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BERNAL DIAZ DEL CASTILLO
historia Verdadera
DE LA
Nueva E- bans
OV
PORVERITAS
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:A :NOV
YALE UNIVERSITY
LIBRARY
1936
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HISTORIA TERDADERA
DE LA
CONQUISTA DE LA NUEVA ESPANA
HISTORIA VERDADERA
DE LA CONQUISTA
DE LA
NUEVA ESPAÑA
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BASSOLS HOS
Edilores
LIT.J.FLORES. M
HISTORIA VERDADERA
DE LA
CONQUISTA
DE LA NUEVA ESPAÑA
ESCRITA POR EL CAPITAN
DEL
BERNAL DIAZ CASTILLO
UNO DE SUS CONQUISTADORES
TOMO I
MEXICO
TIPOGRAFIA DE ANGEL BASSOLS Y HERMANOS
SEGUNDA 34AM DB MESONES NUMERO 22
1891
NOTICIAS
DE
BERNAL DIAZ DEL CASTILLO
ERNAL Diaz es el cronista más simpático de todos los
B que escribieron en el siglo XVI sobre la conquista de
México por los españoles. Para dar idea de su vida y
de su obra no podemos hacer cosa mejor que reproducir el ar-
tículo que escribió el Sr. D. Joaquin García Icazbalceta en
1853 para el Diccionario Universal de Historia y Geografia.
Aunque compendiadas las noticias como correspondia á un artícu
lo de Diccionario, son las más completas que se pueden dar sobre
el soldado historiador de la conquista de México. Dice así:
" DIAZ DEL CASTILLO (Bernardo, comunmente llamado Ber-
nal): natural de Medina del Campo en Castilla la Vieja. Pasó
muy jóven á América en 1514, en la flota que condujo á Pedra-
rias Dávila, cuando vino á su gobernacion del Darien. (Véase
Vasco Núñez de Balboa). Disgustado de no encontrar allí empleo á
su actividad, se trasladó nuestro Bernal Diaz á la isla de Cuba, don-
de á la sazon gobernaba Diego Velazquez: fué bien recibido y no
CONQUISTA.-TOM, I.-2.
VI
tardó en tomar parte con persona y bienes en la expedicion que
Francisco Hernandez de Córdoba hizo en 1517 á las costas de
Yucatan . Aunque el resultado de ella no fué muy ventajoso ,
volvió á alistarse de nuevo en la de Juan de Grijalva , despacha-
da por el gobernador de Cuba el año siguiente; y por último, acu-
dió á las banderas de Hernan Cortés cuando éste dispuso su me-
morable expedicion para la conquista de la Nueva España . Du-
rante toda ella mostró Bernal Diaz tanto valor como fidelidad á
su jefe, á quien no abandonó jamás, no solo de hecho, pero ni
aun de intencion. Rendida la ciudad de México, salió á la con-
quista de las provincias meridionales donde trabajó mucho, y al
cabo vino á avecindarse en la villa de Goatzacoalcos. De allí le
sacó una órden de Cortés para que le acompañase en su terrible
expedicion á las Hibueras; acudió finalmente Bernal Diaz al lla-
mado de su jefe y prosiguió a su lado toda la campaña . Vuelto
de ella se avecindó en la ciudad de Santiago de Guatemala, don-
de llegó á ser regidor: allí vivió hasta una edad muy avanzada,
sin que sepamos el año de su muerte . Vivia aún el de 1568. por-
que en él acabó su " Historia," euando ya solo existian cinco de
todos los capitanes y soldados que vinieron con Cortés de la isla
de Cuba; "y estamos muy viejos (dice él mismo), y dolientes de
enfermedades, y muy pobres, y cargados de hijos e hijas por ca-
sar, y nietos, y con poca renta , y así pasamos nuestras vidas con
trabajos y miserias." ¡Triste suerte de unos hombres que ganaron
tan poderosos reinos, donde soñaban hallar montes de oro! Ber-
nal Diaz se consolaba de su miseria con la esperanza de vivir eter-
namente en la memoria de los hombres, por sus hazañas; pero á
pesar de haberse hallado en ciento diez y nueve batallas , como
él dice con disculpable orgullo , borrárase su memoria como la de
tantos otros de sus compañeros, si no hubiera dejado un monu-
mento imperecedero en su " Historia verdadera de la Conquista
de la Nueva España." El anciano militar en su retiro alcanzó á
leer algunas historias en que atribuyéndose toda la gloria de aque-
lla inmortal conquista al talento y esfuerzo del capitan , dejaban
ofuscada la memoria de los valerosos compañeros que tan cum-
VII
plidamente y aun á costa de sus vidas habian coadyuvado á la
ejecucion de sus grandiosos designios . Bernal Diaz tomó, pues,
la pluma á fin de revindicar para sí y sus camaradas la parte de
gloria que justamente les correspondia. De aquí su ojeriza contra
Gomara y los autores que le siguieron ; pero al mismo tiempo que
prosigue con tenacidad en su empeño, descubre en sus páginas
una admiracion tan sincera y profunda á las grandes prendas de
su general, que cuando concluimos la lectura de su obra, queda-
mos dispuestos á adjudicar á los capitanes y soldados una buena
parte de la gloria de Cortés , sin que éste pierda nada de la que
hasta entonces le habiamos concedido. Y es que Bernal Diaz,
con sus animados y pintorescos pormenores, sus vivas descripcio-
nes y su lenguaje sencillo y desaliñado ; nos traslada á los campa-
mentos, nos identifica con aquellos hombres extraordinarios y nos
hace comprender con tanta claridad , como si hubiésemos presen-
ciado aquellas escenas, que en la admirable direccion de tal em-
presa hay inmensa gloria para su caudillo, al paso que la hay, y
no pequeña, en la no menos admirable constancia y esfuerzo de
unos hombres de hierro, cuya existeneia nos parece hoy casi una
fábula. Logró, pues, Bernal Diaz con su obra los objetos que se
proponia, aunque al parecer contradictorios, y este triunfo fué de-
bido tan solo á la fuerza de la verdad que rebosa en todas sus pá-
ginas. Bien pudo ser que en el largo tiempo trascurrido olvidase
ó confundiese el autor algunos sucesos, á pesar de las muestras
que da á cada paso de su prodigiosa memoria, pero no se le ad-
vierte nunca la intencion deliberada de corromper la verdad. El
refinado cronista Solís no pudo, sin embargo, llevar en paciencia
que nadie tratase de rebajar la gloria de su ídolo, y en su fasti-
dioso panegírico de Cortés, qué llamó "Historia de la conquista
de México," dió crudos ataques al buen Bernal Diaz. Debió te-
ner mas consideracion el que escribia en un gabinete de Madrid ,
con el que llevaba en su cuerpo las honrosas cicatrices de cien
batallas, y lo indudable es que la pomposa obra del cronista real
apénas puede leerse una sola vez, ni goza de autoridad alguna ,
habiendo quedado tan solo como libro de entretenimiento , mién-
VIII
tras que el pobre escrito del rudo soldado se consulta siempre con
aprecio y con fruto, y se suelta con dificultad de las manos una
vez comenzada su lectura. Tan inestimable crónica permaneció
olvidada cerca de 70 años, y se habria perdido como tantas otras.
si no fuera por la diligencia del Mtro. Fr. Alonso Remon, cronis-
ta de la órden de la Merced, que habiéndola hallado MS . en Ma-
drid, en la libreria de D. Lorenzo Ramirez de Prado, conoció su
mérito Ꭹ la hizo dar á la prensa. Durante la impresion murió el
editor, y Fray Gabriel Adarzo de Santander, obispo que fué de
Otranto, continuó el trabajo hasta darla á luz en Madrid el año
de 1632, en un tomo en folio. Hay otra edicion tambien en folio
con la misma fecha de 1632; pero los bibliografos creen que fué
hecha hacia 1700. Yo la considero algo anterior; y aunque es
copia de la primera, línea por línea, es fácil distinguirla por ser
absolutamente diversos los caractéres, y sobre todo, porque en la
segunda, á fojas 255 , hay una nota que dice: "Este capítulo ,
que es vltimo del original, por parecer excusado se dexó de
imprimir; y oy a peticion de vn Curioso se añade." El capítulo ,
aunque es 212 tiene el número 222, y trata " de las señales é Pla-
netas que huuo en el cielo en la Nueva-España antes que en ella
entrassemos," etc, Hay otra impresion de Madrid, 1795 , 4 tomos
en 8. 7 y otra de Paris, 1837, 4 tomos 12. La obra de Bernal
Diaz se ha traducido á las principales lenguas de Europa. Pare-
ce, sin embargo, que no la tenemos tal como su autor la escribió ,
pues segun Pinelo, D. Francisco Antonio de Fuentes, descen-
diente del autor, se quejaba (en su Historia MS . de Guatemala)
de que la impresa diferia en muchas cosas, aunque no graves,
del MS. original que el tenia en su poder; y por el P. Vazquez ,
cronista de los franciscanos de Guatemala, sabemos , que hallan-
do en la obra impresa de Bernal Diaz algunas especies contra-
dictorias sobre la ida del P. Olmedo á aquella provincia, buscó y
halló el MS. original del autor, en el cual no pudo encontrar los
pasajes referentes al viaje de dicho padre. Acaso el celo del edi-
tor en favor de un individuo de su misma órden le impulsó á co-
meter tal atrevimiento, para dar á aquella la prioridad en la pre-
IX
dicacion de dichas tierras; y robustece esta sospecha el advertir
que en las dos ediciones en folio todos los pasajes relativos al
P. Olmedo están señalados al márgen con una manecilla para lla-
mar sobre ellos la atencion del lector. Dios quiera que no hayan
pasado de aquí las alteraciones, y no tengamos que lamentar una
nueva corrupcion de nuestras fuentes históricas, sobre las muchas
que ya padecemos.-Creemos que nuestros lectores disimularán
la extension de este artículo en obsequio de un soldado escritor,
que si no fué, como Julio César, tan hábil con la pluma como
con la espada , á lo menos nos dejó una obra tan preciosa para
nuestra historia, como pueden serlo los elegantes comentarios de
aquel para la Romana."
JOAQUIN GARCIA ICAZBALCETA.
kubwa l
EL AUTOR
Yo Bernal Diaz del Castillo , regidor desta ciudad de San-
tiago de Guatimala , autor desta muy verdadera y clara his-
toria, la acabé de sacar á luz, que es desde el descubrimien-
to, y todas las conquistas de la Nueva-España , y cómo se
tomó la gran ciudad de México , y otras muchas ciudades , y
hasta las haber traido de paz ; é pobladas muchas ciudades
é villas de españoles , las enviamos á dar y entregar como so-
mos obligados, á nuestro rey é señor : en la cual historia ha-
llarán cosas muy notables é dignas de saber : é tambien van
declarados los borrones , é cosas escritas viciosas en un libro
de Francisco López de Gomara, que no solamente va erra-
do len lo que escribió de la Nueva-España, sino que tambien
hizo errar á dos famosos historiadores que siguieron su his-
toria, que se dicen el doctor Illescas, y el obispo Paulo Jo-
bio; y á esta causa digo é afirmo, que lo que en este libro se
contiene va muy verdadero , que como testigo de vista me ha-
llé en todas las batallas é rencuentros de guerra: é no son
cuentos viejos, ni historias de romanos de mas de setecientos
años , porque á manera de decir , ayer pasó lo que verán en
mi historia, é cómo é cuándo é de qué manera ; y dello eran
XII
buen testigo el muy esforzado é valeroso capitan D. Hernan-
do Cortés, Marqués del Valle, que hizo relacion en una car-
ta que escribió de México al Serenisimo Emperador Don Cár-
los V, de gloriosa memoria, é otra del Virey D. Antonio de
Mendoza, é por probanzas bastantes . Y demás desto, des-
que mi historia se vea, dará fe é claridad dello ; la cual se
acabó de sacar en limpio de mis memorias é borradores en
esta muy leal ciudad de Guatimala, donde reside la Real
Audiencia, en veinte y seis dias del mes de Febrero de mil
y quinientos y sesenta y ocho años . Tengo de acabar de es-
cribir ciertas cosas quefaltan , que aun no se han acabado :
va en muchas partes testado , lo cual no se ha de leer . Pido
por merced á los señores impresores que no quiten, ni aña-
dan más letras de las que aquí van, é suplan, etc.
HISTORIA VERDADERA
DE LOS SUCESOS
DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA
CAPITULO I
En qué tiempo salí de Castilla y lo que me acaeció.
N el año de mil y quinientos y catorce salí de Cas-
tilla en compañía del gobernador Pedro Arias de
E Avila , que en aquella sazon le dieron la gober-
nacion de Tierra Firme : y viniendo por la mar
con buen tiempo, y otras veces con contrario, llegamos al
Nombre de Dios : y en aquel tiempo hubo pestilencia , de
que se nos murieron muchos soldados: y demás de esto
todos los mas adolecimos , y se nos hacian unas malas lla-
gas en las piernas : y tambien en aquel tiempo tuvo dife-
rencias el mismo gobernador con un hidalgo que en aque-
lla sazon estaba por capitan, y habia conquistado aquella
provincia, que se decía Vasco Nuñez de Balboa, hombre
rico, con quien Pedro Arias de Avila casó en aquel tiem-
po una su hija doncella con el mismo Balboa : y despues
que la hubo desposado, segun pareció, y sobre sospechas
CONQUISTA. TOM. I.- 3.
14
que tuvo que el yerno se le queria alzar con copia de sol-
dados por la mar del Sur , por sentencia lo mandó dego-
llar . Y despues vimos lo que dicho tengo, y otras revuel-
tas entre capitanes y soldados, y alcanzamos á saber que
era nuevamente ganada la isla de Cuba, y que estaba en
ella por gobernador un hidalgo , que se decia Diego Ve-
lazquez , natural de Cuellar ; acordamos ciertos hidalgos
y soldados , personas de calidad de los que habiamos ve-
nido con el Pedro Arias de Avila , de demandalle licen-
cia para nos ir á la isla de Cuba , y él nos la dió de bue-
na voluntad ; porque no tenia necesidad de tantos solda-
dos como los que trujo de Castilla para hacer guerra , por-
que no habia que conquistar, que todo estaba en paz ; por-
que el Vasco Nuñez de Balboa , yerno del Pedro Arias de
Avila habia conquistado, y la tierra de suyo es muy cor-
ta , y de poca gente . Y desque tuvimos la licencia , nc"
embarcamos en buen navío ; y con buen tiempo llegamo
á la isla de Cuba, y fuimos a besar las manos al gober-
nador della , y nos mostró mucho amor , y prometió que
nos daria indios de los primeros que vacasen : y como se
habian pasado ya tres años, ansi en lo que estuvimos en
Tierra Firme, como lo que estuvimos en la isla de Cuba.
aguardando á que nos depositase algunos indios como nos
habia prometido , y no habiamos hecho cosa ninguna que
de contar sea, acordamos de nos juntar ciento y diez com-
pañeros de los que habiamos venido de Tierra Firme , y
de otros que en la isla de Cuba no tenian indios : y con-
certamos con un hidalgo, que se decia Francisco Hernan-
dez de Córdoba , que era hombre rico , y tenia pueblos de
indios en aquella isla , para que fuese nuestro capitan , y
á nuestra ventura buscar y descubrir tierras nuevas , pa-
ra en ellas emplear nuestras personas ; y compramos tres
navíos , los dos de buen porte , y el otro era un barco,
que hubimos del mismo gobernador Diego Velazquez ,
fiado , con condicion , que primero que nos le diese nos ha-
biamos de obligar todos los soldados que con aquellos tres
navíos habiamos de ir á unas isletas que están entre la is-
15
la de Cuba y Honduras, que ahora se llaman las islas de
los Guanajos, y que habiamos de ir de guerra, y cargar
los navíos de indios de aquellas islas para pagar con ellos
el barco, para servirse dellos por esclavos . Y desque vi-
mos los soldados que aquello que pedia el Diego de Ve-
lazquez no era justo , le respondimos , que lo que decia no
lo mandaba Dios , ni el rey , que hiciésemos á los libres
esclavos . Y desque vió nuestro intento , dijo, que era bue-
no el propósito que llevábamos en querer descubrir tier-
ras nuevas, mejor que no el suyo : y entonces nos ayudó
con cosas de bastimiento para nuestro viaje . Y desque
nos vimos con tres navíos , y matalotaje de pan cazabe, que
se hace de unas raíces que llaman yucas , y compramos
puercos, que nos costaban en aquel tiempo á tres pesos ,
porque en aquella sazon no habia en la isla de Cuba va-
cas ni carneros , y con otros pobres mantenimientos , y cont
rescate de unas cuentas, que entre todos los soldados com-
pramos , y buscamos tres pilotos , que el más principal
dellos , y el que regia nuestra armada se llamaba Anton
de Alaminos , natural de Palos , y el otro piloto se decia
Camacho de Triana , y el otro Juan Alvarez el Manqui-
llo de Huelva ; y asimismo recogimos los marineros
que hubimos menester , y el mejor aparejo que pudimos
de cables, y maromas , y anclas , y pipas de agua, y to-
das otras cosas convenientes para seguir nuestro viaje, y
todo esto á nuestra costa y minsion . Y despues que nos
hubimos juntado los soldados, que fueron ciento y diez,
nos fuimos á un puerto, que se dice en la lengua de Cu-
ba, Ajaruco , y es en la banda del Norte, y estaba ocho
leguas de una villa que entonces tenian poblada , que se
decia San Christóval , que desde dos años la pasaron adon-
de agora está poblada la dicha Habana . Y para que con
buen fundamento fuese encaminada nuestra armada, hu-
bimos de llevar un clérigo, que estaba en la misma villa
de San Christóval , que se decia Alonso Gonzalez, que con
buenas palabras y prometimientos que le hicimos se fué
con nosotros ; y demás desto elegimos por veedor en nom-
116
bre de su majestad á un soldado que se decia Bernardino
Iñiguez, natural de Santo Domingo de la Calzada , para
que si Dios fuese servido que topásemos tierras que tuvie-
sen oro, ó perlas, ó plata, hubiese persona suficiente que
guardase el real quinto . Y despues de todo esto concer-
tado , y oido misa , encomendándonos á Dios nuestro Se-
ñor, y á la Vírgen Santa María su bendita Madre nues-
tra Señora, comenzamos nuestro viaje de la manera que
adelante diré.
CAPITULO II
Del descubrimiento de Yucatan, y de un rencuentro de
guerra que tuvimos con los naturales
N ocho dias del mes de Febrero del año de mil y
quinientos y diez y siete años salimos de la Ha-
E bana , y nos hicimos á la vela en el puerto de
Jaruco, que ansí se llama entre los indios , y es
la banda del Norte , y en doce dias doblamos la de San
Anton, que por otro nombre en la isla de Cuba se llama
la tierra de los Guanataveis, que son unos indios como
salvajes . Y doblada aquella punta , y puestos en alta mar,
navegamos á nuestra ventura hácia donde se pone el sol,
sin saber bajos, ni corrientes , ni qué vientos suelen seño-
rear en aquella altura , con grandes riesgos de nuestras
personas ; porque en aquel instante nos vino una tormen-
ta que duró dos dias con sus noches, y fué tal que estu-
vimos para nos perder ; y desque abonanzó, yendo por
otra navegacion , pasados veinte y un días que salimos de
la isla de Cuba , vimos tierra de que nos alegramos mu-
cho, y dimos muchas gracias a Dios por ello : la cual tier..
ra jamás se habia descubierto ni habia noticia della hasta
18
entónces , y desde los navíos vimos un gran pueblo , que
al parecer estaria de la costa obra de dos leguas ; y vien-
do que era gran poblacion , y no habiamos visto en la
isla de Cuba pueblo tan grande , le pusimos por nombre
el Gran Cayro. Y acordamos que con el un navío de mé-
nos porte se acercasen lo que mas pudiesen á la costa á
ver qué tierra era, y á ver si habia fondo para que pu-
diésemos anclear junto á la costa : y una mañana , que
fueron cuatro de Marzo , vimos venir cinco canoas gran-
des llenas de indios naturales de aquella poblacion , y
venian á remo y vela . Son canoas hechas á manera de
artesas, y son grandes, de maderos gruesos , y cavadas
por dentro y está hueco, y todas son de un madero ma-
cizo, y hay muchas dellas en que caben en pié cuarenta
que
y cincuenta indios Quiero volver á mi materia. Llega-
dos los indios con las cinco canoas cerca de nuestros na-
vios con señas de paz que les hicimos , llamándoles con
las manos , y capeándoles con las capas para que nos vi-
niesen á hablar, porque no teniamos en aquel tiempo len-
guas que entendiesen la de Yucatan , y mexicana ; sin
temor ninguno vinieron y entraron en la nao capitana
sobre treinta dellos ; á los cuales dimos de comer cazabe ,
y tocino, y á cada uno un sartalejo de cuentas verdes , y
estuvieron mirando un buen rato los navíos ; y el mas
principal dellos , que era cacique , dixo por señas que se
queria tornar á embarcar en sus canoas y volver á su
pueblo, y que otro dia volverian y traerian más canoas
en que saltásemos en tierra : y venian estos indios vesti-
dos con unas jaquetas de algodon , y cubiertas sus ver-
güenzas con unas mantas angostas , que entre ellos llaman
maltates , y tuvimoslos por hombres más de razon que á
los indios de Cuba ; porque andaban los de Cuba con sus
vergüenzas de fuera , excepto las mujeres que traían has-
ta que les llegaban á los muslos unas ropas de algodon ,
que llaman naguas . Volvamos á nuestro cuento, que otro
dia por la mañana volvió el mismo cacique á los navíos ,
y truxo doce canoas grandes con muchos indios remeros ,
19
y dixo por señas al capitan, con muestras de paz, que
fuésemos á su pueblo , y que nos darian comida , y lo que
hubiésemos menester ; y que en aquellas doce canoas po-
diamos saltar en tierra . Y cuando lo estaba diciendo en
su lengua, acuérdome que decia con escotoch , con escotoch,
y quiere decir, andad acá á mis casas ; y por esta causa
pusimos desde entónces por nombre á aquella tierra Pun-
ta de Cotoche¹ ; y así está en las cartas del marear . Pues
viendo nuestro capitan , y todos los demás soldados , los
muchos halagos que nos hacia el cacique para que fuése-
mos á su pueblo , tomó consejo con nosotros , y fué acor-
dado que sacásemos nuestros bateles de los navíos, y en
el navío de los más pequeños , y en las doce canoas salié-
semos á tierra todos juntos de una vez; porque vimos la
costa llena de indios que habian venido de aquella pobla-
ción : y salimos todos en la primera barcada . Y cuando
el cacique nos vido en tierra, y que no íbamos á su pue-
blo, dijo otra vez al capitan por señas, que fuésemos con
él á sus casas ; y tantas muestras de paz hacia , que to
mando el capitan nuestro parecer, para si iriamos ó no ,
acordóse por todos los más soldados , que con el mejor
recaudo de armas que pudiésemos llevar y con buen con-
cierto fuésemos . Llevamos quince ballestas y diez esco-
petas (que así se llamaban escopetas y espingardas en
aquel tiempo), y comenzamos á caminar por un camino
por donde el cacique iba por guia con otros muchos in-
dios que le acompañaban . E yendo de la manera que he
dicho, cerca de unos montes breñosos , comenzó á dar vo-
ces, y apellidar el cacique para que saliesen á nosotros
escuadrones de gente de guerra que tenian en zelada pa-
ra nos matar : y á las voces que dió el cacique los escua-
drones vinieron con gran furia, y comenzaron á nos fle-
char de arte, que á la primera rociada de flechas nos
hirieron quince soldados ; y traían armas de algodon , y
lanzas, y rodelas , arcos, y flechas, y hondas , y mucha
1 Cabo Catoche.
20
piedra , y sus penachos puestos , y luego tras las flechas
vinieron á se juntar con nosotros pié con pié, y con las
lanzas á manteniente nos hacian mucho mal. Mas luego
les hicimos huir como conocieron el buen cortar de nues-
tras espadas, y de las ballestas, y escopetas el daño que
les hacian, por manera que quedaron muertos quince
dellos . Un poco más adelante donde nos dieron aquella
refriega que dicho tengo , estaba una placeta , y tres ca-
sas de cal y canto, que eran adoratorios donde tenian
muchos ídolos de barro, unos como caras de demonios, y
otros como de mujeres , altos de cuerpos , y otros de otras
malas figuras, de manera que al parecer estaban hacien
do sodomías unos bultos de indios con otros, y dentro en
las casas tenian unas arquillas hechizas de madera , y en
ellas otros ídolos de gestos diabólicos , y unas patenillas
de medio oro, y unos pinjantes, y tres diademas , y otras
piecezuelas á manera de pescados, y otras á manera de
ånades de oro bajo . Y despues que lo hubimos visto , así
el oro como las casas de cal y canto, estábamos muy con-
tentos porque habiamos descubierto tal tierra ; porque en
aquel tiempo no era descubierto el Perú , ni aun se des-
cubrió dende ahí á diez y seis años . En aquel instante
que estábamos batallando con los indios , como dicho ten-
go , el clérigo Gonzalez iba con nosotros, y con dos in-
dios de Cuba se cargó de las arquillas , y el oro , y los
ídolos , y lo llevó al navío: y en aquella escaramuza pren-
dimos dos indios, que despues se bautizaron y volvieron
christianos, y se llamó el uno Melchor , y el otró Julian ,
y entrambos eran trastrabados de los ojos . Y acabado
aquel rebato acordamos de nos volver á embarcar, y se-
guir las costas adelante descubriendo hacia donde se po-
ne el sol. Y despues de curados los heridos, comenzamos
á dar velas .
CAPITULO III
Del descubrimiento de Campeche
OмO acordamos de ir la costa adelante hacia el Po-
niente descubriendo puntas, y bajos, y ancones,
C y arrecifes, creyendo que era isla , como nos lo
certificaba el piloto Anton de Alaminos , íbamos
con gran tiento de dia navegando y de noche al reparo,
y reparando : y en quince dias que fuimos desta manera,
vimos desde los navíos un pueblo y al parecer algo gran-
de, y habia cerca dél gran ensenada y bahía : creimos
que habia rio , ó arroyo, donde pudiésemos tomar agua ,
porque teniamos gran falta della . Acabábase la de las
pipas y vasijas que traíamos , que no venian bien repara-
das, que como nuestra armada era de hombres pobres
no teniamos dinero cuanto convenia para comprar bue-
nas pipas : faltó el agua ; hubimos de saltar en tierra jun-
to al puebio, y fué un domingo de Lázaro, y á esta cau-
sa le pusimos este nombre, aunque supimos que por otro
nombre propio de indios se dice Campeche. Pues para
salir todos de una barcada, acordamos de ir en el navío
CONQUISTA. TOM. I.- 4.
22
mas chico y en los tres bateles, bien apercibidos de nues-
tras armas no nos acaeciese como en la punta de Coto-
che; porque en aquellos ancones y bahías mengua mucho
la mar, y por esta causa dejamos los navíos ancleados mas
de una legua de tierra , y fuimos á desembarcar cerca de!
pueblo , que estaba allí un buen paso de buena agua,
donde los naturales de aquella poblacion venian y se ser-
vian dél ; porque en aquellas tierras , segun hemos visto ,
no hay rios, y sacamos las pipas para las henchir de
agua y volvernos á los navíos . Ya que estaban llenas y
nos queriamos embarcar, vinieron del pueblo obra de
cincuenta indios , con buenas mantas de algodon, y de
paz, y á lo que parecian debieran de ser caciques y nos
decian por señas que qué buscábamos ? y les dimos á en-
tender que tomar agua é irnos luego á los navíos ; y se-
ñalaron con la mano que si veniamos de hácia donde sa-
le el sol , y decian Castilá , Castilá, y no mirábamos bien
en la plática de Castilá, Castilá . Y despues destas pláti-
cas que dicho tengo, nos dijeron por señas que fuésemos
con ellos á su pueblo, y estuvimos tomando concierto si
iriamos : acordamos con buen concierto de ir muy sobre
aviso y lleváronnos á unas casas muy grandes que eran
adoratorios de sus ídolos , y estaban muy bien labradas
de cal y canto , y tenian figurados en unas paredes mu-
chos bultos de serpientes y culebras , y otras pinturas de
ídolos , y al derredor de uno como altar lleno de gotas de
sangre muy fresca ; y á otra parte de los ídolos tenian
unas señales como á manera de cruces , pintados de otros
bultos de indios . De todo lo cual nos admiramos como
cosa nunca vista ni oida . Segun pareció en aquella sazon
habian sacrificado á sus ídolos ciertos indios , para que
les diesen vitoria contra nosotros , y andaban muchos in-
dios é indias riéndose , y al parecer muy de paz como
que nos venian á ver : y como se juntaban tantos , temia-
mos no hubiese alguna zalagarda como la pasada de Co-
toche . Y estando desta manera vinieron otros muchos
indios que traían muy ruines mantas, cargados de carri-
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zos secos , y los pusieron en un llano , y tras estos vinie-
ron dos escuadrones de indios flecheros con lanzas , y ro-
delas, y hondas , y piedras, y con sus armas de algodon ,
y puestos en concierto en cada escuadron su capitan , los
cuales se apartaron en poco trecho de nosotros , y luego
en aquel instante salieron de otra casa , que era su adora-
torio, diez indios que traían las ropas de mantas de algo-
don largas y blancas, y los cabellos muy grandes llenos
de sangre , y muy revueltos los unos con los otros , que
no se les pueden esparcir , ni peinar, si no se cortan , los
cuales eran sacerdotes de los ídolos , que en la Nueva Es-
paña comunmente se llaman Papas : otra vez digo que en
la Nueva España se llaman Papas, y así los nombraré de
aquí adelante . Y aquellos Papas nos trujeron sahumerios
como á manera de resina, que entre ellos llaman copal ,
y con braseros de barro llenos de lumbre nos comenzaron
á sahumar , y por señas nos dicen que nos vamos de sus
tierras antes que á aquella leña que tienen llegada se pon-
ga fuego y se acabe de arder , si no que nos darán guer-
ra y nos matarán . Y luego mandaron poner fuego á los
carrizos , y comenzó de arder , y se fueron los Papas ca-
llando sin más nos hablar; y los que estaban apercebidos
en los escuadrones empezaron á silbar y á tañer sus bo-
cinas y atabalejos . Y desque los vimos de aquel arte y
muy bravosos , y de lo de la punta de Cotoche aun no te-
niamos sanas las heridas y se habian muerto dos solda-
dos , que echamos al mar, y vimos grandes escuadrones.
de indios sobre nosotros , tuvimos temor, y acordamos
con buen concierto de irnos á la costa ; y así comenza-
mos á caminar por la playa adelante hasta llegar enfren-
te de un peñol que está en la mar , y los bateles y el na-
vío pequeño fueron por la costa tierra á tierra con las pi-
pas de agua, y no nos osamos embarcar junto al pueblo
donde nos habiamos desembarcado por el gran número
de indios que ya se habian juntado ; porque tuvimos por
cierto que al embarcar nos darian guerra . Pues ya me-
tida nuestra agua en los navíos y embarcados en una ba-
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hía como portezuelo que allí estaba , comenzamos á na-
vegar seis dias con sus noches con buen tiempo, y volvió
un Norte que es travesía en aquella costa , el cual duró
cuatro dias con sus noches que estuvimos para dar al tra-
vés : tan recio temporal hacia , que nos hizo anclear la
costa por no ir al través, que se nos quebraron dos ca-
bles, y iba garrando á tierra el navío . ¡ Oh en qué tra-
bajo nos vimos ! que si se quebrara el cable , íbamos á la
costa perdidos ; y quiso Dios que se ayudaron con otras
maromas viejas, y guindaletas . Pues ya reposado el tiem-
po seguimos nuestra costa adelante , llegándonos á tierra
cuanto podiamos para tornar á tomar agua , que (como
he dicho) las pipas que traiamos vinieron muy abiertas ,
y asimismo no habia regla en ello : como íbamos costean-
do creíamos que doquiera que saltásemos en tierra la to-
mariamos de jagüeyes y pozos que cavariamos . Pues
yendo nuestra derrota adelante vimos desde los navíos un
pueblo , y antes de obra de una legua dél hácia una en-
senada que parecia que abria rio ó arroyo , acordamos de
surgir junto á él : y como en aquella costa (como otras
veces he dicho) mengua mucho la mar y quedan en seco
los navíos, por temor desto surgimos más de una legua
de tierra en el navío menor, y en todos los bateles fué
acordado que saltásemos en aquella ensenada , sacando
nuestras vasijas con muy buen concierto , y armas , y ba-
llestas, y escopetas . Salimos en tierra poco más de me-
dio dia, y habria una legua desde el pueblo hasta donde
desembarcamos , y estaban unos pozos y maizales , y ca-
serías de cal y canto . Llámase este pueblo Potonchan, é
henchimos nuestras pipas de agua ; mas no las pudimos
llevar ni meter en los bateles con la mucha gente de gue-
ra que cargó sobre nosotros , y quedarse ha aquí, y ade-
lante diré las guerras que nos dieron.
CAPITULO IV
Cómo desembarcamos en una bahía , donde habia maizales,
cerca del pueblo de Potonchan, y de las guerras que nos
dieron.
estando en las estancias y maizales , por mí ya
dichas, tomando nuestra agua, vinieron por la
Y costa muchos escuadrones de indios del pueblo
de Potonchan (que así se dice) , con sus armas
de algodon, que les daba á la rodilla , y con arcos , y fle-
chas, y lanzas , y rodelas , y espadas hechas á manera de
montantes de á dos manos, y hondas, y piedras , y con
sus penachos de los que ellos suelen usar, y las caras
pintadas de blanco y prieto, enalmagrados , y venian ca-
Îlando , y se vienen derechos á nosotros , como que nos
venian á ver de paz, y por señas nos dijeron que si ve-
niamos de donde sale el sol, y las palabras formales se-
gun nos hubieron dicho los de Lázaro Castilan, Castilan :
y respondimos por señas, que de donde sale el sol venia-
mos . Y entonces paramos en las mientes y en pensar qué
podia ser aquella plática ; porque los de San Lázaro nos
dijeron lo mismo, mas nunca entendimos al fin que lo
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decian . Seria cuando esto pasó, y los indios se juntaban ,
á la hora de las Ave Marías , y fuéronse á unas caserías ;
y nosotros pusimos velas y escuchas, y buen recaudo ,
porque no nos pareció bien aquella junta de aquella ma-
nera . Pues estando velando todos juntos, oimos venir con
el gran ruido y estruendo que traian por el camino, mu-
chos indios de otras sus estancias , y del pueblo , y todos
de guerra. Y desque aquello sentimos , bien entendido
teniamos, que no se juntaban para hacernos ningun bien ;
y entramos en acuerdo con el capitan, qué es lo que ha-
ríamos : y unos soldados daban por consejo, que nos fué-
semos luego á embarcar ; y como en tales casos suele
acaecer, unos dicen uno, y otros dicen otro, hubo pare-
cer, que sí nos fuéramos á embarcar, que como eran mu-
chos indios, darian en nosotros, y habria mucho riesgo
de nuestras vidas : y otros éramos de acuerdo , que diése-
mos en ellos esa noche ; que como dice el refran , quien
acomete vence : y por otra parte viamos, que para cada
uno de nosotros habia trescientos indios . Y estando en
estos conciertos , amaneció , y dijimos unos soldados á
otros, que tuviésemos confianza en Dios y corazones muy
fuertes para pelear ; y despues de nos encomendar á Dios ,
cada uno hiciese lo que pudiese para salvar las vidas.
Ya que era de dia claro, vimos venir por la costa mu-
chos mas escuadrones guerreros ; con sus banderas ten-
didas , y penachos , y tambores , y con arcos , y flechas , y
lanzas, y rodelas , y se juntaron con los primeros que ha-
bian venido la noche ántes ; y luego hechos sus escuadro-
nes , nos cercan por todas partes , y nos dan tal rociada
de flechas , y varas , y piedras , con sus hondas , que hi-
rieron sobre ochenta de nuestros soldados y se juntaron
con nosotros pié con pié , unos con lanzas , y otros flechan-
do , y otros con espadas de navajas , de arte , que nos
traían á mal andar , puesto que les dábamos buena prie-
sa de estocadas y cuchilladas , y las escopetas , y balles-
tas que no paraban , unas armando y otras tirando: y ya
que se apartaban algo de nosotros , desque sentian las
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grandes estocadas y cuchilladas que les dábamos , no era
léjos , y esto fué para mejor flechar y tirar al terreno á su
salvo ; y cuando estábamos en esta batalla , y los indios
se apellidaban , decian en su lengua : al calachoni , al ca-
lachoni , que quiere decir, que matasen al capitan , y le
dieron doce flechazos ; y á mí me dieron tres ; y uno de
los que me dieron , bien peligroso , en el costado izquier-
do , que me pasó á lo hueco ; y á otros de nuestros solda-
dos dieron grandes lanzadas , y á dos llevaron vivos , que
se decia el uno Alonso Bote , y el otro era un portugués
viejo . Pues viendo nuestro capitan que no bastaba nues-
tro buen pelear, y que nos cercaban muchos escuadro-
nes , y venian mas de refresco del pueblo , y les traían de
comer y beber , y muchas flechas, y nosotros todos heri-
dos, y otros soldados atravesados los gaznates , y nos ha-
bian muerto ya sobre cincuenta soldados : y viendo que
no teniamos fuerzas , acordamos con corazones muy fuer-
tes romper por medio de sus batallones , y acogernos á los
bateles que teniamos en la costa , qne fué buen socorro ; y
hechos todos nosotros un escuadron rompimos por ellos .
Pues oir la grita, y silbos , y vocería , y priesa que nos
daban de flecha , y á mantiniente con sus lanzas , hirien-
do siempre en nosotros . Pues otro daño tuvimos , que co-
mo nos acogimos de golpe á los bateles , y éramos mu-
chos, ibanse a fondo , y como mejor pudimos , asidos á los
bordes medio nadando entre dos aguas llegamos al navio
de ménos porte que estaba cerca, que ya venia á gran
priesa á nos socorrer ; y al embarcarse hirieron muchos
de nuestros soldados , en especial á los que iban asidos en
las popas de los bateles , y les tiraban al terreno , y entra-
ron en la mar con las lanchas, y daban á manteniente á
nuestros soldados : y con muchos trabajos quiso Dios que
escapamos con las vidas de poder de aquella gente . Pues
ya embarcados en los navíos, hallamos que faltaban cin-
cuenta y siete compañeros con los dos que llevaron vivos ,
y con cinco que echamos en la mar, que murieron de las
heridas , y de la gran sed que pasaron . Estuvimos pelean-
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do en aquellas batallas poco mas de media hora . Lláma-
se este pueblo Potonchan, y en las cartas del marear le
pusieron por nombre los pilotos y marineros , Bahia de
mala pelea . Y desque nos vimos salvos de aquellas refrie-
gas , dimos muchas gracias a Dios : y cuando se curaban
las heridas los soldados , se quejaban mucho del dolor
dellas , que como estaban resfriadas con el agua salada ,
y estaban muy hinchadas y dañadas , algunos de nues-
tros soldados maldecian al piloto Anton de Alaminos , y
á su descubrimiento y viaje , porque siempre porfiaba que
no era tierra firme , sino isla : donde los dejaré ahora, y
diré lo que mas nos acaeció.
CAPITULO V
Cómo acordamos de nos volver á la isla de Cuba, y de la
gran sed y trabajos que tuvimos , hasta llegar al puerto de
la Habana.
ESQUE nos vimos embarcados en los navíos de la
manera que dicho tengo , dimos muchas gracias
D á Dios, y despues de curados los heridos (que
no quedó hombre ninguno de cuantos allí nos
hallamos , que no tuviesen á dos , y á tres, y á cuatro he-
ridas , y el capitan con doce flechazos , solo un soldado
quedó sin herir), acordanios de nos volver á la isla de
Cuba , y como estaban tambien heridos todos los más de
los marineros que saltaron en tierra con nosotros, que se
hallaron en las peleas , no teniamos quien marchase las
velas . Y acordamos que dejásemos el un navío el de mé-
nos porte en la mar puesto fuego, despues de sacadas dél
las velas , y anclas, y cables, y repartir los marineros
que estaban sin heridas en los dos navíos de mayor por-
te. Pues otro mayor daño teniamos , que fué la gran fal-
ta de agua, porque las pipas y vasijas que teniamos llenas
CONQUISTA. TOM. I.-5.
30
en Champoton, ¹ con la grande guerra que nos dieron, y
priesa de nos acoger á los bateles , no se pudieron llevar ,
que allí se quedaron , yino sacamos ninguna agua . Digo
que tanta sed pasamos, que en las lenguas y bocas tenia-
mos grietas de la secura, pues otra cosa ninguna para re-
frigerio no habia . ¡ Oh qué cosa tan trabajosa es ir á des-
cubrir tierras nuevas, y de la manera que nosotros nos
aventuramos ! No se puede ponderar , sino los que han
pasado por aquestos excesivos trabajos en que nosotros
nos vimos. Por manera, que con todo eso íbamos nave-
gando muy allegados á tierra para hallarnos en paraje
de algun rio, ó bahía para tomar agua : y al cabo de tres
dias vimos uno como ancon, que parecia rio, ú estero,
que creimos tener agua dulce , y saltaron en tierra quin-
ce marineros de los que habian quedado en los navíos, y
tres soldados que estaban más sin peligro de los flecha-
dos , y llevaron azadones , y tres barriles para traer agua :
y el estero era salado , é hicieron pozos en la costa , y era
tan amargosa y salada agua como la del estero, por ma-
nera , que mala como era , trujeron las vasijas llenas, y no
habia hombre que la pudiese beber del amargor y sal , y
á dos soldados qne la bebieron , dañó los cuerpos y las
bocas . Habia en aquel estero muchos y grandes lagartos ,
y desde entonces se puso por nombre el Estero de los la-
gartos, y así está en las cartas de marear. Dejemos esta
plática, y diré, que entretanto que fueron los bateles por
el agua, se levantó un viento Nordeste tan deshecho , que
íbamos garrando á tierra con los navíos ; y como en aque-
lla costa es travesía , y reina siempre el Norte y Nordes-
te, estuvimos en muy gran peligro por falta de cables; y
como lo vieron los marineros que habian ido á tierra por
el agua , vinieron muy más que de paso con los bateles,
y tuvieron tiempo de echar otras anclas y maromas, y
estuvieron los navíos seguros dos dias y dos noches ; y
1 Debe decir Cotonchan, á que hace referencia en el capítulo
anterior. (Champoton es el nombre que hasta hoy se conserva. )
31
luego alzamos anclas, y dimos vela , siguiendo nuestro
viaje para nos volver á la isla de Cuba : parece ser el pi-
loto Alaminos se concertó y aconsejó con los otros dos
pilotos , que desde aquel paraje donde estábamos atrave-
samos á la Florida, porque hallaban por sus cartas , y
grados, y alturas, que estaria de allí obra de setenta le-
guas, y que despues de puestos en la Florida, dijeron que
era mejor viaje, é más cercana navegacion para ir á la
Habana, que no la derrota por donde habiamos primero
venido á descubrir ; y así fué como el piloto dijo , porque
segun yo entendí, habia venido con Juan Ponce de Leon
á descubrir la Florida habia diez ó doce años ya pasados .
Volvamos á nuestra materia , que atravesando aquel gol-
fo en cuatro dias que navegamos, vimos la tierra de la
misma Florida : y lo que en ella nos acaeció diré adelante .
CAPITULO VI
Cómo desembarcamos en la bahía de la Florida veinte sol-
dados , y con nosotros el piloto Alaminos , para buscar
agua, y de la guerra que allí nos dieron los naturales de
aquella tierra, y lo que más pasó hasta volver á la Ha-
bana.
LEGADOS á la Florida , acordamos , que saliesen en
tierra veinte soldados de los que teniamos más
L sanos de las heridas : yo fuí con ellos , y tambien
el piloto Anton de Alaminos , y sacamos las va-
sijas que habia , y azadones, y nuestras ballestas y esco-
petas ; y como el capitan estaba muy mal herido , y con
la gran sed que pasaba muy debilitado , nos rogó que por
amor de Dios , que en todo caso le trajésemos agua dulce ,
que se secaba y moria de sed, porque el agua que habia
era muy salada y no se podia beber, como otra vez ya
dicho tengo . Llegados que fuimos á tierra cerca de un es-
tero que entraba en la mar, el piloto reconoció la costa ,
y dijo que habia diez ó doce años que habia estado en
aquel paraje cuando vino con Juan Ponce de Leon á des-
cubrir aquellas tierras, y allí le habian dado guerra los
indios de aquella tierra , y que les habian muerto muchos
33
soldados, y que á esta causa estuviésemos muy sobre avi-
so apercibidos , porque vinieron en aquel tiempo que di-
cho tiene muy de repente los indios cuando le desbarata-
ron, y luego pusimos por espías dos soldados en una pla-
ya, que se hacia muy ancha , é hicimos pozos muy hon-
dos , donde nos pareció haber agua dulce , porque en aque-
lla sazon era menguante la marea, y quiso Dios que topá-
semos muy buena agua : y con el alegría, y por hartar-
nos della , y lavar paños para curar las heridas , estuvi-
mos espacio de una hora ; y ya que queriamos venir á em-
barcar con nuestra agua , muy gozosos, vimos venir al un
soldado de los que habiamos puesto en la playa , dando
muchas voces , diciendo : al arma, al arma , que vienen
muchos indios de guerra por tierra , y otros en canoa por
el estero, y el soldado dando voces, é venia corriendo ; y
los indios llegaron casi á la par con el soldado contra nos-
otros, y traían arcos muy grandes , y buenas flechas y
lanzas , y unas á manera de espadas , y vestidos de cueros
de venados, y eran de grandes cuerpos , y se vinieron de-
rechos á nos flechar, é hirieron luego seis de nuestros com-
pañeros, y á mí me dieron un flechazo en el brazo dere-
cho de poca herida , y dímosles tanta priesa de estocadas
y cuchilladas, y con las escopetas y ballestas que nos de-
jan á nosotros , los que estábamos tomando el agua de los
pozos , y van á la mar, y estero á ayudar á sus compañe-
ros los que venian en las canoas donde estaba nuestro ba-
tel con los marineros, que tambien andaban peleando pié
con pié con los indios de las canoas, y aun les tenia ya
tomado el batel , y le llevaban por el estero arriba con
sus canoas, y habian herido á cuatro marineros , y al pi-
loto Alaminos le dieron una mala herida en la garganta :
y arremetimos á ellos , el agua á mas de la cinta, y á es-
tocadas les hicimos soltar el batel , y quedaron tendidos
y muertos en la costa y en el agua veinte y dos de ellos ,
y tres prendimos que estaban heridos poca cosa , que se
murieron en los navíos . Despues de esta refriega pasada ,
preguntamos al soldado que pusimos por vela, que qué se
34
hizo su compañero Berrio (que así se llamaba), dijo que
le vió apartar con una hacha en las manos para cortar
un palmito, y que fué hacia el estero por donde habian
venido los indios de guerra, y que oyó voces de español ,
y que por aquellas voces vino de presto á dar mandado
á la mar, y que entonces le debieran de matar : el cual
soldado solamente él habia quedado sin ninguna herida
en lo de Potonchan, y quiso su ventura que vino allí á fe-
necer: y luego fuimos en busca de nuestro soldado, por el
rastro que habian traido aquellos indios que nos dieron
guerra, y hallamos una palma que habia comenzado á
cortar, y cerca de ella mucha huella en el suelo más que
en otras partes, por donde tuvimos por cierto que le lle-
varon vivo, porque no habia rastro de sangre, y anduvi-
inos buscándole á una parte y á otra mas de una hora, y
dimos voces, y sin más saber dél nos volvimos á embar-
car en el batel, y llevamos á los navíos el agua dulce,
con que se alegraron todos los soldados, como si entón-
ces les diéramos las vidas : y un soldado se arrojó desde el
navío en el batel , con la gran sed que tenia , tomó una
botija á pechos , y bebió tanta agua , que della se hinchó
y murió. Pues ya embarcados con nuestra agua, y meti-
dos nuestros bateles en los navíos , dimos vela para la Ha-
bana, y pasamos aquel dia y la noche que hizo buen tiem-
po junto unas isletas , que llaman los Mártires , que son
unos bajos, que así los llaman los Bajos de los Mártires .
Ibamos en cuatro brazas lo más hondo, y tocó la nao ca-
pitana entre unas como isletas, é hizo mucha agua que
con dar todos los soldados que íbamos á la bomba, no po-
diamos estancar, é íbamos con temor no nos anegásemos .
Acuérdome que traíamos allí con nosotros á unos mari-
neros levantiscos , y les deciamos : Hermanos, ayudad á
sacar la bomba , pues veis que estamos muy mal heridos,
y cansados de la noche y del dia, porque nos vamos á fon-
do, y respondian los levantiscos : Facetelo vos pues no ga-
nábamos sueldo, sino hambre y sed , y trabajos , y heri-
dos como vosotros : por manera, que les haciamos dar á
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la bomba aunque no querian, y malos y heridos cono
íbamos mareábamos las velas , y dábamos á la bomba ,
hasta que nuestro Señor Jesu-Christo nos llevó al puerto de
Carenas, donde ahora está poblada la villa de la Habana ,
que en otro tiempo Puerto de Carenas se solia llamar , y
no Habana : y cuando nos vimos en tierra , dimos muchas
gracias a Dios , y luego se tomó el agua de la capitana un
Búzano portugués que estaba en otro navío en aquel puer-
to y escribimos á Diego Velazquez , gobernardor de aque-
lla isla, muy en posta, haciéndole saber que habiamos
descubierto tierras de grandes poblaciones, y casas de cal
y canto, y las gentes naturales dellas andaban vestidos de
ropa de algodon, y cubiertas sus vergüenzas , y tenian
oro y labranzas de maizales : y desde la Habana se fué
nuestro capitan Francisco Hernandez por tierra á la villa
de Santi -píritus , que así se dice , donde tenia su encomien-
da de indios , y como iba mal herido , murió dende allí á
diez dias que habia llegado á su casa : todos los demás
soldados nos desparcimos y nos fuimos unos por una par-
te, y otros por otra de la isla adelante : y en la Habana
se murieron tres soldados de las heridas, y los navíos fue-
ron á Santiago de Cuba , donde estaba el gobernador, y
desque hubieron desembarcado los dos indios que hubi-
mos en la punta de Cotoche, que ya he dicho, que se de-
cian Melchorillo y Juanillo , y el arquilla con las diade-
mas y ánades , y pescadillos , y con los ídolos de oro , que
aunque era bajo y poca cosa , sublimábanlo de arte, que
en todas las islas de Santo Domingo y en Cuba , y aun en
Castilla, llegó la fama dello : y decian que otras tierras
en el mundo no se habian descubierto mejores , ni casas
de cal y canto. Y como vió los ídolos de barro, de tan-
tas maneras de figuras , decian que eran del tiempo de los
gentiles ; otros decian que eran de los judíos que desterró
Tito y Vespasiano de Jerusalen , y que habian aportado
con los navíos rotos en que les echaron en aquella tierra :
y como en aquel tiempo no era descubierto el Perú , te-
níase en mucha estima aquella tierra . Pues otra cosa pre-
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guntaba el Diego Velazquez á aquellos indios, que si ha-
bia minas de oro en su tierra, y á todos les respondian
que sí , y les mostraban oro en polvo de lo que sacaban en
la isla de Cuba , y decian que habia mucho en su tierra,
y no le decian verdad ; porque claro está, que en la pun-
ta de Cotoche ni en todo Yucatan no es donde hay minas
de oro. Y asimismo les mostraban los indios los monto-
nes que hacen de tierra donde ponen y siembran las plan-
tas de cuyas raíces hacen el pan cazabe, y llámanse en la
isla de Cuba yuca, y los indios decian que las habia en su
tierra , y decian tale por la tierra, que así se llama las en
que la plantaban ; de manera que yuca con tale, quiere
decir Yucatan . Decian los españoles que estaban hablan-
do con el Diego Velazquez y con los indios : Señor , dicen
estos indios que su tierra se llama Yucatan, y así se que-
dó con este nombre , que en su propia lengua no se dice
así . Por manera, que todos los soldados que fuimos á
aquel viaje á descubrir, gastamos los bienes que teniamos ,
y heridos y pobres volvimos á Cuba, y aun lo tuvimos á
buena dicha haber vuelto y no quedar muertos con los
demás mis compañeros . Y cada soldado tiró por su par-
te, y el capitan (como dicho tengo) luego murió , y estu-
vimos muchos dias en curarnos los heridos , y por nues-
tra cuenta hallamos que se murieron al pié de setenta
soldados ; y esta ganancia trujimos de aquella entrada y
descubrimiento . Y el DiegoVelazquez escribió á Castilla
á los señores que en aquel tiempo mandaban en las cosas
de Indias, que él lo habia descubierto, y gastado en des-
cubrillo nucha cantidad de pesos de oro, y así lo decia
don Juan Rodriguez de Fonseca , obispo de Búrgos y ar-
zobispo de Rosano, que así se nombraba, que era como
presidente de Indias, y lo escribió á su majestad á Flan-
des dando mucho favor y loor del Diego Velazquez , y
no hizo memoria de ninguno de nosotros los soldados que
lo descubrimos á nuestra costa. Y quedarse ha aquí, y
diré adelante los trabajos que me acaecieron á mí y á tres
soldados .
CAPITULO VII
De los trabajos que tuve hasta llegar á una villa que se
dice la Trinidad .
A he dicho que nos quedamos en la Habana cier
tos soldados que no estábamos sanos de los fle-
Y chazos , y para ir á la villa de la Trinidad ya
que estábamos mejores acordamos de nos con-
certar tres soldados con un vecino de la misma Habana ,
que se decia Pedro de Avila, que iba asimismo á aquel
viaje en una canoa por la mar por la banda del Sur, y
llevaba la canoa cargada de camisetas de algodon que
iba á vender á la villa de la Trinidad . Ya he dicho otras
veces que las canoas son de hechura de artesas grandes ca-
vadas y huecas , y en aquellas tierras con ellas navegan
costa á costa : y el concierto que hicimos con el Pedro de
Avila fué que dariamos diez pesos de oro porque fuésemos
en su canoa . Pues yendo por la costa adelante , á veces
remando y á ratos á la vela, ya que habiamos navegado
once dias en paraje de un pueblo de indios de paz , que se
dice Canarreon , que era términos de la villa de la Trini-
dad , se levantó un tan recio viento de noche , que no nos
CONQUISTA.- TOM. I.- 6.
38
pudimos sustentar en la mar con la canoa, por bien que
remábamos todos nosotros ; y el Pedro de Avila y unos
indios de la Habana, y unos remeros muy buenos que
traíamos , hubimos de dar al través entre unos ceborucos ,
que los hay muy grandes en aquella costa , por manera
que se nos quebró la canoa, y el Avila perdió su hacien-
da , y todos salimos descalabrados de los golpes de los ce-
borucos, y desnudos en carnes , porque para ayudarnos
que no se quebrase la canoa y poder mejor nadar nos aper-
cibimos de estar sin ropa ninguna sino desnudos . Pues
ya escapados con las vidas de aquellos ceborucos , para
nuestra villa de la Trinidad no habia camino por la cos-
ta , sino malos países y ceborucos , que así se dicen , que
son las piedras con unas puntas que salen dellas, que pa.
san las plantas de los piés , y sin tener que comer ; pues
como las olas que reventaban de aquellos grandes cebo-
rucos nos embestian , y con el gran viento que hacia lle-
vábamos hechas grietas en las partes ocultas, que corria
sangre dellas , aunque nos habiamos puesto delante mu-
chas hojas de árboles , y otras yerbas que buscamos para
nos tapar. Pues como por aquella costa no podiamos ca-
minar por causa que se nos hincaban por las plantas de
los piés aquellas puntas y piedras de los ceborucos, con
mucho trabajo nos metimos en un monte, y con otras pie-
dras que habia en el monte cortamos cortezas de árboles
que pusimos por suelas, atadas á los piés con unas que
parecen cuerdas delgadas que llaman bejucos , que nacen
entre los árboles , que espadas no sacamos ninguna , y ata-
mos los piés y cortezas de los árboles con ello lo mejor
que pudimos, y con gran trabajo salimos á una playa de
arena, y de ahí á dos dias que caminamos llegamos á un
pueblo de indios que se decia Yaguarama, el cual era en
aquella sazon del padre fray Bartolomé de las Casas, que
era clérigo presbítero y despues le conocí fraile domíni-
co, y llegó á ser obispo de Chiapa , y los indios de aquel
pueblo nos dieron de comer . Y otro dia fuimos hasta
otro pueblo que se decia Chipiona, que era de un Alonso
39
de Avila é de un Sandoval (no digo del capitan Sandoval
el de la Nueva-España) , y desde allí á la Trinidad : y un
amigo mio que se decia Antonio de Medina me remedió
de vestidos , segun que en la villa se usaban, y así hicie-
rón á mis compañeros otros vecinos de aquella villa ; y
desde allí con mi pobreza y trabajos me fuí á Santiago de
Cuba , adonde estaba el gobernador Diego Velazquez , el
cual andaba dando mucha priesa en enviar otra armada :
y cuando le fuí á besar las manos , que éramos deudos ,
él se holgó conmigo , y de unas pláticas en otras me dijo
que si estaba bueno de las heridas para volver á Yuca-
tan. E yo riyendo le respondí que quién le puso nombre
Yucatan, que allí no le llaman así . E dijo , Melchorejo el
que trujiste lo dice . E yo dije : mejor nombre seria la tier-
ra donde nos mataron la mitad de los soldados que fuimos ,
y todos los demás salimos heridos. E dijo : bien sé que pa-
sastes muchos trabajos , y así es á los que suelen descu-
brir tierras nuevas y ganar honra, é su majestad os lo
gratificará, é yo así se lo escribiré . E ahora, hijo, id otra
vez en la armada que hago, que yo haré que os hagan
mucha honra, y diré lo que pasó.
CAPITULO VIII
Cómo Diego Velázquez, gobernador de Cuba, envió otra
armada á la tierra que descubrimos.
N el año de mil y quinientos y diez y ocho años ,
viendo Diego Velazquez, gobernador de Cuba ,
E la buena relacion de las tierras que descubri-
mos, que se dice Yucatan , ordenó de enviar una
armada ; para ella se buscaron cuatro navíos , los dos fue-
ron los que hubimos comprado los soldados que fuimos
en compañía del capitan Francisco Hernandez de Córdo-
ba á descubrir á Yucatan (segun más largamente lo tengo
escrito en el descubrimiento) , y los otros dos navíos com-
pró el Diego Velazquez de sus dineros . Y en aquella sa-
zon que ordenaba la armada se hallaron presentes en San-
tiago de Cuba , donde residia el Velazquez , Juan de Gri-
jalva , y Pedro de Alvarado , y Francisco de Montejo é
Alonso de Avila, que habian ido con negocios al gober-
nador, porque todos tenian encomiendas de indios en las
mismas islas ; y como eran personas valerosas , concertóse
con ellos que el Juan Grijalva , que era deudo del Diego
Velazquez , viniese por capitan general , é que Pedro de
41
Alvarado viniese por capitan de un navío , y Francisco
de Montejo de otro, y el Alonso de Avila de otro : por ma-
nera que cada uno destos capitanes procuró de poner bas-
timentos , y matalotaje, de pan cazabe y tocinos , y el
Diego Velazquez puso ballestas y escopetas , y cierto res-
cate , y otras menudencias , y más los navíos . Y como ha-
bia fama destas tierras , que eran muy ricas y habia en
ellas casas de cal y canto, y el indio Melchorejo decia
por señas que habia oro , tenian mucha codicia los veci-
nos y soldados que no tenian indios en la isla de ir á es-
ta tierra; por manera que de presto nos juntamos ducien-
tos y cuarenta compañeros ; y tambien pusimos cada sol-
dado de la hacienda que teniamos para matalotaje y ar-
mas, y cosas que convenian, y en este viaje volví , y con es-
tos capitanes otra vez , y parece ser la instruccion que pa-
ra ello dió el gobernador Diego Velazquez , fué segun en-
tendí que rescatasen todo el oro y plata que pudiesen , y
si viesen que convenia poblar, que poblasen , ó si no que
se volviesen á Cuba . E vino por veedor de la armada uno
que se decia Peñalosa , natural de Segovia , y trujimos un
clérigo que se decia Juan Diaz ; y los tres pilotos que án-
tes habiamos traído cuando el primer viaje , que ya he
dicho sus nombres y de dónde eran, Anton de Alaminos
de Palos , y Camacho de Triana , y Juan Alvarez el Man-
quillo de Huelba, y el Alaminos venia por piloto mayor ,
y otro piloto que entónces vino , no me acuerdo el nom-
bre. Pues ántes que más pase adelante, porque nombraré
algunas veces á estos hidalgos que he dicho que venian
por capitanes, y parecerá cosa descomedida nombralles
secamente, Pedro de Alvarado , Francisco de Montejo ,
Alonso de Avila , y no decilles sus ditados é blasones .
Sepan que el Pedro de Alvarado fué un hidalgo muy va-
leroso, que despues que se hubo ganado la Nueva-Espa-
ña fué gobernador y adelantado de las provincias de Gua-
timala é Honduras y Chiapa, é comendador de Santiago .
E asimismo el Francisco de Montejo , hidalgo de mucho
valor , que fué gobernador y adelantado de Yucatan : has-
CONQUISTA. TOM. I.-7.
42
ta que su majestad les hizo aquestas mercedes y tuvieron
señoríos , no les nombraré sino sus nombres , y no adelan-
tados . Y volvainos á nuestra plática , que fueron los cua-
tro navíos por la parte y banda del Norte á un puerto
que se llama Matanzas , que era cerca de la Habana Vie-
ja, que en aquella sazon no estaba poblada adonde ahora
está, y en aquel puerto , ó cerca dél , tenian todos los más
vecinos de la Habana sus estancias de cazabe y puercos,
y desde allí se proveyeron nuestros navíos lo que faltaba,
y nos juntamos así capitanes como soldados para dar ve-
la y hacer nuestro viaje . Y ántes que más pase adelante ,
aunque vaya fuera de órden , quiero decir por qué llama-
ban aquel puerto que he dicho de Matanzas ; y esto traigo
aquí á la memoria , porque ciertas personas me lo han
preguntado la causa de ponelle aquel nombre ; y es por
esto que diré : Antes que aquella isla de Cuba estuviese
de paz , dió al través por la costa del Norte un navío que
habia ido desde la isla de Santo Domingo á buscar in-
dios , que llamaban los Lucayos á unas islas que están en-
tre Cuba y la Canal de Bahama , que se llaman las islas
de los Lucayos , 1 y con mal tiempo dió al través en aque-
lla costa , cerca del rio y puerto que he dicho que se lla-
ma Matanzas , y venian en el navio sobre treinta personas
españoles y dos mujeres ; y para pasallos aquel rio vinieron
muchos indios de la Habana y de otros pueblos , como que
los venian á ver de paz , y les dijeron que les querian pasar
en canoas y llevallos á sus pueblos para dalles de comer . E
ya que iban con ellos en medio del rio , les trastornaron
las canoas y los mataron, que no quedaron sino tres hom-
bres y una mujer, que era hermosa, la cual llevó un ca-
cique , de los más principales que hicieron aquella trai-
cion, y los tres españoles repartieron entre los demás ca-
ciques . Y á esta causa se puso á este puerto nombre de
Puerto de Matanzas : y conocí á la mujer que he dicho ,
que despues de ganada la isla de Cuba se le quitó al ca-
1 Hoy islas Lucayas.
43
cique en cuyo poder estaba , y la vi casada en la villa de
la Trinidad con un vecino della que se decia Pedro San-
chez Farfan ; y tambien conocí a los tres españoles , que
se decia el uno Gonzalo Mejía , hombre anciano , natural
de Jerez , y el otro se decia Juan de Santisteban , y era
natural de Madrigal ; y el otro se decia Cascorro , hombre
de la mar, y era pescador, natural de Huelba , y le ha-
bia ya casado el cacique con quien solia estar con una su
hija , é ya tenia horadadas las orejas y las narices como
los indios . Mucho me he detenido en contar cuentos vie-
jos : volvamos á nuestra relacion . E ya que estábamos re-
cogidos asi capitanes como soldados y dadas las instruc-
ciones que los pilotos habian de llevar, y los faroles, y
despues de haber oído misa con gran devocion, en cinco
dias del mes de Abril de mil y quinientos y diez y ocho
años , dimos vela y en diez dias doblamos la punta de Gua-
niguanico , que los pilotos llaman de San Anton ; y en otros
ocho dias que navegamos vimos la isla de Cozumel , que
entón ces la descubrimos dia de Santa Cruz , porque desca-
yeron los navíos , con las corrientes más bajo que cuando
venimos con Francisco Hernandez de Córdoba , y baja-
mos la isla por la banda del Sur : vimos un pueblo , y allí
cerca buen surgidero y bien limpio de arrecifes, y salta-
mos en tierra con el capitan Juan de Grijalva buena co-
pia de soldados , y los naturales de aquel pueblo se fueron
huyendo desque vieron venir los navíos á la vela , porque
jamás habian visto tal ; y los soldados que salimos á tier-
ra no hallamos en el pueblo persona ninguna , y en unas
mieses de maizales se hallaron dos viejos que no podian
andar , y los trujimos al capitan , y con Julianillo y Mel-
chorejo los que trujimos de la punta de Cotoche , que en-
tendian muy bien á los indios , y les habló ; porque su tier-
ra dellos y aquella isla de Cozumel , no hay de travesía
en la mar sino obra de cuatro leguas , y así hablan una
misma lengua ; y el capitan halagó aquellos viejos y les
dió cuentezuelas verdes , y les envió á llamar al Calachio-
ni de aquel pueblo , que ansí se dicen los caciques de aque-
44
lla tierra , y fueron y nunca volvieron : y estándoles aguar-
dando, vino una india moza de buen parecer, é comenzó
á hablar la lengua de la isla de Jamaica , y dijo que to-
dos los indios é indias de aquella isla y pueblo se habian
ido á los montes de miedo , y como muchos de nuestros
soldados é yo entendimos muy bien aquella lengua , que
es la de Cuba , nos admiramos y la preguntamos que có-
mo estaba allí , y dijo que habia dos años que dió al tra-
vés con una canoa grande en que iban á pescar diez in-
dios de Xamaica á unas isletas, y que las corrientes la
echaron en aquella tierra , y mataron á su marido , y á to-
dos los más indios xamaicanos sus compañeros, y los sa-
crificaron á los ídolos : y desque la entendió el capitan ,
como vió que aquella india seria buena mensajera , envió-
la á llamar los indios y caciques de aquel pueblo, y dió-
la de plazo dos dias para que volviese : porque los indios ,
Melchorejo y Julianillo que llevamos de la punta de Co-
toche tuvimos terror, que apartados de nosotros se hui-
rian á su tierra ; y por esta causa no los enviamos á Ila-
mar con ellos ; y la india volvió otro dia , y dijo que nin-
gun indio ni india queria venir , por más palabras que les
decia . A este pueblo pusimos por nombre Santa Cruz :
porque cuatro ó cinco dias ántes de Santa Cruz le vimos :
había en él buenos colmenares de miel , y muchos bonia-
tos y batatas, y manadas de puercos de la tierra , que tie-
nen sobre el espinazo el ombligo : habia en él tres pueble-
zuelos , y éste donde desembarcamos era el mayor , y los
otros dos eran más chicos , que estaba cada uno en una
punta de la isla , terná de bojo como obra de dos leguas :
pues como el capitan Juan de Grijalva vió que era per-
der tiempo estar más allí aguardando , mandó que nos em-
barcásemos luego, y la india de Xamaica se fué con nos-
otros, y seguimos nuestro viaje .
JUAN DE GRIJALVA Y CUELLAR
{
CAPITULO IX
De cómo venimos á desembarcar á Champoton.
UES vuelto á embarcar , é yendo por las derrota
.
pasadas (cuando lo de Francisco Hernandez de
P Córdoba) en ocho dias llegamos en el paraje del
pueblo de Champoton , que fué donde nos desba-
rataron los indios de aquella provincia , como ya dicho
tengo en el capítulo que dello habla : y como en aquella
ensenada mengua mucho la mar, anclamos los navíos una
legua de tierra, y con todos los bateles desembarcamos la
mitad de los soldados que allí íbamos , junto á las casas
del pueblo ; é los indios naturales dél, y otros sus comar-
canos , se juntaron todos como la otra vez , cuando nos
mataron sobre cincuenta y seis soldados , y todos los más
nos hirieron, segun dicho tengo en el capítulo que dello
habla: y á esta causa estaban muy ufanos y orgullosos , y
bien armados á su usanza , que son arcos , flechas , lanzas ,
rodelas , macanas y espadas de dos manos , y piedras con
46
hondas , y armas de algodon , y trompetillas y atambores,
y los más dellos pintadas las caras de negro, colorado y
blanco, y puestos en concierto esperando en la costa, para
en llegando que llegásemos dar en nosotros : y como te-
niamos experiencia de la otra vez, llevábamos en los ba-
teles unos falconetes, é íbamos apercibidos de ballestas y
escopetas, y llegados á tierra nos comenzaron á flechar,
y con las lanzas dar á mantiniente, y tal rociada nos die-
ron ántes que llegásemos á tierra , que hirieron la mitad
de nosotros y desque hubimos saltado de los bateles , les
hicimos perder la furia á buenas estocadas y cuchilladas :
porque aunque nos flechaban á terrero , todos llevábamos
armas de algodon : y todavía se sostuvieron buen rato pe-
leando con nosotros, hasta que vino otra barcada de nues-
tros soldados , y les hicimos retr er á unas ciénegas junto
al pueblo. En esta guerra mataron á Juan de Quiteria , y á
otros dos soldados , y al capitan Juan de Grijalva le dieron
tres flechazos y aun le quebraron con un cobaco dos dien-
tes (que hay muchos en aquella costa) é hirieron sobre se-
senta de los nuestros . Y desque vimos que todos los con-
trarios se habian huido, nos fuimos al pueblo , y se cura-
ron los heridos , y enterramos los muertos : y en todo el
pueblo no hallamos persona ninguna , ni los que se habian
retraido en las ciénagas, que ya se habian desgarrado ,
por manera que todos tenian alzadas sus haciendas. En
aquellas escaramuzas prendimos tres indios , y el uno de-
llos parecia principal . Mandóles el capitan que fuesen á lla-
mar al cacique de aquel pueblo, y les dió cuentas verdes y
cascabeles para que los diesen , para que viniesen de paz :
y asimismo á aquellos tres prisioneros se les hicieron mu-
chos halagos y se les dieron cuentas para que fuesen sin
miedo; y fueron, y nunca volvieron : é creimos que el in-
dio Julianillo é Melchorejo no les hobieran de decir lo
que les fué mandado , sino al revés . Estuvimos en aquel
pueblo cuatro dias . Acuérdome que cuando estábamos
peleando en aquella escaramuza , que habia allí unos pra-
dos algo pedregosos , é habia langostas , que cuando pe-
47
leábamos saltaban, y venian volando, y nos daban en la
cara, y como eran tan flecheros , y tiraban tanta flecha
como granizo , que parecian eran langostas que volaban ,
y no nos rodelábamos, y la flecha q e venia nos heria; y
otras veces creíamos , que era flecha , y eran langostas
que venian volando : fué harto estorbo .
CAPITULO X
Cómo seguimos nuestro viaje, y entramos en Boca de Tér-
minos, que entonces le pusimos este nombre.
ENDO por nuestra navegacion adelante , llegamos
á una boca como de rio muy grande y ancha ,
Y y no era rio como pensábamos , sino muy buen
puerto, é porque está entre unas tierras é otras ,
é parecia como estrecho : tan gran boca tenia , que decia
el Piloto Anton de Alaminos que era isla, y partian tér-
minos con la tierra , y á esta causa le pusimos nombre
Boca de Términos, y así está en las cartas del marear : y
allí saltó el capitan Juan de Grijalva en tierra , con todos
los más capitanes por mí nombrados , y muchos soldados
estuvimos tres dias hondando la boca de aquella entrada :
é mirando bien arriba y abajo del ancon , donde creía-
mos que iba é venia.á parar, y hallamos no ser isla , sino
ancon : y era muy buen puerto, y hallamos unos adorato-
rios de cal y canto : y muchos ídolos de barro y de palo ,
que eran dellos como figuras de sus dioses, y dellos de
figuras de mujeres, y muchos como sierpes , y muchos
cuernos de venados , é creimos que por allí cerca habria
49
alguna poblacion, é con el buen puerto que seria bueno
para poblar : lo cual no fué así , que estaba muy despobla-
do ; porque aquellos adoratorios eran de mercaderes y ca-
zadores, que de pasada entraban en aquel puerto con ca-
noas , y allí sacrificaban y habia mucha caza de venados
y conejos ; matamos diez venados con una lebrela , y mu-
chos conejos . Y luego desque todo fué visto é sondado ,
nos tornamos á embarcar, y se nos quedó allí la lebrela ,
y cuando volvimos con Cortés , la tornamos á hallar , y
estaba muy gorda y lucida . Llaman los marineros á es-
te Puerto de Términos . E vueltos á embarcar navegamos
costa á costa junto á tierra hasta que llegamos al rio de
Tabasco, que por descubrirle el Juan de Grijalva se nom-
bra agora el rio de Grijalva.
CONQUISTA. TOM. I.- 8,
CAPITULO XI
Cómo llegamos al rio de Tabasco, que llaman Grijalva,
y lo que allí nos acaeció .
AVEGANDO Costa á costa la via del Poniente , de
dia, porque de noche no osábamos por temor de
N bajos , é arrecifes , á cabo de tres dias vimos una
boca de rio muy ancha, y llegamos muy á tier-
ra con los navíos , y parecia buen puerto : y como fuimos
más cerca de la boca , vimos reventar los bajos antes de
entrar en el rio, y allí sacamos los bateles , y con la son-
da en la mano hallamos que no podian entrar en el puer-
to los dos navíos de mayor porte : fué acordado , que an-
clasen fuera en el mar , y con los otros dos navíos que de-
mandaban ménos agua ; que con ellos é con los bateles
fuésemos todos los soldados el rio arriba , porque vimos
muchos indios estar en canoas en las riberas , y tenian ar-
cos, y flechas , y todas sus armas segun y de la manera de
Champoton ; por donde entendimos , que habia por allí
algun pueblo grande ; y tambien porque viniendo como
veniamos navegando costa á costa , habiamos visto echa-
das nasas en la mar con que pescaban, y aun á dos de-
51
llas se les tomó el pescado con un batel que traíamos á
jorro de la capitana. Aqueste rio se llama de Tabasco ,
porque el cacique de aquel pueblo se llamaba Tabasco ; y
como le descubrimos deste viaje, y el Juan de Grijalva
fué el descubridor , se nombra rio de Grijalva , y así está
en las cartas del marear . E ya que llegamos obra de me-
dia legua del pueblo, bien oímos el rumor de cortar de
madera , de que hacian grandes mamparos é fuerzas y
aderezarse para nos dar guerra ; porque habian sabido de
lo que pasó en Potonchan , y tenian la guerra por muy
cierta . Y desque aquello sentimos desembarcamos de una
punta de aquella tierra donde habia unos palmares , que
era del pueblo media legua : y desque nos vieron alí , vi-
nieron obra de , cincuenta canoas con gente de guerra, y
traían arcos y flechas , y armas de algodon, rodelas, y lan-
zas , y sus atambores , y penachos : y estaban entre los es-
teros otras muchas canoas llenas de guerreros , y estuvie-
ron algo apartados de nosotros , que no osaron' llegar co-
mo los primeros . Y desque los vimos de aquel arte, está-
bamos para tirarles con los tiros, y con las escopetas , y
ballestas, y quiso nuestro Señor que acordamos de los lla-
mar , é con Julianico y Melchorejo los de la punta de Co-
toche, que sabian muy bien aquella lengua , y dijo á los
principales que no hubiesen miedo , que les queriamos ha-
blar cosas que desque las entendiesen , hubiesen por bue-
na nuestra llegada allí é á sus casas, é que les queriamos
de lo que traíamos . E como entendieron la plática, vinie-
ron obra de cuatro canoas, y en ellas hasta treinta indios ,
y luegon se les mostraron sartalejos de cuentas verdes , y
espejuelos , y diamantes azules : y desque los vieron pare-
cia que estaban de mejor semblante , creyendo que eran
chalchihuites , que ellos tienen en mucho . Entonces el ca-
pitan les dijo con las lenguas Julianillo , é Melchorejo , que
veniamos de léjas tierras, y éramos vasallos de un grande
Emperador, que se dice don Carlos, el cual tiene por va-
sallos á muchos grandes señores y calachiomes , y que
ellos le deben tener por señor , y les irá muy bien en ello ,
52
1
é que á trueco de aquellas cuentas nos den comida de ga-
llinas . Y nos respondieron dos dellos , que el uno era
principal y el otro papa, que son como sacerdotes que tie-
nen cargo de los ídolos, que he ya dicho otra vez que pa-
pas les llaman en la Nueva-España : y dijeron que harian
el bastimento que deciamos , é trocarian de sus cosas á
las nuestras : y en lo demás que señor tienen, é que agora
veniamos , é sin conocerles, é ya les queriamos dar señor ,
é que mirásemos no les diésemos guerra como en Poton-
chan: porque tenian aparejados dos xiquipiles de gentes
de guerra de todas aquellas provincias contra nosotros ;
cada xiquipil¹ son ocho mil hombres : é dijeron que bien
sabian que pocos dias habia que habiamos muerto y heri-
do sobre más de ducientos hombres en Potonchan , é que
ellos no son hombres de tan pocas fuerzas como los otros ,
é que por eso habian venido á hablar por saber nuestra
voluntad é aquello que les deciamos que se irian á de-
cir á los caciques de muchos pueblos que están juntos , pa-
ra tratar paces ó guerra. Y luego el capitan les abrazó
en señal de paz , y les dió unos sartalejos de cuentas , y les
mandó que volviesen con la respuesta con brevedad , é
que si no venian, que por fuerza habiamos de ir á su pue-
blo, y no para los enojar. Y aquellos mensajeros que en-
viamos, hablaron con los caciques, é papas , que tambien
tienen voto entre ellos ; y dijeron que eran buenas las pa-
ces , y traer bastimentos , é que entre todos ellos , y los
pueblos comarcanos se buscara luego un presente de oro
para nos dar, y hacer amistades no les acaezca como á
los de Potonchan. Y lo que yo ví y entendí despues acá
en aquellas provincias, se usaba enviar presentes cuando
se trataba paces : y en aquella punta de los palmares , don-
de estábamos vinieron sobre treinta indios , é trujeron pes-
cados asados , y gallinas é fruta, y pan de maíz , é unos
braseros con ascuas, y con sahumerios y nos sahumaron
á todos ; y luego pusieron en el suelo unas esteras , que
1 Xiquipilli.
53
acá llaman petates, y encima una manta, y presentaron
ciertas joyas de oro que fueron ciertas ánades como las de
Castilla , y otras joyas como lagartijas, y tres collares de
cuentas vaciadizas , y otras cosas de oro de poco valor ,
que no valia docientos pesos : y más trujeron unas mantas
é camisetas de las que ellas usan, é dijeron que recibiése-
mos aquello de buena voluntad, é que no tienen más oro
que nos dar, que adelante hácia donde se pone el sol hay
1
mucho y decian Culba Culba, México México , y nosotros
no sabiamos qué co-a era Culba , ni aun México tampoco .
Puesto que no valia mucho aquel presente que trujeron,
tuvimoslo por bueno por saber cierto que tenian oro ; y
desque lo hubieron presentado, dijeron que nos fuésemos
luego adelante , y el capitan les dió las gracias por ello ,
é cuentas verdes : y fué acordado de irnos luego á embar-
car, porque estaban en mucho peligro los dos navíos , por
temor del Norte que es travesía , y tambien por acercarnos
hácia donde decian que habia oro.
1 Acolhua.-Nombre genérico del imperio de Moctezuma. !
CAPITULO XII
Cómo vimos el pueblo del Aguayaluco, que pusimos por
nombre la Rambla.
UELTOS á embarcar, siguiendo la costa adelante ,
desde á dos dias vimos un pueblo junto á tierra
V que se dice el Aguayaluco, y andaban muchos
indios de aquel pueblo por la costa con unas
rodelas hechas de conchas de tortugas , que relumbraban
con el sol que daba en ellas , y algunos de nuestros solda-
dos porfiaban que eran de oro bajo ; y los indios que las
traían iban haciendo grandes movimientos por el arenal
y costa adelante : y pusimos á este pueblo por nombre la
Rambla, y así está en las cartas del marear . E yendo
más adelante costeando vimos una ensenada donde se que-
dó el rio de Fenole , que á la vuelta que volvimos entra-
mos en él y le pusimos nombre rio de San Antonio, y así
está en las cartas del mar . E yendo más adelante nave-
gando , vimos adonde quedaba el paraje del gran rio de
Guacayvalco, y quisiéramos entrar en la ensenada que
está, por ver qué cosa era, sino por ser el tiempo contra-
rio: é luego se parecieron las grandes sierras nevadas, que
55
en todo el año están cargadas de nieve ; y tambien vimos
otras sierras que están más junto al mar, que se llaman
agora de San Martin , y pusímoslas por nombre San Mar
tin , porque el primero que las vió fué un soldado que se
llamaba San Martin , vecino de la Habana . Y navegando
nuestra costa adelante , el capitan Pedro de Alvarado se
adelantó con su navío y entró en un rio que en Indias se
1
llama Papalohuna, y entonces pusimos por nombre rio de
Alvarado, porque lo descubrió el mesmo Alvarado . Allí
le dieron pescado unos indios pescadores , que eran natu-
rales de un Pueblo que se dice Tlacotalpa : 2 estuvimosle
aguardando en el paraje del rio , donde entré con todos
tres navíos , hasta que salió dél , y á causa de haber en-
trado en el rio sin licencia del general , se enojó mucho con
él y le mandó que otra vez no se adelantase del armada
porque no le aviniese algun contraste en parte donde no
le pudiésemos ayudar . E luego navegamos con todos cua-
tro navíos en conserva , hasta que llegamos en paraje de
otro rio que le pusimos por nombre rio de Banderas, por-
que estaban en él muchos indios con lanzas grandes , y en
cada lanza una bandera hecha de manta blanca, revolán-
dolas y llamándonos ; lo cual diré adelante como pasó .
1 Hoy Papaloapam .
2 Tlacotalpam.
CAPITULO XIII
Cómo llegamos á un rio que pusimos por nombre rio de
Banderas, é rescatamos catorce mil pesos.
A habrán oído decir en España , y en toda la más
parte della y de la christiandad , cómo México
Y es tan gran ciudad y poblada en el agua como
Venecia, y habia en ella un gran señor que era
rey de muchas provincias, y señoreaba todas aquellas
tierras, que son mayores que cuatro veces nuestra Casti-
1
lla , el cual señor se decia Montezuma ; ¹ é como era tan po-
deroso queria señorear y saber hasta lo que no podia ni
le era posible : é tuvo noticia de la primera vez que veni-
mos con Francisco Hernandez de Córdoba , lo que nos
acaeció en la batalla de Cotoche y en la de Champoton,
y agora deste viaje la batalla del mismo Champoton, y
supo que éramos nosotros pocos soldados y los de aquel
pueblo muchos, é al fin entendió que nuestra demanda
era buscar oro á trueque del rescate que traíamos , é todo
se lo habian llevado pintado en unos paños que hacen de
I Moctezuma.
57
1
nequien, ¹ que es como de lino . Y como supo que íbamos
costa á costa hácia sus provincias, mandó á sus goberna-
dores que si por allí apo
rtásemos que procurasen de tro-
car oro á nuestras cuentas , en especial á las verdes , que
parecian á sus chalchihuites ; y tambien lo mandó para
saber é inquirir más por entero de nuestras personas , é
que era nuestro intento . Y lo más cierto era ( segun en-
tendimos) que dicen que sus antepasados les habian dicho
que habian de venir gentes de hacia donde sale el sol ,
que los habian de señorear . Agora , sea por lo uno ó por
lo otro, estaban en posta á vela indios del grande Mon-
tezuma en aquel rio que dicho tengo , con lanzas largas ,
y en cada lanza una bandera enarbolándola y llamándo-
nos que fuésemos allí donde estaban . Y desque vimos de
los navíos cosas tan nuevas , para saber qué podia ser ,
fué acordado por el general , con todos los demás solda-
dos y capitanes , que echásemos dos bateles en el agua é
que saltásemos en ellos todos los ballesteros y escopete-
ros , y veinte soldados , y Francisco de Montejo fuese con
nosotros ; é que si viésemos que eran de guerra los que
estaban con las banderas, que de presto se lo hiciésemos
saber , ó otra cualquiera cosa que uese . Y en aquella sa-
zon quiso Dios que hacia bonanza en aquella costa , lo
cual pocas veces suele acaecer : y como llegamos en tier-
ra, hallamos tres caciques, que el uno dellos era gober-
nador de Montezuma , é con muchos indios de propio , y
tenian muchas gallinas de la tierra , y pan de maíz , de lo
que ellos suelen comer , é frutas, que eran pinas , y capo-
tes , que en otras partes llaman niameyes, 2 y estaban de-
bajo de una sombra de árboles, puestas esteras en el sue-
lo , que ya he dicho otra vez , que en estas partes se lla-
man petates, y allí nos mandaron asentar , y todo por se-
ñas ; porque Julianillo, el de la punta de Cotoche, no en-
tendia aquella lengua ; y luego trujeron braseros de bar-
1 Henequen .
2 Piña.-Zapote. - Mameyes .
CONQUISTA. TOM. I.- 9.
58
ro con ascuas y nos sahumaron con uno como resina que
huele á incienso . Y luego el capitan Montejo lo hizo sa-
ber al general ; y como lo supo, acordó de surgir en aquel
paraje con todos los navíos, y saltó en tierra con todos
los capitanes y soldados . Y desque aquellos caciques y
gobernadores lo vieron en tierra y conocieron que era
el capitan general de todos , á su usanza le hicieron gran-
de acatamiento y le sahumaron ; y él les dió las gracias
por ello , y les hizo muchas caricias, y les mandó dar
diamantes y cuentas verdes ; y por señas les dijo que tru-
jesen oro á trocar á nuestros rescates . Lo cual luego el
gobernador mandó á sus indios , y que todos los pueblos
comarcanos trujesen de las joyas que tenian á rescatar :
y en seis dias que estuvimos allí trujeron más de qui:.ce
mil pesos en joyezuelas de oro bajo, y de muchas hechu
ras : y aquesto debe ser lo que dicen los coronistas Fran-
cisco Lopez de Gomara y Gonzalo Hernandez de Oviedo
en sus corónicas, que dicen que dieron los de Tabasco , y
como se lo dijeron por relacion , así lo escriben, como si
fuese verdad ; porque vista cosa es que en la provincia
del rio de Grijalva no hay oro, sino muy pocas joyas.
Dejemos esto, y pasemos adelante, y es, que tomamos po-
sesion en aquella tierra por su majestad , y en su nombre
real el gobernador de Cuba Diego Velazquez . Y despues
desto hecho , habló el general á los indios que allí esta-
ban, diciendo que se queria embarcar , y les dió camisas
de Castilla . Y de allí tomamos un indio , que llevamos en
los navíos , el cual , despues que entendió nuestra lengua,
se volvió cristiano y se llamó Francisco, y despues de ga-
nado México le ví casado en un pueblo que se llama
Santa Fe . Pues como vió el general que no traian más
oro á rescatar , é habia seis dias que estábamos allí y los
navíos corrian riesgo, por ser travesía el Norte, nos
mandó embarcar . E corriendo la costa adelante , vimos
una isleta que bañaba la mar y tenia la arena blanca , y
estaria (al parecer) obra de tres leguas de tierra, y pusí-
mosle por nombre Isla Blanca ; y así está en las cartas
59
del marear . Y no muy lejos de esta isleta blanca vimos
otra isla mayor al parecer que las demás, y estaria de
tierra obra de legua y media , y allí enfrente della habia
buen surgidero , y mandó el general que surgiésemos.
Echados los bateles en el agua , fué el capitan Juan de
Grijalva con muchos de nosotros los soldados á ver la is-
leta, y hallamos dos casas hechas de cal y canto y bien
labradas, y cada casa con unas gradas por donde subian
á unos como altares , y en aquellos altares tenian unos
ídolos de malas figuras , que eran sus dioses, y allí esta-
ban sacrificados de aquella noche cinco indios , y estaban
abiertos por los pechos , y cortados los brazos y los mus-
los , y las paredes llenas de sangre. De todo lo cual nos
admiramos , y pusimos por nombre á esta isleta , Isla de
Sacrificios . Y allí enfrente de aquella isla saltamos todos
en tierra, y en unos arenales grandes que allí hay, adon-
de hicimos ranchos y chozas con ramas y con las velas
de los navíos . Habíanse allegado en aquella costa mu-
chos indios que traian á rescatar oro hecho piecezuelas ,
como en el rio de Banderas, y segun despues supimos
mandó el gran Montezuma que viniesen con ello, y los
indios que lo traian al parecer estaban temerosos , y era
muy poco. Por manera que luego el capitan Juan de
Grijalva mandó que los navíos alzasen las anclas y pu-
siesen velas , y fuésemos adelante á surgir enfrente de otra
isleta que estaba obra de media luega de tierra , y esta is-
la es donde agora está el puerto . Y diré adelante lo que
allí nos avino .
CAPITULO XIV
Cómo llegamos al puerto de San Juan de Culúa.
ESEMBARCAMOS en unos arenales, hicimos cho-
1
zas encima de los mastos y medaños ¹ de are-
D na , que los hay por allí grandes , por causa de
los mosquitos , que habia muchos , y con ba-
teles ondearon muy bien el puerto y hallaron que con
el abrigo de t aquella isleta estarian seguros los navíos
del Norte, y hacia buen fondo : y hecho esto , fuimos á
la isleta con el general treinta soldados , bien aperce-
bidos en los bateles, y hallamos una casa de adoratorio ,
donde estaba un ídolo muy grande y feo, el cual se
llamaba Tezcatepuca , 2 y estaban allí cuatro indios con
mantas prietas y muy largas, con capillas como traen
los domínicos ó canónigos, ó querian parecer á ellos : y
aquellos eran sacerdotes de aquel ídolo, y tenian sacri-
1 Médanos .
2 Tezcatlipoca .- Uno de los dioses principales, cuyo nombre
significa: Espejo reluciente.
61
ficados en aquel dia dos muchachos , y abiertos por los
pechos , y los corazones y sangre ofrecidos á aquel mal-
dito ídolo ; y los sacerdotes, que ya he dicho que se di-
cen papas , nos venian á sahumar con lo que sahuma-
ban aquel su ídolo ; y en aquella sazon que llegamos le
estaban sahumando con uno que huele á incienso , y no
consentimos que tal sahumerio nos diesen , ántes tuvimos
muy gran lástima y mancilla de aquellos dos muchachos ,
é verlos recien muertos y ver tan grandísima crueldad .
Y el general preguntó al indio Francisco, que traimos
del rio de Banderas , que parecia algo entendido , que
por qué hacian aquello, y éste le decia medio por señas,
porque entonces no teniamos lengua ninguna, como ya
otras veces he dicho . Y respondió, que los de Culúa ¹ lo
mandaban sacrificar ; y como era torpe de lengua , decía
Olúa , Olúa . Y como nuestro capitan estaba presente, y
se llamaba Juan , y asimismo era dia de San Juan , pusi-
mos por nombre á aquella isleta , San Juan de Ulúa ; y
este puerto es agora muy nombrado, y están hechos en él
grandes reparos para los navíos , y allí vienen á desem-
barcar las mercaderías para México é Nueva-España .
Volvamos á nuestro cuento, que como estábamos en aque
llos arenales, vinieron luego indios de pueblos allí co-
marcanos á trocar su oro en joyezuelas á nuestros resca-
tes; mas eran tan pocos y tan poco valor , que no hacia-
mos cuenta dello : y estuvimos siete dias de la manera
que he dicho, y con los muchos mosquitos no nos podia-
mos valer . Y viendo que el tiempo se nos pasaba y te-
niendo ya por cierto que aque
llas tierras no eran islas si-
no tierra firme , y que habia grandes pueblos , y el pan
de cazabe muy mohoso é sucio de las fatulas y amarga-
ba, y los que allí veniamos no éramos bastantes para po-
blar, cuanto más que faltaban diez de nuestros soldados
que se habian muerto de las heridas , y estaban otros
cuatro dolientes ; é viendo todo esto , fué acordado que lo
1 Acolhua.
62
enviásemos á hacer saber al gobernador Diego Velaz-
quez para que nos enviase socorro, porque el Juan de
Grijalva muy gran voluntad tenia de poblar con aque-
llos pocos soldados que con él estábamos , y siempre mos-
tró un grande ánimo de un muy valeroso capitan y no
como lo escribe el coronista Gomara . Pues para hacer
esta embajada acordamos que fuese el capitan Pedro de
Alvarado en un navío que se decia San Sebastian , porque.
hacia agua, aunque no mucha , porque en la isla de Cu-
ba se diese carena y pudiesen en él traer socorro y basti-
mento . Y tambien se concertó que llevase todo el oro que
se habia rescatado, y ropa de mantas , y los dolientes : y
los capitanes escribieron al Diego Velazquez cada uno lo
que le pareció: y luego se hizo á la vela, é iba la vuelta
de la isla de Cuba . Adonde los dejaré agora , así al Pe-
dro de Alvarado como al Grijalva, y diré cómo el Diego
Velazquez habia enviado en nuestra busca.
ל
CAPITULO XV
Cómo Diego Velazquez, gobernador de la isla de Cuba ,
envió un navío pequeño en nuestra busca.
ESPUES que salimos el capitan Juan de Grijalva
de la isla de Cuba para hacer nuestro viaje ,
D siempre Diego Velazquez estaba triste y pensa-
tivo no nos hubiese acaecido algun desastre, y
deseaba saber de nosotros , y á esta causa envió un navío
pequeño en nuestra busca con siete soldados , y por capi-
1
tan dellos á un Cristóval de Oli, ¹ persona de valia, muy
esforzado, y le mandó que siguiese la derrota de Fran-
cisco Hernandez de Córdoba hasta toparse con nosotros .
Y segun parece , el Cristóval de Oli , yendo en nuestra
busca , estando surto cerca de tierra le dió un recio tem-
poral, y por no anegarse sobre las amarras , el piloto que
traian mandó cortar los cables , é perdió las anclas , é vol-
vióse á Santiago de Cuba, de donde habia salido , adonde
estaba el Diego Velazquez ; y cuando vió que no tenía
nueva de nosotros , si triste estaba de antes que enviase al
1 Olid.
64
Cristóval de Oli , muy más pensativo estuvo despues . Y
en esta sazon llegó el capitan Pedro de Alvarado con el
oro, y ropa , y dolientes, y con entera relacion de lo que
habiamos descubierto . Y cuando el gobernador vió que
estaba en joyas, parecia mucho más de lo que era , y es-
taban allí con el Diego Velazquez muchos vecinos de
aquella isla que venian á negocios . Y cuando los oficia-
les del rey tomaron el real quinto que venia á su majes-
tad, estaban espantados de cuán ricas tierras habiamos.
descubierto ; y como el Pedro de Alvarado se lo sabia .
muy bien platicar , dice que no hacia el Diego Velazquez
sino abrazallo, y en ocho dias tener gran regocijo y ju-
gar cañas ; y si mucha fama tenian de ántes de ricas tier-
ras, agora con este oro se sublimó en todas las islas y en
Castilla, como adelante diré . Y dejaré al Diego Velaz-
quez haciendo fiestas , y volveré á nuestros navíos , que
estaban en San Juan de Ulúa.
CAPITULO XVI
I
De lo que nos sucedió costeando las sierras de Tusta ¹
8
y de Tuspa .
ESPUES que de nosotros se partió el capitan Pe-
dro de Alvarado para ir á la isla de Cuba,
D acordó nuestro general, con los demás capita-
nes y pilotos, que fuésemos costeando y descu-
briendo todo lo que pudiésemos ; y yendo por nuestra na-
vegacion , vimos las sierras de Tusta, y más adelante de
ahí , á otros dos dias , vimos otras sierras muy más altas ,
que agora se llaman las sierras de Tuspa ; por manera
que unas sierras se dicen Tusta , porque están cabe un
pueblo que se dice así , y las otras sierras se dicen Tuspa
porque se nombra el pueblo junto adonde aquellas están
Tuspa. E caminando más adelante vimos muchas pobla-
ciones, y estarian la tierra adentro dos ó tres leguas , es-
to es ya en la provincia de Pánuco : é yendo por nuestra
navegacion llegamos á un rio grande que le pusimos por
1 Tuxtla.
2 Tuxpam .
CONQUISTA.-TOM. I.- 10.
66
nombre Rio de Canoas , y allí enfrente de la boca dél sur-
gimos : y estando surtos todos tres navíos , y estando algo
descuidados , vinieron por el rio diez y seis canoas muy
grandes llenas de indios de guerra , con arcos , y flechas ,
y lanzas, y vánse derechos al navío más pequeño ,. del
cual era capitan Alouso de Avila , y estaba más llegado
á tierra , y dándole una rociada de flechas, que hirieron
á dos soldados , echaron mano al navío , como que lo que-
rian llevar , y aun cortaron una amarra : y puesto que el
capitan y los soldados peleaban bien, y trastornaron tres
canoas , nosotros con gran presteza les ayudamos con
nuestros bateles , y escopetas , y ballestas, y herimos más
de la tercia parte de aquellas gentes ; por manera que
volvieron con la mala ventura por donde habian venido :
y luego alzamos áncoras, y dimos vela , y seguimos cos-
ta á costa hasta que llegamos á nna punta muy grande ,
y era tan mala de doblar , y las corrientes muchas , que
no podiamos ir adelante : y el piloto Anton de Alaminos
dijo al general , que no era bien navegar más aquella
derrota, y para ello se dieron muchas causas , y luego se
tomó consejo de lo que se habia de hacer : y fué acorda-
do que diésemos la vuelta á la isla de Cuba , lo uno , por-
que ya entraba el invierno, y no habia bastimentos , é
un navío hacia mucha agua , y los capitanes desconfor-
mes, porque el Juan de Grijalva decia , que queria poblar ,
y el Francisco Montejo y Alonso de Avila decian que no
se podian sustentar, por causa de los muchos guerreros
que en la tierra habia : y tambien todos nosotros los sol-
dados estábamos hartos y muy trabajados de andar por
la mar. Así que dimos vuelta a todas velas , y las cor-
rientes que nos ayudaban , en pocos dias llegamos en el
1
paraje del gran rio de Guazacualco , y no pudimos es-
tar, por ser el tiempo contrario ; y muy abrasados con la
tierra, entramos en el rio de Tonalá, que se puso nombre
entónces Sant Anton , y allí se dió carena al navío , que
1 Goatzacoalco .
67
hacia mucha agua, puesto que tocó tres veces al estar en
la barra, que es muy baj : y estando aderezando nuestro
navío , vinieron muchos indios del puerto de Tonalá , que
estaba una legua de allí , y trujeron pan de maiz , y pes-
cado, y fruta, y con buena voluntad nos lo dieron, y el
capitan les hizo muchos halagos , y les mandó dar cuen-
tas verdes , y diamantes , y les dijo por señas, que truje-
sen orc á rescatar, y que les dariamos de nuestro resca-
te: y traían joyas de oro bajo, y se les daban cuentas por
ello . Y desque lo supieron los de Guazacualco, y de otros
pueblos comarcanos , que rescatábamos , tambien vinie-
ron ellos con sus pecezuelas , y llevaron cuentas verdes ,
que aquellos tenian en mucho . Pues demás de aqueste res-
cate traían comunmente todos los indios de aquella pro-
vincia unas hachas de cobre muy lucidas , como por gen
tileza y á manera de armas , con unos cabos de palo myu
pintados ; y nosotros creiamos que eran de oro bajo, y
comenzamos á rescatar dellas ; digo, que en tres dias se
hubieron más de seiscientas dellas , y estábamos muy con-
tentos dellas , creyendo que eran de oro bajo , y los indios.
mucho más con las cuentas ; y todo salió vano, que las
hachas eran de cobre y las cuentas un poco de nada . E
un marinero habia secretamente rescatado siete hachas y
estaba muy alegre con ellas ; y parece ser que otro ma-
rinero lo dijo al capitan , y mandóle , que las diese ; y por-
que rogamos por él , se las dejó , creyendo que eran de oro.
Tambien me acuerdo, que un soldado que se decia Bar-
tolomé Prado, fué á una casa de ídolos , que ya he dicho
1
que se dicen cues, que es como quien dice , casa de sus
dioses, que estaba en un cerro alto , y en aquella casa ha-
lló muchos ídolos , y copal, que es como incienso, que es
con que sahuman, y cuchillos de pedernal , con que sa-
crificaban y retajaban, y unas arcas de madera , y en
1 Cues. Esta palabra con que Bernal Diaz designa los adora-
torios , que en México se llamaban teocallis, es el nombre que aque-
llos tenian en la isla de Cuba.
68
ellas muchas piezas de oro, que eran diademas , y colla-
res , y dos ídolos, y otros como cuentas ; y aquel oro to-
mó el soldado para sí, y los ídolos del sacrificio trujo al
capitan . Y no faltó quien le vió, y lo dijo al Grijalva , y
queríaselo tomar ; y rogámosle , que se lo dejase ; y como
era de buena condicion , que sacado el quinto de su ma-
jestad , que lo demás fuese para el pobre soldado y no
valia ochenta pesos . Tambien quiero decir cómo yo sem-
bré unas pepitas de naranjas junto á otras casas de ídolos ;
y fué desta manera : que como habia1 muchos mosquitos
en aquel rio, fuíme á dormir á una casa alta de ídolos ,
y allí junto aquella casa sembré siete ú ocho pepitas de
naranjas que habia traido de Cuba , y nacieron muy bien
porque parece ser que los papas de aquellos ídolos les
pusieron defensa para que no las comiensen hormigas , y
las regaban y limpiaban desque vieron que eran plantas
diferentes de las suyas. He traido aquí á la memoria,
para que se sepa que estos fueron los primeros naran-
jos que se plantaron en la Nueva-España : porque despues
de ganado México , y pacificados los pueblos sujetos de
Guazacoalco , túvose por la mejor provincia , por causa
de estar en la mejor conmodacion de toda la Nueva-Es-
paña , así por las minas que las habia , como por el buen
puerto, y la tierra de suyo rica de oro, y de pastos para
ganados , y á este efecto se pobló de los más principales
conquistadores de México, é yo fuí uno, y fuí por mis na-
ranjos , y traspúselos , y salieron muy buenos. Bien sé
que dirán, que no hace al propósito de mi relacion estos
cuentos viejos, y dejallos he, y diré cómo quedaron to-
dos1 los indios de aquellas provincias muy contentos , y
luego nos abrazamos , y vamos
1: la vuelta de Cuba, y en
cuarenta y cinco dias, unas veces con buen tiempo, y
otras con contrario , llegamos á Santiago de Cuba , donde
estaba el Gobernador Diego Velazquez , y él nos hizo
buen recibimiento ; y desque vió el oro que traíamos , que
seria cuatro mil pesos, é con el que trujo primero el ca-
pitan Pedro de Alvarado , seria por todo veinte mil pe-
69
sos; y otros decian más y otros decian ménos , é los ofi-
ciales de su majestad sacaron el real quinto : y tambien
trujeron las seiscientas hachas que parecian oro, y cuan-
do las trujeron para quintar , estaban tan mohosas , en fin
como cobre que era , y allí hubo bien que reir y decir de
la burla y del rescate . Y el Diego Velazquez con todo
esto estaba muy alegre : puesto que parecia estar mal con
el pariente Grijalva , y no tenian razon, sino que el Alon-
so de Avila era mal acondicionado y decia que el Grijal-
va era para poco , y no faltó el capitan Montejo que le
ayudó de mal . Y cuando esto pasó, ya habia otras plá-
ticas para enviar otra armada, é á quién elegirian por
capitan.
CAPITULO XVII
Cómo Diego Velazquez envió á Castilla á su procurador.
AUNQUE les parezca á los lectores que va fuera
de nuestra relacion esto que yo traigo aquí á
Y la memoria, ántes que éntre en lo del capi-
tan Hernando Cortés , conviene que se diga , por
las causas que adelante verán ; y tambien porque en un
tiempo acaecen dos ó tres cosas , y por fuerza hemos de
hablar de una , y la que más viene al propósito . Y el ca-
so es, que, como ya he dicho , cuando llegó el capitan Pe-
dro de Alvarado á Santiago de Cuba con el oro que hubi-
mos de las tierras que descubrimos , y el Diego Velaz-
quez temió que primero que él hiciese relacion á su ma-
jestad, que algun caballero privado en corte tenia rela-
cion dello , y le hurtaba la bendicion , á esta causa envió
el Diego Velazquez á un su capellan , que se decia Beni-
to Martinez , hombre que entendia muy bien de negocios ,
á Castilla con probanzas y cartas para D. Juan Rodri-
guez de Fonseca , obispo de Burgos , é se nombraba arzo-
bispo de Rosano, y para el licenciado Luis Zapata , y pa-
71
ra el secretario Lope Conchillos , que en aquella sazon
entendian en las cosas de las Indias , y el Diego Velaz-
quez era muy servidor del obispo , y de los demás oido-
res , y como tal les dió pueblos de indios en la isla de Cu-
ba , que les sacaban oro de las minas , é á esta causa ha-
cia mucho por el Diego Velazquez , especialmente el obis-
po de Burgos, y no dió ningun pueblo de indios á su ma-
jestad: porque en aquella sazon estaba en Flandes . Y de-
más de les haber dado los indios que dicho tengo , nue-
vamente envió á estos oidores muchas joyas de oro de lo
que habiamos enviado con el capitan Alvarado , que eran
veinte mil pesos , segun dicho tengo, y no se haria otra
cosa en el real consejo de Indias , sino lo que aquellos se-
ñores mandaban . Y lo que enviaba á negociar el Diego
Velazquez era , que le diesen licencia para rescatar y con-
quistar, y poblar en todo lo que habia descubierto y en
lo que más descubriese : y decia en sus relaciones y car-
tas , que habia gastado muchos millares de pesos de oro
en el descubrimiento. Por manera que el capellan Beni-
to Martinez fué á Castilla y negoció todo lo que pidió, y
aun más cumplidamente, que trujo provision para el Die-
go Velazquez para ser adelantado de la isla de Cuba .
Pues ya negociado lo aquí por mí dicho , no vinieron tan
presto los despachos , que primero no saliese Cortés con
otra armada. Quedarse ha aquí así los despachos del
Diego Velazquez , como la armada de Cortés, y diré
cómo estando escribiendo esta relacion ví una coró-
nica del coronista Francisco López de Gomora, y ha-
bla en lo de las conquistas de la Nueva-España é Méxi-
co; y lo que sobre ello me parece declarar adonde hu-
biere contradiccion sobre lo que dice el Gomora, lo diré
segun y de la manera que pasó en las conquistas , y va
muy diferente de lo que escribe, porque todo es contra-
rio de la verdad.
CAPITULO XVIII
De algunas advertencias acerca de lo que escribe Francisco
López de Gomora, mal informado en su historia.
STANDO escribiendo esta relacion , acaso ví una
historia de buen estilo , la cual se nombra de
E Francisco López de Gomora , que habla de las
conquistas de México y Nueva-España , y cuan-
do leí su gran retórica, y como mi obra es tan grosera ,
dejé de escribir en ella , y aun tuve vergüenza que pare-
ciese entre personas notables : y estando tan perplejo co-
mo digo, torné á leer y á mirar las razones y pláticas
que el Gomora en sus libros escribió, y ví , que desde el
principio y medio hasta el cabo no llevaba buena rela-
cion, y va muy contrario de lo que fué é pasó en la Nue-
va-España : y cuando entró á decir de las grandes ciuda-
des y tantos números que dice que habia de vecinos en
ellas , que tanto se le dió poner ocho como ocho mil .
Pues de aquellas grandes matanzas que dice que hacía-
mos, siendo nosotros obra de cuatrocientos soldados los
que andábamos en la guerra, que harto teniamos de de-
fendernos que no nos matasen ó llevasen de vencida , que
73
aunque estuvieran los indios atados, no hiciéramos tantas
muertes y crueldades como dice que hicimos , que juro
amen, que cada dia estábamos rogando á Dios y á nues-
tra Señora no nos desbaratasen . Volviendo á nuestro
cuento , Atalarico, muy bravísimo rey, y Atila , muy so-
berbio guerrero , en los campos catalanes no hicieron tan-
tas muertes de hombres como dice que hacíamos . Tam-
bien dice que derrocábamos y abrasábamos muchas ciu-
dades y templos , que son sus cues , donde tienen sus ído-
los ; y en aquello le parece á Gomora que aplace mucho
á los oyentes que leen su historia, y no quiso ver ni en-
tender cuando lo escribia , que los verdaderos conquista-
dores y curiosos lectores que saben lo que pasó , clara-
mente le dirán , que en su historia en todo lo que escribe
se engañó. Y si en las demás historias que escribe de otras
cosas va del arte del de la Nueva-España , tambien irá
todo errado. Y es lo bueno , que ensalza á unos capita-
nes y abaja á otros ; y los que no se hallaron en las con-
quistas, dice , que fueron capitanes, y que un Pedro Dir-
cio fué por capitan cuando el desbarato que hubo en un
pueblo que le pusieron nombre Almeria; porque el que
fué capitan en aquella entrada ,fué un Juan de Escalante,
que murió en el desbarate con otros siete soldados ; y di-
ce, que un Juan Velazquez de Leon fué á poblar á Gua-
cualco, y la verdad es así, que un Gonzalo de Sandoval,
natural de Avila, lo fué á poblar . Tambien dice, cómo
Cortés mandó quemar un indio que se decia Quezal Po-
poca, capitan de Montezuma , sobre la poblacion que se
quemó. El Gomora no acierta tambien lo que dice de la
entrada que fuimos á un pueblo y fortaleza Anga Panga,
escríbelo, mas no como pasó. Y de cuando en los arena-
les alzamos á Cortés por capitan general y justicia ma-
yor, en todo le engañaron. Pues en la toma de un pue-
blo , que se dice Chamula , en la provincia de Chiapa , 1
tampoco acierta en lo que escribe . Pues otra cosa peor
1 Chiapas
CONQUISTA.- TOM. I.- 11 .
74
dice, que Cortés mandó secretamente barrenar los once
navíos en que habiamos venido , ántes fué público , por-
que claramente por consejo de todos los demas soldados.
mandó dar con ellos al través á ojos vistas , porque nos
ayudase la gente de la mar que en ellos estaba á velar y
guerrear. Pues en lo de Juan de Grijalva, siendo buen
capitan, le deshace y disminuye. Pues en lo de Francis-
co Hernandez de Córdoba , habiendo él descubierto lo de
Yucatan lo pasa por alto . Y en lo de Francisco de Ga-
ray dice , que vino el primero con cuatro navíos de lo de
Pánuco, antes que viniese con la armada postrera ; en lo
cual no acierta como en lo demás . Pues en todo lo que
escribe de cuando vino el capitan Narvaez , y de cómo
le desbaratamos , escribe segun y como las relaciones .
Pues en las batallas de Tlaxcala , hasta que hicimos las
paces, en todo escribe muy lejos de lo que pasó . Pues
las guerras de México, de cuando nos desbarataron y
echaron de la ciudad , y nos mataron y sacrificaron so-
bre ochocientos y sesenta soldados , digo otra vez , sobre
ochocientos y sesenta soldados ; porque de mily trecientos
que entramos al socorro de Pedro de Alvarado , é íbamos
en aquel socorro los de Narvaez , y los de Cortés , que
eran los mil y trecientos que he dicho, no escapamos si-
no cuatrocientos y cuarenta , y todos heridos : é dícelo de
inanera como si no fuera nada . Pues desque tornamos á
conquistar la gran ciudad de México y la ganamos, tam-
poco dice los soldados que nos mataron y hirieron en las
conquistas, sino que todo lo hallábamos como quien va á
bodas y regocijos . ¿ Para qué meto yo aquí tanto la plu-
ma en contar cada cosa por sí , que es gastar papel y
tinta ? porque si en todo lo que escribe va de aquesta ar-
te, es grande lástima : y puesto que él lleve buen estilo ,
habia de ver , que para que diese fe á lo demás que dice ,
que en esto se habia de esmerar . Dejemos esta plática : y
volveré á mi materia , que despues de bien mirado todo
lo que he dicho que escribe el Gomora, que por ser tan
lejos de lo que pasó , es en perjuicio de tantos , torno á
75
proseguir en mi relacion é historia : porque dicen sabios
varones , que la buena policía y agraciado componer , es
decir verdad en lo que escribieren : y la mera verdad re-
siste á mi rudeza : y mirando en esto que he dicho, acor-
dé de seguir mi intento con el ornato y pláticas que ade-
lante verán , para que salga á luz, y se vean las conquis-
tas de la Nueva-España claramente , y cómo se han de
ver, y su majestad sea servido conocer los grandes y no-
tables servicios que le hicimos los verdaderos conquista-
res, pues tan pocos soldados como venimos á estas tierras
con el venturoso y buen capitan Hernando Cortés nos pu-
simos á tan grandes peligros , y le ganamos esta tierra,
que es una buena parte de las del nuevo mundo , puesto
que su majestad , como christianísimo rey y señor nues-
tro nos lo ha mandado muchas veces gratificar ; é dejaré
de hablar acerca desto porque hay mucho que decir .
Y quiero volver con la pluma en la mano, como el
buen piloto lleva la sonda por la mar descubriendo los
bajos , cuando siente que los hay , así haré yo, encaminar
á la verdad de lo que pasó la historia del coronista Go-
mora, y no será todo en lo que escribe ; porque si parte
por parte se hubiese de escribir, seria más la costa en co-
ger la rebusca , que en las verdaderas vendimias . Digo ,
que sobre esta mi relacion pueden los coronistas sublimar
y dar loas cuantas quisieren así al capitan Cortés como á
los fuertes conquistadores , pues tan grande y santa em-
presa salió de nuestras manos , pues ello mismo da fe muy
verdadera ; y no son cuentos de naciones extrañas , ni
sueños, ni porfias , que ayer pasó, á manera de decir , si-
no vean toda la Nueva-España qué cosa es Ꭹ lo que so-
bre ella escriben . Diremos lo que en aquellos tiempos
nos hallamos ser verdad, como testigos de vista , y no es-
taremos hablando las contrariedades y falsas relaciones
(como decimos) de los que escribieron de oidas, pues sa-
bemos que la verdad es cosa sagrada ; y quiero dejar de
más hablar en esta materia ; y aunque habia bien que de-
cir della, y lo que se sospechó del coronista que le dieron
76
falsas relaciones cuando hacia aquella historia, porque
toda la honra y prez della la dió solo al marqués don
Hernando Cortés é no hizo memoria de ninguno de nues-
tros valerosos capitanes y fuertes soldados : é bien se pa-
rece en todo lo que el Gomora escribe en su historia , ser-
le muy aficionado, pues á su hijo el marqués que agora
es , le eligió su corónica y obra , y la dejó de elegir á
nuestro rey y señor . Y no solamente el Francisco López
de Gomora escribió tantos borrones é cosas que no son
verdaderas , de que ha hecho mucho daño á muchos es-
critores y coronistas que despues del Gomora han escri-
to en las cosas de la Nueva-España, como es el doctor
Illescas y Pablo Jovio, que se van por sus mismas pala-
bras é escriben ni más ni ménos que el Gomora ; por ma-
nera que lo que sobre esta materia escribieron , es porque
les ha hecho errar el Gomora .
CAPITULO XIX
Cómo venimos otra vez con otra armada á las tierras nue-
vamente descubiertas, y por capitan de la armada Her- 7
nando Cortés, que despues fué marqués del Valle y tuvo
otros ditados, y de las contrariedades que hubo para le es-
torbar que no fuese capitan.
N quince dias del mes de Noviembre de mil y
quinientos y diez y ocho años, vuelto el capi-
E tan Juan de Grijalva de descubrir las tierras
nuevas (como dicho habemos) el gobernador
Diego Velazquez ordenaba de enviar otra armada muy
mayor que las de ántes, y para ello tenia ya diez navíos
en el puerto de Santiago de Cuba ; los cuatro dellos eran
en los que volvimos cuando lo de Juan de Grijalva , por-
que luego les hizo dar carena y adobar ; y los otros seis
recogieron de toda la isla, y los hizo proveer de basti- !
mento, que era pan, cazabe y tocino, porque en aquella
sazon no habia en la isla de Cuba ganado vacuno ni car-
neros , y este bastimento no era para más de hasta llegar
á la Habana, porque allí habiamos de hacer todo el ma-
talotaje, como se hizo . Y dejemos de hablar en esto, y
78
volvamos á decir las diferencias que se hubo en elegir
capitan para aquel viaje . Habia muchos debates y con-
trariedades, porque ciertos caballeros decian que vinie-
se un capitan muy de calidad que se decia Vasco Por-
callo , pariente cercano del conde de Feria, y temióse el
Diego Velazquez que se alzaria con la armada , porque
era atrevido: otros decian que viniese un Agustin Ber-
mudez , ó un Antonio Velazquez Borrego , ó un Bernar-
dino Velazquez , parientes del gobernador Diego Velaz
quez ; y todos los más soldados que allí nos hallamos de-
cíamos que volviese el Juan de Grijalva , pues era buen
capitan y no habia falta en su persona , y en saber man-
dar. Andando las cosas y conciertos desta manera que
aquí he dicho , dos grandes privados del Diego Velazquez
que se decian Andrés de Duero, secretario del mismo go-
bernador , y un Amador de Larez , contador de su ma-
jestad , hicieron secretamente compañía con un buen hi-
dalgo que se decia Hernando Cortés , natural de Mede-
Ilin, el cual fué hijo de Martin Cortés de Monroy , y de
Catalina Pizarro Altamirano , é ambos hijosdalgo , aun-
que pobres , é así era por la parte de su padre Cortés y
Monroy, y la de su madre Pizarro é Altamirano . Fué
de los buenos linajes de Estremadura , é tenia indios de
encomienda en aquella isla , é poco tiempo habia que se
habia casado por amores con una señora que se decia do-
ña Catalina Suarez Pacheco , y esta señora era hija de
Diego Suarez Pacheco , ya difunto , natural de la ciudad
de Avila, y de María de Mercaida, vizcaina, y hermana
de Juan Suarez Pacheco ; y éste , despues que se ganó la
Nueva-España , fué vecino y encomendado en México.
Y sobre este casamiento de Cortés le sucedieron muchas
pesadumbres y prisiones , porque Diego Velazquez favore-
ció las partes della, como más largo contarán otros ; y
así pasaré adelante, y diré acerca de la compañía, y fué
desta manera que concertaron estos grandes privados
del Diego Velazquez que le hiciesen dar á Hernando Cor-
tés la capitanía general de toda la armada, y que parti-
79
rian entre todos tres la ganancia del oro , plata y joyas ,
de la parte que le cupiese á Cortés, porque secretamente
el Diego Velazquez enviaba á rescatar y no á poblar .
Pues hecho este concierto , tienen tales modos el Duero y
el contador con el Diego Velazquez y le dicen tan bue-
nas y melosas palabras, loando mucho á Cortés, que es
persona en quien cabe aquel cargo, y para capitan muy
esforzado , y que le seria muy fiel , pues era su ahijado ;
porque fué su padrino cuando Cortés se veló con doña
Catalina Suarez Pacheco ; por inanera que le persuadie-
ron á ello, y luego se eligió por capitan general : y el
Andrés de Duero, como era secretario del gobernador ,
no tardó de hacer las provisiones, como dice en el refran ,
de muy buena tinta , y como Cortés las quiso , bastantes ,
y se las trujo firmadas . Ya publicada su eleccion , á unas
personas les placia y á otras les pesaba . Y un domingo
yendo á misa el Diego Velazquez , como era gobernador ,
ibanle acompañando las más nobles personas y vecinos
que habia en aquella villa , y llevaba á Hernando Cortés
á su lado derecho por le honrar, é iba delante del Die-
go Velazquez un truan que se decia Cervantes el loco ha-
ciendo gestos y chocarrerías , á la gala de mi amo : Die-
go, Diego, ¿ qué capitan has elegido ? que es de Medellin
de Estremadura , capitan de gran ventura . Mas temo Die-
go no se te alce con el armada , que le juzgo por muy
gran varon en sus cosas . Y decia otras locuras que to-
das iban inclinadas á malicia . Y porque lo iba diciendo
de aquella manera le dió de pescozazos el Andrés de
Duero , que iba allí junto con Cortés , y le dijo : Calla bor-
racho, loco , no seas mas bellaco ; que bien entendido
tenemos que esas malicias , socolor de gracias , no salen
de tí . Y todavía el loco iba diciendo : ¡ Viva , viva la gala
de mi amo Diego y del su venturoso capitan Cortés ! E ju
ro á tal, mi amo Diego , que por no te ver llorar tu mal
recaudo , que ahora has hecho , yo me quiero ir con Cor-
por cierto que dieron
tés á aquellas ricas tierras. Túvose por
los Velazquez , parientes del gobernador , ciertos pesos de
80
oro á aquel chocarrero por que dijese aquellas malicias
socolor de gracias . Y todo salió verdad , como lo dijo. Di-
cen que los locos muchas veces aciertan en lo que hablán :
y fué elegido Hernando Cortés por la gracia de Dios para
ensalzar nuestra santa fe y servir á su majestad , como
adelante se dirá .
HERNAN CORTÉS .
CAPITULO XX
De las cosas que hizo y entendió el capitan Hernando Cortés
despues que fué elegido por capitan, como dicho es.
UES como ya fué elegido Hernando Cortés por ge-
neral de la armada que dicho tengo , comenzó
P á buscar todo género de armas, así escopetas
como pólvora y ballestas, é todos cuantos per-
trechos de guerra pudo haber, y buscar todas cuantas
maneras de rescate, y tambien otras cosas pertenecientes
para aquel viaje . E demás desto se comenzó de pulir , é
abellidar en su persona , mucho más que de ántes , é se
puso un penacho de plumas con su medalla de oro , que
le parecia muy bien . Pues para hacer aquestos gastos
que he dicho no tenia de qué, porque en aquesta sazon
estaba muy adeudado y pobre, puesto que tenia buenos
indios de encomienda y le daban buena renta de las mi-
nas de oro ; mas todo lo gastaba en su persona y en ata-
víos de su mujer , que era recien casado. Era apacible en
su persona, y bien quisto, y de buena conversacion: y ha-
bia sido dos veces alcalde en la villa de Santiago de Bo-
roco , adonde era vecino ; porque en aquestas tierras se
CONQUISTA.-TOM. I.- 12.
82
tiene por mucha honra . Y como ciertos mercaderes ami-
gos suyos que se decian Jaime Tria ó Gerónimo Tria , y
un Pedro de Jerez , le vieron con capitanía y prosperado ,
le prestaron cuatro mil pesos de oro y le dieron otras
mercaderías sobre la renta de sus indios, y luego hizo ha-
cer unas lazadas de oro que puso en una ropa de tercio-
pelo, y mandó hacer estandartes y banderas labradas de
oro con las armas reales, y una cruz de cada parte, jun-
tamente con las armas de nuestro rey y señor , con un le-
trero en latin, que decia : " Hermanos , sigamos la señal
de la santa cruz con fe verdadera , que con ella venceré-
mos . " Y luego mandó dar pregones y tocar sus atambo-
res y trompetas en nombre desu majestad , y en su real
nombre por Diego Velazquez , para que cualesquier per-
sonas que quisiesen ir en su compañía á las tierras nue-
vamente descubiertas á las conquistar y poblar, les da-
rian sus partes del oro , plata y joyas que se hubiese , y
encomiendas de indios despues de pacificada, y que para
ello tenia el Diego Velazquez de su majestad . E puesto
que se pregonó aquesto de la licencia del rey nuestro se-
ñor , aun no habia venido con ella de Castilla el capellan
Benito Martinez , que fué el que Diego Velazquez hubo des-
pachado á Castilla para que le trujese, como dicho tengo
en el capítulo que dello habla . Pues como se supo esta
nueva en toda la isla de Cuba, y tambien Cortés escribió
á todas las villas á sus amigos que se aparejasen para ir
con él á aquel viaje, unos vendian sus haciendas para
buscar armas y caballos , otros comenzaban á hacer caza-
be, y salar tocinos para matalotaje, y se colchaban armas,
y se apercibian de lo que habian menester lo mejor que
podian . De manera que nos juntamos en Santiago de Cu-
ba, donde salimos con la armada , más de trescientos sol-
dados ; y de la casa del mismo Diego Velazquez vinieron
los más principales que tenia en su servicio, que era un
Diego de Ordás , su mayordomo mayor, y á é te el mis-
mo Velazquez lo envió para que mirase y entendiese no
hubiese alguna mala trama en la armada, que siempre
83
se temió de Cortés, aunque lo disimulaba : y vino un Fran-
cisco de Morla , y un Escobar , y un Heredia , y un Juan
Ruano, y pedro Escudero, y un Martin Ramos de Larez
vizcaino, y otros muchos que eran amigos y paniaguados
del Diego Velazquez . E yo me pongo à la postre, ya que
estos soldados pongo aquí por memoria y no á otros ; por-
que en su tiempo y sazon los nombraré á todos los que me
acordare . Y como Cortés andaba muy solícito en aviar
su armada y en todo se daba mucha priesa , como ya la
malicia y envidia reinaba siempre en aquellos deudos del
Diego Velazquez , estaban afrentados como no se fiaba el
pariente dellos, y dió aquel cargo y capitanía á Cortés ,
sabiendo que le habia tenido por su grande enemigo po-
cos dias habia , sobre el casamiento de la mujer de Cortés ,
que se decia Catalina Suarez la Marcaida (como dicho
tengo) y á esta causa andaban mormurando del pariente
Diego Velazquez y aun de Cortés , y por todas las vías
que podian le revolvian con el Diego Velazquez : para
que en todas maneras le revocasen el poder . De lo cual
tenia dello aviso el Cortés, y á esta causa no se quitaba
de la compañía de estar con el gobernador , y siempre
mostrándose muy gran su servidor . El decia que le ha-
bia de hacer muy ilustre señor é rico en poco tiempo . Y
demás desto, el Andrés de Duero avisaba siempre à Cor-
tés que se diese priesa en embarcar porque ya tenian tras-
trocado al Diego Velazquez con importunidades de aque-
llos sus parientes los Velazquez . Y desque aquello vió
Cortés , mandó á su mujer doña Catalina Suarez la Mar-
caida que todo lo que hubiese de llevar de bastimentos
y otros regalos que suelen hacer para sus maridos , en es-
pecial para tal jornada, se llevase luego á embarcar á los
navíos . E ya tenia mandado apregonar , é apregonado , é
apercibidos á los maestros y pilotos , y á todos los solda-
dos que para tal dia y noche no quedase ninguno en tier-
ra. Y desque aquello tuvo mandado , y los vió todos em-
barcados, se fué á despedir del Diego Velazquez, acom-
pañado de aquellos sus grandes amigos y compañeros ,
84
Andrés de Duero y el contador Amador de Larez , y to-
dos los más nobles vecinos de aquella villa ; y despues de
muchos ofrecimientos y abrazos de Cortés al gobernador ,
y del gobernador á Cortés, se despidió dél : y otro dia muy
de mañana, despues de haber oído misa , nos fuimos á los
navíos , y el mismo Diego Velazquez le tornó á acompa-
ñar, y otros muchos hidalgos , hasta acercanos á la vela :
y con próspero tiempo en pocos dias llegamos á la villa
de la Trinidad , y tomando puerto y saltados en tierra , lo
que allí le avino á Cortés adelante se dirá . Aquí en esta
relacion verán lo que á Cortés le acaeció, y las contrarie-
dades que tuvo , hasta elegir por capitan, y todo lo de-
más , ya por mí dicho : y sobre ello miren lo que dice Go-
mora en su historia , y hallarán ser muy contrario lo uno
de lo otro : y cómo á Andrés de Duero siendo secretario
que mandaba la isla de Cuba , le hace mercader ; y al
Diego de Ordás , que vino ahora con Cortés , dijo que ha-
bia venido con Grijalva . Dejemos al Gomora, y á su ma-
la relacion, y digamos cómo desembarcamos con Cortés
en la villa de la Trinidad .
CAPITULO XXI
De lo que Cortés hizo desque llegó á la villa de la Trinidad
y de los caballeros y soldados que allí nos juntamos para
ir en su compañía y de lo que mas le avino.
ASI Como desembarcamos en el puerto de la vi-
lla de la Trinidad , y salidos en tierra, y como
E los vecinos lo supieron, luego fueron á recibir
á Cortés, y á todos nosotros los que veniamos en
su compañía, y á darnos el parabien venido á su villa , y
llevaron á Cortés á aposentar entre los vecinos , porque
habia en aquella villa poblados muy buenos hidalgos : y
luego mandó Cortés poner su estandarte delante de su po-
sada, y dar pregones , como se habia hecho en la villa de
Santiago, y mandó buscar todas las ballestas y escopetas
que habia, y comprar otras cosas necesarias, y aun bas-
timentos : y de aquesta villa salieron hidalgos para ir con
nosotros, y todos hermanos , que fué el capitan Pedro de
Alvarado, y Gonzalo Alvarado , y Jorge de Alvara-
do, y Gonzalo, y Gomez, y Juan de Alvarado el viejo
que era bastardo . El capitan Pedro de Alvarado es el
por muy muchas veces nombrado : y tambien salió de
86
aquesta villa Alonso de Avila , natural de Avila , capitan
que fué cuando lo de Grijalva, y salió Juan de Escalan-
te, y Pedro Sanchez Farfan , natural de Sevilla : y Gon-
zalo Mejía , que fué tesorero en lo de México , y un Vae-
na , y Juanes de Fuenterravía , y Christóval de. Olid , que
fué forzado , que fué maestre de campo en la toma de la
ciudad de México , y en todas las guerras de la Nueva-
España , y Ortiz el Músico , y un Gaspar Sanchez , sobri-
no del tesorero de Cuba , y un Diego de Pineda ó Pinedo ,
y un Alonso Rodriguez que tenia unas minas ricas de oro ,
y un Bartolomé García : y otros hidalgos que no me acuer-
do sus nombres, y todas personas de mucha valía . Y des-
de la Trinidad escribió Cortés á la villa de Santispíritus ,
que estaba de allí diez y ocho leguas, haciendo saber á
todos los vecinos , cómo iba á aquel viaje á servir á su
majestad, y con palabras sabrosas, y ofrecimientos para
traer á sí muchas personas de calidad que estaban en
aquella villa poblados , que se decian : Alonso Hernandez
Puertocarrero, primo del conde de Medellin , y. Gonzalo
de Sandoval, alguacil mayor , é gobernador que fué ocho
meses, y capitan que despues fué en la Nueva-España ; y
á Juan Velazquez de Leon, pariente del gobernador Ve-
lazquez , y Rodrigo Rangel , y Gonzalo López de Xime-
na , y su hermano Juan López , y Juan Sedeño . Este Juan
Sedeño era vecino de aquella isla , y declarólo así , por-
que habia en nuestra armada otros dos Juan Sedeños : y
todos estos que he nombrado , personas muy generosas ,
vinieron á la villa de la Trinidad donde Cortés estaba y
como lo supo que venian, los salió á recibir con todos
nosotros los soldados que estábamos en su compañía, y se
dispararon muchos tiros de artillería , y les mostró mucho
amor ; y ellos le tenian grande acato . Digamos ahora có-
mo todas las personas que he nombrado, vecinos de la
Trinidad , tenian en sus estancias donde hacian el pan ca-
zabe, y manadas de puercos cerca de aquella villa , y ca-
da uno procuró de poner el mas bastimento que podia .
Pues estando desta manera recogiendo soldados , y com-
87
prando caballos , que en aquella sazon ó tiempo no los
habia , sino muy pocos y caros : y como aquel hidalgo ,
por mí ya nombrado que se decía Alonso Hernandez
Puertocarrero , no tenia caballo , ni aun de qué compra-
llo , Cortés le compró una yegua rucia, y dió por ella
unas lazadas de oro , que traía en la ropa de terciopelo
que mandó hacer en Santiago de Cuba (como dicho ten-
go) y en aquel instante vino un navío de la Habana á
aquel puerto de la Trinidad que traía un Juan Sedeño ,
vecino de la misma Habana, cargado de pan cazabe, y
tocinos que iba á vender á unas minas de oro, cerca de
Santiago de Cuba , y como saltó en tierra el Juan Sedeño ,
fué á besar las manos á Cortés , y despues de muchas plá-
ticas que tuvieron , le compró el navío, y tocinos , y ca-
zabe fiado , y se fué el Juan de Sedeño con nosotros . Ya
teniamos once navíos , y todo se nos hacia prósperamen-
te , gracias a Dios por ello , y estando de la manera que
he dicho, envió Diego Velazquez cartas y mandamien-
tos, para que detengan la armada á Cortés . Lo cual ve-
rán adelante lo que pasó.
89
erau sus parientes Velazquez , y un viejo que se decia
Juan Millan , que le llamaban el Astrólogo : otros decian ,
que tenia ramos de locura, é que era atronado : y este
viejo decia muchas veces al Diego Velazquez : " Mira ,
señor , que Cortés se vengará ahora de vos de cuando le
tuvistes preso, y como es mañoso os ha de echar á per-
der, si no lo remediais presto . " A estas palabras , y otras
muchas que le decian , dió oidos á ellas : y con mucha
brevedad envió dos mozos de espuelas , de quien se fiaba,
con mandamientos y provisiones para el alcaide mayor
de la Trinidad , que se decia Francisco Verdugo , el cual
era cuñado del mismo gobernador : en las cuales provi-
siones mandaba , que en todo caso le detuviesen el arnia-
da á Cortés , porque ya no era capitan , y le habian revo-
cado el poder, y dado á Vasco Porcallo . Y tambien
traían cartas para Diego de Ordás , y para Francisco de
Morla , y para todos los amigos y parientes del Diego
Velazquez , para que en todo caso le quitasen la armada .
Y como Cortés lo supo, habló secretamente al Ordás , y
á todos aquellos soldados y vecinos de la Trinidad que le
pareció á Cortés que serian en favorecer las provisiones
del gobernador Diego Velazquez, y tales palabras y ofer-
tas les dijo , que los trujo á su servicio : y aun el mismo
Diego de Ordás habló é convocó luego á Francisco Ver-
dugo, que era alcalde mayor, que no hablasen en el ne-
gocio, sino que lo disimulasen : y púsole por delante , que
hasta allí no habia visto ninguna novedad en Cortés , án-
tes se mostraba muy servidor del gobernador : é ya que
en algo se quisiesen poner por el Velázquez , para quita
lle la armada en aquel tiempo que Cortés tenia muchos
hidalgos por amigos, y enemigos del Diego Velazquez ,
porque no les habia dado buenos indios, y demás de los
hidalgos sus amigos tenia grande copia de soldados, y
estaba muy pujante, y que seria meter zizaña en la villa ,
é que por ventura los soldados le darian sacomano, é le
robarian, é harian otro peor desconcierto , y así se quedó
sin hacer bullicio, y el un mozo de espuelas de los que
CONQUISTA.-TOM. I.-13.
90
traian las cartas y recaudos, se fué con nosotros , el cual
se decia Pedro Lazo, y con el otro mensajero escribió
Cortés muy mansa y amorosamente al Diego Velazquez ,
que se maravillaba de su merced , de haber tomado aquel
acuerdo, y que su deseo es servir à Dios y á su majestad ,
y á él en su real nombre , y que le suplicaba que no oye-
se mas á aquellos señores sus deudos los Velazquez , ni
por un viejo loco , como era Juan de Millan , se mudase.
Y tambien escribió á todos sus amigos, en especial al
Duero y al contador sus compañeros : y despues de ha-
ber escrito, mandó entender á todos los soldados en ade-
rezar armas : y á los herreros que estaban en aquella vi-
lla, que siempre hiciesen casquillos , y á los ballesteros
que desbastasen almacen, para que tuviesen muchas sae-
tas, y tambien atrujo y convocó á los herreros que se fue-
sen con nosotros , y así lo hicieron , y estuvimos en aque-
lla villa doce dias : donde lo dejaré , y diré cómo nos em-
barcamos para ir á la Habana . Tambien quiero que vean
los que esto leyeren la diferencia que hay de Francisco
Gomora, cuando dice que envió á mandar Diego Velaz-
quez á Ordás , que convidase á comer á Cortés en un na-
vío, y lo llevase preso á Santiago . Y pone otras cosas en
su corónica, que por no ine alargar lo dejo de decir , y
al parecer de los curiosos lectores, si lleva mejor camino
lo que se vió por vista de ojos , ó lo que dice el Gomora
que no lo vió. Volvamos á nuestra materia .
CAPITULO XXIII
Cómo el capitan Hernando Cortés se embarcó con todos los
demás caballeros, y soldados, para ir por la banda del Sur
al puerto de la Habana, y envió otro navío por la banda
del Norte al mismo puerto, y lo que más le acaeció.
ESPUES que Cortés vió que en la villa de la Tri-
nidad no teniamos en qué entender, apercibió
D á todos los caballeros y soldados que allí se ha-
bian juntado para ir en su compañía , que se
embarcasen juntamente con él en los navíos que estaban
en el puerto de la banda del Sur , y los que por tierra
quisiesen ir, fuesen hasta la Habana con Pedro de Alva-
rado, para que fuese recogiendo mas soldados , que es-
taban en unas estancias , que era camino de la misma Ha-
bana : porque el Pedro de Alvarado era muy apacible , y
tenia gracia en hacer gente de guerra . Yo fuí en su com-
pañía por tierra, y mas de otros cincuenta soldados . De-
jemos esto, y diré que tambien mandó Cortés á un hidal-
go , que se decia Juan de Escalante , muy su amigo, que
fuese en un navío por la banda del Norte . Y tambien
mandó que todos los caballeros fuesen por tierra . Pues
ya despachado todo lo que dicho tengo, Cortés se embar-
92
có en la nao capitana con todos los navíos para ir la der-
rota de la Habana . Parece ser que las naos que llevaba
en conserva no vieron á la capitana, donde iba Cortés ,
porque era de noche, y fueron al puerto ; y asimismo lle-
gamos por tierra con Pedro de Alvarado á la villa de la
Habana : y el navío en que venia Juan de Escalante por
la banda del Norte , tambien habia llegado , y todos los
caballos que iban por tierra : y Cortés no vino, ni sabian
dar razon dél , ni dónde quedaba , y pasáronse cinco días
y no habia nuevas ningunas de su navío , y teniamos sos-
pechas no se hubiese perdido en los Jardines ; que es cer-
ca de las islas de Pinos , donde hay muchos bajos , que
son diez ó doce leguas de la Habana : y fué acordado por
todos nosotros que fuesen tres navíos de los de menos
porte en busca de Cortés ; y en aderezar los navíos , y en
debates, vaya fulano , vaya zutano , ó Pedro , ó Sancho , se
pasaron otros dos dias, y Cortés no venia : y habia entre
nosotros bandos, y medio chirinolas , sobre quién seria
Capitan hasta saber de Cortés : y quien mas en ello me-
tió la mano , fué Diego de Ordás , como mayordomo ma-
yor del Velazquez , á quien enviaba para entender sola-
mente en lo de la armada no se alzase con ella . Dejemos
esto y volvamos á Cortés , que como venia en el navío de
mayor porte (como ántes tengo dicho) en el paraje de la
isla de Pinos , ó cerca de los jardines hay muchos bajos,
parece ser tocó y quedó algo en seco el navío, é no pudo
navegar, y con el batel mandó descargar toda la carga
que se pudo sacar ; porque allí cerca habia tierra donde
lo descargaron, y desque vieron que el navío estaba en
floto , y podia nadar , le metieron en mas hondo , y torna-
ron á cargar lo que habian descargado en tierra , y dió
vela, y fué su viaje hasta el puerto de la Habana ; y cuan-
do llegó, todos los mas de los caballeros y soldados que
le aguardábamos, nos alegramos con su venida, salvo al
gunos que pretendian ser capitanes ; y cesaron las chiri-
nolas . Y despues que le aposentamos en la casa de Pe-
dro Barba , que era teniente de aquella villa por el Diego
93
Velazquez , mandó sacar sus estandartes, y ponellos de-
lante de las casas donde posaba ; y mandó dar pregones ,
segun y de la m דיnera de los pasados , y de allí de la Ha-
bana vino un hidalgo que se decia Francisco de Monte-
jo: y este es el por mí muchas veces nombrado , que des-
pues de ganado México , fué adelantado y gobernador de
Yucatan é Honduras , y vino Diego de Soto el de Toro ,
que fué mayordomo de Cortés en lo de México : y vino
un Angulo , y Garci Caro , y Sebastian Rodriguez , y un
Pacheco , y un fulano Gutierrez , un Rojas (no digo Rojas
el Rico) y un mancebo que se decia Santa Clara , y dos
hermanos que se decian los Martinez del Frexenal , y un
Juan de Nájera (no lo digo por el sordo el del juego de
la pelota de México) y todas personas de calidad , sin
otros soldados que no me acuerdo sus nombres . Y cuan-
do Cortés los vió todos aquellos hidalgos y soldados jun-
tos, se holgó en grande manera , y luego envió un navío
á la punta de Guaniguanico á un pueblo que allí estaba
de indios, adonde hacian cazabe , y tenian muchos puer-
cos, para que cargase el navío de tocinos , porque aque-
lla estancia era del gobernador Diego Velazquez : y er-
vió por capitan del navío al Diego de Ordás como mayor-
domo mayor de las haciendas del Velazquez, y envióle
por tenelle apartado de sí ; porque Cortés supo que no se
mostró mucho en su favor, cuando hubo las contiendas
sobre quién seria capitan cuando Cortés estaba en la is-
la de Pinos , que tocó su navio , y por no tener contraste
en su persona le envió, y le mandó, que estuviese carga-
do el navío de bastimentos , se estuviese aguardando en
el mismo puerto de Guaniguanico , hasta que se juntase
con otro navío, que habia de ir por la banda del Norte ,
y que irian amhos en conserva, hasta lo de Cozumel , ó le
avisaria con indios en canoas lo que habia de hacer .
Volvamos á decir del Francisco de Montejo , y de todos
aquellos vecinos de la Habana que metieron mucho ma-
talotaje de caza be y tocinos, que otra cosa no habia : y
luego Cortés mandó sacar toda la artillería de los navíos,
94
que eran diez tiros de bronce, y ciertos falconetes , y dió
cargo dellos á un artillero que se decia Mesa , y á un le-
vantisco que se decia Arbenga , y á un Juan Catalan , pa-
ra que los piasen y probasen , y para que las pelotas y
pólvora todo lo tuviesen muy á punto , é dióles vino y vi-
nagre con que lo refinasen, y dióles por compañero á uno
que se decia Bartolomé de Usagre . Asimismo mandó ade-
rezar las ballestas , y cuerdas , y nueces , y almacen, é
que tirasen á terrero , é que mirasen á cuántos pasos lle-
gaba la fuga de cada una dellas . Y como en aquella
tierra de la Habana habia mucho algodon , hicimos ar-
mas muy bien colchadas , porque son buenas para entre
indios, porque es mucha la vara y fiecha , y lanzadas que
daban , pues piedra era como granizo : y allí en la Haba-
na comenzó Cortés á poner casa y á tratarse como señor ;
y el primer maestresala que tuvo, que luego se murió ó
mataron indios : no digo por el mayordomo Christóval
de Guzman que fué de Cortés , que prendió á Guate-
muz¹ cuando la guerra de México . Y tambien tuvo Cor-
tés por camarero á un Rodrigo Rangel , y por mayordo-
mo á un Juan de Cáceres, que fué despues de ganado
México hombre rico . Y todo esto ordenado , nos mandó
apercibir para embarcar, y que los caballos fuesen re-
partidos en todos los navíos : hicieron pesebrera y metie-
ron mucho maíz y herba seca . Quiero aqui poner por
memoria todos los caballos y yeguas que pasaron .
El capitan Cortés , un caballo castaño zaino , que luego
se le murió en San Juan de Ulúa .
Pedro de Alvarado y Hernando López de Avila, una
yegua castaña muy buena , de juego y de carrera : y de
que llegamos á la Nueva-España, el Pedro de Alvarado
le compró la mitad de la yegua ó se la tomó por fuerza .
Alonso Hernandez Puertocarrero, una yegua rucia :
de buena carrera, que le compró Cortés por las lazadas
de oro .
1 Cuauhtemoc .
96
95
Juan Velazquez de Leon, otra yegua rucia , muy po-
derosa, que llamábamos la rabona , muy revuelta y de
buena carrera .
Christóval de Oli , un caballo castaño oscuro harto
bueno .
Francisco de Montejo y Alonso de Avila, un caballo
alazan tostado ; no fué para cosa de guerra .
Francisco de Morla , un caballo castaño oscuro, gran
corredor y revuelto .
Juan de Escalante , un caballo castaño claro, tresalvo ;
no fué bueno .
Diego de Ordás, una yegua rucia, machorra pasadera ,
aunque corria poco .
Gonzalo Dominguez , un muy extremnado ginete, un ca-
ballo castaño oscuro inuy bueno , y gran corredor .
Pedro Gonzalez de Trujillo , un buen caballo castaño ,
que corria muy bien.
Moron, vecino de Vaimo , un caballo hovero , labrado
de las manos, y era buen revuelto .
Vaena , vecino de la Trinidad , un caballo hovero algo
sobre morcillo; no salió bueno.
Larez, el muy buen ginete, un caballo muy bueno , de
color castaño algo claro, y buen corredor .
Ortiz el Músico, y un Bartolomé García que solia te-
ner minas de oro, un muy buen caballo oscuro , que de-
cian el arriero : este fué uno de los buenos caballos que
pasamos en la armada.
Juan Sedeño, vecino de la Habana, una yegua casta-
fa, y esta yegua parió en el navio . Este Juan Sedeño pa-
só el más rico soldado que hubo en toda la armada , por-
que trajo un navío suyo, y la yegua, y un negro, é ca-
zabe, é tocinos ; porque en aquella sazon no se podia ha-
.
llar caballos , ni negros, si no era á peso de oro , y á es-
ta causa no pasaron más caballos porque no los habia.
1
Y dejallos he aquí, y diré lo que allá nos avino ya que
estamos á punto para nos embarcar.
CAPITULO XXIV
Cómo Diego Velazquez envió á un criado que se decia Gas-
par de Garnica con mandamientos y provisiones para que
en todo caso se prendiese á Cortés y se le tomase el arma-
da , y lo que sobre ello se hizo.
AY necesidad que algunas cosas desta relacion
vuelvan muy atrás á se rescatar para que se
H entienda bien lo que se escribe . Y esto digo ,
que parece ser, que como el Diego Velazquez
vió y supo de cierto que Francisco Verdugo , su teniente
é cuñado , que estaba en la villa de la Trinidad , no quiso
apremiar á Cortés que dejase el armada , ántes le favore-
ció juntamente con Diego de Ordás , para que saliese , di-
ce que estaba tan enojado el Diego Velazquez , que hacia
bramuras y decia al secretario Andrés de Duero y al con-
tador Amador de Larez que ellos le habian engañado por
el trato que hicieron , y que Cortés iba alzado, y acordó
de enviar á un su criado con cartas y mandamientos pa-
ra la Habana á su teniente, que se decia Pedro Barba, y
Cortès
Hernan
de
Embarque
Soldados
s
dHabana
la
en
ly
.àispuestos
,Conquista
aus
Mèxico
de
97
escribió á todos sus parientes que estaban por vecinos en
aquella villa , y al Diego de Ordás, y á Juan Velazquez
de Leon, que eran sus deudos é amigos, rogándoles muy
afectuosamente que en bueno ni en malo no dejasen pa-
sar aquella armada , y que luego prendiesen á Cortés y
se lo enviasen preso é á buen recaudo á Santiago de Cu-
ba. Llegado que llegó Garnica (que así se decia el que en-
vió con las cartas y mandamientos á la Habana ) se supo
lo que traía, y con este mismo mensajero tuvo aviso Cor-
tés de lo que enviaba el Velazquez , y fué desta manera :
que parece ser, que un fraile de la Merced que se daba
por servidor de Velazquez, que estaba en su compañía
del mismo gobernador, escribia á otro fraile de su Orden ,
que se decia fray Bartolomé de Olmedo que iba con Cor-
tés , y en aquella carta del fraile le avisaban á Cortés sus
dos compañeros Andrés de Duero y el contador de lo que
pasaba. Volvamos á nuestro cuento : pues como al Ordás
lo habia enviado Cortés á lo de bastimentos con el navío
(como dicho tengo), no tenia Cortés contraditor sino al
Juan Velazquez de Leon : luego que le habló lo trujo á
su mandado : y especialmente , que el Juan Velazquez no
estaba bien con el pariente porque no le habia dado bue-
nos indios: pues á todos los más que habia escrito el Die-
go Velazquez, ninguno le acudia á su propósito , ántes to-
dos á una se mostraron por Cortés ; y el teniente Pedro
Barba muy mejor : y demás desto, aquellos hidalgos Al-
varados, y el Alonso Hernandez Puertocarrero , y Francis-
co de Montejo , y Christóval de Oli , y Juan de Escalante ,
é Andrés de Monjaraz y su hermano Gregorio de Mon-
jaraz , y todos nosotros pusiéramos la vida por el Cortés .
Por manera que si en la villa de la Trinidad se disimula-
ron los mandamientos, muy mejor se callaron en la Ha-
bana entónces ; y con el mismo Garnica escribió el tenien-
te Pedro Barba al Diego Velazquez que no osó prender á
Cortés porque estaba muy pujante de soldados, é que hu-
bo temor no metiese á sacomano la villa, y la robase y
embarcase todos los vecinos y se los llevase consigo . E
CONQUISTA. TOM. I.- 14.
98
que á lo que ha entendido , que Cortés era su servidor , é
que no se atrevió á hacer otra cosa. Y Cortés le escribió
al Velazquez con palabras tan buenas, y de ofrecimien-
tos que los sabia muy bien decir, é que otro dia se haria
á la vela y que le seria muy servidor .
CAPITULO XXV
Cómo Cortés se hizo á la vela con toda su compañía de ca-
balleros y soldados para la isla de Cozumel, y lo que allí
le avino.
o hicimos alarde hasta la villa de Cozumel , mas
de mandar Cortés que los caballos se embarca-
N sen: y mandó Cortés á Pedro de Alvarado que
fuese por la banda del Norte en un buen navío
que se decia San Sebastian, y mandó al piloto que lleva-
ba en el navío , que le aguardase en la punta de Sant An-
ton, para que alli se juntase con todos los navíos para ir
en conserva hasta Cozumel , y envió mensajero á Diego
de Ordás, que habia ido por el bastimento , que aguardase
que hiciese lo mismo , porque estaba en la banda del Nor-
te. Y en diez dias del mes de Febrero, año de mil y qui-
nientos y diez y nueve años , despues de haber oído misa ,
nos hicimos á la vela con nueve navíos por la banda del
Sur, con la copia de los caballeros y soldados que dicho
tengo, y con los dos navíos de la banda del Norte (como
he dicho) que fueron once con él , en que fué Pedro de
Alvarado con sesenta soldados , é yo fuí en su compañía ,
100
y el piloto que llevábamos que se decia Camacho , no tu-
vo cuenta de lo que fué mandado por Cortés , y siguió su
derrota y llegamos dos dias ántes que Cortés á Cozumel ,
y surgimos en el puerto ya por mí otras veces dicho cuan-
do lo de Grijalva, y Cortés aun no habia llegado con su
flota por causa que un navío en que venia por capitan
Francisco de Morla , con tiempo se le saltó el gobernalle ,
y fué socorrido con otro gobernalle de los navíos que ve-
nian con Cortés , y vinieron todos en conserva . Volvamos
á Pedro de Alvarado , que así como llegamos al puerto
saltanos en tierra en el pueblo de Cozumel con todos los
soldados, y no hallamos indios ningunos , que se habian
ido huyendo , y mandó que luego fuésemos á otro pueblo
que estaba de allí una legua , y tambien se amontaron y
huyeron los naturales , y no pudieron llevar su hacienda ,
y dejaron gallinas y otras cosas ; y de las gallinas man-
dó Pedro de Alvarado que tomasen hasta cuarenta dellas :
y tambien en una casa de adoratorios de ídolos tenian
unos paramentos de mantas viejas , y unas arquillas don-
de estaban unas como diademas , é ídolos , é cuentas , é
pinjantillos de oro bajo , é tambien se les tomó dos indios
y una india, y volvimos al pueblo donde desembarcamos.
Y estando en esto llegó Cortés con todos los navíos , y des
pues de aposentado, la primera cosa que se hizo fué man-
dar echar preso en grillos al piloto Camacho porque no
aguardó en la mar como le fué mandado. Y desque vió
el pueblo sin gente y supo cómo Pedro de Alvarado ha-
bia ido al otro pueblo , é que les habia tomado gallinas é
paramentos y otras cosillas de poco valor de los ídolos ,
y el oro medio cobre , mostró tener mucho enojo dello y
de como no aguardó el piloto y reprehendióle gravemente
al Pedro de Alvarado , é le dijo que no se habian de apa-
ciguar las tierras de aquella manera , tomando á los na
turales su hacienda ; y luego mandó traer á los dos indios
y á la india que habiamos tomado , y con Melchorejo que
İlevábamos de la punta de Cotoche , que entendia bien
aquella lengua , les habló ; porque Julianillo , su compa-
101
ñero, se habia muerto, que fuese á llamar los caciques é
indios de aquel pueblo, y que no hubiesen miedo, y les
mandó volver el oro y paramentos y todo lo demás ; y por
las gallinas , que ya se habian comido, les mando dar
cuentas y cascabeles , y más dió á cada indio una camisa.
de Castilla . Por manera que fueron á llamar al señor de
aquel pueblo, y otro dia vino el cacique con toda su gen-
te , hijos y mujeres de todos los del pueblo , y andaban en-
tre nosotros como si toda su vida nos hubieran tratado :
y mandó Cortés que no se les hiciese enojo ninguno. Aquí
en esta isla comenzó Cortés á mandar muy de hecho , y
nuestro Señor le daba gracia , que doquiera que ponia la
mano se le hacia bien , especial en pacificar los pueblos
y naturales de aquellas partes , como adelante verán .
CAPITULO XXVI
Cómo Cortés mandó hacer alarde de todo su ejército, y de lo
que más nos avino .
E ahí á tres dias que estábamos en Cozumel man-
dó Cortés hacer alarde para ver qué tantos sol-
D dados llevaba , y halló por su cuenta que érá-
mos quinientos y ocho, sin maestres y pilotos y
marineros , que serian ciento y nueve, y diez y seis caba-
llos é yeguas : las yeguas todas eran de juego y de car-
rera ; é once navíos grandes é pequeños , con uno que era
como bergantin que traía á cargo un Ginés Nortes ; y eran
treinta y dos ballesteros , y trece escopeteros , que así se
llamaban en aquel tiempo ; y tiros de bronce , y cuatro
falconetes , y mucha pólvora y pelotas . Y esto desta cuen-
ta de los ballesteros, no se me acuerda bien ; no hace al
caso de la relacion . Y hecho el alarde , mandó á Mesa el
artillero que así se llamaba, y á un Bartolomé de Usa-
gre, é Arbenga , é á un Catalan , que todos eran artilleros ,
que lo tuviesen muy limpio y aderezado , y los tiros y pe
lotas muy á punto, juntamente con la pólvora . Puso por
capitan de la artillería á un Francisco de Orozco que ha-
103
bia sido buen soldado en Italia : asimismo mandó á dos
ballesteros , maestros de aderezar ballestas , que se decian
Juan Benitez y Pedro de Guzman el Ballestero , que mi-
rasen que todas las ballestas tuviesen á dos y á tres nue-
ces é otras tantas cuerdas, é que siempre tuviesen cargo
de hacer almacen , y tuviesen cepillo é inguijuela , y tira-
sen á terrero, y que los caballos estuviesen á punto . No
sé yo en qué gasto ahora tanta tinta en meter la mano en
cosas de apercibimiento de armas y de lo demás, porque
Cortés verdaderamente tenia grande vigilancia en todo .
CAPITULO XXVII
Cómo Cortés supo de dos españoles que estaban en poder de
indios en la punta de Cotoche, y lo que sobre ello se hizo .
OмO Cortés en todo ponia gran diligencia, me man-
dó llamar á mí é á un vizcaino que se llamaba
C Martin Ramos, y nos preguntó que qué sentia-
mos de aquellas palabras que nos hubieron di-
cho los indios de Campeche cuando venimos con Francis-
co Hernández de Córdoba , que decian Castilan , Castilan ,
segun lo he dicho en el capítulo lo que dello habla , y
nosotros se lo tornamos á contar , segun y de la manera
que lo habiamos visto é oído , é dijo que ha pensado en
ello muchas veces é que por ventura estarian algunos es-
pañoles en aquellas tierras, é dijo : paréceme que será
bien preguntar á estos caciques de Cozumel , si sabian al-
guna nueva dellos , y con Melchorejo el de la punta de
Cotoche , que entendia ya poca cosa la lengua de Casti-
lla, y sabia muy bien la de Cozumel , se lo preguntó á
todos los principales , y todos á una dijeron, que habian
conocido ciertos españoles , y daban señas dellos , y que
en la tierra adentro andadura de dos soles estaban , y los
105
tenian por esclavos unos caciques , y que allí en Cozumel
habia indios mercaderes que les hablaron pocos dias ha-
bia: de lo cual todos nos alegramos con aquellas nuevas .
E díjoles Cortés , que luego los fuesen á llamar con cartas ;
1
que en su lengua llaman amales, y dió á los caciques ,
y á los indios que fueron con las cartas, camisas , y los
halagó, y les dijo , que cuando volviesen les darian mas
cuentas : y el cacique dijo á Cortés, que enviase rescate
para los amos con quien estaban , que los tenian por es-
clavos ; porque los dejasen venir : y así se hizo, que se les
dió á los mensajeros de todo género de cuentas : y luego
mandó apercebir dos navíos los de menos porte , que el
uno era poco mayor que bergantin , y con veinte balles-
teros y escopeteros, y por capitan dellos á Diego de Or-
dás ; y mandó que estuvisen en la costa de la punta de
Cotoche aguardande ocho dias con el navío mayor : y en-
tretanto que iban y venian con la respuesta de las cartas ,
con el navío pequeño volviesen á dar la respuesta á Cor-
tés de lo que hacian , porque estaba aquella tierra de la
punta de Cotoche obra de cuatro leguas, y se parece la
una tierra desde la otra : y escrita la carta, decia en ella :
"Señores y hermanos , aquí en Cozumel he sabido que es-
tais en poder de un cacique detenidos , yo os pido por
merced , que luego os vengais aquí á Cozumel , que para
ello envio un navío con soldados , si los hubiéredes me-
nester, y rescate para dar á esos indios con quien estais ,
y lleva el navío de plazo ocho dias para os aguardar : ve-
níos con toda brevedad : de mí sereis bien mirados y
aprovechados . Yo quedo aquí en esta isla con quinientos
soldados y once navíos , en ellos voy mediante Dios , la
vía de un pueblo que se dice Tabasco , ó Potonchan , etc. "
Luego se embarcaron en los navíos con las cartas , y los
indios mercaderes de Cozumel que las llevaban , y en tres
horas atravesaron el golfete, y echaron en tierra los men-
sajeros con las cartas y el rescate, y en dos dias las die-
1 Amatl.- Papel.
CONQUISTA.-TOM. I.- 15.
106
ron á un español que se decia Gerónimo de Aguilar , que
entonces supimos que así se llamaba , y de aquí adelante
así lo nombraré. Y desque las hubo leido , y recibido el
rescate de las cuentas que le enviamos, él se holgó con
ello, y lo llevó á su amo el cacique, para que le diese li-
cencia ; la cual luego la dió para que se fuese adonde
quisiese . Caminó el Aguilar adonde estaba su compañe-
ro, que se decia Gonzalo Guerrero, que le respondió :
Hermano Aguilar, yo soy casado : tengo tres hijos , y tié-
nenme por cacique y capitan cuando hay guerras ; íos
vos con Dios, que yo tengo labrada la cara, y horada .
das las orejas , ¿ qué dirán de iní desque me vean esos es-
pañoles ir desta manera ? é ya veis estos mis tres hijitos
cuán bonitos son: por vida vuestra que me deis de esas
cuentas verdes que me trais para ellos , y diré que mis
hermanos me las envían de mi tierra : y asimismo la in-
dia mujer del Gonzalo , habló al Aguilar en su lengua
muy enojada, y le dijo : Mira con qué viene este esclavo
á llamar á mi marido , íos vos ; y no cureis de más pláti-
cas : y el Aguilar tornó á hablar al Gonzalo que mirase
que era christiano, que por una india no se perdiese el
ánima : y si por mujer y hijos lo hacia , que la llevase con-
sigo, si no los queria dejar : y por más que le dijo y amo-
nestó , no quiso venir . Y parece ser aquel Gonzalo Guer-
rero era hombre de la mar, natural de Palos . Y desque
el Gerónimo de Aguilar vido que no queria venir , se vi-
no luego con los dos indios mensajeros adonde habia es-
tado el navío aguardándole : y desque llegó , no le halló ,
que ya era ido , porque ya se habian pasado los ocho dias:
y aun uno mas que llevó de plazo el Ordás, para que
aguardase; porque desque vió el Aguilar no venia , se vol-
vió á Cozumel sin llevar recaudo á lo que habia venido :
y desque el Aguilar vió que no estaba allí el navio , que-
dó muy triste y se volvió á su amo al pueblo donde antes
solia vivir . Y dejaré esto , y diré cuando Cortés vió venir
al Ordás sin recaudo , ni nueva de los españoles , ni de
los indios mensajeros , estaba tan enojado, que dijo con
107
palabras soberbias al Ordás , que habia creido que otro
mejor recado trajera que no venirse así sin los españoles ,
ni nueva dellos ; porque ciertamente estaban en aquella
tierra . Pues en aquel instante aconteció, que unos mari-
neros que se decian los Peñates, naturales de Gibraleon ,
habian hurtado á un soldado que se decia Berrio, ciertos
tocinos , y no se los querian dar , y quejóse el Berrio á
Cortés ; y tomando juramento á los marineros se perjura-
ron, y en la pesquisa pareció el hurto: los cuales tocinos
estaban repartidos en los siete marineros, y á todos siete
los mandó luego azotar , que no aprovecharon ruegos de
ningun capitan. Donde lo dejaré, así esto de los marine-
ros , como esto del Aguilar, y nos iremos sin el nuestro
viaje , hasta su tiempo y sazon . Y diré cómo venian mu-
chos indios en romería á aquella isla de Cozumel , los
cuales eran naturales de los pueblos comarcanos de la
punta de Cotoche y de otras partes de tierra de Yucatan ;
porque segun pareció, habia allí en Cozumel ídolos de
muy disformes figuras , y estaban en un adoratorio. En
aquellos ídolos tenian por costumbre en aquella tierra
por aquel tiempo de sacrificar: y una mañana estaba lle-
no un patio donde estaban los ídolos, de muchos indios é
indias quemando resina que es como nuestro incienso : y
como era cosa nueva para nosotros , paramos á mirar en
ello con atencion , y luego se subió encima de un adora-
torio un indio viejo con mantas largas , el cual era sacer-
dote de aquellos ídolos (que ya he dicho otras veces que
Papas los llaman en la Nueva-España) y comenzó á pre-
dicallos un rato, y Cortés , y todos nosotros mirando en
qué paraba aquel negro sermon : y Cortés preguntó á
Melchorejo , que entendia muy bien aquella lengua , ¿ que
qué era aquello que decia aquel indio viejo ? y supo que
les predicaba cosas malas : y luego mandó llamar al ca-
cique, y á todos los principales, y al mismo papa , y co-
mo mejor pudo dárselo á entender con aquella nuestra
lengua, y les dijo, que si habian de ser nuestros herma-
nos, que quitasen de aquella casa aquellos sus ídolos que
108
eran muy malos , y les harian errar, y que no eran dio-
ses , sino cosas malas , y que les llevarian al infierno sus
almas : y se les dió á entender otras cosas santas y bue-
nas, y que pusiesen una imágen de uuestra Señora que
les dió, y una cruz, y que siempre serian ayudados ; y
ternian buenas sementeras, y se salvarian sus ánimas ; y
se les dijo otras cosas acerca de nuestra santa fe bien di-
chas . Y el papa con los caciques respondieron que sus
antepasados adoraban en aquellos dioses, porque eran
buenos, y que no se atreverian ellos de hacer otra cosa ,
y que se los quitásemos nosotros, y veriamos cuanto mal
nos iba dello , porque nos iriamos á perder en la mar : y
luego Cortés mandó que los despedazásemos , y echásemos
á rodar unas grada, abajo, y así se hizo, y luego mandó
traer mucha cal , que habia harta en aquel pueblo , é in-
dios albañiles , y se hizo un altar muy limpio , donde pu-
siésemos la imágen de nuestra Señora : y mandó á dos de
nuestros carpinteros de lo blanco , que se decian Alonso
Yañez y Alvaro López que hiciesen una cruz de unos
maderos nuevos que allí estaban : la cual se puso en uno
como humilladero que estaba hecho cerca del altar, y
dijo misa el padre que se decia Juan Diaz ; y el papa ca-
cique, y todos los indios estaban mirando con atencion .
Llaman en esta India de Cozumel á los caciques cala-
chionis, como otra vez he dicho en lo de Potonchan. Y
dejallos he aquí, y pasaré adelante , y diré cómo nos em-
barcamos.
CAPITULO XXVIII
Cómo Cortés repartió los navíos , y señaló capitanes para ir
en ellos; y asimismo se dió la instruccion de lo que habian
de hacer á los pilotos, y las señales de los faroles de no-
che, y otras cosas que nos avino.
CORTÉS que llevaba la capitana .
Pedro de Alvarado y sus hermanos , un buen
C navío que se decia San Sebastian .
Alonso Hernandez Puertocarrero , otro .
Francisco de Montejo , otro buen navío.
Christóbal de Oli , otro.
7
Diego de Ordás , otro .
Juan Velazquez de Leon, otro.
Juan de Escalante , otro .
Francisco de Morla, otro .
Otro de Escobar el Page .
Y el más pequeño como bergatin , Ginés Nortes .
Y en cada navío su piloto , y el piloto mayor Anton
de Alaminos, y las instrucciones por donde se habian de
regir, y lo que habian de hacer, y de noche las señales
de los faroles : y Cortés se despidió de los caciques y pa-
110
pas , y les encomendó aquella imágen de Nuestra Seño-
ra, y á la cruz que la reverenciasen , y tuviesen limpio
y enramado , y verian cuánto provecho dello les venia ,
y dijeronle que así lo harian, y trajeronle cuatro gallinas ,
y dos jarros de miel , y se abrazaron , y embarcados que
fuimos en ciertos dias del mes de Marzo de mil y quinien-
tos y diez y nueve años, dimos velas , y con muy buen
tiempo íbamos nuestra derrota , é aquel mismo dia ahora
de las diez dan desde una nao grandes voces, é capean é
tiran un tiro , para que todos los navíos que veniamos en
conserva lo oyesen : é como Cortés lo oyó é vió, se puso
luego en el bordo de la capitana , é.vido ir arribando el
navío en que venia Juan de Escalante, que se volvia há-
cia Cozumel , y dijo Cortés á otras naos que venian allí
cerca: ¿ Qué es aquello ? ¿ qué es aquello ? y un soldado
que se decia Zaragoza , le respondió que se anegaba el
navío de Escalante, que era donde iba el cazabe , y Cor-
tés dijo : Plega á Dios no tengamos algun desman , y man-
dó al Piloto Alaminos, que hiciese señas á todos los na-
víos que arribasen á Cozumel . Ese mismo dia volvimos
al puerto donde salimos, y descargamos el cazabe , y ha-
llamos la imágen de nuestra Señora , y la cruz muy lim-
pio, y puesto incienso , y dello nos alegramos , y luego vi-
no el cacique y papas á hablar á Cortés, y le pregunta-
ron que á qué volviamos ? y dijo , que porque hacia agua
un navío, que lo queria adobar , y que les rogaba , que
con todas sus canoas ayudasen á los bateles á sacar el pan
cazabe , é así lo hicieron , y estuvimos en adobar el navío
cuatro dias . Y dejemos de más hablar en ello , y diré có-
mo lo supo el español que estaba en poder de indios , que
se decia Aguilar, y lo que más hicimos .
CAPITULO XXIX
Cómo el español que estaba en poder de indios , que se lla-
maba Gerónimo de Aguilar, supo cómo habiamos arriba-
do á Cozumel , y se vino á nosotros, y lo que más pasó.
UANDO tuvo noticia cierta el español que estaba en
poder de indios, que habiamos vuelto á Cozumel
C con los navíos , se alegró en grande manera , y
dió gracias a Dios, y mucha priesa en se venir él
y los indios que llevaron las cartas y rescate á se embar-
car en una canoa : y como la pagó bien en cuentas ver-
des del rescate que le enviamos , luego la halló alquilada
con seis indios remeros con ella ; y dan tal priesa en re-
mar que en espacio de poco tiempo pasaron el golfete
que hay de una tierra á la otra , que serian cuatro leguas
sin tener contraste de la mar ; y llegados á la costa de
Cozumel, ya que estaban desembarcados, dijeron á Cor-
tés unos soldados que iban á monteria (porque habia en
aquella isla puercos de la tierra) , que habia venido una
canoa grande allí junto del pueblo , y que venia de pun-
ta de Cotoche: y wandó Cortés á Andrés de Tapia , y á
otros soldados, que fuesen á ver qué cosa nueva era ve-
112
nir allí junto á nosotros indios sin temor ninguno con ca-
noas grandes, y luego fueron : y desque los indios que ve-
nian en la canoa que traía alquilada el Aguilar , vieron
los españoles , tuvieron temor , y querianse tornar á em-
barcar , é hacer á lo largo con la canoa , y Aguilar les
dijo en su lengua , que no tuviesen miedo , que eran sus
hermanos : y el Andrés de Tapia como los vió que eran
indios (porque el Aguilar ni más ni ménos era que indio)
luego envió a decir á Cortés con un español , que siete in-
dios de Cozumel eran los que allí llegaron en la canoa :
y despues que hubieron saltado en tierra, el español más
mascado, y peor pronunciado, dijo : Dios é Santa María ,
y Sevilla, y luego fué á abrazar el Tapia , y otro soldado
de los que habian ido con el Tapia á ver qué cosa era ,
fué á mucha priesa á demandar albricias á Cortés como
era español el que venia en la canoa , de que todos nos
alegramos, y luego se vino el Tapia con el español adon-
de estaba Cortés : y ántes que llegase adonde Cortés esta-
ba, ciertos españoles preguntaban al Tapia , ¿ qué es del
español ? aunque iba allí junto con él, porque le tenian
por indio propio, porque de suyo era moreno, y tresquil-
do á manera de indio esclavo, y traía un remo al hom-
bro, y una cotara vieja calzada, y la otra en la cinta , y
una inanta vieja muy ruin, é un braguero peor, con que
cubria sus vergüenzas, y traía atada en la manta un bul-
to, que eran horas inuy viejas. Pues desque Cortés lo vió
de aquella manera , tambien picó como los demás solda-
dos, y preguntó al Tapia , ¿ qué era del español ? y el es-
pañol , como lo entendió , se puso en cuclillas como hacen
los indios, y dijo : Yo soy : y luego le mandó dar de ves-
tir camisa y jubon, y zaraguelles, y caperuza, y alparga
tes , que otros vestidos no habia, y le preguntó de su vi-
da, y cómo se llamaba, y cuándo vino á aquella tierra ?
y él dijo, aunque no bien pronunciado, que se decia Geró-
nimo de Aguilar, y que era natural de Ecija , y que te-
nia órdenes de Evangelio, que habia ocho años que se ha-
bia perdido él y otros quince hombres y dos mujeres, que
113
iban desde el Darien á la isla de Santo Domingo, cuando
hubo unas diferencias y pleitos de un Enciso y Valdivia :
y dijo que llevaban diez mil pesos de oro , y los procesos
de los unos contra los otros , y que el navío en que iban
dió en los Alacranes , que no pudo navegar, y que en el
batel del mismo navío se metieron él y sus compañeros y
dos mujeres, creyendo tomar la isla de Cuba , ó á Xamai-
ca ; y que las corrientes eran muy grandes , que les echa-
ron en aquella tierra , y que los calachionis de aquella
comarca los repartieron entre sí , é que habian sacrifica-
do á los ídolos muchos de sus compañeros y dellos se ha-
bian m erto de dolencia ; y las mujeres, que poco tiempo
pasado habia que de trabajo tambien se murieron , por-
que las hacian moler, é que á él que le tenian para sacri-
ficar , y una noche se huyó y se fué á aquel cacique con
quien estaba (ya no se me acuerda el nombre que allí le
nombró), y que no habian quedado de todos sino él y un
Gonzalo Guerrero, y dijo que le fué á llamar y no quiso
venir . E desque Cortés lo oyó, dió muchas gracias y.
Dios por todo, y le dijo que mediante Dios que dél seria
bien mirado y gratificado . Y le preguntó por la tierra y
pueblos ; y el Aguilar dijo que como le tenian por escla-
vo, que no sabia sino traer leña y agua, y cavar en los
maices, que no habia salido sino hasta cuatro leguas que
le llevaron con una carga, y que no la pudo llevar y ca-
yó malo dello, é que ha entendido que hay muchos pue-
blos . E luego le preguntó por el Gonzalo Guerrero , y
dijo que estaba casado y tenia tres hijos , y que tenia la-
brada la cara y horadadas las orejas y el bezo de abajo ,
y que era hombre de la mar , natural de Palos , é que los
indios le tienen por esforzado, y que habia poco más de
un año que cuando vinieron á la punta de Cotoche una
capitanía con tres navíos (parece ser que fueron cuando
venimos los de Francisco Hernandez de Córdoba) que él
fué inventor, que nos diesen la guerra que nos dieron , é
que vino él allí por capitan, juntamente con un cacique
de un gran pueblo, segun ya he dicho en lo de Francisco
CONQUISTA.- TOM. I.-16.
114
Hernandez de Córdoba . Y cuando Cortés lo oyó, dijo :
En verdad que le querria haber á las manos, porque ja-
más será bueno dejársele . Y diré cómo los caciques de
Cozumel cuando vieron al Aguilar que hablaba su len-
gua, le daban muy bien de comer ; y el Aguilar les acon-
sejaba que siempre tuviesen devocion y reverencia á la
santa imágen de nuestra Señora y á la Cruz, que conoce-
rian que por ello les venia mucho bien. Y los caciques ,
por consejo de Aguilar, demandaron una carta de favor
á Cortés para que se viniesen á aquel puerto otros españo-
les, que fuesen bien tratados y no les hiciesen agravios ;
la cual carta luego se la dió : y despues de despedidos con
muchos halagos y ofrecimientos , nos hicimos á la vela
para el rio de Grijalva ; y desta inanera que he dicho se
hubo Aguilar , y no de otra, como lo escribe el coronista
Gomora; y no me maravillo , pues lo que dice es por nue-
vas . Y volvamos á nuestra relacion .
CAPITULO XXX
Cómo nos tornamos á embarcar y nos hicimos á la vela para
el rio de Grijalva, y lo que mas nos avino en el viaje .
N cuatro dias del mes de Marzo de mil y quinien-
tos y diez y nueve años , habiendo tan buen su-
E ceso en llevar tan buena lengua y fiel , mandó
Cortés que nos embarcásemos , segun y de la
manera que habiamos venido ántes que arribásemos á Co-
zumel, y con las mismas instrucciones y señas de los fa-
roles para de noche . Yendo navegando con buen tiem-
po, revuelve un viento, ya que queria anochecer , tan re-
cio y contrario , que echó cada navío por su parte , con
harto riesgo de dar en tierra ; é quiso Dios que á média
noche aflojó, y desque amaneció luego se volvieron á jun-
tar todos los navíos , excepto uno en que iba Juan Velaz-
quez de Leon , é íbamos nuestro viaje sin saber dél hasta
medio dia , de lo cual llevábamos pena, creyendo fuese
perdido en unos bajos : y desque se pasaba el dia y no
parecia , dijo Cortés al piloto Alaminos que no era bien
ir más adelante sin saber dél ; y el piloto hizo señas
á todos los navíos que estuviesen al reparo, aguardan-
116
do si por ventura le echó el tiempo en alguna ense-
nada , donde no podia salir por ser el tiempo contra-
rio . Y como vió que no venia , dijo el piloto á Cortés :
Señor , tenga por cierto que se metió en uno como puer-
to ó bahía que queda atrás, y que el viento no le deja salir ,
porque el piloto que llevaba es el que vino con Francis-
co Hernandez de Córdoba , y volvió con Grijalva , que se
decia Juan Alvarez el Manquillo , y sabe aquel puerto ; y
luego fue acordado de volver á le buscar con toda la ar-
mada; y en aquella bahía donde habia dicho el piloto , lo
hallamos ancleado , de que todos hubimos placer, y estu-
vimos allí un dia , y echamos dos bateles en el agua y
saltó en tierra el piloto y un capitan que se decia Fran-
cisco de Lugo, y habia por allí unas estancias donde ha-
bia maizales, y hacian sal , y tenian cuatro cues , que son
casas de ídolos, y en ellos muchas figuras, y todas las
más de mujeres ; y eran altas de cuerpo , y se puso nom-
bre á aquella tierra la Punta de las mujeres . Acuérdome
que decia el Aguilar , que cerca de aquellas estancias es-
taba el pueblo donde era esclavo, y que allí vino carga-
do que le trujo su amo , é cayó malo de traer la carga, é
que tambien estaba no muy léjos el pueblo donde estaba
Gonzalo Guerrero, é que todos tenian oro, aunque era po-
co; y que si queria , que él guiaria , y que fuésemos allá .
Y Cortés le dijo riendo, que no venia él para tan pocas
cosas, sino para servir à Dios y al rey . Y luego mandó
Cortés á un capitan que se decia Escobar que fuese en el
navío, de que era capitan , que era muy velero y deman-
daba poca agua, hasta boca de Términos, y mirase muy
bien qué tierra era, y si era buen puerto para poblar ,
y si habia mucha caza , como le habian informado . Y es-
-
to que le mandó fué por consejo del piloto ; porque cuan
do por allí pasásemos con todos los navíos , no nos dete-
ner en entrar en él : y que despues de visto , que pusiese
una señal y quebrase árboles en la boca del puerto , ó es-
cribiesen una carta y la pusiesen donde la viésemos de
una parte ó de otra del puerto, para que conociésemos
117
que habia entrado dentro , ó que aguardase en la mar á
la armada barloventeando despues que lo hubiese visto.
Y luego el Escobar partió, y fué á Puerto de Términos
(que así se llama) é hizo todo lo que le fué mandado , é
halló la lebrela que se hubo quedado cuando lo de Gri-
jalva, y estaba gorda y lucia : y dijo el Escobar, que cuan-
da la lebrela vió el navío que estaba en el puerto , que
estaba halagando con la cola y haciendo otras señas de
halagos, y se vino luego á los soldados y se metió con ellos
en la nao; y esto hecho, se salió luego el Escobar del
puerto á la mar , y estaba esperando el armada, y parece
ser con viento Sur que le dió no pudo esperar al reparo ,
y metióse mucho en la mar . Volvamos á nuestra armada,
que quedábamos en la Punta de las Mujeres , que otro dia
de mañana salimos con buen tiempo terral y llegamos en
boca de Términos y no hallamos á Escobar. Mandó Cor-
tés que sacasen el batel, y con diez ballesteros le fuesen á
buscar en la boca de Términos , ó á ver si habia señal ó
carta . Y luego se halló árboles cortados , y una carta ,
que en ella decia cómo era muy buen puerto, y buena
tierra, y de mucha caza , y lo de la lebrela : y dijo el pi-
loto Alaminos á Cortés que fuésemos nuestra derrota, por-
que con el viento Sur se debia haber metido en la mar , é
que no podria ir muy lejos porque habia de navegar á
orza. Y puesto que Cortés sintió pena no le hubiese acae-
cido algun desman, mandó meter velas y luego le alcan-
zamos, y dió el Escobar sus descargos á Cortés , y la
causa por qué no pudo aguardar. Estando en esto , lle-
gamos en el paraje de Potonchan, y mandó al piloto que
surgiésemos en aquella ensenada ; y el piloto respondió
que era mal puerto, porque habian de estar los navíos
surtos más de dos leguas léjos de tierra, que mengua mu-
cho la mar, porque tenia pensamientos Cortés de dalles
una buena mano por el desbarate de lo de Francisco Her-
nandez de Córdoba , y Grijalva , y muchos de los solda-
dos que nos habiamos hallado en aquellas batallas se lo
suplicamos que entrase dentro , y no quedasen sin buen
118
castigo, aunque se detuviesen allí dos ó tres dias . El pi-
loto Alaminos con otros pilotos porfiaron que si allí en-
trábamos , que en ocho dias no podriamos salir por el
tiempo contrario, y que ahora llevábamos buen viento , é
que en dos dias llegariamos á Tabasco ; y así pasamos de
largo, y en tres dias que navegamos llegamos al rio de
Grijalva ; y lo que allí nos acaeció é las guerras que nos
dieron , diré adelante .
CAPITULO XXXI
Cómo llegamos al rio de Grijalva , que en lengua de indios
llaman Tabasco, y de la guerra que nos dieron, y lo que
más con ellos pasamos.
N doce dias del mes de Marzo de mil y quinien-
tos y diez y nueve años llegamos con toda la
E armada al rio de Grijalva , que se dice de Ta-
basco; y como sabiamos ya de cuando lo de
Grijalva , que en aquel puerto y rio no podian entrar na-
víos de mucho porte, surgieron en la mar los mayores , y
con los pequeños y los bateles fuimos todos los soldado
á desembarcar à la punta de los Palmares (como cuando
con Grijalva), que estaba del pueblo de Tabasco otra mé-
dia legua , y andaban por el rio en la ribera entre unos
manglares todo lleno de indios guerreros , de lo cual nos
maravillamos los que habiamos venido con Grijalva ; y
demás desto estaban juntos en el pueblo más de doce mil
guerreros aparejados para darnos guerra , porque en
aquella sazon aquel pueblo era de mucho trato y estaban
sujetos á él otros grandes pueblos , y todos los tenian
apercibidos con todo género de armas , segun las usaban.
120
Y la causa dello fué , porque los de Potonchan y los de
Lázaro , y otros pueblos comarcanos , los tuvieron por co-
bardes y se lo daban en rostro , por causa que dieron á
Grijalva las joyas de oro que antes he dicho en el capítu-
lo que dello habla , é que de medrosos no nos osaron dar
guerra , pues eran más pueblos y tenian más guerreros
que no ellos. Y esto les decian por afrentarlos y que en
sus pueblos los habian dado guerra y muerto cincuenta
y seis hombres ; por manera que con aquellas palabras
que les habian dicho , se determinaron de tomar armas , y
cuando Cortés los vió puestos de aquella manera dijo á
Aguilar la lengua , que entendia bien la de Tabasco, que
dijese á unos indios que parecian principales, que pasa-
ban en una gran canoa cerca de nosotros , que para qué
andaban tan alborotados ; que no les veniamos á hacer
ningun mal , sino á decilles que les queremos dar de lo
que traemos como á hermanos , é que les rogaba que mi-
rasen no encomenzasen la guerra porque les pesaria dello .
Y les dijo otras muchas cosas acerca de la paz ; y míen-
tras más les decia el Aguilar , más bravos se mostraban ,
y decian que nos matarian á todos si entrábamos en su
pueblo, porque le tenian muy fortalecido todo á la re-
donda de árboles muy gruesos de cercas y albarradas .
Aguilar les tornó á hablar y requerir con la paz , y que
nos dejasen tomar agua y comprar de comer á trueco de
nuestro rescate , y tambien decir á los calachionis cosas
que sean de su provecho y servicio de Dios nuestro Se-
ñor ; y todavía ellos á porfiar que no pasásemos de aque-
llos palmares adelante , si no que nos matarian . Y cuan-
do aquello vió Cortés , mandó apercibir los bateles y na-
víos menores , y mandó poner en cada un batel tres tiros ,
y repartió en ellos los ballesteros y escopeteros : y tenia-
mos memoria cuando lo de Grijalva, que iba un camino
angosto desde los palmares al pueblo por unos arroyos
é ciénegas . Cortés mandó á tres soldados que aquella no-
che mirasen bien si iban á las casas, y que no se detu-
viesen mucho en traer la respuesta ; y los que fueron vie-
121
ron que se iban : y visto todo esto, y despues de bien mi-
rado , se nos pasó aquel dia dando órden en cómo y de
qué manera habiamos de ir en los bateles ; y otro dia por
la mañana, despues de haber oído misa, y todas nues-
tras armas muy á punto , mandó Cortés á Alonso de
Avila , que era capitan , que con cien soldados, y entre
ellos diez ballesteros , fuese por el caminillo, el que he
dicho que iba al pueblo , é que de que oyese los tiros , él
por una parte y nosotros por otra diésemos en el pueblo :
y Cortés y todos los más soldados y capitanes fuimos en
los bateles y navios de ménos porte por el rio arriba : y
cuando los indios guerreros que estaban en la costa y en-
tre los manglares vieron que de hecho íbamos , vienen
sobre nosotros con tantas canoas al puerto adonde habia-
mos de desembarcar para defendernos que no saltásemos
en tierra , que en toda la costa no habia sino indios de
guerra con todo género de armas que entre ellos se usan ,
tañendo trompetillas y caracoles y atabalejos ; y como
Cortés vió la cosa , mandó que nos detuviésemos un poco
y que no soltásemos tiros, ni escopetas , ni ballestas : y co-
mo todas las cosas queria llevar muy justificadamente , les
hizo otro requerimiento delante de un escribano del rey
que allí con nosotros iba , que se decia Diego de Godoy,
y por la lengua de Aguilar , para que nos dejasen saltar
en tierra y tomar agua , y hablalles cosas de Dios nues-
tro Señor, y de su majestad ; y que si guerra nos da-
ban, que si, por defendernos , algunas muertes hubiese ,
ó otros cualesquier daños , fuesen á su culpa y cargo y no
á la nuestra: y ellos todavía haciendo muchos fieros, y
que no saltásemos en tierra, si no que nos matarian . Lue-
go comenzaron muy valientemente á nos flechar é ha-
cer sus señas con sus atambores para que todos sus es-
cuadrones apechugasen con nosotros, y como esforzados
hombres vinieron y nos cercaron con las canoas con tan
grandes rociadas de flechas que nos hirieron , é hicieron
detener en el agua hasta la cinta , y en otras partes más
arriba : y como habia allí en aquel desembarcadero mu-
CONQUISTA.- TOM. I.-17.
122
cha lama y ciénega , no podiamos tan presto salir della ,
y cargaron sobre nosotros tantos indios , que con las lan-
zas á mantiniente , y otros á flecharnos hacian que no to-
másemos tierra tan presto como quisiéramos , y tambien
porque en aquella lama estaba Cortés peleando, y se le
quedó un alpargata en el cieno, que no lo pudo sacar, y
descalzo el un pié salió á tierra . Estuvimos en aquella sa-
zon en gran aprieto, hasta que (como digo) salió á tierra ,
y todos nosotros , y luego con gran osadía nombrando á
señor Santiago y arremetiendo á ellos les hicimos retraer,
y aunque no muy lejos por amor de las grandes albarra-
das y cercas que tenian hechas de maderos gruesos ,
adonde se amparaban , hasta que se las deshicimos , y tu-
vimos lugar por unos portillos de entrar en el pueblo y
pelear con ellos , y los llevamos por una calle adelante,
adonde tenian hechas otras albarradas y fuerzas , y allí
tornaron á reparar y hacer cara , y pelearon muy va-
lientemente con grande esfuerzo, y dando voces y silbos,
diciendo : Ala lala , al calachoni , al calachoni , que en su
lengua quiere decir que matasen á nuestro capitan . Es
tando desta manera envueltos con ellos , vino Alonso de
Avila con sus soldados , que habia ido por tierra desde
los palmares , como dicho tengo , que pareció ser no acer-
tó á venir mas presto por amor de unas ciénegas y este-
ros que pasó: é su tardanza fué bien menester, segun ha-
biamos estado detenidos en los requerimientos, y desha-
cer portillos en las albarradas para pelear : así que todos
juntos los tornamos á echar de las fuerzas donde estaban ,
y los llevamos retrayendo ; y ciertamente que como bue-
nos guerreros iban tirando grandes rociadas de flechas y
varas tostadas , y nunca de hecho volvieron las espaldas ,
hasta un gran patio , donde estaban unos aposentos y sa-
las grandes, y tenian tres casas de ídolos , é ya habian
llevado todo cuanto hato habia en aquel patio . Mando
Cortés , que reparásemos, y que no fuésemos más en se-
guimiento del alcance, pues iban huyendo : y allí tomó
Cortés posesion de aquella tierra por su majestad , y él en
123
su real nombre . Y fué desta manera que, desenvainada
su espada , dió tres cuchilladas en señal de posesion , en
un árbol grande , que se dice ceiba , que estaba en la pla-
za de aquel grande patio, y dijo , que si habia alguna
persona que se lo contradijese , que él se lo defendería con
su espada y una rodela que tenia embrazada : y todos
los soldados que presentes nos hallamos cuando aquello
pasó , dijimos que era bien tomar aquella real posesion en
nombre de su majestad , é que nosotros seriamos en ayu-
dalle , si alguna persona otra cosa dijere : é por ante un
escribano del rey se hizo aquel auto . Sobre esta posesion
la parte de Diego Velarquez tuvo que remormurar della .
Acuérdome que en aquellas reñidas guerras que nos die-
ron, de aquella vez hirieron á catorce soldados , y á mí
me dieron un flechazo en el muslo, mas poca la herida ,
y quedaron tendidos y muertos diez y ocho indios en el
agua, y en tierra donde desembarcamos, y allí dormimos
aquella noche con grandes velas y escuchas.. Y dejallo
he por contar lo que mas pasamos . !
CAPITULO XXXII
Cómo mandó Cortés á todos los capitanes , que fuesen con
cada cien soldados á ver la tierra adentro , y lo que sobre
'ello'nos acaeció.
TRO dia mandó Cortés á Pedro de Alvarado , que
saliese por capitan con cien soldados , y entre
O ellos quince ballesteros y escopeteros , y que fue-
se á ver la tierra adentro hasta andadura de dos
- leguas , y que llevase en su compañía á Melchorejo , la
lengua de la punta de Cotoche : y cuando le fueron á lla-
mar al Melchorejo , no le hallaron, que se habia ya hui-
do con los de aquel pueblo de Tabasco : porque segun pa-
recia el dia ántes en la punta de los palmares , dejó col-
gados sus vestidos que tenia de Castilla : y se fué de no-
che en una canoa : y Cortés sintió enojo con su ida, por-
que no dijése á los indios sus naturales algunas cosas que
no trujesen provecho . Dejémosle huido con la mala ven-
tura, y volvamos á nuestro cuento, que asimismo mandó
Cortés, que fuese otro capitan que se decia Francisco de
Lugo, por otra parte con otros cien soldados , y doce ba-
llesteros , y escopeteros, y que no pasase de otras dos le-
125
guas, y que volviese en la noche á dormir al real : élyen-
do que iba el Francisco de Lugo con su compañía obra
de una legua de nuestro real , se encontró con grandes
capitanes y escuadrones de indios , todos flecheros , y con
lanzas, y rodelas , y atambores , y penachos , y se vienen
derechos á la capitanía de nuestros soldados , y les cercan
por todas partes, y les comenzaron á flechar de arte, que
no se podian sustentar con tanta multitud de indios , y les
tiraban muchas varas tostadas y piedras con hondas , co-
mo granizo caían sobre ellos , y con espadas de navajas
de á dos manos : y por bien que peleaba el Francisco de
Lugo y sus soldados, no los podia apartar de sí : y cuan-
do aquello vió, con gran concierto se venia ya retrayen
do al real , y habia enviado delante un indio de Cuba
muy grande corredor y suelto á dar mandado á Cortés
para que le fuésemos á ayudar ; y todavía el Francisco de
Lugo con gran concierto de sus ballesteros y escopeteros ,
unos armando y otros tirando , y algunas arremetidas que
hacian , se sostenian con todos los escuadrones que sobre
él estaban . Dejémosle de la manera que he dicho , y con
+
gran peligro, y volvamos al capitan Pedro de Alvarado ,
que pareció ser habian andado más de una legua, y topó
con un estero muy malo de pasar, y quiso Dios nuestro
Señor encaminallo que volviese por otro camino hacia
donde estaba el Francisco de Lugo peleando como dicho
tengo: é como oyó las escopetas que tirahan, y el gran
ruido de atambores y trompetillas, y voces, y silbos de
los indios , bien entendió que estaban revueltos en guerra :
y con mucha presteza , y con gran concierto acudió á las
L
voces y tiros , y halló al capitan Francisco de Lugo con
su gente haciendo rostro y peleando con los contrarios ,
y cinco indios muertos : y luego que se juntaron con el
Lugo, dan tras los indios, que los hicieron apartar , y no
de manera que los pudiesen poner en huida , que todavía
los fueron siguiendo los indios á los nuestros hasta el real :
y asimismo nos habian acometido y venido á dar guerra
otras capitanías de guerreros adonde estaba Cortés con
126
los heridos : mas muy presto los hicimos retraer con los
tiros que llevaban muchos dellos, y á buenas cuchilladas
y estocadas . Volvamos á decir algo atrás , que cuando
Cortés oyó al indio de Cuba que venia á demandar socor-
ro, y del arte que quedaba Francisco de Lugo , de pres-
to les íbamos á ayudar, y nosotros que íbamos , y los dos
capitanes por mí nombrados que llegaban con sus gentes
obra de media legua del real , y murieron dos soldados
de la capitanía de Francisco de Lugo, y ocho heridos ; y
de los de Pedro de Alvarado le hirieron tres ; y cuando
llegaron al real se curaron , y enterramos los muertos , é
hubo buena vela y escuchas ; y en aquellas escaramuzas
matamos quince indios , y se prendieron tres, y el uno pa-
recia algo principal ; y el Aguilar nuestra lengua les pre-
guntaba ¿ que por qué eran locos , y salian á dar guerra ?
Luego se envió un indio dellos con cuentas verdes para
dar á los caciques , porque viniesen de paz : y aquel men-
sajero dijo , que el indio Melchorejo que traíamos con nos-
otros de la punta de Cotoche, que se fué á ellos la noche
ántes, les aconsejó que nos diesen guerra de dia y de no-
che, que nos vencerian, porque éramos muy pocos . De
manera que traíamos con nosotros muy mala ayuda y
nuestro contrario . Y aquel indio que enviamos por men-
sajero , fué y nunca volvió con la respuesta : y de los otros
dos indios que estaban presos , supo Aguilar la lengua por
muy cierto que para otro dia estaban juntos todos cuan-
tos caciques habia en todos aquellos pueblos comarcanos
de aquella Provincia, con todas sus armas, segun las sue-
len usar, aparejados para nos dar guerra, y que nos ha-
bian de venir otro dia á cercar en el real , y que el Mel-
chorejo se lo aconsejó . Y dejallos he aquí , y diré lo que
sobre ello hicimos.
CAPITULO XXXIII
Cómo Cortés mandó que para otro dia nos aparejásemos to .
dos para ir en busca de los escuadrones guerreros , y man-
dó sacar los caballos de los navíos , y lo que más nos avino
en la batalla que con ellos tuvimos,
UEGO Cortés supo , que muy ciertamente nos venian
á dar guerra, y mandó, que con brevedad saca-
L sen todos los caballos de los navíos en tierra, é
que escopetas, y ballesteros, y todos los solda-
dos estnviésemos muy á punto con nuestras armas, y aun-
que estuviésemos heridos : y cuando hubieron sacado los
caballos en tierra , estaban muy torpes y temerosos en el
correr , como habia muchos dias que estaba en los navíos ,
y otro dia estuvieron sueltos. Una cosa acaeció en aque-
İla sazon á seis ó siete soldados, mancebos y bien dispues-
tos, que les dió mal en los riñones, que no se pudieron te-
ner poco ni mucho en sus piés , si no los llevaban á cues-
tas; no supimos de qué; decian, que de ser regalados en
Cuba, y que con el peso y calor de las armas , que les
128
dió aquel mal . Luego Cortés los mandó llevar á los na-
víos , no quedasen en tierra, y apercibió á los caballeros ,
que habian de ir los mejores ginetes y caballos , que fue-
sen con pretales de cascabeles , y les mandó que no se pa-
ra sen á alancear hasta haberlos desbaratado , sino que las
lanzas se las pasasen por los rostros , y señaló trece de á
caballo , y Cristóbal de Oli , y Pedro de Alvarado, y Alon-
so Hernandez Puertocarrero, y Juan de Escalante , y Fran-
cisco de Montejo : é á Alonso de Avila le dieron un ca-
ballo que era de Ortíz el Músico é de un Bartolomé Gar-
cía, que ninguno dellos era buen ginete : y Juan Velaz-
quez de Leon, y Francisco de Moral , é Larez el buen gi-
nete (nómbrole así , porque habia otro buen ginete, y otro
Larez) y Gonzalo Dominguez , extremados hombres de á
caballo , Moron el de Bayamo , y Pedro Gonzalez el de
Trujillo : todos estos caballeros señaló Cortés , y él por ca-
pitan, y mandó á Mesa el artillero , que tuviese á punto
su artillería ; y mandó á Diego de Ordás que fuese por ca-
pitan de todos nosotros : porque no era hombre de á 2. caba-
llo, y tambien fué por capitan de los ballesteros y arti-
lleros . Y otro dia muy de mañana que fué dia de nues-
tra Señora de Marzo , despues de haber oído misa , pues-
tos en ordenanza con nuestro alférez , que entonces era
Antonio de Villaroel, marido que fué de una señora que
se decia Isabel de Ojeda , que desde allí á tres años se mu-
dó el nombre en Villarreal y se llamó Antonio Serrano de
Cardona . Tornemos á nuestro propósito , que fuimos por
A.
unas habanas grandes , adonde habian dado guerra á
Francisco de Lugo , á Pedro de Alvarado , y llamábase
aquella habana y pueblo, Cintla, sujeta al mismo Tabasco ,
una legua del aposento donde salimos, y nuestro Cortés
se apartó un poco espacio ó trecho de nosotros por amor
de unas ciénegas que no podian pasar los caballos : é yen-
do de la manera que he dicho con el Ordás , dimos con to-
do el poder de escuadrones de indios guerreros , que nos
venian ya á buscar á los aposentos , y fué adonde los en-
contramos junto al mesmo pueblo de Cintla en un buen
129
llano . Por manera que si aquellos guerreros tenian de-
seo de nos dar guerra y nos iban á buscar , nosotros los
encontramos con el mismo motivo . Y dejallohé aqui , y
diré lo que pasó en la batalla , y bien se puede nombrar
batalla, y bien terrible, como adelante verán .
CONQUISTA.- TOM. I.- 18.
CAPITULO XXXIV
Cómo nos dieron guerra todos los caciques de Tabasco y sus
provincias , y de lo que sobre ello sucedió.
A he dicho de la manera y concierto que íbamos ,
y cómo topamos todas las capitanías y escua-
Y drones de contrarios , que nos iban á buscar ,
y traían todos grandes penachos , y atambores
y trompetillas , y las caras enalmagradas y blancas y
prietas, y con grandes arcos y flechas, y lanzas y rode-
las , y espadas como montantes de á dos manos , y mucha
honda , y piedra, y varas tostadas, y cada uno sus armas
colchadas de algodon ; y así como llegaron á nosotros ,
como eran grandes escuadrones , que todas las habanas
cubrian, se vienen como perros rabiosos , y nos cercan
por todas partes , y tiran tanta de flecha , y vara , y pie-
dra , que de la primera arremetida hirieron mas de se-
tenta de los nuestros , y con las lanzas pié con pié nos ha-
cian mucho daño , y un soldado murió luego de un fie-
chazo que le dió por el oído , el cual se llamaba Salda-
ña: y no hacian sino flechar y herir en los nuestros y
nosotros con los tiros , y escopetas, y ballestas, y gran-
131
des estocadas , no perdiamos punto de buen pelear ; y co-
mo conocieron las estocadas , y el mal que les haciamos ,
poco á poco se apartaban de nosotros , mas era para fle-
char mas á su salvo ; puesto que Mesa nuestro artillero ,
con los tiros mataba muchos dellos ; porque eran grandes
escuadrones y no se apartaban léjos , y daba en ellos á su
placer : y con todos los males y heridas que les haciamos ,
no los podiamos apartar. Yo dije al capitan Diego de Or-
dás : parece que debemos cerrar y apechugar con ellos ;
porque verdaderamente sienten bien el cortar de las es-
padas , y por esta causa se desvían algo de nosotros por
temor dellas , y por mejor tirarnos sus flechas , y varas
tostadas, y tanta piedra como granizo . Respondió el Or-
dás, que no era buen acuerdo ; r. porque habia para cada
uno de nosotros tres cientos indios , y que no nos podria-
mos sostener con tanta multitud , y así estuvimos con ellos
sosteniéndonos . Todavia acordamos de nos llegar cuanto
pudiésemos á ellos , como se lo habia dicho al Ordás , por
dalles mal año de estocadas : y bien lo sintieron y se pa-
saron luego de la parte de una ciénega : y en todo este
tiempo Cortés con los de á caballo no venia, aunque de-
seábamos en gran manera su ayuda , y temiamos que por
ventura no le hubiese acaecido algun desastre. Acuérdo-
me, que cuando soltábamos los tiros , que daban los in-
dios grandes silbos y gritos , y echaban tierra y pajas en
alto , porque no viésemos el daño que les haciamos , y ta-
ñían entónces trompetas , y trompetillas , y silbos y voces ,
y décian , Ala lala . Estando en esto vimos asomar los de
á caballo, y como aquellos grandes escuadrones estaban
embebecidos dándonos guerra , no miraron tan de presto
en los de á caballo , como venian por las espaldas , y co-
mo el campo era llano, y los caballeros buenos ginetes ,
y algunos de los caballos muy revueltos y corredores ,
dánles tan buena mano, y alancean á su placer, como
convenia en aquel tiempo. Pues los que estábamos pe-
leando como los vimos , dimos tanta prisa en ellos, los de
á caballo por una parte , y nosotros por otra , que de
132
presto volvieron las espaldas. Aquí creyeron los indios
que el caballo y caballero era todo un cuerpo, como ja-
más habian visto caballos hasta entónces ; iban aquellas
habanas y campos llenos dellos , y acogiéronse à unos
montes que allí habia . Y despues que los hubimos des-
baratado, Cortés nos contó cómo no habia podido venir
mas presto por amor de una ciénega , y que estuvo pe-
leando con otros escuadrones de guerreros ántes que á
nosotros llegasen , y traía heridos cinco caballeros y ocho
caballos . Y despues de apeados debajo de unos árboles
que allí estaban dimos muchas gracias y loores á Dios y
á nuestra Señora su bendita Madre , alzando todos las ma-
nos al cielo porque nos habia dado aquella victoria tan
cumplida : y como era dia de nuestra Señora de Marzo ,
llamóse una villa que se pobló el tiempo andando , Santa
María de la Vitoria, así por ser dia de nuestra Señora ,
como por la gran vitoria que tuvimos . Aquesta fué pues
la primera guera que tuvimos en compañía de Cortés en
la Nueva-España . Y esto pasado , apretamos las heridas
á los heridos con paños , que otra cosa no habia, y se cu-
raron los caballos con quemalles las heridas con unto de
indio de los muertos que abrimos para sacalle el unto, y
fuimos á ver los muertos que habia por el campo, y eran
mas de ochocientos , y todas los mas de estocadas, y otros
de los tiros, y escopetas, y ballestas, y muchos estaban
medio muertos y tendidos . Pues donde anduvieron los de
á caballo , habia buen recaudo dellos muertos , y otros
quejándose de las heridas. Estuvimos en esta batalla so-
bre una hora, que no les pudimos hacer perder punto de
buenos guerreros , hasta que vinieron los de á caballo ,
como he dicho, é prendimos cinco indios , é los dos dellos
capitanes ; y como era tarde , hartos de pelear , y no ha-
biamos comido, nos volvimos al real : é luego enterramos
dos soldados que iban heridos por las gargantas y por el
oído, y quemamos las heridas á los demás, y á los caba-
llos con el unto del indio , y pusimos buenas velas y es-
cuchas, y cenamos y reposamos . Aquí es donde dice Fran-
133
cisco López de Gomora , que salió Francisco de Morla
en un caballo rucio picado, ántes que llegase Cortés con
los de á caballo, y que eran los santos apóstoles señor
Santiago é señor San Pedro . Digo que todas nuestras
obras y vitorias son por mano de nuestro Señor Jesu–
Christo, y que en aquella batalla habia para cada uno
de nosotros tantos indios que á puñados de tierra nos ce-
garan, salvo que la gran misericordia de Dios en todo
nos ayudaba ; y pudiera ser que los que dice el Gomora ,
fueran los gloriosos apóstoles señor Santiago ó señor San
Pedro , é yo como pecador no fuese digno de lo ver ; lo
que yo entónces ví y conocí fué á Francisco de Morla en
un caballo castaño, que venia juntamente con Cortés , que
me parece que agora que lo estoy escribiendo se me re-
presenta por estos ojos pecadores toda la guerra segun y
de la manera que allí pasamos : é ya que yo, como indig-
no pecador , no fuera merecedor de ver á cualquiera de
aquellos gloriosos apóstoles, allí en nuestra compañía
habia sobre cuatrocientos soldados , y Cortés , y otros mu-
chos caballeros , platicárase dello y tomárase por testi-
monio, y se hubiera hecho una iglesia cuando se pobló
la villa, y se nombrara la villa de Santiago de la Vito-
ria, ó de San Pedro de la Vitoria , como se nombró San-
ta María de la Vitoria; y si fuera así como dice el Gomo-
ra, harto malos christianos fuéramos, enviándonos nuestro
Señor Dios sus santos apóstoles , no reconocer la gran
merced que nos hacia y reverenciar cada dia aquella
iglesia : pluguiera á Dios que así fuera como el coronista
dice ; y hasta que leí su corónica, nunca entre conquista-
dores que allí se hallaron tal se oyó. Y dejémoslo aquí,
y diré lo que mas pasamos.
CAPITULO XXXV
Cómo envió Cortés á llamar á todos los caciques de aquellas
provincias, y lo que sobre ello se hizo.
A he dicho cómo prendimos en aquella batalla
cinco indios, y los dos dellos capitanes , con los
cuales estuvo Aguilar la lengua á pláticas, y
conoció en lo que le dijeron que serian hombres
para enviar por mensajeros , y dijole al capitan Cortés que
los soltasen y que fuesen á hablar á los caciques de aquel
pueblo é otros cualesquier : é á aquellos dos indios men-
sajeros se les dió cuentas verdes é diamantes azules , y les
dijo Aguilar muchas palabras bien sabrosas y de hala-
gos , y que les queremos tener por hermanos, y que no hu
biesen miedo , y que lo pasado de aquella guerra que ellos
tenian la culpa, y que llamasen á todos los caciques de
todos los pueblos , que les queriamos hablar ; y se les amo-
nestó otras muchas cosas bien mansamente para atraellos
de paz : y fueron de buena voluntad y hablaron con los
principales y caciques, y les dijeron todo lo que les en-
viamos á hacer saber sobre la paz . E oída nuestra emba-
jada , fué entre ellos acordado de enviar luego quince in-
135
dios de los esclavos que entre ellos tenian , y todos tiz-
nados las caras y las mantas y bragueros que traían muy
ruines , y con ellos enviaron gallinas y pescado asado , y
pan de maíz : y llegados delante de Cortés , los recibió de
buena voluntad . Y Aguilar la lengua les dijo medio eno-
jado , que cómo venian de aquella manera puestas las ca-
ras, que más venian de guerra que para tratar paces ; y
que luego fuesen á los caciques y les dijesen que si que-
rian paz , como se la ofrecimos , que viniesen señores á tra-
tar della , como se usa , é no enviasen esclavos . A aque-
llos mismos tiznados se les hizo ciertos halagos , y se en-
vió con ellos cuentas azules , en señal de paz , y para ablan-
dalles los pensamientos . Y luego otro dia vinieron treinta .
indios principales, y con buenas mantas, y trujeron galli-
nas, y pescado, y fruta, y pan de maíz, y demandaron li-
cencia á Cortés para quemar y enterrar los cuerpos de los
muertos en las batallas pasadas , porque no oliesen mal ,
ó los comiesen tigres ó leones . La cual licencia les dió lue-
go ; y ellos se dieron priesa en traer mucha gente para
los enterrar y quemar los cuerpos , segun su usanza: Y
segun Cortés supo dellos , dijeron que les faltaba sobre
ochocientos hombres , sin los que estaban heridos . E di-
jeron que no se podian detener con nosotros en palabras
ni paces, porque otro dia habian de venir todos los princi-
pales y señores de todos aquellos pueblos y concertarian
las pacés. Y como Cortés en todo era muy avisado, nos
dijo riendo á los soldados que allí nos hallamos teniéndole
compañía : Sabeis , señores , que me parece que estos in-
diós temerán mucho á los caballos, y deben de pensar que
ellos solos hacen la guerra y asimismo las bombardas .
He pensado uua cosa, para que mejor lo crean, que trai-
gan la yegua de Juan Sedeño , que parió el otro dia en el
navío, y atalla han aquí adonde yo estoy , y traigan el
caballo de Ortiz el Músico , que es muy rijoso , y tomará
olor de la yegua, y cuando haya tomado olor della , lle-
varán la yegua y el caballo, cada uno de por sí , en par-
te que desque vengan los caciques que han de venir no los
136
oigan relinchar ni los vean hasta que estén delante de
mí y estemos hablando . Y así se hizo , segun y de la ma-
nera que lo mandó ; que trujeron la yegua y el caballo , y
tomó olor della en el aposento de Cortés : y demás desto,
mandó que cabasen un tiro, el mayor de los que tenia-
mos, con una buena pelota y bien cargado de pólvora.
Y estando en esto, que ya era medio dia, vinieron cua-
renta indios, todos caciques, con buena manera y man-
tas ricas , á la usanza dellos. Saludaron á Cortés y á to-
dos nosotros, y traian de sus inciensos, sahumándonos á
cuantos allí estábamos, y demandaron perdon de lo pa-
sado, y que de allí adelante serian buenos . Cortés les
respondió con Aguilar, nuestra lengua, algo con grave-
dad como haciendo del enojado, que ya ellos habian vis-
to cuántas veces les habian requerido con la paz, y que
ellos tenian la culpa , y que agora eran merecedores que
á ellos y á cuantos quedan en todos sus pueblos matáse-
mos ; y porque somos vasallos de un gran rey y señor ,
que nos envió á estas partes , el cual se diee el emperador
don Cárlos, que manda que á los que estuvieren e . su
real servicio que les ayudemos y favorezcamos ; é que si
ellos fueren buenos, como dicen, que así lo haremos, y si
no que soltará de aquellos tepustles qqe los maten (al
I
hierro llaman en su lengua tepustle), que aun por lo pa-
sado que han hecho en darnos guerra están enojados al-
gunos dellos . Entonces secretamente mandó poner fuego
á la bombarda, que estaba cebada , y dió tan buen true-
no y recio como era menester : iba la pelota zumbando
por los montes, qne como en aquel instante era medio
dia y hacia calma, llevaba gran ruido , y los caciques se
espantaron de la oir, y como no habian visto cosa como
aquella creyeron que era verdad lo que Cortés les dijo ;
y para asegurarles del miedo , les tornó á decir con Agui-
lar que ya no hubiesen miedo , que él mandó que no hi-
ciese daño . Y en aquel instante trujeron el caballo que
1 Tepuztli.
137
habia tomado olor de la yegua, y átanlo no muy lejos de
donde estaba Cortés hablando con los caciques , y como
á la yegua la habian tenido en el nismo aposento adon-
de Cortés y los indios estaban hablando , pateaba el ca-
ballo y relinchaba , y hacia bramuras , y siempre los ojos
mirando á los indios y al aposento adonde habia tomado
olor de la yegua : y los caciques creyeron que por ellos
hacia aquellas bamuras del relinchar y el patear , y es-
taban espantados. Y cuando Cortés los vió de aquel arte ,
se levantó de la silla y se fué para el caballo , y le tomó
del freno y dijo á Aguilar que hiciese creer á los indios
que allí estaban , que habia mandado al caballo que no
les hiciese mal ninguno. Y luego dijo á dos mozos de es-
puelas que lo llevasen de allí léjos, que no le tornasen á
ver los caciques . Y estando en esto , vinieron sobre trein-
1
ta indios de carga, que entre ellos llaman tamemes, ¹ que
traian la comida de gallinas y pescado asado , y otras co-
sas de frutas , que parece ser se quedaron atrás ó no pu-
dieron venir juntamente con los caciques . Allí hubo mu-
chas pláticas Cortés con aquellos principales, y dijeron
que otro dia vendrian todos y traerian un presente , y has
blarian } en otras cosas, é así se fueron muy contentos .
Donde los dejaré agora hasta otro dia .
1 Tlamame..
CONQUISTA.- TOM. I.- 19.
CAPITULO XXXVI
Cómo vinieron todos los caciques é calachonis del rio de
Grijalva y trujeron un presente, y lo que sobre ello pasó.
TRO dia de mañana , que fué á los postreros del
mes de Marzo de mil y quinientos y diez y nue-
O ve años , vinieron muchos caciques y principales
de aquel pueblo de Tabasco y de otros comar-
canos , haciendo mucho acato á todos nosotros , y trujeron
un presente de oro, que fueron cuatro diademas , y unas
lagartijas, y dos como perrillos y orejeras , y cinco ána-
des, y dos figuras de caras de indios, y dos suelas de
oro, como de sus cotoras, y otras cosillas de poco valor ,
que yo no me acuerdo qué tanto valia, y trujeron man-
tas de los que ellos traían y hacian, que son muy bastas ;
porque ya habrán oído decir los que tienen noticia de
aquella provincia, que no las hay en aquella tierra sino
de poco valor, y no fué nada todo este presente en com-
paracion de veinte mujeres , y entre ellas una muy exce-
lente mujer , que se dijo doña Marina, que así se llama-
ba despues de vuelta christiana . Y dejaré esta plática, y
de hablar della y de las demás mujeres que trujeron , y
139
diré que Cortés recibió aquel presente con alegría, y se
apartó con todos los caciques y con Aguilar el intérprete
á hablar, y les dijo que por aquello que traían se lo te-
nia en gracia ; mas que una cosa les rogaba, que luego
mandasen poblar aquel pueblo con toda su gente, y mu
jeres, y hijos, y que dentro de dos dias le quiere ver po-
blado , y que en esto conocerá tener verdadera la paz. Y
luego los caciques mandaron llamar todos los vecinos, y
con sus hijos y mujeres , en dos dias se pobló . Y á lo otro,
que les mandó que dejasen sus ídolos y sacrificios, res-
pondieron que así lo harian : y les declaramos con Agui-
lar, lo mejor que Cortés pudo , las cosas tocantes á nues-
tra santa fe, y cómo éramos christianos y adorábamos á
un solo Dios verdadero , y se les mostró una imágen muy
devota de nuestra Señora, con su Hijo precioso en los
brazos , y se les declaró que aquella santa imágen reve-
renciamos, porque así está en el cielo , y es Madre de
nuestro Señor Dios . Y los caciques dijeron que les pare-
ce muy bien aquella gran Tecleciguata , y que se la die-
sen para tener en su pueblo , porque à las grandes seño-
ras en su lengua llaman tecleciguatas . Y dijo Cortés que
sí daria, y les mandó hacer un buen altar bien labrado ,
el cual luego hicieron . Y otro dia de mañana mandó
Cortés à dos de nuestros carpinteros de lo blanco , que se
decian Alonso Yañez y Alvaro López (ya otra vez por
mí memorados) , que luego labrasen una cruz bien alta:
y despues de haber mandado todo esto, dijo á los caci-
ques, que qué fué la causa que nos dieron guerra tres ve-
ces, requiriéndoles con la paz ? Y respondieron , que ya
habian demandado perdon dello y estaban perdonados , y
que el cacique de Champoton , su hermano, se lo aconse-
jó, y porque no lo tuviesen por cobarde, porque se lo re-
ñian y ,
deshonraban porque no nos dió guerra cuando la
otra vez vino otro capitan con cuatro navíos : y segun pa-
rece decíalo por Juan de Grijalva . Y tambien dijo que
el indio que traíamos por lengua , que se nos huyó una
noche, se lo aconsejó que de dia y de noche nos diesen
140
guerra porque éramos muy pocos. Y luego Cortés les
mandó que en todo caso se lo trujesen; y dijeron, que co-
mo les vió que en la batalla no les fué bien ; que se les
fué huyendo y que no sabian dél, aunque le han busca-
do , y supimos que le sacrificaron , pues tan caro les cos-
tó sus consejos . Y más les preguntó, que de qué parte
traían oro y aquellas joyezuelas ? Respondieron , que de
hácia donde se pone el sol ; y decian : Culchua y México .
Y como no sabiamos qué cosa era México ni Culchua , de-
jábamoslo pasar por alto : y allí traíamos otra lengua,
que se decía Francisco, que hubimos cuando lo de Gri-
jalva (ya otra vez por mí nombrado), mas no entendia
poco ni mucho la de Tabasco, sino la de Culchua , que
es la mexicana, y medio por señas dijo á Cortés que Cul-
chua era muy adelante, y nombraba México, México, y no
lo entendimos . Y en esto cesó la plática hasta otro dia,
que se puso en el altar la santa imágen de nuestra Seño-
ra y la cruz, la cual todos adoramos , y dijo misa el pa-
dre fray Bartolomé de Olmedo , y estaban todos los caci-
ques y principales delante ; y púsose nombre á aquel pue-
blo , Santa María de la Victoria, y así se llama agora la
villa de Tabasco: y el mismo fraile con nuestra lengua
Aguilar predicó á las veinte indias que nos presentaron ,
muchas buenas cosas de nuestra santa fe , y que no cre-
yesen en los ídolos que de antes creían , que eran malos ,
y no eran dioses, ni más les sacrificasen, que los traían
engañados, y adorasen en nuestro Señor Jesu-Christo . Y
luego se bautizaron , y se puso por nombre doña Marina
aquella india é señora que allí nos dieron, é verdadera-
mente era gran cacica é hija de grandes caciqués , y se
ñora de vasallos, y bien se le parecia en su persona , lo
cual diré adelante cómo y de qué manera fué allí traida ;
y á las otras mujeres no me acuerdo bien de todos sus
nombres, y no hace al caso nombrar algunas , mas estas
fueron las primeras christianas que hubo en la Nueva-
España . Y Cortés las repartió á cada capitan la suya, y á
esta doña Marina, como era de buen parecer y entreme-
141
tida y desenvuelta, dió á Alonso Hernandez Puertocarre-
ro, que ya he dicho otra vez que era muy buen caballe-
ro , primo del conde de Medellin : y desque fué á Castilla
el Puertocarrero, estuvo la doña Marina con Cortés, y
della hubo un hijo, que se dijo don Martin Cortés , que
el tiempo andando fué comendador de Santiago . En aquel
pueblo estuvimos cinco dias, así porque se curaban las
heridas, como por los que estaban con dolor de riñones ,
que allí se les quitó : y demás desto, porqué Cortés siem-
pre atraía con buenas palabras á los caciques , y les dijo
cómo el emperador , nuestro señor , cuyos vasallos somos ,
tiene á su mandado muchos grandes señores , y que es
bien que ellos le den la obediencia ; é que en lo que hu-
bieren menester, así favor de nosotros como otra cual-
quiera cosa , que se lo hagan saber donde quiera que es-
tuviésemos , que él les vendrá á ayudar . Y todos los ca-
ciques le dieron muchas gracias por ello, y allí se otor-
garon por vasallos de nuestro grande emperador : y es-
tos fueron los primeros vasallos que en la Nueva-Espa-
ña dieron la obediencia á su majestad . Y luego Cortés
les mandó que para otro dia , que era domingo de Ramos ,
muy de mañana viniesen al altar que hicimos , con sus
hijos y mujeres, para que adorasen la santa imágen de
nuestra Señora y la Cruz ; y asimismo les mando que vi-
niesen seis indios carpinteros y que fuesen con nuestros
carpinteros, y que en el pueblo de Cintla, adonde uues-
tro Señor Dios fué servido de darnos aquella victoria dé
la batalla pasada , por mí referida, que hiciesen una cruz
en un árból grande que allí estaba , que llaman ceiba : é
hiciéronla en aquel árbol á efecto que durase mucho, que
con la corteza que suele reverdecer está siempre la cruz
señalada . Hecho esto , mandó que aparejasen todas las
canoas que tenian para nos ayudar á embarcar , porque
aquel santo dia nós queriamos hacer à la vela : porque en
aquella sazon vinieron dos pilotos á decir á Cortés , que
estaban en gran riesgo los navíos por amor del Norte ,
que es travesía. Y otro dia muy de mañana vinieron to-
142
dos los caciques y principales con todas sus mujeres y
hijos , y estaban ya en el patio donde teniamos la Iglesia
y cruz, y muchos ramos cortados para andar en proce-
sion : y desque los caciques vimos juntos , Cortés y todos
los capitanes á una , con gran devocion , anduvimos una
muy devota precesion, y el Padre de la Merced y Juan
Diaz el clérigo revestidos , y se dijo la misa , y adoramos
y besamos la Santa Cruz , y los caciques é indios mirán-
donos . Y hecha nuestra solemne fiesta segun el tiempo,
vinieron los principales , y trujeron á Cortés diez gallinas ,
y pescado asado y otras legumbres, y nos despedimos de-
llos : y siempre Cortés encomendándoles la santa imágen
de nuestra Señora , y las santas cruces, y que las tuviesen
muy limpias , y barrida la casa é iglesia , y enramado , y
que las reverenciasen y hallarian buena salud, y semen-
teras . Y despues que ya era tarde, nos embarcamos , y á
otro dia lúnes por la mañana nos hicimos á la vela , y con
buen viaje navegamos, y fuimos la vía de San Juan de
Ulúa , y siempre muy juntos á tierra : é yendo navegan-
do con buen tiempo , deciamos á Cortés los soldados que
venimos con Grijalva , cómo sabiamos aquella derrota :
Señor , allí queda la Rambla , que en lengua de indios se
dice, Aguayaluco, luego llegamos al paraje de Tonalo ,
que se dice San Anton , y se lo señalábamos : más adelan-
te le mostramos el gran rio de Guazacualco , y vió las
muy altas sierras nevadas ; y luego las sierras de San
Martin : y mas adelante le mostramos la roca partida ,
que es unos grandes peñascos , que entran en la mar , y
tiene una señal arriba como á manera de silla : y mas
adelante le mostramos el rio de Alvarado, que es adonde
entró Pedro de Alvarado cuando lo de Grijalva : y luego
vimos el rio de Vanderas , que fué donde rescatamos los
diez y seis mil pesos : y luego le mostramos la isla Blan-
ca, y tambien le dijimos adónde quedaba la isla Verde :
y junto á tierra vió la isla de Sacrificios , donde hallamos
los altares cuando lo de Grijalva , y los indios sacrifica-
1
dos : y luego en buena hora llegamos á San Juan de
143
Ulúa , jueves de la Cena despues de medio dia : y acuér-
dome que llegó un caballero, que se decia Alonso Her-
nandez Puertocarrero , y dijo á Cortés : Paréceme , señor ,
que os han venido diciendo estos caballeros que han ve-
nido otras dos veces à esta tierra : " Cata Francia Monte-
sinos : cata Paris la ciudad : cata las aguas de Duero, do
van á dar á la mar. Yo digo que mireis las tierras ricas ,
y sabeos bien gobernar. " Luego Cortés bien entendió á
qué fin fueron aquellas palabras dichas : y respondió :
Dénos Dios ventura en armas como al paladin Roldan ,
que en lo demas teniendo à vuestra majestad y á otros
caballeros por señores , bien me sabré entender : " y de-
jémoslo, y no pasemos de aquí . Y esto es lo que pasó, y
Cortés entró en el rio de Alvarado , como dice Gomora .
CAPITULO XXXVII
Cómo doña Marina era cacica, é hija de grandes señores , y
señora de pueblos y vasallos , y de la manera que fué trai-
da á Tabasco.
NTES que nas meta la mano en lo del gran Mon-
tezuma y su gran México y mexicanos , quiero
A decir lo de doña Marina , cómo desde su niñez
fué gran señora de pueblos y vasallos ; y es des-
ta manera: que su padre y su madre eran señores y caci-
ques de un pueblo que se dice Painala , y tenia otros pue-
blos sujetos á él obra de ocho leguas de la villa de Gua-
zacualco, y murió el padre quedando muy niña , y la ma-
dre se casó con otro cacique mancebo , y ovieron un hijo,
y segun pareció, querian bien al hijo que habian habido ;
acordaron entre el padre y la madre de dalle el cargo
despues de sus dias, y porque en ello no hubiese estorbo ,
dieron de noche la niña á unos indios de Xicalango , por
que no fuese vista , y echarou fama que se habia muerto,
y en aquella sazon murió una hija de una india esclava
suya, y publicaron, que era la heredera : por manera que
los de Xicalango la dieron á los de Tabasco, y los de Ta-
MALINZIN
145
basco á Cortés : y conocí á su madre , y á su hermano de
madre , hijo de la vieja , que era ya hombre , y mandaba
juntamente con la madre á su pueblo , porque el marido
postrero de la vieja ya era fallecido ; y despues de vueltos
christianos se llamó la vieja Marta , y el hijo Lázaro, y
esto sélo muy bien , porque en el año de mil quinientos y
veinte y tres despues de ganado México y otras provincias,
y se habia alzado Christóval de Oli en las Higueras , fué
Cortés allá , y pasó por Guazacualco : fuimos con él aquel
viaje toda la mayor parte de los vecinos de aquella villa
(como diré en su tiempo y lugar) y como doña Marina en
todas las guerras de la Nueva -España , Tlaxcala y México
fué tan excelente mujer , y buena lengua , como adelante
diré; á esta causa la traía siempre Cortés consigo, y en
aquella sazon y viaje se casó con ella un hidalgo que se
decia Juan Xaramillo en un pueblo que se decia Orizava,
delante de ciertos testigos , que uno de ellos se decia Aran-
da, vecino que fué de Tabasco , y aquel contaba el casa-
miento y no como lo dice el coronista Gomora : y la do-
ña Marina tenia mucho ser , y mandaba absolutamente en-
tre los indios en toda la Nueva- España . Y estando Cortés
en la villa de Guazacualco, envió á llamar á todos los ca-
ciques de aquella provincia para hacerles un parlamento
acerca de la santa doctrina , y sobre su buen tratamiento ,
y entónces vino la madre de doña Marina y su hermano
de madre Lázaro , con otros caciques . Dias habia que me
habia dicho la doña Marina , que era de aquella provincia,
y señora de vasallos , y bien lo sabia el capitan Cortés ,
y Aguilar la lengua : por manera que vino la madre y su
hija, y el hermano , y conocieron claramente era su hija ,
porque se le parecia mucho . Tuvieron miedo della , que
creyeron que los enviaba á llamar para matarlos , y llo-
raban : y como así los vido llorar la doña Marina , los con-
soló y dijo, que no hubiesen miedo, que cuando la traspu-
sieron con los de Xicalango, que no supieron lo que ha-
cian y se lo perdonaba, y les dió muchas joyas de oro y
de ropa, y que se volviesen á su pueblo : y que Dios le ha-
CONQUISTA. TOM. I.-20.
146
bia hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos
agora, y ser christiana, y tener un hijo de su amo y señor
Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido
Juan Xaramillo , que aunque la hicieran cacica de todas
cuantas provincias habia en la Nueva- España , no lo se-
ria, que en mas tenia servir á su marido y á Cortés, que
cuanto en el mundo hay: y todo esto que digo se lo of
muy certificadamente , y se lo juro, amen . Y esto me pa-
rece que quiere remedar á lo que le acaeció con sus her-
manos en Egipto á Joseph, que vinieron á su poder
cuando lo del trigo . Esto es lo que pasó, y no la relacion
que dieron al Gomora : y tambien dice otras cosas que
dejo por alto . E volviendo á nuestra materia , doña Ma-
rina sabia la lengua de Guazacualco , que es la propia de
México , y sabia la de Tabasco , como Gerónimo de Agui-
lar sabia la de Yucatan y Tabasco que es toda una : en-
tendíanse bien, y el Aguilar lo declaraba en castellano á
Cortés : fué gran principio para nuestra conquista : y así
se nos hacian las cosas, loado sea Dios , muy próspera-
mente. He querido declarar esto , porque sin doña Mari-
na no podiamos entender la lengua de la Nueva-España
y México. Donde lo dejaré y volveré decir, como nos
desembarcamos en el puerto de San Juan de Ulúa.
&
CAPITULO XXXVIII
Cómo llegamos con todos los navíos á San Juan de Ulúa, y
lo que allí pasamos.
N Juéves Santo de la Cena del Señor , de mil y
quinientos y diez y nueve años, llegamos con
E toda la armada al puerto de San Juan de Ulúa ;
y como el piloto Alaminos lo sabià muy bien
desde cuando venimos con Juan de Grijalva , luego man-
dó surgir en parte que los navíos estuviesen seguros del
Norte, y pusieron en la nao capitana sus estandartes rea-
les y veletas, y desde obra de media hora qué surgimos ,
vinieron dos canoas muy grandes (que en aquellas par-
tes á las canoas grandes llaman piraguas), y en ellas vi-
nieron muchos indios mexicanos, y como vieron los es-
tandartes y navío grande conocieron que allí habian de
ir á hablar al capitan : y fuéronse derechos al navio, y
entran dentro , y preguntan quién era el tlatoan , ¹ que en
su lengua dicen el señor . Y doña Marina , que bien lo
entendió, porque sabia muy bien la lengua , se lo mostró.
1 Tlatoani .- Consejero.
148
Y los indios hicieron mucho acato á Cortés , à su usanza ,
y le dijeron, que fuese bien venido , é que un criado del
gran Montezuma , su señor , les enviaba á saber qué
hombres éramos , é qué buscábamos ; é que si algo hu-
biese menester para nosotros y los navíos, que se lo dijé-
semos , que traerian recaudo para ello . Y nuestro Cor-
tés respondió con las dos lenguas , Aguilar y doña Mari-
na, que se lo tenia en merced : y luego les mandó dar de
comer, y beber vino , y unas cuentas azules : y cuando
hubieron bebido les dijo , que veniamos para vellos y con-
tratar , y que no se les haria enojo ninguno , é que hubié-
semos por buena nuestra llegada á aquella tierra . Y los
mensajeros se volvieron muy contentos á su tierra : y otro
dia , que fué Viérnes Santo de la Cruz , desembarcamos ,
así caballos como artillería, en unos montones de arena,
que no habia tierra llana, sino todos arenales , y asenta-
ron los tiros , como mejor le pareció al artillero, que se
decia Mesa , y hicimos un altar, adonde se dijo luego mi-
sa; é hicieron chozas y enramadas para Cortés y para los
cpitanes ; y entre tres soldados acarreábamos madera , é
hicimos nuestras chozas , y los caballos se pusieron adon-
de estuviesen seguros : y en esto se pasó aquel Viernes
Santo . Y otro dia sábado , víspera de Pascua , vinieron
muchos indios, que envió un principal , que era goberna-
1
dor de Montezuma que se decia Pitalpitoque , que des
pues le llamamos Ovandillo, y trujeron hachas , y ado-
baron las chozas del capitan Cortés , y los ranchos que
mas cerca hallaron , y les pusieron mantas grandes enci-
hacia muy
ma , por amor del sol , que era cuaresma , é
gran calor , y trujeron gallinas y pan de maíz , y ciruelas ,
que era tiempo dellas : y paréceme que entonces trujeron
unas joyas de oro, y todo lo presentaron á Cortés , y dije-
ron, que otro dia habia de venir un gobernador á traer
mas bastimento . Cortés se lo agradeció mucho, y les
mandó dar ciertas cosas de rescate , con que fueron muy
1 Cuitlalpitoc .
149
contentos . Y otro dia Pascua Santa de Resurreccion , vi-
no el gobernador que habian dicho , que se decia Tendi-
1
le, ¹ hombre de negocios, é trujo con él á Pitalpitoque , que
tambien era persona entre ellos principal, y traia detrás
de sí muchos indios con presentes y gallinas , y otras le-
gumbres ; y á estos que los traían mandó Tendile que se
apartasen un poco á un cabo; y con mucha humildad hi-
zo tres reverencias á Cortés , á su usanza, y despues á to-
dos los soldados que mas cercanos nos hallamos . Y Cor-
tés les dijo con nuestras lenguas, que fuesen bien venidos ,
y les abrazó, y les mandó que esperasen, y que luego les
hablaria : y entre tanto mandó hacer un altar , lo mejor
que en aquel tiempo se pudo hacer, y dijo misa cantada
fray Bartolomé de Olmedo , y la beneficiaba el padre Juan
Diaz, y estuvieron á la misa los dos gobernadores, y otros
principales de los que traían en su compañía : y oído mi-
sa, comió Cortés y ciertos capitanes de los nuestros y los
dos indios criados del gran Montezuma . Y alzadas las
mesas se apartó Cortés con las dos nuestras lenguas doña
Marina y Gerónimo de Aguilar , y con aquellos caciques ,
У les dijimos cómo éramos christianos , y vasallos del ma-
yor señor que hay en el mundo, que se dice el empera-
dor don Cárlos , y que tiene por vasallos y criados á mu-
chos grandes señores ; y que por su mandado veniamos á
aquestas tierras ; porque há muchos años que tiene noticia
dellas y del gran señor que les manda , y que lo quiere
tener por amigo, y decille muchas cosas en su real nom-
bre : y cuando las sepa é haya entendido , se holgará de-
llo : y para contratar con él y sus indios y vasallos , de
buena amistad , y queria saber donde manda que se vean
y se hablen . Y el Tendile le respondió algo soberbio , y le
dijo: Aun agora has llegado é ya le quieres hablar : re-
cibe agora este presente que te damos en su nombre, y
despues me dirás lo que te cumpliere : y luego sacó de
una petaca, que es como caja, muchas piezas de oro y de
1 Teuhtlilli.
150
buenas labores y ricas, y mas de dież cargas de ropa
blanca de algodon y de pluma, cosas muy de ver , y
otras joyas que ya no me acuerdo, como há muchos años ,
y tras esto mucha comida , que eran gallinas de la tierra,
fruta, y pescado asado . Cortés las recibió riendo y con
buena gracia , y les dió cuentas de diamantes torcidas, y
otras cosas de Castilla : y les rogó que mandasen en sus
pueblos , que viniesen á contratar con nosotros : porque
él traia muchas cuentas á trocar á oro : y le dijeron que
así lo mandarian. Y Lsegun despues supimos , estos Ten-
dile y Pitalpitoque eran gobernadores de unas provincias
que se dicen Cotastlan , Tustepeque, Guazpaltepeque , Tla-
talteteclo, y de otros pueblos que nuevamente tenian so-
juzgados . Y luego Cortés mándó traer una silla de cade-
ras, con entalladuras muy pintadas y unas piedras mar-
garitas, que tienen dentro de sí muchas labores , y en-
vueltas en unos algodones que tenian almizcle , porque
oliesen bien, y un sartal de diamantes torcido , y una
gorra de carmesí , con una medalla de oro, y en ella fi-
gurado á San Jorge, que estaba á caballo con una lanza ,
y parecía que mataba á un dragon, y dijo á Tendile , que
luego enviase aquella silla er. que se asiente el señor
Montezuma, para cuando le vaya á ver y hablar Cortés,
y que aquella gorra que la ponga en la cabeza ; y que
equellas piedras y todo lo demás, le mandó dar el rey
nuestro señor en señal de amistad , porque sabe que es
i
gran señor : y que mande señalar , para qué dia y en qué
parte quiere que le vaya á ver . Y el Tendile le recibió
y dijo, que su señor Montezuma es tan gran señor, que se
holgará de conocer á nuestro gran rey, y que le llevará
presto aquel presente y traerá respuesta . Y parece ser
que el Tendile traia consigo grandes pintores , que los
hay tales en México , y mandó pintar al natural rostro,
cuerpo y facciones de Cortés y de todos los capitanes y
soldados, y navíos y velas é caballos, y á doña Marina
é Aguilar, hasta dos lebreles , é tiros é pelotas , y todo el
ejército que traíamos , é lo llevó á su señor . Y luego
151
mandó Cortés á nuestros artilleros que tuviesen muy bien
cebadas las bombardas, con buen golpe de pólvora, para
que hiciesen gran trueno cuando las soltasen . Y mandó
á Pedro de Alvarado que él y todos los de á caballo se
aparejasen, para que aquellos criados de Montezuma los
viesen correr, y que llevasen pretales de cascabales ; y
tambien Cortés cabalgó, y dijo : Si en estos medaños de
arena pudiéramos correr, bueno fuera ; mas ya verán que
á pié atollamos en la arena, salgamos á la playa desde
que sea menguante, y correrémos de dos en dos . E al
Pedro de Alvarado , que era su yegua alazana , de gran
carrera y revuelta , le dió el cargo de todos los de á ca-
ballo : todo lo cual se hizo delante de aquellos dos emba-
jadores . Y para que viesen salir los tiros , dijo Cortés que
les queria tornar á hablar , con otros muchos principales ;
y ponen fuego á las bombardas, y en aquella sazon ha-
cia calma : iban las piedras por los montes retum bando
con gran ruido, y los gobernadores y todos los indios se
espantaron de cosas tan nuevas para ellos , y lo manda-
ron pintar á sus pintores para que Montezuma lo viese .
Y parece ser que un soldado tenia un casco medio dora-
do , y vióle Tendile, que era más entremetido indio que
el otro, y dijo que parecía á unos que ellos tienen , que
les habian dejado sus antepasados del linaje donde ve-
nian , el cual tenian puesto en la cabeza á sus dioses Hui-
I
chilobos (que es su ídolo de la guerra) , y que su señor
Montezuma se holgara de lo ver . Y luego se lo dieron ,
y les dijo Cortés que porque queria saber si el oro desta
tierra es como el que sacan de la nuestra de los rios , que
le envien aquel casco lleno de granos para enviarlo a
nuestro emperador . Y despues de todo esto, el Tendile
se despidió de Cortés y de todos nosotros ; y despues de
muchos ofrecimientos que les hizo el mismo Cortés , le
abrazó y se despidió dél . Y dijo el Tendile que él volve-
ria con la respuesta con toda brevedad . E ido , alcanza-
1 Huitzilopochtli.
152
mos á saber , que despues de ser indio de grandes nego-
cios , fué el más suelto peon que su amo Montezuma te-
nia ; el cual fué en posta , y dió relacion de todo á su se-
ñor , y le mostró el dibujo que llevaba pintado, y el pre-
sente que le envió Cortés . Y cuando el gran Montezuma
le vió , quedó admirado, y recibió por otra parte mucho
contento; y desque vió el casco y el que tenia su Huichi-
lobos, tuvo por cierto que éramos del linaje de los que
les habian dicho sus antepasados que vendrian á señorear
aquella tierra. Aquí es donde dice el coronista Gomora
muchas cosas, que no le dieron buena relacion . Dejallos
he aquí, y diré lo que mas nos acaeció.
CAPITULO XXXIX
Cómo fué Tendile á hablar á su señor Montezuma y llevar el
presente, y lo que hicimos en nuestro real.
ESQUE se fué Tendile con el presente que el capi-
tan Cortés le dió para su señor Montezuma , é
D habia quedado en nuestro real el otro goberna-
dor que se decia Pitalpitoque, quedó en unas
chozas apartadas de nosotros , y allí trujeron indios para
que hiciesen pan de su maíz, y gallinas, fruta y pes-
cado, y de aquella proveian á Cortés y á los capitanes
que comian con él (que á nosotros los soldados si no lo
mariscábamos ó íbamos á pescar no lo teniamos) , y en
aquella sazon vinieron muchos indios de los pueblos por
mí nombrados , donde eran gobernadores aquellos cria-
dos del gran Montezuma, y traían algunos dellos oro y
joyas de poco valor , y gallinas á trocar por nuestros res-
cates, que eran cuentas verdes , diamantes y otras cosas ,
y con aquello nos sustentábamos, porque comunmente to-
dos los soldados traíamos rescate , como teniamos aviso
cuando lo de Grijalva que era bueno traer cuentas ; y en
esto pasaron seis ó siete dias : y estando en esto vino el
CONQUISTA. TOM. I.- 21.
154
Tendile una mañana con más de cien indios cargados, y
venia con ellos un gran cacique mexicano, y en el ros-
tro , facciones y cuerpo se parecia al capitan Cortés, y
adrede lo envió el gran Montezuma ; porque, segun dije-
ron, cuando á Cortés le llevó Tendile dibujada su misma
figura , todos los principales que estaban con Montezuma
dijeron que un principal que se decia Quintalbor se le
parecia á lo propio á Cortés (así se llamaba aquel gran
cacique que venia con Tendile) , y como parecia á Cor-
tés, que así le llamábamos en el real, Cortés acá, Cortés
acullá . Volvamos á su venida, y lo que hicieron en Ile-
gando donde nuestro capitan estaba ; y fué, que besó la
tierra con la mano y con braseros que traían de barro ,
y en ellos de su incienso, les ahumaron y á todos los de-
más soldados que allí cerca nos hallamos : y Cortés les
mostró mucho amor , asentólos cabe sí : é aquel principal
que venia con aquel presente, traía cargo juntamente de
hablar con el Tendile ; ya he dicho que se decia Quintal-
bor : y despues de haberle dado el parabien venido á
aquella tierra , y otras muchas pláticas que pasaron ,
mandó sacar el presente que traían encima de unas este-
ras que llaman petates, y tendidas otras mantas de algo-
don encima dellas ; lo primero que dió fué una rueda de
hechura de sol , tan grande como de una carreta , con
muchas labores , todo de oro muy fino, gran obra de mi-
rar, que valia á lo que despues dijeron que le habian pe-
sado, sobre unos veinte mil pesos de oro ; y otra mayor,
rueda de plata , figurada la luna , con muchos resplando-
res y otras figuras en ella, y esta era de gran peso, que
valia mucho, y trujo el casco lleno de oro en granos cres-
pos como lo sacan de las minas , que valia tres mil pesos .
Aquel oro del casco tuvimos en más, por saber cierto
que habia buenas minas, que si trujeran treinta mil pesos .
Más trajo veinte ánades de oro, de muy prima labor y
muy al natural , é unos como perros de los que entre
ellos tienen, y muchas piezas de oro figuradas, de hechu-
ra de tigres , y leones , y monos, y diez collares hechos
155
de una hechúra muy prima , é otros pinjantes , é doce fle-
chas y arco con su cuerda , y dos varas como de justicia ,
de largo de cinco palmos ; y todo esto de oro muy fino y
de obra vaciadizo . Y luego mandó traer penachos de oro,
y de ricas plumas verdes , y otras de plata, y aventado-
res de lo mismo : pues venados de oro sacados de vacia-
dizo : é fueron tantas cosas, que como há ya tantos años
que pasó no me acuerdo de todo : y luego mandó ་་་ traer
allí sobre treinta cargas de ropa de algodon , tan prima
y de muchos géneros de labores, y de pluma de muchos
colores, que por ser tantos no quiero en ello más meter
la pluma, porque no lo sabré escribir . Y despues de ha-
berlo dado, dijo aquel gran cacique Quintalbor, y el Ten-
dile á Cortés, que reciba aquello con la gran voluntad
que su señor se lo envía , é que lo reparta con los teu-
1
les que consigo trae . Y Cortés con alegría los recibió :
y dijeron á Cortés aquellos embajadores que le querian
hablar lo que su señor Montezuma le envía á decir . Y lo
primero que le dijeron, que se ha holgado que hombres
tan esforzados vengan á su tierra , como le han dicho que
comos ; porque sabia lo de Tabasco ; y que deseara mu-
cho ver á nuestro gran emperador, pues tan gran señor
es, pues de tan léjas tierras como veniamos tiene noticia
dél , é que le enviará un presente de piedras ricas : é que
entretanto que allí en aquel puerto estuviéremos, si en
algo nos puede servir que lo hará de buena voluntad : é
cuanto á las vistas, que no curasen de ellas , que no ha-
bia para qué, poniendo muchos inconvenientes . Cortés les
tornó á dar las gracias con buen semblante por ello y
con muchos halagos dió á cada gobernador dos camisas
de holanda , y diamantes azules y otras cosillas , y les ro-
gó que volviesen por su embajador á México á decir á su
señor el gran Montezuma , que pues habiamos pasado tan-
tos mares y veniamos de tan léjas tierras solamente por
le ver y hablar de su persona á la suya , que así se vol-
(1 ) Tecuhtli . - Señor ó rey.
156
viese , que no lo recibiria de buena manera nuestro gran
rey y señor ; y que adonde quiera que estnviere le quiere
ir á ver, y hacer lo que mandare . Y los gobernadores
dijeron que irian y se lo dirian ; mas que las vistas que
dice, que entienden que son por demás . Y envió Cortés
con aquellos mensajeros á Montezuma de la pobreza que
traíamos, que era una copa de vidrio de Florencia , labra-
day doroda , con muchas arboledas y monterías que es-
taban en la copa , y tres camisas de holanda y otras co-
sas, y les encomendó la respueta . Fuéronse estos dos go-
bernadores, y quedó en el real Pitalpitoque , que parece
ser le dieron cargo los demás criados de Montezuma pa-
ra que trujese la comida de los pueblos más cercanos .
Dejallohé aquí y diré lo que en nuestro real pasó ..
11
CAPITULO XL
Cómo Cortés envió á buscar otro puerto y asiento para po-
blar, y lo que sobre ello se hizo.
ESPACHADOS los mensajeros para México , luego
Cortés mandó ir dos navíos á descubrir la costa
D adelante , y por capitan dellos á Francisco de
Montejo , y le mandó que siguiese el viaje que
habiamos llevado con Juan de Grijalva ; porque el mismo.
Montejo habia venido en nuestra compañía y del Grijalva ,
y que procurase buscar puerto seguro y mirase por tier-
ras en que pudiésemos estar ; porque bien vía que en
aquellos arenales no nos podiamos valer de mosquitos,
y estar tan lejos de poblaciones : y mandó al piloto Ala-
minos y á Juan Alvarez el Manquillo que fuesen por pi-
lotos, porque sabian aquella derrota , y que diez dias na-
vegasen costa á costa todo lo que pudiesen . Y fueron de
la manera que les fué dicho é mandado, y llegaron al
paraje del rio grande, que es cerca de Pánuco , adon-
de otra vez llegamos cuando lo del capitan Juan de Gri-
jalva , y desde allí adelante no pudieron pasar por las
grandes corrientes . Y viendo aquella mala navegacion ,
158
dió la vuelta á San Juan Ulúa , sin más pasar adelante ,
ni otra relacion , excepto que doce leguas de allí habian
visto un pueblo como fortaleza , el cual pueblo se llama-
1
ba Quiahuitlan, ¹ y que cerca de aquel pueblo estaba un
puerto que le parecia al piloto Alaminos que podrian es-
tar seguros los navíos del Norte . Púsole un nombre feo ,
que es el tal de Bernal , que parecia á otro puerto que hay
en España que tenia aquel propio nombre feo ; y en estas
idas y venidas se pasaron al Montejo diez á doce dias . Y
volveré á decir, que el indio Pitalpitoque , que quedaba
para traer la comida , aflojó de tal manera , que nunca mas
trujo cosa ninguna , y teniamos entónces gran falta de man-
tenimientos porque ya el cazabe amargaba de mohoso , po-
drido y sucio de fatulas, y si no íbamos á mariscar no co-
miamos , y los indios que solian traer oro y gallinas á res-
catar ya no venian tantos como al principio , y estos que
acudian, muy recatados y medrosos , y estábamos aguar-
dando á los indios mensajeros que fueron á México por
horas . Y estando desta manera , vuelve Tendile con mu-
chos indios, y despues de haber hecho el acato que sue-
len entre ellos , de sahumar á Cortés ,y á todos nosotros ,
dió diez cargas de mantas de pluma muy fina y ricas, y
cuatro chalchuites, 2 que son unas piedras verdes de muy
gran valor, y tenidas en mas estima entre ellos , más que
nosotros las esmeraldas, y es color verde ; y ciertas pie-
zas de oro, que dijeron que valia el oro , sin los chalchui-
tes, tres mil pesos ; y entonces vinieron el Tendile } y Pi-
talpitoque, porque el otro gran cacique que se decía
Quintalbor no volvló más, porque habia adolecido en el
camino . Y aquellos dos gobernadores se apartaron con
Cortés y doña Marina y Aguilar , y le dijeron que su se-
ñor Montezuma recibió el presente y que se holgó con él ;
é
que en cuanto á la vista, que no le hablen más sobre
ello; é que aquellas ricas piedras de chalchuites, que las
(1) Quiahuiztla.
(2) Chalchihuitl.
159
envía para el gran emperador , porque son tan ricas, que
vale cada una dellas una gran carga de oro, y que en
más estima las tenia ; y que ya no cure de enviar más
mensajeros á México . Y Cortés les dió las gracias, con
ofrecimientos ; y ciertamente que le pesó á Cortés que tan
claramente le decian que no podriamos ver al Montezu-
ma , y dijo á ciertos soldados que allí nos hallamos : Ver-
daderamente debe ser gran señor y rico ; y si Dios qui-
siere, algun dia le hemos de ir á ver. Y respondimos los
soldados : Ya querriamos estar envueltos con él . Deje-
mos por agora las vistas , y digamos que en aquella sa-
zon era hora de la Ave María y en el real teniamos una
campana, y todos nos arrodillamos delante de una cruz
que teniamos puesta en un medaño de arena el más alto ,
y delante de aquella cruz deciamos la oracion de la Ave
María ; y como Tendile y Pitalpitoque nos vieron así ar-
rodillar , como eran indios muy entremetidos, pregunta-
ron que á qué fin nos humillábamos delante de aquel pa-
lo hecho de aquella manera . Y como Cortés lo oyó y el
fraile de la Merced estaba presente , le dijo Cortés al
fraile : Bien es agora, padre , que hay buena materia pa-
ra ello , que les demos á entender con nuestras lenguas
las cosas tocantes á nuestra santa fe . Y entonces se les
hizo un tan buen razonamiento para en tal tiempo , que
unos buenos teólogos no lo dijeran mejor . Y despues de
declarado cómo somos christianos , é todas las cosas tocan-
tes á nuestra santa fe que se convenian decir, les dijeron
que sus ídolos son malos y que no son buenos , que huyen
de donde está aquella señal de la cruz porque en otra
de aquella hechura padeció muerte y pasion el Señor del
cielo y de la tierra y de todo lo criado, que es el que nos-
otros adoramos y creemos que es nuestro Dios verdadero ,
que se dice Jesu-Christo, y que quiso sufrir y pasar
aquella muerte por salvar todo el género humano, y que
resucitó al tercero dia y está en los cielos , y que habe-
mos de ser juzgados dél . Y se les dijo otras muchas co-
sas muy perfectamente dichas, y las entendian bien ; y
160
respondian , cómo ellos lo dirian á su señor Montezuma.
Y tambien se les declaró que una de las cosas por qué
nos envió á estas partes nuestro gran emperador , fué pa-
ra quitar que no sacrificasen ningunos indios, ni otra ma-
nera de sacrificios malos que hacen, ni se robasen unos á
otros , ni adorasen aquellas malditas figuras ; y que les
ruega que pongan en su ciudad , en los adoratorios donde
están los ídolos que ellos tienen por dioses, una cruz co-
mo aquella , y pongan una imágen de nuestra Señora que
allí les dió , con su Hijo precioso en los brazos , y verán
cuanto bien les va y lo que nuestro Dios por ellos hace .
Y porque pasaron otros muchos razonamientos é yo no
los sabré escribir tan por extenso , lo dejaré y traeré á
la memoria que como vinieron con Tendile muchos in-
dios esta postrera vez á rescatar piezas de oro, y no de
mucho valor , todos los soldados lo rescatábamos , y aquel
oro que rescatábamo dábamos á los hombres que traí-
mos de la mar , que iban á pescar, á trueco de su pesca-
do, para tener de comer ; porque de otra manera pasá-
bamos mucha necesidad de hambre; y Cortés se holgaba
dello , y
lo disimulaba , aunque lo veía y se lo decian mu-
chos criados y amigos de Diego Velazquez que para qué
nos dejaba rescatar . Y lo que sobre ello pasó diré ade-
lante .
CAPITULO XLI
De lo que se hizo sobre el rescatar el oro, y de otras cosas
que en el real pasaron.
OMO vieron los amigos de Diego Velazquez , go-
bernador de Cuba, que algunos soldados resca-
C tábamos oro , dijéronselo á Cortés , que para qué
lo consentia ? y que no lo envió Diego Velazquez
para que los soldados llevasen todo el mas oro; y que era
bien mandar pregonar que no rescatasen mas de allí ade-
lante , si no fuese el mismo Cortés , y lo que hubiesen ha-
bido, que lo manifestasen para sacar el real quinto , é que
se pusiese una persona que fuese conveniente para cargo
de tesorero . Cortés á todo dijo , que era bien lo que de-
cian ; y que la tal persona nombrasen ellos : y señalaron á
un Gonzalo Mejia . Y despues desto hecho , les dijo Cortés
no de buen semblante : Mirad , señores , que nuestros com-
pañeros pasan gran trabajo de no tener con qué se sus-
tentar, y por esta causa habiamos de disimular , porque
todos comiesen ; cuanto mas que es una miseria cuanto
rescatan ; que mediante Dios mucho es lo que habemos de
haber, porque todas las cosas tienen su haz y enves ; ya
CONQUISTA.- TOM. I.- 22.
162
está pregonado que no rescaten mas oro, como habeis que-
rido, veremos de qué comeremos . Aquí es donde dice el
coronista Gomora que lo hacia Cortés porque no creyese
Montezuma que se nos daba nada por oro, y no le infor-
maron bien, que desde lo de Grijalva en el rio de Van-
deras lo sabia muy claramente : y demás desto , cuando
le enviamos a demandar el casco de oro en granos de las
minas , y nos veian rescatar . Pues qué gente mexicana pa-
ra no entendello ? Y dejemos esto , pues dice que por in-
formacion lo sabe: y digamos cómo una mañana no ama-
neció indio ninguno de los que estaban en las chozas , que
solian traer de comer, ni los que rescataban, y con ellos
Pitalpitoque, que sin hablar palabra se fueron huyendo ,
y la causa fué, segun despues alcanzamos á saber que se
lo envió á mandar Montezuma que no aguardasen mas
pláticas de Cortés , ni de los que con él estábamos : porque
parece ser cómo el Montezuma era muy devoto de sus
ídolos que se decian Tezcatepuca y Huichilobos : el uno
decian que era el dios de la guerra ; y el Tezcatepuca el
dios del infierno, y les sacrificaba cada dia muchachos ,
para que le diesen respuesta de lo que debia de hacer de
nosotros : porque ya el Montezuma tenia pensamiento, que
si no nos tornábamos á ir en los navíos , de nos haber to-
dos á las manos , para que hiciésemos generacion , y tam-
bien para tener que sacrificar, segun despues supimos,
que la respuesta que le dieron sus ídolos , fué que no cu-
rase de oir á Cortés, ni las palabras que le enviaba á de-
cir, que tuviese cruz ; y la imágen de nuestra Señora , que
no la trujesen á su ciudad ; y por esta causa se fueron sin
hablar. Y como vimos tal novedad creímos que siempre.
estaban de guerra, y estábamos muy mas á punto aperce-
bidos . Y un dia estando yo y otro soldado puestos por
espías en unos arenales, vimos venir por la playa cinco
indios , y por no hacer alboroto por poca cosa en el real ,
los dejamos allegar á nosotros , y con alegres rostros nos
hicieron reverencia á su usanza , y por señas nos dijeron
que los llevásemos al real : y yo dije á mi compañero , que
163
se quedase en el puesto é yo iria con ellos , que en aque-
lla sazon no me pesaban los piés como agora que soy vie-
jo , y cuando llegaron adonde Cortés estaba, le hicieron
grande acato, y le dijeron , lopelucio, lopelucio , que quiere
decir en la lengua totonaque, señor y gran señor ; y traían
unos grandes agujeros en los bezos de abajo , y en ellos
unas rodajas de piedras pintadillas de azul, y otros con
unas hojas de oro delgadas, y en las orejas muy grandes
agujeros , y en ellos puestas otras rodajas de oro y piedras ,
y muy diferente traje y habla que traían á lo de los me-
xicanos que solian allí estar en los ranchos con nosotros ,
que envió el gran Montezuma . Y como doña Marina y
Aguilar las lenguas oyeron aquello de lopulucio , no lo
entendieron: dijo la doña Marina en la lengua mexicana,
1
¿ que si habia allí entre ellos naeyavatos, que son intér-
pretes de la lengua mexicana ? y respondieron los dos de
aquellos cinco , que sí , que ellos la entendian y hablarian ;
y dijeron luego en la lengua mexicana , que somos bien
venidos, é que su señor les enviaba á saber quién éramos ,
y que se holgara servir à hombres tan esforzados ; porque
parece ser ya sabian lo de Tabasco y lo de Potonchan:
y mas dijeron , que ya hobieran venido á vernos , si no
fuera por temor de los de Culchua, que debian estar allí
con nosotros: y Culchua entiéndese por mexicanos , que
es como si dijésemos , cordoveses ó villanos: é que supie-
ron, que habia tres dias que se habian ido huyendo á sus
tierras: y de plática en plática supo Cortés como tenia
Montezuma enemigos y contrarios ; de lo cual se holgó : y
con dádivas y halagos , que les hizo , despidió aquellos
cinco mensajeros , y les dijo , que dijesen á su señor, que
él los iria á ver muy presto . A aquellos indios llamába-
mos desde ahí adelante, los lopelucios . Y dejallos he ago-
ra, y pasemos adelante, y digamos, que en aquellos are-
nales donde estábamos habia siempre muchos mosquitos
zancudos , como de los chicos , que llaman jejenes , y son
1 Nauatlato.
164
peores que los grandes , y no podiamos dormir dellos , y
no habia bastimentos , y el cazabe se apocaba, y muy mo-
hozo y sucio de las fatulas , y algunos soldados de los que
solian tener indios en la isla de Cuba, suspirando conti-
nuamente por volverse á sus casas, y en especial los cria-
dos y amigos de Diego Velazquez. Y como Cortés así vi-
do la cosa y voluntades , mandó , que nos fuésemos al
pueblo que habia visto el Montejo, y el piloto Alaminos
que estaba en fortaleza , que se dice, quiavistlan, y que los
navios estarian al abrigo del Peñol por mí nombrado . Y
como se ponia por la obra para nos ir , todos los amigos,
deudos y criados del Diego Velazquez dijeron á Cortés , que
para qué queria hacer aquel viaje sin bastimentos , é que
no tenia posibilidad para pasar mas adelante ; porque ya
se habian muerto en el real de heridas de lo de Tabasco ,
y de dolencias , y hambre , sobre treinta y cinco soldados ,
y que la tierra era grande, y las poblaciones de mucha
gente , é que nos darian guerra un dia que otro ; y que se-
ria mejor que nos volviésemos á Cuba , á dar cuenta á Die-
go Velazquez del oro rescatado, pues era cantidad , y de
los grandes presentes de Montezuma , que era el sol de oro
y la luna de plata , y el casco de oro menudo de minas, y
de todas las joyas , y ropa por mí referidas . Y Cortés les
respondió, que no era buen consejo volver sin ver ; por-
que hasta entonces que no nos podiamos quejar de la for-
tuna ; é que diésemos gracias á Dios , que en todo nos ayu-
daba ; y que en cuanto á los que se han muerto, que en
las guerras y trabajos suele acontecer: y que seria bien
saber lo que habia en la tierra ; y que entretanto del maíz
que tenian los indios , y pueblos cercanos , comeriamos , ó
mal nos andarian las manos . Y con esta respuesta se so-
segó algo la parcialidad del Diego Velazquez, aunque no
mucho, que ya habia corrillos dellos, y plática en el real
sobre la vuelta de Cuba . Y dejallo hé aquí, y diré lo que
mas avino .
CAPITULO XLII
Cómo alzamos á Hernando Cortés por capitan general y jus-
ticia mayor, hasta que su majestad en ello mandase lo
que fuese servido, y lo que en ellos se hizo .
A he dicho que en el real andaban los parientes
y amigos del Diego Velazquez perturbando que
Y no pasásemos adelante y que desde allí de San
Juan de Ulúa nos volviésemos á la isla de Cu-
ba . Parece ser que ya Cortés tenia pláticas con Alonso
Hernandez Puertocarrero, y con Pedro de Alvarado , y
sus cuatro hermanos Jorge, Gonzalo, Gomez y Juan , to-
dos Alvarados ; y con Cristóbal de Olí, Alonso de Avila ,
Juan de Escalante, Francisco de Lugo, y conmigo , é
otros caballeros y capitanes, que le pidiésemos por capi-
tan . El Francisco de Montejo , bien lo entendió, y está-
base á la mira ; y una noche á mas de media noche vi-
nieron á mi choza el Alonso Hernandez Puertocarrero , y
el Juan de Escalante , y Francisco de Lugo, que éramos
algo deudos yo y el Lugo , y de una tierra, y me dijeron :
A señor Bernal Diaz del Castillo , salid acá con vuestras
armas á rondar , acompañaremos á Cortés que anda ron-
166
dando : y cuando estuve apartado de la choza, me dije-
ron: mirad , señor, tened secreto de un poco que agora os
queremos decir , porque pesa mucho, y no lo entiendan
los compañeros que están en vuestro rancho, que son de
la parte del Diego Velazquez , y lo que me platicaron
fué. Paréceos , señor bien que Hernando Cortés así nos
haya traido engañados á todos, y dió pregones en Cuba
que venia á poblar , y ahora hemos sabido que no trae
poder para ello, sino para rescatar, y quieren que nos
volvamos á Santiago de Cuba con todo el oro que se ha
habido y quedaremos todos perdidos , y tomarsehá el oro
el Diego Velazquez como la otra vez ? mira , señor, que
habeis venido ya tres veces con esta portrera, gastando
vuestros haberes , y habeis quedado empeñado , aventu-
rando tantas veces la vida con tantas heridas : hacémoslo ,
señor , saber porque no pase esto adelante : y estamos mu-
chos caballeros , que sabemos que son amigos de vues-
tra merced , para que esta tierra se pueble en nombre de
su majestad , y Hernando Cortés en su real nombre, y en
teniendo que tengamos posibilidad , hacello saber en Cas-
tilla á nuestro rey y señor . Y tenga , señor , cuidado de
dar el voto para que todos le elijamos por capitan de uná-
nime voluntad , porque es servicio de Dios , y de nuestro
rey y señor. Yo respondí que la ida de Cuba no era buen
acuerdo, y que seria bien que la tierra se poblase , é que
eligiésemos á Cortés por general y justicia mayor , hasta
que su majestad otra cosa mandase . Y andando de sol-
dado en soldado este concierto , alcanzáronlo á saber los
deudos y amigos del Diego Velazquez , que eran muchos
mas que nosotros , y con palabras algo sobradas dijeron
á Cortés, ¿ que para qué andaba con mañas para quedar-
se en aquesta tierra , sin ir á dar cuenta á quien le envió
para ser capitan ? porque Diego Velazquez no se lo ternia
á bien, y que luego nos fuésemos á embarcar , y que no
curase de mas rodeos, y andar en secretos con los solda-
dos , pues no tenia bastimentos , ni gente , ni posibilidad
para que pudiese poblar . Y Cortés respondió sin mostrar
167
enojo, y dijo que le placia , que no iria contra las instruc-
ciones y memorias que traía del señor Diego Velazquez ,
y mandó luego pregonar que para otro dia todos nos em-
barcásemos cada uno en el navío que habia venido . Y
los que habiamos sido en el concierto , le respondimos ,
que no era bien traernos engañados ; que en Cuba prego-
nó que venia á poblar , é que viene á rescatar, y que le
requeriamos de parte de Dios nuestro Señor , y de su ma-
jestad que luego poblase, y no hiciese otra cosa ; porque
era muy gran bien y servicio de Dios y su majestad : y se
le dijeron muchas cosas bien dichas sobre el caso : di-
ciendo que los naturales no nos dejarian desembarcar co-
mo agora, y que en estar poblada aquesta tierra , siem-
pre acudirian de todas las islas soldados para nos ayudar ,
y que Velazquez nos habia echado á perder , con publi-
car que teria provisiones de su majestad para poblar
siendo al contrario, é que nosotros queriamos poblar : é
que se fuese quien quisiese á Cuba . Por manera que Cor-
tés lo aceptó, y aunque se hacia mucho de rogar , y como
dice el re ran, tú me lo ruegas, é yo me lo quiero : y fué
con condicion, que le hiciésemos justicia mayor y capi
tan general : y lo peor de todo que le otorgamos que le
dariamos el quinto del oro de lo que se hubiese despues
de sacado el real quinto , y luego le dimos poderes muy
bastantísimos delante de un escribano del rey, que se de-
cia Diego de Godoy, para todo lo por mí aquí dicho . Y
luego ordenamos de hacer y fundar, é poblar una villa ,
que se nombró la Villa rica de la Vera-Cruz ; porque
llegamos Jueves de la Cena , y desembarcamos en Viér-
nes Santo de la Cruz ; é rica por aquel caballero que di-
je en el capítulo, que se llegó á Cortés , y le dijo que mi-
rase las tierras ricas, y que se supiese bien gobernar : é
quiso decir que se quedase por capitan general , el cual
era el Alonso Hernandez Puertocarrero. Y volvamos á
nuestra relacion, que fundada la villa, hicimos alcalde ,
y regidores, y fueron los primeros alcaldes Alonso Her-
nandez Puertocarrero , y Francisco de Montejo : y á este
168
Montejo porque no estaba muy bien con Cortés , por me-
talle en los primeros y principal , le mandó nombrar por
alcalde : y los regidores dejalloshé de escribir , porque no
hace al caso que nombre algunos , y diré cómo se puso
una picota en la plaza, y fuera de la villa una horca, y
señalamos por capitan para las entradas á Pedro de Al-
varado, y maestre de campo á Christóbal de Oli , y al-
guacil mayor á Juan de Escalante, y tesorero Gonzalo
Mejía , y contador á Alonso de Avila y alférez á Hulano
Corral, porque el Villareal que habia sido alférez , no sé
qué enojo habia hecho á Cortés sobre una india de Cuba ,
y se le quitó el cargo ; y alguacil del real á Ochoa Viz-
caino, y á un Alonso Romero . Dirán ahora cómo no
nombro en esta relacion al capitan Gonzalo de Sandoval ,
siendo un capitan tan nombrado que despues de Cortés
fué la segunda persona, y de quien tanta noticia tuvo el
emperador nuestro señor ? A esto digo, que como era
mancebo entónces, no se tuvo tanta cuenta con él, y con
otros valerosos capitanes , que le vimos florecer en tanta
manera , que Cortés y todos los soldados le teniamos en
tanta estima , como al mismo Cortés , como adelante diré.
Y quedarsehá aquí esta relacion : y diré cómo el coronis-
ta Gomora dice , que por relacion sabe lo que escribe, y
esto que aquí digo, pasó así : y en todo lo demás que es-
cribe no le dieron buena cuenta de lo que dice . E otra
cosa veo que para que parezca ser verdad lo que en ello
escribe, todo lo que en el caso pone, es muy al revés ,
por mas buena retórica que en el escribir ponga . Y de-
jallohé , y diré lo que la parcialidad del Diego Velazquez
hizo sobre que no fuese por capitan elegido Cortés , y nos
volviésemos á la isļa de Cuba .
CAPITULO XLIII
Cómo la parcialidad de Diego Velazquez perturbaba el poder
qae habiamos dado á Cortés, y lo que sobre ello se hizo.
DESQUE la parcialidad de Diego Velazquez vieron
que de hecho habiamos elegido á Cortés por ca-
Y pitan general y justicia mayor , y nombrada la
villa y alcaldes y regidores , y nombrado capi-
tan á Pedro de Alvarado , y alguacil mayor y maestre
de campo, y todo lo por mí dicho , estaban tan enojados
y rabiosos que comenzaron á armar bandos é chirinolas ,
y aun palabras muy mal dichas contra Cortés y contra
los que le elegimos , é que no era bien hecho sin ser sabi-
dores dello todos los capitanes y soldados que allí venian ,
y que no le dió tales poderes el Diego Velazquez sino pa-
ra rescatar, y harto teniamos los del bando de Cortés de
mirar que no se desvergonzasen más y viniésemos á lás
armas: y entónces avisó Cortés secretamente á Juan de
Escalante que le hiciésemos parecer las instrucciones que
traia del Diego Velazquez , por lo cual luego Cortés las
sacó del seno y las dió á un escribano del rey que las le-
yese . Decia en ellas : Desque hubiéredes rescatado lo mas
CONQUISTA. -TOM. I.-23.
170
que pudiéredes , os volveréis . Y venian firmada del Die-
go Velazquez y refrendadas de su secretario Andrés de
Duero . Pedimos á Cortés que las mandase encorporar
juntamente con el poder que le dimos , y asimismo el pre-
gon que se dió en la isla de Cuba ; y esto fué á causa que
su majestad supiese en España cómo todo lo que hacíamos
era en su real servicio, y no nos levantasen alguna cosa
contraria de la verdad . Y fué harto buen acuerdo , se-
gun en Castilla nos trataba don Juan Rodríguez de Fon-
seca , obispo de Búrgos y arzobispo de Rosano, que así se
llamaba, lo cual supimos por muy cierto que andaba por
nos destruir, y todo por ser mal informado , como adelan-
te diré . Hecho esto , volvieron otra vez los mismos ami-
gos y criados del Diego Velazquez á decir que no estaba
bien hecho haberle elegido sin ellos , é que no querian es-
tar debajo de su mando, sino volverse luego á la isla de
Cuba . Y Cortés les respondió , que él no deternia á nin-
guno por fuerza , é cualquiera que le viniese á pedir li-
cencia se la daria de buena voluntad , aunque se quedase
solo ; y con este los asosegó á algunos dellos , excepto al
Juan de Velazquez de Leon, que era pariente del Diego
Velazquez é á Diego de Ordás , y á Escobar, que llamá-
bamos el Paje porque habia sido criado del Diego Velaz-
quez, y á Pedro Escudero y á otros amigos del Diego
Velazquez . Y á tanto vino la cosa , que poco ni mucho le
querian obedecer, y Cortés , con nuestro favor , determi-
nó de prender al Juan Velazquez de Leon, y al Diego de
Ordás , y á Escobar el Paje , é á Pedro Escudero , y á otros
que ya no me acuerdo ; y por los demás mirábamos no
hubiese algun ruido: y estuvieron presos con cadenas y
velas que les mandaba poner ciertos dias . Y pasaré ade-
lante y diré cómo fué Pedro de Alvarado á entrar en un
pueblo de allí . Aquí dice el coronista Gomara en su his-
toria muy al contrario de lo que pasó, y quien viere su
historia verá ser muy extremado en hablar, é si bien le
informaran, él dijera lo que pasaba , mas todo es mentiras.
CAPITULO XLIV
Cómo fué ordenado de enviar á Pedro de Alvarado la tierra
dentro á buscar maíz y bastimentos, y lo que mas pasó.
A QUE habíamos hecho y ordenado lo por mí aquí
dicho, acordamos que fuese Pedro de Alvarado
Y la tierra dentro á unos pueblos que teniamos no-
ticia que estaban cerca, para que viese qué
tierra era y para traer maíz é algun bastimento , porque
en el real pasábamos mucha necesidad , y llevó cien sol-
dados, y entre ellos quince ballesteros y seis escopeteros ;
y eran destos soldados mas de la mitad de la parcialidad de
Diego Velazquez , y quedamos con Cortés todos los de su
bando por temor no hubiese más ruido ni chirinola y se
levantaseu contra él , hasta asegurar más la cosa . Y desta
manera fué el Alvarado á unos pueblos pequeños , sujetos
1
de otro pueblo que se decia Costastlan , que era de len-
gua de Culúa : y este nombre de Culúa es en aquella tie-
rra como si dijesen los romanos hallados : así es toda la
lengua de la parcialidad de México y de Montezuma ; y
1 Cuextatlan.
172
á este fin, en toda aquesta tierra , cuando dijere Culúa, son
vasallos y sujetos á México , y así se ha de entender . Y
llegado el Pedro de Alvarado á los pueblos , todos estaban
despoblados de aquel mismo dia,, y halló sacrificados en
unos cues hombres y muchachos , y las paredes y altares
de sus ídolos con sangre, y los corazones presentados á
los ídolos ; y tambien hallaron las piedras sobre que los
sacrificaban y los cuchillazos de pedernal con que los
abrian por los pechos para les sacar los corazones . Dijo el
Pedro de Alvarado que habian hallado todos los más de
aquellos cuerpos sin brazos y piernas . E que dijeron otros
indios , que los habian llevado para comer, de lo cual
nuestros soldados se admiraron mucho de tan grandes
crueldades . Y dejemos de hablar de tanto sacrificio, pues
dende allí adelante en cada pueblo no hallábamos otra
cosa. Y volvamos á Pedro de Alvarado , que aquellos
pueblos los halló muy abastecidos de comida y despobla-
dos de aquel dia de indios , que no pudo hallar sino dos
indios que le trajeron maíz, y así hubo de cargar cada
soldado de gallinas y de otras legumbres , y volvióse al
real sin más daño les hacer, aunque halló bien en qué,
porque así se lo mandó Cortés , que no fuese como lo de
Cozumel . Y en el real nos holgamos con aquel poco bas-
timento que trujo , porque todos los males y trabajos se
pasan con el comer . Aquí es donde dice el coronista Go-
mora que fué Cortés la tierra dentro con cuatrocientos
soldados : no le informaron bien ; que el primero que fué ,
es el por mí aquí dicho y no otro . Y tornemos á nuestra
plática, que como Cortés en todo ponia gran diligencia,
procuró de hacerse amigo con la parcialidad del Diego
Velazquez, porque á unos con dádivas del oro que habia-
mos habido, que quebranta peñas é otros prometimientos
los atrajo á sí y los sacó de las prisiones, excepto á Juan
Velazquez de Leon y al Diego de Ordás , que estaban en
cadenas en los navíos, y dende á pocos dias tambien los
sacó de las prisiones y hizo tan buenos y verdaderos ami-
gos dellos , como adelante verán , y todo con el orò , que
173
lo amansa . Ya todas las cosas puestas en este estado ,
acordamos de nos ir al pueblo que estaba en la fortaleza ,
ya otra vez por mí memorado, que se dice Quiavistlan, y
que los navíos se fuesen al peñol y puerto , que estaba en-
frente de aquel pueblo obra de una legua dél . E yendo
costa á costa, acuérdome que se mató un gran pescado
que le echó la mar en la costa en seco , y llegamos á un
rio donde está poblada ahora la Veracruz, y venia algo
hondo , y con unas canoas quebradas lo pasamos , yo á
nado y en balsas ; y de aquella parte del río estaban unos
pueblos sujetos á otro gran pueblo que se decía Cempoa-
la , donde eran naturales los cinco indios de los bezotes
de oro que he dicho que vinieron por mensajeros á Cortés
que les llamamos lopelucios en el real , y hallamos las ca-
sas de ídolos , y sacrificadores , y sangre derramada , y en-
cienzos con que sahumaban y otras cosas de ídolos , y de
piedras con que sacrificaban , y plumas de papagayos , y
muchos libros de su papel , cosidos á dobleces como á ma-
nera de paños de Castilla, y no hallamos indios ningunos
porque se habian ya huido, que como no habian visto
hombres como nosotros , ni caballos , tuvieron temor, y allí
aquella noche no hubo que cenar . Caminamos la tierra
dentro hacia el Poniente y dejamos la costa, y no sabia-
mos el camino, y topamos unos buenos prados que llaman
habanas, y estaban paciendo unos venados, y corrió Pe-
dro de Alvarado con su yegua alazana tras un venado y
le dió una lanzada , y herido se metió por un monte que
no se pudo haber . Y estando en esto , vimos venir doce
indios que eran vecinos de aquellas estancias donde ha-
biamos dormido , y venian de hablar á su cacique , y
traían gallinas y pan de maíz, y dijeron á Cortés con nues-
tras lenguas , que su señor enviaba aquellas gallinas que
comiésemos , y nos rogaba que fuésemos á su pueblo , que
estaba de allí , á lo que señalaron, andadura de un dia,
porque es un sol ; y Cortés les dió las gracias y los halagó
y caminamos adelante , y dormimos en otro pueblo pe-
queño que tambien tenia hechos muchos sacrificios . Y
174
porque estarán hartos de oir de tantos indios é indias que
hallábamos sacrificados en todos los pueblos y caminos
que topábamos , pasaré adelante sin tornar á decir de qué
manera é qué cosas tenian , y diré cómo nos dieron en
aquel pueblezuelo de cenar, y supimos que era por Cem-
poal el camino para ir al Quiauiztlan , que ya he dicho
que estaba en una sierra ; y pasaré adelante , y diré cómo
entramos en Cempoala.
CAPITULO XLV
Cómo entramos en Cempoala , que en aquella sazon era muy
buena poblacion, y lo que allí pasamos.
como dormimos en aquel pueblo donde nos apo-
sentaron los doce indios que he dicho , y des-
Y pues de bien informados del camino que habia-
mos de llevar para ir al pueblo que estaba en
el peñol, muy de mañana se lo hicimos saber á los caci-
ques de Cempoal , cómo íbamos á su pueblo y que lo tu-
viesen por bien ; y para ello envió Cortés los seis indios
por mensajeros , y los otros seis quedaron para que nos
guiasen. Y mandó Cortés poner en órden los tiros y es-
copetas, y ballesteros , y siempre corredores del campo
descubriendo , y los de á caballo, y todos los demás muy
apercebidos . Y desta manera caminamos hasta que lle-
gamos una legua del pueblo ; é ya que estábamos cerca
dél , salieron veinte indios principales á nos recibir de
parte del cacique , y trujeron unas piñas rojas de la tierra
muy olorosas y las dieron á Cortés y á los de á caballo
con grande amor, y le dijeron que su señor nos estaba
esperando en los aposentos, y por ser hombre muy gor-
176
do y pesado no podia venir á nos recibir , y Cortés les
dió las gracias y se fueron adelante . E ya que íbamos
entrando entre las casas, desque vimos tan grande pue-
blo, y no habiamos visto otro mayor, nos admiramos
mucho dello ; y como estaba tan vicioso y hecho un ver-
jel, y tan poblado de hombres y mujeres las calles llenas
que nos salian á ver, dábamos muchos loores á Dios , que
tales tierras habiamos descubierto : y nuestros corredores
del campo que iban á caballo, parece ser llegaron á la
gran plaza y patios donde estaban los aposentos , y de
pocos dias, segun pareció, teníanlos muy encalados y re-
lucientes, que lo saben muy bien hacer, y pareció al uno
de los de á caballo que era aquello blanco que relucia
plata, y vuelve á rienda suelta á decir á Cortés cómo te-
nian las paredes de plata . Y doña Marina y Aguilar di-
jeron que seria yeso
yeso ó cal, y tuvimos bien que reir
de su
plata é frenesí , que siempre despues le deciamos que todo
lo blanco le parecia plata . Dejemos la burla y digamos
cómo llegamos á los aposentos , y el cacique gordo nos
salió á recibir junto al patio , que porque era muy gprdo
1
así lo nombraré, ¹é hizo muy gran reverencia á Cortés, y
le sahumó, que así lo tenian de costumbre ; y Cortés le
abrazó, y allí nos aposentaron en unos aposentos harto
buenos y grandes , que cabiamos todos , y nos dieron de
comer; y pusieron unos cestos de ciruelas , que habia mu-
chas porque era tiempo dellas , y pan de maíz. Y como
veniamos hambrientos y no habiamos visto otro tanto bas-
timento como entónces, pusimos nombre à aquel pueblo
Villa Viciosa, y otros le nombraron Sevilla . Mandó Cor-
tés que ningun soldado le hiciese enojo ni se apartase de
aquella plaza : y cuando el cacique gordo supo que ha-
biamos comido , le envió á decir á Cortés que le queria ir
á ver, é vino con buena copia de indios principales , y
todos traían grandes bozetes de oro é ricas mantas . Y
1 El nombre de este cacique de Cempohuallan era Tlacochcal-
catl y despues de bautizado se llamó Don Pedro.
177
Cortés tambien les salió al encuentro del aposento , y con
grandes caricias y halagos le tornó á abrazar ; y luego
mandó el cacique gordo que trujesen un presente que te-
nia aparejado de cosas de joyas de oro y mantas , aunque
no fué mucho sino de poco valor , y le dijo á Cortés : Lo-
pelucio, Lopelucio , recibe esto de buena voluntad ; é que
si mas tuviera, que se lo diera . Ya he dicho que en len-
gua totonaque dijeron, señor y gran señor cuando dicen
Lopelucio etc. Y Cortés le dijo con doña Marina é Agui-
lar , que él se lo pagaria en buenas obras , é que lo que
hubiese menester que se lo dijese , que lo haria por ellos
porque somos vasallos de tan gran señor , que es el em-
perador don Cárlos , que manda muchos reinos y seño-
ríos, y que nos euvia para deshacer agravios y castigar
á los malos , y mandar que no sacrificasen más ánímae ;
y se les dió á entender otras muchas cosas tocantes á nues-
tra santa fe . Y luego como aquello oyó el cacique gor-
do, dando suspiros se quejó reciamente del Montezuma y
de sus gobernadores , diciendo que de poco tiempo acá le
habia sojuzgado, y que le habia llevado todas sus joyas
de oro, y les tiene tan apremiados , que no osan hacer si-
no lo que les manda ; porque es señor de grandes ciuda-
des, tierras é vasallos y ejércitos de guerra . Y como Cor-
tés entendió que de aquellas quejas que daban al presen-
te no podian entender en ello , les dijo que él haria de
manera que fuesen desagraviados ; y porque él iba á ver
1
sus acales (que en lengua de indios así llaman á los na-
víos) é hacer su estada é asiento en el pueblo de Quia-
vistlan, que desque allí esté de asiento se verán mas de
espacio . Y el cacique gordo le respondió muy concerta-
damente. Y otro dia de mañana salimos de Cempoal , y
tenia aparejados sobre cuatrocientos indios de carga, que
en aquellas partes llaman tamemes, que llevan dos arro-
bas de peso á cuestas y caminan con ellas cinco leguas,
y desque vimos tanto indio para carga nos holgamos por-
1 Acálli.
CONQUISTA. TOM. I.- 24.
178
que de ántes siempre traíamos á cuestas nuestras mochi-
las los que no traían indios de Cuba , porque no pasaron
en la Armada sino cinco ó seis , y no tantos como dice el
Gomora . Y doña Marina é Aguilar nos dijeron, que en
aquellas tierras, que cuando están de paz, sin demandar
quien lleve la carga, los caciques son obligados de dar
de aquellos tamemes y desde allí adelante ; donde quiera
1
que íbamos, demandábamos indios para las cargas . Y
despedido Cortés del cacique gordo , otro dia caminamos
nuestro camino, y fuimos á dormir á un pueblezuelo cer-
+
ca de Quiavistlan, y estaba despoblado , y los de Cem-
poal trujeron de cenar . Aquí es donde dice el coronista
ני
Gomora, que estuvo Cortés muchos dias en Cempoal , é
que se concertó la rebelion é liga contra Moteczuma : no
le informaron bien : porque como he dicho, otro dia por
la mañana salimos de allí, y donde se concertó la rebe-
lion, y por qué causa , adelante lo diré. E quédese así : é
digamos cómo entramos en Quiavistlan.
CAPITULO XLVI
7
Cómo entramos en Quiavistlan, que era pueblo puesto en
fortaleza y nos acogieron de paz.
TRO dia á hora de las diez llegamos en el pueblo
fuertes , que se decia Quiavistlan , que está entre
O grandes peñascos , y muy altas cuestas, y si hu-
biera resistencia, era mala de tomar . E yendo
con buen concierto y ordenanza, creyendo que estuviese
de guerra, iba el artillería delante, y todos subiamos en
aquella fortaleza, de manera que si algo acontecia , hacer
lo que éramos obligados . Entonces Alonso de Avila llevó
cargo de capitan ; é como era soberbio é de mala condi-
cion porque un soldado que se decia Hernando Alonso
de Villanueva, no iba en buena ordenanza , le dió un bote
de lanza en un brazo que le mancó : y 1
, despues se llamó
Hernando Alonso de Villanueva el Manquillo . Dirán que
siempre salgo de órden al mejor tiempo, por contar cosas
viejas . Dejémoslo, y digamos que hasta en la mitad 1 de
aquel pueblo no hallamos indio ninguno con quien hablar ,
de lo cual nos maravillamos , que se habian ido huyendo
de miedo aquel propio dia , é cuando nos vieron subir á
180
sus casas, y estando en lo mas alto de la fortaleza en una
plaza junto adonde tenian los cues é casas grandes de sus
ídolos, vimos estar quince indios con buenas mantas: y
cada uno un brasero de brasas, y en ellos de sus incien-
sos , y vinieron donde Cortés estaba ; y lo s humaron , y á
los soldados que cerca dellos estábamos ; y con grandes
reverencias le dicen que les perdonen, porque no le han
salido á recibir , y que fuéseinos bien venidos , é que re-
posemos, é que de miedo se habian huido é ausentado ,
hasta ver qué cosas éramos , porque tenian miedo de nos-
otros , y de los caballos , é que aquella noche les mandarian
.
poblar todo el pueblo: y Cortés les mostró mucho amor y
les dijo muchas cosas tocantes á nuestra santa fe, como
siempre lo teniamos de costumbre adoquiera que llegaba-
mos , y que éramos vasallos de nuestro gran emperador
don Cárlos, y les dió unas cuentas verdes, é otras cosillas
de Castilla : y ellos trujeron luego gallinas y pan de maíz ,
Y estando en estas pláticas, vinieron luego á decir á Cor-
tés que venia el cacique gordo de Cempoal en andas , y
las andas á cuestas de muchos indios principales : y des-
que llegó el cacique, habló con Cortés , juntamente con
el cacique, y otros principales de aquel pueblo , dando
tantas quejas de Montezuma, y contaba de sus grandes
poderes: y decíalo con lágrimas y suspiros, que Cortés y
los que estábamos presentes tuvimos manzilla . Y de-
más de contar por qué via é modo los habian sujetado ,
que cada año les demandaban muchos de sus hijos y hi-
jas para sacrificar , y otros para servir en sus casas y se-
menteras, y otras muchas quejas , que fueron tantas , que
ya no se me acuerda : y que los recaudadores de Monte-
zuma les tomaban sus mujeres é hijas si eran hermosas, y
las forzaban: y que otro tanto hacian en aquellas tierras
de la lengua de Totonaque , que eran mas de treinta pue-
blos : y Cortés los consolaba con nuestras lenguas cuanto
podia , é que los favoreceria en todo cuanto pudiese , y
quitaria aquellos robos y agravios, y que para eso les en-
vió á estas partes el emperador nuestro señor , é que no
181
tuviesen pena ninguna y que presto verian lo que sobre
ello haciamos : y con estas palabras recibieron algun
contento ; mas no se les aseguraba el corazon con el gran
temor que tenian á los mexicanos . Y estando en estas plá-
ticas vinieron unos indios del mismo pueblo á decir á to-
dos los caciques que allí estaban hablando con Cortés ,
cómo venian cinco mexicanos , que eran los recaudadores
de Montezuma , é como los vieron se les perdió la color ;
y temblaban de miedo , y dejan solo á Cortés, y los salen
á recibir, y de presto les enraman una sala , y les guisan
de comer, y les hacen mucho cacao , que es la mejor cosa
que entre ellos beben : y cuando entraron en el pueblo los
cinco indios , vinieron por donde estábamos : porque allí
estaban las casas del cacique , y nuestros aposentos ; y pa-
saron con tanta contenencia y presuncion , que sin hablar
á Cortés ni á ninguno de nosotros , se fueron é pasaron de-
lante, y traían ricas mautas labradas ; y los bragueros de
la misma manera (que entonces bragueros se ponian) y el
cabello lucio é alzado como atado en la cabeza , y cada
uno unas rosas oliéndolas, y mosqueadores que les traían
otros indios como criados , y cada uno un bordon con un
garabato en la mano, y muy acompañados de principales
de otros pueblos de la lengua totonaque : y hasta que los
llevaron á aposentar , y les dieron de comer muy altamen-
te, no los dejaron de acompañar . Y despues que hubieron
comido , mandaron llamar al caci que gordo , é á los de-
más principales y les dijeron muchas amenazas, y les riñe-
ron: que por qué nos habian hospedado en sus pueblos , y
les dijeron : que qué tenian ahora que hablar , y ver con no-
sotros, é que su señor Montezuma no era servido de aque-
llo : por qué sin su licencia y mandado nos habian de reco-
ger en su pueblo , ni dar joyas de oro ? y sobre ello al ca-
cique gordo , y á los demás principales les dijeron muchas
amenazas, é que luego les diesen veinte indios é indias
para aplacar á sus dioses por el mal oficio que habia he-
cho . Y estando en esto : viéndole Cortés preguntó ȧ doña
Marina é Gerónimo de Aguilar nuestras lenguas , ن¿یde qué
182
estaban alborotados los caciques desque vinieron aque-
llos indios, é quién eran ? é la doña Marina que muy bien
lo entendió, se lo contó lo que pasaba: é luego Cortés
mandó llamar al cacique gordo, y á todos los mas princi-
pales, y les dijo, qué quién eran aquello indios, que les
hacian tanta fiesta ? y dijeron que los recaudadores del
gran Montezuma, é que vienen á ver por qué causa nos
recibian en el pueblo sin licencia de su señor, y que les
demandaban ahora veinte indios é indias para sacrificar
á sus dioses Huichilobos , porque les dé victoria contra
nosotros ; porque han dicho que dice Montezuma que os
quiere tomar para que seais sus esclavos ; y Cortés les con-
soló, y que no hubiesen miedo , que él estaba allí con to-
dos nosotros, y que los castigaria . Y pasemos adelante á
otro capítulo, y diré muy por extenso lo que sobre ello
se hizo .
STY *** 16 ye
CAPITULO XLVII
Cómo Cortés mandó que prendiesen aquellos cinco recauda-
dores de Montezuma: y mandó que dende allí adelante no
obedeciesen, ni diesen tributo; y la rebelion que entonces
se ordenó contra Montezuma.
OмO Cortés entendió lo que los caciques le decian ,
les dijo que ya les habia dicho otras veces que
C el rey nuestro señor le mandó que viniese á cas-
2012
tigar los malhechores, é que no consintiese sacri-
ficios, ni robos : y pues aquellos recaudadores venian con
aquella demanda, les mandó que luego los aprisionasen ,
é los tuviesen presos , hasta que su señor Montezuma su-
}
piese la causa, cómo vienen á robar, y llevar por escla-
vos sus hijos y mujeres, é hacer otras fuerzas E cuando
.
los caciques lo oyeron, estaban espantados de tal osadía,
mandar que los mensajeros del gran Montezuma fuesen
maltratados, y temian y no osaban hacello :: y todavía
Cortés les convocó para que luego los echasen en prisio
nes : y así lo hicieron, y de tal manera , que unas varas
largas , y con collares (segun entre ellos se usa ) los pu-
sieron de arte , que no se les podian ir : é uno dellos por-
KOR ง
184
que no se dejaba atar, le dieron de palos ; y demás desto
mandó Cortés á todos los caciques que no les diesen mas
tributo ni obediencia á Montezuma, é que así lo publica-
sen en todos los pueblos aliados y amigos . E que si otros
recaudadores hubiese en otros pueblos como aquellos , que
se lo hiciesen saber , que él enviaria por ellos . Y como
aquella nueva se supo en toda aquella provincia , porque
luego envió mensajeros el cacique gordo , haciéndoselo sa-
ber, y tambien lo publicaron los principales que habian
traido en su compañía aquellos recaudadores : que como
los vieron presos , luego se descargaron , y fueron cada
uno á su pueblo á dar mandado, y á contar lo acaecido .
E viendo cosas tan maravillosas , é de tanto peso para
ellos , dijeron que no osaran hacer aquello hombres hu-
manos, sino teules, que así llaman á sus ídolos en que
adoraban: é á esta causa desde allí adelante nos llama-
ron teules , que es como he dicho, ó dioses ó demonios ,
y cuando dijere en esta relacion teules en cosas que han
de ser tocadas nuestras personas, sepan que se dice por
nosotros . Volvamos á decir de los prisioneros, que los
querian sacrificar por consejo de todos los caciques, por-
que no se les fuese alguno dellos á dar mandado á Mé-
xico : y como Cortés lo entendió , les mandó que no los
matasen, que él los quería guardar, y puso de nuestros
soldados que los velasen : é á media noche mandó llamar
Cortés á los mismos nuestros soldados que los guardaban,
y les dijo : Mirad que solteis dos dellos los mas diligentes
que os parecieren, de manera que no lo sientan los indios
destos pueblos , y que se los llevasen á su aposento : y así
lo hicieron , y despues que los tuvo delante , les preguntó
con nuestras lengua que por qué estaban presos, y de
qué tierra eran, como haciendo que no los conocia : y
respondieron , que los caciques de Cempoal , y de aquel
pueblo con su favor y el nuestro los prendieron, y Cor-
tés respondió que no sabia nada , y que le pesaba dello ,
y les mandó dar de comer, y les dijo palabras de muchos
halagos , y que se fuesen luego á decir á su señor Monte-
185
zuma cómo éramos todos sus grandes amigos y servido-
res ; y porque no pasasen mas mal , les quitó las prisiones ,
y que riñó con los caciques que los tenian presos , y que
todo lo que hubieren menester para su servicio, que lo
hará de muy buena voluntad, y que los tres indios sus
compañeros que tienen en prisiones, que él los mandará
soltar y guardar , y que vayan muy presto no los tornen
á prender , y los maten : y los dos prisioneros respondie-
ron , que se lo tenian en merced, y que habian miedo que
los tornarian á las manos , porque por fuerza habian de
pasar por sus tierras : y luego mandó Cartés á seis hom-
bres de la mar, que esa noche los llevasen en un batel
obra de cuatro leguas de allí hasta sacallos á tierra se-
gura fuera de los términos de Cempoal . Y como amane-
ció, y los caciques de aquel pueblo, y el cacique gordo
hallaron menos los dos prisioneros , querian muy de he-
cho sacrificar los otros que quedaban , si Cortés no se los
quitara de su poder , é hizo del enojado , porque se habian
huido los otros dos, y mandó traer una cadena del na-
vío, y echóles en ella , y luego los mandó llevar á los na-
víos , é dijo que él los queria guardar : pues tan mal co-
bro pusieron de los demás ; y cuando los hubieron lleva-
do , les mandó quitar las cadenas y con buenas palabras
les dijo, que presto les enviaria á México . Dejémoslo así ,
que luego que esto fué hecho , todos los caciques de Cem-
poal y de aquel pueblo, y de otros que se habian allí
juntado de la lengua totonaque , dijeron á Cortés , que ,
qué harian, pues que Montezuma sabria la prision de sus
recaudadores , que ciertamente vendrian sobre ellos los
poderes de México del gran Montezuma, y que no po-
drian escapar de ser muertos y destruidos : y dijo Cortés
con semblante muy alegre , que él y sus hermanos que
allí estábamos , los defenderiamos , y matariamos á quien
enojarlos quisiesen . Entónces prometieron todos aquellos
pueblos y caciques á una , que serian con nosotros , en to-
do lo que les quisiésemos mandar , y juntarian todos sus
poderes contra Montezuma y todos sus aliados : y aquí
CONQUISTA. TOM. I.- 25.
186
dieron la obediencia á su majestad por ante un Diego de
Godoy el escribano, y todo lo que pasó lo enviaron á de-
cir á los mas pueblos de aquella provincia : é como ya
no daban tributo ninguno, é los recogedores no pare-
cian, no cabian de gozo en haber quitado aquel domi-
nio . Y dejemos esto, y diré cómo acordamos de nos aba-
jar á lo llano á unos prados , donde comenzamos á hacer
una fortaleza . Esto es lo que pasa, y no la relacion que
sobre ello dieron al coronista Gomora.
CAPITULO XLVIII
Cómo acordamos de poblar la Villa Rica de la Vera Cruz , y
de hacer una fortaleza en unos prados junto á unas sali-
nas, y cerca del puerto del Nombre Feo , donde estaban
anclados nuestros navíos, y lo que allí se hizo.
ESPUES que hubimos hecho liga y amistad con
mas de treinta pueblos de las sierras, que se
D decian los totonaques , que entónces , se rebela-
ron al gran Montezuma , y dieron la obediencia
á su majestad , y se prefirieron á nos servir ; con aquella
ayuda tan presta acordamos de poblar , é de fundar la
Villa Rica de la Vera Cruz en unos llanos, media legua
del pueblo , que estaba como en fortaleza , que se dice
Quiahuistlan, y traza de iglesia y plaza, y atarazanas , y
todas las cosas que convenian para parecer villa ; é hici-
mos una fortaleza , y desde entónces los cimientos , y en
acaballa de tener alta para enmaderar, y hechas trone-
ras y cubos, y barcanas dimos tanta priesa , que desde
Cortés comenzó el primero á sacar tierra á cuestas , y pie-
dra , é ahondar los cimientos , como todos los capitanes y
soldados, y á la contina entendimos en ello , y trabaja-
188
mos por la acabar de presto , los unos en los cimientos y
otros en hacer las tapias, y otros en acarrear agua , y en
las caleras en hacer ladrillos y tejas, y buscar comida ,
y otros en la madera, y los herreros en la clavazon (por-
que teniamos herreros) , y desta manera trabajamos en ello
á la contina desde el mayor hasta el menor, y los indios
que nos ayudaban, de manera que ya estaba hecha igle-
sia y casas , y casi que la fortaleza Estando en esto, pa-
rece ser que el gran Montezuma tuvo noticia en México
cónto le habian preso sus recaudadores , é que le habian
quitado la obediencia , y cómo estaban rebelados los pue
blos totonaques . Mostró tener mucho enojo de Cortés y
de todos nosotros, y tenia ya mandado á un su gran ejér-
cito de guerreros que viniesen á dar guerra á los pue-
blos que se le rebelaron , y que no quedase ninguno de-
llos á vida , é para contra nosotros aparejaha de venir
con gran ejército y pujanza de capitanes : y en aquel ins-
tante van los dos indios prisioneros que Cortés mandó
soltar , segun he dicho en el capítulo pasado , y cuando
Montezuma entendió que Cortés les quitó de las prisiones
y los envió á México , y las palabras de ofrecimientos que
les envió á decir , qniso nuestro Señor Dios que amansó
su ira , é acordó de enviar á saber de nosotros qué vo-
luntad teniamos , y para ello envió dos mancebos sobrinos
suyos con cuatro viejos , grandes caciques, que los traían á
cargo, y con ellos envió un presente de oro y mantas é
á dar las gracias á Cortés porque le soltó á sus criados ;
y por otra parte se envió á quejar mucho, diciendo que
con nuestro favor se habian atrevido aquellos pueblos de
hacelle tan gran traicion, é que no le diesen tributo , é
quitalle la obediencia ; é que ahora teniendo respeto á
que tiene por cierto que somos los que sus antepasados
les habian dicho que habian de venir á sus tierras , é que
debemos de ser de sus linajes , y porque estábamos en ca-
sas de los traidores, no les envió luego á destruir ; mas
que el tiempo andando, no se alabarán de aquellas trai-
ciones. Y Cortés recibió el oro y la ropa, que valia so-
189
bre dos mil pesos , y les abrazó, y dió por disculpa que
él y todos nosotros éramor muy amigos de su señor Mon-
tezuma, y como tal servidor le tiene guardados sus tres
recaudadores ; y luego los mandó traer de los navíos , y
con buenas mantas y bien tratados se los entregó . Y tam-
bien Cortés se quejó mucho del Montezuma , y les dijo có-
mo su gobernador Pitalpitoque se fué una noche del real
sin le hablar, y que no fué bien hecho ; y que cree y tie-
ne por cierto que se lo mandaria el señor Montezuma
que hiciese tal villanía, é que por aquella causa nos ve-
niamos á aquellos pueblos donde estábamos , é que hemos
recibido dellos honra : é que les pide por merced que les
perdone el desacato que contra él han tenido . Y que en
cuanto á lo que dice que no le acuden con el tributo,
que no pueden servir á dos señores , que en aquellos dias
que allí hemos estado nos han servido en nombre de
nuestro rey y señor , y porque el Cortés y todos sus her-
manos iriamos presto á le ver y servir, y cuando allá es-
temos se dará órden en todo lo que mandare. Y despues
de aquellas pláticas y otras muchas que pasaron , mandó
dar á aquellos mancebos , que eran grandes caciques , y
á los cuatro viejos que los traian á cargo , que eran hom-
bres principales , diamantes azules y cuentas verdes , y se
les hizo honra, y allí delante dellos , porque habia bue-
nos prados , mandó Cortés que corriesen y escaramuzasen
Pedro de Alvarado (que tenia muy buena yegua alazana,
que era muy revuelta) , y otros caballeros ; de lo cual se
holgaron de los haber visto correr ; y despedidos , y muy
contentos de Cortés y todos nosotros , se fueron á su Mé-
xico . En aquella sazon se le murió el caballo á Cortés , y
compró ó le dieron otro, que se decia el arriero, que era
castaño oscuro, que fué de Ortiz el Músico y un Bartolo-
mé García el Minero , y fué uno de los mejores caballos
que venian en la armada . Dejemos de hablar en esto , y
diré que como aquellos pueblos de la sierra nuestros ami-
gos y el pueblo de Cempoal solian estar de ántes muy
temerosos de los mexicanos, creyendo que el gran Mon-
190
tezuma los habia de enviar á destruir con sus grandes
ejércitos de guerreros , y cuando vieron á aquellos pa-
rientes del gran Montezuma que venian con el presente
por mí nombrado , y á darse por servidores de Cortés y
de todos nosotros, estaban espantados y decian unos ca-
ciques á otros, que ciertamente éramos Teules , pues que
Montezuma nos habia miedo , pues enviaba oro en pre-
sente . Y si de ántes teniamos mucha reputacion de es-
forzados, de allí adelante nos tuvieron en mucho más .
Y quedarsehá aquí, y diré lo que hizo el cacique gordo
y otros sus amigos .
CAPITULO XLIX
Cómo vino el cacique gordo , y otros principales, á quejarse
delante de Cortés cómo en un pueblo fuerte que [se decia
Cingapacinga, estaban guarniciones de mexicanos y les
hacian mucho daño , y lo que sobre ello se hizo.
ESPUES de despedidos los mensajeros mexicanos
vino el cacique gordo con otros muchos prin-
D cipales nuestros amigos á decir á Cortés que
luego vaya á un pueblo que se decia Cingapa-
cinga , que estaria de Cempoal dos dias de andadura , que
serian ocho ó nueve leguas, porque decian que estaban
en él juntos muchos indios de guerra, de los culúas que
se entiende por los mexicanos , y que les venian á destruir
sus sementeras y estancias , y les salteaban sus vasallos y
les hacian otros malos tratamientos , y Cortés lo creyó , se-
gun se lo decian tan afectuadamente . Y viendo aquellas
quejas y con tantas importunaciones, y habiéndoles pro-
metido que los ayudaria y mataria á los culúas ó á otros
indios que los quisiesen enojar , é á esta causa no sabia
qué decir, salvo echallos de allí , y estuvo pensando en
ello, y dijo riendo á ciertos compañeros que estábamos
192
acompañándole : Sabeis , señores , que me parece que en
todas estas tierras ya tenemos fama de esforzados , y por
lo que han visto estas gentes por los recaudadores de Mon-
tezuma nos tienen por dioses ó por cosas como sus ídolos .
He pensado que para que crean que uno de nosotros bas-
ta para desbaratar aquellos indios guerreros que dicen
que están en el pueblo de la fortaleza sus enemigos , en-
viemos á Heredia el viejo (que era vizcaino y tenia mala
catadura en la cara y la barba grande , y la cara medio
acuchillada é un ojo tuerto , é cojo de una pierna , esco .
petero, el cual le mandó llamar) y le dijo : Id con estos
caciques hasta el rio , que estaba de allí un cuarto de le-
gua , é cuando allá llegáredes , haced que os parais á be-
ber, é lavar las manos , é tirad un tiro con vuestra esco-
peta , que yo os enviaré á llamar ; que esto hago porque
crean que somos dioses , ó de aquel nombre y reputacion
que nos tienen puesto ; y como vos sois mal agestado , crean
que sois ídolo . Y el Heredia lo hizo segun y de la mane-
ra que le fué mandado, porque era hombre que habia si-
do soldado en Italia : y luego envió Cortés á llamar aì
cacique gordo é á todos los demás principales que esta-
ban aguardando el ayuda y socorro , y les dijo : Allá en-
vio con vosotros ese mi hermano para que mate y eche
todos los culúas de ese pueblo , y me traiga presos á los
que no se quisieren ir . Y los caciques estaban elevados
desque lo oyeron, y no sabian si lo creer ó no, é miraban
á Cortés si hacia algun mudamiento en el rostro, que cre-
yeron que era verdad lo que les decia ; y luego el viejo
Heredia , que iba con ellos , cargó su escopeta é iba tiran-
do tiros al aire por los montes , porque lo oyesen é vie-
sen los indios , y los caciques enviaron á dar mandado á
los otros pueblos cómo llevan á un Teule para matar á
los mexicanos que estaban en Cingapancinga . Y esto pon-
go aquí por cosa de risa , porque vean las mañas que te-
nia Cortés . Y cuando entendió que habia llegado el He-
redia al rio que le habia dicho , mandó de presto que le
fuesen á llamar , y vueltos los caciques y el viejo Here-
193
dia les tornó á decir Cortés á los caciques , que por la
buena voluntad que les tenia , que el propio Cortés en
persona , con algunos de sus hermanos, queria ir á hace-
lles aquel socorro, y á ver aquellas tierras y fortalezas ,
y que luego le trujesen cien hombres tamemes para llevar
los tepuzques , que son los tiros , y vinieron otro dia por
la mañana , y habiamos de partir aquel mismo dia con
cuatrocientos soldados ,- y catorce de á caballo, y balles-
teros y escopeteros que estaban apercibidos : y ciertos sol-
dados que eran de la parcialidad de Diego Velazquez di-
jeron que no querian ir, y que se fuese Cortés con los que
quisiese, que ellos á Cuba se querian volver, y lo que so-
bre ello se hizo diré adelante .
CONQUISTA . TOM. I.- 26.
CAPITULO L
Cómo ciertos soldados de la parcialidad de Diego Velazquez,
viendo que de hecho queriamos poblar y comenzamos á
pacificar pueblos, dijeron que no querian ir á ninguna en-
trada, sino volverse á la isla de Cuba.
A me habrán oído decir en el capítulo ántes des-
te , que Cortés habia de ir á un pueblo que se
Y dice Cingapacinga , y habia de llevar consigo
cuatrocientos soldados , y catorce de á caballo ,
y ballesteros, y escopeteros , y tenian puestos en la memo-
ria para ir con nosotros á ciertos soldados de la parcia-
lidad del Diego Velazquez ; é yendo los cuadrilleros aper-
cibidos que saliesen luego con sus armas y caballos, los
que los tenian respondieron soberbiamente que no que-
rian ir á ninguna entrada , sino volverse á sus estancias
y haciendas que dejaron en Cuba ; que bastaba lo que ha-
bian perdido por sacallos Cortés de sus casas , y que les
habia prometido en el Arenal que cualquiera persona que
se quisiese ir, que les daria licencia, y navío y matalota-
je; y esta causa estaban siete soldados apercibidos para se
volver á Cuba : y como Cortés lo supo los envió á llamar ,
195
y preguntando por qué hacian aquella cosa tan fea , res-
pondieron algo alterados y dijeron que se maravillaban
querer poblar adonde habia tanta fama de millares de
indios, y grandes poblaciones, con tan pocos soldados
como éramos , y que ellos estaban dolientes y hartos de
andar de una parte á otra , y que se querian ir á Cuba á
sus casas y haciendas ; que les diese luego licencia como
se lo habia prometido. Y Cortés les respondió mansamen-
te , que era verdad que se la prometió ; mas que no harian
lo que debian en dejar la bandera de su capitan desam-
parada . Y luego les mandó que, sin detenimiento ningu-
no, se fuesen á embarcar, y les señaló navío y les mandó
dar cazabe, y una botiga de aceite , y otras legumbres de
bastimentos de lo que teniamos . Y uno de aquellos sol-
dados (que se decia Hulano Moron , vecino de la villa
que se decia Delbayamo) tenia un buen caballo hovero,
labrado de las manos, y le vendió luego bien vendido á
un Juan Ruano á trueco de otras haciendas que el Juan
Ruano dejaba en Cuba ; é ya que se querian hacer á la
vela , fuimos todos los compañeros é alcaldes y regidores
de nuestra Villa Rica á requerir á Cortés , que por via
ninguna no diese licencia á persona ninguna para salir
de la tierra , porque así convenia al servicio de Dios nues-
tro Señor y de su majestad : y que persona que tal licen-
cia pidiese le tuviesen por hombre que merecia la pena
de muerte, conforme á las leyes de la órden militar , pues
quieren dejar á su capitan y bandera desamparada en la
guerra é peligro, en especial habiendo tanta multitud de
pueblos de indios guerreros como ellos han dicho . Y Cor-
tés hizo como que les queria dar licencia ; mas á la pos-
tre se la revocó, y se quedaron burlados , y aun avergon-
zados , y el Moron su caballo vendido , y el Juan Ruano,
que lo hubo , no se lo quiso volver, y todo fué mandado
por Cortés , y fuimos nuestra entrada á Cingapacinga .
CAPITULO LI
De lo que nos acaeció en Cingapancinga, y cómo á la vuelta
que volvimos por Cempoal, les derrocamos sus ídolos, y
otras cosas que pasaron.
OмO ya los siete hombres que se querian volver á
Cuba estaban pacíficos , luego partimos con los
C soldados de infantería ya por mí nombrados , y
fuimos á dormir al pueblo de Cempoal , y tenian
aparejado para salir con nosotros dos mil indios de guer-
ra en cuatro capitanías, y el primero dia caminamos cin-
co leguas con buen concierto, y otro dia , a poco inás de
vísperas, llegamos á las estancias que estaban junto al
pueblo de Cingapancinga , é los naturales dél tuvieron
noticia cómo íbamos , é ya que comenzábamos á subir por
la fortaleza y casas que estaban entre grandes riscos y
peñascos , salieron de paz á nosotros ocho indios princi-
pale y papas , y dicen á Cortés llorando ¿ que por qué
los quiere matar y destruir , no habiendo hecho por qué ?
pues teniamos fama que á todos haciamos bien , y desgra-
viábamos á los que estaban robados , y habiamos prendi-
do á los recaudadores de Montezuma , y que aquellos in-
197
dios de guerra de Cempoal que allí iban con nosotros es-
taban mal con ellos de enemistades viejas que habian te-
nido sobre tierras é términos, y que con nuestro favor les
venian á matar y robar; y que es verdad que mexicanos
solian estar en guarnicion en aquel pueblo, y que pocos
dias habia se habian ido á sus tierras cuando supieron
que habiamos preso á otros recaudadores, y que le rue-
gán que no pasemos adelante la armada, y les favorecian .
Y como Cortés lo hubo muy bien entendido con nuestras
lenguas doña Marina é Aguilar , luego con mucha bre-
vedad mandó al capitan Pedro de Alvarado y al maestre
de campo, que era Christóval de Oli , y á todos nosotros
los compañeros que con él íbamos , que detuviésemos á
los indios de Cempoal que no pasasen más adelante : y así
lo hicimos ; y por presto que fuimos á detenellos , ya esta-
ban robando en las estancias, de lo cual hubo Cortés gran
enojo , y mandó que viniesen luego los capitanes que traían
á cargo aquellos guerreros de Cempoal , y con palabras
de muy enojado y de grandes amenazas les dijo que lue-
go les trujesen los indios é indias, y mantas y gallinas
que habian robado en las estancias , y que no entre nin-
guno dellos en aquel pueblo . Y que porque le habian
mentido y venian á sacrificar y robar á sus vecinos con
nuestro favor, eran dignos de muerté ; y que nuestro rey
y señor, cuyos vasallos somos , no nos envió á estas par-
tes y tierras para que hiciesen aquellas maldades ; y que
abriesen bien los ojos no les aconteciese otra como aque
lla, porque no habia de quedar hombre dellos á vida .
Y luego los caciques y capitanes de Cempoal trujéron á
Cortés todo lo que habian robado , así indios como indias ,
y gallinas, y se les entregó á los dueños cuyo era , y con
semblante muy furioso , les tornó á mandar que se salie-
sen á dormir al campo, y así lo hicieron . Y desque los
caciques y papas de aquel pueblo y otros comarcanos vie-
ron que tan justificados éramos , y las palabras amorosas
que les decia Cortés con nuestras lenguas , y tambien las
cosas tocantes á nuestra santa fe, como lo teniamos de
198
costumbre, y que dejasen el sacrificio , y de se robar unos
á otros, y las suciedades de sodomías , y que no adorasen
sus malditos ídolos , y se les dijo otras muchas cosas bue-
nas , tomáronnos tan buena voluntad , que luego fueron
á llamar á otros pueblos comarcanos , y todos dieron la
obediencia á su majestad y allí luego dieron muchas que-
jas de Montezuma , como las pasadas que habian dado los
de Cempoal , cuando estábamos en el pueblo de Quiahuis-
tlan . Y otro dia por la mañana Cortés mandó llamar á
los capitanes y caciques de Cempoal que estaban en el cam-
po aguardando para ver lo que les mandábamos , y aun
muy temerosos de Cortés, por lo que habian hecho en ha-
berle mentido : y venidos delante, hizc amistades entre
ellos , y los de aquel pueblo, que nunca faltó por ninguno
dellos . Y luego partimos para Cempoal por otro camino ,
y pasamos por dos pueblos amigos de los de Cingapan-
cinga, y estábamos descansando , porque hacia recio sol ,
y veniamos muy cansados con las armas á cuestas, y un
soldado , que se decia Hulano de Mora , natural de Ciu-
dad-Rodrigo , tomó dos gallinas de una casa de indios de
aquel pueblo, y Cortés que lo acertó á ver , hubo tanto
enojo de lo que delante dél hizo aquel soldado en los pue-
blos de paz en tomar las gallinas , que luego le mandó
echar una soga á la garganta , y le tenian ahorcado , si
Pedro de Alvarado, que se halló junto de Cortés , no le
cortara la soga con la espada , y medio muerto quedó el
pobre soldado . He querido traer esto aquí á la memoria ,
para que vean los curiosos lectores cuán ejemplarmente
procedia Cortés , y lo que esto importa en esta ocasion .
Despues murió este soldado en una guerra en la provin-
cia de Guatimala sobre un Peñol . Volvamos á nuestra
relacion, que como salimos de aquellos pueblos que deja-
mos de paz, yendo para Cempoal , estaba el cacique gor-
do con otros principales , aguardándonos en unas chozas
con comida ; que aunque son indios vieron y entendieron
que la justicia es sarta y buena , y que las palabras que
Cortés le habia dicho , que veniamos á desagraviar y qui-
199
tar tiranías , conformaba con lo que pasó en aquella en-
trada: y tuviéronnos en mucho más que de ántes , y allí
dormimos en aquellas chozas , y todos los caciques nos lle-
varon acompañando hasta los aposentos de su pueblo . Y
verdaderamente quisieran que no saliéramos de su tierra ,
porque se temian que Montezuma no enviase su gente de
guerra contra ellos ; y dijeron á Cortés , pues éramos ya
sus amigos, que nos quieren tener por hermanos , que se-
rá bien que tomase de sus hijas y parientas para hacer ge-
neracion : y que para que más fijas sean las amistades , tru-
jeron ocho indias, todas hijas de caciques, y dieron á Cor-
tés una de aquellas cacicas, y era sobrina del mismo ca-
cique gordo, y otra dieron á Alonso Hernandez Puerto-
carrero, y era hija de otro gran cacique , que se decia
Cuesco en su lengua , y traíanlas vestidas á todas ocho
con ricas camisas de la tierra , y bien ataviadas á su usan-
za, y cada una dellas un collar de oro al cuello , y en las
orejas cercillos de oro, y venian acompañadas de otras
indias para servir dellas : y cuando el cacique gordo las
presentó, dijo á Cortés, tecle, que quiere decir en su len-
gua, señor , estas siete mujeres son para los capitanes que
tienes , y esta que es mi sobrina , es para tí , que es señora
de pueblos y vasallos . Cortés las recibió con alegre sem-
blante , y les dijo que se lo tenian en merced , mas para
tomallas como dice que seamos hermanos , que hay nece-
sidad que no tengan aquellos ídolos en que creen y ado-
ran, que los traen engañados, y que no les sacrifiquen , y
que como él no vea aquellas cosas malísimas en el suelo,
y que no sacrifiquen , que luego ternan con nosotros muy
más fija la hermandad , y que aquellas mujeres que se
volverán christianas primero que las recibamos : y que
tambien habian de ser limpios de sodomías , porque te.
nian muchachos vestidos en hábito de mujeres , que an-
daban á ganar en aquel maldito oficio, y cada dia sacri-
ficaban delante de nosotros tres ó cuatro y cinco indios ,
y los corazones ofrecian á sus ídolos , y la sangre pega-
ban por las paredes, y cortábanles las piernas , y brazos ,
200
y muslos , y los comian como vaca que se trae de las car-
nicerías en nuestra tierra, y aun tengo creido que lo ven-
dian por menudo en los tiangues , que son mercados : y
que como estas maldades se quiten, y que no lo usen , que
no solamente les seremos amigos , mas que les hará que
sean señores de otras provincias . Y todos los caciques ,
papas , y principales respondieron , que no les estaba bien
de dejar sus ídolos y sacrificios, y que aquellos sus dioses
les daban salud , y buenas sementeras, y todo lo que ha-
biau menester : y que en cuanto á lo de las sodomías, que
pornan resistencia en ello , para que no se use más , y co-
mo Cortés, y todos nosotros vimos aquella respuesta tan
desacatada y habiamos visto tantas crueldades , y torpe-
dades, ya por mí otra vez dichas, no las pudimos sufrir :
y entonces nos habló Cortés sobre ello , y nos trujo á la
memoria unas santas y buenas doctrinas, ¿ y que cómo
podiamos hacer ninguna cosa buena si no volviamos por
la honra de Dios , y en quitar los sacrificios que hacian á
los ídolos ? y que estuviésemos muy apercibidos para pe-
lear si nos los viniesen á defender que no se los derrocáse-
mos, y que aunque nos costase las vidas, en aquel dia ha-
bia de venir al suelo . Y puestos que estábamos todos muy
á punto con nuestras armas, como lo teniamos de costum-
bre para pelar , y les dijo Cortés á los caciques , que los
habian de derrocar , y cuando aquello vieron , luego man-
dó el cacique gordo á otros sus capitanes que se aperci-
biesen muchos guerreros en defensa de sus ídolos: y cuan
do vió que queriamos subir en un alto Cu, que es su ado
ratorio , que estaba alto, y habia muchas gradas , que ya
no se me acuerda qué tantas habia , vimos al cacique gor-
do con otros principales muy alborotados y sañudos , y
dijeron á Cortés , que por qué les queriamos destruir ? y
que si les haciamos deshonor á sus dioses, ó se los quitá-
bamos, que todos ellos perecerian y aun nosotros con
ellos : y Cortés les respondió muy enojado, que otra vez
les ha dicho que no sacrifiquen á aquellas malas figuras,
porque no les traigan más engañados , y que á esta cau-
201
sa los veniamos á quitar de allí , é que luego á la hora
los quitasen ellos, sino que luego los echarian á rodar por
las gradas abajo ; y les dijo que no los teniamos por ami-
gos , sino por enemigos mortales , pues que les daba buen
consejo, y no le querian creer ; y porque habian visto que
habian venido sus capitanes puestos en armas de guer
reros , que está enojado con ellos, y que se lo pagarán con
quitalles las vidas : y como vieron á Cortés que les decia
aquellas amenazas, y nuestra lengua doña Marina que se
lo sabia muy bien dar á entender , y aun los amenazaba
con los poderes de Montezuma , que cada dia los aguarda-
ba: por temor deste , dijeron que ellos no eran dignos de
llegar á sus dioses , y que si nosotros los queriamos der-
rocar, que no era con su consentimiento , que se los der-
rocásemos, y hiciésemos lo que quisiésemos . Y no lo hu-
bo bien dicho , cuando subimos sobre cincuenta soldados ,
y los derrocamos, y venian rodando aquellos sus ídolos
hechos pedazos , y eran de manera de dragones espanta-
bles, tan grandes como becerros , y otras figuras de ma-
nera de medio hombre y de perros grandes , y de malas
semejanzas : y cuando así los vieron hechos pedazos , los
caciques y papas que con ellos estaban , lloraban y tapa-
ban los ojos, y en su lengua totonaque les decian que les
perdonasen, y que no era más en su mano, ni tenian cul-
pa , sino estos teules que les derruecan , é que por temor
de los mexicanos no nos daban guerra . Ya cuando aque-
llo pasó, comenzaban las capitanías de los indios guer-
reros que he dicho que venian á nos dar guerra, á que-
rer flechar : y cuando aquello vimos , echamos mano al
cacique gordo, y á seis papas, y á otros principa les , y
les dijo Cortés que si hacian algun descomedimiento de
guerra que habian de morir todos ellos, y luego el caci-
que gordo mandó á sus gentes que se fuesen delante de
nosotros, y que no hiciesen guerra, y como Cortés los vió
sosegados , les hizo un parlamento , lo cual diré adelante ,
y así se apaciguó todo . Y esta de Cingapancinga fué la
primera entrada que hizo Cortés en la Nueva-España , y
CONQUISTA.- TON, I.-27.
202
fué de harto provecho , y no como dice el coronista Go-
mora, que matamos y prendimos, y asolamos tantos mi-
llares de hombres en lo de Cingapancinga : y miren los
curiosos que esto leyeren cuánto va del uno al otro por
muy buen estilo que lo dice en su corónica, pues en todo
lo que escribe no pasa como dice.
CAPITULO LII
Cómo Cortés mandó hacer un altar, y se puso una imágen de
nuestra Señora, y una Cruz, y se dijo misa, y se bautiza-
ron las ocho indias.
OмO ya callaban los caciques y papas , y todos los
mas principales, mandó Cortés que á los ídolos
C que derrocamos hechos pedazos que los llevasen
adonde no pareciesen más, y los quemasen : y lue-
go salieron de un aposento ocho papas que tenian cargot
dellos , y toman sus ídolos, y los llevan á la misma casa
donde salieron y los quemaron . El hábito que traían
aquellos papas eran unas mantas prietas, á manera de
sábana, y lobas largas hasta los piés , y unos como ca-
pillos que querian parecer á los canónigos , y otros capi-
llos traían más chicos , como los que traen los domíni-
cos , y los traen muy largos , hasta la cinta , y aun algu-
nos hasta los piés llenos de sangre pegada , y muy enre-
dados que no se podian esparcir , y las orejas hechas pe-
dazos sacrificadas dellas, y hedian como azufre , y tenian
otro muy mal olor , como de carne muerta : y segun de-
cian é alcanzamos á saber, aquellos papas eran hijos de
204
principales, y no tenian mujeres ; mas tenian el maldito
oficio de sodomías, y ayunahan ciertos dias : y lo que yo
les veía comer eran unos meollos ó pepitas de algodon ,
cuando los desmontonan , salvo si ellos no comian otras co-
sas que yo no se las pudiese ver . Dejemos á los papas,
y volvamos á Cortés, que les hizo un buen razonamien-
to con nuestras lenguas doña Marina y Gerónimo de Agui-
lar, y les dijo que ahora los teniamos como hermanos , y
que los favoreceria en todo lo que pudiese contra Monte-
zuma y sus mexicanos, porque ya envió á mandar que no
les diesen guerra, ni les llevasen tributo : y que pues
en aquellos sus altos cues no habian de tener más ídolos ,
.
que él los quiere dejar una gran Señora , que es madre
de nuestro Señor Jesu-Christo , en quien creemos y ado-
ramos, para que ellos tambien la tengan por Señora y
Abogada, y sobre ello y otras cosas de pláticas que pa-
saron, se les hizo un buen razonamiento , y tan bien pro-
puesto para segun el tiempo , que no habia más que decir;
y se les declaró muchas cosas tocantes á nuestra santa
fe tan bien dichas , como ahora los religiosos se lo dan
á entender, de manera que lo oían de buena voluntad.
Y luego les mandó llamar todos los indios albañiles que
habia en aquel pueblo , y traer mucha cal, porque habia
mucha, y mandó que quitasen las costras de sangre que
estaban en aquellos cues , y que lo aderezasen muy bien ;
y luego otro dia se encaló, y se hizo un altar con buenas
mantas, y mandó traer muchas rosas de las naturales que
habia en la tierra , que eran bien olorosas , y muchos ramos
y lo mandó enramar , y que lo tuviesen limpio y barrido á
la contina : y para que tuviesen cargo de ello apercibió á
cuatro papas que se trasquilasen el cabello que traían lar-
go, como otra vez he dicho , y que vistiesen mantas blancas ,
y se quitasen las que traían : y que siempre anduviesen
limpios , y que sirviesen aquella santa imágen de nuestra
Señora , en barrer y enramar : y para que tuviesen mas car-
go dello puso á un nuestro soldado cojo é viejo , que se de-
cia Juan de Torres de Córdoba , que estuviese allí por er-
205
mitaño, é que mirase que se hiciese cada dia así como lo
mandaba á los papas . Y mandó á nuestros carpinteros ,
otra vez por mí nombrados , que hiciesen una cruz, y la
pusiesen en un pilar que teniamos ya nuevamente hecho y
muy bien encalado : y otro dia de mañana se dijo misa en
el altar, la cual dijo el padre fray Bartolomé de Olmedo ,
y entonces se dió órden cómo con el incienso de la tierra
se incensase á la santa imágen de nuestra Señora, y á la
santa cruz : y tambien se les mostró hacer candelas de la
cera de la tierra, y se les mandó que aquellas candelas
siempre estuviesen ardiendo en el altar porque hasta entón-
ces no se habian aprovechado de la cera : y á la misa estu-
vieron los mas principales caciques de aquel pueblo , y de
otros que se habian juntado . Y asimismo trajeron las ocho
indias para volver chistrianas , que todavía estaban en po-
der de sus padres y tios, y se les dió á entender que no
habian de sacrificar más, ni adorar ídolos , salvo que ha-
bian de creer en nuestro Señor Dios ; y se les amonestó
muchas cosas tocantes á nuestra santa fe, y se bautizaron ,
y se llamó á la sobrina del cacique gordo doña Catalina ,
y era muy fea ; aquella dieron á Cortés por la mano, y la
recibió con buen semblante : á la hija de Cuesco , que era
un gran cacique, se puso por nombre doña Francisca ;
ésta era muy hermosa para ser india, y la dió Cortés á
Alonso Hernandez Puertocarrero : las otras seis ya no se
me acuerda el nombre de todas, mas sé que Cortés las
repartió entre soldados . Y despues desto hecho nos despe-
dimos de todos los caciques y principales ; y dende ade-
lante siempre les tuvieron muy buena voluntad , especial-
mente cuando vieron que recibió Cortés sus hijas y las lle-
vamos con nosotros, y con inuy grandes ofrecimientos que
Cortés les hizo que les ayudaria, nos fuimos á nuestra Vi-
lla Rica, y lo que allí se hizo lo diré adelante . Esto es lo
que pasó en este pueblo Cempoal , y no otra cosa , que so-
bre ello ahí han escrito el Gomora, ni los demás coronistas .
CAPITULO LIII
Cómo llegamos á nuestra Villa Rica de la Vera-Cruz, y lo
que allí pasó.
ESPUES que hubimos hecho aquella jornada , y
inga los
D quedaron
de amigos
Cempoal lospueblos
, y otros comarcanoscon
de Cingapanc dieron
la obediencia á su majestad , y se derrocaron los
ídolos , y se puso la imágen de nuestra Señora y la santa.
cruz , y le puso por ermitaño el viejo soldado , y todo lo
por mí referido ; fuimos á la villa , y llevamos con nosotros
ciertos principales de Cempoal, y hallamos que aquel dia
habia venido de la isla de Cuba un navío , y por capitan.
dél un Francisco de Saucedo , que llamábamos el Pulido ;
y pusimosle aquel nombre, porque en demasía se precia .
ba de galan y pulido, y decian que habia sido maestresala
del almirante de Castilla , y era natural de Medina de Riose-
co : y vino entónces Luis Marin , capitan que fué en lo Mé-
xico, persona que valió mucho ; y vinieron diez soldados ;
Ꭹ traía el Saucedo un caballo y Luis Marin una yegua , y
nuevas de Cuba , que le habian llegado al Diego Velaz-
207
quez de Castilla las provisiones para poder rescatar y po-
blar; y los amigos del Diego Velazquez se regocijaron mu-
cho, y más de que supieron que le trujeron provisiones pa-
ra ser adelantado de Cuba . Y estando en aquella villa sin
tener en qué entender más de acabar de hacer la fortaleza.
que todavía se entendia en ella , dijimos á Cortés todos lo
más soldados que se quedase aquello que estaba hecho en
ella para memoria , pues estaba ya para enmaderar, y que
habia ya más de tres meses que estábamos en aquella tierra ,
é que seria bueno ir á ver qué cosa era el gran Montezuma ,
y buscar la vida y nuestra ventura ; é que ántes que nost
metiésemos en camino , que enviásemos á besar los piés á
su majestad y á dalle cuenta de todo lo acaecido desde que
salimos de la isla de Cuba. Y tambien se puso en plática
que enviásemos á su majestad el oro que se habia habido ,
así rescatado como los presentes que nos envió Montezuma .
Y respondió Cortés que era muy bien acordado , y que ya
lo habia puesto él en plática con ciertos caballeros ; y por-
que en lo del oro por ventura habria algunos soldados
que querrian sus partes, y si se partiese que seria poco
lo que se podia enviar, por esta causa dió cargo á Diego
de Ordás y á Francisco de Montejo (que eran personas de
negocios) que fuesen de soldado en soldado de los que se
tuviese sospecha que demandarian las partes del oro; y
les decian estas palabras : Señores, ya veis que queremos.
hacer un presente á su majestad del oro que aquí hemos
habido , y para ser el primero que enviamos destas tier-
ras habia de ser mucho más . Parécenos que todos le sir-
vamos con las partes que nos caben : los caballeros y sol-
dados que aquí estamos escritos , tenemos firmado cómo
no queremos parte ninguna dello , sino que servimos á su
majestad con ello porque nos haga mercedes . El que qui-
siere su parte, no se le negará ; el que no la quisiere, ha-
ga lo que todos hemos hecho, firmelo aquí : y desta mane-
ra todos lo firmaron á una . Y hecho esto , luego se nom-
braron para procuradores que fuesen á Castilla á Alonso
Hernandez Puertocarrero y Francisco de Montejo, por-
208
que ya Cortés le habia dado sobre dos mil pesos por te-
nelle de su parte . Y se mandó apercibir el mejor navío
de toda la flota, y con dos pilotos , que fué uno Anton de
Alaminos , que sabia cómo habian de desembarcar por la
canal de Bahama, porque él fué el primero que navegó
por aquella canal ; y tambien apercibimos quince marine-
ros, y se les dió todo recaudo de matalotaje . Y esto aper-
cibido acordamos de escribir y hacer saber á su majestad
todo lo acaecido, y Cortés escribió por sí , segun él nos
dijo , con recta relacion ; mas no vimos su carta ; y el ca-
bildo escribió juntamente con diez soldados de los que fui-
mos en que se poblase la tierra, y le alzamos á Cortés por
general, y con toda verdad que no faltó cosa ninguna en
la carta, é iba yo firmado en ella ; y demás destas cartas
y relaciones, todos los capitanes y soldados juntamente
escribimos otra carta y relacion, y lo que se contenia en
la carta que escribimos es lo siguiente .
CAPITULO LIV
De la relacion y carta que escribimos á su majestad con
nuestros procuradores Alonso Hernandez Puertocarrero y
Francisco de Montejo, la cual carta iba firmada de algu-
nos capitanes y soldados .
ESPUES de poner en el principio aquel muy debi-
do acato que somos obligados à tan gran majes-
D tad del emperador nuestro señor, que fué así :
S. S. C. C. R. M. y poner otras cosas que se
convenian decir en la relacion y cuenta de nuestra vida.
y viaje , cada capítulo por si , fué esto que aquí diré en
suma breve . Cómo salimos de la isla de Cuba con Her-
nando Cortés ; los pregones que se dieron ; cómo veniamos
á poblar, y que Diego Velazquez secretamente enviaba á
rescatar y no á poblar ; cómo Cortés se queria volver con
cierto oro rescatado conforme á las instrucciones que de
Diego Velazquez traía (de las cuales hicimos presenta-
cion) ; cómo hicimos á Cortés que poblase y le nombra-
mos por capitan general y justicia mayor hasta que otra
cosa su majestad fuese servido mandar ; cómo le prome-
timos el quinto de lo que se hubiese , despues de sacado
CONQUISTA. TOM. I.- 28 .
210
su real quinto ; cómo llegamos á Cozumel, y por qué ven-
tura se hubo Gerónimo de Aguilar en la punta de Coto-
che (y de la manera que decia que allí aportó él y un
Gonzalo Guerrero , que se quedó con los indios por estar
casado y tener hijos, y estar ya hecho indio) ; cómo llega-
mos á Tabasco , y de las guerras que nos dieron y bata-
llas que con ellos tuvimos ; cómo los atrajimos de paz;
cómo adoquiera que llegamos se les hacen buenos razo-
namientos para que dejasen sus ídolos, y se les declara
las cosas tocantes á nuestra santa fe ; cómo dieron la obe-
diencia á su real majestad y fueron los primeros vasallos
que tiene en aquestas partes ; cómo hicieron un presente
de mujeres, y en él una cacica , para india de mucho sér ,
que sabe la lengua de México que es la que se usa en to-
da la tierra, y que con ella y el Aguilar tenemos verda-
deras lenguas ; cómo desembarcamos en San Juan de
Ulúa , y de las pláticas de los embajadores del gran Mon-
tezuma , y quién era el gran Montezuma y lo que se de-
cia de sus grandezas , y del presente que trujeron ; y có-
mo fuimos á Cempoal, que es un pueblo grande, y desde
allí á otro pueblo que se dice Quiauistlan , que estaba
en fortaleza ; y cómo se hizo la liga y confederacion con
nosotros y quitaron la obediencia á Montezuma en aquel
pueblo , de más de treinta pueblos , que todos le dieron la
obediencia y están en su real patrimonio , y la ida de Cinga-
pacinga ; cómo hicimos la fortaleza , y que agora estamos
de camino para ir la tierra dentro hasta vernos con el Mon-
tezuma ; cómo aquella tierra es muy grande y de muchas
ciudades, y muy pobladísima , y los naturales grandes
guerreros ; cómo entre ellos hay muchas diversidades de
lenguas , y tienen guerra unos con otros ; cómo son idóla-
tras y se sacrifican y matan en sacrificio muchos hombres
é niños y mujeres , y comen carne humana , y usan otras
torpedades ; cómo el primer descubridor fué un Francis-
co Hernandez de Córdoba , y luego cómo vino Juan de
Grijalva ; é que agora al presente le servimos con el oro
que hemos habido , que es el sol de oro y la luna de pla-
211
ta, y un casco de oro en granos como se coje en las mi-
nas , y muchas diversidades y géneros de piezas de oro he-
chas de muchas maneras ; mantas de algodon , muy labra-
das de plumas, y primas ; otras muchas de oro , que fueron
mosqueadores, rodelas y otras cosas que ya no se me acuer-
da, como há ya tantos años que pasó : tambien enviamos
cuatro indios que quitamos en Cempoal que tenian á en-
gordar en unas jaulas de madera , para despues de gor-
dos sacrificallos y comérselos. Y despues de hecha esta re-
lacion, é otras cosas , dimos cuenta y relacion cómo que-
dábamos en estos sus reinos cuatrocientos y cincuenta
soldados á muy gran peligro , entre tanta multitud de
pueblos y gentes belicosas, y muy grandes guerreros , pa-
ra servir à Dios y á su real corona ; y le suplicamos ,
que en todo lo que se nos ofreciese nos haga mercedes, y
que no hiciese merced de la gobernacion destas tierras ni
de ningunos oficios reales á persona ninguna, porque son
tales, ricas y de grandes pueblos y ciudades , que convie-
nen para un infante ó gran señor, y tenemos pensamiento
que como don Juan Rodriguez de Fonseca , obispo de Búr-
gos y arzobispo de Rosano , es su presidente y manda to-
das las Indias, que lo dará á algun su deudo ó amigo , es-
pecialmente á un Diego Velazquez que está por goberna-
dor en la isla de Cuba ; y la causa es, porque se le
dará la gobernacion ó otro cualquier cargo, que siempre
le sirve con presentes de oro, y le ha dejado en la misma
isla pueblos de indios que le sacan oro de las minas , de
lo cual habia primeramente de dar los mejores pueblos
á su real corona y no le dejó ningunos, que solamente
por esto es digno de que no se le hagan mercedes , y que
como en todo somos sus muy leales servidores y hasta fe-
necer nuestras vidas le hemos de servir , se lo hacemos
saber para que tenga noticia de todo , y que estamos de-
terminados que hasta que sea servido de nuestros procu-
radores que allá enviamos , besen sus reales piés, y vea
nuestras cartas , y nosotros veamos su real firma , que en-
tónces los pechos por tierra para obedecer sus reales man-
212
dos ; y que si el obispo de Búrgos por su mandado nos
envia á cualquiera persona á gobernar , ó á ser capitan ,
que primero que le obedezcamos se lo harémos saber á su
real persona á doquiera que estuviere ; y lo que fuere ser-
vido de mandar , que le obedecerémos como mando de
nuestro rey y señor , como somos obligados . Y demás
destas relaciones , le suplicamos que entretanto que otra
cosa sea servido inandar, que le hiciese merced de la go-
bernacion á Hernando Cortés ; y dimos tantos loores dél ,
y que es tan gran servidor suyo, hasta ponello en las nu-
bes . Y despues de haber escrito todas estas relaciones con
todo el mayor acato y humildad que pudimos y convenia ,
y cada capítulo por sí, y declaramos cada cosa cómo y
cuándo y de qué arte pasaron , como carta para nuestro
rey y señor y no del arte que va aquí en esta relacion , y
la firmamos todos los capitanes y soldados que éramos de
la parte de Cortés , é fueron dos cartas duplicadas ; y nos
rogó que se la mostrásemos, y como vió la relacion tan
verdadera y los grandes loores que dél dábamos , hubo
mucho placer, y dijo que nos lo tenia en merced , con
grandes ofrecimientos que nos hizo . Empero no quisiera
que dijéramos en ella ni mentáramos del quinto del oro que
le prometimos, ni que declaráramos quién fueron los pri-
meros descubridores , porque , segun entendimos, no hacia
en su carta relacion de Francisco Hernandez de Córdoba
ni del Grijalva , sino á él solo se atribuía el descubrimiento
y la honra é honor de todo . Y dijo que agora al presen-
te aquello estuviera mejor por escribir , y no dar relacion.
dello á su majestad . Y no faltó quien le dijo , que á nues-
tro rey y señor no se le ha de dejar decir todo lo que pa-
sa. Pues ya escritas estas cartas y dadas á nuestros pro-
curadores, les encomendamos mucho que por via ningu-
na entrasen en la Habana ni fuesen á una estancia que
tenia allí el Francisco de Montejo , que se decia el Marien ,
que era puerto para navíos, porque no alcanzase á sa-
ber el Diego Velazquez lo que pasaba ; y no lo hicieron
así , como adelante diré . Pues ya puesto todo á punto pa-
213
ra se ir á embarcar, dijo misa el padre fray Bartolomé
de Olmedo (de la Merced) , y encomendándoles al Espíri-
tu Santo que los guiase, en veinte y seis dias del mes de
Julio de mil y quinientos y diez y nueve años, partieron
de San Juan de Ulúa, y con buen tiempo llegaron á la
Habana : y el Francisco de Montejo, con grandes impor-
tunaciones convocó é atrajo al piloto Alaminos , guiase á
su estancia diciendo que iba á tomar bastimentos de puer-
cos y cazabe, hasta que le hizo hacer lo que quiso . Fué
á surgir á su estancia , porque el Puertocarrero iba muy
malo y no hizo cuenta dél ; y la noche que allí llegaron
desde la nao echaron un marinero en tierra con cartas é
avisos para el Diego Velazquez : y supimos que el Monte-
jo le mandó que fuese con las cartas, y en posta fué el
marinero por la isla de Cuba de pueblo en pueblo publi-
cando todo lo aquí por mí dicho , hasta que el Diego Ve-
lazquez lo supo . Y lo que sobre ello hizo , adelante lo
diré .
CAPITULO LV
Cómo Diego Velaquez, gobernador de Cuba, supo por cartas
muy por cierto que enviábamos procuradores con embaja-
das y presentes á nuestro rey, y lo que sobre ello se hizo .
OMO Diego Velazquez , gobernador de Cuba , su-
po las nuevas así por las cartas que le enviaron
C secretas, y dijeron que fueron del Montejo , como
lo que dijo el marinero que se halló presente en
todo lo por mí dicho en el capítulo pasado , que se habia
echado á nado para le llevar las cartas, y cuando enten-
dió del gran presente de oro que enviábamos á su majes-
tad y supo quién eran los embajadores ; temió, y decia
palabras muy lastimosas é maldiciones contra Cortés y su
secretario Duero , y del contador Amador de Lares, y
de presto mandó armar dos navíos de poco porte, gran-
des veleros, con toda la artillería y soldados que pudo
haber, y con dos capitanes que fueron en ellos , que se
decian Gabriel de Rojas , y el otro capitan se decia Hu-
lano de Guzman , y les mandó que fuesen hasta la Haba-
na, y que en todo caso le trujesen presa la nao en que
iban nuestros procuradores y todo el oro que llevaban ;
215
y de presto así como lo mandó, llegaron en ciertos dias.
á la canal de Bahama y preguntaban los de los navíos á
barcos que andaban por la mar de acarreto que si ha-
bian visto ir una nao de mucho porte ; y todos daban no-
ticia della , y que ya seria desembocada por la canal de
Bahama , porque siempre tuvieron buen tiempo . Y des-
pues de andar barloventando con aquellos dos navíos en-
tre la canal y la Habana , y no hallaron recado de lo
que venian á buscar , se volvieron á Santiago de Cuba :
y si triste estaba el Diego Velazquez antes que enviase
los navíos, muy más se congojó cuando los vió volver de
aquel arte. Y luego le aconsejaron sus amigos que se en-
viase á quejar á España al obispo de Búrgos, que estaba
por presidente de Indias, que hacia mucho por él : y
tambien envió á dar sus quejas á la isla de Santo Domin-
go á la Audiencia real que en ella residia , y á los frai-
les gerónimos que estaban por gobernadores en ella, que
se decian fray Luis de Figueroa, y fray Alonso de Santo
Domingo , y fray Bernardino de Mancanedo , los cuales
religiosos solian estar y residir en el monasterio de la
Mejorada, que es dos leguas de Medina del Campo , y en-
vian en posta un navío á la Respinola y dánles muchas
quejas de Cortés y de todos nosotros . Y como alcanzaron
á saber en la real Audiencia nuestros grandes servicios ,
la respuesta que le dieron los frailes fué que á Cortés y
los que con él andábamos en las guerras no se nos podia
poner culpa : pues sobre todas cosas acudiamos á nuestro
rey y señor , y le enviábamos tan gran presente que otro
como él no se habia visto de muchos tiempos pasados en
nuestra España ; y esto dijeron porque en aquel tiempo y
sazon no habia Perú ni memoria dél : y tambien le en-
viaron á decir que antes éramos dignos de que su majes-
tad nos hiciese muchas mercedes. Entonces le enviaron
al Diego Velazquez á Cuba á un licenciado que se decia
Zuazo, para que le tomase residencia, ó á lo menos ha-
bia pocos meses que habia llegado á la isla de Cuba : y
como aquella respuesta le trujeron al Diego Velazquez ,
216
se congojó mucho más , y como de ántes era muy gordo ,
se paró flaco en aquellos dias : y luego con gran diligen-
cia mandó buscar todos los navíos que pudo haber en
la isla , y apercibir soldados y capitanes, y procuró en-
viar una recia armada para prender á Cortés y á todos
nosotros , y tanta diligencia puso, que él mismo en per-
sona andaba de villa en villa , y en unas estancias y en
otras, y escribia á todas las partes de la isla donde él no
podia ir , á rogar á sus amigos fuesen á aquella jornada :
por manera que obra de once meses, ó un año , allegó
diez y ocho velas grandes y pequeñas , y sobre mil y tre-
cientos soldados entre capitanes y marineros : porque co
mo le veían del arte que he dicho andar tan apasionado
y corrido , todos los más principales vecinos de Cuba , así
los parientes , como los que tenian indios , se aparejaron
para le servir, y tambien envió por capitan general de
toda la armada á un hidalgo que se decia Pánfilo de Nar-
vaez, hombre alto de cuerpo ; y membrudo, y hablaba
algo entonado, como medio de bóveda , y era natural de
Valladolid , casado en la isla de Cuba con una dueña que
se llamaba María de Valenzuela , ya viuda , y tenia bue-
nos pueblos de indios, y era muy rico . Donde lo dejaré
agora haciendo y aderezando su armada, y volveré á de-
cir de nuestros procuradores , y su buen viaje ; y porque
en una sazon acontecian tres y cuatro cosas, no puedo
seguir la relacion y materia de lo que voy hablando ,
por dejar de decir lo que mas viene al propósito , y á es-
ta causa no me culpen porque salgo , y me aparto de la
órden por decir lo que mas adelante pasa .
།།
DON DIEGO VELAZQUEZ DE CUELLAR
CAPITULO LVI
Cómo nuestros procuradores con buen tiempo desembarca.
ron la canal de Bahama, y en pocos dias llegaron á Casti-
Ila, y lo que en la corte les sucedió. T }
A he dicho que partieron nuestros procuradores
del puerto de San Juan de Ulúa en seis del mes
Y de Julio de mil quinientos y diez y nueve años ,
y con buen viaje llegaron á la Habana , y lue-
go desembocaron la canal, é dije, que aquella fué la pri-
mera vez que por allí navegaron , y en poco tiempo lle-
garon á las islas de la Tercera, y desde allí á Sevilla , y
fueron en posta á la corte, que estaba en Valladolid , y
por presidente del real consejo de Indias don Juan >Ro-
driguez de For.seca , que era obispo de Burgos, y se nom-
braba arzobispo de Rosano, y mandaba toda la corte ;
porque el emperador nuestro señor estaba en Flandes , y
era mancebo: y como nuestros procuradores le fueron á
besar las manos al presidente muy ufanos , creyendo que
les hiciera mercedes , y dalle nuestras cartas y relaciones ,
y á presentar todo el oro y joyas, le suplicaron que lue-
go hiciese mensajero á su majestad , y le enviase aquel
CONQUISTA.- TOM. I.- 29.
218
presente y cartas, y que ellos mismos irian con ello à be-
sar sus reales piés : y en vez de agasajarlos , les mostró po-
co amor, y los favoreció muy poco, y aun les dijo pala-
bras secas y ásperas . Nuestros embajadores dijeron , que
mirase su señoría los grandes servicios que Cortés y sus
compañeros haciamos á su majestad , y que le suplicaban
otra vez, que todas aquellas joyas de oro , cartas y rela-
ciones las enviase luego á su majestad , para que sepa to-
do lo que pasa, y que ellos irian con él . Y les tornó á
responder muy soberbiamente : y aun les mandó que no
tuviesen ellos cargo dello, que él le escribiria lo que pa-
saba, y no lo que le decian , pues se habian levantado con-
tra el Diego Velazquez : y pasaron otras muchas palabras
agrias: y en esta sazon llegó á la corte el Benito Martin ,
capellan de Diego Velazquez , otra vez por mí nombrado ,
dando muchas quejas de Cortés y de todos nosotros :
de que el obispo se airó inucho más contra nosotros : y
porque el Alonso Hernandez Puertocarrero como era ca-
ballero primo del conde de Medellin, y porque el Mon-
tejo no osaba desagradar al presidente, decia al obispo,
que le suplicaba muy ahincadamente, que sin pasion fue-
sen oídos, y que no dijese las palabras que decia , y que
luego enviase aquellos recaudos así como los traían á su
majestad, y que éramos servidores de la real corona, y
que eran dignos de mercedes y no de ser por palabras
afrentados . Cuando aquello oyó el obispo , le mandó echar
preso, y porque le informaron que habia sacado de Me-
dellin tres años habia una mujer que se decia María Ro-
driguez, y la llevó á las Indias . Por manera que todos
nuestros servicios, y los presentes de oro estaban del arte
que aquí he dicho : y acordaron nuestros embajadores de
callar hasta su tiempo é lugar. Y el obispo escribió á su
majestad á Flandes en favor de su privado é amigo Die-
go Velazquez, y muy malas palabras contra Hernando
Cortés, y contra todos nosotros ; mas no hizo relacion de
ninguna manera de las cartas que le enviábamos, salvo
que se habia alzado Hernando Cortés al Diego Velazquez,
219
y otras cosas que dijo. Volvamos á decir del Alonso Her-
nandez Puertocarrero , y del Francisco de Montejo , y aun
de Martin Cortés padre del mismo Cortés , y de un licen-
ciado Núñez relator del real consejo de su majestad, y
cercano pariente de Cortés , que hacian por él, acordaron
de enviar mensajeros á Flandes con otras cartas como las
que dieron al obispo de Burgos, porque iban duplicadas
las que enviamos con los procuradores , y escribieron á
su majestad todo lo que pasaba , é la memoria de las jo-
yas de oro del presente , y dando quejas del obispo, y des-
cubriendo sus tratos que tenia con el Diego Velazquez : y
aun otros caballeros les favorecieron , que no estaban muy
bien con el don Juan Rodriguez de Fonseca , porque se-
gun decian , era malquisto, por muchas demasías y so-
berbias que mostraba en los grandes cargos que tenia : y
como nuestros grandes servicios eran por Dios nuestro
Señor , y por su majestad, y siempre poniamos nuestras
fuerzas en ello , quiso Dios que su majestad lo alcanzó á
saber muy claramente: y como lo vió y entendió, fué tan-
to el contentamiento que mostró, y los duques , marque-
ses, y condes, y otros caballeros que estaban en su real
Corte, que en otra cosa no hablaban por algunos dias si-
no de Cortés, y de todos nosotros los que le ayudamos en
las conquistas, y de las riquezas que destas partes le en-
viamos: y así por esto, como por las cartas glosadas que
sobre ello le escribió el obispo de Burgos , desque vió su
majestad que todo era al contrario de la verdad , desde
allí adelante le tuvo mala voluntad al obispo , especial-
mente que no envió todas las piezas de oro, é se quedó
con gran parte de ellas . Todo lo cual alcanzó á saber el
mismo obispo, que se lo escribieron desde Flandes ; de lo
cual recibió muy grande enojo : y si de ántes que fuesen
nuestras cartas ante su majestad , el obispo decia muchos
males de Cortés y de todos nosotros , de allí adelante á
boca llena nos llamaba traidores : mas quiso Dios que per-
dió la furia y braveza , que desde ahí á dosaños fué recu-
sado, y aun quedó corrido y afrentado : y nosotros queda-
220
mos por muy leales servidores , como adelante diré de
que venga á coyuntura: y escribió su majestad , que pres-
to vendria á Castilla , y entenderia en lo que nos convi-
niese , é nos haria mercedes. Y porque adelante lo diré
muy por extenso cómo y de qué manera pasó, se quedará
aquí así , y nuestros procuradores aguardando la venida
de su majestad . Y ántes que más pase adelante, quiero de-
cir por lo que me han preguntado ciertos caballeros muy
curiosos , y aun tienen razon de lo saber , ¿ que cómo pue-
do yo escribir en esta relacion lo que no ví , pues estaba
en aquella sazon en las conquistas de la Nueva-España
cuando los procuradores dieron las cartas, recaudos , y
presente de oro que llevaban para su majestad , y tuvie-
ron aquellas contiendas con el obispo de Burgos ? A es-
to digo, que nuestros procuradores nos escribian á los ver-
daderos conquistadores lo que pasaba , así lo del obispo
de Burgos , como lo que su majestad fué servido mandar
en nuestro favor , letra por letra en capitulos , y de qué
manera pasaba ; y Cortés nos enviaba otras cartas que re-
cibia de nuestros procuradores , á las villas donde vivia-
mos en aquella sazon, para que viésemos cuán bien ne-
gociábamos con su majestad , y qué grande contrario te-
niamos en el obispo de Burgos . Y esto doy por descargo
de lo que me preguntaban aquellos Caballeros que dicho
tengo. Dejemos esto, y digamos en otro capítulo lo que
en nuestro real pasó.
12
CAPITULO LVII
Cómo despues partieron nuestros embajadores para su ma-
jestad con todo el oro y cartas, y relaciones de lo que en
el real se hizo , y la justicia que Cortés mandó hacer.
ESDE á cuatro dias que partieron nuestros procu-
radores para ir ante el emperador nuestro señor,
D como dicho habemos, y los corazones de los
hombres son de muchas calidades é pensamien-
tos , parece ser que unos amigos y criados del Diego Ve-
lazquez, que se decian Pedro Escudero , y un Juan Cer-
meño, y un Gonzalo de Umbría , piloto , y Bernaldino de
Coria, vecino que fué despues de Chiapa , padre de un Hu-
lano Centene, y un clérigo que se decia Juan Diaz , y cier-
tos hombres de la mar , que se decian Peñates naturales de
Gibraleon, estaban mal con Cortés : los unos , porque no
les dió licencia para se volver á Cuba, como se la ha-
bian prometido , y otros , porque no les dió parte del oro
que enviamos á Castilla : los Peñates , porque los azotó en
Cozumel , como ya otra vez tengo dicho , cuando hurtaron
los tocinos á un soldado que se decia Barrio ; acordaron
222
todos de tomar un navío de poco porte é irse con él á Cu-
ba á dar mandado al Diego Velazquez , para avisalle
cómo en la Habana podian tomar en la estancia de Fran-
cisco de Montejo á nuestros procuradores con el oro y recau-
dos , que segun pareció, de otras personas principales que
estaban en nuestro real, fueron aconsejados que fuesen á
aquella estancia que he dicho ; y aun escribieron para que
el Diego Velazquez tuviese tiempo de habellos á las ma-
nos . Por manera que las personas que he dicho , ya tenian
metido matalotaje, que era pan cazabe, aceite , pescado , y
agua, y otras pobrezas de lo que podian haber : é ya que
se iban á embarcar , y era á mas de media noche, el uno
dellos , que era el Bernardino de Coria , parece ser se arre-
pintió de se volver á Cuba, y lo fué á hacer saber á Cor-
tés . E como lo supo , é de qué manera , y cuántos, é por
qué causas se querian ir, y quiénes fueron en los consejos
y tramas para ello , les mandó luego sacar las velas, agu-
ja y timon del navío y los mandó echar presos, y les tomó
sus confesiones , y confesaron la verdad y condenaron á
otros que estaban con nosotros , que se disimuló por el
tiempo, que no permitia otra cosa ; y por sentencia que
dió mandó ahorcar al Pedro Escudero y á Juan Cermeño ,
y á cortar los piés al piloto Gonzalo de Umbría, y azotar
á los marineros Peñates , á cada ducientos azotes : y al pa-
dre Juan Diaz si no fuera de misa , tambien lo castigara,
mas metióle harto temor . Acuérdome, que cuando Cortés
firmó aquella sentencia , dijo con grandes suspiros y sen-
timiento: ¡ O quién no supiera escribir, para no firmar
muertes de hombres ! Y paréceme que aqueste dicho est
muy comun entre los jueces que sentenciar algunas per-
sonas á muerte, que lo tomaran de aquel cruel Neron en
el tiempo que dió muestras de buen emperador : y así co-
mo se hubo ejecutado la sentencia , se fué Cortés luego á
matacaballo á Cempoal que es cinco leguas de la villa , y
nos mandó , que luego fuésemos tras él ducientos soldados,
y todos los de á caballo : y acuérdome que Pedro de Al-
varado , que habia tres dias que le habia enviado Cortés
223
con otros ducientos soldados por los pueblos de la sierra,
porque tuviesen qué comer ; porque en nuetra villa pasá-
bamos mucha necesidad de bastimentos, y le mandó que
se fuese á Cempoal , para que allí diéramos órden de nues-
tro viaje á México . Por manera que el Pedro de Alvara-
do no se halló presente cuando se hizo la justicia que di-
cho tengo . Y cuando nos vimos juntos en Cempoal, la
órden que se dió en todo , diré adelante .
CAPITULO LVIII
Cómo acordamos de ir á México, y ántes que partiésemos ,
dar con todos los navíos al través, y lo que más pasó; y es-
to de dar con los navíos al través fué por consejo y acuer-
do de todos nosotros, los que éramos amigos de Cortés .
STANDO en Cempoal , como dicho tengo, platican-
do con Cortés en las cosas de la guerra , y ca-
E mino para adelante, de plática en plática le acon-
sejamos los que éramos sus amigos , que no dejase
en el puerto navío ninguno , sino que luego diese al través
con todos, y no quedasen ocasiones , porque entretanto que
estábamos la tierra adentro , no se alzasen otras personas
como los pasados : y demás destos, que teniamos mucha
ayuda de los maestres , pilotos , y marineros , que serian al
pié de cien personas, y que mejor nos ayudarian á pe-
lear y guerrear, que no estando en el puerto ; y segun ví
y entendí , esta plática de dar con los navíos al través ,
que allí le propusimos , el mismo Cortés lo tenia ya con-
certado , sino que quiso que saliese de nosotros ; porque si
algo le demandasen que pagase los navíos, que era por
nuestro consejo , y todos fuésemos en los pagar . Y luego
Destruccion
naves
les
de
Hernan
Cortés
.por
225
mandó á un Juan de Escalante , que era alguacil mayor
y persona de mucho valor , y gran amigo de Cortés, y ene-
migo de Diego Velazquez , porque en la isla de Cuba no
le dió buenos indios, que luego fuese á la villa , y que de
tobos los navíos se sacasen todas las anclas, cables , velas ,
y.lo que dentro tenian, de que se pudiesen aprovechar, y
que diese con todos ellos al través, que no quedasen mas
de los bateles ; é que los pilotos , é maestres viejos , y ma-
rineros, que no eran buenos para ir á la guerra, que se
quedasen en la villa , y con dos chinchoros que tuviesen
cargo de pescar , que en aquel puerto siempre habia pes-
cado' aunque no mucho ; y el Juan de Escalante lo hizo .
segun y de la manera que le fué mandado ; y luego se vi-
no á Cempoal con una capitanía de hombres de la mar ,
que fueron los que sacaron de los navíos , y salieron algu-
nos de ellos muybuenos soldados . Pues hecho esto , mandó
Cortés llamar á todos los caciques de la serranía de los
pueblos nuestros conferados , y rebelados al gran Monte-
zuma, y les dijo cómo habian de servir á los que quedaban
en la Villa Rica, é acabar de hacer la iglesia , fortaleza , y
casas : y allí delante dellos tomó Cortés por la mano al Juan
de Escalante : y les dijo : este es mi hermano, y que lo que
les mandase que lo hiciesen : é que si hubiesen menester
favor é ayuda contra algunos indios mexicanos , que á él
ocurriesen, que él iria en persona á les ayudar . Y todos
los caciques se ofrecieron de buena voluntad de hacer lo
que les mandase; é acuérdome que luego le sahumaron al
Juan de Escalante con sus inciensos , aunque no quiso.
Ya he dicho era persona muy bastante para cualquier
cargo, y amigo de Cortés, y con aquella confianza le pu-
so en aquella villa y puerto por capitan, para si algo en-
viase Diego Velazquez que hubiese resistencia . Dejallo-
hé aquí , y diré lo que pasó . Aquí es donde dice el coro-
nista Gomora que mandó Cortés barrenar los navíos ; y
tambien dice el mismo, que Cortés no osaba publicar á
los soldados que queria ir á México en busca del gran
Montezuma. Pues de qué condicion somos los españo-
CONQUISTA. TOM. I.-30.
226
les para no ir adelante y estarnos en partes que no ten-
gamos provecho é guerras ? Tambien dice el mismo Go-
mora, que Pedro de Ircio quedó por capitan en la Vera-
Cruz : no le informaron bien . Digo que Juan de Escalan-
te fué el que quedó por capitan y alguacil mayor de la
Nueva-España , que aun al Pedro de Ircio no le habian
dado cargo ninguno, ni aun de cuadrillero, ni era para
ello, ni es justo dar á nadie lo que no tuvo , ni quitarlo á
quien lo tuvo.
હું તોમાર
CAPITULO LIX
De un razonamiento que Cortés nos hizo despues de haberF
dado con los navíos al través, y cómo áprestamos nuestra
* ida para México.
ESPUES de haber dado con los navíos al través á
aber dado
ojos vistas, y no como lo dice el coronista Go-
D mora, una mañana despues de haber oído mi-
sa, estando que estábamos todos los capitanes y
soldados juntos hablando con Cortés en cosa de la guerra,
dijo que nos pedia por merced que le oyésemos , y pro-
puso un razonamiento desta manera : Que ya habiamos
entendido la jornada á que íbamos, y mediante nuestro
Señor Jesu-Christo habiamos de vencer todas las batallas
y reencuentros,3 y que habiamos de estar tan presto para
ello como convenia, porque en cualquier parte que fué-
semos desbaratados ( lo cual Dios nó permitiese) no po-
driamos alzar cabeza por ser muy pocos y que no tenia-
mos otro socorro ni ayuda sino el de Dios , porque ya no
teniamos navios para ir á Cuba , salvo nuestro buen pe-
lear y corazones fuertes ; y sobre ello dijo otras muchas
comparaciones de hechos heróicos de los romanos . Y to-
Ab osmolA
228
dos à una le respondimos que hariamos lo que ordenase ,
que echada estaba la suerte de la buena ó mala ventura,
como dijo Julio César sobre el Rubicon, pues eran todos
nuestros servicios para servir à Dios y á su majestad . Y
despues deste razonamiento, que fué muy bueno, cierto ,
con otras palabras más melosas y elocuencia que yo aquí
las digo , luego mandó llamar al cacique gordo y le tor-
nó á traer á la memoria que tuviese muy reverenciada
y limpia la iglesia y cruz ; é demás desto le dijo que él se
queria partir luego para México á mandar á Montezuma
que no robe ni sacrifique , é que ha menester ducientos in-
dios tamemes para llevar el artillería (que ya he dicho otra
vez que llevan dos arrobas á cuestas é andan con ellas cin-
co leguas) , y tambien les demandó cincuenta principales
hombres de guerra que fuesen con nosotros. Estando des-
ta manera para partir, vino de la Villa Rica un soldado
con carta del Juan de Escalante , que ya le habia man-
dado otra vez Cortés que fuese á la Villa para que le en-
viase otros soldados ; y lo que en la carta decia el Esca-
lante, era que andaba un navío por la costa, y que le ha-
bia hecho ahumadas y otras grandes señas, y habia pues-
to unas mantas blancas por banderas, y que cabalgó á
caballo con una capa de grana colorada porque lo vie-
sen los del navío, y que le pareció á él que bien vieron
las señas, banderas, caballo y capa, y no quisieron venir
al puerto ; y que luego envió españoles á ver en qué pa-
raje iba, y le trujeron respuesta que tres leguas de allí es-
taba surto cerca de una boca de un rio, y que se lo hace
saber para ver lo que manda . Y como Cortés vió la car-
ta, mandó luego á Pedro de Alvarado que tuviese cargo
de todo el ejército que estaba allí en Cempoal , y junta-
mente con él á Gonzalo de Sandoval , que ya daba mues-
tras de varon muy esforzado , como siempre lo fuě. Este
fué el primer cargo que tuvo el Sandoval ; y aun sobre
que le dió entónces aquel cargo, que fué el primero, y se
lo dejó de dar á Alonso de Avila , tuvieron ciertas cosqui-
Ilas el Alonso de Avila У
y el Sandoval. Volvamos á nues-
229
tro cuento, y es , que luego Cortés cabalgó con cuatro de
á caballo que le acompañaron y mandó que le siguiése-
mos cincuenta soldados de los más sueltos , porque Cortés
nos nombró los que habiamos de ir con él, y aquella no-
che llegamos á la Villa Rica. Y lo que allí pasamos di-
ré adelante.
CAPITULO LX
Cómo Cortés fué adonde estaba surto el navío, y prendimos
seis soldados y marineros que del navío huyeron, y lo que
sobre ello pasó.
sí como llegamos á la Villa Rica , como dicho ten-
go, vino Juan de Escalante á hablar á Cortés,
A y le dijo que seria bien ir C luego aquella noche
al navío, por ventura no alzase velas y se fue-
se, y que reposase el Cortés , que él iria con veinte solda-
dos . Y Cortés dijo que no podia reposar, que cabra coja
no tenga siesta ; que él queria ir en persona con los sol-
dados que consigo traía . Y antes que bocado comiésemos
comenzamos á caminar la costa adelante, y topamos en el
camino á cuatro españoles que venian á tomar posesion en
aquella tierra por Francisco de Garay, gobernador de
Jamaica , los cuales enviaba un capitan que estaba po-
blando de pocos dias habia en el rio de Pánuco, que se
llamaba Alonso Alvarez de Pineda 6 Pinedo ; y los cua-
tro españoles que tomamos se decian Guillen de la Loa,
éste venia por escribano, y los testigos que traía para to-
mar la posesion se decian Andrés Núñez, y era carpinte-
231
ro de ribera; y el otro se decia Maestre Pedro el de la Ar-
pa, y era valenciano; el otro no me acuerdo el nombre.
Y como Cortés hubo bien entendido cómo venian á tomar
posesion en nombre de Francisco de Garay, é supo que
quedaba en Jamaica y enviaba capitanes , preguntóles,
Cortés que por qué título o por qué vía venian aquellos
capitanes . Respondieron los cuatro hombres, que en el
año de mil y quinientos y diez y ocho, como habia fama en
todas las islas de las tierras que descubrimos cuando lo
de Francisco Hernandez de Córdoba y Juan de Grijalva,
y llevamos á Cuba los veinte mil pesos de oro à Diego
Velazquez, que entonces tuvo relacion el Garay del piloto
Anton de Alaminos y otro piloto que habiamos traido con
03 á su majestad desde el rio de
nosotros, que podia pedir
San Pedro * y San Pablo por la banda del Norte todo lo
que descubriese. Y como el Garay tenia en la Corte quien
le favoreciese, con el favor que esperaba , envió un mayor-
domo suyo que se decia Torralva á lo negociar, y trujo
provisiones para que fuese adelantado y gobernador desde
el rio de San Pedro y San Pablo y todo lo que descubrie-
se; y por aquellas provisiones envió luego tres navíos con
hasta ducientos y setenta soldados con bastimentos , y ca-
ballos , con el capitan por mí nombrado, que se decia
Alonso de Alvarez Pineda ó Pinedo, y que estaba poblan-
do en un rio que se dice Pánuco, obra de setenta leguas de
allí, y que ellos hicieron lo que su capitan les mandó, y
que no 4tienen culpa ; y como lo hubo entendido Cortés con
palabras amorosas los halagó, y les dijo que si podriamos
tomar aquel navio; y el Guillen de la Loa, que era el
más principal de los cuatro hombres, le dijo que capea-
rian, y que harian lo que pudiesen : y por bien que los lla-
maron y capearon, ni por señas que les hicieron, no qui-
sieron
.1 venir, porque, segun dijeron aquellos hombres , su
capitan les mandó que mirasen que los soldados de Cor-
tés no topasen con ellos ( porque tenian noticia que está-
bamos en aquella tierra) , y cuando vimos que no venia el
batel, bien entendimos que desde el navío nos habian vis-
232
to venir por la costa adelante, y que si no era con maña
no volverian con el batel á aquella tierra . E rogóles Cor-
tés que se desnudasen aquellos cuatro hombres sus vestidos ,
para que se los vistiesen otros cuatro hombres de los nues-
tros ; y así lo hicieron . Y luego nos volvimos por la costa
adelante , por donde habiamos venido , para que nos viesen
volver desde el navío , para que creyesen los del navío que
de hecho nos volvimos , y quedábamos los cuatro de nues-
tros soldados vestidos los vestidos de los otros cuatro: y
estuvimos con Cortés en el monte escondidos hasta más de
média noche que hiciese escuro para volvernos enfrente
del riachuelo, y muy escondidos que no pareciamos otros,
sino los cuatro soldados de los nuestros . Y como amane-
ció, comenzaron á capear los cuatro soldados ; y luego vi-
nieron en el batel seis marineros , y los dos saltaron en
tierra con unas dos botijas de agua ; y entonces aguarda-
mos los que estábamos con Cortés escondidos que saltasen
los demás marinos , y no quisieron saltar en tierra ; y los
cuatro de los nuestros que tenian vestidas las ropas de los
otros de Garay, hacian que estaban lavando las manos y
escondiendo las caras, y decian los del batel : Veníos á
embarcar, ¿ qué haceis ? ¿ por qué no venís ? Y entonces
respondió uno de los nuestros : Salta en tierra, veréis aquí
un poco. Y como desconocieron la voz, se volvieron con
su batel ; y por más que los llamaron no quisieron respon-
der: y queriamosles tirar con las escopetas y ballestas , y
Cortés dijo que no se hiciese tal , que se fuesen con Dios á
dar mandado á su capitan. Por manera que se hubieron
de aquel navío seis soldados , los cuatro hubimos primero ,
y dos marineros que saltaron en tierra ; y así volvimos á
Villa Rica, y todo esto sin comer cosa ninguna . Y esto es
lo que se hizo, y no lo que escribe el coronista Gomora :
porque dice que vino Garay en aquel tiempo , y engañó-
se; que primero que viniese envió tres capitanes con navíos,
los cuales diré adelante en qué tiempo vinieron é qué se
hizo dellos , y tambien en el tiempo que vino Garay, y pa-
semos adelante é dirémos cómo acordamos de ir á México .
CAPITULO LXI
Cómo ordenamos de ir á la ciudad de México, y por consejo
del cacique fuimos por Tlaxcala , y de lo que nos acaeció
así de reencuentros de guerra como de otras cosas.
ESPUES de bien considerada la partida para Mé-
xico, tomamos consejo sobre el camino que ha-
D biamos de llevar , y fué acordado por los prin-
cipales de Cempoal , que el mejor y más conve-
niente era por la provincia de Tlaxcala , porque eran sus
amigos y mortales enemigos de mexicanos ; é ya tenian
aparejados cuarenta principales , y todos hombres de
guerra, que fueron con nosotros y nos ayudaron mucho
en aquella jornada, y más nos dieron docientos tamemes
para llevar el artillería , que para nosotros los pobres sol-
dados no habiamos menester ninguno, porque en aquel
tiempo no teniamos que llevar, porque nuestras armas así
lanzas como escopetas , y ballestas , y rodelas , y todo otro
género dellas , con ellas durmiamos y caminábamos, y
calzados nuestros alpargates, que era nuestro calzado : y
como he dicho, siempre muy apercebidos para pelear : y
partimos de Cempoal de mediado el mes de Agosto de mil
CONQUISTA.- TOM. I.-31.
234
y quinientos y diez y nueve años , y siempre con muy
buena órden, y los corredores del campo y ciertos solda-
dos muy sueltos delante . Y la primera jornada fuimos á
un pueblo que se dice Xalapa , y desde allí á Socochima ,
y estaba muy fuerte, y mala entrada , y en él habia mu-
chas parras de uvas de la tierra; y en estos pueblos se les
dijo con doña Marina y Gerónimo de Aguilar , nuestras
lenguas , todas las cosas tocantes á nuestra santa fe, y có-
mo éramos vasallos del emperador don Cárlos , é que nos
envió para quitar que no hayá más sacrificios de hombres
ni se robasen unos á otros . Y se les declaró muchas co-
sas que se les convenia decir ; y como eran amigos de Cem-
poal y no tributaban á Montezuma , hallábamos en ellos
muy buena voluntad , y nos daban de comer , y se puso
en cada pueblo una cruz y se les declaró lo que signifi-
caba, é que la tuviesen en mucha reverencia. Y desde
Socochima pasamos unas altas sierras y puerto y llega-
mos á otro pueblo que se dice Texutla y tambien halla-
mos en ellos buena voluntad, porque tampoco daban tri-
buto como los demás ; y desde aquel pueblo acabamos de
17 sierras y entramos en el despoblado , don-
subir todas las
de hacia muy gran frio y granizo aquella noche, donde
tuvimos falta de comida y venia un viento de la sierra ne-
vada, que estaba á un lado , que nos hacia temblar de
frio, porque como habiamos venido de la isla de Cuba y
de la Villa Rica, y toda aquella costa es muy calurosa y
entramos en tierra fria y no teniamos con que nos abri-
gar sino con nuestras armas , sentiamos las heladas como
no éramos acostumbrados al frio ; y desde allí pasamos á
otro puerto ; donde hallamos unas caserías y grandes ado-
ratorios de ídolos , que ya he dicho que se dicen cues y te-
nian grandes rimeros de leña para el servicio de los ído-
los que estaban en aquellos adoratorios ; y tampoco tuvi-
mos que comer, y hacia recio frio ; y desde allí entramos
1
en tierra de un pueblo que se decia Cocotlan , ¹y enviamos
1 Xocotla.
235
dos índios de Cempoal á decille al cacique cómo íbamos ,
que tuviesen por bien nuestra llegada á sus casas , y era su-
jeto este pueblo á México, y siempre caminábamos muy
apercebidos y con gran concierto, porque viamos que ya
era otra manera de tierra ; y cuando vimos blanquear mu-
chas azuteas, y las casas del cacique, y los cues y adorato-
rios, que eran muy altos y encalados , parecian muy bien,
como algunos pueblos de nuestra España , y pusímosle nom-
bre Castilblanco, porque dijeron unos soldados portugue-
ses que parecia á la villa de Casteloblanco de Portugal,
y así se llama ahora . Y como supieron en aquel pueblo
por mí nombrado , por los mensajeros que enviábamos ,
cómo íbamos , salió el cacique á recibirnos con otros prin-
cipales junto á sus casas, el cual cacique se llamaba Olin-
tecle , y nos llevaron á unos aposentos y nos dieron de
comer poca cosa y de mala voluntad : y despues que hu-
bimos comido , Cortés les preguntó con nuestras lenguas
de las cosas de su señor Montezuma , y dijo de sus gran-
des poderes de guerreros que tenia en todas las provincias
sujetas, sin otros muchos ejércitos, que tenia en las fron-
teras y provincias comarcanas : y luego dijo de la gran
fortaleza de México , y cómo estaban fundadas las casas
sobre agua, y que de una casa á otra no se podia pasar,
sino por puentes que tenian hechos , y en canoas , y las
casas todas de azuteas, y en cada azutea si querian poner
mamparos, eran fortalezas , y que para entrar dentro en
la ciudad, que habia tres calzadas, y en cada calzada
cuatro ó cinco aberturas por donde se pasaba el agua de
una parte á otra : y en cada una de aquellas aberturas
habia una puente , y con alzar cualquiera dellas , que son
hechas de madera , no pueden entrar en México, y luego
dijo del mucho oro, y plata, y piedras chalchivis, y rique-
zas que tenia Montezuma su señor , que nunca acababa
de decir otras muchas cosas, de cuán gran señor era , que
Cortés, y todos nosotros estábamos admirados de lo oir: y
1 Olintetl .
236
con todo cuanto contaban de su gran fortaleza, y puentes ,
como somos de tal calidad los soldados españoles, quisié-
ramos ya estar probando ventura : y aunque nos parecia
cosa imposible, segun lo señalaba y decia el Olintecle. Y
verdaderamente era México muy más fuerte , y tenia ma-
yores pertrechos de albarradas , que todo lo que decia : por-
que una cosa es haberlo visto de la manera y fuerzas que
tenia, y no como lo escribo . Y dijo , que era tan gran se-
ñor Montezuma, que todo lo que queria señoreaba, y que
no sabia si seria contento cuando supiese nuestra estada
allí en aquel pueblo , por nos haber aposentado, y dado
de comer sin su licencia : y Cortés le dijo con nuestras
lenguas: pues hagoos saber que nosotros venimos de lé-
jas tierras por mandado de nuestro rey y señor, que es el
emperador don Cárlos de quien somos vasallos muchos y
grandes señores, y envia á mandar á ese vuestro gran
Montezuma, que no sacrifique, ni mate ningunos indios ,
ni robe sus vasallos , ni tome ningunas tierras ; y para que
dé la obediencia á nuestro rey y señor : y ahora lo digo
asimismo á vos Olintecle, y á todos los más caciques que
aquí estais , que dejeis vuestros sacrificios, y no comais
carnes de vuestros prójimos , ni hagais sodomías : ni las
cosas feas que haceis , porque así lo manda nuestro Señor
Dios , que es el que adoramos y creemos , y nos da la vida
y la muerte, y nos ha de llevar á los cielos : y se les de-
claró otras muchas cosas tocantes á nuestra santa fe , y
ellos á todo callaban . Y dijo Cortés á los soldados que
allí nos hallamos : paréceme , señores , que ya que no po-
demos hacer otra cosa , que se ponga una cruz : y respon-
dió el padre fray Bartolomé de Olmedo : paréceme , señor ,
que en estos pueblos no es tiempo para dejalles cruz en
su poder, porque son algo desvergonzados, y sin temor,
y como son vasallos de Montezuma no la quemen, ó ha-
gan alguna cosa mala : y esto que se les dijo basta , hasta
que tengan más conocimiento de nuestra santa fe : y así
Fe quedó sin poner la cruz. Dejemos esto, y de las santas
amonestaciones que les haciamos, y digamos, que como
237
Ilevábamos un lebrel de muy gran cuerpo, que era de
Francisco de Lugo, y ladraba mucho de noche , parece ser
preguntaban aquellos caciques del pueblo á los amigos
que traíamos de Cempoal, que si era tigre ó leon, ó cosa
con que mataban los indios, y respondieron : tráenle para
que cuando alguno los enoja los mate . Y tambien les pre-
guntaron, que aquellas bombardas que traíamos , qué ha-
ciamos con ellas, y respondieron que con unas piedras
que metiamos dentro dellas matábamos á quien queria-
mos , y que los caballos corrian como venados , y alcan-
zábamos con ellos á quien les mandábamos : y dijo el Olin-
tecle, y los demás principales : luego desa manera teules
deben ser. Ya he dicho otras veces , que á los ídolos , ó
sus dioses, ó cosas malas, llamaban teules, y respondie-
ron nuestros amigos : ¿ pues cómo ahora lo veis ? mirad
que no hagais cosa con que los enojeis, que luego lo sa-
brán, que saben lo que teneis en el pensamiento, porque
estos teules son los que prendieron á los recaudadores del
vuestro gran Montezuma, y mandaron que no les diesen
más tributo en todas las sierras , ni en nuestro pueblo de
Cempoal, y estos son los que nos derrocaron de nuestros
templos nuestros teules, y pusieron los suyos, y han ven-
cido los de Tabasco, y Cingapacinga . Y demás desto ,
ya habreis visto cómo el gran Montezuma aunque tiene
tantos poderes , les envia oro y mantas, y ahora han ve-
nido á este vuestro pueblo , y veo que no les dais nada;
andad presto , y traedles algun presente . Por manera,
que traíamos con nosotros buenos echacuervos , porque
luego trujeron cuatro pinjantes , y tres collares, y unas la-
gartijas, aunque era de oro, todo muy bajo: y más truje-
ron cuatro indias que eran buenas para moler pan, y
una carga de mantas . Cortés las recibió con alegre vo-
luntad, y con grandes ofrecimientos . Acuérdome, que te-
nian en una plaza , adonde estaban unos adoratorios , pues-
tos tantos rimeros de calaveras de muertos , que se podian
bien contar, segun el concierto con que estaban puestas,
que me parecen eran más de cien mil, y digo otra vez
238
sobre cien mil: y en otra parte de la plaza, estaban otros
tantos rimeros de zancarrones, y huesos de muertos que
no se podian contar , y tenian en unas vigas muchas ca-
bezas colgadas de una parte á otra, y estaban guardando
aquellos huesos y calaveras tres papas , que segun enten-
dimos , tenian cargo dellos ; de lo cual tuvimos que mirar
más despues que entramos más la tierra adentro , y en to-
dos los pueblos estaban de aquella , manera é tambien en lo
de Tlascala . Pasado todo esto que aquí he dicho, acordamos
de ir nuestro camino por Tlascala, porque decian nues-
tros amigos estaba muy cerca, y que los términos estaban
allí junto donde tenian puestos por señales unos mojones :
sobre ello se preguntó al cacique Olintecle, qué cuál era
el mejor camino, y más llano para ir á México , y dijo,
que por un pueblo muy grande, que se decia Cholula ,
y los de Cempoal decian á Cortés : Señor no vais por Cho-
lula , que son muy traidores , y tiene allí siempre Monte-
zuma sus guarniciones de guerra , y que fuésemos por
Tlascala, que eran sus amigos , y enemigos de mexicanos ;
y así acordamos de tomar el consejo de los de Cempoal,
que Dios lo encaminaba todo, y Cortés demandó luego al
Ölintecle veinte hombres principales guerreros que fuesen
con nosotros, y luego nos los dieron : y otro dia de mañana
fuimos camino de Tlascala, y llegamos á un pueblezuelo ,
que era de los de Xalacingo : y de allí enviamos por men-
sajeros dos indios de los principales de Cempoal de los
indios que solian decir muchos bienes y loas de los tlascal-
tecas, y que eran sus amigos , y les enviamos una carta ,
puesto que sabiamos que no la entenderian, y tambien un
chapeo de los vedijudos colorados de Flandes, que entón-
ces se usaban: y lo que se hizo diremos adelante.
CAPITULO LXII
Cómo se determinó que fuésemos por Tlaxcala, y les envia-
mos mensajeros , para que tuviesen por bien nuestra ida
por su tierra, y cómo prendieron á los mensajeros , y lo
que mas se hizo.
OмO salimos de Castilblanco, y fuimos por nues-
tro camino los corredores del campo siempre ade-
C lante, y muy apercebidos ; en gran concierto los
escopeteros y ballesteros , como convenia, y los
de á caballo mucho mejor, y siempre nuestras armas ves-
tidas, como lo teniamos de costumbre , dejemos esto, no sé
para qué gasto más palabras sobre ello , sino que estába-
mos tan apercebidos, así de dia como de noche, que si
diesen al arma diez veces, en aquel punto nos hallaran
muy puestos , calzados nuestros alpargates, y las espadas
y rodelas, y lanzas, puesto todo muy á mano : y con
aquesta órden llegamos á un pueblezuelo de Xalacingo ,
y allí nos dieron un collar de oro, y unas mantas , y dos
indias, y desde aquel pueblo enviamos dos mensajeros
principales de los de Cempoal á Tlascala con una carta ,
240
y con un chapeo vedejudo de Flandes colorado , que se
usaban entónces ; y puesto que la carta bien entendimos
que no la sabrian leer, sino como viesen el papel diferen-
ciado de lo suyo, conocerian que eran de mensajería; y
lo que les enviamos á decir con los mensajeros , cómo íba-
mos á su pueblo, y que lo tuviesen por bien , que no les
íbamos á hacer enojo, sino tenellos por amigos : y esto fué
porque en aquel pueblezuelo nos certificaron , que toda
Tlascala estaba puesta en armas contra nosotros, porque
segun pareció, ya tenian noticia cómo íbamos, y que lle-
vábamos con nosotros muchos amigos, así de Cempoal ,
como los de Zocotlan, y de otros pueblos por donde ha-
biamos pasado , y todos solian dar tributo á Montezuma ,
tuvieron por cierto que íbamos contra ellos , porque les
tenian por enemigos : y como otras veces los mexicanos
con inañas y cautelas les entraban en la tierra , y se la sa-
queaban, así creyeron querian hacer ahora : por manera
que luego como llegaron los dos nuestros mensajeros con
la carta y el chapeo, y comenzaron á decir su embajada, los
mandaron prender sin ser más oídos : y estuvimos aguar-
dando respuesta aquel dia y otro, y como no venian, des-
pues de haber hablado Cortés á los principales de aquel.
pueblo, y dicho las cosas que convenian decir acerca de
nuestra santa fe , y cómo éramos vasallos de nuestro rey
y señor, que nos envió á estas partes , para quitar que no
sacrifiquen, y no maten hombres , ni coman carne huma-
na , ni hagan las torpedades que suelen hacer ; y les dijo
otras muchas cosas, que en los más pueblos por donde
pasábamos les soliamos decir , y despues de muchos ofre-
cimientos que les hizo que les ayudaria , les demandó
veinte indios de guerra , que fuesen con nosotros, y ellos
nos los dieron de buena voluntad , y con la buena ventu-
ra, encomendándonos á Dios partimos otro dia para Tlas-
cala , é yendo por nuestro camino con el concierto que
ya he dicho, vienen nuestros mensajeros que tenian pre-
sos, que parece ser como andaban revueltos en la guer-
ra los indios que los tenian á cargo y guarda , se descui-
.
HUITZILOPOCHTLE
DE
HONOR
EN
HUMANO
SACRIFICIO
241
daron, y de hecho como eran amigos los soltaron de las
prisiones, y vinieron tan medrosos de lo que habian vis-
to, é oído , que no lo acertaban á decir : porque segun di-
jeron cuando estaban presos , los amenazaban y decian :
Ahora hemos de matar á esos que llamais teules , y co-
mer sus carnes , y veremos si son tan esforzados , como
publicais , y tambien comeremos vuestras carnes , pues ve-
nís con traiciones, y con embustes de aquel traidor de
Montezuma: y por más que les decian los mensajeros , que
éramos contra los mexicanos , que á todos los tlascaltecas
los teniamos por hermanos, no aprovechaban nada sus
razones : y cuando Cortés y todos nosotros entendimos
aquellas soberbias palabras , y como estaban de guerra ,
puesto nos dió bien que pensar en ello , dijimos todos : pues
que así es, adelante en buen hora : encomendándonos á
Dios , y nuestra bandera tendida , que llevaba el alférez
Corral; porque ciertamente nos certificaron los indios del
pueblezuelo donde dormimos, que habian de salir al ca-
3
mino á nos defender la entrada en Tlascala : y asimismo
nos lo dijeron los de Cempoal , como dicho tengo. Pues
yendo desta manera que he dicho , siempre íbamos ha-
blando cómo habian de entrar y salir de á caballo á me-
dia rienda , y las lanzas algo terciadas , y de tres en tres ,
porque se ayudasen : é que cuando rompiésemos por los
escuadrones , que llevasen las lanzas por las caras, y no
parasen á dar lanzadas, porque no les echasen mano de
llas : y que si acaeciese, que les ęchasen mano, que con
toda fuerza la tuviesen , y debajo del brazo se ayudasen ;
y poniendo espuelas con la furia del caballo se la torna-
rian á sacar , ó llevarian al indio arrastrando . Dirán aho-
ra, que para qué tanta diligencia sin ver contrarios guer-
reros que nos acometiesen . A esto respondo y digo, que
decia Cortés : Mirad, señores compañeros, ya veis que so-
mos pocos, hemos de estar siempre tan apercebidos y apa-
rejados, como si ahora viésemos venir los contrarios á pe-
lear, y no solamente vellos venir , sino hacer cuenta que es-
tamos ya en la batalla con ellos , y que como acaece muchas
CONQUISTA.-TOM. I.-32.
242
veces que echan mano de la lanza , por eso hemos de estar
avisados para el tal menester, así dello , como de otras
cosas que convienen en lo militar , que ya bien he enten-
dido , que en el pelear no tenemos necesidad de avisos ,
porque he conocido, que por bien que yo lo quiera decir ,
lo haréis muy más animosamente : y desta manera cami-
namos obra de dos leguas, y hallamos una fuerza bien
fuerte hecha de cal y canto y de otro betun tan recio ,
que con picos de hierro era forzoso deshacerla , y echa de
tal manera , que para defensa era harto recia de tomar,
y detuvímonos á mirar en ella , y preguntó Cortés á los
indios de Zocotlan , ¿ que á qué fin tenian aquella fuerza
hecha de aquella manera ? y dijeron, que como entre su
señor Montezuma y los de Tlascala tenian guerras á la
contina , que los tlascaltecas para defender mejor sus pue-
blos la habian hecho tan fuerte, porque ya aquella es su
tierra ,y reparamos un rato, y nos dió bien que pensar en
ello y en la fortaleza. Y Cortés dijo, señores, sigamos nues-
tra bandera , que es la señal de la santa cruz , que con
ella venceremos . Y todos á una les respondimos , que va-
mos mucho en buen hora, que Dios es fuerza verdadera .
Y así comenzamos á caminar con el concierto que he di-
cho , y no muy léjos vieron nuestros corredores del cam-
po hasta obra de treinta indios, que estaban por espías , y
tenian espadas de dos manos , rodelas , lanzas, y penachos ,
y las espadas son de pedernales , que cortan más que na-
vajas, puestas de arte que no se pueden quebrar , ni qui-
tar las navajas , y son largas como montantes , y tenian
sus divisas y penachos : y como nuestros corredores del
campo los vieron , volvieron á dar mandado . Y Cortés
mandó á los mismos de á caballo, que corriesen tras ellos ,
y que procurasen tomar algunos sin heridas : y luego en-
vió otros cinco de á caballo, porque si hubiese alguna ce-
lada, para que se ayudasen : y con todo nuestro ejército
dimos priesa y el paso largo y con gran concierto, por-
que los amigos que teniamos nos dijeron que ciertamente
traían gran copia de guerreros en celadas : y desque los
243
treinta indios que estaban por espías, vieron que los de á
caballo iban hácia ellos, y los llamaban con la mano , no
quisieron aguardar hasta que los alcanzaron y quisieron
tomar algunos dellos ; mas defendiéronse muy bien , que
con los montantes y sus lanzas hirieron los caballos : y
cuando los nuestros vieron tan bravosamente pelear , y
sus caballos heridos , procuraron de hacer lo que eran
obligados, y mataron cinco dellos : y estando en esto, vie-
ne muy de presto y con gran furia, un escuadron de tlas-
caltecas que estaban en celada de más de tres mil dellos ,
y comenzaron á flechar en todos los nuestros de á caba
llo , que ya estaban juntos todos, y dan una refriega : y
en este instante llegamos con nuestra artillería , escopetas
y ballestas, y poco a poco comenzaron á volver las espal-
das: puesto que se detuvieron buen rato peleando , con
buen concierto : y en aquel rencuentro hirieron á cuatro
de los nuestros , y paréceme que desde allí á pocos dias
murió el uno de las heridas : y como era tarde , se fueron
los tlascaltecas , recogiendo , y no los seguimos : y queda-
ron muertos hasta diez y siete dellos , sin muchos heridos :
y desde aquellas sierras pasamos adelante , y era llano, y
habia muchas casas de labranzas de maíz y magiales , ¹que
que es de lo que hacen el vino, y dormimos cabe un ar-
royo: y con el unto de un indio gordo que allí matamos ,
que se abrió , se curaron los heridos , que aceite no lo ha-
bia : y tuvimos muy bien de cenar de unos perrillos que
ellos crian ; puesto que estaban todas las casas despobladas
y alzado el hato ; y aunque los perrillos llevaban consi-
go, de noche no se volvian á sus casas , y allí los apañá-
bamos, que era harto buen mantenimiento : y estuvimos
toda la noche muy á punto, con escuchas y buenas ron-
das y corredores del campo, y los caballos ensillados y
enfrenados , por temor no diesen sobre nosotros . Y que-
darse ha aquí , y diré las guerras que nos dieron .
1 Magueyales.
CAPITULO LXIII
De las guerras y batallas muy peligrosas que tuvimos con
los tlaxcaltecas, y de lo que mas pasó.
TRO dia, despues de habernos encomendado á
Dios, partimos de allí muy concertados nuestros
O escuadrones, y los de á caballo muy avisados
de cómo habian de entrar rompiendo y salir ; y
en todo caso procurar que no nos rompiesen ni nos apar-
tasen unos de otros . E yendo así como dicho tengo, vié-
nense á encontrar con nosotros dos escuadrones (que ha-
bria seis mil) con grandes gritas , atambores y trompetas ,
y flechando y tirando varas y haciendo como fuertes guer-
reros . Cortés mandó que estuviésemos quedos , y con tres
prisioneros que les habiamos tomado el dia ántes , les en-
viamos á decir y á requerir que no nos diesen guerra , que
los queremos tener por hermanos, y dijo á uno de nues-
tros soldados (que se decia Diego de Godoy , que era es-
cribano de su majestad), mirase lo que pasaba y diese tes-
timonio dello si se hubiese menester , porque en algun
tiempo no nos demandasen las muertes y daños que se
recreciesen , pues les requeriamos con la paz . Y como les
245
hablaron los tres prisioneros que les enviábamos , mos-
tráronse muy más recios y nos daban tanta guerra que
no les podiamos sufrir . Entónces dijo Cortés, Santiago y á
ellos . Y de hecho , arremetimos de manera que les mata-
mos y herimos muchas de sus gentes con los tiros , y en-
tre ellos tres capitanes . Y vánse retrayendo hacia unos
arcabuesos, donde estaban en celada sobre más de cua-
renta mil guerreros con su capitan general que se decia
1
Xicotenga, y con sus divisas de blanco y colorado , por-
que aquella divisa y librea era de aquel Xicotenga; y co-
mo habia allí unas quebradas, no nos podiamos aprove-
char de los caballos, y con mucho concierto los pasamos .
Al pasar tuvimos muy gran peligro porque se aprovecha-
ban de su buen flechar, y con sus lanzas y montantes nos
hacian mala obra , y aun las hondas y piedras como gra-
nizo eran harto malas ; y como nos vimos en lo lla-
no , con los caballos y artillería nos lo pagaban , que
matábamos muchos : mas no osábamos deshacer nuestro
escuadron, porque el soldado que en algo se desmandaba
para seguir algunos indios de los montantes ó capitanes ,
luego era herido y corria gran peligro . Y andando en
estas batallas nos cercan por todas partes , que no nos po-
diamos valer poco ni mucho , que no osábamos arremeter
á ellos sino era todos juntos porque no nos desconcertasen
y rompiesen ; y si arremetiamos , como dicho tengo, hallá-
bamos sobre veinte escuadrones sobre nosotros que nos
resistian, y estaban nuestras vidas en mucho peligro , por-
que eran tantos guerreros , que á puñadas de tierra nos
cegaran sino que la gran misericordia de Dios nos socor-
ria y nos guardaba. Y andando en estas priesas , entre
aquellos grandes guerreros y sus temerosos montantes , pa-
rece ser acordaron de se juntar muchos dellos y de ma-
yores fuerzas para tomar á manos á algun caballo ; y lo
pusieron por obra, y arremetieron, y echan mano á una
muy buena yegua y bien revuelta de juego y de car-
1 Xicotencatl.
246
rera, y el caballero que en ella iba muy buen ginete,
que se decia Pedro de Moron . Y como entró rompiendo
con otros tres de á caballo entre los escuadrones de los
contrarios, porque así les era mandado porque se ayuda-
sen unos á otros , echanle mano de la lanza, que no la pu-
do sacar, y otros le dan de cuchilladas con los montantes.
y le hirieron malamente y entonces dieron una cuchilla-
da á la yegua, que le cortaron el pescuezo redondo y allí
quedó muerta ; y si de presto no socorrieran los dos com-
pañeros de á caballo al Pedro de Moron , tambien le aca-
baran de matar, pues quizá podiamos con todo nuestro
escuadron ayudalle . Digo otra vez, que por temor que
no nos desbaratasen ó acabasen de desbaratar , no podia-
mos ir ni á una parte ni á otra, que harto teniamos que
sustentar no nos llevasen de vencida , que estábamos muy
en peligro: y todavía acudimos á la presa de la yegua ,
y tuvimos lugar de salvar al Moron , y quitársele de su
poder, que ya le llevaban medio muerto ; y cortamos la
cincha de la yegua porque no se quedase allí la silla . Y
allí en aquel socorro hirieron diez de los nuestros , y ten-
go en mí que matamos entónces cuatro capitanes , porque
andábamos juntos pié con pié y con las espadas les ha-
ciamos mucho daño ; porque como aquello pasó se comen-
zaron á retirar, y llevaron la yegua, la cual hicieron pe-
dazos para mostrar en todos los pueblos de Tlaxcala : y
despues supimos que habian ofrecido á sus ídolos las her-
raduras, y el chapeo de Flandes vedijudo , y las dos car-
tas que les enviamos para que viniesen de paz . La yegua
que mataron era de un Juan Sedeño ; y porque en aque-
Ila sazon estaba herido el Sedeño de tres heridas del dia
ántes , por esta causa se la dió al Moron , que era muy
buen ginete, y murió el Moron entónces de ahí á dos dias
de las heridas , porque no me acuerdo verle más . Volva-
mos á nuestra batalla, que como habia bien una hora
que estábamos en la rencilla peleando y los tiros les de-
berian hacer mucho mal , porque como eran muchos an-
daban tan juntos que por fuerza les habian de llevar co-
247
pia dellos ; pues los de á caballo , escopetas , ballestas, es-
padas, rodelas y lanzas, todos á una peleábamos como va-
lientes soldados por salvar nuestras vidas y hacer lo que
éramos obligados ; porque ciertamente las teniamos en
grande peligro , cual nunca estuvieron . Y á lo que des-
pues supimos , en aquella batalla les matamos muchos in-
dios, y entre ellos ocho capitanes muy principales , hijos
de los viejos caciques que estaban en el pueblo cabecera
mayor, y á esta causa se trujeron con muy buen concier-
to , y á nosotros que no nos pesó dello, y no los segui-
mos porque no nos podiamos tener en los piés de can-
sados ; y allí nos quedamos en aquel pueblezuelo , que
todos aquellos campos estaban muy poblados y aun te-
nian hechas otras casas debajo de tierra como cuevas,
en que vivian muchos indios , y llamábase donde pasó es-
1
ta batalla Tehuacingo ó Tehuacacingo, y fué dada en
dos dias del mes de Septiembre de mil y quinientos y diez
y nueve años . Y desque nos vimos con vitoria dimos mu-
chas gracias a Dios, que nos libró de tan grandes peligros ;
y desde allí nos retrujimos luego á unos cues que estaban
buenos y altos como en fortaleza , y con el unto del indio
que ya he dicho otras veces, se curaron nuestros solda-
dos (que fueron quince) y murió uno de las heridas ; y
tambien se curaron cuatro ó cinco caballos que estaban
heridos, y reposamos y cenamos muy bien aquella noche,
porque teniamos muchas gallinas y perrillos que hubimos
en aquellas casas , con muy buen recaudo de escuchas y
rondas, y los corredores del campo, y descansamos hasta
otro dia por la mañana . En aquella batalla tomamos y
prendimos quince indios y los dos principales. Y una co-
sa tenian los tlaxcaltecas en esta batalla , y en todas las
demás , que en hiriéndoles cualquiera indio, luego lo lle-
vaban, y no podiamos ver los muertos .
1 Tcoatzinco.- Lugar del agua divina.
CAPITULO LXIV
Cómo tuvimos nuestro real asentado en unos pueblos y ca-
serías que se dicen Teoacingo ó Teuacingo , y lo que allf
hicimos.
OMOnos sentimos muy trabajados de las batallas pa-
sadas , y estaban muchos soldados y caballos heri-
C dos y
y teniamos necesidad de adobar las ballestas
y alistar almacen de saetas , estuvimos un dia sin
hacer cosa que de contar sea , y otro dia por la mañana
dijo Cortés que seria bueno ir á correr el campo con los
de á caballo que estaban buenos para ello, porque no
pensasen los tlaxcaltecas que dejábamos de guerrear por
la batalla pasada , y porque viesen que siempre los habia-
mos de seguir: y el dia pasado, como he dicho , habiamos.
estado sin salirlos á buscar, é que era mejor irles nosotros
á acometer que ellos á nosotros , porque no sintiesen nues-
tra flaqueza, y porque aquel campo es muy llano y muy
poblado . Por manera que con siete de á caballo y pocos
ballesteros y escopeteros , y obra de ducientos soldados y
con nuestros amigos salimos , y dejamos en el real buen
recaudo, segun nuestra posibilidad , y por las casas y pue-
249
blos por donde íbamos prendimos hasta veinte indios é in-
dias , sin hacelles ningun mal ; y los amigos , como son
crueles , quemaron muchas casas, y trujeron bien de co-
mer gallinas y perrillos ; y luego nos volvimos al real ,
que era cerca, y acordó Cortés de soltar los prisioneros ,
y se les dió primero de comer , y doña Marina y Aguilar
los halagaron y dieron cuentas, y les dijeron que no fue-
sen mas locos é que viniesen de paz, que nosotros les que-
remos ayudar y tener por hermanos . Y entónces tambien
soltamos los dos prisioneros primeros que eran principales,
y se les dió otra carta para que fuesen á decir á los caciques
mayores que estaban en el pueblo cabecera de todos los
más pueblos de aquella provincia , que no les veniamos á
hacer mal ni enojo, sino pasar por su tierra é ir á Méxi-
co á hablar á Montezuma ; y los dos mensajeros fueron al
real de Xicotenga, que estaba de allí obra de dos leguas
en unos pueblos y casas , que me parece que se llamaban
Tecuacimpacingo ; y como les dieron la carta y dijeron .
nuestra embajada , la respuesta que les dió su capitan Xi-
cotenga el mozo, fué que fuésemos á su pueblo adonde
está su padre que allá harian las paces con hartarse de
nuestras carnes , y honrar sus dioses con nuestros co-
razones y sangre, é que para otro dia de mañana veria-
mos su respuesta ; y cuando Cortés y todos nosotros oi-
mos aquellas tan soberbias palabras como estábamos hos-
tigados de las pasadas batallas é encuentros , verdade-
ramente no lo tuvimos por bueno, y á aquellos mensaje-
ros halagó Cortés con blandas palabras , porque les pa-
reció que habian perdido el miedo , y les mandó dar
unos sartalejos de cuentas, y esto para tornalles à enviar
por mensajeros sobre la paz. Entonces se informó muy
por extenso cómo y de qué manera estaba el capitan
Xicotenga, y qué poderes tenia consigo: y les dijeron
que tenia muy más gente que la otra vez cuando nos
dió guerra , porque traía cinco capitanes consigo y que
cada capitan traía diez mil guerreros . Fué desta manera
que lo contaba, que de la parcialidad de Xicotenga , que ya
CONQUISTA.- TOM. I.- 33.
250
no habia del viejo padre del mismo capitan sino diez mil,
y de la parte de otro gran cacique que se decia Mase Es-
caci , ¹otros diez mil , y de otro gran principal que se decia
Chichimeca Tecle, 2 otros tantos, y de otro gran cacique
3 4
señor de Topeyanco , que se decia Tecapaneca , otros
Б
diez mil, é de otro cacique que se decia Guaxobcin, otros
diez mil : por manera que eran á la cuenta cincuenta mil .
Y que habian de sacar su bandera y seña, que era una
ave blanca tendidas las alas como que queria volar, que
parece como avestruz, y cada
1 capitan con su divisa y
librea, porque cada cacique así las tenia diferenciadas.
Digamos ahora como en nuestra Castilla tienen los du-
ques y condes : y todo esto que aquí he dicho , tuvimos-
lo por muy cierto, porque ciertos indios de los que tuvi-
mos presos, que soltamos aquel dia, lo decian muy cla-
ramente, aunque no eran creidos . Y cuando aquello vi-
mos , como somos hombres y temiamos la muerte, muchos
de nosotros, y aun todos los más, nos confesamos con el
padre de la Merced y con el clérigo Juan Diaz , que toda
la noche estuvieron en oir de penitencia y encomendándo-
nos á Dios, que nos librase no fuésemos vencidos ; y des-
ta manera pasamos hasta otro dia, y la batalla que nos
dieron aquí lo diré.
1 Maxixcatzin.- Señor de Ocotelolco.
2 Chichimecateuctli.
3 Topoxan.
4 Tecpanecatl .
5 Tlehuexolotzin. -Señor de Tepecticpac.
CAPITULO LXV
De la gran batalla que hubimos con el poder de tlaxcalte
cas, y quiso Dios nuestro Señor darnos victoria, y lo que
más pasó .
TRO dia de mañana , que fue cinco de Septiembre
de mil y quinientos y diez y nueve años , pusi-
O mos los caballos en concierto, que no quedó nin-
guno de los heridos que allí no saliesen para ha-
cer cuerpo é ayudasen lo que pudiesen , y apercebidos los
ballesteros que con gran concierto gastasen el almacen ,
unos armando y otros soltando, y los escopeteros por el
consiguiente, y los de espada y rodela que á la estocada
ó cuchillada que diésemos que pasasen las entrañas , por-
que no se osasen juntar tanto como la otra vez, y el arti-
llería bien apercebida iba , y como ya tenian aviso los de
á caballo que se ayudasen unos á otros , y las lanzas tercia-
das, sin pararse á alancear , sino por las caras y ojos , en-
trando y saliendo á média rienda, y que ningun soldado
saliese del escuadron, y con nuestra bandera tendida, y
cuatro compañeros guardando al alférez Corral . Así sa-
limos de nuestro real ; y no habiamos andado medio cuar-
252
to de legua cuando vimos asomar los campos llenos de
guerreros con grandes penachos, y sus divisas, y mucho
ruido de trompetillas y bocinas. Aquí habia bien que es-
cribir y ponello en relacion lo que en esta peligrosa y
dudosa batalla pasamos , porque nos cercaron por todas
partes tantos guerreros , que se podia comparar como si
hubiese unos grandes prados de dos leguas de ancho y
otras tantas de largo y en medio dellos cuatrocientos
hombres , así era: todos los campos llenos de ellos , y
nosotros obra de cuatrocientos , muchos heridos y dolien-
tes ; y supimos de cierto que esta vez venian con pensa-
miento que no habian de dejar ninguno de nosotros á vi-
da que no habia de ser sacrificado á sus ídolos . Volva-
mos á nuestra batalla. Pues como comenzaron á romper
con nosotros , ¡ qué granizo de piedra de los honderos ! Pues
flechas , todo el suelo hecho parva de varas todas de á dos
gajos que pasan cualquier arma, y las entrañas adonde no
hay defensa ; y los de espada y rodela , y de otras mayores ,
qué espadas como montantes y lanzas , qué priesa nos da-
ban y con qué braveza se juntaban con nosotros, y con qué
grandísimos gritos y alaridos ! puesto que nos ayudaba-
mos con tan gran concierto con nuestra artillería y esco-
petas y ballestas , que les haciamos harto daño, y á los
que se nos llegaban con sus espadas y montantes les dába-
mos buenas estocadas que les haciamos apartar y no se
juntaban tanto como la otra vez pasada , y los de á caba-
Ilo estaban tan diestros y hacíanlo tan varonilmente, que
despues de Dios , que es el que nos guardaba , ellos fue-
ron fortaleza. Yo ví entónces medio desbaratado nues-
tro escuadron, que no aprovechaban voces de Cortés ,
ni de otros capitanes, para que tornásemos á cerrar. Tan-
to número de indios cargó entonces sobre nosotros , sino
que á puras estocadas les hicimos que nos diesen lugar ,
con que volvimos á ponernos en concierto . Una cosa
nos daba la vida ; y era que como eran muchos y estaban
amontonados, los tiros les hacian mucho mal ; y demás des-
to no sabian capitanear, porque no podian allegar todos los
253
capitanes con sus gentes , y á lo que supimos desde la otra
batalla pasada , habian tenido pendencias y rencillas en-
tre el capitan Xicotenga con otro capitan hijo de Chichi-
meclatecle, sobre que decia el un capitan al otro que no
lo habia hecho bien en 'la batalla pasada , y el hijo de
Chichimeclatecle respondió, que muy mejor que él , y se lo
haria conocer de su persona á la suya de Xicotenga: por
manera que en esta batalla no quiso ayudar con su gen-
te el Chichimeclatecle al Xicotenga: ántes supimos muy
ciertamente que convocó á la capitanía de Guaxolcingo
que no pelease . Y demás desto , desde la batalla pasa-
da temian los caballos y tiros, y espadas y ballestas , y
nuestro buen pelear , y sobre todo , la gran misericordia
de Dios, que nos daba esfuerzo para nos sustentar ; y co-
mo el Xicotenga no era obedecido de dos capitanes , y
nosotros les haciamos muy gran daño , que les matábamos
muchas gentes, las cuales encubrian, porque como eran
muchos , en hiriéndolos á cualquiera de los suyos, luego
le apañaban y le llevaban á cuestas : y así en esta ba-
talla , como en la pasada, no podiamos ver ningun muer-
to : y como ya peleaban de mala gana , y sintieron que
las capitanías de los dos capitanes por mí nombrados no
les acudian , comenzaron á aflojar ; porque segun pareció
en aquella batalla matamos á un capitan muy principal,
que de los otros no los cuento , y comenzaron á retraerse
con buen concierto , y los de á caballo á media rienda si-
guiéndolos poco trecho, porque no se podian ya tener de
cansados : y cuando nos vimos libres de aquella tanta
multitud de guerreros, dimos muchas gracias a Dios .
Allí nos mataron un soldado , é hirieron mas de sesenta ,
y tambien hirieron á todos los caballos ; á mí me dieron
dos heridas, la una en la cabeza de pedrada , y otra en
un muslo de un flechazo, mas no eran para dejar de pe-
lear y velar, y ayudar á nuestros soldados ; y asimismo lo
hacian todos los soldados que estaban heridos, que si no
eran muy peligrosas las heridas , habiamos de pelear y
velar con ellos , porque de otra manera pocos quedaron
254
que estuviesen sin heridas : y luego nos fuimos á nuestro
real muy contentos , y dando muchas gracias a Dios , y
enterramos los muertos en una de aquellas casas que te-
nian hechas en los soterraños , porque no viesen los indios
que éramos mortales , sino que creyesen que éramos teu-
les como ellos decian, y derrocamos mucha tierra enci-
ma de la casa , porque no oliesen los cuerpos, y se cura-
ron todos los heridos con el unto del indio , que otras ve-
ces he dicho. ¡O qué mal refrigerio teniamos que un acey-
te para curar heridos , ni sal no habia! Otra falta tenia-
mos y grande, que era ropa para nos abrigar , que venia
un viento tan frio de la sierra nevada, que nos hacia ti-
ritar (aunque mostrábamos buen ánimo siempre), porque
las lanzas y escopetas y ballestas mal nos cobijaban .
Aquella noche dormimos con mas sosiego que la pasada ,
puesto que teniamos mucho recaudo de corredores y es-
pías, velas y rondas . Y dejallo hé aquí, y diré lo que
otro dia hicimos en esta batalla y prendimos tres indios
principales .
CAPITULO LXVI
Cómo otro dia enviamos mensajeros á los caciques de Tlax-
cala, rogándoles con la paz, y lo que sobre ello hicieron.
ESPUES de pasada la batalla por mí contada, que
prendimos en ella los tres indios principales ,
D enviólos luego nuestro capitan Cortés , y con
los dos que estaban en nuestro real que habian
ido otras veces por mensajeros , les mandó que dijesen á
los caciques de Tlascala, que les rogábamos, que vengan
luego de paz , y que nos den pasada por su tierra para ir
á México , como otras veces les hemos enviado á decir ; é
que si ahora no vienen, que les mataremos todas sus gen-
tes , y porque los queremos mucho, y tener por herma-
nos, no les quisiéramos enojar, si ellos no hubiesen dado
causa á ello: y se les dijo muchos halagos para atraerlos
á nuestra amistad : y aquellos mensajeros fueron de bue-
na gana luego á la cabecera de Tlascala, y dijeron su
embajada á todos los caciques, por mí ya nombrados : los
cuales hallaron juntos con otros muchos viejos y papas ,
y estaban muy tristes , así del mal suceso de la guerra ,
256
como de la muerte de los capitanes parientes , ó hijos su-
yos que en las batallas murieron, y dice que no les qui-
sieron escuchar de buena gana : y lo que sobre ello acor-
daron , fué , que luego mandaron llamar todos los adivi-
nos y papas, y otros que echaban suertes, que llaman
tacalnagual , que son hechiceros, y dijeron que mirasen
por sus adivinanzas y hechizos y suertes, qué gente éra-
mos , y si podriamos ser vencidos dándonos guerra de
da y de noche á la contina ; y tambien para saber si éra-
mos teules, así como lo decian los de Cempoal , que ya
he dicho otras veces que son cosas malas como demonios ,
é qué cosas comiamos , é que mirasen todo esto con mu-
cha diligencia : y despues que se juntaron los adivinos y
hechiceros , y muchos papas, y hechas sus adivinanzas , y
echadas sus suertes , y todo lo que solian hacer , parece
ser, dijeron , que en las suertes hallaron , que éramos
hombres de hueso y de carne, y que comiamos gallinas ,
y perros , y pan, y frutas, cuando lo teniamos , y que no
comiamos carnes de indios , ni corazones de los que ma-
tábamos ; porque, segun pareció, los indios amigos que
traiamos de Cempoal, les hicieron en creyente que éra-
mos teules , y que comiamos corazones de indios , é que
las bombardas echaban rayos como caen del cielo , é que
el lebrel , que era tigre ó leon , y que los caballos eran
para lancear á los indios cuando los queriamos matar, y
les dijeron otras muchas niñerías . E volvamos á los pa-
pas : y lo peor de todo , que les dijeron sus papas é adi-
vinos, fué, que de dia no podiamos ser vencidos , porque
como anochecia se nos quitaban las fuerzas : y más les
dijeron los hechiceros , que éramos esforzados , y que to-
das estas virtudes teniamos de dia hasta que se ponia
el sol , y desque anochecia no teniamos fuerzas ningu-
Y cuando aquello oyeron los caciques, y lo tu-
vieron por muy cierto , se lo enviaron á decir á su capi-
tan general Xicotenga , para que luego con brevedad
venga una noche con grandes poderes á nos dar guerra .
El cual , como lo supo , juntó obra de diez mil indios los
257
más esforzados que tenia, y vino á nuestro real , y por
tres partes nos comenzó á dar una mano de flechas, y ti-
rar varas con sus tiraderas de un gajo y de dos , y los de
espadas y macanas , y montantes por otra parte, por ma-
nera, que de repente tuvieron por cierto, que llevarian
algunos de nosotros para sacrificar : y mejor lo hizo nues-
tro Señor Dios, que por muy secretamente que ellos ve-
nian, nos hallaron muy apercibidos ; porque como sintie-
ron su gran ruido que traian á mata caballo, vinieron
nuestros corredores del campo , y las espías á dar al ar-
ma: y como estábamos tan acostumbrados á dormir cal-
zados , y las armas vestidas, y los caballos ensillados , y
enfrenados, y todo género de armas muy á punto, les re-
sistimos con las escopetas y ballestas, y á estocadas de
presto vuelven las espaldas , y como el campo era llano
y hacia luna , los de á caballo los siguieron un poco,
donde por la mañana hallamos tendidos, muertos y heri-
dos hasta veinte dellos : por manera que se vuelven con
gran pérdida, y muy arrepentidos de la venida de no-
che. Y aun oí decir, que como no les sucedió bien lo
que los papas y las suertes, y hechiceros les dijeron , que
sacrificaron á dos dellos . Aquella noche mataron un in-
dio de nuestros amigos de Cempoal, é hirieron dos solda-
dos y un caballo, y allí prendimos cuatro dellos , y como
nos vimos libres de aquella arrebatada refriega , dimos
gracias a Dios y enterramos al amigo de Cempoal , y cu-
ramos los heridos y al caballo , y dormimos lo que que-
dó de la noche con grande recaudo en el real , así como
lo teniamos de costumbre ; y desque amaneció, y nos vi-
mos todos heridos á dos y á tres heridas, y muy can-
sados , y otros dolientes y entrapajados , y Xicotenga
que siempre nos seguia, y faltaban ya sobre cincuenta
y cinco soldados que se habian muerto en las batallas ,
y dolencias y frios , y estaban dolientes otros doce ;
y asimismo nuestro capitan Cortés tambien tenia calen-
turas , y aun el padre fray Bartolomé de Olmedo , de
la órden de la Merced , con el trabajo y peso de las ar-
CONQUISTA.-TOM. I.-34.
258
mas que siempre traiamos á cuestas, y otras malas ven-
turas de frios, y falta de sal , que no la comiamos ni la
hallábamos ; y demás desto dábanos que pensar, qué fin
habriamos en aquestas guerras : é ya que allí se acaba-
sen, qué seria de nosotros , adónde
t habiamos de ir : por-
que entrar en México, teníamoslo por cosa de risa á cau-
sa de sus grandes fuerzas : y deciamos que cuando aque-
llos de Tlascala nos habian puesto en aquel punto, y nos
hicieron creer nuestros amigos los de Cempoal que esta-
han de paz, que cuando nos viésemos en la guerra con
los grandes poderes de Montezuma, que qué podriamos
hacer ? y demás desto no sabiamos de los que quedaron
poblados en Villa Rica, ni ellos de nosotros : y como entre
todos nosotros habia caballeros y soldados tan excelentes
varones, y tan esforzados y de buen consejo, que Cortés
inguna cosa decia ni hacia , sin primero tomar sobre ello
muy maduro consejo y acuerdo con nosotros ; puesto que
el coronista Gomora diga, hizo Cortés esto , fué allá , vino
de acullá, dice otras cosas que no T
llevan camino ; y aunque
Cortés fuera de hierro, segun lo cuenta el Gomora en su
historia no podia acudir á todas partes : bastaba que dije-
ra que lo hacia como buen capitan, como siempre lo fué,
y esto digo, porque despues de las grandes mercedes que
nuestro Señor nos hacia en todos nuestros hechos , y en las
victorias pasadas, y en todo lo demás parece ser , que á los
soldados nos daba gracia, y consejo para aconsejar que
Cortés hiciese todas las
T cosas muy bien hechas . Dejemos
de hablar en loas pasadas, pues no hacen mucho á nues-
tra historia, y digamos cómo todos á una esforzábamos á
Cortés, y le dijimos , que curase de su persona , que allí
estábamos, y que, con la ayuda de Dios , que pues habia-
mos escapado de tan peligrosas batallas, que para algun
buen fin era nuestro Señor servido de guardarnos , y que
luego soltase los prisioneros, y que les enviase á los caci-
ques mayores otra vez por mí nombrados, que vengan
de paz , é se les perdonará todo lo hecho , y la muerte de
la yegua. Dejemos esto, y digamos cómo doña Marina,
259
por ser mujer de la tierra, qué esfuerzo tan varonil tenia,
que con oir cada dia que nos habian de matar , y comer
nuestras carnes , y habernos visto cercados en las bata-
llas pasadas y que ahora todos estábamos heridos y do-
lientes, jamás vimos flaqueza en ella, sino muy mayor es-
fuerzo que de mujer. Y á los mensajeros que ahora envia-
mos , les habló la doña Marina, y Gerónimo de Aguilar ,
que vengan luego de paz , y que si no vienen dentro de dos
dias , les iremos á matar, y destruir sus tierras , é iremos
á buscarlos á su ciudad : y con estas resueltas palabras
fueron á la cabecera donde estaba Xicotenga el viejo .
Dejemos esto, y diré otra cosa que he visto, que el coro-
nista Gomora no escribe en su historia , ni hace mencion,
si nos mataban, ó estábamos heridos , ni pasábamos tra-
bajos , ni adolesciamos, sino todo lo que escribe, es como
si lo halláramos hecho. ¡ O cuán mal le informaron los
que tal le aconsejaron que lo pusiesen así en su historia !
y á todos los conquistadores nos ha dado en qué pensar
en lo que ha escrito no siendo así , y debia pensar , que
cuando viésemos su historia , habiamos de decir la ver-
dad . Olvidemos al coronista Gomora, y digamos cómo
nuestros mensajeros fueron á la cabecera de Tlaxcala
con nuestro mensaje : y paréceme que llevaron una carta,
que aunque sabiamos que no la habian de entender, sino
porque se tenia por cosa de mandamiento, y con ella una
saeta, y hallaron á los dos caciques mayores , que esta-
ban hablando con otros principales, y lo que sobre ello
respondieron adelante lo diré.
1
CAPITULO LXVII
Cómo tornamos á enviar mensajeros á los caciques de Tlax-
cala, para que viniesen de paz, y lo que sobre ello hicie-
ron y acordaron .
Oмo llegaron á Tlaxcala los mensajeros que envia-
mos á tratar de las paces , y les hallaron que es-
C taban en consulta los dos más principales caci-
ques, que se decian Maseescaci, y Xicotenga el
viejo, padre del capitan general , que tambien se decia Xi-
cotenga el mozo, otras muchas veces por mí nombrado ,
como les oyeron su embajada , estuvieron suspensos un
rato que no hablaron , y quiso Dios que inspiró en sus pen-
samientos que hiciesen paces con nosotros ; y luego envia-
ron á llamar á todos los más caciques y capitanes que ha-
bia en sus poblaciones , y á los de una provincia que es-
I
tán juntos con ellos, que se dice Guajocingo , ¹ que eran sus
amigos, y confederados, y todos juntos en aquel pueblo
que estaban , que era cabecera , les hizo Maseescaci , y el
viejo Xicotenga , que eran bien entendidos , un razona-
1 Huexotzingo.
261
miento casi que fué desta manera , segun despues supimos ,
aunque no las palabras formales : Hermanos y amigos
nuestros , ya habeis visto cuántas veces estos teules que
están en el campo esperando guerras , nos han enviado
mensajeros á demandar paz, y dicen que nos vienen á
ayudar , y tener en lugar de hermanos : y asimismo ha-
beis visto cuántas veces han llevado presos muchos de
nuestros vasallos , que no les hacen mal , y luego los suel-
tan ; bien veis cómo les hemos dado guerra tres veces con
todos nuestros poderes , así de dia como de noche , y no
han sido vencidos , y ellos nos han muerto en los comba-
tes que les hemos dado muchas de nuestras gentes , é hi-
jos y parientes , y capitanes : ahora de nuevo vuelven á
demandar paz , y los de Cempoal que traen en su compa-
ñía, dicen que son contrarios de Montezuma y sus mexi-
canos , y que les han mandado que no le den tributo los
pueblos de las sierras Totonaque , ni los de Cempoal : pues
se os acordará , que los mexicanos nos dan guerra cada
año de más de cien años á esta parte, y bien veis que es-
tamos en estas nuestras tierras como acorralados , que no
osamos salir á buscar sal, ni aun la comemos , ni aun al-
godon, que pocas mantas dello traemos : pues si salen, ó
hau salido algunos de los nuestros á buscar , pocos vuel-
ven con las vidas , que estos traidores de mexicanos , y sus
confederados nos los matan , ó hacen esclavos : ya nues-
tros tacalnaguas y adivinos , y papas nos han dicho lo que
sienten de sus personas de estos teules, y que son esforza-
dos . Lo que me parece es, que procuremos de tener amistad
con ellos, y si no fueren hombres , sino teules , de una ma-
nera y de otra les hagamos buena compañía , y luego va-
yan cuatro nuestros principales , y les lleven muy bien de
comer, y mostrémosles amor y paz, porque nos ayuden y
defiendan de nuestros enemigos , y traigámoslos aquí lue-
go con nosotros , y démosles mujeres para que de su ge-
neracion tengamos parientes , pues segun dicen los emba-
jadores que nos envian á tratar las paces, que traen mu-
jeres entre ellos. Y como oyeron este razonamiento , á to-
262
dos los caciques les pareció bien, y dijeron que era cosa
acertada , y que luego vayan à á entender en las paces , y
que se le envie á hacer saber á su capitan Xicotenga y
á los demás capitanes que consigo tiene, para que luego
vengan sin dar más guerras, y les digan que ya tenemos
hechas paces . Y enviaron luego mensajeros sobre ello ; y
el capitan Xicotenga el mozo no lo quiso escuchar á los
cuatro principales, y mostró tener enojo, y los trató mal
de palabra, y que no estaba por las paces. Y dijo que ya
habia muerto muchos teules y la yegua, y que él que-
ria dar otra noche sobre nosotros y acabarnos de vencer
y matar : la cual respuesta desque la oyó su padre Xico-
tenga el viejo y Maseescaci , y los demás caciques , se eno-
jaron de manera que luego enviaron á mandar á los ca-
pitanes y á todo su ejército, que no fuesen con el Xico-
tenga á nos dar guerra, ni en tal caso le obedeciesen en
cosa que les mandase si no fuese para hacer paces , y tam-
poco lo quiso obedecer . Y cuando vieron la desobedien-
cia de su capitan, luego enviaron los cuatro principales
que otra vez les habian mandado que viniesen á nuestro
real y trujesen bastimento , y para tratar las paces en
nombre de toda Tlaxcala y Guaxocingo . Y los cuatros vie-
jos, por temor de Xicotenga el mozo, no vinieron en aque-
lla sazon ; y porque en un instante acaecen dos ó tres co-
sas, así en nuestro real como en este tratar de paces , y
por fuerza tengo de tomar entre manos lo que más viene
al propósito , dejaré de hablar en los cuatro indios prin-
cipales que enviaron á tratar las paces, que aun no ve-
nian por temor de Xicotenga , en este tiempo fuimos con
Cortés á un pueblo junto á nuestro real , y lo que pasó
diré adelante .
CAPITULO LXVIII
Cómo acordamos de ir á un pueblo que estaba cerca de nues-
tro real, y lo que sobre ello se hizo.
OмO habia dos dias que estábamos sin hacer cosa
que de contar sea , fué acordado , y aun aconse-
C jamos á Cortés, que un pueblo que estaba obra
de una legua de nuestro real (que le habiamos
enviado á llamar de paz y no venia) que fuésemos una
noche y diésemos sobre él, no para hacelles mal (digo
matalles, ni herilles, ni traellos presos) , mas de traer co-
mida y atemorizalles ó hablalles de paz, segun viésemos
lo que ellos hacian. Y llámase este pueblo Zumpacingo,
y era cabecera de muchos pueblos chicos , y era sujeto el
pueblo donde estábamos allí donde teniamos nuestro real ,
que se dice Tecodcungapacingo, que todo al rededor es-
taba muy poblado de casas é pueblos ; por manera que
una noche al cuarto de la modorra madrugamos para ir
á aquel pueblo con seis de á caballo de los mejores y con
los mas sanos soldados, y con diez ballesteros y ocho es-
copeteros , y Cortés por nuestro capitan , puesto que tenia
264
calenturas ó tercianas : dejamos el mejor recaudo que po
diamos en el real . Antes que amaneciese con dos horas
caminamos , y hacia un viento tan frio aquella mañana
que venia de la sierra nevada , que nos hacia temblar é
tiritar, y bien lo sintieron los caballos que llevábamos ,
porque dos de ellos se atorozonaron y estaban temblan-
do, de lo cual nos pesó en gran manera , temiendo no mu-
riesen ; y Cortés mandó que se volviesen al real los caba-
lleros dueños cuyos eran, á curar dellos . Y como estaba
cerca el pueblo, llegamos á él ántes que fuese de dia ; y
como nos sintieron los naturales dél , fuéronse huyendo
de sus casas , dando voces unos á otros , que se guardasen
de los teules , que les íbamos á matar, que no se aguar-
daban padres á hijos . Y como los vimos , hicimos alto en
un patio hasta que fuera de dia , que no se les hizo nin-
gun daño. Y como unos papas que estaban en unos cues
(los mayores del pueblo) y otros viejos principales vieron
que estábamos allí sin les hacer enojo ninguno , vienen á
Cortés y le dicen que les perdonen porque no han ido á
nuestro real de paz ni llevar de comer cuando los envia-
mos á llamar, y la causa ha sido que el capitan Xicoten-
ga, que está de allí muy cerca, se lo ha enviado á decir
que no le den, y porque de aquel pueblo y otros muchos
le bastecen su real , é que tiene consigo todos los hom-
bres de guerra y de toda la tierra de Tlaxcala . Y Cor-
tés les dijo con nuestras lenguas (doña Marina y Aguilar ,
que siempre iban con nosotros á cualquiera entrada que
íbamos, y aunque fuese de noche) , que no hubiesen mie-
do y que luego fuesen á decir á sus caciques á la cabe-
cera, que vengan de paz porque la guerra es mala para
ellos . Y envió á aquestos papas , porque de los otros men-
sajeros que habiamos enviado aun no teniamos respuesta
ninguna sobre que enviaban á tratar las paces los caci-
ques de Tlaxcala con los cuatro principales , que aun no
habian venido . E aquellos papas de aquel pueblo bus-
caron de presto mas de cuarenta gallinas é gallos , y dos
dias para moler tortillas , y las trujeron y Cortés se lo
265
agradeció, y mandó luego le llevasen veinte indios de
aquel pueblo á nuestro real , y sin temor ninguno fueron
con el bastimento, y se estuvieron en el real hasta la tar-
de, y se les dió contezuelas, con que volvieron muy con-
tentos a sus casas é á todas aquellas caserías . Nuestros
vecinos decian que éramos buenos, que no les enojába-
mos; y aquellos viejos y papas avisaron dello al capitan
Xicotenga , cómo habian dado la comida y las indias , y
riñó mucho con ellos, y fueron luego á la cabecera á ha-
cello saber á los caciques viejos . Y como supieron que
no les haciamos mal ninguno, y aunque pudiéramos ma-
talles aquella noche muchos de sus gentes, y les enviába-
mos á demandar paces , se holgaron , y les mandaron que
ada dia nos trujesen todo lo que hubiésemos menester ;
y tornaron otra vez á mandar á los cuatro principales ,
que otras veces les encargaron las paces , que luego en
aquel instante fuesen á nuestro real, y llevasen toda la
comida y aparato que les mandaban . Y así nos volvimos
luego á nuestro real con el bastimento é indias , y muy
contentos : é quedarse aquí , y diré lo que pasó en el real
éntretanto que habiamos ido á aquel pueblo.
CONQUISTA, TOM. I.- 35.
CAPITULO LXIX
4:
Cómo despues que volvimos con Cortés de Cimpacingo ha-
llamos en nuestro real ciertas pláticas, y lo que Cortés
respondió á ellas.
5. do id
UELTOS de Cimpacingo , que así se dice, con bas-
timentos y muy contentos en dejallos de paz ,
V hallamos en el real corrillos y pláticas sobre
los grandísimos peligros en que cada dia está-
bamos en aquella guerra, y cuando llegamos avivaron
más las pláticas ; y los que más en ello hablaban é insis-
tian eran los que en la isla de Cuba dejaban sus casas y
repartimientos de indios . Y juntáronse hasta siete dellos ,
que aquí no quiero nombrar por su honor , y fueron al
rancho y aposento de Cortés , y uno dellos (que habló por
todos, que tenia buena expresiva y aun tenia bien en la
memoria lo que habia de proponer) dijo como á manera
de aconsejarle á Cortés , que mirase cuál andábamos ma-
lamente heridos , y flacos , y corridos, y los grandes tra-
bajos que teniamos así de noche con velas, y con espías ,
y rondas, y corredores del campo , como de dia é de no-
che peleando : y que por la cuenta que han echado , que
267
desde que salimo de Cuba que faltaban ya sobre cincuen-
s
ta y cinco compañeros , y que no sabemos de los de la Vi-
lla Rica que dejamos poblados ; é que pues Dios nos ha-
bia dado victoria en las batallas y reencuentros que des-
de que veniamos en aquella provincia habiamos habido ,
y con su gran misericordia nos sostenia , que no le debia-
mos tentar tantas veces ; é que no quería ser peor que Pe-
dro Carbonero , que nos habia metido en parte que no sé
esperaba , sino que un dia ó otro habiamos de ser sacrifi-
cados á los ídolos , lo cual plega Dios tal no permita , é
que seria bueno volver á nuestra Villa , y que en la for-
taleza que hicimos y entre los pueblos de los totonaques
nuestros amigos nos estariamos hasta que hiciésemos un
navío que fuese á dar mandado á Diego Velazquez , y á
otras partes é islas , para que nos enviasen socorro é ayu-
das ; é que ahora fueran buenos los navíos que dimos con
todos al través , ó que se quedaran siquiera dos dellos pa-
ra la necesidad si ocurriese , y que sin dalles parte dello ,.
ni de cosa ninguna , por consejo de quien no sabe conside-
rar las cosas de fortuna , mandó dar con todos al través :
y que plegue à Dios que él y los que tal consejo le dieron
no se arrepientan dello , y que ya no podiamos sufrir la
carga cuanto más muchas sobrecargas , y que andábamos
peores que bestias , porque á las bestias que han hecho sus.
jornadas les quitan las albardas y les dan de comer y re-
posan , y que nosotros de dia y de noche siempre andamos
cargados de armas y calzados . Y más le dijeron , que mi-
rase en todas las historias así de romanos como las de
Alejandro , ni de otros capitanes de los muy nombrados
que en el mundo ha habido , no se atrevieron á dar con
los navíos al través , y con tan poca gente meterse en tan
grandes poblaciones y de muchos guerreros , como él ha
hecho , y que parece que es autor de su muerte y de la de
todos nosotros . E que quiera conservar su vida y las nues-
tras , y que luego nos volviésemos á la Villa Rica , pues es-
taba de paz la tierra ; y que no se lo habian dicho hasta en-
tónces , porque no han visto tiempo para ello, por los mu-
268
chos guerreros que teniamos cada dia por delante y en
los lados , y pues ya no tornaban de nuevo (los cuales
creían que volverian) , y pues Xicotenga con su gran po-
der no nos ha venido á buscar aquellos tres dias pasados ,
que debe estar allegando gente, y que no debiamos aguar-
dar otra como las pasadas ; y le dijeron otras cosas sobre
el caso . E viendo Cortés que se lo decian algo como so-
berbios , puesto que iba á manera de consejo , le respon-
dió muy mansamente, y dijo : Que bien conocido tenia
muchas cosas de las que habian dicho ; é que á lo que ha
visto y tiene creido , que en el universo no hubiese otros
españoles más fuertes ni que con tanto ánimo hayan pe-
leado , ni pasado tan excesivos trabajos como nosotros ; é
que andar con las armas á cuestas à la contina , y velas ,
rondas, y frios , que si así no lo hubiéramos hecho , ya fué-
ramos perdidos ; y que por salvar nuestras vidas, que aque-
llos trabajos y otros mayores habiamos de tomar. Edijo :
Para qué es , señores , contar en esto cosas de valentías ,
que verdaderamente nuestro Señor es servido ayudarnos ;
é que cuando se me acuerda vernos cercados de tantas ca-
pitanías de contrarios , y verles esgrimir sus montantes y
andar tan juntos de nosotros , ahora me pone grima , es-
pecial cuando nos mataron la yegua de una cuchillada ,
¡ cuán perdidos y desbaratados estábamos ! y entonces co-
nocí vuestro muy grandísimo ánimo más que nunca ; y
pues Dios nos libró de tan gran peligro, que esperanza te-
nia en él que así habia de ser de allí adelante , pues en to-
dos estos peligros no me conoceriades tener pereza, que
en ellos me hallaba con vuestras mercedes . Y tuvo razon
de lo decir , porque ciertamente en todas las batallas se
hallaba de los primeros . He querido , señores , traeros es-
to á la memoria, que pues nuestro Señor fué servido guar-
darnos , tengamos esperanza que así será de aquí adelan-
te, pues desque entramos en la tierra , en todos los pue-
blos les predicamos la santa doctrina lo mejor que pudi-
mos, y les procuramos deshacer sus ídolos . Y pues que
ya víamos que el capitan Xicotenga ni sus capitanias no
269
parecian, y que de miedo no debian de osar volver , por .
que les debiéramos de hacer ma la obra en las batallas pa-
sadas, y que no podria juntar sus gentes, habiendo sido
ya desbaratado tres veces , y que por esta causa tenia con-
fianza en Dios , y en su abogado señor San Pedro , que era
fenecida la guerra de aquella provincia : y ahora , como
habeis visto, traen de comer de Cimpacingo, y quedan
de paz, y estos nuestros vecinos que están por aquí po-
blados en sus casas . Y que en cuanto á dar con los na-
víos al través , fué muy bien aconsejado ; y que si no llamó
á alguno dellos al consejo , como á otros caballeros , fué
por lo que sintió en el Arenal , que no lo quisiera ahora
traer á la memoria, y que el acuerdo y consejo que aho-
ra le dan y el que entonces le dieron , es todo de una ma-
nera, y todo uno, y que miren que hay otros muchos ca-
balleros en real que serán muy contrarios de lo que aho-
ra piden y aconsejan , y que encaminemos siempre todas
las cosas á Dios , y seguillas en su santo servicio será me-
jor. Y á lo que señores decís, que jamás capitanes roma-
nos de los muy nombrados han acometido tan grandes
hechos como nosotros, vuestras mercedes dicen verdad .
E ahora en adelante , mediante Dios, dirán en las histo-
rias que desto harán memoria , mucho más que de los an
tepasados ; pues , como he dicho , todas nuestras cosas en
servicio de Dios y de nuestro gran emperador don Cárlos ,
y aun debajo de su recta justicia y christiandad, serán
ayudadas de la misericordia de nuestro Señor y nos sos-
terná, que vamos de bien en mejor . Así que, señores, no
es cosa bien acertada volver un paso atrás ; que si nos
viesen volver estas gentes , y los que dejanos atrás de
paz , las piedras se levantarian contra nosotros ; y como
ahora nos tienen por dioses y ídolos , que así nos llaman,
nos juzgarian por muy cobardes y de pocas fuerzas . Y á
lo que decís de estar entre los amigos totonaques nuestros
aliados , si nos viesen que damos vuelta sin ir á México ,
se levantarian contra nosotros ; y la causa dello seria que
•
como les quitamos que no diesen tributo á Montezuma ,
270
enviaria sus poderes mexicanos contra ellos para que los
tornasen á tributar, y sobre ello dalles guerra , y aun les
mandaria que nos la den á nosotros : y ellos, por no ser.
destruidos, porque los temen en gran manera, lo pornian
por la obra ; así que, donde pensábamos tener amigos , se-
rian enemigos, pues desque lo supiese el gran Montezuma
que nos habiamos vuelto, ¿ qué diria ? ¿ en qué ternia nues-
tras palabras , ni lo que le enviamos á decir ? Que todo
era cosa de burla ó juego de niños . Así que , señores, mal
allá y peor acullá , más vale que estemos aquí donde es-
tamos , que es bien llano, y todo bien poblado , y este
nuestro real bien bastecido : unas veces gallinas , otras
perros , gracias á Dios no falta de comer , si tuviésemos
sal , que es la mayor falta que al presente tenemos , y ro-
pa para guarecernos del frio . Y á lo que decís , señores,
que se han muerto desde que salimos de la isla de Cuba,
cincuenta y cinco soldados de heridas, hambres , frios ,
dolencias y trabajos : é que somos pocos, é todos heridos
y dolientes ; Dios nos da esfuerzo por muchos, porque vis-
ta cosa es, que las guerras gastan hombres y caballos , y
que unas veces comemos bien, y no venimos al presente
para descansar , sino para pelear cuando se ofreciere : por
tanto os pido, señores , por merced, que pues sois , caba
lleros, y personas que antes habiades de esforzar á quien
viésedes mostrar flaqueza , que de aquí adelante se os qui-
te del pensamiento la isla de Cuba, y lo que allá dejais ,
y procuremos de hacer lo que siempre habeis hecho co-
mo buenos soldados , que despues de Dios , que es nuestro
socorro é ayuda, han de ser nuestros valerosos brazos .
Y como Cortés hubo dado esta respuesta , volvieron aque-
llos soldados à repetir en la plática, y dijeron que todo
lo que decia estaba bien dicho , mas que cuando salimos
de la villa , que dejábamos poblada , nuestro intento era,
y ahora lo es, de ir á México, pues hay tanta gran fama
de tan fuerte ciudad, y tanta multitud de guerreros , y
que aquellos tlasealtecas decian , que los de Cempoal ,
eran pacíficos , y no habia fama dellos , como de los de
271
México, y habemos estado tan á riesgo nuestras vidas ,
que si otro dia nos dieran otra batalla como algunas de
las pasadas , ya no nos podiamos tener de cansados : ya
que no nos diesen más guerras ; que la ida de México les
parecia muy terrible cosa , y que mirase lo que decia y
ordenaba . Y Cortés respondió medio enojado , que valia
más morir por buenos , como dicen los Cantares , que vi-
vir deshonrados . Y demás desto que Cortés les dijo , to-
dos los más soldados que le fuimos en alzar capitan , y
dimos consejo sobre dar al través con los navíos, dijimos
en alta voz , que no curase de corrillos , ni de oír se-
mejantes pláticas, sino que con el ayuda de Dios con buen
.
concierto estemos apercebidos para hacer lo que conven-
ga: y así cesaron todas las pláticas : verdad es que mur-
muraban de Cortés é le maldecian , y aun de nosotros que
le aconsejábamos , y de los de Cempoal, que por tal cami-
no nos trujeron, y decian otras cosas no bien dichas , mas
en tales tiempos se disimulaban . En fin, todos obedecie-
ron muy bien. Y dejaré de hablar en esto , é diré cómo
los caciques viejos de la cabecera de Tlascala enviaron
otra vez mensajeros de nuevo á su capitan general Xico-
tenga, que en todo caso no nos dé guerra, y que vaya de
paz luego á nos ver, y llevar de comer , porque así está
ordenado por todos los caciques y principales de aquella
tierra, y de Guaxocingo : y tambien enviaron á mandar á
los capitanes que tenia en su compañía , que si no fuese
甫
para tratar paces, que en cosa ninguna le obedeciesen : y
esto le tornaron á enviar á decir tres veces, porque sabian
cierto, que no les queria obedecer, y tenia determinado
el Xicotenga , que una noche habia de dar otra vez en
nuestro real , porque para ello tenia juntos veinte mil hom-
bres, y como era soberbio y muy porfiado , así ahora , co-
mo las otras veces, no quiso obedecer . Y lo que sobre
ello se hizo, diré adelante.
CAPITULO LXX
Cómo el capitan Xicotenga tenia apercebidos veinte mil
hombres guerreros escogidos , para dar en nuestro real, y
lo que sobre ello se hizo .
OMO Maseescaci y Xicotenga el viejo, y todos los
mas caciques de la cabecera de Tlascala envia-
C ron cuatro veces á decir á su capitan, que no
nos diese guerra, sino que nos fuese á hablar de
paz , pues estaba cerca de nuestro real , y mandaron á los
demas capitanes que con él estaban que no le siguiesen ,
sino fuese para acompañarle si nos iba ver de paz: como
el Xicotenga era de mala condicion , soberbio y porfiado ,
acordó de nos enviar cuarenta indios con comida de ga-
Ilinas , pan y fruta , y cuatro mujeres indias viejas, y de
ruin manera, y mucho copal , y plumas de papagayos ,
y los indios que lo traían al parecer creimos que ve-
nian de paz : y llegados á nuestro real sahumaron á Cor-
tés, y sin hacer acato como suelen entre ellos , dijeron :
esto os envia el capitan Xicotenga , que comais si sois
teules , como dicen los de Cempoal : é si quereis sacrifi-
cios, tomar esas cuatro mujeres , que sacrifiqueis , y po-
273
deis comer de sus carnes y corazones : y porque no sabe-
mos de qué manera lo haceis, por eso no las hemos sacri-
ficado ahora delante de vosotros , y si sois hombres , co-
med de las gallinas , pan y fruta , y si sois teules mansos ,
ahí os traemos copal , (que ya he dicho que es como in-
cienso) , y plumas de papagayos, haced vuestro sacrificio
con ello. Y Cortés respondió con nuestras lenguas , que
ya les habia enviado á decir, que quieren paz, y que no
venia á dar guerra, y les venian á rogar y manifestar de
1
parte de nuestro Señor Jesu-Chisto, que es el en quien
creemos y adoramos , y el emperador don Cárlos (cuyos
vasallos somos) , que no maten , y sacrifiquen á ninguna
persona como lo suelen hacer ; y que todos nosotros somos
hombres de hueso y de carne como ellos , y no teules
sino christianos, y que no tenemos por costumbre de ma-
tar á ningunos , que si matar quisiéramos , que todas las
veces que nos dieron guerra de dia y de noche , habia en
ellos hartos en que pudiéramos hacer crueldades , y que
por aquella comida que allí traen se lo agredece , y que
no sean mas locos de lo que han sido y vengan de paz .
Y parece ser aquellos indios que envió el Xicotenga con
la comida, eran espías para mirar nuestras chozas, y en-
tradas y salidas , y todo lo que en nuestro real habia, y
ranchos , caballos y artillería , y cuántos estábamos en
cada choza, y estuvieron aquel dia y noche , y se iban
unos con mensajes á su Xicotenga, y venian otros : y los
amigos que traímos de Cempoal miraron y cayeron en
ello, que no era cosa acostumbrada estar de dia ni de
noche nuestros enemigos en el real sin propósito ningu-
no, y que cierto eran espías y tomaron dellos mas sos-
pecha, porque cuando fuimos á lo del pueblezuelo Cim-
pacingo, dijeron dos viejos de aquel pueblo á los de Cem-
poal , que estaba apercebido Xicotenga con muchos guer-
reros para dar en nuestro real de noche de manera que
no fuesen sentidos, y los de Cempoal entónces tuviéronlo
por burla, y cosa de fieros y por no sabello muy de cier-
to, no se lo habian dicho à Cortés , y súpolo luego doña
CONQUISTA.- TOM. I.- 36.
274
Marina, y ella lo dijo á Cortés . Y para saber la verdad ,
mandó Cortés apartar dos de los tlascaltecas que parecian
mas hombres de bien, y confesaron que eran espías de
Xicotenga, y todo á la fin que venian , y Cortés los man-
dó soltar, y tomamos otros dos, y ni más ni ménos con-
fesaron que eran espías, y tomáronse otros dos ni más ni
ménos: y más dijeron , que estaba su capitan Xicotenga
aguardando la respuesta para dar aquella noche con to-
das sus capitanías en nosotros ; y como Cortés lo hubo en-
tendido, lo hizo saber en todo el real, para que estuviese-
mos muy alerta , creyendo que habian de venir , como lo
tenian concertado, y luego mandó prender hasta diez y
siete indios de aquellas espías , y dellos se cortaron las
nanos, y á otros los dedos pulgares , y les enviamos á su
capitan Xicotenga y se les dijo que por el atrevimiento de
venir de aquella manera se les ha hecho ahora aquel cas-
tigo , é digan que venga cuando quisiere , de dia ó de no-
che, que allí le aguardariamos dos dias ; y que si dentro
de los dos dias no viniese que lo iriamos á buscar á su
real , y que ya hubiéramos ido á les dar guerra, y mata-
lles, sino porque los queremos mucho ; y que no sean más
locos, y vengan de paz . Y como fueron aquellos indios
de las manos cortadas y dedos , en aquel instante dicen
que ya Xicotenga queria salir de su real con todos sus
poderes para dar sobre nosotros de noche, como lo tenian
concertado , y como vió ir á sus espías de aquella manera,
se maravilló y preguntó la causa dello , y le contaron to-
do lo acaecido, y desde entónces perdió el brio y so-
berbia, y demás desto, ya se le habia ido del real una
capitanía con toda su gente , con quien habia tenido con-
tienda y bandos en las batallas pasadas . E pasemos ade-
lante .
CAPITULO LXXI
Cómo vinieron á nuestro real los cuatro principales que ha-
bian enviado á tratar paces, y razonamiento que hicieron,
y lo que mas pasó.
STANDO en nuestro real sin saber que habian de
venir de paz, puesto que la deseábamos en gran
E manera, y estábamos entendiendo en aderezar
armas, y en hacer saetas, y cada uno en lo que
habia menester para en cosas de la guerra ; en este instan-
te vino uno de nuestros corredores del campo á gran prie-
sa, y dijo, que por el camino principal de Tlaxcala vie-
nen muchos indios é indias con cargas , y que sin torcer
por el camino , vienen hácia nuestro real , é que el otro
su compañero de á caballo corredor del campo está ata-
layando para ver á qué parte van: y estando en esto , lle-
gó el otro su compañero de á caballo , y dijo , que muy
cerca de allí venian derechos adonde estábamos , y que
de rato en rato hacian paradillas : y Cortés y todos nos-
otros nos alegramos con aquellas nuevas, porque creim os
cierto ser de paz, como lo fué, y mandó Cortés que no se
hiciese alboroto, ni sentimiento, y que disimulados nos
276
estuviésemos en nuestras chozas : y luego de todas aque-
llas gentes que venian con las cargas se adelantaron cua-
tro principales que traían cargo de entender en las paces ,
como les fué mandado por los caciques viejos , y haciendo
señas de paz, que era abajar la cabeza , se vinieron dere-
chos á la choza y aposento de Cortés, y pusieron la mano
en el suelo , y besaron la tierra , y hicieron tres reveren-
cias, y quemaron sus copales , y dijeron que todos los ca-
ciques de Tlaxcala , y vasallos y aliados , y amigos , y con-
federados suyos , se vienen á meter debajo de la amistad
y paces de Cortés, y de todos sus hermanos los teules que
consigo estaban, y que les perdone, porque no han sali-
do de paz , y por la guerra que nos han dado , porque
creyeron y tuvieron por cierto , que éramos amigos de
Montezuma y sus mexicanos , los cuales son sus enemigos
4
mortales de tiempos muy antiguos, porque vieron que
venian con nosotros en nuestra compañía muchos de sus
vasallos que le dan tributos , y que con engaño y traicio-
nes les queria entrar en su tierra, como lo tenian de cos-
tumbre para llevar robados sus hijos y mujeres , y que.
por esta causa no creían á los mensajeros que les enviá-
bamos : y demás desto dijeron, que los primeros indios
que nos salieron á dar guerra así como entramos en sus
tierras, que no fué por su mandado y consejo , sino por
los chontales estomies, que son gentes como monteses , y
sin razon, y que como vieron que éramos tan pocos , que
creyeron de tomarnos á manos, y llevarnos presos á sus
señores, y ganar gracias con ello, y que ahora vienen á
demandar perdon de su atrevimiento, y que cada día trae-
rán más bastimento del que allí traían, y que lo reciba-
mos con el amor que lo envian, y que de allí á dos dias
vendrá el capitan Xicotenga con otros caciques, y dará
más relacion de la buena voluntad que toda Tlaxcala tie-
ne de nuestra buena amistad . Y luego que hubieron aca-
bado su razonamiento, bajaron sus cabezas, y pusieron
las manos en el suelo, y besaron la tierra . Y luego Cor-
tés les habló con nuestras lenguas con gravedad , é hizo
277
del enojado, é dijo, que puesto que habia causas para no
los oír, ni tener amistad con ellos ; porque desde que en-
tramos por su tierra , les enviamos á demandar paces , y
les envió á decir que los queria favorecer contra sus ene-
migos los de México , é no lo quisieron creer, y querian
matar nuestros embajadores y no contentos con aquello ,
nos dieron guerra tres veces y de noche, y que tenian es-
pías y asechanzas sobre nosotros y en las guerras que nos
daban les pudiéramos matar muchos de sus vasallos , y
no quise , y que los que murieron me pesa por ello , que ellos
dieron causa á ello, y que tenia determinado de ir adon-
de están los caciques viejos á dalles guerra : que pues aho-
ra vienen de paz de parte de aquella provincia , que él
los recibe en nombre de nuestro rey y señor, y les agra-
dece el bastimento que traen : y les mandó que luego fue-
sen á sus señores à les decir vengan, ó envien á tratar las
paces con más certificacion , y si no vienen , que iriamos
á su pueblo á les dar guerra ; y les mandó dar cuentas
azules, para que diesen á los caciques en señal de paz ; y
se les amonestó, que cuando viniesen á nuestro real , fue-
se de dia, y no de noche, porque los matariamos . Y lue-
go se fueron aquellos cuatro principales mensajeros , y de-
jaron en unas casas de indios algo apartadas de nuestro
real las indias que traían para hacer pan y gallinas, y
todo servicio, y veinte indios que les traían agua y leña ,
y desde allí adelante nos traían muy bien de comer: y
cuando aquello vimos , y nos pareció que eran verdade-
ras las paces, dimos muchas gracias a Dios por ello, y
vinieron en tiempo que ya estábamos tan flacos, y traba-
jados y descontentos con las guerras, sin saber el fin que
habria dellas, cual se puede colegir : y en los capítulos
pasados dice el coronista Gomora , que Cortés se subió en
unas peñas, y que vió el pueblo de Cimpacingo ; digo que
estaba junto á nuestro real , que harto ciego era el soldado
que lo queria ver y no lo via muy claro. Tambien dici
que se le querian amontinar y rebelar los soldados , é de-
ce otras cosas que yo no las quiero escribir, porque es
278
gastar palabras, porque dice que lo sabe por informa-
cion . Digo, que capitan nunca fué tan obedecido en el
mundo , segun adelante lo verán, que tal por pensamiento
no pasó á ningun soldado desde que entramos en tierra
adentro, si no fué cuando lo de los Arenales ; y las pala-
bras que le decian en el capítulo pasado, era por via de
aconsejarle , y porque les parecia que eran bien dichas, y
no por otra via, porque siempre le siguieron muy bien y
lealmente : y no es mucho que en los ejércitos algunos bue-
nos soldados aconsejen á su capitan , y más si se ven tan
trabajados como nosotros andábamos : y quien viere su
historia lo que dice, creerá que es verdad , segun lo refie-
re con tanta elocuencia , siendo muy contrario de lo que
pasó . Y dejallo hé aquí, y diré lo que más adelante nos
avino con unos mensajeros que envió el gran Monte-
znma .
CAPITULO LXXII
Cómo vinieron á nuestro real embajadores de Montezuma ,
gran señor de México, y del presente que trujeron.
OмO nuestro Señor Dios , por su gran misericordia,
fué servido darnos victoria de aquellas batallas
C de Tlaxcala, voló nuestra fama por todas aque-
llas comarcas, y fué á oídos del gran Montezuma
á la gran ciudad de México, y si ántes nos tenian por
teules (que son como sus ídolos) de ahí adelante nos te-
nian en muy mayor reputacion y por fuertes guerreros,
y puso espanto en toda la tierra cómo siendo nosotros tan
pocos y los tlaxcaltecas de muy grandes poderes los ven-
cimos, y ahora enviarnos á demandar paz . Por manera
que Montezuma, gran señor de México , de muy bueno
que era, ó temió nuestra ida á su ciudad , despachó cinco
principales hombres de mucha cuenta á Tlaxcala y á
nuestro real para darnos el bien venido y á decir que se
habia holgado mucho de nuestra gran victoria que hubimos
contra tantos escuadrones de guerreros, y envió un pre-
sente obra de mil pesos de oro en joyas muy ricas y de mu-
280
chas maneras labradas, y veinte cargas de ropa fina de
algodon, y envió á decir que queria ser vasallo de nues-
tro gran emperador, y que se holgaba porque estábamos
ya cerca de su ciudad , por la buena voluntad que tenia
á Cortés y á todos los teules sus hermanos que con el es-
tábamos (que así nos llamaba) , y que viese cuánto que-
ria de tributo cada año para nuestro gran emperador,
que lo dará en oro, plata y joyas, y ropa con tal que no
fuésemos á México ; y esto que no lo hacia porque no
fuésemos, que de muy buena voluntad nos acogiera , sino
por ser la tierra estéril y fragosa , y que le pesaria de
nuestro trabajo si nos lo viese pasar, é que por ventura
que no lo podria remediar tan bien como querria . Cor-
tés le respondió y dijo que le tenia en merced la voluntad
que mostraba y el presente que envió, y el ofrecimiento
de dar á su majestad el tributo que decia, y luego, rogó
á los mensajeros que no se fuesen hasta ir á la cabecera
de Tlaxcala y que allí los despacharia , porque viesen en
lo que paraba aquello de la guerra, y no les quiso dar
luego la respuesta porque estaba purgado del dia antes ,
y purgóse con unas manzanillas que hay en la isla de
Cuba y son muy buenas para quien sabe cómo se han de
tomar . Dejaré esta materia, y diré lo que mas en nuestro
real pasó .
CAPITULO LXXIII
Cómo vino Xicotenga, capitan general de Tlaxcala, á enten-
der en las paces. y lo que dijo y lo que nos avino.
STANDO platicando Cortés con los embajadores de
Montezuma, como dicho habemos (y queria re-
E posar porque estaba malo de calenturas y pur
gado de otro dia ántes) , viénenle á decir que
venia el capitan Xicotenga con muchos caciques y capi-
tanes, y que traen cubiertas mantas blancas y coloradas,
digo la mitad de las mantas blancas y la otra mitad co-
loradas, que era su divisa y librea, y muy de paz, y traía
consigo hasta cincuenta hombres principales que le acom-
pañaban; y allegado al aposento de Cortés le hizo muy
grande acato en sus reverencias , como entre ellos se usa,
y mandó quemar mucho copal, y Cortés con gran a mor
le mandó sentar cabe si . Y dijo el Xicotenga que él ve-
nia de parte de su padre y de Maseescaci, y de todos los
caciques y república de Tlaxcala á rogarle que los admi-
tiese á nuestra amistad, y que venia a dar la obediencia
á nuestro rey y señor, y á demandar perdon por haber
tomado armas y habernos dado guerra ; y que si lo hicie-
CONQUISTA. TOM. I.-37.
282
ron, que fué por no saber quién éramos, porque tuvieron
por cierto que veniamos de la parte de su enemigo Mon-
tezuma , que como muchas veces suelen tener astucias y
mañas para entrar en sus tierras y roballes y saqueallas,
que así creyeron que lo queria hacer ahora, y que por
esta causa procuraron de defender sus personas y patria ,
y fué forzado pelear ; y que ellos eran muy pobres, que
no alcanzan oro, ni plata , ni piedras ricas , ni ropa de
algodon, ni aun sal para comer, porque Montezuma no
les da lugar á ello para salir á buscallo . Y que si sus an-
2
tepasados tenian algun oro ó piedras de valor , que al
Montezuma se te habian dado cuando algunas veces ha-
cian paces ó treguas, porque no los destruyesen , y esto
en los tiempos muy atrás pasados ; y porque al presente
no tienen que dar , que les perdone, que su pobreza era
causa dello y no la buena voluntad . Y dió muchas que
jas de Montézuina y de sus aliados , que todos eran con-
tra ellos y les daban guerra , puesto que se habian defen-
dido muy bien: y que ahora quisiera hacer lo mismo con
nosotros, y no pudieron , aunque se habian juntado tres
veces con todos sus guerreros, y que éramos invencibles ;
y que coino conocieron esto de nuestras personas , que
quieren ser nuestros amigos, y vasallos del gran señor
emperador don Cárlos , porque tienen por cierto que con
nuestra compañía serian siempre guardadas y amparadas
sus personas, mujeres é hijos, y no estarán siempre con
sobresalto de los traidores mexicanos : y dijo otras mu-
chas palabras de ofrecimientos con sus personas
personas y ciudad .
Era este Xicotenga alto de cuerpo y de grande espalda ,
y bien hecho, y la cara tenia larga y como hoyosa y ro-
busta, y era de hasta treinta y cinco años , y en el pare-
cer mostraba en su persona gravedad . Y Cortés les dió
las gracias muy cumplidas, con halagos que le mostró, y
dijo que él los recibia por tales vasallos de nuestro rey
y señor, y amigos nuestros . Y luego dijo el4 Xicotenga
que nos rogaba fuésemos á su ciudad , porque estaban to
1.
dos los caciques viejos y papas aguardándonos con muj
283
cho regocijo. Y Cortés le respondió que él iria presto , y
que luego fuera, sino porque estaba entendiendo en nego-
cios del gran Montezuma , y como despache aquellos men-
sajeros que él será allá . Y tornó Cortés à decir algo más
áspero y con gravedad de las guerras que nos habian da-
do de dia y de noche; é que pues ya no puede haber en-
mienda en ello, que se lo perdona, y que miren que las
paces que ahora les damos que sean firmes y no haya
mudamiento , porque si otra cosa hacen que los matará y
destruirá su ciudad , y que no aguardasen otras palabras
de paces sino de guerra . Y como aquello oyó el Xicoten-
ga y todos los principales que con él venian, respondie-
ren á una que serian firmes y verdaderas, y que para
ello quedaban todos en rehenes ; y pasaron otras pláticas
de Cortés á Xicotenga , y de todos los más principales, y
se les dieron unas cuentas verdes y azules para su padre
y para él y los más caciques ; y les mandó que dijesen
que iria presto á su ciudad . E á todas estas pláticas y
ofrecimientos que he dicho estaban presentes los embaja
dores mexicanos , de lo cual les pesó en gran manera de
las paces, porque bien entendieron que por ellas no les
habia de venir bien ninguno . Y desque se hubo despedi
do el Xicotenga dijeron á Cortés los embajadores de Mon-
tezuma medio riendo, que si creía algo de aquellos ofre-
cimientos é paces que habian hecho de parte de todaIN Tlax-
cala , que todo era burla, y que no los creyesen, que eran
palabras muy traidores y engañosas , 1 que lo hacian para
que desque nos tuviesen en su ciudad en parte donde nos
pudiesen tomar á su salvo, darnos guerra y matarnos ,
y que tuviésemos en la memoria cuántas veces nos habian
venido con todos sus poderes á matar, y como no pudie-
ron y fueron dellos muchos muertos y otros heridos , que
se querian ahora vengar con demandas y paz fingida. Y
Cortés respondió con semblante , muy esforzado y dijo:
Que no se le daba nada porque tuviesen tal pensamiento ,
como decian ; é ya que todo fuese verdad, que él se hol
garia dello para castigalles con quitalles las vidas, y que
284
eso se le da que den guerra de dia que de noche, ni que sea
en el campo que en la ciudad , que en tanto tenia lo uno
como lo otro ; y para saber si es verdad , que por esta
causa determina de ir allá. Y viendo aquellos embajado-
res su determinacion, rogáronle que aguardásemos allí en
nuestro real seis dias , porque querian enviar dos de sus
compañeros á su señor Montezuma , y que vendrian den-
tro de los seis dias con respuesta ; y Cortés se lo prome-
tió: lo uno , porque , como he dicho , estaba con calentu-
ra ; y lo otro , como aquellos embajadores le dijeron aque-
llas palabras, puesto que hizo semblante no hacer caso
dellas , miró que si por ventura serian verdad , hasta ver
más certidumbre en las paces (porque eran tales que ha-
bia que pensar en ellas) ; y como en aquella sazon vió
que habia venido de paz, y en todo el camino por donde
venimos de nuestra Villa Rica de Vera-Cruz era los
pueblos nuestros amigos y confederados, escribió Cortés
á Juan de Escalante, que ya he dicho que quedó en la
Villa para acabar de hacer la fortaleza , y por capitan de
obra de sesenta soldados viejos y dolientes que allí que-
daron, en las cuales cartas les hizo saber las grandes
mercedes que nuestro Señor Jesu-Christo nos ha hecho en
las batallas que hubimos , en las victorias y reencuentros
desde que entramos en la provincia de Tlaxcala, donde
ahora han venido de paz, y que todos diesen gracias á
Dios por ello, y que mirasen que siempre favoreciesen á
los pueblos totonaques nuestros amigos, y que le enviasen
luego en posta dos botijas de vino que habian dejado so-
terradas en cierta parte señalada de su aposento ; y asi-
mismo trujesen hostias de las que habiamos traido de la
isla de Cuba , porque las que trujimos de aquella entrada
ya se habian acabado . En las cuales cartas dice que hu-
bieron mucho placer en la Villa , y escribió el Escalante
lo que allí habia sucedido, y todo vino muy presto . Y en
aquellos dias en nuestro real pusimos una cruz muy sun-
tuosa y alta , y mandó Cortés á los indios de Cimpacingo,
y á los de las casas que estaban junto de nuestro real ,
285
que encalasen un cu y estuviese bien aderezado . Dejemos
de escribir desto, y volvamos á nuestros nuevos amigos
los caciques de Tlaxcala, que, como vieron que no íba-
mos á su pueblo, ellos venian á nuestro real con gallinas.
y tunas (que era tiempo dellas) , y cada dia traían el bas-
timento que tenian en su casa y con buena voluntad nos
lo daban sin que quisiesen tomar por ello cosa ninguna ,
aunque se lo dábamos , y siempre rogando á Cortés que
se fuese luego con ellos á su ciudad . Y como estábamos
aguardando á los mexicanos los seis dias como les pro-
metió, con palabras blandas les detenia ; y luego , cum-
plido el plazo que habian dicho , vinieron de México seis
principales hombres de mucha estima , y trujeron un rico
presente que envió el gran Montezuma , que fueron más de
tres mil pesos de oro en ricas joyas de diversas maneras ,
ducientas piezas de ropa de mantas muy ricas de pluma,
y de otras labores, y dijeron á Cortés cuando lo presen-
taron que su señor Montezuma se huelga de nuestra bue
na andanza , y que le ruega muy ahincadamente , que ni
en bueno ni en malo no fuese con los de Tlaxcala á su
pueblo , ni se confiase dellos , que lo querian llevar allá
para roballe oro y ropa, porque son muy pobres , que una
manta buena de algodon no alcanzan ; é que por saber-
que el Montezuma nos tiene por amigos y nos envia aquel
oro, y joyas , y mantas, lo procurarán de robar muy me-
jor. Y Cortés recibió con alegria aquel presente , y dijo
que se lo tenia en merced , y que él lo pagaria al señor
Montezuma en buenas obras : y que si se sintiese que los
tlaxcaltecas les pasase por el pensamiento lo que Monte-
zuma les enviaba á avisar, que se lo pagaria con quita-
Iles á todos las vidas, y que él sabe muy bien cierto que
no harán villanía ninguna, y todavía quiere ir á ver lo
que hacen . Y estando en estas razones vienen otros mu-
chos mensajeros de Tlaxcala á decir à Cortés cómo vie-
nen cerca de allí todos los caciques viejos de la cabecera
de toda la provincia á nuestros ranchos y chozas á ver á
Cortés y á todos nosotros para llevarnos á su ciudad ; y co-
286
mo Cortés lo supo , rogó á los embajadores mexicanos que
aguardasen tres dias por los despachos para su señor ,
porque tenia al presente que hablar y despachar sobre la
guerra pasada , é paces que ahora tratan , y ellos dijeron
que aguardarian . Y lo que los caciques viejos dijeron á
Cortés, se dirá adelante .
CAPITULO LXXIV
Cómo vinieron á nuestro real los caciques viejos de Tlaxca-
la á rogar á Cortés y á todos nosotros que luego nos fuése-
mos con ellos á su ciudad, y lo que sobre ello pasó.
OмO los caciques viejos de Tlaxcala vieron que no
íbamos á su ciudad, acordaron de venir en an-
C das y otros en chamacas é á cuestas , y otros á
pié, los cuales eran los por mí ya nombrados ,
que se decian Maseescaci , Xicotenga el viejo é ciego é
Guaxolacima, Chichimeclatecle, Tecapaneca de Tope-
yanco, los cuales llegaron á nuestro real con gran com-
pañía de principales, y con gran acato hicieron á Cortés
y á todos nosotros tres reverencias , y quemaron copal , y
tocaron las manos en el suelo y besaron la tierra ; y el Xi-
cotenga el viejo comenzó de hablar á Cortés desta manera, y
dijole : Malinche, Malinche, muchas veces te hemos en-
salimos de guerra ,
viado á rogar que nos perdones porque salimos de
é ya te enviamos á dar nuestro descargo, que fué por de-
fendernos del malo de Montezuma y sus grandes poderes ,
porque creíamos que érades de su bando y confederados ;
288
y si supiéramos lo que ahora sabemos , no digo yo sali-
ros á recibir á los caminos con muchos bastimentos , si-
no tenéroslos barridos, y aun fuéramos por vosotros á la
mar donde teníades vuestros acales, que son navíos. Y
pues ya nos habeis perdonado , lo que ahora os venimos
á rogar yo y todos estos caciques , es, que vais luego con
nosotros á nuestra ciudad y allí os darémos de lo que tu-
viéremos, é os serviremos con nuestras personas y ha-
ciendas . Y mira, Malinche, no hagas otra cosa, sino luego
nos vamos ; y porque tememos que por ventura te habrán
dicho esos mexicanos algunas cosas de falsedades y menti-
ras de las que suelen decir de nosotros, no los creas , ni
los oigas, que en todo son falsos , y tenemos entendido
que por causa dello no has querido ir á nuestra ciudad.
Y Cortés respondió con alegre semblante , y dijo : que
bien sabia desde muchos años antes que á estas sus tier-
ras viniésemos, cómo eran buenos , y que de eso se maravi-
lló cuando nos salieron de guerra , y que los mexicanos que
allí estaban aguardaban respuestas para su señor Monte-
zuma : é á lo que decian que fuésemos luego á su ciudad,
y por el bastimento que siempre traían , é otros cumpli-
mientos , que se lo agradecian mucho y lo pagaria en
buenas obras , é que ya se hubiera ido si tuviera quien nos
llevase los tepuzques (que son las bombardas) ; y como oye-
ron aquella palabra , sintieron tanto placer, que en los
rostros se conoceria , y dijeron : ¿ pues cómo por esto has
estado y no lo has dicho ? Y en ménos de média hora
traen sobre quinientos indios de carga, y otro dia muy
de mañana comenzamos á marchar camino de la cabece-
ra de Tlaxcala con mucho concierto, así de la artillería
como de los caballos , y escopetas y ballesteros , y todos.
los demás , segun lo teniamos de costumbre : y habia ro-
gado Cortés á los mensajeros de Montezuma que se fue-
sen con nosotros, para ver en qué paraba lo de Tlaxcala,
y desde allí les despacharia , y que en su aposento esta-
rian, porque no recibiesen ningun deshonor ; porque se-
gun dijeron temíanse de los Tlaxcaltecas . Antes que mas
289
pase adelante quiero decir cómo en todos los pueblos por
donde pasamos , ó en otros donde tenian noticia de nos-
otros , llamaban á Cortés Malinche, y así le nombraré de
aquí adelante Malinche en todas las pláticas que tuviéra-
mos con cualesquier indios , así desta provincia como de
la ciudad de México , y no le nombraré Cortés , sino en
parte que convenga : y la causa de haberle puesto aques-
te nombre, es , que como doña Marina nuestra lengua
estaba siempre en su compañía , especialmente cuando
venian embajadores , ó pláticas de caciques , y ella lo de-
claraba en lengua mexicana , por esta causa le llamaban
á Cortés el capitan de Marina, y para mas breve le lla-
maron Malinche ¹ ; y tambien se le quedó este nombre á
un Juan Perez de Arteaga , vecino de la Puebla , por cau-
sa que siempre andaba con doña Marina, y con Geróni-
mo de Aguilar deprendiendo la lengua, y á esta causa le
llamaban Juan Perez Malinche , que renombre de Arteaga
de obra de dos años á esta parte lo sabemos . He querido
traer esto á la memoria , aunque no habia para qué; por-
que se entienda el nombre de Cortés de aquí adelante ,
que se dice, Malinche: y tambien quiero decir, que como
entramos en tierra de Tlaxcala, hasta que fuimos á su
ciudad , se pasaron veinte y cuatro dias, y entramos en
ella á veinte y tres de Septiembre de mil y quinientos
y diez y nueve años , y vamos á otro capítulo , y diré lo
que allí nos avino .
1 Malintzin.
CONQUISTA.-TOM. I.-38.
CAPITULO LXXV
Cómo fuimos á la ciudad de Tlaxcala y lo que los caciques
viejos hicieron: de un presente que nos dieron, y cómo
trujeron sus hijas y sobrinas, y lo que más pasó.
OMO los caciques vieron que comenzaba á ir nues-
tro fardaje camino de su ciudad , luego se fueron
adelante para mandar que todo estuviese apare-
C
jado para nos recibir , y para tener los aposentos
muy enramados : é ya que llegábamos á un cuarto de le-
gua de la ciudad, sálennos á recibir los mismos caciques
que se habian adelantado , y traen consigo sus hijas y so-
brinas, y muchos principales, cada parentela y bando y
parcialidad por sí ; porque en Tlaxcala habia cuatro par
cialidades , sin las de Tecapaneca , señor de Tepoyanco-
que eran cinco , y tambien vinieron de todos los lugare ,
sus sujetos, y traían sus libreas diferenciadas , que auns
que eran de nequen, eran muy primas, y de buenas la-
bores, y pinturas, porque algodon no lo alcanzaban . Y
291
luego vinieron los papas de toda la provincia, que habia
muchos por los grandes adoratorios que tenian , que ya
he dicho que entre ellos se llaman cues, que son donde
tienen sus ídolos y sacrifican , y traian aquellos papas
braseros con brasas ; y con sus inciensos sahumando á
todos nosotros, y traían vestidos algunos de ellos ropas
muy largas , á manera de sobrepellices, y eran blancas ,
yitraían capillas en ellos como que querian parecer á las
que traen los canónigos , como ya lo tengo dicho, y los
cabellos muy largos y enredados, que no se pueden des-
parcir , si no se cortan , y llenos de sangre, que les salian
de las orejas , que en aquel dia se habian sacrificado , y
abajaban las cabezas , como á manera de humildad cuan-
do nos vieron, y traían las uñas de los dedos de las ma-
nos muy largas : é oímos decir , que aquellos papas tenian
por religiosos y de buena vida , y junto á Cortés se alle-
garon muchos principales acompañándole. Y como en-
tramos en lo poblado, no cabian por las calles y azoteas , de
tantos indios é indias que nos salian á ver con rostros
muy alegres, y trujeron obra de veinte piñas hechas de
muchas rosas de la tierra , diferenciadas, las colores , y de
buenos olores , y las dieron á Cortés, y á los demás sol-
dados que les parecian capitanes , especial á los de á ca-
ballo : y como llegamos á unos buenos patios adonde es-
taban los aposentos , tomaron luego por la mano á Cortés,
Xicotenga el viejo , y Maseescasi , y le meten en los apo-
sentos , y allí tenian aparejado para cada uno de nosotros
á su usanza , unas camillas de esteras , y mantas de ne-
quen : y tambien se aposentaron los amigos que traíamos
de Cempoal, y de Cocotlan, cerca de nosotros : y mandó
Cortés, que los mensajeros del gran Montezuma se apo-
sentasen junto con su aposento . Y puesto que estábamos
en tierra , que viamos claramente que estaban de buenas
voluntades , y muy de paz, no nos descuidamos de estar
muy apercebidos , segun teniamos de costumbre : y pare-
ce ser, que nuestro capitan á quien cabia el cuarto de
poner corredores del campo , y espías y velas , dijo á Cor-
292
tés : parece señor , que están muy de paz , y no habemos me-
nester tanta guarda , ni estar tan recatados como solemos :
Mirá, señores , bien veo lo que decís, mas por la buena
costumbre hemos de estar apercebidos , que aunque sean
muy buenos , no habemos de creer en su paz : sino como
si nos quisiesen dar guerra, y los viésemos venir á en-
contrar con nosotros, que muchos capitanes por se con-
fiar y descuidar , fueron desbaratados ; especialmente nos-
otros, como somos tan pocos , y habiéndonos enviado á
avisar el gran Montezuma, puesto que sea fingido y no
verdad , hemos de estar muy alerta . Dejemos de hablar
de tantos cumplimientos é órden como teniamos en nues-
tras velas y guardas , y volvamos á decir cómo Xicoten-
ga el viejo y Maseescasi , que eran grandes caciques , se
enojaron mucho con Cortés, y le dijeron con nuestras len-
guas : Malinche, ó tú nos tienes por enemigos , ó no mues-
tras obras en lo que te vemos hacer, que no tienes con-
fianza de nuestras personas , y en las paces que nos has
dado y nosotros á tí : y esto te decimos, porque vemos que
así os velais , y venís por los caminos apercebidos , como
cuando veníais á encontrar con nuestros escuadrones :
y esto, Malinche, creemos que lo haces por las traiciones
y maldades que los mexicanos te han dicho en secreto,
para que estés mal con nosotros : mira, no los creas, que
ya aquí estás , y te daremos todo lo que quisieses , hasta
nuestras personas y hijos, y moriremos por vosotros ; por
eso demanda en rehenes todo lo que quisieres , y fuere
tu voluntad . Y Cortés y todos nosotros estábamos es-
pantados de la gracia y amor con que lo decian ; y Cor-
tés les respondió con doña Marina , que así lo tiene crei-
do, é que no ha menester rehenes , sino ver sus buenas
voluntades : y que en cuanto à venir apercebidos, que
siempre lo teniamos de costumbre, y que no lo tuvie-
sen á mal : y por todos los ofrecimientos se lo tenia en
merced, y se lo pagaria el tiempo andando: y pasadas es-
tas pláticas , vienen otros principales con gran aparato de
gallinas , y pan de maíz , y tunas, y otras cosas de le-
293
gumbres que habia en la tierra, y bastecen el real muy
cumplidamente que en veinte dias que allí estuvimos
todo lo hubo sobrado , y entramos en esta ciudad á vein-
te y tres dias del mes de Septiembre de mil y quinientos
y diez y nueve años : é quedaráse aquí, y diré lo que
mas pasó.
CAPITULO LXXVI
Cómo se dijo misa estando presentes muchos caciques , y de
un presente que trujeron los caciques viejos.
TRO dia de mañana mandó Cortés, que se pusiese un
altar para que se dijese misa , porque ya tenia-
O mos vino é hostias : la cual misa dijo el clérigo
Juan Diaz, porque el padre de la Merced esta-
ba con calenturas y muy flaco, y estando presente Mase-
escaci el viejo, y Xicotenga , y otros caciques : y acabada
la misa Cortés se entró en su aposento , y con él parte de
soldados que le soliamos acompañar, y tambien los dos
caciques viejos , y nuestras lenguas , y díjole el Xicotenga ,
que le querian traer un presente, y Cortés les mostraba
mucho amor, y les dijo, que cuando quisiesen : y luego
tendieron unas esteras , y una manta encima, y trujeron
seis ó siete pecezuelos de oro, y piedras de poco valor, y
ciertas cargas de ropa de nequen , que todo era muy pobre,
que no valia veinte pesos : y cuando lo daban , dijeron aque-
llos caciques riendo : Malinche , bien creemos que como es
poco eso que te damos, no lo recebirás con buena volun-
295
tad: ya te hemos enviado á decir que somos pobres, é que
no tenemos oro, ni ningunas riquezas, y la causa dello
es, que esos traidores y malos de los mexicanos , y Mon-
tezuma que ahora es señor , nos lo han sacado todo cuan-
do soliamos tener paces y treguas que les demandábamos ,
porque no nos diesen guerra : y no mires que es poco va-
lor, sino recíbelo con buena voluntad, como cosa de ami-
gos y servidores que te seremos : y entonces tambien tru-
jeron aparte mucho bastimento . Cortés lo recibió con
alegria, y les dijo que en más tenia aquello por ser de su
mano, y con la voluntad que se lo daban que si le truje-
ran otros una casa llena de oro en granos, y que así lo
recibe, y les mostró mucho amor . Y parece ser tenian
concertado entre todos los caciques de darnos sus hijas y
sobrinas las más hermosas que tenian, que fuesen donce-
Ilas por casar, y dijo el viejo Xicotenga : Malinche : por-
que más claramente conozcais el bien que os queremos ,
y deseamos en todo contentaros , nosotros os queremos dar
nuestras hijas, para que sean vuestras mujeres , y hagais
generacion, porque queremos teneros por hermanos ; pues
sois tan buenos y esforzados . Yo tengo una hija muy her-
mosa, é no ha sido casada , é quiérola para vos : y asimis-
mo Maseescaci , y todos los más caciques dijeron que trae-
rian sus hijas, y que las recibiésemos por mujeres , y di-
jeron otros muchos ofrecimientos, y en todo el dia no se
quitaban, así el Maseescaci , como el Xicotenga de cabe
Cortés ; y como era ciego de viejo el Xicotenga, con lo
mano atentaba á Cortés en la cabeza, y en las barbas y
rostro, y se la traía por todo el cuerpo : y Cortés les res-
pondió á lo de las mujeres, que él, y todos nosotros se lo
teniamos en merced , y que en nuevas obras se lo paga-
riamos el tiempo andando : y estaba allí presente el pa-
dre de la Merced, y Cortés le dijo : señor padre , paréce-
me que será ahora bien que demos un tiento á estos ca-
ciques para que dejen sus ídolos , y no sacrifiquen , por-
que harán cualquier cosa que les mandaremos , por causa
del gran temor que tienen á los mexicanos : y el fraile di-
296
jo : señor, bien es , pero dejémoslo hasta que traigan las
hijas, y entonces habrá materia para ello , y dirá vuestra
merced que no las quiere recebir , hasta que prometan de
no sacrificar : si aprovechare bien ; si no haremos lo que
somos obligados : y así quedó para otro dia, y lo que se
hizo , se dirá adelante.
CAPITULO LXXVII
Cómo trujeron las hijas á presentar á Cortés y á todos nos
otros, y lo que sobre ello se hizo.
TRO dia vinieron los mismos caciques viejos , y tru-
jeron cinco indias hermosas, doncellas y mozas ,
O y para ser indias eran de buen parecer ; y bien
ataviadas, y traían para cada india otra moza
para su servicio, y todas eran hijas de caciques , y dijo Xi-
cotenga á Cortés : Malinche , esta es mi hija , y no ha sido
casada que es doncella , tomadla para vos : la cual le dió
por la mano, y las demás que las diese á los capitanes ;
y Cortés se lo agradeció, y con buen semblante que mos-
tró, dijo, que él las recibia y tomaba por suyas , y que
ahora al presente , que las tuviesen en su poder sus padres ;
y preguntaron los mismos caciques, que por qué causa no
las tomábamos ahora ? y Cortés respondió : porque quiero
hacer primero lo que manda Dios nuestro Señor , que es
en el que creemos y adoramos , y á lo que me envió el
rey nuestro señor, que es que quiten sus ídolos , que no
sacrifiquen ni maten más hombres , ni hagan otras torpe-
CONQUISTA. TOM. I. -39 .
298
dades malas que suelen hacer, y crean en lo que nosotros
creemos que es un solo Dios verdadero , y se les dijo otras
muchas cosas tocantes á nuestra santa fe : y verdadera-
mente fueron muy bien declaradas , porque doña Marina
y Aguilar nuestras lenguas estaban ya tan expertas en
ello , que se les daba entender muy bien , y se les mostró
una imágen de nuestra Señora con su Hijo precioso en los
brazos ; y se les dió á entender cómo aquella imágen es
figura, como la de nuestra Señora, que se dice Santa Ma-
ría, que está en los altos cielos, y es la Madre de nuestro
Señor , que es aquel niño Jesús que tiene en los brazos , y
que le concibió por gracia del Espíritu-Santo, quedando
vírgen ántes del parto , en el parto , y despues del parto :
y aquesta gran señora ruega por nosotros á su Hijo pre-
cioso, que es nuestro Dios y Señor , y les dijo otras mu-
chas cosas, que se convenian decir sobre nuestra santa fe :
y si quieren ser nuestros hermanos, y tener amistad ver-
dadera con nosotros ; y para que con mejor voluntad to-
másemos aquellas sus hijas para tenelles, como dicen , por
mujeres, que luego dejen sus malos ídolos , y crean, y
adoren en nuestro Señor Dios , que es el que nosotros.
creemos y adoramos, y verán cuanto bien les irá, porque
demás de tener salud, y buenos temporales , sus cosas se
les hará prósperamente , y cuando se mueran irán sus áni-
mas á los cielos á gozar de la gloria perdurable : y que
si hacen los sacrificios que suelen hacer á aquellos sus
ídolos , que son diablos , les llevarian á los infiernos , don-
de para siempre jamás arderán en vivas llamas. Y por-
que en otros razonamientos se les habia dicho otras cosas
acerca de que dejasen los ídolos , en esta plática no se les
dijo más ; y lo que respondieron á todo es, que dijeron :
Malinche , ya te hemos entendido ántes de ahora, y bien
creemos que ese vuestro Dios, y esa gran Señora , que son
muy buenos ; mas mira , ahora venistes á estas nuestras
tierras y casas , el tiempo andando entenderemos muy más
claramente vuestras cosas , y verémos cómo son , y hare-
mos lo que sea bueno : cómo quieres que dejemos nuestros
299
teules , que desde muchos años nuestros artepasados tie-
nen por dioses , y les han adorado y sacrificado ; ¿ é ya
que nosotros que somos viejos , por te complacer lo qui-
siésemos hacer , qué diran todos nuestros papas , y todos
los vecinos mozos , y niños desta provincia , sino levantar-
se contra nosotros especialmente, que los papas han ya
hablado con nuestros teules , y le respondieron que no
los olvidásemos en sacrificios de hombres, y en todo lo
que de ántes soliamos hacer, si no que á toda esta provin-
cia destruirian hambres, pestilencias y guerra ? Así que
dijeron y dieron por respuesta , que no curásemos más de
les hablar en aquella cosa porque no los habian de de-
jar de sacrificar, aunque los matasen . Y desque vimos
aquella respuesta , que la daban tan de veras y sin temor,
dijo el padre de la Merced (que era entendido é teólogo):
Señor, no cure v. m. de más les importunar sobre esto ,
que no es justo que por fuerza les hagamos ser christianos ,
y aun lo que hicimos en Cempoal en derrocalles sus ido-
los no quisiera yo que se hiciera hasta que tengan cono-
cimiento de nuestra santa fe. ¿ Qué aprovecha quitalles
ahora sus idolos de un cu y adoratorio, si los pasan lue-
go á otros ? Bien es que vayan sintiendo nuestras amo-
nestaciones, que son santas y buenas , para que conozcan
adelante los buenos consejos que les damos . Y tambien
le hablaron á Cortés tres caballeros , que fueron Pedro de
Alvarado y Juan Velazquez de Leon y Francisco de Lu-
go , y dijeron á Cortés : Muy bien dice el padre , y v. m .
con lo que ha hecho cumple, y no se toque más á estosi
caciques sobre el caso ; y así se hizo . Lo que les manda-
mos con ruegos, fué que luego desembarazasen un cu que
estaba allí cerca (y era nuevamente hecho) é quitasen
unos ídolos y lo encalasen y limpiasen para poner en él
una cruz y la imágen de nuestra Señora , lo cual luego
lo hicieron , y en él se dijo misa y se bautizaron aquellas
cacicas , y se puso nombre á la hija de Xicotenga doña Lui-
sa, y Cortés la tomó por la mano y se la dió á Pedro de Al-
varado, y dijo á Xicotenga que aquel á quien la daba era
300
su hermano y su capitan, y que lo hubiese por bien por-
que seria dél muy bien tratada . Y el Xicotenga recibió
contentamiento dello . Y la hija ó sobrina de Maseescaci
se puso nombre doña Elvira, y era muy hermosa : y pa-
réceme que la dió á Juan Velazquez de Leon , y las de-
más se pusieron sus nombres de pila , y todas con dones ,
y Cortés las dió á Christóval de Oli , y á Gonzalo de San-
doval , y á Alonso de Avila . Y despues desto hecho se
les declaró á que fin se pusieron dos cruces , é que era
porque tienen temor dellas sus ídolos , y que á doquiera
que estábamos de asiento é dormiamos se ponen en los ca-
minos : é á todo esto estaban muy atentos . Antes que más
pase adelante, quiero decir cómo de aquella cacica hija
de Xicotenga, que se llamó doña Luisa , que se la dió á
Pedro de Alvarado, que así como se la dieron toda la
mayor parte de Tlaxcala la acataban y le daban presen-
tes y la tenian por su señora ; y della hubo el Pedro de
Alvarado (siendo soltero) un hijo que se dijo don Pedro,
é una hija que se dice doña Leonor, mujer que ahora es
de don Francisco de la Cueva, buen caballero , primo
del duque de Alburquerque, é ha habido en ella cuatro
ó cinco hijos muy buenos caballeros ; y aquesta señora do-
ña Leonor es tan excelente señora , en fin como hija de tal
padre, que fué comendador de Santiago, adelantado y
gobernador de Guatemala ; y por parte de Xicotenga ,
gran señor de Tlaxcala , que era como rey. Dejemos es-
tas relaciones , y volvamos á Cortés , que se informó de
aquestos caciques y les preguntó muy por entero de las
cosas de México , y lo que sobre ello dijeron es esto que
diré .
CAPITULO LXXVIII
Cómo Cortés preguntó á Maseescaci é á Xicotenga por las
cosas de México , y lo que en la relacion dijeron.
UEGO Cortés apartó aquellos caciques y les pregun-
tó muy por extenso de las cosas de México, y
L Xicotenga, como era más avisado y gran señor ,
tomó la mano á hablar , y de cuando en cuando
le ayudaba Maseescaci , que tambien era gran señor , y
dijeron que tenia Montezuma tan grandes poderes de
gente de guerra, que cuando queria tomar un gran pue-
blo ó hacer un asalto en una provincia , que ponia en
campo cien mil hombres ; y que esto que lo tenia bien ex-
perimentado por las guerras y enemistades pasadas que
con ellos tienen de más de cien años, y Cortés le dijo : Pues
con tanto guerrero como decís que venian sobre vosotros ,
¿ cómo nunca os acabaron de vencer ? Y respondieron que
puesto que algunas veces les desbarataban y mataban, y
İlevaban muchos de sus vasallos para sacrificar, que tam-
bien de los contrarios quedaban en el campo muchos
302
muertos y otros presos, y que no venian tan encubiertos
que dello no tuviesen noticia, y cuando lo sabian , que se
apercebian con todos sus poderes , y con ayuda de los de
Guaxocingo se defendian é ofendian : é que como todas
las provincias y pueblos que ha robado Montezuma y
puesto debajo de su dominio estaban muy mal con los
mexicanos, y traían dellos por fuerza á la guerra , no pe-
lean de buena voluntad, ántes de los mismos tenian avi-
sos , y que á esta causa les defendian sus tierras lo mejor
que podian, y que donde más mal les habia venido á la
contina, es de una ciudad muy grande que está de allí
andadura de un dia , que se dice Cholula , que son gran-
des traidores , y que allí metia Montezuma secretamente
sus capitanías y como estaban cerca de noche hacian sal-
to . Y más dijo Maseescaci, que tenia Montezuma en to-
das las provincias puestas guarniciones de muchos guer-
reros, sin los muchos que sacaba de la ciudad , y que to-
das aquellas provincias le tributaban oro, y plata , y plu-
mas, y piedras, y ropa de mantas, y algodon , é indios é
indias para sacrificar , y otros para servir ; y que es tan
gran señor, que todo lo que quiere tiene, y que las casas
en que vive tiene llenas de riquezas y piedras chalchihui-
tes que ha robado y tomado por fuerza á quien no se lo
da de grado, y que todas las riquezas de la tierra están
en su poder. Y luego contaron del gran servicio de su
casa , que era para nunca acabar si lo hubiese aquí de
decir , pues de las muchas mujeres que tenia , y cómo ca-
saba á algunas dellas , de todo daban relacion . Y luego
dicen de la gran fortaleza de su ciudad , y de la manera
que es la laguna y la hondura del agua , y de las calza-
das que hay por donde han de entrar en la ciudad , y las
puentes de madera que tienen en cada calzada , y cómo
entra y sale por el estrecho de abertura que hay en ca-
da puente, y cómo en alzando cualquiera dellas se pue-
den quedar aislados entre puente y puente sin entrar en
su ciudad ; y cómo está toda la mayor parte de la ciudad
poblada dentro en la laguna, y no se puede pasar de casa
303
en casa si no es por unas puentes levadizas que tienen he-
chas , ó en canoas, y todas las casas son de azuteas, y en
lás azuteas tienen hechas como á manera de mamparos y
pueden pelear desde encima dellas , y la manera como
se provee la ciudad de agua dulce desde una fuente que
se dice Chapultepeque, que está de la ciudad obra de mé
dia legua, y va el agua por unos edificios y llega en par-
te que con canoas la llevan á vender por las calles . Y
luego contaron de la manera de las armas, que eran va-
ras de á dos gajos , que tiraban con tiraderas , que pasan
cualesquier armas, y muchos buenos flecheros , y otros
con lanzas de pedernales que tienen una braza de cuchi-
lla, hechas de arte, que cortan más que navajas , y rode-
las , y armas de algodon , y muchos honderos con piedras
rollizas , é otras lanzas muy largas , y espadas de á dos
manos de navajas . Y trujeron pintados en unos paños
grandes de nequen las batallas que con ellos habian ha-
bido y la manera del pelear ; y como nuestro capitan y
todos nosotros estábamos ya informados de todo lo que
decian aquellos caciques, estorbó la plática y metiólos en
otra más honda , y fué que como ellos habian venido á
poblar á aquella tierra , é de qué partes vinieron que tan
diferentes y enemigos eran de los mexicanos, siendo tan
cerca unas tierras de otras . Y dijeron que les habian di-
cho sus antecesores , que en los tiempos pasados que habia
allí entre ellos poblados hombres y mujeres muy altos de
cuerpo y de grandes huesos , que porque eran muy malos
y de malas maneras , que los mataron peleando con ellos ,
y otros que quedaban se murieron ; é para que viésemos
que tamaños é altos cuerpos tenian, trujeron un hueso ó
zancarron de uno dellos , y era muy grueso, el altor del
tamaño como un hombre de razonable estatura ; y aquel
zancarron era desde la rodilla hasta la cadera : yo me
medí con él , y tenia tan gran altor como yo , puesto que
soy de razonable cuerpo . Y trujeron otros pedazos de
huesos como el primero ; mas estaban ya comidos y des-
hechos de la tierra, y todos nos espantamos de ver aque-
304
Ilos zancarrones ; y tuvimos por cierto haber habido gi-
gantes en esta tierra . Y nuestro capitan Cortés nos dijo
que seria bien enviar aquel gran hueso á Castilla para
que lo viese su majestad , y así lo enviamos con los pri-
meros procuradores que fueron . Tambien dijeron aque-
llos mismos caciques , que sabian de aquellos sus antece-
sores, que les habia dicho un su ídolo en quien ellos te-
nian mucha devocion , que vendrian hombres de las par-
tes de hacia donde sale el sol , y de léjas tierras , á les so-
juzgar y señorear ; que si somos nosotros, holgaran dello,
que pues tan esforzados y buenos somos ; y cuando trata-
ron las paces se les acordó desto que les habia dicho su
idolo , que por aquella causa nos dan sus hijas, para tener
parientes que les defiendan de los mexicanos . Y cuando
acabaron su razonamiento , todos quedamos espantados y
deciamos si por ventura dicen verdad . Y luego nuestro
capitan Cortés les replicó y dijo : que ciertamente venia-
mos de hacia donde sale el sol, y que por esta causa nos
envió el rey nuestro señor á tenellos por hermanos , por-
que tienen noticia dellos , y que plegue à Dios nos dé gra-
cia para que por nuestras manos é intercesion se salven ;
y dijimos todos : Amen . Hartos estarán ya los caballeros
que esto leyeren de oir razonamientos y pláticas de nos-
otros á los de Tlaxcala y ellos á nosotros : queria acabar,
y por fuerza me he de detener en otras cosas que con
ellos pasamos ; y es, que el volcan que está cabe Guaxo-
cingo echaba en aquella sazon que estábamos en Tlaxca-
la mucho fuego, más que otras veces solia echar , de lo
cual nuestro capitan Cortés y todos nosotros (como no ha-
biamos visto tal) nos admiramos dello . Y un capitan de
los nuestros, que se decia Diego de Ordás, tom le codi-
cia de ir á ver qué cosa era, y demandó licencia á nues-
tro general para subir en él, la cual licencia le dió, y
aun de hecho se lo mandó. Y llevó consigo dos de nues
tros soldados y ciertos indios principales de Guaxocingo ;
y los principales que consigo llevaba poníanle temor con
decille
que cuando estuviese á medio camino de Popoca-
305
1
tepeque ¹ (que así se llamaba aquel volcan) , no podria
sufrir el temblor de la tierra ni Ilamas y piedras y ceni-
za que dél sale, é que ellos no se atreverian á subir más
de hasta donde tienen unos cues de ídolos , que llaman
los Teules de Popocatepeque . Y todavía el Diego de Or-
dás con sus dos compañeros , fué en su camino hasta lle-
gar arriba , y los indios que iban en su compañía se le
quedaron en lo bajo . Despues , el Ordás y los dos solda-
dos vieron al subir que comenzó el volcan á echar gran-
des llamaradas de fuego y piedras medio quemadas y li-
vianas, y mucha ceniza, y que temblaban toda aquella
sierra y montaña adonde está el volcan , y estuvieron que-
dos sin dar más paso adelante hasta de ahí á una hora
que sintieron habia pasado aquella llamarada y no echa-
ba tanta ceniza ni humo , y subieron hasta la boca , que
era muy redonda y ancha, y que habia en el anchor un
cuarto de legua , y que desde allí se parecia la gran ciu-
dad de México y toda la laguna y todos los pueblos que
están en ella poblados . Y está este volcan de México obra
de doce ó trece leguas. Y despues de bien visto, muy go-
zoso el Ordás y admirado de haber visto á México y sus
ciudades , volvió á Tlaxcala con sus compañeros y los in-
dios de Guaxocingo ; y los de Tlaxcala se lo tuvieron á
mucho atrevimiento . Y cuando lo contaba al capitan Cor-
tés y á todos nosotros , como en aquella sazon no habia-
mos visto ni oído (como ahora que sabemos lo que es, y
han subido encima de la boca muchos españoles y aun
frailes franciscos) , nos admirábamos entónces dello ; y
cuando fué Diego de Ordás á Castilla lo demandó por ar-
mas á su majestad , é así las tiene ahora un su sobrino
Ordás que vive en la Puebla. Y despues acá desque es-"
tamos en esta tierra , no le habemos visto echar tanto fue-
go ni tanto ruido como al principio ; y aun estuvo cier-
tos años que no echaba fuego , hasta el año de mil y qui-
nientos y treinta y nueve que echó muy grandes llamas
! Popocatepetl -Cerro que humea.
CONQUISTA. TOM. I.-40.
306
y piedras y ceniza . Dejemos de contar del volcan , que
ahora que sabemos qué cosa es y habemos visto otros
volcanes , como son los de Nicaragua y los de Guatema-
la , se podian haber callado los de Guaxocingo sin poner
en relacion , y diré cómo hallamos en este pueblo de Tlax-
cala casas de madera hechas de redes y llenas de indios
é indias que tenian dentro encarcelados y á cebo hasta
que estuviesen gordos para comer y sacrificar, las cuales
cárceles les quebramos y deshicimos para que se fuesen
los presos que en ellas estaban, y los tristes indios no osa-
ban de ir á cabo ninguno sino estarse allí con nosotros y
así escaparon las vidas . Y dende en adelante en todos
los pueblos que entrábamos , lo primero que mandaba
nuestro capitan era quebralles las tales cárceles y echar
fuera los prisioneros : y comunmente en todas estas tierras
las tenian. Y como Cortés y todos nosotros vimos aquella
gran crueldad , mostró tener mucho enojo de los caciques
de Tlaxcala y se lo riñó muy enojado, y prometieron
desde allí adelante que no matarian ni comerian de aque-
lla manera más indios . Y dije yo : ¿ que qué aprovecha-
ban aquellos prometimientos ? que en volviendo la ca-
beza hacian las mismas crueldades . Y dejémoslos así y
digamos cómo ordenamos de ir á México.
CAPITULO LXXIX
Cómo acordó nuestro capitan Hernando Cortés con todos
nuestros capitanes y soldados que fuésemos á México , y lo
que sobre ello pasó.
IENDO nuestro capitan que habia diez y siete dias.
que estábamos holgando en Tlaxcala , y oíamos
V decir de las grandes riquezas de Montezuma y
su próspera ciudad , acordó tomar consejo con
todos nuestros capitanes y soldados de quien sentia que
le tenian buena voluntad para ir adelante, y fué acorda-
do que con brevedad fuese nuestra partida . Y sobre este
camino hubo en real muchas pláticas de desconformidad ,
porque decian unos soldados que era cosa muy temerosa
irnos á meter en tan fuerte ciudad siendo nosotros tan
pocos , y decian de los grandes poderes del Montezuma .
Cortés respondió que ya no podiamos hacer otra cosa
porque siempre nuestra demanda y apellido fué ver al
Montezuma é que por demás eran ya otros consejos ; y
viendo que tan resueltamente lo decia, y sintieron los del
contrario parecer que tan determinadamente se acorda-
ba, y que muchos de los soldados ayudábamos á Cortés.
308
de buena voluntad con decir : Adelante en buena hora, no
hubo mas contradiccion . Y los que andaban en estas plá-
ticas contrarias , eran de los que tenian en Cuba hacien-
das , que yo y otros pobres soldados ofrecido tenemos siem-
pre nuestras ánimas á Dios que las crió, y los cuerpos á he
ridas y trabajos, hasta morir en servicio de nuestro Se-
ñor y de su majestad . Pues viendo Xicotenga y Maseescaci ,
señores de Tlaxcala, que de hecho queriamos ir á México,
pesábales en el alma, y siempre estaban con Cortés avi-
sándole, que no curase de ir aquel camino , y que no se
fiase poco ni mucho de Montezuma , ni de ningun mexi-
cano, y que no se creyese de sus grandes reverencias, ni
de sus palabras tan humildes y llenas de cortesías , ni aun
de cuantos presentes le ha enviado ni de otros ningu-
nos ofrecimientos , que todos eran de atraidorados , que
eu una hora se lo tornarian á tomar cuanto le habian da-
do , y que de noche, y de dia se guardase muy bien de-
llos , porque tienen bien entendido , que cuando mas des-
cuidados estuviésemos nos darian guerra , y que cuando
peleáramos con ellos , que los que pudiésemos matar que
no quedasen con las vidas : al mancebo, porque no toine
armas ; al viejo porque no dé consejo , y le dieron otros mu
chos avisos : y nuestro capitan les dijo , que se lo agrade-
cia el buen consejo , y les mostró mucho amor con ofre-
cimientos y dádivas que luego les dió al viejo Xicotenga
y al Maseescaci , y todos los mas caciques, y les dió mu-
cha parte de la ropa fina de mantas que habia presentado
Montezuma, y les dijo que seria bueno tratar paces entre
ellos y los mexicanos para que tuviesen amistad, y truje-
sen sal y algodon, y otras mercaderías, y el Xicotenga
respondió, que eran por demás las paces, y que su ene-
mistad tienen siempre en los corazones arraigada , y que
son tales los mexicanos , que socolor de las paces les ha-
rán mayores traiciones , porque jamás mantienen verdad
en cosa ninguna que prometen, é que no curase de hablar
en ellas , sino que le tornaban á rogar que se guardase
muy bien de no caer en manos de tan malas gentes . Y
309
estando platicando sobre el camino que habiamos de lle-
var para México ; porque los embajadores de Montezuma
que estaban con nosotros que iban por guias , decian que
el mejor camino y mas llano era por la ciudad de Cholu-
la, por ser vasallos del gran Montezuma, donde recibi-
riamos servicios , y á todos nosotros nos pareció bien que
fuésemos á aquella ciudad : y los caciques de Tlaxcala
como entendieron que queriamos ir por donde nos enca-
minaban los mexicanos , se entristecieron y tornaron á
decir, que en todo caso fuésemos por Guaxocingo , que
eran sus parientes y nuestros amigos , y no por Cholula ,
porque en Cholula siempre tiene Montezuma sus tratos
dobles encubiertos : y por mas que nos dijeron y aconse
jaron que no entrásemos en aquella ciudad , siempre nues-
tro capitan con nuestro consejo muy bien platicado , acor-
dó de ir por Cholula : lo uno , porque decian todos que
era grande poblacion y muy bien torreada , y de altos y
grandes cues, y en buen llano asentada , verdaderamente
de léjos parecia en aquella sazon á nuestra gran Vallado-
lid de Castilla la vieja : y lo otro, porque estaba en par-
te cercana de grandes poblaciones ; y tener muchos bas-
timentos, y tan á la mano á nuestros amigos los de Tlax-
cala , y con intencion de estarnos allí , hasta ver de qué
manera podriamos ir á México sin tener guerra , porque
era de temer el gran poder de mexicanos : si Dios nuestro
Señor primeramente no ponia su divina mano y miseri-
cordia , con que siempre nos ayudaba y nos daba esfuer-
zo no podiamos entrar de otra manera . Y despues de
muchas pláticas y acuerdos, nuestro camino fué por Cho-
lula, y luego Cortés mandó que fuesen mensajeros á les
decir , que cómo estando tan cerca de nosotros no nos en-
viaban á visitar y hacer aquel acato que son obligados á
mensajeros como somos de tan gran rey y señor , como
es el que nos envió á notificar su salvacion , y que los
ruega que luego viniesen todos los caciques y papas de
aquella ciudad á nos ver y dar la obediencia á nuestro rey
y señor, si no que los ternia por de malas intenciones . Y
100
310
estando diciendo esto, y otras cosas que convenia envia-
lles à decir sobre este caso, vinieron á hacer saber á Cor-
tés, cómo el gran Montezuma enviaba cuatro embajado-
res con presentes de oro, porque jamás á lo que habia-
mos visto, envió mensaje sin presentes de oro, y lo tenia
por afrenta enviar mensajeros, si no enviaba con ellos då-
divas : y lo que dijeron aquellos mensajeros , diré adelante .
CAPITULO LXXX
Cómo el gran Montezuma envió cuatro principales hombres
de mucha cuenta con un presente de oro y mantas , y lo
que dijeron á nuestro capitan.
STANDO platicando Cortés con todos nosotros , y
con los caciques de Tlaxcala , sobre nuestra
E partida, y en las cosas de la guerra , viniéronle
á decir que llegaron á aquel pueblo cuatro em-
bajadores de Montezuma todos principales, y traían pre-
sentes : y Cortés les mandó llamar, y cuando llegaron
donde estaba, hiciéronle grande acato, y á todos los sol-
dados que allí nos hallamos : y presentando su presente
de ricas joyas de oro , y de muchos géneros de hechuras ,
que valian bien diez mil pesos, y diez cargas de mantas
de buenas labores de pluma, Cortés los recibió con buen
semblante : y luego dijeron aquellos embajadores por par-
te de su señor Montezuma, que se maravillaba mucho estar
tantos dias entre aquellas gentes pobres , y sin policía , que
aun para esclavos no son buenos , por ser tan malos , y
traidores, y robadores, que cuando mas descuidados es-
312
tuviésemos , de dia y de noche, nos matarian por nos ro-
bar, y que nos rogaba que fuésemos luego á su ciudad:
y que nos daria de lo que tuviese, y aunque no tan cum-
plido como nosotros mereciamos, y él deseaba : y que
puesto que todas las vituallas le entran en su ciudad de
acarreo, que mandaria proveernos lo mejor que él pudie
se. Aquesto hacia Montezuma por sacarnos de Tlaxcala ,
porque supo que habiamos hecho las amistades que dicho
tengo en el capítulo que dello habla , y para ser perfec-
tas, habian dado sus hijas á Malinche : porque bien tuvieron
entendido , que no les podia venir bien ninguno de nues-
tras confederaciones , y á esta causa nos cebaba con oro
y presentes , para que fuésemos á sus tierras , á lo menos
porque saliésemos de Tlaxcala . Volvamos á decir de los
embajadores, que los conocieron bien los de Tlaxcala , y
dijeron á nuestro capitan, que todos eran señores de pue-
blos y vasallos , con quien Montezuma enviaba á tratar
cosas de mucha importancia . Cortés les dió muchas gra-
cias á los embajadores con grandes caricias y señales de
amor que les nostró : y les dió por respuesta que él iria
muy presto á ver al señor Montezuma, y les rogó que es-
tuviesen algunos dias allí con nosotros, que en aquella
sazon acordó Cortés, que fuesen dos de nuestros capita-
nes personas señaladas, á ver y hablar al gran Montezu-
ma , á ver la gran ciudad de México , y sus grandes fuer-
zas y fortalezas, é iban ya camino Pedro de Alvarado , y
Bernardino Velazquez de Tapia , y quedaron en rehenes
cuatro de aquellos embajadores que habian traido el pre-
sente ; y otros embajadores del gran Montezuma , de los
que solian estar con nosotros fueron en su compañía : y
porque en aquel tiempo yo estaba mal herido , y con ca-
lenturas y harto tenia que curarme , no me acuerdo bien
hasta dónde allegaron , mas de que supimos que Cortés
habia enviado así á la ventura á aquellos caballeros , y
se lo tuvimos á mal consejo , y le retrujimos : y le dijimos ,
que cómo enviaba á México no mas de para ver la ciu-
dad y sus fuerzas ; que no era buen acuerdo, y que luego
.DE
CHOLULA
PIRAMIDE
LA
ACTUAL
ESTADO
313
los fuesen á llamar , que no pasasen mas adelante , y les
escribió que se volviesen luego. Demás desto , el Bernar-
dino Velazquez de Tapia ya habia adolecido en el camino
de calenturas, y como vieron las cartas , se volvieron : y
los embajadores con quien iban , dieron relacion dello á
su Montezuma ; y les preguntó , qué manera de rostros y
proporcion de cuerpos llevaban los dos teules que iban á
México , y si eran capitanes ; y parece ser que le dijeron,
que el Pedro de Alvarado era de muy linda gracia , así
en el rostro como en su persona , y que parecia como al
sol , y que era capitan, y demás desto se lo llevaron fi-
gurado muy al natural su dibujo y cara : y desde entón ces
le pusieron nombre , el Tonacio, que quiere decir el sol
hijo del sol , y así le llamaron de allíadelante : y el Ber-
ardino Velazquez de Tapia dijeron , que eran hombre ro-
busto y de muy buena disposicion , que tambien era capi-
tan : y al Montezuma le pesó , porque se habian vuelto del
camino. Y aquellos embajadores tuvieron razon de com-
parallos , así en los rostros , como en el aspecto de las
personas y cuerpos , como lo significaron á su señor Mon-
tezuma : porque el Pedro de Alvarado era de muy buen
cuerpo, y ligero, y facciones , y presencia , y así en el
rostro como en el hablar, en todo era agraciado, que pa-
recia que estaba riendo : y el Bernardino Velazquez de
Tapia era algo robusto, puesto que tenia buena presencia :
y desque volvieron á nuestro real , nos holgamos con ellos ,
y les deciamos , que no era cosa acertada lo que Cortés
les mandaba . Y dejemos esta materia , pues no hace mu-
cho á nuestra relacion , y diré de los mensajeros que Cor-
tés envió á Cholula , y la respuesta que enviaron..
1 Tonatiuh .
CONQUISTA.-TOM. I.-41 .
CAPITULO LXXXI
Cómo enviaron los de Cholula cuatro indios de poca valía á
desculparse por no haber venido á Tlaxcala, y lo que so-
bre ello pasó .
A he dicho en el capítulo pasado , cómo envió
nuestro capitan mensajeros á Cholula, para que
Y nos viniesen á ver á Tlaxcala : é los caciques
de aquella ciudad , como entendieron lo que
Cortés les mandaba, parecióles que seria bien enviar cua-
tro indios de poca valía á disculpar é á decir, que por
estar malos no venian, y no trujeron bastimento ni otra
cosa , sino así secamente dieron aquella respuesta : y cuan-
do vinieron aquellos mensajeros , estaban presentes los ca-
ciques de Tlaxcala , é dijeron á nuestro capitan, que pa-
ra hacer burla dél , y de todos nosotros , enviaban los de
Cholula aquellos indios , que eran macegales, é de poca
calidad . Por manera que Cortés les tornó á enviar lue-
go con otros cuatro indios de Cempoal á decir , que vi-
niesen dentro de tres dias hombres principales, pues es-
taban cinco leguas de allí , é que si no venian , que los
ternia por rebeldes : y que cuando vengan que les quiere
315
decir cosas que les convienen para la salvacion de sus
ánimas, y buena policía para su buen vivir, y tenellos por
amigos y hermanos , como son los de Tlaxcala sus vecinos :
y que si otra cosa acordaren, y no quieren nuestra amistad ,
que nosotros no por eso les procurariamos de descompla-
cer, ni enojarles . Y como oyeron aquella amorosa emba-
jada , respondieron que no habian de venir á Tlaxcala ,
porque son sus enemigos , porque saben que han dicho de-
Ilos , y de su señor Montezuma muchos males , y que va-
mos á su ciudad , y salgamos de los términos de Tlaxcala ,
y si no hicieren lo que deben , que los tengamos por tales ,
como les enviamos á decir. Y viendo nuestro capitan ,
que la excusa que decian era muy justa , acordamos de ir
allá : y como los caciques de Tlaxcala vieron , que deter-
minadamente era nuestra ida por Cholula , dijeron á Cor-
tés : Pues que así quieres creer á los mexicanos , y no á nos-
otros , que somos tus amigos ? ya te hemos dicho muchas
veces, que te guardes de los de Cholula , y del poder de
México, y para que mejor te puedas ayudar de nosotros
tenemos aparejados diez mil hombres de guerra que va-
yan en vuestra compañía : y Cortés les dió muchas gracias
por ello , é consultó con todos nosotros , que no seria bue-
no que llevásemos tantos guerreros á tierra que habiamos
de procurar amistades : é que seria bien que llevásemos dos
mil , é estos les demandó, y que los demás se quedasen en
sus casas . E dejemos esta plática y diré de nuestro ca-
mino.
CAPITULO LXXXII
Cómo fuimos á la ciudad de Cholula, y del gran recibimien-
to que nos hicieron.
NA mañana comenzamos á marchar por nuestro
camino para la ciudad de Cholula , é íbamos
U con el mayor concierto que podiamos ; porque
como otras veces he dicho , adonde esperába-
mos haber revueltas ó guerras, nos apercebiamos muy me-
jor, é aquel dia fuimos á dormir á un rio que pasa obra
de una legua chica de Cholula , adonde está hecha ahora
una puente de piedra : é allí nos hicieron unas chozas é
ranchos, y esa noche enviaron los caciques de Cholula
mensajeros, hombres principales, á darnos el parabien ve-
nidos á sus tierras , y trujeron bastimento de gallinas , y
pan de su maíz , é dijeron que en la mañana vendrian to-
dos los caciques y papas á nos recibir , é á que les perdo-
nasen, porque no habian salido luego : y Cortés les dijo
con nuestras lenguas doña Marina y Aguilar, que se lo
agradecia así por el bastimento que traían como por la
buena voluntad que mostraban . E allí dormimos aq
317
lla noche con buenas velas y escuchas y corredores del
campo. Y como amaneció, comenzamos á caminar hácia .
la ciudad ; é yendo por nuestro camino , ya cerca de la
poblacion nos salieron á recibir los caciques y papas , y
otros muchos indios , é todos los más traían vestidas unas
ropas de algodon de hechura de marlotas , como las traían
los indios capotecas . Y esto digo á quien las ha visto y
ha estado en aquella provincia , porque en aquella ciudad
así e usan : é venian muy de paz y de buena voluntad ;
y los papas traían braseros con incienso , con que sahu-
maron á nuestro capitan é á los soldados que cerca dél
nos hallamos . E parece ser aquellos papas y principales,
como vieron los tlaxcaltecas que con nosotros venian , di-
jéronselo á doña Marina que se lo dijese á Cortés que no
era bien que de aquella manera entrasen sus enemigos
con armas en su ciudad . Y como nuestro capitan lo en-
tendió mandó á los capitanes y soldados, y el fardaje ,
que reparásemos , y como nos vió juntos é que no camina-
ba ninguno, dijo : Paréceme , señores , que antes que en-
tremos en Cholula, que demos un tiento con buenas pa-
labras á estos caciques é papas, é veamos qué es su vo-
luntad , porque vienen murinurando destos nuestros ami-
gos de Tlaxcala , y tienen mucha razon en lo que dicen ,
è con buenas palabras les quiero dar á entender la causa
por qué venimos á su ciudad . Y porque ya , señores , ha-
beis entendido lo que nos han dicho los tlaxcaltecas , que
son bulliciosos , será bien que por bien den la obediencia
á su majestad, y esto me parece que conviene . Y luego
mandó á doña Marina que llamase á los caciques y pa-
pas allí donde estaba á caballo é todos nosotros juntos
con Cortés; y luego vinieron tres principales y dos papas
y dijeron : Malinche , perdonadnos porque no fuimos á
Tlaxcala á te ver y llevar comida , y no por falta de vo-
luntad sino porque son nuestros enemigos Maseescaci
y Xicotenga, é toda Tlaxcala, é porque han dicho mu-
chos males de nosotros é del gran Montezuma nuestro se-
ñor , que no basta lo que han dicho sino que ahora tengan
318
atrevimiento, con vuestro favor , de venir con armas á
nuestra ciudad ; y que le piden por merced que les man-
de volver á sus tierras, ó á lo menos que se queden en el
campo é que no entren de aquella manera en su ciudad ,
é que nosotros que vamos mucho en buena hora . E como
el capitan vió la razon que tenia , mandó luego á Pedro
de Alvarado é al maestre de campo , que era Christóval
de Oli, que rogasen á los tlaxcaltecas que allí en el cam-
po hiciesen sus ranchos é chozas , é que no entrasen con
nosotros sino los que llevaban la artillería y nuestros
amigos los de Cempoal, y les dijesen la causa por qué se
mandaba , porque todos aquellos caciques y papas se te-
men dellos : é que cuando hubiéremos de pasar de Cholu-
la para México , que los enviaria á llamar , é que no lo
hayan por enojo . Y como los de Cholula vieron lo que
Cortés mandó, parecia que estaban más sosegados , y les
comenzó Cortés á hacer un parlamento , diciendo : que
nuestro rey y señor, cuyos vasallos somos , tiene grandes
poderes y tiene debajo de su mando á muchos grandes
príncipes y caciques ; y que nos envió á estas tierras á les
notificar y mandar que no adoren ídolos , ni sacrifiquen
hombres, ni coman de sus carnes , ni hagan sodomías , ni
otras torpedades : é que por ser el camino por allí para
México , adonde vamos á hablar al gran Montezuma , y
por no haber otro más cercano , venimos por su ciudad ,
y tambien para tenellos por hermanos. E que pues otros
grandes caciques han dado la obediencia á su majestad ,
que será bien que ellos la den como los demás . E res-
pondieron , que aun no habemos entrado en su tierra é ya
les mandamos dejar sus teules (que así llaman á sus ido-
los) , que no lo pueden hacer ; y dar la obediencia á ese
vuestro rey que decís , les place: y así la dieron de pala-
bra y no ante escribano . Y esto hecho , luego comenza-
mos á marchar para la ciudad . Y era tanta la gente que
nos salia á ver , que las calles é azuteas estaban Ile-
nas ; é no me maravillo dello , porque no habian visto
hombres como nosotros ni caballos , y nos llevaron á
319
aposentar á unas grandes salas en que estuvimos todos ,
é nuestros amigos los de Cempoal y los tlaxcaltecas que
llevaron el fardaje, y nos dieron de comer aquel dia é
otro muy bien é abastadamente . E quedarsehá aquí y di-
ré lo que más pasamos .
CAPITULO LXXXIII
Cómo tenian concertado en esta ciudad de Cholula de nos
matar por mandado de Montezuma, y lo que sobre ello
pasó.
ABIÉNDONOS recibido tan solemnemente como
habemos dicho , é ciertamente de buena volun-
H tad , sino que segun despues pareció envió á
mandar Montezuma á sus embajadares que
con nosotros estaban, que tratasen con los de Cholula
que con un escuadron de veinte mil hombres que envió
Montezuma , que estuviesen apercebidos para entrando en
aquella ciudad que todos nos diesen guerra , y de noche
y de dia nos acapillasen , é los que pudiesen llevar ata-
dos de nosotros á México que se los llevasen: é con gran-
des prometimientos que les mandó , y muchas joyas y ro-
pa que entonces les envió, é un atambor de oro : é á los
papas de aquella ciudad , que habian de tomar veinte de
nosotros para hacer sacrificios á sus ídolos ; pues ya todo
concertado, y los guerreros que luego Montezuma envió
estaban en unos ranchos é arcabuezos, obra de média le-
gua de Cholula , y otros estaban ya dentro en las casas ,
321
y todos puestos á punto con sus armas ; hechos mamparos
en las azuteas, y en las calles hoyos é albarradas para
que no pudiesen correr los caballos ; y aun tenian unas
casas llenas de varas largas, y colleras de cueros é cor-
deles con que nos habian de atar é llevarnos á México .
Mejor lo hizo nuestro Señor Dios, que todo se les volvió
al revés. E dejémoslo ahora é volvamos á decir que así
como nos aposentaron, como dicho hemos , é nos dieron
muy bien de comer los dias primeros ; é puesto que los
viamos que estaban muy de paz, no dejábamos siempre
de estar muy apercebidos , por la buena costumbre que
en ello teniamos . E al tercero dia , ni nos daban de co-
mer, ni parecia cacique ni papa ; é si algunos indios nos
venian á ver , estaban apartados que no se llegaban á nos-
otros , é riéndose como cosa de burla . E como aquello
vió nuestro capitan, dijo á doña Marina é Aguilar nues-
tras lenguas, que dijese á los embajadores del gran Mon-
tezuma que allí estaban , que mandasen á los caciques
traer de comer : é lo que traían era agua y leña ; y unos
viejos que los traían decian que no tenian maíz , é que en
aquel dia vinieron otros embajadores del Montezuma é
se juntaron con los que estaban con nosotros , é dijeron
muy desvergonzadamente y sin hacer acato, que su se-
ñor les enviaba á decir que no fuésemos á su ciudad por-
que no tenia que darnos de comer, é que luego se que-
rian volver á México con la respuesta . E como aquello
vió Cortés , le pareció mal su plática, é con palabras
blandas dijo á los embajadores que se maravillaba de tan
gran señor como es Montezuma , tener tantos acuerdos ; é
que les rogaba que no se fuesen porque otro dia se que-
rian partir para velle é hacer lo que mandase ; y aun me
parece que les dió un sartalejo de cuentas , é los embaja-
dores dijeron que sí aguardarian . Y hecho esto, nuestro
capitan nos mandó juntar y nos dijo: Muy desconcertada
veo esta gente ; estemos muy alerta, que alguna maldad
hay entre ellos . E luego envió á llamar al cacique é prin-
cipal , que ya no se me acuerda cómo se llamaba, ó que
CONQUISTA. TOM. I.- 42.
322
enviase algunos principales. E respondió que estaba ma-
lo é que no podia venir él ni ellos . Y como aquello vió
nuestro capitan , mandó que de un gran cu que estaba
junto de nuestros aposentos le trujésemos dos papas con
buenas razones , porque habia muchos en él . Trujimos
dos dellos sin les hacer deshonor, y Cortés les mandó dar
á cada uno un chalchihui , que son muy estimados entre
ellos , como esmeraldas , é les dijo con palabras amorosas
que por qué causa el cacique y principales, é todos los
más papas, están amedrentados ; que los ha enviado á lla--
mar y no habian querido venir . Y parece ser que el uno
de aquellos papas era hombre muy principal entre ellos y
tenia cargo ó mando en todos los demás cues de aquella
ciudad, que debia de ser á manera de obispo entre ellos
y le tenian gran acato , é dijo que los que son papas que
no tenian temor de nosotros , que si el cacique y princi-
pales no han querido venir , que él iria á les llamar , y
que como él les hable que tiene creido que no harán otra
cosa y que vernan . E luego Cortés dijo que fuese en
buen hora, y quedase su compañero allí aguardando has-
ta que viniesen. E fué aquel papa é llamó al cacique é
principales , é luego vinieron juntamente con él al aposen-
to de Cortés , y les preguntó con nuestras lenguas doña Ma-
rina é Aguilar , que por qué habian miedo é por qué cau-
sa no nos daban de comer , y que si reciben pena de nues-
tra estada en la ciudad que otro dia por la mañana nos
queriamos partir para México é ver é hablar al señor
Montezuma , é que le tengan aparejados tamemes para lle-
var el fardaje é tepuzques (que son las bombardas), é
tambien que luego traigan comida . Y el cacique estaba
tan cortado que no acertaba á hablar , y dijo que la co-
mida que la buscarian ; mas que su señor Montezuma les
ha enviado á mandar que no la diesen , ni queria que pa-
sásemos de allí adelante . Y estando en estas pláticas vi-
nieron tres indios de los de Cempoal nuestros amigos , y
secretamente dijeron á Cortés que habian hallado junto
adonde estábamos aposentados hechos hoyos en las calles
323
é cubiertos con madera é tierra , que no mirando mucho
en ello no se podria ver , é que quitaron la tierra de en-
cima de un hoyo que estaba lleno de estacas muy
agudas para matar los caballos que corriesen ; é que
las azuteas que las tienen llenas de piedras é mamparos
de adobes , y que ciertamente estaban de buen arte , por-
que tambien hallaron albarradas de maderos gruesos en
otra calle. Y en aquel instante vinieron ocho indios tlax-
caltecas de los que dejamos en el campo que no entraron
en Cholula, y dijeron á Cortés : Mira , Malinche, que esta
ciudad está de mala manera , porque sabemos que esta
noche han sacrificado á su ídolo (que es el de la guerra)
siete personas, y los cinco dellos son niños, porque les dé
victoria contra vosotros ; é tambien habemos visto que
sacan todo el fardaje é mujeres y niños . Y como aquello
oyó Cortés , luego los despachó para que fuesen á sus ca-
pitanes los tlaxcaltecas que estuviesen muy aparajedos si
los enviásemos á llamar. Y tornó á hablar al cacique y
papas y principales de Cholula que no tuviesen miedo ni
anduviesen alterados, y que mirasen la obediencia que
dieron, que no la quebrantasen, que les castigaria por
ello, que ya les ha dicho que nos queremos ir por la
mañana, que ha menester dos mil hombres de guerra de
aquella ciudad que vayan con nosotros como nos han da-
do los de Tlaxcala , porque en los caminos los habrá me-
nester . E dijéronle que sí darian así los hombres de guer-
ra como los del fardaje . E demandaron licencia para irse
luego á los apercebir . Y muy contentos se fueron porque
creyeron que con los guerreros que nos habian de dar é
con las capitanías de Montezuma que estaban en los ar-
cabuezos y barrancas, que allí de muertos ó presos no
podriamos escapar por causa que no podrian correr los
caballos, y por ciertos mamparos y albarradas (que die-
ron luego por aviso á los que estaban en guarnicion) que
hiciesen á manera de callejon que no pudiésemos pasar ;
y les avisaron que otro dia habiamos de partir , é que es-
tuviesen muy á punto todos porque ellos darian dos mil
324
hombres de guerra , é como fuésemos descuidados que
allí harian su presa los unos y los otros é nos podian atar ;
é que esto que lo tuviesen por cierto , porque ya habian
hecho sacrificios á sus ídolos de guerra, y les han prome-
tido la victoria . Y dejemos de hablar en ello ,. que pensa-
ba que seria cierto , é volvamos á nuestro capitan, que
quiso saber muy por extenso todo el concierto y lo
que pasaba . Y dijo á doña Marina que llevase más
chalchihuis á los dos papas que habia hablado prime-
ro, pues no tenia miedo, é con palabras amorosas les
dijese que les queria tornar á hablar Malinche, é que
los trujese consigo . Y la doña Marina fué y les habló de
tal manera, que lo sabia muy bien hacer, y con dádivas
vinieron luego con ella . Y Cortés les dijo que dijesen la
verdad de lo que supiesen , pues eran sacerdotes de ído-
los é principales, que no habian de mentir , é que lo que
dijesen que no seria descubierto por via ninguna , pues que
otro dia nos habiamos de partir , é que les daria muha ropa.
E dijeron que la verdad es que su señor Montezuma supo
que íbamos á aquella ciudad , é que cada dia estaba en mu-
chos acuerdos é que no determinaba bien la cosa , é que
unas veces les enviaba á mandar que si allí fuésemos que
nos hiciesen mucha honra é nos encaminasen á su ciu-
dad, é otras veces les enviaba á decir que ya no era su
voluntad que fuésemos á México , é que ahora nuevamen-
te le han aconsejado su Tezcatepuca y su Huichilobos , en
quien ellos tienen gran devoción , que allí en Cholula los
matasen ó llevasen atados á México . E que habia envia-
do el dia ántes veinte mil hombres de guerra , y la mitad
están ya aquí dentro desta ciudad é la otra mitad están
cerca de aquí entre unas quebradas ; é que ya tienen avi-
so que os habeis de ir mañana , y de las albarradas que
se mandaron hacer y de los dos mil guerreros que os ha-
bemos de dar, é cómo tenian ya hechos conciertos que
habian de quedar veinte de nosotros para sacrificar á los
ídolos de Cholula . Y sabido todo esto Cortés les mandó
dar mantas muy labradas y les rogó que no lo dijesen
325
porque si lo descubrian , que á la vuelta que volviésemos
de México los matarian é que se querian ir muy de ma-
ñana, é que hiciesen venir todos los caciques para habla-
lles , como dicho les tiene . Y luego aquella noche tomó con-
sejo Cortés de lo que habiamos de hacer, porque tenia muy
estremados varones y de buenos consejos ; y como en tales
casos suele acaecer, unos decian que seria bien torcer el
camino é irnos para Guaxocingo ; otros decian que procurá-
semos haber paz por cualquiera via que pudiésemos y que
nos volviésemos á Tlaxcala ; otros dimos parecer que si
aquellas traiciones dejábamos pasar sin castigo, que en
cualquiera parte nos tratarian otras peores : y pues que
estábamos allí en aquel gran pueblo é habia hartos bas-
timentos , les diésemos guerra, porque más la sentirian en
sus casas que en el campo , y que luego apercibiésemos
á los tlaxcaltecas que se hallasen en ello . Y á todos pa-
reció bien este postrer acuerdo, y fue desta manera : que
ya que les habia dicho Cortés que nos habiamos de par-
tir para otro dia, que hiciésemos que aliábamos nuestro
hato (que era harto poco) , y que unos grandes patios que
habia donde posábamos , estaban con altas cercas , que
diésemos en los indios de guerra , pues aquello era su me-
recido , y que con los embajadores de Montezuma disimu-
lásemos y les dijésemos que los malos de los cholultecas
han querido hacer una traicion y echar la culpa della á
su señor Montezuma é á ellos mismos como sus embajado-
res , lo cual no creíamos que tal mandase hacer, y que les
rogábamos que se estuviesen en el aposento de nuestro
capitan, é no tuviesen mas pláticas con los de aquella ciu-
dad, porque no nos den que pensar que andan juntamen-
te con ellos en las traiciones , y para que se vayan con
nosotros á México por guias : y respondieron , que ellos ,
ni su señor Montezuma no saben cosa ninguna de lo que
les dicen , y aunque no quisieron les pusimos guardas ,
porque no fuesen sin liceneia, y porque no supiese Mon-
tezuma que nosotros sabiamos que él era quien los habia
mandado hacer : é aquella noche estuvimos muy aperce-
326
bidos y armados y los caballos ensillados y enfrenados ,
con grandes velas y rondas , que esto siempre lo teniamos
de costumbre, porque tuvimos por cierto que todas las
capitanías , así de mexicanos, como de cholultecas , aque-
lla noche habian de dar sobre nosotros : y una india vie-
ja, mujer de un cacique, como sabia el concierto y tra-
ma que tenian ordenado, vino secretamente á doña Mari-
na nuestra lengua, y como la vió moza , y de buen parecer,
y rica , le dijo y aconsejó que se fuese con ella á su casa ,
si queria escapar la vida , porque ciertamente aquella no-
che, ó otro dia nos habian de matar á todos ; porque ya
estaba así mandado y concertado por el gran Montezuma,
para que entre los de aquella ciudad , y los mexicanos se
juntasen, y no quedase ninguno de nosotros á vida , ó nos
llevasen atados á México : y porque sabe esto , y por man-
cilla que tenia de la doña Marina , se lo venia á decir , y
que tomase todo su hato y se fuese con ella á su casa , y
que allí la casaria con un su hijo , hermano de otro mozo
que traía la vieja que le acompañaba. E como lo enten-
dió la doña Marina , y en todo era muy avisada , le dijo :
jó madre, que mucho tengo que agradeceros eso que me
decís ! yo me fuera ahora , sino que no tengo de quien
fiarme para llevar inis mantas y joyas de oro , que es mu-
cho . Por vuestra vida , madre , que aguardeis un poco
vos , y vuestro hijo, y esta noche nos irémos , que ahora
ya veis que estos teules están velando y sentirnos han: y
la vieja creyó lo que la decia, y quedóse con ella plati-
cando , y le preguníó que de qué manera nos habian de
matar , é cómo é cuándo se hizo el concierto : y la vieja
se lo dijo ni más ni menos que lo habian dicho los dos
papas : é respondió la doña Marina : pues cómo siendo tan
secreto ese negocio , lo alcanzastes vos á saber ? dijo : que
su marido se lo habia dicho , que es capitan de una par-
cialidad de aquella ciudad , y como tal capitan está aho-
ra con la gente de guerra que tiene á cargo , dando ór-
den para que se junten en las barrancas con los escua-
drones del gran Montezuma , y que cree estarán juntos es-
327
perando para cuando fuésemos , y que allí nos matarian,
y que esto del concierto , que lo sabia tres dias habia ,
porque de México enviaron á su marido un atambor do-
rado, é á otras tres capitanías tambien les envió ricas man-
tas, y joyas de oro, porque nos llevasen á todos á su se-
ñor Montezuma ; y la doña Marina como lo oyó, disimu-
ló con la vieja , y dijo : 6 cuánto me huelgo en saber que
vuestro hijo, con quien me quereis casar, es persona prin-
cipal. Mucho hemos estado hablando , no querria que nos
sintiesen, por eso madre , aguardad aquí, comenzaré á
traer mi hacienda , porque no lo podré sacar todo junto ,
é vos , é vuestro hijo mi hermano lo guardaréis , y luego nos
podremos ir: y la vieja todo se lo creía, y sentóse de repo-
so la vieja, ella y su hijo, y la doña Marina entra de presto
donde estaba el capitan Cortés , y le dice todo lo que pa-
só con la india : la cual luego la mandó traer ante él , y
la tornó á preguntar sobre las traiciones y conciertos , y
le dijo ni más ni menos que los papas, y le pusieron
guardas, porque no se fuese, y cuando amaneció era co-
sa de ver la priesa que traían los caciques y papas con
los indios de guerra con muchas risadas, y muy conten-
tos , como si ya nos tuvieran metidos en el garlito é redes ,
é trujeron más indios de guerra que les pedimos , que no
cupieron en los patios , por muy grandes que son, que aun
todavía se están sin deshacer por memoria de lo pasado :
é por bien de mañana que vinieron los cholultecas con la
gente de guerra, ya todos nosotros estábamos muy á pun-
to para lo que se habia de hacer, y los soldados de espa-
da y rodela puestos á la puerta del gran patio para no
dejar salir á ningun indio de los que estaban con armas ,
y nuestro capitan tambien estaba á caballo acompañado
de muchos soldados para su guarda : y cuando vió que
tan de mañana habian venido los caciques , y papas , y
gente de guerra , dijo : qué voluntad tienen estos traidores
de vernos entre las barrancas para se hartar de nuestras
carnes : mejor lo hará nuestro Señor : y preguntó por los
dos papas que habian descubierto el secreto , y le dijeron
328
que estaban á la puerta del patio con otros caciques que
querian entrar , y mandó Cortés á Aguilar nuestra lengua,
que les dijesen que se fuesen á sus casas , é que ahora no
tenian necesidad de ellos , y esto fué por causa , que pues
nos hicieron buena obra , no recibiesen mal por ella, por-
que no los matasen : é como Cortés estaba á caballo , é
doña Marina junto á él, comenzó á decir á los caciques
y papas, que sin hacelles enojo ninguno , ¿ á qué causa
nos querian matar la noche pasada ? é que si les hemos
hecho , ó dicho cosa para que nos tratasen aquellas trai-
ciones, mas de amonestalles las cosas que á todos los más
pueblos por donde hemos venido , les decimos que no sean
malos ni sacrifiquen hombres , ni adoren sus ídolos , ni
coman las carnes de sus prójimos ; que no sean sométicos ,
é que tengan buena manera en su vivir , y decirles las co-
sas tocantes á nuestra santa fe, y esto sin apremialles en
cosa ninguna : é á qué fin tienen ahora nuevamente apa-
rejadas muchas varas largas y recias como colleras , y
muchos cordeles en una casa junto al gran cu : é por qué
han hecho de tres dias acá albarradas en las calles, é ho-
yos, é pertrechos en las azuteas : é por qué han sacado de
su ciudad sus hijos é mujeres , y hacienda : é que bien se
ha parecido su mala voluntad, y las traiciones que nos
la pudieron encubrir, que aun de comer no nos daban ,
que por burla traían agua y leña , y decian que no habia
maíz: y que bien sabe que tienen cerca de allí en unas
barrancas muchas capitanías de guerreros esperándonos ,
creyendo que habiamos de ir por aquel camino á Méxi-
co para hacer la traicion que tienen acordada , con otra
mucha gente de guerra que esta noche se ha juntado con
ellos : que pues en pago de que los venian á tener por her-
manos, é decilles lo que Dios nuestro Señor , y el rey
manda, nos querian matar é comer nuestras carnes , que
ya tenian aparejadas las ollas con sal é ají , é tomates :
que si esto querian hacer, que fuera mejor que nos dieran
guerra, como esforzados y buenos guerreros en los cam-
pos , como hicieron sus vecinos los tlazcaltecas : é que sa-
329
be por muy cierto lo que tenian concertado en aquella
ciudad , y aun prometido á su ídolo abogado de la guer-
ra, y que le habian de sacrificar veinte de nosotros de-
lante del ídolo, y tres noches ántes ya pasadas que le sa-
crificaron siete indios , porque les diese victoria : la cual
les prometió, é como es malo é falso, no tiene ni tuvo po-
der contra nosotros , y que todas estas maldades y trai-
ciones que han tratado y puesto por obra han de caer so-
"
bre ellos , y esta razon se lo decia doña Marina, y se lo
daba muy bien á entender : y como lo oyeron los papas
y caciques y capitanes , dijeron , que así es verdad lo que
les dice , y que dello no tienen culpa , porque los embaja-
dores de Montezuma lo ordenaron por mandado de su
señor . Entonces les dijo Cortés , que tales traiciones como
aquellas, que mandan las leyes reales que no queden sin
castigo, é que por su delito que han de morir : é luego
mandó soltar una escopeta , que era la señal que teniamos
apercebida para aquel efecto, y se les dió una mano, que
se les acordará para siempre , porque matamos muchos
dellos , y otros se quemaron vivos , que no les aprovechó
las promesas de sus falsos ídolos : y no tardaron dos horas
que no llegaron allí nuestros amigos los tlaxcaltecas que
dejamos en el campo, como ya he dicho otra vez , y pe-
leaban muy fuertemente en las calles donde los cholul-
tecas tenian otras capitanías defendiéndolas , porque no
les entrásemos: y de presto fueron desbaratadas, y iban
por la ciudad robando y cautivando, que no los podia-
mos detener : y otro dia vinieron otras capitanías de las
poblaciones de Tlaxcala , y les hacian grandes daños por-
que estaban muy mal con los de Cholula : y como aque-
llo vimos , así Cortés, como los demás capitanes y solda-
dos , por mancilla que hubimos dellos , detuvimos á los
tlaxcaltecas que no hiciesen más mal : y Cortés mandó á
Pedro de Alvarado, y á Christóval de Oli, que le truje-
sen todas las capitanías de Tlaxcala para les hablar, y no
tardaron de venir, y les mandó que recogiesen toda su
gente y que se estuviesen en el campo, y así lo hicieron ,
CONQUISTA. TOM. I. 43.
330
que no quedó con nosotros sino los de Cempoal : y en
aqueste instante vinieron ciertos caciques y papas cholul-
tecas que eran de otros barrios , que no se hallaron en las
traiciones, segun ellos decian (que como es gran ciudad ,
era bando y parcialidad pcr sí) y rogaron á Cortés , y á
todos nosotros que perdonásemos el enojo de las traiciones
que nos tenian ordenadas , pues los traidores habian paga-
do ya con las vidas : y luego vinieron los dos papas amigos
nuestros que nos descubrieron el secreto , y la vieja mujer
del capitan que queria ser suegra de doña Marina (como
ya he dicho otra vez ) y todos rogaron á Cortés fuesen per-
donados . Y Cortés cuando se lo decian mostró tener grande
enojo, y mandó llamar á los embajadores de Montezuma,
que estaban detenidos en nuestra compañía , y dijo , que
puesto que toda aquella ciudad merecia ser asolada , y que
pagaran con las vidas, que teniendo respeto á su señor
Montezuma , cuyos vasallos son , les perdona , é que de
ahí adelante que sean buenos , é no les acontezca otra co-
mo la pasada, que morirán por ello . Y luego mandó lla-
mar los caciques de Tlaxcala que estaban en el campo ,
é les dijo que volviesen los hombres y mujeres que ha-
bian cautivado , que bastaban los males que habian he-
cho . Y puesto que se les hacia de mal de volvello , é de-
cian , que de muchos mas daños eran merecedores , por las
traiciones que siempre de aquella ciudad han recibido ;
por mandallo Cortés volvieron muchas personas : mas
ellos quedaron desta vez ricos , así de oro, é mantas é al-
godon, y sal é esclavos . Y demás desto Cortés los hizo
amigos con los de Cholula , que á lo que despues ví é en-
tendí jamás quebraron las amistades : é mas les mandó á
todos los papas é caciques cholultecas que poblasen su
ciudad , é que hiciesen tiangues , é mercados , é que no hu-
biesen temor, que no se les haria enojo ninguno : y respon-
dieron que dentro en cinco dias harian poblar toda la ciu-
dad, porque en aquella sazon todos los mas vecinos esta-
ban amontonados , é dijeron que temian que Cortés los nom-
brase cacique, porque el que solia mandar, fué uno de los
331
que murieron en el patio . E luego preguntó , que á quién
le venia el cacicazgo , é dijeron que á un su hermano: al
cual luego le señaló por gobernador , hasta que otra co-
sa fuese mandada . Y demás desto , desque vió la ciudad
poblada , y estaban seguros en sus mercados , mandó que
se juntasen los papas y capitanes con los demás principa-
les de aquella ciudad, y se les dió á entender muy clara-
mente todas las cosas tocantes á nuestra santa fe , é que
dejasen de adorar ídolos, y no sacrificasen , ni comiesen
carne humana , ni se robasen unos á otros, ni usasen las
torpedades que solian usar , y que mirasen que sus ídolos
los traen engañados , y que son malos, y no dicen verdad :
é que tuviesen memoria , que cinco dias habia las menti-
ras que les prometieron , que les darian vitoria , cuando
sacrificaron las siete personas : é cómo todo cuanto dicen
á los papas , é á ellos , es todo malo , é que los rogaba que
luego los derrocasen é hiciesen pedazos , é si ellos no que-
rian, que nosotros los quitariamos , é que hiciesen encalar
uno como humilladero , donde pusimos una cruz . Lo de la
cruz luego lo hicieron, y respondieron , que quitarian los
ídolos ; y puesto que se lo mandó muchas veces que los
quitasen lo dilataban . Y entónces dijo el padre de la Mer-
ced á Cortés , que era por demás á los principios quitalles
sus ídolos , hasta que vayan entendiendo mas las cosas y
ver en qué paraba nuestra entrada en México , y el tiempo
nos diria lo que habiamos de hacer, que al presente bas-
taba las amonestaciones que se les habia hecho , y pone-
lles la cruz . Dejaré de hablar desto, y diré cómo aquella
ciudad está asentada en un llano , y en parte , é sitio , don-
de están muchas poblaciones cercanas, que es Tepeaca,
Tlaxcala, Chalco , Tecamachalco , Guaxocingo é otros mu-
chos pueblos, que por ser tantos , aquí no los nombro : y es
tierra de maíz , é otras legumbres , é de mucho ají , é toda
llena de maiyales , que es de lo que hacen el vino , é hacen en
ella muy buena loza de barro colorado , é prieto , é blanco
de diversas pinturas, é se bastece della México , y todas las
provincias comarcanas : digamos ahora cómo en Castilla
332
lo de Talavera, ó Palencia . Tenia aquella ciudad en aquel
tiempo sobre cien torres muy altas , que eran cues é ado-
ratorios, donde estaban sus ídolos , especial el cu mayor
era de mas altor que el de México , puesto que era muy
suntuoso y alto el cu mexicano, y tenia otros cien patios
para el servicio de los cues: y segun entendimos , habia
allí un ídolo muy grande , el nombre dél no me acuerdo,
mas entre ellos tenia gran devocion , y venian de muchas
partes á le sacrificar , é á tener como manera de novenas,
y le presentaban de las haciendas que tenian. Acuérdome,
que cuando en aquella ciudad entramos , que cuando vi-
mos tan altas torres , y blanquear nos pareció al propio
Valladolid.¹ Dejemos de hablar de esta ciudad, y todo
1 "Esta ciudad de Cholula, dice Cortés, está asentada en un
Ilano y tiene hasta veinte mil vecinos dentro del cuerpo de la ciu-
dad, y tiene de arrabales otras tantas. " De su terreno dice: " Es la
ciudad mas á propósito para vivir españoles, que yo he visto de
los puertos acá; porque tiene algunos baldíos, y aguas para criar
ganados, lo que no tienen ningunas de cuantas hemos visto; porqué
es tanta la multitud de la gente, que en estas partes mora , que ni
un palmo de tierra hay, qne no esté labrado, y aun con todo en
muchas partes padecen necesidad por falta de pan. " Del traje
cuenta: " La gente de esta ciudad es mas vestida que los de Tascal-
tecal, porque los honrados ciudadanos de ella todos traen alborno-
ces encima de la otra ropa , aunque son diferenciados de los de Afri-
ca, porque tienen maneras; pero en la hechura, y tela, y los ropace.
jos son muy semejables. -Cortés, Carta II." Por la descripcion de
las tierras y pueblos que los españoles encontraban en su tránsito "
y expediciones, puede formarse juicio de la riqueza , poder, pobla-
cion, agricultura y artes de los americanos. En la misma carta
deja dicho Cortés que Cempoala, que llamó Sevilla, su sierra y
provincia serian hasta cincuenta mil hombres de guerra. Antes de !!
concluir la paz con Tlaxcala , cuenta que en una salida que hizo pa-
ra correr los alrededores entró en varios pueblos, uno de ellos tan
grande, que por matrícula ó visitacion que mandó hacer halló
333
lo acaecido en ella, y digamos cómo los escuadrones que
habia enviado el gran Montezuma , que estaban ya pues-
tos entre los arcabuezos que están cabe Cholula , y te-
nian hechos mamparos y callejones para que no pudie-
sen correr los caballos como lo tenian concertado (co-
molya otra vez he dicho) , é como supieron lo acaeci-
do se vuelven mas que de paso para México, y dan re-
lacion á su Montezuma , segun y de la manera que todo
pasó ; y por presto que fueron ya teniamos la nueva de
dos principales, que con nosotros estaban, que fueron en
veinte mil casas . Del territorio de la república de Tlaxcala refiere
que por visitacion que mandó hacer halló quinientos mil vecinos
con otra provincia mas pequeña que está junto á ella que se decia
Guasincango. Es notable la descripcion que hace de la capital de
Tlaxcala: La cual ciudad, dice, es tan grande, y de tanta admi-
racion, que aunque mucho de lo que ella podria decir deje, lo po-
co que diré creo es casi increible, porque es muy mayor que Gra-
nada , y muy mas fuerte, y de tan buenos edificios , y de muy mu-
cha mas gente que Granada tenia al tiempo que se ganó; y muy
mejor abastecida de las cosas de la tierra , que es de pan, y de aves,
y caza, y pescado de los rios, y de otras legumbres, y cosas que
ellos comen muy buenas. Hay en esta ciudad un mercado en que
cuotidianamente todos los dias hay en él de treinta mil ánimas
arriba vendiendo y comprando, sin otros muchos mercadillos que
hay por la ciudad en partes En este mercado hay todas cuantas
cosas , así de mantenimiento, como de vestido, y calzado que ellos
tratan, y puede haber. Hay joyerías de oro y plata, y piedras , y
de otras joyas de plumaje, tan bien concertado como puede ser en
todas las plazas , y mercados del mundo: hay mucha loza de todas
maneras, y muy buena, y tal como la mejor de España . Venden
mucha leña y carbon, y yerbas de comer, y medicinales. Hay ca-
sas donde lavan las cabezas como barberos, y las rapan, hay ba-
ños. Finalmente que entre ellos hay toda manera de buena órden, y
policía; y es gente de toda razon y concierto, y tal que lo mejor de
Africa no se le iguala. Es esta provincia de muchos valles llanos ,
334
posta ; y supimos muy de cierto que cuando lo supo Mon-
tezuma que sintió gran dolor y enojo, é que luego sacri-
ficó ciertos indios á su ídolo Huichilobos (que le tenian
por dios de la guerra), porque les dijese en qué habia de
parar nuestra ida á México ó si nos dejaria entrar en su
ciudad . Y aun supimos que estuvo encerrado en sus de-
vociones y sacrificios dos dias juntamente con diez papas
los más principales : y hubo respuesta de aquellos ídolos ,
que tenian por dioses , y fué que le aconsejaron que nos
enviase mensajeros á disculpar de lo de Cholula , y que
y hermosos , y todos labrados , y sembrados, sin haber en ellos cosa
vacua, Tiene en torno la provincia noventa leguas y más .-Cor-
tés, Carta II." -No debe parecer inverisímil una poblacion tan
crecida en estos países . Aunque carecían de animales domésticos.
como del buey, asno, mula y caballo, esta misma privacion era el
fundamento de tanta multitud por una razon muy natural : sin ani-
males domésticos ni para la labor de las tierras, ni para el tragi-
no, hacian los hombres lo que en Europa hacen las bestias: mante-
nian hombres con las producciones , que habian de sustentar á los
irracionales : la mitad ó gran parte de las tierras cultivadas en la
Europa se ocupan en granos y frutos con que sostener el ganado
de la labor , las bestias de arriería , las de regalo y lujo, y las que
sirven en los ejércitos . Todos los terrenos cultivados servian entre
los americanos para alimento de los hombres ; por otra parte, segun
se llega á entender de Cortés poseían el arte del riego . Veremos en
Cortés y Castillo que la industria, esto es, aquellas ocupaciones
que distrayendo al hombre de la agricultura le emplean en otras
fatigas, estaban ejercitadas en el imperio de México por innume-
rables brazos . Grande industria , y en una nacion grande, no pue
de existir sin grande agricultura; grandes ciudades, corte populo-
sa , no se suelen hallar sino sobre la base de un gran cultivo de la
tierra . En las naciones salvajes, y en los pueblos pastores no son
regulares estas reuniones fijas de multitudes de hombres . Creo que
este discurso disuelve cualquier dificultad que se haga sobre la po-
blacion numerosa que los españoles encontraron en varios países
de América .
335
con muestras de paz nos deje entrar en México, y que
estando dentro, con quitarnos la comida é agua , ó al-
zar cualquiera de las puentes, nos mataria ; y que en un
dia, si nos daba guerra, no quedaria ninguno de nosotros
á vida, y que allí podria hacer sus sacrificios así al Hui-
chilobos , que les dió esta respuesta, como á Tezcatepuca ,
que tenian por dios del infierno, é se hartarian de nues-
tros muslos y piernas y brazos; y de las tripas y el cuer-
po y todo lo demás, hartarian las culebras y serpientes é
tigres que tenia en unas casas de madera, como adelante
diré en su tiempo y lugar . Dejemos de hablar de lo que
Montezuma sintió de lo sobredicho , y digamos cómo esta
cosa ó castigo de Cholula fué sabido en todas las provin-
cias de la Nueva-España ; y si de ántes teniamos fama de
esforzados y habian sabido de las guerras de Potonchan ,
y Tabasco, y Cingapancinga , y lo de Tlaxcala, y nos lla-
maban teules , que es nombre como sus dioses ó cosas ma-
las, desde ahí adelante nos tenian por adivinos , y decian
que no se nos podria encubrir cosa ninguna inala que
contra nosotros tratasen, que no lo supiésemos , y á esta
causa nos mostraban buena voluntad . Y creo que estarán
hartos los curiosos lectores de oir esta relacion de Cholu-
la, é ya quisiera habella acabado de escribir . Y no pue-
do dejar de traer aquí á la memoria las redes de made-
ros gruesos que en ella hallamos , las cuales tenian llenas
de indios y muchachos á cebo para sacrificar y comer sus
carnes , las cuales redes quebramos y los indios que en
ellas estaban presos les mandó Cortés que se fuesen adon-
de eran naturales, y con amenazas mandó á los capita-
nes y papas de aquella ciudad que no tuviesen más indios
de aquella manera , ni comiesen carne humana, y así lo
prometieron . Mas ¿ qué aprovechaban aquellos prometi-
mientos , que no lo cumplian ? Pasemos ya adelante, y di-
gamos que aquestas fueron las grandes crueldades que
escribe y nunca acaba de decir el señor obispo de Chia-
pa don fray Bartolomé de las Casas , porque afirma y di-
ce que sin causa ninguna , sino por nuestro pasatiempo y
336
porque se nos antojó, se hizo aquel castigo . 1 Y tambien
quiero decir que unos buenos religiosos franciscos , que
fueron los primeros frailes que su majestad envió á esta
Nueva-España despues de ganado México , segun adelan-
te diré, fueron á Cholula para saber y pesquisar , é inqui-
rir, cómo y de qué manera pasó aquel castigo , é por qué
causa . E la pesquisa que hicieron fué con los mismos pa-
pas é viejos de aquella ciudad , y despues de bien sabido
dellos mismos , hallaron ser ni más ni ménos que en es-
ta mi relacion escribo ; y si no se hiciera aquel càstigo,
nuestras vidas estaban en harto peligro , segun los escua-
drones y capitanías tenian de guerreros mexicanos y de
los naturales de Cholula, é albarradas é pertrechos ; que
si allí por nuestra desdicha nos mataran , esta Nueva-Es-
paña no se ganara tan presto , ni se atreveria á venir otra
armada; é ya que viniera , fuera con gran trabajo porque
les defenderian los puertos, y se estuvieran siempre en sus
idolatrías . Yo he oído decir á un fraile francisco de bue-
na vida, que se decia fray Toribio Motelmea , que si se
pudiera excusar aquel castigo y ellos no dieran causa á
que se hiciese , que mejor fuera ; mas ya que se hizo , que
fué bueno, para que los indios de todas las provincias de
la Nueva-España viesen y conociesen que aquellos ídolos
y todos los demás son malos y mentirosos, y que viendo
que lo que les habia prometido salió al revés, que per-
diesen la devocion que antes tenian con ellos , y que des-
de allí en adelante no le sacrificaban ni venian en romería
de otras partes como solian ; y desde entónces no curaron
más dél y le quitaron del alto cu donde estaba y lo es-
condieron ó quebraron , que no pareció más, y en su lu-
gar habian puesto otro ídolo .. Dejémoslo ya y diré lo que
más adelante hicimos .
1 El derecho de la guerra y el de la propia defensa, tanto mas
rigurosa cuanto es mayor el riesgo, justifica la conducta de Cor-
tés contra los de Cholula , que habrian acabado con los españoles
sin esta prevencion .
CAPITULO LXXXIV
De ciertas pláticas é mensajeros que enviamos al gran
Montezuma.
OмO habian pasado ya catorce dias que estábamos
en Cholula y no teniamos en qué entender, y vi-
C mos que quedaba aquella ciudad muy poblada
é hacian mercados , é habiamos hecho amistades
entre ellos y los de Tlaxcala , é les teniamos puesto una
cruz , é amonestádoles las cosas tocantes á nuestra santa
fe, y viamos que el gran Montezuma enviaba á nuestro
real espias encubiertamente á saber é inquirir qué era
nuestra voluntad é si habiamos de pasar adelante para ir
á su ciudad , porque todo lo alcanzaba á saber muy ente-
ramente por dos embajadores que estaban en nuestra
compañía , acordó nuestro capitan de entrar en consejo
con ciertos capitanes é algunos soldados que sabia que le
tenian buena voluntad , y porque demás de ser muy es-
forzados eran de buen consejo , porque ninguna cosa ha-
cia sin primero tomar sobre ello nuestro parecer. Y fué
acordado , que blanda y amorosamente enviásemo á de-
CONQUISTA. TOM. I.-44.
338
cir al gran Montezuma que para cumplir con lo que
nuestro rey y señor nos envió á estas partes , hemos pasa-
do muchos mares é remotas tierras solamente para le ver
é decille cosas que le serian muy provechosas cuando las
haya entendido : que viniendo que veniamos camino de
su ciudad , porque sus embajadores nos encaminaron por
Cholula , que dijeron que eran sus vasallos, é que dos dias
los primeros que en ella entramos nos recibieron muy
bien, é para otro dia tenian ordenada una traicion con
pensamiento de matarnos . Y porque somos hombres que
tenemos tal calidad que no se nos puede encubrir cosa de
trato ni traicion ni maldad que contra nosotros quieran .
hacer, que luego no lo sepamos , é que por esta causa cas-
tigamos algunos de los que querian ponerlo por obra ; é
que porque supo que eran sus sujetos , teniendo respeto á
su persona y á nuestra gran amistad , dejó de matar y
asolar todos los que fueron en pensar en la traicion : y lo
peor de todo es que dijeron los papas é caciques que por
consejo é mandado dél y de sus embajadores lo querian
hacer, lo cual nunca creimos que tan gran señor como él
es , tal mandase , especialmente habiéndose dado por nues-
tro amigo. Y tenemos colegido de su persona, que ya
que tan mal pensamiento sus ídolos le pusiesen de darnos
guerra, que seria en el campo ; mas en tanto teniamos
que pelease en campo como en poblado , que de dia que
de noche, porque los matariamos á quien tal pensase ha-
cer. Mas como lo tiene por grande amigo y le desea ver
y hablar , luego nos partimos para su ciudad á dalle cuen-
ta muy por entero de lo que el rey nuestro señor nos
mandó. Y como el Montezuma oyó esta embajada y en-
tendió que por lo de Cholula no le poniamos culpa , oí-
mos decir que tornó á entrar con sus papas en ayunos é
sacrificios que hicieron á sus ídolos para que se tornase
á retificar que si nos dejaria entrar en su ciudad ó no , y
si se lo tornab á mandar como lo habia dicho otra vez.
Y la respuesta que les tornó á dar fué como la primera,
y que de hecho nos deje entrar y que dentro nos mataria
339
á su voluntad . Y más le aconsejaron sus capitanes y pa-
pas, que si ponia estorbo en la entrada que le hariamos
guerra en los pueblos sus sujetos , teniendo como teniamos
por amigos á los tlaxcaltecas y todos los totonaques de
la sierra y otros pueblos que habian tomado nuestra amis-
tad , y por escusar estos males , que mejor y mas sano
consejo es el que les ha dado su Huichilobos . Dejemos.
de más decir de lo que Montezuma tenia acordado , é di-
ré lo que sobre ello hizo , y cómo acordamos de ir cami-
no de México : y estando de partida llegaron mensajeros
de Montezuma con un presente, y lo que envió á decir .
CAPITULO LXXXV
Cómo el gran Montezuma envió un gran presente de oro, y
lo que envió á decir, y cómo acordamos de ir camino de
México, y lo que mas acaeció.
OмO el gran Montezuma hubo tomado otra vez
consejo con sus Huichilobos é papas é capitanes ,
C y todos le aconsejaron que nos dejase entrar en
su ciudad é que allí nos matarian á su salvo , y
despues que oyó las palabras que le enviamos á decir
acerca de nuestra amistad é tambien otras razones bra-
vosas cómo somos hombres que no se nos encubre traicion
que contra nosotros se trate que no lo sepamos , y que en
lo de la guerra que eso se nos da que sea en el campo ó en
poblado , que de noche ó de dia , ó de otra cualquier mane-
ra, é como habia entendido las guerras de Tlaxcala é ha-
bia sabido lo de Potonchan , é Tabasco, é Cingapacinga,
é agora lo de Cholula, estaba asombrado y aun temero-
so; y despues de muchos acuerdos que tuvo envió seis
principales con un presente de oro , y joyas de mucha di-
versidad de hechuras, que valdria, á lo que juzgaban , so-
bre dos mil pesos ; y tambien envió ciertas cargas de man-
341
tas muy ricas de primas labores : é cuando aquellos prin-
cipales llegaron ante Cortés con el presente, besaron la
tierra con la mano , y con gran acato como entre ellos se
usa , dijeron : Malinche, nuestro señor el gran Montezuma
te envia este presente , y dice que lo recibas con el amor
grande que te tiene é á todos vuestros hermanos , é que le
pesa del enojo que les dieron los de Cholula , é quisiera que
los castigara más en sus personas, que son malos y men-
tirosos , é que las maldades que ellos querian hacer le
echaban á él la culpa é á sus embajadores ; é que tuvié-
semos por muy cierto que era nuestro amigo , é que va-
mos á su ciudad cuando quisiéremos ; que puesto que él
nos quiere hacer mucha honra, como á personas tan es-
forzadas y mensajeros de tan alto rey como decís que es ,
é porque no tiene que nos dar de comer , que á la ciudad
se lleva todo el bastimento de acarreo, por estar en la la-
guna poblados , no lo podia hacer tan cumplidamente ;
mas que él procurará de hacernos toda la más honra que
pudiere, y que por los pueblos por donde habiamos de
pasar que él ha mandado que nos den lo que hubiéremos
menester ; é dijo otros muchos cumplimientos de palabra.
Y como Cortés lo entendió por nuestras lenguas , recibió
aquel presente con muestras de amor , é abrazó á los men-
sajeros y les mandó dar ciertos diamantes torcidos , é to-
dos nuestros capitanes é soldados nos alegramos con tan
buenas nuevas , é mandarnos que vamos á su ciudad , por-
que de dia en dia lo estábamos deseando todos los más sol-
dados , especial los que no dejábamos en la isla de Cuba
bienes ningunos é habiamos venido dos veces á descubrir
primero que Cortés . Dejemos esto y digamos cómo el ca-
pitan les dió buena respuesta y muy amorosa, y mandó
que se quedaser. tres mensajeros de los que vinieron con
el presente , para que fuesen con nosotros por guias , y los
otros tres volvieron con la respuesta á su señor y les avi-
saron que ya íbamos camino . Y despues que aquella nues-
tra partida entendieron los caciques mayores de Tlaxca-
la, que se decian Xicotenga el viejo é ciego y Maseesca-
342
ci (los cuales he nombrado otras veces) , les pesó en el al-
ma , é enviaron á decir á Cortés que ya le habian dicho mu-
chas veces que mirase lo que hacia é se guardase de en-
trar en tan grande ciudad , donde habia tantas fuerzas y
· tanta multitud de guerreros , porque un dia ó otro nos
darian guerra , é temian que no podriamos salir con las
vidas , é que por la buena voluntad que nos tienen que
ellos quieren enviar diez mil hombres , con capitanes es-
forzados , que vayan con nosotros con bastimento para el
camino . Cortés les agradeció mucho su buena voluntad,
y les dijo que no era justo entrar en México con tanta
copia de guerreros, especialmente siendo tan contrarios
los unos de los otros ; que solamente habia menester mil
hombres para llevar los tepuzques é fardaje é para ado-
bar algunos caminos . Ya he dicho otra vez que tepuz-
ques en estas partes dicen por los tiros , que son de hier-
ro , que llevábamos ; y luego despacharon lo S mil indios
muy apercebidos ; é ya que estábamos muy á punto para
caminar, vinieron á Cortés los caciques é todos los más
principales guerreros de Cempoal (que andaban en nues-
tra compañía y nos sirvieron muy bien y lealmente) , é
dijeron que se querian volver á Cempoal y que no pasa-
rian de Cholula adelante para ir á México , porque cier-
to tenian que si allá iban que habian de morir ellos y
nosotros , é que el gran Montezuma los mandaria matar ,
porque eran personas muy principales de los de Cempoal
que fueron en quitalles la obediencia , é en que no se le
diese tributo , y en aprisionar sus recaudadores cuando
hubo la rebelion ya por mí otra vez escrita en esta rela-
cion . Y como Cortés les vió que con tanta voluntad le
demandaban aquella licencia , les respondió con doña Ma-
rina é Aguilar que no hubiesen temor ninguno de que
recibirian mal ni daño ; é que pues iban en nuestra com-
pañía, ¿ que quién habia de ser osado á los enojar á ellos
ni á nosotros? E que les rogaba que mudasen su volun-
tad é que se quedasen con nosotros , y les prometió que
les haria ricos. E por más que se lo rogó Cortés, é doña
343
Marina se lo decia muy afectuosamente, nunca quisieron
quedar, sino que se querian volver . E como aquello vió
Cortés, dijo : Nunca Dios quiera que nosotros llevemos
por fuerza á esos indios que tan bien nos han servido . Y
mandó traer muchas cargas de mantas ricas é se las repar-
tió entre todos , é tambien envió al cacique gordo (nuestro
amigo , señor de Cempoal) , dos cargas de mantas para él
y para su sobrino Cuesco, que así se llamaba otro gran
cacique ; y escribió al tiniente Juan de Escalante (que de-
jábamos por capitan , y era en aquella sazon alguacil
mayor) ; todo lo que nos habia acaecido y cómo ya íba-
mos camino de México , é que mirase muy bien por todos
los vecinos ; é se velase , que siempre estuviese de dia é
de noche con gran cuidado, que acabase de hacer la for-
taleza é que á los naturales de aquellos pueblos que los
favoreciese contra mexicanos , y no les hiciese agravio ,
ni ningun soldado de los que con él estaban : y escritas
estas cartas y partidos los de Cempoal , comenzamos de
ir nuestro camino muy apercebidos .
CAPITULO LXXXVI
Cómo comenzamos á caminar para la ciudad de México, y
de lo que en el camino nos avino , y lo que Montezuma en-
vió á decir.
SI como salimos de Cholula con gran concierto ,
como lo teniamos de costumbre , los corredores
A del campo á caballo , descubriendo la tierra , y
peones muy sueltos juntamente con ellos , para
si algun paso malo ó embarazo hubiese se ayudasen los
unos á los otros, é nuestros tiros muy á punto , é escope-
tas , é ballesteros , é los de á caballo de tres en tres , para
que se ayudasen, é todos los mas soldados en gran con-
cierto . No sé yo para que lo traigo tanto á la memoria ,
sino que en las cosas de la guerra, por fuerza hemos de
hacer relacion dello , para que se vea cuál andábamos la
barba sobre el hombro . E así caminando, llegamos aquel
dia á unos ranchos , que están en una como serrezuela ,
que es poblacion de Guaxocingo , que me parece que se
dicen los ranchos de Iscalpan , cuatro leguas de Cholula :
é allí vinieron luego los caciques y papas de los pueblos
de Guaxocingo , que estaban cerca , é eran amigos , é con-
MOCTEZUMA II.
345
federados de todos los de Tlaxcala ; y tambien vinieron
otros pueblezuelos que están poblados á las haldas del
volcan, que confinan con ellos : y trujeron todos mucho
bastimento, y un presente de joyas de oro de poca valía ,
y dijeron á Cortés que recibiese aquello , y no mirase á
lo poco que era , sino á la voluntad con que se lo daban:
y le aconsejaron que no fuese á México, que era una ciu-
dad muy fuerte y de muchos guerreros , y que correria-
mos mucho peligro , é que ya que íbamos , que subido
aquel puerto , que habia dos caminos muy anchos , y que
el uno iba á un pueblo que se dice Chalco y el otro Tal-
1
malanco, ¹ que era otro pueblo, y entramos sujetos á Mé-
xico ; y que el un camino estaba muy barrido y limpio ,
para que vamos por él , y que el otro camino lo tienen
ciego, y cortados muchos árboles muy gruesos, y gran-
des pinos , porque no puedan ir caballos , ni pudiésemos
pasar adelante : y que abajado un poco de la sierra, por
el camino que tenian limpio , creyendo que habiamos de
ir por él , que tenian cortado un pedazo de la sierra, y
había allí mamparos, é albarradas : é que han estado en
el paso ciertos escuadrones mexicanos para nos matar , é
que nos aconsejaban que no fuésemos por el que esta-
ba limpio, sino por donde estaban los árboles atrave-
sados , é que ellos nos darán mucha gente que lo desem-
baracen : é pues que iban con nosotros los tlaxcaltecas ,
que todos quitarian los árboles , é que aquel camino sa-
lia á Talmalanco : é Cortés recibió el presente con mu-
cho amor, y les dijo , que les agradecia el aviso que le
daban, y con el ayuda de Dios , que no dejará de se-
guir su camino, é que irá por donde le aconsejaban.
E luego otro dia bien de mañana comenzamos á caminar,
é ya era cerca de mediodía cuando llegamos en lo alto de
la sierra , donde hallamos los caminos ni más ni ménos
que los de Guaxocingo dijeron : y allí reparamos un poco ,
y aun nos dió que pensar en lo de los escuadrones mexica-
1 Tlalmanalco.
CONQUISTA.- TOM. I.-45.
346
nos, y en la sierra cortada donde estaban las albarradas
de que nos avisaron . Y Cortés mandó llamar á los em-
bajadores del gran Montezuma , que iban en nuestra com-
pañía, y les preguntó , que cómo estaban aquellos dos ca-
minos de aquella manera, el uno muy limpio y barrido ,
y el otro lleno de árboles cortados nuevamente ? y res-
pondieron , que porque vamos por el limpio que sale á
á una ciudad que se dice Chalco , donde nos harán buen
recibimiento, que es de su señor Montezuma ; y que el
otro camino que le pusieron aquellos árboles , y lo cega-
ron, porque no fuésemos por él que hay malos pasos é se
rodea algo para ir á México, que 1sale á otro pueblo que
no es tan grande como Chalco ; entónces dijo Cortés
que queria ir por el que estaba einbarazado, y comenza-
mos á subir la sierra puestos en gran concierto , y nues-
tros amigos apartando los árboles muy grandes y grue-
sos, por donde pasamos con gran trabajo, y hasta hoy
están algunos dellos fuera del camino : y subiendo á lo
mas alto , comenzó á nevar, y se cuajó de nieve la tierra,
é caminamos la sierra abajo, y fuimos á dormir á unas
caserias que eran como á manera de aposentos , ó mesones
donde posaban indíos mercaderes ,, é tuvimos bien de ce-
nar, é con gran frio pusimos nuestras velas, y rondas , é
2
escuchas , y aun corredores del campo ; é otro dia co-
menzamos á caminar , é á hora de misas mayores llega-
mos á un pueblo, que ya he dicho que se dice Talmalan-
J
1 El pueblo principal de la provincia de Chalco, con las al-
deas que habia á dos leguas de él , tenia mas de veinte mil vecinos.
-Cortés, Carta II.
2 Desde estas sierras , dice Cortés, que se descubrian los lla-
nos de Culúa, y la gran ciudad de Temixtitan , y las lagunas
que hay en dicha provincia. Los llanos , refiere en otra parte, que
tenian en torno hasta setenta leguas, rodeados de sierras , y en ellos
dos grandes lagunas, donde están la capital y otras muchas ciuda-
des.-Cortés, Carta II. Esto debia ofrecer a los españoles una ma-
ravillosa perspectiva.
347
co y nos recibieron bien, é de comer no faltó : é como
supieron de otrospueblos de nuestra llegada , luego vinie-
ron los de Chalco , é se juntaron con los de Talmalanco ,
1 2
é á Mecameca, é Acingo donde están las canoas , que
es puerto dellos , é otros pueblezuelos, que ya no se me
acuerda el nombre dellos : y todos juntos trujeron un pre-
sente de oro , y dos cargas de mantas, é ocho indias, que
valdria el oro sobre ciento y cincuenta pesos , y dijeron:
Malinche, recibe estos presentes que te damos , y tennos
de aquí adelante por tus amigos : y Cortés los recibió con
grande amor , y se les ofreció , que en todo lo que hubie
sen menester los ayudaria : y cuando los vió juntos dijo
al padre de la Merced , que les amonestase las cosas to-
cantes á nuestra santa fe , é dejasen sus ídolos , y se les
dijo todo lo que soliamos decir en los mas pueblos por
donde habiamos venido : é á todo respondieron , que bien
dicho estaba , é que lo verian adelante . Tambien se les
dió á entender el gran poder del emperador nuestro se-
ñor, y que veniamos á deshacer agravios é robos : é que
para ello nos envió á estas partes : é como aquello oyeron
todos aquellos pueblos que dicho tengo, secretamente ,
que no lo sintieron los embajadores mexicanos , dieron
tantas quejas de Montezuma, y de sus recaudadores , que
les robaban cuanto tenian , é las mujeres , é hijas si eran
hermosas, las forzaban delante dellos , y de sus maridos , y
se las tomaban, é que les hacian trabajar, como si fueran
esclavos , que les hacian llevar en canoas, é por tierra
madera de pinos , é piedra , é leña , é maíz, é otros muchos
servicios de sembrar maizales , é les tomaban sus tierras
para servicio de ídolos , é otras muchas quejas, que como
ya muchos años que pasó, no me acuerdo : é Cortés les
consoló con palabras amorosas , que se les sabia muy bien
decir con doña Marina , é que ahora al presente no pue-
de entender en hacelles justicia , é que se sufriesen , que él
1 Amaquemecan , hoy Amecameca .
2 Ayotzinco.
348
les quitaria aquel dominio : é secretamente les mandó , que
fuesen dos principales con otros cuatro amigos de Tlax-
cala, á ver el camino barrido, que nos hubieron dicho
los de Guaxocingo, que no fuésemos por él para que vie-
sen qué albarradas é mamparos tenian , ú si estaban alli
algunos escuadrones de guerra : y los caciques respondie-
ron: Malinche, no hay necesidad de irlo á ver , porque
todo está ahora muy llano é aderezado . E has de saber
que habrá seis dias que estaban á un mal paso , que te-
nian cortada la sierra, porque no pudiésedes pasar , con
mucha gente de guerra del gran Montezuma ; y hemos sa-
bido , que su Huichilobos que es el Dios que tienen de la
guerra, les aconsejó que os dejen pasar, é cuando hallais
entrado en México , que allí os matarán : por tanto, lo
que nos parece es, que os esteis aquí con nosotros , y os
daremos de lo que tuviéremos, é no vais à México , que
sabemos cierto , que segun es fuerte, y de muchos guerre-
ros , no os dejarán con las vidas : y Cortés les dijo con buen
semblante, que no tenian los mexicanos , ni otras ningu-
nas naciones poder para nos matar, salvo nuestro Señor
Dios , en quien creemos . E quepor que vean que al mis-
mo Montezuma, y á todos los caciques y papas , les va-
mos á dar á entender lo que nuestro Dios manda , que lue-
go nos queriamos partir : é que le diesen veinte hombres
principales, que vayan en nuestra compañía, é que haria
mucho por ellos , é les haria justicia cuando haya entra-
do en México , para que Montezuma ni sus recaudadores
no les hagan las demasías y fuerzas , que han dicho que
les hacen y con alegre rostro todos los de aquellos pue
blos por mí ya nombrados dieron buenas respuestas , y nos
trujeron los veinte indios : é ya que estábamos para par-
tir vinieron mensajeros del gran Montezuma , y lo que
dijeron diré adelante .
CAPITULO LXXXVII
Cómo el gran Montezuma nos envió otros embajadores con
un presente de oro, y mantas , y lo que dijeron á Cortés, y
lo que les respondió.
A que estábamos de partida para ir nuestro cami-
no á México , vinieron ante Cortés cuatro prin-
Y cipales mexicanos que envió Montezuma , y tru-
jeron un presente de oro, y mantas , y despues
de hecho su acato, como lo tenian de costumbre , dijeron :
Malinche, este presente te envia nuestro señor , el gran
Montezuma, y dice , que le pesa mucho por el trabajo que
habeis pasado en venir de tan léjas tierras á le ver : y que
ya te ha enviado á decir otra vez, que te dará mucho oro,
y plata y chalchihuis en tributo para vuestro emperador
y para vos, y los demás teules que traeis, y que no ven-
gas á México: ahora nuevamente te pide por merced , que
no pases de aquí adelante, sino que te vuelvas por donde
venistes , que él te promete de te enviar al puerto mucha
cantidad de oro , y plata, y ricas piedras para ese vuestro
rey, y para tí te dará cuatro cargas de oro, y para cada
350
uno de tus hermanos una carga ; porque ir á México , es
excusada tu entrada dentro , que todos sus vasallos están
puestos en armas para no os dejar entrar . Y demás des-
to, que no tenia camino , sino muy angosto, ni bastimen-
tos que comiésemos : y dijo otras muchas razones y incon-
venientes, para que no pasásemos de allí : é Cortés con
mucho amor abrazó á los mensajeros , puesto que le pesó
de la embajada , y recibió el presente, que ya no se me
acuerda qué tanto valía : é á lo que yo ví, y entendí , ja-
más dejó de enviar Montezuma oro, poco ó mucho , cuan-
do nos enviaba mensajeros, como otra vez he dicho . Y
volviendo á nuestra relacion , Cortés les respondió , que
se maravillaba del señor Montezuma , habiéndose dado
por nuestro amigo y siendo tan gran señor , tener tantas
mudanzas : que unas veces dice uno , y otras envia á man-
dar al contrario . Y que en cuanto á lo que dice, que da-
rá el oro para nuestro señor el emperador , y para nos-
otros , que se lo tiene en merced, y por aquello que aho-
ra le envia , que en buenas horas se lo pagará el tiempo
andando ; y que si le parecerá bien , que estando tan cer-
ca de su ciudad , será bueno volvernos del camino sin ha-
cer aquello que nuestro señor nos manda ? que si el señor
Montezuma hubiese enviado mensajeros y embajadores á
algun gran señor , como él es , é ya que llegasen cerca de
su casa aquellos mensajeros que enviaba , se volviesen sin
le hablar , y decille á lo que iban , cuando volviesen ante
su presencia con aquel recaudo , qué merced les haria ,
sino tenellos por cobardes y de poca calidad ? que así ha-
ria el emperador nuestro señor con nosotros : y que de
una manera ó otra , que habiamos de entrar en su ciudad ;
y desde allí adelante , que no le enviasen más excusas so-
bre aquel caso, porque le ha de ver, y hablar , y dar ra-
zon de todo el recaudo á que hemos venido , y ha de ser
á su sola persona : y cuando lo haya entendido , si no le
pareciere bien nuestra estada en la ciudad , que nos vol-
veremos por donde venimos . E cuanto á lo que dice, que
no tiene comida , sino muy poco, é que no nos podremos
351
sustentar ; que somos hombres que con poca cosa que co-
memos , nos pasamos , é que ya vamos á su ciudad , que
haya por bien nuestra ida. Y luego en despachando los
mensajeros comenzamos á caminar para México , y como
nos habian dicho y avisado los de Guaxocingo, y los de
Chalco , que Montezuma habia tenido pláticas con sus ido-
los y papas, que si nos dejaria entrar en México , ó si nos
daria guerra: y todos sus papas les respondierou , que de-
cia su Huichilobos, que nos dejase entrar, que allí no
podrá matar , segun dicho tengo otras veces en el capítu-
lo que dello habla , y como somos hombres, y temiamos
la muerte , no dejábamos de pensar en ello, y como aque-
I Una de las determinaciones de Cortés , que mas se admira en
esta conquista, es la de empeñarse en llegar hasta la capital del
imperio de México , á pesar de la repugnancia de su poderoso y tor-
rible monarca. No se admira menos que en tal combate de preten-
siones, un tan gran príncipe recibiese la ley del jefe de unos aventu-
reros, sin echar mano de los grandes recursos de su poder, ni del ri-
gor de su fiereza . Crecerá la administracion cuando se vea , que este
jefe tiene formado el proyecto de señorear en su imperio y sujetar-
le. El suceso de este proyecto se palpa, y el modo con que se hizo
apenas se concibe. No se puede imaginar en un tan corto número
de españoles un contrapeso que balancée la multitud , y las fuerzas
de las naciones que dominó. Todos los cálculos del poder humano
fallan en una desproporcion tal . He creido siempre, que solo Cor-
tés podria dar la razon de las determinaciones osadas que tomó, y
del medio con que combinaba la pequeñez de sus fuerzas, armas, y
recursos con la magnitud de sus empresas. La artillería, cuando la
tuvo, estaba reducida á un corto número de tiros, á veces sin uso ,
por falta de pólvora: veremos que sin aquella vencieron los espa-
ñoles en los mayores peligros ; y que con ella fueron vencidos, y
estuvieron a pique de perderse. La fuerza efectiva de los españo-
les estaba más en su esfuerzo y constancia que en la calidad de
sus armas; pero siendo tan pocos, nada se encuentra que disminu-
ya su enorme desproporcion con las inmensas ventajas de la mul-
352
lla tierra es muy poblada , íbamos siempre caminando
muy chicas jornadas : y encomendándonos á Dios , y á su
bendita Madre nuestra Señora , y platicando cómo y de
qué manera podiamos entrar ; y pusimos en nuestros co-
razones con buena esperanza , que pues nuestro Señor Je-
su-Christo fué servido guardarnos de los peligros pasa-
dos, tambien nos guardaria del poder de México : y fuimos
1
á dormir á un pueblo que se dice Istapalatengo, que
es la mitad de las casas en el agua, y la mitad en tierra
firme, donde está una serrezuela , y agora una venta ca-
be él , y allí tuvimos bien de cenar . Dejemos esto y
volvamos al gran Montezuma , que como llegaron sus
titud armada. El discurso, despues de venerar la Divina Providen-
cia, se ve obligado á combinar estos extremos al parecer inconci-
liables, poniendo la consideracion en el genio del capitan. Este, sa-
liendo de las reglas comunes de las resoluciones humanas, se em
peñó en la carrera de lo extraordinario, y supo empeñar en ella á
sus compañeros: pensó que la conquista de aquel imperio se habia.
de deber más á las fuerzas morales que á las físicas. De aquí una
disciplina admirable en aquel pequeño ejército, que le daba la re
presentacion y vigor de uno grande; y de aquí aquella política,
que dió a Cortés tanto ascendiente en el espíritu de los americanos,
y de que se valió para enervar las fuerzas de sus enemigos, y au-
mentar las propias . El nombre de Malinche era, digámoslo así, un
númen para los americanos ; ilusion ú opinion que supo mantener
y aumentar en medio de las mayores calamidades. En resolucion ,
la historia de esta conquista en nada se parece á la de los célebres
imperios, capitanes. y conquistadores . En todos los siglos se en-
cuentran victorias , derrotas de ejércitos, defensas, y asaltos herói-
cos de plazas , gloriosos desafíos á los mayores peligros. Vió el
mundo grandes capitanes, y conquistadores; pero tambien es verdad
que si hicieron grandes cosas, fué con grandes medios. Por esto ,
despues de haber pasado las historias de estos héroes, se entrará en
la de esta conquista, y todo parecerá nuevo, sin ejemplo, y fuera
del órden acostumbrado de las cosas humanas.
1 Iztapalatenco.
353
mensajeros é oyó la respuesta que Cortés le envió , lue-
go acordó de enviar á su sobrino que se decia Ca-
camatzin, señor de Tezcuco, con muy gran fausto, á
dar el bien venido á Cortés y á todos nosotros ; y como
siempre teniamos de costumbre tener velas y corredores
del campo , vino uno de nuestros corredores á avisar que
venia por el camino muy gran copia de mexicanos de
paz, y que al parecer venian de ricas mantas vestidos .
Y entónces , cuando esto pasó, era muy de mañana y que-
riamos caminar, y Cortés nos dijo que reparásemos en
nuestras posadas hasta ver qué cosa era . Y en aquel ins-
tante vinieron cuatro principales, y hacen á Cortés gran
reverencia y le dicen que allí cerca viene Cacamatzin ,
grande señor de Tezcuco , sobrino del gran Montezuma ,
y que nos pide por merced que aguardemos hasta que ven-
ga . Y no tardó mucho , porque luego llegó con el mayor
fausto y grandeza que ningun señor de los mexicanos ha-
biamos visto traer, porque venia en andas muy ricas, la-
bradas de plumas verdes y mucha argentería, y otras ri-
cas piedras engastadas en ciertas arboledas de oro , que
ellas traía hechas de oro, y traían las andas á cuestas
ocho principales , y todos decian que eran señores de pue-
blos ; é ya que llegaron cerca del aposento donde estaba
Cortés, le ayudaron á salir de las andas y le barrieron el
suelo y le quitaban las pajas por donde habia de pasar . Y
desque llegaron ante nuestro capitan , le hicieron grande
acato , y el Cacamatzin le dijo : Malinche, aquí venimos
yo y estos señores á te servir é hacerte dar todo lo que hu-
bieres menester para tí, y tus compañeros, y meteros en
vuestras casas, que es nuestra ciudad , porque así nos es
mandado por nuestro señor el gran Montezuma , y dice que
por esto lo deja y no por falta de muy buena voluntad
que os tiene. Y cuando nuestro capitan y todos nosotros
vimos tanto aparato y majestad como traían aquellos ca-
ciques , especialmente el sobrino de Montezuma , lo tuvi-
mos por muy gran cosa , y platicamos entre nosotros que
cuando aquel cacique traía tanto triunfo, ¿ qué haria el
CONQUISTA. TOM. I.-46 .
354
gran Montezuma ? Y como el Cacamatzin hubo dicho su
razonamiento , Cortés le abrazó y le hizo muchas caricias
á él y á todos los más principales , y le dió tres piedras
que se llaman margaritas, que tienen dentro de sí muchas
pinturas de diversos colores , y á los demás principales se
les dió diamantes azules, y les dijo que se lo tenia en mer-
ced, é¿cuándo pagaria al señor Montezuma las mercedes
que cada dia nos hace ? Y acabada la plática luego nos
partimos , é como habian venido aquellos caciques que
dicho tengo, traían mucha gente consigo y de otros mu-
chos pueblos que están en aquella comarca , que salian á
vernos, todos los r caminos estában llenos dellos . Y otro
dia por la mañana llegamos á la calzada ancha . Ibamos
camino de Iztapalapa ; y desde que vimos tantas ciudades.
y villas pobladas en el agua, y en tierra firme otras
grandes poblaciones , y aquella calzada tan derecha por
nivel cómo iba á México, nos quedamos admirados y de-
ciamos que parecia á las casas de encantamiento que cuen-
tan en el libro de Amadís , por las grandes torres y cues y
edificios que tenian dentro en el agua, y todas de cal y can-
to: y aun algunos de nuestros soldados decian que si aque-
llo que veían si era entre sueños . Y no es de maravillar que
yo aquí lo escriba desta manera , porque hay que ponde-
rar mucho en ello , que no sé cóino lo cuento, ver cosas
nunca oídas ni T vistas ,y aun soñadas como vimos . Pues
desque llegamos cerca de Iztapalapa , ver la grandeza de
otros caciques que nos salieron á recibir , que fué el se-
ñor del pueblo que se decia Coadlavaca¹ y el señor de
Cuyoacan, que entrambos eran deudos muy cercanos del
Montezuma, y de cuando entramos en aquella villa de Iz-
tapalapa de la manera de los palacios en que nos apose:-
taron, de cuán grandes y bien labradas eran de cantería
muy prima, y la madera de cedros y de otros buenos ár-
boles olorosos con grandes patios é cuartos , cosas muy
de ver, y entoldados con paramentos de algodon . Des-
1 Cuitlahuac,
355
pues de bien visto todo aquello , fuimos á la huerta y jar-
din , que fué cosa muy admirable vello y pasallo , que
no me hartaba de mirallo y ver la diversidad de árboles
y los olores que cada uno tenia , y andenes llenos de ro-
sas y flores, y muchos frutales , y rosales de la tierra, y
un estanque de agua dulce ; y otra cosa de ver , que podrian
entrar en el verjel grandes canoas desde la laguna , por
una abertura que tenia hecha, sin saltar en tierra , y todo
muy encalado y lucido de muchas maneras de pie-
dras y pinturas en ellas, que habiaf harto que pon-
derar , y de las aves de muchas raleas y diversidades
que entraban en el estanque . Digo otra vez que lo
estuve mirando , y no creí que en el mundo hubiese otras
tierras descubiertas como estas , porque en aquel tiempo
no habia Perú ni memoria dél . Agora toda esta villa es-
tá por el suelo perdida , que no hay cosa en pié. Pasemos
adelante , y diré cómo trujeron un presente de oro los ca-
ciques de aquella ciudad y los de Cuyoacan, que valiá
sobre dos mil pesos , y Cortés les dió muchas gracias por
ello y les mostró grandé amor . Y se les dijó con nues-
tras lenguas las cosas tocantes á nuestra santa fe , y se les
declaró el gran poder de nuestro señor el emperador . E
porque hubo otras muchas pláticas lo dejaré de decir y
diré que en aquella sazon era muy gran pueblo, y que
estab poblada la mitad de las casas en tierra y la otra
mitad en el agua, agora en esta sazon está todo seco , y
siembran donde solia ser laguna, y está de otra manera
mudado, que si no lo hubiera de ántes visto no lo dijera ,
que no era posible que aquello que estaba lleno de agua
esté agora sembrado de maizales y muy perdido. Dejé-
moslo aquí y diré del solemnísimo recibimiento que nos
hizo Montezuma á Cortés y á todos nosotros en la entra-
da de la gran ciudad de Mexico . ¹
1 Es digna de lerse la relaciou que hace Cortés de la marcha
y, ciudades por donde pasaba: "E yo parti luego tras ellos (el se-
" ñor de Tezcuco y su comitiva) muy acompañado de muchas per-
356
sonas que parecian de mucha cuenta , como despues pareció serlo ,
"é todavía seguia el camino por la costa de aquella gran laguna ,
“ é á una legua del aposento donde partí, ví dentro en ella, casi dos
t.
tiros de ballesta , una ciudad pequeña que podria ser hasta de mil
" ó dos mil vecinos, toda armada sobre el agua , sin haber para ella
" ninguna entrada , y muy torreada segun lo que de fuera parecia.
" E otra legua adelante entramos por una calzada tan ancha como
una lanza gineta, por la laguna adentro, de dos tercios de legua, y
แ
por ella fuimos á dar á una ciudad la más hermosa , aunque peque-
" ña, que hasta entonces habiamos visto, así de muy bien obradas
"(
casas y torres , como de la buena órden que en el fundamento de-
" lla habia, por ser armada toda sobre agua, Y en esta ciudad , que
แ será fasta de dos mil vecinos , nos recibieron muy bien y nos dieron
"bien de comer: é allí me vinieron á hablar el señor y las perso-
" nas principales della , y me rogaron que me quedase allí á dor-
" mir. E aquellas personas que conmigo iban de Moctezuma , me
" dijeron que no parase, sino que me fuese á otra ciudad , que está
" tres leguas de allí , que se dice Iztapalapa , que es de un hermano
" del dicho Moctezuma, y así lo hice. E la salida desta ciudad ,
" donde comimos , cuyo nombre al presente no me ocurre á la me.
moria, es por otra calzada que tira una legua grande hasta lle-
" gar á la tierra firme. E llegado á esta ciudad de Iztapalapa , me
" salió á recibir algo fuera della el señor y otro de una gran ciu-
"dad que está cerca de ella, que será obra de tres leguas , que se
" Ilama Calnaalcan (parece ser Cuyoacan), y otros muchos seño
""
res que allí me estaban esperando, é me dieron hasta tres ó cua-
" tro mil castellanos y algunas esclavas y ropa, é me hicieron muy
" buen acogimiento. Terná esta ciudad de Iztapalapa doce ó quin-
ce mil vecinos, la cual está en la costa de una laguna salada
" grande, la mitad dentro del agua y la otra mitad en la tierra fir-
"me. Tiene el señor della unas casas nuevas , que aun no están
" acabadas, que son tan buenas como las mejores de España , digo
" de grandes y bien labradas, así de obra de cantería como de car-
"(
pintería y suelos, y cumplimientos para todo género de servicio de
("
casa, excepto mazonerías y otras cosas ricas que en España usan
แ
en las casas: acá no las tienen . Tiene en muchos cuartos altos y
..
bajos jardines muy frescos de muchos árboles y flores olorosas;
" asimismo albercas de agua dulce, muy bien labradas, con sus es-
357
" caleras hasta lo fondo. Tiene una muy grande huerta junto a la
66 casa y
sobre ella un mirador de muy hermosos corredores y sa-
" las, y dentro de la huerta una muy grande alberca de agua dul-
" ce, muy cuadrada, y las paredes della de gentil cantería, é alre-
" dedor della un anden de muy buen suelo ladrillado, tan ancho
" que pueden ir por él cuatro paseándose, y tiene de cuadra cua-
"( trocientos pasos, que son en torno mil y seiscientos. De la otra
แ
parte del anden, hacia la pared de la huerta , va todo labrado de
" cañas con unas verjas, y detrás dellas todo de arboledas y yer-
" bas olorosas. Y dentro de la alberca hay mucho pescado y mu-
chas aves, así como lavancos y cercetas y otros géneros de aves
" de agua, y tantas, que muchas veces casi cubren el agua . Otro
" dia , despues que á esta ciudad llegué, me partí, y á média legua
" andada entré por una calzada que va por medio desta dicha la-
66 guna dos leguas fasta llegar á la gran ciudad de Temixtitan ,
".
que está fundada en medio de la dicha laguna, la cual calzada es
" tan ancha como dos lanzas, y muy bien obrada, que pueden ir
"(
por toda ella ocho de á caballo á la par: y en estas dos leguas,
de la una parte y de la otra de la dicha calzada están tres ciuda-
"des, y la una dellas, que se dice Mesicalsingo, está fundada la
""
mayor parte della dentro de la dicha laguna; y las otras dos, que
((
se llaman la una Niciaca y la otra Huchilohuchico , están en la
" costa della, y muchas casas dellas dentro en el agua. La prime-
46
ra ciudad destas terná tres mil vecinos, y la segunda mas de seis
" mil, y la tercera otros cuatro ó cinco mil vecinos ; y en todas
( . muy buenos edificios de casas y torres, en especial las casas de
" los señores y personas principales, y de las de sus mezquitas ú
oratorios donde ellos tienen sus ídolos. " -Cortés, Carta II.
CAPITULO LXXXVIII
Dėl gran é solemne recebimiento que nos hizo el gran Mon-
·
· tezuma á Cortés y á todos nosotros en la entrada de la
gran ciudad de México.
UEGO otro dia de mañana partimos de Iztapalapa
muy acompañados de aquellos grandes caciques
L que atrás he dicho . Ibamos por nuestra calzada
adelante la cual es ancha de ocho pasos y va tan
derecha á la ciudad de México, que me parece que no se
tuerce poco ni mucho ; é puesto que es bien ancha , toda
iba llena de aquellas gentes , que no cabian unos que en-
traban en México , y otros que salian que nos venian á
ver, que no los podiamos rodear de tantos como vinieron
porque estaban llenas las torres é cues, y en las canoas y
de todas partes de la laguna ; y no era cosa de maravi-
llar , porque jamás habian visto caballos ni hombres co-
mo nosotros . Y de que vimos cosas tan admirables no sa-
biamos qué nos decir, ó si era verdad lo que por delante
parecia , que por una parte en tierra habia grandes ciu-
dades , y en la laguna otras muchas , é víamosle todo lle-
no de canoas , y en la calzada muchas puentes de trecho
359
en trecho, y por delanle estaba la gran ciudad de Méxi-
co, y nosotros aun no llegábamos á cuatrocientos y cin-
cuenta soldados, y teniamos muy bien en la memoria las
r
pláticas é avisos que nos dieron los de Guaxocingo , é Tlax-
cala y Talmanalco, y con otros muchos consejos que nos
habian dado para que nos guardásemos de entrar en Mé-
xico , que nos habian de matar cuando dentro nos tuvie-
sen . Miren los curiosos lectores esto que escribo si habia
bien que ponderar en ello , qué hombres ha habido en
el universo que tal atrevimiento tuviesen . Pasemos ade-
lante , y vamos por nuestra calzada . Ya que llegamos
donde se aparta otro calzadilla que iba á Cuyoacan , que
es otra ciudad , adonde estaban unas como torres que eran
sus adoratorios, vinieron muchos principales y caciques
con muy ricas mantas sobre sí , con galanía y libreas di-
ferenciadas las de unos caciques á los otros , y las calza-
das llenas dellos , y aquellos grandes caciques enviaba el
gran Montezuma delante á recibirnos . Y así como llega-
ban delante de Cortés , decian en sus lenguas que fuésemos
bien venidos , y en señal de paz tocaban con la mano en
el suelo y besaban la tierra con la mesma mano . Así que
estuvimos detenidos un buen rato, y desde allí se adelan-
taron el Cacamacan, señor de Tezcuco , y el señor de Iz
tapalapa , y el señor de Tacuba , y el señor de Cuyoacan
á encontrarse con el gran Montezuma , que venia cerca
en ricas andas, acompañado de otros grandes señores y
caciques que tenian vasallos ; é ya que llegábamos cerca
de México , adonde estaban otras torrecillas, se apeó el
gran Montezuma de las andas , y traíanle del brazo aque-
llos grandes caciques debajo de un palio muy riquísimo
á maravilla , y la color de plumas verdes con grandes
labores de oro con mucha argentería y perlas, y piedras
chalchihuis que colgaban de unas como bordaduras , que
hubo mucho que mirar en ello . Y el gran Montezuma ve-
nia muy ricamente ataviado segun su usanza , y traía cal-
"
zados unos como cotaras, que así se dice lo que se cal-
zan , las suelas de oro, y muy preciada pedrería encima en
360
ellas . E los cuatro señores que le traían del brazo venian
con rica manera de vestidos á su usanza , que parece ser
se los tenian aparejados en el camino para entrar con su
señor, que no traían los vestidos con que nos fueron á re-
cibir ; y venian sin aquellos grandes señores otros gran-
des caciques que traían el palio sobre sus cabezas , y otros
muchos señores que venian delante del gran Montezuma
barriendo el suelo por donde habia de pisar, y le ponian
mantas porque no pisase la tierra . Todos estos señores
ni por el pensamiento le miraban á la cara , sino los ojos
bajos é con mucho acato , excepto aquellos cuatro deudos
y sobrinos suyos que le llevaban del brazo. E como Cor-
tés vió y entendió, é le dijeron que venia el gran Monte-
zuma, se apeó del caballo , y desque llegó cerca de Mon-
tezuma á una se hicieron grandes acatos : el Montezuma
le dió el bien venido , é nuestro Cortés le respondió con
doña Marina que él fuese el muy bien estado . E paréce-
me que el Cortés con la lengua doña Marina , que iba
junto á Cortés , le daba la mano derecha y el Montezuma
no la quiso , é se la dió á Cortés , y entonces sacó Cortés
un collar que traían muy á mano de unas piedras de vi-
drio , que ya he dicho que se dicen margaritas , que tienen
dentro muchos colores é diversidad de labores, y venia
ensartado en unos cordones de oro con almizque porque
diesen buen olor , y se le hechó al cuello al gran Monte-
zuma, y cuando se lo puso le iba á abrazar , y aquellos
grandes señores que iban con el Montezuma detuvieron el
brazo á Cortés, que no le abrazase , porque lo tenian por
menosprecio; y luego Cortés con la lengua doña Marina
le dijo que holgaba agora su corazon en haber visto un
tan gran príncipe, y que le tenia en gran merced la ve-
nida de su persona á le recibir, y las mercedes que le ha-
ce á la contina . E entónces el Montezuma le dijo otras
palabras de buen comedimiento , é mandó á dos de sus
sobrinos de los que le traían del brazo , que era el señor
de Tezcuco y el señor de Cuyoacan , que se fuesen con
nosotros hasta aposentarnos ; y el Montezuma con los otros.
361
dos de sus parientes Cuedlavaca y el señor de Tacuba ,
que le acompañaban , se volvió á la ciudad , y tambien se
volvieron con él todas aquellas grandes compañías de ca-
ciques y principales que le habian venido á acompañar .
E cuando se volvian con su señor estábamoslos mirando
cómo iban todos los ojos puestos en tierra , sin miralle , y
muy arrimados á la pared , y con gran acato le acom-
pañaban : y así tuvimos lugar nosotros de entrar por las
calles de México sin tener tanto embarazo . ¿ Quién po-
drá decir la multitud de hombres y mujeres , y mucha-
chos , que estaban en las calles é azoteas , y en canoas en
aquellas acequias , que nos salian á mirar ? Era cosa de
notar, que agora que lo estoy escribiendo se me represen-
ta todo delante de mis ojos como si ayer fuera cuando es-
to pasó y considerada la cosa y gran merced que nuestro
Señor Jesu-Christo nos hizo, y fué servido de darnos gra-
cia y esfuerzo para osar entrar en tal ciudad , é me haber
guardado de muchos peligros de muerte como adelante
verán . Dóile muchas gracias por ello, que á tal tiempo
me ha traido para podello escribir, e aunque no tan cum-
plidamente como convenia y se requiere : y dejemos de
palabras , pues las obras son buen testigo de lo que digo .
E volvamos á nuestra entrada en México , que nos lle-
varon á aposentar á unas grandes casas , donde habia
aposentos para todos nosotros que habian sido de su pa-
1
dre del gran Montezuma, que se decia Axayaca , adonde
en aquella sazon tenia el gran Montezuma sus grandes
adoratorios de ídolos , é tenia una recámara muy secreta
de piezas y joyas de oro, que era como tesoro de lo que
habia heredado de su padre Axayaca, que no tocaba en
ello , y asimismo nos llevaron á aposentar á aquella casa ,
por causa que como nos llamaban teules, é por teules nos
tenian, que estuviésemos entre sus ídolos , como teules que
allí tenia . Sea de una manera , ú de otra, allí nos lleva-
ron, donde tenia hechos grandes estrados , y salas muy en-
1 Axayacatl.
CONQUISTA - TOM. I.-47.
362
toldadas de paramentos de la tierra , para nuestro capitan y
para cada uno de nosotros otras camas de esteras ,y
y unos tol-
dillos encima, que no se da más cama, por muy gran se-
ñor que sea, porque no las usan, y todos aquellos pala-
cios muy lucidos y encalados , y barridos , y enramados .
Y como llegamos y entramos en un gran patio , luego to-
mó por la mano el gran Montezuma á nuestro capitan ,
que allí lo estuvo esperando , y le metió en el aposento y
sala, donde habia de posar, que la tenia muy ricamente
aderezada , para segun su usanza : y tenia aparejado un
muy rico collar de oro , de hechura de camarones , obra
muy maravillosa , y el mismo Montezuma se le echó al
cuello á nuestro capitan Cortés, que tuvieron bien que
mirar sus capitanes del gran favor que le dió : y cuando
se lo hubo puesto , Cortés le dió las gracias con nuestras
lenguas : é dijo Montezuma : Malinche, en vuestra casa
estais vos , y vuestros hermanos , descansad , y luego se
fué à sus palacios , que no estaban léjos : y nosotros repar-
timos nuestros aposentos por capitanías , é nuestra artille-
ría asestada en parte convenient
71 e , y muy bien platicado
la órden que en todo habíamos de tener : y estar muy
apercebidos , así los de á caballo, como todos nuestros
soldados : y nos tenian aparejada una muy suntuosa 1 co-
mida á su uso é costumbre, que luego comimos . Y fuě
esta nuestra venturosa é atrevida entrada en la gran ciu-
1
dad de Tenustitlan México , á ocho dias del mes de No-
viembre , año de nuestro Salvador Jesu-Christo de mil y
quinientos y diez y nueve años. Gracias a nuestro Señor
Jesu-Christo por todo . E puesto que no vaya expresado
otras cosas que habia de decir, perdónenme que no lo sé
decir mejor por agora , hasta su tiempo . E dejemos de más
pláticas é volvamos á nuestra relación de lo que más nos
avino, lo cual diré adelante .
1 Tenochtitlan: Nopal sobre piedra.
CAPITULO LXXXIX
Cómo el gran Montezuma vino á nuestros aposentos con mu-
chos caciques que le acompañaban, é la plática que tuvo
con nuestro capitan .
OмO el gran Montezuma hubo comido , y supo que
nuestro capitan y todos nosotros asimismo habia
C buen rato que habiamos hecho lo mismo , vino á
nuestro aposento con gran copia de pricipales, é
todos deudos suyos, é con gran pompa: é como á Cortés
le dijeron que venia , le salió á la mitad de la sala á le
recibir, y el Montezuma le tomó por la mano, é trajeron
unos como asentaderos , hechos á su usanza , é muy ricos
У labrados de muchas maneras con oro : y el Montezuma
dijo á nuestro capitan que se sentase, é se asentaron en-
trambos , cada uno en el suyo ; y luego comenzó el Mon-
tezuma un muy buen parlamento,L é dijo, que en gran ma-
nera se holgaba de tener en su casa y reino unos caba-
lleros tan esforzados , como era el capitan Cortés y todos
nosotros , é que habia dos años que tuvo noticia de otro
capitan que vino á lo de Champoton , é tambien el año
pasado le trujeron nuevas de otro capitan , que vino con
364
cuatro navíos, é que siempre lo deseó ver , é que ahora
que nos tiene ya consigo para servirnos, y darnos de todo
lo que tuviese. Y que verdaderamente debe ser cierto que
somos los que sus antepasados muchos tiempos ántes ha-
bian dicho , que vendrian hombres de hácia donde sale el
sol á señorear aquestas tierras , y que debemos ser de nos-
otros : pues tan valientemente peleamos en lo de Potonchan
y Tabasco y con los tlaxcaltecas, porque 1 todas las bata-
Ilas se las trujeron pintadas al natural . Cortés le respon-
1 El autor es aquí muy breve: "Y dende á poco rato , dice Cor
tés, ya que toda la gente de mi compañía estaba aposentada, vol-
vió Montezuma, con muchas y diversas joyas de oro, y plata, y
plumajes, y con fasta cinco ó seis mil piezas de ropa de algodon
muy ricas, y de diversas maneras tejida y labrada : é despues de
me la haber dado, se sentó en otro estrado , que luego le ficieron
allí junto el otro donde yo estaba; y sentado, propuso en esta ma-
nera: " Muchos dias há, que por nnestras escrituras, tenemos de
nuestros antepasados noticia , que yo, ni todos los que en esta tier-
ra habitamos, no somos naturales de ella, sino extranjeros , y veni-
dos á ellas de partes muy extrañas: é tenemos asimismo, que á es-
tas partes trajo nuestra generacion un señor, cuyos vasallos todos
eran, el cual se volvió á su naturaleza, y despues tornó á venir,
dende en mucho tiempo, y tanto, que ya estaban casados los que
habian quedado con las mujeres naturales de la tierra, y tenian
mucha generacion , y fechos pueblos donde vivian: é queriéndolos
llevar consigo, no quisieron ir, ni menos recibirle por señor, y así
se volvió. E siempre hemos tenido , que los que de él descendiesen
habian de venir á sojuzgar esta tierra, y á nosotros como á sus va-
sallos. E segun de la parte que vos decís que venís , que es á do sa-
le el sol , y las cosas que decís de este gran señor, ó rey que acá os
envió creemos , y tenemos por cierto el ser nuestro señor natural;
en especial que nos decís que él há muchos dias que tiene noticia
de nosotros. E por tanto vos sed cierto, que os obedeceremos , y ter
nemos por señor en lugar de ese gran señor que decís, y que en
ello no habia falta , ni engaño alguno; é bien podeis en toda la tier-
ra, digo, que en la que yo en mi señorío poseo, mandar á vuestra
365
dió con nuestras lenguas que consigo siempre estaban , es-
pecial la doña Marina , y le dijo que no sabe con qué pa-
gar , él ni todos nosotros , las grandes mercedes recibidas
de cada dia : é que ciertamente veniamos de donde sale
el sol , y somos vasallos , y criados de un gran señor que
se dice el emperador don Cárlos , que tiene sujetos á sí
muchos y grandes príncipes : é que teniendo noticia dél ,
y de cuán gran señor es, nos envió á estas partes, á le ver
voluntad, porque será obedecido y fecho: y todo lo que nosotros
tenemos es para lo que vos dello quisiéredes disponer . E pues es-
tais en vuestra naturaleza, y en vuestra casa, holgad, y descansad
del trabajo del camino, y guerras que habeis tenido ; que muy bien
sé todos los que se vos hau ofrecido de Puntunchan acá; é bien sé,
que los de Cempoal , y de Tlaxcaltecal os han dicho muchos males
de mí; no creais mas de lo que vos por vuestros ojos veredes , en
especial de aquellos que son mis enemigos , y algunos dellos eran
mis vasallos, y han se me rebelado con vuestra venida , y por
se favorecer con vos , lo dicen: los cuales sé que tambien os han di-
cho, que yo tenia las casas con las paredes de oro , y que las este-
ras de mis estrados, y otras cosas de mi servicio eran asimismo de
oro, y que yo que era, y me facia Dios , y otras muchas cosas : las
casas ya las veis que son de piedra , y cal, y tierra . Y entónces al-
zó las vestiduras, y me mostró el cuerpo diciendo á mi : veisme
aquí, que soy de carne y hueso como vos, y como cada uno, y que
soy mortal, y palpable, asiéndose el con sus manos de los brazos
y del cuerpo; ved cómo os han mentido; verdad es que yo tengo al-
gunas cosas de oro, que me han quedado de mis abuelos : todo lo
que yo tuviere teneis cada vez que vos lo quisiéredes : yo me voy
á otras casas , donde vivo: aquí sereis proveidos de todas las cosas
necesarias para vos y vuestra gente; é no recibais pena alguna ,
pues estais en vuestra casa y naturaleza " Yo respondí á todo lo
que me dijo, satisfaciendo a aquello que me pareció que convenia ,
en especial en hacer creer, que vuestra majestad era á quien ellos
esperaban, é con eso se despidió; y ido, fuimos muy bien provei-
dos de muchas gallinas, pan , y frutas y otras cosas necesarias es-
pecialmente para el servicio del aposento. " -Cortés, Carta II.
366
é rogar, que sean christianos , como es nuestro emperador ,
é todos nosotros , é que salvarán sus ánimas , él y todos
sus vasallos , é que adelante le declarará más , cómo , y de
qué manera ha de ser : y cómo adoramos á un solo Dios
verdadero, y quién es, y otras muchas cosas buenas que
dirá, como les habia dicho á sus embajadores Tendile , é
Pitalpitoque , é Quintalvor cuando estábamos en los are-
nales . E acabado este parlamento tenia apercebido el
gran Montezuma muy ricas joyas de oro , y de muchas
hechuras, que dió á nuestro capitan, é asimismo á cada
uno de nuestros capitanes dió cositas de oro, y tres car-
gas de mantas de labores ricas de pluma , y entre todos
los soldados tambien nos dió á cada uno á dos cargas de
mantas , con alegría, y en todo parecia gran señor . Y
cuando lo hubo repartido , preguntó á Cortés ; que si éra-
mos todos hermanos, y vasallos de nuestro gran empera.
dor, é dijo , que sí , que éramos 1 hermanos en el amor y
amistad , é personas muy principales, é criados de nuestro
gran rey y señor . Y porque pasaron otras pláticas de bue-
nos comedimientos entre Montezuma y Cortés, y por ser
esta la primera vez que nos venia á visitar, y por no le
ser pesado, cesaron los razonamientos ; y habia mandado
el Montezuma á sus mayordomos , que á nuestro modo y
usanza estuviésemos proveidos : que es maíz , é piedras ,
é indias para hacer pan, é gallinas , y fruta, y mucha
yerba para los caballos : y el gran Montezuma se despi-
dió con gran cortesía de nuestro capitan y de todos nos-
otros, y salimos con él hasta la calle , y Cortés nos man-
dó que al presente, que no fuésemos muy lejos de los
aposentos , hasta entender más lo que conviniese . E que-
darse ha aquí , é diré lo que adelante pasó.
CAPITULO XC
Cómo luego otro dia fué nuestro capitan á ver al gran Mon-
tezuma, y de ciertas pláticas que tuvieron.
TRO dia acordó Cortés de ir á los palacios de Mon-
tezuma, é primero envió á saber qué hacia, 5
O supiese cómo íbamos , y llevó consigo cuatro ca-
pitanes, que fué Pedro de Alvarado y Juan Ve-
lazquez de Leon , y Diego de Ordas, é á Gonzalo de San-
doval, y tambien fuimos cinco soldados : y como el Mon-
tezuma lo supo, salió á nos recibir á la mitad de la sala muy
acompañado de sus sobrinos, porque otros señores no en-
traban , ni comunicaban donde el Montezuma estaba, si
no era á negocios importantes : y con gran acato que hi-
zo á Cortés , y Cortés á él , se tomaron por las manos , é
adonde estaba su estrado le hizo sentar á la mano dere-
cho y asimismo nos mandó sentar á todos nosotros en
asientos que allí mandó traer : é Cortés le comenzó á ha-
cer un razonamiento con nuestras lenguas doña Marina,
"
é Aguilar : é dijo , que ahora que habia venido á ver y
hablar á un tan gran señor, como era, estaba descansado ,
368*
y todos nosotros , pues ha cumplido el viaje é mando que
nuestro gran rey y señor le mandó : é lo que mas le vie-
ne á decir de parte de nuestro Señor Dios es, que ya su
merced habrá entendido de sus embajadores Tendile , é
Pitalpitoque é Quintalvor, cuando nos hizo las mercedes
de enviarnos la luna , y el sol de oro , en el arenal , cómo
les dijimos que éramos christianos , é adoramos á un solo
Dios verdadero , que se dice Jesu-Christo , el cual pade-
ció muerte y pasion por nos salvar : y le dijimos cuando
nos preguntaron , que por qué adorábamos aquella cruz ,
que la adorábamos por otra, que era señal donde nuestro
Señor fué crucificado por nuestra salvacion, é aquesta
muerte y pasion, que permitió que así fuese, por salvar
por ella toda el linaje humano que estaba perdido, y que
aqueste nuestro Dios resucitó al tercero dia , y está en los
cielos , y es el que hizo el cielo , y tierra, y la mar , y crió
todas las cosas que hay en el mundo , y las aguas, y ro-
cíos, y ninguna cosa se hace sin su santa voluntad , y que
en él creemos, y adoramos ; y que aquellos que ellos tie-
nen por dioses que no lo son , sino diablos, que son cosas
muy malas , y cuales tienen las figuras , que peores tienen
los hechos, é que mirasen cuán malos son, y de poca va-
lía , que adonde tenemos puestas cruces , como las que
vieron sus embajadores con temor dellas, no osan pare-
cer delante y que el tiempo andando lo verian . E lo que
agora le pide por merced es, que esté atento á las pala-
bras que agora le quiere decir . Y luego le dijo , muy bien
dado á entender , de la creacion del mundo , é cómo todos
somos hermanos , hijos de un padre y de una madre, que
se decian Adan y Eva , é como tal hermano , nuestro gran
emperador , doliéndose de la perdicion de las ánimas ,
que son muchas las que aquellos sus ídolos llevan al in-
fierno donde arden en vivas llamas , nos envió para que
esto que ha oído lo remedie , y no adoren aquellos ídolos ,
ni les sacrifiquen mas indios : y pues todos somos herma-
nos, no consientan sodomías , ni robos : y más les dijo , que
el tiempo andando enviaria nuestro rey y señor unos
369
hombres que entre nosotros viven muy santamente mejo-
res que nosotros , para que se lo den á entender : porque
al presente no veniamos á mas de se lo notificar : é así se
lo pide por merced , que lo haga y cumpla . E porque
pareció que el Montezuma queria responder , cesó Cortés la
plática . E díjonos Cortés á todos nosotros que con él fui-
mos ; con esto cumplimos , por ser el primer toque : y el Mon-
tezuma respondió : Señor Malinche, muy bien entendido
tengo vuestras pláticas y razonamientos antes de agora, que
mis criados sobre vuestro Dios les dijísteis en el arenal ; y
eso de la cruz, y todas las cosas que en los pueblos por don-
de habeis venido, habeis predicado , no os hemos respondi-
do á cosa ningnna dellas ; porque desde ab inicio acá ado-
ramos nuestros dioses : y los tenemos por buenos é así de-
ben ser los vuestros , é no cureis mas al presente de nos ha-
blar dellos : y en eso de la creacion del mundo , así lo te-
nemos nosotros creido muchos tiempos pasados : é á esta
causa tenemos por cierto, que sois los que nuestros ante-
cesores nos dijeron que vernian de adonde sale el sol ; é á
ese vuestro gran rey yo le soy en cargo, y le daré de lo
que tuviere , porque como dicho tengo otra vez , bien há
dos años tengo noticia de capitanes que vinieron con navíos
por donde vosotros venísteis , y decian que eran criados de
ese vuestro gran rey . Querria saber si sois todos unos ; é
Cortés le dijo que sí , que todos éramos criados de nuestro
emperador , é que aquellos vinieron á ver el camino , é ma-
res é puertos para lo saber muy bien, y venir nosotros co-
mo venimos : y decíalo el Montezuma por lo de Francisco
Fernandez de Córdoba , é Grijalva , cuando venimos á des-
cubrir la primera vez : y dijo que desde entónces tuvo
pensamiento de ver algunos de aquellos hombres que ve-
nian para tener en sus reinos é ciudades , para les honrar:
é que pues sus dioses le habian cumplido sus buenos de-
seos , é ya estábamos en sus casas , las cuales se pueden .
llamar nuestras , que holgásemos, y tuviésemos descanso ,
que allí seriamos servidos ; é que si algunas veces nos en-
viaba á decir, que no entrásemos en su ciudad , que no era
CONQUISTA. TOM. I.-48,
370
de su voluntad , sino porque sus vasallos teniau temor,
que les decian que echábamos rayos é relámpagos , é con
los caballos matábamos muchos indios , é que éramos
teules bravos , é otras cosas de niñerías . E que agora que
ha visto nuestras personas, y que somos de hueso ; y de
carne, y de mucha razon , é sabe que somos muy esforzados,
por estas causas nos tiene en mas estima que le habian di-
cho, é que nos daria de lo que tuviese . E Cortés , é todos
nosotros respondimos que se lo teniamos en grande mer-
ced tan sobrada voluntad: y luego el Montezuma dijo
riendo , porque en todo era muy regocijado, en su hablar
de gran señor : Malinche , bien sé que te han dicho esos
de Tlaxcala , con quien tanta amistad habeis tomado ; que
yo soy como dios, ó teule , que cuanto hay en mi casa es
todo
*{」 oro, è plata , y piedras ricas : bien tengo conocido,
que como sois entendidos, que no lo creíades , y lo teníades
por burla, lo que ahora , señor Malinche, veis mi cuerpo
de hueso, y de carne, como los vuestros : mis casas y pala-
cios de piedra, y madera, y cal : de ser yo gran rey si soy ;
tener riquezas de mis antecesores , sí tengo ; mas no las lo-
curas y mentiras que de mi os han dicho : así que tam-
bien lo terneis por burla , como yo tengo lo de vuestros
truenos y relámpagos . E Cortés le respondió tambien rien-
do ; y dijo que los contrarios enemigos siempre dicen co-
sas malas é sin verdad de los que quieren mal , é que bien
ha conocido que en estas partes otro señor más magnífico
no le espera ver, é que no sin causa es tan nombrado de-
lante de nuestro emperador. E estando en estas pláti-
cas, mandó secretamente Montezuma á un gran cacique,
sobrino suyo de los que estaban en su compañía , que
mandasen á sus mayordomos que trujesen ciertas piezas
de oro, que parece ser deberian estar apartadas para dar
á Cortés, é diez cargas de ropa fina, lo cual repartió el
oro y mantas entre Cortés y los cuatro capitanes ; é á
nosotros los soldados nos dió á cada uno dos collares de
oro, que valdria cada collar diez pesos , é dos cargas de
mantas . Valia todo el oro que entónces dió sobre mil pe-
371
sos ; y esto daba con una alegría y semblante de grande é
valeroso señor : y porque pasaba la hora más de medio .
dia, y por no le ser mas importuno , le dijo Cortés . El se-
ñor Montezuma siempre tiene por costumbre de echarnos
un cargo sobre otro, en hacernos cada dia mercedes ; ya
es hora que v. m . "coma . Y el Montezuma dijo que antes
por haberle ido á visitar le hicimos merced . Y así nos
despedimos con grandes cortesías dél y nos fuimos á nues-
tros aposentos , é íbamos platicando de la buena mane-
ra y crianza que en todo tenia , é que nosotros en todo le
tuviésemos mucho acato é con las gorras de armas colcha-
das quitadas cuando delante dél pasásemos: é así lo ha-
ciamos . E dejémoslo aquí é pasemos delante.
CAPITULO XCI
De la manera é persona del gran Montezuma, y de cuán gran
señor era.
ERIA el gran Montezuma de edad de hasta cual
renta años , y de buena estatura y bien propor
S cionado , é cenceño é pocas carnes , y la color no
muy moreno sino propia color y matiz de indio ,
y traía los cabellos no muy largos sino cuanto le cubrian
las orejas, é pocas barbas, prietas y bien puestas , é ra-
ras, y el rostro algo largo y alegre, é los ojos de buena
manera , é mostraba en su persona en el mirar por un ca-
bo amor, é cuando era menester gravedad . Era muy pu-
lido y limpio ; bañábase cada dia una vez á la tarde ; te-
nia muchas mujeres por amigas , é hijas de señores , pues-
to que tenia dos grandes cacicas por sus legítimas muje-
res , que cuando usaba con ellas era tan secretamente
que no lo alcanzaba á saber sino algunos de los que
le servian : era muy limpio de sodomías. Las mantas y
ropas que se ponia un dia , no se las ponia sino des-
de á cuatro dias . Tenia sobre docientos principales de
su guarda en otras salas junto á la suya, y estos no
373
para que hablasen todos con él sino cual cual ; y
cuando le iban á hablar , se habian de quitar las mantas
ricas y ponerse otras de poca valía : mas habian de ser
limpias, y habian de entrar descalzos y los ojos bajos
puestos en tierra, y no miralle á la cara , y con tres reve-
rencias que le hacian primero que á él llegasen, é le de-
cian en ellas señor , mi señor , gran señor Y cuando le
daban relacion á lo que iban , con pocas palabras los des-
pachaba , sin levantar el rostro al despedirse dél , sino la
cara é ojos bajos en tierra hácia donde estaba , é no vuel-
tas las espaldas , hasta que salian de la sala . E otra cosa
ví, que cuando otros grandes señores venian de léjas tier-
ras á pleitos ó negocios , cuando llegaban á los aposentos
del gran Montezuma , habíanse de descalzar é venir con
pobres mantas , y no habian de entrar derecho en los pa-
lacios sino rodear un poco por el lado de la puerta del
palacio, que entrar de rota batida teníanlo por desacato .
En el comer le tenian sus cocineros sobre treinta mane-
ras de guisados , hechos á su modo y usanza , y teníanlos
puestos en braseros de barro chicos debajo porque no se
enfriasen . E de aquello que el gran Montezuma habia
de comer, guisaban más de trescientos platos , sin más
de mil para la gente de guarda ; y cuando habia de comer ,
salíase el Montezuma algunas veces con sus principales
y mayordomos, y le señalaban cuál guisado era mejor é
de qué aves é cosas estaba guisado, y de lo que le decian ,
de aquello habia de comer : é cuando salia á lo ver, eran
pocas veces . E como por pasatiempo , oí decir , que le so-
lian guisar carnes de muchachos de poca edad . Y como
tenia tantas diversidades de guisados , y de tantas cosas ,
no lo echábamos de ver si era de carne humana ú de otras
cosas, porque cotidianamente le guisaban gallinas, gallos
de papada , faisanes , perdices de la tierra , codornices , pa-
tos mansos y bravos , venado , puerco de la tierra, pajari-
tos de caña , y palomas , y liebres , y conejos , y muchas
maneras de aves, é cosas de las que se crian en estas tier-
ras, que son tantas , que no las acabaré de nombrar tan
374
presto, y así no miramos en ello. Lo que yo sé es , que
desque nuestro capitan le reprendió el sacrificio y comer
de carne humana , que desde entónces mandó que no le
guisasen tal manjar . Dejemos de hablar en esto , y volva-
mos á la manera que tenia en su servicio al tiempo de co-
mer, y es desta manera. Que si hacia frio , teníanle he-
cha mucha lumbre de ascuas de una leña de cortezas de
árboles que no hacian humo, el olor de las cortezas de
que hacian aquellas ascuas muy oloroso ; y porque no
le diesen más calor de lo que él queria , ponian de-
lante una como tabla labrada con oro y otras figuras de
ídolos , y él sentado en un asentadero bajo , rico é blando ,
é la mesa tambien baja, hecha de la misma manera de
los asentaderos , é allí le ponian sus manteles de mantas
blancas y unos pañizuelos algo largos de lo mismo , y
cuatro mujeres muy hermosas y limpias le daban agua-
manos en unos como á manera de aguamaniles hondos ,
que llaman jicales ' , y le ponian debajo para recoger el
agua otros á manera de platos , y le daban sus toallas , é
otras dos mujeres le traían el pan de tortillas ; é ya que
comenzaba á comer, echábanle delante una como puerta
de madera muy pintada de oro , porque no le viesen co-
mer. Y estaban apartadas las cuatro mujeres á parte, y
allí se le ponian á sus lados cuatro grandes señores vie-
jos y de edad en pié, con quien el Montezuma de cuan-
do en cuando platicaba é preguntaba cosas, y por mucho
favor daba á cada uno destos viejos un plato de lo que
él comia. E decian que aquellos viejos eran sus deudos
muy cercanos, é consejeros , é jueces de pleitos ; y el pla-
to y manjar que les daba el Montezuma comian en pié y
con mucho acato, y todo sin miralle á la cara . Servíase
con barro de Cholula , uno colorado y otro prieto . Miéntras
que comia, ni por pensamiento habian de hacer alboroto,
ni hablar alto los de su guarda que estaban en las salas
cerca de la del Montezuma . Traianle frutas de todas cuan-
1 Xicalli: jícara.
375
tas habia en la tierra; más no comia sino muy poca, y
de cuando en cuando traían unas como copas de oro fino,
con cierta bebida hecha del mismo cacao, que decian era
para tener acceso con mujeres , y entonces no mirábamos
en ello ; más lo que yo ví , que traían sobre cincuenta jar-
ros grandes hechos de buen cacao con su espuma, y de lo
que bebia, y las mujeres le servian al beber con gran
acato ; y algunas veces al tiempo del comer estaban unos
indios corcovados muy feos, porque eran chicos de cuer-
po y quebrados por medio de los cuerpos , que entre ellos
eran chocarreros ; é otros indios , que debían ser truha-
nes, que le decian gracias ; é otros que le cantaban y bai-
laban, porque el Montezuma era aficionado á placeres y
cantares, é á aquellos mandaba dar los relieves y jarros
del cacao; y las mismas cuatro mujeres alzaban los man-
teles y le tornaban á dar agua á manos , y con mucho
acato que le hacian . E hablaba Montezuma á aquellos
cuatro principales viejos en cosas que le convenian , y se
despedian dél con gran acato que le tenian, y él se que-
daba reposando . Y cuando el gran Montezuma habia co-
mido, luego comian todos los de su guarda é otros mu-
chos de sus serviciales de casa, y me parece que sacaban
sobre mil platos de aquellos manjares que dicho tengo,
pues jarros de cacao con su espuma (como entre mexica-
nos se hace) más de dos mil, y fruta infinita . Pues para
sus mujeres y criadas, é panaderas, é cacaguoteras era
gran costa la que tenia . Dejemos de hablar de la costa y
comida de su casa, y digamos de los mayordomos y teso-
reros , é despensas y botillería, y de los que tenian cargo
de las casas adonde tenian el maíz; digo que habia tanto
que escribir , cada cosa por sí , que no sé yo por donde
comenzar, sino que estábamos admirados del gran con-
cierto é abasto que en todo habia. Y más digo , que se
me habia olvidado , que es bien de tornallo á recitar , y
es, que le servian al Montezuma, estando á la mesa cuan-
do comia, como dicho tengo , otras dos mujeres muy
agraciadas,L tortillas amasadas con huevos y otras cosas
376
sustanciosas ; eran las tortillas muy blancas, y traíanse-
las en unos platos cobijados con sus paños limpios , y tam-
bien le traían otra manera de pan, que son como bollos
largos, hechos y amasados con otra manera de cosas sus-
tanciales , y pan pachol , que en esta tierra así se dice , que
es á manera de unas obleas . Tambien le ponian en la me-
sa tres cañutos muy pintados y dorados, y dentro tenian.
liquidámbar, revuelto con unas yerbas que se dice taba-
co, y cuando acababa de comer, despues que le habian .
cantado y bailado , y alzada la mesa , tomaba el humo de
uno de aquellos cañutos , y muy poco , y con ello se dor-
mia . Dejemos ya de decir del servicio de su mesa , y vol-
vamos á nuestra relacion . Acuérdome que era en aquel
tiempo su mayordomo mayor un gran cacique, que le pu-
simos por nombre Tapia , y tenia cuenta de todas las ren-
tas que le traían al Montezumna con sus libros hechos de
su papel, que se dice amatl , y tenian destos libros una
gran casa dellos . Dejemos de hablar de los libros y cuen-
tas, pues va fuera de nuestra relacion , y digamos cómo
tenia Montezuma dos casas llenas de todo género de ar-
mas, y muchas dellas ricas con oro y pedreria , como eran
rodelas grandes y chicas, y unas como macanas, y otras
á manera de espadas de á dos manos, engastadas en ellas
unas navajas de pedernal, que cortaban muy mejor que
nuestras espadas , é otras lanzas más largas que no las
nuestras, con una braza de cuchilla , y engastadas en
ellas muchas navajas, que aunque dén con ellas en un
broquel ó rodela, no faltan, é cortan en fin como nava-
jas, que se rapan con ellas las cabezas ; y tenian muy bue-
nos arcos y flechas, y varas de á dos gajos, y otras de á
uno con sus tiraderas , y muchas hondas y piedras rolli-
zas , hechas á mano, y unos como paveses, que son de
arte , que los pueden arrollar arriba cuando no pelean ,
porque no les estorbe , y al tiempo de pelear, cuando sou
menester , los dejan caer é quedan cubiertos sus cuerpos
de arriba abajo . Tambien tenia muchas armas de algo-
don colchadas , y ricamente labradas por defuera , de plu-
377
mas de muchas colores á manera de divisas é invencio-
nes, y tambien otros como capacetes , y cascos de made-
ra y de hueso tambien muy labrados de pluma por defue-
ra. Y tenian otras armas de otras hechuras, que por ex-
cusar prolijidad las dejo de decir . Y sus oficiales , que
siempre labraban y entendian en ello , y mayordomos que
tenian cargo de las casas de armas. Dejemos esto, y va-
mos á la casa de aves, y por fuerza me he de detener en
contar cada género, de qué calidad eran . Digo que des-
de águilas reales y otras águilas más chicas , é otras mu-
chas maneras de aves de grandes cuerpos hasta pajaritos
muy chicos pintados de diversas colores . Tambien donde
hacen aquellos ricos plumajes que labran de plumas ver-
des ; y las aves destas plumas, es el cuerpo dellas á ma-
nera de las picazas que hay en nuestra España , llámanse
en esta tierra quezales ; y otros pájaros que tienen la plu-
ma de cinco colores , que es verde , colorado , blanco ,
amarillo y azul , estos no sé como se llaman. Pues papa-
gayos de otras diferenciadas colores tenia tantos , que no
se me acuerda los nombres dellos . Dejemos patos de bue-
na pluma , y otros mayores que les querian parecer , y de
todas estas aves pelábanles las plumas en tiempos que pa-
ra ello era convenible, y tornaban á pelechar . Y todas
las más aves que dicho tengo , criaban en aquella casa ;
y al tiempo del encoclar , tenian cargo de les echar sus
huevos ciertos indios é indias que miraban por todas las
aves , é de limpiarles sus nidos , darles de comer, y esto á
cada género é ralea de aves lo que era su mantenimiento .
Y en aquella casa habia un estanque grande de agua dul-
ce, y tenia en él otra manera de aves muy altas de zan-
cas y colorado todo el cuerpo y alas y cola : no sé el nom-
bre dellas ; más en la isla de Cuba las llamaban ipiris á
otras como ellas . Y tambien en aquel estanque habia
otras raleas de aves que siempre estaban en el agua . De-
jemos esto, y vamos á otra gran casa donde tenia muchos
ídolos , y decian que eran sus dioses bravos , y con ellos
muchos géneros de tigres y leones de dos maneras: unos
CONQUISTA.- TOM. I.-49.
378
que son de hechura de lobos , que en esta tierra se lla-
man adives , y zorros y otras alimañas chicas ; y todas
estas carniceras se las mantenian con carne , y las más
dellas criaban en aquella casa , y les daban de comer ve-
nados, gallinas , perrillos y otras cosas que cazaban , y
aun of decir que cuerpos de indios de los que sacrifica-
ban. Y es desta manera, que ya me habrán oido decir ,
que cuando sacrificaban á algun triste indio , que le aser-
raban con unos navajones de pedernal por los pechos y
bullendo le sacaban el corazon y sangre, y lo presenta-
ban á sus ídolos en cuyo nombre hacian aquel sacrificio,
y luego les cortaban los muslos y brazos y la cabeza, y aque-
Ilo comian en fiestas y banquetes, 1 y la cabeza colgaban
de unas vigas, y el cuerpo del indio sacrificado no lle-
gaban á él para le comer, sino dábanlo á aquellos bra-
Vos animales. Pues más tenian en aquella maldita casa,
muchas víboras y culebras emponzoñadas, que traen en las
colas unos que suenan como cascabeles . Estas son las
peores víboras de todas : y teníanlas en cunas , tinajas y
en cántaros grandes, y en ellos mucha pluma , y allí te-
nian sus huevos y criaban sus viboreznos , y les daban á
comer de los cuerpos de los indios que sacrificaban, y
otras carnes de perros de los que ellos solian criar . Y
aun tuvimos por cierto que cuando nos echaron de Méxi
co y nos mataror. sobre ochocientos y cincuenta de nues-
tros soldados é de los de Narvaez, $ que de los muertos
mantuvieron muchos dias á aquellas fuertes alimañas y
culebras, segun diré en su tiempo y sazon ; y aquestas
culebras y bestias tenian ofrecidas á aquellos sus ídolos
bravos para que estuviesen en su compañía . Digamos
ahora las cosas infernales que hacian cuando bramaban
los tigres y leones, y aullaban los adives y zorros , y sil-
baban las sierpes, era grima oirlo y parecia infierno . Pa-
semos adelante , y digamos de los grandes oficiales que
tenia de cada género de oficio que entre ellos se usaba,
y comencemos por los lapidarios y plateros de oro y pla-
ta, y todo vaciadizo, que en nuestra España los grandes
379
plateros tienen que mirar en ello ; y destos tenia tantos y
1
tan primos en un pueblo que se dice Escapuzalco , ¹ una
legua de México. Pues labrar piedras finas y chalchi-
huis, que son como esmeraldas, otros muchos grandes
maestros . Vamos adelante á los grandes oficiales de asen-
tar de pluma , y pintores , y entalladores muy sublimados ,
que por lo que ahora hemos visto la obra que hacen , ter-
nemos consideracion en lo que entónces labraban ; que tres
indios hay en la ciudad de México tan primos en su ofi-
cio de entalladores y pintores, que se dicen Marcos de
Aquino , y Juan de la Cruz , y el Crespillo, que si fueran
en tiempo de aquel antiguo é afamado Apeles ú de Micael
Angel , ó Berruguete , que son de nuestros tiempos , les pu-
sieran en el número dellos . Pasemos adelante , y vamos
á las indias de tejederas y labranderas que le hacen tan-
ta multitud de ropa fina con muy grandes labores de plu-
mas ; y de donde más cuotidianamente la traían era de
unos pueblos y provincia que está en la costa del Norte
de cabe la Veracrnz , que la decian Costatan , muy cer-
ca de San Juan de Ulúa, donde desembarcamos cuando
veniamos con Cortés ; y en su casa del mismo Montezuma
todas las hijas de señores que tenia por amigas , siempre
tejian cosas muy primas, é otras muchas hijas de mexica-
nos vecinos , que estaban como á manera de recogimiento,
que querian parecer monjas, tambien tejian, y todo de
pluma . Estas monjas tenian sus casas cerca del gran cu
del Huichilobos ; y por devocion suya , y de otro ídolo de
mujer, que decian , que era su abogada para casamientos,
las metian sus padres en aquella religion , hasta que se ca-
saban, y de allí las sacaban para las casar . Pasemos ade-
lante, y digamos de la gran cantidad de bailadores, que
tenia el gran Montezuma, y danzadores , é otros que traen
un palo con los piés : y de otros que vuelan cuando bai-
lan por alto ; y de otros que parecen como matachi nes, y
estos eran para dalle placer. Digo : que tenia un barrio
1 Atzcapotzalco.
380
destos, que no entendian en otra cosa. Pasemos adelan-
te, y digamos de los oficiales que tenia , de canteros, é al-
bañiles, carpinteros, que todos entendian en las obras de
sus casas . Tambien digo, que tenia tantos como queria.
No olvidemos las huertas de flores , y árboles olorosos , y
de muchos géneros que dellos tenia, y el concierto y pa-
saderos dellos , y de sus albercas , estanques de agua dul-
ce , cómo viene una agua por un cabo, y va por otro, é
de los baños que dentro tenia, y de la diversidad de pa-
jaritos chicos, que en los árboles criaban : y qué de yer-
bas medicinales y de provecho, que en ellas tenia, era co-
sa de ver; y para todo esto muchos hortelanos , y todo
labrado de cantería , así baños , como paseaderos , y otros
retretes y apartamientos, como cenadores: y tambien adon-
de bailaban , é cantaban : é habia tanto que mirar en es-
to de las huertas , como en todo lo demás , que no nos har-
tábamos de ver su gran poder . E así por el consiguiente
tenia maestros de todos cuantos oficios entre ellos se usa-
ban, y de todo gran cantidad . Y porque yo estoy harto
de escribir sobre esta materia, y más lo estarán los lecto-
res, lo dejaré de decir , y diré cómo fué nuestro capitan
Cortés con muchos de nuestros capitanes y soldados , á
1
ver el Tatelulco, que es la gran plaza de México, y su-
bimos en el alto cu, donde estaban sus ídolos Tezcatepu-
ca y su Huichilobos : y esta fué la primera vez que nues-
tro capitan salió á ver la ciudad de México y lo que en
ello pasó .
1 Tlaltelolco.
CAPITULO XCII
Cómo nuestro capitan salió á ver la ciudad de México , y el
Tatelulco, que es la plaza mayor, y el gran cu de su Hui-
chilobos, y lo que mas pasó.
OмO habia ya cuatro dias que estábamos en Méxi-
co, y no salia el capitan, ni ninguno de nosotros
C de los aposentos , excepto á las casas y huertas ,
nos dijo Cortés, que seria bien ir á la plaza ma-
yor á ver el gran adoratorio de su Huichilobos , y que
queria envialle á decir al gran Montezuma, que lo tuvie-
se por bien, y para ello envió por mensajero á Gerónimo
de Aguilar , y á doña Marina , é con ellos á un pajecillo
de nuestro capitan, que entendia ya algo de la lengua,
que se decia Orteguilla : y el Montezuma, como lo supo,
envió á decir que fuésemos mucho en buena hora: y por
otra parte temió no le fuésemos á hacer algun deshonor á
sus ídolos, y acordó de ir él en persona con muchos de
sus principales , y en sus ricas andas salió de sus palacios ,
hasta la mitad del camino , y cabe unos adoratorios se
apeó de las andas porque tenia gran deshonor de sus ído-
los, ir hasta su casa é adoratorios de aquella manera, y
382**
no ir á pié y llevábanle de brazo grandes principales, é
iban delante del Montezuma señores de vasallos , y lleva-
ban dos bastones, como cetros , alzados en alto, que era
señal que iba allí el gran Montezuma : y cuando iba en
las andas , llevaba una varita, la media de oro, y media
de palo, levantada como vara de justicia : y así se fué y
subió en su gran cu , acompañado de muchos papas ,
y comenzó á sahumar, y hacer otras ceremonias , al
Huichilobos . Dejemos al Montezuma, que ya habia ido
adelante como dicho tengo, y volvamos á Cortés , y á
nuestros capitanes y soldados, como siempre teniamos
por costumbre de noche y de dia estar armados , y así nos
via estar el Montezuma, y cuando lo íbamos á ver , no
lo teniamos por cosa nueva . Digo esto porque á caballo
nuestro capitan, con todos los mas que tenian caballos y
la mayor parte de nuestros soldados muy apercebidos fui-
mos al Tatelulco, é iban muchos caciques, que el Mon-
tezuma envió para que nos acompañasen: y cuando llega-
mos á la gran plaza, que se dice el Tatelulco, como no
habiamos visto tal cosa, quedamos admirados de la mul-
titud de gente , y mercaderías que en ella habia, y del
gran concierto y regimiento, que en todo tenian : y los
principales que iban con nosotros , nos los iban mostran-
do : cada género de mercaderías estaban por sí , y tenian
situados y señalados sus asientos . Comenzamos por los
mercaderes de oro, y plata, y piedras ricas, y plumas, y
'mantas, y cosas labradas, y otras mercaderías , esclavos ,
y esclavas : digo, que traían tantos á vender á aquella
gran plaza , como traen los portugueses los negros de
Guinea, é traíanlos atados en unas varas largas , como co-
llares á los pescuezos, porque no se les huyesen, y otros
dejaban sueltos . Luego estaban sotros mercaderes , que
vendian ropa mas basta , é algodon , é otras cosas de hilo
torcido, y cacaguateros, que vendian cacao; y desta ma-
nera estaban cuantos géneros de mercaderías hay en to-
da la Nueva-España , puesto que 1 por su concierto de la
manera que hay en mi tierra, que es Medina del Campo
383
donde se hacen las ferias, que en cada calle están sus
mercaderías por sí, así estaban en esta gran plaza ; y los
que vendian mantas de nequen , y sogas, y cotaras , que
son los zapatos que calzan y hacen de nequen , y de las
raíces del mismo árbol, muy dulces cocidas , y otras zar-
rabusterías que sacan del mismo árbol , todo estaba á una
parte de la plaza en su lugar señalado ; y cueros de ti-
gres, de leones , y de nutrias y de adives, y de venados,
y de otras alimañas , é tejones, é gatos monteses , dellos
adobados, y otros sin adobar . Estaban en otra parte otros
géneros de cosas é mercaderías . Pasemos adelante, y di-
gamos de los que vendian frísoles, y chia , y otras legum-
bres é yerbas, á otra parte. Vamos á los que vendian ga-
linas, gallos de papada, conejos, liebres, venados , y
anadones , perrillos , y otras cosas deste arte , á su parte
de la plaza . Digamos de las fruteras, de las que vendian
cosas cosidas, mazamorreras, y mal cocinado , tambien á
su parte, puesto todo género de loza hecha de mil mane-
ras, desde tinajas grandes, y jarrillos chicos que estaban
por sí aparte : y tambien los que vendian miel , y melco-
chas, y otras golosinas que hacian, como nuegados . Pues
los que vendian madera , tablas, cunas viejas, é tajos, é
bancos , todo por sí. Vamos á los que vendian leña , acote,
é otras cosas desta manera. ¿ Qué quieren mas que diga
que hablando con acato, tambien vendian canoas llenas
de hienda de hombres, que tenian en los esteros cerca de
la plaza, y esto era para hacer ó para curtir cueros , que
sin ella decian, que no se hacian buenos . Bien tengo enten-
dido, que algunos se reirán desto ; pues digo que es así,
y más digo, que tenian por costumbre, que en todos los
caminos, que tenian hechos de cañas , ó paja, ó yerbas,
porque no los viesen los que pasasen por ellos, y allí se me-
tian si tenian gana de purgar los vientres porque no se les
perdiese aquella suciedad. ¿ Para qué gasto ya tantas pa-
labras de lo que vendian en aquella gran plaza ? porque
es para no acabar tan presto de contar por menudo todas
las cosas; sino que papel , que en esta tierra llaman amatl,
384
y unos cañutos de olores con liquidámbar, llenos de ta-
baco, y otros ungüentos amarillos, y cosas deste arte,
vendian por sí: y vendian mucha grana debajo de los
portales que estaban en aquella gran plaza : é habia
muchos herbolarios , y mercaderías de otra manera, y
tenian allí sus casas donde juzgaban tres jueces , y otros
como alguaciles ejecutores , que miraban las mercaderías.
Olvidadoseme habia la sal , y los que hacian navajas de
pedernal , y de cómo las sacaban de la misma piedra.
Pues pescaderas , y otros que vendian unos panecillos,
que hacen de una como lama, que cogen de aquella gran
laguna, que se cuaja, y hacen panes dello, que tienen un
sabor & manera de queso : y vendian hachas de laton , y
cobre, y estaño, y jícaras, y unos jarros muy pintados ,
de madera hechos . Ya querria haber acabado de decir
todas las cosas que allí se vendian , porque eran tantas,
Ꭹ de tan diversas calidades, que para que lo acabáramos
de ver é inquirir , era necesario mas espacio, que como
la gran plaza estaba llena de tanta gente, y toda cerca-
da de portales , que en un dia no se podia ver todo , y
fuimos al gran cu, é ya que íbamos cerca de sus grandes
patios , é antes de salir de la misma plaza , estaban otros
muchos mercaderes, que segun dijeron , era que venian
á vender oro en granos como lo sacan de las minas , me-
tido el oro en unos cañutillos delgados de los de ansaro-
nes de la tierra, é así blancos , porque se pareciese el oro
por defuera, y por el largor y gordor de los cañutillos ,
tenian entre ellos su cuenta, qué tantas mantas, ó qué ji-
quipiles de cacao valia, ó qué esclavos , ó otra cualquier
cosa á que lo trocaban : é así dejamos la gran plaza sin
mas la ver, y llegamos á los grandes patios y cercas don-
de estaba el gran cu ; y tenia ántes de llegar á él un gran
circuito de patios, que me parece que eran mayores que
la plaza que hay en Salamanca , y con dos cercas al re-
dedor, de cal y canto : y el mismo patio y sitio todo em-
pedrado de piedras grandes de losas blancas, y muy li
sas : y adonde no habia de aquellas piedras, estaba enca-
385
lado y bruñido , y todo muy limpio, que no hallaran una
paja , ni polvo en todo él. Y cuando llegamos cerca del
gran cu, antes que subiésemos ninguna grada dél , envió
el gran Montezuma desde arriba , donde estaba haciendo
sacrificio, seis papas, y dos principales, para que acom-
pañasen á nuestro capitan Cortés : y al subir de las gra-
das, que eran ciento y catorce , le iban á tomar de los
brazos para le ayudar á subir, creyendo que se cansaria ,
como ayudaban á subir á su señor Montezuma , y Cortés
no quiso que llegasen á él : y como subimos á lo alto del
gran cu, en una placeta que arriba se hacia, adonde te-
nian un espacio, como andamios , y en ellos puestas unas
grandes piedras, adonde ponian los tristes indios para sa-
crificar, allí habia un gran bulto como de dragon, é
otras malas figuras , y mucha sangre derramada en aquel
dia. E así comc llegamos , salió el gran Montezuma de
un adoratorio donde estaban sus malditos ídolos , que era
en lo alto del gran cu , y vinieron con él dos papas , y
con mucho acato que hicieron á Cortés é á todos nos-
otros , le dijo : Cansado estareis , señor Malinche , de subir
á este nuestro gran templo : y Cortés les dijo con nuestras
lenguas, que iban con nosotros , que él, ni nosotros no
nos cansábamos en cosa ninguna : y luego le tomó por la
mano, y le dijo, que mirase su gran ciud ad, y todas la
mas ciudades que habia dentro en el agua, é otros mu-
chos pueblos en tierra al rededor de la misma laguna , y
si no habia visto bien su gran plaza , que desde allí la
podria ver muy mejor : y así lo estuvimos mirando , por-
que aquel grande y maldito templo estaba tan alto , que
todo lo señoreaba , y de allí vimos las tres caizadas que
entran en México , que es la de Iztapalapa , que fué por la
que entramos cuatro dias habia : y la de Tacuba , qne fué
por donde despues de ahí á ocho meses salimos huyendo
la noche de nuestro gran desbarate, cuando Cuedlavaca ,
nuevo señor, nos echó de la ciudad , como adelante dire-
mos , y la de Tepeaquilla : y viamos el agua dulce , que
venia de Chapultepeque , de que se proveia la ciudad, y
CONQUISTA.- TOM. I.- 50.
386
en aquellas tres calzadas , las puentes que tenian hechas
de trecho á trecho , por donde entraba y salia el agua de
la laguna, de una parte á otra ; é vimos en aquella gran
laguna tanta multitud de canoas , unas que vénian con
bastimentos , y otras que venian con cargas é mercade-
rías : y viamos , que cada casa de aquella gran ciudad , y
de todas las demás ciudades que estaban pobladas en el
agua, de casa á casa no se pasaba sino por unas puentes
levadizas, que tenian hechas de madera , ó en canoas : y
viamos en aquellas ciudades cues é adoratorios á mane-
ra de torres é fortalezas , y todas blanqueando, que era
cosa de admiracion ; y las casas de azuteas , y en las cal-
zadas otras torrecillas é adoratorios, que eran como for-
talezas . Y despues de bien mirado, y considerado todo
lo que habiamos visto, tornamos á ver la gran plaza , y
la multitud de gente que en ella habia, unos comprando
y otros vendiendo, que solamente el rumor y zumbido de
las voces y palabras que allí habia , sonaba mas que de
una legua : y entre nosotros hubo soldados que habian es-
tado en muchas partes del mundo, y en Constantinopla,
y en toda la Italia y Roma, y dijeron que plaza tan bien
compasada y con tanto concierto y tamaño, y llena de
tanta gente, no la habian visto . Dejemos esto, y volva-
mos á nuestro capitan que dijo á fray Bartolemé de Ol-
medo , ya otras veces por mí nombrado , que allí 1 se ha-
llő : Paréceme , señor padre , que será bien que demos un
tiento á Montezuma , sobre que uos deje hacer aquí nues-
tra iglesia : y el padre dijo, que seria bien , si aprovecha-
se; mas que le parecia que no era cosa convenible hablar
en tal tiempo, que no via al Montezuma de arte , que en
tal cosa concediese ; y luego nuestro Cortés dijo al Mon-
tezuma con doña Marina la lengua : Muy gran señor es
vuestra merced y de mucho mas es merecedor : hemos
holgado de ver vuestras ciudades . Lo que os pido por
merced , es , que pues estamos aquí en vuestro templo : que
nos mostreis vuestros dioses y teules : y el Montezuma di-
jo, que primero hablaria con sus grandes papas: y luego
387
que con ellos hubo hablado . dijo, que entrásemos en una
torrecilla é apartamiento á manera de sala , donde esta-
ban dos como altares con muy ricas tablazones encima .
del techo ; é en cada altar estaban dos bultos , como de
gigante, de muy altos cuerpos , y muy gordos : y el pri-
mero, que estaba ་ á la mano derecha , decian que era el
de Huichilobos , su dios de la guerra, y tenia la cara y
rostro muy ancho , y los ojos disformes é espantables , y
en todo el cuerpo tanta de la pedrería , é oro, y perlas, é
aljófar pegado con engrudo, que hacen en estas tierras
de unas como raíces, que todo el cuerpo y cabeza estaba
llena dello , y ceñido al cuerpo unas á manera de gran-
des culebras de oro, y pedrería , y en una mano tenia un
arco, en otra unas flechas. E otro ídolo pequeño que allí1
cabe él estaba , que decian que era su paje, le tenia una
lanza no larga, y una rodela muy rica de oro é pedre-
ría : é tenia puestos al cuello el Huichilobos unas caras
de indios, y otros como corazones de los mismos indios ,
y estos de oro, y dellos de plata con mucha pedrería azu- 1
les : Ꭹ estaban allí unos braseros con incienso , que es su
copal, y con tres corazones de indios de aquel dia sacri-
ficados, é se quemaban , y con el humo é copal le habian
hecho aquel sacrificio : y estaban todas las paredes de
aquel adoratorio tan bañadas y negras de costras de san-
gre, y asimismo el suelo , que todo hedia muy malamente .
Luego vimos á la otra parte de la mano izquierda, estar el
otro gran bulto del altor del Huichilobos , y tenia un
rostro como de oso : y unos ojos que le relumbraban , he-
chos de sus espejos , que se dice Tezcat, y el cuerpo con
ricas piedras pegadas , segun y de la manera del otro su
Huichilobos : porque segun decian , entrambos eran her-
manos : y este Tescatepuca era el dios de los infiernos, y
tenia cargo de
1 las ánimas de los mexicanos , y tenia ceñidas
al cuerpo unas figuras como diablillos chicos y las colas
dellos como sierpes ; y tenia, en las paredes tantas costras
de sangre, y el suelo todo bañado dello , que en los
mataderos de Castilla no habia tanto hedor: y allí le
388
tenian presentado cincoJEcorazones, de aquel dia sacrifica-
dos : y en lo más alto de todo el cu estaba otra concavi-
dad muy ricamente labrada la madera della ; y estaba
otro bulto como de medio hombre , y medio lagarto , todo
lleno de piedras ricas, y la mitad del enmantado . Este
decian , que la mitad་ ,,del estaba lleno de todas las semi-
llas que habia en la tierra, y decian que era el dios de
las sementeras y frutas, no se me acuerda el nombre dél ,
y todo estaba lleno de sangre así paredes , como altar : y
era tanto el hedor, que no viamos la hora de salir á fue-
ra: y allí tenian un tambor muy grande en demasía , que
cuando le tañían, el sonido dél era triste y de tal mane-
ra, como dicen, instrumento de los infiernos , y más dos
leguas de allí se oía : y decian que los cuerpos de aquel
atambor eran de sierpes muy grandes : é en aquella pla-
ceta tenian tantas cosas muy diabólicas de ver, de boci-
nas y trompetillas , y navajones , y muchos corazones de
indios , que habian quemado, con que sahumaban aque-
llos sus ídolos , y todo cuajado de sangre , y tenian tanto,
que los doy á la maldicion ; y como todo hedia á carni-
cería, no viamos la hora de quitarnos de tan mal hedor,
y peor vista : y nuestro capitan dijo á Montezuma con
nuestra lengua, como medio riendo : Señor Montezuma ,
no sé yo cómo un tan 11 gran señor , é sabio varon como
vuestra merced es , no haya colegido en su pensamiento,
cómo no son estos vuestros ídolos dioses sino cosas malas,
que se llaman diablos . Y para que vuestra merced lo co-
nozca, y todos sus papas lo vean claro, hacedme una
merced , que hayais por bien , que en lo alto desta torre
pongamos una cruz, y en una parte destos adoratorios ,
donde estan vuestros Huichilobos , y Tezcatepuca , hare-
mos un apartado , donde pongamos una imágen de nues-
tra Señora, la cual imágen ya el Montezuma la habia
visto, y vereis el temor que dello tienen esos ídolos que
os tienen engañados . Y el Montezuma respondió medio
enojado, y dos papas que con él estaban mostraban ma-
las señales , y dijo : Señor Malinchi , si tal deshonor , como
389
has dicho, creyera que habeis de decir, no te mostrara
mis dioses ; aquestos tenemos por muy buenos , y ellos
dan salud , y aguas, y buenas sementeras, é temporales ,
y victorias y cuanto queremos ; é tenémoslos de adorar,
y sacrificar: lo que os ruego es, que no se digan otras pa-
labras en su deshonor . Y como aquello le oyó nuestro
capitan , y tan alterado, no le replicó más en ello , y
con cara alegre le dijo : Hora es que v. m. y nosotros
nos vamos. Y el Montezuma respondió que era bien ;
é que porque él tenia que rezar é hacer ciertos sacri-
ficios en recompensa del gratlatlacol , que quiere decir
pecado, que habia hecho en dejarnos subir en su gran
cu, é ser causa de que nos dejase ver sus dioses , é del
deshonor que les hicimos en decir mal dellos , que án-
tes que se fuese que los habia de rezar y adorar . Y Cor-
tés le dijo: Pues que así es, perdone , señor . E luego nos
bajamos las gradas abajo; y como eran ciento y catorce,
á algunos de nuestros soldados que estaban malos de bu-
bas o humores les dolieron los muslos de bajar . Y dejarë
de hablar de su adcratorio, y diré lo que me parece del
circuito y manera que tenia ; y si 1 no lo dijere tan al na-
tural como era , no se maravillen , porque en aquel tiempo
tenia otro pensamiento de entender en lo que traíamos
entre manos, que era en lo militar, Ꭹ lo que mi capitan
Cortés me mandaba , y no en hacer relaciones . Volvamos
á nuestra materia . Paréceme que el circuito del gran cu
seria de seis muy grandes solares (de los que dan en esta
tierra), y desde abajo hasta arriba adonde estaba una torre-
cilla ; é allí estaban sus ídolos, va estrechando ; y en medio
del alto cu, hasta lo más alto dél , van cinco concavidades
á manera de barbacanas , y descubiertas sin mamparos . Y
porque hay muchos cues pintados en reposteros de con-
quistadores, é en uno que yo tengo, que cualquiera dellos
ha que los ha visto podrá colegir la manera que tenian
por defuera ; mas lo que yo ví y entendí , é dello hubo
fama en aquellos tiempos que fundaron aquel gran cu, en
el cimiento dél habian ofrecido de todos los vecinos de
390
aquella gran ciudad , ero , é plata , y aljófar , é piedras
ricas, é que le habian bañado con mucha sangre de in-
dios que sacrificaron que habian tomado en las guerras ,
y de toda manera de diversidad de semillas que habia en
toda la tierra, porque les diesen sus ídolos victorias é ri-
quezas y muchos frutos . Dirán ahora algunos lectores
muy curiosos que cómo pudimos alcanzar á saber que en
el cimiento de aquel gran cu echaron oro, y plata, é
piedras de chalchihuis ricas, y semillas , y lo rociaban
con sangre humana de indios que sacrificaban , habiendo
sobre mil años que se fabricó y se hizo . A esto doy por
respuesta, que desde que ganamos aquella fuerte y
gran ciudad y se repartieron los solares, que luego pro-
pusimos que en aquel gran cu habiamos de hacer la igle-
sia de nuestro patron é guiador señor Santiago, é cu-
po mucha parte del solar del alto cu para el solar
de la santa iglesia , y cuando abrian los cimientos pa-
ra hacerlos mas fijos, hallaron mucho oro, y plata,
y chalchihuis, y perlas, é aljófar y otras piedras . Y
asimismo á un vecino de México, que le cupo otra parte
dél mismo solar , halló lo mismo, y los oficiales de la ha-
!
cienda de su majestad demandábanlo por de su majestad ,
que le venia de derecho, y sobre ello hubo pleito , é no
se me acuerda lo que pasó, más de que se informaron de
los caciques y principales de Mexico y de Guatemuz, que
entónces era vivo, é dijerou que es verdad que todos los
vecinos de México de aquel tiempo echaron en los cimien-
tos aquellas joyas é todo lo demás, é que así lo tenian
por mémoria en sus libros y' pinturas de sus cosas anti-
guas , é por esta causa se quedó para la obra de la santa
iglesia de señor Santiago . Dejemos esto, y digamos de los
grandes y suntuosos patios que estaban delante del Hui-
chilobos , adonde está ahora señor Santiago, que se dice .
el Taltelulco, porque así se solia llamar. Ya he dicho que
tenian dos cercas de cál y canto antes de entrar dentro ,
é que era empedrado de piedras blancas como losas, y
muy encalado y bruñido y limpio, y seria de tanto com-
391
pås y tan ancho como la plaza de Salamanca ; y un poco
apartado del gran cu estaba una torrecilla , que tambien
era casa de ídolos ó puro infierno, porque tenia á la bo-
-ca de la una puerta una muy espantable boca de las que
pintan , que dieen que es como la que está en los infier-
nos con la boca abierta y grandes colmillos para tragar
las ánimas . E asimismo estaban unos bultos de diablos y
cuerpos de sierpes junto á la puerta , y tenian un poco
apartado un sacrificadero , y todo ello muy ensangrenta-
do y negro de humo é costras de sangre ; y tenian mu-
chas ollas grandes y cántaros é tinajas dentro en la casa
llenas de agua, que era allí donde cocinaban la carne de
los tristes indios que sacrificaban, que comian los papas ,
porque tambien tenian cabe el sacrificadero muchos na-
vajones y unos tajos de madera , como en los que cortan
carne en las carnicerías. Y asimismo, detrás de aquella
maldita casa , bien apartado della, estaban unos grandes
rimeros de leña , y no muy léjos una gran alberca de
agua, que se enchia y vaciaba, que le venia por su caño
encubierto de la que entraba en la ciudad de Chapultepe-
que. Yo siempre la llamaba á aquella casa el infierno.
Pasemos adelante del patio, y vamos á otro cu , donde era
enterramiento de grandes señores mexicanos , que tam-
bien tenian otros ídolos, y todo lleno de sangre é humo ,
y tenian otras puertas y figuras de infierno; y luego , jun-
to aquel cu , estaba otro lleno de calaveras é zancarrones
puestos con gran concierto, que se podian ver ; mas no se
podian contar porque eran muchos, y las calaveras por
sí, y los zancarrones en otros rimeros : é allí habia otros
ídolos , y en cada casa ó cu y adoratorio que he dicho ,
estaban papas con sus vestiduras largas de mantas prie-
tas, y las capillas como de domínicos, que tambien tira-
ban un poco á la de los canónigos , y el cabello mny lar-
go y hecho que no se podia desparcir ni desenredar ; y
todos los más sacrificados las orejas, é en los mismos ca-
bellos mucha sangre . Pasemos adelante, que habia otros
cues apartados un poco de donde estaban las calaveras ,
392
que tenian otros ídolos y sacrificios de otras malas pintu
ras, é aquellos decian que eran abogados de los casamien
tos de los hombres . No quiero detenerme mas en contar
de ídolos , sino solamente diré que en torno de aquel gran
patio habia
1 muchas casas , é no tan altas , é eran donde
estaban y residian los papas é otros indios que tenian
cargo de los ídolos ; y tambien tenian otra muy mayor al-
berca ó estanque de agua muy limpia á una parte del gran
cu, y era dedicada para solamente el servicio de Huichi-
lobos é Tezcatepuca , y entraba el agua en aquella alber-
ca por caños encubiertos que venian de Chapultepeque , é
allí cerca estaban otros grandes aposentos á manera de
monasterio, adonde estaban recogidas muchas hijas de
vecinos mexicanos , como monjas , hasta que se casaban :
y allí estaban dos bultos de idolos de mujeres que eran
abogadas de los casamientos de las mujeres, y á aquellas.
sacrificaban y hacian fiestas porque les diesen buenos ma-
ridos . Mucho me he detenido en contar deste gran cu del
Tatelulco y sus patios, pues digo era el mayor templo
de sus ídolos de todo México , porque habia tantos, y muy
suntuosos , que entre cuatro ó cinco barrios tenian un ado-
ratorio y sus ídolos ; y porque eran muchos é yo no sé la
cuenta de todos , pasar é adelante y diré que en Cholula el
gran adoratorio que en él tenian, era de mayor altor que
no el de México , porque tenia ciento y veinte gradas ; y se-
gun dicen , el ídolo de Cholula teníanle por bueno, é iban
á él en romería de todas partes de la Nueva-España á
ganar perdones , y á esta causa le hicieron tan suntuoso
cu, mas era de otra hechura que el mexicano; é asimis-
mo los patios muy grandes é con dos cercas . Tambien
digo que el cu de la ciudad de Tezcuco era muy alto de
ciento y diez y siete gradas , y los patios anchos y bue-
1
nos , y hecho de otra manera que los demás. Y una cosa
de reir es , que tenian en cada provincia sus ídolos, y los
de la una provincia ó ciudad no aprovechaban á los
otros, é así tenian infinitos ídolos , y á todos sacrificaban .
Y despues que nuestro capitan y todos nosotros nos can-
393
samos de andar y ver tantas diversidades de idolos y sus
sacrificios, nos volvimos á nuestros aposentos y siempre
muy acompañados de principales y caciques , que Mon-
tezuma enviaba con nosotros . Y quedarsehá aquí, y diré
lo que mas hicimos . ¹
1 Las relaciones de Cortés confirman la grandeza de Moctezu-
ma, el aparato de su servidumbre, el ceremonial de su palacio, lo
populoso de su corte, el esplendor de los señores vasallos de Moc .
tezuma, que tenian sus casas en México; el concurso á sus merca-
dos y plazas, de las cuales la mayor estaba rodeada de portales ,
concurriendo á ella cotidianamente á comprar y vender arriba de
sesenta mil ánimas. Es curiosa su descripcion, y se omite por ex-
cusar repeticion de muchas cosas que refiere Castillo. Sin embar-
go, conducirá para la mayor claridad de los sucesos de que se tra-
ta en adelante, la que hace Cortés de la situacion de México y su
provincia: " La cual dicha provincia (dice) es redonda , y está toda
" cercada de muy altas y ásperas sierras; y lo llano della terná en
" tornos fasta setenta leguas: y en el dicho llano hay dos lagunas
""
que casi lo ocupan todo, porque tienen canoas en torno mas de
" cincuenta leguas. E la una destas dos lagunas es de agua dulce ,
" y la otra, que es mayor, es de agua salada. Divídelas por una
(C
parte una cuadrillera pequeña de cerros muy altos que están en
" medio de esta llanura, y al cabo se van á juntar las dichas lagu-
" nas en un estrecho de llano que entre estos cerros y las sierras
" altas se hace, el cnal estrecho terná un tiro de ballestas; é por
" entre la laguna y la otra, é las ciudades y otras poblaciones que
" están en las dichas lagunas , contratan las unas con las otras en
66
sus canoas por el agua, sin haber necesidad de ir por la tierra.
" E porque esta laguna salada grande crece y mengua por sus ma-
(C reas, segun hace la mar, todas las crecientes corre el agua della
" á la otra dulce , tan recio como si fuese caudaloso rio, y por con-
" siguiente á las menguantes va la dulce á la salada . Esta gran
" ciudad de Temixtitan está fundada en esta laguna salada , y des
" de la tierra firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, por cual-
66 quiera parte que quisieren entrar á ella , hay dos lagunas. Tiene
" cuatro entradas toda la calzada hecha á mano, tan ancha como
CONQUISTA.- TOM. I.- 51.
394
"dos lanzas ginetas. Es tan grande la ciudad como Sevilla y Cór-
" doba. Son las calles della, digo las principales, muy anchas y
" muy derechas, y algunas destas, y todas las demás, son la mitad
" de tierra, y por la otra mitad es agua, por la cual andan en sus
แ canoas; y todas las calles, de trecho á trecho, están abiertas por do
" atraviesa el agua de las unas á las otras; é en todas estas abertu-
ras , que algunas son muy anchas, hay sus puentes de muy an-
" chas y muy grandes vigas , juntas y recias y bien labradas, y ta-
" les que por muchas dellas pueden pasar diez de caballo juntos á
"la par."- Cortés, Carta II.
FIN DEL TOMO PRIMERO.
INDICE
NOTICIAS DE BERNAL DIAZ DEL CASTILLO V
EL AUTOR • • XI
CAPITULO I. -En qué tiempo salí de Castilla y lo que me acaeció 13
"1 II. -Del Descubrimiento de Yucatan, y de un rencuentro de
guerra que tuvimos con los naturales . 17
"1 III.-Del descubrimiento de Campeche 21
"I IV. Cómo desembarcamos en una bahía, donde habia mai-
zales , cerca del pueblo de Potonchan, y de las guerras que 25
nos dieron • • 25
H V.--Cómo acordamos de nos volver á la isla de Cuba, y de
la gran sed y trabajos que tuvimos , hasta llegar al puerto de
la Habana.
29
29
It VI. -Cómo desembarcaron en la bahía de la Florida veinte
soldados, y con nosotros el piloto Alaminos , para buscar
agua, y de la guerra que allí nos dieron los naturales de
aquella tierra, y lo que mas pasó hasta volver á la Habana. 32
11 VII. De los trabajos que tuve hasta llegar á una villa que
88
se dice la Trinidad . . 37
*
A
8
&
=
"
C
VIII. -Cómo Diego Velazquez, gobernador de Cuba, en-
vió otra armada á la tierra que descubrimos. • 40
IX. - De cómo venimos á desembarcar á Champoton . 45
==
X. -Cómo seguimos nuestro viaje, y entramos en Boca de
Términos, que entonces le pusimos este nombre 48
1 XI. -Cómo llegamos al rio de Tabasco, que llaman Grijal-
=
va, y lo que allí nos acaeció . 50
XII. -Cómo vimos el pueblo del Aguayalulco, que pusimos
=
por nombre la Rambla • 54
"1 XIII. -Cómo llegamos á un rio que pusimos por nombre
rio de Banderas é rescatamos catorce mil pesos . • 56
XIV. -Cómo llegamos al puerto de San Juan de Cülúa. 60
=
396
CAPITULO XV. -Cómo Diego Velazquez, gobernador de la isla de Cu-
822
ba, envió un navío pequeño en nuestra busca 63
#1 XVI. De lo que nos sucedió costeando las sierras de Tus-
ta y Tuspa • 65
11 XVII. Cómo Diego Velazquez envió á Castilla á su procu-
rador • 70
?? XVIII. De algunas advertencias acerca de lo que escribe
Francisco López de Gomora, mal informado en su historia . 72
XIX. -Cómo venimos otra vez con otra armada á las tier-
=
ras nuevamente descubiertas, y por capitan de la armada
Hernndo Cortés, que despues fué marqués del Valle y tuvo
otros ditados, y de las contrariedades que hubo para le es-
112
torbar que no fuese capitan 77
XX. -De las cosas que hizo y entendió el capitan Hernan-
do Cortés despues que fué elegido por capitan , como dicho
es 81
XXI.-De lo que Cortés hizo desque llegó á la villa de la
Trinidad, y de los caballeros y soldados que allí nos junta-
85
mos para ir en su compañía, y de lo que mas le avino 85
XXII. -Cómo el gobernador Diego Velazquez, envió dos
criados suyos en posta á la villa de la Trinidad, con poderes
y mandamientos para revocar á Cortés el poder de ser capi-
888
tan, y tamalle la armada, y lo que pasó diré adelante.
XXIII. -Cómo el capitan Hernando Cortés se embarcó con
=
todos los demas caballeros y soldados, para ir por la banda
del Sur al puerto de la Habana, y envió otro navío por la
banda del Norte al mismo puerto, y lo que mas acaeció . 91
XXIV. -Cómo Diego Velazquez envió a un criado que se
=
decia Gaspar de Garnica, con mandamientos y provisiones
para que en todo caso se prendiese á Cortés y se lé tomase
el armada, y lo que sobre ello se hizo. 96
11 XXV. -Cómo Cortés se hizo á la vela con toda su compa-
=
ñía de caballeros y soldados para la isla de Cozumel, y lo
que allí le avino 99
11 XXVI. - Cómo Cortés mandó hacer alarde de todo su lejér-
cito, y de lo que más nos avino. 19. 102
" XXVII. -Cómo Cortés supo de dos españoles que estaban
en poder de indios en la punta de Cotoche y lo que sobre ello
se hizo. 104
17 XXVIIICómo Cortés repartió los navíos y señaló capita-
nes para ir en ellos, y asimismo se dió la instruccion de lo
que habian de hacer los pilotos, y las señales de los faroles
de noche, y otras cosas que nos avino.. . 109
11 XXIX. Cómo el español que estaba en poder de los in-
dios, que se llamaba Gerónimo de Aguilar, supo cómo ha-
biamos arribado á Cozumel, y se vino á nosotros, y lo que
más pasó • 111
11 XXX.--Cómo nos tornamos á embarcar y nos hicimos á la
vela para el rio de Grijalva, y lo que más nos avino en el
viaje 115
11 XXXI. Cómo llegamos al rio de Grijalva, que en lengua
de indíos llaman Tabasco, y de la guerra que nos dieron, y
lo que más con ellos pasamos. 119.
397
VI XXXII. Cómo mandó Cortés á todos los capitanes, que fue-
sen con cada cien soldados á ver la tierra adentro, y lo que
sobre ello nos acaeció . 124
"1 XXXIII.-Cómo Cortés mandó que para otro dia nos apa-
rejásemos todos para ir en busca de los escuadrones guerre-
ros, y mandó sacar los caballos de los navíos, y lo que mas
nos avino en la batalla que con ellos tuvimos 127
XXXIV. -Cómo nos dieron guerra todos los caciques de Ta-
=
basco y sus provincias, y lo que sobre ello sucedió. • • 130
11 XXXV. -Cómo envió Cortés á llamar á todos los caciques
de aquellas provincias, y lo que sobre ello se hizo. 134
XXXVI.-Cómo vinieron todos los caciques é calachonis del
11:3
rio de Grijalva y trujeron un presente, y lo que sobre ello
pasó 138
XXXVII. -Cómo doña Marina era cacica, é hija de gran-
des señores, y señora de pueblos y vasallos, y de la manera
que fué traida á Tabasco . 144
11 XXXVIII. -Cómo llegamos con todos los navíos á San Juan
de Ulúa, y lo que allí pasamos • • 147
11 XXXIX. Cómo fué Tendile á hablar á su señor Montezu-
ma y llevar el presente, y lo que hicimos en nuestro real. 153
XL. Cómo Cortés envió á buscar otro puerto y asiento pa-
=
ra poblar, y lo que sobre ello se hizo. • 157
11
=
XLI. De lo que se hizo sobre el rescatar el oro, y de otras
cosas que en el real pasaron . 161
11 XLII , Cómo alzamos á Hernando Cortés por capitan gene-
=
ral y justicia mayor, hasta que su majestad en ello manda-
se lo que fuese servido, y lo que en ellos se hizo • 165
41 XLIII. -Cómo la parcialidad de Diego Velazquez perturba-
ba el poder que habiamos dado á Cortés, y lo que sobre ello
se hizo. :-. 169
41 XLIV. -Cómo fué ordenado de enviar á Pedro de Alvara-
do la tierra dentro á buscar maíz y bastimentos, y lo que
==
mas pasó . 171
XLV. Cómo entramos en Cempoala, que en aquella sazon
era muy buena poblacion, y lo que allí pasamos · • 175
#1
=
XLVI. Cómo entramos en Quiavistlan, que era pueblo
puesto en fortaleza, y nos acogieron de paz . · 179
11 XLVII. Cómo Cortés mandó que prendiesen aquellos cin-
co recaudadores de Montezuma: y mandó que dende allí
adelante no obedeciesen, ni diesen tributo, y la rebelion que
entonces se ordenó contra Montezuma • • 183
11 XLVIII.-Cómo acordamos de poblar la Villa Rica de la
Veracruz, y de hacer una fortaleza en unos prados junto á
unas salinas y cerca del puerto del Nombre Feo, donde esta-
ban anclados nuestros navíos , y lo que allí se hizo. 187
41 XLIX. Cómo vino el cacique gordo , y otros principales , á
quejarse delante de Cortés cómo en un pueblo fuerte que se
decia Cingapacinga, estaban guarniciones de mexicanos y les
hacian mucho daño , y lo que sobre ello se hizo . 191
41 L. -Cómo ciertos soldados de la parcialidad de Diego Velaz-
quez, viendo que de hecho queriamos poblar y comenzamos
398
á pacificar pueblos, dijeron que no querian ir á ninguna en-
trada, sino volverse á la isla de Cuba. • 194
CAPITULO LI.-De lo que nos acaeció en Cingapacinga, y cómo á la
vuelta que volvimos por Cempoal, les derrocamos sus ído-
los, y otras cosas que pasaron. • 198
" Cómo Cortés mando hacer un altar, y se puso una imágen
✓
de nuestra Señora, y una cruz, y se dijo misa , y se bautiza-
ron las ocho indias. · • 203
"I LIII.-Cómo llegamos á nuestra Villa Rica de la Vera Cruz,
y lo que allí pasó. . 206
" LIV. De la relacion y carta que escribimos á su majestad
con nuestros procuradores Alonso Hernandez Puertocarrero
y Francisco de Montejo, la cual carta iba firmada de algunos
capitanes y soldados. · 209
LV. - Cómo Diego Velazquez, gobernador de Cuba, supo
=
por cartas muy por cierto que enviábamos procuradores con
embajadas y presentes á nuestro rey, y lo que sobre ello se
hizo. . 214
FI LVI. -Cómo nuestros procuradores con buen tiempo desem-
barcaron la canal de Bahama, y en pocos dias llegaron á Cas-
tilla, y lo que en la corte les sucedió. • • 217
" LVII. -Cómo despues partieron nuestros embajadores para
su majestad con todo el oro y cartas, y relaciones de lo que
en el real se hizo, y la justicia que Cortés mandó hacer. 221
LVIII. -Cómo acordamos de ir á México, y ántes que par-
tiésemos, dar con todos los navíos al través, y lo que mas
pasó: y esto de dar con los navíos al través fué por con-
sejo y acuerdo de todos nosotros, los que éramos amigos de
Cortés. 224
fl LIX. -De un razonamiento que Cortés nos hizo despues de
haber dado con los navíos al través, y cómo aprestamos
nuestra ida para México 227
LX.-Cómo Cortés fué adonde estaba surto el navío, y pren-
dimos seis soldados y marineros que del navío huyeron, y lo
que sobre ello pasó. • 231
LXI. -Cómo ordenamos de ir á la ciudad de México, y por
consejo del cacique fuimos por Tlaxcala, y de lo que nos
acaeció así de reencuentros de guerra como de otras cosas 233
n LXII. Cómo se determinó que fuésemos por Tlaxcala, y
les enviamos mensajeros , para que tuviesen por bien nues-
tra ida por su tierra, y cómo prendieron á los mensajeros, y
lo que más pasó. 2408
V" LXIII. De las guerras y batallas muy peligrosas que tuvi-
mos con los tlaxcaltecas, y de lo que más pasó. 244
11 LXIV. -Cómo tuvimos nuestro real asentado en unos pue-
blos ó caserías que se dicen Teoacingo ó Teuacingo, y lo que
allí hicimos. • 248
N LXV. De la gran batalla que hubimos con el poder de tlax-
caltecas, y quiso Dios nuestro Señor darnos victorias, y lo
que más pasó. 251
LXVI. -Cómo otro dia enviamos mensajeros á los caciques
399
de Tlaxcala, rogándoles con la paz, y lo que sobre ello hicie-
ron. 255
CAPITULO LXVII. -Cómo tornamos á enviar mensajeros á los caciques
de Tlaxcala, para que viniesen de paz, y lo que sobre ello hi-
cieron y acordaron. • · 260
LXVIII. -Cómo acordamos de ir á un pueblo que estaba
cerca de nuestro real, y lo que sobre ello se hizo. 263
11 LXIX. - Cómo despues que volvimos con Cortés de Cimpa-
cingo hallainos en nuestro real ciertas pláticas , y lo que Cor-
tés respondió á ellas. 266
11 LXX. -Cómo el capitan Xicotenga tenia apercebidos veinte
mil hombres guerreros escogidos, para dar en nuestro real,
y lo que sobre ello se hizo. 272
11 LXXI. -Cómo vinieron á nuestro real los cuatro principa-
les que habian enviado á tratar paces , y razonamiento que
hicieron, lo que más pasó. 275
11 LXXII. -Cómo vinieron á nuestro real embajadores de Mon-
tezuma, gran señor de México , y del presente que trujeron. 279
11 LXXIII. -Cómo vino Xicotenga, capitan general de Tlax-
cala, á entender en las paces, y lo que dijo y lo que nos
avino. 281
"I LXXIV-Cómo vinieron á nuestro real los caciques viejos
de Tlaxcala á rogar á Cortés y á todos nosotros que luego
nos fuésemos con ellos á su ciudad , y lo que sobre ello pasó. 287
11 LXXV. -Cómo fuimos á la ciudad de Tlaxcala, y lo que los
caciques viejos hicieron de un presente que nos dieron, y
cómo trujeron sus hijas y sobrinas, y lo que más pasó. · 290
LXXVI. -Cómo se dijo misa estando presentes muchos ca-
=
ciques, y de un presente que trujeron los caciques viejos. • 294
11 LXXVII. -Cómo trujeron las hijas á presentar á Cortés y
á todos nosotros, y lo que sobre ello se hizo. • • 297
#1 LXXVIII.—Cómo Cortés preguntó á Maseescaci é á Xico-
tenga por las cosas de México, y lo que en la relacion dije-
ron. 301
1 LXXIX. -Cómo acordó nuestro capitan Hernando Cortés
=1
con todos nuestros capitanes y soldados que fuésemos á Mé-
xico, y lo que sobre ello pasó. 307
41 LXXX. -Cómo el gran Montezuma envió cuatro principa-
les hombres de mucha cuenta con un presente de oro y man-
tas, y lo que dijeron á nuestro capitan. • 311
LXXXI.-Cómo enviaron los de Cholula cuatro indios de
=
poca valía á desculparse por no haber venido á Tlaxcala, y
lo que sobre ello pasó. • 314
LXXXII.-Cómo fuimos á la ciudad de Cholula, y del gran
recibimiento que nos hicieron. 316
LXXXIII.-Cómo tenian concertado en esta ciudad de Cho-
=
lula de nos matar por mandado de Montezuma, y lo que so-
bre ello pasó. 320
LXXXIV. -De ciertas pláticas é mensajeros que enviamos
=
al gran Montezuma. · 337
LXXXV. -Cómo el gran Montezuma envió un gran presen-
400
te de oro, y lo que envió á decir, y cómo acordamos ir ca-
mino de México, y lo que más acaeció. 340
CAPITULO LXXXVI. -Cómo comenzamos á caminar para la ciudad de
México, y de lo que en el camino nos avino, y lo que Mon-
tezuma envió á decir. 344
" LXXXVII. -Cómo el gran Montezuma nos envió otros em-
bajadores con un presente de oro, y mantas, y lo que dije-
ron á Cortés, y lo que les respondió. 349
11 LXXXVIII.-Del gran é solemne recebimiento que nos hi-
zo el gran Montezuma á Cortés y á todos nosotros en la en-
trada de la gran ciudad de México. 358
" LXXXIX. Cómo el gran Montezuma vino á nuestros apo-
sentos con muchos caciques que le acompañaban, é la pláti-
ca que tuvo con nuestro capitan. 363
" XC. -Cómo luego otro dia fué nuestro capitan á ver al gran
Montezuma, y de ciertas pláticas que tuvieron 367
"I XCI. De la manera é persona del gran Montezuma, y de
cuán gran señor era. • · 372
XCII. -Cómo nuestro capitan salió á ver la ciudad de Méxi-
co, y el Tatelulco, que es la plaza mayor. y el gran cu de su
Huichilobos, y lo que más pasó. 381
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