Los Negocios y La Biblia (Resumen Más Laboratorio)
Los Negocios y La Biblia (Resumen Más Laboratorio)
GÉNESIS
MATERIA
LOS NEGOCIOS Y LA BIBLIA
“RESUMEN + EXÁMEN”
RESUMEN
La Biblia, exige una perspectiva radicalmente diferente en los negocios, de la que sostiene
la mayoría de las personas en el día de hoy. Una perspectiva que se preocupa más de la
eternidad que de las ganancias en los negocios. ¿Tienen éxito los principios bíblicos sobre
el mundo de los negocios? Le puedo asegurar categóricamente que sí, a la larga. Si lo
que busca es un aumento rápido de las ganancias, no hallará allí el estilo en que Dios
hace las cosas. Pero si lo que desea es crecimiento y estabilidad a largo plazo, el estilo de
Dios es lo único que le puede llevar al éxito. Como dijo Jesús en Mateo 7:24–25:
«Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre
prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron
vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la
roca». Dios anda en busca de unos pocos hombres (y mujeres) para brindar su apoyo.
Los Diez Mandamientos son las normas mínimas que Dios afirmó que debían distinguir a su
pueblo de quienes lo rodeaban. En el ambiente de negocios, estos mismos mandamientos
siguen operando, pero hay otros requisitos mínimos.
Déjeme advertirle de frente, que si se decide a adoptar este principio en sus negocios le
costará dinero. Vivimos en una sociedad que prospera gracias al engaño y a los contratos
fraudulentos. Cualquiera que desee operar de la manera que complazca a Cristo se
enfrentará a muchas situaciones que le causarán sufrimiento.
Tome por ejemplo la práctica de la honestidad total. Proverbios 3:32 dice: «Porque Jehová
abomina al perverso; más su comunión íntima es con los justos». Más adelante señala:
«Aparta de ti la perversidad de la boca, y aleja de ti la iniquidad de los labios» (Proverbios
4:24). Ambos versículos reflejan este mismo principio: La honestidad se premia y la
deshonestidad se castiga.
Quizás no haya algo más necesario para los que ocupan posiciones de autoridad que
aprender a responder ante otros por lo que hacen. Muy a menudo quienes están en
puestos de autoridad prefieren rodearse de gente que acepte sus órdenes sin
cuestionarlas. En un principio, esto quizás parezca una ventaja, pero a la larga va en su
contra. ¿Por qué? Porque sin un sistema de controles y equilibrios. Aun David, el rey que
Dios mismo eligió, se apartó de su camino cuando escuchó a sus generales que le
aconsejaban mantenerse lejos del campo de batalla porque su vida era demasiado
valiosa para ponerla en riesgo … Olvidando que Dios lo había ayudado a salir victorioso
de muchas batallas, David atendió dichos consejos y adulaciones. (¡Es fácil creer en ese
tipo de consejos cuando lo que se quiere escuchar es precisamente eso!) Por eso se quedó
en casa cuando el ejército salió a pelear. ¿El resultado? Ese vergonzoso episodio de
Betsabé que terminó por originar la larga lucha política en el seno de su familia. Cuando
se trata de decisiones de negocios, la mayoría de los hombres virtualmente desoyen el
consejo de sus esposas. Sin embargo, la Palabra de Dios dice que hizo al hombre y a la
mujer para que constituyeran una sola persona: «Por tanto, dejará el hombre a su padre y
a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Génesis 2:24). ¿No se tratará de
una relación limitada que no toca cuestiones de negocios? Si fuera así, lo desafío a que
me lo pruebe. Cuando una esposa toma sobre sí la responsabilidad de ser pareja, debe
estar dispuesta a aprender lo suficiente como para ayudar y secundar a su esposo.
El valor de los productos y de los servicios dice más al público acerca del carácter real de
la compañía y su gente, que quizás cualquier otro aspecto de la vida de una compañía.
El término «valor» podría definirse como la recuperación efectiva de una inversión. Pero
cuando un comerciante cristiano acepta cumplir con el estándar de servicio o de
productos que demanda la Biblia, el resultado final debe ser el producto de mejor calidad
al mejor precio posible. Se dice mucho sobre los principios espirituales de los cristianos que
están dispuestos a brindar alta calidad y precios justos. Cuando uno realmente ama a los
otros, más que a sí mismo, quiere que el otro obtenga la mejor compra posible. Y de paso
trae prosperidad a quien así procede.
Ser justos con otros es una responsabilidad y un privilegio. El empleador que practica un
trato justo puede testificar de Cristo a sus empleados, porque como dice el refrán:
«Practica lo que habla». Los que están en autoridad sólo deben preocuparse por su propia
conducta. Por lo general, el buen trato se vincula a cuestiones de pago o de beneficios
que se obtienen en el ambiente de trabajo. Pero eso no es todo. El buen trato también se
relaciona con las actitudes y la forma de vincularse con los empleados. El primer paso para
establecer principios de buen trato es reconocer que todas las personas tienen valor. El
segundo capítulo de Santiago analiza este aspecto cuando resume la idea en el versículo
9: «Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley
como transgresores».
Si realmente cree que su primera responsabilidad es ser un fiel testigo del Señor, su mayor
influencia será entre quienes están más cerca de usted.
La esclavitud de los negocios se presenta en muchas formas, desde estar preocupado con
deudas y vencimientos, hasta estar excesivamente dedicado al trabajo. Se puede definir
como todo lo que interfiere en nuestra relación con Dios o con la familia y si está en
desequilibrio con respecto a la Palabra de Dios.
A menudo los cristianos profesan el deseo de servir a Dios «de la manera que Él lo
disponga». Pero su resolución se viene abajo cuando se percatan de que lo que Dios les
pide es algo que costará más de lo que están dispuestos a pagar. Somos una generación
aferrada a la seguridad y casi siempre condicionamos cualquier compromiso de seguir a
Dios a la idea de que primero necesitamos asegurar nuestro futuro económico. Decimos:
«Te serviré Señor, pero primero, …»; o bien: «Te serviré cuando …» o «Te serviré si …»
Si tomamos las decisiones basadas en nuestra seguridad y bienestar, nos resultará difícil
seguir el sendero que Dios nos marca. Rara vez el llamado de Dios coincide con nuestros
deseos humanos. Como dijo el profeta: «Escogeos hoy a quién sirváis».
La mayoría de los cristianos se conforman con vivir rodeados de los atractivos de este
mundo en lugar de arriesgarse a perderlos por hacerse cristianos de forma radical. Según
mi definición, un cristiano radical es el que pone a Dios en primer lugar en todas sus
decisiones, aun cuando hacerlo le resulte costoso. En el mundo de los negocios esto
significa que debemos poner a Dios primero, aunque nos cueste dinero. Aquí está la
verdadera libertad—libertad espiritual—en oposición a la esclavitud del dinero.
2. Trabajar en exceso: No es poco frecuente que una persona que intenta levantar un
negocio trabaje por lo general unas ochenta horas semanales y en algunos casos
hasta cien horas o más. Lamentablemente, muchas personas creen que este
régimen es necesario y normal. De modo que no sólo se autoexigen, sino que
demandan lo mismo de todos los que están a su alrededor. Es verdad que trabajar
cuarenta horas semanales rara vez es suficiente para levantar un negocio
emprendedor. Pero un promedio de cien horas semanales refleja un desequilibrio
muy evidente de las prioridades y no una dedicación encomiable para ser líder.
Puedo decirles sin titubear que nadie puede mantener un buen equilibrio entre el
trabajo, la familia y Dios si trabaja más de sesenta horas a la semana. Quizás haya
períodos en los que sea necesario e inevitable excederse, pero aun así las relaciones
sufren.
3. Uso excesivo del crédito: Cuando usted depende de créditos para llevar adelante
un negocio y no tiene un plan trazado para liberarse de las deudas, viola el principio
elemental que expresa Proverbios 27:12: «El avisado ve el mal y se esconde; más los
simples pasan y llevan el daño».
5. Mentalidad de hacerse rico rápidamente: Algunas personas ven los negocios como
una manera de hacer dinero fácil, con el mínimo de esfuerzo posible y luego retirarse
a gozarlo. Las personas con esta filosofía dejan vidas quebrantadas y un gusto
amargo por el cristianismo en boca de empleados, clientes y proveedores. No es
malo hacerse rico cuando se aplican los talentos que Dios nos dio para negociar.
Pero el punto en que los negocios se vuelven contrarios a las Escrituras es cuando la
codicia de ganancias prácticamente se convierte en la única motivación que hay
detrás de cada decisión. Lo que a menudo separa al verdadero negociante
cristiano de los que no lo son o de los llamados «cristianos carnales» es la manera en
que valorizan a las personas que trabajan para ellos. Pablo lo expresó de la manera
más clara posible cuando dijo: «Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes
bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo»
(Filipenses 2:3). ¿Cuáles son mis motivos reales? ¿Beneficiarme «primero yo» o
favorecer primero a otros? Todos los planes de ganancias rápidas se basan en la
codicia y el centro de toda codicia es «primero yo». La mentalidad de riqueza fácil
nos lleva a tres errores básicos: (1) Involucrarse en asuntos de los que no se sabe lo
suficiente; (2) arriesgar fondos que uno no puede permitirse el lujo de perder; y (3)
hacer decisiones apresuradas. Cada una de estas acciones viola uno o más
principios bíblicos que analizaremos en este libro. En conjunto representan un
pecado llamado codicia. Como Proverbios 28:20 apunta: «El hombre de verdad
tendrá muchas bendiciones; más el que se apresura a enriquecerse no será sin
culpa». Una manera de evitar el problema central de caer en la esclavitud
financiera es hacer planes realistas para los negocios y para la vida.
He oído a muchos cristianos decir sinceramente: «¿No dice la Biblia que no debemos
preocuparnos por el día de mañana?» Puedo contestar esa pregunta con un
rotundo no.
En Lucas 12:22 el Señor dice: «Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué
comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis». Estas no son instrucciones para obviar el
futuro sino más bien para evitar que nos consuma el temor al futuro. En primer lugar,
porque, aunque quisiéramos no podríamos evitar la mayoría de los problemas. Y en
segundo lugar, porque la fe se irá convirtiendo en una parte de nuestra vida a
medida que confiemos en Dios para que Él nos ayude a superar las crisis
inesperadas.
Siempre hay una línea muy tenue entre la fe (como la describe Hebreos 11:1: «Es,
pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve») y la
realidad (descrita en Lucas 14:28: «Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar
una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para
acabarla?»). A menudo veo cristianos que se cruzan de uno a otro lado de la línea.
Yo mismo lo he hecho debido a la confusión que se nos plantea entre elegir lo que
debemos hacer y lo que debemos dejar en las manos de Dios. Lo más elemental y
básico en el tema de planificación es que resulta tan necesario como bíblico ser un
buen administrador. Esto implica prever para el futuro con prudencia. Demasiada
planificación puede llevarnos a confiar en nosotros mismos y muy poca planificación
nos llevaría a una crisis que deberíamos haber evitado. Si nos basamos firmemente
en la Palabra de Dios y dependemos de su guía diaria, seremos capaces de llegar
a un buen equilibrio.
Antes de planificar con éxito los negocios, uno debe tener algunas metas financieras
personales. Estas pueden fijarse con facilidad realizando dos pasos previos:
2. Establezca unas metas personales a corto y largo plazo. Mateo 13:12: «Porque a
cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que
tiene le será quitado». Establecer metas significa ser capaz de evaluar las cosas
y no sólo fijarse objetivos. También significa decidir sobre aspectos como el estilo
de vida y tener pautas acerca de cuánto éxito financiero consideramos que es
suficiente lograr.
3. Libre de deudas. Una de las metas que todo creyente debe proponerse es llegar
a estar totalmente libre de deudas. Eso significa que debe liberarse de deudas
de la casa, el auto, la ropa y demás artefactos. En una economía que fluctúa
tanto como la nuestra, esto es una simple medida del sentido común. En algún
momento la economía estará encaminada a dar un severo vuelco negativo.
Quienes entonces tengan deudas deberán enfrentar la ruina financiera. Si
necesita una motivación adicional, simplemente reflexione en lo que dice
Proverbios 22:7: «El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es
siervo del que presta».
4. Defina su estilo de vida. Obviamente, Dios tiene un plan diferente para cada uno
de nosotros y nos dará el estilo de vida que nos brinde la máxima libertad para
servirle.
5. Automóviles. No quiero ser el juez de nadie, y el modelo de auto que usa es una
cuestión entre usted y Dios. Pero sería negligente, como maestro de la Palabra
de Dios, si no les advirtiera que si la calidad de lo que le damos a Dios no es
equivalente a la calidad de lo que pretendemos para nuestros vehículos,
necesitamos reevaluar dónde está nuestro corazón: «Porque donde está vuestro
tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Lucas 12:34).
Planificar y poner metas son términos sinónimos. Para hacer una buena planificación es
preciso en primer lugar establecer algunas metas realistas a corto y a largo plazos. Para
llevar a cabo una meta hace falta planificar.
Cuando comento acerca de la planificación de los negocios con algún cliente, comienzo
por establecer cuál es el propósito de largo alcance de un empresario cristiano. En
realidad, hay un propósito primordial para un negociante cristiano: Servir a Dios.
Una función importante de los empresarios cristianos debe ser financiar la proclamación
de la Palabra de Dios. La Biblia dice que debemos honrar a Dios con los primeros frutos de
todo lo que producimos (véase Proverbios 3:9). Para los cristianos que tienen la autoridad
para hacerlo esto significa dar una porción de las ganancias de la compañía a ministerios
o servicios cristianos. Financiarlos es una función muy importante. Sin embargo, esto sólo
no hace que una empresa sea «cristiana». Es sólo un factor más de un hombre de negocios
que ha decidido servir a Dios. Otra función importante para un negociante cristiano es
suplir las necesidades de quienes dependen de la empresa: las familias del comerciante y
de los empleados. El apóstol Pablo escribió: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos,
esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros» (2 Timoteo
2:2). En varias oportunidades me he encontrado con comerciantes cristianos que gastan
miles de dólares anuales para viajar y testificar de Cristo a otros en diferentes países, pero
cuyos empleados nunca han escuchado de ellos el mensaje del evangelio de una
manera que tenga sentido. Los empleados, sobre todo si no son creyentes, tienen la
tendencia de creer más bien lo que ven y no lo que se les dice. Si lo que hacemos no se
ajusta a lo que decimos, por lo general echan a un lado nuestras palabras. Esto es lo que
señala Santiago: «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores,
engañándoos a vosotros mismos» (Santiago 1:22).
Contrariamente a lo que opinan algunos, no hay nada en la Biblia que vaya en contra de
hacer ganancias. Las ganancias son el subproducto natural de un negocio bien llevado,
y deberían considerarse lógicas y honorables. Si un negocio no logra generar ganancias,
terminará en la ruina, y también se acabará el ministerio que brinda a sus empleados y
clientes. Por lo general, las ganancias son la recompensa económica por buenos servicios
y productos.
Una vez establecidas las metas a largo plazo, el paso siguiente es establecer metas
operacionales específicas y a corto plazo. Aquí están algunas de las prioridades más
importantes para considerar en la planificación de negocios a corto plazo: Establezca
prioridades en el uso del dinero, La prioridad en los pagos, Establezca prioridades éticas.
Una promesa puede definirse como «la sincera disposición que nos exige actuar de cierta
manera». Este término aparece en numerosas oportunidades en la Biblia para referirse a
alguna promesa o pacto, donde se enfatiza en el compromiso asumido. Como dice
Deuteronomio 23:23: «Pero lo que hubiere salido de tus labios, lo guardarás y lo cumplirás,
conforme lo prometiste a Jehová tu Dios». Eso significa que si damos la palabra de hacer
algo, ¡estamos obligados a cumplir!. Quienes sí cumplen su palabra sin quebrantar sus
promesas suelen denominarlos «ingenuos» Los compromisos más fuertes que alguien
puede tomar son el matrimonial y el de padres. Cuando uno observa cómo estas promesas
se descartan con tanto descuido hoy en día, es porque esta generación ha dejado de ser
ética. Lo que nuestra sociedad necesita es una buena dosis de ética bíblica del pueblo
de Dios. Esa clase de ética que nos exige cumplir nuestras promesas sin importar lo que nos
cueste. ¡En la generación de mis padres cuando un hombre daba la palabra para hacer
un trabajo lo hacía! Si no cumplía su palabra, nadie volvía a hacer trato con él. Hoy, con
cualquier tipo de contrato que se haga, se requieren varios abogados para revisarlo y
asegurarse de que no haya alguna salida legal que permita a cualquiera de las partes
evadir el cumplimiento del contrato. Es más, los abogados mejor pagados y los que
obtienen mayor renombre son a menudo los que mejor logran entretejer un lenguaje
ambiguo en un contrato de modo que la intención real quede implícita, aunque no esté
escrita. Todos, en algún momento de la vida, hicimos promesas que luego deseamos no
haber hecho. Como al ser cristianos estamos comprometidos a cumplir con la palabra
empeñada, tenemos que ser muy cuidadosos cuando prometemos algo. He adoptado
cinco normas muy sencillas que me ayudan a evitar hacer compromisos que luego me
cuesta cumplir: cuando hay dudas, diga no; tenga un calendario anual a la vista; ten
prioridades diarias; no hagas compromisos con demasiada anticipación; haga acuerdo
por escrito.
Proverbios 15:22 dice: «Los pensamientos son frustrados donde no hay consejo; más en la
multitud de consejeros se afirman». Esto es una clara admonición para buscar consejo de
otros. Pero ¿qué del problema de recibir malos consejos? (¡Por cierto que no faltan en
círculos cristianos!) Proverbios 14:15 ofrece algunas ideas al respecto: «El simple todo lo
cree; más el avisado mira bien sus pasos». En otras palabras, el sabio procura que muchos
lo aconsejen y un tonto escucha demasiadas opiniones. Les aconsejo a los cristianos que
midan todo lo que se le diga a la luz de la Palabra de Dios. Si el consejo recibido no guarda
armonía con lo que dice la Biblia, olvídelo.
No cabe duda de que hay muchos expertos no cristianos en múltiples de las disciplinas
técnicas. Pero a fin de contestar esta pregunta satisfactoriamente, debemos volvernos a
nuestra fuente definitiva de consejo: la Palabra de Dios.
¿Significa esto que no debemos escuchar el consejo de los no cristianos? No lo creo. Pero
sí considero que es una admonición para no buscar como nuestros consejeros de
cabecera a los inconversos, en otras palabras, los que nos aconsejen cada día.
La dificultad no radica en el tipo de consejo que dan, sino más bien en el consejo que no
pueden dar, sobre todo espiritual.
8. SU NEGOCIO Y SU ESPOSA
Si le preguntara a la mayoría de los empresarios cristianos cuál es el rol que deberían jugar
sus esposas en su carrera comercial, casi todos comenzarían a tartamudear y tratarían de
evadir la pregunta. Puedo decir sinceramente que de los cientos de parejas que me ha
tocado aconsejar, fueron los esposos en la mayoría de los casos los que excluían a las
esposas de jugar un rol importante en sus vidas de negocios.
Algunas veces las esposas quedan relegadas porque no desean involucrarse en los
negocios. Muchas mujeres se sienten incapaces de ayudar a sus esposos a hacer
decisiones comerciales de importancia. Otras sencillamente no quieren tomarse la
molestia. Ambas cosas son excusas y no razones legítimas.
La relación entre los cónyuges es algo muy especial y necesario para una buena toma de
decisiones. Cuando la pareja está dispuesta a comunicarse, harán las mejores decisiones
que lo que harían cada uno por separado.
Por lo general, veo que el hombre que no desea rendir cuentas a su esposa, tampoco lo
hará ante ninguna otra persona. Nuestra sociedad ha desarrollado esta imagen
estereotipada del «hombre fuerte» que muestra las opiniones de su esposa como
intrascendentes. Mi esposa no tiene experiencia en negocios y nunca ha estado al frente
de una compañía. Sin embargo, tiene un rol vital en relación con las decisiones que tomo.
¿Por qué? Porque tiene un discernimiento acerca de las personas que yo no tengo.
Una buena costumbre es tratar de fijar un tiempo intermedio para leer la Biblia y orar juntos,
y emplear luego un poco de tiempo en conversar las cuestiones de negocios del día.
9. DECISON DE CONTRATACIÓN
Primero defina el trabajo claramente. Cada trabajo es una combinación de varias tareas
que deben hacerse cada día o al menos de forma regular. Para contratar un buen
empleado, este debe definirse claramente. A veces con sólo conocer la descripción del
trabajo, uno que aspire a trabajar se da cuenta que no está calificado y se autoelimina.
Una descripción verbal durante la entrevista no es tan eficaz como ver la descripción en
blanco y negro.
Contrate la mejor persona para ese trabajo. Esto quizás le parezca demasiado simple, pero
la mayoría de los negociantes no contratan las mejores personas. En lugar de eso
contratan al que encuentran disponible. Ahora trato de seguir el precepto que dice en
Proverbios 22:29: «¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no
estará delante de los de baja condición».
Ser justos y humanitarios con los empleados es una de las responsabilidades más
importantes de un empleador. Pero la responsabilidad del empleado hacia su empleador
se basa en un principio igualmente importante. Es necesario el despido cuando un
empleado no quiere adecuarse a las reglas de la compañía.
Permítanme comenzar por definir los prerrequisitos que cualquier dueño o empresario
debe reunir antes de considerar siquiera el despido.
A menudo, el dueño o empresario que lucha por mantener el equilibrio entre su liderazgo
empresarial y su cristianismo deja crecer interiormente su molestia hasta que se vuelve
intolerable, luego la descarga sobre algún empleado descuidado que debió haber
disciplinado mucho antes. Por tanto, es de vital importancia que tenga una clara
comprensión de lo que las Escrituras dicen acerca de nuestro trato con las personas y evite
la dilación que viene con las dudas.
Uno debe aprender a comunicar con absoluta claridad las aspiraciones de lo que uno
aprueba, valora y desaprueba. Por sobre todas las cosas, no permitir que el sol se ponga
sobre un problema sin prometer enfrentarlo y hacer algo.
A veces es preciso dejar que pase un tiempo si el problema es muy emocional. A través
de los años he aprendido que si reacciono cuando estoy enojado, casi siempre digo algo
de lo cual luego me arrepiento, de modo que prefiero esperar. Pero si espero demasiado
tiempo, en lugar de arreglar el problema permito que se empeore. Hay dos proverbios que
me han ayudado a alcanzar el equilibrio adecuado: «Como ciudad derribada y sin muro
es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda (25:28); y: «La soberbia del hombre le abate;
pero al humilde de espíritu sustenta la honra» (29:23).
11. DECISONES EN CUANTO EL PERSONAL JERARQUICO
Lo ideal sería tener jefes con principios compatibles a los de la cabeza directiva, tanto
desde el punto de vista espiritual como de orientación de la empresa.
¿Cuáles son algunos de los criterios que se permiten emplear legalmente en la selección
de personal jerárquico? La mayoría involucra aspectos visibles del estilo de vida de esa
persona.
Busque personal jerárquico que reúna al menos los criterios mínimos que el apóstol Pablo
pide de los líderes de una iglesia, en 1 Timoteo 3:1–4
«He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por
engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han
entrado en los oídos del Señor de los ejércitos» (Santiago 5:4).
Muchos empresarios cristianos están familiarizados con este versículo pero, ¿comprenden
lo que significa y practican este principio en sus negocios? Sospecho que muy pocos.
Si usted leyera todos los pasajes de las Escrituras que se refieren al pago de los empleados,
encontraría que existe una abundante referencia sobre el tema. Cuando terminé de
estudiar en detalles estas referencias, llegué a varias conclusiones:
3. Lo que Dios quiere es un pago justo, porque la justicia debe caracterizar todo lo que un
cristiano hace.
Cada una de estas conclusiones da lugar a una serie de preguntas. ¿Cuál es realmente la
necesidad mínima de alguien? ¿Cómo se puede recompensar el esfuerzo personal
cuando los sindicatos son tan fuertes? ¿Qué es «lo justo» cuando se trata de sueldos? ¿Se
debe recompensar la lealtad?
No pretendo tener todas las respuestas a estas interrogantes, pero pienso que puedo
ayudar a dilucidar algunos puntos básicos. Es necesario recordar que nuestra relación con
el Señor no consiste en seguir una lista de reglas preestablecidas. Los judíos pretendieron
hacerlo y el resultado fue «el manual de reglas de los fariseos». Tenían una regla tras otra
para todo, pero el Señor les dijo: «¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el
camello!» (Mateo 23:24). Siempre es necesario acudir al Señor para pedirle sabiduría con
el fin de aplicar el plan de Dios con equidad y lógica.
Una de las maneras en que puedo determinar las necesidades mínimas de otros es
simplemente ponerme en su situación e imaginar si podría vivir con lo que estos ganan. Si
los empleadores hicieran esto con sus empleados (con sinceridad), la mayoría tendría que
admitir que no les pagan un sueldo justo.
No hay nada en la Biblia que indique que todos debemos ganar igual, ni que el dueño no
pueda obtener más ganancias que sus obreros. Pero sí habla acerca de estafar a los
obreros y no darles lo que les pertenece: «¡Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salas
sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, y no dándole el salario de su trabajo!»
(Jeremías 22:13).
La lealtad se puede definir como la entrega total a una persona, a pesar de las
adversidades. Según esa definición, la lealtad es una cualidad muy rara en estos días. Si
tiene un empleado leal, deberá hacer todo lo posible para recompensar esa cualidad.
Recuerde que la lealtad engendra lealtad, de modo que así brotará en ambas
direcciones.
La Palabra de Dios honra a quienes son leales a sus superiores y esto incluye pagos extras.
Sin duda, Dios lo hizo con David en base a su lealtad hacia Él. A través de la Biblia hay
decenas de ejemplos en los que se ve que Dios recompensa la lealtad y castiga la
infidelidad humana.
¿En qué beneficia a un patrón tener empleados leales y que acatan con fidelidad sus
decisiones en lugar de ir en su contra? Cualquiera que haya tenido que tratar con
empleados desleales puede contestarlo. Es una cualidad que vale la pena todo lo que se
pueda pagar.
En los últimos años muchos maestros cristianos afirman que pedir dinero prestado es
siempre antibíblico. Están equivocados. Sinceramente, me hubiera gustado que existiera
una norma así en la Palabra de Dios. Esto haría que algunas enseñanzas p 201
relacionadas al tema resultaran más sencillas. Pero las Escrituras no prohíben los préstamos.
Me gustaría recorrer los argumentos básicos de los llamados absolutistas (quienes creen
que cualquier préstamo es pecado).
Primero, apuntan y con razón los peligros inherentes a esa práctica. Las deudas han
provocado:
• Derroche de millones de dólares que podrían usarse en un fin más digno como darlo a
la obra del Señor.
El pasaje que más citan los absolutistas es Romanos 13:8: «No debáis a nadie nada, sino el
amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley». Es lamentable
que este versículo no signifique lo que aparenta a primera vista. El apóstol Pablo era un
escritor muy cuidadoso en lo que respecta a preceptos bíblicos. Cuando hablaba sobre
cualquier doctrina fundamental, se apoyaba en las enseñanzas del Antiguo Testamento.
Cada vez que veía la necesidad de agregar o quitar de alguna doctrina anterior dejaba
bien en claro lo que hacía. A veces iba tan lejos como decir que se trataba de su «opinión»
como de alguien basado firmemente en el Señor.
Si Pablo hubiera enseñado que el creyente no debía pedir dinero prestado, hubiera
presentado antes la evidencia contraria p 202 al Antiguo Testamento; allí se habla de la
necesidad de un año de remisión y un año de jubileo, momento en que todas las deudas
se perdonaban. ¡Esto hubiera estado totalmente de más si contraer deudas hubiera
estado prohibido! En este caso, la doctrina de Pablo hubiera sido algo nuevo y lo hubiera
expresado claramente, como lo hizo en el pasaje de Romanos 7. Allí describe la manera
en que el Antiguo Testamento se relaciona con los cristianos. (Otro ejemplo del
establecimiento de una doctrina nueva se encuentra en Mateo 19:8, cuando el Señor
cambió la ley del divorcio: En esa oportunidad les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón
Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así».
En Romanos 13:8 Pablo no redefine las reglas bíblicas sobre pedir dinero prestado. Les dice
a los cristianos: «Paga las deudas, excepto las deudas de amor hacia otros; pues éstas
nunca se terminan de pagar»
Espero que a esta altura se haya dado cuenta que aunque Dios nunca prohibió pedir
dinero prestado, dejó normas para guiarnos. He llamado a algunos de ellos «los principios
del no»:
• No firmar garantías.
Observe que estas afirmaciones las llamé «principios». Por lo general, la Palabra de Dios se
divide en dos grandes categorías: principios y mandamientos. Los principios son casi
siempre instrucciones para ayudarnos a tomar decisiones inteligentes y no son absolutos.
Por ejemplo, el libro de los Proverbios contiene más de una docena de advertencias
acerca de ser codeudor de otro. No son mandamientos, sino normas. En otras palabras,
cuando salir de fiador de otros no es un pecado, sino poco sabio. Como dice Proverbios
20:16: «Quítale su ropa al que salió por fiador del extraño, y toma prenda del que sale
fiador por los extraños». Cualquiera que firme por las deudas de otro y luego le falla,
comprende la sabiduría de estas palabras. Pero si aún así quiere salir de garante por las
deudas de otros, puede hacerlo. Simplemente no cuente con la simpatía del Señor si
ocurre algo.
La Palabra de Dios también cuenta no sólo con normas, sino con mandamientos bien
claros. El mandamiento bíblico más importante sobre préstamos es este: «Debes pagar
todas tus deudas».
Si tiene un negocio, lo decida o no, presta dinero (a menos que sólo haga envíos después
que le pagan la mercadería). Muchos negocios buenos fallan por tener una mala política
de créditos. Debido a que la concesión de créditos se ha vuelto una necesidad para
nuestra generación, la pregunta que cualquier creyente tiene que hacerse es: ¿A quién y
cuánto dinero debo prestar?
Algo que cualquier cristiano debe preguntarse es: «¿Debo otorgarles crédito a otros si no
lo hago para Mí mismo?» La respuesta a este interrogante ya se dio en el capítulo anterior
cuando analizábamos la solicitud de préstamos. Como en la Biblia no se prohíbe pedir
préstamos, tampoco se impide darlos. En otras palabras, puede hacerlo a menos que
tenga convicciones muy fuertes en contra que violan su conciencia si lo hace.
El uso de tarjetas de crédito es la manera más común de otorgar crédito a los clientes, al
menos en la mayoría de los negocios al por menor. Si bien esto quita la carga al
comerciante de tener que cobrar la cuenta, no lo exime de la responsabilidad de decidir
quiénes están en condiciones de actuar en base a créditos.
¿Cómo se puede hacer una cosa así cuando se presenta alguien que quiere llevarse
mercadería con tarjeta de crédito? Realmente, lo único que se puede hacer es
asegurarse de no promocionar el uso de dichas tarjetas de quienes no están en
condiciones de usarlas.
Cuando se otorga crédito hay una regla muy importante que se debe seguir: Nunca preste
más de lo que está en condiciones de perder.
El principio que enfatizaría en este punto está en Mateo 12:7: «Y si supieseis qué significa:
Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes». Cuando busca el
equilibrio correcto, recuerde que siempre a Dios le interesa más la salvación de las
personas que cobrarles su deuda. En cualquier cosa que haga, trate de poner siempre en
primer lugar a la persona y cuando vacila en qué hacer, otórgueles el beneficio de la
duda. Es mejor sufrir la pérdida de una deuda que ofender innecesariamente a alguien
que no puede pagar (no el que no quiere).
9. DECISON DE DESCUENTOS
En Proverbios 11:1 se nos dice: «El peso falso es abominación a Jehová; mas la pesa cabal
le agrada».
El principio que está detrás de las pesas diferentes es muy simple. En tiempos bíblicos era
común que los mercaderes y los que vendían el grano de puerta en puerta tuvieran dos
juegos de pesas dentro del bolso que colgaba de su cintura. Cuando vendían el grano en
una comunidad de gente pobre usaban las pesas livianas para pesar su mercadería,
porque sabían que los pobres no tenían balanzas para verificar el peso. Pero cuando
vendían en las zonas de personas de más altos recursos usaban las pesas correctas,
porque a menudo el comprador usaba su propia balanza para verificar la honestidad del
vendedor. ¡Ser descubierto con pesas falsas podría significar un viaje directo a trabajar en
las minas de piedra!
Todo cristiano que decide llevar adelante una empresa se enfrenta a diario con decisiones
cruciales. En realidad, las decisiones fueron necesarias aun antes de empezar a funcionar
el negocio. ¿Debo buscar un socio? ¿Quién tiene que llevar el control? ¿Debo integrar
una corporación? ¿Tengo respaldo si el negocio llegara a fallar? ¿Quién se hará cargo del
negocio en caso de que muera? Cada una de estas preguntas puede contestarse con la
ayuda de la Palabra de Dios. Si usted ya tiene una empresa funcionando, quizás necesite
revisar algunas de las pautas asumidas con anterioridad.
En tiempos de Pablo, el yugo era la ilustración más adecuada de una sociedad entre
iguales, como sucede en el matrimonio. Los animales debían seleccionarse con cuidado
para transportar la carga. Si un animal era más grande que otro, el pesado yugo hubiera
presionado desigualmente sobre el animal más pequeño pudiendo con el tiempo hacer
que cayera bajo el peso de la carga. También debía equilibrarse a los animales en
temperamento. Sólo tenía que haber un líder que no podía faltar para guiar al otro. Si
ambos querían dirigir, lucharían por el dominio hasta desgastarse. Si ninguno de los dos p
259 querían hacerlo, se detendrían en el momento menos pensado o deambularían sin
rumbo. Por tanto, la pauta de Pablo sobre el yugo indicaba exactamente eso: igualdad y
equilibrio.
En 2 Corintios 6:14, Pablo expresa: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque
¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las
tinieblas?» Este pasaje ha tenido muchas interpretaciones, pero la más directa es que esa
unión se refiere a «estar unidos en una tarea en común». El ejemplo más bíblico de esa
relación es el matrimonio. En el matrimonio dos personas están unidas para la tarea común
de llevar adelante una familia.
Pero cuando mi esposa quería diezmar a la iglesia, me oponía a lo que pensaba que era
una estupidez. En este período de tres años que viví siendo incrédulo con una esposa
creyente, aprendí algo que he comprobado básicamente en todo tipo de relación entre
un creyente y un incrédulo: Si la sociedad sobrevive es porque el cristiano ha aceptado
sacrificar lo mejor de su relación con Dios. Esto es así tanto en el matrimonio, como en
cualquier sociedad laboral.
Hasta el momento he analizado el tema de los diezmos en otros libros, pero quisiera
referirme de nuevo a los interrogantes que nos plantean la mayoría de los negociantes.
Algunos maestros muy conocidos enseñan que el diezmo no se ajusta a los cristianos
porque se trata de una ley del Antiguo Testamento y que concierne sólo a los judíos. Creo
que esta enseñanza es errónea, como también lo es la posición opuesta de que diezmar
es un mandamiento ineludible para todo el pueblo de Dios. No creo que diezmar sea un
mandamiento para el pueblo de Dios, ni constituye algún requisito de ingreso al
cristianismo. Pero, una vez dicho esto, debo agregar que tampoco creo que se
contrarreste un extremo adoptando el otro.
p 274 El diezmo nunca fue una «ley». Si bien el diezmo se menciona a menudo en los libros
de la Ley, nunca se plantea una sanción para el que no diezma. Si examina las leyes que
Dios le dio a los hombres, observará que hay severas sanciones para los transgresores que
les aplicarían otros hombres. Sin embargo, nunca se autorizó a un judío que castigara a
otro por no diezmar.
Es cierto que había consecuencias asociadas a la falta del cumplimiento de esta práctica,
como la expresada en Malaquías 3:9: «Malditos sois con maldición, porque vosotros, la
nación toda, me habéis robado». Está claro que la idea siempre fue que el diezmo era la
contribución voluntaria a la obra de Dios, como Pablo claramente lo expresó en 2 Corintios
9:7: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque
Dios ama al dador alegre».
Cada vez que el Señor, o alguno de sus apóstoles, analizaba un asunto bíblico, definía
muy bien cualquier modificación que se introdujera respecto al Antiguo Testamento.
Podríamos dar como ejemplos los temas del divorcio, de los sacrificios, de la retribución y
del día de reposo. Si el tema del diezmo hubiera sido un problema para los cristianos del
tiempo de Pablo, estoy seguro de que hubiera precisado claramente los cambios respecto
a la enseñanza del Antiguo Testamento en concordancia con la voluntad del Señor para
los cristianos.
En otras palabras, el principio del diezmo se ajusta tanto a los cristianos del siglo veinte
como lo fue a Abraham que dio los diezmos por primera vez cuatrocientos treinta años.
Proverbios 3:9 dice: «Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos».
Las primicias de todos tus frutos pueden expresarse también como «tu cosecha». Cuando
un granjero termina una cosecha, tiene costos asociados a ella. Esto incluye los salarios de
sus obreros y los pagos a proveedores y acreedores. En nuestra época, el granjero
promedio no puede diezmar ni siquiera una pequeña proporción de su cosecha, porque
los costos son altos y los beneficios bajos. Sin embargo, conozco varios granjeros que
pueden diezmar y aun así mantienen un buen nivel de vida. Lo que es común a todos es
que están libres de deudas. No piden préstamos para sembrar, ni para pagar los
impuestos. Sólo piden préstamos para extender sus operaciones y nunca usan su
propiedad como garantía para adquirir más tierra.
Muchos cristianos de hoy en día piensan que es casi imposible diezmar de los ingresos
brutos. Y es cierto, en tanto el creyente siga conduciéndose con las reglas del mundo. Pero
es asombroso que lo que para una persona resulta imposible, para otra se torna su
principal testimonio.
18. LA JUBILACIÓN
«Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo».
Me pregunto cuántas personas asociarían este pasaje de Proverbios 6:10 y varios otros que
se le parecen con la jubilación. No son muchos, me parece, a pesar de que el sentimiento
que expresan los pasajes corresponde a la idiosincrasia de la mayoría de las personas
(incluyendo los creyentes) respecto a la jubilación. La gente desea trabajar sólo lo
necesario para retirarse y hacer lo que tengan deseos. Son muchos los que están
atrapados en carreras sin significado y que anhelan escapar mediante la jubilación. Sin
embargo, así desperdician muchos buenos años de su vida.
Se nos ha vendido una mentira respecto a la jubilación, sobre todo con relación a los
cristianos propietarios de negocios. Desafío a cualquier cristiano para que justifique,
partiendo de la Palabra de Dios, los millones de dólares que se recaudan para lo que
llamamos «retiro».
Cualquier cristiano que reflexione debería llegar a la conclusión de que nuestro sistema de
jubilación no es bíblico y por lo tanto se trata de una moda pasajera. Un argumento que
he escuchado a favor de la jubilación es que las personas viven más que antes y por lo
tanto necesitan del sustento para retirarse porque dejan de ser productivos. Eso es cierto
sólo en parte. No obstante, si comparáramos la esperanza de promedio de vida de
nuestros contemporáneos, con las primeras generaciones de las que nos habla el Génesis,
veremos que los nuestros parecen jóvenes. Parece que entonces permanecían jóvenes y
productivos por varias décadas más que ahora.
Creo que hay algunos principios en Proverbios que pueden aplicarse hoy a la jubilación,
pero sólo en relación al ritmo más tranquilo que debemos ir adoptando con la edad y no
a la interrupción de las actividades.
Las estadísticas indican que el tiempo de la «siega» para la mayoría es el período entre los
veinticinco y los sesenta años. Por lo tanto, sería del todo prudente que separemos en ese
tiempo un porcentaje para las últimas etapas de nuestra vida, cuando nuestra capacidad
de obtener ingresos disminuya y a fin de que no nos tornemos en una carga para nuestros
hijos.
Pero es importante equilibrar este razonamiento con la instrucción que nos dio el Señor
acerca del rico insensato:
También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había
producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo
dónde guardar p 285 mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré
mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes
tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo:
Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es
el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios (Lucas 12:16–21).
Tomemos el ejemplo del apóstol Pablo. Es claro que sirvió un tiempo prudencial en la obra
del Señor aun antes de iniciar su tercer viaje misionero. Nadie lo hubiera criticado si se
retiraba en Éfeso o en Corinto a escribir sus memorias. Hasta podría haber regresado a su
casa cercana a la ciudad de Tarso y vivir en paz la última parte de su vida. En Hechos 21
se nos describe su último viaje después de anunciarles a los ancianos en Éfeso que iba
camino a Jerusalén y que ya no volverían a verlo. Sin duda, Pablo frisaba la edad de
setenta años, una persona mayor, aun desde nuestro punto de vista. Desde la perspectiva
de su generación era un anciano. Se nos dice que Pablo necesitaba un compañero
constante a causa de su escasa vista. A pesar de ello, no pensaba en retirarse hasta tanto
estuviera en condiciones de ejercer la labor que Dios le asignó. Si la jubilación es un
concepto bíblico, parece que Dios olvidó mencionárselo a Pablo.
Recuerdo lo que R.G. Le Tourneau le dijo a su amigo de toda la vida, el Dr. Robert
Barnhouse, respecto a la jubilación: «Quizás me retire algún día, pero estoy demasiado
ocupado en este momento». Cuando lo dijo, tenía alrededor de ochenta años.
En su último año de vida cruzaba Estados Unidos y se dirigía hacia América Latina
predicando el evangelio y ayudando a los cristianos del Tercer Mundo a adquirir técnicas
para el abastecimiento de su alimentación. Obviamente, sentía que tendría tiempo para
descansar cuando llegara a la eternidad. Esa es una perspectiva que beneficiaría a
muchos creyentes de hoy en día.
Recordemos las palabras de nuestro Señor en Mateo 24:44–46: «Por tanto, también
vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les
dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le
halle haciendo así». Si piensa realmente que puede dedicarse mejor a la obra del Señor
jubilándose, hágalo, pero de lo contrario reflexione sobre sus metas.
Hay un viejo refrán que dice: «La información sin aplicación produce frustración». Hasta el
momento, usted dispone de una gran cantidad de información nueva para revisar y
evaluar. Luego debe decidir qué hacer o lo que Dios quiere que haga con ella. Creo que
las reacciones pueden clasificarse en tres grupos generales.
El segundo grupo aceptará de lleno los principios y tendrá un deseo sincero de aplicar la
Palabra de Dios a cada área de su vida, incluyendo los negocios. Pero como dijo el Señor:
«El afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa»
(Mateo 13:22). Este grupo será en realidad el más frustrado, porque conocer la verdad y
no ponerla en práctica es por lo general peor que desconocerla por completo (al menos
en esta vida). Parece bastante fácil aplicar la Palabra de Dios dentro de los límites del
escritorio o la oficina. Después de todo, es muy bueno decidir diezmar de los ingresos del
negocio o tomar el compromiso de incluir a su esposa en p 296 las decisiones laborales.
Pero es totalmente distinto permitirle a Cristo que gobierne sus pensamientos y acciones
día a día.
El tercer grupo es el que más me alienta. Son los que ponen en práctica la Palabra de
Dios. Si usted se encuentra en este grupo, ya habrá advertido que Dios quiere que haga
algo y está decidido a hacerlo.
Lo que queda de este libro lo escribí exclusivamente para usted, porque contiene ideas
prácticas acerca de cómo implementar el plan de Dios en su negocio.
Pero primero permítame despedirme de quienes cerrarán este libro o cualquier otro sobre
principios bíblicos, sin cambiar nada en su vida. Usted debe aceptar con todo su peso las
palabras de Jesús en Mateo 16:24–26:
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere seguir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y
todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al
hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el
hombre por su alma?
Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y
tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste,
porque tenía muchas posesiones. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo,
que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
Una vez escuché a un periodista preguntarle al senador Harold Hughes, de Estados Unidos,
cómo podía estar seguro de que había «nacido de nuevo». Era obvio que a este hombre
algo lo transformó. Su respuesta fue: «Todo lo que puedo decirle, amigo, es que antes era
ciego y ahora veo». Si usted no tiene esa misma seguridad en su vida, necesita considerar
lo que dijo el apóstol Pablo: «Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y
creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el
corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación» (Romanos
10:9–10).
p 297 No se pase la vida pensando que de alguna forma puede abrirse paso hacia el reino
de Dios, pues esto no es cierto. El único camino es el mismo de cada creyente en todos
los tiempos: debe entregar su vida y sus posesiones al Señor y permitir que el Espíritu Santo
dirija y controle todo su ser.
EXÁMEN
Realice una crítica constructiva de cada uno de los siguientes capítulos y explique
cómo puede aplicarlos a su empresa o a la empresa para la cual trabaja.
Es importante reconocer que la sociedad actual está mas interesada en lo que se obtiene
materialmente hablando, más que en el desarrollo humano. Para ver los negocios a la
manera de Dios, se requiere un cambio de paradigma y tener la disposición de poder
cambiar. El autor lo dice claramente, lo más difícil es llevarlo a cabo.
En mi caso, de los negocios que llevo, ha sido un aprendizaje constante, pero por supuesto
es importante que Dios pueda dirigirlos.
Estoy profundamente convencida que el llevar a cabo los diseños de Dios, siempre traerán
grandes beneficios, Necesitamos dejar de pensar en los beneficios rápidos para pensar en
la eternidad. La realidad de hoy deberá ser vista únicamente como un entrenamiento
para la eternidad.
La tarea no solo será escribirlas sino estar completamente firme en que se van a llevar a
cabo.
Existe una necesidad de hacer las cosas a la manera de Dios, el autor es muy específico
en este tema. No se trata de lo que personalmente se quiere, sino de lo que Dios esta
pidiendo.
Los negocios, pareciera que es un tema fuera de la Biblia, pero hay principios que llevaran
a consolidar un negocio que no dependa de nosotros, sino de Él.
Creo que es muy acertada la aportación del autor al mencionar que el matrimonio puede
aportar para el beneficio de un negocio pues generalmente se ha pensado que estos no
podrían funcionar.
Creo que es un beneficio mutuo, el negocio avanza, pero el matrimonio crece también
pues juega un papel muy importante la comunicación, el valor que se entrega, la atención
y por supuesto la fe ambos. Es un reto que vale la pena tomar, es dejar a un lado la
indiferencia o la suposición que no funcionará. Es un reto para la preparación y el trabajo
en equipo.
5. Capítulo 9. Decisiones de contratación