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LINGÜÍSTICA

(FILOLOGÍA HISPÁNICA)
Guía Didáctica
GUÍA DIDÁCTICA
Antonio Domínguez Rey
Juana Gil Fernández
Pilar Ruiz-Va Palacios

LINGÜÍSTICA
(FILOLOGÍA HISPÁNICA)

UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA


GUÍA DIDÁCTICA (45103GD01A03)
LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita


de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes,
la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución
de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

© UNIVERSIDAD NACIONAL
© DE EDUCACIÓN A DISTANCIA - Madrid, 2003

Librería UNED: c/ Bravo Murillo, 38 - 28015 Madrid


Tels.: 91 398 75 60/73 73, e-mail: [email protected]

© Antonio Domínguez Rey, Juana Gil Fernández, Pilar Ruiz-Va Palacios

Depósito legal: M. 15.780-2005


Tercera edición: septiembre de 2003
Segunda reimpresión: mayo de 2005
Impreso en España - Printed in Spain
Imprime: Impresos y Revistas, S. A. (IMPRESA)
ÍNDICE

I. INFORMACIÓN GENERAL................................................................... 9

1. Introducción a la asignatura ............................................................. 9


1.1. Descripción y justificación ........................................................ 9
1.2. Presentación del equipo docente............................................... 13
2. Objetivos generales de la materia ..................................................... 13
3. Perfil del estudiante y conocimientos previos.................................. 14
4. Metodología de estudio ..................................................................... 15
5. Programa ............................................................................................ 16
5.1. Reparto del temario ................................................................... 16
5.2. Desarrollo del temario ............................................................... 17
6. Bibliografía......................................................................................... 19
6.1. Bibliografía básica ..................................................................... 19
6.2. Material auxiliar obligatorio ..................................................... 19
6.3. Bibliografía complementaria .................................................... 19

II. AMPLIACIÓN DE ALGUNOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA ..... 25

Tema 1. Los orígenes del lenguaje ............................................................. 25


Tema 2. El desarrollo de la escritura.......................................................... 39
Tema 3. Las propiedades del lenguaje y su consideración científica ....... 46
Textos y comentario: F. de Saussure ...................................................... 73
Tema 4. Los animales y el lenguaje humano ............................................. 107
Temas 5 y 6. Los sonidos del lenguaje y los patrones sonoros de las lenguas. 113
8 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Temas 7 y 8. La formación de palabras. Morfología ................................. 150


Tema 9. Frases y oraciones: la gramática .................................................. 173
Tema 10. Sintaxis ........................................................................................ 181
Tema 11. Semántica .................................................................................... 188
Tema 12. Pragmática................................................................................... 240
Tema 13. Análisis del discurso.................................................................... 246
Tema 15. El lenguaje y el cerebro............................................................... 271
Tema 16. Adquisición de la primera lengua .............................................. 292
Tema 17. Adquisición/aprendizaje de la segunda lengua.......................... 295
Tema 18. El lenguaje de los signos ............................................................. 299
Tema 21. Lengua, sociedad y cultura ......................................................... 318

Relación de temas ampliados:


— Dr. D. Antonio Domínguez Rey: Temas 1, 2, 3, 4, 11, 13, 15 y 18.
— Dra. D.a Juana Gil Fernández: Temas 5, 6, 7 y 8.
— D.a Pilar Ruiz-Va Palacios: Temas 9, 10, 12, 16, 17 y 21.
I. INFORMACIÓN GENERAL

1. Introducción a la asignatura

1.1. Descripción y justificación

La vida del hombre transcurre inmersa en un medio diversamente comu-


nicativo. Usamos gestos, señales, imágenes, sonidos y palabras para comuni-
carnos con los demás e incluso con nosotros mismos. Al hacerlo, ya partici-
pamos de un mundo estructurado en el que vivimos como individuos de una
sociedad dotada de un medio propio de escritura y lenguaje. A través de nues-
tro grupo social —comunidad idiomática, política, cultural, etc.— nos comu-
nicamos también, llegado el caso, con otras sociedades, grupos o individuos,
que participan de otro medio intercomunicativo en el mismo mundo común
a todos.
Se impone, por tanto, en el umbral de esta asignatura, reflexionar sobre
la naturaleza de la sociedad en cuanto conjunto comunicativo. Al mismo
tiempo, y como derivación suya, resalta la evidencia del medio o medios que
empleamos para comunicarnos. El más importante de todos, aunque otros
parezcan más inmediatos y urgentes —un grito, un gesto, una señal en casos
extremos, de vida o muerte, pongamos por caso—, es el lenguaje. La razón de
ello la descubrimos precisamente al reflexionar sobre la naturaleza de la
comunicación.
Cuando nos preguntamos por el principio o la razón de algo, ya abrimos
un horizonte de observaciones y de interpretación de unos datos observables
directa o indirectamente. Comenzamos a esbozar una dirección metodológi-
ca, un camino para movernos entre las cosas que nos rodean y las circuns-
tancias así surgidas. Vemos de inmediato que el lenguaje no sólo es un medio
que el hombre tiene a mano para conducirse en la sociedad, como cuando
usamos un instrumento para resolver un asunto cotidiano. Estamos en ese
medio, somos incluso, dicen algunos pensadores, el lenguaje que usamos. Al
afirmar esto, hemos pasado de la simple observación de los hechos —los
actos de lengua— a una posible explicación profunda de los mismos: el hom-
bre es, en sí, un ser dotado de lenguaje.
10 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Del método material de una ciencia se encarga la epistemología —episté-


me significa saber científico en griego—. Decimos «material» porque, al estu-
diar el lenguaje, partimos de un objeto concreto, de unos sonidos a los que
corresponden significados y que además señalan, representan o evocan tanto
cosas como estados suyos o incluso puras imaginaciones. Ahí empieza el pro-
ceso científico del lenguaje, al considerar, primero, si es posible y, en tal caso,
en qué consiste, una ciencia lingüística; asimismo, cuál es el origen o funda-
mento de su objeto; a qué remite o trasciende —por ejemplo, el sonido res-
pecto del significado, o viceversa—, cuál es o ha de ser el criterio seguido para
establecer tal ciencia, etc.

Ahora bien, no existe ciencia sin consideración formal de los principios


materiales. De ello se encarga la lógica —logos es también palabra griega que
ya indicaba la unidad intrínseca del lenguaje y del pensamiento, la palabra
como razón de algo o, viceversa, el logos semántico, la fonación significante,
como la definía Aristóteles. Los datos observables se relacionan entre sí
según principios formales. La concordancia, las reglas de conexión, la cohe-
rencia al hablar, las implicaciones conceptuales, la argumentación subordi-
nada, etc., son realizaciones concretas de las formas —sonidos, palabras, sig-
nificados, en general las unidades determinadas— según la relación que
establecen sus funciones. Al resolver un problema matemático, nos encon-
tramos con estos términos. Usamos formas que se relacionan entre sí según
las funciones que ejercen en un campo previamente establecido. Aunque no
es matemático, el lenguaje opera también de modo similar en algunos aspec-
tos suyos. Esto nos induce a pensar que la estructura de su fundamento está
muy relacionada con la de la mente y las operaciones racionales que usamos
al pensar y comunicarnos. Para muchos lingüistas y filósofos, lenguaje y pen-
samiento son caras de una misma moneda.

Comprender bien en qué medida el estudio del lenguaje constituye una


ciencia específica, es punto esencial de esta asignatura, la Lingüística, y del
programa que aquí exponemos y comentamos. En ello se basa la razón de
estas consideraciones iniciales. No hay, sin embargo, una descripción unifor-
me ni una explicación unánime del fenómeno lingüístico. Por ello resulta
también muy importante no confundir las diversas descripciones o formula-
ciones sistemáticas del lenguaje con la esencia o fundamento del mismo.
Unas serán más adecuadas o verdaderas que otras según justifiquen de forma
más razonada el porqué de las descripciones y de sus presupuestos. En lin-
güística, la misma delimitación de las partes y unidades básicas, materiales y
formales, ya presenta serios problemas epistemológicos. La Lingüística es la
única ciencia que se implica como objeto de análisis. El análisis y lo analiza-
do pertenecen al mismo campo de estudio. Incluso el analista, el científico
del lenguaje, es parte interesada del proceso, pues, al estudiar el objeto len-
gua, se estudia a sí mismo de algún modo. Esta imposibilidad de distanciar-
se críticamente del objeto de estudio, como sucede en las demás ciencias,
constituye uno de sus rasgos esenciales. Es cierto que podemos situar ante
nosotros un hecho de lengua, una frase, por ejemplo, pero el mismo hecho de
INFORMACIÓN GENERAL 11

situarlo nos concierne de varios modos. En lo ya hablado por otros, hablamos


asimismo nosotros al considerarlo. El lenguaje contiene en su funcionamien-
to una estructura intersubjetiva previa. Debajo de él hay un cara a cara per-
manente, una posición de dos sujetos hablantes, al menos. El otro hablante
existe siempre, incluso cuando monologamos o hablamos con nosotros mis-
mos. Está inmerso en lo ya hablado de cada palabra o forma lingüística. El
lenguaje nos precede. Lo adquirimos al nacer y se desarrolla en nosotros a la
par de nuestro sistema nervioso. Decir algo supone entrar en la conciencia
histórica de un pueblo o comunidad. En lo dicho actualizamos un decir pre-
vio al que añadimos, en sus palabras, el uso integrado que de ellas hacemos.
De ahí la enorme responsabilidad por el cuidado, mantenimiento y desarro-
llo de la lengua propia. Esto nos habla de la profunda humanidad y respon-
sabilidad de las palabras ante uno mismo y los otros hablantes.

La especial condición de esta ciencia la aproxima un tanto, por lo que


decimos, al conocimiento histórico, que exige, como sabemos, una perspecti-
va distanciada —no hay historia del presente, sino de lo sucedido—, pero
cuya distancia se extiende desde el instante en que se considera. La Historia
la llevamos también dentro. Somos hijos suyos. No podemos librarnos de ella
situándola enfrente de nosotros para analizarla como un objeto estático e
indiferente. Requiere una simpatía del historiador hacia el objeto estudiado.
Esa simpatía no impide, sin embargo, que haya un análisis crítico ni una con-
clusión científica. Sepamos que por ciencia entendemos hoy la ecuación
conocimiento más método, a la que aquí nos estamos refiriendo. La familia-
ridad científica con el objeto precisa, por tanto, criterios objetivos, claramen-
te expuestos, desde los que cualquier observador pueda rehacer el proceso
crítico. Si el nuevo análisis, confrontado con nuevos datos y otras circuns-
tancias colaterales, resiste, entonces damos por bueno el ya realizado y le
otorgamos rango científico.

Un grave error en el que cae a menudo la descripción lingüística, sobre


todo la gramatical, es confundir el análisis con lo analizado, en este caso una
lengua concreta, pues puede haber varios análisis del mismo fenómeno, y
todos ellos válidos. La coherencia explicativa es requisito recomendado de
todo análisis sistemático, pero no establece fundamento objetivo por sí mis-
ma si previamente no analizamos los términos en que se basa. De ahí que
importe sobremanera establecer criterios de fiabilidad científica. En alguno
de los libros complementarios sugeridos para el estudio general de la lingüís-
tica encontraremos formulados alguno de ellos, como el carácter contrasta-
ble o falsable de las proposiciones derivadas de hechos observados, expuesto
por K. Popper.

La diferente propuesta de métodos no debe extrañarnos, pues responden


a diversos enfoques o perspectivas dictadas por el proceso mismo del lengua-
je en su desarrollo. Basta, para el alcance de este curso, conocer los más
importantes y objetivos, sobre todo sus enfoques, rasgos comunes y diferen-
ciados.
12 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Habida cuenta de lo dicho, se comprenderá fácilmente la importancia


de esta ciencia y asignatura respecto del conjunto de los estudios de Filo-
logía y de toda la Facultad de Humanidades, además de otras ciencias y
estudios, pues todos ellos recurren, de algún modo, al supuesto lógico y
expresivo de la lengua. En la especialidad de Filología, por ejemplo, todas
sus asignaturas remiten, de uno u otro modo, a conceptos generales de Lin-
güística: signo —significante, significado—, fonema, grafema, morfema, lexe-
ma, cadena —fónica, sintáctica—, diacronía, sincronía, sistema, estructura,
sintagma, paradigma, campos— léxicos, semánticos, conceptuales—, valor,
valencia, anáfora, parámetro, ligamiento, etc. Ningún estudio de Lengua o
Gramática, española, inglesa, alemana, o cualquier otra, pueden establecer
un sistema mínimamente científico sin basar sus datos en el sistema lin-
güístico.

Dentro de este recubrimiento de áreas científicas, algunas asignaturas,


por ejemplo la Fonética y Fonología, la Morfología, Sintaxis, Lexicología,
Semántica, Sociolingüistica y hasta la Pragmática, dependen en su metodo-
logía de los principios generales del lenguaje que la Lingüística establezca.
Sucede ello no por razones de normativa, sino, más bien, por los resultados
que el análisis del lenguaje descubre en cada una de estas áreas regionales
del pensamiento lingüístico. El lingüista atiende a los resultados de esos
estudios, los compara con otros, establece los suyos propios y educe unos
principios generales de la máxima comprehensión y extensión posibles. Se
abre así un diálogo científico permanente entre tales sectores del lenguaje
y, lo más importante, con el discurso científico general. Nunca debemos
perder de vista el horizonte de la ciencia, pues la base del raciocinio y de la
expresión humana es precisamente la fundamentación metodológica del
Logos, término que comprende tanto la palabra como el principio vital que
la anima: la razón humana. Una razón, pues, vitalizada: Razón y Vida, vida
racionalizada, razón vivida. La vivencia del Logos nos sitúa incluso en el
umbral de otras ciencias y asignaturas, como la Hermenéutica, Teoría del
Discurso, literario o no, Retórica y Estética, Teoría de la Traducción, etc. Por
eso el Lenguaje y el Pensamiento van juntos, aunque a veces los considere-
mos por separado en razón de sus objetos formales, aquella perspectiva
metodológica que incide más en uno u otro vértice. Tal es el caso, por ejem-
plo, en los estudios de Psicología y Filosofía, donde existen asignaturas así
tituladas, Lenguaje y Pensamiento, o similares, como las relacionadas con
Lógica, Filosofía del Lenguaje, etc. Pero donde mejor consideramos esta
relación, sin salir de los estudios de Filología, es en la asignatura optativa de
Historia de la Lingüística. En ella vemos y apreciamos las dos caras del
Logos y la problemática a que dieron lugar en el tiempo hasta finales del
siglo XIX y comienzos del XX, cuando se sistematiza la Lingüística como
ciencia propia.

Otro tanto podríamos decir de campos también afines como la Semiótica,


el estudio de la Imagen y los principios generales de la Comunicación. Hoy
día, fono e icono van de par desde la constitución misma de los fundamentos
INFORMACIÓN GENERAL 13

biológicos y anímicos de la percepción y capacidad fonadora. Hablamos y,


sobre todo, leemos viendo las palabras; a menudo, sólo miramos las palabras.
De ahí la enorme importancia del estudio comparado, y hasta sinestésico, del
lenguaje, de la imagen y del proceso comunicativo general, campos del cono-
cimiento que atraviesan ejes metodológicos comunes en cuanto a la configu-
ración de sus unidades, esquemas y argumentos. Estudios de Imagen, Infor-
mación, Tratamiento de Textos e Informática, y derivados suyos, como la
Publicidad, son también deudores, en gran parte, de los fundamentos cog-
noscitivos de la Lingüística, la General y también la Aplicada, por extraño que
parezca.
ANTONIO DOMÍNGUEZ REY

1.2. Presentación del equipo docente

Al equipo docente de Lingüística, que forma un área propia de conoci-


miento integrada en el Departamento de Lengua Española y Lingüística Gene-
ral, pertenecen los Profesores siguientes:

Dr. D. ANTONIO DOMÍNGUEZ REY, Profesor Titular de Universidad, Doctor


en Lingüística Hispánica, Doctor en Filosofía. Correo electrónico: adomin-
[email protected]
Tfno. : 91 398 6860

Dña. M.ª PAZ AGUADO, Profesora Colaboradora, Licenciada en Filología


Románica.
Correo electrónico: [email protected]
Tfno.: 91 398 68 44

2. Objetivos generales de la materia

Las metas fundamentales de aprendizaje, que determinan el plantea-


miento de esta asignatura, son las siguientes:

— Conseguir que el alumno tome conciencia de la importancia del len-


guaje en cuanto característica intrínseca del ser humano.

— Determinar el conocimiento científico de la lingüística como estudio


sistemático del lenguaje, esto es, abordar el conocimiento específico
de los conceptos, términos y principios de la materia, así como de las
relaciones y aplicaciones suyas a través de las lenguas.

— Presentar las principales propuestas metodológicas y las corrientes más


actuales de la disciplina, poniéndolas en relación con otras ciencias.
14 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

— Fomentar la adquisición y desarrollo de la capacidad crítica que el


estudio del lenguaje conlleva.
— Favorecer la competencia que, desde el conocimiento del lenguaje, el
alumno desarrolla en el ámbito de su propia vida: mayor capacidad de
comprensión de las situaciones vitales; incremento de su propia facul-
tad de expresión; perspectiva, en fin, del enfoque lingüístico de la rea-
lidad.
Al fijar estas metas de carácter general, se pretende que el alumno, des-
pués de haber estudiado la materia, sea capaz de alcanzar los siguientes obje-
tivos:
— Saber relacionar los conceptos y principios lingüísticos entre sí y con
los distintos modelos en los que se enmarcan.
— Conocer las cuestiones generales, las nociones y los términos más
relevantes asociados a cada uno de los temas del programa; adquirir
de tal modo la capacidad de correlacionar sus epígrafes entre sí, no
sólo dentro del propio tema sino también de la unidad temática más
amplia, así como del resto del temario a medida que éste avance.
— Poder aplicar los principios lingüísticos a la resolución de los proble-
mas propios de cada nivel de análisis del lenguaje.
— Tener capacidad para emitir juicios críticos sobre los diversos enfo-
ques teóricos de la disciplina.
— Profundizar en el desarrollo de la capacidad personal comprensiva y
expositiva, así como en la suficiencia universitaria del tratamiento y
presentación de trabajos, sobre todo de los exámenes realizados en las
pruebas presenciales.

3. Perfil del estudiante y conocimientos previos


Cualquier persona dotada de los correspondientes estudios de
Bachillerato puede incorporarse sin problemas especiales al estudio de
la Lingüística. Del mismo modo, y atendiendo a las especiales prestaciones
de la UNED, el alumno que haya superado el CAD, fundamentalmente la asig-
natura de Lengua Española, no tendrá problemas para iniciarse en el conoci-
miento de la terminología específica de esta otra asignatura. Pero aún en el
caso de que no posea un conocimiento general de la lengua, la programación
de la Lingüística está pensada para que cualquier ciudadano con un nivel
mínimo de cultura pueda acceder a la reflexión de la lengua que ya posee y
usa en cada momento de su vida.
Es recomendable, no obstante, el conocimiento de otros idiomas,
sobre todo los más inmediatos y afines a nuestra situación verbal de Comu-
nidad Europea, tales el inglés, francés, alemán, italiano, etc. Ahora bien, el
conocimiento de cualquier otro idioma o lengua, aunque sólo sea de su gra-
INFORMACIÓN GENERAL 15

mática, por ejemplo Latín y Griego, sobre todo en situaciones bilingües, como
es el caso de España con las lenguas autonómicas, favorece la reflexión a que
aludimos. El alumno bilingüe reflexiona comparando dos lenguas, aunque él
no lo sepa, y esto favorece la comprensión de los fenómenos y estructuras que
atañen a los fundamentos generales del lenguaje.
Las dificultades previsibles —familiaridad terminológica, capacidad
comprensiva, cruce de escuelas y métodos, número de lecturas necesarias—
se irán subsanando poco a poco, a medida que el alumno se integre en la
materia y recurra a los medios de apoyo y consulta, como son el Tutor de la
asignatura, los libros y actividades específicas recomendadas, más los
medios propios de la enseñanza a distancia de la UNED: entrevista persona-
lizada, consulta telemática, visitas programadas de los profesores del equipo
docente a los Centros Asociados de la UNED, etc.

4. Metodología de estudio

El estudio universitario requiere una metodología apropiada. Su secreto


consiste primordialmente en la constancia: mantener un contacto lo más fre-
cuente posible con el objeto de estudio; después, no avanzar en el programa
sin dejar cimentados los conocimientos precedentes. Esto no quiere decir que
no exploremos o que no leamos unidades posteriores que nos amplíen el hori-
zonte de estudio, pero sí que volvamos atrás y dejemos bien fundamentados
los términos, conceptos, estructuras, relaciones, etc., precedentes. La «retro-
alimentación», conocida como feedback, es fundamental en el estudio. Apli-
quemos aquí el principio circular de N. Wiener: lo producido, el efecto,
revierte entonces sobre la causa que lo ha producido. En eso consiste la retro-
actuación o feedback del estudio. Esto no existe propiamente hasta que no
repetimos, las veces que sean necesarias, una lectura ya efectuada. Nietzsche
hablaba también del efecto de rumia, como el de las vacas, para asimilar una
buena lectura: masticar lo leído, deglutir, volverlo a la trituración, darle vuel-
tas, rociarlo con los jugos de la inteligencia y de otros conocimientos ya
adquiridos, y tragarlo. El estudio a simple vista, «para pasar», engullido sin
rumiarlo, como suele decirse, es contraproducente. No deja perfilados los
conceptos, siembra dudas con otros, se debilita la capacidad de encuadrar-
los, etc. La memoria a corto plazo produce ciertos resultados en vísperas de
examen o control, pero ayuda muy poco si no se refuerza y cimienta para
que surta efectos a largo plazo. La preparación llamada remota —conoci-
mientos bien consolidados, aunque se olviden aparentemente— satisface
más que las urgencias medidas por un tiempo impuesto, no controlado por
nosotros mismos.
El alumno irá comprobando por sí mismo que, cuanto estudie aquí, en
Lingüística, reforzará los contenidos de otras asignaturas, los cuales lo remi-
tirán, a su vez, a los contenidos de ésta, ampliándolos. El tiempo necesario de
dedicación a esta materia dependerá de las capacidades de cada alumno, de
su hábito de estudio y del tiempo real de que dispone. Por eso conviene esbo-
16 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

zar unos mínimos temáticos y reforzarlos con puntos fundamentales. No


podemos cifrar un tiempo real de estudio. Cada estudiante debe conocer la
cantidad de horas o minutos que necesita para realizar la «digestión» inte-
lectual antes citada. Decíamos que el contacto frecuente con la asignatura es
imprescindible, pero la frecuencia debe marcarla el propio alumno.

5. Programa
5.1. Reparto del temario
El programa consta de veintiún temas, de los que se ocupan, según se pre-
cisa a continuación, cada uno de los tres profesores de la asignatura. Dichos
temas se han de estudiar, en primer lugar, por el libro de George Yule, El len-
guaje, recomendado como bibliografía básica, y, en segundo lugar, por los
materiales complementarios (apartados de la Guía Didáctica, fotocopias, etc.)
que para algunos de ellos recomienda el profesor encargado en cada caso.

Primer cuatrimestre:

Tema 1. Los orígenes del lenguaje (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)


Tema 2. Desarrollo de la escritura (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)
Tema 3. Las propiedades del lenguaje (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)
Tema 4. Los animales y el lenguaje humano (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)
Tema 5. Los sonidos del lenguaje (D.a M.ª Paz Aguado)
Tema 6. Los patrones sonoros del lenguaje (D.a M.ª Paz Aguado)
Tema 7. Palabras y procesos de formación de palabras (D.a M.ª Paz Aguado)
Tema 8. Morfología (D.a M.ª Paz Aguado)
Tema 9. Frases y oraciones: la gramática (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)
Tema 10. Sintaxis (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)

Segundo cuatrimestre:

Tema 11. Semántica (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)


Tema 12. Pragmática (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)
Tema 13. Análisis del discurso (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)
Tema 14. El lenguaje y las máquinas (D.a M.ª Paz Aguado)
Tema 15. El lenguaje y el cerebro (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)
Tema 16. Adquisición de la primera lengua (D.a M.ª Paz Aguado)
INFORMACIÓN GENERAL 17

Tema 17. Adquisición/aprendizaje de la segunda lengua (D.a M.ª Paz Aguado)


Tema 18. El lenguaje de los signos (Dr. D. Antonio Domínguez Rey)
Tema 19. Historia de la lengua y cambio lingüístico (D.a M.ª Paz Aguado)
Tema 20. Variación lingüística (D.a M.ª Paz Aguado)
Tema 21. Lengua, sociedad y cultura (D.a M.ª Paz Aguado)

5.2. Desarrollo del temario

Los temas que aparecen marcados con un asterisco tienen, en la


segunda parte de esta Guía Didáctica (pp. 25-320), un desarrollo com-
plementario al que ofrece el libro de G. Yule.
*Tema 1. LOS ORÍGENES DEL LENGUAJE. El origen divino. La hipótesis del
sonido natural. La teoría del origen oral-gestural. Glosogenética. Adaptación
fisiológica. Interacción y transacción.
*Tema 2. EL DESARROLLO DE LA ESCRITURA. Pictogramas e ideogramas. Logo-
gramas. La escritura jeroglífica. La escritura silábica. Escritura alfabética.
*Tema 3. LAS PROPIEDADES DEL LENGUAJE. Comunicativo frente a informa-
tivo. Propiedades únicas: desplazamiento, arbitrariedad, productividad,
transmisión cultural, carácter discreto, dualidad. Otras propiedades.
*Tema 4. LOS ANIMALES Y EL LENGUAJE HUMANO. Los chimpacés y el len-
guaje. La polémica. Los rudimentos más básicos.
*Tema 5. LOS SONIDOS DEL LENGUAJE. Fonética. Articulación: sonoro y sor-
do. Punto de articulación. Modo de articulación. La oclusión glotal y el flap.
Vocales y diptongos.
*Tema 6. LOS PATRONES SONOROS DEL LENGUAJE. Fonología. Fonemas.
Fonos y alófonos. Pares y conjuntos mínimos. Fonotáctica. Sílabas y grupos.
Efectos de co-articulación: asimilación y elisión.
*Tema 7. PALABRAS Y PROCESOS DE FORMACIÓN DE PALABRAS. Procesos de for-
mación de palabras: creación, préstamo, composición, mezcla, apócope,
retroformación, conversión, acrónimos, derivación, prefijos y sufijos, infijos.
Procesos múltiples.
*Tema 8. MORFOLOGÍA. Morfología. Morfemas: libres y ligados, derivati-
vos frente a flexivos. Descripción morfológica. Problemas de la descripción
morfológica. Morfos y alomorfos.
*Tema 9. FRASES Y ORACIONES: LA GRAMÁTICA. Gramática. Tipos de gramá-
tica. Las partes de la oración. Gramática tradicional: categorías tradicionales
y análisis tradicional. El enfoque prescriptivo: el infinitivo del Capitán Kirk.
El enfoque descriptivo. El análisis estructural. Análisis de constituyentes
inmediatos. Oraciones etiquetadas y encorchetadas.
18 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

*Tema 10. SINTAXIS. Gramática generativa. Algunas propiedades de la


gramática. Estructura profunda y superficial. Ambigüedad estructural.
Otros enfoques. Los símbolos utilizados en la descripción sintáctica. Dia-
gramas de árbol etiquetados. Reglas de estructura de frase. La recursión.
Reglas transformacionales.
*Tema 11. SEMÁNTICA. Significado conceptual frente a significado asocia-
tivo. Rasgos semánticos. Papeles semánticos: agente, tema, instrumento,
experimentador, ubicación, origen, destino. Relaciones léxicas: sinonimia,
antonimia, hiponimia, prototipos. Homofonía, homonimia y polisemia.
Metonimia: colocación.
*Tema 12. PRAGMÁTICA. Significado invisible. Contexto. Deixis. Referen-
cia. Anáfora. Presuposición. Actos de habla. Cortesía.
*Tema 13. ANÁLISIS DEL DISCURSO. La interpretación del discurso. Cohe-
sión. Coherencia. Eventos de habla. Interacción conversacional. El principio
de la cooperación. Conocimientos previos.
Tema 14. E L LENGUAJE Y LAS MÁQUINAS . Reconocimiento y síntesis
de la voz. Inteligencia artificial. Analizadores. Sistemas de compren-
sión.
*Tema 15. EL LENGUAJE Y EL CEREBRO. Partes del cerebro: el área de Bro-
ca, el área de Wernicke, el córtex motor, el fascículo arqueado. La hipótesis de
la situación. Otras hipótesis. Errores de habla. Afasia: afasia de Broca, afasia
de Wernicke, afasia de conducción. Escucha dicótica. El periodo crítico.
Genie.
*Tema 16. ADQUISICIÓN DE LA PRIMERA LENGUA. Requisitos básicos. Etapas
de la adquisición. Algunas controversias. Habla de los cuidadores. Etapa pre-
lingüística. La etapa holofrástica. La etapa de «las dos palabras». Habla tele-
gráfica. El proceso de adquisición. Morfología. Sintaxis: preguntas y nega-
ción. Semántica.
*Tema 17. ADQUISICIÓN /APRENDIZAJE DE LA SEGUNDA LENGUA. Barreras a la
adquisición. Adquisición y aprendizaje. El filtro afectivo. La metodología: el
método de la traducción de la gramática, el método audio-oral, los enfoques
comunicativos. Interés por el alumno. La interlengua. La motivación. El
aducto (input) y el educto (output). La competencia comunicativa. Lingüísti-
ca aplicada.
*Tema 18. EL LENGUAJE DE LOS SIGNOS. Lenguajes de signos primarios y
alternativos. Oralidad. Los orígenes del ASL. La estructura de los signos. El
significado de los signos. Escribir en ASL. El ASL como un sistema lingüís-
tico.
Tema 19. HISTORIA DE LA LENGUA Y CAMBIO LINGÜÍSTICO. Árboles de familia.
Relaciones de familia. Cognados. Reconstrucción comparada. Cambio lin-
güístico: cambios fonéticos, cambios sintácticos, cambios léxicos. El proceso
del cambio.
INFORMACIÓN GENERAL 19

Tema 20. VARIACIÓN LINGÜÍSTICA. El lenguaje estándar. Acento y dialecto.


Dialectos regionales. Las isoglosas y los límites dialectales. El continuum dia-
lectal. Bilingüismo. Planificación lingüística. Pidgins y lenguas criollas. El
continuum post-criollo.
*Tema 21. LENGUA, SOCIEDAD Y CULTURA. Sociolingüística. Dialectos socia-
les. Clase social y educación. Edad y sexo. Razones étnicas. Idiolecto. Estilo,
registro y argot. Diglosia. Lengua y cultura. Determinismo lingüístico. La
hipótesis de Sapir-Whorf. Universales del lenguaje.

6. Bibliografía general
6.1. Bibliografía básica obligatoria
• GEORGE YULE (1998). El lenguaje, Cambridge University Press,
Madrid. Se trata de un manual que presenta de forma clara y sencilla
los resultados básicos de la actual investigación lingüística. Desde los
orígenes del lenguaje hasta el análisis de las estrategias de adquisición
/ aprendizaje de una primera o segunda lengua, este manual trata una
gran variedad de enfoques del estudio del lenguaje y constituye una
introducción general a la materia. Es el libro de referencia básica, y
mínima, de la asignatura.

6.2. Material auxiliar obligatorio


• Igualmente, como ya se indicó en el apartado anterior, en la sección II de
esta Guía Didáctica (pp. 25-320) se ofrece información para ampliar aque-
llos temas del programa que el equipo docente considera no están
suficientemente desarrollados en el manual obligatorio de la asigna-
tura.

6.3. Bibliografía complementaria (de consulta no obligatoria)


a) Libros de consulta

Los estudiantes interesados pueden encontrar información acerca de los


diferentes temas del programa en las obras que a continuación se recogen.
Como puede comprobarse, en las entradas correspondientes a los textos con-
siderados especialmente útiles para la preparación de la asignatura se enume-
ran los capítulos más relevantes a tal fin y se realizan algunos comentarios de
tipo general sobre la obra en cuestión, de modo que el alumno esté lo más
orientado posible antes de realizar sus consultas bibliográficas.
ABAD, F. - GARCÍA BERRIO, A. (Comps.) (1983), Introducción a la lingüística,
Alhambra, Madrid.
ALONSO-CORTÉS, A. (2002), Lingüística general, Cátedra, Madrid.
20 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

[Capítulo I, «La lingüística general: objeto y caracterización», Capítulo II


«La naturaleza del lenguaje», Capítulo III «Unidades y niveles», Capítulo IV
«Fonología», Capítulo V «Morfología», Capítulo VI «Sintaxis», Capítulo VII
«Semántica», Capítulo VIII «Variación, cambio y diversidad»]
Este libro trata de sintetizar algunas propuestas teóricas que de manera gene-
ral podemos llamar estructurales, entendiendo el término estructural, no en el
sentido particular del estructuralismo, sino en el más general que abarca la idea
de que las unidades lingüísticas se agrupan constituyendo jerarquías o entablan-
do relaciones dentro de un mismo nivel o entre varios niveles. Los que en esta
obra se exponen son el fonológico, el morfológico, el sintáctico y el semántico.
AITCHISON, J. (1999), Linguistics, Hodder Headline (Teach Yourself Books),
Londres.
AKMAJIAN, A. et alii (1984), Lingüística. Una introducción al lenguaje y a la
comunicación, Alianza Universidad, Madrid.
[Capítulo 1 «Qué es la lingüística», Capítulo 5 «Comparación de los siste-
mas de comunicación animal», Capítulo 6 «Fonología: La estructura de los
sonidos», Capítulo 7 «Morfología: La estructura de las palabras», Capítulo 8
«Sintaxis: El estudio de la estructura de la oración», Capítulo 9 «La variación
en el lenguaje», Capítulo 10 «El cambio lingüístico», Capítulo 11 «Semántica:
Estudio del significado y de la referencia», Capítulo 12 «Pragmática: El estu-
dio del uso del lenguaje y la comunicación lingüística», Capítulo 13 «Lengua-
je y cerebro»]
Esta es una obra muy clara, que resulta accesible incluso al lector no
especializado y que tiene la ventaja de presentar también ejercicios prácticos
al final de cada uno de sus capítulos. Ofrece una panorámica bastante com-
pleta de los fundamentos conceptuales básicos de la lingüística, así como de
los métodos de argumentación, justificación y contrastación de hipótesis
dentro de este campo. En varios de los capítulos de la adaptación al español
del original inglés, realizada por V. Demonte y M. Mora, se lleva a cabo una
comparación de las estructuras de ambas lenguas, por lo que resulta muy útil
para un estudio de lingüística comparativa.
BAYLON, C.- FABRE, P. (1975), Initiation à la linguistique avec des travaux prati-
ques d’application et leurs corrigés, Nathan, París.
BERNÁRDEZ, E. (1999), ¿Qué son las lenguas?, Alianza Editorial, Madrid.
BLECUA, J. M. (1982), Qué es hablar, Salvat, Barcelona.
CRYSTAL, D. (1968), What is linguistics?, Arnold, Londres.
——— (1971), Linguistics, Penguin Books, Hardmonsworth.
DI MAURO, T. (1981), Guía para el uso de la palabra, Ediciones del Serbal, Bar-
celona.
FERNÁNDEZ PÉREZ, M. (1999), Introducción a la lingüística, Ariel, Barcelona.
INFORMACIÓN GENERAL 21

FINEGAN, E. (1989), Language: Its Structure and Use, Harcourt Brace, Fort
Worth.
FROMKIN, V. - Rodman, R. (1998), An Introduction to Language, Harcourt
College Publishers, Fort Worth.
FROMKIN, V. et alii (2000), Linguistics. An Introduction to Linguistic Theory,
Blackwell, Oxford.
[Cap. I «Linguistics: The Scientific Study of Human Language», Cap. 2
«Morphology: The Structure of Words», Cap. 3 «Syntax I: Argument Structu-
re and Phrase Structure», Cap. 4 «Syntax II: Syntactic Dependencies», Cap. 5
«Syntax III: The Distribution of verbal forms: A Case Study», Cap. 7 «Seman-
tics I: Compositionality», Cap. 8 «Semantics II: Scope», Cap. 9 «Semantics
III: Cross-Categorial Parallelisms», Cap. 11 «Phonetics: The Sounds of Lan-
guage», Cap. 12 «Phonology I: Basic Principles and Methods», Cap. 13 «Pho-
nology II: Phonological Representations», Cap. 14 «Phonology III: Explana-
tions and Constraints in Phonology»]
Cada sección de esta obra está escrita por un reputado e internacionalmen-
te reconocido especialista en el área concreta de la teoría lingüística de que se
trate: morfología y sintaxis, semántica, fonética y fonología. Las presentacio-
nes de los diferentes temas son muy claras y pedagógicas, y se acompañan de
abundantes ejercicios y esquemas que facilitan la comprensión del texto.
GLEASON, H. A. (1975), Introducción a la lingüística descriptiva, Gredos,
Madrid.
HUDSON, G. (2000), Essential Introductory Linguistics, Blackwell, Oxford.
[Cap. 1 «Signs and Sign Systems», Cap. 2 «Phonetics», Cap. 3 «Phones and
Phonemes», Cap. 4 «Morphemes», Cap. 5 «The Lexicon and Morphological
Rules», Cap. 6 «Sentences and Syntax», Cap. 7 «Phrase Structure Rules», Cap.
10 «Language and the Brain», Cap. 12 «Animal Languages?», Cap. 13 «Phono-
logical Rules», Cap. 14 «Phonological Features», Cap. 15 «Six Ways to Get New
Words», Cap. 16 «Seven More Ways to Get New Words», Cap. 17 «Sentence
Meaning», Cap. 18 «Sentence Form», Cap. 19 «Pragmatics: Inferring Meaning
in Context», Cap. 20 «The Unity of Languages», Cap. 21 «The Basic History of
Writing», Cap. 22 «The Ecology of Writing», Cap. 23 «Three Characteristics of
Language Change», Cap. 24 «Eight Causes of Language Change», Cap. 25 «Lan-
guage Families», Cap. 26 «Dialects and Other Sociolects», Cap. 27 «Register»]
Este es un texto particularmente pedagógico, en el que Hudson explica
con mucha claridad términos y conceptos complicados. El autor se concen-
tra en lo que es importante o esencial y omite lo que no lo es. En este sentido,
es una obra muy selectiva, muy bien estructurada, muy informativa y, al
tiempo, muy claramente orientada a cubrir las necesidades de un alumno de
un curso introductorio de Lingüística General.
LÓPEZ GARCÍA, A. et alii (1990), Lingüística general y aplicada, Universidad de
Valencia, Valencia.
22 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

LYONS, J. (1985), Introducción en la lingüística teórica, Teide, Barcelona.


LYONS, J. (1990), Introducción al lenguaje y a la lingüística, Teide, Barcelona.
LÓPEZ MORALES, H. (Comp.) (1983), Introducción a la lingüística actual, Pla-
yor, Madrid.
MARTÍN VIDE, E. (Comp.) (1996), Elementos de lingüística, Octaedro, Barcelona.
[Capítulo 2 «Las lenguas del mundo», Capítulo 4 «Los sonidos del habla»,
Capítulo 5 «La función del sonido», Capítulo 6 «La palabra», Capítulo 7 «La
frase», Capítulo 8 «El significado», Capítulo 11 «Lenguaje y sociedad: Socio-
lingüística», Capítulo 13 «El lenguaje y la cultura: Lingüística y antropología»]
Cada uno de los breves capítulos que integran esta obra ha sido redacta-
do por un conocido especialista en la materia que en él se aborda, de modo
que esta compilación de trabajos no sólo resulta clara e informativa, sino que
ofrece la garantía del alto grado de especialización de sus autores. Particu-
larmente recomendada para tener una visión de conjunto, sucinta y actual,
de cada uno de los campos de estudio del lenguaje.
MORENO CABRERA, J.C. (1999), Introducción a la lingüística. Enfoque tipológi-
co y universalista, Síntesis, Madrid.
——— (2000), Curso univeristario de lingüística general, volumen 2, Síntesis,
Madrid.
NEWMEYER, F. (Ed.) (1993), Panorama de la lingüística moderna de la Univer-
sidad de Cambridge, Visor, Madrid, 4 volúmenes.
RADFORD, A. et alii (2001), Introducción a la lingüística, Cambridge University
Press, Cambridge.
[Capítulo 2 «Sonidos y suprasegmentos», Capítulo 3 «Variación y soni-
dos», Capítulo 4 «Cambio fonético», Capítulo 5 «Fonemas, sílabas y procesos
fonológicos», Capítulo 9 «Clases de palabras», Capítulo 10 «Construir pala-
bras», Capítulo 11 «Las lenguas y su morfología», Capítulo 12 «El significado
de las palabras», Capítulo 16 «Variación y cambio léxicos», Capítulo 18 «Ter-
minología (sintáctica) básica»]
Este libro es una introducción completa a la lengua y a la lingüística que
explica los conceptos básicos y las ideas teóricas más recientes. Especial-
mente recomendado para los alumnos que quieran profundizar en algún
aspecto concreto de los estudiados en la asignatura.
ROBINS, R. H. (1976), Lingüística general. Estudio introductorio, Gredos,
Madrid.
SIMPSON, J.- SIMPSON, E. (1979), A First Course in Linguistics, Edinburgh Uni-
versity Press, Edimburgo.
SOUTET, O. (1997), Linguistique, Presses Universitaires de France, París.
TRASK, R. L. (1995), Language: The Basics, Routledge, Londres.
INFORMACIÓN GENERAL 23

WULFF, E. (1981), Lenguaje y lenguas, Salvat, Barcelona.


YAGÜELLO, M. (1981), Alicia en el país del lenguaje. Para comprender la lingüís-
tica, Editorial Mascarón, Madrid.

b) Diccionarios y enciclopedias

ABRAHAM, W. (1981), Diccionario de terminología lingüística actual, Gredos,


Madrid.
ALCARAZ, E. - MARTÍNEZ LINARES, M. A. (1997), Diccionario de lingüística
moderna, Ariel, Barcelona.
BUSSMANN, H. (1996), Routledge Dictionary of Language and Linguistics, Rou-
tledge, Nueva York.
CARDONA, G.R. (1991), Diccionario de lingüística, Ariel, Barcelona.
CERDÁ, R. (1986), Diccionario de lingüística, Anaya, Madrid.
CRYSTAL, D. (1992), An Encyclopedic Dictionary of Language and Languages,
Blackwell, Oxford.
——— (1997), Dictionary of Linguistics and Phonetics, Blackwell, Oxford.
DUBOIS, J. et alii (1979), Diccionario de lingüística, Alianza, Madrid.
DUCROT, O. - TODOROV, T. (1974), Diccionario enciclopédico de las ciencias del
lenguaje, Siglo XXI, Buenos Aires.
DUCROT, O. - SCHEFFER, J. M. (1998), Nuevo diccionario enciclopédico de las
ciencias del lenguaje, Arrecife Producciones, Madrid.
GREIMAS, A.J. - COURTÉS, J. (1982), Semiótica, diccionario razonado de la teoría
del lenguaje, Gredos, Madrid.
HARTMANN, R.R.K. - STORK, F. C. (1972), Dictionary of Language and Linguis-
tics, Barking, Essex.
LÁZARO CARRETER, F. (1981), Diccionario de términos filológicos, Gredos,
Madrid.
LEWANDOWSKI, T. (1986), Diccionario de lingüística, Cátedra, Madrid.
MALMKJÆR, K. (Ed.) (1991), The Linguistics Encyclopedia, Routledge, Londres.
MARTINET, A. (Dir.) (1975), La lingüística. Guía alfabética, Anagrama, Barcelona.
MATTHEWS, P. H. (1998), The Concise Oxford Dictionary of Linguistics, Oxford
University Press, Oxford.
MORENO CABRERA, J. C. (1998), Diccionario de lingüística neológico y multilin-
güe, Síntesis, Madrid.
MOUNIN, G. (1982), Diccionario de lingüística, Labor, Barcelona.
24 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

POTTIER, B. (1985), El lenguaje. Diccionario de lingüística, Editorial Mensaje-


ro, Bilbao.
TRASK, R. L. (1997), A Student’s Dictionary of Language and Linguistics, Rou-
tledge, Londres.

c) Libros de ejercicios
ALONSO CORTÉS, Á. - PINTO, A. (1993), Ejercicios de lingüística, Editorial Com-
plutense, Madrid.
COWAN, W. - RAKUSAN, J. (1998), Sourcebooks for Linguistics, John Benjamins,
Amsterdam.
DEMERS, R.A.- FARMER, A. K. (1995), A Linguistics Workbook, The MIT Press,
Cambridge, Mass.
LEHMAN, W.P. - PFLUEGER, S. (1976), Workbook for Descriptive Linguistics,
Random House, Nueva York.
MONNERET, Ph. (1999), Exercices de linguistique, Presses Universitaires de
France, París.

d) Páginas de Internet relacionadas con la Lingüística General


GÓMEZ GUINOVART, X. Recursos lingüísticos en Internet, Seminario de Lingüís-
tica Informática, Universidade de Vigo.
http://www.uvigo.es/webs/sli/paxinas/enlacec.html
LAWLER, J. Frequently asked questions about Linguistics, Universidad of
Michigan.
http://www-personal.umich.edu/~jlawler/lingfaq.html
NUNBERG, G. - WASOW, T. The Field of Linguistics: An Overview, Linguistic
Society of America.
http://www.Isadc.org/flxoverview.html
Lexicon of Linguistics, University of Utrecht
http://tristram.let.uu.nl/UiL-OTS/Lexicon/
COOK, V. Linguistics and Language Glossary, Universidad de Essex.
http://privatewww.essex.ac.uk/~vcook/linggloss.html
Eurodicautom, Diccionario terminológico plurilingüe, Universidad de Frankfurt.
http://www.uni-frankfurt.de/~felix/eurodicautom.html
The Linguist List
http://www.linguistlist.org/lists.html
Infoling
http://www.rediris.es/list/info/infoling.html
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 25

II. AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA

TEMA 1. Los orígenes del lenguaje


Dr. Antonio Domínguez Rey

1. Objetivos

Toda pregunta sobre el origen del lenguaje se mueve en un ámbito de


hipótesis fundadas en restos de difícil interpretación y que recurren a otras
ciencias colaterales como la antropología, la paleología, paleografía e histo-
ria en general. Queremos presentar aquí un aspecto de la investigación actual
en dos dimensiones. Por una parte, ver qué nos dice la paleontología y qué
fundamentos deduce la antropología respecto de la posible configuración y
nacimiento del lenguaje en la comunidad humana. Esto nos conduce a esta-
blecer un marco previo de orientación comunicativa. Estudiaremos más ade-
lante la comunicación desde un enfoque lingüístico. Ahora nos concierne
predecir sus rudimentos. Determinar el origen del lenguaje resulta hoy impo-
sible por ausencia de testimonios directos y tener que recurrir a datos mudos,
que no hablan, y por tanto a explicaciones suyas muy remotas. Ahora bien,
esto no nos impide descubrir y hasta experimentar el fundamento del lengua-
je, que se da en cualquier instancia suya, como veremos. No confundamos,
pues, el origen con el fundamento, aunque tuvieron que coincidir en algún
instante histórico de la conformación del lenguaje.

2. Contenido temático

Lo dividimos en dos partes. La primera corresponde a los epígrafes del


libro de G. Yule —El lenguaje—, que es el básico y mínimo de la asignatura,
a saber:

Parte Primera. El origen divino (11). La hipótesis del sonido natural


(12). La teoría del origen oral-gestual (13). Glosogenética (14). Adaptación
fisiológica (15). Interacción y transacción (16).

En esta Guía Didáctica añadimos como complemento otra parte que


desarrolla algunos de los aspectos tratados por Yule u otros nuevos necesa-
rios para una visión más orgánica y completa del tema. Procuramos intro-
ducir otros enfoques metodológicos y atender al origen y desarrollo funda-
mental de la Lingüística desde Saussure y otros autores pioneros de esta
ciencia.

Parte Segunda. Entorno sociocomunicativo del lenguaje. Hipótesis


antropológica de los orígenes. Períodos evolutivos. Aurora expresiva del len-
guaje. Presión del medio y respuesta inteligente del organismo humano.
Parámetros étnicos y culturales de las lenguas: el trasfondo bíblico.
26 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

3. Desarrollo temático de la Segunda Parte


Entorno sociocomunicativo del lenguaje

Veamos primeramente en qué marco se sitúa la pregunta por los orígenes


del lenguaje y cuál es su naturaleza. Para ello precisamos recordar algunas
nociones antropológicas y el estado actual de los estudios concernientes a la
evolución de los homínidos. La ciencia recurre a los restos primitivos que la
arqueología descubre para elaborar hipótesis que nos permitan comprender
cómo surgió el hombre en la tierra y, más en concreto, cómo suponemos que
se desarrolló en él la facultad del habla. Los vestigios están ahí, ordenados
por períodos históricos y zonas geográficas, pero no nos dicen nada por sí
mismos, no hablan. Tenemos que interrogar a su entorno, a su constitución
material y cultural; que imaginarnos cuál habrá sido el todo y el conjunto al
que pertenecían; descubrir por qué aparecen de tal modo y no de otro; en fin,
elaborar una teoría plausible sobre el origen y naturaleza del hombre. Dentro
de este horizonte, a nosotros nos corresponde el área del lenguaje y las con-
diciones que favorecieron su aparición y desarrollo. Se impone, por tanto, el
recurso a otras ciencias colaterales como la antropología y paleolingüística,
concepto que algunos antropólogos introducen hoy para reflejar el estudio
concerniente a los orígenes del lenguaje.
Este estudio implica una reflexión previa sobre la relación existente entre
el individuo, la sociedad o grupo en el que se desarrolla, su cultura y la expre-
sión que la representa. Partimos de la actitud natural que hoy suponen estas
realidades y su íntima conexión. La reflexión adquirida por la ciencia a lo lar-
go de la historia nos ayuda a trazar unos esbozos previos que nos guían entre
la multitud de datos acumulados.
El lenguaje refleja la sociedad en que vive. Decimos «vive» porque en rea-
lidad viene a ser, como dice Ch. Bally al describir el pensamiento, su inteli-
gencia o su «alma colectiva» (Bally, 1941: 33, 34). Si el hombres es, recordan-
do la famosa definición de Aristóteles, un animal social, su logos, el principio
anímicamente expresivo de su conocimiento, es fundamentalmente verbal,
hablado. No podemos entender una sociedad al margen de sus estructuras
idiomáticas. Es cierto que nos faltan testimonios del habla primitiva, y que
deducimos razones del modo vital de tribus primitivas basados sólo en tallas
de objetos, inscripciones o petroglifos, pero ya hay en ellos una intención
comunicativa. Son reflejo suyo. Y aunque aquellos hombres no se comunica-
ran con signos vocálicos, ya esbozaban, como en su historia, un prelenguaje
o lenguaje naciente. Esa prelación está dada en su mutua referencia comuni-
cativa. De ello deducimos un estado de protolenguaje.
La comunicación es el presupuesto básico y obvio del lenguaje. Solemos
relacionar estos conceptos al revés. Ponemos en primer lugar el lenguaje y
luego, como un resultado suyo, la comunicación, pues, de hecho, podemos
comunicarnos de otro modo, con otros signos o señales. Sin embargo, suce-
de al revés. El lenguaje se da, es la inmediata referencia de la comunicación
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 27

entre los seres humanos. Esto presupone que el hombre articula de algún
modo su intención comunicativa basándose en el movimiento de ciertos
órganos de su cuerpo o en la manipulación de objetos que están a su alcance,
normalmente en su medio más próximo. Tal vez fue imposible, en aquellos
tiempos prelógicos, una comunicación gestual que no incluyera algún rasgo
motriz de los órganos fonadores, la voz convertida en gesto, o viceversa, el
gesto primitivo simbolizado sinestésica y cenestésicamente en la articulación
fonética. La falta de datos permite esbozar hipótesis a posteriori, es decir,
conceptos o ideas explicativas que, fundadas en los conocimientos actuales,
nos permiten entender un estado vital de cultura antigua. Así proceden la
prehistoria, la etnografía, la paleontología, antropología, etc.

Hipótesis antropológica de los orígenes

Se llama icnología la ciencia hipotética que deduce conocimientos o


visiones del mundo prehistórico a partir de restos y huellas orgánicas que
quedan impresas o fosilizadas en la litosfera. El estudio de su entorno o con-
texto nos sugiere un incipiente proceso social de talla de objetos que implica,
a su vez, un proyecto o intención de intervenir en el medio ambiente con fines
muy concretos. Esa proyección va dividiendo y seleccionado las tareas del
trabajo, lo que ya presupone una acción agrupada, un grupo y, por tanto,
algún medio de comunicación conjunta. Se prefigura entonces una concien-
cia, individual y colectiva, que actúa sobre el medio y el mundo que habitan
los homínidos. Nace así una textura o tejido social.
La técnica de pulimentación y de corte de la piedra, los utensilios cortan-
tes —chopping tools—, suponen una previsión fenomenológica en la que los
actos del hombre retienen y reconducen la acción con fines constructivos.
Estos actos son precisiones a su modo «mentales» —requieren un desarrollo
armónico del cerebro, una especificación de sus hemisferios— y corporales
—la mano integra otras funciones que las meramente prensiles—, en cual-
quier caso comunicativas, y están presuponiendo, a su vez, aptitudes y capa-
cidades de entendimiento mutuo. En este ambiente de acción común surge la
necesidad y la expresión espontánea de la comunicación con sus medios pro-
pios, los gestos vocales asociados a los restantes del cuerpo. Poco a poco
adquieren éstos funciones simbólicas y surgen los signos, gráficos y vocales,
o entidades compactas que asocian y representan acciones, es decir, relacio-
nes entre intenciones del hombre y objetos con fines trascendentes: adaptar
el medio a las necesidades propias. Así se forman las primeras culturas.
Este método de reconstrucción hipotética a partir de los datos que la
paleontología nos ofrece desde enterramientos primitivos y yacimientos que
constatan agrupaciones de individuos con tendencia natural de convivencia y
transformación del medio orientada a la sobrevivencia y expansión de la
especie, en cuya orientación adivinamos ya una función primariamente cog-
noscitiva, que se sobrepone al instinto básico del mero animal, agrupa las téc-
nicas de talla lítica en orden progresivo, a medida que nos aproximamos en
28 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

el tiempo a la era histórica o de testimonio intencionado: pictogramas, ideo-


gramas, paleografía diversa, escritura, etc.

Períodos evolutivos
Repasemos el proceso evolutivo que la ciencia paleográfica establece en el desa-
rrollo de la especie humana. De él nos interesan aquí, evidentemente, las bases e indi-
cios que posibilitan establecer una hipótesis sobre el desarrollo de los órganos fona-
dores y la creación del lenguaje. Partimos de las técnicas iniciales de la talla de la
piedra y del uso y preparación de otros instrumentos para fines inmediatos de super-
vivencia. Se distinguen normalmente cuatro períodos: olduvaiense, achelense, nean-
dertalense y auriñaciense.
El olduvaiense, adjetivo formado de Olduvai, región africana en la que se descu-
brieron restos fósiles de hace aproximadamente dos millones y trescientos mil años.
La talla lítica procura una forma cortante, pero aún es elemental, de golpes simples.
El hecho de que sólo aparezca lascada por una cara, o por las dos, es importante, así
como que, en el primer caso, lo sea por el lado derecho o izquierdo. La talla de las dos
caras nos induce a pensar en un sentido de la simetría orientado a un mayor perfec-
cionamiento del corte y, por tanto, de la hendidura, a la vez que sugiere una relación
entre la economía del esfuerzo realizado, la proyección del golpe sobre la resistencia
del objeto seleccionado, el efecto y el desarrollo así conseguido. Esto último presupo-
ne, a su vez, una capacidad mínima de atención o realimentación retroproyectiva —
feedback— de la experiencia acumulada.

El corte de una sola de las caras, anterior al simétrico de las dos, nos ayuda a
intuir el proceso de lateralización de la mano y probablemente, como veremos, de las
funciones cerebrales correspondientes, que son inversas. La medida de la capacidad
cerebral de los diferentes cráneos encontrados en los yacimientos nos ayuda asimis-
mo a establecer tablas aproximadas de desarrollo paralelo entre estos tipos de talla,
sus presupuestos, la época en que aparece, la configuración corporal y la cultura
naciente de ese medio, por lo menos, ya homínido.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 29

En torno a un poco más del millón y medio de años aparecen hachas y utensilios
bifaciales de talla regular, puntiagudos, tajantes y hendedores, que presuponen un
mayor desarrollo de las habilidades manuales y del sentido de la coordinación técni-
ca y muscular en razón de unos objetivos precisos de caza, ataque y defensa, descuar-
tizamiento, etc. Es el período Achelense, de Saint-Acheul, en la Somme francesa,
correspondiente al Homo ergaster, situado en la línea evolutiva entre el homo habilis y
el homo erectus, predecesores a su vez del homo sapiens u hombre ya moderno.
Al período neandertalense, de Neandertal, en Alemania, subespecie del homo
sapiens, le corresponde la industria musteriense, situada en el tiempo entre 300.000 ó
200.000 años hasta los 70.000 ó 50.000. La caracterizan objetos de punta triangular y
rascadores provenientes de astillas desgajadas al retocar una de las caras. Se encuen-
tra también en la zona africana del sur del Sahara. Es técnica que implica dos fases,
una para obtener la lasca —percutadores más suaves— y otra para trabajar ésta de
modo más minucioso y delicado en función de los nuevos objetivos prefigurados.
En torno a los 40.000 ó 33.000 años aparece la industria auriñaciense, de Aurig-
nac, en Francia, más perfeccionada y con rasgos de arte figurativo, como pinturas y
diversos grabados. En los fósiles hallamos rascadores carenados, de forma aerodiná-
mica, azagayas o lanzas pequeñas arrojadizas, y flechas, buriles, cuchillos, tanto de
hueso como de madera, lo que indica una evolución en el empleo de materiales y un
refinamiento económico, pues substituyen la fuerza por la habilidad y adaptan la
materia a la forma más conveniente para la economía del esfuerzo, la eficacia del
objetivo, la precisión del lanzamiento y las distancias concernientes, sometidas tam-
bién a un cálculo de velocidades y estrategias de sorpresa. Este realce de la forma
sobre la masa y peso de la materia, así como la hendidura del aire —flecha—, requie-
ren ya un grado de evolución craneal notorio.

El australopitecus (A.) es un homínido al que se le atribuyen los primeros utensi-


lios tallados. Procede de África austral, donde se cree que ha apuntado la evolución de
la especie humana, y se sitúa en torno a los tres millones de años. Es el antecesor del
género homo: homo habilis, unos dos millones de años; homo erectus, millón y medio
30 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

de años, y homo sapiens, doscientos mil años antes de nuestra era. En éste suelen con-
siderarse dos subespecies, el homo sapiens neandertalensis, entre cien mil y treinta y
cinco mil años antes de Jesucristo, y el homo sapiens sapiens, posterior.

El género homo va asociado a un incremento de la capacidad craneal, el descen-


so de la laringe, el retroceso del agujero occipital, que relaciona el encéfalo con la
médula espinal, la reducción de la mandíbula y la posición vertical, que favorece la
marcha simétrica y bípeda. El australopitecus afarensis incluye el esqueleto de Lucy,
encontrado en 1974 en Rift Valley (Etiopía). Su cráneo es como el de un mono, pero
ya presenta postura vertical, por lo que puede ser el intermedio del homínido y del
género homo.

Aurora expresiva del lenguaje

El giro libre de la mano respecto de su función prensil permite, a su vez,


que la boca adquiera también, a la par, nuevas funciones, diferentes de las
meramente mordedoras, triturantes y, en general, orientadas al alimento
cuando no a acciones de ataque y defensa. Tal espacio liberador pudo contri-
buir muy bien al desarrollo y evolución de los gestos iniciales hasta culminar
en un halo simbólico de referencias y relaciones, tanto presentes cuanto
pasadas y futuras. Nace así la perspectiva del tiempo. Y con ella, el lenguaje.
Su estructura fónica permite almacenar como huellas los gestos balbucientes
y encadenarlos en esquemas iniciales de recuerdo.
Uno de los fundadores de la lingüística, A. Fabre d’Olivet, ya anticipó, a
comienzos del siglo XIX, esta hipótesis del «signo vocal» o asociación de rela-
ciones cruzadas y sintéticas, de tal modo que el fonema ya integraría valor
semántico al sincoparlas. Esta concepción fue abandonada o no atendida
posteriormente por los sistemas lingüísticos de fundamento formal, siendo
así que las relaciones establecidas entre el sonido y sus valores simbólicos
son también formales. Fabre d’Olivet unía la visión antropológica con la gra-
matical, comenta B. Lee Whorf, y al abandonar la lingüística esta proyección
nos quedamos con un sistema reducido de funciones que, bajo tal aspecto,
resulta deficitario. Para este pionero de la consideración integral del lengua-
je, «el habla, resume B. Lee Whorf, no era una «facultad» montada sobre su
propio pedestal, sino algo que había de entenderse a la luz de la conducta y
cultura humanas, de las que era una parte, especializada pero que no impli-
caba ningún principio diferente del resto. El signo vocal (fonema) era un ges-
to o acto simbólico altamente especializado, el lenguaje un desarrollo del
comportamiento somático total que se convierte en simbólico y desvía enton-
ces su simbolismo más y más hacia el canal vocal; tal es su enseñanza puesta
en el idioma moderno» (Whorf, 1999: 141-142).
Sabemos, por otra parte, que este desarrollo antropológico coincide con
la vertical o postura erecta del hombre. El sonido de su voz alcanza, por tan-
to, otra dimensión y se irradia con una abertura y resonancia mayores. El
hombre o protohombre ya mira de frente a su semejante, asociando entonces
gesto, sonido, acción y medio. El sonido se convierte en voz.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 31

Los datos paleoantropológicos nos inducen a pensar en la transformación


espontánea del sonido en voz coincidiendo con la verticalidad del cuerpo y la
liberación prensil de la mano y la boca, que supone, a su vez, otra orientación
de la marcha y otro modo de alimentación. Lieberman ( 1992) interpreta la
correspondencia entre los sonidos provocados por el esfuerzo del homínido y
los de la materia por él trabajada o golpeada, piedra, madera, cuerpo del ani-
mal abatido, etc. Se va configurando así un diálogo onomatopéyico y metoní-
mico en el que golpes y sonidos correspondientes adquieren una función deli-
mitadora, diacrítica, resume A. Bracinha Vieira (1995: 140). Este autor entrevé
también en las acciones asimétricas de los golpes y la simetría del objeto así
producido una relación abstracta, «metagramatical, que transforma los guija-
rros en herramientas cuya incidencia en el mundo propio (de los homínidos
talladores) tendrá efectos gramatológicos» (Ibid.: 136). Compara la estructura
y paradigma de la cultura lítica con una gramática: «las familias de utensilios,
en cada nivel arqueológico y en cada piso de habitat, equivalen a un léxico; la
descripción de sus señales, a una sintaxis; las consecuencias de su acción, a una
semántica. Y cada utensilio lítico, próximo a la palabra por sus potencialidades
transformadoras, incita a ésta a modificar las relaciones del Sujeto-actor con
su medio y su mundo» (Ibid., p. 137). Se establece, de este modo, un discurso o
relato de la acción con implicaciones biológicamente evolutivas y de resultados
semióticos: «Así, las potencialidades cerebrales y las estructuras de base del
lenguaje se encuentran prefiguradas, y como enunciadas, en este registro para-
lelo en el que las herramientas iniciales intervienen culturalmente sobre el
ambiente. Y como las escarificaciones llevadas a los substratos obedecen a una
secuencia intencional, ordenan un discurso y prefiguran una grafía, cada uno
de los trayectos seguidos por la acción de los gestos técnicos de la mano pro-
longada por la herramienta es de naturaleza semiótica» (Ibid.).

Presión del medio y respuesta inteligente del organismo humano


Otro factor decisivo en el desarrollo de este paralelismo y «presión ecoló-
gica» sobre la evolución del cuerpo humano, con resultados específicos en el
cerebro, es la invención y uso del mango añadido al utensilio. Si cada incisión
del filo lítico equivale, en esa gramática semiótica, a una raíz cuyas desinen-
cias serían los modos de incisión, la nueva acción a distancia favorecida por
el mango adquiere «analogía con el efecto de los verbos reflexivos, pronomi-
nales y transitivos». Con el encabamiento se subtiliza, sigue comentando A.
Bracinha Vieira, «la gramatología de los signos que el Sujeto inscribe en su
mundo. Al distanciar el Yo de su propia praxis, el mango aumenta las distan-
cias —física, conceptual, transformadora— entre sujeto y objeto, y entre suje-
to y predicados impuestos al objeto» (Ibid.: 138).
Los nuevos hábitos de alimentación dejan entrever asimismo gestos
homólogos del sonido en la masticación y bebida —palatales, bilabiales, aspi-
rados, nasalizantes, etc.— con raíces fónicas, si así pueden llamarse, de ono-
matopeyas, gritos y ruidos bucales que incluso pudieron transformarse, con
el tiempo, en interjecciones y exclamaciones.
32 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Estas hipótesis van asociadas al medio próximo, la conducta y las sensacio-


nes primarias. Aún existen lenguas actuales que proceden de modo semejante.
Carme Junyent (1986) habla de ideófonos a propósito de lenguas africa-
nas de hoy día. Se trata de sonidos o conjuntos sonoros que asocian un gesto
o imagen acústica con el objeto, animal o fenómeno de la naturaleza que los
produce. Lo mismo sucede con los clics, chasquidos, gestos fónicos espontá-
neos para imitar animales o ruidos de cosas, como sucede con las lenguas
bosquimanas. Su funcionamiento presupone un uso metonímico o metáforas
icónicas y fónicas de la realidad expandidas a otras conexiones mentales
motivadas por la acción, el relato o dinámica de la conversación. Hay una
proximidad inmediata entre el sonido y la realidad designada.
Este proceso interactivo es, a su vez, la base de lo que Yule denomina inte-
racción y transacción en el desarrollo del lenguaje. Los filósofos y gramáticos
ya advirtieron desde tiempos antiguos esta respuesta espontánea o intencio-
nal del hombre ante el medio y en consonancia con su propia naturaleza.
Manuel Milá y Fontanals recoge en la segunda mitad del siglo XIX esta tradi-
ción lingüística de connotaciones estéticas atendiendo al halo metonímico,
onomatopéyico y conceptual de la palabra:
También se ha observado que las partes del cuerpo humano relaciona-
das con nuestro aparato oral, son designadas por vocablos en que figuran
las letras por ellas formadas, v. gr., «nariz» (la N es letra nasal), «cuello»,
«garganta» (la C y la G son guturales), «boca», «labio» (la B es labial), «len-
gua» (la L es lingual), «diente» (la D es dental). A más de que se conservan
algunas raíces primordiales muy adecuadas al objeto o concepto que desig-
na el vocablo que en ellas se funda, v. gr. la ST que indica la permanencia, la
fijeza en «est», «stare» y sus muchos derivados, la FL que indica la expan-
sión, el rompimiento para salir afuera en palabras por otra parte de signifi-
cación tan diversa como «flor», «flamma», «fluere» y «flumen». Mas si es
verdad que existen estas relaciones, apenas se tiene de ellas conciencia, y
además se presentan en número limitado con respecto al total de los voca-
bularios.
(M. Milá y Fontanals, 2002: 134)

Resalta también este autor, en nota complementaria, la perspectiva men-


tal y óptica que ciertas palabras reflejan del objeto que significan:
Así se ha observado que el griego expresa la rapidez del relámpago
(astrape), el hebreo y el latín su resplandor (fulmen), el alemán su movi-
miento serpentino (Blitz); el árbol llama la atención por su dureza (arbor),
por su crecimiento (Baum), etc.
(Ibid.: n. 152)

He aquí, pues, una relación estrecha entre el medio, la acción animal o


protohumana, la materia y el entorno perceptivo de la realidad. Su desplie-
gue y desarrollo comporta, a la luz de los datos de que disponemos, y
mediante hipótesis deductivas, la aparición de nuevas funciones y el perfec-
cionamiento de órganos que contribuyen a la formación social y protolin-
güística del hombre. Esta visión así reconstruida de los tiempos oscuros y
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 33

del amanecer de un horizonte comprensivo relacionado con la transforma-


ción simultánea del gesto bucal y vocal en voz nos permite concluir, por lo
menos, que la naturaleza social va unida a la comunicativa y cultural del len-
guaje, de tal modo que se implican los dos, o tres términos: naturaleza,
sociedad y comunicación. El lenguaje es, en esta primera fase, su espontá-
nea interrelación, el entre constitutivo de una segunda naturaleza.

La relación así establecida entre mundo, sociedad e individuo no sólo es


antropológica. Supone, según vemos, un engarce cognoscitivo entre las
facultades intelectivas del hombre y el medio a que pertenece. Hay un fun-
damento primeramente óntico, entitativo, asociado al sentimiento de perte-
nencia al mundo. El sentimiento o el sentido, la «intimación profunda», a
que se refiere Lee Whorf (1999: 148), de una lengua por el mero hecho de
nacer en ella y ella haber nacido en tal parte del mundo es un foco suyo, una
perspectiva, y además un fundamento lógico que se traduce en formas con-
ceptivas, en maneras de ver, interpretar y hasta sentir tal mundo. Los dos
actúan en el lenguaje. Cabe afirmar incluso que éste es el fundamento onto-
lógico del concepto mundo. Quiere decir ello que, sin lenguaje, no tenemos
perspectiva, visión de la realidad mundanizada. Podemos sentir sin él, pero
no igualmente, porque en su vivencia se nos da u ofrece el mundo de otro
modo: construido, elaborado, inteligido, formado. Diremos entonces que el
lenguaje es forma constituyente de la realidad en que nos movemos, y no
porque la cree, sino porque en él y con él comprendemos su sentido. No sig-
nificamos con ello que el lenguaje crea la realidad, aunque, en cierto modo
es así. Al lado del conjunto de las cosas y sus estados naturales se sitúa el
modo de percibirlas, comprenderlas, significarlas y comunicarlas a otros, y
este proceso ya pertenece al lenguaje. Por eso se ha dicho que instaura una
segunda naturaleza en el hombre.

El filósofo M. Heidegger antepone incluso el temple de ánimo, la Stim-


mung, de la voz, por ejemplo, al acto físico de articulación fónica, que sería
una eferencia suya, por cuanto ese sentimiento fundamental va unido al ser
del mundo en la circunstancia en que el hablante habla. Los modos del habla,
las Mundarten, los tonos y hablas particulares son, diríamos, climas propios
del sentir básico del hombre. La voz adquiere de este modo carta de natura-
leza entrañada y de continuación metonímica del ser del mundo.

La Lingüística formalizada suele prescindir de esta dimensión constitu-


yente del lenguaje al buscar un espacio específico frente a la Filosofía, la cual,
a su vez, la acota en otro espacio no menos específico, la Filosofía del Len-
guaje, como si hubiera un mutuo recelo entre ambas motivado por las rela-
ciones entre el pensamiento y el lenguaje, donde entran también la Psicología
con el ramal de la psicolongüística y recientemente la Biología con la neuro-
lingüística. La relación mundo-individuo está latente en todas ellas y cada
una busca el objeto formal que la justifica. La parte que nos corresponde a
nosotros debe dejar bien claros los límites respectivos, pero, al mismo tiem-
po, y en todo momento, la fundamentación constitutiva del lenguaje.
34 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Parámetros étnicos y culturales de las lenguas. El trasfondo bíblico

Las lenguas reflejan, a su vez, aunque no siempre, semejanzas y diferen-


cias tanto étnicas como culturales. Desde Babel a la creación del esperanto ha
habido conciencia de una lengua común y universal, como si debajo de las
distinciones verbales existiera un resto de entendimiento originario. Este
aspecto roza otros como la magia, los ritos y las creencias plurales del hom-
bre, religiosas y antropológicas. En el fondo yace la unidad antropológica y
cosmológica del ser humano, la búsqueda de un centro intuido o de un lazo
existencial que se presiente, por una parte, perdido, y, por otra, recuperable.
El hombre ve en el vínculo de su cuerpo con la naturaleza una manifestación
de esa unidad y su símbolo es el lenguaje.
No insinuamos con ello que haya una relación precisa entre los conceptos
de raza y lengua, si bien es cierto que el desarrollo comunitario de un área
idiomática crea una cultura lingüística de rasgos específicos. Sí podemos
afirmar, en cambio, que el hecho de poseer el hombre una facultad verbal ha
contribuido al desarrollo de su cuerpo y espíritu, de su inteligencia, así como
al del medio en el que se desenvuelve. Y aunque todos percibimos las cosas
del mundo de un modo semejante, no las interpretamos ni a veces sentimos
igualmente. Los indios hopi, nos dice B. Lee Whorf (1999: 134), expresan el
efecto objetivo de la visión de objetos de modo diferente que nosotros. Si se
trata de algo nuevo, informativo, no especifican, sino que sólo manifiestan la
evidencia, algo así como la novedad: veo (rasgos de la cosa) [que interpreto
son nuevos, porque aún no los conozco, no les he dado nombre, o porque es
información nueva] algo nuevo. Pero si es algo determinado y conocido, lo
manifiestan. Nosotros recurrimos en ambos casos al que locutivo, marca de
información.
Sucede igual entre los indios navajos, que seleccionan rasgos semánticos
de animación y tipo de forma para clasificar todos los objetos. Es inanimado
todo «objeto redondo» o «alargado», y se diferencian así en dos clases. Hay
ciertos verbos que usan raíces para marcar esta diferencia de clase, pero
otros muchos no la tienen, y en tales casos funciona la diferencia por analo-
gía, siguiendo lo que Lee Whorf denomina un criptotipo, es decir, «un signifi-
cado sumergido, sutil y elusivo, que no se corresponde con ninguna palabra
real, y que sin embargo el análisis lingüístico muestra que es funcionalmente
importante en la gramática» (1999: 132-133).
Estas diferencias de relación entre lo percibido y sentido, por una parte;
la percepción y sensación, por otra, más el resultado relacional de las pala-
bras entre sí —la gramática hopi o navaja—, establecen distinciones idiomá-
ticas y culturales en la relación previa del hombre, en este caso los indios cita-
dos, con su entorno y, a través de éste, con el mundo en general. Los estudios
antropológicos de E. Sapir dejan entrever asimismo este componente dife-
rencial entre las tribus indias de la costa del Oeste, cuyas lenguas ofrecen
mirillas diferenciadas de ver, sentir e interpretar el mundo, diferencia que se
refleja también en formas particulares de sus idiomas. Por eso no todas refle-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 35

jan un mismo estadio de desarrollo cultural y científico. Unas son más expre-
sivas o conceptuales que otras.
Lee Whorf habla de «gramática» en este sentido peculiar de concepción
del mundo reflejada en el lenguaje, entendida como «la cara formalizada de
la lengua» o conjunto de los «esquemas automáticos, involuntarios» del len-
guaje que subyacen en todo hablante y que éste no conoce de forma explíci-
ta. Y este hecho fenomenológico de que cada lengua va unida a una forma
peculiar de ver y entender el mundo lo eleva a «principio de relatividad lin-
güística», conocido también como hipótesis de Sapir-Whorf. Lo formula del
siguiente modo: « a los usuarios de gramáticas marcadamente diferentes les
apuntan sus gramáticas hacia tipos diferentes de observaciones y evaluacio-
nes diferentes de actos externamente parecidos, y por lo tanto no son equiva-
lentes como observadores, sino que deben llegar a visiones del mundo algo
diferentes» (1999: 353). Pero este relativismo no impide una formalización
científica de la gramática o sus perspectivas reales:
A partir de cada una de dichas ideas del mundo no formulada e inge-
nua, puede surgir una visión del mundo explícitamente científica por medio
de una más alta especialización de los mismos esquemas gramaticales bási-
cos que engendran la visión ingenua e implícita. De este modo, la imagen
del mundo de la ciencia moderna surge mediante una más elevada especia-
lización de la gramática básica de las lenguas occidentales indoeuropeas.
La ciencia, desde luego, no fue CAUSADA por esta gramática; fue simple-
mente teñida por ella. Apareció en este grupo de lenguas debido a una serie
de sucesos históricos que estimularon el comercio, la medición, la fabrica-
ción y la invención técnica en un rincón del mundo en el que estas lenguas
eran dominantes (Ibid.).

La actitud natural del hablante es, por tanto, básica para su posterior fun-
damentación científica, en nuestro caso lingüística. Analizándola, descubri-
mos los esquemas culturales y cognoscitivos que funcionan en ella de modo
automático e inconsciente, lo cual no quiere decir que ese funcionamiento
sea irracional.
La simbiosis estrecha entre el idioma, la cultura y la distribución del
entorno afectaba y afecta al individuo. Sabemos por los análisis del indo-
europeo que la tribu (*touta¤- > túath en irlandés, touto en osco, tota en
umbro, etc.) era la unidad máxima de organización social, y, la mínima, la
*domo, la familia, de donde deriva, en latín, dominus, raíz de nuestro don.
¿Quién piensa hoy en el significado antiguo de esta palabra, reducida a apó-
cope, don: señor, jefe de la familia? ¿Quién cree también hoy que la palabra
déspota procede de origen igual, por derivación en griego de *dems-potes >
despóte¤s, señor de la casa o señor absoluto de la familia? Sin embargo, es así.
Cada palabra encierra un largo período histórico. Nos retrotrae al fondo de
los tiempos.
Las semejanzas y paralelismos pesan más que las diferencias y modos
peculiares de percibir, sentir y entender el mundo, que no desvirtúan la intui-
ción de una lengua originaria a partir de la cual derivarían las demás, o de un
36 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

hecho nefasto, como en Babel, que hubiera provocado la dispersión idiomá-


tica para confundir al hombre. Realmente, nos recuerda U. Eco (1999: 20), en
el Génesis (11, 1; 10, 5; 10, 20; 10,31) ya aparecen las dos consideraciones.
Antes de Babel, «toda la tierra tenía un solo lenguaje y unas mismas pala-
bras». La ambición humana de grandeza divina atrajo el castigo de la confu-
sión. Sin embargo, al referirse a la descendencia de Jafet, de Cam y Sem, des-
pués del Diluvio, el Génesis distingue a sus hijos según los territorios,
lenguas, linajes y naciones correspondientes. El tribalismo ya asociaba la dis-
persión genética y la herencia con la distinción de lenguas y la división de
linajes y territorios. La primacía de Babel sobre el relato de Jafet pudo deber-
se, como apunta U. Eco, a que, en este caso, se pensaba en «dialectos triba-
les» y no en una verdadera multiplicidad de lenguas.
La influencia histórica de la tradición bíblica contribuyó a imaginar una
«lengua madre» de la que derivarían todas las demás como si de una gran
familia se tratara. El hebreo sería el protolenguaje, cuyas letras dieron origen,
mediante diferentes combinaciones, y en la interpretación cabalística de la
Torá, a las demás lenguas. El mundo tendría entonces un origen verbal: sería
una palabra, la Palabra de Dios. Tanto las letras como los sonidos iniciales
serían, a su vez, las protosemillas de una fertilización idiomática aún dura-
dera. Interpretarlas, averigüar sus combinaciones, supone rehacer aquella
lengua matriz y conocer, a través del mundo, a su Creador. Así funciona,
dicho muy someramente, la exégesis y hermenéutica talmúdica.

4. Ejercicios y temas de discusión

(Remitimos a los correspondientes de G. Yule en las pp. 17-18 de El Lenguaje).

5. Bibliografía

Recomendamos la consignada por G. Yule en El Lenguaje, pp. 18-19, y


estos otros libros específicos:
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Humana, Ed. Temas de Hoy, Madrid.

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AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 37

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38 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

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Círculo de Lectores, Barcelona.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 39

TEMA 2. El desarrollo de la escritura


Dr. Antonio Domínguez Rey

1. Objetivos
En este otro tema tratamos uno de los primeros testimonios casi directos
del lenguaje, la escritura. No conservamos sonidos, pero sí letras que los sim-
bolizan. Nos introducimos por tanto en un sistema colateral, paralingüístico,
pero de enorme importancia para entender la naturaleza, origen y funda-
mento del lenguaje. Se nos muestra éste como una actividad compleja y orgá-
nica del hombre, pues al gesto de la voz une el grafo y, con él, el movimiento
expresivo y la concepción figurativa, simbólica, de su conocimiento del mun-
do y modo de expresarlo.

2. Contenido temático
(Libro de G. Yule). Pictogramas e ideogramas (20). Logogramas (22). La
escritura jeroglífica (23). La escritura silábica (23). Escritura alfabética (24).
El inglés escrito (25).

3. Comentario al tema
Íntimamente relacionada con el sonido y la palabra, la escritura nos une al
mundo como gesto gráfico. Es el modo primitivo de almacenamiento y trans-
misión del habla y de lo dicho, de la historia de los pueblos. Viene a subsanar
en parte el carácter efímero de la fonación lingüística. Las palabras se las lleva
el viento, decimos. Por otra parte, lo escrito retiene de alguna forma la presen-
cia, también efímera, de los interlocutores. Extiende la comunicación más allá
del presente inmediato del habla. Gracias a ello, fue y es posible el avance del
conocimiento y la aparición de la ciencia. La escritura conlleva consigo una
técnica de lectura y de recodificación, lo cual supone, en conjunto, una aten-
ción precisa al funcionamiento del lenguaje, a la gramática. Tiene una función
metalingüística, concepto que estudiaremos al tratar la comunicación humana.
Desde la renovación del arte moderno, comprendemos mejor la simbolo-
gía del movimiento y de la representación a veces icónica, siempre corporal,
de las letras. Los grandes conjuntos históricos de la civilización inventaron
sus medios propios de escritura o fueron adoptando y adaptando otros ya
existentes. Aunque no es objeto propiamente lingüístico, sino paralingüísti-
co, resulta indudable su conexión con el lenguaje desde una perspectiva de
cuerpo animado, pues los sonidos también son gestos y se producen en rela-
ción al menos colateral con su representación gráfica. La escritura resulta
imposible sin lectura que la acompañe y sin enseñanza específica. Algunas
letras, la o, o la m, por ejemplo, aún conservan en algunas lenguas parte de
sus valores representativos y simbólicos desde los orígenes, como designa-
ción del ojo y del agua, respectivamente.
40 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

El simbolismo de las letras es enorme e intenso. Para estudiarlo hay que


recurrir a procesos semiológicos o semióticos, pues cada unidad impresa —
grafema o unidad mínima de escritura, para diferenciarla del fonema, o unidad
mínima de fonación— asocia y agrupa valores lingüísticos, icónicos, somáti-
cos, religiosos, históricos, culturales en general y, a veces, hasta geográficos. Un
ejemplo típico es el alfabeto hebreo vivido e interpretado en la tradición teosó-
fica y midrática de la Torá, hablada y escrita. Para empezar, no existe represen-
tación vocálica, sino sólo consonántica. Es el lector, que se convierte así en
intérprete, quien introduce su aliento en la lectura y, con él, la vocal. De ahí la
importancia de la respiración al leer el texto sagrado. Cada una de las conso-
nantes es como una columna que sostiene el universo, más aún, que lo compo-
ne y desarrolla, según alguna de las tradiciones cabalísticas. Por otra parte,
cada letra es también un número, de tal modo que en las múltiples combina-
ciones de letras existentes en la Biblia, más otras posibles mediante técnicas
específicas de lectura, como el acróstico —cada inicial de palabra forma letra
con otras iniciales de otras palabras—, la gematría o combinación de palabras
entre sí que tengan el mismo valor numérico, y el anagrama o permutación de
palabras según la interpolación de las vocales, se puede leer la organización del
mundo según la misma disposición o creación de Dios.

Se asocian, pues, en la misma unidad grafémica el trazo de la voz, su


sonido, siempre ausente —hay que interpretarlo— y un número. Cada letra
ya es una palabra y ésta, a su vez, un símbolo, empezando por el tetragrama,
YHVH, las cuatro letras del nombre YAVÉ. Estudiar, pues, hebreo clásico
supone combinar todos esos valores. Una lingüística puramente formal o
funcionalista sólo obtendría el esqueleto, no el mundo vivo de esa tradición
religiosa. De ahí la importancia de elaborar un sistema lingüístico lo más
abarcador posible y, al mismo tiempo, lo más reducido o económico en las
leyes y principios de su sistema. Por eso un lingüista, pensador y psicólogo
del lenguaje, L. S. Vygotsky, afirmaba que una palabra «es un microcosmos
de la conciencia humana».

Entre los sistemas de escritura, cabe citar el ideográfico, como el chino, y el


fonográfico, como la escritura silábica —japonés— y la alfabética: árabe, hebreo.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 41

La escritura ideográfica, también llamada morfemográfica, emplea ico-


nos en principio relacionados con la realidad que representan. Un techo
representa una casa; un rasgo vertical sobrepuesto a otro vertical indica
«arriba»; si va debajo, sera «abajo», etc. Con el tiempo, esta referencia casi
unívoca y pictográfica evoluciona y el icono o signo gráfico se independiza o
desplaza respecto del referente inicial. Establece así nuevas relaciones ideo-
gráficas y, con ellas, síncopas o aglutinaciones de signos. Cada uno de los gra-
fos pinta o describe una idea bien concreta o concretizable, es decir, delimi-
tada en el código mental chino. La idea así representada no equivale
realmente a nuestro concepto, sino más bien a lo que entendemos por semas
o sememas, unidades que parcelan y precisan un significado. Añádase a ello
que el chino consta de monosílabos y que tiene muchos tonos de función
fonológica. La variación tonal de una [i], por ejemplo, conlleva cambio de
sema o significado, lo cual dificulta mucho la economía del lenguaje, pues
cada parcela de la realidad o del mundo mental debe tener, en teoría, su
monosílabo e ideograma. Por eso se dice que la escritura ideográfica repre-
senta unidades de significado o monemas.
Por contra, el sistema fonográfico de escritura, silábico o alfabético,
atiende a las unidades fónicas y resulta más económico, pues con un número
reducido de signos, las letras o grafemas, transcribe innúmeros mensajes. La
protoescritura usó los pictogramas y el jeroglífico como modos de represen-
tación de sonidos. Por eso no debemos confundir, por ejemplo, las figuras de
la escritura egipcia con ideogramas, pues representan el primer sonido de la
palabra que nombra una cosa o un objeto. En origen fueron ideogramas,
pero luego se combinaron, del modo señalado, con caracteres fonéticos que
representaban sonidos o sílabas —japonés— de las palabras.
Veamos algunas observaciones de F. de Saussure, fundador de la lingüísti-
ca con un criterio de ciencia moderna, sobre la escritura y sus relaciones con
la lengua. (Las extraemos del Cap. V de la Introducción al Curso de Lingüísti-
ca General, obra cuya lectura recomendamos a quienes quieran conocer cómo
nació la sistematización científica del lenguaje a comienzos del siglo XX).
Lengua y escritura son dos sistemas de signos distintos; la única razón
de ser del segundo es la de representar al primero; el objeto lingüístico no
queda definido por la combinación de la palabra escrita y la palabra habla-
da; esta última es la que constituye por sí sola el objeto de la lingüística.
Pero la palabra escrita se mezcla tan íntimamente a la palabra hablada de
que es imagen, que acaba por usurparle el papel principal; y se llega a dar a
la representación del signo vocal tanta importancia como a este signo mis-
mo. Es como si se creyera que, para conocer a alguien, es mejor mirar su
fotografía que su cara. (...)
Pero ¿cómo se explica semejante prestigio de la escritura?
1.° En primer lugar, la imagen gráfica de las palabras nos impresiona
como un objeto permanente y sólido, más propio que el sonido para
constituir la unidad de la lengua a través del tiempo. Ya puede ese
vínculo ser todo lo superficial que se quiera y crear una unidad
42 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

puramente ficticia: siempre será mucho más fácil de comprender


que el vínculo natural, el único verdadero, el del sonido.
2.° En la mayoría de los individuos las impresiones visuales son más
firmes y durables que las acústicas, y por eso se atienen de prefe-
rencia a las primeras. La imagen gráfica acaba por imponerse a
expensas del sonido.
3.° La lengua literaria agranda todavía la importancia inmerecida de la
escritura. Tiene sus diccionarios, sus gramáticas; según los libros y
con libros es como se enseña en la escuela; la lengua aparece regu-
lada por un código, ahora bien, ese código es a su vez una regla
escrita, sometida a un uso riguroso: la ortografía; eso es lo que con-
fiere a la escritura una importancia primordial. Se acaba por olvi-
dar que se aprende a hablar antes que a escribir, y la relación natu-
ral queda invertida.
4.° Por último, cuando hay desacuerdo entre la lengua y la ortografía,
el debate es siempre muy difícil de zanjar para quien no sea lin-
güista; pero como el lingüista no tiene voz en la disputa, la forma
escrita obtiene casi fatalmente el triunfo, porque toda solución que
se atenga a ella es más cómoda; la escritura se arroga de esta venta-
ja una importancia a que no tiene derecho (1975: 72-74).

Señala también el célebre lingüista las Causas de desacuerdo entre la gra-


fía y la pronunciación. He aquí un extracto de la primera causa:
Primero, la lengua evoluciona sin cesar, mientras que la escritura tien-
de a quedar inmutable. De aquí que la grafía acabe por no corresponder ya
a lo que debe representar. Una notación consecuente en una época dada
será absurda un siglo después. Durante cierto tiempo se modifica el signo
gráfico para conformarlo a los cambios de pronunciación, pero luego se
renuncia a seguir. Es lo que ha sucedido con el francés oi.
Se pronunciaba Se escribía
En el siglo XI .................................... 1. rei, lei rei, lei
En el siglo XIII.................................. 2. roi, loi roi, loi
En el siglo XIV .................................. 3. roè, loè roi, loi
En el siglo XIX.................................. 4. rwa, lwa roi, loi
Así pues, hasta la segunda época se tuvieron en cuenta los cambios ocu-
rridos en la pronunciación; a una etapa de la historia de la lengua corres-
ponde una etapa en la historia de la grafía. Pero a partir del siglo XIV la
escritura quedó estacionaria, mientras que la lengua seguía su evolución, y
desde ese momento ha habido un dasacuerdo cada vez más grave entre
ambas. Por último, como se continuaba juntando términos discordantes,
este hecho ha tenido su repercusión en el sistema mismo de la escritura: la
expresión gráfica oi ha tomado un valor extraño a los elementos de que se
compone. (Ibid.: 76).

El desacuerdo señalado produce, a su vez, diversos efectos, entre los que


Saussure señala «la multiplicidad de signos para un mismo sonido» o, vice-
versa, «varios valores se representan con el mismo signo», o «la escritura
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 43

vacila». El lingüista cita como ejemplo representativo la diferencia entre la


pronunciación wazó de la palabra francesa pájaro y su grafía correspondien-
te: oiseau. Y concluye: «de la imagen de la lengua no queda nada» (Ibid.: 79).
El concepto lengua tiene un significado específico para este autor. Refiere el
contenido social y abstracto que del habla concreta permanece en la mente de
los hablantes de un idioma concreto y le permite entender y elaborar expre-
siones pertinentes. Es el depósito del código o conjunto mental de elementos,
signos y reglas que los estructuran.
A pesar de esta conclusión, sabemos hoy que los cambios gráficos de la
escritura tienen también sus razones lingüísticas, porque la lengua tampoco
es comprensible sin el análisis que de ella hacemos. Hay otras consideracio-
nes científicas, como la semiológica, del propio Saussure, o la semiótica, cre-
ada por Ch. S. Peirce en América del Norte y por Hjelmslev en Europa, que
nos permiten considerar también la escritura bajo un enfoque lingüístico.
Y aunque no desarrollamos aquí la diferencia de códigos de habla y escri-
tura, relacionadas más bien desde el carácter lengua del lenguaje —lo estu-
diaremos más adelante—, conviene señalar sus diferencias más notables des-
de una consideración lingüística. Ya hemos observado que, en cuanto
simbólica, la escritura pertenece al código semiótico, donde se interrelaciona
con el habla y, desde luego, con el lenguaje. Escritura y fonación obedecen a
un impulso motriz y no hay escritura que no suponga haber hablado antes,
haber leído, haber sido guiados por un hablante. Por eso la escritura se ve en
algunas civilizaciones como grafía o dibujo de la voz. La redondez de los
labios al pronunciar la o refuerza el valor simbólico de la letra al representar
el ojo, por ejemplo: boca del sonido y abertura de la visión.
La escritura supone un habla interna constatable en el principio automá-
tico de corrección una vez dominada. El recorrido de su canal de transmisión
es más lento, pero más firme históricamente, pues el habla se pierde en el aire
y la escritura permanece. Por el contrario, el contexto del habla la refuerza y
matiza añadiendo cuantas paráfrasis sean necesarias, mientras que la escri-
tura ha de redactar su propio contexto, aludirlo, retenerlo de algún modo,
pues la ausencia de habla, del gesto, la somete a una interpretación herme-
néutica continua. La puntuación crea precisamente contexto de habla. Los
signos prosódicos de acentuación, interrogación, exclamación, admiración,
estilo directo —los dos puntos, comillas—, los incisos —guiones, paréntesis,
corchetes— , son la pintura entonacional del habla, pero resultan a menudo
insuficientes o asimétricos respecto de la prosodia subyacente.

4. Ejercicios
(Además de los incluidos en el libro de Yule, pp. 26-29, añadimos estos otros,
ya que aquéllos dan una solución y conviene reflexionar sobre lo estudiado sin
la «tentación» de recurrir a una respuesta fija, prefijada, y auxiliadora. El esfuer-
zo así realizado incrementa el efecto del estudio. El alumno siempre puede recu-
rrir al Profesor Tutor o al Profesor de la Sede Central en ausencia de aquél.)
44 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

1. ¿Asocian las letras algún aspecto del mundo o de la motricidad huma-


na al representar y expresar el hombre la realidad que percibe, siente
y entiende?
2. ¿Podemos decir que la letra fotografía el sonido vocal? ¿Existe alguna
similitud entre la escritura y el sonido de las palabras?
3. Teniendo en cuenta algunas de las reproducciones de grafemas o uni-
dades mínimas de escritura y su evolución histórica, señálese cuáles
de ellas conservan aún hoy día rasgos semejantes u homólogos.
4. ¿Es entonces la escritura una parte de la lingüística? Razónese la res-
puesta de acuerdo con lo estudiado en el tema.

5. Bibliografía
(Remitimos además a las pp. 29-30 del libro El Lenguaje de G. Yule).
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AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 45

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indispensable leer el capítulo VI, «Representación de la lengua por la escritura»,
pp. 44-54 de la edic. francesa).
VV.AA. (1994), La Naissance des Écritures. Du Cunéiforme à l’Alphabet, Seuil, París.
46 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

TEMA 3. Las propiedades del lenguaje


Dr. Antonio Domínguez Rey

1. Objetivos
Conocer la naturaleza del lenguaje tal cual lo usamos hoy y según las
investigaciones realizadas por la Lingüística desde que se constituyó como
ciencia autónoma a finales del siglo XIX y principios del XX. No podemos
conocer las propiedades del lenguaje sin saber en qué consiste y sin determi-
nar el marco comunicativo que lo subtiende. Nos hemos aproximado a su
entorno sociocomunicativo en el primer tema, pero ahora nos toca profundi-
zar en él desde una consideración científica del lenguaje.

2. Contenido temático
Lo dividimos también en partes, pues consideramos necesario tratar, antes
que las propiedades, la estructura comunicativa y el sistema lingüístico.
Parte Primera. Estructura comunicativa del lenguaje: comunicación e
información. El sistema lingüístico: lenguaje, lengua y habla. Expresión y
contenido: forma y función. Actividad y producto verbal. Competencia y
actuación lingüística. El signo lingüístico y sus funciones. Propiedades del
lenguaje.
Parte Segunda. (Libro de Yule). Comunicativo frente a informativo (31).
Propiedades únicas (32): Desplazamiento, Arbitrariedad (33), Productividad
(34), Transmisión Cultural (36), Carácter discreto (36), Dualidad (37). Otras
propiedades (37). Otras lenguas (93).
(Para el desarrollo de estos epígrafes remitimos al libro citado, pero antes
conviene leer el comentario de la parte primera. Es fundamental para enten-
der el trasfondo científico del lenguaje y seguir de algún modo el proceso de
la Lingüística desde su nacimiento sistemático, fenómeno que acontece a
partir de Humboldt y Saussure, entre otros, pero fundamentalmente esos dos
autores.)

3. Desarrollo temático de la Primera Parte


Estructura comunicativa del lenguaje: comunicación e información
Antes de estudiar las funciones y propiedades que caracterizan al lengua-
je en general, tenemos que insistir en su naturaleza comunicativa y en el con-
cepto más específico de información, que, aunque se fundamenta en la rela-
ción intersubjetiva que establecen un emisor o hablante y un receptor u
oyente, como mínimo, no coincide del todo con ella. Ello nos conduce a tra-
tar también el signo y su conformación en cuanto unidad fundamental, teó-
rica y práctica, del sistema lingüístico. Son varias las propuestas sobre el sig-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 47

no, pero conviene conocer, al menos, sus fundamentos esenciales. La lingüís-


tica nació precisamente como ciencia moderna partiendo de la definición y
análisis del signo. Este hecho no podemos obviarlo en una introducción
general sobre las bases científicas del lenguaje. Por otra parte, el concepto de
comunicación, más amplio, resulta homólogo al usarlo en el marco de teorí-
as con fundamento lingüístico diverso. Los animales y el hombre se comuni-
can entre sí, según sabemos y veremos en el tema siguiente, pero la naturale-
za de esa comunicación no es la misma en unos y otro. De ahí que no baste el
uso del lenguaje por sí solo para describirlo ni para preguntarnos por su
naturaleza. Dice N. Chomsky al respecto:
Además es un error pensar que el uso humano del lenguaje es caracte-
rísticamente informativo, de hecho o en la intención. El lenguaje humano
puede usarse para informar o para inducir a error, para poner en claro los
pensamientos propios o para exhibir el propio ingenio, o simplemente para
recrearse en él. Si hablo sin preocuparme para nada de ejercer ningún efec-
to sobre la conducta o los pensamientos del oyente, no dejo por ello de usar
el lenguaje en igual medida que si dijera las mismas cosas con la intención
de obtener un efecto semejante. Si confiamos en entender el lenguaje
humano y las capacidades psicológicas sobre las cuales descansa, debemos
empezar preguntándonos qué es, y no cómo se usa y con qué fines. Cuando
nos preguntamos qué es el lenguaje humano, no encontramos ninguna
semejanza notable entre él y los sistemas de comunicación animal. No pue-
de decirse nada aprovechable acerca del comportamiento o el pensamiento
al nivel de abstracción en el cual la comunicación animal y la humana se
identifican. (N. Chomsky, 1980: 123).

Veremos en el tema siguiente que Yule no coincide con esta observación


del célebre lingüista norteamericano. Por eso conviene establecer el paradig-
ma general de la comunicación humana y de las funciones específicas del len-
guaje, pues el uso homólogo de conceptos implica razones diferenciadas en
sus designados. Decimos que el hombre es un animal como el perro, pero el
significado de la palabra animal presupone fundamentos diferentes en el hom-
bre y el perro. Ni comunican del mismo modo ni la comunicación es idéntica
en uno y otro. De ahí la importancia de permanecer alerta sobre los funda-
mentos implícitos de las palabras y de los conceptos. Un ejemplo de esto es el
uso que Yule hace del concepto de «comunicación intencionada», homólogo
asimismo en el animal y en el hombre. El error consiste en que la razón implí-
cita atañe aquí al concepto de instinto animal, común en cierto modo al hom-
bre y a los animales, pero diferenciado en su naturaleza y funciones.

Esto que decimos es muy importante para determinar fijaciones menta-


les que ocultan conocimientos ya adquiridos. La conducta instintiva del ani-
mal no puede obrar de otro modo que el establecido o programado en su
naturaleza irracional. No puede actuar en contra de los fines asignados, por
ejemplo. En el caso del hombre, en cambio, aunque dispone de libertad limi-
tada, puede renunciar al instinto, retardar sus fines, alterarlos en ciertas con-
diciones, etc. No está determinado por él como el mero animal. Al no atender
a estos fundamentos de cultura básica, caemos a veces en generalizaciones
48 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

que ocultan supuestos falsos revestidos de apariencia científica. Veamos un


ejemplo.
S. Pinker, conocido estudioso de la adquisición del lenguaje en la etapa
infantil, llega a comparar la capacidad del habla y su uso cotidiano con el
hilado instintivo de las arañas:
El lenguaje es una habilidad compleja y especializada que se desarrolla
de forma espontánea en el niño, sin esfuerzo consciente o instrucción for-
mal, se despliega sin que tengamos conciencia de la lógica que subyace en
él, es cualitativamente igual a todos los individuos, y es muy distinto de las
habilidades más generales que tenemos de tratar información o comportar-
nos de forma inteligente. Por estos motivos, algunos científicos cognitivos
han definido el lenguaje como una facultad psicológica, un órgano mental,
un sistema neural y un módulo computacional. Sin embargo, yo prefiero un
término más pintoresco como «instinto», ya que esta palabra transmite la
idea de que las personas saben hablar en el mismo sentido en que las ara-
ñas saben tejer sus telas. Tejer una tela no es el invento de una araña anó-
nima y genial, ni depende de si la araña ha recibido o no una educación
apropiada o posee una mayor aptitud para actividades espaciales o cons-
tructivas. Las arañas tejen sus telas porque tienen cerebro de araña, y eso
les impulsa a tejer y les permite hacerlo bien. Aunque hay diferencia entre
las telarañas y las palabras, quisiera que el lenguaje pudiera verse de esta
manera, ya que así entenderemos mejor los fenómenos que vamos a exami-
nar. (S. Pinker, 1995: 18-19).
He aquí una muestra clara de reducción científica homóloga al paradig-
ma del cerebro en dos tipos de conducta y naturaleza diferentes, sobre todo
desde un punto de vista psicológico, sin tocar otros niveles de reflexión cien-
tífica. La araña hilará siempre del mismo modo y no sabrá hacer otra cosa
aunque se quede «huérfana» de nacimiento en medio de la selva. El niño, en
cambio, no. Solo, no podrá desarrollar la facultad del habla que posee por
naturaleza y, si lo hace, puede incluso renunciar a ella, cosa imposible en el
caso de la araña. El niño necesita a otros semejantes, y adultos, para activar
la facultad con que lo dotó su propia naturaleza. Ahí comienza la relación
intersubjetiva, imprescindible, que sitúa al lenguaje en un dominio fenome-
nológico. Así pues, aunque las apariencias del uso de las capacidades de que
estamos dotados sean homólogas, sus razones y fundamentos difieren nota-
blemente. No se trata, pues, del mismo sentido en el habla del hombre y en el
hilado de la araña, sino de algo muy diferente.
No pretendemos aquí buscar la razón última o esencia del lenguaje, pero
sí intentamos establecer algunos de sus fundamentos específicos. Por eso
conviene distinguir acertadamente entre los conceptos de comunicación e
información. Nos encontraremos otra vez con su trasfondo al estudiar el len-
guaje en relación con la estructura del cerebro, en el tema decimoquinto.
Dada la noción general que ya tenemos de tales conceptos, interesa com-
prender ahora la extensión significativa de cada uno, por cuanto la informa-
ción cuantificada no integra todos los factores comunicativos y proxémicos.
Los animales se transmiten información —las abejas con la danza, los delfi-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 49

nes con ciertas emisiones sonoras, etc.—, pero no se comunican en el mismo


sentido que los hombres. La comunicación humana implica posibilidades de
variación y alternancia de conducta respecto del mensaje transmitido, mien-
tras que, en los animales, la estimulación y sus respuestas no sobrepasan los
códigos instintivos de la especie. La alternativa equiprobable, el horizonte de
expectativa, la sociometría, el algoritmo, la teleacción, la multicanalidad,
etc., son nociones, con otras, de gran vigencia hoy día y que nos afectan de
continuo a través de los medios de comunicación y de las páginas mismas de
estudio, como sucede en este instante.
Hemos considerado en el primer tema la importancia que tiene el esque-
ma comunicativo en el desarrollo de la especie humana con la relación mano-
instrumento(medio)-posición vertical(simetría)-canal fónico-cerebro(latera-
lización). Veremos en el siguiente y en el decimoquinto ya anunciado cuáles
son los esquemas genéticos de la comunicación neuronal y sus implicaciones
con los fundamentos biológicos del lenguaje.
Expongamos entonces algún modelo comunicativo y cifremos las partes
o factores que lo integran, pues atañen al sistema o sistemas de las socieda-
des en que estamos inmersos. Tal vez el concepto más vigente hoy en este
dominio es el de interacción. Atañe hasta al modo de estudio seguido. Si no
interactuamos nuestras facultades y conocimientos, sólo obtenemos una pro-
yección estática o unirradial del medio y del objeto estudiado. Ahora bien,
una interacción hiperactiva nos dispersa y anula la captación del fenómeno.
Sólo obtenemos lo que se llama ruido informativo. Un ejemplo de esto en el
ámbito académico es la sustitución del conocimiento científico y temático
por una abundancia de detalles, nombres, términos, fórmulas, citas y fuentes
bibliográficas. Ocultamos el conocimiento del tema con el tratamiento que
ha recibido, la problemática de fondo con el resplandor o los comentarios
que provoca.
Es fundamental conocer, entre otras propuestas, el esquema de la comu-
nicación basado en R. Jakobson, que sirve también para las funciones res-
pectivas del lenguaje y del signo lingüístico. Jakobson distingue las siguientes
partes y elementos en el esquema comunicativo: un emisor y receptor que
comparten un mensaje estructurado según un código y referente a una reali-
dad contextualizada, que a su vez es transmitido mediante un canal o medio
adecuado. El mensaje acaece entonces en el marco de la relación E-R, que se
establece para comunicarse o hablar sobre algo del mundo real, presente,
imaginado o evocado. La preposición sobre marca la otra relación referencial
entre el mensaje propiamente dicho y aquello que comunica o refiere. Fijé-
monos en que el concepto de referencia no implica necesariamente el correla-
to real y extralingüístico del mensaje, sino lo que de él se refiere a algo dis-
tinto en el mundo de las cosas, sean esto, cosas simples, u objetos, ideas,
situaciones objetivas, etc. Por referente entendemos aquí solo lo referido y la
relación que presupone. De hecho, a la lingüística le basta con esta noción,
pues de la realidad comunicada sólo atiende a lo que está contenido en el
mensaje y éste no es la realidad misma. El «árbol» no es la realidad árbol,
50 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

aunque la supone, ni el «fuego» de un mensaje sobre un incendio quema


como el fuego real que está destruyendo un árbol azotado por un rayo fulmi-
nante, por ejemplo. Estas distinciones son propias de otro nivel lingüístico, el
semántico, que estudiaremos más adelante.
Los elementos o partes del esquema comunicativo podemos estructurar-
los, siguiendo la propuesta de Jakobson, aunque ligeramente modificada, del
siguiente modo:
(Código)
Mensaje

Emisor Receptor

canal canal

Contexto
(Referencia)
En realidad, Jakobson acopla al lenguaje el esquema básico del sistema
comunicativo desarrollado por la Teoría de la Comunicación y formulado ini-
cialmente por Cl. E. Shannon y W. Weaber en Teoría Matemática de la Comu-
nicación (1948): una fuente de información, un transmisor, un canal, una
señal, afectada o no de ruido, un código, un receptor que recibe el mensaje así
producido, un destino y un contexto.
Este esquema y elementos se basan, a su vez, en el cálculo de probabili-
dades, en la estadística y en la técnica de transmisiones. Así, por ejemplo, N.
Wiener inventó el término cibernética fijándose en la autorregulación y con-
trol de los sistemas transmisores, tanto mecánicos como neurológicos o com-
putacionales. Y todo ello con la intención de obtener un sistema lo más eco-
nómico posible de comunicación rápida, pero fiable. Se ha visto, entonces,
que diferentes medios comunicativos, como los que giran en torno a meca-
nismos de transmisión de noticias —radio, cine, prensa, televisión, etc.—,
señales —tráfico—, o de simple información biológica —células, neuronas—
o animal —abejas y delfines fundamentalmente—, coinciden en la estructura
y codificación de esos elementos básicos. Allí donde hay transmisión infor-
mativa, tendremos una fuente emisora, unas señales transmitidas por un
canal, que forman, de acuerdo con un código, un mensaje dirigido a algo o
alguien previo: un receptor adecuado. La coincidencia de estructura no pre-
supone, sin embargo, una identidad de naturaleza en los emisores, ni tampo-
co una igualdad de sentido en lo informado y en los presupuestos de la infor-
mación. Al ingeniero le basta con el proceso y la estructura para codificar la
información transmitida y previamente segmentada de acuerdo con unos
principios de segmentación.
Jakobson adoptó a la comunicación humana, como decimos, este sistema
y elementos. Ahora bien, debemos insistir en que los conceptos de informa-
ción y comunicación no son unívocos en cibernética y en lingüística, aunque
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 51

los usamos frecuentemente como sinónimos. La información se refiere al


contenido matemáticamente cuantificable del mensaje. En teoría, los mensa-
jes tienen un grado e índice de probabilidad semejante, pero no son seleccio-
nados por la fuente o el emisor del mismo modo y las mismas veces. Supon-
gamos que intuimos la posibilidad de un accidente al atravesar un niño una
calle con el semáforo en color rojo. Reaccionamos de inmediato, pero no le
enviamos un telegrama, ni seleccionamos un discurso, ni nos limitamos a
hacerle señas, a no ser que estemos muy lejos. Simplemente, gritamos o pro-
ferimos una frase escueta, interjeccional: ¡Cuidado! Por eso se dice en ciber-
nética que la información y su probabilidad son factores inversos: a más
información, menor probabilidad, y viceversa, a menor información más
probabilidad y, por tanto, mayor también su redundancia. Un mensaje redun-
dante contiene poca información, pero puede comunicar mucho si atende-
mos a la importancia de sus funciones. El exceso de redundancia ahoga, sin
embargo, el efecto comunicativo.
Existe otro uso más genérico de la palabra y concepto información, la
simple noticia de algo, pero esto no es suficiente para una consideración
científica. Partimos de ella, pero nos adentramos en —preposición latina del
prefijo in- la forma que articula la noticia, en su constitución interna y exter-
na. Este adentramiento ya nos predispone a una consideración científica. No
basta, pues, recibir, tener noticia de algo. Hay que dar un paso más y entrar
en su formación. Y esto ya implica el análisis lingüístico.
Los medios de comunicación conocen bien estas reglas y las practican en
la selección diaria de la noticia, aunque en realidad aplican la llamada pro-
babilidad inductiva —más o menos, alta o baja información, etc.— y no la
propiamente matemática o estadística, a no ser en casos muy específicos,
como las previsiones de voto en elecciones. Según sea la noticia, así eligen
también la página y lugar donde se intercala. Buscan el máximo de eficacia
informativa calculando intuitiva, sociológica o políticamente la probabilidad
de la noticia. El factor sorpresa —lo inesperado, inmediato y más próximo—
es un índice alto de información en tales medios. La comparación clásica del
perro, el hombre y la mordedura es muy conocida. La eficacia de la noticia
está en que un hombre muerda a un perro, no al revés, que es lo más fre-
cuente y probable. Sin embargo, no siempre se produce esta proporción
inversa entre la probabilidad escasa o nula y el factor sorpresa.
Por ruido se entiende todo aquello que afecta a la transmisión y perturba,
enturbia, retarda o hace superfluo el canal de transmisión o alguno de los ele-
mentos que integran la señal. Un texto escrito por un turista que semiconoce
la lengua del país de acogida tendrá un ruido elevado y nos resultará difícil
entenderlo. Un códice antiguo encontrado en mal estado o con caracteres que
ignoramos, contiene ruido. Hablar en una sala con mucha resonancia impide
la percepción clara de los sonidos. La distracción en una clase es factor de
ruido, etc. Su concepto no coincide sólo, por tanto, con la acústica. Cuando
hay ruido informático en un hipertexto, o lo eliminamos o recurrimos a fac-
tores redundantes para asegurarnos de que el mensaje se transmite.
52 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

La redundancia antes citada va contra la economía de la transmisión,


pues supone más coste o gasto y un uso superfluo de elementos o unidades.
Técnicamente es todo aquello que, omitido, no afecta al mensaje de la infor-
mación. En realidad, toda información contiene alguna redundancia, más
bien replicación, el mínimo intrínseco y necesario para que se realice el men-
saje. La redundancia es informativa, en cambio, en el estilo literario, aunque
resulta técnicamente superflua, como en una fórmula matemática, por ejem-
plo, a no ser que se trate de una explicación para entenderla. Los lenguajes
formalizados —la lógica, los símbolos químicos— evitan la redundancia,
pero los naturales recurren a ella en alto grado. La redundancia es un fenó-
meno presente en todos los niveles del lenguaje. Su omisión produce a veces
rasgos de estilo. Por ejemplo, si vamos a usar de modo seguido varios adver-
bios terminados en mente, se recomienda incluir esta terminación sólo en el
último adjetivo: Es un texto sabia, precisa y oportunamente redactado. El uso
de tres adjetivos adverbializados resulta, en cambio, redundante, tanto en el
aspecto gramatical como en el semántico.
Técnicamente, la unidad de información es el acrónimo de Binary Unit: bit. Impli-
ca realmente dos alternancias: 1/0, V/F, Sí/No, etc. Su probabilidad es de 1/2. Imagine-
mos que queremos adivinar una respuesta entre dieciséis posibles e igualmente proba-
bles. Procedemos por binas. La probabilidad (P) de los mensajes posibles (N=16) será
de 1/16 y la información (I) constará de 4 bits, el número potencial a que hay que ele-
var el número básico de elecciones en cada pregunta ¿Sí/No?, es decir, 2 elevado a 4, o
logaritmo en base 2 de N: I=Log.2 de 1/P, que es la fórmula general de cuantificación
informativa. (Esto se cita a modo de ejemplo, pero sin desarrollarlo, pues no corres-
ponde a este curso ni propiamente al modo lingüístico aquí considerado).

Observamos, pues, que la información no coincide exactamente con la


comunicación lingüística, que es concepto más amplio y más dependiente del
complejo expresivo de los interlocutores. Por eso no es sinónimo tampoco de
significado o contenido significativo de un mensaje. Para la teoría de la
comunicación y la lingüística cuántica o estadística, el concepto de comuni-
cación va unido al de información y entienden por tal la transferencia o
transmisisón de un mensaje de un punto a otro del espacio y del tiempo. Pres-
cinde de dos factores fundamentales contemplados en la comunicación pro-
piamente lingüística, el significado posible del mensaje y su referencia, por
un lado, y el carácter voluntario del mismo, por otro. A la cibernética sólo le
interesa la cuantificación del mensaje en las mejores condiciones económicas
posibles. Por eso busca el esquema y sus unidades esenciales.
De ahí que resulten imprescindibles, a su vez, los conceptos de código y
contexto. Por código entendemos un conjunto inventariado de señales o sig-
nos y sus modos o reglas de conexión. Supone un sistema y unas tablas de
equivalencias entre el mensaje y los signos o señales empleadas para trans-
mitirlo. El mensaje Iré mañana puedo transmitirlo por morse, mediante ban-
deras, en sistema Braille —signos empleados por los ciegos—, o con señas y
gestos de la mano, como hacen los sordomudos, el «Ameslan» o ASL, siglas
del American Sign Language, del que nos habla Yule en el tema decimoctavo
de El Lenguaje. Al trasladar el mensaje a uno u otro sistema de transmisión,
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 53

lo codificamos. Cuando el receptor o destinatario lo recibe, lo descodifica.


Esta doble operación supone que tanto la fuente como el destino poseen el
mismo código para entender el mensaje. Hay una memoria común de equi-
valencias. En realidad, lo que llamamos descodificación es un proceso de aná-
lisis y delimitación de las unidades recibidas para codificarlas de nuevo en
nuestra mente según la memoria de equivalencias establecidas.

Estos códigos y sistemas presuponen evidentemente una voluntad comu-


nicativa previa. Están elaborados para transmitir una voluntad informativa.
En tal sentido, la información se engloba también en el proceso de comuni-
cación lingüística, aunque se reduce luego este factor —la voluntad o inten-
ción— por supuesto o redundante: se da por sabido. Anotamos esto a propó-
sito de lo dicho antes respecto de la diferencia entre información y
comunicación lingüística, distinción que pretende apartar el proceso ciber-
nético de la lingüística propiamente dicha. En realidad, aquél es una parte de
ésta, una reducción técnica suya. Otra cosa es la transmisión informativa o
los códigos genéticos de transmisión instintiva de los animales, donde no hay
voluntad propia ni intención comunicante. Al estudiarlos, proyectamos sobre
ellos el esquema comunicativo que ya opera en nosotros como hablantes apli-
cados a criaturas sin habla. Deducir después de esta reducción cibernética un
cuadro o marco técnico para el lenguaje, es operación analítica válida por
cuanto descubre de común y sistemático entre las especies y mecanismos
artificiales de información, pero en el fondo subyace el esquema del habla
humana y su principio alterativo. Más aún, subyace la conexión o correlación
básica del mundo con las criaturas que lo pueblan. Sin este correlato ontoló-
gico no habría transmisión posible. Pero el único individuo que puede decir-
lo y elaborar esos sistemas es el hombre, el único ser capaz de inducir el logos
—palabra y entendimiento unidos como conducta racional— en las relacio-
nes que descubre en contacto de naturaleza, la suya y la cósmica. Sin habla,
es decir, sin intención articulatoria, no podríamos construir ni entender nin-
guno de los sistemas artificialmente informativos. Conviene, por tanto,
advertir este uso homólogo de la palabra comunicación.

Esto presupone que hay una situación y un contexto mundano previo e


inherente al proceso comunicativo. Tal es el denominado contexto comunica-
tivo o situacional, el conjunto de circunstancias que rodean al acto de comu-
nicación. Sin él, el mensaje queda ontológica e incluso informativamente des-
vinculado. En principio, decir que la combinación siguiente de símbolos
gráficos no tiene ningún sentido: mj trugl f bwolec, significa que no encontra-
mos ningún contexto en el que pudiera ser pertinente, porque la vinculación
de tales unidades no responde a ningún código que la sistematice. Sin embar-
go, sabemos que no tiene sentido; por tanto, hay un no tener sentido que se
apoya en un sentido previo, o hay un espacio de significancia prelativa que nos
permite comparar, convalidar lo que tiene sentido respecto de lo que no, y
viceversa. Operamos con un sentido previo profundo, ontológico. A él pertene-
ce tanto el contexto del acto de comunicación como el inherente a la codifica-
ción del mensaje o cotexto. El adjetivo ontológico se usa en Filosofía. Aquí lo
54 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

citamos y aplicamos para recordar que las ciencias se implican en sus funda-
mentos, pero cada una tiene una razón diferenciada o método propio. Ontoló-
gico alude a las entidades lingüísticas descubiertas en la relación cognoscitiva
y fundamental del hombre con la naturaleza. Esas entidades no se revelan fue-
ra de la relación cognoscitiva. Son relaciones y relaciones de relaciones que
fundamentan nuestros conocimientos, lingüísticos o de otra índole. Conoci-
mientos, por otra parte, que nos dicen algo del ser observado o del modo cómo
lo observamos. La lingüística tiene también su modo propio y éste principia
en la relación de un hablante con otro, la relación intersubjetiva.

El cotexto atiende, en cambio, a las relaciones y funciones internas del


mensaje y sus unidades en razón de su carácter discreto y continuo. Cuando
se dan dos unidades, una ya remite a otra en función suya. La o forma sílaba
con la c precedente o pospuesta: oc [ok] en oc-ta-vo, palabra trisílaba, pero no
sucede lo mismo con la consonante t, pues no existe sílaba ot en castellano,
aunque sí existe, integrado, el prefijo ot- procedente de oús, otós, «oreja» en
griego, como en otología o estudio de las enfermedades del oído. Sólo quien
conozca esta lengua sabrá que ahí hay un prefijo, aunque la división silábica
actual de la palabra no atienda a su procedencia. Pero la ignorancia del ori-
gen no anula la fuerza radical de la palabra en su significado.

Sucede lo mismo en cualquiera de las otras unidades internas de un men-


saje. Tanto el cotexto como el contexto lingüístico inciden en el significado del
mensaje y hasta en la elección de canal o código. Antes citamos un posible
accidente al cruzar un niño la calle con el semáforo en rojo. Si estamos lejos,
decíamos, y la voz no alcanza o no llega nítida —ruido—, intentamos gesti-
cular y llamar la atención, para avisarlo del riesgo. Repetiremos una y otra
vez el gesto de urgencia y aviso, con redundancia continua en este caso para
garantizar que el canal de transmisión funciona y que el mensaje llega a des-
tino. En la adaptación de Jakobson, basada, a su vez, en el modelo de orga-
num de K. Bühler (1979), que veremos al estudiar el signo lingüístico, el emi-
sor corresponde a la fuente y subsume al transmisor, que, en el caso del
habla, es el complejo fonador del hombre. A su vez, el receptor subsume el
destino. El oyente del habla tiene como receptor su oído, pero englobamos a
éste en el conjunto de la persona que escucha. Añade el lingüista, en cambio,
la referencia, concepto que en teoría comunicativa queda implicado en el
mensaje y en el contexto o situación en que se produce. La distinción entre
mensaje y referencia es importante, pues un mismo referente admite diversos
tipos de mensaje. Supongamos ahora que se ha producido el accidente antes
insinuado. Las noticias mediáticas elaboran su comunicado de acuerdo con
los medios de transmisión: radio, prensa, televisión, notificación humana
directa, etc. Los sistemas artificiales de información están constituidos en
realidad por funciones o complejos de relaciones informativas —por eso se
usa el algoritmo para cuantificarlas—, mientras que el lenguaje natural trans-
mite además representaciones de objetos y en su retroalimentación o función
metalingüística las palabras y sus relaciones posibles son asimismo objetos de
estudio. Estas funciones las estudiamos en este mismo tema.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 55

El sistema lingüístico: el lenguaje, lengua y habla

Nos hemos referido más de una vez al concepto de sistema. Veamos aho-
ra en qué consiste aplicado a la lingüística, qué elementos lo componen,
cómo se estructura, qué formas, relaciones y funciones lo determinan.
Por sistema entendemos el conjunto de principios fundamentados que
estructuran los elementos, las relaciones, los niveles, las propiedades y fun-
ciones del lenguaje. Cada elemento suyo halla correspondencia en otro, aun-
que sea, como veremos, por ausencia de su forma. Implica un paradigma de
unidades y conexiones regladas, algunas de las cuales son intrínsecas y otras
externas y convencionales. Si nos fijamos, por ejemplo, en los índices de con-
cordancia entre un adjetivo y un sustantivo, o entre un nombre y verbo, las
correferencias de número, género y persona, según los casos, así como las
conexiones semánticas de rasgos —humano, no humano, vital, no vital,
etc.—, indican relaciones mutuas y sistemáticas, intrínsecas a cualquier len-
gua. Pertenecen, por tanto, al lenguaje en general y las consideramos propias
del sistema lingüístico. Otro tanto podemos decir de unidades o estructuras
más complejas y abstractas, como la del signo lingüístico, que consta de sig-
nificante, significado y reglas internas que solemos cifrar como principios
generales de su codificación: Signo (Ste + Sd°) + reglas = principios. El signo
ya incluye relaciones internas. Es, en realidad, la fuente de los principios y
reglas derivadas.
Ese conjunto reglado de elementos unidades y niveles según los princi-
pios que los fundamentan es el código del sistema. En él está el núcleo nece-
sario e imprescindible de signos, relaciones y estructuras que lo constituyen.
Recordemos que ya hemos considerado este concepto al hablar de los ele-
mentos de la comunicación. No existe mensaje sin código que lo regule. Habrá
que delimitar, pues, el rasgo esencial del código lingüístico, y éste es básica-
mente el signo verbalmente articulado, entendiendo aquí articulación como
el conjunto de actos fónicos que formalizan y estructuran un sentido, la Sin-
nesartikulation de los neogramáticos alemanes del siglo XIX.
Asociada al sistema y al código en cuanto su realización práctica en un
período o estadio de tiempo determinado, consideramos también como con-
cepto colateral la norma. Tiene gran vigencia en los códigos circunstanciales
del uso lingüístico. Importa comprender su valor sistemático y, a la vez, rela-
tivo, pues los dos coinciden. Comprende el conjunto de disposiciones, reglas
y hábitos de aplicación y realización práctica de una lengua determinada en
un momento concreto de su desarrollo y oficialidad tanto académica como
estatal, si se trata de una lengua oficial de Estado. Integra además la norma-
tiva gráfica de escritura, estilo, ortofonía, etc. Aunque cambia con el tiempo
en alguno de sus aspectos, en su permanencia o cambio hay siempre una
razón propia del lenguaje. Descubrirla, es también tarea de esta ciencia. Sin
embargo, no pertenece al código como parte suya imprescindible, aunque se
fundamenta en él y la contempla el sistema. La norma viene dictada por el
uso cultural de la lengua y, en el caso de oficialidad lingüística, también por
56 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

alguna institución reconocida, como las Academias de la Lengua, por ejem-


plo. La Real Academia de la Lengua Española publica de tiempo en tiempo
una adaptación del Diccionario y de la Gramática de la Lengua Española
según los avances científicos de la investigación lingüística, filológica, sobre
todo gramatical, y el uso medio del idioma en los órganos culturales de la
sociedad. Como hay algunos matices y diferencias léxicas o semánticas,
modismos, incluso localismos que resultan típicos, consulta asimismo con
las Academias Hispanoamericanas de la Lengua Española en los respectivos
países del continente americano.
Desde una perspectiva lingüística, el lenguaje se divide desde Saussure,
fundador de la Lingüística en cuanto ciencia moderna, y a quien se debe esta
distinción, en lengua y habla. No es lo mismo tratar el código del sistema, sus
principios y reglas abstractas —relaciones fonéticas, léxicas, concordancia,
derivación, subordinación, por ejemplo—, que el modo y acto de realización
concreta del lenguaje en cada individuo concreto y grupo idiomático. Cuan-
do nos referimos a la realización concreta, individualizada, de la lengua, esta-
mos considerando el habla. Al pronunciar el artículo determinado el, realiza-
mos una combinación fónica de rasgos vocálicos y consonánticos —abertura
media y abierta de la vocal, liquidez fónica de la consonante—, pero esto no
impide que un hablante pronuncie el fonema /l/ un tanto aspirado, es decir,
que realice su pronunciación concreta con un modismo local de habla. La
lengua implicada funciona lo mismo: entendemos que se trata de un artículo
determinado. Tenemos almacenado en nuestra mente el código y las relacio-
nes sistemáticas de ésta y otras palabras que pueden relacionarse a su vez con
ellas. Eso contenido en la mente es la lengua.
Tal es la división que Saussure hace del lenguaje, considerando en él un
aspecto social, común a todos los hablantes de una misma lengua, y otro indi-
vidual, de la persona concreta que habla, con sus características propias y
peculiares. Corresponde esta diferencia también al plano abstracto, por lo
menos genérico, y concreto del lenguaje.
En este punto hemos de apreciar asimismo la dimensión sociológica y
semiológica del lenguaje, su conexión con otras áreas de la vida humana y del
estudio científico. Ahora debemos ver estas relaciones y diferencias desde
dentro de la organización del lenguaje.

Expresión y contenido: forma y función


Son conceptos también de gran trascendencia en el pensamiento huma-
no. No se contraponen, pero ciertas diferencias internas priman sobre las
externas. Se implican mutuamente y su comprensión reclama incluso cono-
cimientos filosóficos, estéticos, semióticos y fenomenológicos. Queremos
decir con ello que estamos ante una división aparente, pero metodológica e
imprescindible para comprender la organización interna del lenguaje aquí
estudiada. Volveremos sobre este par de conceptos al introducirnos en el
entramado del signo lingüístico, del que forman su esencia. Aquí se trata, por
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 57

el momento, de reflexionar sobre la distinción, de comprender, por ejemplo,


que un mismo contenido puede tener varias expresiones. Queremos expresar
el deseo de ir al cine, la probabilidad de que vayamos, y decimos: Quiero ir al
cine; Voy a ir al cine; Tal vez vaya hoy al cine; Hay una película que me intere-
sa: voy a verla, etc. Las expresiones difieren, pero el contenido es casi el mis-
mo en todas ellas. Sucede igual entre dos expresiones de un mismo conteni-
do en voz activa y pasiva: La energía retórica de los candidatos influyó en el
voto y El voto fue influido por la energía retórica de los candidatos.
El concepto de expresión suele referirse sólo al acto fónico, articulado,
pero hay también una expresión estilística y conceptiva. En realidad, la expre-
sión es el resultado conceptivo de la realidad mentada. Ya comienza en el
momento de la percepción mental, de tal modo que el sonido transformado
en voz es efecto concipiente de la realidad considerada. Lo expresado, donde
entra ya el contenido —idea, concepto semantizado, etc.—, implica la presión
conceptiva —exprimere: exprimir— actuante en el momento complejo de la
voz formalizada. La lingüística funcional suele prescindir de estas implica-
ciones por la dificultad que supone el formalizarlas o simplemente las da por
supuestas.
Es concepto muy unido además a los de forma y sustancia, pues la mate-
ria, un bloque de mármol, por ejemplo, sólo se sustancia formalizándose
expresivamente. Tiene una forma material previa, es evidente, como la tiene
el sonido en cuanto sustancia fónica, pero esa otra forma le llega de fuera en
manos del artífice o artista, de fuera y de dentro en el caso del hablante o emi-
sor lingüístico. En el lenguaje viene desde dentro, aunque la recibimos desde
fuera. Ese dentro, el sonido —aire respirado— hecho voz articulada con sen-
tido, un fueradentro, es el fundamento del lenguaje.
En tal consideración, no existe contenido al margen de la expresión que
comporta. Otro asunto es la necesidad delimitadora de unidades para explicar
lo que acontece en ese fueradentro o fundamento del lenguaje. Y resulta difícil
aplicar la navaja ockhamiana —no crear conceptos ni expresiones innecesa-
rias—, el bisturí científico, a este asunto, pero no imposible. Hay lingüistas
que delimitaron con precisión muy fina las partes de este tema tan complejo,
entre otros, con aplicaciones de fundamentación lingüística diversa, K. Büh-
ler, G. Guillaume, L. Hjelmslev, E. Benveniste, N. Chomsky y E. Coseriu.

Forma y función

Sucede lo mismo con estos otros dos conceptos fundamentales. Los


hemos usado varias veces en matemáticas o en las nociones básicas de lógica
en los estudios de Bachillerato. Toda forma, se nos decía, funciona en un con-
junto organizado. Una función, oíamos también, puede determinar varios
valores formales en el desarrollo analítico de una ecuación. Presuponíamos
entonces un conjunto ya dado, expuesto o no previamente. Aquí acontece
otro tanto. Hay un corpus, un conjunto de elementos, unas funciones y valo-
res respectivos desarrollados en el proceso del habla. La palabra justicia es
58 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

una forma nominal, pero en la frase Dicen que la justicia es ciega funciona
como sujeto de otra forma verbal, es, con función predicativa.

Ahora bien, no existen formas sin apoyo en sustancias concretas. El habla


es la fuente básica de todo lenguaje, aunque éste, en una consideración cien-
tífica, se estructura o va descubriéndose, al estudiarlo, de modo más comple-
jo. Vemos aquí su coincidencia con otras ramas del saber abstracto, Matemá-
ticas, Lógica, Filosofía. El punto de unión entre unas y otras ciencias es el
logos o razón verbal fonologizada. Hay una lógica común, la que usamos al
pensar. Por tanto, no debe extrañarnos la coincidicencia. Sin embargo, las
sustancias concernidas son diferentes, pues aquí nos vemos con el aire —
¿hay algo más volátil e inconsistente?— y con el pensamiento: ¿quién puede
detenerlo, asirlo para estudiarlo? He ahí el enorme reto científico de la Lin-
güística. Y también, por lo que llevamos dicho, la importancia del estudio del
lenguaje para entender otras ciencias y técnicas.

Si aplicamos, pongo por caso, estos conceptos al campo del arte, veremos
que también son de uso frecuente, con la expresión y el contenido, para deli-
mitar determinados aspectos de la técnica y esencia artística. Estamos tam-
bién bajo una misma lógica del conocimiento. El lenguaje se nos revela
entonces como el verdadero logos del pensamiento formalizado. Más aún,
vamos entreviendo que, analizándolo, explicamos con él el núcleo del proce-
so intelectivo. Por eso conviene determinar la epistemología o corresponden-
cia de los principios lógicos con la realidad concreta del habla. Ahora enten-
deremos mejor conceptos y divisiones ya realizadas.

Si digo: el plural se forma con -s, estoy empleando una forma especial
que, por sí misma, aislada, no tiene ningún significado, pero al unirla a niño,
por ejemplo, añadimos al significado de esta palabra el concepto de
«varios», la pluralidad: son más de uno. Podemos decir entonces que el fone-
ma /s/ —es la consideración científica, el aspecto lengua del lenguaje, mor-
fofuncional—, o el sonido [s] —no deja de ser científica su consideración,
pero ahora atendemos al acto fónico concreto de tal sonido— es una forma
del contenido «cuantidad» al unirse al final de un nombre sustantivo y fun-
dar en él la función de pluralidad. Hemos asociado unos rasgos específicos a
[s], una distribución suya en oposición al hecho de no figurar, de estar
ausente en el singular niño( ) —signo cero, suele decirse, pero en lengua no
hay números—, en cuyo caso entendemos que se trata de un solo niño y no
de varios.

La forma del sonido [s], ya fonema /s/, está funcionando como signo de
plural en un contexto muy determinado. Es forma gramatical que funciona
en un paradigma de rasgos fónicos sucesivos, es decir dispuestos sintagmáti-
camente. Suele reservarse el adjetivo sintagmático, desde Saussure, para con-
tinuidades discretas de superficie, pero es indudable, al menos etimológica-
mente, que esa sucesión crea paradigma en el momento preciso de su
conjunción y consonancia mutua. Que la articulación sea discreta, dividida
en unidades fónicas, léxicas, sintagmáticas, de rasgos pertinentes, no implica
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 59

lo mismo en la percepción retencional o memoria perceptiva que la subtien-


de. O dicho de otro modo: el desarrollo del lenguaje sigue articulando las uni-
dades que considera imprescindibles. Las almacena en paradigmas cruzados
que conjuntan la forma y la función que los integra.

En Lingüística, toda forma funciona generando un sentido o significado,


total o parcial, y según niveles, como en el caso antes citado, pues la base es
el concepto «niño», al que añadimos ahora el concepto de «pluralidad». La s
aislada es un grafema que tanto puede pertenecer al alemán como al italiano.
No dice casi nada por sí sola, pero al funcionar en un contexto se formaliza
de modo peculiar: recibe una dinamicidad interna y su sonido se trasciende
en unidad fonológica —fonema— distinguiendo un matiz del significado:
pluralidad. Fijémonos en que el simple hecho de citar el fonema /s/ como
marca de pluralidad ya presupone que lo extraemos de un paradigma en el
que se integra como horizonte suyo de funcionamiento. No existe, por tanto,
con propiedad conceptual, un fonema aislado. Cualquier unidad lingüística
contiene, como forma que es, una función potencial. La razón de ello radica
en que, por ser una unidad ya codificada en algún sistema, dispone en sí,
explícita o latente, de una funcionalidad operativa.

Así pues, si una forma funciona en un medio organizado, va desarrollando un


proceso, una línea o volumen sucesivo que implica un antes, un ahora y un después,
pero tal implicación acontece modulando el punto de mira conceptual hacia atrás, y
esta mirada abre campo, a su vez, hacia adelante. En esto consiste el despliegue de un
horizonte partiendo de lo que tenemos a la mano, como dice el filósofo y gran intér-
prete del lenguaje M. Heidegger. Nada más a la mano, porque está dentro de nosotros,
que el lenguaje. Ese despliegue va implicando tiempo: es tiempo. La palabra es tiem-
po, dice el poeta Antonio Machado. Una unidad, un elemento sigue a otro y retiene su
imagen, su huella, su eco, como sucede con el sonido. Así fue organizándose el len-
guaje, sobreponiendo capas sobre capas, de tal modo que no sería exagerado hablar
también, además de las matemáticas y del arte, de una geología lingüística. En el estu-
dio de los niveles y estratos de la naturaleza podemos tocar las capas descubiertas. Al
hablar, sin embargo, tocamos el aire y nuestros propios órganos. Pero hay un tacto
diferente, sutil, que ya advierte Sócrates por boca de Platón, y que repetimos desde
entonces sin saberlo: la taxia de la mente, el toque del concepto al descubrir, por ejem-
plo, una conexión, un nudo de enlaces, como sucede con las categorías de la mente.
Este tacto intelectual tiene plena vigencia en el estudio del lenguaje. Los núcleos sin-
tácticos, nominales o verbales, son ejemplos de este tacto mental en la gramática y
descripción analítica de las lenguas.

Si detenemos el proceso, como al hacer un corte en una roca, o en un ani-


mal, para conocer la composición interna de sus capas u órganos, estamos
disponiendo el objeto de estudio sobre la mesa de análisis para analizarlo con
calma y observar su interior. He aquí la parte verdaderamente científica de
nuestro estudio: acotar el campo, dividir, distribuir, comparar, ver qué es per-
tinente, cómo se relaciona un elemento con otro, si conmutan entre sí, se
excluyen, sobreponen, forman unidades complejas, etc. Ya sabemos que, con
la mirada retroproyectiva, ningún elemento queda aislado. Cada uno reclama
a otro. Están implicados.
60 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Se abre entonces ante los ojos la maravilla del lenguaje. Surge otro reto de
gran alcalce. Saussure propone una lingüística sincrónica, la más interna, el
núcleo central, diríamos, de la lengua. El habla, la realización concreta del
lenguaje, la lingüística de la parole, le sirve de base, pero la estructura cientí-
fica nos la da la otra. Todo lo permanente que halla en el habla, incluidos sus
cambios periódicos, pero que ofrecen una regularidad en la trasformación,
son su parte lengua. Lo dice claramente al comienzo del capítulo IV del Cur-
so de Lingüística General:
Acordando a la ciencia de la lengua su verdadera posición en el con-
junto del estudio del lenguaje, hemos situado al mismo tiempo y totalmen-
te la lingüística. Todos los demás elementos del lenguaje, que constituyen el
habla, se subordinan por sí mismos a esta ciencia primera, y, gracias a esta
subordinación, todas las partes de la lingüística encuentran su lugar natu-
ral (p. 36 de la edición francesa).
La sincronía estudia esos cortes temporales del estado concreto de una
lengua. Si estudiamos cómo funcionaba el lenguaje en la segunda mitad del
siglo XV, establecemos una sincronía, pero si vemos al mismo tiempo cómo
fue configurándose ese lenguaje desde el siglo XI, XII hasta el XV, o cualquier
otra fecha, consideramos entonces su diacronía o proceso de formación y
cambios a lo largo del tiempo. Sincronía y diacronía son, pues, conceptos
metodológicos que atienden, en conjunto, a las formas, funciones, aspecto
lengua y habla, códigos respectivos, sistemas estructurales, etc, del lenguaje
en un punto de la historia, si es que podemos considerar puntos del tiempo
en ella, o en su desarrollo sucesivo. Son también nociones que han trascendi-
do de la lingüística a otras ciencias y de uso ya normal en medios culturales.

Actividad y producto verbal. Competencia y actuación lingüística


Otro misterio del lenguaje, viene a decir N. Chomsky, consiste en que,
siendo tan complicada su estructura, y tan problemático el hecho de situar su
facultad en algún centro específico de la estructura humana, lo adquirimos y
empleamos, sin embargo, espontáneamente, sin necesidad de estudiarlo. Per-
tenece a nuestro patrimonio de seres vivientes y nos lo otorga la naturaleza
sin que el hombre haya impuesto, al menos por ahora, tributo comunitario
alguno. Es un don, un regalo de la vida.
La disposición interna del habla, la posibilidad de resolver situaciones
inmediatas con el lenguaje, nos descubre una competencia en principio inna-
ta —facultad universal del lenguaje— y luego reforzada por el aprendizaje de
la vida cotidiana. Gracias a ella entendemos o emitimos frases, mensajes
característicos de una lengua. Es éste, la competence, un concepto similar al
de lengua en Saussure, pero no coinciden exactamente.
A su vez, la realización práctica, el ejercicio concreto del habla, saber pro-
nunciar, por ejemplo, el sonido [z] de hazme como fricativo linguodental, y no
como velar aspirado, con ligera nasalización del aire, pero incluso aunque así
fuera, como un modismo de pronunciación local, de habla —parole—, por
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 61

tanto, ese pronunciar, decimos, pertenece a la actuación concreta de una len-


gua, la performance. La similitud con el concepto de habla de Saussure tam-
bién es aquí notoria, pero, sin embargo, tampoco coinciden ésta y la compe-
tence de N. Chomsky. ¿Cuál será la diferencia? Recordemos la actuación
dramática, escénica, de un actor, su performance. Antes de actuar, ha estudia-
do el papel con precisión y minuciosidad. Lo ha memorizado. Ya es capaz de
realizarlo. Tiene la competencia propia de un actor. Si además es bueno,
posee el don dramático del arte, bordará, decimos, su papel y, con él, el per-
sonaje que representa. Los signos, las palabras, también son papeles y acto-
res dramáticos. Nos dramatizan al escenificarlos nosotros mismos. He ahí,
pues, la diferencia con Saussure, quien deja fuera de la lengua los matices
concretos de los impulsos sinestésicos, musculares, de los órganos y sus imá-
genes reflejas, simbólicas. La performance de Chomsky recuerda más , en
cambio, el habla de Saussure pero éste no considera o da tanto relieve al efec-
to escénico, a la situación dramática de la actuación concreta en el escenario
vital del lenguaje.
Otros lingüistas, tal L. Hjelmslev, hablan de esquema y de uso de la len-
gua, en acorde respectivo con los conceptos antes citados, y Hjelmslev añade
además, como luego E. Coseriu, la norma, ya citada («Langue et parole», en
Essais Linguistiques, p. 81). ¿Se corresponden también los dos primeros con
aquellos conceptos de Saussure y Chomsky? ¿Qué añade la norma? ¿No va
incluida en el uso? ¿No está prevista de algún modo en el esquema? Son éstas
consideraciones más intrincadas de la estructura lingüística, propias de otros
niveles de estudio. Las citamos aquí sólo como muestra de la complejidad
conceptual de esta ciencia y testimonio de su consideración en lingüistas que
han contribuido notablemente a su establecimiento. En la actualidad suelen
pasarse por alto, pero el estudio comprende algo más que el interés presente
de las nociones o la vigencia teórica de un sistema lingüístico concreto.
El asunto se nos complica un poco más si consideramos la distinción de
W. von Humboldt entre energeia o actividad factual —Tätigkeit— y Ergon, el
producto o resultado interindividual —Werk—, conceptos que K. Bühler rein-
terpreta, a su vez, a la luz de la distinción citada de Saussure, pero con solu-
ciones propias, dando un paso más en el estudio lingüístico.
Otro célebre estudioso del lenguaje, E. Coseriu, recogió este debate en un
artículo extenso y notorio, que citamos en la bibliografía y a cuya lectura invi-
tamos al lector curioso y al estudiante ya ávido de mayores profundidades
científicas.
Proponemos como comentario una aplicación que el profesor Vidal
Lamíquiz hace de los conceptos antes citados de Humboldt, Saussure y Büh-
ler, al hecho comunicativo, bajo el epígrafe «El ergon textual»:
Es importante recordar aquí la conocida afirmación humboldtiana de
que el lenguaje es energeia y no ergon. Desde el proceso de la enunciación,
la lengua como sistema supone un conjunto complejo de elementos simultá-
neamente actuantes, siempre dinámicamente cambiantes, nunca en equili-
62 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

brio: es la energeia. Esta energeia enunciativa va produciendo resultados en


forma de ocurrencias enunciadas. Como consecuencia del dinamismo acti-
vo del sistema junto a los condicionamientos ambientales, se origina el
ergon, un resultado enunciativo a la vez estatuido como producto: el texto.
La comunicación lingüística, tanto en su génesis como en su resultado, o sea
en cuanto enunciación o en cuanto enunciado, se da como actividad. Más
aún: sólo porque se da como actividad, puede estudiarse también como pro-
ducto; si no, sería simplemente una cosa (E. Coseriu, 1979: 286). Y no es un
producto estático, que se gaste con el consumo porque, siendo ergon, man-
tiene en sí, bajo la forma de resultado enunciado, todo el dinamismo de
enunciación en la energeia que lo genera (El Enunciado Textual, p. 38).

Humboldt advirtió en las lenguas dos principios internos: el lingüístico y


el sonoro - sonido. Por interno entiende la capacidad espiritual que forma
una lengua, la orientación que la voluntad inteligente adquiere respecto del
sonido para convertir a éste en voz y signo representativo de algo ajeno, de las
cosas o del interior del hombre. Es la fuerza interna que impulsa y gobierna
el lenguaje desde dentro, viene a decir. Entonces, según sea el alcance del
espíritu —la voluntad actuante, lo cual no implica que todo sea en ella cons-
ciente— o energía interna, así será el desarrollo de cada lengua. Esto explica
su diferencia lingüística.
Todos tenemos espíritu, ánimo, inteligencia, voluntad, pero no la desarro-
llamos del mismo modo ni con la misma intensidad. Humboldt concibe en
cada palabra o signo una potencia, un impulso interior que la mueve. Es su
energeia. En cuanto forma interior, hace que el sonido —materia pasiva para
él, pero asunto no tan claro— se articule. Si no ponemos voluntad en ello, no
transformamos el aliento en voz, por ejemplo. El sonido resultante —voz arti-
culada— ya es unidad doble, recíproca, autónoma: inteligible y sensible a la
vez, constante actividad simbólica y verdadero principio creador del lenguaje.
El resultado así obtenido, pero considerado en su proceso, es un acto o
producto —ergon—, una unidad concreta. La forma interna une todas las uni-
dades, todos los actos y, al hacerlo, también las diferencia. En esta forma reco-
ge Humboldt la intencionalidad del lenguaje, dirección volitiva de la mente
hacia algo con fines expresivos de representación de la realidad, pero no como
copia suya —el signo no copia ni repite—, sino como actividad de la mente: la
energía que el hombre produce, pudiéramos decir, por el mero hecho de cono-
cer y querer expresar cuanto conoce, siente y cómo lo conoce sintiéndolo. Tal
principio ordena, desde dentro de las estructuras y niveles, los productos ver-
bales: signos, palabras, frases. Entonces, es la energeia productiva que une
también por dentro los diferentes niveles, explicándolos al mismo tiempo. La
misma palabra explicar encierra y desarrolla etimológicamente este proceso:
explicare, desplegar, desenvolver el pensamiento partiendo de un punto inicial,
desgajándolo de algo, como si estuviera implícito en ello.
Chomsky parte de Humboldt fundamentalmente, pero retiene aún el for-
malismo distribucionalista y su recusación velada del significado en cuanto
unidad difícilmente controlable y medible. Recurre al léxico más como forma
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 63

que como sustancia gramaticalizada del pensamiento: el gramma del concep-


to. Refunde el antimentalismo y conductismo bloomfieldianos, pero retiene,
al mismo tiempo, transformada, la energeia de Humboldt, que deriva en la
forma generativa, ya usada por otros lingüistas alemanes de principios del
siglo XX.
Acude también, de algún modo, a Humboldt y Saussure al introducir los
conceptos de competence y performance. Estaba entonces en discusión pro-
funda el enorme problema de la referencialidad del lenguaje, asunto que él
soslaya al prescindir del signo como fundamento lingüístico. ¿Puede fundar-
se una lingüística sin resolver el complicado tema de la arbitrariedad y sin
considerar el doble plano —significante y significado— en cada unidad de
lengua, incluso triple si le añadimos su referencia al mundo extralingüístico?
La competencia chomskiana es un trasunto de la energeia de Humboldt,
aunque no coincide con ella. Pero también se aproxima al concepto lengua de
Saussure, a la vez que resume el comportamiento o conducta de Bloomfield
al unirle la performance. Recordemos, además, los conceptos clásicos de acto
y potencia, y obtendremos un sincretismo intelectual y lingüístico.
Al prescindir de un fundamento sígnico, pero teniendo como base el con-
ductismo, y observar la génesis procesual de las formas, que Humboldt ya
había aplicado a la gramática, aún cabía la posibilidad, con otros preceden-
tes como estímulo, de recurrir a la energeia neuronal, de modo parecido a
como hiciera Descartes para el grave problema de la conexión anímica, la
cosa mental —res cognoscens—, con la mecanicista de la res extensa. Chomsky
recurre al innatismo ya sostenido por varios autores clásicos, entre ellos Des-
cartes, pero remodelado ahora con las estructuras neuronales a partir de las
áreas o zonas cerebrales de Broca y otros científicos.
Este planteamiento, que estudiaremos más adelante, motivó varios
modelos gramaticales que recogían, con la doble estructura, profunda y de
superficie, las diferencias que B. L. Whorf y E. Sapir, desde W. Wundt, C. G.
Jung y S. Freud, ya sostenían en el lenguaje: una capa autónoma, incons-
ciente, no predicible sin análisis, y otra superficial, manifestada. Analizar las
relaciones entre una y otra suponía entrever el trasfondo, traducirlo —la tra-
ducción está también en la base de estos conceptos—, y traer a luz una expli-
cación posible. Así surgían las transformaciones o traducciones: un término A
es llevado a otra lengua o nivel como B, pero en realidad indican la misma
profundidad, una misma fuente energética.
Así pues, la performance es la actualidad viva que un hablante realiza de
su capacidad de poder hablar en ella. Sería, es el equivalente de ergon y paro-
le, pero sus contextos difieren. La competence incluye asimismo la conducta
posible. Si un hablantes es inglés, lo posible y probable es que hable bien
inglés. Puede hacerlo con defectos, porque no tiene un nivel adecuado de cul-
tura, pero domina el código, aunque no lo conozca de modo explícito. Tiene
la capacidad de hablar y entender inglés, pero no sólo como quien lo ha
aprendido, sino también como quien lo siente desde el nacimiento. Y perfor-
64 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

mance es la actuación, el desarrollo del papel lengua en la escena comunica-


tiva. Presupone el drama escénico del lenguaje, pero más bien el esquema de
las actuaciones y movimientos de los actores. Recuerda también la Darste-
llung, representación, humboldtiana, así como detrás de la competence entre-
vemos la Fähigkeit o capacidad energética, que K. Bühler asociará al concep-
to gestáltico de campo: la apertura u horizonte operativo del lenguaje y sus
formas.
(Establecemos estas relaciones por el hecho de que son frecuentes las preguntas
sobre estos conceptos y sus matices respectivos. Contribuyen a pergeñar una imagen
más completa de la discusión lingüística, pero son cuestiones ajenas al nivel de una
introducción general del lenguaje.)

El signo lingüístico y sus funciones

Al considerar las unidades básicas de la expresión, las formas que la


caracterizan y las funciones que ejercen en un contexto determinado, descu-
brimos un orden progresivo de conformación que va desde el gesto simple, a
menudo espontáneo, hasta la configuración simbólica de una materia. El
gesto puede convertirse incluso en símbolo. Levantar la mano con la palma
abierta, generalmente la derecha, y dirigida hacia un interlocutor, es gesto
simbólico de paz. Lo mismo sucede con el sonido de una palabra en contex-
tos secretos o como consigna de algo. Entre la señal y el símbolo hay, no obs-
tante, un proceso de significancia graduado que pasa por la unidad expresiva
del signo, en nuestro caso del signo lingüístico. Adelantamos como un presu-
puesto lingüístico que el signo se desarrolla en un campo simbólico.
Consideremos un gesto de la boca, una señal de tráfico o de humo en una
montaña. El gesto es un movimiento espontáneo o intencionado, de dolor o
alegría, y de aburrimiento, pongamos por caso. Indica algo, es una reacción
instintiva. En cuanto tal, comporta un mensaje fijo, a no ser que haya inten-
ción precisa en ello, pues entonces el gesto ya es indicio de una manifestación
expresa y lo manifestado con él representa, significa o simboliza algo concre-
to. Debemos distinguir, pues, entre la relación instintiva del gesto, que es
natural en el hombre, y la también natural, intencionada o no, de la señal y el
indicio.
A su vez, entre señal e indicio hay diferencias. Si vemos humo en una
montaña, sabemos que hay fuego. La relación entre uno y otro es también
natural, pero no instintiva ni intencionada. El humo señala o indica que hay
fuego. Pero si éste tiene una forma determinada y sucesivamente regulada,
pensamos que alguien hace señales de humo: comunica algo. El humo sube
en el aire articulado, codificado. Hay, por tanto, un emisor y un mensaje. El
humo es señal de fuego: no puede producir otra cosa, pero se convierte en
indicio de comunicación y en símbolo de llamada, por ejemplo, si nos es
conocido el código, como entre los indios. Establecemos entonces una corre-
lación o relación de relaciones entre su forma y el significado que hemos con-
venido. La señal se convierte en indicio de una intención significante.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 65

Normalmente usamos estos conceptos prescindiendo de los matices


implicados, que se recubren y amalgaman con variedad significativa. Consi-
deramos que el humo indica que hay fuego; por tanto es señal e indicio a la
vez. Ahora bien, al proceder así, introducimos en la señal natural del humo
nuestra interpretación o hábito perceptivo de que el humo indica, asocia la
realidad fuego en nuestra mente, aunque no veamos las llamas ni su resplan-
dor. Realizamos una inducción empírica basados en la experiencia adquirida
de casos semejantes. La señal ya está recubierta con una capa de significa-
ción. Nos lleva de un plano A de presencia, el humo, a otro B de ausencia evo-
cada, el fuego. Este desplazamiento de un plano a otro es el transcurso de la
significancia en cuanto relación entre dos o más polos. Importa entonces
conocer el fundamento de esa relación; saber si entre A y B hay una relación
intrínseca, química en el caso considerado; si en ella interviene la intención
humana; cómo interviene, en tal caso, etc. La relación del humo y el fuego es
sólo natural. Interpretamos aquél como señal de éste. Si además se implica
una intención humana, entonces alguien usa esa señal como indicio de otra
cosa, lo cual supone, a su vez, que ese alguien se ha puesto de acuerdo con
otra persona para señalarle, indicarle algo, y aquí se recubren los dos matices
conceptuales. Se ha puesto de acuerdo o sabe previamente que la otra perso-
na sabrá interpretar como indicio la señal que le envía. Hay un saber previo
conocido. Estas implicaciones se acumulan en nuestra capacidad expresiva
cuando comunicamos algo a alguien.

Veamos ahora una señal de tráfico: indica una regla establecida, pero
entre ella y lo indicado no existe ninguna relación instintiva ni natural, sino
sólo arbitraria. La señal no reenvía aquí al objeto denotado, como acontece
con el humo respecto del fuego, sino a una regla de conducta decidida en un
medio social. No es, entonces, indicio de nada.

Nos encontramos con Pedro. Le decimos: —«Tienes mala cara». —«Sí»,


responde. —«Creo que he pillado la gripe», añade. El semblante de la cara
indica claramente mal estado físico y psíquico. Es una señal, un indicio y un
síntoma de fiebre. El cuerpo está afectado por la fiebre y la cara lo refleja. La
señal refleja la naturaleza humana del caso; el indicio introduce la significan-
cia interpretativa que nosotros tratamos de inducir partiendo de aquélla; el
síntoma avanza una hipótesis, dadas las circunstancias presentes: se trata de
una gripe.

Si nos fijamos en los casos expuestos, hay siempre un plano A que lleva a
otro B. En el primero vemos o apreciamos la manifestación de otra cosa dis-
tinta. Pues bien, aplicada esta relación al lenguaje, decimos que el sonido se
estructura en unidades básicas formando un significante o realidad expresiva
y un significado o realidad mental, que denominamos idea, concepto, repre-
sentación o contenido. Fijémonos en que tanto el Sf —significante— como el
Sd° —significado— vienen a ser las partes correspondientes de la expresión y
del contenido antes consideradas, pero ya sometidas a una organización for-
mal, a una forma específica, forma de la expresión y del contenido.
66 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

El signo lingüístico, definido por F. de Saussure, es la unión o vínculo


intencionado de esas dos unidades básicas, es decir, la articulación sistemáti-
ca del sonido por una voluntad dicente o comunicativa. El signo consta de Sf
y Sd°, lo cual implica una serie de fundamentos y principios internos que
estructura los dos planos. El Sf refleja inicialmente la cadena sonora, pero los
sonidos se articulan en ella según relaciones mutuas sostenidas por funcio-
nes sólo reveladas en el análisis y no observables a simple vista. Lo mismo
sucede con el Sd°. Por eso Saussure matizó más estos conceptos buscando la
razón científica que los fundamenta. El Sf tiene también su parte lengua,
aunque lo realizamos como habla, es decir, los sonidos concretos se realizan
siguiendo pautas internas que los regulan. Su entidad consiste en la huella
impresa o imagen acústica, dice Saussure, que dejan en nuestra percepción
receptiva al ser pronunciados u oídos de boca ajena. No es, por tanto, su
materialidad sonora. Al pronunciar el sonido [o], realizamos una apertura
vocálica con los labios ligeramente abocinados. Esa pronunciación implica
un timbre de voz que se relaciona con los de otras vocales instaurando un sis-
tema cuyas semejanzas y diferencias fónicas permiten distinguir unos y otros
sonidos, pero todos ellos contribuyen en conjunto a una significación pro-
puesta. Tales relaciones entre unidades mínimas sonoras orientadas a una
significación son la parte lengua del Sf, algo que ya no existe como sonido
propio, sino como abstracción suya.
Sucede igual en el significado. La palabra árbol significa un objeto real,
pero no es el objeto en sí mismo, sino un conjunto de nociones mentales —
imagen representada, ser orgánico, vegetal, de madera, con ramas, etc.— que
se relacionan con otras de otros objetos estableciendo semejanzas comunes y
diferencias específicas. Esas relaciones son también la parte lengua del signi-
ficado.
La Lingüística busca, por tanto, las relaciones fundamentales de las uni-
dades del lenguaje. De ellas educe principios, leyes y reglas. Pues bien, Saus-
sure fue el primer lingüista que pensó de este modo sobre el lenguaje y que
estableció el signo como unidad básica de su carácter científico. Descubrió
en él una serie de rasgos que lo especifican frente a otras ciencias. Son el
doble plano del Sf y el Sd°, la arbitrariedad, linealidad, el carácter discreto, la
mutabilidad e inmutabilidad y el valor relativo de sus unidades Los estudia-
mos en la selección comentada de algunos textos del Curso de Lingüística
General, cuya lectura proponemos como complemento de este tema. (Algu-
nos de ellos los trata también el libro de Yule).
A partir de la propuesta de Saussure, surgieron otras complementarias
que trataban de ajustar con más detalle la realidad analizada y los funda-
mentos de la Lingüística como ciencia autónoma. Una de ellas fue la de A.
Martinet, quien sistematizó las implicaciones del signo en orden descenden-
te desde el significado hasta el significante. Se conoce como doble articula-
ción del lenguaje. Comienza segmentando las unidades y subunidades de
cada uno de los planos del signo. Si decimos, por ejemplo: deportar, declinar,
defender, en el primer caso podemos separar intuitivamente el prefijo de y el
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 67

verbo portar, porque las dos unidades tienen significado, una funcional y la
otra, además, entitativo. Cabe hacer lo mismo con de-clinar y de-fender, pero
ni clinar ni fender son palabras o partes suyas autónomas en castellano
actual.
Descubrimos así unidades o signos mínimos de la lengua. En portar aún
podemos distinguir el lexema port, la vocal temática a y la desinencia de infi-
nitivo r. Ninguna de estas secciones tiene significado pleno por sí misma,
pero la raíz port asocia el campo nocional de «llevar», mientras que la a lo
sitúa, combinada con las otras dos, en un dominio gramatical específico: ver-
bo con marca de tiempo.
Vamos articulando unidades hasta llegar a una división de monemas y
fonemas. Esta doble articulación, debida como concepto y análisis al lingüis-
ta francés A. Martinet, se basa en la articulación fundamental del signo, la
fónica en cuanto discreta, lineal, sintagmática, etc. Articulación simple es la
acústica; doble, la monemática o lexemática y fonológica.
Decíamos anteriormente que en lingüística toda forma funciona en orden
a una significación. Vimos también que la comunicación comprendía algo
más que el signo o su regulación sistemática como unidad fundamental de la
Lingüística. El signo está encuadrado en un esquema comunicativo contex-
tual y dentro de una relación intersubjetiva. El uso del lenguaje hace prevale-
cer además una función sobre otras según los elementos comunicativos que
lo subtienden. Estas funciones nos recuerdan lo que a veces olvidamos: que
el lenguaje es comunicación entre, al menos, dos personas, y que lo comuni-
cado está en relación directa con la vida de los interlocutores, el medio y
mundo en el que se mueven. Incluso algunos gramáticos estudian la lengua
partiendo de estos elementos primarios. La función expresiva, por ejemplo, es
de suma importancia en fonología y en la configuración del sentido de los sig-
nificados, pero también en sintaxis textual a la hora de perfilar un estilo. La
metalingüística afecta, por su parte, al método de estudio del lenguaje y recu-
bre todos sus niveles. Aquí la empleamos constantemente, pues nos referimos
con el lenguaje mismo a sus estructuras.
Delimitamos las funciones del lenguaje según los elementos respecti-
vos del esquema de la comunicación establecido con Jakobson al comien-
zo de este tema. En realidad, este lingüista amplió las funciones fijadas
previamente por K. Búhler en su modelo de órganon del lenguaje, concep-
to derivado de Humboldt: «Triple es la función del lenguaje humano:
manifestación, repercusión y representación», dice K. Bühler en 1919,
pero luego, en 1934, cambia estos términos por los de expresión, apelación
y representación.
En cuanto representa, el signo es símbolo. Al manifestar la expresión del
emisor, se convierte en síntoma (indicio), y al dirigirse al receptor, interpe-
lándolo, es señal. Toda palabra indica algo dirigiéndose a alguien. La palabra
es llamada. El oyente va implícito en ella, aunque no esté presente. La atra-
viesa el esquema comunicativo: hablante ↔ oyente, y viceversa.
68 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Decir, pensar y apelar o llamar al receptor: voluntad, pensamiento, dic-


ción: acto de llamada para decir algo, pensado, a alguien. Tales eran las fun-
ciones tradicionales del lenguaje hasta su sistematización lingüística. Cam-
bian los nombres, pero permanece la sustancia. La adición del canal, era un
presupuesto implícito. No se comunica sin aire, como no se articula sin apa-
rato fonador o no se recibe lo dicho sin oído. Bühler sistematizó en el signo
estas relaciones internas, luego ampliadas o matizadas por otros autores,
como el citado R. Jakobson o M. A. K. Halliday.
Esquematizamos a continuación el modelo citado de órganon según Büh-
ler y las funciones que le corresponden:

Objetos y relaciones

Símbolo Representación

Expresión Apelación

(síntoma) (señal)

Emisor Receptor

El círculo del centro simboliza el fenómeno acústico concreto. Tres


momentos variables en él están llamados a elevarlo por tres veces distintas
a la categoría de signo. Los lados del triángulo inserto simbolizan esos tres
momentos. El triángulo comprende en un aspecto menos que el círculo
(principio de relevancia abstractiva). En otro sentido, a su vez, abarca más
que el círculo, para indicar que lo dado de un modo sensible experimenta
siempre un complemento aperceptivo. Los grupos de líneas simbolizan las
funciones semánticas del signo lingüístico (complejo). Es símbolo en vir-
tud de su ordenación a objetos y relaciones; síntoma (indicio), en virtud de
su dependencia del emisor, cuya interioridad expresa, y señal en virtud de
su apelación al oyente, cuya conducta externa o interna dirige como otros
signos de tráfico (Bühler, 1979: 48).
A estas tres funciones, con su carácter de signo cada una, le añade Jakob-
son la fática, metalingüística y poética, según afecten al canal y al contacto
interlocutivo, al código, al mensaje mismo o una de sus partes. Veamos los
factores de la comunicación verbal según este autor y sus funciones respec-
tivas:
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 69

Contexto
(referente)

Destinador (emisor)..................... Mensaje ................ Destinatario (receptor)

Contacto

Código
Al emisor le corresponde la función expresiva o emotiva; al receptor, la
conativa; al contexto, la denotativa, cognitiva o también llamada referencial y
representativa; al canal, que favorece el contacto, la fática; al código, la meta-
lingüística y, al mensaje, la poética.
Cuando, al hablar, usamos la muletilla «¿ Me entiendes?», «¿ Me escu-
chas?», «¿Te enteras?», estamos verificando que el canal de transmisión y el
mensaje funcionan. Nos aseguramos de que hay contacto interlocutivo a tra-
vés del aire, mediante un receptor electrónico, etc. A través del canal físico
establecemos un contacto fisiológico, mental y sinestésico: la onda sonora
incide en nuestro oído.
La función metalingüística actúa siempre que empleamos el lenguaje para
referirnos a él mismo. Nosotros, al explicarlo, al escribir o leer estas palabras,
estamos usando el lenguaje para entenderlo. Como el hablante actúa de
inmediato para corregir su expresión si ésta es deficiente en algún momento,
parece que el acto de habla contiene una atención metalingüística. Esto no lo
dice Jakobson, pero se deduce, pues actuamos una forma verbal para susti-
tuir otra, lo cual implica que comparamos la usada con un modelo suyo, la
imagen acústica o simplemente verbal que llevamos dentro como lengua.
No hay que confundir, no obstante, esta función con el recubrimiento de
niveles y estructuras del lenguaje, por ejemplo su replicación. Las unidades,
los signos, se repiten en la cadena hablada según un orden que el lenguaje
establece, permeable dentro de su fijeza, y se implican determinando niveles
que se superponen. Cuando definimos un término, recurrimos a la función
metalingüística. Son las «frases ecuacionales» de Jakobson.
En cuanto a la función poética, no debemos confundirla con la poesía en
general, aunque aquí se cumple por excelencia. Jakobson se refiere a la aten-
ción que prestamos al mensaje y al enfoque intencionado —emplea el térmi-
no alemán Einstellung—, la actitud ante su forma, pero formándolo, «el acen-
to puesto sobre el mensaje en cuanto tal». Pone en evidencia, dice en otro
lugar, «el lado palpable de los signos» y profundiza, por tanto, «la dicotomía
fundamental de los signos y los objetos». La definición esencial, y ya famosa,
de esta función, apoyada en los conceptos saussureanos de sintagma y para-
digma, es la siguiente: la función poética proyecta el principio de equivalencia
70 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

del eje de la selección sobre el eje de la combinación. La correspondencia de


unidades equivalentes forma paradigmas aunque sea sobre la sucesión del
sintagma, con lo cual los signos adquieren valores añadidos o procesuales en
razón de tal posición y no otra. Tal correspondencia puede deberse al signifi-
cado o sentido, pero siempre dotado de un impulso que proyecta rasgos equi-
valentes —asonantes, consonantes, paranomásicos, aliterativos, apareamien-
tos o couplings, recubrimientos, figuras sintácticas, fónicas, etc.— allí donde
en principio sólo hay, como sabemos, diferencias formales. El estilo es un
efecto de función poética del lenguaje y, en realidad, cada hablante tiene un
estilo propio de habla, como lo tiene al andar.
Las funciones actúan conjuntamente, pero una de ellas suele dominar
sobre las demás, confiriendo entonces al texto o cadena hablada una tenden-
cia expresiva, apelativa o conativa, referencial o denotativa, metalingüística o
connotada, poética, etc. Esa función se llama dominante.
La importancia del referente al lado del significante y del significado moti-
vó, a su vez, que se represente también el signo lingüístico en dimensión
triangular e incluso trapezoidal, designando entonces la parte expresiva o
sonora del lenguaje, su contenido semántico, la idea o concepto evocado, y
la referencia a algo extralingüístico, designado por el conjunto de los tres
vértices:
Sd°

.....................
Sf Rf
Este modelo lo han propuesto lingüistas como Ch. S. Peirce, Ogden-
Richards y S. Ullmann. No vamos a exponer aquí las implicaciones semánti-
cas de estas figuras geométricas, pero sí resaltamos la línea puntuada entre
Rf, el referente, y Sf, el significante, que simboliza la arbitrariedad del signo,
el hecho de que no haya una relación directa entre el significante y la realidad
con él aludida. Saussure se fijó sólo en la relación establecida entre Sf y Sd°,
cuya naturaleza, si arbitraria o motivada, es desde entonces objeto de un lar-
go debate crítico, lingüístico y filosófico. De ahí que tanto Ogden-Richards
como Ullmann hayan tenido en cuenta esta consideración en sus respectivos
modelos:
Reference (Thought)

Symbolises Refers to
(a causal relation) (other causal relations)
..................................
Symbol Referent
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 71

(Ogden-Richards)

Sense

Meaning
.......................
Name Thing

(S. Ullmann)
Como consecuencia suya, surgió asimismo la idea de extender los matices
del significado de acuerdo con los conceptos que lo integran, pues tampoco-
coinciden siempre el concepto o noción simple de una cosa y su significado.
El signo árbol contiene, decíamos, los conceptos «orgánico», «vegetal»,
«madera», «ramas», etc. Por eso, K. Heger propuso una representación tra-
pezoidal del signo:
Significado Semema Concepto

...............................................
Sustancia fónica Cosa (Realidad)
Las implicaciones de estos modelos son varias. Explicaremos más ade-
lante su importancia y el porqué de tales representaciones geométricas. Aquí
quedan simplemente esbozadas para adquirir una idea un poco más ajustada
a la complejidad conceptual del signo lingüístico.
Sucede otro tanto con las funciones y propiedades del lenguaje, cuya deli-
mitación se va ajustando cada vez más a estas propuestas y al marco comu-
nicativo general del lenguaje, incluido el contexto en que se usa y desarrolla.
Así, por ejemplo, M. A. K. Halliday propuso otras funciones lingüísticas aten-
diendo a la adquisición del lenguaje por los niños: instrumental, reguladora,
interoracional, personal, imaginativa e informativa. El lenguaje es un instru-
mento del que nos servimos para comunicarnos con los demás, para ejercer
control sobre ellos —interjecciones de mandato, por ejemplo—, para contac-
tarlos, expresar nuestra individualidad —el yo—, para establecer hipótesis,
suposiciones, campos imaginarios, y para informar simplemente de algo a
cualquier otro. Finalmente, Halliday redujo con criterio más exigente estas
funciones a cuatro: experiencial —relacionada con la situación y el contexto
referente—, lógica —incluye la reflexión sobre el lenguaje, su capacidad ana-
lítica—, interpersonal, ya conocida —es la también denominada intersubjeti-
va—, y textual, encargada de organizar el discurso. La experiencia comunica-
72 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

tiva con los demás se contiene en formas oracionales de estructura lógica o


con sentido. Podemos resumir así estas cuatro funciones.
Vemos, pues, cómo oscilan los modelos y la descripción del lenguaje
según los fundamentos que suponemos o descubrimos en él al analizar con
razones científicas sus constituyentes.

Propiedades del lenguaje


Llegados a este punto, abordamos ya la descripción de Yule sobre las pro-
piedades más específicas del lenguaje, que resumen tanto algunos rasgos del
signo como las funciones generales que acabamos de exponer. Recordaremos
antes, asimismo, las propiedades enumeradas por Hockett con antelación,
algunas de las cuales aparecen también en Yule. Son caracteres que refuer-
zan, a su vez, las diferencias y similitudes con el denominado lenguaje ani-
mal, cuestión que trataremos en el tema siguiente y que ya queda esbozada
aquí.
Hockett (1960, 1968) asignó al lenguaje, en principio, trece rasgos perti-
nentes, pero luego los amplió a dieciséis: canal vocal/auditivo, transmisión
abierta y recepción direccional, caducidad rápida —la emisión es perento-
ria—, intercambio de transmisión y recepción —interlocutores alternos—,
retroalimentación —feedback— total, especialización de los sonidos o unida-
des, semanticidad, arbitrariedad, carácter discreto —unidades bien delimita-
das en el continuo fónico—, desplazamiento —en espacio y tiempo—, pro-
ductividad, transmisión de convenciones, dualidad articulada —duality of
patterning— o configurativa: signos básicos, no significativos, combinan con
otros complejos, prevaricación, reflexividad y competencia de aprendizaje
del sistema.
Combina, como vemos, diversos niveles convergentes en el lenguaje: físi-
cos, mentales, sociales e históricos. En realidad, bastan la intencionalidad
alterativa y la articulación discreta para diferenciar su esencia. Otros rasgos
son derivados directos o indirectos de éstos. La prevaricación, asociada con
capacidad de mentira, presupone asimismo una intención previa, doble en
este caso.
(Véase ahora el cap. 3 del libro de G. Yule, pp. 31-41).
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 73

Textos y comentario: F. de Saussure

a) Objeto y consideración científica de la lingüística

Al comienzo del Curso de Lingüísitca General, en el Cap. II, expone F. de


Saussure el horizonte y la perspectiva que el lingüista ha de considerar en el estu-
dio del lenguaje. El horizonte nos sitúa ante el conjunto de los hechos o «mani-
festaciones del lenguaje humano». Pone ante nuestra consideración objetiva la
materia básica de estudio: el fenómeno del habla en general, sea un primitivo
quien habla o una persona culta: «ya se trate de pueblos salvajes o de naciones
civilizadas», dice el maestro ginebrino. Este conjunto de fenómenos o hechos de
habla constituye, en perspectiva epistemológica, el objeto material del lenguaje.
En él no distinguimos, por el momento, los rasgos, partes y principios que lue-
go, mediante el análisis, consideramos en esta realidad propia de la expresión
humana, ya que sólo el hombre posee la capacidad intelectual de comunicarse
con sus semejantes convirtiendo el sonido natural en valor múltiple de la com-
prensión del mundo y de su entorno mediato e inmediato, donde se hallan, a su
vez, los demás hombres, animales y objetos de la naturaleza. Esta conversión de
algo concreto, en este caso la onda sonora de la voz humana, en valor comuni-
cativo, constituye el fundamento del lenguaje y hasta de la intelección humana,
pues no podemos entender nada del mundo objetivo si no disponemos de recur-
sos que nos permitan fijar, repetir e interrelacionar unidades o divisiones pre-
viamente realizadas. El conocimiento procede por partes, pero éstas tampoco
son definitivas, pues remiten todas ellas al conjunto que las engloba. La fijación
de las unidades previas, su delimitación como partes de algo más abarcador y la
determinación progresiva del horizonte o conjunto que las engloba, es tarea del
método científico. La relación entre la parte y el todo resulta básica para com-
prender cualquier objeto. Ahora bien, una vez descubierta ésta, habremos deter-
minado ya el principio que sostiene esa relación, su fundamento. Nos concierne
ahora explicitarlo, examinarlo, definirlo. Al hacerlo, ya actualizamos una pers-
pectiva, un modo de enfoque. Se nos va descubriendo, de modo progresivo, el
método empleado y, sobre todo, otra implicación también fundamental, resalta-
da por el gran físico y teórico del método científico W. Heisenberg: «El método
ya no puede separarse nunca de su objeto».
Heisenberg llegaba a esta conclusión desde estudios físicos de la materia,
que revolucionaron los fundamentos de la Física y la consideración del méto-
do. A su vez, y desde un enfoque o perspectiva diferente, partiendo de una
materia asimismo distinta, el lenguaje, propone Saussure a comienzos del siglo
XX una consideración similar del método científico. El estudio del lenguaje nos
demuestra que la perspectiva de análisis está íntimamente relacionada con la
estructura del objeto estudiado. Hay una correlación estrecha entre el intelecto
y la realidad objetiva. El lenguaje la refleja en cada una de sus partes. No pode-
mos, por tanto, considerar aisladas a ninguna de estas partes o unidades, a no
ser por razones puramente explicativas, pero sabiendo siempre que cada una
encierra un principio o fundamento activo que la relaciona con otra en algún
nivel del conjunto considerado. Las teorías o escuelas lingüísticas que separan
74 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

las partes del lenguaje o las consideran autónomas, sin hacernos ver la impli-
cación interna que existe entre ellas, son falsas o, por lo menos, parciales. Debe-
mos entender, por consiguiente, que las divisiones gramaticales o lingüísticas
de niveles y secciones de niveles son sólo modos analíticos de explicación de
una realidad procesiva y estrechamente correlacionada. La Fonética o Fonolo-
gía, la Morfología, la Sintaxis, la Semántica, y el Enunciado son secciones más
o menos comprehensivas del Texto o del lenguaje. Una lingüística o gramática
verdaderamente fundada debe mostrar siempre la conexión de los niveles,
aquel punto que en cada uno de ellos conecta con otro.

Sucede igual dentro de cada una de las secciones o unidades. Por ejemplo,
al convertir el sonido en voz, ya actualizamos el eje comunicativo, pues enten-
demos que la voz se dirige a alguien, que consideramos un receptor, que lo lla-
mamos de algún modo para que nos atienda o escuche, etc. Asimismo, la voz ya
comprende unidades mínimas, articuladas con los órganos fonadores: fonemas,
segmentos entonacionales, transiciones entre ellos, sílabas, nuevas transiciones,
unidades léxicas, palabras, etc. El fundamento correlativo ha actuado en la cade-
na progresiva de la voz otorgándole un valor que ésta no tenía en principio.
Hemos asistido, por tanto, a la transformación de un elemento material, físico,
el sonido humano, en unidad antropológica, dotada ya de sentido, aunque sólo
sea, de momento, el sentido inicial dado en el hecho de comunicarnos. Cabe la
posibilidad de no entendernos aún, por ejemplo si los interlocutores hablan
idiomas diferentes y no comprendidos mutuamente, pero ya nos vemos en el
área del sentido comunicativo, del hecho real de querer comunicarnos.

Resumiendo, pues, la actitud natural del lenguaje nos sitúa ante la mate-
ria objetiva de su estudio, a la que nos referimos normalmente como objeto
material del lenguaje. A su vez, el enfoque o perspectiva considerada para
estudiarlo nos descubre el objeto formal o el aspecto analítico considerado en
el estudio del lenguaje. Un psicoterapeuta puede estudiar, por ejemplo, el
conjunto de frases emitidas por un enfermo depresivo. Analizará sus cone-
xiones, la formulación de cada una, y verá si están bien formadas, compues-
tas; si sus conexiones son las normalmente lógicas y fonológicas; si, por el
contrario, reflejan defectos de concordancia, elipsis infrecuentes, atribucio-
nes semánticas inadecuadas, correlaciones temporales ilógicas, etc. Habrá
realizado un análisis lingüístico, sin duda, pero su objetivo es la enfermedad
que se oculta detrás de esas expresiones. Su enfoque avanza indagando la
fuente de un mal evidente. Ha usado también para ello, no obstante, la pers-
pectiva lingüística, el proceso de análisis lingüístico: el modo de conexión y
realización de las partes, de cada subunidad de éstas, etc., pero la perspecti-
va suya consiste en descubrir el mal y curarlo.

La del lingüísta, en cambio, se centra en cómo procede la configuración


de las unidades, parciales o totales, cuál es su constitutivo y qué principio las
regula.

El estudio científico del lenguaje atiende, pues, a este modo básico del
proceso, el cómo, y a su determinación objetiva: el qué. Resulta muy impor-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 75

tante esta consideración, pues la mayoría de los estudios se centran directa-


mente en el qué y olvidan o condicionan el modo a su fundamento. Al proce-
der así, adelantan un resultado como principio, siendo éste, realmente, el
resultado propio del proceso. Otra cosa distinta es, en cambio, determinar si
tal principio fundamenta el proceso, cuestión que excede a gran parte de la
Lingüística y que interesa, en cambio, a la Filosofía. El filósofo y filógogo ale-
mán F. Nietzsche ya denunció esta aporía en los estudios filológicos y grama-
ticales del lenguaje. La delimitación de los campos científicos, Filología y
Filosofía en este caso, no dejó ver en el siglo XIX, ni deja aún en la mayoría de
los casos, concluido ya el XX, la corriente alterna que circula entre el pensa-
miento y el lenguaje considerado éste como forma actuante de la mente.
Cuanto decimos afecta, por ejemplo, a las consideraciones temáticas —tema— o
remáticas —rema— de principio lingüístico y metodológico. Tema y rema son nociones
que estudiaremos más adelante, pero sirva aquí la consideración simple de considerar
un tema cualquiera como enunciado, la ecología, el nombre o sustantivo, el sintagma
nominal que fundamenta, y la descripción explicativa, formal, a que da lugar. Decimos
en qué consiste la ecología, el nombre o sintagma, qué abarca cada concepto, qué fun-
ciones determina, cómo se estructura su esquema, etc. Pero raras veces incluimos en la
descripción el proceso que determinó el tema. La diferencia es notable, pues inverti-
mos precisamente el enfoque de realización. Creemos que entre el primer término, el
tema, y el segundo, el rema, sucede igual que en una ecuación matemática de primer o
segundo grado, en la que el signo igual homologa los valores implicados y los identifi-
ca finalmente con un cero ideal que funciona como prueba definitiva.

Al aplicar esto al lenguaje, el rema ya está implícitamente tematizado. La descrip-


ción explicativa procede entonces en función del tema, convenciéndonos a nosotros
mismos de que su proceso es tanto la tematización como la rematización, es decir, el
cero homólogo del análisis y su principio metodológico. Dicho en términos gramati-
cales, si el tema es el sustantivo, el rema será su verbalización, el efecto verbo del cam-
po nominal, siendo así que sustantivo y verbo, o cualquier otra categoría gramatical,
tematizan el proceso dicente o remático, que procede del verbo griego eiro —decir—,
pero nunca lo igualan. En lengua, no existe un producto cero, aunque algunos lin-
güistas consideren a veces, para llenar lagunas del análisis, funciones o posiciones de
igual nombre. El rema comprende el proceso interno que toda palabra u oración con-
tiene en cuanto dicho o lenguaje realizado. De ahí la importancia de unir en una sola
perspectiva el doble enfoque, diacrónico y sincrónico, del lenguaje, por más que Saus-
sure diferencie sus aspectos y los considere por separado atendiendo a razones meto-
dológicas bastante controvertidas. Menos comprensible resulta aún tematizar el rema
en cualquiera de sus funciones y atribuirle luego fundamento generativo prescindien-
do del a priori que su generación implica. Así proceden también algunos métodos lin-
güísticos de gran eficacia expositiva, no siempre fundamentada en la realidad tempo-
ral y fenomenológica del lenguaje, sino en estructuras que éste ya ha determinado con
anterioridad en la mente como algo dicho. La prelación de tiempo incluido, o consu-
mido, resulta también importante bajo tal aspecto y compete ya a la Filosofía del Len-
guaje y a la Poética, o a una lingüística semiótica de base fenomenológica. Tocamos
con ello los márgenes de la ciencia lingüística. Por eso conviene determinar con acier-
to las fronteras de su horizonte.

En el capítulo antes citado del Curso de Lingüística General, delimita


Saussure el horizonte y cometido de la lingüística en tres fases:
76 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

a) hacer la descripción y la historia de todas las lenguas de que pueda ocu-


parse, lo cual equivale a hacer la historia de las familias de lenguas y a
reconstruir en lo posible las lenguas madres de cada familia;
b) buscar las fuerzas que intervengan de manera permanente y universal en
todas las lenguas, y sacar las leyes generales a que se puedan reducir todos
los fenómenos particulares de la historia;
c) deslindarse y definirse ella misma (Edic. y traducción de A. Alonso, p. 46).
Primero disponemos exhaustivamente el material de estudio, las lenguas
naturales, procurando su ascendente genealógico y su origen diacrónico.
Este cometido no siempre resulta posible por carencia de datos históricos.
Era el objetivo de la filología comparada en el siglo XIX, herencia que reciben
Saussure y W. von Humboldt, sobre la que proyectan nuevas hipótesis orga-
nizativas partiendo ya de otros enfoques metodológicos del lenguaje. Con-
sisten éstos precisamente en la búsqueda y determinación de los principios
estables de las lenguas —fuerzas, forces, dice Saussure en consonancia con
el cientificismo de la época— y en la elaboración de leyes que los expliquen
con todo detalle. La constancia universal de leyes y principios —«que inter-
vengan de manera permanente y universal»— es la base de toda ciencia.
Pueden cambiar los datos concretos, las palabras de las lenguas, sus acep-
ciones respecto de las cosas, pero no varía la constancia uniforme en todas
ellas de referirse las palabras a las cosas y de formarse en la estructura del
conocimiento. La ciencia busca lo permanente de lo variable y, una vez
determinado, proyecta, elabora una ley de aplicación universal. Habrá,
pues, principios y leyes válidas para todas las lenguas, conocidas o no, así
como otras de alcance y validez más restringida, las propias de cada una en
particular.
Realizadas las dos primeras fases, la organización de los datos y la deter-
minación del principio que los relaciona, la lingüística busca su propia defi-
nición, para lo que habrá de compararse con otras ciencias. Y así va conside-
rando Saussure sus relaciones y diferencias con la etnografía, prehistoria,
antropología, sociología, de la que parte en más de un aspecto, psicología,
fisiología y filología. El corte establecido con esta última ciencia, la filológi-
ca, es lo más llamativo de su fundamentación teórica del lenguaje, pues has-
ta entonces sólo existía el método filológico, basado fundamentalmente en la
determinación de las raíces o matrices de las palabras, sus derivaciones y
evoluciones, genealógicas o analógicas, en los calcos y paradigmas estructu-
rales, es decir, el primer aspecto considerado por él en «la tarea de la lingüís-
tica». El impacto de su declaración fue enorme —la filología «es netamente
distinta de la lingüística, a pesar de los puntos de contacto de las dos cien-
cias» (p. 47)— y sirvió tanto a la reforma filológica como a la restauración de
la tipología, pero reforzada ahora con nuevos métodos y técnicas de análisis.
Nace así una lingüística tipológica, de notable relieve hoy día, en la que con-
fluyen la filología, el comparativismo y la lingüística general.
Llegados a este punto, nos preguntaremos entonces en qué consiste o qué
es la lingüística. La respuesta no es fácil, nos advierte Saussure en el Cap. III.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 77

Se trata de una ciencia especial, difícil en cuanto a su caracterización respec-


to de otras, pero no de imposible definición:
Otras ciencias operan con objetos dados de antemano y que se pueden
considerar en seguida desde diferentes puntos de vista. No es así en la lin-
güística. Alguien pronuncia la palabra francesa nu [desnudo]: un observa-
dor superficial se sentirá tentado de ver en ella un objeto lingüístico con-
creto; pero un examen más atento hará ver en ella sucesivamente tres o
cuatro cosas perfectamente diferentes, según la manera de considerarla:
como sonido, como expresión de una idea, como correspondencia del latín
(nu¤dum), etc. Lejos de preceder el objeto al punto de vista, se diría que es el
punto de vista el que crea el objeto, y, además, nada nos dice de antemano
que una de esas maneras de considerar el hecho en cuestión sea anterior o
superior a las otras (Ibid., p. 49).

He aquí una distinción epistemológica importante. Saussure se hace eco


del giro copernicano de Kant al anteponer la perspectiva sobre el objeto y, con
ello, el fenomenalismo sobre el realismo funcionalista. La ciencia tradicional
considera el objeto científico como algo dado de antemano, ajeno a la ciencia
misma. Está ahí; hay que apropiárselo, y para ello supone que la mente se ade-
cua a su realidad, moldeándose con ella. Kant descubrió que en la elaboración
del objeto científico ya actúan condiciones perceptivas. El objeto de la ciencia
no coincide con la cosa puesta ante los sentidos, aunque la supone. El objeto
remite a cosa o cosas, pero no es una de ellas. Así sucede también con el len-
guaje, y aquí aún con mayor razón, pues ya partimos del lenguaje que hay en
nosotros, en nuestra mente. Al estudiar el lenguaje, lo suponemos. La lengua
se estudia a sí misma implicándose y replicándose. Su estudio tendría enton-
ces por base una tautología, lo cual la excluye de todo principio científico. Por
eso resulta difícil determinar la lingüística como ciencia.
Según esto, quienes estudian el lenguaje como un conjunto de cosas o de
datos reducidos a cosas, no entienden nada del aspecto científico del lenguaje.
Los conjuntos taxonómicos, el montaje de datos empíricos, no justifican, por sí
solos, que haya ciencia en su presentación. Asimismo, quienes se fijan única-
mente en el aspecto físico o externo del lenguaje, el sonido, y estudian éste como
un objeto cosificado, material, sin otra perspectiva, tampoco cumplen con la
ciencia lingüística, pues reducen a una la doble presencia, sonora y mental, del
lenguaje. Habrá que tener en cuenta, por tanto, las condiciones perceptivas y
expresivas del sonido y del pensamiento. Si el sonido ya es en sí «una unidad
compleja acústico-vocal» —intervienen en su configuración la boca y el oído, la
expresión articulada y la audición—, se sobrepone a ella, sin sucesión de tiem-
po, pues se trata de un conjunto simultáneo, otra formación compleja, «fisioló-
gica y mental» (Ibid, p. 50). Decimos conjunto simultáneo porque la asociación
básica en unidad acústica y vocal no se produce sin que intervenga de algún
modo la mente, el sentido comunicativo, decíamos antes, por rudimentaria que
sea su implicación. El sonido adquiere valor transcendiéndose en acto comuni-
cativo, transmita por sí solo una idea o no. Por eso es muy importante entender
bien el concepto de comunicación considerado en el primer tema. Al comuni-
carnos, ya nos movemos en un área posible de sentido. Esta posibilidad respon-
78 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

de precisamente a la esencia del lenguaje, cuya facultad consiste en crear y abrir


un horizonte comunicativo con la voz humana. El sonido aislado aún no es voz.
Cuando ésta se constituye, ya funciona algún elemento de la comunicación lin-
güística. Evidentemente, podemos comunicarnos con un simple carraspeo para
indicar algo a alguien, pero difícilmente entenderemos su comunicado si no
existe un lenguaje previo, aunque sea distinto el idioma de cada uno de los
receptores. Saussure es concluyente: el sonido no hace el lenguaje, «no es más
que el instrumento del pensamiento y no existe por sí mismo».
La primera parte de esta afirmación implica, sin embargo, que el pensa-
miento precede al sonido, pero no todos los lingüistas y filósofos del lenguaje
están acordes con ella, defiendan, o no, el innatismo, la evolución biológica o
el sincretismo funcional del lenguaje. Este supuesto saussureano reduce la lin-
güística respecto de las ciencias cognitivas y afecta, paradójicamente, a la fina-
lidad de su propia teoría. Una cosa es que exista pensamiento al margen del
sonido y otra que, cuando éste se da, se dé marginalmente o sólo como instru-
mento de algo pensado con anterioridad. Son cuestiones que atañen frontal-
mente a la lingüística, y no de modo colateral, como se supone a veces.
Poco a poco, tratando de definir la lingüística como ciencia del lenguaje,
se van presentando aspectos suyos fundamentales, como la doble presencia,
sonora y mental, del acto lingüístico. Es unidad de doble cara, suele decirse,
pero realmente presenta un solo rostro con dos mejillas, como el humano. Si
lo fotografiamos, podemos obtener un lado, otro, cada uno con un mismo per-
fil, o los dos conjuntamente de frente. De estas perspectivas depende, a su vez,
el alcance científico del lenguaje y su mayor o menor fundamentación crítica.
El objeto de la lingüística es la lengua. De la definición de ésta depende
aquélla. Su doble aspecto se refleja asimismo en el alcance del lenguaje según
lo consideremos en el individuo o como relación social entre individuos. Por
eso resaltábamos en el primer tema las interrelaciones entre «mundo, sociedad
e individuo». El concepto de mundo es ininteligible sin los otros dos. Supone la
intervención actual o posible del hombre, su historia o actuación humana
como naturaleza. Los parámetros étnicos reflejan a su vez homologaciones de
lenguas. Esto nos hace pensar que los grupos humanos se desarrollaron de
acuerdo con circunstancias físicas, geográficas y antropológicas más o menos
afines. Los sistemas de escritura se corresponden con estas delimitaciones. Al
comunicarse, los hombres configuraban mundo, su mundo, decimos por
extensión del vocablo refiriéndonos a una cultura determinada. Como el social,
el mundo del lenguaje procede por agrupaciones de individuos y de sociedades.
Por eso Saussure contempla también en la lengua estas implicaciones antropo-
lógicas. Y así determina otras dos características fundamentales del lenguaje:
El lenguaje tiene un lado individual y un lado social, y no se puede con-
cebir el uno sin el otro.

A su vez, el autor considera también la perspectiva histórica que subyace


en el lenguaje, ya que la lengua se confunde con la vida misma y ésta, si bien
no se da al margen de cada individuo, los trasciende como la historia.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 79

En cada instante el lenguaje implica a la vez un sistema establecido y


una evolución; en cada momento es una institución y un producto del pasa-
do. Parece a primera vista muy sencillo distinguir entre el sistema y su his-
toria, entre lo que es y lo que ha sido; en realidad, la relación que une esas
dos cosas es tan estrecha que es difícil separarlas. ¿Sería la cuestión más
sencilla si se considerara el fenómeno lingüístico en sus orígenes, si, por
ejemplo, se comenzara por estudiar el lenguaje de los niños? No, pues es
una idea enteramente falsa ésa de creer que en materia de lenguaje el pro-
blema de los orígenes difiere del de las condiciones permanentes. No hay
manera de salir del círculo. (Ibid. p. 50).

Fijémonos bien. Una cosa es el origen del lenguaje y otra sus «condicio-
nes permanentes». Por eso no vale recurrir sólo a su adquisición para siste-
matizar la lingüística como ciencia. Saussure está delimitando aquí su fron-
tera con la de la psicología. Podemos saber cómo aprende el niño una lengua,
su lengua concreta, pero este origen aún no es el principio o fundamento que
busca la lingüísitca como determinación suya. Insistimos en esto porque, al
considerar la «adquisición del lenguaje», tanto la psicolingüística como la
psicopedagogía tienden a confundir su naturaleza con su proceso adquisiti-
vo. La lingüística busca, como ciencia, las «condiciones permanentes» del
fenómeno lenguaje, trátese de un niño o de un adulto. No quiere decir esto
que el estudio lingüísitco no atienda y considere especialmente los presu-
puestos psicológicos del habla. La huella que ésta deja en el oído del infante
resulta decisiva para la caracterización de un principio básico de la lingüísti-
ca, el del significante, pero éste supone, a su vez, algo más que una simple
impresión acústica.
Aunque la lingüística consiste en el estudio científico del lenguaje, Saus-
sure distingue aún entre éste y la lengua —langue— que lo fundamenta:
Pero ¿qué es la lengua? Para nosotros, la lengua no se confunde con el
lenguaje: la lengua no es más que una determinada parte del lenguaje, aun-
que esencial. Es a la vez un producto social de la facultad del lenguaje y un
conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para
permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos. Tomado en su con-
junto, el lenguaje es multiforme y heteróclito; a caballo en diferentes domi-
nios, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al dominio
individual y al dominio social; no se deja clasificar en ninguna de las cate-
gorías de los hechos humanos, porque no se sabe cómo desembrollar su
unidad. La lengua, por el contrario, es una totalidad en sí y un principio de
clasificación. En cuanto le damos el primer lugar entre los hechos del len-
guaje, introducimos un orden natural en un conjunto que no se presta a
ninguna otra clasificación. (Ibid., p. 51).

Saussure contempla la facultad del lenguaje como algo propio del indivi-
duo, pero no condiciona el fundamento de la lingüística a su naturaleza. Esto
es también importante, pues delimita otro aspecto científico suyo. Ni siquie-
ra atiende propiamente a la naturaleza vocal, visual o gestual del signo lin-
güístico, para sentar su fundamento. Que el lenguaje sea natural o fruto de
una convención, importa poco. Lo decisivo radica en saber cómo se constitu-
80 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

ye una lengua con esa naturaleza o convención. Se sitúa así por encima, o por
debajo, de la polémica suscitada en torno a la naturaleza del lenguaje y su
posible origen. Parte del hecho o fenómeno permanente de la consistencia de
un signo en todo acto de habla: aquella unidad doblemente compleja del
recubrimiento mental de otra unidad vocoacústica. Decíamos, recordemos,
que el complejo fundante no difiere del fundado en esta unidad aparente-
mente simple. No hay unidad vocoacústica si no la asiste un fundamento
comunicativo. Saussure considera el lenguaje articulado como producto dual
de un proceso y no como acto fundamentado en el mismo momento de su
constitución. Con todo, soslaya el problema de la naturaleza originaria del
lenguaje y se sitúa como observador analítico de un resultado, a pesar de que
antes citó el proceso de las «condiciones permanentes». Para explicar en qué
consiste el lenguaje articulado recurre a la etimología de la palabra artículo y
la aplica del siguiente modo:
En latín articulus significa «miembro, parte, subdivisión en una serie
de cosas»; en el lenguaje, la articulación puede designar o bien la subdivi-
sión de la cadena hablada en sílabas, o bien la subdivisión de la cadena de
significaciones en unidades significativas; este sentido es el que los alema-
nes dan a su gegliederte Sprache. Ateniéndonos a esta segunda definición,
se podría decir que no es el lenguaje hablado el natural al hombre, sino la
facultad de constituir una lengua, es decir, un sistema de signos distintos
que corresponden a ideas distintas. (Ibid., p. 53).

He aquí otra consideración muy importante, pues trasciende la facultad


natural del habla e introduce su constitución o capacidad organizativa. Una
cosa es poder hablar, tener la facultad del habla, y otra constituir con ella una
lengua o sistema lingüístico. Todos tenemos la facultad de andar, pero no
todos construimos un sistema armónico con ella, una danza, por ejemplo. La
actitud natural se trasciende en su principio sistemático y es éste la base cien-
tífica del lenguaje: «un sistema de signos que corresponden a ideas distintas».
En esto consiste el lenguaje para Saussure y, por tanto, la lingüísitica, el estu-
dio científico de tal sistema.
Observemos, sin embargo, que al mencionar el signo lo separa de las ide-
as, aunque aquél contiene realmente o transmite una idea. Un signo no pue-
de diferenciarse de otro si no contiene el fundamento de la diferencia, si no
lo asiste, por tanto, una razón diferencial, un concepto. Saussure usa aquí la
palabra signo en acepción general, atendiendo sobre todo a la diferencia
sonora, pero deja entrever el dualismo antes citado, persistente en el comple-
jo de la asociación fono-acústica y mental.
Resaltamos este matiz porque implica una reducción fenomenológica de
la constitución de la unidad básica del lenguaje, siendo así que el propio
Saussure insiste en el carácter fenomenológico y semiológico de su proceso.
El valor del sonido como signo consiste precisamente en su investidura men-
tal, pero no como quien viste un muñeco o galvaniza un metal con una capa
de cinc, una cuchara por ejemplo, o el bastidor de un coche. No existe pre-
viamente el sonido y luego le otorgamos una carga mental para producir el
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 81

complejo electrosignificativo del lenguaje. El signo ya implica proceso men-


tal, constitución fundamentada.
Pero la observación de Saussure obvia, a su vez, como decimos, entrar en
la polémica de la naturaleza del lenguaje, si es innato o convencional, por
ejemplo, aspecto muy debatido hoy por el cognitivismo lingüístico. Al trans-
ferir la importancia de la facultad del lenguaje a la constitución de una len-
gua, y no a su naturaleza genética, sitúa la lingüística por encima de los
hallazgos cibernéticos y biológicos:
Todo nos lleva a creer que por debajo del funcionamiento de los diver-
sos órganos existe una facultad más general, la que gobierna los signos: ésta
sería la facultad lingüística por excelencia. (Ibid.).
Sin embargo, a la hora de considerar la lengua en el conjunto del lengua-
je, Saussure recurre para ello al «acto individual que permite reconstruir el
circuito de la palabra», pero tal acto supone curiosamente «por lo menos dos
individuos: es el mínimum exigible para que el circuito sea completo» (Ibid.,
p. 54). Un acto individual que implica no obstante dos individuos. En el cere-
bro de uno, el emisor, los conceptos, entendidos aquí como «hechos de con-
ciencia», se asocian «con las representaciones de los signos lingüísticos o
imágenes acústicas que sirven a su expresión». Un concepto más una imagen
acústica, vinculados, sin decirnos cómo se asocian. Parte del hecho o lo supo-
ne como tal, pero distingue en él capas procesivas, aisladas:
Supongamos que un concepto dado desencadena en el cerebro una
imagen acústica correspondiente: éste es un fenómeno enteramente psíqui-
co, seguido a su vez de un proceso fisiológico: el cerebro transmite a los
órganos de la fonación un impulso correlativo a la imagen; luego las ondas
sonoras se propagan de la boca de A [el emisor] al oído de B [el receptor]:
proceso puramente físico. A continuación el circuito sigue en B un orden
inverso: del oído al cerebro, transmisión fisiológica de la imagen acústica;
en el cerebro, asociación psíquica de esta imagen con el concepto corres-
pondiente. Si B habla a su vez, este nuevo acto seguirá —de su cerebro al
del de A— exactamente la misma marcha que el primero y pasará por las
mismas fases sucesivas que representamos con el siguiente esquema:
Audición Fonación

c i c i

Fonación Audición
c: concepto
i: imagen acústica (Ibid., p. 55).
82 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

¿Cómo puede ser individual un acto que pertenece a dos individuos? Parece
una paradoja. Sin embargo, la respuesta acontece en el sentido de que tanto en
A como en B, hablante y oyente, se da el mismo acto constitutivo, aunque inver-
tido en su proceso. Esto supone que Saussure reduce, como otros lingüistas, el
acto del lenguaje a unidad sincrética por encima y más allá de las diferencias de
los interlocutores. A y B son un mismo individuo desde el punto de vista del len-
guaje. Esta suposición es reductiva y presupone que el acto de intelección obe-
dece a una igualdad de condiciones. Si ello fuera así, no existiría incomprensión
ni matices comprensivos al hablar de una misma cosa o situación de hechos. Tal
supuesto considera a cada interlocutor como alter ego del otro.

Asimismo, el proceso implica a su vez «una facultad de asociación y de


coordinación» (Ibid., p. 56) cuyo fundamento aún nos es desconocido: tam-
bién lo suponemos. Y esa facultad doble es la responsable de la igualdad per-
ceptiva y coordinadora de los hablantes. Uno actúa, ejecuta, y otro recibe pasi-
vamente. El hecho de que Saussure tenga que echar mano del reflejo social de
la lengua en el individuo para delimitar el circuito de la palabra, consideran-
do a uno activo y a otro pasivo en cuanto al acto único de intelección verbal,
nos indica que ya presupone el lenguaje elaborado como sistema, es decir,
encubre una petición de principio. Trata de demostrar lo que ya da por exis-
tente y cierto, y además le sirve de confirmación. El analista no puede salir del
círculo que lo integra. Da rodeos, vueltas: va del individuo a la sociedad y de
ésta al individuo de nuevo. Trata su acto individual y ejecutivo de lenguaje
como cuestión de dos en vez de uno, como si el hablante tuviera en su cerebro
a otro que le dicta su presencia. Y así es, de algún modo. La individualidad lin-
güística resulta plural. Es de todos en cada uno de sus miembros, sin pertene-
cerle a ninguno de ellos en exclusiva. Saussure advierte que para comprender
la función de la facultad asociativa del concepto y de la imagen acústica, base
del signo lingüístico y, por tanto, del lenguaje, «hay que salirse del acto indivi-
dual, que no es más que el embrión del lenguaje, y encararse con el hecho
social» (Ibid., p. 56). Tal hecho es, por otra parte, «la suma de las imágenes
verbales almacenadas en todos los individuos» (Ibid., p. 57). Así pues, el cono-
cimiento basado en la facultad receptiva y coordinadora resulta también de
base social. Saussure describe este lazo como «un tesoro depositado por la
práctica del habla en los sujetos que pertenecen a una misma comunidad, un
sistema gramatical virtualmente existente en cada cerebro, o, más exactamen-
te, en los cerebros de un conjunto de individuos, pues la lengua no está com-
pleta en ninguno, no existe perfectamente más que en la masa» (Ibid., p. 57).

He aquí la famosa distinción entre langue, lengua, y parole, habla. Sepa-


rando una de otra dentro del lenguaje, que las engloba e implica, separamos,
dice el lingüista ginebrino, «lo que es social de lo que es individual», «lo que
es esencial de lo que es accesorio y más o menos accidental», añadiendo a
continuación:
La lengua no es una función del sujeto hablante, es el producto que el
individuo registra pasivamente; nunca supone premeditación, y la reflexión
no interviene en ella más que para la actividad de clasificar (...). El habla es,
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 83

por el contrario, un acto individual de voluntad y de inteligencia, en el cual


conviene distinguir: 1.°, las combinaciones por las que el sujeto hablante uti-
liza el código de la lengua con miras a expresar su pensamiento personal; 2.°,
el mecanismo psicofísico que le permita exteriorizar esas combinaciones.
Lo esencial del lenguaje radica por tanto en la langue y no en la parole,
que resulta accesoria en cuanto a una consideración sistemática o científica.
Por lengua se entiende «un sistema de signos en el que sólo es esencial la
unión del sentido y de la imagen acústica, y donde las dos partes del signo son
igualmente psíquicas» (Ibid., pp. 58-59). Si son psíquicas las partes, también
lo será el complejo resultante, con lo que obtenemos otra aporía considera-
ble, pues Saussure delimitó antes el horizonte lingüístico respecto del psico-
lógico. La función intelectual del lenguaje se reduce por momentos a una
mera asociación psicológica. Parece, pues, que Saussure no quiere sobrepa-
sar el nivel asociativo en el estudio lingüístico, a pesar de que considera el
concepto como un hecho de conciencia. Las condiciones permanentes antes
citadas se refieren, por tanto, a la constancia de la asociación perceptiva, al
hecho de que siempre aparecen así los elementos asociados y sus vínculos,
como expone el asociacionismo de Hume y Locke. La lingüística no trascien-
de entonces la exposición de los datos, el análisis de los elementos y sus con-
diciones y relaciones vinculantes. De ahí deriva, a su vez, que cada signo no
tenga sustancia propia, sino pura formalidad, pues sólo lo constituye la dife-
rencia opositiva de uno con otro en una cadena determinada.
Saussure repite en varias ocasiones esta otra dualidad del lenguaje, si
bien existe entre ambos planos una relación estrecha:
El estudio del lenguaje comporta, pues, dos partes: la una, esencial, tie-
ne por objeto la lengua, que es social en su esencia e independiente del indi-
viduo; este estudio es únicamente psíquico; la otra, secundaria, tiene por
objeto la parte individual del lenguaje, es decir, el habla, incluida la fona-
ción, y es psicofísica.
Sin duda, ambos objetos están estrechamente ligados y se suponen recí-
procamente: la lengua es necesaria para que el habla sea inteligible y pro-
duzca todos sus efectos; pero el habla es necesaria para que la lengua se esta-
blezca; históricamente, el hecho de habla precede siempre. ¿Cómo se le
ocurriría a nadie asociar una idea con una imagen verbal, si no se empezara
por sorprender tal asociación en un acto de habla? (...) Por último, el habla
es la que hace evolucionar a la lengua: las impresiones recibidas oyendo a los
demás son las que modifican nuestros hábitos lingüísticos. Hay, pues, inter-
dependencia de lengua y habla: aquélla es a la vez el instrumento y el pro-
ducto de ésta. Pero eso no les impide ser dos cosas absolutamente distintas.
La lengua existe en la colectividad en la forma de una suma de acuña-
ciones depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario
cuyos ejemplares, idénticos, fueran repartidos entre los individuos [remite
a la p. 57 de esta obra]. Es, pues, algo que está en cada uno de ellos, aunque
común a todos y situado fuera de la voluntad de los depositarios. Este modo
de existencia de la lengua puede quedar representado por la fórmula:
1 + 1 +1 +1 .... = I (modelo colectivo).
84 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

¿De qué modo está presente el habla en esta misma colectividad? El


habla es la suma de todo lo que las gentes dicen, y comprende: a) combina-
ciones individuales, dependientes de la voluntad de los hablantes; b) actos
de fonación igualmente voluntarios, necesarios para ejecutar tales combi-
naciones. No hay, pues, nada colectivo en el habla; sus manifestaciones son
individuales y momentáneas. En ella no hay nada más que la suma de los
casos particulares según la fórmula:
(1 + 1’ + 1’’ + 1’’’ ...).
Por todas estas razones sería quimérico reunir en un mismo punto de
vista la lengua y el habla. El conjunto global del lenguaje es incognoscible
porque no es homogéneo, mientras que la distinción y la subordinación
propuestas lo aclaran todo.
(...)
Se puede en rigor conservar el nombre de lingüística para cada una de
estas dos disciplinas y hablar de una lingüística del habla; pero con cuida-
do de no confundirla con la lingüística propiamente dicha, ésa cuyo objeto
único es la lengua. (Ibid., pp. 64-66).
Otra definición, restrictiva, de lengua es la siguiente:
La lengua es para nosotros el lenguaje menos el habla. La lengua es el
conjunto de los hábitos lingüísticos que permiten a un sujeto comprender y
hacerse comprender (Ibid., p. 144).
Habremos observado en los textos precedentes alguna otra aporía, como
afirmar que el lenguaje es incognoscible en cuanto todo, por no ser homogéneo
en sus correspondencias y vínculos, y sus partes resultan, sin embargo, cog-
noscibles hasta en su carácter subordinado. Sabemos que dependen de un todo
nouménico, pero no lo conocemos en cuanto tal. Y, a pesar de ello, insiste Saus-
sure, el conocimiento de las unidades depende de él, pues la suma de aquéllas
no nas da, una a una, el sistema que las regula: «Hay que partir de la totalidad
solidaria para obtener por análisis los elementos que encierra» (Ibid., p. 194).
Funcionamos, en consecuencia, con un a priori indemostrable. A su vez,
la división consecuente entre una lingüística del habla, heterogénea en cuan-
to a sus fundamentos, y otra de la lengua, sistemática, supone una reducción
trascendental evidente, siendo así que no sobrepasábamos el nivel psicológi-
co de la asociación. Pero Saussure afirma, a su vez, que «los signos de la len-
gua son, por decirlo así, tangibles; la escritura puede fijarlos en imágenes
convencionales, mientras que sería imposible fotografiar en todos sus deta-
lles los actos de habla; la fonación de una palabra, por pequeña que sea,
representa una infinidad de movimientos musculares extremadamente difíci-
les de conocer y de imaginar» (Ibid., p. 59).
El signo es táctil, por tanto. Y no sólo porque pueda representarse gráfi-
camente —sería un tacto visual y cenestésico: movimiento del ojo, de la mano
y sinestesias, hasta sinapsis correspondientes del cerebro, conjuntamente—,
sino porque la boca es otro modo de tacto, y hasta la asociación de la parte
sonora, de la imagen acústica con ésta, y el conjunto, a su vez, con el concep-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 85

to o idea, es también de algún modo tangible, un tacto asimismo cenestésico,


por ser asociación psicológicamente registrable.
Saussure se mantiene en una fenomenología asociacionista de trasfondo
nouménico, sólo kantiano en cuanto al nivel perceptivo, pues la reducción
última no tiene trasfondo convergente: el horizonte final resulta incognosci-
ble. No hay una razón trascendental que asigne categorías lógicas a los actos
perceptivos. Sólo accedemos a una de sus capas, aunque intuimos un todo
más coherente. Sin él —tengo por imposible conocer las partes sin conocer el
todo, pero no más que conocer el todo sin conocer particularmente las par-
tes, decía B. Pascal—, no hay ciencia propia. El reduccionismo fenomenoló-
gico de Saussure lo aboca a la división de la lingüística considerada como un
todo en dos secciones del mismo árbol, la lingüística del habla o de la actitud
natural, y la de la lengua, sistemática, parcialmente trascendental.

b) Semiología

Otra consecuencia notable de lo dicho es el lazo social del lenguaje con


otros sistemas de comunicación basados, a su vez, en signos que expresan
ideas. El signo general, semiológico, sí se va mostrando como categorial
comunicativo, cuyas diferencias radican en la materia correspondiente, en la
sustancia fónica, visual o gestáltica —Gestalt, forma, en alemán—, pero el
fundamento del lazo o vínculo sigue siendo la asociación de un significante y
un significado, acto constitutivo de la naturaleza del signo en general.
La lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y por eso com-
parable a la escritura, al alfabeto de los sordomudos, a los ritos simbólicos,
a las formas de cortesía, a las señales militares, etc., etc. Sólo que es el más
importante de esos sistemas.
Se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida de los sig-
nos en el seno de la vida social. Tal ciencia sería parte de la psicología
social, y por consiguiente de la psicología general. Nosotros la llamaremos
semiología (del griego se¤meîon «signo»). Ella nos enseñará en qué consis-
ten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan. Puesto que todavía
no existe, no se puede decir qué es lo que ella será; pero tiene derecho a la
existencia, y su lugar está determinado de antemano. La lingüística no es
más que una parte de esta ciencia general. Las leyes que la semiología des-
cubra serán aplicables a la lingüística, y así es como la lingüística se encon-
trará ligada a un dominio definido en el conjunto de los hechos humanos.
Al psicólogo toca determinar el puesto exacto de la semiología; tarea
del lingüista es definir qué es lo que hace de la lengua un sistema especial
en el conjunto de los hechos semiológicos (...); aquí sólo nos fijamos en
esto: si por vez primera hemos podido asignar a la lingüística un puesto
entre las ciencias es por haberla incluido en la semiología (Ibid., pp. 60-61).

Seguimos, por tanto, con las aporías. Asignamos un estatuto científico a


la lingüística basados en su fundamento semiológico; ahora bien, aún no
sabemos con certeza en qué consiste la semiología. Conocemos el fundamen-
86 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

to asociacionista del signo: un significante psíquico más una idea en el fondo


también psíquica, aunque no conocemos la diferencia exacta entre estas dos
capas del psiquismo, a no ser por aquello a lo que remiten, muy distinto en
uno y otro caso: una impresión y un concepto, éste nada impresivo, por otra
parte. Vemos que la estructura interna de tal signo coincide con la de otros de
base no vocálica o insonora. Podemos aislarlo y compararlo con estos otros.
Como la cultura depende en gran medida, a su vez, de ese signo fónico, pero
va asociada a los otros, alguna relación habrá entre ellos.
Así pues, aún no formalizada, la semiología es el conjunto científico de
otras ciencias regionales, entre ellas la lingüística, pero es en ésta, curiosa-
mente, donde descubrimos la naturaleza interna del signo semiológico, como
una parte suya fenomenólogica. He aquí entonces la trascendencia que antes
se nos escapaba del horizonte. Es trascendencia semiológica y el lenguaje
representa en ella un foco metodológico de primer rango, pues presenta la
naturaleza del signo y sus leyes sistemáticas.
Comprenderemos ahora mucho mejor la importancia de haber asociado en
el primer tema del programa los «parámetros étnicos y culturales de las len-
guas». La cultura se irradia a través del lenguaje en consonancia con otros siste-
mas de signos, cuyas leyes son comunes desde una consideración semiológica:
Si se quiere descubrir la verdadera naturaleza de la lengua, hay que empe-
zar por considerarla en lo que tiene de común con todos los otros sistemas del
mismo orden; factores lingüísticos que a primera vista aparecen como muy
importantes (por ejemplo, el juego del aparato fonador) no se deben conside-
rar más que de segundo orden si no sirven más que para distinguir a la lengua
de los otros sistemas. Con eso no solamente se esclarecerá el problema lin-
güístico, sino que, al considerar los ritos, las costumbres, etc., como signos,
estos hechos aparecerán a otra luz, y se sentirá la necesidad de agruparlos en
la semiología y de explicarlos por las leyes de esta ciencia (Ibid., p. 62).
Si consideramos la semiología como un horizonte creciente a medida que
sus manifestaciones regionales se van presentando con sus signos respecti-
vos, las demás ciencias se agrupan en ella e interrelacionan según correspon-
dencias, paralelismos, homologías, etc.
Semiología

Leng.

Cultura
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 87

c) Naturaleza del signo lingüístico. Doble plano, arbitrariedad


y linealidad
Llegados a este punto, conviene afrontar la naturaleza del signo, ya que
de ella depende, nada menos, la primera manifestación comprensible de la
semiología y el paradigma, a fin de cuentas, de los demás signos y sistemas
que la integran. Veamos qué dice Saussure y cómo argumenta:
Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un
concepto y una imagen acústica. La imagen acústica no es el sonido mate-
rial, cosa puramente física, sino su huella psíquica, la representación que
de él nos da el testimonio de nuestros sentidos; esa imagen es sensorial, y si
llegamos a llamarla «material» es solamente en este sentido y por oposición
al otro término de la asociación, el concepto, generalmente más abstracto.
El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas aparece claramen-
te cuando observamos nuestra lengua materna. Sin mover los labios ni la
lengua, podemos hablarnos a nosotros mismos o recitarnos mentalmente
un poema. Y porque las palabras de la lengua materna son para nosotros
imágenes acústicas, hay que evitar el hablar de los «fonemas» de que están
compuestas. Este términio, que implica una idea de acción vocal, no puede
convenir más que a las palabras habladas, a la realización de la imagen
interior en el discurso. Hablando de sonidos y de sílabas de una palabra,
evitaremos el equívoco, con tal de que nos acordemos de que se trata de la
imagen acústica.
El signo lingüístico es, pues, una entidad psíquica de dos caras, que
puede presentarse por la siguiente figura:

Concepto

Imagen acústica

Estos dos elementos están íntimamente unidos y se reclaman recípro-


camente (...)
Esta definición plantea una importante cuestión de terminología. Lla-
mamos signo a la combinación del concepto y de la imagen acústica: pero
en el uso corriente este término designa generalmente la imagen acústica
sola, por ejemplo una palabra (arbor, etc.). Se olvida que si llamamos sig-
no a arbor no es más que gracias a que conlleva el concepto «árbol», de tal
manera que la idea de la parte sensorial implica la del conjunto.
La ambigüedad desaparecería si designáramos las tres nociones aquí
presentes por medio de nombres que se relacionen recíprocamente al mis-
mo tiempo que se oponen. Y proponemos conservar la palabra signo para
designar el conjunto, y reemplazar concepto e imagen acústica respecti-
vamente con significado y significante; estos dos últimos términos tienen
la ventaja de señalar la oposición que los separa, sea entre ellos dos, sea del
total de que forman parte (Ibid., pp. 128-129).
88 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Tres fenómenos importantes cabe resaltar ahora, todos ellos sumamente


comprometidos. El primero, la desvinculación del nombre con la cosa. Resul-
ta evidente, pero a menudo lo olvidamos. El nombre casa no es la cosa por él
designada. No tenemos la casa en la mente, ni en el diccionario, sino su idea.
Sin embargo, los nombres nacen muy pegados a lo que designan. Sin ser lo
que designan, la realidad del mundo, la dotan de sentido, bautizándola. Sin
nombres, las cosas serían mudas. No tendrían entidad propia. Existe, pues,
un modo sustancial del ser de la cosa en el nombre, quien tampoco existiría
sin ella. Ese modo es peculiar, único, y no podemos marginarlo en aras de
una sistematización formal del signo.
El segundo fenómeno atañe a la reducción fonética al ámbito de la lin-
güística del habla, por implicar un acto vocal. La imagen acústica prescinde
de la fonación concreta. Es imagen del sonido, no éste en su realización
material, pronunciado. Surge así un gran problema metodológico: si esa ima-
gen, que pertenece al sistema como significante, no contiene en sí algún
modo de articulación fonológica, es decir, de división opositiva respecto de
otras. La oposición diferenciada es su esencia, como veremos, y lo que se
opone, se relaciona, compara y mide, actos todos ellos intelectuales. La con-
clusión se impone. El significante encierra una relación: es también concep-
tual. La reducción del sonido en la imagen acústica implica un acto reflejo y
trascendente, aunque lo vivamos sin conciencia expresa, de rutina. No queda
suficientemente explicado, por tanto, el trueque de la imagen acústica, que es
huella sensible, por el de significante.
En cuanto articulados, los fonemas cuentan con una sustancia propia: son
sonidos. Pero en tanto relaciones formales de unos con otros, esa sustancia se
volatiliza y sólo nos quedamos con la forma opositiva. Es ésta una observación
importante de Saussure, que fundamenta, a su vez, la división entre fonética, o
ciencia experimental de los sonidos, y fonología, ciencia entonces virtual de los
actos fónicos considerados como signos. Es virtual porque se mueve con hue-
llas o esquemas psíquicos, en el fondo el sonido almacenado en la memoria. La
distinción es aguda. Pensemos, por ejemplo, en la articulación de una frase en
un idioma extranjero no muy bien dominado. Al pronunciarla, sabemos de
inmediato si hemos articulado bien sus sonidos o no. Esa sabiduría tiene base
refleja, comparativa: comparamos el modelo sonoro retenido en la memoria
con la articulación efectuada por nosotros mismos, o al revés, pero en ambos
casos estamos relacionando una ejecución con su paradigma sistemático.
Vemos ahí en qué consiste la función de la imagen acústica considerada
como significante. Ahora bien, al sustituir su acto psíquico, la huella recor-
dada, por el significante, Saussure, fijémonos, la conceptualiza. Está recono-
ciendo implícitamente que el significante es otra modalidad de concepto. De
ahí que insistamos en que el signo lingüístico es todo él realmente conceptual,
pues le asiste un valor que el sonido no tiene por propia naturaleza desligado
de esta función suya trascendente. Discernir tal aspecto no resulta fácil y
constituye aún hoy uno de los principales problemas de la lingüística, que
algunos teóricos obvian prescindiendo del signo o del símbolo. Ahora bien,
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 89

una lingüística no fundamentada en un acto de recubrimiento simbólico,


carece de fundamentación crítica. Se mueve sólo en una función descriptiva
cuya exégesis puede ser muy valiosa con tal de que resulte coherente, pero
carece de fundamento propio, porque el lenguaje se basa en una serie de
recubrimientos o actos imbricados que se implican, empezando por la inves-
tidura fenomenológica del sonido en cuanto expresión significante.
Hemos visto hasta ahora que el lenguaje se divide en lengua y habla, nive-
les que originan, a su vez, sendas lingüísticas regionales. La naturaleza de la
lengua se fundamenta en la del signo, cuya función nos muestra, al mismo
tiempo, el fundamento semiótico del lenguaje. La naturaleza de éste depende
de la del signo mismo, complejo psíquico caracterizado también por el hecho
de poder distinguir en él dos partes, la imagen acústica y el concepto, susti-
tuidas por Saussure, en un trueque fenomenológico no suficientemente justi-
ficado, por el significante y el significado. Nos concierne ahora indagar los
principios que operan en la naturaleza de este complejo transformado.
El primero de ellos es la arbitrariedad:
El lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien, pues-
to que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un sig-
nificante con un significado, podemos decir más simplemente: el signo lin-
güístico es arbitrario.
Así, la idea de sur no está ligada por relación alguna interior con la
secuencia de sonidos s-u-r que le sirve de significante; podría estar repre-
sentada tan perfectamente por cualquier otra secuencia de sonidos. Sirvan
de prueba las diferencias entre las lenguas y la existencia misma de lenguas
diferentes: el significado «buey» tiene por significante bwéi a un lado de la
frontera franco-española y böf (boeuf) al otro, y al otro lado de la frontera
francogermana es oks (Ochs) (Ibid., p. 130).
El signo es convencional. Procede de «un hábito colectivo». Saussure
extiende la arbitrariedad a la semiología, de tal modo que cualquier ciencia
que se base en signos tendrá por fundamento el hábito social de unir un signi-
ficado a un significante, o viceversa, sin que exista entre las dos partes ningún
otro lazo de naturaleza, de implicación causal o cualquier otro valor interno.
El lingüista se fija en el principio que regula el funcionamiento del signo y des-
cubre que se trata de una regla repetida socialmente, no negociada o pactada
mediante contrato alguno en cuanto a su forma —es una carta forzada (Ibid,
p. 135)—, pero que ata y vincula a sus usuarios. Nada hay en él, sin embargo,
que suelde internamente a su significante con el significado. Así como el obje-
to pan usa el significante /pan/ para significarse, podría ser éste, si nos pone-
mos de acuerdo los hablantes españoles, la palabra /nap/, por ejemplo.

/pán/ : /náp/
90 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Pero esto es sólo una hipótesis:


No solamente es verdad que, de proponérselo, un individuo sería inca-
paz de modificar en un ápice la elección ya hecha, sino que la masa misma
no puede ejercer su soberanía sobre una sola palabra; la masa está atada a
la lengua tal cual es (Ibid., p. 135).

Saussure se basa en estas alternancias no vinculantes para desechar el


carácter simbólico del signo, aceptado por otros teóricos del lenguaje como
K. Bühler y E. Cassirer, por ejemplo. En el símbolo, dice Saussure, «hay un
rudimento de vínculo natural entre el significante y el significado. El símbo-
lo de la justicia, la balanza, no podría reemplazarse por otro objeto cualquie-
ra, un carro, por ejemplo» (Ibid., p. 131). Le asiste también «una relación
racional con la cosa significada» (p. 138). Pero estas consideraciones no des-
cartan el hecho de que el signo implique además en su significante una vin-
culación significativa, básese ésta en tal o cual imagen acústica. He aquí una
diferencia fundamental, fenomenológica al menos, entre la asociación psí-
quico-fónica del sonido y el nuevo valor instaurado en el significante. Esta
posibilidad confiere a la lingüística otro horizonte aún más ambicioso que el
semiológico, tal cual lo deja expuesto Saussure.
La arbitrariedad tampoco puede ser absoluta una vez constituido el len-
guaje, pues, al ser social el lazo que une a significante y significado, no depen-
de del individuo, advierte Saussure, cambiar un significante por otro:
La palabra arbitrario necesita también una observación. No debe dar
idea de que el significante depende de la libre elección del hablante (ya vere-
mos luego que no está en manos del individuo el cambiar nada en un signo
una vez establecido por un grupo lingüístico); queremos decir que es inmo-
tivado, es decir, arbitrario con relación al significado, con el cual no guarda
en la realidad ningún lazo natural (Ibid., p. 131).

Toda la insistencia de Saussure radica en dejar claro que no existe ningu-


na fundamentación interna en el lenguaje; que todo obedece a leyes sociales
de carácter asociativo, basadas en costumbres y usos que las gentes y grupos
idiomáticos adquieren y practican. Ningún individuo puede arrogarse la cre-
ación del lenguaje, ni siquiera la de una de sus partes, pues éstas vendrán
motivadas por otras anteriores o posteriores. Para Saussure, la sociedad ocu-
pa el cerebro de los individuos. Cada hombre tiene una colectividad en su
mente:
Si la lengua tiene carácter de fijeza, no es sólo porque esté ligada a la
gravitación de la colectividad, sino también porque está situada en el tiem-
po. Estos dos hechos son inseparables. En todo instante la solidaridad con
el pasado pone en jaque a la libertad de elegir. Decimos hombre y perro
porque antes que nosotros se ha dicho hombre y perro. Eso no impide que
haya en el fenómeno total un vínculo entre esos dos factores antinómicos:
la convención arbitraria, en virtud de la cual es libre la elección, y el tiem-
po, gracias al cual la elección se halla ya fijada. Precisamente porque el sig-
no es arbitrario no conoce otra ley que la de su tradición, y precisamente
por fundarse en la tradición puede ser arbitrario (Ibi., p. 139).
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 91

La motivación significante resuelve, no obstante, parte del problema aso-


ciado a la representación lingüística y a su carácter significativo, pero no
excluye tampoco que haya actos creativos en el lenguaje, e incluso que éste
contenga como fundamento suyo un acto verbalmente creador. La necesidad
de nombrar las cosas y sus situaciones precede al hecho de la adquisición
heredada y socialmente transmitida del lenguaje. Que ésta coincida con
aquélla en las sociedades culturalmente organizadas, no la pretiere ni invali-
da. Una cosa es la naturaleza creadora del nombre y otra el uso suyo como
palabra adoptada. La pura asociación fenoménica del signo refleja más un
conformismo descriptivo que una conversión interna del sonido en valor
comunicante y significado. Las onomatopeyas y exclamaciones contienen
este valor desde un punto de vista expresivo. Que no sean imitaciones puras
o calcos de la realidad; que varíen de una a otra lengua, argumentos emplea-
dos por Saussure para descartarlas como objeciones contra la arbitrariedad,
no excluye tampoco la hipótesis de que el hombre las haya creado, por lo
menos algunas de ellas, a impulsos del sonido propio de la realidad percibi-
da. El hombre responde con la naturaleza de su voz, como el pájaro con la de
su trino, o el perro la de su ladrido. Y cuando imita a la naturaleza inorgáni-
ca, el rumor del agua, el rugido del trueno, el deslizamiento de una hoja, etc.,
pone su voz al servicio de la onda sonora percibida, más bien no la sirve, sino
que activa su naturaleza. No existe sonido natural, o el sonido tal cual lo
conocemos, sin esa audición atenta. El hombre «suena» como los demás
seres de la naturaleza, pero con sonido propio, la voz, y la escucha diferen-
ciándola. Incluso al imitar el trote del caballo sabe que hay una diferencia.

De ahí que el propio Saussure reconozca que «Sólo una parte de los sig-
nos es absolutamente arbitraria» y que «el signo puede ser relativamente moti-
vado», distinguiendo, a su vez, entre una arbitrariedad absoluta y otra relati-
va (Ibid. p. 219).

El segundo principio del signo lo constituye su carácter lineal, la línea del


tiempo, que dispone una unidad detrás de otra, formando así cadenas de ele-
mentos vinculados por la fuerza del decir, también llamadas sintagmas, cone-
xiones de elementos en torno a un núcleo que los estructura de acuerdo con
principios regulados (Conf. ibid., pp. 133, 207).

Del carácter lineal del lenguaje depende también que sea discreto, es decir,
que no se superpongan en el mismo punto e instante, unas sobre otras, varias
unidades del nivel articulatorio. A cada una le corresponde un tiempoespacio
específico, por mínimo que sea, lo cual no excluye que rasgos suyos inheren-
tes, por ejemplo los fónicos, coincidan en la formación de un sonido o sílaba,
pero cada uno tiene su pertinencia articulatoria. Saussure pone como ejemplo
una sílaba acentuada. No comprende dos momentos, el de la vocal y el del
acento, sino un solo «acto fonatorio». En su interior, explica, no hay dualidad,
«sino tan sólo oposiciones diversas con lo que está a su lado» (Ibid., p. 134).

Tales oposiciones son los contenidos auténticos de los signos, su valor


diferenciado, como veremos.
92 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

d) Mutabilidad e inmutabilidad

Afrontamos ahora otra aporía —dificultad infranqueable, en griego—


concerniente a la atadura antes citada del individuo y de la masa respecto del
lenguaje y, por otra parte, la libertad que le asiste para elegir uno u otro sig-
nificante, o uno de ellos asociado a tal o cual significado. Saussure distinge
aquí otras dos direcciones:
Si con relación a la idea que representa, aparece el significante como
elegido libremente, en cambio, con relación a la comunidad lingüística que
lo emplea, no es libre, es impuesto (Ibid., p. 135).
Ya sabemos en qué consiste esta libertad encadenada. El tiempo acumu-
lado en las formas lingüísticas pesa con gravedad histórica y ejerce una resis-
tencia a todo cambio arbitrario. El individuo y la masa comunitaria están
sujetos a esta ley de gravedad, a la historia acumulada verbalmente a través
de las generaciones. Por eso la lengua no cambia bruscamente ni de modo
súbito (Ibid., pp. 136-137), si bien la tradición recoge el relato bíblico de
Babel, tal vez para recordarnos la fragilidad misma de los idiomas, hechos,
en gran parte, de aire.
A la inmutabilidad del signo contribuye su carácter arbitrario, por para-
dójico que parezca, pues también éste favorece su cambio. Esto último por-
que no hay, decíamos, vínculo interno entre el significante y el significado. Se
puede alterar entonces con más facilidad. Aquello otro porque, al no existir
esa trabazón íntima, racional, no hay tampoco base en la que fundamentar el
cambio, argumenta Saussure (Ibid., pp. 137-138).
Fijémonos en el argumento empleado. La irracionalidad estructural del
signo exigiría una base racional para alterarlo. ¿Por qué? Porque su constan-
cia, cabe deducir de éste y otros razonamientos implícitos, ya ha generado un
hábito en cierto modo racional, y los hablantes tendrían que ponerse de
acuerdo para sustituir una forma, una ley o una preferencia ya adquirida.
Nos encontramos, pues, ante un entimema y una paradoja. Saussure recurre
a implicaciones no demostradas, a supuestos axiomáticos, y mezcla niveles
argumentativos, pues la preferencia irracional del hablante atañe a un térmi-
no o una frase, pero no a la lengua entera ni a la concordancia interna del
enunciado, o de la palabra misma, por arbitrario que sea su signo. La inmu-
tabilidad depende de la historia y, como ella, sólo responde a razonamientos
a posteriori, pues, en principio, todo signo es mutable, pero no la relación que
lo funda, si hay lenguaje. Puede cambiar la concordancia de los términos, por
ejemplo, pero no la relación en que se basan una vez constituidos, mientras
sean tales términos. Aunque desaparezca uno y lo sustituya otro, éste tendrá
aquella relación. Afirmar, por otra parte, que el habla es espontánea y, aten-
diendo a la masa social que la consolida, irracional —no podemos discernir
quién creó una parte, menos aún el lenguaje entero—, no implica que al
hablar no reflexionemos y lo hagamos sólo motivados por la impregnación de
las cadenas sintagmáticas y el uso cotidiano de la lengua. Prueba fehaciente
de que sí reflexionamos al hablar, y de que el habla contiene reflexión en cada
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 93

una de sus momentos, un modo muy rápido de construcción y reacción locu-


tiva, es la autorreferencia del decir y la corrección de lo dicho. Al usar una
lengua extranjera de segunda instancia en el aprendizaje nos percatamos de
ello, porque las conexiones y vínculos establecidos no nos impregnan con
tanta profundidad como los de la lengua nativa. Somos más conscientes de
las transiciones, del correcto uso de los términos, concordancias, adecuacio-
nes, etc. La espontaneidad del habla implica una actitud natural locutiva sus-
ceptible de análisis crítico en cualquier momento. Codificación y descodifi-
cación son operaciones inmediatas suyas que encierran un alto grado de
reflexión adquirida y hermenéuticamente apropiada. Este autocontrol se
intensifica con el desarrollo cultural y la práctica colectiva.
La mutabilidad del signo deriva también de su arbitrariedad. Se basa en
la distensión, relajamiento o desplazamiento asociativo «de la relación entre el
significado y el significante». Veamos un ejemplo:
El latín neca¤re «matar» se ha hecho en francés noyer «ahogar» y en
español anegar. Han cambiado tanto la imagen acústica como el concepto;
pero es inútil distinguir las dos partes del fenómeno; basta con consignar
globalmente que el vínculo entre la idea y el signo se ha relajado y que ha
habido un desplazamiento en su relación (Ibid., pp. 140-141).
Resumiendo, cumple decir que la inmutabilidad atañe al sistema, aunque
éste también cambia, pero menos, y la mutabilidad al habla, donde más se
nota. Pero sería mejor referirnos a este fenómeno hablando de continuidad
del signo y de alteración. El cruce en el tiempo de estos dos ejes es otro prin-
cipio de la semiología general, según Saussure (Ibid., p. 143).

e) Delimitación de unidades. Oposición y conmutación lingüística

La lingüística no dispone de unidades previas en cuanto ciencia. Tiene


que delimitarlas y, para ello, necesita también de un método. Ya disponemos
de una base precisa, la doble configuración del signo como unidad fenomé-
nica del lenguaje, que implica a su vez la también doble división del lenguaje
en lengua y habla. Tales divisiones se apoyan asimismo en leyes internas que
el análisis ha de desentrañar y traer a luz, conformando así el sistema teórico
del lenguaje. Del habla, tal sistema retiene las relaciones fijas y constantes,
independientes del tiempo, espacio y condiciones en que surjan o se descu-
bran. Son requisitos generales de toda ciencia.
Al establecer un método que discrimine unidades comprobamos que
Saussure admite de hecho un valor intrínseco en el lenguaje una vez confi-
gurado, aunque lo retrae a la simple asociación de la parte fónica con la
psíquica y reduce casi exclusivamente el concepto al nivel psíquico de la
conciencia.
La delimitación de las unidades básicas ha de realizarse atendiendo a los
dos niveles, del significante y del significado, conjuntamente. Su interrrela-
ción fija entidades concretas (Ibid., p. 178). Si consideramos sólo un aspecto
94 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

por separado, deshacemos la unidad fundante y abstraemos el signo de su


realidad funcional:
Una sucesión de sonidos sólo es lingüística si es soporte de una idea;
tomada en sí misma no es más que la materia de un estudio fisiológico.

Lo mismo ocurre con el significado, si lo separamos de su significante.


Conceptos como «casa», «blanco», «ver», etc., considerados en sí mismos,
pertenecen a la psicología; sólo se hacen entidades lingüísticas por asocia-
ción con imágenes acústicas; en la lengua, un concepto es una cualidad de
la substancia fónica, como una sonoridad determinada es una cualidad del
concepto (Ibid., pp. 178-179).

He ahí el valor fenomenológico del lenguaje, la cualidad que transforma


al sonido en significante, porque ya está orientado a una significación, y la
cualidad significada, investida de sustancia fónica. Si ya la primera conver-
sión, del sonido en significante, ofrece problemas críticos de fundamentación
fenomenológica, se incrementan aún más ahora al considerar el concepto lin-
güístico como «cualidad de la sustancia fónica». Lo es, ciertamente, pero
Saussure no nos dice cómo acontece tal cualificación. La sustancia fónica
sólo es conceptual en tanto tiende, como unidad comunicativa o expresiva, a
un concepto. Tal tendencia o intención no siempre se cumple intuitivamente
con un objeto designado o un concepto explícito, como la propia delimita-
ción de unidades nos muestra. Para ser conceptual, la sustancia fónica ya ha
experimentado una conversión sonora como unidad expresiva. No basta la
imagen acústica para explicar totalmente esa conversión valorativa. Saussu-
re afirma el hecho, pero no expone su fundamento, o presupone que la ima-
gen acústica ya es conceptual porque queda almacenada en la memoria y el
hecho de retenerla implica a su vez una orientación intencional. No la reten-
dríamos si no hubiera implicación psicológica de comunicación significada.
Pero también retenemos imágenes acústicas de otras lenguas sin la menor
intención de aprenderlas o expresar nuestros conceptos en ellas. Por otra par-
te, el concepto lingüístico no reduce su potencia fenomenológica al entrar en
contacto con la sustancia fónica, como parece sugerir su retención en el pla-
no psicológico, sino que potencia incluso, como unidad expresiva, el alcance
lógico y racional del pensamiento y del lenguaje.
(Quede esbozada aquí simplemente esta cuestión tan crítica, cuyo tratamiento
pertenece a otros niveles teóricos y académicos. El alumno interesado puede recurrir
a obras más especializadas sobre el tema consultando la bibliografía concerniente al
signo lingüístico.)

El método delimitador de unidades contempla, por tanto, y a la par, los


niveles significativos del lenguaje. Una unidad fónica lo es si asocia de algu-
na manera otra de sentido o significado; y viceversa, estaremos ante un con-
cepto lingüístico si asocia una conexión sonora integrada:
«Una delimitación correcta exige que las divisiones establecidas en la
cadena acústica (α, β, γ ...) correspondan a las de la cadena de conceptos (α’,
β’, γ ...):
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 95

α β γ …
a

α’ β’ γ’ …

¿Cómo sabemos, por ejemplo, si puedo delimitar la unidad /l/, o /lak/, en


el conjunto fónico /siolakóxo/ —«si yo la cojo»— ¿Sólo si a cada una le
corresponde otra unidad de sentido, cosa que aquí no sucede, porque la /l/
sola no asocia ningún concepto o unidad conceptual, ni la agrupación /lak/
atrae tampoco ningún significado. Ni siquiera lo hacen las sílabas /ko/ y
/xo/, por separado, a pesar de ser unidades de la lengua española. ¿Por qué
hablamos entonces aquí de unidad concreta sílaba y no en los otros dos
casos? Porque ninguno de estos forma, en cuanto tales, una agrupación ais-
lable tendente al sentido completo de la cadena significada. La /l/ es, sin
embargo, unidad del nivel fónico, porque puede asociarse con otra, la /a/ en
el caso propuesto, para formar la unidad superior /la/, sílaba y palabra a la
vez: el artículo determinado en forma femenina y número singular. Estos
rasgos conceptuales —semánticos en lingüística—, determinado, femenino,
singular, están asociados intrínsecamente en nuestra lengua a la forma
sonora /la/.
Vemos, pues, que los dos niveles, significante y significado, funcionan a la
par y se interseccionan mutuamente de acuerdo con agrupaciones respecti-
vas que sólo el análisis crítico descubre. La regla de oposición contrastiva se
configura así como básica del método científico en lingüística. Las oposicio-
nes conceptuales determinado / indeterminado, masculino / femenino, singu-
lar / plural, están presentes en el contenido de la forma sonora /la/, que, por
tanto, asocia, a la par, sus rasgos propios y, por contraste opositivo, los de la
forma /el/ y /lo/, así como los plurales respectivos. Las unidades no funcionan
aisladas, sino en contraposición, lo que supone, a su vez, que retienen en pre-
sencia o superficie los rasgos propios, pero también, en ausencia, o como fon-
do, los de otras unidades más o menos próximas, es decir, pertenecientes a un
paradigma determinado que les confiere la posibilidad de surgir en un sin-
tagma concreto. Pensemos, por ejemplo, en la sucesión de planos contiguos
en un film. Su entendimiento sólo es posible en cadena y gracias a que rete-
nemos otros previos del mismo film, o a que éste cuenta con el almacén de
imágenes de nuestra memoria. Quien no dispusiera de este diccionario vivo
de imágenes, ni de sus relaciones en un código determinado, no entendería lo
que está viendo por faltarle el fondo de las unidades ausentes y sus relaciones
con las que van apareciendo. Este mecanismo es semejante al del lenguaje,
que lo multiplica indefinidamente.
Así pues, esta relación de planos proyectivos, también opositiva, presen-
cia / ausencia, constituye el trasfondo fenomenológico del lenguaje. Toda
forma suya supone un lado de luz, diríamos, la presencia, y otro de sombra,
96 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

la ausencia, pero también ésta es luminosa, un caudal de luz potencial,


como el de una corriente eléctrica. A él pertenecen los mecanismos de elip-
sis y anáfora, las implicaciones, suposiciones, etc. Un pronombre, por ejem-
plo, es forma compleja, por simple que sea su unidad fónica —yo, tú, él, éste,
ése, aquél, etc.—, de referencias anafóricas, presuposiciones y relaciones
elípticas.

Habremos observado que la delimitación de unidades implica un ejerci-


cio continuo de contextualización y descontextualicación. Contextuar es
incluir en su orden respectivo las partes. Cada una tiene un campo de asig-
naciones, exclusivo o variado. Es su capacidad de campo, denominación debi-
da al lingüista alemán K. Bühler, quien completa y matiza muchos de los
hallazgos y principios saussureanos de la lingüística. Si el contexto permite
separar una unidad, es que ésta ha delimitado a su vez un sentido, real o posi-
ble, una capacidad de contextualización. Esta potencia pertenece interna-
mente a las unidades en razón de la cadena posible de integración suya. Es
posibilidad ya adquirida y, en casos, latente, aún no explicitada. Esto nos
indica que el lenguaje guarda o atesora potencias internas que le permiten
mutar en un momento determinado según se presenten las condiciones para
ello. Debemos añadir, en consecuencia, esta capacidad de acción o determi-
nación de un contexto específico a sus características generales.

Tal capacidad es la que subtiende realmente el carácter opositivo de las


unidades. Sabemos que un sonido o grupo de sonidos no pertenece a una len-
gua determinada porque no forma campo de contextualización en ella. Cono-
cemos, a su vez, que sí lo forma porque admite conexiones con otros confi-
gurando un sentido. Al grupo /tr/ no le corresponde, aislado, ningún
concepto, pero puede unirse con la vocal /o/ en /tro/ y formar parte, como síla-
ba, de la palabra /tróno/, por ejeplo. Posee una capacidad de campo contex-
tual, aunque por sí solo no constituye ninguna unidad básica de la lengua
española. Ni siquiera es sílaba, pero puede integrarse en una. De hecho, en el
aprendizaje básico de la lengua recurrimos a estas combinaciones para ejer-
citar los grupos de sonidos. No lo hacemos, sin embargo, con la asociación
/bp/, porque no admite campo fónico, ni léxico.

Las oposiciones lingüísticas determinan, a su vez, conmutaciones, basa-


das también en la alternancia de la presencia o ausencia de ciertas unidades.
Si en la palabra anterior sustituimos la primera /ó/, que lleva marca intensiva
del acento fónico, por una /í/, obtenemos una palabra nueva: /tríno/. A veces,
la diferencia es tan leve, que el simple acento fónico diferencia una unidad de
otra, por ejemplo /dé/, del verbo dar y /de/, preposición. Allí se abre más la
vocal al pronunciarla, y aquí menos.

Volviendo al ejemplo de /tróno/, diremos que la /ó/ está en oposición sin-


tagmática con los demás sonidos que la rodean; a su vez, en oposición aso-
ciativa con cualquier otro que consideremos (Ibid., p. 218), pero sólo alguno
de éstos tiene relieve o valor lingüístico en cuanto a la lengua española. Pro-
bemos con la serie de las restantes vocales alternándolas sucesivamente:
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 97

/t r ó n o/
/á/
/é/
/í/
/ú/
Sólo conmutan /é/ e /í/ en nuestra lengua, porque entonces la palabra /tró-
no/ entra en oposición con /tréno/ y /tríno/, que sí son palabras españolas,
pero no /tráno/ ni /trúno/. La oposición que da lugar a un cambio de unidad
en el paradigma de la lengua se llama fonológica. La estudiaremos en otra
unidad temática.
El hecho de que las unidades básicas del lenguaje así delimitadas no se
muestren visibles de antemano es un rasgo específico, según Saussure, que
distingue a la lengua «de todas las otras instituciones semiológicas» (Ibid., p.
184).

f) El valor lingüístico. Sincronía y diacronía


Hemos citado varias veces esta palabra: valor. Es un concepto asociado
por Saussure al concepto homólogo de valor de cambio en economía, si bien
nosotros nos referimos a él con otra finalidad trascendente, pues el cambio
del sonido en significante, o del concepto en realce expresivo, nos hace pen-
sar en una fundación simbólicamente creadora de la palabra, aspecto que la
lingüística funcional y descriptiva no consideran. Aquí nos limitamos a la
homologación funcional que Saussure hace del valor lingüístico desde su
noción y práctica en el ámbito de la ciencia económica:
Es una necesidad muy semejante [a la económica] la que nos obliga a
escindir la lingüística en dos partes, cada una con su principio propio. Y es
que aquí, como en economía política, estamos ante la noción de valor; en
las dos ciencias se trata de un sistema de equivalencia entre cosas de
órdenes diferentes: en una, un trabajo y un salario, en la otra un signifi-
cado y un significante (Ibid., p. 147).
Para Saussure, todas las ciencias disponen sus cosas u objetos según dos
ejes cruzados en razón del tiempo y del punto del presente que lo considera,
uno de simultaneidades (AB) y otro de sucesiones (CD):
C

A B

D
98 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

El primero (AB) comprende «las relaciones entre las cosas existentes, de


donde está excluida toda intervención del tiempo» y en el segundo (CD) sólo
se puede considerar «una cosa cada vez» y «donde están situadas todas las
cosas del primer eje con sus cambios respectivos». Al eje de simultaneidades
le corresponde una lingüística sincrónica y al de sucesiones otra diacrónica
(Ibid., p. 149). Saussure incluye el conjunto de los cambios en el eje vertical
—normalmente se usa para esto el otro, horizontal—, uno a uno, si ello fuera
posible —sí lo son los verificados—, y la coexistencia de los términos y cosas
en cuanto a sus relaciones. Advierte que resulta difícil «estudiar simultánea-
mente sus relaciones en el tiempo y sus relaciones en el sistema» (Ibid., p.
148). Estas últimas prescinden del tiempo porque no están sujetas a él. Una
relación es descubierta en una época determinada, pero está al margen del
tiempo en que se descubrió o estableció. Es parte del sistema, de la ciencia.
Las leyes científicas no consideran el tiempo: lo interpretan. Siendo lineal, no
obstante, el lenguaje, le corresponde un tiempo de realización, en el que per-
manece y cambia. He aquí otra paradoja. Contiene tiempo y está al margen
de su temporización. En cuanto a lo primero, es diacrónico, transcurre: dia-
kronos, a través del tiempo, en griego. Por lo que respecta a lo segundo, coe-
xiste en sus elementos: sin-tásso, disponer u organizar en orden de batalla, de
donde, también, síntagma, tropa, obra, y síntaxis, conjunto de unidades orde-
nadas según algún principio o razón. El tiempo viene desde atrás organizán-
dose en estructuras que contienen a sus elementos simultáneamente, al mar-
gen de su sucesión. Coexisten en él, como en un gran diccionario histórico,
todas las formas y leyes, vivas y muertas, pero con reflejos y huellas ya imper-
ceptibles, inmemoriables. El lenguaje retiene sólo lo vivo e imprescindible
para la vida, pero detrás queda todo el eco de su historia. Por eso Saussure
recurre a dos lingüísticas, sincrónica y diacrónica, que estudian, respectiva-
mente, «un estado de lengua y una fase de evolución» (Ibid., p. 149).
La diacronía se relaciona con el habla y, sin embargo, Saussure la incluye
también en el área de la lengua. ¿Cuál será la razón? Aunque el habla registra
los cambios, éstos proceden además según regularidades y relaciones simila-
res en diversas lenguas. Siendo el habla diacrónica, sus alteraciones se regu-
lan en un momento determinado y son aceptadas por la comunidad lingüísti-
ca. Este paso de lo individual a lo colectivo ya pertenece a la lengua, al sistema,
así como el conjunto de las leyes que estudian el proceso de los cambios en el
lenguaje. Por eso Saussure establece este otro esquema (Ibid., p. 173):

⎧ ⎧Sincronía
⎪Lengua ⎨
Lenguaje⎨ ⎩Diacronía Sincronía
⎪ L
⎩Habla e n g u a .

Veamos cómo justifica este autor la subdivisión de la lingüística en dos


ramas y la inclusión de la diacronía en el nivel lengua del lenguaje:
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 99

En la historia de toda innovación comprobamos siempre dos momen-


tos distintos: 1.° aquel en que surge en los individuos; 2.° aquel en que se
convierte en hecho de lengua, idéntico exteriormente, pero adoptado por la
comunidad (...)
Así en el estudio sincrónico del antiguo francés el lingüista opera con
hechos y con principios que nada tienen de común con los que le haría des-
cubrir la historia de esta misma lengua desde el siglo XIII al XX; en cambio,
esos hechos y principios son comparables a los que revelarían la descrip-
ción de una lengua bantú actual, del griego ático en el año 400 antes de
Cristo o, por último, del francés de hoy. Y es que esas diversas exposiciones
reposan en relaciones similares: si cada idioma forma un sistema cerrado,
todos suponen ciertos principios constantes que se vuelven a encontrar al
pasar de uno a otro, porque el lingüista permanece en el mismo orden. Y no
sucede de otro modo con el estudio histórico: recórrase un período deter-
minado del francés (por ejemplo del siglo XIII al XX), o del javanés o de cual-
quier otra lengua: en todas partes se opera con hechos similares que basta-
ría relacionar para establecer las verdades generales del orden diacrónico
(...) Por otra parte, cada lengua forma prácticamente una unidad de estu-
dio, y la fuerza de las cosas nos va obligando alternativamente a conside-
rarla histórica y estáticamente (...)
Las dos partes de la lingüística, así deslindada, serán sucesivamente
objeto de nuestro estudio.
La lingüística sincrónica se ocupará de las relaciones lógicas y psico-
lógicas que unen términos coexistentes y que forman sistema, tal como apa-
recen a la conciencia colectiva.
La lingüística diacrónica estudiará por el contrario las relaciones que
unen términos sucesivos no apercibidos por una misma conciencia colecti-
va, y que se reemplazan unos a otros sin formar sistema entre sí (Ibid., pp.
173-174).

Recordemos ahora los ejemplos antes citados de oposiciones conmutati-


vas en torno a la palabra /tróno/. Se basan precisamente en estos ejes simul-
táneo y sucesivo de la lengua. El salto de una a otra palabra, la aceptación de
las combinaciones de sus elementos en un orden determinado, su capacidad
de campo, depende de las relaciones establecidas por cada uno de ellos según
reglas internas de encaje sintagmático y decisiones, más o menos motivadas,
en el eje histórico, de la voluntad colectiva de los hablantes. No tenemos
medios para determinar el punto histórico de la incorporación de todas las
palabras o de la generación de todos los sintagmas en una lengua determina-
da, pero sí está en nuestra mano analizar y descubrir los modos constantes de
formación.
En los dos ejes funciona además la ley constante de presencia / ausencia,
si bien el sintagmático sólo considera los elementos o unidades presentes en
el momento de la dicción, pero están ahí subtendidos, además, incluso por
aquellos otros que no figuran en el sintagma y se mantienen in absentia.
Saussure sólo considera en el sintagma «unidades igualmente presentes»,
pero, de hecho, lo subtienden también todas las otras. Por eso el corte sin-
100 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

crónico, que prescinde del tiempo implicado, es una epojé o precisión feno-
menológica en razón del análisis, pero no un modo real de funcionamiento
lingüístico. La palabra no prescinde nunca del tiempo implicado.
La conexión sintagmática es in praesentia; se apoya en dos o más tér-
minos igualmente presentes en una serie efectiva. Por el contrario, la cone-
xión asociativa une términos in absentia en una serie mnemónica virtual.
Desde este doble punto de vista una unidad lingüística es comparable a
una parte determinada de un edificio, una columna por ejemplo; la colum-
na se halla, por un lado, en cierta relación con el arquitrabe que sostiene;
esta disposición de dos unidades igualmente presentes en el espacio hace
pensar en la relación sintagmática; por otro lado, si la columna es de orden
dórico, evoca la comparación mental con los otros órdenes (jónico, corin-
tio, etc.), que son elementos no presentes en el espacio: la relación es aso-
ciativa (Ibid., p. 208).

Estas relaciones, sintagmática y paradigmática, las estudiamos con más


detalle en la segunda unidad temática. Aquí sólo esbozamos sus fundamentos
lingüísticos.
La combinación del tiempo y del espacio articulatorio permite la fijación
de unidades, de tal modo que las del eje sintagmático engrosan, una vez rea-
lizadas, las del paradigmático, y éstas, a su vez, favorecen otras sintagmáticas
nuevas.
Esta interrelación está también en la base del cruce entre el significante y
el significado, de donde proceden las unidades del lenguaje. El cruce delimi-
ta una forma, un modo formal de actuación, que, en lingüística, al menos en
este tipo de lingüística, pasa a ser el verdadero contenido de sus unidades. La
forma determina funciones y éstas, a su vez, generan nuevas formalidades.
Tal forma es el punto de cruce o «terreno limítrofe» del sonido y del pensa-
miento (Ibid., p. 193). Es ahí donde surge el valor de los elementos y unida-
des. Cada plano del signo mira al otro según sus potencias operativas o capa-
cidad de campo. Los valores respectivos surgen entonces en el proceso, en la
sucesión dinámica del lenguaje. El individuo, dice Saussure, «por sí solo es
incapaz de fijar ninguno». Se crean en el intercambio comunicativo, en la
relación mutua. Pero ello supone además que entrevemos, de algún modo, el
todo que los engloba. No basta la simple asociación de un sonido y un con-
cepto para fijar el valor de un signo. Saussure reconoce además la necesidad
fenomenológica, y por tanto racional, del horizonte proyectivo actuante ya en
cada una de las partes que integra para fundar un valor de alcance lingüísti-
co. Proceder sólo uniendo sonidos y conceptos,
sería creer que se puede comenzar por los términos y construir el sistema
haciendo la suma, mientras que, por el contrario, hay que partir de la tota-
lidad solidaria para obtener por análisis los elementos que encierra (Ibid.,
p. 194).

Esa totalidad la intuimos, la llevamos dentro sin conocerla de modo explí-


cito, pero de este hecho no podemos deducir que el lenguaje sea irracional en
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 101

su dimensión de actitud natural. Admitir, por otra parte, una totalización


absoluta del lenguaje supondría cerrar sus puertas a la apertura de lo desco-
nocido, a la sorpresa creadora, como sucede, por ejemplo, en su nivel poéti-
co. Ninguna mente humana puede totalizar el tiempo del lenguaje.
Aunque estudiaremos en la sexta unidad temática el valor como umbral
de la semántica, conviene intruducir aquí sus bases lingüísticas para diferen-
ciarlo, como dice Saussure, de la significación, pues, si bien es un elemento
suyo (Ibid.), lo fundamenta previamente. El significado es un valor lingüísti-
co, pero el valor en cuanto tal actúa en el conjunto de la lengua fundamen-
tándola. Veamos en qué consiste.
Sabemos ya que, dentro del signo, un significante remite a un significado,
y viceversa:

Signo

Sf.°

Ste

El significado (Sf.°) es en el esquema del signo, o de la palabra en general,


«la contraparte de la imagen auditiva» (Ibid., p. 195). Ahora bien, el signo
entra en relación con otros dentro de la cadena hablada formando un enun-
ciado o un texto. Esta relación es la que realmente le confiere un valor al sig-
no y sostiene, por tanto, la otra, también solidaria, establecida entre el
Sf.°/Ste, o viceversa: Ste/Sf.°. Este es el punto crucial de la lingüística saussu-
reana:
Pero véase el aspecto paradójico de la cuestión: de un lado, el concepto
se nos aparece como la contraparte de la imagen auditiva en el interior del
signo, y, de otro, el signo mismo, es decir, la relación que une esos dos ele-
mentos es también, y de igual modo, la contraparte de los otros signos de la
lengua (Ibid., p. 195).
Un signo funciona respecto de otro como lo hacen los dos elementos
internos que lo forman. De ello cabe deducir que cada signo puede ser enton-
ces significante o significado de otro, e incluso cada una de estas partes suyas
puede determinar, dejando a la otra in absentia, otro signo, afectándolo por
entero o también en parte. Así funciona la generación significativa y el cam-
bio múltiple de significados y significantes. Asimismo, el valor es el funda-
mento de la Retórica y de sus unidades. Tal es el alcance de la Lingüística
como ciencia.
Frente a la verticalidad reversible de los elementos internos del signo,
Saussure resalta ahora la horizontal interrelacionada de un signo con otro,
pero dando por supuesta la otra contenida en cada uno de ellos:
102 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Sf.° Sf.° Sf.°

Ste Ste Ste

Así pues, aunque la significación es un valor lingüístico, la extensión de


éste la sobrepasa, a no ser que consideremos todo el lenguaje como un con-
junto significativo, y en realidad lo es. Saussure compara la relación interna
del signo con una hoja de papel: anverso y reverso (Ibid., p. 193). La relación
entre distintos trozos suyos —recuperar el sintagma que formaban, por ejem-
plo— la considera diferente de la relación entre las dos caras. Y vuelve a la
comparación económica en un intento, controvertido, de fundamentar la
esencia general de los valores. Todos ellos están constituidos:
1.° por una cosa desemejante susceptible de ser trocada por otra cuyo
valor está por determinar;
2.° por cosas similares que se pueden comparar con aquella cuyo valor
está por ver.
Estos dos factores son necesarios para la existencia de un valor. Así,
para determinar lo que vale una moneda de cinco francos hay que saber:
1.°, que se la puede trocar por una cantidad determinada de una cosa dife-
rente, por ejemplo, de pan; 2.°, que se la puede comparar con un valor simi-
lar del mismo sistema, por ejemplo, una moneda de un franco, o con una
moneda de otro sistema (un dólar, etc.). Del mismo modo una palabra pue-
de trocarse por algo desemejante: una idea; además, puede compararse con
otra cosa de la misma naturaleza: otra palabra. Su valor, pues, no estará
fijado mientras nos limitemos a consignar que se puede «trocar» por tal o
cual concepto, es decir, que tiene tal o cual significación; hace falta además
compararla con los valores similares, con las otras palabras que se le pue-
den oponer. Su contenido no está verdaderamente determinado más que
por el concurso de lo que existe fuera de ella. Como la palabra forma parte
de un sistema, está revestida, no sólo de una significación, sino también, y
sobre todo, de un valor, lo cual es cosa muy diferente.
Algunos ejemplos mostrarán que es así como efectivamente sucede. El
español carnero o el francés mouton pueden tener la misma significación
que el inglés sheep, pero no el mismo valor, y eso por varias razones, en
particular porque al hablar de una porción de comida ya cocinada y servi-
da a la mesa, el inglés dice mutton y no sheep. La diferencia de valor entre
sheep y mouton o carnero consiste en que sheep tiene junto a sí un segun-
do término, lo cual no sucede con la palabra francesa ni con la española
(Ibid., pp. 196-197).
Son éstos, pues, «valores que emanan del sistema». Esta conclusión resul-
ta también de suma importancia para comprender el alcance teórico de la lin-
güística fundada por Saussure. Los términos, las palabras o signos, no tienen
significado por sí mismos, sino en virtud de las relaciones que contraen con
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 103

otros en la cadena hablada. No existe un significado de carnero si no hay tam-


bién oveja, cabra, y hasta lobo, león, etc., y por supuesto, hombre. Los con-
ceptos lingüísticos encierran en su base una negación previa: lo que no es el
otro. Es en sí lo que no es el otro, una extensión, por tanto, indefinida.
Cuando se dice que los valores corresponden a conceptos, se sobreen-
tiende que son puramente diferenciales, definidos no positivamente por su
contenido, sino negativamente por sus relaciones con los otros términos del
sistema. Su más exacta característica es la de ser lo que los otros no son
(Ibid., pp. 198-199).

La entidad negativa así propuesta para todo concepto no obvia, sin


embargo, el hecho, ya aludido por nosotros, de la tendencia significativa del
término. Antes de llenarse o adquirir un contenido relacional, ya posee en sí
la tendencia relativa, y esto es algo positivo. Ser lo que no es otro indica tam-
bién que se es algo, y no, por ello, otro. La diferencia negativa es frontera deli-
mitadora de la otredad del otro término. Marca el límite hasta el que puede
llegar un contenido propio, pero sin esa marca no acontece tampoco tal con-
tenido. Ello no implica, sin embargo, una entidad previamente negativa, sino
sólo la consideración sintagmática que subtiende a su relación con los demás
términos, la cual está, a su vez, como sabemos, subtendida por el eje diacró-
nico. Saussure prescinde aquí del tiempo, pero tal precisión sólo es fenome-
nológica en sentido reductivo, no real, pues la coexistencia de los términos en
el espacio sintagmático sigue siendo lineal y discreta, con tiempo intermedio.
El relativismo lingüístico de Saussure reduce además, como los formalismos
de él derivados, lingüísticos o filosóficos, la dirección designativa, nombra-
dora, del signo. Toda palabra es nombre, donación de nombre, antes que tér-
mino sintagmático. La función sintagmática deriva de la nominación trasla-
pada en el nombre. Cabe decir incluso que tanto la relación vertical interna
del signo, entre Sf y Sd°, como la horizontal del valor intersígnico, derivan del
valor fundamental del lenguaje: la donación de nombre.
Así considerada, la lingüística adquiere también un valor sustancial. La
forma sustancia, recupera el valor sustancial previamente precisado en epojé
fenomenológica por razones de análisis. Cabe darle la vuelta, por tanto, a la
famosa conclusión de Saussure: la lengua es una forma y no una sustancia
(Ibid., p. 206). En esa vuelta, el significado es sólo una parte de la significa-
ción, la cual opera en todos los niveles del lenguaje. Bajo tal consideración,
una perspectiva sustanciada desde la forma como valor nominante, hasta la
sintaxis, los esquemas sintácticos, tienen significación. Sólo puede eliminár-
sela el funcionalismo formalista apartado de la sustanciación de la forma al
revertir ésta sobre sí misma dando nombre a las cosas, situaciones suyas, o
incluso a las palabras: nombre sustantivo, nombre verbo, nombre adjetivo,
nombre adverbio, etc.
(Concluimos aquí esta breve y aún parcial exposición de la teoría lingüística de
Saussure, comentada en parte por nosotros, y sólo a título de introducción a su pen-
samiento, pues faltan aún otros muchos aspectos suyos de importancia. El alumno
interesado continuará con la lectura en vivo del Curso de Lingüística General, obra
104 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

pionera, junto a los escritos sobre el lenguaje de W. von Humboldt, de la Lingüística


en cuanto ciencia.)

5. Actividades

• Coméntense algunos de los conceptos lingüísticos aquí empleados, tan-


to los correspondientes a este tema como a otros precedentes, y véanse
asimismo las referencias en ellos implicadas: sistema lingüístico, len-
gua y habla, expresión y contenido en relación con la forma y la fun-
ción de las unidades básicas del lenguaje, etc. (Saber delimitar la perti-
nencia de los términos lingüísticos ya supone un enfoque apropiado de
esta ciencia. Así nos acostumbramos a ver las palabras según la noción
y función conceptual que encierran y determinan. Es, también, una for-
ma de estudio, pues implica repasar lo ya estudiado).

Hay una famosa definición de lenguaje dada también por Humboldt. El


funcionalismo lingüístico tiende a prescindir de ella basado en prejui-
cios mentalistas, porque tal definición considera al lenguaje, nada
menos, como la forma actuante del pensamiento; sin embargo, los sus-
tentadores del conductismo y pragmatismo funcional persiguen en sus
investigaciones la conexión biológica y epistémica entre mente y cere-
bro. Así se expresa Humboldt: «El lenguaje es el órgano formante del
pensamiento. La actividad intelectiva, total y enteramente espiritual e
interior, y que, en cierto modo, transcurre sin dejar huella, a través del
sonido del discurso se hace externa y perceptible a los sentidos. De aquí
que actividad intelectual y lenguaje son lo mismo (uno) y mutuamente
inseparables» (Einleitung zum Kawi-Werk. En la edición española,
Sobre la Diversidad de la Estructura del lenguaje Humano, p. 74).

Partiendo de este texto, expongamos sus implicaciones para una teoría


del lenguaje en comparación con otras aquí estudiadas.
La primera articulación del lenguaje es aquella con arreglo a la cual
todo hecho de experiencia que se vaya a transmitir, toda necesidad que se
desee hacer conocer a otra persona, se analiza en una sucesión de unida-
des, dotadas cada una de una forma vocal y de un sentido. Si sufro dolo-
res de cabeza, puedo manifestarlo por gritos. Éstos pueden ser involunta-
rios; en este caso corresponden a la fisiología. También pueden ser más o
menos voluntarios y destinados a hacer conocer mis sufrimientos a los
que me rodean. Pero esto no basta para hacer una comunicación lingüís-
tica. Cada grito es inanalizable y corresponde al conjunto inanalizable de
la sensación dolorosa. La situación es distinta si pronuncio la frase me
duele la cabeza. Aquí ninguna de las cuatro unidades sucesivas, me, due-
le, la, cabeza, corresponde a lo que tiene de específico mi dolor. Cada una
de ellas puede encontrarse en cualquier otro contexto para comunicar
otros hechos de experiencia: duele, por ejemplo, en duele la ingratitud, y
cabeza, en se ha puesto a la cabeza. Es manifiesta la economía que
representa esta primera articulación. (...)
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 105

Cada una de estas unidades de la primera articulación presenta, como


hemos visto, un sentido y una forma vocal (o fónica). Pero no puede ser
analizada en unidades sucesivas más pequeñas dotadas de sentido. El
conjunto cabeza quiere decir «cabeza» y no se puede atribuir a ca-, a -be-
y a -za, sentidos distintos cuya suma sea equivalente a «cabeza». Pero la
forma vocal es analizable en una sucesión de unidades, cada una de las
cuales contribuye a distinguir cabeza de otras unidades como cabete,
majeza o careza. Es a esto a lo que se designa como la segunda articula-
ción del lenguaje. (...) Gracias a la segunda articulación, las lenguas pue-
den limitarse a algunas decenas de producciones fónicas distintas que se
combinan para obtener la forma vocálica de las unidades de la primera
articulación; casa, por ejemplo, utiliza dos veces la unidad fónica que
representamos por medio de /a/ y coloca delante de estas dos /a/ otras dos
unidades que notamos: /k/ y /s/.

(A. Martinet: Elementos de Lingüística General, pp. 22-23).

¿Se refiere Martinet a que el conjunto semántico de una frase es el


resultado o suma de cada uno de los valores semánticos de las unidades
que la forman? Explíquese la respuesta del mejor modo posible.
• Delimitar, explicándolas, las unidades articuladas en la palabra desalado.

6. Bibliografía

(Ténganse en cuenta también las obras citadas por Yule en p. 41 de El


Lenguaje.)
BENVENISTE, É. (1966), Problèmes de Linguistique Générale, 1, Gallimard, París.

——— (1974), Problèmes de Linguistique Générale, 2, Gallimard, París.

BÜHLER, K. (1979), Teoría del Lenguaje, Alianza Editorial, Madrid. (Véanse sobre todo
las páginas 68-70, pero su intelección requiere haber leído también las anteriores).

BUSTOS GUADAÑO, E. (1999), Filosofía del Lenguaje, UNED, Madrid. (Proponemos la


lectura de los temas 6 y 15, dedicados, respectivamente, a la exposición de las
bases lingüísticas de Humboldt y Chomsky, en concreto los apartados sobre la
«Forma del lenguaje», «Palabra y concepto», del primero, y la «Competencia y
actuación lingüística» del segundo, pp. 164-166, 451-486).

CHOMSKY, N. (1972), Lingüística Cartesiana, Gredos, Madrid. (Es importante leer, al


menos, los capítulos «Aspecto creador del uso del lenguaje», pp. 17-75, y «Estruc-
tura profunda y superficial», pp. 75-110. Chomsky parte de Humboldt para siste-
matizar una teoría generativa de la gramática y, a fin de cuentas, del lenguaje. La
pregunta es si el resultado sigue respondiendo realmente al espíritu lingüístico de
Humboldt).

——— (1980), El Lenguaje y el Entendimiento, Seix Barral, Barcelona. (Léase el capí-


tulo titulado «La naturaleza formal del lenguaje», pp. 195-265, sobre todo las
páginas iniciales concernientes a la competencia y ejecucíón —otro término posi-
ble para traducir la performance chomskiana).
106 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

COLLADO, J.- A. (1986), Fundamentos de Lingüística General, Gredos, Madrid.


COSERIU, E. (1977), El Hombre y su Lenguaje. Estudios de Teoría y Metodología Lingüísti-
ca, Gredos, Madrid. (Capítulo VII: «Sincronía, diacronía y tipología», pp. 186-200).
——— (1978a), Teoría del Lenguaje y Lingüística General, Gredos, Madrid. (De esta
obra conviene leer los dos primeros artículos, «Sistema, norma y habla», «Forma
y sustancia en los sonidos del lenguaje», pp. 11-113, 115-234).
——— (1978b), Sincronía, Diacronía e Historia. El Problema del Cambio Lingüístico,
Gredos, Madrid.
——— (1981), Lecciones de Lingüística General, Gredos, Madrid. (Véanse los aparta-
dos «Creatividad y técnica lingüística. Los tres niveles del lenguaje», pp. 269-286;
«Sistema, norma y tipo», pp. 316-327).
——— (1986), Introducción a la Lingüística, Gredos, Madrid. (Capítulo VII: «Sincro-
nía y diacronía», pp. 81-100).
DERRIDA. J. (1967), De la Grammatologie, Minuit, París.
HJELMSLEV, L. (1971), Essais Linguistiques, Minuit, París. (Léase el artículo, ya citado,
referente a la lengua y el habla: «Langue et parole», pp. 78-90).
——— (1974), Prolegómenos a Una Teoría del Lenguaje, Gredos, Madrid. (Véanse
sobre todo los capítulos concernientes a las «Funciones», la «Expresión y conte-
nido», el «Esquema lingüístico y uso lingüístico» y «Variantes del esquema lin-
güístico»).
HUMBOLDT, W. von (1989), Lecturas de Lingüística, Cátedra, Madrid.
——— (1990), Sobre la Diversidad de la Estructura del Lenguaje Humano y su Influen-
cia sobre el Desarrollo Espiritual de la Humanidad, Anthropos, Barcelona.
KOERNER, E. F. K. (1982), Ferdinand de Saussure: Origin and Development of his Linguis-
tic Thought, F. Vieweg, Braunswig. Hay tradc. castellana en Gredos, Madrid, 1982.
LAMÍQUIZ, V. (1987), Lengua Española. Método y Estructuras Lingüísticas, Ariel, Barce-
lona.
MANCHESTER, M. L. (1984), The Philosophical Foundations of Humboldt’s Linguistic Doc-
trines, Studies in the History of Linguistics, vol. 32, John Benjamins, Amsterdan.
MARTINET, A. (1984), Elementos de Lingüística General, Gredos, Madrid.
SÁNCHEZ ZAVALA, V. (1982), Funcionalismo Estructural y Generativismo, Alianza Edito-
rial, Madrid.
SAUSSURE, F. de (1983), Cours de Linguistique Générale, Payot, París. (Ya hemos pro-
puesto la lectura de este libro como referente básico de este primer bloque de
temas lingüísticos. Es importante saber relacionar sus conceptos entre sí y con
otros de lingüistas afines).
SIMONE, R. (1993), Fundamentos de Lingüística, Ariel, Barcelona.
SPENCE, N. C. W. (1960), «Towards a new synthesis in linguistics», en Archivum Lin-
guisticum, pp. 1-34.
TRIVES, R. E. (1979), Aspectos de Semántica Lingüístico-Textual, Istmo-Edic., Alcalá,
Madrid, pp. 43-106.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 107

TEMA 4. Los animales y el lenguaje humano


Dr. Antonio Domínguez Rey

1. Objetivos
Conocer algunos de los experimentos realizados con animales sobre su
adaptación a determinadas señales y evaluar sus reacciones comparándolas
con las bases estimulativas del lenguaje. Esbozar asimismo las semejanzas y
diferencias entre el lenguaje animal y el humano.

2. Contenidos
(Libro de Yule). Los chimpancés y el lenguaje (43): Washoe, Sarah y Lana
(44), Nim Chimpsky (45). Hans, Buzz y Doris (46). La polémica (47), Sher-
man, Austin y Kanzi (48). Los rudimentos más básicos (48).

3. Comentario y textos para debate


Si la conclusión de Yule al final del capítulo cuarto de su libro El lengua-
je (pp. 48-49) es plausible, opuesta a otra de N. Chomsky sobre la capacidad
o incapacidad de la adquisición de «los más básicos rudimentos del lengua-
je» por parte de los monos y chimpancés, —el célebre lingüista americano la
niega—, podemos preguntarnos entonces por qué los niños continúan desa-
rrollando su lenguaje y esos animales no, siendo así que unos y otros asimi-
lan tales rudimentos. Algún rasgo diferencial debe existir. ¿Será esta incapa-
cidad de evolución verbal posterior una prueba de que aquella pretendida
asimilación es de otra naturaleza aunque coincida aparentemente con la de
los niños? ¿Quedarían frustrados los chimpancés respecto de la evolución de
sus amigos?
Al estudiar el tema quince, que trata El lenguaje y el cerebro, dispondre-
mos de conocimientos más específicos sobre las bases biológicas de la comu-
nicación humana y las diferencias que nos distinguen de los llamados rudi-
mentos del lenguaje animal. En este tema basta con asimilar las experiencias
descritas por Yule y conocer el fondo de la polémica que establece.
Incluimos a continuación el contexto de la frase de Chomsky citada por
Yule y un resumen de la tesis que el lingüista americano sostiene al respecto.
Todo el que se interese en el estudio de la naturaleza humana y de las
capacidades del hombre tiene que enfrentarse de algún modo con el hecho
de que todos los seres humanos normales adquieren una lengua, mientras
que la adquisición incluso de sus más elementales rudimentos está comple-
tamente fuera del alcance de un mono en otros respectos inteligente; hecho
que fue subrayado, con toda razón, por la filosofía cartesiana. Existe la cre-
encia generalizada de que los extensos estudios modernos sobre la comuni-
cación animal desmienten la opinión clásica; y es un supuesto casi universal
108 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

el de que tiene sentido proponerse la explicación de la «evolución» del len-


guaje humano a partir de los sistemas de comunicación animal. Sin embar-
go, el examen cuidadoso de los estudios recientes acerca de la comunicación
animal no me parece que corrobore la validez de esas suposiciones. Por el
contrario, dichos estudios no hacen sino demostar de un modo todavía más
claro hasta qué punto el lenguaje humano resulta ser un fenómeno único,
que no tiene verdadero análogo en el reino animal. Si eso es así, no tiene
absolutamente ningún sentido que se suscite el problema de explicar la evo-
lución del lenguaje humano a partir de sistemas de comunicación más pri-
mitivos que aparecen a niveles inferiores de capacidad intelectual.

(N. Chomsky: El Lenguaje y el Entedimiento. Seix Barral, Barcelona,


1980, pp. 119-120.)
Chomsky afronta a continuación la hipótesis de K. Popper sobre esta mis-
ma cuestión, a la que también se opone el lingüista americano. Parte de la
conferencia «Clouds and clocks» (Compton Lecture) del citado filósofo.
El autor [Popper] se propone mostrar que los problemas de la libertad
de la voluntad y del dualismo cartesiano [diferencia entre la res o sustancia
extensa, el cuerpo, y la res o sustancia pensante, el yo] se pueden resolver
mediante el análisis de dicha «evolución» (...). Popper sostiene que la evo-
lución del lenguaje pasó por varios estadios, en particular un «estadio infe-
rior» en el cual se emplean gestos vocales para la expresión de estados emo-
tivos, por ejemplo, y un «estadio superior» en el cual el sonido articulado se
usa para la expresión del pensamiento, o, dicho en los términos de Popper,
para la descripción y la discusión crítica. En el curso de su examen de los
estadios de evolución del lenguaje, Popper parece querer indicar que se da
cierta continuidad entre ellos, pero de hecho no establece ninguna relación
entre los estadios inferior y superior y no da ninguna idea acerca del meca-
nismo que permitiría la transición entre un estadio y el siguiente. Dicho
brevemente, no da ningún argumento a favor de la tesis según la cual
dichos estadios pertenecerían a un único proceso evolutivo (...). No tene-
mos, en este caso, ninguna base mejor para suponer que se da un desarro-
llo evolutivo de estadios «superiores» a partir de estadios «inferiores» que la
que tendríamos si nos propusiéramos demostrar que se da un desarrollo
evolutivo semejante entre respirar y caminar; no parece existir ninguna
analogía significativa entre los estadios, y cada uno de ellos supone proce-
sos y principios enteramente diferentes.
(Ibid.: 120).

Incluimos también como muestra de otra hipótesis sobre esta tesis el


resumen y refutación que Chomsky hace de W. H. Thorpe en su trabajo cien-
tífico «Animal vocalization and communication». [Publicado en F. L. Darley,
(ed.): Brain Mechanisms underlying Speech and Language. Grune and Strat-
ton, N. York, 1967.] Este criterio no difiere mucho de otros homólogos que se
basan hoy en planteamientos también adecuados al desarrollo actual de algu-
nas teorías neurológicas, de fondo curiosamente chomskiano. Veremos algún
ejemplo al estudiar el tema decimoquinto.
Destaca [Thorpe] el hecho de que sólo el hombre entre los mamíferos
parece tener la capacidad de imitar sonidos, y que, por consiguiente, sería
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 109

natural esperar que fuesen las aves (muchas de entre las cuales poseen la
capacidad en cuestión en una notable medida) «el grupo que debía de haber
sido capaz de desarrollar el lenguaje en el verdadero sentido de la palabra,
y no los mamíferos». Thorpe no dice que el lenguaje humano «evolucionó»
en ningún sentido estricto a partir de sistemas más simples, pero sí afirma
que las propiedades características del lenguaje humano se pueden encon-
trar en los sistemas de comuinicación animal, aunque «no podemos por el
momento afirmar de un modo concluyente que se encuentran todas en un
animal particular». Las características que comparten los lenguajes huma-
no y animal se reducen a la propiedad de ser «intencionales», la de ser «sin-
tácticos» y la de ser «proposicionales». El lenguaje es intencional «en cuan-
to que en el habla humana hay casi siempre la intención definida de
obtener algo de alguna otra persona, cambiando su conducta, sus pensa-
mientos o su actitud general con respecto a una situación». El lenguaje es
«sintáctico» en cuanto que los enunciados son actos de ejecución dotados
de organización interna, con su propia estructura y coherencia. El lenguaje
es «proposicional» en cuanto que transmite información. En este sentido,
pues, tanto el lenguaje humano como la comunicación animal son inten-
cionales, sintácticos y proposicionales.
(Ibid.: 121).

Observemos ahora la respuesta de Chomsky al respecto.


Todo eso puede muy bien ser verdad, pero no dice mucho, ya que, cuan-
do nos situamos al nivel de abstracción en el cual el lenguaje humano y la
comunicación animal se identifican, lo mismo sucede con casi todas las
demás formas del comportamiento. Considérese la acción de caminar: sin
duda alguna, dicha forma del comportamiento es intencional, en el sentido
más general de «intencional». Caminar es también «sintáctico» en el senti-
do en que lo hemos definido (...) Además, puede también sin duda ser
informativo; por ejemplo, puedo dar indicio del interés que tengo en alcan-
zar un objetivo mediante la rapidez o vehemencia que pongo en mi cami-
nar. Es, dicho sea de paso, precisamente de esa manera como los ejemplos
que da Thorpe de comunicación animal resultan ser «proposicionales».
(Ibid.: 121-122).

Por lo que sabemos, la posesión del lenguaje humano está asociada con
un tipo específico de organización mental, no simplemente con un nivel
más alto de inteligencia. No parece tener fundamento la opinión según la
cual el lenguaje humano sería simplemente un ejemplo más complejo de
algo que puede encontrase en otras partes dentro del mundo animal.
(Ibid.: 124).

La hipótesis conocida de Chomsky al respecto se basa en la estructura


innata del lenguaje en la mente humana. No quiere decir ello que nazca el
hombre con el lenguaje ya inscrito en su cerebro, sino que posee unas capa-
cidades o aptitudes innatas con base genética que se desarrollan a lo largo de
la evolución humana. Es una hipótesis de trabajo actualmene en estudio,
revalorizada aún más desde el reciente descubrimiento de la estructura bio-
lógica del genoma humano. Nos refererimos a ello otra vez al estudiar el tema
quince, concerniente al lenguaje y el cerebro.
110 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

4. Ejercicios
(Además de los incluidos por Yule en las pp. 49-51, desarróllense estas
otras cuestiones sobre el tema y textos aquí citados.)
1. Resúmase el contenido y los argumentos de las tesis expuestas sobre el
lenguaje animal y el humano.
2. ¿Tienen los animales un lenguaje propiamente dicho?. Fundaméntese
la respuesta lingüísticamente.
3. ¿En qué consiste el innatismo?
4. ¿Usamos los conceptos de inteligencia y conducta con el mismo senti-
do al referirnos al hombre y a los animales?

5. Bibliografía
(Ténganse en cuenta además las obras citadas en la p. 51 del libro El Len-
guaje de Yule.)
ALONSO-CORTÉS, Á. (1993), Lingüística General, Cátedra, Madrid.
ARGENTE GIRALT, J. A. et alii (1996), Elementos de Lingüística, Octaedro, Barcelona.
ARSUAGA, J. L.-MARTÍNEZ, I. (1998), La Especie Elegida: la Larga Marcha de la Evolución
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AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 111

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para este tema el primer capítulo: «El lenguaje común de los lingüistas y de los
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AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 113

TEMAS 5 Y 6. Los sonidos del lenguaje y los patrones sonoros de las lenguas
Dra. Juana Gil Fernández
En estos dos temas se presentan los conceptos fundamentales de la foné-
tica y de la fonología, disciplinas ambas centradas en el estudio de los sonidos
del habla, desde dos perspectivas diferentes pero interrelacionadas. El objeti-
vo que se persigue al plantear los apartados que contiene esta sección del pro-
grama es, pues, que el alumno sepa cuáles son las posibilidades fonatorias del
aparato vocal humano, cómo se desarrolla el proceso de producción y per-
cepción del habla y de qué modo se organizan los sistemas fónicos de las len-
guas del mundo. Naturalmente, la consecución de tal objetivo conlleva el
conocimiento de la terminología convencional que permite discutir los
aspectos fónicos con precisión y rigor, y del sistema de transcripción interna-
cionalmente empleado, el Alfabeto Fonético Internacional, que se reproduce
más adelante en esta misma Guía.
Recuérdese que para preparar estos temas, el alumno dispone, ade-
más de la información que aquí se le brinda, de la que aportan los capí-
tulos correspondientes del manual de George Yule obligatorio para el
conjunto de la asignatura, así como las fotocopias encuadernadas que,
con el título Selección de fotocopias recomendadas para preparar los
temas de fonética, fonología y morfología, se encuentran a su disposi-
ción en cada uno de los Centros Asociados de la UNED. Asimismo, pue-
de consultar alguno de los títulos mencionados más abajo, en la Bibliografía
Específica que se incluye en esta sección. Entiéndase bien que dicha biblio-
grafía específica pretende simplemente informar de las posibilidades
de consulta que se le ofrecen al alumno, es decir, que su lectura no es
obligatoria.
Se observará que un buen número de las referencias incluidas están en
inglés, lo cual es, hoy por hoy, absolutamente inevitable al tratarse de una
materia como la que nos ocupa. Como precisa muy bien J.C. Moreno (2000,
23) «quien quiera estudiar lingüística debe saber leer inglés. Esto puede
resultar un obstáculo para muchos estudiantes, pero el esfuerzo de salvar ese
obstáculo se ve recompensado con creces; sobre todo cuando uno es cons-
ciente de que muchos lingüistas alemanes, japoneses, rusos, polacos, húnga-
ros, suecos, holandeses o belgas publican sus trabajos en inglés. (…) El inglés
es la lengua de la lingüística nos guste o no y hay que conocerlo». En todo
caso, se ha procurado no citar artículos de revistas especializadas, sino más
bien obras de carácter general, de amplia difusión y de fácil localización en
las bibliotecas universitarias.
1. Los sonidos del lenguaje. Fundamentos de fonética. Nada hay más
familiar ni más habitual para nosotros que los sonidos con los que nos
expresamos, a través de los cuales nos relacionamos y manifestamos
nuestros sentimientos: los estamos emitiendo y escuchando permanen-
temente, nos educamos y vivimos con ellos. Este tema es una reflexión
acerca de esos sonidos, en cuanto realidades físicas, mensurables y
114 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

registrables mediante procedimientos instrumentales, y acerca del


modo en que llegamos a percibirlos y producirlos. Por consiguiente, al
terminar de preparar y estudiar los apartados que integran este punto
con los materiales que se especificaron anteriormente, el alumno debe-
ría tener clara la respuesta a las preguntas básicas que suelen hacerse
en relación con la fonética, esto es, con el estudio de los sonidos del
habla:
¿Qué es la fonética y qué aplicaciones tiene?
¿Qué se puede hacer y qué no con el aparato fonador humano?
¿Cómo funciona el mecanismo de producción de sonidos?
¿Hay sonidos «imposibles» en el habla?
¿Cómo son los sonidos de nuestra lengua, muy simples o muy comple-
jos?, y muchas otras interrogantes más.
• Se recuerda a todos los alumnos que las diferentes cuestiones que aquí
se tratan se presentan también en Internet: allí el contenido es el mis-
mo que el de estas páginas, pero en la red se ofrecen, además, numero-
sos enlaces con otras direcciones electrónicas que pueden resultarles
interesantes. Pueden acceder al curso componiendo la dirección
http://virtual0.uned.es, y pinchando sucesivamente en el cuadrado
«Acceso», curso «Lingüística», icono «Contenidos».
■ ¿Qué es la fonética?

Phonetics is concerned with describing the speech sounds that occur in


the languages of the world. We want to know what these sounds are, how they
fall into patterns, and how they change in different circumstances. Most
importantly, we want to know what aspects of the sounds are necessary for
conveying the meaning of what is being said. The first job of a phonetician is
therefore trying to find out what people are doing when they are talking and
when they are listening to speech
P. Ladefoged (1975), A Course in Phonetics, Harcourt, Brace &
Jovanovich, Nueva York, p. 1.

■ La fonética general se ocupa de caracterizar los mecanismos que gene-


ran los sonidos que intervienen en las lenguas del mundo.
■ La fonética descriptiva se ocupa, en cambio, de describir cómo son los
sonidos particulares de las distintas lenguas naturales.

La fonética articulatoria estudia la producción de los diferentes


sonidos del habla mediante la acción de los órganos articulatorios
que todo ser humano posee.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 115

La fonética acústica analiza las características físicas de las ondas


sonoras que conforman los sonidos de todas las lenguas. [Para una
explicación detallada de los conceptos fundamentales de la fonética
acústica, consulte este apartado en la versión virtualizada del tema-
rio.]
La fonética perceptiva se ocupa de investigar cómo los receptores
del habla, esto es, las personas que reciben los mensajes, los perci-
ben, los procesan y los interpretan.

■ Todas las fases del proceso de comunicación están interrelacionadas:

El tracto vocal humano es un tubo que actúa como resonador (esto es,
como una caja de resonancia) y cuya forma varía como resultado de los
movimientos de los distintos órganos articulatorios. Estas modificacio-
nes conllevan cambios en las frecuencias de resonancia de los volúmenes de
aire contenidos en cada una de las cavidades que lo conforman y ello consti-
tuye, realmente, la diferencia percibida entre los sonidos del habla.
J. Gil (1988), Los sonidos del lenguaje, Síntesis, Madrid, p. 29.

■ Los sonidos del habla pueden describirse y clasificarse desde el punto


de vista articulatorio, acústico o perceptivo.
■ Las relaciones de estos tres aspectos constituyen realmente el objeto
de la teoría fonética general.
→ Las unidades y los métodos de la fonética

La construcción de una teoría fonética supone la formulación de las res-


tricciones que operan sobre la clase de sonidos posibles de las lenguas natu-
rales, partiendo de los que sabemos sobre el modo en que se producen y se
perciben. (…) El establecimiento de la gama de sonidos que pueden aparecer
en las lenguas y el descubrimiento de las razones por las que esto sucede, es
un trabajo paralelo y complementario al estudio de los sistemas particulares
de cada lengua. La fonética general y la descripción fonética de las lenguas se
imbrican sin que sea posible separar, en la práctica, una de otra.
J. Llisterri (1991), Introducción a la fonética: El método
experimental, Anthropos, Barcelona, p. 17.

La fonética estudia los sonidos del habla y sólo éstos.


Los fonetistas emplean habitualmente el método experimental.
En el método experimental se suceden las siguientes fases:
116 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

• Selección de los datos que se utilizarán en el estudio concreto de que se


trate.
• Selección de los informantes que intervendrán en el experimento.
• Realización del experimento
• Cuantificación y análisis técnico de los datos obtenidos, con vistas a la
obtención de los resultados finales.
• Análisis estadístico de los resultados.
• Interpretación de los resultados.

…Al principio de todo estudio de fonética partimos de una —o varias—


hipótesis, que pretendemos verificar a través de un experimento. Esta hipóte-
sis se enmarca dentro de una teoría y es la que nos permite acotar el campo
sobre el que vamos a trabajar. Una vez delimitado el fenómeno que queremos
estudiar, podemos proceder ya al diseño y la realización del experimento o los
experimentos relevantes.
J. Llisterri (1991), Introducción a la fonética: el método
experimental, Anthropos, Barcelona, p. 48.

→ La fonética y la lingüística
No existe acuerdo unánime entre los especialistas acerca de la relación
existente entre fonética y lingüística.
Mientras que algunos autores piensan que la fonética es independiente
con respecto a la lingüística, otros consideran que forma parte inexcusable de
esta última ciencia.
En ocasiones se emplea la denominación fonética lingüística para descri-
bir los aspectos de la producción y recepción del habla que forman clara-
mente parte de la lingüística: la descripción de los sonidos de un determina-
do tipo de lenguas, las generalizaciones fonéticas aparentemente universales
y la relación de la fonética con otras subdisciplinas lingüísticas.
→ La fonética y otras disciplinas científicas

To reach a full understanding of the nature of communication through


speech one would therefore have to appeal to concepts not only from linguis-
tics, but also from sociology, anthropology, philosophy, psychology, anatomy,
physiology, neurology, medicine, pathology, acoustics, physics, cybernetics,
electronic engineering, computer science and artificial inteligence. The study
of speech in this broad view thus covers a remarkably wide domain, embra-
cing aspects of the social sciences, the life sciences, the physical sciences, the
engineering sciences and the information sciences.
J. Laver (1994), Principles of Phonetics, Cambridge University Press,
Cambridge, p. 2.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 117

La fonética tal como se practica hoy en día constituye un campo inter-


disciplinar que se relaciona, pues, con muchas otras áreas del saber. La nece-
sidad creciente de intercomunicación entre especialidades radicionalmente
separadas ha llevado a acuñar el término «Ciencias del habla» (Speech
Sciences), utilizado para referirse al análisis de los sonidos del habla en el
proceso de la comunicación.
J. Llisterri (1991), Introducción a la fonética: el método experimental,
Anthropos, Barcelona, pp. 29-30.

2. Los órganos articulatorios. En un principio y como es sabido, los


órganos articulatorios no tenían como fin principal la producción del
habla, sino otras funciones diferentes, según se ve en el esquema de la
Figura 1, más adelante.
→ El aparato respiratorio: la producción de un flujo de aire
[Consulte Internet para obtener imágenes y descripciones detalladas del
aparato respiratorio. Encontrará una introducción muy clara a estas cuestio-
nes en http://www.ling.upenn.edu/courses/ling001/sounds.html]
Los sonidos egresivos son aquellos que se articulan a partir de la corrien-
te de aire que, procedente de los pulmones, se dirige al exterior La corriente
de aire (que está en el origen de la producción de los sonidos) se inicia en los
pulmones y recorre las vías respiratorias. Cualquier constricción en el tracto
(tanto en su zona glotal como en la supraglotal) modifica este flujo de aire.
Los sonidos ingresivos son aquellos producidos con un flujo de aire pro-
veniente del exterior del tracto oral.
→ La laringe y la glotis: la fonación
[Puede encontrar una explicación exhaustiva del proceso de fonación si
consulta Internet, en las direcciones que le recomiendo más adelante]

By phonation we mean any laryngeal activity of speech that has neither


initiatory nor articulatory function. It is clear, for instance, that the glottal
closure and upward thrust of the larynx in a glottalic pressure stop such as
[t’] is a «laryngeal activity»; its function, however, is initiatory, not phona-
tory. Similarly, the glottal closure of a [?] is a laryngeal activity; its function,
however, is articulatory (forming the articulation of a glottal stop) not pho-
natory. On the other hand, the vibration of the vocal folds producing the voi-
ce of vowel-sounds, or voiced fricatives such as [v, z] is a laryngeal activity
that has a phonatory function
J.C. Catford (1982), Fundamental Problems in Phonetics, Edinburgh
University Press, Edimburgo, p. 93.
118 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

• La actividad fonatoria de la laringe divide a los sonidos en sordos


y sonoros
• Recuerde siempre que fonación y articulación no son términos
sinónimos
→ Las cavidades supraglóticas: la articulación

ÓRGANO Función para la supervivencia Función en el habla


Pulmones Intercambiar el oxígeno y el Generar un flujo de aire.
dióxido de carbono.
Cuerdas vocales Evitar que los alimentos y los Producir vibración en una cavidad
líquidos entren en los pulmones de resonancia.
Lengua Mover el alimento dentro de la Articular sonidos.
boca.
Dientes Rasgar y triturar los alimentos. Actuar como articulador pasivo y
como acústico
Labios Cerrar la cavidad oral Articular sonidos
[Adaptado del curso on-line Ling.001, Sounds, University of Pennsylvania]
Figura 1.

En el tracto vocal diferenciamos tres tipos de cavidades:


Las cavidades infraglóticas: el diafragma, los pulmones y la tráquea
La cavidad glótica o glotal: la laringe
Las cavidades supraglóticas: las cavidades faríngea, oral y nasal
Aunque la laringe puede desarrollar también una actividad articulatoria
(vid. el punto anterior), el proceso de articulación se asocia fundamental-
mente con las cavidades supraglóticas.
En efecto, para que los sonidos se diferencien entre sí, es necesario que
varíen las dimensiones de los resonadores en cada caso, lo que se consigue
mediante los diversos movimientos o posturas de los órganos articulatorios
para interrumpir o modificar la salida de la corriente de aire, continua y uni-
forme, esto es, por medio de la articulación.
[Puede obtener una buena presentación de los órganos articulatorios si
consulta este apartado en Internet.]
3. La diferenciación vocal-consonante. Una vez segmentada la cadena
hablada, la primera diferenciación que debe conocer el alumno es la
que se establece entre sonidos vocálicos y consonánticos. Esta dicoto-
mía clásica se apoya en una serie de argumentos o criterios de tipo
fonético o de tipo funcional:
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 119

→ Criterios fonéticos
• En la producción de las vocales intervienen, principalmente, los mús-
culos depresores, mientras que en la de las consonantes desempeñan un
papel predominante los músculos elevadores. Por ello, la disminución y
el aumento de la energía no desencadenan los mismos efectos en unas
y otras: si aumentamos la energía articulatoria (es decir, la fuerza con
la que articulamos), lass consonante tienden a cerrarse y las vocales, en
cambio, a abrirse; con el debilitamiento articulatorio, por el contrario,
las consonantes tienden a abrirse y las vocales a cerrarse.
• Las vocales presentan mayor estabilidad acústica que las consonantes.
El reconocimiento de una consonante depende de los cambios de fre-
cuencia de los formantes propios o de las vocales contiguas, en tanto
que la estabilidad formántica se asocia siempre con una vocal.
• Mientras que en las vocales no existen apenas ruidos, en las consonan-
tes, especialmente en las sordas, son estos ruidos los que determinan su
naturaleza y permiten su identificación.
→ Criterios funcionales
• Las vocales están siempre dotadas de la capacidad para constituir
núcleo silábico [vid. Glosario]; las consonantes sólo en algunos casos.
4. Características articulatorias y acústicas de las vocales. Los soni-
dos de las lenguas pueden describirse desde el punto de vista articula-
torio, es decir, analizando los movimientos articulatorios que están en
la génesis de su producción, y desde el punto de vista acústico, esto es,
estudiando las peculiaridades que presentan las ondas sonoras que los
conforman. En función de esta descripción articulatoria y acústica, los
sonidos de las lenguas son susceptibles de clasificación.
→ Descripción articulatoria y descripción acústica
■ La vocal es el sonido más abierto, producido sin obstáculo alguno a la
salida de la corriente de aire. Se articula con menor esfuerzo que la
consonante y conlleva un menor gasto de aire. Las posiciones articula-
torias que dan lugar a cada vocal son más estables que las que generan
las consonantes.
■ Desde el punto de vista acústico, son sonidos periódicos y sus forman-
tes [vid. el Glosario] son estables.
→ Parámetros de clasificación
A. Posición vertical de la lengua: más o menos alejada del paladar
B. Posición horizontal de la lengua: más o menos adelantada
C. Disposición de los labios: con o sin redondeamiento
120 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Las Vocales Cardinales se emplean como puntos de referencia con res-


pecto a los cuales puede situarse y describirse cualquier eventual realiza-
ción vocálica de cualquier lengua. Podrá no sólo comprobar cuáles son las
vocales cardinales, sino también cómo suena cada una de ellas si entra en
este apartado en Internet.

5. Características articulatorias y acústicas de las consonantes. Al


igual que las vocales, las consonantes admiten la descripción articula-
toria y acústica, de acuerdo con unos determinados parámetros que
posibilitan su clasificación.
→ Descripción articulatoria y acústica

Acústicamente, las consonantes son sonidos en los que ha inter-


venido una fuente de ruido (vid. Glosario). En ocasiones esta fuente
de ruido actúa conjuntamente con la fuente glotal y la consonante
resultante se denomina sonora. En otros casos, no hay vibración de las
cuerdas vocales y la consonante es sorda.
El número de consonantes diferentes que pueden encontrarse en las
lenguas del mundo es enorme, pero todas tienen en común el hecho de que
su identificación acústica depende en gran medida de las modificaciones
que producen en las vocales vecinas («consonante» = «suena con»).
Articulatoriamente, las consonantes presentan un cierre o un
estrechamiento del canal (o ambos, de forma sucesiva), producidos
por la acción de los articuladores (vid. Glosario). Este cierre y/o este
estrechamiento son, precisamente, la fuente o el origen del ruido
que, como se acaba de explicar, genera todos los sonidos consonán-
ticos.

→ Clasificación de los sonidos consonánticos


Parámetros de clasificación:
A. Flujo de aire empleado en su articulación: egresivas, ingresivas,
eyectivas.
B. Actividad fonatoria de la laringe durante su articulación: sonoras
y sordas.
C. Zona del tracto vocal en que se articulen: labiales, dentales, alveola-
res, palatales, velares, uvulares.
D. Modo en que se articulan: oclusivas, fricativas, africadas, aproxi-
mantes, laterales, vibrantes, nasales.
6. La sílaba y los elementos suprasegmentales. Es un hecho compro-
bado en todas las lenguas del mundo que los sonidos tienden a agru-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 121

parse, dentro de la cadena hablada, en unidades mayores, dotadas de


una entidad propia y más fácilmente aislables que los propios seg-
mentos: las sílabas. Estos y otros fragmentos de la cadena, de exten-
sión variable (morfemas, palabras, frases o párrafos) son el ámbito
natural con el que se relacionan algunas propiedades o atributos deno-
minados suprasegmentales o prosódicos, entre los que destacan el acen-
to (y el fenómeno asociado del ritmo), y la entonación.
→ La sílaba desde el punto de vista fonético

Los sonidos del lenguaje se manifiestan unidos en la cadena hablada, de


forma que, a veces, nos resulta prácticamente imposible, desde el punto de
vista articulatorio o acústico, precisar dónde acaba uno y empieza otro. Sin
embargo, los segmentos tienden a agruparse en unidades mayores dotadas
de entidad propia: las sílabas. Aunque la definición y la naturaleza de la síla-
ba han sido aspectos muy discutidos en la investigación fonética (…), el
hecho de que los individuos sin conocimientos lingüísticos sean capaces de
silabear las palabras se considera un argumento sólido a favor de la existen-
cia de dicha unidad en la competencia lingüística del hablante nativo de la
lengua.
M. Machuca (2000), «Articulación y pronunciación del español» en
S. Alcoba (Coord.) La expresión oral, Ariel, Barcelona, p. 62.

• Los elementos que constituyen la sílaba son: el ataque (o inicio), el


núcleo y la coda. Estos dos últimos elementos se agrupan en el consti-
tuyente denominado rima, cuya razón de ser viene dada por argumen-
tos de carácter fonológico, más que fonético, como veremos en el apar-
tado correspondiente a la sílaba tratada desde el punto de vista
fonológico.
→ El acento

Determinig the phonetic basis of accent, unlike that of other prosodic fea-
tures, is evidently not merely a matter of identifying the physiological mecha-
nisms responsible for producing the relevant acoustic feature and its auditory
effect; the phonetic characterization of accent is as much a matter of theory
as it is of phonetic fact.
(…) Phoneticians such as Sweet and Jespersen sought a solution to the
problem by identifying phonetic parameters of speech production, specifically
«force» and «pitch», and systematizing these in preference to pursuing pho-
netic correlates of an assumed «accent». This approach has continued to be
developed, with the application of more sophisticated experimental techni-
ques. Other scholars have looked for the nature of stress in the sound itself, a
122 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

task that has also become easier with the development of the appropriate ins-
truments. Since stress is assumed to be a reality for the hearer, experimental
techniques have also been used to determine which features are perceptually
relevant. Ideally, the results of these different approaches should coincide, or
at least converge, but this is not always the case, and it is often evident that
the findings with respect to the nature of accent tend to reflect the initial
assumptions.
A. Fox (2000), Prosodic Features and Prosodic Structure, Oxford
University Press, Oxford, p. 120.

→ La organización temporal del habla: la duración de los segmen-


tos y el ritmo
Las lenguas del mundo se han clasificado en dos grandes grupos, de
acuerdo con la manera en la que consiguen que la duración de determinados
fragmentos del discurso sea siempre la misma:
Lenguas silábicamente acompasadas, esto es, de ritmo silábico. Por
ejemplo, el español. En ellas, las sílabas tienden a presentar la misma dura-
ción.
Lenguas acentualmente acompasadas, esto es, de ritmo acentual. Por
ejemplo, el inglés. En ellas, el acento tiende a aparecer a intervalos regulares
de tiempo.
→ La entonación

La entonación es la línea o curva melódica con que se pronuncia


un enunciado. El índice acústico más relevante para la percepción de
la entonación es el concerniente a las variaciones de frecuencia del
fundamental, dependiente de la vibración de las cuerdas vocales,
pero también intervienen otros factores, tales como la duración y la
intensidad.

7. La transcripción fonética: los alfabetos fonéticos. El A.F.I. La


transcripción fonética es la representación escrita de los sonidos que
pronunciamos, concebida de forma tal que puedan quedar bien refle-
jados en ella todos los matices que diferencian estos sonidos entre sí.
La transcripción no es más que un instrumento del que se sirve el fone-
tista para efectuar su trabajo, un método práctico o una técnica, esta-
blecida por convención y de uso generalizado con diversos propósitos.
Existen varios tipos de alfabeto fonético, de los cuales el más conocido
y empleado es, sin duda, el Alfabeto Fonético Internacional (AFI), que
es el que aconsejo manejar en esta asignatura.
→ La técnica de la transcripción fonética
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 123

Saber transcribir no es saber fonética. La transcripción fonética no es


más que un instrumento del que sirve el fonetista para efectuar su trabajo,
es decir, para describir y estudiar la capacidad fónica del ser humano. En
consecuencia, al ser la transcripción un método práctico, establecido por
convención y de uso generalizado con diversos propósitos, ha de estar basa-
da en un conjunto de símbolos conocidos por todos los especialistas. Estos
símbolos conforman lo que se conoce con el nombre de alfabeto fonético.

→ Diferentes tipos de alfabetos fonéticos


■ En la actualidad, el Alfabeto Fonético Internacional es el de uso más
generalizado entre toda la comunidad científica, pero ha habido —y
hay— otros. Durante muchos años, por ejemplo, en todos los países de
habla hispana se ha empleado el Alfabeto de la Revista de Filología Espa-
ñola (RFE), basado fundamentalmente en el alfabeto utilizado de forma
general por los filólogos romanistas europeos de principios del siglo XX.
→ El alfabeto de la Asociación Fonética Internacional [vid. página
siguiente].
8. Fundamentos de fonología. Ahora que el alumno ya conoce las nocio-
nes básicas de fonética y, por tanto, sabe qué es un sonido del habla,
cómo se produce, cómo se percibe y cómo puede estudiarse, es llegado el
momento de entender en qué consiste otra disciplina lingüística estre-
chamente relacionada con la fonética, la Fonología. Ambas se ocupan del
estudio del aspecto fónico de la comunicación y ambas «se necesitan»
mutuamente: por un lado, los análisis fonológicos, como se va a ver, tie-
nen que basarse en los hechos fonéticos, y, por otro, la investigación foné-
tica ha de partir de la base de que el ser humano se sirve de sus capaci-
dades fónicas con un fin lingüístico. Si la fonética se ocupaba de las bases
acústicas y fisiológicas del habla, según se ha visto anteriormente, la
fonología se interesa por la organización lingüística de los sonidos en las
distintas lenguas. Dicho en otros términos, los fonólogos estudian cómo
se comportan los sonidos en cada idioma, cómo se estructuran de acuer-
do con esquemas abstractos de organización que varían de lengua a len-
gua, y cómo los niños —y a veces los adultos— aprenden y llegan a domi-
nar esos esquemas cuando adquieren la lengua en cuestión.
Por consiguiente, al terminar de preparar y estudiar este apartado, el
alumno deberá poder responder a cuestiones como las siguientes:
¿En qué se diferencian la fonética y la fonología? ¿Qué unidades maneja
cada una de estas disciplinas y cómo se relacionan entre sí dichas unidades?
¿Cómo se puede determinar el sistema fonológico de una lengua, es decir,
cómo se puede reducir el amplio conjunto de sonidos que pronuncian los
hablantes de un idioma dado a un sistema de segmentos contrastivos limita-
do y dotado de coherencia interna?
124 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Alfabeto Fonético Internacional


AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 125

¿Qué principios y qué reglas gobiernan el comportamiento de los siste-


mas fonológicos?
• Se recuerda a todos los alumnos que los estás cuestiones están
desarrolladas en Internet. Puede acceder componiendo la direc-
ción http://virtualdb.uned.es, y pinchando sucesivamente en el cua-
drado «Acceso», curso «Lingüística», icono «Contenidos».
9. El objetivo de la fonología. El objetivo de la fonología es estudiar cómo
las diversas lenguas se sirven con fines distintivos de una parte de los soni-
dos que el ser humano es capaz de articular. Así pues, fonética y fonología
no coinciden en sus objetivos, aunque ambas se ocupan del aspecto fóni-
co del lenguaje: mientras que la fonética estudia todos los sonidos del
habla, la fonología se ocupa fundamentalmente de aquellos que conllevan
distintividad y contraste; mientras que la fonética se interesa por las carac-
terísticas físicas de los sonidos y utiliza sobre todo técnicas y métodos
experimentales, la fonología se sirve de otros procedimientos de descubri-
miento y análisis, como por ejemplo el ya clásico de los pares mínimos.
→ ¿Qué es la fonología?

✍ La fonología es la rama de la lingüística que describe la manera en que


las lenguas estructuran y organizan los sonidos del habla.

→ Fonética y fonología

Las relaciones de la fonética y de la fonología, con ser absolutamente


indiscutibles —puesto que ambas estudian el componente fónico de las
lenguas—, nunca han sido fáciles. Algunos fonólogos, los más radicales,
consideran que la fonética no es, en realidad, una disciplina lingüística, y
algunos fonetistas, también los más radicales, piensan que la fonología no
es, en realidad, una ciencia, al menos en la misma medida que su especia-
lidad lo es. Lo cierto, sin embargo, es que ambas son las dos caras de la
misma moneda, que se complementan, se necesitan y se implican.

→ Distintividad y contraste
→ Pares mínimos
Dos sonidos pueden presentar una distribución paralela en la cadena
hablada, es decir, que pueden aparecer en los mismos contextos, y, por
consiguiente, puede darse el caso —y se da frecuentísimamente— de que
dos palabras se diferencien sólo a causa de ellos: esp. perro / pero; fr. poison
/ poisson; ing. cut / cup; it. vera / sera, etc. Estos pares de vocablos se deno-
minan pares mínimos (vid. Glosario) y nos demuestran que la diferencia
fonética que existe entre los dos sonidos considerados en cada caso cum-
ple una función distintiva, estrictamente lingüística, la de diferenciar sig-
nificados. Los dos sonidos intercambiados son, pues, contrastivos, esto es,
son lo que tradicionalmente se ha denominado fonemas.
126 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

10. El fonema y los alófonos. Merced al procedimiento arriba explica-


do de los pares mínimos, se procede a la determinación de los fone-
mas y a su notación en términos fonológicos, con lo cual quedan per-
fectamente diferenciados de los sonidos. Pero los fonemas no se
realizan en el habla siempre del mismo modo: cada variante de un
fonema dependiente del contexto se conoce como alófono. Los alófo-
nos alternan unos con otros, y de aquellos que se excluyen mutua-
mente se dice que están en distribución complementaria.
→ Determinación de los fonemas de una lengua
Para precisar qué elementos fónicos de una lengua poseen valor distinti-
vo [= son fonemas (vid. Glosario)] y cuáles no, basta con conmutar (vid. Glo-
sario) un sonido por otro en el mismo contexto y, si obtenemos un par míni-
mo, esto es, si se consigue un cambio de significado, sabremos que los dos
sonidos considerados pertenecen a fonemas diferentes.
→ Alófonos y variantes
Ejemplos de fonemas del español con algunos de sus respectivos alófonos:

[b] por ejemplo en [bámosakása] «vamos a casa»


/b/
βo] «el cabo»
β] por ejemplo en [elkáβ

[s] por ejemplo en [elása] «el asa»
/s/
βéλ
[z] por ejemplo en [ezβ λo] «es bello»
[d] por ejemplo en [dámemilíβɾo] «dame mi libro»
/d/
[D] por ejemplo en [miDáDo] «mi dado»

→ Distribución complementaria

Un ejemplo:
Los alófonos (vid. Glosario) de la /b/ presentados en el apartado ante-
rior están en distribución complementaria (vid. Glosario): la [b] oclusiva,
pronunciada con cierre completo de los labios, aparece cuando va situada
a comienzo de emisión o tras consonante nasal; la [β], que no se articula
con cierre completo de los labios, sino con un estrechamiento del orificio
de salida conformado por éstos —orificio a menudo tan amplio que la hace
ser aproximante (es decir, no presentar ni siquiera la fricción que caracte-
riza a las fricativas)— aparece en todos los demás contextos.

→ Notación fonológica

Los fonemas o, si se prefiere, los segmentos con valor contrastivo


deben ir siempre transcritos entre barras como estas: / /; los sonidos entre
corchetes: [ ].
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 127

11. Los rasgos distintivos: diferentes sistemas y organización jerár-


quica. A partir sobre todo de los trabajos del lingüista ruso Roman
Jakobson, desde los años 30 en adelante, el fonema se concibió como
una unidad descomponible (no divisible) en una serie de rasgos o pro-
piedades distintivas. Son varios los argumentos que aconsejan el aná-
lisis en rasgos distintivos, entre ellos la posibilidad que éstos ofrecen
de establecer clases naturales, y también han sido varios los sistemas
de rasgos propuestos a lo largo del siglo XX. En los últimos años se ha
desarrollado una teoría interesantísima que subagrupa los rasgos dis-
tintivos dentro del segmento, dando lugar a una auténtica geometría
de rasgos, como abajo se explica.
→ Argumentos a favor del análisis en rasgos distintivos
1. Los rasgos distintivos permiten caracterizar las clases naturales de seg-
mentos (vid. Glosario). Por ejemplo, el rasgo [+nasal] resulta suficiente
para caracterizar al siguiente grupo de segmentos del español: /m, n, ≠ /
2. Los rasgos distintivos permiten describir todos los contrastes segmen-
tales de las lenguas del mundo.
3. Los rasgos distintivos son fácilmente definibles en términos fonéticos.
→ Rasgos distintivos y redundantes

En el sistema vocálico del castellano, como también ocurre en italiano y en


muchas otras lenguas, las vocales posteriores son siempre redondeadas. Eso
quiere decir que en español no existe, por ejemplo, una /i/ pronunciada con los
labios redondeados, como en francés, ni una /u/ articulada sin redondeamien-
to, como en japonés. Decimos, por tanto, que el rasgo [± redondeado] es pre-
visible en castellano a partir de [± posterior], o, lo que es lo mismo, que en el
sistema fonológico de las vocales españolas, [± posterior] es un rasgo distinti-
vo (vid. Glosario) y [± redondeado] es un rasgo redundante (vid. Glosario).

→ Clases naturales basadas en rasgos

The chief motivation for the introduction, and hence definition, of a fea-
ture is that it enables us to characterize a natural segment class. It appears to
be the case that languages frequently refer to particular groups of segments,
while other conceivable groupings are never referred to. Thus, languages fre-
quently ban voiced obstruents from the final position in the word or from the
syllable coda, but no language would ban [m, d, J] from the coda, allowing
[b, n, γ]. This forces us to recognize that the segments in the «real» groups
have something in common. If particular groups of segments figure again
and again in phonological generalizations about syllable structure cons-
traints or contextual variation, then evidently those groups must share some
feature by which phonological grammars can recognize them.
C. Gussenhoven y H. Jacobs (1998), Understanding Phonology,
Arnold, Londres, p. 65.
128 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Es bien sabido por cualquiera que simplemente se haya asomado a algún


tratado de Fonología que hay clases de sonidos más «naturales» que otras.
Pero, ¿qué entendemos exactamente por «natural» en este caso? (…) Dicho
sin mayor precisión ni tecnicismo, se incluyen entre los «naturales» aquellas
agrupaciones de sonidos y aquellos procesos fónicos que aparecen en mayor
número de lenguas, y que son más simples, más previsibles o más frecuentes
en cada una de las lenguas en las que aparecen...
A lo largo de la historia de la Fonología, se ha buscado la razón funda-
mental de este hecho comprobado en el contenido intrínseco de los rasgos que
caracterizan a los segmentos fónicos que integran tales clases o procesos
naturales. Efectivamente, los conjuntos de segmentos que tienen rasgos en
común son más naturales que los conjuntos de segmentos que no tienen ras-
gos en común (The Sound Pattern of English, vers. esp., p. 242) y, a su vez, se
consideran «naturales» los procesos fónicos en los que intervienen tales «cla-
ses naturales» de sonidos.
S. Varela (1984), «Lo “natural” en fonología», Estudios de
lingüística de la Universidad de Alicante 2, p. 92.

→ Los rasgos distintivos acústicos (Jakobson y Halle 1956)


R. Jakobson y sus colaboradores propusieron una lista de rasgos distinti-
vos basada fundamentalmente en las características acústicas de los sonidos
y que se suponía era suficiente para dar cuenta de todos los elementos dis-
tintivos de las diferentes lenguas. A continuación se reproduce dicha lista de
rasgos binarios (es decir especificados o con + o con - : por ejemplo, la /b/ es
[+sonora], la /p/ es [-sonora]). El alumno podrá encontrar mucha más infor-
mación sobre cada una de estas propiedades en los manuales que se reco-
miendan en la bibliografía.
Vocálico – No vocálico
Consonántico – No consonántico
Sonoro – No sonoro
Denso – No denso
Difuso - No difuso
Tenso – No tenso
Nasal – No nasal
Continuo – No continuo
Estridente – No estridente (mate)
Glotalizado – No glotalizado
Grave – No grave
Agudo – No agudo
Bemolizado – No bemolizado
Sostenido – No sostenido
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 129

Largo – No largo
Acentuado – No acentuado
Tono ascendente – Tono descendente
→ Los rasgos distintivos en la actualidad: rasgos articulatorios
Desde que Noam Chomsky y Morris Halle publicaron en 1968 The Sound
Pattern of English (conocida habitualmente como S.P.E.), obra que supuso el
comienzo de la fonología generativa y en la cual introdujeron un nuevo siste-
ma de rasgos distintivos de carácter articulatorio, la mayor parte de la inves-
tigación se viene realizando de acuerdo con ese modelo. El conjunto de ras-
gos propuesto por Jakobson y Halle se ha visto, pues, sustituido por otro en
el que los correlatos de los rasgos son básicamente articulatorios, aunque
permanecen algunas propiedades como «estridente», de carácter más bien
acústico. El sistema se ha visto modificado en mayor o menor medida a lo
largo de los años, pero, por lo general, los rasgos se agrupan de la siguiente
manera:
— Rasgos de clase mayor, que clasifican los segmentos en grandes tipos
como «consonante» o «sonante».
— Rasgos laríngeos, que especifican las propiedades del segmento rela-
cionadas con la laringe (o la glotis), como «sonoro».
— Rasgos de modo, que se refieren al modo de articulación del segmen-
to, como «continuo».
— Rasgos de localización, que especifican el lugar de articulación, como
«coronal».
→ Relaciones entre rasgos: geometría de rasgos
Al principio se pensaba que los fonemas estaban compuestos por una
serie desordenada, una mera lista, de rasgos. Actualmente, se subagrupan
dentro del segmento de forma natural. Por ejemplo, sabemos que los labios
intervienen en la producción de diversos sonidos, o bien formando una cons-
tricción más o menos fuerte (como ocurre en /b/, /f/, /m/…) o bien redonde-
ándose (como sucede en /o/, /u/, etc.) En ambos casos, la información refe-
rente a la constricción o al redondeamiento remite a la actividad de los labios
y, por consiguiente, debería reflejarse en la representación como parte del
nodo LABIAL. Lo que ocurre con los labios es, por otra parte, bastante inde-
pendiente de los que se consigue con la lengua. Los labios y la lengua están
controlados por músculos completamente diferentes, de modo que es lógico
separar la parte labial de la articulación de aquella otra que tiene que ver con
la lengua. Y así con todos los restantes articuladores. En el siguiente esque-
ma podemos ver cuántos y cuáles son los grupos que pueden establecerse
dentro de un segmento.
Nodos principales que constituyen la estructura interna jerárquica de un
segmento:
130 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

…X …
Nodo segmental o raíz
[Continuo]
[Sonante] [Estridente]
Nodo Laríngeo Nodo Supralaríngeo

Glotis Glotis [Sonoro] [Nasal] Nodo de Lugar de articulación


[
cons. ] [ dilat. ]
Labial
Coronal Dorsal Radical
[redond.]
[RLA]
[ant.] [distr.]

[alto] [bajo] [post.]

Clases naturales definidas por los rasgos de SPE

[+coronal]: {dentales, alveolares, alveolopalatales, retroflejas, palatales}


[-coronal]: *{labiales, velares, uvulares}

[+anterior]: *{labiales, dentales, alveolares}


[-anterior]: *{palatales, retroflejas, velares, uvulares}

Clases naturales definidas por la Geometría de Rasgos

[LABIAL]: {labiales}
[CORONAL]: {dentales, alveolares, alveolopalatales, retroflejas}
[DORSAL]: {palatales, velares}
12. Los procesos fonológicos y sus tipos. Al hablar de procesos fonoló-
gicos nos referimos a los cambios que afectan a las representaciones
fonológicas de las palabras, los cuales pueden expresarse por medio
de reglas. Como resultado de la aplicación de dichas reglas, las espe-
cificaciones de los rasgos de los segmentos pueden cambiar, como
ocurre en los procesos asimilatorios (y disimilatorios), o también se
pueden borrar de la representación original o introducir en ella seg-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 131

mentos completos, como sucede en los procesos de elisión o de epén-


tesis, por citar sólo los tipos más frecuentes. La neutralización es, por
su parte, un proceso bastante frecuente en las lenguas del mundo a
resultas del cual se pierde en ciertos contextos la distintividad que
dos segmentos mantienen habitualmente entre sí.

→ Procesos asimilatorios

Un ejemplo típico de proceso asimilatorio es el que experimentan las


consonantes nasales en español (y en muchas otras lenguas) cuando ocu-
pan la coda silábica:
ánfora se pronuncia con una n labiodental
antes con una n dental
anzuelo con una n interdental
insalubre con una n alveolar
ancho con una n palatalizada
ángel con una n velar
Vemos, pues, que la nasal «se contagia» de la consonante siguiente y
adopta o asimila su lugar de articulación.
La asimilación no siempre se da entre segmentos adyacentes, sino que
a veces ocurre «a larga distancia». Por ejemplo, en ruso, las consonantes
no sonantes (=obstruyentes), haya o no un límite de palabra entre ellas, se
asimilan en sonoridad con la que esté situada más a la derecha: mcensk byl
> mcenzg byl «era Mcensk».

→ Procesos no asimilatorios

The rules we have written thus far all involve changing some segment to
another, but not all rules have this function. It was just mentioned, in pas-
sing, that the /i/ in the suffix /ie/ in Polish gets elided (is not uttered) in certain
cases. This phenomenon of elision of segments is a very common one, and we
express it by writing rules in which the segment in question is deleted. In our
Polish case, the rule would look like this:
/i/ → Ø / ____ e
Here, the symbol «Ø» means «zero», and we interpret the rule thus: /i/ is
deleted when inmediately followed by /e/. The converse process of elision is
epenthesis, in which a segment is inserted in a specific environment. This
process would be represented by a rule of the form:
/Ø/ → /i/ / ____ e
Ph. Carr (1993), Phonology, MacMillan Press, Londres, p. 41.
132 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

→ Neutralización

Los procesos de neutralización son aquellos que conllevan la pérdida de


distinción entre dos fonemas en determinadas posiciones. Por ejemplo, la /n/
y la /m/ son en español fonemas diferentes, que oponen significados: /ana/
frente a /ama/. Sin embargo, si a la /n/ la sigue una consonante labial, como,
por ejemplo, en el sintagma /en bota/, se produce una asimilación de la pri-
mera a la segunda y la nasal se pronuncia también como labial [em'bota].
Con lo cual, apoyándose sólo en la pronunciación, esto es, sin acudir a las
claves que proporciona el contexto, un oyente no podría diferenciar entre el
sintagma /en bota/ y la forma verbal /embota/, porque el contraste entre los
segmentos /n/ y /m/ se pierde en posición implosiva ante consonante labial.

13. La sílaba fonológica y los aspectos suprasegmentales. Hemos vis-


to, en páginas anteriores, que los rasgos prosódicos poseen propieda-
des fonéticas diferentes de los rasgos segmentales, no obstante lo cual
para su completa caracterización es necesario definir también su
función lingüística. Por tanto, el papel fonológico del acento como el
valor lingüístico de la entonación son aspectos que van a ocupar par-
te de esta sección. Además, y dado que el rasgo definitorio principal
de los elementos prosódicos es que se aplican a dominios más
amplios que los segmentos individuales, nos detendremos también
en el análisis fonológico de la sílaba, un constituyente superior al seg-
mento que está dotado de estructura interna.
→ La sílaba fonológica
Algunos argumentos a favor de la sílaba fonológica
• La necesidad de hacer referencia a los límites silábicos en la descrip-
ción de muchos procesos fonológicos.
• La constatación de que la sílaba es el dominio o el ámbito en el que se
extienden muchos procesos fonológicos.
• La necesidad de hacer referencia a la sílaba (o a uno de sus componen-
tes) como el sustento de los rasgos suprasegmentales.
• La necesidad de hacer referencia a la sílaba al establecer las combina-
ciones de segmentos que son posibles en las diferentes lenguas.
→ Estructura interna de la sílaba
σ*

Rima

Ataque Núcleo Coda

(C-)** V (-C)
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 133

* La letra griega σ (sigma) se emplea habitualmente para simbolizar


«sílaba».
** Los paréntesis indican que el elemento al que engloban es opcional.

☞ La idea es que las restricciones o los principios de buena formación que


rigen la composición de las sílabas en las distintas lenguas se enmarcan
por lo general en el interior de sus dos constituyentes inmediatos: la
rima frente al ataque. Hay una gran independencia fonotáctica (esto es,
combinatoria) entre el ataque y la rima, mientras que hay una estrechí-
sima interdependencia entre el núcleo y la coda. Por ejemplo, en espa-
ñol una rima sólo puede tener como máximo 3 elementos (ej. M-uer.to,
p-ers.pi.ca.cia, so.lu.ción, …), sea cual sea su ataque correspondiente.

→ La función lingüística del acento

Las funciones fonológicas de la prominencia son, básicamente, dos: cul-


minativa y distintiva. Función culminativa es aquella que sirve para destacar
una y sólo una sílaba en un conjunto de varias, como en español. El acento
no es sino la manifestación de la función culminativa. La función es distin-
tiva cuando cada prosodema (unidad de prominencia, sílaba o mora) tiene
su propia característica diferenciadora, como en campa, donde los morfemas
tienen inherentemente un rasgo de prominencia. (…) El acento del español
no es un rasgo inherente de los morfemas excepto en la forma verbal futuro
de indicativo; por tanto, no cumple una función fonológica distintiva. La dis-
tintividad del acento español radica en el contraste sintagmático de sílaba
acentuada – sílaba no acentuada, como caso / casó: ‘- / -‘.
Á. Alonso-Cortés (1993), Lingüística general, Cátedra, Madrid,
pp. 114-5.

→ Aspectos fonológicos de la entonación

In all languages (…), pitch of the voice is also used to convey things about
whole utterances, and this is called intonation. In English, some kinds of ques-
tions are characterized by a rising melody at the end: Is Hamlet upset? and Still
here, Laertes? both usually with a rising melody on the last word, as compared
with What did Polonius said? and I shall obey you, madam, both with a
falling melody near the end (e.g. at the end of Polonius and obey). More gene-
rally, however, the amount and kind of variation in the overall prosody of an
utterance conveys information about the speaker’s attitude towards the utte-
rance. Consider, for exemple, To be, or not to be; that is the question. It can
have a flat or an animated intonational melody; some parts can be stretched
out or speeded up. Some segments can be more forcefully articulated. All of the-
se suprasegmentals help render an actor’s interpretation of this utterance.
V. A. Fomkin (Ed.) (2000), Linguistics, Blackwell, Londres, p. 482.
134 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

14. Tipología de los sistemas fónicos: universales fonológicos. Las


lenguas difieren en la organización de sus sistemas fonológicos, pero,
sin embargo, hay algunas características que todos esos sistemas
comparten y que son, por ello, auténticos universales fonológicos.
Relacionado con la tipología fonológica (y lingüística en general) está
el concepto de marca, de gran tradición en los estudios de fonología
desde la creación del Círculo de Praga.
→ Clasificación de los sistemas fónicos: comparación tipológica

Tipos de sistemas fonológicos vocálicos. Algunos ejemplos

Triangular: Triangular:
3 vocales 5 vocales
(por ej., árabe) (por ej., español)

i u i u
e o
a a

Triangular: (por Triangular:


6 vocales 7 vocales
ej., tübatulabal) (por ej., italiano)

i  u i u
e o e o
∈ ⊃
a a

Triangular: (por Rectangular: (por


6 vocales 6 vocales
ej., búlgaro) ej., montenegrino)

I u i u
e o e o
∈ a A
A

→ Universales fonológicos

Algunos universales fonológicos (apud J.C. Moreno (1997, 254-5)


En toda lengua se distingue entre vocales y consonantes.
El número de vocales de una lengua no es nunca mayor que el número
de sus consonantes.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 135

Las vocales de todas las lenguas del mundo están situadas dentro del
espacio de variación <i, a, u>.
Si una lengua tiene vocales nasales, también tiene vocales orales.
Todas las lenguas que tienen consonantes coarticuladas tienen tam-
bién consonantes simples.
La fonotáctica (vid. Glosario) de las lenguas se organiza a partir de la
sílaba.
En toda lengua una vocal sola puede constituir una sílaba.
Todas las lenguas tienen el tipo silábico CV.
En las lenguas del mundo las sílabas se agrupan en unidades mayores,
los pies (vid. Glosario).
Las lenguas del mundo utilizan la entonación para delimitar y caracte-
rizar las unidades fónicas superiores.

→ El concepto de marca

Aunque se hace muy a menudo uso de ella en la bibliografía, la noción


de marca ni está perfectamente bien definida ni está exenta de polémica.
La idea básica es que ciertos tipos de estructuras (segmentos o sílabas, por
ejemplo) son relativamente más frecuentes, más esperables, más «natura-
les» y más tempranamente adquiridos que otros. Estos serían los tipos no
marcados; al contrario, las estructuras menos frecuentes, menos naturales
y más tardíamente adquiridas serían las marcadas.

15. La fonosintaxis y la fonosemántica. Los distintos niveles del análi-


sis gramatical presentan a menudo fronteras borrosas. Lo comproba-
remos más adelante, cuando estudiemos las estrechas relaciones de
la fonología y la morfología, esto es, la morfofonología, pero también
podemos constatarlo en esta sección en la que nos ocupamos de la
vinculación de la fonología con la sintaxis y con la semántica: por una
parte, en no pocas lenguas determinadas reglas fonológicas están
condicionadas sintácticamente, dando lugar a verdaderos fenómenos
de carácter fonosintáctico, y, por otra parte, el así llamado fonosim-
bolismo demuestra también que forma fónica y significado tienen a
veces una relación más estrecha de lo que cabría pensar.
→ La fonosintaxis

Algunas reglas fonológicas están condicionadas sintácticamente. Por


ejemplo, en la bibliografía especializada se ha citado a menudo el caso del
hausa, lengua en la cual las vocales largas finales de los verbos sólo se acortan
136 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

si a tales formas verbales les sigue inmediatamente un complemento direc-


to que sea un sustantivo (no un pronombre, u otra categoría). La fonosin-
taxis debe ocuparse de todos estos fenómenos.

→ La fonosemántica: el fonosimbolismo

El fonosimbolismo es la vinculación directa que existe entre el sonido


y el significado. En general, la teoría lingüística asume que la relación
entre ambos es arbitraria. Cualquier aspecto del lenguaje aparentemente
en contra de este presupuesto ha sido considerado tradicionalmente como
una simple excepción a la regla general. Sin embargo, a lo largo de las últi-
mas décadas, se ha acumulado una enorme cantidad de datos lingüísticos
sobre esta cuestión, que demuestran que el simbolismo de los sonidos
desempeña en el lenguaje un papel mucho más importante que el que se le
ha reconocido hasta el momento.

Conceptos y términos fundamentales de fonética. Glosario

Acento
Grado de fuerza con el que se pronuncia una sílaba y que la dota de pro-
minencia con respecto a las restantes. Tanto la intensidad como la duración
y el tono pueden contribuir a producir la impresión general de acento.

Alfabeto fonético
Se denomina así cualquiera de los sistemas utilizados para representar
gráficamente los sonidos que pronunciamos, de forma que queden reflejados
todos los matices que diferencian a dichos sonidos entre sí.

Articulación
Conjunto de movimientos realizados por los órganos articulatorios para
interrumpir o modificar la salida de la corriente de aire al exterior durante la
emisión de cada sonido.

Articulador
Cada órgano o parte del canal vocal que desempeña un papel específico
en la producción de un sonido. Los articuladores pueden ser activos, como la
lengua, o pasivos, como el paladar.

Consonante
Todo segmento durante cuya articulación se produce un grado conside-
rable de obstrucción a la salida del flujo de aire a través del tracto vocal.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 137

Elemento o rasgo suprasegmental


Cualquier propiedad de los enunciados que abarque más de un segmento.

Entonación
Se denomina así la línea melódica del habla, esto es, el conjunto de varia-
ciones en el tono, la duración y la intensidad que aportan significado a los
enunciados.

Fonación
Proceso de producción de una onda sonora mediante la acción de una
fuente de sonido.

Fonética
Ciencia que estudia los sonidos del habla.

Formante
Zona de la escala de frecuencias en la que un sonido presenta una mayor
concentración de energía.

Glotis
Espacio triangular existente entre las cuerdas vocales.

Modo de articulación
Disposición de los órganos articulatorios en la zona en la que se articula
un sonido.

Onda sonora
Propagación de una perturbación a través de un medio material como es
el aire en forma de una serie de compresiones y rarefacciones que afectan a
cada una de las partículas componentes de ese medio.

Prosodia
Conjunto de fenómenos vocales que se superponen a la articulación para
expresar significados lingüísticos y paralingüísticos.

Redondeamiento
Disposición particular de los labios que reduce el orificio de salida del flu-
jo de aire al exterior.

Ruido
En fonética acústica, se conoce como ruido la sensación perceptiva origi-
nada por ondas sonoras aperiódicas.
138 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Sílaba
Se denomina así a la agrupación mínima de sonidos dotada de estructu-
ra interna en la cadena hablada.

Sonido aperiódico
Es el producido por una onda sonora aperiódica, en la que no se repite el
mismo perfil de un ciclo a lo largo del tiempo y que presenta componentes de
todas las frecuencias.

Sonido aproximante
Segmento consonántico conformado con un grado de constricción en su
zona de articulación tal, que la corriente de aire, al pasar, no llega a producir
ruido de fricción.

Sonido fricativo
Segmento consonántico articulado con un grado de constricción sufi-
ciente para que el flujo de aire produzca ruido de fricción, al pasar por la
zona en la que está situada dicha constricción.

Sonido oclusivo
Segmento consonántico cuya articulación entraña el cierre completo del
conducto oral.

Sonido africado
Segmento consonántico en cuya articulación se distingue una primera
fase oclusiva y una segunda fase fricativa.

Sonido periódico
Es el producido por una onda sonora periódica, que repite el perfil de un
ciclo a lo largo del tiempo.

Sonido sonoro
Sonido que presenta vibración de las cuerdas vocales.

Sonido sordo
Sonido producido sin vibración de las cuerdas vocales.

Tracto vocal
Conjunto formado por las cavidades infraglóticas, glótica y supraglóticas.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 139

Transcripción fonética
Representación escrita de los sonidos que pronunciamos.

Vocal
Todo segmento durante cuya articulación no existe obstrucción alguna a
la salida del flujo de aire a través del tracto vocal.

Zona de articulación
Lugar en el que los articuladores de un sonido se acercan o se ponen en
contacto.

Conceptos y términos fundamentales de fonología. Glosario

Alófono
Cada una de las variantes contextuales de un fonema.

Ataque silábico
Llámase así la parte inicial de la sílaba que precede a la rima.

Clase natural
Cualquier conjunto de segmentos fonológicos que requiera, para su
caracterización como clase, menos rasgos de los precisados para identificar a
cada uno de los segmentos individuales que la constituyen, los cuales, ade-
más, experimentan procesos fonológicos similares.

Coda silábica
Parte final de la sílaba, integrante de la rima junto con el núcleo, al que
sigue.

Conmutación
Proceso mediante el cual un sonido se sustituye por otro a fin de com-
probar su valor distintivo y, por ende, su carácter fonológico.

Contraste
Diferencia sintagmática significativa entre unidades fónicas.

Distribución complementaria
Se dice que dos sonidos fonéticamente relacionados están en distribución
complementaria si uno nunca aparece en el contexto en que aparece el otro.

Estructura silábica
Organización de la sílaba en constituyentes internos.
140 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Fonema
Unidad fónica mínima e indivisible capaz de diferenciar significados.

Fonología
Ciencia que estudia la organización lingüística de los sonidos de las diver-
sas lenguas.

Fonotáctica
Conjunto de condiciones que caracterizan las secuencias de segmentos
permitidas en una lengua dada.

Lingüística tipológica
Es aquella subdisciplina de la lingüística general que estudia las similitu-
des y las diferencias existentes entre las lenguas del mundo.

Naturalidad
En fonología, propiedad de un segmento cuyas características físicas lo
hacen fácilmente pronunciable y, por ello, dotado de mayor difusión en las
lenguas del mundo.

Marca
Rasgo o propiedad presente en un segmento fonológico y ausente en otro
con el que se lo contrasta. El segmento marcado se considera normalmente
menos «natural» que el no marcado.

Neutralización
Suspensión de una oposición fonológica en determinados contextos.

Núcleo silábico
El elemento más perceptible de una sílaba, de naturaleza vocálica o cua-
si-vocálica.

Oposición
Diferencia paradigmática significativa entre unidades fónicas.

Par mínimo
Un par mínimo está constituido por dos palabras que difieren sólo por un
segmento fonológico situado en idéntico contexto.

Pie
Constituyente fonológico compuesto por dos o más sílabas.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 141

Proceso fonológico
Cualquier fenómeno de índole fonológica que puede expresarse en forma
de regla y que se aplica a una representación para convertirla en otra.

Rasgo
Propiedad articulatoria o acústica de los sonidos.

Rasgo distintivo
Propiedad articulatoria o acústica relevante para la caracterización de un
segmento fonológico.

Rasgo redundante
Propiedad carente de valor distintivo.

Rima silábica
Constituyente silábico que engloba el núcleo y la coda.

Sílaba trabada (cerrada)


Toda sílaba que posee coda.

Universal fonológico
Cualquier universal de carácter fonológico, es decir, concerniente a la
organización lingüística de los sonidos de las lenguas.

Universal formal
Propiedad o principio compartido por todas las lenguas y que viene exi-
gido por las características materiales y el funcionamiento de dichas lenguas
en cuanto sistemas lingüísticos.

Universal lingüístico
Propiedad, formal o sustantiva, compartida por todas las lenguas hu-
manas.

Universal sustantivo
Propiedad compartida por todas las lenguas conocidas, que, sin embargo,
no se deriva directamente de las características físicas o mentales de los seres
humanos.

Variación libre
Variación fónica independiente del contexto fonológico o morfológico.
142 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Bibliografía específica para fonética

* Trabajos recomendados
** Trabajos especialmente recomendados
** Trabajos clave para fonética

*ALCOBA, S. (Comp.) (2000), La expresión oral, Ariel, Barcelona. [Capítulo 2 «Articula-


ción y pronunciación del español», Capítulo 4 «La prosodia» y Capítulo 5 «La
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Sobre la transcripción fonética


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Bibliografía específica para fonología

* Trabajos recomendados
** Trabajos especialmente recomendados
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Diccionarios de términos fonéticos y fonológicos


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edic.: 1997].
**Trask, R.L. (1996), A Dictionary of Phonetics and Phonology, Routledge, Nueva
York. [Vid., además, el apartado Diccionarios en la Bibliografía General.]

Libros de ejercicios de fonética y fonología


BORREGO, J. - GÓMEZ ASENCIO, J. (1989), Prácticas de fonética y fonología, Ediciones
Universidad de Salamanca, Salamanca.
HALLE, M. - CLEMENTS, G. N. (1991), Problemas de fonología, Minerva Ediciones,
Madrid.
KELLY, J. - LOCAL, J. (1989), Doing Phonology. Observing, Recording, Interpreting, Man-
chester University Press, Manchester.
MARTÍNEZ CELDRÁN, E. (1991), Ejercicios de fonética y fonología, PPU, Barcelona.
QUILIS, A. (1985), El comentario fonológico y fonético de textos, Arco/Libros, Madrid.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 145

ROCA, I. - JOHNSON, W. (1999), A Workbook in Phonology, Blackwell, Oxford.


SCHANE, S. - BENDIXEN, B. (1978), Workbook in Generative Phonology, Prentice-Hall,
Englewood Cliffs.
WHITLEY, M.S. (1978), Generative Phonology Workbook, The University of Wisconsin
Press, Madison.

Páginas de Internet relacionadas con la Fonética


Anatomy of the larynx and the vocal folds, The Voice Center, Eastern Virginia Medical
School.
http://www.voice-center.com/larynx.html
COLEMAN, J. Phonetics Course Handouts and Online Resources for Undergraduate Cour-
ses, Oxford University.
http://www.phon.ox.ac.uk/~jcoleman/undergraduate_course_index.htm
Cours de Phonétique, Section de Linguistique, Université de Laussane, 1998.
http://www.unil.ch/ling/phon/index.html
IPA, International Phonetic Alphabet.
http://www.arts.gla.ac.uk/IPA/fullchart.html.
IPA, International Phonetic Association.
http://www.arts.gla.ac.uk/IPA/ipa.html
MAIDMENT, J. Speech Internet Dictionary, Department of Phonetics & Linguistics, Uni-
versity College, Londres.
http://www.phon.ucl.ac.uk/home/johnm/sid/sidhome.htm
MAIDMENT, J. Tutorial on the Basics of Voicing, Department of Phonetics & Linguistics,
University College, Londres.
http://crow.phon.ucl.ac.uk/htbin/wtutor?tutorial=siphtra/vb1.htm
PEPPÉ, S. - MAIDMENT, J. , Prosody on the Web, Department of Phonetics & Linguistics,
University College, Londres.
http://www.eptotd.btinternet.co.uk/pow/powin.htm
ROACH, P., A Little Encyclopedia of Phonetics.
http://www.linguistics.reading.ac.uk/staff/Peter.Roach/PAPERS/encyc2.pd
RUSSELL, K., General Phonetics, Department of Linguistics, Universidad de Manitoba
http://www.umanitoba.ca/faculties/arts/linguistics/russell/138/course.htm

Páginas de Internet relacionadas con la Fonología


HALLE, M., Linguistics Department, Massachusetts Institute of Technology (MIT).
http://web.mit.edu/linguistics/www/halle.home.html
HEARTFIELD, J., Roman Jakobson, Intellectual Currents of the Twentieth Century.
http://www.heartfield.demon.co.uk/jakobson.htm
LESSARD, G., La phonologie, Introduction à la linguistique française, Département d’É-
tudes Françaises, Queens University at Kingston.
http://qsilver.queensu.ca/french/Cours/215/chap3.html
146 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

LIBERMAN, M., Phonology, Linguistics 001: Introduction to Linguistics, Linguistics


Department, University of Pennsylvania.
http://www.ling.upenn.edu/courses/ling001/phonology.html

Ejercicios de fonética y fonología


 El alumno puede, si lo desea, realizar estos ejercicios y enviárselos a
su tutor para su corrección. Si no tuviera tutor, puede mandárselos
por correo ordinario a la profesora de la sede central en la fecha que
prefiera. Quede claro, pues, que no es obligatorio llevar a cabo estas
actividades, aunque sí muy aconsejable. Asimismo, se recuerda a los
alumnos que en el apartado correspondiente a estas cuestiones en
Internet se incluyen una serie de ejercicios de auto-evaluación con las
respuestas correctas razonadas.
1. Especifique en cuantos tipos se dividen las cavidades que intervienen
en la producción del habla y enumere los órganos que las componen.
2. Asocie los órganos y las cavidades siguientes:
Pared faríngea Cavidad infraglótica
Falsas cuerdas vocales Laringe
Úvula Faringe
Diafragma Cavidad oral
3. Señale cuáles de las siguientes afirmaciones son falsas y cuáles son
verdaderas, razonando su respuesta:
a) Los órganos que utilizamos en la emisión de habla tienen como
principal misión ese cometido.
b) La importancia de las grandes cavidades que empleamos en la pro-
ducción del habla es desigual.
c) Fonación no significa lo mismo que articulación.
d) La cavidad glótica es la cavidad laríngea.
4. Cada uno de los grupos siguientes se ha constituido en función de un
rasgo clasificatorio compartido por todos sus componentes. Por ejem-
plo, el grupo [e, ]] está formado por dos vocales semiabiertas (una
anterior no redondeada, y otra posterior y redondeada). Especifique,
para cada agrupación, cuál es dicho parámetro:
[i, u] [a, o, e] [o, u] [e, o] [y, Ø]
5. Precise cuál es el elemento que sobra en cada caso y por qué:
[k, d, b, t°S, t, g] [x, s, δ, l] [r, l, s, ɾ, λ] [p, t, s, l, m]
6. Un símbolo fonético es en realidad un símbolo que recubre un com-
plejo de propiedades fonéticas. Defina cada uno de los símbolos repro-
ducidos abajo especificándolos con un (+) o un (-) con respecto a la lis-
ta de propiedades de la izquierda:
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 147

[n] [θ] [z] [v] [t] [Φ] [b] [S] [m] [ç] [ɾ]
Oclusiva
Fricativa
Africada
Vibrante
Lateral
Nasal
Sonora
Labial
Labio-dental
Interdental
Dental
Alveolar
Palatal
Velar

7. Proporcione el símbolo del Alfabeto Fonético Internacional que se


corresponde con estas definiciones:

DEFINICIONES SÍMBOLO
Velar oclusiva sorda
Nasal bilabial
Fricativa labiodental sonora
Velar nasal
Fricativa glotal sorda

8. Indique cuál es el sonido sordo que se corresponde con los siguientes


sonoros:
[b] [z] [γ] [g] [d] [v] [β] [H] [J]
9. ¿Cuál es el término que se corresponde con la definición dada? (Por
ejemplo, «La zona del paladar en la que están los incisivos supe-
riores»: Alveolos).
«La punta de la lengua»
«El espacio existente entre la úvula y la faringe»
«El órgano cartilaginoso en el que están situadas las cuerdas
vocales»
«La parte posterior de la lengua»
148 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

10. Precise cuál es la sílaba acentuada en los siguientes vocablos:


Coche-cama Enteramente Furiosamente Lavaplatos Cama-nido
11. ¿Cree Ud. que si dos lenguas comparten los mismos sonidos han de
compartir también el mismo sistema fonológico? Razone su respuesta.
12. Transcriba fonológicamente el siguiente texto:
['no'sela'kau8saDesusp\eokupa'θi8ones↑pe\oima'xinoke'ti8eneke'e\kon
sut\a'axo↓komo'si8emp\elesu'θeδe↓'saes1'tu'don1de:s1'ta↑]
13. Las siguientes palabras no existen en español. Indique cuáles de ellas
podrían existir y cuáles serían imposibles en nuestra lengua, expli-
cando en cada caso su respuesta.
/futul/ /smin/ /tpista/ /premisata/ /brno/ /cadlamo/ /ri/
14. De acuerdo con la bien conocida Base de Datos de los Inventarios de
Segmentos Fonológicos (UPSID) confeccionada por la Universidad
de California en Los Ángeles (UCLA), el número de vocales que pose-
en las distintas lenguas varía desde un mínimo de 3 hasta un máximo
de 46, aunque la media está en torno a 22. ¿En qué sentido son, por
tanto, atípicos los siguientes idiomas?
a) El ¡xu tiene 95 consonantes y 46 vocales
b) El noruego posee 22 consonantes y 19 vocales
c) El haida tiene 46 consonantes y 3 vocales
d) El pawaia posee 10 consonantes y 12 vocales
[Este ejercicio está tomado de Gussenhoven y Jacobs (1998), cuyos
apartados 2.3. y 2.4. pueden resultar útiles para resolverlo.]
15. Enumere algunos pares mínimos para los siguientes segmentos del
español:
e/i m/n o/u s/t l/r s/m p/k
16. Muchos hispanohablantes tienen problemas para diferenciar las
vocales inglesas de, por ejemplo, bit y beat: respectivamente /I/ (una
vocal anterior semicerrada, más cercana a la /e/ que la /i/ del español,
y relajada) e /i/ (una vocal cerrada y tensa). La misma dificultad sur-
ge con algunos segmentos de otras lenguas, como los del francés /s/
(fricativa sorda) y /z/ (su correspondiente fricativa sonora), que apa-
recen por ejemplo en poisson/poison. ¿A qué cree Ud. que se deben
este tipo de dificultades que experimentan los hablantes de español?
¿Son razones de tipo fonético o de tipo fonológico?
17. En japonés, las fricativas sordas [s] y [S] son alófonos del fonema /s/;
[] y [z] lo son del fonema /z/. ¿Sabría precisar, a partir de los datos
que ofrece Carr (1993, 31) y que reproducimos abajo, en qué contex-
to aparecen los alófonos palatales? ¿Hay alguna razón fonética que
explique la aparición de estos alófonos en el contexto preciso en el
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 149

que aparecen? (Por ejemplo, en español el alófono nasalizado de las


vocales ([ã], [õ], etc.) se pronuncia sobre todo entre consonantes
nasales, porque se produce un proceso de coarticulación o contagio
de las características articulatorias de las consonantes a la vocal).
[Siawase]«felicidad» [sate]«bien» [sensei]«maestro»
[s¨p:ai]«amargo» [zo:]«elefante» [zenzen]«absolutamente»
[somkei]«respeto» [onai]«mismo» [zaS:i]«revista»
[it:o]«derecho» [oi:san]«abuelo» [z¨z¨Si:]«adelante»
18. Precise cuál de las siguientes afirmaciones es falsa y cuál es verdade-
ra, razonando su respuesta:
a) La palabra española vagabundo está integrada por nueve sonidos
que se corresponden con nueve fonemas diferentes entre sí.
b) La fonología es la ciencia que estudia la sustancia fónica de los
segmentos de las lenguas.
c) El fonema es un conjunto de rasgos distintivos sucesivos.
d) El único sistema de rasgos distintivos propuesto hasta el momen-
to es el que se conoce como sistema de Jakobson y Halle, por haber
sido elaborado por estos dos eminentes fonólogos.
19. Señale cuál o cuáles de los siguientes procesos fónicos se producen
en español. ¿Conoce Ud. alguna otra lengua en la que se den algunos
de estos fenómenos?
a) Las oclusivas sonoras se ensordecen en final de palabra.
b) Las consonantes nasales asimilan su zona de articulación a la de
la siguiente consonante.
c) Las vocales acentuadas se alargan.
d) Las consonantes se pronuncian con redondeamiento labial cuan-
do preceden a una vocal redondeada.
20. En español palabras como avispa, cemento, remontar, acorto, etc. no
podrían nunca acentuarse en la penúltima sílaba: *ávispa, *cémento,
*rémontar, *ácorto. Tampoco se considerarían bien formadas, por su
acentuación, palabras hipotéticas como *teléfosno, *parásanto,
*ácolpo, etc., a pesar de que, en cuanto puras secuencias de segmen-
tos, no hay nada anómalo en ellas. ¿Por qué cree Ud. que no es posi-
ble la acentuación esdrújula tanto en las palabras anteriores realmen-
te existentes como en las hipotéticas? ¿Qué tienen todas ellas en
común? [PISTA: Observe la constitución de las sílabas.]
150 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

TEMAS 7 Y 8. La formación de palabras. Morfología


Dra. Juana Gil Fernández

Todas las lenguas tienen palabras y éstas son, quizá, las unidades de las
que el hablante profano tiene una conciencia intuitiva más clara. Pero a
pesar de nuestra familiaridad con ellas, el análisis riguroso de las palabras
plantea intrincados problemas que no siempre tienen una solución sencilla.
Como bien señalan Radford et alii (2000), «de todos los constructos teóri-
cos, la palabra es probablemente el más cercano a los objetos físicos, pero,
como ha demostrado la historia de las ciencias físicas, detrás de estos obje-
tos cotidianos se esconde todo un mundo que no podemos percibir sin un
equipamiento costoso, y que está organizado de un modo que pocos de
nosotros podemos entender fácilmente. No sería exacto sugerir que com-
prendemos las palabras (o, en realidad, cualquier aspecto del lenguaje)
como los científicos naturalistas entienden el mundo físico, pero debemos
estar preparados para sorprendernos y para desafiar todas las ideas pre-
concebidas que emanan de nuestra relación habitual con las palabras de
nuestra lengua materna». Con ese espíritu, de redescubrimiento y reconsi-
deración de lo ya familiar, se han de estudiar las cuestiones que a continua-
ción se presentan.
Para preparar estos temas, el alumno dispone, además de la infor-
mación que aquí se le brinda, de la que aportan los capítulos corres-
pondientes del manual de G. Yule obligatorio para el conjunto de la
asignatura, así como las fotocopias encuadernadas que, con el título
Selección de fotocopias recomendadas para preparar los temas de fonéti-
ca, fonología y morfología, se encuentran a su disposición en cada uno
de los Centros Asociados de la UNED. Asimismo, puede consultar alguno
de los títulos mencionados más abajo, en la Bibliografía Específica que se
incluye en esta sección. Entiéndase bien que dicha bibliografía específica
pretende simplemente informar de las posibilidades de consulta que se
le ofrecen al alumno, es decir, que su lectura no es obligatoria.
1. Introducción a la morfología. Nos acercamos aquí a la disciplina lin-
güística que tiene como objeto de estudio la estructura interna de la
palabra, es decir, a la morfología. En primer lugar, se consideran las
nociones básicas de esta materia, como son el propio concepto de
palabra y el de morfema y se consideran los distintos tipos de procesos
morfológicos que se dan en las distintas lenguas. Al acabar de estudiar
esta sección, el alumno deberá ser capaz de responder a cuestiones
como las siguientes:
• ¿Cuál es el objeto de estudio de la morfología, cuáles son sus primitivos
o unidades básicas y cómo se clasifican?
• ¿Cuántos tipos de procesos morfológicos existen y cómo afectan a la
estructura de la palabra?
• ¿En qué consiste el análisis morfológico y cuáles son sus fases?
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 151

 Se recuerda a todos los alumnos que las diferentes cuestiones que


aquí se tratan se presentan también en Internet: allí el contenido es
el mismo que el de estas páginas, pero en la red se ofrecen, además,
numerosos enlaces con otras direcciones electrónicas que pueden
resultarles interesantes. Pueden acceder al curso componiendo la
dirección http://virtual0.uned.es, y pinchando sucesivamente en el
cuadrado «Acceso», curso «Lingüística», icono «Contenidos».
2. El objeto de estudio de la morfología. En este apartado el alumno
aprenderá en qué consiste la subdisciplina lingüística conocida como
morfología, y cuál es su objeto de estudio.
→ ¿Qué es la morfología?
La morfología estudia las relaciones formales que se dan dentro de la
palabra entre las unidades menores que ella.
→ El objeto de estudio de la morfología

La morfología tiene como objeto de estudio la estructura interna de la


palabra.
• Sus objetivos son:
1. Definir y clasificar las unidades que le son propias
2. Describir cómo se agrupan estas unidades en paradigmas
3. Precisar el modo en que dichas unidades se combinan dentro de
la palabra.
• Las unidades morfológicas son la palabra, la base, el tema y el mor-
fema.

3. La estructura de la palabra. La definición y la caracterización del


concepto de palabra no es asunto fácil. Más bien al contrario, a menu-
do la pregunta sobre si una unidad es o no «palabra» no admite una
respuesta categórica, sino una matizada que dependerá de la medida
en que dicha unidad cumple los criterios que se examinan también en
este apartado.
→ El concepto de palabra
La palabra es la forma libre mínima
L. Bloomfield
→ Criterios para la definición de palabra (Apud Pena 2000)
Características de la palabra en cuanto integrante de una unidad más amplia:
Posibilidad de cambiar de posición en la secuencia
Pausa potencial
Separabilidad
152 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Características de la palabra relativas a su estructura interna:


Orden fijo de los morfemas que la integran
Inseparabilidad de sus morfemas
Imposibilidad de adiciones que no sean morfemas ligados
No interrumpible por pausa alguna
4. Clases de morfemas. El morfema es la unidad de análisis que se mane-
ja en la morfología. Su definición —al igual que sucedía con la de pala-
bra— no es fácil y son diversas las que han propuesto los lingüistas a lo
largo de los años, desde que surge la noción de morfema con el estruc-
turalismo. En esta sección se pasa revista a esas definiciones y a la dis-
tintas clasificaciones que de los morfemas se han hecho, dependiendo
de los criterios postulados en cada caso: su posición en la palabra, su
naturaleza léxica o gramatical, su distribución respecto de la palabra, etc.
Además, los morfemas presentan a veces variantes formales o alomorfos
de idéntica función, lo que complica el análisis morfológico, consistente
en segmentar las palabras y en agrupar e identificar los alomorfos.
→ El concepto de morfema

El morfema es la unidad gramatical mínima.Los morfemas están


representados por segmentos fónicos denominados morfos.

→ Morfemas léxicos (lexemas) y gramaticales


→ Morfemas libres y ligados

Significado gramatical Significado léxico


Unidades libres de, con libro, según
Unidades ligadas -s cant-
-ción am-
-mos
Apud Bosque (1983).

Diferenciación entre unidades libres de significado gramatical y uni-


dades libres de significado léxico.

Criterio Unidades de significado Unidades de significado


gramatical léxico
Tamaño Pequeños Grandes
Acento Átonos Tónicos
Complejidad semántica Simples Complejos
Amplitud semántica Genéricos Específicos
Importe semántico Relacionales Sustantivos
Número de elementos Pocos Muchos
Papel sintáctico Modificadores Modificados
Apud Moreno (1997).
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 153

→ Morfemas aditivos (sufijo, prefijo, interfijo)

Derivativos (por ej., esp. re-formul-ar)


PREFIJOS
Flexivos (por ej., árabe na-ktubu ‘estamos escribiendo)

Derivativos (por ej., esp. nacion-al)


SUFIJOS
Flexivos (por ej., esp. amába-mos)

INTERFIJOS Derivativos (por ej., esp. pel-i-rrojo mans-urr-ón)

→ Morfemas y alomorfos
Un ejemplo: Alomorfos del morfema de plural nominal en inglés:
/´z/ : aparece tras sibilantes o africadas (house > houses)
/z/ : aparece tras los demás fonemas sonoros (dog> dogs)
/s/ : aparece tras los demás fonemas sordos (cat > cats)
→ La segmentación

En más de una ocasión (…), no está claro cuál sea la correcta segmentación
morfológica de la palabra y, por tanto, la distribución de los morfemas. Hay que
acudir a diversos razonamientos como los que aquí se presentan, a modo de
ejemplo, basados en consideraciones de carácter fonológico. P. e., el verbo pres-
cribir debe segmentarse pre-scrib-i-r, a pesar de que deriva del simple escrib-i-r,
la raíz es, en realidad, scrib-, como muestran otros derivados: in-scribir, pro-
scribir … En el verbo simple, se ha aplicado la regla de prótesis vocálica
Ø → e / # sC____
En el caso de los verbos derivados con prefijo, el contexto no es el mismo:
no aparece el linde de palabra (#) ante sC y, en consecuencia, la regla men-
cionada no se aplica, apareciendo la raíz pura.
S. Varela (1990), Fundamentos de morfología, Síntesis, Madrid,
p. 60.

5. Los procesos morfológicos. La morfología, como ahora ya sabemos,


estudia la «forma» de las palabras, resultante de la aplicación de pro-
cesos de diverso tipo. Los más conocidos y diferenciables son los pro-
cesos de flexión, de derivación o de composición, pero hay además
otras vías de creación de nuevos vocablos o de modificación de los ya
existentes: el acortamiento, las siglas, etc.
→ La flexión. Morfemas flexivos
→ La derivación. Morfemas derivativos
→ La composición y la parasíntesis
154 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Características de los distintos procedimientos de formación de pala-


bras (esquema adaptado a partir de Almela 1999, 33).

Tipos → Adición Combinación


Rasgos ↓ Prefij. Sufij. Interfij Comp. Paras. Acronimia Siglación
Se inserta un morfo en
posición inicial de la base + – – – – Ø Ø
Se inserta un morfo en
posición final de la base – + – – – Ø Ø
Se inserta un morfo en el
interior de la base – – + – – Ø Ø
Se unen dos bases – – – + – Ø Ø
Se unen subtipos de la adición – – – – + Ø Ø
Se quitan elementos de un
sistema y los que quedan se
suman después Ø Ø Ø Ø Ø + –
Se suman las iniciales Ø Ø Ø Ø Ø – +

→ Otros procesos morfológicos: acortamientos, formación de siglas


y acrónimos
Ejemplos de creación de nuevas palabras por acortamiento de otras:
cole cine peri facul peli tele foto zoo depre
Ejemplos de creación de nuevas palabras mediante siglas:
ECU PRISA PSOE PP TALGO ONCE ONU CD UE OTAN
Ejemplos de creación de nuevas palabras por acronimia:
docudrama teleñeco bonobús cantautor nescafé helipuerto
6. La estructuración interna de las palabras. Como bien señala Varela
(1990, 18) (vid. Bibliografía), «toda teoría morfológica deberá propor-
cionar a cada palabra compleja su estructura apropiada. (…) Es fácil
reconocer que la estructura de la palabra compleja en una lengua
como la española no se corresponde con un orden estrictamente line-
al, como sugiere la ordenación de los morfemas, sino que, al igual que
ocurre con las unidades superiores, el sintagma o la oración, la palabra
se compone de unos constituyentes que se relacionan entre sí de
acuerdo con un orden jerárquico». En este apartado se profundiza en
esta noción de estructura interna, al tiempo que se introducen otros
conceptos necesarios para el análisis morfológico de esta estructura: el
tema y la base.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 155

→ El orden de los morfemas dentro de la palabra

En una palabra como el nombre:


[[in[[[constitu]V cion]N al]A ]A idad]N
podemos comprobar que el orden de concatenación es el seguido por el
encorchetamiento propuesto (V → N → A → A neg. → N): al verbo constituir
se le añade el sufijo nominalizador -ción, que es sufijo que requiere base ver-
bal; el nuevo nombre, a su vez, recibe el sufijo adjetivador -al, que se asienta
sobre nombres; el nuevo adjetivo se niega con el prefijo in-, típicamente nega-
dor de adjetivos, y, por último, el adjetivo negativo resultante recibe el sufijo
nominalizador -(i)dad.
S. Varela (1990), Fundamentos de morfología, Síntesis, Madrid,
p. 18.

→ La estructura interna: características

Diferencias en la estructura interna de dos palabras derivadas con el pre-


fijo in- : inconfesable e ingratitud (esquema realizado a partir de ejemplos
de Pena 2000, 4314).
inconfesable ingratitud

in- confesable ingrat- -itud

confesa- -ble in- grat-

→ Las nociones estructurales: el tema y la base

El tema es cualquier palabra a la que se le han sustraído los afijos fle-


xivos, y puede considerarse como la unidad básica en la descripción y for-
mación de palabras, pues es el constituyente intermedio entre la raíz y la
forma ya flexionada completa. Ejemplos:
En ama-nte, el tema es ama- (no coincide con la raíz, am-).
En guap-o/-a, el tema es guap- (sí coincide con la raíz, guap-).
En negr-uzc-o, el tema es negruzc- (no coincide con la raíz, negr-).
En puerto, (que no tiene moción genérica) el tema es puerto- (no coin-
cide con la raíz puert-).
En cárcel (que tampoco tiene moción genérica) el tema es cárcel- (coin-
cide con la raíz carcel-).
156 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

La base es una unidad menos específica que la raíz o el tema. Base es


cualquier constituyente de la palabra sobre el que pueda operar un proceso
morfológico, sea este de derivación, de composición o de flexión. Ejemplo:
En descalificar, la raíz es calific-, que es el elemento portador de signi-
ficado común a toda la familia léxica y el tema es califica-, puesto que a él
se añaden los morfemas flexivos verbales.
La forma calificar es el resultado de sumar la desinencia de infinitivo al
tema, y, por tanto, no es, ella misma, un tema, ni tampoco una raíz, aunque
es la base sobre la que opera el proceso derivativo de prefijación con des-.

7. Problemas del análisis morfológico. Ya han quedado expuestos los


principios fundamentales de la morfología y los mecanismos del aná-
lisis morfológico. Hemos visto que analizar una palabra «consiste en
segmentar su forma fonémica en segmentos mórficos mínimos sepa-
radamente combinables y conmutables —discretos por tanto— y recu-
rrentes, es decir, que reaparecen en otras palabras con el mismo signi-
ficado» (Pena 2000, 4354). Ahora bien, a veces las palabras no resultan
fácilmente analizables de acuerdo con este procedimiento y, en esos
casos, hay que recurrir a otros constructos teóricos que nos permitan
dar cuenta de los fenómenos que ofrecen dificultades. A continuación
hablamos de tales problemas y de las posibles soluciones propuestas
para resolverlos. Al terminar de leer las páginas que siguen, el alumno
deberá ser capaz de responder a preguntas como las siguientes:
• ¿Se puede mantener en todos los casos una relación de uno a uno entre
morfo y morfema?
• ¿Es necesario acudir en algún momento a consideraciones diacrónicas
cuando se lleva a cabo el análisis morfológico?
• ¿Son nítidos los límites de la morfología con las otras disciplinas lin-
güísticas?
8. Algunos problemas concretos. En este apartado, se estudian,
siguiendo a Pena (2000, 4355 y ss.), los fenómenos que constituyen
dificultades para el análisis de la palabra en morfemas, fenómenos que
por lo general tienen que ver con la imposibilidad de mantener la aso-
ciación unívoca de morfos (vid. Glosario) con morfemas.
→ Morfo cero

El morfo cero es un morfema sin morfo. Por ejemplo, hay un morfo


cero en señor-Ø frente a señor-a (donde al morfema de género masculino
no le corresponde ningún morfo), y en los día-s frente a los lunes-Ø (donde
no hay morfo de plural).
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 157

→ Morfos discontinuos

Los morfos discontinuos o circunfijos son afijos que rodean a la base y


resultan de la combinación de un prefijo y un sufijo mutuamente depen-
dientes. Se corresponden con un único morfema, ya que sólo aportan un
significado entre los dos, y son característicos de las formaciones parasin-
téticas (vid. Glosario) como, por ejemplo, los verbos españoles a-bland-ar y
en-loqu-ec-er.

→ Morfo acumulativo o sincrético

Los elementos morfológicos no siempre se nos presentan ‘en estado puro’.


Es posible que dos o más morfemas aparezcan en una situación de sincretis-
mo, es decir, que no sea posible establecer correspondencias binarias entre un
morfo y un morfema: En la palabra latina rosa¤rum (ejemplo de Martinet) no
nos costará trabajo separar una base (rosa¤-) y una desinencia (-rum). La
desinencia aporta las informaciones «plural», «femenino» y «genitivo», pero
no podemos reconocer formalmente cada uno de estos signos en el fragmen-
to que hemos aislado. Diríamos, pues, que —rum sería un morfo en el que
aparecen tres morfemas en forma sincrética [Subrayado nuestro: J.G.]
I. Bosque (1983), «La morfología» en F. Abad y A. García Berrio
(Coord.) Introducción a la Lingüística, Alhambra, Madrid, p. 131.

→ Morfo superpuesto o «portmanteau»

Se habla de morfos superpuestos cuando dos o más morfemas apare-


cen representados ocasionalmente por un solo morfo, por ejemplo en la
contracción del, o bien cuando se produce una fusión entre dos morfos
contiguos, como en canción (procedente del tema canta + el sufijo ción),
frente a otras formaciones como colocación (< coloca + ción).

→ Morfo vacío y morfo redundante


• ¿Qué significado tienen el morfo -ec- de solecito, o el morfo -uc- de
besucón?

Respuesta:
Ninguno: son morfos vacíos que no se corresponden con ningún morfema.
¿A qué se debe el cambio de -e- en -i- en las raíces de formas verbales
como pedimos / pidamos o de -θ- en -g- en hacemos / hagamos?

Respuesta:
Al cambio del modo verbal, cambio que ya aparece marcado de mane-
ra regular por la flexión externa. Las alternancias de la raíz son, pues, mor-
fos redundantes.
158 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

→ Morfos homónimos

En español, el morfo -s puede corresponderse con el morfema de plural


o con el morfema verbal de segunda persona del singular. Igualmente, la for-
ma prefijada a- puede corresponderse con morfemas diferentes, lo que hace
que a veces represente el significado de «dirección» (por ejemplo en afluir),
y otras el de «contrariedad» (por ejemplo en agramatical ) o el de «privación»
(por ejemplo en asimetría). Se trata, pues, de morfos homónimos.

9. Limitaciones del análisis morfológico. Nos ocupamos en esta sec-


ción de las irregularidades que pueden afectar al proceso de formación
de palabras. Una nueva palabra se crea de manera regular, pero, una
vez incorporada al acervo léxico del idioma, «puede adquirir formas
y/o significados irregulares, impredecibles por tanto; en la evolución
de la lengua hay una fuerte tendencia a que las unidades morfémicas
integrantes de la palabra pierdan su autonomía formal y/o semántica»
(Pena 2000, 4358).
→ Relación semántica irregular entre la palabra base y la derivada

Algunos autores han propuesto renunciar a la segmentación de una


unidad en morfemas en los casos en que no exista motivación, es decir,
cuando no resulte posible, sincrónicamente, establecer una relación
semántica entre la base y el morfema que se une a ella: re-ducir, con-
ducir, re-presentar, per-mitir …

→ Relación formal irregular entre la palabra base y la derivada

La relación formal entre la base y sus derivados puede ser más o menos
clara. Así, entre amar y amable existe mucha mayor similitud formal que
entre hacer y factible, por ejemplo. Igualmente, con médico-medicina,
noche-nocturno y juego-lúdico se puede establecer una gradación de menor
a mayor irregularidad. En el primer caso, se produce una alternancia mor-
fofonológica entre k y θ; en el segundo, alternan una raíz popular y otra
culta; y en el tercero, se da un caso de suplencia [vid. Glosario].

→ Formas populares frente a formas cultas

Algunos ejemplos:
Leche / láctico
Concebir / concepto
Año / anual
Pez / piscifactoría
Pie / podólogo
Reducir / reductible
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 159

Ojo / oculista
Iglesia / eclesiástico
Luto / luctuoso
Teórica y metodológicamente, pues, hay que tener en cuenta el carácter
heterogéneo del léxico y distinguir dos pautas o tipos de reglas en la forma-
ción de palabras: la formación de palabras sobre base popular y la formación
de palabras sobre base culta ( = latina o griega). Las dos pautas de formación
deben estudiarse separadamente (…). Las formaciones populares se crean (o
son analizables) de acuerdo con las R[eglas] de F[ormación] de P[alabras]
del español; las formaciones cultas se crean (o son analizables) de acuerdo
con las RFP del latín incorporadas al español.
J. Pena (2000), «Partes de la morfología. Las unidades del análisis
morfológico» en I. Bosque y V. Demonte (Dir.) Gramática descriptiva
de la lengua española, Espasa Calpe, Madrid, p. 4363.

10. Relación de la morfología con las otras disciplinas lingüísticas.


La morfología mantiene conexiones muy importantes y muy intere-
santes con otras disciplinas lingüísticas. De hecho, en ocasiones no
resulta fácil establecer con nitidez los límites entre los diferentes
ámbitos del análisis gramatical. En este apartado nos ocuparemos de
aquellos aspectos que vinculan estrechamente a la morfología con la
fonología, dando lugar a la llamada morfofonología y de aquellos
otros que relacionan la morfología y la sintaxis.
→ La morfofonología: las alternancias morfofonológicas y la suplencia
Las alternancias morfofonológicas son aquellas alternancias entre seg-
mentos fonológicos (por ejemplo, entre una /x/ y una /g/, o entre una /k/ y una
/θ/) que se producen a causa de fenómenos de carácter morfológico, es decir,
que están motivadas por la morfología (por ejemplo, por un proceso de deri-
vación mediante sufijos) y no por razones de tipo fonético. Lógiko cambia a
logiθista no porque fonéticamente sea imposible pronunciar logikista, sino
porque el sufijo empieza por /i/ y provoca un debilitamiento de la oclusiva
velar /k/ en la fricativa interdental /θ/.
Algunos ejemplos de alternancias de naturaleza morfofonológica en español:
k/θ: Ej.: eléctrico - electricidad
x/g: Ej.: faringe - faringólogo
l/\: Ej.: árbol - arbóreo
d/s: Ej.: ofender - ofensa
t/s: Ej.: emitir - emisor
d/t: Ej.: marido - marital
g/k: Ej.: lágrima - lacrimógeno
e/i: Ej.: lengua - lingüista
o/u: Ej.: joven - juvenil
160 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Cuando las diferencias fonéticas entre las formas alternantes son tota-
les y la relación formal entre ellas es inexistente, hablamos de suplencia.
Ejemplo de alternancia supletiva en la flexión: soy-eras-fuiste. Ejemplo de
alternancia supletiva en el léxico: caballo-yegua.

→ Morfología y sintaxis

La morfología estudia los morfemas ligados y su organización dentro de


la palabra, esto es, se ocupa de la estructura de la palabra. La sintaxis, por su
parte, describe la combinación de las palabras dentro del sintagma o frase y
de la oración, por lo que su ámbito de estudio es la estructura oracional. Así,
la palabra es para la morfología la unidad máxima pero, para la sintaxis, la
unidad mínima. En principio, parece que los dominios de una y otra están
bien delimitados y que el objeto de estudio de cada una de ellas abarca enti-
dades claramente diferenciadas. No obstante, en nuestra lengua, al igual que
en otras, se dan diferentes fenómenos léxico-gramaticales que conciernen
tanto a los objetivos de la sintaxis como a los de la morfología y se encuen-
tran en ella ciertas entidades lingüísticas que participan de las características
propias de las entidades morfológicas, la palabra y el morfema, a la vez que
de las sintácticas, el sintagma y la oración.
C. Piera y S. Varela (2000), «Relaciones entre morfología y sintaxis»
en I. Bosque y V. Demonte (Dir.) Gramática descriptiva de la lengua
española, Espasa-Calpe, Madrid, t. III, p. 4369.

11. Tipología morfológica. Las lenguas difieren considerablemente en


en la naturaleza de los procesos morfológicos que operan en ellas.
Así, por ejemplo, hay idiomas en los que no existen morfemas liga-
dos, por lo que sólo presentan el proceso morfológico de composi-
ción, y hay otras lenguas que, sin embargo, tienen una morfología
extraordinariamente compleja. En el presente tema no sólo se tratan
todas estas diferencias interlingüísticas, sino también aquellas otras
características morfológicas que, por el contrario, parecen ser comu-
nes a todas las lenguas del mundo, esto es, universales. Nos ocupa-
mos, por consiguiente, de lo que separa y de lo que une, desde el pun-
to de vista de la morfología, a las lenguas humanas. Al terminar de
preparar y estudiar esta sección, el alumno deberá ser capaz de res-
ponder a preguntas como las siguientes:
• ¿En qué consiste la lingüística tipológica y qué relevancia tiene el con-
cepto de universal lingüístico?
• ¿De qué tipo es, desde el punto de vista morfológico, la lengua que Ud.
habla?
• ¿Qué procedimiento de derivación es más básico: la afijación o la com-
posición?
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 161

12. Tipos morfológicos. En este apartado el alumno deberá aprender


cómo se han clasificado las lenguas desde el punto de vista morfoló-
gico a lo largo de la historia y en función de qué criterios o paráme-
tros se ha ido perfilando y modificando dicha clasificación.
→ Lenguas aislantes, aglutinantes y flexivas

Tipos morf. de lenguas

Aislantes Aglutinantes Flexivas


Se trata de una clasificación ya clásica, propuesta en el siglo XIX, que
no ha estado exenta de críticas:
Las lenguas tradicionalmente denominadas aislantes son aquellas en
las que para expresar las diferentes relaciones gramaticales se recurre
habitualmente a la yuxtaposición de elementos morfológicamente inde-
pendientes, fundamentalmente raíces. El chino es una lengua de este tipo.
En las lenguas aglutinantes, por el contrario, las relaciones se suelen
establecer de manera regular entre una base morfológica (vid. Glosario)
autónoma, fácilmente identificable, y otro u otros elementos afijales clara-
mente delimitados, a ella subordinados. El vasco es una lengua de este
tipo.
En las lenguas flexivas, finalmente, se establecen relaciones entre un
elemento autónomo que es normalmente un tema (vid. Glosario) y otro u
otros subordinados no independientes, de forma tal que la segmentación y
la identificación de los morfemas constituyentes no siempre resulta senci-
lla. El español es una lengua flexiva.

→ Otros criterios de clasificación

En J. C. Moreno (1997, 34) se comenta la más reciente tipología cuantita-


tiva de las lenguas propuesta por J. Greenberg (vid. Bibliografía específica) y
que está basada en una serie de índices, a saber:
Indice de síntesis
Determinado por la ratio entre palabras y morfemas
Indice de aglutinación
Determinado por la ratio entre el número de aglutinaciones y el número
de uniones entre morfemas que se dan en cada palabra
Índice de composición
Determinado por el número de raíces por palabra
162 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Índice de derivación
Determinado por el número de morfemas derivativos por palabra
Índice de flexión
Determinado por el número de morfemas flexivos por palabra
Índice de prefijación
Se obtiene dividiendo el número de prefijos por el de palabras
Índice de sufijación
Se obtiene dividiendo el número de sufijos por el de palabras
Índice de aislamiento
Se obtiene dividiendo los ejemplos de orden de palabras relevante desde
el punto de vista gramatical por el número de nexos o unidades sintácticas
dentro de las cuales se expresan relaciones entre las palabras
Índice de flexión pura
Se logra dividiendo el número de morfemas flexivos que no concuerdan
por el de nexos
Índice de concordancia
Se calcula dividiendo el número de morfemas de concordancia por el de
nexos
13. Universales morfológicos. En este punto el estudiante aprenderá
que el léxico de toda lengua puede variar bien por la incorporación a
él de nuevos elementos, bien por la desaparición de algunos de los ya
existentes. En el primer caso, los términos incorporados pueden ser
de nueva creación, es decir vocablos obtenidos mediante el mecanis-
mo universal de la derivación. La flexión, sin embargo, no es univer-
sal, pero, en las lenguas que sí la conocen, está sujeta también a una
serie de relaciones implicativas —formuladas a partir sobre todo de
los trabajos de J. Greenberg (vid. Bibliografía específica)— que pue-
den denominarse universales de la flexión.
→ La derivación como universal morfológico

Todas las lenguas del mundo parecen presentar la capacidad de crear nue-
vos lexemas mediante derivación a partir de uno o más lexemas dados. Los
dos mecanismos esenciales son la composición (vid. Glosario) y la afijación
(vid. Glosario) (…) Si una lengua conoce la derivación por afijación, tam-
bién tendrá la derivación por composición.
J. C. Moreno (1997), Introducción a la lingúística. Enfoque tipológico
y universalista, Síntesis, Madrid, pp. 134 y 136.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 163

→ Universales de la flexión

• Hay muchas lenguas que no tienen flexión.


• Si una lengua tiene flexión, tendrá también derivación.
• Si una lengua conoce la flexión de género, también conoce la de
número.
• Si en una lengua hay diferencia de género en el plural, también la
habrá en el singular.
• Si en una lengua hay diferencia de género en el nombre, también la
habrá en el pronombre.
• Si en una lengua el nombre presenta flexión de persona, también la
presentará el verbo.
• Si una lengua presenta flexión verbal para el tiempo futuro, también
la presentará para el pasado y para el presente. [Para más detalles,
vid. J.C. Moreno (1997), obra a partir de la cual está confeccio-
nada esta lista.]

Conceptos y términos fundamentales de morfología. Glosario

Afijación
Proceso de formación de palabras en el que el elemento añadido a la base
es un afijo (prefijo, sufijo…).

Alomorfo
Variante de un morfema.

Alternancias morfofonológicas
Son aquellas que, aun poseyendo una base fonética, no son resultado de
la aplicación automática y general de una regla fonológica, sino que sólo se
dan en unos morfemas determinados y en unos contextos fónicos también
precisos.

Base
Todo constituyente de la palabra sobre el que pueda operar un proceso
morfológico.

Composición
Proceso de formación de palabras en el que el elemento añadido a la base
es otra base.
164 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Derivación
Proceso de afijación en el que mediante la aplicación de un afijo a una
base se crea una nueva palabra.

Flexión
Proceso de afijación con el que no se crean nuevas entidades léxicas, sino
que se transmiten contenidos gramaticales a la base.

Interfijo
Morfema añadido entre la base y un sufijo derivativo o entre la base y la
flexión verbal, de forma que, si se suprimiera tal sufijo derivativo o dicha fle-
xión verbal, el resultado de la combinación de la base y el interfijo sería una
forma inexistente.

Lengua aglutinante
Una lengua aglutinante se caracteriza porque las bases morfológicas
sobre las que están constituidas sus palabras son fácilmente aislables e iden-
tificables.

Lengua aislante
Cualquier lengua en la que las palabras se constituyen mediante la yuxta-
posición de distintas unidades morfológicamente independientes (sean estas
morfemas léxicos o gramaticales). Las lenguas aislantes carecen de morfolo-
gía nominal y verbal.

Lengua analítica
Algunos autores consideran que una lengua es analítica si en ella a cada
unidad morfológica le corresponde una unidad de significado, en contraste
con lo que sucede en las llamadas lenguas polisintéticas

Lengua flexiva
En las lenguas flexivas los morfemas que constituyen las palabras no son
tan fácilmente identificables como en las lenguas aglutinantes, dado que se
funden entre sí o con los temas o raíces a los que se asocian.

Lengua polisintética
Las lenguas polisintéticas o incorporantes son las que combinan en una
misma palabra varios conceptos léxicos y gramaticales. Algunos autores con-
sideran que este tipo de lenguas no son en realidad sino un híbrido entre len-
guas aglutinantes y flexivas.

Morfema
Unidad gramatical mínima.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 165

Morfema libre
Morfema que puede aparecer aislado en el habla constituyendo un enunciado.

Morfema ligado
Morfema que aparece siempre unido a otros morfemas también ligados.

Morfo
Segmento fonémico que representa a un morfema en la palabra.

Morfo acumulativo o sincrético


Se denomina así al morfo que se corresponde con más de un morfema.

Morfo cero
El morfo cero es un morfema sin morfo.

Morfos discontinuos
Los morfos discontinuos o circunfijos son afijos que rodean a la base y
resultan de la combinación de un sufijo y un prefijo mutuamente dependientes.

Morfos homónimos
Un único morfo, considerado aisladamente, puede corresponderse con
morfemas distintos

Morfo redundante
Un morfo redundante es aquel que se corresponde con un morfema
representado ya por otro u otros morfos coexistentes en la misma palabra.

Morfo superpuesto o portmanteau


Se habla de morfo superpuesto cuando dos o más morfemas aparecen
representados ocasionalmente por un solo morfo o bien cuando se produce
una fusión entre dos morfos contiguos.

Morfo vacío
Es aquel que no se corresponde con ningún morfema.

Morfología
Disciplina que estudia la estructura interna de las palabras.

Motivación
En morfología, se dice que existe motivación cuando es posible establecer
sincrónicamente una relación semántica entre la base y el morfema derivati-
vo que se apoya en ella.
166 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Palabra
Forma libre con independencia fonológica.

Palabra compleja
Es aquella que presenta estructura interna, es decir, las flexionadas, las
derivadas y las compuestas.

Parasíntesis
Proceso mediante el cual se le añade a la base un prefijo y un sufijo que se
exigen mutuamente en la constitución del significante de la palabra, es decir
que son interdependientes.

Prefijo
Morfema que se adjunta al principio de la palabra.

Productividad
Disponibilidad de una regla de formación de palabras para entrar en fun-
cionamiento y producir nuevas palabras.

Raíz
Porción segmental básica, irreductible y constante en el significante de
cualquier palabra, resultante de eliminar tanto los morfemas flexivos como
los derivativos.

Segmentación
Proceso integrante del análisis morfológico y consistente en la delimita-
ción e identificación en la palabra de aquellos segmentos fonémicos que son
portadores de significado y recurrentes en otras palabras.

Sufijo
Morfema que se adjunta al final de la palabra.

Suplencia
Se produce cuando no existe relación formal alguna entre los elementos
morfológicos alternantes.

Tema
Unidad que resulta de eliminar en la palabra los morfemas flexivos.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 167

Bibliografía específica
* Trabajos recomendados
** Trabajos especialmente recomendados
** Trabajos clave para fonética)

**ABAD, F. - GARCÍA BERRIO, A. (Comps.)(1983), Introducción a la lingüística, Alham-


bra, Madrid. [Segunda parte, Capítulo 2 «La morfología» (I. Bosque).]
*ALMELA PÉREZ, R. (1999), Procedimientos de formación de palabras en español, Ariel,
Barcelona. [Capítulo 1 «Marco general», Capítulo 2 «Prefijación», Capítulo 3
«Sufijación», Capítulo 4 «Composición», Capítulo 5 «Interfijación», Capítulo 6
«Otros procedimientos».]
ALVAR EZQUERRA, M. (1993), La formación de palabras en español, Arco/Libros, Madrid.
AMBADIANG, T. (1994), La morfología flexiva, Taurus, Madrid.
BAJO PÉREZ, E. (1997), La derivación nominal en español, Arco/Libros, Madrid.
**BOSQUE, I. - DEMONTE, V. (Dirs.) (2000), Gramática descriptiva de la lengua españo-
la, Espasa-Calpe, Madrid. [Volumen 3, Quinta parte «Morfología» (J. Pena, C. Pie-
ra, S. Varela, C. Pensado, R. Santiago, E. Bustos, F. Rainer, F. Lázaro, D. Serrano-
Dolader, J. F. Val, T. Ambadiang, S. Alcoba, J. Martín, J. Portolés, M. Casado).]
CARSTAIRS-MCCARTHY, A. (1992), Current Morphology, Routledge, Londres.
*COMRIE, B. (1989), Language Universals and Linguistic Typology: Syntax and Morpho-
logy, Blackwell, Oxford.
*KATAMBA, F. (1993), Morphology, MacMillan, Londres. [Capítulo 1 «Introduction»,
Capítulo 2 «Introduction to word structure», Capítulo 3 «Types de morphemes».]
LÓPEZ GARCÍA, A. et alii (1990), Lingüística general y aplicada, Universitat de Valencia,
Valencia. [Capítulo 1 «Las lenguas del mundo» (A. López García).]
*LYONS, J. (1971), Introducción en la lingüística teórica, Teide, Barcelona. [Capítulo 5
«Las unidades gramaticales», § 5.3.6. y ss.]
*MALMKJÆR, K. (Ed.) (1991), The Linguistics Encyclopedia, Routledge, Londres.
[Entrada «Language Typology», Entrada «Language Universals».]
*MARTÍN VIDE, C. (Comp.) (1996), Elementos de lingüística, Octaedro, Barcelona.
**MATTHEWS, P. H. (1980), Morfología. Introducción a la estructura de la palabra, Para-
ninfo, Madrid. [Capítulo 1 «Morfología: el porqué de su estudio», Capítulo 2
«Palabra, forma léxica y lexema», Capítulo 3 «Morfología léxica y flexiva», Capí-
tulo 5 «Morfema y alomorfo».]
**MORENO, J. C. (1997), Introducción a la lingüística. Enfoque tipológico y universalis-
ta, Síntesis, Madrid. [Capítulo 6 «Tipología y universales morfológicos».]
**NEWMEYER, F. J. (Ed.) (1988), Linguistics: The Cambridge Survey. I. Linguistic The-
ory: Foundations, Cambridge University Press, Cambridge. [Capítulo 6 «Morpho-
logical Theory» (S.R. Anderson); Capítulo 17 «Linguistic Typology» (B. Comrie).]
**RADFORD, A. et alii (2000), Introducción a la lingüística, Cambridge University Press,
Cambridge. [Capítulo 11 «Las lenguas y su morfología».]
168 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

SCALISE, S. (1987), Morfología generativa, Alianza, Madrid.


SERRANO DOLADER, D. (1995), Las formaciones parasintéticas del español, Arco/Libros,
Madrid.
SPENCER, A. (1991), Morphological Theory. An Introduction to Word Structure in Gene-
rative Grammar, Balckwell, Londres.
STREVENS, P. D. (Ed.) (1966), Five Inaugural Lectures, Oxford University Press, Oxford.
*VARELA, S. (1990), Fundamentos de morfología, Síntesis, Madrid. [Capítulo 1 «Con-
cepción y límites de la morfología», Capítulo 3 «La estructura de la palabra com-
pleja. El análisis morfológico: segmentación y clasificación de los morfemas»,
Capítulo 4 «Afijación: derivación y flexión», Capítulo 5 «Composición».]
*VARELA, S. (Ed.) (1993), La formación de palabras, Taurus, Madrid. [Capítulo 8 «La
formación de verbos en español: la sufijación verbal» (J. Pena), Capítulo 12
«Sobre los interfijos en español» (J. Portolés), Capítulo 13 «Los parasintéticos:
constituyentes y estructura léxica» (S. Alcoba).]

Páginas de Internet relacionadas con la morfología


ALT, Association for Linguistic Typology.
http://www.ling.lancs.ac.uk/alt
BEARD, R., Morphology on the web.
http://www.yourdictionary.com/morph.html
BEARD, R., Morphology, A Web of Linguistics Fun.
http://www.yourdictionary.com/words.html
BENDER, B.W., Essays on Morphology.
http://www2.hawaii.edu/~bender/toc.html
BENDER, B.W., Morphological Processes.
http://www2.hawaii.edu/~bender/process.html
BENDER, B.W., Morphological Paradoxes.
http://www2.hawaii.edu/~bender/paradox.html
COMRIE, B., The Field of Linguistics, Language Diversity, Linguistic Society of America.
http://www.Isadc.org/Comrie.html
LIBERMAN, M., Morphology, Linguistics 001: Introduction to Linguistics, Linguistics
Department, University of Pennsylvania.
http://www.ling.upenn.edu/courses/ling001/morphology1.html
LIN314 Language Typology and Linguistic Universals, Centre for Linguistics, Univer-
sity of Western Australia.
http://www.arts.uwa.edu.au/LingWWW/LIN314/LIN314_Info_Frame.html

Ejercicios

 El alumno puede, si lo desea, realizar estos ejercicios y enviárselos a


su tutor para su corrección. Si no tuviera tutor, puede mandárselos
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 169

por correo ordinario a la profesora de la sede central en la fecha que


prefiera. Quede claro, pues, que no es obligatorio llevar a cabo estas
actividades, aunque sí muy aconsejable. Asimismo, se recuerda a los
alumnos que en Internet se incluyen una serie de ejercicios de autoe-
valuación con las respuestas correctas razonadas.
1. Busque ejemplos de los siguientes procesos morfológicos, razonando
su respuesta:
Acortamiento
Flexión
Conversión
Parasíntesis
2. Busque ejemplos de verbos que posean sustantivos derivados en -o y
también en -a (pago / paga, cargo / carga) y precise si existen diferen-
cias de significado entre cada par.
3. Algunos verbos poseen derivados en -miento y también en -ción
(ordenamiento / ordenación, recibimiento / recepción). Busque ejem-
plos y estudie las diferencias significativas entre los miembros de
cada pareja.
4. Los morfemas derivativos —no sólo los flexivos— presentan alomor-
fos, aunque es difícil a veces establecer su distribución. Por ejemplo,
los sufijos -eza y -ez forman sustantivos derivados de adjetivos (dead-
jetivales): bello > belleza, puro > pureza, idiota > idiotez, estúpido >
estupidez, altivo > altivez, vil > vileza, torpe > torpeza , etc. ¿Cuál pue-
de ser la norma que regula la aparición de uno u otro alomorfo? De
existir esa regla, ¿hay exepciones a ella?
5. El sufijo -ble se añade a bases verbales: amable, discutible, canjeable,
etc. ¿Qué características debe reunir el verbo en cuestión para que
pueda admitir este sufijo?
6. ¿Con qué sufijo o sufijos se pueden expresar en español las nociones
«relativo a», «partidario de»?
7. ¿A qué parte de la oración se unen los sufijos -aje, -ción y -ada?
8. Segmente las siguientes palabras en morfemas:
casa madre desasistir cantaba hoy
9. Exponga, breve pero claramente, las diferencias que existen entre la
morfología y la fonología.
10. [Tomado de Moreno (2000, 459)] ¿Qué diferencias en cuanto al con-
tenido semántico y al comportamiento morfológico se observan en
pares como los siguientes?
a) Limpiabotas / limpiador de botas
b) Guardamuebles /guardador de muebles
c) Abrelatas / abridor de latas
170 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

11. El adjetivo insensibilizable es ambiguo. Puede significar «que no pue-


de ser sensibilizado» o «que puede ser insensibilizado». Lo mismo
diríamos de inmovilizable. Busque otros adjetivos que muestren la
misma ambigüedad. ¿Qué requisitos han de cumplir? ¿Cómo daría
cuenta formalmente de la mencionada ambigüedad?
12. Queremos segmentar el sustantivo desesperanza y tenemos dos opciones:
[des- [[esper-]v -anza]N ]N
o
[[des- [esper-]v]v -anza]N
¿Cuál le parece a Ud. la segmentación más apropiada? [PISTA: Averi-
güe a qué tipo de bases se aplica en castellano el prefijo des- y eso le
facilitará la elección.]
13. Segmente el sustantivo predestinación y el verbo despenalizar, preci-
sando, como siempre, cuál es su estructura interna.
14. Indique las relaciones sintáctico-semánticas que mantienen entre sí
los elementos de manirroto, pelirrojo, cejijunto, boquirroto, patilargo y
ojituerto.
15. Establezca la correspondencia entre las siguientes cuatro palabras y
las estructuras que se dan abajo:
Destape Casita Brusquedad Desembalaje
a) [[ ]N ]N
b) [[[ ]v]v ] N
c) [[[ ]v]v ]N
d) [[ ]Adj ]N
16. ¿Qué tipo de morfo (o morfema) es el segmento -ar- que aparece, por
ejemplo en polv-ar-eda, hum-ar-eda, etc.? ¿Es un morfema cero o un
morfema vacío? Razone su respuesta.
17. ¿Qué caracteriza a las series lácteo, láctico, lactante y anual, bienal,
trienio frente a las series correspondientes leche, lechoso, lechería y
año, añada, añejo?
18. Entre los dos vocablos de los pares instruir / instrumento, y cama /
camilla, ¿hay relación formal, semántica, o de ambos tipos?
19. ¿De qué tipo es la alternancia que se da en español entre, por ejemplo,
confidente-confidencia, extravagante-extravagancia, estridente-estriden-
cia, frecuente-frecuencia, elegante-elegancia, etc.? Razone su respuesta.
20. Probablemente un hablante del español actual no sería capaz de identi-
ficar como derivados de una misma raíz, fa-, las formaciones fama,
infamia, fatuo, infantería, hablar y fatal; y, sin embargo, existe una rela-
ción de derivación de éstas respecto de aquélla. La raíz fa- contiene el
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 171

valor abstracto de «hablar»; fama = de lo que mucho se habla, infamia


= tan malo que no se puede hablar de ello, fatuo = mucho hablar hace
a un tonto, infantería = personas que ni son niños ni son incapaces de
hablar (infante = el que no habla, sea un niño, sea un sirviente en pre-
sencia de su amo), hablar = fa + bula > fabulare > hablar), fatal = algo
ordenado por las deidades que hablan (Almela 1999, 38).
¿Sería Ud. capaz de encontrar otros ejemplos en los que se haya per-
dido, o sea difícil de percibir por los hablantes, la relación entre las
formas derivadas y su antecedente diacrónico? ¿Qué implicaciones
teóricas tienen estos casos para la metodología del análisis morfoló-
gico? [PISTA: Para resolver este ejercicio le será muy útil el libro de
Almela (1999) del que se ha extraído la cita anterior, pp. 34-42.]
21. [Tomado de J. Llisterri, Lingüística aplicada a la traducció, Universi-
dad Autónoma de Barcelona, curso 2000-2001:
http://liceu.uab.es/~joaquim/teaching/General_linguistics/gen_ling/
test_morfol.html]
Precise si las siguientes afirmaciones son ciertas o falsas razonando,
como siempre, sus respuestas:
1. En las lenguas aglutinantes se establece una correspondencia biu-
nívoca entre el morfema y la palabra.
2. En una lengua flexiva las palabras son más fácilmente segmenta-
bles que en una lengua aglutinante.
3. En una lengua flexiva, cada morfema es la expresión de una única
categoría gramatical.
4. Se puede pensar que cuanto mayor sea la información gramatical
aportada por el orden de palabras en una determinada lengua,
menor será la información proporcionada por el sistema morfoló-
gico de esta misma lengua.
5. Observe el siguiente conjunto de palabras del esperanto y contes-
te a las preguntas de verdadero o falso que se le formulan a conti-
nuación.
bono bondad malgranda pequeño
portistino portera instruistino profesora
instrua instructivo instruo instrucción
pura puro facila fácil
malfacila difícil bone bien
malbone malamente patro padre
patrino padre facilo facilidad
facile fácilmente portisto portero
instruisto profesor granda grande
bona bueno malbona enfermo
porti llevar instru instruir
172 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

[Mal- es un prefijo negativo, como se desprende de estos datos.]


a) De acuerdo con los datos anteriores, en esperanto las vocales
finales -o, -a y -e son una marca de género.
b) En los datos anteriores se observa que -istin- es un morfema
gramatical.
c) En los datos anteriores se observa que la vocal final -i es un
morfema verbal.
d) De acuerdo con los datos anteriores, el esperanto es una lengua
aglutinante.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 173

TEMA 9. Frases y oraciones: la gramática


Profesora Pilar Ruiz-Va Palacios

Para preparar el Tema 9, el alumno debe usar como fuente de infor-


mación básica el manual de G. Yule. Las orientaciones contenidas en
esta Guía Didáctica referentes a este tema tienen el propósito de esta-
blecer relaciones entre los conceptos de manera que resulte más acce-
sible el estudio del programa. La bibliografía específica NO se conside-
ra de lectura obligatoria, sino recomendada; señala la existencia de
otras fuentes de información cuya consulta ofrece interés.
En este tema nos ocuparemos de nociones pertenecientes al nivel de des-
cripción y análisis lingüísticos que denominamos gramática.
Como ha quedado expuesto en los temas 5 y 6, por una parte, y 7 y 8, por
otra, determinadas secuencias de combinación de dos clases de unidades lin-
güísticas, los fonemas y los morfemas, dan como resultado lo que se define
como palabras.
Las combinaciones de los morfemas léxicos o lexicales (también llama-
dos categorías gramaticales o léxicas: sustantivo, adjetivo, verbo, adverbio,
preposición) con otros morfemas constituyen unidades que reciben el nom-
bre de sintagmas y también, en ciertas propuestas teóricas, los de frases o gru-
pos, que denotan lo mismo.
El objeto de estudio de la sintaxis es el sistema de limitaciones que rigen
la combinación de las unidades lingüísticas para formar oraciones. Preten-
demos aprender una forma de describir y explicar la estructura de las oracio-
nes que descarte las incorrectamente formadas (agramaticales) y dé cuenta
de las gramaticales (correctamente formadas). Ese conjunto de reglas es lo
que conocemos como Gramática.

Fundamentos de gramática

Es conveniente distinguir el concepto de gramática del de teoría lin-


güística; la segunda tiene como objetivo el estudio del lenguaje humano y,
por lo tanto, de todas las lenguas en conjunto, mientras que la gramática
estudia la manifestación particular del lenguaje humano que representa
una lengua precisa. Por supuesto, establecer la gramática de una lengua
determinada presupone la existencia de una teoría general del lenguaje.
Una ‘gramática general’, entendida como teoría general de la gramática,
aspira a abarcar todos los principios teóricos que rigen la gramática de
cada lengua en particular.
Especificaciones como gramática tradicional, gramática estructural, gra-
mática funcional, gramática generativa aluden a determinados enfoques del
análisis de los hechos lingüísticos, que constituyen las teorías de las diversas
escuelas.
174 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Las gramáticas, en plural, son sistemas teóricos que, aun en la hipótesis


de que coincidan en la selección de los hechos lingüísticos objeto de análisis,
se diferencian por qué categorías distinguen y con qué criterios las clasifican
y las describen; es decir, presentan un enfoque explicativo distinto.
El término gramática ha solido aludir a la disciplina lingüística que se
ocupa únicamente de la morfología y de la sintaxis, esto es, una disciplina
que excluía el estudio de la fonología y de la semántica. Actualmente las
escuelas lingüísticas tienden a considerar la fonología y la semántica mate-
rias incluidas en la gramática, si bien el eje de ésta sigue siendo la sintaxis.
La gramática se concibe hoy en día, de forma muy extendida, como un
conjunto cerrado (finito) de opciones obligatorias, que permite formar una
cantidad infinita de oraciones. El sintagma «opciones obligatorias», aparen-
temente paradójico, expresa que, una vez seleccionado libremente un ele-
mento léxico, esa opción está sometida a obligaciones o constricciones pro-
pias de los ejes paradigmático y sintagmático. Las opciones obligatorias se
oponen entre sí y ofrecen alternativas limitadas.

Las partes de la oración y las categorías gramaticales


En relación con la noción tradicional de partes de la oración, las tenden-
cias más recientes de la lingüística prefieren concebir como constituyentes
sintácticos las unidades sintácticas inferiores a la unidad oración, las cuales
aparecen agrupadas en una determinada relación sintagmática.
Con el concepto «partes de la oración» o bien «partes del discurso», las
gramáticas clásicas aludían a las diversas clases de palabras establecidas
atendiendo a propiedades de diversa índole, lo cual inducía a cierta confu-
sión: se clasificaba, por ejemplo, como sustantivo, la palabra que designa
objetos o personas; como verbo, la que designa acciones (ambas clases defi-
nidas con un criterio semántico); el adverbio, la preposición y la conjunción
son invariables (criterio morfológico); el adverbio acompaña al adjetivo y al
verbo, y el adjetivo, a su vez, acompaña al nombre (criterio sintáctico). La
Gramática de la Real Academia Española de 1771 (RAE 1984 120-121) seña-
la nueve «partes de la oración»: nombre, pronombre, artículo, verbo, partici-
pio, adverbio, preposición, conjunción, interjección.
Por otra parte, la denominación de «categorías gramaticales» en la gra-
mática tradicional quedaba restringida a los conceptos morfológicos de géne-
ro, número, persona, tiempo, modo, aspecto, voz (activa / media / pasiva), los
cuales corresponden a los morfemas gramaticales que pueden combinarse
con las categorías léxicas.
Dotado de una acepción más amplia, característica de las corrientes lin-
güísticas surgidas a partir de la segunda mitad del s. XX, el concepto de «cate-
goría gramatical» se aplica, por una parte, a las llamadas «categorías léxicas»,
que coinciden con algunas de las también tradicionalmente denominadas
«partes de la oración»: nombre (N), verbo (V), adjetivo (Adj), adverbio (Adv); y,
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 175

por otra parte, puede denotar —en muchas escuelas contemporáneas— las
categorías sintácticas, e incluso —en otras— también llega a denotar las fun-
ciones sintácticas (Teoría de la rección y del ligamiento).

Análisis de constituyentes
Los sintagmas o grupos, también llamados *frases, se producen como
resultado de relaciones de distribución interdependientes entre sus compo-
nentes, las cuales denomina el estructuralismo **relaciones sintagmáticas.
* No hay que confundir la acepción de frase, equivalente a oración en
cualquiera de sus variantes en la terminología de la lingüística francesa,
con «frase» en la terminología de la lingüística inglesa, con un valor equi-
valente a sintagma: frase nominal, frase verbal, frase adjetiva, etc.
** Las relaciones sintagmáticas son definidas por la gramática estruc-
turalista como relaciones de sentido de carácter lineal (horizontal) en la
cadena hablada, que cada signo mantiene con signos de diversas categorí-
as. Son relaciones in presentia.
Las relaciones paradigmáticas son, complementariamente, relaciones
de sentido entre signos de la misma categoría, que podrían aparecer en la
misma distribución o posición sintagmática que un morfema dado. Los
miembros de un paradigma son sustituibles entre sí, se dan entre el ele-
mento presente y el resto de los elementos, in absentia. Son relaciones de
carácter vertical.
Todo signo lingüístico pertenece a un paradigma y está capacitado para
formar parte de una relación sintagmática con palabras de otras categorías
gramaticales.
Si dos unidades contraen una relación sintagmática, entonces existe
una tendencia en todas las lenguas a que aparezcan una junto a otra. Sin
embargo, por el mero hecho de estar contiguas, no podemos deducir que
dos unidades hayan contraído relación sintagmática. Por ejemplo, en
«Cae la nieve», el artículo «la» y el nombre «nieve» mantienen una rela-
ción sintagmática dentro del SN; pero entre «Cae» y «la», que, sin duda,
son unidades contiguas, no existe relación sintagmática: no existe un sin-
tagma que agrupe un verbo y un artículo en esa posición. Aunque la con-
tigüidad suele presuponer sucesión, no siempre es así. Si emitimos el
ejemplo anterior como una pregunta «¿Cae la nieve?», la entonación y la
oración tienen una relación sintagmática, que es contigua si bien no suce-
siva, puesto que la entonación interrogativa es simultánea a la oración, no
sucesiva a ella.
Un «sintagma» es una secuencia de morfemas ordenados en torno a uno
de ellos que funciona como núcleo, le da un nombre específico al conjunto y
lo aglutina como unidad para desempeñar una función sintáctica. La distri-
bución de los morfemas componentes de un sintagma no es libre, sino res-
tringida: no es posible cualquier combinación de morfemas para formar un
sintagma. Consideramos que la distribución de un morfema dado es el con-
junto de contextos en los que puede aparecer, entendiendo, por otra parte,
176 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

que el contexto de un morfema dado es la descripción de todos los demás


morfemas con los que se agrupa, los cuales son denominados co-ocurrentes
de dicho morfema.
Las unidades de la lengua tienden a presentarse en una sucesión tempo-
ral (linealidad, según Saussure), es decir, no se da el caso de que dos unidades
ocupen la misma posición al mismo tiempo: las cadenas lingüísticas son line-
ales. La existencia de unas reglas que organizan las posiciones internas —o
distribución— en los sintagmas, en una estructura sintagmática, presupone
la secuencialidad de las unidades que los constituyen. Al analizar la estructu-
ra sintáctica de una oración, se puede decir que procedemos a «descons-
truir», a «desandar» la linealidad de la misma.
Esa secuencia o agrupación de morfemas con la que se organizan los sin-
tagmas es la estructura constituyente del sintagma. Y cada uno de los elemen-
tos del conjunto «sintagma» es un miembro constituyente del sintagma.
La sintaxis estudia tanto las reglas que restringen la distribución de los
morfemas como las estructuras resultantes de las diversas secuencias con
que estos se combinan. Las reglas sintácticas especifican cómo está consti-
tuida tanto la estructura de los sintagmas como la de las oraciones de una
lengua.
La relación de contigüidad lineal indica la existencia de relaciones de co-
dependencia estructural. Por ej., los constituyentes V + SN, que aparecen en
«Comprendo la pregunta» son co-dependientes del constituyente SV, que es
inmediatamente superior. Este ejemplo evidencia la existencia de una rela-
ción jerárquica entre los constituyentes oracionales, es al mismo tiempo «ver-
tical», es decir, de dependencia) y horizontal o lineal (esto es, de co-depen-
dencia).
La estructura de las oraciones se describe como una unidad integrada
por dos constituyentes inmediatos: un sintagma nominal (SN) y un sintagma
verbal (SV), que desempeñan respectivamente las funciones de sujeto y pre-
dicado.

Nudos y dominio
En el ejemplo «Pedro descansa tras la comida», entendemos que existe
una estructura jerárquica consistente en que el nudo superior, oración (O),
domina dos constituyentes inmediatos, que son los nudos «Pedro» + «descan-
sa tras la comida», (SN + SV) (es decir, sin la interposición de elemento algu-
no entre el nudo superior O y éstos). Sub-ordenados al nudo SV, «descansa
tras la comida», hallamos los siguientes constituyentes inmediatos: «descan-
sa + tras la comida» (V + SP), que, en la estructuración jerárquica, son cons-
tituyentes no-inmediatos de O. A su vez, el constituyente SP «tras la comida»
(SP) es un nudo que super-ordena los constituyentes inmediatos «tras + la
comida» (Prep + SN) y, por último, el nudo «la comida» (SN) domina los
constituyentes inmediatos «la + comida» (det + N). Como vemos, un mismo
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 177

constituyente oracional puede ser inmediato con respecto al nudo superior


que lo domina o no-inmediato con respecto a un nudo situado por encima de
éste.
«Nudo» es todo punto etiquetado como O, SN, SV, Det, N, etc., y repre-
senta la categoría a la que pertenece un constituyente en cada nivel de la
jerarquía estructural sintáctica. La posición de cada nudo muestra las rela-
ciones de dominio o inclusión y las de orden o precedencia de los constitu-
yentes sintácticos, como se refleja por ejemplo, en los diagramas arbóreos.
«Dominio» expresa la jerarquía superior de un nudo sobre los constitu-
yentes (o estructuras sintagmáticas) que dependen de él y están, por lo tan-
to, dominadas por el nudo. Sirviéndonos del ejemplo propuesto más arriba,
el nudo SV «descansa tras la comida» domina inmediatamente sus consti-
tuyentes «descansa» y «tras la comida» y está dominado mediatamente por
«Pedro descansa tras la comida».

Uso infinito de medios finitos


Las reglas de la sintaxis tienen la característica de producir una cantidad
infinita de oraciones a partir de una cantidad finita de reglas sintácticas que
determinan las estructuras oracionales posibles. Toda oración construida con-
forme a las reglas sintácticas es gramatical, pero además puede ser aceptable o
no por razones, por ejemplo, de compatibilidad o incompatibilidad semántica.

Criterios de corrección lingüística


La gramática generativa propone la dicotomía gramaticalidad/aceptabili-
dad. Son conceptos en oposición binaria: un enunciado es «gramatical» si
puede ser explicado (generado) por las reglas de la gramática de una lengua
dada. Mi bolígrafo está muy contento hoy es gramatical, por cuanto su estruc-
tura sintáctica pertenece a las reglas que generan oraciones correctas en
español. Si embargo, su grado de aceptabilidad es mínimo, de una anomalía
manifiesta, puesto que viola las reglas implícitas sobre lo que es semántica-
mente compatible atribuir a un bolígrafo.
La agramaticalidad caracteriza a las construcciones sintácticas que no se
ajustan a las reglas de la gramática. «El Gobierno *tienen una nueva pro-
puesta» es un enunciado agramatical porque infringe la regla de la concor-
dancia de número entre sujeto y verbo («Gobierno» es un sustantivo colecti-
vo que concierta en singular).
En la gramática de una lengua dada, los enunciados con mayor grado de
gramaticalidad son los analizables como gramaticales (correctos) en todos los
niveles lingüísticos: «María ama a Jacobo»; por el contrario, tendrán un gra-
do menor de gramaticalidad las secuencias que sólo son gramaticales en
algún nivel: «*María amor tener a». La gramaticalidad por ínfima que sea,
manifiesta en este enunciado, es debida a que, al menos, las unidades léxicas
pertenecen a dicha lengua.
178 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

No hay que confundir los criterios de corrección lingüística con los


criterios de corrección normativa, más conocidos como norma, que son el
conjunto de reglas restrictivas prescritas por las Academias de la Lengua
en cada país, a las cuales se les reconoce autoridad para dictar los crite-
rios sobre lo que es considerado correcto o incorrecto en los usos de una
lengua dada, conforme a criterios mayoritariamente socioculturales o
estéticos.

La aceptabilidad de una expresión alude a la mayor o menor admisibili-


dad o adecuación de un enunciado en una situación de habla concreta, por
factores no estrictamente sintácticos. Es un concepto dotado de grado: unas
oraciones son más interpretables y, en consecuencia, más aceptables que
otras en función de la mayor o menor anormalidad del «estado de cosas» de
lo que representa en una situación comunicativa dada. Por ejemplo, «Las
luces palmoteaban las mangas de riego» es un enunciado sintácticamente
gramatical, pero, sin embargo, sin ser absolutamente inaceptable, manifiesta
un bajo grado de aceptabilidad o compatibilidad semántica entre sus consti-
tuyentes, salvo que se lo interprete en un contexto poético, ámbito pragmáti-
co (vid. Tema 12) donde se transgreden las incompatibilidades semánticas
habitualmente y se practica una desviación semántica creativa.

Para representar la jerarquía de relaciones estructurales que se mani-


fiestan en una oración, se emplean diversos procedimientos gráficos: los
árboles o diagramas arbóreos y —conforme a la tendencia actual generali-
zada— los corchetes. Uno u otro procedimiento gráfico tienen la finalidad
no sólo de etiquetar todos los constituyentes sino también de poner de mani-
fiesto su organización jerárquica. De su valor simbólico nos ocuparemos en
el Tema 10.

Objetivos

Al término del estudio de este tema, el alumno debe ser capaz de com-
prender, caracterizar, ejemplificar y aplicar los conceptos de:

Aceptabilidad (compatibilidad/incompatibilidad semántica), aceptable,


categoría gramatical, constituyentes, constituyentes inmediatos / mediatos,
dominio, gramática, gramaticalidad (gramatical)/agramaticalidad (agramati-
cal), norma, nudo, partes de la oración, relaciones sintagmáticas / relaciones
paradigmáticas, frase, grupo, sintagma.

Bibliografía complementaria, específica sobre el tema

**PINKER, Steven (1994), El instinto del lenguaje, Alianza, Madrid, 1995, cap. 4, pp. 87-
108.

**BALARI, en MARTIN VIDE (Ed.) (1996): Elementos de Lingüística, Octaedro, Barcelona,


cap. 7, §§ 1 a 3.3, pp. 201-216.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 179

Categorías gramaticales
** BOSQUE, I. (1989), Las categorías gramaticales, Síntesis, Madrid.
HALLIDAY, M. A. K. (1961), «Categories and the Theory of Grammar», Word, 17: 241-
292.
MORENO CABRERA, J. C. (2000), Curso universitario de lingüística general, t. I, Síntesis,
Madrid, cap. VI, pp. 97-106.

Partes del discurso, partes de la oración, categorías verbales


AUROUX, S. (1988), «Les critères de définition des parties du discours», en Colombat
(ed.) pp. 109-112.
**COLOMBAT. B. (Ed.) (1988), «Les parties du discours», Langages, 92, Larousse, París.
COSERIU, E. (1972), «Sobre las categorías verbales (partes de la oración)» en Gramáti-
ca, Semántica, Universales, Gredos, Madrid, 1978, pp. 50-79.
FEUILLET, J. (1983), «Se débarrassera-t-on un jour des parties du discours?, BSLP, 78,
pp. 15-33.
GONZÁLEZ CALVO, J. M. (1988), «Las «partes de la oración», una expresión engañosa»,
en Estudios de Morfología Española, Universidad de Extremadura, pp. 59-74.
LAGARDE, J. P. (1988a), «Les parties du discours dans la linguistique moderne et con-
temporaine», en Colombat (Ed.), pp. 93-108.
ROBINS, R. H. (1966), «The Development of Word Class System of the European Gram-
matical Tradition», en Foundations of Language, 2, pp. 3-19.

Ordenamiento lineal de los sintagmas


MORENO, J. C. (1987), «Functional Structure, Word Order Typolopy and Linearity» en
Lingua e Stile, XXII, pp. 179-196.
SIEWIERSKA, A. (1988), Word Order Rules, Croom Helm, Londres.

Constituyentes inmediatos
HOCKETT, H. F. (1958), Curso de Lingüística Moderna, EUDEBA, Buenos Aires, 1971,
cap. XVII.
LYONS, J. (1968), Introducción en la Lingüística Teórica, Teide, Barcelona, 1973.
POSTAL, P. M. (1964), Constituent Structure, Indiana University, 1964.
WELLS, R. S. (1947), «Immediate Constituents» en Language 23, 1947, pp. 81-117.

Análisis en constituyentes inmediatos


TUSÓN, J. (1980), Teorías Gramaticales y Análisis Sintáctico, Teide, Barcelona, 1980.
180 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Páginas de Internet relacionadas con la Sintaxis (Temas 9 y 10)


BEAUDOIN, M. Syntax, LINGQ 200. Universidad de Alberta
http://www.fsj.ualberta.ca/beaudoin/ling/synt.htm/
GEZUNDHAJT, H., Analyse de la phrase, Sur les sentiers de la linguistique, Centre de’Étu-
des en Linguistique Française, Université de Toronto.
http://www.linguistes.com/phrase/table.html/
LIBERMAN, M., Syntax, Linguistics 001: Introduction to Linguistics, Linguistics
Department, University of Pennsylvania
hppt://www.ling.upenn.edu/courses/ling001/syntax.html/
FRIES, N., The Syntax Lift.
http://www.2.hu-berlin.de/linguistik/institut/syntax/sl/sl000001.htm/
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 181

TEMA 10. Sintaxis


Profesora Pilar Ruiz-Va Palacios

Para preparar el Tema 10, el alumno debe usar como fuente de infor-
mación básica el manual de G. Yule. Las orientaciones contenidas en
esta Guía Didáctica referentes a este tema tienen el propósito de esta-
blecer relaciones entre los conceptos de manera que resulte más acce-
sible el estudio del programa. La bibliografía específica NO se conside-
ra de lectura obligatoria, sino recomendada; señala la existencia de
otras fuentes de información cuya consulta ofrece interés.

Gramática generativa
G. Yule, en el manual El lenguaje, del que nos servimos como soporte del
programa de la asignatura de Lingüística, opta nítidamente por el enfoque
generativista en lo relativo a la Sintaxis. Existen otras escuelas lingüísticas,
cuyos enfoques teóricos se pueden comparar con el que preside este progra-
ma: el estructuralista, el funcionalista, el tradicional… Todos los enfoques teó-
ricos deberían ser conocidos por quien persiga una buena formación lingüís-
tica; la manera más sencilla de aproximarse a las escuelas que los postulan es
el estudio de la Historia de la Lingüística o bien de la Lingüística comparada.
Veamos en qué consiste, a grandes rasgos, el mencionado enfoque gene-
rativista actualmente; en consecuencia, no expondremos detalladamente
cuál ha sido evolución desde Chomsky (1957).
Con Generativismo o con Gramática generativa se designa un conjunto
teórico cuyas hipótesis y modelos de análisis ambicionan la explicación de la
actividad lingüística. Frente al Generativismo, el Estructuralismo, por ejem-
plo, se ciñe a realizar la descripción lingüística de las oraciones.
Generar o generativo son términos que han adoptado la acepción mate-
mática de «caracterizar» y «predecir» formalmente todas las oraciones posi-
bles de una lengua.
Calificar de «generativa» una gramática supone concebirla como un *sis-
tema combinatorio discreto en el que existe un conjunto limitado de elemen-
tos y de reglas de combinación de éstos. A partir de dicho conjunto finito de
elementos y reglas se genera un conjunto potencialmente infinito de combi-
naciones (oraciones) gramaticales, interpretables aun cuando nunca antes
las haya oído el hablante.
El término «discreto», en el contexto sistema combinatorio discreto,
mantiene la acepción matemática que lo opone a «valor continuo»; en la
expresión «categorías lingüísticas discretas», aporta el significado de «dis-
continuas, separadas», y alude al hecho de que los límites de las categorías
están trazados en relación con otras categorías, en función del valor de los
diversos elementos; ejemplo de ello es la segmentación propia del análisis
lingüístico, que produce segmentos «discretos».
182 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

La recursión o recursividad
El hecho de que las reglas de una lengua puedan generar una cantidad
infinita de oraciones implica que poseen la propiedad de recursividad de las
unidades lingüísticas. Ésta es una propiedad de las unidades de todos los
niveles: fónico (fonema y sonido), morfológico (morfema), sintáctico (sintag-
ma y oración), semántico y léxico.
La recursión (sic. Yule), o, en términos más usuales, la recursividad o recu-
rrencia es una modalidad de repetición por la que toda unidad lingüística
puede aparecer en la cadena hablada en una multiplicidad de combinacio-
nes, un número ilimitado de veces.
En sintaxis, la recursividad se manifiesta, por ejemplo, en que una unidad
—como pueda ser un sintagma— puede contener como constituyente un sin-
tagma de la misma clase: en el sintagma nominal (SN):
«Los bastones [de mando [de madera [de caoba [de los países africanos]]]]»
el sintagma preposicional (SP) es recursivo, es decir, es una unidad lingüísti-
ca que aparece como elemento constituyente del SN (en tanto que comple-
mento del núcleo) cuatro veces, y podría repetirse sin límite.

Estructura profunda/ estructura superficial


El modelo generativo afirma la existencia de un doble nivel estructural en
el proceso de generar oraciones: el nivel de la estructura superficial (la orga-
nización estructural de la oración es generalmente el que manifiesta su reali-
zación concreta en el habla) y el nivel de la estructura profunda (organización
estructural originaria, abstracta —en la que están representadas todas las
unidades lingüísticas que permiten interpretar la oración—, a partir de la
cual y mediante transformaciones, la oración alcanza una realización con-
creta en la estructura superficial).
La ambigüedad estructural es un fenómeno interpretativo, consistente en
que existen secuencias de estructuras superficiales a las que corresponden
dos estructuras profundas diferentes. En la teoría generativista se suele afir-
mar que la ambigüedad sólo se produce en la estructura superficial, nunca en
la profunda.
La anulación o corrección de la ambigüedad se denomina desambiguación.
Una «gramática sintagmática» (también denominada «de constituyentes»)
es la que, como ya hemos visto en el Tema 9, representa la organización jerár-
quica de las estructuras oracionales con diagramas —bien sea arbóreos, bien
sea de corchetes rotulados— en los que quedan reflejados los nudos y las rami-
ficaciones. Es una gramática que postula el análisis sintáctico teniendo en
cuenta la jerarquía con que se establecen las relaciones entre los constituyen-
tes; por ejemplo, las palabras no son constituyentes inmediatos de las oracio-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 183

nes, en cambio, se organizan como constituyentes mediatos o de rango inter-


medio estableciendo sucesivas relaciones de dependencia. Los procedimien-
tos de análisis de la gramática sintagmática (la gramática generativa es esen-
cialmente sintagmática) permiten explicar las ambigüedades estructurales.

La representación gráfica de las relaciones sintagmáticas


La sintaxis es uno de los niveles del análisis lingüístico en que se mani-
fiesta con mayor claridad la necesidad de visualizar, reflejándolas gráfica-
mente, las relaciones (dependencias, inclusiones, conexiones, etc.) entabla-
das por las unidades lingüísticas para formar oraciones.
Por ello se ha recurrido a diversos sistemas de representación gráfica
mediante los que se pretende reconstruir el esquema formal de dichas rela-
ciones. Las más utilizadas en el s. XX son las representaciones sintagmáticas
en casilleros, corchetes rotulados (= etiquetados) o el sistema gráfico de dispo-
sición vertical de las ramificaciones en árbol (diagrama arbóreo).
Actualmente existe una tendencia creciente a representar la estructura de
los constituyentes de una oración mediante corchetes (o bien paréntesis)
rotulados. Este procedimiento consiste en agrupar las unidades que confor-
man los constituyentes inmediatos, enmarcándolos entre corchetes a los que
se añaden —tanto al abrirlos como al cerrarlos— subíndices que indican la
categoría que domina inmediatamente los mencionados constituyentes.
Por ejemplo, la estructura de la oración «Pedro descansa tras la comida»,
se representaría así:
[O [SN [N Pedro]N ]SN [SV [V descansa]V [SP [P tras]P [SN [Det la]Det [N comida]N]
] ] ]
SN SP SV O

Observemos que en esta representación formal realizada mediante cor-


chetes rotulados o etiquetados, el símbolo O supraordena a todos los cons-
tituyentes de la oración; asimismo apreciamos que los símbolos SN y SV
simbolizan los constituyentes inmediatos de la oración y que, enmarcados
en sus respectivos corchetes, se encuentran subordenados en segundo ran-
go jerárquico los constituyentes inmediatos de los nudos SN y SV, respecti-
vamente, N y SP. Y, así, hasta completar la explicación de las relaciones de
dominio que ejerce sucesivamente cada nudo.

Sintagmas y relaciones de dependencia


Teniendo en cuenta los conceptos de «nudo», de «dominio» y de «consti-
tuyente inmediato/mediato», ya estudiados en el Tema 9, redefiniremos el
sintagma como «un agrupamiento de palabras dominadas inmediatamente
por un mismo nudo».
Para identificar las relaciones de dependencia entre los elementos consti-
tuyentes de un sintagma, emplearemos el método de la conmutación (o sus-
184 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

titución): Dadas dos unidades A y B combinadas en una secuencia sintagmá-


tica A + B, afirmamos que B depende de A si dicha secuencia A + B puede ser
sustituida por A (eliminando B, consiguientemente) sin perder su identidad
sintagmática, y, en cambio, ésta no se mantiene únicamente con B si se supri-
miera A.

La representación simbólica de las estructuras oracionales


Hasta ahora nos hemos venido familiarizando con las abreviaturas con-
venidas en la sintaxis para simbolizar las categorías sintácticas. Así. O, SN,
SV, SP, etc.
Hemos constatado también que la presencia del símbolo « indica que lo
situado a la izquierda consta del /los elemento/s que aparecen a la derecha.
También se ha traducido durante las primeras etapas del Generativismo
como «el elemento situado se reescribe como…», lo que permitía conocer las
reglas en las que aparecía como «reglas de reescritura». Por ejemplo, la fór-
mula

O → SN SV
era denominada regla de reescritura —y también «regla categorial»—, e indi-
caba de qué elementos consta la oración y, además, el orden en que se suce-
den sus constituyentes inmediatos.
Y los paréntesis se usaban en las reglas categoriales (y actualmente se
usan los corchetes), para indicar que un constituyente es opcional.
Actualmente, en términos de las últimas tendencias generativistas, en la
teoría de la X con barra (o con», es decir, con comillas), una estructura como
La carrera de Filología se formula así:

N” → Det N’
Esa regla simboliza que el sintagma nominal (N’’) consta de dos constitu-
yentes: Uno perteneciente a la categoría sintáctica de determinante, en el
ejemplo, La, y una categoría N’ que consta de un núcleo nominal (carrera) y,
opcionalmente, de complementos del núcleo (de Filología).

N’ → N (Comp)
Aunque esta regla categorial es específica para el sintagma nominal, esta
manera de simbolizar pretende tener una validez muy general, por lo que la
teoría de la X con barra, establece una formulación generalizadora en la que
X es una variable capaz de simbolizar cualquier categoría léxica: V, N, P, A…
y puede, por lo tanto, representar las similitudes de funcionamiento existen-
tes entre ellas.

X” → [Esp] X’
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 185

Es una regla válida para representar cualquier categoría. Por ejemplo, X»,
puede representar la expansión máxima de la categoría «sintagma adjetivo».
tan hermosa de carácter
Veámoslo:
X” consta de un Esp (tan) (esta vez el cuantificador, que es un constitu-
yente facultativo, está presente en la secuencia y por eso no se representa
entre corchetes)
de X’= núcleo adjetivo (hermosa)
y de Comp (de carácter), el complemento del núcleo N (hermosa), esta vez
también sin corchetes ni paréntesis pues, siendo un constituyente facultativo,
está presente en la secuencia.
Esto es, con respecto al ejemplo que estamos analizando, la regla general
X’’ → [Esp] X’
se aplica al sintagma adjetivo con idéntica validez:
A’’ → [Esp] A’
A’ → A [Comp]
que en el caso del sintagma nominal:
N” → [Esp] N’
N’ → N [Comp]
Y lo mismo ocurre con el sintagma verbal, el adverbial y el preposicional.
Las explicaciones de Yule sobre los símbolos de manejo más frecuente
son lo suficientemente claras y detalladas como para permitirnos adentrar-
nos sin dificultad en las representaciones del análisis sintáctico.

Transformaciones
El concepto generativista de transformación, o bien regla transformacio-
nal, se define como la operación u operaciones por la que una estructura pro-
funda oracional llega a convertirse en una estructura superficial. Son reglas
numerosas, si bien se han venido modificando hasta el presente, conforme a
los modelos que ha ido aportando la Gramática Generativa: si en los inicios
de esta escuela lingüística se concibió una transformación como una relación
sistemática entre dos oraciones con estructuras superficiales diferentes, pero
de similar contenido o estructura profunda, en el reciente modelo de la teo-
ría de la rección y del ligamiento, se consideran las transformaciones como
variante de una regla general (denominada de «muévase alfa») que explica
los desplazamientos de constituyentes desde su posición en la estructura pro-
funda a la que finalmente ocupan en la estructura superficial.
La exposición de este concepto es extraordinariamente clara en el aparta-
do que le destina Yule en el Tema 10 del manual recomendado.
186 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Objetivos

Al término de este tema, debe ser capaz de comprender, caracterizar,


ejemplificar y aplicar los conceptos de.
Ambigüedad/desambiguación, corchetes rotulados (=etiquetados), diagra-
ma arbóreo, estructura superficial/estructura profunda, gramática generativa
(generar, Generativismo), gramática sintagmática, gramática de constituyentes,
hipótesis de la teoría de la X con barra, recursión= recursividad= recurrencia,
reglas categoriales, reglas de reescritura, relaciones de dependencia, símbolos,
reglas de estructura de frase o de estructura sintagmática, reglas transformacio-
nales, transformaciones.

Bibliografía complementaria, específica sobre el tema


**PINKER, STEVEN (1994), El instinto del lenguaje, Alianza, Madrid, 1995, cap. 4, pp. 87-
108.
**BALARI, en MARTIN VIDE (Ed.) (1996), Elementos de Lingüística, Octaedro, Barcelona,
cap. 7, §§ 1 a 3.3, pp. 201-216.
LYONS, J. (1984), Introducción al lenguaje y a la Lingüística, Teide; Barcelona, §§ 4.1 a
4.5, pp. 87-107.
MOESCHLER, J. - AUCHLIN, A. (1997), Introduction à la Linguistique contemporaine,
Armand Colin, Paris, pp. 63-77, 77-82, 85-93 y 94-102.
RADFORD, A.; ATKINSON, M.; BRITAIN, D.; CLASHEN, H. Y SPENCER, A. (2000), Introduc-
ción a la Lingüística, Cambridge University Press, Madrid, caps. 18 y 19, pp. 387-
417.

Fuentes del generativismo

CHOMSKY, N. (1957), Syntactic Structures, Mouton (Trad. esp: Estructuras sintácticas,


Siglo XXI, México, 1974.
——— (1981), Lectures on Government and Binding, Foris, Dordrecht.
——— (1986a), Barreras, Paidós, Barcelona.
——— (1988b), La nueva sintaxis. Teoría de la reccion y el ligamiento, Paidós, Barce-
lona.
DEMONTE, V. (1989), Teoría sintáctica: de las estructuras a la rección, Síntesis, Madrid,
1989, caps. 2 y 5

Estructura profunda y estructura superficial

CHOMSKY, N. (1965), Aspects of the Theory of Syntax, MIT Press (trad. esp. Aspectos de
la teoría de la sintaxis, Aguilar, Madrid, 1970).
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 187

Mando-C de constituyentes
HERNANZ, M. L. - BRUCART, J. M. (1987), La sintaxis.1 Principios teóricos. La oración
simple, Crítica, Barcelona, 1987.

Descripción de relaciones sintagmáticas y de reglas sintagmáticas


ROJO, G. - JIMÉNEZ JULIÁ, T. (1989), Fundamentos del Análisis Sintáctico Funcional,
Universidad de Santiago de Compostela, 1989, caps. 2 y 3.

Relaciones de dominio y dependencia


HUDSON, R. A. (1980), «Constituency and Dependency» en Linguistics, 18, 1980,
pp. 179-198.
MARCOS MARÍN, F. (1990), «Aspectos de la gramática de dependencias» en Introduc-
ción a la lingüística: Historia y modelos, Síntesis, Madrid, 1990, pp. 148-157.
PENADÉS MARTÍN, I. (1990), «Sintaxis funcional» en A. López García et alii : Lingüística
general y aplicada, Universidad de Valencia, 1999, 3.a edic. pp. 163-181.
TESNIÈRE, L. (1959), Éléments de Syntaxe Structurale, Klincksieck, Paris, 1959.

Páginas de Internet relacionadas con la Sintaxis (Temas 9 y 10)


BEAUDOIN, M. Syntax, LINGQ 200. Universidad de Alberta.
http://www.fsj.ualberta.ca/beaudoin/ling/synt.htm/
GEZUNDHAJT, H., Analyse de la phrase, Sur les sentiers de la linguistique, Centre de’Étu-
des en Linguistique Française, Université de Toronto.
http://www.linguistes.com/phrase/table.html/
LIBERMAN, M., Syntax, Linguistics 001: Introduction to Linguistics, Linguistics
Department, University of Pennsylvania
hppt://www.ling.upenn.edu/courses/ling001/syntax.html/
FRIES, N., The Syntax Lift.
http://www.2.hu-berlin.de/linguistik/institut/syntax/sl/sl000001.htm/
188 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

TEMA 11. Semántica


Dr. Antonio Domínguez Rey

1. Objetivos
Estudiar el nivel lingüístico del significado y contemplar desde él la orga-
nización general del signo según el funcionalismo glosemático —Hjelmslev—
y semiótico —Peirce.

2. Contenido temático
Lo desdoblamos también en dos partes, la primera concerniente al desarrollo del
libro de Yule (132-145), y la segunda, bastante amplia, a un desarrollo más pormeno-
rizado que intenta explicar el signo lingüístico desde la significación, estudio que nor-
malmente se separa del nivel semántico y que, sin embargo, ofrece una visión global
del lenguaje. Esta parte segunda es complementaria y se incluye a título de amplia-
ción temática y de consulta. No obstante, algunos epígrafes suyos refuerzan los estu-
diados en Yule, sobre todo desde un enfoque de lingüística general.
Primera Parte. (Véase el libro de Yule según las páginas de los epígrafes
consignadas entre paréntesis). Significado conceptual frente a significado
asociativo (132). Rasgos semánticos (133). Papeles semánticos (135): agente,
tema, instrumento, experimentador, ubicación, origen, destino. Relaciones
léxicas (136): sinonimia, antonimia (137), hiponimia, prototipos (139).
Homofonía, homonimia y polisemia. Metonimia (141): colocación.
Segunda Parte. Estado de la cuestión. Relaciones semánticas. Campos
conceptuales y semánticos: conmutación, sinonimia, polisemia, homonimia,
antonimia. Sintaxis del significado y significado de la sintaxis: relaciones sin-
tagmáticas y paradigmáticas. Hiperonimia, hiponimia y meronimia. El iso-
morfismo funcional: L. Hjelmslev. Visión sintáctico-semántica del signo.
Semántica de la oración. Matrices léxico-semánticas. El principio de compo-
sicionalidad: objetividad lingüística. El modo enunciativo. Relaciones entre
códigos y sistemas: hacia una lingüística semiótica. Direcciones generales del
signo según Ch. S. Peirce.

Estado de la cuestión
Saussure centra la naturaleza del signo lingüístico en la relación signifi-
cante-significado (Sf-Sd°) y deja fuera la realidad objetiva, el hecho concreto
de la cosa o situación de cosas. El significado es para él el concepto que las
cosas o sus relaciones evocan en la mente gracias a su representación o aso-
ciaciones de ella derivadas. Pero hay objetos mentales que no son simples
cosas y a los que no les corresponde ninguna representación concreta, por
ejemplo Justicia, Bondad, Belleza, Humanidad, en general todos los conceptos
abstractos o genéricos que implican nociones comunes respecto de otros sin-
gulares. Cuando decimos casa, podemos representarnos una concreta, la
nuestra, pero si mentamos un caserío ya dudamos de su representación obje-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 189

tiva: si se trata de una «casa grande, de campo, con tierra aneja», o de un «con-
junto de casas». En realidad, nos dice el Diccionario, a caserío le corresponde
esta segunda acepción, la reunión o proximidad de varias casas, que forman,
por tanto, una unidad conceptual específica. El primer significado correspon-
de al significante casería, poco conocido en el uso normal de la lengua.
Veíamos además en la selección de textos comentados de Saussure que el
valor lingüístico introduce matices peculiares entre las palabras. Carnero,
mouton y sheep significan lo mismo en español, inglés y francés, pero no tie-
nen, añade el lingüista ginebrino, idéntico valor. El inglés usa también la pala-
bra mutton —la diferencia de significante es mínima y procede del mismo
lexema—, pero la distingue de su equivalente y sinónimo sheep. Incorpora al
significado de mutton el hecho de que la carne de cordero ya esté cocinada y
servida a la mesa. Es decir, mutton selecciona algo más que el animal desig-
nado. Implica otros significantes y lexemas con significados colaterales, como
el de «cocinar cordero» y «haberlo servido a la mesa», dispuesto, por tanto,
para ser comido. Un inglés asocia esos valores de significado al oír la palabra
mutton. Las otras lenguas citadas no disponen de un signo específico para
tales matices. El valor del signo viene dado por las relaciones que éste estable-
ce y determina en contacto con otros, con los que forma una unidad semánti-
ca más general, a la que normalmente denominamos sentido. Ello supone que
los significantes y significados correspondientes entran en relaciones mutuas y
determinan matices expresivos y significantes que incorporan ya la situación
concreta de habla, el marco lingüístico en el que se encuadran.

Relaciones semánticas

Significantes y significados se van relacionando entre sí según combina-


ciones isomórficas y heteromórficas, relacionadas o no con el referente, y en
muy pocas ocasiones unívocas: árbol y rana designan objetos específicos:

Pero en las expresiones árbol de la ciencia o X es un rana, el objeto ya no


es el referente sino el significado especial que ha adquirido el mismo signifi-
cante según ciertos atributos de la nueva realidad evocada: la fecundidad y
crecimiento en el caso del árbol y la inestabilidad (el salto) para la rana. Y
según vayamos derivando de rasgos concretos hacia otros comunes, genéri-
cos y abstractos, así se va intensificando o reduciendo también la capacidad
representativa y significante de los vocablos. A medida que nos distanciamos
de la referencia, la delimitación conceptual del significado no resulta senci-
lla. Por otra parte, la Lógica, y la Filosofía en general, se ocupan también del
contenido y formación de los conceptos con que designamos la realidad en
190 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

sus diferentes niveles, experimentada, evocada o recordada e imaginada.


Desde la idea clara y distinta de Descartes a las simples y compuestas o com-
plejas de Locke y Hume, según refieran bien objetos propios de las sensacio-
nes o cosas y cualidades suyas, bien simples relaciones mentales, ya no sen-
sibles, o combinaciones suyas, hasta el a priori de la sensibilidad y categorial
del conocimiento, con Kant, el problema del significado se ha vuelto más
complejo aún y perdió su condición de reflejo inmediato o mediato de la rea-
lidad designada, como lo entendía el referencialismo de Aristóteles y, con él,
la escuela realista, primero, y nominalista, después, que atraviesan toda la
Edad Media hasta el Renacimiento avanzado.
¿Cómo medir el significado? En Filosofía, el objetivo de su esencia era pri-
meramente, y aún es, la verdad o no verdad de sus atributos respecto de lo
designado o representado y, luego, de las proposiciones en él fundadas. La Lin-
güística no procura la verdad ni la falsedad del significado o proposiciones a
que da lugar, sino su adecuada composición respecto de lo que entendemos o
no entendemos cuando oímos una palabra. Ello supone, evidentemente, una
verdad de la adecuación, del acierto al describir o definir un significado. Si
decimos que pan significa vino, cometemos una falsedad designativa y comu-
nicativa, pero no buscamos su verdad, pues la damos por supuesta.
La Lingüística recurre a las palabras y conceptos para definir sus signifi-
cados. Es decir, no salimos del dominio significado cuando hablamos de él,
pero oponiendo unos a otros, bien respecto de lo que designan en la realidad
—tesis referencialista—, bien respecto de sus mutuas asociaciones e implica-
ciones. Hay circularidad terminológica y conceptual. Para ello, busca unida-
des mínimas de significación o contenido de manera homóloga a lo realizado
en los niveles fonológico y morfosintáctico. Recurre, como allí, al método
opositivo, a la oposición semántica, base de toda su computación. (Veremos
más adelante, al retomar la perspectiva del signo en el nivel semántico, cómo
funciona aquí este método). Al comparar dos términos, lexemas o palabras —
usamos indistintamente estos conceptos—, vemos si tienen algún rasgo con-
ceptual —noción, idea, concepto— en común. Por ejemplo, entre gato y perro
identificamos la entidad conceptiva animal, a la que podemos añadir otras:
irracional, doméstico. Sin embargo, uno es del tipo felino y otro del canino;
uno maulla y otro ladra, etc. Pues bien, cada una de estas entidades concep-
tuales, o nociones suyas, forma una unidad semántica y la denominamos
sema: unidad mínima de significación. Su conjunto recibe el nombre de
semema, por ejemplo, «ser + viviente + orgánico + sensible + (dotado de) movi-
miento voluntario» sería el semema de animal. Si lo comparamos ahora con
un vegetal, tendremos identidad de semas hasta (+ orgánico). Decimos enton-
ces que «ser + viviente + orgánico» es el clasema de animal y vegetal, dos de los
tres reinos en que se dividen, con el mineral, los seres de la naturaleza. Pero
al computar los demás componentes de vegetal, los específicos suyos, recu-
rrimos luego a negaciones respecto de animal:
Lexema (Sf-Sd°) animal: S1 (Semema): (ser + viviente + orgánico + sensi-
ble + (dotado de) movimiento voluntario).
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 191

Lexema (Sf-Sd°) vegetal: S2 (Semema): (ser + viviente + orgánico - sensible


- (dotado de) movimiento voluntario).
(Prescindimos en la descripción de otras diferencias, como el tener plastos,
unos orgánulos con vida propia —vegetal—, o no —animal—, en las células.)
Normalmente, cada rasgo sémico o sema se representa con una s minús-
cula numerada: s1 (ser) + s2 (viviente) + s3 (orgánico) + s4 (sensible) + s5 (movi-
miento voluntario: animado), o separados por comas: s1, s2, s3... Para el seme-
ma, usamos la S mayúscula, numerada también según la cantidad de ellos,
como arriba: dos lexemas, dos clasemas.
Si ahora conjuntamos los semas comunes de los sememas S1 y S2, es
decir, (ser + viviente + orgánico), obtenemos el Archisemema (ArchS), al que le
corresponde como lexía un Archilexema o, si éste no existe, un sintagma com-
puesto, como aquí «Seres naturales» respecto de animal y vegetal, cada uno
de los cuales forma, a su vez, un Reino. Se dice entonces que S1 y S2 están
integrados en un mismo campo léxico, el de los «Seres naturales». Así pues,
ArchS: (S1 + S2) {s1, s2, s3}
Asimismo, gato y perro pertenecen también al mismo campo léxico «ani-
mal», pues tienen en común el Archisemema {s1, s2, s3, s4, s5, s6 (irracional)}.
Si queremos identificar su diferencia respectiva dentro del mismo campo
léxico —recordemos: animal—), tendremos que seguir añadiendo semas ya
específicos, propios de cada uno, cuyo conjunto recibe el nombre de seman-
tema:
Lx. gato: S1 («mamífero, carnicero, félido, cabeza redonda, uñas retrácti-
les...).
Lx. perro S2 («mamífero, carnívoro, cánido, cabeza alargada, uñas no
retráctiles...).
Así pues, el semantema o semas específicos de gato son los representados
por (s3, s4, s5), que se diferencian de los respectivos de perro. (Prescindimos
de la diferencia mínima, irrelevante para el caso, entre carnicero y carnívoro).
Los semantemas se distinguen, a su vez, de los clasemas o conjunto de
semas genéricos, por ejemplo, gato y perro pertenecen a una misma clase léxi-
ca, que es la de «animal + irracional (- humano) », frente a la de hombre,
caracterizada por los rasgos «animal racional (+humano)». Ahora bien, tanto
gato, perro y hombre se integran, como hemos visto, en la clase léxica «ser +
viviente + orgánico + sensible + animado», que los diferencia, decíamos, de la
clase vegetal (-sensible). La clase léxica asocia, por tanto, y por lo menos, un
rasgo distintivo común y además permite combinar a un lexema con otros de
la misma clase y distribución gramatical. Todos los citados son sustantivos,
por tanto tendrán también algún claxema o rasgo distintivo común, que es el
Archisemema ya citado más arriba: «ser + viviente + orgánico», en el que coin-
ciden animales y vegetales. Además, cada grupo se asocia y combina lexemá-
ticamente según cartegorías gramaticales y léxicas comunes: Sustantivo
192 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

+Humano = hombre (+pensamiento); Sustantivo -Humano = animal (+irracio-


nal); Sustantivo, -Humano, -Sensible = vegetal, etc.
De tal modo, el sustantivo flor, que pertenece a la clase vegetal, no podrá
combinarse con un rasgo (+humano), aunque sí puede hacerlo con el rasgo o
sema gramatical (+femenino), por lo que una frase como La flor pensativa del
arroyo está bien construida en cuanto a las concordancias gramaticales, pero
no en el contexto de sus lexemas, aunque resulte poética. (Tiene, evidente-
mente, sentido, pero en otro orden de asociaciones, como metáfora. He aquí
un problema grave, pues encontramos una construcción gramatical adecua-
da que es semánticamente inaceptable.)
Los criterios de gramaticalidad, agramaticalidad, aceptabilidad e inacepta-
bilidad semántica se basan en estas relaciones léxicas. Los usa la gramática
generativa, pero el fondo es el mismo que el aquí considerado: la combinación
de rasgos clasemáticos, léxicos y gramaticales. (Observamos, no obstante,
que hay otro orden de combinaciones en el que sí tienen sentido estas ano-
malías clasemáticas. Y lo tienen gracias a los semas connotativos, también
denominados virtuemas: valores latentes, variables, que combinan semas y
clases lexemáticas en razón de asociaciones implicadas, encubiertas y susci-
tadas por una emoción, idea nueva, aspecto sensible intenso, etc. En el caso
citado, por ejemplo, el aislamiento de la flor, la soledad reflejada en el agua,
transferida desde quien la contempla —un observador— al objeto contem-
plado, etc. Esos criterios reflejan sólo, por tanto, el aspecto más superficial e
impositivo de la relación sémica. De ahí que algunos lingüistas, como E.
Coseriu, hayan diferenciado en el contenido del signo, además del significado,
un sentido, como veremos.)

Campos conceptuales y semánticos: conmutación, sinonimia,


polisemia, homonimia, antonimia

Tales combinaciones y relaciones nos permiten clasificar y estructurar el


léxico de una lengua según agrupaciones que giran en torno a un contexto
significativo común, a su agrupación lexemática —lexemas correspondientes
a un mismo campo conceptual—, a un sólo concepto, o a un lexema. Y así
obtenemos campos conceptuales, léxicos o semánticos. La noción de campo es
común: el dominio que integra diferentes lexemas o sus distribuciones según
el contexto o el concepto semántico a que pertenecen.
Los campos conceptuales engloban el conjunto léxico que lo representa en
toda su extensión posible. Por ejemplo, el campo conceptual «Vivienda»
agrupa a: villa, casa, chalet, barraca, cabaña, etc. Todos estos lexemas tienen
en común, por lo menos, el Archisemema {(s1) edificio, (s2) habitación, (s3)
humana}, al que cada lexema le añade además sus semas específicos: (caseta
+ tosca), para barraca, y (casilla + rústica), para cabaña, etc.
La relación de semas suele disponerse también en filas y columnas de
acuerdo con los sememas de cada lexía. «Vivienda» es, además del campo
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 193

conceptual, la Archilexía correspondiente al Archisemema citado. De este


modo, el nivel semántico establece una terminología paralela a la del campo
fonológico: sema, semema, archisemema para la semántica y rasgo distintivo,
fonema, archifonema para la fonología. Esta correspondencia la ha señalado
Alonso Cortés (anota Archilexema por Archisemema, pero su equivalencia de
contenido es la misma):

Semántica Fonología
Semema Fonema
Sema Rasgo Distintivo
Archilexema Archifonema
(A. Alonso Cortés: Lingüística. Cátedra, Madrid, 2002, p.405)

Veamos la distribución clasificada en filas y columnas de los sememas, el


semantema y el archisemema de las lexías antes citadas. (Basta con seguir la
presencia (+) o ausencia (-) del sema correspondiente para obtener el campo
conceptual y semántico de las lexías).

Lexía Semema (s1) (s2) Ha- (s3) (s3) (s4) (s5) (s6)
Edificio bitación Humano Grande Recreo Tosco Rústico
Villa S1 + + + + + - -
Casa S2 + + + (+, -) (+, -) - -
Chalet S3 + + + + + - -
Barraca S4 + + + - - + +
Cabaña S5 + + + - - + +

Antes hemos usado la noción de campo léxico con esta misma considera-
ción. Suele entenderse por tal el conjunto léxico que expresa un concepto. Si
partimos del concepto «Alegría», encontraremos como lexemas de su campo
a los sustantivos contento, alborozo, júbilo, regocijo, etc. Aquí, el Archisemema
casi coincide con el semantema respectivo de cada término o lexema, es decir,
sus marcas semánticas son específicas. De ahí que las denominaciones de
campo conceptual y campo léxico se consideren hoy conjuntamente (E. Cose-
riu: Principios de Semántica estructural. Gredos, Madrid, 1977, pp. 40-41).
La denominación campo semántico repite también un concepto usado en
las clasificaciones precedentes, pero parte, en cambio, de una unidad léxica,
es decir, en sentido inverso a la relación semántica anterior. Dado un lexema,
cola, por ejemplo, hallemos el conjunto de sus posibles significados según el
contexto que lo admite o con el que es compatible. Esta gama suya de con-
textualización es su campo de distribución, es decir, aquellos enclaves lin-
194 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

güísticos en los que aparece: La asamblea fue viva / animada / movida. Los
adjetivos viva, animada, movida, se distribuyen en un mismo contexto
común. Son también, y a su vez, los contextos o enclaves en los que se distri-
buye el sustantivo asamblea. ¿Existe algún otro sustantivo que pueda susti-
tuir a éste en idénticos contextos sin modificar el enunciado? Probemos:
La reunión fue viva / animada /movida
La sesión fue viva / animada / movida
La junta fue (resultó) viva / animada / movida
Los sustantivos reunión, sesión y junta también se distribuyen en los mis-
mos contextos adjetivos que asamblea, por lo que forman un paradigma de
igual categoría respecto del paradigma correspondiente de adjetivos. Son dis-
tribuciones equivalentes, porque comparten los mismos contextos. Si intro-
ducimos ahora, en cambio, el sustantivo herida, observamos que no encaja
con todos los adjetivos. Admite viva, pero no animada ni movida. En tal caso,
herida entra en distribución complementaria con asamblea y los otros sustan-
tivos citados al no tener un contexto común respecto de esos otros dos adje-
tivos. Sigue teniéndolo sólo para viva, y un tanto connotado. La distribución
complementaria nos ayuda a fijar límites conceptuales entre lexemas de cam-
pos léxicos diferentes y, la equivalente, nos proporciona sinónimos.
Al proceder de tal modo en las agrupaciones, hemos establecido conmu-
taciones que nos descubren oposiciones y equivalencias entre los rasgos gené-
ricos y específicos de los lexemas. Comprobamos asimismo cómo los campos
conceptuales y léxicos se entrecruzan según partamos del concepto a los lexe-
mas que lo expresan o del lexema a los conceptos que implica. Es decir:

Campo conceptual o concepto simple Lexema

Lx1 Lx2 Lx3 C1 (lx) C2(lx) C3(lx)

La conmutación resulta, por tanto, un instrumento valiosísimo para cla-


sificar y estructurar el léxico de una lengua, así como para determinar el sig-
nificado de cada lexema o palabra. Observemos además que la sustitución
conmutada del contenido conlleva incluso cambio de significante: vaca y
toro se diferencian en los semas femenino / masculino. La oposición de géne-
ro conlleva en este caso significantes diferentes; en otros, sólo distinción
morfemática: niño / -a. Pero niño respecto de hombre se diferencia por la
oposición adulto / no adulto. Si comparamos ahora esta oposición con la de
toro / novillo, también diferenciada por el rasgo adulto / no adulto, vemos
que los dos pares, pertenecientes a campos conceptuales diferentes —hom-
bre / toro—, se oponen proporcionalmente en cuanto al grado de desarrollo.
Las oposiciones semánticas pueden ser además, en clasificación de E. Cose-
riu, graduales —intensidad diferenciada de la temperatura, por ejemplo: frío,
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 195

templado, tibio, caliente—, equipolentes —diferencias de cualidad en los colo-


res— y privativas: el rasgo distintivo presente en un término falta en el otro:
joven / viejo (E. Coseriu: Principios de Semántica Estructural, op. cit., p. 41).
Hasta ahora, hemos considerado los componentes que forman el signifi-
cado y las relaciones asociativas que los rasgos o semas constitutivos, referen-
ciales y connotativos (virtuemas) determinan o adquieren en campos especí-
ficos, léxico-conceptuales o semánticos. Pero la semántica también
contempla modos específicos de agrupación léxica según las relaciones pre-
vias que los constituyentes del signo lingüístico establecen entre sí. Muchas
de las asociaciones hasta ahora tratadas determinaban campos conceptuales
afines respecto de lexemas diferentes, es decir, sinónimos o significantes que
seleccionan un mismo o significado homólogo. A su vez, otros significantes
homófonos encubren una oposición de contenido, como los lexemas homó-
nimos. Y a un significante le pueden corresponder varios significados, es
decir, ser polisémico. Las oposiciones son a veces, por otra parte, privativas,
lo que determina antónimos.
Atendiendo, pues, a las relaciones que el proceso dinámico del signo esta-
blece en el discurso entre significados y significantes, descubrimos nuevos
fenómenos de la naturaleza lingüística, que afectan al fundamento mismo del
lenguaje. De este modo, las relaciones semánticas generales de los términos o
palabras según la constitución, sobre todo biplánica, o triangular del signo,
suelen establecerse como sigue:
Sinonimia: A un significado le corresponden varios significantes diferen-
tes. Pertenecen a la misma categoría gramatical y el núcleo del significado
presenta, si no todos, al menos algunos rasgos conceptuales comunes a los
significantes. Morir, expiar y fallecer coinciden en el semema, pero morir noti-
fica simplemente el hecho de «dejar, concluir la vida» y expiar y fallecer son
más «respetuosos», es decir, connotan algo de la función emotiva o expresiva
de la palabra, y expiar parece más culto que fallecer. Estas diferencias son
irrelevantes para el núcleo del significado.

«Dejar de vivir»

Sd°

Sf Sf Sf

Morir Expirar Fallecer

La comunidad de rasgos faculta al hablante para seleccionar más unos


que otros según el contexto y los valores virtuales o colaterales de cada signi-
ficante sinónimo. En principio, palabras como barco, vapor, navío son sinó-
196 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

nimas entre sí y de embarcación, pero el semema de cada una de ellas indica


notas conceptuales diferenciadas: el tamaño, por ejemplo, en el caso de
navío, que originariamente designaba una «nave grande, de cubierta, con
velas y muy fortificada», siendo así que hoy no necesita el sema «velas» para
ser un navío mercante o navío de guerra. En vapor, hay un rasgo específico,
una sinécdoque, pues una parte suya, el (motor a) vapor, designa la totalidad
del objeto. Si nos fijamos bien en estos ejemplos, notaremos además que la
relación Sf-Sd° unas veces funciona por sí misma, pero otras recurre también
al referente, sobre todo si el denotado es concreto y experimentable para algu-
no de nuestros sentidos comunes.
Estas diferencias suelen agruparse según predomine un mismo núcleo
semántico para diferentes significantes. En tal caso se denominan sinónimos
conceptuales, como los primeros arriba citados. Si hay alguna diferencia
notable de concepto en alguno de los significantes que se refieren a un núcleo
semántico con clasema común, por ejemplo la clase adjetivo, y comparten un
mismo contexto —el de atributo, siguiendo con el mismo ejemplo—, en el
que conmutan entre sí, hablamos de sinonimia contextual:
Juan es un pelma, un tonto y un pasmado
Los tres adjetivos son sinónimos, pero sus notas conceptuales difieren y,
aún sí, conmutan en el mismo contexto de habla coloquial, es decir prescin-
den de sus diferencias sémicas porque el contexto pasa a ser realmente su sig-
nificado: un contexto de torpeza en la conducta, física, psíquica o social.
Cuando el contexto es afectivo, connotado, los sinónimos proliferan: genial,
fantástico, guay...
Y aún cabe distinguir sinónimos referenciales, en razón del referente desig-
nado, casi siempre textual, como al referirse varias veces a un mismo objeto,
animal o persona con distintos atributos. Si describo a un perro o narro una
acción suya en un cuento, cabe emplear las palabras can, chucho, cánido.
Polisemia. Cuando un significante remite a varios significados, hablamos
de polisemia. En /nído/ cabe distinguir un campo semántico extenso referido
a pájaro, piratas o avispas. En realidad, el núcleo semántico es el denotado en
pájaro, pero la extensión de sus semas en razón de semejanza espacial, agru-
pamiento, forma, etc., permite aplicarlo a otros términos o referentes objeti-
vos. En la polisemia hay un tropo latente, una asociación mental connotada
—uno o varios virtuemas—: metáfora, metonimia, sinécdoque, etc. Son laten-
cias de origen diacrónico y vigor semántico sincrónico en la actualidad. Con-
servan, por tanto, el núcleo de origen o parte suya, al que asocian otros signi-
ficados nuevos. El lenguaje se basa en este recurso para significar mucho con
pocas unidades, en lo que apreciamos otro ejemplo de economía lingüística.
De lo contrario, necesitaríamos una palabra para cada matiz, concepto, sub-
concepto, objeto, relación, etc. Se apoya también en la situación contextual.
Por eso cumple decir que el contexto pertenece a la palabra virtualmente
como un halo suyo lingüístico. Aislada de él, nos resulta difícil determinar su
sentido, aunque conozcamos notas suyas conceptuales.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 197

/nído/

Sf

S.° S.° S.°


(Nido de): pájaro piratas avispas

Homonimia. Estructuralmente tiene la misma figura que la polisemia: a


un significante le corresponden varios significados. En la palabra León pode-
mos diferenciar el animal correspondiente y la ciudad española así llamada.
Sin embargo, la identidad del significante es apariencia sincrónica, porque
coinciden en su forma dos etimologías diferentes: leo, -nis > león y legio, -nis
>León. Coinciden fonológicamente, pero su origen difiere en Sf y Sd°. Suelen
distinguirse varias clases: parcial (haz: sustantivo y forma verbal); absoluta
(canto de piedra y canto del cisne); homógrafa [semejanza de grafía: haya
(árbol) y haya (verbo)]; paradigmática [coincidencia de formas verbales: que-
ría (1.a y 3.a personas verbales)].
Antes veíamos un ejemplo de convergencia fonética, homófona, en león
(lo mismo en Tarifa y tarifa), pero también hay casos semánticamente diver-
gentes, es decir, significados que diferencian por sí mismos la palabra a que
se refieren, normalmente por desuso de la otra acepción, como sucede en
pupila, con significado referido normalmente a la parte del ojo así denomi-
nada. Las notas conceptuales de «huérfana bajo tutela» siguen vigentes, pero
apenas el nombre antiguo.
La homonimia resulta incómoda al hablar. Es fuente usual de chistes. La
gramática recurre a diferencias morfológicas para evitar casos de homoni-
mia, como en el pez, la pez o hinojo (planta) e hinojos —existe también hino-
jo como sinónimo de rodilla, pero esta palabra no se emplea con tal acepción
fuera de contextos muy rebuscados.
Antonimia. Cuando los significados se oponen, hablamos de antonimia o
nombres contrarios. Suelen expresar nociones extremas en una escala grada-
tiva de valores o relaciones: entre negro y blanco hay otros colores interme-
dios. No existe ningún inconformista que no esté conforme con algo. La opo-
sición se puede reflejar por medio de prefijos o de lexemas diferentes:
responsable / irresponsable; arriba / abajo, etc. Aquí hay que fijarse también en
el número de semas y si lo opuesto afecta al conjunto o sólo a uno de ellos,
según la situación contextual de la palabra; por ejemplo, crédulo / incrédulo,
puede referirse a creyente / ateo o al hecho de «creer con facilidad en todo»,
para el primer caso, o al eufemismo de que no cree nada, para el segundo, si
esto es posible.
Representamos la figura de la antonimia como sigue, con barra de oposi-
ción interpuesta:
198 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Sd° Sd°

A veces, los términos opuestos se implican mutuamente en orden inverso.


Entonces hablamos de reciprocidad: no hay padre sin hijo; por tanto, si Juan
es el padre de Luis, éste será su hijo. Asimismo, la simetría entre dos términos
que se implican en una acción común , pero con signo semántico contrario,
como entre comprar / vender. Si alguien compra, otro vende, y viceversa. La
reciprocidad implica inversión y es un tipo de antonimia.
Las relaciones semánticas presuponen una base común, conceptual o
fónica. Por ejemplo, en los antónimos encontraremos un dominio de: espa-
cio, tiempo, color, valor moral, etc.
«Dimensión espacial vertical»
Arriba

Abajo

«Dimensión temporal»
Antes......(x) ...... Después

«Color»
Blanco ... Gris ... (x) ... Oscuro ... Negro

Suele considerarse también dentro de este apartado la relación de com-


plementariedad entre dos o un número reducido de lexemas que forman en su
oposición un conjunto léxico, como vivo / muerto; soltero / casado / divorcia-
do, etc. Se presentan en parejas o tríadas —raras veces alguno más. En el pri-
mer caso, el rasgo distintivo que caracteriza a uno de los términos está ausen-
te en el otro y no hay gradación entre ellos.

Sintaxis del significado y significado de la sintaxis: relaciones


sintagmáticas y paradigmáticas
Por el hecho de pertenecer a un sistema ya establecido, los signos, las pala-
bras, disponen además en su organización de unas marcas que les permiten
asociarse con unos signos determinados, pero no con otros. (Recordemos la
distribución complementaria). Y esto sucede en todos los niveles. Cada signo
contiene en sí, real y potencialmente, unos rasgos específicos en orden al sig-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 199

nificado que enuncian y éstos ya seleccionan sus posibles combinaciones con


las de otros signos, fónicas, léxicas, morfológicas, sintácticas y semánticas.
(Recordemos el concepto de clase léxica.) Tal capacidad de selección obedece
al hecho de que ya se han formado en unidades más complejas del sistema. Ya
han sido incorporados o creados dentro de un sistema específico. Arrastran
consigo, por tanto, una parte suya al menos. Tan pronto enunciamos el artícu-
lo El, sabemos en español que seguirá un sustantivo con marca de masculino
singular. Si fuera el artículo alemán Das, un hablante de esta lengua sabe que
seguirá neutro singular. Para un inglés, en cambio, la forma The selecciona
indistintamente masculino, femenino, neutro, singular o plural. Será el sustan-
tivo quien determine esta capacidad tan amplia e indeterminada del artículo.
En el interior de las palabras o lexemas se cruzan entonces dos ejes cuya
dirección, siempre retroproyectiva —avanza retrocediendo, retrocede avan-
zando—, apunta hacia el sintagma o cadena sucesiva de unidades organiza-
das según un sentido y hacia el paradigma o conjunto de lexemas organizados
según categorías gramaticales, lo cual ya significa que entran en ese conjun-
to según sus capacidades de combinación con otros posibles en la cadena sin-
tagmática. Por paradigma entendemos el modelo de una serie y ésta se orga-
niza lingüísticamente según las entradas semánticas y sintácticas que cada
lexema contiene en previsible unión con otro u otros de la cadena hablada.
Sus marcas son, y esto es muy importante para comprender el proceso,
semánticas y sintácticas al mismo tiempo. Quiere decir ello que el significa-
do de un lexema ya contiene en germen, potencialmente, una entrada de
conexión sintáctica posible con otros y que, a su vez, esta conexión ya efec-
tuada engendra nuevo significado gramatical. Por eso citamos como modelos
categoriales al Sustantivo, Verbo, Adjetivo y Adverbio como mínimo, y tal vez
también al Pronombre y a la Conjunción, que forman paradigma, pero cuyo
estatuto categorial es más problemático. Las categorías son modelos para-
digmáticos que ya contienen en sí, recubiertos, formantes semánticos y sin-
tácticos, de tal modo que, a partir de ellas, cada uno de estos niveles implica
al otro. El significado de un lexema contiene «sintaxis» interna y dispone otra
externa, a lo cual denominamos sintaxis del significado, y la sintaxis propia,
que implica, al menos, dos unidades léxicas vinculadas —no entramos aquí
en los tipos de vinculación— contiene asimismo su semántica peculiar, que
denominamos significado sintáctico. Introducimos, por tanto, una sintaxis
semántica y una semántica sintáctica. La primera atiende a las relaciones
sémicas de las unidades semánticas de un lexema o cadena organizada de
ellos y, la segunda, a los valores sintácticos determinados por aquellas rela-
ciones en función del sentido general que las engloba.
Decimos que en es una preposición. Por sí misma no tiene significado
específico, pero ser preposición indica un puesto en una posible cadena com-
binatoria. Va delante, nos dice, de una posición. Recurrimos, por tanto, a la
categoría modelo que la engloba, de donde recibe su significado léxico: «figu-
rar + antes + posición (fija)». Y resulta que esta posición puede acaecer entre
dos palabras: Jaime está en el jardín, o preceder a una de ellas como pre-fijo,
por ejemplo: El jardín está enmurado. Entre muro y enmurado hay una dife-
200 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

rencia semántica inducida por la preposición antepuesta como prefijo. He


aquí valores de semántica sintáctica. Las posibilidades combinatorias ya efec-
tuadas han generado un nuevo valor semántico en la palabra muro al intro-
ducirle la preposicón en. O dicho de otro modo, esta preposición ha desarro-
llado un valor suyo latente al combinarse con un sustantivo antecediéndolo.
Así pues, los sintagmas, oraciones y conjuntos oracionales desarrollan e
implican una semántica propia en razón de sus combinaciones efectivas.
Pero aunque consideremos una palabra cualquiera aislada, contiene en sí
estos dos valores, a saber, una cadena de notas conceptuales o semas entitati-
vos, que configuran su sintaxis semántica, y otra de relaciones posibles que
predisponen su significado sintáctico. En cuanto tales valores, no forman cla-
ses diferenciadas, sino que se trata simplemente de la potencia significante o
campo implícito de relaciones alterativas de una palabra. Esa potencia le vie-
ne del hecho de ya haber sido conformada en o según un sistema específico.
(Lo dicho alcanza otras implicaciones cuyo desarrollo corresponde a otros niveles
académicos. Sírvanos de momento saber que toda palabra remite a una categoría y que
toda categoría almacena esos valores dobles. Observemos simplemente que, excepto la
categoría sintáctica SN -(S)intagma (N)ominal, o FN en otras notaciones, las demás
implican siempre un factor de conexión con otra categoría. La más notable es la verbal,
SV, que implica sema y morfema de persona. Es decir, contiene una posición paradigmá-
tica y sintagmática que la une a un SN virtual. Pero a esta otra categoría sintagmática le
sucede lo mismo. Contiene también el rasgo semántico y sintáctico de persona. Cabe decir
otro tanto del número, y del caso en las lenguas que lo muestran. Esto simplifica mucho
la sintaxis y da más coherencia a la gramática dentro de la lingüística. De ahí que haya
que hablar a partir de ahora de una Gramática Lingüística. Y lo mismo debiéramos hacer
al referirnos a cualquier otro nivel estructural: Fonética o Fonología Lingüística, Morfo-
sintaxis Lingüística, Semántica Lingüística, pero basta saber que todo nivel está conecta-
do o implicado en otro para ahorrarnos el atributo lingüístico, que damos por supuesto.
Por tanto, SN y SV ya están conectados virtualmente en función de un a priori categorial,
concepto que esbozamos aquí, pero que corresponde a otros grados de estudio.)

Sí nos corresponde aquí, en cambio, situar la naturaleza de estos posi-


bles. Viene de las anteriormente citadas relaciones sintagmáticas y paradig-
máticas, distinción también introducida por Saussure. Si desarrollamos la
potencia implícita del artículo El más arriba citado, veremos que la cadena
sintagmática generada admite permutaciones en su categoría que contienen
las marcas de sintaxis semántica, tradicionalmente nombradas como morfo-
lógicas. Veamos: El jardín está enmurado
Este...
Aquel...
El, Este, Aquel, admiten permutación, pero lo mismo sucedería si cambia-
mos jardín por otra categoría similar, por ejemplo soto, pueblo, caserío, etc.
Decimos entonces, y esto ya es conocido de temas anteriores, que aquéllos for-
man el paradigma de los determinantes y a los otros nombres, en cambio, les lla-
mamos sustantivos. En el primer caso ya hemos recurrido con la palabra deter-
minación a un potencial suyo: un Núcleo, categoría a su vez analítica de rango
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 201

sintáctico, pero que encierra, en cuanto tal —ser núcleo de algo—, una semán-
tica específica. En el caso segundo sucede otro tanto: el sustantivo se diferencia
del determinante, entre otras cosas, por poder ser núcleo suyo, pero también
por distinguirse de la categoría verbo, y esta diferencia le viene —¡atención!—
del modo cómo realiza la acción que indica al nombrarla, es decir, del hecho de
ser modelo categorial e indicar con ello que sus notas conceptuales se agrupan
formando una unidad de representación objetiva, sea real, evocada o simple-
mente imaginada. El denotado de cada una de esas notas remite, en este caso
—soto, pueblo, caserío—, a referentes concretos o partes suyas sustanciales,
experimentables si fuera preciso. Pero ya dijimos que el contenido de otras
palabras no se refiere directamente a datos de los sentidos, como sucede en las
genéricas y abstractas. Esto no impide que podamos considerar un núcleo
objetivo o unidad mental de las notas conceptuales que las forman. Tal unidad
permite entender lo mismo a los interlocutores, sobre lo que pueden estar de
acuerdo o no, pero eso anunciado sobre lo que acuerdan o desacuerdan es el
contenido de las palabras que intercambian al comunicarse.
Al proceder de tal modo se produce en nuestra mente una integración de
cualidades, atributos, notas conceptuales de algo concebido como unidad
objetiva. Es la operación cognoscitiva, que se estudia en Filosofía y en Psico-
logía. La Lingüística considera esas notas en cuanto formadas o evocadas por
una forma verbal o significante. Por eso las agrupamos bajo la denominación
de significado. Veremos luego qué problemas plantea esto y qué soluciones se
nos ofrecen para delimitar el campo específico del significado lingüístico
frente al concepto general o filosófico, por ejemplo.
Las relaciones, sintagmáticas y paradigmáticas, dan lugar a fenómenos lin-
güísticos determinados precisamente por su modo, base o fundamento de
relación. Si decimos picar, pensamos normalmente en piedra, por lo menos en
una superficie dura y resistente, o en un mosquito. Son los dos campos inme-
diatos de asociación semántica suya. Sin embargo, naufragar y barco forman
una combinación léxica aún más solidaria entre sus lexemas: unidades verba-
les que se asocian e implican cuando acontece un accidente de tal nombre.
Esta relación solidaria se da también por afinidad, selección e implicación,
operaciones usadas por E. Coseriu tras el precedente de L. Hjelmslev. Entre
naufragar, naufragio y barco existe una realidad común, el mar, que los hace
afines en cuanto a la denominación de acciones que los implican. Los semas o
notas conceptuales de naufragar incluyen los de barco, alguno de sus tipos o
sinónimos, como embarcación o buque. Naufragar: «irse a pique o perderse la
embarcación». Para entender bien todas estas notas, tendremos que analizar,
a su vez, los semas que las caracterizan. Irse: «moverse de un lugar hacia otro»;
(irse) a pique: «hundirse en el agua una embarcación u otra cosa flotante», etc.
El conjunto de semas de cada unidad léxica, al que hemos denominado seme-
ma, va incluyendo semas de otras y cruzándolos, de tal modo que se originan
clasemas o conjuntos morfosemánticos de semas. En el caso propuesto:
«Naufragar»: {[«irse a pique»: («hundirse en el agua...» )] o «perderse la
embarcación»}
202 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

«Embarcación»: {[barco: («construcción de madera o metal, dispuesta para


flotar...)]}
El semema de embarcación -{barco (construcción + madera / metal + flo-
tar...)} va incluido como rasgo pertinente en el semema de naufragar, ya cono-
cido. Estas implicaciones mutuas son casos solidarios de relación sintagmá-
tica o paradigmática, pero también lo es la combinación antes señalada del
(Det)erminante y el (N)úcleo sustantivo: Det + N. Sabemos automáticamente
que se trata de un sintagma nominal o nominalizado.
Las relaciones paradigmáticas también establecen combinaciones típicas
atendiendo precisamente a la potencia combinatoria del significante o del sig-
nificado de los lexemas dispuestos ya de algún modo en orden sintagmático o
a la relación del signo general con una determinación del referente, cosa, obje-
to o situación de cosa. Suele citarse en este último caso el objeto pluma, ins-
trumento que inicialmente era una auténtica «pluma de ave», con la que se
escribía. Aquí ha cambiado el objeto referido, pero no el nombre o signo
(Sf+Sd°) que lo refiere. La relación «punta de pluma de ave, con que se escri-
be» modificó su comprehensión y fijó la extensión de su semema en {instru-
mento + punta + lámina metal + extremo + mango + escritura}, etc.
En los tipos generales de relaciones sintagmáticas y paradigmáticas se
consideran desde S. Ullmann las transferencias en el mismo nivel de signifi-
cantes o de significados, o bien cruzados entre sí, atendiendo a los fenóme-
nos asociativos de semejanza o contigüidad mutua:

Sd° Sd° Sd°


Sf Sf Sf

Significante transferido por:


— Semejanza de significados: metáfora (diversos tipos: antropomórfica,
sinestésica, abstracta).
— Contigüidad de significados: metonimia [diversas clases y tipos: espa-
cial (lugar-cosa-lugar, continente-contenido-continente) temporal,
causal; sinécdoque (parte por el todo y viceversa).
Significado transferido por:
— Semejanza de significantes: crasis fónicas (sintaxis o semántica dia-
crónica), contaminaciones fonéticas, etimología popular, etc.
— Contigüidad de significantes: elipsis, contaminación sintáctica (influ-
jo de lexemas englobados en una cadena que forma sentido), etc.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 203

Evidentemente, existen también amalgamas o cruces de estas variedades


en muchos fenómenos lingüísticos. Si digo Ayer compré un Picasso, sabemos
que se trata de un cuadro, término elidido, y que fue pintado por Picasso, su
productor o creador pictórico, al que cito en vez de la obra. Es un caso de
metonimia.

Cabe hablar, entonces, de una semántica del sintagma y del paradigma.

Hemos considerado tres tipos diferentes de signo en cuanto a su capaci-


dad significativa. Uno, carnero, remite a un animal concreto de la realidad.
Tenemos una representación suya en la mente. Otro, Justicia, remite sólo a
un concepto abstracto, aunque podemos concebir actos justos concretos, que
ya presuponen haber realizado un juicio en el que atribuimos a algo el atri-
buto de justo. Para ello, recurrimos a una forma adjetiva, ya no sustantiva,
pues no existe ninguna cosa u objeto determinado que sea la Justicia. En ter-
cer lugar, con El nos referimos también a un ámbito conceptual doble: mas-
culino y singular. No hay ningún objeto o cosa concreta El en la realidad
extralingüística. Sus valores son puramente gramaticales. Otra cosa es que
podamos hablar de masculino y singular como conceptos «puros», es decir,
atendiendo sólo a su contenido mental. Pero vemos que, para hacerlo, recu-
rrimos también a sus significantes, que, como tales, ya nos remiten a unos
significados específicos. Masculino: «ser con órganos fecundantes», «lo que
es propio del varón», «género gramatical». Singular: «único», «solo», «núme-
ro gramatical», etc. Si aplicamos ahora el primer significado de masculino a
El, carece de sentido decir: «ser con órganos fecundantes». Sólo acepta
«género gramatical» y «de varón» o «cosa considerada masculina». Esta
capacidad de selección combinatoria refleja el efecto valor de que nos habla
Saussure.

Ahora bien, hemos encontrado significados con referente real; otros con
sólo representación conceptual; y otros aún que asocian a su concepto mar-
cas semánticas de combinación sintáctica. El significado comprende, por tan-
to, una gama amplia de asignaciones. Colinda con los conceptos filosóficos y
requiere la presencia de otros signos para definirse. Tiene, pues, un valor,
más que relativo, relacional. Y esto sucede incluso en los casos de referente
cósico. (Digamos que todo referente es objetivo, haya o no cosa denotada. Por
eso la denominación referente extralingüístico o la necesidad de recurrir a lo
que está fuera del lenguaje no tiene sentido aquí, en semántica lingüística,
pues todo fuera suyo será objetivo o no será nada. Esta distinción también es
propia de otros niveles de estudio. La esbozamos simplemente).

El mismo cordero será recental si aún no ha pastado; endoblado, si mama


de dos ovejas; pascual, si es el reservado para la fiesta de la Pascua o el ya
sacrificado para ese día. Pero también decimos de alguien que es como un
cordero, significando su humildad y resignación. Allí hablamos de valores
denotados; aquí, en cambio, de valores connotados. La referencia concreta de
allí, el objeto «hijo de la oveja, que no pasa de un año», es su denotado. La
traslación de significado en el otro ejemplo connota, sin embargo; es decir,
204 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

añade una nota nueva al denotado Pedro, de quien decimos que es como un
cordero porque lo conocemos y sabemos que es dócil, humilde, complaciente.
En este caso, el objeto A, alguno de sus atributos, está designado a través de
cualidades de otro objeto B, entre los cuales hemos anotado alguna semejan-
za. Tendríamos, por tanto:

A ................. R(S) ..........B

Media una relación significante de semejanza R(S) entre dos términos o


polos: A es dócil, humilde; B es callado, resignado, también dócil. En virtud de
esa semejanza trasladamos el nombre B, cordero, al A, Pedro. Hemos realizado
una operación biyectiva entre las notas de dos conjuntos semánticos y hemos
sustituido los atributos de un conjunto por su nombre, el cual asignamos lue-
go al otro conjunto. Vemos, pues, que han mediado uno o varios juicios. La
Lingüística es una sucesión constante de estos juicios sintéticos que suponen
análisis específicos de implicaciones múltiples fundadas en un a priori catego-
rial. En esto se basa la metáfora desde un punto de vista lingüístico.
Ante esto, entenderemos mejor por qué introducíamos otros esquemas
geométricos de signo, triangulares y trapezoides. La referencia, que es una
relación de las notas del significado al objeto o cosa referida, añade la dimen-
sión contenida en la representación mental o evocada del significado. Decía-
mos que no se trata verdaderamente de la realidad extralingüística, sino de la
referencia a ella, esté allí o no, pues las evocaciones no tienen el objeto real
presente. Su presencia es sólo mental, recordada. Al referente debemos asig-
narle un valor (X), pues se trata de una variable. Vimos el caso de cordero, que
en principio designa al «hijo de la oveja, que no pasa de un año», pero puede
ser aún el mío, el del vecino, aquél que comimos un día, etc. Los grados de
aproximación a la realidad designada son múltiples. Tales graduaciones las
verificamos añadiendo otros términos o signos al precedente.
El significado de una palabra contiene, según vamos viendo, notas de
extensión más general o singularizada a medida que nos acercamos a la rea-
lidad concreta o nos distanciamos conceptualmente de ella. Por extensión
del significado entendemos, entonces, y según sabemos ya, el conjunto de
referentes o denotados suyos —cosas, objetos, acciones, relaciones, estados
de cosas— a los que se aplica. Cuantas más notas conceptuales contenga,
más determinado estará y se referirá más en concreto a una unidad objetiva
singular. Al decir hombre, entramos todos, hombres y mujeres, entre sus
designados, pero si añadimos los semas o notas {pelo oscuro + mediano +
padre + hijos + vivir + calle contigua}, el campo de designación se va estre-
chando y tal vez se trata de un vecino nuestro. Ese conjunto de notas es la
comprehensión del significado del término, pongamos como ejemplo nues-
tro vecino Pedro. Comprehensión y extensión son conceptos de orden inver-
so, pues, a más comprehensión, menor extensión, y viceversa. De su mutua
alternancia resultan ordenaciones y clasificaciones semánticas como la
hiperonimia e hiponimia.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 205

Hiperonimia, hiponimia y meronimia

Los semas de las palabras se implican a menudo en convergencias semán-


ticas de extensión e intensión o comprensión conceptual. En el esquema
adjunto observamos cadenas descendentes en la clasificación del ser o de los
seres naturales, incompleta, evidentemente. A medida que el concepto Ser
comprende más notas o rasgos conceptuales, la extensión del vocablo dismi-
nuye, se va subdividiendo y cada una de estas divisiones se subdivide de nue-
vo, y así sucesivamente hasta llegar a un límite que, en teoría, sería la totali-
dad de los nombres existentes en una lengua determinada.

Ser

Inorgánico Orgánico

Mineral Vegetal Animal

Piedra Hierro Oro

Planta

Flor Árbol Hierba

Clavel Rosa Lis

(Cohipónimos)

La relación de implicación descendente recibe el nombre de hiperonimia


y se llaman hiperónimos cada uno de los términos que incluye a otro u otros.
Así, mineral es hiperónimo de piedra, hierro, oro, etc. A su vez, si nos fijamos
ahora en los implicados respecto del implicante, hablaremos de hiponimia.
Por tanto, piedra, hierro, oro son hipónimos del hiperónimo mineral. Los
implicados reciben también el nombre de cohipónimos. Hacia arriba, la
extensión aumenta y la comprensión decrece. Cada concepto implica o está
implicado en los demás de su orden de relación: el hierro es un mineral y, por
tanto, inorgánico. Pero a cada hiperónimo le puede corresponder más de un
hipónimo, mientras que cada uno de éstos sólo puede tener un hiperónimo. El
hiperónimo es más genérico que el hipónimo, y éste más específico. Los pre-
fijos hiper- e hipo- significan en griego, respectivamente, encima y debajo, es
decir, por encima del nombre para hiperonimia y por debajo para hiponimia.
206 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Cabe representar las dos operaciones inclusivas por una relación vertical
entre hiperónimos e hipónimos, y horizontal entre éstos:

Hiperónimo

Hipónimos

(Cohipónimos)

Los cohipónimos guardan también relaciones opositivas entre sí y se con-


vierten a su vez en hiperónimos si extendemos o intensificamos su alcance
denotativo, es decir, si ampliamos el conjunto de sus notas, rasgos o atributos
conceptuales, los semas.
Los cohipónimos indican además cierta relación jerárquica o grado de
tipificación sémica. Por ejemplo, al enumerar los miembros de una familia,
no iniciamos la serie con los más lejanos, sino con los más próximos y según
clase de ascendencia: padre, madre, abuelo, abuela, hijo, hija... El primero o
los dos primeros términos, que aquí forman pareja al mismo tiempo, como
los restantes, suelen denominarse centrales y los otros periféricos. Evidente-
mente, una clasificación de pura ascendencia situaría en cabeza a la pareja
abuelo-abuela. Por tanto, y a pesar de que los cohipónimos se estructuran
bidireccionalmente, su línea de inclusión y ordenamiento sigue también un
proceso gradativo que puede leerse de izquierda a derecha, en orden inver-
so, o simétricamente respecto de un punto o línea central, según la cabeza
de la serie. Aún así, la serie de la izquierda prima sobre la de la derecha,
siguiendo nuestra línea de lectura y escritura. Si colocamos la pareja abue-
lo-abuela en el centro, situaremos a padre-madre a la izquierda y a hijo-hija a
la derecha. Fijémonos además en que el orden antepone el masculino al
femenino por razones tradicionales y otras tal vez semánticas unidas a aqué-
llas en cuanto representación espontánea de la actividad fórica, en un caso,
y conceptiva en el otro, pues el femenino indica también abundancia y el
masculino denota además, en este caso, el género homo, sea masculino o
femenino.
La enunciación suele seguir un orden y en él procedemos de lo genérico a
lo específico, o viceversa, según la prioridad o el enfoque que introduzcamos
en lo enunciado. Las situaciones emotivas alteran este orden y anticipan o
intercalan secuencias, términos, según la función expresiva correspondiente.
Raffaele Simone resalta en el orden del discurso un «efecto zoom» que va del
máximo genérico a un máximo de concretud, siguiendo normalmente un
orden gradativo de implicaciones, como en este diálogo:
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 207

—Tráigame algo de beber.


—¿Qué desea?
—Un vino.
—¿Qué vino?
—Un clarete
(Simone, 1993: 417)
A veces procedemos al revés, como en los juegos de adivinación de obje-
tos a través de atributos suyos escalonados. La hiponimia es una relación uni-
lateral, asimétrica y transitiva, pero dada siempre en razón del hiperónimo
correspondiente. Ahora bien, no encontramos siempre un lexema o palabra
hiperónima para un conjunto de hipónimos. Entonces recurrimos a expre-
siones léxicas como «instrumentos de escritura» para pluma, bolígrafo, lápiz,
etc. Ya nos situamos, en tal caso, en los denominados campos conceptuales.
Otro asunto es la meronimia (del griego méros, parte, meíromai: dividir) o
relación partitiva, de cuantidad, que indica parte de, por ejemplo: la boca es
una parte de la cabeza y ésta del cuerpo o conjunto orgánico del hombre. Los
términos se escalonan, pues, en serie o siguiendo un orden establecido que
introduce proporciones, simetrías, paralelismos, etc. Se inordinan unos en
otros de la parte al todo, lo que determina también una lectura inversa, del
todo a la parte, pero el foco perceptivo y enunciativo antepone ésta normal-
mente. La parte remite siempre al todo que la integra, real o virtualmente. Un
dedo seccionado significa en función de la mano a que pertenecía y en la que
se integra como conjunto suyo orgánico. La relación de partitivo, inclusión
que también precede la parte al todo, es un caso específico de esta relación:
tres de cuatro; un cuarto de los votos...
Observamos entonces que hacen falta muchos atributos para determinar
el significado concreto de una palabra. En el habla ordinaria los reducimos
porque la situación verbal los da por supuestos o implícitos: sabemos, aun-
que no lo digamos, de quién estamos hablando. La combinación selecciona-
da de extensión y comprehensión significativa es lo que nos permite comuni-
carnos y entender lo mismo que nuestros interlocutores cuando usamos las
palabras.

El isomorfismo funcional: L. Hjelmslev


Fijémonos en algo importante. Al proceder así, en realidad estamos con-
siderando la forma del contenido, el modo cómo se estructuran las notas con-
ceptuales entre sí y respecto de otras de otra palabra. Acontece igual con las
unidades fónicas, los sonidos, respecto de los fonemas que los definen en
cuanto unidades fonológicas o de lengua, pertenecientes y definidas en el sis-
tema. Esta distinción se debe al lingüista L. Hjelmslev, quien influyó notable-
mente en el método lingüístico y en la determinación de sus niveles y unida-
des. Su modelo de signo procura una respuesta científica que avale la
delimitación del campo propiamente lingüístico y lo diferencie de otras cien-
cias. Curiosamente, el resultado obtenido excluye las sustancias de la expre-
208 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

sión y del contenido, es decir, la Fonética y la Semántica, conclusión hoy ina-


ceptable, pero cuyo método influyó asimismo, paradójicamente, en la estruc-
turación del significado. Establece una relación interna entre conceptos que
ya conocemos desde Saussure, los de expresión, contenido, forma y sustancia.
Veamos cómo los integra, por qué y qué resulta de ello. Así comprenderemos
mejor cuanto sigue y el enfoque lingüístico de la semántica. El signo nos faci-
lita una visión global de los niveles y sus relaciones, del atributo lingüístico
presente en cada uno de ellos. Esta presencia continua, que puede estar laten-
te o ausente, pero que deja siempre una marca efectiva o virtual, es reflejo de
lo que Humboldt denomina forma interna del lenguaje. Debemos tenerla
siempre in mente si queremos comprender en qué consiste la Lingüística.
La expresión había quedado marginada de las sistematizaciones científi-
cas del lenguaje por incluir la sustancia del sonido, su materialidad, o la del
pensamiento, más difícil aún de concebir. Sabemos ya que la ciencia exige
formalidades, estructuras de relaciones. La expresión se veía más bien como
propia de la estilística o de la función poética, es decir, un enfoque determi-
nado de atención a la formalidad sustanciada del discurso o cadena hablada.
Pero B. Croce, Ch. Bally y K. Vossler, de la escuela denominada creacionista,
anteponen el habla individual, de la parole, a la colectiva o sistemática, la lan-
gue, en términos saussureanos, manteniendo así el valor formal y sustancial
de la expresión hablada. Sabemos también que Saussure prescindió de este
aspecto individual al no considerarlo sistematizable.
Hjelmslev formalizó estas precisiones recogiendo el debate establecido
entre el sistema y su aplicación o realización en una lengua o individuo con-
cretos, delimitando el horizonte específico de la Lingüística.
En el lenguaje podemos distinguir la expresión y el contenido, división ya
tradicional a lo largo de la historia del pensamiento. Pero cada uno de estos
planos implica a su vez una sustancia y una forma, conceptos también tradi-
cionales, pero que Saussure ya había aplicado al lenguaje para delimitar las
formas como específicas de la ciencia lingüística. Y esto es lo que hace tam-
bién Hjelmslev, pero sobre aquel fondo, resumiendo así y entrecruzando los
términos y conceptos sometidos a debate.

Sustancia
Contenido
Morfosintaxis, incluidas las
formalizaciones fonológicas
Lenguaje Forma y semánticas, aquéllas que
remiten a un lexema directa
o indirectamente.
Forma
Expresión
Sustancia
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 209

Hjelmslev reduce la sistematización científica del lenguaje al conjunto de


las formas de la expresión y del contenido y deja fuera las sustancias, tanto el
sonido —la fonética— como el pensamiento no formalizado, objeto, según él,
de la Filosofía. Esto determina unos enfoques muy específicos del lenguaje,
pero tiene el inconveniente ya aludido: reducir, a su vez, la sustancia expresi-
va en tanto materia fónica y concebir una sustancia no formalizada del pen-
samiento, por ejemplo la consideración energética —energeia— de Humboldt
en cuanto aún no concretizada o ergon, Werk —obra: el concepto, la idea.
Habría una masa amorfa —la idea es de Saussure— o indiferenciada de pen-
samiento antes de formalizarlo.
De este modo, Hjelmslev insiste en el giro conceptual nuevo de la langue
de Saussure, pues sólo es sistema lo formalizado, la parte de la materia que,
al recibir una forma, ya es sustancia: la fonología; o aquella otra que, delimi-
tada en sus notas conceptuales, formaliza el pensamiento y esto supone unas
conexiones diferenciadas, una sintaxis específica, atendiendo en esta palabra
a su valor etimológico. Una es forma de la expresión y otra forma del conteni-
do. Este engarce determina la función semiótica, término de nombre homó-
logo al de Peirce, pero diferenciado en su contenido. Hjemslev se refiere con
él a la mutua solidaridad de la expresión y del contenido, lo que oirginará,
como veremos, lenguas denotadas y connotadas.
La combinación de las dos formas es también formal. Estamos ante unas
formas formalizadas, alguien, por tanto, o algo las formaliza: una forma de
formas. Recordemos ahora la forma interna del lenguaje en Humboldt o la
forme de la langue en Saussure.
Al prescindir de la sustancias y retener sólo las formas en la sistematización
del lenguaje, es preciso tener un método que delimite estas formas, y como no
miran hacia las sustancias que las materializan, sólo pueden determinarse rela-
cionándose con otras mediante una alternacia de oposiciones. La oposición o
relación opositiva funda a su vez la conmutación de rasgos, fonológicos o
semánticos. La palabra casa podemos dividirla, en el plano fonológico, en los
fonemas /k/ /á/ /s/ a/, y en el semántico, en los semas «objeto» + «material» +
«cubierto» +«paredes» + «techo» + «puerta» +«ventanas», «sirve para vivir»,
etc. Cada una de estas unidades es resultado de unas relaciones combinatorias
según las cuales unas conmutan con otras y esta conmutación las diferencia al
mismo tiempo. La oclusión sorda y gutural de la /k/ conmuta, por ejemplo, con
la oclusión también sorda de la /t/, pero ésta es dental y no gutural, rasgo dife-
renciado que nos lleva entonces a /tása/ en vez de a /kása/, etc.
Sucede igual con los semas respectivos. Si delimitamos aún más, por
ejemplo, el sema «techo», puede ser éste de teja —«tejado»— o de «ramas»,
«paja», y, en vez de sostenerlo «columnas», pueden ser «estacas» las que rea-
licen esta función. Se tratará entonces de una choza y no de una casa, aunque
ambas «sirven para vivir», con diferencias, claro.
Hjelmslev advierte que no hay conformidad entre las unidades de un pla-
no y otro, entre los fonemas y los semas o su conjunto, el semema. Pero esto
210 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

no implica que no exista una correlación proporcionada e incluso un isomor-


fismo, entendiendo por tal que en los dos planos puede darse un tipo igual de
relaciones combinatorias. Acabamos de ver que tanto en el nivel fonológico
como en el semántico se realizaba la conmutación opositiva y, por supuesto,
la doble configuración del signo, significante y significado, así como la linea-
lidad y el carácter discreto, etc.
El isomorfismo se da también al traducir una lengua a otra, pero no la
conformidad de unidades. Las equivalencias fónicas de casa en otros idiomas,
maison, house, Haus, no emplean los mismos fonemas del castellano o del
francés, pero vemos que en alemán e inglés se repiten algunos, porque la raíz
anglosajona es la misma en ambas lenguas, como en sueco hus, para los dos
conceptos. Sucede igual en irlandés cas y en castellano. Y aunque todas estas
palabras aluden a los mismos semas de construcción elemental, tal vez una
choza, convivencia estable, algunas raíces insisten más en la permanencia —
permanere, manere: maison— y otras en el recubrimiento, quizás derivadas
del indoeuropeo *(s)keu- > *(s)ku¤: cubrir. Estos matices resaltan más en otras
palabras, como las series de colores, citadas por Hjelmslev:

gwyrdd
vert
bleu glas
gris
llwyd
brun

En galo, dice Hjelmslev, «verde» es parcialmente gwyrdd y glas; bleu francés


corresponde a glas; «gris» es glas o llwyd y «brun» corresponde a llwyd (Hjelms-
lev, 1968-1971: 71). No hay, pues, concordancia de límites conceptuales.
Hjelmslev cita también otras correlaciones no correspondientes, como
alemán e ingles Wald, extensión grande y densa de arbolado, bosque en espa-
ñol, bois en francés, pero también, aquí, forêt, derivado del latín forestis silva
—foris: fuera, silva: selva—, lo que está fuera del recinto o cercado real y
cubierto por maleza y arbolado, etc. Bosque y bois proceden del latín boscus,
pero también aparece en alemán Busch, y en inglés bush, matorral, buisson
en francés, forma original de bois, sin que sepamos si pasó del latín bosk- al
anglosajón o si las dos proceden de una raíz más primitiva, indoeuropea, etc.
Vemos, pues, que para las mismas correspondencias semánticas los idio-
mas seleccionan unos u otros lexemas de acuerdo con circunstancias viven-
ciales parecidas o diferentes, según las familias de lenguas o mutuas relacio-
nes históricas. No hay, sin embargo, advierte Hjelmslev, concordancia,
aunque sí isomorfismo: todas ellas relacionan aspectos vitales o relaciones de
relaciones, recubrimientos conceptuales. Los márgenes, las fronteras impli-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 211

can formalizaciones de matices diferentes. Ahora bien, Helmslev reúne en el


concepto manifestación el conjunto indivualizado de la materia, la sustancia
y la forma. Al formalizarse la materia, una forma la inviste —grave asunto de
alcance filosófico—, obtenemos una sustancia, lo cual implica, nos parece,
que ésta encierra también forma o una consideración formal de la materia.
Siendo así, y ésta es nuestra crítica al sistema de Hjemslev, hay recubrimien-
to de conceptos en los términos sustancia y forma, así como en manifestación
y expresión.
(El caso es que tal esquema nos permite delimitar entonces, con bastante
precisión, las unidades mínimas y máximas del lenguaje. Y así establece
Hjemslev una serie de términos y conceptos nuevos, como el glosema, ele-
mento o unidad formalmente conmutada, que contiene unos rasgos distintos
y pertinentes, los taxemas. Hay glosemas de la expresión, los taxemas o rasgos
prosódicos, que reciben el nombre de prosodemas, y los taxemas fonológicos
o fonemas propiamente dichos, los cenemas.)
Es importante advertir el valor ya glosemático de las raíces y prefijos
seleccionados para estos términos, pues todos aluden a movimiento glótico,
entonacional o común -koinós en griego.
Los glosemas del contenido son, a su vez, los taxemas gramaticales, es
decir, aquellos elementos que tienen significado gramatical, los morfemas, y
los taxemas léxicos o pleremas).
Si ninguno de los dos planos formales de las lenguas costituyen al mismo
tiempo una lengua por sí mismos, hablaremos de denotación. Una palabra
denota un concepto o una cosa concreta. El morfema -s denota, decíamos, el
significado plural. Ahora bien, cuando nos referimos con la lengua misma a
la lengua que explicamos, convertimos el plano formal del contenido en un
metalenguaje. Se recubren las formas del contenido al designar otras formas
previas del lenguaje, sean del contenido, de la expresión o ambas conjunta-
mente. Es la función que Jakobson denomina también metalingüística.
Cuando es el plano de la expresión el que forma por sí mismo un lengua-
je, es decir, se recubre expresando la expresión inicial, tenemos un lenguaje
connotativo. La aliteración, por ejemplo, un ejemplo clásico, convierte la
reduplicación semejante, igual u homóloga de sonidos, en figuras o iconos
fónicos de lo representado o significado. Si decimos, en un verso, el ronco rui-
do con que rueda el trueno, la r, la o, los diptongos ui, ue, las nasales inicial y
final, n, las oclusivas, etc., están visualizando el sonido de la tormenta con
figuras fónicas. La expresión adquiere entonces un sentido especial por recu-
brimiento de su propia forma al generar un significado expresivo, una sus-
tancia sonora. Los lenguajes literarios son todos ellos conotados, pero el len-
guaje normal también recurre a este fenómeno como función expresiva o
emotiva, según Bühler y Jakobson, y también poética, para este último. En
realidad, Hjemslev se refiere a lengua connotativa cuando empleamos como
significante una lengua determinada, por ejemplo una cita en francés, el gla-
mour de un perfume, palabra que asocia un halo semántico y una «atmósfe-
212 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

ra» sensitiva determinada, pero este sentido se amplía, como connotación, a


cualquier efecto expresivo asociado al significante, lo que le confiere al
menos un doble sentido. De este modo, tanto el Sf como el Sd° admiten un
desdoblamiento sucesivo:
Sd°: Sf + Sd°, o también, Sf: Sd° + Sf.
Tal es el desarrollo semiológico de los lenguajes connotados, que R. Bart-
hes extendió al estudio del lenguaje y de la literatura.

Visión sintáctico-semántica del signo


Recordemos las representaciones geométricas del signo expuestas al estu-
diar su naturaleza. Ampliábamos el doble plano Sf-Sd° añadiéndole el refe-
rente (Rf) o campo signado de la realidad. El esquema triangular complica
entonces mucho más las nociones de significado y sentido. Por eso conviene
revisar el concepto de signo desde el nivel semántico de su estructura. De este
modo obtendremos una visión global más completa y unitaria del lenguaje y
sus niveles.

Sd°

.....................
Sf Rf (X)

Es muy importante que comprendamos que se trata de relaciones mutuas


entre los tres vértices y, a su vez, dos a dos, quedando en suspenso o latente el
tercero, cuya presencia funciona ausente. También hemos estudiado en la
selección de textos de Saussure esta alternancia de fondo y forma entre pre-
sencia y ausencia de valores del signo. En ello se basa su naturaleza. Pero
Saussure sólo atendía a la relación Sf-Sd°, interna; Ogden y Richards intro-
dujeron luego el significado del significado, la necesidad de considerar, por
ejemplo, qué significa el conjunto de notas conceptuales «hijo de la oveja, que
no pasa de un año»; cuál es su referente concreto; en qué se diferencia de
otros, etc. Los términos qué y cuál ya remiten a entidades singulares, a espe-
cificaciones.
Decíamos además que la relación Sf-Rf(X) aparece con puntos suspensi-
vos para evocar su carácter arbitrario o, por lo menos, no necesario, pues el
Sf podría ser distinto y la (X) del Rf variar según los casos y la situación con-
textual del habla.
(No entramos en tal discusión. Digamos solamente que, una vez seleccio-
nado como Sf de tal objeto o concepto en una lengua determinada, el Sf ya es,
como mínimo, motivado. No está a nuestro alcance modificarlo según nos
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 213

convenga. Esto sería un acto individual de habla sobre el habla existente y el


Sf cordero ya es lengua, parte del sistema castellano, introducido en un
momento de su historia y aceptado, corroborado por sus hablantes. Si se tra-
tara del idioma gallego, sería cordeiro, y aunque significan lo mismo, como
los antes citados mouton y sheep, ni la identidad de raíz en castellano y galle-
go, ni la diferencia de significante en francés o inglés son razones suficientes
para fundamentar la arbitrariedad del signo, pues los significantes son soli-
darios con sus significados en cada una de las lenguas. Nacieron así y no de
otro modo por alguna razón específica de habla concreta, hoy desconocida en
la mayoría de los casos.)
El concepto de significado no resulta tan simple como en principio pare-
cía. Puede coincidir con el de concepto o idea de una cosa, más bien objeto,
pues éste admite realidad o irrealidad. Centauro es un concepto irreal que
sólo existe en la imaginación, y no carece por ello de significado. Tal es la
razón de por qué K. Heger prefiere representar el signo con la metáfora de un
trapecio, tomada de G. Hilty, en vez de un triángulo al distinguir el concepto
y el significado, pero teniendo en cuenta la discusión suscitada previamente
por S. Ullmann y K. Baldinger en torno a la representación triangular del sig-
no. Ullmann sitúa el meaning en la relación sense-name, es decir, entre Sd°-Sf,
o viceversa, según nuestro esquema. El significado es la relación del nombre
de algo con su sentido. Baldinger distingue además en la misma relación dos
ejes inversos, según miremos desde el Sd° al Sf o de éste a aquél. La dirección
Begriff (concepto) —-> Wortkörper (nombre significante, pero con valor de
símbolo) es la designación o Bezeichnung, mientras que la otra, la Sf-Sd°, es
la Bedeutung, la significación propia. El concepto, Begriff, señala en realidad
el referente, que tanto Ullmann como Baldinger asignan a nuestro Sf, es decir,
cambian los nombres de los vértices, mientras que nuestro referente es para
ellos la cosa, thing y Sache, respectivamente. (La cuestión de los nombres de
los vértices carece de interés para el nivel de explicación en que nos movemos
ahora mismo). Lo importante son las nuevas distinciones establecidas en la
significación. Tendremos, por tanto:

Semema Concepto
Significado
Monema
................................................
Sustancia fónica Cosa

Heger sintetiza con este esquema varios modelos de análisis semántico y


de signo lingüístico, entre otros los de L. Hjelmslev y B. Pottier. (Seguimos
representando la base mayor con puntos suspensivos para aludir a la vincu-
lación no necesaria entre el referente, aquí la cosa, y el Sf). Para nuestro
214 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

entendimiento, y sin detenernos en los detalles implicados, baste recordar, de


momento, que el monema viene a ser la unidad mínima dotada a la vez de Sf
y Sd°, como port- en la palabra portero. Cada uno de los fonemas /p/, /o/, /r/,
/t/..., pero juntos, será la sustancia fónica, el sonido articulado según la lengua
o rasgos sistemáticos, en tal caso fonológicos, de la palabra en cuestión.
Implica, pues, la doble articulación y la forma tanto de la expresión como del
contenido, ya estudiadas. El semema, por su parte, es el conjunto de semas o
unidades mínimas de significado al dividir y separar cada una de las notas
conceptuales de la palabra: {persona + encargada + guardar + abrir + cerrar +
puertas + edificio + portal + aseo}, etc. Lo representamos como:

S: {s1 + s2 + s3 + s4 + sn}

Así pues, unas palabras definen a otras estableciendo intersecciones den-


tro de un conjunto sémico organizado con sentido, es decir, con coherencia
semántica entre los rasgos implicados: entre «persona que abre y cierra puer-
tas guardándolas» hay compatibilidad de rasgos semánticos, de semas, de tal
modo que, si cambiamos persona por oveja, la frase no tiene sentido, pues los
semas de oveja {s1 hembra + s2 carnero} no encajan con los de {guardar + abrir
+ cerrar + puertas}, etc.
Veamos ahora cómo explica Heger este primer esbozo de modelo semán-
tico del signo lingüístico (lo desarrolla con más detalle conceptual, pero para
este curso nos basta con lo expuesto):
Este [el signo] se manifiesta simultáneamente en los tres niveles de la
sustancia de la expresión aprehensible en la experiencia empírica, de la for-
malización por la lengua (forma de la expresión y forma del contenido) y de
la sustancia del contenido conceptual (...). Los lados izquierdo —que
depende de la estructura de una lengua dada— y derecho —independiente
de la estructura de una lengua dada— quedan unidos por el lado superior
que corresponde al dominio de las unidades mentales y simboliza así una
relación de consustancialidad cualitativa. Las unidades que abarca sólo se
distinguen por rasgos cuantitativos, según los cuales se encuentran unidas
entre sí por relaciones que han podido ser definidas como variación combi-
natoria para el significado y el semema, y como relación especie y género,
tanto para el significado y el concepto como para el semema y el concepto.
El lado derecho, por último, presenta problemas que ya van saliéndose del
dominio propio de la lingüística; me contento, por eso, con esbozar dos
aspectos que me parecen interesantes. La línea que une el concepto y la
cosa, igual que la opuesta del lado izquierdo, pasa a través de niveles dife-
rentes y plantea problemas que en parte parecen ser objeto de estudios
ontológicos más bien que lingüísticos. Por otra parte, será útil comprender
igualmente ese lado derecho del trapecio como metáfora geométrica de una
relación de consustancialidad cuantitativa. Así se podrá justificar una dis-
tinción que no desconocen los trabajos onomasiológicos y semánticos en
general: según las correspondencias entre un concepto y >1 cosas, 1 cosa o
0 cosa, el estudio onomasiológico encontrará las soluciones de sus proble-
mas en los dominios que la terminología tradicional denomina «palabras
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 215

concretas», «nombres propios» y «palabras abstractas». Esta observación


parece indicar que un estudio más detallado de lo que simboliza el lado
derecho del trapecio no estará ciertamente desprovisto de interés para la
lingüística (K. Heger: Teoría Semántica. Hacia una Semántica Moderna, II.
Edic. Alcalá, Madrid, 1974, p. 32).
Si recordamos ahora el modelo hjelmsleviano de signo, observaremos
que Heger ha insertado su trapecio en él. Así lo advierte K. Baldinger (Teoría
Semántica, p. 157).

Sustancia del Contenido


Sd° Semema Concepto (sema)
Plano
Contenido
Monema
Plano Expr.
...................................................
Sustancia Expr. Realidad

Por último, advertir que el tradicional contenido de la expresión del len-


guaje se divide entonces en dos sectores, el concepto o noema, según Heger, y
el significado propio. El conjunto de sus rasgos constitutivos es el semema.
Coseriu refleja una distinción similar al distinguir también en el contenido el
significado y el sentido:
El significado es el contenido dado en cada caso por una lengua deter-
minada; en este sentido sólo hay significado en las lenguas, y no lo hay, en
cambio, en el «hablar en general» considerado como tal (es decir, en la acti-
vidad de hablar considerada en sí misma y prescindiendo de las determina-
ciones que le imponen las distintas lenguas). Dicho de otro modo: el «signi-
ficado» sólo existe como significado «español», «alemán», «francés»,
«inglés», etc. La designación es la referencia a la realidad entendida como
extralingüística, o bien esta realidad misma (en cuanto «representación»,
«hecho», «estado de cosas»), independientemente de su estructuración por
medio de tal o cual lengua, y, precisamente, se da ya en el hablar en general
(o, como se dice, «en todas las lenguas»). (...) El sentido es el contenido par-
ticular de un texto o de una unidad textual (por ejemplo: «pregunta», «res-
puesta», «súplica», «invitación», «rechazo»), precisamente aquel contenido
que no coincide simplemente con el significado y la designación: sólo hay
sentido al nivel del texto (es decir, del acto de hablar o del conjunto conexo
de actos de hablar de un hablante, en una situación determinada, y no lo
hay en el hablar en general, ni en las lenguas. Con respecto al sentido, el sig-
nificado y la designación (y su combinación) funcionan como el signo
material («significante») con respecto a su contenido («significado»).
216 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

(E. Coseriu: Gramática, Semántica, Universales. Estudios de Lingüística


Funcional. Gredos, Madrid, pp. 206-207.)
(Recordemos el concepto de objetividad que hemos introducido nosotros
para evitar esa referencia extralingüística, como si la mente disociara en la
representación de una cosa su imagen indistintamente de que ésta sea un
objeto que le presenta la percepción a través de los sentidos. Y en esa objetivi-
dad ya funciona el otro concepto introducido de a priori categorial. Tal sería,
es, la explicación fenomonológica del conocimiento lingüístico. Pero estos
matices son propios, repetimos, de otros grados de estudio diferentes a una
introducción general de la Lingüística).
Importa sobremanera resaltar en el texto de Coseriu la última oración,
que formula un nuevo modelo de signo desde su consideración semántica,
identificado con el sentido. Significado y designación —véase este eje en el
esquema anterior del trapecio semántico— son el Sf de un contenido o Sd°
global que agrupa y reinterpreta todo el conjunto semántico-sintáctico del
texto:

Contenido: Sd° de Sd°s


Signo
(Sentido)
Sd°
Sf
Rf (Desig.)

A la referencia extralingüística se le asigna por parte de varios autores la


clasificación terminológica y taxonómica de las ciencias, que recurre nor-
malmente al léxico griego o romano para introducir valores etimológicos,
más objetivos, referenciales, en los conceptos implicados en los lexemas.
Pero esas referencias ya están objetivadas. Dependen menos del habla que del
decir que la subtiende significando la realidad de acuerdo con el vínculo men-
tal que la ha sistematizado en un momento de la historia. En esto, la ciencia
más moderna aún nos da una lección de humanismo al recurrir a las etimo-
logías y compuestos lexemáticos de lenguas como el griego y el latín, sobre
todo aquélla. Los nuevos conceptos buscan viejas raíces para precisar su con-
tenido con la forma más objetiva posible.
Así se definen las palabras y los seres de la naturaleza, por ejemplo. La
ciencia recurre de continuo a este tipo de clasificaciones, que reflejan las defi-
niciones posibles de sus objetos y conceptos. Por ejemplo, al clasificar el rei-
no vegetal, encontremos los subreinos criptógamas y fanerógamas, que se sub-
dividen a su vez en tipo, subtipo, clase y subclase. Veamos la primera
clasificación de las fanerógamas:
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 217

Reino Vegetal

Criptógamas (Subreino) Fanerógamas

(.........) (Tipo) Espermofitas o Antofitas

(Subtipo) Gimnospermas Angiospermas

(Clase) Dicotiledóneas Monocotiledóneas

(Subclase) Arquiclamídeas Metaclamídeas

Lo mismo hacemos nosotros al introducir términos como sema, seme-


ma, archisemema..., hiperónimo, hipónimo..., morfema, sintagma, etc. La
nomenclatura científica contiene también en sus nombres una razón lin-
güística.
(La referencia anterior al texto ya nos introduce en otro tema, el del aná-
lisis del discurso. Apenas hemos rozado la semántica diacrónica —sólo lige-
ras alusiones—, que el alumno estudiará en asignaturas específicas de otros
cursos y al afrontar la Semántica como estudio lingüístico más completo. La
diacronía estudia el signo, las palabras y construcciones suyas a través del
tiempo, cómo se han originado, aspecto no siempre identificable, cómo han
evolucionado —esto sí admite averiguación en muchas lenguas—, cuáles han
sido los motivos del cambio, tanto en el nivel Sf como en el Sd°, etc. Y en esto,
además de las relaciones formales entre niveles, las tranferencias estudiadas
entre Sf-Sf y Sd°-Sd°, y otras referenciales —contigüidad espacial, temporal y
causal de la metonimia—, encontramos causas psicológicas o históricas que
han inducido nuevas estructuras, asociaciones fónicas, morfológicas, sintác-
ticas, semánticas —asimilaciones, disimilaciones, intersecciones, etc.—,
préstamos (neologismos). El habla va reflejando en el lenguaje la vida social
de las comunidades y los signos, las palabras, retienen de algún modo ese
tiempo vivencial. Al pronunciar una palabra, en realidad asumimos el tiempo
que contiene. Al analizarla en tal sentido, entramos asimismo en ese tiempo.
Por eso el lenguaje es la fuente viva de la cultura de un pueblo o dominio idio-
mático. En la evolución de algunas palabras asisitimos a parte de la historia
en ellas comprendida, como si siguiéramos en un travelling cinético el des-
pliegue temporal de su significado y significante. Así, por ejemplo, la evolu-
ción de la palabra latina calceus —zapato— > calcea —revestimiento del pie—
> calzas en la Edad Media y, a partir del siglo XVI, a medida que la prenda inte-
rior se desarrolló hasta la cintura, calzas o calzones designaba la parte com-
prendida entre la cintura y la rodilla, y medias calzas, en cambio, la parte infe-
rior. Luego, por elipsis, se fija el nombre medias en la mitad del siglo XVII
218 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

(Referencia extraída de A. Quilis-C. Hernández-V. G.a de la Concha: Lengua


Española. Edic. de Autor, Valladolid, 1971, pp. 166-167).

Semántica de la oración
Sí conviene, en cambio, esbozar el nivel intermedio del signo en su com-
binatoria textual, la semántica de la oración. Hemos visto que cada signo,
lexema o palabra contiene como un cofre de atributos con rasgos sintácticos
y semánticos. Ello se debe a que cada palabra es una unidad que ya encierra
en sí una relación antepredicativa, un haz de relaciones internas reales y otras
posibles derivadas de éstas. Si representamos cualquier palabra como X,
decimos que X (s,s,s...s) es su (S)emema e Y la expansión posible de un (s)
cualquiera. Así, en el artículo El, palabra que, en principio, no contiene un
referente ni un significado conceptual entitativo, como árbol, encontramos,
sin embargo, dos morfemas, el género —masculino— y el número —singular.
Ambos nos dicen que tal palabra se une sólo con otra que contenga esos mis-
mos morfemas, género y número. Pero sabemos también que tal palabra ha
de pertenecer a una clase o categoría específica, la de sustantivo. Lo sabemos
precisamente porque el morfema masculino es, a su vez, una palabra que
contiene entre sus semas los de {ser + órganos + fecundantes}. Es decir, en
nuestra lengua, el artículo El ya está categorizado dentro del área semántica
masculino, cuya raíz latina es masculo> macho. Por tanto, el morfema tam-
bién agrupa rasgos semánticos que preanuncian, antepredican, su posible
combinación sintáctica. Lo sintáctico es aquí, entonces, el vínculo sintagmá-
tico establecido entre dos o más rasgos de igual valor semántico. Así pues,
encuadrando el artículo en la categoría funcional (Det)erminante, tendre-
mos, para el (S)intagma (N)ominal:
SN → Det (gn.+ n.°) N
Pero el Det artículo, como su nombre indica, articula algo. ¿Y qué es lo
articulado aquí, si no hay rasgo sustancial ninguno, sino puras formas de vin-
culación con otro término? Si recurrimos a los campos léxico-conceptuales
ya estudiados y comparamos parte del paradigma determinante, observare-
mos que El se opone, por ejemplo, a Un como lo determinado a lo indetermi-
nado, definido a indefinido, genérico / concreto, valores que comprobamos
diferenciando entre:
árbol
[el / un]
¿Cómo decimos de un que es un Det si tiene valor indeterminado frente a
el? He ahí la cuestión. Determina respecto del vínculo adquirido con SN, pero
es indeterminado e indefinido en cuanto a su consideración cuantitativa den-
tro de un conjunto: un árbol es uno, por tanto una cuantidad concreta, pero
uno cualquiera entre los posibles del conjunto árbol. En cambio, al decir el
árbol, consideramos el semema en cuanto conjunto esencial de todos sus
semas, determinado en esa unidad genérica, al margen de que sea sólo uno el
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 219

considerado entre muchos posibles. Si enunciamos árbol simplemente, sin


Det, consideramos esa misma unidad esencial, pero sin el índice de vincula-
ción sintagmática en el esquema del SN a secas. Asistimos, pues, a una gra-
dación conceptualmente fina en el modo de apreciación comprehensiva del
término considerado. Este matiz semántico de El le viene de la determina-
ción genérica que introduce entre todas las notas del sustantivo posible con
que se vincule, más el índice aludido, que le añade un nuevo rasgo: «entrar,
más bien estar en función enunciativa». Por eso decimos que también pre-
senta, anticipándolo, el carácter nominal del sintagma SN, con Nc sustantivo.
Es unilateral como todo Det. Va hacia el sustantivo, que es su núcleo sintag-
mático. Por tanto, lo representaremos como Det-, cuyo guión indica inciden-
cia sintagmática.
Lo mismo le sucede al sustantivo en cuanto (N)úcleo respecto del (Adj)eti-
vo, pero con dos marcas de incidencia por lo menos (-)SN(-). Admite (Adj) SN
(Adj). Son construcciones ya conocidas después de haber estudiado sintaxis
básica. Aquí nos limitamos a resaltar la semántica de esta sintaxis y la sinta-
xis de la semántica implicada en cada término. Son caras de una misma rela-
ción. Una mira a cómo se estructuran internamente los semas del término o
vocablo y otra a cómo estos mismos semas, agrupados en núcleos semémi-
cos, se vinculan con los de otros vocablos estableciendo nuevas relaciones
fijas o potenciales y determinando una asignación clasemática o categorial.
De la combinación así establecida derivan otros rasgos nuevos, adventicios, y
así se va constituyendo la cadena del habla y, con ella, las relaciones estruc-
turales del sistema lingüístico.
El caso más complejo es el del (S)intagma (V)erbal, porque reúne en sí
varios índices semántico-sintácticos, clasemáticos y funcionales: persona,
número, voz, tiempo y aspecto. Cada uno de estos índices refleja algo de un
sintagma más global, que atañe a varios elementos vinculados entre sí no sólo
en razón de sus significados, sino de algo más importante, el sentido. Por eso
frases bien construidas de acuerdo con los morfemas gramaticales, que tanto
repiten algunos lingüistas, tienen sentido aunque no contengan un significa-
do coherente. El sentido del sinsentido, de la anomalía, de la ruptura del
esquema, etc. En una frase como El árbol se comía los pájaros, sabemos que
se trata de un dislate porque no se vincula el rasgo (+vegetal) del SNs con el
rasgo (+animal) del Nc verbal. Son incompatibles. Sin embargo, sabemos que
lo son, es decir, que generan un sentido anómalo: sus rasgos semánticos no
guardan la coherencia estipulada por el sistema mental y lingüístico.
El SV admite además como expansión suya, de sus rasgos, uno o más
SN, de tal modo que la representación de sus índices tambien es bilateral: -
SV(-), pero con una diferencia, que, aunque latentes, están ahí con presencia
morfemática. Por eso representamos el primer índice sin paréntesis, pues no
hay Nc verbal que no contenga alguno de esos morfemas. Todo verbo impli-
ca, además de los rasgos semánticos propios, persona, aunque no la haga
visible, y número, y contiene un modo de enunciación, y un tiempo, y una
consideración fenomenológica suya en cuanto al modo de presentarlo. Así
220 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

pues, el SV está atravesado también por una relación subyacente antepredi-


cativa que, en realidad, resume y radiografía el núcleo sustancial de la ora-
ción que origina.
Y esto es posible, a su vez, porque toda palabra es un Dicho, un producto
verbal dotado de una energía dicente, de un Decir implícito que actúan los
hablantes en situación enunciativa. Las palabras están situadas en el eje de
aquella relación antepredicativa y categorial anteriormente mencionada. Las
atraviesa el eje comunicativo estudiado al principio de este curso. Hay un
Yo….[(F)unción (Él : Ello)] ...Tú en todo Dicho afectado por el Decir constitu-
yente. Exceptuados Yo y Tú, toda otra palabra es lo Otro, Él : Ello. Incluso Yo
y Tú contienen, según algún lingüista, G. Guillaume por ejemplo, un Él laten-
te. (Tales consideraciones no pertenecen tampoco a una introducción de la
Lingüística, pero es necesario enunciarlas para comprender cuanto vamos
diciendo, aunque no estudiemos ahora sus fundamentos más profundos. Por
otra parte, lo ya estudiado en este curso nos permitirá entender esta declara-
ción de principios básicos). El mensaje del eje comunicativo se constituye
sobre una función dicente y no podemos olvidar estas consideraciones inicia-
les del estudio lingüístico cuando abordamos niveles internos suyos, como la
semántica sintáctica.
Tal es, a nuestro entender, la razón oculta de propuestas como las de U.
Weinreich (1966), quien observó la vinculación sintáctica de los semas en la
ordenación de los constituyentes básicos del significado de una palabra. O la
de M. Alinei (1974), quien entrevé una frase latente en toda palabra, de tal
modo que ésta sería la punta de iceberg de una oración implícita. Por eso
añadíamos más arriba que la ordenación sémica ya es una estructura ante-
predicativa, como mínimo atributiva: al enumerar los semas inclusos en el
semema de una palabra estamos definiendo sus atributos e, implícitamente,
en muchos casos, con carácter objetivo, es decir, predicados como referentes
de algo. Quien primero entrevió esta estructura, que es la base de las otras
dos citadas, fue el filólogo y lingüista español A. Amor Ruibal. Al describir el
semema árbol {ser + viviente + orgánico + vegetal (planta) + perenne + tronco +
leñoso + (con) ramas + (a cierta altura del) suelo}, estamos enunciando, diría
Weinreich, que «es un ser viviente orgánico, del reino vegetal, tipo planta, con
tronco leñoso y ramas a partir de cierta altura del suelo». Nada menos que
una definición y texto entero contenido en tal semema. Una palabra remite a
otra, ésta aún a otra y así hasta cerrar el ciclo intencional de la enunciación.
El lenguaje se autoincluye y autorrefiere. Es circular. Quedémonos, pues, con
ese eje subyacente del Decir en todo Dicho.

Matrices léxico-semánticas

Algunas escuelas lingüísticas concentran este cúmulo de información en


las denominadas matrices léxicas o interfaces semántico-sintácticas. Distin-
guen tres niveles: la matriz propiamente semántica, que contiene los rasgos
constituyentes; el claxema o categoría gramatical: sustantivo, adjetivo, verbo,
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 221

adverbio, etc.; y la subcategoría o régimen de construcción sintagmática.


Cada matriz contiene, por tanto, información semántica y morfosintáctica.
Se le puede añadir también el nivel fonológico y entonces disponemos en
cada lexema de un «paquete» completo de sus propiedades. A esto aspira el
denominado Lexicón de la Gramática Generativa. Viene a ser un concentrado
lingüístico.
Partamos de la expresión El árbol crece alto. Ya conocemos el semantema
de árbol. Nos toca determinar el del verbo crecer y el del adjetivo alto.
Crecer. Semema:{aumentar + tamaño + ser + viviente + propia fuerza +
Insensiblemente}.
Categoría: (V)erbo ( transformativo)[SV]
Subcategoría: Intransitivo, es decir, no contiene expansión de SNo
(SN Objeto), 3.a P., N.°. Sing., etc. -[___ SNo]
Alto. Semema: {(de) altura + considerable + (sobre) tierra + (o a partir de
otro) término base (de comparación)}.
Categoría: (Adj)etivo.
Subcategoría: Concordancia G.° Masculino, N.° Sing. : +[___Conc.
G.°, N.°].
Una vez determinados todos los rasgos de la matriz, se aprecia cuáles se
vinculan y cuáles no: la persona afecta a tres vocablos: artículo, sustantivo y
verbo; el género, a otros tres: artículo, sustantivo y adjetivo; el número, a los
cuatro, etc. Observaremos que el vínculo oracional ha seleccionada otros
muchos rasgos implícitos en los ya citados de cada semema; por ejemplo, el
Verbo ha distinguido en (ser + viviente) el tipo (+vegetal) y [+(sobre) tierra],
entre otros, pues no se trata de un (+aumentar, +humano), etc. La disposición
sintagmática activa unos u otros rasgos según la selección inducida por el
principio interno de composición oracional. Un hablante que disponga de la
competencia adecuada, en este caso un español, no tiene problemas para
reconocer el vínculo interno y entender la frase u oración propuesta. Si se tra-
tara de un extranjero con escasos conocimientos del español, tendría proble-
mas para seleccionar la concordancia SNs + SV + Sadj y diría: árbol ser alto,
por ejemplo. No basta, pues, tener la estructura del Lexicón para determinar
el sentido de una frase. Hace falta el sentido de la lengua y éste no reside en
una parte concreta, sino en el resultado general o enunciado completo.

El principio de composicionalidad: objetividad lingüística

El principio de composicionalidad estipula como ideal un isomorfismo de


partes o una suma global de éstas como resultado suyo totalizante. Sin
embargo, la lengua no funciona así, aunque en escala pequeña podamos
obtener un (E)nunciado X de la suma Det + SNs +Sv(intr)ansitivo. Hemos vis-
to que la selección operada por la forma interna del lenguaje prescinde de
muchos rasgos y activa otros en principio no considerados. No es ni siquiera
la suma específica de los seleccionados, o habría que seleccionar casi indefi-
222 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

nidamente hasta reencontrarse con un sema, semema o semantema ya selec-


cionado, es decir, hasta formar un círculo cerrado, repetitivo. El lenguaje
rompe el círculo que traza para significar más allá del horizonte que le asig-
nan sus elementos. Es exótico. Implica un principio de extrañamiento. (Pero
el desarrollo de estas observaciones tampoco pertenece a una introducción
general de la Lingüística).

R. Montague (1974) concibió una correspondencia holística entre el sig-


nificado de cada símbolo funcional o componente de la oración (O = FN, FV)
—en la tradición anglosajona se prefiere (F)rase en vez de (S)intagma, pero la
nomenclatura es irrelevante en tal caso) y el sentido general de la misma. Par-
te de las investigaciones semánticas y significativas de los filósosfos Husserl
y Frege y concibe una gramática filosófica, formal, de gran importancia para
la investigación lingüística. Cada FN objetiva una entidad, individual en su
esencia, pero que puede ser concreta, genérica o abstracta; cada FV, una acti-
vidad, resultado, transformación o estado de una acción interna o externa:
verbos estativos, continuativos, resultativos, transformativos, lo cual indica
una semántica o semémica subcategorial de cada verbo según su modo inter-
no de significar, donde entra también la perspectiva u horizonte de su desa-
rrollo en la cadena sintagmática. Si es transformativo, como en el caso de la
frase anteriormente considerada, habrá un resultado, o lo está habiendo: El
árbol crece alto, transformación que comporta también un resultado: la altu-
ra. Ahora bien, en este caso la transformación afecta al sujeto mismo, no se
transfiere a un término ajeno, de tal modo que el despliegue termina en él
mismo. La relación X ....(F)unción Y ....FN (Término) carece en la frase cita-
da de (T)érmino, porque es verbo intransitivo.

Cuando incluye (T), sujeto y objeto quedan subsumidos en el horizonte


general de FV, es decir, el verbo contempla a uno y otro como polos semánti-
cos de una relación previa a la que se le añade el reconocimiento de esa rela-
ción, la declaración de que sus matrices semánticas se relacionan según o
bajo algún aspecto. Esa declaración es lo que conocemos como predicado y,
en cuanto tal, introduce otro término que indica semántica y léxicamente la
base de esa relación, el cual conlleva una marca, una inflexión gramatical que
lo vincula con el sujeto y el objeto, si éste existe. Al decir El árbol crece, ya
hemos advertido una relación entre árbol con una altura previa, no indicada,
y árbol con altura mayor. Son dos percepciones del mismo objeto en dos esta-
dos temporales diferentes, pero advirtiendo una continuidad entre ellos. A su
vez, la altura implica una gradación (+, -) respecto de algo. La base de grada-
ción es aquí [+(sobre) tierra], uno de los semas del atributo alto.

Queremos decir con ello que, aunque no haya objeto gramatical, el verbo
desdobla sus semas entitativos respecto del sujeto al marcar su vínculo con
una inflexión gramatical. El lexema crece de la oración citada ya ha desdo-
blado su matriz perceptiva en [(árbol + crecimiento (estado 1 ... estado 2)], es
decir, ha considerado un estado suyo objetivo en dos tiempos, cuya constata-
ción refleja con la marca flexiva de persona, número, tiempo...
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 223

Árbol

Percepción estado 1 ........................ Percepción estado 2


(Crecimiento)

El verbo crecer implica una objetividad, un estado o resultado objetivo,


desarrolle o no un objeto gramatical específico. Ha pasado, pues, por el
aspecto entitativo de alguno de sus semas. Ha situado en un extremo de la
relación enunciada al objeto considerado en un momento perceptivo y, en
otro, al mismo objeto en otro momento, realizando simultáneamente la sín-
tesis perceptiva como unidad de crecimiento.
Pues bien, el hecho de que Montague considere al sujeto y al objeto gra-
maticales como índices internos de FV, idea que asciende a S. Mill, Husserl,
Peirce y otros filósofos o lingüistas precedentes, responde a esta objetividad
implícita de una relación antepredicativa. Si el verbo es transitivo, aparece en
el (T)érmino de la relación un Objeto gramatical. Si es intransitivo, no apare-
ce, pero la objetividad va incursa. Podemos decir, entonces, que las marcas
flexivas del SV son operadores perceptivos o funtivos de una relación interna
compleja. Montague concibe el significado global de una frase u oración
como resultado de sus componentes en tanto función, incluso matemática,
de la matriz correspondiente a cada uno de ellos.
La objetividad latente explica además que el verbo intransitivo desarrolle
en muchos casos un objeto relacionado con su base conceptual o léxica,
como en el caso del denominado acusativo interno. En el nombre verbal hay
un momento de consideración objetiva de la acción referente, de la acción
realizada, realizable o que se está realizando al enunciarla. Es su considera-
ción entitativamente objetiva, aquello que los interlocutores comprenden y
entienden como lo mismo del enunciado, aunque uno y otro discrepen en el
alcance de su contenido, veracidad o sentido propiamente significado. Por
eso la acción misma del decir implica una objetividad discursiva, un objeto
coimplicado. Una prueba de ello es la posible transformación nominal, obje-
tiva, de la acción enunciada por el verbo. Pongamos por caso la oración Juan
ríe. La objetivación del verbo ríe comprende a Juan, sujeto, y la risa que gene-
ra con tal acción. De ahí que podamos decir de inmediato, por ejemplo: La
risa de Juan me conmueve, o también: Oigo la risa de Juan, etc.
224 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Es evidente que ríe no es el sujeto o el objeto gramatical risa en ese mis-


mo instante, dentro de la estructura de la primera oración, pero el contenido
«risa», conceptual, se está verificando y objetivando con Juan tan pronto
decimos: Juan ríe. Por eso el verbo agrupa, integra, engloba, refleja, hace con-
verger todos los ejes de la oración en su matriz sintáctico-semántica, unos
explícitos y otros latentes.
Lo expuesto implicaría entonces que en el caso transitivo de la acción ver-
bal se desdoblara ésta también en su contenido conceptual y, al comer, perci-
biéramos, por ejemplo, la «comida», el concepto dado por la base lexemática
de la palabra o algún otro colateral suyo, contextualizado. ¿Percibiríamos en
tal caso esta acción antes que el objeto en que se realiza, o a través del cual se
actúa, o que desarrolla al realizarse? Dicho de otro modo, ¿habría tres
momentos perceptivos en la predicación, el del sujeto, el de la base nominal
del verbo y el del objeto? Resulta difícil responder con claridad a este pre-
gunta, pues la fusión de tales verbos implica un objeto como realización suya
ontológica. No hay comer sin «comida», sin algo que se esté comiendo. Por
eso cabe también la objetivación del predicado como *La comida de Juan,
entendiendo por comida no la primera acepción del sustantivo, el alimento
que Juan va a tomar, sino el hecho de comer, el *comimiento, como cuando
decimos: Ven a la hora de la comida, es decir, cuando comemos, pues el sus-
tantivo comida también tiene como significado «la acción de comer». La len-
gua no ha desarrollado siempre estas objetivaciones sustantivas de una
acción verbal transitiva, pero recoge muchos nombres con valor de acción ya
realizada o realizándose. En El insulto de Juan, entendemos que Juan insultó
a alguien. Asimismo, en El apercibimiento de Juan a los vecinos, sabemos que
Juan apercibió a los vecinos, etc.
Son sustantivos que encierran en sus matrices toda una acción realizada,
es más, una oración ya dicha. Vemos en ello implicaciones de semántica dia-
crónica y recubrimientos sucesivos del lenguaje en su «almacenamiento»
semántico. Tales verbos distinguen muy bien el modo de significar la acción
que implican y ésta incluye inevitablemente una objetivación suya, que pue-
de ser perfectiva o imperfectiva, según nos dice la gramática, es decir, según
indiquen una realización completa de su potencia significante, como en sal-
tar, disparar, o un momento suyo, como en vivir, existir. Pero además de esto,
el verbo se objetiva desarrollando su acción cotextualmente con un objeto o
término suyo o simplemente subjetivando esa objetivación sin otro término
que ella misma o un momento suyo en la consideración del sujeto. Tal es el
caso de los verbos con valor intransitivo, con objetivación simple, actuante o
meramente existencial, del concepto o significado suyo.
Por tanto, la acción transitiva de comer se objetiva implicando en su
matriz semántica un objeto, al menos potencial, con base léxica distinta o no
—Juan comió una comida sabrosísima—, pero cuya matriz semántica contie-
ne algún sema correferente con otro u otros de los semas verbales. Una man-
zana es comible; una tabla, no, aunque comamos una tableta de chocolate, es
decir, el objeto chocolate presentado en forma trópica de tableta.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 225

Lo dicho sirve de base, a su vez, o más bien es reflejo del eje ontológico y
antropológico que subyace en el lenguaje, a saber:

Acción

Sujeto (ergativo) Objeto

Pero como toda concreción objetiva de una acción presupone, según


veíamos, una objetividad procesual, y ésta remite,
a su vez, al eje intersubjetivo o esquema de la comunicación antepredicativa
—un emisor y un hablante, por lo menos, aunque sólo se dé un monólogo en
alguno de ellos—, debemos incluir también en el espacio correspondiente a la
tercera persona, Él / Ello —aquello de que hablamos o personalización del
discurso, aunque no sea persona real—, al posible dativo de la acción, bene-
factor, objeto indirecto de la gramática, persona, estado de hecho al que se
da, ofrece, otorga, atribuye, asigna, etc., la acción enunciada. Por tanto,

Acción

Sujeto (ergativo) Objeto

Objetividad procesiva

Dativo

El hecho de que estén ausentes alguno o algunos de los tres actantes de la


acción —sujeto, objeto, dativo— no anula su latencia ontológica, es decir, la
consideración perceptiva de un sujeto, objeto o dativo reales de la acción. El
enunciado de la enunciación, el contenido de lo enunciado en el decir algo no
siempre precisa explicitar los supuestos predicativos que la posibilitan. La
competencia o el carácter lengua del lenguaje, según remitamos a Chomsky o
Saussure, respectivamente; en cualquier caso, la forma interna del lenguaje,
con Humboldt, suplen o explicitan la posible carencia del enunciado de una
enunciación o decir con sentido.
Suelen oponerse ejemplos inoportunos y casi siempre desvinculados de la
matriz a la que pertenecen, de donde han escamoteado el actante, pero no la
función que lo reclama, como, por ejemplo: Juan pensó que era mejor así; Luis
226 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

entregó sólo cuatro libros; hacía mucho calor, etc. El segundo ejemplo apenas
ofrece resistencia. La matriz del verbo entregar contempla entre sus funtores
la persona, organismo o instancia a la que se entrega algo. El primer caso ya
es un poco más complicado, pues no asociamos el acto o la acción de pensar
a un dativo posible y, sin embargo, no hay ningún pensamiento que no ofrez-
ca beneficio o desbeneficio para alguien. Al fondo ontológico del pensar per-
tenece el don o donación de lo pensado, aunque sólo sea para uno mismo. La
semántica gramatical reduce estas implicaciones en las matrices, pero, al ser
acciones, de éstas le viene al pensar su posible beneficio.

Más complicado resulta el tercer ejemplo, que plantea, por sí mismo, todo
un tratado de gramática y, por supuesto, de semántica lingüística. No hay suje-
to, se dice; es la naturaleza, afirman algunos; el lugar mismo donde hace calor,
añaden otros; una forma pronominal: Ello, Allí, Hoy, etc., piensan otros. Difí-
cil cuestión semántica asignar un sujeto a tal oración, y quizás porque no hay
nada sujeto al decir Hace mucho calor. Sin embargo, lo notamos, lo hace ahí,
aquí, hoy... Está sujeto, de algún modo. Es el fenómeno de la sujeción misma.

La objetivación aquí implicada supera también el contenido de este cur-


so, pero digamos que la gramática reserva un índice de tercera persona para
el posible sujeto semántico, aunque no haya ninguno que venga a cubrir con
una forma léxica específica un campo semántico posible, como aquí la tem-
peratura, solución que proponen otros, como diciendo —recurrimos a la
paráfrasis objetiva—: algún factor u objeto implicado en la temperatura —la
rotación de la Tierra respecto del Sol— hace que el calor sea intenso: mucho.
Reserva la persona de la objetividad referida, del Ello hablado o dicho en el
enunciado. El hueco del índice verbal es absorbido, permítasenos esta expre-
sión, por la evidencia plena de la acción en su transcurso puramente objeti-
vo. Queda inmerso en ella.

Hemos forzado, evidentemente, la teoría de las matrices sintáctico-semán-


ticas, pero el dinamismo interno de la lengua nos permite retrotraernos hasta
tales límites en las implicaciones sémicas de las formas. El lenguaje va recor-
tando, economizando, absorbiendo energía expresiva en función de su poten-
cia alusiva, a veces hasta límites de objetividad extrema como la comentada.
El lenguaje se nos ha pegado a la piel, forma unidad con nuestro modo per-
ceptivo de expresar lo que sentimos. El cuerpo experimenta el calor, nota una
intensidad suya. No se trata de un hacer factivo, como el de quien hace un ejer-
cicio, sino más bien de un hay ahí o aquí, ahora, en el sentido de espacio-tiem-
po implicado, contexto existencial de cualquier acción posible, pero un hay
factivo, fehaciente, hacendoso. Entonces, el verbo hacer nos remite a un esta-
dio suyo de dicho que ha experimentado un decir trópico: ha habido un tropo,
una metonimia, una metáfora. Es un hacer que no hace, donde reconocemos
la estaticidad permanente de la naturaleza en su hacer continuo o estar ahí.

Así pues, la ausencia real de un sujeto semántico implica en tales casos,


de impersonalización cósmica, nada menos que un reconocimiento del cos-
mos en su presencia factiva, existencial, objetivante.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 227

El modo enunciativo

El ideal semántico así considerado resulta atractivo y responde a concep-


ciones muy profundas del pensamiento sobre la esencia de la significación,
desde Platón hasta nuestros días. Ahora bien, el lenguaje complica mucho
más este ideal al introducir un exotismo, un horizonte no previsto de ante-
mano en el resultado general o sentido, que no siempre se iguala con la suma
matemática de las partes. Este más allá, previsto sin embargo en la relación
implícita de la metonimia o alteración del nombre, o en la metáfora, afecta a
la raíz misma del lenguaje, asunto que nos llevaría, otra vez, a consideracio-
nes de otros niveles de estudio.

Notemos, sin embargo, la diferencia establecida anteriormente entre


enunciación, enunciado y contenido suyo. El acto del decir contiene algo
dicho, un enunciado o contenido suyo que complica mucho más la semánti-
ca de la oración y nos introduce en el discurso y sus múltiples implicaciones.
Imaginemos que alguien formula la oración declarativa anterior como: Hoy
(el sol) pega que da gusto; o tal vez: Hoy (el sol) pica que escuece. Son expre-
siones diferentes referidas a un mismo contenido, el hecho de que hace
mucho calor. Cada una formula ese enunciado, no obstante, de modo diver-
so, introduciendo en él un valor significativo evaluado de manera diferente.
Podemos distinguir, por tanto, y en primera instancia, un significado lingüís-
tico, convencional, dado según la matriz sémica de las palabras, al que
corresponde un contenido o enunciado objetivo, la objetividad que nos pro-
porcionan los semas de la matriz lexicosemántica. Pero también cabe consi-
derar el modo de presentación de ese significado por cada locutor, es decir, el
contenido cognitivo que cada uno considera al formular la proposición res-
pectiva.

Estas diferencias pueden inducirnos a error, pues en todo ello va implica-


do el modo del pensamiento, el cómo concebimos lo que pensamos y expre-
samos, lo que contenemos —significado del enunciado— en lo dicho, y ade-
más el referente al que aludimos. Por contenido objetivo se entiende aquí lo
objetivado, lo propuesto a consideración de los interlocutores, que puede ser
real o no, cierto o falso, etc., pero que aquéllos entienden como unidad de
proposición. Por contenido cognitivo entendemos, sin embargo, el modo de
presentar lo objetivado, que hace referencia a cómo siento, distingo, conside-
ro, creo, enuncio lo enunciado en la proposición. Los modos de presentar el
contenido objetivo de las expresiones anteriores difieren en que uno declara
simplemente lo observado: hace mucho calor; los otros dos enfatizan el hecho
refiriéndolo a la intensidad de su efecto en el organismo; uno con aprecio de
sensación más general —pega—, y otro, más concreta: pica. Lo afectado es,
sin duda, la piel aquí aludida del organismo, pero según grados de observa-
ción y sensación térmica, en tales casos metaforizada. Lo denotado es la
intensidad del calor y su connotación refiere además el efecto epidérmico.
Sin embargo, observaremos que el enunciado se extiende al conjunto de la
enunciación, que es declarativa en los tres casos propuestos.
228 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Las ya estudiadas funciones del lenguaje nos ayudan también a valorar


estas diferencias y matices expresivos, que connotan otros del conocimien-
to. Ahora bien, el referente aludido lo damos por supuesto. Efectivamente, el
sol calienta mucho. Lo hemos comprobado, es decir, lo hemos verificado,
hemos introducido un valor de verdad en lo dicho. Los valores referenciales
no siempre están comprobados, sino que se dan por supuestos o simple-
mente se aceptan tal como los exponemos. Pero no siempre acontece así. A
menudo, necesitamos comprobar lo que se dice, verificarlo, someterlo a cri-
terio de verdad o falsedad. Entonces, recurrimos también al contexto y
cotexto de la proposición expresada. Por eso algunos lingüistas, y sobre todo
los filósofos del lenguaje, introducen, además del significado convencional o
lingüístico y del cognitivo, el criterio de validación propositiva: verificar si es
cierto o falso lo enunciado. Esto suele añadirse al contenido objetivo en tan-
to condiciones suyas de verdad o contenido vericondicional de la proposi-
ción expresada.
Donde mejor apreciados estas distinciones es en el modo de implicación
enunciativa al declarar, afirmar, desear, dudar, preguntar, etc., algo. En Juan
me dijo que iría al cine o Juan desearía ir al cine, apreciamos la distinción
entre lo declarado por Juan y la declaración que yo hablante hago de la suya,
por una parte, y su deseo más explícito de ir al cine, por otra. La enunciación
abarca todo lo dicho, pero lo realmente enunciado es el dicho previo de Juan
como algo así declarado por él o como deseo suyo manifiesto, enunciado por
mí al referirlo.
Fijémonos en que hemos distinguido un modo de concebir y expresar el
enunciado o contenido de una enunciación, que se refleja asimismo en el
modo de significar la acción contenida en una palabra, pero ahora atendemos
también al modo declarativo, interrogativo, dubitativo, desiderativo, etc., del
enunciado mismo. El modo cognitivo o dicente se nos revela entonces como
un principio fundamental de la lingüística en cuanto consideración verbal de
la realidad percibida y expresada. Refleja nuestra actitud lingüísticamente
natural respecto de lo que enunciamos y concebimos. Por tanto, declarar algo
implica que lo percibimos exponiendo su simple existencia como apercep-
ción suya. Si queremos corroborar además su valor de certeza, que es un
valor semántico presupuesto o añadido, en este caso introducimos normal-
mente información léxica adecuada, como adjetivos, adverbios, sintagmas
específicos: verdaderamente; te digo que es así; con toda certeza, etc. Cada uno
de ellos funciona como un filtro o foco expresivo y perceptivo:

Deber
Creer [Contenido objetivo]
Modo
Querer
……
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 229

El modo enunciativo pretiende, por tanto, una acción lingüística y refle-


ja, a su vez, la actitud cognoscitiva del hablante. Podemos unir las dos ver-
tientes o modos, el enunciativo y cognoscitivo, si bien esto plantea problemas
de otra índole, pues no existe simetría absoluta entre ambos. No quiere decir
ello que el enunciado no implique un modo conceptivo. No podríamos enun-
ciar nada sin concebir tal enunciación al mismo tiempo, pero esto no supone
que el modo conceptivo de lo enunciado coincida con su enunciación. En una
proposición interrogativa indirecta, el modo de enunciación puede ser decla-
rativo y el del enunciado —su contenido objetivo—, en cambio, es interrogati-
vo: No sé si ir o no con Juan al cine. Declaro (enunciación) una duda interro-
gativa (contenido).
La lógica modal atiende a estas distinciones, que afectan asimismo a la
semántica de las oraciones expresadas. Suelen distinguirse tres tipos genera-
les de modalización según que el foco o filtro de éstas refleje bien necesidad
y posibilidad —deber, poder—, bien afirme un conocimiento preciso de algo,
su creencia o eventualidad —saber, creer, pensar—, bien declare una obliga-
ción, mandato o deseo de algo —modo imperativo, optativo: mandar, hacer,
querer, etc.
Fijémonos en que tales modos responden en realidad a un estado natural
de aseveración propositiva, al reconocimiento de una necesidad veritativa de
lo afirmado o supuesto en el contenido objetivo, o a una posibilidad suya. En
las proposiciones cabe distinguir entonces entre la acción lingüística del
modo enunciativo —declaran, preguntan, dudan, exclaman, imponen— y las
condiciones de realización de la acción enunciada en su contenido objetivo.
Tales condiciones someten el proceso del verbo o de la cláusula modal —adje-
tivo o expresión, adverbio o expresión adverbial, conjunción o expresión con-
juntiva— a una protención evaluativa que, en realidad, marca su posible o
imposible actuación, verificación o cumplimiento efectivo. Los modos enun-
ciados son condiciones de posibilidad de la acción que enuncian las proposi-
ciones a través de las formas verbales, adjetivas, adverbiales o conjuntivas. La
protención crea expectativa de cumplimiento o incumplimiento. Remite, por
tanto, a un posible referente suyo y esto presupone, a su vez, una evaluación,
un estado retencional de consideración lógica asociada a un filtro de subjeti-
vidad conceptiva.
Verbos como lamentar, conseguir e impedir ya presuponen o implican en
el modo de procesar su acción semántica si la expresión que de ellos depen-
de es verdadera o falsa, según se enuncien con cualidad modal afirmativa o
negativa:
Lamento que no haya venido
Conseguí que viniera enseguida
Impedimos que viniera
En la primera, X no vino; en la segunda, X vino; en la tercera, X no vino.
En éste último caso, la afirmación declarativa del verbo principal conlleva la
negación del cumplimiento de la acción presupuesta en el subordinado. Sin
230 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

embargo, el modo enunciativo de las tres proposiciones declara simplemente


un acontecimiento, pero lo hace implicando ya un juicio que contiene un
hecho, algo efectivo, y doblemente: lo fáctico de lo lamentado, conseguido e
impedido, que indica un estado del yo —lamento—, una consecución o acto
ejecutivo suyo —hubo una intención, un propósito—, los tres referidos a una
acción deseada pero no cumplida en el primer caso, propuesta y realmente
lograda en el segundo y tercero.

Tales ejemplos pertenecen a la modalidad denominada epistémica, por-


que presuponen, a su vez, un estado aseverativo o de saber que algo sucedió o
no sucedió según lo esperado o propuesto: X sabe que p / -p. Es decir: Sé que
X no vino y, por eso, lo lamento, pues lo deseaba, etc. Ahora bien, si retrotrai-
go la proposición al estado antecedente de mi deseo de que algo se cumpla,
como en Deseo (espero) que X venga, sitúo el enunciado en una modalidad
deóntica respecto de su cumplimiento, de un resultado futuro.

Si, por otra parte, la venida de X fuera obligada, de tal modo que la pro-
posición de partida reflejara su obligación, como en X debe venir —las razo-
nes eran varias: lazos de parentesco en situación grave; compromiso adquiri-
do, etc.—, estamos ante un ejemplo de modalidad alética. Estos tres tipos de
modalidades, alética, epistémica y deóntica, relacionadas respectivamente
con la verdad o falsedad de la proposición —necesaria o posible—, con el
carácter factivo o no factivo del predicado —afirmación, negación de algo
cumplido o incumplido; creencia de algo sin comprometerse con la verdad o
falsedad de lo creído, pensado, dudado, calculado, etc.: X cree (piensa, sospe-
cha) que p-, o con la obligación, permisión, deseo, mandato, ruego..., respon-
den a la división clásica de la lógica modal, en la que se incardinan las pro-
posiciones correspondientes.

[Quienes deseen un conocimiento más explícito de estas modalidades,


cuyo desarrollo pertenece a cursos superiores, pueden consultar los libros de
J. Lyons Semántica (Teide, Barcelona, 1980, pp. 719, 725) y Semántica Lin-
güística. Una Introducción (Paidós, Barcelona, 1997, pp. 280, 351, 357-358).
En este curso basta con conocer los conceptos de modalidad referidos a la
enunciación y sus diferencias según la acción y el contenido que presuponen
e implican.]

Contentémonos, de momento, con esta visión generalizada de los proble-


mas que plantea el significado en el nivel oracional del texto. Al estudiar la
pragmática —Tema 19 del programa—, retornarán algunos de estos concep-
tos u otros similares y su entendimiento nos ayudará a comprender mejor las
enormes implicaciones lingüísticas de la comunicación verbal. Habremos
observado hasta aquí, no obstante, la complejidad manifiesta del signo lin-
güístico y la necesidad de retrotraer a la base de sus niveles analíticos el
esquema general de la comunicación, del que partíamos al iniciar este curso.
Como complemento suyo, y sólo a título de una información más exhaustiva
para quienes sientan curiosidad por estos temas, exponemos un resumen de
los distintos niveles del lenguaje en su consideración semiótica.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 231

Relaciones entre códigos y sistemas: hacia una lingüística semiótica

Como vamos viendo, el lenguaje no es una entidad aislada del medio y de


la conducta del hablante, sino, más bien, el resultado, y hasta el principio, del
conocimiento vital del hombre. Si constituye una parcela de la semiología,
como propone Saussure, y si la organización del signo se produce en un hori-
zonte simbólico de raíces gestuales —el sonido vocálico es gesto—, dentro,
por tanto, de una conformación cualitativa, debemos reintegrar el signo lin-
güístico, una vez conocidos su naturaleza y caracteres, en el orbe de su tras-
fondo. Una lingüística semiótica y fenomenológica puede resolver la bipola-
ridad y tensión de método establecida entre la herencia de Peirce y Saussure.
El análisis lingüístico no puede perder de vista el horizonte señalativo y
designativo, es decir, sígnico, que lo fundamenta. Semiosis remite a configu-
ración, marca, sello, hasta augurio-símbolo. Basta con pensar en la figura
continua que el análisis del lenguaje genera en las diversas teorías. Su misión
parece consistir en traer a presencia o figurar relaciones ocultas, no directa-
mente perceptibles. Y sin embargo, la lengua es, ante todo, voz articulada, la
cual implica también, como sabemos, una articulación de sentido. ¿Cómo
figura el sonido? He ahí una cuestión transcendente. Pura semiosis.
Una línea intermedia entre Saussure y la dicotomía tradicional de la
expresión y el contenido, la forma y la sustancia de las unidades sígnicas,
sean éstas palabras o partes suyas menores —doble articulación—, la repre-
senta, como hemos visto, el lingüista danés L. Hjelmslev, representante de la
escuela lingüística denominada glosemática. A él se debe también un modelo
de función semiótica establecida entre las relaciones solidarias de los planos
de la expresión y del contenido, en la que se encuadra precisamente la noción
de signo lingüístico, cuya descripción metodológica se basa fundamental-
mente en la conmutación de formas y términos.
Desde esta misma perspectiva, Algirdas J. Greimas introduce en el plano
perceptivo de la semántica una estructura semiológica de carácter isomorfo
respecto de las cualidades sensibles. Cuando la lengua se estructura, estable-
ce formas perceptivas congruentes con la realidad significada y esto ya impli-
ca un nivel semiótico o una objetivación cognitiva del lenguaje. Quiere ello
decir que éste ya nos habla de la realidad que enuncia, evoca, refiere, como
forma suya, forma también real, pues, sin él, no la conoceríamos tal como se
nos muestra y llega a nosotros. Este nivel formal de categoría real ya es
semiótico para Greimas.
La palabra semiótica comprende, entonces, dos concepciones bastante
diferenciadas bajo un mismo enfoque fenomenológico, la estructuralista y la
faneroscópica —fanerós significa en griego lo que se muestra, es visible—,
inaugurada por Ch. S. Peirce en Estados Unidos, pero cuyos fundamentos
remontan a san Agustín, D. Scoto, Locke y, por supuesto, Husserl, cuya filo-
sofía está también en la base de Hjelmslev. Nos limitamos aquí a exponer una
simple introducción del sistema semiótico . Y lo hacemos en el apartado de la
semántica para apreciar precisamente la culminación simbólica del signo en
232 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

un intento de integración científica de todos los niveles lingüísticos y además,


nada menos, de todas las ciencias. Tal era el propósito de Peirce.

Dimensiones generales del signo según Ch. S. Peirce

Sintáctica Cualisigno Sinsigno Legisigno


Semántica Icono Índice Símbolo
Pragmática Rema Decisigno Argumento

Para Peirce, el signo se caracteriza por su valor sustitutivo y la reacción


que provoca en el receptor. Tal reacción es el interpretante, que no coincide
necesariamente con el intérprete. Un signo se interpreta en otro; por tanto,
éste será su interpretante, y así sucesivamente. Se genera, de tal modo, una
semiosis continua. En el lenguaje, por ejemplo, cada unidad o subunidad
será interpretante de otra bajo algún aspecto, de tal suerte que todas quedan
implicadas en mayor o menor grado, directa o indirectamente.
La semiótica incluye también en el signo, además del referente, la con-
ducta que aquél suscita. Es éste un aspecto básico del behaviorismo —beha-
viour, proceder o conducta asociada al esquema básico del pragmatismo y
conductismo americano: (E)stímulo → (R)espuesta—, que trasciende en lin-
güística al estructuralismo de Bloomfield. La función del interpretante atañe
incluso a la comprensión efectiva del signo como conducta del receptor. Una
asociación emotiva procurada por una descripción de un paisaje será una
forma interpretante, lo mismo que la traducción de un diálogo, o el dibujo
que se nos pueda ocurrir para esquematizar una información, etc.
En cuanto al referente, cumple decir que Peirce habla de objeto, pero éste
no coincide con la cosa, aunque puede incluirla. Se trata, más bien, de lo
objetivo, de lo sustantivado como objectum, lo presentado ante uno, sea cosa,
fenómeno, idea recibida, etc. También debemos advertir que el signo incluye
un especial carácter representativo o representamen, que, como fundamento,
es primero, mas, como vehículo suyo —conduce hacia un signo—, ya resulta
segundo. En realidad, el signo como representamen es la tercera dimensión en
cuanto éste induce un interpretante mental. Así pues, por signo debemos
entender un proceso dinámico e interno, constitutivo. Volviendo, una vez
más, a la figura del triángulo, diremos que signo es el plano circunscrito por
los tres lados y al geminarse cada ángulo en nuevos triángulos sucesivos, ins-
cribiendo, de este modo, un volumen también continuo:

R O
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 233

De la relación signo (representamen)-objeto-interpretante —pensemos en


las formas geométricas anteriores— educe Peirce tres modos o categorías ele-
mentales del pensamiento: primaria, secundaria y terciaria. Primario es todo
cuanto se presenta por sí mismo sin referencia a otra cosa, en su cualidad
sensitiva o perceptiva, por tanto. El bulto de una roca será primario a pesar
de su enorme peso; una mancha de tinta, un olor que no despierte referencia
fuera de sí mismo, será también primario. A su vez, por secundario entende-
mos la reacción que la presencia de la roca puede causarnos, o la relación
directa de la mancha con el dedo, pero sin considerar aún la base de relación,
es decir, un tercer término, en cuyo caso, nos situamos ya en la tercera
dimensión o del conocimiento según ley representativa, aquello conforme a
lo cual algo se nos presenta relacionado, conocido.

Ahora bien, si nos atenemos a la relación de los signos entre sí, conside-
rando su propia formalidad, entramos en otra dimensión general, la sintácti-
ca; si a las relaciones de los signos con los objetos —donde otros autores sitú-
an la significación—, tenemos la dimensión semántica; por último, si
consideramos la relación entre signos e interpretantes, nos movemos ya en el
campo de la pragmática.

Estos conceptos presuponen algo muy importante para el giro lingüístico


de la semiótica, pues la semiosis del interpretante determina en realidad la
situación del hablante y reorienta la representación clásica del signo hacia lo
que éste hace, no hacia la representación que contiene. Lo representado es
otro índice más de cara a la significación operativa, procedimental, del signo.

En el eje sintáctico de la significación considera Peirce los cualisignos


o posibilidades de signo, que actúan en el operador siguiente, el sinsigno
—token— o signo real. El prefijo sin alude al carácter singular y único del sig-
no, que se da o «es una única vez». Esta peculiaridad suya fragmenta, como
puede observarse, la repetición y recurrencia del signo saussureano, a la que
estamos acostumbrados por un efecto interpretante de larga tradición filoló-
gica. Esta costumbre interpretativa reduce la espontaneidad del lenguaje y no
nos deja ver o sentir la frescura del signo cada vez que lo realizamos. El habla
personalizada implica una vivencia singular e irrepetible, porque cada repe-
tición suya es una semiosis nueva. Por tanto, la consideración langue del len-
guaje funciona realmente como un espejismo o supone solo un factor de inci-
dencia o de apoyo categorial, pues la repetición en cuanto principio
recurrente y sostenido, estativo, de algo es posterior. Lo singular de la recu-
rrencia, de lo discreto del signo, en sentido saussureano, es para Peirce el
toque individual del recuerdo, más que el contenido del recuerdo en sí mis-
mo. No podemos separar el rasgo distintivo del común al articular éste, lo
cual significa que, por una parte, ya vamos implicados en el resumen históri-
co de la configuración de los signos, pero, por otra, éstos no son nada sin la
vivencia singular que los activa.

Cuando se impone la regla como medida del signo, es decir, el acorde


entre las partes del eje semántico, del signo con el objeto y el interpretante en
234 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

un medio concreto, determinamos el type o legisigno, la ley según la cual con-


sideramos y actuamos la potencia singular que el signo contiene. Nos aden-
tramos entonces en el dominio de las representaciones social e históricamen-
te configuradas.

Consideremos ahora, por ejemplo, todo el eje sintáctico de las tres cate-
gorías básicas del pensamiento, la de posibilidad cualitativa, la de existencia
real o segunda y la legisladora, deductiva o tercera. Si tenemos un fonema en
el modo primario, sus elementos o rasgos constitutivos se unen con otros o se
oponen a ellos, sin conciencia actual o meditada en esta primera etapa. Al
unirse —toda unión implica semióticamente una oposición de otro nivel—,
forman una unidad superior, morfemática, con figura propia, aunque sea una
sílaba peculiar de una lengua determinada, cuyo sinsigno le otorga existencia
individual plena, organizativa, por tanto, en un medio adecuado. La sílaba
puede ser ya una unidad afija que, al unirse con otra nueva, supone un prin-
cipio o ley configurativa, en cuyo caso constituye un legisigno, una raíz o un
monema, pongamos por caso. De este modo, pasamos de un dominio pura-
mente cualitativo, asociado en Peirce al sentimiento, en este caso el senti-
miento fónico de la lengua, a otro de configuración existencial: momento de
las unidades aún no totalmente autónomas, aunque tengan figura propia,
como un afijo, pero no dotadas de peso semántico entitativo, sino más bien
relacional. Existen en función de algo que adviene en el proceso. Lo que llega
es, entonces, la conformación legislativa de la palabra, el asomo de una uni-
dad de pensamiento conforme a un principio regulativo, por tanto fundado.
Esta fundación es para la semiótica de orden social, como acontece también
con el lenguaje en Saussure.

El eje semántico atiende al objeto, a la relación del signo con el objeto en


cuanto semejanza suya —icono—, o imagen que reproduce un modelo relati-
vo; o bien en cuanto relación denotativa, contigua, con él, en cuyo caso tene-
mos un índice, que es elemento segundo de una relación objetiva, pues remi-
te a otra cosa, y esta remisión constituye en realidad su carácter de índice. Por
último, el símbolo, que denota, dentro del objeto general, un caso suyo con-
creto. Toda palabra y concepto es, en tal sentido, como matriz de rasgos o
semas peculiares, un símbolo, pues ningún hombre concreto representa al
Hombre general. Dicho de otro modo, ningún denotado agota o consume la
matriz semántica de sus posibles realizaciones. Un caso típico de símbolo son
los operadores aritméticos y de cálculo lógico. Supone, por tanto, una ley, un
legisigno, lo que implica un interpretante que relacione lo general con su rea-
lización concreta, lo representado con el objeto singular, el número con la
realidad numerada, etc. La proposición gramatical y el verbo son también
símbolos, pues ningún esquema oracional, o ninguna predicación concreta,
agotan sus manifestaciones posibles. Esta dimensión relativa del representa-
men o signo hacia el mundo objetivo resulta de suma importancia aquí, pues
vemos que la semántica ya implica la sintaxis, que ésta se fundamenta en una
consideración existencial objetiva. Advertimos, además, que las categorías
semióticas se implican procesivamente según vayamos avanzando del eje sin-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 235

táctico, articulante, cualificador, a la configuración existencial, icónica, indi-


ciaria o simbólica de la realidad signada.
En el nivel pragmático considera Peirce la dimensión lógica del signo,
que afecta de lleno al interpretante, es decir a las relaciones de relaciones pre-
viamente establecidas, el rema, el decisigno y el argumento. Aquí esbozamos
sólo un perfil aproximado de sus descripciones y funciones, que se compli-
can, recubren y traslapan a medida que avanzamos en la realidad dinámica,
indefinida, de la interpretación semiótica. No hay un límite fijo en el hori-
zonte interpretante. Estamos ante una semiosis dinámica, continua como la
realidad que interpreta, incesante.
El rema atiende sólo a la posibilidad de un objeto, un X cualquiera, sean
X1, X2 o Xn sus representantes verdaderos, como sucede en lógica proposi-
cional. Atiende, por tanto, a la posibilidad objetiva, como si dijéramos al
encuadre o clasema de una matriz sintáctico-semántica. Dado su perfil
semántico general, la matriz clasemática del árbol ya considerado, desaten-
demos la información concreta de éste o aquel árbol específico, cuyos índices
—este, aquel— nos orientarían en el género de árbol en cuanto (Det)erminan-
tes suyos, y entonces ya tendríamos un icono proposicional. El rema nos pro-
porciona una información general, pero no atiende a ella, sino sólo a su posi-
bilidad. Es campo abierto, orientación interpretante, no interpretada. Por eso
Peirce lo define como «signo de posibilidad cualitativa».
El decisigno es el interpretante segundo o signo dicente, que sí dice algo
real de aquella posibilidad informativa: lo dice interpretándola en la existen-
cia real del objeto. Podríamos decir, por ejemplo, que llena, cumple, satisfa-
ce, actúa aquel posible remático. Observemos aquí la exigencia pragmática
que algunos lingüistas requerían en la representación geométrica del signo al
llevarlo fuera de la pura relación interna Sf-Sd° y extrapolarlo hacia un refe-
rente real, contextualizado. Tal es aquí la función del decisigno, que Peirce
asigna a la proposición atributiva, dicente, definidora.
Por último, el argumento, interpretante tercero y auténtico signo en la
dimensión general de ley o categoría vinculada, cognoscente, al que corres-
ponde la frase, donde los signos se implican en proposiciones sucesivas. No
olvidemos las lecturas cruzadas de las dimensiones —el sentido vertical del
esquema arriba expuesto—, el representamen, el objeto y el interpretante, y de
las categorías faneroscópicas, la posibilidad, la existencia real y la ley o cate-
goría del pensamiento creador. Del esquema inicial de ley del representamen
o legisigno pasamos a la relación simbólica del objeto, también ley o regla de
inclusión general de lo particular concreto, y de aquí a la regla por excelen-
cia, inferencial, pues es signo tercero del interpretante: el argumento. El obje-
to aquí considerado ya es signo en sí mismo, por lo que éste, podemos decir,
entra dentro de su propia entraña o se sobrepone: signo semiótico. La ley se
ha objetivado y el lenguaje ya es objeto, conocimiento.
El sistema semiótico pretende conjuntar las dimensiones existencial y
entitativa, interna y externa, lógica y ontológica, en una palabra, el fenómeno
236 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

del pensamiento y del lenguaje en la acción común de la vida. Por eso, la


semiótica aún remite a una fundamentación fenomenológica de sus princi-
pios. No debemos olvidar este reclamo constitutivo: al hablar de signo o de
lingüística semiótica, aludimos en realidad a la fenomenología o al logos ver-
bal de la surgencia o fenómeno del lenguaje. De otra suerte, sólo alcanzare-
mos descripciones analíticas que no contienen en sus fundamentos la razón
dialéctica que las avala científicamente. Recurren a la coherencia y al acuer-
do entimémico, más persuasivo que crítico, pero sin fundamentación interna
alguna de los principios en que se apoyan. A veces, tales análisis desconocen
incluso los presupuestos de los que parten.
Habremos observado las diferencias con otros métodos, pero también las
connotaciones e implicaciones comunes, englobadas en un marco más ambi-
cioso, de carácter fenomenológico, pues Peirce pretendía un esquema global
de todas las ciencias posibles en cuanto todas ellas son semióticas o se basan
en la constitución del signo. Con su estudio, asistimos a otra propuesta gene-
ral de unificación del saber. Tengamos presente que otros modelos, como el
generativo, buscan también una Gramática Universal que dé cuenta de todas
las proposiciones realizables, por consiguiente de todas las ciencias asimis-
mo. Hoy día, este tendencia se orienta hacia el Ordenador Global o Universal,
una nueva Enciclopedia o Libro Cósmico que contuviera todas las potencias,
latencias y exponentes no ya sólo de los signos hasta ahora conocidos, sino
también de los que pudieran existir en el futuro. Se busca, sin pretenderlo
específicamente, un estadio prebabélico, una lengua de entendimiento
común y universal, superpuesta a los idiomas concretos. El gran reto sigue
siendo, no obstante, la singularidad, el puesto del sentimiento y existencia del
individuo en la Totalidad comprehensiva del Mundo. Y parece ser que la pre-
sencia irrepetible de la persona aún fragmenta, como las lenguas individua-
les, el Macrotexto esquemático desde un cara a cara que reclama un rostro
también articulado del Mundo cuya vida es la suya propia.

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AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 239

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240 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

TEMA 12. Pragmática


Profesora Pilar Ruiz-Va Palacios

Para preparar el Tema 12, el alumno debe usar como fuente de infor-
mación básica el manual de G. Yule. Las orientaciones contenidas en
esta Guía Didáctica referentes a este tema tienen el propósito de rela-
cionar los conceptos de manera que resulte más accesible el estudio del
programa. La bibliografía específica NO se considera de lectura obliga-
toria, sino recomendada; señala la existencia de otras fuentes de infor-
mación cuya consulta ofrece interés.

¿Qué es la Pragmática?
Desde que C. Morris (1938) definió la Pragmática como «la ciencia que
estudia los signos en relación con sus intérpretes», se han venido desarro-
llando diversas tendencias teóricas bajo la denominación de Pragmática, que
hacen necesario precisar cuál es nuestro objetivo al incluirla en el programa
de la asignatura Lingüística.
Actualmente existen dos grandes grupos: el que enfoca la Pragmática con
una orientación sociológica y el que lo hace con una orientación psicológica.
El primer grupo investiga sobre los aspectos «externos», es decir, los con-
dicionantes sociales y culturales que determinan los usos y la interpretación
de las formas lingüísticas y, por lo tanto, se dedica a las fórmulas de cortesía,
los géneros discursivos, los diferentes estilos conversacionales propios de las
diversas culturas, y también los aspectos ideológicos y políticos del uso lin-
güístico. Esta tendencia de la Pragmática considera el lenguaje como una ins-
titución social y le aplica los métodos de investigación propios de las ciencias
sociales, en busca de normas generalizadas subyacentes a los comportamien-
tos lingüísticos en situaciones sociales concretas; estudia, por ejemplo, los
usos para pedir, preguntar, sugerir, rechazar, invitar, etc. Los estudios esta-
dísticos revelan las frecuencias de las formas lingüísticas y permiten obtener
la visión global de los comportamientos de los distintos grupos sociales, es
decir, qué formas lingüísticas es habitual que usen hablantes concretos de
una lengua —o qué estilos conversacionales suelen elegir— en situaciones
comunicativas concretas, y qué factores socioculturales determinan la elec-
ción de unas formas y no otras.
El segundo grupo investiga sobre los aspectos «internos»: los condicio-
nantes cognitivos que determinan el funcionamiento de la lengua, es decir,
los procesos del conocimiento humano que rigen la interpretación de los
enunciados, los diferentes sistemas cognitivos relacionados con la «actua-
ción» lingüística, y la relación (llamada comúnmente «interfaz») entre gra-
mática y pragmática. El objetivo de este enfoque es establecer los principios
o leyes que constituyen el sistema general de funcionamiento de los hechos
lingüísticos (no la mera explicación descriptiva de estos uno a uno) o, dicho
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 241

de otro modo, establecer la regularidad, la predicción del uso de unas formas


lingüísticas dadas —ligada a patrones de inferencia universales, a factores
cognitivo-biológicos invariantes— en situaciones determinadas. Está conec-
tado este enfoque, por lo tanto, con el campo de estudio de la experimenta-
ción psicolingüística.

Comentarios a ciertos conceptos básicos en el estudio


de la Pragmática
Contexto. Deixis. Referencia. Correferencia. Anáfora
Yule define la Pragmática mediante una imagen brillante y eficaz: como
«estudio del significado invisible», que viene determinado por el contexto no
lingüístico, entendiendo por tal el «aquí» y el «ahora» o situación espaciotem-
poral que condiciona la interpretabilidad de los enunciados. Con la expresión
contexto extraverbal, Coseriu (1967) no sólo se refiere al estricto eje físico de
lugar y tiempo sino a «las circunstancias no lingüísticas que se perciben direc-
tamente o que son conocidas por el hablante», es decir, al marco cultural en que
se inscribe la enunciación, en el que incluye la coyuntura comunicativa, los
estados de cosas objetivos conocidos por los participantes, las circunstancias
históricas y la tradición cultural de la comunidad, hayan sido mencionados o
no en el enunciado. Sólo el contexto físico es descriptible objetivamente; el res-
to de las circunstancias contextuales, componentes en igual medida del «signi-
ficado invisible», pertenece al orden de las relaciones entre los participantes en
la comunicación, y son objeto de estudio de la Pragmática también.
La codificación lingüística de los datos referidos al contexto situacional
recibe el nombre técnico de deixis (también deíxis); del griego, «mostrar,
señalar». Son formas deícticas los adverbios que aluden al lugar y al tiempo,
y los pronombres personales que hacen referencia a los participantes.
La referencia es la relación que se establece entre una expresión lingüísti-
ca y el objeto —real o conceptual— extraverbal o extralingüístico (denomina-
do referente) al que alude o designa en el contexto de un enunciado. La refe-
rencia siempre está ligada al contexto de una enunciación concreta. La
correferencia es la relación que se establece entre dos formas lingüísticas que
aluden al mismo referente. Por ejemplo, el pronombre personal le es correfe-
rente respecto del sintagma preposicional A tu hermana en «A tu hermana le
han dado un premio», dado que ambos denotan el mismo objeto extralin-
güístico: la persona designada como «tu hermana».
La anáfora representa un caso de lo que se conoce como deixis textual —y
discursiva—; en términos espaciotemporales, hace referencia a un objeto
anteriormente aparecido en el discurso; por ejemplo, en la secuencia El car-
tero te ha traído una carta, ¿la has visto?, el pronombre la hace referencia ana-
fórica al sintagma nominal una carta, puesto que ha aparecido antes en el dis-
curso. Correlativamente, la referencia de la catáfora representa una
anticipación, puesto que alude a un objeto que aún no ha aparecido en el dis-
242 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

curso; por ejemplo, el pronombre personal ella es una referencia catafórica


del sintagma preposicional a mi madre (que aparece después) en «No me gus-
ta todo de ella. Pero quiero a mi madre».

Emisor ←
→ destinatario
Los participantes en la comunicación se denominan emisor y destinatario
preferentemente a hablante y oyente. El término ‘hablante’ designa al indivi-
duo que posee el conocimiento de una lengua dada, con independencia de
que lo actualice en un momento concreto. De manera complementaria, el
‘oyente’ es el individuo capacitado potencialmente para comprender una len-
gua dada. Ambos términos son operativos en el campo de la lingüística. Con
Emisor se denota el papel intercambiable, ligado a unas circunstancias de
comunicación concretas, desempeñado por la persona que construye inten-
cionadamente una expresión lingüística. En el diálogo, por ejemplo, los inter-
locutores alternan sus papeles como emisor y destinatario. El destinatario es
la persona a la que el emisor ha dirigido un enunciado: ostenta necesaria-
mente la marca comunicativa de la intencionalidad, ya que es el receptor
«escogido» por el emisor, por lo que el mensaje está construido «a la medida»
de su edad, de la proximidad de la relación —afectiva, laboral, etc.— que
mantiene con el emisor y del nivel cultural que éste presupone que él posee
(todo lo cual implica diversos cálculos a propósito de la capacidad interpre-
tativa del destinatario por parte del emisor). Todo esto es aplicable a la lengua
escrita en todas sus modalidades (literatura, docencia, prensa, publicidad…).

Enunciado

Obsérvese que venimos utilizando de manera insistente el término enun-


ciado. Designamos con él únicamente los mensajes construidos a partir de un
código lingüístico. Frente a la oración que está perfectamente delimitada por
las reglas gramaticales, el enunciado es una unidad discursiva, y, por lo tan-
to, no tiene prefijada su extensión gramaticalmente: por ejemplo, cada inter-
vención de un emisor, sea cual sea su extensión, constituye un enunciado y
éste puede consistir tanto en una interjección como en una novela completa.
Por supuesto, en multiplicidad de ocasiones, un enunciado coincide con la
realización formal concreta de una estructura oracional. Pero la interpreta-
ción de un enunciado no depende de la estructura oracional que eventual-
mente lo soporte, sino de su contenido semántico en unas determinadas con-
diciones de enunciación, y además dicho contenido se ha de evaluar como
adecuado al contexto o no, efectivo según la intención comunicativa o no, etc.

¿En que se diferencia la Pragmática de la Gramática?


Aunque ambas se ocupan de los datos lingüísticos, la Pragmática los
interpreta en relación con las circunstancias extralingüísticas concretas que
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 243

constituyen la situación de emisión de enunciados (enunciación), mientras


que la Gramática analiza los aspectos formales y constitutivos de las oracio-
nes generadas por un sistema lingüístico. La Pragmática da explicaciones
funcionales de los enunciados y valora su adecuación a la intención comuni-
cativa, en tanto que la Gramática da explicaciones formales y valora la
corrección (gramaticalidad) de las oraciones.

¿En qué se diferencia la Pragmática de la Semántica?

El significado está codificado de manera convencional en cada una de las


unidades lingüísticas y, por lo tanto, está predeterminado por las reglas del
sistema. Partiendo de concebir la oración como estructura sintagmática (y,
en consecuencia, como signo lingüístico), el sentido oracional está goberna-
do por reglas y sólo puede ser descrito mediante explicaciones formales.

La Semántica describe el significado de las estructuras oracionales esta-


bleciendo oposiciones entre la presencia y la ausencia de los constituyentes y
teniendo en cuenta tanto el orden de palabras como la curva de entonación
que llevan obligatoriamente asignada. Toda variación de las categorías cons-
tituyentes de una oración supone un cambio en el significado de ésta y, por
consiguiente, en su sentido.

En la interpretación del sentido de los enunciados ponemos en funciona-


miento mecanismos de naturaleza pragmática. Imaginemos que somos desti-
natarios de un enunciado X, dotado de un significado codificado conforme a
las reglas del sistema, pues bien, no lo interpretamos únicamente con pará-
metros unívocos de carácter lingüístico, efectuamos una interpretación mul-
tívoca del significado puesto que aplicamos una información (información
pragmática) de la que forman parte los datos que poseemos acerca del emisor
(incluidas la hipótesis de su intención comunicativa, la mentalidad, etc.) y de
las circunstancias en que se produce la enunciación.

La Pragmática se dedica al conjunto de factores situacionales que inter-


vienen en la interpretación adecuada de los usos lingüísticos en todas las
situaciones comunicativas, es decir de aspectos del significado externos al
significado convencional, que es dominio de la Semántica.

Objetivos

Al término de este tema, debe ser capaz de comprender, caracterizar,


ejemplificar y aplicar los conceptos de:

Pragmática, hablante-oyente, emisor →← destinatario, enunciado,«co-texto»


lingüístico o contexto, contexto físico o situación espaciotemporal, deixis,
referencia, correferencia, anáfora, catáfora, presuposición, actos de habla,
cortesía.
244 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Bibliografía complementaria, específica sobre el tema


Definición de pragmática
MORRIS, C. (1938), Fundamentos de la teoría de los signos, Paidós, Barcelona, 1985.
LEVINSON, S. (1983), Pragmática, Teide, Barcelona, 1989, cap. 1.
**ESCANDELL VIDAL, V. (1993), Introducción a la Pragmática, Anthropos-UNED,
Madrid, cap. 1.

Perspectiva histórica de la Pragmática


LATRAVERSE, F. (1987), La Pragmatique. Histoire et critique, Mardaga, Bruselas.

Contexto
COSERIU, E. (1967), «Determinación y entorno», en Teoría del lenguaje y lingüística
general, Gredos, Madrid, pág. 313 y ss.
BUSTOS, E. (1986), Pragmática del español, UNED, Madrid, cap. 1.
SPERBER, D. y WILSON, D. (1986a), Relevance. Communication and Cognition, Basil
Blackwell, Oxford.

Deixis, deícticos
FILLMORE, C.J. (1971), Towards a Theory of Deixis, The PCCLLU Papers, University of
Hawaii.
LYONS, J. (1977), Semantics, Cambridge University Press, Cambridge, (MA), (cap. XV).
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Referencia. Correferencia
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ning, Form and Use in Context, Washington, D.C., Georgetown University Press,
pp. 120-138.
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sófica: problemas y discusiones, Siglo XXI, Buenos Aires, pgs. 57-86.

Oración y enunciado
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LYONS, J. (1977), Semántica, Teide, Barcelona.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 245

Intenciones comunicativas de los hablantes


ESCANDELL VIDAL, V. (1993), Introducción a la Pragmática, Anthropos-UNED, Madrid,
cap. 1.
GRICE, H. P. (1989), Studies in the Way of Words, Harvard University Press, Cambridge
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PARRET, H. y otros (eds.) (1980), Le langage en contexte. Études philosophiques et lin-
guistiques de pragmatique, John Benjamin, Amsterdam.

Páginas de Internet relacionadas con el tema


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http://www.tristram.let.uu.nl/UiL-OTS/lexicon/
http://www.sil.org/linguistics/glossary/
246 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

TEMA 13. Análisis del discurso


Dr. Antonio Domínguez Rey

1. Objetivos
Estudiar las unidades discursivas del lenguaje en su organización textual.
Definir el texto y analizar los factores que lo componen desde un enfoque lin-
güístico. En el texto confluyen todos los niveles del lenguaje y nos muestra,
por tanto, el funcionamiento interactivo de sus unidades en orden a obtener
el sentido global que lo integra.

2. Contenido temático
Distinguimos como otras veces dos partes, la primera referida a la expo-
sición de Yule (pp. 159-172) y la segunda a un comentario y complemento lin-
güístico del tema.
Parte Primera. La interpretación del discurso (159). Cohesión (160).
Coherencia (162). Eventos de habla (163). Interacción conversacional. El
principio de la cooperación (165). Conocimientos previos (167).
Parte Segunda. Del discurso al texto. Factores de cohesión textual: tema,
rema, focalización. Presupuestos generales de la pragmática. Presuposición e
implicación: el principio de relevancia. Los actos del lenguaje y el uso de la
lengua. Parámetros textuales. Semiótica textual.

3. Desarrollo temático de la segunda parte


Del discurso al texto

La organización peculiar del lenguaje, que contiene en sí algunas figuras


de la lógica formal, pero que desborda otras, permite sobrepasar las unida-
des básicas de su estructura gramatical y elaborar también una gramática
discursiva. La noción de discurso depende en lingüística de la comunicación
y del fundamento del signo, que implica siempre una base alterativa. Dis-
curso es cualquier enunciado que, al margen de su extensión, evoca o mien-
ta algo a un intérprete o interlocutor, sin el cual no existe, por otra parte, len-
guaje propiamente dicho. La lengua es discursiva, y doblemente, por tanto:
en su esencia —lo dicho discurre en función de alguien que lo recibe— y en
su forma: un signo discurre en función de otro. Y en esto consiste el inter-
pretante de la semiótica lingüística: cada unidad, mínima o máxima inter-
preta a otra y, en ésta, también a sí misma. Por interpretante entendemos
cualquier factor sígnico que da sentido, analiza, explica o interpetra a otro.
No debe confundirse con el «intérprete» o interlocutor, quien puede ser tam-
bién interpretante, pero entonces lo hace ya como un signo más en la confi-
guración del texto, un signo especial, evidentemente.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 247

Ahora bien, al hablar de discurso pensamos en un texto específico prepa-


rado con intención también precisa. La noción de texto parece entonces más
genérica. Hay texto siempre que enunciamos algo con intención comunicati-
va, al margen de su extensión, sea el enunciado verbal o escrito. Una vocal no
parece texto por sí sola, pero lo es tan pronto la recubre un tono. Si decimos:
¿O?, suponemos que nos dirigimos a alguien con actitud alternativa. En ¡Oh!
tiene otro sentido, a pesar de ser la misma vocal, pues la h sólo representa el
alargamiento que ya induce la admiración. Está, pues, dentro de un contex-
to. Sin él, cada signo aislado no tiene sentido. Supongamos que vemos en la
calle un trozo de una pancarta o de un anuncio del que sólo queda precisa-
mente una O impresa. Sabemos de inmediato que se trata de un resto o par-
te desgajada de un texto desaparecido. Lo sabemos precisamente gracias al
marco textual en el que se inscribe: un soporte en el que alguien ha escrito
algo y de lo que sólo queda la O citada. Esa referencia nos sirve de indicio
semiótico para inferir que tal letra pertenece a un texto.
En todos los casos citados hicimos una suposición partiendo de unos
indicios concretos y determinamos alguna inferencia posible: alguien habla
preguntando, sorprendiéndose, o ha habido una manifestación, etc. Hemos
proyectado un horizonte interpretativo sobre la vocal oída o sobre el resto
impreso en un trozo de plástico. Procedemos así siempre que nos ponemos
en actitud de habla, escucha o lectura. Aquí prescindimos de las diferencias
de marco externo y del soporte, gráfico o verbal, del discurso efectuado y del
texto que lo contiene. Al citar la palabra texto, presuponemos que estamos
ante algo ya dicho, efectuado, y que por tanto lo consideramos con cierta dis-
tancia respecto del instante de su producción. Pero un diálogo, una lectura,
la audición de una charla, etc., son también unidades textuales. Aquí rete-
mos sólo el texto ya enunciado y prescindiendo, repetimos, de su marco
externo.
La noción de contexto resulta decisiva, entonces, al hablar de discurso y
de texto en lingüística. No existe unidad del lenguaje que no esté subsumida
en un horizonte de comprensión, por tanto, en un contexto enunciativo. Que-
remos salir al paso, con esta aclaración, de un falso presupuesto consistente
en considerar texto o discurso aquellas unidades superiores a la oración o
unidades mínimas de sentido oracional. Un insulto es un texto. Una jaculato-
ria, también. Un saludo, lo mismo. Todo el lenguaje es texto, o no hay texto,
propiamente hablando, sino un decir que engendra dichos, por pequeños que
éstos sean.
El concepto de Función Textual de Michael A. K. Halliday nos sirve de
introducción concisa al tema aquí estudiado. Atiende precisamente a la situa-
ción del texto y a la relación sintagmática de sus constituyentes, establecien-
do así, además, el principio de coherencia y cohesión que lo caracteriza. El
lenguaje, dice, establece vínculos consigo mismo —se asiste, anota el filósofo
E. Lévinas— y con las circunstancias y caracteres de la situación en que se
usa. Un aspecto de la función textual es la producción de relaciones cohesi-
vas de la frase de un discurso con otras ( «Language structure and language
248 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

function», en J. Lyons: New Horizons in Linguistics. Penguin, Harmonds-


worth, 1970, p, 140). Advirtamos que el contexto —situación— y el cotexto —
relación interfrástica— convergen además sobre la realidad práctica del len-
guaje.

Otra asunto es que, por razones epistémicas, consideremos unidades tex-


tuales sólo a partir de cierta organización sígnica, sobre todo desde la ora-
ción o la frase —según diversas escuelas lingüísticas—, por juzgar que éstas
forman unidades plenas respecto de otras en ella integradas. Pero también
aquí la pescadilla se muerde la cola, pues no hay oración sin las unidades
que la forman. Está siendo oración, por tanto, en cada una de ellas, y no
cacho a cacho, sino enteramente. El todo que asiste a las partes sin anular-
las es otro misterio del lenguaje. Evidentemente, podemos trocear las uni-
dades y originar otros textos, pero, entonces, ya no son el primero, sino otro,
y con parte de aquellos mismos términos. Sigue la incógnita. Un auténtico
laberinto.

Al «troceo» del texto lo denominamos segmentación y sus criterios tam-


poco son uniformes en todos los autores. Normalmente, al subconjunto de
oraciones o frases que forman unidad entre sí dentro de un conjunto más glo-
bal lo denominamos período, que puede coincidir con una oración compues-
ta o varias, pero dotadas de un periodo rítmico con presencia sintáctica y
marca de puntuación, normalmente un punto y seguido, pero también puede
serlo un punto y aparte. La sucesión de períodos forma un párrafo o parágra-
fo, que puede coincidir también con uno solo de aquéllos. Suelen ir encua-
drados en la escritura por marca de letra mayúscula tras pausa precedente de
punto y aparte y con el mismo cierre al concluirse. A veces, la disposición
tipográfica los separa con doble espacio. En el habla presentan pausa más
larga y conectores coloquiales específicos. Viene luego el capítulo, que agru-
pa varios párrafos y acostumbra a ir marcado por un título, un anagrama o
abreviatura propia de capítulo —cap.—, incluso por un subtítulo o sección,
etc. De aquí ya pasamos a las unidades superiores de texto según su exten-
sión. Entre las más conocidas tenemos el artículo —conferencia, discurso, si
se trata de textos orales—, ensayo y libro, distinciones que se recubren a
menudo. Un ensayo puede ser un libro si se publica en tal formato, con lo que
ya recurrimos a criterios semióticos paratextuales. Cada una de estas divisio-
nes ofrece subunidades según criterios mixtos de escritura y edición edito-
rial. Un ejemplo próximo es la disposición de la página con distinción de
caracteres y apartados: sangrías, guiones, puntos, asteriscos, subrayados,
ilustraciones, etc.

Lo importante de estas divisiones es comprender que existen macrouni-


dades y que la organización del texto sigue un tipo de macrosintaxis y macro-
semántica específica. Por eso hablamos de Gramática Textual o del Texto.
Aquí nos corresponde señalar su parte y su aspecto lingüístico, pues rozamos
ya otros campos de estructuración, sobre todo el semiótico, pero también el
literario, hermenéutico y filosófico.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 249

Jean.-M. Adam propone una organización mínima de jerarquía textual


común a cualquier configuración suya, partiendo de la proposición y de las
secuencias que origina:
(Proposición (macro-proposición (Secuencia (Texto))))
Así, las unidades macroproposicionales —el período y el párrafo lo son—
agrupan los grandes tipos de secuencias textuales, como el narrativo, el de
orden instruccional —receta de cocina, prohibición de aparcamiento, por
ejemplo—, el descriptivo, argumentativo, explicativo, conversacional-diagonal
y uno muy especial, el poético. (J.-M. Adam: Éléments de Linguistique Textue-
lle, pp. 96-97).
(Entre paréntesis, digamos con letra más menuda que este tipo, el poético, que
para nosotros constituye la base misma del lenguaje, desconcierta siempre a la
mayoría de los lingüistas en razón de su enorme alcance y al mismo tiempo sencillez,
pues lo encontramos en la raíz de la palabra, en la estructuración científica o en las
organizaciones más complejas del texto. Jakobson supo resaltar en parte su funda-
mento lingüístico al advertir la atención que a veces prestamos al lenguaje en sí mis-
mo —recordemos: función poética—, pero el lenguaje siempre se atiende: está sobre
aviso, pendiente de su constitución interna, de su propia negación, si es preciso, y
todo ello en aras del sentido que propone y encierra. La mayoría de los lingüistas
hablan entonces de desvío, como si lo poético fuera ir o hablar en otra senda, des-via-
do, fuera del lugar social del habla, ajeno o enajenado del foro público, como decía
Platón en alguno de sus textos, pero no en otros, donde advierte el sentido fundacio-
nal de la palabra inspirada, creadora. Aquella consideración es absurda y persiste
aún hoy día como reto científico de la mayor parte de las escuelas lingüísticas. El
orden poético del lenguaje, que es su misma raíz, echa por tierra a gran parte de las
pretensiones lingüísticas de rango científico. No es éste el lugar adecuado para
demostrar lo que decimos, pero conviene advertirlo a quienes toman contacto con el
estudio del lenguaje.)
La propuesta de J.-M. Adam es realmente un resumen ceñido de la tradi-
ción hermenéutica cruzado con la gnoseología o razón crítica del conoci-
miento. Parte de tres grandes momentos o dominios, el prelingüístico, el
secuencial lingüístico y el enunciativo o propiamente textual. En el primero
ya considera una secuenciación previa del mundo referente en acontecimien-
tos, estados y conceptos, a los que corresponden en el segundo tres distincio-
nes también clásicas de organización lingüística de los textos: el relato o
narración —récit— , la descripción y la exposición. Las demás clases citadas
vienen a ser cruces de estas tres tipologías o cortes suyos precisos. En la pri-
mera etapa entra, pues, una disposición ya estructurada del modo de conce-
bir y dividir la realidad, etapa en la que, a nuestro entender, interviene tam-
bién la función interna del lenguaje. Es decir, no hay narración posible que
no cuente con una forma verbal narrativa; tampoco existe descripción algu-
na que no piense la realidad como afectada de adjetivos, por ejemplo; y no
podemos exponer nada que no incluya, al menos, formas morfológicas inter-
conexas. Pero el resumen propuesto resulta ilustrativo para diferenciar
momentos de un mismo y único proceso textual, a saber:
Orden temporal: Antes-proceso (comienzo, desarrollo, fin)-Después.
250 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Orden textual: Prefacio-inicio-nudo: (complicación-reac.), final-Evalua-


ción moral.
Observamos, pues, que las nociones de texto y discurso nos sitúan además
en la función metalingüística del lenguaje, pues nos convertimos en analistas
de su estructura: usamos el lenguaje para estudiarlo y entenderlo. Esto es
totalmente cierto incluso cuando se trata de un diálogo o de una recepción
inmediata, participemos en ella directamente o no, como interlocutores o
receptores sólo colaterales. No suele citarse este aspecto al estudiar el análi-
sis del discurso, pero el habla, no sólo la lectura, implica función metalingüís-
tica automática, pues codificamos y descodificamos simultáneamente las
unidades lingüísticas para entenderlas y expresarlas.
Advertimos esto para que tengamos presente el funcionamiento unitario
del sistema lingüístico en cada uno de los niveles considerados. Aquí no expo-
nemos los presupuestos de la lectura, pero debiéramos hacerlo, aunque ésta
implique un sistema paralingúístico, mejor aún, colateral del lenguaje: la
escritura. Sin embargo, una vez metidos en uno u otro proceso, de escritura
o lectura, activamos el lenguaje y entonces sí estamos funcionando metalin-
güísticamente. Prueba de ello es que, si cometemos un error, si nos equivoca-
mos, corregimos o nos corrige el interlocutor, y según sea éste o la situación
de habla, escogemos uno u otro registro, etc.
Tales circunstancias pertenecen también al contexto. Sin embargo, nos
ceñimos sólo a los fundamentos básicos, mínimos y necesarios, de cualquier
interpretación textual. Algunos ya han sido tratados al estudiar la Semántica
y la Pragmática. Los recordaremos de nuevo, pues son también fundamentos
textuales de la oración o de alguna de las unidades que en ella convergen.
Las nociones de cohesión, coherencia, relevancia, tema, rema, foco, etc.,
propias de este apartado, no son exclusivas del texto considerado como uni-
dad supraoracional, ni siquiera hipersintagmática. Todo sintagma supone
cohesión, relevancia, foco y rematización de un núcleo. En el texto, sea cual
sea su extensión, pero no su intensión comunicativa, actúa todo el lenguaje.
Es el nivel máximo, o mínimo, de replicación y recurrencia, sea o no redun-
dante, de una unidad intencionalmente comunicativa.
De esta división se ha querido enhebrar otra que afecta a una lingüística
del signo, inferior a la frase, y a una lingüística del discurso, que empieza en
aquélla. «Nihil est in lingua quod non prius fuerit in oratione», dice É. Ben-
veniste recordando una fórmula clásica. La frase «es la vida misma del len-
guaje en acción», añade el célebre lingüista. Pero, si a la vida recurrimos,
nada hay más urgente que el aliento necesario para pronunciar el primer
sonido.
El texto es función del horizonte comunicativo. Pertenece a la parole, a lo
dicho dicente, pues no podríamos comprender nada de lo dicho por alguien si
no asisitiera a cada uno de sus elementos un principio potencial de habla.
Esa posibilidad de apropiarse lo dicho por otro, incluso cuando somos noso-
tros los que estamos diciendo, diciéndolo para otro, es la competencia dicen-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 251

te de lo dicho. Estos términos, decir, dicho, asisten a todo signo como funda-
mento textual suyo. Cuando pronunciamos una palabra, su historia llena
nuestra boca. Hablamos tejiendo sonidos en palabras y oraciones o frases. Al
repetirse, forman texto. Y todo el lenguaje se replica, pues su esencia es el rit-
mo vital de la respiración articulada. La división sincrónica y diacrónica del
lenguaje es epistemológica, pues el análisis no puede abarcar a la vez su rea-
lidad múltiple, pero el hablante sí puede vivir la síntesis que en cada momen-
to de su existencia le ofrece.
Tales consideraciones las traemos a cuento sólo para motivar el conteni-
do de este tema y tener presente el conjunto del que partimos. Aquí vamos a
estudiar unidades ya fronterizas con otras ramas del saber lingüístico, como
la Retórica y la Filosofía, pues la argumentación y sus modelos forman parte
asimismo del entramado textual.
Su contenido es colateral del fondo pragmático, que antes se incluía casi
como un apéndice lingüístico o derivación semiótica del signo, igual que el
uso específico de la lengua. Son conceptos que implican presupuestos episte-
mológicos muy determinados. Incluso hay autores que pretenden independi-
zar la pragmática de la lingüística formalmente considerada. Aquí sólo intro-
ducimos los fundamentos y, por supuesto, desde un foco lingüístico. Aunque
no es éste lugar apropiado para desarrollar lo que insinuamos, nos resulta
evidente que la pragmática deriva de la esencia comunicativa del signo lin-
güístico o semiótico. La palabra pragma realza la actividad operativa en fun-
ción pública y en tanto negocio u ocupación pública. Esto no es otra cosa que
la función alterativa del signo en tanto intersección interlocutiva de los
hablantes, donde afloran las presuposiciones e implicaciones.
Sólo podemos independizar la pragmática de la lingüística si reducimos
el alcance de ésta, como efectivamente sucede en algunas aplicaciones suyas.
El famoso principio de relevancia es un calco fenomenológico de la funciona-
lidad glosemática —ya lo advirtieron A. García Berrio y A. Vera Luján—, así
como el acto lingüístico no releva nada que no haya considerado la noción de
campo y horizonte en E. Husserl y K. Bühler.
Si se pretende, por otra parte, hilvanar el lenguaje con la percepción de la
realidad, de cuya convergencia, divergencia o interactuación, depende nues-
tra visión del mundo y la conducta que en él desarrollamos, ahí está aún la
célebre hipótesis de Sapir-Whorf, pero el constructivismo ya es resultado
interpretante, función también célebre del signo semiótico.
Al olvidar que la lengua es, ante todo, acción y producto, energeia y
ergon, en la concepción de W. von Humboldt, resulta posible recuperar
como pragmática lo que es fundamento lingüístico. Pero ya Ortega y Gasset
vio el problema antes de la separación, siguiendo a los autores alemanes
aquí citados.
Este tema resulta, por otra parte, de gran atractivo, pues nos introduce en
la realidad viva del lenguaje, donde estamos desde que nacemos, pero sin
saberlo. Ahora tenemos ocasión de adentrarnos en este fuera-dentro, o den-
252 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

tro-fuera, según miremos desde el otro interlocutor o desde uno mismo. Ya


sabemos que este mismo no se libra de otro.

Factores de cohesión textual: tema, rema, focalización


Se estudian aquí los planos organizativos del texto partiendo de los índi-
ces de recurrencia y progresión: el marco, la macroestructura, la anáfora,
catáfora, correferencias, tipos de uniones, cadenas, polifonía semántica, den-
sidad léxica, segmentación textual, período, procesos interactivos, etc.
Hemos dicho alguna vez que el lenguaje se apoya en la retroproyección de sus
unidades, por lo que es, en tal sentido, el correlato fenomenológico de la
retroproyección cognoscitiva. La textualidad, resume J.-M. Adam «puede ser
definida como un equilibrio delicado entre una continuidad-repetición, de
uuna parte,, y una progresión de información, de otra». Avanzamos recor-
dando y repitiendo lo ya asimilado, es decir, trayendo a un presente de la
memoria un pasado que nos proyecta hacia nuevos conocimientos. Cada
momento del recuerdo, digámoslo así, es una retención cuya potencia avanza
un horizonte posible, una progresión de nuevas unidades, nuevas adquisicio-
nes, nuevos conocimientos, nuevas palabras. Nos movemos en un ámbito de
novedad continua aunque usemos palabras ya usadas, esquemas repetidos,
oraciones comunes. Del grado de novedad depende precisamente la riqueza
del estilo, la vivencia del lenguaje como palabra nueva.
La retención nos proyecta hacia otros posibles de la palabra. Es, entonces,
protención, concepto básico, con el otro citado, del conocimiento fenomeno-
lógico. Los dos crean un horizonte de expectativas, presuposiciones e implica-
ciones, también llamadas implicaturas. Así procedemos al hablar, escribir y
leer, es decir, con el fono, el grafo y el icono, los tres ejes elementales de la rea-
lidad semiótica. Con el texto sucede lo mismo. Es una condensación dialécti-
ca de tema y rema, asunto y comentario, foco y perspectiva.
Si vemos un accidente, podemos decir sin más: Ha habido un accidente.
El tema queda claro; el comento, muy simple: Ha habido, lo hubo. Tema y
rema coinciden aquí con el predicado entero, pues del sujeto sólo queda el
morfema gramatical de persona. El rema coincide en tal caso con el verbo, un
verbo, por otra parte, muy poco semantizado: enuncia el suceso, algo ordina-
rio en el acontecer de la vida, donde siempre hay algo. Se trata, en realidad,
de una objetivación del sujeto, decíamos en otro lugar. Todo lo enunciado es
objeto y la objetividad subyacente ocupa también el índice subjetivo de la fra-
se. Es una posible interpretación desde tales supuestos fenomenológicos, tan
válida como otras muchas, o tal vez más próxima a nuestro particular modo
de conocimiento.
Sin embargo, reservamos los nombres de tema y rema para el asunto del
que se habla y lo hablado de él, respectivamente, trátese de una sola oración
o de varias, como suele ser el caso. Se mueven las dos nociones dentro del
contexto y del cotexto o entorno léxico-semántico de la palabra o frase, lo que
la rodea y converge sobre ella, o incluso cuanto de ella se deriva para su com-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 253

prensión total o de la unidad que la engloba. El cotexto puede ser mínimo si


el contexto habla por sí solo como una deíxis plena. Tal sería el caso del acci-
dente citado si alguien dijera: ¡Un accidente! ¡Un accidente!. Entenderíamos
que fue grave. El rema es entonces puramente entonativo, pura función
expresiva con el tono máximo de nuestra lengua. En tal caso, la perspectiva o
foco de encuadre de lo sucedido ya no empieza por el verbo, sino que va direc-
tamente al tema.

Como aquí estudiamos los fundamentos lingüísticos del lenguaje, convie-


ne advertir algo importante. Se suele introducir la anáfora en el estudio de la
pragmática o después del tema y del rema, o del foco y la perspectiva. También
la empleamos en retórica como figura de repetición de una unidad ya enun-
ciada, generalmente en una misma o análoga posición de la frase o período.
Son usos suyos derivados precisamente del eje retroproyectivo antes mencio-
nado, de la retención y protención tensiva del conocimiento y del lenguaje. El
hecho de que éste se base en la replicación de sus unidades presupone un
principio anafórico constituyente: lleva hacia arriba y hacia adelante, pero
también refiriéndose hacia lo anterior, como su etimología indica. El signo
lingüístico es alzamiento de voz y mirada desde el fondo naciente del lengua-
je: se dirige hacia fuera avanzando en el tiempo pasado y futuro.

Conviene conocer estas nociones que nunca se citan para entender de


veras cuanto acontece en el lenguaje. El camino abierto por la anáfora como
fondo del signo dispone también su dimensión catafórica, paradigmática y a
la vez sintagmática, que va de arriba hacia abajo disponiendo la progresión y
cohesión de las unidades implicadas. Pues bien, anáfora y catáfora se apoyan
lingüísticamente, desde su fondo sígnico, en la base pronominal del lenguaje,
que afecta a su propia constitución. El (Pro)nombre se fundamenta en la
dimensión retroproyectiva del conocimiento. Fue Apolonio Díscolo quien pri-
mero advirtió, en la Grecia del siglo II, dos clases de pronombres, una que
reenvía a partes del discurso, los anafóricos, y otra que señala objetos: los
deícticos. La noción de catáfora la introduce Bühler en la primera mitad del
siglo XX.

En la frase anteriormente citada podríamos haber empezado también por


la circunstancia: Esta tarde, sobre las cuatro, hubo un accidente en la calle
Serrano. El foco ha variado porque ya no estamos en la inmediatez del suce-
so, sino distantes de él. Ha pasado cierto tiempo. Lo enunciamos narrándolo
y, si el interlocutor nos pide más detalles, también lo describimos. El foco
«enfoca» lo sucedido según un interés, preferencia múltiple o el contexto. Si
luego oímos la noticia por radio o en televisión, observaremos que el locutor
sigue un proceso esquemático ya convenido en la redacción de estos medios:
quién, qué, dónde, cómo, en qué circunstancias, etc., con variaciones según el
foco que quiera dársele a la entrada de la noticia, las primeras palabras que
oímos.

Resumiendo, decimos entonces que el lenguaje avanza proponiendo. La


dimensión pro nos sitúa en el pro-logos de todo decir, donde anticipamos un
254 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

tema —thema, lo que se pone, dispone o coloca para hablar luego de ello—,
cuyo decir ya es el rema o dicho de algo por alguien. Aquí se trata de ver cómo
avanza, o se detiene, según el caso, la acción lingüística en un texto determi-
nado; también , cómo se determina: énfasis, foco, y cómo se pronominaliza.
No indagamos razones más profundas, muy controvertidas, y que atañen al
fundamento de la gramática.

Presupuestos generales de la pragmática


La pragmática atiende sobremanera al efecto de la situación lingúística,
no tanto al procedente del medio sobre el lenguaje, aunque también, al
menos en retroproyección, cuanto al producido por el lenguaje sobre una
situación determinada. Por eso entran aquí factores sociológicos, etnolin-
güísticos, filosóficos, económicos, etc. La deíxis es apartado fundamental, en
consecuencia, de este estudio, pero también la interpretación semántica y
referencial de una palabra según su encuadre en el momento de habla, de la
parole. El lenguaje señala, indica, abstrae, retiene y atesora información que
explicita según las necesidades del entendimiento mutuo. Coinciden en él
muchos factores perceptivos y expresivos, que convergen en él como el
dominio más complejo y representativo de todos ellos. Este almacén infor-
mativo pertenece al carácter langue del lenguaje. Por eso han de recordarse
aquí las diferencias entre sintaxis, semántica y, ahora, pragmática, pues ésta
pretende ir más allá del sistema estricto del lenguaje, marcado por los dos
niveles anteriores.
Con la situación, el estudio del contexto y cotexto —¿hay diferencia con la
lingüística?—, las estrategias pragmáticas —efecto de espera anticipada: la
tensión fórica—, la retroyección y retroproyección, circularidad, interacción, la
enciclopedia o saber enciclopédico, etc. Aunque ya estudiada en el epígrafe
anterior, la anáfora retoma aquí, con la catáfora, especial relieve, para distin-
guir bien estos conceptos de la elipsis y la deíxis. Añádanse la omisión, insi-
nuación y efectos de eco según niveles lingüísticos.

Presuposición e implicación: el principio de relevancia


El lenguaje no avanza sin presuposiciones e implicaciones plurales. El
signo se fundamenta en una presuposición: en el supuesto de que esta pala-
bra funcione como, sea como, equivalga a. En tal sentido, la pragmática es un
a priori fundacional del lenguaje. Desde Port-Royal a Hjelmslev, las presupo-
siciones lógicas, por ejemplo, son la base combinatoria de las unidades sin-
tagmáticas y paradigmáticas.
Las implicaciones son asimismo numerosas, de tal modo que cada signo
se convierte en otro de sí mismo, cuando no en señal, recorriendo la escala
gradativa de la semiosis verbal y paraverbal. El signo retiene, extiende, alude,
evoca, convoca..., genera un campo de acción múltiple en su entorno, del que
derivan supuestos —sobreentendidos: «principio de cooperación» de H. P.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 255

Grice—, «estallidos» de sentido, espacios de discurso y modos operativos o


posturas de habla, etc.
Presuposiciones e implicaciones van incursas asimismo en el organigra-
ma del discurso. ¿No es la literatura un supuesto y un entimema, es decir, no
parte de un silogismo previo, abreviado, que ya implica un esto es como si?
Partimos de una anáfora y catáfora encubiertas. Aludimos a algo no real
como si lo fuera, aunque lo haya sido efectivamente.
Presuposición e implicación son focos también del horizonte fórico, de
expectativas, creado por el lenguaje.
La definición clásica del signo como aliquid stat pro aliquo presupone una
abstracción de lo signado. Las notas conceptuales del signo no comprenden
todos los rasgos reales y entitativos del objeto, su extensión posible en la rea-
lidad extralingüística. Árbol, decíamos, no son todos los árboles del mundo.
El algo que está por (o en vez de) algo implica una abstracción. Dejamos fuera
muchos aspectos, notas, nociones, conceptos, rasgos, atributos, del objeto
denotado. La representación conceptual del signo, nos dice Bühler, conlleva
un proceso o Principio de Relevancia Abstractiva. Los escolásticos ya habían
notado este fondo supositivo del signo, que luego repite Hegel otorgándole un
carácter ontológico y hermenéutico que afecta a la base misma de la gramá-
tica, en concreto a aquella pronominalización básica antes citada. El signo
supone: supponit aliquid pro aliquo, decían los lógicos medievales. Nada
extraño, pues, que el texto se base también en presuposiciones.
La relevancia supositiva funciona en cualquier instante del habla. En el
fondo, desarrolla una inferencia hipotética de común acuerdo latente entre
los interloctuores: uno sabe que el otro sabe, aunque no sepa todo. Y no por-
que se hayan puesto de acuerdo previamente estudiando el asunto, lo cual
supondría disponer ya de un lenguaje, sino por simple hábito de convivencia
y apropiación inteligente de lo vivido. Por eso Saussure distingue en la lengua
los ejes sintagmático y paradigmático, actual uno, latente otro, presente aquél
y ausente éste. Una ausencia al acecho, podríamos decir, pues tan pronto
cometemos un error, se dispara el proceso autocorrectivo del código, que
vigila nuestro actos verbales.
De este trasfondo básico del lenguaje, tal vez sin saberlo ellos, formula-
ron D. Sperber y D. Wilson otro Principio de Relevancia, derivado asimismo
del Principio de Cooperación de H. Greice (véanse las pp. 165-167 del libro
de Yule), ambos subsidiarios del anteriormente citado y de la función ape-
lativa del lenguaje resaltada por el mismo Bühler y Jakobson, así como del
concepto de capacidad de campo de una palabra, tomado por Bühler de la
teoría alemana de la Gestalt o Forma y aplicado precisamente al contexto
comunicativo del lenguaje. Al hablar, siempre silenciamos aspectos, presu-
puestos, connotaciones, e inducimos inferencias, consciente o inconscien-
temente, proyectando supuestos contextuales y posibles respuestas del
receptor, pues damos por sabidas muchas cosas o no nos fijamos en lo ya
aprendido, que funciona como una base implícita del lenguaje y del cono-
256 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

cimiento. Vamos incorporando nuevas acepciones, puntos de vista, posibi-


lidades significativas de los rasgos semánticos de partida, etc. Lo silenciado
y presupuesto permite elaborar un subdiscurso, de tal modo que lo dicho
responde a un decir segundo no manifiesto, pero manifestable en cualquier
momento, porque se conoce. Inferimos constantemente supuestos de
habla, lo cual quiere decir que proyectamos hipótesis continuas de inter-
pretación sobre lo que oímos o leemos. Hay un mundo lingüístico interno,
un proceso de significancia anterior a la manifestación propiamente dicha,
pero que, una vez metidos en el proceso de habla, en sus actos, nos propor-
ciona nuevos criterios o campos posibles de asignación y realización suya
concreta. Actuamos una relevancia continua. El concepto de interpretante
de Peirce avanza también esta inferencia procesiva del lenguaje. Sería, de
algún modo, efecto cognitivo con un coste económico bajo, pues lo inferido
parte de lo implícito no manifiesto.

Sperber y Wilson definen el Principio de Relevancia como sigue: «Every


act of ostensive communication communicates the presumption of its own
optimal relevance» (D. Sperber-D. Wilson: Relevance. Communication and
Cognition. Basil Blackwell, Oxford, 1986, p. 158). Por comunicación osten-
siva entienden el realce intencional que adquiere el texto o un elemento
suyo al relacionar sus proposiciones con el contexto. Puede ser un gesto
locutivo, una marca entonativa, un acto de lenguaje, incluso un signo res-
pecto de otro, etc. Lo importante es que la comunicación sea percibida
como relevante, es decir, que contenga una marca intencional precisa, que
comunique, aclaran los autores, la presunción de un relieve suyo óptimo.
Habremos de ver también en esto, por tanto, una secuela de la función no
sólo apelativa, sino también expresiva, incluso poética, y sin duda fática del
lenguaje. La hermenéutica y crítica textual ya resaltaba aquellos factores
retóricos o gramaticales que potencian un efecto evaluativo del discurso o
parte suya. Decimos esto porque hoy asistimos a una abundancia termino-
lógica y a una proliferación injustificada de conceptos que ya tienen prece-
dente y eran de uso relativamente común en el ejercicio analítico de la crí-
tica textual y que además ya fueron precisados por los grandes pioneros de
las ciencias humanistas. En el fondo de tal cuestión subyace, por otra par-
te, un principio teórico muy controvertido, heredado del conductismo
anglosajón y de la pedagogía que lo fundamenta: no hay nada mental que
no tenga un reflejo práctico para la inteligencia del hombre. Tal principio
reduce la capacidad intelectual al límite de sus logros efectivos y concede a
éstos una fuerza proyectiva que curiosamente no prevén en la acción inter-
na de donde proceden.

Todo cuanto estos autores atribuyen al ámbito posible del contexto comu-
nicativo procede o está en el concepto fenomenológico de horizonte, y a veces
incluso como un calco de éste, por ejemplo en esta aclaración: «However, the-
re is nothing in the nature of a context, or of comprensión, which excludes
the possibility that context formation is open to choices and revisions throug-
hout the comprensión process». (Ibid., p. 137). Esta posibibilidad la designó
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 257

U. Eco desde la semiótica como apertura del signo y de la palabra. El lengua-


je avanza proyectándose sobre la realidad de la que parte y significa.
La relevancia implica también una relación progresiva entre el esfuerzo
realizado para comprender o significar algo y el efecto obtenido. Ahora bien,
tal relación se mide desde el efecto conseguido, no desde la potencia que lo
posibilita:
The relevance of a stimulus is determined by two factors: the effort nee-
ded to process it optimally, and the cognitive effects this optimal processing
achieves. We want to argue that the presumption of relevance is different on
the effect and effort sides. On the effect side, the presumption is that the
level of effects achievable is never less than is needed to make the stimulus
worth processing; on the effort side, it is that the level of effort required is
never more than is needed to achieve these effects» (Ibid., pp. 156-157).
Se presupone que el efecto logrado es un beneficio real de la comunicación
y que valida, por tanto, el esfuerzo realizado para conseguir aquél. No vale,
pues, cualquier esfuerzo, ni el tiempo invertido, ni la cuantidad o cualidad de
la energía empleada, sino sólo su optimidad, su logro real, con lo que obtene-
mos una versión nueva del principio de economía lingüística. He aquí otra
consecuencia, otro efecto, del conductismo antes citado.
Esta espera de un resultado óptimo de comunicación efectiva, propia del
horizonte de expectativas de la hermenéutica, y en concreto de la corriente,
también fenomenológica, de la recepción, estudiada en Semiótica y Teoría de
la Literatura, pretende encontrar así un método práctico de evaluación tex-
tual, una prueba suya empírica. Subyace en ella, no obstante, un enfoque o
foco de lectura con el presupuesto implícito de un Lector in Fabula, como dice
U. Eco, o intérprete ideal de un discurso óptimo, al que se contrapone toda la
teoría de la huella desde Lévinas y Derrida, aspectos críticos, semióticos y
filosóficos que exceden el alcance de este curso inicial de Lingüística. En la
relevancia va encubierto asimismo el eje analógico, simétrico y optimista, del
conductismo o relación progresiva entre el estímulo y la respuesta.
El trasfondo cognitivo de la relevancia, de la ostensión o efecto real desig-
nativo del discurso en un contexto de habla —recordemos la relación com-
prehensiva y extensiva del lenguaje—, de su manifestación concreta, parte,
pues, de una perspectiva fenomenológica cuyo debate aún sigue vivo. El eje
significante de la palabra nos da una orientación respecto de lo significado.
Abre un horizonte posible de significancia. La circunstancia real del habla, el
acto comunicativo inmerso en una situación concreta, nos proporciona una
serie de índices o indicios que encajan o no en aquel horizonte u orientación
significativa del signo, palabra, frase, texto en general. Esto otro advenido del
contexto o circunstancia de habla va cumpliendo, llenando, aquella expectati-
va abierta en el horizonte de sentido de la palabra. Coincide con éste total,
parcial, escasamente, o no encaja de ningún modo. Se crea así una relación
comparativa entre lo que el signo, la palabra, me propone como significación
de algo y este algo en situación concreta, situación a la que también pertene-
ce la palabra misma. Sperber y Wilson hablan entonces de ostensión real del
258 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

signo, concepto que encubre la intensión de Frege y el cumplimiento intuitivo


de la intención significativa en la Fenomenología, de donde deriva todo este
proceso desde las Investigaciones Lógicas de Husserl y sus múltiples ecos en
la filosofía analítica anglosajona y en el funcionalismo lingüístico. De él deri-
vó Ortega y Gasset el importante concepto de circunstancia vital, que intro-
dujo también en las bases de una Nueva Lingüística de origen humboldtiano,
bühleriano y muy deudora asimismo del círculo hermenéutico alemán, en
concreto de Schleiermacher, Dilthey y Heidegger. Esta intuición de Ortega y
Gasset pasó casi desapercibida en el entorno académico e intelectual de la
filología y lingüística, ramas del conocimiento humanista que él tuvo muy en
cuenta desde sus primeros estudios en España y Alemania.

Los actos del lenguaje y el uso de la lengua

Habremos estudiado ya la noción de acto locutivo en K. Bühler y R.


Jakobson. Ahora nos adentramos en nociones de J. L. Austin, J. R. Searle y L.
Wittgenstein: enunciados performativos, en los que el decir ya es hacer, cons-
tativos —«hoy nieva», «tengo fiebre»—, su diferencia respecto de los declara-
tivos y no declarativos de la gramática—; acto locutivo, ilocutivo, perlocutivo
—palabras evaluativas—; contenido proposicional y fuerza ilocutiva del
enunciado; juegos del lenguaje, semejanzas de familia —su relación con la
polisemia, si la hay—, etc.
Estas y otras nociones resultan también importantes a la hora de analizar
un texto. Nos confirman que el lenguaje es una actividad específica dentro
del conjunto de las acciones humanas. Atañe al plano conceptual y físico, a la
realidad corpórea, a la convivencia y al modo de orientarnos en el mundo.
Hablar es actuar en el medio vivo de nuestra realidad. Su progresión afecta
asimismo a la progresión temática del discurso. Por eso son importantes las
nociones de locución propia o acto locutivo, de intención enunciativa del acto
ilocutivo —mandato, pregunta, aseveración, juramento, etc.— y el efecto per-
locutivo del enunciado en los receptores, donde entran también las funciones
comunicativas del lenguaje, ya estudiadas.
En este punto suele considerarse sólo el efecto del oyente, olvidando que
el proceso de habla es recursivo y reflejo, es decir, oímos al hablar y hablamos
de algún modo al oír el habla de otros. Son los procesos recíprocos de codifi-
cación y descodificación del lenguaje, base también fenomenológica del prin-
cipio de cooperación de Grice y sus reglas conversacionales, a las que alude
Yule en El Lenguaje (pp. 165-167).

Parámetros textuales

Como punto final de este apartado exponemos un posible esquema analí-


tico de análisis del discurso, que el estudiante sabrá completar con otros
apartados según las lecturas colaterales que realice:
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 259

Coherencia o marco de integración global del discurso: contextualizacio-


nes posibles, conocimiento dado del mundo y apropiación suya en el desa-
rrollo del habla —aceptabilidad / no aceptabilidad, cumplimiento intuitivo,
disociación y posible decepción semántica del cumplimiento —forismo, actos
fallidos...
Marco específico del mundo del discurso: encuadre textual —género—,
ajuste o intersección comunicativa de los polos hablante / oyente, tipología,
interrelación semiótica del fono, grafo e icono: multicanalidad y polifonía
semiótica, encuadre, interferencias sígnicas, etc.
Subyacencia enunciativa: implicaciones, presupuestos, empatía, entime-
mas, interlocutor implícito, pseudologicismo —presupuestos veraces de la
enunciación, saber apriorístico, connivencia interlocutiva: verbos denomina-
dos factivos —presuposición de verdad o falsedad ilocutiva derivada de la
afirmación o negación contenida en el enunciado: logré (no logré) que me die-
ran el crédito —fue verdad (no fue verdad) que me lo dieron—, conseguí (no
conseguí) que dejara de fumar —dejó (no dejó) realmente—, etc., e implicati-
vos: impedí (no impedí) que lo engañaran —no lo engañaron / lo engañaron,
respectivamente. En los implicativos obtenemos lo opuesto de lo enunciado:
su negación supone verdad en la subordinada y su afirmación, por el contra-
rio, falsedad.
Cohesión y sus factores múltiples, entre otros: figuras semánticas del Sf y
del Sd°, correlaciones, asociaciones léxicas, conceptuales, pronominaliza-
ción, deíxis referente y discursiva, anáfora, catáfora...
Progresión temática: tema / rema, tópico, foco y perspectiva.
Entre el tema y el rema se produce una interpolación sucesiva, de tal
modo que el tema se rematiza y el rema vuelve a tematizarse. La rematiza-
ción alcanza incluso a algunos temas consolidados y, de hecho, según vimos
al considerar la acción incursa en los sememas de algunas palabras, como
realización, llegada, partida, etc., su contenido clausura un rema ya efectuado.
De ahí que se produzca una progresión dialéctica entre los dos conceptos:

T1 → R1

T2 → R2

....................................................
Tn → Rn

Así se van produciendo las recurrencias, correlaciones, isotopías, retro-


proyecciones múltiples del lenguaje: clasemas, archilexías, etc., hasta llegar
al hipertexto y la megametáfora, el resultado o efecto final que resume y englo-
260 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

ba el sentido unitario del texto. El Quijote es hoy, por ejemplo, una megame-
táfora de la vida en cuanto ideal semántico —proyección de horizonte signi-
ficativo— que no encuentra cumplimiento efectivo, sino aproximaciones
esporádicas o fortuitas: la ostensión real de la Justicia y de la Belleza. El
hipertexto comprende actualmente las textualizaciones sucesivas —polifóni-
cas: varias voces, signos, superpuestos, intercanalizados —varios canales
simultáneos: voz, icono, grafo, cinetismo—, que suponen un complejo de
códigos superpuestos con un efecto perlocutivo en el receptor de resumen
final que puede, incluso, predisponer a una percepción distorsionante de la
realidad sin que nos demos cuenta. Por eso es muy importante conocer los
mecanismos de codificación y los estímulos que encierran según intenciones
precisas de incidencia en los receptores, a veces muy veladas, como en el eslo-
gan o en los anuncios o subliminales.

Semiótica textual

Hasta ahora, aunque se hacen comparaciones entre los fundamentos de


la lingüística y de la semiótica, apenas se enfoca el tema del signo y del texto
desde una relación y perspectiva conjunta. Un texto sometido sólo al análisis
usual de la lingüística no encuentra el marco coherente de todas sus particu-
laridades. Sin abducción temática, y sin relación interpretante, resulta difícil
comprender el alcance del uso textual de las lenguas. Esta consideración nos
abre asimismo, sólo como ranura suya, el campo de la hermenéutica o cien-
cia interpretativa de los textos, cuyo presupuesto básico, es, como decía F
Schleiermacher, el lenguaje, y con él, la lectura. No podemos interpretar si no
leemos o recibimos, de algún modo, el texto producido. Consideramos, pues,
oportuno incluir una referencia mínima a estas intersecciones del signo.
¿Intersecciones? ¿No dice el propio Saussure que la lengua se interpreta? Si
es así, la hermenéutica pertenece a su centro más íntimo.
Hemos citado en más de una ocasión el concepto de interpretante tomado
de Peirce. Es noción compleja y afecta al fundamento del signo, pues Peirce
considera que no hay realidad signo al margen de otro dado previa o simultá-
neamente. El simple hecho de considerar un objeto establece una relación
doble entre él y quien lo considera: un sujeto percipiente. Una y otra parte de
la realidad ya se interpretan de algún modo en función de algo tercero que sub-
tiende esa relación. Eso tercero es la base relacionante, por tanto el funda-
mento de que el sujeto y el objeto se «miren» interpretándose, por ejemplo.
Técnicamente, el interpretante de Peirce es la dimensión tercera del represen-
tamen —primera dimensión— o signo tal cual se presenta a alguien, pero en
cuanto nos guía o indica otra cosa que él mismo, sea imagen representativa,
figura o palabra, y del objeto representado, que es la segunda dimensión. Por
eso no coincide, lo repetimos, con la noción de intérprete, aunque éste también
puede ser interpretante, es decir, relacionar un representamen con un objeto.
Quedémonos con la triple relación y con el concepto de que todo signo
semiótico relaciona algún tipo de representación con un objeto, y que esa
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 261

función relacionante constituye precisamente el concepto aquí estudiado, el


interpretante. Es, por tanto, un signo o parte suya, pues la parte se convierte
también en signo al referirse a un todo. Es signo porque todo signo implica
esas tres dimensiones aunque no estén del todo desarrolladas. Como dimen-
sión, y he aquí otra definición técnica, el interpretante abarca al rema en cuan-
to posibilidad cualitativa de algo, un objeto; al decisigno, en cuanto posee
información precisa de él; y al argumento, la inferencia codificada, legalizada,
el hecho de confirmar aquella posibilidad como información efectiva y regla-
da en el conjunto de un sistema significativo.

Conviene introducir también el concepto de abducción para entender el


alcance de la semiótica y de la semántica correspondiente. Hay tres tipos de
inferencias para Peirce, que son los tres ejes racionales del método científico,
dos de ellos conocidos, el inductivo y deductivo, y otro nuevo, pero suma-
mente revelador, el abductivo. Cuando decimos que Pedro es humano, esta-
blecemos una relación hombre diferenciada de animal simple por cuanto sub-
yace una deducción racional consistente en inferir de la premisa el hombre es
un animal racional que Pedro, por tener entendimiento, es racional y, por tan-
to, humano, con atributos propios del hombre. A un caso particular le aplica-
mos una regla o ley general que ya lo contiene de algún modo. Hacemos
explícito lo implícito o descubrimos la razón aún no manifiesta de un caso
concreto como ley o fundamento suyo.

Ahora bien, al decir que todas las ranas saltan, afirmamos algo evidente,
porque vemos que estos animales efectivamente dan saltos. Pero no vemos
las ranas futuras, aún no nacidas, o las que están en otra parte de la Tierra, y,
sin embargo, si son ranas, afirmamos con toda seguridad que saltan. Inferi-
mos algo no comprobado o futuro partiendo de una evidencia sensible, com-
probable al menos en algunas circunstancias. Dado un caso concreto o
varios, más los resultados de su observación, inducimos una regla o ley que
predicamos de otros casos no verificados o futuros. Inducción y deducción
son las bases empírica y racional —especulativa— de la ciencia.

Peirce añade la siguiente consideración. Supongamos que tenemos un


saco de judías y que todas ellas son blancas. Supongamos también que tene-
mos al lado unas judías blancas. Lo normal es inferir que estas judías perte-
necen o provienen del saco en cuestión. Pues bien, esta inferencia no confir-
mada, pero que no encuentra otra explicación —no hay otro saco, nadie trajo
judías de otra parte, son las únicas presentes, etc.—, y que se supone confir-
ma el caso de las judías aisladas a partir de la afirmación general primera,
que todas las judías del saco son blancas, constituye una abducción. No hay,
pues, vínculo interno, ni motivado ni necesario, entre el caso y la regla o ley,
o viceversa.

Entran aquí, en la abducción, los vínculos de base social, los hábitos


colectivos de interpretación, las ideologías, presunciones, los prejuicios, las
extrapolaciones, casi todos los considerandos de la pragmática que no tienen
un control científico o no infieren un vínculo de relación interna entre el caso
262 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

y la ley o regla, o viceversa. El interpretante abarca las tres inferencias, pero la


abductiva atañe a una gran parte del signo, sobre todo si consideramos arbi-
traria la relación de los tres dominios, del representamen, del objeto y del
interpretante propiamente dicho o argumento de aquella relación. He ahí un
gran reto para toda lingüística y filosofía. Tengamos en cuenta, no obstante,
que la primera categoría semiótica del signo según Peirce, la primeridad, es
de orden cualitativamente potencial y empieza por el sentimiento o la prime-
ra configuración que se conforma en el sistema sensible de la percepción
humana. Podemos pensar, entonces, que el cualisigno, icono, y rema, subsig-
nos primeros de la posibilidad en el orden o dominio respectivo del represen-
tamen, del objeto y del interpretante, son las configuraciones iniciales que el
sistema cognitivo del hombre forma como reacción o respuesta natural al
encontrarse en y con el mundo en que vive. Habría, como mínimo, un carác-
ter congrue o connatural entre el signo y la realidad que representa, indica o
sugiere. Entonces, la relación tercera es realmente fundante, el fondo consti-
tutivo de la razón de las cosas, y ella misma es tan real como las cosas reales.
Acontece en un dominio de realidad constituyente. En esto se basa precisa-
mente la fenomenología como interpretación del mundo conocido.

De todo ello quedémonos con este modo diferente de enfocar la interpre-


tación de los textos partiendo de los métodos básicos del conocimiento, como
son el inductivo, deductivo y abductivo. Pensemos en que la base de la ciencia
es inductiva al recoger datos, clasificarlos, exponer sus constantes y elevarlas
a hipótesis de ley científica; en que es deductiva al inferir nuevas relaciones o
leyes que confirman la anterior y descubren otras inicialmente no contem-
pladas o previstas. La Botánica, Física y Matemática, ésta puramente deduc-
tiva, son ejemplos de tal método científico. Pero la Literatura es puramente
abductiva, la Historia lo mismo, aunque usa también los otros dos métodos.
¿Y la Lingüística? Participa de los tres, como habremos podido observar. Es
inductiva al dividir el texto en unidades y subunidades; al establecer las cone-
xiones básicas de los elementos, sus configuraciones inmediatas, etc. Es
deductiva al derivar leyes internas del lenguaje que no se aprecian en la fase
inductiva, como las morfosintácticas, por ejemplo. Pero es abductiva en casi
todo su planteamiento, pues no puede verificar de modo fehaciente el víncu-
lo del signo con la realidad extralingüística; incluso no puede afirmar que
exista una realidad ajena al signo, porque vive dentro de él como el pez en el
agua y, fuera, no tendría perspectiva de captación real: sería realidad sin
saber que es real. ¿Es abductiva esta hipótesis? He ahí un buen tema de refle-
xión lingüística. (Si alguien da con la respuesta, que nos llame.)

En este apartado debiéramos considerar también la semántica semiótica


de Greimas, sobre todo la «estructura elemental de la significación», de gran
complejidad e interés lingüístico por cuanto este autor pretende conciliar la
perspectiva semiótica y estructuralista del signo desde el plano semántico de
éste, en su consideración europea, partiendo de Saussure, Hjelmslev, Propp,
Jakobson, Lévi-Strauss y las proposiciones tanto lógicas como matemáticas.
La complejidad del eje semántico y de la categoría léxica de Greimas es propia
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 263

de cursos más avanzados que éste. Ahora bien, la aplicación que hace el ilus-
tre lingüista de estos conceptos al modelo actancial del mito nos resultará
más familiar teniendo en cuenta lo que ya sabemos de los papeles o roles
temáticos de la semántica. Resumiendo propuestas anteriores de V. Propp y
E. Souriau, sintetiza del modo siguiente los actantes básicos de la comunica-
ción, que incrementan el esquema ya estudiado por nosotros y nos permiten
avanzar en la estructura y tramado de la narración y del discurso:

Destinador (Emisor) —— Objeto —— Destinatario (Receptor)

Ayudante Sujeto Oponente

Entre Sujeto y Objeto media una relación originaria de deseo, es decir,


una compulsión afectiva de rango existencial que nos sitúa el campo semán-
tico del decir, por lo menos de la narración —fábula, cuento, relato, novela...,
dicurso en general—, en un fondo emotivo. El conocimiento y el habla tienen,
en esta semántica narrativa, un origen afectivo y dramático, de querer hablar,
manifestarse ante otro trayendo a un presente vivo de escena existencial la
historia que las palabras ya contienen en sí como cantos rodados en el río de
la vida. Veamos cómo aplica el esquema actancial a la figura del filósofo clá-
sico y al militante marxista, contraposición muy operante en la década
estructuralista de los años sesenta:
Sujeto .................... Filósofo / Hombre
Objeto .................... Mundo / Sociedad sin clases
Destinador ............ Dios / Historia
Destinatario .......... Humanidad / Humanidad
Oponente ............... Materia / Clase burguesa
Ayudante ............... Espíritu / Clase obrera
(Ibid., pp. 180-181).
Este juego de relaciones opositivas nos permiten sintetizar el drama
interno del discurso y conjuntar bajo un mismo enfoque semántico la frase y
las unidades supraoracionales del texto, hasta llegar al hipertexto o subtexto,
según se mire el proceso desde el principio hasta el final o desde su cierre
hacia el origen. Tengamos presente que la estructura bien trabada de un tex-
to configura un código especial dentro del código genérico de la lengua, de tal
modo que sus unidades léxicas y semánticas se van incardinando en progre-
sión hiperonómica e hipónima, según vimos al estudiar la jerarquía de signi-
ficados. Se crea así un proceso continuo de semiosis en el que cada signo o
parte suya se convierte a su vez en significante o significado de otro signo,
con lo que entramos en la semiótica textual y en el análisis lingüístico de la
Literatura.
264 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

4. Actividades
1. Proponemos un comentario textual siguiendo los apartados caracte-
rísticos: Tema o tópico de la crónica, marco del mismo, unidades y
subunidades textuales, elementos de cohesión —téngase en cuenta
que se trata de una noticia— léxica, gramatical, semántico-concep-
tual, anáforas, catáforas, si existen, presuposiciones, implicaciones,
conectores, etc.
70 MUERTOS AL DESPLOMARSE UN PUENTE EN PORTUGAL
El inspector del servicio de bomberos de Aveiro, António Salazar, se
encontraba en su vehículo, frente al autocar, en el momento del accidente:
«Estaba entrando en el puente cuando vi al autobús; delante de mí iban
otros tres o cuatro coches. De repente, pararon. No me pareció extraño,
porque ocurre a menudo cuando viene un camión de frente (el puente tiene
tres metros de ancho y a veces no permite la circulación en ambos senti-
dos). Algunos intentaron dar marcha atrás, cuando oímos un enorme
estruendo y el autobús desapareció de nuestra vista. Salimos de los coches
y comprobamos que el vehículo había caído al río. La gente se llevaba las
manos a la cabeza, gritaba... ¡Fue un espanto!».
De los gritos y el horror se pasó al más absoluto de los silencios. Atóni-
tos, los testigos presenciales observaron cómo el autobús era arrastrado y
engullido por las aguas en unos segundos. No hubo tiempo para mayores
reacciones. Eran las 21.10 en Portugal, una hora más en la España penin-
sular. La noticia circuló rápidamente entre las dos poblaciones y sus servi-
cios de socorro llegaron a los 15 minutos. Sin embargo, las versiones eran
muy confusas en un principio y la dificultad de comunicaciones en la zona
impidió una rápida reacción de los medios nacionales. De cualquier forma,
la oscuridad de la noche, el mal tiempo y la turbulencia de las aguas impo-
sibilitaron las labores de rescate hasta la mañana de ayer.
Centenares de personas se reunieron en ambas márgenes del río y algu-
nas patrullaron por sus orillas en busca de algún superviviente, por desgra-
cia, sin éxito.
(Javier García, El País, 6-3-2001, p. 2)
2. Los refranes contienen muchas presuposiciones e implicaciones. Ana-
lice dos o tres de ellos bajo tal aspecto.
3. Acontece lo mismo con los chistes y viñetas. Escoja también dos o tres
de la prensa diaria, por ejemplo de El Roto, Mingote, Máximo, Plantu,
etc., y analice sus presupuestos pragmáticos.

5. Ejercicios
1. J. L. Austin dice que «Una oración está hecha de palabras, un enun-
ciado se hace con palabras». ¿Cuál es la diferencia?
2. ¿Es locutivo todo acto real de habla? ¿Por qué?
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 265

3. ¿No es ilocutiva toda locución? ¿Qué añade la fuerza ilocutiva a la


locución?
4. ¿Podemos decir , entonces, que el acto ilocutivo es resultado del con-
tenido conceptual de la frase o dicho? Razónese la respuesta.
5. ¿Por qué el enunciado Te ordeno que salgas es ilocutivo y, en cambio,
este otro, Mañana te ordenaré que te vayas, no lo parece?
6. ¿Qué consecuencias podemos derivar del ejemplo precedente?
7. La perlocución considera las consecuencias segundas u oblicuamente
derivadas de la acción verbal. A veces se mantiene oculta y depende de
presupuestos e implicaciones. Los anuncios publicitarios recurren
con frecuencia a la ilocución y perlocución. Seleccione uno o dos de la
prensa diaria, o de la propaganda recibida, y señale los rasgos lingüís-
ticos y semióticos que dependan de esas intenciones.
8. El siguiente texto presenta rasgos de cohesión léxica y gramatical.
¿Podemos decir, no obstante, que se trata realmente de un texto?
Razónese la respuesta con argumentos lingüísticos.
Mi perro es muy salado. Ya sabes, la sal escuece si te la pones en
una herida, y eso que es cristalina, como el agua. Por cierto, la de ayer
estaba como el caldo. Y aún así, siendo salado, él no quería nada con
las olas del mar. Hay que ver las contradicciones que te encuentras,
como aquella concha, allí, la que te regalé, medio enterrada, también
reluciente como el cristal. En fin, tú dirás...
9. Explicar el tipo de suposiciones o implicaciones de los enunciados
siguientes:
El Real Madrid empató con el Manchester.
A Luis le pincharon la moto.
Baja la voz, ¿quieres?
Dime si ya has cobrado el boleto.
Ayer fue un domingo francamente feliz.

6. Actividad final
I. Teniendo en cuenta todo lo que ya sabemos, que es mucho, sobre todo
en lo concerniente al signo, proponemos ahora un texto peculiar que
encierra un reto no menos especial. Su autor, el poeta Jorge Guillén,
ha reflexionado mucho sobre la esencia del lenguaje poético (Lengua-
je y Poesía. Alianza, Madrid, 1969). Para este profesor y poeta, el len-
guaje específico del poema es un uso singular de la lengua que usa-
mos comunmente. Sin embargo, en el texto que transcribimos parece
insinuar o implicar algo distinto. Analícense desde una consideración
lingüística —relación entre códigos y sistemas— los supuestos implí-
citos en este poema. Efectivamente, J. Guillén considera el problema
de la traducción, pero apunta a algo más. ¿Qué es? ¿Tiene alguna
266 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

explicación lingüística la respuesta? Razonemos con la mayor preci-


sión posible.
La traducción supone una lengua y un texto de origen, así como el
conocimiento sociocultural, no sólo lingüístico, de la lengua traducida
o de destino. Por eso le corresponde también un tratamiento semióti-
co y hermenéutico, pero dentro de una lingüística así denominada,
semiótica y también hermenéutica. Una buena traducción plantea
siempre problemas lingüísticos e invita a revisar supuestos ya consoli-
dados. Se mueve en un campo de interpretación continua.
(Esta actividad quiere descubrir la competencia de análisis adquirida
a través del estudio realizado).
IV
(Del traductor)
Soli andavano dentro la rovina.
«Solos anduvimos dentro de la ruina».
¿Nada más? Doce sílabas. No casan
como ritmo. Es una ruina en prosa.
Esta noción tan simple de un paseo
Debe cristalizar en sus cristales
Transparentes, armónicos, sensibles
A la envolvente atmósfera nocturna.
El ritmo alcanza esencia en existencia.
Viviente vibre persuadiendo el verso,
Ser por sí mismo, todo invisible.
¿Y cómo trasformaros, formas únicas?
«Vagamos solos dentro de la ruina».
Sílabas justas con ambiente. ¿Valen?
Quimera: trasponer a mis palabras
Lo que en su encarnación es otro espíritu.
(De Despedidas, en Y Otros Poemas, Muchnik
Editores, Argentina, 1973, p. 461).

Cuestiones
1. J. Guillén hace dos traducciones del verso italiano. Indíquese la razón,
comentada.
2. Defina la palabra «Quimera» dando varias acepciones y luego compa-
re la definición dada con la del diccionario de la Real Academia Espa-
ñola u otro de igual o parecido valor lexicográfico.
3. Acabamos de referirnos a la lexicografía en relación con el dicciona-
rio. ¿Cuál es el fundamento de tal uso de la palabra?
4. ¿Podemos encontrar algún fundamento hermenéutico en las palabras
de J. Guillén? Explíquese bien la respuesta, con apoyos científicos.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 267

II. Seleccionamos, por último, un texto de prensa que reflexiona sobre


el libro como soporte aún vigente de la información y creación fren-
te a la amenaza invasora de los medios digitales y del fenómeno vir-
tual; por tanto, también del hiperetexto.
TOCAR UN LIBRO
Cuando el señor Negroponte, el más ambicioso proyectista de autopis-
tas de la información, decidió explicar en qué consistía su apuesta, lo hizo
escribiendo un libro; quiero decir: lo hizo en forma de libro. ¿Será por el
prestigio que aún le queda al libro impreso en papel? ¿Será porque, hoy por
hoy, la exposición pública de una reflexión sigue necesitando un soporte
que tienda a propiciar esa reflexión? La lectura exige las cualidades de sole-
dad, paciencia y reflexión para dejarse querer; sin ellas no hay lectura bue-
na que valga. Pero en la actualidad se va perfilando una cualidad más, qui-
zá de segundo orden en cuanto a importancia, pero sin duda característica:
el tacto. A medida que vayan progresando e incluso imponiéndose otros
soportes al papel, creo que el tacto va a pasar a convertirse, cada vez más,
en un elemento integrante del placer de la lectura.
No es que antes no lo fuera; lo que quizá ocurriese es que no lo apreciá-
bamos como tal, como elemento de importancia. Y no sólo el tacto. Yo he
visto en muchas ocasiones a amigos y a desconocidos abrir un libro que
están hojeando con la intención probable de comprárselo y llevárselo a la
nariz, así abierto de par en par, para aspirarlo con deleite. En esa ubicación
del apéndice nasal entre los medianiles del libro no había sólo un placer
inmediato y una promesa de satisfacción sino también un ejercicio de
memoria. El papel, la tinta, incluso las colas, le remitían al olfateador a otras
lecturas que, sin duda, debieron ser extraordinariamente placenteras para
haber quedado asociadas al olfato. Una memoria que quizá operase de libro
en libro o quizá le recordara una colección de libros, o una serie particular,
o incluso una época determinada de la edición —no olían igual los libros de
Al Monigote de Papel, de Janés, que los de El Club de la Sonrisa, de Taurus,
como tampoco olían igual los policiacos de la colección El Búho que los de
El Séptimo Círculo venidos de la Argentina; ni la Biblioteca Breve de Carlos
Barral que la actual Biblioteca Breve, que ni siquiera va cosida.
Ver, oler y tocar: tres sentidos de cinco se aplican al libro. De todos, la
vista es el principal, pero el tacto es tan constante como ella. El lector esta-
blece, al adquirir un libro, una unidad de medida que le permite manejarse
con relativa facilidad; esa unidad es la página; una vez asimilado el tamaño
de ésta y apreciado el grosor de los cantos, la vista y las manos trabajan per-
fectamente unidas para avanzar, para retroceder, para buscar, para orien-
tarse... Incluso cuando el libro se cierra porque hemos terminado de leer
por el momento, las manos acarician las tapas como se despide una pareja
hasta la cita del día siguiente. En fin, no quiero ponerme lírico (...).
(José María Guelbenzu, El País, 13-3-2001, p. 38).

Cuestiones

a) Resumir el tema y el desarrollo argumentativo del texto.


268 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

b) ¿Cuál de los métodos generales de la lingüística aquí estudiados se


adapta mejor al análisis de este texto? ¿Qué términos, relaciones e ideas
lo avalan?
c) Redactar un juicio crítico sobre el mismo tema y la exposición del
autor, partiendo evidentemente de una consideración lingüística.

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AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 269

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AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 271

TEMA 15. El lenguaje y el cerebro


Dr. Antonio Domínguez Rey

1. Objetivos
En este tema consideramos los fundamentos orgánicos y comportamen-
tales del lenguaje desde sus bases neuronales y biológicas a las implicaciones
sociales y científicas en comparación con otras ciencias y técnicas derivadas
del componente informativo. Consideramos además una cuestión de gran
actualidad en un momento histórico de la biología tras el descubrimiento del
genoma humano y las aplicaciones de la electrónica a los estudios del orga-
nismo, sobre todo al cerebro. Se va imponiendo poco a poco un modelo digi-
tal de conocimiento programado, como si el efecto del cálculo y la proyección
técnica le dictara al hombre el método de sus investigaciones, convirtiendo
ahora el medio en fin, sustancia y esencia del proceso cognoscitivo. El siste-
ma de redes interactivas sería un análogo de las redes neuronales y ya casi
podríamos sustituir la función y resultado de éstas por aquéllas. Cuanto des-
borde, por tanto, el alcance y la programación de los nódulos electromagné-
ticos, corre el peligro de no hallar representación evaluativa y de perder
vigencia en los estudios programados. Se yergue ante nosotros una nueva
Babel de resultados impredecibles. La lingüística tiene que analizar también
este fenómeno y hallar la razón que lo explique.

2. Contenido temático
(Lo desarrollamos asimismo en dos partes, la primera correspondiente al
libro de Yule, con sus epígrafes, y la segunda a modo de comentario y amplia-
ción de las bases neurobiológicas del lenguaje.)
Parte Primera. Partes del cerebro (187), El área de Broca (188), El área
de Wernicke, El Córtex motor, El fascículo arqueado. La hipótesis de la situa-
ción (189). Otras hipótesis. «En la punta de la lengua» y otros errores de
habla (190). Afasia (192), Afasia de Broca, Afasia de Wernicke (193), Afasia de
conducción. Escucha dicótica (194). El período crítico (195), Genie (196).
Parte Segunda. Consideraciones previas. Biolingüística: el protolengua-
je. Un sistema modular. Lateralización. Correlación motriz del lenguaje.
Esquemas evolutivos y áreas cerebrales del lenguaje.

3. Desarrollo temático de la primera parte


Consideraciones previas

Asistimos actualmente a una reducción epistemológica que tiende asi-


mismo a nivelar las diferencias entre el mundo animal y el racional poten-
ciando, por una parte, los factores materialmente sensitivos y cuantificables
272 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

de las señales comunicativas, y por otra, aminorando la gradación cualifica-


da de la intención significativa. Tendemos a convertir así la diferencia mental
en cuantificación compleja de síntesis traslapadas, intención más hipotética,
en el sentido de horizonte de búsqueda, que realmente comprobada. Los
experimentos efectuados con animales son cada vez más sutiles y responden
también a menudo a intereses colaterales con la lingüística, de los que ésta se
benificia sin duda alguna. Desde el estudio del denominado lenguaje de las
abejas, chimpancés, delfines, ballenas, pájaros, etc., conocemos más y mejor
el comportamiento comunicativo de los animales y de las estructuras trans-
misoras de sus sonidos en medios diversos. Esto refuerza las tesis del com-
portamiento sinestésico de las ondas sonoras en nuestra recepción y, a la par,
la atención que requiere el plano material y materializante del lenguaje, así
como el innegable instinto que lo caracteriza. Pero los análisis realizados
confirman asimismo la hipótesis ontológica que introducíamos en los prime-
ros temas. Hay un fondo de resonancia común entre los seres vivos y sólo el
hombre obtiene las relaciones que le permiten establecer un sentido para
comprender su instalación en el mundo. Al lenguaje le corresponde en ello un
valor específico.
El tema en cuestión suscita además un debate notable en torno al origen,
modo y desarrollo del lenguaje en el hombre desde que nace. Las tesis inna-
tista, conductista y cognitiva, más las teorías de ellas derivadas, ocupan gran
parte del problema aquí suscitado. La psicopedagogía y el psicoanálisis tam-
bién esgrimen sus razones al respecto. La lingüística tiene que encontrar un
dominio propio de atención al problema y éste se configura desde su base sig-
nificante, gestual, semiótica y fenomenológica, pues el niño no capta conte-
nidos propios, más bien se incorpora o desarrolla procesos emergentes indu-
cidos por la voz de otro. La alteridad se instala aquí como fundamento de la
intersubjetividad ya comentada anteriormente. En el lenguaje hay siempre
una relación de altura —verticalidad originaria y alza de mira más allá de lo
inmediato— inducida por la voz, el tacto y la mirada. Por eso importa sobre-
manera el componente corpóreo.
Veíamos en los primeros temas la relación entre los utensilios usados por
la mano del hombre, el desarrollo de su organismo, sobre todo la incorpora-
ción erecta del cuerpo, y el medio o habitat en que se mueve. A medida que
avanzan los descubrientos paleontológicos, como los de Atapuerca en Espa-
ña, y la biología genética, con el ADN y la constitución del genoma, se rein-
terpretan los hallazgos ya obtenidos. La Lingüística está también atenta a
estos adelantos de la ciencia y proyecta nuevas hipótesis interpretativas. Hoy
tiende a verse el conjunto del lenguaje en sus raíces comunicativas y a estu-
diarlo en función del comportamiento social que siempre fue.
En el siglo XIX la clasificación taxonómica del método científico, funda-
mentalmente descriptivo y clasificador, ejerció gran influencia en el naci-
miento de la Lingüística como ciencia. Este influjo aún continúa hoy ligera-
mente modificado. Expusimos al comienzo una hipótesis de interpretación
semiótica de los restos fósiles en la época lítica de la humanidad. No basta
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 273

disponer de datos, decíamos. Es preciso interpretarlos coherentemente y,


para ello, precisamos también hipótesis que, una vez confirmadas, elevamos
a rango de leyes y principios. Incluso la teoría evolutiva, de la que están con-
vencidos la casi totalidad de sus intérpretes, sigue siendo una hipótesis de
trabajo. Quiero ello decir que la evolución genética explica del mejor modo
posible, por el momento, la conexión de los datos de que disponemos. Si
algún día aparece algún fósil o resto que contradiga esta hipótesis, habrá que
replantearse la teoría en general, o reordenarla —esto es lo más frecuente—
de acuerdo con los nuevos hallazgos. La ciencia avanza de tal modo.

En biogenética se emplean dos conceptos básicos para explicar, según las


diversas teorías, la conexión entre la especie y el individuo. Son el genotipo y
el fenotipo. El primero procede de la raíz griega génos —origen, nacimiento—
y de típos, marca. Comprende el material genético de un individuo que repre-
senta su fórmula fecundamente hereditaria. El segundo deriva de las raíces
también griegas fainein —mostrar— y la segunda ya citada. Designa el con-
junto de caracteres somáticos de un individuo, los cuales expresan la interac-
ción del genotipo y del medio. Cada individuo es, cabe decir, una animación
de la especie, que interactúa en él en consonancia con el habitat y entorno
sociocomunicativo.

Al observar la agrupación de familias lingüísticas, tratadas en el tema


decimonono, veremos que existe una combinación cruzada de los dos tipos
genéticos. Semejante afirmación no tiene, sin embargo, ningún fundamento
científico. Un filólogo y arqueólogo ruso, N. J. Marr (1865-1934), introdujo en
lingüística el concepto, hoy desatendido, de monogénesis de las lenguas, en
un intento de conjuntar la filogénesis lingüística y la historia. Según él, las
diferentes tipologías de lenguas eran estadios evolutivos de todo lenguaje
humano y no todas habrían adquirido aún el grado de perfeccionamiento que
muestra el indo-europeo.

Es indudable, no obstante, que la lingüística de los siglos XIX y XX está


influida por la posibilidad de obtener una fórmula o una muestra definitiva
que nos muestre la conexión filogenética de las lenguas. Llegaríamos así al
establecimiento de una Gramática Universal, con lo que invalidaríamos la
maldición de Babel. Esa intuición monogenética es un hecho en más de una
escuela lingüística de hoy mismo.

Pero la lingüística no dispone de medios materiales y experimentales


para demostrar el nacimiento de una sola lengua y menos su conexión filo-
genética con otras. Sin embargo, la homología persiste y el convencimiento
de que la historia del hombre va unida a la de su lenguaje, también. Asistimos
incluso a una recuperación variada del método de reconstitución interna del
lenguaje, pero ahora partiendo de la biogenética. Los descubrimientos en tor-
no al cerebro, tanto desde la perspectiva paleontológica, del pasado, como
desde la bioquímica de hoy, el genoma, consideran la hipótesis lingüística en
su desarrollo y evolución.
274 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Biolingüística: el protolenguaje

Hombre y lenguaje evolucionan recíprocamente, viene a decir esta tesis


solapada, que, en el fondo remonta a los pioneros de la escuela de Leipzig, los
neogramáticos, en concreto J. von Grimm y los hermanos Schlegel.
Un lingüista actual, Cl. Hagège, nos resume la influencia biológica en el
estudio del lenguaje. Se dan dos procesos fundamentales en la consideración
de que la biología y la lingüística atienden a la misma historia de la constitu-
ción recíproca del hombre y el lenguaje. «Uno de esos procesos es la filogénesis
de la palabra, es decir su desarrollo en la especie humana después de los «orí-
genes». El otro es la ontogénesis, o adquisición del lenguaje a través de una len-
gua particular en el niño» (Hagège, 1985: 40). Como esto supone el reencuen-
tro con viejos problemas ya refutados, por ejemplo, comparar la infancia de las
lenguas con la del niño, o la morfogénesis marrista antes citada, se busca, a la
luz de los nuevos descubrimeintos, una solución intermedia: «entre filogénesis
y ontogénesis, una tercera aventura, la caïnoglosia, o nacimiento de una lengua
nueva después de suponer perdida la suya» (Ibid.: 40-41).
Se refiere con esta fórmula irónica, la «caïnoglosia», a la hipótesis filoge-
nética de D. Bickerton (1981), quien considera un «bioprograma» transmiti-
do genéticamente al nacer y determinado por la especie. Lo deduce de análi-
sis hechos entre hablantes de lenguas criollas, pidgins —pronunciación china
del ingles business, que designa hoy una mezcla de chino e inglés en zonas
idiomáticas de contacto entre ambas lenguas, sin que ninguna de ellas sea la
nativa de estos nuevos hablantes, y niños. Para Bickerton, y aquí viene la
extrapolación de los datos por vía hipotética, habría existido en las especies
prehomínidas una estructura cognitiva configurada con las distinciones opo-
sitivas que descubrimos en las lenguas criollas y en el lenguaje infantil, como
entre el tiempo pasado y no pasado, el modo real e irreal, el aspecto puntual
y no puntual, etc.
Proyectar esta hipótesis a los tiempos primitivos supone escamotear el
desarrollo histórico del hombre y plegar épocas tan distantes entre sí sin
tener presente los intermedios. Admite, a su vez, como concepto latente, un
embrión permanente en el hombre, transmitido de generación en genera-
ción, pero que, curiosamente, sólo traspasa la potencia, no el lenguaje en
acto, a pesar del desarrollo filogenético de la especie, que se da por sentado.
El propio Bickerton nos resume la situación hipotética de la correlación
histórica del hombre y el lenguaje. No cree, como A. Bracinha Vieira, autor
citado en los primeros temas, que el protolenguaje se diera ya en la cultura
lítica del homo habilis, sino más bien después, coincidiendo con la cultura del
homo erectus. El estado de la cuestión nos lo resume como sigue: «Algunos
han afirmado que el control motor preciso y la rutina de las acciones sucesi-
vas desarrrollados en la fabricación de herramientas, se convirtió posterior-
mente en el origen de la estructura del lenguaje. Otros han sostenido que si
los homínidos no hubieran poseído ya el lenguaje, no habrían tenido ni la
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 275

provisión de diseñar y fabricar herramientas ni la capacidad de formar una


tradición cultural de fabricación de las mismas. Otros sostienen que la fabri-
cación de herramientas y el lenguaje se desarrollaron paralelamente, cada
uno contribuyendo a mejorar al otro en una especie de espiral beneficiosa»
(Bickerton, 1994: 181). Para él, tanto la fabricación de herramientas como el
protolenguaje inicial comparten idénticos procesos, pero sin conexión causal
entre ellos, y seguramente ya se daban en seres previos al habilis y erectus,
pero con materiales fungibles, no permanentes como la piedra. De ahí que no
tengamos restos de esa etapa primitiva y protoverbal.
La hipótesis más generalizada sobre la conformación del protolenguaje y
su evolución a lenguaje propio, al margen de los puntos concretos de situa-
ción histórica de la misma, es que este estado de cosas, la fabricación de
herramientas, la comunicación necesaria para ellas, la memoria retentiva
que supone, etc., han contribuido al desarrollo del cerebro a la par de la libe-
ración prensil de la mano, la boca y la posición erecta. Habría habido, por
tanto, un sincretismo genético-histórico-técnico que tendría como conse-
cuencia la aparición del lenguaje y un desarrollo posterior más evolucionado.
Poner fechas a estos pasos, o asignar conexiones causales y fundamentos, es
imposible. Proyectar conjeturas, no.
La de Bickerton procede desde el momento presente hacia atrás, y en esto
consiste realmente la historia, como vieron pensadores, G. Santayana y E.
Lévinas por ejemplo: interpretarla como respuesta a las preguntas del pre-
sente. Resumiendo sintéticamente la hipótesis lingüística de Bickerman, ten-
dríamos, más o menos, el siguiente esquema:

S.° (SRP)

Función estructural: forma

Protolenguaje Lengua
Sistema

Elementos gram. potenciales

Papeles temáticos: implic. sintáctica

Referencia

La dinámica del proceso antes indicado (herramienta-mano-protosigno)


no cesa y el homínido va adquiriendo procesos de representación comuni-
276 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

cativa o primaria (SRP) —almacenamiento de información, reconversión


del sonido propio en voz—, que, en un momento determinado retienen una
marca visual o fónica y la repiten luego en circunstancia parecida. Va
naciendo así una protoforma o protofunción, paso de los más difíciles de
justificar y testimoniar en filogénesis lingüística. Bickerton supone tres nive-
les de representación en orden progresivo desde la vista al habla. Uno pri-
mario, de simple esquema behaviorista: (E)stímulo → (R)espuesta en las
células de la retina; otro secundario: la información sensitiva es procesada
en el córtex visual; y el terciario: «las células que componen el lenguaje con
que describimos lo que vemos» (Bickerton, 1990: 138). Es evidente que la
palabra «célula» está usada, en el tercer nivel, con sentido homólogo, como
unidades básicas de procesación, pues aún no conocemos tales células
encargadas del lenguaje.
El lingüista acude siempre al término potencia para designar el posible
paso de una forma a otra. Bickerton parte de la acción humana —lo mismo
hizo K. Bühler, pero con resultados lingüísticos muy diferentes— y de su
desarrollo en un medio, con itinerarios propios. Al sintáctico le corresponde-
ría una mutación en el cerebro. Y para ello recurre a la ontogenia del niño, así
como a los antropoides actuales —investigaciones con chimpancés—, los
hablantes de lenguas francas y adultos privados de lenguaje que construyen
sus propios sistemas de habla, e incluso al lenguaje de los niños gemelos. Las
connotaciones, paralelismos y convergencias entre estos hablantes nos darí-
an el sistema básico del lenguaje primitivo y nos ayudarán a determinar cuál
ha sido la «mutación crucial» del cerebro para haber llegado al lenguaje.

Un sistema modular

Ese punto decisivo es la imbricación del sintagma y de las sinapsis de la


red neuronal. En el cerebro se habrá producido una cadena de conexiones
parecida a los tres estadios del sintagma —N (cabeza), N’ recursiva, N’’ o sin-
tagma formado— y a la conexión entre los tres niveles de la teoría generativa
minimista, de los papeles temáticos, o X con barra. La acción humana tiene
también, como es sabido, una estructura mínima: (A)gente – (O)bjeto –
(P)aciente, que se proyecta e implica en la sintagmática. La sintaxis, desde el
punto de vista de la acción humana —y esto tampoco es nada nuevo, aunque
sí se olvidó— resulta un recubrimiento semántico.
Pues bien, a todo este proceso lingüístico tuvo que corresponderle otro,
«un solo incidente genetico», en la estructura del cerebro a partir de conexio-
nes sinápticas. Como en las redes neuronales, las «células» lingüísticas
conectan entre sí siguiendo procesos sinápticos y determinando «tejidos»
moleculares por recursividad y niveles jerárquicos. El sintagma sería, pues,
un modelo neurolingüístico, con lo que le damos la vuelta a la hipótesis de
partida. Ahora ya no es la biogenética la que estimula una teoría coherente
que explique los datos que tenemos a mano. La misma Lingüística, una teo-
ría filogenética del lenguaje, descubre la implicitación sintáctica de éste y
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 277

una filogenia del cerebro. El paso del homo habilis al erectus y neandertalen-
sis supondría, como en el sintagma, un desplazamiento de células localizadas
inicialmente en zonas diferentes del cerebro a otra común, donde el almace-
namiento léxico induciría el mismo proceso que en el esquema básico de la
acción humana: un encadenamiento temático. Las unidades funcionan res-
pecto del tema que las integra.
En resumen, la hipótesis de Bickerton, que exponemos aquí someramen-
te como introducción a este tema, parte de dos estados teóricos ya formaliza-
dos, el generativo chomskiano, y el biogenético combinado con el paleológi-
co. Éste nos dice, tal como están las cosas, que la posición erecta del hombre,
la liberación de la mano y la de la boca, más el descenso de la laringe, que en
los homínidos ocupa una posición más alta, y que permitió el desarrollo del
tracto o canal vocal humano, favoreciendo así la articulación fónica, coinci-
dieron en un período de tiempo más o menos lato. Tal estado de cosas hace
suponer, a la vista de los resultados actuales de la biogenética, sobre todo de
las redes neuronales, que el cerebro tuvo que experimentar también en esa
época un desarrollo específico, coincidente con el de su masa craneal, que sí
está constatado.
Hoy día se trabaja en la posible conexión de los microcircuitos neurona-
les con el supuesto de redes que funcionan de modo homólogo al de la gra-
mática, cuya estructura tendría un antecedente en el área de Broca —fue el
primero que situó la dominancia del hemisferio izquierdo respecto del len-
guaje— y en las secuencias procesales de los genes.
El lenguaje de los neurólogos y bioquímicos se va pareciendo cada vez
más al de los lingüístas interesados en estas cuestiones. Se habla de un
«lenguaje» de las células cuyas «palabras» serían unos canales específicos,
llamados iónicos, o microgeneradores de electricidad que interconectan a
las células nerviosas entre sí. Los iones K+ del potasio funcionan de ese
modo y su descubridor, el científico Rod MacKinnon, ha llegado a decir que
tanto los movimientos como los pensamientos humanos son «circuitos de
potasio».
278 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Como es sabido, la neurona tiene unos ramales o terminaciones nervio-


sas, las dendritas, en las ramificaciones del núcleo o axones. Las dendritas
reciben información química de otras neuronas y los axones la emiten a su
vez y es recogida, repitiendo el proceso, por las dendritas de las neuronas
interconectadas. Se establecen así circuitos de transmisión neuronal,
corrientes, podemos decir, de información neurológica que pasa de unas a
otras células contribuyendo de tal modo a la transmisión general del circuito
químico de las proteínas y la formación de moléculas. Este proceso de neu-
rotransmisión alterna o de relación funcional entre dendritas se denomina
sinapsis.
La tentación analítica de homologar estos procesos latentes —las trans-
misiones sinápticas no implican la conexión física de las neuronas— con seg-
mentos nucleares de las cadenas lingüísticas, los sintagmas, por ejemplo, es
enorme. De ahí las diferentes proyecciones hipotéticas de la neurolingüística
y de algunos lingüistas, así como la búsqueda de un centro propio del len-
guaje, un gen que lo especifique dentro de la cadena molecular del genoma, y
de una teoría justificada que explique su desarrollo a partir de él, como el
innatismo chomskiano y el cognitivismo conductista, más o menos remode-
lado con aportes de crítica gnoseológica. Se quiere ver, por ejemplo, en el gen
FOXP2, que se encuentra también en órganos de los ratones, el tronco de una
red genética ligada al proceso del lenguaje. Para unos, K. Stromswold, habría
genes que controlan conexiones cerebrales propias de la gramática, pero,
para otros, tales genes sólo forman estructuras o centros nodulares que, a su
vez, determinan otras estructuras abstractas sobre las que se apoyarían las
del lenguaje. Así, por ejemplo, M. Tomasello piensa que la gramática es más
«una manifestación de la historia» o «un producto sociológico» que propia-
mente algo genético.
La tentación homologadora se extiende a otros ecosistemas cuyas
estructuras tienen centros, núcleos o nódulos de redes similares: moléculas,
especies y cadenas computarizadas. De ahí deducen algunos biólogos la
hipótesis de una correlación de sistemas complejos para toda la naturaleza,
regida por unos principios organizativos universales. Esta hipótesis sí está
en consonancia con una teoría general del signo o semiótica. Ya hemos vis-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 279

to que F. de Saussure, fundador del estructuralismo en lingüística, engloba


al lenguaje en una teoría general de los signos o semiología. Por su parte,
Ch. S. Peirce propuso también unos fundamentos generales, desde una
lógica más comprehensiva de la comunicación y del pensamiento, para el
análisis e interpretación de los signos, la semiótica. La humanidad conoce
estos proyectos globalizadores desde sus orígenes históricos. La ciencia
busca un principio explicativo e integrador de la realidad a través del cono-
cimiento.

Algunos de estos neurocientíficos, como S. Pinker (1995: 347), ya han


asociado el conexionismo neuronal con los «circuitos lógicos» de base bina-
ria. Las neuronas «se pueden conectar unas con otras de tal manera que fun-
cionen como «circuitos lógicos», esto es, dispositivos que computan relacio-
nes lógicas basadas en operadores como «y», «o» o «no», que son los que se
emplean en los procedimientos de deducción. El significado de la relación
lógica expresada por el operardor «y» es que el enunciado «A y B» es verda-
dero si A es verdadero y B es verdadero. Un circuito lógico que compute la
relación Y sería aquel que se activa cada vez que sus entradas se hallen acti-
vadas a la vez». De aquí a proponer «genes de la gramática» y del lenguaje
sólo hay un paso. El propio S. Pinker esboza una gramática neuronal y gené-
tica, cuya base de información la ejercen las proteínas, que son las moléculas
encargadas de procesar los circuitos y actividad de las neuronas: «Los genes
de la gramática podrían definirse como secuencias de ADN que codifican
proteínas, o desencadenan la transcripción de proteínas, en determinados
momentos y lugares del cerebro. Estas proteínas guían, fijan o atraen neuro-
nas hacia aquellos circuitos que, una vez producido el ajuste sináptico que
tiene lugar en el aprendizaje, intervienen en la solución de problemas grama-
ticales, como por ejemplo el de seleccionar un afijo o una palabra» (Pinker,
1994: 352-353).

Es decir, el instinto neurogenético del lenguaje ya procesaría, de algún


modo, cadenas de pensamiento, pues aunque las proteínas no suenan al inte-
ractuar unas con otras, ni comportan masa significante —no tienen conteni-
do representativo—, su proceso activo funciona como estructuras abstractas
del cerebro, según S. Pinker. Es indudable que el conexionismo neuronal esti-
mula la sintagmática de la mente, pero el lenguaje aún sigue siendo otra cosa,
pues la gramática también significa.

Así pues, y conociendo, como conocemos, desde la Filosofía, cuál es la


estructura de la acción humana, Bickerman, Pinker y algunos otros científi-
cos, proyectan una teoría sobre otra esbozando una nueva hipótesis: la corre-
lación sintáctico-genética del cerebro y, a su vez, recurriendo a otra metáfo-
ra, el procesamiento sináptico del lenguaje . La tesis no es nueva. Ya la usó en
poesía H. Michaux al reflexionar sobre el proceso del lenguaje poético y los
recientes descubrimientos neuronales.

Una variante de esta conexión científica neurológica y a la vez lingüística


es la redescripción representacional (RR) de A. Karmiloff-Smith (1994). Pro-
280 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

pone, partiendo de la escuela de J. Piaget, un proceso modular y gradual-


mente evolutivo en el que los sucesivos organigramas neuronales se reescri-
ben, como las oraciones de la gramática generativa, y representan unos a
otros implicándose en nuevos complejos y niveles. A la información obtenida
del medio se superpone esta otra procedente del interior mismo del cerebro y
sus interconexiones. Se presupone, por tanto, una actividad interna de valor
cognoscitivo, al margen de la conciencia propiamente dicha, pero que con-
cluye en un proceso consciente y lingüístico. En realidad se le está dando
valor consciente a la función neurológica de la consciencia, que es incons-
ciente, pero la autora pretende eliminar así la dicotomía clásica de modelos
inconscientes y conscientes. Lo implícito se hace explícito y le atribuimos el
procedimiento activo y conector que observamos desde la conciencia. La
redescripción representativa es interactiva, actúa en todo los ámbitos del
conocimiento implícito.

Se produce así un mecanismo transmisor semejante al cibernético.


Cada fase implícitamente cognoscitiva condensa o resume, en realidad
reduce un código operativo y lo transmite a otro, como sucede, por ejem-
plo, entre las moléculas y procesos celulares que las constituyen. Tal proce-
so sería flexible, permeable y plástico, es decir, transmisible a otros contex-
tos internos.

Karmiloff-Smith considera tres fases graduales en la redescripción repre-


sentativa. La primera asimila o apropia información externa, del contexto
situacional. A los estímulos suceden respuestas que quedan almacenadas
como en compartimentos estancos, sin principios internos todavía conecti-
vos, aunque se trata de procesos y de datos procidementales. En la fase
siguiente a esta inductiva, las representaciones se desvinculan de su referen-
te externo y se activan cotextualmente en razón de códigos espaciales, tem-
porales, cinestésicos y finalmente lingüísticos. El paso de uno a otro supone
una redescripción representativa, una retroalimentación —feedback— pro-
yectiva, lo que nosostros denominamos, partiendo de M. Heidegger, una
retroproyección: el presente de conciencia se alimenta del pasado, que lo pro-
yecta a más presente indagando su espaciotiempo aún futuro. Es la base del
funcionamiento poético del conocimiento. Decimos poético porque genera
ritmo y éste presupone unidades ya discretas o moléculas que contienen
tiempo en el espacio que ocupan. El poema representa muy bien este funcio-
namiento retroproyectivo, anterior, en mucho, al sistema modular que
comentamos. Y decimos esto por lo que sigue en la tercera fase o nivel de A.
Karmiloff-Smith.

La interacción de códigos confluye precisamente en el lenguaje, que faci-


lita la representación ya consciente de las conexiones representativas, cuya
flexibilidad orgánica se traduce en la articulación lingüística. El lenguaje
sería, por tanto, una supraestructura conectiva de estructuras previas o un
sistema metacognitivo. Encontramos así la vieja idea del esquema operativo,
la cadena mínima que apropia y almacena información molecular y desde la
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 281

que se desencadenan la representación consciente y las operaciones que


entonces ya resultan posibles.

El gran problema de este modelo consiste en confundir las etapas del aná-
lisis interno del lenguaje previo con lo analizado. Se produce una homologa-
ción implícita, traslapada: hay una sintaxis interna que funciona como a prio-
ri hipotético. Precisamos saber antes cómo se produce la apropiación casi
biyectiva del medio en el primer nivel y al margen del proceso conector que
se supone se genera después, en el segundo, y desvinculado del anterior. O los
datos percibidos contienen en sí una capacidad de actuación, de campo,
como la designa K. Bühler en la palabra, o la reciben del proceso molecular
interno, que aún está en fase de hipótesis, y por tanto de descripción, con lo
que se adelanta lo que pretendemos razonar, cayendo en una clara petición
de principio.

A este respecto hay que resaltar la hipótesis biolingüística de A. López


García, sumamente ambiciosa, y que constituye un reto para el estudio
actual y futuro del lenguaje. Afronta directamente los presupuestos del
genoma humano y el paralelo de sus estructuras con las verbales, de donde
concluye «que las formas del código genético prefiguran las del código lin-
güístico» (2002: 250). El paralelo genético-lingüístico se basa en los procesos
estructurales de la transferencia, transcripción, traducción y replicación —
3T+R— de las cadenas del ADN, homólogos de las leyes gestálticas, percep-
tivas, de proximidad, equivalencia y clausura. Compara, por ejemplo, las
bases aminoácidas de los codones —los tripletes secuenciales de las formas
genéticas— y los componentes liminares de la frase, a saber, el especificador,
el núcleo y el complemento, esquema también básico actualmente de la gra-
mática generativa. Compara además las cuatro bases funcionales de los
codones —(T)imina, (A)denina, (C)itosina, (G)uanina— con las cuatro cate-
gorías fundamentales del lenguaje y del conocimiento: nombre, verbo, adje-
tivo, adverbio. A cada núcleo le corresponde, a su vez, una representación
lingüística de tres unidades: constituyente oracional, FN o FV; función sin-
táctica —Sujeto, Predicado, Atributo, Adverbio— y función semántica:
Agente, Acción, Cualidad o Propiedad, etc. De todo ello induce López García
un isomorfismo lingüístico y genético de fundamento mínimamente cogni-
tivo, la bipolaridad Agente – Acción, Nombre – Verbo, Sujeto – Predicado
(2002: 126-127). La sintaxis sería entonces la categoría global de la función
biogenética del lenguaje y, por tanto, del hombre y su cultura. Una sintaxis
de fondo modularmente perceptivo.

La hipótesis molecular del lenguaje sólo se sostiene si admitimos aquel


correlato ontológico que antes citamos. Habría entonces, como mínimo, un
paralelo entre la conexión mundana y esta otra procedimental de la organi-
zación interna, sintáctica, del cerebro, una metonimia al menos ontológica. Y
esto nos conduce a un ritmo interno de la realidad, cuya consideración exce-
de el propósito de esta asignatura. El biológico sería un caso rítmico, como el
lingüístico, de esa correlación existencial.
282 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Lateralización

El desarrollo de la conducta va asociado en el cerebro, por otra parte, al


proceso de lateralización. Como es sabido, el cerebro consta de ondulaciones
encrestadas y de zonas intermedias o valles. Se divide en hemisferios no total-
mente simétricos, aunque algunas de sus áreas sí lo son, y los hemisferios, a
su vez, en lóbulos que procesan funciones específicas del conocimiento y de
la conducta humana.

Córtex y lóbulos cerebrales.

El lóbulo frontal es el centro neurológico de la capacidad consciente y


está relacionado con el contenido mental del lenguaje, procesos proyectivos
de enjuiciamiento, respuestas emocionales y memoria relacionada con des-
trezas habituales: córtex motriz.
El lóbulo parietal, al que corresponde el córtex sensitivo, controla infor-
mación sobre objetivos direccionales del movimiento corporal y la atención
de orden visual y táctil.
Al lóbulo temporal, la zona de las sienes, corresponde la información
auditiva, el encuadre y la memorización categorial de objetos.
Y el lóbulo occipital está relacionado con la información concerniente al
sentido de la vista.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 283

Obsérvense el surco o fisura de Rolando, que separa al lóbulo frontal del


parietal, y la fisura de Sylvio, que separa a la zona fronto-parietal del lóbulo
temporal.
De estas localizaciones y procesos sabemos que afectan a las funciones
citadas si se produce alguna lesión o disfunción en ellas. Son centros de con-
trol. No podemos deducir de ello, en cambio, que tales zonas o controles pro-
duzcan, por sí solos, tales funciones; menos aún, sus aspectos cualitativos y
cognoscitivos, pues la sensación cualificada —el sensible— o la percepción
categorial son funciones que no se explican sólo por sus condicionantes quí-
micos o procesos neuronales. No podemos concluir, por tanto, que el conoci-
miento, o el lenguaje, sean productos neurológicos, aunque es cierto, por el
contrario, que sin esas transmisiones y sin esos constitutivos cerebrales no
existe el conocimiento, el lenguaje ni el hombre en general. El paso de la
organización viva de la materia al proceso consciente que la explica es toda-
vía un reto de la ciencia y un misterio del hombre.
El cerebro procesa inversamente las acciones de la mano respecto de los
hemisferios que la controlan, en este orden: de la mano derecha al hemisfe-
rio izquierdo y de la izquierda al derecho, respectivamente.

Cerebro

HD HI

HD MI

Al principio, participan los dos hemisferios en la elaboración del lengua-


je y luego se especifican, sin que uno deje de intervenir en los procesos del
otro, pero con diferencias de dominancia. Su desplazamiento termina en tor-
no al cuarto o quinto año de desarrollo.Veamos la localización de los princi-
pales rasgos y sus funciones:
284 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

HI: hemisferio izquierdo (dominante) HD: hemisferio derecho (no dominante)


Adquiere poco a poco, según Eccles (1992), Se especializa en la producción del lenguaje,
preponderancia en lo que concierne al len- pero tiene cierta competencia en el de la com-
guaje, tanto para la interpretación como prensión.
para la producción. Dispone de mejor equi-
pamiento neuronal. Área de Rolando, motriz: brazo y mano.

Dominio de la voz: labios, mandíbula, len-


gua, garganta.

Conciencia de la actitud del cuerpo y de las


relaciones espaciales.

Información musical para músicos. Lóbulo temporal derecho: informaciones sim-


ples de orden musical —diferenciación de
acordes—, pero para no músicos: fisura de
Sylvio, surco de Rolando.

Relacionado con la conciencia individual. Relacionado con la conciencia de existir:


afectos, inscripciones primarias emocionales.

Verbal: área de Broca. Es el único a cuyo tra- No verbal, pero procesa componentes supra-
vés comunica el sujeto verbalmente. segmentales, aunque no secuenciales.

Designación y construcción lingüística.

Lectura alfabética. Lectura logográfica.

Ideación más conceptual: área de Wernicke. Ideación intuitiva: percepción del todo a par-
tir de las partes.

Asociaciones conceptuales y análisis a larga Sentido de la imagen y de la forma: holístico.


distancia. Analítico y temporal. Asociaciones visuales y síntesis a larga dis-
tancia.

Operaciones aritméticas, cómputos y tiempo. Operaciones espaciales y geométricas: pers-


pectiva.

La lateralización afecta, del mismo modo, al oído y a la percepción visual.


El hemisferio izquierdo, gnósico y práctico por excelencia, dice A. Tomatis, es
receptor —órgano de Corti— y ejecutante. Le corresponde el oído derecho,
donde se registran primordialmente las secuencias gramaticales y lógicas. Su
modalidad es simbólica y poco apto para las percepciones visuales, por lo que
puede considerarse «ciego».
El hemisferio derecho, más «cerebral», permite elaborar un proceso gno-
seológico y práctico a la vez. Integra los componenetes suprasegmentales y
desempeña una modalidad semiótica. Actúa o recibe las sensasiones del oído
izquierdo, el modo no verbal de la lateralización, que discrimina tonos musi-
cales.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 285

Aludimos aquí a dos modalidades, semiótica y simbólica, distinción debi-


da a J. Kristeva (1987: 51), que parte de la psiquiatría y de la lingüística del
discurso. Es semiótico el hemisferio derecho en relación, pues, con la mano
y el oído izquierdos. Es simbólico el hemisferio izquierdo en relación inversa
con la parte derecha del cuerpo. Esta modalidad, la simbólica, detiene y
tematiza el flujo de las sensaciones y pulsiones, confiriéndoles una posición
tética, una identificación. Es la modalidad del juicio. Por el contrario, la
semiótica, concentra y dispersa acumulaciones psíquicas que se articulan en
puntos y centros pulsivos con marcas o stases, formando una chora, concep-
to tomado de Platón para designar esas inscripciones energéticas que aún no
alcanzan forma expresiva y menos aún temática, de tesis.

Interrelaciones visuales, acústicas y olfativas.


286 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Estas divisiones, neurogenéticas, lingüísticas o psíquicas, hay que consi-


derarlas con prudencia, pues una cosa es la localización mayoritaria de un
fenómeno y otra el resultado convergente, que ya no tiene una localización
precisa. El hecho de registrar en una zona hemisférica una anomalía, por
ejemplo la afasia, no supone que su contrario, el recuerdo, se dé por entero
en esa zona. Podemos olvidar si hay lesión en las áreas de Broca y Wernicke
y, una vez curadas, volver a recordar, pero el recuerdo siempre es algo más
que la disposición orgánica correspondiente. Las concausas y condiciones
necesarias de un fenómeno aún no son el proceso suficiente y eficiente del
mismo. Pero estas divisiones nos ayudan a comprender el funcionamiento
asimétrico de los órganos que subtienden la simetría resultante del conoci-
miento o del lenguaje. Sucede igual en el proceso homínido con la asimetría
de la mano respecto del corte y el resultado simétrico del guijarro o del hacha
de piedra. La simetría es un atributo asociado a la motricidad y al desplaza-
miento en línea recta.

Correlación motriz del lenguaje

Veamos ahora las correlaciones motrices y lingüísticas en el niño, según


Lenneberg (1985), situando, una vez más, los preámbulos del lenguaje en el
comportamiento y conducta humana. Estas visiones panorámicas nos ayu-
dan a situar el marco antropológico del objeto de nuestro estudio. Vamos
viendo los aspectos sistemáticos y principios generales de la lingüística que
centran la perspectiva que nos concierne. El lenguaje también responde a las
bases comportamentales del organismo humano.

Comparación del tubo respiratorio en animales y en el hombre.


AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 287

Edad
Etapas de desarrollo motor Etapas de desarrollo lingüístico
(años)
0,5 Se apoya en las manos para sentarse y Balbuceo y «babillage», locuacidad, con
coge objetos unilateralmente. sonidos consonánticos.

1 Posición erecta y anda sujetado por la Reduplicación de sílabas. Comprende


mano. signos de palabras determinadas. Prime-
ras palabras para designar personas u
objetos.

1,5 Coge y abandona objetos. Andar propul- Dispone de un repertorio de 3 a 50 pala-


sivo. Desciende escaleras gateando. bras aún no combinadas en frases.
Secuencias entonacionales ya parecidas
a discursos y buena comprensión.

2 Corre, con caídas, y desciende escaleras Más de 50 palabras y frases de dos pala-
avanzando un solo pie. bras. Desaparece el «babillage» y crece
el interés por la comunicación oral.

2,5 Salta con los pies juntos y se sostiene por Frases de tres o más palabras. Parece
un instante sobre un solo pie. Construye comprender cuanto se le dice. Aún subsis-
torres de cinco cubos. ten desvíos gramaticales.

3 Anda sobre la punta de los pies unos Vocabulario de 1000 palabras. Entiende
2,7 m. Desciende escaleras con los dos un 80%. Nivel gramatical próximo al del
pies. Salta 90 cm. adulto. Muchos errores sintácticos.

4,5 Salta por encima de una cuerda y a la Lengua establecida. Las anomalías gra-
pata coja. Anda a lo largo de una línea: maticales se reducen a construcciones
sentido del equilibrio. habituales o a aspectos más elaborados
del discurso.

Por último, fijémonos en las especiales condiciones evolutivas y en la


anatomía morfológica del canal respiratorio y del tubo digestivo en monos y
en el hombre. Ya sabemos que el descenso de la laringe favoreció el desarro-
llo del tracto fonador, que aparece tanto en el neandertalensis como en el
homo sapiens. Observemos la rinofaringe y la separación de la úvula y la epi-
glotis. Las cuatro secciones corresponden a cabezas de mono (a), chimpan-
cé (b), hombre (c) y una sección de cabeza humana moderna, según P. V.
Tobias (1983). No obstante, el descubrimiento del gen FOXP2, antes citado,
perteneciente al cromosoma 7 del genoma humano, y otros experimentos
recientes, ponen en duda que las diferencias del canal fonador y del conduc-
to de la faringe —diferencias de pronunciación de los sonidos i, a, o, difíci-
les para los monos— sean suficientes para explicar el nacimiento de la voz
humana.
288 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Esquemas evolutivos y áreas cerebrales del lenguaje


Veamos ahora gráficos de hemisferios cerebrales con localizaciones de
áreas específicas relacionadas con la motricidad y los mecanismos cerebra-
les del lenguaje, tomadas de Eccles (1992) y basadas en Penfield-Roberts
(1959).

Esquema del hemisferio izquierdo.

El área de Broca procesa el tratamiento de los esquemas motores del cór-


tex para la producción del lenguaje —gramática— y se sitúa delante de la
zona cortical que rige los músculos fonadores. Las áreas 18 y 19 se encargan
del procesameinto visual. Las 39 y 40 son las áreas de Brodmann. Están
situadas sobre el lóbulo parietal inferior y en su parte izquierda tienen fun-
ción semántica relacionada con la lectura (39), la audición (40) y la com-
prensión del lenguaje (Eccles, 1992: 262-264). La primera corresponde al giro
angular y su lesión provoca dislexias.
El área de Wernicke concierne a la interpretación semántica y al aspecto
ideacional, por lo que procesa sonidos de palabras y referentes suyos. Si
resulta afectada, aparecen dificultades para nombrar objetos —anomia— y a
veces se sustituyen sus nombres por otros de objetos correlacionados. Sabe-
mos que a ciertas actividades lingüísticas como la denominación, la lectura
de una frase corta y la identificación de sonidos verbales, les corresponde en
la zona cortical un leve estímulo repetido. Se reparten en islotes y forman un
mosaico, si bien se relacionan entre sí mediante emisiones eléctricas corres-
pondientes a los estímulos (Eccles, 1992: 114).
Las flechas del hemisferio izquierdo corresponden a una lectura en voz
alta. Eccles las explica del siguiente modo: «A partir de las áreas visuales (17,
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 289

18, 19), la vía nerviosa llega al área 39 (giro angular) (...) La etapa siguiente
consiste en una interpretación semántica efectuada por el área de Wernicke;
el resultado pasa por AF (haz arqueado) y llega al área de Broca, donde expe-
rimenta el tratamiento que culmina en los esquemas motrices y complejos
que requiere la activación del córtex motor para la producción de la palabra»
(Eccles, 1992: 114).

Esquema del hemisferio derecho.

Observemos ahora en el hemisferio derecho, el no dominante, las áreas


relacionadas con la voz y sus órganos productores, así como las concernien-
tes a la actitud del cuerpo y las informaciones musicales, también según
Eccles. Advierte éste que la zona motriz, precentral, de Rolando corresponde
al hemisferio izquierdo, visible en la imagen anterior.

4. Ejercicios
(Síganse los de Yule en las pp. 197-198 de El Lenguaje)

5. Bibliografía
ARSUAGA, J. L.-MARTÍNEZ, I. (1998), La Especie Elegida: la Larga Marcha de la Evolución
Humana, Edit. Temas de Hoy, Madrid.
BICKERTON, D. (1994), Lenguaje y Especies, Alianza Editorial, Madrid.
BURENHULT, G. (1993), The First Humans, Harper Collins, New York.
290 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

BUSTAMANTE, J. (1993), Sociedad Informatizada. ¿Sociedad Deshumanizada? Una


Visión Crítica de la Influencia de la Tecnología sobre la Sociedad en la Era del Com-
putador, GAIA Edic., Madrid.
COOPER, R. L.- SPOLSKY, B. (Eds.), The Influence of Language on Culture and Thought,
Mouton, Berlín, 1991.
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DEWEZE, A. (1965), Traitement de l’Information Linguistique, Dunod, París.
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lution du Cerveau et Création de la Conscience. Flammarion, Paris, 1992.
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GIBSON, K. R.- INGOLD, T. (Eds.) (1993), Tools, Language and Cognition in Human Evo-
lution, Cambridge University Press, Cambridge.
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JAKOB, A. (1990), Anthropologie du Langage. Construction et Symbolisation, Pierre Mar-
daga Edit., Lieja-Bruselas Conf. cap. VI.
JAKOBSON, R. (1963), Essais de Linguistique Générale, Minuit, París. (Es importante
para este tema el primer capítulo: «El lenguaje común de los lingüistas y de los
antropólogos...», pp. 25-42).
——— (1973), Essais de Linguistique Générale, Minuit, París. (Véanse los capítulos II,
III, IV y V). Traducción española: Ensayos de Lingüística General. Planeta Agosti-
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KRISTEVA, J. (1987), Soleil Noir. Dépression et Mélancolie. Gallimard, Paris.
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AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 291

——— (1983), Antropología Estructural II, Siglo XXI, México.


——— (1964), El Pensamiento Salvaje, F. C. E., México.
LIEBERMAN, P. (1984), The Biology and Evolution of Language, Harvard University
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vior, Harvard University Press, Cambridge, Mass.
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LÓPEZ GARCÍA, Á. (2002), Fundamentos Genéticos del Lenguaje, Cátedra, Madrid.
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el contenido del § 1.7. «No hay lenguas primitivas»).
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sity Press, Princeton NJ.
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human mind, Oxford University Press, New York.
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reference to brain and speech», en C. Chagas (ed.): Recent Advances in the Evolu-
tion of Primates, Vatican City, Pontificae Academiae Sciebtiarum Scripta Varia,
50, pp. 85-140.
292 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

TEMA 16. Adquisición de la primera lengua


Profesora Pilar Ruiz-Va Palacios

Para preparar el Tema 16, el alumno debe usar como fuente de infor-
mación básica el manual de G. Yule. Las orientaciones contenidas en
esta Guía Didáctica referentes a este tema tienen el propósito de rela-
cionar los conceptos de manera que resulte más accesible el estudio del
programa. La bibliografía específica NO se considera de lectura obliga-
toria, sino recomendada; señala la existencia de otras fuentes de infor-
mación cuya consulta ofrece interés.
La adquisición de la primera lengua se inscribe en el campo de investiga-
ción de la Psicolingüística evolutiva, a partir de la hipótesis de que el lengua-
je es una facultad innata y no un conjunto de habilidades adquiridas cultu-
ralmente, por lo que no se distingue de otras facultades biológicas propias de
los humanos, como pueda ser la de caminar erectos. Como facultad genética
innata, se da por igual en todos los individuos de la especie y su adquisición
se produce espontáneamente, sin esfuerzo consciente y con una rapidez no
equiparable a la incorporación de otros aspectos del conocimiento (el cálcu-
lo matemático, por ejemplo), que exige más tiempo y mayor madurez en los
sujetos.
Los objetivos genéricos de la Psicolingüística son explicar cómo adquiere
el lenguaje el ser humano en su primera edad (meta de la Psicolingüística
evolutiva a la que aludíamos arriba), y cuáles son los mecanismos de com-
prensión del lenguaje y los procesos de producción de la expresión lingüísti-
ca (meta de la Psicolingüística experimental).
Es útil distinguir entre adquisición y aprendizaje de la lengua. La adquisi-
ción de la lengua materna en los niños de todas las comunidades lingüísticas
del planeta se produce del mismo modo y sin que resulte más difícil la adqui-
sición de unas lenguas que la de otras; ocurre por una especie de ósmosis con
los hechos de habla de su entorno, de los que los niños extraen de manera
implícita el modelo abstracto que llamamos lengua, es decir, de manera no
racional, no consciente, sin necesidad de instrucción escolar previa. Ello es
debido a la capacidad innata de lenguaje.
En cuanto al aprendizaje, término que no se suele aplicar a la lengua
materna sino a la segunda lengua y sucesivas, implica un proceso de incor-
poración consciente, dependiente de factores de diversa índole: la dificultad
intrínseca de determinados códigos lingüísticos, el nivel de escolarización
respecto de la lengua materna, la motivación, etc.
Un hecho constatable que abona la hipótesis de la existencia de un gen
responsable de la capacidad lingüística es la existencia de patologías lingüís-
ticas que se manifiestan entre miembros de una misma familia.
Sobre el supuesto de que se halla alojada en una parte del cerebro y for-
ma parte de la dotación genética humana, la capacidad innata del lenguaje se
convierte en objeto de estudio de la Neurolingüística, la cual pretende expli-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 293

car las bases neuronales que subyacen al lenguaje humano y los mecanismos
y procesos que se manifiestan en el habla.
Considerando que la asignatura de Lingüística forma parte del primer
curso de los planes de estudios de Filología Hispánica y de Filología Inglesa,
juzgamos suficiente la información básica suministrada por G. Yule en el
manual recomendado sobre la Adquisición de la primera lengua, por lo que no
se introducen ampliaciones teóricas en esta Guía Didáctica sobre los concep-
tos que éste incluye. Por supuesto, las dudas que puedan surgir a propósito de
los diversos aspectos de este tema pueden consultarse bien con el Profesor
Tutor del Centro Asociado donde esté matriculado el alumno o bien con la
Profesora Ruiz-Va, a través de los medios de comunicación de los que la
UNED dispone a esos efectos.
Los alumnos interesados de manera particular en el aprendizaje y la
adquisición de las lenguas deben tener en cuenta que existe la asignatura
optativa de Primer Ciclo Enseñanza del español (Lengua materna; Lengua
extranjera) en la que se estudia estos temas (Consúltese la Guía de la carrera).

Objetivos
Al término de este tema, debe ser capaz de comprender, caracterizar,
ejemplificar y aplicar los conceptos de:
Adquisición ≠ aprendizaje, interacción, transmisión cultural, capacidad de
adquisición, innatismo, crecimiento del lenguaje, habla del cuidador, etapas de
la adquisición, etapa pre-lingüística, etapa holofrástica, etapa de las dos pala-
bras, habla telegráfica, proceso de la adquisición, la adquisición de la morfolo-
gía, la adquisición de la sintaxis (la interrogación, la negación), la adquisición
de la semántica, el fenómeno de la hiponimia.

Bibliografía específica sobre este tema


Aspectos psicolingüísticos
**EBTENER, T. (1982), «Psicolingüística», en Lingüística aplicada. Introducción, Gre-
dos, Madrid, cap. II.
*RADFORD, A. et alii (2000), Introducción a la lingüística, [Introducción: Lingüística del
desarrollo del lenguaje. Psicolingüística. Neurolingüística], Cambridge University
Press, Cambridge.
*SCHNITZER, M. L. (1983), «Psicolingüística», en López Morales, H. (coord.), Introduc-
ción a la lingüística actual, Playor, Madrid, cap. 8.
*TANENHAUS, M. K. (1992), «Psicolingüística: Visión panorámica», en Newmeyer, F.J.
(comp.) Panorama de la Lingüística moderna de la Universidad de Cambridge,
Visor, Madrid, t. III, pp. 15-55.
DE VEGA, M. y CUETOS, F. (1999), Psicolingüística del español, Trotta, Madrid.
294 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

El lenguaje como facultad innata


PINKER, S. (1994), «El instinto para adquirir un arte» en El instinto del lenguaje, Alian-
za, Madrid, 1995, cap. 1, pp. 15-24.

Aspectos neurolingüísticos: la base genética de la capacidad


de lenguaje
PINKER, S. (1994), «Los órganos del lenguaje y los genes de la gramática» en El instin-
to del lenguaje, Alianza, Madrid, 1995, cap. 10.

Adquisición del lenguaje


***AGUIRRE, C. y MARISCAL, S. (2001), Cómo adquieren los niños la gramática de su len-
gua. Perspectivas teóricas. UNED, Madrid.
**EBTENER, T. (1982), «Adquisición de la lengua materna», en Lingüística aplicada.
Introducción, Gredos, Madrid, cap. V.
DE VILLIERS, P. y DE VILLIERS, J. (1978), Language acquisition, Harvard University
Press, Cambridge (MA).
PINKER, S. (1984), Language learnability and language development, Harvard University
Press, Cambridge, MA.

Patologías del lenguaje


BLUMSTEIN, A. E. (1992), «Neurolingüística: Panorámica de las relaciones entre len-
guaje y cerebro en la afasia» en Newmeyer, F.J. (comp.), Panorama de la Lingüís-
tica moderna de la Universidad de Cambridge, Visor, Madrid, t. III, p. 245 y ss.
**MARTÍN VIDE, C (ed.) (1996), «Patologías del lenguaje», Elementos de lingüística,
Octaedro, Barcelona, cap. 10.

Páginas de Internet relacionadas con el tema


American Association for Applied Linguistics (AAAL).
http://www.aaal.edu/
CAIRN, S. «Language and Brain», The Field of Linguistics, Linguistic Society of America.
http://www.Isadc.org/web2//lang__brain.html
Internet Resources for Language Teachers and Learners, CTI, University of Hull.
http:/www.hull.ac.uk/cti/langsite.html
Language Teaching Resources. The Linguist List
http://wwwpoliglot.Iss.wisc.edu/Iss/lang/tech.html
LIN 102 Notes: Neurolinguistics, Centre for Linguistics, University of Western Australia.
http://www.arts.uwa.edu.LingWWW/LIN102_99/Notes/brain.html
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 295

TEMA 17. Adquisición / aprendizaje de la segunda lengua


Profesora Pilar Ruiz-Va Palacios

Para preparar el Tema 17, el alumno debe usar como fuente de infor-
mación básica el manual de G. Yule. Las orientaciones contenidas en
esta Guía Didáctica referentes a este tema tienen el propósito de rela-
cionar los conceptos de manera que resulte más accesible el estudio del
programa. La bibliografía específica NO se considera de lectura obliga-
toria, sino recomendada; señala la existencia de otras fuentes de infor-
mación cuya consulta ofrece interés.
El estudio del «aprendizaje de la segunda lengua» es uno de los aspectos
de la Lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas extranjeras. Actualmente
esta última presenta diversos campos de investigación relativos a la metodo-
logía de la didáctica de las lenguas extranjeras.
Uno de los modelos metodológicos más difundidos procede del estructu-
ralismo americano y parte de la hipótesis de que la principal dificultad en el
aprendizaje de la segunda lengua se produce por la interferencia que produce
la lengua materna, lo que conduce inevitablemente a la confusión de códigos
y a la comisión de errores. Conforme a dicha hipótesis, el sistema aprendido
en la primera lengua ejerce como un filtro frente a los usos correctos grama-
ticales de la segunda, por lo que es la interferencia, también denominada
«transferencia» o «transferencia negativa» —términos tomados prestados de
la Psicología—, la que origina los errores. La metodología del llamado análi-
sis de contrastes postula que los errores gramaticales desaparecerán si se
estudian de manera comparativa o «contrastada» las formas de cualquier
nivel lingüístico (ya sea fonético o léxico) propias de la primera y de la segun-
da lengua. Estos ambiciosos principios teóricos, inicialmente plausibles, se
ven discutidos, sin embargo, por la imposibilidad de predecir —en primer
lugar— o explicar y prevenir —en segundo— todos los errores gramaticales
posibles de los hablantes de una segunda lengua sosteniendo la hipótesis de
que la clave de la interferencia es la primera lengua: no se ha podido demos-
trar que ésta sea sistemáticamente la causa de los errores, puede haber otras
causas como un entorno comunicativo permisivo para los errores, la falta de
motivación para evitarlos porque el hablante «se hace entender» de todos
modos, la aplicación incompleta de las reglas lingüísticas…
De manera antagónica a la concepción del aprendizaje de las lenguas pos-
tulada por el análisis de contrastes, el análisis de errores (de orientación gene-
rativista) no pretende predecir y prevenir el error sino que, admitiendo que es
un hecho necesariamente integrado en el proceso del aprendizaje, lo aprove-
cha como herramienta metodológica básica de gran rentabilidad didáctica y
lo plantea como una estrategia cognitiva aplicable tanto para la adquisición
de la primera lengua L1 como para la de la segunda L2.
El aprendizaje actual de las lenguas segundas o de las lenguas extranjeras
se plantea desde dos enfoques bien diferenciados: uno es el de los métodos
296 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

didácticos estructurales, basados en la enseñanza de las estructuras sintácti-


cas y el vocabulario con independencia de la oportunidad de su uso en un
contexto dado, el otro enfoque es el denominado método comunicativo, el
cual promueve aprender no sólo el uso correcto de estructuras formales y
léxico sino también la adecuación de los enunciados a las situaciones comu-
nicativas, es decir, es un enfoque de orientación pragmática.
Considerando que la asignatura de Lingüística forma parte del primer
curso de los planes de estudios de Filología Hispánica y de Filología Inglesa,
juzgamos suficiente la información suministrada por G. Yule en el manual
recomendado sobre el tema de la Adquisición / aprendizaje de la segunda len-
gua, por lo que no se introducen ampliaciones teóricas sobre los conceptos
que éste incluye. Por supuesto, las dudas que puedan surgir a propósito de los
diversos aspectos de este tema pueden consultarse bien con el Profesor Tutor
del Centro Asociado donde esté matriculado el alumno o bien con la Profeso-
ra Ruiz-Va, a través de los medios de comunicación que la UNED dispone a
esos efectos.
Los alumnos interesados particularmente en el aprendizaje y adquisición
lingüística o en la didáctica de la lengua pueden cursar las materias optativas
de Primer Ciclo que se ocupan específicamente de aquéllas: Enseñanza del
español (Lengua materna; Lengua extranjera), en el plan de estudios vigente
(consúltese la Guía de la carrera).

Objetivos

Al término de este tema, debe ser capaz de comprender, caracterizar,


ejemplificar y aplicar los conceptos de:
Barreras a la adquisición, adquisición ≠ aprendizaje, flexibilidad, periodo
crítico, filtro afectivo, metodología, traducción de la gramática, método audio-
lingüe, enfoques comunicativos, construcción creativa, transferencia de estruc-
turas (positiva y negativa), interlengua, motivación, input, habla de extranjero,
output, competencia comunicativa, competencia gramatical, competencia
sociolingüística, competencia estratégica, estrategia de comunicación, Lingüís-
tica aplicada.

Bibliografía específica sobre el tema

Aprendizaje / Enseñanza de segundas lenguas

**EBTENER, T. (1982), en Lingüística aplicada. Introducción, Gredos, Madrid, cap.VIII


«Enseñanza de las lenguas», cap. IX «Tecnología de la enseñanza y enseñanza
programada», cap. X «Aprendizaje de lenguas extranjeras».

ERVIN-TRIPP, S. (1974), «Is second language learning like the first?», TESOL Quaterly
8, pp. 111-127.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 297

GIVON, T. (1984), «Universals of discourse structure and second language acquisition»,


en Rutherford, W. (ed.), Language universals and second language acquisition,
John Benjamins, Amsterdam, pp. 109-136.
**LARSEN-FREEMAN, D. y LONG, M. H. (1991), Introducción al estudio de la adquisición
de segundas lenguas, Gredos, Madrid, 1994.
LICERAS, J. M., (1991a), «La adquisición del lenguaje no-nativo: la perspectiva lingüís-
tica» en Martín Vide, C. (ed.), Actas del VI Congreso de Lenguajes Naturales y Len-
guajes Formales, Universitat de Barcelona, Barcelona, pp. 51-84.
RUTHERFORD, W. (ed.) (1984), Language universals and second language acquisition,
John Benjamins, Amsterdam.

Interferencia lingüística. Lenguas en contacto


KOHN, K (1986), «The analysis of transfer», en Kellerman, E. y Sharwood-Smith, M.
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WEINRICH, U., LABOV, W. y HERZOG, M. (1968), «Empirical foundations for a Theory of
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Análisis de contrastes
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marco de la Lingüística contrastiva, Síntesis, Madrid.
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Erlbaum Associates, Hillsdale, N.J.
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Oxford.
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RICHARDS, J. C. (1974), Error Analysis, Longman, Londres.
298 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

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de las Jornadas de Didáctica del Español Lengua Extranjera, Ministerio de Cultura,
Madrid, pp.151-163.
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Lang, Frankfurt – Main.

Input
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tiones de adquisición y aprendizaje del español como lengua extranjera o lengua
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Output
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G. y Seidlhofer, B. (eds.), Principles and Practice in the Study of Language and Lear-
ning, Oxford University Press, Oxford.

Páginas de Internet relacionadas con el tema


American Association for Applied Linguistics (AAAL).
http://www.aaal.edu/
Internet Resources for Language Teachers and Learners, CTI, University of Hull.
http:/www.hull.ac.uk/cti/langsite.html
Language Teaching Resources. The Linguist List.
http://wwwpoliglot.Iss.wisc.edu/Iss/lang/tech.html
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 299

TEMA 18. El lenguaje de los signos


Dr. Antonio Domínguez Rey

1. Objetivos

La comunicación abarca más que el sistema verbalmente codificado. En


este tema nos proponemos el estudio del denominado lenguaje alternativo de
signos, entendiendo por tal la comunicación de significante no fónico, basa-
da sustancialmente en gestos no verbales, pero también articulados y que
tienden, por tanto, a un ideal significativo. Es un tema paralingüístico, perte-
neciente al lenguaje no verbal. La voz es primariamente un gesto de habla y
ésta promueve ademanes del rostro, de las manos, del cuerpo en general, que
inciden y refuerzan el discurso. Hay gestos que pueden estudiarse como com-
plementos colaterales del enunciado, por ejemplo los correspondientes a los
períodos entonacionales, del rostro y de las manos. La mostración, la deixis
fórica, ciertos tipos de argumentación, etc., van acompañados de indicios
manuales —señalamiento del índice, ondulación armónica o alternativa de la
mano: asciende cuando preguntamos y se baja al afirmar—, de movimientos
de la cabeza —afirmación, duda, titubeo, negación—, de músculos faciales —
comprensión de la boca, frente o cejas fruncidas—, del tronco: inquietud,
nerviosismo, sosiego, relajamiento conversacional, etc. El cerebro humano
registra tales movimientos como mensajes expresivos y sus códigos varían
con las culturas o incluso, a veces, con los niveles de lenguaje dentro de una
misma comunidad.
Del estudio del conjunto gestual y del movimiento expresivo del cuerpo se
encarga la proxémica. Su precedente es la antigua fisiognomía o interpreta-
ción del rostro, tanto animal como humano, a veces comparando uno y otro,
ya estudiada por los chinos y Aristóteles en la Historia de los Animales, y a la
que J. Kasper Lavater, poeta y filósofo suizo del siglo XVIII, dotó de ciertas
bases analíticas con pretensiones de clasificación científica. De ello se encar-
ga hoy la morfosicología con técnicas de segmentación de rasgos faciales —
párpados, cejas, nariz, ojos, orejas, mejillas, boca, mentón—, estructuras
suyas, como el marco de la cara, grande o estrecho, correspondiente al trián-
gulo invertido que encuadra las cejas, ojos, nariz y boca hasta el comienzo del
mentón, y en el que distinguen a su vez tres áreas, alta, media y baja, corres-
pondientes a la frente y cejas; ojos, mejillas, nariz, y boca hasta el mentón,
respectivamente.
La espontaneidad expresiva es otro dato natural de la condición humana.
Nadie ríe pronunciando una advertencia seria, o se entristece comunicando
una alegría a una persona estimada. La risa dilata las mejillas y las órbitas
oculares, al tiempo que dramatiza la entonación del discurso con la apertura
de la boca, las contracciones del aparato fonador y músculos ventrales. Hay
una correspondencia corpórea del habla. Una parte suya la codifica también
el lenguaje como movimiento integrado colateralmente. De hecho, la lingüís-
tica ya va integrando algunos de estos enfoques, como la fonopragmática, la
300 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

fonología semántica, con incidencia directa en el código lingüístico, la figu-


ración geométrica del sonido vocálico en cuanto gesto, etc.

Pero el habla no siempre resulta posible, como les sucede a los sordos y
mudos. Y no por ello dejan de comunicarse. Retomamos entonces el marco
general de la comunicación y del signo, cuya estructura nos sirve de todos
modos, pero con la variante de que el plano expresivo es gestual, no fónico.
Conviene repasar, en consecuencia, las distinciones efectuadas entre señal,
indicio y signo, que adquieren vigencia aquí. Parte del objetivo de este tema
consiste en atender a la naturaleza de este otro tipo de comunicación, perte-
neciente al denominado lenguaje no verbal y, en este caso concreto, lenguaje
visual, aunque interviene muy poco la lengua como órgano fonoacústico,
pero sí un código de señales. Su denominación será más exacta si la entende-
mos como comunicación no verbal. El marco propio de su tratamiento espe-
cífico es la semiología —Saussure— y la semiótica —Peirce—, sistemas más
complejos de la organización del signo en general, sea hablado, escrito o
mímico. Por eso recomendamos revisar también los supuestos básicos de la
semiótica. Es probable que la investigación reciente del genoma humano y la
orientación modular del lenguaje determine en el futuro un tratamiento más
coordenado del gesto y de la voz como base biolingüística. La perspectiva
gestual del sonido ya la consideraron lingüistas de finales del siglo XIX y
comienzos del XX. Quien más incidió sobre este aspecto desde la expresividad
verbal, partiendo, entre otros, de Humboldt y Bühler, fue el filósofo español
J. Ortega y Gasset.

Dado que el tema recurre a nociones ya estudiadas, como el concepto


mismo de signo, significado, sistema y oralidad; que atendemos a la organi-
zación no verbal de la comunicación, y que no hemos afrontado hasta ahora
el método lingüístico al margen de las alusiones realizadas en la Introducción
de la asignatura, proponemos como complemento de lo estudiado la lectura
de algunos textos escogidos con tal fin. Ya conocemos muchos de los concep-
tos aquí implicados y hemos tratado asimismo los niveles fundamentales del
lenguaje, el fonético-fonológico, el morfosintáctico, el semántico y el textual.
Disponemos, pues, de bases sólidas para considerar el aspecto científico, el
objeto y el método de la Lingüística. Lo centramos desde la diferencia entre
la prescripción, la descripción y la explicación, conceptos que a veces se cru-
zan y malinterpretan.

2. Contenido temático

(Véase el libro de Yule). Lenguajes de signos primarios y alternativos


(232). Oralidad (233). El inglés en signos (233). Los orígenes del ASL (235).
La estructura de los signos (235). El significado de los signos (237). Escribir
en ASL (238). El ASL como un sistema lingüístico (239). Ejercicios y temas de
discusión (240).
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 301

Procesos de articulación y segmentación fisiognómica y morfopsicológica.


302 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

3. Complementos del tema y de la asignatura

Epistemología y método lingüístico. Prescripción, descripción y explica-


ción lingüística. La adecuación chomskiana. Filología, comparatismo y tipo-
logía.

Epistemología y método lingüístico

Habida cuenta de lo ya expuesto hasta aquí, cumple ahora centrarse más


adecuadamente en la relación de la lingüística con la ciencia en general y
determinar cuáles son sus principios básicos. La epistemología es una rama
filosófica que estudia la historia, los métodos y los principios que fundan,
determinan y regulan las ciencias. No basta la descripción de los datos, ras-
gos lingüísticos, ni siquiera la clasificación de sus estructuras y relaciones,
para fundamentar el estudio del lenguaje como ciencia. Esto es parte suya
imprescindible, pero necesitamos además una razón explicativa que los fun-
damente y diferencie de otras ciencias afines. A menudo confundimos la des-
cripción de las estructuras y funciones con esa razón explicativa. Si así fuera,
estaríamos ante un hecho diferencial de la ciencia, pues ninguna incluye su
descripción como razón propia de su fundamento científico. Otra cosa es que
una descripción bien fundamentada desarrolle ya en su proceso los princi-
pios epistémicos que la avalan.
Partiendo de artículos ya clásicos sobre este tema, citados más abajo en la
bibliografía, y que contienen asimismo un desarrollo del objeto y método de
la lingüística, así como de los textos aquí seleccionados y de la «Introduc-
ción» del Curso de Lingüística General, de F. de Saussure, comparemos los
principales rasgos comunes y diferenciados de la ciencia lingüística con las
denominadas ciencias exactas. B. Lee Wohrf propone un «principio de relati-
vidad lingüística» y, sin embargo, da a uno de sus epígrafes el título de «La
lingüística como una ciencia exacta». ¿Es posible que sea exacta esta ciencia,
como la matemática, por ejemplo? ¿A qué otra se asemeja?
En el estudio de los diferentes temas hemos partido siempre de datos con-
cretos, de su análisis y encuadre en unos principios que, poco a poco, iban
surgiendo como su fundamento o razón explicativa. Así procede el primer
estadio de la ciencia en general. Seleccionamos datos, observamos los crite-
rios que los discriminan, su pertinencia, recurrimos a la analogía de las rela-
ciones, a la oposición, la conmutación, la interdependencia de unidades, su
distribución y niveles estructurales que los organizan. Volvemos luego al prin-
cipio y comprobamos que el análisis de partida se corresponde con la natu-
raleza de lo observado. En el caso de la Lingüística, esta vuelta retroproyecti-
va nos introduce aún más en el interior de su objeto, pues no salimos del
lenguaje a medida que lo analizamos. Es recursivo.
En razón de ello, nos conviene repasar asimismo las nociones de induc-
ción y deducción científica, ya estudiadas en Bachillerato, y ver si resultan
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 303

apropiadas o cómo funcionan en metodología lingüística. Ésta es una activi-


dad pensada para desarrollar la actitud crítica, ya que exige un alto grado de
definición, síntesis y comparación entre los métodos. Revísese también el
método hipotético deductivo, origen de la ciencia moderna. Tengamos en
cuenta también el método abductivo citado y expuesto al tratar la semiótica
de Peirce en el colofón del capítulo dedicado a la Semántica. Son términos y
conceptos que el alumno encontrará, por otra parte, en un buen diccionario
de lingüística y de metodología científica.
Fijémonos ahora atentamente en estas palabras de L. Bloomfield:
El lenguaje desempeña un papel fundamental en la ciencia. Un típico
acto científico puede consistir en los sucesivos momentos de observación,
informe de observaciones, enunciación de hipótesis, cálculo, predicción y
comprobación de las predicciones con observaciones posteriores. Todos
estos momentos, excluyendo el primero y el último, son actos del habla
(acts of speech). Y, aún más, la acumulación de los resultados científicos (el
«cuerpo» de la ciencia) consiste en registros de la expresión concreta del
habla (speech utterance), tales como tablas de datos observados, reperto-
rios de predicciones y fórmulas para realizar cálculos correctos.
(L. Bloomfield: Aspectos Lingüísticos de la Ciencia.Tradc. de J. Mascareño.)

Veamos ahora cómo resume e interpreta esta comparación entre las dos
ciencias otro científico del lenguaje, B. L. Whorf.
Como ha mostrado Leonard Bloomfield, la investigación científica
empieza con un conjunto de frases que apuntan el camino hacia ciertas
observaciones y experimentos, cuyos resultados no llegan a ser enteramen-
te científicos hasta que se han devuelto al lenguaje, arrojando de nuevo un
conjunto de frases que se convierten entonces en la base de una ulterior
exploración en lo desconocido. Este uso científico del lenguaje está sujeto a
los principios o las leyes de la ciencia que estudia todo discurso, la lingüís-
tica (...) Todos sabemos ahora que las fuerzas estudiadas por la física, la
química y la biología son poderosas e importantes. La gente, por lo general,
no sabe todavía que las fuerzas estudiadas por la lingüística son poderosas
e importantes, que sus principios controlan toda suerte de acuerdo y enten-
dimiento entre los seres humanos, y que antes o después tendrá que sentar-
se como juez mientras las otras ciencias llevan sus resultados ante su tribu-
nal para indagar en lo que significan. Cuando llegue este momento, habrá
grandes y bien equipados laboratorios de lingüística, como los hay de otras
ciencias exactas (Ibidem).
(Benjamin L. Whorf: Lenguaje, Pensamiento y Realidad. Tradc. de J.
Arias Navarro.)

Actividad

Resúmase, según decíamos, y como actividad práctica, qué rasgos y


características igualan a la lingüística con la ciencia en general, y cuáles son
sus diferencias.
304 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Prescripción, descripción y explicación lingüística

(Para este epígrafe, encontrará ayuda especial en el capítulo IV. Adecua-


ción, explicación y argumentación en gramática del libro Curso universitario
de lingüística general, de J. C. Moreno Cabrera, tomo I, pp. 60-68.)
Supongamos que un alumno se siente inspirado y escribe una décima, un
soneto, o tal vez un romance, pero introduciendo variaciones o esguinces rít-
micos, intencionados, que alteren la estructura métrica. La composición se
entenderá igual como décima, soneto o romance. Proceder rítmicamente
contra la estructura consabida del poema no la hace ininteligible.
El concepto de prescripción se opone al de convención tradicionalmente
codificada: la adquirida por un signo —una gramática— o una obra. La nove-
la policiaca prescribe un subgénero particular. Cada palabra prescribe un uso
suyo, pero podemos cambiarlo si todos los hablantes queremos y aceptamos
el cambio propuesto-nueva convención—, pero sobre la base de lo ya pres-
cripto, aunque sólo sea para rechazarlo.
Las leyes o normas de la lengua prescriben. Si las contravenimos, aún
entendemos su función y significado contraviniéndolas. La gramática pres-
cribe usos normativos, pero estos van cambiando como norma vigente de una
época o período histórico de una lengua concreta. Una cosa es analizar y
comprender el sistema de una lengua, sus prescripciones para efectuarla, y
otra, no obstante, que sea siempre así. Quien estudie latín, observará que las
estructuras del castellano, gallego y catalán, se parecen mucho a las de aquél
y que incluso guardan una memoria común de su tronco lingüístico origina-
rio. Sin embargo, sus prescripciones actuales no son las de entonces, comen-
zando por las fonéticas. Las lenguas no contienen ninguna ley inamovible en
cuanto realizaciones idiomáticas y, sin embargo, no por ello deja de ser cien-
tífico su estudio. Hay unos principios generales de fundamentación y consti-
tución lingüística que rigen incluso sobre las prescripciones concretas de los
idiomas y sus gramáticas. Esos fundamentos son el objeto específico de la
Lingüística en cuanto ciencia, la razón interna del lenguaje. Hoy ha prescrip-
to el uso latino de la desinencia casual del acusativo para marcar la transiti-
vidad directa hacia un objeto o persona, pero sigue vigente el tránsito, la fun-
ción objetiva.
La prescripción atiende, pues, a los dominios o posesiones continuadas de
una lengua concreta en espacio y tiempo, que las gramáticas describen nor-
malmente. Ahora bien, en cuanto tales dominios epocales pueden prescribir,
concluir. Advirtamos la variada acepción semántica del término prescribir:
ordenar o determinar, pero también, en Derecho, adquirir algo en virtud de
posesión continuada o caducar, extinguirse un derecho por haber concluido
el tiempo expresamente señalado para su ejercicio, o simplemente perderse
algo en el olvido de los tiempos al cesar su uso o dominio. Excepto la tercera
acepción —no hay lenguas temporalmente prescritas—, las demás se cum-
plen en el lenguaje: la gramática determina el orden de una lengua, los esta-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 305

dos le otorgan derecho social y político de uso, y el tiempo se encarga de lami-


narlas cuando merma, según W. von Humboldt, el espíritu que las anima.

La tensión entre el fundamento y el uso temporal de las lenguas hace


dudar a los lingüistas sobre su posibilidad científica. La mayoría excudan el
problema y se ciñen a la descripción: describen el uso y explican sus prescrip-
ciones. Es lo que hacen, por ejemplo, L. Bloomfield, L. Hjelmslev y, en gene-
ral, el funcionalismo lingüístico. Nos referimos al hecho de que la última
explicación o fundamento real del sistema lingüístico es la conducta y el hábi-
to social de la palabra, conclusión válida como propuesta científica, pero
redundante por cuanto concluyen afirmando, cada uno a su modo, el princi-
pio del que parten: el uso comunicativo del lenguaje sin otra razón explicativa
que su hábito o costumbre social. La neurosintaxis, decíamos en el primer
tema, atiende a funciones y no a objetos. Sin embargo, añadíamos, el lengua-
je propiamente humano procede mediante objetivaciones continuas. Tendrá
que explicar también, por tanto, esta abjetividad. No decimos que el análisis
de las funciones o de los hábitos verbales no responda a principios científicos;
tampoco que la descripción y análisis de sus implicaciones —signo, sintag-
mas, función semiótica— no se correspondan con los requisitos de la ciencia,
sino que tales medios y métodos de análisis no fundan, por sí solos, una cien-
cia, a no ser que la explicación del lenguaje consista en su propia descripción.

A menudo confundimos la explicación de algo relativo —B L. Whorf, gra-


mática funcional—, su descripción, con la ley que lo fundamenta, y esto es
otra cosa. La ley resulta de relaciones estructuradas que remiten siempre a
principios que las razonan en igualdad de condiciones y al margen de las cir-
cunstancias de lugar y tiempo. Está por encima, o muy por debajo, de las
implicaciones espaciotemporales. Entonces, si no hay lengua concreta sin
circunstancia, pues todas nacen entrañadas con el mundo circundante o
habitat del habla, ¿existe ciencia lingüística o no? ¿Fundamentan ciencia la
descripción y explicación? He ahí una pregunta decisiva para la considera-
ción epistemológica del lenguaje y de la Lingüística.

El problema de la descripción es, por tanto, científicamente agudo. Des-


cribimos el funcionamiento de una unidad, su relación con otra, incluso su
composición como signo: significante por aquí, significado por allí, función
pertinente por acá. Vemos si una vocal es media, alta, oscura, etc., y ya esta-
mos confiriendo a las palabras que describen una realidad fónica un uso
metafórico: vocal clara, mate, aguda, etc. Y describimos así nada menos que
su forma lingüística. Al terminar, la definimos por el conjunto de sus rasgos:
vocálico, medio, anterior, abierto, el fonema /e/, concluimos. Y luego añadi-
mos todavía: para pronunciar el fonema de la vocal /e/ debemos emitir el
sonido vocálico con abertura media de la distancia entre la lengua y el pala-
dar: [e], etc. Describimos, explicamos, pero también prescribimos la realiza-
ción o fonación de tal sonido.

Hay lingüistas que dan rango de fundamento a la descripción, a veces


ignorándolo, como única base científica de delimitación de unidades de una
306 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

lengua, por ejemplo el estructuralismo saussureano y el descriptivismo, ya


citado, de L. Bloomfield, hasta sus derivaciones funcionales de hoy día. Pres-
cinden de la fundamentación crítica de los términos que emplean para des-
cribir, del lenguaje y de las relaciones implícitas que aquéllos ya atesoran,
como el uso metafórico de claro, mate, foncé, dark, etc. Incluso los criterios de
observación material del sonido, observación física, nos dice, por ejemplo, D.
Jones, tienen que recurrir, no obstante, a términos hogareños como family
para agrupar las condiciones que cifran ciertos rasgos comunes.

Este proceso es aún más redundante y metafórico en el estudio de la


semántica: campos léxicos, conceptuales, familias de igual índole, configura-
ciones trópicas. ¿Es el lenguaje, entonces, un paisaje, un asunto de familia? Al
renunciar al contenido de las palabras por mentalista e imposible de captar y
formalizarlo en unidades fijas y concretas, como los sonidos, de valor única-
mente comportamental; al no poder conocer la historia acumulada en ellas
—origen suyo, derivaciones—, no queda más remedio, viene a decir L. Blo-
omfield, que recurrir a la mecánica de su descripción relacionándola con
otras unidades ya operativas dentro del sistema. Su fundamento es, pues, en
tal caso, la relación que establece, o el estado de relacionada que ya posee res-
pecto de otras unidades, cuyo estatuto científico aún no hemos demostrado.
Y esto es, afirman, su distribución. Una palabra, un signo significa según el
campo paradigmático y sintagmático de sus relaciones, decimos después de
Saussure.

No todos los autores americanos subscribieron este planteamiento.


Edward Sapir (1921) reclamó, en cambio, una clasificación de las lenguas, o
de sus unidades respectivas, partiendo de los conceptos, concretos o relacio-
nales, que expresan. El procedimiento sólo descriptivo no entra nunca en la
cisura o rendija en la que una palabra ya viva incide al procesar el lenguaje
para fundamentarlo científicamente. He aquí el gran problema epistemológi-
co de la Lingüística. Prescindimos del contenido temporal de la palabra, de
su historia o diacronía, e incluso de su sustancia real y conceptora. ¿Podemos
descartar el significado o la relación histórica de una unidad lingüística sin
usar uno y otra al proceder de tal modo?

El descriptivismo define un término en relación sincrónica con otro. Si


una palabra significa «árbol», su significado, veíamos al estudiar «La natura-
leza del signo», consiste sólo en la diferencia opositiva respecto de otros sig-
nificados de otras palabras como «mineral», «humano», etc., pero nada me
dice —¿nada?— de su sustancia específica árbol. Jugamos con ella, la lleva-
mos colgada de la palabra en cuanto experiencia vivida, pero no podemos
delimitarla como unidad verbal fuera de sus relaciones con otras palabras.
Estamos, pues, como el pez dentro del agua, sin poder describirla desde fue-
ra, pues nos ahogaríamos existencialmente. Ya damos categoría de a priori a
una relación subyacente aún no demostrada.

El descriptivismo recurre entonces, como el de casi todas las escuelas


americanas del pensamiento y lingüísticas, a la conducta que el hombre
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 307

manifiesta cuando emplea o usa palabras. Fijémonos en que este empleo o


uso ya marca una diferencia o distancia del hablante respecto de las palabras,
como si no las llevara dentro, y entrañadas. Las palabras son sólo conductas,
dicen, del organismo humano. En esto consiste el behaviorismo. Describimos
el modo de acción verbal en un medio y según la regla psicológica de percep-
ción basada en un estímulo y su respuesta. La palabra árbol me estimula un
objeto que debo evitar si voy derecho hacia él conduciendo un coche, por
ejemplo, y reduciendo mucho, en tal caso, la velocidad de la explicación.
Las palabras o unidades lingüísticas, las que sean, no tienen, en conse-
cuencia, interioridad, o su vida interior consiste en los roces a que están
sometidas desde su uso en nuestra boca con las cosas, objetos, relaciones
mentales, etc. He aquí, por tanto, otro problema añadido a la epistemología
del lenguaje. ¿Existe realmente una ciencia lingüística? ¿En qué consiste?
¿Es como las demás ciencias? ¿Basta con delimitar su parte de gesto o señal,
o de simple instrumento para conducirnos en un medio, como sucede con el
código de circulación? Si procedemos así, estamos reduciendo la realidad de
la palabra sin haber justificado previamente esta reducción suya.

La adecuación chomskiana

Un testimonio claro y representativo de la importancia que la adecuación


descriptiva y explicativa tienen en orden a una fundamentación científica del
lenguaje es la insistencia que Chomsky concede a este aspecto en la Intro-
ducción a El Programa Minimalista (pp. 9-22). Abandona el criterio cartesia-
no del primer modelo gramatical, que se centraba en dos aspectos: «encon-
trar una forma de dar cuenta de los fenómenos de las lenguas particulares
(«adecuación descriptiva») y explicar cómo surge el conocimiento de esos
hechos en la mente del hablante-oyente («adecuación explicativa»)» (p. 12).
La explicación remite al fundamento de los casos particulares, las «expresio-
nes libres» de los hablantes o de varias lenguas respecto de una «estructura»
invariable dentro de una lengua específica o con relación a varias lenguas que
la contienen, según las dos hipótesis citadas.
La variedad y riqueza de las reglas gramaticales de cada lengua hacía difí-
cil delimitar unos principios generales que las explicaran al margen de su
variación y tipismo. La explicación de las descripciones como teoría fundada
del estado inicial del lenguaje imponía restricciones y límites a la variedad
idiomática. Y este resultado chocaba con la diferencia de nuevas lenguas ana-
lizadas y con el hecho de que los datos obtenidos superaban el conocimiento
que cada hablante tiene de su lengua. No basta, pues, la experiencia para dar
cuenta de aquellos principios, si bien los fija y concreta. En realidad, los
resultados obtenidos sólo añaden variantes al conocimiento tácito e implíci-
to, dice Chomsky, que el hablante y el analista tienen de su lengua o de las len-
guas estudiadas. No descubren la naturaleza del lenguaje y su estado en una
lengua concreta. La descripción y explicación del lenguaje entraban así en
conflicto. Surgía la hipótesis de que «las lenguas particulares deben conocer-
308 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

se en gran parte antes de la experiencia» (p. 14). Hay, pues, un a priori, o un


innatismo, solución, ésta, que prefiere Chomsky.
Tal enfoque motiva un giro kantiano y Chomsky pasa entonces a la pre-
gunta por las condiciones generales que posibilitan y satisfacen la facultad del
lenguaje. Pero en realidad esta pregunta se dirige más bien a las condiciones
que el lenguaje ya cumple dentro de un organigrama más general, el «con-
junto de sistemas cognitivos de la mente/cerebro», y respecto del a priori
natural del conocimiento en su enfoque metodológico, los criterios de «sim-
plicidad, economía, simetría, no redundancia y similares» (p. 9). Es decir, la
facultad del lenguaje aparece en un complejo cognitivo y se subordina a él
según los principios generales del conocimiento, pero resulta que, siendo
parte de un conjunto, revela algo sustancial suyo, un posible modelo de la
mente. Y de ahí surge la pregunta por su posibilidad, pues su naturaleza
extraña al compararla con el funcionamiento orgánico y evolutivo de la ecua-
ción mente/cerebro:
¿Cómo es posible que aparezca un sistema como el lenguaje humano en
la mente/cerebro, o lo que es lo mismo, en el mundo orgánico, donde parece
que no es esperable encontrar algo con las propiedades básicas del lenguaje
humano?
Tal «sinécdoque», más bien «metonimia» orgánica —la parte que revela
un funcionamiento sustancial del todo que la engrana—, la encontramos asi-
mismo en Saussure, pero explicada de otro modo, y constituye uno de los
retos más notables de la ciencia hoy día. Fijémonos, entonces, en que el len-
guaje es un apartado facultativo de la ecuación mente/cerebro, dotado de un
fundamento especial e inaprensible. Tendríamos, pues:

Cerebro

Ahora bien, ni Saussure ni Chomsky fundamentan el a priori cognosciti-


vo del que parten. Aquél habla de un estado confuso o masa amorfa del pen-
samiento que se va esclareciendo a medida que surgen formas en la concien-
cia, entre ellas las lingüísticas. Chomsky confía, en cambio, en la existencia
de un gen específico del lenguaje que algún día corrobore la hipótesis de par-
tida: el innatismo genético. Nos movemos, pues, en un campo de hipótesis
plausibles de trabajo.
Esto plantea también un reto para la Lingüística: adecuar la descripción
de la lengua con su explicación. Consiste ello en plantearse la posibilidad de
que las variaciones concretas de las lenguas sean sólo actuaciones de unos
parámetros fijos y de que la relación detectada entre la experiencia y un pre-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 309

supuesto «estado inicial» de un lenguaje-I, interno, sea una constante cientí-


fica como las de la física, por ejemplo (p. 20), respecto de cualquier lenguaje-
L, particular, que refleja un estado concreto o alcanzado por la facultad gene-
ral del lenguaje. He aquí la hipótesis epistemológica de Chomsky.

Nos encontramos entonces con una dicotomía similar a otra de Saussure,


pero muy diferenciadas las dos. La lengua-I responde a la realidad mental del
conocimiento y sus principios describen los de la mente. La lengua-L refleja,
en cambio, un estado concreto del lenguaje, su situación externa, dependien-
te del conductismo, y describe los hechos con sus estructuras gramaticales.
Aquélla corresponde a la competencia de obras anteriores de Chomsky y esta
otra a la actuación o performance pragmática. Este autor va cambiando su
terminología y descripción analítica progresivamente, a medida que se impo-
ne otra fundamentación o descubre exigencias sistemáticas más precisas que
las anteriores.

De este modo, la descripción de una lengua concreta, o de alguno de sus


aspectos, o de varios comparados entre distintas lenguas, abstrae estructuras,
parámetros y principios, pero no ya reglas universales de las que derivarían
otras específicas. Los parámetros son aplicaciones opcionales de los princi-
pios y favorecen la adecuación descriptiva y explicativa, el análisis de los
datos y estructuras concretas desde un fundamento explicativo que nos da el
estado inicial de la facultad lingüística. Y ello resulta posible porque en cada
actuación concreta, diferenciada, en cada lengua o idioma particular, capta-
mos «la naturaleza esencial del concepto del lenguaje que está presupuesta»
en su estudio (p. 18). Habrá que saber, entonces, en qué consiste esta «natu-
raleza esencial del concepto del lenguaje».

Chomsky regresa así, aunque no la cite, a la forma interna de Humboldt,


de donde partiera, pero siguiendo luego un modo derivado que en realidad se
convirtió en un desvío y, más tarde, en una desnaturalización sintáctica de tal
forma, que en Humboldt comienza por el sonido y llega al concepto, desde
donde retorna como articulación suya de sentido, y orgánica. El pensamiento
tiene como órgano suyo específico al lenguaje. ¿Hay alguna diferencia entre
esta propuesta de Humboldt y la genética de Chomsky? En la forma, ningu-
na, a no ser la especificación concreta de un posible gen aún desconocido,
pero en sustancia mucha, pues uno y otro no entienden lo mismo por pensa-
miento y, menos aún, por conocimiento.

Chomsky funde el kantismo subyacente de Humboldt con el conductismo


pragmático y curiosamente desde una facultad innata no predicible en toda
su extensión desde la experiencia. Y la descripción gana terreno, no obstante,
respecto de la explicación, porque toda forma concreta contiene aquella otra
interna como naturaleza suya propia. Sólo así, y ésta parece la conclusión de
Chomsky respecto del dilema planteado en este epígrafe, puede justificarse la
descripción como razón epistemológica, explicativa, del lenguaje.

En esquema, obtenemos la siguiente configuración:


310 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Facultad del lenguaje

Sistema cognitivo: almacena Sistema de actuación:


información acceso y uso inform.

Articulatorio- Conceptual- Lexicón


Perceptual Intensional
Forma Fónica Forma Lógica

Tal sistema cognitivo funciona modularmente en conjunto y en cada uno


de sus módulos, entre ellos el del lenguaje, que interactúa con los restantes.
Es decir, la facultad lingüística repite en su funcionamiento, respecto de las
unidades que lo forman, el del sistema global al que pertenece, creándose así
una «metonimia» —esto lo añadimos nosotros— funcional de gran trascen-
dencia para el estudio del lenguaje. Pero en realidad, a la hora de concretar
los módulos y parámetros universales, que son «finitamente muchos», recu-
rre Chomsky al concepto de categoría, cuyo número divide en dos clases, las
sustantivas —Sustantivo, Adjetivo, Verbo y Partícula— y funcionales: tiempo,
concordancia, complementador, etc. El sistema cognitivo resulta entonces
computacional (SC):

SC: S, A, V, P + Func.

FF → Lexicón → FL

El lexicón contiene los elementos seleccionados por el sistema computa-


cional en orden a la expresión lingüística según el par interactivo de la Forma
Fónica y la Forma Lógica. De este modo, el sistema lingüístico se simplifica al
máximo y, como veremos, integra la función en el doble plano del lenguaje, es
decir, entre el sonido y un operador lógico que lo formaliza como léxico
según las categorías básicas ya citadas, cuyo contenido se da por suspuesto
según la división clásica de nombres de entidad o resultado —sustantivo—,
de eventos o verbos, los adjuntos —adjetivo y adverbio— y las preposiciones.
En este resumen hemos encontrado términos y conceptos ya conocidos y
otros que tal vez nos sorprenden inicialmente, pero cuya aclaración irá des-
pejándose a medida que el alumno interesado avance en estos temas. Hemos
empezado en cierto sentido por el final, pero se trata, como veremos también,
de un fin que anteriormente fue principio, aunque muy modificado en cuan-
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 311

to a la terminología y sus nociones básicas. Aunque no lo parezca, Chomsky


está volviendo al punto de partida humboldtiano, a la forma interna del len-
guaje, pero con una revisión de sus fundamentos anteriores y con unos
supuestos que exceden una introducción a la Lingüística.

Filología, comparatismo y tipología

La lingüística asume y supera así el legado filológico que la precedió,


pues el léxico integra ahora las selecciones funcionales de los contenidos
semánticos. Así como la morfología y la sintaxis se unieron desde su implica-
ción funcional en una morfosintaxis, se funden ahora la sintaxis y la semán-
tica desde una razón epistemológica de forma interna en función sintactico-
semántica del lenguaje, cuyo reducto final es el Léxico. Fijémonos entonces
en que el aspecto científico del lenguaje resuelve así también la diferencia
que los gramáticos establecieron en el siglo XX entre lexicología y semántica.
La orientación tipológica compara también hoy lenguas y estructuras de
lenguas entre sí, como hacían los comparatistas en el siglo XIX, y aún antes.
De la comparación se pretende extraer unos principios comunes o universa-
les, tanto en el nivel sintáctico-semántico como en el significante. En la Edad
Media ya se hablaba de universales del conocimiento y, a expensas de aque-
llos debates, la polémica fue abriendo paso a una extensión empírica de la
intensión lógica. Las nuevas técnicas de los siglos XVIII y XIX permitieron aso-
ciar la geografía del mundo y la sociología cultural a las etnias y lenguas. A su
vez, la taxonomía de las ciencias naturales influyó en las clasificaciones y
tipos de lenguas. En el fondo de tales estudios subyace la teoría evolutiva de
las especies y el convencimiento solapado de que las lenguas pueden respon-
der a un mismo esquema generativo y prebabélico.
El comparatismo es la escuela filológica —F. Schlegel, Coeurdoux, W.
Jones, P. de Saint-Barthélemy, F. Bopp,. R. Rask, A. Schleicher, W. von Hum-
boldt, los neogramáticos: H. Paul, A. Leskien, B. Delbrück, H. Osthoff, K.
Brugmann, G. Meyer, etc.— que dio paso a la lingüística al estudiar las corres-
pondencias fónicas, morfológicas, sintácticas, lexicosemánticas, de varias len-
guas y observar que había entre ellas ciertas analogías que fundamentaban el
hecho de extraer por zonas geográficas y grupos de idiomas unos principios y
tipos generales de sus semejanzas y coincidencias. De ahí surgieron prototipos
—el sánscrito para el grupo indoeuropeo—, y tipologías específicas: lenguas
con caso ergativo —vasco—, con posición de objeto + verbo o, como en caste-
llano, verbo + objeto, etc. Así se formaron las llamadas familias de lenguas:
indoeuropeas, uraltaicas, camítico-semíticas, caucásicas.
¿Puede decirse, entonces, que la tipología lingüística es un neocompara-
tismo o una reviviscencia de los neogramáticos? ¿Cuáles son los fundamen-
tos de la respuesta? El enfoque tipológico experimenta hoy cierto auge y nos
da una visión amplia del conjunto de las lenguas existentes y de los esfuerzos
para agruparlas según criterios no siempre coincidentes. ¿Cuáles son estos?
312 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

(El libro Universales del Lenguaje y Linguo-Diversidad, de Teresa Moure,


nos ayudará, entre otros, a responder a estas cuestiones y nos dará una visión
sucinta del estado del problema.)
Con tales planteamientos queda resuelta asimismo la distinción estable-
cida a finales del siglo XIX y comienzos del XX entre filología y lingüística, indi-
ferenciadas entonces y asociadas además a la clasificación taxonómica y
tipológica de las lenguas. El estudio de Saussure nos ayudaba a ver la dife-
rencia entre ambos campos y sus implicaciones. ¿Cuál de los dos términos
resulta hoy más comprehensivo? ¿Por qué? Chomsky, en cambio, prescinde
de esta división y la integra, debe integrarla de algún modo, como decimos,
en el concepto de Lexicón. Tal vez recupere así la Filología su razón epistémi-
ca de amistad o filiación lógica. Tendríamos entonces una razón amigable, un
renuevo humanista de la amistad ahijable del Logos. Seríamos todos hijos de
la Razón dialógica, intersubjetiva: del Lenguaje.

Actividades
1. Explíquese el sentido de la frase siguiente:
Un hecho lingüístico es cualquier objeto concreto pertinente para una
hipótesis o teoría; no existen hechos lingüísticos per se, afirma al res-
pecto Á. Alonso-Cortés en su libro de Lingüística General (2002), p. 23,
de la edición citada más abajo).
2. ¿Qué diferencia hay entonces entre la descripción del hecho y su expli-
cación? ¿Es científica la prescripción? Se trata de exponer un razona-
miento a partir de lo estudiado en el tema.
3. Veamos cómo presenta N. Chomsky la descripción y explicación gra-
matical en la lingüística cartesiana y cómo deriva de ella los funda-
mentos iniciales del método denominado generativista:
DESCRIPCIÓN Y EXPLICACIÓN EN LINGÜÍSTICA
Dentro del marco de la lingüística cartesiana, una gramática des-
criptiva se ocupa juntamente del sonido y del significado; según nues-
tra terminología, asigna a cada frase una estructura abstracta profun-
da que determina su contenido semántico y una estructura superficial
que determina su forma fonética. Así, pues, una gramática completa
debería consistir en un sistema finito de reglas que generan este con-
junto infinito de estructuras emparejadas y que muestran de este
modo cómo el hablante-oyente puede hacer un uso infinito de medios
finitos al expresar sus «actos mentales» y sus «estados mentales».
Sin embargo, la lingüística cartesiana no se preocupó simplemente
de la gramática descriptiva en este sentido, sino más bien de la «gra-
mática general», es decir, de los principios universales de la estructura
del lenguaje. (...)
El descubrimiento de los principios universales debería proporcio-
nar una explicación parcial de los hechos de las lenguas particulares,
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 313

siempre que se pudiera mostrar que éstos no son más que ejemplos
específicos de los rasgos generales de la estructura del lenguaje formu-
lados en la «gramática general». Fuera de esto, se podrían explicar los
mismos ragos universales basándose en hipótesis generales acerca de
los procesos mentales humanos o de las contingencias del uso del len-
guaje (por ejemplo, la utilidad de las transformaciones elípticas). Al
proceder de este modo, la lingüística cartesiana intenta desarrollar
una teoría de la gramática, no sólo «general», sino también «razona-
da» (Lingüística Cartesiana, pp. 110-111, 115).
4. Resumir los principales conceptos y, sobre todo, los principios gene-
rales en que N. Chomsky fundamenta la gramática.
5. Comentar en qué consiste la descripción y en qué la explicación de
una gramática.
6. En lingüística, hay un principio económico por excelencia. El lengua-
je es el sistema más rentable de todos los conocidos. ¿Se refiere N.
Chomsky a él? ¿Cómo?
Veamos ahora cómo interpreta hoy Chomsky aquel modelo inicial de
la gramática generativa a partir del de Principios y Parámetros (P&P).
Constituye una ruptura radical sobre una rica tradición de cientos
de años de investigación lingüística, mucho más que la de la primera
gramática generativa, que podría entenderse como una revisión de
intereses y enfoques tradicionales (quizá sea esta la razón por la que a
menudo congeniaba mejos con los gramáticos tradicionales que con la
lingüística estructural moderna). Por el contrario, el enfoque P&P
[Principios y Parámetros] mantiene que las ideas básicas de la tradi-
ción, incorporadas sin grandes cambios en la primera gramática gene-
rativa, están mal encaminadas de principio —en particular, la idea de
que el lenguaje consta de reglas que forman construcciones gramati-
cales (cláusulas relativas, pasivas, etc.). El enfoque P&P sostiene que
las lenguas no tienen nada parecido a reglas en el sentido familiar, ni
construcciones gramaticales significativas teóricamente, más que
como un artificio taxonómico. Hay unos principios universales y un
conjunto finito de opciones acerca de cómo se aplican (parámetros),
pero no hay reglas particulares a una lengua o construcciones del tipo
tradicional para una lengua o interlingüísticamente.
Para cada lenguaje particular asumimos que el sistema cognitivo
consta de un sistema computacional SC y un lexicón. El lexicón espe-
cifica qué elementos selecciona e integra SC para formar expresiones
lingüísticas —asumimos que pares (FF, FL). El lexicón debería propor-
cionar únicamente la información que requiera SC, sin redundancias y
de manera óptima, excluyendo todo lo que sea predecible a partir de
los principios de la GU (Gramática Universal) o de las propiedades de
la lengua en cuestión. Virtualmente todos los elementos del lexicón
pertenecen a las categorías sustantivas, que consideramos que son sus-
tantivo, verbo, adjetivo y partícula, dejando de lado muchas cuestiones
serias acerca de su naturaleza e interrelaciones. A las otras categorías
las llamaremos funcionales (tiempo, complementante, etc.), un térmi-
314 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

no que no necesitamos precisar más por ahora y que iremos refinando


a medida que avancemos.
(N. Chomsky: El Programa Minimalista, pp. 15-16.)

Ejercicios
1. Resumir el texto y resaltar las diferencias más apreciables con el cita-
do anteriormente.
2. ¿Cabe decir que no hay, hablando propiamente, una epistemología,
sino diferentes técnicas de análisis lingüístico que parten de funda-
mentos subsidiarios de otras ciencias?
(A quien sienta especial atractivo por estas cuestiones, le recomenda-
mos leer el primer capítulo del libro Fundamentos de Lingüística Per-
ceptiva, pp. 9-49, de Á. López García. Este autor propone una lingüís-
tica gestáltica basada en una gramática liminar o de la que se
desprende un mínimo gramatical de enfoque originario del lenguaje.
Gestalt significa «forma» en alemán, pero en el sentido de forma for-
mante, que procura algo, y relacionada con la apariencia, fenómeno o
figura que fundamenta un origen. Se aprecia, por tanto, la conexión
del estudio lingúístico con la forma, o una forma, al menos, percepti-
va del conocimiento. De este modo, pensamiento y lenguaje van ínti-
mamente relacionados.)
3. ¿Qué es antes en el estudio del lenguaje, su método o su análisis?
¿Cuál es la razón de ello?
4. Teniendo en cuenta lo ya estudiado de la norma lingüística, dígase
aquí si hay alguna razón científica para excluir la prescripción y si ésta
atañe, o no, a la explicación descriptiva que hacemos de las lenguas.

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318 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

TEMA 21. Lengua, sociedad y cultura


Profesora Pilar Ruiz-Va Palacios

Para preparar el Tema 21, el alumno debe usar como fuente de infor-
mación básica el manual de G. Yule. Las orientaciones contenidas en
esta Guía Didáctica referentes a este tema tienen el propósito de rela-
cionar los conceptos de manera que resulte más accesible el estudio del
programa. La bibliografía específica NO se considera de lectura obliga-
toria, sino recomendada; señala la existencia de otras fuentes de infor-
mación cuya consulta ofrece interés.
Sociolingüística, Sociología del lenguaje, Etnolingüística, Antropología lin-
güística, Lingüística antropológica constituyen los diversos abordajes teóricos
que se han planteado para explicar la relación entre el lenguaje y la sociedad,
por un lado, y la cultura y el lenguaje por otro.
Según la perspectiva más tradicional, es la sociedad la que determina la
lengua y, así, el estudio de las variables lingüísticas deberá conducir a delimi-
tar con exactitud las variables sociológicas (o culturales), es decir la caracte-
rización de los individuos que las produjeron. Algunos trabajos sobre cierta
peculiaridad lingüística (por ejemplo, la pronunciación singular de determi-
nados fonemas por parte de un grupo de población) han permitido caracteri-
zar sociológicamente dicho sector: ese tipo de investigación es propio de la
Sociolingüística.
Si desde el campo de la Lingüística, la Sociolingüística es el estudio de la
interacción entre el lenguaje y el funcionamiento de la sociedad, en el cam-
po de la Sociología se considera mayoritariamente que la Sociolingüística
no es una rama de la Lingüística sino una ciencia social autónoma, de natu-
raleza interdisciplinar, con métodos propios, que surge de la función comu-
nicativa del lenguaje, es decir, de su esencia social e individual al mismo
tiempo. La Sociolingüística establece como objeto de estudio las variables
sociales de sexo, edad y, de manera muy focalizada, de la clase social y de la
educación (o sea, nivel cultural) de los miembros de una comunidad lingüís-
tica. En comunidades lingüísticas en las que se dan movimientos de inmi-
gración, la etnia es también una variable social que afecta al discurso de
ciertos grupos.
Existe otro criterio de caracterización del lenguaje que se denomina regis-
tro o registro social —también designado como estilo discursivo—; con esta
expresión se alude al mayor o menor grado de formalidad que presenta el dis-
curso, y viene determinado por circunstancias como sean la posición social
del interlocutor, la relación que media entre el emisor y el destinatario y,
finalmente la situación emocional del emisor respecto de la situación comu-
nicativa concreta. Se distinguen los siguientes registros: formal o académico
(= solemne o sostenido), estándar o familiar, profesional, coloquial, vulgar y
como una modalidad de lenguaje profesional especializado, las jergas y el
argot. Estos registros tienen carácter convencional y colectivo.
AMPLIACIÓN DE LOS CONTENIDOS DEL PROGRAMA 319

Las variantes lingüísticas geográficas estudiadas en el tema 20, es decir,


las variantes dialectales, reciben de algunos autores (Coseriu) la denomina-
ción de diatópicas (adjetivo que alude al «lugar»); éstas trazan idealmente un
eje de coordenadas —se acepta comúnmente la licencia de esta imagen geo-
métrica—, con las variantes diastráticas, que aluden a diferencias de estrato
social, las cuales revelan pertenencia a una clase social que se manifiesta por
índices culturales y económicos; por último, se señala con variantes diafási-
cas los fenómenos de variación lingüística que se producen en los individuos
al cambiar de registro o estilo discursivo, en función de la situación de inter-
cambio comunicativo en que se encuentren.

El conjunto de hábitos lingüísticos de un individuo que lo singularizan en


relación con el registro estándar, junto con otros factores de índole estricta-
mente personales, físicas incluso —el timbre de la voz, por ejemplo—, se defi-
ne como idiolecto.

Los investigadores de la Sociología del Lenguaje se manifiestan no con-


cernidos por los objetivos de la Sociolingüística, sino por otros fenómenos
sociales como el bilingüismo, dominio equiparable de dos lenguas observa-
ble, por ejemplo, en Cataluña, Galicia o en el País Vasco. Los bilingües per-
fectos o hablantes nativos son los que pueden usar las dos lenguas con la mis-
ma competencia en todas las circunstancias, se los denomina bilingües
generales; los bilingües especializados pueden usar una de las dos lenguas en
todas las áreas comunicativas, pero sólo usan la otra en el área profesional o
de determinadas actividades sociales. En los casos de bilingüismo no perfec-
to se dan los fenómenos de interferencia de la lengua mejor conocida sobre la
otra, que hemos estudiado en el Tema 17.

La diglosia se produce en situaciones de bilingüismo cuando una de las


lenguas se usa con distintos fines sociales que la otra; por ejemplo, una, diga-
mos la B, se ve discriminada pues sólo es usada en el ámbito de la familia, de
los amigos, de los afectos, del humor, del enfado… y es la otra, la A, la que tie-
ne prestigio y carácter oficial y se utiliza en la vida política, de los estudios y
del trabajo. Ello suele implicar que la B se aprende en el hogar y la A en la
escuela.

Los universales lingüísticos son principios abstractos, generales y especí-


ficos que determinan la forma y la interpretación de las oraciones. En una
concepción más amplia —postulada por el generativismo—, la que más nos
interesa en el contexto de este tema dedicado a la lengua y a la sociedad, la
hipótesis de la existencia de los universales lingüísticos persigue identificar
los principios abstractos compartidos por todas las lenguas; esta actitud cog-
nitiva se opone al determinismo lingüístico, sustentado por la hipótesis pos-
tulada por Sapir-Whorf, enormemente limitadora de las capacidades huma-
nas de percepción del mundo al concebirla como predeterminada por las
peculiaridades de la lengua de cada comunidad lingüística, que niega, en
consecuencia, la existencia de propiedades comunes a todas las lenguas
humanas.
320 LINGÜÍSTICA (FILOLOGÍA HISPÁNICA)

Objetivos
Al término de este tema, debe ser capaz de comprender, caracterizar,
ejemplificar y aplicar los conceptos de:
Sociolingüística, Sociología del lenguaje, dialecto social, variables sociales:
clase social, educación, edad, sexo y etnia; idiolecto, estilo del habla, registro lin-
güístico, argot, jerga, diglosia, bilingüismo, lengua y cultura, lengua y pensa-
miento, la hipótesis Sapir-Whorf, universales lingüísticos.

Bibliografía específica sobre el tema


*CASADO VELARDE, M. (1988), Lenguaje y cultura. La etnolingüística, Síntesis, Madrid.
COSERIU, E. (1986), Introducción a la Lingüística, Gredos, Madrid.
LABOV, W. (1968), «The Reflection of Social Processes in Linguistic Structures», en
Fishman, J. (ed.), Readings in the Sociology of Language, Mouton, La Haya.
**MORENO, J. C. (2000), La dignidad e igualdad de las lenguas, Alianza Editorial,
Madrid.

Páginas de Internet relacionadas con el tema


The Sapir-Whorf Hypotesis, The Linguist List.
http://linguistlist.org/topics/sapir-whorf
Language and Culture, University of Chicago.
hppt://www.language-culture.org/

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