TEMA 3.
LA NOVELA EN LA GENERACIÓN DEL 98: BAROJA, UNAMUNO Y AZORÍN
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA GENERACIÓN DEL 98
A finales del siglo XIX se produce en España un desgaste general que va minando sus cimientos. El
lamentable estado en que se encontraban las instituciones políticas, el caos social y la pobreza cultural
habían originado un profundo descontento, principalmente entre los intelectuales. Ante esta situación,
agravada por el desastre militar de 1898, por el que se pierden las últimas colonias de ultramar, despierta una
conciencia de la necesidad de regeneración. Había un objetivo único y fundamental: cambiar la vida
española, buscando las causas de la desastrosa realidad.
Este estado de cosas iba a arraigar en un nutrido grupo de escritores (Azorín, Unamuno, Maeztu, A.
Machado, etc.) originando un movimiento ideológico y estético que conocemos con el nombre de
Generación del 98.
En 1913, es Azorín quien populariza el nombre para referirse a un grupo de escritores, entre los que
se encontraba él mismo, que presentaban diferencias con respecto a los modernistas: mientras que estos se
refugiaban en el esteticismo como rechazo del mundo, los noventayochistas mostraban una actitud crítica
ante la realidad, defendían la necesidad de cambios y adoptaban, a veces, un compromiso social y político
claro. Sin embargo, la distinción entre modernismo y generación del 98 no es evidente, pues escritores de
uno y otro grupo mantenían relaciones personales y literarias.
Actualmente, se suele considerar a la llamada “generación del 98” como un grupo de escritores
−formado por el propio José Martínez Ruiz, “Azorín”; Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Antonio Machado,
Ramiro de Maeztu y Ramón María del Valle-Inclán− dentro de una corriente más amplia que sería el
modernismo. Sus características son:
1. Compartidas con el modernismo:
a. Anticonformismo (espíritu de protesta contra lo establecido): en su primera etapa, etapa
de juventud, la generación del 98 mostró un espíritu de rebeldía. Ideológicamente, se
muestran cercanos a las posturas más revolucionarias de la época.
b. Profundo amor al arte.
c. Influencias del parnasianismo y simbolismo.
2. Opuestas –al menos inicialmente− al modernismo:
a. Preocupación por el tema de España: en una segunda etapa, la generación del 98
manifestó su preocupación por el tema de España. En 1901, “Azorín”, Baroja y Maeztu
publican el “Manifiesto de los tres”, con el que pretenden animar a “la generación de un
nuevo estado social en España”. La intención de este texto y de sus autores no es ya
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revolucionaria (no pretenden cambiarlo todo), sino más moderada: pretenden reformar el
país y entienden que desde la acción política no es posible. La generación toma su nombre
del “Desastre del 98”: la guerra contra los Estados Unidos y la pérdida de las últimas
colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) ponen de manifiesto la decadencia de España. En
sus obras, los autores de la generación del 98 intentaron transformar la vida española:
analizaron las causas de la decadencia del país, así como los problemas concretos que
existían en los primeros años del siglo. En un primer momento, entendieron que la
regeneración de España pasaba por su europeización (elevar España a la altura de
Europa); posteriormente, analizaron la esencia de lo español, llegando a la conclusión de
que Castilla era el símbolo de España por antonomasia, y que era necesario recuperar los
antiguos valores castellanos de austeridad y espiritualidad para superar la decadencia. El
paisaje castellano se describe subjetivamente, expresando la emoción poética de quien lo
contempla.
b. Preocupación religiosa y existencial: en su tercera etapa como grupo (la “madurez del
98”) ya han abandonado sus intentos de cambiar España, centrándose en sus
problemáticas individuales vistas con un enorme subjetivismo. Este período es el que
tradicionalmente se ha considerado más característico de la generación del 98 y viene
definido por tres rasgos principales:
a) Su pensamiento enlaza con el de los irracionalismos de la segunda mitad del siglo
XIX (Schopenhauer, Nietzsche y Kierkegaard). El radical subjetivismo y la visión
angustiada de la existencia de Kierkegaard, la importancia de la voluntad y la
aspiración a alcanzar una clama espiritual en la contemplación que aleje al hombre
del sufrimiento y del dolor de la acción, de Schopenhauer, el interés por la
conciencia y por la relación entre el tiempo que pasa y la memoria que alberga los
viejos recuerdos de Bergson son, entre otras, las ideas que recorren los textos de
los escritores de esta generación. La huella de Nietzsche es también habitual en la
literatura de principios de siglo: frente a la sensación general de cansancio, hastío,
enfermedad y debilidad, se exalta la vida, se intensifica el sentimiento vital sin fin
determinado.
b) Los temas más corrientes en sus obras girarán en torno a las preocupaciones
religiosas y existenciales (aunque este rasgo se encontraba también en las últimas
etapas del modernismo; de hecho, el propio Rubén Darío, en Cantos de vida y
esperanza, trata este tema, como en “Lo fatal”). Dentro de las preocupaciones
existenciales, analizan la vida humana y su sentido, la soledad, la tristeza y la
melancolía, el amor y la ausencia del amor, etc. El tema religioso se encuentra
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muy vinculado al existencial, ya que Dios puede ser lo que dé sentido a la vida
humana. La existencia o la no existencia de Dios, el problema del alma y la
inmortalidad, la fe, la razón y el corazón son preocupaciones que aparecerán en
sus textos. Es característico en los textos de los noventayochistas el
enfrentamiento entre intelectualismo y vitalismo, de forma que el pensamiento y la
reflexión conducen al dolor, puesto que hacen al individuo consciente de su
finitud.
c) Seguirán interesándose por España, sus problemas y su esencia, pero desde
posturas muy subjetivas.
c. La sobriedad estilística y la huida del esteticismo modernista (el llamado “estilo
azoriniano”, por ejemplo). A diferencia de los modernistas, los noventayochistas dan
mayor importancia al contenido que a la forma del texto. Renovaron el lenguaje literario,
a través de un lenguaje sencillo y directo, y de la inclusión de términos propios del habla
popular y dialectal.
d. Como consecuencia de sus preocupaciones existenciales y filosóficas, los géneros
preferidos por los integrantes del 98 serán el ensayo y la novela, géneros que ellos
modificarán y en los que introducirán innovaciones: el ensayo se vuelve subjetivo, parte
de la observación emocionada, por ejemplo, del paisaje castellano; en la novela se harán
descripciones impresionistas o se versionará en el nuevo género de la “nivola”… El
género ensayo alcanza en la literatura de estos años un importante lugar, que se
prolongará en las siguientes décadas del siglo. La prosa ensayística sirve de cauce a las
inquietudes sociales y existenciales de los nuevos escritores, que se habían transformados
en intelectuales.
PÍO BAROJA (1872-1956)
Baroja es el gran novelista de su generación. No obstante, hizo también incursiones en otros géneros
literarios. Agrupó sus novelas en trilogías y tetralogías, entre las que destacan las siguientes:
• Tierra vasca, dentro de la cual destaca la novela Zalacaín el aventurero (1909).
• La lucha por la vida, en la que está integrada La busca (1904).
• La raza, en la que podemos destacar El árbol de la ciencia (1911).
• La vida fantástica, con Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901) y Camino
de perfección (1901).
• El mar, dentro de la cual cabe destacar Las inquietudes de Shanti Andía (1911).
Aparte de las trilogías, entre 1913 y 1935 publica los veintidós volúmenes de una larga novela
histórica, Memorias de un hombre de acción, basada en la vida de un antepasado suyo, el conspirador y
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aventurero liberal y masón Eugenio de Aviraneta (1792–1872), a través del cual refleja los acontecimientos
más importantes de la historia española del siglo XIX, desde la Guerra de la Independencia hasta la regencia
de María Cristina, pasando por el turbulento reinado de Fernando VII.
Para Baroja, en la novela cabe todo: reflexiones filosóficas, confesiones políticas, humorismo,
aventuras, críticas sociales… Manifiesta su preocupación por la situación de atraso de España,
especialmente en el terreno científico, intelectual e ideológico (Baroja era médico). Pero no puede decirse
que hay en Baroja un pensamiento estructurado, pese a qué frecuentó la lectura de escritores diversos- Por su
talante personal, estas lecturas fueron para él un estímulo vital y no la base teórica de una sistema filosófico
organizado. En general, Baroja toma conceptos de aquí y de allá para expresar con ellos un pensamiento
personal, muchas veces contradictorio. De Nietzsche le atrae su idea del hombre fuerte, enérgico, del
hombre de acción que se sitúa por encima de las convenciones morales. Sin embargo, el filósofo que deja
una huella profunda en Baroja es Schopenhauer, con su concepción de la vida como algo incomprensible e
inabarcable, pero doloroso y cruel. La vida para Baroja carece de sentido, está sujeta al azar y los eres
humanos son tipos peligrosos que no inspiran confianza. Esta visión de un mundo crueles también deudora
de ciertas ideas muy de finales del XIX, según las cuales la dinámica social es paralela a la de la Naturaleza
en la que supuestamente el fuerte siempre aplasta al débil, por lo que, de modo simétrico, la vida humana en
sociedad sería una lucha constante para sobrevivir a costa de los demás. Esta teoría, como darwinismo
social. El título de una de sus más conocidas trilogías, La lucha por la vida, expresa la huella en Baroja de
este tipo de pensamiento.
Se entiende así la aspiración barojiana a la ataraxia, a la abstención de actuar, pues toda acción es
dañina y produce dolor, y más aún en los seres sensibles y conscientes. De hecho, hay en la obra de Baroja
un constante enfrentamiento entre vida y pensamiento, pues lo seres que piensan son los que más sufren.
Este choque entre intelectualismo y vitalismo es también una idea muy de época, que Freud denominó el
malestar de la cultura, y está presente en las novelas de barojianas. La mayor parte de sus personajes son
seres inadaptados, que se oponen al ambiente y a la sociedad en la que viven, aunque impotentes, incapaces
de demostrar energía suficiente para llevar lejos su lucha, acaban frustrados, vencidos y destruidos, en
ocasiones físicamente, en muchas otras moralmente, y, en consecuencia, condenados a someterse al sistema
que han rechazado. El ideal de Schopenhauer de alcanzar la serenidad por medio de la abstención y la
autolimitación aparece constantemente en la obra de Baroja. Pero tanto los personajes activos (Shanti Andía,
Aviraneta o Zalacaín) como los contemplativos (Andrés Hurtado, en El árbol de la ciencia) terminan
fracasando, porque, para Baroja, el mundo carece de sentido y la vida es un absurdo.
Baroja, como escritor de su tiempo, toma enseguida postura ante la estética modernista. En 1899, define el
arte moderno como impresionista en sus intención de producir impresiones sencillas y vagas. El deseo de
naturalidad en el estilo explica el tono conversacional de las novelas de Baroja, así como la idea de que la
novela carezca de un plan previo, pues ha de ser semejante a la vida. Sus novelas giran en torno a la
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evolución existencial del protagonista. Las novelas de Baroja no son fruto de un plan riguroso y, muchas
veces, el personaje central es el único principio constructor de un relato con apariencia de fragmentario. El
narrador no busca la objetividad característica del Naturalismo, sino que comenta los sucesos que narra. De
ahí que destaque la descripción impresionista: las descripciones minuciosas del Realismo, que pretendían
crear una ilusión de verosimilitud, son sustituidas por breves pinceladas. Estilísticamente, la prosa de Baroja
es decididamente antirretórica: párrafos cortos, frases breves, léxico común, etc.
MIGUEL DE UNAMUNO (1864-1936)
Unamuno gustó siempre de la polémica. No dejó de difundir sus ideas, de combatir vehementemente
todo aquello que le parecía mal. Fue su vida,pues, una permanente batalla, una agonía. Su pensamiento se
proyecta de forma tan intensa en su obra que su teatro, muchas de sus novelas y bastantes de sus poemas
tratan problemas de índoles existencial y metafísica. Pero estas preocupaciones y las de carácter social,
político, filosófico, religioso, etc. tienen su cauce expresivo natural en el ensayo, del que Unamuno fue uno
de los principales cultivadores. Tanto en el ensayo como en la novela trató la preocupación por la situación
de España y los problemas existenciales y metafísicos.
En ensayos como En torno al casticismo y Por tierras de España y Portugal, en los que analiza la
esencia del alma española. A partir de su conocimiento de lo español, reclama la necesidad de españolizar
Europa, y no de europeizar España, como pretendían inicialmente los noventayochistas. En En torno al
casticismo introduce el concepto de intrahistoria: la vida cotidiana de los hombres es más importante que los
hechos históricos, pues estos son solo la superficie de la verdadera historia. En ensayos como Vida de don
Quijote y Sancho, Del sentimiento trágico de la vida o La agonía del cristianismo, expone su punto de vista
sobre la condición humana y llega a la conclusión de que hay dos hechos irreductibles: el hombre es
consciente de su propia existencia y teme su desaparición. Para calmar ese temor, acepta la existencia de
Dios, que le garantiza la inmortalidad. De ahí surge el conflicto entre razón y fe, pues la razón niega la
inmortalidad del alma, mientras que la fe la proclama.
Como novelista, Unamuno publica en 1902 Amor y pedagogía, novela que, al igual que La voluntad
de Azorín y Camino de perfección de Baroja, rompe con las formas de narración tradicionales y se aproxima
al género del ensayo. Parte de la crítica no considera esta obra suya una auténtica novela, así que el escritor
acuña para sus peculiares relatos posteriores el término de “nivola”. El género de la “nivola” se caracteriza
por el rechazo de las normas que regulaban la escritura de novela, la ausencia de descripciones, la
presentación del protagonista en su lucha existencial y el aumento de la importancia que se concede al
diálogo y al monólogo, que confiere cierto carácter teatral a las novelas unamunianas. La primera “nivola”
es Niebla (1913), donde trata el problema del ser y del existir, y la relación personaje-autor (ser creado y
creador). En ella el propio autor se convierte en personaje de ficción con quien se encara el personaje de la
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novela exigiéndoles ser dueño de de su futuro. El personaje parece, así, escapar a su destino de ente ficticio
al colocarse al nivel de su autor real, Miguel de Unamuno, desdibujándose con ello las fonteras entre
realidad y ficción. Le seguirán, entre otras, La tía Tula (1921), símbolo de la aceptación de la soledad
interior, y San Manuel Bueno, mártir (1930), donde narra la historia de un cura rural que ha perdido la fe
pero sigue ejerciendo su magisterio. El párroco, aparentando tener fe, desarrolla una actividad vivísima para
que sus feligreses mantengan intactas sus creencias religiosas.
Las novelas de Unamuno suponen una expresa ruptura con la novela realista. Las novelas son un
juego intelectual que propone al lector múltiples interrogaciones. Otros rasgos definitorios de estas novelas
son la concentración de la acción y la ausencia de descripciones, salvo las de carácter simbólico, porque lo
importante no es el decorado realista, sino el desarrollo de conflictos íntimos de los personajes. Por eso, el
espacio y el tiempo externo son imprecisos, ya que lo que interesa es el tiempo vivido en el ámbito de la
conciencia. Pero ello no evita que muchos de sus relatos se localicene n un tiempo y espacio concretos: la
España de principios de siglo.
Como lo importante es la interioridad de los personajes, adquieren en la narración gran relevancia el
monólogo y el diálogo, para plasmar las ideas e inquietudes de los protagonistas. Ello da un cierto carácter
dramático a las novelas de Unamuno que, si en su vertiente filosófica, se aproximan al ensayo, en el
movimiento y la gestualidad de los personajes e aproximan a lo teatral.
JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, “AZORÍN” (1873-1967)
Sus ideas políticas y religiosas evolucionan desde un anarquismo juvenil al conservadurismo de su
madurez. Su filosofía se centra cada vez más en una obsesión por el tiempo, por la fugacidad de la vida…
En su obra se observa una íntima tristeza, una melancolía que fluye mansamente junto a un anhelo de
apresar lo que permanece por debajo de lo que huye, o de fijar en el recuerdo las cosas que pasaron. En
definitiva, Azorín vive para evocar, es un contemplativo.
Cultivó el ensayo y la novela, y prácticamente borra las fronteras entre ambos géneros; aunque puso
el subtítulo de novela a unos quince libros, estos apenas se distinguen de sus ensayos. Las principales
cualidades de su estilo son la precisión y la claridad. De ahí el empleo de la palabra justa y de la frase breve;
en sus descripciones se observa una técnica miniaturista, por la atención al detalle, y se anulan el
movimiento y el tiempo, la narración se fragmenta en instantáneas que configuran cuadros o fotografías que
dispersan la atención del lector.
Como ensayista trató fundamentalmente el tema de España y la reinterpretación de las obras literarias
clásicas. En ensayos como El alma castellana y La Andalucía trágica, examina aspectos concretos de la
realidad española y analiza los graves problemas de España; más tarde, en Castilla (su ensayo más
conocido), evoca las tierras castellanas y sus gentes desde la perspectiva subjetiva tan típica de los
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noventayochistas. En La ruta de don Quijote, Clásicos y modernos y Al margen de los clásicos, expresa sus
sensaciones y sus reflexiones sobre nuestra literatura.
Sus novelas las taramas argumentales son mínimas,ya que la novela se limita a describir el ambiente
y las impresiones de los personajes. La verosimilitud se consigue por medio de fragmentos que transmiten al
lector las sensaciones experimentadas por el personaje en un momento determinado, y no por la
acumulación de detalles dispuestos cronológicamente, como sucedía en la novela realista.El tiempo se queda
suspendido. No hay evolución histórica. Presenta una visión estática de seres y cosas.
Suelen clasificarse sus novelas en cuatro etapas:
• Primera etapa: predominio de los elementos autobiográficos y de las preocupaciones y experiencias
personales. El protagonista es Antonio Azorín, personaje del cual tomará Martínez Ruiz su
seudónimo. Destacan obras como La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño
filósofo.
• Segunda etapa: abandona los elementos autobiográficos e introduce reflexiones sobre la fatalidad, el
destino… Destacan Don Juan y Doña Inés.
• Tercera etapa: influenciada por la Vanguardia. Destaca Félix Vargas.
• Cuarta etapa: Tras la Guerra Civil, Azorín publica El escritor y La isla sin aurora.
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LECTURAS:
TEXTO 1:
Y entonces Lázaro, mi hermano, tan pálido y tan tembloroso como don Manuel cuando le dio la comunión, me
hizo sentarme, en el sillón mismo donde solía sentarse nuestra madre, tomó huelgo 1, y luego, como en íntima
confesión doméstica y familiar, me dijo:
–Mira, Angelita, ha llegado la hora de decirte la verdad, toda la verdad, y te la voy a decir, porque debo
decírtela, porque a ti no puedo, no debo callártela y porque además habrías de adivinarla, y a medias, que es lo peor,
más tarde o más temprano.
Y entonces, serena y tranquilamente, a media voz, me contó una historia que me sumergió en un lago de
tristeza. Cómo don Manuel le había venido trabajando, sobre todo en aquellos paseos a las ruinas de la vieja abadía
cisterciense, para que no escandalizase, para que diese buen ejemplo, para que se incorporase a la vida religiosa del
pueblo, para que fingiese creer si no creía, para que ocultase sus ideas al respecto, mas sin intentar siquiera
catequizarle, convertirle de otra manera.
–Pero ¿es eso posible? –exclamé, consternada.
–¡Y tan posible, hermana, y tan posible! Y cuando yo le decía: «¿Pero es usted, usted, el sacerdote, el que me
aconseja que finja?», él, balbuciente: «¿Fingir? ¡Fingir no! ¡Eso no es fingir! Toma agua bendita, que dijo alguien, y
acabarás creyendo». Y como yo, mirándole a los ojos, le dijese: «¿Y usted celebrando misa ha acabado por creer?», él
bajó la mirada al lago y se le llenaron los ojos de lágrimas. Y así es como le arranqué su secreto. […]
–Entonces –prosiguió mi hermano– comprendí sus móviles, y con esto comprendí su santidad; porque es un
santo, hermana, todo un santo. No trataba, al emprender ganarme para su santa causa –porque es una causa santa,
santísima–, arrogarse2 un triunfo, sino que lo hacía por la paz, por la felicidad, por la ilusión si quieres, de los que le
están encomendados; comprendí que si les engaña así –si es que esto es engaño– no es por medrar. Me rendí a sus
razones, y he aquí mi conversión. Y no me olvidaré jamás del día en que diciéndole yo: «Pero, don Manuel, la verdad,
la verdad ante todo», él, temblando, me susurró al oído –y eso que estábamos solos en medio del campo–: «¿La
verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con
ella». «¿Y por qué me la deja entrever ahora aquí, como en confesión?», le dije. Y él: «Porque, si no, me atormentaría
tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las
almas de mis feligreses, para hacerlos felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarlos. Lo que aquí
hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían.
Que vivan. Y esto hace la Iglesia, hacerlos vivir. ¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto
hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para
morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en
consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío». Jamás olvidaré estas sus palabras.
Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir
TEXTO 2:
En esta época era todavía Madrid una de las pocas ciudades que conservaba espíritu romántico.
Todos los pueblos tienen, sin duda, una serie de fórmulas prácticas para la vida, consecuencia de la raza, de la
Historia, del ambiente físico y moral. Tales fórmulas, tal especial manera de ver, constituye un pragmatismo útil,
simplificador, sintetizador. El pragmatismo nacional cumple su misión mientras deja paso libre a la realidad; pero si se
cierra este paso, entonces la normalidad de un pueblo se altera, la atmósfera se enrarece, las ideas y los hechos toman
perspectivas falsas. En un ambiente de ficciones, residuo de un pragmatismo viejo y sin renovación, vivía el Madrid
de hace años.
Otras ciudades españolas se habían dado alguna cuenta de la necesidad de transformarse y de cambiar; Madrid
seguía inmóvil, sin curiosidad, sin deseo de cambio.
El estudiante madrileño, sobre todo el venido de provincias, llegaba a la corte con un espíritu donjuanesco, con
la idea de divertirse, jugar, perseguir a las mujeres; pensando, como decía el profesor de Química con su solemnidad
habitual, quemarse pronto en un ambiente demasiado oxigenado.
1
huelgo: aliento.
2
arrogarse: atribuirse.
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Menos el sentido religioso, del que muchos carecían y no les preocupaba gran cosa la religión, los estudiantes
de las postrimerías del siglo XIX venían a la corte con el espíritu de un estudiante del siglo XVII, con la ilusión de
imitar, dentro de lo posible, a don Juan Tenorio y de vivir
llevando a sangre y a fuego
amores y desafíos.
El estudiante culto, aunque quisiera ver las cosas dentro de la realidad e intentara adquirir una idea clara de su
país y del papel que representaba en el mundo, no podía. La acción de la cultura europea en España era realmente
restringida, y localizada a cuestiones técnicas; los periódicos daban una idea incompleta de todo; la tendencia general
era hacer creer que lo grande de España podía ser pequeño fuera de ella, y al contrario, por una especie de mala fe
internacional.
Si en Francia o en Alemania no hablaban de las cosas de España, o hablaban de ellas en broma, era porque nos
odiaban; teníamos aquí grandes hombres que producían la envidia de otros países: Castelar, Cánovas, Echegaray...
España entera, y Madrid sobre todo, vivía en un ambiente de optimismo absurdo: todo lo español era lo mejor.
Esa tendencia natural a la mentira, a la ilusión del país pobre que se aísla, contribuía al estancamiento, a la
fosilización de las ideas.
Pío Baroja, El árbol de la ciencia
TEXTO 3:
Delante de mí, sentado a esta mesa con pegajoso mantel de hule, en el diminuto comedor de paredes rebozadas
con cal azul, hay un señor silencioso y grave. Yo lo observo. Su cabeza es enérgica, redonda, fuerte, trasquilada al
rape; muestra en su gesto y en sus ademanes como un desdén altivo, como un enojo reprimido hacia esta comida
sórdida e indigesta que, poco a poco, con lentitud desesperante, nos van sirviendo. Yo sé que es el presidente del
Círculo Industrial de Madrid; yo le reputo por uno de esos hombres más enérgicos y emprendedores de la España
laboriosa.
Y su figura, en este ambiente de inercia, de renunciamiento, de ininteligencia, marca un contraste inevitable
entre las dos Españas.
La comida transcurre lenta; son viandas exiguas, mal guisadas, servidas en vajilla desconchada y sucia, sobre el
hórrido mantel de hule. Mi compañero suspira, levanta los ojos al cielo, se pasa la mano por la ancha frente como para
disipar una pesadilla terrible, cruza los brazos –en las largas esperas de plato a plato– como pidiendo a sí mismo
serenidad y calma... Yo intento comer en silencio. ¿Lo consigo? Creo que no.
Por la estrecha ventana veo un patio con el brocal de un pozo desgastado, y en las paredes, empotradas, cuatro o
seis columnas con capiteles dóricos.
Llegan los postres. Este silencio tétrico en este casón vetusto –antiguo convento– , después de esta comida
intragable, me apesumbra y enerva.
–¡Qué diferencia –exclamo– entre estos pueblos inactivos de la Meseta y los pueblos rientes y vivos de
Levante!
Entonces mi compañero, que ha callado, como yo, durante toda la comida, me mira fijamente, como asombrado
de que haya quien hable así en Torrijos, y replica con voz lenta y enérgica:
–¡Como que son dos nacionalidades distintas y antagónicas! Levante es una región que se ha desenvuelto y ha
progresado por su propia vitalidad interna, mientras que el Centro permanece inmóvil, rutinario, cerrado al progreso,
lo mismo ahora que hace cuatro siglos... Observe usted los detalles de la vida doméstica; vea usted los procedimientos
agrícolas; estudie usted las costumbres del pueblo... En todas partes, en todos los momentos, en lo grande y en lo
pequeño, las diferencias entre los españoles del Centro y los de las costas saltan a la vista. Yo soy del Centro, y sin
embargo, lo reconozco sinceramente. El problema catalanista, en el fondo, no es más que la lucha de un pueblo fuerte
y animoso con otro pueblo débil y pobre, al cual se encuentra unido por vínculos acaso transitorios...
Hemos callado. Y yo pensaba que todos los esfuerzos por la generación de un pueblo próspero serán inútiles
mientras estos campos no tengan agua, mientras estas tierras paniegas 3 no sean abonadas, mientras no desaparezca el
sistema de eriazos4 y barbechos, mientras las máquinas no realicen pronta y esmeradamente el trabajo de las industrias
anexas. [...]
3
paniegas: de trigo.
4
eriazos: terrenos sin cultivar.
9
Así viven, pobres y miserables, los labradores de la Meseta. El medio hace al hombre. El contraste es
irreductible, entre unos y otros moradores de España, mientras el medio no se unifique. Porque no podrán pensar y
sentir del mismo modo unos hombres alegres que disponen de aguas para regar sus campos y cultivan intensivamente
sus tierras, y tienen comunicaciones fáciles y casas limpias y cómodas, y otros hombres melancólicos que viven en
llanuras áridas, sin caminos, sin árboles, sin casas confortables, sin alimentación sana y copiosa...
José Martínez Ruiz, “Azorín”, Antonio Azorín
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