Capítulo 3 Un cielo en llamas. Los Caminantes del Tiempo IV Capítulo 3 Un cielo en llamas.
Los Caminantes del Tiempo IV
contesté yo y suavicé el tono de mi voz—, y nosotros te
las daremos a ti, porque eso querrá decir que habremos
salvado a Jules.
—Me parece justo.
Tristán y yo tuvimos que hundirnos en el barro
hasta las rodillas para sacar a Amira. Tristán era alto y
Capítulo 3 fuerte, y yo estaba en forma gracias al kárate, que
Jules había seguido practicando a pesar del poco tiempo
libre que me dejaban los estudios y los viajes en el
tiempo (aunque Rubén, mi profesor, siempre decía que
—Muy bien, Amira —suspiré para evitar que lo mejor era evitar el conflicto, yo pensaba que no me
siguiéramos discutiendo durante horas—. Vendrás con vendría mal saber dar una patada bien dada si el
nosotros, pero te tendremos vigilada. Si haces Círculo Negro volvía a acorralarme).
cualquier cosa sospechosa, te abandonaremos, y —Gracias —dijo Amira, que se había puesto pálida
recuerda que nos necesitas para llegar a un hospital de —. Tendré que apoyarme en ustedes para guiarlos
campaña, ¿entendido? hasta la trinchera a la que se llevaron a Jules.
La chica arrugó el entrecejo. Tenía la frente muy —No nos conducirás a una emboscada, ¿verdad? —
morena, como el resto de la piel, y unos ojos negros preguntó Giacomo con suspicacia.
que brillaban con inteligencia. —No podrán saberlo hasta que lleguemos. —Amira
—Entendido —rezongó—. Supongo que, pese a levantó la barbilla, desafiante por primera vez—. Si tan
todo, tengo que darles las gracias. convencidos están de que voy a traicionarlos, dejen
—Ya nos las darás cuando estemos en el hospital — que me pudra aquí y buena suerte buscando a su
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amigo. —Muy bien. ¿Cómo es que una chica de nuestra
—No —intervino Camille con firmeza—. Guíanos, edad ha acabado en el Círculo Negro? ¿A qué clase de
Amira. lavado de cerebro te sometió Napoleón?
Cuando la enfermera pronunció su nombre, la chica —Giacomo… —murmuró Nefer con tono de
pareció apaciguarse y asintió. reproche, pero Amira se limitó a resoplar.
—Por allí. —Nadie me lavó el cerebro, me uní al Círculo Negro
Cruzamos silenciosos el campo de batalla, que porque creo en su lucha.
permanecía tranquilo a pesar de que podíamos ver los —¿Su lucha por manipular el tiempo a favor de
estragos de la guerra alrededor: los cráteres que habían Napoleón? —ironizó Giacomo—. Qué noble.
dejado las explosiones de metralla, las armas —¡Su lucha por evitar esto! Mira a tu alrededor. —
abandonadas de los soldados caídos, charcos de líquido Amira hizo un gesto con el que pretendía abarcar todo
oscuro que no quise mirar de cerca porque me aterraba el campo de batalla—. ¿No crees que estaría bien evitar
la idea de que fueran de sangre. Nunca había visto tantas muertes, tanto sufrimiento?
morir a nadie de forma violenta y no quería empezar en Giacomo se quedó callado un momento,
esa misión: tan pronto como encontráramos a Jules, ligeramente impresionado.
nos marcharíamos del Verdún de 1916 para no volver. —Puede que sea porque vengo de una época mucho
—No entiendo cómo alguien puede formar parte del más antigua —murmuró Tristán entonces—, pero a
Círculo Negro —comentó Giacomo. Las patas veces yo también me pregunto lo mismo.
mecánicas de su silla se desenvolvían bastante bien en —¡Tris! —susurré alarmada. Él sacudió la cabeza.
el terreno enfangado. —El Círculo Negro ha hecho cosas terribles, pero si
—Quizá deberías preguntármelo —replicó Amira sin de verdad quieren evitar esto…
mirarlo. —¡Silencio! —lo interrumpió Camille y aguzó el
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oído. daba con el origen exacto de la voz: un refugio
Todos la imitamos y, al cabo de un momento, supe subterráneo en el que encontramos una figura
lo que había llamado su atención. encogida y maniatada.
Un silbido. Alguien estaba silbando una canción. Incluso en la penumbra, pude distinguir el uniforme
—Es allí —murmuró Amira, señalando una de las de Jules, manchado de barro, pero enseguida me fijé en
trincheras próximas, junto a la que se encontraba un su rostro. Era un chico algo mayor que yo, rubio, pálido
árbol quebrado, probablemente a causa de un y bastante guapo, con los ojos de color marrón claro y
proyectil. pecas en el puente de la nariz.
El silbido provenía de ella. Todos nos dirigimos —¿Camille? —susurró perplejo—. ¿Qué haces aquí?
hacia allí, pero, cuando aún quedaban casi cien metros, —Una vez pasada la primera impresión, la expresión
Camille echó a correr. del joven se volvió más dura—. Es peligroso para ti
—¡Espera! —la llamé yo. Sin embargo, ella ya estaba venir hasta…
saltando a la trinchera. No llegó a terminar la frase: para cuando quiso
Los demás nos apresuramos a seguirla, aunque hacerlo, Camille ya le había echado los brazos al cuello
Tristán y yo tuvimos que demorarnos para ayudar a y lo estrechaba con todas sus fuerzas.
Amira a desplazarse. El interior de aquella trinchera —Estás vivo —suspiraba—, estás vivo. Gracias al
estaba vacío: no había soldados, ni en activo ni cielo…
congelados en el tiempo. Pero, cuando Camille No quedaba ni rastro de la muchacha grosera y
comenzó a llamar a Jules a gritos, una voz masculina bravucona que había irrumpido en la sala de juntas de
contestó: la Casa del Tiempo y me había estropeado la fiesta de
—¡Estoy aquí! cumpleaños. Si miraba a Camille ahora, solo veía a una
Alcancé a Camille en el preciso instante en el que chica de mi edad tremendamente aliviada por no haber
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perdido a alguien que le importaba muchísimo. por primera vez, recibimos un aviso. Por eso vinimos a
Experimenté una súbita oleada de simpatía por ella buscarte.
que se acrecentó aún más cuando, sin soltar a Jules, —Así que de verdad detuve el tiempo —murmuró
Camille se dio vuelta hacia mí y, con lágrimas en los él, perplejo—. ¿Eso quiere decir… que detuve la guerra?
ojos, murmuró: —Me temo que no —dije con suavidad—, solo lo
—Gracias, Karen. Gracias a todos. paraste en una pequeña zona a tu alrededor. A mí me
—No hay de qué. —Acepté aquella ofrenda de paz y pasó estando en el colegio, pero… En fin, esa es otra
di un paso vacilante hacia Jules—. Soy Karen, historia. El caso es que aquí nos tienes: somos los
encantada de conocerte. Tú… ¿sabes quiénes somos? Caminantes del Tiempo y vinimos a salvarte del
—Puesto que no van vestidos de negro y tienen Círculo Negro, que son esos tipos con tan mala pinta
modales, me imagino que son esos «caminantes» de los que me imagino que te arrastraron hasta aquí y te
que tanto hablaban mis captores. —Entonces se fijó en convirtieron en su prisionero, seguramente para
Amira y exclamó—: ¡Tú! Tú estabas con ellos… fastidiar a Cristina o algo así.
—Escúchame, Jules. —Me agaché a su lado, sin —¿Quién es Cristina? —Al pobre Jules debía de
acercarme demasiado porque Camille y él seguían costarle asimilar toda esa información. Se dio vuelta
abrazados y no me parecía adecuado meterme en hacia Camille otra vez—. ¿Tú también eres una de esas
medio de los dos—. Todo esto debe de ser muy Caminantes del Tiempo? ¿Por qué no me lo contaste en
abrumador para ti, pero nosotros también hemos el hospital?
pasado por ello. —Respiré hondo y traté de explicárselo —¿Qué querías que te dijera? «A propósito, soldado
de la forma más breve posible—: Resulta que tienes el Jules, ¿sabes que tengo el poder mágico de detener el
poder de viajar en el tiempo. Nosotros también lo tiempo? Y, además, pertenezco a una organización
tenemos y, cuando detuviste el tiempo a tu alrededor supersecreta» —se burló ella y volví a ver a la Camille
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sarcástica de siempre. Me contuve para no poner los —Es un placer, Tristán —contestó con voz queda—,
ojos en blanco, pero Jules sacudió la cabeza. pero yo no soy un guerrero. Ni siquiera me considero
—Supongo que tienes razón. Yo… todavía estoy un soldado de verdad.
asombrado. —Nos miró alternativamente—. Un Camille se apartó de él indignada.
compañero caído me legó el reloj de su padre, —¿Cómo que no? ¡Llegaste al hospital hecho añicos!
significaba tanto para él… Estaba triste y se me ocurrió ¡Te habías lanzado al combate para defender a tus
sacarlo del bolsillo, le di la vuelta y entonces… sucedió amigos!
todo. —Tragó saliva—. Es una lástima que no haya —¿Y de qué me sirvió? Ahora todos están muertos,
detenido la guerra de verdad. yo soy el único que queda. Tengo nuevos compañeros
—Qué curioso —comenté—. Cuando yo paré el que supongo que también morirán, si es que yo no lo
tiempo, solo pensaba en que las cosas volvieran a ser hago antes que ellos. —Había tanta amargura en sus
como antes, aunque me imagino que, en tu caso, las palabras que todos, incluso Giacomo, nos quedamos
circunstancias son… —hice una pausa y añadí con mudos—. Fue un error alistarme, ahora lo comprendo.
tacto— diferentes. ¡Qué ciego estaba! Creí todo lo que me dijeron.
—Soldado Jules. —Tristán se agachó junto a él y se —¿Qué quieres decir con eso? —pregunté sin poder
golpeó el pecho con el puño—. Es un honor conocer a contenerme.
un guerrero de otra época. Yo también he luchado, —¿Qué tal si lo desatamos y luego le hacemos las
pero en la Edad Media. Debe de ser muy duro hacerlo preguntas? —Amira habló por primera vez. Yo casi me
aquí. había olvidado de ella. Parecía tan interesada en la
Aunque mi novio hablaba con amabilidad y historia de Jules como todos nosotros.
pretendía halagar a Jules, observé que el otro chico Camille se apresuró a liberar al chico, que se frotó
agachaba la cabeza al escuchar sus palabras. las muñecas adoloridas, pero no se levantó. Parecía
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muy cansado. chicos jóvenes y están enfermos y asustados y…! —
—Quiero decir —murmuró Jules dirigiéndose a mí Soltó una palabrota—. No es justo. Nuestros Gobiernos
en particular— que nos engañaron. nos sedujeron con mentiras, nos dijeron que nos
Supe que se disponía a hacer una confesión. Junto a alistáramos, y por eso terminamos así: muertos,
mí, Tristán me puso la mano en el hombro y apretó con heridos de por vida o, como yo, con el cuerpo intacto y
suavidad. Giacomo y Nefer guardaban silencio, ella el corazón roto. Nunca olvidaré a los hombres a los que
recostada en la silla de él, y Amira se había sentado en he visto morir. —Se llevó la mano al bolsillo del
el suelo y se masajeaba el pie adolorido. Camille seguía uniforme y extrajo un reloj diminuto. Deduje que sería
junto a Jules y, aunque ya no lo abrazaba, tenía la mano el que había pertenecido a su compañero caído—. Yo…
posada en su antebrazo. Apenas cabíamos en el dudé si alistarme. Fui de los últimos en hacerlo y,
diminuto refugio y todo cuanto se oía eran nuestras cuando todavía me lo estaba pensando, unas vecinas de
respiraciones agitadas. mi pueblo me arrojaron plumas blancas durante la
—Nos prometieron una guerra rápida —empezó a boda de mi hermana. Mujeres ancianas, sin hijos aptos
decir Jules—, gloriosa. Debíamos luchar por nuestra para ir al frente. Las plumas simbolizaban mi cobardía,
patria, defenderla del enemigo y volver a casa la de todos los jóvenes que no estábamos seguros de
victoriosos para celebrarlo. Creímos que así sería, pero querer ir a la guerra, y esa humillación fue el empujón
luego… todo resultó ser muy distinto. —Su expresión se que necesitaba para dejarme llevar por el supuesto
ensombreció—. La guerra se alargó y nuestros líderes amor a mi patria. —Torció el gesto—. Supongo que es
nos olvidaron aquí, en las trincheras. He visto morir a fácil mandar a otros a morir al campo de batalla.
más compañeros enfermos que heridos por el fuego —Qué horrible, Jules —susurré luego de un breve
enemigo, y lo peor de todo es que también he visto a silencio.
nuestros oponentes y son… ¡como nosotros! ¡Son —Esta guerra no es honorable. —Tristán sacudió la
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cabeza—. Nadie debería luchar en estas condiciones. volvió a contemplar a Camille—. Pero desearía llevarte
—Con el tiempo, así lo entenderá la gente: que la lejos de aquí.
Primera Guerra Mundial lo cambió todo —comentó Ella se ruborizó; no hizo falta que Jules dijera nada
Nefer, que era la que más sabía de historia—. Que, más, pues todos comprendíamos lo que quería decir
hasta el siglo XIX, existían ciertos códigos de honor, con esas palabras. Además, habíamos visto que
mientras que luego… todo se volvió absolutamente conservaba el retrato de la joven enfermera. Era
horrible. ¡Cuánto lo siento por ti, Jules! evidente que correspondía sus sentimientos.
—Vaya, vaya —gruñó Amira—, me pregunto por qué —Podemos llevarlos lejos de aquí a los dos —dije
Napoleón estará tan empeñado en cambiar la historia. entonces—. A la Casa del Tiempo.
—No es el momento —le reproché yo. —¿Me estás pidiendo que deserte? —murmuró
—Oh, sí lo es. Este chico se los acaba de confirmar: Jules.
todo será mejor si podemos evitar las guerras del siglo —Ya no te quedan amigos aquí, ¿no es cierto? —
XX. Giacomo se encogió de hombros—. Tú lo has dicho:
No le dije nada más, en parte porque incluso yo todos están muertos.
empezaba a dudar de sus palabras. No era la primera —Huir sería un acto cobarde.
vez que las ideas de Napoleón y el Círculo Negro me —¡Huir sería un acto de justicia! —estalló Camille,
hacían replantearme las mías. que parecía a punto de echarse a llorar—. Jules, yo
Sin embargo, teníamos asuntos más urgentes de los también me uní a las enfermeras de guerra creyendo
que ocuparnos. Ya habría tiempo para reflexionar más que prestaba un servicio a mi país y no me arrepiento
tarde. de haber ayudado a tantos soldados, especialmente a ti.
—Solo me ha pasado una cosa buena desde que Pero lo que dices es cierto, nuestros Gobiernos nos
tomé la peor decisión de mi vida —suspiró el chico y olvidaron. No les debemos nada.
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—¿Y qué hago? —Jules parecía perdido—. ¿Me voy —Prefiero casarme con un cobarde vivo que con un
sin más? Si mis compañeros deciden ir a buscarme, mi héroe muerto —lo interrumpió ella, apretando los
cobardía los pondrá en peligro. dientes—. ¡Olvida a esa gente!
—Puedes dejar una carta confesando la verdad — —Yo lo comprendo —dijo entonces Tristán, y todos
sugirió Nefer. nos dimos vuelta hacia él—. Si decides quedarte en la
La expresión de Jules se ensombreció al escuchar trinchera, Jules, te acompañaré. Así tendrás un amigo
aquello. aquí hasta que puedas volver a casa con la cabeza bien
—Entonces, volveré a casa como un desertor y todo alta.
el mundo me rechazará. No me importaría si estuviera —No. —Fulminé a mi novio con la mirada—. Me
solo en el mundo, pero afectará a mi familia. niego.
—Si tu familia prefiere que mueras en una trinchera —Tenemos que decidirnos. —Giacomo se apresuró
antes que escuchar las habladurías de los vecinos, no a interrumpir lo que prometía ser una buena pelea de
merecen que los llames así —sentenció Camille, y enamorados—. ¿Quién se queda en la trinchera y quién
todos le dimos la razón, incluso Amira. se va? ¿Y de qué manera?
—¿Y qué hay de ti? —Jules contempló a la chica
con desaliento—. Si nos casamos, siempre serás la
esposa de un cobarde.
—¿Casarnos? —Camille se quedó boquiabierta y
Jules se sonrojó hasta la raíz del cabello.
—Perdona. —El joven agachó la cabeza—. No quería
decirlo así, de manera tan abrupta; tendría que
habértelo pedido más adelante y en privado…
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Y ahora tú decides...
¿Quién se quedará en la trinchera y
quién se irá?
A) Jules y Tristán se quedarán y los demás
se irán
B) Jules se irá sin dar ninguna explicación
C) Jules se irá luego de dejar una carta
confesando la verdad
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