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Estética de lo sublime en las movilidades ciudadanas

Por: Sandra Castro

“La ciudad es un discurso, y este discurso es verdaderamente un lenguaje: la ciudad habla a sus
habitantes”

Roland Barthes

“Solo las grandes épocas son capaces de provocar pensamiento trágico”

Rafael Argullol

La ciudad es una constelación de fuerzas sublimes en las que los ciudadanos se movilizan a través
de sistemas de signos, prácticas, estéticas y representaciones, contradictorias, heterogéneas,
creativas y dispersas. Se alza en medio del paisaje con la construcción de sus formas materiales y
simbólicas que evidencian los conflictos sociales contemporáneos, y exploran la captura de lo
sensorial a través del cuerpo y las emociones: los olores, el clima, los colores, los transeúntes, el
tráfico, las calles, la basura, lo finito, lo efímero y el espacio.

La ciudad es un espectáculo, es una obra de arte, una danza, un baile entre lo divino y lo macabro.
Su agitación es sublime porque se concentra en las vísceras y en la razón, en el goce permanente y
estético del placer y el sufrimiento. La ciudad es ambivalente, es un camaleón comunicativo. Quien
se moviliza en ella, camina y tiene vértigo.

La relación de las movilidades y la cultura ha estado marcada en la historia del ser humano desde
su habitar nómada hasta la concentración del sedentarismo. El ser humano ha dejado huellas en
todos sus tránsitos, a través del fenómeno de la comunicación: Las imágenes, los pictogramas, las
fotografías, los dibujos, las obras de arte, los grafitis, se convierten en los vestigios para
comprender e interpretar la historia cultural, pero también las dimensiones del ser contenidas en
los espacios urbanos, en donde las calles, los estímulos, las señales, van generando prácticas de sí,
que estimulan los arraigos identitarios que establecemos con el territorio, sus mecanismos y
objetos.

Tal como lo plantea Jensen (2009) en las ciudades encontramos unos flujos de sentido, de culturas
que se mueven y se movilizan dentro de esas prácticas significativas de la vida cotidiana y que se
vuelven enclaves o armaduras para establecer análisis críticos societales. Sin embargo, no solo las
movilidades expresan la cultura; lo estático, lo fijo y lo sedentario, también narran. Entonces, lo
que presenta la ciudad: sus movilidades e infraestructuras, son potenciales de interacción
significativa y producción cultural.

En las siguientes líneas me propongo hacer una sutil relación entre los trabajos de A. Jensen, O.
(2009); B. Zunino Singh, D. (2013) y C. Salazar A, O.I. (2021) con las categorías de ciudad,
movilidades, estéticas de lo sublime y ciudadanías, como marco cognoscitivo de mi trabajo de
investigación acerca de las ciudadanías y los problemas contemporáneos en clave de narrativas
alterativas.
Retomando a Jensen (2009) uno de los elementos que más llama la atención es la relación entre la
política y el placer en el ocupar las armaduras de la ciudad. Con esta categoría se refiere a canales
de infraestructura y espacios de tránsito que se encuentran en lo local y se potencian en lo global,
a través de la mirada del observador, Jensen quien parafrasea a Lynch señala que La gente
observa la ciudad mientras se mueve por ella… (Lynch, 1960, p. 47). (Jensen, 2009, p. 140)

En esa oscilación, la mirada del observador, va tejiendo construcciones de su propio ser, y habita
las ciudades más allá de los edificios, las calles y la arquitectura. Su mirada explora los lenguajes
con los que la ciudad le habla: los comportamientos de las personas, sus movimientos, sus
experiencias, las forma de vestir, los dialectos, los ritmos, los itinerarios y las bandas sonoras,
generan memorias sobre los paisajes urbanos que se asientan en los arraigos culturales y se
movilizan hacia los sujetos como agenciadores del propio cambio y transformación de la ciudad.
Armando Silva (1992) sostiene: “la ciudad aparece como una densa red simbólica en permanente
construcción y expansión”.

Para Benjamín (2002) citado por Jensen (2009) la figura que establece el 'Flâneur' como un
vagabundo en la metrópoli que consume la ciudad con una mirada estética, genera al mismo
tiempo una relación subversiva con la noción prevaleciente de circulación urbana, es decir, el
sujeto de agencia, que da un panorama alterativo a las dinámicas sedentarias de la ciudad: El
flâneur sabotea el tráfico. Además, él no es un comprador. Es mercancía (Benjamín, 2002, p. 42).
(Jensen, 2009, p. 144)

Ilustración 1 Collage ¿Quién dio la orden? Autora: Dalia Caballero. Fuente: Archivo personal

Estas percepciones dentro de la ciudad van a tejer el juego infinito entre interacción y significado;
interior y exterior; espacio público y privado donde la acción política y el juego de las relaciones de
poder y prácticas de sí, combinadas con las posibilidades estéticas, están presentes advirtiendo la
posibilidad de auto transformación y de afectación del otro para convertir la vida en arte:

Foucault advierte esta íntima relación entre poder, cuerpo y movilidad cuando señala que
“el individuo, con su identidad y características, es producto de una relación de poder
ejercida sobre cuerpos, multiplicidades, movimientos, deseos, fuerzas” (Foucault, 1980,
pág. 74). (Citado por Jensen, 2009, p. 146)

Se trata entonces de tomar el arte para vincularlo como elemento transformador y de apropiación
del paisaje urbano, en una narrativa alterativa:

Ilustración 2 Grafiti: Asombroso OVNI. Fuente Cultura Inquieta.

Ilustración 3 JR Turning de world inside out Francia.

En palabras de Sheller & Urry '…un paisaje tecnológico también produce


performativamente subjetividades particulares (como ''el conductor'', ''el peatón'', ''el
ciclista'', etc.') (Sheller & Urry, 2006, p. 9). La producción de identidad, por lo tanto, se
relaciona con el entorno tanto en movimiento como en reposo, así como con normas y
poderes cultural y socialmente negociados. (Citado por Jensen, 2009, p. 146)

La anterior aproximación, nos lleva al campo de la estética de lo sublime dentro de la ciudad, que
se asume según Burke (1995) desde la contemplación del terror, el asombro, el temor, la
oscuridad, la infinidad, la dificultad, la magnificencia, el ruido, los olores y los hedores, que afectan
nuestros sentidos. Por eso no se debe extrañar el carácter de lo sublime avistado en la
construcción del subterráneo y su analogía de la muerte y del transitar por las tumbas:

El carácter de espectáculo remitía al impacto visual y la ciudad destripada connotaba el


modo de percibir el espacio subterráneo de la ciudad como “entrañas” y la excavación
como desgarro: “El vientre de Buenos Aires no estará sosegado de ahora en adelante [...]
El tranvía recorre sus entrañas [...] Al planeta que tiene el honor de albergarnos lo vamos
agujerando por donde nos conviene, convirtiéndolo en una especie de flauta” (Tomey,
1913). Si bien aparecen impresiones en que la Tierra es concebida como sagrada y la
excavación por tanto un sacrilegio, la metáfora más habitual es la de la entraña: Buenos
Aires como organismo, cuerpo, o bestia que es desgarrada por la mano del hombre para
habitar en sus intestinos. La acción de “destripar” es interesante porque, por un lado, va
mano a mano con la representación higienista de la circulación. Ambas metáforas son
orgánicas (…) Pero la comparación más significativa fue con el lugar de los muertos
(necrópolis) o el cementerio, porque al criticar el subterráneo se revalorizaba la “vida” de
la calle. Siguiendo con el ejemplo de Fernández Moreno podemos ilustrar esta percepción.
El poeta decía en su poema:

Los subterráneos (1937)

“no me gusta el subterráneo por eso, por subterráneo. Lo odio como podría odiar la
sinuosidad, la hipocresía”. En vez, prefería “la superficie, el tranvía o el colectivo y lo que
crece en ella, transeúntes o arbolitos”, por eso salir del subte era para él como renacer: Yo
no veo el momento de salir, de subir las escaleras de nuevo, inundándome, peldaño a
peldaño, de luz y aire, de humanidad, de vida, como una planta que fuera rompiendo
alegremente la costra de la tierra (Fernández Moreno, 1965:63) (Citado por B. Zunino
Singh, D. 2013, p. 185-188)

Esta sensación de habitar la muerte en la ciudad, sin embargo, no se da solo con el carácter de lo
subterráneo que adquiere la movilidad con este medio de transporte. En la película Underground
(1995) de Emir Kusturica, el papel del 'Flâneur' es visto también desde el rol del melancólico quien
al ver las ruinas de su pasado y de su mundo toma a la muerte, como elemento alegórico para la
transformación (de nuevo vemos la metáfora del observador de la ciudad). Este filme muestra a la
ciudad desde lo sublime: se ambienta en la noción de lo subterráneo, bajo tierra, lo periférico o lo
marginal, que da fuerza a la condición de desplazamiento (también asumida desde la dicotomía
movimiento/estático) donde el mundo está en guerra (presentando el contexto histórico de las
guerras balcánicas) y mientras la ciudad cae con sus instituciones, arquitectura, pero también
ideologías, el hombre aparece riéndose comiendo, copulando y cagando, haciendo una simbología
sobre el eterno retorno Nietzscheano del carácter repetitivo de la historia cuya representación es
la espiral que tiende siempre a la decadencia.
Especialmente en las ciudades grandes y concurridas, como Bogotá, dicha impresión puede ser
muy común al interpretar la relación centro- periferia o frente al reconocimiento del problema de
la desigualdad y la pobreza. La ciudad establece relaciones de jerarquía y diferenciales, que poco a
poco han ido generando perplejidades en los transeúntes que se traducen en la desconfianza por
la inseguridad, los robos, la mercantilización, que imposibilita la comunicación y la interacción, por
lo que la calle se sitúa más como un monstruo del que hay que defenderse pero con el que tengo
que vivir para poder configurar las formas de transacción económica, educativa, comunicativa,
laboral, de salud, y políticas que me exige el mundo. Esta monstruosidad advierte de nuevo el
carácter de lo sublime.

Sobre lo anterior, otro ejemplo que puede poner en evidencia el juego de la estética de lo sublime
y el movimiento dentro de la ciudad, se obtiene con la interpretación y la lectura que las personas
dieron a los actos de resistencia ocurridos durante los paros del 2019 al 2021 en Colombia, donde
hubo una quema significativa de varios CAI en la ciudad. Ante ello, el horror, el espanto, la
sensación de muerte, de guerra, de violencia y de inseguridad se tomaron a los barrios más
populares de la ciudad. Pero con estas acciones la emoción y la excitación producida por el
acontecimiento generó unas transformaciones desde la muerte del CAI hacia lo estético (como
elemento alegórico de transformación) que permitía resignificar la incineración de estos lugares
con la emergencia del arte, emplazado en tomarse el espacio del CAI quemado, para convertirlo
en lo otro (alteratividad)

Ilustración 4 Collage Vándalos Siempre. Autora: Karen Figueroa. Fuente archivo personal
Ilustración 5 Biblioteca Popular. Fuente: Trochando Sin Fronteras.

Pero mientras esto pasaba, la ciudad en llamas, los estudiantes asesinados, el COVID en expansión,
la sensación de incertidumbre del futuro, los colombianos veíamos las noticias comiendo,
copulando y cagando:

De esta manera, lo sublime hace experimentar un goce estético ambiguo, entre el placer y
el dolor. El artista siente a la vez su grandeza y su pequeñez como sujeto. Solo la obra de
arte muestra esta ambivalencia, pues en ella resplandece internamente el caos, las
imágenes que no se pueden soportar, los abismos siniestros, la muerte y los espacios del
miedo, pero transmutados a través de lo simbólico, lo metafórico, lo metonímico, lo que
ocasiona que como actores y espectadores experimentemos un goce estético ante lo bello
de lo terrible. (Fajardo, C. 2014, p. 145)

En modernidad y ambivalencia Bauman (2005) ya advertía sobre la simbiosis entre el caos y el


orden, como camino hacia la libertad, invitando a celebrar que la ambivalencia es el límite del
poder de los poderosos, por la misma razón es la libertad de los impotentes.” (Bauman, Z. 2005. P.
240). En esas constantes crisis que se anidan en nuestras subjetividades, a partir de las lecturas
que tenemos de la ciudad, generadas por las condiciones de vida y los modelos impuestos sobre
nuestro que hacer como ciudadanos, existen dimensiones de la alteridad inimaginables, para vivir
espacios simbólicos y reflexivos que dan contrapeso a esa automatización del ritmo acelerado de
la metrópolis moderna con sus tiempos para el trabajo y fabricación del ocio:

La «automatización» en el funcionamiento de la ciudad, antes que el desplazamiento de la


agencia humana, supone la incorporación de unos códigos de conducta, unos hábitos y
unos saberes que nos permiten interactuar con una población de personas, objetos y
vehículos cada vez más densa. (Salazar, O. 2021, p. 194)

Por lo anterior, las ciudadanías están en movimiento y son desordenadas, como crítica al
multiculturalismo y su intento de nombrar la diferencia en el lenguaje del capital. Cada pared
rayada, cada monumento tumbado, cada CAI quemado, es un acto político subversivo, disidente,
en la construcción de otros valores y de otros horizontes posibles para habitar las ciudades. En
cada rincón encontramos resignificaciones, de lo que hemos sido, lo que somos y lo que queremos
ser:

Ser inhumano estético era habitar las otras realidades invisibles. ¿Y quién se atreve a
realizarlo? Solo aquel que vive en la belleza de lo terrible, en el vértigo de lo siniestro real
y va hacia la profundidad de las superficies; solo el que ha palpado el horror con la agonía
de una trascendencia poética, quien ha sentido la ausencia de la presencia, el misterio de
su alteridad. (Fajardo, C. 2014, p. 167)

Ilustración 6 Mural homenaje a las trabajadoras de flores en tiempos de COVID. Fuente: archivo personal.

Ilustración 7Mural homenaje a las trabajadoras de flores en tiempos de COVID. Fuente: archivo personal.

El semblante del hombre que se encuentra en pleno sentimiento de lo sublime es serio, a veces
rígido y asombrado [...] Lo sublime, a su vez, es de diferentes especies. Este sentimiento viene
acompañado algunas veces de cierto horror o también de melancolía, entre otros casos
únicamente de admiración sosegada y, en otros casos, además, de una belleza que se extiende
sobre un plano sublime.
(Kant, E. 1990, p. 32)

Bibliografía

 Argullol, R. (2008). El héroe y el único: El espíritu trágico del romanticismo. Taurus.


Madrid.
 Barthes, R. “Semiología y urbanismo”, traducción de Serge Durand, en: Revista Pretil, No.
1, Bogotá, Universidad Piloto, abril-junio 2003.
 Bauman, Z. (2005). Modernidad y ambivalencia. Barcelona: Anthropos.
 Burke, E. (1995). De lo sublime y de lo bello. Altaya. Barcelona.
 Fajardo, C. (2014) El Bazar de lo efímero. El arte en la cultura del mercado. Editorial
Universidad Distrital. Bogotá.
 Jensen, O. (2009). “Flows of Meaning, Cultures of Movement - Urban Mobility as
Meaningful Everyday Life Practice.” Mobilities 4 (1): 139-158.
 Jameson, F. (1995). El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado.
Paidós. Barcelona.
 Kant, E. (1990). Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y de lo sublime.
Alianza. Madrid.
 Salazar A, O.I. (2021). “Conductores y automovilización de la vida urbana”. En: Andar
por la ciudad. Movilidades cotidianas y espacio urbano en Bogotá y Barranquilla 1950-
1970, pp 181-221. Bogotá: Aciur y Universidad Nacional de Colombia.
 Silva, A. Imaginarios urbanos, Tercer mundo editores: Santa Fe de Bogotá, 1992, pág. 19
 Zunino Singh, D. (2013). “El Subte como artefacto cultural (Buenos Aires, 1886-1944): la
historia cultural como aporte a los estudios de las movilidades urbanas”, en: Revista
Transporte y Territorio, 0(9), 173–
200. http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/rtt/article/view/310

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