el secreto


profesional constituye a la vez un deber de cuyo cumplimiento ni ellos mismos
pueden eximirse; es un derecho con respecto a los jueces, pues no podría
escuchar expresiones confidenciales si supiese que podía ser obligado a
revelarlas. Y llamado el profesional en derecho a declarar como testigo, debe
concurrir a la citación; pero procediendo con absoluta independencia de
criterio, deberá negarse a contestar aquellas preguntas cuya respuesta, a su
juicio, sea susceptible de violar el secreto profesional.

En el artículo 16 del referido Código, se establece que la obligación del secreto


se extiende a las confidencias efectuadas por terceros al profesional en
derecho en razón de su ministerio. Por eso debe guardar reserva acerca de las
conversaciones llevadas a cabo para realizar una transacción que fracasó, y
respecto de los hechos que ha conocido sólo por tal medio. El secreto cubre
también las confidencias intempestivas de los colegas. El artículo 17 del
referido Código establece que la obligación del secreto cede a las necesidades
de la defensa personal del profesional en derecho, cuando es objeto de
persecuciones de su cliente. Puede revelar entonces lo que sea indispensable
para su defensa y exhibir, con el mismo objeto los documentos que aquél le
haya confiado.

El artículo 18 del supra indicado Código, establece que el abogado guardará el


más riguroso secreto profesional. Este deber fundamental subsiste
íntegramente después de que el abogado ha dejado de prestarle sus servicios
al cliente. El abogado tiene el derecho de negarse a testificar contra su cliente y
podrá abstenerse de contestar cualquier pregunta que envolviese la revelación
del secreto o la violación de las confidencias que le hiciere su cliente.
Tampoco podrá el abogado comunicar a terceras personas lo que llegare a su
conocimiento por causa de su profesión. Queda comprendido dentro del
secreto profesional, todo cuanto un Abogado trate con el abogado
representante de la parte contraria.
El artículo 19 del citado Código, estipula que el deber de guardar el secreto
profesional se extiende a las confidencias hechas por terceros al abogado en
razón de su ministerio, y a las derivadas de las conversaciones necesarias para
llegar a un arreglo que no se efectuó. El secreto debe comprender también las
confidencias de los colegas.
El abogado no debe intervenir en asuntos que puedan conducirlo a revelar un
secreto, ni utilizar en provecho propio o de su cliente las confidencias que haya
recibido en el ejercicio de su profesión, salvo que obtenga el consentimiento
previo y expreso del confidente.
La obligación de guardar el secreto profesional comprende también los asuntos
que el abogado conozca por trabajar en común o asociado con otros o por
intermedio de empleados o dependientes de estos. El artículo 20 del supra
indicado Código, establece que el abogado que fuere acusado judicialmente
por su cliente, estará dispensado de la obligación de guardar el secreto
profesional en los límites necesarios e indispensables para su propia defensa.
Cuando un cliente comunica a su abogado su intención de cometer un delito, el
abogado podrá, según su conciencia, hacer las necesarias revelaciones a
objeto de evitar la comisión del delito para prevenir los daños morales o
materiales que puedan derivarse de su consumación.

Uso de toga y birrete

. El artículo 11 de la Ley No. 821 establece la obligatoriedad del uso de toga y


birrete para el abogado, con las siguientes especificaciones:
La toga será de alpaca o seda negra lisa con un cuello cuadrado en la espalda,
de 20 pulgadas de largo por 17 pulgadas de ancho y que se continúa en la
parte delantera de cada lado de la abertura del frente con una franja de 7
pulgadas de ancho hasta el ruedo y unida al borde de la toga. El cuello y estas
franjas serán de tela negra, lisa, brillantes y forrados. La toga será lisa excepto
el paño de atrás que será tachonado a partir de la cintura. Las mangas serán
tachonadas en el hombro y con una bocamanga de 6 pulgadas de ancho, y de
la misma calidad de la tela del cuello y de las franjas. Para los abogados, la
bocamanga será negra. El birrete será hexagonal, de color negro y
confeccionado en el mismo material del cuello de la toga, y deberá llevar una
borla blanca.

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