Carrizo Rueda, Sofía
El mestizaje cultural y la poesía colonial
hispanoamericana
Revista del Instituto de Investigación Musicológica “Carlos Vega”
N° 11, 1990
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Carrizo Rueda, Sofía. “El mestizaje cultural y la poesía colonial hispanoamericana” [en línea]. Revista del Instituto de
Investigación Musicológica “Carlos Vega”, 11 (1990). Disponible en: http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/greenstone/cgi-
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EL MESTIZAJE CULTURAL
•
Y LA POESIA
COLONIAL HISPAN'OAMERI'CANA
La poesía colonial hispanoamericana es un cofre a medio abrir cuyo conte
nido no nos es aún bien conocido. Hay muchos aspectos estudiados, cierta
mente, con profundidad y rigor. Pero también existe un abundante material1que
espera ser descubierto, como el de British Museum, por ejemplo, ya mencionado
por el padre Furlong l. También es necesario considerar otra categoria de
hechos. Se trata de aquellos que ya han sido investigados pero o bien noban
tenido todavía suficiente difusión o, lo que es más grave, han sido intencio
nalmente silenciados.
En estas páginas trazaremos un conciso panorama del "estado de la cues~
tión", es decir de lo que ya ha sido ohjeto de. éstudio, subrayando aquellos."
aspectos que por diversos motivos suelen quedar en un cono de sombra. .
Uno de los lugares comunes que necesita ser revisado es el del· aislamiento
.cultural de América y su parálisis respecto a los avances que se registraban en
la península. -También es verdad que quienes sostienen esta teoría, tampbcO
reconocen muchos avances en España ... -. Pero los hechos demuestran que
dentro de las dificultades de las comunicaciones en la época, el intercambio
cultural podía calificarse como fluido. Vayamos a los ejemplos.
Juan de Castellanos (1522-1607) llegó adolescente a América y fue en el
nuevo mundo,· donde se formó como poeta humanísta.. Leyó a Virgilio, H()ra~
cio, OVidio, Séneca y hasta a Jenofonte y de los modernos, a Juan de Mena,
Ercilla y Garcilaso de la Vega, de quientom6 las modalidades italianizantes
que caracterizan a la poesía renacentista española. En 1589 compuso un largui
simo poema, Elegías de OOI1'ones ilustres de Indios, en el cual asume una clara
actitud de mestizaje cultural en cuanto a tema, imágenes poéticas y lengua.
Manifiesta utilizar un "sencillo lenguaje de verdad y certidumbre" porque las
cosas de América SCJIIl tan notables que "ellas mismas encumbran el estilo".
Como todo hombre de su época, considera insoslayable el ropaje mitológico y
por eso habla de indias como ninfas y náyades de las que "Júpiter quisiera ser
esposo" y de españoles como "faunos lascivos y lOzanos". Pero no desdeña
incluir en sus medidos versos "al itálico modó", palabras indígenas como "maca
nas","bohíos" ·0 "yagüeses". .
1 G. F'uRLoNG, "Nuestra literatura católica colonial y pre-IIloderna", Estudios (1939),
nQ 340, págs. 321-338. ... .
17
Actitud similar es la de otro poeta nacido en España y afincado en América,
Eugenio Salazar de AlaI'CÓn (1530-1605), que compuso un poema bucólico,
Descripci6n de la laguna de MéxicO'. Cuenta que Neptuno, deseoso de conocer
la tierra mexicana, labró un camino subterráneo y emergió en mitad de un valle,
formando así la laguna. A continuación, ensarta una serie de descripciones
-¡algunas de ellas, preciósasl-de plantai, montes, ríos y pueblos mexicanos.
También cantó a este paisaje y siguiendo los modelos renacentistas de Gar
cilaso y Herrera, el primer poeta nacido en México, Francisco de Terrazas (1525
16(0) de quienes se recogen cinco sonetos en Flores de varia pae.sía, antología
compilada en México, en 1577. Los poetas mexicanos que figuran al lado de
los españoles en esta colección y los certámenes de poesía que solían realizarse
dan cuenta de una continuada producción poética que buscaba raíces en su
realidad circundante sin dejar de alimentarse con los nuevos estímulos que
venían de la península.
Pero el mestizaje cultural marchaba también por otros caminos. No bien
consumada la conquista de México, el 13 de agosto de 1521, los padres misio
Der,ps iniciaron sus minuciosas investigaciones acerca de la cultura de aquellas
tierras, en todos sus aspectos. YaI hallar una abundante cantidad de textos
conservados ya en códices, ya oralmente, en las lenguas nativas, se preocuparon
de recogerlas a través del alfabeto. Durante todo el siglo XVI y parte del XVII
se desarrolló una nutrida labor de rescate en la que trabajaron juntos, aztecas
que dominaban la escritura al{abética, el español y aun, el latín y misioneros
como Fr. Bernardino de Saha:gún' y otros del Colegio de Santa Cruz de TIate
lolcoque conocían a· su vez· a la· perfección, diversas lenguas indígenas. Pero
éste fue, en realidad, un primer paso porque el segundo, el de mestizaje cultu
ral propiamente dicho, se realizó a raíz del propósito evangelizador. En algunos
de e$1:os textos, concretamente· en los huehuetlntoUis, género de la poesía azteca
que conservaba la sabiduría de los ancianos, los misioneros encontraron una
serie de valores morales y espirituales que no tardaron en incorporar a sus
prédkas. Reproducimos algunas sentencias sobre la mentira y la falsedad, de
la colección CiertO$ problemas dactísirmos o los pláticas que lO'S Señores mexico
nos hacían a $UIS hijos. recogida por Fr. Andrés de Olmos en lengua náhuatl y
luego traducidos al castellano:
"Cuídate mucho de la mentira y falsedad: no es recto, no es
bueno. Nadie puede vivir bien al lado de las personas, si tal es su
conducta: con ella arroja a las personas al muladar, al estercolero.
y lo bueno y recto que en tu presencia se dijo y declaró; lo que
es digno de d.ecirse, digno de loor y no cosa pervertida y torpe, si
llegas a decirlo, no le aumentes nada, no le agregues cosas nuevas
[.. ·r~.
:1 A. M. GABlBAY, lA litertlt1Ka de los tmecaa. Mémco. ed. Joaquin Mortiz, 1970, pág.
lOB.
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y así hemos tocado alguno de esos aspectos que se suelen pasar por alto.
En primer lugar es innegable que si aquella cultura nos es hoy conocida, ello
se debe a la labor de los misioneros que pusieron su formación humanista, 'su
espíritu de sacrificio y su celo evangélico al servicio de la comprensión y la
conservación de las civilizaciones descubiertas. Se insiste en hablar de destruc·
ción, pero no se suele recordar que junto a los hechos de guerra, se desarro
llaba esta silenciosa labor. El resultado de tal visión parcial ha sido negativo
para el conocimiento de las cultmas precolombinas ya que importantes manus
critos permanecieron así, mucho tiempo ignorados.
Un segundo aspecto que hay que subrayar es que la integración de la poesía
azteca en la prédica de la doctrina cristiana demuestra que no se trató de una
labor de conservación meramente arqueológica sino de un proceso de integra
ción existencial. Y desmiente, además, la teoría de que los misioneros tomaron
sólo algunos aspectos pintorescos de las culturas americanas para "disfrazar" o
"maquillar" al cristianismo, porque lo que revela un estudio en profundidad
es que bucearon en las coincidencias en el orden natural e incluso en proble
mas teológicos como los de la prefiguración de los misterios del dogma cristiano
en otras religiones. Al respecto, resulta fundamental, por ejemplo, la interpre
tación del culto a Huitzilopochtli en el Auto del D'ÍJViInO Narcíso, de Sor Juana
Inés de la Cruz. Que no todos los hombres de iglesia tuvieron esta actitud, tam
bién. es cierto; pero es necesario evitar a través de la labor investigativa, toda
generalización y toda conclusión simplificadora.
En el otro gran virreinato vemos repetirse hechos parecidos a éstos que
acabamos de describir en México. El Inca Garcilaso relata ceremonias cristianas
que asimilaban expresiones del arte ritual indígena. Por ejemplo, el hail/Ji., que
quiere decir "triunfo", poesía incaica que canta la victoria sobre la tierra al
labrarla y hacerla dar fruto y que fue adaptada a la apoteosis del Corpus,
"con gran contento de los españoles y suma alegría de los indios, de ver que
con sus cantos y bailes solemnizasen los españoles la fiesta del Señor Dios
nuestro". Y subraya inmediatamente el cronista, la identidad conceptual entre
el canto al trabajo de los labradores y la albanza a CristO', llamado por los
incas "Pachacámac, que quiere decir el que da vida al universo" 3.
Por lo que toca en Pení a la poesía de los laicos, para no extendernos
demasiado sólo recordaremos que Diego Aguilar y Córdoba consigna en su
crónica, El Marañón (1578), el nombre de varins poetas y no comentaremos
más que dos casos en particular. Se trata de poetisas. A una se la conoce sim
plemente como "Señora principal de estos reinos" y compuso un Di8cur~o en
lCJlOl1' de la poe~a, que reviste cierta significación en una historia de la teoría
de la poesía en América. A la otra, se la identifica con un seudónimo, "Amari
lis". Desde las tierras "donde el Sur me esconde" declaró "un amor sin espe
ranzas" a Lope de Vega. El Fénix que, sin duda, debe haber lamentado la
3 INcA GARCl!LASO DEu.... VEGA, Comentarios Reales, t. lI, Buenos 1\ires, Plus Ultra, sI
año, págs. ;n-38.
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distancia ante tan apasionadó homenaje, se conformó con incluir aquellas silvas
abiertas y directas en su edición de lA FilometrII(J (1621), con el título de "Epís
tola de Amarílis a Belardo".
Pero antes de entrar en el siglo XVII tenemos que continuar nuestro camino
hacia el sur del continente. La conquista de Chile da lugar al gran poema
épico renacentista de la literatura en lengua castellana: La Amwcaro, de Alonso
de Ercilla, publicada en tres partes, en 1569, 1578 Y 1589. Se quejaba Matteo
Boiardo en su Orlando inlnamorato, que ya no había héroes como Alejandro Mag
no o César y que ]0's poetas no tenían más remedio que cantar las gestas de perso
najes quiméricos e imaginar batallas entre gigantes. Portugal y España, orgu
llosas de sus viajes, descubrimientos y conquistas, ofrecen entonces el testim,o;..
nio poético de estas empresas reales y cercanas en Os Lusíodas, de Camoens y
La Araucana. Pero ya los títulos no señalan una diferencia significativa. "Lusía
das" proviene de "luso", "lusitano", es decir, "portugués", y consecuentemente,
el poema se centra en las acciones heroicas de esta colectividad. En cambio,
"Araucana" se refiere al "Arauco" y a sus naturales y ya en la segunda
estrofa aclara el autor: .
Cosas diré también harto notables
de gente que a ningún rey obedecen,
temerarias empresas memorables
que celebrarse con razón merecen;
raras industrias, términos loables
que más los españoles engrandecen,
pues no es el vencedor más estimado
de aquello en que el vencido es reputado.
Así se pedilarán con estatura épico-mítica a lo largo del poema, Lautaro,
Caupolicán, Colocolo, Guacolda y Fresia. No hay, por supuesto, fidelidad his
tórica a los rasgos auténticos de los indígenas araucanos. Por ejempl0', en Caupo
licán se elogiarán virtudes estoicas, propias del pensamiento renacentista. Yno
faltan claro, los acontecimientos fantásticos de toda laya, propios de las con
venciones del género épico durante el renacimiento. Pero América acogió a este
poema escrito por un madrileño, como patrimonio suyo, y un testimonio de la
vida cotidiana es que los nombres de sus héroes y heroínas han sido adoptados
por el pueblo chileno.
¿Y qué ocurría en nuestras playas? Como es sabido, la conquista del Río
de la Plata fue dolorosa, árida y muchas veces, sombría y frustrante. Pero la
poesía estuvo presente desde el primer momento. En la expedición de D. Pedro
de Mendoza venía un clérigo soldado, Luis de Miranda. El fue testigo y parte
de banderías y luchas por el poder y vivió en carne propia todas las calami
dades que hicieron fracasar la primera fundación de Buenos Aires. Tanta expe
riencia, decidió volcarla en un poema breve al que conocemos como Romance
e1egíooo. Es, sin lugar a dudas, la obra inaugural de la literatura argentina. POI'
el tema, por haber sido escrita en estas tierras y porque no se puede desdeñar
20
sus méritos, aunque modestos. Muchos estudiosos argentinos la han menospre
ciado hasta hace poco, pero una investigadora mendocina, Beatriz Curia, se ha
lanzado recientemente a su rescate 4.
Reproducimos algunos versos que descrioon el estado al que la enferme
dad, el hambre, el continuo asedio indígena y, sobre todo, el quebrantamiento
moral, habían reducido a la población.
Pocos fueron o ninguno
que no se viese citado,
sentenciado y emplazado
de la muerte;
mas tullido el que mas fuerte,
el mas sabio mas perdido,
el mas valiente caído
y hambriento;
almas puestas en tormento
era vemos, cierto, a todos
de mil maneras y modos
ya penando;
unos contino llorando,
por las calles derribados,
otros lamentando echados
tras los fuegos,
Es evidente que estos versos no carecen de fuerza expresiva, y como
demuestra B.Curia, responden a tradiciones literarias de la península, a la par
que nos introduce en hechos fundamentales de nuestros orígenes.
En esta visión panorámica del siglo XVI faltan, por supuesto, muchísimol
autores y obras; pero lo que hemos buscado es poo.er de relieve ciertos hechos
que a través de los dos siglos siguientes adquirirán el carácter de constanteS.
Es lo que veremos a continuación.
Así como durante el siglo XVI, los modelos poéticos habían sido igual que
en España, los de la escuela garcilasista, el siglo XVII americano acogió muy
pronto y con enorme entusiasmo las innovaciones de la poesía barroca, sobre
todo, a través de GÓngora. Claro que inmediatamente hay que señalar que
"gongorizar" y "conceptualizar" con arte, no eran tareas nada sencillas. De
hecho, tampoco fueron demasiados en España los que lograron hacerlo con
éxito. Aquí, en América, las graJ.ldes dificultades de estos estilos han dado
como resultado que la mayoría de los poetas de aquel período, hoy sólo sean
piezas arqueológicas. Pero muy por encima de ellos y de muchísimos otros auto
res anteriores y posteriores, se eleva la figura de Sor Juana Inés de la Cruz.
4 B. CuYA, "Múdenos tan biste suerte". Sobré el ramonee ds Luir ck Mif'tm.dG. Fac.
de Filosofía y Letras. Univ. Nac. de Cuyo, Mendoza, 1987.
21
No es éste el sitio para analizar la enorme riqueza de su obra, tan ampliamente
estudiada. Sólo baste decir que ocupa un puesto junto a los grandes ingenios
comO' Fr. Luis, Lope o calderón dentro de la literatura del Siglo de Oro y que
uno de sus rasgos distintivos es, precisamente, haber logrado sin menoscabo
de un arte quintaesenciado, aquel mestizaje cultural que hemos visto desde el
principio en más modestos precursores.
Por otra parte, el acercamiento de la cultura indígena y la europea a través
de la E:vangelización continuaba siendo una preocupación de las órdenes reli
giosas. Ahora, quien se había volcado a eBa con denuedo, era la orden llegada
en 1568: la Compañía de Jesús. Tampoco éste es un tema que pueda sinte
tizarse siquiera en estas páginas, pero sí queremos citar un ejemplo muy ilustra
tivo en su curiosidad. El famoso romance español de Fonrefri:da recoge una
tradición de los bestiarios medievales que a su vez provienen de Aristóteles. Se
trata de la tórtola que llora sin consuelo la ausencia de su compañero. Pues
tal motivo ha sido descubierto por Ismael Moya en una canción de lengua
guaraní, sobre un tema indígena, que aún hoy se canta en el litoral argen
tino 5. Esta "perla aristotélica" que desembocó en el folclore guaranítico a
través del Romancero, es equiparable a la sabiduría de los ancianos aztecas
abonando los sermones de los padres misioneros, ya que ambos hechos han
surgido de una misma actitud de acercamiento.
Si nos volvemos nuevamente hacia la épica, vemos que los personajes
del continente americano continúan desempeñando funciones importantes. Una
muestra es el poema Espejo de paci!endll!, de Silvestre de Balboa (1564?-1634?),
que narra el secuestro del obispo de Puerto Rico, Fr. Juan de las Cabezas, por
parte del corsario francés Cilberto Cirón y su posterior liberación. Un "negrito
criollo" engaña al pirata para que baje a tierra, un indio es la heroica víctima
morfal del combate y es un negro el que mata a Cirón.
Pero la poesía del Siglo de Oro es varia y multiforme y a lo largo de las
dos centurias, junto a las innovaciones como la modalidad italianizante y el
barroquismo, persiste otro tipo de lírica que arranca de la Edad Media. Se
trata de la conocida como "poesía de cancionero", compuesta en el tradicional
verso hispánico, el octosílabo, y caracterizada por expresar de forma concisa los
contrastes del mundo interior bajo el influjo del amor. Convive en los siglos
XVI y XVII con los nuevos tipos poéticos, intercambiando influencias con ellos
y muchos músicos la utilizaron como texto para sus obras, tanto en España como
en América. Actualmente se están publicando cancioneros que habían per
manecido inéditos, lo cual hará avanzar el conocimiento de la poesía del período
a ambos lados del océano.
Es necesario ahora, hacer un inciso para referirnos al ambiente literario
en general, de estos dos siglos que estamos tratando. Los catálogos de biblio
tecas y librerías revelan una sorprendente cantidad de obras de poesía, ficción,
5 I. MoyA, Romancero, t. l, Buenos Aires, 1941, págs. 146-148.
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teatro e historia. En una biblioteca privada mexicana (1620) aparecen Virgilio,
Cicerón, Boccacio, Sannazzaro, Ariosto, Tasso, Camoens, Ercilla, La Cdestina
y antologías poéticas como Flores de poetas ilust1'es de ES'fJll'fUl (1605). En otra
biblioteca de la misma época, el catálogo consigna novelas pastoriles, picares
cas y de caballerías, El C011tlJe LfJC{1;TI¡()f', épica y lírica de poetas griegos, roma
nos, renacentistas y barrocos. Es interesante consultar al respecto, los documentos
que reproduce Irwing Leonard en Los libros del conlquistador. Esta obra debe
ser revisada por lo que toca a la influencia de las novelas de caballería sobre
aquellos que pasaban a América, ya que Leonard les confiere una importancia
excesiva. Pero en el aspecto documental aporta datos muy interesantes sobre el
ambiente cultural de los virreinatos.
No s610 los libros llegaron a América, sino también algunos de sus autores
como Gutierre de Cetina, Juan de la Cueva, Mateo Alemán y Tirso de Malina.
Cervantes lo intentó pero no obtuvo el permiso y quizás a ese interés por el
nuevo mundo se deba el que en su Viaife del Parnaso (1614), se refiera genero
samente a escritores americanos. Otro tanto hará Lope en l.Jaterel de Apolo
, (1630).
Se ha insistido en .señalar las prohibiciones de embarco de libros para
América, como algo privativo de España y de la Iglesia Católica, que presunta
mente mediante esta medida trataban de controlar las conciencias. Tal afirma
ción quiere ocultar un hecho histórico y es que la polémica sobre las influen
cias negativas o positivas que podía tener para los espíritus la lectura de obras
de ficción o entretenimiento, fue una preocupación de los humanistas en general,
y Erasmo se encuentra entre quienes condenaban abiertamente tal tipo de lite
ratura. En el caso de España, la emperatriz Isabel, mujer de Carlos 1, expre
sa que la preocupa el hecho de que los indígenas que ya estaban alfabetizados
pudieran llegar a creer reales las invenciones fabulosas de muchas narraciones.
Además, la falta de celo en la aplicación de las prohibiciones y el escaso peso
que tenían en la realidad quedan demostrados por la insistencia con que se
trataba de recordarlas y, sobre todO', por los mencionados documentos.
En el siglo XVIII y principiO's del XIX, nos reencontramos con las constan
tes ya expuestas. LO'S jesuitas continúan adelante con su obra evangelizadora
que es también la de la conformación de una nueva cultura, surgida del encuen
tro de dos civilizaciones. Sólo su expulsión pudO' interrumpir y tratar de enterrar
tan enorme tarea.
En la literatura escrita por los laicos, junto a tendencias barrocas que conti
nuaron vivas durante bastante tiempo, se manifiestan las nuevas corrientes
europeas. -Tomemos como ejemplo, la academia Arcadia' Mexicana, que tiene
como modelo la poesía pastoril neoclásica de Meléndez Valdés-. Pero sin dejar
de atender siempre a la in.tegración con la realidad americana como es el caso
del cubano Zequeira y Arango, que canta a las duIzuras del trópico en su oda
"a la piña" o el de Manuel José de Lavardén, que en la alegoría didáctica
"Oda al majestuoso río Paraná", quiere simholizar la prosperidad económica y
cúltural del pueblo rioplatense.
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Dentro de este contexto, los tipos criollos -mestizos, indios, negros, mula
tos- ocupan un lugar cada vez más destacado y presentan una caracterización
que intenta reflejar mejor su idiosincrasia.
Hemos dejado para el final la cuestión de la poesía popular por su impor
tncia. A lo largo y a lo ancho de nuestro continente, desde los primeros contac
tos culturales hasta hoy, una poderosa corriente mestiza ha originado expresio
nes poéticas indisolublemente unidas a la vida de los diversos pueblos america
nos. En la poesía del Siglo de Oro español la variedad es lo distintivo como ya
hemos dicho, y la veta popular vaciada en moldes como el romance, el villan
cico o la seguidilla, fue apreciada por todos los niveles sociales. En estas condi
ciones llegó a América, en la plenitud de sus fuerzas expresivas y comunicativas.
Su contacto con los nuevos pueblos y con la nueva realidad originó otros tipos
poéticos. Si hoy nos hacen sonreír las criaturas mitológicas que correteaban por
el suelo americano según los poetas cultos, no ocurre lo mismo con coplas como
muchas recopiladas, por ejemplo, por Juan Alfonso Carrizo en Anteoedentes
hispano medievales de la poesía tradicional argentina 6. Al igual que su hermana,
la vieja poesía popular española, la poesía popular hispanoamericana es fuente
de bellas expresiones que recogen profundas verdades del hombre de aquellos
siglos y de siempre. Por eso todavía ambas permanecen vivas y si por una parte,
los medios de comunicación masiva parecen amenazar su supervivencia, es tal
la vitalidad que, a través de ellos, han encontrado un nuevo modo de perma
nencia en la sociedad.
Nos acercamos de este modo a las conclusiones. Es extraño que un histo
riador de la literatura colonial hispanoamericana, el cual consigna algunos de
los hechos que hemos mencionado aquí, termine diciendo que "en las colonias
se vivía de prestado". ¿Puede utilizarse esta expresión cuando se ha visto que
desde un primer momento, poetas y misioneros han tratado por diversos medios
de integrar en su quehacer las culturas y las realidades americanas? En el otro
extremo, hay también quien ha hablado de "quinientÜ's años de lucha heroica
para conservar la identidad". En este caso parece que la tal identidad hubiera
existido desde siempre. Da la impresión de que entre los dos extremos lo que
más costara comprender es que en 1492 comenzó un proceso que aún 00 ha,
terminado. La dinámica histórica hizo que culturas alejadas hasta entonces"
tuvieran que aprender a convivir y a integrarse. Como todo proceso está hecho
de avances y retrocesos, de desgarramientos y floraciones, de choques y de enten
dimientos. Pero lo que resulta innegable es que el verdadero éamino lo consti
tuye una búsqueda que tiene como meta asimilar la Qiversidad hasta que surja
con toda su riqueza un nuevo ser cultural. No de otro modo se formarOIll las
grandes civilizaciones que han pasado por la tierra.
Sofía COJrrizo Ruedd
6 Elegimos dos al azar: Amalaya, mi vida / fueras guitarra / para tenerte en mis bra
zos / atravesada .................. Tomá este cuchillito / y abrime el pecho I y verás tu
retrato / si está bien hecho.
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