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Crisis de Autoridad Nueva Granada

Españoles en América y demas cosas que hicieron

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1 12 M , \ K a i P \l ACIOS - I'RA N K S a IT OKI)

se introdujeron cam bios institucionales y el país se abrió a las n u ev a s ideas cien­


tíficas.
Irónicam ente, estas innovaciones borbónicas co n trib u y e ro n a d ifu n d ir la
sim iente de la rebelión anticolonial. La iniciativa d e elevar los ingresos fiscales
provocó insurrecciones populares y m enoscabó la a u to rid a d de los funcionarios
españoles, percibidos cada vez m ás com o arrogantes y arb itrario s por los h isp a­
noam ericanos de todas las clases. M uchos funcionarios esp añ o les a d o p taro n la
reform a ad m inistrativa com o un m edio expedito para a p a rta r a los criollos de
los altos cargos del Estado, política que intensificó aú n m ás la im paciencia de
los am ericanos contra el sistem a colonial. La ap e rtu ra de E spaña a las nuevas
corrientes del pensam iento científico indujo críticas radicales d e la Ilustración
contra la au to rid ad política de la m onarquía.
Si las reform as borbónicas estim ularon el cam bio y d e paso abrieron el
apetito de los hispanoam ericanos por transform aciones aú n m ayores, la guerra
internacional, que desem peñó un papel central en p ro m o v er dichas reform as, en
últim as tam bién desbarató el régim en. Las exigencias trib u tarias para sostener
la guerra prom ovieron m otines antifiscalistas en la N u e v a G ra n ad a en la década
de los años 1760 y una sublevación de gran escala en 1781. La incapacidad de
España para proteger la navegación m arítim a en tiem pos de guerra, en tre 1790 y
1810, despertó en algunos am ericanos la conciencia d e los inconvenientes de su
conexión política con la península ibérica. Finalm ente, en 1808-1810, las fuerzas
francesas invadieron España y depusieron la C orona, d a n d o así u n golpe de g ra­
cia a la m áxim a autoridad. Pero el colapso de la au to rid a d real no significó que
las elites criollas encontraran fácilm ente el cam ino de la reconstrucción efectiva
del Estado.

El V ir r e in a to d e l N u e v o R e in o de G r a n a d a

En los siglos XVI y x v i i , la presencia del Estado español en la N ueva G ran a­


da fue débil. La autoridad estaba fragm entada. La A udiencia y el arzobispo de
Santa Fe, cada uno en sus respectivas esferas de a u to rid a d , tenían jurisdicción
efectiva sobre los altiplanos orientales, gran parte de los valles del M agdalena,
la costa atlántica y, desde 1576, sobre A ntioquia. Sin em bargo, las dificultades
para transitar por estos territorios im pedían el control efectivo. A dem ás, Santa
Fe carecía de au to rid ad form al sobre gran parte del occidente colom biano. D u­
rante aquellos siglos, la región caucana y una zona del valle del Alto M agdalena
estuvieron bajo la au to rid ad del gobernador de P opayán, q u ien a su turno estu ­
vo sub o rd in ad o a la A udiencia de Q uito, desp ués de su creación en 1563. Para
en red ar las cosas todavía m ás, el arzobispo de P o p ay án era sufragáneo del de
Santa Fe. Pero en asuntos de herejía, el Tribunal de la Inquisición de C artagena
tenía jurisdicción sobre todo el país.
A dem ás de estos problem as de fragm entación espacial y división de la au ­
toridad, cada uno de los cuerpos de gobierno enfrentaba, de u n a u otra m anera.

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I liSK 'K IA Di: C oi.O M H IA . I ’ a ÍS ['KACMENTALKI, s c k i e d a d d iv i d i d a 113

conflictos intestinos. En el ám bito eclesiástico, los arzobispos y obispos chocaban


frecuentem ente con las órdenes religiosas. Del lado civil, la A udiencia se desga­
rraba p o r la disen sió n interna; cada oidor veía a sus colegas com o rivales, y cada
uno se ap o y ab a en su p ro p ia facción clientelar.
Los B orbones q uisieron fortalecer el Estado y am pliar el ám bito de sus
funciones, tan to en E spaña com o en sus dom inios de ultram ar. La guerra y el
tem or a la g u e rra co n tra Inglaterra fortalecieron esta resolución. L ^creación del
V irreinato del N u ev o Reino de G ranada en 1717 fue la p rim era de las m anifes­
taciones b o rbónicas en procura del fortalecim iento de la adm inistración colo­
nial. La n u ev a en tid a d tuvo a Santa Fe de Bogotá com o capital y colocó bajo su ^^
jurisdicción el occidente colom biano y gran parte de los actuales territorios de y* '
E cuador y V enezuela. La pragm ática por la cual se instituja el V irreinato aducía _
dos m otivaciones específicas para su creación. La prim era*era m ilitar. H abiendo .
librado hacía poco la p ro lo n g ad a guerra de Sucesión, la C orona española b u s c a -^ \
ba reco n stru ir y fortalecer sus defensas contra eventuales ataques del exterior. ‘
Esto incluía g a ra n tiz a r un respaldo financiero y logístico efectivo a los puertos
de la costa del C aribe, los "antem urales de A m érica", sobre todo el p uerto forti­
ficado d e C artag en a. D ebido a la im portancia estratégica de C artagena, los fu n ­
cionarios en E sp añ a co ntem plaron d u ra n te algún tiem po la idea de traslad ar la
capital del n u ev o V irreinato de Santa Fe a la ciudad caribeña. De hecho, puede
decirse q u e el V irreinato tuvo dos capitales. Las principales instituciones ad m i­
nistrativas, ju d iciales y educativas tuvieron asiento en Santa Fe, m ientras que
C artagena, q u e era el p u erto y la a d u a n a m ás im portantes, tenía el Tribunal de
la Inquisición y a d e m á s ^ llí se concentró gran parte del ejército.
' L a[segunda r a z ^ q u e se aducía para la creación del V irreinato era la res­
tauración del o rd e n en la adm inistración pública. En 1711, un funcionario de la
Tesorería d e C artag en a envió a las au to rid ad es en España un inform e en el que
detallab a un frau d e a g ran escala en el recaudo de los im puestos de a d u a n a en
C artagena, a su n to q u e don A ntonio de la Pedrosa, quien había sido enviado a
establecer el v irrein ato , tenía instrucciones precisas de rem ediar. Por lo m enos
igual de a larm an te fue el escandaloso levantam iento ocurrido en la A udiencia
de Santa Fe en 1715-1716: oidores co rru p to s de la A udiencia arrestaron a su p re ­
siden te y lo en v iaro n preso a C artagena, actuaciones que la C orona española
no enco n tró justificadas. Se esperaba que la presencia de un virrey en Santa Fe
im p o n d ría resp eto y ejercería m ayor autoridad.
No obstan te, el n uevo virreinato fue efím ero. El prim er virrey llegó m uy
p ro n to a la co n clusión d e que la N ueva G ran ad a estaba d em asiado despoblada,
era d em asiad o p o b re y sus ingresos no alcanzaban para sostener una ad m in is­
tración virreinal. En 1723 fue su p rim id o el virreinato y de nuevo la au to rid a d
ad m in istrativ a q u e d ó en cabeza del presidente de la A udiencia. La constante
am en aza inglesa llevó, sin em bargo, a la restauración del virreinato en 1738. De
hecho, la g u erra d e la oreja de Jenkins estalló en 1739, seis m eses antes de que

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1 14 M a RCC) I ’ m A C IO - l-KANK S a I i'ORl.)

el n u evo virrey, Sebastián de Eslava, llegara a C artagena, en d onde debió p e r­


m anecer dirigiendo la defensa del puerto. Eslava estaba allí en 1741 cuando una
flota británica de 180 barcos y 23.600 hom bres, bajo el com ando del alm irante
E dw ard Vernon, atacó C artagena pero no logró tom ársela. Com o la guerra con
G ran Bretaña continuaba en 1748, Eslava consideró necesario residir en C artag e­
na los casi nueve años que sirvió com o virrey.
El virreinato reform ado cubrió un extenso territorio que incluía lo q u e hoy
son C olom bia, Ecuador, Panam á, gran p arte de V enezuela y las islas de T rinidad
y M argarita. Pero en la realidad el virrey no podía gobernar todo este territorio
d esd e Santa Fe. El contacto con E cuador era m ínim o y no había idea de lo q u e
sucedía en V enezuela. D ebido a esto, en 1777, después de casi cuatro décadas de
gobierno nom inal de Santa Fe, las zonas costeras de V enezuela fueron sep arad as
del virreinato y p uestas bajo la jurisdicción de la C apitanía G eneral de C aracas,
a u n q u e la cuenca del río Orinoco, en el interior, perm aneció en el virreinato.

L as ELITES CRIOLLAS

D urante el periodo virreinal los m ás altos cargos del Estado qu ed aro n en


m anos de españoles nacidos en Europa. Los españoles nacidos en Am érica (los
criollos) desem peñaban algún papel en la adm inistración, pero generalm ente en
niveles inferiores. Esta subordinación de los criollos obedecía a varias razones.
Prim era, uno de los principios de la adm inistración española establecía que los
funcionarios de la C orona no debían gobernar en su lugar de nacim iento. (Los
funcionarios m unicipales eran categoría aparte). Se suponía que de este m odo los
gobernantes serían m ás leales a la C orona y m ás independientes de los intereses
locales. Segunda, tanto en España com o en Am érica las autoridades tenían m ás
confianza en los nacidos en la península. Tercera, los nacidos en España tenían
m ejores conexiones en M adrid que sus eventuales com petidores am ericanos.
Com o consecuencia, los m ás altos cargos de la adm inistración pública
q u ed aro n acaparados por peninsulares. Todos los virreyes de la N ueva G ran ad a
nacieron en España, así com o la m ayor p arte de los oidores de la Real A udiencia.
Entre 1654 y 1810, el 80 por ciento de estos fueron españoles europeos. Si bien
algunos criollos desem peñaron cargos un poco m ás im portantes en la A udiencia
d u ra n te la prim era m itad del siglo xviii, entre 1759 y 1788 el núm ero de estos
altos funcionarios dism inuyó. Más aún, la m ayor p arte de los criollos que ocu­
paron cargos de oidores de la A udiencia de Santa Fe provenían de otros lugares,
generalm ente de Lima. Los pocos neogranadinos que ocuparon altos cargos en
la A udiencia fueron fiscales, sin llegar nunca a ser nom brados oidores. La excep­
ción fue Joaquín M osquera y Figueroa, m iem bro de una familia de P opayán que
se enriqueció con la m inería de oro. M osquera fue oidor en Santa Fe de 1787 a
1795 y desp u és su notable carrera lo llevó a desem peñar altos cargos en México,
C aracas y finalm ente en la m ism a España. N o obstante, la brillante carrera de
M osquera es la excepción que confirm a la regla. Por otra parte, si bien la C orona

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I i l s r o K i A ÜI-; C o l o m b ia . I^ a í s i r a c m lm a [ X \ s ík ü lo a d l x v io id a 115

evitaba el n o m bram iento d e n eogranadinos en la A udiencia, los oidores m uchas


veces term inaban vin cu lados con la aristocracia local por la vía del m atrim onio,
de tal suerte que los intereses de los criollos bien relacionados sí tenían alguna
representación.
A u nque p o r lo general a los criollos no se les perm itía o cupar altos cargos
políticos, algunos m iem bros de la elite n eo granadina alcanzaron prestigio com o
adm inistradores de rentas o funcionarios del tesoro, o com o abogados litigan­
tes an te la A udiencia. A lgunos tam bién llegaron a ser corregidores o asesores
gubernam entales. A u n q ue las probabilidades de ascenso en la jerarquía de la
adm inistración virreinal eran escasas para los nacidos en Am érica, los criollos
in stru id o s sí asp irab an a o cu p ar cargos gubernam entales por el prestigio social
que conferían.
Para la población criolla, el cam ino principal hacia cargos en el gobierno
solía ser el estudio del derecho, salvo p o r unos pocos que conseguían los puestos
por su s vínculos fam iliares o por sus conexiones políticas en Santa Fe de Bogotá.
Sobre todo para los criollos de las elites de provincia, educarse en uno de los
dos colegios de Santa Fe, el San Bartolom é y el de N uestra Señora del Rosario,
era la vía m ás indicada para acceder a la burocracia política y, así, para ascender
socialm ente. El acceso a la educación superior estaba reservado a los criollos que
ya tenían un estatus relativam ente alto. D urante el periodo colonial, los asp ira n ­
tes tenían que p ro b ar su "p u reza de sangre" (es decir, carecer de ancestros in­
dios o africanos) y d em o strar que sus antepasados no habían ejercido actividades
económ icas innobles, com o la artesanía o el com ercio a pequeña escala. De esta
form a, la educación universitaria actuaba com o un m edio de confirm ación y con­
solidación del estatus social y del po d er político dentro de la población hispana.
H asta las prim eras décadas del siglo xviii, en los colegios de San Bartolom é
y del Rosario, la m ayoría de los estu d ian tes se educaban para el sacerdocio. Pero
d u ra n te el siglo xviii el n ú m ero de estu d ian tes de derecho se m ultiplicó, sobre
todo en el Colegio del Rosario. La expansión de los estudios de ju risprudencia
fue estim ulad a p or las reform as em p re n d id as en la década de los años 1770, que
au m en taro n la oferta de cursos p reparatorios obligatorios en filosofía y abolie­
ron la necesidad de estu d iar teología antes de p o d er obtener el título en derecho.
C om o consecuencia, a p artir de 1782 hubo tres veces m ás estu d ian tes de derecho
que d e teología en el Rosario. El crecim iento de los estudios universitarios a
p artir de 1770, y en especial el increm ento en el n úm ero de abogados, aum entó
significativam ente la oferta de aspirantes criollos a o cu p ar cargos oficiales. La
presencia de un m ayor n ú m ero de abogados criollos no tuvo un efecto político
inm ediato, pero a largo plazo term inó por crear una elite ilustrada en asu n to s
legales, algunos de cuyos m iem bros abrigaban resentim ientos por el hecho de
q u e los altos cargos g u b ernam entales se asignaran a m en u d o a españoles m enos
instru id o s. Varios de estos abogados criollos d esem p eñ arían m ás adelante p a p e ­
les cruciales com o líderes del m ovim iento de independencia, cu an d o se desató

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la crisis im perial en 1808. Los contactos que establecieron con estu d ian tes de
otras provincias les perm itieron conform ar redes que hasta cierto p u n to facilita­
ron la coordinación del m ovim iento de em ancipación en 1809-1810. A dem ás, los
hom bres form ados en jurisprudencia d u ra n te los últim os decenios de la C olonia
tenían los conocim ientos intelectuales necesarios para aducir las justificaciones
in d ep en d en tistas y para organizar los gobiernos republicanos iniciales.
Las u n iv ersidades tam bién form aban sacerdotes criollos. H asta bien en ­
trado el siglo XVIII, la carrera eclesiástica solía ser, para los criollos, una opción
m ás viable qu e el derecho. Al finalizar el siglo xvii, los criollos eran m ayoría en ­
tre los dom inicos y agustinos y tal p u d o ser el caso en otras órdenes religiosas.
En el clero seglar, la ab ru m ad o ra m ayoría de párrocos era criolla. Los m ás ins­
truidos y conectados p o dían aspirar a ocupar dig n id ad es en los capítulos de las
catedrales. Q uienes llegaban a tales posiciones se transform aban en ornam entos
visibles de la jerarquía. Sin em bargo, pese al predom inio num érico d e los crio­
llos en la m ayor p arte de los estratos de la Iglesia colonial, los españoles p o r lo
general ocupaban el ápice. De los quince arzobispos de Santa Fe en tre 1704 y
1810, solo tres nacieron en A m érica y solo uno era neogranadino de nacim iento
(de Tunja). Al d esp u n tar la era de la Independencia, en la prim era década del
siglo XIX, todos los altos prelados neogranadinos —el arzobispo de Santa Fe y
los obispos de C artagena, Santa M arta y P o p a y á n — eran peninsulares. Debió
existir sin d u d a un sentido de diferencia de clase entre los sacerdotes criollos
d estinados a las parroquias, por un lado, y los obispos españoles, p o r el otro.
Pero seguram ente tales diferencias q u ed aro n atem p erad as por la p iedad y la fe
en la estru ctu ra jerárquica a cuyo servicio todos ellos se dedicaban.
Un tercer cam po, el m ilitar, fue creciendo en im portancia para los criollos
del siglo XVIII y p articularm ente en las dos últim as décadas del periodo colonial.
El nom bram iento de oficiales criollos en el ejército ganó im pulso com o resultado
del esfuerzo borbónico por expandir el sector m ilitar en respuesta a las am en a­
zas extranjeras, y tam bién para hacer frente al potencial desorden interno. Tanto
en las u n id ad es del ejército real com o en las milicias fue evidente la creciente
dependencia de la C orona de una oficialidad criolla. La im portancia d e esta en
los últim os tiem pos de la C olonia tuvo clara expresión en la infantería de C ar­
tagena. Hacia las décadas de los años 1770 y 1780, los criollos apenas llegaban
a un tercio de todos los oficiales; adem ás, los peninsulares m onopolizaron los
grados superiores. Hacia 1800, criollos y españoles eran num éricam ente iguales
tanto en el total de los oficiales com o en los cargos m ás altos. Siete años después,
los oficiales criollos dom inaban en el total e incluso en los altos m andos. La m is­
m a tendencia se presentó en las u n id ad es de la m ilicia de C artagena, aunque
el dom inio num érico de los criollos llegó antes (en la década de los años 1790)
y fue m ucho m ás acentuado. En la capital virreinal, sin em bargo, no había esta
p rep onderancia criolla entre los oficiales m ilitares; acaso se creía necesario m an­
tener el dom inio español en la fuerza m ilitar de la capital.

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I jlS lO R IA DI C o l ki.MBIA. I ’ a ÍS 11',‘A A ir.N T A l'. .Di ll i;AD DIVIDIDA I 17

JOSÉ M ANUEL RESTREPO COMENTA SOBRE EL DESCUIDO DE LOS CAMI­


N O S ENTRE LAS CIU DA D ES PRINCIPALES DE ANTIOQ UIA Y EL RÍO M AG­
DALENA, T A N TERRIBLES QUE SE UTILIZABAN CARGUEROS H U M A N O S
(FEBRERO DE 1809).

"La prim era operación de todo pueblo que pretenda comerciar con la mayor economía
y dar fom ento a su industria y a su agricultura, es perfeccionar sus caminos. Los de
Antioquia se hallan enteram ente abandonados. Es increíble: dos siglos han corrido,
y todavía no tiene un buen camino que ligue sus poblaciones con el Magdalena. Los
años y las generaciones se han am ontonado unas sobre otras, unos gobernadores han
sucedido a otros, y no se ha pensado más que en pleitos y riquezas, descuidando ente­
ram ente la felicidad de los pueblos. Para conseguir la de este país, se deben componer
con la m ayor perfección los dos caminos que de sus principales ciudades siguen al
Este y llegan hasta el N are...
Su fragosidad presente es obra de la inacción y del descuido. Los jefes de la provincia
de Antioquia, y especialmente los cabildos que representan a los pueblos, deben reu­
nirse y discurrir seriam ente los medios para la completa apertura al menos de uno de
estos caminos. Si no hay fondos, im ponga con la autoridad del gobierno una módica
contribución que no grave a los pueblos, y en breve los tendrán. La composición de
estos cam inos, dará vida y m ovim iento al comercio a la agricultura de Antioquia.
Sus frutos p odrán extraerse con facilidad, y el labrador cambiará los suyos con los de
otros países, ganando siem pre en tales perm utas. Entonces dejarán esa destructora
ocupación tantos habitantes de Río-Negro y Marinilla: ellos pasan miserablemente y
abrevian sus días conduciendo en sus espaldas por el camino de Juntas, al viajero, a
los frutos y m anufacturas del comercio. Todo hombre sensible no puede menos que
enternecerse cuando se ve conducido por un pobre semejante suyo cubierto las más
veces de sangre y de sudor, y esto por un corto premio. Póngase los medios para que
estos desgraciados abandonen semejante profesión. Vuelvan a los campos que los lla­
man para su cultivo, y abran el seno feraz de la tierra que los convida con más dulces
y verdaderas riquezas".

Fuente: " E n sayo so b re la geografía, p rod u ccion es, industria y p ob lación d e la provincia d e A n ­
tio q u ia en el N u e v o R eino d e G ranada, por el Dr. D. José M anuel R estrepo, a la g a d o d e la Real
A u d ien cia d e Santa Fe d e Bogotá", 1 d e febrero d e 1809, reim p reso en: d e C aldas, Francisco José,
Semanario de la N ueva Granada, París, 1849, pp. 217, 218.

O tra d e las actividades en las que los criollos com pitieron cada vez m ás
con los esp añ o les d u ra n te los últim os decenios del siglo xvm fue el com ercio
m ay o rista con el exterior. D urante gran parte de la Colonia, el com ercio exterior

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1 M a KCX) F .\1 .A C K .) S - I-'U A N K S a IT 'O K I)

(principalm ente el intercam bio de oro por bienes im portados) estu v o d o m in ad o


por com erciantes españoles. Sin em bargo, hacia fines del siglo alg u n o s criollos
com enzaron a com petir. Entre 1790 y 1810, cuando la arm ada británica bloqueó
efectivam ente el tránsito de la flota española d u ra n te las dos g u erras libradas
entre Inglaterra y España (1796-1802 y 1805-1807), m uchos com erciantes criollos
se dedicaron al intercam bio ilícito con Jam aica y con otras islas caribeñas ex tra n ­
jeras. No es evidente que los com erciantes criollos percibieran a sus c o m p etid o ­
res españoles de m anera antagónica. Más bien, el hecho que m erece resaltarse es
que los com erciantes criollos, au n q u e todavía pocos num éricam ente, re p re se n ­
taban un g ru p o de interés que iba ad q u irien d o cada vez m ás fuerza.
En síntesis, en la prim era década del siglo xix ya existía u n cu erp o im p o r­
tante de criollos que, si bien no ocupaban los cargos m ás altos en el gobierno
civil, la Iglesia, el ejército o el com ercio, sí estaban cerca de los ran g o s su p erio res
y m antenían contactos frecuentes con los españoles que ejercían la a u to rid a d su ­
prem a. Por lo general, estas elites criollas colaboraban lealm ente con sus colegas
españoles. Sin em bargo, en tiem pos de crisis, cuando los funcionarios hispanos
les m ostraban desconfianza, las relaciones entre los españoles y los criollos se
tornaban tensas y hostiles.

P r e o c u p a c io n e s v ir r e in a l e s

A lgunos problem as persistentes preocupaban a los gobernantes del vi­


rreinato: sobre todo, la necesidad de p roducir m ás oro y enviarlo a España y de
m antener las defensas de C artagena, el puerto desde el cual se d esp ach ab an las
exportaciones legales del m etal. A estas inquietudes se sum aron otras d u ra n te el
últim o cuarto del siglo xviii, entre las que sobresalía el propósito d e frenar la fuga
de oro de co n trabando m ediante la ap ertu ra de nuevas vías de com ercio legal y
la expansión de exportaciones distintas del oro. N o obstante, au n q u e en la N u e­
va G ranada se tuvo la intención de increm entar las exportaciones coloniales de
frutas tropicales y de efectuar otras reform as económ icas, lo cierto es q u e dichos
esfuerzos m uchas veces se supeditaban a la tradicional prioridad de p ro d u cir
oro, asegurar su envío a España e im pedir su contrabando.
yT D u ran te el siglo xviii, el com ercio de con trab an d o , realizad o en su m a-
- y or parte p o r británicos, holandeses y franceses, introdujo bienes m anufac-
y tu rad o s y esclavos a lo largo de toda la costa caribeña de la N u e v a G ra n ad a,
\\LÁt w d esd e la p en ín su la de La G uajira en el oriente, hasta la región del D arién en
el occidente. Este com ercio ilícito siem pre estu v o p resen te en m ay o r o m enor
; g rado, pero fue especialm ente notorio en tiem pos de g u erra con G ran B retaña,
G- pu es la flota británica in terru m p ía casi totalm ente el com ercio legal en tre Es-
pañ a y sus colonias.
Si bien el contrabando se concentraba sobre todo en C artagena y sus zonas
aledañas, a las au to rid ad es españolas les m olestaba en especial el com ercio ile­
gal que practicaban los indios no subyugados y aparentem ente indóm itos de la

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I lisrc'KiA DB C o l o m b ia . I ’ a ìs rKAGMi NTAix'i, s l k il d a d d iv id id a 119

costa del C aribe. D esde el siglo xvii, los indígenas de la península de La G uajira
practicaban co n trab an d o con los holandeses y los británicos, recibiendo arm as
y bienes d e co n su m o a cam bio de pieles, ganado y m aderas de tinte. Los g u a ­
jiros co n stitu ían u n a afrenta para las autoridades, po rq u e com erciaban con los
extranjeros y no estab an bajo control español. A veces hasta atacaban los asen­
tam ientos españoles. Por otra parte, en el otro extrem o de la costa del C aribe los
indios cu n as de la región del D arién realizaban transacciones clandestinas con
los británicos. Los españoles tem ían que los cunas, en connivencia con los bri­
tánicos, atacaran y se tom aran el Chocó, que seguía siendo una de las regiones
auríferas m ás im p o rtan tes de la N ueva G ranada. Por esto se lanzaron cam pañas
m ilitares co n tra los guajiros en la década de los años 1770 y en el D arién, en la de
los añ o s 1780, am b as con escasos resultados. O tros indígenas que estuvieron en
la m ira de los esp añoles en la época del V irreinato fueron los chim ilas, ubicados
al su r de la Sierra N ev ad a de Santa M arta, que ocasionalm ente atacaban los b ar­
cos del río M ag d alen a y las haciendas hispanas.
Por otra parte, en las zonas agrestes de la provincia de C artagena y tam bién
la de Santa M arta, diversas gentes —esclavos fugados, m ulatos e in d io s— vivían
en p eq u eñ as rochelas, co m unidades fuera del control de las autoridades. D urante
el siglo xviii se esforzaron para obligar a esta gente dispersa a asentarse en p u e­
blos form ales, "al son de cam pana", para que pudieran ser mejor controlados por
el Estado y la Iglesia. En su intento por consolidar el orden social y el progre­
so m aterial, las au to rid ad es lanzaron una serie de cam pañas para obligar a los
"arrochelados" a instalarse en com unidades m ás grandes. En el Bajo M agdalena,
la aristocracia local suplió parte del liderazgo en este esfuerzo de concentración.
Entre 1744 y 1770, alentado por el virrey, José Fernando de Mier, rico hacendado y
co m an d an te d e las milicias urbanas de la provincia de Santa M arta, intentó poner
fin a los ataques de indígenas contra las haciendas y las em barcaciones del río
M agdalena m ed ian te el establecim iento de unos 22 pueblos en la región, m uchos
de ellos a lo largo d e la m argen oriental del río. Más tarde, entre 1774 y 1778, A nto­
nio de la Torre y M iranda, u n antiguo oficial naval español, fundó y organizó cer­
ca de 43 co m u n id ad es en la provincia de C artagena, en m uchos casos para facilitar
el tran sp o rte terrestre y el comercio. En la década de los años 1780, un sacerdote
franciscano español, José Palacios de la Vega, tam bién se dedicó a recoger indios
y negros dispersos p o r la provincia de C artagena y organizados en com unidades.
Si bien m uchos d e estos esfuerzos tendientes a pacificar y organizar a las gentes
de las regiones interiores de la costa estuvieron dirigidos por oficiales m ilitares,
tam bién d esem p eñ aro n un papel im portante los capuchinos, los franciscanos y
otros m isioneros.
Estas ca m p a ñ as costeras para o rganizar com u n id ad es form ales fueron
justificadas com o intentos d e consolidar el orden social y m ejorar la situación
económ ica de los hab itantes de los nuevos pueblos. Pero tam bién sirvieron para
d esp ejar v astas extensiones de tierra de habitantes potencialm ente problem á­

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120 M a r c o í ’ m actos - F r a n k S a it 'o r o

ticos, de m odo que p u d iera n ser explotadas por grandes terratenientes, sobre
todo para la cría de ganado.
En las regiones m ás colonizadas del interior, el deseo de las au to rid a d e s
de reforzar el orden social m uchas veces asum ía la form a de cam p añ as contra
la vagancia. A p artir de la década de los años 1780, algunos virreyes y otros
funcionarios atribuyeron la vagancia al m onopolio de la p ro p ied ad territorial
en cabeza de los latifundistas, pero tal percepción no los llevó a in ten tar frac­
cionar n in g u n a de las grandes haciendas existentes. Sin em bargo, sí d ed icaro n
alguna atención a las gentes sin tierra que se volvieron vagos. A este respecto,
una solución borbónica tardía consistió en situar tales vagos en colonias agrarias
ubicadas en la frontera o en áreas despobladas.
La N ueva G ranada era una colonia relativam ente pobre, en com paración
con México y el Perú, grandes productores de plata. En el siglo xviii era raro q u e
las au to rid ad es coloniales p erdieran la o p o rtu n id ad de com entar sobre la p o ­
breza del país y la precariedad de su com ercio interno e internacional. A ntonio
M anso, p residente de la A udiencia de Santa Fe, reportó que, al llegar en 1724,
la ciudad "es la últim a desolación: los vecinos principales y notables retira d o s
del lugar, los com ercios casi ociosos, vacíos los oficios de la república, todos
abatidos y en una lam entable pobreza". M anso, al igual que otros funcionarios
del siglo XVIII, hizo énfasis en la falta de explotación de los recursos n atu ra les de
la N ueva G ranada. Se extraía oro a lo largo de la costa del Pacífico, pero m uchas
m inas en traban en decadencia. Se descuidaba el aprovecham iento de otros re­
cursos com o las esm eraldas de M uzo y Som ondoco, los depósitos de cobre en
Vélez e Ibagué y una variedad de productos forestales, com o m aderas finas, de
tinte y bálsam os. La agricultura cerealera de los altiplanos sufría la com petencia
de las harinas im portadas. Estos tem as fueron una constante en los inform es
de los virreyes entre m ediados del siglo xviii y com ienzos del xix. D esde p o r lo
m enos la década de los años 1770 la elite criolla com enzó a expresar su deseo de
explotar otras posibilidades económ icas de la N ueva G ranada, y a p artir de 1790
se intensificó este anhelo criollo, sobre todo en lo relacionado con el desarrollo
de exportaciones diferentes del oro.
A veces los tem as que tenían que ver con el desarrollo económ ico del v i­
rreinato avivaban intereses regionales opuestos y tam bién planteaban d iferen ­
cias de perspectiva entre algunos de los virreyes de Santa Fe y sus sup erio res en
España. Estos conflictos se m ostraron en la discusión acerca del abastecim iento
de harina para C artagena, su guarnición y la flota española. A los hacen d ad o s
y com erciantes de la cordillera O riental les interesaba vivam ente re cu p erar el
m ercado de C artagena, que desde 1715 estaba d o m inado por harinas ex tra n ­
jeras. M uchos virreyes, influidos acaso por los intereses del interior en d o n d e
residían y sin d u d a por sus inclinaciones m ercantilistas, trataron de reem plazar
la harina extranjera por harina neogranadina en los m ercados de la costa. Salvo
por una sola excepción, desde m ediados del siglo xviii, los virreyes prohibieron

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i liSK'KiA OH C o l o m b ia . I’ a Is [-ra i .;m l n i a i x i , w x ih o a d u iv id io a 121

la im po rtació n de h arina extranjera o intentaron facilitar el envío de la harina


d esd e el interior, fo m entando el m ejoram iento de las ru tas terrestres desde Vé­
lez hasta el río M agdalena. Infortunadam ente, el cam ino que descendía desde
Vélez era objeto de ocasionales asaltos por parte de los indios que vivían en las
selvas. Sin em bargo, el peligro principal era el cam ino m ism o, azaroso cuando
im p erab an condiciones óptim as e intransitable en épocas de lluvia. Los dueños
de recuas d e m u ías se m ostraban reacios a arriesgar la vida de sus jum entos por
estos cam inos, d e m odo que no siem pre era posible llevar la harina del interior
hasta C artag en a a tiem po para cum plir con la dem anda.
En v ista del alto costo, de la baja calidad y del insuficiente sum inistro de
h arin a del interior, los cartageneros sin d u d a se exasperaban ante los persisten­
tes in ten to s virreinales de presionar a su ciu d ad para que la utilizara. El único
que no ad o p tó esta política fue el arzobispo-virrey A ntonio C aballero y G óngo-
ra, q u ien en la d écad a de los años 1780, cuando residía en C artagena, patrocinó
la im p o rtació n d e harin a extranjera desde Jam aica, tanto para conseguir la h ari­
na re q u erid a p o r la guarnición m ilitar com o para recau d ar fondos d estinados a
la ca m p a ñ a m ilitar del Darién. La política de C aballero y G óngora reflejaba una
apreciación realista d e lo inoperante que resultaba abastecer a C artagena desde
el interior. Pero su decisión tam bién resultaba un tanto irónica, porque se trataba
de u n a especie d e co n trabando oficial. A dem ás, estaba co m p ran d o harina al en e­
m igo p ara alim en tar a la g u ard ia costera, cuya función era justam ente im pedir
el com ercio ilícito, y a u n id ad es m ilitares encargadas de d efender el reino contra
incursiones enem igas. C om o dato curioso, la C orona española, que asignaba una
alta p rio rid ad al sostenim iento de la guarnición de C artagena, no objetó que esta
fuera abastecid a con h arina extranjera, siem pre y cu an d o llegara al puerto en
barcos españoles.
O tra cu estión conflictiva fue desarrollar exportaciones neogranadinas d is­
tintas del oro, es decir, de p roductos agrícolas y forestales. Ya desde la década
de los añ o s 1760 los virreyes de la N ueva G ranada habían com enzado a hacer
énfasis en este tem a. El virrey P edro M essia de la Z erda (1761-1772) y su asesor
criollo, Francisco A ntonio M oreno y Escandón, señalaron en 1772 que las p ro ­
vincias co steras p o d ían exportar cueros, ganado, m uías, palos de tinte, algodón,
añil y cacao. Sin em bargo, ni Santa M arta ni Riohacha podían exportar estos
p ro d u c to s a E spaña ni obtener bienes legalm ente im portados po rq u e los barcos
esp añ o les rara vez tocaban sus puertos. Por esta razón, a los habitantes de es­
tas localidad es no les q u ed ó otra alternativa que com erciar ilícitam ente con los
británicos, los holan d eses y los franceses. Por otra parte, au n q u e en C artagena
atracab an barcos españoles, los com erciantes hispanos solo aceptaban oro com o
pago p o r los bienes im portados. Así pues, si C artagena quería exportar sus p ro ­
d u cto s agro p ecu ario s, tam bién tenía que recurrir al co ntrabando con las islas
del C aribe. El sucesor de Messia de la Zerda, M anuel G uirior (1772-1775), llegó
incluso a u rgir a la C orona española para que perm itiera a las provincias costeras

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122 M akco P ai a c k )s - [•r a n k S a it o r d

com erciar legalm ente con las colonias foráneas del C aribe. Tal p ro p u e sta d e le­
g alizar el com ercio con extranjeros le valió u n a fuerte re p rim e n d a de España.
O tros virreyes p osteriores fueron m enos liberales d e sd e el p u n to de vista
económ ico. C aballero y G óngora (1782-1789) p ro p u g n ó la im posición de m o n o ­
polios fiscales sobre p ro d u c to s exportables. Por su parte, Francisco Gil y Lem os
(1789) p ro h ib ió la exportación de m ad eras d e tinte a las colonias extranjeras,
p u es tem ía q u e fo m entara la expansión del co n trab an d o , a u n q u e la prohibición
seg u ram en te no hizo m ás q u e reforzar el com ercio ilegal.
La p ro m u lg ació n d e la política de "libre com ercio" de E spaña en 1778,
q u e au to rizab a el intercam bio en tre u n m ayor n ú m ero de p u erto s españoles e
h isp an o am erican o s, buscaba canalizar el co n tra b an d o p o r vías legales y ex p a n ­
d ir el v o lu m en global del com ercio. Esta m ed id a parecía ab rirle a la N u ev a G ra ­
n ad a la p o sib ilid ad de am p liar la exportación legal d e p ro d u c to s tropicales. Sin
em bargo, la política d e "libre com ercio" au m en tó m uy poco las exportaciones
g ran ad in as. Por la época en q u e se pro m u lg ó , E spaña en tró en g u erra con G ran
B retaña (1779-1783) y la flota británica p rácticam en te cerró el com ercio en tre el
C aribe español y la p en ín su la h asta q u e term in ó la contienda. La paz con In­
glaterra (1783-1795) perm itió un increm ento d e las exportaciones legales d e la
N u ev a G ra n ad a a E spaña. Pero en 1796-1802, y d e n u ev o en 1805-1807, España
volvió a librar g u erras co n tra G ran B retaña. El au g e d e las exportaciones legales
d e p ro d u c to s agrícolas y forestales a E spaña ocurrió so lam en te d u ra n te el breve
in tervalo en tre 1802 y 1804.
En los p erio dos d e guerra, el com ercio m arítim o no se in terru m p ió . M ás
bien p ro sig u ió com o co n tra b an d o o, c u a n d o E spaña p erm itió el com ercio legal
con países n eu trales, se realizó con E stados U nidos. N o o bstante, la inestabili­
d a d e im prev isib ilidad de las condiciones com erciales d esd e 1795 significaron
p érd id a s económ icas y frustraciones p ara los com erciantes criollos. U no d e los
factores q ue m ás exasperaba a las elites criollas deseosas d e am p liar las ex p o rta­
ciones n eo g ran ad in as era la inconsistencia de la política española. José Ignacio
d e Pom bo, del g rem io d e com erciantes de C artagena, señaló en 1807 que las
au to rid a d es esp añ olas ten d ían a o to rg ar los beneficios del com ercio neu tral y
la elim inación de los im puestos a la exportación a C uba y a V enezuela, en tanto
q u e n egaban estas ventajas a la N u ev a G ran ad a. A u n q u e P om bo no infirió esto,
p u ed e concluirse q u e los com erciantes y fo rm u lad o res de políticas españoles
percibían a C uba y a V enezuela com o fuentes de exportaciones agrícolas, m ien­
tras q u e a la N u ev a G ra n ad a le seguían asig n an d o la función de ex p o rta d o r de
oro. Sea eso cierto o no, la N ueva G ra n ad a llegó al final del p erio d o colonial sin
h ab er d esarro llad o sólidos p atro n es d e exportación d e p ro d u c to s tropicales, a
diferencia d e lo q u e ocurrió en C uba, V enezuela y G uayaquil.
Por consiguiente, hasta el final d e la C olonia la N u ev a G ra n ad a siguió
sien d o u n e x p o rta d o r ineficaz, en co m paración con otras regiones de la A m érica
h ispana. E ntre 1785 y 1796, C artagena, el p u e rto principal, recibió m ás del ocho
p o r ciento d e los bienes ex p o rta d o s a A m érica d esd e C ádiz, el p u erto español

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I lisroKiA D1-: C o l o m b ia . P a ís l k a c m i :n t a i x ), s c x t h d a d d iv id id a 123

que m ás com erciaba con H ispanoam érica. Sin em bargo, d u ra n te esos m ism os
años la N u ev a G ra n a d a solo su m in istró poco m ás del tres p o r ciento d e las ex­
portaciones h isp an o am erican as a C ádiz. Por el contrario, V enezuela, con m enos
población, pro v ey ó m ás del n u ev e p o r ciento de las exportaciones y absorbió
m ás del diez p o r ciento d e las im portaciones.
Los virreyes se d a b a n cu en ta d e q u e era necesario m ejorar los tran sp o rtes
terrestres. C u alq u iera q u e fuera el tópico —tra n sp o rta r h arin a del interior a la
costa, abastecer las m inas, in crem en tar las exportaciones —, se reconocía q u e la
a p e rtu ra y el m an ten im ien to d e los cam inos d e h e rra d u ra en los territorios es­
carp ad o s del v irrein ato era u n asu n to central para su desarrollo. Sin em bargo, a
pesar d e u n a b u en a dosis d e expresiones d e p reocupación p o r el tem a, poco se
hizo al respecto, acaso p o rq u e los gastos m ilitares absorbían g ran p arte d e los
recursos fiscales. A p a rtir d e la décad a d e los años 1790, los criollos ilu strad o s
com en zaro n a c u lp ar cada vez m ás al régim en español p o r no tom ar m ed id as
ad e cu ad a s para m ejorar las com unicaciones internas y p o r o b stru ir el desarrollo
del com ercio exterior.

L a I l u s t r a c ió n en la N ueva G ranada

El interés en el d esarro llo de la econom ía llevó a los virreyes a p atro cin ar


la in tro d u cció n d e las ciencias n atu rales co n tem poráneas. El agente m ás im p o r­
tante de la ilustración científica en la N u ev a G ra n ad a fue José C elestino M utis,
quien llegó a Santa Fe en 1761 com o m édico del virrey P ed ro M essía d e la Z erda.
A ntes de viajar al N u ev o M undo, M utis había e stu d ia d o botánica en el recién
cread o Jard ín Botánico d e M adrid, pero sus intereses ab arcab an u n espectro
b astan te am plio. En el C olegio del R osario enseñó m atem áticas y astronom ía
copernicana. Estas en señanzas, en p artic u la r la cosm ología d e C opérnico, re p re ­
sentab an un avance rad ical en relación con las nociones tolem aicas q u e todavía
rein ab an en S anta Fe y bien p ro n to su friero n el ataq u e d e los dom inicos, g u a r­
dianes in stitucionales del p en sam ien to tom ista.
La lucha p o r el control del co n ten id o del plan de estu d io s d e la enseñ an za
secu n d aria d u ró p o r lo m enos cu a tro décadas; el curso obligatorio d e "filosofía"
unas veces fue im p a rtid o p o r qu ien es seg u ían la tradición escolástica y otras
por tos ad h e ren tes de la n u ev a ciencia n atural. En este conflicto. M utis y sus
discípulos fueron a p o y a d o s con frecuencia p o r los virreyes y altos funcionarios.
Pero to d av ía en 1801, los profesores d e la n u ev a física tenían q u e defen d erse de
las acusaciones clericales de im p ied ad . M ás tarde, con el d esp lo m e del régim en
españ o l a p a rtir d e 1808, alg u n o s criollos letrad o s c u lp aro n a los españoles de
haber m an ten id o a su s sú b d ito s am ericanos su m id o s en el atraso científico, pese
a q u e v arios v irreyes h abían sim p atiz ad o con la causa d e la ilustración científica
y le h ab ían b rin d a d o su apoyo.
Sin em bargo, bajo el estím u lo de M utis y a pesar d e la resistencia de p arte
del clero, su rg ió u n g ru p o d e criollos q u e se dedicó al e stu d io y la p ro pagación

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