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Cuentos y Parabolas

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No me mueve mi Dios para quererte

El cielo que me tienes prometido,


ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tu me mueves Señor, muéveme el verte


Clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme tu el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme en fin, tu amor y en tal manera


Que aunque no hubiera cielo yo te amara
Y aunque no hubiera infierno te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,


Porque aunque lo que espero no esperara,
Lo mismo que te quiero te quisiera.

(Santa Teresa de Ávila)

SEÑOR JESÚS, TE AMO Y TE AMARÉ


ETERNAMENTE
“… cuando
hayan
hecho todo
lo que les
ha sido
Señor Jesús, tu me diste la gracia de ser ministro y siervo de tu
Cuerpo Bendito.
Cuántas veces llevo el calor de tu visita a los enfermos de la
comunidad y distribuyo tu Cuerpo a hombres y mujeres en la
Celebración Eucarística.
Siento una gran alegría de ser tu servidor y poder encontrar a
personas sencillas y pobres, enfermas y ancianas, que esperan
la visita reconfortante de tu Amor.
Que yo sea un digno servidor, que conserve siempre en mí esa
actitud de servicio y de entrega que marcaron tan bellamente
tu trayecto terreno.
Aún hoy, en la Gloria, en el misterio del signo del Pan, tú te
entregas a los hombres y te sirves de mis manos y de mi vida
para hacerte ofrenda.
Haz, Señor, que las palabras de mis labios correspondan a mi
vida, que sea puro de corazón y de intención, y que yo
desaparezca por completo en mi ministerio.
Que sea hermano de aquellos hombres y mujeres que reciben
tu Cuerpo. Que ellos estén presentes en mi oración en todos los
momentos.
Finalmente, Señor, que yo te sirva con toda humildad,
Amén.
EL CAMAROTE

El capitán de un barco tenía su camarote como si fuera un palacio, la limpieza diaria nunca le
faltaba y cualquier avería la mandaba a reparar inmediatamente, las paredes estaban ricamente
ataviadas con adornos y con material impermeable. Todo estaba en orden y a punto en el camarote
del capitán.
Pero el resto del barco no corría con la misma suerte, la cubierta estaba sumamente
descuidada, desaseada y lo demás desvencijado, no todas las luces funcionaban y los cables
estaban carcomidos por las alimañas, en la enfermería no había ni siquiera un implemento de
primeros auxilios, el sistema de seguridad brillaba por su ausencia y no habían botes ni balsas
salvavidas, el agua amenazaba con anegar todo. Todo ello por negligencia, descuido y falta de
interés.
Un día el barco se inundó y el agua provocó un cortocircuito, la embarcación comenzó a
incendiarse y hundirse. El capitán se refugió en el único sitio seguro que él había preparado con tanto
esmero: su camarote. Pero éste se hundió con toda la tripulación y la nave destartalada, porque el
camarote era también parte del barco.
Mientras cuidemos solamente nuestras cosas y no las de los demás no estaremos seguros en
ellas. Mientras nos preocupemos solamente por lo privado y descuidemos lo público, no disfrutaremos
plenamente nuestras propiedades. Porque la vida no es exclusivamente nuestra, también parte de la
de los demás.
Esto hace recordar aquel viejo chiste:
En un avión en pleno vuelo uno de los pasajeros iba profundamente dormido y roncaba
estrepitosamente, de pronto los motores empezaron a fallar y la nave comenzó a caer en picada,
todos gritaban desesperadamente.
El dormido se despertó.
- ¡¿Qué pasa?!, ¡¿por qué esos gritos tan escandalosos?! – preguntó.
- ¡Señor despierte! – le dijo una señora envuelta en llanto y desesperación - ¡El avión se
está cayendo!
- ¡¿Y usted por qué se alarma?!, ¿acaso el avión es suyo? – se acomodó en su asiento y
continuó durmiendo… nunca más despertó.
Si existe algún país en donde sus escuelas privadas estén en mejores condiciones que las
públicas, cualquier centro médico preste mejor atención que el hospital, los jardines de las casas
estén más limpios que las plazas, lo privado sea más protegido que lo público en general, la
dirigencia sea respetada y la gente del pueblo pisoteada, si ese país existe no va a llegar más allá de
donde ha llegado.
Amemos lo privado y lo público también, pero la mejor forma de amar lo nuestro es amando lo
de los demás. Si quieres que tu hijo crezca sano y en una sociedad justa, lucha por una buena
educación para todos; si quieres disfrutar tu mesa haz lo posible para que todos tengan la suya, si
quieres ser atendido clínicamente con excelencia, lucha para tener hospitales dignos, porque hay es
donde te van a llevar en cualquier emergencia. La mejor forma de cuidar tu camarote es cuidando el
barco de todos.

Quien ama lo público ama también lo privado,


pero no necesariamente al revés.
CARRO SINCRÓNICO

Los que aprendieron a conducir en un carro sincrónico o Standard saben lo que se sufre por
lo imposible que parecía lograrlo, pues uno no se explicaba cómo hacer esos cambios de marchas.
¿Para qué tanto movimiento de meter y sacar palancas?
Un tío mío me enseñó a manejar, aunque creo que él no me enseño, yo tuve que aprender
pues me regañaba cada vez que no entendía, que era la mayoría de las veces. Me indicaba en dónde
quedaban los cambios, pero nada que los veía. Por lo difícil que era y por sus gritos estuve a punto
de desistir.
- Mira “muchacho’el carajo” eso es fácil, las velocidades de un carro son como una “H” –
me decía mi tío.
- ¡Ahhh!, ahora sí… - contestaba yo.
- ¡¿La ves?! ¡¿Ves la “H”?!
- No – y más gritos me pegaba.
Sí, nuestros instructores nos enseñaban que los cambios de velocidades de un carro estaban
dispuestos en forma de “H”, nos explicaban que la primera se utilizaba para arrancar, para subir algo
muy empinado o bajar una cuesta muy pronunciada, de esta forma se ahorraría frenos; la segunda
era para acelerar más el motor, la tercera daba más revoluciones y la cuarta era el máximo de
velocidad, hasta donde llegara la capacidad del motor.
- ¡Ahhh!, ahora sí entiendo – decía yo -, ¡son cuatro marchas!
- No, “muchacho’e mierda” – contestaba mi tío, él era muy grosero -, son seis, te falta el
retroceso y el neutro.
- ¿Para qué es el retroceso?
- Para echar para atrás, porque alguna vez hay que retroceder y el neutro es para que te
quedes tranquilo, para que no te muevas, para que el carro descanse.
Los instructores explicaban que el retroceso se conseguía hundiendo la palanca ligeramente
hacia la izquierda y colocándola casi en paralelo a la primera, y el neutro estaba exactamente en la
raya horizontal de la “H”. Todo esto tratándose de un Volkswagen de la década de los 60.
- ¡Ah…!
Después de esta explicación la cosa parecía sencilla, por lo menos más fácil que recibir gritos
y regaños. Pero cuando uno llegaba al carro no se veía esa letra por ninguna parte, esto nos
desanimaba y creíamos que nunca lo lograríamos. Pero poco a poco, con la paciencia y las peleas
del instructor conseguíamos descifrar la famosa “H” y mover las cuatro ruedas.
Luego había una pregunta obligatoria:
- ¡Tío, tío!, ¿cuándo meto la segunda?, ¿la tercera?, ¿y la cuarta?
- El motor te la pide – contestaba tranquilamente.
Ahora sí se me complicó la cosa y cuando todo parecía ir bien. ¿Cómo el motor de un carro
va a pedir las velocidades?, ¿cómo va a hablar?, ¿acaso dice: “¡Rrrrrr mete la segunda, rrrrrr!, ¡rrrrrr,
ahora la tercera, rrrrr!, ¡rrrrrr ahora vuelve a la segunda, rrrrr! ¿Cómo un motor puede pedir la
velocidad que necesita?. Eso era para mí incomprensible, si no entendía las explicaciones de mi tío,
¿cómo iba a entender las del carro?
Ahora me doy cuenta de que eso es verdad, el motor pide la velocidad que debe ser y la que
necesita. Todos los que saben manejar, los que son choferes, conocen el lenguaje del motor y saben
cuál marcha está pidiendo, por eso sufren cuando un carro lo llevan en segunda y está exigiendo
cuarta.
Así pasa con la vida, algunos la llevan el “primera” todo el tiempo; otros no salen de
“segunda”, hay quienes quieren arrancar sus proyectos en “cuarta” de una vez sin pasar por las
demás velocidades y muchos se paralizan en “primera”, van como frenados. Los que conocen de
abundancia sufren cuando alguien lleva la vida en una velocidad menor a la que ella está pidiendo.
Otros, los peores andan todo el tiempo retrocediendo. El motor de un carro “pide” pide la
velocidad que necesita pero nunca el retroceso, tú se lo pones. La vida te exige muchas “velocidades:
que llores, que rías, que te decepciones… la vida te hace pasar por muchos sentimientos variados y
opuestos entre sí, así es ella. Pero lo que nunca te pedirá es que vivas en el pasado y tampoco en
“neutro”, esa es tú decisión. El pasado es para recordarlo, no para anclarse en él. ¿Porqué no
cambias de velocidad?. Es verdad, hay momentos que hay que echar “pa’tras” pero no todo el tiempo.
- ¿Cómo estás?
- Ahí viviendo… que ya es bastante.
- ¡Ay!, andas en neutro.
Si no has empezado a disfrutar las cosas bellas de la vida es porque andas en neutro. La vida
en sí no basta, lo que la llena y le da sentido es algo más que comer, dormir, respirar porque no
hemos venido a este mundo solamente a vivir, sino a vivir en abundancia. ¿Quién vive en
abundancia?. El que le da a la vida la “marcha” que ésta pide. Vivir a plenitud es… reír, llorar, amar,
perdonar, estar triste, experimentar alegría: ¡ser feliz!... en abundancia. Solamente vivir es para los
animales.

Por eso Jesucristo dice en Juan 10, 10:

“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”

MAESTRA NO QUIERO
APRENDER LA “P”

No puedo quedarme dormido, doy vueltas en la cama, miro el techo, le cuento los agujeros
por donde se mete la luna y el agua cuando llueve. Me volteo y me asomo para ver los zapatos
nuevos y el uniforme colgado en el clavito. Esta noche es lenta, como la noche que se llevaron a
Pedro, mi hermano, tengo un susto en la barriga y tengo miedo de aprender la “P”.
Cuando llegamos esta tarde, mi mamá entro rapidito para la cocina, montó la perolita del café,
con un poquito que había quedado de esta mañana, se lo tomó, se puso las manos en la cabeza, se
apoyo en la pared y rompió a llorar, siempre llora después de tomar café. Entró la Sra. Blanca -
¿María cómo dejaste a Pedro? – Bien, dentro de lo posible, le contestó mi mamá, secándose la cara
con el trapito de agarrar las ollas. Buscó en el cuarto el pantalón, la camisa del uniforme y la plancha,
mientras la señora Blanca le hablaba. ¿Y eso, por fin le pudiste comprar el uniforme? Sí, por fin le
pudiste comprar el uniforme, mañana le toca ir para la escuela, vamos a ver si la maestra lo aguanta -
le respondió mi mamá.
Seguramente, cuando mi mamá me fue a inscribir se lo dijo a la maestra, que yo era
insoportable, que todo el día me la pasaba en la calle jugando a la pelota, porque ella siempre me
dice que me gusta lo malo, que salimos igual a mi papá.
¡Vamos a ver si este le gusta estudiar! Y no se escapa de la escuela para ir a matar pájaros,
como lo hacia Pedro.
La señora Blanca se puso las manos en la cabeza, se sacudió el cabello y comentó en voz
baja ¡estos muchachos si que echan vaina! Y se fue.
Mientras mi mamá planchaba, yo recordaba lo que mí hermano me había dicho en la
mañana – Chamo, mañana vas pa’ la escuela. ¡Que arrecho! Se puso como triste, se calló un ratico y
después me contó. A mí me gustaba la escuela, siempre que pasaba por allí me quedaba viendo a
los muchachos jugando en la cancha. La noche antes de ir a la escuela estaba contento, mí mamá
me había planchado el uniforme y tenía zapatos nuevos, me tocó la maestra Luisa ¡maestra pa´
arrecha! – Mira tú métete la camisa por dentro, amárrate las trenzas y métete en la fila ¿yo? ¡Sí tú!
Todos los días antes de entrar al salón se paraba como un soldado… bueno después de
hablar y reírse con los otros maestros, se ponía seria y empezaba a dar gritos.
¡Pedro cállate, haz la fila! ¡Métete la camisa por dentro, amárrate las trenzas!
¡Mira mijito deja de hablar! ¡No van a entrar hasta que no se callen y formen como es debido!
Después en el salón, llenaba la pizarra de letras y decía: haber si mañana hacen algo bueno,
hoy se portaron malísimo.
Tú Pedro, eres un desastre, haber si te acomodas.
Repetí mi primer grado, no aprendí ni a leer, ni a escribir, ni a copiar. La maestra siempre le
mandaba notas en el cuaderno a mi mamá:
El niño no sabe leer.
El niño no quiso hacer nada.
El niño no se supo la lección.
Al principio se las enseñaba a mi mamá, pero como me caía a palos, después arrancaba la
hoja.
Una vez la maestra le mandó un mensaje, “ayude al niño con las lecciones”; esa no la
arranqué, pensé que me podía ser útil. Cuando logró descifrar el mensaje (porque mi mamá no sabía
leer muy bien que se diga), se sentó conmigo y una tabla en la mano. Mira Pedro, por lo menos
apréndete la “P” de Pedro o la de Palo, el que vas a llevar si no prestas atención.
Y eso fue verdad, he llevado el palo parejo. Esa “P” me ha atormentado toda mi vida, Peleas,
Policías, PTJ, Puta, y todo por la “P”, por P de Pendejo, por no querer estudiar, por “P” de Parrandero,
de Peleador, “P” de Preso.
Pedro se había quedado con todas las ilusiones de la vida, allí trancado, pero ahora sin la “P”
de Poder salir. ¿Maestra será que yo voy a ser como Pedro? ¿y usted como su maestra… que nunca
vio nada bueno en él y él nunca vio nada bueno en la escuela?
Ahora montado en mi cama, agachándome a cada rato para ver mis zapatos nuevos y
volteando para ver mi uniforme colgado en un clavito, pienso en usted… ¿será que me irá a recibir
con una sonrisa cada mañana?... ¿que me tome de la mano cuando estoy perdido, que me abrace
cuando me vea triste o cuando logre descubrir que me encanta aprender?... ¿será maestra, que usted
tenga para nosotros un hermoso salón, lleno de cuentos, libros bonitos y figuras en la pared?... ¿me
dejará usar mis colores nuevos, podré pintar mi casita, mi mata de mango, mi perito?. Maestra será
que usted le escribirá a mi mamá para decirle:
Cada día el niño aprende algo nuevo.
La felicito señora, tiene un hijo maravilloso.
Maestra, ¿será que me encontraré mi nombre en la cartelera, con mi foto y una palabrota?…
“BIENVENIDOS NIÑOS”, amantes de la buena lectura, Trabajadores, Estudiosos, Prósperos,
Productivos, Participativos; y así conocer otras palabras por la “P” y conocer la “S” de Solidaridad, de
Sabiduría, la “” de Libertad y la “F” de Felicidad.
Buenas noches maestra, hasta mañana.

En memoria de Daniel, a quien le mataron su cuerpo a los 15 días después de salir


de la cárcel y le asesinaron su espíritu mucho antes.
A los padres y maestros, con el propósito de que abonen la tierra siempre con
palabras dulces en sus corazones, arranquen con cuidado la maleza y rieguen con
sabiduría las bondades de los niños,

ELLOS SON MARAVILLOSOS.


EL AGUILUCHO
“Un hombre encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en el nido de una gallina de
corral. El aguilucho fue encubado y criado con la nidada de pollo. Durante toda la vida, el águila hizo
lo mismo que hacían los pollos, pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos
e insectos, piando y cacareando. Incluso se sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual
que hacen los pollos. Después de todo, ¿No es así como vuelan los pollos? .Pasaron los años y el
águila se hizo vieja. Un día diviso muy por encima de ella, en límpido cielo, una magnifica ave que
flotaba elegante y majestuosamente por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas
alas doradas. La vieja águila miraba asombrada hacia arriba: ¿Que es eso?, Pregunto a una gallina
que estaba junto a ella. “Es el Águila, rey de las aves” respondió la gallina “Pero no pienses en
ello. Tu y Yo somos diferentes de el”.

REFLEXION
1. ¿Por qué el Águila nunca supo quien era realmente?
2. ¿Qué enseñanza nos quiso dar el autor?
El
Hombre Vela
Había un hombre vela que cansado de las tinieblas que rodeaban su existencia, quiso
abrirse a la luz esas eran sus ansias, abrirse a la luz.
Un día la luz verdadera que ilumina a todo hombre lo encendió y vela se sintió feliz. Otro día
se dio cuenta que haber recibido la luz era no sólo una alegría, sino también una exigencia. Tomó
conciencia que para que la luz perdurara en él, debía ser alimentado desde dentro a través de un
diario derretirse.
Entonces su plegaria tomó una dimensión nueva, pues entendió que su vocación era
consumirse al servicio de la luz.
A ratos pensaba que era más cómodo no haber recibido la luz, pues en su doloroso
derretirse, su vida hubiera sido un estar ahí tranquilamente, y hasta tuvo la tentación de no alimentar
más la llama. También se dio cuenta que en el mundo existen muchas corrientes de aire que
apagan la luz y recibió otra exigencia. Defenderse de las corrientes de aire.
Entonces vela se preguntó preocupado: ¿podré encender otras velas? Y pensando, descubrió
con felicidad su vocación de apóstol de la luz. Entonces se dedicó a encender velas de todos los
tamaños, características, edades, valores, para que hubiera mucha luz en el mundo.
A cada momento crecía su alegría porque en su diario derretirse encontraba velas jóvenes y
viejas pero encendidas.
Y al presentir Hombre Vela que se acercaba su final porque se había consumido totalmente
al servicio de la luz, identificándose con ella gritó con voz fuerte y con profunda alegría ¡he servido a
los demás… he sido luz… he entregado la antorcha a los otros para que sigan siendo luces!

Anónimo.
ACTIVIDADES DINÁMICAS

NOTICIA.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro.
No se enciende una lámpara para esconderla en un tiesto, sino para ponerla en un candelero a fin de
que alumbre a todos en la casa. Así pues, debe brillar su luz ante los hombres, para que vean sus
buenas obras y glorifiquen al padre de ustedes que esta en cielo.
MATEO 5, 14-16.

NOTICIA
“Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Hazlos santos según tu
verdad. Así como tu me enviaste al mundo, así yo también los envió al mundo, y por ellos voy al
sacrificio que me hace santo, para que ellos también sean verdaderamente santos….”
JUAN 17,16-19.

FRENTE: Tres ideas que me impiden mostrar la luz de la fe y la verdad.

OJOS: Tres circunstancias que haya visto y en la que no ayude.

BOCA: Tres palabras de aliento que no he dado.

MANOS: Tres obras que no he realizado.

CORAZON: Tres personas que no he perdonado.

OIDOS: Tres pasajes del evangelio que me gusta oír y no he seguido.

PIES: tres pasos que me cuestan seguir.


El veloz
Había una escuela de peces pequeños, que vivían felices en el océano. Uno de ellos tenía
dotes tan extraordinarias que sus amigos le dieron un apodo; le llamaban “El Veloz”.
Un día, un pez enorme pasó junto a la escuela mirando a todos como un inocente transeúnte,
hasta que, de pronto, se los tragó a todos. A todos excepto “El Veloz”, que se las ingenió para
escapar.
“El Veloz” se escapó porque, al ser pequeño, era muy cauteloso siempre que veía un pez
más grande que él. Era tan rápido y ágil que ponía furioso a los peces más grandes, saltando por
encima de ellos y desapareciendo luego como una flecha antes de que pudieran cogerle.
“El Veloz” estaba resuelto a explorar todas las bellezas del mundo subacuático y no quería
dejar que el miedo se lo impidiera. Mientras que el resto de sus amigos estaban comiendo, él
proseguía valientemente sus viajes de descubrimiento solo.
Mucho tiempo después encontró otra escuela de peces pequeños exactamente igual a la
suya. ¡Qué feliz se sintió de encontrar nuevamente compañía! Ellos le escuchaban embelesados
cuando les describía los espectáculos que había contemplado en los lugares que había visitado. Les
habló de la triste suerte de la última escuela de la que había formado parte, y ellos admitieron que
también tenían miedo de los peces grandes.
Pero “El Veloz” era listo y había aprendido mucho acerca de cómo sobrevivir en sus solitarios
viajes por el océano.
Escúchenme, les dijo a los peces pequeños: “Sólo hay una manera de seguir vivos y de
disfrutar de todo lo que la vida nos ofrece, debemos unirnos para permanecer juntos. Agrupémonos
de tal manera que parezcamos un pez enorme y de esa manera infundiremos temor a todos los peces
grandes y nos dejarán solos”.
Los peces pequeños se agruparon en forma de pez, con “El Veloz” delante como ojo vigilante
de una criatura simulada. Viajando en formación, exploraron el mar felices y tranquilos. A partir de
entonces los peces grandes les temían y respetaban.

Anónimo
DOÑA TOMASA
El primer día de clases que Doña Tomasa se enfrentó a sus alumnos de quinto grado, les dijo
que ella trataba a todos por igual, y que ninguno era su favorito.
En la primera fila estaba sentado Pedrito, un antisocial, con una actitud intolerable, el cual
siempre andaba sucio y descuidado.
Doña Tomasa, veía a Pedrito como un niño antipático.
En la escuela donde Doña Tomasa enseñaba, se el requería revisar el archivo de historia de
cada alumno, y el de Pedrito fue el último que ella revisó. Cuando ella empezó a leer el archivo de
Pedrito se encontró con varias sorpresas.
La maestra de Pedrito de primer grado escribió: “Pedrito es un niño brillante y amigable,
siempre tiene una sonrisa en los labios. Él entrega los trabajos siempre a tiempo y tiene muy buenos
modales. Es un placer tenerlo en mi clase”.
La maestra de segundo grado señaló:”Pedrito es un alumno ejemplar, muy popular con sus
compañeros. Pero últimamente muestra tristeza porque su mamá padece de una enfermedad
incurable”.
La maestra de tercer grado dijo:”La muerte de su mamá ha sido muy difícil para él. Él trata de
hacer todo lo mejor que puede, pero sin interés. Tampoco el papá demuestra ningún interés en la
educación de Pedrito. Si no se toman pasos serios, esto va a afectar la vida de Pedrito”.
La maestra de cuarto grado escribió:”Pedrito no demuestra interés en clase. Cada día Pedrito
se cohíbe más. No tiene casi amistades y muchas veces se duerme en clases”.
Después de leer todo esto, Doña Tomasa sintió vergüenza por haber juzgado a Pedrito sin
saber las razones de su actitud. Se sintió peor cuando todos sus alumnos le entregaron los regalos de
navidad envueltos en fino papel, con excepción del regalo de Pedrito, que estaba envuelto en un
cartucho de la tienda.
Doña Tomasa abrió los regalos y cuando abrió el de Pedrito, todos los alumnos se reían al
ver lo que se encontraba dentro. En el cartucho había una botella con un cuarto de perfume y un
brazalete, al cual le faltaban algunas de las piedras preciosas.
Para suprimir las risas de los alumnos, ella se puso inmediatamente ese brazalete y se echó
perfume en cada muñeca. Ese día Pedrito se quedó después de la clase y le dijo a la maestra:“Doña
Tomasa hoy usted huele como mi mamá”.
Después de haberse ido todos, Doña Tomasa se quedó llorando. Desde ese día cambió su
materia. En vez de enseñar lengua, escritura y aritmética, escogió enseñar a los niños el Amor de
Dios, Doña Tomasa empezó a ponerle más atención a Pedrito.
Ella notaba que mientras más ánimo le daba a Pedrito, él se convertía en el más inteligente
de la clase y a pesar de que Doña Tomasa había dicho el primer día que todos los alumnos iban a ser
tratados por igual, Pedrito era su preferido.
Pasaron 6 años y Doña Tomasa recibió una carta de Pedrito, en la cual le decía que se había
graduado en la secundaria y que había terminado en tercer lugar. También le decía que ella era la
mejor maestra que él había tenido.
De ahí asaron 4 años, cuando Doña Tomasa volvió a recibir noticias de Pedrito, esta vez, él le
escribía que se le había hecho difícil, pero que muy pronto se graduaría en la Universidad con
honores y le aseguró que todavía ella seguía siendo la mejor maestra que tuvo en su vida.
Pasaron 4 años y ella vuelve a saber de Pedrito, en esta carta Pedrito le recuerda que era la
mejor maestra que había tenido en la vida, esta vez venía firmada por el “Dr. Pedro Altamira”.
Bueno el cuento no termina ahí. En la primavera, Doña Tomasa vuelve a recibir una carta de
Pedrito donde le explica que había conocido a una muchacha, con la cual se iba a casar y quería
saber si ella podía asistir a la boda y tomar el lugar reservado para los padres del novio. También le
explicaba que su papá había fallecido varios años atrás.
El día de la boda, ella se puso aquel brazalete sin brillantes y también el perfume aquel que la
mamá de Pedrito usaba. Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Dr. Altamira le dijo en
el oído muy bajito:”Doña Tomasa, gracias por haber creído en mí, y también por haberme hecho
sentir que era importante y que yo podía hacer la diferencia”. Doña Tomasa, con lágrimas en los ojos,
le respondió: Pedro, tu estás equivocado, tu fuiste el que me enseñó que yo podía hacer la diferencia.
Yo no sabía enseñar, evaluar y valorar a mis alumnos tal como eran hasta que te conocí a ti.

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