Copyright ©Anny Peterson, agosto 2022
Todos los derechos reservados.
Para Silvia,
por animarme a escribir esta historia
y por ser una amiga excepcional.
AVISO
Este libro no podrá ser reproducido, distribuido o realizar
cualquier transformación de la obra ni total ni parcialmente,
sin el previo aviso del autor. Todos los derechos reservados.
Los nombres, personajes, lugares y sucesos que aparecen
son ficticios. Cualquier parecido con la realidad es mera
coincidencia. Los fragmentos de canción que aparecen se
han utilizado para darle más realismo a la historia, sin
intención alguna de plagio.
Titulo original: Voy a ser Tuyo.
Autor: Anny Peterson.
Diseño de la portada: @Lady_fucsia
INDICE
1. TRUE DETECTIVE
2. VIVIR SIN PERMISO
3. GEO (MÁS ALLÁ DEL LÍMITE)
4. THE SHINNER
5. LA CAZA
6. ELEMENTARY
7. LEY Y ORDEN
8. VIS A VIS
9. EL CUERPO DEL DELITO
10. CROSSING LINES
11. ANIMAL KINGDOM
12. PRISON BREAK
13. LINE OF DUTY
14. GOMORRA
15. PRODIGAL SON
16. JÓVENES POLICÍAS
17. MINDHUNTER
18. FRINGE
19. ALWAYS AND FOREVER
20. LOS INTOCABLES
21. NAVY
22. MOTIVE
23. CARDINAL
24. CANCIÓN TRISTE DEL HILL STREET
25. LIFE OF MARS
26. BATTLE CREEK
27. LA UNIDAD
28. EL SABOR DE LAS MARGARITAS
29. LOS TRES REYES
30. EPÍLOGO
Capítulo 1
TRUE DETECTIVE
“Donde hay lealtad, las armas no sirven”
Paulo Coelho
¿Alguna vez os habéis enrollado con alguien teniendo la
cabeza en otra parte? Y no me refiero a una fantasía, sino a
un problema. Es una sensación horrible, pero así empezó la
noche que me cambió la vida para siempre.
Estaba contándole los empastes a la chica más potente del
local por el que mis amigos y yo nos habíamos dejado caer
ese viernes por la noche, cuando…
—¿Te pasa algo? —se quejó ella al notarme distraído.
Mi respuesta fue clavar más mis dedos en su piel y
profundizar el beso demostrando que estaba a lo que estaba,
pero en realidad seguía recordando a mi jefe diciendo:
—La respuesta es no, Álvaro, no insistas más.
Estaba harto de mantener una expresión estoica ante
tanto «No». Era la palabra más utilizada en esa comisaría,
¡parecía un jodido parvulario!
—Pero señor, estoy muy cerca de pillarle…
El Comisario se echó hacia atrás molesto por tener que
apartar la vista del porno o de la partida online que estaría
disfrutando antes de que yo irrumpiera en su despacho.
—Te dije el mes pasado que hicieras tu trabajo y no más
allá. Nadie duda de tu gran instinto, chico, y te aseguro que
tu momento llegará, ¡pero no un viernes por la noche!
Búscate una novia o cómprate un perro, me la suda, pero tu
turno termina en media hora y tienes que irte a casa,
¿entendido? Si ocurre algo, ya se encargarán los del turno
siguiente.
—Sí, señor…
Pero nadie iba a encargarse de una mierda. Lo cierto es
que no había pruebas suficientes para enviar un equipo de
vigilancia a los muelles aquella noche, solo tenía mi maldita
intuición; la misma que me advertía que cada día me
obsesionaba más con el sujeto que llevaba meses
investigando: Kai Morgan.
Quizá fuera porque era un chico de mi edad (no tendría
más de veinte años), o porque estaba hasta los huevos de
que nadie me tomara en serio y pensaran que, por ser joven
e inexperto, solo servía para poner multas de aparcamiento.
Pero el día que decidí ser policía me hice una promesa a mí
mismo: encerrar a todos los narcotraficantes que pudiera, y
me tomaba muy en serio mis labores de seguimiento y
vigilancia, sobre todo de los que tenían un acceso tan directo
a la gente joven.
Empecé preguntando en las fiestas más sonadas de la
ciudad y el nombre de «Kai» apareció enseguida.
Nada más verle supe que no era un tío normal. Mi vista se
quedó enganchada sin poder apartarla. Solía ocurrirme
cuando captaba algo especial en alguien, pero, ¿qué coño
era?
En realidad había mucho donde elegir: su sonrisa confiada,
su magnetismo regio o, sencillamente, el respeto con el que
lo trataba todo el mundo. No podía creerlo… ¡Si era un puto
narco!
Con el tiempo me di cuenta de que nunca había visto a
nadie más resolutivo, cautivador y socarrón en toda mi vida.
Bueno, sí… a mí. Y eso hizo que el reto fuera todavía más
personal.
Como os decía, la noche de su detención empezó con un
taco saliendo por mi boca al tener que apartarla de una
chica tan preciosa y dispuesta. Sería la primera vez que no
remataba la faena una vez empezada, pero la excitación por
mis conjeturas policíacas era mucho mayor. Al final todo se
reduce a la caza… Y Kai era un pez mucho más gordo.
Un minuto después, desobedeciendo órdenes, me dirigí
vestido de paisano, con mi placa y mi arma, hacia los
muelles de Estepona. Me dije que frenando ese alijo salvaría
vidas, lo que no sabía es que la mía daría un vuelco de
ciento ochenta grados.
Llevaba tiempo estudiando los movimientos de Kai y
reconozco que su rigurosa organización me tenía
impresionado, pero ser tan metódico me había llevado a
deducir que esa noche recibiría un cargamento importante
por medio marítimo.
La mercancía vendría camuflada con los enseres del
restaurante ubicado a pie de playa que regentaba su familia.
Y seguro que Kai había quedado allí con sus repartidores
para distribuirla lo antes posible.
Cuando vi que mi corazonada era cierta, pedí refuerzos y
me puse a la fila como si fuera uno más de sus chicos. Justo
cuando llegó mi turno, empezaron a sonar las sirenas y
nuestras miradas se cruzaron. Reconocer el pánico en sus
ojos me afectó como si no fuera un extraño para mí, pero no
le dio tiempo a reaccionar antes de que sacara mi pistola.
—¡Que nadie se mueva! —exclamé colocando el cañón de
mi arma contra la frente de Kai. El tío no se meó encima de
milagro.
—No vamos armados —dijo con rapidez.
Volvimos a mirarnos. Nunca he vuelto a ver a Kai tan
asustado y acorralado. Fui el culpable de cargarme su
inocencia de un plumazo, pero lo curioso es que, en vez de
cabrearse, enloquecer o rebelarse, cerró los ojos y le pidió
perdón a alguien mentalmente.
Ese gesto me hizo sentir algo inesperado. Y no era la
felicidad que imaginé. Bajo mis fauces no tenía al ser
malvado que esperaba encontrar, ese que arrebataba de sus
hogares a chiquillos indefensos como mi hermano. Su
muerte fue un duro golpe para toda mi familia. Solo tenía
dieciséis años… Éramos cuatro hermanos y él era el
pequeño, imaginaos cuánto nos afectó…
Cuando me enteré me entró semejante ataque de
ansiedad que apenas podía respirar. Todavía no me explico
cómo ocurrió, solo sé que un día en una fiesta, una sustancia
diabólica como la que estaba a punto de incautarle a Kai, lo
desvió del buen camino y terminó con su vida en menos de
un año, sumiéndonos a todos en un dolor indescriptible que
necesitaba aplacar como fuera.
En su entierro decidí que me haría policía para meterle la
porra por el culo a cualquiera que se le ocurriera traer a la
Costa del Sol más desgracia a otras familias. Puede que
fuera joven, pero tenía las cosas muy claras. Qué simple y
gilipollas era entonces.
La unidad de asalto entró en tromba en el almacén y
detuvieron a todo el mundo bajo la resignada mirada de Kai.
Sentir que aquello no era lo peor que le había sucedido en
los últimos meses me hizo sentir extraño. Era como si le
importaran más las consecuencias que su castigo.
Le di la vuelta y lo esposé con un «Lo siento, tío», que me
salió del alma.
Todas las felicitaciones y palmaditas en la espalda de mis
compañeros cayeron en saco roto. ¿Por qué no me sentía
orgulloso? Le había dado a mi jefe en las narices con su
«vete a casa». Me habían dado una maldita medalla que
meses después terminaría lanzando al mar y la noticia tuvo
una gran repercusión en toda la localidad. Sin embargo, algo
no cuadraba. Me sentía como si acabara de contarles a todos
que Papá Noel no existía… como si me hubiera meado en
algo sagrado, aunque tuviera razón.
¿Quién diablos era Kai Morgan?
Yo me crié en Málaga. Tuve buena nota en la academia de
Policía de Ávila y pude elegir quedarme cerca de casa, pero
no estaba al tanto de la flor y nata de Estepona. Cuando me
enteré de que Kai era el mayor de cuatro hermanos (como
en mi casa) y que habían perdido a sus padres hacía poco,
me sentí mal, por mucho que tratara de convencerme a mí
mismo de que podía haberse puesto a trabajar en un
McDonald's, en vez de dedicarse a traficar.
Un mes después, me planté en la prisión estatal sin
entender por qué. Solo me dejé llevar, una vez más, por mi
instinto.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó un Kai intrigado. Que
no hubiera atisbo de rencor en su voz me ablandó un poco
más.
—Mi hermano pequeño murió de una sobredosis a los
dieciséis —vomité sin pensar. Porque, por alguna razón, tenía
que saberlo. Como si así justificara haberle jodido la vida.
Solo tuvo que bajar la mirada con pena, entenderme y
sentirse escoria, para querer protegerle de todo. Incluso de
mí. Por eso dije…
—Como si tú tuvieras la culpa de que muriera… Como si
quitando de en medio a todos los narcotraficantes se
acabara el problema…
—¿A qué has venido exactamente? —preguntó confundido.
—Llevo mes y medio sin dormir —confesé aprensivo. Y
luego le obligué a escuchar mis dudas existenciales sobre
ser policía porque, después de demostrarles que tenía un
don para olfatear problemas, habían vuelto a pasar de mí en
comisaría. De mis soplos. De atrapar a los malos. De hacer
su puto trabajo, en definitiva… ¡y solo porque era víspera de
festivo! Parecían no entender que la delincuencia era como
Las Vegas, nunca dormía, y me dio tanta rabia que ese Kai
de turno se librara y el mío estuviera en prisión, que quise ir
a pedirle perdón. Qué idiota, ¿verdad?
Pero mi jefe me acababa de abrir los ojos a lo bestia sobre
que luchar contra la droga era una causa perdida. «Algo
imparable», «Una ilusión», «Entra a destajo. ¡Olvídalo,
chico!». Y desde entonces, cada noche dormía
(metafóricamente) con Kai en el calabozo, arrepentido de
haberle condenado allí.
Cuando le escuché darme unas palabras de aliento siendo
yo un tío libre y él otro encerrado, supe que estaba en
presencia de alguien único.
Decir que tuvimos una conversación sobre mi hermano
que curó una parte de mi alma no sería exagerar en
absoluto; no sé cómo lo hizo, pero logró aliviar un poco el
dolor y disolver el odio. Y os aseguro que algo así hace que
no quieras perder de vista a esa persona nunca más.
Más tarde me preguntó por qué le había dicho «Lo siento»
al detenerle y creo que con eso me conquistó por completo.
Porque había sabido ver al instante lo que yo tardé un mes y
medio en entender… que me sentía culpable. Culpable de
que estuviera allí.
Cuando me dio las gracias por venir, me costó levantarme
de la silla. Me salió un «Hasta luego», y creo que entendió
que volvería. Que ya nunca me iría… Que iba a ser suyo…
para siempre.
Capítulo 2
VIVIR SIN PERMISO
“El amor es ciego. La amistad cierra los ojos”
Friedrich Nietzsche
La peor noticia del mundo me pilló en casa.
De hecho, me estaba arreglando para salir y quizá
encontrarme con Kai para hacerme el ofendido. No me
gustaba en lo que andaba metido, y mucho menos, que
hubiera pasado de mis ultimátums cuando le dije que no
contara conmigo si decidía seguir con la idea del
narcotráfico.
—Han detenido a Kai —farfulló mi padre cuando entré en el
salón para despedirme.
Clavé los ojos en el televisor y me quedé de piedra. Había
imágenes del restaurante rodeado de coches patrulla con las
luces encendidas y automáticamente pensé en su familia. En
que sus pobres hermanos y su abuela acababan de perderle
pocos meses después de morir sus padres.
—Hiciste bien en alejarte de él… —masculló mi madre. Y
ese comentario no pudo sentarme peor.
¡¿Cómo había podido pasar de él sabiendo lo que
ocurriría?! Tenía que haber insistido en que lo dejara y me
culpé por haberle fallado cuando más me necesitaba. Pasé
de él porque no quería parecer el típico celoso que requiere
más atención cuando su mejor amigo empieza a ir en serio
con una chica.
La realidad es que Kai llenó el vacío de la muerte de sus
padres con Lola y sentí que yo ya no le hacía falta.
Le dije que esos trapicheos no eran buena idea…
¡¿Por qué no me hizo caso?!
La respuesta dolía demasiado.
Le cayeron seis años… y a mí seis toneladas de
culpabilidad por no tener la suficiente autoridad en su vida
como para frenarle.
Antes del verano ya me había alistado en la Policía
Nacional. ¿Por qué? Pregunta obligatoria en cuanto pones un
pie en sus instalaciones. Pero yo lo tuve fácil… Porque
llevaba dentro el sentido del deber y Kai me hizo ver hasta
qué punto.
Por supuesto, mis padres pusieron el grito en el cielo por
abandonar la carrera de Administración y Dirección de
Empresas. Supongo que frustré sus planes de verme
convertido en el propietario de un lujoso Maserati, pero
cuando tu moral está muy por encima de lo superficial, no
puedes ignorarla; tu felicidad depende de ello.
Las tentaciones de ir a visitar a Kai a la cárcel me
arañaban la piel a diario, pero no era mi estilo aparecer por
allí con un «Te lo dije» en la mirada. Sobre todo porque
evidenciaba que nuestra amistad no había sido todo lo fuerte
que creía.
Un par de años después, entraba a trabajar en una
comisaría de Sevilla, orgulloso de lucir el uniforme. Allí me
sentía útil, y por fin, correcto. Apenas volvía a Estepona
algún fin de semana, porque entre el mal ambiente en casa
y que cada esquina me removía viejos recuerdos, prefería
quedarme en Sevilla y disfrutar del salero de las sevillanas,
que menudo arte tenían… Por no hablar de su filosofía, era
escuchar la palabra «policía» y tener luz verde para acceder
a su entrepierna. Había perdido la cuenta de las veces que
me habían suplicado que me las follara a pulso con el
uniforme puesto.
Y podía hacerlo gracias a que en aquella época amortizaba
con creces mi pase mensual del gimnasio. Estaba hecho un
toro a mis veintitrés. Tanto, que a las treintañeras cachondas
y experimentadas les colaba que tenía treinta. Era tan idiota
que pensaba que cuanto más me pareciera a Supermán,
mejor lucharía contra el crimen.
Compartí piso con un friki de la informática y le cogí el
gusto a fuxicar por el ciberespacio, como él decía. Era
portugués y cocinaba el bacalao como nadie. Me enseñó
hasta dónde se puede fisgonear en la vida de alguien por
internet. Y cuando digo «alguien», me refiero a sospechosos.
La tecnología deja un rastro de información muy interesante
que me ayudó a acelerar de forma drástica la resolución de
muchos casos.
—Eres un crack —me dijo un compañero meses después—.
Con tus méritos y tu físico, podrías llegar a GEO, ¿lo sabías?
«Guau…». Los GEO. El Grupo Especial de Operaciones… La
élite de la Policía Nacional. Donde se exigían unas marcas
físicas sobrenaturales y destacar psicológicamente en
pruebas que la mayoría de los mortales ni aprobaría.
Y si conseguías sortear todo eso, te esperaba una tortura
de treinta semanas en el curso práctico de GEO. Un viaje
directo al infierno con la mayor tasa de abandonos conocida
hasta la fecha.
—¿Dónde puedo conseguir información? —respondí sin
ocultar mi indiscutible complejo de superhéroe. Los
veintipocos causan estragos en los chicos guapos y
musculosos, pero cuando se lo propuse a mi jefe, su
respuesta me sorprendió.
—Olvídalo. No tienes lo que hay que tener…
—¿Disculpe…?
—Se necesita la mente clara y el corazón limpio.
—Yo lo tengo todo limpio y claro —repliqué ofendido.
—Chico, en menos de veinticuatro horas te sacan todas las
movidas mentales que tengas… y tú guardas una muy
gorda.
—¡No guardo ninguna! —gruñí enfadado.
—Y una mierda, hay algo en tus ojos… No hay que ser el
puto Sherlock Holmes para verlo. Pero sea lo que sea, déjalo
fuera o ni lo intentes.
¡¿Qué cojones quería que hiciese, ir a un psicólogo?! No
necesitaba que nadie me dijera quién había encadenado en
ese rincón oscuro de mi interior. Lo único que necesitaba era
perdonarme a mí mismo por haberlo dejado ahí, pudriéndose
en la nada mientras yo seguía con mi vida.
El siguiente fin de semana me vi andando hacia el único
lugar que conocía donde recordaba que expedían
absoluciones. Una iglesia…
Me sorprendió no encontrar al mismo cura de siempre en
la diócesis que solía frecuentar de niño, pero su ausencia me
dio la primera lección: que ya no era un chiquillo. Que el
tiempo pasa para todos y que era hora de avanzar. En su
lugar me topé con un joven cura, medio fumado (todo sea
dicho) que me convenció de dejar todo el peso de mi
culpabilidad sobre sus hombros para que yo pudiera irme
tranquilo. Me aseguró que se encargaría personalmente de ir
a la cárcel a visitar a Kai para que escuchara todo lo que
necesitaba decirle. Quizá en su día no supe presionar las
teclas adecuadas para hacerle cambiar de idea, pero sabía
cómo provocarle para que recondujera su vida. Y no hacerlo
me estaba matando. Pero al mismo tiempo, no quería ir yo…
¿Entonces?
Entonces encontrarme con el Padre Alberto fue un
milagro…
Y en pleno siglo veinte, con mi estricta educación religiosa
y tanta información al alcance, ya no tenía muy claro en qué
creer. Para mí Dios se había transformado en un concepto.
En una filosofía de vida. En una luz que… o la tienes o no.
Como la fuerza de Star Wars nacida para luchar contra el mal
puro. El resto de cuestiones no me interesaban.
Y para un loco de la ciencia ficción como yo (uno que un
día juró que jamás tendría una novia que no creyera en
fantasmas) cruzar el atrio de esa iglesia y sentir que se
había puesto en marcha un plan (no sé si divino, pero sí
honorable), fue suficiente para volver a creer en todo.
Cuando me presenté a las pruebas para GEO, ya había
recibido un wasap del mismísimo Dios en la tierra
prometiéndome que sus palabras habían causado el efecto
deseado en Kai (cabreo y vergüenza a partes iguales)
creando un tsunami de resiliencia en él que le ayudaría a
recapacitar.
Meses después, mi jefe me enseñaba la carta de admisión
para acceder al GEO y quise celebrarlo a lo grande con un
par de amigas que me dejaron literalmente seco… Siempre
he sido previsor. Lo que no preví fue que meterme en el GEO
me rompería en mil pedazos, me abriría en canal y me
convertiría en el líder que hasta yo ignoraba llevar dentro.
Ese que todo el mundo necesita cuando está asustado. Y
asumir ese papel me cambió por completo. Ya no era el
mismo…
Lo único que perduró fue un nombre grabado en mi alma.
Uno que nunca olvidé porque sentía que le debía algo… Kai
Morgan.
CAPITULO 3
G.E.O.
MÁS ALLÁ DEL LÍMITE
“No hay una palabra inventada para
viejos amigos que acaban de conocerse”
Jim Henson
—Quien crea que esto no puede empeorar, que se vaya
ahora —avisó uno de los inspectores.
Una invitación que sonaba genial, dadas las circunstancias.
No llevaba ni veinticuatro horas en el centro de
entrenamiento GEO y ya estaba rezando para desmayarme.
Odiaría rendirme conscientemente.
Puto Kai… ¿Cómo me convenció para alistarme?
Ah, sí… Ya me acuerdo. Me dijo: «Estás desperdiciado en la
Policía, Álvaro, ¡tú vales para mucho más! Deberías estar con
la élite, con los que cazan terroristas…».
Y cuando al proponerlo en la base empezaron a reírse de
mí recordándome que la edad media para presentarse
estaba en la treintena, me faltó tiempo para querer
demostrarles que seguían subestimándome.
Tuve que entrenar muy duro para alcanzar los tiempos
exigidos. Eran marcas de superhombres. Eso sí, una vez
dentro, no había nombres ni apellidos. Eras un número. Eras
tus ojos desencajados y tu respiración entrecortada. No
había tiempo para pensar. Solo para sentir en silencio cómo
te arden los pulmones y las piernas.
—Si esto va a peor, no lo conseguiré… —se lamentó uno.
Acabábamos de cruzar la línea de meta de un circuito
matador. Todos jadeábamos como perros y ninguno podía
mantenerse en pie.
—Tranquilo, no va a ir a peor, estoy seguro…
Todos nos giramos hacia esa frase esperanzadora.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó alguien.
—Porque si esto empeora, no lo conseguirá nadie.
Esa fue la primera vez que escuché hablar a Luk. En ese
momento ni siquiera sabía su nombre. Solo era una mancha
de barro más. Como todos. Solo su mirada azul cielo
indestructible clavándose en la mía lo diferenciaba del resto.
Y sentí que buscaba apoyo a sus palabras.
—Tiene sentido —contesté por inercia—, quizá aprieten
más al principio para hacer un barrido rápido y luego sea
todo más técnico. Solo hay que aguantar un poco más…
—Exacto —Sonrió complacido.
Esa misma noche, tiritando a las puertas de la hipotermia
en el río Tajo, volvimos a mirarnos para infundirnos valor. No
me sentía las manos; las tenía agarrotadas y medio azules.
Era desalentador ver cómo se llevaban en camilla a los que
abandonaban, y los instructores no dejaban de decir: «No
sois peores policías por abandonar ahora, simplemente, el
GEO no es para todos… Haceos un favor a vosotros mismos
y ahorradnos tiempo».
Te llevan al límite, esa es la verdad. Y luego más allá. Es
entonces cuando te das cuenta de que tu punto de quiebro
está mucho más lejos de lo que imaginabas en un principio.
Yo era de los que se encerraba en sí mismo cuando sufría, de
los que siempre aparentaba estar bien. Se me daba de puta
madre escuchar órdenes y luego hacer lo que me diera la
gana.
—Menos apariencias y más tú de verdad —me exigía el
inspector jefe con el ceño fruncido. Es como si supiera que
escondía una gran debilidad bajo mi rostro impertérrito.
—Aquí el noventa por ciento de la gente se cree la hostia,
pero queremos saber cómo sois de verdad. Conocer vuestros
demonios…
Y solo hicieron falta tres semanas para que los míos
enseñaran su fea cara. Estábamos en una actividad en
manada, corriendo juntos en una especie de triatlón que
terminaba cruzando el río a contracorriente, cuando uno de
los chicos, el más joven del grupo, se quedó atrás y no pudo
continuar. Tomadme por loco, pero había algo en él que me
recordaba a Luismi, mi difunto hermano, y no pude dejarlo
ahí.
—¡Vamos, joder! ¡Muévete! ¡¿Qué haces…?! —exclamé
cuando vi que se empezaba a desabrochar el equipo.
—No puedo más… Abandono —dijo dándolo todo por
perdido.
—¡No! ¡Tú puedes! —Avancé hacia él y volví a abrocharle
el chaleco con rabia.
—De verdad, me muero —jadeó—. Déjame, por favor…
Me lo quedé mirando incapaz de admitir lo que oía.
—No te puedes morir, ¡¿me oyes?! —dije agarrándole con
tanta fuerza que se asustó—. ¡Ni se te ocurra morirte, joder!
Contad con que llevaba casi cinco días sin dormir,
comiendo fatal, quemando calorías sin parar y estaba medio
desquiciado. Había llegado a mi umbral de aguantar
gilipolleces que te joden la vida para siempre.
—¿Qué pasa aquí? —apareció Luk preocupado. Hasta ese
momento lo denominaba «el listo», pero ahí empezó a ser
«el metomentodo».
—Que no puedo más… Se acabó para mí —explicó el
chaval.
—Los cojones. No se acabó nada… —le contestó Luk con
seguridad. Se acercó a él y lo agarró con intención de
llevárselo aunque fuera a cuestas si hacía falta. Solo tuvo
que mirarme para obtener mi colaboración inmediata y
posicionarme al otro lado para arrastrarlo juntos hacia la
orilla y finalizar el ejercicio.
Al llegar nos dejamos caer en el suelo junto a los demás.
Estaba a punto de desfallecer. No me sentía las piernas.
Rambo ya estaría llorando en mi lugar.
—Señores, esto ha sido penoso… —empezó el Instructor—.
¡Deben pensar como los putos Trolls! NADIE queda atrás
nunca. No estamos midiendo su resistencia, sino su
comportamiento en situaciones límite, y se nota un huevo
quién tiene iniciativa y quién se esconde esperando que
otros solucionen los problemas. Solo dos de ustedes han ido
a socorrer a un compañero en problemas y esa es la
auténtica actitud GEO. El resto debéis pensar que estáis en
una puñetera competición olímpica.
Luk y yo nos miramos sabiendo que yo tenía poco de
héroe; lo mío había sido más bien un brote psicótico con
tintes de acabar mal, pero vi que no tenía intención de
delatarme. No fue hasta la cena cuando se sentó a mi lado y
me preguntó «¿Cómo te llamas?».
—Álvaro, ¿y tú?
—Lucas… Y solo me he parado porque pensaba que ibas a
agredir al pobre chaval…
—Seguramente, lo hubiera hecho. Se me ha ido la pinza…
—Eso es lo que quieren, torturarnos hasta sacar lo peor de
nosotros, nuestros traumas y secretos…
—¿Quién eres, el puto Freud?
—Me pone Freud —Sonrió Luk petulante—, pero tengo mis
fuentes y me han dicho que en esto gana quien logra
mantener la calma. Es una cuestión de concienciación, así
que tranqui…
—¿Qué fuentes? ¿Cómo lo sabes? ¿Quién eres? —pregunté
extrañado.
—Piénsalo… —ignoró mis preguntas—. ¿Qué sentido tiene
que nos pongan a correr durante una hora alrededor de un
pabellón? No es por entrenar, es para darnos tiempo para
pensar. Para hacernos dudar. Eso es un destrozo mental que
muchos no soportarán… Al final todos tenemos nuestras
mierdas y esto es una prueba para ver si la situación puede
contigo o puedes tú con ella.
—A partir de ahora, te voy a llamar Yoda. «Contigo la
situación poder…».
—Vale… Eres de esos… —dijo poniendo los ojos en blanco.
—¿De cuáles?
—De los que no se toman nada en serio.
—Me pongo serio a partir de las cincuenta flexiones…
—Entiendo —Sonrío. Y siguió pelando su manzana en
silencio. Pero no quería que se quedara con esa impresión de
mí, así que me sinceré:
—Yo solo tengo una debilidad… las víctimas. Y ese chico lo
era.
—La mía es la gente que protege a las víctimas. Porque
esos son los verdaderos héroes. El verdadero espíritu GEO…
—Yo no creo que ese sea el espíritu GEO —musité sin
mirarle.
—Y, ¿cuál crees que es?
—La caza —sentencié serio—. La caza de lo más
indeseable que te puedas echar a la cara. Gente con la que
no voy a tener ningún tipo de compasión…
Luk no respondió nada, solo asintió otorgando mis palabras
con su silencio.
Por aquel entonces no sabía que tenía delante al tío que se
convertiría en todo mi mundo, pero siete meses y medio es
mucho tiempo para no prestarle atención a nadie, y pronto
me vi buscándole entre los cuarenta que quedábamos para
tenerle cerca y observarle.
Lo lamenté la primera vez que me tocó aprender con él
ciertos ejercicios de artes marciales, porque mi cuello se
quedó atrapado entre su bíceps y su antebrazo de toro.
—¡Maldito animal, ¿quieres partirme el cuello?!
Luk se mordió los labios, tratando de ocultar una sonrisa
vanidosa y me juré que le bajaría los humos a ese Supermán
de pacotilla aunque fuera lo último que hiciera allí. La
siguiente vez que nos enfrentamos, los compañeros hicieron
corro para contemplarnos porque se notaba que no era un
entrenamiento usual, aquello iba en serio.
—¡Así me gusta…! —soltó el Instructor al vernos—. La
mayoría de ustedes no se están metiendo en el papel como
ellos. No se dan cuenta de que aquí cualquier fallo se paga
con la muerte. Y si no se sufre, no se aprende.
Y joder si sufrí… Por aquel entonces, las condiciones físicas
de Luk eran muy superiores a las mías, pero el curso te
forzaba a un meticuloso entrenamiento que te hacía ganar
musculatura progresivamente con el paso de los días.
Recibíamos instrucción sobre múltiples facetas como
evasión, protección, tiro, combate y un largo etcétera, todo
ello ante situaciones muy estresantes a nivel físico y
psicológico.
El Grupo Especial de Operaciones era experto en la toma
de rehenes y ese era el tipo de ejercicios que yo perseguía.
Ser más rápido y preciso con el gatillo que el enemigo. Y no
me pasó inadvertida la mirada de admiración de Luk el día
que pude lucirme.
—Así se hace, chaval —Me aplaudió el instructor—. ¿Lo
habéis visto todos? En cuanto oye moverse una hoja, ya está
apuntando con el arma para abatir lo que sea. Sin dudar. Sin
miedo. Así es como tenéis que hacerlo todos. Tenéis que ser
un puto tiburón del que nadie escaparía…
Me gustó mucho ese paralelismo con el escualo. Y más
cuando Juanjo, un biólogo marino que había decidido
alistarse en el cuerpo en medio de una inmersión en pleno
Mar Rojo, dijo señalándome: «Que Mako vaya el último, es el
más rápido».
—¿Cómo me has llamado?
—Mako. Es el relámpago del mar. El tiburón más rápido
que existe. Parpadeas y adiós… —explicó guiñándome un
ojo.
—Bien, Mako irá atrás —secundó Luk concentrado—. Tú,
Juanjo, de apertura, y nosotros de artilleros. ¿Estáis listos?
Luk se había proclamado líder de nuestro pequeño
comando de cinco sin que nadie lo cuestionara. Era el
perfecto soldado. El guerrero por excelencia. Valiente,
astuto, riguroso… Yo era más impulsivo, y allí aprendes que
un jefe debe ser, ante todo, alguien de quien poder fiarte.
Todos estuvimos de acuerdo porque siempre tendíamos a
buscar su aprobación final para estar seguros.
No puedo explicar la conexión que surgió entre nosotros
allí dentro. Nadie en el mundo podría entenderlo, pero
cuando compartes experiencias que rebasan los límites de lo
racional, se crean lazos de sangre que se graban para
siempre en la piel, como un tatuaje eterno.
Fue más duro de lo que imaginaba.
Allí los mejores hombres caen hasta lo más hondo para
volver convertidos en guerreros. Solo ellos saben que el
coraje nace en las peores circunstancias y que para saborear
la auténtica lealtad hay que aceptar el riesgo más alto:
confiarle tu vida al otro.
Y fue una promesa tácita que nunca romperíamos.
CAPÍTULO 4
THE SHINNER
“La amistad es una dulce responsabilidad”
Robert Brault
Superar el curso de GEO fue una cuestión de tozudez. Y a
terco no me ganaba nadie, bien lo sabían mis padres.
Cuando acabé el curso parecían sentirse muy orgullosos de
mí. Siempre les había gustado lo exclusivo, y pertenecer al
GEO lo era. Lo novedoso del asunto fue que a mí me dio
igual. Entré queriendo demostrarles algo y salí pensando que
ya no necesitaba su aprobación. Ahora tenía la de mis
compañeros. La de mis hermanos… Y sobre todo, la de
Álvaro.
Puto Mako…
La primera vez que lo vi me pareció un chulito redomado.
Un témpano de hielo pendenciero a las órdenes de un poder
superior. Tenía un aura desobediente que denotaba creerse
más listo que nadie, pero el día que lo vi perder los papeles
con el más joven del grupo, descubrí que era mucho más
que eso. Era un protector. Uno que una vez falló y no había
podido perdonarse a sí mismo.
En las distancias cortas se volvía un payaso. Le restaba
seriedad a todo, pero no perdía detalle de cada gesto y
palabra que se decía para responder en consecuencia. Era
rápido, el cabrón. Rápido para todo. Y tramposo. Siempre
que podía, te tomaba el pelo. Usaba el humor como
mecanismo de defensa, pero si achicaba los ojos cabreado,
ya podías correr lejos porque era letal. Su razón se apagaba
y arrasaba con todo.
¿Cómo no iba a convertirse rápido en mi persona favorita?
No me planteé qué haría sin él cuando acabara el curso.
Me refiero a no tenerle las veinticuatro horas pegado, no solo
en las maniobras. Estar a su lado era adictivo. Además de
hacerme mejor soldado, me hacía mejor persona, y… sobre
todo, me hacía feliz. Quería que aquello durara para
siempre.
Sin olvidar nuestra necesidad imperiosa de… ¿cómo lo
llamó el muy zopenco?
—Necesito enterrar la nutria urgentemente… ¡Ya van siete
meses!
—¿Enterrar qué…?
—¡La nutria! —dijo señalándose la polla—. Está cabreada y
creo que ha pillado la rabia o algo así… No deja de escupir
mierda…
Me dio tal ataque de risa que me costó un rato serenarme.
—¡No te rías, coño! No estoy acostumbrado a esta sequía.
Siempre he sido muy sexual…
—Yo también, pero no me verás quejarme y ponerle
apodos raros a mi verga. Cuando salgamos de aquí ya
recuperaremos el tiempo perdido…
—Yo me doy miedo —confesó Mak—. Saldré hecho un Hulk
y me costará un mundo ser delicado con la primera chica
guapa que se me ponga a tiro…
—Pues elige a una que no le gusten las delicadezas… —
sonreí taimado—. Yo las huelo a kilómetros. Te follan con la
mirada incluso antes de empezar a hablar.
—¡Calla, joder…! Me pongo malo solo de pensarlo —me
empujó divertido.
Las últimas tres semanas no dejé de gastarle bromas sobre
eso. Y cuando por fin nos graduamos, toda la promoción
salió de fiesta a quemar la noche. Estábamos eufóricos. Y
salidos. Con veintitrés y veinticuatro años respectivamente.
Nada más entrar en un bar, divisamos a un grupo de
bellezas y le dije: «¿Tienes lista a la nutria?».
Me sorprendió que se tragara la carcajada que esperaba
oír, pero me di cuenta de que Mako ya estaba metido en su
papel de chulito impasible. Decía que a las tías les resultaba
irresistible.
—Llevo un condón abierto en el bolsillo para no perder
tiempo, ¿responde eso a tu pregunta? —susurró en mi oído.
Y esa vez fui yo el que tuvo que disimular una risotada
descontrolada, porque tenía a una pelirroja muy sexy a las
tres en punto mirándome hambrienta.
«Uf…». Me ponían las chicas con el pelo de colores raros.
—A tu derecha hay una pelirroja que no me quita ojo —
musitó de repente Mako—. Y si me vuelve a sonreír de esa
forma, te juro que mancho la ropa interior…
Subí las cejas contrariado. «¿Mi pelirroja?».
—Aleja tu nutria de ella. Me está mirando a mí. ¡Me la he
pedido!
—¿Que te la has pedido? —Se rio sin evitarlo—. ¡Yo la he
visto primero! Ese pelo de fuego promete calor y yo estoy
que ardo.
—Lo siento, le acabo de guiñar un ojo mientras soltabas
metáforas de mierda y me ha sonreído cachonda.
—Eres un mamón —apretó los dientes divertido—. ¿Sabes
qué te digo? Que gane el mejor…
Me giré hacia él con guasa al escuchar el reto y su
provocativa sonrisa terminó de decidirme. Malas influencias,
las llaman.
Me parecía de recibo que la señorita eligiera al mejor
jugador, al fin y al cabo, se me daba bien entrar a puerta… Y
por cómo me miraba la chica, estaba seguro de que estaba
deseando que le metiera un golazo por toda la escuadra.
—De acuerdo —acepté altanero—, que gane el mejor.
—¡Sea!
El cabrón se fue directo a ella sin titubear y aluciné. ¡Era
un viva la virgen de manual! Todo le daba igual y… joder,
eso me hacía sonreír. Se dispuso a pedir una bebida a su
lado, sin agobiarla, pero sin ocultar que le gustaba lo que
veía. Ella se la devolvió. Fin de la jugada.
Me apreté el puente de la nariz y negué con la cabeza
divertido justo cuando la chica se giró hacia mí y me cazó de
lleno. «Ups…». Pero en vez de enfadarse, me miró
melancólica, confirmando mis sospechas sobre
nuestro feeling.
Claro que, al momento, Álvaro le giró la barbilla, le sonrío y
pude sentir cómo se mojaba al sumergirse en el eterno gesto
travieso de su mirada. Fin del partido.
Tardé dos segundos en mandarlos al cuerno y comenzar a
buscar otra distracción. «¡Será por chicas!». No pensaba
pelearme por nadie como un niño pequeño.
Escudriñé el local durante un rato mientras los vigilaba de
vez en cuando. Tenían una conversación divertida y no me
sorprendió. Con Mak no podía ser de otra manera. La chica
se reía a carcajadas y tenía una chispa especial en los ojos.
Una que yo no conseguía captar en nadie más. «¡Maldita
sea!». En ese momento un manto de envidia me envolvió
causándome una sensación extraña, porque no tenía claro a
cuál de los dos envidiaba más…
Ese pensamiento me hizo volver rápido con el grupo.
—El cabrón de Mako ya está arrimando cebolleta con la tía
más buena del local… —se quejó César celoso. Desde que lo
ayudamos a llegar a la meta aquella noche en el río, nos
habíamos hecho inseparables. Nos dijo que le
contagiábamos nuestra fuerza de voluntad y al final logró
acabar el curso con nosotros.
Cuando me giré y vi a Álvaro comiéndole la boca a la
pelirroja me jodió tanto que empecé a asustarme. Porque no
eran celos por querer ocupar su lugar, sino… Joder, os juro
que en ese momento me estalló la puta cabeza. No soy gay.
Si alguien lo ha pensado alguna vez, lo considero un halago,
pero no lo soy. De verdad. Por eso no entendía nada. ¿Qué
me estaba sucediendo?
Al analizarlo me sentí ridículo y me cabreé conmigo mismo
por ser tan egoísta. Era como si Mak fuese mi juguete y otra
persona estuviera «disfrutando» de él. De su juego. De su
interés… y sentí… que me lo estaba robando. Una sensación
demasiado familiar para mí.
Una vez más, un buen amigo había caído en las redes de
un hechizo sexual femenino, como le pasó a Kai con su
nueva novia en la universidad… Ahí fue cuando comencé a
sobrarle.
—¿Te pasa algo? —me preguntó César extrañado.
—No, no… Un chupito, por favor —Le pedí a la camarera.
Necesitaba que algo me quemara en la garganta para no
pronunciar en voz alta las estupideces que estaba cavilando.
Joder… Hacía meses que no pensaba en Kai… y de repente
su recuerdo me golpeó como una bola de demolición.
Me sentí mal porque no me había costado nada
suplantarle, y de pronto, la anestesia del cura sobre mi
culpabilidad por Kai se desvaneció como una cortina de
humo al volver al mundo real.
Finalmente, el acoso visual de César llamó la atención
de los tortolitos y noté que Álvaro y la chica nos estaban
mirando. Casi pude interpretar lo que se decían por sus
expresiones. Mak le contaba, algo avergonzado, nuestro
mutuo interés inicial por ella. También el reto y su posterior
victoria. Y ella le confesaba que se había fijado en mí, cosa
que no pareció sorprender a Mak.
—Aquí tienes el chupito.
Sin perder tiempo, aparté la vista de ellos y me lo bebí de
un trago.
—¿Seguro que estás bien? —insistió César.
—Sí, joder… —mentí con los ojos cerrados y la garganta
escocida.
—Eso espero, porque vienen hacia aquí… —me informó
César—. Todo tuyos. Yo me largo.
Sentir el abandono de César me hizo abrir los ojos de
golpe y encontrarme de frente con la sonrisa socarrona de
Mak. También la de su amiguita.
—Se lo he contado todo —anunció mi mejor amigo con
diversión—, y quiere conocerte…
—Hola —saludó ella coqueta acercándose a mí para darme
dos besos. Mi cuerpo reaccionó a su olor al instante. No, no
era gay en absoluto—. Me llamo Silvia…
—Hola, Silvia… —balbuceé sin dejar de pensar en la
erección que se me había despertado en los pantalones. Y la
culpa la tenía su puta sonrisa, que garantizaba hacer cosas
alucinantes con esos labios…
Recogí mi baba y mis ojos se estrellaron contra su delicioso
escote a una velocidad mortal. Ella supervisó el gesto
encantada.
—Álvaro me ha dicho que acabáis de graduaros en los
GEO…
—Es correcto —dije como si fuera un friki.
—Y que ha sido como una cárcel, sexualmente hablando…
—añadió felina—, así que te perdono tus miradas acosadoras
de antes…
Forcé una sonrisa y maldije a Mako cien veces en silencio.
Tenía que hacer algo con su sinceridad aplastante de niño de
cinco años.
—Discúlpanos… —comencé elegante—. La verdad es que
no ha sido fácil sobrellevar la abstinencia, y si en el primer
bar que entramos nos encontramos a una chica como tú,
pues… se nos saltan todos los tornillos.
—Y más cosas… —completó Mak sensual, acercándose a
su oreja y mordiéndola.
Dos segundos después se apoderó de sus labios y me dejó
con la boca abierta de pura envidia. Ahí le odié (¡por fin!) por
hacerme desearla profundamente. Mi entrepierna me lo
confirmó al quedarme clavado en sus esponjosos labios
entreabiertos.
Cuando Mako los liberó para atacar su cuello, ella me miró
bajo un halo de deseo impostergable. Un parpadeo después,
su mano estaba en mi polla, certificando que sentía lo
mismo que ella.
Una llamarada de placer viajó por todo mi cuerpo al sentir
su toque y me desconcertó asociarla con ver a Mako
presionándola contra él para incrustar su erección en ella.
De repente se enderezó y la pilló con las manos en mi
masa…
Yo me quedé sin aire. Literalmente. Pensaba que saldría
volando en cualquier dirección a tenor de la conocida
impulsividad de mi amigo, pero en vez de eso, la empujó
hacia mí con suavidad y ella no dudó en rodearme el cuello
con los brazos y rozarme la sien.
Cerré los ojos al sentir un contacto femenino tan cercano y
mi deseo por abrazarla y perderme en su boca fue superior a
mis fuerzas.
Hubo un silencio incomprensible. Busqué a Álvaro con la
mirada y sus ojos me dieron luz verde, demostrando que
aquello le parecía bien. Sin preguntar, Silvia se coló entre
mis labios y tuve que cerrar los ojos y rendirme al placer.
La calidez de su saliva era el cielo en la Tierra. Tenía un
sabor adictivo. Le metí la lengua hasta la cocina y ella se
arqueó con sensualidad prometiendo ser muy elástica tanto
física como moralmente… «¡Joder!».
Mi mano buscó su culo instintivamente y toparme con otra
me despertó del trance en el Nirvana. Era la de Mak, que se
había pegado a su espalda y absorbía su cuello con pasión.
Al percibir mi asombro levantó la vista y nuestros iris se
encontraron como tantas veces a lo largo de los últimos siete
meses y medio…
Eran miradas que no necesitaban ser acompañadas de
palabras. En ese tiempo había aprendido a confiar en él, a
convivir con él, a pensar lo mismo en una maldita décima de
segundo… y en ese momento me preguntó: «¿Nos la
comemos?». Y yo quería, pero me asustó sentir que no me
importaría compartir mi intimidad con él.
En realidad, no me dio tiempo ni a sopesar la idea, porque
mi cuerpo retrocedió, apartándose de ellos. O quizá de la
idea de que no me desagradase sentir tan cerca a otro
hombre…
Ellos me miraron anhelantes, pero no podía. No podía
fastidiar el increíble equilibrio vital que tenía con Álvaro. Si
dejaba que el sexo contaminara nuestra conexión emocional,
se echaría todo a perder. No se me ocurría una forma peor
de romper la confianza. De sembrar la puta duda… aunque
para mí no la hubiera… pero era una raya que no debíamos
cruzar.
—¡Lucas! —escuché que me llamaba Álvaro, pero yo ya
estaba de espaldas a él en dirección a la salida.
No volví a casa. Cogí el coche y acabé en Sevilla, en un
antiguo garito donde sabía que encontraría a algunas
amigas con derecho a roce que podrían demostrarme que no
tenía ni un gramo de homosexualidad en mi cuerpo. Era
peor… Le quería. Ya le quería más de lo que nunca había
querido a nadie.
Y eso tenía un precio… Uno alto. El dolor de perderlo algún
día.
CAPÍTULO 5
LA CAZA
“Allá donde estés, tus amigos dan forma a tu mundo”
William James
Si algo me enseñó Luk es que nunca terminas de conocer
del todo a una persona. Todos tenemos nuestros secretos. Y
desde el principio él fue muy receloso de su intimidad. Me
hablaba de sus gustos, de sus experiencias, pero casi nunca
de sus sentimientos.
No tardé en darme cuenta de que el Lucas del exterior no
era el mismo que el del Centro de entrenamiento.
En realidad, lo presentí nada más poner un pie fuera; en
cuanto nuestras familias vinieron directas hacia nosotros,
imponiendo su derecho sanguíneo y cortando de cuajo
nuestra conexión.
Mis hermanas y mis padres fueron ruidosos en
comparación con los suyos. Más naturales y cariñosos. Los
de Lucas parecían elegantes, comedidos y… siento decirlo,
un poco estirados.
Yo me alegraba de ver a los míos, pero noté que él no
tanto.
Me hizo un último gesto con la cabeza a modo de
despedida, aunque nos veríamos en pocas horas para
celebrar la graduación, pero fue extraño separarnos y tener
que volver a un lugar llamado casa sin él. A la media hora ya
le estaba escribiendo por WhatsApp.
«Dime que no soy yo el único que siente que ya no encaja
en su antigua vida», le puse en un ataque de sinceridad.
Tardó diez segundos en contestar con una carita sonriente.
«No eres el único, pero yo ya lo sentía antes de entrar al
GEO».
«Deseando que llegue la noche para volver a sentirme
en casa».
«Lo mismo digo…».
Pero esa sensación duró solo unos minutos al
encontrarnos, porque todo a nuestro alrededor era diferente.
Nuestra ropa, la luz y una nueva libertad que requería un
alarde de responsabilidad. Y cuando entraron en nuestro
campo de visión un tropel de señoritas con botas altas,
vestidos imposibles y pintalabios permanentes de los que
me gusta borrar sin delicadeza, todo se fue a la mierda. Mi
cerebro se fundió y empezó a gotear por un sitio muy
concreto… Me volví un ser básico con graves carencias
reproductivas.
Cuando quise darme cuenta, estaba cagándola hasta el
fondo e invadiendo la celosa intimidad del que consideraba
mi nuevo mejor amigo.
Solo tuve que ver su cara de horror al comenzar a sobar a
la chica que él estaba besando para despertar de mi trance
sexual y darme cuenta de que aquello no era la Sabana en
temporada de celo. ¡¿Qué coño estaba haciendo?!
Me sentí idiota al verlo marcharse del bar sin mirar atrás.
Por suerte, al día siguiente nuestro jefe nos llamó para una
misión urgente, si no, habría tenido que ir a su casa a
disculparme.
Acudimos de uno en uno a la base, y al entrar en la sala, lo
vi. Estaba sentado en el borde de la silla con las piernas
estiradas y un tobillo sobre el otro. Típica postura de Luk. Y
tuve que sonreír porque solía preguntarle en coña si se creía
que estaba en la playa.
—Hola —saludé cauteloso. Y me senté en la silla de al lado.
—Hola…
No hubo tiempo de soltar un «Siento lo de ayer», porque el
inspector jefe entró en la sala con prisa y todo el mundo le
prestó atención.
—Buenos días, agentes. Gracias por acudir tan rápido a mi
llamada. Tenemos una situación complicada en Libia…
—¿Libia? —preguntó alguien sorprendido—. Pensaba que el
Gobierno español estaba en plena Misión Diplomática de
apoyo al desarrollo y reconstrucción de la zona…
—Y así es, pero hay restos de milicias armadas que
intentan abortar el plan de ayuda acusándonos de querer
ponerle un parche a la ola de inmigrantes que buscan una
oportunidad mejor. No entienden que la principal causa por
la que la gente abandona su país son ellos mismos y la
inseguridad que les generan. Es hora de que Libia tenga lo
que merece: bienestar y prosperidad. Pero por mucho que
llevemos medios, no podrán resurgir hasta que estos grupos
violentos desaparezcan… Nos piden una decena de efectivos
militares y de Fuerzas de Seguridad del Estado para
supervisar el alto el fuego.
—¿Supervisarlo o neutralizarlo sin preguntas? —atajé yo.
—Bueno, ya sabéis que las misiones internacionales del
GEO están desplegadas en países con puntos rojos de
peligrosidad. El conflicto en el Líbano sigue vivo y la
Embajada española ha sido amenazada. Vuestra misión es
proteger al personal diplomático y crear estrategias para
neutralizar las amenazas. Aquí no hay diálogos. Somos
nosotros o ellos. ¿Voluntarios?
Los dieciocho que estábamos allí levantamos la mano a la
vez sin titubear ni un segundo. Eso hizo sonreír al jefe,
sabedor de que había escogido al equipo de hombres
adecuado. Ser GEO no es un accidente. Tienes que desearlo.
—Lo sortearemos. Una vez allí, haréis turnos entre el grupo
de asalto y el de vigilancia. Los afortunados os dirigiréis al
auditorio para escuchar el itinerario. Salimos mañana
temprano.
Lucas y yo nos miramos pensando lo mismo: «O los dos o
ninguno», y rezamos para que la suerte estuviera de nuestro
lado.
Mi nombre fue el primero de los dos en salir, pero el suyo
tardó un poco, y al escucharlo, lo vi soltar el aire que estaba
manteniendo.
«Cojonudo. De nuevo juntos», pensé contento.
No era precisamente un viaje a DisneyWorld, pero cuando
te apasiona detener delincuentes, es igual de emocionante.
En la sala contigua nos dieron más detalles sobre la
misión. Recibimos instrucciones precisas de maniobra y nos
recordaron que no dejásemos asuntos pendientes sin
resolver. Por si acaso…
Partiríamos al alba, hora zulú.
Al salir al exterior hablamos nerviosos entre nosotros y
busqué la oportunidad de entablar conversación con Luk.
—Eh, siento lo de ayer… —le dije apartándolo del grupo—.
Me volví un poco loco, ya me conoces… —hice una mueca
graciosa—. Espero que no pensases nada raro de mí…
—No pensé nada raro.
—Pues te fuiste muy rápido.
—Es que no me gusta compartir… —trató de bromear.
—Ya, rollo… «Joey no comparte su comida», ¿no?
—¡Exacto! —Los dos nos partimos de risa.
—Estoy de acuerdo —asentí ofreciéndole el puño para que
me chocara el suyo. Y lo hizo de buena gana—. Yo tampoco
soy así, en serio, nunca he hecho nada parecido. Creo que se
me fue la pinza por el encierro carcelario y eso…
—Entiendo… —Me sonrió enigmático.
—¿Todo bien, entonces?
—Todo genial. —Sonrió Luk con veracidad. Se le veía muy
contento de haberlo aclarado. Casi aliviado. Y por un
momento temí que se hubiera replanteado nuestra amistad
por dudar de mis inclinaciones sexuales. No parecía uno de
esos.
—¿Qué haces esta tarde? —me preguntó de pronto
animado, pero enseguida reculó con cierta envidia sana—.
Bueno, supongo que querrás pasar algo de tiempo con tu
familia…
Su comentario dejó al descubierto que él no tenía planes.
—En realidad, no —contesté rápido—. He quedado con
ellos para cenar y por la tarde pensaba ir a visitar a un
amigo… pero para comer estoy libre, ¿tú tienes planes?
—No. Ninguno. Pero tengo un asunto pendiente…
—¿Cuál?
—¡Ir a comer el mejor chuletón del mundo a mi
restaurante predilecto! Ya sabes, puede ser el último… ¿Te
vienes?
—¡Me encantaría! —sonreí feliz—. Suena genial.
—Pero no te flipes, esto no es una cita —me vaciló Lucas—.
Nada de acercamientos locos…
—Cabrón… —le aticé con una sonrisa en la boca.
Mucho vacile, pero ninguno de los dos extendió la
invitación a nadie más. Nos fuimos solos porque la noche
anterior nos había demostrado que éramos un océano de
cosas aún por descubrir y nos moríamos por encontrar más
pruebas que avalaran nuestra intensa conexión amistosa.
Una que parecía forzada por nacer en tiempos de necesidad.
Estuvimos horas hablando de nuestras familias, de la
sensación de volver a casa y de que ya nada era lo mismo.
Era un lujo poder compartirlo con él. No sabíamos si a los
demás les sucedía lo mismo, pero nos bastaba con poder
tratarlo en petit comité. Entonces me confesó que nunca se
había sentido muy conectado a sus padres y no me extrañó
cuando me contó lo poco que lo apoyaron cuando les habló
de lo que realmente quería ser en la vida. De una vocación
que llevaba muy dentro de él y que todos en el centro GEO
vimos rápidamente al conocerle un poco.
Mi caso era todo lo contrario. Mis padres estuvieron
orgullosos de que quisiera convertirme en policía y vengar la
muerte de mi hermano luchando contra la droga. Cuando se
lo conté a Luk, se sintió abrumado por mi pérdida. Reaccionó
como si él también hubiese perdido a alguien, o algo peor.
Pero ¿qué hay peor que la muerte? Quizá que alguien esté
muerto para ti en vida.
Fue una tarde increíble. Hasta ese momento Luk era mi
hermano de guerra. Mis ojos donde yo no veía. Mi escudo…
Pero me di cuenta de que no habíamos hablado de nada
personal en siete meses. Lo que vivimos allí dentro fue un
renacer, un adoptar un avatar nuevo, letal y concentrado,
que ya nunca nos sacudiríamos de encima. Y esa nueva
identidad no podía permitirse el lujo de sentirse vulnerable.
De desfallecer. De romperse… Pero ¿qué más daba que no
hubiésemos hablado? A una persona la definen sus actos, no
sus palabras.
—Voy a tener que irme —anuncié cuando dieron las seis—.
El régimen de visitas terminará pronto —dije sin pensar.
—¿Régimen de visitas?
—En la cárcel. Tengo que ir a ver a un amigo antes de
irme…
—¿Tienes un amigo en la cárcel? —preguntó Lucas
estupefacto.
—Sí, bueno… —sonreí vergonzoso—. En realidad yo mismo
lo encerré…
—¡¿QUÉ?!
Luk no sabía qué pensar y lo entendía. Era un jodido
disparate… pero solo era una muestra más de lo especial
que me hacía sentir ser amigo de Kai.
—Nos hicimos amigos después. Fui a verle un par de veces
y…
—Joder… ¡Yo flipo contigo! —se rio Luk—. Tienes unos
huevos enormes… ¡¿Fuiste a ver a un detenido?! Pero ¡¿por
qué?!
—Fue un caso especial… —dije apartando la mirada—. Era
un chico de nuestra edad o más joven y… no sé… estuve
meses investigándolo, conociéndolo, y cuando llegó el
momento de ponerle las esposas, lo sentí casi incorrecto…
Sus padres habían muerto hacía poco, tenía tres hermanos
pequeños a su cargo y su negoció familiar peligraba… Fue
muy sonado en Estepona, ¿no te suena?
La cara de estupefacción de Lucas fue fotografiable. En
ese momento una camarera nos interrumpió.
—¿Desean algo más?
—No, gracias. La cuenta, por favor… —le pedí amable.
Cuando lo miré de nuevo, Luk tenía muy mala cara. Estaba
pálido—. ¿Te encuentras bien?
—No… no mucho —farfulló y se levantó con esfuerzo—.
Voy al baño un momento…
Jamás imaginé que pudiera conocerle, solo que acababa
de tener un apretón serio y estaba luchando para no cagarse
encima.
Al volver estaba rojo. Rojo y con el pelo mojado.
—Dime que no acabas de echar los cuarenta y cinco euros
que me debes por el retrete…
Me sorprendió que no le hiciera mucha gracia mi broma.
—¿Le has puesto nombre, al menos?
Esa vez sí se le escapó una sonrisa y yo sonreí satisfecho.
—Cállate… —carraspeó—. Y toma… —dijo sacándose
cincuenta euros del bolsillo.
—Pero ¿te has lavado las manos? —dije dudando de si
cogerlo.
Volvió a reírse como si le doliera hacerlo. Como si fuera
pecado.
—Anda, vete con tu convicto… Yo voy a visitar a una amiga
que seguro que se alegra de verme —presumió.
—Seguro que no más que Kai a mí… es como se llama mi
preso. Él fue quien me animó a meterme a GEO y quiero
darle la gran noticia, aunque ya se lo imaginará porque hace
muchos meses que no voy a verle y solía ir todas las
semanas.
—¿Todas las semanas…? —respondió Luk atragantado.
—Sí —dije con orgullo.
—Qué bonito… ¿Estáis muy enamorados? —me vaciló.
—Un poco —bromeé, pero luego me puse serio—. Nunca lo
había pensado, pero… Es así… Kai te roba un poco el
corazón.
Percibí cómo Lucas se tragaba unas cuantas palabras y
soltaba un «Bueno…», que sonó a despedida. Si no fuera una
locura juraría que estaba… ¿celoso?
Él había venido en coche y yo en moto y nos despedimos
de un modo extraño. Fue un «Hasta mañana» que me sonó a
«Hasta nunca».
Durante el tiempo que estuve con Kai se me olvidó todo. El
hecho de que apareciera con una sonrisa enorme de
anticipación colocó otra en mi boca. Sentir que para alguien
verte diez minutos era como la Navidad y su cumpleaños
juntos era una puta pasada. Sobre todo si era culpa tuya que
estuviese encerrado.
—¡Puto Crack! —gritó en mute, pero lo leí en sus labios—.
¡¿Lo has conseguido?! —dijo flipado pasándose las manos
por el pelo que llevaba más bien largo en una coleta y más
corto por los lados. Se había hecho tatuajes nuevos y tenía
más músculos que la última vez que lo vi. Claro que, yo
también. Muchos más…
—Lo he conseguido —confirmé cuando cogimos el teléfono
y nos lo pusimos en la oreja. Fue escucharlo y que Kai
cerrara los ojos con fuerza dando las gracias a algo, esta
vez. Yo le importaba. ¿Cómo podía ser? ¡Le había jodido la
vida…! Pero en mi foro interno sentía que eso debía de
significar algo muy bueno.
—¡¿Cómo ha sido?! ¡Tienes que contármelo todo!
Y lo hice. Le confesé que había sido un puto infierno y le
pregunté si le habían pitado mucho los oídos cuando me
cagaba en sus muelas. Verle reírse a carcajadas era
hipnótico.
—¿Y qué tal te va con los compañeros?
—Son todos un poco huraños, pero hay un tío majo…
—¿Cómo se llama?
—Lucas…
Y creo que la forma en la que lo pronuncié o la cara que
puse le dio una pista de que se había convertido en alguien
importante para mí. En alguien intocable. Creo que por eso
no me dijo que lo conocía, ni que antes solía ser su mejor
amigo. Solo puso cara de… no sé… de alegrarse por mí.
Con el tiempo me di cuenta de que esa era la cara que
ponía cuando se salía con la suya. La misma que pone
cuando hace felices a los demás. Tal es su grandeza.
CAPÍTULO 6
ELEMENTARY
“Amigo es una persona con la que se puede pensar en
voz alta”
Ralph Waldo Emerson
Descubrir que Álvaro fue quien detuvo a Kai aterrizó en mi
sistema como un puñetazo en el estómago. Estuve a punto
de vomitar. De hecho, lo hice un minuto después en el
inodoro de mi restaurante favorito.
Kai en la cárcel.
¡Mak visitándole!
Mak esposándole…
Joder… Mak preguntándome si me había lavado las manos
y yo riéndome con ganas de llorar. Quise desaparecer de la
Tierra. Dejar de existir entre el caos de la casualidad y un
puto destino en el que no creía.
Pero las sorpresas no habían terminado. Horas después, mi
madre entró en mi habitación (una sorpresa en sí misma).
—Lucas… ¡Lucas…! —volvió a llamarme cuando no me
moví de debajo de mi almohada. Me parecía tan remoto que
estuviera allí que pensaba que me lo estaba imaginando. Le
había dicho que no quería cenar. No podría tragar nada en
mi estado de alucine. Ni siquiera tenía ganas de echar un
último polvo antes de ir a una misión suicida.
Levanté la cabeza cuando sentí que algo me tocaba la
pierna.
—Lucas, ha venido un amigo tuyo… —me informó mi
madre.
—¿Quién?
—Dice que se llama Álvaro.
«¡¿Cómo me ha encontrado?!».
«Imbécil… Encontró a Kai… ¡¿No te va a encontrar a ti?!».
—Ya voy…
Bajé arrastrando mi sorpresa hasta la puerta de entrada y
no tuve que decir nada para demostrarle mi desconcierto
por tenerle allí. Mak me lo puso fácil, como siempre.
—Hola, vengo a… invitarte a cenar.
—¿Qué…? —contesté pasmado. Juro que en ese momento
creí que se había enamorado de mí de verdad. «¿Cómo que
"a cenar"?».
—A mi casa. Mis padres quieren conocerte. Les he hablado
de ti y… creo que están asustados por la misión de mañana.
Quieren saber quién va a cubrirme el culo —sonrió
vergonzoso—. ¿Puedes venir para que puedan dormir
tranquilos?
¿Os ha quemado alguna vez una sonrisa en los labios? A
mí sí, en ese preciso momento. ¡Sus padres le querían tanto
que necesitaban saber quién iba a protegerlo! Me tomé mi
tiempo para flipar. Supongo que necesitaban mostrarme lo
que había en juego para meterme presión y que me
esforzara al máximo. Pero lo que no sabían es que no hacía
falta. A esas alturas ya tenía claro que me interpondría entre
una bala y Mak.
Mi estómago rugió proclamándose a favor de su propuesta
culinaria y mis padres no pusieron objeción (como era de
esperar). No tenían planeado darme una fiesta sorpresa de
despedida ni nada por el estilo, y a decir verdad, ni siquiera
me despedí de ellos antes de partir al día siguiente porque…
esa noche no volví a dormir.
Conocer a la familia de Álvaro fue como zambullirme en
una piscina llena de chocolate caliente. Imposible salir. Ni
puedes ni quieres.
Su padre abrió varias botellas de Reserva «para bautizar la
misión», según él. Era igual que Mak… Mismo humor, peor
puntería; lo demostró al derramar un poco de vino en el
mantel. Y luego empezó a lamerlo de coña. Yo me reía a
carcajadas. Mi madre se habría desmayado…
Al día siguiente nos llevó temprano a la base, previa
parada por mi casa para recoger mi equipaje.
Les dejé una nota a mis padres. Nada que ver con el cálido
abrazo que se dieron Mak y su padre en la puerta del cuartel.
Lo más sorprendente es que luego me dio otro a mí y nos
agarró por los hombros a los dos diciendo:
—Cuidaos el uno al otro, hijos…
Y por fin entendí de dónde salía esa sonrisa tan peculiar
que Mak lucía siempre. Era la de saberse querido. La de
formar parte de algo irrompible. Y el hecho de que me
hubieran adoptado sin preguntar en su manada, ablandó el
esguince moral que me provocó saber que Mak era el
responsable de tanto sufrimiento en mi vida.
Llegamos a Libia al atardecer.
Fuimos directos desde el aeropuerto internacional de
Trípoli hasta la Embajada Española, y sin siquiera asentarnos,
recibimos una masterclass sobre el urbanismo de la ciudad y
sus zonas más conflictivas.
En esos países se hacía chocante el extremismo entre la
riqueza y la pobreza. Tenía sus hoteles cinco estrellas, su
universidad prestigiosa y sus barrios peligrosos; auténticas
sedes criminales en los que no te convenía perderte sin un
todoterreno blindado.
—La familia del Embajador consta de tres miembros —
comenzó el Capitán—. Él mismo, su mujer y su hija, que está
estudiando un posgrado en la Facultad de Ciencias. La joven
siempre lleva protección en su trayecto a clase. Cada
semana os turnaréis para escoltarla, para hacer guardias
alrededor de la casa y para patrullar por la ciudad. Los
padres salen poco, y menos después de la explosión de la
semana pasada…
Fue lo primero que nos contaron. No hubo víctimas ni
daños graves que lamentar, solo el desperfecto del muro
exterior, pero el miedo a un segundo intento se respiraba en
el aire.
Las habitaciones eran dobles y nadie dudó de que Álvaro y
yo compartiríamos la nuestra. Cuando colgaron los horarios
definitivos en un tablón y descubrimos que nos había tocado
de escoltas en primera instancia, nos mordimos el carrillo
para no emitir quejas.
Yo me lo esperaba. Éramos los más jóvenes con diferencia.
Igual de preparados o mejor, pero estaba seguro de que
hasta al cabo de unos años sufriríamos cierta discriminación.
Lo que nosotros deseábamos era ir a donde estaba la
acción, no acompañar a una niñita al colegio…
Estaba en el centro (zona verde: segura de día), y el
tiempo que estuviera en clase serían horas muertas. Súmale
que nos turnaríamos todas las noches delante de su puerta
porque la persona protegida siempre debía tener a un
escolta a menos de diez metros, por si había un asalto
nocturno al interior de la casa, como había ocurrido en las
Embajadas de Yemen y Malí.
—Ya llegará nuestra hora —me consoló Mak.
—¿Crees que quedará alguno vivo para la semana que
viene?
Mi amigo sonrió ante mi chiste macabro.
—Sí, querido psicópata, lo creo. Y la hija es un blanco fácil,
tenemos que estar muy atentos. Va a estar bien, ya verás…
—Claro, es tu rollo, proteger a las víctimas desvalidas…
Pero a mí me mola seguir rastros, obtener pistas y dar con el
culpable.
—Piensa que la semana que viene tendrás más
información con la que trabajar gracias a una primera
barrida.
—Visto así…
Al día siguiente tuve que madrugar bastante para relevar
al turno de vigilancia de la noche, ni siquiera había
amanecido, eran las tres de la mañana. Pensaba que eso iba
a ser lo más duro del día, pero me equivocaba, lo más duro
todavía dormía en mis pantalones…
Por la mañana, escuchamos sus tacones incluso antes de
verla. Mantenía un ritmo ágil que prometía obligarnos a
seguir rápido. La esperamos en el patio, el uno al lado del
otro en posición reglamentaria de guardia. Llevábamos un
pantalón verde abeto con estampado de camuflaje y un polo
negro de tejido técnico de manga corta. No podía faltar un
cinturón lleno de armas que se abrochaba en una de las
piernas y la gorra granate distintiva del GEO calada en la
cabeza.
Mantuvimos la mirada fija al frente cuando apareció en
nuestro campo de visión como nos habían inculcado en la
academia. Y no fue hasta que se detuvo frente a nosotros y
nos miró, que pudimos apreciar que era una criatura
absolutamente… macizorra. Así de claro. Desconozco si
percibió que nuestras pupilas se dilataron al instante; lo más
probable es que estuviera acostumbrada a causar ese tipo
de reacción.
No penséis que era una Pamela Anderson de la vida, era
más bien un chica alternativa. Pero su rollo te fundía el
cerebro… Era puro espectáculo.
La función empezaba con su abundante pelo caoba oscuro
cayendo hasta sus sinuosos pechos como si intentara
amasarlos. Continuaba por su camiseta negra de Pokémon,
que no sé de qué material sería, pero le marcaba unas tetas
impresionantes. Mención especial a sus jeans, lo mejor de lo
mejor. Apretados y tobilleros. Parecía que la tela la estaba
violando y que le gustaba… Uf…
—Vamos —dijo simplemente—. No quiero llegar tarde. Odio
llegar tarde. Pero mi pato se ha puesto malo y he tenido que
medicarle…
¿Había dicho «pato»? Mak y yo nos miramos extrañados y
comenzamos a seguirla para no perderla. Nos obligó a
acelerar el paso para llegar antes que ella a la puerta de
salida.
—Disculpe, señorita —la frené con suavidad—. Espere un
momento.
Me adelanté a ella sabiendo que Mak me cubría la espalda
y se aseguraría de que obedecía. Revisé el entorno y la
patrulla exterior me hizo una señal de que el coche estaba
limpio. Entonces me giré y di luz verde a mi mejor amigo,
que estaba más erguido (¿o debería decir tieso?) de lo
normal al lado de «la niña».
Increíble… ¡¿Qué le habría dicho ya?!
Pude comprobar que ella se había colocado un pañuelo
amarillo claro a modo de hiyab en la cabeza. No sabía qué
código de vestimenta les exigían a las estudiantes en Libia,
pero seguramente no fuera tan ortodoxo como en otros
países musulmanes. Parecía que podían lucir un estilo
occidental pero sin dejar de cubrirse el pelo en los lugares
públicos y sagrados.
Yo mismo le abrí la puerta a la chica para que se subiera al
Jeep y fue entonces cuando me fijé en que llevaba una
mochila al hombro, pequeña y transparente, que dejaba el
interior a la vista. Bolígrafos de colores, cartera, móvil,
tampones… fue todo lo que me dio tiempo a ver en un
primer vistazo.
«Tampones… ¿Será por eso que tiene las tetas tan
hinchadas?».
«¡Déjate de gilipolleces y conduce!», me reñí
mentalmente.
—Apriétale un poco, llego tarde —me apremió ella en
cuanto ocupé mi lugar al volante. Mak ya estaba de copiloto
y en ese momento me miró con cara de circunstancias.
«¡¿La has visto?! ¡Es pelirroja! ¡Nuestra perdición!», leí en
su mirada. Y mi respuesta fue pegar un acelerón que
incrustó a la maniática de la puntualidad en su mullido
asiento trasero.
Me había estudiado tan bien la ruta que podría haber
llegado a la universidad con los ojos cerrados. Iba rápido, y
cuando un semáforo me obligó a frenar de golpe, nuestro
paquete especial tuvo que agarrarse a los asientos
delanteros para no desnucarse.
—Gracias… —soltó ella con guasa—. Cuando pido algo, los
soldados no suelen hacerme ni puto caso…
A Mak y a mí no nos hizo falta mirarnos para saber que el
otro estaba refrenando una sonrisa. La estrategia con esa
clase de chicas era dar una callada por respuesta hasta que
volviera a hablar.
—¿Qué edad tenéis? —Picó enseguida—. Parecéis muy
jóvenes.
—¿Jóvenes para qué exactamente? —replicó Álvaro
subversivo.
El puto Mako no podía callarse. Qué va… Prefería callar a
los demás, y lo consiguió. Porque la chica guardó silencio
hasta llegar a su destino y tuvo que recolocarse el pañuelo
antes de salir del coche gracias a mi meneito.
Aguardó hasta que Mak le abrió la puerta y, antes de echar
a andar, me miró a los ojos un segundo. No sé con qué
intención. Pero no dejé de pensar en esa caricia visual
durante el resto del día.
Mak la siguió hasta la puerta de entrada y regresó
enseguida.
—Me ha dicho que tardará unas tres horas… —informó
apoyándose en la ventanilla del vehículo.
—Entonces te da tiempo a cascártela —contesté sagaz.
Él se partió de risa y yo sonreí de medio lado.
—¡Si no he dicho nada! —se rio con inocencia.
—No hace falta… —suspiré—, se te nota en la mirada…
—Es que… ¡cuando no mirabas se ha hecho una trenza de
lado!
—¿Y?
—Las trenzas son mi perdición —confesó juguetón—. Me
encanta agarrarlas cuando… —Subió las cejas bribón y yo
solté una risa despreocupada.
—No tienes remedio, tío…
—¿Tengo yo la culpa? —dijo teatral oprimiendo su pecho
musculado—. ¡Esa chica tiene la cintura de Marilyn Monroe!
¿Y se supone que tengo que hacer como si nada?
Me apoyé en el volante para reírme a gusto.
Sobre todo porque tenía razón. Yo ni siquiera me había
fijado en su mochila mientras bamboleaba esas increíbles
caderas delante de nosotros.
Vigilamos el perímetro, pero todo parecía tranquilo, como
si fuese una ciudad europea más.
—Nunca he entendido por qué estos países están en
guerra —comentó Mak pensativo—. ¿Todo se reduce a un
tema religioso? ¿Grupos radicales que intentan implantar sus
criterios culturales?
—Ojalá fuera solo eso… —resoplé—. Libia es uno de los
países con más reservas de petróleo del mundo y los
intereses comerciales y políticos son terribles, se les junta
todo…
—Pobre gente…
—¿Qué edad crees que tendrá Alba? —pregunté de
repente.
—¿Quién?
—La chica… —Señalé la universidad.
—¿Cómo sabes que se llama Alba? —preguntó
sorprendido.
—Lo ponía en su colgante.
—No lo ponía, era un símbolo raro.
—Estaba escrito en élfico…
—¡¿Perdona?! —Se rió Mak y me contagió la risa—. ¡¿Ves
como no estoy loco?! Puede que esa chica sea lo más
interesante que nos vaya a pasar en mucho tiempo.
—¿Y qué importa? —contesté fingiendo indiferencia—. Te
recuerdo que estamos trabajando en una misión seria, no
hemos venido a ligar.
—Perdona, pero yo siempre vengo a ligar —se defendió
Mak—. Lo de capturar talibanes es secundario.
Volví a partirme de risa, porque era imposible. IM-PO-SI-
BLE ponerse serio con él. Pero debíamos ser estatuas con
Alba. Nada más. No podíamos hacer nada ni remotamente
parecido a lo que hicimos en aquel bar. Además, ella no tenía
mirada de pelirroja. Era otro tipo de chica… Me recordaba un
poco a…
«No… No vayas por ahí…», me regañé.
Pero el parecido era real. Tenía un aire a la hermana de
Kai…
Cuando Ani Morgan me besó solo tenía dieciséis años y sus
padres acababan de morir. Prácticamente tenía permiso para
hacer cualquier cosa y se le perdonaría… Por ejemplo,
inmovilizarme y meterme la lengua hasta la campanilla.
Fue algo aislado. Algo puntual en lo que nunca pensaba, lo
juro, entre otras cosas porque no era el tipo de chica que me
ponía. A mí me gustaban las mujeres como Lola, la novia de
Kai. Sensual, provocativa… Una bestia parda en terreno
sexual, no una muñequita delicada a la que follarme
despacio entre algodones. Como la ex de Kai: Victoria. Esa
chica no era para mí. Creo que ni siquiera llegaron a
consumar, por eso terminó exiliada a la zona de las amigas.
Era una buena chica… de las propensas a llevar jerséis de
cuello alto hasta en verano. Pija, recatada y afiliada al mismo
club de Campo que mis padres… En resumen, su candidata
perfecta para mí, pero yo me moría por llevarles a casa a
una chica díscola que le lanzara miradas ardientes a mi
padre mientras jugaba con el chicle de su boca, solo para
demostrarles que no era como ellos y que nunca lo sería.
No obstante, me sentí raro al ser atacado por Ani Morgan.
Llevaba el pelo de varios colores, su ropa era de dibujos
animados y, sin ningún tipo de estrategia sexual, consiguió…
¿Cómo decirlo? Despertar mis instintos. Aunque fuera de una
forma diferente a mis idolatradas busconas. Para mí
«buscona» no es peyorativo, porque… ¡qué agradable es
que te busquen, joder! Tener iniciativa. No solo cazar tú, sino
sentirte cazado y deseado. Es una fantasía que se aplica a
todos los géneros, no solo a las mujeres. Y la ventaja de Ani
Morgan fue… que me cazó vivo. Terminé colgado de un pie,
boca abajo, y sin poder quejarme… Y Alba me recordaba a
ella.
Pero era distinto. Alba era más mayorcita. Más sexy. Más
prohibida todavía… Pero jamás admitiría en voz alta que su
colgante élfico me la había puesto dura. Ni hablar.
Cuando terminaron sus clases salió del edificio y vino hacia
nosotros con unos andares mucho más calmados.
Mak le abrió la puerta y ella se subió al vehículo de un
salto.
No nos saludamos. No era el protocolo. Para ella yo era
una máquina. ¿Una Sex Machine? «Déjalo, Lucas», me reñí a
mí mismo.
—Joder… qué calor —murmuró ella para sí misma y se
quitó el velo que le cubría el pelo.
Ahí estaba la famosa trenza que Mak no pudo ignorar
cuando se subió de nuevo al coche. Enseguida me miró con
los ojos muy abiertos y chillándome en silencio: «¡¿La has
visto?!». El pobre tenía el disimulo en el culo.
—Qué frescos estáis aquí… Qué gustazo… —continuó ella.
Era el típico día bochornoso de mediados de mayo.
—Menos mal que solo me quedan quince días de clase… —
expuso como si fuéramos sus amigos y no un dispositivo de
seguridad altamente preparado para todo tipo de
emboscadas—. Estoy deseando largarme de este agujero en
medio del desierto.
Vi que Mak se mordía los labios, muerto de deseo por
contestarle una burrada. Quizá un «No me extraña, con lo
ardiente que eres…». Habíamos estado hablando de que
ninguno de los dos entendía cómo sus padres la mantenían
estudiando en ese turbulento país, pudiendo hacerlo en…
Boston, por ejemplo.
No quise tentar a la suerte y arranqué el coche.
—Pensaba que al ser más jóvenes no ibais a ser tan
muermos como los demás —comentó ella decepcionada.
—No somos muermos —Picó Mak sin poder refrenarse más.
—Eso me parecía… Me ha gustado mucho el rally de antes
—dijo encontrando mis ojos en el retrovisor. «¡Cazado!».
—Me gusta la puntualidad —comenté por alusiones.
—Ya somos dos.
—Y también le gusta tu colgante élfico —se chivó Mak—.
Te llamas Alba, ¿no?
—¡Sí! —exclamó ella sorprendida—. ¡¿Os gusta Lord of the
Rings?! —preguntó acercándose a nosotros, haciendo ceder
su cinturón.
—Afirmativo —contesté sin pensar. Ella me miró extrañada
por usar la jerga militar. «Demasiado tiempo sin hablar con
civiles…».
—¿Qué estás estudiando? —preguntó Mak cambiando de
tema.
—Biología.
—Uh, qué porno…
Eso la hizo soltar una risotada y empezar a mirarlo con
otros ojos. Unos golosos y juguetones que Álvaro te obligaba
a poner contra tu voluntad.
Su efluvio llegó a mi nariz por sorpresa. Olía jodidamente
bien. A verano. A flores, qué hostias sé, pero tenerla tan
cerca no podía ser nada bueno.
De repente, como si acabara de recordar que ese peinado
no era lo suficientemente sexi para tontear, Alba empezó a
deshacerse la trenza.
La reacción de Mak fue mirarla fijamente y morderse los
labios.
Puse los ojos en blanco y lo aparté de mi mente.
Bueno, casi. Porque su fantástica melena se deshilachó
manifestándose y empezó a acariciársela con los ojos
cerrados. Creo que los dos dejamos de respirar solo para
poder captar su gemido inconsciente al hacerlo, con tan
mala suerte que casi me salto un semáforo.
—¡Tío…! —se quejó Mak llevándose un susto de muerte
porque también estaba embobado con ella.
La vimos sonreír como el gato que se comió al canario y
volver a su sitio como si no hubiera roto un plato en su vida.
«Strike uno, pequeña…».
MaK y yo nos miramos acojonados. No… Ninguno de los
dos podía batear esa bola…
¡Ni de coña!
¿O sí?
«¡Mierda!».
CAPÍTULO 7
LEY Y ORDEN
“Cuando un amigo te pide algo, la palabra "mañana"
no existe”
George Herbert
¿Qué harías si te encontraras con un ser mitológico?¿Yo?
Cederle el honor de su compañía a mi mejor amigo friki.
Al fin y al cabo, ¡le tocaba a él!
Sí, ya sé que suena mal, ¡pero nos gustaba a los dos!, y
tenía la sensación de que siempre nos pasaría lo mismo en
estos temas. Teníamos gustos parecidos para las chicas y
eso no iba a cambiar.
No quita para que Luk y yo fuéramos muy distintos en
muchas otras cosas. Él era organizado, previsor y fiable. Yo
nunca planeaba nada con antelación. Mi vida era puro
instinto: ligar, disparar, detener a un sospechoso… Y si
quería librarme de ese don, tenía que concentrarme en no
hacerle caso.
Alba era una luz brillante que me atraía de forma
antinatural. Cuando alguien me gustaba surgía un
irremediable acercamiento entre nosotros. Y solía ser tan
rápido que no lo veía venir, como lo de meter a Luk en mi
familia.
Mis padres no me lo habían pedido, fue cosa mía, pero os
juro que no tuve elección. Después de todo lo que me contó
en el restaurante, no podía permitir que estuviera solo su
última noche en España. Quería que se empapara de todo lo
bueno que aún podía ofrecerle la vida. Algo que merecía y
que nunca tuvo. Algo que yo podía compartir con él… Lo
hubiera compartido todo. La chica del bar me lo había
demostrado la noche anterior.
La mirada de Luk podía decir misa respecto a Alba. Cosas
tipo «Ni de coña», «Olvídalo», «¡Estamos trabajando!», me
entraban por un oído y me salían por el culo. Como os he
dicho, para frenar la inevitabilidad de ciertas cosas tenía que
proponérmelo muy fuerte. Y cuando Lucas casi se salta el
semáforo por mirarla, supe que tendríamos difícil no acabar
metidos en sus braguitas de Hello Kitty.
Cuando llegamos a la Embajada, ella volvió a cubrirse el
pelo hasta alcanzar el umbral de la puerta principal. Un vez
dentro, caminó por delante de nosotros esperando que le
cubriéramos la retaguardia. Y yo encantado. Menuda
retaguardia tenía…
—Señorita… —la interrumpió un empleado apocado—.
Creo que Cardan ha empeorado, está muy débil…
—¡¿Qué?! ¡¿Qué le pasa?! —gritó asustada y salió
corriendo.
Y Mak y yo echamos a correr tras ella como un acto reflejo
sin entender qué sucedía. Cuando estás protegiendo a
alguien tienes que ser su sombra. Terminas imitando todos
sus movimientos sin darte cuenta.
—¡Cardan! ¡Ya estoy aquí! —dijo entrando en su habitación
—. ¿Qué te pasa, bonito? —Lloriqueó arrodillándose frente a
un cojín redondo para acariciar algo.
¡Era el pato!
—Ya estoy aquí… —musitó juntando su frente contra la del
animal, que la miraba angustiado.
Alba se giró con los ojos llorosos en busca de ayuda y
cuando nos vio, exclamó:
—¡Tengo que llevarlo al veterinario urgentemente!
«Negativo», estuve a punto de responder, pero su cara de
terror me dejó mudo. Nosotros solo teníamos permiso para
llevarla a la universidad. No podía moverse por la ciudad
libremente. Para eso debíamos pedir permiso. Uno que no
nos darían.
—¿Y no sería mejor que el veterinario viniese aquí? —
propuse.
—¡Aquí no tiene el instrumental necesario! Seguramente
tengan que hacerle una radiografía. Lo más probable es que
se haya tragado algo. ¡¿Qué has cogido, Cardan?! —riñó al
animal—. ¡Te tengo dicho que solo puedes comer tu pienso y
los vegetales!
—Nosotros no podemos hacer nada sin que nos lo
ordenen… —expuse apenado—. Será mejor que llames a tu
padre.
—¡¿Para qué?! ¡No va a contestarme! Siempre está
demasiado ocupado con cosas más importantes que yo.
Luk tragó saliva al sentirse identificado con ella.
—Pues llama a tu madre —sugirió él.
—¡Otra! Casi nunca tiene el móvil cerca. Y si lo tiene, quizá
no sepa ni cómo contestar. ¡Tenéis que llevarme ya!
—¡Inténtalo por lo menos! —insistió Luk preocupado.
Ella sacó el móvil de la mochila de mala gana y obedeció.
—Mi padre, nada —dijo al ver que rechazaban la llamada
segundos después de iniciarla. Buscó otro contacto y esperó
los tonos—. Y mi madre, tampoco. ¡¿Contento?!
No esperó a que Luk le respondiera, cogió al animal en
brazos y se levantó del suelo dispuesta a salir de la
habitación.
Por supuesto, la seguimos sin pensar.
—¡Espera, Alba…! —La detuvo Luk cogiéndola del brazo—.
Déjanos consultarlo con nuestro superior. No podemos
ponerte en peligro.
—Marchaos. Yo asumiré la culpa. Les diré que me he
escapado, tampoco les extrañará…
—¡¿Y dejar que vayas sola?! ¡No podemos hacer eso!
—Entonces tenéis un problema…
Se soltó de él y le esquivó con convicción, alejándose de
los dos.
Luk me miró anonadado. No quería ser el malo de la
película y, ¿para qué están los amigos? Sabía lo que tenía
que hacer.
La seguimos porque se escapaba y la frené justo antes de
que saliera.
—Si te vas, cúbrete la cabeza —le insté. Ella pareció caer
en la cuenta y, al verse con las manos ocupadas, le dije—.
Dame a Cardan. Yo te lo sujeto —Y lo hizo.
Ingenuidad civil…
En cuanto lo tuve en mi poder miré a Luk y leyó
perfectamente lo que me proponía hacer. Me encantaba
nuestra mente colmena.
Salí por la puerta y noté cómo él le bloqueaba el paso a
Alba.
—¡¡Cardan…!! ¡¿Qué hacéis?! —Escuché los gritos de Alba.
—Nosotros lo llevaremos —la calmó Luk—. Tú no puedes
salir. Chicos, que no salga del recinto —les ordenó a los que
custodiaban la puerta.
Ellos asintieron sin preguntas y uno de ellos lo sustituyó
haciendo retroceder a Alba como si fuera ganado para cerrar
la puerta.
Escuchamos sus insultos desde el otro lado.
—¡Como le pase algo y no esté a su lado, os corto los
huevos!
Luk me miró divertido agarrado al volante.
—Y si se lo traemos como nuevo, ¿qué nos hará?
—No sé, ¿lamérnoslos?
—Ojalá… —Se rio Luk arrancando—. No te mueras, patito.
Hazme ese favor.
Un lavado de estómago después, el bicho estaba como
nuevo. Al parecer se había tragado un disco de ambientador
para el inodoro. Qué crack.
—Es entendible, viste que ponía Pato y pensaste: «¡Esto
es pa mí!» —le dije al pato de vuelta a casa.
Luk se partía de risa.
—Joder, ¿quién tiene un pato de mascota? —dijo casi
pensativo.
—No sé… ¿una chica especial?
—Muy especial —remarcó Luk maravillado—. Nos va a
matar por haberlo secuestrado. Igual nos echan y todo…
—Cuando vea que está bien, seguro que se le pasa.
—Dios te oiga…
Cuando entramos por la puerta del patio, Alba apareció en
estampida.
—¡¡CARDAN!! —chilló al verlo de lejos.
—Está bien —le adelantó Lucas temeroso.
—¡Menos mal!
—¡Cua, cua, cua! —la saludó el pato armando revuelo.
—¡Casi me muero! —expresó abrazándolo—. Muchas
gracias… —Me abrazó sentida. El pobre pato Lucas se quedó
sin abrazo.
—Se había tragado un ambientador de baño —soltó mi
amigo por aportar algo.
—¡Un día de estos no lo cuentas, joder! —riñó al pato—.
Gracias… —le dijo a Luk algo más cortada. Pero sin abrazo.
—Lucas, Álvaro… El jefe quiere veros… —nos avisó
alguien. Momento de asumir las consecuencias de nuestros
actos.
—¿Quién es quién? —preguntó de pronto Alba abrazando
al animal que acunaba en sus brazos.
—Él es Lucas y yo soy Álvaro —contesté con rapidez.
—Encantada… y gracias, os debo una… —dijo besando al
animal de una forma especial.
Registramos el gesto como si esa caricia nos la hubiese
hecho a nosotros.
No hubo bronca. Al contrario. El Embajador nos dio las
gracias por detenerla.
—Quiere más a ese animal que a mí…
«¿Por qué será…?», pude leer en la mirada de Luk y me
mordí una sonrisa en los labios.
—Gracias, sé que mi hija a veces puede ponerse difícil…
Casi estallo en carcajadas cuando me pasó por la cabeza el
doble sentido.
—No ha sido nada, señor —soltó Luk rezumando inocencia.
Al día siguiente, los dos esperamos a Alba en posición, y
cuando escuchamos sus tacones por el pasillo, creo que
ambos mantuvimos la respiración.
Llevaba unos pantalones negros estrechísimos con unas
botas militares negras y una camisa gris abierta. Debajo
llevaba una camiseta negra escotada con la que enseñaba el
ombligo.
Tuvo que escucharnos tragar saliva cuando la vista se nos
perdió en los recovecos de su piel. Llevaba el pelo
especialmente bonito. Se nota cuando una chica se arregla
para que la miren.
—Lucas, Álvaro… ¡descansen! —exclamó con guasa y
luego empezó a reírse como una loca—. Lo siento… siempre
he querido decir eso. ¿Nos vamos?
—Las damas, primero —solté sin pensar.
¡Me salía solo! Y me ganaba una sonrisa coqueta de
regalo. ¿Tenía yo la culpa de que Lucas fuera más lento para
estas cosas…?
Sin embargo, no me pasó por alto la guerra de miradas
que mantuvieron por el retrovisor durante el trayecto. Los
ojos azules de Luk te atravesaban por donde más te gustara.
—¿Qué pasa con Alba? —Le pregunté cuando volví de
acompañarla hasta la puerta de la universidad.
—¿Qué pasa con ella? —respondió Luk pasivo.
—Dímelo tú.
—No pasa nada…
—Pero podría pasar. Creo que le gustas.
—Al que abrazó fue a ti.
—¿No sabes nada de mujeres? ¡Siempre ignoran al que
más les gusta!
—Sí, ya… —Sonrió incrédulo—. De todos modos, esto no es
el instituto. Estamos en una jodida misión en un país
peligroso…
—No hace falta que me lo recuerdes. Solo digo que sería
fácil… Creo que le molas. Y si mi intuición no falla, puede
que esta noche salga a hacerte una visita al pasillo. Quiero
que estés preparado.
—Pues no llevo un condón abierto en el bolsillo ni nada
parecido…
—Pues siempre hay que llevarlo —Sonreí sacando la
lengua.
Lucas soltó una risita y negó con la cabeza.
—Tranquilo —continué—. Seguro que ella tiene condones.
Ya la oíste «Me escaparé, no les extrañará». ¡Es una
insurgente!
—Y tú un Divergente. Corta el rollo ya…
—El que avisa no es traidor —recité con guasa—.
Prepárate, Luk. Conmigo igual no se atreve, pero a ti te va a
marear de lo lindo.
—Lo que tú digas…
Cuando le cambié el turno a las tres de la mañana su cara
de culpabilidad hablaba por sí misma. No tuvo que decirme
nada para que pudiera empezar a reírme en voz baja.
—¿Qué tal, Romeo?
—Cállate… —dijo serio.
—¿Qué ha pasado? —pregunté risueño.
—Naaada…
—Algo sí… No mientas. Se te nota en la mirada, como tú
dices.
—¡Te digo que no ha pasado nada…! —exclamó en voz
baja.
—Dime que no ha salido a verte con un diminuto pijama
medio transparente que le marcaba unas tetas deliciosas, y
me callaré…
Cuando guardó silencio, me entró tal ataque de risa que
tuve que taparme la boca con las manos para que no saliera
disparada.
—¡Te lo dije!
—Me voy a ir ya… Buena guardia.
—Hasta dentro de cinco horas, Romeo.
Sobre las ocho, Luk volvió a aparecer más sereno después
de desahogarse consigo mismo, fijo, y esperamos a Alba en
el patio sin mediar palabra. Tenía pensado hablar con él
cuando ella entrara a clase y sonsacarle información, pero
no hizo falta. Cuando Luk salió a comprobar el coche, Alba y
yo nos quedamos solos un momento y ella misma me
preguntó:
—¿Sabes si Lucas tiene novia en España o mujer e hijos…?
—No tiene —contesté seco sin darle importancia. Era un
actorazo.
—Ah… —murmuró decepcionada. Tuve que hacer un
esfuerzo sobrehumano para no sonreír ni decir nada ante su
tono.
Iba a matarlo… ¡¿Le había dado calabazas?!
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué?
—¡¿Por qué la rechazaste?! Me lo ha contado. Me ha
preguntado si tenías novia o «algo» en España… ¡Te dije que
le gustabas!
—No quiero que me echen del GEO. He hecho lo más
sensato…
—¡Venga ya…! ¿Quién iba a enterarse? Ni que fuera menor
de edad, joder… Seguramente se haya tirado a unos cuantos
agentes ya…
—¿Tú crees? —preguntó contrariado.
—En realidad, no —lo calmé—. Lo que creo es que para un
par de jóvenes majos y guapetones que se encuentra en su
encarcelada vida, no ha podido resistirse a probar suerte.
Porque las tías notan esas cosas, no son tontas. Y Alba sabe
que nos pone a mil por hora… Y vas tú, y la rechazas. ¿Qué
coño te pasa?
—Esta conversación es surrealista… —dijo Luk
pellizcándose el puente de la nariz—. ¿Tú lo habrías hecho?
Piénsalo bien… En serio.
—Pues sí —sentencié sincero—. Mi hermano está muerto,
Lucas. Muerto. Ya no va a vivir una mierda y yo pienso vivir
todo lo que pueda en su honor. Por dos, si hace falta. Lo que
es seguro es que nunca dejaré de hacer algo que quiero por
si me castigan. Confío en mi suerte y en mi discreción
de ninja. Y confío en quien me da buen feeling, y esa chica
me lo da. En el fondo es una rebelde, ya te lo dije. Y si la
tienen aquí con ellos es porque es una pieza de cuidado…
Esa es mi teoría.
—Joder… vale —soltó Lucas fundido.
Y sabía lo que significaba ese tono. Que a la siguiente
oportunidad la besaría sin falta amparado en la oscuridad.
Esa misma noche me tocaba a mí la guardia. Y tenía claro
que la fierecilla también iba a salir a pasearse. Lo que no
sabía es que necesitaría un taburete y un látigo para
resistirme a ella.
Cuando la puerta se abrió arrojando un haz de luz al
pasillo, solo asomó la cabeza con las manos apoyadas en la
jamba.
—Hola…
—Hola —respondí expectante. Esperé a ver qué más decía.
Era la una de la madrugada y todos en la casa dormían ya.
Los que podían.
—Tengo un problema.
—¿Cuál?
—La vida me aburre.
No tuve más remedio que sonreír. Y pensar que yo sabría
cómo divertirla…
—Te recomiendo dormir…
—Ya dormiré cuando esté muerta.
Que dijera eso me chocó. Parecía una de mis frases…
«Keep Calm, Mercucio».
—Pues estudia…
—Ya lo hago, pero entiéndelo… la reproducción de las
esporas me pone demasiado cachonda.
Resoplé de risa recordando mi comentario sobre el porno.
—He pensado que quizá podríamos hablar un rato. Con
suerte, me entrará sueño…
La miré como si fuera un reto.
—¿Y con mala suerte…?
—Quizá terminaría haciendo una gilipollez… pero es poco
probable… Suelo aburrirme rápido de la gente.
—Probemos…
Yo le conté por qué acabé siendo policía tan joven y
cuando me preguntó por el motivo de Luk no supe
responderle, pero, conociéndole, seguro que en la guardería
ya jugaba a polis y cacos, persiguiendo a los niños que se
portaban mal. «Lo lleva dentro…».
—Ya me he dado cuenta de que es… bastante
incorruptible… —dijo Alba con segundas.
Yo sonreí.
—No creas que tanto. Todo el mundo tiene un límite…
—¿Y cuál es el tuyo…?
Se apoyó en el marco de la puerta, de perfil, como si fuera
una showgirl en una barra de un club de estriptis, y mi vista
se fue hacia la delantera que estaba exhibiendo al
arquearse. Una redondez tan perfecta que me hizo la boca
agua. Me acerqué a ella y me costó Dios y ayuda no
lanzarme de cabeza a devorar lo que me ofrecía… Pero me
controlé a tiempo, tragando la saliva acumulada en mi boca
antes de hablar.
—Deberías dormir… mañana tienes clase.
—¿Sabes lo que me ayudaría a dormir?
Supe lo que iba a decir por el tono que usó. Y porque es
una verdad como un templo… y como no sé callarme…
—Masturbarte.
Su respuesta fue sonreír al darse cuenta de la deliciosa
paella que haríamos si yo pusiera el arroz y ella el conejo…
—Podrías ayudarme… —No fue una pregunta—.
Considéralo un servicio… Si me estuviera ahogando, me
darías golpecitos en la espalda, ¿no? ¡Es lo mismo!
¿Por qué no podré contestar a cosas así sin reírme?
—Sí, bueno…, el sitio donde dar golpecitos cambia
ligeramente, pero…
—Y tampoco tienes por qué dármelos con la mano… —dijo
pícara.
Giré la cara para que no viera que me estaba
descojonando y planteándomelo muy en serio. Cuando la
miré de nuevo, estaba mucho más cerca de mí, pidiendo
guerra. Repasé sus labios y sentí la tentación tirando con
fuerza, pero…
—Deberías pedírselo al «incorruptible»… —susurré muy
cerca de su boca—. No deberías dar por perdida tu primera
opción… puede que te sorprenda.
—Nadie es la primera opción. Me gustáis lo dos —Me
plantó cara acercándose un poco más—. ¿Tan imposible es
eso?
Claro que no era imposible, pero…
—Pero no voy a suplicar. Lo dejo en vuestras manos… —
dijo acariciándome la cara. No pude apartarme de su tacto
celestial. No quise. Y creo que lo notó—. Ayer nos besamos y
luego me dijo que no podía ser. Tú me dices que no puede
ser y ahora…
Su lengua se coló en mi boca y la atrapé al vuelo. Su labio
inferior era lo más jodidamente suave que había entrado en
mi cuerpo y no pensaba soltarlo. Los lametazos hambrientos
no se hicieron esperar y me hundí en una familiar niebla en
la que no podía pensar en nada ni en nadie. Estaba a punto
de empujarla hacia el interior de su habitación cuando paró y
dijo:
—La decisión es vuestra. Y te digo lo mismo que a él… no
cierres la puerta del todo hasta que esté dormida —dijo
entornándola.
Los siguientes tres minutos fueron los peores de mi vida…
Cuando empezaron los gemidos, comencé a sudar. Discerní
el movimiento dinámico que se los arrancaba y mis dientes
rechinaron. Pero cuando escuché mi nombre saliendo de sus
labios al llegar al clímax… odié a Lucas. Odié quererlo tanto.
CAPÍTULO 8
VIS A VIS
“El auténtico amigo es el que lo sabe todo sobre ti y
sigue siendo tu amigo”
Kurt Cobain
Ala mierda. Iba a hacerlo. Y sin mirar atrás.
Iba a mandarle a Alba las señales adecuadas para que
supiera que había cambiado de idea, pero necesitaba a
Álvaro receptivo y no lo estaba para nada. ¿Qué coño le
pasaba?
Nunca lo había visto tan seco con nadie.
—¿Mala noche?
—No preguntes… Me aburro como una ostra —dijo sin
mirarme.
—Ya…
Yo no pensaba lo mismo, porque no llamaría «aburrida» a
mi última velada como vigilante, más bien fue una tortura.
Incluso recurriría a palabras como «desesperante» o
«insoportable», porque Mak tenía razón; la noche que
salvamos a su pato, Alba quiso darme las gracias y de qué
manera…
Cuando se abrió la puerta de su habitación de madrugada
solo pensé: «¡Puto Mako…!».
¿Cómo lo sabía? ¿Qué clase de radar tenía para las tías?
La sonrisa de Alba borró esas preguntas de mi cabeza.
—¡Hola! —saludó contenta de verme.
—Hola… —Yo no lo estaba tanto porque… ahí estaba. Ese
pijama demasiado fino, casi transparente, que Álvaro había
vaticinado dejándome cristalino que no llevaba ropa interior.
¡Alegría!
Tenía el pelo suelto y brillante cubriendo parte de sus
brazos y su pecho y una sonrisa radiante.
—Cardan está mucho mejor, y todo gracias a vosotros.
—Ha sido un placer…
—Me temo que no tenemos la misma definición de
«placer»… pero gracias de todos modos.
—De nada —dije sin respirar cuando se acercó a mí.
—¿Qué edad tienes?
—Veintitrés…
—Yo uno menos… ¿Y Álvaro?
—Veinticuatro.
—Qué monos… —Sonrió coqueta.
Yo subí una ceja conteniéndome por no contestarle algo
tipo: «Más bien King Kong, nena», pero no podía. Debía
mantener la vista al frente, morderme la lengua y ser cauto.
El problema es que parecía que eso aún la animaba más.
«A ti va a marearte como quiera…», recordé las palabras
de Mak. Y joder si lo hizo. Revoloteó a mi alrededor de
puntillas, mientras yo procuraba no mirarla demasiado.
—Tengo una pregunta —empezó enigmática—. Si
escuchases un grito en mi habitación en medio de la noche…
¿Tendrías que entrar a ver qué me pasa?
—Supongo que sí.
—¿Y si fuera un gemido…?
Me mojé los labios inconscientemente y ella sonrió al
registrarlo.
—Entonces te dejaría intimidad, creo…
—¿Y si yo no quisiera intimidad?
«¡Piensa rápido, Lucas!».
—Deberías. Es algo privado…
—¿Y si mientras gimo dijera tu nombre?
—Alba… —La frené. Si dijera mi nombre me correría fijo.
—No te pongas tan serio —me riñó divertida—. ¡Te estoy
tomando el pelo…! Solo quería darte las gracias, de verdad
—dijo posicionándose justo enfrente de mí. Muy cerca—.
Gracias… —dijo mirándome a los ojos fijamente.
Cometí el error de enganchar mi vista con ellos durante
varios segundos, imaginando cómo sería besarla. Dicen que
soñar es gratis.
—No ha sido nada… —balbuceé yo hechizado.
—Pues mejor que sea por algo.
No lo vi venir, de verdad… Pero no tardé nada en cerrar los
ojos y regodearme en su saliva cuando se lanzó a mis labios.
Será porque estaba fantaseando justo con hacerlo.
Cuando se puso de puntillas y colocó los brazos alrededor
de mi cuello, clavándome las tetas, escuché la voz de Mak
en mi cabeza llamándola Insurgente.
No moví ni un músculo. Bueno, miento… uno sí. Mi lengua.
Pero no podía permitirme el lujo de agarrarla como quería,
más que nada porque no respondía de mis actos si daba
rienda suelta a mi lujuria.
Cuando se dio cuenta de que no me movía por estar donde
estábamos, dejó de besarme y caminó hacia atrás sin dejar
de mirarme.
—Dentro de cinco segundos, voy a gritar… y será mejor
que vengas a ver qué me pasa.
—No lo hagas… No voy a ir.
—Pues si me muero, caerá sobre tu conciencia.
—No te estás muriendo.
—Claro que sí, por ti… —dijo a punto de desaparecer por la
puerta.
—¡Alba… no puedo! De verdad. No grites…
—Entonces solo gemiré… No cierres la puerta. Hace calor…
Para calor el que tuve yo escuchando cómo se
masturbaba.
¡Por Dios bendito…! En el silencio y la oscuridad de la
noche se escuchaba perfectamente con detalle. Y mi
imaginación jugaba un papel bastante importante. Casi me
revienta la bragueta al escucharla decir mi nombre.
—¡Lucas…! Lucas… ¡Sí, joder, fóllame fuerte! Hasta el
fondo… Sííí.
Al día siguiente, a Mak no le costó mucho convencerme de
coger el toro por los cuernos. A la mierda todo.
Él hacía que las cosas parecieran fáciles, esa es la verdad,
pero al día siguiente no parecía ver el mundo con la misma
filosofía.
Alba apareció más guapa que nunca con una camiseta
blanca enorme de El señor de los anillos y unas diabólicas
medias negras tupidas hasta mitad de muslo combinadas
con botas militares. Para morirse.
Para colmo llevaba unas gafas de sol negras y los labios
pintados de rojo. Parecía una jodida estrella de cine.
—Buenos días, chicos… Andando —dijo sin llegar a
detenerse, caminando por delante de nosotros.
La franja de piel que quedaba visible entre la media y su
camiseta nos hizo una peineta de buenos días.
El cruce de miradas en el coche fue como el desembarco
de Normandía. Un batalla campal sin precedentes.
—¿Te dijo algo de mí anoche? —le pregunté a Mak cuando
Alba se marchó a clase.
—Sí, que se moría por ti.
«Nada nuevo en el horizonte».
—No sabes lo que me hizo la noche anterior… —le confesé.
—Te besó.
—¡¿Cómo lo sabes?!
—También me lo contó.
—¿Y tú qué le dijiste?
—Que insistiera. Que terminarías cayendo. Que ningún
hombre es incorruptible…
No me gustó escuchar aquello. ¡Yo podía ser incorruptible!,
pero animado por las palabras de Mak también era capaz de
hacer cualquier cosa. Porque era él. Y yo creía en él. En su
dinámica de vida que esperaba que fuera la mía.
—Podría no hacerlo… —Saqué pecho con chulería—. En un
mes volveremos a España y podré tirarme a quien quiera…
—Pero no será Albita… —dijo con sorna—, será otra. Y ya
me dirás dónde encuentras a una alternativa tan sexi como
ella…
En ese momento se me cruzó por la cabeza la hermana de
Kai, pero la aparté de mi mente enseguida. Para mí siempre
sería una chavalita de dieciséis años.
—Si lo hago, no será porque caiga en la tentación, sino
porque me lance de cabeza hacia ella, que quede claro.
Mak se empezó a reír. ¡De mí! Y le pegué. Odiaba que
hiciera eso.
—Si te tiras de cabeza hacia su coño… escucharás un
¡PLAS!
El ataque de risa que nos entró… Éramos muy tontos.
Somos tíos.
—¿Tú la viste en pijama? —le pregunté curioso. Pero
simplemente para que soltara otra burrada de las suyas. Le
adoraba tanto…
—Claro que la vi, y sin él también… ¡se le transparentaba
todo!
—Ya te digo —dije frotándome la cara al recordarlo. Buf…
Me corté de decirle lo que había escuchado después,
porque quizá ni se lo creyera. Yo seguía sin creérmelo…
Cuando acompañamos a Alba de nuevo a casa no me quitó
ojo por el espejo retrovisor. Ni yo a sus piernas, eran
preciosas y las tenía entreabiertas, la muy sádica… ¡con el
calor que hacía ya!
Al despedirse, me miró y dijo… «Hasta la noche» con una
caída de pestañas digna de la novia más calentorra de Kai.
Sentí que me hervía la sangre y lo que no era la sangre.
—Hasta la noche… —La imitó Mak mariposón cuando ya no
podía oírnos.
—Cállate. —Sonreí ilusionado.
—¿Lo vas a hacer?
—No sé… ya veré… —Me hice el interesante.
—Mañana quiero TODOS detalles.
—¡Ni de coña! —Me reí—. Es privado…
Me metió un puño y yo otro. Volvía a ser el de siempre.
Decir que esa noche me duché a conciencia sobra. Por
fuera era calma total, pero por dentro… la incertidumbre, las
dudas y la espera me comían vivo. De una a una y media de
la mañana me quedé sin uñas y eso que nunca me las había
mordido. Y de pronto… «Dios…».
La puerta se abrió e hice un esfuerzo por no mirar hacia la
luz desesperado. Sabía exactamente lo que tenía que hacer,
y como decían en Friends, ella no sabía que yo sabía que ella
sabía que yo lo sabía. En resumen, yo jugaba con ventaja e
iba a aprovecharla.
Me hice el tonto, como si nunca hubiese hablado con Mak
sabiendo que ella tenía esperanzas de lograr corromperme,
así que no se lo pondría fácil. La victoria sabe mejor cuando
tienes que luchar por ella.
—Buenas noches… —dijo intentando parecer seria.
—Buenas noches. —Yo lo parecí, aunque me temblaron las
piernas al ver su pijama, que no era el transparente del día
anterior. Esa noche llevaba una camiseta escotada de licra y
una mallas a juego. Alguien allá arriba me odia.
—¿Haciendo ejercicio a estas horas? —La provoqué.
—Eso intento, pero no me gusta sudar sola…
Apreté los dientes para no sonreír. Estábamos en plena ola
de calor. O eso esperaba, que vinieran días más frescos.
—Dime una cosa, ¿con cuántos de tus escoltas has hecho
"gimnasia"? —dije marcando las comillas en el aire.
—Con ninguno. Soy virgen. —Y sonrió de tal forma que la
mentira le reventó en la boca. Y vaya boca.
—Ya… En serio, me gustaría saberlo. No se lo diré a nadie.
—Con ninguno, de verdad. —dijo más seria.
—Pero no eres virgen. —No era una pregunta.
—No. Estuve un año saliendo con un chico, a escondidas
claro. Nos lo montábamos en los baños de la uni. Fue mi
primer chico, puede decirse que aprendí con él, pero… ¿te
puedes creer que nunca lo he hecho en una cama? Solo en
posturas extrañas o desde atrás…
—Lo pillo. —Me mordí los labios intentando no imaginarlo.
—Me han dicho que la cosa se está poniendo fea —
continúo ella—. No sé hasta cuándo se quedarán mis padres
aquí, pero en cuanto termine los exámenes, me mandarán
lejos.
—¿Tienes ganas de irte?
—Sí. Esto es una cárcel…, pero no me gustaría hacerlo sin
estrenar mi cama.
—Me siento un objeto —bromeé.
Ella torció la cabeza como si tuviera una teoría al respecto.
—¿Me estás diciendo que siempre que lo has hecho ha sido
enamorado? ¿Que nunca has utilizado a nadie para sentir
solo placer?
Pillado con los pantalones bajados.
—Claro que no. Ni siquiera creo en el amor…
—¡¿Perdona?! —Sonrió conmocionada—. Eres muy joven
para no creer en el amor.
—Bueno, a ver, sí creo en él, pero como lo que es, no como
una idea romántica y eterna…
—Y, ¿qué crees que es? —preguntó cruzándose de brazos
interesada. Estaba tan bonita que me costó un mundo no
llamarla tonta y atraerla hacia mis labios.
—El amor es una tormenta química con fecha de
caducidad, está estudiado… Mientras caen chuzos de punta
en forma de dopamina, testosterona, serotonina y oxitocina,
te sientes inmortal, pero luego todo eso desaparece.
—¿Y qué queda?
—La complicidad supongo, y el recuerdo de haber sentido
algo tan grande, la compañía…
—¿Y eso no te interesa?
—Sí, pero sin ataduras. Como has dicho, soy muy joven… y
estamos solo de paso en este mundo. Quiero disfrutar un
poco más del fuego del deseo sin que nadie se sienta
engañado.
—¿Y si te digo que todo lo que has dicho es justo lo que
pienso yo? Que estudio biología y sé perfectamente de qué
compuestos químicos me hablas y que entiendo el sexo
como un medio para buscar comunicación, placer, afecto y
ternura con otra persona. Algo mucho más necesario y
fundamental que un compromiso. Algo que te llena. Que te
construye. Que te carga de energía positiva. Porque eso es lo
que ocurre al compartir con alguien nuestra intimidad…
—Y nuestro sudor.
Ella resopló de risa y yo sonreí sin poder evitarlo. De
repente la vergüenza se instaló en su cara.
—Siento haber sido tan directa y atrevida… No sabía de
qué palo ibas… Lo único que sabía es que me gustabas…
—Te gustaba. ¿Ya no?
—Me gustas…
—Quizá hubiera sido más fácil haber empezado por ahí,
¿no?
—Me gustas. Y cada día que pasa me gustas más… Creo
que me he enamorado de tus ojos en ese retrovisor. ¡Pero
solo de tus ojos! El resto de ti, solo me gusta como amigo…
Eso me hizo sonreír y destensar la postura. Algo que Alba
supo captar muy bien cuando rompí filas y me acerqué a ella
con claras intenciones de «corromper algo».
La vi ponerse nerviosa cuando la acorralé contra su puerta
abierta y la sensación me gustó. Ese nerviosismo era nuevo
para mí. Hasta el momento solo me habían gustado chicas
muy seguras de sí mismas. Quizá las alternativas que iban
de duras y luego no lo son tanto, fueran mi debilidad…
—Yo quiero ser tu amigo, Alba… De verdad que sí, pero
hay partes de mí, además de los ojos, que no están de
acuerdo con eso…
—¿Y cuáles son? —preguntó con expectación.
—La primera, mis labios… —susurré acechando los suyos
sin llegar a besarla—. Ya están mancillados, así que no hay
vuelta atrás…
Me ofreció una sonrisa por respuesta esperando un beso, y
cuando no llegó, volvió a preguntar «¿Qué más?».
—Mis manos también están en el ajo… si no, mis labios no
podrían hacer esto… —Le bajé un tirante fino de la camiseta
y deposité un beso donde antes reposaba la tira.
Ella inspiró hondo y sonreí enardecido. Repetí el
movimiento con la otra y terminé de bajársela despacio,
descubriendo que no llevaba nada debajo.
«Joder…». ¡Ahí estaban! Las joyas de la corona, al natural.
Ni siquiera lo dudé. Mi boca atrapó una de ellas, mientras
la apretaba con vehemencia. Primero una y después otra.
Sin delicadeza, sin saber a cuál atender antes. Su gemido
repercutió directamente en mi polla. Mis labios treparon
hasta su boca, que me engulló con un hambre desconocida.
«Madre mía… qué delicia». Mi dureza protestó con envidia.
Necesitaba hundirse de cabeza en la temperatura y
humedad de su coño. ¡Plas! A la mierda.
De pronto recordé lo que me había dicho. «Nunca lo he
hecho en una cama», y no sabía si sería cierto, pero me dio
igual.
La cogí en brazos diciendo «tus deseos son órdenes, a la
cama». Cuando la dejé sobre ella, metí los dedos por el
borde de sus mallas y tiré hacia abajo con fuerza para
deshacerme de ellas. Y lo que vi me hizo necesitar una pared
donde apoyarme.
Una piel perfecta me esperaba. El summum de la suavidad
y completamente depilada. A mis neuronas les costó rebotar
para ir a cerrar la puerta. Nadie iba a saberlo. Nadie se
imaginaba que estaba a punto de zambullirme en la fuente
de la eterna juventud. Avancé despacio hacia ella mientras
me quitaba el polo y me quedaba solo con los pantalones de
camuflaje. Sus ojos repasaron mi torso y casi noté cómo mi
estudiada lentitud estaba inundando su entrepierna para
recibirme.
Le abrí las piernas con cuidado y me situé entre ellas, pero
no fui directamente donde lo deseaba. Empecé por su
ombligo y fui bajando haciéndonos desear más; para cuando
llegué a destino, sus ganas eran caramelo líquido. No me
dejé ni una sola gota entre sus pliegues de lo que le había
provocado hasta que explotó.
Me incorporé antes de seguirla por el mismo camino y
empecé a desabrocharme el pantalón.
—¿Tienes condones? —pregunté con un jadeo, con un tono
que denotaba darme igual si los tenía o no. Iba a meterme
en ella hasta el fondo y soportaría el latigazo de tener que
sacarla en el último momento. Así de loco estaba.
—Sí —farfulló ella, abriendo un cajón y ofreciéndome uno.
No me he puesto un preservativo más rápido en mi vida.
Me coloqué encima de ella, rozando nuestros sexos y
torturándonos al máximo. No lo hagáis en casa. Esa
desesperación no puede ser buena para la salud…
—Te lo preguntaré solo una vez… —dije intenso—. ¿Estás
segura de que no quieres seguir siendo amiga de mi polla?
Ella resopló de risa.
—Absolutamente. Ya tengo demasiados amigos…
—Ella piensa lo mismo.
Besé con ímpetu su sonrisa y me preparé para tocar el
cielo con la punta de… ¡¡Plas!!
Tengo una laguna de todo lo que sucedió desde ese
momento hasta que Mak apareció andando por el pasillo en
mi punto de mira. Sé que en algún momento me separé de
ella, me vestí y volví a mi puesto de trabajo dejándola
desmayada en la cama, pero yo nunca abandoné ese
colchón. Seguí reviviendo cada embestida, cada gemido y
todo lo que chupé y mordí en esa habitación hasta que
amaneció.
Casi me da algo cuando, al salir, el pato se plantó en mi
camino para pedirme cuentas de lo que le había hecho a su
«mami».
Me hizo sonreír porque me demostró que, aunque no lo
creas, siempre le importas a alguien.
—Gracias por no morirte… —Lo acaricié y lo dejé atrás.
Cuando cerré la puerta con cuidado, seguía mirándome. Muy
fuerte…
—Eh, ¿qué tal la guardia? —me preguntó Álvaro intrigado
al llegar hasta mí, intentando leer algo en mi cara. Y
un flash borroso cruzó por mi cabeza, las últimas palabras de
Alba:
«No se lo cuentes a nadie, sería arriesgado para los dos. Ni
siquiera a Mak, me haría sentir incómoda. Y después de años
de castigos he aprendido que nunca hay que admitir la
autoría de un delito. Eso cambia las cosas. Te juzgan aunque
no lo sepan. Seamos discretos, ¿vale?».
No quería mentirle a mi mejor amigo. No quería que Alba
se sintiera cohibida por la mirada transparente de Mak. No
quería que Mak pensara que nadie es incorruptible… Y
menos yo. No quería cagarla, pero… todavía tenía mucho
que aprender.
—La guardia bien. Aburrida… —mentí con calma—. Bueno,
excepto cuando Alba salió a visitarme. Lo intentó de nuevo y
yo lo estaba deseando, pero en el momento de la verdad,
me eché atrás. Creo que no merece la pena jugársela, en
serio. Tampoco es la mujer de mi vida…
Álvaro escrutó mi mirada buscando la falacia, pero me
salió bien.
—Joder, tío… —Sonrió Mak negando con la cabeza—.
Podría meterme contigo a saco, pero en realidad te admiro
por tener esa fuerza de voluntad. Por hacer siempre lo
correcto. Tengo mucho que aprender de ti —dijo frotándose
el cuello con admiración.
—Y yo de ti. —Estaba en ello—. Ojalá pudiera dejarme
llevar y disfrutar más de las cosas, pero creo que no me
sentiría bien conmigo mismo después.
—Te entiendo… —respondió pensativo.
—No quita para que necesite hacerme una paja
urgentemente.
Mak se echó a reír y su humor fue excelente el resto del
día. El de los dos. Porque entendí que no era tan plano como
yo pensaba. Tan leal. Tan honorable. Ni tan perfecto como
querían que fuera mis padres y sentí que yo tenía razón. Que
había mucho más en mí que disciplina y rectitud. Que Mak
me había ofrecido abrazar una libertad que nunca creí
posible. Un superpoder. El de saber guardar un secreto.
CAPÍTULO 9
EL CUERPO DEL DELITO
“Ofrecer amistad al que pide amor es como dar pan al
que muere de sed”, Ovidio
Lucas se fue a dormir; yo, sin embargo, no sabía si llegaría
vivo al amanecer…
Las cartas estaban echadas y Luk no iba. ¡NO IBA! Pero
alguien tenía que jugar, ¿no?
Lo tanteé cuanto pude, pero parecía tenerlo muy claro.
«¿Y tú?». Eso es lo que me preguntaría Alba, hambrienta y
despechada, en cuanto abriera la puerta. Y sabía que se me
pararía el corazón antes de decirle que «No» a un centímetro
de su boca.
Debería haberle dicho a Luk: «Mira, tío… Si tú no quieres
nada con ella, ¿te importa si yo…?», pero no me atreví. ¡No
quería decepcionarle! Admiraba que fuera tan recto y leal a
las normas, pero… ¿Cuánto tardaría un tío así en
desprenderse de alguien como yo? De un ser tan caprichoso,
débil y corrupto…
No quería perderle. Por eso me callé como un desgraciado.
Para mí era un honor ser su amigo y no quería que tuviera
esa despreciable imagen de mí. Pero yo me conocía muy
bien. Cada vez que hacía propósitos para cambiar, mi
impulsividad se imponía y no era capaz de controlarme. Y si
había mujeres por el medio, ya ni te cuento…
¿Qué le iba a hacer? ¡Eran mi energía vital! Un tío como yo
necesita pasión para mantenerse vivo. No sé cuánto sufrió
Lucas los meses que estuvimos en el centro GEO a pan y
agua, pero yo lo pasé realmente mal sin compañía femenina.
Fue algo agónico. Quizá tuviéramos distintos grados de
aguante para estar sin sexo.
Luk había rechazado a Alba definitivamente y, aunque
eran las tres de la mañana, ella salió a saludarme
creándome una encrucijada moral sin precedentes.
No sabéis lo guapa que se había puesto, la hija de perra…
Llevaba un pantaloncito corto (el calor seguía arreciando)
y una camiseta que era mediacamiseta en realidad.
Terminaba justo debajo del pecho, enmarcándole una
delantera que mejor no mirarla fijamente si no querías tener
un accidente en tu ropa interior… Necesitaba un milagro
para salir indemne de esa situación, pero muy pronto me di
cuenta de que ni Dios habría podido impedir lo que iba a
suceder a continuación…
—Buenas noches… —dijo con educación—. Qué calor…
¿Quieres agua fresca? Tengo.
«Además, maja…».
—No, gracias.
—¿Cómo te va? —Quiso saber curiosa.
—A mí, bien, ¿y a ti? Ya me ha contado Luk…
—¿Te lo ha dicho? ¡Qué vergüenza…! —Se tapó los ojos.
—No te tortures… Has ido a dar con el rey del autocontrol,
pero ni se te ocurra pensar que no eres deseable o algo así…
Vayas a donde vayas, tendrás a todos los tíos babeando
siempre.
Ella me miró curiosa.
—Pero ahora estoy aquí… ¿qué puedo hacer?
«Siempre te quedará la mano…», quise decirle, pero me
callé. Porque yo quería sustituir esa mano, joder. Llevaba
veinticuatro horas sin poder quitármela de la puta cabeza. La
imaginaba hurgando en su cuerpo una y otra vez hasta…
—Aquí hace más calor que en mi habitación… Voy a por
agua. —Decidió.
Al irse, mi vista se clavó en su culo sin poder evitarlo y me
mordí los labios con fuerza como castigo. «¡Contrólate, por
Dios!».
Volvió besándose con una botella que se condensaba por
momentos por el sugerente contraste de temperaturas.
—Ah, qué buena está… —Me quiso dar envidia, y sonreí
ufano.
—¿Me das?
—Has dicho que no querías.
—He cambiado de opinión. ¿Se puede o está prohibido?
—Se debe —Sonrió felina. Y se acercó a mí para
ofrecérmela.
Era una de esas botellas con pitorro de la que puedes
beber a distancia, y eso hice cuando me la tendió. La
presioné con fuerza y un chorro de agua helada encharcó mi
garganta. «¡Qué gustazo!».
—Podías chuparla, no me importaría…
—Doy fe de que no te importaría —solté sin pensar. ¡Puto
loco! Su risa me dijo que había captado la segunda lectura
de lo que podría chuparle…
—¿Sois muy amigos Lucas y tú? —preguntó de repente. Y
me sorprendió la matización de «muy», pero enseguida supe
que estaba poniendo a prueba mi lealtad, para luego
ahogarla con un cojín, claro.
—Por mi parte, sí. Hicimos juntos el curso de GEO y eso
une muchísimo. Es muy duro, ¿sabes?
—¿Dirías que vuestra amistad es para siempre?
—Quiero pensar que sí. Ahora mismo es MI persona…
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes, esa persona que siempre está ahí, esa con la
que no puedes pasar ni un solo día sin hablar, escribirle o
saber de ella. Alguien que necesitas para ser la mejor
versión de ti mismo…
—Guau… —comentó maravillada—. Yo no tengo a nadie así
en mi vida.
—Ya lo tendrás…
—Y mientras, ¿quién me va a dar cariño? —Fingió un
puchero.
La miré, y no a los ojos, dejándole claro que yo se lo daba
pero bien dado…
Ella volvió a beber de forma extremadamente sensual.
«Joder… Para ya».
—¿Me das más? —Me salió del alma al ver su boca pegada
en ella.
—¿Vas a chuparlo esta vez? —Me vaciló.
Por un instante los dos nos quedamos mirándonos en
silencio.
—Voy a chupar —dije kamikaze—, así le daré un buen
viaje…
—Aprovecha, es la última vez que te doy… —advirtió
juguetona. Ninguno de los dos hablaba del agua,
evidentemente…
Cogí la botella y bebí a conciencia sin dejar de mirarla a los
ojos.
Ya tenía su saliva en mi boca. No había vuelta atrás…
Seguimos hablando y me preguntó hasta cuándo íbamos a
custodiar su habitación. Le comenté que la semana siguiente
cambiaríamos el turno con la patrulla exterior. Hablamos de
política y de temas religiosos, todo mientras ella bebía de su
botella y yo reseguía el afán con el que relamía los restos de
mi saliva. Solo le quedaba un culín cuando le dije:
—Deberías irte a la cama ya, es tarde…
—No eres mi padre —Volvió a beber rebelde sacándome la
lengua.
—Claro que no soy tu padre, yo estoy mucho más bueno…
Ella se rio con soltura, como si en vez de agua fuera
tequila lo que había estado ingiriendo.
—Sigo teniendo sed —añadí sagaz—. ¿Me das lo que te
queda de agua y te vas?
Se acercó a mí para satisfacer mi petición, pero cuando ya
pensaba que iba a dármela, se bebió lo que faltaba y sonrió
gamberra.
—Lo siento, ya no queda… —anunció socarrona.
No anduvo ni dos pasos y ya la tenía aprisionada contra
una pared. No se provoca a un tiburón.
—Siempre queda algo… —Y me lancé a saquear sus labios.
Nos dimos un morreo que ni yo me lo creí. Sucio, ansioso,
desesperado por devorarnos mucho más que las bocas.
«Hostias…». Y entendí que éramos algo inevitable. Un
mecha encendida avanzando hacia la munición. ¡Boom!
—Tengo más agua en mi cuarto… —Jadeó en mis labios.
—Naaa, la tienes aquí mismo… —Ronroneé, y la punta de
mis dedos acarició su piel hasta traspasar la cinturilla de su
pantalón.
Un gemido escapó de su boca cuando sintió cómo los
hundía en su excitación hasta el fondo. Aquello era un jodido
manantial de vida eterna y tenía que beber de él.
No tardé ni un segundo en agacharme y arrastrar el
pantaloncito hacia abajo. Y ya puestos, todo lo que encontré
a mi paso. Me dio igual. Me sumergí en su entrepierna y ya
no hubo más Álvaro. Sus gemidos de sorpresa
cortocircuitaron mi cerebro y fue ella la que tuvo que
arrastrarme del pelo hacia el interior de su habitación antes
de que despertara a toda la casa al catapultarse hacia el
orgasmo.
Cuando cerré la puerta y me giré, no podía creerlo. La
tenía delante de mí, desnuda de cintura para abajo, solo con
la mediacamiseta.
Y se me fue la olla, claro. Del todo. Era un puto sueño
hecho realidad. Su sabor me tenía narcotizado y solo quería
más y más, pero al avanzar hacia ella noté la incomodidad
en mis pantalones y miré hacia abajo. Estaba a punto de
reventarlos.
Su vista lo captó y se lanzó hacia mi erección como si
estuviera en llamas y tuviera que apagarla. Y tenía joder…
Me la sacó tan rápido que imaginar lo que estaba a punto
de hacer se mezcló con la realidad y tuve que sujetarme a
algo para no caerme de la impresión. «¡Por Dios! ¡Qué
ímpetu!».
—Con calma… —la avisé preocupado. Porque estaba
demasiado cachondo, y si seguía a ese ritmo, todo
terminaría en un santiamén.
Cada segundo fue perfecto… Sus movimientos bruscos, lo
dura y resbaladiza que me la estaba dejando, el recuerdo de
su famélico coño por recibirme… y no pude más. La insté a
ponerse de pie y me hice con uno de los condones que
llevaba en el bolsillo. Me lo puse en tres segundos y empecé
a besarla con vehemencia.
Cuando comprobé su estado con los dedos, un pellizco de
placer me recorrió la espalda al notar que lo deseaba tanto
como yo. Amasé su culo con fuerza sin dejar de besarnos y
la levanté a peso. No podía esperar ni un segundo más.
No quería sacar mi lengua de su boca. Todos mis
apéndices deseaban meterse en ella.
No tuvimos que hacer nada especial para encajar nuestros
sexos, fue algo natural y fácil, como si lleváramos haciéndolo
toda la vida. Me había pasado alguna vez. Encontrar una
pareja sexual con una sincronización perfecta con la que
encajas sin proponértelo siquiera. Ayudó que pesara poco y
que yo estaba muy fuerte, pero terminamos empotrados
contra un armario porque necesitaba sentirla más y mejor.
Quería ejercer la presión suficiente en su clítoris para que
explotara como la jodida presa Hoover. Quería mojarme
entero.
Todo fue muy rápido. Solo hicieron falta unas cuantas
arremetidas secas para llevarla hasta el precipicio después
del trabajito oral. La sensación de estar en su interior era
celestial y no quería que terminara. Mis manos sostenían su
culo, apretándola más contra mí mientras bombeaba con
fuerza en su interior. Escucharla jadear en mi oreja era mejor
que una melodía de Mozart.
«Todavía no», supliqué cuando sentí que me iba.
Necesitaba mucho más tiempo. Estaría horas perdido en su
cuerpo. Venerándolo. Chupándolo. Intentando cansarme de
ella sin conseguirlo. Sin dejarme ningún rincón que explorar,
pero éramos jóvenes y estábamos demasiado calientes y,
como suele pasar en una primera vez, cuando además la
idea lleva días reproduciéndose en tu cabeza, la diversión
siempre termina antes de lo que quisieras.
A su grito sordo le siguió el mío segundos después, cuando
me enterré hasta lo más profundo, mientras escondía la cara
en su pelo. ¿Y lo bien que olía? Madre mía… Qué maravilla
de chica…
—Joder… —farfulló ella cuando por fin nos detuvimos y se
hizo el silencio.
Pues sí… «¡Joder…!».
Salí de ella a regañadientes y me quité el preservativo.
Cuando me di la vuelta el pato me metió un susto de
muerte. Estaba parado plantándome cara y yo… ¡ni siquiera
tenía los pantalones subidos! Estaba en clara desventaja y
parecía querer atacarme.
Ella fue en busca de su ropa y yo me subí la mía
intentando no hacer movimientos bruscos.
—¿Este bicho no duerme o qué?
—No es un bicho —Rio ella—. Es un ave. Y bastante celoso,
por cierto…
—¿No me digas? —dije con cierto respeto. Fui a acariciarle.
—Y muerde… —Frené mi mano en el aire y me lo pensé
dos veces.
—Pues entonces tenemos mucho en común —Sonreí
ladino.
Visualicé la puerta. Debía salir pitando de aquella
habitación; no estaba precisamente en una cita de sábado
noche en la que podía quedarme a las caricias de después,
ni a dormir, ni a echar otro, aunque me muriera de ganas…
Tenía que volver a mi puesto de trabajo.
Ella me acompañó a la puerta como si pensase lo mismo y
me giré para despedirme.
—Bueno…
—Bueno… —contestó melosa—. ¿Estás bien?
—Sí, pero sigo teniendo sed… —confesé con una risita. Y
ella soltó otra.
Apoyé el pecho en la jamba y le pedí un beso con los ojos.
Ella se acercó y me lo concedió. Sabía tan jodidamente
bien…
—Es en serio… sigo teniendo sed, esto me ha sabido a
muy poco, pero son las cinco de la mañana y aquí la gente
madruga mucho.
—Mañana tendremos más tiempo —apuntó ella—. Todavía
nos quedan dos días enteros hasta que cambiéis de turno…
Asentí y la besé de nuevo, despacio, prometiéndole mucho
más.
—Me gustaría que esto quedase entre nosotros… —Le pedí
en voz baja—. No quiero que Luk se entere y piense que no
tengo fuerza de voluntad o que no me tomo en serio mi
trabajo…
—No debería importarte lo que nadie piense de ti. Solo lo
que tú crees. ¿Piensas que no te tomas en serio tu trabajo
por esto?
—No, sí que lo hago, pero me tomo más en serio vivir… Y
tú eres algo que no me hubiese perdonado a mí mismo no
disfrutar. Ha sido increíble… —Volví a envolver sus adictivos
labios.
—Por mí no sabrá nada… —me prometió—. Y pienso como
tú, no quiero dejar de hacer nada que luego vaya a lamentar
no haber hecho. Y hubiera lamentado no estar contigo.
—Me alegra oírlo… Descansa, ¿vale?
—Voy a descansar mejor que nunca —Sonrió taimada. Me
dio un último pico y se fue a la cama.
Esa hora y media hasta el amanecer se me pasó volando
perdido en mis pensamientos, en las sensaciones que había
experimentado y en el miedo de que Lucas me lo notara. O a
ella. Aunque podía haberlo soñado todo, en realidad, quién
sabe…
Cuando escuché que la casa se despertaba salí al patio a
esperar la llegada de Luk.
—¿Qué tal la noche? —me preguntó al verme.
—Bien… Reventado de no hacer nada. —Iría al infierno por
mentirle así.
—Solo quedan un par de noches y cambiaremos de turno
—dijo él como si lo estuviera deseando.
Y le entendí. Porque si yo estuviera en su pellejo también
contaría las horas para alejarme de la tentación de Alba. Sin
embargo, ahora las contaba para reunirme de nuevo con
ella, aunque solo fuera una última vez. Necesitaba más.
Como cuando pruebas algo que te flipa y deseas volver a
probarlo. Al menos Luk no la había probado y no sabía lo que
se estaba perdiendo…, aunque pudiera imaginarlo. Pero la
realidad siempre supera la ficción.
—Buenos días, chicos —Ronroneó ella cuando se paró
frente a nosotros. Ese día llevaba un vestido largo de color
blanco con los hombros al descubierto. Estaba
resplandeciente. Parecía una reina élfica capaz de noquearte
con su belleza.
Tenía el pelo suelto y brillante (es lo que tienen los
orgasmos), todo rematado por una sonrisilla que parecía
esconder más de un secreto. Uno que descubriríamos muy
pronto…
La seguimos, como siempre, doblegados por su aroma, y
en el coche entablamos una conversación surrealista a raíz
de un bostezo suyo.
—¿Hay sueño? —comencé yo vacilón.
—Un poco, no he dormido mucho esta noche…
—Yo tampoco he podido pegar ojo, si te sirve de consuelo
—informó Luk cruzando una mirada significativa con ella por
el retrovisor.
—A mí no me afecta dormir poco —señalé—, ahora mismo
no distingo entre sueño y realidad.
Los dos me miraron interrogantes.
—Porque estoy viviendo un sueño… —Disimulé—. Estar en
una misión en Siria con los GEOS.
A Luk le convenció, pero me giré hacia Alba para
asegurarme de que lo había entendido y la vi sonreír.
Cuando llegamos a la universidad, antes de bajarse del
coche dijo: «Por si luego me olvido de decíroslo… gracias por
cuidar tan bien de mí. Los dos…». Mira que no
pillarlo, pa matarnos.
Desapareció y, lejos de quedarnos sin tema de
conversación, nos pusimos a hablar de Alba y del
comportamiento de novio celoso de Cardan, su pato.
Estábamos de buen humor y, salvo un minúsculo detalle sin
importancia llamado «coito doble», me parecía natural
contarle a Luk lo cachondo que me ponía Alba y lo que me
reía con su mascota.
—Cada vez que abre la puerta, me mira fatal. ¡No sé si
quiere comerme o que le haga más caso a él…! —bromeé.
—¡A mí, igual! Cuando Alba vino a hablar conmigo, lo vi
esperándola en la puerta de la habitación, como si fuera un
guardián. Se notaba que estaba deseando salir al pasillo,
pero lo tiene bien enseñado.
—Es una hechicera… —solté yo sin pensar. Y Luk me miró
extrañado. Ups… Tuve que añadir algo para que el momento
pasara—. Menos mal que no te has liado con ella, si no, igual
te ataca…
—Otro punto a favor de no hacerlo… —replicó como si no
caer en sus redes fuera la mejor decisión. Y quizá lo hubiera
sido…
—¿Crees que volverá a intentar seducirte? —pregunté
incómodo, cayendo en la cuenta.
—Supongo que sí…—Me puse tenso.
—¿Y crees que podrás resistirte?
—Sí, eso creo… Si fuera a morir pasado mañana, no me lo
pensaría, pero la vida es muy larga…
—No todas las vidas son largas… Y nosotros tenemos un
trabajo catalogado como peligroso.
—Todavía no me siento en peligro, quizá cuando lo haga,
cambie mi forma de pensar…
Y tiene gracia que dijera eso… Mucha gracia. Porque
pronto todo cambiaría.
Esa misma noche, yo tenía el primer turno de la noche y
Lucas el segundo. No sé lo que hicieron ellos, pero en el mío
me metí en su cuerpo como si no hubiera un mañana. Un
mañana que no habría para un puñado de compañeros geos
una semana después…
Podríamos haber sido nosotros… Fue una mina oculta en la
oscuridad del asfalto. La pisó el coche que iba delante del
nuestro.
Y esa explosión lo cambió todo. O quizá fue el miedo.
capítulo 10
CROSSING LINES
“La amistad siempre es provechosa; el amor a veces
hiere”
Séneca
Cuando me enteré de que Mak también se estaba follando a
Alba no supe qué sentir.
Me quedé catatónico… Fue una sensación indescifrable pero
horriblemente familiar. Similar a la de enterarte de que un
familiar (o amigo) ha cometido un delito. Como Kai… Por un
lado lo condenas, pero por otro… es difícil no querer proteger
a uno de los tuyos.
Sé que no tiene nada que ver una cosa con la otra, pero
entendí que las peores traiciones son las de aquellos en los
que más confiamos.
La forma en la que me enteré tampoco ayudó a suavizar
las cosas.
Fue la última noche que estábamos custodiando a Alba
aquella semana, al día siguiente cambiaríamos de puesto al
de Patrulla Exterior. Y quería aprovechar al máximo el tiempo
con ella.
Nos besamos como locos durante diez minutos enteros.
Quería interiorizar su sabor para recordarlo durante toda la
semana. Los besos, húmedos y juguetones, con lengua por
todas partes, nos dejaron al borde de la desesperación; no
tenía pensado hacerle sexo oral, pero tenía que probar la
cosecha de lo que había sembrado con mis besos…
Todavía no había rozado mi lengua contra su hinchado y
húmedo centro cuando lo vi. Una marca. En la ingle…
No pensé en nada. En ese momento no era un ser racional,
teniéndola abierta de piernas con su centro a escasos
centímetros de mi cara, solo era un animal salvaje cuya
misión en la vida era sumergirse en sus pliegues para que
quedase en mí el remanente de su olor, y eso hice… El
placer reverberó en mi polla, que aulló de pura envidia.
Me acomodé mejor, pero ese moratón volvió a mi mente.
¿Cómo se lo habría hecho? Parecía un chupetón…
Me detuve en seco como si algo me hubiera golpeado.
Un recuerdo. Una conversación… Una noche, en el centro
GEO, cuando colamos unas cuantas botellitas de alcohol de
cinco centilitros y empezamos a contar historias cada vez
más sórdidas.
—Pues yo, siempre, siempre, siempre… marco a las tías
que me tiro con un chupetón… —empezó Mak enigmático—.
Pero no creáis que en el cuello, como es lo habitual, se lo
hago en la ingle, sin que se den cuenta.
—¿Cómo no pueden darse cuenta?
—Porque normalmente les estoy follando a muerte con los
dedos en ese momento… —Sonrió granuja—. Y días más
tarde, cuando lo descubren… bueno… la mayoría vuelve a
escribirme, os lo aseguro.
—¡Qué cabrón! —Me reí entonces. Pero ahora no me hacía
ni puta gracia.
Se me bajó de golpe la erección, como si esa información
fuera un dardo tranquilizante directo a la yugular de mi polla
por el que perdió el conocimiento.
—¿Sabes que tienes un chupetón aquí? —Lo presioné con
firmeza.
Alba salió de su trance y me miró desencajada.
—¿Qué? ¿Dónde?
—Aquí… Es claramente un chupetón… ¿Quién te lo ha
hecho?
Que no respondiera enseguida, contestó todas mis
preguntas. Ni siquiera pudo negarlo. Fue tan…
—Joder…
Me levanté asqueado y me senté en la cama. Me revolví el
pelo e inspiré hondo. No quería saberlo. Ni quería sentirme
traicionado. Por ella. Por él…
Hijo de puta…
—¿Él lo sabe? —pregunté esperanzado; eso cambiaría las
cosas.
No dije su nombre para demostrarle que era muy obvio
para mí.
Alba guardó silencio intentando pensar, darse tiempo,
buscar una solución… y me giré para enfrentarme a sus ojos.
Se había tapado con la sábana como si me tuviera miedo,
como si yo fuera un extraño.
—¿Le has dicho que nos estamos acostando? —Volví a
probar.
Ella negó con la cabeza.
El alivio me llegó como esa bocanada que te devuelve la
vida cuando te estás ahogando.
—Joder, ¡Alba..! —Me enfadé con ella con total libertad—.
¡¿En qué estabas pensando?!
Me levanté furioso y busqué mi camiseta.
—Me gustáis los dos… —se defendió ella con voz ahogada.
—¿Cómo has podido engañarnos así?
—De la misma manera que vosotros tampoco os habéis
dicho nada. No creo que nadie deba pedir permiso a nadie.
¿Qué más da?
—¡¿Que qué más da?! —Flipé.
—Esto no es amor, ¿no? ¡Solo es sexo! Y del bueno. ¿Qué
problema hay?
—Joder… Eres increíble…
Me largué de su habitación, atónito, con su sabor en la
boca y a medio camino de ponerme el polo.
Caminé de un lado para otro como un tigre enjaulado,
hasta que volvió a abrir la puerta quince minutos después.
—Por favor, vete —ordené adusto.
—No te enfades…
—No quiero enfadarme más. Vete a dormir, joder…
—Pero… ¿por qué te enfadas tanto? Quiero entenderlo…
Yo también quería entenderlo, pero no podía.
¡Simplemente aquello era demasiado!
—¿Cuándo empezaste con él? —Eché más leña al fuego,
como suele hacerse en estas ocasiones.
—Fue la misma noche que empecé contigo, yo no…
—¿Y te lo has follado todas las noches desde entonces? —
Aluciné—. ¿Llevas tres veces con cada uno? —Volvió a
guardar silencio—. Madre mía…
Me sujeté la cabeza intentando quitarle hierro. «Solo es
sexo. Solo eso…», pero el problema no estaba en ella, sino
en nosotros. Mak y yo.
—¡No podía renunciar a ninguno de los dos!
—¡Baja la voz! —susurré furioso—. Vete a la cama, Alba, en
serio. O espera a que llegue él. Pero olvídate de mí.
Me dolió pronunciar esas palabras tanto como a ella
escucharlas.
—¿Por qué…? —balbuceó afligida con los ojos brillantes.
Resoplé y aparté la vista. No pensaba ablandarme.
—No soy segundo plato de nadie…
—¡No lo eres! —dijo cogiéndome de los brazos—. Para mí
sois igual de importantes. Con cada uno es diferente y…
—Alba. —Tomé aire—. Basta. No quiero oír más.
—¿Qué tiene de malo? —insistió—. ¿Has oído hablar
del amor libre? ¡Estás reaccionando como si tuviésemos un
compromiso afectivo basado en el amor tradicional, y no es
el caso!
—Tú no lo entiendes, Alba… —mascullé agobiado—. Nos
has mentido… Todos hemos mentido. Has jugado con algo
muy delicado. La base de toda relación, sea del tipo que sea,
es la confianza… Y has tambaleado una muy importante
para mí. Vete ya, por lo que más quieras. Necesito pensar.
—Pero…
—¡No sigas cagándola! —Cerré los ojos iracundo y me
sentí fatal, pero estaba muerto de miedo. De terror por no
saber procesarlo. Por dejar de ver a Mak como lo veía.
Bajarme de esa nube… yo… no podía perder eso.
Por suerte, se rindió y me dejó solo con mi cabeza
maquinando a toda velocidad en un silencio ensordecedor.
Dentro de mí se gritaban alegatos. Se daban portazos. Se
destrozaban cosas… ¿Por qué?
Imaginar a Mak empujando entre sus piernas, besándola,
jadeando en su oreja… ¡Joder! Iba a matarme por haberle
mentido de primeras. Él me cedió el honor de tenerla para
mí y cuando pensó que yo pasaba…
Menudo marrón.
No sabía qué pensar. ¿Lo sabría Mak o no? Porque la cosa
cambiaba ostensiblemente. Follársela a mis espaldas,
sabiendo que yo compartía mi intimidad con ella era una
cosa, algo que no molaba nada, pero si lo hacía solo porque
creía que yo no lo estaba haciendo… Era un marrón de
cojones. Y, sinceramente, no sé qué prefería, si fallarle o que
me fallara… No sabía qué me dolería más…
Cuando lo vi aparecer para el cambio de turno se me paró
el corazón. Noté en el aire que venía con intención de
follársela una última vez esta semana, con toda su fuerza de
semental…
Tragué saliva cuando llegó hasta mí.
—¿Qué tal…?
—Mal —contesté directo.
—¿Qué pasa?
—Alba me lo ha contado todo… Me ha dicho que estáis
liados…
La cara de Mak se convirtió en piedra. Tragó saliva y miró
al suelo sin saber dónde meterse y una ola de tristeza me
cubrió el corazón.
—Lo siento, es que…, cuando la rechazaste vino a por mí
y… Soy débil, joder. Yo no soy como tú, Lucas. Soy un puto
desastre, ya lo sabes… Mi autocontrol debe de estar en
alguna isla de Tahití tocando los bongos…
Cerré los ojos, abatido. No sabía nada de lo mío. El alivio
me recorrió entero. Y también un escalofrío, porque merecía
saberlo…
—Yo… no sé cómo decirte esto, eh… —Me froté el cuello—.
He metido la pata. Pero hasta el fondo. No soy tan perfecto
como crees…
Mak arrugó la frente.
—¿De qué hablas?
—Te mentí… Cuando te dije que la había rechazado… Te
mentí. Me la tiré hace tres días y hemos estado follando
todas las noches desde entonces…
Mak subió las cejas hasta el límite de su pelo y abrió
mucho los ojos.
—¿Cómo…?
—Lo que oyes. —Junté las manos como si rezara buscando
una absolución y las apoyé en mi boca y en mi nariz—. Lo
siento mucho…
—Hostia…
Todavía era presa de la sorpresa y esperé a que llegara el
enfado. Pero de pronto sonrió alucinado y negó con la cabeza
para terminar tapándose la boca.
—¡Vaya tela…! —exclamó con media sonrisa.
—¿No estás enfadado? —pregunté atónito.
—¿Por qué?
«¡Joder con los porqués! ¡Porque sí, coño!».
—¿No te molesta que… nos hayamos estado comiendo las
babas del otro?
—Nunca he entendido esa expresión… —Se encogió de
hombros—. Vaya con Albita… Es más rebelde de lo que
pensaba… —Sonrió mirando al vacío.
—¿Y no te molesta que… yo te mintiera?
—Depende. ¿Por qué lo hiciste? —preguntó locuaz.
—No lo sé… porque quería que pensaras que era un tío
recto, creo.
—Y como pensaba que lo eras, yo no te dije nada porque
no quería que pensaras que era un tío torcido —se mofó.
—¿La tienes torcida? No lo sabía —bromeé.
—¡La tengo como un mástil, chaval! —Me empujó Mak
divertido.
No podía creerlo. ¿Entendéis ahora por qué no podía
perderle? Era un ser humano excepcional. Y era todo mío…
De momento…
—Joder… —dije quitándome un gran peso de encima—.
¡Estaba acojonado…! Pensaba que te cabrearías por haberte
mentido…
—Si no lo hubieras hecho, seguramente no habría echado
tres polvos de la hostia, así que… gracias.
—¿Cómo que «seguramente»? —Mak sonrió canalla.
—¡Probablemente, joder! —respondió divertido—. Alba es
muy caliente y yo soy de nocilla blanca…
—Lo que eres es un cabronazo… —Sonreí sabiendo que
mentía. Porque no lo hubiese hecho.
—A mí no me molesta… —anunció con naturalidad—. Ya he
compartido mucho contigo… Compartiría hasta el aire que
respiro con tal de no perderte…
El corazón me bombeó con fuerza. Yo tampoco quería
perderle. Nunca. Por nada. Ni por nadie…
De pronto, la puerta se abrió y Alba salió al pasillo.
El detalle curioso es que apareció con Cardan en brazos,
como si necesitara abrazar algo afable cuando le cayera una
doble bronca por parte de Mak.
—Hola… —saludó cohibida.
Mak la miró como si fuera una niña que se había portado
mal.
—Albita, cielo… tienes más peligro que un Gremlin en un
Aquapark.
Ella mostró una leve sonrisa. Mak era un experto en
animar a la gente mediante el humor. Si un día se le
apagase, lo lamentaríamos.
—Lo siento… es que… ¡me gustáis mucho los dos!
—Ya, pero nos lo tendrías que haber dicho… —la amonestó
acercándose a ella. Hizo un puchero y él acunó su cara con
la mano para consolarla.
Ver cómo se refugiaba en su calor me dio… casi envidia.
No tenía claro si por él o por ella, pero… el acto me excluía y
me jodió.
—Y… ahora que ya lo sabéis… ¿qué va a pasar? —
preguntó inquieta—. Yo no quiero dejarlo…
La sorpresa estalló en mi cara. ¿Cómo era posible que…?
Mak me miró, y no ver una negación rotunda en sus ojos
hizo que me ardiera el pecho. ¡¿Le parecía bien?! Pero…
¿qué hostias…?
Los dos me miraron esperando una respuesta por mi parte.
—Álvaro… —dije sorprendido—. ¿Eso te parecería bien…?
—A mí me parecerá bien lo que a ti te parezca bien…
—A mí no me parece bien —dije con rapidez. Y con cabreo.
—¿Por qué…? —Quiso saber Alba con la expresión más
triste del mundo. Debía mantenerme firme. No quería
recordar lo agradable que era besarla mientras me hundía
entre sus increíbles piernas…
Miré a Mak como si él estuviera recordando lo mismo y
empecé a alucinar en colores cuando dijo:
—Eso, ¿por qué, Lucas…?
—¡¡Porque no!! —exclamé ante mis dudas impúdicas—. ¡Es
muy retorcido, joder…! El vigor del encuentro se iría a la
mierda y empezaría a rayarme sabiendo que también has
estado con él. ¡Me haría sentir que no soy suficiente para ti!,
o que lo pasas mejor con otro… En serio, no quiero entrar en
un puto bucle de comparaciones entre los dos.
—Eso tiene fácil solución —replicó Alba tenaz—. Hacerlo
con los dos a la vez…
La boca se me cayó al suelo.
Mak presionó los labios en una línea fina, como si estuviera
reprimiendo una sonrisa. ¡Qué suerte que todo le hiciera
puta gracia!
—Me he equivocado, Albita… —prorrumpió mi mejor amigo
con su habitual tono cómico—. Tienes más peligro que
agacharse a por una pastilla de jabón en la cárcel…
Una risita estalló en la boca de ella. Esa salvaje boca que
hacía nada me estaba comiendo como no lo habían hecho en
mi vida. Igual que le comía a él, supongo…
—Podríamos empezar ahora mismo… —sugirió Alba
cambiando de postura. Sacó pecho, sacó culo y se mordió el
labio inferior con una decadencia que me volvió loco.
La taquicardia volvió. En ese momento el pato sacudió sus
alas azotado por la tensión sexual del ambiente y entendí
perfectamente su queja.
—Haced lo que os dé la puta gana… —mascullé con
frialdad—. Yo paso.
Y me fui por donde había venido Mak, cabizbajo y vencido
por mis propios prejuicios.
«Que les den», pensé cuando me metí en la cama iluso,
creyendo que podría pegar ojo. ¡No dejaba de imaginarlos
juntos! Al parecer tenía un alma de voyeur en ciernes,
porque imaginarlos me ponía cachondo.
«¡Me cagüen todo!».
Después recordé a Mak besándole el cuello a la pelirroja
del bar cuando yo estaba besándola y… exploté sin remedio.
¡Mierda, joder! No quería volver a eso. A esa sensación. A
pensar que no me importaría devorar juntos a una mujer.
Compartir piel con él y sentirme bien por ello. Demasiado
bien. No… No quería confundir nada.
Al día siguiente miré más al suelo que en toda mi vida por
no coincidir con sus ojos. Los del puto Mako follador.
Por suerte, fue un día entretenido. Los turnos cambiaron a
primera hora y nos explicaron de cero todo lo que íbamos a
hacer aquella nueva semana.
Mejor dicho, aquella funesta semana en la que se
perderían cuatro vidas de compañeros con los que
desayunamos todas las mañanas. Agradecí no estar a solas
con Mak en ningún momento. Solo coincidimos en la
habitación una vez, cuando nos ordenaron ir a coger
material.
—Lucas… —empezó cohibido—. Tenemos que hablar…
Lo miré un segundo, frenando mis labores, y suspiré
cansado.
—No, de verdad… No tenemos que hablar de nada. Ya está
todo dicho. Estoy bien. Haced lo que queráis. Te juro que me
da igual. Tú y yo estamos bien. Simplemente olvidemos el
tema y a otra cosa, ¿vale?
Fui a salir, pero me detuvo.
—No… No quiero tener esa clase de amistad contigo. Lo
quiero todo.
¿TODO? ¡TODO! ¿A qué se refería?
Mis ojos le chivaron que esa frase tenía alarmantes
acepciones.
—Me refiero a que quiero poder hablar de todo siempre
contigo. Yo ya he aprendido la lección, no voy a volver a
ocultarte nada por miedo a que dejes de… ser mi amigo.
Vale, lo acabo de hacer. Iba a decir por miedo a que dejes de
quererme. —Subí las cejas flipado—. ¡Como amigo, joder!
—Yo también quiero ser cien por cien sincero contigo, en
serio, ¡pero eso no significa que tengamos que compartirlo
todo! Ya te lo dije. Compartir nuestra intimidad se me hace
raro…
—Lo entiendo…
—Pues ya está.
—Para poder hacerlo tendrías que estar seguro de tu
masculinidad y es evidente que no lo estás…
¿Qué?
Se giró y empezó a sacar las cosas necesarias de su
petate.
—Yo estoy muy seguro de mi masculinidad —gruñí con los
dientes apretados—. Lo que pasa es que no me gusta
compartir, ya lo sabes.
—Esto no es un postre. No se acaba, hay para todos…
Me ignoró y empujó su mochila de nuevo debajo de la
cama.
Rebusqué en mi cabeza algo con lo que rebatir aquella
idea. Rebusqué muy profundamente en la verdad. ¿Qué era
lo que me molestaba en realidad?
—No me gusta que otro tío me vea la polla, ni yo ver la
suya en vivo y en directo en pleno apogeo…
—¿Por qué? ¿Por si te gusta?
—¡No!
—Se nota que eres hijo único… —Chasqueó la lengua—. Yo,
de pequeño, saludaba a mis hermanas enseñándosela. Y a
veces, las perseguía con ella para que gritaran.
No quería que me hiciera reír, pero…
—Tú estás muy mal, ¿lo sabías?
—¡Qué va! Es una actividad muy sana y liberadora… En mi
casa el sexo nunca ha sido tabú. ¿Tú te duchaste alguna vez
con tu padre?
—No…
—Yo hasta los nueve años. Y… ¿nunca te has
hecho gayolas con tus amigos?
—¿Qué es eso?
—Pajas. Viendo porno, o revistas o cromos, ya puestos…
—Pero… ¡¿qué clase de infancia has tenido tú?!
—Una normal. Eres tú el que está lleno de tabúes. Miles de
tíos matarían por estar en tu pellejo porque no tienen ningún
problema con las pollas ajenas…
—Soy como soy, no me obligues a ser de otra forma —dije
dolido.
—Es al revés. Intento que seas como eres de verdad. Que
dejes atrás lo que tus padres te hicieron pensar que tenías
que ser y empieces a ser tú mismo. Te follaste a Alba,
Lucas… Lo hiciste. Y es algo que el viejo tú nunca habría
hecho. Pero hay otro ahí dentro… Tú no estás hecho para
seguir las normas. Estás hecho para seguir las tuyas…
—¿Te la tiraste anoche? —pregunté a bocajarro.
—Ya sabes la respuesta. Yo vivo como si siempre fuera mi
último día, ¿sabes por qué? Porque un día lo será. Quizá lo
sea hoy…
Salió de la habitación y me dejó solo. No podía ni
moverme. Porque hasta ese momento me creía a salvo de
una realidad que él tenía muy aprendida ya. Dicen que para
ser geo hay que tener algún rasgo de psicopatía, positiva y
necesaria, para afrontar la sensación de peligro a la que
estás expuesto. Y su forma de ser era su forma de no tener
miedo. De no importarle morir porque había exprimido al
máximo su vida.
Estuvimos dos días, el uno al lado del otro, sin apenas
dirigirnos la palabra. Todo era nuevo e interesante y éramos
un grupo bien avenido de cinco. Era muy fácil disimular que
no nos comunicábamos directamente. Cierto es que no
ayudó que, para la mayoría de las cosas, nos entendiéramos
sin palabras y nos adelantásemos a las demandas del otro.
En el trabajo éramos una máquina bien engrasada.
¿Cómo seríamos en el sexo? Igual la tía se desmayaba…
Sonreí arrogante al pensarlo, pero pronto volvió el
recuerdo de Alba quedándose con él y pasando de mí, y mi
sonrisa se esfumó.
El tercer día la vimos un momento de refilón. Nosotros
volvíamos de un control y ella volvía a casa de la
universidad. No conocía a los tíos que la acompañaban, pero
parecían mucho menos geniales que nosotros. De los que
tienen mujer y un par de churumbeles en España
esperándoles.
Cuando nos miró, sentí un hachazo en el corazón. Estaba
tan guapa como siempre, pero parecía triste.
Miré a Mak y apartó la vista con rapidez. Después de
mucho analizar nuestra conversación creo que le molestó
que le dijera que quería cambiarme a su conveniencia…
como si él sacara algún tipo de beneficio de ello. Me sentía
gilipollas.
Esa misma noche, sobre las doce, nos adentramos en un
barrio que habíamos estudiado previamente como posible
base para cualquier grupo que planeara atentar contra los
nuestros. Teníamos que desmantelar el lugar. Limpiarlo. Y en
el momento más inesperado escuchamos una explosión
horrible, seguida de una llamarada que nos deslumbró y nos
quemó un poco por la cercanía.
El coche de delante era una bola de fuego gigante. ¡El
coche de nuestros compañeros! Recuerdo pensar cinco
minutos antes que todo estaba demasiado en calma aquella
noche. Me pareció extraño no ver absolutamente a nadie…
Salimos del coche con los pelos de punta y el rifle en alto.
Mak se pegó a mi espalda como nos habían enseñado. No sé
él, pero yo estaba temblando. Aquello era real. Si nos
estaban esperando, podían tirotearnos en cualquier
momento y todo acabaría.
Alguien pidió ayuda por radio y escuché un alarido
proveniente del coche en llamas y mi respiración empezó a
entrecortarse. Estábamos todos a la espera. A la espera de
la muerte. Pero me lo quité de la cabeza y empecé a dar
órdenes.
—¡Raúl! ¡Coge el extintor! ¡Apaga el coche! ¡Hay que
sacarlos!
No pensaba dejarlos ahí, quemándose, aunque estuvieran
muertos.
Me acerqué al convoy en llamas y Álvaro me cubrió como
si fuera mi sombra.
Esperé a que Raúl lo sofocara para actuar. Fui a abrir la
puerta, pero no había y tiré del primer bulto que encontré sin
pensar. Entonces vi que no… que no tenía cabeza, y me
quedé K.O. durante un segundo.
Miré a Mak. No estaba mirando. Seguía de espaldas a mí. Y
lo saqué para que no se girara y lo viera también. A veces es
más fácil hacer cosas por los demás que por uno mismo.
Dejé el cuerpo en el suelo y no pensé más en él. Solo volví
a por otro sin preocuparme de mi seguridad, porque de eso
se encargaba Mak. Solo de protegerme, mientras le
escuchaba soltar tacos sin cesar, muy bajito.
«Mecagoenlaputa, hostia, joder. Mecagüensusmuertos. La
puta de…». Supongo que era su forma de mantenerse
cuerdo y alerta.
Tiré de otro bulto que soltó un gemido suave. ¡Era César!
—César… —balbuceé abrumado—. Te vas a poner bien,
aguanta…
¡Llamad y que traigan un equipo médico! —grité a quien
me oyera. Lo apoyé en el suelo y vino un chico—. Quedaos
con él. Yo voy a por los otros…
Mak vino conmigo. No le miré, pero sentirle a mi lado hizo
que no me muriera de miedo al vernos rodeados de
oscuridad. Tenía que asumirlo y tragármelo. Después de
aquello, habría pocas cosas en la vida que me bloqueasen,
estaba seguro. Incluso podría soportar ver a Mak desnudo y
excitado muy cerca de mí.
El conductor estaba desmayado sobre el volante y la
negrura de sus brazos no tenía buena pinta. Parecían
calcinados. Solo por la rigidez de su cuerpo supe que estaba
muerto.
Luego saqué al último. A lo que quedaba de él… Era
Juanjo. Un tío la mar de simpático. Me recordaba un poco a
Álvaro, pero en mayor.
—Hay… Hay extremidades por el suelo —farfulló Mak a
media voz—. Las he visto…
—Hay que recogerlas —respondí con un nudo en la
garganta—. ¿Dónde están?
Apiñamos todo lo que vimos junto a los cuerpos. Que no
era poco. Fue tan… devastador. Tan inhumano y atroz… que
no sabía cómo volvería a dormir por las noches.
Esa fue muy larga, desde luego. La más oscura de mi vida
hasta la fecha.
No dormimos absolutamente nada, ni siquiera cuando nos
enviaron a descansar. ¡No podíamos! No queríamos
quedarnos en silencio, a solas, reviviéndolo todo. Estar sin
hacer nada sería lo peor.
Ayudamos en lo que pudimos y llamamos a casa, porque
todo aquello había salido en las noticias en España. Mis
padres fueron igual de secos que siempre, pero se alegraban
de que estuviera bien. Añadieron, como extra, que me
cuidara…
Vi a Mak hablando con su familia de lejos, y aprecié cómo
se limpiaba las lágrimas constantemente. Yo no tenía que
hacerlo porque no tenía a nadie con quien llorar.
Cuando nos obligaron ir a descansar, coincidimos en la
habitación.
No dijimos nada. No había putas palabras… Pero cuando vi
que apartaba la mesilla de noche para juntar nuestras
camas, mi corazón gritó en silencio.
No se me pasó por la cabeza quejarme, al contrario. Me
tumbé y cerré los ojos desfallecido. Agotado de tanto
desaliento…
Entendía por qué lo había hecho. Era su forma de decirme
que me necesitaba cerca, pero no quería abusar de mi
intimidad conociendo mi frágil pudor con el sexo masculino…
Y me sentí fatal.
Fui yo el que, finalmente, extendió la mano, la crucé con
su brazo y me quedé agarrado a su bíceps como un niño
asustado. Cuando sentí la presión afectuosa de sus dedos en
mi antebrazo, algo dentro de mí se rompió en mil pedazos.
Eran todas mis gilipolleces y prejuicios señalándome que
Mak era mi familia, no un amigo más… Mis ojos se
encharcaron de golpe y una extraña relajación se apoderó de
mi cuerpo cuando dos enormes lágrimas resbalaron por mi
cara. Momentos después, caí en un sueño profundo.
CAPÍTULO 11
ANIMAL KINGDOM
“Hay dos clases de amigo: el que besa, y el que pone
la mejilla”
A. de la Tour Chambly
No volvimos a hablar de Alba. No, desde que estalló la mina.
Estábamos muy tocados. Todo pensamiento se había
reducido a lo esencial. A sobrevivir. A proteger la embajada.
A esperar un nuevo ataque en medio del caos.
Al día siguiente un equipo volvió a la zona de la explosión.
A los que lo habíamos presenciado nos recomendaron
quedarnos, pero Luk y yo insistimos en ir y terminar el
trabajo. Ayudar a cercar el perímetro y limpiarlo de otros
posibles «regalitos».
Estábamos en modo GEO. Más que nunca. Y en esa
mentalidad no había lugar para pelearnos por una chica. Una
chica preciosa y especial con la que yo soñaba todas las
noches, y estoy seguro de que Lucas también, pero en ese
momento nos necesitábamos más el uno al otro. Me lo
demostró al alargar su brazo en mitad de la oscuridad y
agarrarme. Me lo demostró cuando percibí los espasmos
propios de un llanto contenido en silencio.
A veces solo necesitamos un toque. Un abrazo. Un cariño
primario y esencial para dejar de verlo todo tan negro. Y Alba
era un contacto muy potente que nos daba cariño a su
manera. Con sus labios, con sus dedos hundiéndose en
nuestro pelo, jadeando en nuestra boca y envolviendo
nuestro cuerpo con sus piernas. Su aporte no era nada
desdeñable y no podía quitármela de la cabeza. Alba era
pura vida y habíamos estado demasiado cerca de la muerte.
Todo lo que filosofamos aquellos días sobre la vida, sobre
no desaprovechar las oportunidades que se nos presentaran,
sobre permitirnos disfrutar mucho más de todo iban
enfocadas al tema de Alba. A su proposición, que daba
vueltas en círculo sobre nuestras cabezas muerta de
hambre.
Cuando llegó la siguiente guardia con ella estábamos los
dos muy nerviosos. Empezaría yo con el turno de noche y
Lucas me relevaría a las tres de la mañana hasta que fuera
la hora de llevarla juntos a clase. Como siempre. Pero no
sabía qué coño íbamos a hacer…
Se suponía que Lucas había terminado con todo eso, pero
tenía la esperanza de que estar viviendo de gratis una
segunda oportunidad le hubiera abierto los ojos y se
permitiera disfrutarlo.
Tenía un plan que consistía en lanzarle un «doble o nada».
—Me voy… —le comuniqué sereno—. ¿Nos vemos a las
tres?
—Sí… Vale —contestó con cara de circunstancia. Con
serias dudas atravesando su alma sobre si pensaba
follármela o no. Y me lancé:
—Te esperaremos.
—¿Cómo…?
—Que te esperaremos. No vamos a hacer nada los dos
solos…
No hizo falta aclarar nada. Sabía a lo que me refería. A
estar Felices los tres.
—Oye, yo… —Se rascó la cabeza—. Es verdad que todo lo
que ha pasado ha cambiado mi forma de ver las cosas,
pero… igual cuando esté ahí, no pueda hacerlo. No lo tengo
nada claro…
—Solo déjate llevar y ya está. No pienses.
—Lo intentaré, pero si al final no puedo… no quiero que te
enfades conmigo. Sigue tú y ya está, ¿vale?
—No me enfadaré. Pero si tú no estás con ella, yo tampoco
lo estaré…
—¿Por qué no?
—Porque esta chica es de los dos o de ninguno. ¿De
acuerdo?
Él asintió clavándome la mirada con nuestra vieja lealtad
echando chispas y me fui rezando para que no se echara
atrás.
Sabía que me costaría lo mío convencer a Alba de tener
que esperarle, contando con que estuviera tan ansiosa como
yo por celebrar la vida.
En cuanto llegué, salió de su habitación y se lanzó a mis
brazos enredándose en mi cuello. Olía tan bien que me dio
un mareo.
—¡Joder, Álvaro…! ¡No sabes qué susto me llevé! ¡Pensaba
que habíais sido vosotros! —Se separó de mí para mirarme
atemorizada con los ojos brillantes. Esos ojazos que
denotaban cuánto le importábamos—. Tuve que insistir
mucho para que me dieran los nombres de los agentes
caídos, ¡fueron horas agónicas! Menos mal que estáis bien…
¿Qué pasó? ¡Cuéntamelo todo!
Ni de coña pensaba hacerle eso a su falsa sensación de
seguridad.
—Fue muy jodido… —empecé reticente—. Lo vimos todo.
Fue… demasiado. No entiendo cómo tus padres todavía no
te han sacado de aquí…
—¡Solo me quedan dos exámenes! Además, no me hubiera
ido sin volver a veros. Antes me encadeno a algo…
Tiró de mí con afán de que entrara en su habitación.
—Alba… no…
—¿Qué pasa? —preguntó confusa.
—Quiero esperar a que llegue Lucas… Viene a las tres…
Dijiste que nos querías a los dos, ¿no? Queremos hacerlo a la
vez…
Sus cejas subieron sorprendidas al unísono.
—Pero… ¿Lucas quiere?
—Lo tengo medio convencido… Con todo lo que ha pasado,
creo que dejará las gilipolleces a un lado y podrá disfrutar.
—¿No jodas? —preguntó fantaseando con expectación todo
lo que podíamos hacer juntos. Se mordió el labio al imaginar
que cuatro manos la tocarían a la vez.
Desvié mi vista hacia su atuendo por un segundo y me
arrepentí. Llevaba una camiseta de tirantes rosa chicle con
un pantalón corto blanco que le dejaba una franja de piel al
aire en la tripa. El recuerdo de morderla me hizo salivar
como a cualquier carnívoro. Su brillante pelo rojo me llamaba
a gritos para que lo asiera y la atrajera con fuerza hacia mí.
—Entra a darme un beso, por favor… —suplicó con la
misma cara del gatito de Shrek—. He sufrido mucho por
vosotros… Necesito una prueba de vida urgentemente…
Sonreí ufano y me mojé los labios, gesto que supervisó
juguetona.
—No puedo, Albita… Yo también he pensado mucho en ti,
pero si empiezo, no creo que pueda parar… De verdad…
—¡Joder…! ¿Y si luego Lucas no quiere? El otro día estaba
muy enfadado conmigo.
—Confía en mí, ¿vale? La cosa fluirá. Lo necesita tanto
como nosotros. Ahora vete a descansar…
—Está bien… —refunfuñó—. Voy a seguir repasando el
examen…
—Para repaso el que te voy a dar yo a ti…
Me dedicó una sonrisa comestible. «¡Qué puta agonía!»
Fueron las tres horas más lentas de mi vida. Me pasé la
mitad del tiempo empalmado imaginando cómo nos la
turnaríamos el uno al otro y cómo la atacaríamos juntos para
que se derritiera por todas partes en nuestras manos. Sería
brutal… Sería un sueño.
A la hora concreta, Lucas apareció con su polo XL a punto
de explotar y sus pantalones de camuflaje marrones. Parecía
preocupado.
—Eh…
—Eh.
—¿Cómo está Alba?
—Muy preocupada… Y ansiosa. Le he dicho que te
esperaríamos…
—Álvaro, yo no…
—No digas nada. Solo confía en mí, por favor…
—Pero…
—Pero nada. Nosotros no vamos a tocarnos, ¿vale? Ni
siquiera tenemos que mirarnos. Solo a ella. Relájate…
Siéntete seguro conmigo. ¡Soy yo! Soy tu hermano. Soy tu
puta mitad en muchas cosas y también puedo serlo en
esto…
Cuando la puerta se abrió, corté mi perorata
abruptamente.
—¡Lucas…! —susurró Alba con énfasis muy feliz de verle.
No se decidía a acercarse a él, pero al final sus piernas
cedieron y corrió en su dirección extendiendo los brazos para
abrazarle.
Mi mejor amigo la rodeó con los suyos abrumado y se
fundieron en un achuchón lleno de caricias efusivas.
—Menos mal que estáis bien… Lo pasé fatal pensando que
habíais sido vosotros los que iban en ese convoy…
La forma con la que él se aferraba a su cuerpo me dio
esperanzas de que no pudiera resistirse a la bacanal que se
avecinaba.
—Nos libramos por muy poco…
—Qué horror…
Se miraron. Se miraron desde muy cerca. Ella perdió la
vista en sus labios y tragó saliva acongojada.
—¿Puedo besarte…? Por favor…
Un latido después sus labios estaban encajando con
cuidado ante su dulce petición. Lucas no estaba pensando,
solo actuando, como le había recomendado que hiciera y lo
celebré dentro de mí con abucheos y aplausos.
Quise acercarme a ellos, pero no quería presionar. Tenía
que ir despacio. Yo tampoco había hecho nunca nada
parecido con otro tío. Había estado con dos chicas, pero
entre ellas hubo cero pudores. Las mujeres van al baño
juntas desde niñas. Están muy acostumbradas a verse unas
a otras. A analizarse. A fijarse en el cuerpo y la estética de
otra sin que haya tabúes sexuales de por medio.
Lucas frenó el beso enseguida por dónde estábamos… Y
Alba, jugando bien sus cartas, retrocedió de nuevo hasta los
lindes de su habitación, esperando a que entrásemos sin ser
llamados.
Le hice el gesto a Luk para que pasara delante y lo hizo
hipnotizado por el sabor de sus labios. ¡Qué cabrón! Desde
luego, había sido «llegar y besar el santo».
Fui yo el que cerró la puerta de la habitación con cuidado,
creando un momento tenso sin querer.
Miré a Alba y recordé haberle dicho que la cosa tenía que
fluir, así que me quité la camiseta de un solo movimiento y
pilló la indirecta, porque ella hizo lo mismo…
Sus pechos turgentes (no sabéis qué tetas tenía) quedaron
al aire y Lucas se quedó paralizado al verla. Ella se acercó
sigilosa a él, tentándolo, y mi mejor amigo no pudo ignorar
su voluptuosa ofrenda.
Sus manos los cubrieron por completo, acariciando sus
pezones y atrapándolos con la boca. La oportunidad
chasqueó los dedos delante de mi cara y aproveché para
acercarme a Alba. No dudé ni un segundo en girar su cara y
saquear sus labios como llevaba horas deseando hacer. Me
pegué a su espalda y seguimos devorándonos en la misma
postura que lo haríamos en la proa del Titanic. Pero mis
manos no se quedaron quietas, se posaron en la
prometedora franja de piel de su cintura y metí los dedos
entre las costuras de su pantalón para bajárselo junto con la
ropa interior. Presioné la mano en su centro completamente
rasurado y me abrí paso con un dedo en su interior.
Cuando Lucas vio su entrepierna desnuda, se agachó
famélico. Separé los dedos abriéndola para él y se lanzó a
lamerla con devoción sin importarle que mi mano estuviese
cerca. A Alba le flaquearon las piernas al sentirlo y la sostuve
contra mí con la otra mano. Apoyé su espalda contra mi
pecho y empecé a amasar sus tetas con vehemencia
mientras Lucas se la comía entera.
El gemido que soltó rebotó en mi polla, que se puso a
chillarme que también quería salir a jugar.
Como si la hubiera escuchado, Alba echó la mano hacia
atrás para tocarla, pero en lugar de calmarme, me puso
peor. Se las ingenió para desabrocharme el botón y me la
imaginé chupándomela delante de Luk. ¿Qué pensaría sobre
eso?
Su mano se coló en mis calzoncillos y me la apretó con
firmeza. Solté un bufido y empecé a besarla con demanda,
morbo y con unos movimientos de lengua brutales que
reproducían fielmente mi desesperación.
Alba asió el pelo de Lucas y lo apretó contra sus ganas
haciéndole entender que necesitaba un apéndice más largo
y duro que su lengua dentro de ella. ¡Con lo bien que estaba
ahí metido sin ver nada de nada! Tenía miedo de que
levantara la vista, el panorama le superara y se terminara la
diversión.
Alba y yo nos habíamos puesto a mil con besos sucios que
prometían llevarnos al éxtasis, y en un momento dado, ella
instó a Luk a levantarse y empezó a comerle la boca,
encontrando su propio sabor en él, mientras le desabrochaba
el pantalón con destreza.
—Quiero que me folles ahora… —le ordenó voraz—. Coge
un condón.
Él obedeció como un rayo. Lo que no preví es que Alba se
girara hacia mí y me empujara hasta hacerme sentar en su
cama. Tenía un somier bastante alto, de los que casi da
vértigo bajarse, pero en ese caso le vino perfecto para
terminar de bajarme el pantalón y agacharse para meterse
mi erección en la boca, mientras le ofrecía su jugosa
retaguardia a Luk.
Cerré los ojos con fuerza al sentir sus labios envolviendo
mi polla. Noté, más que vi, el impulso de su cuerpo cuando
Luk se ensartó entre sus piernas.
¡Estábamos haciéndolo! ¡Un puto trío! Todos conectados…
No me lo creía.
Abrí los ojos y cuando encontré los de Luk, tan azules
como siempre, clavados en mi retina, me lo terminé de creer.
Los tenía empañados de deseo. Y la penetraba con los labios
entreabiertos.
Nunca le había visto esa expresión, la de rendirse a la
evidencia de sus anhelos. La de admitir cuánto la deseaba y
cuánto le estaba gustando sentir aquello a mi lado. Cediendo
a que yo lo contemplara, solo por ser yo. Se mordió el labio
mientras encajaba en su culo como si hubiera nacido para
ello, con un ritmo disfrutón, sin llegar a taladrarla a todo gas
para que no terminara la fiesta pronto. Me abrumó deleitar
cada embestida con él y por él.
Por mi parte, luché por controlar mi respiración agitada
ante lo que me estaba haciendo la boquita de Alba. Madre
de Dios… ¡Eso era una garganta profunda y lo demás,
tonterías!
—Joder… —solté cuando ahondó todavía más y puse una
mano en su cabeza para frenarla si me iba, porque estaba
más duro que nunca.
Un minuto después, la aparté jadeando y ella se incorporó.
Aproveché para coger un condón y girarla, dándole a
entender que quería que me montara de espaldas.
Mientras me colocaba el preservativo, empezó a besar a
Luk y no pude evitar pensar que acababa de chupármela y él
estaría sintiendo mi sabor en su boca.
Joder… Era como si él…
Seguí mi propio consejo y dejé de pensar. Atraje a Alba de
la cintura para que se sentase encima de mí y cuando se
encajó en mi dureza de un solo empellón, se me escapó un
alarido que casi me desmayo de gusto.
Lucas me la había dejado tan húmeda que los movimientos
se aceleraron sin querer, y cuando vi que mi amigo se
acercaba a nosotros y Alba empezaba a chupársela, casi me
da algo.
Estaba siendo el mejor polvo de mi vida… Dicen que las
alegrías se hacen más fuertes cuando las compartes con
alguien; ahora lo entendía.
El ritmo demencial que Alba le impuso a Luk con sus labios
hizo que este blasfemara y le fallaran las piernas. Tuvo que
apoyarse en mi hombro para no terminar en el suelo y nos
miramos alucinados por lo que estábamos sintiendo. Pero no
quitó la mano enseguida, como esperaba, sino que la
mantuvo ahí para acompasar los movimientos de Alba sobre
mí haciendo que repercutiesen en su boca a la perfección.
Sentir que éramos un jodido tándem fue demasiado. Nos
miramos con intensidad, como si acabáramos de cruzar
oficialmente un umbral sagrado entre nosotros. El de
compartir una intimidad que afianzaba un sentimiento entre
nosotros a través de Alba. Fue una jodida pasada.
No soportaba la intensidad del momento, estaba a punto
de correrme física y espiritualmente, y eché la cabeza hacia
atrás decidido a hacer una puta locura, que Dios me
perdone…
No sabía si Alba tenía en mente intentar una doble
penetración. Tampoco si Lucas lo había pensado, pero yo,
desde luego que sí…
Por experiencia, cuando practicaba sexo anal con alguna
chica, no surgía de una conversación meditada y madura
sobre las ventajas y desventajas de hacerlo, sino que surgía
de un estado especialmente morboso, como en el que
estábamos en ese momento, en el que la excitación lo
ocupaba todo y no te importaba nada más.
Abrí las piernas y llevé mi mano hasta el clítoris de Alba
para empapar mis dedos con su excitación. En esa postura,
me fue fácil embadurnar con ella su puerta trasera, ya
dilatada de por sí, y colarme en ella en un descuido
estudiado.
Mi polla resbaló hasta su interior como si fuera una jodida
pista de hielo al sol del mediodía. Alba se quedó sin aire
momentáneamente al sentir la intrusión y apartó la boca de
Luk para poder respirar.
—Shhh… No te muevas, cariño —susurré en su oído—, deja
que se adapte a ti y verás lo que es bueno…
La sujeté con fuerza y empecé a besarle la espalda con
ternura a la vez que empezaba a moverme muy lentamente.
Gimió con sorpresa cuando empezó a sentir algo
completamente nuevo y asombroso. Yo bizqueé de placer,
por la constricción única que me ofrecía esa parte de su
anatomía.
Lo siguiente que hice fue abrir más mis piernas para hacer
que las de Alba se abrieran completamente colgando de las
mías y me eché hacia atrás en el colchón, llevándomela
conmigo sin dejar de entrar y salir de ella con movimientos
suaves y controlados.
Me apoyé sobre un codo y llamé a Luk, que nos miraba
anonadado.
—Ahora Lucas va a follarte —farfullé en el oído de Alba—,
tú solo tienes que entregarte y disfrutar. Nos tendrás a los
dos, como querías.
La cara desencajada de mi mejor amigo al contemplar
semejante visión me excito mucho. Tenía a la chica que le
gustaba, bien abierta de piernas, esperándole empapada,
con mi polla encajada en ella por detrás. ¿Qué haría?
Lo vi tomar aire y avanzar. Sentí el peso de una de sus
rodillas en el colchón, entre mis piernas, y cuando subió la
otra, lo hizo rozando la parte externa de mi muslo. Luego
arrimó su cuerpo al de Alba y tanteó su entrada varias veces
haciéndose desear, el cabronazo.
Cuando la penetró hasta el fondo, los tres gemimos a la
vez al sentir una presión delirante. Y seguimos haciéndolo
cuando Lucas empezó a bombear con ímpetu, cada vez más
fuerte.
«¡Hostias…!».
Estaba flipando… porque su propio impulso hacía que Alba
entrase y saliese de mí sin que yo tuviera que hacer nada,
solo morir de placer. Fue como si él la estuviera moviendo
para mí… Como si él mismo me estuviera masturbando
mediante un juguete de carne y hueso llamado Alba. Y no
podía dejar de pensarlo porque eran su impulso y sus
movimientos los que me estaban arrastrando hacia el mayor
orgasmo de mi vida.
Ella empezó a correrse incluso antes que nosotros,
oprimiendo hasta tal punto nuestros miembros en ese
espacio tan reducido, que nos lanzó a la luna a discreción,
sin tan siquiera contar hasta tres.
Era imposible que nadie nos hubiese oído gritar… Toda la
jodida situación fue jodidamente imposible.
Cuando terminamos, un silencio atroz se adueñó de
nosotros. Sobre todo de Luk y de mí, porque Alba no
contaba, estaba sobre mí desmadejada y creo que casi
desmayada.
Le pregunté si estaba bien y contestó que sí sin llegar a
abrir los ojos. Luk se retiró hacia atrás. Y cuando me
desacoplé de ella, se arrastró moribunda hasta la almohada
y se tapó con la sábana. No pensaba vestirse.
—Ha sido la hostia… —me dijo cuando fui a despedirme de
ella con un beso y un «Descansa». Pero para hostia, la que
me había dado contra la realidad. Porque Luk tenía razón. El
sexo no era solo sexo. No con él.
Me vestí mientras Luk se despedía de ella y salí de la
habitación al aire puro y real del pasillo.
«Madre mía…». ¿Qué pasaría la próxima vez que follara y
no fuera ni la mitad de bueno que esto?
Le tenía pánico a la reacción de Lucas. A su veredicto. A su
arrepentimiento, pero sobre todo, a que no hubiera sentido
lo mismo que yo, lo cual era imposible porque era…
¡demasiado embarazoso, joder!
Tenía claro que no le deseaba a él, pero… sí que me lo
hiciera él, que participara en mi placer de manera activa.
¿Me estaba volviendo loco?
Lucas salió al pasillo y sentí los pelos de mi nuca de punta.
El corazón bombeándome rápido como si fuera un puto
quinceañero.
—Eh…
—Eh.
—¿Aún no te has ido a dormir…? —preguntó extrañado.
—No, quería asegurarme de que estabas bien…
—Estoy bien… —contestó mirando al suelo.
«Oh, oh…».
—¿Seguro? ¿Te has sentido cómodo o…?
—Ha sido… —Negó con la cabeza sin encontrar las
palabras—. No sé lo que ha sido… es que no tengo
adjetivos… —musitó intentando no mantener la vista en mis
ojos mucho tiempo seguido.
—Pero… ¿serían buenos o malos esos adjetivos?
Los segundos cayeron a plomo sin dejar de mirarme esta
vez.
—No lo sé… Solo sé que serían nuestros. Solo nuestros. No
pueden aplicarse a nadie más…
El corazón me ardió en llamas.
Quería tocarle de algún modo. Y a la vez, no. Por miedo.
Por… desconocimiento. Por ignorancia. Por incomprensión…
Por un amor tan grande y sólido que no sabía que pudiera
existir.
Un amor de los que no se borran. De algo que no entraba
en mis planes. De algo que presentí desde la primera vez
que lo vi… Que Luk iba a ser parte de mí para siempre.
CAPÍTULO 12
PRISON BREAK
“Cambia de placeres, pero no cambies de amigos”
Voltaire
Estaba en shock.
Deberían avisar de que cualquiera no está capacitado
para salir indemne de la experiencia de montarse un trío.
Sobre todo, si has recibido una educación tan conservadora
como la mía…
Fue tan heavy que estaba convencido de que iría al
infierno.
Ni siquiera vi la polla de Mak… Y lejos de chocarme tenerle
cerca estando excitado, me pareció increíble compartir con
él la sensación de un orgasmo atravesándome.
Nuestros gemidos mezclados sintiendo lo mejor del puto
mundo fue algo que superó las carcajadas, los puñetazos en
el hombro, los abrazos, los favores y cualquier demostración
de afecto y conexión recibida en ninguna otra ocasión de mi
vida. Supongo que porque no estaba desnudo mientras
tanto, básicamente.
A la mañana siguiente, no hablamos de si repetiríamos esa
misma noche, estábamos demasiado ocupados haciendo
como que nada había cambiado. Pensando que éramos dos
tipos duros, en vez de dos jóvenes de veintipocos flipando
trascendentalmente con un amigo.
Yo no tenía muy claro si quería repetir; el polvo, por
supuesto, pero el miedo a sentir que nuestra amistad
mutaba a algo más intenso, no tanto.
Pero seguí el consejo de Mak. «No pienses». Y me callé.
Tenía pensado esperar al cambio de turno para decidirlo;
aquella noche acudiría yo primero junto a Alba y le pediría
que, si quería repetir, volviera a proponerlo ella. Así Mak y yo
no tendríamos que hablarlo, simplemente nos dejaríamos
llevar y…
Pero no pudo ser.
¿Sabéis qué es lo peor que te puede pasar cuando has
probado algo que te ha enloquecido? No poder repetir para
confirmarlo…
Esa misma tarde recibimos órdenes de que por la noche
nuestra unidad regresaría a España. Nos sustituían para
evitar posibles casos de estrés postraumático en nuestro
equipo por las bajas del atentado. Yo lo llevaba mejor de lo
que pensaba. Intentaba no pensar mucho en César y en su
triste final, pero me sentía muy cupable… Culpable de estar
tan jodidamente agradecido de que no hubiese sido Mak,
porque estaba seguro de que no habría podido soportarlo.
Ni siquiera pudimos despedirnos de Alba.
Al saberlo, Mak y yo nos miramos y pensamos lo mismo.
«Se acabó lo que se daba». Porque no volvería a pasarnos
algo así en la vida. Me refiero a echarnos un ligue a la vez sin
saberlo. Y ya no habría excusa para repetirlo.
Admito que, por un lado, me sentí aliviado. Podría olvidar
el tema y volver a la normalidad para no tener que averiguar
nada sobre mí que no estaba interesado en descifrar.
—¿Te alegras de volver a casa? —le pregunté a Mak para
tantearle.
—Sí… ¿Y tú?
—A mí me da igual… Tú eres mi casa.
Me miró perspicaz y media sonrisa asomó en su boca. Pero
no era su típica mueca gamberra de siempre, sino otra algo
más triste. Fuera lo que fuera, apartó la vista como si no
quisiera que leyera algo en sus ojos. Y murmuró un «Lo
mismo digo…».
A las pocas horas de pisar territorio español, entendimos
que ninguno se alegraba de volver en realidad. Más que
nada, por tener que volver a separarnos demasiadas horas al
día para nuestro gusto.
Pero aguantamos. Aguantamos tres días, casi cuatro, sin
recurrir a vernos fuera del horario laboral. Durante el día
compartíamos entrenamientos, cursos operativos, prácticas,
simulacros… pero el resto del tiempo, estábamos perdidos.
Había tardes que Mak tenía que «hacer recados». Y yo
tenía que buscarme la vida. Sevilla era la única vida
agradable que conocía y llamé a un par de amigos que me
trataron como si fuera un dios que regresaba de una misión,
no tan secreta, ya que salió en las noticias.
Esa noche me presentaron a una chica muy guapa y
terminamos en su casa haciendo un misionero capaz de
destrozarte la vida. «¿Qué coño había sido eso…?». Ni
siquiera se había prestado a quitarse la parte de arriba, ni
a… disfrutar un poco antes de obligarme a metérsela. Las
comparaciones no fueron odiosas. Directamente, me
mataron. Fue peor que empezar a comer sin gluten.
—Voy a alquilar un piso —me informó Mak un día—. En el
centro. Es pequeño, es como un loft, pero está genial.
Necesito irme de casa de mis padres… Es una locura con los
críos de mi hermana todo el día allí… Además, no puedo
llevar chicas. Creo que ya es hora…
—¿Ya has firmado?
—Sí. Me lo dan mañana… ¿Me ayudarás a hacer la
mudanza?
—Claro.
Así pasamos dos tardes juntos hasta que lo pusimos todo a
punto.
—¿Tú no te planteas independizarte? —me preguntó. Y sé
que lo hizo porque no me llevaba muy allá con mis padres,
pero precisamente por eso, no me molestaban nada. Era
como compartir piso con un par de australianos. Comíamos a
horas distintas y apenas nos cruzábamos. Mi plan era
ahorrar un poco para poder dar una buena entrada cuando
quisiera comprar algo. Nunca llegué a hacerlo…
Desde que Mak se mudó, me pegaba la mayoría de las
tardes en su casa jugando a la consola, o simplemente
pasando el rato. A veces, con más compañeros. Y algunos
días me quedaba a dormir en su sofá. Era la hostia de
cómodo.
—Salimos esta noche, ¿no, chavales? —propuso Mak un
viernes.
Se me pusieron de corbata cuando me miró para confirmar
mi asistencia y participación en la perversión que tuviera
planeada, pero reaccioné rápido.
—¿Qué pasa, que la nutria tiene hambre?
Me empujó divertido y me reí cuando me lo confirmó sin
pudor. Me callé que la mía había comido algo en mal estado.
En mal estado psicológico…
Estuvimos cuatro tíos bebiendo en su casa y terminamos
en una discoteca de música house, a las tres de la mañana,
más beodos que un geo cuando no está de misión…
Nos lo pasamos como críos hasta que unas chicas se
colocaron a nuestro lado y empezaron a montar jaleo y a
bailar provocativamente.
Las sonrisas volaban por el aire como cañonazos en un
ataque pirata. Y evidentemente, Mak no aguantó ni tres
minutos sin lanzarse a hablar con la que más buena estaba.
Ella nos presentó al resto de sus amigas.
Nunca había sido tímido, pero desde que era geo me había
vuelto más selectivo con las tías. ¿O era desde que conocía a
Mak? Me río al recordarnos de fiesta en una época a. de K.
(antes de que Kai saliera de la cárcel). Éramos unos
pringados de cuidado… Pronto sabríamos lo que valía un
peine. Kai nos lo enseñaría…
Seguí bebiendo a mi rollo, sin entablar conversación con
ninguna, aunque había una morena que me atraía. Su forma
de bailar era muy sexi, movía las caderas con una
sensualidad que ni Shakira, y prometía moverse aún mejor
sentada sobre mi polla…
Notaba que Mak me controlaba mientras seguía hablando
con la chica del principio y, en un momento dado, ella se giró
hacia mí y sonrió con picardía.
«¡La madre que lo parió…!». ¿Qué coño le habría dicho ya?
Tragué saliva y empecé a imaginarme de todo. Y se me
empezó a poner dura. «Perfecto…».
De repente, ella se fue a hablar con la bailarina porno
mientras me miraba de reojo. Aparté la vista tan rápido (y
tan tarde) que por poco me parto el cuello. Mak empezó a
descojonarse de mí y fui hacia él.
—Te la voy a cortar —lo amenacé.
—Pobre nutria… No seas así…
—¿Qué coño está pasando?
—Nada —sonrió tunante—. Ya me darás las gracias…
Vi que las chicas venían hacia nosotros y disimulé mi
nerviosismo.
«Me lo cargo…», pensé aguantando la respiración.
—Nos apuntamos a jugar al Strip Póker en tu casa —nos
comunicó con picardía.
Fue escucharlo… ver la sonrisa de Mak… y que mi polla
empezara a palpitar al recordar que era un puto loft. No
tenía habitaciones… Lo que significaba que…
—¿Vamos? —me preguntó Mak subiendo las cejas canalla.
—Vamos —dije con una presión tremenda en el pecho. Y en
los huevos.
Nuestros amigos nos llamaron cabrones y nos cogimos un
taxi.
—¿Estás completamente loco? —le susurré a Mak cuando
acomodamos a las chicas en el sofá y me ofrecí a ayudarle a
preparar unas copas—. ¿Cómo coño tienes pensado que
termine esto? ¡Dime!
Mak sonrió enigmático. Llevaba un pedo interesante, pero
a mí se me había bajado de golpe al entender la situación.
De hecho, no aprendí a relajarme en la antesala de una orgía
hasta que empecé a consumir drogas…, pero en aquel
momento, me quería morir.
—Bebe más. Y déjate llevar. ¿Estamos vivos, no? —Me
recordó sin dejar de manipular bebidas.
—Sí…
—Va a ser genial. Confía en mí.
Estuve a punto de decirle «Vale, pero sin cosas raras…». Y
con cosas raras, me refería a penetrar juntos a la misma
tía… Menos mal que me callé a tiempo.
Mak puso unas copas y también sacamos unos chupitos.
Las normas del juego eran claras: podías apostar prendas de
ropa o un atrevimiento… El atrevimiento era una gorra con
unos papelitos arrugados donde ponía «besar a…» y los
nombres de los cuatro. Una idea que no pensamos del todo
bien, desde luego…
No sé cuántas partidas jugamos, pero subió mucho la
temperatura cuando, hartos de beber, empezamos a
quitarnos la ropa. Mak fue el primero, cómo no, y
cuchichearon nerviosas al ver su torso de cemento armado.
Esas risitas eran jodidamente universales… Y me lancé yo
también. Cuando la morena me vio, soltó un taco y la miré
amenazando con lavarle la boca con mi lengua.
Me hizo gracia notar que Mak se ponía nervioso cuando su
chica se quedó en sujetador. Y no le culpo, iba a comerse
una buena delantera, pero me encantó comprobar que no lo
tenía todo tan controlado. Fue saberlo y venirme arriba,
porque cogí un papelito de atrevimiento.
Todos se rieron cuando me tocó Álvaro.
—No vale, cojo otro…
—¡¿Cómo que no vale?! —protestaron las chicas. Pero no
hice caso y saqué otro.
—Lorena —lo enseñé satisfecho. Casualmente era la que
quería.
—¡Tongo! —gritó la otra. Y me reí, porque no me había
pasado desapercibido que le gustaba lo que veía en mí y yo
en ella. Mak y yo teníamos gustos parecidos. Era un hecho.
—¿Estáis seguros de que queréis jugar así? —consultó
como si fuésemos a perdernos algo muy interesante.
—¿Qué quieres decir? —cayó Mak en la trampa.
—A que si a nosotras nos toca besarnos entre nosotras
tampoco lo haremos. Aquí, o todos o ninguno. ¿Seguro que
no queréis ver cómo nos enrollamos…?
Mak abrió mucho los ojos y me miró suplicante, como lo
haría un niño en una tienda de juguetes.
Me partí de risa. ¡¿Estaba loco?!
«¡Si veo eso, me muero, eh!», me dijo su mirada.
Volví a reírme, pero lo miré en plan: «¡No pienso besarte,
tío!».
Hizo un puchero de pena con los labios, lo que hizo que me
quedara anclado en ellos momentáneamente.
Ni de coña…
—Decidiros ya… —Nos metió prisa.
Y no quise ni a planteármelo.
—Renunciamos —aseguré—. Lorena, te ha tocado, lo
siento…
Cuando me levanté con una sonrisa y avancé hacia ella
ladino, noté un mareo curioso. La forma en la que nuestros
cuerpos se acercaron, seduciéndose lentamente, me chivó
que ya no nos separaríamos. Y así fue. Empecé a besarla con
pasión y ella respondió con una química sexual imparable.
Nada que ver con lo del misionero.
—¡Eh…! —se quejó Mak divertido, pero nosotros ya
estábamos chocando contra el sofá y acomodándonos el uno
sobre el otro sin intención de separar los labios—. ¡Joder…!
—Era Mak, sorprendido.
Sí. Joder… ¡Volvía a ser yo mismo! A regir. No sé qué me
poseyó, pero la sensación me superó.
Cuando desperté de mi enajenación vi a Mak besando a su
chica, en un instante en que la mía me besaba el cuello. Él
seguía en la silla y la tenía a horcajadas sobre su torso
desnudo. De pronto, le desabrochó el sujetador y atacó sus
pechos con ansiedad. Cada lametazo se trasladó
directamente a mi polla y me entró prisa con mi chica.
La desnudé y ella me desabrochó el pantalón y me lo bajó
un poco. ¡¿De verdad íbamos a follar en el mismo espacio los
cuatro?! ¡JODER! ¿Sería verdad que la gente no tenía
pudores y que el rarito era yo?
Al coger un condón de mi bolsillo, mis ojos volvieron a Mak
sin poder evitarlo. Habían cambiado de postura… Tenía a la
chica desnuda apoyada en la mesa y le estaba practicando
sexo oral como si fuera un jodido animal disfrutando de su
presa. ¡Por Dios…!
En ese momento, se incorporó y se desabrochó el pantalón
mientras sacaba un condón de su bolsillo. Lo que me recordó
que yo tenía uno en la mano. «¿Qué coño te pasa? ¡Espabila!
¡Deja de espiarle!».
Me lo puse en un segundo. Nos lo pusimos a la vez, de
hecho. Y cuando Lorena maniobraba para encajarse en mí,
los ojos de Mak se cruzaron en los míos. Se había arrimado a
su chica, que yacía abierta de piernas, ansiosa por recibirle.
Puedo jurar que se hundió en ella a la vez que Lorena se
ensartaba en mi cuerpo… y sé que sentimos lo mismo.
Nuestra cara se desfiguró de placer al unísono de una forma
tan descarnada que me obligó a echar la cabeza hacia atrás.
Fue espectacular. La sensación de hacer el momento nuestro
volvió y me desgarró por dentro. Tuve que hacer esfuerzos
por no correrme al escuchar sus embestidas secas y
potentes que lograban arrancarle gemidos a la chica
subiendo de volumen hasta desgañitarse.
Finalmente, las prodigiosas caderas de Lorena me
arrastraron a la locura provocando que casi rasgara la tela
del sofá.
—Me corro… —jadeé cuando la sujeté del culo apretándola
más contra mí, y ella aceleró para llegar conmigo. Sin
embargo, fue Mak el que rompió el silencio primero dejando
escapar un exabrupto al llegar al orgasmo. Fue su grito el
que desencadenó el mío lanzándome a un lugar desconocido
en el que me daba miedo entrar.
Cuando todo terminó, Mak y yo nos juntamos en la cocina
para abordar el único cubo de basura que había en el
apartamento y tirar el preservativo usado.
Él llegó primero y cuando se dio la vuelta, me sonrió (ya,
sí) con su habitual mueca traviesa.
—No me mires así… —le amonesté divertido—. Estás
chalado…
Era un lugar estrecho y se había quedado parado
bloqueando mi destino final. Para acertar en el balde, tuve
que acercarme bastante a él y nuestros cuerpos se rozaron
por un instante. Seguíamos sin camiseta y… no sé explicar
cómo, pero sentí que los dos habíamos sido muy conscientes
de ese roce. El que nos había faltado en el encuentro
anterior con las chicas.
De repente, Mak me empujó, juguetón, haciéndome chocar
contra la pared con fuerza.
—Cabrón, ¡te has apoderado del sofá…! —Me empezó a
dar toques en la cara y en la oreja para molestarme y
empecé a defenderme sonriente al escuchar—. ¡Has
estrenado mi puto sofá antes que yo!
—El que sabe, sabe… y el que no, ¡a la mesa! —me burlé.
Y vino contra mí con más fuerza para aplastarme
momentáneamente con su cuerpo.
Me hizo daño, pero no podía parar de reírme.
—¡Haberos ido a la cama! ¡Estaba libre!
—Es que desde la cama no os veía…
Me quedé sin habla por un momento y él reaccionó
explicándose.
—Ha sido como follar viendo porno. La hostia…
Sonreí. ¡Tenía razón! Eso era lo que le pasaba a mi cuerpo
en su presencia, que estaba sobreestimulado de información
y la sensación se volvía superlativa.
Nos miramos intensamente, agarrándonos a esa plausible
explicación.
—¿Te quedas? —me preguntó de pronto, alejándose de mí,
distraído. Habíamos dado por hecho que las chicas se
estaban vistiendo para irse, así que…
—No… Me voy a pirar.
—Puedes dormir aquí… Es tarde.
—Prefiero irme…
Mentira. Lo que ocurría es que no quería tenerle cerca en
esos momentos, porque mis ganas de tocarle eran
insoportables. Solo quería abrazarle fuerte. Solo eso, lo
juro… Sentirle más cerca…
Hubiese dormido como en mi vida agarrado a él en un mar
de dudas por no entender qué era lo que me reconfortaba
exactamente de esa acción, pero me vestí y hui de allí con
ellas.
Intercambié mi teléfono con Lorena con la vaga idea de
volver a llamarla, por si me encontraba a más misioneras por
el mundo… Pero cuando llegué a casa de mis padres y me
metí en la cama, no fue a ella a la que escribí, sino a Mak.
Luk:
Sigo sin encontrar adjetivos…
Ni para lo de Alba, ni para lo de hoy.
Descansa, tío…
Se puso en línea y me mordí los labios al ver que me
escribía.
Mak:
Quizá no tenga definición. Algunas cosas solo pueden
sentirse… Lo único que quiero es que te haga sentir bien.
Luk:
Lo intento…
Mis sentimientos se están dando de hostias con los valores
con los que me han educado desde niño, no es algo que se
asimile de la noche a la mañana. Lo único que tengo claro es
que te necesito en mi vida…
Mak:
Tranqui… No pienso alejarme de ti.
Leer eso me tranquilizó, pero…
Luk:
Lo que me da miedo es necesitarte cada vez más cerca…
Mak se mantuvo en línea sin escribir y empezó a latirme
rápido el pecho.
«Joder, ¡qué cagada…!», maldije, pero necesitaba que lo
supiera.
Mi corazón era un grano de maíz a punto de explotar
viéndole en línea sin saber qué decirme. Él… ¡que tenía
frases para todo! Así que se lo puse fácil y le escribí yo de
nuevo.
Luk:
Sabes que me interpondría entre tú y una bala sin dudarlo,
¿no?
Buenas noches…
Mak:
Yo también te quiero.
Buenas noches.
El sábado nos lo tomamos de descanso emocional.
Ninguno de los dos le dijimos nada al otro, poniéndonos a
prueba con nuestra ausencia, pero el domingo a la hora de la
siesta, me llamó.
—Hola…
—Hola. Tengo un notición.
—¿Cuál?
—Mi amigo, el preso del que te hablé, sale de la cárcel esta
semana ¡y estoy pletórico…! Necesito que lo conozcas
pronto para sacarme de dudas… A ver si entiendes por qué
me tiene a sus pies o me dices que me he vuelto loco.
El corazón me dio un vuelco al escuchar esa información.
«¿Kai va a salir?». ¡¿Y me lo quiere presentar?! Dudé
durante un segundo eterno si contarle la verdad, pero algo
me dijo que no lo hiciera. Ya habría tiempo para confesárselo
y ver su cara en vivo y en directo.
—Que estás loco es un hecho constatado —dije con humor
—, pero tu instinto también lo es, así que seguro que es
genial…
—Voy a ayudarle a empezar de cero… No tiene a nadie.
«Yo tampoco tengo a nadie», protesté mentalmente, pero
me callé.
Imaginarme frente a Kai me dio vértigo. No sabía qué coño
iba a decirle. ¿Estaría cabreado conmigo? ¿Y yo con él?
Vale… No estaba listo para verle.
—¿Cuándo sale…?
—El miércoles. Me he pedido el día libre para ir a buscarle,
pero por la noche podríamos quedar a cenar en mi casa. Si
quieres, claro…
No sabía si podría volver a comer sentado en esa mesa,
pero…
—De acuerdo.
Me pasé el resto de la tarde viendo series para no pensar
en nada.
El lunes me merecí un Óscar fingiendo normalidad a su
lado y me concentré en el trabajo. Era algo que controlaba y
se me daba bien. Con no mirarle mucho a los ojos,
solucionado. Y me alivió sentir que era suficiente con tenerlo
al lado, a una distancia normal y corriente.
Mak era muy bueno dándome espacio a la vez que me
integraba en sus bromas para que no me sintiera
abandonado. Siempre fue un maldito mago rescatando a los
demás de sus miedos.
El miércoles estuve todo el día con un nudo en el
estómago. Mak faltó a trabajar y me sentí tan vacío sin él
que me preocupé en serio.
¿Iba a poder vivir así? ¿Con esta puta querencia amoral
hacia él?
Pero la nueva normalidad estaba a punto de imponerse en
nuestro mundo de dos. Volviéndose dolorosamente de tres…
Estuve toda la tarde con ganas de vomitar por los nervios
de ver a Kai. Dudaba hasta de cómo vestirme, ¡como si
importara lo más mínimo! No sabía cómo iba a reaccionar
Kai al verme. No sabía nada. Y no hay nada peor que la
incertidumbre y el desconcierto. El mismo que yo sentía con
Mak…
Llegué al piso de Mak temblando, pero Kai no había
llegado aún. Mi mejor amigo me dijo que había comido en
casa de su abuela y que aparecería en cualquier momento.
Cuando sonó el timbre, quise morirme. Sobre todo cuando
Mak gritó «¡Ya está aquí!» y corrió nervioso hacia la puerta
para abrir con una sonrisa alucinante que me rajó de pura
envidia.
El sonido del bombín cediendo fue como apretar el botón
rojo que haría que mi vida saltara por los aires. Puede que
sobreviviera… pero ya nunca nada volvería a ser lo mismo
para mí.
CAPÍTULO 13
LINE OF DUTY
“Cualquier vida privada de libertad es una especie de
muerte”
Gen Michel Aoun
El día que salí de la cárcel fue uno de los mejores de mi
vida.
Mak me esperaba fuera, de brazos cruzados, mordiéndose
el labio. Llevaba una camiseta blanca y unas gafas de sol
negras. Y cuando me vio cruzar el muro, sonrió de una forma
que no olvidaré nunca.
Me abrazó durante un minuto, prometiendo en su amarre
que no iba a estar solo. Y me sentí bien.
—Bienvenido al primer día del resto de tu vida —dijo
solemne.
Había perdido cuatro años encerrado y ahora salía libre,
pero la verdadera libertad es ser dueño de tu propia vida y
yo ya no lo era.
Vaya por delante que, si no llega a ser por Tommy,
seguramente habría muerto en la cárcel. En esas prisiones
hay auténticos matarifes y no tienen suficientes celdas de
aislamiento para confinarlos a todos.
Yo era un blanco fácil, un chico guapo, rubio, de ojos
azules, de buena familia y veintipocos años… muy follable
para la mayoría. Y si a Tommy no le hubiera caído en gracia,
acogiéndome bajo su ala y ofreciéndome su protección, otro
gallo hubiese cantado.
Nos hicimos amigos y me contó que se estaba muriendo.
Me dijo que no tenía a quién dejarle su imperio y quería que
me quedara con todo. Con su dinero, con sus recursos y con
sus secretos, todo a cambio de una promesa… Una
sanguinaria y suicida promesa.
Sus aliados, los capos más peligrosos de los cárteles más
importantes de la Costa del Sol, le habían tendido una
trampa que terminó con la muerte del amor de su vida
delante de sus narices y con él entre rejas. Lo que más
deseaba era verles muertos. Más bien reventados, pero no
enseguida. Dijo que la mejor venganza se servía fría, cuando
no la esperabas, y que tenía que venir por parte de un
amigo, que era cuando más dolía. Y ese sería yo.
El dolor con el que hablaba de su tercera esposa, me
dejaba mudo. Era el tipo de amor que se te agarra con tanta
fuerza, que hagas lo que hagas, sabes que nada volverá a
ser lo mismo. Y acojonaba. Porque yo había demostrado no
ser un experto en la materia. A mí el amor me había follado.
En todos los sentidos, además. Y ahora era mi enemigo. Una
enfermedad que no quería volver a coger por nada del
mundo. Por eso blindé mi corazón al máximo.
El problema es que necesitas un mínimo para vivir, y a mí
solo me lo proporcionaban Álvaro y mi abuela. Este último
fue el que no dejó que mi llama se apagara en los momentos
más oscuros. Cuando me planteé quitarme la vida en más de
una ocasión, debido a las palizas y a las violaciones que
sufrí. Era el único con el que podía contar, hasta que llegó
Tommy. El amor de mi abuela era de otro tipo, uno doloroso
que no me hacía sonreír porque me recordaba demasiado a
mi vida anterior. A mis hermanos y a su traición…
Yo seré un puto narco, pero lo hice todo por ellos. Para
salvar el negocio familiar y para que no les faltara de nada.
Pero cuando me pillaron, actuaron como si no me
conocieran. Y la gente que no sabe perdonar, no merece ser
perdonada.
Acepté el trato que me ofrecía Tommy, sabiendo que
moriría joven si me mezclaba con ese tipo de gente, pero en
ese momento, después de todo lo que había pasado en la
cárcel y de lo desencantado que estaba con la humanidad,
todo me importaba una mierda.
—¡Eres libre, tío! —exclamó Mak, feliz—. ¡Estás hecho un
toro, cabrón!
—Mira quién fue a hablar…
—No se me resiste ninguna —levantó las cejas bromista—.
Esta noche te saco de juerga. ¡Hay que celebrarlo! Estarás
deseando enterrar la nutria, ¿no?
—¿Qué? ¿Qué nutria?
—Ya sabes… —Juntó dos dedos formando un círculo y lo
traspasó con otro—. ¿Los expresidiarios no estáis salidos? —
Sonrió divertido.
—Es en lo último en lo que estoy pensando… —Y era
cierto.
Me había acostumbrado a no contar con mi cuerpo para
nada. Estaba preso. Confinado. Solo lo ejercitaba como una
máquina que sostenía mi mente, que era la única que
todavía era libre. Claro que… mi cuerpo despertó rápido
cuando esa misma noche me llevaron a un bar y vi a un par
de chicas ligeras de ropa marcándose un bailecito picante.
Venía de estímulos cero, y la primera que se acercó a darme
dos besos, me dejó extasiado. Su olor colonizó mi nariz. Su
sonrisa pícara se clavó en mi pecho y su escote no dejaba de
gritarme burradas… A los diez minutos, no podía ni caminar.
Fue terrorífico.
Por la mañana, Álvaro me dejó en casa de mi abuela, que
me esperaba con los brazos abiertos. Sus lágrimas de alegría
me hicieron sentir culpable de nuevo; la veía una vez al mes
y casi siempre se marchaba llorando. No estuve mucho
tiempo con ella porque mis hermanos seguían viviendo allí y
le prometí que estaría bien con Mak.
Le mentí.
Álvaro me había ofrecido quedarme en su casa una
temporada mientras buscaba mi sitio, pero le dije que no. No
es que no confiara en él, pero yo ya tenía mi fama en la
cárcel, con mi tatuaje de La marca de Caín en el cuello bien
a la vista y no quería que me relacionaran con un policía si
me tenían vigilado.
Estuve toda la mañana haciendo gestiones. Fui al banco
con mi DNI y tuve acceso al dinero que Tommy me había
dejado en su testamento. Era una cantidad considerable.
Podía haberme fugado a Tailandia y vivir como un marajá el
resto de mi vida, pero algo me retuvo en ese momento:
Saber que iba a ver a Luk aquella misma noche.
Me intrigaba mucho cómo reaccionaría al verme. Si fingiría
no conocerme y todo lo que me diría cuando nos
quedásemos a solas.
Sabía que él y Álvaro se habían hecho íntimos en poco
tiempo y necesitaba regodearme en ello.
Me instalé en un hotel de cinco estrellas y tuve que hacer
algunas compras. Ropa. Un móvil, cepillo de dientes, una
moto… después esperé en mi habitación, tomando un baño
relajante que me supo a gloria y echando la siesta en una
cama que me pareció el mismísimo cielo. Pronto llegó la hora
de ir a cenar a casa de Mak.
Estaba nervioso. Nos imaginaba emborrachándonos y
contándoselo todo al final de la noche, pero me llevaría una
sorpresa.
En cuanto llamé al timbre, empezó a latirme rápido el
corazón. Escuché cómo alguien se acercaba a la puerta y
abría. Tragué saliva.
—¡Kai! ¡Bienvenido a mi choza! —saludó Mak. Pasé y me
abrazó un instante.
—Guau, qué piso más chulo…
—Gracias. ¡Ven a conocer a Lucas!
Avanzamos hacia el salón y lo vi. Se había puesto de pie
de un salto, como si no supiera qué hacer, y nuestros ojos se
engancharon.
Estaba diferente. Más hombre. Más fuerte. Con sus
antiguos ojos azules recriminando mis acciones delictivas,
pero con una sonrisa que denotaba que me había echado de
menos.
—Kai, Lucas. Lucas, Kai.
—Encantado. —Me ofreció la mano.
Se la estreché murmurando un «igualmente» y cuando
nuestra piel se rozó, una culpabilidad fugaz cruzó su mirada,
recreándose en el apretón. No me dio un tirón y me abrazó,
como me hubiera gustado, pero sé que ese gesto cruzó por
la mente de los dos.
—¿Qué se siente al ser libre? —me preguntó con cautela.
—Me siento… fuera de lugar. Todo es diferente. Yo soy
diferente…
—Poco a poco te irás adaptando…
—Sí, supongo…
Mak nos miró más ilusionado que un niño pequeño al ver
que entablábamos una conversación fluida.
—¡Qué fuerte! ¡No sabéis cuánto tiempo llevo esperando
este momento…!
Que dijera eso sujetó con fuerza nuestras lenguas para
que el brillo de su mirada no desapareciera.
—Voy a por unas birras —anunció feliz, y se ausentó un
momento, aunque la cocina quedaba en el mismo espacio,
algo más alejada.
—Me alegro de verte… —dijo Luk, sentido, clavándome la
mirada.
—Lo mismo digo…
—Te veo bien.
—Yo a ti te veo más blanco que una pared.
—Soy pura fachada —me vaciló, y sonreí.
—¡Birraaas! —canturreó Mak dándonos una a cada uno—.
¡Brindemos! —Alzó su botellín—. Por el principio de una
hermosa amistad…
Luk y yo nos miramos desafiantes y los tres juntamos las
botellas con un «clin».
—Siéntate, Kai, por favor… —ofreció Mak entusiasmado.
Solo le faltó acolcharme el sofá.
Pensaba que al salir de la cárcel podría quitarse la losa de
culpabilidad que pareció caerle encima cuando me encerró,
pero en vez de dejar de preocuparse por mí, lo hacía todavía
más.
—Entonces, ¿cuánto tiempo lleváis juntos…? —pregunté en
tono serio. Y la cara que pusieron fue de foto. La de los dos.
—¿Qué…? ¡No estamos juntos…! —exclamó Mak alucinado.
Sin embargo, Luk enseguida cerró los ojos y negó con la
cabeza con media sonrisa captando mi broma. En realidad,
Lucas me conocía mucho mejor. Nos habíamos criado en el
mismo barrio. Yo tenía mis amigos y él los suyos, pero
habíamos jugado mucho juntos a todo. Al fútbol, al escondite
todas las cuadrillas, y sabía perfectamente cómo era. Al
coincidir en la universidad nuestra relación se estrechó
mucho más. Lo hacíamos todo juntos. No dábamos un paso
sin el otro. Pero Mak me conoció en un momento muy oscuro
de mi vida. Mis padres habían muerto. Ingresé en prisión. Y
él mismo me comunicó que el amor de mi vida me había
engañado con mi hermano… No sabía por qué le importaba
tanto… Yo estaba acostumbrado a otro tipo de cariño, al de
los laureles. A estar en las buenas. Pero Mak estuvo en las
malas. Mak no conocía mi parte buena, ni mi parte
divertida… por eso apreciaba tanto su amistad.
Mak registró la expresión de guasa de Luk y mi posterior
risotada y me lanzó un cojín a la cara.
—¡Joder…! Pensaba que me habías malinterpretado
cuando te hablé de él…
—Me hablaste tan maravillado que me cupo la duda…
—Álvaro es la única familia que tengo —sentenció Luk de
pronto—. No me llevo bien con mis padres desde que dejé la
universidad y renuncié a la empresa familiar…
—¿Y tus amigos? —pregunté con saña.
—Tomaron otros caminos… Me abandonaron.
—Sé lo que es eso —espeté displicente—. A mí todo el
mundo me dio la espalda cuando ingresé en prisión, menos
mi abuela y este gilipollas de aquí… —señalé al anfitrión.
La tensión se hizo evidente para los dos.
—Entonces estamos de acuerdo en que Álvaro es un tío
único…
—¡Callaos ya! ¡Estoy a un piropo de sacarme la polla…! —
Rio Mak.
Me contaron toda clase de anécdotas sobre su etapa en el
Centro de entrenamiento GEO y también sobre su misión en
Siria. Me perturbó saber que habían corrido tanto peligro.
Pero a mi lado les esperaba un destino similar.
Pedimos comida a domicilio y después nos servimos unas
copas.
—Cárgamelo poco. Hace mucho que no bebo… —avisé a
Mak.
—¡Pues tienes que ponerte al día!
—Necesito tiempo…
—¿Qué planes tienes ahora? —preguntó Luk con
curiosidad.
Mak permaneció atento porque también le interesaba la
respuesta.
—Pues… me gustaría remodelar el antiguo local de mis
padres, La ola dorada, y convertirlo en un club nocturno a
pie de playa.
Luk subió las cejas impresionado.
—Es una gran idea…
—¡Bebida gratis! ¡De lujo! —Celebró Mak sonriente.
—Ese es el plan… Pero no sé ni por dónde empezar.
—Podrías trabajar primero unos meses en algún otro club
—sugirió Luk—. Para ver cómo funciona todo…
—Es buena idea —reconocí. Había olvidado lo listo que era
y lo que me aportaba en cada paso del camino. Lo mucho
que centraba mi mente de loco entusiasta e impulsivo.
—Brindemos por ello —propuso Mak. Y lo hicimos.
Con tanto brindis, cuando entramos en la sala de fiestas
que solían frecuentar, yo tenía un mareo importante.
Me incomodó adentrarme en un espacio con tanta gente.
Tardaría un tiempo en deshacerme de la manía persecutoria
que arrastraba. En la cárcel tenías que andar con mil ojos en
ese tipo de aglomeraciones, pues era el mejor momento
para atacar.
Lucas y Álvaro tenían una afinidad increíble entre ellos y
me alegré de no haber interferido en lo que habían
construido juntos. Empujé a Mak hacia el GEO cuando el cura
me dijo que Luk estaba interesado en meterse con la
intención de que lo trajera de vuelta a mi vida y, conociendo
a ambos, supe que sería acertado mantenerlo en secreto.
Quería recuperar a todo el mundo. Menos a mi hermano…
A él no lo perdonaría jamás. Sabiendo lo que sentía por Lola,
se lio con ella mientras yo me pudría en la cárcel… Y Lola era
algo a lo que tampoco iba a renunciar fácilmente, pero para
mí, él estaba muerto.
Me daba miedo encontrármelo porque le guardaba mucho
rencor y no quería coleccionar condenas; la demencia
transitoria se ha llevado a mucha gente por delante.
Y por supuesto, quería buscar a Lola… aunque sabía que
había desaparecido del mapa e inicialmente me temí lo peor.
La última vez que la vi me dijo que seguía en contacto con
mis camellos… Le rogué que se alejara de ellos, pero las
malas lenguas dijeron que no hizo caso y…
Mis ganas de volver a confiar en una mujer se esfumaron,
pero esa noche las ganas de sexo volvieron de golpe. Me
dejó perplejo la facilidad con la que Mak se entendía con las
féminas. Bailó con unas cuantas y al final terminó dándose el
lote con otra, mientras yo lo observaba clavado desde la
barra. Mi capacidad de bailar había sido suprimida. Para eso
hacía falta una chispa de felicidad que prendiera el ritmo y el
mío estaba inundado de traición.
Luk se colocó a mi lado y vi el momento de hablar a solas.
—Así que no nos conocemos de nada… —empecé cómico.
—Tú tampoco se lo aclaraste.
—Seguro que tú te enteraste antes que yo.
—El día que me lo contó, vomité… —confesó afectado.
—¿Tanto asco te doy? —pregunté con inquina. Recuerdo su
mirada intensa al ritmo de la canción Symphony, de Clean
Bandit.
—No, es que no podía creerme que la persona más
importante de mi vida hubiera metido entre rejas a la que
solía serlo…
Miré al suelo conmovido.
—No viniste, Lucas —Tomé aire—. No viniste a verme ni
una vez…
Luk se giró, dándole la espalda a Mak, para ocultarle la
expresión de su rostro. ¡Como si fuera a mirarle mientras se
morreaba con una tía…!
—Estaba muy cabreado contigo… —se justificó.
—Y yo estaba solo. Y encerrado. Mis hermanas tampoco
vinieron…
—Y las entiendo —Me miró ceñudo—. Porque yo me sentí
igual. Con el agravante de que además yo te lo advertí y no
me hiciste caso… Ellas no pudieron detenerte. Pero yo sí… Y
me hiciste odiarte por obligarme a ser tu cómplice. Por
ayudarte a buscar tu ruina…
Dicen que toda historia tiene dos versiones. Y la suya me
acababa de golpear en la cara con fuerza.
—¡Qué manía con culparos de todo, joder…! Fui yo y mis
malas decisiones las que me llevaron allí. ¡No era asunto de
nadie más!
—Eso fue lo que más me dolió —dijo compungido—. Que tu
vida dejara de ser asunto mío. Quizá yo te abandonara, pero
tú lo hiciste mucho antes… Te cogieron porque no eres tan
perfecto como te crees.
—Contigo solía serlo y me confié…
Luk me miró emocionado.
—Tú me hacías mejor de lo que era, y cuando me faltaste,
la jodí.
Soltó una risita triste al escucharme.
—¿Así que ahora es culpa mía que te encerraran? ¿Tenía
que apoyar tus actos delictivos a cambio de seguir siendo tu
amigo?
—Tenías que apoyarme a mí en mis peores momentos.
—Fuiste tú el que pasó de mí para apoyarte en Lola… Y
ahora vuelves y quieres meterte en medio de lo único que
me importa en el mundo.
—No voy a meterme en medio. No le diré nada a Álvaro, si
es lo que quieres… Todo lo que habéis vivido juntos no se
puede comparar a lo que tenemos nosotros.
—¿Lo que tenemos, quiénes? ¿Tú y él o tú y yo?
Nos mantuvimos la mirada sin saber qué decir. Porque a
nosotros también nos unían muchas vivencias juntos.
—Álvaro significa mucho para mí… —suspiró Luk
apesadumbrado—. No te haces una idea… Lo es todo.
—Sí que me la hago. Por eso me callé. Porque cuando me
habló de ti, vi que habíais creado un vínculo muy especial y
quiero que lo sigáis teniendo.
—Algún día se enterará…
—Pero para ese entonces ya habremos vivido tantas cosas
juntos que le dará igual.
—¿Los tres juntos?
—Sí. Porque yo no pienso alejarme de él, tenlo claro.
Álvaro fue el único que me cogió de la mano cuando todo iba
mal. Así que tendremos que compartirle…
Luk me miró como si para él eso no fuera una opción. ¿En
qué estaría pensando exactamente? No podía entender
cómo de único era lo que tenían ni hasta qué punto
compartían su intimidad. Aparecí en sus vidas en un
momento en el que, como más tarde supe, se habían dado
«un espacio» obligatorio antes de que su amistad se
confundiera del todo. Y les funcionó.
La chica con la que se lio Mak resultó ser una policía de
una comisaría al otro lado de la ciudad y le dio fuerte con
ella. Luk y yo no quisimos nada con ninguna de sus amigas
aquella noche. No estábamos por la labor. Demasiadas
emociones para un solo día…
Una semana después, yo tenía doblada sobre el escritorio
a la chica que limpiaba mi habitación de hotel diariamente.
Todo empezó cuando entró el primer día sin llamar y grité
fuerte.
—¡¡Lo siento mucho!! —exclamó ella apurada tapándose la
boca al verme. Estaba durmiendo desnudo; un lujo que en
prisión no te puedes permitir. Además, yo seguía
mentalmente en esa celda y pensaba que venían a matarme
o algo peor.
Me tapé tarde con la sábana y me sostuve el corazón,
resollando.
—¡Joder, qué susto me has dado…!
—Perdone, señor… Es que es mediodía y no pensé que…
—Tranquila, no es culpa tuya. Se me pasó colgar el
cartelito…
Su vista se perdió en todos y cada uno de mis tatuajes
carcelarios y yo me fijé en lo ceñido que le quedaba el
uniforme con faldita corta. Miré hacia abajo al sentir que me
empalmaba al momento y ella resiguió mi mirada. Vio
perfectamente que mi nutria tenía vida propia… aunque lo
mío era más bien de la familia de las morsas.
—Discúlpeme, por favor… —Apartó la vista azorada y se
fue corriendo.
Cuando dejé la habitación ese día, pedí en recepción que
la limpiaran y esperé que la chica encontrara los veinte
euros de propina que le dejé junto a una nota.
Siento mucho haberla incomodado.
Hacía mucho tiempo que no veía a una chica tan guapa.
Por favor, acepte mis disculpas.
Al volver me encontré otra y el billete intacto.
Acepto sus disculpas, y no me debe nada.
Siento mucho haberle asustado. Y haberme quedado
mirándole…
Hacía mucho que no veía a un chico con tantos tatuajes.
Como decía, a Álvaro le había dado fuerte con la chica del
sábado anterior y nos contó que había estado quedando con
ella durante toda la semana. Al parecer habían conectado
especialmente bien, tanto en su pasión por su trabajo como
en el sexo. A Luk le dio la misma envidia que a mí porque
desapareció un par de tardes con la excusa de que en Sevilla
también tenía a alguien. Y yo… después de estar toda la
semana dejándole mensajes a Laura (ese era su nombre)
volví a olvidarme el cartelito para que me pillara recién
duchado en mi habitación, después de una sesión de
flexiones, solo con una toalla alrededor de la cintura.
Su sonrisa nerviosa fue encantadora. Besarla, una
experiencia religiosa. La calidez de su saliva, la suavidad de
su piel… Mi delicadeza a la hora de tocarla la desarmó, pero
no estaba acostumbrado y tenía miedo de hacerle daño. No
quería ser rudo. Y para mi sorpresa, ella misma desanudó mi
toalla ansiosa.
Al ver mi erección no dijo «¡Joder!», pero lo leí en sus ojos.
Porque (JODER…) era mi primera chica en cuatro años.
Después de un beso desesperado, la giré contra el escritorio
y me pegué a su cuerpo haciéndome cargo de sus jadeos. Le
bajé la ropa interior y encontré su sexo húmedo, depilado y
preparado.
Dios… ¡Que me maten si no había estado esperando esto
tanto como yo! Lo confirmé cuando me agaché y hundí la
boca en su coño. Por poco me desmayo de gusto al sentir lo
excitada que estaba. Fue maravilloso tener de nuevo el mar
en mi boca…
Cuando noté que le quedaba poco para correrse, me puse
de pie con rapidez y me hundí en ella sin condón ni nada.
Solo con fuerza y con todo lo joven, estúpido e impulsivo que
era. Al momento me embargó una sensación extrasensorial
que me llevó al éxtasis.
Os juro que duré treinta segundos… Fue tan, tan, tan
glorioso…
La saqué a tiempo de milagro y me corrí en mi puño. Me
sentí tan gilipollas… Le pedí disculpas y fui a lavarme, pero
al volver la tumbé en la cama y me di un festín con su
clítoris hasta que se corrió gritando como una loca y
tirándome del pelo.
Después de eso, fui a hacerle una visita a alguien muy
especial. A alguien que yo mismo le prohibí que no volviera a
visitarme a la cárcel porque vino en un mal día. Fue al día
siguiente de mi primera violación (hubo varias), y yo no
quería ver a nadie ni volver a sentir nada. Solo quería
morirme. Esa persona a la que mi amiga Vicky había ido a
ver, ya no existía. Solo era un gurruño de lo que fue. Algo
insostenible. Irrecuperable.
Con los años y con la ayuda de Tommy, me repuse, pero a
ella le dije cosas muy feas y me urgía pedirle perdón.
Me llevé una gran sorpresa cuando sus padres me
informaron de que se había ido de casa hacía un año y que
no sabían dónde estaba.
Me asusté un huevo. Pensaba que la habían raptado o algo
peor, pero preguntando, me enteré de que estaba
trabajando en un restaurante y me planté allí con un polo
oscuro y un pantalón corto blanco.
—¡Dios mío…! —gritó ella en cuanto me vio. Vino corriendo
a abrazarme y la acogí en mis brazos—. ¡¿Has salido?!
—He salido.
—¡Joder…! —Volvió a apretujarme con fuerza—. Estás muy
distinto. ¡Das miedo!
Me gustó oírlo, porque es justo lo que quería.
¿Qué hacia una chica de club de campo, que debería estar
terminando medicina, trabajando allí?
—¿Qué haces aquí? He ido a tu casa, pero no sabían nada
de ti…
Entonces puso una cara que conocía muy bien. Una que
pones cuando te han arrebatado algo muy íntimo. Tu
dignidad. Es un odio mezclado con vergüenza, tristeza e
impotencia que ya nunca desaparece de tu cara.
—Es largo de contar… Me fui de casa y dejé la carrera…
—¡¿Pero por qué?! —pregunté alucinado y temeroso.
No quiso decírmelo en ese momento.
Estuve esperando a que terminara el turno para irnos
juntos a un lugar tranquilo. Cuando me contó que la habían
forzado en una fiesta universitaria… que fue así cómo perdió
la virginidad… y que sus padres decidieron hacer como que
no había pasado nada para que sus amigos esnobs no se
enteraran, lo vi todo negro.
—¿Quién fue?
—Da igual. Déjalo. No quiero que hagas nada. Y no quiero
que nadie lo sepa…
—¿No lo denunciaste?
—No… Mis padres me disuadieron. Me dijeron que aquella
información me marcaría de por vida, y a ellos, claro. Me
dijeron que si lo contaba, dirían que me lo había inventado
todo para llamar la atención. Me largué sin mirar atrás.
Ahora comparto piso con tres chicas y trabajo aquí.
La abracé con fuerza y prometí que cuidaría de ella. Que le
daría trabajo en mi nuevo club, La marca de Caín, y que la
ayudaría en todo. Porque si yo no hubiera estado en la
cárcel, esto no habría pasado… El responsable no se habría
ido de rositas.
Ese tío sería el primero al que mataría en mi vida. El
primero de muchos indeseables.
CAPÍTULO 14
GOMORRA
“El amigo ha de ser como la sangre, que acude luego
a la herida sin esperar a que le llamen”,
Francisco de Quevedo
Lo intenté. Juro que lo intenté…
Quise darle espacio a Luk después de decirme que tenía
miedo de… ¿necesitarme cada vez más cerca? Joder… ¿Qué
cojones significaba eso? ¡Para mí no podíamos estar más
cerca de lo que estábamos! Era lo máximo.
Me costó entender a qué se refería. O quizá solo fueron un
par de segundos, pero se hicieron eternos, demostrándome
que mis sentimientos hacia él eran puros. Es decir… yo tenía
las cosas muy claras por mi educación liberal, pero para él
hacía mucho que habíamos traspasado la línea de lo
éticamente aceptado y era normal que tuviera dudas.
Lo diré burdamente y sin rodeos… Para mí era totalmente
distinto comerle la polla que compartir gemidos cara a cara
mientras nos follábamos a una tía, o una cada uno, pero
para él, puede que no hubiera tanta diferencia en el sentido
estricto de intimidad.
Y por nada del mundo quería que tuviera miedo ni dudas
sobre mí o sobre nosotros.
Por eso le di espacio y me centré en Sara.
Era una chica preciosa con la que tenía mucho en común y
sentía que podía hablar con ella de cualquier cosa. Además,
en la cama nos entendíamos bien. Era muy sexual y poco
dada a disfrazar las situaciones de otra cosa que no fuera
atracción y ganas, y eso me encantaba de ella. Estaba a
gusto y empezamos a quedar a menudo.
Quizá, demasiado… Porque eso, sumado a que Kai había
empezado a formar parte de mi vida por fin, dejó a Luk en un
tercer plano, como si fuera el chocolate en mi pirámide
alimenticia. Eso no significaba que no pensara a menudo en
él… ¡Todos los días! O que no contara los minutos para
volver a verle y darle un mordisco en forma de abrazo,
sonrisa o lo que fuera… Una mirada cómplice me bastaba.
Entre semana nos veíamos a diario en el centro de
maniobras, pero muchas tardes no quedábamos y se me
hacía cuesta arriba. Me dijo que tenía a una chica en Sevilla
y que se escapaba a verla de vez en cuando, pero me sonó a
excusa. Me sonó a «No te preocupes por mí, haz tu vida». Y
todavía me preocupé más.
Para más inri, los días que quedábamos, ya nunca
estábamos solos. porque Kai se nos unía. Como si fuera algo
problemático estar a solas. Pero era al revés. ¡Yo lo echaba
de menos! Y él también. Se lo notaba en la mirada y en los
wasaps que nos escribíamos a veces cuando el mono
empezaba a sucumbir.
Álvaro:
Eh…
Lucas:
Qué
Álvaro:
Nada. Solo «Eh…»
Lucas:
Eres un puto sentimental…
Y yo me partía el culo con el teléfono en la mano. Era tan
genial…
En esas conversaciones nos contábamos la tarde entera
como si fuera una necesidad biológica. Desde lo que
habíamos comido, hasta todo lo que habíamos visto en
cualquier parte y nos había recordado al otro.
No le hablaba mucho de Sara porque no soportaba notar
su tono cuando me decía que se alegraba de verme tan
contento con ella.
Un día Kai nos invitó a comer a casa de su abuela. Nos
sorprendió la propuesta, pero aceptamos. Nadie nos había
preparado para conocer a Luz Morgan. Primero nos conquistó
por el estómago y luego por sus salidas de tiesto. Lucas y yo
nos reíamos a carcajada limpia cuando nos contaba
anécdotas infantiles de Kai. Nos dijo que le compraba
revistas guarras con trece años y que le dejaba su casa de
picadero para tocar tetas por encima de la ropa cuando ella
se iba al bingo.
Fue una visita espectacular. Impresionante conocer al Kai
humano. Y también a Kai gato. Pero cuando probamos sus
torrijas, Luk y yo nos miramos alucinados.
—¡Joder…! ¡Están de muerte! —exclamé sin soltar la
cuchara.
—Luz, esta torrija supera el sexo —afinó Luk.
Y todos soltamos una risotada. Incluida la abuela.
—Podéis venir cuando queráis. Estáis en vuestra casa. Mi
nieto me ha dicho que le estáis ayudando mucho…
Y era cierto. Kai había estado muy ocupado levantando su
nuevo club La marca de Caín, según él, en honor a Tommy,
un capo famoso que le salvó de morir en la cárcel. Pero
pensaba que tendría suficiente con llevar el tatuaje de su
banda en el cuello…
—Este símbolo me ha protegido dentro y me protegerá
fuera de la cárcel… —dijo Kai acariciándolo cuando le
pregunté—. No hay mejor nombre para el club. Tommy me
confió todos sus secretos y quiero que se corra la voz de que
los he redactado todos y están a buen recaudo en una
cámara acorazada en un banco suizo, listos para ser
desvelados si muero en extrañas circunstancias.
—Joder… ¿y si te atragantas con un puto cacahuete? —
sugirió Luk.
A Kai le entró la risa.
Me gustaba que se cayeran bien. Me gustaba que viera en
Luk lo que yo veía. Era el tío más listo del mundo. Tenía un
don. Con él no había flecos sueltos. Hacía que todo fuera
posible. Incluso le solucionó un par de problemas con las
obras a Kai hablando con conocidos y me sentí orgulloso;
pero su amistad terminó de afianzarse una noche, a las dos
semanas de que Kai saliera de la cárcel, cuando se encontró
con su hermano pequeño en una fiesta en la playa.
Solo por cómo lo miró, Roi Morgan supo que tenía que
marcharse de inmediato de allí. Pero a Kai se le cruzaron los
cables y lo siguió. Creo que fue la primera vez que Luk y yo
actuamos como lo haríamos durante años, como sus
guardaespaldas.
—¡Hijo de puta…! —Se lanzó contra él.
Empezaron a forcejear a lo bestia.
Roi solo se defendía, como si asumiera la culpa de lo que
había hecho, lo que todavía sacó más de sus casillas a Kai,
que lo inmovilizó en el suelo y empezó a pegarle puñetazos
en la cara.
Luk y yo nos asustamos cuando el chaval perdió el
conocimiento.
—¡Kai, para…! —gritó Luk preocupado.
—¡Para, joder, vas a matarlo…! —Lo agarré de los brazos.
Pero se libró de mí y siguió dándole. Había sangre por
todas partes porque le había roto la nariz y salpicaba que
daba gusto.
Entonces Luk metió el cuerpo entre ellos, llevándose un
par de golpes de regalo y logró separar a Kai de su hermano
tirándolo al suelo. Cuando volvió a ponerse de pie, resoplaba
como un toro furioso y todo el que estaba observando le
tuvo miedo.
—Tranquilo… —le dijo Luk con los brazos extendidos
separándolo de Roi—. Ya está… Hay que irse, Kai… Empieza
a venir gente.
Kai salió de su trance y observó alrededor. Me pareció
verle divisar a alguien entre los curiosos y se limpió la frente,
avergonzado. Luego se dio la vuelva para largarse y los
pocos que estaban en su camino le abrieron paso
impresionados.
—Llamad a una ambulancia —le dijo Luk a alguien antes
de desaparecer detrás de Kai.
Terminamos en mi casa, vendándole la mano
a Rocky mientras nos contaba con detalle toda la historia
con Lola y su hermano. Y después de recordar lo mucho que
sufrió en la cárcel al saber que Roi le había levantado al
amor de su vida, entendí su ataque de furia.
Pero lo más sorprendente de esa noche fue que me di
cuenta de que cuando estábamos con Kai dejábamos de ser
policías para ser sus amigos. Eso iba por delante de nuestro
deber.
—Gracias por… estar ahí —nos dijo conmovido. Y miró a
Luk, que asintió.
—Si vas a empezar de nuevo, tienes que olvidar el pasado
—expuso Lucas.
Se mantuvieron la mirada por un momento.
—Eso quiero…. Olvidarlo todo. O casi todo…
Luk le presionó el hombro y me sorprendió que Kai llevara
una mano junto a la suya y se la apretara.
No eran celos. En serio. Me alegraba de que estuvieran
congeniando. Pero en ese momento me di cuenta de lo que
echaba de menos tocar a Luk. Aunque solo fuera su mano.
Así de mierda es nuestra sociedad, los hombres no
podemos tocarnos la mano sin una buena excusa que lo
justifique.
Entonces Luk me miró como si estuviera escuchando lo
que estaba pensando. Hubiera pagado millones por saber lo
que pasó por su mente, por saber por qué me miraba así,
pero parpadeó y la extraña sensación de que me ocultaba
algo desapareció.
—Quiero proponeros una cosa —dijo de pronto Kai—.
Tomároslo como horas extras de seguridad muy bien
pagadas, pero… ¿Os importaría trabajar para mí la noche de
la inauguración del club? Sé que su nombre va a atraer a
muchos curiosos y solo quiero asegurarme de que todo vaya
bien… Dar una imagen fuerte. Sobre todo al principio de la
noche. Cuando llenemos el aforo y cerremos las puertas,
podréis relajaros y divertiros.
—¡Cuenta conmigo! ¿Cuándo será? —exclamé contento.
—En dos semanas… Me falta ultimar algún detalle y recibir
el cargamento…
—Dime que hablas solo de bebida… —murmuró Luk,
temeroso.
—Sí… —Sonrió Kai—. Solo bebida. No estoy loco…
Aún no sé cómo pudimos creerle.
—Vale. Allí estaré…
Pero tuvimos que presentarnos mucho antes. A dos días de
la esperada inauguración, el tiempo se les echó encima y
tuvimos que ir a ayudar. Hubo un problema con los muebles
de refrigeración, le llegaron tarde y había que montarlos y
meter toda la bebida que esperaba en el almacén.
—Muchas gracias por venir… —nos dijo apurado al vernos
llegar al club. Tenía pinta de que llevaba días sin dormir—.
Venid, os voy a presentar a la encargada. Ella os dará
indicaciones…
El sitio por dentro era una pasada. Lujoso, amplio y
moderno. Caminamos hacia la barra principal y divisé a una
chica a lo lejos.
A simple vista me di cuenta de que era una de esas
mujeres inaccesibles y perfeccionistas que no necesitan a
nadie.
—Vick… —la llamó Kai, cansado—. Estos son Álvaro y
Lucas. Te he hablado de ellos. ¿Los recuerdas?
Cuando me miró pudo ver en mi cara que ya estaba
encantado de conocerla. Llevaba una coleta alta y tirante
que no me importaría enredar en mi puño. Unos vaqueros
elásticos claros sin costuras (¡hurra por quien inventó
los leggins!) y una camiseta ancha rosa con dos ojos de gato
y una nariz con bigotes.
—¡Al fin! Nos veía otra noche sin dormir, te lo digo en
serio… Y tienes un careto… Hola —Nos tendió la mano por
encima de la barra—. ¿Quién es quién?
—Yo soy Álvaro —me adelanté alzando la mano para
estrechársela y acariciársela de paso. Ella me miró
perspicaz, pero me soltó rápido.
—Lucas —dijo simplemente Luk cuando llegó su turno de
tocarla. Y me pareció que se miraban como si guardaran un
secreto.
—Utilízalos bien, Vicky… Son mano de obra eficiente y
gratis. Vuelvo en cuanto solucione una cosa dentro —se
despidió Kai—. Voy a crear un grupo, tíos… Os mando un
mensaje importante ahora mismo. Leedlo.
Se fue toqueteando su móvil y yo lo palpé en el bolsillo
como si sus órdenes fueran deseos para mí, y no al
contrario.
—Entrad por allí —dijo Vicky, señalando el borde de la
barra.
—Yo le entro por donde quiera… —le susurré a Luk en la
oreja. Su respuesta fue sonreír.
Pi-pi. Sonaron nuestros móviles.
El colgao de Kai había creado un grupo de WhatsApp
llamado La marca y solo había dejado una frase.
Kai:
Vicky es intocable. (Emoticono con el símbolo de prohibido)
Luk y yo nos miramos sabiendo que era lo peor que podía
decirnos. Acababa de convertirla en un reto extraordinario.
En un desafío.
—Suerte que tienes novia… —murmuró Luk, socarrón.
—Y tú también…
—Lo mío han sido tres revolcones guarros…
—Yo tampoco planeo casarme con Sara…
—Da igual. Ya lo has leído. No podemos tocarla.
—El mensaje sobra. Porque yo no estoy interesado en ella,
para empezar… —dije chulito. Era un gran mentiroso. Vicky
me parecía una tía de las que te calan. Para empezar, era
amiga de Kai, ya me había hablado de ella alguna vez. Y
tenía pinta de ser muy especial. Además, con esa cara y ese
cuerpo… Si no te interesaba es que estabas muerto…
—Yo tampoco estoy interesado —mintió Luk—. Además, Kai
debe de tener algo con ella o no nos habría dicho nada…
—¿Habéis terminado de cuchichear, porteras? —
Escuchamos que decía a lo lejos—. Porque hay mucho que
hacer…
Nos sonreímos. Nos interesaba y mucho.
—Te ha calado pero bien, portera… —Me pinchó Luk.
Nos reunimos con ella y empecé a tomarle el pelo.
—Perdona. ¿Por dónde quieres que empecemos? —dije
mirándola de arriba abajo como si fuésemos a comérnosla.
Podía sentir a Luk a mi lado aguantándose la risa.
—Rellenad esas neveras con las cajas que hay debajo.
—Vale. Tranquila, rellenamos muy rápido…
—Y profundo —añadió Luk, jocoso.
Ella levantó una ceja y yo me mordí los labios, divertido.
—Pues venga… Quiero estas neveras a reventar…
—Esa es nuestra especialidad —dije tunante—, dejar las
cosas a punto de reventar…
Luk se giró para sonreír hacia otro lado, porque ya estaba
haciendo mucho aguantándose la risa.
—Lo creeré cuando lo vea —dijo ella muy chulita—.
Avisadme cuando estéis a punto de terminar…
—Siempre lo hago… Está feo no avisar —dije con guasa.
Ella se fue poniendo los ojos en blanco, pero tuvo que
escuchar la risotada inevitable de Luk. También se perdió el
empujón que me dio. Un toque que necesitaba como agua
de mayo.
—Eres incorregible… —murmuró.
A la hora habíamos adelantado muchísimo trabajo y a
Vicky cada vez se le hacía más difícil mostrarse enfadada
con nosotros a la vista de nuestra eficiencia y el sudor de
nuestras camisetas. Era un día de junio especialmente
caluroso. Nos encomendó otra tarea y nos dijo que al
terminarla saliésemos a la terraza exterior.
Menuda emboscada…
Cuando nos encontramos de nuevo con ella cerca de la
piscina descubrimos que se había subido la camiseta para
atársela con un nudo hawaiano en el estómago. Mis cejas
subieron sin permiso.
«¡Toma ya!».
Su cintura de avispa quedaba a la vista enseñando un
ombliguito la mar de apetecible con piercing incluido. ¡Ay,
ay, ay…!
Luk y yo cruzamos una mirada ardiente y significativa que
disimulamos evaluando el espacio. Alrededor del agua había
unas sugerentes camas balinesas y mobiliario de lujo.
¿Cuánto dinero se había gastado Kai? Porque tenía pinta de
que todo aquello valía una pasta.
—Hay que abastecer toda la barra —nos explicó Vicky con
un portafolios en la mano donde iba tachando puntos—.
Rellenar las neveras y colocar botellas en las baldas de
detrás. ¿Podréis hacerlo?
—Claro, déjalo en nuestras manos, no solemos tener queja
de ellas… —dije continuando con las insinuaciones sexuales.
Las comisuras de su boca subieron ligeramente.
—Luego volveré a ver cómo vais…
Se fue y no pudimos evitar acariciar su trasero con la
mirada.
—Me tiraría a la piscina ahora mismo —me quejé
acalorado.
—Yo me tiraría otra cosa…
Me entró la risa.
—Vale. Tú necesitas el baño más que yo…
—Coño… ¡Nos damos la vuelta y se convierte en una pin-
up sexi! Yo también sé jugar a eso… —dijo Luk quitándose la
camiseta y levantando las cejas díscolo—. Soy el chico de la
piscina por excelencia.
Salió de la barra, se descalzó y se lanzó al agua.
—La madre que lo parió… —balbuceé encantado, y me
quité la camiseta para imitarle. Me estaba muriendo de
calor.
Cuando Vicky volvió de donde estuviera, teníamos más de
la mitad de la barra colocada y no pudo escatimar en
alabanzas.
—Guau… qué bien os veo —dijo impresionada. Pero sus
ojos no estaban mirando hacia las botellas, sino hacia
nuestros torsos desnudos. Teníamos el pelo mojado y la tela
del pantalón nos mantenía fresquitos. Y mansos…
—Ya has oído a Kai. Somos buena mano de obra si nos
utilizas bien…
Ella sonrió en respuesta.
—¿Puedes dejarlo ya, por favor?
—¿El qué? —Sonreí con una inocencia traviesa.
—Kai me ha dicho que sois sus mejores amigos, y yo soy
su mejor amiga. Así que será mejor que nos llevemos bien…
—Tranquila —dijo Luk levantando las manos—. Kai ya nos
ha prohibido mirarte como a una mujer. Y gracias a eso,
ese piercing tan sexi no nos ha afectado ni lo más mínimo…
La mirada que se echaron subió un par de grados la
temperatura ambiental.
—Él también me ha advertido sobre vosotros…
—¿Y qué te ha dicho? —pregunté curioso.
—Que la tenéis muy pequeña.
Nos partimos de risa. Y ella con nosotros. Era una chica
muy divertida y natural. Era evidente que Kai no le había
dicho nada.
—Cuando quieras lo compruebas… —bromeé.
—Paso, pero gracias. Terminad aquí, por favor. Y… muchas
gracias por la ayuda, de verdad… —dijo con una sonrisa
preciosa y tímida.
Nos quedamos mirándola extasiados, imaginándola entre
los dos. Cómo sería rozar su piel con nuestras manos y
degustar todos sus sabores con los labios…
Seguimos reponiendo en silencio con la sonrisa en la boca.
—¿Sabes? He echado de menos esto… —confesó de pronto
Luk.
—¿El qué? ¿Reponer?
—¡No, idiota…! —Sonrió con vergüenza—. Tú y yo,
haciendo cualquier cosa… A veces siento que te estoy
perdiendo…
Lo miré durante un segundo con muchas preguntas en los
ojos, pero todas podían unificarse en una: «¿Qué coño
quieres de mí?».
—Quería darte espacio… —Me justifiqué con culpabilidad.
—Ya lo sé. Pero este distanciamiento hace que te necesite
más todavía… —dijo mirando hacia el congelador, sin dejar
de trabajar.
Bajé la vista, porque estaba claro que no quería mirarme.
—Yo también te he echado de menos, ¿sabes? —confesé.
—Ah, pero… ¿has tenido tiempo para eso? —Me picó.
—Sí. Cada segundo que no estoy contigo te echo de
menos.
Luk se quedó quieto. Dejó lo que estaba haciendo y me
miró.
Tenía otra vez ese miedo en sus ojos. El de perderlo todo
por nada.
—Pero a mí no me hace falta más… Es solo que… hacer
cualquier cosa contigo cerca siempre es mejor. Incluso esta
mierda de reponer… ¿entiendes?
—Sí… —musitó Luk emocionado—. Me pasa lo mismo.
Contigo todo es mejor. Yo soy mejor. Afronto la vida de otra
manera, y si no estás a mi alrededor, soy menos feliz.
Supongo que estamos mal acostumbrados a tenernos las
veinticuatro horas…
—Supongo que sí… Oye… Tengo una idea para arreglar
esto.
—¿Arreglar qué…? —preguntó Luk confuso.
—El puto vacío que siento aquí —dije tocándome el pecho.
Lucas dejó de respirar y vi en sus ojos que sabía muy bien
a la sensación que me refería. La misma que a él le aterraba.
—¿Y cómo pretendes arreglarlo…? —preguntó
desesperado.
—Enfrentándonos a ello. Decidiendo si nos hace falta más
o no…
—No te entiendo —Pero creo que más bien no quería
entenderlo.
—Nos vamos a dar un abrazo, aquí y ahora, y a ver qué
pasa…
—¿Qué? —Se rio Luk nervioso.
—¡Va en serio…! Necesito que compruebes una cosa…
—¿El qué?
—Que no surge. Que nos basta… Que lo nuestro va más
allá de necesitar estar más cerca. Vamos a hacer la prueba.
Confía en mí. Yo lo tengo muy claro y tú necesitas
experimentarlo para saberlo. ¡Pues hagámoslo! —dije
acercándome más a él, hasta que nuestros cuerpos se
tocaron y nuestras caras se quedaron a cinco centímetros.
—¡¿Qué coño haces?!
Luk se echó hacia atrás instintivamente, pero lo retuve por
los brazos.
—Estate quieto y mírame, joder…
Y lo hizo completamente en tensión. Sus ojos azules
clavándose en los míos como la primera vez, a orillas del
Tajo.
—Mírame y siéntelo —murmuré—. O no lo sientas. ¿Qué te
dice tu cuerpo? ¿Qué quieres hacer? Piénsalo bien… Imagina
que el tiempo se ha detenido y que yo no sé que te estás
tomando tu tiempo para observarme. Para decidir lo que
sientes al tenerme tan cerca. Vamos… Hazlo, por favor…
Acabemos con esto.
Lucas me miró alucinado, pero me hizo caso. Se quedó
frente a mí y sus ojos pasearon por mi cara, por mis
pómulos, por mis labios…
El corazón empezó a bombearme fuerte sin previo aviso
cuando bajó la cabeza para observar mi cuerpo, pero pronto
volvió a mis ojos, demostrando que era la parte que más le
interesaba con diferencia. El puto espejo de mi alma. Donde
estaba la verdad de todo. Y no era excitación lo que había en
ellos, sino otra cosa… Ese bienestar que te invade cuando
das salida a esa excitación. La paz. La complicidad…
—Abrázame, imbécil… —Lo agarré. Y le sentí contra mí.
Me sorprendió que se aferrara como lo haría a una lancha
salvavidas en medio del mar. Me envolvió el cuello y se
quedó apoyando la barbilla en su propia mano. No tuvo
ningún tipo de consideración por si me estaba aplastando
con su fuerza sobrehumana. Me abrazó como si fuera la
última vez que fuera a sentirme tan cerca. Qué equivocado
estaba…
Distinguí que él no estaba interesado en acariciarme nada,
lo que quería era fundirse conmigo, igual que yo. Quería ser
uno con él. A nivel mental y físico. Quería que no hubiera
límites entre nosotros, pero no necesitaba besarle. ¡A mí me
gustaba besar a chicas guapas y jugosas y comerles las
tetas! Pero ellas no tenían acceso a mi alma. Luk, sí.
Me separé de él y lo retuve cerca para que no escapara.
—Ahora piénsalo bien… ¿Quieres besarme? Enfréntate a
ello. Y decídelo…
Lucas estaba completamente impactado por la pregunta.
Me miró más acojonado que Dumbo confiando en que una
pluma le haría volar, pero tragó saliva y observó mis labios.
—Si necesitas estar seguro, hazlo… Me da igual.
Su mirada me quemó cuando me miró confuso. Viajó de
mis ojos a mis labios como si no lo tuviera claro y, por un
momento, me asusté. ¿Y si me besaba? ¿Y si…?
—No… —resolvió de pronto—. No quiero hacerlo.
—¡¡¡¿LO VES?!!! —exclamé triunfal alejándome de él,
aliviado. Sentía que no había jugado más con fuego en toda
mi vida.
—Eh… ¿qué coño hacéis? —Nos interrumpió Kai,
extrañado.
—Nada —dije yo enseguida. Como si nuestro padre
acabara de pillarnos haciéndonos una paja. Mental…
—Estábamos decidiendo quién de los dos va a quedarse
con Vicky —repuso Luk con chulería. Y la sonrisa que inundó
mis labios me devolvió la fe en él. En nosotros, joder… Yo
besaría a un tío así solo por su perspicacia… Y la cara de
diversión de Kai, lo corroboraba.
—Hijo de perra, ni te acerques a ella… —le dijo con una
sonrisa.
—¡Ni que fuera una de tus hermanas…! —se mofó Luk.
—Va en serio, cabrones. Vicky lo ha pasado muy mal.
Consideradla como mi protegida. No es un puto juguete,
¿vale?
—¡Qué mal concepto tienes de nosotros! —bromeé yo—.
¡Si las tratamos como a reinas…!
—Mañana vais a tener a todas las chicas que queráis. Solo
os pido que a ella la dejéis en paz.
—¡Eso es lo peor que puedes decirle a Mako! —exclamó
Luk—. Es peor que Baby Yoda… Si le dices que no toque
algo, ¡al segundo ya está otra vez con el dedo levantado en
esa dirección!
—¡Cállate, mamón! —Me reí.
—¿Que no o qué? —dijo Luk divertido.
—¿Qué es eso de Mako? —preguntó Kai, interesado.
—Empezamos a llamárselo en el centro de entrenamiento
GEO. Álvaro era el más rápido abatiendo objetivos. Es como
un puto tiburón, parpadeas y ya se te ha comido. No es
coña. Advierte a Vicky… ¡Ha estado a punto de comerme a
mí ahora mismo, ¿no lo has visto?! Cuando tiene hambre es
insaciable…
Me dio tal ataque de risa que no pude parar de reírme. Y
Kai se contagió al verme. Pero no me iba a quedar atrás.
—En el centro GEO, Lucas tenía un complejo de Luke
Skywalker flipante —me chivé—. Te juro que se creía el
elegido para luchar contra el imperio, todos los demás
éramos sus marionetas.
—Qué gilipollas eres…. —Me dio un puñetazo cariñoso.
—Vale, escuchadme… Aquí dentro os bautizo como Luk y
Mak. Necesito a un tiburón rápido y a un héroe galáctico
para que mis enemigos me teman. ¿Cuento con vosotros?
Nuestras caras se volvieron serias por un momento.
¿Enemigos?
—A cambio os doy a Vicky —añadió sugerente—. ¿Qué me
decís?
—¡¡VALE!! —gritamos Luk y yo simultáneamente.
Kai se partió de risa y negó con la cabeza.
—Idiotas… ¡Era una prueba! ¡Y habéis suspendido! ¡A
Vicky ni la miréis! ¿Me habéis oído?
Nos reímos todavía más los tres juntos. Felicidad en estado
puro. Con los ojos cerrados y agarrándonos la tripa por las
caras que ponía Kai.
Claro que, al día siguiente, lo que ocurrió en la
inauguración no fue ninguna broma.
Fue el principio del resto de nuestra vida.
CAPÍTULO 15
PRODIGAL SON
“El pájaro tiene su nido, la araña su tela y el hombre
la amistad”
William Blake
Kai era una araña. Y el club, la tela en la que nunca creímos
que nos quedaríamos fatalmente enredados.
Y no por Vicky y su pendiente en el ombligo que… hostias,
Pedrín. Yo la recordaba tan modosa…, tan correcta y
aburrida, tan buena chica que nunca me había interesado lo
más mínimo. A mí me gustaban las bordes desvergonzadas.
Porque no hay nada más satisfactorio que hacer cambiar de
opinión a alguien así.
Y Vicky había sido bastante borde con nosotros. Y con
motivo.
Puto Mako vacilón…
Yo no estaba en modo ligar con ella. Me puso tonto, lo
admito, pero recordaba muy bien las habladurías sobre ella y
Kai a nuestros tiernos catorce o quince años. Creo que fue la
primera chica con la que se enrolló. Y hablo de liarse en
serio, no como en el juego de la botella, sino de estar horas
perdido en su boca sin atreverse a meterle mano. Antes, el
sexo infundía más respeto a esas edades, no como ahora,
que todo es jauja.
Creo que cortó ella, pero no recuerdo por qué. Lo que es
seguro es que mantuvieron la amistad durante años y
cuando entramos en la universidad, la saludaba y quedaba
con ella, aunque siempre estuviera muy ocupada con sus
estudios. No le interesaba socializar y Kai la mantenía en un
compartimento intocable e íntimo, como si fuera una piedra
blanca que encontró un verano en la playa, perfectamente
erosionada, y que guardaba con mimo como un recuerdo
especial.
Pero habían vuelto a reencontrarse y ella había cambiado.
Parecía mucho más dura e intocable que nunca.
No podía decirle a Mak que la conocía y que se olvidara de
ella; supuse que Kai le había pedido a Vicky no decir nada de
mí, pero no era del todo mentira. Yo apenas la conocía de
vista. Supe su nombre porque Kai lo soltó al viento la
primera vez que coincidimos y levanté las cejas junto con un
discreto «Buenas».
Además, había sido la chica de Kai y eso la hacía menos
follable que mi madre. ¡Será por chicas! Bastaría con borrar
de mi mente el apelativo de «porteras» que tanto me había
gustado y listo. Pero con Mak no iba a ser tan fácil…
En aquella época Mak estaba imparable. No podía
controlar su jodido sex-appeal. Lo irradiaba sin ningún tipo
de pudor y a los demás nos tocaba soportarlo estoicamente.
Incluso se había plantado delante de mí, con sus dos
cojones, y me había ofrecido aclarar sus sentimientos por él.
Dios santo…
Estuve a punto de pegarle un puñetazo para dejarle
cristalino que no podía manipularme de ese modo, ni
obligarme a enfrentarme a nada que yo no quisiera. Y no lo
hice. Solo le dije lo que quería oír…
Todavía no sabía lo que sentía, pero no era nada que
hubiera experimentado antes. Eso seguro.
¿Y lo de besarle…? ¡No se me habría pasado por la cabeza
en la vida! Hasta que empezamos a compartir fluidos,
claro… Que se dice pronto. Porque juro que casi pude
discernir su sabor en la boca de Alba al turnarnos sus besos.
Estaba muy confundido.
Y no es que no me afectaran lo más mínimo sus intensas
miradas cuando me decía que «me echaba de menos cada
segundo que no estaba conmigo», la verdad es que me
daban ganas de echarme a llorar. De llorar bonito… por
saber que alguien me quería de esa forma.
Cuando llegó la noche de la inauguración, tuve un mal
presentimiento. Era como si algo desconocido nos acechara
distante, esperando su gran momento para pillarnos
desprevenidos.
Ese día confirmé que Kai era distinto. Único, quizá. Porque
él también estaba nervioso, pero no como quien tiene un
temor incierto de perder algo, sino la anticipación de saber
que va a ganarlo.
Es curioso lo que cambia un lugar de verlo cuarenta y ocho
horas antes de su estreno, sucio y a medio montar, a verlo
con luces, limpio y con todo en su sitio. Supongo que es la
magia de esos adictivos programas de «Hermanos a la
obra».
Álvaro y yo entramos boquiabiertos por la puerta principal
una hora antes de la apertura y nos encontramos a Vicky
detrás de la barra formando a otras camareras. Estaba
espectacular… Llevaba un corpiño negro ajustado con el logo
del club que terminaba en una faldita de tul muy corta. Dos
medias hasta mitad del muslo con un lazo cumplían el
objetivo de volverte loco.
—Vaya, vaya… —la saludó Mak con intenciones de decirle
una barbaridad.
—Ahórratelo —lo frenó ella—. No me hice daño al caer del
cielo.
Mak se echó a reír con ganas.
—Parece que más bien has trepado desde el infierno —dije
yo haciendo referencia a su antigua vida. Ella me miró
desafiante y no replicó nada.
—Kai me ha pedido que lo avise cuando lleguéis. Hay un
botón en la barra que le envía una señal para que baje
cuando lo necesitamos aquí.
—¡Qué guay! —Sonrió Mak acercándose a la barra—. ¿Qué
otros botones tienes por ahí? A mí también me gusta
pulsarlos… una y otra vez, si lo necesitas…
Vicky y yo sonreímos a la vez. No era lo que decía, sino
cómo. Su bonanza advirtiendo que en el fondo no lo decía en
serio, acompañada de una mirada pícara de «¿o sí…?»,
causaba un efecto alucinante.
—¿A qué hora terminas el turno? —Quiso saber Mak,
implacable.
—A la que a ti no te importa.
—Claro que me importa, si no, no te lo preguntaría —
Sonrió.
Di gracias de que apareciera Kai con una mueca confiada y
un vestuario deslumbrante. Llevaba una camisa negra muy
especial, una pajarita sport del mismo color y un blazer gris
oscuro. Estaba realmente genial…
—¡Bienvenidos, tíos!
—¡Kai! ¡Esto es impresionante! ¡No parece el mismo sitio!
—exclamó Mak.
—¿Os gusta? —preguntó ilusionado.
—No está mal… —Sonreí con orgullo.
Kai le dedicó una mirada a Vicky que me dejó muy claro
que se estaba cociendo algo gordo entre ellos. Me alegré de
confirmar que seguía conociéndolo bien y que no había
cambiado tanto como me temía.
—Pues esperad a ver mi guarida —dijo levantando una
ceja canalla—. Vais a flipar…
Mak y yo nos miramos divertidos. Resulta que el cabrón se
había construido un apartamento sobre el club con acceso
electrónico que constaba de un despacho, un dormitorio y un
salón enorme con una tele de sesenta pulgadas por lo
menos. Había sofás de cuero bueno, un minibar… El puto
paraíso, vamos.
—Hay quien se lo monta bien y luego estás tú, Kai… —lo
alabé.
Él me sonrió como antaño. Recuperando su mueca
de Soy el rey del mambo.
—Tengo que preguntártelo… —escupió Mak—. ¿De dónde
has sacado la pasta para comprar todo esto?
—Tommy me dejó una buena herencia cuando murió…
—¿A cambio de qué? —pregunté perspicaz. Recordaba
muy bien una de sus frases favoritas «En esta vida nada es
gratis, aunque no valga dinero».
—A cambio solo me encomendó una misión…
—¿Cuál? —preguntó Mak intrigado.
—Nada que deba preocuparos ahora… ¡Hoy es un día de
celebración!
Que dijera eso me dio mala espina, pero lo dejé pasar
porque estaba muy ilusionado. Sin embargo, leí entre líneas
que más adelante podría ser un problema. Quizá algo que no
aprobaríamos, al fin y al cabo, Tommy era un reconocido
narcotraficante…
—Esta noche es mi presentación en sociedad —comenzó
Kai ofreciéndonos bebida—. Os pedí que vinierais porque
parecéis tíos duros y quiero dar la impresión de que le
arrancaríais el corazón con los dientes a cualquiera que
osara ponerme una mano encima.
—Para eso podías haberte comprado unos dóberman… —
bromeó Mak.
—Sí, pero a ellos no les sentarían ni la mitad de bien estos
trajes…
Se dirigió a un armario y sacó un par de fundas que
contenían trajes negros con el logo del club bordado en
dorado y nos los lanzó.
—¿Qué es esto?
—Vuestro uniforme. ¿Habéis traído las armas?
—Sí, pero no son de juguete —apunté receloso—. ¿Por qué
nos has dicho que las trajéramos?
—No tendréis que usarlas. Solo quiero que las vean…
—¿Quiénes?
—Los enemigos de Tommy. Para ellos está acabado. Pero
esta marca es su legado —Señaló el logo del club. Era el
tatuaje que llevaba en el cuello—. Yo soy su legado. Y quiero
que me vean fuerte. Esta gente no solo está metida en
narcotráfico, sino que monopoliza la prostitución ilegal y mi
formato de negocio va a cambiar las cosas en ese terreno.
Se van a sentir atacados en cuanto corra la voz de lo que
pretendo hacer…
«¿Qué pretendes?» «¿De qué formato hablas?»,
preguntamos a la vez.
—Arriba hay habitaciones que se podrán alquilar por horas.
Las trabajadoras sexuales pagarán entrada al club como
todo el mundo, además de la habitación. Yo no me llevaré
dinero de sus servicios prestados, solo de procurarles los
medios, dándoles seguridad y una clientela boyante. Es la
única manera de abolir la prostitución como una práctica
esclavista, mecanizada y sucia en la que la mayoría de las
mujeres llevan un estilo de vida inhumano. Se drogan para
soportarlo, compiten entre ellas a muerte y están a
disposición de un proxeneta que, en el mejor de los casos, se
aprovecha de la situación, y en el peor, les priva de su
libertad.
»Mi formato las animará a dejar esa vida y convertirse
en scorts: mujeres que gozan de un estilo de vida saludable
con una frescura y una predisposición real. Chicas liberales
que combinen el servicio sexual con otro trabajo habitual.
Esto siempre ha existido y siempre existirá, pero podemos
cambiar el modo de hacer las cosas.
—Lo de poder alquilar una habitación en la propia
discoteca es mucho más cómodo que meterte en un baño
para sofocar un calentón o irte a hacerlo contra una pared
del exterior…
—Exacto, y el estilo de gente que quiero atraer aquí no
suele hacer esas cosas… Yo les ofrezco una alternativa de
lujo. Y una compañía de lujo.
—¿De dónde sacarás a las chicas?
—Eso es lo más peliagudo… Por un lado, estoy negociando
con varias agencias que tienen azafatas interesadas en dar
el salto bajo estas condiciones, pero también quiero pasarme
por los puticlubs de la zona… para sembrar el caos. —Sonrió
malévolo—. Todos van a tener que pagar un peaje por
guardar sus secretos… Y no me refiero a la explotación de
las chicas, algo que ni la policía puede detener, sino al resto
de sus negocios ilegales. Tommy estaba al tanto de muchos
secretos de por aquí y si a cambio podemos rescatar a
alguna chica, mejor.
—Eso va a cabrear a sus chulos, ¿no?
—Sí… Pero necesito hacerme un nombre… y eso solo se
consigue buscándote problemas.
—Suena peligroso, Kai —dije preocupado.
—Voy a volverme intocable —dijo con una serenidad
extraña. Como la que tendría un capo de verdad—. La
información de Tommy me protege. Voy a hacerme un hueco
entre ellos como sea. Algunos me atacarán, pero me
defenderé hasta que vean que es mejor unirse a mí que ir en
mi contra…
—¿Y cómo vas a hacer eso?
—Ya veré… Hoy vosotros solo tenéis que poner cara de
chungos. Después contrataré a gente para protegerme. Pero
hoy necesito a alguien en quien confíe. A dos fieras…
Sonreímos, pero dándonos cuenta de que con ese tipo de
gente no valdría solo con «poner cara de», tendríamos que
actuar como tal.
—Luk es muy chungo cuando se pone… —se metió
conmigo Mak.
—¡¿Yo?! —Me reí—. ¡Eres tú el que tiene un pronto asesino!
Eres de gatillo fácil…
—¿Gatillo o gatillazo? —bromeó Kai.
—¿Te doy un pollazo y lo compruebas?
—Hablando de eso… ¿Estás saliendo en serio con Sara o
no? Porque quería haceros luego un regalito al final de la
noche…
Su antigua sonrisa diabólica me erizó la piel. Dios… ¡Kai!
Era como recuperar lo mejor y lo peor de él. Nuestra relación
tóxica llamando a las puertas de mi decencia con insistencia.
Obligándome a decidir. A posicionarme. ¿Quería estar un
sábado en un bar normal, ligando para tener sexo vainilla o
quería estar aquí, armado y con un regalo sorprendente al
final de la noche que prometía bombearme los huevos de la
forma más brutal y placentera…?
—¿Qué regalito? —pregunté con esa expectación que
muestra un protagonista cuando está a punto de arriesgarse
para cagarla a lo grande o vivir algo que le cambiará la vida.
—Primero que Mak responda a la pregunta…
«A la mierda». Que se decida de una vez.
—Mak no sé, pero yo estoy libre y sin compromiso —dije
con rapidez.
Vi dudar a Mak y esperé.
—La verdad es que Sara y yo no lo hemos hablado, pero…
—Y, ¿por qué vas a por Vicky a saco? —Aproveché para
exponer el tema y que Kai le advirtiera más fehacientemente
que se alejara de ella. Sin embargo, Álvaro volvió a
sorprendernos de esa forma que solo él sabía hacer.
—La vacilo tanto precisamente por eso. Porque lleva un
cartel enorme en la frente que dice «No estoy por la labor de
nada». Solo intento hacerla sonreír…
—¿Por qué dices que no está por la labor? —preguntó Kai
inquieto viendo sus planes truncados.
—Tengo dos hermanas y sé leer a las tías. Y esa chica no
busca una polla, sino cariño.
Nos quedamos atónitos. Era la magia de Mak. Le
encantaba hacerse el tonto, como si no se diera cuenta de
nada. Pero se daba cuenta de todo y de más. Me pregunté si
leería en mí con la misma facilidad que en Vicky. Si sabía
discernir mejor que yo que no quería su cuerpo, sino su
cariño… Pero el cuerpo sirve para dar cariño, ¿no? El maldito
roce… ¿Acaso no lo llaman hacer el amor?
—¿Luk…?
—¡¿Qué?! —pregunté volviendo a la Tierra y
encontrándome con sus ojos con rayos X.
—Que tú qué opinas… ¿Debería llamarla o hacer lo que
quiera…?
—¿Me lo preguntas a mí? —dije perplejo—. Tú sabrás lo
que te apetece hacer y lo que no… Me dijiste que con ella
estabas muy bien, ¿no? Igual no merece la pena perderla
solo porque Kai no pueda pagarnos con dinero y quiera
hacerlo en especies…
Kai se rio de mi broma.
—Capullo… Sí que voy a pagaros.
—Lo decía en broma. No hace falta…
—Sí que hace. Además, quiero pagaros por si os
denuncian. Así estáis amparados en la legalidad del trabajo
de escoltas.
Subimos las cejas. Lo tenía todo pensado, el hijopu.
Nuestra profesión también nos protegía de algún modo.
Fue en busca de dos cheques y un papel y nos los tendió.
—Esta es la factura. Lo otro, os he dicho que sería un
regalito… —Sonrió Kai—. Mak, el tuyo te lo reservo para
cuando cortes con Sara o para tu despedida de soltero si
finalmente te casas con ella.
El coro de nuestras carcajadas cayó sobre la cara de culo
que puso.
—¿Dos mil pavos por una noche? —Flipó Mak—. ¡Me siento
un puto de lujo!
—Si quieres te pongo la mitad en otro cheque en concepto
de eso y le explicas a Sara que has tenido que acostarte con
otra por trabajo…
Volvimos a reírnos con ganas.
—Venga, cambiaros y os enseño el resto del club. Luego
decides si llamarla o no…
Nos fuimos de allí aguantándonos la risa y continué
riéndome cuando Mak se dio de cabezazos en una actuación
muy cómica al ver las instalaciones de la Zona Swinger con
todo tipo de juegos sexuales.
—Ahora en serio. Sara es encantadora y está muy buena
—le dije a Mak.
—Sí. Es especial… —me contestó más serio—. No la
cambiaría por una desconocida. Pero si la ofrenda es
compartir un regalo contigo, la cosa cambia…
Mis ojos intentaron salirse de sus órbitas, pero no les dejé.
¡¿CAMBIABA LAS COSAS?! ¿Por qué?
La tensión volvió a rodearme. ¿Me estaba diciendo que si
la elección era entre Sara y yo, dudaría? Que comparara esa
implicación emocional me llegó al alma. ¿No había dicho que
él era capaz de discernirlo? ¡¿Nos estábamos mintiendo a
nosotros mismos?! La mirada deseosa de que le dijera que
sí, me hizo polvo.
Mak parecía controlar, ¡pero igual no controlaba una
mierda…!
El miedo volvió a cubrirme y no me dejó opciones. Solo
sabía que lo quería cerca, pero no tenía claro si sexualmente
cerca, así que tomé una decisión. Echar el balón fuera
directamente para no continuar con esa jugada.
—Yo no soy muy de compartir regalos…
Kai volvió de hablar con un empleado y siguió dándonos
explicaciones, en su burbuja de felicidad, ajeno a la reacción
seria de Mak.
Cuando llegó la hora de la verdad, nos posicionamos dos
pasos por detrás de él y le seguimos atentos a todo como si
hubiésemos nacido para ello.
Al principio fueron todo sonrisas, apretones de brazos,
halagos y buenas caras, pero le llegó el turno a las reuniones
en privado.
—Usted dirá… —empezó Kai recostándose como un marajá
en el sofá de su reservado personal.
—Muy chulo el garito… —comenzó el invitado, displicente.
Era un tío bien vestido, de mediana edad y con pinta de
macarra confederado.
—Gracias.
—Pero ándate con ojo, chavalín… Muchos van a querer
joderte. Si Tommy terminó como lo hizo no es por
casualidad…
—Lo entiendo. La gente se cansa de tener miedo… Pero
dicen que si no te mata, te hace más fuerte… Por esa regla
de tres, yo debo de ser inmortal.
La vista se me fue hacia Kai al escucharlo. Su elocuencia
no tenía parangón. Ni en la universidad, ni después. En ese
momento, burlándose de su propio miedo, me hice cargo de
lo mal que lo habría pasado en la cárcel. Y su aura de «No
tengo nada que perder» empezó a asustarme en serio.
—Nadie es inmortal… —masculló el capo—. Así que ten
mucho cuidado con lo que haces…
—Tommy se lo montó mal —explicó Kai—. No se puede
vivir bajo la constante amenaza de un tirano… pero yo no
voy de ese palo y os lo demostraré.
—A mucha gente no le interesa que La marca de
Caín resurja…
—Esta sí os va a interesar. Mi intención es trabajar en
colaboración. Todos ganaremos. Unidos y ordenados seremos
más fuertes.
—¿Y quien no quiera colaborar?
Kai sonrió condescendiente.
—Es libre de no hacerlo y de quedarse rezagado mientras
los demás prosperamos. Y cuando se quiera unir, será
bienvenido a la alianza…
—¿Qué alianza?
—La que voy a crear. Con normas, límites y nuestras
propias leyes. Tenemos un objetivo común y no es matarnos
entre nosotros. Yo conozco todos vuestros secretos, pero
serán solo mi seguro de vida. Si yo estoy bien, nunca los
usaré contra vosotros. Te aseguro que vengo a ayudar y a
enriquecernos a todos.
Mak me miró preocupado. ¿Era consciente de que estaba
hablando delante de dos policías? Me mordí los labios.
Hubo un par más de reuniones. Y los tíos cada vez tenían
peor pinta y eran más agresivos.
—¡¿Crees que puedes llegar y plantarme delante un club
de estas dimensiones para que me vaya a la mierda con el
mío?!
—No lo veas de esa forma. Hay sitio para todos. Mi club te
traerá más clientes, ya verás. A los que se queden fuera del
mío, no les quedará más remedio que ir al tuyo.
—¡¿De qué coño vas, pijo de mierda?! —dijo acercándose a
Kai y golpeando la mesa en vez de a él.
Al momento, Mak redujo la amenaza y lo apartó de un
empujón.
—¡No me toques!
Mak se quedó de espaldas a Kai, sin perder de vista al
sujeto. Puto tiburón. Yo estaba cercando la salida, dando a
entender que solo quien yo quisiera se iría de allí con vida.
—¡Tengo bocas que alimentar! ¡Y no puedo competir
contigo!
—Pues no compitas. Únete a mí. Aprovéchate de mí. Toma
mi tarjeta y mándame un email. Podemos hacer una
promoción conjunta de que si toman algo en tu bar tienen
descuento en la entrada para el mío y cosas así. Te va a ir
mejor conmigo, ya verás… Pero para Navidad quiero una
cesta bien grande de agradecimiento.
—Si no estás en lo cierto, quien recibirá una cesta con tu
cabeza será tu familia.
—Yo no tengo familia —contestó Kai muy serio—. Mis
padres están muertos y mis hermanos como si lo estuvieran.
Es más, si los rematáis me haríais un favor.
Lo dijo con un odio que hasta yo me lo creí. En ese
momento no hubiera dicho que lo dijo para protegerlos. Y
menos después de haber visto propinarle semejante paliza a
su hermano meses atrás…
Cuando nos quedamos solos, Kai se crujió el cuello y se
sostuvo la cabeza por un momento. Luego respiró hondo y
exhaló con fuerza. Fue el único gesto de debilidad que se
permitió en toda la noche.
—Kai, ¿qué ha sido todo esto? ¿De qué alianza hablas?
¿Unidos y ordenados? ¿En qué sentido?
—Voy a tener que pediros que confiéis en mí en esto.
—Kai… —dije molesto de tener que volver a sonar igual
que en la universidad, pero…—, no podemos ser tus
cómplices. Somos policías…
—Te prometo que no va de eso. Confía en mí, por favor…
—me suplicó con esos ojos que darían cualquier cosa por no
perderme de nuevo.
—Vale. Pero no me falles…
Al decirlo, Mak nos miró de forma extraña por las
confianzas que nos traíamos. Pero no dijo nada.
—Y ahora, ¡a divertirnos! —Sonrió Kai y consultó la hora—.
¡Justo a tiempo!
—¿A tiempo de qué?
Al parecer, nos estaban guardado sitio en primera fila para
una actuación especial en un escenario elevado llamado La
Torre, donde un par de ninfas con un maillot de pedrería
bailaban de forma angelical. Eran impresionantes y muy
guapas.
—¿Os gusta mi regalo para vosotros? —murmuró Kai sin
quitarles la vista de encima.
Lo miré alucinado y solo entonces me guiñó un ojo.
—Son bailarinas profesionales. Las he contratado solo para
hoy. No están a la venta… Pensaba que os encantaría el reto.
Sonreí adorándolo. Porque me conocía y sabía que yo, muy
liberal, no era. Me quedaba un largo camino por recorrer en
la autopista de la deshinibición, pero el sendero de la caza
furtiva sí lo conocía…
—Les he dicho que las escoltarían hasta el vestuario
después de la actuación. El resto es cosa vuestra. Tomad
estas llaves. —Nos tendió unas tarjetas negras—. Lo abren
todo, menos de piernas a ellas. Eso tendréis que conseguirlo
vosotros…
Solté una carcajada y casi lo abrazo al sustraerla de sus
dedos.
Su sonrisa por complacerme me emocionó y sentí que le
importaba. ¡Había pensado en todo! ¿Qué se me había
perdido a mí en un bar normal?
Mak no cogió la tarjeta enseguida, pero Kai se la puso en la
mano y sentí que me miraba con dudas.
Cuando las chicas terminaron el show muchos tíos
interesados en ellas se les echaron encima e hicimos
nuestros trabajo.
—¡Eh! ¡¿A dónde van?! ¡Quiero invitarlas a algo y hablar de
negocios! —exclamó un tío con pinta de ser dueño de media
Marbella.
—¡¿Cuánto por una mamada, preciosa?! —gritó otro
esporádico.
Creé espacio con las manos y les hablé con amabilidad.
—Disculpen, caballeros, estas señoritas han sido
contratadas para llevar a cabo una actuación musical. No
están en venta…
—¡Nos ponen la miel en los labios, ¿y ahora nada?!
—Tiene a muchas otras chicas a su disposición. Disculpe…
—¡Pero yo las quiero a ellas! ¡Pagaré lo que haga falta!
Vi al cabrón de Kai partiéndose de risa a lo lejos y me
cagué en él.
Me miraba como diciendo «¿Tú no ibas para abogado?».
Carraspeé.
—No podría pagarlo, señor —dije de repente, cortante. Las
chicas me miraron sorprendidas—. Porque la libertad de
elegir con quién quieren acostarse esta noche no tiene
precio… Y quizá sea «con nadie» —dije mirando a Mak,
mandándole un mensaje—. Poder elegir quién quieres que te
dé placer es un lujo que no todo el mundo tiene… Buenas
noches.
Las obligué a moverse bajo la estupefacción de sus
miradas y las llevamos al vestuario. Tenía elegida a mi
favorita. Me había cruzado con sus ojos en el escenario y le
había demostrado con creces que me tenía doblegado a su
belleza. Con un par de vistazos a sus labios al despedirnos,
se lo dejé claro. Me hice el interesante y hasta el tímido.
Rocé sin querer su cintura. Marqué músculo. Usé todo lo que
normalmente me funcionaba. Y funcionó… Esperamos a que
terminaran de cambiarse y nos encontraron fuera dispuestos
a invitarlas a unas copas bajo el pretexto de que nuestro
turno había terminado, y aceptaron.
Cuando nos acercamos a la barra, le hice una señal a Mak
para que viera algo. Al final de la misma, en una zona
oscura, Kai y Vicky se estaban enrollando a un ritmo
demencialmente lento.
Nos miramos un segundo aturdidos y continuamos nuestro
cortejo.
Mak no estaba tan chistoso como de costumbre. Sujetaba
su estela sexual como podía, sin dejar de ser amable con la
otra, una morena que se lo comía con los ojos. A los tres
minutos de sentarnos en el reservado, devoraba a mi chica
con fruición. Estábamos encendidos. El ambiente, la
música… todo contribuía. Me desabrochó un par de botones
y palpó todo lo que quiso…
Cuando la cosa cogió intensidad, decidimos marcharnos.
A mí no me importaba ir a su piso, pero le conté lo de la
tarjeta, cortesía de la casa, y le pareció una gran idea.
Me había dado cuenta de que Mak no se estaba enrollando
con «la suya»; seguían hablando. Se ofreció a llevar a la
amiga a su casa, o a esperarnos allí tranquilamente tomando
algo.
Decidieron lo último e intenté no cruzarme con la mirada
de Álvaro cuando nos fuimos, pero fue imposible. Y lo que vi
en ella me preocupó tanto que me jodió completamente el
polvo. No pude dejar de pensar en él. De fantasear con cómo
hubiera sido compartirla con él para que fuera tan especial
como necesitaba.
Ya nada era lo mismo. Yo no era el mismo. Ni volvería a
serlo. Tenía que reconocerlo de una jodida vez.
Entre jadeos entendí que lo difícil de cambiar de opinión no
es hacerlo, sino aceptar que antes estabas equivocado.
CAPÍTULO 16
JÓVENES POLICÍAS
“Querer las mismas cosas y no querer las mismas
cosas, esa, en el fondo, es la verdadera amistad”
Salustio
Yo nunca había hecho el amor con una chica.
Las veneraba, me las follaba a muerte, a veces incluso me
encoñaba, pero no era amor, porque una vez busqué en
Google «¿Cómo saber si estás enamorado?» y las respuestas
que encontré me parecieron espeluznantes.
El punto más comentado era que te volvías un calzonazos.
El segundo, que sufrías por no tener a esa persona cerca
todo el tiempo, como si no estuvieras completo sin ella. Y
admito que le cogí una poco de aprensión a eso de caer in
love. Me daba la sensación de que te anulaba y te hacía
dependiente, y me pareció una idea aterradora a la que solo
recurriría cuando no me quedara más remedio. Mientras
tanto, iría de flor en flor, sin reírme de los sentimientos de
nadie.
Pero todo cambió cuando llegó Sara. Me divertía. Me
entendía. Era poli. Estaba buena y era un animal en la
cama… La lista de cualidades era tan larga que no me dio
miedo plantearme algo más serio con ella, sobre todo
cuando Luk me había dejado muy claro que quería seguir
marcando las distancias conmigo.
¿Qué más daba que nos echáramos de menos?
¿Qué más daba vivir con un vacío enorme en el corazón…?
Podía distraerme con otras parcelas de mi vida. Con Sara,
con Kai (que me tenía muy preocupado), con mi familia, con
mi trabajo en el GEO, pero inevitablemente seguía sintiendo
un hueco en el pecho que provocaba un pequeño eco en
todos mis pensamientos. «¿Qué estará haciendo ahora
mismo Lucas?».
Además, Kai me estaba evitando…; lo notaba. Estaba muy
ocupado con el club, pero sabía que se traía algo entre
manos de lo que no quería que me enterara.
—¡Más, joder…! ¡Más fuerte! —Los gritos de Sara me
sacaron de mis ensoñaciones.
La tenía desnuda, apoyada contra la cómoda de la entrada
de su casa, con el pelo retorcido en mi mano y el culo en
pompa. Ni siquiera habíamos llegado a la cama cuando
aparecí de improviso al día siguiente de la inauguración.
En cuanto me desperté fui a buscarla, muerto de ganas
por follar, porque no había podido olvidar la mirada que me
lanzó Luk cuando desapareció con esa bailarina. Ese anhelo
mezclado con orgullo por hacer lo correcto y no caer en la
tentación. En la mía.
Sudé solo de imaginar lo que estaría haciendo con esa
chica él solo. O más bien al pensar en lo que podríamos
haberle hecho los dos juntos. Fue muy duro rechazar las
constantes insinuaciones de esa morenaza estando tan
excitado, pero sabía que si lo hacía decepcionaría a Luk.
Le gustaba que sufriera. Eso parecía. Y me envenené yo
solo.
Cuando volvió a aparecer, las chicas se marcharon a casa
y Kai nos pidió ayuda para controlar algunas situaciones que
se habían salido de madre. Terminamos tarde.
Me pareció extraño que Vicky no acabara la noche en el
apartamento de Kai después de verles juntos, pero él mismo
me pidió que la acompañara a casa y lo hice sin preguntas y
sin bromas. Tenía el humor macerando en mis huevos.
—¿Estás bien? —me preguntó Luk antes de bajarse de mi
coche para adentrarse en su casa—. Has estado muy serio
toda la noche…
—Estoy preocupado por todo lo que he escuchado de Kai…
—Yo también.
—Hay que hablar con él… No quiero verlo de nuevo en la
cárcel.
—Yo tampoco…
Nos quedamos en silencio, como si quedara algo más que
decir.
—Ya hablaremos, ¿vale?
Luk me miró algo triste. Era un poco inquietante no fijar el
día y la hora a la que nos volveríamos a ver, pero no podía
ofrecerle más en ese momento, ni en mi estado.
¿Y cómo estaba? Pues molesto. Muy molesto.
Una molestia que esperaba que se me pasase en cuanto
se la metiera a Sara hasta el fondo y me corriera en su
esplendoroso culo.
—¡MÁS! —exigió ella.
Y se lo di. Cerré los ojos con fuerza y la penetré con un
ritmo implacable intentando borrar todo lo que me había
molestado de la noche anterior.
¿Qué coño era? ¿Haber tenido que retener mis ganas de
follar? Sí… Unas que por fin estaba saciando a lo bestia…
Entonces, ¿por qué no funcionaba?
¿Por qué cuando terminamos y nos caímos al suelo, no me
sentí mejor?
—Joder, vaya polvazo… —jadeó ella medio desmayada—.
¿Me echaste de menos anoche en la inauguración o qué?
—Sí. Mucho… En ese maldito antro te dan ganas de
follártelo todo.
—Y, ¿por qué no lo hiciste?
Nos miramos sin tener todavía la respiración normalizada.
—Pues… por ti…
—¿Por mí? ¿No te estarás enamorando? —preguntó con
aprensión.
—¿Qué pasaría si fuera así…? —Quise saber.
—Pensaba que no eras de esos…
—Y no lo soy, pero me gustas mucho, Sara… De verdad, y
creo que lo que tenemos es especial… Eres la chica perfecta
para mí, casi diría que somos almas gemelas…
—¡Exacto! —exclamó ella—. De eso se trata. Tú y yo somos
iguales, Álvaro, por eso encajamos tan bien. Tenemos
nuestro trabajo, nuestros amigos y nos encanta joder juntos.
¿Por qué complicarlo?
—Al revés. Contigo todo es muy fácil…
—Dijiste que no buscabas una relación seria. Y yo
tampoco. Mira a dónde lleva…
—¿A polvazos?
Ella sonrió.
—Para mí, sí, pero tengo la sensación de que para ti no lo
ha sido. Te estabas resarciendo por algo de lo que te privaste
anoche por mi culpa y… no quiero que te sientas así.
«¿Fue realmente por su culpa?», pensé confundido.
—Es que… prefiero hacerlo contigo que con una
desconocida…
—¿Seguro que era una desconocida? Porque no lo parece…
Esas palabras me descolocaron por completo. No quise
analizar lo que estaba insinuando, pero lo hice igualmente.
¡Sospechaba de que mi estado se debía a que sentía algo
por alguien ahí fuera!
—Pensaba que tú y yo… Hemos estado un tiempo
viéndonos bastante…
—Lo sé, y me encanta jugar a tener novio contigo, pero no
te pido exclusividad. ¡Y menos si vas a trabajar en un club
swinger! No soy tan hija de perra…
Me sonrió y me gustó todavía más. En ese momento, no
conocía a una chica mejor. Chica…
—Además, ahora mismo estoy infiltrada en una operación
que implica tener relaciones sexuales con terceros y no
pienso que eso te vaya a molestar…
—¡¿Cómo?! ¿Dónde estás infiltrada?
—No puedo contarte nada.
—¡Soy poli!
—Aun así.
—¿Tienes planes para comer? —le pregunté entonces.
—No. Mi plan era descansar y estar en casa. Puedes
quedarte si me prometes que tienes claro que no somos
novios de verdad…
—Lo tengo claro. Me quedo. Pero querré echarme la siesta
abrazado a ti. ¿Será posible o te vas a enamorar de mí?
Ella empezó a reírse y nos besamos de nuevo.
Sara tenía una casa preciosa, hasta el último detalle
destilaba calidad y los productos de belleza de su baño
tenían pinta de caros. Puede que fuera por haber sido tan
misteriosa respecto a sus misiones con alguien que sabe lo
importante que es guardar un secreto a la hora de luchar
contra el crimen, pero a partir de ese momento empecé a
buscar un patrón extraño en ella. Desconfiaba. Mi sexto
sentido me decía que había algo que no encajaba y lo
primero que llamó mi atención fue la ostentación que se
respiraba en su casa. ¿Cómo podía llevar ese tren de vida
con un sueldo de policía?
Me fui de allí a última hora de la tarde con la excusa de
que había quedado con mis amigos, y cuando me dijo que
ella iba a quedarse en casa, me sonó a mentira. Quería
pensar que estaba obsesionado, y como lamentablemente
no tenía otra cosa mejor que hacer un sábado por la noche,
(Kai me había dado largas y a Luk no quería llamarlo), hice
guardia debajo de su casa y recé para que Sara no saliera.
Un par de horas después apareció vestida de punta en
blanco y se subió a un taxi que ya la estaba esperando. La
ropa que llevaba no era para pasearse por la calle, sino para
bajarse directamente en una alfombra roja…
La seguí fácilmente con mi moto.
El taxi la dejó en la puerta de un chalet de la zona de
Guadalmansa que estaba plagado de coches. Al parecer
había una fiesta muy exclusiva. Tanto, que hasta el hombre
de moda de Estepona estaba allí. Kai Morgan.
Maldije cuando vi su moto BMW azul eléctrica aparcada en
la puñetera puerta, bastante mal alineada con la acera. Por
supuesto que me estaba evitando… Y por supuesto que iba a
acabar mal acudiendo a fiestas donde la policía estaba
infiltrada.
Me bajé de mi Yamaha y me acerqué sigiloso al portal.
Sara llamó al timbre como si no hubiera roto un plato en su
vida. Iba con un vestido blanco, corto y vaporoso, de una
sola manga y con el otro hombro al descubierto. En vez de
llevar el pelo suelto y salvaje, como siempre, lo llevaba
recogido y ornamentado con flores blancas.
Tuve fuertes tentaciones de llamar a Luk para entrar juntos
a punta de pistola, pero algo me lo impedía. Ah, sí…, su
rechazo a compartir regalos carnales…
Cuando la puerta se abrió, corrí como nunca para meter un
pie y evitar que se cerrara, y me colé dentro. Sara se giró
sorprendida por el ruido.
—¡Álvaro…! ¡¿Qué haces aquí?!
—No hay tiempo, preciosa. Tú a lo tuyo y yo a lo mío…
—Pero…
—¿Vas armada? —Subí las manos por sus piernas sin
esperar su permiso y encontré una nueve milímetros pegada
a su muslo—. Tú no me has visto —repetí desapareciendo
por un lateral de la casa, armado y esquivando el tener que
entrar por la puerta principal.
No me costó nada mezclarme con los invitados que había
alrededor de la piscina, en la zona del jardín. ¿El problema?
Que iba en vaqueros y camiseta azul clara y todo el puto
mundo iba de blanco…
Busqué a Kai con desesperación y lo encontré bajo un
porche compartiendo muebles de jardín con el que parecía el
mandamás. Y no estaban precisamente de risas… Se notaba
la tensión del peligro a veinticinco metros.
Cogí una bebida para disimular y me acerqué a ellos
deambulando despacio. Los escoltas no reaccionaron hasta
que ya tenía mi arma presionando contra la nuca de su jefe.
—¿Disparo, Kai, o le dejamos vivir?
Todo el mundo se quedó estupefacto. Incluso el aludido,
aunque por suerte reaccionó rápido.
—Creo que no será necesario, Mako… ¿verdad, Andrés?
—No, no… —balbuceó el tío, nervioso.
—Puede que sea joven, pero ya has visto que soy eficaz…
Kai y yo intercambiamos una mirada que decía «Eficaces,
mis huevos», pero logró contener la diversión en su rostro.
Después se levantó sin prisa y volvió a hablar.
—Una fiesta genial, señores… Y espero que cambie de
opinión para que siga siendo así… Buenas noches….
Abandonamos la casa sin soltar la pistola. Ni siquiera pude
preocuparme de buscar a Sara, tenía mis ojos puestos en el
primero que quisiera aniquilar a Kai. ¿Cómo se le ocurría
venir a un sitio así sin protección?
Una vez en la calle, nos subimos a las motos sin decir nada
y nos largamos de allí rápido. Un par de kilómetros después,
paré la moto en una explanada oscura y Kai me imitó.
Cuando se quitó el casco, ya me tenía plantado delante de él
con los brazos cruzados.
—Antes de que digas nada…
—Cállate —lo corté adusto—. No digas ni una puta palabra.
Voy a hablar yo.
Kai me miró fijamente, casi con cariño, y obedeció porque
tradujo mi enfado en amor puro.
—¿En qué coño estabas pensando…?
Abrió la boca y lo pisé de nuevo. Era una jodida pregunta
retórica.
—¡Te habrían enterrado en el jardín de esa casa y jamás te
habríamos encontrado!
—¿Cómo has dado conmigo? —preguntó admirativo e
intrigado.
—De pura casualidad, te lo aseguro, estaba siguiendo a
otra persona… ¡Iban a matarte, Kai! Lo he visto en sus ojos…
—Has estado impresionante —dijo con orgullo.
—Me vas a joder…
—Todavía no me van los tíos, pero todo es probar…
—¡Kai! —Lo agarré del brazo haciéndole daño para que
volviera a ser el tío al que visitaba en prisión—. ¡¿Qué
cojones te pasa?! ¡Vuelve! ¡Vuelve a ser el hombre que me
tenía impresionado o vas a terminar muerto, hostia! ¿Por qué
no me has llamado si ibas a venir aquí?
—No podía…
—¿Por qué no?
—¡Porque no pueden verme con policías o el plan no saldrá
bien!
—¿El plan de Tommy? Joder… ¿Quieres volver a la cárcel,
es eso? ¡Tienes menos luces que una narcolancha, joder…!
Kai se echó a reír y todavía me cabreé más.
—Eres un policía de la hostia, Álvaro… Tienes un olfato
único, pero llevo años preparando esto. Puede que acabe
muerto, pero no voy a volver a la cárcel, tranquilo…
—Si te mezclas con este tipo de gente, terminarás allí… o
peor.
—Tienes razón en una cosa, he subestimado la inteligencia
de algunos dirigentes de la mafia, pensaba que eran
comerciantes avispados que sabían lo que les convenía, no
unos putos asesinos ineptos… Para mí va a ser un placer
cargarme a la morralla.
—¿Me estás hablando de matar gente? —pregunté
anonadado.
—Estoy hablando de defenderme. Y no te he llamado
porque no quiero meterte en nada de esto…
—Pero si no me meto, te matan. Ese es el mensaje que me
llega…
—¿Tanto te importaría? —musitó de pronto.
Arrugué el ceño. ¿Cómo podía dudarlo?
—¡Pues claro, imbécil…!
—¿Por qué? ¿Por qué te importo tanto? Ya soy libre. Tu
culpabilidad debería haber desaparecido. Ya puedes
olvidarme…
Mis ojos se abrieron como platos. ¡LO MATO! Pero algo me
impedía ponerme brusco con él. Era como si diera por hecho
que nadie podría quererle. O que nadie debería. Como si no
tuviera nada bueno que ofrecerle al mundo.
Lo vi perder la vista en la carretera y supe que le pasaba
algo malo. ¿Qué era? Llevaba meses controlándole, parecía
estar bien, pero acababa de darme cuenta de que el mundo
le venía grande. De que se sentía solo y de que me
necesitaba más que nunca.
—Kai… Conocerte me cambió la vida…
—Y a mí… —Sonrió con una pena que se me clavó en el
alma. No importaba que ya estuviera libre, siempre me
pesaría haberle condenado a prisión, aunque fuera mi deber.
Aunque lo mereciera. Simplemente porque no se lo deseaba
a nadie, y a él, además, le quería.
—No eres consciente del poder que irradias —expuse con
sinceridad—. De cómo impactas en los demás… De lo que
alguien aprende de ti solo con mirarte. No puedes permitirte
el lujo de venir a una casa llena de capos y dejar que te
maten, joder, ¡porque lo harán, Kai! ¿Sabes por qué? Porque
eres demasiado importante… Demasiado poderoso en todos
los sentidos…
Se quedó pensativo como si fuera a tomar una decisión,
pero no podía dejarle tomar ninguna basándose en el poco
aprecio que se tenía a sí mismo. Necesitaba que la tomase
en nombre del aprecio que me tenía a mí.
—Hagas lo que hagas, cuenta conmigo… —dije con
decisión—. No pienso dejarte. Lo que te pase a ti, me pasará
a mí. No te vas a librar fácilmente. ¿De acuerdo?
—De acuerdo… —contestó con la voz rota.
Lo acompañé de vuelta al club. Estaba a reventar en
sábado noche y encontramos a Vicky detrás de la barra. Los
vi cruzar una mirada que significaba «problemas». ¿Qué le
habría pasado con ella? ¿Tenía algo que ver con su nueva
vena fatalista?
Puse los ojos en blanco. ¡Pues claro…! Kai no sabía
gestionar el amor. Era un Romeo dispuesto a suicidarse a la
mínima oportunidad solo porque quedaría la hostia de
poético.
Dios…
—¿Qué te pasa con Vicky? —empecé dándole un trago a
mi copa—. Y no me digas que nada. Ayer os vi liaros…
—¿A ti qué te pasa con Lucas? Pensaba que erais
inseparables… —respondió dándole otro trago al suyo.
«Maldito sea».
Nos miramos pensando quién sería el valiente de abrirse
en canal.
—Él tampoco me ha llamado… —señalé lo evidente.
—¿Riña de amantes?
—Para nada. Estamos bien…
—Sí… Vicky y yo también estamos bien… —dijo con
cinismo.
—Pensaba que anoche dormiría en tu cama…
—No… Tenías razón. No está lista. Y yo tampoco sé si lo
estoy para perder a una de las pocas personas que me
importan… Aquí hay muchas chicas guapas, pero ella es mi
única amiga y yo soy el único hombre en el que confía.
Tenemos miedo de joderlo todo…
—Pues no lo hagáis. No metáis el sexo en la ecuación. Luk
y yo lo hicimos y así nos va… —me lamenté.
Kai alzó las cejas, pero no como si no se le hubiese pasado
nunca por la cabeza.
—¿Habéis estado… juntos?
—Define «juntos»…
—Si la respuesta no es «No», ya me has contestado.
—No hemos tenido sexo entre nosotros, pero hemos
compartido a una chica y fue… No sé… muy íntimo. Lo
cambió todo entre nosotros.
—¿En qué sentido?
—¡No lo sabemos! Ese es el problema… Y ahora estamos
forzando la distancia entre nosotros, aunque no queramos.
Siento que le he perdido, Kai… y sé que él siente lo mismo.
Me lo ha dicho. Me ha dicho que le da miedo necesitar estar
tan cerca de mí…
Pasar vergüenza al decirlo me amargó un poco. Una ola de
malestar barrió mi cuerpo como si supiera que aquello no
tenía buen final.
Sin embargo, Kai no parecía escandalizado, sino pensativo.
—¿Qué hay de malo en querer estar lo más cerca posible
de una persona?
—No lo sé… Pero él lo siente así —repliqué con los ojos
vidriosos recordando que no quiso compartir conmigo el
último regalo de Kai.
—Lo mejor de la vida es compartirla con alguien a quien
quieres. Compartir es vivir
—Igual es porque le dije que me besara… —confesé de
pronto.
—¿Cómo…?
—¡Para sacarse las dudas de encima…!
—Joder… Eres demasiado… —Sonrió Kai negando con la
cabeza—. No he conocido a un tío con más huevos que tú,
en serio. Ni más eficaz… Y, ¿qué hizo él?
—Rajarse, claro…
—Luk es muy conservador.
—Lo sé.
—Y cauto. Y calculador. Por eso te admira tanto, porque
eres todo lo que él no es…: impulsivo, temerario, listo,
valiente…
—Él sí es valiente… Tendrías que haberlo visto cuando
sufrimos el atentado en Libia. Cogió las riendas de todo. Yo
era un puto muñeco, y cuando el peligro pasó, lloré como un
niño; él mantuvo el tipo.
—Es Luke Skywalker. —Sonrió Kai con orgullo, pero la
sonrisa se le fundió en los labios—. A él tampoco puedo
meterle en mi vida y no sabes lo que me jode…
—Pues busca la forma, Kai… Si alguien puede, eres tú.
Nunca lo mencionamos, pero esa conversación cambió
nuestras vidas. La de Kai, la de Lucas, la de Vicky, la mía…
Íbamos directos a un precipicio y logramos, entre todos,
corregir el rumbo.
Para empezar, yo quedé con Sara el domingo y tuvimos
una discusión épica sobre la confianza. Le dije que no era
que no me fiara de ella, es que ya no me fiaba de la policía.
De tener en su mano el poder de cambiar las cosas y no
hacerlo. Al revés. Beneficiarse de él. Y lo demostré cuando el
lunes fui a informarme sobre sus infiltraciones y descubrí
que hacía meses que había acabado esa misión, pero ella
seguía entre ellos. Al parecer, había descubierto cómo
subirse al carro del dinero y los favores. Cuando la denuncié
no me hicieron ni puto caso. Ella lo negó todo y le dijo a todo
el mundo que era un problema de celos. ¿Qué esperanza
había en el mundo si el bando de los buenos estaba
corrompido?
A lo largo de la semana coincidí con Lucas en los
entrenamientos.
—¿Todo bien? —me preguntó serio, y leí en sus ojos el
dolor de no habernos llamado ni sábado ni domingo. Ni un
mensaje, joder… Y ahora, frialdad. Todo se estaba yendo a la
puta mierda.
—Sí, todo bien… ¿Qué tal tu fin de semana?
—Bien… Muy tranquilo… ¿Y el tuyo? ¿Has estado con Sara?
—Eh, sí… Pero lo hemos dejado…
—¡¿Lo habéis dejado?! —preguntó anonadado, y casi pude
notar como el corazón le bombeaba bajo su fina camiseta de
tejido técnico—. ¿Por qué…? ¿Qué ha pasado?
Se lo conté todo y alucinó en colores. La fiesta, la discusión
en medio de la nada con Kai y que terminamos en La marca
de Caín.
—Puto Kai…
—Ya ves…
—¿Por qué no me llamasteis? —preguntó apocado, como si
estuviera preparado para recibir un golpe. Ese que te da la
realidad cuando te has estado haciendo mil películas de por
qué algo no sale como tú quieres.
Nos miramos durante un segundo eterno. ¿Qué podía
decirle sin hacer que todo saltara por los aires? Estábamos
en medio del puto entrenamiento… Cualquier cosa valdría…
Todo, menos la verdad.
—No sé… No se nos ocurrió…
La cara que puso Luk me dejó sordo, sordo al escuchar
cómo se le rompía el corazón.
«Dios…».
Un segundo después, salió corriendo. Como si le acabaran
de ordenar que diera una vuelta al edificio como a veces
hacían, y me sentí fatal al verlo huir de mí. De nosotros.
Pasó de mí el resto del día. Le hablé y ni me miró. Estaba
realmente acojonado… y con las manos de la verdad
apretándome la garganta.
Ni siquiera me duché al terminar. Le esperé para seguirle
hasta el coche, porque siempre acababa más rápido que yo.
Sospechó de mis intenciones y se vistió con más calma,
intentando alargar el momento del enfrentamiento. Cuando
salió del vestuario, le seguí. Y en cuanto cruzamos la valla
del recinto, lo abordé antes de que subiera a su coche.
—¡Lucas…!
—¡¿Qué coño quieres?! —contestó con brusquedad.
—Te he mentido, joder…
Seguía sin mirarme a la cara.
—Estuvimos toda la noche hablando de ti…
—De puta madre… —musitó con sarcasmo mirando al
suelo.
—¡Para de una vez…! ¡Esto es culpa tuya!
En ese momento sí me miró.
—¿Mía? —repitió ultrajado.
—Sí… Porque ya no sé cómo estar a tu lado. No me
quieres TAN cerca, ¡pero yo no sé quererte de otra
manera…!
La intensidad de su mirada me atravesó de forma
indescriptible. No sabía si iba a darme una hostia o a echarse
a llorar. Y ya no pude parar:
—¿Te cabrea que me aleje de ti? A mí también. Pero si
quieres estar en mi vida, vas a tener que superar tu miedo.
Kai y Vicky no van a seguir intimando por si la cagan, pero yo
no pienso renunciar a ti…
—¿De qué crees que tengo miedo?
—De nuestra relación.
—¿A ti te parece normal?
—¡Me la suda lo normal! Solo tenemos que definir los
límites y seguir adelante…
—¿Y cómo coño vamos a hacer eso?
—Ya te lo dije. Solo hay una forma…
Lo aplasté contra el coche, reteniéndolo a lo bruto y me
quedé a tres centímetros de su cara. Él abrió mucho los ojos.
—Acabemos con esto de una puta vez… —susurré.
Juro que iba a hacerlo. Necesitaba quitarse esa falsa
sensación de encima o aceptarla como una realidad para
siempre.
Estaba recorriendo la distancia hasta sus labios cuando un
puño de acero salido de la nada me golpeó con fuerza.
—¡JO-DER…! —me quejé con la mano en la mejilla.
—¡Lo siento! —Se tapó la boca Lucas—. ¿Estás bien…?
—No… Casi me dejas tonto…
—¡Es que estás tonto! ¡¿Qué coño haces?! ¿Cómo se te
ocurre hacer eso?
—Para que veas que no hay nada de qué preocuparte, pero
tu puño lo ha dejado muy claro, cabrón —dije dolorido
tocándome el pómulo.
—Lo siento… —repitió sin poder ocultar una sonrisa y se
mordió los labios. Luego se pasó una mano por el pelo,
nervioso—. Joder, ¡es que no quiero besarte! Sería la guinda
para volverme loco de todo…
—¿De qué tienes tanto miedo, Lucas? —pregunté confuso.
Él se lo pensó. Acababa de ponerle entre la espada y la
pared.
—De no poder querer a nadie como te quiero a ti… —
admitió por fin—. De que nada sea nunca más suficiente
para mí… El otro día, con esa chica, me faltó algo… Me
faltaste tú.
Sus palabras me llegaron al alma y más allá. En ese
momento deseé ser homosexual con todas mis fuerzas, pero
no lo era. ¡Qué putada…!
Tendríamos que vivir con ello. Con ese puto vínculo
desmedido entre nosotros, pero ya no había vuelta atrás.
—Algún día aparecerá alguien que será perfecta para ti —
deseé—, pero hasta entonces, ¿te molesta mucho cargar con
todo el amor que tengo para darte? Porque yo solo no puedo
con él…
Lo vi cogerse el puente de la nariz con media sonrisa.
—¿Cómo esperas que no tenga dudas con las putas frases
que me dices? ¡No sé ni qué somos…! Pero esto no es
normal…
—Claro que no es normal, es extraordinario… Eres la
persona más importante de mi vida, Luk… Así de simple.
—Pues tendré que soportarlo… —fingió resignación. Pero la
mirada que nos echamos me devolvió literalmente a la vida
—. ¿Tomamos algo y me cuentas bien todo lo de Kai y
Sara…?
—Sí. Me preocupa muchísimo. Incluso estoy pensando en
pedirme un año de excedencia para cuidar de él…
La cara de Luk se rompió en mil pedazos y caí en la cuenta
de que hacer eso significaría alejarme de los geos y de él.
Era la mayor decisión de mi vida y no podía tomarla
porque me había vuelto totalmente dependiente…
El amor ya me tenía en sus redes.
CAPÍTULO 17
MINDHUNTER
“No es con quién naces, sino con quién paces”
Refrán popular
-¿Cómo va el trabajo, hijo? —me preguntó mi padre
mientras desayunábamos. Y no disimulé la sorpresa de que
me hablase.
—Bien… ¿Por?
—Me he enterado de que Kai Morgan ha salido de la
cárcel… y me han dicho que te han visto con él. ¿Es cierto?
—¿Quién ha sido el chismoso?
—Eso no importa. Ya sabes que no te conviene tenerle
cerca…
—Quizá al que no le conviene es a él, ¿no crees? Soy la
élite en lo referente a seguridad…
—Y también eres muy impresionable, Lucas…
—¿Estás insinuando que no tengo personalidad? —dije
apretando la mandíbula—. Porque sí que la tuve para dejar
empresariales y dedicarme a lo que realmente quería hacer.
—Eso fue un acto reflejo de puro miedo, hijo… Miedo de
terminar como él. Esa vez te alejaste a tiempo, pero te
costó, sé que no querías hacerlo…
—Quizá si no me hubiera alejado de él, no hubiera
acabado en la cárcel… Y esta vez no dejaré que le pase lo
mismo. Es mi amigo.
—Es un delincuente.
—Ya ha pagado su deuda con la sociedad…
—¿No me digas que crees en la reinserción? —preguntó
con burla.
Aparté la mirada para que no viera el asco que
desprendían mis ojos y me mordí los labios para no contestar
que sí, que era tan iluso que todavía tenía esperanzas
incluso de que él cambiara.
Recogí mi taza, dispuesto a irme, y la dejé en el fregadero
con agua.
—Ten cuidado, hijo, o acabarás mal… —sentenció como
coletilla.
—Descuida, tendré cuidado.
No hacía falta que me lo advirtiera, después de hablar
largo y tendido con Mak sobre el tema, estaba decidido a
presionar a Kai para que me contara lo que se traía entre
manos de verdad. Esta vez no pensaba apartarme. Quería
protegerle de cometer otra estupidez.
—Voy a seguirle la pista —me aseguró Mak durante el
entrenamiento matinal.
—¿A quién?
—Al tío del chalet, Andrés Santos. Es peligroso, vi en su
cara que quería liquidar a Kai y voy a pillarle…
—Kai ha dicho que no quiere que nadie sepa que somos
polis.
—Les pasaré el chivatazo a los de UDYCO (Unidad de
Droga Y Crimen Organizado) y que se encarguen ellos.
—Pues como te hagan el mismo caso que con Sara…
—Si puedo probar que tiene negocios turbios, ella también
caerá.
—Ten cuidado… Harán lo que sea para no dejar mal a los
de arriba.
Esa tarde Mak estuvo ocupado investigando sus pesquisas
y yo pude ir a ver a Kai a solas. Cuando Álvaro estaba
delante debíamos guardar las distancias. Este último lo tenía
en un pedestal, pero conmigo ya metió la pata una vez y
podía ser más duro con él.
Entré en La marca de Caín el jueves sobre las cuatro de la
tarde y encontré al rey del mambo haciendo ejercicio en su
estación de musculación.
—No te mereces llamarte español... —lo saludé ufano—. En
este país está prohibido levantar peso a la hora de la siesta.
Kai sonrió y dejó la barra en su lugar.
—En la cárcel lo hacía a estas horas. Entre ser vulnerable
durmiendo o ponerme más fuerte, prefería lo último…
—No, si fuerte te has puesto —murmuré repasando sus
músculos.
—Mira quién fue a hablar, la última vez que te vi llevabas
gafas, un polo de Burberry y querías dominar el sector
empresarial…
—Esa era mi parte Clark Kent. Ahora soy Kal-El —sonreí
orgulloso.
—Ni que lo digas… —chocamos los puños y me sentí bien.
—Mak me ha contado lo del otro día en el chalet… y estoy
preocupado, Kai…
—No te dije nada porque no quería tener esta
conversación.
—Ya, pero por evitar esta conversación la última vez
terminaste entre rejas y no voy a volver a cometer el mismo
error… ¿Qué estás haciendo, Kai? ¿Por qué? Y… ¿cómo
puedo ayudarte?
Me miró con la sorpresa y la gratitud asomando a sus ojos.
—No quiero involucrarte en esto, de verdad… a ninguno…
—¿Por qué mientes?
Una sonrisa se coló en su boca sin su permiso.
—Vale, claro que me encantaría contar con vosotros para
lo que pretendo hacer, ¡pero no puedo pedíroslo…! Tenéis
una buena vida. Un día conoceréis a unas buenas chicas,
formaréis una familia y celebraréis las Navidades juntos, ya
lo estoy viendo…
—Es posible, ¡pero tú también!, con nosotros…
—No, yo no. —Se puso serio—. Yo soy como un veterano
de guerra. Ya no pertenezco a ningún lugar, solo al campo de
batalla. No sé fingir normalidad, he visto demasiadas cosas…
Las he sufrido y las he hecho. Ya no hay redención para mí.
La normalidad es un espejismo y solo me queda…
—Solo te queda ¿qué…?
—Devolver favores e intentar redimir el daño.
—¿Qué daño?
—No lo sé… ¿Haberte fallado, por ejemplo?
Mi corazón se paró de golpe. ¿Lo admitía?
—Haberle fallado a todo el mundo… —añadió—. A mis
hermanos, a Lola, a ti… Soy consciente de que no me
merezco nada, debería haber muerto en prisión, o mejor
dicho, ya morí en esa prisión; ahora solo soy un hombre sin
nada que perder al que le han brindado la oportunidad de
meter mano en un mundo envenenado y pienso colocar
dinamita donde nadie lo vea para volarlo todo por los aires…
—Kai… —hablé con templanza—. Tú no moriste en esa
cárcel, sigues aquí. Quizá no seas el mismo de antes, pero
has levantado este lugar de la nada. Tus dotes organizativas
son las de un general militar y eres capaz de hacer todo lo
que te propongas. Lo sé… Ya renuncié a nuestra amistad una
vez y no pienso volver a hacerlo. ¡Quiero que me cuentes tu
plan y quiero ayudarte!
—¡No puedes!
—Bien, pues me quedaré a tu lado hasta que me salpique
la mierda. Seré tu contacto con la realidad, con quién eras,
porque yo sí lo recuerdo… Venga, cuéntame qué vas a hacer
hoy.
—¿Hoy? Pues seguir buscando amigos y enemigos… Sobre
todo, enemigos…
—Vas a acabar muerto, ¿lo sabes?
—Como todos…
—¿Por qué no has contratado seguridad adicional?
Que fuera reacio a contestar me dio la pista de que no
estaba bien.
—Voy a hacerlo… ¿vale? —rezongó.
—¿Cuándo?
—Pronto.
—No puedes ir solo por ahí, desarmado, buscando
enemigos. Eso no es ser gilipollas, ¡es ser un suicida! ¿Lo
eres?
—No, joder… Voy a buscar a alguien, ¿vale?
—¿A quién? ¿Cómo? ¿Cuándo?
—¡No lo sé…! —exclamó acorralado—. No me apetece
tener a nadie cerca en estos momentos… Me he dado cuenta
de que me he vuelto muy receloso de mi intimidad.
—¿A Victoria tampoco la quieres cerca?
Esa pregunta lo pilló desprevenido.
Nos miramos con el peso de los años sobre nuestros ojos.
Cientos de imágenes de nuestra adolescencia, de la Vicky
modosita, de la satánica, de su primer beso, del último, de la
universidad, del Kai estudiante pijo, del Kai capo regente de
un club de alterne de dudosa moralidad y de nosotros juntos
brindando en un reencuentro…
—No encuentro a Lola por ninguna parte —dijo de pronto,
desolado—. Se la ha tragado la tierra, Lucas… Y con Vicky…
Su boca no fue capaz de emitir ningún sonido más, era
como si no supiera continuar la frase.
—¿Qué pasa con Vicky? —lo animé—. Os vi la otra noche…
Kai se pasó una mano por el pelo, indeciso.
—No lo sé. No lo tengo nada claro, la verdad… Por una
parte quiero, pero por otra… Ninguno de los dos estamos
bien. Y no quiero joderla con ella…
Se notaba que era un tema que le preocupaba. Quizá
estuviera en plan kamikaze por no saber resolver esos
sentimientos tan angustiosos. Probablemente.
—¿Sabes lo que necesitas? —dije solícito—. Una noche de
relax… Nada como emborracharse un miércoles. ¿Te hace?
Así me cuentas cómo te sientes exactamente… Seguro que
tiene solución.
Asintió agradecido pero con pocas esperanzas. Era como si
hubiera estado posponiendo el tema. Y cuando el nombre de
Lola volvió a cruzar su cara como una runa mágica, supe que
iba a ser una tarde movida.
En lugar de quedarnos allí, Kai me llevó con su
descapotable negro hasta un club de carretera cercano.
No dije nada cuando lo vi relajarse contra un sofá y pedir
un whisky con naranja. En esa época todavía no había
descubierto que el whisky se bebe mejor solo. Al menos, el
bueno. Yo me pedí un ron-cola y pronto algunas chicas nos
rodearon muy cariñosas, pero Kai las disuadió rápido con el
clásico «No dejes que se me termine nunca, amor…»,
señalando su copa y dándole cincuenta euros de propina.
Hora y media después, ya tenía la lengua suelta y la
sonrisa de cabrón desatada.
—Así que Álvaro te besó… —se mofó de mí.
—Lo intentó, pero no lo consiguió. Es un pesado… Yo creo
que le molo.
—Seguro que se hace pajas pensando en ti… —Se
descojonó Kai.
—¡Me siento acosado, te lo juro! —bromeé—. Tuve que
darle un puñetazo para impedir que me metiera la lengua,
coño…
Kai se mondaba de risa.
—Igual es bisexual…
—No lo creo, me dijo que nunca había estado con otros
tíos. Y le gustan las mujeres, de eso no hay duda…
—El sexo entre hombres heterosexuales está a la orden del
día…
Fruncí el ceño.
—Pues yo nunca lo he escuchado… Solo entre gays. Digo
yo que si tienes esa inclinación será por algo…
—No creas… Lo he visto con mis propios ojos. Hombres
teniendo sexo entre ellos con el único fin de satisfacer su
instinto. Y te aseguro que luego no tienen ninguna crisis de
identidad. Para ellos es solo un entretenimiento más, sin
ninguna connotación emocional. Sin besos, sin mirarse a los
ojos, sin gestos cariñosos. Solo es sexo. Disfrutar del placer
que te ofrece el roce con otro cuerpo. Un desahogo…
Si no llevara ya tres copas, creo que jamás se lo habría
preguntado.
—¿Tú lo has hecho…? ¿En la cárcel, quizá?
—No. Las ganas de follar se me quitaron de golpe el día
que me violaron…
La confesión me dejó helado.
Me dolieron los ojos de tanto abrirlos y lo miré fijamente
mientras él apuraba su copa con parsimonia.
No sabía qué decir. Tenía ganas de echarme a llorar por él.
De preguntarle mil cosas. De consolarlo. Pero no sabía cómo.
La culpabilidad me abofeteó con más fuerza que nunca y
parpadeé para librarme de la capa de humedad que
amenazaba mis retinas.
Ni siquiera podía decirle «Lo siento» porque esas palabras
ni se acercaban a la sensación que me estaba atravesando
por dentro.
Quería venganza. Quería que lo olvidase. Quería
ayudarlo…
—¿Quién fue? ¿Tienes su nombre? —murmuré por fin.
—¿Para qué quieres saberlo?
—Para cortársela y que se le quiten las ganas de volver a
hacerlo…
Las comisuras de Kai subieron un poco.
—¿Lo harías? Eres un agente de la ley…
—A mí la ley me la suda. Yo lucho contra el mal. Y ese tío
lo es.
Kai me miró de una forma especial, como si la esperanza
acabara de inundar su cuerpo por completo en lo referente a
mí. Fue inversamente proporcional a cómo me miró mi
padre.
—A veces ocurren accidentes, ¿no? —añadió jocoso.
—Constantemente —secundé encogiéndome de hombros.
Una sonrisa como la que ponía antaño cuando se le ocurría
una gran idea se formó en sus astutos labios.
—Pues un tío va a tenerlo… No el que me violó a mí, a ese
lo mataron un año después y lo celebré con gusto en mi
celda, créeme. A quien quiero encontrar es al hijo de puta
que violó a Vicky en la universidad, cuando yo ya no estaba
para protegerla…
—No me jodas… —dije cerrando los ojos devastado.
—Fue en una fiesta; la forzaron y luego nadie la creyó. Sus
padres quisieron ocultarlo y se fue de casa… por eso ha
cambiado tanto. Era virgen, Lucas…
—Me cago en la hostia…
—Por eso, entre otras cosas, no quiero putearla…
—Lo entiendo. —Guardé silencio un momento—. ¿Qué
otras cosas? Explícamelas…
—No quiero ponerla en peligro. Ni a vosotros. No quiero
arrastrar a nadie conmigo porque ya sabemos cómo voy a
terminar…
—Pues lo llevas claro. Porque yo no voy a dejar que te
mates.
Me miró serio.
—¿Y cómo vas a impedirlo? Porque voy a matar a ese tío
aunque sea lo último que haga… Al menos me iré de este
mundo dejándolo más limpio. Toda acción tiene su
consecuencia…
—Ah, ¿sí? Y, ¿cuál fue la consecuencia de haberte fallado
yo en el pasado? —pregunté a bocajarro.
—Tú no me fallaste, Lucas…
—Yo creo que sí.
—Si crees eso, ya habrás sufrido tu propia penitencia. Igual
que Mak por encerrarme. Los dos estáis locos y
equivocados…
—Entonces formamos un buen trío… —Sonreí.
—¿Qué pasa, guapos? —Se acercó una chica rubia
preciosa, cansada de fingir que los clientes le importan lo
más mínimo—. ¿Necesitáis algo?
—Sí, necesito saber una cosa… —contestó Kai, sagaz—.
¿Cómo terminaste trabajando aquí?
La chica sufrió un cortocircuito momentáneo al analizar la
frase. Dejó de sonreír y su expresión se volvió seria.
—Dímelo, quiero saberlo… —insistió Kai al ver que no
hablaba.
—Necesitaba el dinero —contestó con un hilo de voz—. Mi
hermano está enfermo y tuve que dejar de estudiar y
ponerme a trabajar para pagar un tratamiento experimental.
No me llegaba con un sueldo normal…
—¿Y tus padres? ¿No te ayudan?
Ella negó con la cabeza.
—Hace mucho que no veo a mi padre. Y casi mejor… Mi
madre es alcohólica y la echan de todos los trabajos que
consigue. Ahora está asistiendo a un centro de rehabilitación
público en el que están tratando su adicción, pero es lento y
complicado…
—Y aquí, ¿te tratan bien?
La chica se encogió de hombros.
—No puedo quejarme… Intento elegir bien a mis clientes y
no caer en el vicio de las drogas. Porque si caes, estás
perdida; te engañan, te roban y pierdes el control. Lo veo a
diario… En cuanto haga algo de dinero, tengo intención de
dejar todo esto…
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Tres meses o así…
Se mordió los labios con miedo y miró alrededor
preocupada por si estaba hablando de más y alguien pudiera
verla.
—Yo he abierto un club nuevo muy exclusivo hace poco.
Quizá te interesen mis condiciones. —Kai sacó una tarjeta de
su bolsillo y se la tendió—. Eres muy guapa y trabajando solo
sábados y domingos sacarías lo mismo que aquí o más.
Piénsalo.
Ella miró la tarjeta como si fuera la tierra prometida.
Llevaba unas mallas brillantes azules que le hacían un culo
estupendo y una pieza a juego que parecía un biquini. Tenía
un ombligo en el que no me importaría tumbarme a morir…
En cuanto cogió la tarjeta, volvió a mirar a lo lejos y se
puso rígida al entender que su jefe la estaba observando y lo
había visto todo, así que, ni corta ni perezosa, se subió
encima de Kai a horcajadas.
—Lo siento, me están vigilando… —musitó ella, cortada—.
Han visto que me dabas algo y ahora tengo que hacerte mi
numerito.
Sin dejar que contestara, se pegó mucho a él y arqueó la
espalda dejando a la altura de su boca un pecho perfecto.
Que frotara sus caderas sensualmente contra las de Kai
terminó de fundirlo.
A mi amigo le cambió la cara por completo. La excitación
se adueñó de su expresión y, conociéndole, seguro que le
había guardado «luto» a Vicky mientras se martirizaba
decidiendo si estar con ella o no. Vamos, que debía de tener
los huevos «cargados de amor»… y como casi no le
gustaban las rubias…
Que su respiración se acelerara me hizo sonreír. Cuando
ella le besó el cuello, el deseo se apoderó de él y sus manos
se movieron solas atrayéndola más hacia su cuerpo. Al
aspirar su aroma esperaba que perdiera el norte en tres
segundos, pero parecía estar cortado delante de mí y no
entendía por qué. ¡Si lo había visto cien veces echando
mano de su inigualable ingenio para ligar con Lola, por
ejemplo…!
—Dime una cosa… —empezó ella seductora—. En tu club,
¿son todos igual de guapos que tú? Porque entonces voy
segurísimo…
Se miraron a los ojos por un momento y la atracción hizo el
resto.
Kai atrapó su boca de fresa y la redujo con sus famosos
lametazos como si fuera un lobo jugando con una liebre sin
vida. Una de sus manazas fue a parar a su espalda y ella
gimió cuando la encajó más sobre su cuerpo para que notara
su erección.
Al parecer, Kai tenía muy claras sus inclinaciones… y me
sorprendí a mí mismo importándome una mierda ver como
empezaba a morder el montículo de un pecho que sobresalía
del biquini de la chica.
¿Por qué esto no me violentaba? Me daría igual que se la
sacara y ella empezara a comérsela… ¿Por qué con Mak me
afectaba tanto?
Bebí un poco más para aplastar esa preocupación
momentánea. Esa impertinencia del destino. ¿Por qué con
Mak todo significaba algo?
De repente, una chica latina se acercó a mí con actitud
cariñosa.
—Hola, guapo… Dios mío, vaya músculos tienes. —Sonrió
coqueta—. No se ven chicos como ustedes por aquí a
menudo… Supongo que no tienes más que chasquear los
dedos para que las chicas vayan corriendo a por ti…
La verdad es que nunca me había planteado acostarme
con una prostituta. Quizá tuviera razón y fuera porque no me
había hecho falta, al fin y al cabo era, es y siempre será un
servicio solicitadísimo. Pero cuando yo tenía necesidad de
sexo, una de dos, o me masturbaba o salía a la caza de
conocer a alguna chica. Y disfrutaba tanto de ese proceso de
cortejo, del juego previo, de la satisfacción de que te elijan…
que no me imaginaba cambiándola por algo que sucede a
tiro hecho por dinero.
—Aunque esas chicas no pueden darte lo que te daría yo…
«¿El qué, una enfermedad venérea?». Fue lo primero que
pensé, pero luego me di cuenta de que esas estaban al
alcance de cualquiera que no usara condón y que,
precisamente, en este mundillo quizá fueran incluso más
precavidos con eso.
—¿Qué puedes darme que ellas no? —Le seguí el juego.
—Cualquier cosa que pidas… —respondió tajante—. Sin
preguntas. Sin juzgar. Sin tener que volver a vernos. Sin
pedirte el teléfono. No me digas que no suena liberador. —
Me guiñó un ojo—. Piénsalo bien… CUALQUIER COSA… ¿No
tienes alguna fantasía sin realizar?
Escuché resoplar a Kai cuando la rubia empezó a meterle
mano por dentro del pantalón.
—¿Nos vamos a un sitio más privado? —le sugirió ella—.
Estaría encantada de dejarte seco…
Kai me miró con desesperación y mi sonrisa le dio permiso
infinito.
—Ahora vuelvo, ¿vale?
—Vete, vete… —contesté sonriente.
—Y tú, ¿qué? ¿Te animas? —ronroneó mi latina.
Kai fue testigo de la proposición antes de irse y su cara me
dio a entender que estaba seguro de que no lo haría jamás.
De que Lucas Ayala, el pulcro y recto, nunca tropezaría con
una cosa así. Y que por eso mismo no quería contar conmigo
para sus planes diabólicos.
Pero en mi vida todo estaba cambiando por momentos.
Acababa de sorprenderme a mí mismo queriendo borrar del
mapa al tío que violó a Kai y quería borrar al que se lo hizo a
Vicky. Quizá no éramos tan distintos como él pensaba. Ni
como mi padre pensaba…
—Siempre he tenido una fantasía… —dije de pronto.
—¿Cuál?
—Bueno… tengo curiosidad por algo que, en fin, no es que
yo lo haya propuesto nunca, más que nada porque sé que la
mayoría de las chicas rehusa el practicarlo… y menos con
alguien que no sea su pareja seria, y yo de eso poco… eh…
—Dilo ya, cariño, aquí estamos curadas de espanto.
—Eh… vale, me refiero a… sexo anal —dije lo último más
bajo.
Su respuesta fue sonreír como el gato que se comió al
canario.
—¡Tengo a la chica perfecta para ti…! Es un primor. Ven
conmigo…
Las dudas se me agarraron a la tripa y estuve a punto de
decirle que no, pero luego pensé: «¿Hay alguna diferencia
entre lo que hago cuando conozco a una chica una noche y
me la llevo a casa?». Y sí que la había, el dinero, para
empezar, pero para mí eso era lo de menos, lo que me
importaba era la elección y la atracción. No me valía
cualquiera. La chica con la que se había ido Kai era preciosa
y morbosa. Mi latina, no tanto, y con la que pretendían que
me fuera, no tenía ni idea.
—Pero espera… primero tengo que verla. ¿Y si no me
gusta?
—Te va a gustar. Xantal es espectacular, y su culo te va a
encantar…
Tragué saliva y la seguí.
La mera anticipación por lo que iba a suceder sin que
nadie lo supiera, me tensó el pantalón. También influía que
llevara unas copas de más…
La latina me llevó hasta una habitación envuelta en una
sugerente penumbra azul, el ambiente era fresco y olía bien.
—Xantal… ¿estás disponible? Te traigo a un chico que
busca un culo especial. Es su primera vez con el anal.
Discerní que alguien se movía y de pronto apareció una
chica preciosa con un pendiente encima del labio. Era
castaña clara y tenía unos ojos verdes brutales. Y ese
piercing… Buf… me dio muchísimo morbo.
—¡Ah, qué bien! ¡Y qué guapo es! Hola, soy Xantal…
—Hola… Tú también eres muy guapa.
Me echó una sonrisa pícara que me puso a cien.
—Bueno, pues yo os dejo… —Se ausentó la otra.
«¡Joder, qué violento!», pensé mordiéndome los labios.
La evidencia del acuerdo lo tiñó todo de un nerviosismo
extraño. Iba vestida con unas medias de rejilla hasta medio
muslo, una falda rosa con vuelo muy corta y un corpiño
negro y duro que encumbraba unos exuberantes pechos
como en los vestidos de la época de Regencia.
—Me he hecho un enema, así que estoy completamente
limpia. Si quieres puedes comérmelo un poco antes de
metérmela…
Comerle el… AY.
—Eh… No será necesario… —balbuceé incómodo.
Nos quedamos mirando y me pregunté si tenía que
entrarle yo.
—Cobro por adelantado —objetó con mucha naturalidad.
«¡La leche! Soy imbécil». La vergüenza del novato, estaba
claro…
—Perdona, sí… ¿Cuánto es?
—Treinta.
No sabía ni qué pensar de esa cantidad, pero se los di.
—Genial. ¿Estás listo?
—Sí…
Pero no lo estaba. Lo único que sabía de prostitutas es que
a Julia Roberts no le gustaba que la besaran en la boca pero,
por lo que pude comprobar, a esta, sí… Se acercó a mí sin
perder tiempo y me metió la lengua hasta la campanilla.
Madre de Dios… Su sabor me puso como loco en cero coma.
Parecía tan joven como yo, olía genial, y comprobé que tenía
el pelo muy suave cuando interné los dedos en su melena.
Después de un buen morreo, se bajó el corpiño y ataqué
sus tetas. Hacía tiempo que no veía unas tan perfectas;
seguro que eran operadas, pero le quedaban de fábula. Ella
no tardó en encargarse de mí. Me bajó el pantalón y me la
chupó durante unos minutos sin dejar de mirarme a los ojos.
¡Joder…!
Admito que tenía una técnica impecable. El movimiento, el
ritmo, la profundidad… Si digo que fue la mejor mamada que
me habían hecho en la vida, no miento.
«¡Lo que hace la práctica!», pensé alucinado.
Yo no tuve que hacer nada, y no tener que llevar el
control me relajó mucho. A continuación, ella se colocó sobre
la cama de rodillas y yo me quedé de pie. Atisbé a ver que
esparcía lubricante sobre su retaguardia y me pidió que me
acercara más. Cundo se subió la faldita, apareció ante mí el
culo más perfecto que había visto en mi vida. Perfectamente
redondo, trabajado, cero celulitis… Noté que la boca se me
hacía agua, y más cuando vi su pelo cayendo en cascada por
su espalda.
—Puedes tirarme del pelo mientras me follas, me gusta
mucho…
«Dios…». En ese momento supe que no iba a durar mucho.
Su propia mano apareció entre sus piernas y me señaló el
camino, sin dejar de entrar y salir del orificio que estaba
dilatando para mí.
—Vamos, cariño, hazlo ya. Fóllame…
«Puedo hacerlo… Es dar un paso. Es probar algo de lo que
siempre he oído hablar y es mejor hacerlo con una
profesional que sepa lo que hace que con una chica
asustada a la que le pueda doler».
—Me tienes muy cachonda… —gimió Xantal—. Estoy
deseando sentir ese pedazo de trabuco que tienes… Vamos,
entra con fuerza.
Animado por sus palabras, no lo pensé más y lo hice.
Os juro que por poco me desmayo… ¡MADRE MÍA DEL
AMOR HERMOSO! Pero… pero… La presión que sentía
alrededor de mi polla era cinco veces superior a una
penetración vaginal, lo que significaba cinco veces más
placer. Intenté coger ritmo para moverme más rápido y noté
que las piernas apenas me sostenían. Sus jadeos y sus gritos
de placer también me incitaban a explotar en una supernova
impresionante. Luché para retrasar el orgasmo, pero me
exprimía de tal forma que no podía ni pensar.
Fue una experiencia alucinante. Un placer sin parangón.
Me sentía un puto superhéroe, en serio.
Salí de allí con una sonrisa más ancha que Castilla. Y
encontré a Kai esperándome en el reservado.
—Hombre… ¿Qué tal? ¿Cómo ha ido…?
—Ha sido una puta pasada.
—¿En serio? No me lo he creído cuando me han dicho que
te has ido con una trans…
Entré directamente en parada. Mi cuerpo se bloqueó y los
ojos se me salieron de las órbitas.
Kai me miró alarmado, entendiendo que yo desconocía esa
información. Fue un momento único. Una lección
inabarcable.
Nunca he sentido nada igual…
Cuando lo vi taparse la boca para no explotar de risa fue
como morir. Como si toda mi ingenuidad pereciera conmigo
de un disparo. Mi conservadurismo, mis creencias populares
sobre el amor y el sexo, todo mi ser… Todo fuera…
¿Quién coño era ahora y dónde hostias estaba…?
Sentí que mi antiguo mundo no encajaría nunca más
conmigo. Aquello me catapultó hacia uno nuevo, lleno de
normas flexibles, en el que los retrógrados solo aprendíamos
de una forma, por las malas.
CAPÍTULO 18
FRINGE
“La amistad te impide resbalar al abismo”
Bruce Springsteen
Di gracias a Dios de que un hombre seguido de dos gorilas
interrumpiera el ataque de risa de Kai.
Yo todavía estaba flipando. Y deseando morir.
El espécimen que se plantó frente a nosotros era el típico
que no quieres encontrarte nunca. Llevaba un vaso de licor
en una mano, como si fuera su botella de oxígeno para vivir,
y un bastón en la otra para soportar algún tipo de dolor
crónico que siempre lo tenía de mala hostia, seguro. Me
tensé cuando vi que otros dos tíos traían con violencia a las
chicas con las que habíamos estado.
—Kai Morgan, el niño bonito de Tommy —saludó el hombre
siniestro—. Ya estabas tardando en venir a tocarme los
cojones…
—Prefiero tocar a tus chicas —respondió Kai kamikaze.
—No vuelvas a acercarte a ellas. Como me entere de que
alguna abandona mis filas para estar entre las tuyas,
aparecerá muerta en veinticuatro horas. Están todas
avisadas…
—Eso te buscaría un buen problema… —murmuró Kai,
molesto—. Yo no he venido a hacer enemigos, sino a
asegurarme de que todo vaya bien.
—¡Todo iba bien hasta que tú llegaste!
—Claro… con Tommy fuera de juego estos años, ha debido
notarse el superávit en el sector, pero esa no es la realidad,
¿no? Las grandes familias respetarán el tratado de siempre:
Korolev, Capuletto, Niza… Esas no me han puesto ningún
problema, sois los medianos insurgentes, que ahora os
creéis mierda y no llegáis ni a pedo, los que seréis
eliminados para restablecer la normalidad. En
definitiva, para hacer la justicia…
—Si me jodes, te meteré la justicia por el culo hasta que te
salga por la boca… —farfulló amenazante el Siniestro.
—Si me tocas, te hundiré —replicó Kai con seguridad.
—Si te mato, no podrás hundirme.
—¿Eso es lo que crees? —Se carcajeó mi amigo,
dejándonos a todos patidifusos—. Lo tengo todo bien atado
para joder a quien sea si yo muero de forma sospechosa. He
dado la orden de que llegue a manos de la policía
un pendrive con todos vuestros trapos sucios en caso de que
a mí o a mi gente nos pase algo, así que mejor ni lo
intentéis… Sería vuestra ruina.
—Si te llevas a mis chicas, me la voy a buscar igual… Y
Xantal no se toca, es mi única trans, una puta fantasía que
da el pego que te cagas…
La miré y ella puso cara de «Lo siento, pero… te ha
gustado, ¿no?».
Empecé a encontrarme mal al momento. ¿Qué coño…?
—Habéis probado la mejor mercancía del lugar y ahora
queréis robármela… —barbotó el hombre, cabreado.
—Tus trabajadoras son libres. Si no quieres que te
abandonen, mejora las condiciones de tu negocio…
—¿Te crees el Robin Hood de las putas?
Kai se echó a reír con naturalidad. ¿Cómo podía hacerle
gracia algo en esa situación límite?
—Me encanta —se mofó—. Eh, tío, a partir de ahora,
llámame Robin —me dijo a mí.
—¡Déjate de gilipolleces! —bramó el Siniestro.
—¡Tranquilo…! Si yo soy Robin, tú eres el sheriff de
Nottingham… Injusto, cruel, un cabrón que no sabe llevar un
negocio en condiciones…
—¡Yo llevo mi negocio como me da la puta gana! ¡No va a
venir un niñato a decirme cómo tengo que llevarlo!
Mi cuerpo se adelantó de forma voluntaria cuando vi que
algo volaba hacia Kai. Era el puto vaso, que acabó
estampado en mi ceja.
Creo que me lancé porque quería suicidarme… Tenía que
ser eso. Porque no me cabía en la cabeza lo mucho que me
había gustado follarme a Xantal. Una persona con… pene, al
fin y al cabo.
«Joder… ¡madura!», pero era incapaz.
Noté mi cara húmeda, pero la ignoré cuando aticé al tío y
lo dejé en el suelo. Acto seguido, Kai sacó una pistola y lo
apuntó desde arriba. Los gorilas nos apuntaron a nosotros
con las suyas. La situación ideal…
—Si le meto un tiro a vuestro jefe, os quedáis sin trabajo,
chicos —les advirtió a los guardaespaldas—. A mí no me
importa morir. Y creo que a mi colega, ahora mismo,
tampoco, ¿verdad, don Juan? Los que más tenéis que perder
sois vosotros, porque vuestro jefe tiene un pie en la tumba
entre su carácter y su estado de salud… Pero cuando muera,
no problem, tendré trabajo en mi club para vosotros.
—¿Qué hacemos, jefe…? —preguntó uno de ellos, indeciso.
—Si nos matáis, os prometo que caeremos todos —insistió
Kai—. O… podéis dejar que nos vayamos y vivir para
disfrutar de otro día del estupendo y lucrativo negocio que
tenéis con Xantal…
Hubo un silencio aterrador en el que me mantuve delante
de Kai. Sinceramente, no sé qué prefería, que disparasen o
que no…
—¡Que se larguen! —exclamó el hombre siniestro desde el
suelo, claramente dolorido.
Sentí que me palpitaba la cara con fuerza. Parpadeé y la
sangre me hizo cosquillas al brotar, pero no quería
mancharme las manos rascándome, así que me la froté
contra el hombro de la camiseta. Adiós, camiseta… Cuando
vi que manchaba bastante, cogí un puñado de servilletas y
me las apliqué en el ojo.
Nos fuimos de allí andando hacia atrás, mientras mi vista
se clavaba en Xantal. Ese día recibí una lección que nunca
olvidaré. «Vive o muere, pero con libertad para equivocarte».
Con cicatrices. Con aprendizaje. Y te irás de este mundo en
paz. Una extraña paz que empezaba a calarme hasta los
huesos.
Hubiera muerto aquella tarde sin saber lo mucho que me
esperaba por vivir todavía.
Cuando salimos al exterior, me pareció otro mundo con
otras normas. Una nueva realidad del multiverso. Era otro
yo.
Nos subimos al coche y Kai empezó con las sonrisitas otra
vez.
—¿Así que Xantal…? —empezó divertido.
—No digas ni una puta palabra más…
—¡Cuéntamelo, por favor…! ¡Siempre he querido probarlo!
—Que te calles.
—¡¿No te has dado cuenta o qué…?!
—Si en algo valoras nuestra amistad, te callarás la puta
boca y no volverás a mencionar el tema nunca más.
—Vaaaleee, ¡pero déjame desfogarme hasta que
lleguemos a Urgencias, por favor! ¿Cómo ha sido? ¡Por Dios!
—Ya te lo he dicho antes…
—¡Has dicho que una puta pasada! —Se destornilló tanto
de risa ante mi silencio otorgador que pensaba que íbamos a
tener una accidente. Resoplé hastiado.
—No quiero ir a Urgencias…
—No es negociable. Tienes un corte muy feo. ¿Por qué
coño lo has hecho?
—¿El qué? —«¿Follarme a un tío?».
—Protegerme…
—Porque no quiero que nadie vuelva a hacerte daño…
Nos miramos fijamente y lo vi repasar mi cara llena de
sangre. Me imagino que debía de tener una pinta horrible.
—Eres la hostia… —Negó con la cabeza—. Yo tampoco
quiero que te pase nada, por eso no había contado contigo.
Mira lo que pasa… Te comes mis golpes.
—Y lo hago encantado. Pero estás tentando mucho a la
suerte últimamente, Kai… ¿Por qué?
—No lo sé, pero voy a parar, ¿vale? Tranquilo… Voy a
buscar otra forma…
—Eso espero…
Cuando llegamos al hospital, me derivaron directamente al
área de enfermería para que me hicieran las curas
pertinentes. Kai se quedó fuera.
Al entrar había un enfermero de espaldas, lavándose las
manos a conciencia, y cuando se dio la vuelta, me quedé de
piedra.
—¿Qué tenemos…? —preguntó incluso antes de mirarme.
Cuando me vio se quedó petrificado.
Tenía a Roi Morgan delante de mis narices. A diez metros
de Kai. Separados por una única pared.
—Lucas…, ¡¿qué te ha pasado?!
—Que me han roto un vaso en la cabeza.
Se acercó mucho a mí para inspeccionar la herida. O para
no tener que mirarme a los ojos y descubrir que todavía era
ese chaval de diecisiete años traumatizado porque a su
hermano, a su puto ídolo, lo habían metido en la cárcel.
—Joder… Necesitas un cirujano —decidió.
—¿Es para tanto?
—El ojo es una zona delicada, has tenido mucha suerte…
Pero cuanto más fino te cosan, mejor. Y siempre puedes
meterle después algo de láser… ¿Estabas de servicio?
—No… Estaba con Kai. Está fuera…
Roi miró hacia la puerta. Esperaba ver miedo en sus ojos,
pero ya no era ese chico de diecisiete, sino uno de veintidós
que recibió una paliza en cuanto su hermano salió de la
cárcel. Después de esa enganchada, Kai me contó lo que
había ocurrido con Lola y dejó de darme pena. ¿Qué clase de
hombre se zumba a la novia de su hermano mientras cumple
condena? Seguro que muchos, pero no tienen mi respeto.
Eso, seguro.
—Gracias por avisarme, no me apetece que me vuelva a
dar de hostias…
—Igual te las merecías…
—¿A ti te ha pegado por dejarlo tirado antes y después de
que lo arrestaran?
Hijo de puta…
—No, pero yo no soy su hermano.
—Muy parecido…
—Yo, al menos, voy camino de redimirme… Llama a
alguien que me arregle esto, por favor. —Me señalé la cara,
zanjando la conversación.
—Llama al doctor Rubio —le ordenó a un auxiliar—. Y
vuelve para prepararlo todo…
—¿Prepararlo todo?
La limpieza de la zona antes de cerrar la herida no fue un
camino de rosas. Y cuando Roi terminó, no dije nada, pero lo
miré dándole las gracias. Me gustó ver que hacía bien su
trabajo, a pesar de todo. Después de esa noche, volví a verle
varias veces y me sentí orgulloso de que para él los
pacientes fueran lo primero y todo lo demás secundario. Le
daba igual si eran delincuentes o el mejor amigo del cabrón
de su hermano, cumplía. Y un día, terminé diciéndole: «Lo
haces francamente bien, Roi…».
Él me miró como si acabáramos de retomar la
conversación que zanjamos en su día.
—Mi vocación es salvar vidas. Y pienso salvar todas las que
pueda…
Solo pude asentir ante su grandeza.
—Puedes estar orgulloso.
—Lo estoy. Ya hace muchos pacientes que me redimí…
Hasta otra, Luk.
Y que me llamara así me hizo entender que su parte
Morgan permanecía intacta. Eran tan parecidos que se les
había ocurrido la misma abreviatura para mi nombre. No era
de extrañar que una chica se hubiera interpuesto entre
ellos… Pero la sangre seguía latente y algún día sus almas se
reencontrarían. Eran destino.
Yo, sin embargo, estaba a punto de romper todos mis lazos
familiares.
Esa primera noche en Urgencias, la de la cicatriz en el ojo,
volví a casa cerca de la medianoche. Mis padres seguían
viendo la televisión víctimas de los anuncios de una época
anterior a la tele a la carta y al streaming, y no les pasó
desapercibido mi ojo vendado.
—¡¿Qué te ha pasado?! —preguntó mi madre alterada.
—Estaba en un bar, han lanzado un vaso y me ha dado en
el ojo. Estoy bien, solo ha sido un corte…
—¿En un bar? ¿Estabas trabajando? —se interesó mi padre.
—No. Hago otras cosas aparte de trabajar, papá…
—¿Estabas con Kai Morgan?
Que no contestara con rapidez les dio la pista definitiva.
—Eso no importa…
—Sí tú lo dices… —replicó mi padre sarcástico.
—¡Esto solo es el principio, hijo! —saltó mi madre.
—Acabará mal… —murmuró mi padre.
—¡No, papá! —rugí enfadado—. Ya acabé mal una vez…
Ahora tendré cuidado de no volver a cometer el mismo error,
que fue alejarme de él…
Me fui de su vista, dejándoles con la palabra en la boca.
Subí a mi cuarto y me tumbé sobre la cama. No soportaba
estar allí… Me sentía como un maldito vampiro en una
iglesia.
Consulté mi teléfono y vi un mensaje de Mak.
Álvaro:
¡¿Estás bien?!
Kai acaba de avisarme.
Lucas:
Sí, tranquilo.
Álvaro:
¡Voy a tu casa ahora mismo!
Lucas:
No vengas. Estoy bien.
Álvaro:
Quiero una prueba de vida.
Mándame una foto para comprobarlo…
Lucas:
Mejor no.
Se te quitarían las ganas de besarme…
Álvaro:
Eso nunca. ¡Las cicatrices me ponen!
Sonreí ante la broma.
Álvaro:
¿Seguro que estás bien?
Lucas:
Sí. No te preocupes.
Mañana no creo que vaya al centro GEO…
Álvaro:
Claro que no. ¡Tienes que descansar!
¿Puedo hacer algo por ti?
Lucas:
¿Puedo pedir lo que yo quiera?
Álvaro:
Sí.
Lucas:
Igual es mucho pedir…
Álvaro:
Pide.
Lucas:
No quiero que te cojas esa excedencia… No quiero que te
alejes de mí.
Mak no contestó a esa espada contra su cuello, apoyado
contra la pared. No era mi intención ponerle en una
encrucijada, ni que eligiera entre Kai y yo. Era obvio que no
podía. Y me di cuenta de que esa petición le estaba haciendo
sufrir. Así que le metí humor, para que pensara que no era
un ruego en firme.
Lucas:
Es que… ¡Mira cómo acabo cuando no estás a mi lado!
(emoji herido)
Álvaro:
¿Mucho más feo?
Lucas:
Y menos besable.
Álvaro:
Deja de rogármelo.
¡Volveré a intentarlo cualquier día!
Lucas:
(Caras sonrientes de medio lado)
Álvaro:
En serio, ¿necesitas algo?
Lucas:
No. De verdad.
Álvaro:
Me paso a verte mañana por la tarde, ¿ok?
Lucas:
Ok.
Pero cuando llegase, ya me habría ido de esa casa.
Mis padres subieron a tocarme la moral. Unidos en su
verdad… Empezaron a decirme que era demasiado joven,
que iba a echar mi vida por la borda y que era un
inconsciente. Yo los miraba con mi único ojo, pero lo vi más
claro que nunca. Estaban muy equivocados. Eran ellos los
que vivían en un mundo irreal.
Yo había visto el resultado de un coche bomba. Yo sabía lo
que le pasaba a un chico solitario en la cárcel, sabía lo que le
pasaba a las chicas indefensas en las fiestas universitarias,
sabía lo que era capaz de hacer un enfermero más joven que
yo y sabía cómo era una familia de verdad, la de Mak.
—No tengo por qué aguantar esto… —dije colocando una
maleta encima de la cama.
—¡¿A dónde vas a ir?!
—Deja que se vaya… —Escuché a mi padre—. Ya volverá,
llorando… ¡No es más que un niño mimado!
Al escuchar eso, se formó una sonrisa en mi boca de puro
alucine.
¡Ese hombre no me conocía en absoluto! Y mi madre era
de las que no veía más allá de las narices de mi padre.
Ni siquiera lo avisé. No hacía falta. Me planté en La marca
de Caín y llamé al timbre de su despacho. El lugar no estaba
tan vacío como esperaba. Había muchos vampiros por allí, al
parecer.
Cuando me abrió la puerta, controló su cara de sorpresa en
un par de segundos, observó mi maleta y se apartó para que
pasara sin preguntar nada. Quizá tuviera razón y los
huérfanos de vida se reconocieran entre sí.
Me adentré en el salón y vi que Vicky estaba allí, pero
sabía que no estaba interrumpiendo nada. Ella, por su parte,
no controló su reacción al verme, y de algún modo, eso me
gustó.
—¡Dios, Luk…! Kai me lo estaba contando ahora. ¡¿Estás
bien?!
—Sí. Parece más aparatoso de lo que es… —Me señalé la
cara.
—¿Y esa maleta?
—Ya no soporto a mis padres… —confesé—. Necesito asilo
para un par de noches hasta que me organice y busque otra
cosa… —Miré suplicante a Kai.
—Quédate el tiempo que quieras. Ese sofá cama es más
cómodo que mi propia cama.
De pronto, se encendió la luz naranja que avisaba de que
Kai debía bajar a la discoteca.
—Ahora vuelvo… —se despidió de nosotros.
—¿Voy contigo? —me ofrecí. Él me miró serio.
—No te muevas de aquí.
Cuando nos dejó solos, Vicky se acercó preocupada.
—Recuerdo a tus padres —dijo sentándose a mi lado—.
Eran como los míos, de lo peorcito del barrio…
—Lo más importante es que no sigan criando déspotas…
—levanté el puño para que me lo chocara y ella lo hizo con
cariño.
—Tienes mala pinta, ¿sabes? —declaró con una sonrisa.
—¿Significa eso que no te vas a enrollar conmigo esta
noche?
—Probablemente, no…
—Joder… ¡estaba convencido de que ya te tenía en el
bote!
—Esa expresión siempre me ha parecido triste.
—¿Cuál?
—Tener a alguien en el bote. Como si fuera un bicho que
capturas privándole de su hábitat, de amigos que jamás
volverá a encontrar y al que probablemente asfixiarás
cuando te olvides de él…
—Vale… acabas de joderme la infancia.
Ella se rio y yo conseguí mi objetivo. El único que tenía
desde que Kai me contó lo que le había pasado en aquella
fiesta. Hacerla sonreír, como dijo Mak.
Pero de pronto, se puso seria.
—Estoy preocupada por Kai…
—Ponte a la fila…
—Necesita ayuda. Se está creando muy mala fama.
—Lo sé…
—Y creo que tengo la solución.
Levanté una ceja impaciente.
Me constaba que era una chica muy lista. Casi un genio.
Pero viéndola vestida con el uniforme del club me costaba
creer que tuviera la clave para el mayor problema que por
aquel entonces amenazaba nuestras vidas.
—¿Qué solución?
—Sun Tzu, en El arte de la guerra, habla de que para
vencer al enemigo sin tener que llegar al enfrentamiento
directo hay que imponer una moral dominante infundiendo
miedo… ¿Te suena?
—Sí.
—¿Y cómo se infunde miedo?
—Ya veo por dónde vas…
—Kai tiene que hacer gala de su poder si quiere que le
respeten. Tiene que demostrarlo castigando al que se pase
de la raya, solo así lo dejarán en paz. Y están empezando a
pasarse… —dijo señalándome la cara.
Años renegando del amor, pensando que es solo para
gente a la que le faltaba seguridad en sí misma, y de
repente, una flecha te atraviesa el corazón a traición.
Una flecha de ingenio y ternura de una arquera con unas
tetas y unos ojos capaces de pulverizar cualquier duda que
me pudiera quedar sobre mi sexualidad por haberme follado
a Xantal. Pero siempre sería la chica de Kai…
Aparté la cabeza, resignado, y me tragué mi atracción
fatal.
—Podría funcionar… —dije solamente—. Tengo que hablar
con él. Pero mañana, hoy no puedo más… —suspiré cansado.
—¿Quieres un analgésico o algo?
«Sí… quería algo», pero no podía ser. Nunca podría ser…
¡Vicky era ahora su mejor amiga! Habían superado la
cohesión natural de enrollarse en un reencuentro dramático
y ahora era casi como su hermana…
¡Coño…! ¡Si yo ya había besado a su hermana! Bueno, fue
ella la que me besó a mí; no es lo mismo… Además, fue un
visto y no visto. Luego desapareció para siempre y yo estuve
encantado de no volver a verla nunca más. Pero a Vicky iba a
verla muy a menudo…
—Te voy a traer algo.
Giró sobre sí misma y la faldita que llevaba no escondió
sus perfectos muslos. Lo que me hizo entender que solo era
un hombre, no el jodido Supermán…
Vicky repartió varios cojines a su gusto, me hizo
tumbarme, y me obligó a cerrar los ojos cuando empezó a
acariciarme el pelo.
—Si sigues mimándome así, me voy a enamorar de ti… —
bromeé con la verdad.
Me encantó escuchar su sonrisa en vez de verla.
—Es que me gusta cuidar enfermos… Iba para médico,
¿recuerdas?
—Es verdad…
Entonces los abrí y la encontré muy cerca de mí. Preciosa.
Confiada. Y eso me flipó. Sentí la imperiosa necesidad de
ayudarla yo a ella de algún modo.
—Vicky, yo… —Me quedé clavado sin saber qué decir.
—Kai te lo ha contado, ¿no?
¿Lo había leído en mis ojos? Su perspicacia volvió a
azotarme en forma de atracción.
—¿Quién fue?
—No pienso decíroslo… No quiero líos.
—Si no me lo dices, Kai lo encontrará y lo matará. Yo solo
quiero encerrarlo y que pague por lo que te hizo.
Ella negó con la cabeza.
—Puede que se lo haga a otras chicas, Vicky… ¿Vas a
permitirlo?
—Se llama Martín Robles… —cedió—. No sé nada más de
él.
—Con eso es suficiente. Tienes que interponer la denuncia.
Va a pagarlo, ¿vale?
La cogí de la mano que tenía a mi alcance y se la acaricié.
Ella me miró asustada y nos mantuvimos la mirada. Con lo
lista que era, estoy seguro de que había captado las ondas
desesperadas que le lanzaba mi cuerpo al suyo, y lo
demostró bajando la vista hacia mis labios por un momento.
Fue uno de esos instantes en los que sabes que estás
pensando en un beso.
—Ya estoy aquí… —escuchamos a Kai. Y Vicky y yo nos
separamos de forma abrupta—. ¿Cómo sigues, don Juan?
—Estoy mejor gracias a los expertos cuidados de la
doctora…
—No me sorprende…
Su frase me dio un escalofrío. Quizá tampoco le
sorprendería que me enamorara de ella… O igual me daba
una paliza, como a Roi.
—Vicky ha tenido una gran idea, Kai… Escúchala, por favor.
—Soy todo oídos.
CAPÍTULO 19
ALWAYS AND FOREVER
“Un amigo no es solo el que te ofrece lo mejor, sino el
que evita que te pase lo peor”
Ruben Muelas
Uno no se da cuenta de que ha madurado hasta que se da
un buen piñazo al caer del árbol.
Tendría que haber ido a casa de Lucas y comprobar con
mis propios ojos que estaba bien. Que no quisiera mandarme
una foto me dio mala espina y no pegué ojo en toda la
noche.
Al día siguiente, cuando fui a entrenar, me dijeron que Luk
iba a estar una semana de baja. ¿Eso era «estar bien»?
Le escribí mensajes preocupándome por su salud, pero ni
siquiera los leyó. ¿Qué coño…? Y cuando los leyó, me mandó
un emoticono de pulgar arriba. ¡¿Qué estaba pasando?!
En cuanto terminé, salí del centro GEO casi corriendo y me
presenté en su casa. Que su madre me abriera la puerta con
cara de sorpresa, me dejó frío.
—Buenas… Vengo a ver a Lucas…
Ella salió de la casa, arrimando la puerta con secretismo, y
farfulló:
—Lucas no está aquí. Se fue anoche…
¡¿Se fue?! No entendía nada.
—Discutió con su padre, hizo una maleta y se fue. No sé
adónde…
Pero yo sí lo sabía.
«Maldita sea… ¿Por qué no me llamó?».
Me despedí de su madre con los dientes apretados.
«¡Dile que me llame!» la escuché gritar, y me corté de
contestar un «¡Llámele usted, joder!».
Llegué a La marca de Caín sobre las cinco de la tarde y no
con mi mejor sonrisa; estaba muy cabreado, embrollado en
el pensamiento de por qué Luk no me había avisado y no
llegué a salir del coche.
Le había perdido definitivamente si tenía un problema y
acudía a Kai en vez de a mí…
Volví a encender el motor y me fui de allí sumido en una
espesa amargura. «Ya me llamarán cuando quieran…».
Mientras, podía utilizar mi potencial cabreo para trabajar.
Curiosamente, cuanto más enfadado estaba, mejor se
me daba.
Fui a ver a mi contacto en el GRECO (Grupo de Respuesta
Especial para el Crimen Organizado), y me dijo que los datos
recabados no eran suficientes para poner en marcha una
vigilancia.
Siempre la misma mierda.
—Tenemos a cien hombres con ese mismo perfil… Quizá
estén metidos en algo, tienen contactos en el mundillo y sus
negocios podrían ser tapaderas, pero necesitamos algo más
para levantar un dispositivo de vigilancia por él.
«¿Algo más?». Una suerte que me sobrara tiempo para
hacer ese tipo de indagaciones en la vida de Andrés Santos.
Me fui directo al puerto, guiado por mi olfato infalible.
Había visto que era un amante de las regatas en alta mar y
me apetecía echarle un vistazo a su flota de recreo, que
descansaba en un muelle privado. Tenía tres barcos
dispuestos de unos catorce metros de eslora y todavía le
quedaba hueco en el pantalán para más.
Me dirigí a las oficinas del club Náutico y pregunté si tenía
algún otro navío, previa identificación.
—Sí, señor. Uno más, pero tenemos anotado que está de
maniobras y no volverá a puerto hasta el domingo.
—¿El domingo?
—Eso es.
«¿Y si el domingo ese barco llegaba a puerto cargado de
droga escondida de forma indetectable en la fibra de vidrio
del casco?».
Me tratarían de loco si lo mencionara, como siempre, pero
los sistemas para introducir la droga en España se habían
vuelto auténticas maravillas de I+D para despistar a las
autoridades. Si no encontraba pruebas, no se molestarían en
mover un dedo por comprobarlo.
Necesitaba a Luk…
Él sabía cómo hacer una radiografía exhaustiva de un
sospechoso. Descubrir sus gustos, su historial de compras en
Internet, sus transacciones, propiedades a su nombre y a
dónde se iba de vacaciones. Lo único que sabía yo era quién
se la chupaba… Mi ex no-novia, Sara.
Me cansé de esperar a que ese par de gilipollas se
pusieran en contacto conmigo para contarme las novedades,
así que le mandé un mensaje a Luk para recordarle que
existía.
Álvaro:
¿Qué tal sigues? ¿Estás descansando? ¿Te tratan bien en
casa?
No miré si me había contestado hasta que, una vez en mi
piso, me tumbé en el sillón con una cerveza bien fría. Solo
entonces me digné a comprobar si me había dejado una
parrafada justificativa por su silencio acompañada de una
súplica tácita para que me reuniera con él en La marca de
Caín.
Una puta palabra.
¡Me había escrito una puta palabra…!
Lucas:
Mejor.
Me hirvió la sangre.
Y antes de poder hacer nada kamikaze como mandarle un
audio superborde, me escribió Kai.
Kai:
Te necesito esta noche.
Tengo pensado meterme en un lío.
¿Vienes?
Álvaro:
Ok.
Aparecí en La marca sobre las nueve de la noche.
Me interné en la oscuridad de la música tecno y vi a Vicky
detrás de la barra, tan preciosa como siempre. Levanté una
mano cuando nuestros ojos se encontraron y me dio la
sensación de que me deseaba suerte con la mirada cuando
levantó la suya.
Llegué al apartamento y cuando me abrieron, entré con
parsimonia.
¿Prisa yo? Ninguna…
Al entrar en el salón localicé a Luk de espaldas sentado en
el sofá y a Kai junto al minibar. Me miró inquieto.
—Hola…
No tuve oportunidad de contestar, porque Luk giró la
cabeza y cuando vi los puntos de sutura cruzando su ceja y
continuando en su mejilla, se me desencajó la mandíbula.
—Me cago en la puta… —barboteé incrédulo—. ¡Lucas…!
¡Me dijiste que estabas bien…!
—Estoy bien —contestó calmado.
—¡Y una mierda…! —dije enfadado. Y los miré con
indignación—. ¿Por qué me habéis ocultado que había sido
tan grave?
—Porque no queríamos que te pusieras nervioso… —atajó
Kai.
—¡No estoy nervioso, estoy cabreado! ¡¿Quién ha sido?!
—¿Qué más da? ¿Qué piensas hacer cuando lo sepas? —
me preguntó de vuelta Kai, desafiante.
No supe qué decir. ¡Joder…!
Miré a Luk de nuevo.
«Se te quitarían las ganas de besarme», recordé que me
escribió. Pero, muy al contrario, el hijo puta no había perdido
ni un ápice de atractivo.
—No es momento de ser impulsivos… —repuso Luk
justificando su silencio—. Tenemos que pensar.
—¡¿En qué?! ¡¿Me vais a decir quién fue o no?! ¿Dónde
estuvisteis ayer?
—Eso da igual, ya no estoy a salvo en ningún sitio —repuso
Kai—. Se ha corrido la voz. Tengo cientos de emails
contestando a mis ofertas de empleo y muchos proxenetas
se han cabreado, quieren quitarme de en medio sí o sí.
—¡Maldita sea, Kai! —lamenté—. ¿No podías abrir una
puñetera discoteca normal? ¿Tenías que convertirte en el
jodido flautista de Hamelin de las putas?
—No las llames así, son trabajadoras sexuales. Y estoy
justo donde quería…
—¿Esto es lo que querías? —señalé a Luk, serio.
—No…
—Estoy bien —repitió Frankenstein.
—Sí, ya veo que estás en tu mejor momento… —contesté
con inquina—. ¿Te crees Scarface? ¡Porque solo eres un
sintecho magullado!
Los tres cruzamos varias miradas saltonas.
Justo en ese momento apareció Vicky impidiendo que
dijéramos cosas de las que seguro nos arrepentiríamos. Con
su presencia llenó la habitación de una calma inusitada,
como si no pudiésemos ser rudos delante de ella.
—¿Se lo habéis contado ya?
—¿Tenéis más secretitos? —pregunté impertinente. Seguía
muy cabreado—. Has dicho que me necesitabas, Kai… Me
alegro de poder serle útil a alguien. Dime, ¿de qué se trata?
Un resoplido de Luk denotó que había captado mi pulla.
—El siguiente que venga a por mí, lo va a lamentar… —
explicó Kai—. Y va a ser esta noche.
—¿Qué tienes pensado exactamente?
—Nada, solo visitar un par de garitos. Divertirme, dar la
nota y hablar con unas cuantas chicas…
—Vale. Y, ¿cómo piensas salir vivo de esa?
—Con mis escoltas. Ellos actuarán en mi legítima defensa
ante cualquier agresión con una respuesta proporcional…
—Genial… Entonces, el plan de esta noche es matar a
alguien —certifiqué.
—Si no se defiende, nunca le respetarán —aludió Vicky—.
Han estado cerca de matarlo varias veces y tenemos que
quitarles las ganas de atacarlo.
Los tres guardamos silencio ante su razonamiento.
—Y nosotros seremos tus escoltas —deducí.
—No tienes por qué arriesgarte. He contratado a un
equipo, pero me dijiste que te avisara… Estoy mejorando. Te
estoy dando la oportunidad de venir conmigo.
—Yo voy —saltó Luk.
Y lo miré alucinado.
—¡Tú no estás en condiciones de ir a ninguna parte…!
Su respuesta fue retroceder el cargador de su Glock para
cargar una bala.
—Nunca he estado mejor. Yo voy. Tú haz lo que quieras…
La ira volvió a explotar dentro de mí. No tenía suficiente
con un solo kamikaze, que ahora tenía dos. ¡Fantástico!
—Tendré que ir… —barrunté—. Porque está visto que no se
os puede dejar solos…
En los labios de Kai apareció una sombra de sonrisa. Y yo
me dejé caer en el sofá, hastiado.
—Os voy a hacer el contrato para todo el fin de semana —
empezó Kai—. Por lo que pueda pasar…
—El domingo no sé si estaré disponible —repliqué—. Tengo
algo entre manos…
—¿El qué? —me preguntó Luk interesado.
Observé su cara de nuevo y me mordí los labios. La verdad
es que para estar tan reciente, la herida tenía buena pinta.
Estaba limpia y cosida con precisión y acierto. A simple vista
se preveía que iba a quedar bien después.
—Tengo la intuición de que Santos va a recibir un
cargamento de droga el domingo y necesito encontrar
pruebas que lo confirmen. Quería que me ayudaras…
—Cuenta con ello.
Asentí y pasé del enfado a querer abrazarlo en un instante.
Puto amor de mierda.
—¿Has traído tu arma? —me preguntó Kai.
—La duda, ofende. ¿Adónde vamos a ir?
—Adonde nos lleve la noche.
Mientras Kai se «acicalaba para morir», según bromeó, Luk
y yo rompimos el hielo hablando de trabajo. Se levantó a
coger su portátil para empezar a ayudarme y me di cuenta
de que tenía todas sus cosas amontonadas en un rincón de
la estancia.
—¿No vas a quedarte aquí mucho tiempo? ¿Qué vas a
hacer?
—No lo sé. Primero, recuperarme. Esto es un hotel de cinco
estrellas…
—Sabes que puedes venir a mi casa —me rebajé a decir. Y
me preparé para recibir la negativa. Porque claro que lo
sabía, pero no había recurrido a ello.
—Tu piso es un loft… No hay paredes, ¿recuerdas?
—¿Y?
—Y que no podemos guardar las distancias en un piso sin
paredes.
—¿Quién necesita guardarlas? —musité apocado. «Porque
yo, no».
—¿Y si la chica que te ligas una noche no le apetece que
haya un tío mirando cómo os lo montáis? ¿Tendré que irme a
dormir a la escalera?
—Procuraré que no le importe…
Lucas sonrió negando con la cabeza.
—Tranquilo. Ya me buscaré algo… Y te juro que este sofá
es el más cómodo que he probado.
—¿Te duele mucho? —le señalé la cara.
—No. Fue un corte limpio, sin apenas contusión. Estoy al
cien por cien…
—Si alguien te da un puñetazo, vas a ver las estrellas.
—Pues no dejes que me lo den… —me retó chulito.
En ese momento, Kai apareció en el salón como si fuera
una estrella de rock. Solo le faltaba una nube de humo
rodeándole.
—La madre que te parió… —me quejé—. ¿Por qué no te
pones una diana en la espalda, de paso?
Llevaba un pantalón y camisa negros con uno de sus
peinados imposibles, pero el toque impresionante era un
blazer blanco con solapas negras que se adaptaba a él como
si se lo hubieran hecho a medida.
Kai sonrió.
—Estás genial —repuso Luk.
—Me alegro de que os guste, porque vamos a ir los tres
iguales.
—¡¿Qué?! Me niego —protesté—. ¡Vamos a parecer Los
Panchos!
—¡Cabrón, no me hagas reír… que me tiran los puntos! —
dijo Luk.
—Joder… ¡¿A dónde coño vas a ir si no puedes ni reírte?!
Luk intentó ignorarme, pero miré a Kai preocupado.
—Relájate, Álvaro… —respondió a mi queja—. Y vístete.
Son iguales, pero los vuestros son totalmente negros. ¡Y son
de Gucci, mamonazo!, así que menos quejas…
No entendí por qué Kai se tomó tantas molestias con la
ropa; al final de la noche, me quedó cristalino… Porque no
dimos la nota, ¡dimos un puto concierto!
Todo el mundo se giró cuando entramos en el garito
elegido. Era el de uno de los tíos que el día de la
inauguración no fue muy simpático. Luk y yo cruzamos una
mirada cuando los de seguridad se alteraron al vernos, como
si fuéramos el jodido código rojo.
Toqué mi arma instintivamente asegurándome de que la
llevaba conmigo, y no dejé de hacerlo hasta que nos
sentamos en un reservado y una camarera vino a
preguntarnos qué queríamos beber.
El dueño del local no tardó en hacer acto de presencia.
—Kai Morgan… ¿Qué te trae por mi local?
—He venido a analizar la competencia, y a preguntarte si
has pensando en lo que hablamos el otro día…
—No te sigo…
—Estás usando una de las rutas de Tommy —le recordó
Kai.
—Tommy ya no está… —masculló el otro.
—Pero yo, sí. Y las voy a volver a usar. Te di una semana
para retirarte…
Luk y yo nos miramos alarmados, intentando mantener
cara de póker mientras gritábamos por dentro «¡Puto Kai!
¡¿Cómo que las iba a volver a usar?!».
Kai nos ignoró de lo lindo mientras encabronaba al dueño a
gusto.
—Ya sabes que no…
—Una pena. Quería asegurarme… Por no cometer
errores…
—El que está cometiendo un error eres tú, Kai… Disfruta
del resto de la noche…
«Porque será la última», podía haber añadido.
La amenaza velada me puso los pelos de punta. Solo le
faltó darle un beso en la mejilla al muy cabrón.
—El pollo está en el horno —musitó Kai cuando nos
quedamos solos.
Pero eso no era un pollo… ¡era un maldito pavo de Acción
de Gracias para doce!, por lo menos…
Me cagué en su alma de forma pausada y tuvo los huevos
de reírse. Estaba más loco de lo que pensaba. No estaba el
horno para cachondeo, la tensión se mascaba en el
ambiente sabiendo la que nos esperaba de vuelta al coche.
Recuerdo que una chica se me sentó encima, y en cuanto
se apoyó en mi pecho, subió una ceja extrañada al notar
algo duro. Le cogí la mano y se la besé separándola de mi
chaleco antibalas.
«Esta noche, no, cariño», susurré y la hice levantarse
rápido.
—¿Tienes claro el plan, Kai? —preguntó Lucas, tomando el
mando.
—Sí —respondió el aludido.
—¿Qué tienes que hacer?
—Intentar llegar al coche. Si no podemos, me tiro al suelo
y ruedo hasta parapetarme detrás de un coche.
—¿Y si llegamos?
—Me subo de copiloto y me agacho.
—Bien.
—Si no lo haces, no vas a salir vivo —lo amenazo—. Y lo
peor, puedes provocar que nos maten a nosotros por tener
que preocuparnos por ti. ¿Vas a hacernos caso?
—Sí, joder…
—Vale. Te estamos confiando la vida. No nos falles
haciéndote el héroe…
—Tranquilos, lo haré.
Pero era imposible estar tranquilo teniendo al lado a una
piñata humana que todo el mundo quería reventar…
Cuando llegó el momento de irnos, inicié una cuenta atrás
mentalmente. Un minuto… No nos darían más para
atacarnos.
Cincuenta y nueve…
Cincuenta y ocho…
Salimos del local con la fuerte tentación de echar a correr
surcando nuestras piernas por miedo a que nos dispararan
por la espalda. Traspasamos la puerta principal en el
segundo cuarenta y siete.
Una vez en el parking, Luk miraba atrás, yo hacia delante,
mientras nos acercábamos a nuestro coche.
Conseguí abrirlo en el segundo treinta y dos y vi que Kai
obedecía y se subía rápido de copiloto. Luk abrió la puerta
de atrás echando un último vistazo y cubriéndome mientras
yo ocupaba mi lugar frente al volante.
Veintisiete…
Todo parecía tranquilo, y me pareció un sonido horrible,
porque era justo el que se escuchaba un segundo antes de
que empezara el caos…
Cuando escuché el portazo y arranqué apretando el
acelerador al máximo, vi que Kai estaba agachado y tragué
saliva.
Veinticinco…
Al alejarnos del lugar no tardé en ver un coche por el
retrovisor. Era negro y no llevaba luces. Nos siguió a una
velocidad anormalmente lenta y lo supe.
—Ahí están… —murmuré.
Noté que Kai se tensaba.
—No te muevas, por favor… —le recordé mordiéndome los
labios.
Escuché cómo Luk recargaba su arma y miraba hacia
atrás.
Veinte…
—Deja que se peguen —me dijo Luk.
—Ya…
Y lo hicieron, sin llegar a adelantarnos. Cuando estaban a
punto de acelerar para freírnos a tiros, frené de golpe y me
bajé cabreado.
La sorpresa es la mayor ley de la ventaja que existe. Te
regala segundos preciosos de desconcierto.
Me acerqué a ellos vociferando un «¡¿Me estás
siguiendo?!» y me miraron estupefactos. Conté cuatro. Y no
les dejé ni contestar. Adelanté el brazo que llevaba
escondido y disparé al conductor. De ahí ya no salían vivos…
Me agaché con rapidez y me pegué a la puerta, mientras
escuchaba cómo Luk disparaba contra el copiloto.
La puerta de atrás se abrió y volé el cristal antes de
pegarme a ella y aprovechar para colar la mano y disparar.
Uno menos.
El cuarto abrió fuego saliendo por la otra puerta trasera,
obligando a Luk a resguardarse. Lo vi echar a correr hacia
nuestro coche mientras disparaba, con intención de llegar a
la ventanilla de Kai y pegarle un tiro.
Viví la secuencia a cámara lenta.
Me di cuenta de que si corría tras él no llegaría a tiempo
de tenerlo a tiro antes de que encañonase a Kai. Tenía que
jugármelo todo a un disparo hacia un blanco en movimiento.
O le daba o…
Pero el tío era más rápido de lo que pensaba y fallé.
Sentí que mi vida pasaba ante mis ojos. Mataría a Kai… y
aún le quedaría tiempo para encajarle otra bala a Luk.
Estaba cerca de él y en una posición privilegiada… Y yo no
podía hacer nada por impedirlo.
El aire dejó de llegarme a los pulmones. Pero aun así me
moví por inercia. Aunque no serviría de nada. Llegaría a su
lado y le volaría la cabeza, pero sería demasiado tarde, los
habría matado a los dos.
De repente, lo vi chocar contra algo con fuerza. ¡Acababa
de comerse la puerta de Luk! ¡La había abierto para
detenerlo! A pesar de todo, el tío no perdió el tiempo y
empuñó el arma hacia mi mejor amigo. Me paré en seco.
Apoyé el arma en mi brazo para aunar las mirillas con su
cabeza y… ¡boom!
Cuando lo vi caer, el alivio que me poseyó me hizo cerrar
los ojos.
Acababa de vivir el peor momento de mi vida.
Caminé hacia el cadáver y vi a Luk en la parte de atrás,
todavía estupefacto.
Nuestros ojos coincidieron, todavía sin aliento. No puedo
expresar lo que se siente al darte cuenta de que no podrías
vivir sin alguien. Me apoyé en la puerta para asumir que
estaba bien y recuperarme del susto.
No cabía un «gracias» ni nada parecido. Era nuestra razón
de ser: cuidar el uno del otro. Y si no llega a abrir esa
puerta…
No dejaba de pensar en ello. Se había arriesgado a morir
por… por darme la oportunidad de salvar a Kai. ¿Y si hubiera
fallado? No quería ni pensarlo…
Luk se preocupó por Kai tocándolo por el interior del coche.
Que no levantara la vista enseguida me daba una pista de
cómo se sentía. Lo aterrador que habría sido escuchar el
tiroteo sin ver nada, sin saber si esas balas las estábamos
recibiendo nosotros o ellos. Sin saber si en el momento más
inesperado él recibiría otra. Eso te deja el sistema nervioso
destrozado. Roto. Y cuesta volver.
—Eh… —susurró Luk—. Ya está… Se acabó. Estamos bien…
«Lo estamos, joder…», me convencí para activarme.
Teníamos que largarnos de allí cuanto antes.
Cerré la puerta de Luk (que no cerró bien) y caminé como
pude hasta el asiento del conductor. Una vez dentro, me di
cuenta de que todavía no había soltado el arma. La llevaba
casi incrustada en la mano.
La guardé en el salpicadero y miré a Kai.
Tenía las pupilas dilatadas por el miedo. Ya no se reía.
Podía ser muy duro, pero no tenía nuestra experiencia, y el
primer tiroteo real nunca se olvida… Te atropella y el miedo
te devora. No esperaba que reaccionara igual que dos
policías de élite acostumbrados a ello.
Le puse una mano en el cuello para que aprendiera una
gran verdad.
—La primera vez es la que más duele….
Kai bajó la cabeza intentando asimilar sus inesperadas
emociones y Luk le puso la mano en el hombro para
infundirle calor. La mía viajó por su trapecio para
encontrarse con la de Luk y nos miramos dando gracias al
puto ángel de la guarda que había mediado por nosotros.
En vez de apartarla, Luk me agarró de tal forma que lo
sentí más cerca que nunca. La muerte y el peligro solían
causar ese efecto en él. Sus prioridades se reordenaban,
quedando el pudor muy abajo.
Recuperé mi mano para arrancar el coche y volver a La
marca.
Al llegar, Kai comenzó a caminar hacia la puerta, serio y
callado. Lo seguimos a un metro de distancia hasta el
interior del club.
Había bastante ambiente y desvió su ruta para dirigirse a
la primera barra que encontró.
—Dame una botella de whisky —le ordenó a un camarero.
—¿De cuál?
—Del mejor que haya. Y tres vasos con hielo.
El camarero obedeció con rapidez.
Kai cogió la botella y nos hizo un gesto para que
cogiéramos los vasos. Me gustó sentirlo en la mano como
arma arrojadiza.
Lo seguimos hasta la denominada Zona Swinger sin hacer
preguntas y le imitamos cuando desapareció por una puerta
dorada.
Recordaba esa estancia. Era un salón privado muy
elegante, decorado en negro y dorado, con un sofá negro
enorme en forma de U.
Kai tomó asiento y empezó a abrir la botella.
Dejamos los vasos cerca y lo observamos.
—Lo siento mucho… —empezó cohibido.
Luk y yo nos miramos interrogantes. Me esperaba más un
«Gracias por salvarme, chicos», pero…
—¿Por qué? —me atreví a preguntar.
—Por obligaros a pasar por esto… y por quitar vidas por
mí.
—No empieces a rayarte —contestó Luk cansado—. Esos
tíos querían matarte. Iban armados y venían a por nosotros;
solo nos hemos defendido. Eran ellos o nosotros…
—Os habéis arriesgado mucho por mí…
—¿Y cómo pensabas que iba a ser? —pregunté extrañado.
—No sé… pero lo he pasado realmente mal por vosotros —
dijo dándole un gran trago a su vaso.
«No por él».
En ese momento me di cuenta de una obviedad: si nos
quedábamos a su lado, el que se lo pensaría dos veces antes
de meterse en problemas sería él, no sus enemigos. Porque
no es lo mismo que te rompan un vaso en la cabeza, que te
disparen a matar varias veces…
—No sé cómo daros las gracias… —barbotó Kai atribulado.
—¿Intentando ser más cauto? —respondí yo—. Hoy ha
salido bien, pero ha estado cerca… Eran cuatro, joder, y
nosotros solo dos. Ha sido muy arriesgado. Esta semana
multiplica la seguridad y ándate con ojo. No vayas a ninguna
parte tú solo, ¿me has oído?
—Sí… Te haré caso.
—Yo lo mantendré vigilado —apostilló Luk—. Estoy de baja
y duermo en su sofá. Seré como una garrapata…
—Que estés aquí me da seguridad —admitió Kai.
—¿Piensas que este te va a salvar de algo? —pregunté
divertido—. ¡Si está hecho un trapo…! Es como un puto
zombi… —bromeé, porque no me gustaba ver a Kai
asustado.
La sonrisa que le arranqué a Luk me inspiró, porque supo
que lo hacía por eso. No encuentro una palabra mejor para
describirla, porque me inspiró a dejar de ser esa sombra
amargada de mí mismo en la que me convertía cuando no
estaba con él. Lo necesitaba tanto que me abrumaba.
—Has sido el héroe de la noche, Mako… —se burló Luk—.
Tres de cuatro… no está nada mal…
Nos miramos sabiendo que era un mentiroso. Había sido
él, el de la cicatriz gigante y sin hogar, el que nos había
salvado a todos abriendo la puerta en el último momento
para darme unos segundos más, arriesgándose muchísimo y
confiando en mi puntería. Una puntería que dependía de mi
aterrado corazón, que fibriló pensando que iban a
dispararle…
—Qué cabrón… Si no llega a ser por ti… —susurré.
—Los dos habéis estado cojonudos… —manifestó Kai—. Y
por eso os merecéis un buen premio…
—¿He sido un buen dóberman? —bromeé.
Kai sonrió por primera vez desde el altercado…
—Exacto. Y te mereces una buena recompensa en carne…
Sacó su teléfono del bolsillo e hizo una llamada con una
mueca peligrosa en la boca.
—¿Jota…? Sí, ¿puedes venirte con dos amigas a la
habitación dorada…? No, no estoy solo, estoy con Luk y
Mak… Vale. Genial. Gracias, amor.
Luk y yo nos miramos pasmados. «¿Recompensa en
carne…? ¿Se refería a…?».
—Kai… ¿qué planeas? —pregunté cauteloso.
—Solo daros las gracias. Y… no sé vosotros, pero yo
necesito dejar de pensar y relajar toda la tensión de esta
noche…
¡Pues mi estrés acababa de subir considerablemente al
imaginar lo que sucedería aquí en tres minutos!
—Kai… ¿de qué va esto? —se quejó Luk. Pero en vez de
contestar, el susodicho se levantó y se dirigió hacia un
mueble para coger algo de un cajón. Y lo tiró sobre la mesita
de centro donde estaba la bebida.
Eran paquetes de condones que contestaban por sí
mismos a cualquier duda que nos pudiera quedar…
Tragué saliva y miré a Luk. «¡¿QUÉ HACEMOS?!», le
pregunté con la mirada.
—¿Qué estás haciendo, Kai? —cuestionó Luk, acorralado.
—Pensaba que te gustaría… después de lo que pasó ayer
con Xantal…
—¿Qué pasó ayer? —pregunté intrigado.
—¡NADA! —contestó Luk con brusquedad.
—Quien quiera puede irse a una habitación privada —
sugirió Kai—. Y el que se atreva, que se quede a mi fiesta
vikinga…
—¿Fiesta vikinga? —repetí divertido.
—Sí, mi abuela dice que tengo ascendencia vikinga y
puede que sea verdad porque sus costumbres van
totalmente conmigo…
—¿Qué costumbres?
—Eran guerreros. Sus mujeres eran poderosas y tenían los
mismos derechos que los hombres, practicaban la poligamia
y la homosexualidad no era tabú. Pero lo más importante,
celebraban sus victorias juntos… en grupo.
—¿Nos estás invitando a una orgía? —pregunté cómico.
Kai me miró de una forma especial.
—No. Os estoy pidiendo que seáis mis hermanos… por y
para siempre.
CAPÍTULO 20
LOS INTOCABLES
“La amistad te impide resbalar al abismo”
Bruce Springsteen
«La madre que lo parió… ¡¿Cómo se puede ser tan
manipulador?!», pensé observando la sonrisa sibilina de Kai.
Al parecer, ya se le había pasado el susto del tiroteo. Y
vaya susto… Todo fue muy rápido. Es cierto que contábamos
con el gatillo certero de Mako, pero podía haber salido muy
mal. ¡Un tío me había apuntado con un arma!, y un instante
después, se desplomaba delante de mí.
«La puta de oros…».
Kai tenía razón en una cosa, mi cuerpo seguía frenético y
desquiciado por dentro ante lo que habíamos vivido, aunque
no lo aparentara. Tardaría un rato en recuperarme.
De repente, la puerta de la sala dorada se abrió y Jota,
Naomi e Irina entraron con unos biquinis de lentejuelas…
Parpadeé. No. No estaba soñando. «Madre mía…». Yo
jamás me caería de ese banco si ellas fueran las tres patas…
Haría todos los malabarismos que hicieran falta.
Supe que a Kai le ponía Jota desde que me la presentó el
primer día. Noté algo en su voz y en su lenguaje corporal
que lo delató. Algo indomable. Además, era totalmente su
tipo, rubia y menuda. Naomi era opuesta. Una morena de
ojos verdes que cortaba el aliento. Borde, altiva y con una
templanza arrebatadora. Irina, sin embargo, era una bomba
de relojería. Una cachonda que solía entrar al trapo de las
bromas subidas de tono de Mak y parecía tener mucha
experiencia en terreno sexual. Lo suyo era como un
accidente anunciado…
El siniestro tuvo lugar en cuanto sus miradas se
encontraron.
—Buenas noches, caballeros… —ronroneó Jota, llevando la
voz cantante y contoneándose en dirección a Kai.
—No sabes cuánto ha mejorado ahora que te veo… —
respondió él adulador, esperando a que llegara a su lado
para tocarla. Dicho y hecho. Ella se arrimó y le plantó un
beso en el tatuaje de su cuello.
No vi más porque mi vista decidió perderse en el ombligo
de Naomi por un momento y tampoco me di cuenta de que
Mak se había levantado como un jodido halcón para seguir a
Irina hasta el minibar donde ella fue a ponerse una copa.
Todo sucedió incluso más rápido que en el tiroteo.
Kai se enganchó a la boca de Jota y Mak se pegó a la
espalda de Irina para acorralarla contra la encimera y
apretujar sus pechos como si fuera un animal hambriento.
¡A SACO!
Su gemido de sorpresa me la puso dura al momento. Solo
esperaba que mi polla no explotara, para mi cabeza ya era
tarde…
¿Íbamos a hacerlo de verdad? ¿No habían tenido
suficientes emociones por una noche?
En ese momento, Kai me miró confuso. Su chica había
empezado a desabrocharle el pantalón con una clara
intención, la de buscar algo contundente que llevarse a la
boca…
Los ojos de mi amigo viajaron hacia mi bragueta
descubriéndola muy abultada.
—Nao, ¿puedes ayudarlo con eso? —Señaló Kai jadeante.
—Todavía no he decidido si quiero participar en esto… —
solté.
—No importa, tu cuerpo lo ha decidido por ti… —dijo
poniendo los ojos en blanco cuando su miembro desapareció
en la boca de Jota.
Escuché un nuevo gemido procedente de Irina. Mak
acababa de hundir la mano en su entrepierna y ella se
retorcía de gusto.
No podía creer lo que veía. A Mak le daba igual todo. Lo vi
rasgar el envoltorio de un condón con los dientes y
ponérselo con una mano, mientras no dejaba de llevarla a la
locura con la otra.
No pude apartar la vista hasta que vi como hacía a un lado
su tanga y se clavaba en ella con fuerza.
Que en ese momento las manos de Nao se posaran en mis
hombros hizo que me recorriera un escalofrío de placer.
—¿Una noche dura? —preguntó sugerente a mi espalda.
—Un poco… —Exhalé notando que sus dedos bajaban por
mis pectorales y se recreaban palpando mis abdominales.
—Todo tú estás duro, por lo que veo… y muy tenso… —
añadió acertando a meter la mano por el camino que le
marcaban mis músculos oblicuos hasta mi polla.
Que alguien te toque después de un episodio de estrés es
como un regreso a la realidad y una satisfacción fulminante.
Necesitas mínimo un abrazo, pero esto era mejor.
Sentir que me mordía el cuello con vehemencia hizo que
mis objeciones terminaran de derrumbarse.
Yo no estaba para destrozar a nadie, como Mak pretendía
hacer con los bajos de Irina. Yo estaba en modo Kai:
«dejarme hacer» y disfrutarlo. Tenía poco que perdonarme a
mí mismo después de la avería que llevaba en la cara. Mak,
sin embargo…
Abrí los ojos y lo vi embistiendo salvajemente a su víctima,
que parecía disfrutar como una loca, todo sea dicho.
Naomi cruzó mi visual y mis manos fueron solas hacia su
suave cintura, pero me dejé empujar por ella hacia la zona
central del sofá en forma de U. Me obligó a sentarme con un
pequeño empujón, pero la agarré a tiempo para llevármela
conmigo.
«Tú no te escapas, pequeña…».
Lo único que quería desde que la había visto llegar era
comerme su ombligo. Y tal y como la tenía cogida entendió
que no tenía alternativa.
La alcé hacia mí como si fuera un trozo de sandía y me la
llevé a la boca sin permiso. Ella gimió. No tanto por mi
lengua en esa zona tan sensible, sino porque una de mis
manos la agarró directamente por la entrepierna. La que
tenía en su costado cargaba con ella de forma angelical,
pero muy pronto la diabólica le bajó el biquini con el pulgar y
acerqué su centro a mi boca.
«¡Joder, sí…!».
Había soñado con comerle el coño a esa chica para
sustituir ese rictus antipático por una mueca de lujuria. Qué
gustazo. Sabía mejor de lo que me imaginaba…
—Yo también quiero comerte… —me rogó exacerbada.
Y el tono desesperado de su voz me convenció al
momento.
Cuando la solté, tiró de mi camisa con un gesto violento
haciendo saltar todos los botones por los aires y posando su
boca sobre mi tableta de abdominales como si también
llevara tiempo deseando hacerlo.
«Sí, nena… Todo tuyos», pensé al notar sus dedos ansiosos
bordeando mi cintura. Unos que pronto encontrarían el arca
perdida.
En ese momento, noté movimiento y miré a Kai. Su chica
se estaba apoyando en el sofá a cuatro patas con el culo en
pompa hacia él. Iba con la camisa abierta y sin el pantalón.
Mentiría si dijera que no me impresionó ver su dureza
totalmente pegada a su abdomen, pero tampoco me importó
mucho.
Cuando alcanzó un condón de la mesita, me miró; más que
nada, porque había soltado una imprecación cuando Naomi
se tragó mi polla.
Lo vi coger otro condón y lanzármelo sabiendo que no
tenía ninguno. Lo cogí al vuelo de forma misteriosa,
demostrando que todavía seguía alerta.
En ese momento, Mak dejó de taladrar a Irina y ella se giró
para colocar los brazos alrededor de su cuello y asaltar sus
labios. Se besaron durante unos segundos de forma
apasionada, hasta que él la elevó en el aire por debajo de
sus rodillas, haciendo que le envolviera las caderas con sus
piernas.
Sin dejar de besarla la llevó contra una pared para volver a
meterse en ella mientras le devoraba el cuello.
«Madre de Dios…».
Kai se introdujo en la suya, agarrándola del culo, y yo abrí
el paquete con los dientes para unirme a la locura. A la
mierda…
Nao no tardó en montarme y empecé a vivir la escena más
surrealista de mi vida. Cada una con una chica, vale… ¡pero
juntos en la misma habitación!
«No sé por qué te escandalizas tanto», escuché la voz de
Mak en mi cabeza, «Esto no es nuevo, los romanos lo
practicaron durante más de cuatro siglos…».
Tragué saliva e intenté asimilar, por un lado, los sonidos
que escuchaba, tan jodidamente sensuales y embriagadores,
y por otro, la increíble sensación que me proporcionaba
sentir el sexo de Naomi engullendo el mío.
«¡Joder…!», resoplé fascinado, colocando las manos en su
cintura bamboleante. Ni siquiera nos habíamos besado…
«¿Qué cojones haces pensando en eso?», me reñí.
La chica era sublime. Tenía la actitud adecuada y un
cuerpo de escándalo, matices que la convertían en un
maldito diez. Pero era como si me faltara algo… Complicidad.
¿Me estaba volviendo loco?
«Dios…». ¡Sonaba como un marica!
Me amonesté a mí mismo al momento por usar esa
palabra. Se la había escuchado tantas veces a mi padre
cuando alguien mostraba una pizca de sensibilidad, que yo
ahora la usaba conmigo mismo por… por flojear en la mayor
representación de masculinidad que existe.
Antes era el puto amo del sexo… ¡El puto amo! Y ahora no
sentía lo mismo. O quizá sí…, pero parecía menos
comparado con…
De repente, Mak se movió, cargando con la chica, y se
acercó a donde estábamos nosotros. Me fijé en que estaba
descalzo y no llevaba pantalones. Dejó caer a su presa en el
sofá, de espaldas, y no tardó ni un segundo en cernirse
sobre ella, recibiéndolo con las piernas abiertas.
No vi nada en todo su esplendor. Y lo agradecí. No me dio
tiempo y tampoco quería; con ver cómo le subía una pierna
a su hombro y arremetía con fuerza para entrar más
profundamente en ella, tuve suficiente…
Estaba a punto de apartar la vista cuando sus ojos me
atraparon.
Mis jadeos se sincronizaron con los suyos y lo sentí. Esa
energía… Esa electricidad que vuelve un gesto banal en algo
especial.
Lo había echado tanto de menos que no quería ni
analizarlo. Me había salvado la vida… y yo a Kai. Pero él a mí
en el último segundo. Esperaba que se diera cuenta de lo
que significaba. Me tenía en sus manos.
Me miró como si oyera todo lo que estaba pensando y
arrugó la expresión. Una ola de placer inesperado fracturó su
rictus en mil pedazos y me arrastró a mí con él, sin dejar de
mirarnos.
No cabía una mentira más entre nosotros. No esa noche.
—¡Joder…! —Escuché a Kai terminar también y dejarse
caer en el sofá a continuación.
Fue una bonita forma de celebrar la vida.
Las chicas se asearon y se marcharon enseguida. Kai se
vistió con rapidez y nos sirvió más whisky a todos. Después
levantó la copa y dijo: «¿Mejor?».
Descansamos un rato y pasamos el resto de la noche
acompañando a Kai para supervisar el buen funcionamiento
del club. Eran las cinco cuando le dijimos a Mak que se
quedara a dormir.
—¿Para qué te vas a ir a casa y volver mañana temprano?
Tenemos que trabajar en lo de Santos si queremos trincarle
el domingo.
—No tengo ni pijama ni ropa de recambio.
—¡Si tú no usas pijama! —me burlé.
—¿Me estás invitando a dormir en tu sofá cama sin
pijama?
—En calzoncillos. Y si me tocas, te parto el cuello —
bromeé.
—Yo puedo dejarte ropa para mañana —añadió Kai—. Pero
en mi cama no eres bienvenido, lo siento… Te asesinaría en
plena noche por mi estrés postraumático carcelario.
A partir de ese día, Álvaro siempre llevaba una mochila con
ropa en su maletero, por lo que pudiera pasar.
—¿Todo bien? —me preguntó en medio de la oscuridad,
cuando ya pensaba que estaba dormido. Y no hacía falta que
especificara nada, sabía a lo que se refería. A la orgía vikinga
improvisada…
—Sí… Ha estado bien.
—¿Alguna vez no lo ha estado? —respondió sin afán de
esperar respuesta. Simplemente cambió de postura y me
olvidó. Fue como un «Te lo dije» disfrazado de dolor.
Me hubiera gustado explicarle que mi miedo seguía
estando en primera fila después de mantenernos la mirada
mientras nos corríamos a la vez. Que eran esos gestos
compartidos, y no la carne, los que saturaban mis
emociones.
Por increíble que parezca, dormimos hasta el mediodía,
cosa que hoy día soy incapaz de hacer por mucho que lo
intente. Álvaro y yo no dejamos de trabajar en el caso
incluso devorando la pizza que pedimos a domicilio para
almorzar. Me contó que había estado siguiendo a Santos y
que había investigado a sus hombres. Un tipo como él no
cometería errores como usar un teléfono pinchado para sus
tejemanejes. Las únicas grietas que podía haber se
formarían en su muralla… Y su mano derecha, un tal Mario,
tenía antecedentes por haberse comido alguno que otro de
sus marrones.
Fuimos a verle y lo acojonamos.
Le informamos de que Santos estaba en el punto de mira
de la poli y de mafiosos que querían matarlo (no era
mentira), y le aseguramos que tarde o temprano caería.
—Si no quieres caer con él, dinos lo que sepas…
—Yo no sé nada.
—Testifica y mañana mismo lo detendremos. ¡Podemos
protegerte!
—No, no pueden… —contestó serio—. Si cae, yo caeré con
él. Es mi destino…
Mak y yo nos miramos extrañados. Aquello no sonaba a
lealtad, más bien a resignación.
—No tienes por qué caer… —insistí.
—Ha amenazado a mi familia —confesó de pronto—. Llevo
años intentando alejarme de todo esto, pero no me dejan.
Una vez que te metes, es para siempre…
—Si nos ayudas, todo acabará.
El chico sonrió como si hubiese dicho algo gracioso.
—Sois muy jóvenes… No malgastéis el tiempo en intentar
socavar a gente de este calibre. Es imposible.
—No lo es. ¡Podemos pillarle! —juró Mak.
—Hay maderos implicados —atestó Mario—. Está muy
protegido…
—Lo sabemos.
Eso pareció sorprenderle.
—Si corroboras nuestra corazonada, tendrás inmunidad.
Podemos incluso detenerte con ellos para que vean que no
has tenido nada que ver. Luego pasarás a ser testigo
protegido.
—Ser testigo protegido en España es como un castigo. Esto
no es Estados Unidos donde te dan una nueva identidad, te
ponen una casita y te buscan un trabajo. Aquí llegas a
arrepentirte de haber cooperado porque luego te dejan
totalmente desprotegido…
—Como quieras —zanjé harto—. Pero el final se acerca. Tú
sabrás en qué bando quieres estar.
—No importa. Moriré de todos modos.
—Pero salvarás a otros. Y tu familia ya no tendrá de qué
preocuparse. Mientras sigas vivo, seguirán amenazados…
Mak me miró alucinado y me dio igual. Si tanto los quería,
era su responsabilidad sacarlos del punto de mira de esa
gente tan peligrosa. Yo lo haría. Yo lo hacía todos los días por
mi país. Estaba dispuesto a sacrificarme para que otros
sobrevivieran.
Al final cedió y le mostramos su declaración a nuestro
superior en el más estricto secreto. Nos daba miedo que un
posible topo diera el chivatazo de que nos había ayudado. El
inspector jefe se puso de nuestra parte y nos instó a guardar
silencio sobre la misión.
—Yo mismo conseguiré una orden del juzgado para llevar a
cabo la operación con abordaje en alta mar. Si no, les darán
el aviso para que tiren la droga antes de que lleguen a
puerto. Informaos de qué buque portacontenedores irá en su
dirección para poder acercarnos todo lo posible a ellos sin
ser vistos.
—Cojonudo… —contestó Mak satisfecho.
Se citó al equipo de asalto el domingo temprano en el
centro GEO para preparar la maniobra y ensayarla, pero el
sábado por la noche Kai nos necesitaba en activo de nuevo.
No sé como no reventamos ese fin de semana.
—No os lo pediría si no fuera muy importante —empezó
ansioso.
—¿Qué ocurre?
—La actriz Malena Salomón ha venido a una première en
Málaga y su mánager ha elegido la discoteca para celebrar
una fiesta privada en la zona VIP con algunos compañeros
del elenco de la película.
—¡¿Malena Salomón?! —exclamó Mak—. Hostias… Me
encanta esa tía.
—No me digas… —replicó Kai—. Me preocuparía si no te
gustara.
—Es una diosa —completé yo. Porque era cierto. Era la
protagonista guapa de todas las series de mi adolescencia.
Los Solano, Al salir del insti… Creo que no quedaba ningún
español hetero que no se hubiera hecho una paja pensando
en ella.
—Pues va a venir… y os necesito aquí para mantener el
orden. Nada puede salir mal y somos más vulnerables que
nunca después de lo de ayer… Quizá haya represalias.
—Tranquilo, todo irá bien —respondió Mak confiado.
Pero nada fue bien.
Para empezar, Kai estaba extrañamente nervioso. Nunca lo
había visto así. Me llevó un tiempo entender que, desde el
desengaño con Lola, las mujeres se habían convertido en su
talón de Aquiles.
Cuando nos encontramos con él en la sala me llamó la
atención lo mucho que se había arreglado. Nosotros íbamos
con nuestros uniformes de siempre: pantalón negro y camisa
negra con el logo del club, pero nos habíamos repeinado
bastante, lo admito.
—Joder, cabrones… —protestó Kai—. ¡Parecéis dos
modelos de Dolce & Gabanna, coño!
Lo miré sin entender sus celos. Él estaba impresionante,
con una camisa gris oscura y un chaleco negro encima en
honor al obligado postín. Pero el toque Kai es que llevaba la
camisa algo remangada y abierta, dejando entrever un par
de colgantes apoyados en su pecho. Era como un lobo con
piel de cordero.
—Tú te sales con ese chaleco —lo vacilé—. Seguro que cae
rendida a tus pies…
—Estad atentos a todo —me ignoró. Y sonreí ufano—. Le
diré que si en algún momento quiere abandonar a su grupo y
dar un paseo por el club, vosotros la cubriréis.
—Y, ¿por qué no la escoltas tú mismo y le enseñas tu
habitación dorada? —lo vaciló Mak con una sonrisa pícara.
—Porque estará más segura con vosotros… —contestó
serio.
—¿Más segura de ti, quieres decir? —añadí jocoso, y Mak
se rio.
Kai nos miró imaginando que nos hacía una corbata
colombiana y se fue sin decir nada. Explotamos de risa.
Cuando llegó la estrella, la saludó con su acostumbrado
tono de «Me estoy muriendo» y sonreí. Ella dijo estar
encantada y alabó el local.
Mak y yo estábamos a ambos lados de Kai, un paso por
detrás, con la vista fija al frente.
—Si necesitas cualquier cosa o alguien te molesta, mis
chicos están a tu disposición… —expuso con una dulzura
impropia de él que me hizo poner los ojos en blanco.
Lo malo es que ella me pilló de lleno y leyó perfectamente
un: «Por el amor de Dios, Kai… ¡disimula un poco!». Y al
clavarme una mirada más profunda que la fosa de las
Marianas, me corregí sobresaltado y sonrió coqueta.
—De acuerdo, gracias… Sois muy amables. Quizá luego
me apetezca visitar la Zona Swinger…
—Cuando quieras… —contestó Kai a duras penas. Se le
notaba un huevo que miles de flashes porno estaban
cortocircuitando su cerebro.
Ella volvió a posar sus ojos en mí y aparté la vista para que
no descubriera en los míos lo que le haría mi jefe en esa
supuesta visita… o cualquiera de nosotros. O los tres a la
vez…
«Dios… ¡borra eso!».
Nos fuimos de su lado y escuché a Mak murmurar:
—Madre mía, madre mía, madre mía…
—¿Qué? —preguntó Kai, intrigado.
No cabía duda de que, en ese momento, Mak era el más
experto en mujeres de los tres. Punto uno, tenía hermanas;
punto dos, Kai había estado años encerrado. Y punto tres…
yo… yo estaba atrofiado, joder. Aunque Malena… Dios… ¡Eso
sería otro nivel!
La estrategia de Kai para conquistarla no fue una novedad
para mí. Hizo lo mismo que solía hacer en la universidad
cuando le gustaba una chica: quedarse apartado donde
pudiera verla bien y, sobre todo, donde ella pudiera verle a
él.
Fue un campeón. Apenas la miró. Se dedicó a hablar con
otras personas y a atender problemas del local y demás. Eso
sí, de vez en cuando, le echaba una de esas miradas que las
dejan embarazadas.
Además, el cabrón ignoraba nuestras bromas que daba
gusto…
Me había percatado de que Malena controlaba a alguien en
nuestra dirección. ¿Será posible…?
—La pantera tiene hambre —masculló Mak en mi oído con
una sonrisa.
—¿Ha pasado de ser una nutria a una pantera? Menuda
metamorfosis…
Le dio tal ataque de risa que me hizo sonreír a mí.
—Deja a mi nutria tranquila. ¡Me refiero a Malena! Mira
mucho hacia aquí.
—Ya me he dado cuenta. Y seguro que tienes una teoría,
¿no?
—Por supuesto. —Se preparó—. Su fama la obliga a dejarse
ver con tíos famosos por puro postureo, pero le aburren
soberanamente. Y aprovecha cualquier oportunidad para
disfrutar de aventuras fortuitas con hombres de verdad que
lo único que quieren es ponerla mirando a Cuenca…
Solté una risotada y negué con la cabeza.
—Ríete… pero ya verás. En algún momento de la noche
buscará un hueco para ponernos el caramelo en la boca.
Lo miré divertido. Pero… ¿podía tener razón? No… ¡Esa
chica tenía el mundo en su mano! Podía tener a quien
quisiera, hacer lo que quisiera…
«Entonces, ¿por qué ha venido aquí?».
Porque necesitaba discreción. Y el club de Kai prometía a la
clientela VIP gozar secretamente de todas sus…
perversiones.
—¿Por qué hablas en plural?
—Nos tiene fichados. Y ojalá sea yo el elegido. Por favor,
Señor, que sea yo…
Sonreí de nuevo.
—Si por algún extraño conjuro cósmico le interesa alguno
de nosotros, será Kai… Tiene un puto imán para las tías…
Frené en seco mi diatriba y me dio un vuelco el corazón.
¡Había estado a punto de decir algo tipo «Si lo hubieras visto
en la universidad…»! No lo dije porque Dios no quiso y me
froté la cara desconcertado.
—No pierdas la fe, igual es una fanática de Halloween y le
molan los muertos vivientes… —bromeó.
—Muy gracioso. —Hice una mueca.
—Tranquilo, sigues siendo un querubín de ojos azules. Un
poco magullado pero con un estilo único para marcar
músculo a través de una camisa…
—Pues hoy no he hecho deporte y lo he echado en falta.
—Guarda fuerzas para mañana… Las necesitarás.
Y qué razón tenía. Cuando digo que Mak no daba puntada
sin hilo cuando hablaba en serio, es porque es cierto.
Nos fuimos a la cama a las cuatro de la mañana, ni un
minuto antes de que Malena se fuera del club con su séquito,
dejando a un Kai triste y perturbado. Estaba a punto de tirar
por tierra las premoniciones de Álvaro cuando dijo:
—Lo siento, tío. Una pena que no haya querido ese paseo
privado.
—Sois unos flipados —contesté por él—. ¡Es Malena
Salomón! ¡Su último novio fue un actor de Marvel! ¿Qué
coño iba a querer…?
—No lo entiendo… —continuó Mak pensativo—. Casi podía
oír cómo le palpitaba el clítoris desde lejos.
Kai y yo nos reímos, y lo escuché murmurar un «Desde
luego…».
—¡Estáis chalados! —exclamé incrédulo—. No sé cómo
podéis pensarlo siquiera… ¡Es la tía más sexi del universo!
—Pues la tía más sexi del universo me ha dejado esto en la
mano cuando nos hemos despedido. —Nos enseñó Kai.
Parecía una tarjeta con algo anotado.
—¡¡¿QUÉ?!! ¡¿QUÉ PONE?! —gritó Mak.
—Que volverá mañana por la noche. Ella sola…
—¡¿CÓMO?! —chillamos a la vez con los ojos muy abiertos.
Y ahí fue Kai quien se rio de nosotros. La primera de
muchas veces.
CAPÍTULO 21
NAVY
“No busques al amigo para matar las horas, sino
búscale con horas para vivir”
Khalil Gibran
«La vida es injusta…», pensé corroído por la envidia.
«Nosotros en una misión peligrosa y Kai metiéndosela a
Malena Salomón… Algo estoy haciendo mal».
—¿Estáis listos? —preguntó mi superior cuando nos
acercamos a la embarcación para el abordaje—. Hacedlo
como hemos practicado. Son seis hombres; nosotros, ocho.
No quiero fallos.
Su voz se escuchó atenuada por el viento. En tierra parecía
un día apacible, pero lejos de la costa soplaban rachas
fuertes levantando un molesto oleaje que dificultaba la
misión.
Además de toda la equipación reglamentaria, que incluía
casco y un chaleco salvavidas que se hinchaba
automáticamente al contacto con el agua, íbamos armados
con fusiles de asalto.
—Lo más probable es que abran fuego —nos advirtió—. No
olvidéis que nuestra existencia les separa de la libertad y no
dudarán en liquidarnos… Estad preparados para todo.
Inspiré hondo para tranquilizarme, pero cuando nos vieron,
el nerviosismo se apoderó de los tripulantes del velero y de
mí. No sabían qué hacer y tomaron la decisión de separarse.
Algunos huyeron en una zodiac y otros se quedaron en el
barco.
No podíamos detenerlos a todos. Teníamos que elegir. Y
decidimos hacer lo mismo: dividirnos.
La mitad abordamos el barco y los otros cuatro
persiguieron a los fugitivos de la lancha neumática. Nos
enfrentábamos a dos tíos escondidos en un escenario lleno
de escotillas para disparar y miré a Luk preocupado.
—Ten cuidado… —le rogué.
—Tenlo tú por mí —contestó sin mirarme, sabiendo que
cubrirle era mi única misión. Debía ser más rápido que
nunca.
Escuché la frase con el rifle en alto, alerta a cualquier
movimiento. Luk sujetaba un escudo antibalas transparente
que nos cubría a los dos. Bueno, a mí en parte, porque
necesitaba asomar la mirilla del arma por uno de los lados.
El tiempo empeoraba por momentos incidiendo en nuestra
estabilidad.
—¡Salgan con las manos en alto! —gritó uno de mis
compañeros.
Y asombrosamente, apareció un tío que levantó las manos
más tarde de lo que me hubiera gustado.
Estuve a punto de apretar el gatillo, pero me di cuenta de
que iba desarmado. Empecé a sudar porque aquello olía a
trampa. Me ardía el dedo por apretar el gatillo. Necesitaba
acabar con esa amenaza más que respirar.
—No disparen, por favor… —suplicó de pronto.
Era un hombre español de unos cuarenta años de edad con
la piel maltratada por horas y horas de mar.
—¿Dónde está el otro? —pregunté.
—Está enfermo en la cama… No sé qué buscan, pero no
hemos hecho nada malo…
—Y, ¿por qué tus amigos huyen?
—Se han asustado. Hay alguno sin papeles y claro…
Tuve un mal presentimiento. Tanto si era cierto como si no,
aquello iba a acabar mal. El barco se movía cada vez más.
Apenas podíamos mantener el equilibrio y mi cabeza buscó
posibles salidas. Sentía que estábamos en peligro.
—Dígale a su amigo que salga… —le ordenó un
compañero.
—¡Germán! —lo llamó a voz en grito con las manos aún en
alto.
No debíamos romper la posición, pero el oleaje nos obligó
a hacerlo para no caernos. Luk se agarró instintivamente a
un hilo metálico y yo me agarré a él haciendo fuerza con las
piernas.
En ese momento se escuchó un disparo a lo lejos y todo se
precipitó.
Luk se lanzó contra el tío, pensando que su amigo no
dispararía cerca de él. Y yo fui detrás, como buena sombra.
Caímos todos al suelo, pero me puse de pie de un salto para
que Lucas tuviera capacidad de movimiento.
En el momento en que me vi desprotegido, rodé por
encima de la cubierta hasta el mástil de la vela mayor y
esperé agazapado. El hombre que se asomó por la escotilla
de proa con un arma no me vio, sino que disparó a los dos
agentes que estaban en la zona del timón. No me giré a
mirar si los había abatido, solo cogí mi arma y disparé para
disuadirlo.
La escotilla se lo tragó hacia el interior. No sabía si le había
dado, pero no conocía el barco y tampoco sabía por qué
nuevo lugar podía sorprenderme, así que me arriesgué a
moverme porque él sí conocía mi posición.
Avancé, pero tuve que sujetarme a un cable de acero por
culpa del oleaje y giré la cabeza al escuchar disparos
procedentes de donde había dejado a Luk.
En ese instante, una escotilla que tenía al lado estalló y
sentí un dolor terrible poseyendo mi cuerpo y doblegándolo.
Me habían disparado.
Perdí mi centro de gravedad y segundos después sentí frío.
Mucho frío. No podía respirar…
Acababa de caer al agua.
Yo acababa de ponerme de pie cuando escuché el disparo
y vi caer a Mak a un mar embravecido y mortal.
Inicialmente me bloqueé. La bilis me subió por la garganta
al entender que habían disparado a Álvaro y me temí lo peor.
«¡¿Dónde le ha dado?!», me pregunté aterrado. Después
me hice cargo de que había caído al mar. ¿Y si había perdido
el conocimiento? ¿Y si se ahogaba?
Reaccioné como un resorte. Me giré hacia mis compañeros
y vi que uno estaba herido.
—¡Entra ahí y acaba con ese tío! —le ordené al que parecía
estar bien. Y sin perder un segundo más, solté el arma y me
lancé al mar por la popa del barco.
Sabía que Mak habría quedado atrás porque el velero
seguía avanzando lentamente. El chaleco me impedía nadar
y me lo quité. Empecé a nadar rápido, sin encontrarlo y me
entró el pánico. Era de noche y acababa de dejar atrás la
baliza con la que podrían encontrarme a mí. Mi única
esperanza era encontrar a Mak, pero el oleaje no me daba
una perspectiva recta del horizonte. Nadaba entre montañas
líquidas.
«Dios santo…». En ese momento pensé en algo que me
dio más miedo que perderme. «¿Y si lo encuentro muerto?».
Mak tenía que estar flotando porque su chaleco se habría
abierto igual que el mío al tocar el agua.
Seguí buscándolo y gritando su nombre sin éxito. ¡No
podía andar lejos! No quería pensar que estaba solo en
medio del mar, en algo parecido a una jodida tormenta.
Un segundo antes de que la desesperación me hundiera
por completo vi algo negro entre las olas. Solo fue un
segundo y volví a perderlo de vista.
—¡¡ÁLVARO!! —grité hasta desgañitarme. Y nadé con
fuerza en esa dirección. Como si nuestro destino fuera más
fuerte que el mar.
Cuando le agarré del chaleco sentí un gran alivio. Estaba
vivo y consciente, pero desorientado.
—¡¿Dónde te ha dado?!
—No lo sé… Estoy muy mareado…
—¡Joder…! ¡Puta mierda! ¡Aguanta, por favor…! ¡Tienes
que aguantar! —exclamé sujetándolo del chaleco como si
por decirlo más alto fuera a cumplirse.
No sabía qué hacer. Era imposible comprobar dónde lo
habían herido y ayudarlo.
«¡Debería taponarle la hemorragia!».
«¡En el agua se desangrará rápido!».
«¿Y si son sus últimos segundos de vida?».
Miles de pensamientos me atropellaban mientras mi
corazón latía enfurecido. Tenía tantas ganas de llorar que no
podía hacerlo. Ni siquiera podía respirar.
—Lucas… —farfulló Mak como si hubiera pensado lo
mismo.
—Qué…
—Si no salgo de esta…
—No digas eso… ¡Ni se te ocurra decir eso! —dije casi
enfadado—. Enseguida vendrán a por nosotros y te vas a
poner bien…
—Pero si no…
—No gastes fuerzas hablando —le rogué—. Ya sé todo lo
que me vas a decir. Que le diga a tu familia que los quieres,
que cuide de Kai y que me cargue al tío que te ha hecho
esto. ¿Me dejo algo?
—Sí… —susurró con dolor—. Iba a decirte que te quiero… y
que te espero… ahí arriba… Te esperaré siempre…
Una bola de un dolor inabarcable ardió dentro de mí. Lo
miré como si fuera la última vez que fuera a verlo con vida y
sentí que me moría yo también. Es una angustia que no le
deseo a nadie. No existe mayor pesar que el de despedirse
de alguien a quien amas pensando que nunca volverás a
verlo.
—No me dejes solo… —supliqué en un murmullo—. No me
esperes. Quédate aquí. Por mí… Si tanto me quieres,
quédate conmigo, por favor… —sollocé juntando mi frente
con la suya—. Por favor, por favor, por favor… —supliqué—.
No me hagas esto.
—No siento nada, Lucas… —dijo afligido—. Solo frío y
sueño… Y ya sabes lo que significa eso…
Estaba empapado, pero pude sentir dos lágrimas calientes
surcando mis mejillas. Yo nunca lloraba. Jamás. No recordaba
la última vez que lo había hecho de adulto.
—Yo también te quiero… —confesé en un sollozo—. Te
quiero tanto que me asusta… Siento haberme alejado estos
meses, pero tenía miedo de no poder querer a nadie tanto
como a ti… Te quiero a niveles que no superaré si te mueres,
así que eso no es una puta opción, ¿te queda claro?
—Vale… —cedió cansado—. Pues no me muero, tranquilo…
Ni siquiera tendrías que estar aquí, joder…
Lo decía porque, en teoría, estaba de baja. Pero pedí el
alta voluntaria cuando surgió la operación porque no me
fiaba de que otro protegiera a Álvaro. Ni hablar… Habrían
dejado que la oscuridad del océano se lo tragara. Y era mío.
En ese momento recordé que había una bengala en uno de
los bolsillos del chaleco salvavidas. Busqué la de Mak con
rapidez y la encontré.
La encendí dándole un golpe seco contra mi hombro y
aquello empezó a echar chispas y humo rojo de forma
exagerada. Viré esquivando la dirección del viento para que
no nos molestara.
Álvaro cerró los ojos y el miedo apretó mi garganta.
—¡No te duermas…! —le espeté—. Aguanta, joder… Por
favor…
Quince minutos después, escuchamos llegar un
helicóptero.
Se llevaron a Mak y a los demás agentes heridos. El resto
volvimos a tierra en la lancha y a bordo del velero
confiscado.
Parecía un final. Pero la noche no había hecho más que
empezar.
No perdí el conocimiento en ningún momento. Y casi fue
peor. Una puta agonía eterna. Porque cada segundo que
pasaba pensaba que era el último. Viví un purgatorio en la
Tierra, esperando la decisión de un ser superior. Lo único que
me ayudaba a no rendirme era recordar las palabras de Luk.
«No me hagas esto…».
Y no quería hacérselo. Porque si fuera al revés, yo no
podría soportarlo. Lo que sentía por él trascendía una
amistad normal; nunca había conocido a nadie igual… ¿A un
tío que se lanza al agua en medio de una tormenta cuando
podría perfectamente estar muerto? Ni de coña… Y sentir
que eres la prioridad de alguien es un sensación única en el
mundo.
Ese hijo de puta me disparó desde muy poca distancia. La
bala chocó contra el chaleco antibalas y aún así me reventó.
El grado de dolor me hizo bordear el desmayo
peligrosamente, pensaba que lo había atravesado y que me
moría. No sería la primera vez.
No sentía nada porque el agua estaba muy fría y toda la
sangre se apelotonó alrededor de la contusión. Juraría que
tenía una costilla rota, pero me equivocaba. Estaba bien…
Lo estuve hasta que me dijeron que todo aquello no había
servido de nada.
—¿Cómo…? ¿No han encontrado la droga?
Mi contacto en el GRECO se relamió los labios ante mi
mirada incrédula.
—Claro que sí, había casi mil kilos en el casco…
—¡¿Entonces…?!
—Al parecer hay una denuncia interpuesta por robo de ese
barco… con fecha de ayer.
—¡¿QUÉ?! ¡Eso es imposible!
—Y eso exculpa a Santos por completo, aunque el barco
sea suyo.
—¡¡MALDITA SEA!! —grité perdiendo los papeles.
El odio me cegó por completo. Fue el principio de mi
legendaria aprensión al sistema. ¿Tan corrupto estaba que
podían trucar esos papeles? ¿Qué cojones era aquello…?
«Está muy protegido», recordé que nos dijo uno de sus
hombres. ¡Pero no pensaba que tanto! Era imposible…
Imposible hacer justicia cuando a la policía le interesaba
ignorar mis corazonadas. Y cuando las demostraba se
cubrían los unos a los otros. ¡Era de locos…!
Me dio un ataque de ira o eso creo, porque tuve una
laguna enorme y rompí algunas cosas. ¡Habían estado a
punto de matarme! Y todo para nada… Fue como si de
pronto mi vida no tuviera ningún sentido. Mi trabajo. Mi
papel en el mundo. Mis principios… Todo… todo cayó a
plomo hasta el fondo de ese océano tan cabreado como yo.
—Álvaro… —me llamó una voz familiar mientras mi vista
seguía perdida en el recuerdo del agua más negra que había
visto en mi vida.
Fijé la vista en el sonido con la respiración acelerada y
unos ojos azul caribe acunaron mi desolación.
—¿Estás bien? —preguntó Lucas con un nudo en la
garganta.
Yo tenía otro. Y muchas ganas de llorar. Por todo. Por cómo
estaba el mundo y por su miedo a que lo dejara solo en él.
Así que solo pude asentir con la cabeza y rezar para que me
tocara. Necesitaba que lo hiciera. Que me abrazara y me
dijera que no todo estaba perdido, que aún quedaba algo por
lo que luchar.
—Joder… no gano para sustos últimamente —dijo Luk
cogiéndome la cara—. ¿Seguro que estás bien?
—No ha servido de nada —musité con rabia agradeciendo
su toque—. Han escapado, Luk…
—Me importa una puta mierda —contestó Luk serio. Y lo
miré sorprendido—. Lo único que me importa es que tú estás
bien. ¿Sabes lo que he sentido? Pensaba que te morías,
joder.
Me presionó los hombros con rabia y me abrazó con
fuerza.
Cerré los ojos dejando atrás mi enfado y disfrutando de su
calor. De su violencia. De sentir lo mucho que me
necesitaba. Y por sentir un dolor inhumano.
—Yo también lo creía… —dije apartándole y tocándome el
vendaje que llevaba.
Él bajó la vista viéndolo por primera vez.
—¡Me han dicho que no tenías nada! —exclamó con
culpabilidad.
—Solo es un desgarro abdominal…
—Pues necesitas descanso absoluto —dijo en modo madre.
O sea, exagerando.
—No podemos descansar —le recordé—. Kai corre más
peligro que nunca… Esto se ha convertido en algo personal.
Santos cree que está muy seguro en el bando de la
legalidad, pero conseguiré hacer justicia de un modo u otro…
Luk me miró como si no estuviera de acuerdo en eso. Y lo
entendía. Él era un soldado recto y obediente a la ley. Pero
yo ya me había cansado de que el sistema se riera de mí. Me
bloquearon cuando señalé a Sara con el dedo, y seguían
haciéndolo al intervenir la droga de Santos. Solo tenía que
esperar a que viniera a por nosotros para cargar contra él
con todo el peso de mi papel como guardaespaldas de Kai.
Ese tío tenía las horas contadas…
—Hay que ir a la Marca —dije soltando un gemido al andar.
—¿Estás loco? ¡Ahora tienes que descansar!
—Estoy bien…
—Álvaro, joder…
—Doctor, ¿puedo irme? —le pregunté al susodicho,
ignorando a Luk.
—Sí, con descanso y Nolotil, se le pasará…
—Ya lo has oído. Vámonos…
Lucas me siguió respetando mi paso, algo más lento de lo
habitual en mí. Estaba bien, pero no genial. Digamos que
hoy no podía follar, solo hacer el amor…
Era tarde cuando llegamos al club. Kai nos abrió la puerta
para acceder al apartamento pensando que el encuentro con
Malena ya habría finalizado y nos sorprendió encontrárnoslos
hablando en el sofá. Vestidos…
«¿La Tierra había dejado de ser redonda?».
Mis ojos se abrieron como platos.
—¡Chicos! —nos saludó Kai contento—. ¡Cuánto habéis
tardado! Pensaba que iba a ser algo rápido… —Su voz
denotaba que había bebido bastante.
—Sí… Tan rápido, que casi me matan… —divulgué.
Sus caras cambiaron al momento y quise contárselo todo.
Cuando no había dicho ni tres frases, Lucas llamó mi
atención.
—Mak… No puedes dar tantos detalles. Es alto secreto…
—Mi polla sí que es alto secreto.
—¡Por Dios…! —gritó Malena—. ¡Ahora no podéis dejarme
así! ¿Qué es alto secreto?
—Está feo dejar a medias a una chica tan guapa, Luk… —
Sonreí sugerente—. Es más, voy a enseñarte dónde me ha
dado la bala —dije quitándome la camiseta y mostrando mi
vendaje.
—¿Te han disparado? —preguntó Kai preocupado.
—Sí… A un puto metro de distancia —aclaré chulito—. Casi
me desmayo del dolor. Estábamos en un barco y he caído al
agua. Luk se ha lanzado a salvarme…
Los ojos de Malena no podían estar más abiertos y los de
Lucas más cerrados, mientas negaba con la cabeza. Ya era
nuestra.
—¡¿QUÉ DICES?! —chilló ella poniéndose de rodillas en el
sofá y girándose hacia mí. Menudo espectáculo de mujer…
Por un momento perdí la vista en su pronunciado y abierto
escote que dejaba entrever que no llevaba sujetador debajo
de un vestido de raso negro con tirantes finos y encaje.
Parecía un jodido salto de cama…
—Ya te he dicho que eran geos… —empezó Kai algo
borrachuzo y vi que Luk ponía mala cara.
Esperaba una reprimenda por su parte en tres, dos, uno…
—Kai… ¿Por qué se lo has dicho? ¡Es una celebridad…! Si
abre la boca, lo sabrán cien mil personas en menos de una
hora…
—Aquí dentro no soy una celebridad —le corrigió ella ebria
—. ¿A que no, Kai?
—No. Aquí solo es Mal.
—Pues «Mal» no está precisamente… —repliqué sin poder
evitarlo.
Kai soltó una risita por la cara que puso ella.
—Lo siento —me disculpé vergonzoso—. Casi muero hoy y
tengo el filtro en los pies…
—No le creas —le advirtió Luk divertido—. Nunca tiene
filtro.
—¿Es cierto que saltaste al mar a por él? —preguntó ella
fascinada.
En ese momento, Kai y yo nos miramos y tuvimos una
pequeña conversación silenciosa.
«¿De verdad estás bien?».
«Lo suficiente como para celebrar la vida entre sus
piernas…».
«Bien, porque ha querido esperaros…», miró a Malena y
levantó las cejas una vez con expresión lasciva.
«¿Qué pasa? ¿No tenía suficiente contigo?», le piqué
disimulando una sonrisa en mis labios.
«Es mucha mujer para un solo hombre».
«Ni que lo digas…».
—Sí, he saltado… —le contestó Luk—, y me ha costado una
eternidad encontrarlo. No se veía nada. Había marejada y
parecía imposible. Ha sido horrible…
—Madre mía… —ronroneó ella impresionada.
O había tragado mucha agua de mar o sonaba cachonda…
La escuchaba hablar, pero era incapaz de mirarla a la cara
desde mi posición superior. ¿Esa chica era consciente de lo
sexi que era? No sé cómo no caí de cabeza en la profundidad
de su escote desde mi perspectiva. Eso sí, la boca se me
llenó de líquido sin poder evitarlo.
—Luk es lo más cercano a un héroe de Marvel que
conocerás nunca —enunció Kai levantándose del sofá—.
Sentaos, por favor, os pondré unas copas… Os las merecéis.
En ese momento, terminé de quitarme la venda para
mostrar el enorme moratón que me había dejado el impacto
de la bala.
—¡Dios santo…! —exclamó Malena alarmada y se tapó la
boca.
«Oh, sí… Necesito cuidados».
Me senté a su lado haciéndome el interesante y vi que el
miedo a lo que podía haber sido atravesaba la expresión de
Luk.
—Estoy bien… —le aclaré a él. Su respuesta fue
presionarse el puente de la nariz y a continuación pasarse
las manos por el pelo.
No parecía darse cuenta de la situación en la que
estábamos.
Parecía no entender que el día todavía podía mejorar… Y
mucho. Pero su actitud era indispensable. Luk irradiaba un
aire inaccesible muy tentador. Casi despistado. Yo sabía
fingir esa indiferencia, pero lo suyo era natural. Y todo lo
auténtico es mil veces mejor que lo prefabricado.
—¿Por qué te quitas la venda? —me riñó como si fuera mi
padre.
—Porque me molesta. Déjame tranquilo, ¡necesito
relajarme! He vuelto a nacer, tío…
—Otra vez…
—Otra vez… —le mantuve la mirada para mandarle un
mensaje.
«¿Y acaso no recuerdas lo que sucedió la última vez que
estuvimos a punto de morir por aquel coche bomba?».
Vi cruzar por sus ojos el recuerdo de lo que compartimos
esa noche con Alba y acto seguido miré a Malena, dándole a
entender que lo teníamos fácil para volver a experimentarlo.
Él arrugó el ceño al considerarlo, como si no se le hubiera
pasado por la cabeza. «Bendita criatura…».
Levanté una ceja para que respondiera a la pregunta tácita
de qué haría si ella se mostraba dispuesta a cooperar y
esperé.
Lo vi clavar la vista en mi torso violáceo por un momento,
y la determinación que se amotinó en su mirada después
hizo que se me pusiera aún más dura al imaginar lo que
sería tenerla para los dos.
—Aquí tenéis, chicos… —dijo Kai interrumpiendo mis
fantasías, ofreciéndonos las bebidas.
Vale. Los tres… Aunque… dicen que tres son multitud, ¿no?
—Contadme más, ¡os juro que no diré nada! —suplicó ella
ansiosa.
—¿Y cómo podemos estar seguros de eso? —pregunté con
alevosía.
Vi a Kai presionar los labios en una fina línea para no dejar
escapar una sonrisa ante mi maniobra. Habíamos salido las
suficientes veces juntos como para no captar mi tono de
caza inminente…
—Podéis confiar en mí —replicó ella solemne.
—Pero sabrás nuestros secretos… —expuse sugerente—.
¿No crees que a cambio deberíamos saber alguno tuyo?
—¿Qué quieres saber?
—Solo qué hace una chica como tú aquí un domingo a las
doce de la noche…
Ella meditó su respuesta.
—Divertirme.
—Kai no es tan divertido…
El aludido sonrió socarrón.
—Me gusta conocer a gente de un ámbito diferente al mío.
Ya sabes, salir de mi zona de confort…
—¿Por qué?
—Para poder ser otra persona por un momento.
—No imaginaba que Malena Salomón quisiera ser otra
persona.
—Creo que todos queremos serlo alguna vez… —zanjó ella.
—Salir de tu zona de confort conlleva sus riesgos —
intervino de pronto Luk sorprendiéndonos a todos. Y por
cómo lo dijo, sabía que se refería a volver a ser ese hombre
al que tanto temía. Uno que me había prometido ser en
honor a la vida si se daba la circunstancia con Malena.
—¿Qué riesgos? —preguntó ella confusa.
—No sé… Podrías arrepentirte, por ejemplo… de compartir
una habitación con tres tíos que te doblan el tamaño con un
vestido tan fino y maleable como el que llevas…
—No me preocupa. No tenéis pinta de violadores.
—Ah, ¿no? —repliqué con guasa—. Cariño, la tengo dura
desde que he entrado por la puerta —admití dándole un
trago a mi copa.
Kai se rio ante mi sinceridad infantiloide, pero Luk no.
—¿Sueles confiar en desconocidos? —preguntó acusador—.
¿Sabes cómo está el mundo? ¿Sabes quién eres?
La dureza en su voz casi reflejó enfadado. Se sentó a
regañadientes, dejando la copa que le había dado Kai sobre
la mesa y resopló cansado. No le culpaba, había sido una
noche muy larga y complicada.
—No sé si soy buena o mala actriz, pero si algo se me da
bien es juzgar a las personas. Y nada más veros supe que
erais especiales…
—¿Por qué? —rebatió Luk.
—No sé explicarlo, es como si tuvierais un halo generando
protección y justicia a vuestro alrededor, y ahora me entero
de que sois lo mejor de la policía… Además, llevo tres horas
hablando con Kai y te aseguro que los tres minutos de
empujones y jadeos iniciales son lo menos interesante que
nos hemos dicho.
—¡¿Tres minutos?! —me mofé—. ¡Kai, joder…! ¡¿En serio?!
—¡Soy un expresidiario! —se defendió él, cómico—. ¡Y es
Malena Salomón, hostia…!
—Vale. Lo compro. Pero espero que te hayas asegurado de
llevarla al orgasmo, si no es para darte una hostia…
—Tranquilo… —Sonrió ella—, sentir que mi conversación le
interesaba más que mis tetas ha sido mucho mejor que eso.
—Pobrecilla… —replicó Luk más animado—. Kai es de
«todo o nada» y has ido a caer en su friend zone…
—Soy así de guay —se defendió el aludido—. Prefiero ser
amigo de Malena Salomón que ser solo una muesca más en
su cama…
—¡Prefieres las dos cosas, cabrón! —rebatí divertido. Y él
se rio de mi observación—. Nosotros jugándonos la vida y tú
convirtiendo a iconos sexuales en amigas… Manda huevos…
—Exacto. Y como dueño de este club, debo satisfacer
todas las necesidades y apetitos de mi amiga… Pero yo ya
no puedo hacerlo. Hemos pasado a otro plano, ¿verdad, Mal?
—Verdad…
—¿Y qué apetitos y necesidades son esos? —pregunté a
bocajarro haciéndome el loco. Y la mirada que me echó ella
respondió por sí misma a esa cuestión.
«Dios mío… ¿Se puede tener tanta suerte la misma
noche?».
—Ella busca algo «especial»… —expuso Kai enigmático.
En ese momento miré a Luk y vi que había captado al
vuelo que ese era el adjetivo con el que nos había
denominado antes. Había dicho que éramos «especiales».
—Y quiere sentirse segura —continuó Kai con tranquilidad
—. Y deseada… ¿verdad, Mal?
—Verdad —repitió ella con la sensualidad de una diosa.
—Y también necesita perder un poco el control… —
murmuró Kai.
Que en ese momento le deslizara los tirantes del vestido
por los brazos desde detrás del sofá, nos cortó la respiración.
La tela se bajó dejando sus pechos más al descubierto de
lo aconsejado ante hombres que no van a poder probarlos,
pero Kai no le dio tiempo a solventarlo. Posó sus labios en la
unión entre su cuello y su trapecio, y el espasmo que le
provocó en su cuerpo femenino hizo que el vestido terminara
de caer mostrando sus apetitosos pechos.
Una mano de Kai acarició uno de ellos con devoción
haciendo que nuestras miradas se clavaran en la imagen con
una envidia incontrolable.
«Menuda amistad tienen…».
Kai siguió atacando su cuello como si fuera un vampiro
hambriento y sumergió esa mano maldita en la tela hacia el
centro de sus piernas.
—Ella también está húmeda desde que habéis entrado,
chicos… —anunció con la voz teñida de lujuria.
Miré a Luk impresionado con un suplicante «ahora o
nunca» en mis retinas.
¿Iba a hacerlo?
CAPÍTULO 22
MOTIVE
“El amor es una amistad con momentos eróticos”
Antonio Gala
No tenía ninguna duda de lo que iba a provocar mi
«intervención».
No había más que ver la cara con la que habían aparecido
Luk y Mak después de su misión.
Estoy seguro de que ellos pensaron que venían a
protegerme, pero venían a llorarme, como todo el mundo
que terminaba en La marca. La gente venía a desfogarse y a
dejar atrás algo que les hacía sufrir. Y mis amigos lo habían
pasado muy mal toda la semana.
En realidad, llevaban meses mal...
No acababan de encontrarse, y mi plan era que se
reunieran alrededor de Malena cuando me confesó que
estaba interesada en ellos.
El viernes por la noche, después del tiroteo, pensé que nos
vendría de lujo a todos una distracción sexual para relajar los
nervios, pero cuando llamé a las chicas no recordé la rayada
mental que se traían entre manos mis dos mejores amigos. Y
flipé con lo que vi…
El instinto asesino, la adrenalina y el miedo tomaron las
riendas por Álvaro, haciendo gozar a Irina ofreciéndole un
ritmo castigador, pero a Lucas tuve que darle un empujón
para que participara.
¿Qué coño le ocurría? Pensaba que había tocado fondo a
principios de semana cuando se folló a un tío sin querer, le
dieron puntos y se fue de casa… Todo a la vez. Vivencias de
sobra, en mi opinión, para soportar con buena cara una orgía
en un momento de euforia vital.
Pero en vez de centrarse en su chica y disfrutar, no dejaba
de observarlo todo con preocupación. Sobre todo a Mak.
«¿Sentirá algo por él?», me pregunté.
Algo, seguro. Pero no sabía qué.
No comprendí hasta qué punto era importante hasta que
los pillé mirándose de una forma especial mientras se
corrían dentro de sus chicas.
En ese momento me vinieron a la mente todas las
conversaciones que había mantenido con ellos sobre su
«relación». Y supe que tenía que hacer algo al respecto si
quería mantenerlos juntos y a mi lado.
Y aquel domingo era la noche perfecta.
Mak me había dejado muy claro que no renunciaría a tener
sexo ni aunque se estuviera muriendo, y menos con Malena
Salomón…
Y Lucas… Lucas parecía asustado y dispuesto a cualquier
cosa para dejar de estarlo.
Lo conocía. Solo necesitaba un clic. Dejar de pensar. Dejar
paso a su Mister Hyde particular que solo le sale cuando algo
lo lleva al límite. No lo parece, pero el tío es un kamikaze en
potencia. Más que cualquiera de nosotros. Él no es un «todo
o nada». Él siempre es «todo». Al doscientos por cien. Solo
necesita la chispa adecuada para prender.
Estaba seguro de que Álvaro y él tenían la vista clavada en
las tetas de Malena mientras se las sobaba; sería imposible
apartarla.
Les había lanzado una invitación clara y el resto dependía
de ellos.
Sentí que Luk se movía y recé para que fuera para unirse y
no para largarse… Quizá pensara que tenía pensado
montarme una gangbang a seis manos con ella, pero nada
más lejos. Malena y yo habíamos hablado largo y tendido
sobre ellos y le había dicho lo que tenía que hacer en mi
ausencia. Porque iba a irme y dejar que resolvieran su
problema ellos solos.
Nunca he vendido a nadie tan bien en mi vida. Le juré que
eran los mejores y que podía fiarse de ellos. Ni siquiera tuve
que mentir.
No era broma lo de que se humedeció en cuanto llegaron
con sus pintas de ángeles vengadores que vuelven del
infierno. Acababa de comprobarlo empíricamente con mi
mano.
«Joder… qué maravilla», pensé jugueteando con su
humedad.
Cuando vi que Luk se acercaba a ella lentamente grité
mentalmente victorioso.
—¿Es cierto eso? —le preguntó desafiante—. ¿Estás
mojada por nosotros? —Una de sus manos acarició la suave
piel de su muslo en dirección ascendente—. No me creo
nada… —susurró en su cuello, muy cerca de donde
estaba yo.
—Compruébalo tú mismo… —musitó ella dándole permiso.
Al oírlo le dejé sitio y vi cómo se aventuraba bajo la tela de
su vestido. Ella gimió alto cuando la tocó con más
vehemencia de la que se esperaba. El cabrón no tenía
piedad cuando no había que tenerla… Ella giró la cabeza
hacia él, sorprendida, y descubrió la osada mirada de quien
no tiene nada que perder a tan solo cinco centímetros de su
boca.
Todavía no ha nacido mujer que no se entregue a la
nobleza de sus ojos azules… y lo demostró enredando una
mano en su cuello y atrayéndolo hacia sí para besarle con
pasión.
Lucas respondió con un movimiento obsceno que me dejó
en buen lugar y miré a Álvaro, que no daba crédito a lo que
veía desde su sofá.
Sonreí comedido y le hice un gesto con la cabeza para que
se acercara; obedeció sin llegar a creérselo todavía.
Al pobre le costó levantarse por sus lesiones, pero lo
consiguió y se sentó al otro lado de Malena.
No se mostró ansioso por que llegara su turno. Parecía
bastarle con ver la maestría con la que la besaba Luk.
En un momento dado, ella se giró hacia él y atrapó sus
labios con suavidad. Mak la cogió de la barbilla para
controlar un beso que prometía ser suave, pero a la vez
húmedo y lascivo.
En ese momento, Luk y yo nos miramos.
No quería decirle nada que le hiciera pensar. Así que posé
cariñosamente mi mano en la suya, que descansaba en la
parte superior del sofá, y le guiñé un ojo a modo de
despedida.
Desaparecí con una sonrisa secreta en la boca, sabiendo
que la bomba Malena iba a estallarles en toda la cara.
Era hora de avanzar… Hacia delante o hacia atrás.
No quise darles tiempo para pensar mucho en lo que había
ocurrido en esa habitación, porque al día siguiente creé un
grupo de los tres y les cité asegurándoles que tenía que
contarles algo muy importante.
Llegaron por separado, pero reaccionaron de la misma
forma al ver un paquete de cocaína sobre la mesa en la que
probablemente apoyarían a Malena para sodomizarla a
gusto…
—¿Qué coño es esto? —preguntó Luk alucinado. Y
enfadado. Justo el efecto que deseaba. Sencillamente, me
limité a poner algo más importante que sus dudas
románticas encima de la mesa.
—Una parte del cargamento que ha llegado hoy —respondí
displicente—. Y tengo mucho más.
—¡¿Te has vuelto loco?! —exclamó Mak con las manos en
las sienes.
—No. Este era el negocio de Tommy y voy a continuar con
él…
—¡KAI…! —gritó Luk tan furioso y decepcionado que no
supo qué decir.
—Déjame terminar. Voy a continuar y a ganarme el respeto
de todas las mafias de la Costa del Sol… Y en unos años,
caerán todas. Es un plan muy meditado y la policía me
respalda.
—¿La policía? —preguntó Mak incrédulo—. ¡Pero si están
en el ajo! ¡A esos no les interesa atrapar a nadie!
—A mi contacto, sí le interesa. Sabe que hay corrupción
dentro del cuerpo y quiere eliminarla. Si esto sale bien, será
el mayor golpe contra el narcotráfico que se recuerde. Será
histórico… y colapsará el sistema de gran parte de
Latinoamérica. Conseguiremos que caigan los Unos…
—¿Los Unos? —repitió Luk interesado.
—Sí. Very important people muy bien considerada en la
sociedad. Los verdaderos dueños de toda la plataforma
logística necesaria para mover la droga a toda Europa. Los
mismos que mataron a la mujer de Tommy… Y prometí que
la vengaría. También son los que tienen comprada a la
policía y necesito vuestra ayuda para detenerlos… —Ambos
me miraron sobrepasados por la información—. Tomaos el
tiempo que necesitéis para pensarlo, sé que os estoy
pidiendo mucho… Si os unís a mí, tendréis que dejarlo todo
atrás…
—A mí no me hace falta pensarlo —contestó Mak
convencido—. Estoy dentro.
Se notaba que seguía cabreado por la operación fallida.
Estaba hasta los huevos del sistema y quería protegerme
más que nunca.
El problema era Luk…
Lo miré y me llamó la atención que Álvaro no lo hiciera
también.
¿Qué habría ocurrido entre ellos la noche anterior?
Curiosamente, Lucas sí miró a Mako y me sorprendió que
no fuera un «No» rotundo en primera instancia. Parecía que
con Malena había llegado su clic definitivo… Uno que le
rompió el corazón y lo dejó averiado bastante tiempo.
—¿Y tú, Luk? ¿Qué opinas? ¿Que pensarán tus padres si
dejas el GEO?
—No les va a hacer ni puta gracia… —murmuró—, pero ya
me equivoqué de bando una vez y no pienso volver a
hacerlo…
Nos mantuvimos la mirada con intensidad y el significado
de sus palabras me emocionó mucho. Supongo que Mak
pensó que se refería al hecho de no haberse ido de casa
antes, pero yo sabía que se refería a la decisión de
abandonarme cuando más le necesitaba.
—¿Vais a cambiar de vida por mí…? —pregunté
anonadado.
Entonces Mak me miró serio.
—A mí me cambió la vida cuando te conocí… Mi forma de
pensar cambió radicalmente cuando ingresaste en prisión…
Lucas me miró como si estuviera pensando justo lo mismo.
—Voy a tener que portarme mal un tiempo… —los avisé—.
Quizá sean años… ¿Podréis soportarlo?
Asintieron sin saber que solo había una forma de hacerlo…
aferrándose al dicho: «Si no puedes con ellos, únete a ellos».
CAPÍTULO 23
CARDINAL
“Hay pocos lazos de amistad tan fuertes que no
puedan ser cortados por un pelo de mujer”
Santiago Ramón y Cajal
Contra todo pronóstico, dejar el Grupo Especial de
Operaciones fue todo un alivio. Mentir diciendo que dejaría la
policía cuando no tenía ninguna intención de hacerlo, no
tanto…
Le sonsaqué a Kai quién era el tío con el que había
tramado aquella operación encubierta que, según él, duraría
años y lo busqué por mi cuenta y riesgo. Todo un acierto,
porque descubrí que no habían concretado nada y que tenía
dudas sobre el plan. Dudas razonables…
¿Se pensaba que iban a dejarle traficar y hacerse rico con
total inmunidad solo por ayudar a las autoridades? Iba listo…
Le dije a Óscar, que así se llamaba el tipo al mando de la
UDYCO (Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la Policía
Nacional) que podía contar conmigo para supervisar la
misión. Pero tuve que prometerle que al final de la operación
Kai también sería detenido.
No me sentí mal. Estaba seguro de que mi mejor amigo lo
daba por hecho o algo peor.
«Si sigues así, vas a acabar muerto», le dije hace tiempo.
«Como todos…», contestó sin dudar. «Ya morí en prisión,
Lucas; ahora solo soy un hombre al que le han brindado la
oportunidad de colocar dinamita en un mundo envenenado
para volarlo todo por los aires…». Y fijo que contaba con que
se lo llevase a él por delante. Nunca tuvo un plan mágico
para librarse de su destino. Era más realista de lo que
parecía.
—¡Kai Morgan es un puto idealista! —dijo en contrapunto
Óscar—. Con su plan desarticularemos algunas bandas
fuertes, pero le seguirán otros ocupando los espacios
vacantes. Eso hará que reine el caos un tiempo y se
incrementarán los enfrentamientos violentos entre
organizaciones rivales en toda la Costa del Sol. Después
habrá un repunte significativo de mercancía y volverá a ser
imparable. ¡Están llegando decenas de lanchas rápidas a las
playas llenas de fardos a plena luz del día…! —exclamó
desesperado.
—¿Y quién paga la gasolina de esas lanchas? ¿Quién paga
a los transportistas? El plan de Kai es bueno. Si cogemos a
los que ponen los medios y el dinero para llevarlo a cabo,
nadie va a trabajar gratis. Hay que arrestar a los hombres
poderosos que están detrás de todo. Los Unos… La droga no
saldrá de Colombia ni de Brasil si no la paga alguien antes. Y
con esto nos cargaremos toda su infraestructura de un
plumazo. ¡No tendrán a nadie para distribuir la mercancía!
La cadena de producción sufrirá un colapso y cometerán
errores fáciles de detectar por las autoridades
internacionales. ¡Esto puede convertirse en un antes y un
después! Podemos llegar al génesis y cerrar grandes
canteras de producción.
—Vale… Pero si lo hacemos, Kai se convertirá en un
objetivo también… No va a irse de rositas.
—Creo que ya lo sabe. Solo quiere ayudar.
—Sí, claro… ayudar mientras se pega la vida padre
amasando un montón de pasta.
—Es lo mínimo por ponerse en esta tesitura, ¿no te
parece? —dije con dureza—. En vez de reinventarse a sí
mismo y vivir una vida normal con familia e hijos, va a dar su
vida por la causa. Todo tiene un precio, Óscar… Y en este
caso es hacer la vista gorda un tiempo.
—De acuerdo… Y tú, ¿qué harás? Porque no puedes estar
años cobrando como policía secreta ni infiltrado. Si los topos
se enteran, nos joderán. Tiene que quedar como que te has
pasado al lado oscuro.
—Y así será. A ojos de los demás pediré una excedencia
para trabajar en La marca de Caín, pero tú y yo estaremos
en contacto constantemente porque necesitaré que me
cubras.
—¿A qué te refieres?
—Nos vamos a ver envueltos en situaciones muy feas… y
sería una lástima morir antes de tener resultados.
No era tonto. Era consciente de que sumergirnos en ese
mundo sería arriesgado, pero en el GEO también corríamos
peligro… A mí me daba igual lo que me pasara, pero no a
Mak. Y había estado muy cerca de perderle varias veces. Si
Kai tenía razón, estaría más seguro en La marca.
Meses después de la noche del abordaje en alta mar,
seguía sin poder conciliar el sueño. Por lo que pasó en el mar
y por lo que pasó con Malena…
Nos llevaría años olvidar aquella noche y lo mucho que nos
marcó.
Doy gracias todos los días porque Kai desapareciera en
silencio. No sé por qué lo hizo, aunque, a decir verdad, a
veces le culpo de haberlo hecho…
Aquello sí fue un antes y un después para Álvaro y para mí.
Si había alguna duda respecto a nosotros, quedó resuelta.
Al menos para mí… Y no me quedó más remedio que
hundirla hasta lo más profundo de mis entrañas.
Cuando vi los pechos turgentes, jóvenes y bien llenos de la
que había sido mi fantasía sexual en la adolescencia, mi
cerebro se apagó.
Dejé de pensar y me convertí en un «A la mierda» con
piernas. En alguien que hacía tres horas estaba en medio del
mar a punto de perderlo todo, y sentía que tenía que
aprovechar cada momento que tenía hasta que ese día
llegara.
Lo que no sabía es que llegaría veinte minutos después…
Cuando escuché a Mak sentarse al otro lado de Malena,
esta siguió besándome hasta que decidió girar la cabeza
para darle la bienvenida.
Eché un vistazo para asegurarme de que la estaba
besando con su característica lascivia y me pregunté si
habría distinguido mi propio sabor en su lengua.
Muerto de envidia, me agaché al suelo y me coloqué entre
sus increíbles piernas para terminar de arrastrar su vestido
hacia abajo, junto con su ropa interior, y dejarla desnuda.
«Madre de Dios…».
Casi me da un ictus al ver que estaba completamente
depilada.
Me abrí paso entre sus muslos como un carnívoro y me
lancé directamente a degustar el néctar que le habíamos
fabricado con nuestro besos.
Su sabor era tan increíble que por poco me muero… Toda
ella olía y sabía a flores, como si se hubiera rociado una
sustancia en la piel —¿un aceite especial, quizá?—. Uno que
quería que alguien encontrara al devorarla.
Solté un quejido de gusto y le levanté el trasero con las
manos para acercarla todavía más a mis fauces. Estaba
disfrutando tanto con la reacción de su cuerpo, que el mío se
quedó cerca del punto de no retorno. No asimilaba que muy
pronto estaría dentro de ella. De la jodida Malena Salomón…
—Quiero comerte las tetas… —Escuché que susurraba Mak
—, pero no puedo agacharme. Ven…
Malena se movió, lo que me obligó a apartar mi lengua de
ella.
Vi que giraba sobre una rodilla y se colocaba a horcajadas
sobre Álvaro. Se acomodó de tal forma que a Mak le
quedaba su pecho a la altura de la boca. Placer a domicilio…
Pero no me importó, porque la visión de su culo lo
compensó todo. Lo tenía prácticamente en pompa hacia mí y
no pude evitar encaramarme de nuevo a la tierra prometida.
Al sentirlo, ella arqueó la espalda y gimió encantada, y no
me extrañó. Tenía dos lenguas recorriendo sus mejores
puntos erógenos. Un punto por el que muy pronto me
colaría… La posición era perfecta porque me bloqueaba la
visión de Mak, solo tenía que separar un poco las piernas y
dejarme sitio para acoplarme a ella.
Yo mismo le obligué a hacerlo y vi que aprovechaba para
llevarse una mano al pantalón para desabrochárselo de un
tirón.
En un chasquido de dedos capté sus intenciones. Supe que
él también se moría por penetrarla, pero su herida y la
postura que habían adquirido indicaba que yo tendría que
entrar por la retaguardia.
«Dios santo…».
El recuerdo de Xantal volvió a mi mente por un momento y
decidí que sería una buena oportunidad para borrarlo para
siempre.
Me lamí los labios y esperé a que Mak se quitara el
pantalón, pero pronto me di cuenta de que no podía solo y
tomé la decisión de ayudarlo. Tenía que hacerlo si queríamos
llegar a buen puerto…
Arrastré su pantalón y la goma de su elástico hacia abajo
como quien arranca una tirita, y los dejé arremolinados en
sus pies. Acto seguido desabroché mi bragueta y dejé que mi
polla respirara, por fin. La tenía pesada e hinchada… y loca
por ser engullida por el coño de Malena Salomón…
—Tengo condones en mi bolso —jadeó ella de pronto,
señalándolo.
Fui a buscarlos en piloto automático para no pensar en
nada. Solo quería colocármelo y sentir. Sentirla entera a ella
y sentir todo lo que conllevaría encontrar el miembro de Mak
a solo una pared de piel.
Cuando le di un condón, encontré sus ojos empañados de
deseo.
Lo abrimos prácticamente a la vez con los dientes,
ansiosos por utilizarlo.
—Esperad… —dijo de pronto ella—. Antes quiero
probaros…
Fallo número uno: no prever que ella querría tomar
decisiones que nos someterían a sus deseos…
Fallo número dos: dejar que se bajara del cuerpo de Mak
para posicionarse entre sus piernas abiertas y que agarrara
su rabo con una mano.
Fallo número tres: no protestar cuando agarró el mío y me
acercó a ellos para empezar a lamerlos indistintamente, a
placer.
«¡Me cagüen la hostia!».
Mi cara de pánico le indicó a Mak que esa intromisión tan
directa estaba causando estragos en mí. Nunca la habíamos
tenido antes. Las veces que habíamos compartido chicas nos
las arreglábamos para estar haciendo cada uno lo suyo,
respetando el goce y la intimidad del otro, pero esto…
Mak arrugó la cara cuando ella se tragó su polla hasta el
fondo y vi que le colocaba una mano en la cabeza. ¿Qué
coño tenía que hacer? ¡¿Ignorarlos?!
Al final fue él quien echó la cabeza hacia atrás rompiendo
mi pánico, y cuando estaba a punto de retirarme, volvió a
cogerme por banda.
«¡Joder…!». Esa chica sabía cómo hacer una buena
mamada… Su forma de amasarme los testículos me dejó
lobotomizado. Chupó rápido y no me dio tregua. ¡Parecía una
puta aspiradora!
De repente, hizo que me acercara tanto a ella que mi
pierna tropezó con el sofá y tuve que colocar una mano en el
respaldo para no caerme sobre Mak. Terminé apoyando una
rodilla también para guardar el equilibrio.
¿Qué pretendía? Estábamos demasiado cerca…
La respuesta no tardó en llegar. La muy bestia se giró sin
soltar mi miembro, cogió el de Mak y… Pfff… Se los metió a
la vez en la boca.
Juro que se me solidificó la sangre.
¡Nuestras pollas se estaban rozado y recibiendo atenciones
de sus labios y de su lengua por igual! ¡Al mismo tiempo!
Como si las quisiera ambas y no pudiera decidirse. Aquello
fue demasiado para mí.
Estaba a punto de apartarme cuando sentí una mano de
Mak en mi cadera para evitarlo. Me miró un segundo,
luchando contra una excitación que no quería dejar de sentir
y me amenazó con la mirada de mil formas distintas para
que no huyera. Para que no jodiera un momento único en
nuestras vidas…
En ese momento, Malena empezó un ritmo más rápido solo
con mi miembro y tuve que prestarle atención porque me
corría.
—No sigas… —jadeé.
Ella cesó al momento y volvió a rozar nuestros glandes
entre sí entremetiendo su lengua en medio de vez en
cuando.
Vi a Mak cerrar los ojos y blasfemar.
—Dios… No sigas si no quieres que termine la fiesta antes
de empezar… —terminó por mí—. Queremos follarte fuerte…
—Poneos el preservativo —nos ordenó ansiosa.
Lo hicimos y Mak la besó instantes antes de soltar un
alarido al hundirse en ella. Acto seguido, me pegué a su
delicada espalda y me preparé para embestirla yo también.
Su entrada me quedaba a la altura perfecta porque estaba
subida sobre Mak, no cara a cara, sino algo más arriba,
dejando que él disfrutara de sus pechos. La cabeza de ella
estaba más bien a mi lado, y que justo me besara antes de
hundirme en ella, me encantó.
Sabía a tantas cosas Y todas buenas…
No quería que hubiera problemas y sabía que esa entrada
no estaría tan lubricada como la delantera, así que usé mi
saliva para dejarla más resbaladiza.
La invadí con cuidado, cosa que agradeció, y creo que
también ayudó que tuviera la polla como una barra de acero,
embadurnada de un sueño húmedo hecho realidad.
Intenté no desmayarme de placer al deslizarme hasta el
fondo sintiendo una presión inimaginable. Gemí alto y Mak
me acompañó soltando un jadeo ahogado.
«¡Joder…! ¡Había olvidado lo bueno que era!». Bueno, más
bien había intentado olvidarlo con todas mi fuerzas.
Cogimos un ritmo perfecto. No era fuerte y duro como Mak
había prometido (si lo hubiera sido, habría durado un mísero
minuto); en lugar de eso, disfrutamos de unos movimientos
profundos tan placenteros que ninguno de los tres quería
que terminasen nunca.
Bueno, Mak no se movía mucho, éramos nosotros los que
lo hacíamos mientras él le comía las tetas, pero pronto mi
cuerpo pidió subir la cadencia de las embestidas.
Ella se volvió loca. O quizá fuimos los dos. Sacó más el
culo y se abrazó con fuerza al cuello de Mak, lo que me dejó
vía libre para verle.
Empecé a taladrarla con fuerza, demostrándole que había
superado el haber rozado nuestros… ya sabéis… Pero no
coló, porque su respuesta fue mirarme en plan «No ha sido
para tanto».
Pero sí que lo había sido. No quería pensar cuánto…
Malena sonaba como si estuviera a punto de llegar al
orgasmo. Tenía mis manos fijas en su cadera para
mantenerla en su sitio y Mak la sujetaba por las costillas,
pero de pronto bajó las manos para cubrir las mías con la
excusa de aunar esfuerzos.
¡Me estaba tocando! ¡Otra vez!
No es que importara, nos tocábamos a diario, ¡pero no
estando empalmados, ¿me explico?!
Debió leer en mis ojos que necesitaba que apartara la
mano. No quería que mi cerebro relacionara su contacto con
sentir un placer tan intenso. Ni entender que sentirlo lo
incrementaba aún más…
Cuando lo captó, una extraña tristeza cruzó sus iris y tomé
una decisión. Entregarme…
¿Qué importaba si me moría de vergüenza al admitir que
me gustaba compartir esas sensaciones con él?
¿Qué importaba que le quisiera demasiado para mi salud
emocional?
Lo único que me importaba era borrar esa expresión de
rechazo de su mirada. Así que, sin pensarlo dos veces,
aparté mis manos de debajo de las suyas y las coloqué
encima para que formara parte del esplendoroso orgasmo
que le terminamos arrancando a esa flamante actriz.
Pero la cosa no terminó ahí.
Mientras ella se reponía, Mak me miró con una expresión
muy distinta. Una cargada de algo parecido a la de
«Sujétame el cubata…».
Al parecer no iba a dejar que Malena se fuera de allí sin
estar bien saciada.
Desmadejada como estaba sobre su cuerpo, la hizo girar,
dejando su espalda apoyada en su pecho, y abrió sus piernas
hacia mí.
«¡Menuda visión…!».
Ella abrió los ojos y me miró de forma sensual.
—Ha sido increíble… —me felicitó—. Acércate, dame un
beso…
Ni lo pensé. Cuando Malena Salomón te dice que la beses,
lo haces, aunque esté apoltronada sobre tu mejor amigo,
como si fuera el jodido trono de hierro.
Besarla en ese momento fue la hostia… porque, por la
forma en que sus dedos juguetearon con mi pelo, supe que
se estaba excitando de nuevo y que quería más. Mucho más.
Y seguimos. No había duda de que a esa chica le gustaban
los besos…
En el momento menos pensando, giró la cabeza y buscó la
boca de Mak, que la esperaba ávida por disfrutar de sus
atenciones.
Lo curioso es que lo hizo sin soltarme a mí del cuello…
como si fuera a volver de un momento a otro a mi boca. Y
así fue. La muy avariciosa fue turnándose en una
competición insaciable que me puso a mil, porque estaba
jugando con nuestras lenguas igual que había hecho antes
con nuestras pollas…
Fallo cuatro: no darnos cuenta de que el hombre es un
animal de costumbres y patrones…
De repente, en vez de acercarse ella a alguno, nos cogió
del cuello y nos acercó a su boca a los dos a la vez…
Nunca entenderé por qué no me aparté al momento.
Podría culpar a la jodida excitación; a que hacía un rato
que había empezado a meternos mano de nuevo; a que me
había rendido a la verdad de que con él todo era mejor…
Pero la verdad es que no me aparté cuando nuestras bocas
se tocaron, mezclándose con la de ella, porque me gustó
sentir un batiburrillo de lenguas en la que sabía que estaba
la de Mak.
Lejos de gritarme y querer morirme, me quedé suspendido
en medio de una luz tan brillante que no me dejó analizar
nada en mi cerebro. Solo sentir cómo ella disponía de
nosotros, lamiéndonos de arriba abajo los labios con fruición
y haciendo chocar nuestras bocas para devorarlas a las dos
a la vez.
¡Keep Calm! ¡Era la jodida Malena Salomón! Una mujer a la
que nunca podría decir que no. Y el que estaba a mi lado era
Mak. Mi persona favorita en la Tierra…
Por supuesto que me entregué. Y sin arrepentimiento. Ya
habría tiempo para lamentaciones después.
—Quiero que me folléis otra vez —jadeó ella cuando paró.
Me aparté de aquella locura que ya nunca volvimos a
repetir y me froté la boca húmeda con el antebrazo.
—Luk… —me llamó Mak, de pronto.
Lo miré atento, dispuesto a todo.
—Ayúdame, por favor… —Me ofreció la mano y se la
agarré instintivamente—. Quiero tumbarme de espaldas en
el sofá.
Giró su cuerpo y, con mi ayuda, se apoyó en la superficie
horizontal despacio con ella encima, también de espaldas a
él. Después se movió un poco haciendo una mueca de dolor
para volver a penetrarla con facilidad, esta vez por detrás.
—Acércate a nosotros —jadeó—. Y quédate de rodillas… —
dijo subiéndole las piernas para que las apoyara en mi
pecho.
Cuando vi vía libre para entrar en su entrepierna, ni lo
pensé.
Me situé entre una de las piernas de Mak y arremetí en el
húmedo interior de Malena.
Tuve que cerrar los ojos para asimilar la sensación que me
embargó. No solo era la vagina más estrecha en la que me
había colado, sino que en esa postura, mis huevos
golpeaban sin poder evitarlo contra… imaginaos contra qué
parte de Mak…
Y que Dios me perdone, pero me dio igual. De perdidos, al
río… Había que cumplir y lo hice. Necesitaba correrme en lo
que sospechaba que sería la mayor explosión de mi vida.
Tenía un nudo en el estómago de la anticipación…
Y por pensar que los labios de Mak habían estado en
contacto con los míos… Encima, debajo, de lado, dilo como
quieras, pero su lengua había chocado con la mía, aunque
fuera sin buscarlo, y me había parecido tan jodidamente
increíble que no dejaba de pensar que si me hubiera besado
el día que me lo propuso en serio, me hubiera desmayado de
la impresión.
La función terminó rápido cuando me sorprendí a mí
mismo acometiendo con violencia entre unas piernas
brutales.
Los gemidos sordos pusieron fin a la escena y a algo más:
a mis dudas. Porque en ese instante de mi vida no me cupo
ninguna duda de que me había enamorado de él.
«Mierda», pensé afligido.
Pero estaba seguro de que nunca llegaría a sentir algo tan
intenso por nadie nunca más. Así que hice lo único que podía
hacer para solucionarlo: evitar volver a sentirlo.
Se acabó el sexo con Mak. Me convencí de que algún día
olvidaría ese sentimiento que me empujaba hacia algo que
no me representaba. Tenía muy claro que no era gay. Y lo
que sentía por él me perturbaba mucho y me hacía
tremendamente infeliz. No porque no fuese a ser
correspondido, sino porque no quería serlo.
Después de aquello, actuamos con una normalidad
sorprendente, pero era solo el miedo de admitir que algo
había cambiado entre nosotros para siempre.
Pensé en dejarle claro que nunca volvería a prestarme a
hacer nada parecido. Ni aunque viniera la mismísima Lady
Gaga vestida solo con filetes… Pero lo más triste fue darme
cuenta de que no hacía falta.
Había algo en sus gestos que me demostraba que pensaba
lo mismo aunque no lo hubiéramos verbalizado. Y como
tuvimos que atender otros problemas que nos parecían más
urgentes que nuestros estúpidos sentimientos bizcos, no
volvimos a hablar del tema.
Ahora, mirando atrás, quizá fue lo mejor… Porque no había
nada que decir. Ni que reclamar. Ni que aclarar… Los dos
estábamos allí y sabíamos perfectamente lo que habíamos
sentido. Y seguramente fuera lo mismo. La misma aterradora
y grotesca realidad. Una que decidimos ignorar por completo
durante años…
Lo urgente para mí en ese momento era encontrar un
lugar donde vivir y comunicarle a mis superiores que dejaba
el Cuerpo.
—Pero… ¡¿Por qué?! ¡Sois de mis mejores hombres! —
exclamó nuestro superior. Evidentemente, no podíamos
contarle la verdad.
—Tenemos miedo, señor —mintió Mak—. Ya sabe lo que
dicen, a la tercera va la vencida…
—¡Sandeces! ¡Nunca habéis mostrado tener miedo a nada!
—Éramos jóvenes y estúpidos, pero cuando le ves las
orejas al lobo, lo más sensato es recular…
Sabía que era todo una excusa para que no pudieran
rebatirlo, pero por un momento me dio la sensación de que
hablaba de nosotros. De que esa también era la despedida
de nuestro vínculo y por el mismo motivo.
Miré a Mak y él me miró a mí.
—¡No me jodáis! ¡Habéis nacido para esto! ¡Formáis un
equipo formidable…! ¿Por qué lo hacéis en realidad?
—Ya se lo he dicho, señor. Es por miedo… —repitió Mak
contundente—. Más vale prevenir que lamentar la pérdida…
Me mojé los labios.
—Sé que últimamente habéis pasado por mucho, chicos,
pero… ¡podéis tomaros un descanso y volver en seis meses!
¿Qué me decís?
—Lo pensaremos, señor.
Pero aquel descanso fue para siempre. El GEO es para
valientes. Y había quedado claro que nosotros éramos unos
cobardes… Los dos.
Nos costó semanas volver a nuestra rutina de bromear. Yo
me busqué un piso de alquiler cerca del club y Mak ni
siquiera se ofreció a ayudarme. Kai me preguntó varias
veces qué había ocurrido entre nosotros, pero no le dije
nada. «La vida, los cambios, de todo un poco…», espeté. Y el
hecho de que insistiera semanas después, me dejó claro que
Álvaro tampoco le había puesto al corriente.
Mak estaba obcecado con acabar con Andrés Santos, y
más cuando se enteró de que habían atropellado a Mario, su
mano derecha, el que testificó a nuestro favor, dándose a la
fuga.
¿Coincidencia o represalia?
Por suerte no había muerto, pero tenía para meses en el
hospital.
El horno no estaba para bollos porque esperábamos un
ataque inminente a Kai, y un mes después de intentos
fallidos, pudimos acabar con él. Aquel día volvimos a estar al
borde de la muerte, pero esa noche, al volver al club con la
ropa ensangrentada, me quité la camiseta y fui directo a la
Zona Swinger pasando de ellos.
Mak me vio irme, dudando de si seguirme, pero al final no
lo hizo y lo celebré. Al ir sin camiseta y con un pantalón del
club, una clienta (porque allí no solo iban hombres
poderosos, también mujeres de éxito que buscaban un chico
joven con buenos músculos que las complacieran) me
confundió con un trabajador sexual y no quise sacarla de su
error. Tampoco cuando me dio trescientos euros después de
follármela en la Dark Room a lo bestia contra una pared.
Hacerlo en la oscuridad fue perfecto porque no quería ver
nada. Solo quería relajarme, correrme y dejar de hacerme
pajas en la ducha… Porque hacía tiempo que no estaba de
humor para ligar con nadie.
Vicky fue testigo de cómo me guardaba el dinero y me
miró extrañada. No hablamos de ello hasta que, meses
después, la vi a ella despedirse de un tío muy atractivo
mientras arrugaba un cheque en su mano y lo metía por
dentro de su corpiño.
Nos miramos fijamente, se encogió de hombros y sonrió
sabiendo que, a veces, no queda más remedio que vender tu
alma antes de que otro te la robe gratis.
Aquello fue el principio de una bonita amistad.
CAPÍTULO 24
CANCIÓN TRISTE DE HILL STREET
“Solo un buen amigo es capaz de comprender que su
presencia puede llegar a molestarnos”
Noel Clarasó
En la vida hay malas rachas. Y una de las peores de mi vida
fue la que me dediqué a darle caza a Andrés Santos.
Mi cara seria no tenía nada que ver con el desengaño que
me llevé con la institución oficial que hizo de parche para
darle sentido a la muerte de mi hermano… Ni haber tenido
que dejar el GEO, ni haber estado a punto de morir, ni
haberme dado cuenta de que Luk y yo no podíamos ser
amigos… Para mí toda la culpa la tenía Andrés y llegué
obsesionarme con él, como si eliminarlo consiguiera que lo
demás dejara de doler…
—¿Qué leches te pasa? —me preguntó mi padre en
nuestra habitual comida de los domingos.
—Nada.
—Nunca te había visto tan serio. ¿El trabajo va bien?
—La verdad es que no… No quería preocuparos, pero es
más peligroso de lo que pensaba y creo que voy a dejar el
GEO…
—Gracias a Dios… —musitó mi madre aliviada—. Lo siento,
cariño. Estoy muy orgullosa de ti, pero me da mucho miedo.
—Tranquila, mamá. —Le acaricié la mano—. Buscaré un
trabajo tranquilo de seguridad… Necesito alejarme un
tiempo de la policía.
Odiaba mentir a mis padres, pero no quería que sufrieran
por mí.
—Haz lo necesario para estar bien, hijo —dijo mi padre.
Y en ese momento entendí que me había forjado un rol en
el que no se me permitía estar mal. Yo era el chistoso, el que
siempre le sacaba el lado positivo a todo. Contaban
conmigo… y no podía permitirme el lujo de deprimirme.
«Por mi casa no vengas con esa cara larga», transcribí sus
palabras.
El día que pude meterle una bala en la cabeza al hijo de
puta de Andrés, pensé que se terminaría mi mala racha. Que
todo mejoraría. Pero no lo hizo…
Luk acababa de mudarse a su nuevo piso; ya no vivía en
La marca, y empecé a verle mucho menos de lo habitual. Me
estaba ahogando, pero no podía hacer nada. Estaba atado
de pies y manos con él. Malena me las ató.
Hasta ese momento jamás creí que hubiera algo más entre
nosotros que una estrecha amistad nacida de una
experiencia sin límites como es pertenecer al GEO, pero
cuando compartimos a esa chica, me di cuenta de que
estaba equivocado. Que la mejor parte de ese polvo fuera él
y no ella, me preocupó bastante. Y su cara de rendición al
hecho de tocar mi piel, terminó de acojonarme. Yo tenía muy
claro que no era gay. Pero quería estar con él y necesitaba
que me tocara todo lo posible. Sobre todo estando
excitado… Y me asusté.
Mis emociones no respondían a mis inclinaciones sexuales,
pero sí a mis necesidades físicas, y me estaba volviendo
loco.
¡Ni siquiera me interesaba el sexo! Sentía que me estaba
apagando.
Una vez leí «¿Se puede morir de amor?» y recuerdo que
me entró la risa. Pero ya no me reía tanto…
Lo único que consiguió subirme la moral fue la culpable de
que mi vida se torciera por completo.
—¿Un mal día? —me preguntó una encargada de sala.
—Un mal mes —contesté cabizbajo.
—El cuerpo es vago.
—¿Qué?
—Que el cuerpo es muy vago. Si dejas de hacer algo más
de veintiún días, dejas de tenerlo como hábito. ¿Lo sabías?
—No…
—Y si dejas de sonreír durante veintiún días, a tu boca le
cuesta recordar cómo se hace…
Quise sonreír ante sus palabras, pero no pude.
«Oh, oh…».
—No te preocupes, tiene fácil remedio.
—¿Cuál? —pregunté intrigado.
—Acompáñame…
Me llevó hasta el vestuario femenino. En ese momento no
había nadie y pronto sacó un espejo con polvo blanco
encima y una tarjeta de visita.
—Paso de drogas —dije automáticamente.
—No pareces de los que juzgan algo sin probarlo.
—Mi hermano murió de una sobredosis —expuse
displicente.
«Y yo no pude impedirlo. Nunca pude… Ni podré», pensé
aturdido.
—Solo es una raya. Verás qué rápido vuelves a ser el de
antes.
«¿Será cierto?», pensé confundido.
En aquel momento hubiera dado cualquier cosa por volver
a sentirme «como antes»… Como cuando mi vida, mis metas
y mis amigos no se habían ido a la mierda… Porque también
me sentía mal por Kai. Por haberle condenado a cumplir esa
jodida promesa de Tommy que le impediría llegar a viejo…
—Nunca lo he probado… —admití—. Le tengo mucha
manía…
—A tu hermano no lo mató la droga, lo mataron los
problemas que lo llevaron a consumirla. Pero no todo el
mundo que consume drogas es un adicto a ellas. La mayor
parte de la gente las consume como un estimulante
puntual… Y tú necesitas uno ahora mismo.
—Ni siquiera me gusta el tabaco —murmuré sentándome a
su lado.
¿Iba a hacerlo?
Es increíble lo que puede llegar a hacer uno por
desesperación.
Empecé como empiezan todos los vicios, diciendo «Una y
no más».
La euforia que me embargó a los diez minutos me
sorprendió. Y a ella más cuando terminamos follando en uno
de los sofás. Vaya polvo…
La siguiente hora fue genial. Hablé con todo el mundo más
animado e incluso tonteé con Vicky en la barra.
—¿Me pones una copa? Estoy seco.
Ella me miró extrañada.
—Claro… ¿Por qué estás solo? ¿Dónde está Kai?
—No lo sé. Lo he dejado en el apartamento hace media
hora. Supongo que seguirá allí…
—¿Y Luk?
—Se ha ido a casa.
Me miró levantando una ceja.
—¿Qué os pasa últimamente?
—Nada. ¿Por qué?
Al fin y al cabo, nos estábamos esforzando por mantener
una normalidad valiosa en el día a día. Sin cachondeo, pero
bien…
—Hace semanas que no ligáis conmigo.
Esa frase me causó una sonrisa que me dolió en la boca.
No me extrañó que mi cuerpo fuera reacio a hacerlo.
—¿Nos echas de menos? Yo estoy disponible cuando
quieras…
—Vale, pues vamos ahora mismo a la sala dorada…
Mi cara mutó a la sorpresa y no me moví. Dos segundos
después, ella sonrió sibilina.
—¡¿Lo ves?! ¡Estás raro! En otra época, ya estarías allí,
esperándome sin pantalones. ¿Qué te pasa?
Volví a sonreír y me mantuve tranquilo.
—No es buen momento…
—¿Por qué? ¿Qué ocurre?
—Nada… No ocurre nada. Y además eres «la chica de Kai»,
nunca te pondríamos un dedo encima. Solo nos gusta
vacilarte.
—¿La chica de Kai? —repitió molesta.
Cerré los ojos dándome cuenta de que había metido la
pata.
—¿Sabes qué? No me pongas esa copa… Me voy a ir.
—Pero Álvaro…
—No vemos, Vick.
La siguiente vez que la vi fue en el hospital, una semana
después.
—¡Menos mal que estás bien! —exclamó ella asustada al
verme.
—¿Qué ha pasado? —pregunté con voz débil.
La luz me molestaba y me dolía mucho la cabeza.
—¡Que tu inmersión en el mundo de las drogas va a acabar
contigo igual que lo hizo con tu hermano! —me abroncó.
Esa frase me atravesó el corazón como ninguna otra.
—¿Cómo…? ¿Qué ha pasado?
—Al parecer, te lo estabas montando con Natalia e ibas tan
pasado que te has desmayado. ¡Ha venido corriendo a
avisarme!
—¿Lo saben Luk y Kai?
—No. Fue lo primero que balbuceaste cuando te palmeé en
la cara. «No se lo digas a mamá y papá» —se burló—. Te
subimos en mi coche y te he traído a Urgencias.
Me cogí el puente de la nariz y resoplé aliviado.
—Muchas gracias, Vicky… De verdad.
—Ni gracias ni hostias… No vuelvas a darme un susto así.
—¿Tanto te importo?
—No sé qué te pasa, pero tienes que parar. ¡Tienes que
volver a ser el de antes…!
—Eso intento. Todo el mundo quiere que vuelva el de
antes, y con las drogas lo consigo un poco…
—¡No…! ¡Esa no es la solución! No te metas en ese
mundo, Mak. Piensa en cómo terminó tu hermano…
—¿Cómo sabes lo de mi hermano?
—Me lo contó Kai… Me dijo que fuiste tú el que le metió en
la cárcel y tus verdaderos motivos para hacerte policía.
—No me lo recuerdes… Lo he hecho todo mal, joder…
¡Todo!
—¡No! Lo estás haciendo mal ahora… —dijo poniéndome
una mano en el pecho—. La culpa de que Kai terminara en la
cárcel la tiene él, no tú. Y la culpa de que hayas dejado la
policía también es de ellos. No sé lo que te pasa con Lucas,
pero seguro que tiene solución. ¿Quieres que hable con él?
—No —dije tajante—. Solo quiero que me dejéis en paz, en
serio…
—Pues no pienso hacerlo. Kai te necesita.
—Y me va a tener, por eso no te preocupes.
—En estas condiciones no le sirves. Además de protegerle,
necesita tu alegría. Todos la necesitamos…
—¡No soy un puto payaso de circo! —exclamé al borde de
las lágrimas—. Parece que la gente solo me quiere para
animar la fiesta, pero en las malas, que me jodan…
—Eso no es así…
—Incluso mis padres me exigen que no contamine su
ambiente con mi tristeza y les estropee la fiesta…
—Mak, por Dios… ¿No te das cuenta? Tú eres la fiesta… Sin
ti, reponer sería solo reponer. Sin ti, trabajar aquí sería
mucho más desagradable, ¡tú haces que todo sea divertido!
Sin ti, los domingos en tu casa de tus padres serían un
eterno funeral por el hijo que perdieron… No eres un payaso,
eres pura alegría de vivir, y si estás mal, nos afecta a todos.
Noté que los ojos me ardían por las lágrimas no
derramadas.
—Se me ha juntado todo… —confesé torturado—. Mi vida
está patas arriba en medio de un jodido huracán y siento
que no tengo nada a lo que agarrarme…
—Puedes agarrarte a mí —musitó engarzando su mano con
la mía. Y me pareció tan tierna, buena y hermosa que sentí
que no la merecía.
—No puedo… Si te agarro, te daré un viaje del que no
saldrás viva.
Ella mostró una sonrisa triunfal.
—Eso está mucho mejor.
—Quiero confesarte algo… —dije de repente, solemne.
—¿Qué?
—Tu ropa me da un poco de miedo, ¿puedes quitártela, por
favor?
Su respuesta fue soltar una carcajada. Música para mis
oídos y dolor para mi cerebelo, pero mereció la pena.
—Para ya… —dijo ruborizada.
—¡Lo siento! Te diría que eres guapa, pero la belleza está
en el interior y todavía no he estado dentro de ti…
Ella se llevó mi mano a la boca, para ocultar su diversión.
—No puedes cortejarme… Soy la chica de Kai, ¿recuerdas?
Casualmente, le había estado dando vueltas a esa idea.
¿Por qué el ser humano es tan predecible y quiere siempre lo
que no puede tener? Pero siempre pensé que Vicky y yo
estábamos destinados a acostarnos. Hubo una innegable
atracción sexual desde el principio, aunque seguro que Luk
diría que yo la tenía con todo el mundo… Incluso con él. Pero
no era eso. Yo no le deseaba. Solo quería estar a su lado
cuando me corriera, ¿era tanto pedir?
—¿Por qué dijiste que soy su chica? —me preguntó Vicky
devolviéndome a la realidad. Su tono de voz parecía
preocupado.
—Nos dijo que estabas prohibida. Que lo habías pasado
mal y que no debíamos putearte.
—Ya… Incluso se prohibió a sí mismo estar conmigo…
Levanté una ceja preguntándome porque parecía dolida.
—¿Tú querías haber estado con él? —pregunté a bocajarro.
—En realidad, no… No quiero estar con nadie…
—Esa es la sensación que me dio. Pero tarde o temprano,
querrás hacerlo. Querrás tener novio o tener sexo… Es lo
más natural.
—Ya, pero creo que es un error hacerlo con tu único
amarre…
—¡Suéltame ahora mismo! —exclamé teatral. Y ella volvió
a reírse pillando la indirecta.
Si me preguntasen cómo de importante es Vicky en mi
vida, no tendría suficientes sinónimos de «muchísimo» para
describirlo. Ella me hizo tocar fondo en ese momento y lo
haría también más tarde.
Todos tenemos un gurú de vida. Una persona a la que te
quieres parecer por su fortaleza, su empuje, su generosidad,
su corazón y esa es Vicky para mí.
A partir de ese momento todo empezó a mejorar. Entendí
que, por muy mal que vengan dadas las cosas, la solución
está en tu actitud para enfrentarte a ellas.
Y… bueno… puede que también ayudara la llegada de
Samira a nuestras vidas.
Era una chica que entró a trabajar en el club pocos días
después.
Pelo cobrizo y rizado, ojos verdes y un montón de pecas.
En cuanto la vimos se nos paró el corazón a todos.
«¿Perdona…?».
Kai nos la presentó con su voz de niño bueno que nunca ha
roto una vajilla china de las caras, solo de las normales…
—Chicos, esta es Samira, nuestra nueva adquisición…
¡Quiero decir…! ¡Nuestra nueva camarera! —exclamó
abochornado.
Luk sujetó una sonrisa en sus labios y la saludó cortés. Yo
no tanto.
—Hola, ¿te han dicho que te pareces a Mérida, la princesa
Disney? —dije jovial.
Una sonrisa espléndida estalló en los labios de mi mejor
amigo y me miró como si hiciera meses que no me viera. A
mi yo de verdad.
—Sí, me lo han dicho. Pero mi vida no está basada en un
cuento de hadas.
—La de ella tampoco. ¿Sabías que es la única princesa que
no canta en su película? ¿Tú cantas?
—Solo en la ducha…
—Pues tendré que ducharme contigo para poder oírte…
Ella puso los ojos en blanco, pero con una sonrisa que
denotaba que le había caído bien.
—No le hagas caso. Siempre está de broma —replicó Kai, y
siguió dándole más instrucciones sobre el funcionamiento
del club. Luk y yo guardamos silencio hasta que se fue al
vestuario.
—Hasta luego, Mérida —le dije como despedida. Ella me
miró con un gesto afable y desapareció por la puerta.
No dijimos nada hasta que llegamos a la barra junto a
Vicky. Y algo me dice que Kai nos llevó allí a propósito para
tener esa conversación delante de sus narices.
—¿Qué? ¿Ya estáis todos enamorados de ella? —se mofó
mi hada madrina particular. Pero pude captar una pizca de
envidia en su voz.
—Mak ya le ha metido fichas —se chivó Kai.
—¿Qué quieres que te diga? Me pirran las pelirrojas —dije
ufano.
—No es pelirroja, es cobriza —aclaró Luk.
—Bien, pero distinguirlo no te da prioridad sobre ella…
—Pues debería —contestó displicente.
Nos miramos jocosos por primera vez en… ni sabía
cuántos días.
—Dejadla en paz —advirtió Kai.
—¿Por qué? ¿También es tu protegida, como Vicky? —lo
piqué.
Los aludidos se miraron y hubo un momento de tensión.
«¡Yupi!».
—No, pero es mía. Os quiero a cinco metros de ella. —
Sonrió.
—Vas listo… —lo retó Luk—. Si tiene dos dedos de frente,
no se liará con el jefe. Todo el mundo sabe que eso es un
error, y más teniendo a su disposición a un tío como yo…
Quiero lamer una a una todas sus pecas, joder… ¿Las tendrá
por todas partes?
—Seguro que saben a praliné… —fantaseé yo.
—Madre mía… —suspiró Vicky celosa—. Voy a advertirla de
que sois tres tiburones…
—Vale, pero entre Mako, el gran blanco y una tintorera
normal y corriente, yo llegaría el primero —me burlé.
—¿Yo soy el blanco? —preguntó Kai.
—Sin duda.
—Lo compro…
—¿Cómo me has llamado a mí? —se quejó Luk.
—Tintorera o tiburón azul.
—¿Por qué?
—¡Porque tenéis la misma nariz!
Vicky se echó a reír junto a Kai.
—Pues pienso meter mi nariz en su coño mucho antes que
tú…
—¡Desafío lanzado! —exclamó Vicky expectante.
—Eso ya lo veremos… —contesté con chulería.
—¡Desafío aceptado! —zanjó enigmática.
Las semanas siguientes fueron muy divertidas. Me
encantaba ver una sonrisa muy concreta en la cara de Vicky,
una que decía «Gracias». Gracias por alegrarnos la vida.
Todo el mundo parecía aliviado con el regreso de mi humor. Y
yo también.
Samira solo fue una excusa. Una muy placentera, debo
decir…
Estuve pico y pala con ella, haciéndola reír con frases
ridículas. Mi plan era que me cogiera cariño y, en el
momento más inesperado, entrar a matar con mi seriedad
sexi. Luk escogió otra estrategia. Sus intensas miradas de
superhéroe no me pasaban inadvertidas. Dejaba entrever
que le ponía la chica, pero se resistía a tontear porque era
más leal a su misión de protegerla. Un clásico perfecto para
que una mujer audaz que no necesita protección caiga en
tus redes solo por afianzar esa idea.
—Hola, Mérida —la saludaba sensual cada vez que
coincidíamos, y empezó a ser la envidia de otras chicas que
notaba que me tenían echado el ojo.
—¿Necesitáis algo por aquí? —preguntó Luk
condescendiente.
Ella lo miró en plan «lo único que necesito de ti no estás
dispuesto a dármelo». Él esquivó su mirada y se mordió los
labios, como si le doliese soportar su pasión por ella, y me di
cuenta de que debía darme prisa o sería ella la que se
lanzaría sobre él obligándole a clavar sus ojos azules en ella
y algún otro apéndice más…
—No, gracias —contestó ella con chulería—. No te
necesitamos…
—¿Quién va a bailar esta noche en La Torre? —preguntó
Luk ignorando su ataque.
—Nosotras dos —respondió otra.
—¿No te toca bailar a ti? —le preguntó Luk a Samira—.
Llevas aquí dos semanas…
—Yo no bailo… —Se encaró ella.
—¡¿Nunca?! —exclamé decepcionando—. Entonces, para
que me quede claro, ¿no piensas bailar en nuestra boda?
Necesito saberlo…
Ella se echó a reír y muchas otras sonrieron ante mi
original declaración de amor.
—No flipes… —rebatió Luk molesto—. Mérida es la única
princesa Disney junto con Vaiana que es soltera…
—Sí, pero seguro que tienen sus necesidades… —contestó
certera Samira. Más tarde, Luk me hizo saber que las había
cubierto todas esa misma noche…
—¡Qué cabrón! —Le empujé animado—. Has hecho
trampa…
—Solo he aplicado un poco de psicología —Sonrió de
medio lado.
—Yo sí que le aplicaba… ¡Joder… qué putada!
—Le gustas —me concedió—. No te rindas con ella, es la
hostia…
—Cabrón… —repetí con una sonrisa. Y me alegré tanto de
que hubiera tenido una relación sexual satisfactoria sin mí,
que me sentí más en paz conmigo mismo que nunca.
En ese buen ambiente, adquirimos una rutina más familiar,
como ir a comer todos los viernes a casa de la abuela de Kai.
—Por tu culpa voy a perder mis oblicuos, Luz… —la acusé
cariñoso—. Tienes que darme la receta de tus torrijas o me
moriré.
—¿Sabes cocinar?
—Estoy aprendiendo ahora. Nunca había vivido solo y mi
madre cocina de fábula; no me vale cualquier cosa para
llevarme a la boca…
Al decirlo vi que Luk recordaba por un instante algo muy
concreto.
—Pues puedo darte muchas recetas, aparte de las torrijas.
—Eso sería estupendo… Gracias.
Esa mínima tensión que se creó en la atmósfera por un
momento me indicó que nunca… JAMAS… deberíamos sacar
el tema de cómo se tocaron nuestras bocas entre nosotros.
Nos iba muy bien ignorando que una vez estuvimos «tan
cerca».
Tres días después, conseguí acostarme con Mérida. Y
confirmárselo a Luk volvió a poner las cosas en su sitio. No
éramos gays si disfrutábamos tanto follando con tías. Punto.
Y no teníamos pensamiento ni ganas de follarnos a ningún
chico. Tampoco el uno al otro. Al menos por mi parte… Pero
esa reacción en casa de Luz volvió a hacerme dudar sobre él.
Mis padres se enteraron por habladurías del barrio que Luk
también había dejado la policía y que trabajábamos juntos.
—¿Por qué no has vuelto a traerlo a casa? ¿Seguís siendo
amigos?
—¡Claro…! —dije con una convicción de mierda. Porque ya
no sabía ni lo que éramos. E insistieron para que lo invitara
el domingo.
La experiencia fue buena y seguimos haciéndolo durante
meses. Incluso lo invitaron a la boda de mi hermana.
—Podéis traer a alguien —añadió mi madre.
—Mamá… no obligues a la gente a ser heterosexual, ¿no
ves que son pareja?
Nuestros ojos se salieron de las órbitas y estallé.
—¿Qué coño dices, Lucía? ¡No lo somos…!
—Ah, ¿no? —contestó empanada—. Pues juraría que lo
erais. ¡Perdón!
—No hay nada que perdonar —musitó Luk con amabilidad
—. No es como si fuera un insulto ni nada parecido…
—¡Lo sé! —exclamó ella aliviada—. ¿Qué me vas a contar?
¡Si yo tengo la creencia de que todos somos bisexuales!
—Puede ser… —murmuró Luk.
Giré el cuello tan bruscamente hacia esa frase que estuve
a punto de partírmelo. Nunca tendría otra oportunidad así.
—¿Tú crees en esa teoría? Porque yo estoy seguro de que
no soy bisexual. Nunca he sentido atracción sexual hacia
ningún hombre por muy bien que me cayese… ¿Y tú?
Se hizo un silencio sepulcral.
«Dios mío…».
«Calma… Mantén la calma».
¿Qué importaba si lo era? Eso no significaba que yo le
gustará.
—Yo tampoco —contestó Luk a media voz—. Al menos, de
momento… —aclaró y le sonrió a mi hermana.
—Deja de mirarla así, se va a casar —le advertí divertido.
—Mierda. Siempre llego tarde a todo… —bromeó Luk.
Me encargué personalmente de que los dos ligáramos en
la boda y de que llegara a oídos de mi hermana.
Seguimos retándonos durante meses a ver quién se ligaba
antes a la misma chica. Sin falsas promesas ni trucos sucios.
Solo sexo salvaje. Y Kai estaba al tanto de nuestras
competiciones porque se partía de risa al presenciar
nuestras jugarretas.
—¿Luk, ya estás mejor? ¿Te curaste bien de tu última
enfermedad venérea? —le picaba yo delante de «la elegida».
—¡No le hagas ni caso…! —respondía él muerto de risa.
—Mak es el mejor —Se colgaba de mi hombro mientras yo
hablaba con otra—. Aunque la tenga pequeña, te aseguro
que sabe cómo usarla, ya verás.
—Cuando quieras te haces unas dominadas en ella —
repliqué picado.
—¡No puedo hacer eso con algo tan curvado! —exclamó
dramático—. La tiene un poco torcida, pero solo un poco,
tranquila…
La chica soltó una risita y yo otra. ¡Qué bien nos lo
pasábamos!
Estábamos mejor, pero, de vez en cuando, me daba por
pensar que seguía habiendo una barrera infranqueable entre
nosotros y volvía a pegarme un viaje químico para disfrutar
de una realidad alternativa en la que no me costara tanto
sonreír.
dos años después…
Capítulo 25
LIFE ON MARS
“Un perro sólo muerde a sus enemigos, mientras que
yo también muerdo a mis amigos con el fin de salvarlos”,
Diógenes de Sinope.
Luk levantó una copa solemne.
—Brindemos. Por ti y por La marca…
—Por nosotros y por seguir vivos —Choqué mi Dom
Péringnon con él.
Lo habíamos descorchado porque se cumplían dos años de
la inauguración del club. Habíamos preparado una fiesta ALL
BLACK por todo lo alto a la que, por una vez, acudieron más
amigos que enemigos.
Podría decirse que había conseguido que me respetaran y
abrirme un hueco en el mercado, pero mi intención era
liderarlo. ¿Cómo? Con miedo, como bien señaló Vicky.
Atribuirme la desaparición de Andrés Santos fue muy
sonado.
Hicimos rular el rumor de que habían aparecido sus cuatro
extremidades en diferentes comunidades autónomas,
aunque la realidad fue mucho más simple que todo eso.
—¿Estás seguro de que quieres hacerlo? —le pregunté a
Mak—. Te convertirás en un asesino…
—Eso es relativo —contestó con dureza—. Para mí solo te
estoy protegiendo de él, y protegiendo al mundo entero, de
paso. De nada.
Nunca he vuelto a verlo tan amargado como en aquella
época. Y pegarle un tiro a ese tío pareció darle paz. Solo
tuvimos que seguir sus rutinas, averiar su coche y obligarle a
coger un taxi para cazarlo. El taxi lo conducía uno de mis
chicos más leales, un compañero de prisión que había salido
poco después que yo y que no tardó en buscarme.
Andrés se dio cuenta tarde de que estaba atrapado y
terminó en una nave donde le estábamos esperando. El
resto podéis imaginároslo. Lo dejamos en un hoyo cercano
que previamente habíamos cavado para él y no volvimos a
mirar atrás.
«Uno menos», pensé convencido. Pero Andrés ni siquiera
era un uno, era un jodido tres que se había obsesionado
conmigo y había tenido la catastrófica idea de atentar contra
mí. Tuve que defenderme…
Estuve días sin dormir hasta que los periódicos se hicieron
eco, insinuando que se debía a un ajuste de cuentas.
A partir de ese momento, las cosas mejoraron. Surgieron
nuevos aliados y empezamos a mover cantidades más
grandes de farlopa.
Con el tiempo, Luk y Mak consiguieron superar su
experiencia con Malena. Como dije, había un cincuenta por
ciento de posibilidades de que su relación diera un paso
atrás, y así fue. Ninguno de los dos quiso contarme lo que
ocurrió exactamente entre ellos, pero no volvieron a
compartir una chica hasta años después. Al menos, no a la
vez…
Entraron en la dinámica de empezar a competir por ellas y
parecía divertirles mucho, pero sobre todo, les tranquilizaba
porque afianzaba el mensaje de que no eran gays.
Mientras, en la sombra, se iba tejiendo en silencio su
verdadera naturaleza romántica. Tenían ese brillo en la
mirada, el que solo fabrica el amor, y no era por las chicas
con las que jugueteaban, sino por algo más serio e
importante… y me propuse descubrir qué.
No tuve que rascar mucho para averiguarlo.
Un día seguí a Mak en una de sus ausencias sospechosas y
lo vi empotrando a una de las camareras en el almacén de
bebidas. A ella no pude distinguirla, pero me quedé
esperando en un lugar apartado a que terminaran para ver
de quién se trataba.
Cuando vi que era Vicky me dio un vuelco el corazón.
Y a la vez, sentí alivio. Porque me pareció lo más normal
del mundo. No había nadie mejor que Mak… Si lo pensaba
bien, les advertí desde el principio que se alejaran de ella
porque me parecía algo tan inevitable que quise posponerlo
un poco.
¡Y no me había dicho nada, el muy cabrón!
No es que tuvieran que hacerlo, pero era mi mejor amigo y
no parecía ser un rollo pasajero, sino uno permanente.
Me hice el loco durante semanas, aunque me preocupaba
que Vicky saliera mal parada de todo aquello, pero un día,
observándola en la distancia, me topé con su cara de boba
inaguantable y reseguí su mirada esperando encontrarme
con la de Álvaro… pero, para mí sorpresa, fue Luk el que le
guiñó un ojo con un halo sexual inequívoco.
—Me cago en la puta… —musité alucinado.
«¡Se los está zumbando a los dos!». ¡Y yo preocupándome
por ella!
¿Lo sabrían ellos…?
No pude callarme y, en cuanto pude, la acorralé en mi
despacho.
Siempre sentiría algo especial por Vicky, la quería mucho,
pero lo cierto es que prefería tenerla como amiga. Para mí el
amor de pareja había pasado a ser un recuerdo doloroso.
Uno que intentaba quitarme buscando a Lola por cielo, mar y
tierra, pero no la encontraba por ninguna parte. O estaba
muerta, o se había escondido muy bien. Tampoco encontré
ni rastro de mi antigua banda. Ni siquiera sé para quién
trabajábamos antes. Éramos intermediarios de baja alcurnia.
—¿Podemos hablar, Vick? —le pregunté con cautela.
—Claro… ¿Qué pasa?
—¿Eres consciente de que me entero de todo lo que pasa
entre las paredes de mi club? En cada rincón… incluso en los
almacenes…
Ella me miró con los ojos muy abiertos. Bajó la vista al
suelo, avergonzada, y se mordió los labios.
—Y ¿cuál es mi castigo? ¿Ponerme un cinturón de
castidad?
Una sonrisa estalló en mis labios y vi que respiraba
aliviada.
—La verdad es que iba a desearos una larga vida feliz
juntos… hasta que he sabido que también te estás tirando a
Luk…
Entonces sí que abrió los ojos como platos.
—¡¿CÓMO SABES ESO?! ¡Nunca lo hemos hecho aquí!
—¡Porque disimuláis de pena! Dime que ellos los saben,
por favor.
El silencio que guardó me dio la fatal respuesta.
—¡Joder, Vicky…!
—¡¿Qué?!
—¡¿Cómo que qué?! ¡Estás jugando con fuego! ¡La relación
de Luk y Mak es muy delicada y esto podría estropearlo todo
entre ellos!
—¡¿Por qué crees que no se lo he dicho?! No quiero que
vuelvan a enfadarse, pero se me ha ido de las manos…
—Madre mía, qué marrón… —Me cogí el puente de la nariz
—. ¿Cómo has dejado que llegara tan lejos?
—Es complicado… Ellos no querían que tú te enteraras y
pensamos que lo mejor para todos sería mantenerlo en
secreto…
—Dios mío… Y ¿ahora qué? ¿Vas a esperar a que te pidan
matrimonio y hacer una boda doble?
Ella miró a los lados buscando una posible respuesta.
—Oye… ¿Por qué eso no suena del todo mal en mi cabeza?
—se preguntó rayada.
—¡¡VICKY…!!
—¡Vaaaleeee! ¡Cortaré con ellos!
—¡No tienes que cortar con los dos! ¡Simplemente elige a
uno!
—¡¡No puedo!! —gritó desesperada—. De verdad que no
puedo… Son el ying y el yang. Me gustan mucho ambos.
Son… perfectos.
—Nadie es perfecto, joder… Ni tú, ni yo, ni ellos —dije
cabreado.
—Pero lo que tenemos sí lo es —repuso ella con seguridad.
—Y, ¿qué tenéis?
—Nada. Eso es lo bueno. Es solo amor. Puro y duro. Sin
compromiso. Es mucho más que sexo… Es…
—¿Estás enamorada de ellos?
Sus ojos brillaron misteriosamente al buscar la respuesta y
sus ojos se llenaron de lágrimas al verse incapaz de
contestar.
Puse los ojos en blanco y me acerqué a abrazarla. Ella se
escondió en mi pecho y se desahogó todo lo que quiso.
¿Qué significaba todo aquello?
Lo último que quería era que Vicky sufriera… O que ellos
volvieran a deprimirse. No podía perder a ninguno de los
tres.
—Les quiero… —confesó entre sollozos—. Y no espero
nada de ellos. Ni siquiera me importa que se líen con otras,
porque me hacen sentir muy especial y… Son lo único bueno
que tengo en la vida…
Escuchar aquello me dolió.
Me hizo pensar que tuve mi oportunidad con ella cuando
salí de la cárcel y la desperdicié. Pero no estaba listo
entonces y empezaba a pensar que nunca lo estaría para
nadie.
—¿Lo único? —Me salió del alma y la miré con tristeza.
—Kai… —lloriqueó al darse cuenta de que me había
sentido excluido—. Nosotros nos quisimos siendo otras
personas… Pero de aquellos niños ya no queda nada, por eso
no llegó a cuajar.
—Al revés. No cuajó porque queríamos conservar lo único
bueno que quedaba de esos niños…
Me abrazó más fuerte y lloró con más fuerza. Y en ese
momento me di cuenta: debía renunciar al amor. Entendí por
qué no había podido enamorarme de Vicky ni dejar que ella
lo hiciera, porque sabiendo cuál era mi destino, sería un acto
cruel dejar que alguien me quisiera.
—Vamos a hacer lo siguiente… —dije pragmático
limpiándole las lágrimas con mis pulgares—. Se me acaba de
ocurrir una idea que puede ser la solución a todo.
—¿Cuál? —preguntó esperanzada sorbiendo las lágrimas
por la nariz.
—Voy a hacer que ellos rompan contigo.
—¡¿Qué?!
—¡Es perfecto!
—Pero… ¡Yo no quiero romper con ellos!
—Lo sé. Pero si quieres conservarlos, harás lo que te digo.
No sabes la movida que se traen entre manos, pero voy a
contártelo todo.
Y lo hice.
Le conté cómo planeé que se conocieran en el centro geo.
La conexión especial que sentí entre ellos desde el
principio. Le expliqué la brutal evolución de Luk: de
monaguillo a montarse un Ménage à trois con una conocida
actriz a la que le dije que les obligara a intimar entre ellos
como nunca se habían atrevido a hacer. Y flipó.
Reconozco que ahí me la jugué. Me la jugué porque en la
actualidad la sexualidad está viviendo una liberación
sociológico experimental de la que solo vemos la punta del
iceberg, y necesitaban aclarar sus ideas; tomar una decisión.
Una que les pesó como una roca en el estómago porque era
contraria a lo que estaban sintiendo.
Quizá un poliamor hetero los satisfaría y se había dado el
caso de que Vicky los quería a los dos. ¡Era perfecto!
—Escúchame bien… —dije calculador—. Dejarás que
rompan contigo y te cabrearás mucho con ellos. No lo
entenderás. Y cuando se arrepientan y vuelvan
arrastrándose a ti, les harás sufrir. Eso reforzará vuestro
vínculo. Y cuando por fin cedas a sus súplicas… tendrá que
ser con los dos a la vez.
—¡¡¿CÓMO…?!!
Su chillido incrédulo/«Podríaserunapasada» me hizo
sonreír.
—Nunca he hecho un trío… —comentó impresionada e
intrigada.
—Pues ellos, sí. Y pasara lo que pasara en el último los
violentó tanto que no han vuelto a hacerlo. Quizá contigo
sea diferente. Quizá se abran a ti y puedas ayudarlos. Quizá
puedan quererse como se merecen de una vez…
—Joder, Kai… Y, ¿cómo coño vas a lograr que rompan
conmigo? —preguntó perdida.
Yo sonreí con picardía.
—Eso déjamelo a mí…
Lo tenía facil. E iba a divertirme bastante provocándolo.
Para empezar los invité a un restaurante caro. Es lo
mínimo cuando vas a joderle la vida a alguien, obsequiarle
con una última cena…
—¿A qué se debe este despliegue? —preguntó Mak
extrañado y con una leve diversión en sus ojos.
—Yo te temo —secundó Luk—. Esto solo lo hacen los
maridos cuando han sido infieles… —dijo probando el vino.
Uno caro.
Mi sonrisa me delató. Menudo olfato tenían… Tuve que
disimular.
—Es que quiero daros una buena noticia… Pero en el
postre… Disfrutemos de la cena ahora.
Estaban tan felices consigo mismos, tan en consonancia
pudiendo disfrutar el uno del otro con la seguridad de estar
amando a una chica en secreto, que fue una verdadera pena
pinchar esa burbuja, pero no era real. Su burbuja, la de los
dos, les estaba esperando.
—Ya estamos en los postres —me recordó Luk—. ¿Qué
querías decirnos? Y espero que no sea darnos las gracias por
un trabajo que nos pagas de forma desorbitada… —se quejó.
—No es eso —Sonreí—. Pero gracias, Luk, te pagaría más si
me dejaras…
Él chasqueó la lengua, molesto, y suspiró.
—Dilo ya.
—Estoy enamorado —confesé sorprendiéndoles.
Se miraron entre ellos confusos y luego a mí.
—¿De quién? —preguntó Mak temeroso.
—Ya sabéis que lo he pasado muy mal buscando a Lola…
Pero por fin me he dado cuenta de que lo que quiero ya lo
tengo en casa… Voy a pedirle a Vicky que estemos juntos.
Siempre he estado enamorado de ella y por fin estoy listo
para ir a por todas…
Luk se quedó paralizado, con la cuchara en el aire, a medio
camino de llevársela a la boca. A Mak directamente se le
desencajó la mandíbula.
—Kai… —carraspeó este último aclarándose la garganta—.
¿Estás seguro? Pensaba que ya te habías olvidado de ella…
—Yo también, pero la otra noche soñé con ella. ¡Soñé con
nuestros hijos! Creo que siempre he sabido que terminaría
con ella. ¡Es la mujer de mi vida…!
Luk dejó la cuchara en el plato y se disculpó, levantándose
con prisa. Murmuró que le había dado un apretón, pero yo
creo que fue a vomitar una cena de cien pavos por cabeza.
¿Qué puedo decir? El amor duele…
—¿No te alegras por mí? —le pregunté a Mak—. Yo creo
que está más abierta al amor últimamente y ya está lista
para vivir lo que nos merecemos, ¿no crees?
—Eh… sí… —dijo con la boca pequeña—. Pero ¿ya no te da
miedo perderla? Ya sabes, que salga mal y se aleje de ti. Que
no funcione…Que algo en lo vuestro no cuadre y no puedas
hacerla feliz…
Por un momento, me dio la sensación de que hablaba de él
mismo. Pero no de ella. Sino de él y de Luk.
—No, ya no tengo miedo. Si no funciona, seguiremos
siendo amigos, pero no podría quedarme con la duda de si
podría ser mejor, ¿entiendes?
—Sí… —farfulló sin saber dónde meterse.
—¡¿Me apoyas o no?! —demandé eufórico levantando mi
copa.
—¡Sí… Sí! —me imitó. Era un bendito… Uno que pronto
llegaría por sí mismo a la conclusión de lo que tenía que
hacer para dejarme vía libre.
Cuando Luk volvió del baño, seguía pálido.
—¿Estás bien? —le pregunté preocupado.
—Sí, creo que han sido las cigalas…
—Nah… Habrá sido una almeja —contesté impasible, y no
estallé de risa de puro milagro.
—¿Te encuentras bien? —le preguntó Mak tocándole el
bíceps alargando su brazo por encima de la mesa.
Luk asintió y me sorprendió ver que él lo agarraba del
antebrazo. Como si necesitaran el contacto en un momento
que estaba siendo duro para ellos. Como si quisieran
acompañarse en su dolor.
Me costó disimular la envidia buena que sentí. Eran tan
únicos…
Se soltaron poco después, cuando Luk informó que se le
habían pasado los retortijones.
—Le declararé mi amor este fin de semana, deseadme
suerte… —les dije al despedirme—. ¡Y no le digáis nada! Sé
que sois muy amiguitos… pero yo lo soy más, ¿no es así?
—Sí… —contestaron al unísono renqueantes.
—Bien. Hasta mañana. Qué descanséis…
No me enorgullece admitir que me fui con la sonrisa en la
boca. Más tarde, escribí a Vicky y le rogué que no fallara.
Vicky:
¿Puedo al menos echar un polvo de despedida?
Kai:
No.
Vicky:
Eres diabólico…
Kai:
Ya me lo agradecerás cuando disfrutes de una doble
penetración…
Vicky:
Joder, ¡ahora no dejo de pensar en ello!
Kai:
Estaban destrozados. Te quieren…
Vicky:
No me digas eso…
Kai, no sé si voy a poder… Yo…
Kai:
Si tanto los quieres, lo harás por ellos.
Creo que vas a ser clave para hacerles entender lo que
sienten.
Vicky:
Y, ¿cómo les haremos saber que he estado con los dos…?
Kai:
Sabiendo que ninguno puede tenerte, se lo contarán ellos
mismos. Y eso los unirá. El dolor une más que las canciones
y que el fútbol…
Vicky:
Va a ser duro.
Kai:
Todo lo que vale la pena lo es.
La ruptura fue caótica a la par que silenciosa. Sus caras de
circunstancia golpearon mis retinas haciéndome sentir
culpable, pero era necesario. No podía hacer la vista gorda
con semejante bomba de relojería escondida tras los muros
de mi nuevo hogar.
Vicky se fue a casa sin preguntarme si me parecía bien.
Cuando la llamé y no me cogió el teléfono, se me oprimió el
pecho, pero al ver el disgusto que les había causado romper
de forma amistosa, me di cuenta de que había hecho lo
correcto.
La marca habría saltado por los aires si tenían que
pelearse por ella, porque, en realidad, se estarían peleando
por ellos. Por romper ese vínculo sentimental que los unía
por encima de los demás y compartirlo con otra personas.
Sin embargo, apartar a Vicky de la ecuación los uniría aún
más.
Y los unió ese mismo viernes, cuando les dije que me la
llevaba a cenar y luego a enseñarle el nuevo chalet que me
había comprado.
—Voy a pedirle que viva conmigo… —eché más leña al
fuego.
Llevaban cuatro días soportando el mono por ella y esa
frase terminó de romperlos. Mak dejó la habitación deprisa,
sin desearme que lo pasara bien, y con Luk tuve una de las
mejores conversaciones de mi vida.
—Os pagaré unos cinco mil extra por quedaros esta noche
al mando de La marca, ¿de acuerdo? Muchas gracias…
—Ya basta… —masculló enfadado. Y me giré sorprendido
—. Deja de hacer eso…
Por un momento pensé que se olía que todo era mentira,
pero de repente, me di cuenta de que se refería al dinero.
Otra artimaña que llevaba tiempo urdiendo contra él:
manifestar que pensaba que su lealtad era pagada hasta
que me dijera lo contrario.
Mi respuesta fue sonreír arrogante.
—Vaya… Me alegra saber por fin tu precio…
—¿Qué precio?
—El de mi confianza en ti.
—Y ¿qué precio es ese? —preguntó molesto.
—El mismo que el de tu libertad… —Me miró impactado y
continué—. Yo no busco esclavos, Luk… Estaba esperando a
que me dijeras que dejara de pagarte cifras desorbitadas por
que estás aquí porque quieres.
—Y así es.
—Ahora que tienes dinero de sobra como para desaparecer
sin depender de nadie… me lo creo.
—Mis objetivos no han cambiado, aunque me hayas hecho
ganar mucho dinero…
—¿Estás seguro? Podrías largarte a otro país y casarte con
una mujer maravillosa… ¿Qué te ata aquí?
—Todo… Estoy justo donde quiero estar —dijo severo.
—Me alegro —Sonreí.
—Bueno, tengo que irme. Me espera una gran noche… Y
mira a ver qué le pasa a Mako. Tiene mala cara…
—No puede estar todos los días al cien por cien —lo
defendió.
—Ya, pero tampoco al uno. Algo le pasa… Y me preocupa
su adicción a la nieve. Cuando está así, tiende a pasarse.
Échale un ojo.
—Lo haré. Tú pásalo bien…
—¿Crees que lo de Vicky me saldrá bien? —lo tanteé.
Y lo vi retener sus verdaderos pensamientos pugnando por
salir y gritarme que era un imbécil caprichoso y ciego que no
se había percatado de que acababa de romperles el corazón.
—Creo en las segundas oportunidades… Nosotros somos
una…
—Bien… Solo espero que te apliques el cuento cuando
llegue el momento. ¡Hasta luego!
Me fui sin dejar que me preguntara a qué me refería. Solía
ser bastante críptico con ellos, pero el verdadero caos llegó
cuando a Vicky le tocó rechazarme, haciendo que mis
mejores amigos perdieran la cabeza. Una telenovela en toda
regla que es mejor que os cuenten ellos… Pero ni en Netflix
se ve lo que se vio aquí…
El destino quiso que, diez días después, se diera una
coincidencia cósmica en el club, rebosante de energía
oscura, que no dudé en usar en mi beneficio para terminar
de volverlos locos…
Una coincidencia llamada Nikita Koroleva y Romeo
Capuleto.
CAPÍTULO 26
BATTLE CREEK
“El verdadero amigo es aquél que está a tu lado
cuando preferiría estar en otra parte”, Len Wein
—¿Qué tenemos que hacer qué? —pregunté estupefacto.
—Es importante —me aseguró Kai—. Le debo un favor a
Niki…
—¿Y eso incluye frotarle nuestros torsos desnudos? —
señaló Mak.
—Sí. Quiere darle una lección a su reciente marido que
está follándose a una tía en la sala tres en su noche de
bodas…
—Joder… —resoplé.
—No le espera un camino de rosas al lado de Capuleto… —
enunció Kai—. Pero desde luego, él tampoco sabe dónde se
ha metido con ella… Es letal.
—¿Letalmente placentera? —preguntó Mak con picardía.
—MUY placentera…
—Joder, tío… ¡no perdonas!
—Solo fui a verla para hablar de trabajo y una cosa llevó a
la otra…
—Qué raro en ti… —repuso Luk irónico.
—No siempre es así. Con Vicky no me salió bien… —les
recordé.
El silencio que barrió la estancia denotó que seguían
afectados.
—Está a punto de llegar. ¿Podéis hacerme este favor? Os
deberé una…
—Una bien grande —remarcó Luk—. Odio bailar…
—¡A mí me gusta! —exclamó Mak—, sobre todo si es con
una tía desnuda. ¿Está buena?
—¿Tú qué crees? —contestó Kai displicente—. Ahora la
veréis. Os iréis con ella a vestuario y que os preparen.
En ese momento llamaron al timbre del apartamento.
—Justo a tiempo… —murmuró Kai presionando el botón
para abrir.
Tragué saliva cuando vi que Vicky era quien escoltaba a la
visita.
¿Por qué tenía que estar más guapa que nunca?
Nikita era una belleza. Buena figura, pelo corto y rubio,
mirada altiva… Con lo que me ponían las bordes. Y Vicky lo
sabía…
Recogí la saliva de mi boca al ver a dos especímenes
femeninos de armas tomar acercarse a mí con una sexi
mirada de perdonavidas.
—Hola… —las saludó Kai. Nikita y él se abrazaron durante
un instante—. Felicidades por tu boda… —le dijo con sorna.
—Sí, ya… Él ya lo está celebrando…
—Menudo elemento… —opinó Kai—. Estos son Luk y Mak,
mis chicos de total confianza. Ellos te ayudarán con lo que
necesitas…
—Hola. ¿Estáis listos para hacer que lo lamente de verdad?
Si pretende humillarme, yo lo haré más… —murmuró con
odio.
—¿Cómo has terminado casada con él? —preguntó Kai—.
No lo entiendo. ¿Por qué accediste?
—Porque voy a matarlo… —respondió cortante—. Ten cerca
a los enemigos…
Todos nos miramos inquietos.
—¿Quién es él? —preguntó Mak interesado.
—Romeo… —musitó Kai—. El del bar de moteros. ¿Te
acuerdas?
—¡Ah, sí…! —Mak silbó—. Un tío duro de pelar…
—Ella lo es más —secundó Kai haciendo que las comisuras
de sus femeninos labios se elevaran y le acarició la mano
agradecida.
—Gracias por hacer esto por mí.
—Lo que quieras, siempre. Ya lo sabes. Id a cambiaros y
montad un buen espectáculo en La Torre. No me hagais
quedar mal. Darlo todo…
—Un segundo… —cortó Mak—. ¿Podemos aclarar que es
todo? —preguntó mirando a Vicky preocupado.
—Manosearme, meterme mano, besarme… No os cortéis
para nada —explicó Nikita impertérrita.
Mak y yo miramos a Vicky afligidos y ella reaccionó al
momento.
—Bueno… yo me voy —farfulló cabreada—. Creo que no
hace falta que os acompañe, ya sabéis dónde está el
vestuario…
Cerré los ojos y me pasé la mano por el pelo cuando se
fue. Hacía una hora había estado a punto de convencerla
para que volver conmigo. Le había jurado que ya no me
apetecía tocar a nadie más y había intentado besarla…
Estaba desesperado. Sin embargo, no podía decirle que «No»
a Kai.
Dos años en La marca dieron para muy buenos momentos.
Éramos un clan. Desde que conocí a Vicky nuestra relación
había sido especial, para mí no era una chica más. No había
olvidado sus primeras caricias en el sofá la noche que me
rompieron un vaso en la cabeza y las ganas que tuve de
besarla entonces. Solo en los labios, como un símbolo de
cariño y agradecimiento. Y tampoco olvidé a Martín Robles,
el tío que la había violado en una fiesta.
Lo busqué en medio del caos del abordaje, de Malena y de
Andrés y descubrí que el muy cabrón seguía en la facultad
de medicina. Le llevé la denuncia en persona y reaccionó de
malas maneras. Me aseguró que Vicky disfrutó como una
cerda aquella noche y que solo quería buscarle las
cosquillas. Me dieron ganas de matarlo allí mismo. Pero me
conformé con darle un par de hostias bien dadas y advertirle
que irían a juicio.
El problema fue que, días después, amenazó a Vicky con
que retirará la denuncia o le hundiría la vida dejándola de
loca para arriba. Me llamó por teléfono histérica y acudí a
donde estaba ella. Se asustó tanto que quiso quitar la
denuncia. Intenté calmarla y me sentí fatal. Me sentí tan
impotente que… avisé a Kai.
Él le quitó importancia con una templanza que me dio
miedo y le dijo que no se preocupara por nada. A mí me
ordenó que me quedara con ella unos días más de escolta,
por si el tío volvía. Y por supuesto, nadie pensó que ocurriría
nada entre nosotros porque en aquella época Vicky tenía
mucho que superar antes de volver a acostarse con un tío.
¡Saltaba a la vista! Pero aquella experiencia nos unió más
como amigos y cogimos mucha confianza.
Poco después, apareció una noticia en el periódico…
Un estudiante de medicina había aparecido muerto en el
casco antiguo de la ciudad. «Resistencia a un atraco»,
resolvieron, puesto que le faltaba la cartera.
Cuando le pedimos explicaciones a Kai, se hizo el loco.
Pero no teníamos ninguna duda de que había sido él.
—El lugar equivocado, en el momento equivocado… —
musitó simplemente, zanjando el asunto.
Vicky y yo estuvimos hablando de ello un tiempo,
debatiendo la ética de todas acciones y la consecuencia que
había desencadenado en su vida. Ahondamos en la relación
con nuestros padres y volví a sentirlo… Una conexión
preciosa con ella que todo mi cuerpo me pedía explorar
hundiéndole la lengua en la boca. Pero no podía, era una
víctima de violación. Y la protegida de Kai.
Era consciente de que le había mirado los labios mil veces
y de que ella había registrado el gesto, pero yo siempre lo
disimulaba, como si ni se me pasase por la cabeza atacar a
una mujer tan vulnerable.
Poco a poco, Vicky comenzó a cambiar de look. Empezó a
vestirse de forma más agresiva y provocativa. A maquillarse
mucho más. Y me pregunté si era para llamar mi atención.
Para demostrarme algo y que no pudiera resistirme a ella…
pero me llevé un «zas en toda la cara» el día que la vi liarse
con un cliente y cobrar por ello.
«¿Ya estás lista?», le pregunté con la mirada.
«Al parecer, sí…», dijo yéndose con un contoneo de
caderas que me pareció demoníaco.
Me lamí los labios y me asustó lo inminente que era que
terminara corriéndome en su interior.
Sucedió una tarde de primavera en la que tuvimos que ir a
una nave industrial para devolver un pedido equivocado de
decoración para una fiesta.
Ella tenía el coche en el taller y me pidió que la
acompañara.
—Después te invito a comer… —añadió.
Pero se nos hizo tarde y terminamos en su casa
preparando uno de esos vasos precocinados de pasta
deshidratada al que solo hay que añadirle agua.
Evidentemente, los fideos yakisoba se quedaron encima de
la mesa.
No llegué a probarlos porque le dio un ataque de risa
cuando intenté usar los palillos y no cacé más que uno, con
el que me peleé haciendo malabarismos para metérmelo en
la boca. El sonido de su felicidad empapó una pequeña nota
desgastada que llevaba años clavada en mi mente: «Es la
chica de Kai».
Y antes de darme cuenta, la tenía aprisionada contra el
sofá con ganas de borrarle la sonrisa de la boca a lametazo
limpio.
Lo hicimos sin condón, tal era nuestra irresponsable
confianza y prisa. Terminé derramándome en su tripa y
aprovechamos el tiempo hasta que entramos a trabajar a las
ocho de la tarde, haciéndolo un par de veces más con
protección y besándonos mucho. Necesitábamos compensar
todas las veces que habíamos tenido que resistirnos.
Lo mejor es que no hizo falta hablar de nada; sabíamos lo
que había. No íbamos a hacerlo público ni a declararnos
pareja oficial. Seguíamos formando parte de un clan íntimo y
no queríamos desmarcarnos de él. Nos gustaba tener un
vínculo secreto entre nosotros. Era emocionante. Y, de vez
en cuando, volvíamos a estar juntos. Mis competiciones con
Mak seguían su curso y a veces les daba más énfasis del que
sentía solo para poner celosa a Vicky y que reclamara su
pódium como la mejor compañera de cama.
Y lo era. Solo por la confianza que nos teníamos. Por el
amor.
Pero a la vez me sentía algo triste… Porque por mucho que
Vicky superara en sensaciones a las demás, nunca pudo,
como ya predije una vez, superar el subidón de las que lo
compartí con Mak. Aquello era insuperable. Quizá lo tuviera
idealizado, pero no me cabía en la cabeza que pudiera llegar
el día en el que prefiriera ser solo dos a ser tres contando
con él.
Cuando Kai nos dijo que había decidido ir a por ella, me fui
al baño a vomitar de cabeza. Era un tío de costumbres.
No quería que se terminara mi historia con Vicky. Ella era
mi dosis de amor romántico vital y lo necesitaba más que
respirar para contrarrestar el rol del tío en el que me había
convertido en los dos últimos años: un matón. Porque había
tenido que defender a Kai de gente muy chunga… Y Vicky
era el contrapunto. Supongo que pensaba que podríamos
seguir así eternamente, hasta que uno de los dos tuviera
pareja. Y había llegado el momento, nada menos que con mi
mejor amigo.
—Vicky, tenemos que parar… —le dije en un lugar
apartado del club—. No puede volver a pasar nada entre
nosotros.
—¿Por qué? —preguntó confusa.
—Porque Kai nos ha dicho que está enamorado de ti y que
va a intentarlo contigo…
Su boca se abrió sola.
—La madre que lo parió —balbuceó alucinada y su ceño se
frunció.
—Y ¿tú te apartas como un borrego? —preguntó enfadada
—. ¿Es que no te importa lo nuestro?
—¡Claro que me importa! Pero me importas tú… Y me
importa Kai. El te vio primero y…
—¡¿Perdona?!
«He metido la pata», me maldije.
—Quería decir que para mí siempre fuiste la chica de Kai
y…
—¿Y no lo era cuando me follabas el otro día contra la
encimera de mi cocina?
—No, porque ahí él no te estaba reclamando…, ahora sí.
—¡Esto es increíble! —se enfadó—. ¡Y ¿qué pasa conmigo?!
¡¿Es que no tengo ni voz ni voto?!
—Sí que lo tienes… pero yo no quiero interponerme en tu
decisión ni quiero ser el culpable de frustrar los deseos de
Kai. Eres libre…
—Vale, soy libre: te elijo a ti —dijo con firmeza.
—No… —me costó un mundo pronunciar aquello—. Eres
libre de elegir estar con él o no, pero no de estar conmigo…
En eso, yo decido. Y te digo que el sexo entre nosotros se
acaba aquí y ahora. Lo siento…
—¡Maldito seas, Lucas! —Me empujó—. ¡¿Por qué lo
haces?!
—Porque es la única forma de ser justo… Con él, contigo y
conmigo mismo.
—¡Puto Luke SkyWalker…! —berreó y se fue enfadada—.
¡Pues os van a dar por culo a todos! —gritó a modo de
despedida.
Pero yo sabía que no era cierto. Así de seguro estaba.
Tocaba hacerme a un lado para que Kai tuviera la
oportunidad de recuperar la vida que un día echó a perder…
La que yo le dejé echar a perder por no frenarle sabiendo
que se iba a estampar contra un muro.
Sentía que se lo debía.
Estuve observándola toda la noche, preocupado. Lo que no
esperaba es verla discutir con Mak en un lugar recóndito. Él
la intentó abrazar y ella se apartó con un gesto brusco. Él la
presionó contra la pared, hablo en su boca y la besó a modo
de despedida.
—Hostia puta… —musité.
No sé si lo pensé o lo dije, pero me descolocó por
completo. Tuve un dèjavu tremendo de nuestra historia con
Alba.
Me fui al baño porque tenía el estómago en llamas, pero
esa vez no vomité. No lo hice porque me los imaginé juntos
y… Dios… Imaginé a Mak empujando entre sus piernas, en el
mismo sitio y con el mismo sentimiento que había estado yo
y no pude enfadarme. Notaba que la apreciaba mucho. Y esa
vez estaba casi seguro de que no sabía nada de lo nuestro.
Me costó tres días preguntárselo. Era viernes y acababa de
tener una conversación trascendental con Kai antes de que
se fuera a cenar con Vicky y nuestras vidas cambiaran para
siempre. Esa noche, Mak y yo nos quedamos al mando de La
marca y estuvimos separados hablando por el móvil hasta el
final de la noche.
Cuando nos reunimos de nuevo, me lancé.
—¿Cómo estás? —pregunté al ver su mala cara.
—Mal… —contestó sincero.
—¿Por qué?
Él resopló en respuesta, aguantando con cadenas la
verdad.
—Cosas mías… Déjalo. Estoy cansado…
—Yo también…
Pidió una copa y cuando se la pusieron delante se bebió la
mitad de un solo trago.
—Tu estado anímico, ¿tiene algo que ver con Vicky y Kai?
Me miró circunspecto.
—Me preocupan un poco…
—Sí… Ya lo vi hace unos días… Te vi discutir con ella bajo
las escaleras.
No vi la cara que puso. Me dediqué a darle un buen trago a
mi bebida para darle tiempo para pensar, pero pude
imaginarme su desconcierto.
—Joder… —lamentó, llevándose los dedos a los ojos—.
¿Nos viste?
—Sí…
—No es nada, es solo que…
—No parecía «nada».
En ese momento nos miramos con dolor. Con un «¿cómo
has podido sentir algo por alguien que no sea yo?» en la
mirada.
—Te juro que fue inevitable. No sé explicarlo mejor. ¡No lo
busqué! ¡Surgió! Y luego… no pudimos parar —dijo con la
voz teñida de culpabilidad.
—Tranquilo… Te creo…
—¿En serio?
—Sí. Porque a nosotros nos pasó lo mismo… —confesé.
Mak se quedó paralizado como en un fotografía.
—¿Qué…? ¿Vosotros estáis…?
No terminó la frase y yo volví a beber sin responder,
negando con la cabeza.
—¿Cómo es posible que nos haya vuelto a pasar lo mismo?
Él se surcó el pelo con las dos manos y la sorpresa se vio
derribada por una sincera diversión que se adueño de su
cara.
—Me cago en la leche… ¡Esto es increíble! ¡La tía nos la ha
jugado!
—¿Te hace gracia?
—Es eso o llorar… —dijo todavía sin creérselo—. ¡Maldita
bruja!
—Tiene que serlo, no hay otra explicación. Porque a mí me
tiene totalmente hechizado —confesé—. Estar con ella es
mucho más cálido que con cualquiera una noche
cualquiera…
—Sí, es estupenda… Pero… ¿te das cuenta de que te has
estado comiendo mis babas durante meses?
—¡Y tú las mías! —exclamé con guasa.
—¿Estás enfadado? —preguntó más serio. Y me encogí de
hombros.
—¿Qué quieres que diga? Entiendo lo que ve en ti…
—Y yo en ti… —nos miramos nerviosos—. No sé que busca
en mí, teniéndote a ti…
—Lo mismo digo…
Nos miramos ruborizados. Luego sonrió y negó con la
cabeza.
—Puto Kai… ¡Cuando nos dijo que quería volver con ella
casi me muero!
—Yo eché hasta el hígado…
—Joder… Si se entera de que hemos estado con ella, me
muero.
—Si se entera, nos mata —corregí.
Nos miramos y volvimos a sonreír.
—Mierda…
—Sí. Mierda.
Cuando Kai nos contó que le había dado calabazas
volvimos a mirarnos alucinados intentando ocultar nuestra
alegría y nerviosismo.
—Hay más chicas en el mar… —acertó a decir Mak.
—Total, tampoco vas a vivir mucho tiempo… —completé
yo. Y me miraron anonadados—. ¡¿QUÉ?! —exclamé jovial
abriendo los brazos—. Entre lo que bebes, lo que comes y
que te estás haciendo famoso, no creo que dures mucho.
—¡Ya te vale! —Me dio un puñetazo divertido Kai. Pero al
momento volvió a ponerse serio.
—¿Estás bien?
—Sí… Creo que está enamorada de otro… —musito Kai
cabizbajo.
—¡Ah, ¿sí?! —preguntó Mak demasiado ilusionado.
Lo miré con los ojos muy abiertos y le hice un gesto
preguntándole si estaba loco. Él cruzó los ojos e hizo una
mueca graciosa, asintiendo.
—Sí… Y como me entere de quién es, le corto los huevos…
Yo no podré estar con ella, pero él tampoco…
La cara de Mak perdió toda la gracia y yo cerré los ojos.
¡Estábamos sentenciados! Porque yo casi prefería morir a
no volver a estar con ella.
—Me voy a investigarlo… —farfulló Kai dando furiosas
zancadas hacia la puerta—. Preguntaré por ahí, seguro que
alguien sabe algo…
—Espera, Kai… —espetó Mak—. No busques más. Estoy
aquí… Empieza cuando quieras…
«¡LA HOSTIA!», grité en mi interior.
Por primera vez en mi vida se me paró el corazón de
verdad. Lo noté. Me llevé la mano al pecho para que no me
dejara en la estacada en un momento como ese.
Kai avanzo hacia él despacio y creo que Álvaro se quedó
sin respiración.
Y de pronto, Kai sonrió.
—Ya lo sabía. Y tú también —me miró—. Podéis relajaros…
Pero resultó imposible hacerlo.
—¿Lo sabías?
—Sí, por eso me inventé que quería volver con Vicky.
Mak y yo nos miramos. No entendíamos nada.
—¿No estás enfadado?
—No. Estaba preocupado… Lo descubrí y le pregunté a
Vicky. Ella me dijo que estaba con los dos y no me gustó. Me
dijo que no podía elegir y dejé que lo hicierais vosotros… Y
resulta que me elegisteis a mí.
—Eres un hijo de puta —soltó Mak enfadado.
—Y no lo escondo —replicó sagaz Kai—. Pero este hijo de
puta no quiere perderos y que os volváis a pelear por una
chica… Era muy arriesgado llevarlo en secreto, tenía que
pararlo.
—¡Ella no quería pararlo! Y ahora está cabreadísima…
—Pero vosotros estáis bien —Sonrió felino—. De nada,
chicos.
Luk y yo volvimos a mirarnos pasmados. ¿Tenía razón?
Maldito…
—Entonces… ¿no estás interesado en ella? —pregunté a
media voz.
—No. Menos que nunca… Pero no quiero que le hagáis
daño.
—No se lo estamos haciendo. Estábamos mejor que
nunca… ¿Por qué has tenido que joderlo?
—Porque mientras vosotros no estéis bien, nada lo estará.
Y si os hubierais enterado de otra forma, otro gallo
cantaría…
—Y ahora, ¿qué? —preguntó Mak preocupado.
—Ahora… No sé… que gane el mejor, como siempre —
sonrió Kai.
«Me cago en la leche…». Nos miramos incapaces de
vernos como rivales y Kai se lanzó sobre el sofá con
satisfacción.
—Largaos. Quiero estar solo —farfulló.
Y obedecimos.
Antes de ir directos a por Vicky, decidí que teníamos que
hablar.
—Espera… —lo paré—. ¿Qué vamos a hacer ahora?
Mak miró a un lado, pensativo, y se puso las manos en la
cintura.
—Supongo que para eso ha hecho esto, para que lo
decidamos nosotros.
—¿Y…?
—Yo seguiría como hasta ahora…
—¿Estás seguro?
—¿Tú no? A mí no me importa compartirla contigo… Es
decir, no a la vez, sino… Ya me entiendes.
—¿Y los celos? —pregunté abochornado.
—Seremos discretos… y el que no pueda soportarlo, que
se retire…
Eso iba por mí, claro. Él era el hombre de acero.
—A mí tampoco me importa compartirla contigo —aclaré.
—Pues vamos a decírselo…
Avanzamos hacia ella pensando que la teoría era muy
bonita, pero la práctica sería diferente. ¿Soportaría pensar
que estaban juntos compartiendo algo más que sexo? Y lo
más jodido… ¿Por él o por ella?
«Jesús…».
Pero el dilema terminó pronto, porque nos mandó a la
mierda rapidito. Nos dijo que no iba a volver a liarse con
ninguno de los dos por renunciar a ella por Kai.
—Ya se le pasará… —rumió Mak—. Tarde o temprano
volveremos a las andadas…
Pero cada día que pasaba sin robarle un beso era peor que
el anterior. Incluso había vuelvo a cascármela en la ducha
porque sabía que si se enteraba de que estaba con otra en
este punto, podía irme despidiendo de volver a meterme en
ella…
Por eso el favor que nos pidió Nikita Koroleva no podía
llegar en peor momento.
CAPÍTULO 27
LA UNIDAD
“Sólo un buen amigo es capaz de comprender que su
presencia puede llegar a molestarnos”
Noel Clarasó
Nikita se cambió de ropa delante de nosotros.
—Si me vais a ver y a tocar en el escenario, mejor nos
dejamos de sorpresitas, ¿no? —dijo quedándose en tetas y
colocándose un top como el que llevaría Catwoman.
—Lo que tú digas, encanto… —contesté galán.
—¿Se ve bien La Torre desde la sala de los espejos? —
preguntó interesada.
—Sí, se ve genial. Oirán perfectamente cómo empieza el
show.
—Bien… —murmuró ella con la vista clavada en las botas
altas que se estaba abrochando. Le quedaban de vicio con el
pantalón estrecho que llevaba.
—¿Tanto le odias? —pregunté curioso.
—No lo sabes tú bien…
—Pues ten cuidado… Del odio al amor solo hay un polvo…
Se me quedó mirando de tal forma que pensé que me
daría un puñetazo, pero no llegó. Seguro que sabía que
éramos exgeos, un rumor que en su día nos ayudó a ser más
temidos por nuestros enemigos.
—Estoy lista —dijo simplemente. Y se colocó un antifaz.
Luk y yo nos quedamos sin camiseta luciendo un pantalón
de cuero fino y ajustado del cual no haré comentarios, pero
no me pagaban lo suficiente para esto… Aunque a las tías
parecían gustarles.
Cuando llegamos a La Torre vi a Vicky apoyada en una
pared, de brazos cruzados. Llevábamos toda la semana
discutiendo. Yo no sabía ser dulce y paciente como Luk, mis
ruegos por volver a estar juntos siempre terminaban en
pelea: ella señalando que habíamos elegido a Kai por encima
de todo y yo culpándola de mantener una relación a dos
bandas. Nadie estaba libre de pecado y nosotros solo
intentábamos ser leales al tío que nos advirtió, al principio
de los tiempos, que Vicky era sagrada para él…
Pero como digo, fue inevitable.
Lo nuestro estuvo escrito desde el minuto uno, joder… Y
no miento al decir que yo no lo busqué. Cuando me llevó a
Urgencias, nuestra relación se estrechó bastante. Y cada día
lo hacía un poco más. Sobre el papel yo seguía tratándola
como a la eterna novia de Kai, pero admito que cuando
estaba con ella me esforzaba por ser más gracioso por lo
que me había dicho en el hospital. Adoraba ver cómo su
dureza se convertía en dulzura cuando se mondaba de risa
con mis salidas de tono.
Pero una tarde de primavera, un día entre semana en el
que había ido a la playa para… ¡está bien!, ¡para
broncearme un poco y estar más atractivo!, me la encontré
allí. Al parecer ella estaba haciendo lo mismo, pero lo dijo
con mucha más clase.
—Estoy adquiriendo un poco de vitamina D. Últimamente
vivo más de noche que de día y creo que no genero la
suficiente…
—A mí no hace falta que me mientas… Moreno se liga
más y el sol es gratis.
—Ni que te faltara el dinero… —Sonrió ella—. He visto tu
nueva camioneta 4x4 roja con un tiburón detrás. Muy bonita.
—La he comprado para poner un colchón y poder ver las
estrellas.
—Suena bien…
—Cuando quieras te invito…
Nos miramos sabiendo que no podíamos aunque
quisiéramos. Saltaba a la legua que ella ya estaba lista para
perdonar a los hombres; su mirada había cambiado. Ya no
llevaba un cartel en la frente que pusiera «Sexo No», de
hecho, sabía que se había acostado con algún cliente fijo. Le
mandé un par de indirectas más, ya que nunca había dejado
hacerlo, y me gustó sentir que aquella vez se ponía nerviosa.
Ninguno de los dos quería que el día acabara. Nos lo
estábamos pasando en grande criticando a todos los
trabajadores de La marca y sintiendo un feeling muy
especial.
—Se va a hacer de noche… —señaló ella—. Será mejor
que nos vayamos.
—Tengo hambre —anuncié—. Te invito a cenar…
—No puedo, Mak… —admitió ruborizada, sabiendo lo que
conllevaba esa propuesta.
—Bueno, yo voy a pasar por el McAuto a coger mi cena. Si
quieres, pide algo y te dejo en casa. ¿Te apetece?
—Maldito… Nunca digo que no a un Big Mac…
—¡Ah, pues a mí me lo llaman a menudo! «Big Mak». Es
que la tengo bastante grande, ¿sabes?
Ella soltó una risotada que me hizo sonreír.
—Eres único…
—Pues ya verás cuando pruebes mi salsa secreta…
—¡Cállate ya…! —Me pegó divertida.
Cogimos la comida y, por supuesto, no la llevé a casa. No
hizo falta ni preguntarlo. Terminamos en un mirador y
cenamos en la parte trasera de mi camioneta. No tenía
colchón, pero sí unas cuantas cajas que nos sirvieron de
mesas y sillas.
—Ha sido genial… —dijo soñadora cuando terminamos de
comer.
Nos miramos y me lamí los labios inconscientemente
atrayendo su mirada hacia ellos. En ese momento entendí la
gilipollez de la frase «Estar preciosa a la luz de la luna». ¡Era
cierto! Nunca me había sentido así… Debía estar
afectándome esa fase lunar en concreto.
—Es tarde. Ahora sí que te llevo a casa… —Carraspeé.
—Entonces… ¿Vas a dejarme sin postre?
Esa frase se me clavó en el alma. Me perdí cuando la miré
y vi en sus ojos lo que quería: un trozo de «Big Mak».
Nuestro primer beso me dio un mordisco en el corazón de
los que prometen que ya nunca más lo tendrás entero.
El encuentro fue increíble, pero tardamos en volver a
repetirlo. Quizá por no ensuciar un recuerdo tan perfecto. Y
cuando por fin lo hablamos, dejamos claro que solo era…
bueno, que no tendríamos una relación al uso. Fue decirlo y
empezar a actuar como una pareja más que nunca.
Se tomó peor de lo que pensaba que le dijera que no
podíamos seguir acostándonos y eso me calentó aún más el
corazón.
—No me esperaba esto de ti, Mak…
—Vicky, ¡entiéndelo…! Le he robado a Kai mucho tiempo
de vida y no puedo hacerle esto… Te quiero y lo sabes.
Siempre te querré a mi manera, pero él puede darte algo
que yo no puedo…
—¡¿Y si yo no quiero dárselo?! ¿Has pensado en eso?
—No quieres ahora, pero en cuanto entre en acción se te
irá la pinza y ni te acordarás de mí…
—¿Por qué dices eso? —dijo con pena.
—Porque lo conozco, joder… Kai es la hostia. Nos da mil
vueltas a todos y siempre consigue lo que quiere. Lo sé
porque lo he vivido en mis carnes. Sé lo impresionante que
puede llegar a ser…
—No entiendo por qué te infravaloras tanto… —dijo
herida—. ¡Y no entiendo por qué prefieres que sufra yo a que
sufra él! ¡No es el único que lo ha pasado mal en la vida! ¿Es
que yo no le importo a nadie? —Sollozó.
—Vicky… —La presioné contra la pared para hablarle en
la boca—. Me importas tanto que voy a hacer el puto
esfuerzo de apartarme para que tengas lo mejor. Eso es
querer de verdad, joder…
La besé por última vez con toda mi pasión y ella se zafó
de mí y se alejó diciendo que yo no sabía lo que era mejor
para ella.
Por eso cuando Kai nos dijo que era todo una puta broma,
quise matarlo con mis propias manos porque, aunque lo
hiciera para prevenir un mal mayor, con Vicky la cagamos a
lo grande y lo teníamos muy dificil para recuperarla.
Cuando escuché la música que anunciaba que era la hora
de salir al escenario, Vicky reforzó aún más su cruce de
brazos como signo de su incomodidad. O quizá se estuviera
sujetando a sí misma para no liarla. Eso me hizo sonreír.
Las luces se apagaron, la música fluyó y empezamos a
movernos de forma sensual alrededor de Nikita, llamando la
atención de hombres y mujeres.
Había que reconocer que la chica era jodidamente sexi.
No solo emanaba una seguridad inquebrantable, sino que
tenía unas piernas que podían volverte loco de remate. Se
las besé y se las lamí consiguiendo ser la envidia de todo
hombre en un radio de veinte metros. Luk se había centrado
en sus pechos.
—¡Quítaselo todo! —gritó un espontáneo. Y me pareció
una magnífica idea.
Cuando le desabroché el pantalón y descubrí que estaba
completamente depilada, lo admito, se me hizo la boca
agua.
Me arrodillé y me permití el lujo de rozar mis labios contra
su suave monte de Venus….
Escuché gritar a la gente y supe que la actuación iba de
fábula.
Besé su pubis y miré hacia arriba justo a tiempo de que
ella se quitara el antifaz, pero mis ojos la esquivaron y
fueron directos a los de Luk, que ya estaban esperándome
fijos en mí. Nunca he tenido un déjà vu tan bestia… Fue
como volver a la última vez que disfrutamos de una mujer
juntos, sobándola apasionadamente y haciéndola nuestra.
¿Había algo mejor?
De repente, vi en sus ojos que algo terrible se acercaba a
mi espalda y me puse de pie a tiempo para bloquear a
Capuleto, que acababa de subir con un salto felino a la
tarima.
—¡Es que te has vuelto loca! —exclamó cabreado.
«Oh, oh…».
Si algo había aprendido de mis hermanas es que si llamas
«loca» a una mujer, se acabó.
—¡Cariño…! Qué casualidad que estés aquí… —El tono
jocoso de Koroleva hizo que al tío se le inflamara la vena del
cuello.
«Madre de Dios…».
Miré alrededor, controlando si había más hombres con él
mientras le decía si tenía el cerebro en el coño o algo así…
Me mordí los labios al ver que mucha gente estaba
centrando la atención en sus gritos.
—¡¿Mal padre?! —rugió él—. ¡Eres una puta loca!
Segunda vez… «Esto no puede acabar bien», pensé
acojonado, y que intentara ahorcarla me dio la razón. ¡Vaya
dos!
—Debería relajarse, señor… —formuló Luk con templanza.
Pero no era momento para ser educado.
—¡¿Que me relaje…?! —gritó la fiera fuera de sí, y
volvieron a discutir con agresividad sobre que había dejado a
su hijo solo en casa.
«¡Sacadlos de ahí, ya!», escuchamos por el pinganillo a la
vez.
Luk y yo nos miramos y coincidió que el tal Capuleto
empezó a ponerse como loco. Lo empujamos instándole a
bajar de La Torre y empezó la trifulca. El tipo intentó
atacarme y lo esquivé, pero no contento con eso, cargó
contra mí agachado e intentó placarme para tirarme al suelo.
Era un puto animal…
Su mujercita no se quedó atrás, atravesó el espacio
directa a una pelirroja y le estampó un vaso en la cabeza.
Luk separó la maraña de brazos y piernas en la que nos
habíamos convertido Capuleto y yo, mientras Nikita se
llevaba cogida por el pelo a la pelirroja. ¡Madre de Dios, la
llevaba hacia la tarima! Por un momento pensé que le haría
abrir la boca contra el escalón para pisarle la cabeza como
en la peli de American History X…
Por suerte, el equipo de seguridad intervino y pudimos
inmovilizarlos.
—Deja de moverte o te romperás el brazo tú solo —le dije
a Capuleto retorciéndole la articulación hacia atrás para
sujetarlo mejor.
Al irnos, vi que Vicky se llevaba a la pelirroja para curarla.
Ella me miró con una pregunta en los ojos: «¿Estás bien?». Y
me dio esperanza de que no estaba todo perdido con ella.
Esa noche iba a devorarla como que me llamaba Álvaro
Roca.
—Se te ha ido de las manos, Koroleva… —empezó Kai
cuando entramos en su despacho.
Todo fingido. Porque esa conversación terminó con un
guiño de ojos cuando se marcharon. En ese momento,
descubrí que Kai era un estratega como la copa de un pino.
Siempre estaba tramando algo a espaldas de alguien. Pero lo
curioso es que lo hacía para ayudar a los demás, no a sí
mismo. Era un puto altruista que nunca pensaba en él. El
perfecto antihéroe que asume la carga de hacer el trabajo
sucio y poco honorable para que los demás estén a salvo.
Como si él no se lo mereciese… Por eso me gustaba tanto
cuidar de él; porque alguien tenía que hacerlo.
Cuando el Joker y Harley Queen fueron expulsados de La
marca, Kai nos dijo que hiciéramos revisión de daños. Y
obedecimos. Uno de ellos era ir a ver a Vicky.
Cuando no la encontramos por ninguna parte, nos
preocupamos.
—Me ha pedido permiso para irse a casa… —nos informó
Kai sombrío.
—Joder… —soltó Luk enfadado. Seguro que él había
tenido su conversación silenciosa privada con ella desde La
Torre.
—Id a buscarla —sugirió de repente Kai—. Es lo que yo
haría… Nos estáis poniendo a todos de los putos nervios.
—Pues te jodes —dijo Luk enfadado—. Esto es por tu
culpa.
—¿Mi culpa? —Sonrió Kai—. Todos tus problemas
empiezan y terminan en tu interior. Yo solo intento que no
acaben contigo… Voy a dar una vuelta a ver si encuentro a
alguien que me quite el calentón de ver a Koroleva
contoneándose así… Os recomiendo que hagáis lo mismo…
Se fue de la habitación y nos dejó solos con nuestra
indecisión.
—¿Qué hacemos? —pregunté cauteloso, porque notaba
que Luk tenía un cabreo considerable.
—Yo quiero ir a verla. Tengo que hablar con ella… Lleva
toda la semana rehuyéndome porque sabe que… —Se quedó
callado de repente.
—¿Porque sabe que qué?
Chasqueó la lengua y suspiró.
—Que no podrá resistirse a mí.
—Te veo muy convencido… —Sonreí de medio lado.
—Creo que el amor no puede frenarse, así de simple… Y
sé que sentimos lo mismo. Aún no nos hemos dicho «te
quiero», pero vamos muy en serio…
—Nosotros sí nos hemos dicho «te quiero» —espeté. Y me
miró sorprendido.
—¿Se lo has dicho?
—Sí… Porque la quiero y siempre la querré aunque no
estemos juntos. Se ha convertido en alguien importante en
mi vida. Y no me canso de follar con ella. Hay mucho cariño
y no quiero perderla…
Lucas miró al suelo entendiendo cómo me sentía.
—Tenemos que ir a hablar con ella de todo esto… aunque
sea uno detrás de otro, pero no podemos seguir así. ¡Me
estoy muriendo!, y no es algo sexual, es que no soporto que
esté enfadada conmigo…
—Yo igual. Pero a lo mío súmale lo sexual, porque la
performance con la maldita Koroleva casi me revienta las
pelotas…
Luk se rio.
—A su maridito sí que van a reventarle me parece a mí…
—O quizá le reviente antes la cabeza, ¿quién sabe? ¿Nos
vamos?
—Vamos…
Llegamos a casa de Vicky nerviosos y mantuvimos la
respiración al llamar al timbre.
—¿Sí? —preguntó ella con una mezcla de apatía y
vulnerabilidad.
—Vicky… Soy yo… —dije con voz queda.
—Y yo… —secundó Luk—. ¿Nos abres, por favor…?
Pensé que nos preguntaría qué coño queríamos o que nos
diría directamente que no estaba de humor, pero la
estridencia del soniquete que nos dio paso nos supo a gloria.
—Habla tú primero —me indicó Luk cuando nos
plantamos frente a su puerta y llamamos al timbre.
Bajé la cabeza y me mordí los labios, preparándome para
la Vicky borde que se estaba cruzando de brazos frente a La
Torre.
La puerta se abrió y al otro lado apareció una chica
normal (no la destroyer que fingía ser en La marca) con
albornoz y una toalla en la cabeza.
No pude evitar bromear.
—¿Siempre abres así la puerta a las cuatro de la
madrugada?
—Pues sí. ¿Qué hacéis aquí?
—Queremos hablar contigo…
—Yo no tengo nada que hablar con vosotros —dijo severa
intentando cerrar la puerta, pero mi pie se lo impidió.
—Solo dinos una cosa: ¿por qué te has ido del club?
—Estoy cansada…
—Queremos la verdad, Vick…
—¡Porque no quiero veros!
—¿Por qué?
—¡Porque no…! —Intentó cerrar sin conseguirlo.
—Vicky… vamos a tener que vernos mucho. Hablemos,
por favor…
Se alejó de la puerta, rendida, como si supiera que no
íbamos a admitir un «No» por respuesta.
Insistí, porque cuando Vicky va en serio, no te cabe la
más mínima duda. Quería vernos y quería hablar. Otra cosa
es que fuese a ponérnoslo fácil.
—Id al salón. Voy a vestirme… —ordenó cuando la
seguimos y cerramos la puerta de la vivienda.
Apareció tres minutos después con un short corto negro y
una camiseta de tirantes suelta azul turquesa. Tragué saliva
cuando me di cuenta de que no llevaba sujetador.
Se sentó en el sofá que quedaba libre a lo indio, con su
pelo mojado y hecho un desastre, y dijo:
—Hablemos…
Nada impidió que me levantase y me sentase a su lado.
—Hemos llegado a un acuerdo… Luk te tendrá lunes y
miércoles. Yo, martes y jueves. El viernes a sorteo y el finde
un día cada uno.
—¡¿CÓMO DICES?! —gritó cabreada.
—Vick…
—¡¡Los dos sois unos gilipollas!!
—Vick…
—¡¿Qué os habéis creído?!
—¡Vicky! —Le cogí de los brazos para que dejara de hacer
aspavientos, y cuando vio la sonrisa en mi cara se quedó
quieta.
—¡Estaba de coña, por Dios…! —dije con cariño—. Ante
todo, por favor, no dudes ni por un momento de lo mucho
que significas para nosotros. Eso es lo que más nos duele de
todo esto y hemos venido a aclarártelo: te queremos y
siempre te querremos… Aunque pases de nosotros y nos
rompas el corazón en mil pedazos, respetaremos tu decisión,
pero no queremos que estés enfadada con nosotros, ¿vale?
—Su boca empezó a temblar y sus ojos a encharcarse de
lágrimas—. Kai ha sido un egoísta… —continué, cogiéndola
de la mano—. Actuó como lo hizo porque no quería que Luk y
yo nos cabreásemos y perder a sus dos mejores escoltas.
Pero abusó de nuestra lealtad y nos hizo chantaje emocional
con vuestra historia desde niños…
—No… —negó ella con la cabeza—. Kai solo intentó
arreglar mi metedura de pata… Lo siento mucho, chicos…
¡Se me fue de las manos! No quería engañaros, juro que no
fue premeditado, ¡en serio!
—Lo sabemos. Y eso es lo mejor de todo, la naturalidad
con la que ha ocurrido todo esto. Créeme, no es la primera
vez que nos pasa…
Luk, que estaba atento a mis palabras asintiendo todo el
tiempo, sonrió un poco al recordar a Alba.
—Es que tenemos muy buen gusto —apuntó cómico.
Vicky sonrió un poco y aproveché para acariciar su mejilla
con el dorso de mi dedo, sin soltar su mano.
—Y, ¿qué hicisteis la última vez para solucionarlo? —
Quiso saber.
Luk y yo nos miramos con cautela.
—Locuras que ya hemos dejado atrás… —respondió él
quitándole importancia—. Lo importante es que tú estés
bien. Si no quieres seguir como hasta ahora, te dejaremos en
paz, pero no puedes ponerte como te has puesto hoy cuando
nos veas con otras chicas en La marca, porque nos haces
pensar que tenemos esperanzas contigo.
—Kai me ha dicho que os ibais a acostar con ella…, y me
he puesto muy celosa porque era una fantasía recurrente
que yo solía tener con vosotros…
En ese momento miré a Luk, pero él evitó mirarme a mí,
evidenciando que no quería ni oír hablar de esa posibilidad.
—Si todavía sientes algo por nosotros, encontraremos una
solución… —resolví tranquilo—. Lo hemos estado hablando y
no nos importa que dispongas de nosotros cuando tú
quieras… Solo te pedimos que no nos quites el honor de tu
compañía, por favor…
—¿Por qué? —preguntó sin entender—. Podéis follar con
quien queráis, ¿por qué yo?
—Porque contigo no es follar, es hacer el amor… —
sentenció Luk.
Ella lo miró derretida y él se levantó del sofá para
arrodillarse a sus pies. Acarició sus muslos y terminó
abrazado a su cintura.
No dudó en surcar sus ricitos dorados de querubín al
estar en esa posición y yo me arrimé también a ella,
demandando mimos.
Me apoyé en su hombro después de besárselo y esperé
mi turno. Vicky me acarició la cara y se juntó a mí para
darme un beso en la frente, pero en el último momento la
sujeté de la nuca con suavidad y conduje sus labios hacia los
míos. Su lengua me recibió con una suavidad alucinante y un
sabor salado por haber llorado.
Cuando Luk se dio cuenta de nuestro beso, se levantó y
se apartó.
—Bueno… yo me voy —dijo creyéndose el perdedor de la
velada—. Nos vemos mañana y… ya hablaremos, ¿vale,
Vick?
—Espera. —Lo frenó ella levantándose del sofá de un
salto.
Fue hacia él, se puso de puntillas y le rodeó el cuello
fundiéndose contra su boca. Se enzarzaron en un beso de
diez tórridos segundos que los dejó con ganas de más.
Después, ella se apartó de él y dijo:
—Esto no va a funcionar, chicos… No quiero que Luk se
vaya así. No quiero tener que elegir y que a alguien le duela.
Vosotros mismos lo habéis dicho, vamos a vernos
constantemente y aquí hay sentimientos de por medio…
—Sería más doloroso no estar nunca contigo —opinó Luk
—. Si cortamos ahora, pronto volveremos a llevarnos bien y
volveremos a caer en la tentación. Luego empezarán las
mentiras y se joderá todo… Kai tiene razón, debemos ir con
la verdad por delante por el bien de nuestra amistad —dijo
mirándome fijamente—, aunque duela…
Su confesión me atravesó el corazón. ¿Nos dolía saber
que teníamos relaciones tan íntimas con otras personas? Nos
dolía.
—Hay una tercera opción… —enunció Vicky, de pronto.
«No, por Dios… ¡Que no lo diga!».
Luk permaneció inmóvil esperando que soltara la bomba.
—Si queréis volver a tenerme… será juntos y a la vez.
Luk cerró los ojos lentamente y yo me cogí el puente de la
nariz.
—Eso no va a pasar… —respondí por los dos.
—¿Por qué no? —preguntó ella decepcionada.
—Porque cree que soy gay —contestó Luk de forma
cortante. Y lo miré alucinado.
—¡Yo no pienso eso! —dije a la defensiva—. Como mucho
pensaría que eres bisexual. Es más que evidente que te
gustan las mujeres…
—¿Y qué si lo es? —preguntó Vicky extrañada.
—Que no lo soy. Esa es la cuestión —explicó Luk críptico.
Nos clavamos la mirada de tal forma que me dolió y
ambos suspiramos profundamente al recordar la sensación
de la que llevábamos huyendo un par de años.
—No entiendo nada… —musitó Vicky.
—No hace falta que lo entiendas —gorgoteó Luk—. No
podemos compartir una relación sexual juntos y punto.
—Pero… ¡¿Por qué?!
—¡Porque no! ¡Porque es demasiado para nosotros! —
exclamó él agobiado, moviéndose con nerviosismo—. Tengo
que irme…
—No te vayas, por favor… —le suplicó ella cogiéndole de
la mano—. Os quiero a los dos… —Besó su mano—. Te
necesito, Lucas…
Él tragó saliva ruidosamente y dijo con la voz rota:
—No puedo, Vicky… No puedo, de verdad…
—Cuéntame lo que te pasa, ¡quiero entenderte! —Tiró de
él hacia el sofá y le obligó a sentarse—. Estás en un lugar
seguro…
—No me pasa nada, en serio…
—Mírate, ¡sí que te pasa!
Me mordí los labios y me senté al borde del sofá
apoyando los codos sobre mis rodillas y las manos juntas en
la boca.
Me estaba poniendo enfermo por la reacción que estaba
teniendo al sacar el tema por fin. Me estaba reteniendo a mí
mismo para mantener silencio. Tenía tantas cosas que
decirle desde la noche de Malena… pero no podía, ¡podría
romperlo todo entre nosotros para siempre! Y retenerlas me
estaba haciendo sudar.
—Luk… ¿A qué te refieres con que «es demasiado»? —le
insistió cogiéndole la mano suavemente.
Él negó con la cabeza, soportando un dolor lacerante por
no arrugar el rostro y mostrar algún sentimiento que lo
delatase. Y de pronto, dos lágrimas se desbordaron de sus
ojos y resbalaron por sus mejillas insolentes. Noté que mi
mirada ardía de impotencia.
—¡Luk…! ¡¿Por qué lloras?! —exclamó Vicky sorprendida.
Él negó de nuevo, borrando las huellas del delito.
—Porque acabo de darme cuenta de que nunca volveré a
acostarme contigo… No si esa es la condición que nos
impones.
CAPÍTULO 28
EL SABOR DE LAS MARGARITAS
“¿Hay cosa más grande que tener a alguien con quien
te atrevas a hablar como contigo mismo? ”
Cicerón
Ver llorar a Luk fue arrollador.
Parecía el típico tío que no lloraría aunque se quedara sin
piernas. Y verle resquebrajarse así, después de superar un
atentado en un barrio de Siria sin derramar una lágrima, me
alarmó.
Se llevó dos dedos a los ojos para deshacerse de ellas.
—Luk… me estás preocupando —musité compungida.
—Tranquila, no es nada…
—¡Claro que es algo! ¿Qué te pasa? Quiero ayudarte…
—Puedes ayudarme no poniéndome en esta situación —
dijo vulnerable—. Sé razonable. Volvamos a lo de antes y
ojos que no ven, corazón que no siente…
—No, Luk…, las cosas no se solucionan huyendo de ellas.
Tú me lo enseñaste. Explícame por qué es demasiado
compartir sexo con Mak. ¿Qué es ese rollo de ser o no ser
bisexual? ¿Qué más da eso?
Álvaro y él cruzaron una mirada significativa.
Kai me insinuó que los límites de su relación eran frágiles,
pero no sabía que escondía algo tan gordo. El miedo y la
desconfianza asomaban a sus ojos como nunca lo había visto
antes. Eran dos tíos duros, guapos a rabiar, con una
elegancia innata y dos pollas como dos lanzacohetes… pero
si algo tenía el poder de doblegarlos, era el otro.
—Creo que podemos contárselo… —decidió Mak—. Es
Vicky. No va a juzgarnos, ¿verdad, Vick?
—¡Por supuesto que no! ¿Qué ocurre? Contadme…
—Me cuesta desnudar mi piel delante de él, ¿y me pides
que desnude mi alma? —preguntó Luk incrédulo.
—Ya es hora… No voy a dejarlo pasar, Lucas. Yo no podré
fingir que no he visto nada. La verdadera intimidad llega con
la sinceridad…
El aludido resopló y observó la unión entre nuestras
manos. Estaba tan guapo que me había costado un mundo
ratificarme en mi postura de rechazo cuando me propuso
volver el día anterior, mientras perdía su mirada en mis
labios.
Kai me había dejado muy claro lo que tenía que hacer. Me
dijo que poniéndoles en esta situación podía ayudarlos a
superar sus problemas.
—Venga, dilo… —lo animé.
—Es solo que… las veces que lo hemos hecho he tenido
serias dudas sobre mi sexualidad… —confesó Luk sin mirar a
nadie en concreto.
—¿Qué dudas?
—He sentido cosas muy contradictorias que me han
hecho sentir mal…
—¿Qué sentiste?
—Cosas brutales —acuñó Mak—. Muy intensas…
—Demasiado intensas… —corrigió Luk abochornado—.
Como si…
—¿Como si qué? —lo azucé cuando se calló. Suspiró e
hizo un esfuerzo por seguir.
—Como si él fuera más importante que la chica para mí.
Como si dependiera de él y no de ella que la experiencia
fuera… sublime.
La tensión era insostenible en su rostro y Vicky trató de
aliviarla:
—A ver… sois los mejores amigos y esas chicas no
significaban nada para vosotros. Es normal que os guste
pasar tiempo juntos y compartir aficiones…
—Es más que eso —repuso Luk angustiado—. No me valía
con el tiempo libre, yo quería compartirlo todo con él. Todo el
puto tiempo. Es casi una obsesión y sé que no puede ser…
No es sano ni normal. Y metiendo el sexo en la ecuación se
acentúa todavía más la necesidad de… —Volvió a callarse.
—¿De qué?
—De estar mucho más cerca de él… Todo lo posible. Más
allá del límite aconsejado entre amigos… —musitó como si le
faltara el aire.
—Si te sirve de consuelo, a mí me pasa lo mismo
contigo… —confesó Mak de repente, salvándolo de ahogarse
en vergüenza—. Tengo la sensación de que siempre te estoy
rogando cariño…
—¿Qué…? —replicó Luk conmocionado—. ¿Tú a mí? Ni de
coña… Si aquí hay alguien necesitado de cariño, soy yo… ¡Tú
siempre estás feliz! Te sabes querido por tu familia, tus
amigos, por mí…
—No, por ti, no —rebatió Mak—. Al menos, no como
necesito sentirte… Siempre estoy esperando a que te abras
a mí. A que me toques, a que confíes en mí más que en ti
mismo…
—¡Si ya lo hago! ¡Te he confiado mi vida multitud de
veces!
—Tu vida… pero no tu corazón. Noto tu reticencia a
intimar y tengo que alejarme de ti cada dos por tres para no
perderte del todo. Es muy duro. La noche con Malena me
atreví a pedirte más y casi te pierdo para siempre…
Las lágrimas brotaron de nuevo de los ojos de Luk sin
permiso y volvió a limpiárselos a manotazos, era como si no
pudiera ordenarle a su cuerpo que dejara de demostrar lo
que estaba sintiendo por dentro. Aquello era demasiado,
pero debían profundizar más.
—Sigo sin entender qué tiene de malo todo eso… —
señalé.
—¡Pues que no soy gay! —exclamó Luk enfadado—. ¡Ni
siquiera soy bisexual! ¡No quiero besarle a él como te beso a
ti! Sin embargo, cuando follamos juntos, cualquier mínimo
roce o mirada me genera una sensación parecida y me rayo
durante días. No es ni medio normal sentir esto, Vicky…
—¡Claro que es normal! —exclamé con firmeza—. ¡Es lo
que le pasa a todo el mundo cuando se enamora!
—No estamos enamorados… —farfulló Luk acojonado.
—Claro que sí, pero eso no tiene nada que ver con el
sexo, sino con el romanticismo.
Lucas levantó la vista, pasmado.
—¿Cómo dices…?
—Que no es nada sexual, solo significa que sois
birrománticos. Eso es cuando desarrollas sentimientos
románticos hacia otro género que no coincide con tu
orientación sexual. ¡La atracción romántica y la sexual son
dos cosas ompletamente distintas!
Luk y Mak se miraron alucinados, como si fuera la primera
noticia que tuvieran al respecto.
—¿Eso existe o te lo acabas de inventar? —preguntó Mak
con guasa.
—¡Te juro que existe! —Sonreí—. Hasta tienen su propia
bandera.
—Venga, no me jodas… —murmuró Luk incrédulo.
—¿Creéis que sois los primeros en enamoraros de un
amigo sin querer nada sexual con él? Preguntadle a Freddy
Mercury, a quién le dedicó la canción de Love of my life y a
quién le dejó buena parte de su fortuna… ¡A su mejor
amiga!, de la que siempre estuvo enamorado, aunque le
gustaran los hombres. Yo tenía una amiga en la universidad
que le pasaba lo mismo. Le gustaban los tíos, pero estaba
obsesionada con una amiga de la infancia. Decía que la
quería más que a nadie en el mundo. ¡Era su persona
favorita! Y cuando descubrió que era algo totalmente
platónico, se sintió muy aliviada.
—¿Cómo has dicho que se llama? —preguntó Luk.
—Birromántico.
Y fiel a su generación, se lanzó a comprobarlo en Google.
Ver su cara dándose de bruces contra la realidad valió
millones. Rodó metafóricamente por el suelo con la puta
bandera y la wikipedia le pateó las pelotas.
—Orientación romántica —rumió—. ¿Hay varias? ¿Desde
cuándo?
—Desde que una persona tuvo los huevos de contarle a
su terapeuta: «Me pasa esto, ¿por qué?». Los
heterorrománticos solo se sienten atraídos románticamente
por los de su mismo género. Los arrománticos: no sienten
atracción afectiva por nadie. Los polirrománticos: pueden
sentir atracción por varios géneros...
—Dios santo… —murmuró Luk sin levantar la vista de su
móvil.
—Una persona birromántica —comenzó Mak leyendo el
suyo—, es aquella que disfruta del comportamiento típico
asociado con estar en una relación con otra persona, pero
sin llevar a cabo actividad sexual… —Se miraron de reojo—.
Un individuo birromántico puede ser heterosexual, bisexual,
homosexual o asexual y está abierto a experimentar una
relación sentimental con cualquier persona sin importar su
sexo…
—Su puta madre —masculló Luk—. ¡Y yo pensando que
era gay…!
—¿Tan dramático hubiera sido eso? —espeté.
—¡No! ¡El drama es que yo sabía que no lo era!, pero
sentía algo muy potente por él y creía que había algo mal en
mí…
—Pues ya ves que no. —Sonreí—. Solo es amor… La
amistad no es amor sin sexo, como la gente cree. El amor es
mucho más extenso. Hay miles de relaciones sentimentales
en las que el sexo no participa, porque no se quiere a un hijo
igual que a un amigo, ¿verdad?, aunque con ninguno de los
dos tengas sexo. Hay grados y tipos de amor. Y lo vuestro es
más que una simple amistad.
—¿Ves? No estás loco. —Se pitorreó Mak—. Solo me
quieres. Te vas a curar…
Su humor me hizo sonreír, como siempre.
—Que te quería ya lo sabía, idiota… —contesté ufano—.
Pero es que te quiero un huevo y parte del otro…
Mak se mordió una sonrisa preciosa en los labios y me
contagió.
—Sentir esto no es nada malo, Luk —subrayé—. Al revés,
es un privilegio… Solo tienes que aprender a abrazar la
sensación y no rayarte pensando que no la acompaña una
orientación sexual concreta. Que el modelo binario no te
haga dudar de ti mismo y ¡disfruta, joder…! El problema será
cuando conozcáis a una chica y tengáis que romper vuestro
supervínculo especial…
—Ya te hemos conocido y no ha pasado nada —apostilló
Mak.
—Eso es porque a mí no os importa compartirme, pero un
día conoceréis a alguien que no queráis compartir con el
otro…
—Ese es uno de mis mayores miedos —confesó Luk de
pronto—. Que no me enamore nunca… ¿Y si no encuentro a
nadie que supere esta sensación? ¿Y si el garrulo este
bloquea mis sentimientos hacia la futura madre de mis
hijos…?
Mak mostró la «V» de Victoria con los dedos y sonrió
pagado de sí mismo.
—Pues que seréis felices juntos —respondí encogiéndome
de hombros—. Si lo que te preocupa es reproducirte, hay
otras formas de tener hijos… Pero estoy casi segura de que,
el día menos pensado, aparecerá alguien especial. Mientras
tanto, ¿por qué no me besáis…? —dije sugerente
acercándome a Luk.
Le cogí la cara, y en cuanto nuestros labios se tocaron, se
empezó a gestar un morreo lento y decadente que prometía
un encuentro épico si se dejaba llevar.
Se animó con rapidez, besándome con un alivio palpable,
y amarró mi camiseta para acercarme más a él.
Poco después, Álvaro se pegó a mi espalda y me besó el
cuello con cuidado mientras sus manos buceaban por dentro
de mi camiseta.
«¿Vamos a hacerlo? Dios mío…». Me moría solo de
pensarlo…
Me temblaba todo al sentir que tenía a aquellos dos
titanes solo para mí. La experiencia lo superaría todo hasta
la fecha.
Me sentí volar cuando Mak me elevó para hacerme caer
en su regazo. Eso me hizo abandonar la boca de Luk
momentáneamente, pero giré la cabeza y me encontré con
la de Mak, tan ansiosa y exigente como siempre.
—No sabes cómo te he echado de menos… —habló en
mis labios, mordiéndomelos como castigo. Y sentir que a la
vez Luk me subía la camiseta para empezar a lamer mi
ombligo me puso más cachonda que nunca.
Los tenía a los dos sobre mí y me felicité mentalmente
por decidir ducharme a esas horas. Solo quería que me
comiesen entera.
—Qué bien hueles, joder… —susurró Luk acercándose a
mi centro y hundiendo su lengua entre mis pliegues.
Me contraje de placer con un espasmo. No era la primera
vez que me lo decía. Le encantaba mi jabón íntimo y lo
aspiró como si fuera un lugar seguro donde nada malo
pudiera pasarle.
Seguí devorando a Mak con una tensión muy placentera.
O más bien, él me devoraba a mí con su acostumbrado deje
hambriento y demandante. Luk pronto sustituyó su boca por
sus dedos y aterrizó sus labios sobre uno de mis pechos para
empezar a succionarlo como si pudiera obtener de él el elixir
de la eterna juventud.
Las sensaciones me asolaron. La lengua de Mak, la de
Luk, las yemas de sus dedos ahondando en el interior de mi
cuerpo a la vez que me mordía un pezón me causaron un
cortocircuito moral sin precedentes. Quería que me hicieran
de todo. ¡DE TODO, JODER!
Mak dejó de besarme para sacarme la camiseta por la
cabeza y dejarme totalmente desnuda. Ellos seguían
vestidos. Su mano restregó el pezón que quedaba libre,
endureciéndolo al momento, y se lo llevó a la boca con
envidia. Mi cuerpo reaccionó a sus bocas arqueándose hacia
atrás y gemí de gusto.
—Sí, joder… Sois la hostia… —musité enajenada.
¿Dos bocas y cuatro manos? Iba a ser una noche
memorable. Pero todavía no sabía cuánto, porque la unión
que presencié entre ellos me dejó sin aliento.
No puedo explicar el calentón que alcanzamos solo con
los preliminares, ni la cantidad de manoseos, lametazos,
sonrisas y miradas hambrientas que nos dedicamos antes de
empezar a suplicar. Los necesitaba de una manera tan
primaria que me quemaba la piel y los desnudé a lo bruto.
Nunca los había visto así; estaban muy duros y húmedos.
Saboreé a Mak hasta lo más hondo de mi garganta y
succioné con ganas, al pobre le atravesó tal descarga de
placer que tuvo que apoyar su frente en el hombro de Luk
para no correrse.
—Más rápido… —me apremió Luk colocando una mano
sobre mi cabeza y fijando un ritmo más excitante. Mak gruñó
intentando contenerse y se agarró aún más a su brazo
retorciéndose de gusto.
—¿Sientes eso…? —preguntó Luk conmocionado.
Nadie contestó a esa pregunta trascendental, pero Mak
jadeaba más de lo que normalmente lo hacía cuando
estábamos a solas.
Luk tenía razón, su mera presencia lo cambiada todo. Lo
mejoraba. Y cada gesto que tenían entre ellos me llenaba de
morbo.
Uno se recostaba en el sofá conmigo, abriéndome de
piernas para el otro. Y mientras ese me degustaba, mi captor
acariciaba mis tetas y me decía guarradas al oído.
—Te vamos a follar los dos a la vez —susurró Mak lascivo
—. Y no va a ser suave… por eso necesitamos que estés muy
dilatada. —Las palabras salían jadeantes de sus labios
denotando lo excitado que estaba—. Cuando sea mi turno
devoraré tu culo hasta que me supliques que te la meta…
Dios santo… Casi me llevan a la locura entre los dos.
Se estaban empleando a fondo. Como si tuvieran algo
que demostrarse a sí mismos, como si por primera vez
actuaran como deseaban hacerlo de verdad, sin tapujos,
aprovechando la oportunidad y poniéndolo todo en el
asador, por si acaso era la última vez.
Se tocaban la cara, se tiraban del pelo y me daban unos
revolcones de lengua brutales que me dejaban al borde del
orgasmo psicológico. Eran besos de los que recuerdas toda
la vida y piensas que ya puedes morirte tranquila por
haberlos vivido.
Cuando llegó el momento de la verdad, me acobardé un
poco.
—Nunca he hecho un trío…
—Tranquila, iremos con cuidado —prometió Luk, pero la
mirada de Mak me decía que no me fiara de sus palabras.
Que el pequeño Skywalker siempre impresionaba en el
último momento. Que a él le tenía robado el corazón con su
fachada benevolente que más tarde retorcía tu alma con un
desdén que te dejaba de rodillas.
Sabía a lo que se refería… Había visto a ese Luk. Al
implacable.
Estaba perdidamente enamorada de ellos en ese
momento, pero estaba nerviosa porque una doble
penetración no era moco de pavo.
Tenía miedo de que me doliera o de que no soportara el
placer, como me habían contado algunas chicas que lo
habían probado en La marca. Decían que era muy intenso.
Ni siquiera sabía en qué postura pensaban colocarse.
Ellos tenían la sartén por el mango; a mí me tenían frita…
Mak tiró de mí para ponerme de pie y me giró de
espaldas a él con un movimiento seco, rodeándome la
cintura con sus brazos.
—Relájate… —me recomendó al oído—. Esa es la clave…
Luk se acercó a mí con la pose de un modelo
internacional y nos envolvió a los dos entre sus brazos. Sus
bocas terminaron a ambos lados de mi cuello, prodigándome
besos tiernos y suspiré algo más relajada.
—Pensaba que la clave era una buena lubricación —
comenté.
—Cariño, estás chorreando… —musitó Luk encantado—.
Va a ser muy fácil y rápido, ya verás…
—Una penetración doble nunca es fácil —rebatí temerosa.
—Con nosotros, sí —secundó Mak anhelante—. Déjate
llevar…
Empezaron a besarme indistintamente en la boca, parecía
un jodido partido de tenis, pero de pronto empezaron a
pelearse por mi atención, a luchar con sus cabezas por echar
al otro de mis labios, mientras se reían y se rozaban con
caricias violentas. A veces se tiraban del pelo para lograrlo,
recompensándose con una caricia consoladora después.
Estaba flipando… Además, a la chita callando, me metían
mano por todas partes para que no pudiera protestar. Juro
que por poco me desmayo…
De ganas. De placer. Por tener el honor de vivir algo tan
único, personal e intenso entre ellos.
—Vamos a la cama —ordenó Mak con la respiración
entrecortada.
Vi que de camino cogía algo del bolsillo de su pantalón. Al
llegar al dormitorio me hizo sentar a los pies de mi magnífica
cama de uno treinta y cinco. Me empujó para que apoyara la
espalda en el colchón y me dejó abierta de piernas con los
dos frente a mí.
Nunca he tenido una necesidad tan grande de que me
follen. Mi piel vibraba llamando a la suya, y quería que
contestaran con todo su ser.
—¿No es lo más maravilloso que has visto? —le preguntó
Mak a Luk.
—Ya lo creo… —respondió alelado.
Los dos tenían la vista clavada en mi centro húmedo y
empecé a respirar cada vez más fuerte.
—Tú primero… —musitó Luk, dándole un golpe en el
hombro y limpiándose las comisuras de la boca.
Mak abrió un condón con decisión y se lo puso en un visto
y no visto. Después se arrimó a mí y, de una sola embestida,
se hundió hasta lo más profundo de mi cuerpo.
Ambos gemimos aliviados y se quedó quieto durante un
momento, absorbiendo las increíbles sensaciones. Y cuando
empezó a mecerse cogiendo cada vez más ritmo fue todavía
mejor. El hecho de saber que Luk lo estaba viendo lo hacía
aún más excitante.
Sentí que el colchón se hundía cuando se subió por un
lateral.
Mak se enderezó un poco, quedándose de rodillas, y
farfulló: «Chúpasela…».
Ninguno de los dos me había pedido nada nunca en un
tono parecido. Solían ser muy gestuales o no tenían ni que
pedirlo, pero esa exigencia, ya no para él, sino para su
colega, me puso a cien.
Lucas se colocó de forma que pudiera acceder a él y me
observó con los labios entreabiertos cuando engullí su
dureza.
—Es por tu bien… —jadeó Mak sin dejar de moverse—. Es
para que no se le baje, así cuando se meta dentro de ti lo
sentirás superduro…
—Y tú también, ¿no? —Me atreví a decir, sacándola un
instante de mi boca—. Y el roce con él te gustará aún más…
Mak cerró los ojos para no imaginarlo o para no cruzarse
con la mirada de Luk, y el susodicho volvió a taponarme la
boca para seguir moviéndose aún más rápido. A pesar de
todo, notó que sonreía.
—No puedo más… —gimió Luk poco después—.
Hagámoslo ya…
Mak se quitó de encima y me dio la mano para
levantarme. En cuanto estuve de pie, me besó y me llevó
contra un escritorio, haciéndome apoyar las manos en él,
quedándose a mi espalda.
—Es mejor empezar así… ¿Estás segura de esto?
¿Que si quería sentirlos a los dos al mismo tiempo
arrancándome un placer incalculable? Llevaba semanas
deseándolo… Había fantaseado con ello alguna vez, pero
desde que Kai lo sentenció como una realidad, cada noche
soñaba con tenerlos a los dos dentro de mí.
—Sí, quiero sentiros…
—Bien. —Me besó por última vez y cuando abrí los ojos
sentí que Luk ya estaba a mi lado—. Relájate… —ordenó Mak
comprobando mi puerta trasera y haciendo un trasvase de
excitación de un lugar a otro.
Luk me cogió la cara y la acercó mucho a la suya.
—La chupas como nadie, ¿te lo han dicho?
—Confirmo —murmuró Mak.
—Si Kai supiera lo que se ha perdido, nos estrangularía
fijo…
Sus palabras me hicieron sonreír.
—¿Cómo sabes que no se la he chupado?
—¿Lo has hecho? —preguntó agarrándome de la barbilla
como si le perteneciese.
—No… —gemí sintiendo cómo Mak me metía mano.
—Que se joda. —Y estampó su boca contra la mía con
fiereza. Casi me corro con el beso que me dio. Porque Mak
estaba haciendo de las suyas con sus dedos en una zona que
no creí que pudiera hacerme sentir codiciosa. Estaba
dejando mi ano tan resbaladizo y dilatado como mi centro, y
la facilidad con la que hurgaba en él hizo que una necesidad
desconocida se anclara en mi estómago.
—Estás más que lista, nena… —farfulló Mak—. Solo dime
una cosa, ¿cómo te arrancas las tiritas? ¿Despacio o
rápido…?
Sabía lo que me estaba preguntando. ¿Qué prefería,
sufrimiento corto e intenso o largo y atenuado?
—Rápido —elegí sin dudar.
—Vale… —respondió emocionado—. Luk, al lío…
Como si hubiera recibido una orden, Lucas hizo que
nuestras bocas volvieran a encontrarse y empezó a besarme
de nuevo casi con desesperación. Su intención era
distraerme de lo que Mak estaba a punto de hacerme, pero
mi cuerpo lo sabía y estaba en tensión.
Mak se pegó más a mí y chistó en mi oído para calmarme.
—Shhh…No haré nada hasta que lo desees. Pídemelo tú,
¿vale?
Esa frase me tranquilizó, y más cuando empezó a
besarme el hombro y a rodearme con sus brazos para
acariciar el interior de mis muslos hasta llegar al clítoris.
Luk me besaba a conciencia, y en un momento dado,
puso su mano sobre la de Mak para hundirla más dentro de
mí. Al final resbaló por la suya y quiso meter su dedo
también. Con tantas atenciones las piernas apenas me
sostenían.
—Confía en nosotros y déjate llevar… —me repitió Mak al
oído. Su erección aguardaba presionando contra mis nalgas
y creo que notó el momento exacto en el que me entregaba,
porque lo sentí suspirar y, un segundo después, se metió
dentro de mí, dejándome sin respiración.
Había entrado resbalando tan perfectamente que no sentí
dolor, solo una presión inaudita. Una que fue mutando por
momentos a un hormigueo que necesitaba rascarme con
urgencia, pero Mak se había quedado quieto.
—¿Estás bien? —preguntó sin aire.
—Sí… Pero sigue, no pares. Muévete, por favor… —le
rogué deseosa. Sentía que iba a explotar de un momento a
otro si no se hacía hueco ahí dentro.
Obedeció al instante, muy lentamente, y sentí algo
indescriptible.
—Jo-der… —me quejé alucinada.
—¿Paro?
—No, no, sigue… Más… Más rápido…
Sentí que los chicos se miraban mordiéndose los labios y
Luk empezó a tocarse él mismo sin poder evitarlo.
Poco a poco la presión inicial fue desapareciendo y se
convirtió en un placer totalmente nuevo y diferente que me
dejó descolocada.
—Ven conmigo… —me instó Mak, llevándome con él para
trasladarnos a la cama. Se sentó en el borde, con cuidado de
no desconectarnos, y se tumbó en la cama con la espalda
apoyada en el colchón. Me llevó con él y me abrió las piernas
de par en par. En ese momento me sentí completamente
ofrecida a Luk y mi anticipación creció.
Hasta ese momento, Mak parecía estar al mando. Parecía
ser el que más controlaba, pero cuando Lucas se colocó
entre mis piernas y me miró con una advertencia velada en
sus ojos, me di cuenta de que él llevaría la voz cantante en
lo que iba a ser la experiencia más erótica de mi vida.
Mak había estado haciendo el trabajo sucio. Había estado
preparando el terreno para que Luk saltara en plancha en el
último momento.
—Échate más hacia arriba —le sugirió a Mak después de
analizar el espacio, y este obedeció, dejándole hueco para
subirse al colchón.
Lo perdí de vista cuando avanzó agachado hacia mi
cuerpo.
De pronto, sentí que lamía mi entrada con languidez,
como quien prueba un culo de vino que el sumiller le ofrece,
y me humedecí todavía más.
Se alzó de nuevo para colocarse sobre mí y poder
mirarme a los ojos. Al parecer, quería leer mi expresión
cuando acariciara mi clítoris con su erección, empapándolo
de lo que sentía por ellos.
«Dios…». ¡Iba a darme un infarto si no se sumergía ya en
mí!
—Fóllame… —supliqué con la voz rota, desesperada.
Su respuesta fue sonreír como si esas fueran las palabras
mágicas, pero antes de hacerlo, desvió la vista hacia Mak y
lo miró con intensidad.
Fue la mirada que me hubiera gustado que alguien me
dedicara la primera vez que hacía el amor. Y creo que esa
fue la suya.
Entró despacio, desafiando la estrechez de mi vagina y
abriéndose paso con su carne como si tratara de contenerse
a sí mismo para ir despacio.
¡Por fin los tenía a los dos dentro de mí! En parado,
parecía soportable, aunque todo mi cuerpo estuviera en
tensión, pero todo cambió cuando empezó a moverse
creando un estallido brutal en cada una de mis
terminaciones nerviosas.
Abrí los ojos como platos al sentirme tan colmada. Sus
caderas colisionaban con la mía una y otra vez, haciendo
que el placer mejorara por momentos.
Los tres entramos en trance mientras recorríamos el
camino hacia la catarsis del placer físico sin que nuestros
sexos dejaran de rozarse.
—Dios… —jadeé alucinada.
—¿Todo bien? —se interesó Luk jadeante.
—Más que bien —contesté ahogada, clavándole las uñas
en la espalda. Lo que estaba sintiendo no tenía nombre.
—¿Y tú, Luk? ¿Cómo te sientes? —Se escuchó la voz de
Mak contenida.
Ninguno dejó de moverse.
El aludido tardó en contestar, pero lo que dijo mereció la
pena.
—Me siento como si hubiera nacido para este puto
momento…
Después de esa frase, lo único que hicimos fue resollar
juntos. Lucas aumentó el ritmo llevándonos al límite,
cruzando un peligroso umbral tabú cuando agarró del
hombro a Mak para acompasar sus movimientos y
potenciarlos.
Sus gemidos no se hicieron esperar y no hizo falta más
para lanzarme al orgasmo. Se estaban haciendo el amor a
través de mi cuerpo y sentirlo casi me hace llorar. Me corrí
gimiendo de puro morbo entre sus jadeos entrecortados.
No había sentido nada igual en mi vida…
Sentía admiración pura por su vínculo y se me
encharcaron los ojos cuando los sentí eyacular entre
espasmos temblorosos.
Aquel día no solo los ayudé yo. También ellos a mí. Mi
imagen del sexo cambió radicalmente. Pasó de ser lo peor
que me pasó en la vida a entender que puede ser algo capaz
de elevarte a otra dimensión y, por supuesto, el medio
definitivo para expresar el AMOR. Con mayúsculas.
Cinco años después…
CAPÍTULO 29
LOS TRES REYES
“Amigos. Nadie más. El resto es selva”
Jorge Guillén
Presente (año 2020)
(Un mes antes de la pandemia mundial del Coronavirus)
¿Qué puedo decir?
Fueron cinco años de excesos. De libertad. De correr riesgos.
De conocernos mejor a nosotros mismos. Y no me arrepiento
de nada.
Te lanzan a la vida con veinte años, cargando con las taras
de tus padres, y esperan que sepas qué hacer exactamente,
pero es la vida la que te enseña cómo son las cosas de
verdad, dónde está el límite (si es que lo hay) y de qué estás
hecho cuando llegan los problemas. Porque de fiesta todo el
mundo es una sonrisa tonta, chocar un chupito o robar un
beso. Pero cuando retrocedes tu arma y rezas para volver a
casa entero y no en una caja de pino es cuando asoma tu
verdadero yo. Y creedme, no es fácil estar orgulloso de ese
«yo» cuando trabajas en La marca de Kai-n…
La noche que Mak y yo nos acostamos con Vicky por
primera vez lo cambió todo entre nosotros. Mutilamos
nuestras dudas y no pudieron seguirnos a ninguna parte.
Estuvimos meses envueltos en una estrecha relación a
tres, montándonoslo indistintamente en su piso, en el mío y
en el de Mak. Las paredes ya no importaban. Incluso lo
hacíamos alguna vez en el club, pero las que menos, porque
una vez Kai nos pilló y fue un drama flipante…
—¡¿Es que no hay más habitaciones que os lo tenéis que
montar en mi salón?! —gritó tapándose los ojos furioso—.
¡Joder, voy a tener que cambiar el puto sofá!
—¡Pues no lo cambiaste cuando lo mancillamos con
Malena! —vociferó Mak.
—¿Te quieres callar? —Me reí lanzándole un zapato.
—Chicos, creo que se ha cabreado en serio… —dijo Vicky
pudorosa tapándose—. ¡Si le hemos dejado besuqueándose
con esa vip sueca…!
—Le habrá salido rana —apostó Luk.
—O tiene eyaculación precoz. ¡De la que te has librado,
chica!
Nos tronchamos de risa y esa noche rematamos la faena
en casa.
La armonía nos duró hasta que llegó el verano y Vicky se
fue una semana de vacaciones a Cuba con un par de
amigas.
—¿A Cuba? Por mi parte tienes carta blanca… —Sonrió
Mak.
—¿No te importa que me líe con otro? —preguntó
mosqueada.
—Que yo sepa no tenemos ningún acuerdo de
exclusividad…
—¿Tú has estado con otras todo este tiempo?
—Sabes que no.
—¿Entonces?
—Pedirte que me guardes fidelidad acarrea otras
obligaciones con las que no estoy dispuesto a lidiar. Soy
demasiado joven… Si quieres hacerlo, hazlo; y si no, no lo
hagas. Yo haré lo mismo.
—¿Tú qué opinas de esto, Luk? —preguntó Vicky confusa.
Me quedé pensando si «lo nuestro» iba realmente a alguna
parte. Si algún día habría una evolución o si, por el contrario,
ninguno estaba pensando en dar un paso más en esa
dirección.
—Biólogos y científicos naturistas aseguran que toda
extinción sigue un patrón; no es aleatoria. La teoría evolutiva
de cualquier ser vivo, en este caso, nuestro amor, lo
condena a extinguirse ante ciertos rasgos que se repiten, por
ejemplo: el estancamiento y la falta de variación genética. Si
no estamos pensando en reproducirnos ni en dar un paso
adelante significa que estamos cómodamente estancados, y
por lo tanto, abocados a la extinción, así que… Aprovecha tu
viaje a Cuba.
—¡Tío…! —Mak se llevó una mano al pecho—. Mi amor por
ti nunca se extinguirá. ¡Acabo de enamorarme otra vez con
ese rollo de discurso!
—Imbécil… —Negué con la cabeza ocultando una sonrisa.
—¿Desde cuándo te interesa tanto la ciencia? —preguntó
Vicky impresionada.
Me encogí de hombros.
—Solo estoy leyendo cosas…
En ese momento era cierto, pero en la actualidad todo el
mundo cree que soy un friki. Por suerte, Mak sigue
queriéndome igual o más.
Vicky tuvo carta blanca en su viaje y nos constó que se lo
pasó de vicio con los cubanos, pero Mak y yo sí
evolucionamos ese verano juntos, dando un paso más en
nuestra relación.
—Eh… ¿Me acompañas esta tarde a ver un chalet? —me
preguntó Mak poco después.
—¿Un chalet?
—Sí. Estoy harto del loft. Quiero tener un jardín con
tumbonas para tomar el sol y una pequeña piscina para
refrescarme. Y quiero una cocina industrial con isla que
tenga un extractor que se llevé hasta las ideas que tenga
estando cerca de él.
—No he entendido nada, pero vale —Me reí—. Te
acompaño.
Pensándolo fríamente ahora, quizá lo hizo por la
incertidumbre de lo que ocurriría cuando nos faltara Vicky y
quisiéramos follarnos a otra. Porque nos resultaría extraño
prescindir del otro. Sería casi como una infidelidad entre
nosotros.
Fuimos a ver el chalet y se nos puso dura. Era una puta
pasada. Tres habitaciones, un salón comedor enorme con
cocina abierta, un porche con una mesa para comer fuera,
algo de césped, una piscina minúscula y un cobertizo
exterior en el que cabría perfectamente un gimnasio…
¿Sabéis cuando a alguien le hacen chiribitas los ojos al ver
algo?
Pues de los de Mak salían hasta chispas.
—¿Nos deja un momento para pensarlo? —le dijo al de la
inmobiliaria fingiendo tener dudas, pero en cuanto nos dejó
solos, me miró con los ojos desorbitados.
—¡¿Qué te parece?!
—Está muy bien… —comenté tranquilo.
—¡¿Solo bien?! ¡Esto es una jodida obra de arte! Dime que
te enloquece, por favor…
—Te tiene que enloquecer a ti —musité halagado.
—Ya, pero quiero que te guste también a ti porque… quiero
que vivas aquí conmigo.
Me quedé anclado en sus ojos sin saber qué decir.
—¿Me estás pidiendo que viva contigo?
—Sí… —admitió valiente sin rastro de humor. El vértigo de
que le dijera que no era palpable en su mirada y en su forma
de mojarse los labios.
—¿Por qué? —pregunté solo por fastidiar—. ¿Por qué
quieres vivir conmigo?
—Porque te quiero aún más tiempo, ¿vale? Más minutos,
más horas, ¡más todo! Y como no podemos meternos mano,
he pensado en esto…
Una risa restalló en mi boca, consiguiendo lo que quería:
verme sonreír. Respiré hondo como si dudara.
—Me quedo con la habitación del fondo —dije rápido.
—¡Toda tuya! —exclamó contento. Y me abrazó con fuerza
—. ¡Tío, es que me encanta! ¡Esto es un sueño hecho
realidad…!
No supe si se refería a mí o a la casa, pero me dio igual, la
felicidad en su mirada era lo único que me importaba.
No me puso ninguna condición a cambio, pero yo sí quería
una.
—¿Qué condición? —preguntó sorprendido y divertido.
—Vicky ya no está… —empecé vergonzoso—. ¿Qué va a
pasar ahora cuando nos apetezca estar con una chica…?
Su cara no adquirió su famoso deje de despreocupación y
supe que era un asunto que también le inquietaba.
—No sé… —respondió perdido, pero leí en su mirada que
no deseaba que nada cambiara.
—Si me mudo contigo es para tener una vida juntos… no
cada uno la suya. Nos tendremos en cuenta para todo. Para
todo, todo —repetí.
Él me miró con los ojos muy abiertos entendiendo lo que
quería decir y oliendo el compromiso.
—Si vamos a ir cada uno a su rollo, prefiero no verlo… —
añadí tembloroso. «Porque seguramente los celos me
comerían vivo», quise añadir, pero recé para que empatizara
un poco y lo comprendiera.
—De acuerdo…
—¿Va en serio?
—Sí… —dijo bajando la cabeza—. Si es lo que quieres, seré
todo tuyo.
Esperé a que me mirara y los ojos me escocieron cuando
nos encontramos en un gesto que ya conocía muy bien. Era
un esfuerzo por contenerse y dejar que fuera yo el que
mostrara mi afecto.
Puse las dos manos a ambos lados de su cuello y junté mi
frente con la suya para sellarlo. Los dos teníamos los ojos
cerrados cuando nos interrumpieron.
—¿Os habéis decidido, parejita?
Al abrir los ojos, teníamos la sonrisa en la boca. Le empujé
en el cuello con una mano y me giré hacia el gestor,
atentamente.
—Nos lo quedamos.
A partir de ese momento las constantes preguntas sobre si
éramos pareja nos causaban risa por lo cerca que estaban
de la verdad. Su hermana me lo preguntó cuando Mak fue tío
y fuimos juntos a hacerle una foto con el bebé en brazos.
—Ahora una los dos con el bebé.
La hicimos.
—Os queda genial… —dijo soñadora y me mordí la sonrisa
en los labios. Y no tardó en acorralarme—. Oye, ¿en serio no
estáis juntos? ¡A mí puedes decírmelo! Sería vuestra mayor
shippeadora…
En esa ocasión solo le guiñé un ojo en vez de negarlo y
casi se caga encima. Por la noche nos descojonamos cuando
lo comentamos en casa durante la cena.
¿A mí qué coño me importaba lo que pensaran los demás
si yo era feliz? Cuando lo acepté me sentí más libre que
nunca. Y comprendí que sentirse libre es la clave de la
felicidad. No el dinero ni el amor. La libertad. La libertad de
elegir lo que quieres y tenerlo. BRUTAL.
Huelga decir que cada uno dormía en su habitación. Que él
siempre cocinaba, que yo siempre limpiaba, y que la primera
chica a la que trajimos a casa fue pagada. Y fue la hostia,
por cierto. Más burdo y excitante que con Vicky. Más
personal. Más nuestro.
Eso no significa que no la invitáramos una noche para
enseñarle la casa cuando volvió de sus vacaciones y
termináramos en la cama. Sin embargo, aquel día notamos
que la relación de los tres había evolucionado también.
Charlamos como amigos durante toda la velada sin
morbosas intenciones ni obsesión por repetir y fue muy
agradable.
Que no hubiera habido una ruptura con Vicky como tal fue
un acierto, a veces pasaban meses hasta que nos volvía a
cuadrar pasar una noche juntos. Y después ella empezó a
salir con una chico y estuvieron juntos casi dos años. La
consolamos encantados cuando cortaron; nos costó quince
días de buen sexo que lo olvidara.
Pero volvió el verano y con ello la libertad y volvimos a
perderle la pista y las ganas. Unas que siempre volvían por
Navidad, como el turrón. O cuando nos metíamos en líos
chungos de los que te dan un paseo por el borde de la
muerte. Algo bastante habitual, debo decir…
Kai parecía oler cada polvo que echábamos con ella y nos
miraba de reojo como si fuera a cortarnos los huevos, pero
tenía cosas más importantes que atender que nuestra vida
sexual.
Había conseguido que La marca se hiciera más fuerte que
nunca y yo sabía que tarde o temprano llegaría el día D. Es
decir, hoy…
Me refiero al día en el que las cosas fueran tan bien que
fuese el momento adecuado para reventarlo todo.
Llevábamos un año y medio sin altercados cuando Lara
apareció en nuestras vidas hará dos semanas.
Nada más verla, Mak me miró subiendo las cejas con un
mensaje subliminal en sus dilatadas pupilas: «Su boca en mi
polla y la tuya en su coño».
Disimulé una sonrisa.
El que no supo disimular su azoramiento ante la nueva
ninfa rubia fue Kai. Tenía una extraña fijación con las
blondies, como mi madre cuando íbamos a un restaurante y
tenían manitas de cerdo. Tenía que probarlas sí o sí…
Hace años le preguntamos por qué le afectaban tanto y
nos mandó a la mierda sin mucha cortesía, pero un buen día,
descubrí el motivo. Fue en una ocasión en casa de su abuela,
ayudándola a montar un mueble de Ikea que se había
empeñado en comprar.
La bendita Luz nos había preparado unas torrijas y la mejor
de las limonadas «Para pagaros el trabajo», aseguró con
cariño. Y cuando estábamos a punto de terminar, alguien
entró en la casa con sus propias llaves a la voz de «¡Ya
estamos aquí!».
Los cuatro nos miramos pasmados. A Kai se le salieron los
ojos de sus cuencas.
—¿Son Ani y Mei? —preguntó levantándose de la silla
como si fueran un par de velocirraptores.
Lo vi buscar una salida, huidizo.
No es que esperase tener un enfrentamiento parecido al
que tuvo con Roi, habían pasado más de tres años de
aquello, pero hacía un año que les había otorgado a sus
hermanas la herencia del legado familiar por estar sacando
rendimiento del local de sus padres, La ola dorada, en el que
había fundado La marca de Caín. Sus abogados se lo
aconsejaron para prevenir futuros problemas de
responsabilidades si le ocurría algo.
Roi rechazó el dinero, pero sus hermanas lo aceptaron sin
un «Gracias» de por medio. Bueno, creo que la mayor le
mandó un wasap de los que terminan con un punto al final.
Pero la pequeña de los Morgan ni se molestó, evidenciando
que era lo menos que podía hacer.
—Tenemos que irnos —urgió Kai—. No quiero verlas…
—No son tus hermanas —aclaró su abuela—. Son Ágata y
Mía. ¡Me había olvidado de que había quedado con ellas para
ver unas telas!
Entonces Kai me miró como si el corazón fuese a
explotarle.
—Nos vamos —zanjó adusto.
Y me sonó a «O me muero», lo que hizo que me levantara
en el acto, preocupado. Me miró como si confiara en que,
como su guardaespaldas, lo sacara con vida de un ataque
inminente.
—Luz, vete al salón y recíbelas allí —le ordené presuroso.
Su casa tenía una disposición perfecta para huir sin ser
vistos: nada más entrar en el recibidor, tenías tres opciones.
Subir las escaleras hacia el segundo piso, seguir recto por un
pasillo que daba a la cocina, o girar a la derecha y entrar en
el salón donde íbamos a colocar el cebo.
—¡Pero quiero que las saludes! Mía ya es toda una mujer,
ya verás como te gusta…
—Hoy no, Luz —le dijo Mak, empujándola con amabilidad
hacia la puerta que conectaba con el salón—. Otro día,
¿vale? Te queremos, vieja loca. ¡Ahora sal ahí!
Debió ver algo en su mirada que la convenció y obedeció.
—¡Hola, queridas! —La escuchamos clamar—. Estaba
merendando. ¿Queréis algo vosotras? Venid, han sobrado
torrijas… ¡Cada día estás más flaca, Mía! Los chicos no van a
tener de donde agarrar si no comes más… Seguidme.
Nos miramos aterrados pensando que Luz era una sádica
alucinante, pero pronto me di cuenta de que era una jugada
maestra, así nosotros podríamos escaquearnos a la calle sin
que se enterasen.
Abrí la puerta que conectaba con el pasillo del recibidor y
dejé pasar a Mak y a Kai primero. Cuando estaba a punto de
cerrarla, entraron en la cocina y tuve que dejarla entornada
para no llamar su atención. Distinguí a dos rubias junto a
Luz. La hija tenía el pelo más largo y claro que su madre. Era
alta, delgada y parecía bastante joven. Me despegué de la
puerta antes de que descubrieran mi presencia y
desaparecimos.
En cuanto salimos a la calle le pregunté a Kai:
—¿Quién es ella?
—¿Quién?
—Esa mujer… La rubia.
—¿Qué rubia? —dijo haciéndose el tonto.
—La chica de la que has huido despavorido —se burló Mak.
—Nadie… Son amigas de la familia. Conocen a mi abuela
desde siempre. Hasta estuvieron en el entierro de mis
padres…
—Y, ¿por qué no las has saludado?
—No me apetecía…
Mak y yo nos miramos extrañados.
—¿La hija es menor? —se me ocurrió preguntar.
Kai no respondió enseguida. Primero respiró hondo y luego
dejó caer el «Sí» más desinteresado de la historia.
—No hay más preguntas, señoría —Sonreí ampliamente.
Mak estalló en carcajadas y Kai nos ignoró, como siempre,
pegando un salto para subirse a la parte trasera de su
descapotable.
Yo me dirigí al puesto del conductor muy satisfecho de
seguir teniendo buen olfato.
Cuento esto porque cuando Lara apareció en el club, por
un momento pensé que era aquella amiga de la familia. No
me acordaba muy bien de su cara, pero era igual de rubia. Y
desde luego, la cara de Kai fue muy parecida a la que puso
en la cocina aquel día.
—Lara… Encantado de que estés aquí… —balbuceó
encantado.
Y a nosotros también nos gustó compartirla… Era una
chica muy especial, preciosa y con una alegría de vivir
contagiosa. Se notaba que llevaba tiempo en el mundillo y
que había tenido suerte de caer en uno de los pocos sitios
donde no la explotaron y pudo ejercer en unas condiciones
favorables. Pero nos confesó que, después de mucho
pensarlo, había decidido dar el salto a La marca, para
trabajar menos horas y empezar a estudiar una oposición.
Para ella nuestro club era como un jodido balneario en el
que le pagaban por follar. Le encantaba el jacuzzi de Kai… y
él estaba como loco con ella, al menos la primera semana.
Después, como solía ocurrirle, perdió un poco de fuelle, pero
como novedad siguió cayéndole muy bien y no la rehuía
como hacía con todas las demás.
Lara tampoco se casaba con nadie, y eso a nosotros nos
vino de perlas… Le encantó nuestra casa cuando quiso verla
al enterarse de que vivíamos juntos. Y nuestro gimnasio,
nuestro sofá, la habitación de Mak… Esa chica era
jodidamente insaciable. Y los clientes también loquearon con
ella. ¿Cómo no nos dimos cuenta de que una chica así
levantaría muchas envidias?
Lo cierto es que cada vez más chicas venían a La marca en
busca de clientes pudientes y condiciones más justas,
aunque teníamos un riguroso «control de calidad» y una
larga lista de espera, en el que Lara rompió todos los
medidores.
Nos confiamos.
Nos fiamos demasiado en la paz que reinaba últimamente
y en la superioridad jerárquica que Kai había creado con su
sistema.
En la actualidad nos invitan a fiestas muy importantes
porque Kai está considerado como un empresario de éxito,
con su discoteca playera claro, no traficando. Eso se
considera un rumor por sus turbios inicios. Pero es una
deuda que ya ha pagado con la sociedad…
Nunca imaginamos que nos amenazarían de nuevo, hasta
que lo hicieron ayer por la tarde…
Pasó del tema y no lo mencionó.
Quizá le cegó su vanidad o haber logrado que todo el
mundo sepa quién es sin decir su apellido, el gran «Ka»; pero
ahora Lara ha aparecido muerta y no quiero ni pensar cómo
se lo va a tomar…
Antes de que amaneciera se ha corrido la voz en la
plantilla, y antes de las ocho de la mañana, Vicky ya nos
estaba llamando para contarnos que han encontrado su
cuerpo y que la policía se dirige hacia La marca.
Llamamos insistentemente a la puerta de su apartamento
y Kai nos abre desde la cama.
Hay una cámara enfocando la entrada de su despacho que
controla desde su propio móvil; habrá visto que somos
nosotros.
—¿Qué ha pasado? —pregunta temiéndose lo peor. Por las
horas, por nuestras caras o porque, sencillamente, ya se lo
esperaba.
Ni Mak ni yo queremos contestar a la primera.
—Es Lara… —Me atrevo a decir. Y trago saliva con fuerza
—. Está muerta.
—¿Cómo…? —balbucea ido.
Lo escucho romperse y quedarse suspendido en esa
sensación. Temo su reacción cuando permanece en ese
limbo. Que se echara a llorar sería lo mejor que podría
pasarnos, pero cuando veo aparecer dos profundas arrugas
diabólicas marcadas en su ceño, sé que el periodo de paz ha
terminado para siempre.
Se levanta de la cama vestido solo con sus músculos de
acero y se mete en el vestidor.
—¡¡JODEER!! —Se escucha, seguido de un estruendo
espantoso y cierro los ojos, apenado.
Joder… Lara…
Mak y yo nos miramos inquietos. Sabemos lo que tenemos
que hacer: absolutamente nada. Callar y obedecer para no
enfurecerlo más. Como mucho, frenarlo si se le ocurre hacer
una locura y convencerlo de que la medite antes.
Se escuchan más ruidos, como si la estuviera tomando con
todo el mobiliario. Es evidente que no quiere que le veamos
perdiendo los estribos.
Cuando aparece, está más calmado y vestido. Se sienta en
el piano y empieza a tocar una melodía que no reconozco; le
tranquiliza mucho. A él no le funcionan las pelotitas de goma
antiestrés.
—Preparaos… —susurra simplemente con una voz que me
da escalofríos—. Esta noche iremos al antiguo club de Lara.
Poneos guapos…
Y sé que no se refiere a la ropa, sino a las armas.
—¿Te pongo una copa? —Le ofrece Mak.
—Que sea doble —murmura Kai sin dejar de tocar.
Sigo a Mak hacia el interior del apartamento y dejamos a
Kai solo con su música. Conociéndole, estoy seguro de que lo
agradece.
Empiezo a liarme un cigarrillo con sobras que había dejado
allí el día anterior. Llevo más de un año intentando dejar
todo tipo de estupefacientes porque sentía que debía estar
alerta cuando llegara este momento. Incluso he renunciado
al tabaco normal para fumar menos.
—Se acerca el fin… —aviso a Mak concentrado en aplastar
la hierba seca entre mis dedos—. Esto es el fin de una era…
Él trae tres bebidas marrones con hielo y las apoya sobre
la mesa.
—Tenemos que apoyarle hasta el final.
—Por supuesto, pero me da miedo que lo estropee por este
altibajo estando tan cerca de la meta. Tenemos encima a la
policía y…
—A la mierda la policía —masculla Mak adusto. Y vuelve a
escocerme el corazón porque llevo más de un año en nómina
de nuevo pasando informes a Óscar. Los dos sabemos que es
inminente.
Kai también lo sabe. Pero Mak, no. Y temo que llegue el día
en que se entere. Antes preferiría morir.
—Han matado a Lara. Que pase lo que tenga que pasar…
—sentencia Mak tras beber un poco—. Mientras estemos
juntos, a mí me da igual…
Lo miro intensamente, pidiendo un deseo. Que nada ni
nadie nos separe nunca.
—Lo mismo digo, chaval —Alzo mi copa hacia él y bebo.
Bebo pensando que nuestro amor, nuestro vínculo y todo
lo que somos perdurará en el mundo a pesar de que La
marca se extinga.
Jamás se me ocurriría pensar que hoy se ha puesto en
marcha un plan divino que nos hace ser una relación muerta
que todavía camina.
FIN
CAPÍTULO 30
EPÍLOGO
“Si queréis formar juicio acerca de un hombre,
observad quienes son sus amigos”
Fénelon
Acaricio las teclas del piano y me concentro en sus acordes.
«Muerta… Lara está muerta», me repito una y otra vez.
Sigo tocando. Las notas acarician mi ira, doblegándola.
«Era inocente… No tenía que morir. Ha muerto por mi
culpa».
Podría pasarme así todo el día, pero sé que tengo que ir al
salón y avisar a los chicos de que esto es el fin… que todo
está a punto de cambiar y que la culpa es mía por creerme
el rey del mambo, una vez más…
—Mierda… —murmuro hecho papilla.
Si soy capaz de levantarme es solo por el afán de
venganza que arde en mis venas, si no me quedaría pegado
al suelo como una pegatina esperando a que vinieran a
matarme; sé que lo que planeo hacer esta noche tendrá sus
consecuencias…
Ni siquiera puedo llamar a mi abuela para despedirme de
ella, porque ayer discutimos y… en fin. Será mejor correr un
tupido velo.
Se lo perdono porque debe de ser víctima de los típicos
desvaríos de la edad, pero me puso de los nervios.
¡Pretendía borrar los últimos cinco años de un plumazo y
celebrar una cena en su casa con todos sus nietos para
hablar de su herencia!
«¿Me ves cara de gilipollas?», es lo que le dije en cuanto
lo mencionó como quien no quiere la cosa.
—No te pongas así… Ya ha pasado mucho tiempo. Me
gustaría que os reconciliarais antes de que me muera; ya
soy mayor y cualquier día me quedo tiesa, como tu hámster
Pumuki. ¿Te acuerdas de cuando lo encontraste con la
lengua fuera?
—Abue… —dije presionándome el puente de la nariz—.
No te compares con Pumuki. Deja un testamento por escrito
y se acabó el problema. No hace falta que nos reunamos.
Sabes que no quiero verles…
—A mí no me engañas. Sí que quieres verles…
—Te equivocas. Están mejor sin mí… Y no quiero hablar
más de esto —le advertí levantando un dedo.
—Bien, pues hablemos de otra cosa: Ágata.
—¿Qué pasa con ella?
—Tiene un problema y quiero ayudarla.
—¿Qué tipo de problema?
—Económico. He intentado ofrecerle dinero, pero no lo
quiere. Dice que sería el fin de nuestra amistad y he pensado
que podrías ofrecerle un trabajo a su hija en el club…
Mi cerebro sufrió un cortocircuito.
«Ni de coña», sentí que gritaban cada uno de mis poros.
La vergüenza me ahogó por un momento. ¿Sabía acaso
hacia qué tipo de juegos pervertidos la estaba empujando?
—¿Qué opinas? —insistió animada.
Y ahora me arrepiento de haber reaccionado tan mal,
pero no daba crédito a que se le hubiera ocurrido algo así.
¿Cuánto tendría? ¿Veinte? ¿Veintiún años…? La última vez
que la vi fue en medio de un tumulto de gente mientras le
daba de hostias a Roi como si fuera un jodido animal
descontrolado, y en ese momento no debía de tener ni la
regla…
—Opino que… ¡ESTÁS COMO UNA PUTA CABRA! —
exclamé—. ¡¿Es que has perdido el juicio?! ¡Es una niña!
—¡No es ninguna niña!
—¡Es un club swinger! ¡Y ella es una niña de iglesia,
joder!
—Mía es mucho más de lo que te crees…
—Me la pela. Les daré dinero, si quieren, pero que no se
acerque a mí…
—¿Por qué te pones así?
Lo mismo me pregunté yo. ¿Por qué me volví loco?
«¿Quién es esa chica de la que has huido despavorido?»,
recordé las palabras de Mak, hace años, cuando casi nos
cruzamos con ella en la cocina de mi abuela.
Tengo un buen motivo para no querer verla. Siempre he
pensado que no es humana…, que era un ángel que me dio
consuelo en el entierro de mis padres. Durante su sepultura
no podía mirar hacia otra parte que no fuera a su pelo rubio
brillando al sol. Me gustó pensar que era el ser celestial que
venía a llevárselos y no quiero empañar ese recuerdo por
nada del mundo. Fue como cuando el pequeño William
Wallace pierde a su padre y a su hermano, quedándose solo
en el mundo, y una niña le regala una flor en el peor
momento. Una flor que él guarda para siempre porque le dio
un consuelo impagable… Pues lo mismo es esa chica para
mí. Y la idea de meterla en el mismísimo infierno me pareció
demencial. ¿Y si le ocurría algo? Ni quería ni necesitaba más
preocupaciones en mi vida en ese momento…
—No puede trabajar en el club, lo siento… —dije
levantándome con intención de marcharme rápido. Apenas
podía respirar. No soportaba sentir que el destino quería
meterla con calzador en mi vida.
—¡Maldita sea, Kai! ¡¿Por qué no me das alguna alegría
de vez en cuando?! —se quejó persiguiéndome.
—Siento disgustarte, pero replantéate tus peticiones de
loca y sé un poquito más normal, para variar…
—¡El día que sea normal, me moriré! —exclamó mientras
me iba—. ¡Eso si no me matas tú antes de un disgusto…! —
se desgañitó.
Me fui de su casa muy alterado. Seguía alucinando con
que me hubiera hecho esa proposición. Proposiciones, en
plural…
Sin duda eran un puto mal presagio. El primero de ellos:
discutir con mi abuela.
«Lara muerta», parpadea en mi cerebro, haciendo que mi
corazón supure un poco más de dolor. Ese es el segundo…
¿Qué más está por llegar?
¿Cuál será la tercera desgracia? Porque siempre vienen
de tres en tres…
«No seas fatalista», rememoro a mi madre. Era la persona
más positiva que he conocido nunca. Ella solía decir que las
desgracias nunca vienen solas, que siempre vienen con un
rayo de sol…
Kai Morgan
AGRADECIMIENTOS
Para mí lo mejor de la vida son las increíbles sorpresas
que te encuentras por el camino. A veces tienen forma de
personas que te demuestran que todavía hay esperanza en
la humanidad; otras, de ideas que descubres que siempre
han estado ahí, esperando a que veas las señales. Lo mejor
de la vida es sentir esa especie de karma tipo «Todo saldrá
bien. ¿Cómo? No lo sé, es un misterio». Un misterio salido
de las ganas, del empuje y del sacrificio de muchas
personas actuando en conjunto sobre la belleza maleable de
tu destino. Y eso es este libro para mí. Eso sois vosotrxs. No
os quepa duda de que todxs contribuís a que esto sea
posible de un modo u otro. Y quiero daros las gracias de
todo corazón.
Pero si hay alguien que puso esta historia en mi agenda,
azotada por el ansia de un amor casi insano (juas), esa es
Silvia Paredes…
Para ella conocer a Chip y Chop (el mote de Mía para Luk
y Mak) fue un antes y un después. Entraron en su vida por
la puerta grande para quedarse, para recordarlos siempre y
sentir que su vínculo era algo por lo que merecía la pena
loquear, porque son de esos personajes que te estrujan el
corazón y te hacen sentir que todo es posible. ¿Verdad, Sil?
Ella fue quien me dijo: «TIENES QUE ESCRIBIR ESTA
HISTORIA». «Quiero saber cómo se conocieron y cómo
llegaron a ser lo que son y sentir lo que sienten».
Admito que al principio no me convenció mucho la idea,
porque ellos ya habían encontrado al amor de su vida en
Vas a ser Mío, así que… ¿Dónde estaba la historia de amor?
«Es la suya. La del amor que se tienen», repondió con
seguridad.
«¿Qué papel jugó Kai en sus vidas al salir de la cárcel?,
¿cómo nació La marca de Caín?, ¿cómo y cuándo
compartieron a su primera chica…?».
Y lo vi claro. Podía narrar todo eso, pero no me esperaba
que se convirtiera en un libro lleno de sentimientos, de
aprendizaje, de sufrimiento, de cambios, de lealtad, de
pasión, y sobre todo, que hubiera TANTO amor. De ese tan
puro y precioso que se ve pocas veces en la vida, el de
convertir a alguien en familia.
Silvi, no me llega con dedicarte un GRACIAS gigante, y
tampoco con dedicarte el libro en la primera página. En este
libro el descubrimiento y el aprendizaje sobre el amor ha
sido tanto que resulta incalculable. Como cuando repasé el
epílogo de Vas a ser mío y me di cuenta de que esta
historia, este amor, siempre estuvo ahí, esperándome para
crecer con ellos. Gracias por ser como eres, tan buena
gente, tan loca y obsesiva como yo, por vivir intensamente,
por hablar rápido, por emocionarte conmigo, por alegrarme
cada día, por corregirme, por enseñarme, por ayudarme, por
preocuparte… Gracias mil veces. Te quiero infinito y vuelta.
También quiero dar las gracias a Irene,
@ladyromantikbook. Ella ha sido uno de mis dos grandes
pilares en la trilogía que he estado escribiendo y que verá la
luz en 2023, así que no quise abusar y molestarla mucho
con este libro, pero, por supuesto, llegó un momento en el
que se implicó y me ayudó en horas bajas, como suele
hacer un ángel de la guarda enviado a la Tierra por el que
desarrollas una dependencia y un amor tan grande que ya
no sabes dar un paso sin su sonrisa… Gracias, mi niña. Por
todo. Te haré justicia en su momento, pero gracias por
escucharme, alegrarte por mí, por hacerme sentir querida a
pesar de mis neurosis, que son muchas. Vales oro, y quien
no lo vea es que está cieguísimo. Para mí eres un In the
name of Jesus como una catedral.
Y a Rosa, @el.rincon.de.sita, mi ojo de águila.
Repetirte lo que te he dicho muchas veces: tú me haces
mejor de lo que soy. Me flipa que seas tan meticulosa y
perfeccionista, aunque a veces me entren ganas de
pegarte. Se nota que te gusta lo que haces y contigo todo
se enriquece. Y no hablo solo de ortografía y estilo, sino de
ti. Gracias por caer en mi vida, por sacarle brillo a mis
sueños, por darme tu cariño, tu dedicación y por ser como
eres. Eres una tía muy cursiva, ¿lo sabías? ¡JAJAJA! Te quiero
un montón, preciosa.
Y ahora, vosotrxs, mis Fuxias, mi calorcito de las redes
y el motivo por el que me duermo cada noche con una
sonrisa en la boca. Sois una fuerza fundamental para mí,
como una segunda familia cibernética que impide que
nunca me sienta sola. Las fotos que subís, las menciones
que hacéis y vuestras palabras me llenan como nada. Y por
eso os estaré eternamente agradecida. Sois mi luz, sin
vosotrxs solo sería oscuridad.
Mil gracias a:
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Y si me dejo a alguien, perdonadme, por favor. Me hace
mucha ilusión que estéis aquí.
Un fuerte abrazo, Anny.
SOBRE EL AUTOR
ANNY PETERSON
Anny Peterson nació en Barcelona en 1983, pero vive en
Zaragoza desde los cuatro años. Estudió Arquitectura e hizo
un Master en Marketing, Publicidad y Diseño Gráfico.
Lectora acérrima del género romántico en todas sus
versiones. Devoradora de series y películas. Adicta a la
salsa boloñesa y a la CocaCola Zero.
Bibliografía y orden:
-La Droga + dura I: Atrévete a probarla.
-La Droga + dura II: Intenta dejarla.
-La Mafia que nos une (Mafia 1)
-El Poder de la Mafia (Mafia 2)
-En el fondo, me tienes.
-En el fondo, me quieres.
-Vas a ser Mía.
-Vas a ser Mío.
-Yo, Superyo y Elle.
-Loco, sexi y millones
-Loca, sexi y mentirosa