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La Leyenda Del Silbon

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Narrador: Esta es la leyenda del Silbón, el tenebroso espectro de un hombre que está condenado

a vagar eternamente por las llanuras y bosques, con un viejo y harapiento saco al hombro, en el
que, según cuentan, lleva huesos humanos.

Este espíritu maldito es descrito por muchos como un gigante alargado de hasta seis metros de
altura que sobresale entre los árboles llevando un sombrero de paja. Avanza sigilosamente
emitiendo un silbido inquietante y perturbador que entona las notas musicales de forma
ascendente hasta FA y bajando el tono hasta SI. Dicen que este espantoso sonido es presagio de
muerte. Si escuchas de cerca el silbido, no debes preocuparte, significa que el Silbón está muy
lejos y no corres peligro. Pero si lo escuchas de lejos ten cuidado, tal vez sea demasiado tarde
para ti. Se cree que la leyenda se remonta al siglo XIX. Existen muchas versiones de la historia,
en una de las más extendidas el Silbón fue un hombre que vivía con sus padres y abuelos y solía ir
a los lugares silbando, de ahí su nombre. Desde pequeño, se crio como un niño mimado al que le
consentían todo. Gritaba y lloraba hasta conseguir siempre lo que quería.

El Silbón: ¡Quiero comer!, ¡Quiero jugar!, ¡Quiero que me hagan caso!


Mamá del Silbón: Si hijo, esta bien, lo que tú quieras.

Cuentan que un día el muchacho, sentado a la mesa, despreció la comida que su madre le había
preparado diciendo que tenía ganas de comer asado de ciervo.

El Silbón: Esto no me gusta, que asco, yo quiero algo diferente, ¡quiero comer asado de ciervo!,
¡quiero comer asado de ciervo!, ¡quiero comer asado de ciervo!
Mamá del Silbón: Perdóname hijo, no tenemos ciervo en la casa, de verdad disculpame.
Papá del Silbón:

Abuelo del Silbón:

Su padre, angustiado, le prometió que conseguiría uno para cenar esa noche. Entonces el chico y
su padre fueron al bosque, pero tras varias horas de cacería, el padre no encontró ninguna presa
y volvió con las manos vacías. El joven hambriento, se enfureció tanto que asesinó a su padre en un
ataque de ira y con el cuchillo de caza le sacó las vísceras para tener algo que cenar. Al llegar a
casa puso las entrañas sobre la mesa y le pidió a su madre que las cocinara.

Ella algo desconfiada comenzó a hacer preguntas y cuando se dio cuenta de que eran las tripas de
su marido las que estaba cocinando entró en pánico. El abuelo, que se había enterado del parricidio,
decidió enseñarle una lección a su malvado nieto. Lo amarró a un árbol y golpeó su espalda a
latigazos hasta que la sangre brotó en abundancia. Después echó ají (pimiento) y limón sobre las
heridas para que sintiera el insoportable ardor. El joven fue desterrado, maldecido y lo condenaron
a vagar hasta el fin de los tiempos enviando al perro tureco o perro del diablo tras él para que lo
persiguiera. Por eso, el ladrido de los perros, el ají y los látigos suelen espantar al Silbón. Desde
entonces deambula por bosques y llanuras, con su silbido característico y el saco mugriento donde
guardó los huesos del cadáver de su padre. Dicen que se para en la entrada de las casas para contar
uno a uno los huesos del saco. Si las personas de la casa logran verlo o escucharlo no les pasará
nada. Pero si nadie se percata de su presencia a la mañana siguiente algún miembro de la familia
aparecerá muerto y añadirá los huesos de este a su colección. A veces, se aparece en forma de
sombra para atacar a los borrachos y mujeriegos. A los primeros les succiona el aguardiente que
tienen en el cuerpo por el ombligo y a los mujeriegos, los despedaza arrancándoles los huesos.

Esta leyenda está también presente en el folclore colombiano y en algunas regiones es conocida
por el nombre de El Silbador o El Chiflón. La versión en Colombia habla del alma en pena de un
mujeriego que murió en soledad y simplemente busca la compañía de alguien para montar a caballo.
Aunque otras historias más siniestras cuentan que alguien cercano a quién oye su silbido morirá.
Si el silbido es agudo será mujer y si es grave, hombre. Son muchos los que aseguran haber visto
al Silbón en verano sentado en los troncos de los árboles descansando mientras juguetea con polvo
entre sus manos. Pero, es sobre todo en tiempos de lluvias cuando está hambriento de muerte.

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